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Biem*

BEN*
AAH
BIEN*

El del casillero #3
:)
¿Qué se supone que se responde a esa carita? ¿Un «jajaja»? ¿Un
sticker? ¿Otra carita sonriente? No tengo ni la más remota idea, ¿internet
tendrá respuesta para esto? No pienso googlearlo, ya no quiero leer más
consejos absurdos, por lo tanto, escribo un «nos vemos» que borro
enseguida. Intento formular otra respuesta, pero hay un enorme silencio en
la mesa que me hace levantar la mirada hacia mis amigos. Ellos están
viéndome, al parecer han dejado de discutir y yo soy el nuevo tema de la
mesa.
—¿Por qué me miran así? —interrogo. Todos regresan la vista a sus
pizzas. El único que no aparta la mirada es Jean, quien alza y baja sus cejas.
—Tenías una sonrisa de bobo —canturrea, y escondo mi celular bajo la
mesa por inercia—. ¿Hablabas con Heather?
¿Por qué creería que estoy hablando con ella? De todas maneras,
prefiero que crea eso a que crea que estoy mensajeando con alguien más.
—No, ni siquiera soy capaz de darle me gusta a sus publicaciones,
¿cómo voy a mandarle mensaje?
Él asiente y se mete la rebanada de pizza a la boca, olvidándose del
tema.
—Tengo partido mañana, ¿van?
Jean es uno de los jugadores estrella del equipo de básquetbol de
nuestro instituto, se llaman a sí mismos «lobos» y siempre llegan a finales.
Son buenos en lo que hacen, he tenido la oportunidad de verlos unas
cuantas veces y aunque no entienda nada me emociono de igual forma. El
trío de idiotas se anota a su partido, pero yo me tomo unos segundos para
pensarlo. Si me veo con Edward hoy hay una gran probabilidad de que
mañana también, y no quiero comprometerme si ya tengo cosas que hacer.
—No puedo —niego, y antes de que pregunte por qué no puedo, explico
—, estamos en finales y si repruebo no tendré vacaciones de invierno, tengo
que estudiar.
Esas últimas palabras suenan fuera de este mundo al salir de mi boca, y
no soy el único que lo cree, los demás me ven entre una mezcla de sorpresa
y confusión. Creo que si no fuese porque Edward me dijo que va a
ayudarme yo tampoco habría tomado en serio los exámenes. Sé que no
importa cuánto estudie o quién me ayude, mis calificaciones son un asco.
Prefiero no esforzarme, así la caída no será dolorosa. Pero vamos, hablamos
de Edward, tal vez en esta ocasión sí valga la pena poner un poco de
esfuerzo.
—Puedo ayudarte a estudiar después del partido —ofrece su ayuda.
Esbozo una sonrisa.
—No hace falta, mi mamá me consiguió un tutor.
Me crecerá la nariz como Pinocho si continúo mintiendo de esta
manera.
—¿Un tutor? —inquiere, metiéndose otra rebanada de pizza en la boca.
—Sip —remarco la «p»—, de hecho, tenemos que vernos hoy a las
cinco.
—Me eres infiel, qué dolor —Oli se mete en nuestra conversación y
lleva su mano hacia su pecho.
—Exclamó el infiel número uno. —Karla limpia su mejilla con la
servilleta y ve de forma acusatoria a mi amigo—. Si tuvieras novia apuesto
a que le pondrías el cuerno hasta con Edward.
Me pongo nervioso en cuanto mencionan el nombre de mi próximo
novio falso.
—¿Por qué no? —Se encoge de hombros—. Es guapo —el par de
chicas lo ve como si tuviese un tercer ojo en la cabeza—. No juzgo, además
hay que admitir cuando alguien es guapo —se excusa y pone sus ojos en
Jean—, como Jean. Actitud de mierda, pero miren ese bonito rostro.
Lo señala con sus dos manos, a lo que el susodicho se limita a ignorarlo.
—Hablando de Edward —Jean dirige sus ojos a mí—, ¿qué tienes que
ver con él?
El corazón me da un vuelco. ¿Cómo que «qué tengo que ver con él»?
¿Sabe del acuerdo que tenemos? ¿Cómo lo sabe? ¿Quién le dijo?
—¿Yo? —Asiente y trago duro—. Nada de nada, por supuesto, ¿por qué
dices?
Fuerzo una sonrisa que espero que no me haya delatado.
—Te salvó de Irán ayer —musita, y mis músculos se destensan al oírlo.
Vale, ha sido por eso y no por algo más—. Eso estuvo rarísimo.

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