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CAPÍTULO 7

Emmett se detuvo junto a la mesa de la cafetería. Su equipo -su anterior equipo- se


agrupó a unos metros de distancia, mirá ndola fijamente. Por un segundo se
preguntó si se había imaginado que acababa de darles nuevas asignaciones. Tal vez
estaban esperando que les dijera que había bromeado. Pero no era eso. Estaban
esperando que les dijera lo que querían oír: que no tenían que hacer sitio a nadie
nuevo, que el campo de juego ya estaba lleno, que podían ignorar la nueva realidad.
Pasó por delante de la residente junior y de su hermano como si no estuvieran allí
y se posó en Zoey. Ladeó la cabeza. ¿Y bien?
"Sadie", dijo Zoey bruscamente, volviendo a la vida como si alguien hubiera
pulsado un interruptor, "sube a la UCIN y empieza con los historiales de los
pacientes. Te veré allí en unos minutos. Tendremos que hacer una ronda por todo
el servicio de pediatría".
Sadie hizo una mueca. "¿Y el nuevo jefe en funciones?"
Zoey se encogió de hombros. "Supongo que eso depende de ella. No voy a ir a
buscarla". Lanzó una mirada desafiante a Emmett como si dijera: "He hecho mi
parte. Y eso es todo lo que voy a hacer.
Sadie sonrió . "Bastante bien. Nos vemos en un rato".
"Hank", dijo Emmett mientras su hermano salía de la cafetería tras ella, "me
reuniré contigo en la unidad de trauma en cuanto pueda. Vuelve a ver a todos antes
de hacer la ronda".
"Oh", dijo, "de acuerdo. Claro".
Cuando Sadie y Hank se alejaron lo suficiente, Emmett le dijo a Zoey: "No les
vas a poner las cosas fá ciles a los nuevos, ¿verdad?".
"¿Y supongo que tú lo eres?" Zoey resopló . "Por supuesto, tú sigues al mando en
tu servicio. Tengo que hacer de copiloto de alguien que ni siquiera debería estar
aquí. ¿Có mo te sentirías si estuvieras recibiendo ó rdenes de alguien que acaba de
aparecer y al mismo tiempo tuvieras que enseñ arle las cuerdas?"
"De acuerdo, no estaría contento". Emmett se volvió en direcció n a la unidad de
trauma. "Todos, incluidos los internos, tendrá n que lidiar con eso en algú n nivel.
Só lo creo que probablemente sea mejor que no nos quejemos demasiado delante
de los jó venes".
"Vaya". Zoey se detuvo, miró hacia arriba y hacia abajo en el pasillo, y arrastró a
Emmett a una de las habitaciones de guardia. La habitació n, una de las docenas
como ésta repartidas por todo el hospital, era lo suficientemente grande como para
albergar literas, un escritorio y una estantería con un par de libros de referencia
que nadie miraba. Una pila de sá banas limpias se encontraba en un estante del
armario que, por lo demá s, estaba vacío. El servicio de limpieza debía cambiar las
camas, pero como la gente entraba y salía todo el día a echar la siesta, si alguien
quería sá banas limpias, las cambiaba él mismo. La mayoría de las veces nadie se
molestaba. Zoey cerró la cerradura, se apoyó en la puerta y se cruzó de brazos. Su
sonrisa osciló entre una mueca y un ceñ o fruncido. "Bien, ahora puedes dejar de
lado la rutina de jefe de residentes responsable y decirme lo que realmente
piensas".
En cualquier otro momento, Emmett probablemente habría descargado su
frustració n y decepció n. Zoey era su caja de resonancia, al igual que ella era la de
Zoey. Con só lo un añ o de diferencia, habían compartido casi todo lo que el lugar
podía arrojarles: irrisió n, exceso de trabajo, incertidumbre y los momentos á lgidos
de subir la escalera, un peldañ o tras otro. Hoy se sentía diferente, y la distancia
entre ellos era nueva. Nueva e incó moda. Pero Quinn la había apartado, la había
señ alado para explicarle lo que estaba pasando y pedirle ayuda. Ella y Syd. Eso
también era extrañ o. Que Syd estuviera aquí, que estuviera en la misma posició n
que ella, le gustara o no, la había puesto en un aprieto. De alguna manera estaban
en el mismo lado y compitiendo simultá neamente. "Podríamos acabar siendo los
dos jefes".
"¿Qué?"
"Co-jefes. Syd Stevens y yo podríamos ser jefes de residentes el pró ximo añ o".
"¿Qué?" La voz de Zoey se elevó . "¿Có mo se supone que funciona eso?"
"Todavía no estoy del todo seguro", dijo Emmett, aunque tenía una idea
bastante clara de lo que podría pasar. Nadie era igual cuando se compartía el
poder, independientemente de quién dijera que lo haría. Uno de ellos tendría que
tener la primera palabra, la primera elecció n de las rotaciones y los casos, y por
mucho que intentaran aparentar que eran iguales, se trazarían líneas y se
formarían lealtades. A ella no le gustaba. Probablemente a Syd tampoco.
"¿Qué has dicho sobre eso?"
"Nada", dijo Emmett. "Maguire dijo..."
"Por favor". Zoey negó con la cabeza. "Maguire habló y, por supuesto, tú lo
aceptaste". Dejó escapar un profundo suspiro, su expresió n se suavizó . "A veces
eres demasiado buen jugador de equipo".
Emmett sonrió con pesar. Ella no estaba tan segura de eso.
"Entonces, ¿qué te parece poner al día a tu nuevo rival?" Preguntó Zoey.
"No sé có mo me siento al respecto".
"Está s bromeando, ¿verdad? ¿Qué tal cabreado y traicionado?"
"Bueno, tal vez enojado. Un poco". Cuando Zoey resopló , Emmett puso los ojos
en blanco. "Posiblemente mucho". Le dirigió a Zoey un ceñ o fruncido. "Pero no creo
que Maguire hubiera hecho esto si no creyera que iba a funcionar".
Zoey puso los ojos en blanco. "Escucha, sé que crees que Maguire es Dios..."
"Eso no es cierto", dijo Emmett, aunque en muchos niveles, en cierto modo lo
hizo. "Pero confío en ella, y sé que quiere que todos sobrevivamos. Así que tiene
que pensar que esto podría funcionar".
"Probablemente funcione, para la mayoría de nosotros. La pregunta es, ¿cuá l de
nosotros?"
"Vamos, Zo", dijo Emmett con un suspiro. "No ha pasado ni medio día. Al menos
tenemos que intentarlo".
"¿Lo hacemos? ¿Por qué?"
El temperamento de Emmett se encrespó . Esperaba un poco de apoyo de su
mejor amigo. "Porque no tenemos elecció n. Tenemos que hacer lo que nos dicen,
¿recuerdas? Somos residentes".
"Sí, lo sé. ¿Pero sabes qué?" Los ojos de Zoey se endurecieron, algo que Emmett
no estaba acostumbrado a ver en la despreocupació n de Zoey, venga lo que venga.
"No tenemos que ponérselo fá cil a otra persona para que nos quite lo que nos
hemos ganado".
Emmett lo entendió entonces. Zoey estaba asustada. Nerviosa y preocupada
también. Igual que todos ellos, igual que ella, incluso. Y, tenía que pensar, Syd y
todos los demá s también. Agarró la mano de Zoey y la arrastró hasta la litera. Se
dejaron caer en ella, aterrizando hombro con hombro.
"Mira", dijo Emmett, "nadie va a pasar de ti. Les gustas a todos los adjuntos,
eres inteligente y eres rá pido en el quiró fano. Estará s bien. Todo lo que tienes que
hacer es tu trabajo, y ahora mismo tu trabajo es..."
"¿Sabes lo que creo que ayudaría mucho en este momento? El sexo". Zoey la
besó .
Emmett se rió . "Siempre piensas que el sexo es la respuesta a todo".
Zoey se encogió de hombros para quitarse la bata de laboratorio. "¿No es así?"
No habían encendido las luces, y en la penumbra, sus ojos brillaban como los de
un gato a la caza. Incluso su voz era un ronroneo. Emmett conocía ese tono: Zoey
había cambiado al piloto automá tico y lo ú nico que tenía a la vista era la línea de
meta. No fue lo suficientemente rá pido para salir de la línea de fuego cuando Zoey
dio una repentina embestida, empujó a Emmett hacia la litera y se puso a
horcajadas sobre sus caderas. Zoey se acurrucó hacia delante para no golpearse la
cabeza con la parte inferior de la litera de arriba y agarró con los puñ os la parte
delantera de la camiseta de Emmett. "No me dieron la mía esta mañ ana,
¿recuerdas?"
Emmett agarró la mano de Zoey mientras ésta se sacaba la camisa de los
pantalones. "Oh. Hey. Es un buen momento. Mal momento, Zo".
"Nada de eso". Zoey tiró de los lazos de los pantalones médicos de Emmett y le
bajó el uniforme a las caderas. Sus uñ as rozaron el abdomen de Emmett.
Emmett se retorció . "Zoey, vamos".
El sexo era la panacea de Zoey, cuando estaba feliz, triste, preocupada o
asustada. El sexo era su vá lvula de escape. Algunas personas manejaban todos esos
sentimientos con unos tragos de tequila o un paseo rá pido en motocicleta o
cualquier otra cosa para destapar la olla a presió n. Con Zoey, era el sexo. En la
celebració n o en la desesperació n. A veces con Emmett, y otras veces con quien
fuera. A Emmett se le daba bien ser la vá lvula de escape de Zoey, la mayor parte del
tiempo, y no era como si ella no tuviera sus propios momentos de bloquear todo
con unos minutos de puro placer físico sin adulterar. Zoey só lo se desestresaba de
la ú nica manera que sabía, y ambas se conocían lo suficiente como para reconocer
que eso era todo lo que estaban haciendo.
Ahora mismo, sin embargo, Emmett no podía ayudarla. No así. Su mente estaba
en otra parte, y su cuerpo se había apagado. Necesitaba encontrar a Syd. Tenía que
organizar un servicio, pacientes que ver, y Syd... Tenía que dejar de preguntarse
có mo podía haber pasado esto. Có mo Syd podía estar aquí. Emmett se incorporó a
medias, pero Zoey la tenía inmovilizada en el estrecho espacio con sus rodillas a
cada lado de las caderas de Emmett.
"Zoey, tengo que irme".
"Dos minutos", dijo Zoey, claramente sin escucharla. Se inclinó má s, deslizando
una mano bajo la cintura de Emmett.
"No estoy bromeando. Tengo que irme". Emmett cogió la mano de Zoey antes
de que pudiera bajar má s y distraerla de verdad.
Zoey frunció el ceñ o. "Realmente vas a jugar limpio, ¿no?"
"Voy a tomar un día a la vez", dijo Emmett. "Empezando por lo que me pidió
Maguire".
Zoey se deslizó de ella. "Sabes, a veces eres un dolor de cabeza. Si no te quisiera,
no podría soportarte".
"Sí, lo sé".
"¿No te cansas nunca de jugar con las reglas?"
"Sí." Emmett se puso de pie, se metió la camisa y se acomodó los pantalones. "A
veces, realmente lo hago".

***

Tal y como Syd le había indicado, Morty la estaba esperando justo en la puerta
del vestuario de los cirujanos. No le cabía duda de que él habría esperado allí todo
el día, tranquilo e imperturbable.
"¿Está s listo?" Preguntó Syd.
Morty asintió vigorosamente, con su manzana de Adá n rebotando. "Sí.
Totalmente".
Syd sonrió para sus adentros. Morty era uno de los raros residentes cuyo afá n
no se había visto empañ ado por unos añ os de trabajo incesante. A primera vista, a
menudo se le subestimaba, pareciendo torpe y un poco inepto socialmente. Había
trabajado con él antes y confiaba en él. Hacía su trabajo, nunca se quejaba y tenía
unas manos sorprendentemente há biles en el quiró fano. Por muy torpe que
pareciera en otros lugares, era elegante y se sentía a gusto con los instrumentos en
las manos. Por lo que a ella respecta, no se podía pedir mucho má s a un cirujano.
Necesitaba un residente junior con el que pudiera contar si iba a ponerse al día con
McCabe en el servicio de traumatología. No envidiaba a Dani con un servicio lleno
de jó venes que no conocía. Los residentes junior descuidados, perezosos o, lo que
es peor, débiles, no só lo hacían quedar mal a un residente senior, sino que eran
peligrosos. Estaba a punto de convertirse en la mano derecha de McCabe, y le
gustara o no, tenía que ser buena en ello.
"Vamos", dijo Syd. "Deberíamos poner en forma nuestro servicio".
"La unidad de cuidados intensivos de trauma está en esta planta". Morty dejó
caer su mirada por un instante antes de volver a encontrar la de ella. "Debería
haber conseguido una lista de los pacientes. No estaba seguro de a quién llamar, o
ya la tendría para ti".
"Sé que lo harías. No estoy seguro de quién má s va a estar en nuestro servicio,
pero llamaré al jefe. Ese sería Emmett McCabe".
Morty no dijo nada, pero su mirada contenía una pregunta. Una pregunta que
ella no podía responder. No sabía qué clase de jefe sería Emmett, y no podía
explicarle a Morty por qué les habían asignado donde estaban. Lo suyo era no
cuestionar el por qué, y eso nunca fue má s cierto que hoy.
Emmett le había dado su nú mero de mó vil, y ella le envió un mensaje de texto:
"Listo para conocerte". ¿Dónde?
Pasaron unos segundos y no obtuvo respuesta. Encogiéndose de hombros, miró
a Morty. "Bueno, podríamos empezar en la unidad de trauma. Al menos podemos
conseguir una lista de quiénes está n allí y revisar sus historiales".
"Me parece bien".
Syd se dirigió en la direcció n indicada por el cartel de la pared. Doblaron una
esquina justo cuando se abrió una puerta con la etiqueta Sala de guardia y Emmett
salió . Estaba enviando mensajes de texto mientras se movía y, un instante después,
una rubia la siguió hasta el pasillo, poniéndose la bata de laboratorio. Emmett se
detuvo en seco, con una rá pida cascada de sorpresa que rozaba el disgusto
pasando por su rostro. La rubia llamó la atenció n de Syd y sonrió . La sonrisa lo
decía todo, incluso si el rá pido vistazo que Syd echó a la habitació n no le había
dado una idea bastante clara de lo que había estado ocurriendo.
Syd controló su expresió n. No era de su incumbencia lo que Emmett McCabe
hiciera en la sala de guardia o en cualquier otro lugar. No sería la primera vez que
iba a buscar a un residente y lo encontraba indispuesto. Le sorprendió el momento,
teniendo en cuenta todo lo que estaba ocurriendo, pero no era su campo de juego.
No tenía ni idea de cuá les eran las reglas del juego.
Emmett se sonrojó un poco, pero su mirada permaneció plana y sin disculparse.
"Acabo de recibir tu mensaje. La unidad de trauma está al final de este pasillo a tu
izquierda. Me reuniré contigo allí en cuanto compruebe que todo está cubierto en
el quiró fano".
"Muy bien". Syd señ aló a Morty. "Emmett, este es Morty Weiss. Es de segundo
añ o".
"Sí. Morty". Emmett le tendió la mano. "Encantado de conocerte".
"Lo mismo", dijo Morty, sonando como si lo dijera en serio. Syd sospechó que
así era, alegrá ndose una vez má s de haber sacado un nú mero afortunado con él
como subalterno.
"Nuestro estudiante de medicina está en la unidad", dijo Emmett. "Se llama
Hank. Debería poder informarte sobre todos los pacientes. Morty, tú será s su
supervisor directo. Si necesitas algo, él es tu hombre. Si tiene un problema, debe
llamarte a ti primero. Cualquier cosa que no puedas manejar... bueno, no debería
haber nada que no puedas manejar, ¿verdad?"
Morty cuadró sus delgados hombros. "No esperes que lo haya, Emmett".
Emmett asintió con fuerza. "Te veré allí en un momento".
Mientras Emmett hablaba, la rubia permanecía cerca, con un hombro apoyado
en la pared. Syd fue consciente de la lenta apreciació n de la rubia y se preguntó si
su interés era personal o profesional. Todo el mundo estaba obligado a sentir
curiosidad por la gente nueva, pero teniendo en cuenta lo que acababa de ver, se
preguntó si la novia de McCabe, si es que era esa, tenía en mente algú n otro tipo de
evaluació n. Casi se rió de la idea de que pudiera ser algú n tipo de competencia en
ese á mbito. Lo ú ltimo que podía existir en su universo era una atracció n por
Emmett McCabe.
"Hola", dijo la rubia, dando un paso adelante con la mano extendida. "Soy Zoey
Cohen. Acabas de ocupar mi lugar".
"Ya veo", dijo Syd, estrechando su mano. Interesante comienzo. ¿Observació n
casual, desafío sutil o advertencia? "¿A dó nde te trasladaron?"
"Cirugía pediá trica".
Con Dani, pensó Syd. Bueno, las cosas se están poniendo interesantes
rápidamente.
"Querrá s esto". Zoey mostró un localizador. "Buscapersonas de trauma. Los
mensajes de texto no siempre son fiables en algunas zonas del complejo. No
querrá s perderte una alerta".
"No, no lo haría. Gracias". Syd cogió el localizador, se lo enganchó en la cintura y
le hizo un gesto a Morty. "Vamos, pongá monos en marcha. Ya hemos perdido
bastante del día".
"Bien", dijo él y se alejó tras ella.
Desde detrá s de ella, oyó la risa de Zoey, pero no pudo distinguir la respuesta
de Emmett. No es que le importara. Acababan de doblar la esquina de la unidad de
traumatología cuando vibró el beeper de trauma. Lo comprobó y se detuvo en seco.
Trauma STAT ingresando.
Agarró la parte trasera de la camisa de Morty mientras pasaba. "Cambio de
planes, tenemos que llegar".
Giró y volvió a correr por el pasillo hacia la escalera por la que habían subido
antes, ordenando en su cabeza la ruta má s rá pida hacia la unidad de trauma.
Emmett había llegado primero a las escaleras y mantuvo la puerta abierta mientras
ella y Morty subían corriendo. Les sonrió .
"Parece que va a ser un día ocupado".
Emmett bajó como un cohete las escaleras y Syd voló tras ella, con Morty
galopando a su paso.
CAPÍTULO 8

La carga de adrenalina que corría por la sangre de Emmett era lo má s estimulante


que había sentido en toda la mañ ana, incluso mejor que el sexo. Se rió para sus
adentros. El sexo era muy divertido, pero la sensació n só lo rozaba la superficie:
una descarga eléctrica, aguda y dulce, que bailaba sobre su piel y se arremolinaba
en el aire. Se esfumaba en un santiamén. Esta excitació n se apoderó de cada parte
de ella, burbujeando a través de cada terminació n nerviosa de su cuerpo e
inyectando cada fibra con anticipació n. Esta llamada a la acció n era su placer
privado, uno que la hacía sentirse afortunada cada día.
Emmett aminoró la marcha lo suficiente como para atravesar las puertas de la
escalera sin derribar a nadie, y luego volvió a correr. Las formas se movían a su
alrededor, la gente se apartaba, se ponía en fila, se precipitaba con ella hacia el
borde del mismo precipicio. Golpear el botó n de la pared junto a las anchas puertas
dobles de admisió n al trauma fue como chillar hasta el borde del abismo,
tambaleá ndose, a punto de caer y entonces... entonces estaba dentro y la calma
descendía. El tiempo se había acelerado durante su carrera hacia la sala de
traumatología, pero ahora se había ralentizado.
Luces brillantes, una multitud que se arremolinaba, al principio cada cuerpo
indistinguible de los demá s, una cacofonía de voces que gritaban, ahogá ndose unas
a otras y, sin embargo, cada una distinta a través de la absoluta quietud de su
cuerpo y su mente. Un largo escaneo de la habitació n -cinco camas ocupadas-, una
forma bajo los tubos y cables y los monitores má s pequeñ a que las demá s. Un niñ o.
En el ojo de la tormenta, Honor Blake dirigió con la calma y el exquisito control
del director de orquesta experimentado. Su voz se elevó de alguna manera por
encima de todo el resto.
"O'Brien, tienes trauma uno-Kennedy, toma dos. Armand, coge al niñ o y llama a
cirugía pediá trica".
Giró y vio a Emmett.
"McCabe-cama tres, lesió n por aplastamiento en el pecho, posibles lesiones en
la cabeza e intra-abdominales. Cama cuatro, mú ltiples fracturas de extremidades,
compromiso de las vías respiratorias".
"En ello". Emmett se dirigió a los heridos, señ alando mientras quitaba de en
medio a unos cuantos de los curiosos que siempre aparecían por una alerta de
trauma. "Zoey, toma..."
Emmett frenó tan bruscamente que casi se tropezó . Sí, claro. Zoey no estaba allí.
Su equipo había cambiado, y también sus responsabilidades. Maguire lo había
dejado claro. Había que poner a Syd al corriente de los grandes traumas
rá pidamente. Y Emmett, había señ alado Maguire con una leve inclinació n de la
frente, necesitaba má s horas de enseñ anza quirú rgica. Emmett estaba al mando,
pero el campo no era enteramente suyo. No só lo tenía que compartir, sino que
tenía que hacer de mariscal de campo suplente.
"Syd, toma la cama cuatro mientras yo reviso la cama tres. Estaré allí en un
minuto".
"De acuerdo". Syd asintió enérgicamente, pareciendo má s fría de lo que
probablemente se sentía. Un traumatismo mú ltiple en un centro de traumatismos
de nivel uno con pacientes que habían sufrido lesiones multisistémicas que ponían
en peligro su vida de forma inmediata era muy diferente a los pacientes estables de
un nivel dos, donde el equipo tenía mucho má s tiempo para evaluar y tratar, y
muchas menos posibilidades de cometer errores fatales.
Emmett se volvió con decisió n hacia el paciente de la sala tres y le espetó :
"Morty, está s conmigo".
"Sí, jefe". Saltó y se puso detrá s de ella en un instante.
Puntos para él.
"Entonces", dijo Emmett, "qué tenemos".
La residente de Urgencias, de segundo añ o, levantó la vista, con los ojos muy
abiertos y un poco enloquecidos. Un subidó n de adrenalina.
"El camió n se saltó la mediana y chocó de frente con un coche de pasajeros. Este
es el conductor de la furgoneta. Varó n de 45 añ os, inmovilizado, traumatismo
craneal cerrado, lesió n por aplastamiento en el tó rax, posibles lesiones
intraabdominales por desaceleració n. Hipotenso en el campo, reanimado con
fluidos. La saturació n de oxígeno era baja al llegar y no responde. Acabo de
intubarlo".
Bastante está ndar para un accidente de coche. Emmett escaneó los monitores.
La frecuencia cardíaca estaba en los 90, la presió n rondaba los 100, la saturació n
de oxígeno se mantenía, pero era má s baja de lo que a ella le gustaría. Sus
pulmones probablemente recibieron una paliza por un golpe directo o por la
gestió n agresiva de los fluidos, o por ambas cosas.
"Morty, ¿qué es lo primero?", preguntó mientras se acercaba a la cama.
"Comprobar su pecho para la colocació n del tubo de respiració n y el flujo de
aire bilateral", dijo. "TAC de cabeza, tó rax y abdomen si está estable".
Rá pido y minucioso. Otro punto para el flaco.
"Adelante, escucha y dime lo que piensas". Mientras Morty sacaba un
estetoscopio, Emmett escuchaba por sí misma, girando la cabeza para comprobar
la cama cuatro mientras trabajaba. Esa paciente era una mujer, de unos treinta o
cuarenta añ os, con el collarín cervical puesto y una férula de aire en la extremidad
inferior derecha. Emmett vio que Syd sacudía la cabeza y le decía algo a Armand,
que se apresuró a coger un estetoscopio y lo puso en el pecho de la paciente.
Emmett tenía que estar allí, pero no podía dejar a esta paciente todavía.
"Buen sonido respiratorio en ambos lados", dijo Morty. Mientras hablaba, palpó
el abdomen del hombre inconsciente. "Su vientre es blando, pulsos femorales
fuertes. Si por lo demá s está estable, puede ir al TAC".
"Bien", dijo Emmett y volvió a comprobar sus constantes vitales. La presió n
había subido un poco desde la primera vez que lo comprobó , pero todo lo demá s
estaba má s o menos igual. Lo miró una vez má s, buscando esa cosa que había
pasado por alto. La ú nica cosa que podría marcar la diferencia entre una salvació n
y una pérdida. "¿Alguna evidencia de traumatismo craneal?"
La residente de urgencias negó con la cabeza. "No. No hay laceraciones ni
contusiones que pueda ver. Segú n los paramédicos, estaba vocalizando pero
incoherente en el campo".
Emmett entrecerró los ojos. "¿Y a la llegada?"
La residente de urgencias negó con la cabeza. "No, nada".
"¿Morty? ¿En qué estamos pensando?"
"Podría tener una lesió n cerebral por desaceleració n. Una hemorragia
intracraneal podría causar su estado alterado de conciencia. O podría ser só lo una
contusió n".
Emmett comprobó rá pidamente sus pupilas. Ambas reaccionaban con lentitud.
"Necesita un TAC craneal y una consulta neuroló gica para despejar la cabeza y la
columna vertebral. No hay nada obvio en su pecho y vientre ahora mismo".
"¿Puedo bajarlo para el TAC?"
"No hasta que neuro lo vea. ¿Morty?" Dijo Emmett, ya moviéndose alrededor de
la cama hacia el paciente de Syd. "¿Qué está s viendo ahora?"
"Caída de la tensió n o de la saturació n de oxígeno, cambio en el ritmo cardíaco.
Má s cambios en el estado neuroló gico".
Ella reprimió una sonrisa. Era un hombre inteligente. Parecía que debía ser
contable. "Bien. Es tuyo. Quédate con él. Asegú rate de que neuro lo vea".
Su sonrisa se amplió , y ella captó un destello del tiburó n en sus ojos. El que
nadaba en el exterior de la manada, rodeando un banco de peces má s pequeñ os,
esperando a que los débiles se alejaran y luego, silenciosamente, los eliminaba uno
tras otro.
"Entendido, jefe", dijo y se volvió hacia el residente de urgencias. "¿Quién es el
neurocirujano de guardia? ¿Có mo lo localizo?"
Puede que no tenga que preocuparse por eso. Dejando a Morty para que se
encargara de la bahía tres, comprobó có mo estaba Syd. "Stevens, ¿qué tienes?"
"Necesita un tubo torá cico", dijo Syd.
Así de claro. No creo que necesite una sonda torácica, o tal vez necesite una
sonda torácica, pero claro y definitivo. Emmett no se sorprendió .
"¿Rayos X?"
"Está n en camino, pero sus sonidos respiratorios está n deprimidos a la derecha
y su saturació n no sale al cien por cien de oxígeno".
Emmett escuchó su pecho, un ojo en los monitores. "No hay mucho movimiento
de aire a la derecha".
"Emmett, ahora tiene un cambio traqueal", dijo Syd, con una nueva urgencia en
su voz.
El ritmo cardíaco de Emmett se aceleró . La situació n acababa de pasar de ser
controlable a ser una emergencia. Si el paciente tenía un neumotó rax a tensió n, ni
el aire ni la sangre fluían con normalidad, y eso era una preparació n para un
accidente grave.
Armand anunció : "La tensió n está cayendo, chicos. Tenemos que hacer algo
aquí".
"Que alguien avise a la doctora Blake de que este probablemente vaya al
quiró fano", dijo Emmett a la enfermera de Urgencias antes de mirar a Syd. "Tú lo
has dicho".
Poniéndose los guantes, Syd ya estaba en movimiento. "Necesito una bandeja
de tubo torá cico y un tubo torá cico francés de veinticuatro".
"¿Qué má s?" A Emmett le picaban las manos para hacer lo que había que hacer.
Maldita sea, pero enseñ ar era difícil.
"Angiocatéter de calibre 14", dijo Syd, salpicando de Betadine el pecho derecho
del paciente. "¿Dó nde está n?"
"Lo tengo", dijo Emmett y abrió el paquete estéril, ofreciendo la aguja a Syd.
Syd lo cogió , lo empujó entre la quinta y la sexta costilla del lado derecho de la
paciente y el aire salió a borbotones. El pulso bajó , la presió n empezó a subir y la
saturació n de oxígeno aumentó .
"Bonito", murmuró Emmett.
Syd sonrió durante medio segundo antes de volver a centrarse en el paciente.
Honor apareció al pie de la mesa. "¿Ustedes dos está n al tanto de esto?"
"A punto de poner un tubo torá cico", dijo Emmett. "No confiaría en el Angiocath
en esta situació n".
"De acuerdo", dijo Honor.
"Necesitará un TAC de tó rax una vez que esté dentro", añ adió Emmett.
"Llamaré a un adjunto".
Syd les miró . "¿Podemos hacer un ultrasonido portá til de cabecera, para ver su
corazó n y grandes vasos? Podría tener una lesió n en el mediastino. Nos ahorraría
algo de tiempo".
Honor asintió . "Buena decisió n. Hagamos eso primero antes de dejarla ir a otra
parte. ¿Va a poner el tubo, doctor...?"
"Stevens", dijo Syd. "Syd Stevens".
"Honor Blake". Honor se giró cuando alguien la llamó por su nombre.
"Adelante".
"¿Lo has entendido?" Dijo Emmett en voz baja.
"Sé có mo poner un tubo en el pecho", dijo Syd en voz baja.
"Bien". Emmett le dio un poco de espacio, comprobó que el paciente de Morty
en la bahía tres todavía parecía estar bien, y miró por encima de su hombro cuando
oyó la voz familiar de Zoey.
"El médico de pediatría está en el quiró fano", dijo Zoey a una residente
pequeñ a y de aspecto intenso con el pelo negro azabache engominado. "Ha dicho
que podemos llevar a Eddie a TC si Honor dice que estamos bien".
"¿Algo para el trauma?" Preguntó Emmett, acercá ndose a la cama.
Zoey se rió . "Es un caso de pediatría, Emmett".
La mujer de pelo oscuro le dirigió una mirada interrogativa.
"Emmett McCabe. Tengo el servicio de trauma".
"Dani Chan". Tenemos esto aquí. Eh... gracias".
Emmett tuvo la sensació n de que el agradecimiento le dolía un poco. Ella lo
entendía. Los cirujanos de traumatología tenían fama de meterse en los casos de
los demá s. Por supuesto, eso era porque probablemente eran los mejores para
manejar lo que fuera que estuviera pasando. Pero ella sabía que no debía pisar a
los cirujanos pediá tricos. Su jefe no tomaba prisioneros.
"Si necesitas una mano..."
Dani Chan se enderezó . "No. Todo bien".
"De acuerdo entonces". Esta vez no hubo agradecimiento. Emmett asintió y
captó la sonrisa de Zoey. No estaba de má s intentarlo.
"Emmett". La voz de Syd cortó el bajo nivel de la conversació n. Algo en su tono -
no era pá nico, sino una advertencia aguda- hizo que Emmett se sobresaltara. Se
giró . "¿Qué tienes?"
"Su presió n está cayendo", dijo Syd, levantando su estetoscopio a sus oídos. "Y
mira su cuello".
Las venas de su cuello se abultaron y Emmett comprobó rá pidamente el tubo
torá cico que Syd había insertado. Parecía estar bien.
Syd se enderezó . "Los sonidos de su corazó n está n apagados. Creo que se está
taponando".
"Joder", murmuró Emmett en voz baja y escuchó por sí misma. Apenas podía
distinguir los latidos del corazó n. El líquido alrededor del corazó n haría eso.
"Necesitamos esa ecografía".
Armand dijo: "Yo lo haré".
"Muévete, y trae a la Dra. Blake".
"Está colapsando", dijo Syd, y el pitido del monitor y el trazado cardíaco en
línea plana lo confirmaron. Al instante, se subió a uno de los taburetes cortos que
había cerca de la camilla y empezó a hacer compresiones en el pecho.
"¿Qué está pasando?", dijo Honor, volviendo a la cabecera de la cama.
"Taponamiento pericá rdico". Emmett cogió el gel de ecografía del carro y lo
roció en el pecho para el residente de urgencias, que deslizó la sonda sobre el
pecho del paciente.
"Armand", dijo Honor a su residente, "¿qué ves?"
"Un segundo... ¡espera, ahí!" Reposicionó la sonda y señ aló una capa densa
alrededor del corazó n. "Parece sangre en el saco pericá rdico".
"Claro que sí". Honor llamó a una enfermera cercana: "Cliff, avisa a cardiología y
trauma. Esta tiene algo en el pecho".
"Deberíamos aspirar eso", dijo Emmett.
"Sí". Honor asintió a Emmett. "¿Quieres llevar a Armand a través de él?"
"Claro". Emmett rebuscó en el carro de paradas y salió con una aguja espinal de
gran calibre y se la entregó al residente de urgencias. "¿Has hecho alguna vez una?"
"He visto uno", respondió .
"Entonces está s listo", dijo Emmett. "Syd, mantén las compresiones".
Syd se relajó , su mirada alternaba entre el residente que introducía la larga
aguja en el pecho de la paciente y la ecografía que seguía el curso de la aguja que
avanzaba por debajo del esternó n, subiendo hacia el hombro, hasta el espacio que
rodea el corazó n. El electrocardiograma tartamudeaba y tenía picos, sin ritmo
discernible, la electricidad del corazó n era errá tica.
"Corre de la taquicardia", dijo Syd.
"Bien, retrocede un poco", dijo Emmett.
"Despejado", dijo Syd mientras aparecía una onda de electrocardiograma
normal.
"Ahí tienes", dijo Emmett mientras la aguja perforaba el saco que rodeaba el
corazó n y entraba donde no debería haber líquido, pero ahora había una capa de
sangre que impedía el funcionamiento normal del corazó n. "Aspira eso".
Armand tiró hacia atrá s de la jeringa y aspiró unos cuantos centímetros cú bicos
de líquido oscuro y espeso. "No puedo sacar nada má s".
"Coagulada", murmuró Syd. "Presió n arterial todavía cuarenta palpitaciones".
"¿Trauma ya está aquí?" Honor llamó a nadie en particular.
"Todavía no", respondió Cliff, apareciendo junto a la cama. "¿Necesita una
bandeja de instrumentos, Doc?"
"Parece que sí. Vamos a tener que hacer una ventana". Honor sonaba tan
tranquila como si no acabara de sugerir que iban a abrir un agujero en el pecho del
paciente en la misma sala de urgencias. "Emmett, está s levantado. ¿Listo para
esto?"
"Sí". Emmett se puso unos guantes nuevos e imaginó los puntos de referencia
en su mente. Syd la observó . Honor la observaba. El infierno. Todo el mundo estaba
mirando esto.
"Tó mate tu tiempo. No hace falta que bajemos el otro pulmó n", dijo Honor,
poniéndose los guantes para ayudar.
"Bien", dijo Emmett con fuerza. Sin presió n. Sí. Hizo la incisió n y extendió la fina
capa de grasa y mú sculo justo debajo del esternó n.
"Emmett", llamó Morty desde la bahía adyacente. "Creo que tienes que ver
esto".
"No puedo", dijo Emmett sin levantar la vista de la incisió n que acababa de
hacer en el pecho del paciente. "Syd, ve a ayudar a Morty".
"Bien", dijo Syd.
Syd desapareció justo cuando Emmett cortó una parte de la capa protectora
alrededor del corazó n.

***

"Morty", dijo Syd, tratando de no agravarse por perderse el asombroso


procedimiento que Emmett, de alguna manera, terminó haciendo a su paciente.
"¿Qué necesitas?"
"Su ritmo cardíaco ha bajado y su presió n ha vuelto a subir". Morty sacudió la
cabeza. "Algo está pasando".
Syd evaluó sus signos vitales. Si Morty hubiera sido cualquier otra persona, no
se habría impresionado. Todo era casi normal a primera vista. "Ponme al
corriente".
Morty le contó rá pidamente el historial y el tratamiento del paciente hasta el
momento. "Pero el asunto es que estaba despierto en el campo".
Sonaron las alarmas. Casi antes de que terminara de hablar, Syd tenía su
linterna en la mano para comprobar las pupilas.
"Su pupila izquierda está agrandada y no reacciona".
"No fue hace un minuto". La voz de Morty subió . "Mierda, Syd, está bajando. El
ritmo cardíaco es de cincuenta".
El residente de Urgencias subió al instante la cabecera de la cama y dijo:
"Comienza la hiperventilació n".
"Tiene una hemorragia", dijo Syd. "¿Llamaste a neuro?"
"Sí, dijo que estaba en camino, pero..."
"No creo que podamos esperar mucho tiempo". Syd se dio media vuelta. "Dr.
Blake, este paciente tiene una hemorragia intracraneal, y está ..."
El paciente tuvo una convulsió n y Syd llamó : "Valium, necesito diez mg de
Valium intravenoso de inmediato y comenzar un goteo de Dilantin".
Un revuelo de gente se reunió alrededor de la cama.
"Ponme al corriente", dijo un hombre con una profunda voz de barítono desde
detrá s de Syd.
Miró por encima de su hombro a los ojos firmes y oscuros de un hombre que a
primera vista podría haber sido el hermano de Jerry, un poco mayor, y treinta
libras má s. "Traumatismo craneal cerrado. Reciente y rá pida aparició n de signos
de hemorragia intracraneal. La pupila izquierda está dilatada".
"Kos Hassan, neurocirujano". Mientras hablaba, examinó rá pidamente al
paciente. "Eres nuevo".
"Syd Stevens. Residente de cuarto añ o de cirugía".
Se enderezó , se acomodó la corbata entre los botones de su camisa blanca como
la nieve y sonrió . "¿Ha hecho alguna vez un agujero en la cama, doctor?"
"No."
"Bueno, está s a punto de hacerlo".
Syd cogió un par de guantes estériles y el sudor le recorrió el centro de la
columna vertebral. En realidad, ella só lo había visto agujeros de rebaba en el
quiró fano mientras observaba la cirugía cerebral. Pero él no le había preguntado
eso, ¿verdad? Sus manos se mantuvieron firmes mientras se ponía los guantes.
Podía hacerlo.
CAPÍTULO 9

"Oí un rumor de que ibas a empezar sin mí", dijo Quinn Maguire.
Las palabras de Quinn saltaron por encima de los límites de la conciencia de
Emmett como piedras en la superficie de un estanque, sin apenas hacer olas. Nada
se registraba excepto los instrumentos en sus manos y la incisió n abierta sobre el
corazó n que latía.
"Hola", oyó Emmett que decía Honor. "Creía que estabas fregado".
"Lo estaba", dijo Quinn, "hasta que recibí el mensaje de que te estabas
divirtiendo má s que yo aquí abajo. Dejé al compañ ero terminando".
La diversión no era exactamente lo que Emmett había pensado mientras
recortaba un trozo de pericardio del tamañ o de un sello postal del corazó n
subyacente. Normalmente, no había nada que separara las dos estructuras, excepto
un espacio muy fino. Lo que encontró ahora fue una capa de media pulgada de
sangre congelada alrededor del corazó n. La acumulació n de coá gulos constreñ ía el
corazó n en el espacio cerrado y le impedía bombear con normalidad. Ella estaba a
punto de arreglar eso limpiando el coá gulo. El ú nico problema era que esa sangre
había salido de algú n sitio y no tenía ni idea de si la hemorragia se había detenido.
Si la hemorragia volvía a aumentar, ¿qué iba a hacer aquí abajo, en la unidad de
traumatología? El pulso se le disparó .
"¿Oye, Quinn?" Emmett se aclaró la garganta. Mierda, sonaba como un pelele.
"Mira todo este coá gulo. Debe haber algo grande sangrando, una lesió n cardíaca,
tal vez".
Quinn se acercó a ella por detrá s y apoyó las manos en los hombros de Emmett.
"Dame una mirada".
"¿Puede tirar de esos retractores, doctora Blake?", preguntó Emmett,
incliná ndose hacia su izquierda para que Quinn pudiera ver mejor el espacio de
cinco centímetros cuadrados que había hecho justo debajo del esternó n de la
paciente. En la profundidad de la herida, el grueso coá gulo de color ará ndano
llenaba el espacio.
"Sí", dijo Quinn en tono de conversació n, "es impresionante. Apuesto a que
tendrá s que sacar algo de eso a mano".
"Podría provocar una nueva hemorragia", dijo Emmett. Esta vez no sonó tan
apocado, pero una sensació n de malestar se instaló en su estó mago.
"Puede ser. Pero no le va a ir bien a menos que saques eso de ahí". Quinn le
apretó el hombro. "Sigue adelante y límpialo, y luego supongo que veremos".
A Emmett se le revolvió el estó mago, pero la sensació n de vó mito se
desvaneció . Probablemente le temblaban las piernas, pero como no las sentía, no
estaba segura. Sus manos, sin embargo, no le fallaban. Estaban firmes y eran tan
nítidas como su visió n. Todo estaba sú per claro mientras su enfoque se reducía
hasta que só lo quedaba el campo quirú rgico.
"Succió n", dijo.
"Toma", dijo Honor y le pasó el catéter fino y flexible.
Emmett succionó cuidadosamente el coá gulo. Su primera visió n del corazó n,
rojo y carnoso, que latía rítmicamente -gracias a todo lo sagrado-, la dejó
asombrada como siempre.
"La presió n está subiendo", dijo Armand. "Ritmo sinusal, pero todavía lento".
"Hay sangre fresca", dijo Emmett mientras un reguero de nuevas hemorragias
inundaba el campo.
"Ahora es el momento de moverse", dijo Quinn. "Tenemos un minuto o dos
mientras está lo suficientemente estable para llevarla al quiró fano. No quiero estar
manejando una laceració n cardíaca aquí abajo".
"Llamaré al quiró fano y les diré que vas a venir", dijo Honor, apartá ndose de la
mesa.
"Y llama al equipo cardíaco", llamó Emmett mientras presionaba una
almohadilla estéril sobre la incisió n que había hecho en el pecho del paciente. No
hay tiempo para cerrarlo ahora.
Quinn se agarró al pie de la camilla, Armand empujó desde la parte delantera y
Emmett corrió a su lado, evitando que el equipo, las líneas y los monitores se
enredaran en las ruedas o se cayeran. Uno de los miembros del personal de
urgencias se adelantó para sujetar el ascensor.
"Prepararemos las cosas para el equipo cardíaco", dijo Quinn cuando se
abrieron las puertas del ascensor. "Pero si está n atados, tendremos que abrirle el
pecho".
"Por supuesto", dijo Emmett, como si fuera un día má s en lugar de uno lleno de
primicias. De repente, era responsable de toda una nueva cosecha de residentes, se
encontraba en medio de una emergencia que nunca había manejado antes y estaba
constantemente desequilibrada por la presencia de una mujer de su pasado que
nunca había podido olvidar.

***

Kos Hassan le entregó a Syd un bisturí. "¿Sabes a dó nde vas con esto?"
Se imaginó el diagrama de su texto de trauma en su mente, agradeciendo a la
genética o a la pura suerte que tuviera una excelente memoria visual. "Dos dedos
por delante de la oreja y dos dedos por encima".
"Muy bien. ¿Dó nde te pone eso?"
"Fosa temporal", dijo al instante.
"¿Y de qué tenemos que preocuparnos ahí dentro?"
"¿Todo?" Syd se rió y esperó que el neurocirujano tuviera sentido del humor.
"¿Ademá s del cerebro? En el lado izquierdo, el habla y la funció n motora".
"¿Qué má s?" Hassan señ aló a Morty, mientras acomodaba los instrumentos en
una bandeja con movimientos rá pidos, eficientes y aparentemente automá ticos.
"Tú , amigo, ¿quién eres?"
"Morty Weiss, señ or".
"¿Y quién serías tú , Morty?"
"Oh". Morty esbozó esa sonrisa inocente. "Un residente de cirugía de segundo
añ o".
"¿Qué te preocupa?"
"¿Arteria cerebral media?"
"Muy bien. Ustedes dos son de Franklin, ¿verdad?"
"Lo está bamos, sí", dijo Syd.
La risa de Kos fue un estruendo. "Buen punto. Bueno, no golpee la arteria
cerebral media, Dr. Stevens".
"No, Dr. Hassan. No lo haré". Ella esperaba. Señ aló el lugar donde pretendía
hacer la incisió n. "¿Está bien para empezar?"
"Perfectamente".
Syd cortó directamente hasta el crá neo, esperando la profusa hemorragia que
todas las incisiones en el cuero cabelludo provocan. "Morty, trae esos retractores
aquí".
Morty se había anticipado a lo que ella necesitaría y ya tenía los estrechos
retractores en á ngulo recto en sus manos. Los introdujo en la incisió n y tiró hacia
atrá s, deteniendo las hemorragias con presió n y ahorrá ndole un tiempo crítico.
Limpió la zona con un hisopo y miró el crá neo, que brillaba en blanco bajo las
brillantes luces. No necesitaba exponerse mucho. El orificio de la rebaba só lo
tendría medio centímetro de diá metro, y con suerte só lo necesitarían uno. Con
suerte.
"Aquí tiene", dijo el neurocirujano, entregá ndole el taladro con la fresa ó sea
ancha en el extremo. Taladrar el crá neo era lo mismo que taladrar hueso en
cualquier otra parte del cuerpo. El hueso era una sustancia dura y la cabeza del
taladro generaba calor a su alrededor al penetrar. El calor mataba las células vivas,
y por muy denso que fuera el hueso, seguía vivo, y no querían matar el crá neo.
"Morty, tienes que irrigar mientras yo hago esto. Trae una jeringa de solució n
salina".
"Só lo un segundo". Morty sonaba un poco sin aliento. "Bien, lo tengo, Syd".
Syd le dedicó una mirada a Kos. "Estoy empezando".
"Tiene el control, doctor".
Syd sonrió al oír esta frase tan familiar. Su padre había sido médico de la
Marina y su madre, piloto de la Marina. Ambos habían dejado el servicio desde que
Syd y sus hermanos eran pequeñ os, pero nunca perdieron el idioma. Se preguntó
qué pensarían si supieran lo que estaba a punto de hacer y rá pidamente ahuyentó
ese pensamiento. No hay tiempo para eso ahora. No hay tiempo para eso.
"Aquí vamos". Syd conocía los principios. Sabía que había una tabla exterior de
hueso que protegía un medio esponjoso y vascularizado y luego otra tabla interior
de hueso antes de llegar al duro tejido fibroso que cubría el propio cerebro. En
realidad, no había mucha protecció n para el delicado tejido esponjoso repleto de
células nerviosas y fibrillas microscó picas que transportaban los impulsos que
hacían latir el corazó n y mover los mú sculos, y formaban los pensamientos y las
emociones y, si existía, probablemente el alma del individuo. Puso en marcha el
taladro y lo puso en el hueso. Pequeñ os trozos pulverizados de polvo blanco
salieron disparados al aire. "Riega, Morty".
El chorro de agua salada arrastró las diminutas partículas y rá pidamente se
volvió rosa cuando golpeó la capa media del crá neo, y luego volvió a ser clara
cuando irrumpió en la tabla interior. La resistencia cedió y ella detuvo al instante
el taladro. La cubierta del cerebro, una gruesa envoltura grisá cea de tejido denso
surcada de vasos sanguíneos, se abultó instantá neamente en la herida.
"Bastante presió n ahí abajo", dijo Kos con voz firme y uniforme. "Adelante,
corta eso y dale al cerebro un poco de espacio para respirar".
Syd cortó el revestimiento dural y brotó líquido cefalorraquídeo sanguinolento.
El líquido cefalorraquídeo debería ser transparente, no sanguinolento, pero el
cerebro que había debajo latía al ritmo de los latidos del paciente, de color rosa y
aspecto saludable.
"El pulso está subiendo", dijo la residente de urgencias en un rá pido staccato,
su voz una octava má s alta que antes. "La presió n está bajando".
"Bueno, no es una vista bonita", dijo Kos.
Syd se apoyó en la mesa, con las rodillas un poco débiles. Tomó el primer
aliento que recordaba haber respirado en lo que le pareció una hora. "¿Es
suficiente un agujero?"
"Lo es por ahora, pero tenemos que asumir que hay un coá gulo en alguna parte.
Si es epidural, tendremos que evacuarlo. Ya que tiene un agujerito tan bonito ahí",
dijo, "también podríamos poner una sonda de presió n intracraneal para poder
controlar sus presiones cerebrales. Si no le importa, Dra. Stevens, yo haré los
honores".
Syd se rió . "No me importa en absoluto".
Ya tenía la sonda, una aguja larga y fina conectada a un transductor, en la mano.
La pasó por el agujero del crá neo, a través de la materia cerebral, hasta llegar al
ventrículo, el espacio profundo del cerebro donde el líquido amortigua el delicado
ó rgano mientras se mueve en el crá neo. Entregó los cables para que el residente de
urgencias los conectara a un monitor.
"Presiones normales", dijo Syd, mirando la lectura. Ahora sí que podía volver a
respirar.
"Creo que podemos llevarlo a TC ahora. Si está s libre, puedes venir".
Syd comprobó las camas de alrededor. Emmett y la mujer a la que Syd había
atendido no estaban. Una pelirroja alta, con bata blanca y bata azul, hablaba con
Sadie y Zoey sobre el niñ o de la ú ltima sala, y los residentes de urgencias estaban
ocupados en las otras dos camas. "No parece que nos necesiten aquí abajo. Me
gustaría ver esto a través de".
Sonrió , con ojos de aprobació n. "Entonces, doctores, ¿vamos?"
Syd miró a Morty, cuya boca se inclinó en una sonrisa triunfal. Se estaba
divirtiendo. Y ella también.

***

En la sala de cirujanos, Syd se desplomó en una silla acolchada que había visto
días mejores. En realidad, décadas mejores. El tapizado de color marró n estaba
desgastado en algunas partes, parte del relleno se desprendía por las costuras y los
brazos estaban caídos después de haber servido, sin duda, de reposapiernas para
generaciones de cirujanos. La maldita cosa era tan có moda que no quería
levantarse nunca. Morty le dio una lata de Coca-Cola Light y una bolsa de patatas
fritas.
"Pensé que tendrías hambre", dijo, dejá ndose caer en el feo sofá amarillo
mostaza adyacente a la silla de Syd.
"Me muero de hambre. Gracias".
"Yo también", murmuró alrededor de un bocado de algo anaranjado que ella
pensó que podrían ser rizos de queso, pero no quiso pensar en ello.
"Eres como..." Morty se rió . "¿Está s como drogado ahora mismo?"
Syd echó la cabeza hacia atrá s, miró el sucio techo de baldosas grises y se rió .
"Totalmente".
"Quiero decir, ¿qué tan genial fue eso?"
"Genial", aceptó Syd. Este sentimiento, esta sensació n eufó rica de
invencibilidad, era lo que hacía que toda la miseria valiera la pena. Oh, claro, no
duraba, pero como con cualquier droga, al menos así lo imaginaba ella, el hecho de
saber que el subidó n volvería a producirse era adictivo.
Morty tragó otro bocado de comida artificial totalmente no nutritiva. "¿Y por
casualidad viste lo que estaba haciendo Emmett?"
"Oh, sí", dijo Syd secamente. Emmett se había acercado a su paciente con la
eficacia letal de un depredador supremo: elegante, hermoso y mortal. Y le había
robado el caso. Olvida también la parte de la belleza. El hecho de que fuera tan
condenadamente fá cil de mirar y encantadora y sexy só lo lo empeoraba. "Lo he
visto".
"Está bamos haciendo procedimientos mayores en la unidad de trauma".
"Bueno, ya hemos hecho esas cosas antes".
"Má s o menos".
Tenía razó n. Má s o menos. Ciertamente, ella había puesto cualquier nú mero de
tubos torá cicos en el quiró fano y en la unidad de cuidados intensivos, pero
normalmente bajo circunstancias mucho má s controladas. Había inyectado
epinefrina intracardíaca durante los có digos. Pero nunca había hecho lo que ha
hecho hoy. Nunca había operado en circunstancias extremas para salvar la vida de
un paciente. Circunstancias en las que, si hubiera fallado, el paciente habría
muerto. Hoy había crecido como cirujana de una manera que nunca antes había
hecho. Suspiró . Sabía a lo que podría haber renunciado cuando decidió ir a
Franklin, y no le había importado. Tal vez sus padres habían tenido razó n. No. No la
tenían. Ella había tomado la decisió n correcta entonces. La ú nica que podía tomar.
"Lo hiciste muy bien hoy, Morty", dijo Syd. "Captaste lo que estaba pasando con
ese paciente, y si no hubieras..."
Emmett entró por la puerta, con un sá ndwich de la sala de ventas en la mano.
Su sonrisa era brillante. La energía que emanaba de ella prá cticamente brillaba.
"Hola, estaba a punto de llamarlos". Emmett se sentó en la mesa de café frente a
Syd. Sus rodillas casi se tocaban. Su pelo oscuro estaba alborotado y un poco
sudado. Syd parpadeó . Emmett tenía buen aspecto y el hecho de que ella lo notara
era diferente. Diferente y totalmente ajeno a lo que ella quería.
"¿Có mo está tu paciente?" Preguntó Emmett, desenvolviendo su sá ndwich.
"¿Cuá l?" dijo Syd antes de poder detenerse. "¿La que empecé o la que terminé?"
"Ah", dijo Emmett, tomando un bocado y mirando como si el pan blanco y la
fina capa de pavo le costara bajar. Masticó , miró a su alrededor y Syd le ofreció un
refresco.
"Ya he terminado", dijo Syd, "si no te importa compartirlo".
"Como si me preocupara". Emmett puso los ojos en blanco, tomó la lata y tragó
varios tragos. "Gracias".
Pareciendo no haber notado el sarcasmo de Syd, Emmett dijo: "El tipo con la
lesió n en la cabeza".
"Está muy bien", dijo Morty, sentá ndose con la espalda recta. "El TAC mostró un
hematoma intradural, y el Dr. Hassan va a vigilarlo por ahora. Se repetirá el TAC en
seis horas si la PIC está estable".
"¿Te he visto prepará ndote para hacer agujeros de fresa por ahí?"
"Sí. Syd hizo agujeros de emergencia", dijo Morty. "Bueno, uno, y Hassan puso
un monitor de ICP".
"Qué bien". Emmett sonrió a Syd, con una chispa de emoció n y un poco de
envidia en su mirada. "Impresionante, de verdad".
La envidia de Emmett hizo que Syd se sintiera un poco mejor y el jú bilo
burbujeó en su pecho. Claro, ella no había llegado a hacer la ventana pericá rdica,
pero había visto a Emmett hacerlo y sabía que podía hacerlo. En cambio, había
hecho algo que nunca había hecho, ni siquiera había visto en circunstancias de
emergencia. Así que, en lo que a ella respecta, era realmente una ganancia. No es
que fuera a decírselo a Emmett.
"Morty hizo una gran parada", dijo Syd en voz baja.
Emmett hizo una bola con el envoltorio de celofá n y cartó n de su sá ndwich y lo
tiró a la papelera. Golpeó el borde y cayó al suelo. Sin inmutarse, tiró la lata de
Coca-Cola tras ella. "Dos puntos", dijo, poniéndose de pie y limpiando las migas de
su uniforme. Recogió el envoltorio y lo tiró a la basura. "Morty, Hank está en la UCI
revisando los postoperatorios. ¿Por qué no te pones al día con él y repasa el resto
de los pacientes contigo?"
"En ello". Morty ya estaba de pie y se dirigía a la puerta. Miró a Emmett como a
veces miraba a Syd, como si fuera un joven cazador sin experiencia y ella la líder de
la manada. Pero entonces, pensó Syd con pesar, Emmett era su líder ahora.
"Así que", dijo Emmett, dejá ndose caer en el lugar de Morty en el sofá y
apoyando sus pies en la mesa de café. "Deberíamos hablar".
CAPÍTULO 10

Syd parecía recelosa, y Emmett no la culpaba. Por lo general, cuando alguien


iniciaba una conversació n con deberíamos hablar, no terminaba siendo un
intercambio feliz. Ella debería saberlo, ya que había tenido muchas en los ú ltimos
cinco añ os. Cada vez má s a menudo, y ella solía ser la que iniciaba la conversació n.
Había aprendido que el camino má s seguro para evitar malentendidos y má s
dramatismo del que quería experimentar era ser muy clara desde el principio.
Aunque a veces se sintiera como una imbécil y un poco superficial al decir que no
buscaba nada má s que un buen rato amistoso y mutuo. Sabía la reputació n que se
había ganado con ese planteamiento: el jugador lo resumía todo. No podía discutir,
aunque no estuviera de acuerdo. Después de todo, las acciones significaban mucho
menos que las palabras, al menos desde fuera.
Por supuesto, Syd no podía esperar esa charla, aunque obviamente esperaba
algo desagradable. Probablemente Emmett debería haber escogido una mejor
manera de conducir a todo esto. Pero en realidad, ni siquiera se había dado cuenta
de que iba a decir algo hasta que captó la reacció n de Syd a lo que había ocurrido
durante la alerta de trauma. Eso y la sensació n de insatisfacció n que tenía también.
No había prestado demasiada atenció n en ese momento: todo el mundo estaba
concentrado en hacer su trabajo, exactamente como debía ser. No importaba lo que
ocurriera a nivel personal -celos, problemas de pareja, competencia sana o insana-,
cuando se trataba de atender a los pacientes, todos los que valían la pena dejaban
de lado esas cosas. Syd lo había hecho, y Emmett no dudaba de que seguiría
haciéndolo. Como lo haría ella. Pero la leve mirada de desprecio y quizá de enfado
que Syd le había dirigido, aunque fuera brevemente, le había escocido. Viniendo de
otra persona, incluso de alguien a quien apreciaba como Zoey, tal vez no se hubiera
molestado tanto. Si se lanzaba a un grupo de perros alfa al ruedo, se erizaba un
poco la piel. No era su responsabilidad suavizar el ego herido de Syd, pero quería
hacerlo.
"Mira", dijo Emmett, "esto que Maguire nos hace hacer es un experimento. Tal
vez no sea una gran idea".
"¿Cosa?" Dijo Syd con cara de confusió n, y sin ayudarla en nada.
Emmett se pasó una mano por el pelo y dejó caer su brazo sobre el brazo del
sofá amarillo con un golpe seco. "Poner a los dos juntos en el servicio de trauma.
Trauma no es como la mayoría de los otros servicios: no es predecible. No
podemos mirar el programa de quiró fano al principio del día y repartir las cosas, ni
siquiera hablar de có mo repartirlas. Tenemos que tomar las cosas como vienen, en
el momento".
"Entiendo có mo funciona el trauma, Emmett", dijo Syd un poco impaciente.
"¿Y?"
"Así que", dijo Emmett, "a veces no hay tiempo para discutir nada. Só lo tenemos
que hacer lo que hay que hacer".
"Lo sé, Emmett. No lo voy a discutir".
A Emmett no le solía costar tanto expresarse. ¿Por qué estaba caminando sobre
cá scaras de huevo verbales con Syd? No era como si Syd pudiera simplemente
levantarse y abandonarla. Se le apretó el pecho. Sin embargo, podía hacerlo, ¿no?
Lo había hecho. Puf. Desaparecido.
Emmett desechó esos pensamientos. Eso se había acabado. "Entonces entiendes
por qué Honor me entregó esa ventana pericá rdica, ¿verdad? Soy el má s veterano
del servicio".
"Oh", dijo Syd secamente, "lo sé".
Emmett señ aló con un dedo. "¿Ves ahí? Sé lo que está s pensando".
"No, no lo tienes."
"Oh, sí, lo sé. Crees que Honor estaba jugando a los favoritos".
Syd medio sonrió . Se había preguntado si el hecho de que Honor Blake eligiera
a Emmett para hacer el procedimiento tenía má s que ver con el hecho de que
Emmett parecía ser el preferido de todo el mundo, y no só lo de ella por ser la
residente má s veterana. Pero no podía decirlo, no podía quejarse de ello. Desde
luego, no ahora, y no a Emmett. Tenían que pasar el pró ximo mes o el tiempo que
durara esta tortura con el menor drama posible. Ella no tenía ninguna posició n en
el PMC, y no podía ser vista como una alborotadora.
"Mira, no es un gran problema", dijo Syd.
"El honor no haría eso", insistió Emmett.
"Tal vez no conscientemente". Syd suspiró . "¿Y qué si lo hizo? Es prerrogativa
de un adjunto hacer lo que quiera con los residentes, y todos lo hacen siempre.
Cuando no quieren preocuparse por un paciente por la noche, lo discuten con los
residentes en los que má s confían. Cuando saben que van a tener un caso difícil en
el quiró fano, quieren que el residente con las mejores manos se lave con ellos. Y
cuando hay un procedimiento de enseñ anza difícil, quieren al residente que no va a
meter la pata en el medio".
Emmett asintió . "Tal vez, algunas veces. Claro. Pero todos los buenos adjuntos
van a enseñ ar a quien esté disponible, y Honor es una de las mejores profesoras del
lugar. Pero la antigü edad siempre cuenta para algo".
"Oh, ya lo sé". Syd hizo una pausa. Había estado en el lugar de Emmett muchas
veces, sabiendo que había cogido un caso de otro residente y sufriendo una fugaz
punzada de remordimiento. La palabra fugaz es la má s importante. Algú n día
tendrían su oportunidad de elegir los casos. Así funcionaba el sistema. Si
sobrevivías lo suficiente, cosechabas las recompensas. Emmett no tenía nada de
qué disculparse. "No te preocupes por eso. No puedes evitarlo si eres el elegido".
Emmett se quedó boquiabierto. "¿Qué?"
Syd sonrió , sintiéndose inesperadamente mejor que en toda la mañ ana, excepto
cuando estaba en medio del trauma. ¿Cuá ndo había ocurrido eso? "Bueno, si la
corona encaja..."
"Basta ya", dijo Emmett indignado.
Emmett parecía... guapo. Seguía siendo atractivo y muy sexy, pero en el rostro
de Emmett se reflejaba algo de esa franqueza sin pulir que Syd recordaba de su
primer encuentro. Syd recuperó el aliento y se aferró a un rá pido cambio de tema.
"¿Qué querías decir con que quizá s el experimento de Maguire no es tan buena
idea?"
"Estamos demasiado cerca en experiencia para estar en el mismo servicio.
Tenemos que hacer los mismos casos. Ademá s, es un desperdicio de talento".
Syd se rió . "No es posible que sepas nada de mi talento, así que debes estar
hablando de ti mismo. Dios, no recuerdo que fueras tan arrogante".
El corazó n de Emmett latía con fuerza en su pecho. Se aseguró de que su voz
siguiera siendo ligera y fá cil. "Era una estudiante de medicina de cuarto añ o.
¿Có mo iba a ser arrogante? Ademá s, no creía que recordaras nada de mí". Debería
haber parado ahí, pero no pudo evitarlo. "Sin embargo, recuerdo que tenías mucho
talento".
La cara de Syd se quedó en blanco y Emmett se dio una patada mental en el
culo. Syd ya había dejado claros los límites, aunque para Emmett no tuvieran
ningú n sentido. Se suponía que debía actuar como si nada hubiera pasado. Eso era
lo que Syd quería aparentar. Bueno, ella nunca había estado de acuerdo con eso.
"Quizá no lo recuerdes", dijo Emmett, sin importarle el enfado que desprendía
su voz. "Pero yo sí. Cuando nos conectamos, fue como... fuegos artificiales. Cohetes
y petardos. Explosivos, cegadores".
"Emmett", dijo Syd en voz baja, "fue buen sexo, y fue hace mucho tiempo. Cosas
así, se extinguen tan rá pido como esas bengalas en el 4 de julio".
"Tal vez". Emmett no estaba seguro, y ella definitivamente no estaba dispuesta
a creerlo. Había visto a Quinn y a Honor juntos muchas veces, simplemente
hablando. Había calor allí, sin duda. Lo suficiente como para que a veces apartara la
mirada, sintiéndose demasiado mirona, aunque ni siquiera se estuvieran tocando.
Eso era lo que quería, tal vez, algú n día, cuando estuviera asentada. Una mujer que
encendiera los fuegos artificiales en su sangre y que quisiera que ella hiciera lo
mismo. El ú nico problema era que só lo una mujer había hecho eso, y había
desaparecido antes de que tuvieran la oportunidad de averiguar lo que ocurría
entre ellos.
Bien entonces. Si Syd quería cosas estrictamente profesionales, eso es lo que
haría.
"Sabía lo bueno que eras, en cuanto a trabajo", dijo Emmett, haciendo hincapié
en el trabajo, "só lo por haber hablado contigo aquel primer día".
"Só lo estabas emocionado por la entrevista".
"No. Quiero decir, claro que sí. Pero eso no tenía nada que ver con... el resto".
Emmett sonrió , recordando lo ansiosa que había estado en esa primera entrevista,
y lo genial que era que el residente asignado para llevar a los estudiantes de
medicina por el hospital fuera un residente de cirugía. Una mujer residente. Guapa,
divertida y segura de sí misma. Cuando Syd le contó có mo había sido su primer añ o
hasta entonces, Emmett supo que Syd era todo lo que ella quería ser. Todo lo que
sería en só lo un añ o. Al final del recorrido, ella y Syd habían estado conversando
profundamente mientras los demá s del grupo se habían alejado. De alguna manera,
se habían intercambiado nú meros de teléfono, se había concertado una cita para
tomar una copa y un par de copas se habían convertido en una noche juntos. Una
noche, toda la noche, se había convertido en unas cuantas horas má s robadas.
Intensa, fascinante, consumidora. Y luego... el silencio.
"Creo que te has dejado impresionar con demasiada facilidad", dijo Syd con
ligereza, "pero te agradezco..."
"Eh, hola, Emmett", dijo Zoey desde la puerta. "Estaba a punto de llamarte".
Syd cerró la boca, un velo cayendo sobre su mirada.
Emmett se sacudió y se enderezó . ¿Cuá nto tiempo había estado Zoey allí de pie?
"¿Qué pasa?"
"Fitzpatrick quiere una consulta de trauma", dijo Zoey.
"¿En el niñ o de esta mañ ana?"
"Sí". Zoey se encogió de hombros. "El TAC abdominal muestra un desgarro
esplénico con un hematoma pericapsular, pero sin hemorragia activa. Quiere
vigilarlo".
Syd dijo: "Parece un plan razonable. ¿Por qué la consulta?"
Zoey la miró como si se diera cuenta de que estaba allí. "El padre es un abogado
importante, y teniendo en cuenta que la familia fue atropellada por un camió n de
reparto fuera de control, este va a ser un caso de mucho dinero. La consulta no
debería ser demasiado difícil".
Syd apretó los labios.
"Así que es una consulta de CYA", dijo Emmett.
"La mía es no cuestionar el por qué..." Zoey sonrió y se apoyó en la puerta.
"Entonces, ¿recuerdas que te toca hacer la cena esta noche? Estaría bien que
llegaras a casa para que pudiéramos comer algo má s que cereales, para variar".
Emmett se sonrojó ante las cejas levantadas y los ojos entrecerrados de Syd.
Syd se levantó bruscamente. "Te llamaré cuando haya terminado la consulta".
"Gracias", llamó Emmett cuando Syd pasó junto a Zoey en la puerta y
desapareció . Agradeció que Syd aceptara la consulta sin que ella tuviera que
pedírselo. Ese tipo de trabajo siempre recaía en alguien por debajo del residente
má s veterano. Que era Emmett. Tío, eso tenía que ser difícil de digerir para Syd.
"Hace un poco de frío aquí", dijo Zoey, apenas ocultando su risa.
"¿Te está s divirtiendo?"
"No, de hecho". Zoey se dejó caer en el extremo del sofá . "Ya estoy harta de los
peds".
"¿Así que has decidido agitar las cosas a mi servicio?"
"¡Oye! Tenía una petició n legítima".
"¿Desde cuá ndo te importa el horario de la cena?" Dijo Emmett.
Zoey golpeó el pie en el borde de la mesa de café. "Entonces, ¿cuá l es la historia
con ella?"
"No hay historia". Emmett no podía saber con quién estaba enfadada: con Syd
por descartar el pasado como si nunca hubiera sucedido, con Zoey por intentar
sacarlo a relucir, o con ella misma por preocuparse. "Ninguna historia en absoluto".

***

Cuando alguien se dejó caer en una silla junto a Syd en el puesto de enfermería
de la UCI de pediatría, esperó que fuera Zoey. Prepará ndose para otra
conversació n sutilmente desagradable, levantó la vista de la tableta en la que había
estado revisando las tomografías de la niñ a, y su á nimo se elevó . Sonriendo, le dijo
a Dani: "¡Hola! ¿Có mo va todo?".
Dani echó un vistazo rá pido a su alrededor y se inclinó . "Qué raro. ¿Qué tal
contigo?"
Syd soltó un suspiro. "Vacilo entre sentirme como si me hubieran dejado caer
en un país extranjero y pasarlo realmente bien. La alerta de trauma de esta
mañ ana fue... salvaje".
"Eché un vistazo rá pido a lo que estabas haciendo", dijo Dani con un suspiro.
"Joder, sí que has tenido suerte. Todo lo que conseguí fue vigilar y esperar a mi
hijo. ¿Está s aquí viéndolo?"
"Sí. Estaba esperando la repetició n del TAC para terminar la consulta".
Dani agitó una mano. "Ha estado estable. No va a mostrar nada".
"Probablemente, pero de todos modos, debería verlo. ¿Có mo va tu día?"
"Oh, simplemente genial". Dani hizo una mueca. "Mis dos residentes junior son
molestos. De hecho, Sadie es francamente odiosa".
Syd frunció el ceñ o. "Sadie". ¿Es la pelirroja que se empeñ ó en que
estuviéramos aquí esta mañ ana? ¿Corta, linda y perra?"
Dani resopló . "Esa es una forma muy bonita de decirlo, pero sí. Ayuda que Zoey
y Sadie no parecen estar locas la una por la otra. Sadie tiene a alguien má s con
quien gruñ ir algunas veces". Dani ladeó la cabeza. "¿Qué?"
"Nada", dijo Syd rá pidamente.
"No, algo. ¿Qué? Vamos, tenemos que permanecer juntos aquí".
"Zoey se empeñ ó en decirme que había ocupado su lugar en el servicio de
traumatología. Y ella y Emmett son algo".
"¿De verdad?" Los ojos de Dani brillaron. "Huh".
"Sí, bueno, viven juntos, y..." Syd se detuvo antes de compartir la parte de ver a
Emmett y Zoey en la sala de guardia juntos, molesta por eso. Se había negado con
mucho éxito a pensar en Emmett durante añ os y ahora apenas podía parar. "De
todos modos, está n unidos. Así que supongo que tendremos que aguantar las
burlas".
"¿El homicidio está descartado?"
Syd se rió . "Yo guardaría eso para situaciones extremas".
"Puede que nos hayan dividido", dijo Dani, "pero seguiremos siendo nosotros y
ellos".
"No importa qué, tú , yo y Jerry seguimos siendo un equipo". Syd apretó el brazo
de Dani. "¿Lo has visto?"
"No", dijo Dani, "pero está en cirugía general. Probablemente le está n operando
mucho má s que a mí en este momento".
"No te preocupes, ya llegará ".
"Sí, al menos puedo elegir los casos en pediatría". Dani hizo una mueca. "Lo
siento. No estaba tratando de restregarlo".
"Oh, lo sé".
"¿Có mo está tu residente mayor?" dijo Dani, dando un giro sarcá stico a la
palabra senior.
"¿Emmett? Está bien". Syd se levantó . No quería pensar ni hablar de Emmett
McCabe. "Terminaré esta consulta cuando la repetició n del TAC esté hecha".
"Oye, ¿está s bien?" Preguntó Dani.
"¿Qué? Oh, claro. Estoy bien". Syd estaba demasiado cansado para quejarse. No
estaba cansada, só lo cansada. El día ya se sentía como si tuviera treinta y seis horas
en lugar de ocho y cuatro má s para salir de allí, si tenía suerte. Intentar adaptarse a
un nuevo lugar sobre la marcha y enfrentarse a Emmett a cada paso le quitaba toda
la energía. Lo ú ltimo que quería era pensar en el pasado. Emmett había sido parte
de una época que ella había trabajado para olvidar cada día durante los ú ltimos
cinco añ os.
CAPÍTULO 11

"Oye", dijo Honor cuando Quinn entró en el bañ o poco después de las seis, "has
llegado pronto a casa".
"Tú también. ¿Ya te llevaste a Jack?"
Honor la besó . "Sip. Linda tiene un turno dividido, y Robin estaba planeando
alimentar a los niñ os temprano para que todos pudieran ver Brave".
"Dios mío, ¿otra vez?" Quinn rodeó la cintura de Honor con sus brazos y hundió
su cara en el pelo hú medo de Honor. "Mmm, hueles bien". Le besó el cuello y
empezó a quitarse la ropa con una sola mano.
Honor se rió y arqueó la espalda, dando a Quinn un mejor acceso a su garganta.
"¿Tienes algo en mente?"
"Ducha". Quinn besó su camino hasta los pechos de Honor. "Esperaba tener
compañ ía, pero no me has esperado".
"No me dijiste que estabas en camino o lo habría hecho".
"No estaba seguro de a qué hora terminaría el ú ltimo caso. Resultó ser má s fá cil
de lo que pensaba".
"Menos mal. No somos tan buenos para hacer cosas rá pidas".
"Cierto".
Honor la besó y la empujó hacia la ducha. "¿Có mo se han tomado todos el gran
anuncio de esta mañ ana?"
Quinn puso la ducha en caliente y se metió en ella. Dejó la puerta parcialmente
abierta. "Mejor de lo esperado. Todavía no ha aparecido ningú n cadá ver. ¿Qué
pensaste durante la alerta de esta mañ ana?"
"Todo el mundo dio un paso adelante. La verdad es que fue todo lo bien que
podía esperar", dijo Honor. "Los nuevos residentes, al menos los de trauma y
pediatría, parecían muy só lidos. Syd Stevens ciertamente está tranquilo en una
emergencia".
"Estaba haciendo los agujeros de las rebabas". Los ojos de Quinn estaban
cerrados y el agua corría por su cara y su pecho. Sus hombros y brazos estaban
finamente musculados, sus pechos tenían el tamañ o perfecto para sostenerlos.
Honor se apoyó en el tocador, disfrutando de la vista. Có mo es que había visto a
esta mujer desnuda cientos de veces, y aú n así podía echar un vistazo cuando
menos lo esperaba, y su corazó n se estremecía. En este instante, podía ser rá pida.
Echó un vistazo a la hora. Maldita sea, realmente no tenían tiempo.
"Por supuesto que no", murmuró Honor.
Quinn echó la cabeza hacia atrá s, limpiando el agua de su pelo. "¿Perdó n? Me lo
perdí".
"Oh..." Honor descifró su cerebro. "Hablé con Kos má s tarde por la mañ ana
sobre el paciente de neuro. Está estable, por cierto. De todos modos, Kos estaba
muy impresionado con Stevens. Creo que podría intentar seducirla en neuro".
Quinn se rió . "Kos siempre está buscando a los mejores residentes para robar
para neuro".
"¿Lo es?" De mala gana, Honor comenzó a vestirse. No tiene sentido torturarse
con lo que podría haber sido. Sonrió . Quinn lo había prometido má s tarde. Todavía
había tiempo de sobra para má s tarde. "Stevens. ¿Es una de las mejores?"
"Todas las señ ales apuntan en esa direcció n".
"Así que vamos a estar en la cima durante unos añ os. Emmett también hizo un
gran trabajo".
Quinn apagó los diales y salió , buscando a ciegas una toalla. Honor le dio una y
ella se secó el pelo y la cara con rapidez. "Emmett siempre hace un buen trabajo".
"Sabes", dijo Honor, cogiendo una bata de la parte trasera de la puerta y
sustituyendo la toalla de Quinn, "podría ser una buena idea planear algú n tipo de
reunió n pronto. Que los nuevos residentes se familiaricen con todos en una
situació n no laboral. Podría ayudar a la integració n".
"Tenemos la barbacoa como siempre cuando llegan los nuevos internos". Quinn
se puso la bata y ladeó la cabeza cuando Honor no respondió . "¿Qué?"
El calor subió a la garganta de Honor. "Estaba pensando..."
Quinn se acercó , acorralá ndola contra el tocador. Su bata estaba abierta, su
cuerpo desnudo era firme y caliente.
"Quinn", advirtió Honor.
"¿Sí?"
"Nosotros..."
Un fuerte golpe en la puerta precedió a la llamada de Arly: "Eh, chicos. Tenemos
que irnos pronto".
Quinn cerró los ojos y gimió suavemente.
"De acuerdo, cariñ o", dijo Honor. "Estaremos listos". Dio la vuelta a Quinn y le
dio un pequeñ o empujó n. "Vístete. De todos modos... sobre los residentes. Para
cuando lleguen los nuevos de primer añ o, todos estos residentes tienen que estar
preparados para trabajar juntos. Ahora mismo son unos desconocidos".
Quinn se ató la bata. "Entonces, ¿qué está s pensando?"
"Tal vez algú n tipo de recepció n una vez que se asiente un poco el polvo".
Honor entró en la habitació n. "Entremeses, bebidas, una oportunidad para que la
gente camine y hable entre sí".
"Muy bien", dijo Quinn, siguiendo. "Veré si puedo conseguir algo de dinero para
eso. Só lo prométeme que estará s allí para que no tenga que quedarme sola".
"Prometo rescatarte". Honor se rió . Quinn era la ú ltima persona que necesitaba
ser rescatada de algo, pero le gustaba saber que Quinn la necesitaba. "Entonces,
¿tengo que preocuparme por esta noche?"
Quinn se puso los vaqueros y se detuvo antes de subir la cremallera. "¿Te
refieres a la prueba de Arly? No puede ser. Va a ser genial".
"La cuidará s, ¿verdad?" Dijo Honor en voz baja.
"Por supuesto". Quinn la besó . "No te preocupes, mamá . Va a estar bien".
Honor suspiró . "Lo sé. Só lo prométeme que no habrá sangre".
Quinn se rió . "Es Arly, cariñ o. No puedo prometerlo".

***

El horario de visitas terminaba a las ocho y los pasillos estaban en silencio poco
después de las siete cuando Syd hizo su ronda nocturna. Su ú ltima parada fue la
UCI de trauma. Las UCI permitían visitas breves a la hora, y unas pocas personas
solían esperar en la zona de familiares la siguiente oportunidad de pasar unos
minutos con un paciente, pero a medida que el día se hacía noche, las familias y los
amigos se iban a casa a ducharse, a comer o simplemente a tomarse un muy
necesario descanso antes de volver a sus vigilias. Nadie parecía estar esperando
cuando Syd entró en la UCI. Las luces se habían apagado y el personal se movía casi
en silencio entre los cubículos, los ú nicos sonidos provenían de los ventiladores
que silbaban y los monitores que pitaban. Lejos de la calma, el ambiente parecía
siempre un poco cargado, como si fuera a estallar una tormenta en cualquier
momento. Syd saludaba con la cabeza a alguna enfermera o auxiliar que la miraba
antes de volver a lo que estaba haciendo. Su placa de identificació n proclamaba su
legitimidad, pero como no estaba de guardia y nadie la había llamado, no tenía
sentido hacer presentaciones. Eso vendría en medio de una crisis, cuando parece
que se forjan tantas conexiones.
Unas horas má s de anonimato le venían bien a Syd. Al final de un día que ya
parecía varios, no tenía energía para hablar con nadie. Só lo quería comprobar el
estado de este ú ltimo paciente, y luego había terminado. Curiosamente, por muy
cansada que se sintiera, la idea de volver a casa, a una casa vacía y a otra cena de
comida para llevar o de pizza congelada no le atraía demasiado. Tal vez eso
explicaba por qué seguía aquí cuando no era estrictamente necesario.
Se detuvo en la puerta de una de las habitaciones individuales má s cercanas al
puesto de enfermería, donde se encontraban los pacientes con lesiones má s graves
que necesitaban una vigilancia aú n má s estrecha que todos los demá s en la unidad
de cuidados intensivos. El paciente estaba completamente inmó vil, intubado y
fuertemente sedado. Una sá bana le cubría todo el cuerpo, excepto la cara, que
quedaba parcialmente oculta por la cinta que sujetaba el tubo de respiració n y el
rollo de gasa blanca que rodeaba su crá neo. La onda de presió n intracraneal en el
monitor situado justo a la derecha de la cama del hospital subía y bajaba en una
curva rítmica constante, cada pico y cada valle siguiendo el latido de su corazó n y
el consiguiente pulso de la sangre que fluía por su cerebro. La PIC seguía siendo
normal.
Syd sonrió para sí misma. El procedimiento que había realizado en la sala de
emergencias posiblemente había salvado la vida de este hombre; aú n no estaba
fuera de peligro y tenía mú ltiples lesiones, cualquiera de las cuales podría causar
una complicació n letal. Pero sin duda le había salvado el cerebro, y ¿qué era un
corazó n que latía sin una mente y un espíritu que lo acompañ aran? Una oleada de
satisfacció n hizo retroceder la fatiga y el estrés del largo día. Este momento, esta
oleada de placer, valía el precio.
"Tiene buen aspecto", dijo una voz profunda desde detrá s de ella.
Syd se sobresaltó ligeramente, registró de quién se trataba y se giró . "Hola, Dr.
Hassan".
"Dr. Stevens". Sonrió , su amplio y apuesto rostro era inteligente e intenso. "Fue
un buen trabajo el de esta mañ ana".
"Gracias". Volvió a mirar al paciente por encima del hombro. "Me alegro de que
haya funcionado".
"Mmm", murmuró , sus ojos viajando sobre los monitores y el paciente mientras
hablaban. "Acabo de ver la repetició n de su TAC craneal".
"Sí", dijo Syd, "yo también. No vi ningú n problema. Pensé..."
"¿Qué?"
"Me pareció que el edema alrededor del hematoma había mejorado".
Asintió con la cabeza. "Sí, yo también. Probablemente sea por el régimen de
medicamentos que le hemos puesto junto con la hiperventilació n".
"Me preguntaba si deberíamos aumentar la dosis de esteroides. Todavía
tenemos un poco de margen de maniobra".
"Yo también estaba pensando lo mismo", dijo, "pero ya que hay una pequeñ a
mejora, vamos a esperar. Mantenerlo en reserva por si lo necesitamos".
"De acuerdo".
"¿Algo má s?" Preguntó Kos.
"Los de ortopedia quieren arreglar esa fractura abierta en su tibia derecha tan
pronto como puedan".
"¿Qué les dijiste?"
Syd se planteó có mo responder. Cada pregunta era una prueba de su juicio y
sus conocimientos, y estaba en un terreno totalmente nuevo con cada uno de los
asistentes del hospital. Bueno, no tenía sentido esperar. También podía hacer que
todos supieran quién era. "Les dije que lo consultaría con usted, pero no creí que
estuviera listo hasta dentro de al menos veinticuatro horas".
"Buena decisió n". Se apoyó en la puerta y se cruzó de brazos. "Así que tienes un
añ o má s".
El pecho de Syd se apretó . "Sí".
"¿Cuá les son tus planes después de eso?"
"Estoy pensando en una beca de pediatría", dijo Syd.
"Buen campo", dijo suavemente.
"Sí". Siempre había estado decidida a ser pediatra. ¿Por qué había dicho que
estaba pensando en ello en lugar de planearlo? Estaba cansada, eso era todo.
"Sabes", dijo conversando, "lo que pasa con la neurología es que todo el mundo
tiene cabeza y cerebro. Incluso los niñ os".
"Um, sí". Se rió y, por alguna extrañ a razó n, ya no estaba cansada. "Supongo que
es cierto".
"Sí". Se enderezó , echó una mirada má s al paciente y dijo: "Bueno, tengo que
terminar de hacer la ronda. ¿Está s de guardia esta noche?"
"Oh. No."
Con cara de sorpresa, dijo: "Entonces has llegado tarde".
"La verdad es que no. Só lo quería ver a algunos de los pacientes antes de irme a
casa".
Asintió con la cabeza como si eso tuviera mucho sentido. "Bueno, buenas
noches, Dr. Stevens".
"Buenas noches, Dr. Hassan."
Se dio cuenta de que no había escrito una nota cuando se fue, así que se pasó
por la comisaría y añ adió una nota postoperatoria a la ficha. Ahora podía irse a
casa.
De camino a los vestuarios, se encontró con Dani saliendo del ascensor.
"Hola", dijo Syd. "¿Te diriges a casa?"
Dani negó con la cabeza. "No, estoy esperando para hacer una apendicitis".
"¿Por qué?" Syd frunció el ceñ o. "¿No has hecho como un milló n de ellos?"
"Este está en un niñ o de cuatro añ os. Y, ya sabes... chico nuevo".
"Espera, déjame adivinar. ¿Fitzpatrick lo está haciendo, y tú está s echando a un
humilde segundo añ o para poder operar con el jefe de pediatría?"
"Sí", dijo Dani con una sonrisa. "Fitzpatrick conoce a la familia, y si ella va a
hacerlo, yo también".
"Besaculos".
"Maldita sea, sí. ¿Quieres tomar un café y quedarte un rato?"
"Claro", dijo Syd, "también podría. De todas formas no iba a hacer nada en casa
y me muero de hambre".
"Vamos a la cafetería, entonces".
A Syd no le importaba la comida del hospital. La mayoría de los lugares
trataban de ofrecer opciones nutritivas, y lo que había en el menú solía ser mejor
que lo que hubiera conseguido en un autoservicio. Pidió una lasañ a de verduras y
una ensalada que parecía bastante decente. Dani era una mujer de hamburguesas.
Cuando se acomodaron en una mesa de la cafetería, casi vacía, Dani preguntó :
"¿Qué te parece la situació n?".
"Estoy tratando de no hacerlo", dijo Syd con cansancio. "Hay demasiadas cosas
que no puedo controlar. Hoy ha ido bien, en general". Hizo una pausa, captando el
brillo en los ojos de Dani. La sorpresa y un poco de envidia la invadieron. "Te está s
divirtiendo, ¿verdad?"
"Má s o menos". Dani atacó su hamburguesa como si no hubiera visto comida en
una semana. De alguna manera se las arregló para guardar má s comida que Syd y
Jerry juntos, y nunca pareció ganar una libra. Su metabolismo siempre funcionaba
a toda má quina, como su nivel de energía. Siempre ardía de calor. "Hay un
ambiente diferente aquí, ¿no crees? Algo en el aire".
"Las cosas está n un poco má s cargadas por aquí". Syd se imaginó a Emmett por
alguna razó n, su actitud y empuje. Emmett proyectaba algo má s que confianza. Se
portaba como un gladiador a punto de entrar en la arena.
Dani sonrió . "Sí. Es un subidó n".
"Entonces, ¿có mo va tu servicio?" Syd cambió el tema junto con sus imá genes
rebeldes de Emmett McCabe.
Dani puso los ojos en blanco. "Son inteligentes, tengo que reconocerlo. Pero no
me gustaría salir con ninguno de ellos".
Syd se rió , y no había pensado que nada pudiera hacerla reír a pesar de su
profundo cansancio. Ya había estado cansada antes, y ni siquiera había trabajado
veinticuatro horas completas. Después de todo este tiempo, podría hacer
fá cilmente treinta y seis sin empezar a flaquear. Pero el día había sacado a relucir
cosas que creía haber dejado atrá s hace mucho tiempo. De alguna manera, Dani
todavía la hacía reír. "¿Ya está s pensando en eso?"
"En realidad no", dijo Dani. "Bueno, tal vez un poco. Ya sabes có mo es: conoces
a gente y sabes enseguida que podría ser alguien con quien no te importaría
trabajar, pero no querrías tomar una copa con ellos".
"Sé lo que quieres decir". La mente de Syd fue instantá neamente a Emmett. Otra
vez. Se tomaría una copa con Emmett. En realidad, se había tomado una copa con
Emmett después de conocerla só lo unas horas. Había querido seguir hablando con
ella, había querido seguir sintiendo el impulso de la conexió n, había querido
aferrarse a la emoció n del descubrimiento que había sido casi instantá neo. En el
momento en que conoció a Emmett, sintió lo que siempre había imaginado que
podría sentir con alguien.
"Quién sabe", dijo Syd con la mayor naturalidad posible. "Tal vez cambies de
opinió n cuando los conozcas mejor".
Dani resopló . "Eso es muy dudoso".
Sonó el bíper de Dani y comprobó su mensaje. Agarrando el ú ltimo trozo de
hamburguesa, se lo metió en la boca y se levantó , llevá ndose la bandeja. "El
quiró fano está listo, tengo que irme. Hasta luego".
Syd saludó . "Diviértete".
No dudando de que Dani se divertiría, Syd recogió su bandeja y se dirigió de
nuevo a los vestuarios por segunda vez. Subió por las escaleras en lugar de
molestarse en esperar el ascensor, y al empezar a subir, automá ticamente dio un
paso a la derecha al oír los pasos que descendían rá pidamente. Emmett apareció en
el rellano de delante.
"Hola", dijo Emmett, deteniéndose unos escalones por encima de ella. "Pensé
que te habías ido a casa hace una hora".
"Oh. No, yo... ¿qué pasa?"
"No estoy exactamente seguro", dijo Emmett. "Acabo de recibir un mensaje del
jefe para reunirme con ella en la sala de emergencias".
"¿Quieres que te eche una mano?" preguntó Syd impulsivamente.
"No está s de guardia", dijo Emmett.
"No tengo nada má s que hacer".
Emmett ladeó la cabeza, estudió a Syd durante un segundo y sonrió . "Claro,
¿por qué no?"
CAPÍTULO 12

"No recibí ninguna alerta de trauma", dijo Syd mientras se daba la vuelta y seguía a
Emmett por las escaleras. Seguía teniendo el bíper de trauma encendido, aunque
técnicamente no estaba de guardia. Después de todo, seguía allí y un caso de
trauma le daría una excusa para quedarse. El hospital era un mundo que conocía, y
en el que se conocía a sí misma. Puede que el PMC tenga una geografía ligeramente
diferente a la de Franklin, pero ella reconocía la cultura y pronto conocería el
terreno.
"No había ninguno". Emmett empujó la puerta de la escalera y la sostuvo
mientras Syd pasaba. "Maguire me llamó directamente y me pidió que me reuniera
con ella".
"Así que tú eres su chico, ¿verdad?" Los adjuntos no solían llamar a los
residentes, salvo para darles una orden o regañ arles. Una petició n directa para
coger un caso significaba que Maguire pensaba que Emmett era el residente má s
fuerte disponible. Y Emmett aú n no era jefe de residentes. Todavía. Pero eso
parecía inevitable. No es que le sorprendiera. Lo que le sorprendía era que Maguire
se hubiera tomado la molestia de hablar con ella esa mañ ana o de considerar la
posibilidad de que alguien que no fuera Emmett fuera el jefe de residentes el
pró ximo añ o. En este momento, a Syd no le importaba. Tal vez lo hiciera si ella y el
resto de los ex-Franklins sobrevivían en el nuevo mundo.
Ella resopló .
"¿Qué?" Emmett le lanzó una mirada mientras trotaban uno al lado del otro.
El trá fico en el pasillo se intensificó a medida que se acercaban a las Urgencias y
a la admisió n de traumatismos, con residentes que pasaban a toda prisa,
transportes que trasladaban a los pacientes en sillas de ruedas y camillas, y algú n
que otro visitante con aspecto ansioso e inseguro. La noche y el día no eran muy
diferentes una vez que se abandonaban las plantas de pacientes. Por supuesto,
había horas punta para los casos de urgencias: a primera hora de la mañ ana,
después de que la gente esperara toda la noche con la esperanza de mejorar y
descubriera que se encontraba peor; accidentes de trá fico y choques má s graves
durante las horas punta; y los inevitables accidentes relacionados con el clima cada
vez que llovía o nevaba o había hielo. Pero, independientemente de la hora, los
principales centros de traumatología estaban ocupados las veinticuatro horas del
día.
Syd dijo: "Sabes de lo que estoy hablando".
"Maguire no tiene un tipo", dijo Emmett.
"Y supongo que por eso te llamó personalmente", dijo Syd con suavidad.
"Probablemente se imaginó que estaría aquí".
"¿Por qué está s? No está s de guardia, ¿verdad?"
"No." Emmett pulsó el botó n de la entrada de Urgencias. "Pero tú tampoco, y
está s aquí".
"Sí, pero yo soy el nuevo. No el tipo".
Emmett se rió . "Claro, y con chico o sin él, dentro de seis meses seguirá s aquí,
esperando que pase algo. ¿No es así?"
Syd también tuvo que reírse. "Puede ser. Es mucho má s divertido sentarse aquí
que en cualquier otro sitio".
"Sí", dijo Emmett con un suspiro. "Es curioso, ¿no?"
Syd trató de echarse atrá s. Bromear con Emmett era demasiado fá cil, tan fá cil
que lo hacía sin pensar. Y no le gustaba hacer cosas que no había pensado ni
planeado con antelació n. Lo había hecho demasiadas veces en el pasado y lo ú nico
que había conseguido era un dolor de cabeza. Excepto una vez, pero el dolor de eso
tampoco había desaparecido. "Supongo que son gajes del oficio".
"Para la mayoría", dijo Emmett como si le diera vueltas a la idea en su mente.
Casi como si se arrepintiera de no tener mucho má s en su vida, excepto el trabajo.
Syd lo entendía. Los mismos susurros de interrogació n aparecían en su mente
de vez en cuando. ¿El camino que estaba recorriendo iba a ser suficiente para toda
la vida? Tampoco quería pensar en eso. Definitivamente, era hora de volver a un
terreno neutral y seguro. "Ademá s, no tenía ninguna prisa por ir en metro esta
noche, y Dani está haciendo un caso".
Emmett se animó , con ese brillo afilado que era tan condenadamente ardiente
cuando no era molesto, corriendo en sus ojos. "¿Peds tiene un caso?"
"Una appy".
"¿Y Dani lo está haciendo?" Emmett sonrió . "Oh, sí, una apendicectomía es el
caso de un residente senior, de acuerdo".
Syd mantuvo una cara seria. "Oye, no hay nada malo en trabajar duro".
Emmett entrecerró los ojos. "¿No me digas que Fitzpatrick es el personal?"
“I—” Se rió . "Vale, sí".
"Tampoco hay nada malo en un pequeñ o beso en el culo".
A pesar de haberle dicho lo mismo a Dani no hace ni treinta minutos, Syd
protestó . "Como si nunca..."
"Nunca lo necesité".
"Me estoy ahogando en los toros ahora mismo".
Emmett levantó una ceja y, maldita sea, parecía aú n má s sexy cuando lo hacía.
Al brillo de sus ojos azules se unía un ridículo hoyuelo a la derecha de su boca. Ese
hoyuelo había sido una de las primeras cosas en las que se había fijado. Y justo
después de ese recuerdo, le vino la memoria del zumbido que había seguido a su
primera visió n de Emmett. Entonces el zumbido no era só lo un recuerdo, y Syd
retrocedió mentalmente. No necesitaba esto ahora.
"Ni siquiera voy a ir allí", dijo Syd con rotundidad.
Emmett la miró como si pudiera sentir el cambio de temperatura y cambió la
conversació n. "Entonces, ¿dó nde vives?"
"En el noreste", dijo Syd, su respiració n se alivió a medida que el pantano de las
emociones no deseadas retrocedía. "A unos cinco minutos de Franklin".
Emmett silbó . "Eso va a ser un buen transporte hasta aquí todos los días".
"Lo sé, puede que tengamos que hacer algo al respecto". Syd suspiró . "Era
genial... antes. Al menos nuestro casero no es muy estricto con los contratos de
alquiler. Probablemente podamos avisar en cualquier momento si tenemos la
oportunidad de buscar otro lugar".
"Estaré atento", dijo Emmett. "En esta época del añ o se abren muchos locales en
el barrio. Una ventaja de no estar en la ciudad. Pero con una nueva cosecha de
internos que aparecerá pronto, tendrá s que moverte rá pido".
"Gracias, lo aprecio". Syd dudó . Tal vez involucrar a Emmett en algo personal
era una mala jugada. Por otro lado, probablemente iban a tener que moverse. Y
tratar de mantener a Emmett a distancia ya era bastante difícil cuando no se
trataba de algo inofensivo como esto, después de todo. "Necesitaremos un lugar lo
suficientemente grande para los tres".
Emmett se andaba con cuidado con cada palabra. Syd por fin le hablaba, pero
sonsacarle algo que no tuviera que ver con el trabajo era má s difícil que encontrar
agua en el desierto, y no quería ir demasiado rá pido. Sin embargo, la curiosidad la
corroía. Syd había entrado en su vida de la nada y había abierto un capítulo de su
pasado que nunca se había cerrado adecuadamente. Los interrogantes persisten,
junto con los remordimientos y un buen porcentaje de cabreo.
Sin embargo, en este momento só lo disfrutaba hablando con ella. Esa conexió n
instantá nea, el humor compartido y la comprensió n que no requería explicació n,
había sido lo primero que la había atraído a Syd. Eso y la sensació n de que Syd era
un alma gemela, alguien que amaba el reto de la cirugía tanto como ella, alguien
que quería superarse, una competidora y una colega, todo en uno.
Cuando conoció a Syd, el futuro parecía tan claro. Estaba tan segura de que
acabaría en la universidad y Syd estaría allí, un añ o por delante de ella, alguien con
quien compartir lo bueno y lo malo. Cuando la conexió n había pasado de la
conversació n a la intimidad física casi má s rá pido de lo que ella había sido capaz de
asimilar, había estado segura de que compartirían mucho má s que su amor por la
cirugía. Luego Syd había desaparecido, y Maguire la había tentado con el programa
en el PMC, y de repente, ella no había querido terminar en la Universidad. No se
arrepentía de su decisió n de clasificar al PMC primero, ni por un minuto, pero
ahora que Syd estaba aquí, recordaba có mo había sido... y có mo podría haber sido.
Hubiera jurado que lo había dejado atrá s, que lo había olvidado... en su mayoría.
Pero ahora, frente a Syd, estaba luchando por cualquier pedacito de lo que había
sido. Se reprendió mentalmente. Probablemente estaba siendo una tonta. De
hecho, definitivamente estaba siendo una tonta.
"¿Así que, ah, vives con alguien?" preguntó Emmett con la mayor naturalidad
posible y se preparó para la respuesta. Después de todo, casi cinco añ os era mucho
tiempo. Syd probablemente tenía una novia. Tal vez incluso una esposa. Eso sería
bueno, ¿no? Capítulo cerrado. Terminado y hecho, finalmente.
"Jerry, Dani y yo", dijo Syd.
"Residentes", dijo Emmett con una rá faga de aire reprimido.
"Sí. Empezamos todos juntos, y ya sabes có mo es eso. Al principio hay que estar
juntos porque todos tratan de mantenerse a flote, y luego terminan siendo amigos,
y luego... bueno, ya sabes có mo es".
"Bien". Emmett la miró largamente.
Syd se sonrojó . No había querido decir tanto. Emmett sabía que había
empezado en otro lugar antes de Franklin, que las prá cticas con Dani y Jerry no
habían sido realmente su primera vez. Y Emmett sabía que ella evitaba hablar de
ello. No había tenido la intenció n de revelar nada en absoluto, y ahora había dejado
huecos para lugares a los que no quería ir.
"Ahí está el jefe", dijo Syd agradecida cuando Quinn Maguire, Honor Blake y una
adolescente con camiseta azul oscuro y pantalones de artes marciales entraron por
la entrada de Urgencias. La chica tenía un cuatro por cuatro manchado de sangre
en la frente y el pá rpado superior izquierdo estaba casi cerrado. Maguire tenía una
mano en el hombro de la adolescente, cuyo pelo rubio rojizo y ojos marrones
profundos eran un calco de los de Honor Blake. No había duda de esa relació n.
Emmett aceleró el paso y Syd la siguió a medio paso. Esta no era una consulta
ordinaria de Urgencias. Los tres eran claramente una familia. Quizá Maguire no
quería a nadie má s allí. Después de todo, había llamado directamente a Emmett y,
dijera lo que dijera, éste era claramente el hombre de Maguire.
"Oye, McCabe", dijo Quinn, "Arly recibió un trozo de madera en la frente. Tiene
una buena laceració n y algunos restos que hay que limpiar".
Honor añ adió : "Va a necesitar algunos puntos de sutura".
Emmett miró de Quinn a Honor. "¿Quieres que consiga plá sticos?"
"No hay razó n", dijo Honor.
Syd estaba impresionado. La mayoría de los padres, médicos o no, se asustaban
cuando sus hijos tenían laceraciones faciales. Aunque la cara se curaba mejor que
cualquier otra parte del cuerpo y, salvo en los peores casos, sanaba sin demasiadas
cicatrices siempre que el cierre fuera limpio y estuviera bien alineado y se
utilizaran las suturas adecuadas. De todas las zonas del cuerpo, la cara era la má s
indulgente. Sin embargo, cualquier lesió n que pudiera dejar una cicatriz, por muy
leve que fuera, especialmente en una chica -aunque nunca había entendido por qué
eso suponía una diferencia-, era motivo de una ansiedad frenética. Maguire y Blake
debían estar un poco preocupados, pero no lo demostraron.
Todos miraron a Emmett, que dio un paso adelante y le tendió la mano a Arly.
"Hola, Arly. Soy Emmett McCabe. Te conocí un par de veces en las barbacoas".
La chica sonrió brevemente y le estrechó la mano. "Me acuerdo. Eras un
atacante de voleibol bastante impresionante. Creo que casi clavaste a Quinn un par
de veces en la red".
Emmett se sonrojó . "Sí, no fue intencional, lo juro".
"Así que no es un gran problema. Só lo un rasguñ o". Arly lanzó a Honor y a
Quinn una mirada que Syd había visto en un milló n de adolescentes y que decía:
"Mis padres le están dando importancia a esto y me están avergonzando".
"Probablemente", dijo Emmett con facilidad. "¿Qué tal si echo un vistazo para
que todos puedan salir de aquí?"
"Sí", dijo Arly. "Ese es un plan".
Cualquier ansiedad persistente se desvaneció cuando Emmett conectó sin
esfuerzo con la adolescente. Emmett era bueno, muy bueno, tal y como Syd había
sabido que sería. De repente, Syd quería estar en cualquier otro lugar.
"Bueno", dijo Syd en voz baja, "no creo que me necesites aquí..."
"Está bien", dijo Quinn. "Tal vez podrías echarle una mano a Emmett..."
"Por supuesto", dijo Syd rá pidamente. Si Maguire quería el tratamiento VIP
completo, lo tendría. Ademá s, Arly era una chica muy buena, y esta vez no le
importaba hacer de ayudante de Emmett. Mejor eso que suturar a la hija del jefe.
"Haré que la fichen". Honor tocó la mejilla de Arly. "Estaré allí en unos
minutos".
"Estoy bien, mamá ", dijo Arly, ocultando a duras penas su evidente afecto bajo
una pá tina de aburrimiento.
"Hola". Una enfermera rubia, muy embarazada, con una bata azul empolvada, se
apresuró a acercarse. "¿Qué está is haciendo aquí? Arly, ¿qué ha pasado, cariñ o?"
"Estoy bien, Linda", dijo Arly. "La estú pida tabla se partió de forma extrañ a y un
trozo me golpeó en la cabeza durante mi prueba".
"Oh, por el amor de Dios". Linda sacudió la cabeza. "Y yo que pensaba que
alguien te había pillado mientras hacías de sparring".
Arly puso cara de afrenta. "¿Me está s tomando el pelo? Nadie me golpea en la
cara cuando estoy haciendo sparring". Arly captó la mirada interrogante de Syd.
"Prueba de cinturó n negro junior. Lo hice bien. Bueno, lo estaba rockeando hasta
que esa estú pida tabla se rompió en un milló n de pedazos".
"Oye, eso es genial", dijo Syd. "Yo no pude hacer la prueba hasta los dieciséis
añ os, así que nunca obtuve mi rango juvenil. Tú tienes qué, ¿quince añ os?"
"Catorce", dijo Arly. "Casi".
Quinn apretó el hombro de Arly. "Aprendizaje rá pido".
Syd se rió . "Obviamente".
"¿Así que todavía entrenas?" preguntó Arly, con su lesió n claramente olvidada.
"Ya no tanto como quisiera. No tengo tanto tiempo".
"El dojo está a só lo diez minutos de aquí. Tal vez podrías venir".
"Tal vez". Syd miró a Emmett. "Encontraré un cubículo vacío y nos
prepararemos".
"Gracias", dijo Emmett. "Podrías coger algo..."
"¿Tres-oh Vicryl, seis-oh Prolene?"
"Perfecto".
"Oye, Arly", dijo Syd. "¿Quieres venir conmigo?"
"Claro".
Emmett se apartó unos pasos mientras Syd y Arly se adelantaban a un cubículo
de tratamiento. Bajó la voz y le dijo a Quinn: "Tiene el pá rpado bastante hinchado.
¿Necesito un oftalmó logo para comprobar su ojo?"
Quinn negó con la cabeza. "No. Llevaba puestas unas gafas protectoras para el
descanso del tablero". Por un instante, cerró los ojos y dejó escapar un largo
suspiro. "Creo que hemos esquivado una bala".
"Puedo conseguir plá sticos aquí en quince minutos", dijo Emmett de nuevo. No
tenía ningú n orgullo en una situació n como esta. Lo que hiciera que los padres se
sintieran má s có modos le parecía bien.
"¿Nervioso, McCabe?" Dijo Quinn.
"No. Pero ya sabes... cara y todo."
"Es una laceració n lineal directa. Profunda, pero todo es favorable. Ademá s, no
te dejaría hacerlo si no supiera que harías un buen trabajo".
"Gracias".
"Genial. Arly es una campeona". Quinn le dio una palmada en la espalda. "Só lo
dile todo lo que vas a hacer antes de hacerlo y estará bien. Entonces, ¿está s bien?"
"Estoy bien". En cuanto lo dijo, Emmett se dio cuenta de que realmente lo
estaba. Se sentía bien de una manera que no había tenido en mucho tiempo. Eso
era raro, pero qué demonios, para qué cuestionarlo. "Será mejor que me vaya antes
de que Stevens me robe el caso".
Quinn se rió .

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