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¿POR QUÉ BOICOTEAR LA

NAVIDAD? 2ª PARTE

Steve Hearts

Algunas personas tienen la creencia de que el árbol de Navidad es idolatría. Para ello se
basan en las palabras del libro de Jeremías:

«No te comportes como las otras naciones que tratan de leer el futuro en las estrellas. No
tengas temor de sus predicciones, aun cuando otras naciones se aterren por ellas. Sus
costumbres son vanas y necias. Cortan un árbol y el artesano talla un ídolo. Lo decoran con
oro y plata y luego lo aseguran con martillo y clavos para que no se caiga. ¡Sus dioses son
como inútiles espantapájaros en un campo de pepinos! No pueden hablar y necesitan que
los lleven en los brazos porque no pueden caminar. No tengan temor de semejantes
dioses, porque no pueden hacerles ningún daño, tampoco ningún bien.» [1]

En estos versículos, al mencionar a los ídolos se hace una referencia directa a adorar
árboles. Pero ¿conoces a alguien, hoy en día, que adore, tema o le rece a su árbol de
Navidad? Seguro que no.

Se supone que debemos disfrutar de la creación de Dios y de su belleza. En Apocalipsis


4:11 dice: «Tú creaste todas las cosas, y para Tu placer existen y fueron creadas»
(traducción directa del versículo en inglés). Lo que es erróneo es adorar la creación en
lugar de al Creador.

Como soy ciego, no puedo apreciar obviamente el aspecto del árbol con todas sus luces y
decoraciones, pero me encanta el aroma que desprende. ¿A quién no le gusta oler un
abeto?

El árbol de Navidad también simboliza la tarea que se nos ha encomendado a los creyentes
de propagar la luz de Jesús en un mundo oscuro y solitario. Cuando era niño, representé
muchas veces esta cancioncilla:

Quisiera en esta Navidad


ser arbolito y anunciar,
con mis adornos y mi luz,
el gran amor del buen Jesús.
Si fuéramos a boicotear por completo la Navidad, significaría eliminar los villancicos. Yo
sería incapaz de hacerlo. Para mí, ¡los villancicos son lo mejor de estas festividades!

De acuerdo. Es verdad que muchas canciones navideñas no honran a Cristo. Pero también
existen muchísimos villancicos preciosos que me conmueven profundamente. Yo suelo
cantarlos aunque no sea Navidad. Muchos de ellos evocan muy buenos recuerdos.

Uno de ellos es «Noche divina». Cuando mi madre estaba hospitalizada durante sus últimas
semanas de vida, fue a visitarla un coro navideño de nuestra iglesia. Le preguntaron qué
villancico le gustaría que interpretaran y ella pidió «Noche divina». Además insistió en
cantarla con ellos. Y eso les alegró, porque era un villancico que apenas habían practicado.

Me pasaron la guitarra y yo interpreté la música. Teniendo en cuenta que no habíamos


practicado, nos salió a las mil maravillas. Incluso con unas armonías perfectas. Alguien del
equipo del hospital comentó que sonaba como los ángeles.

Aunque mamá estaba demasiado débil y apenas podía hablar, alguien me contó más tarde
que durante la canción mantuvo una sonrisa radiante.

Desde entonces, ese villancico tiene un significado muy especial para mí. Creo que también
describe lo que sintieron los pastores cuando escucharon las voces de los ángeles.
Probablemente cayeron de rodillas. ¡Yo lo habría hecho!

Hoy en día, las festividades navideñas suelen ser extravagantes, superficiales y carentes de
significado. Pero aún recuerdo cuando yo tenía cuatro años y nuestra familia era misionera
en la India. Dado el porcentaje minoritario de cristianos allí, no se percibía un ambiente
navideño. Pero eso no impidió que nuestro equipo de familias misioneras disfrutáramos de
la Navidad. Como yo era tan pequeño, algunos de los mejores detalles se me escapan y no
los recuerdo. Sé que no fue para nada extravagante. Ni siquiera estoy seguro de si tuvimos
un árbol. Si empleamos decoraciones, debieron ser muy sencillas. Lo mismo diría de
cualquier regalo que nos hayamos intercambiado. No recuerdo lo que comimos aquel día,
pero sé que no fue pavo, salsa ni jamón. Recuerdo el pastel que horneamos y que llevaba
uvas pasas. Y que me encantó.

Aunque nuestra festividad careciera de cosas materiales, la alegría y el significado las


compensaba sobradamente. Recuerdo que juntos entonamos villancicos en honor de
nuestro Salvador, y cómo me embargaba la verdadera esencia de la época.

Cuando recuerdo aquella Navidad tan sencilla pero llena de alegría, me imagino lo que los
pastores debieron sentir cuando, de acuerdo al anuncio de los ángeles, encontraron a
María, José y el recién nacido, Jesús, en el establo. María y José no decoraron el establo ni
colocaron un árbol de Navidad para la llegada de Jesús. Tampoco ese día hubo una gran
fiesta. Sin embargo, el gozo que sintieron ante todas las cosas maravillosas que habían
sucedido debió ser incomparable. Ninguna celebración actual, sin importar cuán
extravagante sea o lo bien organizada que esté, tendría ni punto de comparación con la
emoción y felicidad que se sintió en Belén hace 2000 años.

Por otro lado, si lo permiten las circunstancias, podemos celebrar las navidades y
convertirlas en algo muy especial, siempre y cuando no perdamos de vista su verdadero
significado. A Dios le encanta vernos, a nosotros Sus Hijos, disfrutar. Él solo nos pide que
lo hagamos para Su gloria. «Ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa,
háganlo todo para la gloria de Dios»[2].

El hecho de que mucha gente haga un uso indebido y malinterprete las navidades, no
impide que recordemos su verdadero significado y ayudemos a otras personas a hacer lo
mismo.

[1] Jeremías 10:2-5

[2] 1 Corintios 10:31 NVI

© La Familia Internacional, 2015

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