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Nunca Serás Nada - Cuento
Nunca Serás Nada - Cuento
Acabo de asesinar a mi prometida. Nos íbamos a casar en tres días. Estoy solo en la
escena del crimen. Pronto subirán por el ascensor o por las escaleras y echarán la
puerta abajo. La tiré por la ventana. Está muerta. Son siete pisos y abajo está el
asfalto. No hay grandes arbustos, o árboles con ramas fuertes que pudieran amortiguar
la caída. Sé que no existe el milagro. Ella ha muerto y pronto echarán la puerta abajo
Horas antes Rubén Gómez había abierto su bar a las siete menos cuarto de la mañana.
Quiso hacerlo. Quería volver a sentir los olores del bar. Abrir las rejas, impulsándolas
hacia arriba, y en la segunda vuelta de llave. El viejo truco, que tanto había echado de
menos en México. Y la historia, tantas veces contada, tantas veces oída, tantas veces
leída en las revistas de economía: en tan solo tres años se había convertido en el
hombre de negocios más cotizado en el mundo de las telecomunicaciones en México.
Con una simple vuelta de tuerca, había encontrado una fuente incesante de ingresos.
Nadie se lo podría haber imaginado, sólo tres años atrás. Y tampoco se podrían haber
imaginado, que, en solo tres días, Rubén Gómez, se iba a casar con Julieta, hija de
unas de las fortunas más grandes del Imperio Azteca. Rubén, el que no tenía madre, el
listo más listo del barrio, el siempre tramposo. Aquí, en el barrio de Salamanca, lo
Ya antes de abrir sabía que no iba haber boda. Sabía que la excursión al Escorial,
uniendo las familias había sido un irreparable error. Lo supo cuando su padre se
emborrachó y le habló de Franco al futuro suegro. Aunque, más que por el suegro, lo
supo por el cabrón de Júnior, el hermano menor de Julieta, que no fue capaz de
disimular esa sonrisa burlona y malévola viendo como Beatriz, la futura suegra,
observaba, con asco, (por qué no decirlo), la familia de él compuesta por: el padre
español. Se odiaban con Júnior. O, mejor dicho, Júnior siempre lo odió a él, desde el
pusieron hasta el culo de farlopa y eso que los había advertido. ¿Y ¿de quién se
hicieron íntimos amigos? de Júnior, el muy hijo de puta tiene un olfato para esas
Y yo, el peor. Me dejé llevar por las viejas alianzas, alianzas muertas y despreciables.
viles. Me volví a poner el traje de barrio. Fumé porros, chupé orujo, me metí farlopa.
Luego hablé sobre la importancia de la conquista, hice bromas sobre los indios. Y
Júnior, cómo se reía ese cabrón (de mí), cómo me hizo entrar por el aro, ese
Y ella, seria, en penitencia y distante como nunca. Lo intuí a la vuelta, ellos volvieron
en un taxi. Nosotros nos quedamos. Júnior también (claro, había farlopa). Le rompí la
cara, al muy cabrón, para que se enterase. Le pegué con fuerza y me quité las ganas,
le di duro, pero no pude borrarle esa jodida sonrisa. El muy cabrón, se fue con esa
Esta mañana cuando volví del bar la noté distinta. Sus ojos, su cara, su ilusión había
vuelta a D.F. Todo aquello se alejó, igual que la escena de una película, efímero como
contó llorando fue cuando me acordé de mi madre. Antes de irse del barrio, y