Está en la página 1de 175

Entre el partido,

la Universidad
y la Municipalidad:
los radicales universitarios
y la política en Santa Fe
(2007–2015)

Matías Landau
Director

Luisa Álvarez
Tamara Beltramino
María José Niescerowicz
Gabriel Obradovich
Pamela Sosa
Índice

Agradecimientos / 6

Introducción
Matías Landau / 8

CAPÍTULO 1. ¿Son todos iguales? Orígenes sociales y trayectorias


personales de los elencos políticos de la ciudad de Santa Fe (2007–2015)
Matías Landau / 26

CAPÍTULO 2. Luchas, disputas y fracturas del radicalismo santafesino.


Agrupamientos y reagrupamientos internos en torno a la creación
del Frente Progresista Cívico y Social (2005–2007)
Gabriel Obradovich / 49

CAPÍTULO 3. «No me imagino en otro espacio». Sociabilidades, generaciones,


instituciones y liderazgos en la construcción de un grupo político
Matías Landau / 64

CAPÍTULO 4. De profesionales de la política universitaria


a candidatos partidarios
Pamela Sosa y María José Niescerowicz / 90

CAPÍTULO 5. Las controversias sobre las inundaciones y su impacto


en el campo político santafesino: el descrédito del peronismo
y el posicionamiento de Mario Barletta
Tamara Beltramino y Luisa Álvarez / 111
CAPÍTULO 6. Credenciales universitarias, partidarias y técnicas:
un perfil de los gabinetes municipales del radicalismo universitario
Matías Landau / 136

Anexos / 161
Anexo 1. Lista de entrevistados / 161
Anexo 2. Intendentes santafesinos (1983–2019) / 163
Anexo 3. Resultados de las elecciones municipales (2007–2013) / 164
Anexo 4. Concejales electos (2007–2013) / 168
Anexo 5. Composición del Concejo Municipal de Santa Fe (2007–2015) / 170

Sobre las autoras y los autores / 173


Agradecimientos

Los capítulos que componen este volumen son el resultado de un trabajo


conjunto que se inició en el marco del proyecto CAI+D 2011 «Elites políti-
cas y gobierno en la Ciudad de Santa Fe» y continuó en los años posteriores.
Del proceso de investigación participaron docentes, graduados y estudiantes
avanzados de la carrera de Sociología de la Universidad Nacional del Litoral
(UNL). A lo largo de un proceso que duró más de cuatro años compartimos
reuniones, lecturas, jornadas de trabajo, realización de entrevistas, elabora-
ción de una base de datos. Cada uno de los participantes, tanto aquellos que
firmamos los trabajos que aquí se presentan como los que han contribuido
de otras formas, es parte indispensable de este libro. A riesgo de olvidar algún
nombre, no queremos dejar de agradecer el aporte de los alumnos que parti-
ciparon del proyecto en diversos años. En la última etapa fueron vitales Lucía
Candioti, Ángela Madeo, Luciana Serovich, Matilde Fernández, Luisina Sán-
chez Romero, Giuliano Carnaghi. En años previos, contamos con la parti-
cipación de Leila Abdala, Alejandro Gorr, Verónica Milera, Emiliano Dean,
Astor Borotto, Paulina Magnin, Agustina Gudino, Silvana Álvarez Pinheiro,
Emilio Scotta, Pablo Bolzico, Raquel Raynoldi. Han participado, además,
otros estudiantes en las etapas preliminares del proyecto. Todos ellos han rea-
lizado entrevistas, elaborado la base de datos, discutido diversos avances en
forma colectiva, recolectado valiosa información pública, entre otras tareas
sin las cuales no habríamos logrado concluir la investigación. En este sentido,
más allá de este producto final, hemos podido consolidar un espacio de for-
mación de estudiantes de Sociología de la Facultad de Humanidades y Cien-
cias (FHUC) de la UNL que ha permitido abrir nuevas preguntas y horizontes
de investigación.
Queremos agradecer también, y muy especialmente, a quienes tan gentil-
mente han accedido a ser entrevistados. Sin su excelente predisposición para
ofrecernos su palabra este libro no hubiese sido posible. Gracias a todos ellos
hemos logrado cubrir el 100 % del universo de concejales, secretarios e inten-
dentes santafesinos del período estudiado, aspecto que demuestra el interés y
la predisposición por la investigación que llevamos a cabo. Además, muchos
de ellos nos han brindado una lectura generosa de una versión preliminar del
libro y nos han posibilitado, a partir de sus comentarios, sugerencias y correc-
ciones, hacer un control de calidad de la rigurosidad de la información presen-
tada. Si bien los argumentos y las interpretaciones son siempre una construc-

6
ción del investigador, se fortalecen sin duda en el intercambio con aquellos
protagonistas del fenómeno estudiado.
Queremos agradecer el apoyo institucional de la carrera de Sociología de la
UNL y a todos los profesores y estudiantes que, día a día, construyen un espa-
cio de rico intercambio académico y personal.
Finalmente, agradecemos a Ediciones UNL, puesto que a través de su apoyo
a la publicación contribuye a la difusión del conocimiento producido en la
Universidad.

7
Introducción
Matías Landau

¿Saben que cuando hoy me levanté y miré por la ventana la calle en la que vivo
parecía más limpia, más iluminada, más segura, y sin rastro de la última lluvia?
Siempre he confiado en los sueños. A lo largo de veinticuatro años de trabajo en
la universidad, aprendí la importancia de imaginar mundos posibles y aprendí a
confiar en lo que imaginamos para poder hacerlos realidad. (Mario Barletta, dis-
curso de asunción como intendente de Santa Fe)

Con estas palabras, el 11 de diciembre de 2007, Mario Barletta, quien hasta


entonces era el rector de la UNL, inició su discurso de asunción como inten-
dente de la ciudad de Santa Fe. El acto, llevado a cabo en el Concejo Munici-
pal, contó con la presencia del flamante gobernador, Hermes Binner; la vice-
gobernadora, Griselda Tessio; el arzobispo de la ciudad de Santa Fe, monseñor
José María Arancedo; el senador nacional por la provincia de Santa Fe, Rubén
Giustiniani; ministros provinciales, los rectores de la UNL y de la Universidad
Católica, y los concejales municipales.
Un año antes, en 2006, Barletta no se imaginaba esa escena como parte de
su futuro más probable:

Era rector, estaba en el mejor de los mundos, tenía el mejor despacho, estaba ha-
ciendo lo que más me gustaba, lo que más quería, lo que había deseado toda mi
vida, cumpliendo 54 años. Estamos hablando de 2007, 2006 y... Bueno, los jóve-
nes fundamentalmente me plantearon: «Mario, vos tendrías que ser candidato a
intendente» (Entrevista a Mario Barletta, 17/12/17)

Los «jóvenes» eran un grupo de militantes del radicalismo universitario pos-


terior a la recuperación democrática. Algunos tenían, además, participación
activa en los órganos partidarios. Sus principales referentes habían alcanzado
cargos estudiantiles durante la década del 80 y luego de gestión universitaria
en los rectorados de Hugo Storero, entre 1994 y 2000, y el del propio Barle-
tta, desde 2000.
El rector, quien por esos días estaba preparando un viaje a Francia por cues-
tiones de gestión universitaria, dudaba de sus chances electorales. «Ustedes me
vienen a pedir que yo sea candidato a intendente para perder, porque el pero-
nismo en la ciudad de Santa Fe siempre sacó el 60 % o más», recuerda Barle-
tta que les dijo. Y remató, entre risas: «No sé si ustedes se tomaron una bote-

8
lla de ginebra o qué carajo les pasa». Sin embargo, en poco tiempo, la idea no
le pareció tan descabellada:

Algo muy extraño pasó, porque cuando vuelvo a casa y estoy con mis hijos, qué
sé yo… Y el sábado a la mañana me desperté y agarré el teléfono y les dije: «Che,
¿cómo es esto de ser (risas) candidato a intendente? Vénganse a casa». (Entrevista
a Mario Barletta, 17/12/17)

Es probable que el relato de Barletta haga referencia al momento de acepta-


ción formal y lanzamiento de la instalación pública de su candidatura. Sin
embargo, otros entrevistados ubican los albores de una lenta construcción de
su candidatura ya para 2004 y 2005, luego de descartar volver a probar con
la figura de Hugo Storero, derrotado en las elecciones municipales de 1999 y
2003. En definitiva, la estrategia era insistir en la fórmula del candidato rector,
que había dado buenos resultados electorales aun cuando no había logrado
vencer al peronismo.
En esa hoja de ruta, ya para 2004 o 2005 comenzó un trabajo político lle-
vado a cabo por el núcleo de los «radicales universitarios», que incluía al rec-
tor y a sus colaboradores más cercanos, quienes desplegaron diversas estra-
tegias de posicionamiento, tanto a nivel de la gestión universitaria como de
la política partidaria. Por un lado, la Universidad fortaleció su estrategia de
inserción en la comunidad a partir de una serie de actividades culturales, de
extensión, talleres, cursos y otras iniciativas, con el objetivo de lograr un acer-
camiento político a los sectores populares, históricamente esquivos en cues-
tiones políticas. Por el otro, en las elecciones municipales de medio término,
en 2005, presentaron la candidatura a concejal de Carlos Pereira, que puede
ser leída como la punta de lanza de una campaña para que el grupo político
volviera a buscar ganar la Intendencia dos años más tarde.
Claro que una cosa es la construcción política, las estrategias de posicio-
namiento y las ambiciones de alcanzar espacios de poder, y otra las posibili-
dades reales de hacerlo. En este sentido, las dudas de Barletta sobre su posi-
ble triunfo no parecían una mera pose para mostrarse humilde. En efecto, los
resultados previos de las elecciones municipales no habían sido favorables a
las fuerzas no peronistas. El Partido Justicialista (PJ) había dominado amplia-
mente las elecciones municipales en la ciudad de Santa Fe desde la recupera-
ción de la democracia en 1983. Desde entonces se habían sucedido intendentes
peronistas en forma casi ininterrumpida, con la sola excepción del demócrata
progresista Enrique Muttis, quien fuera electo en 1989, luego de la destitu-
ción de Carlos Aurelio Martínez, y gobernara hasta su fallecimiento en 1991.
El radicalismo santafesino había quedado relegado frente a la hegemonía jus-

9
ticialista y tampoco había podido hacer pie el socialismo. Esta situación con-
trastaba con lo que sucedía en Rosario. Allí, la Unión Cívica Radical (UCR)
había gobernado desde 1983 hasta 1989, y luego fue sucedida por el Partido
Socialista (PS), que gobierna la ciudad desde entonces.
La figura de Barletta cobraba un sentido especial en una ciudad que aún
estaba luchando contra las consecuencias de las inundaciones de 2003 y 2007.
Este especialista en recursos hídricos había ganado visibilidad pública y pres-
tigio profesional en sus críticas al modo en que el gobernador Reutemann
había actuado en medio del desastre. La elección a intendente de 2007 se
resolvió por una diferencia exigua. Barletta alcanzó 66 608 votos y el candi-
dato del PJ, Martín Balbarey, quien buscaba su reelección, 63 494. En térmi-
nos porcentuales se impuso por 32,02 % frente a un 30,32 %. La diferencia
fue de menos de 2 %.
Diversos aspectos de la coyuntura política contribuyeron a ese resultado.
El más significativo, probablemente, fue la eliminación, a fines de 2004, de
la Ley de Lemas que había regido en la provincia desde 1990.1 Las elecciones
municipales de 2007 fueron las primeras llevadas a cabo sin la posibilidad de
que dos candidatos de un mismo partido dirimieran su interna en la elección
general. En su reemplazo, la nueva ley estipuló las elecciones internas prima-
rias obligatorias, en cada partido, para decidir las candidaturas previamente
a la elección general.
En ese marco, influyó la manera en que se resolvieron las internas propias
del radicalismo y del peronismo santafesino entre 2005 y 2007. En el radi-
calismo, las disputas entre aquellos que apoyaban o no una coalición con el
socialismo terminaron en una ruptura para las elecciones de 2007. Eso favo-
reció a que, aun sin ser parte de los sectores con más peso partidario, los sec-
tores radicales con presencia en la UNL ganaran terreno como parte de los sec-
tores que promovían el acuerdo. De este modo, en 2007 Barletta logró ser el
candidato que la UCR presentó en las internas del Frente Progresista Cívico y
Social (FPCyS), y ganó la interna frente a la socialista Marta Fassino y el can-
didato de Afirmación para una República Igualitaria (ARI) Rogelio Allignani.
La UCR, por su parte, presentó a Mario Galizzi como el candidato a inten-
dente en representación de los sectores radicales que quedaron por fuera del
armado de la coalición. En el peronismo, Balbarrey se impuso en la interna
peronista a Miguel Paulón. Pero la crisis partidaria del justicialismo llevó a
que un referente local, Oscar «Cachi» Martínez, creara un nuevo partido, San-

1 Sobre las consecuencias de la implementación de la Ley de Lemas en Santa Fe, y su de-


rogación posterior, pueden consultarse Fernández (2016), Rulli y Centeno Lappas (2006),
Robbin (1994), Cherny y Delgado (2004), Ramos (2011), Mutti (2004).

10
tafesino Cien por Ciento, y se presentara por fuera de las estructuras parti-
darias. Los resultados obtenidos por Martínez y Galizzi fueron vitales para el
triunfo de Barletta. Mientras que el primero alcanzó un 25,11 % de los votos,
y en un escenario sin ley de Lemas contribuyó a dividir el voto justicialista,
el segundo apenas alcanzó un 1,83 %, por lo que no restó de manera signifi-
cativa a lo obtenido por el candidato del FPCyS.
La suma de los efectos de la ley de Lemas y de la ruptura del peronismo
allanó el camino para Barletta, quien logró, con una performance electoral
similar, lo que no pudo su antecesor en el Rectorado de la UNL. En efecto, en
las elecciones de 1999, la candidatura de Storero había logrado 55 267 votos,
y el lema en su totalidad 72 531, lo que representó el 37,5 % de los votos. La
gran diferencia fue que, con un peronismo unido, no alcanzó para superarlo.
La victoria de Barletta abrió un nuevo ciclo político en la ciudad de Santa
Fe, dominado por el grupo de los que, en el lenguaje nativo, se conoce como
los «radicales universitarios» o el «Grupo Universidad». Como analizaremos
a lo largo del libro, este grupo se conformó entre los ’80 y los ’90, a partir de
la renovación del vínculo histórico que unió a la militancia universitaria con
los órganos partidarios y que tuvo su antecedente en la Junta Coordinadora
Nacional de la década del 60. En este caso, se trató de un proceso de aleja-
miento de los líderes históricos, como «Changui» Cáceres, y de creación de un
nuevo núcleo, consolidado a partir de los vínculos que algunos militantes de
Franja Morada tejieron con autoridades universitarias, a partir de los rectora-
dos de Juan Carlos Hidalgo (1986–1994), Hugo Storero (1994–2000) y Mario
Barletta (2000–2007). Frente a los «universitarios» se encontraban otros agru-
pamientos partidarios, menos estables en el tiempo, a los que muchos nom-
bran como los «barriales» por su privilegio de la presencia territorial y la mili-
tancia en los barrios por sobre el medio universitario.
Una de las principales figuras del «Grupo Universidad» es José Corral, uno
de esos «jóvenes» que formaban parte del grupo que le había propuesto a Bar-
letta apoyar su candidatura municipal y quien era uno de sus colaboradores
de máxima confianza en la Universidad. Luego de asumir Barletta, Corral se
propuso disputar una banca a concejal en las elecciones intermedias de 2009,
cuando encabezó la boleta del FPCyS porque le parecía que «así como había-
mos logrado que Mario fuera intendente, teníamos que lograr otras represen-
taciones públicas también y eso se hace en una elección». Desde su perspec-
tiva, instalar un liderazgo alternativo al de Barletta permitía abrir el escenario
que luego se conformó cuando Barletta decidió competir por la Gobernación
y Corral emergió como la figura de continuidad en la ciudad, no sin ciertas
tensiones internas del grupo, ya que había otros miembros que también aspi-
raban a ocupar ese lugar de recambio municipal.

11
En 2011 Barletta disputó, como candidato de la UCR, la elección interna a can-
didato a gobernador del FPCyS con el socialista Antonio Bonfatti, pero fue derro-
tado. Ese mismo año, Corral ganó la elección a intendente, alcanzó 88 561 votos
(45,06 %), frente a 74 654 (37,98 %) del candidato del peronismo, Eduardo Wag-
ner, y a 19 957 (10,15 %) de Unión PRO Federal, que postulaba a Roberto Cam-
panella. A diferencia de Barletta, quien hasta asumir como intendente no tenía
vínculos orgánicos con el radicalismo, Corral era una figura que, desde su juven-
tud en los tempranos ’80, había sabido participar tanto en los espacios universi-
tarios como partidarios y moverse entre los puestos de representación estudian-
til, gestión universitaria y cargos partidarios. Cuatro años más tarde, Corral se
consagró como el primer intendente santafesino en ser reelecto, alcanzó 84 487
votos (39,15 %), y superó a sus contrincantes del Frente para la Victoria (FPV),
Silvina Frana, quien obtuvo 52 285 votos (27,01 %), y de Unión PRO Federal,
Sebastián Pignata, quien alcanzó 50 797 (23,54 %).
Corral ganó su reelección en junio de 2015, pocos meses después de que la
UCR decidiera, en la Convención Nacional de Gualeguaychú de marzo, consti-
tuir una alianza electoral a nivel nacional con el Partido Propuesta Republicana
(PRO) y la Coalición Cívica, con vistas de las elecciones presidenciales. En las
Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) presidenciales de ese año,
el candidato radical, Ernesto Sanz, perdió frente al candidato del PRO, Mau-
ricio Macri, quien fue finalmente electo presidente en el mes de noviembre.
La llegada de Macri a la presidencia desató una crisis en el FPCyS santa-
fesino, ya que desde entonces radicales y socialistas eran aliados provincia-
les pero rivales a nivel nacional. La tensión llevó a que, en 2017, los secto-
res radicales, con Corral a la cabeza, quien ocupaba por entonces el cargo de
presidente del Comité Nacional, decidieron disolver el FPCyS en la ciudad y
competir con el sello Cambiemos. El resultado fue una derrota en las eleccio-
nes de concejales de 2017 que marcó el ascenso del primer candidato a con-
cejal del FPCyS, Emilio Jatón, un reconocido periodista local que conducía
el noticiero de mayor audiencia de la ciudad. Dos años más tarde, en 2019,
Jatón fue electo intendente con una diferencia amplia respecto del candidato
de Cambiemos, Albor Cantard: sumó 95 156 votos (47,66 %) frente a 41 846
de Cantard (20,96 %). Más atrás quedó el candidato peronista, Ignacio Mar-
tínez Kerz, con 33 555 (16,80 %). Si la coalición con el socialismo marcó, en
2007, un período de ascenso para el «Grupo Universidad», la ruptura de este
vínculo una década después parece haber mostrado los límites electorales de
un corrimiento hacia la derecha, máxime en un contexto de creciente descré-
dito del gobierno de Macri a nivel nacional.
El 19 de junio de 2019, luego de su triunfo, el nuevo intendente de Santa
Fe, Emilio Jatón, expresó: «Estamos muy contentos. Somos la nueva fuerza.

12
Vamos a gobernar con garra y corazón. Nada puede contra el trabajo y la
honestidad. La gente eligió a alguien que quiere hacer las cosas bien. Vamos
a hacer una gran Intendencia».2 La llegada de Jatón a la Intendencia cerró un
ciclo político dominado por el «radicalismo universitario» y abrió uno nuevo,
aún en ciernes, caracterizado por la ruptura de la alianza entre radicales y socia-
listas en la ciudad y un ascenso inédito de estos últimos, que accedieron por
primera vez al gobierno municipal.
El proyecto municipal encabezado por Barletta y por Corral constituye un
ciclo político que abre un gran número de interrogantes. ¿Qué fue lo que hizo
posible la llegada de un grupo liderado por figuras de la política y la gestión
universitaria a gobernar los destinos de la Municipalidad de Santa Fe? ¿Cuá-
les fueron los factores sociales, políticos y urbanos que colaboraron para ello?
¿Cómo se anudaron las trayectorias individuales, los procesos organizaciona-
les y los contextos sociales? ¿Cómo se inscribió dicho ascenso en los juegos
políticos partidarios del radicalismo santafesino? ¿Qué rol ocupó la Universi-
dad en tanto espacio de socialización política y de conformación de un grupo
político? ¿Qué impacto tuvieron las inundaciones de 2003 y 2007 en la con-
solidación de la figura de Barletta en tanto experto en problemas hídricos?
¿Cómo se realizó el paso de la gestión universitaria a la Municipalidad? ¿Cuá-
les fueron los perfiles de los principales funcionarios? ¿Qué relación tenían
con el partido y la Universidad? ¿Cuáles fueron sus trayectorias previas en la
militancia y en la política profesional? ¿Qué tipo de carreras desarrollaron?
Este libro busca responder estos interrogantes a partir de un abordaje socio-
histórico que indaga en la génesis del grupo, el proceso que culminó con su
llegada al poder municipal y las principales características de sus funciona-
rios de gobierno. Consideramos que el análisis de este proceso puede ser una
puerta de entrada para reflexionar sobre diversas aristas que hacen a la vida
social y política de la ciudad de Santa Fe en las últimas décadas. La emergen-
cia y consolidación de un grupo político se comprenden en su vinculación
con un estado de cosas de la sociedad. En buena medida, la actividad polí-
tica se hace en la sociedad, y las características de las elites dirigentes, sus per-
files, trayectorias, lazos de sociabilidad, son un primer paso para compren-
der cómo se han anudado las historias personales, institucionales y sociales.
Durante los últimos años, diversos aportes han renovado el campo del estu-
dio de los partidos políticos, el trabajo político y las elites políticas en nuestro
país. Un grupo de trabajos han seguido la línea de los clásicos estudios socio–
gráficos sobre perfiles y trayectorias de las elites políticas y gubernamentales.
Se han estudiado a gobernadores, ministros, legisladores nacionales o subna-

2 La Capital, 16 de junio de 2019.

13
cionales (Almaraz, 2010; Lodola, 2009; Caminotti, Rotman y Varetto, 2009;
Giorgi, 2014; Jones, 2001; Rodrigo, 2014, Campomar y Suárez, 2014; Canelo,
2011; Castellani y Canelo, 2016, Heredia y Gené, 2009, Levita, 2015, entre
otros). Más allá de las diferencias, todos estos trabajos reactualizan la pregunta
clásica por el medio social del que provienen quienes acceden a las posiciones
decisorias de la sociedad, bajo el supuesto que las credenciales educativas,
culturales o socioprofesionales de los individuos que acceden a las posiciones
más elevadas dice tanto sobre la política y el gobierno, como sobre la socie-
dad misma. En muchos casos, se basan en estudios prosopográficos, construi-
dos a partir de bases de datos que permiten analizar conjuntamente una gran
cantidad de información, y en consecuencia extraer conclusiones cuantitati-
vas sobre un universo determinado. Su limitación, sin embargo, radica en los
alcances de las inferencias que pueden realizarse de las descripciones que esos
datos proveen, ya que no permiten ahondar en los vínculos, relaciones y prác-
ticas que se reflejan en dichas cifras.
Con el propósito de enfocar en las relaciones con mayor nivel de profundi-
dad, otras investigaciones han privilegiado un estudio etnográfico de las prác-
ticas políticas, a partir de estudios basados en la utilización de entrevistas en
profundidad y observaciones de los modos en que se despliegan las relaciones
en diversos ámbitos. En este plano, algunos han estudiado cómo se expresan
los modos de compromiso de los participantes de un espacio político, que
incluye tanto el modo de concebir el tipo de involucramiento (por ejemplo, a
partir de la diferencia entre militancia o voluntariado), como las característi-
cas de las prácticas cotidiana, los rituales, los atributos y credenciales valorados
(Michon, 2009; Gaztañaga, 2008; Frederic, 2004; Vommaro, 2017; Morresi
y Vommaro, 2015, entre otros). Otros lo han hecho dentro de las estructuras
estatales, o en los modos de articulación entre las organizaciones no guberna-
mentales (desde ONG vecinalistas hasta movimientos sociales), y las oficinas
públicas (Gené, 2019; Perelmiter, 2016; Landau, 2008, entre otros).
Estas dos posiciones proporcionan informaciones complementarias, que
leídas en conjunto favorecen una comprensión más acabada del fenómeno
estudiado. Bajo esta premisa, en este libro optamos por una metodología que
contempla al mismo tiempo el análisis prosopográfico de un conjunto de
individuos y el estudio sociohistórico de su trayectorias, prácticas y formas de
construcción de vínculos cotidianos. Para ello, optamos por el despliegue de
diversas herramientas de recolección de datos. Entre 2016 y 2018 hemos reali-
zado 48 entrevistas semiestructuradas a todos los individuos que han ocupado
un cargo de intendente, secretario municipal o concejal en el período 2007–
2015 en la ciudad de Santa Fe. Si bien nuestra investigación analiza con parti-
cular interés el proceso de acceso al poder municipal del radicalismo univer-

14
sitario, lo hace dentro de un objetivo de comprensión de las dinámicas más
amplias del campo político local. Por esta razón, no nos circunscribimos solo
a aquellos individuos pertenecientes al radicalismo, sino que indagamos en la
totalidad de los individuos y grupos políticos con participación en el período
analizado. En consecuencia, nos entrevistamos tanto con aquellos que pertene-
cen al espacio político radical, como con aquellos que no, como los peronistas
y socialistas. Y consideramos a quienes tuvieron participación en algún puesto
ejecutivo municipal como a quienes solo se han desempeñado como conce-
jales. Gracias a la buena predisposición de todos ellos hemos logrado acceder al
100 % del universo en cuestión, que abarca la gestión de Barletta (2007–2011)
y la primera gestión de Corral (2011–2015). A ellos hemos sumado a Oscar
«Cachi» Martínez, quien, aun sin cargos durante esos años, ha tenido un rol
destacado en tanto líder del partido Santafesino Ciento por Ciento. Y tam-
bién a algunos informantes claves que nos han permitido contrastar la infor-
mación obtenida por medio de las entrevistas a los protagonistas.
Si bien el ciclo político de los radicales universitarios finalizó en 2019, por
una cuestión del diseño y de los tiempos propios de la investigación, hemos
decidido entrevistar solo a aquellos que tuvieron cargo hasta 2015. Privile-
giamos contar con una información exhaustiva, tanto a nivel de entrevistas
como secundaria, de mandatos municipales ya finalizados. Al mantenerse el
radicalismo universitario en el poder y ser reelecto Corral como intendente
en 2015, las continuidades eran más que las rupturas. Y la información nueva
que eventualmente podríamos haber obtenido no hubiesen modificado sus-
tancialmente los objetivos generales de analizar la génesis grupal y las diná-
micas políticas santafesinas durante los gobiernos del radicalismo universita-
rio. La ruptura del FPCyS de 2017, que inició un proceso que terminaría con
la elección de Jatón en 2019, nos tomó ya en las últimas instancias del trabajo
de campo. Sería interesante, para una continuidad de una agenda de inves-
tigación, realizar una comparación de este nuevo ciclo político respecto del
dominado por el «Grupo Universidad».
Las entrevistas realizadas nos permitieron recrear, a partir del relato de los
involucrados, diversos aspectos que hacen a la actividad política cotidiana
presente y pasada. Si bien en términos de reconstrucción de un proceso los
recuerdos del presente pueden condicionar o sesgar el pasado, las memorias
en primera persona son un insumo de gran valor a la hora de comprender
una historia. La existencia de actores que hablan desde diversos puntos de
vista enriquece y complejiza esa perspectiva. En este sentido, nos nutrimos
de la palabra de los protagonistas, aunque no sin complementarla con otros
datos que posibilitan contrastarla, afinarla o matizarla. La entrevista, además,
admite que los datos «duros», como el nivel educativo, la institución de forma-

15
ción o la profesión, que en las bases prosopográficas solo contribuyen a sacar
conclusiones generales, puedan ser leídos como parte de una historia biográ-
fica que, a partir de un individuo, facilita comprender los cambios sociales y
familiares que inscriben esa singularidad en un proceso sociohistórico deter-
minado. Además de las entrevistas y la base de datos, hemos accedido a una
serie de informaciones complementarias: publicaciones periodísticas munici-
pales, provinciales y nacionales; documentos oficiales de la Municipalidad de
Santa Fe; resultados de elecciones municipales; observaciones en actos parti-
darios, entre otros.
Hemos tratado la información provista por las entrevistas con el cuidado
necesario en términos de anonimato en los casos en los que se trata de rela-
tos en los que el conocimiento de la identidad resulta irrelevante y se aso-
cian con vivencias personales. En esos casos hemos modificado los nombres
por otros ficticios. En otros pasajes, cuando la información que se relata es
pública o reconstruye procesos en los que es relevante conocer identidad de
los protagonistas, y contamos con su aprobación para hacerlo, aparecen los
nombres verdaderos. En cuanto a la presentación de datos estadísticos, tuvi-
mos la precaución de saber que su alcance es relativo, puesto que el universo
de casos es estadísticamente poco significativo. En efecto, con 48 casos, cada
uno representa aproximadamente un 2,08 %. En virtud de esta limitación,
hemos optado por presentar los datos tanto en términos porcentuales como
absolutos. Ello permite una rápida comprensión de la información presentada
y una explicitación de los límites y alcances de la misma. El lenguaje utilizado
sigue los cánones que utilizan el masculino como genérico. Hemos optado
por ello para hacer la prosa más dinámica, puesto que la utilización del len-
guaje inclusivo no está aún presente en el léxico académico, y la aclaración
del masculino y femenino en cada caso torna la lectura más engorrosa. Aspi-
ramos a que, en un futuro no muy lejano, se desplieguen nuevas formas de
lenguaje académico no patriarcales.
El proceso que analizamos en este volumen apunta a aportar a la com-
prensión de una forma de articulación de la política y la sociedad en la ciu-
dad de Santa Fe. La elección de concentrar el análisis en la sociedad local
se debe a la riqueza en su potencialidad analítica ya que está arraigada a un
territorio, dentro de un espacio relativamente acotado, lo que permite anali-
zar el enraizamiento de las relaciones políticas respecto al entramado social e
institucional en la que se inserta (Dahl, 2010; Le Bart y Fontaine, 1994; Bri-
quet y Sawicki, 1989; Gaxie, 1994). Ello, no obstante, no supone concebir a
lo «local» como ajeno y distinto a lo «provincial» o lo «nacional». Por el con-
trario, forma parte de los entramados partidarios y gubernamentales multi-
nivel. En el caso de Santa Fe, es la capital de la provincia homónima, y sede

16
de las autoridades provinciales. Quienes participan de la actividad política
dentro de un espacio determinado, lo hacen con frecuencia simultáneamente
en distintas escalas (Frederic y Soprano, 2009), que incluyen lo municipal
pero también lo provincial o nacional. Además, su participación en la activi-
dad política no es excluyente de su «multiposicionalidad» (Bolstanski, 1973)
lograda a través de la participación en varias instituciones, como clubes, aso-
ciaciones profesionales o, como sucede en la mayoría de nuestros entrevista-
dos, el mundo universitario.
Es cierto, sin embargo, que el medio urbano y el nivel municipal son ideales
para analizar aquello que Sawicki llama el «entorno partidista» (Sawicki, 2011),
es decir, el complejo de instituciones o relaciones no políticas en las que deter-
minado espacio político encuentra un medio propicio para desarrollarse y
reclutar a sus miembros. Al ser un espacio más proclive a las relaciones cara a
cara, los vínculos que se forjan en muchos casos desde la infancia y la porosi-
dad de los espacios políticos o no políticos constituyen un medio ideal para
estudiar las relaciones políticas en su permanente interdependencia con las
sociales. En otras latitudes, los estudios sobre los partidos políticos o los gru-
pos partidarios a nivel municipal han dado origen a valiosos estudios clásicos
y contemporáneos. Sin ir más lejos, el clásico contrapunto entre los elitistas
y pluralistas en Estados Unidos se centró en el modo de concebir la relación
entre la política y el medio local de las ciudades intermedias (Dahl, 2010;
Boix, 2010; Mills, 1956).
Llama la atención, en contrapartida, la escasa atención que las ciencias
sociales locales han brindado al estudio de la relación entre sociedad local y
política partidaria en las ciudades argentinas. Salvo algunas excepciones que
incorporan la escala municipal (Varetto y Rottman, 2017; Annunzita, Mauro y
Halvorsen, 2020; Retamozzo y Dell’ Unti, 2020; Eryszewicz, 2015, entre otros),
la mayoría de los trabajos que analizan aspectos como los perfiles o trayecto-
rias de las elites de gobierno, las carreras profesionales, los modos de recluta-
miento partidario, y en general todos los aspectos constitutivos de la política
profesional, se concentra en la escala nacional y, en menor medida, en la pro-
vincial. Este sesgo puede deberse a múltiples factores. Uno es, quizá, la idea
de que cuanto más se asciende en la escala de acción más profesionalizado es
el individuo que se dedica a la política. En buena medida, esto es cierto. Los
estudios sobre las carreras políticas han mostrado que, en términos clásicos,
el cursus honorum de la política parte del nivel municipal para ascender desde
allí a la escala provincial y nacional. Nadie discutiría el carácter profesional de
un diputado o senador nacional. En contrapartida, la escala municipal aparece
como un espacio más ambiguo, en el que la proximidad, la cercanía y la sen-
sación de un conocimiento con los distintos grupos y participantes de la acti-

17
vidad política municipal permiten que sea más fácil la aparición de discursos
que pretenden plantear la posibilidad de establecer un acuerdo sin conflicto
capaz de resolver los asuntos de los vecinos en común (Landau, 2018).
Quizá por ello buena parte de los estudios sociopolíticos que se concen-
tran en la escala municipal prioriza otro tipo de preguntas, asociadas a las
consecuencias que tiene el vínculo cercano para la construcción de las rela-
ciones políticas y gubernamentales. En este esquema podemos ubicar traba-
jos muy diversos. Una serie de pesquisas han renovado, desde hace aproxima-
damente veinte años, los análisis sobre el clientelismo político (Auyero, 2011).
El ámbito municipal o local ha sido el locus privilegiado para el estudio de
este tipo de relación política. El mundo político de los sectores populares en
los espacios locales se ha centrado, también, en examinar las relaciones entre
movimientos sociales y poderes municipales estudiando los modos de arti-
cular la protesta, de demandar a los poderes públicos e, incluso, de incorpo-
rarse como parte de las estructuras gubernamentales de diversos municipios
(Natalucci, Pérez, Schuster y Gattoni, 2013; Longa, 2019; Perelmiter, 2012,
entre otros). En parte de estos estudios es posible observar un sesgo de clase.
Hay muchos trabajos que estudian en forma pormenorizada los modos en
que estos procesos se desarrollan en los sectores populares, pero son escasos
en medios de clases medias, y escasísimos con relación a las clases altas. Otra
serie de trabajos, desde una perspectiva diferente, no parte desde «abajo» sino
desde «arriba». En este caso, la cercanía no se asocia con las relaciones clien-
telares sino con los modos de desarrollar políticas de «proximidad» a partir
de la implementación de programas públicos o iniciativas gubernamentales
que buscan acercar los gobernantes a los gobernados (Annunziata, 2016; Lan-
dau, 2008; Nardacchione, Annunziata y Carmona, 2011). En estos casos, el
sesgo de clase es inverso al del grupo anterior. En tanto que muchas de estas
iniciativas construyen un interlocutor asociado con la idea de «vecino» como
participante legítimo, son más numerosos los trabajos sobre sectores medios
que sectores bajos. De cualquier modo, en general el estudio de la política a
nivel municipal o local se mueve en un péndulo que va desde el estudio de
las relaciones clientelares, los movimientos sociales y las formas de protesta
social o autogestión popular, hasta los programas participativos que apuntan
a desarrollar una democracia de proximidad a partir de un vínculo directo
entre gobernantes y vecinos en los barrios de las ciudades. Son más escasos los
estudios que incorporan una pregunta por la relación entre prácticas sociales,
espacios partidarios y formas de despliegue del trabajo político a nivel local.
Este libro apunta a contribuir en esa dirección.
Algunos datos electorales del período analizado en este libro, entre 2007
y 2015, permiten trazar un primer esbozo del escenario político–electoral de

18
entonces. Como adelantamos más arriba, la elección municipal de 2007, con
la victoria de Mario Barletta al cargo de intendente, marcó un nuevo ciclo polí-
tico. Ese año, además del cargo ejecutivo municipal, se eligieron 6 concejales
para renovar el Concejo Municipal, conformado por 13 miembros. En una
elección pareja, tres agrupaciones obtuvieron dos bancas cada una: el FPCyS,
el Frente para la Victoria (FPV) y Santafesino Cien por Ciento. Dos años más
tarde, en 2009, las elecciones municipales de medio término pusieron en juego
7 bancas. Ese año mostró el avance del FPCyS, que obtuvo 4 bancas, y la conso-
lidación del Santafesino Cien por Ciento, que obtuvo 2. El peronismo tra-
dicional, bajo el sello del PJ, se quedó con 1. En 2011, cuando Corral sucedió
a Barletta, se eligieron 6 concejales con un resultado más repartido: el FPCyS
obtuvo 3; el Frente Santa Fe para Todos, 2; y Unión PRO Federal, 1. Final-
mente, en 2013 se eligieron 8 bancas: 4 fueron para el FPCyS, 3 para el FPV, y
1 para Santafesino Cien por Ciento.
Como puede apreciarse, el escenario político estaba dominado por la uni-
dad del FPCyS, que nucleaba al socialismo y a diversos sectores del radica-
lismo, entre los que se destacaban los «universitarios» pero del que partici-
paban también otras líneas «barriales». Enfrente, el espacio peronista seguía
fragmentado entre el PJ y el Santafesino Cien por Ciento. En ese contexto
municipal y también provincial, los intentos del PRO por crecer en Santa Fe,
al igual que en ciudades intermedias del interior del país, no tuvo éxito, solo
en la elección de 2011 logró obtener una banca en el Concejo Municipal, pero
no alcanzó luego para consolidar una fuerza propia. Aquello que no consi-
guió con la construcción de un partido nuevo lo alcanzaría a través del radi-
calismo, luego de la alianza sellada para las elecciones presidenciales de 2015.
La elección de Mauricio Macri como presidente contribuyó a que el radica-
lismo universitario, liderado por Barletta y Corral, decidiera constituirse en
la fuerza que representaba, a nivel municipal, la alianza creada entre el PRO
y la UCR en el ámbito nacional. Es por ello que, para las elecciones de 2017,
como mencionamos más arriba, fracturó la alianza con el PS y compitió con
el sello de Cambiemos, como a nivel nacional, en una movida que, como ya
hemos dicho, no obtuvo buenos resultados electorales.
La presentación preliminar que fue esbozada en estas líneas introductorias
articula las principales preguntas de investigación, dimensiones y perspectivas
analíticas que serán desarrolladas a lo largo de los seis capítulos que compo-
nen el libro. El acceso del «Grupo Universidad» a gobernar la Intendencia de
la ciudad de Santa Fe es un proceso que puede ser analizado a partir de diver-
sas temporalidades, de corto y mediano plazo. Los aspectos coyunturales se
suman a una génesis social y política, que puede ser pensada en continuidad
con ciertas características sociopolíticas santafesinas del siglo XX que cobran

19
fuerza desde la recuperación democrática de 1983 y se intensifican luego de la
crisis de 2001. Asimismo, se anudan cuestiones partidarias, sociales, institu-
cionales y ambientales, que en conjunto trazan un panorama multivariado.
¿Cuáles son las principales características de aquellos que forman parte del
juego político santafesino? ¿Provienen de medios de elite o de clases medias?
¿Cuáles han sido sus trayectorias educativas, familiares o profesionales? ¿Qué
diferencias y similitudes pueden establecerse entre el radicalismo universitario
y el resto de las fuerzas políticas santafesinas? En el primer capítulo, Matías
Landau responde a estos interrogantes por medio de un estudio basado en
información obtenida a partir de entrevistas y una base de datos que permite
reconstruir las trayectorias individuales pero también los procesos colectivos
que atravesó la sociedad santafesina en el último medio siglo, y trazar, de este
modo, una radiografía que articula dimensiones sociales, culturales y políti-
cas. El análisis muestra que los orígenes de los elencos políticos santafesinos
son heterogéneos. En algunos casos, provienen de familias de buena posición
económica y de larga tradición en la política provincial. En otros, de medios
de clases medias, o medias–bajas, en algunos casos migrantes, que siguieron
una trayectoria ascendente a partir del acceso a la educación superior. Sin
embargo, en la actualidad constituyen un conjunto con ciertas característi-
cas homogéneas vinculadas al nivel educativo y a ciertas prácticas sociales y
culturales. En ese contexto, en lo que concierne al radicalismo universitario,
se pueden marcar algunos matices respecto de otros espacios partidarios como
el peronista, como la menor relación con la religión o el mayor peso que tie-
nen los estudios universitarios.
Hay otros elementos, sin embargo, que contribuyen a entender por qué el
«Grupo Universidad» llegó a gobernar la ciudad, como las dinámicas parti-
darias. ¿Cuáles fueron los factores partidarios que permitieron el acceso del
radicalismo universitario a la Intendencia? ¿Cómo se vinculó con un estado
particular de las dinámicas políticas santafesinas? Para abordar estas cuestio-
nes, en el segundo capítulo, Gabriel Obradovich se introduce en el estudio
de dimensión político–partidaria. En particular, estudia la creación del FPCyS
y el ascenso del radicalismo universitario entre 2005 y 2007. A partir de una
minuciosa reconstrucción de las disputas internas del radicalismo, traza un
cuadro del modo en que este partido político enfrentó un momento crítico,
asociado con el posicionamiento frente a la coalición con el socialismo. El
autor presenta un escenario inestable, dominado por agrupamientos y reagru-
pamientos entre diversas líneas internas. En este escenario, la ruptura entre
las autoridades partidarias, reacias a incorporar el radicalismo al FPCyS, y los
sectores «frentistas», entre los que estaban los «universitarios», operó como un

20
contexto propicio para el ascenso de estos últimos, aun cuando hasta enton-
ces no dominaban las estructuras partidarias.
Si los alineamientos y realineamientos partidarios fueron inestables, agrupa-
ron y reagruparon diversas líneas internas, hay una clase de vínculo que tiene
otras temporalidades, asociado a la lenta construcción de lazos de afecto, leal-
tad y liderazgo, que toma la forma de grupo político. La noción de grupo polí-
tico permite reconstruir el modo en que los lazos colectivos se crean en fun-
ción de proyectos no necesariamente partidarios, sino que se despliegan en
diversos ámbitos e instituciones, lo que en el caso de los radicales universita-
rios se asocia principalmente con la Universidad. ¿Cómo se formó este grupo
político? ¿Quiénes lo crearon, cuáles fueron sus etapas, por qué instituciones
transitó? En el tercer capítulo, Matías Landau responde a estos interrogantes
con un análisis de las tradiciones, generaciones e instituciones que marcaron
la génesis de este grupo político en comparación con la de otros menos esta-
bles de la ciudad de Santa Fe.
En la génesis del grupo político, la Universidad aparece como la institución
en la que se inició un proceso que duró más de una década y supuso diver-
sas etapas en las cuales el acceso a los cargos de gestión universitaria fueron el
paso previo a dar el «salto» a la política partidaria. ¿Cómo fue este pasaje de la
Universidad a la política de la ciudad? ¿Qué similitudes y diferencias pueden
establecerse con otros antecedentes de la relación fluida entre el radicalismo y
la Universidad? En el cuarto capítulo, Pamela Sosa y María José Niescerowicz
abordan esta dimensión institucional y prestan particular atención al diálogo
y el pasaje entre distintos campos, el universitario y el político. Recurren a la
historia de la UNL para analizar su lugar como espacio histórico de recluta-
miento de las elites partidarias santafesinas y se enfocan luego en la actuali-
dad. Para ello, comparan distintas generaciones políticas y se concentran en
las figuras de Hugo Storero y Mario Barletta, ejemplos de dos trayectorias dis-
tintas de articulación entre el mundo académico y el partidario.
Además de estos factores —sociales, partidarios, institucionales— que con-
tribuyen a comprender las dinámicas políticas en la ciudad de Santa Fe y el
ascenso del «Grupo Universidad», hay otros asociados con cuestiones coyuntu-
rales que crean oportunidades únicas para el posicionamiento de ciertas figu-
ras públicas. En el caso santafesino, ningún análisis sociopolítico puede des-
conocer el impacto que las inundaciones de 2003 y 2007 tuvieron en la arena
pública y las consecuencias para el campo político en un contexto preelec-
toral. Si las internas partidarias del radicalismo, analizadas en el Capítulo 2,
ayudan a comprender el posicionamiento de los «universitarios» como parte
de los sectores radicales que defendían la creación del FPCyS, las inundaciones

21
marcan el escenario proclive para la instalación de la candidatura de Mario
Barletta, en tanto técnico experto en cuestiones hídricas y rector de la UNL.
El quinto capítulo, de Tamara Beltramino y Luisa Álvarez, aborda este pro-
ceso. ¿Qué impacto tuvieron las inundaciones de 2003 y 2007 en el campo
político santafesino? ¿Qué tipo de controversias públicas se crearon? ¿Cuáles
fueron los individuos e instituciones que participaron de ellas y qué papel
tuvo cada uno? A partir de un enfoque que relaciona las arenas posdesastres
y la construcción de problemas públicos, analizan el impacto que tuvieron
los debates sobre las responsabilidades políticas por la inundación y cómo
la desacreditación de las autoridades municipales y provinciales justicialistas
contrastó con la valoración de la figura de Mario Barletta como experto uni-
versitario sin gestión política previa.
En este sentido, el capítulo aporta a la comprensión de cómo en ciertos con-
textos hay credenciales valoradas que contribuyen a posicionarse en el campo
político. Las credenciales son analizadas, también, por Matías Landau en el
sexto capítulo, pero en este caso con relación a la conformación de los gabi-
netes municipales, una vez que el «Grupo Universidad» accedió a la Inten-
dencia. A diferencia de otras experiencias de gobierno, en las que los colabo-
radores surgen del riñón partidario o de la búsqueda de técnicos «a–políticos»
para ocupar carteras claves, en este caso se trató de una «mudanza» desde las
oficinas de la Universidad a las de la Municipalidad. Para graficar esta cues-
tión, se reseña la composición de los gabinetes de Barletta y de Corral atento
a las particularidades sociográficas de sus secretarios y a las estructuras orga-
nizativas del gabinete. Asimismo, se combina un análisis sobre el impacto
que tuvieron las credenciales universitarias, técnicas y partidarias, a la hora
de reclutar a secretarios y secretarias.
En síntesis, el libro aspira a elaborar un análisis que, en el conjunto de sus
capítulos, transita por aspectos coyunturales e históricos y que entiende los
fenómenos políticos en diálogo con procesos sociales, culturales, institucio-
nales y ambientales. A este respecto, busca ser un aporte a la comprensión
de cómo la política se despliega en las ciudades argentinas, entablar un diá-
logo con los estudios existentes y plantear nuevos interrogantes para investi-
gaciones futuras.

22
Referencias bibliográficas

Almaraz, Gabriela (2010). Ambición política por la reelección en las provincias argentinas.
SAAP. Publicación de Ciencia Política de la Sociedad Argentina de Análisis Político, 4(2),
191–216.
Annunziata, Rocío (2016). Representación, deliberación y escala: cambiar el enfoque sobre
lo local en la participación. En Sebastián, Mauro; Ortiz de Rozas, Victoria y Paratz Vaca
Narvaja, Martín (Comps.). Política subnacional en Argentina. Enfoques y problemas (pp.
315–331). CEAP–UBA.
Annunziata, Rocío, Carmona, Rodrigo y Nardacchione, Gabriel (2011). Todos juntos. Dispositivos
de participación de los gobiernes locales en la Argentina reciente. Prometeo–Universidad
Nacional de General Sarmiento.
Auyero, Javier (2001). La política de los pobres. Las prácticas clientelísticas del peronismo.
Manantial.
Boix, Carles (2010). Estudio introductorio. En Dahl, Robert. ¿Quién gobierna? Democracia
y poder en una ciudad estadounidense. Ediciones CIS.
Briquet, Jean–Louis y Sawicki, Frederic (1989). L’analyse localisée du politique. Politix, (7),
6–16.
Caminotti, Mariana; Rotman, Santiago y Varetto, Carlos (2009). Carreras políticas y opor-
tunidades generalizadas en la provincia de Buenos Aires, Argentina (1983–2008). Post
Data, 16(2), 191–221.
Campomar, Belén y Suárez, Agustín de Jesús (2014). El Camino hacia el poder. Analizando
la carrera política de los gobernadores argentinos (1983–2011). Revista Mexicana de
Ciencias Políticas y Sociales, 59(222), 369–389.
Canelo, Paula (2011). Acerca de la construcción de carreras políticas en la Argentina. Los
Senadores Nacionales en 1973, 1983 y 1989. PolHis, (7), 140–53.
Castellani, Ana y Canelo, Paula (2016). Perfil sociológico de los miembros del gabinete
inicial del presidente Mauricio Macri. Informe número 1 del Observatorio de las Elites
Argentinas, IDAES–UNSAM.
Cherny, Nicolás y Delgado, María Soledad (2004). Coaliciones transversales y ciudadanía
selectiva. Las elecciones de 2003 en Rosario y Santa Fe. En Cheresky y Pousadela
(Eds.). El voto liberado. Elecciones 2003: perspectiva histórica y estudio de casos (pp.
167–189). Biblos.
Dahl, Robert (2010). ¿Quién gobierna? Democracia y poder en una ciudad estadounidense.
Ediciones CIS.
Eryszewicz, Leandro (2015). ¿Localización de la política? El protagonismo de los intendentes
argentinos en la escena nacional. En Annunziata, Rocío (Comp.). Pensar las elecciones.
Democracia, líderes y ciudadanos (pp. 58–92). CLACSO.
Fernández, Elías (2016). La ley de Lemas en Santa Fe. Efectos del doble voto simultáneo en
el ámbito de la competencia municipal (1991–2003). (En)clave Comahue, (21), 111–140.
Frederic, Sabina y Soprano, Germán (Eds.) (2009). Política y variaciones de escala en el
análisis de la Argentina. UNGS–Prometeo.
Frederic, Sabina (2004). Buenos vecinos, malos políticos. Moralidad y política en el Gran
Buenos Aires. Prometeo.

23
Gaxie, Daniel (1994). Le maire entre disciplines et libertés. Remarques sur les limites du
travail politique. Politix, (28), 140–148.
Gaztañaga, Julieta (2008). ¿Qué es el trabajo político? Notas etnográficas acerca de mili-
tantes y profesionales de la política. Cuadernos de Antropología Social, (27), 133–153.
Gené, Mariana (2019). La rosca política. El oficio de los armadores delante y detrás de escena
(o el discreto encanto del toma y daca. Siglo XXI Editores.
Giorgi, Guido (2014). Los factores extra–políticos de la carrera política: una aproximación a
las sociabilidades de los Ministros de la Nación de la República Argentina (1954–2011).
Revista de Ciencia Política, 52(2), 243–275.
Heredia, Mariana y Mariana, Gene (2009). Atributos y legitimidades del gabinete nacional:
sociohistoria de los ministerios de Economía e Interior en la prensa (1930–2009). El
Príncipe, 2, 109–135.
Jones, Mark (2001). Carreras políticas y disciplina partidaria en la Cámara de Diputados
argentina». PostData, 7,189–230.
Landau, Matías (2008). Política y participación ciudadana en la Ciudad de Buenos Aires.
Miño y Dávila.
Le Bart, Christian y Fontaine, Joseph (Comps.) (1994). Le métier d’elú local. L’Harmattan.
Lodola, Germán (2009). La estructura subnacional de las carreras políticas en Argentina y
Brasil. Desarrollo Económico, 49(194), 247–286.
Longa, Francisco (2019). Historia del movimiento evita la organización social que entró al
estado sin abandonar la calle. Siglo XXI Editores.
Mauro, Sebastián; Halvorsen, Sam y Annunziata, Rocío (2020). Los partidos políticos y la
democracia en las ciudades latinoamericanas. Estudios Políticos, (58), 194–204.
Mills, Wright (1956). The power elite. Oxford University Press.
Mutti, Vicente Gastón (2004). La democracia en las provincias argentinas y los cambios en
sus sistemas electorales: la ley de Lemas. En Cheresky y Pousadela (Comps.). El voto
liberado. Elecciones 2003: Perspectiva histórica y estudios de casos. Biblos.
Natalucci, Ana Laura; Germán, Pérez; Schuster, Federico Luis; Gattoni, María Soledad (2013).
Territorios disputados: Movilización política y procesos de institucionalización en niveles
locales de gobierno (Argentina, 2003–2011). Revista Mexicana de Análisis Político y
Administración Pública, 2, 139–159.
Perelmiter, Luisina (2016). Burocracia plebeya: la trastienda de la asistencia social en el
Estado argentino. UNSAM Edita.
Perelmiter, Luisina (2012). La constitución de una autoridad plebeya. El Ministerio de la
pobreza en la Argentina reciente: Polhis, 8, 2012, 309–318.
Ramos, Hugo (2011). Metamorfosis y crisis de representación. Las estrategias electorales
del PJ santafesino en las elecciones provinciales de 1999 y 2003. SAAP, 5(1), 157–187.
Retamozo, Martín y Dell’Unti, Cristóbal (2020). El peronismo y la ciudad. Competencia y
articulación en las estrategias electorales del Partido Justicialista en La Plata, Argentina
(2015–2019). Estudios Políticos, (58), 233–261.
Robin, Silvia (1994). Ley de Lemas y dinámica del sistema de partidos en la provincia
de Santa Fe. Estudios Sociales, 6, 85–95.

24
Rodrigo, Cintia (2014). Actores, relaciones y escaños. Apuntes para el estudio de las ca-
rreras políticas de los diputados nacionales por la Provincia de Buenos Aires. Estudios,
32, 135–148.
Rulli, Mariana y Centeno Lappas, Federico (2006). Procesos de reforma política: la derogación
de la Ley de Lemas en Santa Fe. Temas y Debates, 10(12), 151–180.
Sawicki, Fréderic (2011). Para una sociología de los entornos y las redes partidistas. Revista
de Sociología, 25, 37–53.
Varetto, Carlos y Rotman, Santiago (2017). Carreras y ambición política a nivel subnacional.
Análisis de las carreras políticas de los intendentes en la provincia de Buenos Aires
(Argentina), 1983–2015. Política. Revista de Ciencia Política, 55(1), 65–98.
Vommaro, Gabriel (2017). La larga marcha de Cambiemos. La construcción silenciosa de un
proyecto de poder. Siglo XXI Editores.

25
Capítulo 1. ¿Son todos iguales?
Orígenes sociales y trayectorias personales de los elencos
políticos de la ciudad de Santa Fe (2007–2015)
Matías Landau

Introducción

La sociología política clásica se ha preguntado, en diferentes contextos histó-


ricos y en variados escenarios nacionales, por las características sociodemográ-
ficas de quienes acceden a los cargos ejecutivos y legislativos en distintos nive-
les de gobierno. Saber acerca de sus pertenencias familiares, sus trayectorias
biográficas, sus recorridos formativos o sus credenciales profesionales consti-
tuye una puerta de entrada para conocer aspectos que no solo nos hablan de
cómo se desarrollan los sistemas partidarios o los procesos de profesionaliza-
ción política, sino que nos brindan herramientas para comprender las caracte-
rísticas de las sociedades en las que se insertan (Mosca, 1984; Dahl, 1961; Mills,
1956; Bottomore, 1964). Los antecedentes muestran que, en contextos socia-
les desiguales y en sistemas políticos restrictivos, los puestos políticos quedan
en manos de una elite, caracterizada por una socialización común a partir de
vínculos estrechos con miembros del mismo círculo social. En contrapartida,
los procesos de apertura democrática, mayor igualdad social y sistemas electo-
rales abiertos han derivado en una pérdida del control de los cargos públicos
por parte de los sectores elitistas y una mayor «plebeyización» de los mismos.
En nuestro país, el pasaje de una política de «notables» a una de clases
medias se desarrolló entre los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX
(Germani, 1962; Gallo y Sigal, 1963). Como analizó Botana (1994), el régi-
men conservador se consolidó a partir de las alianzas entre las elites provin-
ciales, que mantenían el poder local en manos de unas pocas familias tradi-
cionales. La crisis de este, como mostró Losada (2016), impactó en los perfiles
de los grupos dirigentes, que entre 1880 y 1930 pasaron de formar parte de
un grupo reducido y homogéneo en sus espacios y formas de sociabilidad a
constituir uno más amplio y menos próximo socialmente. En lugar de una
elite «multiimplantada e indivisa» (2006:239) emergió una realidad múltiple,
caracterizada por diversos espacios donde se desarrollaban juegos propios de
jerarquización, en los que comenzaron a disputarse poder y capacidad de deci-
sión. En la misma línea, pero para la década del 60, José de Imaz (1964) llegó
a una idea similar. En su clásico estudio sobre «los que mandan» concluyó

26
sobre la inexistencia en Argentina de una elite compacta y uniforme, al estilo
de la presentada por Mills (1957) en su célebre estudio sobre Estados Unidos.
Los alcances de esta apertura, de todos modos, no tuvieron un impacto
similar a nivel nacional o subnacional. Si bien en el ámbito nacional durante
el siglo XX las familias tradicionales dejaron de tener la presencia de otrora en
los puestos públicos (Gessaghi, 2016; Hora, 2001), en el provincial fue dife-
rente. Behrend (2016:2) constata que, aun en la actualidad, existen en nume-
rosas provincias argentinas «familias políticas» que controlan el poder desde
hace décadas. En algunos casos provienen de sectores de clase alta, como en el
período conservador. En otros, se trata de familias que se fortalecieron durante
el peronismo o en el período de transición democrática posterior a 1983, a
partir de las lógicas propias del campo político local. En todos los casos, se
percibe una relación entre política y familia que puede asociarse, como ana-
lizó Ortiz de Rozas para el caso santiagueño, a la existencia de un «oficialismo
invencible» o un «gran elector» (Ortiz de Rozas, 2011).
En el plano municipal las continuidades de una misma familia o dirigente
político es un fenómeno menos estudiado, ya que las características hetero-
géneas de los casi mil trescientos municipios argentinos lo tornan un fenó-
meno más dinámico y heterogéneo, condicionado por las leyes provinciales,
las características sociodemográficas, políticas, económicas, culturales y geográ-
ficas. De todos modos, durante el período posterior a la recuperación demo-
crática, los fenómenos de hegemonía política territorial por parte de un diri-
gente o grupo político ha sido un fenómeno recurrente, fundamentalmente en
los municipios del conurbano bonaerense, dominado por los llamados «baro-
nes del conurbano». En otros casos, sin embargo, dominaron escenarios más
dinámicos y cambiantes.
Una forma de indagar sobre el grado de apertura y las dinámicas propias
de la política en general, y de la política municipal en particular, es descri-
biendo el origen social y las principales características sociodemográficas de
quienes forman parte de los elencos políticos locales. Su estudio nos permite
conocer aspectos que hacen a la relación entre política y sociedad en un con-
texto específico.
A partir de estas premisas, en este capítulo indagamos las características
sociodemográficas y las formas de sociabilidad de los individuos que han
accedido a un cargo legislativo o ejecutivo municipal en la ciudad de Santa
Fe entre 2007 y 2015. Como explicamos en la Introducción, son 48 indivi-
duos en total que ocuparon el cargo de intendente, secretario y/o concejal. Se
trata de quienes pueden ser considerados parte del «radicalismo universitario»,
el grupo político sobre el que nos enfocamos particularmente en este libro,
pero también de aquellos que pertenecen a otros espacios o partidos políti-

27
cos. El objetivo es analizar al «Grupo Universidad» con relación al medio en
el que desarrolla su actividad política, y para ello realizamos comparaciones
que permiten reflexionar sobre las diferencias o heterogeneidades existentes.
Cotejamos a aquellos que accedieron a un cargo ejecutivo respecto de quie-
nes solo lo hicieron en uno legislativo. En ese caso, decidimos ubicar den-
tro del primer grupo a quienes alcanzaron durante el período considerado
ambos tipos de cargos. Se trata, en consecuencia, de individuos que han ocu-
pado alguna secretaría dentro de las administraciones municipales del «radi-
calismo universitario». Son en total 21 individuos: 17 solo ocuparon un cargo
de secretario municipal, 2 han ocupado una banca en el Concejo Municipal
y una Secretaría, 1 ha sido secretario, concejal e intendente, y otro solo inten-
dente. En contrapartida, quienes solo fueron concejales en el período consi-
derado son 27 individuos.
Comparamos también a quienes forman parte del espacio partidario pero-
nista con relación a quienes ocupan el espacio radical. Aquí hemos conside-
rado el «espacio partidario» no como un partido político o una agrupación
específica sino como un locus de sociabilidad, caracterizado por una histo-
ria de identificación y participación en las estructuras partidarias, pese a que
en el presente puedan seguir, o no, asociados con el sello partidario. El radi-
calismo incluye tanto a quienes forman parte del espacio de los «universita-
rios» como quienes se identifican con otras corrientes y grupos radicales, más
proclives a reconocerse dentro de una militancia o participación barrial. De
los 48 entrevistados, 29 forman parte del espacio radical, 14 del peronista, 4
del socialista y 1 del PRO.
El capítulo consta de tres partes. Comenzamos analizando las historias
familiares, indagando sobre sus lugares de nacimiento, las ocupaciones de sus
padres, las historias de migraciones, etc. El análisis biográfico permite incor-
porar una dimensión histórica y colectiva para comprender su impacto en las
características individuales y evita un análisis ahistórico, muchas veces inca-
paz de dar cuenta de la profundidad de lo social. En la segunda parte, incor-
poramos a estos datos aspectos que hacen a sus historias personales, ligadas
con el pasaje por diversos espacios de sociabilidad, como el tipo de escuela,
la relación con la religión, el tipo de familia, las formas de participación polí-
tica o social, etc. Profundizamos el análisis en la tercera parte, cuando sinte-
tizamos las principales características sociodemográficas de nuestros entrevis-
tados: género, edad, nivel educativo, ocupación o profesión. Al analizar estas
variables, obtenemos un cuadro sobre sus características grupales fundamen-
tales y las diferencias más significativas entre ellos.

28
Historias familiares y trayectorias biográficas

Una primera aproximación para conocer las características de los individuos


que accedieron a los principales cargos municipales santafesinos en el período
estudiado es saber sobre sus trayectorias familiares y sus historias biográficas.
Indagar sobre los espacios de sociabilidad de su niñez o juventud permite
comprender su interés por la política y su ingreso en la función pública como
parte de un proceso social, y no solo como una estrategia o acción individual.
Los análisis sociográficos muchas veces olvidan una máxima sociológica que
muestra que todo presente es el resultado de un pasado objetivado e inter-
nalizado (Bourdieu, 2000). Es por ello que en este apartado analizaremos las
historias familiares que sostuvieron y permitieron la incorporación a la polí-
tica por parte de nuestros entrevistados.
Comencemos por considerar la relación con la provincia y la ciudad. La
gran mayoría, el 87,5 % del total, nació en la provincia de Santa Fe (Tabla 1).

Tabla 1. Lugar de nacimiento de quienes ocuparon un cargo de secretario


municipal y/o concejal de la ciudad de Santa Fe (2007–2015). Según tipo
de cargo municipal ocupado. Cantidad de casos y porcentaje sobre el total
de entrevistados.

Lugar de nacimiento Solo cargo Solo cargo Total


legislativo ejecutivo o ambos

Ciudad de Santa Fe 17 11 28

(35,4 %) (22,9 %) (58,3 %)

Otras ciudades 5 9 14
santafesinas
(10,4 %) (18,8 %) (29,2 %)

Otras provincias 5 1 6

(10,4 %) (2,1 %) (12,5 %)

Total 27 21 48

(56,2 %) (43,8 %) (100 %)

Fuente: elaboración propia a partir de información de entrevistas.

29
Si bien los nacidos en la provincia son mayoría, la cifra se corresponde con
los datos del total provincial. Según información del Gobierno de la Provin-
cia de Santa Fe, en 2010 el 87 % de la población que habitaba la provincia
había nacido allí.1 El 58,3 % (28 casos) nació en la ciudad, en una cifra que se
mantiene similar por espacio partidario (59 % entre los radicales, 57 % entre
los peronistas) y que muestra una paridad también entre quienes solo fueron
concejales (60 %) y quienes accedieron a un puesto ejecutivo (55 %).
Un 41,7 % tiene una trayectoria migrante. El 12,5 % se trasladó desde otras
provincias (Buenos Aires, Chaco, Entre Ríos, Formosa y San Luis) y el 29,2
% desde otras ciudades santafesinas (Vila, Melincué, Ceres, Rosario, Venado
Tuerto, Intiyaco, Sarmiento, San Cristóbal y Las Rosas). Si bien no hay dife-
rencias abrumadoras, llama la atención el mayor arraigo a la provincia de
aquellos que tuvieron cargos ejecutivos respecto de quienes solo ocuparon
una banca en el Concejo Municipal. Entre los primeros, el 95,2 % nació en la
provincia; entre los segundos, el 78 %. En los casos de nacidos en otras pro-
vincias se repite el patrón de quienes migraron desde otras ciudades santa-
fesinas. La mayoría lo hizo siguiendo las carreras laborales de sus padres. En
algunos casos, por oportunidades profesionales. En otros, por la necesidad de
acceder a una ciudad más grande para buscar el empleo que escaseaba en sus
pueblos. Pero también algunos se mudaron a Santa Fe para realizar sus estu-
dios universitarios.
La mayoría de las historias migrantes el desplazamiento hacia la ciudad de
Santa Fe fue de niño o adolescente, conforme a necesidades laborales, fami-
liares o médicas de la familia. Miguel, un concejal radical, nos narraba su his-
toria con una infancia que transcurrió en un pueblo pequeño del norte san-
tafesino, donde la madre trabajaba como maestra y el padre como cartero,
hasta que decidieron mudarse a Santa Fe cuando él tenía 11 años, puesto que
allí creían tener mayores posibilidades de estudio para sus hermanos mayores
y de trabajo para sus padres. Otra entrevistada, Raquel, concejal de los «radi-
cales universitarios», nos contaba una historia similar, marcada por el trabajo
de empleado ferroviario de su padre en un pequeño pueblo del norte de la
provincia. Cuando el tren «empezó a flaquear» y los hijos llegaron a tener una
edad escolar, decidieron migrar a Santa Fe en búsqueda de mejores horizon-
tes educativos y laborales. Estas narraciones son repetidas, puesto que tienen
el común denominador del migrante que se traslada de pequeños pueblos a
centros urbanos medianos o grandes en búsqueda de acceso a bienes y servi-
cios que posibiliten una mejoría en su posición social.

1 Cf. Migraciones internas hacia y desde la provincia de Santa Fe, Gobierno de Santa Fe, 2012.

30
En otros casos, la migración hacia la ciudad de Santa Fe fue al salir de la
adolescencia, con el propósito de estudiar una carrera universitaria. Seis de
nuestros entrevistados (12,5 %) se instalaron en Santa Fe al concluir sus estu-
dios secundarios. El acceso al mundo universitario no solo abrió la posibi-
lidad del desarrollo de una sociabilidad ligada al estudio, sino que se com-
plementó con un interés por la militancia política, como analizaremos con
mayor profundidad en el Capítulo 2, ya que comenzaron casi en simultáneo
sus estudios superiores y su militancia universitaria. Una de estas trayecto-
rias típicas, la de Ricardo, estuvo marcada por un traslado para a estudiar a
Santa Fe en el año 86 y el comienzo en simultáneo de estudios de Abogacía
y su militancia en Franja Morada. Entonces se inició una trayectoria como
dirigente estudiantil y la ocupación de diversos cargos: presidente del Centro
de Estudiantes, presidente de la FUL, consejero directivo y consejero superior.
Un recorrido parecido nos narró Gladys, nacida en el oeste provincial, quien
cursó sus estudios primarios y secundarios en un pequeño pueblo y decidió,
una vez concluidos, trasladarse a Santa Fe para realizar estudios universitarios
en 1983 y militó desde el primer día que entró en la universidad.
Las ocupaciones de los padres son un indicio del origen social de los entre-
vistados (Tabla 2). Solo 12, es decir un cuarto del total, provienen de una fami-
lia con un padre profesional (5 abogados, 1 contador, 2 ingenieros, 2 médi-
cos, 1 arquitecto y 1 odontólogo). Este porcentaje es muy inferior al 73 % de
profesionales que observamos entre los mismos entrevistados, como analiza-
remos en el próximo apartado.

Tabla 2. Tipo de ocupación del padre de quienes ocuparon un cargo de secretario


municipal y/o concejal de la ciudad de Santa Fe (2007–2015). Según tipo de
cargo municipal ocupado. Cantidad de casos y porcentaje sobre el total de
entrevistados.

Ocupación del padre Solo cargo Solo cargo Total


legislativo ejecutivo o ambos

Empleado* 14 4 18

(29,1 %) (8,4 %) (37,5 %)

Profesional*** 5 7 12

(10,4 %) (14,6 %) (25 %)

Empresario/ 4 5 9
Comerciante
(4,2 %) (10,4 %) (18,7 %)

31
Cuentapropista ** 1 1 2

(2,1 %) (2,1 %) (4,2 %)

Docente 1 1 2

(2,1 %) (2,1 %) (4,2 %)

Político 2 0 2

4,1 %) (4,1 %)

Sin datos 0 3 3

(6,2 %) (6,2 %)

Total 27 21 48

(56,2 %) (43,8 %) (100 %)

* Empleado: empleado ferroviario (5), empleado público (3), empleado de Correo (2), empleado
de empresa estatal (2), peón rural (2), empleado bancario (2), empleado del Jockey Club (1),
empleado de empresa automotriz (1).
** Cuentapropista: tornero (1), albañil (1).
*** Profesional: abogado (5), médico (2), arquitecto (1), ingeniero (2), contador (1), odontólogo (1).

Fuente: elaboración propia a partir de información de entrevistas.

En algunos pocos casos, se trataba de profesionales que accedieron no solo


a una buena posición como abogados sino también a ocupar cargos de profe-
sores en universidades y, eventualmente, cargos públicos. Esto nos comentaba
Hugo, cuyo padre fue abogado, profesor universitario y ministro de Educa-
ción provincial. Estas trayectorias familiares son, sin embargo, excepciona-
les, ya que la mayoría desarrolló una tarea en estudios pequeños o medianos,
o en puestos técnicos en empresas públicas o privadas. Una de estas historias
nos narraba Andrés, un concejal de origen peronista, oriundo de la provincia
del Chaco, cuyo padre había trabajado como ingeniero en una empresa auto-
motriz en Santo Tomé.
En contrapartida, hay una gran cantidad que tuvo padres empleados (37,5
%) y en menor medida empresarios o comerciantes (18,7 %), seguidos por
pocos casos de cuentapropistas, políticos profesionales y docentes. Las histo-
rias de trabajos en empresas públicas y privadas por largos períodos de tiempo
son repetidas y a veces explican las migraciones a las que ya nos hemos refe-
rido. Entre los empleados públicos, muchos han trabajado en el ferrocarril

32
o en el correo en varias ciudades, otros han ocupado puestos administrati-
vos o han sido empleados de empresas estatales. Entre los empleados priva-
dos, han sido bancarios, peones rurales o han trabajado en empresas automo-
trices o asociaciones civiles, como el Jockey Club. La mayoría en puestos de
mediana o baja jerarquía.
Aunque no son pocos quienes provienen de hogares de buen pasar econó-
mico, las historias de infancias donde había «dificultades económicas», como
nos decía Jorge, un hijo de peón rural que se crió en un pueblo, se repiten.
También las de quienes cuentan, como Perla, que eran «muy humildes», con
el padre empleado de baja jerarquía del Ministerio de Agricultura de la Nación
y la madre ama de casa. Y con diez hijos para alimentar, algo que fue «muy
difícil para una pareja que solo tenía un sueldo». Quienes han desarrollado
una vida profesional de empresarios y comerciantes lo han hecho en empren-
dimientos que, en la mayor parte de los casos, fueron chicos o medianos. Por
lo general, se trataba de emprendimientos familiares, en ocasiones ligados al
campo y en otros pequeños comercios o empresas de alcance local o regional,
como producción agropecuaria, madereras, tambos.
Un dato llamativo es la gran diferencia que obtenemos al comparar por el
tipo de cargo. Entre quienes solo ocuparon una banca en el Concejo Muni-
cipal en el período considerado, sin tomar en cuenta la bancada o el espacio
partidario, solo 5 de 27 (18,5 %) tuvieron padres profesionales. Este porcen-
taje es mayor entre quienes fueron nombrados secretarios o accedieron a la
Intendencia en las administraciones de Mario Barletta o José Corral. En este
grupo, 7 de 21 (33 %) provienen de padres profesionales. Se perciben algu-
nas diferencias también al considerar el espacio partidario. Quienes pertene-
cen al radicalismo parecen provenir de un medio de mayor nivel socioeconó-
mico que quienes forman parte del peronismo. Entre los primeros, más del
50 % (15 de 29) tuvieron padres profesionales, comerciantes o empresarios.
Si tomamos solo a quienes forman parte del radicalismo universitario o fue-
ron expertos reclutados para ocupar un cargo municipal, el porcentaje es un
poco mayor (57 %, 13 sobre 23). Entre los que pertenecen al espacio partida-
rio peronista, la cifra es de 22 % (3 sobre 14).
Las madres de nuestros entrevistados han seguido, en su gran mayoría,
trayectorias signadas por el cuidado y el trabajo hogareño no remunerado
(Tabla 3). De los 48 consultados, 21 han contestado que sus madres han sido
amas de casa (un 43,7 %). Les siguen ocupaciones tradicionalmente femeni-
nas, como docentes (trece casos, un 27 %), y en menor proporción modis-
tas, preceptoras o psicopedagogas. Solo en dos casos han sido empleadas y
en uno abogada.

33
Tabla 3. Tipo de ocupación de la madre de quienes ocuparon un cargo de
secretario municipal y/o concejal de la ciudad de Santa Fe (2007–2015).
Según tipo de cargo municipal ocupado. Cantidad de casos y porcentaje
sobre el total de entrevistados.

Ocupación del padre Solo cargo Solo cargo Total


legislativo ejecutivo
o ambos
Ama de casa 10 11 21

(20,8 %) (22,9 %) (43,7 %)


Docente 7 6 13

(14,6 %) (12,6 %) (27 %)


Empleada * 2 0 2

(4,2 %) (4,2 %)
Profesional ** 2 0 2

(4,2 %) (4,2 %)
Cuentapropista *** 1 0 1

(2,1 %) (2,1 %)
Comerciante 1 1 2

(2,1 %) (2,1 %) (4,2 %)


Sin datos 4 3 7

(4,2 %) (6,2 %) (14,6 %)

Total 27 21 48

(56,2 %) (43,8 %) (100 %)

* Empleada: empleada de comercio (1), empleada municipal (1).


** Profesional: abogada (1), psicopedagoga (1).
*** Cuentapropista: Modista (1).

Fuente: elaboración propia a partir de información de entrevistas.

Estos datos nos permiten observar que, pese a algunos matices en cuanto
a la ocupación de los padres, las principales estructuras de los hogares en los
que se criaron los concejales y secretarios municipales santafesinos seguían las
características típicas de los hogares de las décadas del 60 y del 70. En algunos
casos, de la ciudad de Santa Fe. En otros, de otras provincias o ciudades. Se

34
trata de familias sostenidas en su mayoría a partir de un ingreso, masculino y
el trabajo no remunerado femenino, en quienes recaían las tareas hogareñas.
La distinción entre el mundo profesional y, a veces, el de la participación
política masculina y el de la reducción del mundo femenino a lo hogareño
es una característica que se repite en muchos casos. Como narra Federico, su
padre era un «empresario cien por ciento preocupado por eso» y su madre
«la típica ama de casa que estaba con nosotros el cien por ciento del tiempo».
Esta división también la remarcaba Gladys. Mientras el padre trabajaba en el
campo, la madre «lo atendía a mi papá y a la casa». Y otro sumaba la habili-
tación para participar en asuntos públicos. Diego nos cuenta que su madre
era «ama de casa» y una persona «muy activa», pero que la «cuota de partici-
pación» estaba cubierta por su padre.

Sociabilidades y tránsitos institucionales

El lugar de nacimiento, las estrategias migrantes, las profesiones u ocupaciones


de los padres, constituyen un indicio firme de cuál es el medio social de ori-
gen de nuestros entrevistados. Para complementarlo y profundizarlo, en este
apartado incorporaremos una dimensión institucional e indagaremos sobre
el tránsito por determinados establecimientos educativos o asociaciones civi-
les, políticas o religiosas, a partir de las cuales han adquirido una determinada
visión del mundo y una relación específica con su entorno social.
La primera dimensión que consideramos es la religión. Los datos de la pri-
mera encuesta sobre creencias y actitudes religiosas, llevada a cabo en 2008 por
el Ceil–Piette, de Conicet, determinaron que, a nivel nacional, el 91,1 % de los
argentinos declaraba que creía en Dios y el 76,5 % se reconocía como católico.
Estas cifras contrastan con la de nuestros entrevistados (Tabla 4). Entre ellos,
solo el 52,1 % (veinticinco casos) se reconoce creyente, frente a un 33,3 % que
no y un 14,6 % de los que no disponemos datos. Existe una diferencia signi-
ficativa entre peronistas y radicales. Entre los primeros, el 78 % se reconocen
creyentes. Entre los segundos, solo el 44 %, cifra que es similar entre quienes
forman parte del «Grupo Universidad» y quienes no se reconocen parte de
él. El catolicismo es la religión mayoritaria, pero no en el mismo nivel que el
nacional. Aquí, el 62,5 % se reconoce como católico. Otra vez, la diferencia
por espacio partidario es significativa. Entre los radicales, el 55 % se reconoce
católico, cifra que asciende al 86 % entre los peronistas.

35
Tabla 4. Religión de quienes ocuparon un cargo de secretario municipal y/o
concejal de la ciudad de Santa Fe (2007–2015). Según creencia en Dios.
Cantidad de casos y porcentaje sobre el total de entrevistados.

Relación Creyente No creyente Total


con la religión

Católica 25 5 30

(52,1 %) (10,4 %) (62,5 %)


Judía 0 1 1

(0 %) (2,1 %) (2,1 %)
Ninguna 0 10 10

(0 %) (20,8 %) (20,8 %)
Sin datos 7 7 7

(14,6 %) (14,6 %) (14,6 %)

Fuente: elaboración propia a partir de información de entrevistas.

En síntesis, los datos muestran que la religión tiene una presencia relativa.
Si bien constituye un espacio significativo, no lo es en el grado de la sociedad
en general. Detrás de estas cifras se vislumbran diversos tránsitos y relaciones
con la religión, en la que conviven algunos individuos que se han socializado
en escuelas católicas y siguen actualmente prácticas religiosas con asiduidad,
como asistir a misa, con otros que se reconocen católicos o creyentes, pero
que se han alejado de las instituciones religiosas. Los primeros son pocos. Es
difícil encontrar entrevistados que, abiertamente, nos digan como Alan que
«soy católico y voy a misa los domingos», como lo hizo un joven exconce-
jal, o que se considera «católico, apostólico, romano» y que «no participo en
ninguna institución, pero suelo ir a misa», como nos comentó un exsecre-
tario de la gestión de Barletta. Son más quienes afirman que, sin haber per-
dido su vínculo cultural con el catolicismo y la creencia en Dios, se mues-
tran distantes de las prácticas ligadas a la Iglesia. «Creo en un Dios, pero
nada más», nos dice Oscar, un exconcejal radical. «Sí, soy creyente y muy
poco practicante», nos cuenta Miguel. «Yo me digo culturalmente católico,
pero no soy muy practicante de la religión. Aunque tengo una marca jesuí-
tica muy fuerte», reseña Alfredo. Estas formas de vínculos culturales, pero
escasamente institucionalizados con la religión, prima entre quienes se reco-
nocen con un vínculo con el catolicismo.
Asimismo, el alto porcentaje relativo que se declara no creyente se conforma
de algunos que provienen de culturas laicas y otros que, a partir del interés

36
por la política, se alejaron de la religión y fortalecieron formas de relaciones
sociales secularizadas. Tal es el caso de Susana, una exconcejala proveniente
de una familia religiosa, pero que se declara «atea y agnóstica», y vincula su
elección con el inicio de la militancia política en su juventud. Según su per-
cepción, cuando comenzó a «comprender lo que eran los postulados socialis-
tas, entonces eso te diría que va de cruces con cualquier creencia religiosa».
La relación con la religión tiene un correlato en el tipo de institución educa-
tiva por la que transitaron, tanto en la primaria como en la secundaria (Tabla 5).

Tabla 5. Tipo de institución educativa primaria y secundaria de quienes ocuparon


un cargo de secretario municipal y/o concejal de la ciudad de Santa Fe (2007–
2015). Cantidad de casos y porcentaje sobre el total de entrevistados.

Escuela primaria Colegio secundario

Pública 27 31

(56,2 %) (64,6 %)
Confesional 15 15

(31,2 %) (31,2 %)
Privada–laica 1 0

(2,1 %)
Sin datos 5 2

(10,4 %) (4,2 %)
Total 48 48

Fuente: elaboración propia a partir de información de entrevistas.

El paso por un establecimiento público es mayoritario. Un 56,2 % asistió a una


escuela primaria del Estado. Es mayor la tendencia entre los radicales (65,5 %)
que entre los peronistas (42,8 %). En contrapartida, el 31,2 % fue a una escuela
primaria confesional. El porcentaje asciende al 57,2 % dentro de los peronis-
tas, y desciende al 17,2 %, entre los radicales. La misma tendencia se observa en
relación al colegio secundario. El 64,6 % asistió a un colegio público, cifra que
asciende a un 72,4 % entre radicales, y desciende al 57,1 % entre los peronistas.
La existencia de un medio de elite se caracteriza, como han analizado algu-
nos estudios sociológicos e históricos previos, por la conformación de un grupo
relativamente homogéneo, consolidado a partir de lazos que se construyen

37
sobre la base de la socialización de clase, asociada con el paso por determi-
nados espacios institucionales, como colegios o clubes exclusivos (Gessaghi,
2016). No parece ser el caso de lo que observamos en Santa Fe. Si consideramos
los establecimientos educativos, encontramos una gran dispersión. Por ejem-
plo, los 29 individuos que estudiaron en establecimientos públicos lo hicie-
ron en 22 colegios distintos. Solo uno de ellos (la Escuela Industrial Superior
de la UNL) acogió a 4 entrevistados y otro a 3 (la Escuela Superior de Comer-
cio Domingo Guzmán Silva). Sin embargo, estas repeticiones no parecen
indicar la existencia de una institución que, como fue en el caso del Colegio
Nacional de Buenos Aires a lo largo de la historia argentina (Giorgi, 2014), se
haya erigido en un centro privilegiado de educación de la elite. En el caso de
quienes asistieron a secundarios religiosos, hay una mayor concentración. El
Colegio Inmaculada vio crecer a 7 de los 15 que eligieron una educación con-
fesional (47 %). Y el Colegio Nuestra Señora del Huerto a 2 (13 %). Los rela-
tos de nuestros entrevistados reafirman esta tendencia relativamente abierta
en la elección de la institución educativa, en la que primó la cercanía barrial
por sobre la búsqueda específica de una determinada institución. Esta hete-
rogeneidad de los establecimientos es una muestra de una sociedad que, en
sus líneas generales, se asoció con umbrales mínimos de igualdad en el acceso
a los derechos más básicos.
Si en la educación primaria y secundaria el peso de lo público es palpable,
al considerar la institución universitaria se vuelve aún más significativo. Del
total de nuestros entrevistados, un 66,7 % asistió a alguna universidad pública.
La diferencia entre radicales y peronistas es, otra vez, significativa, siendo el 79
% de los radicales y el 35 % de los peronistas. Esta diferencia obedece a que,
como analizaremos en el próximo apartado, los radicales han pasado más por
la universidad. De todos modos, más allá de estos matices, el peso de la uni-
versidad pública es mayor si consideramos solo a aquellos que han terminado
sus estudios superiores. En ese caso, el 87 % se recibió en una universidad
pública (Universidad Nacional de Córdoba, Universidad Nacional de Entre
Ríos, Universidad Nacional de Rosario y, por supuesto, la UNL).
El peso de la UNL es central. Del total de nuestros entrevistados, un 62,5 %
se graduó en alguna de sus facultades. En este caso, se mantiene la diferencia
entre radicales (79 %) y peronistas (53 %); y entre concejales (54 %) y secreta-
rios e intendentes (75 %). Como se analiza en los Capítulos 2 y 3 de este libro,
el paso por la UNL tuvo diversos significados, según el caso. Para algunos la
actividad educativa se complementó con el inicio de una vocación política o
la continuación de una experiencia previa ya iniciada en el colegio secunda-
rio. De los 30 individuos que estudiaron en la UNL, 19 también militaron en
alguna organización estudiantil universitaria (63 %). El resto solo estudió allí

38
pero desarrolló su actividad política en otros marcos institucionales, como
asociaciones vecinales, partidos, clubes, etcétera.
El apego a la ciudad de Santa Fe se observa no solo con relación a las insti-
tuciones educativas sino también cuando indagamos sobre las experiencias for-
mativas o profesionales. Son muy escasos los casos de experiencias en otras ciu-
dades del país o del extranjero. Solo dos de nuestros entrevistados han tenido
experiencias de formación o estudios en el exterior, pero en ambos casos fue-
ron estadías breves. No hay ninguno que cuente con un título de posgrado
en algún país extranjero. También son muy exiguas las experiencias profesio-
nales en otros países. Esto reafirma el carácter localista de los elencos políticos
santafesinos, no solo de quienes accedieron a un cargo legislativo sino tam-
bién de los secretarios y secretarias municipales, de las dos administraciones
consideradas en esta investigación. Como veremos en el Capítulo 6, en el que
analizaremos los gabinetes municipales de Barletta y de Corral, se trata en la
mayoría de los casos de individuos que han ganado cierto prestigio, ya sea pro-
fesional o militante, dentro de redes vinculares que se extienden en los lími-
tes de la ciudad o la provincia, pero que no llegan más allá de sus fronteras.
En cuanto a las formas de participación, los partidos políticos son espacios
a los que, desde muy jóvenes, se han incorporado, como veremos cuando ana-
licemos, en el Capítulo 2, las trayectorias de compromiso político. El interés
por la política surge, en la mayoría de los casos, por pertenecer a familias en
las que había antecedentes de militancia. Un 62,5 % narra historias en las que
padres, madres, abuelos o tíos habían tenido ya experiencias de este tipo. Los
familiares de exfuncionarios públicos, si se considera en términos relativos, no
son pocos, ya que 12 de 48, es decir, el 25 %, tuvieron padres, abuelos o tíos
que pasaron por algún cargo ejecutivo o legislativo, y llegaron a ser goberna-
dor, ministro de educación provincial, diputado provincial o concejal. Pocos
son, sin embargo, hijos o nietos de políticos reconocidos, de extensa trayec-
toria. Más bien, lo que se enuncia en las historias familiares que nos narran
es la de una presencia cotidiana de la política, que se expresaba en los barrios
o los pueblos y que tenía una intensidad mayor en diversos contextos histó-
ricos, como el de la década de los 60 y 70, o los años de la primavera alfonsi-
nista, tal como profundizaremos en el Capítulo 2.
Si la política constituyó un universo de sociabilización conocido, no fue sin
embargo excluyente. Junto a la participación en partidos políticos, un número
importante de entrevistados ha tenido o tiene una participación en asociacio-
nes civiles. Algunas de ellas, de extracción religiosa, como la Acción Católica,
pero también clubes, bibliotecas populares, Fundaciones o Asociaciones de ayu-
das sociales, Jockey Club o vecinales. Llama la atención la escasez de mencio-
nes en participación de asociaciones comerciales o empresariales. Solo en dos

39
casos han tenido relación con la Bolsa de Comercio de Santa Fe y el Club Ami-
gos de la Calle San Martin. Estos datos están en relación directa con la extrac-
ción social y las trayectorias profesionales que, como hemos mencionado más
arriba, se vinculan escasamente con sectores del comercio o los negocios. Un
poco mayor es la participación en asociaciones gremiales. Un 20 % participó
en ellas. En general, se vinculan con los concejales que, en distintos momen-
tos, han accedido a las listas a través de un pasaje del mundo sindical al de la
política partidaria.

Perfiles sociodemográficos

Los datos desplegados arriba dan cuenta del medio social del que provienen
la mayor parte de quienes han accedido en los últimos años a los cargos legis-
lativos y ejecutivos municipales en Santa Fe. Como vemos, si bien hay algu-
nas diferencias entre radicales y peronistas, y entre cargos ejecutivos y legis-
lativos, estas son matices dentro de un patrón relativamente similar. En su
mayoría son fruto de clases medias altas o medias típicas, aunque existen tam-
bién casos de una proveniencia más humilde. Sus recorridos personales mues-
tran, en no pocos casos, una trayectoria de movilidad ascendente ligada en
buena medida por el acceso a la educación superior. Aun proviniendo de sec-
tores medios bajos, sus recorridos posteriores, ligados a sus trayectorias edu-
cativas, los ubicaron dentro de la fracción de las clases medias más instruidas.
La pertenencia de los elencos políticos santafesinos a las clases medias uni-
versitarias puede pensarse en consonancia con la extracción propia del «radi-
calismo universitario». Sin embargo, la relación entre política y universidad
no es un dato original, puesto que sigue una tendencia que ha marcado a la
Argentina del siglo XX. Como analizaron algunos estudios previos, la demo-
cratización política, que permitió el ingreso de las clases medias a los cargos
públicos ejecutivos y legislativos, puso freno a la exclusividad que tenían, hasta
las primeras décadas del siglo XX, los individuos pertenecientes a las clases altas
o los sectores aristocráticos. Esta apertura no alcanzó a los sectores popula-
res que siguieron relegados en el acceso a listas de candidatos y cargos públi-
cos. En términos de Tilly (2000), las clases medias, a través de múltiples pro-
cedimientos, «acapararon oportunidades», a partir de la naturalización de la
jerarquización de ciertos rasgos considerados necesarios para ser un «buen»
político o un «buen» funcionario. Como veremos a continuación, ciertos atri-
butos educativos, profesionales, etarios y de género caracterizan al conjunto
de individuos que ocuparon cargos públicos en Santa Fe.

40
Las credenciales educativas son una primera muestra del perfil de quienes
accedieron a los cargos públicos municipales santafesinos. Según datos de la
Municipalidad de Santa Fe de 2011, el 12,8 % de la población del Gran Santa
Fe había alcanzo un nivel educativo de universitario completo o superior, cifra
que asciende al 64 % entre nuestros entrevistados. Si a este grupo le sumamos
quienes cuentan con un terciario completo o un universitario incompleto, la
cifra es de cuarenta y tres casos, es decir un 90 % del total (Tabla 6).

Tabla 6. Máximo nivel educativo alcanzado de quienes ocuparon un cargo


de secretario municipal y/o concejal de la ciudad de Santa Fe (2007–2015).
Según tipo de cargo municipal ocupado. Cantidad de casos y porcentaje
sobre el total de entrevistados.

Solo cargo Solo cargo ejecutivo Total


legislativo o ambos

Primario completo 1 0 1

(2,1 %) (2,1 %)
Secundario completo 3 0 3

(6,2 %) (6,2 %)
Terciario completo 4 0 4

(8,3 %) (8,3 %)
Universitario 8 1 9
incompleto
(16,6) (2,1 %) (18,8 %)
Universitario completo 7 7 14

(14,6 %) (14,6 %) (29,2 %)


Posgrado incompleto 0 4 4

(8,3 %) (8,3 %)
Posgrado completo 4 9 13

(8,3 %) (18,8 %) (27,1 %)


Total 27 21 48

(56,2 %) (43,8 %) (100 %)

Fuente: elaboración propia a partir de información de entrevistas.

41
Solo José, quien se desempeñó como concejal dentro del espacio peronista,
tiene el primario completo en una ciudad en la que el 33,9 % cuenta con pri-
mario completo o incompleto. Su trayectoria puede ser vista como la excep-
ción que confirma la regla. Nacido en una familia, según sus palabras, «tra-
bajadora», su padre era empleado de una empresa estatal y su madre ama de
casa. Abandonó el colegio a los trece años para comenzar a trabajar, pasó por
diversas ocupaciones precarias tanto en la ciudad de Santa Fe como en el inte-
rior de la provincia, hasta que a los diecisiete años se convirtió en colectivero.
No es el único caso de proveniencia de una familia de sectores populares. Sin
embargo, en el resto la movilidad social ha tenido en la educación un rol cen-
tral. En este, por el contrario, fue la fuerte vocación gremial la que permitió
un proceso de formación que derivó en la ocupación de distintos puestos sin-
dicales hasta acceder a una banca en el Concejo.
A diferencia de lo que ocurre con otras variables, es significativa la diferencia
entre quienes accedieron o no a un cargo ejecutivo municipal en el período.
Entre quienes solo fueron concejales, el 40,7 % accedió a universitario com-
pleto o superior, cifra que asciende al 95,2 % entre secretarios e intendentes.
Como analizaremos en el capítulo 6, estos datos tienen varias explicaciones
asociadas tanto a las credenciales demandadas para cargos ejecutivos, que por
lo general tienden a reclutar un perfil más «experto» que los legislativos, como
a las particularidades propias de Santa Fe, asociadas con la llegada al gobierno
de intendentes provenientes de la gestión universitaria. Esta diferencia se hace
más nítida si consideramos que, al tomar solo aquellos que accedieron exclu-
sivamente a un cargo de concejal en el período 2007–2015, no hay diferen-
cias entre espacios partidarios. Tanto radicales como peronistas se ubican cer-
canos al 40 % promedio.
Si tomamos en cuenta la profesión, observamos que predominan aquellas
con un fuerte contenido social y una relación estrecha con la utilización de la
palabra escrita y oral (Tabla 7).

42
Tabla 7. Tipo de ocupación según tipo de quienes ocuparon un cargo de secretario
municipal y/o concejal de la ciudad de Santa Fe (2007–2015). Según tipo
de cargo municipal ocupado. Cantidad de casos y porcentaje sobre el total
de entrevistados.

Profesión Solo cargo Solo cargo Total


legislativo ejecutivo o ambos

Profesional*** 14 21 34

(29,2 %) (43,8 %) (73 %)


Empleado* 5 0 6

(10,4 %) (12,5 %)
Cuentapropista ** 2 0 2

(4,2 %) (4,2 %)
Docente 2 0 2

(4,2 %) (4,2 %)
Político 4 0 4

(8,2 %) (8,2 %)
Total 27 21 48

(56,2 %) (43,8 %) (100 %)

* Empleado: empleado público (3), empleado de línea de colectivos (1), empleado de compañía
de seguros (1)
** Cuentapropista: albañil/pintor (1), alfarera (1).
*** Profesional: abogado (13), arquitecto (4), periodista/comunicación (4), contador (5), técnico
químico (1), médico (1), ingeniero (2), psicóloga (1), administrador de recursos humanos (1),
diplomada en Desarrollo Local (1), técnico electromecánico (1), músico (1).

Fuente: elaboración propia a partir de información de entrevistas.

Aun cuando este dato no parece más que reafirmar lo que ya es conocido en
investigaciones previas sobre las profesiones más proclives a la profesión polí-
tica, no deja de reafirmar cierta homogeneidad cultural. Los abogados son los
más numerosos en términos relativos, y constituyen un cuarto del total. Junto
a ellos, se destacan otras profesiones independientes, como los arquitectos y
contadores. Llama la atención la escasez de médicos (solo un caso), una pro-
fesión que en otras épocas estaba muy presente entre el personal político. Los
que provienen de las ciencias económicas o profesiones afines, como conta-
dores o administración de recursos humanos, son el 12 %. Luego, se destacan

43
los periodistas o los licenciados en ciencias de la comunicación. Finalmente,
con pocos casos, hay colectiveros, músicos, productores de seguros, psicólo-
gos, técnicos químicos, alfareros, pintores.
Un dato relevante es la escasez de empresarios o comerciantes. Por un lado,
porque es sabido que, en otros niveles de gobierno como el nacional o el pro-
vincial, es frecuente el pasaje del mundo empresarial o comerciante al de la
política profesional (Vommaro, 2017; Donatello, 2017). Por el otro, porque
como ya hemos mencionado más arriba, en varios casos los entrevistados pro-
vienen de familias propietarias de pequeñas empresas familiares o comercios
de alcance local o regional. Son contados los casos de una incorporación a
la política como consecuencia de una actividad destacada previa dentro del
mundo empresarial o comercial. Por el contrario, en algunos casos el ingreso
a la política supuso quebrar esa tradición familiar. Como nos decía Federico,
cuya familia era propietaria de una empresa maderera, tiene diecisiete primos,
de los cuales dieciséis trabajaron en eso, «y uno no sabe distinguir el petiribí
del guatambú, que es quien les habla».
En muchos casos, nuestros entrevistados mencionan ocupaciones o profe-
siones que nunca han ejercido o que lo han hecho muy poco tiempo, luego
de recibirse, hasta acceder a su primer cargo público o político. Incluso, en
algunos otros durante toda su vida adulta han vivido del acceso a los cargos
públicos, sin contar con otra ocupación o profesión conocida. Si bien no es
un número alto, cuatro entrevistados están en esta situación, que engloba-
mos en «políticos». En todos estos casos, su ingreso a la política fue antes de
los veinte años, y su primer cargo poco tiempo después. Desde entonces su
carrera les permitió vivir de la política de manera sostenida.
Si agrupamos todos aquellos que poseen una profesión (abogados, arqui-
tectos, ingenieros, médicos, psicólogos, etc.) observamos una desigual distri-
bución tanto por espacio partidario como por tipo de cargo ocupado. En la
cima, la totalidad de quienes ocuparon un cargo ejecutivo en las gestiones de
Mario Barletta o José Corral posee una profesión. Un porcentaje menor obte-
nemos si incluimos en el conjunto a los concejales radicales. En ese caso, el
porcentaje baja al 75 %. Si consideramos a la totalidad de quienes solo ocu-
paron un cargo de concejales, la cifra es del 51,9 %. Y el número desciende
drásticamente, hasta un 35 % si consideramos a quienes pertenecen al espa-
cio partidario peronista. Si bien los datos, al considerar tan pocos casos, no
pueden ser tomados taxativamente, es posible observar un universo más pro-
fesionalizado si se vincula con el espacio partidario radical y la ocupación de
un cargo ejecutivo en el gobierno municipal.
Al analizar la distribución por género, se reafirma una realidad que sigue
siendo muy desigual. La provincia de Santa Fe sancionó en 1992 una ley

44
(10802) para garantizar un tercio de mujeres en las listas de candidatos pro-
vinciales y municipales. Si bien ello contribuyó a lograr un umbral mínimo
de presencia femenina en cargos públicos, los datos muestran que el acceso se
mantuvo dentro de los mínimos límites dispuestos. La presencia de mujeres
en el Concejo Municipal de Santa Fe alcanza exactamente al límite jurídico
que marca la obligación de incorporar un tercio en las listas. Incluso, debido
a la posibilidad de reelección, si analizamos la totalidad de los treinta indivi-
duos que se sentaron en una banca municipal, solo nueve (es decir, el 30 %)
eran mujeres. La situación no cambia considerando solo a aquellos que ocu-
paron un puesto ejecutivo, de intendente o secretario. En ese caso, las muje-
res fueron solo seis de dieciocho (también el 30 %). Estos datos no son exclu-
sivos de Santa Fe. Otras investigaciones han mostrado, por ejemplo, que en
el caso de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, en el período 2007–
2011, solo el 32 % fueron mujeres (Landau, 2018), y en el plano nacional, el
gabinete inicial de Maurico Macri contaba, en sus puestos jerárquicos, solo
con un 22 % de mujeres (Castellani y Canelo, 2016).
En cuanto a la edad, se trata de individuos que están en el período más
activo de la vida laboral y familiar, transitando en su mayoría su quinta década
de vida. La edad promedio de los entrevistados en 2018 es de 44 años, lo que
se corresponde con un promedio de año de nacimiento en 1964. La homoge-
neidad se constata al observar que la mediana es 1965 y la moda 1963.2 Esta
homogeneidad nos permite observar las pocas posibilidades existentes tanto
para los adultos mayores como para los más jóvenes, aun cuando entre el
mayor, que nació en 1941 y el menor, que lo hizo en 1984, hay más de cuarenta
años de diferencia. Si bien hay leves variaciones al considerar espacio partida-
rio o si han sido concejales o secretarios, la tendencia se mantiene con llama-
tiva estabilidad. En el caso del peronismo, el año de nacimiento promedio es
1966, frente a 1963 del radicalismo. Y la mediana, 1966 y 1964 respectivamente.
En lo relativo al estado civil, predominan los casados (58 % del total). Si
sumamos a los unidos de hecho (8 %), accedemos a un 62 %. El resto se divide
entre once divorciados (23 % aproximadamente), un soltero y cuatro casos sin
datos. No hay diferencias significativas entre quienes accedieron o no a cargos
ejecutivos. Pero sí aparecen algunos matices al considerar espacios partidarios.
En el caso del peronismo, los casados son el 71 %, frente al 55 % del radica-
lismo. Estando casados en la actualidad, unidos o divorciados, la gran mayoría
formó en el pasado una familia y tuvo hijos. Solo tres individuos de los cua-
renta y ocho (un 6 %) no tenían hijos al momento de hacerles la entrevista,

2 La mediana refiere al número central, que se ubica en el medio de un grupo de números.


La moda, al valor con mayor frecuencia.

45
y hay cuatro sobre los que no accedimos a los datos. El promedio de hijos es
2,4, siendo la mediana y la moda 2. Como se sabe, este es el número de hijos
que con más frecuencia se tiene en las familias de clase media.
En síntesis, se trata de un grupo socioculturalmente homogéneo, donde
predominan los hombres de mediana edad, con una educación universitaria
y un perfil profesional. Si bien, como hemos visto, hay algunos matices entre
partidos o tipos de cargos ocupados, estos no son demasiado significativos. Se
trata, por lo general, de sectores medios santafesinos que, en muchos casos,
han seguido historias de ascenso social y en no pocos de migraciones desde
otras ciudades de la provincia u otras provincias.

A modo de cierre: orígenes heterogéneos, actualidades


homogéneas

Los cargos ejecutivos y legislativos en la ciudad de Santa Fe, entre 2007 y 2015,
estuvieron en manos de un conjunto de hombres y mujeres que poseen algu-
nos rasgos en común y algunas diferencias o matices entre ellos. Sus princi-
pales características no solo nos hablan del modo en que se expresa la política
en la ciudad, sino de cómo esta se relaciona e imbrica con la sociedad local.
La proveniencia socioeconómica es heterogénea. Si bien, en algunos casos,
son hijos o nietos de profesionales destacados o políticos con historia en la
provincia, en otros son fruto de hogares de ingresos medios o medios bajos.
Como hemos mencionado, los sectores radicales parecen provenir, aunque
por supuesto no en forma excluyente, de grupos más acomodados socioe-
conómicamente que los peronistas, donde encontramos una mayor presen-
cia de orígenes más humildes. Esta diferencia es más notoria si solo conside-
ramos a quienes accedieron a cargos ejecutivos. Si bien la mayoría nació en
Santa Fe, las historias migrantes se hacen presentes, con bastante asiduidad,
entre nuestros entrevistados. En muchas de ellas, se traslucen búsquedas de
una movilidad social ascendente, ligada al acceso al trabajo para los padres o
la educación para los hijos.
Estas diferencias y heterogeneidades en el origen social permiten inferir que
no existe, en Santa Fe, una elite social que, a partir de formar parte de círcu-
los de sociabilidad exclusivos, tenga el acceso directo a las posiciones deciso-
rias municipales o provinciales.
La fuerte presencia de la educación pública en todos los niveles, sumada a
la alta dispersión en cuanto a los establecimientos educativos al que asistie-
ron los elencos políticos locales, son otra muestra de que estas heterogenei-
dades sociales fueron acompañadas, además, por una diversidad en cuanto a

46
la implantación territorial. Los datos nos muestran que, además de provenir
en algunos casos de otros pueblos o provincias, aun entre quienes nacieron
y se criaron en Santa Fe lo hicieron en distintos barrios y zonas de la ciudad.
Las sociabilidades cercanas, en muchos casos ligadas a las escuelas, pero tam-
bién a las asociaciones, los clubes, las iglesias, las vecinales o los locales par-
tidarios formaron parte de los círculos de sociabilidad de los entrevistados.
Como hemos mencionado, en estos casos también se perciben algunas dife-
rencias, ya que los peronistas se encuentran más cercanos a prácticas y creen-
cias religiosas que los radicales y los socialistas, quienes se muestran en mayor
medida atraídos por ideas agnósticas o ateas. También hay matices respecto
al vínculo con algunas instituciones, como la universidad. Si bien el paso por
ella es un dato mayoritario, es mayor el peso que ha tenido entre los radica-
les que entre los peronistas.
Pese a estos orígenes diferentes, los datos sociodemográficos muestran que,
en la actualidad, constituyen un conjunto relativamente homogéneo, ya sea
que formen parte del grupo de los radicales universitarios o de otras agrupa-
ciones radicales o peronistas. Esta homogeneidad se expresa en términos edu-
cativos. En el caso de quienes provienen de familias profesionales, observamos
una continuidad, que en no pocos casos supuso estudiar la misma carrera que
sus padres. Ejemplo de ello son aquellos que continuaron la tradición fami-
liar de estudiar derecho. Entre quienes provienen de sectores de menor nivel
educativo, observamos un salto educativo significativo, que les ha permitido
estudiar una carrera universitaria y en muchos casos poder terminarla. Otra
marca común la constituyen las profesiones que, como vimos, siguen en la
mayoría de los casos aquellas que son más proclives a la práctica política. La
homogeneidad es también etaria, ya que como hemos visto, la mayoría está
transitando por su quinta década de vida, en pareja y con hijos. Es decir, que
forman parte de un grupo fácilmente reconocible de la sociedad, constituido
por individuos de clase media con un alto nivel educativo que transitan una
etapa de la vida de gran intensidad profesional y familiar.
Esta es una primera conclusión que nos permite describir parcialmente al
grupo de los radicales universitarios. Si bien es distinguible en ciertas facetas,
no se trata de un grupo de elite, ni tiene características sociodemográficas o tra-
yectorias particulares. Más bien, sigue en líneas generales historias familiares y
sociabilidades de clase media, no muy diferentes de las de otros entrevistados.

47
Referencias bibliográficas

Behrend, Jacqueline (2016). Prácticas iliberales y vías hacia la democratización subnacional.


En Sebastián, Mauro; Ortiz de Rozas, Victoria y Paratz Vaca Narvaja, Martín (Comps.).
Política subnacional en Argentina. Enfoques y problemas (pp. 83–95). CEAP–UBA.
Botana, Natalio (1994). El orden conservador. Sudamericana.
Bottomore, Thomas (1964). Elites y sociedad. Talasa.
Bourdieu, Pierre (2000). El sentido práctico. Siglo XXI Editores.
Canelo, Paula y Castellani, Ana (2016). ¿El imperio de los CEOs? Una radiografía del primer
gabinete nacional del gobierno de Macri. En Lijalad, Ari (Comp.). Plan Macri. Argentina
gobernada por las corporaciones. Peña Lillo–Ediciones Continente.
Dahl, Robert (1961). Who governs? Democracy and power in an American city. Yale University
Press.
De Imaz, José Luis (1964). Los que mandan. Eudeba.
Donatello, Luis Miguel (2017). Legisladores representantes empresariales en Argentina y
Brasil: la emergencia de una categoría de especialistas. Revista de Sociología e Política,
25(63), 139–158.
Gallo, Ezequiel y Sigal, Silvia (1963). La Formación de los Partidos Políticos Contemporá-
neos: La Unión Cívica Radical (1890–1916). Desarrollo Económico, 3(1/2), 173–230.
Germani, Gino (1962). Política y sociedad en una época de transición. De la sociedad tradi-
cional a la sociedad de masas. Paidós.
Gessaghi, María Victoria (2016). La educación de la clase alta argentina, entre la herencia
y el mérito. Siglo XXI Editores.
Giorgi, Guido (2014). Los factores extra–políticos de la carrera política: una aproximación a
las sociabilidades de los Ministros de la Nación de la República Argentina (1954–2011).
Revista de Ciencia Política, 52(2), 243–275.
Hora, Roy (2001). Autonomistas, radicales y mitristas: el régimen oligárquico en la provin-
cia de Buenos Aires. Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio
Ravignani, III(23), 39–77.
Landau, Matías (2018). Gobernar Buenos Aires. Ciudad, política y sociedad, del siglo XIX a
nuestros días. Prometeo.
Losada, Leandro (2016). Elites sociales y elites políticas en Argentina. Buenos Aires
1880–1930. Colombia Internacional, 87, 219–241.
Mills, Wright (1956). The power elite. Oxford University Press.
Mosca, Gaetano (1984). La clase política. Fondo de Cultura Económica.
Ortiz de Rozas (2011). El gran elector provincial en Santiago del Estero (2005–2010): Una
perspectiva desde adentro de un «oficialismo invencible». SAAP, 5(2), 359–400.
Vommaro, Gabriel (2017). La larga marcha de Cambiemos. La construcción silenciosa de un
proyecto de poder. Siglo XXI Editores.

48
Capítulo 2. Luchas, disputas y fracturas
del radicalismo santafesino
Agrupamientos y reagrupamientos internos en torno a la
creación del Frente Progresista Cívico y Social (2005–2007)
Gabriel Obradovich

Introducción

Este trabajo pretende describir el ascenso al poder del radicalismo a partir de


2005 en la provincia de Santa Fe y particularmente en la capital provincial,
tomando como ejes centrales de análisis la reconfiguración partidaria, la lucha
interna y la interpelación a los electores. La especificidad del caso santafesino
radica en que la Unión Cívica Radical (UCR) local llevó adelante una recon-
versión partidaria y una recomposición electoral que le permitieron conquis-
tar el poder en la provincia y en la ciudad de Santa Fe en un contexto de pér-
dida de apoyos y de gran división interna a nivel nacional. Sin embargo, la
llegada al poder de los radicales santafesinos en 2007 se produjo en un con-
texto de fuertes luchas internas entre las autoridades partidarias y los candi-
datos de Frente Progresista Cívico y Social (FPCyS). De hecho, la marca UCR
compitió contra el FPCyS en las elecciones de 2007. La ruptura del radicalismo
y el mantenimiento de un sector interno en los cargos partidarios le posibili-
taron a un grupo de radicales que apoyaron la coalición con el socialismo el
acceso al poder, en especial a un espacio proveniente de la Universidad Nacio-
nal del Litoral (UNL) denominado «Grupo Universidad».
El FPCyS fue sumamente exitoso en términos electorales, sin embargo, tuvo
un nacimiento tormentoso. El conjunto de referentes radicales que llevó ade-
lante las negociaciones con el socialismo para conformar el Frente entró al
poco tiempo en una fuerte disputa con los candidatos socialistas y con parte
del radicalismo, un año después de conformada la coalición. Producto del
enfrentamiento, la UCR se retiró del espacio en un contexto sumamente favo-
rable para el triunfo electoral. Efectivamente, la mayoría de los analistas y refe-
rentes políticos de la oposición vaticinaba un triunfo del FPCyS luego de vein-
ticuatro años de gobiernos justicialistas en la provincia de Santa Fe. ¿Cómo
entender la fractura partidaria en una coyuntura tan propicia para ganar las
elecciones? Para comprender parte de las disputas internas de la UCR es nece-
sario considerar que los espacios partidarios y los diferentes cargos internos
en los comités nacionales y provinciales tienen un enorme valor simbólico

49
en el radicalismo. Incluso, para muchos dirigentes radicales ganar el partido
y «conservar sus ideales» es tan importante (o más) que ganar las elecciones.
El triunfo de la UCR en Santa Fe, su gran efervescencia interna y conflic-
tividad abren la posibilidad también para reflexionar sobre la morfología y
la composición partidaria. Distintos historiadores han destacado como una
característica central de la UCR santafesina su tendencia a la lucha interna y
al faccionalismo (Carrizo 2013, Macor 1998). Para estos analistas, la construc-
ción de una identidad partidaria radical estuvo limitada por la estructura de
facciones que históricamente mostró el partido. A su vez, los duros enfren-
tamientos internos y las divisiones dentro de la UCR muchas veces tienden
a analizarse como un indicador de crisis y desintegración partidaria (Obra-
dovich, 2016, Sidicaro, 2013, Zelaznik, 2013). Tal vez sea necesario reconcep-
tualizar las luchas internas para dejar de referenciarlas como un sinónimo de
crisis partidarias. Como tempranamente analizó Simmel (2014), el conflicto
muchas veces refuerza los procesos de integración e incluso pueden encon-
trarse organizaciones cuya permanencia está ligada a la lucha. Es decir, que
la confrontación entre grupos dentro de las organizaciones no agota la soli-
daridad partidaria, sino que muchas veces la promueve (Collins, 2009). Esto
supone reconocer que parte de los valores y símbolos que nuclean la iden-
tidad partidaria se recrea en el proceso de enfrentamientos entre diferentes
grupos internos. Un marco analítico que pueda destacar el aspecto creativo y
socializador de las confrontaciones internas tal vez pueda ofrecer algunas pis-
tas sobre la capacidad de la UCR para regenerarse internamente luego de tan-
tos vaticinios de extinción.
En los siguientes apartados nos concentraremos primero en la constitución
FPCyS como coalición de partidos que logró constituirse exitosamente en la
provincia de Santa Fe y ganar las elecciones legislativas de 2005. Segundo, nos
abocaremos a analizar el proceso de su fractura y la separación del radicalismo
provincial. Por último, describiremos el proceso de las elecciones de la ciu-
dad de Santa Fe en 2007 en las cuales la UCR logró conquistar la Intendencia.

La constitución del Frente Progresista en Santa Fe

Los partidos mayoritarios, la UCR y el partido Justicialista (PJ), dominaron el


gobierno de la provincia de Santa Fe a lo largo del siglo XX. Luego del retorno
a la democracia en 1983, el justicialismo se transformó en el partido domi-
nante del ejecutivo hasta 2007. En este período, la UCR ocupó un lugar cen-
tral como el partido opositor con el mayor caudal de votos y de intenden-
cias municipales, seguido también por otras fuerzas políticas como el partido

50
Demócrata Progresista (PDP) y el partido Socialista (PS). De hecho, el diri-
gente radical, Horacio Usandizaga, fue el candidato más votado en las elec-
ciones de 1991 y 1995, pero la aplicación de la llamada ley de Lemas llevó a
que resulten vencedores Carlos Reutemann y Jorge Obeid, respectivamente.
Hasta entrados los años 90, el radicalismo se presentó como marca partidaria
UCR, pero en 1995 el partido se transformó en el eje de una coalición deno-
minada Alianza Santafesina (AS) junto al PS, PDP y otros partidos. En 2003, el
principal lema opositor al peronismo se denominó Partido Socialista y dejó
de llamarse AS. Ambas coaliciones electorales resultan sin dudas antecedentes
políticos al FPCyS (Fernández, 2018).
Entre mediados de 2004 y principios de 2005 comienza a discutirse en la
provincia la posibilidad de recrear una coalición entre el socialismo y la UCR
como se había realizado entre 1995 y 2003. En este contexto, el radicalismo
abrió un proceso de debate interno entre dirigentes provinciales, diputados
e intendentes. En general, uno de los diagnósticos de todo el arco radical fue
la «crisis del partido» y la necesidad de promover una «reconstrucción de la
identidad partidaria» y de reorganización de la UCR en la provincia (El Litoral,
11/02/2005). En este sentido, para algunos dirigentes la posibilidad de renova-
ción estaría favorecida por la constitución de un frente que recuperara el sen-
tido progresista del partido; para otros, resultaba mejor una estrategia de rea-
firmación interna sin buscar alianzas con los demás partidos.
En la escala nacional, también la UCR mostraba elementos de reorganiza-
ción. Luego de la debacle electoral de 2003 que siguió a la crisis económica
y política de 2001, comenzó en el Comité Nacional de la UCR un lento pro-
ceso de recambio de dirigentes que desplaza en parte a la cúpula partidaria y
al alfonsinismo. Dirigentes como Roberto Iglesias y Ernesto Sanz de Men-
doza, Oscar Aguad de Córdoba y Gerardo Morales de Jujuy le dieron al par-
tido y a sus representantes en las cámaras un fuerte contenido opositor frente
al gobierno kirchnerista y, a su vez, internamente reclamaron más espacios y
poder de decisión frente al radicalismo de la ciudad de Buenos Aires y la pro-
vincia de Buenos Aires.
En Santa Fe puede encontrarse un proceso homólogo de búsqueda de reor-
ganización partidaria y acentuación del perfil opositor del partido frente al
peronismo. Además, en la coyuntura de disputas de candidaturas y alianzas
para 2005, también se llevaron adelante las discusiones en torno a la reforma
constitucional que modificaría la ley de Lemas que contribuiría al triunfo del
FCyS en 2007 (Rulli y Lappas 2006). Efectivamente, parte de los plenarios de
la UCR y de las conversaciones con el socialismo se realizaron en función de
acordar tanto candidaturas como reformas electorales (El Litoral, 11/02/2005).
El marco de negociaciones parlamentarias necesarias para llevar adelante la

51
reforma, particularmente con el socialismo, sin dudas contribuyó también a
generar las condiciones para realizar un acuerdo electoral. Para muchos refe-
rentes de ambos partidos, la derogación de la ley de Lemas posibilitaría el
triunfo de una coalición no peronista.
En este proceso de movilización de la UCR, tanto a nivel partidario en torno
a la discusión sobre la estrategia electoral, como también con relación a la
reforma de la Constitución, fue acompañado en diversas instancias partidarias
de procesos de integración de agrupamientos políticos. Uno de los casos más
interesantes se produce en la Cámara de Diputados de la provincia cuando
en marzo de 2005 gran parte de los representantes radicales decide abando-
nar los bloques unipersonales y formar una única bancada conducida por el
rosarino Juan Carlos Millet. Según los referentes, «la unificación fue promo-
vida por la necesidad de lograr un frente opositor para limitar la hegemonía
del peronismo» (El Litoral, 22/03/2005).
Luego de distintos debates internos a comienzos de 2005, la UCR formó una
Mesa Ejecutiva para que llevara adelante el diálogo con distintos partidos en
función de conformar un frente electoral. La misma estuvo conducida por
Felipe Michlig y referentes del Comité Provincial, de la Convención Provin-
cial y el Foro de Intendentes (El Litoral, 24/03/2005). En este proceso de nego-
ciaciones internas, el Comité Provincial buscó que parte de las disidencias y
reparos de dirigentes en torno a la conformación de un frente se expresen en
los órganos institucionales del partido de manera de frenar posibles disiden-
cias y rupturas (El Litoral, 04/04/2005).
A mediados de abril, la mesa de diálogo partidario dio a conocer algunos de
los detalles de los acuerdos con el socialismo para conformar la coalición que
inicialmente se denominó Frente Cívico y Social. El avance del acuerdo supo-
nía comenzar a articular equipos técnicos con vista a realizar un programa de
gobierno para 2007 y mantener un claro perfil opositor a los gobiernos pro-
vinciales y nacionales (El Litoral, 12/04/2005). Finalmente, el 19 de abril de
2005 la Convención Provincial de la UCR aprobó por amplia mayoría la con-
formación del Frente Progresista, Cívico y Social junto con el socialismo. En
lo que respecta a las candidaturas, el PS propuso a Hermes Binner como pri-
mer candidato a Diputado y la mayoría de los implicados en las negociacio-
nes descontaban que el exintendente de Rosario ocuparía el primer lugar de
la lista. En el caso de la UCR, se logró un acuerdo entre los distintos represen-
tantes de la Convención, el Comité Provincial y el Foro de Intendentes para
llevar adelante una interna partidaria. Entre algunos de los que se autoprocla-
maron candidatos fueron Carlos Iparraguirre, René Bonetto, Hugo Storero,
Carlos Fascendini. Salvo el caso de Bonetto, de Rosario, el resto provenía de la
Capital y de Esperanza. Una de las consecuencias que tuvo el Acuerdo Cívico

52
respecto del poder territorial e interno de la UCR a nivel provincial fue posi-
cionar positivamente a candidatos de la Capital para unificar las dos ciuda-
des más importantes en términos electorales, al tiempo que la oferta política
en Rosario quedaba en parte saldada por el socialismo que gobernaba la ciu-
dad desde 1989. Finalmente, Hugo Storero y el intendente de San Guillermo,
Pedro Morini, fueron los radicales que integraron, en el segundo y el cuarto
puesto, la lista de candidatos a diputados nacionales del FPCyS, que encabezó
Hermes Binner (El Litoral, 17/05/2005). De esta manera, la lista reforzaba las
representaciones territoriales, el socialismo en Rosario, la UCR en Santa Fe
capital y las ciudades más pequeñas del interior.
El proceso de formación del FPCyS evidenció algunos elementos que resul-
tan necesarios destacar. En primer lugar, tanto la cúpula nacional de la UCR,
como en el caso provincial se produce un proceso homólogo de reorganiza-
ción en el cual gran parte de los dirigentes llaman a realinear la organización
partidaria y recuperar la identidad del partido. En segundo lugar, tanto a nivel
nacional como a nivel provincial el proceso implicó acentuar el perfil opositor
al peronismo y darles más vitalidad a los cuerpos partidarios. En el caso san-
tafesino, luego del ocaso del liderazgo de Usandizaga los distintos referentes
territoriales muestran disposición al acuerdo con el socialismo.

El radicalismo en la ciudad de Santa Fe

Acompañando el proceso de reorganización y revitalización de los cuerpos


partidarios que se dieron a escala nacional y provincial, la UCR de la ciudad
de Santa Fe comienza un proceso de integración y renovación de los grupos
partidarios cuyo centro político puede situarse en el radicalismo universita-
rio. Este grupo de radicales proveniente del ámbito de la educación superior
pugnaba por el acceso al poder partidario interno. La ley de Lemas le permi-
tió presentarse a elecciones en las diferentes coyunturas y mantener el espa-
cio político sin depender del triunfo interno. Con la formación del FPCyS este
espacio encontró condiciones de ascenso a posiciones más relevantes de poder.
En octubre de 2004 se lanza una nueva línea interna de radicales en la ciu-
dad de Santa Fe denominada Nuevo Espacio. La misma fue presentada por
el diputado nacional Hugo Storero, el diputado provincial Hugo Marcucci,
los concejales Darío Boscarol y Julio Schneider. Estos dirigentes, a su vez,
fueron parte de un movimiento que se forjó en 1998 y promovió candidatura
de Storero para la Intendencia de la ciudad de Santa Fe en 1999, y la elabo-
ración de un programa de gobierno llamado «Proyecto Ciudad». Durante el
lanzamiento del Nuevo Espacio, los dirigentes realizaron encendidos discur-

53
sos que giraron centralmente sobre una fuerte crítica al partido gobernante,
a nivel local, provincial y nacional. Hicieron especial hincapié en el compro-
miso de dejar todos los esfuerzos para lograr la derogación de la ley de Lemas
y denunciaron «los ataques de autoritarismo en que incurre el presidente Kir-
chner al pretender superpoderes pasando por encima de las instituciones de
la democracia» (El Litoral, 20/10/2004). En este sentido, los posicionamien-
tos políticos de la UCR local fueron análogos al del partido a nivel nacional,
asumiendo un fuerte rol opositor frente al kirchnerismo. Debe considerarse
que a lo largo de 2004 parte de la estructura radical integrada por diferentes
gobernadores decide apoyar al gobierno y formar parte de la Concertación
Plural alentada por el presidente Néstor Kirchner. Estos apoyos fueron dura-
mente criticados por las autoridades.
Al año siguiente, la UCR santafesina comienza discutir la posibilidad de
acordar con el socialismo para las elecciones de 2005. Gran parte del Nuevo
Espacio, en particular el diputado Marcucci proponen una estrategia conjunta
con el partido de Binner (El Litoral, 10/02/2005). Formalizado el FPCyS con
el socialismo, la UCR santafesina comenzó a movilizarse en función de las lis-
tas para la renovación del Concejo Municipal.
En el marco de la aplicación de las Primarias Abiertas, la UCR de la ciu-
dad presentó tres listas. En primer lugar, la lista de «Nuevo Espacio», enca-
bezada por Carlos Pereira, seguido por María Celia Carreras y Esteban Aig-
nasse que respondía a la línea del diputado nacional Hugo Storero. La segunda
lista, correspondiente al sector de los «celestes», tuvo como principales refe-
rentes locales al exdiputado nacional Carlos Iparraguirre y al concejal Leo-
nardo Simoniello, y llevó en el primer lugar a Jorge Henn, seguido por Héc-
tor Zamaro y María Elena Viccario de Picazo. Una tercera lista, denominada
«Volver a Empezar» estuvo integrada por Germán Lerche, secundado por
Antonio Traba. Los nombres de Storero e Iparraguirre fueron propuestos para
encabezar las listas de sus respectivos sectores, pero esta alternativa quedó des-
cartada frente a la expectativa de que ambos puedan integrar la lista de can-
didatos a diputados nacionales del Frente Progresista (El Litoral, 10/05/2005).
En las elecciones internas abiertas de agosto, se impuso la lista de Henn,
seguida de Marta Fassino del socialismo, en tercer lugar Carlos Pereira por el
sector de Nuevo Espacio, y por último la lista de Lerche. Sin embargo, hubo
pocos votos de distancia entre las tres listas más votadas del frente opositor:
la nómina de los radicales celestes logró 17 101 votos; la del socialismo, 16
071; y la del diputado nacional Hugo Storero, 14 985 (El Litoral, 08/08/2005).
En las elecciones generales del 23 de octubre de 2005, el FPCyS obtuvo en la
ciudad de Santa Fe el 28,8 % de los sufragios, mientras el FPV logró 28 %, con
alrededor de 1500 votos de diferencia (El Santafesino, 24/10/2005). Si bien la

54
diferencia fue mínima, distintos analistas y protagonistas señalaron no solo
el declive electoral del peronismo sino el cambio en las magnitudes y en los
resultados barriales. Mientras el PJ tendía a imponerse con enorme amplitud
en los barrios populares del oeste y noroeste de la ciudad, ganando algunas
zonas céntricas, el nuevo panorama mostraba que esa tendencia se había rever-
tido. Efectivamente, en el centro de la ciudad se impusieron el FPCyS y el ARI,
los que desplazaron el PJ, al tiempo en que los barrios del oeste el peronismo
retrajo su caudal electoral. Por otro lado, en el cordón oeste en los barrios que
más sufrieron las inundaciones se registró un alto porcentaje de ausentismo,
voto en blanco e impugnados1 (El Litoral, 25/10/2005).
Como puede apreciarse, las elecciones de 2005 representaron una bisagra en
varios sentidos para el radicalismo de la ciudad de Santa Fe. En primer lugar,
porque se consolidó como opción política la coalición con el socialismo y se
logró un triunfo histórico frente al peronismo, pero también porque en la
nueva coalición se fortaleció el núcleo de radicales de «Nuevo Espacio» con
la candidatura de Carlos Pereira. Sin embargo, el sector de los universitarios
todavía ocupaba un espacio marginal en las listas y ciertamente competía con
otras facciones internas.
Esta estructura de posiciones comenzó a cambiar al año siguiente, en las
elecciones internas de la UCR llevadas a cabo en el mes de marzo. En esa coyun-
tura se impone la «Lista Verde» comandada por Hugo Storero y Darío Bosca-
rol que en la ciudad representaba a la mayoría del radicalismo universitario,
frente a la «Lista Celeste» que llevaba a Jorge Henn y Leandro Simonielo como
principales referentes. En estas elecciones se definieron presidentes del Comité
Provincial, Comités departamentales y delegados a la Convención Nacional.
Como resultado fue reelecto como presidente del partido a nivel provincial
Felipe Michlig, quien fue parte central de la formación del Frente Progresista
en la provincia. La lista verde que impulsaba al rosarino se impuso con el 66
% en toda la provincia con la participación del 22 % del padrón de afiliados.
Luego del triunfo, en el comité provincial de la UCR Felipe Michlig dio un
discurso acompañado por Darío Boscarol, Alicia Tate, Hugo Storero, Julio
Schneider, Hugo Marcucci y Luis Cáceres. La participación de afiliados en la

1 La acusación de «inundadores» apareció en aproximadamente un centenar de votos en


los barrios de la zona oeste de la capital santafesina: un falso sufragio con la leyenda
voto por «los inundadores». También hubo boletas con una reducción de la foto de las au-
toridades y funcionarios que habilitaron la defensa de la Circunvalación Oeste. Un grupo
de afectados por las inundaciones montó una ininterrumpida guardia a la espera de que
Carlos Reutemann llegue a votar, lo que finalmente no ocurrió: el senador no asistió a la
escuela que le indica el padrón (El Litoral, 08/08/2005). Sobre este punto, véase el Capí-
tulo 5 de este libro, de Tamara Beltramino y Luisa Álvarez.

55
ciudad representó el 30 %, un poco más alta que en la provincia, lo que puede
evidenciar una mayor participación. La lista celeste que perdió las elecciones
representaba el espacio de Iparraguirre, Simoniello y Henn. Darío Boscarol,
el nuevo presidente de la UCR local, remarcó que la «distribución del 65 %
fue pareja en toda la ciudad, y mayor en barrios de clase media» (El Litoral,
27/03/2006). El triunfo de la «Lista Verde» convalidó no solo la alianza con
el socialismo conformada el año anterior sino también legitimó a varios agru-
pamientos partidarios internos al mismo tiempo como los de «Nuevo Espa-
cio» y al sector de Luis «Changui» Cáceres.

La fractura partidaria de la UCR y la candidatura a gobernador

Luego de elecciones internas de principios de 2006, comenzaron las primeras


discusiones en torno a las elecciones de 2007, en particular sobre las candi-
daturas ejecutivas. Si bien no se había institucionalizado la fórmula, se daba
por descontado que Binner sería candidato a gobernador y el vicegobernador
sería un radical. En esta coyuntura, Antonio Bonfatti sostuvo que el PS pre-
fería un candidato proveniente de la ciudad de Santa Fe. Las declaraciones
fueron rechazadas por Michlig, quien remarcó la autonomía de cada espacio
para definir sus candidatos (El Litoral, 02/10/2006).
La convención radical de principios de octubre de 2006 propuso como
compañero de fórmula a vicegobernador al senador, Carlos Fascendini, prove-
niente de Las Colonias y exintendente de Esperanza. Días antes, Binner había
manifestado su preferencia por un candidato proveniente de Santa Fe capital
y nuevamente remarcó esta postura frente a la decisión de la convención radi-
cal (El Litoral, 07/10/2006). Poco después, Binner sostuvo que además de ser
de Santa Fe, su compañero de fórmula debería ser mujer. Defendió su posi-
ción tanto por la necesidad de representar a la ciudad capital en la lista como
por una inclusión de género. Además, el candidato remarcó la necesidad de
«reconstruir» la ciudad de Santa Fe luego de las inundaciones y que esa recupe-
ración comenzaría con la elección de un vicegobernador santafesino (El Lito-
ral, 09/10/2006). Como respuesta a la nominación de Fascendini, un grupo
de radicales denominado «frentista» propuso realizar una interna para la elec-
ción del vicegobernador. Este sector, con el apoyo del socialismo, comenzó
a promover la candidatura de la exfiscal Griselda Tessio, hija del exgoberna-
dor radical de la provincia Aldo Tessio. Finalmente, Fascendini renunció a la
candidatura días antes del lanzamiento de campaña (Página 12, 29/12/2006).
La campaña del FPCyS comenzó a finales de 2006 sin un candidato a vice-
gobernador. Luego de diversas conversaciones que no llegaron a un acuerdo

56
entre los distintos agrupamientos de radicales, el denominado sector frentista
realizó una convocatoria a principios de febrero para realizar una nueva Con-
vención para ratificar la continuidad del FPCyS y acordar la candidatura a vice-
gobernador. Las autoridades partidarias pusieron en duda la legitimidad de
la convocatoria en la medida en que no fue realizada por el presidente de la
Convención, sino por un grupo de convencionales (El Litoral, 12/02/2007).
Finalmente, las autoridades de la Convención Provincial, avalados por el pre-
sidente de la UCR provincial Michlig, realizaron una presentación ante la Jus-
ticia Federal para impedir la reunión convocada por los «frentistas» y, por
ende, impugnaron la posible candidatura de Tessio (El Litoral, 13/02/2007).
En esta coyuntura, la lucha interna comienza a escalar con las presentacio-
nes judiciales y la finalización de las negociaciones entre los diversos sectores.
Es interesante remarcar que esta división interna no es producto de la opo-
sición entre las líneas internas verdes y celestes que habían competido el año
anterior, sino que el nuevo conflicto reorganizó nuevas alianzas y modificó los
posicionamientos anteriores. Por el lado de los radicales frentistas que propicia-
ban la candidatura de Tessio se ubicaron Hugo Marcucci, Carlos Fascendini,
Hugo Storero y, por la cúpula partidaria que rechazaba la misma estuvieron
Lucio Cabrera, Juan Carlos Millet, Luis Cáceres y Felipe Michlig (El Litoral,
15/02/2007). Estos últimos impugnaban los procedimientos de los «Radicales
por el Frente» para llamar a una reunión de la Convención. La convocatoria
que se había realizado sin la venia de la presidencia provincial de la UCR fue
entendida como un desconocimiento a las autoridades partidarias y una viola-
ción a los estatutos. Por su parte, los frentistas sostenían que representaban una
mayoría dentro de la Convención y que las autoridades partidarias no com-
partían centralmente la necesidad de sostener la coalición con el socialismo.
Si bien la convocatoria a la reunión de la Convención realizada por los
radicales frentistas fue anulada por la justicia, estos propusieron realizar de
todos modos una reunión política a mediados de febrero en el Comité Pro-
vincial para mostrar sin dudas una fuerza mayoritaria frente a las autorida-
des partidarias. Sin embargo, cuando quisieron ingresar al Comité Provincial
se encontraron con que estaba cerrado y las autoridades no les permitieron el
ingreso. En consecuencia, sesionaron en un hotel cercano y con la presencia
de 32 convencionales (de los 60 miembros de la Convención) y redactaron
un documento ratificando la continuidad del Frente Progresista y la candida-
tura de Tessio a la vicegobernación. Con posterioridad intentaron reingresar
al Comité por la fuerza, lo que en efecto sucedió y las autoridades termina-
ron amotinadas en una oficina. Finalmente, intervino la policía para calmar
los ánimos. Como respuesta, las autoridades partidarias realizaron una confe-
rencia de prensa en la cual Cáceres, nuevo presidente de la UCR de la ciudad,

57
acusó al socialismo de querer apoderarse de la UCR y puso en duda la conti-
nuidad del Frente. En este contexto de escalada de conflicto interno se con-
voca a la presentación de listas para la renovación de la Convención partida-
ria, pero días después el Comité Provincial anuló el llamado a elecciones (El
Litoral, 18/02/2007).
A fines de febrero es proclamada la fórmula Binner–Tessio para la goberna-
ción de Santa Fe. El lanzamiento se realizó por fuera de la Convención par-
tidaria como quería el sector frentista. Y las autoridades provinciales y distri-
tales sostuvieron que la misma no se postuló oficialmente desde la UCR (El
Litoral, 20/02/2007). En esta coyuntura, buena parte de la lucha partidaria
se manifestaba en la justicia, el llamado a elecciones internas de las autorida-
des había sido anulado y, por otro lado, la justicia impedía las reuniones de la
Convención Partidaria solicitadas por el sector frentista (El Litoral, 1/03/2007).
Debe recordarse que los sectores enfrentados estaban integrados por Michlig,
Millet y Cáceres —agrupados antes en las líneas verde, amarilla y blanca—
y el otro encabezado por Fascendini —los «celestes» y los «universitarios»—
(El Litoral, 12/03/2007).
La fractura entre los sectores de la UCR y de las autoridades partidarias con el
socialismo parece en parte irracional y poco estratégica. El Frente había resul-
tado exitoso en las elecciones de 2005 y todos los pronósticos mostraban que
podía ganar la gobernación, en particular favorecido por la división del pero-
nismo. A sus protagonistas también se les dificultaba dar cuenta de los puntos
de las discordias. Griselda Tessio, consultada sobre si era el reparto de cargo
en las listas lo que motivaba el conflicto, aseguró que los nombres se resuel-
ven en una conversación de una hora y el reparto de cargos se acuerda aritmé-
ticamente. Por lo tanto, el conflicto no se situaba en los cargos sino en «lógi-
cas y prácticas políticas diferentes» (El Litoral, 20/02/2007). Por su parte, las
autoridades partidarias también remarcaron que no es una cuestión de cargos,
sino de acuerdo político. Para las autoridades partidarias el socialismo había
incumplido el acta de fundación del Frente al no respetar la autonomía par-
tidaria y criticaban a una minoría que, según ellos, querían entregar la UCR a
la «junta provincial del socialismo» (El Litoral, 21/02/2007).
Posiblemente ambas interpretaciones de los actores sean adecuadas. Por
una parte, los sectores frentistas concibieron a la cúpula partidaria con una
lógica política propia organizada en función de sus intereses y, por otra parte,
la cúpula de la UCR interpretaba que el grupo de frentistas ponía en riesgo la
identidad política y la autonomía del partido privilegiando solo un éxito elec-
toral. Finalmente, la UCR participó dividida en las elecciones de 2007 y las
autoridades partidarias formalizaron una lista autónoma.

58
Hay varios elementos para destacar en el análisis. En primer lugar, es posi-
ble destacar la estructura de grupos y pequeños círculos que muestra el par-
tido. Las listas celeste, verde y sectores como Nuevo Espacio entre otros estu-
vieron compuestas por diversos grupos que si bien logran articularse en una
coyuntura interna, luego se dividieron y reposicionaron. En segundo lugar,
esta estructura interna no estuvo definida necesariamente por líneas inter-
nas nacionales u organizadas a partir de fuertes liderazgos. En este sentido,
los distintos agrupamientos de radicales mantienen cierta igualdad horizon-
tal de círculos más o menos superpuestos que se transforman y recomponen.
En tercer lugar, la «marca partidaria» y los cargos internos del partido, pero
también los símbolos y valores partidarios fueron objetos de lucha y recono-
cimiento por parte de todos los sectores.

La polarización con el peronismo y el triunfo de Mario Barletta

Varios interrogantes surgieron en el proceso de investigación que dio origen


a este libro. Uno de los temas más discutidos era el proceso de ascenso polí-
tico que le había permitido a Mario Barletta ser intendente de la ciudad de
Santa Fe. Los concejales entrevistados manifestaron distintas visiones sobre
el proceso sustentadas en la estrategia política, en la constitución del Frente
y en el peso del candidato, entre otras virtudes. Sin dudas, todos estos aspec-
tos fueron importantes a la hora de considerar la elección, pero resulta nece-
sario incorporar la coyuntura interna de división partidaria. Este ascenso a
la Intendencia de la ciudad de Santa Fe no se produjo por el triunfo de una
línea interna y el acceso posterior a las candidaturas, sino porque la fractura
de la UCR entre las autoridades partidarias y el sector de frentistas reposicionó
positivamente a este último dentro del FPCyS y les permitió llegar al poder sin
competir internamente.
La fractura de la UCR santafesina quedó plasmada a principios de marzo de
2007 cuando las autoridades partidarias renovaron sus cargos internos presen-
tando una lista de acuerdo y decidieron también postular candidatos a gober-
nador, diputados e intendentes, por fuera del FPCyS (El Litoral, 21/03/2007).
Finalmente, la UCR postuló a Alicia Tate y a Juan Carlos Millet como fórmula
para la gobernación.
A fines de marzo, referentes del FPCyS proponen que Noelia Montaño de
Chiementín, proveniente de Afirmación para una República Igualitaria (ARI)
sea la candidata a intendenta de Santa Fe (Santa Fe, 28/03/2007). Sin embargo,
finalmente fue Barletta el elegido para la candidatura, entre otras causas debido

59
al crecimiento público de su figura en el contexto posinundación, como ana-
lizan Tamara Beltramino y Luisa Álvarez en el Capítulo 5 de este libro.
Entre fines de marzo y los primeros días de abril de 2007 la inundación de
la ciudad capital reconfiguró la lucha política. La catástrofe tuvo más de 15 000
evacuados y la mitad de la ciudad quedó sin luz por varios días. En este con-
texto, el intendente Martín Balbarrey reconoce que los planes de contingencia
fueron insuficientes y que la «lucha contra la naturaleza es desigual» (El Litoral,
30/03/2007). Además, distintas autoridades del Comité de Emergencia mani-
festaron que los operativos eran deficientes, en particular en la entrega de comi-
das, ropa y colchones para los evacuados (El Litoral, 01/04/2007).
En este escenario de inundación, el intendente Balbarrey decide postularse
por la reelección, mientras Omar «Cachi» Martínez, otro referente del pero-
nismo local, presenta una lista propia. Por la oposición, se presentan como
candidatos Barletta por el Frente Progresista y Mario Galizzi por la UCR.
La campaña local estuvo signada por el proceso de inundación. Tanto los
candidatos provinciales como los locales del Frente Progresista promovieron
un discurso que reivindicaba la necesidad de refundación de la ciudad capi-
tal producto de las deficientes administraciones peronistas y propusieron un
nuevo modelo de gestión (El Litoral, 08/04/2007). En este sentido, Barle-
tta presentó como un eje de campaña el «Proyecto Muttis», con referencia al
exintendente, que proponía como principales pilares la transparencia y la ges-
tión de gobierno buscando diferenciarse del intendente peronista a quién se
acusaba de incapacidad para gestionar (El Litoral, 04/05/2007). En este con-
texto, el intendente Balbarrey se negaba a ser investigado por su proceder en
las inundaciones y había vetado un proyecto de los concejales opositores para
conformar una comisión investigadora (El Litoral, 30/04/2007). También Bar-
letta presentó un Plan de Obras Públicas cuyo eje era la prevención de inun-
daciones y descalificaba al intendente por proponer obras en el final de su ges-
tión dando cuenta que no se habían realizado (El Santafesino, 19/06/2007).
En las primarias abiertas que tuvieron lugar a finales de julio, la fórmula
Binner–Tessio fue la más votada, y Rafael Bielsa quedó en segundo lugar,
triunfando frente a Agustín Rossi. En el caso de la Capital, Martínez fue el
candidato más votado; en segundo lugar quedó ubicado Barletta por el FPCyS
y, en tercer lugar, Balbarrey.
Sobre el final del tramo de campaña, los candidatos del FPCyS reforzaron el
discurso de transparencia y gestión frente a los candidatos del peronismo. Por
su parte, Tate, la candidata de la UCR, reivindicó la pertenencia partidaria, la
valorización de los partidos tradicionales y a la marca UCR como las más legi-
tima opositora al peronismo (El Litoral, 30/08/2007). Además, la candidata
a gobernadora enarboló un discurso menos crítico y más dialoguista con el

60
gobierno provincial y sostuvo que el Frente Progresista cometía los mismos
errores de la Alianza y llevaría a un fracaso al gobierno (El Litoral, 27/05/2007).
En las elecciones generales del 2 de septiembre, el FPCyS ganó holgadamente
la contienda con el 52,6 % de los votos frente al FPV que obtuvo 41,9 % y la UCR
el 2,5 %. En la ciudad capital, Barletta obtuvo el 31,7 %, Balbarrey el 30,1 %, y
Martínez el 23,1 %. El exrector se impuso por alrededor de 3200 votos sobre el
intendente. Sin dudas, la división del peronismo contribuyó enormemente a
las posibilidades de Barletta.
La campaña a intendente de la ciudad de Santa Fe estuvo signada por la
inundación y la gestión del intendente Balbarrey quedó en parte deslegitimada
producto de las diferentes críticas que recibió el mandatario desde diversos
sectores políticos, así como de movimientos sociales surgidos en el contexto
de la inundación. En este marco, la candidatura de Barletta encontró posibi-
lidades de posicionarse favorablemente. El discurso basado en la necesidad de
mejorar la gestión, su capacidad técnica como ingeniero hídrico y su experien-
cia en el gobierno de la Universidad redundaron en un capital político impor-
tante para el candidato local. Gran parte de la campaña estuvo organizada en
función de revalorizar la transparencia y la capacidad de mejorar la ciudad a
partir de un plan de obras para prevenir futuras inundaciones.

Comentarios finales sobre la lucha y reorganización partidaria


de la UCR en Santa Fe

Luego de la elección de 2003, en la cual la UCR obtuvo un ínfimo porcentaje


de votos, el partido comenzó lentamente un proceso de renovación y repo-
sicionamiento. En la escala nacional un nuevo conjunto de dirigentes pro-
venientes del interior del país comenzó a luchar internamente para despla-
zar a parte del alfonsinismo y a reposicionar al partido en un rol de opositor.
En este marco, el radicalismo de la provincia de Santa Fe comienza un pro-
ceso de integración en función de dos hechos fundamentales: la reforma elec-
toral que le da fin a la ley de Lemas y la formación de una coalición con el
socialismo. En las elecciones de 2005, las primeras sin ley de Lemas, el FPCyS
derrotó al peronismo y se abrió la posibilidad concreta de obtener la gober-
nación en 2007. Sin embargo, en el marco de la negociación sobre la candi-
datura a vicegobernador, el radicalismo se dividió entre las autoridades parti-
darias y un grupo de radicales que apoyan la continuidad del FPCyS.
Este conflicto reorganizó los grupos que anteriormente se habían enfren-
tado en las internas. A principios de 2007, cuando el triunfo del FPCyS estaba
más o menos anunciado, las autoridades partidarias que habían conformado

61
la coalición y aglutinado al partido un año antes decidieron dejar de formar
parte del Frente y competir autónomamente en las elecciones, dando por des-
contado su derrota. En el caso de la ciudad de Santa Fe, también la UCR pre-
sentó candidatos propios por fuera de la coalición que llevó a Barletta como
candidato a intendente. Dos divisiones del espacio político contribuyeron al
triunfo del exrector de la UNL y al ascenso al poder de los radicales univer-
sitarios. En primer lugar, la división interna del partido que supuso que los
cargos no se dirimieran por elecciones internas y se posicionaron favorable-
mente los grupos que continuaron en la coalición. En segundo lugar, la divi-
sión del peronismo y la fragmentación entre dos candidatos. En la coyuntura
electoral signada por las inundaciones, la figura de Barletta encontró extraor-
dinarias condiciones para interpelar al electorado con un discurso basado en
la gestión y la transparencia.
La estructura y composición del radicalismo provincial y en particular de
la ciudad de Santa Fe parece caracterizarse por diferentes espacios de per-
tenencia y sociabilidad, más que por la organización de líneas internas de
posicionamiento nacional o bajo liderazgos territoriales claros. Estos círcu-
los políticos se articulan y rearticulan en función de la lucha y se posicio-
nan más o menos horizontalmente, sin un predominio claro en el período.
En este sentido, el partido muestra una gran vitalidad y flexibilidad interna.
Como mencionábamos al inicio, posiblemente las luchas más o menos enco-
nadas entre los distintos agrupamientos no debe conceptualizarse de forma
negativa. En este sentido, la misma puede interpretarse como un elemento
de cohesión y de revitalización de los sentidos partidarios como temprana-
mente lo mostró Simmel (2014). Efectivamente, es al calor de la lucha y de
las discordias cuando los símbolos partidarios se tensionan y revalorizan,
incluso contra cierta racionalidad electoral. Posiblemente, esta sea una clave
interesante para explorar también la continuidad de la pertenencia y la iden-
tificación partidaria a la UCR.

62
Referencias bibliográficas

Carrizo, Bernardo (2013). ¿Gobernar con el enemigo? Los radicales santafesinos en los
inicios de la democracia electoral: Santa Fe, 1912–1916. Revista de estudios multidis-
ciplinarios sobre la cuestión social, 10(12), 122–155.
Collins, Randall (2009). Cadenas de rituales de interacción. Anthropos.
Fernández, Elías (2018). Competencia electoral en los municipios de la provincia de Santa
Fe: un análisis sobre los efectos del Doble Voto Simultáneo y las Primarias Abiertas
Simultáneas y Obligatorias (1991–2015). Studia Politicæ, (42), 107–136.
Macor, Darío (1998). Competitividad interpartidaria y sociabilidad política. Santa Fe, 1930–
1943. Estudios Sociales, 8(14), 105–127.
Macor, Darío y Piazzesi, Susana (2010). El Radicalismo y la política santafesina en la Ar-
gentina de la primera república. Estudios Digital, (23), 217–240.
Obradovich, Gabriel (2016). La conversión de los fieles: la desvinculación electoral de las
clases medias de la Unión Cívica Radical. Teseo.
Rulli, Mariana y Lappas, Federico (2006). Procesos de reforma política: la derogación de la
Ley de Lemas en Santa Fe. Temas y Debates, (12), 151–180.
Sidicaro, Ricardo (2013). 1983–2012: las etapas de la transición a la democracia argentina
(en claves sociológicas). Temas y Debates, (25), 13–32.
Simmel, George (2014). Sociología: estudios sobre las formas de socialización. Fondo de
Cultura Económica.
Zelaznik, Javier (2013). Unión Cívica Radical: entre el Tercer Movimiento Histórico y la lucha
por la subsistencia. SAAP, 7(2), 423–431.

63
Capítulo 3. «No me imagino en otro espacio»
Sociabilidades, generaciones, instituciones y liderazgos
en la construcción de un grupo político
Matías Landau

Introducción

La política es una actividad cuyos lazos con frecuencia exceden los vínculos
formales e involucran un componente afectivo y emocional. Para aquellos que
la transitan activamente desde jóvenes constituye un espacio vital de su socia-
bilidad, expresada en un conjunto de prácticas sociales que crean vínculos y
agrupan a los individuos que forman parte de ellas en torno a ciertos espacios
institucionales como clubes, asociaciones o partidos (Agulhon, 2009; Gonzá-
lez Bernaldo de Quirós, 2008; Losada, 2008; Beccaria et al., 2002). Estas rela-
ciones, sin embargo, exceden en ciertos casos los marcos de dichas institucio-
nes ya que, como planteaba Simmel, la sociabilidad se asocia con el estado
lúdico del proceso de socialización, que une a unos y otros por el mero gusto
de estar juntos (Simmel, 2002).
La sociabilidad genera un espacio de reconocimiento mutuo, un nosotros,
al mismo tiempo que crea las fronteras que separa de los demás (Gurvitch,
1938). En política, este nosotros puede expresarse en forma de grupo, definido
como un conjunto de individuos que se reconocen como parte de un mismo
colectivo, unido en la búsqueda por ganar cargos decisorios, a partir de elec-
ciones en diversas instituciones como partidos políticos, universidades, sin-
dicatos, entre otros. Los miembros de un grupo comparten, frecuentemente,
ciertos símbolos, identidades, tradiciones y marcas generacionales comunes.
Entre la literatura sobre partidos políticos, los grupos son considerados fre-
cuentemente como «facciones» o «líneas» partidarias y leídos en función de las
pujas internas propias de las dinámicas organizacionales. Si bien esta mirada es
central para comprender el funcionamiento de los partidos políticos, no per-
mite abordar del todo procesos en los que el partido es solo uno de los espa-
cios institucionales de los grupos políticos.

64
Algunos estudios que renovaron el campo de la investigación sobre parti-
dos políticos se han preocupado por analizar el «entorno partidista» (Sawicki,
2011), es decir, las redes de sociabilidad donde el partido político encuentra
un medio propicio para desarrollarse y reclutar a sus miembros. Enfoca en el
modo en que se tejen lazos sociales en forma de grupo, y cómo este se afianza
como tal actuando en diversos espacios institucionales a la vez, que incluyen
pero exceden el partidario. A la manera de una intersección de conjuntos, es
posible analizar cómo un núcleo grupal tiene más desarrollada su multiposi-
cionalidad (Boltanski, 1973), mientras que otros miembros participan de algu-
nos de estos espacios, pero no de otros.
El caso de los «radicales universitarios» o el «Grupo Universidad» es un
ejemplo cabal de la relevancia de los grupos para comprender las dinámicas
políticas locales. Es por ello que en este capítulo describiremos su conforma-
ción y desarrollo, sin perder de vista la comparación con otros espacios polí-
ticos santafesinos, con el fin de mostrar las diferencias y similitudes existentes.
Como han analizado diversos estudios previos (Dahl, 1961; Briquet y
Sawicki, 1989; Gaxie, 1994), la escala municipal es clave para el estudio de
la política. En ese contexto, creemos, los grupos políticos constituyen una
dimensión analítica privilegiada. En efecto, aun cuando estos existen en diver-
sos ámbitos, el espacio político local es, tal como han sugerido Jean–Louis
Briquet y Frederic Sawicki (1989:11–12), un lugar de memoria y de formación
de identidades y de prácticas políticas específicas, ya que la historia, presente
en el espacio y en las instituciones, se inscribe en los cuerpos de quienes las
habitan. En este sentido, es posible pensar una relación estrecha entre las for-
mas específicas de la sociabilidad local, la configuración de la actividad polí-
tica y la conformación de grupos políticos.
En esta línea, en las siguientes secciones analizaremos el modo en que las
relaciones interpersonales, los vínculos de lealtad y solidaridad entre indivi-
duos con pertenencias y tránsitos institucionales distintos construyen un grupo
político y les permite a sus miembros disputar espacios decisorios en diversas
instituciones (Lagroye y Offerlé, 2010). Como veremos, hay varios aspectos
que favorecen el reconocimiento mutuo y la construcción del grupo: la pre-
sencia de ciertas tradiciones e identidades políticas, las marcas generacionales
compartidas, el paso por algunos contextos institucionales significativos y la
construcción de liderazgos y proyectos. Todo ello coadyuva a la construcción
de lazos de reconocimiento y de compromiso mutuo.

65
Identidades y tradiciones políticas

De una entrevista a Gladys, una secretaria municipal en las gestiones de Bar-


letta y de Corral, transcribimos el diálogo:

—Yo me acuerdo de que en mi pueblo había dos escuelas primarias. Una que era
la escuela nacional, con la estructura edilicia del período de las escuelas de Eva
Perón, con un diseño de estilo de techo de tejas. Y [la otra era] la escuela pro-
vincial, porque en ese momento había escuelas nacionales y provinciales, porque
todavía Nación tenía unas escuelas, y la escuela provincial era la escuela radical,
porque la otra era la escuela que construyó Eva Perón en su período. Esas bre-
chas en los pueblos… Como que había dos sanatorios, un sanatorio donde esta-
ban los médicos (…) que fueron dirigentes del radicalismo, y el otro sanatorio,
que no me acuerdo cómo se llamaba el médico. Entonces la gente iba [a algu-
no de los dos]. Esa brecha, en esa época, en mi infancia, te estoy hablando en el
’63, que yo nací, y más en los pueblos, la brecha peronista–antiperonista/gorila
existía. Ni sé si tenía que ver con una cuestión ideológica, tenía que ver con esos
tiempos y esas cuestiones. Entonces mis padres eran radicales, pero no militan-
tes, ni participaban de nada.
—¿Cuál era la escuela a la que iba?
—A la radical, y al sanatorio radical.

Durante la segunda mitad del siglo XX, las tradiciones políticas argentinas se
estructuraron sobre un clivaje peronista–radical, o peronista–antiperonista
(Aboy Carlés, 2001). Las palabras de Gladys ilustran que esta diferencia no
era solo una cuestión político–electoral sino también social y cultural, que se
vivía con particular intensidad en pueblos chicos, donde las diferencias con-
vivían en espacios urbanos más reducidos que en las grandes ciudades. Esta
identificación con el radicalismo o el peronismo constituye una marca perso-
nal que, con mucha frecuencia, nos narran nuestros entrevistados al contar-
nos sus historias o trayectorias biográficas.
Esta identificación no siempre se asocia con una actividad militante o un
compromiso político partidario, sino que constituye una marca cultural para la
construcción de un universo de sentido y de inteligibilidad del mundo social.
«Somos producto de una familia peronista», «vengo de una familia radical»,
«soy radical por mi familia», «mi familia podría decir que es una familia ami-
gable al radicalismo» o «tengo tradición en mi familia de haber estado iden-
tificada con el radicalismo» son expresiones que se repiten en nuestros inter-
locutores. Si bien la identificación partidaria no es fácilmente cuantificable,
como lo es el hecho de tener antecedentes familiares en la militancia polí-

66
tica, son recurrentes las asociaciones con alguna de las dos principales tradi-
ciones políticas argentinas del siglo XX. La mayoría de los secretarios y conce-
jales entrevistados nacieron en las décadas del 50 y del 60, en un contexto en
el que el clivaje peronista–antiperonista cobraba una vigencia cotidiana. En
este sentido, las vivencias de su infancia y adolescencia están teñidas de estas
identificaciones que, en muchos casos, son narradas con intensidad.
En el caso argentino, además, hay tradiciones que, aunque no han llegado a
tener una presencia nacional, son significativas en distintos contextos provin-
ciales. En el caso santafesino, se han destacado la democracia progresista y el
socialismo. El Partido Demócrata Progresista (PDP) fue fundado por Lisandro
de la Torre a principios del siglo XX. En la segunda mitad del mismo formó
parte del polo antiperonista, aunque se mantuvo como una fuerza propia con
una sostenida presencia en la política provincial. En 1987, uno de sus princi-
pales dirigentes, Enrique Muttis, reconocido conductor de un noticiero local,
resultó electo diputado nacional por la provincia de Santa Fe y, dos años des-
pués, en 1989, fue electo intendente de Santa Fe, quebrando el bipartidismo
existente hasta entonces. Luego, cuando se conformó el Frente Progresista
Cívico y Social (FPCyS), en 2006, se integró al mismo, en una posición mino-
ritaria respecto de las fuerzas políticas predominantes, la Unión Cívica Radi-
cal (UCR) y el Partido Socialista (PS).
La otra tradición en la provincia por fuera del polo radical–peronista es el
socialismo. Su presencia creciente comenzó a partir de la creación, en 1972, del
Partido Socialista Popular (PSP), una búsqueda de recuperar la identidad socia-
lista que había quedado relegada frente al peronismo y el radicalismo. Luego
de esa experiencia, liderada por Guillermo Estévez Boero e interrumpida por
el golpe militar de 1976, con el regreso de la democracia comenzó a ganar
terreno en la provincia, fundamentalmente en la ciudad de Rosario, donde
tuvo una presencia en la militancia universitaria de la Universidad Nacional
de Rosario (UNR). En poco tiempo logró, en 1989, acceder a la Intendencia de
Rosario, ciudad que gobernó de manera ininterrumpida hasta la actualidad.
Entre quienes accedieron a las bancas de concejales y a las secretarías muni-
cipales, entre 2007 y 2015, en Santa Fe, las identificaciones partidarias refie-
ren, en su gran mayoría, al peronismo y al radicalismo. El socialismo y el
demoprogresismo tienen un lugar secundario. Ello se debe al sesgo natural
de haber analizado el juego político en un momento específico, que coinci-
dió con el predominio de los radicales universitarios. Esto puede haber cam-
biado, lógicamente, con la victoria del candidato socialista, Emilo Jatón, en
las elecciones municipales de 2019. De todos modos, y más allá de las caracte-
rísticas coyunturales, podemos señalar, a partir de los datos de nuestros entre-

67
vistados, algunas cuestiones relativas a la relación entre tradiciones políticas
y socialización política.
La relación entre identificaciones partidarias familiares y socialización polí-
tica no es, pese a lo que podría suponerse, directa. Como analizó Joignant
(1997), para los estudios clásicos sobre la socialización políticas el rol de la
familia no era puesto en discusión, ya que se partía del supuesto de la efica-
cia en la transmisión de los valores y las creencias política entre padres e hijos.
Sin embargo, en los últimos años, al calor tanto de la crisis de los partidos
políticos como de los modelos familiares tradicionales, esta supuesta correa
de transmisión comenzó a ser puesta en debate.
Es posible suponer que en los casos en los que, como es el santafesino, las
identidades partidarias tradicionales no han sufrido el embate de nuevas agru-
paciones que las pusieran en jaque, la tendencia a incorporarse en la fuerza
política que goza de una identificación familiar es más probable. Pero no es,
sin embargo, una relación directa.
En principio, porque las identificaciones que nos narran nuestros entrevis-
tados han seguido diversos grados de compromiso e intensidad. Una buena
parte, el 39,6 % (21 de 48), proviene de familias sin antecedentes en la mili-
tancia política, aunque ello no supone, como expresamos más arriba, que no
tuvieran identificaciones partidarias más o menos definidas. Otra parte, mayo-
ritaria, de 60,4 % (29 de 48), sí reconoce una militancia más o menos activa
por parte de sus padres o familiares, aunque con diverso grado de compro-
miso o intensidad, y con mayor peso entre los radicales (65,5 %, 19 de 29), que
entre los peronistas (57,1 %, 8 de 14). Si tomamos solo a los radicales univer-
sitarios, el porcentaje está en el medio (60,8 %, 14 de 23).
Algunos recuerdan antecedentes no muy cercanos, de abuelos o de tíos que
en ciertos casos accedieron a cargos públicos. Otros siguieron una línea de
vinculación política similar a la de sus padres o hermanos mayores. En estos
casos, el inicio de la militancia se dio de manera relativamente natural, ya que
formaba parte de la vida cotidiana familiar. El estímulo familiar facilitó, en
ellos, una inclinación hacia la actividad política. Sin embargo, el surgimiento
de una vocación o interés por la política es narrado, en la mayoría de los casos,
como un descubrimiento individual. Esto es más fuerte entre aquellos que pro-
vienen de entornos sociales con escasa vocación por la participación política.
Pero también en algunos que se han criado en medios más o menos moviliza-
dos. «Yo no sé si esto se hereda», reflexionaba Andrés, un dirigente peronista
cercano al «Cachi» Martínez, cuyos hijos no siguen su pasión por la política.
La herencia radical o peronista está más presente entre aquellos con un ante-
cedente cercano en la militancia política en alguno de estos dos partidos. Exis-
ten, sin embargo, algunas contadas excepciones, en las que la militancia de

68
sus familiares ha sido en el espacio político opuesto al elegido por ellos. Una
secretaria municipal, Pilar, recordaba que su padre había tenido una participa-
ción sostenida dentro del peronismo. «Tenía un vínculo muy fuerte. Ha sido
concejal, diputado, presidente de partido… la política primero, y el resto de
la vida después». Sin embargo, ella no siguió sus pasos, ya que se inclinó por
el radicalismo, a partir de un cargo de gestión universitaria. Como veremos a
continuación, hay otros factores, como el generacional, que son también con-
dicionantes de algunas tendencias a la incorporación a determinados espacios
de participación, más allá de los antecedentes familiares de identificación par-
tidaria. En particular entre quienes comenzaron a militar en los tempranos
’80, en un momento en que, como analizaron Vommaro y Blanco (2018), los
jóvenes de entonces desarrollaron un proceso de desidentificación respecto a
las tradiciones y modalidades de las generaciones precedentes.

Generaciones

La política es una actividad cuyos contornos no son fácilmente definibles


desde una posición externa a los individuos involucrados. Lo que para algunos
podría ser definido como político para otros no lo es. Por esta razón, al inda-
gar sobre los momentos, las vías y los modos de «entrada» a la política, opta-
mos por preguntar a nuestros entrevistados cuándo creían ellos que habían
dado ese paso. Sus respuestas no solo nos permiten percibir cuándo sitúan
esos momentos, sino también analizar qué entienden ellos por política. Como
ocurre con otras actividades sociales, la entrada en política es consecuencia
de la respuesta a estímulos que, como diría Bourdieu, solo actúan en agentes
predispuestos a reconocerlos. Los dos factores analizados más arriba conflu-
yen en esta predisposición. Por un lado, la pertenencia a sectores sociocultura-
les interesados por la cosa pública, en muchos casos con antecedentes de his-
torias familiares marcadas por la militancia política o social, que en algunos
supuso la ocupación de un cargo público electivo o ejecutivo. Por el otro, por
la situación histórica, que potencia los estímulos en determinados contextos
históricos, particularmente proclives al interés por la política.
Como se observa en la Tabla 1, quienes ocuparon cargos públicos en Santa
Fe en el período analizado en este libro, participan políticamente desde muy
jóvenes. El promedio de edad de entrada a la política es de 24 años, con una
mediana de 20, y una moda de 19. La mitad de nuestro universo (24 de 48
casos) ubica su incorporación a la militancia política antes de los 20 años. A
este porcentaje se suma un 31,2 % (15 casos), que reconoce entre los 20 y los 30.

69
Es decir que el 79,1 % manifiesta un ingreso a la política antes de los 30 años.
En el caso de los peronistas, este porcentaje es de 78,5 % (11 de 14), y entre los
radicales el 79,3 % (23 de 29). Pero el porcentaje es mayor si solo considera-
mos a los radicales universitarios (87 %, 20 de 23).
Son muy escasos aquellos que relatan un ingreso de adultos de 40 años o
más. En estos últimos casos, se trata de individuos que ya tenían un compro-
miso público, en instituciones que no reconocen como políticas sino como
gremiales, profesionales o deportivas. Y que, desde allí, dieron el salto a la
política partidaria o a la gestión pública, para ocupar un cargo legislativo o
ejecutivo municipal.

Tabla 1. Edad de ingreso a la política de quienes ocuparon un cargo de secretario


municipal y/o concejal de la ciudad de Santa Fe (2007–2015). Según espacio
partidario. Cantidad de casos y porcentaje sobre el total de radicalismo, peronismo
y total de entrevistados

Edad de ingreso a Antes de los 20 Entre los 20 y Más de 30 Total


la política según los 30
espacio partidario
Radicalismo 16 7 6 29

(55,2 %) (24,1 %) (20,7 %) (100 %)


Peronismo 6 5 3 14

(42,8 %) (35,7 %) (21,4 %) (100 %)


Total* 24 15 9 48

(50 %) (31,2 %) (18,7 %) (100 %)

*El total incluye, además del radicalismo y el peronismo, a espacios partidarios minoritarios,
como el PRO y el socialismo, con pocas cantidades de casos.

Fuente: elaboración propia a partir de información de entrevistas.

Los jóvenes ingresos a la política son una muestra de una socialización tem-
prana en un mundo que tiene sus códigos, sus reglas, sus formas de reconoci-
miento y de jerarquización. Reafirman la existencia de un conjunto de indivi-
duos para el que la política es un espacio conocido, que forma parte de su vida
cotidiana. Y que incorporan una gramática militante, basada en una experien-
cia en la que no se perciben cambios abruptos ni incorporaciones de outsiders,
sino trayectorias de vida relativamente constantes, marcadas por pasos simila-
res que se repiten en la mayoría de los entrevistados.

70
En cuanto al momento histórico de su ingreso a la política, la mitad (24 casos)
menciona la década del 80. En su mayoría, se trata de individuos nacidos en los
’60, que iniciaron su participación durante la denominada «primavera democrá-
tica». En estos casos, se conjuga la articulación de una práctica habitual presente
en la mayoría de los casos, de distintas edades, de inicio de la actividad política a
través de la militancia juvenil, con un momento histórico particularmente pro-
clive para la inclinación política como fue la recuperación democrática.
Una mirada comparativa entre los distintos espacios políticos, sin embargo,
muestra que el impacto de esos años no es parejo. Como puede observarse en
la Tabla 2, la mayoría de quienes ingresaron a la política en los ’80 pertene-
cen al espacio radical. O, visto desde otro ángulo, que el espacio radical está
conformado por un grupo de individuos pertenecientes a la misma «genera-
ción política», la de los tempranos ’80, mientras que el peronismo es un espa-
cio político, aun siendo más estrecho, más heterogéneo generacionalmente.

Tabla 2. Década de ingreso a la política de quienes ocuparon un cargo de


secretario municipal y/o concejal de la ciudad de Santa Fe (2007–2015), según
espacio político actual. Porcentajes sobre el total de cada espacio partidario

Década de ’60 ’70 ’80 ’90 ’00 ’10 Total


ingreso a la
política según
espacio partidario
Radicalismo – – 20 5 4 – 29

(69 %) (17,2 %) (13,8 %) (100 %)


Peronismo 2 – 3 4 4 1 14

(14,3 %) (21,4 %) (28,6 %) (28,6 %) (7,1 %) (100 %)


Total* 3 1 24 9 10 1 48

(6,3 %) (2,1 %) (50 %) (18,8 %) (20,8 %) (2,1 %) (100 %)

*El total incluye, además del radicalismo y el peronismo, a espacios partidarios minoritarios,
como el PRO y el socialismo, con pocas cantidades de casos.

Fuente: elaboración propia a partir de información de entrevistas.

71
Dentro de quienes se identifican con el radicalismo, el 69 % (20 de 29),
ubica su ingreso a la política en los ’80, casi el mismo porcentaje (16 de 23) si
tomamos solo a los «universitarios». Como vemos, en el caso de los peronis-
tas, solo el 21,4 % (3 de 14), inició su vida política en esa década. Y prima la
dispersión que va desde los ’60 hasta 2010.
Si relacionamos los datos de década de ingreso a la actividad política con
los de edad, observamos que en el espacio radical es posible observar la pri-
macía de una generación, a la vez política y etaria. Como se observa en la
Figura 1, de los 20 dirigentes radicales que iniciaron su participación polí-
tica en los ’80, 13 tenían menos de 20 años.

1
2

4
13

Menos de 20 años Entre 20 y 30 años


Entre 30 y 40 años 40 años o más

Figura 1. Cantidad de radicales que ingresaron a la política en la década del 80,


según edad.
Fuente: elaboración propia a partir de información de entrevistas.

La cercanía etaria y la congruencia en el momento histórico de ingreso a la


política hace posible hablar de una «generación alfonsinista». En efecto, cons-
tituyen un conjunto de individuos socializados políticamente en el mismo
momento y a las mismas edades.
Dentro del espacio radical, escuchamos frecuentemente estos relatos:

En el ’83 yo estaba en cuarto año, en el auge democrático. Gana Alfonsín. Ven-


go de una familia radical, mi hermano mayor ya estaba en la universidad con la
apertura de los centros, las universidades se normalizaban. Formé parte de toda
esa primavera democrática del ’83. (Diego, nacido en 1967, radical universitario)

72
Cuando Alfonsín, en el año 81, 82, aparece en escena, me subyugó ese hombre, me
enamoré de su palabra, de su discurso, de toda su obra y de su trayectoria y de su
mensaje de vida y de su ejemplo. Y estoy afiliado desde aquel entonces a la Unión
Cívica Radical. (Alfredo, nacido en 1968, radical barrial)

Me parece que la figura de Alfonsín en esa época fue una figura muy importante,
creo que para muchos militantes de mi generación. Creo que fue el tipo que era,
que resumía todo lo que uno esperaba. ¿Entendés? Libertad, democracia, dere-
chos humanos. (Raquel, nacida en 1964, radical barrial)

Raúl Alfonsín me partió… me partió la cabeza: su manera de ser, su manera de pen-


sar, todo lo que Raúl Alfonsín representa. (Marta, nacida en 1959, radical barrial)

Las voces de nuestros entrevistados radicales siguen, en muchos casos, líneas


similares: un temprano descubrimiento de la vocación política, la ilusión por
el proceso abierto con la recuperación democrática, y el inicio de la partici-
pación alrededor de los 20 años. En líneas generales, siguieron un patrón que
se observó en otros miembros de la generación democrática, que nutrieron
a principios de los ’80 diversas agrupaciones universitarias o partidarias. La
diferencia, en este caso, está dada por dos aspectos. En primer lugar, el ena-
moramiento con la figura de Alfonsín que llevó, aun en algunos casos en que
provenían de familias peronistas, a inclinarse por militar en la UCR y/o Franja
Morada. En segundo lugar, la persistencia de esta práctica, que se mantuvo en
el tiempo, hasta la actualidad. En este sentido, a diferencia de lo que ocurrió
con parte de la militancia juvenil de los ’80, que se desencantó hacia fines de
la década y abandonó su participación, nuestros entrevistados forman parte
de aquellos que nunca más dejaron la participación política.
A diferencia del espacio radical, hegemonizado por la «generación alfon-
sinista», el peronista presenta un mayor nivel de heterogeneidad en cuánto a
los momentos y los modos de ingresar a la actividad política.
En términos relativos, el porcentaje de nacidos en las distintas décadas es
similar en el espacio político peronista y radical. Los nacidos en los ’60 son
aproximadamente un 40 % (6 de 14 entre los peronistas, 13 de 29 entre radica-
les), frente a aproximadamente un cuarto de nacidos en los ’70 (4 de 14 entre
peronistas, 7 de 29 entre radicales) y un quinto de los ’50 (3 peronistas y 6
radicales). La diferencia es que, mientras que los radicales mayoritariamente
ingresaron a la política en los ’80, de la mano del fervor alfonsinista, los pero-
nistas lo hicieron en diversos momentos históricos.

73
De los 6 peronistas nacidos en los ’60, solo 3 ubican su ingreso en los ’80, pero
solo una, llamativamente, dentro del espacio justicialista. Andrés, exconcejal, lo
hizo en su pueblo, en el marco del demoprogresismo. Así lo recuerda:

Yo comencé a militar desde muy joven, a los 18 años, con la venida de la democra-
cia. Comencé en mi pueblo en el partido PDP que es donde me inicié políticamen-
te. Nosotros tuvimos dirigentes muy prestigiosos en la Democracia Progresista.
Digo me inicié porque era la primera vez en el ‘83 que iba a votar en mi pueblo.

Guadalupe, por su parte, nos dice que «si uno entiende la política como una
transformadora de realidades, ingresé a la política por medio de la militancia
social en el ’80». Luego de años de participación en grupos de la iglesia cató-
lica y una asociación de ayuda de niños y niñas en situación de riesgo social,
se vinculó con el sector peronista liderado por el exgobernador Obeid.
Solo una entrevistada peronista, nacida en los ’60, nos narra el comienzo
de su compromiso político, en el pasaje que hizo desde grupos católicos a la
militancia política en los últimos años de la dictadura y los primeros de la
democracia. Así lo recuerda Josefina:

En el ’77 íbamos al barrio a ayudar a la gente, a hacer las casas con la gente in-
clusive en el mismo barrio. Yo me acuerdo de una compañera que íbamos a la
casa siempre en el ’82, finales del ’82, nos dijo: «Me parece que ustedes son me-
dio como yo». Bueno, porque yo ya era de la JP, a ver… hacía años que íbamos
y nadie decía nada. Recién en el ’83, con las elecciones, blanqueamos la partici-
pación política y hablamos de política.

Los otros tres ingresaron en diversos momentos y a través de distintas vías.


Uno, a principios de los ’90, colaborando con el grupo político liderado por
«Cachi» Martínez; otro en los 2000, luego de dar el salto desde la actividad sin-
dical a la política, convocado por el sector peronista liderado por Jorge Obeid;
el último, comenzando a colaborar en los primeros años de esta década con
el sector del Santafesino Cien por Ciento. A este conjunto de nacidos en los
60 se suman otros más grandes, de los ’50, que comenzaron su participación
política en diferentes momentos y a través de distintas vías. Y una generación
más joven, de individuos nacidos en los ’70 y los ’80, que hicieron su ingreso
a la política desde la década del 90 en adelante.
La primacía de una generación, en el caso del radicalismo, y la heteroge-
neidad en el peronismo son indicadores de un proceso más amplio, asociado
con la construcción de un vínculo político que nace, se extiende y se cultiva
a lo largo de un tiempo prolongado. Y que genera una historia compartida

74
que atraviesa las trayectorias biográficas personales. Ser parte de una misma
generación, a la vez etaria y política, favorece la construcción de vínculos y
lazos de compromiso y reciprocidad, que adquiere la forma de grupo. Estas
relaciones, por supuesto, no se entablan si no en determinados espacios ins-
titucionales, que constituyen los locus en los que se desarrolla una sociabili-
dad específica, que complementa la militancia política con el afianzamiento
de relaciones personales. Para profundizar sobre este proceso, en el próximo
apartado incorporaremos la variable institución.

Instituciones

El inicio de la participación política se produce no solo como resultado del


nacimiento de un particular interés o vocación personal, sino también como
consecuencia de la existencia de marcos institucionales proclives para el desa-
rrollo de una actividad que, por definición, se asocia con lo colectivo y lo
público. En el caso de nuestros entrevistados, se destacan dos instituciones
clásicas entre las que acogieron las primeras formas de participación: los par-
tidos políticos y las universidades (Tabla 3).

Tabla 3. Vía de ingreso a la política de quienes ocuparon un cargo de secretario


municipal y/o concejal de la ciudad de Santa Fe (2007–2015). Según espacio
político actual. Porcentajes sobre el total de cada espacio partidario. Opciones
múltiples.

Vía de ingreso Partido Universidad Colegio Asociación Organización Otros**


a la política político secundario civil barrial sindical
según espacio
partidario
Radicalismo 12 12 5 – – 2

(41,4 %) (41,4 %) (17,2 %) (6,9 %)

Peronismo 10 2 – 2 2 –

(71,4 %) (14,3 %) (14,3 %) (14,3 %)

Total* 24 16 6 3 3 5

(50 %) (33,3 %) (12,5 %) (6,3 %) (6,3 %) (10,4 %)

*El total incluye, además del radicalismo y el peronismo, a espacios partidarios minoritarios,
como el PRO y el socialismo, con pocas cantidades de casos.
** Organizaciones empresariales, colegios profesionales.

Fuente: elaboración propia a partir de información de entrevistas.

75
La primacía de estas dos instituciones se complementa con la escasa pre-
sencia de antecedentes de incorporaciones a la vida pública de gremios, enti-
dades empresariales, asociaciones civiles barriales o colegios profesionales.
Son muy pocos quienes comenzaron su militancia en este tipo de institucio-
nes antes de participar en los partidos políticos por los que luego accedieron
a cargos públicos.
El partido político aparece como la principal vía de ingreso a la militancia.
Entre los peronistas es el modo más frecuente, muy lejos de la universidad, el
gremio y las asociaciones civiles. Entre los radicales aparece a la par de la uni-
versidad. En todos los casos, se trata de incorporaciones que se han dado en
diferentes contextos históricos, en diversos espacios físicos o territoriales e,
incluso, en distintos partidos. En el caso de los radicales, se percibe una con-
tinuidad sin fisuras dentro de la UCR, que como analiza Gabriel Obradovich
en el Capítulo 2 de este libro, puede estar asociada con sus características,
que han permitido que las luchas intrapartidarias se dirimieran sin fracturas
o construcción de nuevos partidos. En el caso de los peronistas, si bien todos
se reconocen como tales, no todos comenzaron su militancia o participación
política en el PJ, sino también en el PDP o el Santafesino Cien por Ciento.
De todos modos, el partido político no es vivido como una estructura for-
mal y rígida, sino como un marco más o menos flexible, que se mezcla con las
relaciones sociales situadas territorialmente. Para la mayoría de los entrevis-
tados que mecionan un ingreso a la política a través de los partidos, cobra un
lugar central el espacio barrial, ligado a una historia de amistades o de fami-
liares que sirvieron de puente para el ingreso a una seccional radical o una
agrupación peronista.
Llama la atención, dentro del espacio radical, que gestionó la ciudad durante
el período estudiado, la escasa presencia de personas que hayan ingresado a
la vida política luego de una trayectoria profesional, como consecuencia de
una convocatoria técnica, aspecto frecuente en la construcción de gabinetes
ministeriales. Solo tres secretarios municipales accedieron a sus funciones a
partir de un llamado del intendente, aspecto sobre el que profundizaremos
en el Capítulo 6. Esto reafirma la hipótesis de que, en el caso santafesino, la
mayoría de quienes hacen la política y acceden a los cargos ejecutivos o legis-
lativos no son en su gran mayoría recién llegados o outsiders, sino individuos
con extensas trayectorias previas de militancia y participación política.
La otra institución que se destaca como una vía de ingreso a la política es
la universidad. Como observamos, sin embargo, hay una marcada diferencia
entre el espacio peronista y el radical. En el primero, solo dos individuos de
catorce iniciaron su actividad política en los pasillos de alguna facultad, en

76
paralelo con sus inicios de sus estudios superiores. Uno fue Pedro, quien reco-
noce que su ingreso a la política fue a fines de los ’60 y principios de los ’70
en el Colegio Mayor Universitario de la calle San Jerónimo. Otro fue Gabriel,
quien por edad podría ser su hijo, y descubrió, apenas ingresó a estudiar abo-
gacía a la UNL a fines de los ’90 y comienzos de este siglo, que lo que lo que
le gustaba era militar y se involucró en la Juventud Universitaria Peronista
(JUP), aunque en paralelo a su implicancia en los órganos juveniles del partido.
La situación cambia si observamos el espacio radical. Allí, 12 individuos de
29 (41,4 %), sitúan sus primeros pasos en la política en la universidad. Si toma-
mos en consideración a quienes forman parte del grupo de los universitarios,
la proporción es aún mayor, ya que 12 de 23 (52,2 %) recuerdan sus primeros
pasos en la política en la universidad, a los que podemos sumar a quienes se
incorporaron en forma todavía más temprana en los colegios secundarios (4
de 23, 17,4 %), pero siguieron luego la militancia durante sus estudios superio-
res. Salvo dos excepciones, de individuos que reconocen haber ingresado a la
política directamente a través de la gestión, se trata en el resto de los casos de
jóvenes militantes que iniciaron su participación en su adolescencia o juven-
tud y que, como hemos visto más arriba, forman parte de la misma genera-
ción etaria y política.
En síntesis, el ingreso a la política es parte de un proceso que reactualiza las
identidades y tradiciones políticas de individuos, en su mayoría jóvenes, que
inician su camino de participación en ciertos espacios institucionales, princi-
palmente partidos políticos y agrupaciones universitarias. Los contextos histó-
ricos significativos, como la primavera democrática, favorecieron en el involu-
cramiento en el partido y la universidad, principalmente de jóvenes radicales
y, de este modo, el inicio de un proceso de sociabilidad que, como analizare-
mos en el apartado siguiente, permitió entablar lazos de compromiso y reci-
procidad, formas de liderazgos y proyectos compartidos, lo que dio origen a
la construcción de un grupo político.

Trayectorias, relaciones, destrezas

El ingreso a la política, a partir de la participación en alguna institución, fun-


damentalmente del mundo universitario o político–partidario, abre un uni-
verso nuevo que, para aquellos que lo transitan muchos años de su vida, signi-
fica la creación de relaciones que se sostienen en el tiempo. Son estos vínculos
los que permiten, en una práctica cotidiana, incorporar las destrezas reconoci-
das en el ámbito político. Algunos estudios previos han señalado la importan-

77
cia que tienen los mentores o padrinos en relación con los ingresos a determi-
nados espacios políticos. Como señala Gené (2019:59–62), en su estudio sobre
el Ministerio del Interior, en Argentina, los padrinos proveen de los códigos,
las destrezas y las competencias que aseguran una comprensión de los saberes
prácticos necesarios para permanecer y hacer carrera.
En el caso de nuestros entrevistados, las menciones a mentores son recurren-
tes. En la mayoría de los casos identifican su acceso a la participación política
como una decisión personal pero influenciada por alguna figura clave. Puesto
que, como hemos visto en el apartado pasado, la mayoría, fundamentalmente
dentro del espacio radical, accedió a una militancia temprana, en la universi-
dad o en organizaciones partidarias de escala barrial, muchas veces estas figu-
ras son amigos o familiares: algún hermano mayor, un vecino, un padre, o
amigo que ya está involucrado y que permite el acceso al mundo de la mili-
tancia. Solo en algunos casos la presencia de padrinos de peso, ya consolida-
dos como líderes de espacios políticos, opera como vía de acceso.
En todo caso, la incorporación de las destrezas y competencias políticas
se dan como resultado de los vínculos intersubjetivos, se construyen en rela-
ción, a partir de un tránsito conjunto por diversas instituciones políticas. Si
consideramos la conformación de un grupo político, como es el caso de los
«radicales universitarios», observamos que este proceso no es homogéneo, ya
que los tránsitos institucionales y las trayectorias personales han sido diversas.
Algunos, como Diego, señalan un proceso de aprendizaje de competencias
propias de la gestión universitaria a partir del pasaje del mundo de la militan-
cia universitaria a la de la gestión universitaria:

Creo yo que la mayor experiencia en los ámbitos institucionales, yo puedo decir


que la participación y todo el trabajo en el centro de estudiantes, la formación
política, el estar debatiendo temas académicos fue la preparación inicial para ser
funcionario en la universidad. Yo creo que sin esa militancia política no… con-
sidero que no habría estado preparado para ser funcionario en la Universidad.

En efecto, la militancia universitaria fue, para miembros considerados «funda-


dores» del grupo de los radicales universitarios, la primera instancia de incor-
poración de destrezas ligadas al conocimiento de las problemáticas gestiona-
rias que luego trasladaron a sus cargos en diversas facultades de la UNL.
Sin embargo, la participación en la militancia universitaria no es la única
forma de adquirir las destrezas, conocimientos y herramientas para partici-
par activamente y con un lugar destacado dentro del grupo. Pilar recuerda:

78
Empecé a vincularme por cuestiones laborales en un primer momento, y después
realmente por una afinidad muy fuerte con lo que se conoce comúnmente como
Grupo Universidad. Yo siempre estuve muy vinculada al grupo de gobierno de
la Universidad, aunque no tuviese militancia en la Franja.

En su caso, se dio un paso desde una posición técnico–administrativa a un


involucramiento en la empresa colectiva, acompañado por el afianzamiento
de lazos no solo políticos sino afectivos. Es decir, su incorporación al grupo
no incluyó la militancia estudiantil.
Otros casos muestran trayectorias alternativas. La de Luis, por ejemplo,
evitó un involucramiento dentro del gobierno de la universidad y pasó rápi-
damente de la militancia universitaria a la de la política partidaria municipal:

Yo vengo de la universidad, de la militancia política, y terminada la militancia


política podría haber seguido desarrollándola en algunos lugares como la pro-
pia Universidad, (…) pero la verdad que decidí por la ciudad porque era lo que
más me gustaba.

De este modo, en 1999, con 30 años, comenzó una carrera como asesor de
un concejal radical, y desde allí continuó ocupando distintos cargos hasta la
actualidad. El recorrido de Raquel, por su parte, no pasó ni por la militancia
universitaria ni por la gestión universitaria. Por el contrario, se reduce a una
militancia política iniciada en la juventud y una rápida incorporación como
empleada administrativa del Concejo Municipal, seguida por una carrera por
diversos cargos legislativos y ejecutivos a nivel municipal y provincial.
En síntesis, las trayectorias de quienes forman parte del grupo de los «radi-
cales universitarios» es diversa. Aun cuando la mayoría se conoció transitando
pasillos de la universidad, tanto como militantes estudiantiles como funcio-
narios universitarios, y adquirió allí las principales competencias para formar
parte del grupo y acceder a cargos o puestos de relevancia, no puede trazarse
un patrón unívoco u homogéneo. Es posible pensar, no obstante, a través de
las trayectorias de los entrevistados, que el lugar ocupado dentro del grupo
obedece, en buena medida, a la posibilidad de transitar estos diversos espa-
cios e incorporar múltiples destrezas y competencias. Son quienes poseen una
multiposicionalidad (Boltanski, 1973), quienes pudieron incorporar destrezas,
códigos y conocimientos de diversas instituciones y, por lo tanto, ser compe-
tentes para actuar en nombre del grupo en estos distintos espacios. No es aza-
roso que quienes constituyen el núcleo grupal, y a quienes se les reconoce el

79
liderazgo, como veremos más adelante, sean aquellos que conocen las destre-
zas propias del mundo de la dirigencia estudiantil (hablar en asambleas, esta-
blecer vínculos con autoridades partidarias y universitarias, movilizar votos a
partir de campañas electorales, etc.), de la militancia partidaria barrial (cono-
cer el territorio), de gestión universitaria (manejar aspectos técnicos, cono-
cer mecanismos de negociación, entablar trabajos en equipos) y de la política
partidaria tanto a nivel legislativo como ejecutivo.

Afectos, relaciones personales y lealtades

La actividad política es, para quienes la llevan a cabo, una parte significativa
de sus vidas cotidianas. Cuando los vínculos políticos comienzan de jóvenes,
pasan por diversas instancias institucionales y se sostienen en el tiempo, el
componente afectivo cobra una relevancia ineludible. Al mismo tiempo, en
muchos casos se crean lazos de lealtad y compromiso mutuo, que se sostie-
nen en el tiempo, y que otorgan a los agentes ciertas formas de previsibili-
dad. En términos de Sennett (2000), afianzan un carácter. Afecto y lealtad, en
muchos casos, van de la mano. La construcción de un vínculo afectivo soli-
difica la lealtad política, ya que permite a los agentes sociales fortalecer una
identidad de pertenencia al grupo político. Además, favorece la construcción
de liderazgos, que acompañan las credenciales, destrezas y recursos políticos y
técnicos, con vínculos personales establecidos durante varios años, y en algu-
nos casos décadas.
El caso del grupo de los radicales universitarios permite ver esta relación
entre afecto y lealtad. «Uno comparte mucho tiempo con las personas en esos
lugares y, bueno, termina también generando lazos de afectos», dice Diego.
Se refiere a su paso por instituciones partidarias y por la gestión universitaria,
donde según sus palabras, se mezclaban las relaciones «institucionales» y «de
amistad». Su caso no es una excepción, sino una constante en las trayecto-
rias de quienes se reconocen como parte del grupo. Las relaciones afectivas se
tejieron en asambleas estudiantiles, pasillos de facultades, espacios de gestión
universitaria, seccionales radicales, despachos del Concejo Municipal, ofici-
nas estatales, entre otros lugares transitados a lo largo de los años.
Al hablar de la relación entre afectos y lealtades no los confundimos sim-
plemente con una relación personal estrecha. En efecto, entre nuestros entre-
vistados encontramos casos en el que el vínculo directo con un líder político
sirvió de puente para un acceso a puestos importantes. Este fue el caso, por
ejemplo, de Clara, que muy joven se convirtió en la «mano derecha» de Corral,

80
con quien tenía un conocimiento personal que se remontaba a su nacimiento,
debido a la amistad entre ambas familias:

Yo al papá de José lo conocía, a la mamá también, mis viejos también, había una
relación de mucho afecto ahí. El papá me hizo socia de Unión el día que nací.
(…) Así que teníamos mucho vínculo familiar, digamos.

Casos similares podemos mencionar de otros espacios políticos, como el San-


tafesino Cien por Ciento, que se construyó sobre la base de un líder, Oscar
«Cachi» Martínez, que se rodeó de individuos con los que tenía un conoci-
miento estrecho, ya sea a través del barrio o de diversas instituciones por las
que transitó. La historia de esta empresa política no puede disociarse de la de
su líder y creador, un dirigente peronista, hijo de una figura partidaria provin-
cial, que comenzó a militar territorialmente en los ’80 y que en los ’90 adhi-
rió al reutemannismo, oponiéndose a buena parte de la dirigencia partida-
ria. Luego de conformar una ONG, la Fundación Centro, que sería un think
tank del proyecto fallido con aspiraciones de renovar el peronismo nacional
siguiendo a las figuras de Reutemann y De la Sota, creó una ONG destinada
a estudiar las problemáticas de gobierno de Santa Fe. «Cuando terminamos
el trabajo de investigación, yo terminé siendo, no es que no tenía vocación
política, pero casi no había otro destino que ser candidato a intendente»,
recuerda Cachi.
De todos modos, la Fundación Centro parece haber sido más un motor para
su candidatura que un espacio de consolidación de vínculos que se forjaron,
en la mayoría de los casos, en la militancia barrial. La trayectoria de Mario,
uno de los concejales de Santafesino Cien por Ciento, es un ejemplo de ello.
A partir de una relación de su exsuegra con los Martínez, comenzó a militar
«para esta familia. En un momento, cuando ya era concejal, me dicen: «Mirá,
necesito gente en la oficina», y me hicieron empezar a venir, y empecé con
ellos». Luego, debido a su juventud, entabló el vínculo con el Cachi, quien al
ser electo diputado provincial:

llevó a un grupo de personas, y dentro de ese grupo de personas estaba yo tra-


bajando con él, colaborando, secretario digamos, él me había llevado de asesor.
Independientemente de eso estaba nuestro trabajo en política, era la militancia
también, y dentro de la militancia está el puntero barrial, el que traía las necesi-
dades de los barrios, en época de campaña el que salía a pegar carteles y demás.
Y así empezamos, así empecé con Cachi.

81
Cuando este creó la Fundación, participó activamente en los distintos pro-
yectos de vinculación con vecinos y asociaciones vecinales.
Otras historias de miembros de este grupo muestran que, en muchos casos,
el conocimiento personal tanto con Cachi como con su familia, fue un eje
central en el reclutamiento y la conformación del grupo. Este es el recuerdo
de Ernesto:

Se acercó a mi casa Cachi Martínez que, adelante de mi casa hay un taller mecá-
nico donde el padre de Cachi trae su auto y ahora es él, y nos pusimos a conver-
sar. Siempre fuimos amigos, desde hace 30 años y yo conocí a la señora de Cachi,
(…) porque ella hizo la primaria y secundaria conmigo.

Otro miembro del grupo, Kevin, recuerda:

Yo siempre fui amigo del barrio de Oscar Martínez. Comencé dándole una mano,
ayudándolo. Y con el tiempo me fui capacitando, metiéndome en el tema, es-
pecialmente en el trabajo social. Siempre trabajé en los barrios, aunque no sea
época de campaña.

Nos interesa destacar, a partir de estos casos, que la existencia de un vínculo


personal, y en algunos casos de afecto o amistad, no es condición suficiente
para la consolidación del grupo político. Más bien, se trata de lograr un equi-
librio en el que las relaciones personales no constituyan una configuración
centrada en la figura del líder, con una red de vínculos en forma radial desde
su centro indiscutido. El caso de los radicales universitarios parece seguir esta
dinámica, pero también, en menor medida, el de los radicales «barriales»,
como veremos a continuación.

Liderazgos y movilizaciones

No hay política sin liderazgos, pero sí hay distintos tipos de liderazgos en la


política. En cada caso, los atributos necesarios para alcanzar la estima de los
pares, acceder a puestos o cargos en juego, y en general gozar de la legitimidad
para decidir en nombre de un colectivo, es variable. En los espacios políticos
santafesinos analizados en este libro, observamos diversas formas de consti-
tuir los liderazgos. En el caso del Santafesino Cien por Ciento, se vislumbra
una construcción personal, en torno a la figura de un líder, que se desprende
del espacio partidario de origen, en este caso el peronismo, para organizar en
torno a su candidatura a una serie de dirigentes, de más o menos trayectoria

82
previa. En el caso del resto de los concejales peronistas, se observan acomoda-
mientos y reacomodamientos, siguiendo los liderazgos de los principales refe-
rentes provinciales, como Jorge Obeid y Carlos Reutemann.
Distinto es el caso del radicalismo. Por diversas cuestiones, asociadas con
el tipo de institucionalización política, la mayor homogeneidad etaria, gene-
racional, y el tiempo compartido en diversos marcos institucionales, los lide-
razgos se fueron construyendo a la par del armado del grupo. A diferencia del
caso del Santafesino Cien por Ciento, en el que el liderazgo aparece antes que
la construcción política y no como una derivación de ella, en los radicales es
el resultado de dinámicas propias de sus espacios de pertenencia.
En el lenguaje nativo de nuestros entrevistados radicales, existen dos espa-
cios bien diferenciados: los «universitarios» y los «barriales». Estas etiquetas
pueden ser poco claras si las pensamos como demarcaciones taxativas de espa-
cios de militancia, ya que como hemos visto hay universitarios con partici-
pación activa en órganos partidarios barriales. La variable liderazgo, enton-
ces, se vuelve central para entender las diferencias. Como nos dijo Perla, una
concejala electa por una rama del radicalismo barrial:

El tema es que nosotros siempre estuvimos en veredas distintas. Cuando ellos es-
taban con Arrizaga nosotros estábamos con Cáceres, digo nosotros porque era el
grupo que militaba en la 32, sería la seccional nuestra. Después cuando se fusio-
nó la amarilla y qué se yo, nosotros nos quedamos con Iparragirre y ellos estaban
con los Boscarol y otros militantes de ahí, o sea que yo siempre estuve en veredas
distintas de lo que es hoy el Ejecutivo.

Como vemos, la dimensión del liderazgo es vital para la definición de las


relaciones de lealtad y compromiso político. En el caso de los barriales, este
vínculo se canalizó casi exclusivamente a través de las instituciones partida-
rias, tanto a nivel barrial como de las estructuras de juventud o los cargos en
diversos estamentos partidarios. Por lo general, a partir de allí se establecie-
ron lazos con determinados referentes como Carlos Iparraguirre o Leonardo
Simoniello. Ahora bien, al analizar las trayectorias de los seis concejales que,
en el período analizado, se referenciaron en el radicalismo barrial, es difícil
encontrar un patrón de construcción grupal, como es el caso de los radicales
universitarios. La trayectoria de estos dirigentes, que han accedido a cargos
públicos municipales y provinciales, permitió a algunos de sus colaboradores
iniciarse en la actividad política trabajando como asesores o secretarios, tanto
en el Concejo Municipal como en otros ámbitos. Sin embargo, a diferencia
de lo que puede observarse dentro del radicalismo universitario, algunos han
tomado distancia y formado otros espacios, como es el caso de Jorge Henn.

83
Esto hace suponer que, en el caso de los barriales, se han desarrollado proce-
sos de transformaciones de liderazgos y, con ello, reformulación de los grupos
originarios. Por esta razón, aun cuando son pocos los casos en el período ana-
lizado, no pueden ser enmarcados como un único grupo político.
La referencia al «grupo», sin embargo, está en la boca de los barriales. Aun
cuando en muchos casos esta referencia sea acotada y, por lo tanto, abierta a
una ampliación. «No me imagino en política participando en otro espacio. Si
capaz en un espacio más amplio, pero con la pertenencia al grupo en el que
estoy», nos dice Sebastián, un exconcejal radical cuyos referentes son Iparra-
guirre y Simoniello, que reconoce su paso por el Concejo como «un lugar
importante», pero que «no forma parte de una decisión personal sino de una
decisión grupal», porque «los lugares también dependen mucho de las cons-
trucciones, no mucho, dependen totalmente de las construcciones grupales,
no de lo que uno desee sino de un proceso de discusión interno que después
a distintas personas les toca ejercer distintos roles», porque «no somos un
grupo de amontonados individualmente que se acercan por equis motivo».
La presencia de liderazgos estables y la estabilidad misma del grupo como
tal se deben, en buena medida, a las coyunturas políticas que atraviesan, y
que permiten consolidar y cohesionar un grupo en torno a ciertos liderazgos
y proyectos comunes o, por el contrario, disgregarlo o fragmentarlo. En este
sentido, el derrotero de los universitarios, hasta el cierre del ciclo político ana-
lizado en este libro, fue diferente a la de los barriales. El acceso a posiciones
de gestión propias, primero en la Universidad y luego en la Municipalidad,
operó naturalmente como amalgama de un proyecto común.
Si en el caso del radicalismo, las etiquetas «universitario» y «barrial» pare-
cen indicar una pertenencia más o menos clara a uno de los dos principa-
les grupos del espacio político, en el del peronismo los contornos y los lími-
tes parecen más difusos. La pérdida del poder municipal, en 2007, a manos
del radicalismo, originó una crisis que derivó en la creación de nuevos gru-
pos que, en el caso del Santafesino Cien por Ciento, incluso llegó a consoli-
dar una nueva opción partidaria electoralmente competitiva.
Analicemos, ahora, y para cerrar el capítulo, la relación entre liderazgo y
consolidación grupal, a partir del caso de los radicales universitarios. Quie-
nes forman parte del grupo de los universitarios reconocen como uno de sus
mitos de origen su ruptura con el liderazgo que, hasta la década del 80, ejer-
cía el «Changui» Cáceres. Uno de sus miembros más antiguos, Luis, recuerda
que «veníamos del grupo que estaba con el «Changui» Cáceres y nos abri-
mos, creamos un grupo nuevo, que todo el mundo lo llama los universita-
rios». Según su relato, hacia finales de los ’80 afloraron diferencias en el radi-
calismo, sobre la ley de lemas y otros temas, y fue entonces que «decidimos

84
armar un grupo». Si bien en el origen había algunas figuras que se destacaban,
entre las que estaban los «hermanos mayores» (como llamó en la entrevista
uno los miembros del grupo a quienes tenían más edad y habían participado
en política antes de la vuelta de la democracia) y algunos jóvenes militantes
de Franja Morada (que rápidamente ganaron cargos estudiantiles y se convir-
tieron en referentes), la historia del grupo muestra que la construcción de los
liderazgos se resolvió con el devenir de la construcción colectiva.
Hay cierto acuerdo en que el grupo se conformó en base a un primer núcleo,
formado por algunos jóvenes radicales, que se movían entre la militancia uni-
versitaria y la juventud partidaria, como José Corral, Alejandro Boscarol o
Carlos Pereira. Para ellos, su presencia creciente en cargos estudiantiles cons-
tituyó un primer paso en el camino de afianzamiento de lazos, determinación
de objetivos comunes y creación de liderazgos (Blondel, 1987).
Fue durante la segunda mitad de la década de los 80, y en los primeros
años de los ’90, que estos jóvenes militantes de la Franja Morada comenza-
ron a ganar cargos en la Mesa Nacional de la agrupación y también a ocupar
compromisos en los órganos universitarios, como consejeros estudiantiles.
Este proceso se afianzó a partir del pasaje de los cargos estudiantiles a los
cargos de gestión universitaria, durante las gestiones de los rectores Juan Car-
los Hidago (1986–1994), Hugo Storero (1994–2000) y Mario Barletta (2000–
2007). Es en este proceso, además, no solo se consolidaron sus posiciones de
liderazgo grupal, sino que se logró movilizar a un conjunto de funcionarios
universitarios, los «hermanos mayores», entre los que encontraban Darío Bos-
carol, Julio Schneider, y los mencionados Storero y Barletta.
Eran años, en Argentina, en el que el movimiento estudiantil se oponía a
la reforma universitaria que promovía el presidente Carlos Menem, que final-
mente se plasmó en la Ley de Educación Superior, aprobada en 1995. En ese
contexto, varios de estos jóvenes radicales promovieron un proyecto de autoe-
valuación universitaria, como forma de contrarrestar la evaluación que propo-
nía la ley. Uno de sus referentes, Alejandro Boscarol, logró imponer el proyecto
como consejero superior, y de este modo afianzó la relación con el rector Sto-
rero. Así, otra de sus figuras, José Corral, comenzó a trabajar en una oficina
de la Universidad que se denominó Unidad de Apoyo al Planeamiento y a la
Evaluación. Poco después fue nombrado secretario de Extensión Universitaria.
Es en esos años de mediados de los ’90 que se encontraron «los hermanos
mayores» con los «jóvenes». Si bien Corrral conocía a Storero y a Barletta de
los años previos, no tenían un vínculo establecido. Pero desde entonces se con-
virtió, junto a otros miembros del grupo, en parte del equipo más cercano de
colaboradores y funcionarios universitarios de Barletta. Al reflexionar sobre
este encuentro, uno de sus principales referentes del grupo recuerda que ya

85
por entonces conformaban un colectivo que tenía una «vocación política»,
un «planteo de universidad» y «sabíamos a dónde queríamos ir». Se produjo,
así, un encuentro que marcó una etapa de consolidación grupal, orientada a
la gestión universitaria.
Dos de los referentes mayores, Julio Schneider y Darío Boscarol, partici-
paban en paralelo tanto en el ámbito universitario como partidario, y fueron
los primeros del grupo en lograr un cargo público, al ser electos concejales, en
1993 y 1999, respectivamente. Esta implantación múltiple los ubicaba en un
lugar de nexo entre espacios diversos. Distinta era la situación de los dos can-
didatos del grupo que pelearon la Intendencia. Como analizan Sosa y Nies-
cerowicz en el Capítulo 4 de este libro, ninguno de los dos provenía de una
participación partidaria activa en el radicalismo. Sin embargo, fue este perfil
más universitario y menos partidario lo que buscaba imponer como caracte-
rística distintiva este grupo.
La participación en los diversos espacios institucionales en los que se formó
y consolidó el grupo (militancia universitaria, gestión universitaria, partido
político) es un elemento distintivo de los liderazgos grupales. En efecto, los
referentes grupales son aquellos que pueden mostrar una trayectoria que sin-
tetiza una presencia en estos tres ámbitos distintos, lo que demuestra la adqui-
sición de códigos, destrezas y atributos de cada uno de ellos. No es un dato
menor que tanto Storero como Barletta se hayan afiliado a la UCR e iniciado
una participación activa en los órganos partidarios una vez que fueron selec-
cionados como candidatos a intendente. Pero tampoco lo es que el no estar afi-
liados, ni no haber tenido participación partidaria previa, haya sido un impe-
dimento para imponer su candidatura. Esto demuestra el carácter híbrido del
grupo, que al mismo tiempo que buscaba posicionarse como opción dentro
del radicalismo, lo hacía con cierta distancia de las estructuras formales par-
tidarias, y daba cabida a figuras exteriores a las mismas.
Las candidaturas de Storero y Barletta permiten observar algunas caracte-
rísticas de la definición de candidaturas en el grupo. En general, el discurso
que prima es el de la estrategia grupal, por sobre los intereses particulares de
cada uno. De este modo se explica, por ejemplo, la elección de dos figuras aje-
nas al radicalismo, que no pueden de todos modos ser ubicadas como outsi-
ders. En ambos casos, se buscó generar una imagen de gestores universitarios,
poseedores de un saber experto necesario para la gestión de los asuntos de la
ciudad. Como analizan Beltramino y Álvarez en el Capítulo 5 de este libro,
en el caso de Barletta esto se potenció en el contexto posdesastre, posterior a
las inundaciones sufridas por la ciudad en 2007.

86
Conclusión

Las trayectorias de los intendentes, concejales y secretarios que entrevistamos


para este libro incluyen a la política como una actividad central de sus vidas.
Algunos provienen de familias que le transmitieron una herencia asociada con
la militancia y la ocupación de cargos públicos. En otros, la política se asocia
con una disposición personal, derivada de sus redes de sociabilidad, sus iden-
tificaciones con tradiciones políticas, y ciertos estímulos ligados a momentos
históricos específicos, como los tempranos años 80.
Sin embargo, al analizar comparativamente los espacios partidarios, se
observan dinámicas diversas en las formas de construcción de los vínculos
políticos. Distintas variables nos ayudaron a comprender estas diferencias.
Como vimos, el radicalismo aparece como un espacio más homogéneo que
el peronismo, tanto a nivel etario como de momento de ingreso a la política.
Ello se debe a múltiples factores, entre lo que se destaca la permanencia de
un conjunto de individuos nacidos en los ’60, que iniciaran su actividad polí-
tica en los albores de la democracia, en los ’80. Es por ello que hablamos de
una «generación alfonsinista», que no se hace presente en el peronismo, en
el período analizado.
Esta dimensión generacional se articula con otra, la de la construcción del
grupo como unidad para comprender cómo se tejen los lazos de efectos, leal-
tades, movilizaciones y liderazgos. Como hemos visto, las características del
espacio peronista en la ciudad de Santa Fe en el período analizado, que atra-
vesaba una crisis que lo llevó a perder la intendencia luego de varias décadas,
era la de relaciones varias e inestables. En algunos casos, siguiendo los lideraz-
gos de Reutemann y Obeid. En otros, a partir de emprendimientos centra-
dos en la figura de un líder como «Cachi» Martínez. Pero en ambos casos, es
difícil analizar un proceso de construcción grupal, como sucedió en el radica-
lismo, fundamentalmente en torno a los «universitarios». La dimensión gru-
pal, tal como la propusimos en este capítulo, permite estudiar sociohistóri-
camente la consolidación de lazos y proyectos políticos que, si bien pueden
asociarse a un partido, como es en este caso la UCR, también permite obser-
var otros espacios igualmente significativos. En este caso, la militancia uni-
versitaria, la gestión universitaria y la gestión municipal.
El análisis de los grupos políticos, en este sentido, constituye una puerta
de entrada para observar las múltiples facetas de lo político, donde lo parti-
dario es una de las dimensiones de los vínculos, pero no el único. No supo-
nemos, sin embargo, ninguna prescripción normativa en la existencia de los
grupos, ni asociamos a su existencia el éxito o fracaso en términos electora-
les o de proyectos exitosos. La literatura ha estudiado diversos ejemplos en

87
los que construcciones rápidas, centradas en la figura de un líder de opinión,
y en muchos casos outsiders, llega rápidamente a posicionarse políticamente.
Simplemente, creemos que en otros, como los analizados en este caso, sin un
análisis de cómo se conformó y desarrolló el grupo no es posible comprender
el modo en que se articularon los vínculos que posibilitaron llegar a dónde
lo hicieron. Por último, no es preciso aclarar que así como los grupos se con-
solidan, pueden entrar en crisis y, eventualmente, desintegrarse. En este sen-
tido, sería interesante analizar el derrotero de los radicales universitarios en
tanto grupo una vez que perdieron la intendencia, en manos de Emilio Jatón,
en las elecciones de 2019.

Referencias bibliográficas

Aboy Carlés, Gerardo (2001). Las dos fronteras de la democracia argentina. La reformulación
de las identidades políticas de Alfonsín a Menem. Homo Sapiens.
Agulhon, Maurice (2009). El círculo burgués. La sociabilidad en Francia. 1810–1848. Siglo
XXI Editores. 1976.
Beccaria, Luis et al. (2002). Sociedad y sociabilidad en la Argentina de los 90. UNGS–Biblos.
Blanco, Rafael y Vommaro, Pablo (2018). Activismo juvenil en los años ochenta en Argentina.
Dos generaciones políticas entre el partido y la universidad. Revista Latinoamericana
de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 16(2), 839–852.
Blondel, Jean (1987). Political leadership: towards a general analysis. SAGE.
Boltanski, Luc (1973). L’espace positionnel: multiplicité des positions institutionnelles et habitus
de clase. Revue de sociologie française, 14(1), 3–26.
Briquet, Jean–Louis y Sawicki, Frederic (1989). L’analyse localisée du politique. Politix, 7, 6–16.
Chazel François (1975). La mobilisation politique: problèmes et dimensions. Revue française
de science politique, 25(3), 502–516.
Dahl, Robert (1961). Who governs? Democracy and power in an American city. Yale University
Press.
Gaxie, Daniel (1994). Le maire entre disciplines et libertés. Remarques sur les limites du travail
politique, Politix, 28, 140–148.
Gené (2019). La rosca política. El oficio de los armadores delante y detrás de escena (o el
discreto encanto del toma y daca). Siglo XXI Editores.
González Bernaldo de Quirós, Pilar (2008). La «sociabilidad» y la historia politica. Nuevo Mundo
Mundos Nuevos. http://journals.openedition.org/nuevomundo/24082
Gurvitch, G. (1938). Las formas de la sociabilidad: ensayos de sociología. Losada.
Ihl, Olivier (2002). Socialisation et événements politiques. Revue française de science politique,
52(2–3), 125–144.
Joignant Rondon, Alfredo (1997). La socialisation politique. Stratégies d’analyse, enjeux théoriques
et nouveaux agendas de recherche, Revue française de science politique, 47(5), 535–559.
Lagroye, Jacques (1994). Être du métier. Politix, 7(28), 5–15.
Lagroye, Jacques y Offerlé, Michel (Comps.) (2010). Sociologie de l’institution. Belin.

88
Losada, Leandro (2008). La alta sociedad en la Buenos Aires de la Belle Époque. Siglo XXI
Editores.
Manheim, Karl (1993). El problema de las generaciones. Revista Española de investigación
sociológica, 62, 193–242. 1928.
Sawicki, Fréderic (2011). Para una sociología de los entornos y las redes partidistas. Revista
de Sociología, 25, 37–53.
Sennett, Richard (2000). La corrosión del carácter. Las consecuencias personales del trabajo
en el nuevo capitalismo. Anagrama.
Simmel, Georg (2002). Cuestiones fundamentales de sociología. Gedisa. 1976.
Vázquez, Melina; Vommaro, Pablo; Núñez, Pedro y Blanco, Rafael (Comps.) (2017). Militan-
cias juveniles en la Argentina democrática. Trayectorias, espacios y figuras de activismo.
Imago Mundi.

89
Capítulo 4. De profesionales de la política
universitaria a candidatos partidarios
Pamela Sosa y María José Niescerowicz

Introducción

«La generación Franja Morada llega al poder en Santa Fe», titulaba un portal
de noticias de alcance nacional en 2009 ante la victoria de José Corral como
candidato a concejal por el Frente Cívico y Social (FCyS) en esa ciudad, espa-
cio del que formaba parte el radicalismo y del que provenía este dirigente. La
nota señalaba este fenómeno como parte de un proceso más general de creci-
miento de la incidencia de la agrupación estudiantil universitaria en la polí-
tica partidaria en varias provincias del país, como San Juan, Córdoba, Men-
doza y Neuquén (La Política Online, 28/09/2009). Para la ciudad de Santa
Fe era, sin embargo, un fenómeno de relativa novedad. Dos años antes, en
las elecciones de 2007, había sido electo intendente de la ciudad Mario Bar-
letta, también próximo al radicalismo, siendo aún rector de la Universidad
Nacional del Litoral (UNL). Ambos dirigentes electos en esos años provenían
de la Universidad y expresaban el proceso que analizaremos en este capítulo:
el desembarco de un grupo de dirigentes del radicalismo caracterizados como
«Grupo Universidad» en la política de la ciudad.1
La ligazón entre las universidades con las elites políticas en Argentina ha
sido históricamente estrecha, pero más aún en el caso de la Unión Cívica
Radical (UCR). Las casas de altos estudios han sido espacios privilegiados de
reclutamiento de dirigentes del partido centenario y las organizaciones estu-
diantiles predominantes —centralmente la Franja Morada— han sido con-
sideradas su brazo universitario y mediadora indiscutida de la politización,
formación y fuerza de atracción de dirigentes a dicho partido (Altamirano,
1987; Persello, 2007; Mellado, 2018). En el caso de las elites políticas de la
ciudad de Santa Fe, también es posible sostener que la UNL ha sido un espa-
cio de reclutamiento de dirigentes del mencionado partido. En ese sentido,
el presente capítulo puede ser considerado un aporte al estudio de las diná-
micas de captación de dirigentes de los partidos políticos, ya que hace visible
cómo una categoría social —en este caso universitarios— es llamada y cap-

1 El Grupo Universidad, o al que también llamaremos a lo largo del trabajo radicales uni-
versitarios, ha sido uno de los sectores predominantes del radicalismo de la ciudad, no el
único, y el que accedió a la política municipal en el año 2007.

90
tada para su incorporación al juego político. Sin embargo, el principal aporte
del trabajo es sugerir que la Universidad ha transformado —en el período y
grupo analizado aquí— su condición de cantera de reclutamiento, mostrando
un desplazamiento de la lógica clásica utilizada por la UCR para cooptar diri-
gentes en ese espacio. El análisis de las características, estrategias y trayecto-
ria del grupo político analizado muestra una dinámica inversa a la de reclu-
tar, aun cuando continúa en cierta forma cumpliendo esa función. Si en la
imagen del reclutamiento es el partido quien busca e interpela hacia «aden-
tro» de las canteras, en el grupo analizado la Universidad funciona como una
suerte de locus partidario de organización para desde allí «salir» hacia el par-
tido y la vida política electoral.2

Canteras de reclutamiento, entornos y fronteras del mundo político

El caso del ingreso de los «universitarios» radicales a la política electoral en la


ciudad de Santa Fe habilita el análisis y simultáneamente expresa dos tipos de
problemáticas. Una ligada a la condición y las características de la UNL como
cantera de reclutamiento del partido radical y otra sobre los niveles de auto-
nomía del campo político electoral y del mundo universitario, interrogantes
que se vinculan directamente con el momento socio histórico aquí analizado,
que involucra principalmente la primera década del siglo XXI.
Teóricamente, la noción de cantera de reclutamiento ha estado ligada a la
comprensión de las características que adquiere la profesión política en deter-
minados momentos históricos y espaciales. Para Offerlé (2011) el mundo polí-
tico es el mundo de los políticos especializados y profesionalizados en la con-
quista y el ejercicio de un tipo particular de poder —el poder político—3 y

2 Para Michel Offerlé, un partido es una empresa política, vale decir, «un tipo particular de
relación en la cual uno o más agentes invierten capitales con el fin de obtener ganancias
políticas produciendo bienes políticos» (2004:35).
3 Con relación a la profesión política, Offerlé señala —en la que probablemente sea su de-
finición más sistemática—: «Esta especialización (ejercer una actividad específica de ges-
tión de las relaciones políticas) y esta profesionalización (vivir de esa actividad, reivindi-
car una relación vocacional con su ejercicio, y rechazar el termino oficio) son fenómenos
recientes que tienen lugar en las democracias occidentales que inventaron ese tipo de
posturas durante el siglo XIX; en el momento en que se constituye un «campo político» re-
lativamente autónomo. Es decir, un espacio de competencia entre agentes que, bajo el ar-
bitraje de electores cada vez más numerosos, luchan pacíficamente por el dominio de tro-
feos —o posiciones de poder político— que están en la base de la competencia» (Offerlé,
2011:88).

91
para comprenderlos es necesario, centralmente, «trazar líneas imaginarias que
los separen de otras profesiones». Según su perspectiva, en distintas coyuntu-
ras algunas profesiones como la abogacía, el profesorado, la alta administra-
ción u otras son lugares de reclutamiento para la política (Offerlé, 2011:8). Así,
los profesionales de la política importan a su mundo, bajo diversas estrategias,
formas de hacer provenientes de otros espacios, urgentes de comprender para
hacer visible la forma de ejercicio y el oficio político en distintos momentos.
Una acepción similar, aunque no equivalente, de las canteras de recluta-
miento son los denominados entornos partidistas. En la búsqueda de com-
prender el arraigo social de los partidos Sawicki (2011) sostiene que no se
puede disociar las organizaciones partidistas de su entorno, si se quiere enten-
der cómo cierto partido logra implantarse en una sociedad dada. En este sen-
tido, en el nivel local de cada organización hay fronteras difusas entre los
partidos políticos y su entorno social. Los partidos descansan en redes rela-
cionales que se entrecruzan, que son basadas en valores o intereses comparti-
dos, y alimentadas mediante interacciones en diversos lugares de sociabilidad
más o menos formales: asociaciones, sindicatos, cooperativas, mutuales, cafés
(43), lugares a los que podemos sumar también las universidades. Los entor-
nos se expresan en «el conjunto de relaciones sociales consolidadas entre gru-
pos cuyos miembros no tienen necesariamente como finalidad principal par-
ticipar en la construcción del partido político, aunque contribuyan a aquello
mediante sus actividades» (44). Si bien su propuesta está centrada en el estu-
dio de las redes interpersonales, su importancia radica en que permiten reali-
zar observaciones más finas acerca de las trayectorias militantes y dirigencia-
les de los partidos, abarcando en particular la diversidad de su reclutamiento
en un mismo partido político (43).
Como se desprende de las definiciones anteriores, cuando hablamos de
«canteras de reclutamiento» o cuando hablamos de «entorno partidista» esta-
mos ante una propuesta de indagación sobre la relación del mundo político
con otros universos sociales que exceden y simultáneamente condicionan ese
espacio. Ambas categorías permiten establecer y analizar, justamente, las rela-
ciones, las porosidades y las influencias de estos ámbitos heterogéneos.
Pese a esto, ambas definiciones suponen la existencia de un campo político
que, si bien está influenciado por el afuera, posee una determinada autono-
mía. Ambos autores comparten el punto de partida de Bourdieu, presumen
la monopolización del capital político por un grupo reducido de personas,
grupos e instituciones, a la que el resto de los agentes de la sociedad les reco-
nocen la capacidad de generar discursos y prácticas políticas. Desde esta pers-
pectiva la construcción del campo político se asocia a un proceso social que
restringe el acceso a la política, permitiendo que solo accedan al juego polí-

92
tico determinados agentes que poseen la «competencia social para la política y
los instrumentos de producción propios del discurso o de los actos políticos»
(Bourdieu, 2001:213) Así el capital político precisa lo que «principalmente»
está en juego y en el mismo movimiento define su autonomía, su propia ley,
que no rige en otros campos; así, las fronteras del campo establecen la dife-
rencia entre «legos y profanos».
Estas definiciones habilitan la formulación de varias preguntas al caso aquí
analizado que intentaremos abordar a lo largo del trabajo. Un primer inte-
rrogante es sobre las características y especificidades de la UNL como espacio
de reclutamiento de la UCR, pregunta que como veremos nos lleva a cuestio-
nar —aunque de manera relativa— esta categoría como expresión del tipo
de conexión de la Universidad con el partido. El segundo interrogante tiene
que ver con las condiciones de posibilidad de ingreso a la política electoral de
un grupo de dirigentes que, pese a que poseían en algunos casos breves tra-
yectorias partidarias, provenían centralmente de la política universitaria. Es
decir, eran actores que procedían de un espacio que obedecía a otras lógicas
de funcionamiento político y social pero que sin embargo lograron «cruzar»
o «traspasar» las fronteras del mundo político. Como veremos, la Universi-
dad no funcionó centralmente como una cantera o espacio de reclutamiento,
aunque sí probablemente como un entorno de la UCR. Se desempeñó mayor-
mente como un locus partidario o como un espacio de surgimiento de lo que
Sawicki ha definido como una red partidaria —en contraposición de una frac-
ción de partido— de tipo cliqué: un subconjunto de miembros unidos por
obligaciones recíprocas.4

La UNL como espacio de reclutamiento de las elites políticas

Lejos de ser una particularidad de las elites de la ciudad de Santa Fe, la uni-
versidad pública fue y es, históricamente, un espacio de reclutamiento en la

4 En el periodo aquí analizado, el grupo político «universitario» puede visualizarse como una
red controlada en mayor medida por los actores, es decir, «un sistema de afinidades dura-
deras fundado en intereses comunes, en lazos de dependencia o de obligaciones, entre
individuos que deciden aliarse dentro de una organización o de un sector dado de la so-
ciedad». En los partidos políticos, ese tipo de «alianza» caracteriza los cliques, grupos pri-
marios poco institucionalizados en oposición a las facciones estatutarias o manifiestas.
Estos cliques pueden descansar solo en intereses coyunturales, pero pueden igualmente
tener un carácter más duradero y reunir agentes provenientes de una misma región, de
una misma generación o profesión (Sawicki, 2011:45). Este tipo de red se diferencia de
otras de mayor nivel de estabilización e institucionalización, que expresan vínculos entre
los entornos y los partidos.

93
Argentina y una vía de ingreso privilegiado a la política (De Imaz, 1964; Can-
tón, 1964; Ferrari, 2008; Canelo, 2001; Mellado, 2015, 2016). Como ha sido
señalado por Mellado, en las aulas universitarias de nuestro país no solo se
adquirieron saberes y conocimientos técnicos, también se activó y fomentó
el despertar de la sensibilidad política para un conjunto de hombres y muje-
res. En las principales universidades nacionales como la Universidad de Bue-
nos Aires (UBA), la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), la UNL, la Uni-
versidad Nacional de la Plata (UNLP) se han formado en distintos contextos
históricos las elites políticas del país (Mellado, 2015, 2016).
La UNL fue fundada en el año 1919. Sin embargo, sus primeros anteceden-
tes de formación fueron en 1889, en lo que fue la antigua Universidad Pro-
vincial. Desde este primer «origen» las relaciones con el poder político fue-
ron centrales; la misma fue creada por el gobernador José Gálvez, su primer
rector entre 1890 y 1893. En esta etapa fue fundante la creación de la Facul-
tad de Derecho, eje institucional y núcleo duro de la reciente Universidad
(Salomón, 2016). Posteriormente, luego de años de luchas por la nacionali-
zación de la Universidad, de movimientos estudiantiles organizados y gestio-
nes políticas, el 27 de agosto de 1919, la Cámara de Diputados aprobó la ley
de creación de la UNL. Su nacionalización fue concomitante con la reforma
universitaria, por eso actualmente en sus memorias institucionales se define
a sí misma como reformista, identidad que expresa como uno de sus princi-
pales valores la autonomía universitaria, un criterio político que se pone en
tensión de manera permanente ante los vínculos que establecen o han esta-
blecido las universidades con la clase política argentina.5
Las elites políticas de la ciudad analizadas en este volumen no escapan a
esta generalidad. De los 48 casos analizados, contabilizando concejales, inten-
dentes y secretarios que cumplieron funciones entre 2007 y 2011, 24 finaliza-
ron sus carreras en esta institución y varios pasaron por la misma aun cuando
no completaron sus estudios. Estos datos muestran la importancia de la UNL
en la formación de las elites de Santa Fe, pero también la particular centra-
lidad que han tenido en la ciudad, ya que el 50 % de sus dirigentes pasó por
la misma, un porcentaje que podemos considerar alto para un nivel munici-
pal de gobierno.6

5 Diversos dirigentes políticos destacados, nacionales y provinciales, se han formado en


esta casa de estudios desde su creación. Gobernadores de la provincia como Enrique
Mosca, Waldino Suarez, Luis Cárcamo, Aldo Tessio y Jorge Obeid. Lo mismo ocurre con di-
versos intendentes de la ciudad de Santa Fe desde el retorno de la democracia, como Ho-
racio Rossatti y Jorge Obeid.
6 Este rasgo resalta si lo comparamos con el nivel educativo de elites de otras provincias y
de otras escalas. En Mendoza, el porcentaje de los diputados provinciales entre 1983 y

94
Los dirigentes de la ciudad no solo se han formado en la universidad, 16
de los 48 casos han reconocido como vía de ingreso a la política esa institu-
ción, siendo esta y los partidos políticos las formas predominantes de incor-
poración (véase el Capítulo 1, de Matías Landau, en este libro). Sin embargo,
y este es quizás el dato más importante, este fuerte vínculo de las elites de la
ciudad con la Universidad se expresa casi en su totalidad en los dirigentes que
pertenecen a la UCR. Solo 6 dirigentes de 14 (42,8 %) del Partido Justicialista
(PJ) tienen universitario completo o más, frente a 22 de 29 de la UCR (75,8 %).
Este dato se complementa con el sentido que los dirigentes políticos analizados
dan a la institución. Los políticos del PJ no solo no han pasado por esa insti-
tución, sino que no la reconocen subjetivamente como un espacio de forma-
ción política, dato que contrasta con la importancia y centralidad que tiene
y ha tenido para el espacio radical. Todos estos últimos han señalado cómo
esta constituye un ámbito que los vio nacer políticamente y dónde militaron
desde el día en que ingresaron.
En el discurso de todos los entrevistados radicales podemos vislumbrar la
exacerbación de los valores democráticos enarbolados por el alfonsinismo y el
recuerdo de la década del 80, cuando la mayoría se iniciaba en política, como
el momento fundante de sus creencias políticas. Como es analizado por Lan-
dau en el Capítulo 3 de este libro, estos dirigentes formaron parte de la «gene-
ración alfonsinista», una fusión entre la trayectoria de una generación y su
politización vía la efervescencia de la vuelta a la democracia y su vínculo con
el líder del partido, Raúl Alfonsín.
El análisis de la elite radical muestra con claridad que la Universidad ha
sido un espacio de politización central para esta generación de dirigentes. Sin
embargo, el grupo UCR–Universidad ha tenido otro pasaje, otra inserción y
otra trayectoria, especialmente de militancia, al interior de la misma. Efec-
tivamente, de los 29 dirigentes de la UCR analizados solo 16 (55,2 %) afirma-
ron tener militancia en una agrupación universitaria y de 14 que militaron,
12 (85,7 %) dijeron haberlo hecho en la Franja Morada (FM) y el resto en el
Movimiento Universitario Reforma Autentica (MURA), una agrupación afín.
Todo indica que la militancia al interior de la Universidad fue un elemento
clave para la constitución no solo de este grupo político sino también para la

1999 con título universitario fue del 47, 2 % y este porcentaje aumenta a medida que los
cargos ocupados acrecientan su jerarquía, llegando a un 83 % en los cargos de ministro
de gobierno (Mellado, 2015:168). Todo indica que a menor escala disminuye el nivel edu-
cativo. En contraste con estos datos, puede considerarse que para una escala de ciudad
de una provincia intermedia como Santa Fe el nivel educativo de la elite municipal es bas-
tante considerable.

95
formación de grupos al interior del radicalismo y de distintos vínculos con la
institución partidaria.
La aparición de las nominaciones de radicales universitarios versus barria-
les (véase el Capítulo 3, de Matías Landau en este volumen) puede ser expli-
cada por esta variable. En efecto, de los radicales universitarios diecisiete dicen
haber militado en alguna agrupación, mientras que ninguno de los que pode-
mos considerar barriales lo han hecho. Si analizamos la vía de ingreso a la polí-
tica de estos dos grupos, también se hace visible una relación distinta con la
institución partidaria. Mientras que los barriales consideran que han ingre-
sado a la política por la vía partidaria, los universitarios lo han hecho predo-
minantemente a través de la Universidad, dato que expresa lealtades desigua-
les, o más mediadas por la pertenencia grupal en el último caso, con la UCR.
Esto se expresa también en la ocupación de cargos partidarios, mientras que
casi la totalidad de los barriales han ocupado cargos partidarios, solo un poco
más de la mitad de los universitarios ha consignado esta tarea.
La menor ocupación de cargos en el partido del grupo de los universita-
rios es reforzada por la mayor participación en cargos estudiantiles (la mayo-
ría ocupó como mínimo dos cargos estudiantiles). La trayectoria de militan-
cia en la UNL se extiende a cargos de presidencia en la Federación Universitaria
del Litoral (FUL), órgano que aglutina a todos los centros de estudiantes secun-
darios y universitarios de la UNL, así como también a la Federación Univer-
sitaria Argentina.
Numerosos dirigentes pertenecientes al grupo de radicales universitarios que
analiza el presente capítulo expresa esta suerte de cursus honorum. Luego de
su militancia en centros de estudiantes en sus respectivas facultades o su paso
por los órganos de cogobierno de la Universidad —como el Consejo Directivo
o Consejo Superior— han pasado por la presidencia de la FUL, como punto
cúlmine de su experiencia de militancia dentro de los claustros universitarios,
incluso hasta dentro de la Federación Universitaria Argentina (FUA). Secreta-
rios, concejales e incluso el último intendente de la ciudad, han pasado a lo
largo de su trayectoria por la presidencia de la federación.
Como hemos mostrado, uno de los componentes de la relación de estos diri-
gentes con la UCR —aunque no en todos los casos— es el paso por la agrupa-
ción estudiantil Franja Morada (FM). Esta es considerada el brazo político de
ese partido en las universidades públicas desde al año 1971, cuando la Juven-
tud Radical (JR)–Junta Coordinadora Nacional (JCN) adquirió el dominio de
aquella organización, desplazando a los anarquistas y socialistas que habían
formado parte de su fundación en 1967. La FM fue fundada un año después
de la intervención de las universidades en 1966, en la ciudad de Rosario y se

96
denominó originalmente Unión Nacional Reformista Franja Morada (Perse-
llo, 2007:228).
Según Altamirano (1987) la Coordinadora surge desde su emergencia como
agrupamiento juvenil radical —básicamente universitario—, a fines de la
década del 60, y definen a la Franja Morada como el brazo universitario del
radicalismo. Alcanza su apogeo en la década del 80 con la victoria de Alfonsín:

De acuerdo con el testimonio de sus miembros (Jesús Rodríguez, Marcelo Stu-


brin, Federico Storani y Ricardo Milano), el nacimiento de la Coordinadora se
remonta a 1968. En noviembre de ese año, militantes de las exiguas filas del radi-
calismo universitario se reunieron en Santa Fe, y tomaron parte en el encuentro
algunos de los que quince años después cobrarían notoriedad como líderes «Coor-
dinadores» —Luis «Changui» Cáceres y Marcelo Stubrin. (298)

Por lo tanto, dirigentes de Santa Fe jugaron roles protagónicos en la consoli-


dación tanto de la Juventud Radical, creada en este mismo periodo, como en
la consolidación de la FM como espacio de construcción política en las uni-
versidades. Fue un dirigente de Santa Fe, Luis Cáceres, quien lideró fuerte-
mente la conformación de la JCN y fue justamente en esa ciudad dónde se
fundó (Persello, 2007:230).7
Como puede observarse, el vínculo Universidad–FM–UCR es, desde enton-
ces, estrecho. En la UNL, la FM, tal como afirma Beltrán (2013), es la agrupa-
ción mayoritaria por excelencia, su presencia data de cincuenta años atrás y
su mayor incidencia se encuentra en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Socia-
les (FCJS), la más antigua de la institución, y donde en más de medio siglo no
perdieron ni una elección a centro de estudiantes.

7 Desde 1965 Cáceres lideraba el MURA que contaba con el Centro de Estudiantes de la
Facultad de Derecho de la UNL. En 1966 formó el Movimiento de la Juventud Radical de
Santa Fe, de vida efímera. Poco después, a partir del establecimiento de lazos con diri-
gentes de otras provincias, en 1968 en una quinta en la orilla de la laguna Setúbal, fun-
daron la JCN. La consigna que los convocaba era «contra la dictadura y por la recupera-
ción democrática» y una búsqueda de superar la estructura burocrática y electoralista de
la UCR y transformarla, en consonancia con las ideologías de la época, en un partido de
masas con una perspectiva «nacionalista, popular y revolucionaria». En el ámbito univer-
sitario el proyecto implicó «copar» la FM y ocupar lugares en el movimiento estudiantil con
una tendencia propia. Luis Cáceres (Santa Fe), Leopoldo Moreau (Capital Federal) y Mi-
guel Molinero (Córdoba) conformaron la mesa directiva provisoria (Persello, 2007:230).
La construcción de este nuevo sector implicó que los jóvenes comenzaran a tener peso
propio en la UCR y que este partido comience a partir de allí un proceso de renovación de
sus cuadros aunque no necesariamente de su conducción (Persello, 2007:232).

97
Como puede inferirse de los datos presentados hasta el momento, estas tra-
yectorias políticas fuertemente influenciadas por el tránsito por la Universi-
dad, tanto en el proceso de politización y primeros pasos en el aprendizaje de
la política, como también —según veremos en el apartado siguiente— en la
trayectoria de ocupación de cargos, no se presenta en los dirigentes de la elite
local analizados de manera homogénea. Estas trayectorias son típicas de los
concejales y secretarios afines con la UCR, aunque principalmente del grupo de
los «universitarios» —un grupo interno del partido— y están completamente
alejadas del tipo del perfil que encontramos en los concejales y secretarios del
peronismo y de los partidos afines con este espacio político.8

La Universidad y las distintas generaciones de radicales

Como fuimos observando, la UNL, como buena parte de las universidades


públicas del país, es un claro espacio de reclutamiento de las elites políticas
de la ciudad, así como también de los partidos políticos. También comparte
con otros casos su relación con el radicalismo, ligazón fuertemente establecida
por las redes políticas de la agrupación FM, histórica organización de aquella
fuerza en las universidades públicas de Argentina. Finalmente, los dirigentes
de la elite incorporados en la Universidad provienen de los sectores medios,
en consonancia con la clase social en la que recluta históricamente dirigen-
tes el radicalismo.
Ahora bien, para los radicales del Grupo Universidad, esta institución no
es solo un espacio de inicio de la socialización política y de formación en las
destrezas políticas, es decir, un espacio de tránsito que se finaliza cuando se
culmina la formación académica y la actividad estudiantil. Una vez que ter-
mina esta etapa, tanto en el caso de secretarios, concejales e intendentes de
este grupo, la participación, militancia y construcción de carreras profesiona-
les continúa en la Universidad, siendo esta un espacio donde se ocupan car-
gos políticos y de gestión, como así también se desarrolla, eventualmente, una
carrera docente y política.
En efecto, de los dieciséis dirigentes que dicen haber militado y ocupado
cargos en la vida política de la Universidad, catorce han declarado haber ocu-

8 A pesar de que los entrevistados pertenecientes al peronismo transitaron por las aulas
universitarias, no se percibe en ellos un alto compromiso militante universitario, como sí
sucede en el sector radical. Esto puede deberse, en primer lugar, a que los espacios de
reclutamiento político del peronismo no se encuentran fundamentalmente dentro de la
Universidad así como también a una baja y débil presencia de agrupaciones peronistas
dentro de la misma, frente a la presencia mayoritaria de la FM.

98
pado cargos de gestión en la Universidad y trece ocuparon por lo menos dos
cargos, ya sea por elección directa o indirecta. Este dato expresa también la
existencia de carreras políticas dentro de aquella institución y también de cier-
tas jerarquías internas, por las que los dirigentes van transitando hasta llegar
a los puestos más elevados del gobierno de la misma.
El dato anterior constituye una dimensión central para comprender las
especificidades del grupo político que estamos analizando y su relación par-
ticular con la Universidad. Como hemos mostrado, estos políticos se forma-
ron principalmente durante la década del 80 y principios de la década del 90
en las universidades, pero luego, a diferencia de otros grupos y generaciones,
permanecieron en la misma, ocupando cargos de gestión hasta luego ingresar
a la política electoral. Es decir que para ellos aquella institución fue parte de
su desarrollo profesional, más ligado a un perfil de «profesionales de la política
universitaria», atendiendo a sus trayectorias de gestión.
Las profesiones de este grupo también contrastan con las de las generacio-
nes de dirigentes políticos que se formaron en las universidades durante las
décadas de 1960 y 1970.9 En primer lugar, aquellos dirigentes eran predo-
minantemente abogados, en contraste con las heterogéneas profesiones que
muestra este nuevo grupo. La abogacía, a diferencia del rol que tuvo en gene-
raciones posteriores, tuvo un rol fundamental en la socialización de los polí-
ticos argentinos, principalmente a través de los estudios jurídicos, una insti-
tución social que funcionó como una suerte de nodo de vínculos políticos.
Como señala Mellado (2015) la abogacía es una actividad que generaba, déca-
das anteriores, una importante clientela, lazos que permiten la acumulación
progresiva de un capital social y un capital político personalizado basado en
la reputación profesional.
Si bien todos los partidos políticos cuentan con un alto porcentaje de abo-
gados en sus filas, ya que es la profesión predominante de las elites políticas
argentinas (Canelo, 2011), esta profesión es, en el caso de la elite radical men-
docina, la profesión más importante. Efectivamente, en el caso de Mendoza,
el 34, 4 % de los senadores y el 27, 2 % de los diputados radicales son aboga-
dos mientras que solo el 15, 6 % y el 17, 7 %, respectivamente, entre los pero-
nistas. Como señala Mellado (2018), la vinculación entre profesión política y
abogacía fue más estrecha para el partido radical y señala el importante papel
que ha desempeñado la carrera de Derecho y especialmente la Universidad
de Mendoza, para reclutar personal político entre radicales y también demó-

9 En el caso de Mendoza, analizado por la autora, la abogacía fue la profesión con mayor
presencia en la Legislatura provincial entre los dirigentes que la ocuparon entre 1983 y
1999; en ambas Cámaras representaron en promedio el 23 % de las profesiones (Mella-
do, 2015).

99
cratas, dato que muestra las afinidades del vínculo de las elites radicales con
el mundo de la abogacía y el derecho.
Si bien esta profesión es usualmente valorada por los conocimientos que
brinda para el desempeño de la tarea política, el estudio jurídico dotó, espe-
cialmente a las generaciones que lo tuvieron como una salida laboral predo-
minante, de un conjunto de beneficios para su condición de profesionales de
la política. El estudio jurídico funcionó como una suerte de refugio político
en los contextos de cambio de reglas de juego político, funcionando como
un espacio de «ocultamiento de la vida pública» durante la dictadura militar
pero también una fuente de recursos económicos que les permitió «sobrevivir
en momentos de interdicción de la vida política partidaria» (Mellado, 2018).
Los dirigentes radicales de la Universidad analizados en este capítulo poseen
características que contrastan relativamente con estas elites que pasaron por
la Universidad durante la década de 1960 y 1970. Si bien la abogacía sigue
teniendo cierto peso, este grupo político posee un perfil más heterogéneo.
De los 13 dirigentes del Grupo Universidad que poseen título universitario,
5 son abogados y 8 poseen profesiones diversas, en las que cuentan arquitec-
tos, ingenieros, contadores, economistas, profesores, etc., y no pareciera exis-
tir una profesión predominante. Esto abre en la UNL, el predominio de los
abogados implicó una centralidad, como hemos señalado, en las facultades y
carreras de derecho (Salomón, 2017).
Efectivamente, como hemos mostrado anteriormente, los dirigentes de la
JCN–UCR de Santa Fe tuvieron en la FCJS su principal centro de participación
política, fueron centralmente abogados y, en muchos casos, mantuvieron sus
estudios jurídicos como actividad paralela a su carrera política. Ricardo Lafe-
rriere, Marcelo Stubrin, Luis Cáceres, ejercieron como abogados y provenían
de familias con padres o abuelos con estudios jurídicos, tres dirigentes centra-
les de la JCN–UCR que estudiaron en la UNL. Este tipo de perfil también está
presente en la misma generación de dirigentes descrita por Mellado para el
caso de Mendoza, quien señala que la formación universitaria en Santa Fe fue
clave para su incorporación al grupo de los coordinadores (Mellado, 2015:10).
Por aquellos años la carrera de derecho en Mendoza estaba en proceso de for-
mación y para las elites locales estudiar fuera del territorio era considerada
una forma de distinción.
En el caso analizado, atendiendo a los cargos de gestión y el perfil profe-
sional —incluso el de los abogados— los dirigentes de esta elite radical no
presentan ni las mismas trayectorias ni las mismas posiciones que las genera-
ciones anteriores. Los dirigentes de la ciudad —del grupo UCR que estamos
analizando— parecieran tener principalmente en común sus largas trayecto-
rias de gestión hacia el interior de la Universidad, conformando una suerte

100
de «políticos profesionales de la Universidad». Efectivamente, estos dirigen-
tes no provenían de mundos inmersos en redes de sociabilidad externos a esta
institución, como los estudios jurídicos. Tampoco provenían del mundo del
derecho, histórico espacio de formación profesional e ideológica de la elite
política argentina, una de las canteras más tradicionales de reclutamiento de
la elite política argentina.

Entre la Universidad, el partido y la ciudad

La consolidación del grupo político de los universitarios estuvo atravesada


por dos objetivos que le dieron cuerpo: en primer lugar, disputar la interna
del partido radical y, en segundo lugar, a dar batalla en la ciudad de Santa
Fe, como un primer eslabón en el proyecto político externo a los muros de la
Universidad. Sin embargo, no todos los dirigentes de la Universidad tenían
los mismos vínculos con el partido; en la coyuntura de desembarco en la ciu-
dad pareciera haber sido la gestión universitaria el espacio de convergencia y
aglutinador del grupo político.
El primer intento de ingreso a la política electoral fue en 1999, a través de
la candidatura de Hugo Storero a intendente de la ciudad, quien se postuló
para el cargo siendo rector de la UNL. Luego de un primer fracaso electoral,
este dirigente volvió a competir por ese cargo en 2003.10 En las entrevistas
realizadas estos años son señalados como fundantes, tanto para dar el salto a
la política municipal, en búsqueda de su gobierno, como también para dar la
lucha por las posiciones internas al interior de la UCR, dos procesos que apa-
recen íntimamente relacionados.11 En las elecciones de 2003, Storero obtuvo
55 000 votos e ingresó como concejal Julio Schneider, quien es considerado
miembro del grupo fundador y quien encabezó entonces la lista de conceja-
les de la ciudad. Posteriormente, como parte de la estrategia de crecimiento
ingresó Carlos Pereira al Concejo Municipal, en 2005, hecho que es signifi-
cado como un eslabón más de consolidación del proyecto político grupal.
Las trayectorias de los candidatos que encabezaron las listas de este grupo,
Storero y Barletta, sus caras visibles ante la sociedad, son elementos claves para

10 Así señalaba un entrevistado: «la vida política universitaria comienza con la candidatu-
ra de Storero. O sea de allí un grupo que éramos universitarios, en este caso, cuando se
decide la candidatura de Storero comienza desde la casa en ese momento, ahí donde se
armó todo en la casa de Julio Schneider, que estaba en la Universidad, y los partícipes de
eso fueron Darío Boscarol, Hugo Marcucci y Julio Schneider, como te decía, tratando de
convencer a Hugo Storero de subirlo a esa figura».
11 Véase el Capítulo 2, de Gabriel Obradovich, en este libro.

101
comprender el formato de esta emergente empresa política y también de la
heterogeneidad interna del colectivo. Storero era arquitecto y se había des-
empeñado como rector de la UNL desde 1994 hasta el año 2000, cuando fue
convocado por el gobierno de Fernando de la Rúa a trabajar a la Secretaría de
Cultura de la Nación. Barletta, quien finalmente accedió a la Intendencia de
la ciudad en 2007, también fue candidato cuando aún ocupaba el rol de rec-
tor de la UNL, poniendo en evidencia la continuidad de la cercanía entre el
mundo de la política universitaria y el electoral.
La importancia de estos dirigentes —su condición de candidatos princi-
pales— no poseía una correlación con posiciones y trayectorias consolidadas
al interior del partido Radical. Ambos dirigentes poseían claros vínculos con
el radicalismo, pero especialmente Storero no provenía de esta organización.
Más aún, recién en el año 2005 —y como parte de la campaña política de esa
coyuntura—, se afilió formalmente al partido, en un mitin partidario al que
se convocó a la prensa local.12 Pese a que, como veremos, Barletta tuvo desde
su ingreso a la Universidad un vínculo estrecho con el radicalismo y su entrada
a la vida política universitaria se debió a esa relación, tampoco es considerado
por otros miembros del grupo UCR–universitarios como referente del radi-
calismo. La siguiente entrevista muestra cómo los principales candidatos del
grupo no eran reconocidos como «hombres» de partido:

No, porque Hugo era más grande que nosotros y él no venía de la… Si bien ha-
bía tenido militancia estudiantil, él venía, había sido presidente del Colegio de
Arquitectos, venía, digamos, de un tipo muy activo en la sociedad civil pero no
tanto en la política partidaria. Mario tampoco, Mario… Nosotros teníamos 15
años menos, pero teníamos muchos campeonatos más encima que él, que se aso-
maba a la vida política, digamos, incluso cuando fue candidato a intendente no-
sotros teníamos en el lomo muchas… Diez elecciones internas, generales y qué
sé yo, y yo a los 16 años fiscalizaba sin poder votar, fiscalizaba en Yapeyú, viste,
porque había que ir a cuidar los votos. Ni Hugo ni Mario habían tenido esa ex-
periencia política que sí habíamos tenido nosotros. Ellos habían tenido una vida
más universitaria, digamos. (Entrevista a José Corral, 21/05/18)

12 Así se presentaba la noticia en el diario El Litoral: «A través de una sencilla ceremonia,


el diputado Hugo Storero se afilió formalmente al partido, sentando las bases de la cam-
paña para sumar voluntades. Storero, valoró su afiliación al centenario partido como un
"hecho de trascendencia en su vida personal", aunque consideró que "se trata de una for-
malidad, ya que desde hace más de seis años estoy comprometido con el proyecto trans-
formador que encarna la UCR". Por su parte, Michlig expresó que el partido "celebra la de-
cisión del legislador nacional de formalizar su afiliación"» (12/08/05).

102
En coincidencia con el diagnóstico de la entrevista, el mismo Barletta se define
con cierta distancia del radicalismo y menciona que fue promovido por un
grupo político de jóvenes ligado a la Franja Morada, al que él no pertenecía:

Yo era rector, estaba en el mejor de los mundos, tenía el mejor despacho, hacien-
do lo que más me gustaba, lo que más quería, lo que había deseado toda mi vida,
cumpliendo 54 años. Estamos hablando de 2007, 2006 yyy... [silencio]... y bue-
no, los jóvenes fundamentalmente me plantearon: «Mario, vos tendrías que ser
candidato a intendente». Y, y, yo… Fue gente de Franja la que me llamó, de al-
guna gente que sí desde la Universidad también militaba en política e iba al par-
tido y eran, qué sé yo, los cargos repartidos, que había qué sé yo, no, no, nunca
me metí en cargos del partido. O sea que sí, era gente que sí, era del radicalismo
y jóvenes de la Universidad, fundamentalmente de Franja. (Entrevista a Mario
Barletta, 17/12/17)

La temporalidad de los hechos narrada en esta anécdota no es, no obstante,


compartida por otros miembros del grupo, que ubican los inicios de la insta-
lación de la candidatura de Barletta ya para 2005. Estos incluyen en esa estra-
tegia las políticas de fomento del vínculo de la Universidad con los barrios
populares, a partir de talleres, cursos, y otras iniciativas, como la candidatura
a concejal de Carlos Pereira. En ese relato, ya para 2006 o 2007, había una
parte importante del grupo de los radicales universitarios, incluido el rector,
trabajando por su candidatura.
Estas dos versiones, sin embargo, no parecen incompatibles sino comple-
mentarias, ya que podrían obedecer a dos momentos distintos. Por un lado,
el del armado inicial, luego de la derrota de 2003, en el que se vislumbró que
la mejor estrategia era insistir con la presentación de un candidato que fuera
rector de la Universidad, luego de la experiencia fallida de Storero. Por el otro,
en 2006 o 2007, el de la decisión final de lanzar efectivamente la candida-
tura y hacerla pública, que puede asociarse al momento recordado por Bar-
letta. Sea como fuere, la anécdota muestra un costado que en el caso de Bar-
letta jugaba para su perfil público, asociado con una autopercepción de estar
ajeno a las dinámicas e internas partidarias.
Otro elemento que alimenta la importancia del grupo político y cierta auto-
nomía de los candidatos que encabezaron las listas fue la decisión de «ir por
la ciudad». Según señalan los entrevistados, Hermes Binner —candidato a
gobernador por el FCyS en el 2007— quería que el exrector de la UNL sea su
candidato a vicegobernador. Pero el objetivo del grupo era disputar la Inten-
dencia, justamente, porque ya había logrado ingresar al Concejo Municipal e
ir por la Intendencia y esto les permitía consolidar el proyecto político grupal

103
en la ciudad. Para el grupo en ascenso hacerse de la ciudad implicaba poder
político real y era su principal estrategia de consolidación como grupo polí-
tico ante la sociedad, pero también hacia el interior del radicalismo. Según
han señalado varios entrevistados, ir por la ciudad no implicaba sumar a otros
espacios sino trabajar por un proyecto propio, especialmente luego de incor-
porar —ya en 2003—dos dirigentes en el Concejo Municipal.
Como se puede observar en este apartado, el análisis del tránsito del grupo
político analizado hacia la política de la ciudad, pareciera presentar una diná-
mica diferente a la de reclutamiento. Sus experiencias al interior de la Uni-
versidad, mediadas por la militancia y la gestión en espacios comunes al inte-
rior de la misma, fueron instancias claves de conformación de lo que Matías
Landau describe, en el Capítulo 3 de este libro, como un «grupo político». En
contraste, la vinculación con el partido aparece cumpliendo un rol secunda-
rio frente al protagonismo de la experiencia de gestión al interior de la Uni-
versidad como locus de conformación del grupo político. La entrevista a José
Corral, quien accedió como parte del espacio al cargo de concejal en el año
2009, muestra cómo estos lazos de confianza forjados en la gestión universi-
taria fueron claves para la consolidación del espacio:

Y entonces lo elegimos a Mario de rector, Mario Barletta para completar el pe-


ríodo de Storero, año 99, yo sigo de secretario de Extensión como me había de-
signado Hugo Storero pero trabajando, y me transformo, junto con Alejandro,
en las dos personas de más de confianza de Mario. Y trabajamos desde el ’99 al
2007, yo integré el gabinete de la Universidad. En 2003, la mitad de ese tiempo,
paso de secretario de extensión a secretario general, con un objetivo, mirá vos,
bastante preciso, yo asumí la Secretaría General, Mario tenía mucha confianza
en mí. (Entrevista a José Corral, 21/05/18)

También encontramos que existen diferencias al interior de este colectivo


marcadas por ligazones más o menos directas de los actores con el partido, la
política y la Universidad. En el apartado siguiente profundizaremos en esta
diversidad a partir del análisis de las trayectorias y las posiciones de los pro-
tagonistas al interior de la misma y mostraremos un conjunto de redes for-
jadas en aquella institución que permitieron el surgimiento y la consolida-
ción del agrupamiento. Continuando con las reflexiones de las fronteras del
mundo universitario, veremos que los involucrados en el juego político elec-
toral, aquellos que «salieron» de la Universidad a la política poseían unos atri-
butos que los hacían más proclives al juego político: estaban ubicados en las
fronteras de la misma.

104
Capitales y posiciones de los dirigentes políticos en la Universidad

Cuando sostenemos que la Universidad es un espacio social en que los parti-


dos «reclutan» dirigentes o cuando sostenemos que esa institución puede ser
considerada un «entorno» de los mismos, estamos afirmando que existe una
expertise, unas dinámicas y un universo social relativamente autónomo de
la vida política partidaria. Aun cuando, como hemos observado hasta aquí,
aquella institución tiene fuertes vínculos con ella, la vida interna de las uni-
versidades públicas se relaciona fuertemente con la enseñanza, la producción
y la transmisión de conocimiento, prácticas sociales ligadas al denominado
mundo académico. Buena parte de la organización política y administrativa
de ese espacio está ligada a esas actividades y a los vínculos que se tejen en
torno a ella, sin dejar de ser un espacio, como lo hemos señalado, de forma-
ción y actividad política.
Por esta razón, es relevante preguntarse sobre la trayectoria académica del
grupo político que se fue conformando en el interior de la Universidad, espe-
cialmente detrás de un proyecto político electoral. El análisis de sus trayec-
torias iluminará un aspecto central del proceso que estamos analizando —
el tránsito de la Universidad a la política—: que la salida al mundo político
electoral de los dirigentes de la Universidad fue una opción para aquellos más
alejados de las tareas estrictamente académicas. Como podremos ver, quienes
emprendieron la marcha «hacia afuera» fueron aquellos que mayor trayecto-
ria política y de gestión poseían en la Universidad, categoría social sobre la
que reclutó el partido.
Una mirada comparativa de la trayectoria de los cuatro rectores de la UNL
desde 1983 a esta parte, que incluye dos que formaron parte del grupo que esta-
mos analizando —Hugo Storero y Mario Barletta— permite aproximarnos
a los diversos tipos y distribuciones de capitales puestos en juego en el espa-
cio universitario. Probablemente el contraste entre las trayectorias de Mario
Barletta (rector de la UNL, 2002–2007) y Juan Carlos Hidalgo (rector de la
UNL entre 1984 y 1994) sea el que permita ver con mayor claridad las mismas.
Hidalgo fue el primer rector elegido por Asamblea luego de la dictadura
militar, después de 24 años. Se recibió en 1963 de Contador Público Nacio-
nal en la Universidad Nacional de Rosario (UNR) cuando poseía su sede en
Santa Fe. Obtuvo una beca Ecolatina, otorgada por la CEPAL en el Insti-
tuto de Economía de la Universidad de Chile en la década de 1960, con la
que realizó una maestría en Economía. Luego fue docente de la Universi-
dad de Chile, en Viña del Mar, y en la Universidad Católica de Valparaíso.
Regresó a la Argentina en 1973 e ingresó a la Facultad de Ciencias Econó-
micas de UNL. Posteriormente, se doctoró en Economía en la UNR. Luego,

105
entre 1984 y 1994 se desempeñó como rector de la UNL. Finalizada su ges-
tión fue designado Director de la Maestría en Ciencias Sociales, en la FCJS.
Ha publicado múltiples artículos vinculados a sus temáticas de estudio y
se reconoce como un investigador (Conti, 2009; Piazzesi y Bacolla, 2015).
De los datos extraídos de la entrevista propia a Mario Barletta, se desprende
que su trayectoria en la Universidad, a diferencia de la de Hidalgo, está central-
mente ligada a la gestión política de la misma, en la que la actividad estricta-
mente académica ocupa un lugar secundario. Ingresa a la institución como el
director normalizador, en el contexto de la transición democrática, del Depar-
tamento de Hidrología General Aplicada de la UNL en el año 1984, convo-
cado por el rector normalizador Benjamín Stubrin; representante, por aquel
entonces, del gobierno de Alfonsín. Cuando fue nombrado por esa gestión,
Barletta era ingeniero hidráulico y trabajaba para Agua y Energía Sociedad del
Estado. Había trabajado en Chaco en un proyecto para la determinación de
las crecientes que inundaban la ciudad de Resistencia y, cuando fue llamado
por la gestión de Stubrin, trabajaba en el proyecto Paraná y medio, un plan
para construir una represa en el río Paraná.
Su trayectoria en la Universidad estuvo siempre atravesada por la gestión
política vinculada a los asuntos de esta institución. Apenas ingresó llevó a
cabo las gestiones políticas para la transformación del citado departamento
en la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas (FICH). Posteriormente se
desempeñó como secretario de Ciencia y Técnica de la UNL bajo la gestión
de Hidalgo. Años después, en 1994 fue nombrado por el rector Storero como
secretario general, un cargo político «por excelencia» dentro de la Universi-
dad. Luego, en 2000, fue elegido como rector.
De manera paralela a la gestión se desempeñó con una dedicación simple
como profesor de la asignatura de Formulación y Evaluación de proyectos de
inversión, una materia de carácter optativo ofertada para alumnos de múlti-
ples carreras. Más tarde fue intendente de la ciudad de Santa Fe (2007–2011),
candidato a gobernador en las elecciones de 2011, diputado nacional entre
2013–2017, presidente del Comité Nacional de la UCR (2011–2013), y embaja-
dor en Uruguay (2018–2019).
Como podemos observar, las trayectorias de estos rectores —el cargo de
mayor jerarquía política de la Universidad— presentan algunas diferencias.
Con relación al ingreso a la institución, en el primer caso estuvo fuertemente
atravesado por la posesión de ciertos capitales ligados a la vida académica.
Hidalgo fue nombrado producto de su trayectoria en materia de estudios vin-
culados a la economía, como profesor de esa área de estudios. En contraste,
Barletta fue convocado como parte de la gestión normalizadora con un obje-
tivo político vinculado a ese proceso.

106
La trayectoria de ambos en materia de formación profesional también difiere
de manera importante. Hidalgo posee una extensa trayectoria en cuanto a
enseñanza en el nivel de posgrado y también en investigación a partir de la
formación de grupos de investigación, investigadores y publicaciones, tanto en
Argentina como en el exterior. En tanto, Barletta tiene, antes de su ingreso a la
Universidad, una trayectoria técnica, vinculada a la ingeniería hídrica y su rol
como docente dentro de la Universidad no ha implicado un desempeño en las
áreas de conocimiento y en las materias más centrales de la carrera de grado;
tampoco tiene formación de posgrado y desempeño en actividades vinculadas
a la investigación. La especificidad de su tránsito por esta institución está fuer-
temente ligada a la gestión política de la misma, primero como normalizador,
luego como promotor de la formación de la FICH, como secretario de Ciencia
y Técnica, como secretario general del Rectorado y finalmente como rector.
Asimismo, en ambas trayectorias también se observa un contraste en el
desempeño posterior al ejercicio como rectores, que muestra con claridad un
perfil más académico por parte de Hidalgo y un perfil más político por parte
de Barletta. Luego de experiencia como rector, Hidalgo regresó a las tareas
docentes y de investigación, mientras que Barletta continuó, en cierta forma,
con su carrera política en un nuevo espacio social, la política por fuera de la
Universidad.
Esta trayectoria de salida en la que la Universidad se expresa como un «tram-
polín» se ve también en la trayectoria de Storero, quien se postuló como inten-
dente en 1999 mientras era rector y luego renunció a este cargo para trabajar,
—bajo el gobierno de De la Rúa— en la Secretaría de Cultura de la Nación,
para posteriormente desempeñarse como diputado nacional por la UCR y
ministro de Obras Públicas del gobierno de Binner en la provincia de Santa
Fe. Storero, de la misma forma que Barletta, posee una trayectoria ligada a
la actividad de gestión política de la Universidad, fue dos veces decano de la
Facultad de Arquitectura, antes de ser rector, no transitó por el posgrado y
no tuvo trayectoria de investigación. Más aún, se graduó en la Universidad
Católica de Santa Fe, una Universidad que, a diferencia y en comparación
con la UNL, posee un menor reconocimiento y trayectoria en investigación.
Los dirigentes políticos pertenecientes a la Universidad que ingresaron al
mundo de la política municipal provenían de actividades de gestión vincula-
das a esa institución y de militancia. Es decir, ya provenían de la «política».
Probablemente por esta razón sus expertises y capitales eran sumamente valo-
rables en el nuevo universo y cruciales para el armado de las redes políticas
necesarias para participar en la arena electoral. Así lo expresaba José Corral
en la entrevista:

107
Yo creo que nosotros traemos un poco la novedad de la Universidad y por lo tanto
esa presunción del conocimiento y del saber técnico; pero, a su vez, la experien-
cia de gestión que nos había dado, además de experiencia en la administración,
el saber para gobernar la ciudad sin problemas y hacer cambios desde los pri-
meros días, pero además cierto pragmatismo digamos, o sea, porque uno podría
decir, viniendo de la Universidad es un grupo ideológico, sí, nosotros estábamos
cargados de ideas pero teníamos mucha práctica. De laburo diario con gestión y
de gobierno y por lo tanto de construcción política, como que teníamos mucha
experiencia. (Entrevista a José Corral, 21/05/18)

Conclusiones

A lo largo del trabajo se ha mostrado cómo la UNL ha sido históricamente un


espacio de formación de las elites políticas de la región litoral y de la ciudad
de Santa Fe y se ha analizado el ascenso de un grupo político particular, los
universitarios, al poder político de la ciudad. A partir del análisis de este caso
particular se buscó identificar las especificidades del vínculo de los partidos
y la Universidad, especialmente a través de nociones como cantera de reclu-
tamiento y entorno partidario, en una coyuntura histórica particular, entre
2007 y 2015.
Es posible visibilizar que el grupo analizado presentó un conjunto de par-
ticularidades que muestran un vínculo diferente a otros grupos internos del
radicalismo, también formados políticamente y movilizados en las universi-
dades en otros momentos históricos y también en el periodo analizado. Las
profesiones de abogados, la incidencia del derecho como profesión predomi-
nante y la militancia política en agrupaciones estudiantiles no parecieran ser,
en este caso, las únicas claves de comprensión de las elites. Formaciones pro-
fesionales más heterogéneas y tránsito por cargos políticos y de gestión uni-
versitaria aparecen como los denominadores comunes de este nuevo grupo
que hemos nominado a lo largo del trabajo como «profesionales de la política
universitaria». De esta forma es factible ver —si se sostiene la idea de recluta-
miento— cómo el partido no cooptó dirigentes aleatoriamente al interior de
la institución, sino que incorporó a aquellos que poseían una expertise fácil-
mente valorable y convertible en capital en el mundo de la política electoral.
El artículo también sugiere que la Universidad no ha sido solo un lugar de
formación y politización de las elites para la política y para los partidos, como
lo fue histórica y especialmente para el radicalismo. Muestra asimismo que
esta institución ha sido un espacio de consolidación de redes y de grupos que
le han permitido funcionar como una plataforma política para dirigentes con

108
fuertes vinculaciones con la vida partidaria, espacio desde el que los dirigen-
tes han desplegado estrategias activas hacia afuera de la Universidad, tanto
del partido como del mundo electoral. Esta dinámica, como hemos sugerido,
pareciera poner en tensión cierta pasividad imputada a los «reclutados por los
partidos» en las canteras, en este caso en la Universidad.
Finalmente, el artículo habilita la reflexión sobre las especificidades de las
fronteras del mundo político y también de la institución universitaria. La
coyuntura particular del campo político de la ciudad, probablemente haya
abierto sus fronteras o relajado sus mecanismos de cierre para permitir el
ingreso de dirigentes menos asociados con los partidos. Es probable que la
debilidad del radicalismo, su bajo desempeño electoral y el fenómeno de la
crisis de representación de los partidos políticos con un acentuado desem-
barco a partir del 2001 haya potenciado el ingreso de nuevos actores y abierto
así las fronteras del campo.
En esta misma línea analítica queda pendiente explorar qué expresó el desa-
rrollo de los intereses políticos electorales de este grupo político al interior de
la Universidad. La participación directa de quienes ocupaba el gobierno de la
misma en las dinámicas partidarias y electorales es también una evidencia de
pérdida de autonomía de la Universidad, un fenómeno de apertura de fron-
teras homólogo al que se expresaba en el universo electoral. Sería importante
explorar sobre las dinámicas de representación al interior del mundo universi-
tario en esa coyuntura, teniendo en cuenta que estaba gobernada por una elite
política que miraba «hacia afuera» de la institución. Sus pretensiones políti-
cas y de representación sobrevolaban la «ciudad», un espacio social ajeno a la
Universidad que, aun cuando puede ser considerada un espacio político y una
voz autorizada en el espacio público, responde a lógicas vinculadas más direc-
tamente a la enseñanza, la formación académica y la investigación.

Referencias bibliográficas

Altamirano, Carlos (1987). La Coordinadora: elementos para su interpretación. En Ensayos


sobre la transición en Argentina. Punto Sur.
Buchbinder, Pablo (2012). Formación de los sectores dirigentes y controversias políticas en
el ámbito universitario: el caso de las facultades de derecho, 1890–1912. Boletín del
Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, (37), 115–142.
Beltrán, Mónica (2013). La Franja. De la experiencia universitaria al desafío del poder. Aguilar.
Bourdieu, Pierre (2001). El campo político. Plurales editores.
Cantón, Darío (1964). El parlamento argentino en épocas de cambio: 1889, 1916 y 1946. De-
sarrollo económico, 4(13), 21–48.
Canelo, Paula (2011). Acerca de la construcción de carreras políticas en la Argentina. Los
senadores nacionales en 1973, 1983 y 1989. PolHis, (7), 140–153.

109
Conti, Jorge (2009). Lux Indeficiens. Crónica para una historia de la Universidad Nacional
del Litoral. Ediciones UNL.
De Imaz, Luis (1964). Los que mandan. Eudeba.
Ferrari, Marcela (2008). Los políticos en la república radical: prácticas políticas y construcción
de poder (1916–1930). Siglo XXI Editores.
Gaxie, Daniel (1980). Les logiques du recrutement politique. Revue française de science
politique, 30(1), 5–45.
Mellado, Virginia (2015). Socialización y formación de las elites argentinas a fines del siglo
XX: Itinerarios universitarios y aprendizajes de la carrera política. Pro–Posições, 26(2),
163–185.
Mellado, Virginia (2018). Las elites políticas en el espejo: perfiles socio profesionales de
los elencos dirigentes argentinos (1983–1999). Revista de Sociología e política, 26(66),
79–100.
Memoria Institucional (2009). Creación de la Universidad Nacional del Litoral 1 y 2. Edicio-
nes UNL.
Offerlé, Michel (2004). Los Partidos Políticos. LOM.
Offerlé, Michel (2011). Los oficios, la profesión y la vocación de la política. PolHis, 4(7), 84–99.
Piazzesi, Susana y Bacolla, Natacha (2015). El reformismo entre dos siglos. Historias de la
UNL. Ediciones UNL.
Persello, Ana Virginia (2007). Historia del radicalismo. Edhasa.
Salomon, Pablo (2016). Trayectorias y Elencos de gobierno. La Facultad de Ciencias Jurídicas
y Sociales en los años sesenta. En Sozzo (Comp.). Hacer Derecho: reconstrucciones
acerca de la relación derecho/ ciencias sociales en la Facultad de Ciencias Jurídicas y
sociales de la Universidad Nacional del Litoral. Ediciones UNL.
Salomon, Pablo (2017). Elencos de gobierno, red intelectual e intervención política. La
Facultad de Filosofía y Letras de la UNL en los años sesenta. En Bacolla, Donatello y
Carrizo (Coords.). Política, sociedad, instituciones y saberes. Diálogos interdisciplinares e
intercontinentales. Ediciones UNL.
Sawicki, Frédéric (2011). Para una sociología de las redes y los entornos partidarios. Revista
de Sociología, (25), 37–53.

110
Capítulo 5. Las controversias sobre
las inundaciones y su impacto en el campo
político santafesino: el descrédito del peronismo
y el posicionamiento de Mario Barletta
Tamara Beltramino y Luisa Álvarez

Introducción

Los desastres son acontecimientos críticos que producen rupturas en las for-
mas normales de interacción sociedad–naturaleza (Oliver–Smith, 1996). Ade-
más, son situaciones relevantes para la construcción de sentido (Clavandier,
2009) y para la transformación política de la sociedad (Gilbert, 2003; Regui-
llo Cruz, 1996).
Aunque la ciudad de Santa Fe ha sufrido contingencias hídricas de forma
recurrente a lo largo de su historia, no ha sido hasta recientemente que estas
se volvieron objeto de interés y movilización públicos. En este capítulo expli-
camos este proceso, a partir de la problematización pública (Gusfield, 2014)
del asunto, que se produjo entre 2003 y 2007 atendiendo a la productividad
política de los desastres (Beltramino y Filippon, 2017), a la construcción social
y política de estos eventos en la arena pública (Cefaï, 1996) y a su impronta
sobre la configuración del campo político local en los años posteriores.
Para lograr estos objetivos retomamos dos desastres: el primero es el de abril
de 2003, que se produjo a partir del desborde del río Salado. El segundo es la
inundación pluvial de marzo de 2007. En ambos eventos, tanto las pericias
(Bronstein et al., 2003; Bachiega, Bertoni y Massa, 2003) como investigaciones
académicas (Arrillaga y Herzer, 2009; Colette, 2015) mostraron que la afecta-
ción de la población y la estructura urbana estuvo magnificada por las falen-
cias de las obras de infraestructura de protección (falta de finalización del sis-
tema defensivo e incapacidad de los sistemas de desagües y bombeo) y por
la inexistente y lábil ejecución de los protocolos de intervención durante la
emergencia (planes de contingencia, sistemas de alerta, evacuación, etcétera).
En investigaciones previas mostramos cómo las inundaciones ocuparon
un rol relevante en la agenda pública local a partir de la emergencia de una
arena posdesastre de 2003 (Beltramino, 2020, 2018). Entonces surgieron deba-
tes públicos en los que se cuestionó el rol de las autoridades en la ocurrencia
del desastre y la gestión de la emergencia. Cuatro años después y tras la ocu-
rrencia de un nuevo acontecimiento crítico, las inundaciones y la gestión del

111
riesgo hídrico fueron objeto de debate público y eje de las críticas a los fun-
cionarios municipales del período 2003–2007, convirtiéndose en objeto de
disputas durante la campaña electoral para la intendencia y el Concejo Muni-
cipal en 2007.
A partir de este reconocimiento nos interesamos por observar cómo en esta
arena pública se movilizaron actores, significados y argumentos que incidie-
ron en la construcción social y política de los eventos en el espacio local. Esto
nos permitió ahondar también sobre los que denominamos como los sedi-
mentos de la arena posdesastre, especialmente los referidos a las transforma-
ciones del campo político local.

Narrando los eventos críticos: las inundaciones de Santa Fe


de 2003 y 2007

«Los tamaños, los desafíos, las duraciones, los actores, no son comparables y
sin embargo, ahí están comprometidos en la misma historia». (Latour, 2007)

Las inundaciones de 2003 y 2007 fueron diversas en cuanto a sus causalida-


des, magnitudes y duraciones. Pese a eso, su construcción social y política ten-
dió puentes entre los eventos y se impregnó por los argumentos, aprendiza-
jes y disputas publicitados en el período entre desastres.
En lo que sigue describimos las particularidades de cada uno de los even-
tos analizados (inundación de 2003 y de 2007) para luego contrastarlas y pro-
fundizar sobre su construcción social y política. Para esto atendemos a tres
dimensiones: a) sus causalidades, b) los alcances y especificidades de la afec-
tación y c) la politización de los eventos tanto durante el contexto de emer-
gencia como en el posdesastre.
Respecto del primer evento, cabe mencionar que el 29 de abril de 2003
es el día recordado por los santafesinos como el más trágico en la historia
de la ciudad. Entonces un tercio de la ciudad se inundó, se relevaron alre-
dedor de 100 000 afectados y se reconocieron 23 muertos como consecuen-
cia del desastre.
El desborde del Salado del año 2003 fue producto de la combinación de
causales naturales y antrópicas tales como a) la crecida del río Salado; b) las
precipitaciones extraordinarias en los meses previos; c) la existencia de una
defensa inconclusa en la zona noroeste de la ciudad; d) la incapacidad del sis-
tema de drenajes y bombeo para expulsar el agua acumulada al interior de la
ciudad; e) el asentamiento de cientos de miles de santafesinos en zonas consi-

112
deradas de riesgo entre otras causas destacadas en los informes expertos (Ins-
tituto Nacional del Agua, 2004).
A partir del 27 de abril —y mientras en la ciudad se desarrollaban los comi-
cios electorales presidenciales— los vecinos de los barrios Cabal y Villa Hipó-
dromo —en el noroeste de la ciudad— denunciaban la filtración de agua del
río Salado en el terraplén de defensa de la Circunvalación oeste, sobre calle
Gorostiaga.
Tras ingresar a la ciudad por esta brecha, el río ocupó su «valle natural»
siguiendo la pendiente de los terrenos y afectando progresivamente a dife-
rentes barrios del borde oeste de la ciudad. El 30 de abril, cuando se produjo
el pico de la crecida, las consecuencias del desastre se magnificaron al toparse
el río con la Avenida Mar Argentino, en el sureste de la ciudad. Esta avenida
además de ser una carretera opera como una defensa de protección frente a las
crecidas de la cuenca del Paraná. Al encontrarse con el murallón defensivo del
borde sureste de la ciudad, el agua empezó a acumularse, incrementando sus
niveles y amenazando el casco céntrico. Ante esta situación, el gobierno pro-
vincial —en medio de una serie de controversias debido a la situación crítica
que atravesaba la ciudad— decidió realizar voladuras sobre la Avenida Mar
Argentino para favorecer el desagüe de la ciudad. Pese a esto, dadas las dife-
rentes cotas de los terrenos y la ineficacia de los sistemas de desagües y bom-
beo la afectación de las viviendas se extendió por varias semanas, especialmente
en los barrios del suroeste (Chalet, San Lorenzo y Arenales).

Figura 1. Mapa de afectación Inundación de Santa Fe (2003).


113
En 2007, los evacuados fueron alrededor de 30 000 y hubo solo una víctima
fatal por el evento. Los daños en las viviendas fueron menores y con la puesta
en funcionamiento de las bombas extractoras las áreas afectadas se desagua-
ron en alrededor de una semana. En 2007 se inundaron vecinos de la ciudad
no afectados en 2003 (los asentados en la zona costera, en el norte y noreste
de la ciudad) pero también sufrieron la doble afectación los del suroeste y del
oeste de la ciudad. De las zonas afectadas por ambas inundaciones proceden
los referentes de las agrupaciones de afectados movilizadas en la arena pos-
desastre —Carpa Negra y Marcha de las Antorchas—, quienes establecieron
vínculos entre ambos desastres e impulsaron acciones públicas de cuestiona-
miento a las autoridades.

Figura 2. Mapa de afectación Inundación de Santa Fe (2007).

Si contrastamos ambos eventos podemos ver una diferencia en lo referido


a las causalidades: en 2003 la inundación fue producto del desborde del río
Salado (origen fluvial), en cambio, en 2007 la contingencia fue resultado de
las precipitaciones extraordinarias (evento pluvial). Este contraste es signifi-
cativo para la atribución de responsabilidades de acuerdo a las competencias
definidas para cada escala de gobierno en las normativas que regulan la ges-
tión de los recursos hídricos, ya que mientras que los ríos y las áreas ribereñas
son materia de gestión del Estado provincial, el agua al interior de una ciu-
dad es materia de gestión del gobierno municipal.

114
Además de las causalidades y el alcance de la afectación, destacamos la poli-
tización y los significados movilizados durante el contexto de la emergencia
y en el posdesastre de cada uno de estos eventos. Luego del desastre de 2003
identificamos la emergencia de una visión desnaturalizada del desastre ligada
a la atribución de responsabilidades antrópicas por lo acontecido (Beltramino,
2011). En este sentido, identificamos la diseminación de rumores, el desplie-
gue de movilizaciones colectivas y el desarrollo de controversias como facto-
res relevantes para la desnaturalización del evento.
No obstante las diferencias ya mencionadas, la construcción social y polí-
tica de las inundaciones producida en el período entre desastres impregnó la
interpretación del desastre de 2007. En el nuevo escenario, los actores movi-
lizados remarcaron las falencias de las políticas de gestión de riesgo imple-
mentadas a posteriori del desastre de 2003 y reiteraron la responsabilidad de
los funcionarios en la afectación por las contingencias hídricas. A continua-
ción (Tabla 1) sintetizamos las principales características de cada uno de los
eventos para pasar luego a describir la construcción social y política de los
mismos en la ciudad.

Tabla 1. Contraste de los eventos de inundación de la ciudad de Santa Fe


2003–2007.

Inundación de Santa Fe Inundación de Santa Fe


de 2003 de 2007

Fecha aniversario 29/04/2003 aunque 29/03/2007 aunque


el ingreso del agua a la desde el 26/03 se
ciudad se registra a partir registran evacuados en la
del 27/04. ciudad y sus alrededores.

Causas naturales Origen fluvial: crecida y Origen pluvial: 437


desborde del río Salado, milímetros precipitados
lluvias persistentes sobre la ciudad entre el 26
agravan la situación. marzo y el 4 de abril.

115
Causas antrópicas Obra de defensa Dificultades en los
inconclusa en el noroeste sistemas de drenaje
de la ciudad. Diseño urbano.
inadecuado del puente Número insuficiente
de la Autopista Santa de bombas extractoras
Fe–Rosario (produciéndose de agua.
una sobreelevación del Deficiencia y falta
agua como consecuencia). de mantenimiento
Embancamiento del río al de las bombas.
interior de la ciudad (altura Dificultades del
mayor dentro del anillo ordenamiento territorial.
defensivo que fuera de él).
Dificultades del
ordenamiento territorial.

Cantidad de evacuados 130 000 evacuados y 23 28 000 evacuados


y población afectada víctimas oficiales. (01/04/2007).
Organización de 400 1 víctima fatal.
centros de evacuados en la Organización de más de
ciudad y en el Aglomerado 170 centros de evacuados
Gran Santa Fe. de forma espontánea.
Ante las dificultades
para su administración el
Estado provincial intervino
a través de promoción
comunitaria.

Áreas de la ciudad Borde oeste y suroeste de Noroeste, noreste y


afectadas la ciudad. suroeste de la ciudad.
Afectación de gran Zona ribereña este de la
magnitud y prolongada en ciudad.
el tiempo. Afectación significativa
Afectación relevante de de barrios inundados en
infraestructura de la ciudad 2003: San Lorenzo, Chalet,
(eléctrica, vial, edilicia). Santa Rita, Pompeya.
Inundación de Las Flores,
La Ranita, Guadalupe
Oeste.

Atribución de Gobierno provincial Gobierno municipal (por


responsabilidades (autoridad competente en competencias en cual a la
la gestión de los recursos gestión de los desagües y
hídricos ribereños). del sistema de bombeo).
Gobierno municipal Dificultades en los
por falta de planes de procesos de evacuación y
contingencia y dificultades en la implementación del
en el proceso de plan de contingencias.
evacuación. Ausencia de
un plan de contingencia
ante inundaciones.

116
Daños y pérdidas 3000 millones de dólares S/D
estimados (infraestructura urbana y
viviendas).

La construcción social y política del desastre de 2003

Cefaï y Pasquier sostienen que «una arena pública puede ser pensada como
un lugar de debate, de polémica o de controversia, de testimonio, de peritaje
y de deliberación donde poco a poco emergen problemas públicos» (2003:24).
En la ciudad de Santa Fe, en los meses posteriores al evento de 2003, en una
variedad de escenas —la calle, el campo político, el Estado, los tribunales de
justicia— afectados, expertos, políticos y organizaciones locales se moviliza-
ron y debatieron los significados del desastre como problema político antes
que como producto de causas naturales. Variados instrumentos de definición
de la situación (Blumer, 1971; Cefaï, 2011) —narrativas, imágenes, datos cien-
tíficos, normativas y argumentos de diferente tipo— fueron movilizados para
dar cuenta de lo acontecido.
Para los involucrados en la configuración contenciosa contar la inundación
fue describir la experiencia vivida sobre la base de los marcos de referencia pre-
sentes en el contexto de interacción a partir de juicios de valor, descripciones,
calificaciones, denuncias y justificaciones. Entre los elementos movilizados,
la falta de finalización del anillo en el borde oeste de la ciudad fue destacada
como la principal causa de la catástrofe, lo que favoreció una rápida desnatu-
ralización del evento en la escena pública.
Un indicador de esta desnaturalización fue la judicialización temprana del
conflicto a partir de una denuncia penal contra el gobierno provincial fir-
mada por alrededor de 400 afectados. Esta fue impulsada por las organiza-
ciones sociales nucleadas en el Comité de Solidaridad destacando el rol de
los funcionarios en la ocurrencia del desastre. Así, en la denuncia sostenían:

Que dichos perjuicios no se deben solamente a la acción de la naturaleza, sino


que se hacen extensivos a la omisión irresponsable de los funcionarios públicos
que, conforme a propias afirmaciones, poseían relevamientos técnicos que permi-
tían inferir el desastre y actuar consecuentemente, a los fines de impedir, repeler
y/o reducir el daño causado: mediante la alerta oportuna, la evacuación pacífica
y ordenada. (Denuncia penal causa inundaciones, 05/05/2003)1

1 Disponible a partir del año 2011 en la página web del Gobierno provincial en el mar-
co de las actuaciones del decreto 0692/2009 que regula el acceso de la ciudadanía

117
En paralelo a la judicialización del conflicto, las agrupaciones de afectados y
otras organizaciones locales desplegaron acciones colectivas demandando por
asistencia y el reconocimiento de la afectación a los fines de asegurar la eva-
cuación, la ayuda económica inmediata y la seguridad. Mientras algunos se
organizaban en asambleas barriales o se nucleaban en torno al comité de soli-
daridad, otros realizaban piquetes y cortes de calles en los accesos a la ciudad
cuestionando la deficiencia en la asistencia a los afectados y la gestión de la
emergencia desplegada por las autoridades municipales y provinciales.
Luego de varias semanas y mientras persistía en la ciudad la situación crí-
tica, se conformó la Asamblea Permanente de Afectados por la Inundación,
espacio del cual participan tanto afectados como no afectados interesados por
la problemática, agrupaciones informales y organizaciones sociales y sindicales
de nivel local, provincial y nacional. En la asamblea se articularon grupos, que
se movilizaban desde diferentes puntos de la ciudad, hacia la casa de gobierno
(sede del Gobierno provincial) para desplegar acciones colectivas. Este espacio
fue significativo para la construcción de una visión compartida del fenómeno,
trascendiendo los pedidos de asistencia. Desde allí los movilizados cuestio-
naron la explicación por causas naturales del fenómeno desplegada en la ver-
sión oficial y responsabilizaron por el desastre a quienes denominaron como
los «inundadores»: el gobernador de la provincia, Carlos Reutemann y el por
aquel entonces intendente de la ciudad, Marcelo Álvarez.
A través de acciones colectivas los afectados reclamaron por asistencia y jus-
ticia al mismo tiempo que construyeron una interpretación compartida de la
situación. De este modo construyeron una memoria del desastre y una iden-
tificación como inundados (Ullberg, 2013). En estas movilizaciones surgie-
ron los símbolos que aún hoy los identifican: la Carpa Negra —asentada en
la Plaza 25 de Mayo frente a la Casa Gris (Casa de Gobierno santafesina)—
que fuera instalada el 29 de julio en el acto conmemorativo del tercer mes de
acontecida la tragedia, las cruces blancas en representación de los muertos de
la catástrofe, y las fotos y «recuerdos de la inundación» que son exhibidos en
cada fecha aniversario.
Los principales protagonistas de las acciones colectivas fueron las organi-
zaciones en torno a las cuales se enrolaron los afectados. Aquellos nucleados
en la Carpa Negra por la Memoria, la Verdad y la Justicia y la Marcha de las
Antorchas coordinaron acciones con otras organizaciones sociales de la ciu-
dad y las vinculadas al movimiento de derechos humanos (Casa de Derechos
Humanos, H.IJOS, Madres de Plaza de Mayo, etc.). A ellos se sumaron agrupa-

a la información pública: https://www.santafe.gov.ar/index.php/web/content/down-


load/125264/619210/file/Denuncia%20de%20463%20personas.pdf

118
ciones del ámbito universitario, político partidarias, religiosas y sociales, pro-
duciendo una configuración contenciosa, la arena posdesastre del fenómeno,
en la que ciudadanos afectados y no afectados problematizaron públicamente
la inundación de 2003. Así se produjo una disputa pública de argumentos en
la que tomaron roles protagónicos los expertos, los políticos (oficialistas y de
la oposición) y otras organizaciones que formaron parte de la espiral conflic-
tiva (Merlinsky, 2013) del posdesastre.
Un acto relevante de esta disputa fue la controversia entre el por aquel
entonces Gobernador de la provincia, Carlos Reutemann y quien era rector
de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), Mario Barletta. El 1° de mayo
de 2003, el gobernador brindó una conferencia de prensa dando cuenta de
las características del fenómeno (magnitud, excepcionalidad, imprevisibili-
dad, causalidad natural, etc.). Allí refirió la inexistencia de estudios sobre la
cuenca del río Salado, a la falta de condiciones de previsibilidad del fenó-
meno y sostuvo: «Este fenómeno hídrico, en su magnitud, hay que compa-
rarlo de máxima con lo ocurrido en las Torres Gemelas de Nueva York y de
mínima, con el aluvión de Cañada de Gómez, multiplicado por el número
que ustedes quieran» (Declaraciones de Carlos Reutemann en conferencia de
prensa, 01/05/2003).
Durante la presentación, el gobernador se deslindó de la responsabilidad
que se le atribuía por el fenómeno pronunciando la polémica frase: «A mí
nadie me ha avisado», que se convertiría en uno de los emblemas de las críti-
cas de las organizaciones de afectados. Así, trasladaba la responsabilidad a los
expertos y sostenía que, pese a la existencia de una Facultad de Ingeniería en
Recursos Hídricos en la ciudad y de expertos ingenieros en los ministerios de
la provincia, el Gobierno provincial no contaba con la información necesa-
ria para tomar las decisiones necesarias para gestionar el riesgo y evitar el des-
borde y posterior inundación de la ciudad:

En lo personal no he tenido ninguna información de este tipo como usted men-


ciona. Nadie me ha avisado nada. Lo felicito por la pregunta que está haciendo,
porque tenemos una Universidad de recursos hídricos que, evidentemente, en al-
gún momento, algún ingeniero hídrico debió haber visto la cantidad de lluvia que
se estaba produciendo. La cantidad de ingenieros hídricos que pudieron haber es-
tado viendo esta situación y no lo alertaron. (Declaraciones de Carlos Reutemann
en conferencia de prensa, 01/05/2003)

Luego de esta comunicación, el por entonces rector de la UNL e ingeniero


hídrico confrontó con el gobernador señalando la existencia de una serie de
investigaciones sobre el funcionamiento de la cuenca del Salado a partir de las

119
cuales se construyeron mapas de riesgo de afectación por inundaciones de la
ciudad. Cuestionando la naturalización del fenómeno realizada por el gober-
nador, Barletta sostuvo que la causa del desborde había sido la falta de finali-
zación del anillo defensivo sobre la Avenida Circunvalación Oeste:

Reutemann da una conferencia de prensa y en la conferencia de prensa dice «a


mí nadie me avisó» y siendo que acá tenemos una Universidad de Ingenieros en
Recursos Hídricos. O sea, nos tiró los muertos sobre la cabeza. Al otro día le hice
una conferencia de prensa, yo sabía todos los estudios que la Universidad había
hecho, los mapas de riesgos, que se llaman, los distintos niveles que puede alcanzar
el Salado de lo que va a pasar en la ciudad de Santa Fe porque estaba el terraplén
inconcluso e iba a entrar el agua y se iba a inundar y estos eran estudios que se
los habíamos entregado a la provincia. (Entrevista a Mario Barletta, 17/12/2017)

Destacamos esta controversia ya que aporta elementos para trascender la


delimitación de la inundación como un problema técnico y se adentra en la
disputa por la atribución de responsabilidades. Específicamente porque «el
conocimiento (…) aporta una manera de ver los problemas que congenia o
entra en contradicción con las distintas maneras en que se establece la res-
ponsabilidad política» (Gusfield, 2014:83). Al disputar con la versión oficial
presentando información científica otorgaba pruebas respecto de la respon-
sabilidad del gobierno provincial que luego serían retomadas como eviden-
cias por los afectados en sus reclamos judiciales, pero también en las denun-
cias públicas.
Las controversias y movilizaciones desplegadas durante la situación crítica
fueron significativas para el tratamiento del asunto en el posdesastre, espe-
cialmente en cuanto la construcción social del desastre debatida en el espacio
público favoreció la politización del asunto en los años posteriores. En pri-
mer lugar, a partir del reconocimiento del carácter problemático del asunto
por parte de actores socialmente relevantes —en este caso, los afectados, los
funcionarios públicos, los políticos y los expertos—; en segundo lugar, por el
despliegue de una variedad de puntos de vista diversos sobre sus causas y res-
ponsabilidades —dando lugar a controversias—, en tercer lugar, por la movi-
lización de actores interesados en visibilizar el problema —desplegándose
acciones de protesta y judiciales para visibilizar el asunto—, y por último, a
partir de la producción de «datos» o evidencia científica para sustentar o cues-
tionar el problema visibilizado: la difusión de información científica sobre el
problema pero también el despliegue de relevamientos y denuncias públicas
por parte de los afectados para disputar los sentidos de la propia. afectación.

120
Cada uno de estos elementos aporta para comprender cómo a partir de la
politización de las inundaciones los «expertos» dejaron sus posiciones distan-
ciadas y se convirtieron en actores relevantes de la escena pública local. Suma,
además, para comprender las transformaciones en el campo político local que
se producirán en los años siguientes y sobre las cuales profundizamos en los
próximos apartados.

Las oportunidades que abre la crisis y los impactos del posdesastre


en el campo político local

Para los gobernantes —profesionales de la política— afrontar y gestionar una


catástrofe es una situación de riesgo (Ewald y Kessler, 2000:57). Ante este tipo
de calamidades, son evaluados a partir de su rol como garantes de la seguridad
colectiva (Lemieux y Barthe, 1998). En este sentido, «las situaciones de este
tipo operan como una puesta a prueba, incluso como una comprobación de
las capacidades de las autoridades para asegurar las protecciones de las colec-
tividades que tienen a cargo» (Gilbert, 1992:14).
Pese a ello, la ocurrencia de un desastre no siempre impacta sobre el campo
político ni genera cuestionamientos a los funcionarios.
Así nos preguntamos por los condicionantes contextuales que incidieron
para que en Santa Fe se politizara el desastre y por la incidencia de los signi-
ficados movilizados en posdesastre de este evento para las transformaciones
del campo político local que se produjeron luego de 2007. También indaga-
mos sobre el contexto de oportunidades políticas (McAdam, 1999) en el que
aconteció el primero de los desastres analizados y observamos los impactos en
la construcción social y política del evento en el posdesastre.
Un primer emergente al respecto refiere a la situación de efervescencia social
tanto a nivel local como provincial y nacional vinculado a la crisis social, ins-
titucional y política del 2001. Los actores movilizados en la arena posdesastre
destacan los impactos de esta situación crítica en las dimensiones socioeco-
nómica, política e institucional. En particular, señalan el clima de cuestiona-
miento a las autoridades y la desconfianza hacia los sectores políticos debido
a la corrupción y a la falta de respuesta estatal frente a los problemas sociales
que cada vez eran más evidentes.
La consigna «que se vayan todos» movilizada en las manifestaciones y asam-
bleas posteriores a la crisis de 2001 fue retomada por los movimientos de afec-
tados luego de la inundación. Tal como se cuestionaba en la escala local, los
afectados criticaban la participación de los funcionarios en diferentes elen-

121
cos gobernantes de los últimos años y sus acciones y responsabilidades en la
ocurrencia del desastre.
Estas consignas fueron acompañadas de críticas a los partidos políticos y
a los modos de participación y reclutamientos tradicionales. Así, el contexto
favoreció la apertura de ventanas de oportunidad para el ingreso de «nuevos»
actores a la escena política. En Santa Fe, durante la situación de desastre y en
el posdesastre observamos cómo los «expertos» adquirieron roles públicos de
relevancia, no solo por los saberes poseídos sino también por la movilización
de capacidades de gestión y de atención al problema durante la situación crí-
tica en un marco en el que las capacidades del Estado y de los funcionarios
del gobierno local estaban desbordadas.
Estos expertos no eran outsiders del campo político sino más bien ocupaban
espacios periféricos dentro de las estructuras partidarias de la oposición. La
politización del fenómeno y la relevancia que adquirió la gestión de riesgo de
inundaciones en la coyuntura entre desastres fueron nodales para que obtu-
vieran reconocimiento y que su capital experto y de gestión se revalorice en
el campo político local.
Un tercer emergente significativo de la politización de los desastres en el
espacio local entre 2003 y 2007 es la referida al impacto de la coyuntura crí-
tica sobre el oficialismo y a la emergencia de cuestionamientos desde el inte-
rior del peronismo. Aunque las principales críticas por la gestión ineficiente
del evento procedieron desde afuera del partido —tanto de la oposición como
de actores colectivos movilizados— estos cuestionamientos convergieron con
los de los sectores peronistas que se oponían al gobernador Reutemann.
El sector más crítico a esta figura estaba nutrido de miembros de las agru-
paciones de derechos humanos locales y provinciales. Estos grupos cuestiona-
ban su legitimidad debido a su rol en las acciones represivas desplegadas por
las fuerzas policiales en el contexto del 19 y 20 de diciembre de 2001. A ellos
se les sumarían las agrupaciones de afectados por la inundación de 2003, que
también denunciaron la responsabilidad del gobernador en la ocurrencia del
fenómeno y el tratamiento del problema que desde el Ente para la Recons-
trucción2 se dio al problema en el posdesastre.
Un referente del peronismo santafesino sostiene que la inundación de 2003
fue un emergente de la crisis que atravesaba al peronismo provincial y de la muta-
ción en los sectores tradicionalmente representados por el partido (Entrevista a
Oscar «Cachi» Martínez, 23/8/2017). Este cambio es asociado a la llegada de Reu-

2 El Ente para la Reconstrucción es el nombre con el cual se reconoce a la Unidad para la


Ejecución de la Emergencia Hídrica y Pluvial, órgano ad hoc creado por el gobierno provin-
cial para administrar los fondos destinados a la atención del desastre de 2003, que ini-
ciara sus actividades en enero de 2004.

122
temann al poder provincial y a una transformación de las formas de hacer política
propia del partido.
Lo mencionado hasta aquí permite entender cómo, en la coyuntura entre desas-
tres (2003–2007), desde afuera y desde adentro del campo político surgieron cues-
tionamientos al gobierno tanto en la escala local como provincial. En este sentido,
la politización de las inundaciones y los modos en que el problema fue delimitado
en el espacio público incidieron para el surgimiento de un escándalo que rom-
pió con el flujo cotidiano de la actividad política (Pereyra, 2017), dando lugar a la
emergencia de una coyuntura política fluida (Dobry, 1988:124). Esta se ancló, por
un lado, en la autonomía del campo y en las dinámicas propias de la confronta-
ción entre oficialismo y oposición, y por otro, en la emergencia de cuestionamien-
tos en los diferentes ámbitos en los que el asunto es disputado.
Dobry caracteriza a este tipo de coyunturas críticas a partir de tres elemen-
tos. En primer lugar, la desectorización coyuntural del espacio social —con la
consecuente reducción de la autonomía de los sectores movilizados, el despla-
zamiento de los espacios de confrontación y la evasión de los cálculos de los
actores en relación con la referencia al propio campo atendiendo a los emer-
gentes del resto de las arenas—, en segundo lugar, el incremento de la incer-
tidumbre estructural como producto de la desectorización y de la pérdida de
eficacia de los instrumentos típicos de evaluación de la situación que influ-
yen en el despliegue de apreciaciones y de los cálculos rutinarios de los acto-
res respecto de la situación en la que se encuentran actuando y, por último, el
despliegue de procesos de desobjetivación del campo político que inciden en
las transacciones colusivas, típicas de las dinámicas intersectoriales que carac-
terizan al ámbito político (Dobry, 1988:124–141).

Los sedimentos del posdesastre de 2003 en la interpretación del


evento de 2007 y su impacto sobre el campo político local

Ante la ocurrencia de un nuevo desastre en el año 2007 replicamos la tarea


realizada en el contexto crítico y el posdesastre previo y relevamos las accio-
nes de protesta desarrolladas por los afectados, las controversias publicitadas
en los medios y las denuncias públicas. Los datos muestran que en 2007 no
se produjo una movilización similar a la de 2003 aunque si existieron cues-
tionamientos públicos y denuncias judiciales dirigidas a los considerados res-
ponsables políticos por lo acontecido.
Pese a las diferencias en cuanto a la magnitud, las causas y la movilización
generada en contraposición al evento anterior, observamos que las cróni-
cas periodísticas, los documentos de los afectados y las denuncias y las críti-

123
cas esbozadas por los sectores movilizados establecieron puentes entre ambos
sucesos.
Así, sostenemos que la inundación de 2007 fue interpretada socialmente
desde los filtros culturales provistos por la construcción social y política del
evento previo. Entonces la ocurrencia de una nueva inundación evidenció los
sedimentos de la arena posdesastre de 2003 en el espacio público local.
En la construcción social y política de ambos eventos observamos la presen-
cia de organismos de derechos humanos movilizando a los sectores de afecta-
dos, la utilización del escrache y la parodia como acciones colectivas, la deno-
minación de los funcionarios políticos como «inundadores» y el reclamo de
justicia ligado a las responsabilidades políticas por lo acontecido.
En cuanto a los discursos analizados destacamos dos significados moviliza-
dos en la arena posdesastre de 2003 que fueron relevantes para la interpretación
del evento de 2007: por un lado, el entendimiento de que las inundaciones
son un fenómeno político y no un problema natural y por otro, el recono-
cimiento de la incapacidad de los entes gubernamentales para actuar frente
a las amenazas recurrentes que afronta la ciudad por su situación geográfica.
Respecto del primer punto —la tematización de las inundaciones como
problema político— destacamos dos procesos: en primer lugar, la desnatura-
lización y la denuncia de las causalidades antrópicas por lo acontecido y en
segundo lugar, las oportunidades abiertas a partir del escándalo político que
emergió durante la crisis. Además de ellos, cabe mencionar que ambos desas-
tres —2003–2007— se produjeron en años electorales.
En el primero de los eventos la ciudad se inundó mientras se realizaban
los comicios nacionales, lo que fue señalado por los afectados como un fac-
tor que incidió para que no se lanzaran las alertas e iniciara la evacuación. En
el caso de las elecciones provinciales y locales, los comicios se llevaron a cabo
durante el contexto de emergencia, mientras la ciudad no había retornado a la
normalidad. Si bien el oficialismo volvió a ganar tanto en la ciudad como en
la provincia, en estos comicios se observaron porcentajes altos de ausentismo.
En 2007, en cambio, el riesgo de inundaciones fue un tema relevante
durante el debate electoral municipal y se convirtió en un eje de campaña
como resultado de la visibilización del problema que se había producido a lo
largo del periodo entre desastre. Las propuestas para resolver el problema por
parte de los candidatos fueron relevantes en sus discursos públicos y nueva-
mente el oficialismo debió afrontar los cuestionamientos de la oposición por
la gestión de la emergencia. Los actores movilizados en el posdesastre de 2003
y los funcionarios municipales destacaron la impronta de ambos eventos y de
los cuestionamientos públicos realizados al peronismo en su caída en las elec-
ciones locales del año 2007.

124
Al peronismo se le inundó dos veces la ciudad, la primera vez yo te decía al oeste
no tocar una cancha de golf, la segunda vez un ingeniero hídrico se le inundó la
ciudad por no tener las bombas, y la 007 (seccional) no tenía las bombas y eso
había sido construido justamente para reparar el problema de la inundación. Yo
no sé si vos conocés cómo fue la segunda inundación. La ciudad es un triángulo,
acá está la laguna Setúbal y acá está el Salado, acá está la autopista. En la primera
la autopista indicó el río, acá no estaba cerrada la defensa y el agua empezó a ve-
nir para acá, la ciudad tiene el alto en el medio y las pendientes hacia abajo. En
la segunda se hizo una gran defensa hacia el norte que llega hasta Recreo, esto
con pendiente hacia abajo pero no se pusieron las bombas. (Entrevista a Oscar
“Cachi” Martínez, candidato a intendente 2003 y 2007, agrupación Santafesino
Cien por Ciento, 23/08/2017)

Los referentes de los afectados también destacan la impronta de sus acciones


en la caída del peronismo en 2007 y la llegada al gobierno del Frente Progre-
sista Cívico y Social (FPCyS) en la ciudad. Si bien en los barrios afectados el
oficialismo obtuvo un apoyo significativo en los comicios de 2003, posicio-
nándose como la primera fuerza, los referentes de estas agrupaciones de afec-
tados denuncian que gran parte de los inundados no pudieron votar por no
contar con documentación para hacerlo.

Decían: «Eh, ustedes los inundados viven protestando, pero los votaron a estos
que nos inundaron». Están equivocados, la mayoría de los inundados del cordón
oeste no teníamos documento (…). Sí hubo un voto bronca porque lógicamente
en esas elecciones se votó a Obeid como gobernador de 2003 a 2007 y a Balba-
rrey de intendente. Pero después cuando la gente fue teniendo documento para la
próxima elección los echó a la mierda a todos. ¿Y quiénes ganaron? Los socialistas,
Binner y Barletta en la Municipalidad. No porque fueran gente ejemplar... ¿A Bar-
letta quién lo podía conocer si era el rector de la Universidad? Vos te das cuenta
que la gente votó con bronca, no es que votó con convicción. (Inundado 2003 y
2007, Carpa Negra por la Memoria la verdad y la Justica. Entrevista octubre 2017)

Si bien durante la situación crítica el apoyo al peronismo fue probado en las


elecciones de 2003 tanto en el gobierno local como en el ámbito provincial,
notamos cómo en la trayectoria de la disputa el cuestionamiento a los fun-
cionarios se vuelve cada vez más relevante, especialmente al señalarse la res-
ponsabilidad por lo acontecido. Así destacamos la importancia de las acciones
colectivas y los elementos movilizados en el marco de la arena posdesastre —
el fallo judicial que deslinda la responsabilidad de Reutemann, las controver-
sias en el espacio público entre expertos y políticos, la instalación de la carpa

125
negra, estudios y pericias técnicas— como elementos que favorecieron el des-
crédito del oficialismo y, especialmente, de la figura de Reutemann.

Lo que sí y es clarísimo que el peronismo pierde esta provincia gracias a la lucha


de los inundados, esto lo tenemos muy pero muy claro, y el socialismo nos tendría
que agradecer mucho más en este sentido. Porque digamos que pudimos romper,
si bien Obeid gana después que le gana a Binner por muy pero muy poco, Bin-
ner después repite y ahí entra, y ahí termina gobernador, pero después perdie-
ron el gran elector, el campeón que era Reutemann que el caminaba y todos se
desmayaban alrededor. Él no pudo caminar más (…). En la ciudad de Santa Fe
y aledaños Reutemann ya no pudo caminar, no pudo hacer esas campañas que
hacía, que yo me acuerdo que pasaba por acá repartiendo tres pelotas para que
se maten 20 pibitos. No pudo hacer más eso que hacía. (Inundada 2003 y 2007.
Carpa negra por la memoria, la verdad y la justicia. Entrevista agosto de 2016)

De este modo destacamos cómo los significados movilizados en el posdesas-


tre de 2003 y actualizados en 2007 incidieron en la configuración del espacio
político local que surgiría de los comicios del 2007. En relación con esto, con-
sideramos que la llegada al gobierno del FPCyS, tanto en el municipio como
en la provincia, no hubiera sido posible sin atender al descrédito y la descon-
fianza que en la clase política tradicional el evento produjo, sin la emergen-
cia de figuras políticas novedosas disputando con el justicialismo tradicio-
nal y por los reposicionamientos en el campo político local acontecidos en el
período entre desastres.
Toda esta evidencia nos invita a sostener que, aunque la relevancia del pro-
blema, los acuerdos partidarios y las regulaciones electorales variaron en el
transcurso del periodo entre desastres, la construcción social y política de las
inundaciones fue significativa para el cambio de partido gobernante que se
produjo en la ciudad de Santa Fe a fines de 2007.

La inundación de 2007 y los aprendizajes sociales


y del campo político

Hasta el momento destacamos la incidencia del posdesastre de 2003 en el


cuestionamiento del oficialismo y la emergencia de nuevos actores relevantes
en la escena política local. Profundizamos en lo que sigue en los impactos del
evento de 2007 para el despliegue de aprendizajes en cuanto al tratamiento
de las inundaciones y sobre los cuestionamientos hacia el oficialismo que la
ocurrencia de un nuevo evento aparejó. Para esto retomamos tres dimensiones

126
que emergen del análisis del evento de 2007 y su construcción social y polí-
tica: los aprendizajes de los afectados y del campo político, y el tratamiento
del asunto en la campaña electoral del año 2007. Cada una de ellas evidencia
la productividad política de los desastres.
Desde el momento de la emergencia, Balbarrey —por entonces intendente
de la ciudad— fue cuestionado por diversos actores —el Concejo Munici-
pal, los afectados y los medios— en el tratamiento de la emergencia. En un
contexto, donde como mencionamos antes se planteaban puentes entre el
nuevo evento y el del año 2003, los cuestionamientos al intendente destaca-
ban variados aspectos. En primer lugar, su actuación era cuestionada por sus
atributos profesionales. Los entrevistados destacan que era ingeniero hídrico,
contaba con trayectoria como funcionario durante la gestión municipal de
Álvarez (1999–2003) y no había podido reducir el riesgo de desastre a lo largo
de su mandato.
Los datos relevados además evidencian que, aunque en su mandato había
destacado la relevancia de la gestión de riesgos, en la práctica el tema no había
ocupado un lugar central para la agenda de gobierno. Además, había sido fuer-
temente cuestionado por los afectados del evento de 2003 debido a su partici-
pación en elencos gobernantes previos, lo que a los ojos del colectivo lo con-
vertía en «inundador» en ambos desastres.
En el escrache al intendente realizado dos semanas después del evento, de
2007 los afectados señalaban:

Con este acto buscamos señalar a uno de los principales responsables políticos
de la inundación. Porque este tipo (Balbarrey) va a seguir caminando por la calle
como si nada. La ciudad va a seguir como si nada. Y encima, pretende ser reelecto
como intendente. Buscamos condenarlo socialmente y lo hacemos ahora porque
es muy posible que con la Justicia que tenemos, Balbarrey nunca sea condenado.
(Documento colectivo de las organizaciones de afectados por las inundaciones,
12/04/2007, leído durante el escrache a la casa de Balbarrey)

A este funcionario también se le cuestionó la gestión del problema al momento


de la emergencia ya que, si bien sí había ordenado la evacuación, desconocía el
funcionamiento del plan de contingencia. Estos puntos fueron relevantes en
la evaluación que los afectados realizaron sobre los aprendizajes para la gestión
de riesgo que el gobierno local había obtenido en el periodo entre desastres.

La persona que tenía que ocuparse por lo menos mínimamente de un plan de


evacuar, de evacuación, no había nada, no había bombas, no había plan de eva-
cuación. No había nada (indignada). No había mangueras. Eso tenía que cam-

127
biar. Que se tomen todos los recaudos que se tienen como para que… no había
nada. Yo me acuerdo en la primera que fue terrible y en la segunda más o menos
igual. (Inundada 2007. Entrevista diciembre de 2013)

No solo los afectados cuestionaron el accionar del intendente y los funciona-


rios encargados durante la situación crítica. También desde el campo político
se esbozaron críticas por parte de los concejales sobre las responsabilidades
por lo acontecido. En la sesión siguiente a la ocurrencia del evento —mientras
las agrupaciones de afectados escrachaban al intendente frente a su domici-
lio— los ediles debatieron acerca del rol del ejecutivo en la situación crítica.3
Entonces, con la firma de los concejales pertenecientes a la oposición (UCR,
ARI, Santa Fe es el Centro y Partido Socialista) se creó la Comisión Investi-
gadora por las responsabilidades del Ejecutivo en la inundación de 2007.
Durante la discusión de este decreto referenciaron constantemente la inun-
dación de 2003 y los argumentos movilizados en el marco de la arena pos-
desastre del fenómeno: la impronta de las obras públicas en la protección de
la ciudadanía, las competencias y responsabilidades de cada escala (en 2003,
provincial por ser el río el que desbordó, y en 2007 del municipio por tra-
tarse de problemas en los desagües e ineficiente funcionamiento de las bom-
bas extractoras de agua) y la necesidad de generar evidencias y conocimiento
sobre lo acontecido para que los afectados puedan obtener justicia a diferen-
cia de 2003 (cuando el Concejo Municipal no investigó las responsabilidades
políticas frente al desastre).

Hoy, aunque parezca mentira, la situación se ha vuelto a repetir. La desidia, apa-


tía e indolencia que ha manifestado el Departamento Ejecutivo Municipal, lo-
gró hacer posible que las temibles situaciones vividas se renueven como historia
recurrente. La Administración Municipal no realizó las obras que tanto prego-
nó haber realizado y/o planificado o, en el más indulgente de los casos, las rea-
lizó en forma insensible y deficiente. Pero la falta de obras o planificación no es
la única carencia del actual Ejecutivo municipal. Es forzoso dar a conocer a los
santafesinos el fracaso de la Subsecretaría de Riesgo de Gestión y del titular de la
misma y su —hoy tristemente famoso— «Plan de Contingencias». (Concejales
oposición–Santa Fe es el centro. Versión Taquigráfica de la sesión del 12/04/2007)

La creación de una comisión investigadora similar se había intentado en 2003


pero por la mayoría oficialista el proyecto no había avanzado. En 2007, en

3 Versión taquigráfica de la sesión del Concejo Municipal de la Ciudad de Santa Fe,


12/04/2007.

128
cambio, el reconocimiento de la inundación como problema político y los
cambios producidos al interior del Concejo Municipal, a partir de la coyun-
tura fluida abierta tras el posdesastre de 2003 habilita que en esta ocasión sí
se conformara este organismo. Esta institucionalidad es relevante porque el
desarrollo de investigaciones por parte de actores interesados incide en la deli-
mitación del asunto problemático.
Para el campo político, este instrumento además se volvió un espacio rele-
vante para disputar la versión del oficialismo sobre lo acontecido. A partir de
dos fragmentos mostramos dos miradas sobre el rol de esta comisión y de sus
posibles usos. En el primer fragmento, mostramos como la concejala oficia-
lista refiere a la productividad política de investigar sobre estos temas en el
marco de un año electoral. En el segundo fragmento, el presidente del Con-
cejo Municipal, Jorge Henn, por aquel entones edil de la oposición, destaca
la necesidad de que el gobierno investigue lo acontecido y asuma la respon-
sabilidad en caso de haberla.

La comisión investigadora que se propone vulnera todas estas condiciones. Qui-


zá la oposición espera que refute los cargos que se hacen al ejecutivo municipal
para poder entrar en un debate donde abundaran los «Yo lo sabía» o «Nosotros
lo dijimos» o tal vez que «El licenciado fulano tiene una publicación» para trans-
formar este recinto en una arena preelectoral. (Concejala oficialista, debate en
el Concejo Municipal. Versión taquigráfica de la sesión del 20 de abril de 2007)

—¿Por qué creés que en 2007 surge esta comisión investigadora y en 2003 no
hay una situación similar?

—Y… Yo creo que tiene que ver con las condiciones políticas internas y con un
proceso de aprendizaje. La comisión investigadora de 2007 generó, al margen de
insumos para que la justicia investigue, un relato oficial de lo que pasó, un relato
oficial, se pasó por esto y lo escribimos y lo firmamos la mayoría de los conceja-
les de la ciudad y lo pusimos a disposición de la justicia y de la gente. La gente
pudo saber desde un espacio de la investigación qué fue lo que pasó. (Entrevista
a Jorge Henn, mayo de 2017)

Los fragmentos dan cuenta de los puentes entre 2003 y 2007 en la construc-
ción social y política de los eventos y de la productividad política de esta para
el campo político local. Así, la ocurrencia de un nuevo evento además de revi-
sibilizar las disputas de 2003 evidenció el carácter recurrente de las inunda-
ciones y la necesidad de gestionarlas —no solo pensando en situaciones de
excepcionalidad— como un problema plausible y permanente. Esto se des-

129
taca no solo en la relevancia que el riesgo hídrico obtuvo en las sesiones del
Concejo Municipal sino también por su jerarquización como tema de interés
en las campañas electorales desarrolladas durante ese año para el cargo inten-
dente de la ciudad.

La politización de las inundaciones: el riesgo y su gestión


en las campañas para la intendencia de la ciudad

En los relatos sobre la inundación de 2003, el desborde del Salado se produjo


el 27 de abril mientras en la ciudad se realizaban las elecciones presidenciales.
Los entrevistados refieren que los comicios fueron un factor que incidió para
que el gobierno no informe sobre la magnitud de la inundación que afectaría
a la ciudad en los días posteriores. En el caso de 2007, los anegamientos por
lluvia se iniciaron el 27 de marzo y la declaración de la emergencia fue reali-
zada el 29, a un mes del cuarto aniversario del desastre de 2003.
Ambos eventos acontecieron en un marco político particular por tratarse
de años electorales. En 2007, además en plena situación de emergencia, el 2
de abril se cumplía la fecha prevista para la inscripción de las listas de candi-
datos para gobernador, diputados provinciales, intendente y concejales y las
inundaciones se convirtieron rápidamente en un eje de campaña tanto para
el oficialismo como para la oposición.
Para el oficialismo, las inundaciones eran una situación ambivalente. Por
un lado, se trataba de un gobierno que había asumido en la situación más
crítica que había afectado a la ciudad luego del evento de 2003. En los cuatro
años de gobierno se había reconstruido la ciudad y se habían creado un sis-
tema de gestión de riesgo, hasta entonces inexistente. Sin embargo, el evento
de 2007 había marcado los límites de la gestión y las dificultades existentes en
la implementación de estas políticas. Además, sus adversarios cuestionaban la
responsabilidad del ejecutivo debido al deficiente funcionamiento del sistema
de desagües y al escaso mantenimiento del sistema de bombeos.
En su discurso de cierre de campaña, Balbarrey resume sus posicionamien-
tos enmarcándose a nivel nacional con el proyecto del Frente para la Victoria
(FPV) y cuestionando a nivel local al candidato peronista que se presentaba
por fuera del partido, Oscar «Cachi» Martínez. Además de criticar a este can-
didato, Balbarrey cuestionaba al candidato del FPCyS, Mario Barletta, seña-
lando que era un desconocido alejado de la realidad santafesina.

Hace cuatro años estábamos en el infierno. Tuvimos que asumir en una ciudad
con muchísimos problemas. Con problemas de la crisis, que nos dejó la Alianza,

130
una crisis económica, con problemas que nos dejó el Salado, con un presupuesto
por el piso. Sin embargo, y a pesar de que nadie creía que había un futuro, apos-
tamos a superar los problemas. Nosotros no apostamos a proyectos individuales
para que pierda el peronismo, compañeros. Nosotros no vamos por fuera, noso-
tros tenemos historia que mostrar, no nos da vergüenza nuestro pasado ni nues-
tra familia, no liquidamos los ferrocarriles, no condenamos a los ferroviarios, no
queremos a quienes los apoyaron, vergüenza. (…) Somos el peronismo, estamos
ganando elecciones, nadie nos va a ganar, ni un candidato de Santo Tomé que se
dice que es rector, que no conoce los barrios de nuestra ciudad ni tampoco un
pacto nacional que tiene vergüenza de mostrar su pasado. Compañeros, hemos
apostado al trabajo, al desarrollo, al proyecto de nación que hoy representa Cris-
tina Kirchner y que en la provincia representa Rafael Bielsa, una persona que co-
noce al mundo, que nos va a ayudar a proyectar la economía de nuestra sociedad,
de nuestra ciudad, nuestra provincia. Junto al FPV vamos a ganar las elecciones.
(Discurso de cierre de la campaña de Balbarrey, 2007)

En este discurso observamos cómo el intendente que buscaba su reelección


destacaba como valores positivos el compromiso de hacerse cargo de la ciu-
dad en su peor momento, señalando los avances respecto de 2003 e invisibi-
lizando la inundación que había sufrido como intendente en los meses pre-
vios. Cuestiona además a la figura de Oscar «Cachi» Martínez, quien no se
había unido a la lista peronista y optó por presentarse bajo el nombre Santa-
fesino Ciento por Ciento. En esta agrupación se reunieron los sectores pero-
nistas críticos del oficialismo planteando una campaña con diagnósticos y
propuestas para el ordenamiento de la ciudad desde una perspectiva técnica.
Además de criticar a este candidato, Balbarrey cuestionaba a Barletta, can-
didato del FPCyS, y señalaba que era un desconocido alejado de la realidad
santafesina. Sin embargo, Barletta había adquirido presencia pública en la
coyuntura entre desastres y junto al grupo de expertos que luego conforma-
rían su equipo de gobierno habían construido una serie de propuestas para
el ordenamiento urbano de la ciudad en los cuales la gestión de riesgos hídri-
cos tenía gran relevancia.4

4 Tras el desastre de 2003, la UNL había articulado con el gobierno de la ciudad a los fi-
nes de aportar a la reconstrucción y el desarrollo de planes de contingencia en el marco
del PROCIFE (Programa de Cooperación Institucional frente a la Emergencia). Esta prime-
ra experiencia de trabajo conjunto no finalizó en buenos términos, pero para el grupo de
radicales universitarios fue un instrumento relevante para el desarrollo de intervenciones
en el ámbito local y para pensar propuestas para la ciudad que luego serían los ejes de
campaña y de gobierno entre 2007 y 2011.

131
Para los radicales universitarios enmarcados en el FPCyS, la ocurrencia de
un nuevo evento fue relevante para terminar de definir a su candidato, que
sería Mario Barletta. Este ingeniero hídrico que había confrontado con Reu-
temann en el evento de 2003 venía trabajando desde el radicalismo universi-
tario para su candidatura5 y contaba con experiencia en la gestión de riesgo
de inundaciones. Además, se presentaba como un referente novedoso y des-
conocido en la escena política local siendo su rol como rector de la Universi-
dad un aspecto valorizado positivamente por los votantes.
El 17 de abril, veinte días después de la inundación pluvial, Barletta lanzaba
su candidatura a la intendencia retomando una serie de propuestas construi-
das desde la academia para la ciudad: un plan de desagües cloacales y pluvia-
les y una propuesta de ordenamiento urbano que atienda a la vulnerabilidad
hídrica de la ciudad. A esto se le sumaba la apuesta a la modernización y orde-
namiento urbano desde la gestión. A lo largo de la campaña, ambos valores
fueron destacados planteando vínculos entre una mayor gestión y la reduc-
ción de las vulnerabilidades.

El eje fuerte era el cambio, sin dudas. Y si bien en la campaña no tuvo como eje
fuerte el ordenar el municipio, esa fue para mí la síntesis, por lo menos, de los
primeros dos años de gestión. El municipio moderno pero, sobre todo, ordenar
una gestión. Y después teníamos varios ejes de trabajo. Por un lado, transformar
esta ciudad… «Santa Fe tiene todo para estar mejor» era, en todas las líneas, ver
la posibilidad de que la ciudad esté mejor y cambie para bien. Entonces, desde la
cuestión ambiental, que me acuerdo que vimos un ejemplo de cómo implicaba
la separación de basura reducción del uso del relleno, hasta políticas de transpa-
rencia… El tema hídrico fue clave, cuál era nuestro programa y las políticas de
prevención y las obras». (Andrea Valsagna, referente de la campaña para la inten-
dencia de Barletta y secretaria de Comunicación. Entrevista 06/05/2018)

Las inundaciones fueron relevantes en la campaña y también lo serían durante


su intendencia, especialmente porque el crecimiento de la figura pública del

5 Si bien es un actor cercano al radicalismo universitario, su afiliación a la UCR se produjo en


el año electoral. Desde mediados de 2005 y a partir de la conformación del FPCyS, un gru-
po de expertos pertenecientes al radicalismo universitario venía elaborando una serie de
documentos críticos de la gestión peronista en donde la gestión del riesgo de inundaciones
y el ordenamiento urbano eran ejes relevantes. Entendemos que la ocurrencia de un nuevo
evento hídrico de relevancia en la ciudad fue significativa para su definición como candida-
to por el Frente, desplazando a la línea celeste bajo la cual se alineaban otros referentes ra-
dicales tales como Leonardo Simoniello y Jorge Henn. Sobre las disputas partidarias de la
UCR en el período, véase el Capítulo 2 de este libro, de Gabriel Obradovich.

132
exrector estaba asociada al periodo entre desastres, a partir de su rol como ges-
tor de la universidad pública, y a la disputa que había tenido con Carlos Reu-
temann en el contexto de emergencia previo.

Barletta ya había crecido, si bien no estaba habilitado pero ya venía crecien-


do como figura y ya se estaba instalando dentro de la ciudad. La campaña fue
monstruosa, porque la verdad que, si bien fue muy cansadora, no dejó ningún
barrio sin recorrer. En los barrios más periféricos, en barrios donde dicen que el
radicalismo no entra, entramos, y le demostramos a la sociedad santafesina que
se podía hacer, y que el radicalismo no era solamente un partido de elite que es-
taba nada más que en el centro, sino que también estaba, y empezamos, es más,
creo que la campaña de Mario empezó en barrio Santa Rosa de Lima al oeste,
empezó con el oeste, creo que después de la inundación el oeste fue el cordón
más castigado, y empezamos a hacer la campaña desde ahí, de ahí hacia el este.
(Informante clave de la campaña electoral para la intendencia de Mario Barletta
(2007). Entrevista 20/05/2017)

Pese a estos valores, el candidato del FPCyS obtuvo la intendencia con solo el
32 % de los votos. El resto se dividió entre los dos referentes del peronismo,
que, sin ley de lemas ni acuerdo previo, se presentaron separados a los comi-
cios: Martín Balbarrey y Oscar «Cachi» Martínez.
Entonces, si bien consideramos que su crecimiento fue producto del cono-
cimiento de su figura en el periodo entre desastres, para su llegada al gobierno
de la ciudad confluyeron diversos factores que hemos ido destacando a lo
largo del capítulo: la transformaciones en el campo político local desde el
contexto de 2001 pero que se profundizan luego de la inundación, la modifi-
cación de las leyes electorales, la fragmentación del peronismo y la sedimen-
tación de significados en torno a la responsabilidad política por los desastres
que se convierten en una ventana de oportunidad para el ingreso de nuevos
actores al ámbito político.

Conclusiones

En este capítulo dimos cuenta de la productividad política de los desastres


acontecidos en la ciudad en los años 2003 y 2007 y sus impactos sobre el
campo político local. Para esto retomamos una serie de elementos coyuntu-
rales y presentamos algunos emergentes del posdesastre que fueron relevantes
para que en 2007 y tras 24 años de gobierno justicialista en la ciudad se pro-
dujera la llegada de Mario Barletta a la intendencia.

133
Este actor, que había adquirido visibilidad pública tras el desastre de 2003,
encontró luego de la inundación de 2007 la oportunidad de saltar desde el
mundo académico al gobierno local e impulsó además una serie de transfor-
maciones en los modos de gobernar la ciudad.
El análisis de la trayectoria de problematización pública de las inundaciones
en el espacio local (desastre de 2003, coyuntura entre desastres y desastre de
2007) y de la movilización de variados actores (sociales, políticos y expertos)
muestra el campo de posibilidades para el cambio social que se abre a partir de
una situación crítica y la politización de los desastres. De este modo estableci-
mos nexos entre la construcción social y política de los eventos de desastre ana-
lizados y las transformaciones del campo político local en el período indagado.

Referencias bibliográficas

Arrillaga, Hugo y Herzer, Hilda (Coords.). La construcción social del riesgo y del desastre en
el aglomerado Gran Santa Fe. Ediciones UNL.
Beltramino, Tamara (2011). La construcción social de las catástrofes naturales en Santa
Fe. Tesina inédita de licenciatura. UNL.
Beltramino, Tamara (2018). Naturaleza, riesgo y sociedad. La construcción social de las
inundaciones en Santa Fe (1982–83/2003). Pampa: Revista Interuniversitaria de Estu-
dios Territoriales, (17), 31–54.
Beltramino, Tamara (2020). La construcción social y política de las inundaciones en Santa
Fe y la selección social de los riesgos (2003–2007). Tesis inédita de doctorado. Uni-
versidad Nacional de Entre Ríos (UNER).
Beltramino, Tamara y Filippon, Carolina (2017). Los riesgos en el tamiz de la agenda pública:
la productividad política de los desastres. Polis. Revista Latinoamericana, (48), 13–36.
Bacchiega, Juan; Bertoni, Juan Carlos y Maza, Jorge (2003). Informe Pericial correspon-
diente a la pericia hidráulica encomendada por el Juzgado de Instrucción Penal de la 7º
Nominación del Poder Judicial de la Provincia de Santa Fe en el marco del Expediente
N° 1341/2003 Fiscal Nº 2 s/ Req. de Instrucción en relación denuncia de Zanutigh
Ana Isabel y otros.
Blumer, Hebert (1971). Social problems as collective behavior. Social Problems, 18(3),
298–306.
Bronstein, Pablo; Henning, Rolando; Hopwood, Haroldo y Vernet, Gustavo (2003). Análisis
de los aspectos hidrológicos e hidráulicos de la crecida del río Salado de Abril/Mayo
de 2003. Informe Final y Ampliación del Informe a pedido de la Unidad Ejecutora de
Recuperación frente a la Emergencia Hídrica y pluvial.
Clavandier, Gaëlle (2009). Un retour sur la catastrophe. Nouveau regard, nouvel objet pour
l’anthropologue. Le Portique. Revue de philosophie et de sciences humaines, 22, 1–9.
Cefaï, Daniel (2011). Diez propuestas para el estudio de las movilizaciones colectivas. De
la experiencia al compromiso. Revista de Sociología, 26, 137–166.

134
Cefaï, Daniel (1996). La construction des problèmes publics. Définitions de situations dans
des arènes publiques. Réseaux. Communication–Technologie–Société, 14(75), 43–66.
Cefaï, Daniel y Pasquier, Dominique (2003). Les sens du public. Publics politiques, publics
médiatiques. PUF.
Colette, April (2015). Floods, favors and fixes: the reproduction of vulnerability in Santa Fe,
Argentina. Tesis inédita de doctorado. University of Illinois at Urbana–Champaig.
Dobry, Michel (1988). Sociología de las crisis políticas: la dinámica de las movilizaciones
multisectoriales. Siglo XXI Editores.
Ewald, François y Kessler, Denis (2000). Les noces du risque et de la politique. Le Débat,
109, 55–72.
Giacosa, Ricardo; Lozeco, Cristóbal y Schreider, Mario (2009). Causas naturales y antrópi-
cas de la inundación. En Arrillaga, Hugo y Herzer, Hilda (Coords.). La construcción social
del riesgo y del desastre en el aglomerado Gran Santa Fe (pp. 15–28). Ediciones UNL.
Gilbert, Claude (2003). Risques collectifs et situations de crise. Apports de la recherche en
sciences humaines et sociales. Editions L’Harmattan.
Gilbert, Claude (1992). Le pouvoir en situation extrême: catastrophes et politique. Editions
L’Harmattan.
Gusfield, Joseph (2014). La cultura de los problemas públicos. El mito del conductor alcoho-
lizado versus la sociedad inocente. Siglo XXI Editores.
Instituto Nacional del Agua (2004). La Cuenca del río Salado y la crecida de abril del 2003.
Latour, Bruno (2007). Nunca fuimos modernos. Siglo XXI Editores.
Lemieux, Cyril (2007). À quoi sert l’analyse des controverses? Mil neuf cent, 1 (25), 191–212.
Lemieux, Cyril y Barthe, Yannick (1988). Les risques collectifs sous le regard des sciences
du politique. Politix. Revue des sciences sociales du politique, 44, 7–28.
McAdam, Doug (1999). Political process and the development of black insurgency, 1930–1970.
University of Chicago Press.
Merlinsky, María Gabriela (2009). Atravesando el Río: la construcción social y política de
la cuestión ambiental en Argentina: dos estudios de caso en torno al conflicto por las
plantas de celulosa en el Río Uruguay y al conflicto por el saneamiento de la Cuenca
Matanza–Riachuelo. Tesis inédita de doctorado. Universidad París VIII.
Oliver–Smith, Anthony (1996). Anthropological research on hazards and disasters. Annual
review of anthropology, 25, 303–328.
Pereyra, Sebastián (2017). El estudio de los problemas públicos. Un balance basado en una
investigación basada en la corrupción. En Vommaro, Gabriel y Gené, Mariana (Comps.).
La vida social del mundo político. Investigaciones recientes en sociología política (pp.
113–133). UNGS.
Reguillo Cruz, Rossana (1996). La construcción simbólica de la ciudad. Sociedad, desastre
y comunicación. Universidad Iberoamericana.
Ullberg, Susann (2013). Watermarks: Urban Flooding and Memoryscape in Argentina. Tesis
inédita de doctorado. Universidad de Estocolmo.

135
Capítulo 6. Credenciales universitarias,
partidarias y técnicas: un perfil de los gabinetes
municipales del radicalismo universitario
Matías Landau

Introducción

En el lapso que trascurre entre una victoria electoral y la asunción de un


gobernante, la composición de su gabinete ejecutivo es un proceso que ocupa
la atención tanto de los propios miembros del partido o la coalición victo-
riosa como de los analistas políticos. Los nombres en danza, las ubicaciones,
los candidatos previsibles, las sorpresas, son presentados en un formato simi-
lar al del cierre de una convocatoria de la selección de fútbol. En América
Latina, durante los últimos años, han proliferado estudios sobre la composi-
ción ministerial de diversos gobiernos, en distintos países de la región (Alt-
man, 2000; Nercesián y Cassaglia, 2019; Codato y Franz, 2017, 2018; Oliva-
res, Baeza y Dávila, 2015; Chasquetti, Buquet y Cardarello, 2013; González
Bustamenate, 2013, entre otros). En nuestro país, durante los últimos años
las ciencias sociales han generado avances en el conocimiento de los gabine-
tes ejecutivos, bajo el supuesto de que su estudio permite comprender diver-
sos aspectos de los procesos sociopolíticos y gubernamentales: las característi-
cas socio–culturales de los elencos políticos (Gessaghi, Landau y Luci, 2020;
Canelo y Castellani, 2016; Giorgi, 2014), las relaciones con el poder econó-
mico (Canelo, Castellani y Gentile, 2018; Castellani, 2018), las modalida-
des de alianzas entre e intra partidos (Camerlo, 2013; Scherlis, 2012; Ollier
y Palumbo, 2016), la relación entre el presidente y los ministros (De Luca,
2012). En algunos casos, se han enfocado en carteras específicas, en diversos
períodos históricos, como las de Interior (Gené, 2019, Canelo, 2014), Econo-
mía (Gené y Heredia, 2009; Heredia, 2015), o de Trabajo y Desarrollo Social
(Paura y Perelmiter, 2019), entre otros. Los estudios existentes se han concen-
trado, fundamentalmente, en el nivel nacional y, en menor medida, en el pro-
vincial. Son escasos, sin embargo, los estudios sobre el nivel municipal que,
como en otras dimensiones constitutivas de un análisis sociogubernamental,
sigue siendo un campo poco explorado en nuestro país.
En este capítulo nos proponemos reflexionar sobre el proceso de conforma-
ción de los gabinetes de las gestiones municipales de Mario Barletta (2007–
2011) y José Corral (2011–2015). Más específicamente, nos interesa mostrar

136
cómo el proceso de formación del grupo político, que analizamos en el Capí-
tulo 3, se consolidó con el acceso a la Municipalidad. A diferencia de otras
experiencias de gobierno, en las que los colaboradores surgen del riñón par-
tidario o de la búsqueda de técnicos «apolíticos» para ocupar carteras claves,
en este caso se trató en buena medida de una «mudanza» desde las oficinas de
la Universidad a las de la Municipalidad. Para graficar este proceso, en la pri-
mera parte reseñaremos la composición de los gabinetes de Mario Barletta y
de José Corral, atendiendo a las particularidades sociográficas de sus secreta-
rios y a las estructuras organizativas del gabinete. En la segunda, analizaremos
las credenciales políticas, universitarias y técnicas de los secretarios. En la ter-
cera, presentaremos cuatro perfiles que muestran las diferencias en los modos
de acceso al cargo, al tiempo que permiten comprender la relación entre las
experiencias individuales y la consolidación de un proyecto político grupal.

Los gabinetes de Mario Barletta y de José Corral


en la Municipalidad de Santa Fe (2007–2015)

El 2 de septiembre de 2007, Mario Barletta ganó las elecciones municipales


con el 32,6 % de los votos y se consagró Intendente de Santa Fe. Con su vic-
toria, se quebró una primacía de administraciones peronistas, que con la única
excepción de la Intendencia de Enrique Muttis, habían gobernado la ciudad
capital de la provincia desde el retorno democrático de 1983. Como se anali-
zan en los Capítulos 4 y 5 de este volumen, la carrera de Barletta a la inten-
dencia estuvo signada por su paso previo en la gestión universitaria y por su
exposición pública en el marco de los sucesos poscatástrofe de las inundacio-
nes de 2003.
Su gabinete fue conformado por un conjunto de individuos que provenían,
en su mayoría, de su grupo colaborador de la Universidad. Al asumir, nombró
a José Corral como secretario de Gobierno, a Alejandro Boscarol como secre-
tario de Desarrollo Social, a José Chemes como secretario de Producción, a
Cornelio Collins como secretario de Control, a María Belén Etchevarría como
secretaria de Hacienda y Economía, a Eduardo Navarro como secretario de
Planeamiento Urbano, a Roberto Porta como secretario de Obras Públicas y
Recursos Hídricos, y a Damián Rodríguez Kees como secretario de Cultura.
El único que fue reemplazado a mitad del mandato fue Corral, quien en 2009
fue electo concejal y dejó su lugar a Julio Schneider.

137
Tabla 1. Integración del gabinete municipal de Mario Barletta
(ciudad de Santa Fe, 2007–2011).1

Secretario Cargo Período

Boscarol, Alejandro Secretario de Desarrollo 2007–2011


Social

Chemes, José María Secretario de Producción 2007–2011

Collins, Cornelio Secretario de Control 2007–2011

Corral, José Manuel Secretario de Gobierno 2007–2009

Etchevarría, María Belén Secretaria de Hacienda y 2007–2011


Economía

Navarro, Eduardo Secretario de 2007–2011


Planeamiento Urbano

Porta, Roberto Jorge Secretario de Obras 2007–2011


Públicas y Recursos
Hídricos

Rodríguez Kees, Damián Secretario de Cultura 2007–2011

Schneider, Julio Secretario de Gobierno 2009–2011

Fuente: elaboración propia a partir de datos oficiales.

En la primera gestión municipal de José Corral, cuando sucedió a Barle-


tta, se sumaron cuatro nuevas secretarías: las de Educación, Comunicación,
Salud y la Secretaría General. De este modo, el organigrama quedó integrado
por once carteras, que fueron ocupadas por quince individuos. La mayo-
ría se mantuvo a lo largo de todo su primer mandato: Andrea Valsagna en
Comunicación, Ramiro Dall’Aglio en Control, Carlos Medrano en Desa-
rrollo Social, Rossana Ingaramo en Educación, María Belén Etchevarría en
Hacienda, Roberto Porta en Obras Públicas, Eduardo Navarro en Planea-
miento Urbano, Pablo Tabares en Producción, y Carlos Pereira en la Secretaría
General. Damián Rodríguez Kees ocupó la Secretaría de Cultura entre 2011 y

1 Si bien existían Direcciones que formaban parte del gabinete y tenían rango similar a las
secretarías, por una decisión metodológica hemos considerado solo a aquellas que eran
presentadas formalmente como Secretarías. Tampoco se consideran las secretarías pri-
vadas del intendente.

138
2014 y luego fue suplantado por Patricia Pieragostini; Adriana Molina dirigió
la Secretaría de Gobierno entre 2011 y 2013 y fue reemplazada por María Mar-
tin; Mario Drisun estuvo al frente de la cartera de Salud hasta 2013, cuando
fue sustituido por Natalia Zehnder.

Tabla 2. Integración del gabinete municipal de José Corral (ciudad de Santa Fe,
2011–2015).

Secretario Cargo Período

Dall’Aglio, Ramiro Secretario de Control 2011–2015

Drisun, Mario Secretario de Salud 2011–2013

Etchevarría, María Belén Secretaria de Hacienda 2011–2015

Ingaramo, Rossana Secretaria de Educación 2011–2015

Martin, María Secretaria de Gobierno 2013–2015

Medrano, Carlos Alberto Secretario de Desarrollo 2011–2015


Social

Molina, Adriana Secretaria de Gobierno 2011–2013

Navarro, Eduardo Secretario de 2011–2015


Planeamiento Urbano

Pereira, Carlos Alberto Secretario General 2011–2015

Pieragostini, Patricia Secretaria de Cultura 2014–2015

Porta, Roberto Secretario de Obras 2011–2015


Públicas y Recursos
Hídricos

Rodríguez Kees, Damián Secretario de Cultura 2011–2014

Tabares, Pablo Secretario de Producción 2011–2015

Valsagna, Andrea Secretaria de 2011–2015


Comunicación

Zehnder, María Natalia Secretaria de Salud 2013–2015

Fuente: elaboración propia a partir de datos oficiales.

139
En total, entre ambas administraciones fueron 20 individuos, 13 varones
y 7 mujeres, quienes ocuparon los cargos más altos de la jerarquía munici-
pal. La mitad de ellos son oriundos de Santa Fe y el resto nació en Las Rosas,
Rafaela, San Cristóbal, Rosario, Sarmiento y Vila. En la mayoría de los casos
provienen de familias de clase media, y los padres profesionales son aproxi-
madamente la mitad del total.
La casi totalidad, con la excepción de uno solo, tiene estudios universita-
rios completos, y casi la mitad (9 casos) ha concluido estudios de posgrado.
Esto los ubica no solo por sobre el nivel de instrucción general de la provincia
o la ciudad, sino además por sobre la media del total de los individuos consi-
derados en el universo estudiado en este libro, incluyendo a los concejales de
todos los partidos. Esta característica está en consonancia con las credencia-
les que, con frecuencia, son valoradas para ocupar cargos ejecutivos, reserva-
dos a cuadros técnicos relativamente reconocidos en sus campos profesionales.
Entre ellos, se destacan las profesiones tradicionales, como arquitectura
(4 casos), abogacía (5 casos) y contaduría (3 casos), pero dentro de un uni-
verso heterogéneo en el que aparecen profesiones variadas que cuentan con
solo un caso, como comunicación social, economía, ingeniería, medicina,
psicología, tecnicatura electromecánica, música y profesorado de geografía.
A algunos se los nombró en una secretaría ligada con su profesión, como
Mario Drisun, médico, en Salud; Roberto Porta, ingeniero, en Obras Públi-
cas; o María Belén Etchevarría, contadora pública, en Hacienda. A otros
buscó dársele una relativa continuidad con un puesto en un área similar a
la que habían tenido a cargo durante su gestión universitaria o su desarro-
llo profesional previo en el mundo privado.
Para quienes formaron parte del gabinete de Mario Barletta se trataba, en
su gran mayoría, de su debut en la gestión pública. En el caso de quienes lle-
garon a las secretarías durante la gestión de Corral esta tendencia fue menor,
ya que solo para 3 de los 15 individuos que ocuparon las secretarías fue su pri-
mer cargo. Los 12 restantes ya habían tenido otros puestos ejecutivos. Algu-
nos se habían iniciado en la función pública durante el gobierno de Barle-
tta y fueron nombrados por Corral en diferentes secretarías. Estos fueron los
casos de Eduardo Navarro y María Belén Etchevarría, quienes continuaron en
sus secretarías, pero también de otros que fueron ascendidos, como Ramiro
Dall’Aglio, quien había estado a cargo de la Dirección Ejecutiva de Control;
Andrea Valsagna, quien había dirigido la Dirección de Comunicación Insti-
tucional del Municipio; María Martin, quien había trabajado junto a Corral
en la Secretaría de Gobierno abocada a los pedidos de acceso a la informa-
ción pública; Carlos Medrano, quien había sido subsecretario de Desarro-
llo Social; Patricia Pieragostini, quien fuera subsecretaria de Gestión Cul-

140
tural durante el primer tramo de la gestión de Corral; y Rossana Ingaramo,
quien había sido subsecretaria de Educación. En dos casos, los de Mario Dri-
sun y Natalia Zehnder, se trató de funcionarios con pasos previos en las ges-
tiones provinciales socialistas. Y en otros dos, los de Adriana Molina y Car-
los Pereira, de cuadros radicales que habían iniciado su trayectoria en cargos
públicos como concejales.

Credenciales universitarias, partidarias y técnicas


en el acceso a los cargos municipales

Consideremos ahora la relación que los secretarios nombrados por Mario Bar-
letta, una vez que accedió a la intendencia, tenían respecto de tres credencia-
les: partidarias, universitarias y técnicas. Las primeras las definimos en cuanto
al vínculo institucional con la UCR (cargos partidarios previos, cargos de ase-
soría previos, afiliación partidaria). Las segundas las delimitamos con refe-
rencia al capital ganado en la política y gestión universitaria (militancia estu-
diantil, cargos estudiantiles, gestión universitaria). La tercera, en lo atinente
su experticia en instituciones públicas o privadas no gubernamentales (con-
sejos productivos, cámaras, etcétera).
Si analizamos las credenciales partidarias, el primer dato llamativo es la rela-
ción directa que tenían los secretarios nombrados por Mario Barletta con la
UCR. Todos ellos eran, en mayor o menor medida, hombres y mujeres identi-
ficados con el partido. Algunos eran afiliados desde jóvenes, otros lo hicieron
más cerca de su participación gubernamental. Pero en todos los casos se trata
de individuos muy identificados con el radicalismo, que se percibe al indagar
sobre el primer partido político en el que han participado. No hay casos de
individuos que hayan iniciado su participación en otros espacios y que luego
se hayan «convertido» al radicalismo. Por el contrario, su única experiencia
partidaria fue dentro de la UCR santafesina.
El grado de intensidad de este vínculo sí tiene diversos matices, que se puede
observar en relación con los cargos partidarios ocupados y a contar o no con
una trayectoria de militancia activa, sostenida en el tiempo. Con relación a este
punto, tres de los nueve individuos que formaron parte del gabinete habían
tenido una militancia político–partidaria previa y habían ocupado cargos den-
tro de las estructuras partidarias. Estos son los casos de Alejandro Boscarol,
José Corral y Julio Schneider. Se trata del grupo más cercano a Barletta, que
formaron parte del Grupo Universidad desde sus orígenes, y que lo hicieron a
partir de una participación que no se desarrolló exclusivamente dentro de los
claustros universitarios, sino que también rondó, desde jóvenes, por comités

141
o seccionales radicales de la ciudad. Y que llevó a tener cargos dentro de las
estructuras partidarias. En algunos casos, como presidentes de las seccionales
en las que desarrollaban su militancia. En otros, como Corral, llegó a ser el
presidente del Comité Nacional de la UCR entre 2015 y 2017.

Tabla 3. Credenciales partidarias de secretarios municipales de la gestión


municipal de Mario Barletta (2007–2011).

Secretario Primer Afiliado a Ocupó Militancia


partido UCR la UCR al cargos político–
momento de partidarios partidaria
la entrevista

Boscarol, Alejandro Sí Sí Sí Sí

Chemes, José María Sí Sí No No

Collins, Cornelio Sí Sí Sí Sí

Corral, José Sí Sí Sí Sí

Etchevarría, María Sí Sí No No
Belén

Navarro, Eduardo Sí Sí No No

Porta, Roberto Sí Sí No No

Rodríguez Kees, Sí Sí No No
Damián

Schneider, Julio Sí Sí Sí Sí

Fuente: elaboración propia sobre la base de información de entrevistas y datos públicos.

En el resto de los casos, si bien se trata de individuos identificados con el


partido, no han desarrollado una carrera militante previa al acceso a la fun-
ción pública municipal. Se trata de individuos que, aunque identificados con
el partido, han accedido a sus cargos a través de otras vías. Esto puede obser-
varse al analizar las credenciales universitarias. Los «miembros fundadores»
del Grupo Universidad, José Corral, Julio Schneider y Alejandro Boscarol,

142
son los únicos que cubren todas o casi todas las variables analizadas tanto en
lo relativo a las credenciales partidarias como universitarias. Esto muestra
cómo han sabido moverse a la vez por dentro y por fuera de la Universidad,
aun cuando su construcción como grupo se materializó dentro de las estruc-
turas de la UNL. Esto es distinto en el caso de Cornelio Collins, el cuarto que
cubre todas las variables partidarias, quien, si bien estudió en la UNL, militó
en organizaciones y ocupó cargos estudiantiles, no lo hizo dentro de la ges-
tión universitaria, ya que no formó parte de los colaboradores de Barletta. En
su caso, su trayectoria estuvo dominada por ser funcionario de carrera en la
Municipalidad, como director del Tribunal de Faltas, hasta que se jubiló en
2004, y en 2007 Barletta lo nombró secretario.
En el caso de José Chemes, María Belén Etchevarría y Damián Rodríguez
Kees, no han tenido ni militancia ni cargos partidarios, aun cuando se iden-
tifiquen con el radicalismo y, como mencionamos más arriba, están afilia-
dos. Su acceso provino casi exclusivamente como un reconocimiento luego
de su tarea en distintos puestos de gestión universitaria en la gestión de Bar-
letta. En el caso de Chemes y Etchevarría, aunque estudiaron en la UNL, no
han tenido militancia universitaria ni ocupado cargos estudiantiles, algo que
sí hizo Rodríguez Kees.

Tabla 4. Credenciales universitarias de secretarios municipales de la gestión


municipal de Mario Barletta (2007–2011).

Secretario Estudió Militó en una Cargos Cargos


en UNL organización estudiantiles de gestión
estudiantil universitaria

Boscarol, Alejandro Sí Sí Sí Sí

Chemes, José María Sí No No Sí

Collins, Cornelio Sí Sí Sí No

Corral, José Manuel Sí Sí Sí Sí

Etchevarría, María Sí No No Sí
Belén

Navarro, Eduardo No No No No

143
Porta, Roberto Jorge No No No No

Rodríguez Kees, Sí Sí Sí Sí
Damián

Schneider, Julio Sí Sí Sí Sí

Fuente: elaboración propia sobre la base de información de entrevistas y datos públicos.

Por último, hay dos casos en los que las credenciales partidarias y las uni-
versitarias son menos significativas: los de Porta y de Navarro. El segundo,
aun cuando no ocupó cargos de gestión universitaria, estaba vinculado con
el grupo de Barletta a través de su actividad docente en la UNL. Navarro, en
consecuencia, es el único secretario que parece haber llegado desde una tra-
yectoria ligada a sus antecedentes técnico–profesionales más que a sus cre-
denciales de cercanía o pertenencia al grupo liderado por Barletta. Como se
desprende de la tabla de credenciales técnicas, Porta y Navarro son los únicos
dos que pasaron directamente de la actividad privada a la gestión pública. En
el caso de Navarro, además de su experiencia docente, parece haber jugado
un rol importante su inserción en el Colegio de Arquitectos de Santa Fe. En
el de Porta, sus antecedentes profesionales en el área de Obras Públicas, para
el que fue convocado.

Tabla 5. Credenciales técnicas de secretarios municipales de la gestión


municipal de Mario Barletta (2007–2011).

Secretario Título Pasaje directo Participación


universitario desde actividad en colegio
privada profesional

Boscarol, Alejandro Sí No No

Chemes, José María Sí No No

Collins, Cornelio Sí No No

Corral, José Manuel Sí No No

Etchevarría, María Belén Sí No No

144
Navarro, Eduardo Sí Sí Sí

Porta, Roberto Jorge Sí Sí No

Rodríguez Kees, Damián Sí No No

Schneider, Julio Sí No No

Fuente: elaboración propia sobre la base de información de entrevistas y datos públicos.

En síntesis, el gabinete de Barletta se conformó con un núcleo proveniente


del grupo originario de los radicales universitarios (Schneider, Corral, Bos-
carol), a los que se suma otro grupo que, con menos vuelo partidario, fue-
ron reclutados en el marco de los vínculos forjados en la Universidad, bajo
diversas modalidades (Chemes, Etchevarría, Rodríguez Kees, Navarro). En
el caso de Collins, pese a su paso previo por el partido, su experiencia en la
Municipalidad parece haber sido decisiva para su nombramiento. Y en el de
Porta, parece ser el único que da el salto desde una función técnica externa
al Grupo Universidad.
Pasemos ahora a analizar el gabinete del primer mandato de José Corral
al frente de la intendencia de Santa Fe. Como veremos, pueden observarse
algunas líneas de continuidad, pero también algunos matices o diferencias.
En principio, quienes ocuparon una secretaría fueron seis individuos más
que en la gestión Barletta: quince contra nueve. Solo tres, Roberto Porta,
Eduardo Navarro y María Belén Etchevarría, continuaron en su cargo al cam-
biar el Intendente, pese a ser del mismo grupo político que el antecesor. En
algunos puntos, los perfiles de los integrantes del gabinete eran similares al
de los de Barletta, ya que se trata de la continuidad de un mismo proyecto
político, gestado en la Universidad y luego en la Municipalidad. En algunos
casos, quienes accedieron a secretarías durante la administración de Corral ya
habían tenido cargos de menor rango en la de Barletta.
Se percibe una marcada identificación partidaria con el radicalismo, en la
mayoría de los secretarios, aunque en un grado menor que en el caso de Bar-
letta. Como vimos más arriba, todos los secretarios del exrector de la UNL eran
hombres y mujeres de partido, ya que estaban afiliados al radicalismo y habían
realizado toda su trayectoria política en el partido. En el caso de Corral, si
bien la presencia del radicalismo es muy marcada, hay dos casos, los de Mario
Drisun, secretario de Salud entre 2011 y 2013 y de Natalia Zehnder, su suce-
sora hasta 2015, que no provienen del radicalismo sino del socialismo. Ade-

145
más, con la excepción de los casos de Patricia Pieragostini y Roberto Porta, se
trata de individuos con una militancia partidaria previa y, en la mitad de los
casos aproximadamente, con ocupación de cargos partidarios.

Tabla 6. Credenciales partidarias de secretarios municipales de la gestión


municipal de José Corral (2011–2015).

Secretario Primer Afiliado a Ocupó Militancia


partido UCR la UCR al cargos político/
momento de partidarios partidaria
la entrevista

Dall’Aglio, Ramiro Sí Sí Sí Sí

Drisun, Mario No No Sí Sí

Etchevarría, María Sí Sí No No
Belén

Ingaramo, Rossana Sí Sí Sí Sí

Martin, María Sí Sí Sí Sí

Medrano, Carlos Sí Sí No Sí

Molina, Adriana Sí Sí Sí Sí

Navarro, Eduardo Sí Sí No No

Pereira, Carlos Sí Sí Sí Sí

Pieragostini, Patricia Sí No No No

Porta, Roberto Sí Sí No No

146
Rodríguez Kees, Sí Sí No Sí
Damián

Tabares, Pablo Sí Sí No No

Valsagna, Andrea Sí Sí Sí Sí

Zehnder, Natalia No No No Sí

Fuente: elaboración propia sobre la base de información de entrevistas y datos públicos.

Las credenciales universitarias son, también, muy significativas. Al igual que


en el caso del gabinete de Barletta, predominan aquellos que han tenido una
militancia universitaria, y ocupado cargos estudiantiles. Muchos se reconocen
parte del «Grupo Universidad», aunque no en todos los casos han tenido car-
gos de gestión universitaria. Hay algunos que siguen el mismo perfil y trayec-
toria que combina militancia estudiantil, cargos estudiantiles y cargos de ges-
tión universitaria. Entre ellos, Ramiro Dall’Aglio, Rossana Ingaramo, Carlos
Medrano, Adriana Molina, Andrea Valsagna, Damián Rodríguez Kees y Patri-
cia Pieragostini. Todos han desempeñado funciones en la UNL, en la gestión de
Barletta, y pertenecen al Grupo Universidad. Como vemos, sin embargo, son
menos de la mitad. El resto se divide entre aquellos que pertenecen al grupo,
pero cuya trayectoria se realizó en una participación en la política partidaria y
la ocupación de cargos públicos legislativos o ejecutivos, pero sin pasar por la
Universidad, como María Martin o Carlos Pereira, y quienes no se formaron
dentro del grupo sino que fueron incorporados luego, como Roberto Porta
o Pablo Tabares, o que accedieron a las secretarías por un acuerdo partidario
entre el radicalismo y el socialismo, como Mario Drisun y Natalia Zehnder.
El caso de Porta ya lo mencionamos más arriba, ya que se inició con Barletta.
El de Tabares es similar. Su trayectoria es la de un outsider de la política que
participó activamente en una ONG ambientalista. Es desde ella que entabló un
vínculo con José Corral, cuando este estaba en la UNL, y lo convocó luego a
ocupar la secretaría. Por último, el caso de Drisun, y el de su sucesora Zehn-
der, es la de la incorporación de una pata socialista, pero también de un per-
fil técnico ligado a las áreas de incumbencia de sus secretarías.

147
Tabla 7. Credenciales universitarias de secretarios municipales de la gestión
municipal de José Corral (2011–2015).

Secretario Estudio en Militó en una Cargos Cargos


UNL organización estudiantiles de gestión
estudiantil universitaria

Dall’Aglio, Ramiro Sí Sí Sí Sí

Drisun, Mario No Sí Sí No

Etchevarría, María Sí No No Sí
Belén

Ingaramo, Rossana Sí Sí Sí Sí

Martin, María Sí Sí Sí No

Medrano, Carlos Sí Sí Sí Sí

Molina, Adriana Sí Sí Sí Sí

Navarro, Eduardo No No No No

Pereira, Carlos Sí Sí Sí No

Pieragostini, Patricia Sí Sí No Sí

Porta, Roberto No No No No

Rodríguez Kees, Sí Sí Sí Sí
Damián

Tabares, Pablo No Sí Sí No

Valsagna, Andrea No Sí Sí Sí

Zehnder, Natalia No No No No

Fuente: elaboración propia sobre la base de información de entrevistas y datos públicos.

148
Tabla 8. Credenciales técnicas de secretarios municipales de la gestión
municipal de José Corral (2011–2015).

Secretario Título De act. Participación


univeristario privada al en colegio
gabinete profesional/
ONG, etc.

Dall’Aglio, Ramiro No No No

Drisun, Mario Sí No No

Etchevarría, María Belén Sí No No

Ingaramo, Rossana Sí No No

Martin, María Sí No No

Medrano, Carlos Sí No No

Molina, Adriana Sí No No

Navarro, Eduardo Sí Sí Sí

Pereira, Carlos Sí No No

Pieragostini, Patricia Sí No No

Porta, Roberto Sí Sí No

Rodríguez Kees, Damián Sí No No

Tabares, Pablo Sí Sí Sí

Valsagna, Andrea Sí No No

Zehnder, Natalia Sí No Sí

Fuente: elaboración propia sobre la base de información de entrevistas y datos públicos.

149
Gestión, política y universidad: una tipología de las formas
de reclutamiento de los secretarios municipales en Santa Fe

La composición de los gabinetes es una muestra de la implantación social


de determinada fuerza gobernante. En el caso de la experiencia del gobierno
municipal del radicalismo santafesino, se constata que, una vez que se acce-
dió al poder, los cargos se repartieron entre los miembros del grupo político,
entre quienes eran las personas más cercanas a Barletta y a Corral. Esto no solo
se observa por la presencia de las mismas credenciales valoradas, que mezclan
en muchos casos la militancia estudiantil, la participación en la vida partida-
ria y la experiencia de gestión universitaria, sino en la extensión de una red
de relaciones personales construidas a lo largo de los años.
Ello explica que, una vez que se accedió al poder municipal, no fuera nece-
sario salir a reclutar funcionarios técnicos por fuera de las redes ya estableci-
das. Esto solo sucedió en casos muy puntuales, como los de Roberto Porta
o Pablo Tabares. En este sentido, no se buscó generar una ampliación de la
identidad originaria (del radicalismo universitario) sino un reforzamiento. Lo
mismo puede decirse en relación a las pertenencias partidarias. Más allá de
haber accedido al poder a partir de una alianza entre el radicalismo y el socia-
lismo, la presencia de este último en los gabinetes ha sido muy escasa, y nula
la incorporación de radicales provenientes de otras líneas internas.
En forma muy sintética, se recortan cuatro tipos de reclutamiento, con un
peso muy diferente en cada caso. La estrategia con mayor peso fue la de incor-
porar a aquellos que formaban parte del núcleo grupal, que compartían todos
los mismos espacios de sociabilidad y trayectorias comunes. Aquí englobamos
a quienes han tenido a la vez participación en la Universidad y en el partido.
A ella se sumaron otros gestores universitarios que se unieron al grupo a partir
de su actividad en la gestión de la educación superior. Un tercer tipo de reclu-
tamiento provino de aquellos técnicos cercanos pero externos al grupo. Y, final-
mente, los aliados partidarios, que solo son dos socialistas.

El núcleo grupal

Una primera trayectoria hacia la ocupación de un cargo de secretario o


secretaria municipal es la de aquellos que pueden ser considerados parte
del núcleo grupal. Este se define a partir de dos dimensiones: una posicio-
nal, asociada con la presencia en determinados espacios institucionales que
los ubican en un lugar privilegiado a la hora de elegir funcionarios muni-

150
cipales del gobierno del «radicalismo universitario»; otra afectiva o perso-
nal, ligada al tipo de vínculo creado, que incluye no solo credenciales téc-
nicas sino también, y en una medida significativa, relaciones de confianza
y en no pocos casos de amistad.
En términos posicionales, quienes forman parte del núcleo grupal son aque-
llos que, naturalmente, han sostenido relaciones mutuas bajo un proyecto polí-
tico común por varios años, y que participan del grupo desde sus orígenes. Lo
han hecho a partir de la presencia sostenida en las dos principales institucio-
nes en las que se gestó y consolidó el grupo: los diversos órganos partidarios
y la gestión universitaria. La multiposicionalidad (Boltanski, 1973) es, para un
grupo que se mueve entre el partido y la Universidad, una credencial valorada,
ya que habilita una serie de destrezas y atributos que los distingue del resto.
Varios de los integrantes del gabinete han tenido trayectorias signadas por
la participación en estos dos ámbitos, acompañando la consolidación del pro-
yecto grupal. Entre ellos ubicamos, por ejemplo, a José Corral, Alejandro Bos-
carol, Julio Schneider o Carlos Medrano, que han sido parte del núcleo forma-
tivo del grupo. Corral inició su participación partidaria a los 14 años, y luego
sumó la universitaria. Pasó por diversos cargos estudiantiles, fue presidente del
Centro de Estudiantes de la Facultad de Derecho, estuvo al frente de la Fede-
ración Universitaria del Litoral (FUL) y luego comenzó a trabajar en la gestión
universitaria, primero como responsable de la Unidad de Apoyo al Planea-
miento y a la Evaluación y más tarde como secretario de Extensión y secreta-
rio general de la Universidad. Al cumplir sus 30 años ya había consolidado su
perfil, que mezclaba su inserción partidaria y universitaria. Cuando Barletta
accedió a la intendencia, su paso a ser secretario general se dio naturalmente.
Si bien el caso de Corral es el más emblemático, otros secretarios y secreta-
rias pueden ser ubicados en trayectorias similares, que mezclan una creciente
inserción partidaria, una participación en la militancia universitaria y un paso
por la gestión universitaria, en tiempos de los rectorados de Storero y Barletta.
En este conjunto, que podemos considerar parte del núcleo grupal, podemos
ubicar a Alejandro Boscarol, Damián Rodríguez Kees, Julio Schneider, Ramiro
Dall’Aglio, Rossana Ingaramo, Carlos Medrano, Adriana Molina o Andrea
Valsagna, por nombrar algunos. Todos ellos han formado parte del gobierno
universitario, pero no como meros técnicos sino como parte de un proyecto
político que incluía la participación partidaria. Al mismo tiempo, han ocu-
pado cargos partidarios dentro de las estructuras del radicalismo santafesino.
El pasaje por estas diversas instancias construye relaciones que, como plan-
tean los entrevistados, mezcla un proyecto político con lazos afectivos, que se
materializa en un tipo de vínculo de lealtad y confianza, tan importante den-

151
tro del mundo político. Quizá el ejemplo más claro sea el de Barletta y Corral.
Como nos dijo este último:

La relación mía con Mario, si tengo que dar un ejemplo para que se entienda es
cómo la relación de Peña y Macri, ¿viste? Peña fue su jefe de campaña, armó su
gabinete, es el tipo de confianza, el tipo que le dice las cosas, el que está en el lugar
de él. Bueno, esa era más o menos mi función. (Entrevista a José Corral, 21/5/2018)

Pero la confianza no solo es planteada por Corral, para explicar por qué acce-
dió al cargo de secretario de Gobierno. Lo mismo sucede con otros secreta-
rios, que explican su trayectoria a partir de este atributo personal. Tal es el caso
de Alejandro Boscarol al relatar su acceso a la Secretaría de Desarrollo Social:

Tiene que ver con el paso de la Universidad. (…) Por formar parte de su equipo
en la Universidad y por la confianza construida a lo largo del tiempo y además
de haber pasado por varios cargos en la Universidad y tener compatibilidad en el
trabajo y en, obviamente, visiones de las cosas. (Entrevista a Alejandro Boscarol,
05/04/2017 y 19/04/17)

La confianza, en otros casos, se trataba de una inserción institucional, como


ha sido por ejemplo el Concejo Municipal. Tal es el caso de Carlos Medrano,
que luego de su pasaje por la militancia y gestión universitaria, pasó rápida-
mente al Concejo Municipal, como asesor de Julio Schneider.

De los que estábamos en el Concejo, Mario tenía algunas personas de confianza


de él como José, Alejandro, y nosotros. La decisión de Mario y del grupo de ele-
girme era porque tenía un trabajo en la ciudad grande, porque hacía siete años
que estaba, había estado dándole mucha mano a Carlos (Pereira) en su elección
de concejal, conocía territorio más que los universitarios, porque Mario venía de
la Universidad y, si bien hizo la campaña pero yo tenía mucha relación con re-
ferentes del territorio, creo que por eso me dieron el área social, por mérito de
trabajar en lo social durante 7 años. (Entrevista a Carlos Medrano, 08/03/2016)

En este sentido, la confianza se articula con las credenciales ligadas a los cono-
cimientos específicos del cargo. Pero también a cierta cercanía afectiva, que
en algunos casos se asocia con relaciones de amistad. Como recuerda Alejan-
dro Boscarol, no solo los unía con Barletta una relación político–institucio-
nal sino también de amistad. «Uno comparte mucho tiempo con las personas
en esos lugares y, bueno, termina también generando lazos de afecto», dice.

152
Los gestores universitarios

A los miembros del grupo se puede sumar otro conjunto de secretarios y secre-
tarias cuyo acceso también fue producto de un salto desde la gestión univer-
sitaria a la de la ciudad, pero que a diferencia del anterior, no se caracteriza
por una participación política partidaria muy activa dentro del radicalismo.
Más bien, su incorporación al grupo de los radicales universitarios vino de la
mano de su convocatoria a formar parte de la gestión universitaria, en muchos
casos en áreas vinculadas a sus especialidades.
Este es el caso, por ejemplo, de María Belén Etchevarría, quien recuerda que:

Siempre pertenecía dentro de la Facultad a grupos de estudio, grupos de investi-


gación, pero nunca milité políticamente en la Facultad. Creo que tal vez eso fue
porque en mi casa el tema político, por mi papá, con una presencia política tan
fuerte en otra provincia, la política era el bicho feo en mi casa, era decir, «basta
de política». Entonces en la Universidad nunca milité, pero siempre estuve vin-
culada a los grupos de gobierno de la Universidad. (Entrevista a María Belén Et-
chevarría, 04/05/2017)

Es así que, durante los años 2002 y 2003, bajo el rectorado de Mario Barle-
tta, comenzó a vincularse con las autoridades universitarias:

por cuestiones laborales en un primer momento, y después realmente por una afi-
nidad muy fuerte con lo que se conoce comúnmente como Grupo Universidad. Yo
siempre estuve muy vinculada al grupo de gobierno de la Universidad, aunque no
tuviese militancia en la Franja. (Entrevista a María Belén Etchevarría, 04/05/2017)

Luego de trabajar en la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) de la UNL,


fue convocada por Alejandro Boscarol para una función en el Rectorado, y
así comenzó a compartir actividades políticas y de gestión con el Grupo Uni-
versidad. Es a partir de esta experiencia que encuentra la justificación para su
designación al frente de la Secretaría de Hacienda y Economía una vez que
Barletta accede a la intendencia.

Y, creo que demostré en la Universidad una buena capacidad de organización, li-


derazgo, son cargos que necesitan mucho liderazgo y capacidad de toma de deci-
sión, de tomar riesgos, y mucho compromiso personal. Siempre en mis trabajos
y grupos, lo más importante es el equipo. Son cargos en los que las personas que
se destacan individualmente, creo yo, que poco sirven. Tiene que ver con dirigir
el grupo, son muchas las tareas. En la Universidad pasaba lo mismo. (Entrevista
a María Belén Etchevarría, 04/05/2017)

153
El caso de Etchevarría muestra una trayectoria levemente diferente a la ante-
rior, en la que la ausencia de participación política partidaria en el radicalismo
se compensa por la creación de fuertes lazos dentro del mundo de la gestión
universitaria. En este sentido, a la confianza se suma la pericia técnica como
un atributo valorado, pero siempre dentro de un espacio de construcción gru-
pal, que opera como marco de sentido para las relaciones mutuas.
La trayectoria de Etchevarría es similar a la de otros secretarios que han
transitado un camino desde la Universidad a la gestión de la ciudad, pero sin
haber sostenido una militancia política en la Franja Morada. Tal es el caso,
por ejemplo, de Patricia Pieragostini, quien se desempeñó en diversas áreas
de gestión cultural en la UNL, colaborando con Damián Rodríguez Kees. Es
a partir de ese vínculo que, en 2007, cuando madura la candidatura de Bar-
letta, es convocada para pensar un proyecto cultural:

En 2007 (…) me habían invitado desde la Universidad de la mano de Mario


Barletta, que estaba como rector, para pensar una política cultural para la ciu-
dad. Me pareció una forma muy amplia porque estábamos representados varios
espacios que teníamos desde el espacio de la Universidad y desde el espacio in-
dependiente, porque yo también tenía Tabula Rasa, que trabaja desde ahí en la
organización independiente.

Desde 2007 se desempeñó en segundas líneas de la Secretaría de Cultura diri-


gida por Damián Rodríguez Kees, y cuando este es convocado para ser el direc-
tor de la Facultad de Música, ella asume en su lugar.
En síntesis, estas trayectorias muestran otras formas de incorporación, den-
tro de un proceso que va incluyendo nuevos miembros al grupo, pero siempre
dentro de una estrategia de posicionamiento colectivo. Distintos, y más excep-
cionales, fueron los casos de otras dos trayectorias que analizaremos a conti-
nuación: la de los técnicos externos al grupo y la de los aliados partidarios.

Los técnicos cercanos

Como ya hemos analizado, el acceso del radicalismo universitario a la Muni-


cipalidad de Santa Fe se caracterizó por el pasaje de una experiencia previa,
ligada a la gestión universitaria. Por este motivo, fueron muy escasas las con-
vocatorias a secretarios o secretarias ajenas al círculo grupal. En muy pocos
casos, como los de Roberto Porta, Eduardo Navarro y Pablo Tabares se puede
seguir una trayectoria hacia la función pública provenientes de un mundo
ajeno a la participación activa en el grupo de los radicales universitarios. Por

154
supuesto que, como en cualquier nombramiento público, se trató de indi-
viduos que tenían una cercanía con quienes les asignaron las secretarías de
gobierno. Pero a diferencia de la mayoría de los casos, este no provenía de los
círculos ligados al radicalismo ni a la Universidad.
En el caso de Porta es significativo. Hasta 2007, cuando fue convocado por
Mario Barletta a hacerse cargo de la Secretaría de Obras Públicas y Recursos
Hídricos no había tenido vínculo alguno con la actividad política, aunque sí
provenía de una familia radical, y tanto su padre como su tío habían sido pre-
sidentes de comités radicales en Las Rosas. Su acceso, según Porta, se debió a
sus pergaminos profesionales, que llevó al flamante intendente a quien cono-
cía de sus tiempos de estudiante, a ofrecerle el cargo. Fue de esta manera que
inició, según sus palabras una actividad «técnico–política»:

[Mi interés en la política] en realidad fue circunstancial porque yo estaba desarro-


llando mis tareas profesionales privadas y tuve una convocatoria de parte de Mario
Barletta, quien me ofreció el cargo y también evaluó mi curriculum profesional.
Y bueno, me pareció bueno el desafío, porque yo ya había trabajado mucho en
mi actividad privada y me parecía bueno cambiar. Fundamentalmente me pare-
cía muy bueno por la calidad de persona que era en ese momento y el intendente
M. Barleta me pareció que estaba formando un gabinete muy serio y me pareció
que estaba bueno dejar por algunos años la actividad privada y ejercer lo público
para ver cómo era la actividad pública. (Entrevista a Roberto Porta, 04/05/2017)

Al respecto, su trayectoria es atípica dentro de la mayoría de los secretarios de


los gobiernos municipales de Barletta y de Corral, puesto que se asocia más a
historias de aquellos que deciden «dar el salto» o «meterse» en la política, pro-
viniendo de mundos sociales y profesionales distantes. En el caso de Porta, su
carrera se continuó luego con el mismo cargo en la administración de Corral
y luego tuvo un paso como secretario de Recursos Hídricos bajo la goberna-
ción de Miguel Lifschitz.
Otros perfiles y trayectorias semejantes son los de Eduardo Navarro y Pablo
Tabares. El primero, de familia radical, pero sin militancia previa, no tuvo par-
ticipación política universitaria ni estaba ligado a la gestión del Grupo Uni-
versidad en su paso por el gobierno de la UNL. Su involucramiento, antes que
partidario, fue profesional.

Para mí la discusión política primero fue profesional porque empezamos a militar


para obtener un Colegio de profesionales de arquitectos, ¿no? (…) Esa militancia
era una militancia ideológica, pero no partidaria, ¿no? (…) Y la primera partici-
pación política (fue) también gremial, que no es desde el punto de vista sindical

155
pero sí corporativa, que fui Presidente del Colegio de Arquitectos en el año 98…
Bueno, ahí nos presentamos a elecciones con un grupo, que éramos unos moco-
sos realmente. Yo ahora miro para atrás y digo: «Tenía 38 años y le disputamos
la presidencia a un grupo de arquitectos ya bastante mayores». Bueno, nos pre-
sentamos y ganamos. Fui dos veces presidente del Colegio y esa fue mi primera
participación activa política, y digamos tener contacto con… este… y ya la vida
universitaria, ya desde el año 85 teníamos prendida la Facultad actual de Arqui-
tectura, entonces la relación Colegio–Universidad era una relación muy fluida,
se retroalimentaba permanentemente, entonces ahí formé mi relación con Ma-
rio Barletta, con José, con todo el grupo digamos… con Alejandro Boscarol…
(Entrevista a Eduardo Navarro, 08/06/2016)

Si bien no formaba parte del grupo en la gestión universitaria, había un víncu


lo creado con los años, puesto que además de su participación en el Cole-
gio de Arquitectos era profesor de la UNL y había sido convocado por Barle-
tta para diseñar el reordenamiento de las movilidades de la ciudad universita-
ria. Así fue que, antes de ser secretario, Barletta le pidió que fuera su delegado
en un equipo de técnicos del Centro de Estudios Municipales y Provinciales
(CEMUPRO), que había creado el Frente Cívico y Social para fortalecer la can-
didatura a gobernador de Hermes Binner. Más adelante, una vez que Mario
Barletta accedió a la Intendencia, le propuso asumir como secretario de Pla-
neamiento Urbano, cargo que aceptó no como parte de una militancia «polí-
tica» sino «técnica»:

Mi… digamos, participación en la política es en cuadro técnico, no cuadro mi-


litante ¿no? Es un cuadro técnico profesional en el cual yo le puedo ser útil a la
causa desde lo que me preparé toda la vida ¿no? Que es ser arquitecto. (Entrevista
a Eduardo Navarro, 08/06/2016)

Algo similar ocurrió con Pablo Tabares. Sin militancia política previa, ni paso
alguno por la gestión universitaria, fue convocado por José Corral a asumir
como secretario de Producción en 2011. El vínculo se había fortalecido pre-
viamente a partir de los lazos que la Fundación Hábitat y Desarrollo, a la que
pertenecía Tabares, había desarrollado con la Secretaría de Extensión Univer-
sitaria, dirigida por Corral, para la administración de la Reserva Natural de la
Universidad. Además, Tabares había estado vinculado con entidades gremia-
les empresarias, y se había desempeñado como director de la Bolsa de Comer-
cio de Santa Fe. Fue este conocimiento de la actividad económica santafesina
el motivo, para Tabares, de su designación:

156
Considero que me convoca por mis antecedentes en la actividad privada y por mi
participación en las entidades gremiales empresarias. Conozco muy bien al em-
presariado local y la mayoría de los sectores económicos. Y bueno, creo que este
perfil y antecedentes le tienen que haber resultado interesantes como para po-
ner al frente de la Secretaría de Producción a una persona que conozca muy bien
a los actores económicos de la ciudad. (Entrevista a Pablo Tabares, 31/05/2017)

Los aliados partidarios

Cuando Mario Barletta asumió como intendente lo hizo como candidato del
Frente Progresista Cívico y Social, una alianza entre el radicalismo y el socia-
lismo que permitió el triunfo de Hermes Binner como gobernador, en 2007.
Pese a ser una alianza, los secretarios provenientes del socialismo, es decir de
la fuerza política aliada al radicalismo, fueron muy pocos. Y ninguno de ori-
gen radical pertenecientes a otras facciones partidarias, que habían sido derro-
tadas en las elecciones primarias.
Solo dos casos, los de Mario Drisun y Natalia Zehnder, son cuadros socia-
listas convocados para formar parte del gabinete de gobierno del radicalismo
universitario en la ciudad de Santa Fe. El primero es un médico de extensa
trayectoria en la gestión pública, que se inició en 1983 en su Casilda natal,
primero como presidente del Concejo Municipal y luego como intendente.
Posteriormente fue funcionario de la Secretaría de Salud de Rosario, bajo las
intendencias de Hermes Binner, entre 1995 y 2007. Luego, fue electo Dipu-
tado provincial, cargo que ejerció hasta su renuncia para asumir como secre-
tario de Gobierno provincial, en el gobierno de Binner. Esa era su función
cuando, en 2011, luego de la victoria de José Corral, fue convocado por este a
asumir como secretario de la Municipalidad de Santa Fe.
Como observamos, su trayectoria es muy diferente a la del resto de sus
compañeros de gabinete, ya que no se trata de un cuadro radical sino socia-
lista, no pertenece al Grupo Universidad, y contaba al momento de asumir
con una amplia trayectoria previa en la gestión pública. Su caso obedece a un
reparto frecuente entre coaliciones gubernamentales, compuestas por diver-
sos partidos políticos, pero en un contexto en el que, ciertamente, el radi-
calismo universitario no se vio forzado a equilibrar un gabinete. Más bien
parece un gesto de apertura hacia las fuerzas aliadas que una necesidad aso-
ciada con pactos previos. Las charlas que, en ese momento, tuvieron el gober-
nador socialista Antonio Bonfatti, y el intendente electo, José Corral, deriva-
ron en un acuerdo para que alguien del socialismo con conocimientos en el
área, se hiciera cargo de la secretaría.

157
La experiencia de Drisun duró solo dos años, puesto que en 2013 fue nom-
brado Ministro de Salud provincial. Luego de su partida, la Secretaría de
Salud del Gobierno de la Ciudad de Santa Fe quedó en manos de otra socia-
lista, Natalia Zehnder, una psicóloga que había iniciado su militancia social
asociada a la salud pública y había tenido diversos cargos en el gobierno pro-
vincial, entre los que se desataca la Dirección Regional de Salud, del Nodo
de Salud Santa Fe. Allí fue convocada por el ministro de Salud, Miguel Ángel
Capiello, el antecesor de Drisun en la cartera provincial. Cuando Capiello asu-
mió como senador, en 2013, Drisun pasó al gobierno provincial y este último
convocó a Zehnder para que culminara su gestión municipal. Es decir que su
acceso obedeció a dar continuidad, dentro del socialismo, al acuerdo de que
esta fuerza política manejaría el área de salud municipal.

Conclusión

El perfil de los gabinetes de las intendencias de Barletta, y la primera de Corral,


permiten observar que, en términos de conformación de sus estructuras de
gobierno municipal, primó la profundización de lazos que se habían creado
previamente, en virtud del paso por la gestión universitaria.
En este sentido, mostró la articulación entre dos tipos de gestiones, la uni-
versitaria y la municipal, que tienen algunos puntos de similitud, pero tam-
bién sus lógicas específicas, por tratarse de dos instituciones muy diferentes.
El pasaje de un equipo de gobierno ya consolidado, como ha sido este caso, de
un ámbito a otro, es un fenómeno que en algunos casos se da cuando un can-
didato accede a un puesto ejecutivo de mayor jerarquía en términos de escala.
Es habitual, por ejemplo, que un intendente que accede a la gobernación, o
un gobernador que accede a la presidencia, se rodee de aquellos colaborado-
res que ya trabajaban con él, sobre los que tiene conocimiento y confianza.
No es tan común que este pasaje se de entre dos instituciones con naturaleza
distinta, como es este caso. Quedará para futuras indagaciones analizar cuá-
les han sido las mediaciones, traducciones y articulaciones entre un modo de
gestionar y otro.
Finalmente, si bien no fue motivo de nuestro análisis, las trayectorias pos-
teriores de los secretarios muestran que, en la mayoría de los casos, han conti-
nuado con diversas funciones políticas, tanto a nivel municipal como provin-
cial, y legislativo o ejecutivo. Solo en contadas excepciones han regresado a la
gestión universitaria o dejado la política profesional. Ello permitiría plantear

158
la hipótesis de un pasaje del mundo universitario al político como parte de
un proceso de politización que no acabó cuando en 2019 perdieron la inten-
dencia en manos del candidato socialista, Emilio Jatón.

Referencias bibliográficas

Altman, David (2000). The politics of coalition formation and survival in multiparty presi-
dential democracies: the case of Uruguay, 1989–1999. Party Politics, 6(3), 259–283.
Camerlo, Marcelo (2013). Gabinetes de partido único y democracias presidenciales. Inda-
gaciones a partir del caso argentino. América Latina Hoy, 64, 119–142.
Canelo, Paula (2014). Represión, consenso y diálogo político. El Ministerio del Interior
durante la última dictadura militar argentina. Política, 52(2), 219–241.
Canelo, Paula y Castellani, Ana (2016). ¿El imperio de los CEOs? Una radiografía del primer
gabinete nacional del gobierno de Macri. En Lijalad, Ari (Comp.). Plan Macri. Argentina
gobernada por las corporaciones (pp. 129–136). Peña Lillo–Ediciones Continente.
Canelo, Paula y Lascurain María Cecilia (2017). ¿Quiénes gobiernan la Provincia de Buenos
Aires? El perfil sociológico del gabinete de María Eugenia Vidal. Informe de Investigación
Nº 3 del Observatorio de las Elites del CITRA (Conicet–UMET).
Canelo, Paula; Castellani, Ana y Gentile, Julia (2018). El gobierno de los CEOs. Equivalencia
entre elites económicas y políticas en el gabinete de Mauricio Macri (2015–2018).
Voces en el Fénix, 8, 93–97.
Cardarello, Antonio; Buquet, Daniel y Chasquetti, Daniel (2013). La designación de gabinetes
en Uruguay: estrategia legislativa, jerarquía de los ministerios y afiliación partidaria de
los ministros. América Latina Hoy, 64, 15–40.
Castellani, Ana (2018). Cambiemos, SA. Exposición a los conflictos de interés en el gobierno
nacional. Los funcionarios con participación en empresas privadas a junio de 2018.
Informe de Investigación 5, Parte 1. Observatorio de las Elites Argentinas del Instituto
de Altos Estudios Sociales–Universidad Nacional de San Martín.
Codato, Adriano y Franz, Paulo (2018). Technical–ministers and politicianministers during
PSDB and PT presidencies. Brazilian journal of public administration, 52(5), 776–796.
Codato, Adriano y Franz, Paulo (2017). Recrutamento ministerial no Brasil: comparando as
presidências de FHC e Lula. E–Legis, 22(10), 44–62.
De Luca, Miguel (2012). Del príncipe y sus secretarios. Cinco apuntes sobre gabinetes
presidenciales en la Argentina reciente. En De Luca, Miguel y Malamud, Andrés (Eds.).
La política en los tiempos de Kirchner (pp. 37–48). Eudeba.
Gené, Mariana y Heredia, Mariana (2009). Atributos y legitimidades del gabinete nacional:
Socio–historia de los ministerios de Economía e Interior en la prensa (1930–2009). El
Príncipe, 3, 109–135.
Gené, Mariana (2019). La rosca política. Sobre el oficio de los armadores delante y detrás de
escena (o el discreto encanto del toma y daca). Siglo XXI Editores.
Gessaghi, Victoria; Landau, Matías y Luci, Florencia (2020). Clase alta, empresa y función
pública en Argentina. Revista mexicana de sociología, 82(2), 403–428.

159
Giorgi, Guido (2014). Los factores «extrapolíticos» de la carrera política: una aproximación a
las sociabilidades de los ministros de la nación en la Argentina (1854–2011). Política.
Revista de Ciencia Política, 52(2), 241–273.
González Bustamante, Bastián (2013). Factores de acceso y permanencia de la elite política
gubernamental en Chile (1990–2010). Política. Revista de Ciencia Política, 51(1), 119–153.
Heredia, Mariana (2015). Cuando los economistas alcanzaron el poder. Siglo XXI Editores.
Nercesián, Inés y Roberto Cassaglia. Radiografía de los gabinetes ministeriales en Brasil y
Perú (2016–2018). Telos Urbe, 21(2), 372–400.
Olivares, Alejandro; Baeza, Jaime y Dávila, Mireya (2015). Los gabinetes ministeriales
en la democracia chilena pos 1990: un caso de estabilidad, continuidad histórica y
negociación inter–partidaria. Documentos y aportes en administración pública y gestión
estatal, (24), 7–31.
Ollier, María Matilde y Palumbo, Pablo (2016). ¿Caso testigo o caso único? Patrones de
la formación de gabinete en el presidencialismo argentino (1983–2015). Colombia
Internacional, (87), 53–80.
Perelmiter, Luisina y Paura, Vilma (2019). Los ministros del trabajo y la pobreza en demo-
cracia. Entre arraigos sociales, vínculos políticos y desafíos de gestión. En Canelo,
Paula y Heredia, Mariana (Comps.). Los puentes y las puertas. Las fronteras de la política
argentina a través de sus elites. UNSAM Edita.
Scherlis, Gerardo (2012). Designaciones y organización partidaria: el partido de redes gu-
bernamentales en el peronismo kirchnerista. América Latina Hoy, 62, 47–77.

160
Anexos

Anexo 1. Lista de entrevistados

Nombre Fecha de entrevista

Acuña, Héctor 13/4/2016

Aignasse, Esteban 12/12/2016

Barletta, Mario 17/12/2017

Boscarol, Alejandro 5/4/2017 y 19/4/17

Campanella, Roberto 8/2016

Cejas, Mariano 18/9/2015

Chemes, José María 8/2018

Collins, Cornelio 27/10/2017

Corral, José 21/5/2018

Dallaglio, Ramiro 6/6/2017

Drisun, Mario 23/9/2017

Etchevarría, María Belén 4/5/2017

Fassino, Marta 30/3/2016

Ferreira, Marcelo 17/11/2017

Fleitas, Fernando 26/4/2016

Frana, Silvina 24/6/2015

González, Leandro 16/8/2015

Henn, Jorge 19/5/2015

Huser, Cristián 15/9/2016

161
Ingaramo, Rossana 17/11/2015

Jara, Fanny 20/3/2017

Kiener, Jorge 28/9/2018

Lastra, María 20/10/2015

Leiva, Luciano 8/2015

Martin, María 24/11/2017

Martínez Kerz, Ignacio 21/11/2017

Medrano, Carlos 17/3/2016

Mehauod, Rubén 1/11/2017

Molina, Adriana 15/9/2015

Montagno de Chiementín, Noelia 24/8/2015

Navarro, Eduardo 8/6/2016

Norman, Tomás 9/2015

Obeid, Alejandra 8/2015

Oddi, Vanesa 10/12/2015

Pereira, Carlos 8/3/2016

Pieragostini, Patricia 28/12/2016

Pignata, Sebastián 22/7/2016

Porta, Roberto 4/5/2017

Quinteros, Cristina 31/5/2017

Rodríguez, Ariel 15/1/2017

Rodríguez Kees, Ariel 8/4/2017

Saleme, Juan José 6/2015

Schneider, Julio 4/4/2017

162
Simoniello, Leonardo 8/8/2016

Suárez, Carlos 24/8/2015

Tabares, Pablo 31/5/2017

Valsagna, Andrea 6/5/2018

Zehnder, Natalia 6/2016

Martínez, Oscar «Cachi» 23/8/2017

Informante clave de la campaña 20/5/2017


electoral para la Intendencia de Mario
Barletta

Anexo 2. Intendentes santafesinos (1983–2019)

Nombre Mandato Partido

Tomás Camilo Berdat 1983–1987 PJ

Carlos Aurelio Martínez 1987–1989 PJ

Jorge Obeid 1989–1989 (interino) PJ

Enrique Rodolfo Muttis 1990–1991 PDP

Hugo Ponce 1991–1991 (interino) PJ

Jorge Obeid 1991–1995 PJ

Horacio Rosatti 1995–1999 PJ

Marcelo Ignacio Álvarez 1999–2003 PJ

Ezequiel Martín Balbarrey 2003–2007 PJ

Mario Barletta 2007–2011 FPCyS

José Manuel Corral 2011–2015 FPCyS

José Manuel Corral 2015–2019 FPCyS

Emilio Jatón 2019–2021 FPCyS

163
Anexo 3. Resultados de las elecciones municipales (2007–2013)

Anexo 3.1. Resultados de las elecciones municipales de 2007

Intendente Concejales

Partido
Votos % s/Votos Votos % s/Votos
Válidos Válidos

Frente Progresista Cívico 66 608 32,85% 64 926 32,02%


y Social (FPCyS)

Frente para la Victoria 63 494 31,32% 61 472 30,32%


(FPV)

Santafesino cien por 50 906 25,11% 47 686 23,52%


ciento

Unión Cívica Radical 3706 1,83% 3 786 1,87%

Partido Humanista 1721 0,85% 1 783 0,88%

Partido Obrero 1399 0,69% 1 418 0,70%

Jubilados y Jóvenes 1243 0,61% 1 369 0,68%

Recrear para el 1216 0,60% 1 381 0,68%


Crecimiento

Movimiento Socialista de 940 0,46% 1 004 0,50%


los Trabajadores (MST)

Frente de agrupaciones 747 0,37% 928 0,46%


políticas autoconvocadas

Movimiento por 442 0,22% 472 0,23%


la dignidad y la
independencia

Partido de Participación 404 0,20% 415 0,20%


Popular

Partido Autonomista 261 0,13% 281 0,14%

Frente para el cambio 135 0,07% 46 0,02%

En blanco 9533 ---- 15 793 ----

Nulos 4320 ---- 4 315 ----

Fuente: Tribunal Electoral de la Provincia de Santa Fe.

164
Anexo 3.1. Resultados de las elecciones municipales de 2009

Concejales

Partido
Votos % s/Votos
Válidos

Frente Progresista Cívico y 66 501 37,85%


Social (FPCyS)

Santafesino cien por ciento 45 132 25,68%

Partido Justicialista 29 383 16,72%

Partido Socialista Auténtico 9828 5,59%

Unión Cívica Radical 5716 3,25%

Frente Propuesta Santafesina 3823 2,18%

Frente de los jubilados 3305 1,88%

Partido Obrero 1433 0,82%

Partido Humanista 1135 0,65%

Partido de Participación 1135 0,62%


Popular

Movimiento Socialista de los 1014 0,58%


Trabajadores (MST)

Movimiento por la Dignidad y 786 0,45%


la Independencia

Movimiento independiente 780 0,44%


Justicia y Dignidad

Partido Autonomista 613 0,35%

Frente Emancipador 509 0,29%

Frente de agrupaciones 459 0,26%


políticas autoconvocadas

Partido Conservador popular 390 0,22%

165
En blanco 5521 ----

Nulos 3825 ----

Fuente: Tribunal Electoral de la Provincia de Santa Fe.

Anexo 3.3. Resultados de las elecciones municipales de 2011

Intendente Concejales

Partido
Votos % s/Votos Votos % s/Votos
Válidos Válidos

Frente Progresista 88 561 45.06% 81 801 42.85%


Cívico y Social

Frente Santa Fe 74 654 37.98% 41 435 21.7%


para Todos

Unión PRO Federal 19 957 10.15% 29 554 15.48%

Partido Obrero 2612 1.33% 3 539 1.85%

Nuevo Encuentro Popular 2006 1.02% 2 251 1.18%


y Solidario

Partido Autonomista 1699 0.86% 5 842 3.06%

Movimiento 531 0.27% 670 0.35%


Independiente Justicia y
Dignidad

Movimiento Proyecto Sur --- --- 4 307 2.26%

Demócrata Cristiano --- --- 2 621 1.37%

Confluencia Santafesina --- --- 1 035 0.54%

En blanco 6541 ---- 14 974 7.23%

Nulos 10 584 ---- 16 243 7.84%

Fuente: Tribunal Electoral de la Provincia de Santa Fe.

166
Anexo 3.4. Resultados de las elecciones municipales de 2013

Concejales
Partido
Votos % s/VotosVálidos

Frente Progresista 70 906 33,57


Cívico y Social

Frente para la Victoria 58 059 27,49

Santafesino cien por ciento 21 032 9,96

Unión PRO Santa Fe federal 17 254 8,17

Por más Santa Fe 10 953 5,19

Partido Autonomista 5997 2,84

Unión Federal 5395 2,55

Frente de Izquierda 4334 2,05


y de los Trabajadores

Nueva Izquierda 3226 1,53

Acción Santafesina 3060 1,45

Demócrata Cristiano 2534 1,20

Unite con Fe 993 0,47

Compromiso Federal 803 0,38

En blanco 6650 3,15

Nulos 13 097 5,84

Fuente: Tribunal Electoral de la Provincia de Santa Fe.

167
Anexo 4. Concejales electos (2007–2013)

Elecciones de 2007

Acuña, Héctor Santafesino ciento por ciento

Huser, Cristian Santafesino ciento por ciento

Leiva, Luciano FPV

Molina, Adriana FPCyS

Obeid, Alejandra FPV

Suárez, Carlos FPCyS

Fuente: Tribunal Electoral de la Provincia de Santa Fe.

Elecciones de 2009

Campanella, Roberto PJ

Corral, José FPCyS

Ferreira, Marcelo Santafesino ciento por ciento

Henn, Jorge FPCyS

Jara, Fanny FPCyS

Oddi, Vanesa FPCyS

Pignata, Sebastián Santafesino ciento por ciento

Fuente: Tribunal Electoral de la Provincia de Santa Fe.

168
Elecciones 2011

Huser, Cristian Frente Santa Fe para Todos (PJ)

Martínez Kerz, Ignacio Frente Santa Fe para Todos (PJ)

Norman, Tomás Unión PRO Federal

Quinteros, Cristina FPCyS

Rodríguez, Ariel FPCyS

Simoniello, Leonardo FPCyS

Fuente: Tribunal Electoral de la Provincia de Santa Fe.

Elecciones 2013

Fleitas, Fernando Santafesino ciento por ciento

Frana, Silvina FPV

González, Leandro FPCyS

Molina, Adriana FPCyS

Oddi, Vanesa FPCyS

Pignata, Sebastián FPV

Saleme, Juan José FPV

Fuente: Tribunal Electoral de la Provincia de Santa Fe.

169
Anexo 5. Composición del Concejo Municipal de Santa Fe
(2007–2015)

Concejales y bloques al asumir los concejales electos en 2007

Concejal Bloque

Acuña, Héctor Cien por ciento santafesino

Fassino, Marta Socialista

Henn, Jorge Encuentro para Santa Fe – UCR

Huser, Cristian Cien por ciento santafesino

Kiener, Jorge PJ

Lastra, María PJ

Leiva, Luciano FPV

Mehauod, Rubén PJ

Molinas, Adriana FPCyS

Montaño, Noelia ARI

Obeid, Alejandra FPV

Pereira, Carlos UCR

Suarez, Carlos FPCyS

Fuente: Versión taquigráfica de la sesión del Concejo Municipal del 10 de diciembre de 2007.

Concejales y bloques al asumir los concejales electos en 2009

Concejal Bloque

Acuña, Héctor Cien por ciento santafesino

Campanella, Roberto PJ – Santa Fe federal

Corral, José Frente Cívico y Social

170
Jara, Fanny Frente Cívico y Social

Ferreira, Marcelo Cien por ciento santafesino

Henn, Jorge Frente Cívico y Social

Huser, Cristian Cien por ciento santafesino

Leiva, Luciano FPV

Molina, Adriana Frente Cívico y Social

Obeid, Alejandra PJ – Santa Fe Federal

Oddi, Vanesa Frente Cívico y Social

Pignata, Sebastián Cien por ciento santafesino

Suárez, Carlos Frente Cívico y Social

Fuente: Versión taquigráfica de la sesión del Concejo Municipal del 10 de diciembre de 2009.

Concejales y bloques al asumir los concejales electos en 2013

Concejal Bloque

Aignasse, Esteban FPCyS

Campanella, Roberto PJ

Ferreira, Marcelo Cien por ciento santafesino

Huser, Cristian Frente Santa Fe para Todos

Jara, Fanny FPCyS

Martínez Kerz, Ignacio Frente Santa Fe para Todos

Montaño, Noelia FPCyS

Norman, Tomás Unión PRO Federal

Oddi, Vanesa FPCyS

Pignata, Sebastián Cien por ciento santafesino

171
Quinteros, Cristina FPCyS

Rodríguez, Ariel FPCyS

Simoniello, Leonardo FPCyS

Fuente: Versión taquigráfica de la sesión del Concejo Municipal del 12 de diciembre de 2011.

Concejales y bloques al asumir los concejales electos en 2011

Concejal Bloque

Cejas, Mariano FPCyS

Fleitas, Fernando Cien por ciento santafesino

Frana, Silvina PJ – Santa Fe es una sola

González, Leandro FPCyS

Huser, Cristian Cien por ciento santafesino

Martínez Kerz, Ignacio PJ – Santa Fe es una sola

Molina, Adriana FPCyS

Norman, Tomás Unión PRO Federal

Oddi, Vanesa FPCyS

Pignata, Sebastián PJ – Santa Fe es una sola

Quinteros, Cristina FPCyS

Rodríguez, Ariel FPCyS

Saleme, Juan José PJ – Santa Fe es una sola

Simoniello, Leonardo FPCyS

Fuente: Versión taquigráfica de la sesión del Concejo Municipal del 5 de diciembre de 2013.

172
Sobre las autoras y los autores

Luisa Álvarez. Licenciada en Sociología por la UNL. Ha participado en diver-


sos proyectos de investigación sobre elites del gobierno, ciudadanía y política
social en la ciudad de Santa Fe.

Tamara Beltramino. Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Nacio-


nal de Entre Ríos (UNER). Licenciada en Sociología por la UNL. Coordinadora
Académica de la Licenciatura en Sociología de la Facultad de Humanidades y
Ciencias (FHUC) de la UNL. Docente adjunta del Seminario de Gestión de Ries-
gos (FCJS–UNL) y jefe de Trabajos Prácticos (JTP) de Introducción a la Socio-
logía (FHUC–UNL). Se especializa en el estudio de temáticas socioambientales,
sociología política y políticas de gestión de riesgo.

María José Niescerowicz. Estudiante avanzada de la carrera de Sociología de


la UNL. Becaria de Estímulo a las Vocaciones Científicas del Consejo Interu-
niversitario Nacional (EVC–CIN).

Matías Landau. Doctor en Sociología por la École des Hautes Études en


Sciences Sociales (EHESS), de París. Doctor en Ciencias Sociales, magíster en
Investigación en Ciencias Sociales y licenciado en Sociología por la Universidad
de Buenos Aires (UBA). Investigador de Conicet, con sede en el Instituto de
Investigaciones Gino Germani (IIGG–UBA). Docente de grado y de posgrado
en UBA, UNL y Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS). Autor
de Gobernar Buenos Aires. Ciudad, política y sociedad, del siglo XIX a nuestros
días (Prometeo, Buenos Aires, 2018) y de Política y participación ciudadana
en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Miño y Dávila, Buenos Aires, 2008).
Sus investigaciones versan sobre ciudadanía, cuestión social, elites políticas y
gobierno, con énfasis en la ciudad de Buenos Aires.

173
Gabriel Obradovich. Doctor en Ciencias Sociales y licenciado en Sociolo-
gía por la UBA. Profesor asociado en la asignatura Teoría Sociológica II de la
carrera de Sociología de la UNL. Ha sido profesor en la UBA y en la Universi-
dad Kennedy. Investigador del Grupo de Estudios sobre Historia, Sociedad
y Cultura (GEHISOC), con sede en el Instituto de Humanidades y Ciencias
Sociales del Litoral (IHUCSO) de la UNL. Se especializa en el estudio de parti-
dos políticos y clases sociales.

Pamela Sosa. Doctora en Ciencias Sociales y licenciada en Sociología por la


UBA. Investigadora del GEHISOC, con sede en el IHUCSO de la UNL. Profesora
adjunta de la carrera de Ciencia Política de UNL. Miembro de la Red de Estu-
dios de Política Subnacional (REPSA). Realizó su tesis de doctorado sobre la
génesis del Frente para la Victoria en Santa Cruz y ha publicado artículos en
revistas nacionales e internacionales sobre esta fuerza política, tanto a nivel
nacional como provincial. Se especializa en el estudio sobre la relación de las
elites periféricas en la política nacional, la política en las provincias y la pola-
rización en la Argentina reciente.

174
175

También podría gustarte