Vareli Paula

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La infancia, la escuela y los cambios sociales

Paula Vareli

Resumen: El devenir la infancia y su escolarización

En primera instancia desarrollaremos el concepto de infancia desde su


surgimiento en la modernidad, hasta la concepción de la misma en la actualidad. Se
tomará en cuenta el origen del denominado “sentimiento bifronte” hacia la infancia
planteado por Aries. Intentaremos desarrollar este concepto socialmente emergerte en la
modernidad, mediante el análisis de textos de diferentes autores como Mead, Baquero y
Narodowski. Pretendemos demostrar que en un contexto actual de continua
redefinición, el concepto de infancia planteado en la modernidad ha quedado obsoleto.
En segunda instancia intentaremos tomar la infancia como punto de partida de la
institución escolar, abordando los conceptos de infantilización y escolarización.
Plantearemos como éstos se ven afectados, con el inminente avance del acceso a la
información, producido por las nuevas tecnologías y los consecuentes cambios
producidos en las nociones de infancia y escuela hasta la actualidad.

Palabras clave: infancia, escuela, cambios sociales

El surgimiento

Consideramos necesario comprender el surgimiento del concepto de infancia, como una


construcción histórica y social de la modernidad. En la sociedad medieval, según las
tesis propuestas por Philippe Ariès (1986), el concepto de infancia no existía como tal.
Concretamente lo que no existía era la idea de la infancia como un grupo social
específico con características propias que las diferenciaran de la adultez o de los
jóvenes. Es decir, la infancia no tenía un status propio, los niños eran vistos como
adultos pequeños.

Dicho status sólo se consigue mediante el surgimiento de lo Aries (1986) denominó


“sentimiento de infancia”, lo cual generó un cambio social gradual en las actitudes hacia
los niños, por ejemplo el reconocimiento de su vulnerabilidad. Según este autor, este es
un sentimiento bifronte, por un lado surge la necesidad de cuidado y protección; y por
otro lado, la solicitud de severidad para poder formar futuros adultos autónomos. Este
nuevo sentimiento surge en el contexto de cambios sociales, dentro del campo familiar
deviene la familia nuclear, lo cual brinda condiciones para la idea moderna de infancia.
Es decir en la modernidad, la infancia comienza a ser vista como una etapa de larga
duración, que requiere de una preparación especial. El niño comienza a ser catalogado
como un ser inacabado, como un agente heterónomo, vulnerable, que necesita
protección de un adulto. Deja de ser para la sociedad un adulto en miniatura. En el
período que se inicia con la “construcción del niño moderno”, se pasa a ver
progresivamente que los niños son destinatarios con ropas propias, juegos, cuidados
especiales que los distinguen del mundo de los adultos. El niño ahora es dependiente
del adulto, necesita su protección, a la vez es disciplinado por el adulto, por lo cual le
debe obediencia. Esta transformación implica la aparición de un cuerpo infantil. Queda
claro que el vínculo entre el niño y el adulto debe ser puramente asimétrico, es una
relación que se da desde la carencia de una de las partes. Narodowski (1994), siguiendo
a Rousseau, afirma que “La relación entre el niño y el adulto es necesariamente
asimétrica en virtud de una clausula fundante de la misma: el niño es heterónomo por
ser niño mientras el adulto es autónomo por, justamente, ser adulto. Por lo tanto, la
relación se establece a partir de la carencia de una de las partes y la actividad
compensadora de la otra.” (Narodowski, 1994, p.40).

La Escuela: el encierro de la niñez

Este proceso de infantilización mediante el cual se comienza a sentir amor, protección,


y se considera como agentes heterónomos a los niños, según Aries y varios
historiadores de la niñez, es un fenómeno paralelo y complementario al de
escolarización.
La entrada de los niños a las escuelas terminará por dar forma al niño moderno.
Es necesario alejar a los niños de la vida cotidiana de los adultos, la aparición de la
escuela es un hecho relacionado a este alejamiento: es causa y consecuencia. Además la
institución escolar tiene como función la enseñanza de escritura y lectura.
Baquero y Narodowski (1994) plantean el surgimiento de la institución escolar como
“el dispositivo que la modernidad construye para encerrar a la niñez.” (Baquero y
Narodowski, 1994, p.4). Plantean un encierro topológico, corpóreo y en categorías que
elaborará la pedagogía para resignificar la niñez. Para estos autores, la infancia
representa el punto de partida y llegada de la pedagogía, el cuerpo infantil será su objeto
de estudio y la escuela su escenario. Esta disciplina permite naturalizar la condición de
alumno de los niños, y en el ámbito escolar considerarlos cuerpos obedientes y
heterónomos. Los alumnos obedecen a los maestros, debido a que son carecen de razón
y son seres indefensos. Los docentes se encargan de llevar a los alumnos hacia la
adultez, es decir a la autonomía, que sin su obediencia, no sería posible.
¿Hoy podemos seguir hablando de la niñez como un ser inacabado, heterónomo, de un
cuerpo infantil que obedece en la escuela? ¿Este concepto de infancia no ha quedado
obsoleto?

La pérdida de la gradualidad: ¿La desaparición de la infancia?

Según Neil Postman (2011) la imprenta ayudó a crear la idea de infancia y de escuela,
porque elaboro una nueva idea de adulto dado que el mismo debía saber leer. En las
escuelas unos de los objetivos era enseñarles a leer a los niños, lo que quería decir
enseñarles cómo convertirse en adultos. Pero ese aprender a ser adultos, implicaba un
proceso gradual y en etapas. A mediados del siglo XX para obtener conocimientos el
sujeto debía atravesar todos los niveles del sistema educativo.
En ese contexto, explica Postman, en su obra The Disappearece of Childhood (2011), la
aparición y expansión de los medios electrónicos, específicamente la televisión, da
cuenta de cómo impacta sobre la sociedad moderna sin gradualidad, generando un
proceso de equivalencia entre niños y adultos. Permitiéndoles a los niños acceder a la
información, al conocimiento de los secretos que la vida adulta encierra para ella
misma, secretos como la sexualidad, la violencia, las enfermedades, la muerte, etc.
Todos los televidentes reciben la misma información, al mismo tiempo, sin discriminar
edad. El niño y el adulto la decodificarán de distinta manera.
Con la llegada de los medios electrónicos, se instala una nueva situación, que vuelve
atrás esa distinción entre adultos y niños. Postman (1994) plantea en ese entonces, la
“desaparición de la infancia”. Sin embargo esta pérdida de la gradualidad y de la
diferencia entre niños y adultos no nos permite afirmar que la infancia desaparece.
Desde su óptica Narodowski (2006), no concibe la inevitable finalización de la infancia,
sino que muestra esta crisis del concepto expuesto en la modernidad, llevándolo hacia
dos polos: infancia hiperrealizada e infancia desrealizada.

Nuevos conceptos de Infancia:

La infancia desrealizada, explica Narodowski (2016), son los niños que no presentan las
características típicas de todo infante, y por lo tanto no generan sentimientos en el otro,
de protección y ternura. Estos no concurren a la escuela, trabajan y no están
infantilizados.
Narodowski (2016), cuando hace mención a una infancia hiperrealizada, se refiere a
aquellos niños digitales, tecnológicos, que no conciben la realidad sin la información al
alcance de su mano, sin requerir de los adultos, de manera inmediata y sin necesidad de
realizar esfuerzo alguno. Es una infancia sujeta a los ritmos vertiginosos de la cultura de
las nuevas tecnologías y los nuevos medios masivos de comunicación. Niños que nacen
y crecen con esas tecnologías que manejan, mejor que los adultos a quienes consideran
“analfabetos virtuales”.

Es lo Margaret Mead (2002) desde la antropología describe como infancia de una


cultura prefigurativa. Sólo aquellos formados en la cultura de la inmediatez tienen la
palabra autorizada, la relación transgeneracional ya no es asimétrica como se
acostumbraba, ya que el joven no atiende necesariamente al adulto. Para Mead (2002),
eso sucedía en lo ella denomina cultura posfigurativa, en donde los conocimientos y
experiencia se transmitían generacionalmente, lo cual era valorado en la cultura a pesar
que lo cambios eran lentos. Los adultos se sacrificaban para proteger a sus niños. Se
trataba de vínculos asimétricos: los mayores transmitían progresivamente los saberes
necesarios para que los menores lograran su autonomía y alcanzaran la adultez. En este
tipo de intercambio, los vulnerables e inocentes infantes obedecían y esperaban
pacientes, porque la experiencia y la antigüedad lo eran todo.
En esta cultura prefigurativa poseer conocimiento o ser experto ya no tiene tanto valor,
en relación a la rapidez en que los saberes acumulados son cambiados, quedando
obsoletos.
Siguiendo esta línea, Narodowski (2016) plantea la pérdida de la asimetría entre el
vínculo de los jóvenes y los adultos, lo que para él autor “implica una horizontalización
del vínculo entre grandes y chicos, lo que presupone –como toda relación entre
equivalentes- la intercambiabilidad de roles.” (Narodowski, 2016; p 90).

Conclusión

Si entendemos entonces que la infancia es una construcción histórica y social,


comprendemos también que las transformaciones sociales en relación con los cambios
en la familia, hicieron surgir el concepto de infancia concebido en la modernidad. La
irrupción de los medios masivos de comunicación y, específicamente el impacto de
televisión adquieren una relevancia particular para pensar las nuevas infancias. Si bien
los cambios sociales no son estáticos, podemos afirmar que el concepto de infancia
planteada en la modernidad ha quedado obsoleto. La infancia heterónoma, indefensa
característica de ese periodo, ya no es tal, los niños ya vienen cargados de
conocimientos que acceden sin gradualidad mediante los medios de comunicación. Las
infancias contemporáneas perciben de un modo diferente a los adultos y a la escuela por
el acceso a la información tempranamente y muchas veces sin la transmisión de un
adulto. Dejan de ser esos niños sumisos, dependientes, obedientes. La infancia ha
cambiado radicalmente, no hay razón para la obediencia. Los niños nacen y crecen en
una cultura vertiginosa del consumo.
Somos los adultos, en el rol de padres y maestros, los que nos encontramos obligados a
adaptarnos a ellos. La escuela, a pesar de los cambios sociales, sigue siendo la misma
que la modernidad ha creado, que intenta día a día adaptarse a estas infancias. Se ha
resignificado el concepto de infancia, considero que el desafío más importante que tiene
la escuela es hacer lo mismo comprometidamente. ¿Será esto posible?.

Referencias bibliográficas:

Aries, P. (1986). “La Infancia”. Revista de Educación, Nro. 281, pp.5-17.

Baquero, R. y Narodowski, M. (1994). "¿Existe la infancia?” Revista del Instituto de


Investigaciones en Ciencias de la Educación, N°6.

Mead, M. (2002). Cultura y Compromiso. Barcelona: Gedisa.

Narodowski, M. (1994). Infancia y Poder: La Conformación de la Pedagogía Moderna.


Buenos Aires: Aique.

Narodowski, M. (2016). Un Mundo sin adultos. Buenos Aires: Debate.

Postman, N. (2011). The dissapearance of childhood. New York: Vintage.

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