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Revista Realidad 151, 2018 • ISSN 1991-3516 – e-ISSN 2520-0526

Últimos testigos. Los niños


de la Segunda Guerra
RESEÑAS

Mundial, de Svetlana
Alexiévich.

Ricardo Roque Baldovinos


Universidad Centroamericana
“José Simeón Cañas”

Se equivocan los que piensan que


es más fácil contar hechos verídicos que
inventar una anécdota, sus relaciones
y sus leyes. La realidad, es sabido, tiene
una lógica esquiva; una lógica que
parece, a ratos, imposible de narrar.

Ricardo Piglia.

La polémica decisión de otorgar fuera una “creadora literaria” sino una


el premio Nobel de Literatura a Bob periodista, autora de “no-ficción”.
Dylan no fue la primera que se dio en
torno a una decisión de la Academia Así se revivió una vieja polémica,
Sueca, luego de que Sara Danius, sobre si cabe conceder el estatuto de
alumna de Fredric Jameson, asumiera literatura a lo no-ficcional. En otras
su dirección. Apenas un año antes, la palabras, si la ficción no es sinónimo
concesión de este máximo galardón de literatura, será cuando menos su
a la bielorrusa Svetlana Alexiévich condición necesaria. Estoy conven-
también levantó escozor en los cido de que la obsesión por trazar
círculos literarios. Muchos deploraron, en ese punto un límite de lo lite-
en esta ocasión, que la laureada no rario parte de un error que la teoría

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y práctica artística, desde comienzos vocación de realidad. Aunque es
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del siglo XX, no se han cansado de bueno advertir que el recurso de


poner en evidencia. Según este error, recoger pequeñas historias de vida y
el relato no-ficcional (o verídico) armar con éstas grandes frescos que
sería simplemente la transcripción permitan entender la vida colectiva
de “hechos reales”, es decir se supon- remite a claros antecedentes litera-
dría una identificación de palabra y rios, a las novelas de John Dos Passos
objeto que tiene lugar en realidad, o Naguib Mahfouz, pero también en
y de lo que sólo se puede escapar libros inclasificables y fascinantes
en el universo de la ficción, emanci- como los de Rodolfo Walsh, Elena
pado de la referencia. La verdad sea Poniatowska o Ryksard Kapuscinki.
dicha, tanto un hecho “real” como
una ficción se ponen en palabras y se Elevar la vivencia personal en su
articulan en una trama. La diferencia concreción más inmediata a expe-
sería que el resultado, en el primer riencia colectiva y de época es lo
caso, adquiere la obligación de vera- que Alexiévich realiza con ejemplar
cidad, mientras que en el segundo, virtuosismo en su obra más recien-
sólo adquiere la obligación de lo temente traducida al castellano,
verosímil, de la que no está exenta, Últimos testigos. Los niños de la
de hecho, el primero. Segunda Guerra Mundial. En este
libro, una multitud de testimonios
Ahora bien, cabe preguntarse, de personas que vivieron durante
entonces, ¿en qué momento un relato su infancia el horror de la invasión
verídico alcanza la estatura “lite- nazi en Bielorrusia nos permite
raria”? Ello se daría cuando despliega hacer reflexión profunda sobre la
una construcción verbal audaz que experiencia de la guerra en toda
no se agota en consignar los hechos, su brutalidad, y un duelo sobre la
sino que revela dimensiones inaten- utopía comunista.
didas de lo real. Paradójicamente,
esto es lo que reprochan los El talento literario de Alexiévich
detractores del lado periodístico de radica en moverse con soltura
Alexiévich; ser demasiado literaria, entre lo micro y lo macro. El libro
lo que para algunos significa no ser está organizado como una sucesión
suficientemente fiel a lo real. Yo me de testimonios donde los involu-
atrevo a sugerir que las acusaciones crados recuerdan sus vivencias pero
de uno y otro lado ratifican el acierto concentrándose en alguna que los
de la elección de Alexiévich como marcó excepcionalmente. Demos un
un nuevo referente de una escritura vistazo a algunas de estas vivencias.
literaria viva, que no se acomoda en En el relato “Se parecía al de cala-
las demarcaciones convencionales bazas maduras…”, Iakov Kolodinski
e instituidas y las desborda tras su nos refiere una experiencia escalo-

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friante que tuvo a los siete años: “Yo recuerda con mayor vividez: “En una
nunca había oído cómo crujían los casa no encontraron a nadie y ahor-
huesos humanos […] Recuerdo que el caron al gato. Colgaba de la cuerda
crujido se parecía al de las calabazas como un niño […]” (Alexiévich, 2017,
maduras cuando mi padre las abría p. 109). Aunque también encontramos
con el hacha para luego sacar las recuerdos de generosidad como el
semillas” (Alexiévich, 2017, p. 267). O Nina Shunto, que a los seis años vaga
la narración de Liuba Aleksándrovich, por los campos con sus hermanos
quien tenía 11 años cuando su aldea luego de que han asesinado a su
rural fue arrasada. Esto es lo que familia y llega a una casa vacía:

Vino la dueña, vivía sola. No nos dejó marchar, nos dijo: “Ahora
seréis mis hijos…”. Nada más pronunciar aquello, los dos caímos
dormidos allí mismo, sentados a la mesa. Así de bien nos
sentimos. Ya teníamos una casa. (Alexiévich, 2017, p. 110).

A nivel micro, cada pieza del del régimen estalinista los había
fresco se titula con una frase entre- dejado desprotegidos ante el ataque
sacada del relato, que al ser reencon- de los nazis. Pero también emerge
trada produce un efecto de sorpresa de la lectura el profundo arraigo
similar al que se vive al leer un que logró la utopía comunista en el
cuento breve. Los relatos pueden ser pueblo bielorruso y cómo su adhe-
muy breves donde sólo se recuerda sión al proyecto de un Estado sovié-
algún objeto o alguna sensación, tico les permitió sobrevivir y resistir
estos son de aquellos de testigos a la agresión, pues se sabían parte
que eran muy pequeños durante de una comunidad donde estaban
los hechos. En el caso de los niños obligados a protegerse y ayudarse
mayores que tuvieron una peripecia los unos a los otros. Pero todas estas
más compleja, los relatos pueden son conjeturas con las que el lector
abarcar una decena de páginas. puede diferir luego de la absorbente
secuencia de pequeñas historias.
A nivel macro, más bien juega la La autora está consciente de que
capacidad de la autora en proponer no le corresponde interferir en este
un gran mural en forma de collage proceso, por eso descarta el usual
de historias. Corresponde entonces recurso del relato periodístico con la
al lector ir encontrando afinidades y figura de un narrador que editoria-
resonancias y, de esa manera, intuir liza y fija el sentido. Por esta razón,
el significado del conjunto. Así vamos en el prólogo, la autora se abstiene
viendo la sorpresa y sentido de aban- de hablar con voz propia, más bien,
dono que sufren los niños cuando se introduce una larga cita que enuncia
dan cuenta que la incompetencia la muerte, durante la Segunda Guerra

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Mundial, de millones de niños sovié- unirse a los partisanos para vengar
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ticos, y especifica: “rusos, bielorrusos, a su familia masacrada por los


gitanos, kazakos, uzbekos, armenios, nazis; en el segundo, tenemos los
tayikos […]”. También allí introduce: constantes sueños que atormentan
“una pregunta de un clásico de las al niño. Sueños que son terribles
letras rusas”, que es la de Dostoievski: porque no son sombríos sino lumi-
“¿Puede haber lugar para la absolu- nosos. No evocan directamente los
ción de nuestro mundo […] si para horrores sufridos con la invasión,
conseguirlo [… ] se derrama una sola sino los goces del último verano
lágrima de un niño inocente?”. cuando descubría el mundo junto
a su madre y sus amigos, quienes
Y con esta pregunta se entiende serían poco después masacrados.
que la obra es precisamente un
alegato en contra de la lógica del Alexiévich añade a esta revisión
sacrificio que ha poblado nuestro de los mitos de la historia oficial el
mundo y del que la “utopía comu- escándalo de las vidas derrochadas
nista” no estuvo exenta. El libro y el profundo e irreparable daño
Últimos testigos. Los niños de la que cargan los sobrevivientes. Así
Segunda Guerra Mundial recuerda lo recuerda una de sus informantes:
la opera prima de Andrei Tarkowski, “¿Para qué le cuento esto? Ahora
La infancia de Iván, que desarma siento aún más miedo que entonces.
una narración muy recurrida por el Por eso trato de no recordar”
totalitarismo soviético: el sacrificio (Alexiévich, 2017, p. 101). Esta frase
del niño héroe. La película narra en conmovedora hace patente el
un doble registro visual la historia deber de memoria, pero también
de uno de estos niños héroes. En el que ninguna narrativa de heroísmo
primero, de tonos sombríos, asistimos puede redimir el escándalo del sacri-
a la determinación del pequeño por ficio de los inocentes.

Referencias bibliográficas

• Alexiévich, S. (2017). Últimos testigos. Los niños de la Segunda


Guerra Mundial. Barcelona: Penguin Random House.

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