Está en la página 1de 9

29/5/23, 21:32 Delito y felicidad - El Cohete a la Luna

DELITO Y FELICIDAD
El trabajo como fuente de angustias y frustraciones para los jóvenes
POR ESTEBAN RODRÍGUEZ ALZUETA MAY 28, 2023

Ilustración: Augusto “Falopapas” Turallas.

En una canción de Intoxicados, Pity Álvarez nos cuenta una escena


recurrente y la rodea con estas palabras previsibles y enigmáticas a la vez,
que escandalizan y maravillan: “Hola señor kiosquero, vengo en busca de
su dinero, ponga las manos arriba y présteme mucha atención: mi familia
no tiene trabajo y yo trabajar no quiero, por eso ponga el dinero en esta
bolsa por favor”.

Suele escucharse que la desigualdad es uno de los factores que deberíamos


tener presente a la hora de comprender los delitos callejeros y predatorios
en la gran ciudad. Una hipótesis que en los últimos años fue matizada por
algunos investigadores, para quienes no serían tanto las grandes
https://www.elcohetealaluna.com/delito-y-felicidad/ 1/9
29/5/23, 21:32 Delito y felicidad - El Cohete a la Luna

desigualdades sociales lo que deberíamos mirar sino las pequeñas


desigualdades sociales. En otras palabras, el problema no es la rabia sino,
sobre todo, la envidia.

La rabia y las grandes desigualdades sociales


La incorporación de la desigualdad social fue una tesis importante para
complejizar la mirada economicista que se tenía en los ‘90 a la hora de
comprender los delitos callejeros que se cargaban a la cuenta de la pobreza
o las carencias económicas en general. De hecho, en aquel tiempo, había
tres variables que iban juntas: el encarcelamiento, el delito callejero y la
desocupación. ¿Por qué hay cada vez más gente encerrada? Porque se
cometen más delitos. ¿Por qué aumentan los delitos comunes? Porque
aumentó la desocupación. Es decir, las interpretaciones economicistas, en
principio, servían para explicar lo que estaba sucediendo en determinados
sectores sociales. Digo “en principio” porque se trataba de una
interpretación que no ayudaba a comprender lo que estaba pasando en esa
misma década en provincias como Chaco, Formosa o Salta, donde no solo
la población carcelaria no había aumentado exponencialmente, sino que
tampoco el delito guardaba proporción con una desocupación que era,
dicho sea de paso, muy mayor, y donde la marginalidad resultaba ser más
extrema. De modo que no podía cargarse el delito a la cuenta de las
necesidades insatisfechas, porque de ser así, en aquellas provincias
deberían haberse cometido más delitos.

Por eso aparecieron algunos criminólogos como Mariano Ciafardini que,


haciéndose eco de la nueva criminología anglosajona, empezaron a decir
que el problema no era tanto la pobreza sino la desigualdad social, los
contrastes sociales abruptos en determinados conglomerados urbanos. Es
decir: lo que hay que mirar no son las condiciones objetivas sino las
condiciones subjetivas, el problema no es la pobreza sino sobre todo cómo
se vive esa pobreza. Son interpretaciones tributarias de las lecturas de
Gramsci, Althusser y E.P: Thompson, que no estaban negando la pobreza
sino complejizando la mirada sobre el delito, sugiriendo que había que leer
la pobreza al lado de la desigualdad social.

https://www.elcohetealaluna.com/delito-y-felicidad/ 2/9
29/5/23, 21:32 Delito y felicidad - El Cohete a la Luna

Para ponerlo con un ejemplo: si enfrente de mi villa hay un country, si yo


vivo en un chaperío de dos por dos y enfrente hay una mansión, si yo me
muevo a pata o en bicicleta y el vecino se desplaza en un BMW, es muy
probable que experimente mi pobreza como algo injusto, con indignación.
Por el contrario, en Chaco, al lado de mi rancho hay otro rancho, y al lado
otro y así. Es decir, el problema es la brecha social, la desigualdad en
determinados ámbitos urbanos aceleradamente segregados y deteriorados.

Una desigualdad que será tramitada con rabia. Recordemos lo que decía
Hannah Arendt: rabia es el sentimiento que tenemos cuando las cosas
podrían ser de otra manera y sin embargo no lo son. La rabia es la manera
de expresar la indignación que sienten esos sectores, una indignación,
dicho sea de paso, que puede asumir dos grandes formas diferentes: la
protesta social o el delito callejero.

Ahora bien, esto que sirve para explicar lo que sucedió en los ‘90 y la
primera década del este siglo, en torno a la crisis del 2001, ya no sirve para
entender lo que está pasando desde hace al menos una década.

La envidia y las pequeñas desigualdades sociales


Hace unos años, François Dubet publico La época de las pasiones tristes,
un libro con un subtítulo que sugiere otra pista para entender la expansión
de los delitos callejeros y predatorios: De cómo este mundo desigual lleva a
la frustración y el resentimiento, y desalienta la lucha por una sociedad
mejor. ¿Qué nos dice Dubet? Que se ha transformado el régimen de las
desigualdades; que las desigualdades se han multiplicado, diversificado y se
individualizan, y que todo ello transforma profundamente las vivencias que
tenemos de las desigualdades. En otras palabras: lo que hay que mirar no
son las grandes desigualdades sociales sino las pequeñas desigualdades, el
problema no son las desigualdades de patrimonio sino las llamadas
desigualdades de ingreso.

https://www.elcohetealaluna.com/delito-y-felicidad/ 3/9
29/5/23, 21:32 Delito y felicidad - El Cohete a la Luna

Me explico: uno no se compara con el que está lejos sino con el que está
cerca, no se compara con el que vive enfrente sino con el compañero de
banco de la escuela, con el que vive al lado de nuestra casa, con los amigos
que se juntan todos los días en la misma esquina. Ya no se miran las
desigualdades sociales desde el punto de vista de la clase (una clase
encuadrada en un sindicato o partido) sino desde el punto de vista de los
individuos, ya no se mira la vida con conciencia de clase (intereses
comunes) sino con las frustraciones personales (intereses individuales).

El sociólogo argentino Gabriel Kessler publicó en 2014 un artículo muy


interesante que se llama “Ilegalismos en tres tiempos”, donde revisaba
algunas de las tesis formuladas en su libro de 2004, Sociología del delito
amateur, y nos advertía que debíamos empezar a mirar el auge del
consumismo, las contradicciones que generaba el “consumo para todos”:
porque el consumo no genera conciencia social sino más ganas de seguir
consumiendo. El consumo puso a los jóvenes cercanos entre sí a
compararse constantemente, y eso puede generar envidia, resentimiento, y
puede empujar a los jóvenes hacia experiencias violentas. Por eso se
preguntaba Kessler: ¿cuánto del delito amateur hoy día está vinculado a la
envidia? Es decir, la envidia o el placer vinculado al consumo, la renovación
de la promesa del consumo, está reconfigurando la privación relativa.

Trabajo o consumo
El mercado ha reemplazado el lugar que tuvo el Estado alguna vez, la vida
se fue mercantilizando. Con el desmantelamiento del Estado Social ese
lugar fue ocupándolo paulatinamente el mercado y un aparato publicitario
capaz de encantar a cualquier mercancía. Como escribieron Ignacio
Lewkowicz (Pensar sin estado), Silvia Duschatzky y Cristina Corea (Chicos
en banda): hoy día el mercado constituye la meta-institución dadora de
sentido y forjadora de lazo social. El mercado es un fenómeno social y
moral a la vez. Las mercancías son capaces de crear comunidad (lazos
sociales), pero también aportar identidad (pertenencia social). En el centro
de la comunidad ya no se encuentra la escuela, la industria y sus sindicatos,

https://www.elcohetealaluna.com/delito-y-felicidad/ 4/9
29/5/23, 21:32 Delito y felicidad - El Cohete a la Luna

es decir, ya no está la cultura del trabajo. El trabajo –agrega Richard


Sennett– se ha ido corroyendo, no es la experiencia que nos permite
proyectarnos, que abre un horizonte de vivencias mejores.

Hay muchos jóvenes que nunca vieron a sus padres y abuelos o a los padres
y abuelos de sus amigos, trabajar, es decir, con un empleo estable que les
permita proyectarse. La desocupación y el trabajo precario son experiencias
crónicas. Más aún, para muchos jóvenes el trabajo es una experiencia llena
de frustración y broncas. Crecieron viendo a sus padres que no dan pie con
bola, que se la pasan changueando y van para atrás, los ven cada vez más
agobiados y cansados, que el trabajo es fuente constante de peleas
interminables al interior de la familia.

Hablamos, además, de jóvenes que pendulan entre la desocupación, la


ayuda social y el trabajo precario, es decir, entre el ocio forzado y la
sobreocupación. Jóvenes que encuentran en la experiencia del consumo la
oportunidad que ya no encuentran en el mundo del trabajo, de agregarle
una cuota de felicidad y distracción a sus vidas estalladas. Y eso no significa
que no busquen trabajo, pero el trabajo ya no es algo que los identifica, no
es una experiencia alrededor de la cual organizar un proyecto vital.

Como dijo Paul Willis, lo que estructura y encuadra la vida de estos jóvenes
no es el trabajo sino el consumo. Jóvenes que no se sienten “trabajadores”
pero se sienten consumidores. Dice Willis: “Aunque ahora son desocupados
y pobres, no se ven a ellos mismos como trabajadores votando por un
partido de trabajadores, sino como consumidores votando a los
conservadores”.

No hay que perder de vista que en el centro de esta sociedad neoliberal


están las mercancías, con su capacidad de transformar la vida en otra cosa,
de dotarla de energía moral y aportar dosis efímeras de felicidad, pero
felicidad al fin. Las mercancías son cosas deseadas, fantaseadas, son
objetos morales. Las mercancías son una suerte de “cajita feliz”, llena de
promesas, cosas divinas, que pueden alegrarnos el día y hacernos olvidar
montones de cosas, al menos mientras dure el derroche.

Entonces su identidad se sitúa en el centro de la cultura del consumo, un


consumo que se organiza alrededor de otras dos ideas complementarias: el
rechazo al trabajo (el desencantamiento del mundo del trabajo) y la
fetichización del ocio y el gasto inútil (encantamiento del mundo del ocio).
https://www.elcohetealaluna.com/delito-y-felicidad/ 5/9
29/5/23, 21:32 Delito y felicidad - El Cohete a la Luna

Lo voy a decir con otro ejemplo: si estos jóvenes viven a la escuela como
una experiencia violenta será porque le habla de un mundo que no es el que
les toca, que no tiene ganas de entenderlos. Cuando mi maestra me
desaprobaba, me decía “esforzate que vas a llegar”. Era una lección que
podía chequear en mi casa, yo veía a mi padre y mi madre esforzarse, y veía
que esos esfuerzos eran recompensados, que con el tiempo empezábamos a
irnos de vacaciones a Mar del Plata, que nos empilchábamos mejor. Pero
hoy estos jóvenes ven que sus padres van para atrás. Entonces, cuando un
maestro les dice a estos jóvenes “esforzate que vas a llegar” es una lección
que no pueden corroborar en su trayectoria familiar, y se sienten ofendidos,
ven que la escuela los está dejando solos, porque les está hablando de un
mundo que para ellos no existe. Para decirlo otra vez con Willis: “El Estado
se está convirtiendo en enemigo, no en amigo, porque no está
respondiendo a las cuestiones que todos los jóvenes viven o experimentan”.

Pero cuidado, el rechazo al trabajo no es patrimonio de estos jóvenes:


también las elites y las clases medias rechazan cada vez más el mundo
vinculado al trabajo para valorizar cada vez más la cultura del ocio, la
aventura o la diversión. Vaya por caso el auge de la industria del turismo y
el espectáculo (viajes por el mundo, mundo Netflix; las escapadas durante
el fin de semana largo, recitales y festivales o mundo Lollapalooza). Solo
que, en aquellos jóvenes, el rechazo al trabajo se tramita de otra manera,
con otras prácticas, otros rituales.

Quiero decir: estos grupos juveniles son “subculturales” no por tener otros
valores sino por tener diferentes rituales, por tramitar los valores con
prácticas enmarcadas en otros rituales. No está de más tampoco recordar
que el consumo nunca es pasivo, que los jóvenes no son un maniquí que se
viste con la moda de turno. El consumo es un campo de batalla por definir
la cultura. Las subculturas juveniles son la expresión de esas disputas
siempre abiertas, que siempre se pueden dar. Tener una relación con las
cosas significa soñar con ellas, cambiar las relaciones sociales. Las
relaciones sociales nunca están desnudas, siempre están mediadas por
cosas encantadas, de modo que vestir de determinada manera, usar una
visera o determinadas zapatillas modifica las relaciones.

Ya sabemos que la mercancía no se define por su utilidad sino por lo que


representa en el universo donde se mueven los pibes, por las promesas que
nos hacen. La mercancía es una promesa de felicidad instantánea, puro

https://www.elcohetealaluna.com/delito-y-felicidad/ 6/9
29/5/23, 21:32 Delito y felicidad - El Cohete a la Luna

presente, a la altura del mundo efímero donde vive el joven sin futuro. A
diferencia de la política y la religión, que desplaza la felicidad para tiempos
mejores, que promete la felicidad hacia el futuro, las mercancías le
prometen la felicidad aquí y ahora. Sobre estos temas recomiendo los
trabajos de Ariel Wilkis (Las sospechas del dinero, oral y economía en la
vida popular) y Pablo Figueiro (Lógicas sociales del consumo, el gasto
improductivo en un asentamiento bonaerense).

Un trampolín a la felicidad
Ahora bien, para acceder al consumo se necesita dinero. Y ese dinero, si no
lo provee la familia ni la ayuda social, en algunos casos se lo pueden
proporcionar los propios pibes derivando hacia el delito. Como dijo el Indio
Solari: “Si Nike es la cultura, Nike es mi cultura hoy”. Es decir, si mamá y
papá no me pueden comprar esas zapatillas porque la economía familiar se
ha desfondado, entonces empezá a correr porque yo también quiero existir.
Digo, el delito empieza a ser una opción posible dentro del campo de
experiencias de estos jóvenes.

Para decirlo con las palabras de otro sociólogo argentino, Sergio Tonkonoff,
en un maravilloso artículo que se llama “Tres movimientos para explicar
por qué los pibes chorros visten ropa deportiva”: si los mal llamados pibes
chorros cambian el botín por plata, y con la plata se compran ropa
deportiva cara, eso quiere decir que los mal llamados “pibes chorros” son
más pibes que chorros, es decir, que en el delito no hay política o
contracultura, sino sobreidentificación con los valores culturales
promovidos por el mercado, con los cuales se identifican. De modo que
estos jóvenes puede que estén excluidos o marginados económicamente
hablando, pero se sienten culturalmente incluidos.

Cuando el mercado presiona para que los jóvenes asocien sus estilos de
vida a determinadas pautas de consumo y estos jóvenes encuentran además
en el consumo de objetos encantados la fuente de felicidad terrenal,
entonces el delito será una vía de acceso rápido.

https://www.elcohetealaluna.com/delito-y-felicidad/ 7/9
29/5/23, 21:32 Delito y felicidad - El Cohete a la Luna

Eso no me arregla a mí
Cuando el mundo del trabajo se ha desdibujado y los jóvenes ya no creen en
la cultura del trabajo, cuando el trabajo es una experiencia penosa,
pretender interpelar a los jóvenes con un plan Trabajar, reclamarles
sacrificio en el presente en función de un supuesto bienestar futuro es una
consigna muy poco atractiva.

Por eso otra pregunta con la que nos vamos a medir en la próxima década
es cómo competir con el consumo, cómo evitar que los jóvenes deriven
hacia el delito para alcanzar la felicidad asociada al mundo del consumo.
Reclamarles que lleven una vida austera es, por lo menos, una broma
pesada.

Para decirlo de manera tajante: el trabajo ya no dignifica. Para estos


jóvenes el trabajo no es fuente de felicidad sino de angustias y
frustraciones. Ofrecer trabajo, pretender convertir los planes sociales en un
trabajo digno, cuando el trabajo no se encuentra en su radar, es una
manera de seguir lejos de estos jóvenes.

Como había dicho el Indio Solari en Todo un palo, una canción ricotera
escrita hace más de 30 años: “Están llamando a un gato con silbidos”, es
decir, están interpelando a los jóvenes con las consignas equivocadas. Si
vemos el mundo de los jóvenes con sus ojos, sus vivencias, nos daremos
cuenta de que “eso no me arregla a mí”, que el trabajo no les convence, no
les conmueve, no atrae, no aporta cartel, no prestigia. Al contrario, agrega
nuevas dificultades toda vez que los trabajos que suelen ofrecérseles son
“para vagos”, para gente que “no les da la cabeza”, que los re-estigmatiza. El
trabajo, entonces, es un garrón; a juzgar por las experiencias propias o
familiares, el trabajo es fuente de zozobra y fracasos constantes. Por eso
asegurarles que las cosas podrían ponerse más fuleras, más difíciles, que
“podría ser peor”, no los arreglará. El futuro llegó hace rato y es todo un
palo.

https://www.elcohetealaluna.com/delito-y-felicidad/ 8/9
29/5/23, 21:32 Delito y felicidad - El Cohete a la Luna

* El autor es docente e investigador de la Universidad Nacional de Quilmes. Profesor de


sociología del delito en la Maestría en Criminología de la UNQ. Director del LESyC y la revista
Cuestiones Criminales. Autor, entre otros libros, de Vecinocracia: olfato social y linchamientos,
Yuta: el verdugueo policial desde la perspectiva juvenil y Prudencialismo: el gobierno de la
prevención.

--------------------------------
Para suscribirte con $ 250/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 500/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 1000/mes al Cohete hace click aquí

© 2023 - El Cohete a la Luna.


Todos los derechos reservados - Registro de propiedad en trámite - Términos y Condiciones - Política
de Privacidad - 29/05/2023

https://www.elcohetealaluna.com/delito-y-felicidad/ 9/9

También podría gustarte