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380 CABALLERIAS Y «NOVELA® SENTIMENTAL hace, respetar con una dureza putitana. Y en torno al clamor de las 3, las telaciones de fiierza s€ dibujan implacables. Estos ca- balletos epistoldgrafos y vagamente narcisistas no es por casualidad ‘que suften siempre la oposicién de un monarea o de una justicia superior como el hecho de una dura y grave autoridad paterna Y ‘son logorreicos y exhibicionistas como adolescentes; su fuerza rara- ‘mente consiste en conquistar a la doncella amada, sino més a menudo cen elegir una muerte de estilo gotico lorido, con algin toque fine- bre y_sanguinatio, Qué puede haber demnés de todo esto, sino la extremada volun- tad de conservacién, a nivel mistico y ritual, de una sociedad caba- Ieresca que sieate amenazados sus propios y antiguos valores y sefias de identidad? Este es el objeto de la estrategia fantéstica, el se- creto ilusionismo de estas novelas: hacer un guifio al lector corte- Sano, no exento de ironfa quiz, desde las esferas magicas de una ‘«ars amandi» irreal pero detallada, de una locura lujosa, pero r220- nada, El nattador impulsa y al mismo tiempo refrena a este lector ‘alto pero ingenuo: es Io suficientemente hébil como para poder es- cribit «telvan, ecftcel» o «torre», hacer declamar delirios a los pro- pios caballeros y hacerles flotar en un oriente de cartén piedra, sin perder de vista, en el momento oportuno, algiin hecho conczeto, alguna astuta vinculacién con una realidad en la que pueda reco- nocerse la verdadera y viva caballerfa de los torneos. Al ponet sobre Ia cabeza del héroe una corona de clavos o al revestir de luto todo un palacio, no olvida, para su objetivo imaginario, esta sociedad real; al contrario, més bien la stimula y 1a empuja a una delectacién para- déjica y extremada de sus mitos moribundos; la invite a ritualizar de nuevo sus gestos y a renovar la sacralidad de su vida sentimental, ya implacablemente ssaltada por los fantasmas de lo concreto y de Ja cultura ciudadana. LA «CARCEL DE AMORD 381 Bruce W. Wanpnorrn ‘Menéndez Pelayo, junto con algunos de sus discfpulos de itu crftico un tanto insuficiente, supone que las novelas sentimenta- les son, casi por definicién, de cardcter autobiogtifico: se da pot sentado que el autor vistié con ropajes literarios ua conflcto amo- oso vivido en la realidad. Asf, al escribir sel de Amor, El hecho de que el personaje que en la novela aparece con cl nombre de «El autor» desempefie un importante papel favoreciendo Jos amores de Leriano a simple vista parece an aia”. Menéndez Pelayo. Se identifica con el autor, con el propio San Pedro, en que la ayuda que presta a Leriano se describe como un incidente que interrumpi6 su retorno de las guertas cuando volvia a su castillo Gaulo y disfruta de ciertos privil Bruce W. Wardropper, «Allegory and the role of EZ Autor in the Citcet de amore, Philological Quarterly, XXX1 (1952), pp. 168193. as 382 CABALLER{AS ¥ . A pesar de su incapacidad para comprendet Jo que piensa Tuureola, nunca deja de dar a Leriano consuelo y espe: ranza, y alude al éxito de haber conseguido que Laureola haya es ctito aunque sélo fuera una gélida carta, como «la gloria de mi embsjadan. Su incepacided de admitir que su misién ha sido un EA “CARCEL DE AMOR» 383, fracaso y su excesiva confianza en sus posibilidades para influir en i fnimo de Laureols, hacen que «El autor» sea un factor incons- ciente en los hechos que van a conducir a la muerte de Leriano. lera su experiencia de servidum- fe amorosa como una importante contribucién a las leyendas de amor. Cuando escribe a Ia encarcelada Laureola dice: «Por tu li- bertad haré tanto, que ser mi memoria, en cuanto el mundo du- rare, en ejemplo de fortaleza». AI autor le correspondia hacer que ‘estos suefios de i rdaderos. asta aqui la explicacién del papel de «El sutor» se ha fundado en el supuesto de que la Cércel de Amor, aunque empieza como una novela alegérica, cambia bruscamente para convertirse en fa historia de un amor real que se sittia en un ambiente realista, aunque ficti- Lo] El arte del autor es tan consciente que resulta diffcil comprender esa aparente falta de unidad en la intencién y en el tono. Cuida los menores detalles de estilo, abu- sando de palabras cortas como adietivos posesives que emplea en cl mayor niimere posible. Reflea las paradojas de los odigos de con- dducta nobles en sus frases antitéticas. Usa los t6picos del amor tés, los pone en accién y les infunde vida. Su empleo del lengu: fgurado es deliberadamente constante. Prescinde de la prolijidad y Ja grandilocuencia del tono cabslleresco. Teniendo en cuenta todo eso, geémo es posible hablar de Ia «forma algo torpe» [sefialada por alin cttico}? gCémo hetero- 86 ‘Arnalte y Lucenda, como indica su 384 ‘CABALLERfAS Y «NOVELA® SENTIMENTAL tfrulo, es Ia historia de dos amantes. La Cércel de Amor, como tam- bin indica su titulo, es Ia historia de la servidumbre espititual y de las congojas de un enamoredo, Esta alegoria nunca se pierde de vista, desde el comienzo hasta el fine! de Ia novela, Ta narracién se sitéa dentro del marco de una visién dantesca. Diego de San Pedro regresa su hogar después de Ia agotadora cam- pafia guerrera del verano. Al igual que Dante, se encuentra en unt selva oscura, en un valle al pie de una escarpada montafa. Alli tiene la visi6n de Letiano, a quien conduce cautivo el feroz caballero Deseo. En su suefo sigue al captor y al cautivo hasta la Cérce! de Amor, donde presencia el simbético suftimiento fisico del amante. Para comunicar el estado de énimo del amante, ta alegorfa es un medio més efectivo de lo que hubiera podido ser una simple descrip: cidn. «Mas entendia en mitar matzvillas que en hacer preguntas», dice

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