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or I Bp N ‘MAYO ta REVOLUCIO d ERTO GALASSO NORB CAPITULO I La historia oficial En los discursos escolares se califica a la Revolucion de Mayo como el dia del nacimiento de la patria y segtin este criterio, afio a afio, se festeja, con cantos y escarapelas, el aniversario o bien podria decirse, el cumpleajios. Sin embargo —y a pesar de las décadas que Ilevamos de polémica histérica a partir de los prime- Tos revisionistas— atin subsisten equivocos sobre este suceso, es decir, en las diversas interpretaciones saltan extrafias contradic- ciones. La razén de un fendmeno tan significative —que no podamos explicarnos de una manera acabada y coherente cuando y de qué modo nacimos— obedece a que nuestras ideas histéricas —asi como politicas y culturales— se hallan inficionadas por una concepcién colonial. En definitiva, no sabemos de dénde veni- mos porque no sabemos quiénes somos, ni adénde vamos, segtin las ideas que prevalecen en colegios y medios de comunicacion. Para la historiograffa liberal, Mayo fue una revolucién separa- tista, independentista, antihispanica, dirigida a vincularnos al mercado mundial, probritnica y protagonizada por la “gente decente” del vecindario portefio, Si avanzamos algo en la caracte- rizaciOn que la historia oficial desarrolla —ya sea con todas las letras o implicitamente, insinuando conclusiones— completamos el cuadro: a) La idea de “libertad” fue importada por los soldados ingleses invasores en 1806 y 1807, cuando quedaron prisioneros algtin tiempo en la ciudad y alternaron con la gente patricia; b) El 7 = la Revolucién esta resumido en la Representacién de programa de la Reve sal objetivo fundamental de la revolucién los Hacendados, pues el be " | comercio libre 0 més especffi- consistia, precisamente, ea i s ingleses; c) El gran protector de camente, en el comercio gon rin “les en Rio de Janeiro: Lord la Revolucién fue el ST erent afios mas tarde, George ee tee 4 bt reconocer nuestra independencia; us tree clave del proceso revolucionario es un Mariano Moreno liberal curopeizado, antecedente de Rivadavia y que, significativamente, ha sido abogado de varios comerciantes in- gleses. j “Esta” revolucién, asf entendida, merece ser recordada y to- mada como ejemplo segiin sostienen los intelectuales del sistema, puesto que sus rasgos fundamentales (apertura al mercado mun- dial, alianza con los anglosajones, “civilizacién”, portefiismo, minorfas ilustradas) marcan atin hoy el camino del progreso para la Argentina. De Bartolomé Mitre a nuestros dias, esta versién ha prevaleci- do en el sistema de difusién de ideas (desde los Pperiddicos, suplementos culturales, radiofonia y television, hasta los diversos tramos de la ensefianza y revistas infantiles tipo Billiken). Aburri- hechos reales y ofrecer mayore una perspectiva, también Teacci Wast, intentaron dar $ Signos de verosimilitud, Desde Onaria, hubo quienes, com 1 3 10 Hugo la otra cara” de i ds militares, Don Cornelio Saavedra... La Patria no nacié de la entraha plebeya, sino de la entraia militar... No la hizo el pueblo, la hicieron los militares, los eclesidsticos y un grupo un salto hacia una versién més coherente y veraz. Dado que la interpretacién mitrista —por razones politicas— es la que ha alcanzado mayor influencia y difusién, debemos centrar en ella la cuestién y Preguntarnos, desde el vamos, si ese Mayo, pretendidamente elitista Y proinglés, merece la veneracién que le prestamos 0 si, por el contrario, habria que vituperarlo como expresién de colonialismo. Esto implica, asimismo, inte- Trogamos acerca de si la revolucién, tal como ocurrié realmente, tiene algo que ver con la “historia oficial” o si ésta es simplemen- te una fabula impuesta por la ideologia dominante para dar fundamento, con los hechos del pasado, a la politica de subordi- naci6n y elitismo del presente. éRevolucién separatista y antihispanica? Demos vuelo a la imaginacién y supongdmonos en el momen- to clave de la revolucién. El Cabildo Abierto habria decidido romper con Espafia, recogiendo un sentimiento profundamente antiespafiol que recorreria toda la sociedad. Ahi estén los hom- bres de la Junta y va a nacer la Patria. Entonces, alguien se adelanta y sostiene, en voz alta, con la pompa propia de semejante ocasiOn: “¢Jurdis desempefar lealmente el cargo y conservar integra esta parte de América a nuestro Augusto Soberano el sefior Don Fernando Séptimo y sus legitimos sucesores y guardar ' Hugo Wast, Afio diez, Buenos Aires, Goncourt, 1970, p.11 9 puntualmente las leyes del Reino’ ? —Sf, lo juramos, contestan log iembros de la Primera Junta. , : oa Oue ha ocurrido? gCémo es posible que los integrantes de la Junta juren fidelidad al Rey de Espafia, en el momento _ asumir el poder encabezando una revolucién cuyo objetivo Seria separar- se de esa dominacién? {Qué es esto de una revoluci6n antiespafiola que se hace en nombre de Espa aE Conesta “pequefia” dificultad se encontraron Jos historiadores liberales cuando debieron explicar los sucesos de Mayo. La ocurrencia con que sortearon el obstéculo fue propia de la Epoca y del estado en que se encontraban entonces las ciencias sociales: supusieron que los jefes habrian decidido ocultar el Propésito de la revolucién y se habrian complotado para usar “la mascara de Fernando VII", es decir, revolucionarse contra Espafia pero en nombre de Espafia, por temor, parece, a ser reprimidos. Esta suposici6n resulta hoy infantil e insostenible. Ninguna dirigencia revolucionaria puede ocultar su bandera y peor atin, como se pretende en este caso, levantar otra antagénica a la verdadera porque inmediatamente las fuerzas sociales que la sustentan le retiran su apoyo. {Cémo explicar que los intelectuales, los solda- dos y el pueblo aceptaran que los nuevos gobernantes proclama- sen la vinculacidn a Espafia si el propésito era precisamente lo opuesto: la separacién? Ni un dia habria durado la Junta en el caso de una “traicién” tan manifiesta si el movimiento hubiese sido Separatista, antiespafiol y probritdnico, como se pretende. Pero, volvamos a la escena donde estén jurando los prohombres de Mayo. Ahora le corresponde a un vocal: Juan Larrea. Pero resulta que este dirigente de una re volucién antiespajiola es... jespafiol! Y a su lado esté Domingo Matheu... jtambién espafiol! Y mas allé, Manuel Belgrano y Miguel de Azcuénaga que han nutrido saga siheg de su Juventud y Sus Conocimientos en Espajia. Curio- - ri sspanleino este que continuard izando bandera espajiola S ceremonias piibli Y que incluso durante varios aiios * Julio César Chaves, Castell; 1957, p. 155, es, Castelli el adalid de mayo, Buenos Aires, Leviatan, en 10 enfrenta a los ejércitos enemigos (que San Marti realistas, chapetones © godos, y no espafioles) enarbolando ban- dera espafiola como si ! ie tratase realmente de una guerra civil entre bandos de una misma nacién, enfrentados por cuestiones que nada tienen que ver con la nacionalidad. jCurioso independentismo éste cuyos activistas French y Berutti repartian estampas con la efigie del Rey Fernando VII en los dias de Mayo! Sorprendente, también, que la independencia se declare recién Seis ailos después, especialmente porque si “la mascara de Fer- nando VII” obedecia a la desfavorable situacién mundial de 1810 para declarar la ruptura ,cémo explicar que ésta se declare en 1816 cuando el contexto internacional era, Para nosotros, peor atin?, Volvamos por un momento a los dirigentes de Mayo. Eran éstos representantes de las masas indigenas sometidas por la conquista espafiola? {Expresaban al viejo mundo americano con- quistado por la espada y la cruz? Evidentemente, no. Moreno, Castelli, Belgrano y tantos mas, reivindicaban los derechos de los aborigenes a la libertad y a la tierra, pero integrandolos a los derechos de los demis criollos y espafioles residentes y no como expresi6n de una rebelién charria, querandi, guarani o mapuche contra el amo espaiiol. ,Quiénes eran, por otra parte, esos “Hom- bres de Mayo”? En su mayor parte, se trataba de hijos de espaiio- les, algunos educados largos afios en Espaiia, otros que habian cumplido incluso funciones en el gobierno espafiol. “;Antagonis- mo entre criollos y espafioles?” se pregunta Enrique Rivera. Y el mismo responde: “Dado que nuestros principales proceres eran hijos de padres espafoles jvaliera eso afirmar la existencia de un antagonismo nacional nada menos que entre padres e hijos!’3 EI caso limite que destroza por completo la fibula de una revoluci6n separatista y antiespafiola es la incorporacién de San Martin en 1812. ,Quién era San Martin? Se trataba de un hijo de espafioles, que habfa cursado estudios y realizado su carrera in lama siempre 3 Enrique Rivera, José Herndndez y la guerra del Paraguay, Buenos Aires, Indoamérica, 1954, p.20. Il RE EEE EEE EET en Espafia. Al regresar al rh dela a —de donde hay iete aflos— era un hombre de 34 afios, con 7 vitales espafiolas, desde el lenguaje, las Costumbres ora novia, el bautismo de fuego y el riesgo de Muerte er la aaah con la bandera espafiola flameando sobre sy aber, at siglo pasado fue posible suponer “un Ilamado de |a selva” una convocatoria rec6ndita de su espiritu donde vibraba el recuer. sus cuatro afios transcurridos en Yapeyti (cuyo entorno si algo influencié, le daria mas un cardcter Paraguayo 9 guaranitico que bonarense) 0 los tres vividos en Buenos Aires, pero los progresos de las ciencias sociales y de la Psicologia desechan hoy por completo’esta explicacién. E! San Martin que regres en 1812 debja ser un espafiol hecho y derecho y No venia al Rio de Ja Plata precisamente a luchar contra la nacién donde habfa transcurrido la mayor parte de su vida. Otras fueron sus razones, como asimismo las de Alvear, José Miguel Carrera, Zapiola, Gonzalez Balcarce y tantos otros militares de carrera del ejército espafiol, que procedieron como él. (Desde ya aclaremos un equivoco: la “colonizacién pedagdgica” identificé durante Muchos ajios “hispanismo” o “Espafia” con “fascismo”, fabula que fue facilitada por la politica reaccionaria de Franco y la falange, aplaudidos en la Argentina por los grupos de derecha. Sin embargo, Espafia no ha sido ni es de un solo color ideolégico —tomo toda sociedad en la que luchan clases sociales— y nada Faas que tes afios de guerra civil prueban la existencia de una “Pana “roja” y una Espafia “negra” en los afios treinta, asi como hubo en 1810 una E ii fia absolutista Spafia de las Juntas Populares y una Espaii militar partido alos experien oe out otra razén poderosa para descalificar * Fernando” Ella, een Separatista oculta bajo la “mascara . cana en su fon tea en que al analizar la historia latinoamer aislada de cada a cane ya resulta incomprensible la rea diversog Pronunciay © las Patrias chicas— encontramos que si Seneralidad de cee revolucionarios culminan, en la a "La Junta crete? ot declaraciones de “lealtad a Ferman reada en Chile en 1810 “reafirmé su lealtad 4 12 be eee Fernando vie", sostiene José L. Romero. El 19 de abril de 1810 se constituy6, a su vez, en Caracas, “La Junta Suprema Cons vadora de los Derechos de Fernando VII" incluso en México, donde la mayor importancia de la cuestién indigena facilitaba el clima para el antihispanismo, “los revolucionarios estaban divi- didos entre los que respetaban el nombre de Fernando VII y adoptaban un barniz de obediencia al Soberano, y aquellos que preferian hablar lisa y llanamente de independencia” 6 Causas sociales y politicas profundas provocan en distintas partes de América Latina —desconectadas entre si— similares manifestaciones. Es absurdo suponer que tanto en Buenos Aires, Santiago, Caracas 0 México, los dirigentes hayan fabulado una idéntica “mascara”. Por el contrario, es razonable suponer que en todos los casos actuaban asi como expresi6n auténtica del senti- miento y el reclamo de las clases sociales que empujaban la revoluci6n reclamando cambios, pero al mismo tiempo mante- niendo la adhesi6n al rey cautivo a quien adjudicaban tendencias modernizadoras. Aun en el movimiento producido en La Paz (donde las refe- rencias a “la libertad” y a la “ruptura del yugo” podrian suponer un propésito independentista), se reiteran asimismo las invocaciones a Fernando VII. De Gandia sostiene que en 1809, en La Paz, “un escribano Caceres y un chocolatero Ramon Rodriguez se encargaron con otros hombres de apoderarse de la torre dela catedral y tocar a rebato la campana para reunir al populacho. La revolucién se hizo con gran desorden, siempre a los gritos de [Viva Fernando VII, mueran los chapetones!” Transcribe asimis- mo una proclama del 11 de setiembre donde Murillo sostiene: “La causa que sostenemos {No es la mas sagrada? Fernando, nuestro adorado rey Fernando {No es y serd eternamente el 4 José Luis Romero, Gran Historia de Latinoamérica, Buenos Aires, Abril Educativa y cultural, 1974. 5 Idem. 6 Idem. 13 e en movimiento y revolucién y das gente que pon: unico 4 tras idea. De Gani dia —historiador ajeno a las ideas que presi ro que en esta cuestion apunta certeramente— lexi . 'a inconsistencia de la fabula liberal que supone = jucha secesionista de criollos eects Espaiia y muestra como hombres de uno y cos pee €N los bandos en lucha: “Goyeneche... que aplasi 7 revolucionariy criollo Pedro Domingo Murillo en La Paz, era criollo, qe ‘Arequipa. Murillo, por su parte, (el revolucionario) tenia como segundo jefe al teniente coronel don Juan Pedro Indabury, perfecto espaiiol. A su vez los Jueces que sentenciaron a Ios revolucionarios vencidos a ser decapitados y puestas sus caberas en jaulas de hierro, eran: un pacenio: Zarate; un potosino: Osa; un chuquisaquefio: Gutiérrez; otro chuquisaqueiio: Ruiz: uy, arequipeiio: Fuentes; y otro paceno: Castro. Sélo el fiscal era espaiiol: un tal Segovia” ... “La guerra fue de hermanos, civil, no por razas, sino por partidos politicos”’.* Esto se verifica a lo largo de las luchas de esa época en las que aparecen del lado revolucio- nario hombres como Juan Antonio Alvarez de Arenales, que era espaiiol, lo mismo que Antonio Alvarez Jonte, integrante del segundo Triunvirato o en México, Francisco Javier Mina, que venia de luchar por la independencia de Espafia habiendo nacido en Navarra y que sumado a la revolucién en América sostenia: Yo hago la guerra contra la tirania y no contra los espafioles”. Roney Sasesrany uo de le, ep ni bombardean ee a Jujen , Juan Angel Michelena que bh enna ee Aires en 18 ! | era americano y Pio Se a hae te aia en Tucuman y Salta, era nacido tam! No exi: oa : 5 I . pues, fundamento histérico para caracterizar 2 Revolucié c16n de Mayo como movimiento separatista (y por en den eg "Enrique d le Gandia, C; 3 americana, Buenos. ‘onspiraciones y revoluciones sobre la indepe ndent “Idem, p. 397." Altes, Edit. O.C.E.S.A, 1960, p.28 14 TTF epi at tte er TORENT pro inglés). Tampoco €s clerto que su objetivo fuese el comercio libre por cuanto éste fue implantado por el virrey Cisneros el 6 de noviembre de 1809. Tampoco puede otorgarsele ala Revolucion un cardcter exclusivamente portefio, Pues si bien los aconteci- mientos estallaron primero en Buenos Aires, es innegable que las grandes luchas se produjeron en el Alto Perti donde la guerra de las republiquetas tuvo a las comunidades indigenas como prota- gonista fundamental. Por otra parte, basta elevarse por encima de la historia de la patria chica para contemplar, a la luz de la historia latinoamericana, cémo la insurreccién popular recorre toda Ia Patria Grande, en algunos casos adelantandose a la bonaerense (La Paz 1809), en otros, sucediéndola inmediatamente (Chile 1810, Montevideo 1811). En tiltimo término, cabe consignar que tampoco se traté de un golpe politico llevado a cabo por la “gente decente” del Cabildo, sino, por el contrario, que la participacién popular, incluso de activistas y cuchilleros, fue decisiva para alcanzar el triunfo. {C6mo explicarse entonces que durante décadas haya persisti- do la creencia en esta fabula tan poco consistente? La razén principal, como sostenia Jauretche, consiste en que no se trata de una simple polémica historiografica sino esencialmente politica. Esa versi6n histérica resulta el punto de partida para colonizar mentalmente a los argentinos y Ilevarlos a la errénea conclusién de que el progreso obedece solamente a la accién de “la gente decente”, especialmente si ésta es amiga de ingleses y yanquis, al tiempo que ensefia a abominar de las masas y del resto de América Latina. De aqui nace el sustento para elogiar a Rivadavia y Mitre y con esta base, se concluye en la exaltacién de los prohombres de la Argentina colonial. Impuesta en los programas escolares, sostenida por los intelectuales y los suplementos cultu- rales de los diarios del sistema, asf como por el resto de los medios de comunicacién que difunden las ideas de la clase dominante, esta versin qued6 sacralizada. Pero vaciada de lucha popular, de contenido social y politico real, slo consiguidé que ° Ernesto Fitte, El precio de la libertad, Buenos Aires, Emecé, 1965, p. 38. 1S nos se aburriesen juzgdndola una “historia boba” ae ahora, acercarnos @ la verdad de aquella tuc a ciendo real y humana, sera apasionante, los al desafio es. certeza de qu ha ey La revolucién en Espafia: de la Liberaciéy Nacional ala Revolucién Democratica Hace ya muchos afios, Alberdi sefialaba con acierto que la Revolucion de Mayo debfa relacionarse necesariamente con la insurreceién popular que estallé en Espafia en 1808: “La revolu. cién de Mayo es un capitulo de la revolucién hispanoamericana, asi como ésta lo es de la espaftola y ésta, a su vez, de la revolucion europea que tenia por fecha liminar el 14 de julio de 1789 en Francia” ."” Trasladémonos, entonces, a Espafia pues quizds siguiendo el consejo de Alberdi puedan disiparse las contradicciones sefiala- das y alcanzar una vision coherente de la revolucién. La Espaiia de Carlos IV y su hijo Fernando VII ha sido invadida por los cjercitos franceses y frente a esa prepotencia extranjera se alza el pecttto espahol un 2 de mayo de 1808, creando direcciones ts eee cl nombre de “Juntas” y se coordinan luego ila, Aa nance direccién nacional en la Junta Central de Seve heroicw del nay Por ele la cuestién nacional, se inicia la ia eas ae glo espaol, Pero, bien pronto, ese estallito PoPt” reiindicac soaps eae Nacional, comienza a profundizar Ss chos del pueblo — al campo social y politico (los dete Hombre, las nee por si mismo, los Derechos 4! atraso y ta in tones necesarias para concluir com © Justicia reinantes). “El dominio de una vol Juan Bayt 1961. p24 Alberdi Mitre al desnudo, Buenos Aires, Coyoae’™ 16 ei eee siempre caprichosa y las mds de las vel demasiado tiempo —sostiene la Junta Ce de 1808— * En todos los terrenos es necesaria una reforma”.!' En su manifiesto del 28 de octubre de 1809 sefiala: “Un despotismo degenerado y caduco preparé el camino a la tirania francesa. Dejar sucumbir el estado en los viejos abusos seria un crimen tan monstruoso como entregarlo en manos de Bonaparte” .'? De esta modo, la revolucién nacional espafiola se convierte, en la lucha misma, en revolucién democratica, Como tantas otras veces en las historias de diversos paises, la lucha de liberacién contra el invasor extranjero, al ser encabezada por los sectores populares, entra de Ileno a las transformaciones sociales y politi- cas. La Junta de Galicia, por ejemplo, impone fuertes impuestos a los capitalistas, ordena a la Iglesia que ponga sus rentas a disposi- cidn de las comunas y disminuye los sueldos de la alta burocracia provincial. La propia Junta Central de Sevilla, no obstante las vacilaciones originadas en su integracién por buena parte de sectores muy moderados, reconoce el cambio sustancial que se opera en la revolucién: “Ha determinado la Providencia queen esta terrible crisis no poddis dar un paso hacia la independencia sin darlo al mismo tiempo hacia la libertad”."* Por un lado, la lucha contra el invasor francés se nutre en la propia identidad espafiola agredida. Por otro, la lucha por la democracia, el gobier- no del pueblo y los cambios econémicos y sociales nace de la postracién del pueblo espafiol y asimismo de la presién que ejercen, paradojalmente, las ideas que los revolucionarios france- ses han expandido por Europa a partir de 1789. Esas ideas de “Libertad, igualdad y fraternidad” son retomadas en Espafia y desarrolladas, desde diversas perspectivas: en algu- Nos casos , con un sesgo de moderacién y hasta de elitismo, y en otros, con una éptica popular. De Jovellanos a Flores Estrada, el pueblo espafiol se va impregnando de las “nuevas ideas”, como ces injusta ha durado ntral, el 8 de noviembre " Marx y Engels, Revolucién en Espaiia, Barcelona, Ariel, 1973, p. 92. " Idem, p. 92. " Idem, p. 95. 17 in y las intrigas de palacio que 2a entos IV, su esposa y el favorito a a esa Espana decadente, el pueblo do, que se ha manifestado en contra za convirtiéndolo en jefe de la sidn del repudio a I eines ee Godoy. En idéntica repuls encuentra al principe Fernan : de sus propios padres y lo ideali: gran regeneracion espajiola. Las variantes del liberalismo Sin embargo, una diferencia sustancial impide asimilar la situacién espafiola a la francesa de pocos aiios atris: la inexistencia en Espafia de una burguesia capaz de sellar la unidad nacional, consolidar el mercado interno y promover el crecimiento econé- mico. Esa carencia —que también se verifica en América— provoca que aquel liberalismo nacional y democratico de la Francia del 89, sufra en Espaiia y América una profunda distorsién. Tanto en la revolucién espafiola de 1808 como en los conteci- mientos del aiio 10 en América, se observa el desarrollo, al lado del liberalismo auténticamente democritico, nacional y revolu- cionario, de una variante liberal oligdrquica, antinacional y con- servadora, (Esta distincién es fundamental para comprender nuestro desarrollo histérico y por eso es necesario techazar la tesi nalista de derecha segtin la cual todo liberali: tesis nacida del repudio a la revoluci6n frat del Hombre, y cuyo enfoque reaccionari capitalista, no en nombre de una socied: idealizando a la sociedad medieval). liberalismo se enfrentardn a lo largo auténticamente revolucionaria, que quiere construir la nacié gobiemo popular como en Moreno, Do otra, i6n di inter nacio- smo es antinacional, incesa y a los Derechos 0 critica a la sociedad lad mds avanzada sino tico y nacional adopta generalmente, a través de nuestras luchas, el nombre de nacionalismo popular). El liberalismo en Europa constituy6 la expresién ideolégica de una burguesfa progresista que procuraba construir la nacion, modernizar las formas de producci6n y propender al crecimiento y la democracia politica. El liberalismo nacional o nacionalismo popular, en nuestra historia, persigue los mismos objetivos, no s6lo dentro de los I{mites de la patria chica sino a nivel latinoame- ricano (San Martin). En cambio, el liberalismo oligarquico sus- tenta un proyecto elitista, secesionista, portefiista, antilatinoame- ricano. Para Mitre la patria sera Buenos Aires. Para José Hernandez, la Argentina sera apenas una “seccién americana” de la gran patria a construir. Para el liberalismo oligdrquico, lo esencial es el liberalismo econémico y esto significa —para.un pais que entra con retraso a la historia mundial— su supeditacién econdmica, y por ende, politica, a los pafses desarrollados. En cambio, para los liberales nacionales, las libertades politicas no peligran porque un pais adopte medidas proteccionistas en favor de su industria sino que, por el contrario, la condicién de la democracia, es la “libertad nacional” en el sentido de soberanfa politica y econdmica. Para el liberalismo ‘oligarquico lo importante son las formas exteriores y no el contenido. Por eso, diserta sobre la divisién de poderes mientras envia expediciones represoras para aplastar la protesta de los pueblos del interior (Mitre). En cambio, el liberalismo democratico popular y nacional es aquel de los caudillos que expresan a las masas populares, aunque no sean prolijamente obedientes de las formalidades “democraticas”. La comprensién de los verdaderos contenidos —descendien- do al fondo de las aguas y no quedandose en los fenémenos de superficie— resulta fundamental para distinguir a los protagonis- tas de las luchas de América y de Espajia, asf como el cardcter progresivo o reaccionario de sus propuestas. ee re La revolucion en América: dela Revolucién Democratica ala Liberacion Nacional Diversas circunstancias se conjugan, entonces, Para que los pueblos criollos participen del hervor revolucionario desatado an Espaiia a partir de 1808. Por un lado, debe tenerse en cuenta que la relacién Espaiia-América se habfa modificado a partir de la Hegada al trono de los Borbones, inicidndose un proceso peculiar de liberalizacién, de aflojamiento y hasta dilucién del vinculg colonial, en tanto se moderaban las disposiciones opresivas y e| trato se tornaba cada vez mas semejante al que la corona tenia con las propias provincias espajiolas. Mas que de Espafia y sus colonias, podia hablarse de la nacién hispanoamericana en ger- men, que se consolidarfa si triunfaba la revolucién burguesa en la Metrdpoli. Elestallido de la revolucién en Espaiia profundiz6 y consolidé ese “nuevo trato”. El 22 de enero de 1809, la Junta Central declara que “los virreynatos y provincias no son propiamente colonias o factorias, como las de otras naciones, sino una parte esencial e integrante de la monarquia espafiola”,'* y que en su mérito “deben tener representacién nacional inmediata y consti- tuir parte de la Junta a través de sus diputados...”.'5 Incluso la Junta Central de Sevilla llegar4 a enviar un comunicado a todas las capitales de América convocando a los pueblos a erigit Juntas Populares. Sin embargo, esta relacién no alcanz6, en los hechos, la plenitud prometida en las declaraciones. Asi, las Cortes de Cfdiz reunidas para sancionar la nueva constitucién tuvieron representacién americana, pero ésta fue falseada por los liberales espajioles (si los representantes se hubiesen designado democrat \« Enrique de Gandia, Historia del 25 de Mayo, Buenos Aires, Clarida 1960, p.41. yO, 'S Idem, p.41. 20 —— ° °° *| camente, es decir, en funcidén del ntime) americanos habrian prevalecido sobre los Ms alla de esta inconsecuencia, hechos fundamentales para explicar los sectores populares se insurrecci invasor, organizandose en Juntas Po res asumen, en la lucha misma, no sélo la Teivindicacién nacional sino la reivindicacién democratica y transformadora; el movi- miento se impregna entonces de la ideologfa liberal expandida por la Revolucién Francesa que ha prendido en pensadores, politicos y soldados espaiioles, aunque con variantes reformistas y moderadas en muchos casos, y este movimiento asume como referente a un hombre prisionero del invasor, que tiene derecho a gobernar Espajia por la vieja legalidad mondarquica, pero que se manifiesta, desde su reclusién, como abanderado de las nuevas ideas democraticas: Fernando VII. Por otra parte, la revolucién espafiola —por intermedio de la Junta Central— hace saber alas tierras de América que no son colonias sino provincias con igualdad de derechos (22 de enero de 1809).'° Y convoca asimis- mo a los pueblos americanos a que se organicen en Juntas (28 de febrero de 1810),"’ confiando que de este modo se asegurard la resistencia a las pretensiones francesas. De qué manera reaccionan los americanos ante estos importantisimos cambios que se operan en Espaiia y ante las Propuestas de los revolucionarios de allende el mar? Reaccionan organizando Juntas que desplazan a la burocracia ligada al absolutismo que ha cafdo en Espaiia. Pero las Juntas de América no tienen frente a ellas, al ejército francés, sino apenas, su amenaza. De tal modo, que la cuestién nacional no nutre, desde el principio, su contenido ideoldgico. Detengdmonos en este tema que resulta complejo ya la vez decisivo para la caracterizacién. (Existia cuestién nacional en América en el sentido de liberacién de una opresién extranjera? ro de habitantes, los €spafioles). quedan en pie los Siguientes lo que ocurrié en América: onan en Espafia contra el pulares; esas Juntas Popula- "Idem, p.41, "" Idem, p.39. o habia invasién extranjera, como en la Eg fe Napoleon. Por otro, el mayor organismo Politicg ue no consideraba a estas tierras como Colo. te como extension del territorio €spaiio| y sujetas, por esta razon, al mismo trato que eran de lag provincias de la peninsula. (Habia aqui un pueblo Sometido? Si, evidentemente, el pueblo sometido fue el aborigen y si existiaung cuestién nacional, esta s6lo podia entenderse como opresién de los colonizadores espafioles sobre los indios americanos. Pero, profundizando el tema, jlos aborigenes conformaban una nacién en el sentido riguroso de esta categoria? Pareciera que no, pues existtan diversas comunidades que empleaban distintas lenguas, no teniendo trato comercial entre ellas y que, comtinmente, entra- ban en conflicto. ;Habria entonces que hablar de “varias” cues- tiones nacionales, de los conquistadores, respecto a cada una de las comunidades indfgenas: mapuches, guaranies, incas, aztecas, mayas, onas, matacos, comechingones, charrtias, querandies, quilmes, etc? Mas bien, esta diversidad de comunidades indige- nas —es decir, su falta de cohesién, su desarticulacién econémi- ca, politica y cultural— resulta la mayor prueba de que esa cuesti6n nacional entre el conquistador espafiol y el indio nativo carecia ya de vigencia. O dicho de otro modo: que esa cuestién nacional ya no podfa ser resuelta en 1810 dado que los indigenas se hallaban sometidos, dispersos, en un nivel de desarrollo econé- mico, técnico y militar tan inferior al de los espafioles, que su suerte estaba echada. Su cuestién nacional se la haba tragado la historia, aunque de ningtin modo ello justifica el genocidio de los conquistadores. Ya en 1810, una América libre no podia serlo en su pureza india, sino como mestiza. Y la cuestién frontal que delimitaba a los grupos sociales no otorgaba a las comunidades indfgenas la exclusividad en una vereda antiblanca sino su con- fluencia, con mestizos y blancos, en una reivindicacién democré- tica general. La lucha social a principios del siglo XIX no se centra enton- ces en el conflicto espafiol-indio, como contradiccién fundamen- tal de tipo racial derivada de la conquista. Algunos grupos abori- Por un lado, atropellada por espafiol declaraba q| nias si no solamen' 22 LT genes estaban ya integrados a la nueva sociedad por ejemplo) y otros, aislados, al margen de la criolla, vivian su estancamiento, hasta que cay la degradaci6n del malén. Otras comunidades enel Alto Peri— vivian si sometidas y explotadas, pero atin en este caso sus intentos reivindicativos fueron generalmente aisla- dos y no asumieron el cardcter de una lucha nacional (incluso su participacion posterior a Mayo, en la importantisima guerra de las republiquetas, se da integrandose a la revolucién, compartiendo su reivindicacion antiabsolutista y democratica y no como intento de reivindicaci6n nacional antiblanca). El espafiol y sus descen- dientes nacidos en América, organizados socialmente con la incorporacién también de indios y mestizos, armaron una socie- dad distinta, y en gran medida (salvo el Alto Pert) ajena a ios primitivos pobladores, sociedad donde surgfa ahora un conflicto de clases que no expresaba una opresi6n nacional sino una lucha social y politica. La relacién metrépoli-colonia establecida en un principio entre los conquistadores espaiioles y los indios america- nos, se fue diluyendo en la medida en que se desintegraron las encomiendas y fue siendo reemplazada por otro conflicto: el del absolutismo de los reyes que imponian su ley y sus representantes al pueblo hispanoamericano (de la misma manera que la impo- njan al pueblo espaiiol de la peninsula) y frente al cual iba a nacer la reivindicacién de la soberania popular (tanto de los espajioles, como de los criollos y de los indios, oprimidos econémica, social y politicamente). La opresién no era de un pais extranjero sobre "un grupo racial y culturalmente distinto (cuestidn nacional) sino _ de un sector social sobre otro dentro de una misma comunidad hispanoamericana. Por esta raz6n, el estallido espafiol con su gente en las calles, con sus Juntas democraticas, con sus exigencias de derechos para el pueblo, pone en tensién los conflictos sociales existentes en América, es decir, provoca la eclosién de fuerzas democraticas, \transformadoras, no signadas por un color nacional sino a Teclamos populares semejantes a los que enarbola el pueblo espafiol en las calles y aldeas de Espaiia. (como los huarpes, Sociedad hispano- eron finalmente en indigenas —como q 23 | Las Juntas en América —salvo dos 0 tres casos donde | sectores reaccionarios toman el poder levantando consi be juntistas como Elio en 1809 en Montevideo 0 Pedro Gatibay en México en 1808— aparecen asi como expre' tones democraticas Se trata, en realidad, de un estallido “juntista” que Tecorre a tog. Hispanoamérica y que en un lapso de POcos meses, se Cnstituye enel acompafiamiento de la revolucion espafiola, en un Momento de esa revolucién, que ya en Espafia, desde su inicio como movimiento nacional, ha devenido en democriti ay paradojalmente pareciera que inicia yasu declinacién, debilitada por la inexistencia de una burguesia nacional Capaz de darle cohesién y vigor en el Ambito de toda la peninsula. Eneste sentido, cabria ajustar esa definicién de Alberdi de que “la revolucién en América fue un momento de la revolucién espafiola”. Si bien es cierto que los movimientos de las distintas ciudades hispanoamericanas s6lo se explican enlazdndolos con los de la peninsula, cabe observar que los primeros estallan precisamente cuando en Espafia se produce un Pronunciado viraje a la derecha. El reemplazo de la Junta Central por el Consejo de Regencia implica el “entronizamiento del funcionarismo, la co- rrupcion y en general el régimen de opresién de Godoy”. Asi, dentro del proceso que viven Espafia y sus ex colonias, las Juntas americanas aparecen como levantandose contra el Consejo de Regencia. Ante la opcidn de caer en manos de los franceses, que dominan casi todo el territorio. espafiol, o de un gobierno giradoa la derecha que linda con el absolutismo, las fuerzas democriticas selanzana larevolucion sin propésito secesionista, sino integran- dose al movimiento Popular que en la peninsula confia en la un cabildo extraordinario reunido en runa Junta provisional de gobierno 4 ‘on el objeto de conservar los derechos resuelve constitui nombre de Fernando Vic b ua nao Gomi, Discurso en ta legislatura, (31/5/1826) citado Pot a en dm 61 s Buenos Aires, 1967, ™"4 Polémica sobre la Revolucién de Maye 24 ‘es del rey en la capitania general de Vene: 19 produce el levantamiento en Buenos ales aa mayo se Cartagena. El 20 de julio, en Santa Fe de Bogota ‘ eee medidas similares para el virreynato de Nueva Granada, eee setiembre, al grito de “Viva el Rey” el sacerdote Manuel Hid isc levanta a los indios de su curato en Dolores, México, El 18 de setiembre estalla una insurreccién en nombre del rey cautivo a i hile.*” Como un ee Santiago de CI Teguero de pélvora, la revolucién se expande en pocos meses por Hispanoamérica, a través de Juntas y en nombre de Fernando, continuando asf el proceso democriatico espaiiol. Quizas en algunos dirigentes revolucionarios vibraba ya la idea de la independencia, en la medida en que desconfiaban de las posibilidades de Fernando VII de regresar al trono y suponfan inevitable la caida de toda Espafia en manos de Napoleén. En ese caso, la inica manera de resguardar los derechos democraticos y la soberanfa popular, resultaria la secesién. Pero por ahora, ni aun esos dirigentes plantean semejante posibilidad, limitandose a acompajiar el movimiento popular con los ojos puestos tanto en los sucesos locales como en el desarrollo del proceso espajiol. De cualquier modo, el cardcter democratico, popular y no paratista de las revoluciones que estallan en 1810 en América, Ita indubitable. No sélo Alberdi lo comprendié sino otros ensayistas, entre ellos José Leén Suarez en su libro Cardcter de la revolucién americana. Asimismo Manuel Ugarte lo entendié cabalmente y lo resumis asi: “Ninguna fuerza puede ir contra si misma, ningtin hombre logra insurreccionarse completamente contra su mentalidad y sus atavismos, ningun grupo consigue renunciar de pronto a su personalidad para improvisarse otra nueva. Espaiioles fueron los habitantes de los primeros virreinatos y espaiioles siguieron siendo los que se lanzaron a la revuelta. Si al calor de la lucha surgieron nuevos proyectos, st las quejas se AJ. Perez Amuchdstegui, Cronica Historica Argentina, Buenos Aires, Codex, 1969, T. I, p.XLVIII. * Idem. 25 transformaron en intimactones, St el movimiento cobré . je definitive y radical fue a causa de la inflexibilidag hes Metripoli, Pero en ningtin caso s¢ puede decir que Amérie emancips de Espaha, Se emancipo del estancamiento y ‘ae ileas retrogradas que impedian el libre desarrollo de sy vi lay dad, Como than a atacara Espata los mismos que en cto de Expata habian defendido, algunos aos antes, lay tole, nies contra la invasion inglesa? ;Cémo iban a atacar a Espaity Jox que, al arrojar del Rio de la Plata a los doce mil hombres dy general Whitclocke, habian firmado con su sangre el comprom. so de mantener la lengua, las costumbres y la civilizacion de sys antepasados?... Si el movimiento de protesta contra los virreyes cobré tan colosal empuje fue porque la mayorta de los america. nos ansiaba obtener las libertades econémicas, politicas, religio. sas y sociales que un gobierno profundamente conservador nega- ba a todos, no sdlo a las colonias, sino a la misma Espaiia... No nos levantamos contra Espatia, sino en favor de ella y contra et grupo retardatario que en uno y en otro hemisferio nos impedia vivir”? % Manuel Ugarte, Mi campada hispancamericana, Barcelona, Edit Cervantes, 1922, p. 23 26 CAPITULO II jCapitalismo, feudalismo o desarrollo combinado? Para alcanzar una correcta caracterizacién de la Revolucién de Mayo resulta necesario dilucidar previamente la naturaleza social del virreinato del Rio de la Plata y los conflictos que alli se dirimian. Esta tarea no resulta facil pues la sociedad virreinal ofrece rasgos singulares que dificultan definiciones netas. Mucho se ha discutido al respecto, optando algunos historiadores por otorgarle una naturaleza feudal, mientras otros le adjudican un cardcter capitalista (André Gunder Frank, por ejemplo sostiene: “El capitalismo empez6 a penetrar, a formar, en definitiva, a caracterizar plenamente a la sociedad latinoamericana y chilena ya enel siglo XVI’). Ambas caracterizaciones, sin embargo, parecen insuficientes. El transplante de algunas instituciones de tipo feudal —de Europa a América— como la encomienda (ya en estado de disolucién hacia fines del siglo XVIII) no alcanza para caracterizar como x feudal a una sociedad donde los otros rasgos del feudalismo nose “| verifican, A su vez, suponer que una Espaiia, donde el capitalismo todavia no habfa alcanzado a desarrollarse, fuese capaz de im- plantar el capitalismo en América, resulta asimismo poco convin- cente. Un somero estudio de las formas de produccién en el virreinato hacia fines del siglo XVIII permite observar la coexistencia de | 27 OE YUO?C TS s:=S EE TS oe ee RK OU ‘ oot oc™ t a producci6n: una ree ee Onatu el mercado (gauchos ene itoral), indus. ntemente domésticas 0 primitivas ( desde el telar a madre de Sarmiento, por ejemplo, hasta ‘trias en germen, como la construcci6n de carretas y muebles — main, de-embarcaciones en Corrientes, textil en Sr chabarnba); stividades artesanales en oyens ciudades ( tala. barteros, herreros, plateros, armeros, etc. ); al ara Fesabios de organizaciones de tipo feudal como ga toa .y 9 cncorntenda relacionados con productos de valor, como los metales y e] azticar, en el norte; unidades agrarias de autoconsumo, desvinculadas del mercado, como en las comunidades del Alto Peni, Evidentemente, no estaban generalizadas las formas capita- listas de produccidn, si no que apenas en los puertos y sus adyacencias se verificaba la existencia de un capitalismo comer- cial ligado a Europa y cuyo entramado con el interior se producfa a través de comunicaciones lentas e irregulares. Enrique Rivera —en su libro José Herndndez y la Guerra del Paraguay — sefiala que “ni siquiera se habia generalizado el estadio manufacturero del capitalismo”. La apreciacién mas correcta sobre esta cuestién proviene, a nuestro juicio, de George Novack en su libro Para comprender la historia donde critica a las dos caracterizaciones mencionadas (capitalismo y feudalismo) y sostiene que, en cambio, se trata de ae ee de producci6n. “El proceso de colonizacién tina —sostiene Novack— fue el resultado de Suerzas que Provenian de niveles de desarrollo muy dispares: los Grice y portugueses, que estaban pasando de jadigens Gia ee condiciones burguesas y la poblacién Edad de Piedras $6 piers tepeireeds comunales tribales de la variedad de formas intermedias ” Bn on ee ee ais fusion de relaciones capitalistas ee beak Parte, afirma: “La gama de formas econdmicas on ty ees dio lugar a una incoherentes”. Refutando a Gund “Frank oe Caaay XVI el propio capitalismo q Frank sefiala que: “en el siglo penas empezaba a tomar forma en diversos modos de sa relacion con cone trias predominan familiar que trabajaba I 28 Europa Occidental...Espaiia habia apenas empezado ella mi: a arrastrarse fuera del medievalismo. lo ella misma 2 . Era todavia un pai feudal como burgués. ¢Cémo podrian haber establecido espane les y portu gueses en Latinoamérica unas formas de organizacion econdmicas superiores a las que ellos tenian en Eu siglo XVI y el XIX?” Y agrega: “Espaiia y Portugal crearon en el Nuevo Mundo unas formas econémicas de cardcter combinado, Fundieron relaciones precapitalistas con relaciones de inter- cambio, subordinando asi las primeras a las exigencias y movi- mientos del capital comercial”.' (Aclara asimismo que ‘cuando habla de capital mercantil no esta hablando de “un sistema capita- lista maduro de relaciones econémicas”, confusién en la que cae Gunder Frank olvidando que “el préstamo y el capital comercial coexistieron desde la antigiiedad”, mucho antes del capitalismo). _\ ;__ Estas formas combinadas de produccién —precapitalistas bajo | laaccién del capitalismo comercial de los conquistadores— estan ' sefialando que en esa sociedad virreinal resultaba histéricamente progresiva una revolucién democritica y nacional (aunque, asi- mismo, el bajo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas evidenciaba las dificultades para concretarla), Pasando ahora a las clases sociales, un dibujo general permiti- ria trazar un cuadro de este tipo: una burocracia ligada al virrey, expresidn del absolutismo; una oligarquia comercial monopolista entrelazada con casas de comercio de la peninsula; una burguesia comercial de nuevo tipo conformada por comerciantes ingleses que operan tltimamente en Buenos Aires y por comerciantes criollos, los mas de origen contrabandista; una burguesia ganade- ra en formaci6n, duefia mas de ganado que de tierras, con estan- cias sin delimitaciones claras y titulos de propiedad discutibles; un sector social constituido por quinteros y labradores ubicado en los alrededores de las ciudades, una incipiente clase media de ropa entre el ii ic éxi ara, ' George Novack, Para comprender la historia, México, Fontam 1989, p.162. 29 s, médicos, ntes y empleados y finalmente t Pod cheredado o stituido Hoe ee rab dudes ye’ la¥5 negros (domésticos en general y con eee eaades a esanales € indios, tanto sometidos a trabajos forzados, Cluidos en a idad agraria. ish " Sataaeineen de Mayo —con centro inicialmente ¢, Buenos Aires— las fuerzas sociales se alineardn en alianzgs antagonismos generando sus referentes. Esto exige ~pert facil. tar la comprensién de los acontecimientos— que analicemos en particular a los sectores sociales més ligados a los sucesos de Mayo y asus familias mas representativas. Los godos Este sector est integrado por la burocracia ligada al poder absolutista y por los comerciantes que han usufructuado™ los " privilegios del monopolio come inculados a negociantes de insula. Decididos defensores del virreinato durante las invasiones inglesas, se han expresado en el intento golpista de Alzaga en enero de 1809 y se pronunciaron en bloque en contra de la Revolucion de Mayo resi rrados y confinados durante el periodo morenista. Duefios de extensas “Propiedades en Ta ciudad de Buenos Aires, benefactores de la Iglesia y en general vinculados a 6rdenes religiosas, son ademas Propietarios de esclavos y profesan amor “al orden y las buenas costumbres”. Algunos ostentan pretensiones nobiliarias y ensam- blan el doble a pellido linajudo con alguna herdldica donde abun- dan las espadas y las cruces, Entre las principales familias godas se destacan: Santa Coloma, Alzaga, Belatistegui, Sdenz B Valiente, Neyra y Arellano, Quirnoy heandfa, Fernandez de Molina, Olaguer Reynals, Sentenach, Ezcurra, Elorriaga, Arana, Orom{, Tellechea, Lezica, Ocamp Pinedo y Martinez de Hoz. No obstante ser desplazados del poder Politico y en la mayor parte de los casos, perseguidos a partir @¢ 30 25 de Mayo, estas familias, finedindose en su poder financiero, Jograron mantenerse y trenzar, afios después, fuertes vinculos con Ja naciente burguesia comercial y con fa clase estangiera, relaci6- nes consolidadas luego a través de_matrimonios y_aventuras comerciales y ganaderas en comun. Ello permitié que sus apelli dos confluyesen, décadas mas tarde, en la integracién de la ohgarquia nativa: los Alzaga, los Martinez de Hoz, Belatistegui, Ocampo, Oromi, Ezcurra, Santa Coloma, Leziea, Saenz Valiente, etc, La breve resefia de algunas de estas familias permitira facilitar el reconocimiento de su mundo econémi¢o, cultural y politico, Un caso tipico es Don Francisco Antonio Belatistegui, rico co- merciante, conocido por “el godo”. El 22 de mayo vota a favor del virrey y se define luego en contra de la Junta, por lo cual es desterrado a Chascomtis como “fascineroso”. A tanto llegaba su odio a los revolucionarios que se neg6 a asistir al casamiento de su hija Manuela con José Luis Bustamante, asi como de su hija Petrona con el teniente Rufino de Elizalde, por que los respecti- vos novios eran partidarios de la Junta de Mayo.” Desde Rio de Janeiro —a donde habja emigrado— siguié conspirando varios afios contra la revolucién. Semejante es la historia de Don Francisco de Tellechea, co- merciante de fortuna que fue confinado al Mineral de Famatina, en la Rioja, en 1810, por sus actividades conspirativas. Participé luego en el intento insurreccional de Alzaga de I8!1 y fue ahorcado. Era duefio de esclavos, se habia casado en primeras nupcias con una Caviedes y luego, con una Lezica. Fue dueiio de la famosa quinta que luego pasd a ser conocida como “de Pueyrredén”, habiendo pasado a éste por casamiento con una hija de Tellechea, También opositores a Mayo y desterrados en 1810, resultaron Quirno y Echeandfa, Juan Fernindez de Molina, lo mismo que Olaguer Reynals y Neyra de Arellano, En cuanto a Martin de Alzaga —que el nacionalismo reaccionario ha intenta- * Genealogia, “Hombres de Mayo”, Revista del Instituto Argentino de Ciencias Genealdgicas, Buenos Aires, 1961, p. 68: 31 en el Cabildo Abierto del 23 pero todo su grupo se definig ey y Se lanz6 luego ala conspi do reivindicat— no va Mayo por hallarse aeorde! a dicha oporumide iin que culmina con su fusilamiento, racién > parte, ‘Narciso Martinez de Hoz habia contraido foi Aen aria Josef Fernandez de Agiiero y Agtiero, hija dey ido, Posefa una gran casona en la actual arraca de cueros. Era hijo de un Ii provenfan las grandes extensiones hoy es la localidad de Lincoln? monio con Mi vocal del Real Consula calle Belgrano Y una gran funcionario colonial y de al de tierra que posefa en lo que La nueva burguesia comercial En los afios previos ala revolucién, se ha ido consolidando en Buenos Aires un grupo comercial de nuevo tipo, distinto al tradicional que se cobijaba en el monopolio establecido por la Ley de Indias. Lo integran comerciantes que operan al margen de las leyes, contrabandistas por lo general, cuyas posibilidades de enriquecimiento se han visto favorecidas por el debilitamiento del viejo sistema colonial (La alianza entre Espaifia e Inglaterra, dela __ cual derivan concesiones a los ingleses para operar en el puerto de co Buenos Aires en el trdfico de esclavos, favorecié sus negocios, : estimulados asimismo por Ia apertura del comercio sancionada = por el virrey Cisneros). La relacién con los ingleses, como tam- bién el desarrollo capitalista en el Viejo Mundo, provoca un fuerte crecimiento de la actividad comercial que se canaliza por puevas vias, al margen de los antiguos monopolistas. jarani ee So mercaderias europeas ee ae ei e introduces vinzularestechaments specialmente britanicas y en esta tas ido temporaria permit con comereiantes ingleses que han o permisos para instalarse en la ciudad y operare? Jas nuevas condici : s condiciones del libre comercio. Resulta asf una nueva Todo es historia, Buenos Aires, abril 1967, N° 107 32 ew fa comercial, de pronunciada tendencia probritinica, libe- burguest a ¢ inescrupulosa en razdn de su of igen ilégar, que ral ae ee EGREIOnA CoM clase con CoNcIENcia clara de sts Os para sor CAPA? de generar un Rivadavia primero y mas tarde, uh Mitre Frtre las farmbias de ofigen hispano-criotio de esta burguesta amercial sobresalen Riglos, Aguirre, Sarratea, Escalade, Rathastro. Garcia, Rivadavia. Espiritualmente se presentan como spadernistas’, apropiindose nipidamente de las costumbres y valores importados de “la Europa civilizada’, cultivande la frives jiad y la tilingueria, dia a dia mas alejados de la vide austera y mocatada de los viejos espafioles. Dofia Agustina, la madre de Juan Manuel de Rosas —segtin lo recuerda Lucio Mansilla— “protes- saba con vehemencia contra la invasion de costumbres extranje- ras en Buenos Aires, que llegaba hasta cambiar la comida rradicional” y ast se referia a esa “europeizacién” que habia atacado, por ejemplo, a la familia de Mariquita Sanchez: “Nada de fuentes con tapa, todo a la vista, platos sanos y el que quiera, repita, Déjame, hija, de comer en casa de Mariquita, que alli todo se vuelve tapas lustrosas y cuatro papas a la inglesa”’ Es la infultracion de costumbres y gustos que opera con la importacién » en la asociacién de intereses con los britdnicos. Entre éstos, habia ya familias residentes con apellidos que luego apareceran “aa y otra vez en nuestra historia: Miller, Parish, Billinghurst, Gowland, Lynch, Robertson, Brittain, Mackinnon, Dillon, Twaites, Amstrong, Gibson, O'Gorman, Craig, Wilde, Ramsay, Buittler, Sarton, Hacia 1810, residfan en Buenos Aires 124 familias ingle sas dedicadas en su gran mayoria al comercio. Un aiio atris 11/1809) —cuando Cisneros sanciona el libre comercio— b7 ‘cleros ingleses esperaban en el puerto “para vaciar sus bode- sas" * Pero dos graves Cuestiones perturbaban atin a ese grupo Carlos pure 4 los Ibarguren, Juan Manuel de Rasas, 1 vide, an drama, su emge, Ll Altes, Theoria, 1961, p. 13. Linesto Pra Fite precio de la libertud, Buenos Aites, Emecé, 1965, p. 61 om. p 6. 33 eee eee eee ee omercial: por un lado, ba legislacion a que llevay Cabildo a sostener (en 1809) “que los ing esas Por st no han wen esta cludad casas de comercto, almacenes, ni Hiendas e a ve ‘olerar introducit pas eter muebles de ¢ ni os, frazadas, Jergas, sobrecinchas...",’ por otro, pene del comercio libre se dificultaba en la Drictica go “Jos altos aranceles fijados ala importacion El mismo Cisne habla flexibilizado 1a disposicién respecto a 1a posibilidad qq instalarse y comerciar en Buenos Aires otorgandoles a los ingle. ses un plazo de cuatro meses para concluir sus negocios pendien. tes (plazo que vencia el 17 de abril de 1810, y que fue prorro, enesa fecha por un mes mas: al 17 de mayo de 1810), hasta que ly Primera Junta dej6 sin efecto la disposicién permitiéndoles fq radicacion sin término, medida que explica el alborozo inicial de este sector ante Ia revolucidn, (Los derechos a la importacidn, en cambio, recién fueron rebajados por el Primer Triunvirato bajo la accién de Rivadavia.) La vinculacién de estos comerciantes con los nativos se acen- tia en los prolegémenos de la revolucién: “Los jefes y oficiales ingleses se paseaban por las calles con las Marcos, las Escalada y Sarrateas”” Gillespie testimonia: “Pocos lugares hay en el mundo donde sea mds estrecho y sincero el trato entre los hijos del pats y los extranjeros —pero mds especialmente con los ingleses— que en la ciudad de Buenos Aires”, Y agrega “Los habitantes se vanagloriaban de recibir bien a los extranjeros y tienen para ellos toda clase de miramientos y deferencias...Los Jefes de familia, en cuyas casas los mds de nuestros oficiales se ee manifestaban suma bondad con sus ofrecimientos De este vinculo brotaron casamientos que consolidaron a alianza: John Miller, ‘i + Por ejemplo, se casa con Marfa Balbastro, " Idem, p. 46. * Idem, p. 52 * Carlos Ibarguren, ob. cit., p. 20. " Octavio Batolla, Los primeros ingk fee etm ingleses en Buenos Aires, Bucnos 34 See go Ce Ra ee Roberto Billinghurst con Francisca c hijodel comerciante irlandés Pablo: Thee Martin Thompson, y Velazco (Mariquita), Asimismo, fecuétda. tein Maria Sanchez, ses pasaban el verano en quintas de recreo: ae Los ingle- con su familia la quinta de Riglos”,'' “Britt Dickson ocupaba después la casa de Manuel de Sarratea’,"? « Ma in ocupaba afios ‘ i . ot luchos de nuest compatriotas han contratdo matrimonio con he ane jas,” recuerda Woodbine Parish,!3 ermanar porte La vinculacién de esta familias criollas ; militares ingleses se producfa poate a ia eae y tertulias mas importantes del Buenos Aires de colonies? daaie reinaban tres bellas matronas: Ana Riglos, Melchora Sarrtea § Mariquita Thompson...”cuyas casas eran asiduamente visitadas por comandantes navales, tanto ingleses como franceses, de estaci6n en el Rio de la Plata y por cénsules generales, enviados y diplomdticos, muchos de los cuales se alojaban en ellas en calidad de huéspedes distinguidos”."* Estas matronas se hallaban ya sumamente europeizadas: A Ana Lasala de Riglos 0 como acostumbraban a Ilamarla: “Madame Riglos” ...se la hubiera podido designar con toda exactitud como la dama jefe de la faccion “tory” (partido conservador inglés), en Bs.As”...chispeante y familiar, si bien altamente aristocratica, era siempre la mds cortejada en Ia tertulia y la mds querida por la mayoria de los marinos ingleses”.'* Dofia Melchora de Sarratea, reina de la moda y de los salones portefios, fue... la “Madame Stéiel del lugar ... y estaba tan bien enterada de los asuntos piiblicos y privados que fue tenida como entusiasta partidaria de los principios whigs” (partido liberal inglés). En cuanto a Mariquita Sanchez de Thompson “su fuerte eran las relaciones exteriores y puede decirse que nadie manejo " dem, p.129 = Idem, p. 105. : ".W. Parish, citado por Batolla en Los primeros ingleses ¢ p. 54. “ Idem, p. 62. Idem, p. 62. n Buenos Aires. 38: Street con mayor suceso épawocli oe enel del nunca: los neg ociOs digaba su inmenso caudla ene delicadg brillantez que ella... ai yal mayor micleo de personalidades alo os exquisitos del arte auropes placer de reunir n0 sor Jornos descollantes sino también ad pero que eran preciosidades Origi 3 se quiere, vi 2 antojos fugaces si se qu" I centro de la sociedad porteq r Ella fue ¢ te C dl pe es y encantador EB en aane ; Sense als de medio siglo’ 6 Vicente Fidel ieee insiste en tie Mari ‘ita “tenia el delicado placer de re NSU casa que Mariquita dintrla y eh atte dure ‘sitos y curiosos de ta in adornos exquisitos y CUrtost f porcelanas, grabados, relojes con fuentes de agua permanente. mente figuradas por una combinacion de erica preciosidades de sobremesa... que eran novedades encantadoras para quienes nada de eso habian visto...Banquetes, Servicio francés y cuanto ica entregada a las impresiones y la fantasia de una dama ri 1 estimulos del presente, podia reunir en torno de su belleza proverbial”."’ Esta matrona liberal europeizada ha dejado una muestra insuperable de su colonialismo mental al referirse en sus memorias a las invasiones inglesas: “La gente criolla no es linda; es fuerte y robusta, pero negra. Las cabezas como un redondel, sucios, unos con chaquetas, otras sin ella, con unos sombreritos chiquitos encima de un pafiuelo, atado en la cabeza. Cada uno de un color, unos amarillos, otros punz6, todos rotos, en caballos sucios, mal cuidados. Todo lo mds miserable y mds feo. Las armas sucias, imposible dar una idea de estas tropas... En cambio, el regimiento mandado por el Gral. Pack era la mds linda tropa que se podia ver, el uniforme poético, botines de cinta punz6 cruzadas, una parte de la pierna desnuda, una pollerita corta, gorras de una tersia de alto, toda forrada de plumas negras y una cinta escocesa que formaba un cintillo, un chal escocés como banda, sobre una casaquita corta punzd. Este ie —_ oe la més bella juventud, sobre caras de nieve, de”. ¥ tod jas tropas admirables. Qué contraste tan gran : ‘© esto rematado con el siguiente comentario que “Idem 9. 66. " Vicente Fidel Lépez, Hi: ic , Hist ib lic i » de Downing 36 atendid ser irénico: “Al ver aquelias (t geo ndo, dije a una persona de om ionman aquel asustan los ingleses de ver esto, no hay experanea” tno se Asi como Maniquita piensan los Esealada, lox Quine Riglos, los Lasala, los Sarratea, fervorosos por las isaevas bias que predican los ingleses en tanto les Permitirin realizar guides negooros, expandirse en la importacién y ta eXportacidin aprove. chando st estratégica posicidn junto al puerto tinico ¥ ss buenas relactones con los comerciantes ligados al mercado mundial, i jos vie}os Monopolistas fueron enemigos de Mayo, éstos 20 partidanios de Mayo s6lo en tanto sus operaciones comerciales se multiphquen, Como las burguesias comerciales de otros puertos amenicanos (los mantuanos de Venezuela, Por ejemplo) Fesittan impermeables a las grandes banderas de la revolucion francesa y solo receptivas al comercio libre de los ingleses. Los hacendados Hacia 1810) los hacendados no conforman atin una clg social consolidada, con intereses especificos y conciencia de los musmos. Recién se estd verificando Ja apropiacién de la tierra, pues inicialmente se traté mas que de terratenientes, de propieta- rios de ganado, usufructuarios de vaquerias, es decir, mercedes del virrey para apropiarse Tibremente Sue. las pampas. Ultimamente constituyen un tipo peculiar de estanciero gue ejerce la propiedad sobre los animales, en muchos. casos. en ‘ierras no debidamente limitadas todavia, ni legalmente. cserituradas. Exportadores de cuero —y en segundo lugar de ‘asajo para mercados” esclavistas les interesa la libertad de “xportacion, que ya existe en 1810, Son mentalmente bombres devotos del orden y enemigos de las transformaciones siibias ast “omo de las puebladas, arraigados spiritual ments em el clima ; nal, pvtariquita Sdncher de Thompson, Recuerdos det Buenas Aires aa Nenos Aires, Ene, 1953, p. 66 37 “ i bios social, i - orArquico, reacio a los cam Sociales y fa, 5 ligioso, jerarqu 8 virreynal re avas ideas. ae : nuevas ee social no participa activamente en los Sucesos de eae de Juan Manuel de Rosas es el mas relevante Mayo. pe ser el caso de los Anchorena (cuya actividad Idéntico pa ro pasan luego a la estancia) y posiblemen, ‘cial es comercial pe! : n coe los Arana. No juegan sus fuerzas del lado del absolutismo an ‘ampoc .o en favor de las revolucionarios, pero su mundo gi , Slot sod ec TTL Ne & Mag Anchorena, por ejemplo, lerescnbe 8 a Gtsttarvin entonces a patriotas de primera figura ee pats. No SE si algunos habian leido alguna obra de politica moderna, ni Sé que hubiera otra que el pacto social por Rousseau traducido al castellano por el famoso senor don Mariano Moreno, cuya obra sélo puede servir para disolver los pueblos, Jformarse de ellos grandes conjuntos de locos furiosos y de bribones”."” Rosas dird después: “Los tiempos actuales no son los de quictud y tranquilidad que precedieron al 25 de Mayo” Entre estas familias que fincan su poder en la explotacién ganadera —algunos basdndose en mercedes conseguidas gracias asu vinculacién con la burocracia virreynal, otros, por transferen- cia de capitales comerciales al campo— sobresalen Rosas, Anchorena, Castex, Obligado, Romero, Dorrego, Lastra, Miguens y Terrero. La pequefia burguesia En esa sociedad donde en un extremo se ubican aquellos que an ie Son duefios de poder y ri ?P fa), peones, jornaleros, quinteros obres Ones, JoMAreros, TL - Pontes. y_desheredados en general, se ha ido conformando U" Peseta burguesia integrada par profesionales (abogados &* " Carlos Ibargu: ' P Ndem, po 3 its BD. 26 y 27. 38 j pee a on parte), empleados | (de comercio 0 de las oficinas de gobier- algunos artesanos libres y estudiantes, que va a jugar un sortante papel en los sucesos de Mayo-Hijos de espaiioles err mayor fa, se sienten arrastrados por “las nuevas ideas” y con- su ston su disgusto por el sofocamiento en que viven, en violento reclamo de una democracia participativa, ésa que los franceses han enarbolado en el 89 y que el pueblo espafiol pretende levantar enlaEspafia invadida. En ese sector social se encuentran médicos (como Cosme Argerich) abogados (como Castelli, Paso, Moreno, Belgrano, Chiclana, entre otros), empleados (como French, Berutti, Donado) y sacerdotes populares (como los padres Grela y Aparicio). “Se trata de universitarios: abogados, médicos, escribanos y también sacerdotes imbuidos del ideario de la ilustraci6n. No se confunden con los sectores mas elevados, pues muchos de ellos carecen de arraigo en la poblacion y no pertenecen a las familias tradicionales, y como tampoco son militares sino excepcional- mente, constituyen una fuerza distinta que va a destacarse por su cultura y por la difusién de un pensamiento modernista e innovador, en medio de aquella sociedad que hasta entonces carecia de preocupaciones intelectuales” 2! Como ocurre normalmente con la pequefia burgues/a, la pre- sién a que la someten los grandes poderes, tanto la oligarquia virreynal, como los comerciantes, resulta muy poderosa y genera dentro de ella diversas tendencias con diversos matices ideolégi- cos. El grupo mas homogéneo quizd, especialmente, en los aos previos a Mayo fue el denominado “‘caslotista” porque fincaba las Posibilidades revolucionarias en un acuerdo con Ja princesa Carlota Joaqu ija s IV_y hermana de Fernando VIL_por entonces residente en Rio de Janeiro. Estos carlotistas incurren en algunos hechos sumamente com- Prometidos, que han permitido a los historiadores revisionistas del nacionalismo de derecha tacharlos lisa y llanamente de “agen- may no). viel ‘eetroaquin Beet, “Los grupos sociales en la revolucién de mayo” en Vista Historia, N®- 39

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