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El recurso del método

NOÉ AGUDO (04/IX/2018)

Es de todos conocido: se recogen o inventan dos o tres problemas intrascendentes y de


sencilla solución. Ah, pero para protestar contra ellos, se toman y cierran las instalaciones
de la escuela o plantel, a pesar de que una de las exigencias sea que todos los grupos
cuenten con maestro; se denuncia intransigencia y corrupción por parte de las autoridades,
no obstante que desde el primer día éstas aceptan no sólo dialogar, sino atender las
supuestas demandas, cual más absurda; los paristas se radicalizan y anuncian una marcha,
a pesar del diálogo y la disposición a resolver los problemas por parte de las autoridades
educativas. Quienes mueven los hilos echan mano de un grupo de golpeadores y entre
ambos grupos (instigadores del paro y golpeadores) pactan una trifulca; hay algunos heridos
entre los estudiantes que sirven como carne de cañón, nunca entre los generadores de la
violencia. Ahora los paristas acusan a las autoridades de represión; éstas condenan la
violencia, se deslindan de cualquier acción represiva y ofrecen su colaboración para
identificar y castigar a los culpables. Grupos de activistas de las demás escuelas y facultades
llaman a mítines, asambleas y nuevas marchas, con demandas cada vez más radicales que
nada tienen que ver con las que originaron la retención de las instalaciones. Los paristas y
sus manipuladores se atrincheran en su intransigencia y necedad. Han logrado crear la
tormenta perfecta.
Este uso perverso de la UNAM y sus escuelas, y de la educación pública en general,
poco o nada tiene que ver con fines auténticamente educativos. Las demandas originales,
que tuvieron su origen en el plantel Azcapotzalco del CCH (investigación de una sospecha
de desvío de recursos, destrucción de murales, “castigo a profesores y empleados
deficientes”) poco y nada tenían que ver con la educación, excepto los grupos sin maestros,
situación que no se soluciona cerrando la escuela sino exigiendo la presencia de los
profesores con las puertas de las aulas abiertas.
Como señalaba en mi anterior entrega, dichas acciones son para generar miedo,
inestabilidad e inseguridad; son típicas de ciertos grupos de presión que constituyen
verdaderas mafias dentro de la burocracia universitaria, y que están dispuestas a defender
sus cotos de poder a cualquier precio. Así sea impidiendo el fin primordial de la universidad,
que es la educación. Con la particularidad de que hoy se han unido a sectores inconformes
con el gobierno que se va (o con el que llega), para pretender así recuperar sus privilegios,
cobrar venganza, crear dificultades para vender caros sus servicios de supuestos
intermediarios y pacificadores.
Desde el principio se advirtió que era un montaje con fines aviesos. No sé quién es
ni cómo fue la actuación de la ex directora del CCH Azcapotzalco, María Guadalupe Márquez
Cárdenas, pero su casi inmediata renuncia propició una pronta solución al conflicto, de
existir. Por otra parte, se pueden leer en línea todos los comunicados de la dirección general
del CCH, y desde el primero hasta el enésimo hay una disposición a resolver los problemas
y a dialogar con quien sea necesario en un plan respetuoso y pacífico; el director general,
Benjamín Barajas Sánchez, prácticamente trasladó sus oficinas de Ciudad Universitaria al
plantel Azcapotzalco para atender inmediata y directamente a los paristas, pero de nada
sirvió. Es obvio que los propósitos de los encapuchados y de quienes los manipulan son
otros y no resolver los problemas sino acrecentarlos.
La violencia desatada este lunes 3 de septiembre en la explanada de Rectoría así
lo confirma: ¿Para qué una marcha si el conflicto ya era atendido en el plantel donde se
originó? ¿Para qué acordar esa batalla campal entre los dos grupos delincuenciales
(encapuchados y porros) y luego culpar de ello a las autoridades? La respuesta es obvia: lo
que pretenden es crear, acrecentar y desbordar los problemas. ¿Con qué objetivos?
Chantajear, recuperar privilegios y posiciones, dificultar la labor de los verdaderos
universitarios, manejar las escuelas a su antojo y vender cara la deposición de sus acciones
violentas.
Sin embargo, sus acciones los desnudan cada vez más. Por otra parte, las altas
autoridades universitarias y las del gobierno de la Ciudad de México saben quiénes mueven
a estos grupos y a quiénes sirven. Porros y encapuchados (o anarcos) son empleados lo
mismo por gobiernos del PRI, después del PRD y ahora de Morena. ¿No Isaac Castillo Luna,
conocido parista y quien participó en la toma de las instalaciones de la dirección general del
CCH en 2013, fue nombrado Jefe de la Unidad Departamental de Fomento Educativo de la
Delegación Cuauhtémoc por Ricardo Monreal? ¿No la bancada de Morena exigió al rector
José Narro acciones enérgicas contra los porros, pero se abstuvo de hacer la misma
exigencia contra los grupos de pseudo activistas que se hacen llamar “anarcos”, pese a que
son igual de dañinos y conflictivos para las labores académicas? No se olvide que estos
actúan siempre encubiertos y son contratados para generar violencia, miedo e
inestabilidad, como hoy lo hicieron con las instalaciones del CCH Azcapotzalco. ¿Quién se
ha atrevido a expulsar a los anarcos del auditorio Justo Sierra, a pesar de que es clamor
unánime de la comunidad universitaria y es conocida por todo mundo la labor destructiva
y anti universitaria que allí realizan?
Creo que las autoridades de la UNAM y del gobierno de la Ciudad de México lo
saben. Conocen también los métodos sucios y nauseabundos a que recurren los caciquillos
para continuar disfrutando sus privilegios dentro de la burocracia universitaria, y saben
quiénes son. O pueden saberlo mediante una simple tarjeta informativa. Así que sería una
verdadera infamia achacar y culpar a los verdaderos universitarios de los desmanes de
otros, que hoy se exhiben en todo su cinismo e impudor.

NOTA IMPORTANTE:
Informados de que la gresca del lunes 3 fue pactada entre dos grupos supuestamente
antagónicos, pero que actúan en connivencia, es importante que los padres de familia
hablen con sus hijos (sobre todo los de bachillerato) y les pidan no acudir a marchas ni
mítines. Son usados como carne de cañón, son sólo un pretexto para fines que nada
tienen que ver con la educación. Los vivales quisieran ver uno muerto o mal herido, para
desgañitarse en su falsa protesta. Así que deben de cuidar a sus hijos adolescentes. Como
padres de familia están en todo el derecho de exigir la inmediata devolución de las
instalaciones y la reanudación impostergable de las labores académicas. En México ya no
debe permitirse el juego perverso de usar a otros para lograr un fin innoble.

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