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ABSTRACT
One of the "major topics" of the criminology of the 21st century is the research on the
punitive attitudes of the citizens. It derives fundamentally from the increasing worry
before the phenomenon referred by the criminology literature as "penal populism",
which is apparent in many developed countries. One of the characteristics of “penal
populism” is that of (supposed) social demand of a more severe response to the
delinquency. However certain research conducted with regard to public opinion and
punitive attitudes in various countries negates or at least qualify the supposed greater
citizen punitivism. In Spain there is a lack of research about public opinion and punitive
attitudes. The purpose of the work is to present a pilot study on the punitive attitude of
the citizens from a survey carried out by the students of the University of Girona.
1
El origen de este trabajo es un estudio realizado con Gonzalo Escobar (accesible en
http://www.gencat.net/justicia/temes/cejfe/recerca/cateleg/cronologic/inv2007/index.html). Josep Cid y Juanjo Medina me ayudaron
a planificar la investigación. Lorena Antón realizó la explotación estadística de los datos de la encuesta (mediante el programa
informático SPSS). Mención especial merece Joel Martí que ha demostrado en infinidad de ocasiones su paciencia para ayudarme a
entender y presentar adecuadamente los resultados del estudio. A todos ellos quiero expresarles mi más sincero agradecimiento. Este
estudio se inscribe en el proyecto de investigación “La credibilidad de las penas alternativas” (SEJ2005-08955-C02-01) y también
ha contado con la ayuda prestada por la Generalitat de Cataluña a los grupos de investigación consolidados (Grupo de Investigación
en Criminología Aplicada a la Penología, resolución AGAUR, 18 octubre 2005, SGR 08024) y por el Centre d’Estudis i Formació
Especialitzada de la Generalitat de Catalunya (convocatòria d’ajuts econòmics per a la realització de projectes d’investigació en els
àmbits d’execució penal, any 2006).
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Probablemente este interés por analizar y evaluar las actitudes punitivas de los
ciudadanos deriva de la creciente preocupación ante el fenómeno conocido en la
literatura criminológica como “populismo punitivo”, en el que parecen inmersos
muchos países desarrollados, y uno de cuyos motores o características sería
precisamente la (supuesta) demanda social de una respuesta más severa frente a la
delincuencia3.
2
ROBERTS/HOUGH (2005:3) hablan de un “aumento muy importante del volumen de investigación
sobre las actitudes ciudadanas hacia el sistema penal” a partir del comienzo de los años 90 del siglo
pasado.
3
Sobre el “populismo punitivo”, en nuestro país vid. por todos LARRAURI (2005 y 2006) y DÍEZ
RIPOLLÉS (2004 y 2005, que ha denominado a este nuevo modelo de sistema penal caracterizado por el
“populismo punitivo” como “Derecho Penal de la Seguridad Ciudadana” en contraposición con el
tradicional “Derecho Penal Garantista”).
4
Ésta es una afirmación compartida en la literatura criminológica comparada. Vid. así
ROBERTS/STALANS/INDERMAUR/HOUGH (2003:167-168), destacando la necesidad de mejorar la
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Ciertamente, en nuestro país contamos con toda una serie de fuentes de datos
(Eurobarómetros, Estudios del Centro de Investigaciones Sociológicas, Estudios del
Consejo General del Poder Judicial, Encuestas de Victimación) que nos aportan
conocimiento sobre la visión ciudadana del funcionamiento del sistema penal y sus
actitudes punitivas5, pero hasta la fecha no existen en España investigaciones
específicamente dirigidas a evaluar las actitudes punitivas de los ciudadanos. Lo que
pretendo con la investigación que ahora se presenta es dar un primer paso en este
sentido.
medición de las actitudes ciudadanas hacia el sistema penal, ya que “La medición superficial de la
opinión pública es parte del proceso que apoya el populismo punitivo”.
5
No puedo, por cuestiones de espacio, detenerme a tratar con detalle la información que sobre las
actitudes punitivas de los españoles nos aportan esas fuentes de datos. Baste en este momento decir (para
más detalle, vid. VARONA, 2008) que todos esos estudios permiten concluir que los ciudadanos
españolas, como sus homólogos europeos, tienden sistemáticamente a creer que la delincuencia está en
continuo aumento y que el trato que reciben los delincuentes por parte del sistema penal es demasiado
benévolo. Pero por otra parte, las encuestas de victimación que se han realizado en algunas partes del
territorio español (vid. para Málaga, DÍEZ RIPOLLÉS/GIRÓN/STANGELAND/CEREZO, 1996; y para
2006 GARCÍA/PÉREZ/BENÍTEZ, 2006:167 y ss; vid. para Cataluña, LUQUE, 1999:159 y ss.,) o incluso
en toda España (vid. EU ICS, 2005), acreditan que, ante un caso escenario hipotético, los ciudadanos
españoles se decantan por aplicar una pena que es bastante más benévola que la que en la realidad aplican
los jueces en casos similares.
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II. Método
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En primer lugar hubo que “depurar” ciertas preguntas que no se adaptaban a la realidad criminal
española. En segundo lugar se añadieron preguntas para tratar de adaptar el cuestionario original a los
últimos conocimientos sobre actitudes punitivas (en particular por lo que se refiere a las “causas” del
punitivismo, sobre la base del estudio de MARUNA/KING, 2004). Y en tercer lugar, se introdujeron
preguntas para tratar de alcanzar objetivos específicos de la investigación (por un lado, la opinión
ciudadana sobre las penas alternativas a la prisión, y por otro lado, la relación que los ciudadanos
detectaban entre inmigración y delincuencia).
7
La distribución “informática” de la encuesta (mediante el envío de un correo electrónico en el que se
informaba de la investigación y se ofrecía el acceso a una dirección de internet donde se encontraba el
cuestionario, que era auto-rellenado) se realizó entre el último trimestre de 2006 y el primer trimestre de
2007.
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de la muestra. Hay que dejar claro que el sistema elegido para la distribución del
cuestionario, por cuestiones presupuestarias, se basó en el simple envío postal (vía e-
mail) del mismo a toda la muestra. No se hizo, por tanto, un muestreo por cuotas para
tratar de hallar un grupo representativo al que entrevistar personalmente. Por lo tanto,
ciertamente no podemos asegurar que los que respondieron el cuestionario estuvieran
particularmente sensibilizados (en uno u otro sentido) con el tema de la delincuencia y
por ello hemos de ser muy cautos a la hora de generalizar los resultados de nuestra
muestra. Por otra parte, la tasa de respuesta al cuestionario enviado postalmente fue
(como sucede habitualmente) baja (menos del 10%), a pesar de lo cual el número final
de encuestas (n= 813) es lo suficientemente elevado como para realizar análisis
estadísticos.
8
Esos motivos son, básicamente, los dos siguientes: primero, existen investigaciones criminológicas que
aunque ciertamente subrayan el papel de la educación en la conformación de actitudes punitivas, no le
atribuyen un papel primordial (vid. MARUNA/KING, 2004:98-99). Segundo, los resultados de nuestra
investigación son muy similares, en cuanto a la actitud punitiva frente a un caso escenario concreto (el
caso escenario 1 en nuestra investigación, que es de hecho el caso escenario tipo en las encuestas de
victimación realizadas en nuestro país), a los documentados en algunas encuestas de victimación
realizadas a la población general (vid. por ejemplo, GARCÍA/PÉREZ/BENÍTEZ, 2006:167 y ss.; sobre
una encuesta de victimación realizada el año 2006 en Málaga). Si acaso en nuestra investigación (siempre
por lo que respecta a ese caso escenario concreto), se documenta una actitud más punitiva que la hallada
en algunas encuestas de victimación realizadas a la población general (por ejemplo, para Cataluña, la que
documenta LUQUE, vid. LUQUE, 1999:159 y ss.).
9
En el curso de la investigación que como se ha mencionado tiene como muestra a población
universitaria se realizaron también una serie de entrevistas personales a ciudadanos seleccionados
aleatoriamente. El objetivo de esta pequeña investigación paralela era tratar de saber, aunque sólo
indiciariamente, si los resultados de la muestra universitaria diferían en gran medida de la del resto de la
población. En concreto se realizaron 98 entrevistas y los resultados indican que la muestra de población
general tenía una actitud ligeramente más punitiva que la muestra universitaria. No obstante, se trata
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también de un resultado que ha de ser analizado con cautela debido a las carencias metodológicas de este
estudio paralelo.
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Todo ello se puede apreciar en los resultados a las siguientes preguntas que
planteaba el cuestionario:
Como puede observarse, una gran mayoría de la muestra (67,6 %) cree que la
delincuencia se encuentra en aumento, cuando los datos de los que disponemos no
parecen confirmar ese sentimiento de “avalancha incontrolada de delitos”10.
Otro gráfico relevante es el que hace referencia al porcentaje de delitos que los
ciudadanos creen que implican violencia o intimidación sobre las personas:
10
Ciertamente, en nuestro país, debido a la inexistencia de encuestas de victimación generales “fiables”
(metodológicamente), es difícil dar una respuesta concluyente a la recurrente pregunta sobre el aumento o
descenso de la delincuencia. Los datos oficiales de delincuencia “registrada” (datos policiales) indican
que en los últimos años el número de “delitos” ha descendido ligeramente, mientras las infracciones que
aumentan son las “faltas” (vid. GARCÍA/PÉREZ, 2005:25 y ss.). Por lo que se refiere a encuestas de
victimación realizadas en ámbitos geográficos concretos, cabe destacar que los datos de las encuestas de
victimación realizadas en Málaga sugieren que no ha habido un aumento de la delincuencia (vid.
GARCÍA/PERÉZ/BENÍTEZ, 2006:47 y ss.). Por su parte, los datos de las encuestas de victimación
realizadas en Cataluña muestran un aumento de la delincuencia entre los años 1999 a 2003, pero desde
entonces y hasta el 2005 (último dato disponible), estabilización e incluso un pequeño descenso en 2005
de la delincuencia (vid. ESPC, 2006 accesible en http://www.gencat.net/interior/docs/int_espc06.htm ).
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Menos de un 20%
4,9 13,2
Entre un 20 y un 40%
34,2 Aproximadamente la
28,4 mitad
Entre un 60 y un 80%
Como puede apreciarse la mayoría de encuestados (57,9%) creen que una buena
parte de los delitos (la mitad o más, destacando que la opción mayoritaria –un 34,2%-
cree que entre un 60 y un 80% de los delitos son violentos) implican de hecho
delincuencia violenta. Sin embargo todos los datos de que disponemos nos indican que
esta cifra es mucho menor11.
11
Por ejemplo, los datos policiales sobre delitos conocidos en el 2004 nos indican que existe un 5,83% de
delitos contra las personas (destacando en ellos los delitos de malos tratos –casi un 70% de estos delitos-),
un 0,90 % de delitos contra la libertad sexual y dentro del 80,11% de delitos contra el patrimonio, los
delitos de robo con violencia/intimidación representan el 10,94%, que a su vez es el 8,77% del total de
delitos. TOTAL (5,83+0,90+8,77=): el 15,5% de los delitos podrían considerarse que de alguna manera
implican violencia o intimidación sobre las personas (Datos extraídos de GARCÍA/PÉREZ, 2005). La
cifra que se puede extraer de algunas encuestas de victimación es mayor, pero en todo caso bastante
inferior a la creencia ciudadana (según los datos de la ESPC, 2006; un 28% de la victimación reconocida
corresponde a hechos que implican violencia o intimidación sobre las personas).
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Entre un 20 y un 40%
21
Aproximadamente la
mitad
36,9
Entre un 60 y un 80%
12
Este es un dato que, de nuevo, es difícil de obtener en nuestro país. En las estadísticas judiciales del
INE (que parecen presentar algunas carencias metodológicas) existen datos sobre reincidencia que por
ejemplo señalan que en el 2003 para 120.000 “delitos apreciados”, se contabilizan 25.400 reincidentes
(algo más del 21%). Más fiables, aunque provenientes de una muestra representativa limitada
geográficamente, son los datos de reincidencia de un estudio sobre condenas judiciales en los Juzgados de
lo Penal de Barcelona (CID/LARRAURI, coords., 2002:30 y ss.): los datos de este estudio muestran que
de cada 100 procesados 70,5 no tienen antecedentes vivos (58 con expediente totalmente limpio, 8 con
antecedentes cancelables, 3,5 con antecedentes posteriores, y 1 con antecedentes cancelables y
posteriores), y de los 29,5 que sí tienen antecedentes, 10 son delincuentes habituales, 10 reincidentes no
habituales y 9,5 no reincidentes). En todo caso, como puede verse los resultados no llegan ni de lejos a lo
que la mayoría de encuestados señaló como delincuencia realizada por reincidentes o habituales (la mitad
de la delincuencia).
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- creen que las penas impuestas a los delincuentes son, en general, blandas
- creen que hay una gran diferencia entre las penas efectivamente aplicadas
por los jueces penales y las que éstos deberían imponer
Todo ello se puede apreciar con nitidez en los resultados a las siguientes
preguntas que planteaba la encuesta:
2,1 8,2
20,4
50,3
Una gran mayoría de los encuestados (70,7%) cree que, en definitiva, las penas
impuestas por los jueces son blandas (de hecho, para un 20,4% son “muy blandas”).
10
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Gráficos 5 y 6: diferencia entre la pena que se cree que imponen los jueces y la
pena que éstos deberían imponer (en un caso de violación)
Todas
Como puede observarse existe una diferencia muy relevante entre el porcentaje
de delincuentes que los ciudadanos creen que son condenados por el juez a pena de
prisión por cometer un delito de violación (más de la mitad de los encuestados creen
que dicho porcentaje no llega ni a la mitad), y el que los mismos ciudadanos creen que
deberían ser enviados a prisión (un 67,7% de la muestra indica que todos los
“violadores” deberían recibir una pena de prisión, mientras que sólo un 4,8% de los
encuestados creen que efectivamente los jueces imponen siempre pena de prisión por la
comisión de un delito de violación). Ello indica claramente que los ciudadanos creen
que existe una gran discrepancia entre las penas impuestas en la realidad por los jueces
y las que ellos mismos impondrían en el mismo caso.
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5,7
22,3 33,2
De uno a tres meses
De tres a seis meses
De seis a nueve meses
De nueve a doce meses
38,3
Como puede observarse, una amplia mayoría (71,5%) cree que la pena efectiva
de prisión cumplida no llega ni a la mitad de la pena impuesta. Sin embargo, sabemos
que la realidad es muy distinta13.
13
La clave aquí es que el Código Penal de 1995 derogó el principal beneficio penitenciario que existía (la
redención de penas por el trabajo), lo cual ha situado en la práctica el cumplimiento efectivo de la pena
muy cercano a la pena impuesta judicialmente. A ello ha contribuido también la reducción de los
porcentajes de concesión de la libertad condicional y el tercer grado (vid. CID, 2005 y 2007).
12
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Como decíamos, los resultados anteriores podrían hacernos sospechar que los
ciudadanos mostrarían una actitud muy punitiva cuando fuesen preguntados por la pena
aplicable a un caso concreto (técnica del “caso escenario”), ya que si piensan que la
delincuencia es un fenómeno mucho más problemático de lo que en realidad es, y
además creen que recibe un trato demasiado benévolo por parte de la justicia penal, no
sería de extrañar que fueran partidarios de penas muy duras para todo tipo de
delincuencia.
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6,6 Prisión
28,4
Suspensión Prisión
50,8 Multa (1500-3000 euros)
18,6
Suspensión Vigilada
TBC
4,1 31,5 Control Electrónico
Reparación
45,6 10,5
Otras penas
Como puede observarse, destacan como opciones preferidas por los encuestados la
reparación del daño, la pena de Trabajo en Beneficio de la Comunidad (TBC) y la pena
de multa, siendo la prisión la cuarta opción escogida, con algo más de una cuarta parte
de la muestra (28,4%)15. Si tenemos en cuenta que por las circunstancias del caso
planteado (robo con fuerza en casa habitada cometido por un reincidente), el marco de
pena que fija nuestro actual Código Penal se situaría entre 3 años y 6 meses a 5 años
(por aplicación de los arts. 241 y 66.1 3ª CP), el juez penal impondría con casi total
seguridad en nuestro caso una pena de prisión de obligado cumplimiento. Una pena, en
suma, que sólo una minoría (28,4%) de los encuestados cree la pena apropiada. Y
además una pena de prisión que supera en mucho en cuanto a su duración, la estimada
adecuada para el caso por la gran mayoría de los encuestados.
14
Los porcentajes en los cuatro casos escenario no suman 100 porque se daba la opción al encuestado de
escoger más de una pena.
15
La siguiente pregunta de la encuesta pedía a aquéllos que habían escogido la prisión como la pena
adecuada para el caso, que detallasen su duración. La mayoría (el 62,5%) impuso una pena de prisión de
entre 1 mes y 1 año de prisión. Sólo el 17,7% de la muestra estimó adecuada una pena de prisión de más
de dos años.
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25,3 Prisión
70 Suspensión Prisión
14,4
Multa (1500-3000 euros)
Suspensión Vigilada
46,7
TBC
5,5 Control Electrónico
57,8 35,2 Reparación
1,8 Privación carnet (2 años)
16
Y por lo que se refiere a su duración, de nuevo una relevante mayoría (65%) estima adecuada una pena
de prisión de entre 1 mes y 1 año.
17
No obstante, éste es un ámbito en el que la pena que declara la ley y la finalmente impuesta por el juez
puede variar significativamente, porque según decimos en esta clase de delitos la pena de prisión
normalmente es pena principal pero opcional. Y la experiencia práctica nos dice que la gran mayoría de
condenas en estos casos consisten finalmente en la privación temporal del permiso de conducir y la
imposición de una multa. Estamos así ante un supuesto que podríamos denominar gráficamente de “pena
simbólica”, ya que el legislador parece estar interesado en que la ley penal explicite claramente que es un
delito que acarrea pena de prisión (probablemente para lanzar una fuerte advertencia a los ciudadanos),
pero ésta no es posteriormente ni mucho menos la pena aplicada por la comisión del delito. La
recentísima reforma del Código Penal (LO 15/2007) en materia de delitos de tráfico parece seguir
claramente esta senda (vid. por ejemplo la entrevista con Bartolomé Vargas –Fiscal de Seguridad Vial-
aparecida en el diario EL PAÍS, de 5 de octubre de 2007, en la que declara que por la comisión de los
nuevos delitos, a pesar de estar castigados con pena de prisión, casi nadie cumplirá efectivamente una
pena de prisión). Todo ello plantea la cuestión siguiente: ciertamente en relación con el Código Penal que
se decanta de forma principal por la pena de prisión como pena adecuada para el delito de conducción
bajo la influencia de bebidas alcohólicas, los ciudadanos muestran una actitud mucho menos punitiva,
pero si ese porcentaje se compara con la ejecución real de penas de prisión en estos delitos resulta que es
mucho mayor. A mi entender, aunque esto es cierto lo relevante es que la mayoría de ciudadanos no
apoya en primer término el castigo de ese delito con la pena de prisión.
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10,3 Prisión
27,8 37,8
Suspensión Prisión
Multa (1500-3000 euros)
10,5 Suspensión Rehabilitadora
24,2
18,8 TBC
Control Electrónico
23,9 Reparación
50,1 Otras penas
11,9
18 Prisión
6,8 10,8
Suspensión Prisión
Multa (1500-3000 euros)
44,6 28,3
Suspensión Rehabilitadora
TBC
Control Electrónico
Otras penas
63,5
18
Por otra parte, aunque de nuevo una mayoría (60,1%) elige una pena de prisión de entre 1 mes y 1 año,
se eleva al 32,2% el porcentaje de la muestra partidaria de una pena de prisión de más de dos años.
19
También destaca entre las penas el porcentaje relevante del control electrónico (24,2%), muy superior
al de los restantes casos-escenario, lo cual sugiere que los ciudadanos tienen claro que este tipo de
delincuencia plantea un importante problema de reincidencia futura y por ello hay que esforzarse
particularmente en el control del delincuente.
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deshabituación, lo cual indica que el encuestado tiene claro que este tipo de
delincuencia tiene una etiología muy marcada que es lo que hay que procurar solventar,
más allá del castigo de la conducta. De hecho, éste es el caso escenario en el que existe
un menor porcentaje de elección de la pena de prisión (18%)20, a pesar de que
paradójicamente es aquél que el Código Penal sanciona más duramente21.
20
Quizás éste sí es un dato en el que la muestra escogida (jóvenes universitarios) marca una diferencia
relevante. Por otra parte, hay que destacar que sin embargo, la minoría que escoge prisión parece más
punitiva que en el resto de casos escenario (baja al 50,8% el porcentaje de encuestados que sitúan la
prisión entre 1 mes y 1 año).
21
El marco de pena fijado por el art. 368 CP para el tráfico de drogas en el caso de tratarse de cocaína es
de 3 a 9 años de prisión, aunque ciertamente la cuestión de la drogodependencia del imputado podría
impedir (depende de la pena finalmente impuesta) el ingreso en prisión, si se cumplen los requisitos del
art. 87 CP.
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No, nunca
11,4
21,2
22
Vid. datos del estudio sobre una muestra representativa de sentencias de los Juzgados Penales de
Barcelona en CID/LARRAURI (coords., 2002:58)
23
Así por ejemplo, en nuestra doctrina penal considera CEREZO (2004:37 y ss., 155 y ss.) que “La
posibilidad de concesión, con carácter general, de la suspensión de la ejecución de las penas privativas de
libertad de duración no superior a dos años (…) implica, a mi juicio, un grave menoscabo de las
exigencias de la prevención general y de la reafirmación del ordenamiento jurídico en aras de la
prevención especial”.
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A una persona que ha cometido un delito por primera vez (castigado con prisión)
¿estarías de acuerdo en que se le suspendiera la pena con la condición de no
delinquir?
19,6
Sí, siempre que el delito no sea
grave y la suspensión implique
supervisión / control
Sí, siempre que la prisión sea
43,3
sustituida por multa o TBC
Como puede apreciarse, los datos vuelven a mostrarnos una opinión ciudadana
muy favorable a la posibilidad de dejar en suspenso una pena de prisión (sólo el 15,4%
rechaza de plano tal posibilidad), aunque dejando claro que dicha suspensión debiera ser
algo más que un simple “perdón” (el 43,3% quiere que exista algún tipo de control o
supervisión y el 21% aprueba la suspensión siempre que la prisión sea sustituida por
otra pena).
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Como puede apreciarse, una amplia mayoría (60,6% de la muestra) está a favor
de encontrar métodos alternativos de castigo a la prisión, aunque eso sí, más punitivos
que la simple suspensión de la pena.
Así, en primer lugar ya hemos visto como en los casos escenario y en las
preguntas específicas sobre penas alternativas a la prisión se apoyan fundamentalmente
aquellas penas que los miembros de la muestra contemplan con capacidad
rehabilitadora, subrayando así que el castigo penal tiene que ir más allá de la pura
represión de la conducta, tratando de hacer frente a las causas del delito y así de
reinsertar a la persona en la sociedad.
¿Cuál crees que es la pena más adecuada que hay que imponer al
que comete un delito?
La que merece
considerando la gravedad
20,2 del delito y su culpabilidad
La que permita rehabilitar al
delincuente
40,2
6,2
La que repare el daño
causado a la víctima
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Por último, un cuarto signo de que imputar a la ciudadanía una actitud punitiva
sin matices es una equivocación, puede leerse también en los resultados a las preguntas
del cuestionario que subrayan lo que podríamos denominar una visión “social o
estructural” de la delincuencia. Esto es, una creencia en que la delincuencia es un
fenómeno social que debe encontrar sus causas y remedios en toda una serie de factores
sociales, y no, por el contrario, en la pura y simple voluntad y autonomía del
delincuente.
Ello tendría que ver (como después apreciaremos) con las actitudes punitivas
porque la hipótesis es que aquellos ciudadanos que ven la delincuencia como producto
de la libre y voluntaria decisión individual del delincuente, creen que por ello se ha
“ganado” la pena que el sistema estime conveniente. Por el contrario, aquellos
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ciudadanos que piensen que la delincuencia tiene que ver fundamentalmente con
factores sociales, y que por tanto, de alguna forma, es una corresponsabilidad social,
serán más partidarios de penas moderadas, ya que el factor clave que explicaría la
delincuencia no ha de “cargarse” exclusivamente en el “debe” del delincuente.
Pues bien, los resultados de nuestra investigación muestran una población más
bien favorable a la óptica social (versus individual) de la delincuencia. Así por ejemplo,
preguntados específicamente por esta cuestión, los encuestados subrayan de forma muy
mayoritaria el “origen social” de la delincuencia:
La delincuencia es
1,7 producto de una decisión
23,9 individual y racional de la
persona
La delincuencia es
producto de varios factores
sociales y económicos
La delincuencia es
73,1 consecuencia de una
deficiencia o enfermedad
psíquica o adicción
24
En concreto, se les preguntaba a aquellos encuestados que consideraban que la delincuencia había
aumentado (según vimos, la gran mayoría), a qué causas atribuían dicho aumento.
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10,76 11,69
Aumento de desigualdades
sociales y económicas,
pérdida de valores
Ineficacia policial
28,57
Aumento de la inmigración
46,94
2,04
Otras razones
Por último, en las respuestas a la pregunta relativa a los medios eficaces para
prevenir la delincuencia podemos apreciar la misma tónica:
Aumentar la disciplina en la
15,3 escuela
Reducir el paro y mejorar la
situación económica
36,2 5,3 Aumentar el número de policías
25
En este gráfico también destaca que a pesar de que la mayoría de encuestados cree, según vimos, que la
delincuencia se encuentra en continuo aumento y que, por otra parte, las penas aplicadas por los jueces
son blandas, no parecen vincular ambas cuestiones, pues la “blandura de las penas” sólo es señalada por
una minoría (11,69%) como causa del aumento de la delincuencia.
26
La opción relativa a la imposición de penas más severas sólo fue señalada por el 10,7% de la muestra,
mientras que un 7,1% liga también prevención a sanción penal pero en el sentido inverso de considerar
que el aumento del uso de penas alternativas a la prisión podría ser más eficaz.
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Cabe destacar, de entrada, que la sub-muestra de punitivos es ciertamente pequeña (37 personas, esto
es, un 4,6 % del total de la muestra), lo cual confirma el punto tratado anteriormente relativo al mito de
punitivismo ciudadano. De hecho, del total de la muestra un relevante 38,1% % no considera adecuada la
prisión en ninguno de los casos escenario propuestos, un 23,2% tan solo en un caso, un 18,7% en la mitad
de los casos y un 12,9% en tres de los cuatro casos-escenario.
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Pues bien, después de cruzar la muestra de ciudadanos punitivos con todas las
variables definidas, las que finalmente aparecieron como relevantes (utilizando la
prueba de chi-cuadrado con el programa de análisis estadístico de datos SPSS) fueron
las siguientes:
a) Variables personales
Ideología Política
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La diferencia es aun más mayor si se procede a una división más marcada del
abanico político28. El resto de variables personales, según decimos, no mostró
relevancia en la prueba estadística de chi-cuadrado29.
b) Variables cognitivas
28
Si se tienen en cuenta sólo los que se consideran de “Derechas” el porcentaje de punitivos entre este
grupo aumenta al 30,8% (n=4), y en relación a los que se definen como de “Izquierdas”, la ratio de
punitivos baja al 2,6% (n=9). En este caso la asociación estadística es aún más significativa (s = 0,000),
pero se basa en grupos más escasos.
29
Los hombres mostraban una actitud ligeramente más punitiva que las mujeres (5% punitivos vs. 4,3%),
pero no estadísticamente relevante. Y por lo que hace referencia a la situación laboral, los encuestados
que declararon no trabajar (a parte de estudiar) tenían igualmente una actitud ligeramente más punitiva
que los que contestaron que trabajaban (aun eventualmente) durante el curso (6% punitivos vs. 4,9 %),
aunque igualmente se trata de una diferencia no relevante estadísticamente en la prueba de chi-cuadrado.
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Rehabilitación /
Retribución / Incapacitación Reparación Total30
Punitivos 6,3% (31) 1,9% (6) 4,6% (37)
No punitivos 93,7% (460) 98,1% (305) 765 (95,4%)
Total 100% (491) 100% (311) 100% (802)
p=0,004
En tercer lugar, otra variable cognitiva destacada fue la opinión sobre los medios
de prevención de la delincuencia. En concreto, la muestra de punitivos da mayor
importancia a opciones como “aumentar los efectivos policiales y las penas” y
“llevar a cabo una política de inmigración más restrictiva”:
Prevención de la delincuencia
30
Los porcentajes desagregados de punitivos respecto al fin del castigo son los son los siguientes:
retribución (6,1%), rehabilitación (2,3%), reparación (0%) e incapacitación (6,7%).
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Estancia en prisión
Sí No Total
Punitivos 10,4% (11) 3,7% (26) 4,6% (37)
No punitivos 89,6% (95) 96,3% (676) 771 (95,4%)
Total 100% (106) 100% (702) 100% (808)
p=0,008
la finalidad del castigo, pues como veremos a continuación confirma uno de los
hallazgos fundamentales de esta investigación: la creencia en la rehabilitación de
los delincuentes es una “medicina” bastante eficaz contra las actitudes punitivas.
En tercer lugar y por último, la correlación entre experiencia previa sobre la
prisión y actitudes punitivas no parece encontrar una buena hipótesis
explicativa31.
c) Variables emocionales
Por último, por lo que se refiere a las variables emocionales lo primero que
quisiéramos destacar es que el hecho de haber sido víctima de un delito no se
mostró como relevante estadísticamente a la hora de conformar una actitud más
o menos punitiva, lo cual confirma algunas investigaciones que ya han
subrayado que imputar un sentimiento punitivo sin más a las víctimas de un
delito es un error (vid. MARUNA/KING, 2004:92-93)32.
31
Aquí hay que tener en cuenta que por el tipo de muestra seleccionada (población universitaria) puede
afirmarse casi con toda seguridad que la experiencia en prisión de la que se trata es la de haber visitado
alguna prisión. Y probablemente las prisiones españoles no concuerdan con la imagen popular de la
prisión difundida en los medios de comunicación (principalmente la televisión, en la que el modelo de
prisión parece ser el americano, con un control más férreo de los internos). En cuanto al resto de
variables, y a pesar de que no mostraron una correlación relevante en la prueba de chi-cuadrado, vale la
pena mencionar que la muestra de punitivos tiende a considerar que existe más delincuencia (5,4% vs.
2,9% de los que consideran que la delincuencia no ha aumentado), que se cometen más homicidios (8,4%
respecto de los que creen que hay más de cinco homicidios al día en nuestro país vs. 4,1 de los que
consideran que se cometen menos de cinco al día), que la delincuencia es más violenta (6% de los que
creen que el 60% o más de la delincuencia implica violencia o intimidación sobre las personas vs. 3,7%
de los que creen que dicho porcentaje es menor del 60%) y que existe un mayor porcentaje de
delincuentes reincidentes o habituales (7,6% respecto de los que creen que más del 80% de los
delincuentes son reincidentes o habituales vs. 1,1% de los que creen que ese porcentaje no llega al 20%).
32
De hecho, y aunque ya hemos dicho que sin relevancia estadística, vale la pena remarcar que la
tendencia es que las víctimas son menos punitivas (2,6% de punitivos en el grupo de víctimas –n=232- vs.
5,4% en el grupo de no víctimas). Éste parece ser también un tema en el que los resultados pueden estar
afectados por la muestra seleccionada para la investigación (población universitaria), ya que algunos
estudios han puesto de manifiesto que aunque los jóvenes son el estrato de población más victimizado,
son también a la vez los que menor afectación subjetiva declaran haber sufrido por el delito (vid. ESPC,
2006, págs. 13, 17-18, accesible en http://www.gencat.net/interior/docs/InformeESPC2006.pdf ).
33
De hecho, al contrario de lo esperado, aquellos que opinaban que la situación social y económica es
mejor actualmente eran los que tenían una actitud más punitiva (6,7% de este grupo formaban parte de la
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Dicho esto, las variables que sí mostraron relevancia estadística (y muy notable)
fueron las relativas a la opinión sobre el origen o causas de la delincuencia y la creencia
(o no) en la rehabilitación de los delincuentes. Ello confirma los resultados de algunas
investigaciones comparadas que ya han subrayado la gran importancia de estas variables
emocionales en la explicación de las actitudes punitivas (vid. MARUNA/KING,
2004:95 y 99)34.
muestra de punitivos, vs. 4,6% del grupo “la situación social y económica es cada vez peor” y 1,5% del
grupo “la situación social y económica no ha cambiado y se puede considerar aceptable”).
34
En concreto, las hipótesis son las dos siguientes: primera (por lo que se refiere a las causas de la
delincuencia), la respuesta que damos a la delincuencia tiene mucho que ver con las causas a las que la
atribuimos. Segunda, si creemos que el delincuente es una persona permanente e inherentemente “mala”
(sin posibilidad así de cambiar), es lógico que tengamos una actitud más punitiva.
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Creencia en la Rehabilitación
35
En el cuestionario la opción planteada decía lo siguiente “Las personas pueden cambiar y por tanto vale
la pena intentar conseguir que los delincuentes, incluso los reincidentes, se rehabiliten para que se puedan
reintegrar en la sociedad”.
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Como se puede apreciar, excepto en el primer caso escenario (robo en domicilio por
parte de reincidente), en los demás supuestos existe una diferencia en el porcentaje de
opción por la prisión, que en definitiva acaba imponiéndose más si el autor del delito es
un extranjero. La diferencia es más marcada, llegando a los 5 puntos porcentuales, en
los casos en los que el delincuente es un nacional de Marruecos.
Los resultados sugieren, por tanto, que sí parece existir una diferencia para los
ciudadanos en el trato penal en función de la nacionalidad del delincuente, mostrando
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una actitud más punitiva en el caso de que éste sea extranjero, sobre todo si es marroquí,
precisamente uno de los colectivos que más claramente ha sido vinculado por los
medios de comunicación con la delincuencia. No obstante, en los análisis estadísticos
(Chi-cuadrado) la única asociación significativa al 95% (p=0,05) que se detectó fue en
el caso escenario del tráfico de drogas, con una mayor predisposición a la prisión
cuando el “protagonista” de la pregunta es un ciudadano magrebí.
La primera de ellas es una pregunta que ya hemos comentado al tratar las “causas”
del punitivismo. En concreto, dentro de las variables cognitivas, la referida a los medios
más eficaces para prevenir la delincuencia (vid. supra Tabla 4). Una de las posibles
respuestas en referencia a los medios de prevención de la delincuencia apuntaba hacia el
desarrollo de políticas de inmigración más restrictivas. Pues bien, los resultados de la
tabla muestran que entre los que se decantaron por esta opción hay cerca del doble de
punitivos que en la muestra genérica (7,8% vs. 4,6% del total de la muestra).
Por tanto, los resultados de estas dos preguntas diseñadas específicamente para
avanzar sobre la cuestión relativa al rol de la inmigración (mejor dicho, la vinculación
que con frecuencia se realiza entre inmigración y delincuencia) en la conformación de
actitudes punitivas, sugieren que efectivamente el punitivismo podría venir siendo
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Por lo tanto, al perfil del “punitivo” anteriormente trazado habría que añadir que se
trata además de una persona que vincula inmigración con delincuencia. En definitiva,
una razón más para preocuparse por la vinculación tan ligera e indiscriminada que desde
algunos sectores políticos y mediáticos se realiza entre inmigración y delincuencia.
IV. Conclusiones.
Obviamente, como estudio piloto exploratorio hemos de ser muy cautos a la hora de
extraer conclusiones de la investigación realizada, pues ya hemos subrayado las
limitaciones metodológicas de nuestra muestra36. No obstante, lo que los resultados de
nuestra investigación nos permiten decir es lo siguiente:
Segundo: Aun así, los datos de nuestra investigación, en línea también con
investigaciones comparadas, muestran que los ciudadanos no podrían definirse, ni
36
A dichas limitaciones metodológicas “internas” habría que añadir los problemas que ya en sí plantea el
estudio de las actitudes y sentimientos punitivos a partir de cuestionarios a la población (vid. en general,
ROBERTS/HOUGH, 2005:18 y ss.; y en particular, GREEN, 2006, que plantea la necesidad de superar
este método y avanzar en la línea de técnicas “deliberativas” de evaluación de la opinión publica).
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mucho menos, como punitivos. En los diferentes casos escenario propuestos los
encuestados se decantan de forma mayoritaria por la aplicación de penas alternativas a
la prisión, especialmente aquellas que son contempladas con capacidad rehabilitadora.
De esta forma, los datos de la investigación apoyan claramente el uso de este tipo de
penas como respuesta al delito, incluso en aquellos casos en que la ley penal se decanta
por la prisión como pena. Por otra parte, preguntadas las personas que formaban la
muestra por las causas de la delincuencia y su posible prevención, dan a la imposición
de las penas un papel poco relevante, decantándose por medidas de carácter social. Ello
es coherente con la comprensión de la delincuencia como un fenómeno que no ha de
contemplarse desde una óptica individualista (como resultado de la libre voluntad del
delincuente), sino como producto de diversos factores sociales y económicos. También
es significativo el amplio apoyo que nuestra investigación acredita de la óptica
rehabilitadora como criterio rector de la imposición y aplicación de la pena. Por tanto,
de todo ello puede deducirse que la etiqueta de “benévola” con la que los ciudadanos
suelen vincular la justicia penal es fruto, en realidad, del desconocimiento de la
verdadera dimensión de la imposición y aplicación de las penas, producto
fundamentalmente de la imagen sesgada que del funcionamiento del sistema penal les
transmiten los medios de comunicación; ya que, de hecho, los datos de nuestra
investigación muestran que a los que podrían considerarse “benévolos” son a los
propios ciudadanos.
Tercero. Por lo que se refiere a las “causas” o al “origen” de las actitudes punitivas,
los factores que emergen a la hora de su posible explicación son de naturaleza diversa,
lo cual dibuja un panorama complejo en la comprensión de los sentimientos punitivos.
Así, en cuanto a las variables que hemos denominado “cognitivas”, destaca la
correlación existente entre la visión u opinión que los ciudadanos tienen de las penas
impuestas por los jueces (como reacciones sistemáticamente “blandas” a la
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