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EL FAST-FASHION Y OMELAS

“Los que abandonan Omelas”, una utopía donde la felicidad de todo un pueblo depende de que un niño de 6 años este
encerrado y malnutrido, todos lo saben y a pocos les importa. Al terminar de leer el relato de Úrsula K. LeGuin, en completo
horror, se dificulta comparar esta utopía con la sociedad, pero la realidad es que hay miles de ejemplos en este mundo de
como la desgracia, pobreza, indigencia (y demás) de algunos, puede llevar a la felicidad de muchos.

El concepto de fast-fashion habla de los grandes volúmenes de ropa producidos por la industria de la moda, en función
de las tendencias y la “necesidad de innovación”, lo que contribuye a poner en el mercado millones de prendas y fomentar
una sustitución acelerada del inventario personal del consumidor.
Antiguamente las temporadas de la moda eran conocidas como otoño-invierno y primavera-verano, siguiendo el clima
de las estaciones, por lo tanto, las marcas estrenaban 2 o 4 colecciones nuevas de ropa por año. El fast-fashion, gracias a su
necesidad de seguir las tan poco duraderas tendencias, vino a revolucionar esto estrenando múltiples colecciones por año.
La existencia de la moda rápida permite que la ropa sea más barata haciendo que el consumo sea mayor y las tendencias
expiren más rápidamente, la demanda es muy alta y este tipo de moda la cubre. Entonces, ¿Cuál sería el problema de esto?

El problema es que mientras existe la posibilidad de disfrutar la compra de ropa barata y el seguimiento de “el último
grito de la moda”, miles de personas en algún país subdesarrollado trabajaron durante 14 a 16 horas diarias confeccionando
esa ropa en condiciones miserables, poco seguras e insalubres, además de haber sido pagados poco y nada. Cabe
mencionar también que la industria de la moda es la segunda industria con mayor responsabilidad de la contaminación
después de la industria petrolera, lo cual es algo de lo que poco se habla. Este tipo de “moda rápida” no solo hace que se
pase rápidamente de la pasarela a la tienda y al consumidor, sino también a la basura, ya que la calidad suele ser pésima y el
consumo excesivo.

Una persona que tiene todo lo que necesita en su hogar no se pregunta de dónde vinieron la cosas, planteando así
una diferencia de privilegio. La sociedad aprendió a intelectualizar y desapegarse de las desgracias del mundo, porque si se
detuviese a analizar cada situación de injusticia en el mundo, no podría cargar con la responsabilidad del conocimiento de
estas situaciones. Eso no quita el conocimiento pleno que se tiene de que las marcas que producen de manera
exageradamente rápida utilizan mano de obra barata donde les pagan muchísimo menos del salario mínimo a “trabajadores”
no registrados como tales, donde los edificios colapsan, donde trabajan niños. En pocas palabras, existe el privilegio de
intelectualizar la esclavitud moderna por el simple hecho de no querer vivir con el peso de esta problemática y otras, ni
cambiar los hábitos para aliviarlas, pero eso no hace que desaparezcan.

Se podría hacer un paralelismo donde el pueblo Omelas (en el que se basa el libro) es la sociedad que se analiza,
donde un factor de su felicidad es la posibilidad de seguir las modas de una manera económica, pero donde todos saben que
ese factor de su felicidad solo es posible si se esclaviza a miles y miles de personas o, en el caso del libro, si se desnutre y
encierra a un niño. Al final del relato se cuenta que unos pocos abandonan Omelas y se plantean diferentes preguntas.

¿Es felicidad realmente cuando alguien más está sufriendo? ¿Cómo se abandona Omelas? ¿Es posible realmente
abandonar Omelas? Idealmente hay muchas respuestas a estas preguntas, apelando a la moral de la gente, es decir
considerando que no es una felicidad plena cuando alguien más está en sufrimiento, se buscaría la manera de que esta
felicidad sea real, esto es sin que alguien sufra por la satisfacción del resto. El siguiente paso sería encontrar la raíz del
problema, siendo este la gran demanda por parte de la gente hacia la industria de la moda. Podría decirse que este problema
viene de la cultura de propaganda consumista que se impone donde se debe cumplir ciertos estándares para, de alguna
forma, “encajar” en la sociedad. Esto requiere que se esté al tanto de las modas y el cumplimiento de estas en lo posible. En
tal caso, ¿Cuál sería la solución? La solución dependería de que verdaderamente todo el mundo cambie sus hábitos de
consumo obligando así que las grandes empresas cambien por completo sus sistemas. Así se abandonaría Omelas y el fast-
fashion. Sin embargo, aún queda una pregunta por contestar, ¿Es posible realmente abandonar Omelas? ¿Es posible
realmente erradicar la moda rápida?

Se podrían determinar dos posturas dentro de las respuestas, una optimista y una no tan optimista o realista para el
punto de vista de otro. En lo que sería una posición más optimista, rápidamente se encontraría la certeza de que la esclavitud
de personas es despreciable, gracias a la reflexión ética, es decir, la capacidad de ponerse en el lugar del otro y reflexionar al
respecto. Además de que no sería justo ya que se supone que las leyes protegen los derechos humanos y hay un
incumplimiento de estas. Muchos creen que la información y el “destapar” la realidad de esta industria haría que la gente
cambie y en poco tiempo se elimine este tipo de sistema, “Imposible hacer el mal si se conoce el bien” (Sócrates). La mayoría
de estas personas se basan en sus propios valores y ética, pero es cierto que estos son personales y no todos llegan a las
mismas conclusiones, por lo tanto, sería difícil que se logre un acuerdo en el cambio de hábitos.
En una mirada menos optimista o, para muchos realista, el mundo se encuentra atrapado en un sistema consumista
del cual es imposible salir. Es verdad que se puede reflexionar y optar por un camino más consiente en el que uno se compre
lo justo y necesario además de ropa de mejor calidad a la cual se le dé el uso debido en lugar de ser desechada en poco
tiempo, pero es cierto también que este es un camino más caro y no todos tienen la posibilidad de optar por él. Asimismo,
suele estar mal visto elegir una vida diferente en la que se es más consiente del medio ambiente y diferentes problemáticas.
Por ejemplo, si alguien comenta públicamente que prefiere no comprar tanta ropa por no querer contribuir a la esclavitud
moderna, los demás, aunque sabiendo que es real, lo ridiculizarían ya que, gracias a su privilegio, no suelen tenerlo en
cuenta ni sienten que deben de hacerlo. Por lo tanto, siempre va a haber demanda y, mientras haya demanda, va a haber un
sistema que la abastezca.

Ahora bien, ¿Cómo puede ser aceptado por el estado este desinterés por hacer lo “moralmente correcto”? Si el
concepto de política moderno es el de la representación de un deber pensar de la ciudadanía y no un contenido a evitar
porque hay un desinterés por parte de la sociedad, ¿Como logramos separar concepto de su cumplimiento?
Platón plantea el concepto de “polis lujosa”, donde esta tiene una tendencia material y busca de cierta manera la
acumulación de bienes, este concepto puede ser fácilmente comparado con la realidad del mundo donde el consumismo es
moneda corriente. “El secreto de la felicidad es tener gustos sencillos y una mente compleja, el problema es que a menudo la
mente es sencilla y los gustos son complejos.” (Fernando Savater, 2006)
Este tipo de polis da lugar a la guerra y el caos además del surgimiento de nuevos oficios. Si la polis funciona para
solucionar las necesidades de sus ciudadanos, al no erradicar este tipo de fábricas clandestinas donde se esclavizan a las
personas, el estado estaría, de manera completamente injusta y sin proteger los derechos humanos básicos, habilitando
métodos en los que saciar la demanda de sus ciudadanos y así cumpliría con su función de servir a las necesidades de estos.
Allí se abre nuevamente el debate de si la felicidad de una sociedad es plena cuando esta depende del sufrimiento de otros.
Moralmente una persona promedio diría que no, no es felicidad plena ya que depende del dolor de otro, una persona
promedio quedaría completamente espantada al leer el relato de Omelas, probablemente diría algo como “yo no podría
hacerle eso a un niño”. Igualmente, una persona promedio seguirá comprando cantidades de ropa innecesaria y continuará
siendo irresponsable con el cuidado de sus bienes, aún luego de leer este ensayo.

La realidad es que esta sociedad, donde da felicidad comprar prendas económicas y seguir las tendencias de moda,
depende de que miles de personas y niños trabajen, sin estar registrados (empleo informal) hasta el cansancio y les paguen
una miseria, todos lo saben y a pocos les importa.

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