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EL LIBRO DEL

CARNERO
Josué Andrés Moz

Dedicado a los amados 4 miembros de THT, a mi madre,


a Esmeralda Cárdenas, Stefani Martínez,
Wilfredo Santamaría, Salomón Baltodano y Ronald Argueta,
por estar conmigo a lo largo de esta herida.
(capítulo I)
INTRAVENOSA
Ya antes del opio mi alma estaba enferma.
Álvaro de Campos
VÁLIUM

No abras la puerta madre

en esta habitación hay un canto siniestro de fármacos y jeringas

un hombre pronunciando el nombre de la tristeza

un hueso deforme que asemeja la dureza del corazón.

Madre detrás de mis ojos están los ojos muertos de mi hermano

detrás de mis manos de mi voz de mi angustia de mi sombra iluminada por las moscas.

Madre no abras la puerta

puede ser que las bestias arrullen el alma de tu hijo

que los chacales extingan su cordura sobre mi carne

que mi risa recuerde a una mañana lluviosa en el cementerio.

Madre ¿quién está parado al otro lado de mis años?

¿quién se ríe de nosotros y voltea su mirada hacia la tumba?

¿cuántas veces mis lágrimas te han quebrado los ojos

y pulverizado caricias que dejaron los fantasmas de los últimos años?

Qué vergüenza haber nacido muerto qué vergüenza haber nacido

en este oficio eterno de Caín levantando reinos

con este espíritu de Lázaro ignorando la voz de Cristo


con esta geografía de labios sin labios de rostro sin beso

con estas treinta monedas de plata sobre mi lengua.

No abras la puerta madre

puede que te encuentres retratada sobre mis ojos

que la primera palabra que escuches

la hayan escrito los escarabajos entre mis dientes.


CRACK

Rosa Polar hierve entre las manos.

Burbujeo incandescente.

En mi pecho las cucarachas ponen sus huevos.

Extraviado está el niño que con los años devolví a su pesebre.

Escucho el beso que me niegan, el beso que no doy.

La ciudad es un espejo roto donde mi nombre encuentra su lugar.

Soy ese pozo muerto,

sitio en el silencio,

inmóvil catedral de los sueños.

Me arrodillo sobre mi rostro y ahogo mis párpados entre mis venas.

Cada esquina de la noche tiene mi cuerpo dibujado;

mi rostro tres disparos, mi costilla seis navajas

y mi tristeza degollada para repartir a los testigos.

Camino entre automóviles y calaveras enfermas,

entre la música de los basureros, entre las caries de los suicidas.


Sucias están mis manos y siempre limpio mi corazón.

Amo la herida consciente y los látigos de la madrugada,

las gasolineras abiertas,

los golpes de los hombres que nada tienen que perder,

las caricias a la orilla de la calle,

las monedas abandonadas en los charcos,

los policías extraviados en sí mismos,

las mujeres que exprimen su dolor como a un limón seco.

Hierven mis manos, Rosa Polar.

Soy el humo que rebota en los tejados,

la ceniza repartida en las historias de amor,

el tacto siempre enfermo y la piel que vio parir a sus gusanos.

Es fácil, no me quejo:

he olvidado mi nombre y cicatrizado mi culpa

entre las manos de mis amigos y la fiebre de mis amantes.

Escaleras abajo mi país escupe su amargura sobre mi rostro.


Es imposible respirar.

Rosa Polar que ardes entre mis dedos,

a través de ti soy una barca ignorando todos los puertos.

Entran las hormigas bajo mi piel. Telaraña azul.

Ella dice que me ama y pregunta mi apellido;

tiene los labios negros y el cabello corto,

su vientre suave como el silencio,

como el amor de los cuchillos,

como una ráfaga a la cual no debo temer.

Sucias están mis manos y siempre limpio mi corazón.

Desgarradura tibia del abismo, Rosa Polar.

No más venas visibles ni ternura escondida,

no más lenguaje de plomo ni palabra del agua.

Ella dice que me ama y pronuncia mi apellido;

tiene en las manos el temblor de una lágrima

sobre la piel de una cuchara.


Soy ese pozo negro donde terminarán mis días.

Sueño. Rosa Polar. Vena rota. Última visión del chacal.

Amanezco desnudo y con las manos vacías.

Las cucarachas escapan de mi pecho.

Lo que queda de mí

es un susurro del espejismo.


BLANCA

Blanca siempre blanca la locura


desde su nieve que anuncia dos veces el invierno
desde su amargura que es dos veces muerte.

(Al filo de la navaja llega como estrella mutilada ante la noche)

La sangre ahora blanca sobre el vientre de las bestias.


Los ojos tibios del ciervo sobre el lenguaje del hombre.

La nada a través de los signos


a través de las horas trituradas en la mandíbula del perro
a través de las palabras arrodilladas en la página.

La nada y su herida despierta y sus botellas vacías


y su párpado como corazón cerrado frente a los nombres.

(El hombre ha sembrado su ruina en la cabeza de un alfiler)

Sus nervios tensos como cuerdas de violín contra el delirio


su cuerpo frágil y absurdo calcinado entre la lluvia
su primer llanto sepultado bajo su última muerte.

Blanca siempre blanca la locura


desde su nieve que anuncia dos veces el invierno
desde su amargura que es dos veces muerte
sílaba deforme derramada entre labios devorados por gusanos.

(Palabras muertas cicatrizadas


entre las palabras de los vivos)
AGUARDIENTE
A Carlos Gerardo, Rommel Martínez,
Efraín Caravantes y Fredy Mejía,
por sus íntimas intenciones con el lenguaje.

Semillas, semillas como arena. Todo tiembla y el mar es una navaja que encuentra el perdón
para nosotros. El mar entre las manos, el vidrio que canta, la arena recubriendo la tráquea,
endureciendo los nervios. Todo tiembla y es anfibio el laberinto y tiene labios la noche y dice
lo que yo nunca he podido. Veo el estanque donde duermen las estrellas —pensamiento
acuático este, voz de piedra. Lo que rompe la piel del agua es la ausencia, lo que llena las
estrellas con su luz, es aquello que nos quitaron de la mirada. Bosques de sangre nacen en
los ojos.

Comprendo que la culpa se vacía en los zapatos y nada más, comprendo que hemos llegado
a la edad en que masticamos el plomo y abandonamos esa necesidad de encontrar a los
culpables. En el vientre: las palabras, el filo del vaso, las burbujas que se acumulan y desgajan
su fiebre sobre nosotros.

Hay un lugar en el rostro de la página, en el hueco del insomnio, un sitio coagulado que repite
su altura y nos ve diminutos, como toda manzana mira a la serpiente al morder su propia cola.
Un enjambre de luces para iluminarnos los dientes, para rellenar nuestra caries, quinientas
luciérnagas de sangre para humedecer la juventud.

Quien toque esta página estará tocando la desnudez.

A este poema nadie puede entrar por la puerta de adelante. Este poema es una casa con las
ventanas rotas y roto el lenguaje que lo escribe desde el tejado.

En la cabeza del alfiler se han fundado los imperios. Hay un puente de aire, tenso de un lado
al otro del abismo y los poetas doctos dirán: no se puede cruzar el puente, nos están
vendiendo humo, nos están fabricando el misterio. Entonces el poema será exiliado eterno
de las antologías y no será estudiado en las aulas de los intelectuales, y mucho menos ganará
premios en el extranjero, pero el poema nunca estuvo hecho para ellos, el poema no cabe en
las manos de escarabajos que ruedan las sobras de su propio asombro. No hay hígado en el
poema, no hay bilis para bañar el signo. Los niños cruzan el puente y es invertebrado el amor
de sus ojos; la palabra que escuchan es el pájaro que tiran para atravesar las piedras.

Todo tiembla y hay una canción desconocida que se escucha a través de sus manos.

A este poema se entra con los pies descalzos y nunca se pregunta por sus peces ni por la arena
que queda extraviada entre las uñas. En este poema se escucha el rumor de los corales y se
saborea el deletreo de las algas.

Este poema es un vaso transparente y cada quién decide lo que queda en su garganta.
LSD

Caigo de cara sobre la página


y se derrama el Pont-Saint Espirit desde mi cráneo.

Observo el delirio como un dios nunca venerado


húmedo mientras yergue su escarcha por mis venas
mientras levanta sus manos para predecir el desastre.

Ángeles de marfil se arrodillan frente a mi sueño


caricia vegetal cuando dicen su herida alrededor de mi nombre.

¡Ay! de esta trenza que seremos ahora


de esta daga que respira a partir de los cadáveres
la renuncia del ser ante el murmullo de lo imposible.

(Ante la palabra de dios que todo lo niega)

Caída horizontal al saltar por las ventanas


al pensarse abismo frente al relámpago de la vida.

(Todo mi amor ahora recostado en el límite del invierno)

Escucho más allá de la ciudad


más allá de ella y su coraza impenetrable
más allá del gemido de los neones y las botellas
de las luces cubriendo una sinfonía de vértebras rotas
del oxidado silbido de las balas a través de los cuerpos
de los niños naciendo mientras el cielo esgrime su torcida sonrisa
Afuera está mi corazón goteando cristales sobre las cabezas de los hombres
adentro este líquido rápido que me desdibuja el recuerdo
esta caída perpetua para crecer como una grieta al otro lado del insomnio.
NICOTINA
.

La araña teje en mis pulmones


la raíz de mi próximo nacimiento.
MARÍA

María entrégame tu corazón entre la niebla


tu palabra lluviosa & de entraña limpia

(Permíteme asistir a este ritual para el que siempre es tarde)

Hoy tengo ausencia empozada entre mis dedos


demasiada herida amanecida entre mis horas

(Mi llama es una blasfemia cuando no toca tu cuerpo)

¿Quién habrá de nombrarte con una lágrima en la tierra


con la fatiga de los días rompiendo palabra como a columna?

No te espera mi beso sino desde la soledad


no te abraza mi sombra sino desde otro cuerpo
no se abre furioso mi pecho sino como una rosa

Roja plegaria eres a través de mis ojos


(Cuando mi boca nace donde termina tu sexo)
CABALLO
El diamante es una súplica
que tú inyectas en mi carne
el sol asustado huye
cuando eso entra en mi vena.
Leopoldo María Panero

La aguja desciende como guillotina sobre el brazo.

(Imágenes que se cierran abriendo las puertas del olvido)

Hay un canto de escorpiones azules que cabalga entre las venas


cuya leche oscura se derrama presionando los cuellos de las arterias.

(Como si de hombres diminutos se tratara


como si de dios mismo ante la miseria de los hombres)

Cuánto símbolo tembloroso estacionado en la carne


Cuántos cuerpos devorados por la ternura del desierto.

Mañana volverá el hombre


como herida que se arrastra desde los espejos
(Humillado)

con la decadencia inmortalizada en sus tejidos


con sus lágrimas semejantes a la misericordia del plomo
con su mirada huérfana de mujeres de banderas y victorias
con su precipicio parecido a una boca
con sus manos parecidas a navajas
con ataúdes ajustados al cuerpo desde la cuna.
Los caballos rabiosos y sus crines de espuma:
incapaces de alcanzar los territorios de la muerte.

(La muerte escribe sobre la página: un panal inmenso de lamentos)


CERVEZA

(Poema para leer en un bar al sur de la ciudad)

A mis amigos,
porque cada uno tiene un motivo legítimo para amar la noche.

Cierra la botella sobre tus ojos


su caliente párpado luminoso.

Desaprendimos la forma de amar sin esperar la certeza de los dados


entendimos que el sueño le ha sido negado a quienes desearían olvidar las respuestas.

Desde hace años


es tiempo de llorar la más amarga de nuestras risas.

(Abrir la ventana es encontrarse con todas las puertas cerradas)

Entre nosotros
la respiración de los escombros
el ojo vacío que nos recuerda el incómodo giro de la ruleta
las agujas en los relojes y los brazos
los tímidos acordes de los insectos
la nieve amarilla escurriéndose en los pulmones.

(Ninguno aquí es distinto a una estrella que se apaga)


Todos iguales a esa diminuta canción de tres minutos y medio
cuyas líneas nunca humedecen nada entre las piernas
pero que sí conocen de banderas podridas en los ojos.

Ladrillo tras ladrillo los signos cobran sentido


en estas paredes donde la inocencia es la antítesis de la sombra
donde una llave es suficiente para todas las puertas
donde la noche dura lo que permita la doble cara del llanto.
KROKODIL

Hoy comienzo a escribir como quien llora.


Antonio Colinas

Odio el nombre de mi país por no poder salvarme


William Alfaro

Primero dios,
segundo dios,
tercero dios…

Abro mi garganta.

Juego con la voz de mis amigos muertos,


pronuncio —animal adentro—
el abundante sargazo a las orillas de mi sangre.

Alguien clava su cuchillo:


extraviado espejo de la infancia,
limpia marca del derrumbe.

En mi alma dislocada bajo todos los puentes


los hombres entienden que es inútil encariñarse de los pasos perdidos.

II

Mi país tiene un nombre que no le pertenece


unas piernas rotas para correr tras el amor
del dios: eternayamargamentedormido,
para permanecer en una bolsa plástica,
y desayunar escuchando el concierto de los gusanos,
para volverse olvido en el olvido,
armario del silencio,
cadáver sepultado a veinte metros de casa.

Putrefacta mi sangre buscando la tuya


celebrando mi funeral
antes de que nadie encuentre mi cuerpo,
antes de que todos lloren el tuyo

(tu cuerpo sobre el asfalto,


con toda la rabia del hombre
con todo el amor de dios)

Tierno siempre dios,


tierno su abrazo de plomo, su beso de alambre,
su lengua piadosa lamiendo orfandades.

Todo es un regresar a través de los pasos,


(mil novecientos ochenta – mil novecientos noventa y dos)
un viaje inconcluso por la espalda de la bestia,
un desierto bífido, un colmillo roto de coyotes en la sangre,
una vigilia inútil de madres esperando escuchar el golpe de la puerta,
un amanecer con ramos de brazos en el jardín,
un hematoma en el ojo derecho, el puño cerrado de tu padre,
los trece segundos en el suelo, las costillas rotas, la boca azul,
la vecina que mandó a su hijo a morir en otro país,
las primeras cuarenta y ocho horas en bartolinas:
los diez miligramos de desomorfina al jalar el gatillo.
(CAPÍTULO Ii)
Sangre

Aquí está la casa cuya infancia


se redujo a una trampa de alambres rojos.

Ocean Vuong

Porque cuando hablo de infancia

también hablo de la muerte.

Estefanía Renderos
DANZA DE LOS ESPEJOS PARALELOS

Saludo a mi doble, a mi triple.


Me miro en el espejo
y veo un rostro cubierto de ojos
de bocas, de orejas, de marcas.

Gherasim Luca

El silencio no existe en una ciudad perfumada por la sangre.

Pienso en el hijo que tendré para morir a través de su mano,

en el aroma de alacranes tartamudeando en el plomo,

en la voz del padre de mi padre coagulada sobre mis ojos.

Nada entiendo de ternura a esta hora del naufragio.

Hay a través de la noche una prótesis del dolor,

un camino anfibio – terriblemente angosto –

por el cual arrastrar la conmiseración, la soledad, el insomnio.

Apenas tengo nombre para calzar el invierno

porque la noche deposita cada día su estirpe entre mis huesos.

He llegado a perseguir la sombra que mi beso deja en otros labios,

a extrañar su vacío nunca dicho, a despedir sus naves perdidas,


a repetir su paso enfermo hacia los puñales del humo.

Hoy

me veo regresar al vientre de mi madre,

hacia la primera gran herida que escribí con este cuerpo

hacia la primera lágrima que llorarían mis hijos

y aborrecerían calladamente mis nietos.


GRAFITI: ENSAYO ACERCA DE LA ORFANDAD

Ha nacido el hijo abandonado que abandonará a sus hijos,


aquella navaja que desconocerá lentamente todos los abrazos.

No toda muerte es pólvora en las manos


ni cualquier nacimiento significa olvido ante la tristeza.

Con piedras en los bolsillos y clavos en la boca


ha nacido la muerte del niño que pronto ha de nacer.

El amor fue olvidado en los recintos de la fiebre.

Los besos que antes recorrieron el vientre


son delgadas sombras en el eco de los pasos
y toda la humedad acariciada aquella noche
ahora es una constelación de charcos predecibles abandonando la sonrisa.

Nada hay del viejo pesebre que podamos admirar,


nada en la voz del padre que ha prometido su regreso,
nada adentro de la cueva ante el rostro y la renuncia,
ante su tercer día hecho de tanta espera,
hecho de tantos años de moscas enterradas en los huesos.

Esta sangre que es a la vez hemorragia de sí misma:


dibuja en la cabeza de otro hijo
el beso que nunca le entregaron al nacer.
CARCOMA

Mi abuela no teje sino la culpa en los labios azules de su madre,


ella es un cementerio interminable de noches rencorosas,
un paisaje de gaviotas que se desploman sobre la piel de los inviernos,
una bahía de palabras cercenadas en la boca de sus nietos.
MARINERO
A partir de esa fotografía en el álbum familiar.

Se abren los límites del sueño deletreando mi nombre

Aquello roto es mi cariño sobre la sangre,


mi carne descompuesta por todos los amores que murieron frente al mío.

He aquí mis entrañas bautizadas en otro cuerpo,


mis manos que nada sostienen, mis huesos enfermos de alguien.

Acaso la Gran Esfinge


pronuncie mi renuncia como el tiempo hace con la tristeza,
mientras los tambores resuenan como túneles hacia la desnudez de los años.

Pálido,
desgarrado & pálido: mi corazón encanecido por el llanto,
como un pabellón que se moja por dentro & oscurece por fuera.

Me descifro atormentado frente a una baraja de cristal,


como una pequeña escena dibujada con nardos & revólver.

De esta lengua nacen todos los temores del mundo,


mi huella que es lamento sobre la tierra,
mi beso: oscura lágrima en alguna mejilla.

El insomnio toca mi cuerpo para sentir el suyo,


lame mis ojos para lamer su herida,
llora mi vida para vivir su muerte.

La Gran Serpiente: ofrece mi corazón entre las manzanas.


DEFINITIVA CARTA AL PADRE

Hemos aprendido a decir tu nombre con otras lenguas,

a pronunciar la estatura que esperamos de tu misericordia,

e instalar tu rostro en las grietas de nuestras rodillas.

Aprendimos a esperar tu abrazo:

colgados de esta cruz podrida por la desesperanza

y acechada por los perros que custodian

los designios del hambre en esta ciudad.

Padre, devuélvenos las plegarias que depositamos en tu manto.

Manda a que el olvido recoja cada uno de nuestros cuerpos

ahora derrotados en el limpio valle de tu ira.

Nosotros que solo hemos nacido para la muerte

estamos inconformes con tu silencio,

con tu mano oculta detrás de los escombros,

con la paciencia que guardas ante tus hijos,

que sólo pueden verte desde el ojo de una bala.


Bajo estas aguas en que se clavan tus pasos

yacen insepultos los hombres y sus corazones

quebrantados por el ladrido de la pólvora

y abrasados hábilmente por el beso del exilio

pero no les desconozcas querido Padre

porque sus gargantas y sus gritos te pertenecen

porque sus estrellas masticadas y huérfanas de todo cariño

son tuyas.

Desde este dolor plantamos un grano de mostaza en tu nombre

como quien planta su tristeza en el centro de una lágrima

cuya humedad no será jamás escuchada por tus oídos

Padre, esta noche siento: la furia de Caín en mis manos.


LAMENTO DEL CARNERO

El principio del terror es una página en blanco. La memoria arroja su sangre por la nuestra.
Ambición estéril escupen los años, ambición de encontrarse al otro lado del fracaso. Madre,
¿me escuchas? Estoy escribiendo sobre una lápida que lleva el nombre de tus hijos y de los
nietos que no llegaste a conocer. Nada. Nadie tiene sentido. Ninguna mano tapa mi
vergüenza, ningún latido esconde mi morir. Me duelo doliendo tu dolor; me lloro viéndome
llorar tu llanto. El principio del terror es una colmena que se agita, una lengua que se desliza
por la espalda, un silbido que atraviesa los huesos, el páncreas, el hígado, los pulmones. He
llegado para observar tus restos y los restos de mi niñez, para verme devorado por espejos y
escuchar tu canto silenciando mis pupilas. Otra vez nazco derrotado en esta tierra, sobre dos
guantes blancos y fríos, sobre el aroma ruidoso de la tristeza. Desde aquí te escribo, madre,
desde tu vientre y mi renuncia. Este dolor no será importante para los periódicos, la
conmiseración o para escribir un gran poema. No tendrá la estatura del vacío, ni cubrirá
siquiera la geografía de mi soledad. Estoy solo desde antes que te fueras: desde que mi padre
fue detestado por el suyo, enterrando los juegos a punta de patadas en sus costillas. El
principio del terror es una cruz dibujada frente a mi voz, un abismo colmado por los colores
del naufragio, una barca lluviosa estacionada a las orillas del invierno.
LAS VIEJAS COSTUMBRES

E̶l̶ ̶S̶al̶ ̶v̶ad̶ ̶or̶ ̶ ̶r̶ec̶ o̶ ̶no̶ ̶ce̶ ̶ ̶a̶ ̶l̶a̶ ̶p̶er̶ ̶so̶ n̶ a̶ ̶ ̶hu̶ m
̶ ̶a̶n̶a̶ ̶co̶ m
̶ ̶o̶ ̶el̶ ̶ o̶ r̶ ̶i̶g̶en̶ ̶ ̶
y̶ ̶el̶ ̶ ̶f̶i̶n̶ ̶de̶ ̶ ̶l̶a̶ ̶ac̶ ̶t̶i̶vi̶ ̶da̶ d̶ ̶ d̶ ̶el̶ ̶ E̶st̶ ̶ad̶ ̶o̶,̶ ̶
q̶u̶e̶ ̶es̶ t̶ ̶á̶ ̶or̶ ̶g̶an̶ ̶i̶za̶ d̶ ̶o̶ p̶ ̶ar̶ ̶a̶ ̶l̶a̶ ̶co̶ n̶ ̶se̶ c̶ ̶u̶ci̶ ̶ó̶n̶ ̶d̶e̶ ̶l̶a̶ ̶ju̶ ̶st̶ ̶ic̶ i̶ ̶a,̶ ̶
̶d̶e̶ ̶l̶a̶ ̶se̶ g̶ ̶ur̶ ̶i̶d̶ad̶ ̶ ̶j̶u̶r̶í̶di̶ ̶ca̶ ̶ y̶ ̶ ̶d̶el̶ ̶ b̶ ̶i̶en̶ ̶ ̶co̶ ̶mú̶ ̶n̶.
Artículo 1. Constitución de la República de El Salvador

«Amo tanto a mis hijos que nunca me atrevería a traerlos al mundo.

Amo tanto a mis hijos que nunca me atrevería a traerlos al mundo.

Amo tanto a mis hijos que nunca me atrevería a traerlos al mundo».

Por la lengua de la espada se desliza la sangre:

hay cabezas de niños dando vida a la balanza,

la mujer calla, es rígida, inmóvil,

tiene los ojos cerrados y sonríe para nosotros.

Este es un país solamente para viejos.

Nunca nos dejaron ser niños,

siempre nos dieron sangre, canas,

calendarios para nuestras lenguas,

tatuajes de tinta cortada, pañuelos para nuestros días,

siempre nos dieron el fuego,

cosecharon el limón más jugoso para nuestras llagas,


cada noche nos entregaron los besos que nunca deseamos conocer.

Saliva oscura hay de los sedientos,

fiebre de los amantes del cuerpo de Cristo.

Y nunca les bastó el cuerpo de Cristo entre las manos,

y no son sino los avemarías el perdón para la sombra,

para el animal hambriento, para el diente que rompe el nervio.

Ritual desnudo, ceremonia que oscurece los rostros,

que parecida a serpiente recorre las piernas,

y quebranta faldas como la muerte hace con los párpados

(la inocencia queda en la placenta, en el frío, en la niebla,

en algún basurero oxidado a diez años de nuestro llanto)

Una mano es capaz de desmoronar los besos,

de triturar con sus dedos el calor de todos los abrazos.

Sólo espaldas frías nos dieron

sólo dulces para cosechar la rabia,

algunas monedas, algunos juguetes,


algo de compasión privada para aprender el oficio

de fermentar en silencio nuestra amargura,

y seguir visitando a nuestros tíos,

y seguir viviendo con nuestros padres,

y seguir la cansada rutina de sonreír al esposo de nuestra madre,

y guardar los cuchillos bajo la almohada

como un gran secreto familiar.

Allí está el retorno,

en la voz del sacerdote al dictar la misa,

en la las lenguas artríticas de viejas que gritan:

«aleluyamén, diosbendiga, ruegapornosotros

y niñaustedtienelaculpa, muy cortita la falda,

porque el hombre es hombre y el diablo es diablo»

Sólo vientres rotos nos dieron,

una cita con bisturíes en el quirófano:

la doble sentencia de ser culpables

por extraviar nuestra infancia

en algún hematoma de la memoria.

Nos escupieron el rostro,

nos dejaron masticando sus muertos,


nos obligaron a parir a sus hijos,

cultivaron la ceguera en sus reinos,

y nos cerraron la puerta con doble llave,

nos espiaron desde las ventanas tranquilamente

y nos vieron contar una por una

las arrugas que nos escribieron en la sangre.


(CAPÍTULO Iii)
aquella
Memoria

El odio es una flor perversa


creciendo en las manos de los niños;
sus padres fueron nutridos
con el amor que les ofreció la pólvora.
-Elías Giraldo Salazar-
MANICOMIO: MONÓLOGO ACERCA DE LA MEMORIA

Afirmo,
afirmo sobre la memoria del agua
cuando esta barre los cuerpos
y aquello que deja es nuestro temblor en la tierra.

La guadaña es el fruto,
cal violenta devorando los huesos
acero que traspasa el vapor de la última tarde.

[Sobras] [Caries]

Aquello que queda en la boca


es la putrefacción del cuerpo que se fue.

Afirmo:
toda mi rabia es péndulo,
todo mi cuerpo repetición,
todo mi país, toda la historia.

Aquella bala del 1932


tiene lugar en el pecho compartido de mis hijos.
Escucho la bota contra los dientes,
el beso metálico del rifle contra el cráneo,
una lanza umbilical atravesando el costado,
un helicóptero desordenando los nombres repartidos en la hierba,
una granada rompiendo las ventanas.

Nacimos para desaparecer.

[Llevo años escribiendo el mismo poema


y moriré mucho antes de haberlo terminado]

He mecido el delirio entre mis manos


he conocido lo caprichosa que puede ser la dama
que sostiene la balanza.

En mi cabeza:
se repiten las voces, los aromas, la crujiente huella del absurdo.

[Leer tantos libros enferma] [Leer tantos libros enferma]

El cerebro es un mapa
y todo nos dirige hacia la soledad.

Entiendo las brújulas


y escucho rebotar los casquillos.

[No puedo apartar a nadie de la pólvora]

[Entregar mi cuello no salvará a nadie del cuchillo]


Desde aquí,
percibo la flauta: Hamelin en los huesos.

Veo a las ratas enamorándose del abismo.

Veo: antiguos-niños-hermosos arrodillados frente a la soga,


sordos, inaugurando cultos y monumentos,
levantando puentes peligrosos
con las sobras de aquella fe que les hicieron masticar.

[La inocencia no suaviza la caída;


nunca la ingenuidad evitó la fractura]

Alguien escribió nuestra historia para reírse de nosotros,


alguien a kilómetros de nuestro amor,
a tantos metros de la esperanza.

Los veo venir, caníbales de su tiempo,


los escucho marchar sobre las tumbas,
hacer rondas de orgullo sobre carne soterrada;

los escucho espantar las moscas


los escucho convertirse en las moscas.

[Hace tantos años que el terror también tuvo la forma del milagro]
Yo conozco la herida que ha provocado la gangrena
pero eso ya no es suficiente.

Nada lo es.

Nadie.
USHER AND THE MAD TRIST

A Sir Launcelot Canning,


rostro de la posguerra salvadoreña.
Con auténtica admiración.

Lady Madeline besa mis labios

y con ellos todos los labios que he besado.

Ella recuesta mi cara contra su pecho

para poder escuchar la infancia muerta de mis padres

y oír cómo ellos se rompen con la niñez de los suyos.

A mí, Lady Madeline

me trajo una bandeja de barro

con una montaña de pólvora para esconder las llagas,

un arrecife de huesos perdidos dónde encontrar la rabia,

una hoguera de luciérnagas para alimentar el delirio,

una triste peregrinación de hombres sin boca y sin brazos

y que de seguro

fueron los únicos que conocieron

el abecedario para descifrar el camino.


II

Con ceniza repartida en la lengua

y escarabajos escalando mi espalda

yo inventé un glosario para los besos de Lady Madeline.

Ahora, en la lengua suya:

la sangre es un mineral que no se derrumba jamás;

no esperemos verla caer, nos han mentido miserablemente,

debemos aprender a vivir con ella.

Lady, Lady, Lady, Lady Madeline repetida en la piel de esta página, en la de todas las
páginas. Inútil resistir a ella frente a sus ojos, mientras siembra árboles que nacerán torcidos,
mientras cosecha cabezas de hombres que escribirán la muerte como un espectáculo y jugarán
cada noche todas sus cartas para que les creamos: que suyo es el único dolor. Lady Madeline
decorando los pulmones que tiene a la mano, con pequeños insectos luminosos en la
radiografía. Lady Madeline a través del vaso observando cómo piensas que eres ''el único
sobreviviente'', ''el más peligroso'', ''el más terrible'', ''el siempre fértil'', ''el único cuyo valor
es importante''. Lady Madeline riéndose del cementerio que eres.

Lady Madeline junto a todos nosotros en un ataúd demasiado pequeño para tanta muerte.

III

Los que salen de casa


todavía conservan el aroma de los muertos,
escuchan las banderas que agita la enfermedad.
No importa qué tan lejos queden las ruinas,

de cuánto olvido busquemos embarazarnos

siempre sobre nuestra espalda:

Lady Madeline levantará sus escombros.


MISTER COP

A Carla Ayala y Daniel Alemán

No necesito calzar su uniforme para hablar de la muerte

ni conocer el oscuro abecedario que le besa los dientes, señor policía.

Dígame entonces

qué hacemos con sus tatuajes,

dígame

dónde esconder la dentada silueta de su miseria,

qué hacer con esa tristeza de no poder meter sus manos bajo mi falda,

de no poder llevar mis tacones,

con esa rabia luminosa que lo hace querer romperle los dientes a mi hermano.

Perdone, señor policía,

que sea tan directo,

perdone mi tristeza.

Perdóneme, señor policía, por no ser uno de sus muertos,

por no sonreírle trágicamente a sus compañeros en la patrulla,

por no estarme pudriendo en bartolinas,

por no dejarme fabricar las pruebas necesarias,

por no agachar la cabeza y caminar bonito frente a su sombra

de un metro treinta, de un metro ochenta.


Acá la noche se nos mete por los pulmones,

acá los billetes tienen el rostro de lo que hemos perdido.

No necesito los cuchillos,

no necesito los balazos,

no necesito verlo agitar su soledad en el asiento del copiloto.

Míster cop-burbuja negra-the polismen,

¿Cuántos gemidos le caben en la punta de la bota?

¿Cuántas cicatrices dormidas lleva en el eco de sus manos?

¿Cuántos desiertos han tejido las arañas en la boca de su mujer?

¿Cuánta ausencia soportan los delgados huesos de su hija?

Yo lo conozco, señor policía,

no necesita taparse el rostro para mí,

no tiene porqué arrodillarse frente al Cristo,

ni llevar más ceniza en su frente que la que lleva en las manos,

no necesita demostrar que nació con alacranes en los ojos;

yo escucho desafinar esa canción desde que desapareció a su compañera,

yo conozco su dulce ritual de sangre,

yo sé de la potencia hidráulica de sus mandíbulas.


No se preocupe, señor policía,

yo traigo mis propias bolsas negras

para ahorrarle el gasto

y las molestias.
BREVE MENSAJE ENRROLLADO EN LA PATA DE UNA PALOMA

Cristo observa todos los cuerpos caer

desde la azotea de su silencio.


(CAPÍTULO iv)
Se dice de la
carne
BABEL

A R.H.

Tu vientre

siempre fue una república de lenguas predestinadas al exilio.

Tus manos

estrellas calcinadas en la madrugada de los perros.

He aquí la oscura carne habitando los pasillos de mi memoria.

La costra en las rodillas

de quien se inclina ante el recuerdo de tu sexo

como ante una catedral que derrumbaron los años.


CONFESIÓN DEL CARNERO
A Karla Escalante.

Ya mucho antes de tener manos


yo tocaba tu cuerpo.

¿Cómo olvidar que la quietud ha tenido otras formas


& ha pesado en mis huesos tanto como el naufragio?

Antes de tu lenguaje
sólo hambre, lágrimas & pellejos,
cuerpos desnudos en la noche desnuda,
insomnios temibles para evadir la orfandad,
pequeños calabozos absurdos
hechos para encerrar falsas tempestades.

Yo deseo de tu tristeza todo lo que pueda entregarme:


este pacto invisible que llevamos en la carne,
esta soledad que se confunde con las mías,
esta raíz violenta incapaz de permitir el tedio,
esta necesidad
de llegar al amor con las piernas rotas.
MOTEL: BREVE ENSAYO ACERCA DE LOS REFUGIOS

[OUTSIDE]

La parábola del martillo inaugura el musgo sobre la piedra;


verde el pecho, rojo el párpado que se cierra.

Detrás del humo:


ladrido de perros,
cilindros donde el rencor cuece su permanencia,
líneas amarillas, botas, pañuelos, fotografías,
carrozas de luces que nos persiguen detrás del sueño.

Pasado el tiempo:
el hombre es una rama incapaz de sostener a los pájaros.

[INSIDE]

No hay camino sino a través de los dedos,


no hay lágrima que importe frente al nacimiento de la espuma.

Existe una lengua de yeso


acariciando el semen de los días.

Baja el amor en forma de manos,


bajan,
pequeñas gasas para atender a la fiebre.
Y no es el hombre sino un verano diminuto, un monumento de ceniza resistiendo su temblor
frente a la niebla. Allí está ella. Y la desnudez encierra todos los pasos que agrietaron
nuestra espalda, cada una de las espinas que cerró su rabia contra nuestra sangre.

Una vez puesto el yodo


todos querrán acercarse y escuchar la fiesta,
querrán inaugurar su risa por debajo de la herida.

El horror no existe de este lado de la puerta


y no importa si la autopista arroja sus dados
o si los semáforos barajean nuestros nombres:
esta habitación es toda humedad
y existe un perfume como un gran país,
una canción donde es permitido mutilarse el invierno.

[BORDER]

Abrimos la puerta.

En los ojos: banderas de alambres y márgenes lechosos,


otra vez la crucifixión,
de nuevo la sanguijuela alimentándose del sismo,
nuevamente el musgo subiendo por las manos:
el horror extendiendo su reino sobre la boca,
amenazando los dientes,
el tambor inventando la huella,
torciendo el rostro del madero.

De cara al asfalto
la memoria del agua: esa cortina transparente
para volver a refugiarnos en el mar.
CINCO FOTOGRAMAS DE LLUVIA PARA DESPEDIR EL INVIERNO

La luna
siempre será menos hermosa
que la luciérnaga detenida sobre los dedos.
Ríos O'Hara

A Stefani Martínez.

I
Mi lengua,
carretera abierta por la cual pasea tu cuerpo,
músculo sellado bajo las huellas de tu sudor.

II
El aire es capaz de respirarnos,
de nombrar con su brújula transparente
un sismo acuático:
una blanca marea de arcilla sobre las manos.

III

Tu ombligo,
pozo desnudo para desvestir mis labios.

IV
Mis dedos atravesando tu cuerpo;
mis dedos tan cerca de tu corazón.

V
Digo tu nombre como decir el agua,
tibio rastro de espuma a las orillas de mi voz.
DELIRIUM TREMENS: ROOM 504

A Stefani Martínez.

Blancas las paredes, las sábanas, la alfombra minúscula que es ahora mi lengua sobre la
página. Un temblor recorre los huesos, un canto violeta que atraviesa los párpados. Veo mi
rostro y apenas identifico mi aliento.

Algo de paisaje me devuelven tus labios. No todo es memoria diluida entre los dedos.

Hasta aquí, es transparente mi cordura. Después está el vacío, el lamento circular del vaso,
el líquido escape del sueño olvidando mis ojos.

Recuerdo: ambos éramos pequeños, y tu desnudez una sábana suficientemente amplia para
escaparnos del frío. Aquella habitación, muy distinta a esta en que me encuentro. Allí, pensar
en tus labios tenía sentido. Tu saliva dibujaba una torre alta y muy firme por la cual podíamos
saltar los dos.

Llegada la tarde, tu rostro hablaba el lenguaje de mis dedos.

En mi garganta, otra vez la asfixia, otra vez la náusea, el garfio metafísico perforando los
pulmones, encontrando la caries en cada palabra que haya pretendido calmar la sed.

Tengo frío, y no hay abrazo para mi rabia.

La madrugada tiene manos para mi rostro, para inventar un canto yugular que se abra contra
sí mismo. Es blanco y espeso el recuerdo. Blanca la forma del sueño en que tu pecho busca
ser refugio para mi boca.

Despierto: la esperanza todavía es parte de la enfermedad, la estéril imagen de un puente que


jamás cruzaremos. Tiemblo y es extraña mi lengua al interior de la botella, porque siempre
es extraña la forma en que se presenta la verdad.

El encierro anochecía, mucho antes que estos muros.


POSTAL EN SEPIA

Es mediodía en mi sangre.

Toco tu rostro para confirmar que mis dedos existen,


para reconocer mi respiración en el latido de tus labios.

Pienso en nosotros.

Aquella noche la arena fueron mis dedos

y la espuma resbalaba de tu vientre;

yo tenía la edad exacta para pronunciar tu nombre,

las sílabas tejidas como pétalos precisos alrededor de mi lengua.

Pienso en nosotros

y se apaga mi rostro.

La oscuridad es aquello que nos dijimos

después de esa madrugada

en que liberamos a los cangrejos.


(CAPÍTULO v)
La lengua
Inútil el cadáver sin sus larvas,
sin el blanco ritual que celebra la rosa.

Al pronunciar la rosa
todo su aroma desaparece,
al preguntar por el color del silencio
todos los ruidos encuentran una lengua para morder.

Yo no quiero deletrear la cruz


para que sientan los clavos;
si digo la manzana
espero que se vean masticando a la serpiente.
Joaquín Prada

Cuando yo uso una palabra –insistió Humpty Dumpty


con un tono de voz más bien desdeñoso–
quiere decir lo que yo quiero que diga…, ni más ni menos.
Lewis Carroll
ESTRECHA FOTOGRAFÍA DE HUMPTY DUMPTY

EL lenguaje es ruptura del cuerpo y la caída balbuceo del cráneo. Pronunciar la carne es
buscar el origen del muro: amanecer entre los ojos de los caballos. Humpty Dumpty ha caído
sobre su propia lengua. De nada sirve preguntarse cuántos ladrillos escribió con su nombre,
cuántas caídas esperaron la suya. Humpty Dumpty escribe en su calendario las fechas que
nunca fueron inventadas, los cigarros que nunca fueron encendidos. Fuera de la legalidad:
Humptydumpty es la palabra del niño que ha nacido demasiado viejo. A Humpty Dumpty no
le gusta el llanto de Huidobro, y dice que el origen es una mentira, nada de «Mitradente,
Mitrapausa, Mitralonga» y menos cuando esto necesita mucha seriedad para poder existir.
Las mayúsculas son como gritos dice HUMPTY DUMPTY, y no comprende hasta ahora
las pretensiones de Vicente. Dice que los paracaídas fueron inventados para aquellos cuya
redontella significa encontrarse tallerendo a orillas del lucenario. En el ojo de Humpty
Dumpty: no encontrarán séptimos cantos. «El mayor canto es el silencio» dijo -mientras no
pronunció ninguna de sus palabras. Para Humpty Dumpty es imposible encontrar un
montresol al lado de una mandotrina, eso es obvio, si el tempovío no madruga con los ojos
abiertos. Para Humpty Dumpty la definición es el espejo de las contradicciones. Los
diccionarios existen para negar la fragilidad de nuestros cuerpos: para detener el rebote detrás
del rumor de nuestra caída. A Humpty Dumpty no le importa encontrar su desnudez en el
plato del rey, ni respirar su retrato en la saliva del pordiosero. Humpty Dumpty es la negación
de lo que alguna vez ha sido negado. Una sola de las palabras puede ser la misma soledad. Y
la afirmación de la muerte una semilla que nace en el vientre de los pájaros. No intenten
definir a Humpty Dumpty: él es un huevo que ha caído torpemente desde un muro y nada
más.
ARS POÉTICA

Franja de niebla para encontrar las palabras.

Detrás de la espina: la ternura de la sangre.

Inútil el cadáver sin sus larvas,


sin el blanco ritual que celebra la rosa.

Al pronunciar la rosa
todo su aroma desaparece,
al preguntar por el color del silencio
todos los ruidos encuentran una lengua para morder.

Yo no quiero deletrear la cruz


para que sientan los clavos;

si digo la manzana
espero que se vean mordiendo a la serpiente.
CONTRA LOS POETAS: ENSAYO ACERCA DE LA HUMILDAD

Lengua-bandera-quemada:
el sol es un manto frío sobre los huesos.

Náusea de todo aquello alcanzado por la vista;


náusea mía y del abrazo.

Yergo mi sombra
y la joroba es una lágrima
fabricada hace ya veinticinco años.

Ninguna lengua detendrá la bala,


ninguna página calmará el hambre.

Entender el oficio es comprenderse inútil.

Lengua-bandera-quemada,
nada más saberse este sitio diluido,
esta brisa blanda que mece los párpados,
que irrita la sangre por unos segundos,
que flexiona el músculo por el cual nos sabemos llanto.

«Escribir para no morir»:


he aquí el más hermoso de los lugares comunes.

Salvo a la hormiga
porque pretendo que ella salve al hormiguero.
Entiendo que mi carne y la tierra
alimentan un árbol hipotético,
en él: los gusanos que nacieron de mi tórax
reptan su amor de invierno:
inauguran las flores.

El director es preciso: escena 19 – toma 7

EXT. AUTOPISTA / ÁRBOL A MEDIA TARDE / VOZ EN OFF

[El árbol es inútil y lo sabe, pero su sombra cobija los besos de los amantes.
El árbol es inútil y lo sabe, pero los perros orinan sobre su tronco.
El árbol es inútil y lo sabe, pero se quema y apaga el frío en otros cuerpos]

Lengua-bandera-quemada
Lengua-bandera-quemada
Lengua-bandera-quemada
Lengua-bandera-quemada
Lengua-bandera-quemada
Lengua-bandera-quemada
Lengua-bandera-quemada
Lengua-bandera-quemada

Lengua-bandera-quemada

Emergen las palabras de un lado de la pantalla.


La repetición llena el contorno; ocupa el vacío.
La ceguera nos habla de la quietud;
de la geografía del silencio.

FIN DEL CORTO / FONDO NEGRO/ APARECEN CRÉDITOS

El poeta frente a la página,


frente al blanco y enorme ojo de dios.

El poeta diminuto frente a sí mismo,


comprende que no existe perpetuidad.

Nace la palabra,
y su lugar únicamente sostenido en la transparencia.

Aquí no hay enciclopedias,

aquí no hay mapas para cincelar nombres que rellenen cuadernos.

Cuando se lea la palabra ''poeta'' en el diccionario:


espero que ninguno tenga la esperanza de encontrar su nombre en él,

sólo la sangre y su paso en otros rostros, sólo el golpe y su hematoma y su corto calendario,
sólo el desvío amoratado en la quijada, sólo el amor y su palpitar enfermo entre la hiedra,
sólo eso dentro del ataúd, sólo eso..., solos.

Lengua-bandera-quemada,

para esta patria del lenguaje: que nos hemos inventado.


RECOMENDACIÓN PARA EL BUEN LECTOR

No odies a la hormiga que devora al pájaro,


ni ames al perro doméstico que lame los huesos:
esto que digo es una alfombra peligrosa,
un ojo cayendo desde todos los balcones.

Toda la belleza cabe en el vientre del gusano.

Toda amargura puede ser dicha desde los labios del silencio.

Percibir el poema no es haberlo entendido todo,


ni sentir amor por el lirio que ya es hermoso.

Percibir el poema es una promesa con el vacío:


saborear la gota de sangre
que se queda en la boca.
DISCURSO ROTO

(O BREVE AUTOBIOGRAFÍA DEL CAOS)

A partir de la serie ‘‘Pulpos’’ de Efraín Caravantes

Hecho de nada soy, por nada aliento;


nada es mi ser y nada mi sentido.
Jaime Torres Bodet

El niño es capaz de ver la muerte


donde el anciano sólo encuentra el artificio.
Elías Marín

El cuerpo no soporta el espíritu.

De nuevo hablo de mi carne,

absoluta representación de la renuncia.

De mi costilla: el vacío. Nada nace de mí,

ni siquiera esta lágrima de piedra que se humedece en el poema.

Y observo,

lo hago con la ceguera de quien lo ha perdido todo

y sostengo mi corazón como quien entrega un acantilado a los niños.

Más allá de mi puerta:


ningún latido,

(hijo bastardo de la transparencia de los días,

único huésped de los otros que me habitan,

herida predecible para quienes han visto mis ojos).

¿Y hasta dónde llegará mi canto

si todos quieren hablar,

si no calla el cráneo y se rompe,

si todos adentro escriben una fiesta con mi sangre,

si yo escribí mi epitafio allá por mil novecientos noventa y cuatro

y falsifiqué mi ternura para no arruinarle a todos mi infancia,

si la vejez enferma y los enfermos se consideran la última costilla

y no comprenden que los golpes no son sino un eterno retorno

y que cada patada en el rostro del padre

es un puño cerrado sobre los años

y una voz temblorosa que regresa con un megáfono

entre los huesos?

De mi costilla: el vacío. Ninguna herencia para nadie.

El círculo perfecto de todos dentro.

El círculo perfecto de todos fuera. Y mi voz:

este pájaro dormido que despierta a quienes lo imaginan muerto,


la enumeración incesante, esta procesión de ídolos rotos

y cuerpos sin rostro. Anónimo el dolor para romper la piel,

para partir las ventanas frente a la negación de la sombra

porque otras son las guerras de este tiempo, la pólvora & los perros,

porque el cristo es el mismo desde el principio de los muertos

Ahora nos queda el ruido: un laberinto nunca transparente,

la caricia invertebrada de lo que no se nombra, la mano sobre la pierna,

el juego inocente de las navajas en la garganta, de los periódicos en la sien.

¿& quién quiere salir si allá afuera es igual el aroma del fracaso?

No se necesita luz para comprender la rosa. No se necesitan labios para saborear el beso.

Lo que quiero decir: no se encuentra en las palabras.

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