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Y BIOÉTICA
PUBLICACIONES
DE LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA COMILLAS
MADRID
CÁTEDRA DE BIOÉTICA
DILEMAS ÉTICOS DE LA MEDICINA ACTUAL
N.º 27
PEDIDOS:
UPCO SERVICIO DE PUBLICACIONES
C/ Universidad de Comillas, 3
28049 Madrid
Tel.: 91 734 39 50 - Fax: 91 734 45 70
www.upcomillas.es
Javier de la Torre Díaz
(editor)
NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA
Y BIOÉTICA
Javier de la Torre Díaz
Gabino Uríbarri Bilbao
Adela Cortina
Mónica Triviño Mosquera
Emilio García García
Francesc Torralba
Manuel Richard González
Jesús Conill
Juan Pedro Núñez Partido
2014
Servicio de Biblioteca. Universidad Pontificia Comillas de Madrid
978-84-8468-521-0
Formato: PDF-WEB
Reservados todos los derechos. Queda totalmente prohibida la reproducción total o parcial de
este libro por cualquier procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación
magnética o cualquier sistema de almacenamiento o recuperación de la información, sin permiso
escrito de la Universidad Pontificia Comillas.
ÍNDICE
PRÓLOGO
Javier de la Torre Díaz.......................................................................... 9
PALABRAS DE PRESENTACIÓN
Gabino Uríbarri Bilbao, SJ.................................................................... 13
LA INDECLINABLE LIBERTAD DE LOS CIUDADANOS. NEUROÉTICA
Y NEUROPOLÍTICA
Adela Cortina........................................................................................ 15
1. EL AVANCE DE LAS NEUROCIENCIAS....................................................... 15
2. EL DEBATE SOBRE LA LIBERTAD: UN TEMA AÑEJO.................................... 16
3. EL DEBATE SOBRE LA LIBERTAD EN VERSIÓN NEUROÉTICA....................... 18
4. LA REALIDAD DE LA LIBERTAD HUMANA................................................. 21
MECANISMOS CEREBRALES EN LOS JUICIOS Y DECISIONES MORALES
Mónica Triviño Mosquera..................................................................... 27
1. INTRODUCCIÓN.................................................................................... 27
2. ¿EXISTE EL CEREBRO MORAL?................................................................. 28
3. EL CEREBRO DEONTOLÓGICO VS. EL CEREBRO UTILITARISTA.................... 31
4. EL BALANCE ENTRE LO RACIONAL Y LO EMOCIONAL................................ 33
5. LA EMPATÍA, LA MENTALIZACIÓN Y EL CEREBRO SOCIAL........................... 37
6. HACIA LOS MECANISMOS CEREBRALES DE LA MORALIDAD........................ 39
NEUROPSICOLOGÍA DEL COMPORTAMIENTO MORAL. NEURONAS
ESPEJO, FUNCIONES EJECUTIVAS Y ÉTICA UNIVERSAL
Emilio García García............................................................................. 43
1. NEUROCIENCIA, NEUROPSICOLOGÍA Y NEUROÉTICA................................ 44
2. GÉNESIS DE LA MENTE.......................................................................... 48
3. NEURONAS ESPEJO Y TEORÍA DE LA MENTE............................................ 55
4. FUNCIONES EJECUTIVAS........................................................................ 64
5. ÉTICA UNIVERSAL Y CONFLICTOS CULTURALES........................................ 71
INTELIGENCIA ESPIRITUAL, EXPERIENCIA ÉTICA Y RELIGIOSIDAD
Francesc Torralba.................................................................................. 77
1. APROXIMACIÓN A LAS INTELIGENCIAS MÚLTIPLES.................................... 77
2. ABORDANDO LA INTELIGENCIA ESPIRITUAL............................................ 78
3. EL DESARROLLO DE LA INTELIGENCIA ESPIRITUAL.................................... 80
4. INTELIGENCIA ESPIRITUAL Y FE.............................................................. 81
5. INTELIGENCIA ESPIRITUAL Y LIBERACIÓN DEL EGO.................................. 83
6. INTELIGENCIA ESPIRITUAL Y ESPIRITUALIDAD.......................................... 85
7
NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
8
PRÓLOGO
Javier de la Torre Díaz
Director Cátedra Bioética
Universidad Pontificia Comillas
9
NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
10
PRÓLOGO
11
PALABRAS DE PRESENTACIÓN
Gabino Uríbarri Bilbao, SJ
Decano de la Facultad de Teología
Universidad Pontificia Comillas
13
NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
14
LA INDECLINABLE LIBERTAD DE LOS
CIUDADANOS. NEUROÉTICA Y NEUROPOLÍTICA
Adela Cortina
Catedrática de Ética y Filosofía Política
Universidad de Valencia
15
NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
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LA INDECLINABLE LIBERTAD DE LOS CIUDADANOS. NEUROÉTICA Y NEUROPOLÍTICA
17
NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
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LA INDECLINABLE LIBERTAD DE LOS CIUDADANOS. NEUROÉTICA Y NEUROPOLÍTICA
8 B. LIBET, “¿Tenemos voluntad libre?”, en: A. CORTINA (ED.), Guía Comares de Neurofilo-
sofía Práctica, o.c., 217-234.
9 D. WEGNER, The Illusion of Conscious Will, MIT Press, Cambridge 2002.
10 En este punto son paradigmáticas las posiciones de G. ROTH, Fühlen, Denken, Han-
deln. Wie das Gehirn unser Verhalten steuert, Suhrkamp, Frankfurt 2003, o WOLF SINGER, “Se-
lbsterfahrung und neurobiologische Fremdbeschreibung”, Deutsche Zeitschrift für Philosophie
52, 8 (2004) 235-256.
11 I. KANT, Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres, Espasa-Calpe, Madrid
1946, c. 3.
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NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
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LA INDECLINABLE LIBERTAD DE LOS CIUDADANOS. NEUROÉTICA Y NEUROPOLÍTICA
Una vez vistas las críticas a las conclusiones que algunos defensores del
determinismo extrajeron de los experimentos de Libet, conviene presentar,
21
NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
aunque sea de forma esquemática, las posiciones que han ido esbozándose
en el debate neuroético sobre la libertad. Y podemos decir que se han en-
cuadrado, en principio, en dos posturas irreconciliables, que han recibido
los nombres de compatibilismo e incompatibilismo16.
Los compatibilistas entienden que se puede mantener a la vez sin contra-
dicción que el mundo natural funciona según relaciones de causa-efecto y,
por tanto, también el cerebro, y a la vez que las personas actúan libremente.
Los incompatibilistas, por su parte, consideran que no se pueden mantener
a la vez monismo determinista y libertad, porque son incompatibles. Una
parte de ellos da por bueno que el universo en su totalidad funciona según
leyes de causa-efecto y, por lo tanto, también el cerebro; de donde conclu-
yen que no hay libertad. Reciben el nombre de “deterministas”. Otra parte
considera que la libertad existe y, por lo tanto, que no puede afirmarse un
monismo determinista. Reciben el nombre de “libertarios”.
Estas posturas se desdoblan a su vez en posiciones duras y blandas, re-
sultando un auténtico avispero, del que se ocupa una bibliografía ingente17.
Dado que no podemos abordarla en estas páginas, expondré en lo que
sigue mi posición, en relación con autores con los que concuerdo y en
desacuerdo con aquéllos que, a mi juicio, no llevan razón.
En primer lugar, conviene recordar que las neurociencias son ciencias
empíricas, que recurren al método empírico para comprobar sus hipótesis y
que deben preguntarse por las causas de los acontecimientos, entendiendo
que son condiciones de los mismos. Las condiciones influyen para que se
produzca un acontecimiento y permiten afirmarlo con grados de probabili-
dad. Pero lo que nunca puede hacerse desde el conocimiento científico es
llegar a afirmaciones de totalidad.
Pretender que el acontecer del universo se atiene a un monismo de-
terminista es confundir el método al que se recurre para investigar (que
consiste en preguntar por las causas, tomadas como condiciones) con la
realidad misma investigada, a la que se atribuyen impropiamente las carac-
terísticas del método. Que al científico le interese investigar como si todo
acontecimiento tuviera una causa empíricamente comprobable no significa
que la realidad esté constituida en su totalidad por causas y efectos empíri-
camente comprobables.
16 Para estas clasificaciones ver, por ejemplo, R. H. KANE (ED.), The Oxford Handbook
of Free Will, Oxford University Press 2004, 5-34; A Contemporary Introduction to Free Will,
Oxford University Press, New York 2005; S. J. MORSE, “Nueva neurociencia, viejos proble-
mas”, en: A. CORTINA (ED.), Guía Comares de Neurofilosofía práctica, o.c., 235-278; A. ROSKIES,
“Neuroscientific challenges to free will and responsibility”, Trends in Congnitive Science 10,
n. 9 (2006) 419-425; K. EVERS, Neuroética, Katz, Buenos Aires 2010; F. RUBIA, El fantasma de
la libertad, Crítica, Barcelona 2009, c. 2; A. CORTINA, Neuroética y neuropolítica, o.c., 177-187.
17 Ver la extensa bibliografía de los libros citados en la nota anterior.
22
LA INDECLINABLE LIBERTAD DE LOS CIUDADANOS. NEUROÉTICA Y NEUROPOLÍTICA
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NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
20 J. L. ARANGUREN, Ética, Obras completas, II, o.c., 173-180; A. CORTINA, ¿Para qué sirve
realmente la ética?, Paidós, Barcelona 2013, c. 2.
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LA INDECLINABLE LIBERTAD DE LOS CIUDADANOS. NEUROÉTICA Y NEUROPOLÍTICA
también es cierto que ese estado emocional y racional por el que acaban
apostando es el que ha ido cultivando y le sirve de referencia en las nuevas
decisiones, aunque sea de forma inconsciente.
Por último, conviene replantear la cuestión de la libertad desde la pers-
pectiva de una filosofía del lenguaje, que reformula las propuestas de lo
que en Kant y en los autores de su tiempo era una filosofía de la conciencia.
En una filosofía de la conciencia que recurre al método lógico-trascendental
la libertad se nos presenta como un postulado de la razón práctica, imposi-
ble de explicar desde el punto de vista científico, pero al que no se puede
renunciar desde el punto de vista práctico. Todo el esfuerzo de La Funda-
mentación de la Metafísica de las Costumbres y de la Crítica de la razón
práctica va dirigido a mostrar que la conciencia del imperativo categórico
es la ratio cognoscendi de la libertad, entendida como autonomía, mientras
que la existencia de la libertad como autonomía es la ratio essendi de la
conciencia del imperativo categórico21. Pero, como hemos comentado, el
precio que había que pagar era alto, porque la libertad adquiría una signi-
ficación absoluta, difícil de conciliar con el carácter psíquico y corporal del
ser humano22.
Sin embargo, si transformamos el método lógico-trascendental en méto-
do pragmático-trascendental, atendiendo a la triple dimensión del lenguaje,
encontraremos un nuevo argumento a favor de una libertad condicionada23.
Ciertamente, el dualismo epistemológico resulta insuperable. Para acce-
der a la realidad de las acciones humanas es posible recurrir a dos métodos:
1) Aquel método que se propone explicar la acción por causas que
son observables, verificables o falsables. Es un método que procede
objetivando el fenómeno estudiado, de forma que se expresa en un
lenguaje de tercera persona. Tiene su límite en la experiencia cientí-
ficamente observable o falsable, puede pretender objetividad en sus
afirmaciones, pero no hacer afirmaciones de totalidad, que van más
allá de los límites de la experiencia.
2) El método que expresa la conciencia de la libertad en lenguaje de
primera persona, porque quien la expresa no es un observador de fe-
nómenos, sino un participante en un lenguaje humano. La perspecti-
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NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
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MECANISMOS CEREBRALES EN LOS JUICIOS
Y DECISIONES MORALES
Mónica Triviño Mosquera
Neuropsicóloga
Hospital Universitario San Rafael. O.H. San Juan de Dios. Granada
1. INTRODUCCIÓN
1 R. ADOLPHS, “The social brain: neural basis of social knowledge”, Annual Review of
Psychology 60 (2009) 693-716.
27
NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
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MECANISMOS CEREBRALES EN LOS JUICIOS Y DECISIONES MORALES
5 J. M. HARLOW, “Recovery from the passage of an iron bar through the head”, British of
Massachusetts Medical Society (1868). Reeditado en History of Psychiatry 4 (1993) 274-281.
6 M. TRIVIÑO, “Neuropsicología de la corteza órbitofrontal. Vivir contigo pero sin ti”, en:
M. ARNEDO, J. BEMBIBRE y M. TRIVIÑO (EDS.), Neuropsicología. A través de casos clínicos, Editorial
Médica Panamericana, Madrid 2012, 197-210.
7 A. R. DAMASIO, El error de Descartes, c. 3, Crítica, Barcelona 1996, 55.
8 E. FEUCHTWANGER, Die Funktionen des Stirnhirns, Springer, Berlín 1923.
9 J. GRAFMAN, K. SCHWAB, D. WARDEN, A. PRIDGEN, H. R. BROWN y A. M. SALAZAR, “Frontal
lobe injuries, violence, and aggression: a report of the Vietnam head injury study”, Neurology
46 (1996) 1231-1238.
10 V. W. SWAYZE, “Frontal leukotomy and related psychosurgical procedures in the era
before antipsychotics (1935-1954): a historical overview”, American Journal of Psychiatry 152
(1995) 505-515.
11 S. W. ANDERSON, A. BECHARA, H. DAMASIO, D. TRANEL y A. R. DAMASIO, “Impairment of
social and moral behavior related to early damage in human prefrontal cortex”, Nature Neu-
roscience 2 (1999) 1032-1037.
12 R. J. DOLAN, “On the neurology of morals”, Nature Neuroscience 2 (1999) 927-929.
13 J. BARROSO, A. NIETO, R. CORREIA e I. GALTIER, “Demencia frontotemporal variante de
conducta. Cuando los demás desaparecen”, en: M. Arnedo, J. Bembibre y M. Triviño (ED.), Neu-
ropsicología. A través de casos clínicos, Editorial Médica Panamericana, Madrid 2012, 279-292.
14 J. MOLL, R. ZAHN, R. OLIVEIRA-SOUZA, I. E. BRAMATI, F. KRUEGER, B. TURA, A. L. CAVANAGH
y J. GRAFMAN, “Impairment of prosocial sentiments is associated with frontopolar and septal
damage in frontotemporal dementia”, Neuroimage 54 (2011) 1735-1742.
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NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
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MECANISMOS CEREBRALES EN LOS JUICIOS Y DECISIONES MORALES
Tal y como el propio Greene expresa24: “No estoy afirmando que el jui-
cio deontológico no pueda ser racional. De hecho, creo que a veces lo es.
Más bien, mi hipótesis es que el juicio deontológico es afectivo en su nú-
cleo, mientras que el juicio consecuencialista es ineludiblemente racional”.
Es decir, se podría hacer, en principio, un juicio deontológico pensando en
el imperativo categórico que lo sustenta y si la acción en cuestión se basa
33
NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
en una máxima que pueda llegar a ser una ley universal. No cabe la menor
duda de que este juicio sería racional. Sin embargo, esta no es la forma
natural con la que se obtienen las conclusiones deontológicas, ya que habi-
tualmente se alcanzan en base a respuestas emocionales. Esto contrasta con
los juicios utilitaristas que, según este autor, no se pueden elaborar de for-
ma intuitiva y emocional. La única manera de alcanzar un juicio utilitarista
es a través de un análisis racional sobre los costes y beneficios de una ac-
ción. A pesar de ello, no afirma que los juicios utilitaristas estén exentos de
emoción, ya que el proceso de sopesar los costes, riesgos y beneficios de
una acción tiene, inevitablemente, un componente afectivo; pero el tipo de
emociones implicadas son diferentes. En concreto, en una decisión de tipo
consecuencialista se ponen en marcha procesos de ponderación, donde se
incluyen factores emocionales siempre y cuando sean relevantes para dicho
proceso de valoración. Sin embargo, en una decisión de tipo deontológico
se ponen en marcha señales de “alerta”, donde la persona genera comandos
del tipo “¡No lo hagas!” o “¡Hazlo!” que llevan una gran carga emocional y
un componente intuitivo.
34
MECANISMOS CEREBRALES EN LOS JUICIOS Y DECISIONES MORALES
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NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
Por otro lado, según la teoría del proceso-dual, los dilemas utilitaristas/
impersonales se basan en un procesamiento cognitivo más racional, que
permite hacer un balance razonado de riesgos y beneficios que promueven
el bien colectivo. Es por ello que, en este tipo de juicios, se activan áreas re-
lacionadas con el control cognitivo, la memoria de trabajo, la secuenciación
36
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NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
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MECANISMOS CEREBRALES EN LOS JUICIOS Y DECISIONES MORALES
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NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
47 J. GREENE y J. HAIDT, “How (and where) does moral judgement work?”, Trends in
Cognitive Sciences 6, n. 12 (2002) 517-523.
48 J. D. GREENE, “The Cognitive Neuroscience of Moral Judgment”, en: M. S. GAZZANIGA
(ED.), The Cognitive Neurosciences IV, MIT Press, Cambridge 2009.
49 C. E. FORBES y J. GRAFMAN, “The role of the human prefrontal cortex in social cognition
and moral judgement”, Annual Review of Neuroscience 33 (2010) 299-324.
50 D. P. KENNEDY y R. ADOLPHS, “�������������������������������������������������������
The social brain in psychiatric and neurological disor-
ders”, Trends in Cognitive Sciences 16, n. 11 (2012) 559-572.
51 J. MOLL y J. SCHULKIN, “Social attachment and aversion in human moral cognition”,
Neuroscience & Biobehavioral Reviews 33, n. 3 (2009) 456-465.
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MECANISMOS CEREBRALES EN LOS JUICIOS Y DECISIONES MORALES
52 D. COLLINS REED, Neuroscience, Moral Psychology and the Homunculus Fallacy, publi-
cación online http://amenetwork.org/oped/?p=52, Asociation of Moral Education, junio 2012.
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NEUROPSICOLOGÍA
DEL COMPORTAMIENTO MORAL
Neuronas espejo, funciones ejecutivas
y ética universal
Emilio García García
Departamento de Psicología Básica Procesos Cognitivos
Facultad de Filosofía. Universidad Complutense. Madrid
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NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
Desde la última década del siglo XX, la década del cerebro, los avances
en la Neurociencia han sido espectaculares. La investigación sobre cerebro-
mente-comportamiento, los conocimientos disponibles sobre organización
funcional del cerebro y los procesos mentales, están proporcionando apli-
caciones del máximo interés en diversos campos, como la salud y la educa-
ción, pero además están cuestionando las visiones que tenemos de nosotros
mismos. La neurociencia nos proporciona una oportunidad nueva y única
para comprender la estructura y funciones del yo, no sólo observando la
conducta desde el exterior, sino también gracias al estudio del funciona-
miento interno del cerebro. Por primera vez en la historia, nuestra especie
tiene la posibilidad de mirar hacia atrás y a sí misma, de entender sus orí-
genes y también establecer quién es el agente consciente y libre encargado
de entender3.
Se habla de una nueva revolución copernicana, que estaríamos vivien-
do, caracterizada por el prefijo “Neuro”. Así, y a título ilustrativo, en el
campo biomédico: neurogenética, neurobiología, neuroanatomía, neuro-
logía, neurofisiología, neuropsicología, neuropsiquiatría, neurofarmacolo-
gía, neurolingüística. En las ciencias sociales, neuroderecho, neuropolíti-
ca, neurocriminología, neuroeconomía, neuromarketing, neuropedagogía,
neurodidáctica, neuroeducación, neurocultura. En la filosofía y las hu-
manidades, neurofilosofía, neuroepistemología, neuroéstetica, neuroética,
neuroteología, neurofenomenología, neurodeterminismo, neurorrealismo,
neuroesencialismo, neuroexistencialismo4. Si el cerebro es la base de los
procesos mentales y las actividades humanas en los diversos campos, no
es de extrañar que en las diversas ciencias de la vida, de la sociedad, y
también en las humanidades, la perspectiva de la neurociencia sea tan
omnipresente5.
44
NEUROPSICOLOGÍA DEL COMPORTAMIENTO MORAL
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NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
6 E. GARCÍA GARCÍA, “Teoría de la mente y ciencias cognitivas”, en: L. FEITO (ED), Nuevas
perspectivas científicas y filosóficas del ser humano, Universidad Comillas, Madrid 2007.
7 Como manuales básicos de neurociencia se puede consultar: M. BEAR, B. CONNORS y M.
PARADISO, Neurociencia, Masson, Barcelona 1998; E. KANDEL, J. SCHWARTZ y TH. JESSELL, Neuro-
ciencia, Prentice Hall, Madrid 2000.
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NEUROPSICOLOGÍA DEL COMPORTAMIENTO MORAL
8 S. MARCUS, Neuroethics: Mapping the field, Dana Press, New York 2002.
9 Las publicaciones de M. Gazzaniga pueden ser representativas de las dos dimensio-
nes de la neuroética: M. GAZZANIGA, El cerebro ético, Paidós, Barcelona 2006; ¿Qué nos hace
humanos?, Paidós, Barcelona 2010.
10 Para más información sobre la neuroética se puede consultar: J. ILLES, Neuroethics,
University Press, Oxford 2006; N. LEVY, Neuroethics, Cambridge University Press, New York
2007; B. BAERTSCHI, La neuroéthique. Ce que les neurosciences font à nos conceptions morales,
Éditions La Découverte, Paris 2009; K. EVERS, Neuroética. Cuando la materia se despierta, Katz
Editores, Madrid 2010; A. CORTINA, Neuroética y Neuropolítica, sugerencias para la educación
moral, Tecnos, Madrid 2011.
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NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
2. GÉNESIS DE LA MENTE
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NEUROPSICOLOGÍA DEL COMPORTAMIENTO MORAL
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NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
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NEUROPSICOLOGÍA DEL COMPORTAMIENTO MORAL
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NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
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NEUROPSICOLOGÍA DEL COMPORTAMIENTO MORAL
20 �������
D. E. BROWN, Human Universals, MacGraw-Hill, New York 1991; N. ROUGHLEY, Being
Humans: Anthropological universality and particularity in transdisciplinary perspectives,
Walter Gruyter, New York 2000; D. SPERBER y L. HIRSCHFELD, “Cultura, cognición y evolución”,
en: Enciclopedia MIT Ciencias Cognitivas, Síntesis, Madrid 2002, 113-137.
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NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
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24 G. RIZZOLATTI, “The mirror neuron system and imitation”, en: S. Hurley y N. Chatter
(Comps.), Perspectives on Imitation: From Neuroscience to Social Science, The MIT Press,
Cambridge MA 2005.
25 E. GARCÍA GARCÍA, “Neuropsicología y educación. De las Neuronas Espejo a la Teoría
de la Mente”, Revista de Psicología y Educación 3 (2008) 69-89.
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NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
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NEUROPSICOLOGÍA DEL COMPORTAMIENTO MORAL
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NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
30 N. HUMPHREY, The inner eye. Oxford University Press, New York 2002; J. BARKOW, L.
COSMIDES y J. TOOBY, The adapted mind: evolutionary psychology and the generation of culture,
Oxford University Press, New York 1992.
31 D. PREMACK y G. WOODRUFF, “Does the chimpanzee have a theory of mind?”, Behavio-
ral and Brain Sciences 4 (1978) 515-526.
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32 ����R. BYRNE y A. WHITEN, Machiavellian intelligence: social expertise and the evolution of
intellect in monkeys, apes and humans, Oxford University Press, Oxford 1988.
33 J. MEHLER y E. DUPOUX, Nacer sabiendo, Alianza, Madrid 1994; S. PINKER, The Blank
Slate, Viking, New York 2002; J. C. GÓMEZ, El desarrollo de la mente en los simios, los monos
y los niños, Morata, Madrid 2007.
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NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
rastrillo o utilizar un gesto son cosas muy distintas. Los gestos suponen una
comprensión práctica de cómo funcionan las personas en las interacciones
sociales: indican en la mente del niño una competencia en psicología intui-
tiva para predecir y manipular el comportamiento de los demás; una teoría
de la mente en el infante que todavía no habla.
Hacia el año y medio, los niños desarrollan la capacidad simbólica y los
juegos de ficción. Los juegos de ficción son para muchos autores la primera
manifestación conductual de una teoría de la mente en el niño. Tal teoría
estaría codificada genéticamente y se desplegaría en un momento dado
del desarrollo cerebral, de modo similar a lo que ocurre con el módulo
lingüístico. Entre el año y medio y los cinco años, los niños comienzan a
comprender su propia mente y la de los otros. Atribuyen a la mente pen-
samientos, deseos, sentimientos, que son la causa de los comportamientos
de las personas. A partir de los actos y las palabras de los demás los niños
llegan a inferir los estados mentales de las otras personas, pensamientos,
deseos, sentimientos34.
En la investigación de la mente infantil se ha utilizado, y con gran éxito,
el paradigma de la falsa creencia. En un estudio clásico de Wimmer y Per-
ner, un niño contempla una situación en la que el experimentador y otro
niño, Juan, están juntos en una habitación. El experimentador esconde un
trozo de chocolate bajo una caja que se encuentra delante de Juan. En-
tonces Juan sale un momento de la habitación y, mientras está ausente, el
experimentador cambia el chocolate a otro escondite. Se le pregunta al niño
dónde está realmente el chocolate y dónde lo buscará Juan cuando entre a
la habitación. El niño tiene que distinguir entre lo que sabe que es cierto,
o sea dónde está realmente ahora el chocolate, y lo que sabe del estado
mental de Juan, de lo que piensa o cree Juan. Además tiene que inferir que
el comportamiento de búsqueda del chocolate por parte de Juan dependerá
de las representaciones mentales de Juan y no de la realidad. A la edad de
tres años los niños no resuelven correctamente el problema y responden
en función de la situación real que ellos conocen. No comprenden que el
protagonista se comportará según su creencia falsa. A los cuatro años los
niños ya no tienen dificultad para resolver la tarea35.
La aptitud para empatizar se va desarrollando a lo largo de la vida, a par-
tir de los sistemas neurales, que van almacenando aprendizajes. Las expe-
riencias propias son básicas para comprender lo que sienten los otros. Sólo
podemos comprender los estados mentales de alguien, sus pensamientos,
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NEUROPSICOLOGÍA DEL COMPORTAMIENTO MORAL
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NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
4. FUNCIONES EJECUTIVAS
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NEUROPSICOLOGÍA DEL COMPORTAMIENTO MORAL
49 �������
J. D. GREENE, “From neural ‘is’ to moral ‘ought’: what are the moral implications
of neuroscientific moral psychology”, Nature Reviews Neuroscience 4 (2003) 847-850; J. D.
Greene et al., “The neural bases of cognitive conflict and control in moral judgement”, Neuron
44 (2004) 389-400; M. HAUSER, La mente moral, Paidós, Barcelona 2008, 266-270.
50 J. P. CHANGEUX, Sobre lo verdadero, lo bello y el bien. Un nuevo enfoque neuronal, Katz
Editores, Madrid 2010, 80-83.
51 H. JONAS, El principio de responsabilidad, Herder, Barcelona 1995.
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NEUROPSICOLOGÍA DEL COMPORTAMIENTO MORAL
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NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
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NEUROPSICOLOGÍA DEL COMPORTAMIENTO MORAL
56 J. P. CHANGEUX y P. RICOEUR, Lo que nos hace pensar. La naturaleza y la regla, o.c., 285.
75
INTELIGENCIA ESPIRITUAL, EXPERIENCIA
ÉTICA Y RELIGIOSIDAD
Francesc Torralba
Universitat Ramon Llull
1 Entre la inmensa bibliografía sobre esta cuestión, ver: B. DRAPER, Dévélopper votre in-
telligence spirituelle, Empreinte Temps Présent Éditions, Paris 2011.
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Según los expertos, la inteligencia espiritual nos permite ver las cosas
como son, libres de distorsiones inconscientes. Para muchas personas, la
inteligencia espiritual activa la sensibilidad estética y la apreciación de la
belleza. Esta modalidad de inteligencia va asociada a la sensibilidad frente
a corrientes de energía sutiles en el cuerpo. Prácticas como la meditación,
el yoga y las artes marciales que calman la mente, pueden ampliar la cons-
ciencia y activar la sensibilidad frente a la energía, el sonido, la luz y los
niveles sutiles de conocimiento.
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4. INTELIGENCIA ESPIRITUAL Y FE
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para incluir perspectivas subjetivas, así como objetivas. Así como la infor-
mación es necesaria, pero no suficiente, para el conocimiento científico, el
conocimiento es necesario, pero no suficiente, para la sabiduría.
El amplio surtido de las enseñanzas espirituales, que en la actualidad es
disponible en cualquier librería, pone en evidencia que la búsqueda espi-
ritual se plantea desde muchas opciones. Cuando el mercado es inundado
con información de calidad variable, cada persona debe clasificar qué es
relevante y valioso para ella (Antonio et aI., 1987). La inteligencia espiritual
podría permitir a una persona reconocer qué importa realmente (Schwartz,
1995).
Además de facultarnos para profundizar en relaciones de amor prima-
rias, la inteligencia espiritual contribuye a curar relaciones en el seno de la
familia y entre amigos y colegas y ayuda a apreciar a profesores y mentores.
Al integrar el corazón y la mente, la inteligencia espiritual ayuda a recono-
cer el poder de perdón y realzar su capacidad para dar y recibir el amor.
En relaciones íntimas, la inteligencia espiritual nos faculta para aprender de
nuestros errores y elaborar opciones sabias.
Un niño aprende los elementos básicos de inteligencia espiritual explo-
rando el mundo interior de la imaginación. Por ejemplo, la comprensión
del significado de símbolos puede ayudar tanto a adultos como a niños a
apreciar metáforas e historias.
El descubrimiento del valor de los períodos de silencio y soledad pa-
rece esencial en el desarrollo de la inteligencia espiritual. Los períodos de
soledad, sean en la naturaleza o en el retiro, a menudo pueden ayudar a
una persona a aceptar la realidad existencial de la soledad, la libertad y la
muerte.
Cualquier discusión de inteligencia espiritual sería incompleta sin re-
conocer la amplia gama de experiencias espirituales. Tales experiencias
pueden ofrecer perspicacias significativas, aunque las interpretaciones ine-
vitablemente son formadas por creencias y la integración acertada depende
tanto de factores cognoscitivos como emocionales.
Muchas enseñanzas espirituales facultan a la persona a desidentificarse
del ego, reconociendo que las demandas egocéntricas del ego nunca satis-
facen el alma. El fondo de uno mismo puede también desidentificarse de
pensamientos, sentimientos, y sensaciones y simplemente atestiguar qué
surge en la consciencia.
Cuestionarse es una parte incorporada de consciencia que se hace más
profunda a través del cultivo de la inteligencia espiritual. Hay un tiempo
para buscar, un tiempo para practicar, y un tiempo para dejar ir y dejar ser,
simplemente profundizando el silencio. A veces una forma de práctica pue-
de ser más convincente que otra. La inteligencia espiritual puede ayudar a
una persona a distinguir qué es lo más apropiado en un tiempo dado.
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cerse una idea aproximada del panorama general. En este sentido, las ideas
expuestas en este capítulo tienen un carácter provisional y pretendidamente
esquemático que, en el futuro, serán objeto de una revisión.
Uno de los vocablos más difíciles de definir, de acotar semánticamente
es, precisamente, el de espiritualidad. Como afirma Thatcher, con frecuen-
cia, las definiciones de la espiritualidad son oscuras e imprecisas, inclu-
yendo elementos contradictorios, e incluso dialécticamente opuestos. Muy
habitualmente, es una palabra que se convierte en un cajón de sastre al que
van a parar significados muy distintos, atesorando de esta forma una poli-
semia diversa, pero no sólo esto, sino que, también, despierta reacciones
viscerales. No es una palabra neutra ni desconocida; existen unos implícitos
en juego que, muchas veces, no favorecen la comprensión, sino que más
bien la dificultan.
Este mosaico de significados es una expresión, en sí misma, de la rique-
za inherente a la cuestión que nos atañe, pero también un síntoma de la
dificultad de cazar la idea, de captar su esencia. Con el uso de esta palabra,
se tiene la impresión de no decirlo todo, de que la cuestión resbala entre
los dedos.
No pretendemos, ni de lejos, dilucidar exhaustivamente la riqueza de
significados que atesora la citada palabra, pero es honesto intelectualmente
precisar, aunque sea provisionalmente, el significado que aquí se le otorga.
Sin embargo, es bueno que antes echemos un vistazo general para situar el
estado de la cuestión.
Si, siguiendo al teólogo Paul Tililch, definimos espiritualidad como
el dominio de preocupación última, entonces cada uno es espiritual
porque cada uno tiene preocupaciones últimas. Sin embargo, el término
la preocupación última puede ser interpretado de muchos modos dife-
rentes.
Algunas personas no consideran sus preocupaciones como espirituales.
La espiritualidad, como la emoción, tiene grados que varían de profundidad
y expresión. Puede ser consciente o inconsciente, desarrollada o sin explo-
tar, sana o patológica, ingenua o sofisticada, beneficiosa o peligrosamente
deformada.
Algunas definiciones comunes de espiritualidad se ofrecen a continua-
ción:
a) La espiritualidad comprende los más altos niveles de cualquier línea
de las líneas de desarrollo, por ejemplo, cognitivo, moral, emocional
e interpersonal.
b) La espiritualidad es en sí misma una línea de desarrollo.
c) La espiritualidad es una actitud (como la apertura al amor) a cual-
quier estadio.
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3 J. B. METZER, Por una mística de ojos abiertos, Herder, Barcelona 2013, 17.
4 Ib., 21.
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6 M. C. NUSSBAUM, Sense ànim de lucre. Per què la democràcia necessita les humanitats,
Arcàdia, Barcelona 2011, 21.
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8. ESPIRITUALIDAD Y RELIGIOSIDAD
8 He tratado esta cuestión en: La inteligencia espiritual en los niños, Plataforma, Bar-
celona 2012.
9 J. COLLET y M. FERNÁNDEZ, El valor de la qualitat humana, Fundació Carulla-Esade,
Barcelona 2007, 29.
10 Ib., 46.
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a todo ser humano, mientras que la religiosidad tiene que ver con el obrar,
con la acción.
Este investigador entiende la cuestión a partir de círculos concéntricos.
El primer círculo, común a todo ser humano, es el de la espiritualidad; el
segundo es el de la religiosidad que incluye prácticas como la oración,
los rituales, la celebración y finalmente existe el tercero, que es el sentido
de pertenencia a una determinada confesión, lo que podemos denominar
confesionalidad.
Según esta distinción, la espiritualidad es lo más común y más nuclear
de todo ser humano, mientras que la religiosidad depende totalmente de los
entornos, de los contextos, de las tradiciones recibidas y de las mediaciones
heredadas.
El cultivo de esta religiosidad no conlleva necesariamente un crecimien-
to de la consciencia personal, ni del sentido de pertenencia a un Todo, tam-
poco deriva de ella un incremento del sentido de solidaridad y de la com-
pasión universal. La religiosidad es plural como plurales son las culturas y
las tradiciones humanas. Hay espiritualidad sin religiosidad; como también
puede haber una religiosidad sin un desarrollo espiritual.
Para este autor, la búsqueda de sentido, que es la actividad más propia
de la vida espiritual, puede desarrollarse en el marco de las instituciones
religiosas tradicionales, pero también al margen de ellas. Sin negar el valor
inherente de la religiosidad y de sus múltiples expresiones, no se puede
confundir con la espiritualidad.
Toda religiosidad tiene una referencia concreta y particular, está siem-
pre vinculada a un entorno y a un mundo local; se materializa en un culto
y en un determinado momento del año; mientras que la espiritualidad es,
por definición, una dimensión de apertura, de universalidad, de sentido
de pertenencia al Todo y de compasión global que transciende cualquier
forma local.
Escribe Lluís Duch: “El ser humano es y será siempre un posible homo
religiosus porque su constitución más íntima se encuentra asediada y, en oca-
siones, profundamente angustiada por preguntas fundacionales como, por
ejemplo, ‘por qué la vida’, ‘qué significa la muerte’, ‘qué sentido tienen el mal,
el dolor, la beligerancia’, ‘por qué mueren los inocentes’… Diciéndolo bre-
vemente: porque la contingencia constituye algo parecido a una estructura
humana común a todos los hombres y mujeres del pasado y del presente, la
pregunta religiosa y la posibilidad religiosa no pueden excluirse a priori del
horizonte humano, lo cual significa que la antropología como estudio exhaus-
tivo del ser humano debe integrarlas en su quehacer propio”11.
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Ib., 47.
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9. RELIGIOSIDAD Y CONFESIONALIDAD
13 ������
Cf. V. BORTOLIN, “La religiosità come apertura al misterio”, Studia Patavina 55 (2008)
573-617.
14 Cf. A. EINSTEIN, Mis ideas y opiniones, La Vanguardia, Barcelona 2010.
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11. BIBLIOGRAFÍA
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NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
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LA PRUEBA DE LA CULPABILIDAD
ATENDIENDO AL NUEVO PARADIGMA
PROPUESTO POR LA NEUROCIENCIA
Manuel Richard González
Profesor Titular de Derecho Procesal UPNA
Investigador y miembro académico del Instituto de Derecho Probática
y Derecho Probatorio de ESADE
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los Tribunales de justicia de conclusiones cada vez más precisas sobre los
hechos objeto de enjuiciamiento, proporcionando criterios útiles para resol-
ver los procesos.
Piénsese en la fiabilidad de las pruebas de determinación genética que
han revolucionado la investigación y enjuiciamiento de los delitos más gra-
ves, como son los de agresión sexual y homicidio. Los exámenes técnicos
de esta clase proporcionan en la actualidad resultados prácticamente infa-
libles sobre la atribución a una persona concreta de una muestra concreta
de ADN2. De este modo se puede atribuir la comisión de determinados
hechos delictivos a personas concretas mediante el empleo de las nuevas
técnicas de investigación y determinación genética. Aunque, en este punto
debo advertir, desde el inicio, de la necesidad de distinguir entre la prueba
de un hecho concreto y el modo en el que ese hecho puede determinar la
atribución o no de responsabilidad, lo que dependerá de la validez de la
prueba, pero también de la relación de esa prueba con el resto de las prac-
ticadas en el proceso. A esa cuestión me referiré más adelante (véase § 5),
baste por el momento con señalar la diferencia entre el hecho de que una
muestra de ADN obtenida en el lugar del crimen se atribuya a una persona
determinada y que se pueda responsabilizar del delito a esa persona, pues-
to que la prueba suele tener un amplio ámbito y finalmente la atribución de
la responsabilidad suele requerir una valoración conjunta de toda la prueba
practicada3.
Las pruebas de carácter o naturaleza neurocientífica, que ofrecen con-
clusiones sobre hechos relativos al estado mental de los individuos, su con-
ducta, sus motivaciones, etc., también han adquirido un importante relieve.
Esta clase de pruebas se realizan en la actualidad con modernas técnicas
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4 Véase sobre estas cuestiones: B. FEIJOO SÁNCHEZ, “Derecho Penal y Neurociencias. ¿Una
relación tormentosa?”, Indret n. 2 (2011). F. J. RUBIA (ED.), El cerebro: Avances recientes en neu-
rociencia, Editorial Complutense, Madrid 2009. F. J. RUBIA, El fantasma de la libertad. Datos
de la revolución neurocientífica, Barcelona 2009. B. LIBET, “Unconscious cerebral initiative
and the role of conscious will in voluntary action”, The Behavorial and Brain Sciences 8 n.
4 (1985) 520-566.
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5 Esta es, a mi juicio, una de las limitaciones de las técnicas de análisis del cerebro
que no permite atribuir científicamente la actividad cerebral ni a partes ni a actividades con-
cretas del cerebro. Probablemente, esta imposibilidad se vaya a mantener en el tiempo sin
posibilidad de discernir con exactitud estos extremos. La razón no es otra que la constatación
de que el cerebro es un todo interrelacionado dotado de una enorme plasticidad, lo que
impide, en definitiva, ubicar y relacionar con precisión regiones del cerebro con funciones
determinadas. Por otra parte, la actividad cerebral se manifiesta de distintos modos mediante
actividad eléctrica, magnética asociada a la anterior, flujos de sangre o química, pero sin que
por el momento se puedan relacionar con precisión las manifestaciones anteriores con deter-
minada clase de actividad cerebral.
6 «On the other hand, in comparison to fMRI, EEG and MEG are poor at determining
the location of the sources of the currents (the spatial resolution). The EEG/MEG signal is a
summation of the activity of thousands to millions of neurons at any one time. Any one pattern
of EEG or MEG signal at the scalp has an infinite number of possible source patterns, making
the problem of determining the brain source of measured EEG/MEG signal particularly cha-
llenging and the results less precise» . Véase H. T. Greely y A.D. Wagner en Reference Manual
on Scientific Evidence, Third Edition, Federal Judicial Center, National Academic Press, Wash-
ington D. C. 2011, 772. Este volumen puede obtenerse en formato PDF en la siguiente direc-
ción: http://goo.gl/93v4D.
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7 Véase en ese sentido E. GIMBERNAT, Estudios de Derecho penal, Tecnos, Madrid 1990.
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la ciencia del Derecho que impide operar en este ámbito del mismo modo
que en las ciencias naturales8.
La ciencia del Derecho tiene un ámbito y objeto de conocimiento dis-
tinto a la neurología y otras ciencias, que se fundamentan en el principio
causa-efecto. Por el contrario, el Derecho es una ciencia social creada por
y para el hombre, cuyos postulados y elaboraciones científicas más ela-
boradas se fundamentan en un complejo sustrato en el que se tienen en
cuenta datos y elementos de naturaleza filosófica, religiosa, social, política,
económica y también, naturalmente, procedentes de la técnica, la biología
o la medicina. Ahora bien, cualquier conocimiento científico, o de cualquier
otra naturaleza, se debe hace valer en el Derecho, para cualquier fin, con-
forme con la propia naturaleza y lógica del Derecho9. Un sencillo ejemplo
puede ilustrar esta cuestión. Piénsese en el principio de igualdad entre to-
dos los seres humanos que en la actualidad es un presupuesto, podríamos
decir un axioma, del vigente sistema de Derecho admitido como válido en
todo el mundo que afecta y se extiende por toda la legislación positiva.
Pues bien, este principio no puede quedar afectado por la constatación
científica de la existencia de distintos niveles de inteligencia entre los seres
humanos. Nótese que, en principio, cabría crear un derecho en el que el
grado de inteligencia, según apreciación científica, entre los seres humanos
fuera determinantes para establecer diferencias de estatus jurídico. Así, po-
dría establecerse una regulación legal, que siguiera fielmente los resultados
científicos de los tests de inteligencia, según la cual el valor del voto político
de los poseedores de un coeficiente superior a 120 fuese el doble que los
que tienen un coeficiente inferior y que las personas que posean un coefi-
ciente intelectual inferior a 90 estuviesen privadas de voto10.
En la actualidad una norma semejante no podría ser aceptada. Pero, la
dificultad de su aceptación no radica en su improcedencia digamos «natu-
ral» puesto que, en ese sentido, la norma se fundamentaría en los resultados
de la ciencia que establece distintos niveles de inteligencia que podrían, ló-
8 Sobre este particular señala FEIJOO que: «Los neurocientíficos no han tenido suficien-
temente en cuenta que la responsabilidad no es un hecho natural, sino un fenómeno social».
Véase FEIJOO, o. c. 21.
9 La distinción entre Ciencia natural y Derecho también opera en sentido inverso. De
modo que los conceptos plenamente jurídicos no pueden, sin más, trasladarse al ámbito de
la ciencia no social. Así, resulta absolutamente inadecuado decir que un león asesina a una
gacela porque el concepto asesinar es absolutamente jurídico y no tiene correlato en el mun-
do natural o en la ciencia biológica.
10 Damos por supuesta la validez científica de los Tests de inteligencia, lo cual está
por demostrar. En cualquier caso es indudable que, con mayor o menor aproximación, en
la actualidad se puede realizar una evaluación bastante precisa del coeficiente intelectual de
una persona.
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12 Desde ese punto de vista el Derecho penal tipifica como delitos normas de conduc-
ta que nuestra sociedad considera inaceptables. La mayoría de estas normas se asientan en
los fundamentos de nuestra existencia como grupos organizados socialmente: el derecho a la
vida, a la integridad física o a la propiedad. Otras normas tienen un carácter más coyuntural y
un fundamento más abstracto como son los delitos contra la seguridad del tráfico, los delitos
cometidos por imprudencia o los delitos de daños.
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reconozcan, sino que pretenden obtener las ventajas, de cualquier tipo, que
la transgresión de la norma ofrece, sin renunciar al mismo tiempo a las ven-
tajas que la observancia de la norma ofrece. Así, el ladrón roba los bienes
de otros ciudadanos, pero una vez en su patrimonio los conserva, protege
y disfruta como cualquier otro ciudadano, beneficiándose de ese modo de
la imposición de la norma que castiga el robo de la propiedad.
En definitiva, tal y como señala FEIJOO, ROTH y el resto de autores
que ponen en duda el concepto tradicional de culpabilidad, desconocen
la primordial dimensión social del Derecho. En realidad, siguiendo a FEI-
JOO, apliquemos o no los postulados de la neurociencia, el problema sigue
siendo el mismo y es que en realidad los procesos neurológicos son poco
importantes para el Derecho penal. Esto es así porque la responsabilidad
es un hecho social no natural. Se es responsable no en virtud de ninguna
ley natural, sino en aplicación de una ley humana que intentamos que sea
al mismo tiempo moral y la moral no es una cualidad natural, sino social. Y
hasta donde nos cabe conocer una actividad estrictamente humana13.
13 ���������
Véase B. FEIJOO, o.c., 37.
14 ���������
Véase E. GIMBERNAT, o.c., 144.
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15 En este sentido, por ejemplo, no existe una obligación genérica de pagar impuestos,
sino de hacerlo en el caso de que se disponga de un determinado nivel de renta. Más aún,
en el momento presente en el que se ha eliminado la obligación de prestar el servicio militar
obligatorio, no existe en nuestro sistema jurídico ninguna norma que establezca una compul-
sión personal genérica sobre los individuos.
16 ��������������������������
Véase a este respecto B. FEIJOO, o. c., 21.
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así que únicamente es imputable la persona que tiene capacidad para ser
culpable. Esto es, son libres y capaces de ser culpables todas las personas
que no se hallen en alguna de las circunstancias descritas en los arts. 14, 19
y 20 CP preceptos del Código Penal en los que se establecen, con distinto
fundamento, las causas de exclusión de la culpabilidad.
Las causas de inimputabilidad previstas en el Código Penal se pueden
clasificar entre aquellas en las que el sujeto es capaz de comprender la
norma penal concurriendo, sin embargo, un elemento justificativo de la
conducta y aquellas en las que el sujeto que realiza la acción no es capaz,
por distintas razones, de comprender la norma penal.
Los supuestos de causas justificativas de la conducta se hallan en los
arts. 14 y en los párrafos 4º al 7º del art. 20 CP. En el art. 14 CP se contie-
nen los supuestos de existencia de error en la apreciación del que realiza
la conducta prohíbida en el Código Penal17. Error que únicamente podrá
determinar la inimputablidad en el caso de que sea invencible. Es decir, que
al infractor no le sea posible determinar a priori la ilicitud del acto, siempre
atendiendo al sujeto que realizó el acto, pero con el trasfondo y fundamen-
to de lo que a una persona común le es posible saber y entender. En los
párrafos 4º al 7º del artículo 20 CP18 se regulan los supuestos en los que la
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de América el mínimo de edad penal está establecida por las leyes penales
de cada Estado, pero únicamente 13 de ellos han establecido edades míni-
mas con un rango de entre 6 y 12 años. Otros estados que se rigen por la
«common law», establecen un rango de edad penal minima de 7 años. Es el
caso de Escocia. También de Inglaterra y Gales, donde la edad para poder
ser declarado capaz de asumir una responsabilidad es de 10 años22. En estos
países se presume que desde los 7 o los 10 hasta los 12 o 14 años el menor
no tiene capacidad de comprender el alcance de sus acciones, pero esta
presunción puede ser destruida por prueba que acredite lo contrario; mien-
tras que los menores de 14 años en adelante son absolutamente capaces de
ser declarados culpables de cualquier crimen, aunque se pueda probar que
en el momento de cometer el crimen carecían de madurez para comprender
las consecuencias de los hechos delictivos. Podría decirse que el sistema
anglosajón es más científico en tanto que atiende, según la edad del menor,
a la prueba de su madurez a efectos de poder declarar su capacidad de ser
culpable23.
Sin embargo, en este punto aparece un criterio esencial en Derecho que
es el seguridad jurídica. Este es un criterio de gran importancia que determi-
na la necesidad de establecer un horizonte legal de seguridad que permita
a los ciudadanos prever anticipadamente la consecuencia de sus actos. Este
principio quedaría soslayado si no existiera una norma segura que determi-
nase cuándo una persona va a poder responder de un acto criminal, que
es lo que sucede cuando esta cuestión se decide en el caso concreto. Así
sucede en el sistema expuesto que rige en los países anglosajones y que
determinó, por ejemplo, en el Reino Unido que los menores Robert Thomp-
son y Jon Venables, ambos de 10 años, fueran juzgados como adultos en el
caso de la muerte del también menor James Bulger en Liverpool, en 1993.
La decisión tuvo un carácter extraordinario y fue adoptada, sin ninguna
duda, a causa de la gravedad del asunto y la notoriedad que alcanzó en el
Reino Unido.
Al margen de la inseguridad jurídica, un sistema «científico» de determi-
nación de la capacidad para ser culpable también introduce en el sistema
ciertas dosis de injusticia y trato desigual. Nótese, en este sentido, que la
determinación de la capacidad de culpabilidad en el caso concreto supone
22 Véase un resumen de la edad mínima para poder ser declarado culpable de un de-
lito en la siguiente dirección de UNICEF: http://www.unicef.org/pon97/p56a.htm
23 Este es el sistema seguido en el antiguo Derecho romano en el que la pubertad de
los romanos se decidía en cada caso concreto. La pubertad en el marco del Derecho romano
determinaba la mayoría de edad, por lo que su determinación constituía un hecho trascen-
dente. La decisión sobre la pubertad de un romano la adoptaban unos magistrados. Curio-
samente fue Justiniano el que acabó con esta práctica por entender que daba lugar a abusos
sexuales sobre los menores sometidos al examen de los magistrados.
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24 Véase M. COBO DEL ROSAL y T. S. VIVES ANTÓN, Derecho Penal, parte general, Tirant Lo
Blanch, Valencia 1990, 411. Véase también J. C. CARBONELL MATEU, “Sobre la imputabilidad en
Derecho penal español”, Cuadernos de Derecho Judicial, Madrid 1993, 11-31.
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sados por delito. Así, desde el punto de vista del Derecho procesal no se
discute en absoluto sobre el concepto de libertad de los ciudadanos que, en
ningún caso, es objeto específico de prueba. Al contrario, se parte siempre
de su existencia, sin perjuicio de que según el supuesto se pueda practicar
prueba para destruir la presunción de libertad (así puede probarse que el
hombre cuerdo dejó de serlo en el momento exacto de cometer el delito).
En realidad, lo importante y definitivo, desde el punto de vista procesal, es
la prueba de los hechos objeto de acusación, ya sea con referencia a los
hechos típicos o a los hechos que acreditan el estado mental del acusado.
Es únicamente en ese momento a partir del cual se puede hablar de atri-
buir culpabilidad. De modo que la determinación de la culpabilidad opera
como el último estadio en el proceso complejo de enjuiciamiento penal y
no, como se suele plantear desde la dogmática penal, como el antecedente
y fundamento de todo el sistema de justicia penal.
De todo lo expuesto aparece la necesidad de explicar cómo «funciona»
el Derecho procesal penal en el enjuiciamiento, prueba y determinación de
la culpabilidad de los acusados por delito. Explicación que debe hacerse
desde la realidad vigente que algunos parecen rechazar para acoger una
suerte de religiosidad jurídica inexistente e inaplicable que probablemente
sólo sirva para el autoconsumo propio y de iniciados. Sin embargo, desde
el punto de vista del Derecho procesal y de la administración de justicia, la
ley sirve y se aplica. Y las sentencias no se dictan con ánimo, intención o
finalidad doctrinal y/o estética, sino para hacer valer los principios y normas
establecidas en el marco de nuestro sistema jurídico.
El fin del proceso penal consiste en la aplicación del «ius puniendi» o
derecho de penar que corresponde al Estado y que se materializa en la
sustanciación de un procedimiento judicial regido por estrictas normas de
derecho que funcionan como un sistema de garantías para el acusado, al
que sólo se puede imponer una pena, previo cumplimiento de todas las
fases del proceso y con observancia de todos los derechos y garantías cons-
titucionalizados en el art. 24 CE. Así, no puede dictarse una pena sin un
proceso debido en el que se observe, entre otros derechos y garantías, el de
presunción de inocencia que determina la posición formal del acusado du-
rante todo el proceso. Posición que no es otra que la de inocente en tanto
que un Tribunal declare su culpabilidad con base en prueba de cargo sufi-
ciente practicada en el juicio oral con todas las garantías. Por tanto, es me-
diante la prueba como se puede y debe enervar la presunción de inocencia
del acusado lo que resulta ser el antecedente lógico de la declaración de
culpabilidad. Culpabilidad que, reitero, no se asocia al concepto de libertad
del individuo, que se da por supuesto, sino al de la prueba de los hechos
delictivos por parte de la acusación. Será en un segundo momento cuando,
acreditada la culpabilidad, podrá probarse en el juicio la existencia de he-
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NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
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PROGRAMADOS PARA LA LIBERTAD ¿EDUCADOS PARA EJERCERLA?
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NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
de este hecho son a mi juicio dos. La primera, que los delitos más graves
suelen dejar más pistas y suelen ser más intensamente investigados con el
resultado de que la acusación suele disponer de suficientes pruebas que
muchas veces resulta inútil combatir. La segunda, la fuerte carga negativa
que supone la atribución de responsabilidad por los hechos más graves,
como son los citados de asesinato, homicidio o contra la libertad sexual. Es
por ello, probablemente, que los acusados insistan con especial fuerza para
acreditar causas eximentes o atenuantes que rebajen el reproche penal y
el consiguiente y correlativo reproche social que conlleva la condena por
esta clase de delitos. Nótese que, comparativamente, no suele ser frecuen-
te, yo diría que es absolutamente inusual, que en los delitos con trasfondo
económico como el robo o el fraude se plantee prueba de la defensa para
acreditar enfermedad mental.
Nótese que lo que se persigue probar con la prueba neurocientífica del
estado mental del sujeto es la eximente o la atenuante como prueba de
descargo de la defensa. Por el contrario, no es necesario que la acusación
practique prueba neurocientífica sobre las motivaciones o el estado men-
tal del sujeto al momento de cometer el delito, ya que lo que se viene en
llamar elemento subjetivo del injusto se presume de los actos materiales
cometidos por el acusado. Ello sin perjuicio de que sea la defensa la que
intente acreditar la existencia de un estado mental limitativo de la responsa-
bilidad del acusado en el momento de cometer el delito. En esos supuestos,
la prueba neurocientífica puede probar hechos relevantes sobre el estado
mental del acusado que permitan acreditar la existencia de una enfermedad
o trastorno mental. Se trata de una clase de prueba que ya ha sido utilizada
y admitida con normalidad en nuestro sistema de Justicia y sobre la que se
ha pronunciado el Tribunal Constitucional para admitir su procedencia en
la STC 5/2001.
Otro supuesto en el que la prueba neurocientífica puede resultar de utili-
dad en el proceso es el de la prueba de la veracidad de los testigos e incluso
de los acusados. Pruebas que se realizan mediante distintas técnicas algunas
de las cuales incluyen sistemas EGG combinados con otras mediciones fi-
siológicas que pueden ofrecer datos útiles sobre si el sujeto examinado está
o no diciendo la verdad.
La prueba neurocientífica se deberá introducir en el proceso jurisdiccio-
nal conforme a las normas previstas en la Ley. A ese fin deberá ser propues-
ta en tiempo y forma y cumplir los requisitos de pertinencia y necesidad.
Admitida por el Tribunal se practicará en el juicio oral mediante la compa-
recencia del perito que realizó el examen neurocientífico que expondrá el
método, el análisis y las conclusiones obtenidas en el examen del acusado.
asimismo, se someterá a las preguntas que se le formulen por las partes
personadas y, en su caso, por el Tribunal al objeto de esclarecer los hechos
126
PROGRAMADOS PARA LA LIBERTAD ¿EDUCADOS PARA EJERCERLA?
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NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
28 «1º. Empirical testing: whether the theory or technique is falsifiable, refutable, and/
or testable. 2º. Whether it has been subjected to peer review and publication. 3º. The known
or potential error rate. 4º. The existence and maintenance of standards and controls concern-
ing its operation. 5º .The degree to which the theory and technique is generally accepted by
a relevant scientific community».
128
PROGRAMADOS PARA LA LIBERTAD ¿EDUCADOS PARA EJERCERLA?
29 Esta obra ha sido citada con anterioridad. En cualquier caso, se reitera la posibili-
dad de obtenerla gratuitamente en formato PDF en la siguiente dirección web: http://goo.
gl/93v4D
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NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
3ª. Todas las pruebas practicadas en el juicio penal se valorarán por el Juez
conforme con el criterio de la libre valoración de la prueba. Criterio judicial
que se fundamenta en lo que se ha venido a llamar sana crítica. Esta es
una norma de carácter general que se sigue en todos los ordenamientos
jurídicos de los países de nuestro entorno jurídico.
Puede sorprender el hecho de que la prueba pericial científica se valore
libremente por el Tribunal al considerar que contiene un criterio científico,
que podría entenderse no sujeto a discusión. Esta es una cuestión que ha
sido discutida por algún autor que entiende que el perito debe conside-
rarse, de algún modo, un auxiliar del juez en tanto que le proporciona un
conocimiento específico sobre materias que, por su naturaleza y caracte-
rísticas, no son del común conocimiento de los ciudadanos. Siendo así,
debería postularse por un distinto valor de la prueba pericial científica res-
pecto a otra clase de prueba como la testifical que sí que estaría claramente
sometida al criterio de valoración del Juez. Ello podría conducir a plantear
la posibilidad de que el resultado del Polígrafo, del Scanner o de métodos
similares se introdujera en el proceso y se valorase por el Juez como un
hecho acreditado en tanto que validado por la ciencia, sin posibilidad de
otorgarle una distinta valoración.
Sin embargo, esto no es y no debe ser así. Cualquier prueba, incluyendo
la científica, está sometida al superior criterio de valoración del Juez que
someterá el resultado de la prueba científica al escrutinio de la sana crítica,
al igual que cualquier otra clase de prueba. Desde este punto de vista, que
es el que acoge nuestra Ley procesal penal y que personalmente sostengo,
cualquier clase de prueba debe ser sometida a valoración y a crítica por el
Juez con independencia de su clase y contenido. Ello sin perjuicio de que
determinadas conclusiones contenidas en un informe pericial puedan tener
un especial valor probatorio y, por tanto, deban ser admitidas por el Juez
como hecho probado. Ahora bien, con carácter general las conclusiones
de los informes periciales, en tanto que no son hechos notorios, son sus-
ceptibles de crítica y de valoración como hipótesis más o menos fiables de
expresión de unos hechos determinados.
En este punto quiero destacar que únicamente son objeto de prueba
los hechos controvertidos, no así los admitidos por todas las partes y los
hechos notorios. Son hechos notorios, por ejemplo, la ley de la gravedad
o cualquier otra ley de la física o de la química. Naturalmente que no cabe
practicar prueba sobre la existencia y afectación de la ley de la gravedad
porque es un hecho notorio. Tampoco sobre la composición química del
agua. Sin embargo, sí que puede practicarse prueba sobre cualquier otra
técnica científica que no haya adquirido el valor de hecho notorio. Y, en
este punto, hay que decir que incluso el hecho notorio es un concepto
social no científico. Es notoria la ley de la gravedad, pero no es notoria la
130
PROGRAMADOS PARA LA LIBERTAD ¿EDUCADOS PARA EJERCERLA?
30 «El mismo respeto que debe mostrar ésta por dicho apasionante debate científico debe
ser exigido a las neurociencias cuando se trata de configurar las bases de cualquier sistema
social de imputación. Hay cosas que no se pueden decidir fuera de los centros de investiga-
ción, pero también hay cosas que no se deciden en los laboratorios. Si bien la imputación
jurídica queda invalidada cuando resulta incompatible con la realidad científica y un De-
recho válido en el marco de una sociedad moderna, no se puede construir a partir de una
concepción inadecuada de los sucesos naturales, sobre todo porque el subsistema ciencia es
un elemento importante del sistema social –especialmente desde el siglo XIX–, ello no significa
que los subsistemas Ciencia y Derecho no sean independientes. Cada uno tiene sus propias
reglas de juego». Véase B. FEIJOO, o. c., 20.
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NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
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PROGRAMADOS PARA LA LIBERTAD ¿EDUCADOS PARA EJERCERLA?
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APORTACIONES DE LA NEUROECONOMÍA
Jesús Conill
Universidad de Valencia1
1. INTRODUCCIÓN
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NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
que sólo sea porque en los últimos tiempos la economía ha invadido nues-
tra vida de un modo no sólo creciente, sino hasta de forma abrumadora
y, en bastantes ocasiones, desestabilizadora. Para muchos, la racionalidad
económica se ha instaurado como paradigma de la racionalidad en todos
los ámbitos de la vida, hasta en la sanidad, la educación y la investigación.
Por ejemplo, en los tiempos que corren, la economía financiera está produ-
ciendo un cambio del modo de vivir, de las expectativas, de la manera de
proyectar la vida y de la jerarquía de los valores que funcionan de modo
efectivo en la vida cotidiana. Pero también es muy conveniente e importan-
te considerar los aspectos económicos, porque las actividades económicas
como tales (la producción, el consumo, el ahorro, la inversión, etc.) forman
parte de los ámbitos que desde siempre han ocupado a la filosofía práctica,
que ahora se ha convertido -en virtud de la perspectiva neurocientífica que
estamos considerando- en “Neurofilosofía práctica”3.
2. EL SURGIMIENTO DE LA NEUROECONOMÍA
136
APORTACIONES DE LA NEUROECONOMÍA
6 H. A. SIMON, Models of Man, John Wiley, New York 1957; Models of Bounded Rationa-
lity, vols. 1 y 2, MIT Press, Cambridge 1982.
7 D. KAHNEMAN, Pensar rápido, pensar despacio, Debate, Barcelona 2012.
8 P. W. GLIMCHER, E. FEHR, C. F. CAMERER y RUSSELL A. POLDRACK (EDS.), o.c., c. 1, 4.
9 W. T. NEWSOME, K. H. BRITTEN y J. A. MOVSHON, “���������������������������������������
Neural correlates of a perceptual deci-
sion”, Nature 341 (1989) 52-54.
137
NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
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APORTACIONES DE LA NEUROECONOMÍA
13 D. KAHNEMAN, o.c.
14 P. W. GLIMCHER, E. FEHR, C. F. CAMERER y R. A. POLDRACK (EDS.), o.c. c.1,4.
15 Ch. SUHLER y P. CHURCHLAND, “The neurobiological basis of morality”, en The Oxford
Handbook of Neuroethics, J. ILLES y B. J. SAHAKIAN (EDS.), Oxford University Press, 2011, 33-58
(especialmente, p. 34).
139
NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
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APORTACIONES DE LA NEUROECONOMÍA
5. COOPERACIÓN
6.1. La recompensa
20 Vol. 36, Issue 2. También la revista Games and Economic Behavior (vol. 52, Issue
2, 2005) publicó otro número especial sobre neuroeconomía, editado por Aldo Rustichini.
141
NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
ofrezcan datos abundantes sin aportar a la vez una teoría coherente para
interpretarlos; también el hecho de que persistan presupuestos en el “mo-
delo económico estándar” que violan los hechos más básicos del comporta-
miento humano, como que los individuos operan como decisores óptimos
maximizando la utilidad21.
21 �����������
Citado por Paul W. GLIMCHER, E. FEHR, C. F. CAMERER y R. A. POLDRACK (EDS.), o. c., c. 1, 9.
22 M. KOSFELD, M. HEINRICHS, P. J. ZAK, et al., “Oxytocin increases trust in humans”, Nature
435 (2005) 673-676.
23 A. G. SaNFEY, “The neural basis of economic decision-making in the ultimatum game”,
Science, 300 (2003) 1755-8.
142
APORTACIONES DE LA NEUROECONOMÍA
en un juego así era aceptar la oferta que le hicieran, pues algo es mejor que
nada. Sin embargo, el sentido de la justicia se anteponía a la maximización
racional. Los segundos jugadores preferían no obtener ningún beneficio
antes que aceptar una oferta que consideraban injusta. Lo que muestra este
experimento es que los seres humanos no son decisores racionales que se
rijan por la maximización, sino que en las decisiones intervienen otros fac-
tores que son incluso más importantes en la resolución final. La aportación
del enfoque neuroeconómico consiste en estudiar cómo toma el cerebro las
decisiones. Se ha detectado una activación de los hemisferios cuando los
sujetos deciden acerca de la aceptación o rechazo de ofertas injustas (un-
fair) en la negociación. Este descubrimiento hace surgir un buen número
de reflexiones y no sólo la cuestión de la activación de los hemisferios en
el proceso de la elección. Por ejemplo, ¿está el córtex prefrontal dorsolate-
ral (derecho o izquierdo) del cerebro afectando los juicios sobre la justicia
de las ofertas de la negociación, o está específicamente involucrado en
la ejecución de los asuntos de justicia? Además, desde un punto de vista
neuroeconómico es importante conocer las disociaciones entre el juicio y
la elección, porque la elección implica que el que toma la decisión tiene
que asumir los costos y beneficios, mientras que el juicio solamente no está
asociado todavía con la asunción de los costos y beneficios.
143
NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
6.5. La neuroracionalidad
144
APORTACIONES DE LA NEUROECONOMÍA
to, sino que integra la valoración26. ¿Qué es lo que se valora? ¿Qué valores
son los que están en juego? ¿A qué se juega en cada caso? Porque depen-
diendo de a qué se juegue y qué valor esté básicamente en juego se estará
tratando de un ámbito u otro. Un asunto básico será aclarar la función del
llamado “valor biológico”: si se trata del valor básico y fundamental de la
vida y de la racionalidad, o si también hay otros que puedan superarlo en
la jerarquía del valor y de la racionalidad en el contexto de las formas del
reconocimiento recíproco en que vivimos27. Por otro lado, la resolución de
problemas también formaría parte de la estructura matricial de la racionali-
dad práctica, de los individuos que se reconocen en la interacción.
6.7. La intuición
145
NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
30 J. CONILL, Horizontes de economía ética: Aristóteles, Adam Smith, Amartya Sen, Tec-
nos, Madrid 2013 (3ª edición).
146
PROGRAMADOS PARA LA LIBERTAD.
¿EDUCADOS PARA EJERCERLA?
Juan Pedro Núñez Partido
Dpto. de Psicología.
Universidad Pontificia Comillas1
1. INTRODUCCIÓN
Para abordar un tema tan complicado como el que nos ocupa, creo que
es importante que empecemos por definir dos de los conceptos fundamen-
tales en torno a los cuales va a girar nuestra ponencia. El primero de ellos es
la libertad, la cual entendemos como el proceso de decisión que se realiza
mediante especulación consciente y cuyo resultado no está determinado.
Y puesto que la libertad la caracterizamos como un proceso consciente,
definimos la consciencia como el conjunto de contenidos y actividades de
los que tenemos una experiencia subjetiva directa y, por tanto, de los que
podríamos dar cuenta de ellos en un momento dado.
El hecho de ligar ambos conceptos, libertad y consciencia, no es ca-
prichoso y obedece al propio devenir del debate científico. Directamente
la libertad ni es ni puede ser objeto de estudio científico ya que la ciencia
busca desvelar las regularidades causa-efecto y la libertad sería un principio
de acción indeterminado, fruto del criterio caprichoso y arbitrario de cada
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NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
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PROGRAMADOS PARA LA LIBERTAD ¿EDUCADOS PARA EJERCERLA?
la libertad fuera del terreno de la ciencia, como propiedad del alma, para
“salvar a Dios”. En el caso de la ciencia, si alguno de sus supuestos tuviera
que ser revisado para el ámbito específico de la actividad consciente, en-
tendemos que no sería un drama y que estaría ampliamente justificado por
la excepcional naturaleza de la consciencia2. Y en el caso de la religión, en
la medida que el mundo material pudiera dar cuenta de esa capacidad que
llamamos libertad, sería una forma de constatar la maravillosa calidad del
“barro” del que estamos hechos.
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NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
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PROGRAMADOS PARA LA LIBERTAD ¿EDUCADOS PARA EJERCERLA?
Por tanto, el debate no es si somos o no somos libres “per se”, sino que,
asumiendo que nuestro cerebro es un sofisticado mecanismo al “99%”, se
trata de establecer si al menos un “1%” de nuestra actividad psíquica no
está determinada por principios de ningún tipo, ya sean neurológicos o
computacionales. Dicho de otra forma, de lo que se trata es de demostrar,
en primer lugar, si la actividad consciente, es decir la que realiza la mente
con los “qualia”, aporta algo a nuestro funcionamiento psíquico y a nuestra
adaptación al medio y, en segundo lugar, si dicha actividad responde a re-
glas establecidas o es puramente “especulativa”.
Pues bien, existe mucha evidencia experimental que pone de manifiesto
como la percepción, la memoria, la atención, el aprendizaje, las emocio-
nes…, operan de forma distinta cuando participa la consciencia, luego ésta
tiene un papel en dichos procesos. El mero hecho de estar debatiendo
sobre la consciencia es consecuencia de tener dicha experiencia y no sería
posible de carecer de ella. Pero lo que resulta más interesante es que dichos
resultados encajan con el papel especulativo que más adelante le atribui-
remos al procesamiento consciente, pues en general lo que encontramos
es que cuando interviene la consciencia las conexiones entre los datos se
producen más rápidamente, son más flexibles, inestables y más “creativas”,
y por ello también menos fiables ya que no están necesariamente basadas
en contingencias regulares del ambiente5.
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NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
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PROGRAMADOS PARA LA LIBERTAD ¿EDUCADOS PARA EJERCERLA?
6 Es lo que ocurre con las alucinaciones, donde el sujeto vive como real/externo lo
que no lo es.
7 Véase DAMASIO (1999).
8 Como propone, entre otros, CHALMERS (1996).
153
NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
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PROGRAMADOS PARA LA LIBERTAD ¿EDUCADOS PARA EJERCERLA?
155
NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
cias a que compartimos el referente que son los qualia, podemos fácilmen-
te comunicarnos conocimientos (qué acciones han resultado eficaces en
determinadas circunstancias y cuáles no) que se acumulan y transmiten de
forma generalizada en forma de cultura, ciencia, religión, etc.
8. LIBERTAD O LIBERTINAJE
13 GAZZANIGA (2011).
156
PROGRAMADOS PARA LA LIBERTAD ¿EDUCADOS PARA EJERCERLA?
9. EDUCAR LA LIBERTAD
¿Se puede educar la libertad? ¿El mero hecho de hacerlo no sería un con-
trasentido, una forma de reducir o restringir el ejercicio de dicha capacidad?
Sin lugar a dudas, se puede educar la libertad. Y si el objetivo de dicha
“educación” es forzar, de alguna manera, a que las elecciones del individuo
se orienten sistemáticamente según determinado código moral, ideológico
o comercial, no nos quepa la menor duda de que habremos mermado o
coartado en cierta medida su capacidad de elección. El adoctrinamiento,
mediante el control de la información, la seducción, el miedo y la culpa son
herramientas muy eficaces para limitar las opciones que el sujeto se plantea
como válidas o satisfactorias. Si bien, estrictamente hablando, su capacidad
psicológica no estaría mermada como tal, al menos mientras la mente del
sujeto funcione adecuadamente. Precisamente por eso, no existe el método
educativo infalible que garantice de forma estable y a largo plazo que las
elecciones de un sujeto vayan a regirse siempre por un mismo criterio. Ya
hemos explicado cómo nuestra capacidad de decisión consciente es muy
voluble, y esta característica es la esencia misma de su diseño y de su razón
de ser, pues ha surgido para solventar la incertidumbre con criterios ad
hoc, flexibles, versátiles y básicamente auto-referenciales, por tanto, ni lo
externo, ni lo rígido compaginan bien con la naturaleza de este proceso.
Pero también podemos educar la libertad, no para influir en la decisión,
sino para que el proceso como tal mejore en todos y cada uno de sus
componentes: especulación, tanteo, evaluación y elección. Se aumenta así
a largo plazo la pericia y la destreza del sujeto a la hora de elegir lo más
ventajoso para él.
Es evidente que de estas dos formas de “educación de la libertad” la
primera ha sido la que más hemos utilizado a lo largo de la historia y, por
tanto, está más desarrollada. La segunda, en cambio, apenas ha evoluciona-
do pues requiere un mayor conocimiento del funcionamiento de la mente,
el cual todavía es muy incipiente.
No pretendemos hacer un recorrido exhaustivo sobre los métodos y for-
mas que los hombres hemos utilizado a lo largo de la historia para influir,
mermar o determinar las elecciones de otros hombres. Tampoco aspiramos
a presentar un tratado sobre cómo mejorar el proceso de elección de res-
puestas en los seres humanos. Simplemente, vamos a centrarnos en los
aspectos básicos del funcionamiento de la mente involucrados en estas dos
formas de “educar la libertad”.
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NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
Podemos decir que los valores de los que somos informados no tienen
nada que ver con aquellos que surgen de lo que hemos vivido y sentido.
A los primeros podríamos llamarlos “exovalores”, básicamente recibidos de
otros y circunscritos al mundo de las ideas y por eso, o son frágiles porque
están poco arraigados en la persona, o se vuelven artificialmente rígidos.
Y a los segundos, podríamos llamarlos “endovalores” y son los que surgen
de las propias experiencias vitales de la persona; por eso se adquieren y
cambian con el transcurrir de la vida.
En la medida que unas ideas pueden sustituir a otras fácilmente, según
lo razonable que nos parezcan, no debe extrañarnos que el acceso a nue-
va información haga que los “exovalores” que ha recibido un joven desde
su infancia, puedan cambiarse de la noche a la mañana en un: “papá lo
he pensado mejor y he comprendido que… Dios no existe / Hitler fue
un héroe / descendemos de extraterrestres”. Por otro lado, si este tipo de
valores se han transmitido asociándolos meticulosamente a un ideal de
persona, simplificando al máximo la distinción entre lo bueno y lo malo,
alimentando con grandilocuentes ideas pertenecer al lado “correcto” y
como algo terrible lo contrario, obviamente será difícil que la persona
flexibilice en nada sus planteamientos. Si bien dicha rigidez no se aplica
por igual a uno mismo que a los demás, a los que se percibe como iguales
que a los “diferentes”. En general, se asume que la propia ideología, como
conjunto de creencias, garantiza la bondad y virtud de nuestra naturaleza,
y hace sospechosa o mala la de los “otros”. Además, al no ser valores
sentidos, ni surgir de un proceso de maduración personal, importan más
las ideas defendidas y las conductas regladas que los sentimientos, ya
que éstos son más difíciles de manejar. Por ello, la persona será incapaz
de ver o asumir sus propias incoherencias y si lo hace, si tiene en cuenta
sus propias reacciones emocionales, es probable que se pierda en ellas.
Las ideas se mantendrán artificialmente retroalimentándose a sí mismas,
volviendo al sujeto “impermeable” a la realidad, sin capacidad para inte-
grarla, tapando las incoherencias afectivas con las emociones positivas
que experimenta al “saberse” miembro, por propia asignación, “del lado
bueno del mundo”.
En el caso de los “endovalores”, como el sustrato emocional en el que
se asientan surge de la propia experiencia, es decir, se activan de forma
inconsciente ante las señales correspondientes, el sujeto reacciona de for-
ma más coherente y su vivencia interna es de mayor estabilidad. De igual
forma, habrá una mayor flexibilidad a la hora de juzgar distintas situaciones
ya que en la medida que se diferencian en algo, su reacción emocional será
distinta en calidad o intensidad, facilitando que el sujeto discrimine entre
ambas y no aplique necesariamente el mismo criterio para juzgarlas en am-
bos casos. Obviamente, adquirir los valores de esta forma es más complejo
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PROGRAMADOS PARA LA LIBERTAD ¿EDUCADOS PARA EJERCERLA?
y lleva más tiempo. Lo que significa que conlleva una mayor incertidumbre
moral, pues no siempre nuestra propia vida nos ha dado la oportunidad de
experimentar determinadas situaciones y posicionarnos desde dentro, es
decir, vivencialmente. Por otro lado, este tipo de proceso también nos exi-
ge tener el coraje de ser honestos con nosotros mismos y cambiar nuestra
escala de valores y, por tanto, asumir la responsabilidad de nuestros errores
presentes y pasados, cuando a la luz de una nueva experiencia vital en-
tendemos y descubrimos lo equivocados que estábamos. Además, requiere
que estemos constantemente abiertos a la experiencia, para poder ampliar
progresivamente nuestra capacidad para entender y enjuiciar las múltiples
repercusiones que tienen las distintas situaciones que la vida nos brinda en
cada momento.
Todos los seres humanos, a no ser que hayamos vivido en un completo
aislamiento, construimos nuestra escala de valores de ambas formas. Por un
lado, hemos recibido cierta educación ideológica, ética y moral a la que nos
agarramos cuando, por ser niños, no tenemos experiencia suficiente para
haber desarrollado un criterio propio y, por otro lado, con el tiempo vamos
adquiriendo cierto criterio personal a medida que aumentamos nuestra ex-
periencia de la vida. Lo ideal en un sujeto adulto es que mayoritariamente
la base de su criterio moral esté compuesta por “endovalores”, si bien todos
nos damos cuenta enseguida de que esto no siempre es así, especialmente
cuando pensamos en otras personas…
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NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
16 La identificación con el personaje engancha a los chavales porque les confiere una
identidad y un estatus más atractivos que con los que “juegan” en la vida real.
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PROGRAMADOS PARA LA LIBERTAD ¿EDUCADOS PARA EJERCERLA?
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NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA Y BIOÉTICA
son los caminos que transitamos y las circunstancias a las que nos enfrenta-
mos. Y lo que es más importante, cada uno de nosotros necesita aprender
a gestionar la compleja y sutil información interna que posee, así como los
procesos que se activan en cada momento y las habilidades que tiene, por
lo que aplicar determinadas pautas externas supone por principio renunciar
a dicha posibilidad.
No hay atajos, es un recorrido vital con distintos ejes que se cruzan,
muchas veces en direcciones opuestas, y todos cumplen su función: cons-
ciente-inconsciente, pensamiento-emoción, corto-medio-largo plazo, dolor-
placer, evitar-disfrutar-afrontar. Al final no se tratará tanto de qué hayamos
elegido, sino de cómo lo hayamos ido haciendo lo que determinará nuestro
modo de estar, de ser, de vivir.
La fuerza de la vida nos lleva a sobrevivir, a evitar el dolor y disfrutar
del placer en el corto plazo, y esto no es necesario educarlo. El proble-
ma es que pocas “elecciones” son tan simples, de hecho, no hay elección
propiamente dicha en tales circunstancias. Normalmente, toda elección de
verdad tiene una parte de coste y otra de beneficio, el balance es subjetivo
y la magnitud del “premio” depende de nuestra capacidad para asumir el
coste y disfrutar de lo conseguido. Sin olvidar que muchos de los grandes
premios de la vida tardan en llegar y tienen un coste elevado, por lo que la
capacidad de esfuerzo y sacrificio es la única forma de alcanzarlos. Y esto
sí es educable. Pero además, por el hecho de tener consciencia de “yo”
nos surge la necesidad de estar satisfechos con nosotros mismos, lo que
nos obliga a levantar la vista de la jugada y del tablero y ser sensibles a los
efectos que a largo plazo tienen en el jugador las estrategias y decisiones
que adoptamos. Ahora bien, ¿cómo hacerlo sin obsesionarnos absurdamen-
te con vacías quimeras? Sólo si probamos, comparamos, experimentamos
y sentimos en nuestras carnes, distinguiremos entre unos manjares y otros,
entre los que nos alimentan y los que nos dejan rápidamente hambrientos
de nuevo. Y esto también se educa.
Insistimos, psicológicamente hablando, la garantía no está en el qué (se
elige) sino en el cómo (se realiza este “viaje” por la vida). Sólo si el sujeto
crece en su capacidad de autoconocimiento y autogestión, su proceso de
elección y de toma de decisiones evolucionará hacia su máxima compe-
tencia, consolidando una estructura emocional fuerte, flexible y rica que
garantizará un mayor grado de felicidad en las circunstancias que le toque
vivir. Cómo compaginar adecuadamente todas las dimensiones de nuestra
naturaleza es un misterio, pero es lo que hace apasionante el reto de vivir…
No hay garantías, ni criterio seguro, y para afrontar este escenario surgió la
consciencia, así nos hicimos protagonistas de nuestro destino, de nuestro
ser persona, siempre nadando entre aguas revueltas, llamados a hacernos
sabios de nosotros mismos.
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