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CÓMO
abordar el psicoanálisis
17
Tracucción
Fabián Garcia-Prieto Buendía
ados la cuen-
de.
INTRODUCCIÓN
1. S. Nacht.
13
imaginación. Cuando un niño tiene miedo a dormirse
Cada psicoanalizado en potencia se convierte en un
en la oscuridad con el pretexto de que hay un hombre
Daniel descendiendo a la fosa de los leones. ¿Es pre-
muy malo en su dormitorio, la mejor manera de curar
ciso recordar que el héroe bíblico salió victorioso de
sus temores consiste en encender todas las luces y
su prueba? Gracias a la intervención divina, evidente-
explorar con él todos los rincones de la habitación. Así
mente.
henos
Y aquí enfrentados a la imagen del psicoana-
quedará convencido de
Mucho la inanidad de sus aprensiones,
mejor que con un lago discurso o con vanas
lista, brujo maléfico dispuesto a precipitar 2 su víctima
apelaciones a su valor 0, peor 2ún, con un acto de a
en los infiernos, especie de Caronte que nos hace pasar ridad consistente en darle la vuelta al conmutador,
auio
el río que lleva del consciente al
inconsciente y que nos — Encendamos, pues, todas las luces y veamos de
abandonará en cl reino de las sombras...+ o bien, dios
cerca qué es el psicoanálisis y para qué puede servir.
todopoderoso que pondrá fin de manera mágica a todos
— Examinemos desde un determinado ángulo y
nuestros tormentos. . con les ojos de un poeta — aun a riesgo de sorprender
1
¡Pobre psiccanalista! No es ni una cosa ni otra;
a veces — lo que podría ser, lo
ni brujo ni mago; simplemente alguien que ha reco- ue
debería ser la cura
rrido por su propia cuenta el largo camino que lleva
al conoci ¡ento de sí mismo, haciéndose así apto para este mundo,
<
guiar a quiene s quieren intentar una aventura seme- bargo, de que muestra nave se mantenga firmemente
o se dirigen, por lo seno, a mis
res, sino a todos aquellos que
emi al puerto. Nuestro objetivo no es
as nubes, sino permanecer en
vegar por
ticrra firme, en estrecho
contacto con una realidad que ha de estar presente en
o les gustaría recurrir
todo momento en nuestro espíri
lado e no saben lo
— Realidad de la que
el an
todos los qu grante. Es muy natural,
ocupemos de su caso y que lo
más concreta.
— Y, para ierminar
j
e
cona cl puede convertirse
cara y conoce vendidos
el término.
15
CAPÍTULO PRIMERO
20 21
Una vez adoptada la imagen del torrente para el in- aceptada por el sujeto porque la juzga útil y bienhe-
chora,
consciente, se nos ocuiren numerosas analogías
E
— Como un torrente empujado por una fuerza Una barrera experimentada no ya como un obstá
irresistible, los instintos, convertidos en pulsiones, se lo, sino como una fuente de energía nueva, suscepti [1
2
S.
municación intersubjetiva».
En efecto, capear la corriente entre dos
|
ree dos.
embargo, vamos a
lector lo que puede ser ca. hacer
la experiencia ¿ 4)
29
Pa o = solicitado hora, después de muchas vacila-
blo ha
barrotes son pintados y recordemos que la
puerta está
abierta. No se trata de encerrar al pájaro Pablo en un
ciones, Al £n se ha decidido. Y aquí está frente a este sistema, sino de ofrecerle un soporte material a fin de
hombre o esta mujer al que llamemos psicoanalista.
que su espíritu pueda volar libremente. Le hacen falta
Pablo está lleno de reticencias. Lo han prevenido
puntos de referencia que no varíen, necesitará Eitos
tanto contra los peligros de un análisis... «Vas a com-
plicarte la vida.» «Son todos unos charlatanes.» «Se
fijos cuendo evolucione por el
camino psicoanalítico.
Hay algo en él que debe saber, de una véz por to-
quedan en su sillón sin decir una palabra, y tú te en- des, que tal día, a tal hora, encontrará al analista en la
cuentras sclo, en el diván, como una pied:a.» misma habitación, en el mismo lugar, y que podrá re-
Es cierto otros le han animado a lanzarse a la
que costarse en el mismo diván. Que suceda lo que suceda,
gran aventura: «Tu vida expe nentará una verdadera cuenta con un puerto de amarre, E incluso que, aun si
rransformación.» «Sólo el análi is podrá sacarte del no asiste a una sesión, tiene su plaza reservada. P
último, hay algo en él que debe saber que su relación
1
Y ésta es la razón de ct se halle hoy frente al psi
que
mural
lo que respecta aneli
al
trabajo merezca
que su
ho de quee el ere emien: o
dentro de E lastentación de
enelie
E
debe dejar «fotar
gerlo sodo y nor
nar jamás.
Y para terminar con el capítulo del dinero, oigamos
?
algo bonito
algo sencillo
algo
elgo
pera el pájaro.
Narsuralmente
si comienza.
to:
Por mi parte, pienso que el marco tiene una gran echarle los brazos al cuello a su paciente, que no ha-
significación en la medida en que refleja, en primer lu- brá efusiones calurosas. Pero, más allá de esas manifes-
taciones externas, Pablo debe advertir el interés pro-
gar, la personalidad del-analista. «Dime cómo vives y o
te diré quién eres.» Si Pablo ha clegido este analista fundo, la simpatía y, sobre todo, la atención más inten-
con preferencia a otro, es porque hay algo en él que lo él
sa, la que abre la puerta a todo que es.
le ha interesado, que le ha atraído, porque tiene nece- eo
sidad de ponerse en contacto con este tipo particular Así, a lo largo de las sesiones, a través de esc in-
de individuo. Sin «átomos en forma de gancho», no tercambio entre dos inconscientes, entre el que habia y
el que escucha, se construirá, más allá del marco nazu-
hay asociación posible entre los dos participantes. Si
nuestro analista es un hombre severo, de apariencia ral, el verdadero espacio analítico. Lo que Freud deno-
fría y teciturna, su marco se ajustará probablemente a mina «el. espacio del deseo».
Es esencial que la expectativa de Pablo no quede
esa imagen. Si, por el contrario, se trata de una mujer
de rostro abierto, de aspecto maternal, hay muchas defraudada y que, como un pájaro que vuelve a su
oporrunidades de que la habitación en que ejerce se le nido, esté seguro de encontrar en él lo que necesita,
en la linde de esta aventura, en el alba de sus descu-
parezca.
Además, cualquiera que sea el marco y su valor rimientos.
como signo, es importante que Pablo encuentre en él
«algo bonito, algo útil»». Unas flores en un florero,
unos libros, una fgurilla de calidad no pueden por me-
nos de favorecer el senzimiento de bienestar del que
viene a él para encontrar la paz. Una luz suave y tami-
zada contribuye a crear una atmósfera de cálida intimi-
dad. diván cómodo, una manta mullida no son un
lujo. Pablo ha de sentir que todo en esta habitación
está pensado para acogerle, a él personalmente.
rural, la calidad de la acogida
de la acogida del psicoana-
lo que él es.
D1 y 3 BS Li T 5 5 ÍA c 5 =x psicoanalista no va a
EL DIVAN
en un jerdín
en un bosque
0 er una selva.
Esconderse detrás del órbol
sin decir nada
sin moverse...
37
ciones más variadas en muchos pacientes. Por ejemplo, Porque, a pesar de las apariencias, no está solo.
al ver ese mueble tan :e
es posible que una muchacha, Detrás de El, en su sillón, está presente el psicoanalis- -
inofensivo en apariencia, exclame con especto asusta ta, que espera sus palabras. Las primeras palabras que
do: «¡Qué horror!» ¿En qué piensa? Lo descubrirá van a brotar y que son con frecuencia de extraordina-
durante el análisis. Hay una gran probabilidad de que ria importancia para el desarrollo del análisis. Son la
miedo infantil que
su temor actual corresponda a un llave de una puerta, de la primera puerta, que se abrirá
di-
interesa desenmascarar. Otra se apartará del mismo ante otra; luego, ante otras más. Es esencial que
ván, llorando: «¡No puedo, no puedo!», y pedirá al Pablo realice por sí mismo esta primordial apertura.
anelista que le permita permanecer sentada durante
a
la
Tiene derecho esta libertad, que es preciso no arreba-
primera sesión. Sería una verdadera torpeza oponerle tarle con preguntas intempestivas. Es €l quien ha de
el deseo que
una negativa categórica. Hay que respetar dar el tono, quien ha de elegir la canción que ve.a.
al au-
experimenta de «ver» al analista. Poco a poco, cantar. Es él quien ha de decidirse por tal ambiente,
volver
mentar su confianza, aceptará recostarse, no sin por tal clima, excluyendo otros.
el si-
de vez en cuando la cabeza hacia el que está en
.
4l
blar y reír juntos de las mismas cosas. No te he traicio-
vienen estas historias humorísticas el comienzo del tra-
nado ni rechazado, a pesar de las apariencias.»
tamiento? ¿Pretende hacer reír al analista para domes-
Se dirige, pues, al hombre del sillón como si se
ticarle y establecer así una especie de complicidad que
le permita escapar a la soledad? ¿O bien se precipita tratase de su padre. Olvida totalmente que habia con
sobre un tema cualquiera para soslaya: su verdadero un casi desconocido. Traslada sobre la persona del anz-
lista los sentimientos que alberga con respecto a su
propósito?
verdadero padre: acaba de operar una «transferencia».
Al no atreverse a hacer elusión a lo que le atañe,
Gracias a este mecanismo, tan importante, podrá
habla de cualquier cosa. Al menos eso es lo que se
sentiría tentado a deducir nuestro observador profano. dirigirse una a una a las personas que másle interesan,
gritarles su amor o su odio, decirles al £n las cosas que
Y si pudiera, le diría a Pablo: pierda ese tiempo
«No
.
«¿Lo ves, padre?
Podemos ba- introducirá las imágenes que le vengan a la men
De
Esas imágenes no se contentarán con ser inanimadas. pero todo deja presentir que va a emprender el vuelo.
Cobrerán vida ea su espírim. Tendrán comportemicn- El silencio antes de echarse e volar, entes de les pri-
tos positivos o negativos con respecto a nuesto pa- meres palabras, ese silencio es tan precioso como una
ciente, lo mismo que él con respecto e ellas. Se enta- perla rara. Y bien torpe sería el analista que no supiese
blerá así toda una dialéctica de la que el analista, por resperarlo. Tiene que saber «no desanimarse,
esperar»,
su función, será el soporte. ya que la prontitud o la tardanza en la llegada de las
Es posible, hemos dicho, que Pablo comience a ha- palabras no tiene ninguna relación con la consecución
blar de entrada, desde las primeras sesiones, una vez del análisis.
el
que analista le ha inspirado confianza. ¿Y qué sucede cuando, en lugar de esta espera
Por desgracia, no siempre ocurre así. Los principios bienhechora y coronada por el éxito, se instaura el si-
de un psicoanálisis son con frecuencia laboriosos, y la lencio abmimador y pesado, semejante el cielo de tor-
puesta en marcha del paciente difícil de obtener. menta al que nos hemos referido? Silencio que se eter-
Cuántas reticencias para decir una palabra. niza y que corre el peligro de convertirse en obstáculo
«¿Por qué confiar a un extraño lo que hay de más insuperable. El paciente, inmovilizado por el rechazo,
íntimo en mí?» a
O bien repite una situación antigra, o bien experimen-
«No me gustan los confesores», nos dirá, por ejem- ta la intrusión del anelista en su vida privada como
plo, un paciente, con expresión tesiamida. Y sobre una agresión.
todo,el temible: «No tengo nada que decirle. ¡Absolu- En todos los
casos en que el
silencio se transforma
tamente nada!» Y se e
hace el silenci intenso, lleno de en un obstáculo, el analista tiene la obligación de in-
promesas... o bien ebm:mador, pesado como una pro-
vocación. ¿Qué debe hacer el ista frente 2-una si-
tervenir. No puede -
1ón
| c—
que se
sesenta el rie: uu
una situa-
ación análoga? En
pri
i
puaro de
o. Y ante todo, repitámoslo, una actitud de.aten-
2 Jamente
e las
respetuosa que pasa por encima y
palabras.
y
Y no olvidemos lo esencial: una infinita paciencia.
Pablo no debe ser ni empujado ni acechado, sino espe-
rado. Es su hora la que tiene que marcar el tiempo, no
el reloj interno del analista.
se
,
No puede, no se debe jamás apresurar el movi-
miento. Y esta libertad esencial dejada al analizado y
condición de su curación explica, entre otras causas, la
lentitud de la cura. Lentirud que a menudo parece in-
justificada al profano.
¿Cómo derribar y reparar en unos meses lo que al
paciente le ha llevado tantos años edificar?
LAS RESISTENCIAS
Cuando
si es que
elllega
pájaro llega
47
de fuga, de crisis de rebeldía, de accesos de desespere- presentaciones será utilizada pare impedir que esas mis-
ción, ha terminado por aceptar la situación analítica y mas representaciones vean la luz del día. Las fuerzes
eun por encontrar placer en ella. Se ba instalado, ha que actúan en la represión y en la resistencia son las
ocupado su lugar en el espacio analítico. Y elanalista mismas. De lo cuel se deduce que para eliminar la re-
la
E
puede al fin «cerrar suavemente la puerta con el pin- presión hay que hacer desaparecer resistencia. Y no
La puerta de una jaula que no tiene nada de es cuestión baladf «borrar uno a uno todos los ba-
ITOLES».
prisión.
.
Y después de todas estas maniobras de aproxima- Porque, desgraciadamente, el paciente que sufre,
ción, de la instauración de esta confianza, e! trabajo co- que de manera consciente quiere verse desembarezado
mienza. de lo que le oprime, no puede evitar el oponerse a su
¿En qué va a consis propia liberación. «Los mecanismos de defensa contra
En «borrar uno a uno todos los barrotes teniendo los peligros antiguos retornan en la cura bajo la forma
cuidado de no tocar ninguna de las plumas del pájaro». resistencia a la curación. Por eso se considera la cu-
de
¿Cómo?, me dirán. Le lleva a usted un tiempo in ración como un nuevo peligro» (Freud).
finito domesticar al pájaro. Después de mil precaucio- Ea efecto, para vivir, aunque fuese mal, Pablo he
terminado por construirse un simulacro de equilibrio.
nes, consigue al En cerrar la puerta de la jaula sin que
el pájaro proteste y, después de todos esos trabajos, no Equilibrio precario, incómodo, cierto, pero equilibrio
tiene más que una idea ea la cabeza: liberar al pájaro al in.
suprimiendo
“
los barrotes... Ha conseguido edificar todo un sistema para poner-
Bueno, no hay por qué sorprenderse tanto. Todo se al abrigo. Ha cortado el contacto con una parte de
el objezivo del análisis consiste precisam en luchar su inconsciente por miedo a este último, creyendo pr
paso a paso contra esos barrotes, que son otros tantos tegerse asf con:ra pensamientos y deseos inaceptables.
obstáculos pare la curación. A esos obstáculos, de los E, incluso al comienzo, la situación enalítica va a
que Pablo no es conscie analista les llama «resis- permitirle repetir, revivir momentos de antaño,
y peno-
rencias», resistencias confeccionac con el tejido del sos quizá, pero conocidos y por eso mismo tranquili-
zadores. Tranquilizadores en la medida en que se pre-
do. Le
incons
T en a Pablo par
, por
pr
temor € descubri
e el acceso a su
en Él descos inco- fere una desgracia conocida e una felicidad de la que
fesables o abit comprobaciones vejatorias para su no se sabe Se trata, una vez más, de la resis-
nada...
tencia al trabajo. Para colmo, Peblo ha adg o la
amor propio.
aber que la misma encrgía que el pacien
Hay que $ aber costumbre de sacar algún beneficio de su enfermedad.
Su familie le rodea de cuidados, tiembla ente sus có-
te he empleado para impulsar hacia la sombra ciertas re-
8 49
leras, cede a sus menores caprichos, se alarma o se jrri- cambiar en nada su vida y, si alguna vez alude el inci-
ta ante sus más pequeños malestares. Su gran fatiga le
dente desde el diván, lo hace con el mismo tono que
permite poner término e determinadas apejigueras».
emplea para referirse a todos los inconvenientes de
En resumen, ha encoatrado algunas compensaciones
la vida diaria. Como si esta muerte nunca hubiese te-
dentro de su estado.
nido lugar.
¿Cómo abandonar todos esos diques sin sentirse Se trata de una resistencia típica. Podría creerse en
desnudo, despojado, sin defensa? ¿Cómo no sentirse
una gran firmeza de carácter, digna de un héroe de Cor-
aterrado ante el desencadenamiento de unas pulsiones
neille, si Pablo no tuviese, por otro lado, todos esos
contenidas durante tanto tiempo?
problemas que le han conducido al diván del psicoana-
Es netural que el pájaro tenga miedo a perder al-
lista. En realidad, es una «renegación»,' que revela una
gunas plumas en el juego. Y, precisamente, el trabajo intensa culpabilidad. Porque Pablo vive inconsciente-
de psicoanalista requiere la suficiente destreza para con-
mente un fantasma de responsabilidad y un fantasma
servar el pájaro intacto: no abordar una resistencia de de impotencia y fracaso: es el hombre que no ha po-
frente, ni demasiado pronto ni demasiado tarde, con dido salvar a su hijo.
el riesgo de crear otra todavía más fuerte. Ayudar a La desaparición de la- resistencia le permitirá des-
Pablo e encontrar un equilibrio nuevo y permitirle cubrir esos fantasmas, desculpabilizarse y esumir al fn
construir defensas más apropiadas, a fin de que se sien-
su duelo. Podrá exteriorizar libremente su pena, eco-
ta seguro. nomizando al mismo.tiempo el extraordinario gasto de
Estas defensas nuevas, no nacidas ahora del terror
RA
50
LA REALIDAD
53
como si los ba:ro:es no hubiesen desaparecido. Se ha Y en este estadio el analista debe hacer que Pablo
enamorado de la jaula y del pejarero. Se siente al abri- el
se fije al fin en «la belleza de la rama, verdor del fo-
go, y esa libertad tan nueva que se le propone le da el
laje, la frescura del viento y polvo del sol». Y como
miedo. si eso no fuese suficiente, es preciso también
que haya
Ha experimentado en el espacio cerrado de la cura «el rumor de los animalillos de la hierba en el calor
analítica las sensaciones felices de un feto en
elvientre
de la madre y hay algo en él que no tiene ninguna pri-
del verano».
Será necesario excitar todos sus sentidos; tiene
que
sa por nacer al mundo exterior. Ir hacia el mundo sig- ver, oler, gustár, ofr y tocar el mundo que va a ser el
nifica aceptar la pérdida de sus antiguas seguridad y suyo.
omnipotencia. Significa enfrentarse a la gente y a la Aprenderá a conocer el placer del descubrimiento,
realidad ydejar de ser el centro'y el fin de todas las co- pero también las dificultades de la adaptación, indispen-
sas. ¿Cómo resignarse a no ser ya el único? ¿Cómo de- sable para su reciente equilibrio.
jar de ser Narciso contemplándose en el espejo del psi- Y si todo ha pasado como hemos sugerido a lo lar-
coanalista? ¿Quién no conoce la historia de Narciso, go de estas páginas, irá hacia el mundo con los ojos
enamorado de su propia imagen y que murió a causa de completamente abiertos para captarlo tal como es.
ello? Poco a poco, su relación con el analista evolucionará
Pero, ¿quién habla de morir? Para Pablo, no se en el mismo sentido. El personaje mítico, el espejo cu-
trata en absoluto de morir de amor por sí mismo, sino,
al contrario, de ampliar este amor a la medida del mun-
yos reflejos cambiaban de acuerdo con el estado de áni-
mo de Pablo, va a transformarse en un ser de carne y
do que le rodea y de establecer con los demás un sis- hueso. Y será posible que se entable un diálogo entre
tema de releciones normales, de reanudar la comunica- ambos.
ción con sus semejantes y con el mundo exterior. Por
:
54
EL CANTO DE LA CURACIÓN
S: el pájaro ro canta
"es mela señol
señal de que el cuadro es malo
pero si canta es buena señal
seña! de que podéis firmar,
Entonces, arrancad con mucho cuidado
una de las plumes del pájaro
y escribid vuestro nombre en unc esquina-del cucdro.
:
57
de modo inconsiderado a la care del paciente. O bien, todo cuanto ha utilizado el analista en su largo y pe-
deseo inconsciente de retener al pájaro en la jaula. Pero,
noso trabajo proviene del pájero. Él no ha añadido
a veces, el pájaro se obstina en callarse ante el mejor, nada, no ha suprimido nada; ha trabajado exclusiva-
el más preparado, el más concienzudo de los analistas.
mente con el «material» proporcionado por el pájaro.
La negativa a curarse es más fuerte que todo lo de- En caso contrario, no sería analista.
más. Y sin deseo de curación por parte del paciente,
¿cómo queréis que la asociación analítica dé sus fru-
tos? Sí, se da el fracaso. De eso a acusar a todo el psi-
coanálisis nd hay más que un paso, fácilmente fran-
queado por algunos, encantados de encontrar tan bue-
na arma con::a un método de curación que rechazan.
Pero, ¿es que un frecaso de la medicina supone la con-
denación de toda la medicina y hay que renunciar a lo
bueno con el pretexto de evitar lo malo?
Felizmente, tanto en psicoanálisis como en medici-
na los éxitos son mucnos (a condición, claro está, de
la
que elección de la terapia sea adecuada; no todo el
mundo es psiccanalizable; de todos modos, no me pro-
pongo profuncizar aquí en ese problema). Cuando los
deseos de los dos protagonistas se conjugan con vistas
al objetivo buscado, nos encontramos en presencia de
una música muy egradable para quien sabe escucharla.
Y si el pájaro canta con todas sus fuerzas, el analista
go:jea a su manera, puesio que cualquier triunfo te-
Él una
gran alegría. Si así no
del pájaro. Es lo
ue ebjetar, pues:o que
CAPÍTULO III
1. Les psycho:bérepies.
67
ella. Te: inada le reacción, no habrá experimentado ciente. Porque, digámoslo sin disimulos y aun e riesgo
de sorprender, no se puede amar esta profesión sin
ningún cam . Violín, porque debe sonar siempre
ajustado y D/ rmanecer en todo momento perfectamen- amar en cierto modo a aquellas personas de les que un
te afinado mediante un difícil y per sanente control
de se ocupa.
sí mismo. Acordado con la situación analítica de cada — Guarda silencio, cierto. Pare permitir al pacien-
paciente, sigue sus variaciones a todo lo la:go del re- te expresarse mejor. Eso no significa que sea mudo.
o
«Un analista que no habla nunca es en la mayoría
corrido.
de los casos un analista que no tiene nada
— Lécido y atento, su formación le permitirá cap- que decir»!
tar lo que ocurre a todos los niveles. Evolucionará con tipo de interven-
Hay que conocer el momento
el
ción adecuados; hay que conocerlos en cierto modo
toda facilidad desde el sótano al desván, desde el in- por
consciente al consciente. Su inconsciente percibe, su instinto. Nuestro analista debe, pues, gozar de una in-
tuición particularmente desarrollada. Una vez más, el
consciente labora.
— Nada que sea humano le es extraño. Todo , lo entre el espíritu de razón y la agudeza de espí-
cue pasa, todo lo que se ce tiene sentido para él. riu ha de sonar justo. +
en
Ni extrañeza, ni escáncalo, ni juicio, que s ienifican — «El hombre del sillón» debe ser cultivado.
Tendremos ocasión de volver a hablar de este
otros tantos rechazos. punt
— Posee una memoria excelente. Su atención no - — Y, cosa esencial, debe sabe: dominar sus pro-
debe fijarse en otra cosa que las palabras del paciente, pias reacciones frente al paciente. Dominar su «con:ra-
ni siguiera en el bloc y la pluma que lepermitirían to- nsferencia», que puede ser negativa cuando, por
ejemplo, un histérico le pone nervioso o un obsesiona-
mar notes durante les sesiones.
la ti na
DS
idea do le impacienta. Pero la contra-transferencia
— No existe cn él menor
preconcebida se interpone como uha Di entre su tambi € nocivamente positiva si, por ejemplo
rés por un enfermo en pi ticular se convierte en ex
jente y él. :
sólido sivo y se establece un lazo demasiado personal entre los
— Pero no por eso es menos y constante.
dos perticipantes en el psicoanálisis. En todos los ca-
da,: suponen otros tantos
ente podrá apoyarse du-
en sos, presenta un doble peligro; menor disponibilidad
verdadera en el analista y reacción por parte del
pa-
Se dice con frecuenci tro». ciente, Cuyo inconsciente percibe desde el principio lo
—
ha de rechazar siempre ei mos-
l
que ocur re en el analista y no se deje engañar.
Sí, i en la medida en que
:
mMETAlista. No, si neu-
trarse [E emo un pedagogo o UN Held, Probizn: 5 de la cure
pare el pa-
:
:
tralida 5ca frialdad glacial, aterrad
68
La contre-transferencie ha de ser controlada me-
diante un autoanáli:isis vigilante y permanente.
— En fx, debe saber mantener equilibrada la ba-
lanza entre su deseo de conocimientos teóricos y las
necesidades prácticas del analizado. Porque no lo olvi-
demos: lo más importante es el interés del paciente. No
hagamos del psicoanálisis una religión. Es ante todo
una terapéutica. En cierta ocasión, oí durante un semi-
nario una frase reveladora. Se trataba de un enfermo
que, después de cinco años de psicoanálisis, se encon-
traba perfectamente bien y decidió interrumpir el tra-
tamiento... Una voz se elevó decepcionada de entre la ¿CÓMO SE FORMA?
[ concurrencia: «¿Y qué va a ocurrir con el analista?»
Responderé desde aquí a esa persona que se sintió de
La respuesta a esta pregunta se podría casi resumir
fraudada que, si nuestro paciente se va feliz y aliviado,
en tres puntos:
dejando al analista frustrado en su deseo de descubri-
mientos, mejor para el paciente y peor para la teoría. E
1. Debe
scr analizado.
— Para terminar esta breve exposición, repitamos 2. Debe
ser analizado durante mucho tiempo.
que,
si bien todo esto es necesario, no es, sin embargo,
suficiente. Si gue siendo LT. 150 el «con».
3. Debe
ser bien analizado.
nguna Xes
Expliquémoslo.
gla, ningún truco, ninguna cultura analítica, ni siquiera
lo proporciona. El psicoa:nálisis es una
La mejor imagen de la formación del analista la da,
ningún análisis
a mi parecer, la formación de los pintores del Renaci-
.
-
importante no tanto en la formación como en la con ela is, aunque Él
mación del psicoanalista. sca médico y ter 1
> en
sus co-
No insistiremos sobre la abundan nocimientos médicos.»
soenalítica, que ningún analista, ni siguiera siendo un Á estos dos postulados añadiremos esta otra cita:
Gargantúa, sería capaz de tragarse, pero de la que se «La formación analítica coincide,
LN
sin la menor
nutre en la mecida de lo pos duda, en ciertos puntos con la enseñanza médica, pero
no la abarca ni es ebarcada por ella. Si ruviczs la
se
Viena. ¿Qué pensamos de eso hoy, desde nues:-0 mo-
idea, hoy en día fantástica, de crear una Facultad de desto luga:?
Psicoanálisis, se enseñarían en ella, claro está, materias
Medicina. Al Nos parece que conviene matizar un poco más, aun
que se enseñan también en la Facultad de comprendiendo muy bien el punto de vista de Freud.
lado dela psicología profunda, de la psicología del in-
Es verdad que, en su época, tuvo mucho que sufrir y
consciente, que seguirían siendo siempre. el capítulo luchar contra la hostilidad del cuerpo médico.
fundamental, habría que enseñar en la medida más am-
plia posible la ciencia de la vida sexual y los cuadros si
Pero bien esta hostilidad persiste todavía, desgra-
ciadamente, se comprueba que en la actualidad hay mu-
clínicos de la psiquiatría. Por otra parte, la enseñanza chos analistas médicos y que son muchos menos los
analítica abarcaría asimismo ramas muy ajenas al mé-
dico, ramas cuya sombra ni siquiera percibe en
el
ejer-
analistas no médicos. ¿Por qué Freud parece ser «27.
poco seguido en este capítulo?
cicio de su profesión: la historia de la civilización, la
De una parte, después de todo lo que hemos dicho
mirología, la psicología de las religiones, la historia y
(¿Cómo debe ser?), es bien evidenie que la madurez
la crítica literarias. Si no está bien orientado en todos
requerida para llegar a ser analista no coincide más que
estos campos, el analista se encuentra sin preparación
muy raramente con el estado de ánimo de'un joven en
frente a un gran número de fenómenos que se le pre- el momento en que debe elegir su carrera: De ora par-
sentan. Por el contrario, la mayor parte de lo que en-
te, como la Facultad de Psicoanálisis con que soñaba
seña la Escuela de Medicina no le sirve para nada. No Freud no se ha convertido en realidad, nifexiste un tí-
le interesa en absoluto ni el conocimiento de los huesos
tulo oficial de psicoanalista, es natural que la mayoría
el tarso, ni la constir:<ión de los hidratos de ca:bono,
de los jóvenes se dirijan a las Facultades Y aunque ni
ni la disposición de las fbras del cerebro, ni nada de
la Facultad de Medicina ni los estudios de Psicología
lo que la medicina ha descubierto sobre los micz bios.
son capaces de formar un psicoanalis:a, al menes conce-
Eso no le atañe, no'le eyuda a comprender o curar una
den los títulos tan apreciados por nuestro siglo de ten
nevrosis, ni contribuye indirectamente a agudizar las elevada tecnicidad.
facultades intelectuales que exige imperiosamente su
Ahora bien, ¿qué le ocurrirá a nuestro amigo médi-
profesión.»
Freud
.
a dec «Es in co, aunque sea neuropsiguiatra, si opta por el psicoaná-
Lo que conduce a lisis? Bien pronto se derá cuenta de las consecuencias:
r al que desea li-
con: rio al objetivo propues:o eb a causa de ciertos imperativos psicoanalíticos, admi
ber una fobia o de urna
la dos por todos dado que la palabra es el modo electivo
obsesión, a dar primero el inmenso rodeo de toda de comunicación, no podrá ya palpar ni auscultar y en
ningún caso prescribirá medicamentos. Su activicad
dose considerablemente la práctica mé-
de cógenas, tan frecuentes, una clase que, para gran pro-
o , tal como se le habrá enseñado.durante
vecho de estos enfermos, permanece en constante con-
tacto con ellos.»
¿dico según la ley, se io
aleja
de
la medicina,
de
Médico o no, lo que importa es que el analista sea
sientras que, 2 la inversa, es extremadamente necesa- competente. Los hay extraordinarios entre los unos y
rio que los analistas no médicos se acerquen a la Cien- entre los otros. Y los hay también deplorables en am-
bos casos. La etiqueta no coincide siempre con el pro-
cia Médica.
El mis:no Freud lo especiSca claramente en el tex- ducto ni el mapa abarca siempreel territorio.
to que hemos citado: el conocimiento de la ciencia se-
xual y los cuadros clínicos de la psiquiatría son los dos
campos privilegiados en que la cultura
del psicoanalis-
ta debe desarrollarse en el plano médico. La cosa es
fécil de ar gracias el desarrollo de la sexología y
gracias a los cursillos en los hospitales psiquiátricos.
Pero todo esto no es todavía suSciente. No lo olvi-
demos, incluso insistamos sobre ello: nuestro paciente
olvi-
es «uno», e la vez espíritu y cuerpo. No hay que
dar ese cuerpo y tratarlo como un pariente pobre. El
ado debe comprender hasta qué punto el analista
toma en cuenta su cuerpo y para ello es indispensable
último sea capaz de concederle toda su imp
!
psicoan D lista no debe ser
— egresividad,
— perversión,
— sublimación,
— narcisismo,
— transferencia.
«Lo que se concibe bien se enuncia dl E o mente»,
decía Descartes. Bueno, no es ten fácil como parece.
Hacer inteligibles los conceptos psicoanalíticos no care-
ce de escollos. E
ticas.
l
-
me vital;
jóvenes que
hay que pen Si se consultan las obras teóricas, se encuentra en
ellas la siguiente definición:
«La represión se produce en los casos en que la
satisfacción de una pulsión (deseo) — susceptible de
originar placer por sí misma — podría provocar desa-
grado con respecto a otras exigencias.»
uy Igeade ser exhaus Recurriendo a la imagen y al ejes concreto,
en faz come me he comprometido a hacer, he aquí la manera.
Jocuror rinclogía y, 2 que propongo de ilustrar esta noción:
Maestr !
mayor 2úmero posiible Imaginemosel director de una fábrica que t
ficultades con su personal. A causa de eso, £
el
Los obreros están patro- Puede revestir dos aspectos distintos: o bien el pa-
no escuche sus re trono (= nuestro yo consciente) sólo consigue Eacer
Este último puede cellar parcialmente las reivindicaciones procedentes del
escucharles. inconsciente... y la agitación persiste;" o bien el pax
A. — Negárse
por as buenas a
Resultado: reivindicaciones cada vez más agitadas, no, cerrando le puerta con doble llave y tapándose los
descontento creciente, baja del rendimiento, trabajo oídos, imagina que estas reivindicaciones no han exis-
mal realizado y, Enalmente, la huelga... El patrono, aun tido nunca y que, por lo demás, no tiene por qué preo-
en el caso de que termine por ceder, queda sobrepasa- cuparse de ellas. Podemos estar seguros de que su tran-
do porlos acontecimientos. quilidad será de corta duración y que pronto se con-
Las relaciones con sus empleados sigt :en siendo ma- vertirá en víctima de la ebullición de esa oleada de
las y la fá: ca funciona a trompicones. Una nadería energía no satisfecha. Porque es preciso saber que, er
puede arra strarla a una nueva crisis, susceptible de lle- todos los casos en que el consciente se niega a ofr nada
+
vacia e la quiebra y a la ru a. de las exigencias del inconsciente, se produce la sepa-
— El patrono acepta reci
de su personal. Se entabla el <
DU gus
ono toma
ración, la ruptura de la comunicación; en una palabra,
el confiicto, con todas las consecuencias que de él pue-
nota de todas las quejas. Se com a satisfacer den derivar, es decir, la mayoría de las veces una neu-
algunes reivindicaciones que le parecen justas; por el rosis más 0 menos grave.
contrario, se niega 2 ceder en aquellas que considera Entonces, ¿en qué consiste una buena represión?
inacep sables.y que pondrían la empresa en peligro. Digamos en primer lugar que existen represio:
los
imeres
5 sa isfactorias, en cierto medi espontáneas, que tienen
. Resultado: las
lug ar ¿uando el deseo que quiere expresarse no es lo
a de la otra y sir- suficientemente imperioso para afrontar les exigencias
e la realidad exterior o de las obiigaciones morales,
Pero, desde el momento en que el empuje del de-
seo alcanza un cierto umbral, el conú
. Y es en este punto donde convi
.
en su conciencia lo que le parece compatible con sus
ideas, sus seztimientos y sus posibilidades.
En resumen, lo que se adapta a la realidad. Y re-
chaza lo que le parece totalmente incompatible con su
interés actuel y sus pesibilidades maicriales.
Ése es precisamente el camino a lo largo del cual
nos conduceel psicoerálisis.
espués de conocerlas, después de haberlas juzga-
o, ciertas exigencias del inconsciente son definitiva
mente rechazadas y relegadas'al olvido, mientras que
otras son aceptadas y contribuyen a enriquecer al indi-
viduo en su tetalidad.
1
E
Como decía Freud con toda razón: «Reemplazar la
AZAR
89
ción en cuanto a nuestras tend ies inconscientes y a consciente, que le ha obligado a ese objeto, re-
galo de boda de un antiguo rival.
nuestros deseos más secreros.
Por ejempio,si e alguien le sucede, como 2 mí re-
— En ctros casos, la tendencia a perder un objeto
determinado nace de una asociación de ideas simbóli-
cientemente, saludar con un corcial «¡Adiósi> al se- cas entre ese objeto y otros mucho más importantes, La
ño: X que viene a comer a su casa, será inútil rubori- tendencia se transfiere de éstos a aquél.
zarse y tartamudear: «¡On, perdone! Buenos días, que- Una mujer joven acostumbra 2 perder su bolso...,
rido amigo, es un placer verle por aquí.» metedura
da que eceba siempre por encontrar. Por otra parte, va
de pata está cometida y no se puede arreglar. Al invi-
psicoandlsis, le con frecuencia a la consulta del ginecólogo, con el pre-
tado, aun ser un especialista del texto de irritaciones locales sin gravedad. Inconscien-
costará trabajo creer en las protestas de amistad. Ha-
temente, trata de tranquilizarse con respecto a su inte-
b:á comprendido o sentido eh seguida que el incons- gridad como mujer.
ciente de su huésped, el grosero de su inconsciente, aca-
ba He hacerle una faena a su manera proclamando bien
Al decirle que todo está en orden, que nada
ta, es como si
le fal-
el ginecólogo le hiciese encontrar el bo!-
í
alto lo que no se atrevía sig so. El bolso simboliza en este <asa los órganos genita-
recibir
s
decir, que no tenía la menor gana de al señor X les femeninos, y su pérdida (siempre acompañada de
en su casa y cue tode su prisa era devolverle a sus la-
angustia), el miedo a la castración.
res por la vía más rápida. — La pérdida de un objeto de valor puede consti-
He aquí, pues, un ejemplo de lapsus muy sencillo tuir también la representación simbélica de una idea
y fácil de compreader. reprimida y, en consecuencia, una: advertencia 2 la que
Del mismo modo, la pérdida repetida de determi- no siempre se presta atención. Muy a menudo debe ser
considerada como un sacrificio ofrecido a las potencias
nados objetos reviste una signiScación oculta y respoz-
de
a una intención secreta :
ocul:as que presiden nuestra suerte
¡da de un 01 temporalmente extrá- La señora Z tiene la manía de gar con su elianza,
viado o roto por torpeza revela con frecuencia el re- hasta que un día termina por perderla.
ae impor:uno Cuyo recueao SE ASO- ¿Qué se puede deducir de esta actitud?
la señora Z, desgraciada en su ma:: monio,
¿Que
espira a liberarse de la obligación convugal?
una escena ente Un jouen
E a,
1
La explicación no es tan sencilla. La señora Z tie-
de crístl de tira al
“aloco ne una amiga Cue ecostumbra a hacerse lenguas sobre
encima de la mesa y
e que tiene aquélla de ser tan feliz ea su matri-
de a», sin le menor-duda, pero guiado por su in-
do 9
monio. La señora Z soporta mal esa envidia que gira
en torno a ella, y la soporta todavía peor porque le
re-
cuerda inconscientemente un día en que, siendo aún
una niña pequeñe, estaba jugando con la alianza de su
madre: «Ser una señora y estar casada con papá, qué
sueño tan bonito para una chiquilla de cue:ro años.»
Desgraciadamente, la niña fue sorprendida por su ma-
dre, que la reprendió: «No debes jugar con mi sortija.»
Lo que puede traducirse por lo siguiente en el incons-
ciente de la pequeña: «No tienes derecho a ocupar mi
Jugar.» La señora Z concibió a causa de eso una gran
culpabilidad inconsciente, ya que el inconsciente con- PERVERSIÓN
funde de mancra
indistinta deseo y reslización. En
es
como
si la chiquilla hubiese realmen: suplantado a
|
su madre. Y el gesto que repite con tanta frecuencia la Si también en este caso recurriéscmos a la de
la alianza está ción de las obras de autoridad; leeríamos en una de
joven de ahore y que consiste en sacarse
destinado en realidad a calmar a'su madre, diciéndole: ellas que «la perversión es una desviación con
Tespecio
«¿Lo ves? No he tomado ru lugar, no me he casado el acto sexual normal, ya se vuelva hacia
otros objetos
con papá. La prueba es que ni s sexuales (personas del mismo sexo) o 2 otras zonas cor-
Ea
!
La de la sortija supone un ver o holo- porales, ya requiera ciertas condiciones extrínsecas (fe-
ar la culpabilidad de la tichismo, voyeurismo, sadomasoquismo)».
aZya elejar el
Castigo imaginado
por la niñ:
iendo en su inconsciente.
Leyendo una definición tar ambigua, se comprend
el embarazo que provoca este concepio. Concepto aún
rplos, que podríamo mal definido. Como prueba, basa laaaparición reciente
se Freud ha estud: de una tesis que dedica no menos de mil páginas al
-
problema!
esa, sólo retexgo aquí dos temas de
— ElME ee en torno al
nuestra vis sS'
ento
e
eu méci
primero se sitúa c
vr
"
:05
rodean reprimen con demasiada fuerza su impulso, y el
Una mujer de unos sesenta años de edad se ha que-
20 al mismo tiempo ciertas explosiones, de las
—— dado viuda hace un año. Y precisamente desde hace un
que se haría muy mal en extrañarse (muchos los pro-
de
“año tiene grandes dificultades para levantarse
biemas de la juventud tienen su origen, al menos par- por las
mañanes. Cada gesto le causa un gran esfuerzo. Vive en.
cialmente, en este mecanismo), o bien, a la inversa, se la espera permanente de una catástrofe. Prácticamente
trata de una excesiva fal:a de disciplina familiar. Los no se mueve de su sillón... hasta las cinco de la tarde.
padres insufcientemente agresivos resultan muy poco Porque a las cinco de la tarde todo se calma brusca-
tranquilizadores. «Uno sólo se apoya en lo que resiste.»
Subrayemos que, cuando hablamos de los que ro-
ente. Sale de su letargo, se dedica a sus ocupaciones,
ve la televisión y, por último, se acuesta con toda tran
ean al-niño; nos referimos a los padres, al conjunto quilidad. Al día siguiente, todo vuelve a empezar. Has-
e la familia, la escuela, el medio ambiente socio-cultu-
ta el día en que le pregunto: «¿A qué hora tuvo lugar
el fallecimiento de su marido?» «A las cinco de la tar-
to se mante ne ambivalente.
de», responde. Todose aclara de repente. La mujer ha-
bía cuidado a su marido impedido durante años. Nu:
Si consigue vi ca se había confesado conscientemente que esta vida la
.
deseos inextinguibles que reclaman satisfacción. Pero y debe ser seguido de modo inevitable por el gesto apro-
Un gran número de dichos deseos serían muy mal aco- piado para realizarlo.
gidos por nuestro consciente, y su realización chocaría ¡Qué impaciencia!, me diréis.
con nuestras concepciones moralles y socio-culturales o, ¿De dónde saca el niño la suficiencia para decirse:
simplemente, con la idea que nos hacemos de nosotros «Deseo una cosa y esa cosa se cumple-een el- mismo mo-
mismos; dicho de otro modo, con el «ideal del yo». mento»?
“No obstante, por mucho que reprimamos
y sustra-
yamos a la conciencia esos deseos, continúan llevando
¿De dónde le viene, en suma, lo
su fantasma de «omnipotencia», esa esf
llamaremos
al
-
saber, el inconsciente los asimila a verdaderos actos. E Bueno, “nó abrumemos niño y recordemos lo cue
pala: a el lenguaje del inconsciente «desear fue su vida intrauterina; en la mayoría de los casos, sal-
equivale 2 hace». vo “accidente, un verdadero nirvana, donde tados sus
”
104 105
alucinación de un seno, por ejemplo, y tene:lo así a su Pues bien, en cada uno de nosotros queda un ris-
disposición. El recién nacido se creerá investido de una cón del inconsciente donde se mantiene esta confusión.
fuerza mágica, capaz de realizar cada uno de sus deseos Y cada vez que no conseguimos disociar deseo yreali-
por su simple representación. En suma, para él, repre- zación, volvemos a la lejana época de nuestra primera
sentarse una cosa significa poseerla. infancia. Ahora bien, entonces tuvimos deseos. ¡Y cuán-
Por desdicha, pronto la representación no bastará tos! Con gran frecuencia reprimidos, porque no tenían
para crear la ilusión de omnipotencia. Por mucho que carta de ciudadanía en el mundo de los adultos.
se represente el biberón y encuentre placer en él, ese Será suficiente que asimilemos a actos esos deseos
placer durará poco... si el verdadero biberón tarda en arcaicos prohibidos, en virtud del funcionamiento in-
llegar. El lactante necesitará recurrir a ciertas señales fantil de una parte de nuestro psiquismo (del modo
para provocar el cumplimiento de su desco, calmar el que acabamos de describirlo), para que se produzca una
hambre. Por lo tanto, comer.zará a gritar. Dado que lo dolorosa culpabilidad.
ignora todo del mundo exterior y de la ayuda que de Veamos dos ejemplos:
él le viene, nuestro bebé puede sentirse semejante a un — Pedro tiene cuatro años. Quiere acostarse en
mago que no tiene más que hacer un gesto para sacarse
un conejo de la manga; lanzar un grito para que apa-
y
la cama de su madre así lo dice sin andarse con ro-
deos. Coge su escopeta de juguete, apunta con ella a su
rezca el biberón. padre y exclama triunfante: «¡Pam, para! Papá está
Á estas señales se añadirán muy pronto gestos ypa- muerto.»
labras. Y si se trata de un niño mimado, podrá creer El recuerdo queda reprimido en el inconsciente. Y
€ “ante mucho tiempo en su poder mágico, aun admi- el muchachillo, convertido ya en adulto, padece una de-
t..ado poco a poco, por la fuerza de las cosas, la exis- presión nerviosa a la muerte de su padre. No se con-
encia de un mundo exterior no siempre dispuesto a tenta con estar triste, con deplorar la.muerte de un ser
satisfacerle. al que quería. Sufriendo de insomnio, descontento de"
enderá también que sus exigencias no dic- sí mismo, no se atreve a emprender nada. No sabe que
tan la ley y que el deseo y su realización son cosas dis- iente escrúpulos de vivir ahora que su padre ha desa-
tintas. Tendrá que admiti esta triste realidad parecido. Roído por una culpabilidad inconsciente, a la
¡
Muchas personas se a muy bien'a e medida de su tieseo de antaño, se castiga como si fuer
lo hacen con dificultad
2,
h
106 107
Precisemos para tranquilizar al lector que no todos El comportamiento actual de nuestra joven pacien-
los chiquillos que han tenido un día u otro la veleidad te se explica por su culpabilidad inconsciente: culpable
de querer desembarazarse de su progenitor caen forzo- de haber querido suprimir a su hermana, su inconscien-
samente en la neurosis, que necesita no sólo un terreno te vive este deseo como un acto consumado. Claudia
apropiado, sino también circunstancias particulares que debe, por lo tanto, castigarse. Para ello ha elegido
permiten actuar plenamente al mecanismo que hemos — sin hacerlo a propósito — identificarse con su her-
descrito. mana, adoptando: sus síntomas. Única manera de ha-
cer revivir a la niña antes no deseada.
— Claudia tiene catorce años y no sale de su habi- También en este caso, con la ayuda del análisis,
tación desde hace seis meses. Se atiborra de comida y nuestra joven paciente consiguió liberarse de su culpa-
por las noches, en la cama, ve aterrorizada cómo a su
alrededor se multiplican las calaveras.
bilidad, comprobando que su deseo infantil no se había
108
SUBLIMACIÓN
111
cambio, la pulsiónla podrá apoyar todas las realizaciones profundo de sí mismo. En una palabra, las olvidará,
Y si la represión es demasiado fuerte, de la misma
socio-culturales, literatura, la pintura, el arte bajo mag-
todas sus formas, la filosofía, la investigación, la polí- nitud que la prohibición, su curiosidad quedará blo-
tica, la religión. La creatividad será la consecuencia de queada, y no sólo en el dominio de la sexualidad. A los
la sublimación de una parte de nuestra pulsión sexual. diez años, será un alumno poco atento; ya adulto, un
Para otros, no se trata de poner en duda todo eso; individuo de intereses limitados.
pero, independientemente, existe una pulsión de crea- — La pulsión «de ver y saber» a propósito del acto
ción inherente al ser humano que no deriva de un con- sexual y de la procreación será tan poco reprimido que
flicto, sino que actúa por su propia cuenta. «Dios creó Juan Antonio continuará tratando irresistiblemente de
al hombre a su imagen y semejanza», es decir, como ver y saber, pese a quien pese.
creador, proposición que algunos no han dejado de in- En efecto, en este caso el sujeto es víctima a la vez
vertir. la
de violencia de su pulsión yde la blandura huidiza de
La sublimación, como transformación de una parte la prohibición paterna y
se convertirá en un pervertido
de rluestra energía sexual con vistas a una actividad útil con la pulsión parcial no reprimida: un voyeur, un ex-
a la sociedad, puede ser ilustrada por el ejemplo si-
hibicionista (ver y ser visto causa el mismo placer).
guiente: Tendrá todas las oportunidades de llegar a ser un ma-
níaco de los gemelos, el que acecha a la señora de en-
frente mientras se desnuda, un asiduo de las partidas
Juan Antonio, como todos los
chiquillos, tiene mu- sexuales conjuntas, un ferviente espectador de películas
chas ganas de saber cómo nacen los niños. Su curiosi- pornográficas.
dad es inmensa. Inmenso también su deseo de ir a la — La pulsión de «saber y ver» será reprimida du-
habitación de sus padres para descubrir lo que allí pasa. rante un período al que se denomina «período latente»
¿Qué ocurrirá con esta «pulsión de ver y de saber», y que se sitúa entre los seis y los doce años. La pulsión
que forma parte de la pulsión sexual en-general y a la así reprimida sufrirá una mutuación: en lugar de blo-
que llamamos una «pulsión parcial»? -quearse, de fjarse sobre la meta inicial, cambiará de
Se pueden presentar varios casos: objetivo. La curiosidad y el deseo de saber
se orienta-
rán hacia objetos no sexuales. Juan Antonio será un
— Sin respuesta a todas estas cuestiones, con el
penoso sentimiento de “enfrentarse a un campo prohi-
alumno apasionado por el estudio. Querrá sabezlo todo,
bido— «eres demasiado pequeño», «eso no te importa explorar el mundo. Sus preguntas no tendrán fa, pi
nada», «ya lo comprenderás más tarde», eic. —, Juan tampoco su búsqueda de respuestas.
Antonio reprimirá esas cuestiones candentes en lo más Así, impulsado por una curiosidad que no frena
12 113
inguna prohibición, Juan Antonio tendré todas las
probabilidades de convertirse en un incividuo brillante,
si además está dotado de las cualidades intelecivales ne-
cesarias. En este caso, la sublimación puede dar el má-
ximo, cualquiera que sea el campo que elija.
cierto que, sin ser un premio
Nobel, la mayoría de los individuos albergan en sí la
necesidad de crear. Y que esta necesidad no se confun-
de por entero con la noción de sublimación, sino que
procede de una pulsión autónoma. Todos creamos en
todo momento, como el que se siente orgulloso de la
el
Que
autonomía.
psicoanálisis es fuente de liberación y de
Que está al servicio de todos aquellos que
se ven con sus potencialidades reducidas. Que es capaz
de ayudar a quienes sufren en su scr, con frecuencia de
manera muy intensa.
Yo no sé si habré logrado convencer, si habré in-
teresado...
o
A la inversa, las parejes consolidadas gra
considerad
adas como psicoanálisis son igualmente numerosas. Isclu
seporcadle,
to el menor 5 tre la $ que existe un fuerte desacue:do
n
de varios meses d:
118
rofunda armonía subyacente. Sexta objeción: «Me conozco muy bier.. Sé toco lo
pósito el ejemplo de una jo- que me pueden decir. Y no me sirve de nadc.»
ven que vivía una relación sadomasoquista con un hom-
Respuesta: En efecto, el paciente puede conocerse
bre que, según ella decía, se pasaba todo el tiempo
intelectualmente y, no obstante, continuar sufriendo
humillándola y haciéndola sufr La investigación psi-.
coanalítica permitió a la paciente comprender que, in-
porque se le
escapa la relación entre este pensamiento
y el punto-en que se encuentra encerrado el recuerdo
conscientemente, sentía la necesidad de identificar a su reprimido.
amigo con su padre, que había sido un horrible tirano «No se producirá ningún cambio hasta el momen-
doméstico. Después de esta toma de conciencia, el ver-
to en que el proceso consciente haya logrado penetrar
dugo resultó ser un hombre lleno de delicadeza, y la hasta ese punto para vencer las resistencias de lo re-
muchacha abandonó de modo deSnitivo su papel de
primido.»
víctima,
En cuanto al cambio en el profesional, signi-
piano
«Es
si
como ministro de Justicia promulgase un
decreto ordenando que
el
juzguen con indulgencia los
se
te una mejor adecuación entre lo que
Áca
MRE
«es» la persona y lo que «hace».
pecadillos de la juventud. Mientras los tribunales de
primera instancia ignoren el decreto, la suerte de los
jóvenes delincuentes no cambiará en absoluto.»
Quinta objeción: «Tengo miedo ¿e convertirme en Por eso no basta con «saber» conscientemente para
de no poder renunciar desembarazarse de una culpabilidad inconsciente.
dependiente del psicosnelista y
ya al análisis.»
Respuesta: Todo lo que he tratado de mostrar en Séptima objeción: «Tengo miedo a cometer actos
el apartado Ambiente de ic cura responde precisamente irrezonados, de hacer alguna tontería, de no tener ya
-
lizado en autónomo y adulto. En eso reside Ta curaci que rio tomará decisiones graves durante la cura, a fin
Freud lo dice de manera muy clara: «El estado móroi- de que las cosas puedan decantarse poco a poco. Pero
do deja.de existir cuando se ha liquidado la transferen- DO se trata en absoluto de molestar al analizado en su
cia, como 1 exige, por lo demás, su función.» vida diaria, siquiera cuando se comporta de un modo
ni
120
Ociava objeción: «¿Por qué tentas sesiones y tar lisis es a las personas de mayor valor, a las person
seguidos? Resulta muy festidioso. ¿No se pocría izar dades más evolucionadas.»
al psicosnaliste con menos frecuencia?» Y si todo eso no nos convence, recordemos que
psicoanalista ante el cual nos sentimos humillados se
el
Respuesta: Es esencial mantener un estrecho con- ha echado también en el diván durante largos años. Lo
tacto. Dos personas que se ven con frecuencia tienen que hacemos hoy, él lo ha hecho antes que nosotros.
cada vez más cosas que decirse. No hay nada que pe-
trifque más una relación que una larga ausencia. Décima objeción: «Quizá e otros les hayc ido bien,
«El análisis debe marchar al mismo
paso que los
incidentes de la vida.» Nada más nocivo y paralizador
pero, ¿qué me prueba que a mí va a irme también? No
tengo fe en él.»
que la pérdida del contacto con lo real. El paciente
viene a ver al analista con lo que vive cada día, y «su Respuesta: El pricoanálisis no es una religión. No
neurosis debe ser tratada, no como un acontecimiento es necesario, por lo tanto, tener fe en él.
del pesado, sino como une fuerza que actúa en el mo- El movimiento se demuestra andando. Y esta ob-
mento presente». jeción es ya por sí misma una resistencia, una negativa
al cambio, de la clase que sea.
Recordemos, además, que el análisis no es una pa-
Novena objeción: «No me gustan los confesores. nacea. No todo el mundo es susceptible de una cura
Resultc vejatorio no ser ccpaz de dirigir la propic vida. psicoanalítica. Lo que interesa cuando uno se halla en
Encuentro humillante echarme er el divén, exponer mi un apuro es solicitar una opinión competente y, sob:e
vida, necesitar de alguien que me saque de este ma- todo, no vacilar en pedirla. La mayoría de los análisis
rasmo.» considerados como fracasos se han emprendido siguiea-
124
saje del poeta. Lo mismo ocurre con el discurso del
enalizado.
- —Todo enalista debería poseer un espíritu poéti-
co. Recurrir sin cesar a la imagen y el símbolo, utilizar
sin cesar las metáforas y los juegos de palabras para
«entender» mejor el lenguaje de su paciente.
—e¿Y este último? ¿No se convierte también en
poeta a su manera? ¿Se puede jugar impunemente con
las palabras y pesar su sentido profundo, modelar su
discurso y tomar conciencia de la
riqueza de sus repre-
sentaciones sin valerse del genio inventivo del que to-
dos somos más o menos depositarios?
'
Hemos recalcado, e incluso lo hemos repetido, que
el análisis es como un largo y aventurado viaje..., al
final del cual se encuentra el «saber». Y Rimbaud, des-
cribiendo el misterioso viaje de su Bateau ivre, ex-
clama:
«Sé los cielos reventando en relámpagos, y las
trombas,
las
Y las resacas, y corrientes;
Sé la noche, el alba exaltada como un bando de
palomas '
Y he visto algunas veces lo que el hombre ha creído
ver.»
¿No se podrían poner estas palabras en boca de
Pah;? ¿De Pablo, que sabe ya y que, a partir de aho-
.4, nO volveré a tener miedo?”