Está en la página 1de 58

Théa-Heléne Fua

CÓMO
abordar el psicoanálisis

17

LIBRERIA EDITORIAL ARGOS, S. A.


Barcelona
Título de la edición original:
«CC. ST ABORDER LA PSYCHANALYSE>»

Tracucción
Fabián Garcia-Prieto Buendía

A mi querido maestro 5. Nach


30 tant f
ocupante del diván. A veces, los exp
consciente olvidan las emociones y are del in
muerte que padece le parte consciente de quien se so- didades desconocidas. No pretende aue tocos los casos
mete e le explorcción ce otro. Incitados por Freud a sean de la competencia del psicoanálisis e insiste sobre
la neutralicad indulgente, hay psicoanalistas que se la necesidad previz de una buena indiccción de trata-
preocupen hasta tal punto por mextener una rigurosc miento. Pero sabe también que, con frecuenc: 1a, ECUE-
neutralidad que la inculgencia no aparece por ninguna zar del psicocné: 15 son quienes en-
parte. Nedie ignora, claro está, los peligros de la acti- cuentran las mejores rezones parc apartarse ce él
tud inversa. Dosificar bien la mezcle es una cuestión de “Cómo abordar el psicocnél es quizé la cues-
secto. El psicoanalista no Cebe dejer transparentar lo tión de la que menos se han ocuoz20 hasta cñora los
que siente. Pero un psicoanalista que no sintiese neda autores. Con este libro queda colmada la lagura, por
se vería privado de «
esexcial de comunicación lo que debemos un gran agrade. se he
con la persona que esté tretando. Al fijar la atención preocupado con tento corazón e inteligencia Ce este
sobre el psicoanálisis en si mismo, puede llegerse a 10 probienia.
prestarle a un problema de primer plano: la menere de
abordario. Y no obstente, de esta manera de cboraarlo
depence quizá toda su evolución ulterior,
Le cutora sabe mejor que cualquiera que, entes de
efronter los miedos i scientes, hay que franguear la
barrere de los miedos conscientes. Ni siguiera entre
aquellos que han tomz20 Ce modo resuello la decisión
de hacer cesi-
va
y

ados la cuen-
de.
INTRODUCCIÓN

Tengo miedo. Frase que pronuncian como un leit-


motiv la mayoría de los pacientes. Verdadera letanía,
repetida en todos los tonos.
Decididamente, «el miedo es la madre de todas las
desdichas de la humanidad»!
¿Miedo de qué? Los pacientes vienen a la consulta
por los trastornos más diversos, orgánicos y psíquicos,
víctimas de angustias insoportables. Tienen obsesiónes
que envenenan su existencia.
No
se sienten a gusto, están indecisos, y la vida se
les presenta a menudo como un lodazal infranqueable.
Y sin embargo, cuando se ven en el gabinete del psi-
coanalista, sólo tienen miedo de una cosa: del psic
análisis, esa hidra de mil cabezas; el demasiado cono-
cido, el mal conocido, el desconocido psicoanális

1. S. Nacht.

13
imaginación. Cuando un niño tiene miedo a dormirse
Cada psicoanalizado en potencia se convierte en un
en la oscuridad con el pretexto de que hay un hombre
Daniel descendiendo a la fosa de los leones. ¿Es pre-
muy malo en su dormitorio, la mejor manera de curar
ciso recordar que el héroe bíblico salió victorioso de
sus temores consiste en encender todas las luces y
su prueba? Gracias a la intervención divina, evidente-
explorar con él todos los rincones de la habitación. Así
mente.
henos
Y aquí enfrentados a la imagen del psicoana-
quedará convencido de
Mucho la inanidad de sus aprensiones,
mejor que con un lago discurso o con vanas
lista, brujo maléfico dispuesto a precipitar 2 su víctima
apelaciones a su valor 0, peor 2ún, con un acto de a
en los infiernos, especie de Caronte que nos hace pasar ridad consistente en darle la vuelta al conmutador,
auio
el río que lleva del consciente al
inconsciente y que nos — Encendamos, pues, todas las luces y veamos de
abandonará en cl reino de las sombras...+ o bien, dios
cerca qué es el psicoanálisis y para qué puede servir.
todopoderoso que pondrá fin de manera mágica a todos
— Examinemos desde un determinado ángulo y
nuestros tormentos. . con les ojos de un poeta — aun a riesgo de sorprender
1
¡Pobre psiccanalista! No es ni una cosa ni otra;
a veces — lo que podría ser, lo
ni brujo ni mago; simplemente alguien que ha reco- ue
debería ser la cura
rrido por su propia cuenta el largo camino que lleva
al conoci ¡ento de sí mismo, haciéndose así apto para este mundo,
<

es cierto. Sin pai te


no está prohibido
intentar aproximarse a ella, con la condición, sin em-
ca

guiar a quiene s quieren intentar una aventura seme- bargo, de que muestra nave se mantenga firmemente
o se dirigen, por lo seno, a mis
res, sino a todos aquellos que
emi al puerto. Nuestro objetivo no es
as nubes, sino permanecer en
vegar por
ticrra firme, en estrecho
contacto con una realidad que ha de estar presente en
o les gustaría recurrir
todo momento en nuestro espíri
lado e no saben lo
— Realidad de la que
el an
todos los qu grante. Es muy natural,
ocupemos de su caso y que lo
más concreta.
— Y, para ierminar
j
e
cona cl puede convertirse
cara y conoce vendidos
el término.

15
CAPÍTULO PRIMERO

¿QUÉ ES “Tengo miedo de lo que voy a descubrir.


EL PSICOANÁLISIS? “Tengo miedo de mis instintos”
“Tengo miedo a volverme loca”
“Tengo miedo a echarlo todo a rodar.”
“Tengo miedo por mi fernilia”
“Tengo miedo a hacer cualquier tontería”

No me he inventado estes frases. Para toda esta


gente llena de miedo, el
psicoanálisis es sin la menor
los infiernos, donde pululan en ba-
duda un descenso a
tiburrillo, como en un cuadro del Besco, espantosos
más h
monstruos que se entregan a los vicios
El infierno en este caso es nuestro famoso inconsciente,
le gusta que se me-
ese depósito de instintos al que no
los peores
tan en sus cosas y que no tardará en causar
de aventu-
problemas a quien cometa la imprudencia
-
rarse en él.
— «No hay que tocar el inconsciente.»
19
— «Dejemos el minoteuro en paz, no
vayo e ser
otro del que no se sabe nada. Més vale mira: de os
o

que nos devore.» que verse sorprendido por la espalda.


Tal podría ser la divisa de todos los que se oponen En realidad, ¿por qué hablar de muestro incons-
con violencia a la investigación psicoanalítica. ciente como de un enemigo, de un traidor, y de nues-
Algunos llegan incluso a decir que no tenemos vida tros instintos como de una pandilla de gamberros?
inconsciente. Y si la tenemos, más vale ignorarla. En Cierto que el inconsciente carece de moral, en el
eso está la salvación. sentido en que lo entendemos habitualmente, que no
distingue entre el bien y el mal, que no tiene la noción
3

Bonito arquitecto, en efecto, el que se niegue a to-


mar en cuenta el terreno sobre el que construye su casa. del tiempo y cuyo único objetivo es la búsqueda del
El subsuelo no le interesa. Y si por casualidad resulta placer,
volcánico y la casa se derrumba al primer seísmo, él Presentado de este modo, parece una fuerza abso-
será el primer sorprendido. No obstante, las sacudidas Jutamente inmoral.
iprevias hubieran debido advertirle. ¿Significa eso que cuando, pretenciosos, nos erries-
Concienzudo jardinero el que no se ocupa de las gamos a explorar ese universo, vamos a dejarnos hun-
raíces de sus plantes y se contenta con- regarlas y po- dir y convertimos a nuestra vez en seres sin fe ni ley?
darlas. Pronto descubrirá síntomas de enfermedad con- En primer lugar, pensar así supone ignorar toda
tra las cuales será impotente. la riqueza de nuestro inconsciente, inmensa fuente vi-
De todo- esto se deduce que el subsuelo es de una tal, supone negar nuestras posibilidades de transfor-
importancia capital, ya que hundimos en él nuestras mar esas fuerzas ciegas en una energía canalizada y be-
raíces más profundas. Cuanto más saneado esté, más _
néfica.
sanas y sólidas serán esas raíces. El trabajo enalítico podría compararse a la transfor-
Pues bien, nuestro subsuelo, de nosotros los hu- mación del torrente impetuoso en «hulla blanca», que,
manos, es el incon: . La parte más profunda, la
a su vez, hará girar las máquines, produciendo coses
.más secre:a, la més importante de .huestra bellas y útiles.
persons Transformar en consciente lo que es inconsciente,
lidad.
Y esa parte tal es el fin del psicoanálisis.
-

de e ella cosas peli- Resulta, por lo tanto, inci


pretexto que
el funcionamiento precisoodelas má-
|

hecho de ignorar rrente y su-curso,


nuestros ir
o.
El istir. Y si
elgunos quinas, y no perder de vista el objetivo Sinel de la ma
se nos muesiran como enemigos temib! es, siempre es niobra: construcción y producciones positivas para el
más fácil combe:ir e un enemigo que se conoce que a sujeto.

20 21
Una vez adoptada la imagen del torrente para el in- aceptada por el sujeto porque la juzga útil y bienhe-
chora,
consciente, se nos ocuiren numerosas analogías

E
— Como un torrente empujado por una fuerza Una barrera experimentada no ya como un obstá
irresistible, los instintos, convertidos en pulsiones, se lo, sino como una fuente de energía nueva, suscepti [1
2

de permitir la libre expresión de las pulsiones.


atropellan con violencia bajo la forma de deseos. De
deseos inconscientes, naturalmente. expresión, no ya de manera desordenada y contradic:
ria, creadora de conflictos y malestares, sino en la
— Lo mismo que un torrente que acarrea piedras
de todos los tamaños, que pueden llegar hasta inte- armonía resultante de la aceptación de sí miemo, en
acuerdo con la realidad presente e imposible de
rrumpir su curso, nuestro inconsciente está obstruido negar.
Y si el término barrera nos molesta, como una coac-
por verdaderos aglomerados y por concreciones des-
prendidas del resto. Les llamaremos «complejos», «re- ción, reemplacémoslo porel el
de juicio, no en sentido
del de un tribunal, sino en la perspectiva de un hom-
cuerdos antiguos», más o menos molestos para el desa-
rrollo armonioso de la personalidad. bre sensato que toma sus decisiones después de haber
deliberado consigo mismo. El hombre analizado pued
¿Quédecir entonces de ciertos remolinos que pro-
ducen vértigo, que impiden toda progresión y que obli- así elegir con conocimiento de causa, porque sabe de
a veces a la corriente a retroceder? ¿Y de esas be-
dónde viene,
gen Esclarecer, profundizar en las cosas, hacer cons-
as formadas$ por todo tipo de escombros que deti
el curso del agua? Una pa te ciente lo que fue inconsciente con objeto de vivir me-
n Ce
nues-
tra agua viva se convierte en agua estancada. Los tér- jor y utilizar mejor nuestras potencialidades, tal es el
i
icoanalíticos de afjación» y «regresión» se fin de un psicoanálisis bien llevado.

corresponden bien con est imá tal


Y esel que proponemos 2 todas cl
a programa
¿fren y, no ob ienen miedo. Miedo de la
-
ura psicoanalít
CAPÍTULO II
Es imposible describir un psicoanálisis. Aun en el
caso de que pusiésemos en marcha un magnciofón en
AMBIENTE DE LA CURA el gabinete de un psicoanalista, obtendríamos, es ver-
dad, una parte de las palabras del paciente, pero una
(Como sería deseable)
parte nada más. El aparato no nos daría en absoluto
cuenta de sus actitudes y sus gestos, del significado de
sus silencios, ni del modo en que se presenta, su manera
de llegar y de marcharse. Lo mismo ocur con el
analista, y la descripción más minuciosa sería
de expresar lo inexpresable, es decir, lo que ocurre en-
tre el analizado y.el analista, lo que llamamos la «co-

S.
municación intersubjetiva».
En efecto, capear la corriente entre dos
|
ree dos.
embargo, vamos a
lector lo que puede ser ca. hacer
la experiencia ¿ 4)

analítica, vista tanto del lado gel ES


del sillón. Y para ello nos inspireremos
;
como del
en un bello poc-
ma de Jacques Prévert que fo parte de un libro
timado — muy a propósito — Pe!
PARA HACER: EL RETRATO
DE UN PAJARO
.

Pinter primero una jaula


con una puerta cbierta
pintar después
algo bonito
algo sencillo
algo bello
algo útil
para el pájero.

Por muy extraño que parezca, vanos a


Lo
este maravilloso poema sigue el mismo camino
cura psicoanalítica.
Basta con leerlo de cierta manera:

Pinter primero una jeula


con usa puerta abierta

29
Pa o = solicitado hora, después de muchas vacila-
blo ha
barrotes son pintados y recordemos que la
puerta está
abierta. No se trata de encerrar al pájaro Pablo en un
ciones, Al £n se ha decidido. Y aquí está frente a este sistema, sino de ofrecerle un soporte material a fin de
hombre o esta mujer al que llamemos psicoanalista.
que su espíritu pueda volar libremente. Le hacen falta
Pablo está lleno de reticencias. Lo han prevenido
puntos de referencia que no varíen, necesitará Eitos
tanto contra los peligros de un análisis... «Vas a com-
plicarte la vida.» «Son todos unos charlatanes.» «Se
fijos cuendo evolucione por el
camino psicoanalítico.
Hay algo en él que debe saber, de una véz por to-
quedan en su sillón sin decir una palabra, y tú te en- des, que tal día, a tal hora, encontrará al analista en la
cuentras sclo, en el diván, como una pied:a.» misma habitación, en el mismo lugar, y que podrá re-
Es cierto otros le han animado a lanzarse a la
que costarse en el mismo diván. Que suceda lo que suceda,
gran aventura: «Tu vida expe nentará una verdadera cuenta con un puerto de amarre, E incluso que, aun si
rransformación.» «Sólo el análi is podrá sacarte del no asiste a una sesión, tiene su plaza reservada. P
último, hay algo en él que debe saber que su relación
1
Y ésta es la razón de ct se halle hoy frente al psi
que

con el analista no escapa al mundo real. Esa relación


coanalista, el hecho de sentir en lo más profundo de se concretizará en una cantidad de dinero. Dicha can-
ser que es la Única salida que le queda, porque está tidad forma, pues, parte de la cura. Significa «la puerta
esta angustia que le mina.
y
abierta». Pablo no debe nada al analista. Es libre. Sin
sta?
ue
siente anie su
esta deuda material, le será más fácil desprenderse de
su culpabilidad en otros planos.
En

mural
lo que respecta aneli
al
trabajo merezca
que su
ho de quee el ere emien: o
dentro de E lastentación de
enelie
E
debe dejar «fotar
gerlo sodo y nor

2. No cividemos que los


Para conseguirlo, su propio axálisis no debe termi- A

nar jamás.
Y para terminar con el capítulo del dinero, oigamos

eún lo que cice Freud al respecto:


«Los gastos ocasionados por un análisis no son ex-
cesivos más que en apariencia. No existe ninguna me-
dida común entre, de una parte, la salud y la facultad
caostiblé: Nada hay más
de actuar y, de otra, un gesto
caro enesta vida que la enfermedad... y la estupidez,»
Claro está que todo analista debería seber adaptar-
sea
o. cond y no pe-
nieresa qué la caa-
v'armente tenga a sus
EL ESPACIO ANALÍTICO

?
algo bonito
algo sencillo
algo
elgo
pera el pájaro.

Narsuralmente
si comienza.
to:
Por mi parte, pienso que el marco tiene una gran echarle los brazos al cuello a su paciente, que no ha-
significación en la medida en que refleja, en primer lu- brá efusiones calurosas. Pero, más allá de esas manifes-
taciones externas, Pablo debe advertir el interés pro-
gar, la personalidad del-analista. «Dime cómo vives y o
te diré quién eres.» Si Pablo ha clegido este analista fundo, la simpatía y, sobre todo, la atención más inten-
con preferencia a otro, es porque hay algo en él que lo él
sa, la que abre la puerta a todo que es.
le ha interesado, que le ha atraído, porque tiene nece- eo
sidad de ponerse en contacto con este tipo particular Así, a lo largo de las sesiones, a través de esc in-
de individuo. Sin «átomos en forma de gancho», no tercambio entre dos inconscientes, entre el que habia y
el que escucha, se construirá, más allá del marco nazu-
hay asociación posible entre los dos participantes. Si
nuestro analista es un hombre severo, de apariencia ral, el verdadero espacio analítico. Lo que Freud deno-
fría y teciturna, su marco se ajustará probablemente a mina «el. espacio del deseo».
Es esencial que la expectativa de Pablo no quede
esa imagen. Si, por el contrario, se trata de una mujer
de rostro abierto, de aspecto maternal, hay muchas defraudada y que, como un pájaro que vuelve a su
oporrunidades de que la habitación en que ejerce se le nido, esté seguro de encontrar en él lo que necesita,
en la linde de esta aventura, en el alba de sus descu-
parezca.
Además, cualquiera que sea el marco y su valor rimientos.
como signo, es importante que Pablo encuentre en él
«algo bonito, algo útil»». Unas flores en un florero,
unos libros, una fgurilla de calidad no pueden por me-
nos de favorecer el senzimiento de bienestar del que
viene a él para encontrar la paz. Una luz suave y tami-
zada contribuye a crear una atmósfera de cálida intimi-
dad. diván cómodo, una manta mullida no son un
lujo. Pablo ha de sentir que todo en esta habitación
está pensado para acogerle, a él personalmente.
rural, la calidad de la acogida
de la acogida del psicoana-
lo que él es.
D1 y 3 BS Li T 5 5 ÍA c 5 =x psicoanalista no va a
EL DIVAN

Colocar después la tela contra un árbol


-

en un jerdín
en un bosque
0 er una selva.
Esconderse detrás del órbol
sin decir nada
sin moverse...

La decoración está colocada, el espacio analítico


definido. Y Pablo viene a echarse por primera vez en
ese diván destinado a convertirse en o modo ea
«su diván» durante todo el tratamiento; el lugar p:i-
vilegiado del que partirá para el lazgo viaje que le con-
ducirá el centro de sf mismo.
Esc diván podrá simbolizar todos sus temores res-

pecto al psicoanálisis y, en realidad, provoca las reac-

37
ciones más variadas en muchos pacientes. Por ejemplo, Porque, a pesar de las apariencias, no está solo.
al ver ese mueble tan :e
es posible que una muchacha, Detrás de El, en su sillón, está presente el psicoanalis- -

inofensivo en apariencia, exclame con especto asusta ta, que espera sus palabras. Las primeras palabras que
do: «¡Qué horror!» ¿En qué piensa? Lo descubrirá van a brotar y que son con frecuencia de extraordina-
durante el análisis. Hay una gran probabilidad de que ria importancia para el desarrollo del análisis. Son la
miedo infantil que
su temor actual corresponda a un llave de una puerta, de la primera puerta, que se abrirá
di-
interesa desenmascarar. Otra se apartará del mismo ante otra; luego, ante otras más. Es esencial que
ván, llorando: «¡No puedo, no puedo!», y pedirá al Pablo realice por sí mismo esta primordial apertura.
anelista que le permita permanecer sentada durante
a
la
Tiene derecho esta libertad, que es preciso no arreba-
primera sesión. Sería una verdadera torpeza oponerle tarle con preguntas intempestivas. Es €l quien ha de
el deseo que
una negativa categórica. Hay que respetar dar el tono, quien ha de elegir la canción que ve.a.
al au-
experimenta de «ver» al analista. Poco a poco, cantar. Es él quien ha de decidirse por tal ambiente,
volver
mentar su confianza, aceptará recostarse, no sin por tal clima, excluyendo otros.
el si-
de vez en cuando la cabeza hacia el que está en
.

A él le corresponde aclararle a su analista si prefiere


llón, 2 fn de comprobar que se encuentra presente «ca «un jardín, un bosque o una selva» para dar libre curso
carne y hueso». , , a sus pensamientos, destinados a convertirse en pa-
Felizmente, las reacciones no son siempre tan vi- Jabras,
el diván con serenidad;
vas. Hay personas que aceptan Por su parte, el analista ha de respete- sus gustos
otras incluso, ensioses de hablar, se
les pida.
echan sin que se
y acompañarle adonde le lleve su deseo. Por lo tanto,
el analista va 2 esconderse «detrás del árbol», no para
Pero volvamos aPablo. Cansado de sufrir, deseoso desaparecer o asustar a su paciente, sino, al contrario,
la con-
de curar, decidido para conseguirlo a marchar a para ofrecerle todo el lugar que necesite para ad
se acuesta obedeciendo la toda su dimensión, sin verse molestado por una mirada,
quista de su inconsciente,
i
del ar ista. Pero sus sentimientos están ver-
2 un rostro, un cuerpo demasiado invasores. Y por esta
idos. Se le ofrece comodidad y, sin misma razón, permanecerá «sin decir nada», «sin mo-
modo. No sabe qué hacer con verse», a Án de que Pablo comprenda la única per-
que

po. Se sona que cuenta, aquí y ahora, es él y solamente él.


onado,

etreviese, ida. Y no obsta!


LA TRANSFERENCIA
O EL SILENCIO

A veces el pájaro llega en seguida


pero también puede tardar largos cños
antes de decidirse.
No desanimarse
esperar
esperar sí es necesario durante años
pues la prontitud o la terdenza
de lc llegada Tel

no tiene ninguna relación


cor la consecución del cuadro.

Pablo, confiado ya, sostenido por


ercibe detrás de él, empieza a hablar.
¿

¡No! ¡No es posible! Le está cor


campesinos al analista. Qué manera tan extraña de em-
pezar a los ojos de un observador profano... ¿A qué

4l
blar y reír juntos de las mismas cosas. No te he traicio-
vienen estas historias humorísticas el comienzo del tra-
nado ni rechazado, a pesar de las apariencias.»
tamiento? ¿Pretende hacer reír al analista para domes-
Se dirige, pues, al hombre del sillón como si se
ticarle y establecer así una especie de complicidad que
le permita escapar a la soledad? ¿O bien se precipita tratase de su padre. Olvida totalmente que habia con
sobre un tema cualquiera para soslaya: su verdadero un casi desconocido. Traslada sobre la persona del anz-
lista los sentimientos que alberga con respecto a su
propósito?
verdadero padre: acaba de operar una «transferencia».
Al no atreverse a hacer elusión a lo que le atañe,
Gracias a este mecanismo, tan importante, podrá
habla de cualquier cosa. Al menos eso es lo que se
sentiría tentado a deducir nuestro observador profano. dirigirse una a una a las personas que másle interesan,
gritarles su amor o su odio, decirles al £n las cosas que
Y si pudiera, le diría a Pablo: pierda ese tiempo
«No

nunca se hubiera atrevido a confiarles y «dar así libre


precioso. ¡Al grano, amigo, al grano!»
Pues que se desengañe ese observador imaginario. curso a sus afectos, esto es, a sus emociones. Emocio-
"Pablo acaba de abordar uno de los problemas que le nes aprisionadas desde hace mucho tiempo en su in-
consciente. A estéefecto y según las circunstancias, el
conciernen más de cerca. Nuestro pájaro es un campe-
analista será el padre o la madre, el hermano o la her-
sino y ha abandonado su terruño natal después de mu-
chas vicisitudes. Su padre no ha aceptado nunca su mana, un anciano tío, un profesor, un eyudante abozre-
marcha
a la capital, el abandono de la tierra ancestral.
Pablo.ha conseguido una buena situación en el plano
cido o una prima muy querida,
Pablo estará de este modo en condiciones de revi-
vir situaciones antiguas y de exteriorizar sentimientos
social; se ha hecho arquitecto. Se 12:62 con gente que
inconscientes, única manera de liberarse de las emocio-
te más distinguida que su padre. Poco le falta
iese, le nes bloqueadas en lo más profundo de su ser y genera-
e-sus orígenes-y, si se
doras de angustia y de problemas de todo tipo.
-ía o-vidarios. 1

El lector comprenderá al presente hasta qué


Pero 20 puede, a no ser a cos:a de una inmensa
Per eso, lo primero que hace al recostar- es importante la situación transferencial que deriva de
la situación analítica y la necesidad que tiene el analista
.

specie de -pr ofesiónde fe. Al con-


de permanecer «sin moverse, sin decir nada», a fin de
en escena a tipos de su tie-
en el foz ser lo más transparente posible y, al mismo tiempo,
ofrecer ese espejo del que Pablo podrá servirse para
proyectar al exterior todo lo que hay en él. El ana
será en cierto modo un marco vacío en el que Pablo

.
«¿Lo ves, padre?
Podemos ba- introducirá las imágenes que le vengan a la men

De
Esas imágenes no se contentarán con ser inanimadas. pero todo deja presentir que va a emprender el vuelo.
Cobrerán vida ea su espírim. Tendrán comportemicn- El silencio antes de echarse e volar, entes de les pri-
tos positivos o negativos con respecto a nuesto pa- meres palabras, ese silencio es tan precioso como una
ciente, lo mismo que él con respecto e ellas. Se enta- perla rara. Y bien torpe sería el analista que no supiese
blerá así toda una dialéctica de la que el analista, por resperarlo. Tiene que saber «no desanimarse,
esperar»,
su función, será el soporte. ya que la prontitud o la tardanza en la llegada de las
Es posible, hemos dicho, que Pablo comience a ha- palabras no tiene ninguna relación con la consecución
blar de entrada, desde las primeras sesiones, una vez del análisis.
el
que analista le ha inspirado confianza. ¿Y qué sucede cuando, en lugar de esta espera
Por desgracia, no siempre ocurre así. Los principios bienhechora y coronada por el éxito, se instaura el si-
de un psicoanálisis son con frecuencia laboriosos, y la lencio abmimador y pesado, semejante el cielo de tor-
puesta en marcha del paciente difícil de obtener. menta al que nos hemos referido? Silencio que se eter-
Cuántas reticencias para decir una palabra. niza y que corre el peligro de convertirse en obstáculo
«¿Por qué confiar a un extraño lo que hay de más insuperable. El paciente, inmovilizado por el rechazo,
íntimo en mí?» a
O bien repite una situación antigra, o bien experimen-

«No me gustan los confesores», nos dirá, por ejem- ta la intrusión del anelista en su vida privada como
plo, un paciente, con expresión tesiamida. Y sobre una agresión.
todo,el temible: «No tengo nada que decirle. ¡Absolu- En todos los
casos en que el
silencio se transforma
tamente nada!» Y se e
hace el silenci intenso, lleno de en un obstáculo, el analista tiene la obligación de in-
promesas... o bien ebm:mador, pesado como una pro-
vocación. ¿Qué debe hacer el ista frente 2-una si-
tervenir. No puede -
1ón
| c—
que se
sesenta el rie: uu
una situa-

ación análoga? En
pri
i

de ese silencio. Hay s cios benéficos: «Lo más bello te en su echo


de la música son los silencios», decía un célebre com- igero ruido, una pelada de Ánimo, e
positor. Es cierto, en la medida en que se trata de un la fundemenzal: «No hay que temer
El nada absurdo; todo es importante
silencio de presagio,
calla
ue En silencio de preparación.mue adir al analista con un tribunal», constir
ana!
E do se para hablar mejor::S: pone ens
ción. Romper esta forma de silencio supondría un craso os medios de tranquilizar al pájaro asus-
error. Equivaldría a romper ue
borde del nido, cuando se vee
de un.p

puaro de
o. Y ante todo, repitámoslo, una actitud de.aten-
2 Jamente
e las
respetuosa que pasa por encima y
palabras.
y
Y no olvidemos lo esencial: una infinita paciencia.
Pablo no debe ser ni empujado ni acechado, sino espe-
rado. Es su hora la que tiene que marcar el tiempo, no
el reloj interno del analista.
se
,
No puede, no se debe jamás apresurar el movi-
miento. Y esta libertad esencial dejada al analizado y
condición de su curación explica, entre otras causas, la
lentitud de la cura. Lentirud que a menudo parece in-
justificada al profano.
¿Cómo derribar y reparar en unos meses lo que al
paciente le ha llevado tantos años edificar?
LAS RESISTENCIAS

Cuando
si es que
elllega
pájaro llega

guercar el más profundo silencio


esperar a que el pájaro entre en la jaula
y cuando haya entrado
cerrar suavemente la puerta con el pincel
después
borrar uno a uno todos los
barrotes
teniendo cuidado de no tocar ninguna de les plumes
del pájaro.

El pájaro ha llegado ya. E incluso comienza a: de


jarse domesticar. Hace ya elgún tiempo que Pablo se
presenta en casa del analista. Ahora esas sesiones for-
man parte de su vida, se han convertido en su centro.
Después de unos comienzos vacilantes, de tentaciones

47
de fuga, de crisis de rebeldía, de accesos de desespere- presentaciones será utilizada pare impedir que esas mis-
ción, ha terminado por aceptar la situación analítica y mas representaciones vean la luz del día. Las fuerzes
eun por encontrar placer en ella. Se ba instalado, ha que actúan en la represión y en la resistencia son las
ocupado su lugar en el espacio analítico. Y elanalista mismas. De lo cuel se deduce que para eliminar la re-
la
E
puede al fin «cerrar suavemente la puerta con el pin- presión hay que hacer desaparecer resistencia. Y no
La puerta de una jaula que no tiene nada de es cuestión baladf «borrar uno a uno todos los ba-
ITOLES».
prisión.
.
Y después de todas estas maniobras de aproxima- Porque, desgraciadamente, el paciente que sufre,
ción, de la instauración de esta confianza, e! trabajo co- que de manera consciente quiere verse desembarezado
mienza. de lo que le oprime, no puede evitar el oponerse a su
¿En qué va a consis propia liberación. «Los mecanismos de defensa contra
En «borrar uno a uno todos los barrotes teniendo los peligros antiguos retornan en la cura bajo la forma
cuidado de no tocar ninguna de las plumas del pájaro». resistencia a la curación. Por eso se considera la cu-
de

¿Cómo?, me dirán. Le lleva a usted un tiempo in ración como un nuevo peligro» (Freud).
finito domesticar al pájaro. Después de mil precaucio- Ea efecto, para vivir, aunque fuese mal, Pablo he
terminado por construirse un simulacro de equilibrio.
nes, consigue al En cerrar la puerta de la jaula sin que
el pájaro proteste y, después de todos esos trabajos, no Equilibrio precario, incómodo, cierto, pero equilibrio
tiene más que una idea ea la cabeza: liberar al pájaro al in.
suprimiendo

los barrotes... Ha conseguido edificar todo un sistema para poner-
Bueno, no hay por qué sorprenderse tanto. Todo se al abrigo. Ha cortado el contacto con una parte de
el objezivo del análisis consiste precisam en luchar su inconsciente por miedo a este último, creyendo pr
paso a paso contra esos barrotes, que son otros tantos tegerse asf con:ra pensamientos y deseos inaceptables.
obstáculos pare la curación. A esos obstáculos, de los E, incluso al comienzo, la situación enalítica va a
que Pablo no es conscie analista les llama «resis- permitirle repetir, revivir momentos de antaño,
y peno-
rencias», resistencias confeccionac con el tejido del sos quizá, pero conocidos y por eso mismo tranquili-
zadores. Tranquilizadores en la medida en que se pre-
do. Le
incons
T en a Pablo par
, por
pr
temor € descubri
e el acceso a su
en Él descos inco- fere una desgracia conocida e una felicidad de la que
fesables o abit comprobaciones vejatorias para su no se sabe Se trata, una vez más, de la resis-
nada...
tencia al trabajo. Para colmo, Peblo ha adg o la
amor propio.
aber que la misma encrgía que el pacien
Hay que $ aber costumbre de sacar algún beneficio de su enfermedad.
Su familie le rodea de cuidados, tiembla ente sus có-
te he empleado para impulsar hacia la sombra ciertas re-

8 49
leras, cede a sus menores caprichos, se alarma o se jrri- cambiar en nada su vida y, si alguna vez alude el inci-
ta ante sus más pequeños malestares. Su gran fatiga le
dente desde el diván, lo hace con el mismo tono que
permite poner término e determinadas apejigueras».
emplea para referirse a todos los inconvenientes de
En resumen, ha encoatrado algunas compensaciones
la vida diaria. Como si esta muerte nunca hubiese te-
dentro de su estado.
nido lugar.
¿Cómo abandonar todos esos diques sin sentirse Se trata de una resistencia típica. Podría creerse en
desnudo, despojado, sin defensa? ¿Cómo no sentirse
una gran firmeza de carácter, digna de un héroe de Cor-
aterrado ante el desencadenamiento de unas pulsiones
neille, si Pablo no tuviese, por otro lado, todos esos
contenidas durante tanto tiempo?
problemas que le han conducido al diván del psicoana-
Es netural que el pájaro tenga miedo a perder al-
lista. En realidad, es una «renegación»,' que revela una
gunas plumas en el juego. Y, precisamente, el trabajo intensa culpabilidad. Porque Pablo vive inconsciente-
de psicoanalista requiere la suficiente destreza para con-
mente un fantasma de responsabilidad y un fantasma
servar el pájaro intacto: no abordar una resistencia de de impotencia y fracaso: es el hombre que no ha po-
frente, ni demasiado pronto ni demasiado tarde, con dido salvar a su hijo.
el riesgo de crear otra todavía más fuerte. Ayudar a La desaparición de la- resistencia le permitirá des-
Pablo e encontrar un equilibrio nuevo y permitirle cubrir esos fantasmas, desculpabilizarse y esumir al fn
construir defensas más apropiadas, a fin de que se sien-
su duelo. Podrá exteriorizar libremente su pena, eco-
ta seguro. nomizando al mismo.tiempo el extraordinario gasto de
Estas defensas nuevas, no nacidas ahora del terror
RA

energía que necesitaba hasta ahora para negar la rea-


causado por un munco subierráneo imposible de con- lidad.
trolar, ven a ser, por el contrario, el resultado de una Como Penélope, aplicada sin descanso a su telar, el
elección deliberada, de un juicio consciente. Permitirán analista.deberá hacer y deshacer su obra con objeto de
a Pablo adaptarse sin choques tanto a su Vida instin- luchar contra la insistencia repetitiva propia de las fcr-
tiva, sin contrariarla, como al mundo exterior que le maciones inconscientes.
rodea. Pongamos un ejemplo. El analista será el blanco de un Pablo cuya culpabi-
Pablo ha perdido a uno de sus.hijos en circunstan- lidad inconsciente reclama a gritos un castigo, que no
cies trágicas y, sin- embargo, se comporta como si el es otro que la enfermedad.
suceso no hubiese dejado en él ninguna huella. Aparen- Y el barrote que costará más tiempo borrar será sin
temente, ha conservado una esombrosa sangre fría du- duda el de la resistencia a la curación.
rante el drama. Nadie le ha visto llorar.
Continuó ejerciendo una actividad normal, sin 1. Modo de defensa. Negativa por parte del sujeto a re
conocer la realidad de una percepción traumatizante.

50
LA REALIDAD

Hacer luego el retrato del árbol


eligiendo la más bella de sus rames
para el pájaro.
Pintar también el verde follaje y la frescura del viento
el polvo del sol
y el rumor de los animalillos de
la hierba en el calor
del verano
y luego esperar a queel pájaro se decióa 6 cantar.

Así, pues, pacientemente y sin descanso, nu


psicoanalista, hombre o mujer de ciencia, pero tam
pintor y poeta, se-ha esforzado a todo lo largo de la
cura por borrar los barrotes de la-jaula. No obsiante,
da la sensación de que el pájero rechaza la libertad.
Tiene los ojos fijos en la puerta, en la puerta cerrada,
y no se le ocurre la idea de emprender
el vuelo. Actúa

53
como si los ba:ro:es no hubiesen desaparecido. Se ha Y en este estadio el analista debe hacer que Pablo
enamorado de la jaula y del pejarero. Se siente al abri- el
se fije al fin en «la belleza de la rama, verdor del fo-
go, y esa libertad tan nueva que se le propone le da el
laje, la frescura del viento y polvo del sol». Y como
miedo. si eso no fuese suficiente, es preciso también
que haya
Ha experimentado en el espacio cerrado de la cura «el rumor de los animalillos de la hierba en el calor
analítica las sensaciones felices de un feto en
elvientre
de la madre y hay algo en él que no tiene ninguna pri-
del verano».
Será necesario excitar todos sus sentidos; tiene
que
sa por nacer al mundo exterior. Ir hacia el mundo sig- ver, oler, gustár, ofr y tocar el mundo que va a ser el
nifica aceptar la pérdida de sus antiguas seguridad y suyo.
omnipotencia. Significa enfrentarse a la gente y a la Aprenderá a conocer el placer del descubrimiento,
realidad ydejar de ser el centro'y el fin de todas las co- pero también las dificultades de la adaptación, indispen-
sas. ¿Cómo resignarse a no ser ya el único? ¿Cómo de- sable para su reciente equilibrio.
jar de ser Narciso contemplándose en el espejo del psi- Y si todo ha pasado como hemos sugerido a lo lar-
coanalista? ¿Quién no conoce la historia de Narciso, go de estas páginas, irá hacia el mundo con los ojos
enamorado de su propia imagen y que murió a causa de completamente abiertos para captarlo tal como es.
ello? Poco a poco, su relación con el analista evolucionará
Pero, ¿quién habla de morir? Para Pablo, no se en el mismo sentido. El personaje mítico, el espejo cu-
trata en absoluto de morir de amor por sí mismo, sino,
al contrario, de ampliar este amor a la medida del mun-
yos reflejos cambiaban de acuerdo con el estado de áni-
mo de Pablo, va a transformarse en un ser de carne y
do que le rodea y de establecer con los demás un sis- hueso. Y será posible que se entable un diálogo entre
tema de releciones normales, de reanudar la comunica- ambos.
ción con sus semejantes y con el mundo exterior. Por
:

Un buen día, Pablo se levantará de su diván, irá e


lo tanto, tiene que ir aumentando su interés por todo sentarse frente al analista y le mirará a los ojos, vién-
lo que hay a su alrededor, y el papel del analista con- dolo «tal cual es»: un ser humano. Gracias a esta nue-
n ayudarle a este descubrimiento. va relación entre dos personas, Pablo estará en conái-
Exhumado el pasado, revividos los malos recuerdos ciones de anudar lazos con otros de sus semejantes.
y los treumatismos y luego olvidados
de manera defini- Y es esa hora la que espera el analista, la hora im-
tiva, analizadas y comprendidas les transferencias y previsible, la hora inevitable en que Pablo «se echará a
libera-
puestos en su lugar los sentimientos de antaño, cantar» al fin. ¿Y qué habrá en su canto? Toda la ele-
do al fin el psiquismo del peso de lo reprimido, es
bora gría del prisionero liberado de sus cadenas.
de volverse hacia la realidad...

54
EL CANTO DE LA CURACIÓN

S: el pájaro ro canta
"es mela señol
señal de que el cuadro es malo
pero si canta es buena señal
seña! de que podéis firmar,
Entonces, arrancad con mucho cuidado
una de las plumes del pájaro
y escribid vuestro nombre en unc esquina-del cucdro.
:

Por desdicha, a veces el pájero no se decide a can-


tar. Y se niega a abandonar la jeula.
¿Quién tiene la culpa? ¿Y se puede siguiera hablar
de culpa? Lógicamente, elanalista es susceptible de co-
meter errores. Silencio demasiado opaco 0, al
contrario,
excesiva extuberancia. Resistencia interpretada dema-
siado pronto o demasiado tarde. Comunicación lanzada

57
de modo inconsiderado a la care del paciente. O bien, todo cuanto ha utilizado el analista en su largo y pe-
deseo inconsciente de retener al pájaro en la jaula. Pero,
noso trabajo proviene del pájero. Él no ha añadido
a veces, el pájaro se obstina en callarse ante el mejor, nada, no ha suprimido nada; ha trabajado exclusiva-
el más preparado, el más concienzudo de los analistas.
mente con el «material» proporcionado por el pájaro.
La negativa a curarse es más fuerte que todo lo de- En caso contrario, no sería analista.
más. Y sin deseo de curación por parte del paciente,
¿cómo queréis que la asociación analítica dé sus fru-
tos? Sí, se da el fracaso. De eso a acusar a todo el psi-
coanálisis nd hay más que un paso, fácilmente fran-
queado por algunos, encantados de encontrar tan bue-
na arma con::a un método de curación que rechazan.
Pero, ¿es que un frecaso de la medicina supone la con-
denación de toda la medicina y hay que renunciar a lo
bueno con el pretexto de evitar lo malo?
Felizmente, tanto en psicoanálisis como en medici-
na los éxitos son mucnos (a condición, claro está, de
la
que elección de la terapia sea adecuada; no todo el
mundo es psiccanalizable; de todos modos, no me pro-
pongo profuncizar aquí en ese problema). Cuando los
deseos de los dos protagonistas se conjugan con vistas
al objetivo buscado, nos encontramos en presencia de
una música muy egradable para quien sabe escucharla.
Y si el pájaro canta con todas sus fuerzas, el analista
go:jea a su manera, puesio que cualquier triunfo te-
Él una
gran alegría. Si así no

«arrancar con todo cuidado una


jaro para escribir su nombre en una

del pájaro. Es lo
ue ebjetar, pues:o que
CAPÍTULO III

EL PSICOANALISTA No es posible, dijimos, describir un psicoanálisis.


El psicoanálisis se vive. Por eso nos hemos esforzado
por describir su ambiente. ¿Y el psicoanalista? ¿Es po-
sible trazar su perfil, dibujarlo, hacer su retrato?
Es también arriesgado. Pero, lo mismo que hemos
hecho con la situación psicoanalítica, nos gustaría der
al lector una idea lo más aproximada posible de lo que
es, de lo que debería ser «el hombre o la mujer del
sillón». .
Después del retrato del pájaro, he aquí el del psi-
coenalista.
“y

?ARA HACER EL RETRATO


DE UN PSICOANALISTA
¿CÓMO DEBE SER?
— ¿Cómo debe ser? (Tal como nos gustaría que fuese)
— ¿Cómo se forma?
> — ¿Debe ser médico o no?
— ¿Cómo dar con €l? No es posible, realmente, trazar el retrato del ana-
3
lista robot. En primer lugar, porque se trata de un ser
> humano
y,por lotanto, diverso. Después, porque, aun
en el responda perfectamente a los crite-
caso de que
sin embargo, su
rios
que vamos a enumerar, tendrá,
propio «genio», su ecuación personal, como dice .ran
acertadamente el doctor A. Berge!
No obstante, se puede intentar ponerde relieve un
cierto número de cualidades indispensables a todo ana-
lista, asf como un cierto número de comportamientos
: que debe saber rechazar.
> — Un analista es a la vez un catalizador y un vio-
ln. Catalizador, porque esta clase de producto quími-
co induce y permite una reacción, pero sale intacto de

1. Les psycho:bérepies.

67
ella. Te: inada le reacción, no habrá experimentado ciente. Porque, digámoslo sin disimulos y aun e riesgo
de sorprender, no se puede amar esta profesión sin
ningún cam . Violín, porque debe sonar siempre
ajustado y D/ rmanecer en todo momento perfectamen- amar en cierto modo a aquellas personas de les que un
te afinado mediante un difícil y per sanente control
de se ocupa.
sí mismo. Acordado con la situación analítica de cada — Guarda silencio, cierto. Pare permitir al pacien-
paciente, sigue sus variaciones a todo lo la:go del re- te expresarse mejor. Eso no significa que sea mudo.

o
«Un analista que no habla nunca es en la mayoría
corrido.
de los casos un analista que no tiene nada
— Lécido y atento, su formación le permitirá cap- que decir»!
tar lo que ocurre a todos los niveles. Evolucionará con tipo de interven-
Hay que conocer el momento
el
ción adecuados; hay que conocerlos en cierto modo
toda facilidad desde el sótano al desván, desde el in- por
consciente al consciente. Su inconsciente percibe, su instinto. Nuestro analista debe, pues, gozar de una in-
tuición particularmente desarrollada. Una vez más, el
consciente labora.
— Nada que sea humano le es extraño. Todo , lo entre el espíritu de razón y la agudeza de espí-
cue pasa, todo lo que se ce tiene sentido para él. riu ha de sonar justo. +

en
Ni extrañeza, ni escáncalo, ni juicio, que s ienifican — «El hombre del sillón» debe ser cultivado.
Tendremos ocasión de volver a hablar de este
otros tantos rechazos. punt
— Posee una memoria excelente. Su atención no - — Y, cosa esencial, debe sabe: dominar sus pro-
debe fijarse en otra cosa que las palabras del paciente, pias reacciones frente al paciente. Dominar su «con:ra-
ni siguiera en el bloc y la pluma que lepermitirían to- nsferencia», que puede ser negativa cuando, por
ejemplo, un histérico le pone nervioso o un obsesiona-
mar notes durante les sesiones.
la ti na
DS
idea do le impacienta. Pero la contra-transferencia
— No existe cn él menor
preconcebida se interpone como uha Di entre su tambi € nocivamente positiva si, por ejemplo
rés por un enfermo en pi ticular se convierte en ex
jente y él. :
sólido sivo y se establece un lazo demasiado personal entre los
— Pero no por eso es menos y constante.
dos perticipantes en el psicoanálisis. En todos los ca-
da,: suponen otros tantos
ente podrá apoyarse du-
en sos, presenta un doble peligro; menor disponibilidad
verdadera en el analista y reacción por parte del
pa-
Se dice con frecuenci tro». ciente, Cuyo inconsciente percibe desde el principio lo

ha de rechazar siempre ei mos-
l
que ocur re en el analista y no se deje engañar.
Sí, i en la medida en que
:
mMETAlista. No, si neu-
trarse [E emo un pedagogo o UN Held, Probizn: 5 de la cure
pare el pa-
:
:
tralida 5ca frialdad glacial, aterrad

68
La contre-transferencie ha de ser controlada me-
diante un autoanáli:isis vigilante y permanente.
— En fx, debe saber mantener equilibrada la ba-
lanza entre su deseo de conocimientos teóricos y las
necesidades prácticas del analizado. Porque no lo olvi-
demos: lo más importante es el interés del paciente. No
hagamos del psicoanálisis una religión. Es ante todo
una terapéutica. En cierta ocasión, oí durante un semi-
nario una frase reveladora. Se trataba de un enfermo
que, después de cinco años de psicoanálisis, se encon-
traba perfectamente bien y decidió interrumpir el tra-
tamiento... Una voz se elevó decepcionada de entre la ¿CÓMO SE FORMA?
[ concurrencia: «¿Y qué va a ocurrir con el analista?»
Responderé desde aquí a esa persona que se sintió de
La respuesta a esta pregunta se podría casi resumir
fraudada que, si nuestro paciente se va feliz y aliviado,
en tres puntos:
dejando al analista frustrado en su deseo de descubri-
mientos, mejor para el paciente y peor para la teoría. E
1. Debe
scr analizado.
— Para terminar esta breve exposición, repitamos 2. Debe
ser analizado durante mucho tiempo.
que,
si bien todo esto es necesario, no es, sin embargo,
suficiente. Si gue siendo LT. 150 el «con».
3. Debe
ser bien analizado.
nguna Xes
Expliquémoslo.
gla, ningún truco, ninguna cultura analítica, ni siquiera
lo proporciona. El psicoa:nálisis es una
La mejor imagen de la formación del analista la da,
ningún análisis
a mi parecer, la formación de los pintores del Renaci-
.

ciencia, cierto, pero es ante todo un arte. Arte que no


los miento.
puede ser ejercido por jovenzuelos. Es uno de os raros
— También ellos elegían un maestro.
y

productos que tiene algunas oportunidades de mejorar


con. la edad. Como el buen vino, el analista necesita
— También ellos trabajaban durante mucho tiem-
entrar en años. po en su taller y empezaban por elprincipio, es decir,
por triturar los colores. Y sólo poco a poco el maestr
les autorizaba a pintar una esquina de
más tarde, una tela entera.
la tela y, mucho

— Cuanto mejor cra el £ 0, mayores eran


opormnidades del alumno de llegar a su vez e la maes-
tría.
Asf ocurre hoy en día en las sociedades científicas
psicoanalíticas más conocidas, donde el análisis deno-
minado «didáctico» va precedido de un análisis perso-
nel (aunque ambos se superponen en cierta medida).
Más tarde, el anelista en ciernes es autorizado a hacerse
cargo de su primer paciente, supervisado por un ana-
lista experimentado que sigue con él las incidencias de
la cura. Estas diferentes fases de la formación de un
psicoanalista pueden durar largos años (de cinco “a
diez). No es éste el lugar apropiado para describir las ¿DEBE SER MÉDICO O NO?
tsociedades científicas psicoanalíticas, ni pare discutir si
todos los analistas deberían pertenecer 0 no e una de
ellas. Se puede admitir sin problemas que, una vez bien Una nueva cuestión que requiere una respuesta. Re-
cumplidos los requisitos principales (ser bien analizado curramos en primer lugaar una fuente escogida, al
a
y correctamente supervisado), el za prefiera esco- mo Freud en el texto tit do Psicoanálisis y Medi
Esc
ger la libertad. Que siga su camino ASTON y no se
afilic a ninguna sociedad, del tipo que se:
lo
¿Qué dice al respecto?
1. «Nadie debería ejercera.
el
dos postulados:
psicoanéli: s si no está
justificado por una MOPión apropiada.» (El subraya-
No obstante, hay que dar al César que es del pac
César,.y reconocer que estos organismos, en particular do es mío.)
los que tienen un alcance intemnaci al, son los únicos .- te “el trat nto aparecen síntomas
capaces de asegurar la continuidad de seminarios, con- ta no debe farse de su propio jui
ferencias y congresos.
Estos
últimos ocupan un lugar examine al paci e un médico
cue

-
importante no tanto en la formación como en la con ela is, aunque Él
mación del psicoanalista. sca médico y ter 1
> en
sus co-
No insistiremos sobre la abundan nocimientos médicos.»
soenalítica, que ningún analista, ni siguiera siendo un Á estos dos postulados añadiremos esta otra cita:
Gargantúa, sería capaz de tragarse, pero de la que se «La formación analítica coincide,
LN
sin la menor
nutre en la mecida de lo pos duda, en ciertos puntos con la enseñanza médica, pero
no la abarca ni es ebarcada por ella. Si ruviczs la
se
Viena. ¿Qué pensamos de eso hoy, desde nues:-0 mo-
idea, hoy en día fantástica, de crear una Facultad de desto luga:?
Psicoanálisis, se enseñarían en ella, claro está, materias
Medicina. Al Nos parece que conviene matizar un poco más, aun
que se enseñan también en la Facultad de comprendiendo muy bien el punto de vista de Freud.
lado dela psicología profunda, de la psicología del in-
Es verdad que, en su época, tuvo mucho que sufrir y
consciente, que seguirían siendo siempre. el capítulo luchar contra la hostilidad del cuerpo médico.
fundamental, habría que enseñar en la medida más am-
plia posible la ciencia de la vida sexual y los cuadros si
Pero bien esta hostilidad persiste todavía, desgra-
ciadamente, se comprueba que en la actualidad hay mu-
clínicos de la psiquiatría. Por otra parte, la enseñanza chos analistas médicos y que son muchos menos los
analítica abarcaría asimismo ramas muy ajenas al mé-
dico, ramas cuya sombra ni siquiera percibe en
el
ejer-
analistas no médicos. ¿Por qué Freud parece ser «27.
poco seguido en este capítulo?
cicio de su profesión: la historia de la civilización, la
De una parte, después de todo lo que hemos dicho
mirología, la psicología de las religiones, la historia y
(¿Cómo debe ser?), es bien evidenie que la madurez
la crítica literarias. Si no está bien orientado en todos
requerida para llegar a ser analista no coincide más que
estos campos, el analista se encuentra sin preparación
muy raramente con el estado de ánimo de'un joven en
frente a un gran número de fenómenos que se le pre- el momento en que debe elegir su carrera: De ora par-
sentan. Por el contrario, la mayor parte de lo que en-
te, como la Facultad de Psicoanálisis con que soñaba
seña la Escuela de Medicina no le sirve para nada. No Freud no se ha convertido en realidad, nifexiste un tí-
le interesa en absoluto ni el conocimiento de los huesos
tulo oficial de psicoanalista, es natural que la mayoría
el tarso, ni la constir:<ión de los hidratos de ca:bono,
de los jóvenes se dirijan a las Facultades Y aunque ni
ni la disposición de las fbras del cerebro, ni nada de
la Facultad de Medicina ni los estudios de Psicología
lo que la medicina ha descubierto sobre los micz bios.
son capaces de formar un psicoanalis:a, al menes conce-
Eso no le atañe, no'le eyuda a comprender o curar una
den los títulos tan apreciados por nuestro siglo de ten
nevrosis, ni contribuye indirectamente a agudizar las elevada tecnicidad.
facultades intelectuales que exige imperiosamente su
Ahora bien, ¿qué le ocurrirá a nuestro amigo médi-
profesión.»
Freud
.
a dec «Es in co, aunque sea neuropsiguiatra, si opta por el psicoaná-
Lo que conduce a lisis? Bien pronto se derá cuenta de las consecuencias:
r al que desea li-
con: rio al objetivo propues:o eb a causa de ciertos imperativos psicoanalíticos, admi
ber una fobia o de urna
la dos por todos dado que la palabra es el modo electivo
obsesión, a dar primero el inmenso rodeo de toda de comunicación, no podrá ya palpar ni auscultar y en
ningún caso prescribirá medicamentos. Su activicad
dose considerablemente la práctica mé-
de cógenas, tan frecuentes, una clase que, para gran pro-
o , tal como se le habrá enseñado.durante
vecho de estos enfermos, permanece en constante con-
tacto con ellos.»
¿dico según la ley, se io
aleja
de
la medicina,
de
Médico o no, lo que importa es que el analista sea
sientras que, 2 la inversa, es extremadamente necesa- competente. Los hay extraordinarios entre los unos y
rio que los analistas no médicos se acerquen a la Cien- entre los otros. Y los hay también deplorables en am-
bos casos. La etiqueta no coincide siempre con el pro-
cia Médica.
El mis:no Freud lo especiSca claramente en el tex- ducto ni el mapa abarca siempreel territorio.
to que hemos citado: el conocimiento de la ciencia se-
xual y los cuadros clínicos de la psiquiatría son los dos
campos privilegiados en que la cultura
del psicoanalis-
ta debe desarrollarse en el plano médico. La cosa es
fécil de ar gracias el desarrollo de la sexología y
gracias a los cursillos en los hospitales psiquiátricos.
Pero todo esto no es todavía suSciente. No lo olvi-
demos, incluso insistamos sobre ello: nuestro paciente
olvi-
es «uno», e la vez espíritu y cuerpo. No hay que
dar ese cuerpo y tratarlo como un pariente pobre. El
ado debe comprender hasta qué punto el analista
toma en cuenta su cuerpo y para ello es indispensable
último sea capaz de concederle toda su imp
!
psicoan D lista no debe ser

ndo si los médi-


olerar una clase de terapeutas que los
de las neurosis psi-
¿CÓMO DAR CON ÉL?

De hecho, son dos los problemas que aquí se plan-


tean. ¿Cómo encontrar el nombre y la dirección del
analista? ¿Cómo elegir entre ellos el bueno, el
que nos
conviene?
Naturalmente, el más importante de estos dos pro-
es el segundo, el más delicado de r Teblver
a.
blemas
bre todo, rep émoslo, porque no existe
de psicoanalista propiament e dic!
ción 2 una sociedad no es más que un
9arantía, que tiene lógicamente su importeacia, pero
que puede resultar insuficiente.
De todos. mocos, pára obtener una lista de
los precti
s entre a
de estas insti

espuiadamente, en ellas se mez-


can
le
el buen grano
y la cizaña y no es fácil ¡levar a cabo
elección. El psicoanálisis padece de manera paticu-
ler las secuelas de una seudovulgarización que permite
a muchos incompetentes, incluso charlatanes, eprove-
charse de la miseria moral y de le ignorancia ce los que
sufren.
Pero, una vez en posesión de cinco o seis nombres
(e incluso más) de practicantes del psicoanálisis toma-
CAPÍTULO IV
dos de buena fuente, ¿qué se puede hacer? No existe
otro método que ir a visitarlos uno tras otro. Unas ho-
ras de conversación no son nada en comparación con
una decisión de la que depende toda nuestra vida.
LA JERGA
ás es posible que se creen afinidades
En ese caso, es inúti
-
No
es de ningún modo mi propósito referirme aguí
a ciertos psicoanalistas que emplean un lenguaje cad2
vez más sibilino, a fin de 0 dejarse comprender mejor
y que se encierran en las capillas esotéricas de una
ter-
minología cada vez más nebulosa. Allá elios 0, como
decimos entre nosotros, ése es su problema.
Lo que me molesta personalmente es el descono-
cimiento de algunos términos empleados a tontas y a
locas, mal comprendidos, mal digeridos, deformados en
cuanto e su significación profunda y que con y

a desfigurar el rostro.del psicoanálisis y a alejar e los


mismos que se sentirían tentados de acercarse a él.
Para no citar más que algunos al azar, tomemos:
— represión, -

— egresividad,
— perversión,
— sublimación,
— narcisismo,
— transferencia.
«Lo que se concibe bien se enuncia dl E o mente»,
decía Descartes. Bueno, no es ten fácil como parece.
Hacer inteligibles los conceptos psicoanalíticos no care-
ce de escollos. E

Trabajamos en un terreno movedizo, sobre una


materia también movediza, y el espíritu humano no se
deja encerrar tan fácilmente en un número determina-
do de fórmulas lapiderias. Es imposible reducir un
proceso psíquico a una ecuación. Y, sin embargo, si no
queremos caer en la abstracción ni en el galimatías,
sólo nos queda el recurso de la imagen y del ejemplo
concreto para aproximarnos a una cierta reslidad, la
más viva que exista y que nos negamos
a
esterilizar
con ayuda de términos bárbaros o de frases hermé-
REPRESIÓN

ticas.
l
-

Cuando Freud nos ha


e
de pulsiones (en alemán,
Triebe), hay que ver en ellas algo más que el término
y el sentido de «fuerza impulsora. Hay que pensar en
Yo soy, tú eres, es un reprimido...
¿Cuántes veces habremos oído esta frase en boca
de cada hijo de vecino?
un movimiento continuo, irresistible (como el de las Y quienes lo emplean, ¿saben por lo menos lo que
pulsaciones caerdíacas, por ejemplo), en una especie de el término significa en realidad?

me vital;
jóvenes que
hay que pen Si se consultan las obras teóricas, se encuentra en
ellas la siguiente definición:
«La represión se produce en los casos en que la
satisfacción de una pulsión (deseo) — susceptible de
originar placer por sí misma — podría provocar desa-
grado con respecto a otras exigencias.»
uy Igeade ser exhaus Recurriendo a la imagen y al ejes concreto,
en faz come me he comprometido a hacer, he aquí la manera.
Jocuror rinclogía y, 2 que propongo de ilustrar esta noción:
Maestr !
mayor 2úmero posiible Imaginemosel director de una fábrica que t
ficultades con su personal. A causa de eso, £
el
Los obreros están patro- Puede revestir dos aspectos distintos: o bien el pa-
no escuche sus re trono (= nuestro yo consciente) sólo consigue Eacer
Este último puede cellar parcialmente las reivindicaciones procedentes del
escucharles. inconsciente... y la agitación persiste;" o bien el pax
A. — Negárse
por as buenas a
Resultado: reivindicaciones cada vez más agitadas, no, cerrando le puerta con doble llave y tapándose los
descontento creciente, baja del rendimiento, trabajo oídos, imagina que estas reivindicaciones no han exis-
mal realizado y, Enalmente, la huelga... El patrono, aun tido nunca y que, por lo demás, no tiene por qué preo-
en el caso de que termine por ceder, queda sobrepasa- cuparse de ellas. Podemos estar seguros de que su tran-
do porlos acontecimientos. quilidad será de corta duración y que pronto se con-
Las relaciones con sus empleados sigt :en siendo ma- vertirá en víctima de la ebullición de esa oleada de
las y la fá: ca funciona a trompicones. Una nadería energía no satisfecha. Porque es preciso saber que, er
puede arra strarla a una nueva crisis, susceptible de lle- todos los casos en que el consciente se niega a ofr nada

+
vacia e la quiebra y a la ru a. de las exigencias del inconsciente, se produce la sepa-
— El patrono acepta reci
de su personal. Se entabla el <
DU gus
ono toma
ración, la ruptura de la comunicación; en una palabra,
el confiicto, con todas las consecuencias que de él pue-
nota de todas las quejas. Se com a satisfacer den derivar, es decir, la mayoría de las veces una neu-
algunes reivindicaciones que le parecen justas; por el rosis más 0 menos grave.
contrario, se niega 2 ceder en aquellas que considera Entonces, ¿en qué consiste una buena represión?
inacep sables.y que pondrían la empresa en peligro. Digamos en primer lugar que existen represio:
los
imeres
5 sa isfactorias, en cierto medi espontáneas, que tienen
. Resultado: las
lug ar ¿uando el deseo que quiere expresarse no es lo
a de la otra y sir- suficientemente imperioso para afrontar les exigencias
e la realidad exterior o de las obiigaciones morales,
Pero, desde el momento en que el empuje del de-
seo alcanza un cierto umbral, el conú
. Y es en este punto donde convi
.
en su conciencia lo que le parece compatible con sus
ideas, sus seztimientos y sus posibilidades.
En resumen, lo que se adapta a la realidad. Y re-
chaza lo que le parece totalmente incompatible con su
interés actuel y sus pesibilidades maicriales.
Ése es precisamente el camino a lo largo del cual
nos conduceel psicoerálisis.
espués de conocerlas, después de haberlas juzga-
o, ciertas exigencias del inconsciente son definitiva
mente rechazadas y relegadas'al olvido, mientras que
otras son aceptadas y contribuyen a enriquecer al indi-
viduo en su tetalidad.
1
E
Como decía Freud con toda razón: «Reemplazar la
AZAR

represión por el dominio de sí mismo.»


Felta por decir que, como un beneficio suplemen- Palabra desconocida para un psicoanalista que
ario que no es de despreciar, la energía utilizada para respete, ya que «todo revela o todo traiciona» (Freue).
luchar contra lo reprimido queda así liberada y puede Lo que se llama comúnmente azar no es más que
ser empicada con eficacia e inteligencia en toda reali- una manera que tiene nuestro inconsciente de hacerse
zación benéfica pare sí mismo y para los Cezás. , of. Algunos de nuestros deseos reprimidos salen 2 la
superficie sin permiso del consciente y se abrea camin
por vías indirectas. De noche, se deslizan en los suc-
ños; de día, se disfrazan de errores, olvidos, confusio-
nes, torpezas.
Es la tarea del trabajo psicoanalítico descif ar ese
lezguaje de nuestra vida subterránea.
El sueño más absurdo, el más deshilvanado, no cs
de ningún modo producto del ezar. Correctamenic in-
te -ctado, será rico en informaciones relativas a los
deseos más alejados de nuestra primera infancia.
Los actos fallidos y los lapsus, a despecho de su
aparente tivialidad, son síniomas ricos en if: mo

89
ción en cuanto a nuestras tend ies inconscientes y a consciente, que le ha obligado a ese objeto, re-
galo de boda de un antiguo rival.
nuestros deseos más secreros.
Por ejempio,si e alguien le sucede, como 2 mí re-
— En ctros casos, la tendencia a perder un objeto
determinado nace de una asociación de ideas simbóli-
cientemente, saludar con un corcial «¡Adiósi> al se- cas entre ese objeto y otros mucho más importantes, La
ño: X que viene a comer a su casa, será inútil rubori- tendencia se transfiere de éstos a aquél.
zarse y tartamudear: «¡On, perdone! Buenos días, que- Una mujer joven acostumbra 2 perder su bolso...,
rido amigo, es un placer verle por aquí.» metedura
da que eceba siempre por encontrar. Por otra parte, va
de pata está cometida y no se puede arreglar. Al invi-
psicoandlsis, le con frecuencia a la consulta del ginecólogo, con el pre-
tado, aun ser un especialista del texto de irritaciones locales sin gravedad. Inconscien-
costará trabajo creer en las protestas de amistad. Ha-
temente, trata de tranquilizarse con respecto a su inte-
b:á comprendido o sentido eh seguida que el incons- gridad como mujer.
ciente de su huésped, el grosero de su inconsciente, aca-
ba He hacerle una faena a su manera proclamando bien
Al decirle que todo está en orden, que nada
ta, es como si
le fal-
el ginecólogo le hiciese encontrar el bo!-
í
alto lo que no se atrevía sig so. El bolso simboliza en este <asa los órganos genita-
recibir
s
decir, que no tenía la menor gana de al señor X les femeninos, y su pérdida (siempre acompañada de
en su casa y cue tode su prisa era devolverle a sus la-
angustia), el miedo a la castración.
res por la vía más rápida. — La pérdida de un objeto de valor puede consti-
He aquí, pues, un ejemplo de lapsus muy sencillo tuir también la representación simbélica de una idea
y fácil de compreader. reprimida y, en consecuencia, una: advertencia 2 la que
Del mismo modo, la pérdida repetida de determi- no siempre se presta atención. Muy a menudo debe ser
considerada como un sacrificio ofrecido a las potencias
nados objetos reviste una signiScación oculta y respoz-
de
a una intención secreta :
ocul:as que presiden nuestra suerte
¡da de un 01 temporalmente extrá- La señora Z tiene la manía de gar con su elianza,
viado o roto por torpeza revela con frecuencia el re- hasta que un día termina por perderla.
ae impor:uno Cuyo recueao SE ASO- ¿Qué se puede deducir de esta actitud?
la señora Z, desgraciada en su ma:: monio,
¿Que
espira a liberarse de la obligación convugal?
una escena ente Un jouen

E a,
1
La explicación no es tan sencilla. La señora Z tie-
de crístl de tira al
“aloco ne una amiga Cue ecostumbra a hacerse lenguas sobre
encima de la mesa y
e que tiene aquélla de ser tan feliz ea su matri-
de a», sin le menor-duda, pero guiado por su in-

do 9
monio. La señora Z soporta mal esa envidia que gira
en torno a ella, y la soporta todavía peor porque le
re-
cuerda inconscientemente un día en que, siendo aún
una niña pequeñe, estaba jugando con la alianza de su
madre: «Ser una señora y estar casada con papá, qué
sueño tan bonito para una chiquilla de cue:ro años.»
Desgraciadamente, la niña fue sorprendida por su ma-
dre, que la reprendió: «No debes jugar con mi sortija.»
Lo que puede traducirse por lo siguiente en el incons-
ciente de la pequeña: «No tienes derecho a ocupar mi
Jugar.» La señora Z concibió a causa de eso una gran
culpabilidad inconsciente, ya que el inconsciente con- PERVERSIÓN
funde de mancra
indistinta deseo y reslización. En
es
como
si la chiquilla hubiese realmen: suplantado a
|
su madre. Y el gesto que repite con tanta frecuencia la Si también en este caso recurriéscmos a la de
la alianza está ción de las obras de autoridad; leeríamos en una de
joven de ahore y que consiste en sacarse
destinado en realidad a calmar a'su madre, diciéndole: ellas que «la perversión es una desviación con
Tespecio
«¿Lo ves? No he tomado ru lugar, no me he casado el acto sexual normal, ya se vuelva hacia
otros objetos
con papá. La prueba es que ni s sexuales (personas del mismo sexo) o 2 otras zonas cor-

Ea
!

La de la sortija supone un ver o holo- porales, ya requiera ciertas condiciones extrínsecas (fe-
ar la culpabilidad de la tichismo, voyeurismo, sadomasoquismo)».
aZya elejar el
Castigo imaginado
por la niñ:
iendo en su inconsciente.
Leyendo una definición tar ambigua, se comprend
el embarazo que provoca este concepio. Concepto aún
rplos, que podríamo mal definido. Como prueba, basa laaaparición reciente
se Freud ha estud: de una tesis que dedica no menos de mil páginas al
-

problema!
esa, sólo retexgo aquí dos temas de

— ElME ee en torno al
nuestra vis sS'
ento
e
eu méci
primero se sitúa c

y un inconsciente genial R. Dorey, Pe-fs.


SU
pero un placer limitado. ¿Se pasará la vida jugando
mo: «El niño es un perve:so polimo:fo.» Es Freud con las cuerdas sin saber que posee un violín? ¿Y que
quien lo afirma, Freud en persona. ¡Qué ocasión y qué ¡
gracias a él podré interpretar música?
incitación! ¡Salgamos de muestro universo alienado y Creo que esta imagen traduce bien lo que Freud
alienante y volvamos todos e ser niños pequeños! ¡Que llama «el recurso todavía infantil a las pulsiones par-
del polimorfismo! Y de
nos devuelvan la embriaguez ciales»..., parciales con relación a la plena organiza-
ahí a hacer del Maestro de Viena el promotor y — ¡qué
ción de una sexualidad adulta.
digo! — el instigador de todas las licencias en el plano
Dentro de este esquema, parece que es posible de-
sexual, el padre espiritual de la pornografía y el her-
ar que el pervertido se priva de una alegría completa
manode leche del marqués de Sade, no hay más que un
por un placer sólo parcial.
paso. Paso alegremente franqueado por mucha gente
— El segundo tema de reflexión se sitúa en torno
y tesis defendida por profesores pretendidamente emi- al hecho de que los pervertidos no acuden casi nunca
nentes y a los que prefiero no nombrar. al psicoanalista. La experiencia lo demuestra. ¿Hay
¡Cuando Freud se expresa en esos términos, escan- que
dalosos deducir, por consiguiente, que son felices? Cierto que
para su época, escandalesos en la medida en que muchos de ellos parecen acomodarse bien . sirua-
la infancia era sinónimo de inocencia y, sobre todo, de
ción. Un excelente ejemplo nos lo proporcionan cier-
ignorancia, quiere simp!mente manifestar una verdad
tos homosexuales cuyo éxito social y cuyos" talentos ar-
primordial: en el curso de su evolución, el niño obtie- tísticos y literarios son verdaderamente rios (Só-
ne placer delas diferentes partes de su cuerpo; la suc-
crates y Shakespeare, por no citar más que a.ellos). No
ción, la defecación, el tacio de sus órganos genitales,
por ello deja de ser verdad que la mayoría de las veces
todo eso despierta interés en € y es una te de pla-
los pervertidos son-tristes, lo que sugiere la idez de que
er. El siño pequeño no conoce ni la vergiienza ni la
no han logrado alcanzar la sublimación! de sus pulsio-
turbación y, en este sentido, es verdaderamente inocen-
nes parciales, contrariamente a aquellos de los que aca-
te, ya que está desprovisto de culpabilidad. bamos de -hablar.
Se podría compararlo a.uA músico en ciernes que
“Existe otro síntoma de sufrimiento, indudable, que
descubre un in umearo, un violín, por ejemplo. Toca .

se manifiesta enese comportamiento tan particular de


rimero con una sela cuerda, luego con una segunda,
los pervertidos que consiste, paradójicamente, en pre-
con una tercera. Consigue sonidos cada vez más melo:
diosos. Vuelve a la primera cuerda, la deja por la cua: tenderse moralistas al mismo tiempo que desafían ia
ey —a riesgo de incurrir en las previsibles sancio-
ta. Poco a poco, llega incluso a utilizar varias cuercas
a la vez, pero no sabe todavía pare quésirven tedas esas
cer es sí,
1. Véescs
nes —. Yel ¡lustre marqués de Sade no es cl menos ps

importante de los ejemplos. 2

No me perdonaría, sin embargo, terminar la expo-


sición de este concepto de perversión, tan complejo y,
a decir verdad, tan controvertido, sin que quede bien
claro que los términos «perversión» y «pervertido» no
suponen — el menos para un analista — ninguna colo-
ración peyorativa o moralizadora.
Sería demasiado sencillo encerrar a los pervertidos
en un ghetto patológico cuendo sabemos muy bien, en-
tre otras cosas, que la sexualidad normal cónlleva un
cierto número de prácticas o de fantasmas próximos a AGRESIVIDAD
los propios de los pervertidos. Así, el acto sexual más
“normal, el que va derecho al objeiivo, limitado a las
o
solas miras proweadoras, sin besos, sin contactos, sin «Agresividad» es una palabra portadora de un nú-
caricias preliminares, sin fantasía ni invención, sería en mero muy grande de sentidos. Se puede comparar a
A «una maleta llena hasta reventar” dé objetos y ropas
el límite perfectamente patológico.
heteróclitos».!
En realidad, el término designa una infinidad de
dd

comportamientos, desde el del bebé que grita recla-


mtm
mando
su biberón hasta
concentración.
el
del vezcugo de un campo de

Curiosamente, eunque el lenguaje corriente acepta


í que la agresividad puede ser un factor positivo, por
11 ejemplo, cuando se habla de «atacar un problema» o
1 «vencer una dificultad», la mayor parte del tiempo el
término agresividad se percibe como la expresión de
una fuerza nociva.
Por ejemplo, leemos en un diccionario de términos

1. An:hony Storr, L'egressivitó récesscire,


psicoanalíticos le deíni
conjunto de tendencias
“ se
acnsalií
reales o fantasméticas dirigidas a
pescar
cia!
e otro, des-
El león que persigue a su presa no presenta nunca
señales de cólera, ni siquiera en el momento en que la
abate. Cumple una función instintiva: calmar su ham-
truirle, dominarle, humillarle.. bre.
Es verdad que el término actividad puede apli- Cuando dos ciervos machos luchan por una hera-
carse a todas esas conductas, pero casi siempre coa una
notable distorsión.
el
bra, el objetivo final es triunfo del más fuerte y, por
consiguiente, una mejor selección de la especie.
Como afirma la analista americana Claire Thom- En fin, cuando la loba aparenta morder a sus ca-
son: «La agresividad no es de ningún modo necesaria- chorros demasiado turbulentos, lo hace con objeto de
ente destructiva. Procede de una tendencia innata a restablecer el orden, y ese comportamiento seudoagre-
desarrollarse y do: 7 la vida, lo cual es característic
sivo es, en realidad, educativo.
de toda cosa viviente. Sólo cuando esta fuerza de vida — ¿Y quéocurre con el cachorro del hombre?
es obstaculizada en su
desarrollo vienen a er
ella elementos de cólera, de rabia o de odio.»
El niño que lotoca todo y llega hasta romper su ju-
guete no obedece a un instinto de destrucción, sino que
Nazmuralmente, los obstáculos sen 2 menudo inevi- se esfuerza sencillamente por tomar posesión del mun-
tables, pero no pueden hacernos olvidar que la agresi- do que le rodea y satisfacer una curiosidad natural, sa-
vidad es en sí una fuerza dinámica y necesarie para el be: lo que hay en el interior de las cosas, cómo esián
de la vida. hechas y cómo funcionan.
otra parte, ¿no nos dan
P' la razón la biología y Winnicort lo resume así: «Agresividad es sinónimo
.

la psicología al mostrarnos, tanto en el animal como en de actividad.»

vr
"

el hombre, la existencia de centros nerviosos y de fen


Hay que considerar, además, que el niño necesita
menos gi y
imente de su agresividad pare protegerse, él, tan pequeño, con
dos a la expresión de la ac tra un imundo tan grande y ten n0-de cosas descono-
y

En nuestra opinión, no cabe la cidas. Necesita también afirmar su propia individu


agresividad existe de manera autónoma. dad y, por último, desarrollarse.
o:r0s el cuidado de recalcar sus espectos negativos. Lo Este proceso a la vez necesario y natural puede
que nos importa aquí es poner relieve sus aspectos
de
chocar contra dos clases de escolios. Obien quienes le

:05
rodean reprimen con demasiada fuerza su impulso, y el
Una mujer de unos sesenta años de edad se ha que-
20 al mismo tiempo ciertas explosiones, de las
—— dado viuda hace un año. Y precisamente desde hace un
que se haría muy mal en extrañarse (muchos los pro-
de
“año tiene grandes dificultades para levantarse
biemas de la juventud tienen su origen, al menos par- por las
mañanes. Cada gesto le causa un gran esfuerzo. Vive en.
cialmente, en este mecanismo), o bien, a la inversa, se la espera permanente de una catástrofe. Prácticamente
trata de una excesiva fal:a de disciplina familiar. Los no se mueve de su sillón... hasta las cinco de la tarde.
padres insufcientemente agresivos resultan muy poco Porque a las cinco de la tarde todo se calma brusca-
tranquilizadores. «Uno sólo se apoya en lo que resiste.»
Subrayemos que, cuando hablamos de los que ro-
ente. Sale de su letargo, se dedica a sus ocupaciones,
ve la televisión y, por último, se acuesta con toda tran
ean al-niño; nos referimos a los padres, al conjunto quilidad. Al día siguiente, todo vuelve a empezar. Has-
e la familia, la escuela, el medio ambiente socio-cultu-
ta el día en que le pregunto: «¿A qué hora tuvo lugar
el fallecimiento de su marido?» «A las cinco de la tar-

to se mante ne ambivalente.
de», responde. Todose aclara de repente. La mujer ha-
bía cuidado a su marido impedido durante años. Nu:
Si consigue vi ca se había confesado conscientemente que esta vida la
.

abrumaba, a pesar del cariño que sentía por él.


reprimido todo pensamiento de ver cesar la pe
tuación, porque eso hubiera signifcado desear la
te de su marido. Pensamiento agresivo y, por |
inaceptable. Transcurrieron algunas seman
-del fallecimiento de su marido. Se sentí
por mucho tiempo, pues el cuacro descri
instaló rápidamente.
¿Qué había ocurrido?
Comprendió que había comenza
actividad a esa actitud agresiva contr
tud que había tenico que reprim
condenaba a la inactividad...
fatídica en que, una vez el iento cons!
no corría el peligro de hacer daño a su m
pensamiento ni en obra.
El ejemplo pone de relieve el papel del psicotera-
peuta, que consiste en desembarazar al paciesnte de la
culpabilidad que sobrecarga de modo nocivo una agre-
sividad natural. Era normal que la mujer sintiese por
momentos lá necesidad de llevar una vida feliz. Corres-
ponde al psicoterapeuta poner en evidencia que tal de-
seo no es reprensible en sí mismo, que es natural. Más
aún porque, de hecho, los cuidados que prodigaba a su
marido no habían cambiado en nada.
Nuestro dinamismo natural puede así verse prisio-
de una ganga de culpabilidad subjetiva. La tarea CULPABILIDAD
el psicoanalista consiste en librar de ella al paciente,
como se talla un diamante para darle todo su brilio.
Ypara ilustrar el tema, dejo la palabra a Marie Ca:- ¿A quién le gusta sentirse culpable? A nadie.
El estado de culpabilicad es un estado incómodo,
dial, que dice en el relato de su larga aventura psico- de efectos nocivos y abruma con todo su peso nues-
analítica: >
que
tra ex: istenci
la
«Hoy, viciencia surgía en mí como un espléndido
Elaso: de culpabilidad influye sobre nuestro hu-
resente...
»Sabía que quería servirme de ella para construir y mor, sobre nuestra actividad, sobre la visión que pode-
no para destrui mos tener de nosotros mismos, del mundo exterior yde
»Con la concienci
- los demás.
Toda persona que actúa sisteméticamente en con-
tiempo la conciencia
de mi generosidad.» ra de sus propios intereses o que no se-atreve a em-
prender nada, convirtiéndose en el ceusante de sus fra-
casos, se conduce así le maroni de veces por culpa-
las

bilidad. Una cu nera todo, por-


que, si cs a
mente sar:

nada malo. Est


Ni siquiera s1 2 lo que se refiere.
Y nuestro interlocutor lo dice de buena fe.Sú cons- cir que el uno se asimila al otro. «Desear la mujer de
ciente no lo sabe. Pero no por ello la persona está me- tu prójimo» es dirigirle una mirada concupiscente, es
nos movida por una considerable culpabilidad incons- cometer el edulterio en pensamiento, es cometer el
ciente, que no revela su nombre, pero preside toda la adulterio por las buenas. Concepción bíblica que ilus-
orientación de su existencia. tra el funcionamiento del inconsciente. Pero, ¿por qué
¿De dónde procede esa culpabilidad? este último confunde deseo y acto?
¿Por qué tantas personas arrastran el peso de una
culpabilidad inconsciente? tE
Para tratar de responder a esa cuestión, examinc- Para comprender el fenómeno, hay que remontar a
mos más de cerca el funcionamiento del «famoso» la génesis del desarrollo infantil y detenernos en una
consciente, que representa un tal papel en nuestra vida.
Sabemos ye que está regido por las pulsiones, esos
etapa en que el deseo no está aún moderado por lá
oración del pensamiento, no soporta ning.1a dilación
ela-

deseos inextinguibles que reclaman satisfacción. Pero y debe ser seguido de modo inevitable por el gesto apro-
Un gran número de dichos deseos serían muy mal aco- piado para realizarlo.
gidos por nuestro consciente, y su realización chocaría ¡Qué impaciencia!, me diréis.
con nuestras concepciones moralles y socio-culturales o, ¿De dónde saca el niño la suficiencia para decirse:
simplemente, con la idea que nos hacemos de nosotros «Deseo una cosa y esa cosa se cumple-een el- mismo mo-
mismos; dicho de otro modo, con el «ideal del yo». mento»?
“No obstante, por mucho que reprimamos
y sustra-
yamos a la conciencia esos deseos, continúan llevando
¿De dónde le viene, en suma, lo
su fantasma de «omnipotencia», esa esf
llamaremos

su vida subterránea. Ahora bien, cosa que es capital manía? a

al
-

saber, el inconsciente los asimila a verdaderos actos. E Bueno, “nó abrumemos niño y recordemos lo cue
pala: a el lenguaje del inconsciente «desear fue su vida intrauterina; en la mayoría de los casos, sal-
equivale 2 hace». vo “accidente, un verdadero nirvana, donde tados sus

La Bib deseos eran colmados y donde todo le lleg


tos un modelo uerzo. ¿Cómo extrañarse, después de esto, e
z abandonado cl vientre de su madre,
a una Cosa, a que todo continúe como
deseo y realización no sean más que uno?
se
Como ve, las Escrituras aplican el mismo grado
de prohibición al acto ai deseo, lo que equivale a de-
y
Er un primer tiempo, podrá Vvolver 2 encol
pareíso perdido gracias a las alucinaciones. Crearse sa

104 105
alucinación de un seno, por ejemplo, y tene:lo así a su Pues bien, en cada uno de nosotros queda un ris-
disposición. El recién nacido se creerá investido de una cón del inconsciente donde se mantiene esta confusión.
fuerza mágica, capaz de realizar cada uno de sus deseos Y cada vez que no conseguimos disociar deseo yreali-
por su simple representación. En suma, para él, repre- zación, volvemos a la lejana época de nuestra primera
sentarse una cosa significa poseerla. infancia. Ahora bien, entonces tuvimos deseos. ¡Y cuán-
Por desdicha, pronto la representación no bastará tos! Con gran frecuencia reprimidos, porque no tenían
para crear la ilusión de omnipotencia. Por mucho que carta de ciudadanía en el mundo de los adultos.
se represente el biberón y encuentre placer en él, ese Será suficiente que asimilemos a actos esos deseos
placer durará poco... si el verdadero biberón tarda en arcaicos prohibidos, en virtud del funcionamiento in-
llegar. El lactante necesitará recurrir a ciertas señales fantil de una parte de nuestro psiquismo (del modo
para provocar el cumplimiento de su desco, calmar el que acabamos de describirlo), para que se produzca una
hambre. Por lo tanto, comer.zará a gritar. Dado que lo dolorosa culpabilidad.
ignora todo del mundo exterior y de la ayuda que de Veamos dos ejemplos:
él le viene, nuestro bebé puede sentirse semejante a un — Pedro tiene cuatro años. Quiere acostarse en
mago que no tiene más que hacer un gesto para sacarse
un conejo de la manga; lanzar un grito para que apa-
y
la cama de su madre así lo dice sin andarse con ro-
deos. Coge su escopeta de juguete, apunta con ella a su
rezca el biberón. padre y exclama triunfante: «¡Pam, para! Papá está
Á estas señales se añadirán muy pronto gestos ypa- muerto.»
labras. Y si se trata de un niño mimado, podrá creer El recuerdo queda reprimido en el inconsciente. Y
€ “ante mucho tiempo en su poder mágico, aun admi- el muchachillo, convertido ya en adulto, padece una de-
t..ado poco a poco, por la fuerza de las cosas, la exis- presión nerviosa a la muerte de su padre. No se con-
encia de un mundo exterior no siempre dispuesto a tenta con estar triste, con deplorar la.muerte de un ser
satisfacerle. al que quería. Sufriendo de insomnio, descontento de"
enderá también que sus exigencias no dic- sí mismo, no se atreve a emprender nada. No sabe que
tan la ley y que el deseo y su realización son cosas dis- iente escrúpulos de vivir ahora que su padre ha desa-
tintas. Tendrá que admiti esta triste realidad parecido. Roído por una culpabilidad inconsciente, a la
¡

Muchas personas se a muy bien'a e medida de su tieseo de antaño, se castiga como si fuer
lo hacen con dificultad
2,
h

,en nose ente el asesino de su padre.


jamés a este estado de co Sólo una investigación psicoanalítica, seguida de
nostalgia del «paraíso donde deseo y rez una toma de conciencia, podráliberarle de este estado
ción se confundían. y devolverle el gusto por la vida.

106 107
Precisemos para tranquilizar al lector que no todos El comportamiento actual de nuestra joven pacien-
los chiquillos que han tenido un día u otro la veleidad te se explica por su culpabilidad inconsciente: culpable
de querer desembarazarse de su progenitor caen forzo- de haber querido suprimir a su hermana, su inconscien-
samente en la neurosis, que necesita no sólo un terreno te vive este deseo como un acto consumado. Claudia
apropiado, sino también circunstancias particulares que debe, por lo tanto, castigarse. Para ello ha elegido
permiten actuar plenamente al mecanismo que hemos — sin hacerlo a propósito — identificarse con su her-
descrito. mana, adoptando: sus síntomas. Única manera de ha-
cer revivir a la niña antes no deseada.
— Claudia tiene catorce años y no sale de su habi- También en este caso, con la ayuda del análisis,
tación desde hace seis meses. Se atiborra de comida y nuestra joven paciente consiguió liberarse de su culpa-
por las noches, en la cama, ve aterrorizada cómo a su
alrededor se multiplican las calaveras.
bilidad, comprobando que su deseo infantil no se había

cumplido de manera mágica, que ni siquiera se había


¡En el curso de un psicoanálisis, le vuelve a la con- cumplido en absoluto.
ciencia un recuerdo de su infancia. A la edad de cinco Podríamos multiplicar los ejemplos de neurosis
años, sentada en una playa, Claudia ha visto a su her- hasta el infinito. Incluso en la vida corriente, ¡cuánta
manita pequeña caerse al mar y no ha acudido en su gente hay que cree todavía en el efecto-diretto de sus
socorro. Estaba segura' de que Isabel iba a morir y, sin
embargo, no se movió de su sitio.
malos pensamientos o vive en el temo: deal ms
de ojo
que le pueda echar otra persona!
Evocando esta reminiscencia, la jovencita repite con A la luz de la génesis de nuestro d
desesperación: «Yo la maté.» — que implica la asimilación del desí
¿Es su inconsciente el que habla aquí Ce como la culpabilidad que corre el pelig! 5:dederivarse
directa, en cierto modo, asimilando como de costum-
bre deseo y acto? ;
de ella — se comprende mejor el sentido de supersti-
ciones milenarias, la ley inexorable del talión y
el
gus-
¿Cuál era ese deseo? Simplemente, la expresión de to expiatorio y propiciatorio por el autocastigo.
unos celos naturales de la hermana mayor respecto a la
pequeña. En un momento de su vida, Claudia tuvo ga-
nas de hacer desaparecer a esta rival indeseable que aca-
paraba una parte del cariño materno. Se descubrirá,
además, que Isabel, que padecía una enfermedad cró-
nica que necesitaba muchos cuidados, sufría asimismo
de un hambre patológica.

108
SUBLIMACIÓN

«Tengo problemas can mi marido — me dice una


joven enfermera —. Hablé de esto con mi jefe y me
contestó que no tenía más que sublimarlos.»
a
Un término más empleado a tontas y locas. Quizá
ese consejero bien intencionado quería decir simple-
mente: «No tiene más que no hacer ningún caso.» Por-
due «sublimar» significa etimológicamente «ir más allá
de los límites».
;

¡Basta de bromas! La sublimación es úno de los


términos menos claros en la obra de Freud y suscita
hoy en día numerosas controversias. Para algunos, se
trata de una formación reaccional: una parte de nuestra
pulsión sexual — esa fuerza que nos empuja hacia el
*
*

placer —, al no poder satisfacerse sin provocar grandes


conflictos, debido a las prohibiciones a la vez internas y
externas, una parte de esa pulsión va a sustituir su ob-
jetivo sexual por un objetivo no sexual. Gracias a este

111
cambio, la pulsiónla podrá apoyar todas las realizaciones profundo de sí mismo. En una palabra, las olvidará,
Y si la represión es demasiado fuerte, de la misma
socio-culturales, literatura, la pintura, el arte bajo mag-
todas sus formas, la filosofía, la investigación, la polí- nitud que la prohibición, su curiosidad quedará blo-
tica, la religión. La creatividad será la consecuencia de queada, y no sólo en el dominio de la sexualidad. A los
la sublimación de una parte de nuestra pulsión sexual. diez años, será un alumno poco atento; ya adulto, un
Para otros, no se trata de poner en duda todo eso; individuo de intereses limitados.
pero, independientemente, existe una pulsión de crea- — La pulsión «de ver y saber» a propósito del acto
ción inherente al ser humano que no deriva de un con- sexual y de la procreación será tan poco reprimido que
flicto, sino que actúa por su propia cuenta. «Dios creó Juan Antonio continuará tratando irresistiblemente de
al hombre a su imagen y semejanza», es decir, como ver y saber, pese a quien pese.
creador, proposición que algunos no han dejado de in- En efecto, en este caso el sujeto es víctima a la vez
vertir. la
de violencia de su pulsión yde la blandura huidiza de
La sublimación, como transformación de una parte la prohibición paterna y
se convertirá en un pervertido
de rluestra energía sexual con vistas a una actividad útil con la pulsión parcial no reprimida: un voyeur, un ex-
a la sociedad, puede ser ilustrada por el ejemplo si-
hibicionista (ver y ser visto causa el mismo placer).
guiente: Tendrá todas las oportunidades de llegar a ser un ma-
níaco de los gemelos, el que acecha a la señora de en-
frente mientras se desnuda, un asiduo de las partidas
Juan Antonio, como todos los
chiquillos, tiene mu- sexuales conjuntas, un ferviente espectador de películas
chas ganas de saber cómo nacen los niños. Su curiosi- pornográficas.
dad es inmensa. Inmenso también su deseo de ir a la — La pulsión de «saber y ver» será reprimida du-
habitación de sus padres para descubrir lo que allí pasa. rante un período al que se denomina «período latente»
¿Qué ocurrirá con esta «pulsión de ver y de saber», y que se sitúa entre los seis y los doce años. La pulsión
que forma parte de la pulsión sexual en-general y a la así reprimida sufrirá una mutuación: en lugar de blo-
que llamamos una «pulsión parcial»? -quearse, de fjarse sobre la meta inicial, cambiará de
Se pueden presentar varios casos: objetivo. La curiosidad y el deseo de saber
se orienta-
rán hacia objetos no sexuales. Juan Antonio será un
— Sin respuesta a todas estas cuestiones, con el
penoso sentimiento de “enfrentarse a un campo prohi-
alumno apasionado por el estudio. Querrá sabezlo todo,
bido— «eres demasiado pequeño», «eso no te importa explorar el mundo. Sus preguntas no tendrán fa, pi
nada», «ya lo comprenderás más tarde», eic. —, Juan tampoco su búsqueda de respuestas.
Antonio reprimirá esas cuestiones candentes en lo más Así, impulsado por una curiosidad que no frena

12 113
inguna prohibición, Juan Antonio tendré todas las
probabilidades de convertirse en un incividuo brillante,
si además está dotado de las cualidades intelecivales ne-
cesarias. En este caso, la sublimación puede dar el má-
ximo, cualquiera que sea el campo que elija.
cierto que, sin ser un premio
Nobel, la mayoría de los individuos albergan en sí la
necesidad de crear. Y que esta necesidad no se confun-
de por entero con la noción de sublimación, sino que
procede de una pulsión autónoma. Todos creamos en
todo momento, como el que se siente orgulloso de la

instalación telefónica para uso interno que ha realiza-


do, como la chica que consigue una comida suculenta
gracias a sus dotes de inversión 0, en el límite, como
CONCLUSIÓN
el niño que juega con sus cubos. Tenemos necesidad y
somos felices cuando inventamos algo bello yútil.
Todos somos capaces de sublimación en grado di-
verso; todos somos cápaces de crear en campos dife-
rentes. El objetivo del análisis consiste, de un lado, en
liberar una parte de la energía que alimenta los con-
flictos para utilizarla con fines benéficos de sublima-
ción; de otro, en exaliar las facultades de creatividad
inherentes a nuestra naruraleza.
Ye la primera actividad oral, la relación con el seno,
es considerada por Winnicott como una «creativica
primaria». Winnicott escribe asf a este respecto: «Ese
seno es constantemente recreado por el ziño gracias a
a decir incluso gracias a
10 real —y lo
mo lugar en que
el niño está dispuesto a creacio.»
Resumiendo, ¿qué es lo que he querido decir en
esta obra?
y

el
Que
autonomía.
psicoanálisis es fuente de liberación y de
Que está al servicio de todos aquellos que
se ven con sus potencialidades reducidas. Que es capaz
de ayudar a quienes sufren en su scr, con frecuencia de
manera muy intensa.
Yo no sé si habré logrado convencer, si habré in-
teresado...

“Al lector de buena fe le corresponde. juzgar.


Sin embargo, no dejan de subsistir muchos p
de interrogación, bien porque no era posible decirio
todo en este libro, bien porque existe siempre un pelo--
tón de escépticos, de quisquillosos y ¿un de diúc-
bles.
Por eso me esforzaré todavía en responder por ade-
lantado a algunas de esas últimas objeciones.
Primera objeció: «¿Y si no ccierto? Scbhe Dios lo tilidad, eso significa que ha llegado el momento de ir
e «buscar consejo» a otra parte.
que me ocurrirá ento es... A lo mejor, 10 soy ccpez
.

Ce encon:ror ese cr ta ideal que aquí se describe.»


Tercera objeción: «Tengo miedo e que el análisis
+ La pareja analista-analizado tiene tam-
me haga deño, e que provoque en mí reccciones in:pre-
divorcio. Y una experiencia desdichada
o al
:
visibles. En una pclabra, temo porerme cún más en-
2o es motivo para condenar todo el mérodo. Por muy
fermo.»
penoso que sea esc contratiempo temporal, puede.re-
pararse en la mayoría de los casos a Eoatición de no Respuesta (haciéndome el portavoz de Freud):
prolongar una situación inextricable. A condición de «Una cura analítica dirigida con comprensión no hace
tener el valor de romper y buscar en otra parte. El pa- correr ningún riesgo al enfermo. La mayoría de las ve-
ciente no ha caído en una trampa definitiva. ces, los
ineidéntes del recorrido se deben a la misma
neurosis, que sigue su curso como toda enfermedad: que
no ha cedido todevía al medicamento apropiado por-
Segunda objeción: «¿Cómo saber si se ha cometido que no se ha conseguido la dosis eScaz.»
ur error respecto a la persona del analista o sí se tra'a
an sólo de ura resistencia ál tratamiento?».
Cuerta objeción: «El análisis constituye un pe
Respuesta: Una juiciosa cuestión. La respuesta es Conozco a eigunas personas cuya vide ha resul:cdo
delicada, ciertamente. En efecto, a veces se da una agra- completamente trastornada. Algunos se har divorcicce,
vación de los síntomas al principio del tratamiento. No otros han dejedo su trabajo...»
hay por qué extrañarse. «Es imposible aniquiler a un
enemigo invisible.» A menudo supone un10 etapa nece- Respuesta: No es el enlisis la primera causa de
no reduce en nada la calidad de la cura mi este tipo de trastornos. Si una pareja se separa, es por-
E

e puede sia peligro


cranguilizas al
pe- que ya estaba minada en su interior, por esf decir coja.
El análisis no desempeña otro papel que el de rev
le que se trara de una egravación tem-
dor. Permite simplemente la toma de conciencia de
si una situación preexistente.
esta agraveción
persiste, si

o
A la inversa, las parejes consolidadas gra
considerad
adas como psicoanálisis son igualmente numerosas. Isclu
seporcadle,
to el menor 5 tre la $ que existe un fuerte desacue:do
n
de varios meses d:

118
rofunda armonía subyacente. Sexta objeción: «Me conozco muy bier.. Sé toco lo
pósito el ejemplo de una jo- que me pueden decir. Y no me sirve de nadc.»
ven que vivía una relación sadomasoquista con un hom-
Respuesta: En efecto, el paciente puede conocerse
bre que, según ella decía, se pasaba todo el tiempo
intelectualmente y, no obstante, continuar sufriendo
humillándola y haciéndola sufr La investigación psi-.
coanalítica permitió a la paciente comprender que, in-
porque se le
escapa la relación entre este pensamiento
y el punto-en que se encuentra encerrado el recuerdo
conscientemente, sentía la necesidad de identificar a su reprimido.
amigo con su padre, que había sido un horrible tirano «No se producirá ningún cambio hasta el momen-
doméstico. Después de esta toma de conciencia, el ver-
to en que el proceso consciente haya logrado penetrar
dugo resultó ser un hombre lleno de delicadeza, y la hasta ese punto para vencer las resistencias de lo re-
muchacha abandonó de modo deSnitivo su papel de
primido.»
víctima,
En cuanto al cambio en el profesional, signi-
piano
«Es
si
como ministro de Justicia promulgase un
decreto ordenando que
el
juzguen con indulgencia los
se
te una mejor adecuación entre lo que
Áca
MRE
«es» la persona y lo que «hace».
pecadillos de la juventud. Mientras los tribunales de
primera instancia ignoren el decreto, la suerte de los
jóvenes delincuentes no cambiará en absoluto.»
Quinta objeción: «Tengo miedo ¿e convertirme en Por eso no basta con «saber» conscientemente para
de no poder renunciar desembarazarse de una culpabilidad inconsciente.
dependiente del psicosnelista y
ya al análisis.»

Respuesta: Todo lo que he tratado de mostrar en Séptima objeción: «Tengo miedo a cometer actos
el apartado Ambiente de ic cura responde precisamente irrezonados, de hacer alguna tontería, de no tener ya
-

a esta inguierud. ningún freno.»


El objetivo del analista consiste en convertir al ana- Respuesta: El analista hace prometer el paciente
-

lizado en autónomo y adulto. En eso reside Ta curaci que rio tomará decisiones graves durante la cura, a fin
Freud lo dice de manera muy clara: «El estado móroi- de que las cosas puedan decantarse poco a poco. Pero
do deja.de existir cuando se ha liquidado la transferen- DO se trata en absoluto de molestar al analizado en su
cia, como 1 exige, por lo demás, su función.» vida diaria, siquiera cuando se comporta de un modo
ni

¿Y qué es la liquidación de la transferencia sino aparentemente estúpido.


la independencia? La cordura sólo se adquiere con la experiencia. Ma-
chacando se aprende el oficio.

120
Ociava objeción: «¿Por qué tentas sesiones y tar lisis es a las personas de mayor valor, a las person
seguidos? Resulta muy festidioso. ¿No se pocría izar dades más evolucionadas.»
al psicosnaliste con menos frecuencia?» Y si todo eso no nos convence, recordemos que
psicoanalista ante el cual nos sentimos humillados se
el
Respuesta: Es esencial mantener un estrecho con- ha echado también en el diván durante largos años. Lo
tacto. Dos personas que se ven con frecuencia tienen que hacemos hoy, él lo ha hecho antes que nosotros.
cada vez más cosas que decirse. No hay nada que pe-
trifque más una relación que una larga ausencia. Décima objeción: «Quizá e otros les hayc ido bien,
«El análisis debe marchar al mismo
paso que los
incidentes de la vida.» Nada más nocivo y paralizador
pero, ¿qué me prueba que a mí va a irme también? No
tengo fe en él.»
que la pérdida del contacto con lo real. El paciente
viene a ver al analista con lo que vive cada día, y «su Respuesta: El pricoanálisis no es una religión. No
neurosis debe ser tratada, no como un acontecimiento es necesario, por lo tanto, tener fe en él.
del pesado, sino como une fuerza que actúa en el mo- El movimiento se demuestra andando. Y esta ob-
mento presente». jeción es ya por sí misma una resistencia, una negativa
al cambio, de la clase que sea.
Recordemos, además, que el análisis no es una pa-
Novena objeción: «No me gustan los confesores. nacea. No todo el mundo es susceptible de una cura
Resultc vejatorio no ser ccpaz de dirigir la propic vida. psicoanalítica. Lo que interesa cuando uno se halla en
Encuentro humillante echarme er el divén, exponer mi un apuro es solicitar una opinión competente y, sob:e
vida, necesitar de alguien que me saque de este ma- todo, no vacilar en pedirla. La mayoría de los análisis
rasmo.» considerados como fracasos se han emprendido siguiea-

Respuesta: El enalista no es un confesor..No está


do una mala indicación de la terapia.
ahí para ebsolver, sino para ayudar e comprender
Undécima objeción: «He oído decir que la cres!:
Cuando uno está enfermo del cuerpo, no vacila en acu-
dad se basaba en la existencia de conflictos, que era
dir al médico y no por eso se siente inferior. El analis-
como une especie de exutorio de ellos. Una vez psico-
ta no es-otra cosa que un médico del alma. No hay,
s, ninguna vergilenza en recurrir a él. Todo lo con-
la
anciizado, ¿no perderé facultadde crear?»
frario. Respuesta: Volvamos a leer el
apartado que trara
Yése no es motivo para considerarse un minusvá- de la sublimación y tendremos ya una parte de la res-
lido. «Precisamente, a quien puede ayudar el psicoaná- puesta.
Y ahora, permítaseme a mi vez plantear algunas El análisis ha terminado. Y se ha terminado asimis-
cuestiones. .
mo un importante volumen de historia contemporánea,
¿Es que Freud perdió toda su capacidad de crea- que pronto estará en prensa.
ción después de su autoanálisis? Su obra responde en Tras haber devanado el hilo de su historia perso-
su lugar, lo mismo que la de todos sus sucesores. nal, el hombre ha podido dedicarse a la historia del
¿Y Bach, por no citar más que uno entre tantos, mundo.
no fue un creador genial dotado además de un sólido
equilibrio psíquico? Duodécima objeción: «¿Por qué haber mezcledo
Si es cierroque hay muchas personas que producen poesia y psicoanálisis?»
con sufrimiento, hay muchas otras que crean con ale-
gría. Rindímonos a la evidencia — que no gustará a Respuesta: Efectivamente, el lector tiene derecho
las mentalidades tristes —, existen también genios fe- a preguntarse por qué he elegido un poema para servir
lices, y la creación no se ha de pagar forzosamente con de cañamazo a las diferentes etapas de una cura psi-
Ja desdicha. coanalítica. ¿Acaso el mismo Freud no dijo en sustan-
las
Un análisis bien dirigido no destruye facultades cia: «Para comprender el alma humana, interrogad a
creadoras. Al contrario, “sólo puede exaltarlas, ya que Jos poetas»? Y para asentar su teoría, supo interrogar,
la obra así creada se verá enriquecida por todas las entre muchos otros, a Sófocles y a Shakespeare.
fuerzas vivas del inconsciente. Fuerzas que ya no ten- Por otra parte, ¿cómo extrañarse de que compare
drán que someterse a la ley de la represión implecable. el arte poético y el psicoanálisis? Porque para ambos
Y a este propósito, me gustaría contar una historia el verbo es a la vez mensaje y liberación. El alfa y el
verídica, ocurrida recientemente. omega de toda comunicación.
Un hombre en la fuerza de la edad, pero muy dis- —El genio poético penetra el inconsciente de modo
minuido por una neurosis, escribe desde hace muchos puramente instintivo y habla al corazón de todos las
años historietas y cuentos, sin haber intentado nunca -

hombres. El saber psicoanalítico se sitúa en el mismo”


-
publicarlos. ¿Por qué escribe? ¿Simplemen:e por gus- registro. Aun queriendo ser una ciencia, se sirve de la
to? Sobre todo para luchar contra una angustia sin intuición, dialoga con el inconsciente y se dirige a la
nombre y sin rostro parte fundamental de cada uno de nosotros.
Al principio del tratamiento; inquieto al —LUn poema no nos descubre inmediatamente toda
presnta
analista: «Cuando haya terminado el análisis, ¿podré su sustancia. Hay muchos — y no de los peores —
seguir escribiendo? ¿Seguiré teniendo ganas de ha- que es preciso descifrar, porque se trata de pere:
cerlo?» -
detrás de las palabras así reveladas el verdadero men-

124
saje del poeta. Lo mismo ocurre con el discurso del
enalizado.
- —Todo enalista debería poseer un espíritu poéti-
co. Recurrir sin cesar a la imagen y el símbolo, utilizar
sin cesar las metáforas y los juegos de palabras para
«entender» mejor el lenguaje de su paciente.
—e¿Y este último? ¿No se convierte también en
poeta a su manera? ¿Se puede jugar impunemente con
las palabras y pesar su sentido profundo, modelar su
discurso y tomar conciencia de la
riqueza de sus repre-
sentaciones sin valerse del genio inventivo del que to-
dos somos más o menos depositarios?
'
Hemos recalcado, e incluso lo hemos repetido, que
el análisis es como un largo y aventurado viaje..., al
final del cual se encuentra el «saber». Y Rimbaud, des-
cribiendo el misterioso viaje de su Bateau ivre, ex-
clama:
«Sé los cielos reventando en relámpagos, y las
trombas,
las
Y las resacas, y corrientes;
Sé la noche, el alba exaltada como un bando de
palomas '
Y he visto algunas veces lo que el hombre ha creído
ver.»
¿No se podrían poner estas palabras en boca de
Pah;? ¿De Pablo, que sabe ya y que, a partir de aho-
.4, nO volveré a tener miedo?”

También podría gustarte