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ANTOLOGÍA DE AUTORES POSMODERNISTAS

ENRIQUE GONZÁLEZ MARTÍNEZ (1873-1952)

Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje


que da su nota blanca al azul de la fuente;
él pasea su gracia no más, pero no siente
el alma de las cosas ni el olor del paisaje.

Huye de toda forma y de todo lenguaje


que no vayan acordes con el ritmo latente
de la vida profunda... y adora intensamente
la vida, y que la vida comprenda tu homenaje.

Mira el sapiente búho cómo tiende las alas


desde el Olimpo, deja el ragazo de Palas
y posa en aquel árbol el vuelo taciturno...

Él no tiene la gracia del cisne, más su inquieta


pupila que se clava en la sombra, interpreta
el misterioso libro del silencio nocturno.

(Los senderos ocultos, 1911)

RAMÓN LÓPEZ VELARDE (1888-1921)

MI CORAZÓN SE AMERITA

Mi corazón leal, se amerita en la sombra


Yo lo sacara al día, como lengua de fuego
Que se saca de un ínfimo purgatorio a la luz;
Y al oírlo batir su cárcel, yo me anego
Y me hundo en ternura remordida de un padre
Que siente, entre sus brazos, latir un hijo ciego
Mi corazón leal, se amerita en la sombra
Placer, amor, dolor... todo le es ultraje
Y estimula su cruel carrera logarítmica
Sus ávidas mareas y su eterno oleaje
Mi corazón, leal, se amerita en la sombra
Es la mitra y la válvula... Yo me lo arrancaría
Para llevarlo en triunfo a conocer el día
La estola de violetas en los hombros del alba
El cíngulo morado de los atardeceres
Los astros, y el perímetro jovial de las mujeres
Mi corazón, leal, se amerita en la sombra
Desde una cumbre enhiesta yo lo he de lanzar
Como sangriento disco a la hoguera solar
Así extirparé el cáncer de mi fatiga dura
Seré impasible por el este y el oeste
Asistiré con una sonrisa depravada
A las ineptitudes de la inepta cultura
Y habrá en mi corazón la llama que le preste
El incendio sinfónico de la esfera celeste.

(Zozobra, 1919)

LEOPOLDO LUGONES (1874-1938)

JACULATORIA LUNAR

Reina del almanaque


Compuesto a tu merced;
Atún del badulaque
Que te pesca en su red.

Cuando estúpida y grande,


Percibiéndose va,
Tu faz de azúcar cande
Sobre el marino allá...

A tu suave petróleo,
El bergantín veloz.
No se sabe si es mole o
Fantasma precoz.

(Indefinido barco
De lúgubre perfil,
Que punza tu ojo zarco
Con su proa sutil.

Nave de nuestras penas,


Que en el lóbrego azur,
Penando cuarentenas
Corre un nefasto albur).

Luna del oro falso,


Bola de la sandez,
Linterna del cadalso,
Comadre del mal juez;

Tarántula del diablo.


Musa del alcohol,
Maléfico vocablo,
Perla espectral del sol;

Fascina a tu clientela
Con tu encanto letal.

Ave Malis Stella,


Danos tu dulce mal.

(Lunario sentimental, 1909)

ALFONSINA STORNI (1892-1938)

INDOLENCIA

A pesar de mí misma te amo; eres tan vano


como hermoso, y me dice, vigilante, el orgullo:
«¿Para esto elegías? Gusto bajo es el tuyo;
no te vendas a nada, ni a un perfil de romano»

Y me dicta el deseo, tenebroso y pagano,


de abrirte un ancho tajo por donde tu murmullo
vital fuera colado... Sólo muerto mi arrullo
más dulce te envolviera, buscando boca y mano.

¿Salomé rediviva? Son más pobres mis gestos.


Ya para cosas trágicas malos tiempos son éstos.
Yo soy la que incompleta vive siempre su vida.

Pues no pierde su línea por una fiesta griega


y al acaso indeciso, ondulante, se pliega
con los ojos lejanos y el alma distraída.

GABRIELA MISTRAL (1889-1957)

DESOLACIÓN

La bruma espesa, eterna, para que olvide dónde


me ha arrojado la mar en su ola de salmuera.
La tierra a la que vine no tiene primavera:
tiene su noche larga que cual madre me esconde.

El viento hace a mi casa su ronda de sollozos


y de alarido, y quiebra, como un cristal, mi grito.
Y en la llanura blanca, de horizonte infinito,
miro morir intensos ocasos dolorosos.
¿A quién podrá llamar la que hasta aquí ha venido
si más lejos que ella sólo fueron los muertos?
¡Tan sólo ellos contemplan un mar callado y yerto
crecer entre sus brazos y los brazos queridos!

Los barcos cuyas velas blanquean en el puerto


vienen de tierras donde no están los que no son míos;
sus hombres de ojos claros no conocen mis ríos
y traen frutos pálidos, sin la luz de mis huertos.

Y la interrogación que sube a mi garganta


al mirarlos pasar, me desciende, vencida:
hablan extrañas lenguas y no la conmovida
lengua que en tierras de oro mi pobre madre canta.

Miro bajar la nieve como el polvo en la huesa;


miro crecer la niebla como el agonizante,
y por no enloquecer no encuentro los instantes,
porque la noche larga ahora tan solo empieza.

Miro el llano extasiado y recojo su duelo,


que viene para ver los paisajes mortales.
La nieve es el semblante que asoma a mis cristales:
¡siempre será su albura bajando de los cielos!

Siempre ella, silenciosa, como la gran mirada


de Dios sobre mí; siempre su azahar sobre mi casa;
siempre, como el destino que ni mengua ni pasa,
descenderá a cubrirme, terrible y extasiada.

(Desolación, 1922)

JULIO HERRERA Y REISSIG (1875-1910)

SOLO VERDE-AMARILLO PARA FLAUTA, LLAVE DE U

(Andante) Úrsula punza la boyuna yunta;


la lujuria perfuma con su fruta
la púbera frescura de la ruta
por donde ondula la venusa junta.

(Piano) Recién la hirsuta barba rubia apunta


al dios Agricultura. La impoluta
(Pianissimo) uña fecunda del amor, debuta
(Crescendo) cual una duda de nupcial pregunta.
Anuncian lluvias las adustas lunas,
Almizcladuras, uvas, aceitunas,
(Forte) gulas de mar, fortunas de las musas;

Hay bilis en las rudas armaduras;


(Fortissimo) han madurado todas las verduras
y una burra hace hablar las cornamusas.

(Los maitines de la noche, 1902)

NEURASTENIA

Huraño el bosque muge su


rezongo,
y los ecos, llevando algún
reproche,
hacen rodar su carrasqueño coche
y hablan la lengua de un extraño
Congo.

Con la expresión estúpida de un


hongo,
clavado en la ignorancia de la
noche,
muere la Luna. El humo hace un
fantoche
de pies de sátiro y sombrero
oblongo.

¡Híncate! Voy a celebrar la misa.


Bajo la azul genuflexión de Urano
adoraré cual hostia tu camisa:

«¡Oh, tus botas, los guantes, el


corpiño…!»
Tu seno expresará sobre mi mano
la metempsícosis de un astro niño.

(Los peregrinos de piedra, 1909)


DELMIRA AGUSTINI (1886-1914)

LA MUSA

Yo la quiero cambiante, misteriosa y compleja;


Con dos ojos de abismo que se vuelvan fanales;
En su boca una fruta perfumada y bermeja
Que destile más miel que los rubios panales.

A veces nos asalte un aguijón de abeja:


Una raptos feroces a gestos imperiales
Y sorprenda en su risa el dolor de una queja;
¡En sus manos asombren caricias y puñales!

Y que vibre, y desmaye, y llore, y ruja, y cante,


Y sea águila, tigre, paloma en un instante.
Que el Universo quepa en sus ansias divinas;

Tenga una voz que hiele, que suspenda, que inflame,


Y una frente que erguida su corona reclame
De rosas, de diamantes, de estrellas o de espinas!

(El libro blanco, 1907)

LO INEFABLE

Yo muero extrañamente... No me mata la Vida,


No me mata la Muerte, no me mata el Amor;
Muero de un pensamiento mudo como una herida...
¿No habéis sentido nunca el extraño dolor

De un pensamiento inmenso que se arraiga en la vida


Devorando alma y carne, y no alcanza a dar flor?
¿Nunca llevasteis dentro una estrella dormida
Que os abrasaba enteros y no daba un fulgor?...

Cumbre de los Martirios!... Llevar eternamente,


Desgarradora y árida, la trágica simiente
Clavada en las entrañas como un diente feroz!...

Pero arrancarla un día en una flor que abriera


Milagrosa, inviolable!... Ah, más grande no fuera
Tener entre las manos la cabeza de Dios!

(Cantos de la mañana, 1910)


EL VAMPIRO

En el regazo de la tarde triste


Yo invoqué tu dolor... Sentirlo era
Sentirte el corazón! Palideciste
Hasta la voz, tus párpados de cera,

Bajaron...y callaste... Pareciste


Oír pasar la Muerte... Yo que abriera
Tu herida mordí en ella -¿me sentiste?-
Como en el oro de un panal mordiera!

Y exprimí más, traidora, dulcemente


Tu corazón herido mortalmente,
Por la cruel daga rara y exquisita
De un mal sin nombre, hasta sangrarlo en llanto!
Y las mil bocas de mi sed maldita
Tendí a esa fuente abierta en tu quebranto.

¿Por qué fui tu vampiro de amargura?


¿Soy flor o estirpe de una especie oscura
Que come llagas y que bebe el llanto?

(Cantos de la mañana, 1910)

OTRA ESTIRPE

Eros, yo quiero guiarte, Padre ciego...


Pido a tus manos todopoderosas
¡su cuerpo excelso derramado en fuego
sobre mi cuerpo desmayado en rosas!

La eléctrica corola que hoy despliego


brinda el nectario de un jardín de Esposas;
para sus buitres en mi carne entrego
todo un enjambre de palomas rosas.

Da a las dos sierpes de su abrazo, crueles,


mi gran tallo febril... Absintio, mieles,
viérteme de sus venas, de su boca...

¡Así tendida, soy un surco ardiente


donde puede nutrirse la simiente
de otra Estirpe sublimemente loca!

(Los cálices vacíos, 1913)


NOCTURNO

Engarzado en la noche el lago de tu alma,


diríase una tela de cristal y de calma
tramada por las grandes arañas del desvelo.

Nata de agua lustral en vaso de alabastros;


espejo de pureza que abrillantas los astros
y reflejas la cima de la Vida en un cielo...
Yo soy el cisne errante de los sangrientos rastros,
voy manchando los lagos y remontando el vuelo.

(Los cálices vacíos, 1913)

SERPENTINA

En mis sueños de amor, ¡yo soy serpiente!


gliso y ondulo como una corriente;
dos píldoras de insomnio y de hipnotismo
son mis ojos; la punta del encanto
es mi lengua… ¡y atraigo con mi llanto!
soy un pomo de abismo.

Mi cuerpo es una cinta de delicia,


glisa y ondula como una caricia…

Y en mis sueños de odio ¡soy serpiente!


mi lengua es una venenosa fuente;
mi testa es la luzbélica diadema,
haz de la muerte, en un fatal soslayo
son mis pupilas; y mi cuerpo en gema
¡es la vaina del rayo!

Si así sueño mi carne, así es mi mente:


un cuerpo largo, largo, de serpiente,
vibrando eterna, ¡voluptuosamente!

Tu amor, esclavo, es como un sol muy fuerte:


jardinero de oro de la vida,
jardinero de fuego de la muerte
en el carmen fecundo de mi vida.

Pico de cuervo con olor de rosas,


aguijón enmelado de delicias
tu lengua es. Tus manos misteriosas
son garras enguantadas de caricias.
Tus ojos son mis medianoches crueles,
panales negros de malditas mieles
que se desangran en la acerbidad;

crisálida de un vuelo del futuro,


es tu brazo magnífico y oscuro,
torre embrujada de mi soledad.

(El rosario de Eros, 1924)

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