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HISTORIA EGIPCIA

DINASTÍAS FARAÓNICAS
ÉPOCA PRETINITA
(... HASTA 3.100 A.C.)
Escorpión ?, Ka? y Narmer? (Hay dudas respecto a lo que puede ser
mitología o historia).

ÉPOCA TINITA

I DINASTÍA (3.100-2.980 A.C.)


Aha, Atoti, Djer, Uadji, Udimu, Adjib, Semerkhet, Qaa.

II DINASTÍA (2.980-2.780 A.C.)


Hotepsekhemuy, Nebre, Nineter, Uneg, Senedj, Peribsen, Khasekhem,
Hudjefa, Khasekhemuy, Seneferka, Ba.

IMPERIO ANTIGUO

III DINASTÍA ( 2.780-2.680 A.C.)


Shanakht-Nebka, Djeser, Sekhemkhet, Khaba, Sedjes, Nebkare, Neferka,
Huny

IV DINASTÍA (2.680-2.661 A.C.)


Esnefru, Kheops, Djedefre, Khefren, Bicheris, Micerino, Shepseskaf,
Thamphthis.

V DINASTÍA (2.560-2.420 A.C.)


Userkaf, Sahure, Neferirkare-Kakai, Shepseskare-Isi, Neferefre, Niuserre-
Ini, Menkauhor-Akauhor, Djedkare-Isesi, Unas.
VI DINASTÍA (2.420-2.280 A.C.)
Teti, Userkare, Pepy I, Merenre-Nemtiemsaf I, Pepy II, Merenre-
Nemtiemsaf II, Nitocris.
PRIMER PERÍODO INTERMEDIO

VII DINASTÍA (2.280 A.C.)


Manetón, Netrikare, Neferkare II, Nebi-Neferkare III, Shemei-Djedkare
II, Khendu-Neferkare IV, Merenhor.

VIII DINASTÍA (2.280-2.242 A.C.)


Neferkamin I, Nikare, Tereru-Neferkare V, Neferkahor, Pepi-Seneb-
Neferkare VI, Anu-Neferkamin II, Neferkaure, Neferkauhor, Neferirkare
II, Uadjkare, Sekhemkare, Iti, Imhotep, Isu, Iytenu.

IX DINASTÍA (2.242-2.133 A.C.)


Khety I, Neferkare VII, Khety II, Setuet, Khety III

X DINASTÍA (2.133-2.066 A.C.)


Merihator, Neferkare VIII, Khety IV, Merikare, Khety V, Iti

IMPERIO MEDIO

XI DINASTÍA (2.066-1.991 A.C.)


Mentuhotep I, Intef I, Intef II, Intef III, Mentuhotep II, Mentuhotep III,
Mentuhotep IV, Mentuhotep V.

XII DINASTÍA (1.991-1.778 A.C.)


Amenemhat I, Sesostris I, Amenemhat II, Sesostris II, Sesostris III,
Amenemhat III, Amenemhat IV, Sebekneferu.

SEGUNDO PERÍODO INTERMEDIO

XIII DINASTÍA (1.778-1.625 A.C.)


Ugaf, Amenemhat-Senebef, Sekhemre-Khutuauy, Amenemhat V,
Sehetepibre, Lufni, Amenemhat VI, Semenkare, Sehetepibre III,
Seuadkare, Nedjemibre, Sebekhotep I, Reniseneb, Hor I, Amenemhat VII,
Sebekhotep II, Khendjer, Imera-mesha, Aniotef IV, Seth, Sebekhotep III,
Neferhotep I, Sihathor, Sebekhotep IV, Sebekhotep V, Iaib, Ay, Ini I,
Seuadjtu, Ined, Hori, Sebekhotep VI, Dedumose I, Dedumose II, Ibi II,
Hor II, Se...kare, Senebmiu, Sekhaenre, Merkheperre, Merkare, Ameni,
Ibi, Aaqen, Harnedjheritef, Neferhotep III, Sesostris IV, Montuemsaf,
Neferhotep III, Mentuhotep V, Nerkare, Usermont, Sebekhotep VI,
Senaaib, Sebekhotep VIII, Upuautemsaf.

XIV DINASTÍA (1.778-1.594 A.C.)


Nehesy, Khaitire, Nebfaure, Sehebre, Merdjefare, Seuadjkare, Nebdjefare,
Ubenre, ...djefare, ...ubenre, Autibre, Heribre, Nebsenre, Sekheperenre,
Djedkherure, Seankhibre, Kanefertemre, Sekhem...re, Kakemure,
Neferibre, Kha...re, Semen...re, Djed...re, Hepu, Anati, Bednem.
XV DINASTÍA ( 1.675-1.567 A.C.)
Salitis, Iaqob-Her, Khyan, Apofis I, Apofis II, Khamudy, Sekhaenre,
Sheshi.

XVI DINASTÍA (1.660-1.600 A.C.)


Anat-HEr, User-Anat, Semqen, Uasa, Qar, Pepy III, Bebankh, Nebmare,
Nikare, Ahetepre, Anetjerre, Nubankhre, Nubuserre, Khauserre,
Khamure, Iaqob-baal, Iakbam, Amu.

XVII DINASTÍA ( 1.600-1.567 A.C.)


Intef V, Rahotep, Sebekemsaf I, Djehuti, Mentuhotep VII, Nebiryerau-
Suadjenre, Nebiryerau II-Neferkare, Esmenenre, Seuserenre, Sebekemsaf
II, Intef VI, Intef VII, Seqenenre Taa, Kamose.

IMPERIO NUEVO

XVIII DINASTÍA (1.567-1.304 A.C.)


Ahmosis I, Amenofis I, Tutmosis I, Tutmosis II, Hatshepsut, Tutmosis III,
Amenofis II, Tutmosis IV, Amenofis III, Amenofis IV-Akenaton,
Semenkhkare, Tutankhamon, Ay, Horemheb.
XIX DINASTÍA (1.304-1.195 A.C.)
Ramsés I, Sethi I, Ramsés II, Merenptah, Amenemose, Sethi II, Siptah,
Tuosre.

XX DINASTÍA (1.195-1.080 A.C.)


Sethnakht, Ramsés III, Ramsés IV, Ramsés V, Ramsés VI, Ramsés VII,
Ramsés VIII, Ramsés IX, Ramsés X, Ramsés XI.

TERCER PERÍODO INTERMEDIO

XXI DINASTÍA (1.080-950 A.C.)


Smendes, Amenemnisu, Psusennes I, Amenemope, Osokhor, Siamón,
Psusennes II, Sacerdotes de Tebas que gobernaron como regentes:
Herihor, Piankhi, Pinedjem I, Makhasarte, Menkheperre, Psusennes,
Pinedjem II, Psusennes.

XXII DINASTÍA (950-817 A.C.)


Sheshonq I, Osorkón I, Seshonq II, Takelot I, Osorkon II, Harsiese,
Takelot II, Sheshonq III, Pimay, Sheshonq IV, Osoekon IV, Grandes
sacerdotes: Uput, Sheshoq, Harsiese, Amonrud, Osorkon.

XXIII DINASTÍA (817-730 A.C.)


Petubastit I, Iuput I, Sheshonq V, Osorkin III, Takelot III, Amenrudj,
Iuput II, Otros monarcas: Harsiese II, Osorkon, Iurit, Smendes,
Peftjesuibastet, Djekhutiemhet, Nimlot, Padimemti.

XXIV DINASTÍA (730-715 A.C.)


Tefnakht, Bochoris.

BAJA ÉPOCA

XXV DINASTÍA (715-656 A.C.)


Khasta, Piankhi, Shabaca, Shabataka, Taharqa, Tanutamon,
Gemnefkhosubak, Petubastit II, Penamun, Nekepsos, Nekao I.

XXVI DINASTÍA (663-525 A. C)


Psamético I, Nekao II, Psamético II, Apires, Amasis, Psamético III.
XXVII DINASTÍA (525-404)
Cambises II, Darío I, Jerjes I, Aetajerjes I, Jerjes II, Darío II, Inaros,
Petubastis III.

XXVIII DINASTÍA (404-398 A.C.)


Amirteo

XXIX DINASTÍA (398-378 A.C.)


Neferites I, Psammuthis, Akhoris, Neferites II.

XXX DINASTÍA (378-341 A.C.)


Nectanebo I, Teos, Nectanebo II.

XXXI DINASTÍA (341-332 A.C.)


Artajerjes III Okhos, Arsés, Darío III, Codomano, Khabash.

ÉPOCA GRECORROMANA

DINASTÍA MACEDÓNICA (332-304 A.C.)

DINASTÍA LÁGIDA (304-30 A.C.)

DOMINACIÓN ROMANA (30 A.C.-395 D.C.)

PREHISTORIA
Hace unos 60.000 años, el río Nilo comenzó las inundaciones anuales de los
terrenos de su cuenca, dejando tras de sí un fértil suelo aluvial. Las áreas cercanas a
la llanura de inundación permitieron garantizar los recursos alimentarios y el agua.
Con el tiempo, los cambios climáticos, que comprendían periodos de aridez,
permitieron afianzar el asentamiento humano en el valle del Nilo. Desde el periodo
calcolítico (edad del cobre, que comienza hacia el 4000 a.C.), hasta comienzos del
Imperio Antiguo, la población se extendió por una gran área. En el séptimo milenio
a.C., Egipto contaba con unas condiciones medioambientales apropiadas para la
ocupación humana. Se han encontrado evidencias de asentamientos desde ese
tiempo en las áreas del sur o Alto Egipto; restos de ocupación similares se han
descubierto en los emplazamientos nubios (actualmente Sudán). Se han
encontrado bastantes fragmentos de cerámica en las tumbas del Alto Egipto desde
el cuarto milenio a.C. (en el periodo predinástico) que permiten establecer una
secuencia de datación relativa. El periodo predinástico, que finaliza con la
unificación de Egipto en un único reino, se subdivide por lo general en tres fases,
cada una de ellas se refiere a los yacimientos en los cuales se encontraron sus
materiales arqueológicos: badariense, amratiense (Nayada I) y geerziense (Nayada
II y III). Los yacimientos del norte (desde el 5500 a.C.) han proporcionado material
para establecer una datación arqueológica de cierta continuidad pero no ofrece una
cronología larga como las encontradas en el sur.

Las fuentes arqueológicas muestran el nacimiento, hacia el final del periodo


geerziense (3200 a.C.), de una fuerza política dominante que se convirtió en el
elemento de consolidación del primer reino unificado del antiguo Egipto. El
jeroglífico más antiguo que se conoce data de este periodo; pronto los nombres de
los soberanos empezaron a aparecer en los monumentos. Tras la finalización del
reinado de Narmer (3100 a.C.), siguieron la I y II Dinastías (3100-2755 a.C.), con al
menos 17 reyes. Algunas de las grandes estructuras funerarias (predecesoras de las
pirámides) se construyeron en Sakkara y Abydos durante la existencia de estas dos
dinastías.

PALEOLITICO EGIPCIO

El Valle del Nilo nos ofrece testimonios de ocupación humana y su correspondiente


industria desde el más remoto paleolítico hasta los tiempos modernos. En ninguna
otra comarca de la tierra poseemos tantos yacimientos excavados que ligan entre sí,
ofreciéndonos una larga evolución, con rasgos y elementos propios que permiten
individualizar un círculo cultural. Egipto muestra el nacimiento, desarrollo y
muerte como un ser vivo de una cultura a lo largo de 5000 años, como modelo de lo
que buscamos para muchas otras culturas que desaparecieron o que viven todavía.
De modo muy claro la historia de Egipto antiguo esta ligada a la del Nilo. Los
estudios geológicos y climáticos que se han realizado en Africa han permitido
elaborar una historia de este río con el conocimiento de sus terrazas y los cambios
de nivel, en especial en su desembocadura. En las terrazas altas es donde han
aparecido industrias del hacha de mano en sus diversas fases. Carecemos de restos
antropológicos de esta etapa antigua del Paleolítico, pero no es aventurado suponer
que, al igual que se han encontrado en el Bajo Egipto resto de primates terciarios
precursores de los homínidos, podrán aparecer un día restos de pitecantrópidos,
que por vía egipcia llegarían a Ternifine, e incluso de australopitecidos, como han
aparecido ya junto al lago Chad y el valle de Omo, en Abisinia. EL valle del Nilo fue
un camino obligado entre las viejas culturas de la piedra del próximo oriente y las
tierras tropicales y ecuatoriales, en espacial las de la faja oriental del continente.
Los restos más antiguos correspondientes a las industrias del Hacha de mano se
encuentran en la superficie de las terrazas más altas, hoy desiertas, habiendo
sufrido una fuente pátina. En los depósitos fluviales de la región de Tebas se haya
material atribuible tipológicamente al abbevillense, achelense y
musterolevalloisiense, con puntas foliaceas. En la terraza de 30 metros hay
industrias de lacas y abbevillense; achelense y micoquiense en la de 15 metros;
achelolevalloisiense en la de 9 metros; levalloisiense medio en la de tres metros,
mientras en la base aparecen tipos de levalloisiense medio y puntas de retoque
bifacial, que pueden relacionarse con la industria de Stillbay, propia del Africa del
Sudoeste y del este. Industrias del hacha de mano parecidas se hallaron, con
estratigrafía muy confusa, en Abbassieh, cerca de El Cairo. Puede decirse, pues, que
el valle del Nilo forma una unidad con el resto de Africa y los países mediterráneos
durante el paleolítico superior. El aislamiento de Egipto parece acentuarse a partir
de ese momento y conocemos mal - como ocurre en todo el continente - la
equivalencia del paleolítico superior europeo. Por una parte, tenemos una facies
musterolevalloisiense en el llamado khargense del oasis de Kharga, que señala un
antiguo valle fluvial paralelo al del Nilo; junto a él, el ateriense, propio del noroeste
de Africa, caracterizado por la presencia de útiles pedunculados en piezas de
tradición musterolevalloisiense y que en buena parte corresponden ya al paleolítico
superior. Por otro lado, en el Alto Egipto y Nubia se descubrió una industria muy
interesante, depositada en pequeñas colinas sobre el fondo del valle, mostrando
que el río había disminuido su caudal en pleno epipaleolítico. El sebiliense inferior
muestra pequeña lacas levalloisienses, mientras el sebiliense medio ofrece claras
pruebas de progreso. Se hayan concheros con restos de hipopótamos y otros
mamíferos, hogares con protección de barro cocido por el fuego, grandes puntas y
hojas de tendencia geométrica. Esta tendencia se acentúa en el sebiliense superior
con microlitismo sobre el resto de las técnicas tradicionales, microlitismo que nos
recuerda también al capsiense, que pudo tener aquí sus focos originales. Falta la
cerámica, pero se demuestra la recolección por el hallazgo de piedras para triturar
grano

NEOLITICO

Durante el quinto milenio se producen grandes cambios en el Valle del Nilo. El


clima continua su desecamiento y comienza a semejarse al actual; El hombre
empieza a dedicarse al cultivo y a la técnica del ganado, sin abandonar la caza y la
pesca.También se dedican a la cerámica y el tejido. Esta revolución neolítica no va a
diferir de la que afecta al resto de la humanidad, pero una vez alcanzados sus
resultados, hacia el 4500 a.C. ya no se produce en Egipto ninguna ruptura en la
evolución de la sociedad. Dentro de esta etapa de la civilización egipcia, también
encontramos los primeros esfuerzos por acondicionar el Valle del Nilo, pues el
cultivo de la tierras tan solo se puede llevar a cabo bajo una doble condición:

- Desecar los terrenos cenagosos del borde del río, allanando el suelo para que el
agua para que el agua no pudiera permanecer allí una vez retirada la crecida.

- Irrigar los campos, pues Egipto está situado en una zona con clima desértico
donde las precipitaciones son prácticamente nulas y los cultivos solo son posibles
gracias a la crecida anual del Nilo. Esta si se deja sin control, tan solo nutre a una
pequeña parte del Valle, por ello los egipcios elaboraron todo un sistema de diques,
de barreras de retención y de canales, transformando Egipto en un gran Oasis.

La cultura neolítica es conocida en Egipto por un número reducido de yacimientos,


de los cuales, los más antiguos, son los situados en la depresión del Fayun. Gracias
a la técnica del Carbono 14 se ha podido establecer el siguiente orden cronológico:

- Cultura Fayun A
- Cultura Merimde
- Cultura El-Omari
- Cultura Deir-Tasa

Teniendo en cuenta este método, se diría que el Neolítico egipcio abarca del 4500
al 3500 a.C.. Los grupos más antiguos son Fayun A y Merimde, y estos conocen la
agricultura y la ganadería. Se han encontrado en estos yacimientos hoces de silex y
silos que aún contenían algunos granos. Esto nos a permitido saber que los egipcios
de esta época cultivaban el trigo, la cebada, el alforfón y el lino. Se practicaba la
ganadería, se conocía el tejido, en trabajo sobre el cuero y la alfarería, aunque esta
última aún es muy tosca. Los hombres de estos yacimientos viven en poblados
formados por chozas de base circular ó ovalada. Entierran a los muertos en los
mismos poblados y alrededor de la cabeza de los difuntos se han encontrado
dispuestos, granos de cereal, esto hace pensar en la existencia de una creencia en la
vida de ultratumba. De las culturas del final del Neolítico, tenemos noticias
principalmente por el yacimiento de Deir-Tasa, que da nombre a la cultura
Tasiense, y por el yacimiento aislado de El-Omari. Las sociedades de estos
yacimientos están bastante más avanzadas que las culturas de la primera parte del
Neolítico.

En Deir-Tasa, ya no se entierra a los muertos dentro del poblado sino en necrópolis


situadas a los bordes de los desiertos. El cadáver se situa en el fondo de un hueco
oval, recubriéndolo a veces con una piel de animal o una estera, y se le rodea con
los objetos que le habían pertenecido o de los que podría tener necesidad en el más
allá.

En el norte, el foco de El-Omari parece técnicamente más evolucionado, ya que los


instrumentos están mejor tallados e incluso los artesanos intentan fabricar vasos de
piedra, que a la larga se convertirá en una técnica característica del Egipto
Faraónico. En lo único que no superaran al sur, será en la cerámica.
PREDINÁSTICO

Los primeros pobladores prehistóricos se asentaron sobre las terrazas o mesetas


formadas por los sedimentos que el río Nilo iba depositando en su recorrido. Las
herramientas y útiles dejados por estos primeros habitantes de Egipto muestran su
paulatina evolución desde una sociedad de cazadores-recolectores seminómadas a
agricultores sedentarios. El periodo predinástico abarca desde el 3200 a.C. al 2755
a.C. aproximadamente.
Se han encontrado restos de asentamientos organizados que datan de este periodo,
así como diversos materiales asociados, sobre todo, a enterramientos. Tales objetos
se introducían en la sepultura junto con el cadáver a fin de que su espíritu pudiera
disfrutar de ellos en la siguiente vida; gracias a eso se han conservado una gran
cantidad de efectos personales, cerámica, útiles diversos y armas. La cerámica se
solía decorar con pinturas que reflejaban la vida y costumbres de la época. Entre
los motivos representados se incluyen imágenes de los pájaros y animales
característicos de las zonas próximas al Nilo, así como también, ya al final del
periodo predinástico, minuciosas representaciones de embarcaciones con remeros
sobre las aguas del río. El cobre forjado se utilizó, en pequeñas cantidades, para la
elaboración de collares y algunas herramientas, aunque la mayoría de los
elementos se obtuvieron de la piedra. Las espátulas hechas de piedra se utilizaron
para pulverizar la pintura de ojos. Se tallaron pequeñas esculturas y figurillas en
marfil y hueso, así como también en arcilla.

A veces también llamado Calcolítico ó Eneolítico, aunque el empleo de estos


términos tiene el peligro de hacernos creer que la introducción del metal en Egipto
supuso una revolución importante, y de hecho no fue así y no existe ninguna
ruptura entre el Neolítico y el Eneolítico, subrayando por el contrario la
continuidad evolutiva de las sociedades humanas.

En este periodo, encontramos dos grupos de culturas, uno en el norte, y el otro en


el sur, ambos grupos van a evolucionar paralelamente contactando entre sí; A
mediados del periodo se fundirán en una sola civilización material de la que surgirá
el Egipto unificado.

El Predinástico se puede dividir en cuatro periodos:

Primitivo ó Badariense y Fayum


Antiguo ó Amratiense
Medio ó Gerzcense
Reciente

Predinástico Primitivo:

Del él se conocen pocos yacimientos, en el sur por la cultura Badariense, del


yacimiento de Badari, en el alto Egipto y por la cultura de Fayum B en el norte. El
Badariense se encuentra tan próximo al neolítico que no existe ruptura alguna, la
aparición del metal no aporta ningún cambio apreciable, el culto a los muertos esta
en pleno desarrollo, en muerto se sigue depositando en el fondo de un hueco oval
pero ya no se utiliza una piel de animal para protegerlo sino que se aísla de las
paredes de la tumba con una construcción de madera y se disponen a su lado los
objetos cotidianos, los cuales se supone que son ofrendas. También parece ser en
esta época cuando se da comienzo al culto animal. Aunque se conoce el metal, los
útiles corrientes se siguen fabricando en silex. Las paletas de aceites conocidas en
el neolítico pasan a formar parte de los ajuares funerarios y votivos, manteniéndose
hasta las primeras dinastías. Esta cultura Badariense alcanzara también Nubia.

En la cultura del Fayum B al igual que la Badariense se utiliza mucho más el silex
que el metal. Su cerámica es inferior pero tiene una técnica de talla en vasos de
piedra desconocida para el sur.

Predinástico Antiguo:

Está constituido por la cultura Amratiense, la cual deriva del yacimiento de El-
Amrah, que es el más característico y conocido. Esta cultura, desde hace poco
tiempo, también recibe el nombre de Nagada I. El Amratiense sigue sin introducir
la tradición Badariense. Utilizan vasos rojos con el borde negro, destacando sobre
el periodo anterior la aparición de nuevas formas. La decoración de su cerámica es
naturalista, con temas tomados de la caza siendo característica la aparición de
hipopótamos. Sobre la paletas de Afeites aparecen los primeros signos de escritura
jeroglífica tendiéndose a pensar que es durante este periodo cuando se comienza a
elaborar el sistema jeroglífico. Sobre el yacimiento del bajo Egipto tenemos una
total falta de información pero sin embargo sabemos que se produjo contacto entre
el Delta y el sur ya que se han encontrado en yacimientos de cultura Amratiense,
vasos de piedra que son propios del norte.

Predinástico Medio:

Conocido como Nagada II o Segunda Cultura Predinástica, hoy en día recibe el


nombre de Cultura Gerzeense por el yacimiento de Gerzeh, donde encontramos
esta cultura en su estado más puro. Una de sus características principales es el
desarrollo de la religión funeraria. Las tumbas cesan paulatinamente de ser ovales
para convertirse en rectangulares y compuestas por varias cámaras. Respecto a la
disposición den cadáver, también encontramos cambios, los más frecuente es
encontrarlo con la cabeza hacia el norte y mirando al oriente. Las diferencias entre
este periodo y el anterior aparecen sobre todo en la cerámica, la decoración es
naturalista y muy estilizada, representando montañas, aves, y sobre todo barcos
donde se transportan animales y plantas. Los artesanos comienzan a utilizar
piedras como el mármol, el basalto o la diorita. El oro es más frecuente que en
épocas anteriores y también aumenta el número de objetos realizados en cobre. Se
produce un avance técnico general que explica el desarrollo de la estatuaria en
piedra. Esta cultura mantuvo contactos con civilizaciones vecinas pues se han
encontrado unas jarras de cerámica que se que provienen de Palestina y el
lapislázuli encontrado proviene del Sinai.

Predinástico Reciente:
A partir del momento en el que se difunde el Geerzense por el norte, se va a
extender también hacia el sur, dando lugar a una cultura mixta que combina
elementos amratienses con geerzenses. No podemos hablar de sustitución brusca,
sino más bien de penetración y mezcla. Llegamos a un punto donde las fuentes
escritas a las arqueológicas. Estas fuentes están compuestas en una época
posterior, pero nos dan una idea dela organización política del Geerzense, aunque
no debemos olvidar que se trata de una reconstrucción hipotética. Atendiendo a
textos , parece ser que la ciudad más poderosa del sur durante este periodo, era
Ombos, situada en pleno corazón del Cultura Amratiense, con Set como dios
principal. Estos mismos textos dejan suponer que una lucha enfrento a Set con
Horus, que era el dios principal de Beheret, la cual debía estar situada en el Delta.
El enfrentamiento entre Set y Horus y, por lo tanto, entre la ciudad de Ombos y
Deheret concluiría con la victoria del norte, creándose un primer reino unificado
con capital en Heliopolis. Esta primera unificación se traducirá arqueológicamente
por la extensión de material geerzense, pero políticamente gozará de muy corta
duración, ya que el sur, una vez asimila la cultura del norte, se rebela contra este (el
enfrentamiento va a ocupar la mayor parte del Predinástico Reciente). Se produce
un cambio en la dirección política y la capital del norte pasa a Buto,y la del sur a El-
Quab.

FINAL DEL PREDINASTICO

No es fácil establecer con precisión cuando termina la lucha entre el norte y el sur,
y la victoria del sur solo se conoce gracias a algunos monumentos encontrados en
esta zona. De la interpretación de estos, se llegó a deducir que las nomos del sur
habían vencido a una coalición de egipcios y extranjeros. Esta victoria, encabezada
por el rey Escorpión, esta confirmada por un segundo monumento, la Paleta de
Esquisto, donde un rey llamado Narmer, esta representado en actitud de herir a los
enemigos del norte. Parece que el rey Escorpión habría comenzado la conquista del
reino del norte pero no llegó a finalizarla, fue su sucesor, el rey Narmer, quién
concluyó la tarea ciñéndose la corona del Alto y el Bajo Egipto, señalando el final de
la Prehistoria egipcia.

EGIPTO ARCAICO

I Y II DINASTIAS TINITA.

Con el reinado de Narmer finaliza el periodo de formación del Egipto faraónico,


aproximadamente, a partir del 3000 a.C.. Durante dos siglos, Egipto, va a ser
gobernado por dos dinastías originarias del sur, concretamente de la ciudad de
Tinis. Estas dinastías tendrán su capital en Menfis, lugar desde el cual podían
gobernar los reinos del sur y del norte, pues de momento la unidad de Egipto solo
esta encarnada el la persona del rey.

FUENTES PARA EL ESTUDIO DE LAS DINASTIAS.

Es a partir de esta época, cuando las fuentes son más abundantes, y aunque la
arqueología continua administrando datos, contamos ya con otras fuentes más
extensas. Concretamente encontramos con tres tipos de fuentes:

- Los ANALES REALES, guardados en algunos templos y en los cuales se anotaban


los acontecimientos, año tras año. Estos anales permitieron a los escribas las
llamadas, LISTAS REALES, que consistían en la enumeración de los soberanos
muertos a los que se les continuaba asegurando un culto funerario durante épocas
del año y en determinados santuarios. Estas listas eran grabadas en las paredes de
los templos. Conocemos las de Karnak, Abydos, Saqqarah.

- Una segunda fuente de carácter literario, es el PAPIRO REAL DE TURIN, el cual


enumera las dinastías divinas a las que se les atribuye haber gobernado Egipto
antes que las dinastías humanas, seguidamente proporciona los nombre de todos
los reyes egipcios desde las dinastías I a la IX.

- Otra fuente, es la obra de MANETON, sacerdote egipcio del S.III a.C., que a
petición de Tolomeo II escribió una historia de Egipto. De su obra solo nos queda
una serie de extractos que sacaron de ella algunos autores cristianos. Al menos se
conservan los nombres de faraones de treinta y una dinastías.

Las fuentes arqueológicas siguen suministrando documentos epigráficos para cada


uno de los reinados, el único problema es encontrar la equivalencia entre los
nombres conservados en las listas posteriores y los inscritos en los monumentos
originales, por ello los historiadores modernos se ven obligados a realizar un
trabajo de identificación cuyo resultado no siempre es seguro.

EL PRIMER FARAON EGIPCIO.

Maneton, el Papiro de Turín y la lista real de Abidos, coinciden en afirmar que el


primer faraón se llamaba Menes. Basándose en la escena representada en la estela
motiva del rey Narmer, se admitía generalmente que este había sido el primer rey
de Egipto que llevo la doble corona del Alto y el Bajo Egipto y que por lo tanto
inauguraba la monarquía unificada. Se tenían dos nombres para una misma
persona, y esto se ha intentado explicar de varias maneras: o Narmer sería uno de
los nombres de Nemes o Narmer fue el predecesor de Nemes.
El hecho de que el rey Escorpión hubiera llevado también la doble corana del Alto y
el Bajo Egipto, vuelve a plantear el problema, de modo que no podemos establecer
con claridad cual fue el primer faraón del Egipto unificado, aunque se suele
considerar a Nemes como el primero.

LAS DINASTIAS

La I Dinastía cuenta con nueve faraones, según Maneton reino durante dos siglos y
medio, desconociéndose las razones que la hicieron desaparecer.

De la segunda Dinastía sabemos que tenía su capital en Menfis y creemos saber que
se produjo durante esta Dinastía una revuelta del norte contra el sur, aunque la
unificación se recuperó rápidamente. Con esta segunda Dinastía termina el periodo
Tinita.

LA CIVILIZACION EN LAS DINASTIAS.

Sabemos que los faraones Tinitas consolidaron la unidad del país empleando,
principalmente, dos medios:

- La fuerza armada para reprimir las revueltas.

- Una política de alianzas matrimoniales, la cual parece descubrirse en el nombre


de las reinas de las primeras Dinastías, ya que están formados con el nombre de la
diosa Neit, que era patrona de la ciudad de Sais en el norte de Egipto.

Otro medio, este de carácter estratégico, fue establecer la capital del reino en
Menfis, corazón del Bajo Egipto, respondiendo a ese deseo de reforzar la unidad.

POLITICA EXTERIOR.

Aprovechando la paz interna, la monarquía Tinita se volvió hacia el exterior,


penetro en Nubia hasta la segunda catarata y lucho contra los nómadas de los
desiertos limítrofes, especialmente contra los Libios. No parece que los faraones de
estas dos primeras Dinastías intervinieran en el exterior desde el punto de vista
militar, porque salvo a lo que concierne al sur, la política militar Tinita es
defensiva, se trataba de desanimar la codicia de los Nubios.

Las relaciones del exterior solían ser amistosas, pues solía haber intercambios con
Palestina. Los faraones se ayudaban de una administración que se fue organizando
poco a poco. Dentro de esta administración, uno de los cargos más importantes era
el de aquellos que vigilaban los trabajos públicos, especialmente el Adj-Mer (el
cavador de canales), que llegaría a ser el jefe de la provincia. No es seguro que en
esta época hubiera un Visir, otro de los cargos importantes el Canciller, que se
ocupaba del censo, el cual se realizaba cada dos años. La administración Tinita
reposaba sobre el valor agrícola del país, el cual dependía de la buena marcha del
sistema de irrigación.
TECNICAS.

En cuanto al arte se continua la talla de vasos de piedra, la escultura en piedras


duras, notándose un perfeccionamiento de la técnica respecto a la arquitectura,
siendo las tumbas cada vez más grandes y complejas.

CREENCIAS.

Son pocos los datos que tenemos, solo se conoce un santuario en Abidos, pero
gracias a la Piedra de Palermo y a las excavaciones sabemos que ya se rendía culto a
los grandes dioses egipcios, Horus (dios Halcón), Ra o Re(dios creador y
personificación del Sol, Osiris (dios de la muerte), Isis (diosa madre, fertilidad) y
Anubis (dios de los muertos y los embalsamamientos). El culto a los animales
desempeña ya un papel importante.

La tumba se considera la vivienda permanente del muerto y en ella se


amontonaban alimentos, muebles y objetos de todas clases. Se enterraban
servidores alrededor de la tumba, lo que ha hecho pensar que pudieron haber sido
sacrificados tras la muerte del soberano para asegurar su servicio en la otra vida. La
creencia de una vida del muerto en el cielo en compañía del Sol parece indicada por
la presencia de barcos enterrados cerca de las sepulturas, en los cuales realizarían
su viaje.

IMPERIO ANTIGUO
Unidad territorial y religión

El ambiente socioeconómico en el que se origina el estado en Egipto se nos


presenta con perfiles demasiado esquemáticos. En términos generales se trata de
una sociedad relativamente igualitaria dedicada a actividades agrícolas, asentada
en aldeas y posteriormente en unidades de hábitat más amplias, que a lo largo del
IV Milenio van perdiendo su carácter simple conforme adquieren estructuras más
complejas. Estas, a su vez, generan un doble conflicto: por una parte el interno,
inherente a la sociedad de clases; por otra, el externo al poner en contacto
comunidades políticas diferentes que resuelven sus litigios mediante la guerra.
Precisamente el conflicto político entre estados constituye el punto de partida de la
unificación territorial que podemos reconstruir en sus rasgos principales gracias a
los documentos legados por los protagonistas y por el recuerdo transmitido en
generaciones posteriores. El trabajo intelectual al servicio del poder político
construyó unos códigos culturales tendentes a justificar la superioridad de unas
formaciones locales frente a otras a través de procedimientos simbólicos vinculados
a fuerzas exteriores a las propias comunidades (la elaboración mítica del conflicto
entre los dioses ), que contribuyeron decisivamente a favorecer ideológicamente lo
que se estaba construyendo en el plano de lo real: la imposición forzosa de la
unidad bajo la autoridad de un individuo único, ajeno, por tanto, a las
características de los restantes mortales. Era el mundo de una percepción cósmica
que enfrentaba el orden con el caos o el poder político con la anarquía, y que
obligaba a la mentalidad colectiva a asumir como propia, por única, la ideología de
los dominantes, que con altibajos habría de perpetuarse durante tres mil años.
Se ha supuesto que el proceso de unificación rompió un sistema tribal que se
reconocía simbólicamente en sus animales totémicos, perpetuados en la época
dinástica. Estos quedarían integrados en un nuevo sistema político, primer paso de
una jerarquización del orden divino, reflejado en los atributos de los dioses y en la
materialización política simbolizada en distintas épocas por el Muro Blanco de
Menfis, el Cetro de Tebas o el Relicario de Osiris en Abidos. Y aunque la etiología
totémica de la religión egipcia ha sido discutida con serios argumentos, la
composición de las cosmologías nos transmite la imagen de que los propios
egipcios percibieron los orígenes de su cultura como un proceso acumulativo, con
una jerarquización determinada por los acontecimientos políticos. Conocemos tres
cosmologías procedentes de tres lugares diferentes, lo que contribuye
excepcionalmente a la comprensión del proceso formativo del imaginario egipcio:
la de Heliópolis, la de Hermópolis, que no difieren en sus líneas maestras, y la de
Menfis, la más reciente, y en la que se percibe con mayor claridad el proceso de
manipulación del cuerpo sacerdotal para integrar como dinastía primera una
compuesta por dioses, con una finalidad análoga - aunque más explícita y
consciente- a la de las otras cosmologías.
La más antigua es la heliopolitana, según la cual, al principio no había más que un
elemento líquido en el que se halla el germen vital; de ahí surge el sol que se
convierte en el organizador cósmico frente al caos líquido, elemento marginal que
rodea al orden. Del sol nace una pareja de dioses abstractos que representan un
principio masculino seco y otro femenino húmedo; esta pareja engendra el cielo y
la tierra que, a su vez, serán los generadores de los dioses antropomorfos -que
conservan sus atributos totémico animistas- compuestos por dos parejas: Osiris e
Isis, Seth y Neftis. La primera pareja con sus descendientes -y entre ellos en primer
término Horus, personificación del poder faraónico- representa los valores
positivos, de manera que se convierte en el prototipo de la familia real; la segunda,
su antagonista, encarna los peligros internos que amenazan al orden faraónico,
mientras que los externos están simbolizados en el líquido marginal. A partir de
este esquema se establecen las conexiones necesarias para justificar la prevalencia
de unos u otros lugares que, en definitiva, no hacen más que aceptar el carácter
teleológico del ordenamiento monárquico. Se trata, pues, de la elaboración de un
sistema explicativo de la realidad que, organizado por el grupo dominante, se
impone como forma de pensamiento colectivo a la totalidad de la población. Y así,
la versión imaginaria de la realidad se presenta como si fuera la propia realidad, lo
que la hace -desde esa dimensión- inamovible, de ahí la imagen monolítica del
imaginario egipcio como constante de su historia. El desarrollo político de los
momentos iniciales favorece esta construcción e, incluso, cuando comienza a ser
discutido el fundamento del poder político, a partir de la VI dinastía, seguirá siendo
operativo mantener el sistema de la ideología dominante como instrumento eficaz
de opresión más allá de las alteraciones internas de la clase dominante motivadas
por la lucha política.
Los acontecimientos que hacen posible este proceso no son cabalmente conocidos.
Ya hemos señalado cómo la maza del rey Escorpión parece representar la victoria
de un monarca del sur sobre los nomos, o unidades político-territoriales, del Bajo
Egipto. La representación de los símbolos de los diferentes nomos parece indicar
que el proceso de concentración política en el Alto Egipto se había producido
mediante victorias parciales, que provocan la propia jerarquización de los dioses de
cada una de las comunidades. Un ejemplo ilustrativo sería Horus, personificación
del propio faraón y protector de su palacio, como aparece en las representaciones
jeroglíficas de los nombres de los faraones, cuando se ve un halcón sobre un recinto
amurallado con el nombre de Horus del faraón mencionado. La importancia
adquirida por Horus en el período dinástico justificaría la hipótesis de que su
ciudad Hieracómpolis había adquirido la hegemonía en el sur, extremo avalado por
los hallazgos de dicha ciudad, de donde procede no sólo la maza del rey Escorpión,
sino también la paleta de Narmer. En ésta se representa al monarca en cada una de
las caras tocado con una corona, la blanca del Alto Egipto y la roja del norte, y
simboliza el triunfo militar del sur sobre el norte. Pero es importante, además,
destacar que la unidad territorial del sur, representada por la alta corona blanca,
tiene su correlato en la unidad del norte expresada en la corona roja.

Sea por tanto cierta o no, la idea de la unificación adquiere una fisonomía
jerarquizada: primero el triunfo de unos nomos sobre otros que selecciona a la
ciudad hegemónica de cada área -con sus dioses- y, después, la confrontación de los
dos reinos que habría de resolverse en un estado único, que elabora su propia
trama ideológica integrando en un sistema explicativo funcional a los dioses de los
distintos nomos. El proceso hubo de ser muy rápido, pues en la conmemoración del
triunfo del sur, sus monarcas no hacen referencia exclusivamente a la victoria sobre
un reino septentrional unificado, sino que aluden a cada una de las antiguas
unidades políticas que habían quedado integradas en la corona roja.
Probablemente en la celeridad del proceso de unificación pueda hallarse una de las
claves que explican las diferencias en la concepción de la monarquía egipcia y las
mesopotámicas.
A partir de los datos con los que contamos parece fuera de duda que bajo Narmer el
valle del Nilo está políticamente unido. Ignoramos si el proceso es tan lineal como
surge de los testimonios o si, por el contrario, hubo muchos más enfrentamientos
de los que no nos ha quedado recuerdo. La duda es legítima desde el momento en
que la tradición literaria atribuye la unificación, entendida como fundación de la I
dinastía, a un rey llamado Menes. En efecto, según Manetón, un sacerdote que a
comienzos del siglo III a.C. redactó una historia de Egipto quizá por encargo del
faraón Ptolomeo II en la que se estableció el orden de las dinastías y los monarcas
que las componían, el fundador del imperio sería Menes, que también aparece con
la misma posición en la lista de nombres de predecesores de Seti I que hizo grabar
en su templo de Abidos poco antes del 1300. Pero la Piedra de Palermo, una placa
fragmentada de procedencia desconocida, da como nombre del primer faraón el de
Aha, cuya histórica existencia está confirmada por documentos arqueológicos.
Mucho han discutido los especialistas a propósito de quién fue el primer faraón de
Egipto y en el estado actual del conocimiento podemos afirmar que las
contradicciones no son insalvables, pero que ninguna solución es completamente
satisfactoria. Cabe la posibilidad de que Escorpión, Narmer y Aha sean los nombres
de Horus de tres monarcas diferentes, uno de los cuales sería el propio Menes. En
tal caso, Menes correspondería al nombre nebty, es decir, el nombre de las dos
Damas, Nekhbet, la diosa buitre protectora del Alto Egipto, y Uadjet, la diosa cobra
que tutela el norte. Algunos autores han llevado el proceso de identificación más
lejos y han supuesto que Narmer-Menes habría tomado el nombre de Aha tras la
unificación de los dos reinos. En cualquier caso, la opinión más generalizada es que
Escorpión sería uno de los últimos representantes de la lucha por la unidad del
Egipto predinástico, que Narmer-Menes sería el fundador del Imperio y que Aha
sería su primer sucesor. Sin embargo, un extremo no destacado habitualmente es
que Narmer no aparece representado con la doble corona, sino alternativamente
con una corona u otra, como ocurre en los fragmentos del Cairo de la Piedra de
Palermo con algunos de los reyes mencionados. Esto podría significar que la
unificación territorial se produciría después de que se realizaran diversos ensayos
de un solo monarca sobre dos reinos diferentes, hasta que un rey -quizá Aha-
lograra ceñir la doble corona como representación de un reino definitivamente
unido hacia el año 3100.

III DINASTIA.

Esta Dinastía plantea problemas pues no se ha establecido de forma precisa, ni el


número ni la sucesión de sus componentes. El faraón más conocido era
Djeser(Djoser, Zoser). El hecho esencial de su reinado fue la construcción del
conjunto arquitectónico conocido como la Pirámide Escalonada. la cual se eleva en
el límite del desierto cerca de Saqqarah y fue obra del arquitecto, médico,
sacerdote, funcionario y hechicero, Imhotep. Es el primer edificio enteramente de
piedra de la civilización egipcia y esto le valió a su arquitecto un renombre tal, que
incluso fue divinizado. Esta pirámide que mide 63 m de altura, es el resultado de
múltiples modificaciones. En su origen comenzó siendo una simple mastaba como
las sepulturas reales y civiles de las dos primeras Dinastías. En la fachada norte hay
un pequeño templo en el que se rinde culto funerario al rey. En la parte sur hay un
patio grande y también dos pabellones que simbolizan los reinos del norte y del sur,
además de toda una serie de pabellones más pequeños que serían los santuarios de
los dioses de los diferentes nomos. Todo ello, dentro de un recinto amurallado que
tendría una extensión de aproximadamente 600 m. Una de las características de
esta pirámide es que parece ser una imitación e piedra e una arquitectura de adobe
y madera. Por primera vez se utiliza la columna, pero Imhotep no se atreve todavía
a levantarlas libres, y así estas aparecen adosadas en los muros.

Este complejo es lo único que nos permite juzgar la obra de esta Dinastía. Durante
esta, se va preparando el periodo que algunos historiadores consideran el más
importante de la civilización egipcia, la IV Dinastía.

IV DINASTIA.
No se conoce el número total de sus monarcas y el orden de sucesión no es seguro.
Maneton da para los cuatro primeros faraones, los siguientes nombres: Snefru,
Keops, Kefren y Micerinos; pero fuentes más antiguas intercalan algunos faraones
entre estos. La cronología y duración del reinado tampoco esta establecida. Las
fuentes arqueológicas tampoco esclarecen la historia. Se conocen algunos
monumentos privados que nos informan sobre la vida cotidiana de Egipto en esta
época, pero los monumentos reales y en especial las pirámides no nos han
suministrado datos concisos.

Esta IV Dinastía se establece en el poder entre el 2700 y el 2500 a.C., el primer


monarca parece ser Snefru, del cual gracias a la Piedra de Palermo, sabemos que
envió expediciones al Líbano para conseguir madera para las construcciones.
Snefru hizo construir para él dos pirámides en Dashur; una de ellas conocida como
la Pirámide Romboidal, pues presenta una doble pendiente, y la otra, con base
cuadrada y 93 m de altura, que constituye la primera "auténtica pirámide" de
Egipto, que será imitada por los demás faraones. A partir del reinado de Snefru
quedo establecida la fórmula de sepultura del Imperio Antiguo.

La pirámide no es más que una parte de un gran conjunto, compuesto por cuatro
secciones:

- En primer lugar, un pequeño templo unido al río a través de un canal. Aquí debe
llegar el barco funerario cuando llegue la hora del enterramiento. Es el llamado,
TEMPLO DEL VALLE.

- Una rampa o calzada cubierta, que conduce al Templo Funerario, situado en la


cara este de la pirámide. En este templo se celebraba el culto al rey muerto.

- La PIRAMIDE, cuyas caras están orientadas según los puntos cardinales y bajo la
cual se encuentra la cámara sepulcral ( excepto en la de Keops).

- El cuarto y último elemento, era un muro que rodeaba la pirámide excavando


entre ambos fosos donde depositaban barcos.

El siguiente faraón es Keops, al que se le debe el mayor monumento levantado en


Egipto. Su pirámide, se ha calculado que medía unos 144 m de altura, 227 m de
lado y una superficie de 51.000 metros cuadrados. Se necesitaron
aproximadamente, 2.300.000 de bloques de dos toneladas y media. Su margen de
error respecto a la orientación hacia los puntos cardinales es tan solo de 5 grados.
Keops también restauró y edificó templos en Egipto, lo que se considera una
prueba de la buena administración del país y de la complacida situación económica
que disfrutaba la IV Dinastía.

Kefren hace construir su pirámide junto a la de Keops, y aunque es un poco más


pequeña, parecen prácticamente iguales. Lo más sobresaliente de esta construcción
es que al lado del Templo del Valle se levantaba una colina natural que los
arquitectos utilizaron para hacer una esfinge ( escultura con cuerpo de león y
cabeza humana, retrato de Kefren). Esta esfinge será motivo de imitación.

Micerinos tuvo un reinado muy corto, inició la construcción de una pirámide más
pequeña pero quedó inacabada.

V DINASTIA.

Contó con nueve faraones y permaneció en el poder durante 130 años(2480-2350


a.C.). Según los monumentos y las fuentes no existió ruptura entre la IV y la V
Dinastía, y parece ser que Userkaf, el primer rey, había sido descendiente de una
rama menor de la familia de Keops. Para legitimar su poder y su derecho a la
corona se casó con una descendiente de la rama primogénita.

Userkaf y sus sucesores consagraron una parte mínima de sus riquezas a sus
monumentos funerarios, pero todos ellos construyeron templos al dios Ra. Del
reinado de Userkaf solamente sabemos que quizás como reacción contra la
utocrácia de los faraones de la IV Dinastía comienza a aumentar el poder de las
grandes familias provinciales.

También sabemos que realiza una expedición al país de Punt y que explotó la
cantera de diorita de Abu-Simbel, que implicaba el control de la Baja Nubia. Con
Unas termina la V Dinastía y esta nos ha dejado menos monumentos reales que las
anteriores, pero las particulares se han ido acostumbrando a decorar sus mastabas
de tal manera que si en la IV Dinastía había una gran diferencia entre las tumbas
( reales y funcionarios ), pues, ahora indica un debilitamiento del poder real que se
acelera durante la Dinastía siguiente, alterando las características del Imperio
Antiguo.

VI DINASTIA.

Ya los mismos egipcios van a notar que a partir de esta Dinastía se produce un giro
en su historia. El Papiro de Turín al llegar al reinado de Unas se detiene y da cuenta
de todos los faraones, desde Menes a Unas, como si una época finalizara en ese
momento. A pesar de ello no parece que existiera un corte brusco entre el reinado
de Unas y el de Tetis, primer faraón de la VI Dinastía. Esta permanece en el poder
del 2350 al 2200 a.C.. Durante este periodo, tras el reinado de Pepi II, comienza un
periodo muy confuso al que se le ha dado el nombre de Primer Periodo Intermedio.

ESTRUCTURAS IMPERIO ANTIGUO

El bagaje informativo que tenemos para la reconstrucción histórica del Antiguo


Reino (mejor que Imperio Antiguo, porque no estamos ante una organización
imperial) es verdaderamente parco en lo referente a los aspectos estructurales. Por
ello, debemos contentarnos con realizar una aproximación que proporcione una
idea, aunque sea incorrecta, mediante los datos disponibles, un elenco seleccionado
por los transmisores que no supera los límites de la casuística, convertida en teoría
por la buena voluntad de los estudiosos.

En la concepción de los egipcios el faraón se encuentra fuera del orden social pues
en realidad pertenece al ámbito divino, desde el que se encarga del buen
funcionamiento del culto. Los sacerdotes no son más que delegados que actúan en
nombre del faraón, el único que puede construir edificios sagrados. En este sentido
el faraón es una institución ocupada temporalmente por un mortal que adquiere su
rango divino por ejercer la función real. Esto es lo que significa el nombre de
Horus, ya que en realidad el faraón es Horus, temporalmente designado con el
nombre del monarca correspondiente, que suele tener un significado programático,
según hemos constatado en algunas ocasiones anteriormente. El gobierno del
faraón está asistido por Maat, una abstracción divinizada como hija de Ra, que
significa Verdad y Justicia, pero que en realidad es el referente del orden cósmico
surgido tras la aparición del sol; Maat es de este modo la antagonista del líquido
marginal, se trata de una interacción de fuerzas que garantizan el orden universal,
desde el movimiento de los seres celestes a la regularidad de los fenómenos
vinculados a las estaciones o la cadencia de los días y que, en consecuencia, afecta a
la concordia de los vivos, que se logra a través del respeto a las relaciones sociales
establecidas por los dioses en la tierra. Maat conjuga así el orden cósmico y el ético
en la voluntad del faraón, arquetipo antagónico del caos exterior. Éste es pues, el
fundamento de la conservadora ideología egipcia que identifica cualquier acto
contra la voluntad del soberano como aberrante sacrilegio. Y puesto que la posición
del faraón se basa en la explotación del trabajo ajeno, Maat no hace más que
sublimar la explotación y eliminar cualquier posibilidad de reacción. El concepto de
Maat es tan útil para el poder faraónico que nunca será objeto de discusión, ni en
los momentos de mayor debilidad del poder absoluto.

En el Decreto de Dahshur, Pepi I distingue dos grupos sociales claramente


diferenciados. Por un lado está la clase dirigente constituida, al margen del faraón,
por las reinas, los príncipes, los nobles y los funcionarios; por otro, se encuentran
los dependientes. Durante la V dinastía se añade a esta división un nuevo elemento,
el sacerdocio solar. A partir de entonces, la cultura egipcia considera que su
sociedad está integrada por tres grupos que responden a los conceptos de nobleza,
sacerdocio y pueblo. Existen ciertas posibilidades de movilidad social, pero las
promociones individuales no podían ser norma. Los dependientes no pueden ser
considerados como esclavos en el sentido que la Antigüedad clásica otorga al
término. Se trata del conjunto de la masa productora a la que son ajenos los medios
de producción y que en su calidad de no propietarios tienen mermadas sus
posibilidades personales, careciendo esencialmente de derechos políticos, de ahí su
falta de independencia económica y social. En su mayor parte son trabajadores
agrícolas (en este sentido se habla de servidumbre territorial) susceptibles de ser
reclutados para servicios obligatorios de carácter temporal, como obreros para la
construcción de los monumentos faraónicos o como soldados. Una parte
considerable de la población quedaba exonerada del reclutamiento porque estaba
destinada a lo que conocemos como fundaciones, por ejemplo, el servicio del
complejo funerario de un monarca -que abarca desde las tierras cuyo producto
garantiza la perpetuación del culto y el mantenimiento del complejo hasta el
personal a él adscrito- constituye una fundación. En el seno de las fundaciones se
reproduce la división social, pues sacerdotes y funcionarios encuentran en ella una
posición de privilegio frente a los dependientes.

Más allá del grupo de los dependientes se sitúan los atados de por vida, término
con el que se designa a los prisioneros de guerra. Estos empiezan a abundar con
motivo de la generalización de las campañas exteriores, especialmente a partir de
Snefru. La obtención de mano de obra al servicio del estado constituye, pues, uno
de los objetivos de las empresas militares, que en principio son organizadas por el
faraón, pero que paulatinamente se van descentralizando en beneficio de las
aristocracias locales, como expresión de la disgregación del poder central a finales
del Antiguo Reino. Precisamente a partir de estas apropiaciones comienza la
servidumbre personal que se va haciendo más extensa, ya que integra no sólo al
enemigo exterior, procedente del mundo del caos, sino también a los hijos -
preferiblemente hijas, como declara abiertamente la autobiografía de Henqu en
Deir el-Gabraui- de los dependientes que viven en las aldeas rurales, es decir, en el
ámbito antaño protegido por Maat, cercano ahora al caos, por el abuso de los
funcionarios.

Da la impresión, pues, de que la estructura social se modifica a finales del Antiguo


Reino con el incremento de la esclavitud entendida no ya como individuo
dependiente, sino sometido, y a ese estatuto jurídico quedarán sujetos sus
descendientes, mecanismo que garantiza la reproducción del nuevo grupo social
con costos menores a los de las campañas bélicas.

La mayor parte de la población estaba dedicada a tareas agrícolas, trabajaba los


campos que eran de titularidad real, aunque el monarca tenía la potestad de hacer
donaciones que transformaban en enajenables determinados lotes de tierra.
Incluso está documentada la herencia de particulares, de donde se deduce que la
propiedad privada era una realidad ya en el Antiguo Reino, aunque no podemos
intuir su incidencia en el conjunto global del suelo que probablemente conocía otra
modalidad, la de las tierras pertenecientes a las comunidades de aldea. En buena
lógica, el proceso de unificación habría reducido o eliminado esta modalidad por la
fuerza de la conquista, pero las circunstancias políticas particulares harían posible
la pervivencia de estas propiedades colectivas, que quedarían gravadas en función
de su productividad.

Otra importante actividad agraria es la ganadería, que ocupa una buena cantidad
de mano de obra. Aparentemente el granado vive en un estado de semilibertad en
los márgenes de las tierras cultivables, lo que hace difícil someterlo a cómputo para
los archivos reales. Una parte de la cabaña vive en granjas agrícolas de propiedad
real, que tienen como función abastecer de carne a la corte y sus dependientes. No
obstante, la caza y la pesca aún participan activamente en la dieta alimenticia de los
egipcios, especialmente entre los dependientes.

Las contribuciones tributarias a las que están sometidas todas las unidades de
producción garantizan a la corona la obtención de un extraordinario excedente que
se destina tanto para la alimentación de la clase improductiva y sustento de los
trabajadores dependientes, como para asegurar los intercambios. Las relaciones del
faraón con los príncipes extranjeros se fundamentan en la economía del don-
contradón, procedimiento diferente a la compraventa o al trueque, que caracteriza
el intercambio entre aristócratas y que es el mecanismo habitual en el Próximo
Oriente hasta bien avanzado el I Milenio. Un monarca hace un regalo a un igual
consistente en bienes de los que el homenajeado carece; la contrapartida no será
necesariamente inmediata, pero cada parte espera ser recompensada para que no
se rompa el equilibrio de los regalos. El trueque, por el contrario, es la forma de
intercambio popular. Pero la actividad comercial no es el único procedimiento para
obtener los bienes de los que el país carece. La guerra y las expediciones tienen la
misma finalidad, según se ha adelantado ya, para conseguir, por ejemplo, mano de
obra.

Los tributos y la mano de obra constituyen el elemento básico que permite afrontar
los trabajos más imperecederos y que caracterizan más que ningún otro al Antiguo
Reino: las pirámides.

Parece una idea arraigada en la mentalidad popular que las pirámides surgen
repentinamente en la cultura egipcia; sin embargo, hemos de adelantar que son
producto de un largo proceso de ensayos que se van sistematizando hasta lograr
óptimos resultados. Fue necesario el concurso de múltiples factores para que se
produjera tan espectacular final. Por una parte, hacía falta un sistema político de
carácter teocrático fuertemente anclado en la estructura social y sometido a una
economía de corte férreamente centralizado; ya hemos visto cómo en Egipto se
había fraguado este requisito. Por otra parte, era imprescindible la capacidad de
control sobre un excedente de producción suficientemente grande como para
afrontar las inversiones necesarias en la construcción. Finalmente, se necesitaba
una cantidad de mano de obra apropiada para atender todos los trabajos
relacionados con la construcción del monumento además de la necesaria para
garantizar la producción de alimentos y los servicios relacionados con la
reproducción del sistema. Las condiciones objetivas para responder positivamente
a todos esos imperativos se habían ido estableciendo paulatinamente desde
quinientos años antes, con la unificación del territorio. Ya se ha adelantado cómo
puede ser esa la clave que justifique la diferencia funcional entre la pirámide
egipcia y el zigurat mesopotámico. En cualquier caso, la primera pirámide
introduce una novedad extraordinaria en la arquitectura funeraria egipcia con el
empleo de la piedra, traída desde muy lejos, frente al ladrillo de adobe. La pirámide
escalonada de Sakkara está en un recinto de 545 x 278 metros, protegido por una
gruesa muralla de piedra con torres al exterior. El espacio interior tiene una doble
función: por una parte está al servicio del festival sed y, por otra, está destinado a
servir de morada al ka de Djeser. El ka es una manifestación de las energías vitales
que se libera en el momento de la muerte y que se reconoce en las estatuas del
difunto depositadas en la tumba, constituyendo así un doble espiritual de su
propietario con vida propia desde ese instante, de ahí la importancia de los templos
funerarios.

Con la IV dinastía cambia radicalmente la forma de la tumba real, ya que en lugar


de ocupar la parte central del recinto funerario, se sitúa en el extremo de una
secuencia arquitectónica lineal, que arranca de la llanura aluvial, donde se
construye el templo del valle. El espacio dedicado al festival sed desaparece y en su
lugar se incrementa la importancia del recinto como lugar de ofrendas, sobre todo
de alimentos, pero también de todas las cosas agradables para el ka del faraón, y
como lugar de acogida de sus estatuas. Definitivamente la pirámide se consagra
como homenaje al sol y no en vano es el momento en el que aparece Re en escena,
formando parte, incluso, de la onomástica faraónica. El dios sanciona la actividad
constructiva del faraón, que por medio de su fastuoso monumento se convierte en
el regulador del trabajo y de la alimentación de una gran masa social. El excedente
que proporciona el fertilísimo suelo nilótico permite sustraer un contingente
enorme de fuerza laboral del trabajo productivo que es alimentado por medio de
raciones entregadas por la administración estatal a cambio de su participación
temporal en la construcción del monumento funerario del faraón. Quienes se
muestren incrédulos sobre la capacidad humana para la realización de tales
monumentos tienen junto a las pirámides los restos de los poblados que ocuparon
sus mortales constructores.

PRIMER PERIODO INTERMEDIO

Este período abarcó del 2200 al 2040 a.C., envolviendo de la VII a X dinastía, y
parte de la XI. En este período podemos distinguir tres fases:

- La descomposición de lo que quedaba del Imperio Antiguo acompañada de


invasiones sociales y extranjeras. Esta fase comprende de la VI a la VIII dinastía,
manteniéndose la capital en Menfis.

- La segunda fase sucedería entre el 2160 y el 2130 a.C.. Los príncipes de


Eracleópolis (situada en el Egipto Medio) lograron adueñarse del poder. Lograran
un período de calma durante la dinastía IX, pero las luchas volverían en la X. Los
nomos que permanecieron independientes lucharon entre sí constituyéndose dos
bandos: unos reconocían la autoridad de Eracleópolis, y otros, la de Tebas.

- Del 2130 al 2040 a.C. comenzaron los triunfos de los príncipes de Tebas los
cuales, inauguraron una nueva dinastía. Tras conquistar el sur de Egipto se
hicieron con todo el país. Este último período agotó a los jefes de los nomos y tanto
más que los escenarios de estas luchas, el malestar de la economía y la carencia.
Este agotamiento facilito la toma de poder los príncipes Tebanos.

CULTURA

Este periodo a proporcionado muy pocos monumentos reales, pero gracias a la


costumbre de reemplazar por pequeñas estatuas las escenas de la vida cotidiana,
conocemos muchas actividades de la época. La situación política se traduce incluso
por la presencia de soldados. este primer período conoció una gran actividad
literaria, de la que destacan tres obras: " El cuento del campesino ", donde se critica
la corrupción de los campesinos; "Las instrucciones a Merikaré", obra valiosa para
conocer la política de la X dinastía; y por último, "El diálogo del desesperado" obra
filosófica.

Los cambios más representativos del período se dieron en la religión. Se da una


descentralización de la religión funeraria a partir de aquí los particulares se
apropiaran poco a poco de las prerrogativas reales, y los textos de las pirámides
empiezan a aparecer escritos dentro de los sarcófagos. otra repercusión es la vuelta
a los cultos provinciales, dioses particulares de los nomos comenzaron a tener una
importancia de la que nunca habían gozado. Como última repercusión cabría
destacar la expansión de la religión Osiriana. Esta religión difunde las ideas de
justicia y caridad, y por primera vez la idea de que nuestras acciones en la tierra
serán juzgadas después de la muerte. Los textos de las pirámides nos informan que
el rey para ser admitido en la barca solar debe ser puro y estar completo. Un
barquero encargado de hacer atravesar el lago que hay en más allá, hace preguntas
al rey y este no podría pasar si sus respuestas no eran satisfactorias. Esto reservado
en un principio al faraón, en esta época será sufrido por todos los egipcios. La
teología egipcia estaba constituida por un Tribunal de los muertos, presidido por
Osiris, ante el cual desfilaban todos los difuntos.

IMPERIO MEDIO

SEGUNDO PERIODO INTERMEDIO

Los soberanos de la XIII Dinastía, aproximadamente unos 50 en 120 años, fueron


más débiles que sus predecesores, aunque todavía mantuvieron el control de Nubia
y la administración del gobierno central. Sin embargo, durante la última parte de
su reinado, su poder fue puesto a prueba no sólo por la rival XIV Dinastía, que no
obtuvo el control sobre el delta, sino también por los hicsos, que invadieron Egipto
desde Asia occidental, instalándose en el norte de Egipto. Como el gobierno central
entró en un periodo de declive, su presencia hizo posible una entrada masiva de
población desde la costa fenicia y Palestina, y el establecimiento de la dinastía
hicsa, comenzando el segundo periodo intermedio, una época de confusión que
duró unos 214 años. Los hicsos de la XV Dinastía reinaron desde su capital, situada
en Avaris, en la parte este del delta, lo que les permitía mantener el control sobre
las zonas media y alta del país. Contemporánea a la dinastía hicsa, existió una XVI
Dinastía, que reinó en la zona central de Egipto. Un tercer poder coetáneo a los
otros dos ejerció la autoridad de forma más independiente sobre el sur, la XVII
Dinastía tebana, que dominó el territorio entre Elefantina y Abydos. El soberano
tebano Kames (reinó en 1576-1570 a.C.) luchó con éxito contra los hicsos, pero fue
su hermano Amosis I quien los derrotó finalmente, reunificando de nuevo Egipto.
EGIPTO ANTES DE LOS HICSOS CON LAS DINASTÍAS XV Y XVI

La dinastía XIII permanece en el poder más de 150 años y que permanecieron en el


poder 50 o 60 reyes. Lo único que queda claro es la inestabilidad del poder que
construye poco a poco la prosperidad económica restaurada en el período anterior.
Poco a poco se va desmoronando el poder de esta dinastía XIII y los Hicsos van
entrando por el Delta y se instalan en la ciudad de Avaris. Hacia el 1720 a.C.
conquistan la ciudad de Menfis y la caída de esta ciudad marca el final de la
dinastía XIII. Durante esta dinastía, los territorios situados en la zona occidental
del Delta que queda fuera de la ruta de los Hicsos permanecerá independiente, y
esta región será gobernada por unos príncipes que forman la dinastía XIV.

EL PERÍODO DE LOS HICSOS CON LAS DINASTÍAS XV Y XVI

Es Flavio Josefo, historiador judío del siglo I d.C. e que nos ha trasmitido el pasaje
en el que Manetón hace alusión a la invasión de Egipto por los Hicsos. Esta
invasión no debió tener el carácter brutal que le atribuye Manetón, admitiéndose
en la actualidad, que es conveniente hablar de una filtración progresiva, teniendo
en cuenta que los invasores no pertenecían a una raza única sino a una reunión
heterogénea de habitantes de Asia Occidental.

Una vez conquistado Menfis los Hicsos, se consideraron los dueños de todo Egipto
dando lugar al origen de la Dinastía XV. La dominación de los Hicsos consistió,
principalmente, en un cambio de la dirección política pero adoptando mucho de la
vida cotidiana de los egipcios. Adoptan la escritura jeroglífica, los dioses, las
técnicas de construcción, incluso fomentando la vida intelectual. Aparte de tomar,
ellos también aportaron cosas esenciales, enlazan Egipto con Asia e introducen el
carro tirado por caballos como arma de guerra.

Lejos de ser un desastre sin precedentes, la invasión de los Hicsos fue un fuente de
enriquecimiento para Egipto.

EL REINO DE TEBAS Y LA EXPULSIÓN DE LOS HICSOS CON LA DINASTÍA


XVII

Esta dinastía es la que logra sacudirse el yugo de Hicsos, y los autores de ellos
fueron los príncipes de Tebas (situado al sur del Alto Egipto). Estos reyes lograron
aglutinar a todos los nomos del Alto Egipto y poco a poco irán conquistando hacia
el norte hasta expulsar a los Hicsos. Cuando finalice el II período Intermedio y suba
al trono Amosis, de la dinastía XVII, el territorio de los egipcios no está todavía
liberado de los Hicsos pero la autoridad del faraón ya está restablecido, y empezará
el Imperio Nuevo con la dinastía XVIII.

Cuando Egipto surja reunificado de esta larga crisis, pues, la situación de Egipto ya
no era ni volverá a ser como la de las Imperios Antiguos y Medio. Porque en el sur
(zona de Nubia) se han establecido nuevos pueblos, o bien los antiguos habitantes
se reorganizaron convirtiéndose una amenaza para los egipcios. Por otra parte, en
el sur (por Asia) se crean nuevos imperios y todo el Oriente Medio está en
ebullición, ha aparecido los Hurritas que serán desplazados por los Asirios y Egipto
está demasiado cerca para desinteresarse de lo que pase ahí. A demás, la invasión
de los Hicsos les acaba de enseñar que Egipto no está a salvo de los movimientos
étnicos que se están produciendo y no basta con construir fronteras. Por lo tanto,
por movimientos necesidad al estado autárquico y replegado en sí mismo del
Imperio Antiguo y Medio, le va a suceder el agresivo e imperialista del Imperio
Nuevo.

IMPERIO NUEVO

LOS RAMESIDAS

En la última década del siglo XIV se consolida una nueva línea dinástica, cuyo
primer representante, Ramsés I, no es de sangre real. Procede de una familia de
militares oriunda del Delta oriental cercana al círculo de Horemheb. Cuando
accede al trono es ya un anciano, por lo que se auxilia de su hijo cincuentón, quizá
corregente durante los dos años de reinado de su padre. Durante el reinado de
Sethi I, Egipto recupera su posición prevalente en Asia. El relato de las campañas,
representadas en la sala hipóstila de Karnak, permite intuir el progreso hacia la
Siria septentrional de los ejércitos egipcios, en perjuicio de los amoritas y de los
hititas, con cuyo rey Muwatali firmará un tratado de paz. También los libios
hubieron de soportar el expansionismo del nuevo monarca, cuyo referente y
modelo parece haber sido Tutmosis III. Por lo que respecta a la política interior, su
máxima preocupación es continuar la obra restauradora de Horemheb; destaca, en
este sentido, su amplia actividad constructora de soberbia como se refleja en la sala
hipóstila ya mencionada de Karnak, en el Gran templo de Osiris de Abydos o en su
propia tumba, tal vez la más hermosa de cuantas se han descubierto en el Valle de
los Reyes. Pero la conexión con el pasado preamárnico se expresa sutilmente en el
deseo de vincularse a las dinastías precedentes, y en tal dirección ha de entenderse
la extraordinaria lista real conservada en el templo de Abydos, en la que el propio
monarca con su hijo, el futuro Ramsés II, rinde homenaje a los setenta y seis reyes
precedentes, comenzando por Menes -hermoso ejemplo de la conciencia histórica
del grupo dominante- pero en la que están ausentes Hatshepsut, Amenofis IV y
Tutankhamon. Resulta evidente la conexión deseada por Sethi I, que se convierte
en el verdadero artífice del estado ramésida. Su obra interna fue posible gracias a la
afluencia de riquezas procedente de las campañas asiáticas, ya que el control del
corredor sirio-palestino hará del Delta oriental el verdadero centro de flexión de la
actividad económica egipcia que, hacia el sur, se prolonga por el eje tradicional
nilótico. No sabemos cuál es el año exacto del ascenso de Ramsés II al trono, pues
los especialistas discuten fechas entre finales del siglo XIV y comienzos del XIII
(1304 o 1279 según qué interpretación se confiera al dato sotíaco del Papiro Ebers).
En cualquier caso, sabemos que había sido corregente durante varios años y que su
propio gobierno se extenderá a lo largo de trece lustros. Una de las primeras
medidas, que responde al peso específico de la región del Delta, fue la fundación de
una nueva capital, Pi-Ramsés, junto a la vieja Avaris, cuya localización exacta
parece corresponder a Qantir y Tell el-Daba. No existe ninguna razón que permita
relacionar esta conducta con la de la fundación de Akhenatón. En este caso, se
dejaba en Tebas al frente de los asuntos del Egipto septentrional al gran sacerdote
de Amón, Nebunebef. Por otra parte, la intención no era romper con el pasado del
estado, sino otorgarle una capital administrativa estratégicamente situada para
actuar con la mayor celeridad posible sobre los asuntos que más preocupaban al
faraón en el momento.

En efecto, la política asiática va a ocupar la atención del monarca, ya que desde los
primeros años de su reinado el tratado de su padre con Muwatalli deja de ser
respetado y, en el año cinco, Ramsés organiza una ambiciosa expedición con la
intención de someter a su dominio todo el país de Amurru y situar en el Orontes
medio, a la altura de Qadesh, el límite de sus territorios. El avance se realizó sin
obstáculos, pero el ejército egipcio, dividido en cuatro cuerpos, Amón, Re, Ptah y
Seth, fue víctima de una emboscada en las proximidades de Qadesh, gracias al
engaño del que fue objeto el faraón por unos mensajeros hititas atrapados. El
propio Ramsés corrió peligro, pero el combate debió de quedar en tablas según
intuimos por los resultados. No obstante, la corte faraónica celebró como un gran
triunfo la estéril campaña asiática, que fue objeto de una composición, el "Poema
de Pentaur", reproducido hasta la saciedad en los fastuosos monumentos erigidos
por el megalomaníaco faraón, como por ejemplo el Rameseum o Abu Simbel,
además de ser copiado en otros edificios, como los templos de Abydos, Luxor,
Karnak, etc. Allí los relieves ilustran con tal suerte de detalles la campaña descrita
que no ahorra ocasión de alabar el valor del rey, cuyo arrojo al frente de la columna
de Amón salvó del desastre a la totalidad del ejército egipcio. Las campañas
posteriores no tuvieron tanto alcance ni resonancia, ya que no tenían como misión
más que consolidar la hegemonía egipcia en la zona palestina y en el sur de Siria. Al
mismo tiempo, las tropas egipcias tenían que hacer frente a las continuas
escaramuzas que los libios realizaban en la frontera occidental del país. Ello
distraería parcialmente la atención de Ramsés, que hubo de volver también sus
ojos al sur. Allí el control sobre Nubia, incorporado en gran medida el reino de
Kush al estado egipcio, era una realidad casi incontestada y para eliminar cualquier
sombra de duda el faraón mandó construir uno de los santuarios más altivos de su
reinado: los dos templos de Abu Simbel. El programa iconográfico del templo
grande demuestra, mediante las relajadas figuras sedentes, la seguridad con la que
se controla el territorio que tantas campañas había costado a los reyes anteriores;
por obra parte, en la distribución de las imágenes hay un dramatismo creciente,
pues se exhibe primero el poder del faraón con prisioneros de todos los pueblos
vencidos, por otra parte se narra el gran triunfo militar del reinado: la dudosa
batalla de Qadesh. Posteriormente la sala de las ofrendas, en la que Ramsés hace
entrega de sus botines y tributos a los dioses y, por último, en el espacio más
sagrado del templo, el faraón aparece como un igual entre los dioses, puesto que
Ramsés se presenta ofrendas a sí mismo como dios, sublimación del carácter divino
del monarca, discutido por algunos especialistas.

La atención a aquellos otros asuntos dio un cierto respiro a Muwatalli -o quizá a la


inversa fuera más correcta la secuencia- que iba teniendo cada vez más problemas
con su vecino sudoriental, Asiria, ya que el monarca Adadninari I había sometido el
territorio independiente de Hanigalbat, espacio residual en el corazón del antiguo
imperio de Mitanni, y con su política expansionista comenzaba a poner en peligro
la integridad territorial hitita. No obstante, esta difícil situación para Hatti fue
aprovechada por Ramsés que extendió su dominio por la costa siria hasta el norte
de Biblos.

La muerte del monarca hitita no facilitó las cosas, pero tras el conflicto sucesorio
sube al trono Hattusil III que intenta poner en orden los asuntos internacionales de
Hatti. Es precisamente en esas circunstancias cuando las dos grandes potencias
deciden firmar un tratado de paz, que se lleva a cabo en el año veintiuno del
reinado de Ramsés. Conservamos el texto en dos versiones, circunstancia insólita:
dos copias egipcias (en la cara externa de uno de los muros de la sala hipóstila de
Karnak y en una copia muy deteriorada del Rameseum) y una versión hitita hallada
casualmente en las excavaciones de Bogazkoy inscrita con caracteres cuneiformes
en una tablilla de arcilla. Las dos partes aceptan una paz basada en el respeto
territorial por el que se garantiza a Egipto el control de Palestina, mientras que
Hatti conserva el control de Siria septentrional. Ambos firmantes se comprometen
a defender la legítima línea dinástica del otro reino y se establecen pautas de
cooperación en las que destaca la regulación de las extradiciones. Una década más
tarde Ramsés contrae matrimonio con una princesa hitita: el intercambio de dones
entre las dos cortes se efectúa con gran boato en Damasco. Más tarde otra princesa
de la corte de Hattusa será asimismo esposa de Ramsés y, al parecer tanto Hattusil
como su heredero Tudhaliya visitarán Egipto, prueba todo ello de las inmejorables
relaciones de los dos grandes imperios del momento. Las campañas militares, la
explotación del Sinaí y de Nubia y la producción agrícola en Egipto proporcionaron
abundantes recursos que fueron parcialmente invertidos en la construcción de
abundantes monumentos como testimonio del reinado, coronado con una
descendencia que se cifra en mas de cien hijos. No obstante, a partir de Ramsés II
se aprecia la compartimentación administrativa entre el Alto Egipto, con capital en
Tebas, y el Bajo Egipto, al que hay que añadir las posesiones asiáticas. El
resurgimiento de fuerzas centrífugas hará de esta articulación un punto de
arranque para la debilidad del poder faraónico.

El casi centenario Ramsés había enterrado a sus doce primeros hijos cuando le
llegó a él el turno de pesar su corazón ante Osiris. El heredero fue Merneptah, un
príncipe de avanzada edad, pero que aún tendría un reinado de más de diez años.
Con él comienza la decadencia de la dinastía XIX, según suele afirmarse, por los
problemas a los que tiene que hacer frente. Sin embargo, la situación interna no
aparece especialmente en declive; de hecho, se envía suministro de trigo a Hatti,
donde las malas cosechas obligan a solicitar ayuda del exterior, lo que demuestra la
buena situación de Egipto. Pero lo más destacable del reinado es el rechazo, en el
año quinto, del ataque procedente de Libia en el que intervienen diferentes pueblos
y entre ellos varios que volverán a ser mencionados en el relato de Ramsés III y que
se agrupan bajo el rótulo de Pueblos del Mar. Los invasores habían logrado superar
las defensas establecidas por Ramsés II y sólo tras una encarnizada contienda son
expulsados de Egipto. Merneptah celebra ampliamente su victoria, al igual que los
triunfos obtenidos en sus campañas asiáticas, conmemoradas en una estela en la
que por vez primera aparece el nombre de Israel. Tal vez en su reinado se produjera
el éxodo, que otros sitúan bajo Ramsés II. A la muerte de Merneptah se abre una
crisis sucesoria, que muchos autores atribuyen al prolongado reinado de Ramsés II
(razón para muchos asimismo de la crisis dinástica).

Sin duda son razones de otra índole las causantes de la situación venidera, ya que
no tiene por qué existir relación directa entre reinado longevo y crisis. Sea como
fuere, seguramente tres reyes y la reina Tausret sucedieron a Merneptah en un
relativamente breve espacio de tiempo. Poco sabemos del período en cuestión, que
los monarcas de la dinastía XX, tanto en el Papiro Harris como en la estela de
Elefantina, calificaron intencionadamente de anárquico, para justificar mejor su
advenimiento al poder y subrayar así la legitimidad y calidad de su gobierno. El
restaurador, Setnakht, solamente estuvo al frente del estado durante dos años y
acompañado por su hijo Ramsés III, que será el último de los grandes faraones. Su
largo reinado de más de treinta años se convierte en el referente de la XX dinastía,
compuesta por faraones llamados todos Ramsés, hasta el que lleva el número XI.
Por su parte, Ramsés II parece haber sido el modelo deseado por su primer
homónimo de la vigésima dinastía. Su trascendencia histórica reside en el hecho de
que fue capaz de rechazar en el octavo año una invasión compuesta por
contingentes procedentes del mundo micénico, Anatolia occidental y de la región
costera de Siria que, entremezclados, buscaban un nuevo hogar, ya que la mayor
parte de los estados de la Edad del Bronce había sucumbido como consecuencia de
los improvisados ataques de gentes de diversos orígenes que se habían puesto en
movimiento por circunstancias ignoradas, pero sin duda en relación con la
inestabilidad generalizada de la que la caída de Troya no es más que un episodio
emblemático. Si en última instancia fueron desplazados por otros pueblos que
procedieran del ámbito centroeuropeo es algo que no sabemos, pero resultaría
sorprendente la coincidencia de que poco después se produzca la llegada de los
Campos de Urnas (o sus variantes locales) a la Península Ibérica y a la Itálica, la
hipotética invasión doria en Grecia Continental y la constatación de la presencia de
los futuros medos y persas en el Irán. En cualquier caso, si se trata de un
movimiento de largo o corto alcance es algo que no revelan las fuentes antiguas, en
las que la sinonimia mencionada resulta, por lo general, bastante familiar en el
entorno del Mediterráneo oriental a lo largo de la segunda mitad del II Milenio. El
templo funerario en Medinet Habu recoge con toda suerte de detalles en el texto y
en el relieve la campaña de Ramsés III contra los Pueblos del Mar.

Por lo que respecta a la política interna, la más detallada información procede del
Gran Papiro Harris, redactado presumiblemente el mismo año de la muerte del
faraón. En él se afirma la voluntad real de acabar con los desórdenes y la
inseguridad, además de contener una rica documentación sobre propiedades de los
templos. Sin embargo, las dificultades económicas se ponen de relieve en la insólita
huelga de los trabajadores de Deir el-Medina que no recibían su correspondiente
ración. Quizá relacionado con la mala coyuntura económica se encuentre el
complot, descubierto a tiempo por el monarca, en el que participaban destacadas
personalidades de la corte y del ejército. Entre los acusados, según el relato judicial
del Papiro de Turín, se encontraba la propia reina. Un tribunal compuesto por doce
jueces -entre ellos cuatro extranjeros- dictó sentencia condenatoria contra algunos
de los acusados: unos fueron ejecutados, a otros se les amputó la nariz o las orejas.
Algunos quedaron absueltos, pero ignoramos qué suerte corrió la reina.

La muerte del faraón durante estos acontecimientos o poco después abre un


periodo de declive que dura unos setenta años. Prácticamente nada sabemos de los
ocho ramésidas siguientes, aunque como rasgos más destacados hay que señalar el
deterioro de las condiciones internas de vida, la progresiva pérdida de los dominios
asiáticos y la corrupción en la función pública, que se expresa dramáticamente en
la profanación de las tumbas reales durante el reinado de los tres últimos Ramsés.
Muchos autores han querido ver en el famoso cuento de Uenamón,
correspondiente a la época de Ramsés XI, el mal estado de las relaciones
internacionales de Egipto, ya que el príncipe de Biblos no quiere entregar la
madera para la construcción de la barca de Amón; pero en realidad, lo que se pone
de manifiesto es la interrupción de la economía del don y el contradón propia de la
Edad del Bronce, ya que Uenamón no lleva el regalo de contraprestación pues se lo
han arrebatado los tjekker, uno de los pueblos que habían atacado a Ramsés III y
que ahora encontramos asentados en la costa, al norte de los peleset, que darían su
nombre a Palestina.

En cualquier caso, los escándalos en la administración no fueron peores que las


luchas intestinas o que el acceso de los militares a los bienes de Amón, síntomas
todos ellos de una inestabilidad social propia de un período de crisis. Quizá los
acontecimientos vinculados al gran sacerdote Amenofis, que incluyen su propio
secuestro, deban ser interpretados no tanto como un conflicto militar con el virrey
de Kush, sino como los efectos de una revuelta social que acabaría con el
advenimiento de Herihor en su lugar. El procedimiento no está claro, pero se
denomina golpe de estado del año 19. A partir de entonces, Ramsés XI es un faraón
nominal que conserva la más alta dignidad bajo la tutela del clero amonita. Se
encuentra, pues, circunstancialmente al frente de un régimen teocrático, liderado
por elementos ajenos al propio faraón. El sur está bajo control del gran sacerdote
de Amón y jefe militar, Herihor, mientras que el norte está gobernado por
Smendes, un administrador teóricamente dependiente del clero de Amón pero que
goza de total autonomía en su residencia de Pi-Ramsés. La separación de las dos
regiones es un hecho y las dificultades políticas repercuten en el deterioro
económico, del que -a su vez- eran fruto. Se abre así un nuevo período intermedio
en un Egipto abandonado por Maat, es decir, sometido al quebranto de la línea
dinástica, parámetro ideológico para asumir el desorden, el caos.

Ramsés II

El reinado de Ramsés II posiblemente sea el más prestigioso de la historia egipcia


tanto en el aspecto económico, administrativo, cultural o militar. No en balde fue el
vencedor de la batalla de Qadesh, siempre según las fuentes egipcias. Ramsés nace
hacia el año 1326 a.C., accede al trono imperial hacia 1301 a.C. y muere alrededor
de 1234 a.C. por lo que se trata también de uno de los reinados más largos.
Gobernó sobre un mundo en plena transformación lo que hace más interesante este
momento histórico. Su abuelo es el faraón Ramsés I, general del ejército y visir,
elegido rey de Egipto por Horemheb al no tener éste descendencia.

Su padre fue Sethi I, maestro político y militar, siendo su madre la reina Tui,
miembro de una ilustre familia de militares. Ramsés II pasó su infancia en Luxor
en compañía de sus dos hermanos y sus dos hermanas. Desde pequeño fue educado
para heredar la doble corona; un preceptor le enseñaría a escribir e interpretar las
imágenes escritas (leer), a conocer los astros, matemáticas y geometría
rudimentarias así como profundizar en materia religiosa. Hacia los diez años fue
nombrado heredero y comandante en jefe del ejército como primogénito que era;
desde ese momento tuvo un harén a su disposición y acompañó a las tropas en
algunas campañas contra los hititas y los libios. A los 16 años fue asociado al trono
imperial por Sethi, continuando con su educación política. El visir de Sethi, Paser,
posiblemente participó en esta educación, manteniéndose durante veinte años en el
cargo tras el fallecimiento de Sethi. Por estas fechas Ramsés participaría en la
supervisión de las construcciones de Abydos, iniciándose su afición a las
edificaciones. Su primera esposa será una joven de noble familia llamada Nefertari.
Tenía 17 años Ramsés cuando casó por primera vez; fruto de este matrimonio nació
su hijo primogénito llamado Amonherunemef. Paralelamente tomó una segunda
esposa, Isetnefret, quien también le dio un hijo llamado Ramsés. Las dos mujeres
continuaron procreando, asegurándose así el futuro de la dinastía. La tercera
esposa será Hentmire, la propia hermana de Ramsés, siguiendo la tradición
faraónica para conservar la pureza de la sangre. Como cuarta esposa eligió a su
propia hija, Merytamón, fruto de su matrimonio con Nefertari, casándose también
con una de las hijas de Isetnefret, Bentanat. A finales del mes de junio del año 1301
a.C. fallece Seti I y Ramsés II sube al trono como rey del Alto y Bajo Egipto y Sol de
los Nueve Arcos. Tenía 25 años. Sus primeros esfuerzos están encaminados a
mantener la paz interior alcanzada en los reinados anteriores, manifestando a los
sacerdotes de Amón su deseo de ejercer todos los poderes, evitando en la medida
de lo posible influencias del poderoso clero. Para ello elegirá como sumo sacerdote
a Nebumenef, persona de su absoluta confianza. Desde ese momento pondrá en
marcha un faraónico plan para recuperar las fronteras del Imperio en la época de
los Tutmosis y asegurar la paz interior, al tiempo que iniciaba su programa
constructivo, símbolo evidente de poder en la época. Ordenó la construcción de un
gran templo en Luxor consagrado a Amón-Ra, formando un conjunto con el
construido por Amenhotep. También inició la edificación del Ramesseum, en la
colina de Sheij abd el Gurnah, junto al que se levantaría un palacio donde
supervisar las obras. Para llevar a cabo estas empresas arquitectónicas era
necesario un abundante flujo de oro, procedente en su mayoría de la zona sur del
país. Uno de los problemas con los que contaba esta vía aurífera era la escasez de
zonas de avituallamiento, especialmente de agua, dedicándose Ramsés a la
perforación de pozos para solucionar el problema hidráulico. De esta manera pudo
aumentar la llegada de oro para mantener su programa arquitectónico, con el que
se congratulaba con los dioses. La recuperación del antiguo imperio provocaría el
enfrentamiento con Muwattali, rey de Hatti, conflicto que se prolongaría por un
periodo de 17 años. Con el objetivo de concentrar todas sus fuerzas en este frente,
Ramsés se apresuró en instaurar con firmeza su hegemonía en Libia y Nubia. En el
cuarto año de su reinado inició la expedición contra los hititas, llegando hasta
Biblos con el fin de establecer bases marítimas de avituallamiento.

Mientras Muwattali había establecido una alianza con los príncipes del Asia Menor
y Siria para enfrentarse a los egipcios.

El enfrentamiento de ambos ejércitos será en Qadesh, desarrollándose una


importantes batalla (hacia 1295 a.C.). La batalla no tiene un vencedor claro, aunque
Ramsés II se autoproclamó como el gran triunfador, según se desprende de las
inscripciones encontradas en los templos de Luxor, Karnak y Abydos. La reacción
de Muwattali será establecer una poderosa alianza contra Egipto, involucrando
especialmente a Benteshina de Amurru, tradicional aliado egipcio.

Durante doce años Ramsés se dedicará a reconquistar el imperio asiático y


africano. Las revueltas de Canaan, Moab y Edom fueron rápidamente sofocadas,
recuperando Egipto la soberanía sobre estos lugares, logrando preservar el imperio
asiático hasta el río Orontes. El siguiente paso dado por Ramsés será aprovechar el
momento de debilidad de los hititas, tras el fallecimiento de Muwattali y el
enfrentamiento sucesorio entre Mursil y Hattusil. Ramsés atravesó Canaan,
tomando el puerto de Ascalón y la ciudad de Jaffa. Reafirmó el control sobre los
puertos fenicios del Mediterráneo y penetró en la zona sur de Siria, tomando la
ciudadela de Dapur, en el reino de Amurru. Tras asentar en cada una de las plazas
tomadas una potente guarnición armada, Ramsés decidió ocuparse de sus
posesiones en Africa. Estableció una serie de colonias en las costas de Libia y
construyó un amplio frente de fortalezas con el fin de tener vigilada a la población y
evitar revueltas. En el décimo año de reinado surgen nuevos incidentes en Asia por
lo que Ramsés vuelve hacia Fenicia, recuperando algunas plazas que habían caído
bajo soberanía hitita. Para evitar entrar en un conflicto mayor, Ramsés regresó a su
capital, para vivir un breve periodo de paz y prosperidad económica. Tras algunos
años de tensa paz en Asia, surge un nuevo conflicto entre Egipto y Hatti. Babilonia
se alía con los hititas y rompe relaciones con Egipto. Ramsés se colocó de nuevo al
frente del ejército y partió en dirección al sur de Siria donde tuvieron lugar duros
enfrentamientos que se decantaron del lado egipcio. La solución a estas constantes
luchas vendrá de la mano de un tratado de paz firmado entre Ramsés II de Egipto y
Hattusil de Hatti (hacia 1280 a. C.), uno de los mayores éxitos del reinado,
inaugurando un periodo de paz y prosperidad económica y cultural. La frontera de
ambos países quedaba limitada por el Orontes, mientras Hatti mantenía su
soberanía sobre Qadesh y Amurru y Egipto dominaba los puertos fenicios. El
tratado incluía ayuda militar recíproca, asumiendo la lucha contra enemigos
comunes. Desde ese momento, Ramsés dedicará su tiempo al mantenimiento de su
Imperio, un imperio que abarcaba desde Sudán en el sur hasta el Mediterráneo en
el norte, desde Libia en el oeste hasta el Orontes en el este. La supremacía de este
amplio territorio estaría en Egipto y en manos de su faraón. Para controlar todo
este territorio ordenó la construcción de una nueva ciudad llamada Per-Ramsés en
la región de Tanis, en el delta del Nilo, y la convirtió en la capital del Imperio al
tiempo que se engrandecía y embellecía Menfis gracias a la labor llevada a cabo por
Jaemuaset, segundo de los hijos de Isetnefret. Tebas quedaba así alejada del poder
político. De esta manera se pretendía alejar del gobierno del país, en la medida de
lo posible, a los pretenciosos sacerdotes de Amón, cuyo centro de poder era la
ciudad de Tebas.

Otra de las importantes empresas llevadas a cabo por Ramsés será la construcción
de dos templos excavados en la roca de Abu-Simbel: uno dedicado a Ptah,
Ptahtatenen, Hathor y el propio Ramsés mientras que el otro se dedica a Hathor y
Nefertari. Con el fin de mantener la paz entre Egipto y el reino de Hatti, Ramsés
contraerá matrimonio con una princesa hitita a finales del año 33 de su reinado. Ya
había celebrado sus dos primeros jubileos - fiesta que se realizaba después de 30
años de reinado y posteriormente cada tres - llegando a celebrar hasta 11 jubileos.
La primogénita del rey Hattusil se convertía en la quinta Gran Esposa Real con el
nombre de Mathorneferure, al margen de las numerosas concubinas que tenía el
faraón, hablando algunas fuentes del nacimiento de más cien hijos en el harén de
Ramsés. El matrimonio con la hija de Hattusil sirvió para fortalecer la paz,
impulsando el comercio y las relaciones culturales entre ambos países. Con el fin de
reforzar la amistad entre Hatti y Egipto, Hattusil ofreció otra segunda hija en
matrimonio a Ramsés, convirtiéndose ésta en una concubina. El periodo de paz
será aprovechado por Ramsés para favorecer la prosperidad económica y cultural
de Egipto, al tiempo que estrechaba la vigilancia sobre los instrumentos de
gobierno de su reino. Para ello se rodeó de un amplio grupo de estrechos
colaboradores, miembros de las familias más cercanas a su persona, creando una
élite burocrática. En los últimos años de su reinado, Ramsés pudo apreciar como se
iniciaban las presiones de los pueblos procedentes de Europa, pueblos que llegarán
a tomar Egipto en el año 1200 a. C. Dentro de estos movimientos demográficos
encontramos la huida de la población judía de Egipto, liderada por Aarón y Moisés.
Tras 67 años de reinado y a la edad de 92 años, Ramsés II fallecía, dejando el trono
de Egipto en manos de su hijo Mineptah, fruto del matrimonio con Isetnefret,
nombrado heredero tras el fallecimiento de algunos de sus hermanos mayores.

ESTRUCTURAS IMPERIO NUEVO

La restauración política tras la expulsión de los hicsos pretendió ser un regreso al


pasado en todos los sentidos. Sin embargo, la realidad de los nuevos tiempos se
había impuesto, de manera que las tendencias hacia el arcaísmo no son más que
una máscara que oculta las transformaciones. Estas habían de quedar integradas
ideológicamente de forma que no entraran en conflicto con el orden histórico. La
ruptura amárnica se realiza contra este procedimiento y por ello será objeto de
damnatio memoriae por parte de los ramésidas. Por el contrario, la reforma
administrativa que se opera desde comienzos del imperio se articula correctamente
integrada en los principios de la ideología dominante, de modo que no se percibe
como una ruptura intolerable con el pasado, sino como continuidad -sólo en lo
imaginario y simbólico- y perpetuación del orden faraónico, sobre todo frente a lo
extranjero; esa fue precisamente la gran tarea estabilizadora del sincretismo entre
Amón y Ra, que discurrirá en beneficio del clero tebano. Sin embargo, no deja de
ser paradójico que la dinastía XX cuente entre los altos dignatarios con un volumen
de extranjeros nada desdeñable, cuya integración en el aparato no ha provocado,
aparentemente, conflicto.

Sin duda, la experiencia imperial de las dinastías XVIII y XIX había alterado
profundamente la percepción de la realidad, como para permitir la participación de
extranjeros procedentes de los territorios sometidos en las tareas burocráticas del
estado. Qué lejos habían quedado los tiempos de los hicsos. Por consiguiente, la
obra de Ahmosis y sus sucesores es la de recomponer la autoridad centralizada del
faraón en una dimensión completamente nueva, pero dando la impresión de
continuidad perfecta con el pasado. De él destaca sobremanera el carácter guerrero
del monarca que ahora adquiere una nueva dimensión como consecuencia de la
conquista de los territorios asiáticos. Precisamente la administración y control de
este nuevo espacio por el faraón propicia el incremento de poder y autonomía del
visir en los asuntos propiamente internos, frente a la prácticamente desaparecida
nobleza territorial. La importancia del visir ha ido aumentando desde el Reino
Antiguo en virtud de la ampliación de las tareas que le son encomendadas. Un texto
titulado: "Protocolo de la Audiencia del director de la Ciudad, Visir de la Ciudad del
Sur y de la Residencia, en el despacho del Visir", constituye el documento más
completo sobre las funciones del visir en el Imperio Nuevo. A él le corresponde la
gestión de la mano de obra, del patrimonio real y nacional, el ejercicio de la justicia
suprema, percepción de los impuestos, control de los archivos, designación de
magistrados, etc. Es, en realidad, el brazo derecho del monarca, o sus dos brazos,
ya que al menos temporalmente está atestiguada la coexistencia de dos visires, uno
en Tebas, que continúa siendo la capital oficial del estado, y otro en Menfis; no
obstante, el peso administrativo va oscilando hacia el norte, como demuestra
definitivamente el establecimiento de Pi-Ramsés en el Delta. Al mismo tiempo, el
clero se ha convertido en otro puntal básico de la continuidad política. Los grandes
sacerdotes tebanos juegan un papel decisivo en los momentos delicados y no
necesariamente como fuerzas centrífugas, aunque esa sea su caracterización a
finales de la XX dinastía. En realidad, la buena armonía entre el faraón, que
mantiene sus implicaciones sobrenaturales, el visir y el gran sacerdote facilitan el
equilibrio político, garantizado en muchas ocasiones por las relaciones de
parentesco de quienes ocupan tales magistraturas. No obstante, en ocasiones
surgen fricciones, muchas de ellas ni siquiera documentadas, como es el caso del
reinado de Tutmosis IV. Posiblemente la ruptura del equilibrio en ese reinado es el
punto de partida inmediato de la crisis amárnica. La importancia del clero tebano
se debe a la progresiva donación de bienes raíces por parte de los faraones. El
Papiro Wilbour, una especie de catastro para la contribución fiscal de la época de
Ramsés V, señala que un tercio de la tierra productiva de Egipto es dominio de
Amón. El control social que le es permitido realizar en tales condiciones está fuera
de discusión; sin embargo, su situación, como parte integrante de la Casa Real, lo
mantiene en la esfera funcionarial.

El volumen de funcionarios se ha incrementado porcentualmente de un modo


extraordinario. Colectivamente considerados constituyen la Casa Real, integrada
por burócratas, soldados, clero, artesanado y campesinos dependientes, llamados
esclavos del rey. Los funcionarios sensu stricto alcanzan un tercio del volumen total
de la Casa Real.

Su presencia conlleva la utilización de un potencial laboral en tareas no


productivas, alimentado a expensas del estado, como los trabajadores empleados
en la construcción de monumentos, cuya comparación con los de épocas anteriores
es imposible de realizar. No obstante, parece que la munificencia regia supera
cualquier situación precedente. Al mismo tiempo, la corrupción se generaliza,
según puede deducirse de datos directos e indirectos. Podríamos destacar el turbio
asunto de los sacerdotes de Khnum en Elefantina, durante los reinados de Ramsés
IV y Ramsés V, que actuaban como una cuadrilla de delincuentes. El verdadero
alcance de la noticia es difícil de determinar, pues según algunos autores es lo
insólito de la práctica lo que la da a conocer; pero en realidad se puede argüir que
se dio a conocer el caso de Elefantina porque fue castigado, no porque fuera
infrecuente. Entre los datos indirectos destacan las referencias continuas -
innecesarias de no ser familiar la conducta contraria- al buen quehacer de muchos
funcionarios en las biografías de sus tumbas, o las instrucciones reales a los visires.
Pero las referencias evergéticas de particulares también son síntoma de la
depauperación de sectores sociales silenciados por la naturaleza de la
documentación que poseemos para la reconstrucción histórica. Sin duda, la tensión
hubo de ser más profunda y duradera de lo que permiten entrever las fuentes; por
ello, la persistente presencia de Seth en el imaginario egipcio podría ser
interpretada como la proyección sobrenatural de los conflictos sociales. Ignoramos
en qué medida pudo haberse visto incrementada la población, pues se nos escapa el
conocimiento sobre las variaciones demográficas; en cualquier caso, se ha
calculado que el total de habitantes podía oscilar entre los tres y los cuatro millones
y medio. En su mayor parte estaban dedicados a la producción agrícola, trabajando
el campo en distintas situaciones jurídicas y laborales. Otros muchos se dedicaban
a funciones elementales, como la ganadería, la minería o el trabajo en las canteras,
estas dos últimas actividades, por cierto, eran monopolio real según documenta
Sethi I en las inscripciones del templo de Redesiye (Wadi Mia), puesto que
garantizaban la proyección indeleble del faraón a través de sus obras
monumentales. Los gastos que éstas generan son afrontados mediante el
patrimonio regio, por lo que éste debe estar bien saneado y para ello es
imprescindible una distinción, incluso grosera, entre el tesoro público y el
patrimonio faraónico. Los monopolios de la corona se ven incrementados por otra
fuente adicional de riqueza de primera magnitud que es la que procede de la
actividad comercial. La existencia de mercaderes particulares está documentada,
pero la mayor parte del intercambio, sobre todo el de gran alcance, está en manos
del estado; se trata de un comercio organizado y dirigido por la administración en
virtud de las necesidades específicas, coyunturales o estructurales, cuya
materialización se realiza como intercambio de regalos entre cortes. En este mismo
capítulo de ingresos podríamos mencionar los beneficios obtenidos a través de las
campañas militares, que tienen entre sus objetivos garantizar el abastecimiento o
sanear el tesoro. Sin embargo, la fuente de riquezas con periodicidad garantizada
para el sustento del sistema es la producción agrícola. En principio, el rey es
teóricamente propietario de la totalidad del suelo y, en consecuencia, puede
alienarlo en beneficio de alguien a quien quiera favorecer o gratificar.

El proceso de privatización del suelo ha sido destacado desde el Reino Antiguo y su


progresivo incremento ha ido modificando paulatinamente la estructura del trabajo
agrícola. Aunque la servidumbre territorial -el campesino está ineludiblemente
adscrito al suelo- se mantiene como sistema prioritario, las formas de dependencia
se han hecho más complejas, como se pone de manifiesto, por ejemplo, en las
distintas modalidades de organización comunitaria. En la tumba del visir
Rekhmiré, de la época de Tutmosis III, se conserva una lista fiscal de poblaciones,
quizá la más antigua, por medio de la cual se nos hace saber quiénes habían de
satisfacer los impuestos ante la oficina del visir. Y menciona, en razón del tipo de
hábitat, al alcalde, a los gobernadores de las propiedades, a los transportistas de los
nomos, a los miembros de las asambleas rurales. Es posible que estos últimos
correspondan a las comunidades de aldea, que hubieran mantenido una autonomía
sobre sus tierras comunitarias, a cambio de una contribución fiscal; de hecho se
documenta también la existencia de esclavos comunitarios, lo que da una
dimensión completamente nueva a la propiedad pública. Pero en realidad
desconocemos hasta qué punto estuvieron presentes en la estructura económica del
Imperio estas comunidades que alteran la imagen de homogénea dependencia
conocida y aceptada para Egipto. El campesino sigue estando obligado a prestar un
servicio al estado, corvea, sistema de sobreexplotación, tan arraigado que en las
tumbas aparecen estatuillas sustitutorias, los ushebti, con el encargo de hacer los
trabajos obligados en lugar del difunto en la otra vida. Ya en el "Libro de Los
Muertos" puede leerse: "Fórmula para hacer que un ushebti ejecute los trabajos
que le corresponden a uno en el reino de los muertos...". Esta pesada carga
adicional debió de contribuir considerablemente en el incremento de la población
que abandona su lugar de trabajo para buscar fortuna en actividades marginales.
Sin duda, decretos como el de Horemheb, que tenían como finalidad corregir
abusos administrativos, fueron insuficientes para eliminar el conflicto social. De
hecho, a finales del Imperio, el "Relato de Uermai" expresa con claridad cómo la
arbitrariedad del poderoso es norma en la vida cotidiana. Pero el Imperio Nuevo es
también muy rico en información sobre otras actividades profesionales, gracias a la
multiplicación de los documentos administrativos y la copiosidad arqueológica de
poblados obreros como Deir el-Medina. A partir de Horemheb, poseemos una
fuente adicional en la institución de la Tumba Real, conjunto de trabajadores
destinados a preparar las tumbas reales. Estos operarios, que trabajan por cuenta
del estado, aparecen frecuentemente actuando por cuenta propia, lo que les
permite obtener un beneficio no controlado por el fisco, aunque es de sobra
conocido, pues los emplean los propios representantes del estado que teóricamente
son sus custodios. La información que tenemos para el estudio del artesanado es
abundante y proporciona una imagen extraordinariamente compleja de su
funcionamiento.

Sería erróneo considerar la sociedad egipcia como una sociedad de castas, ya que la
permeabilidad social está lo suficientemente bien atestiguada como para afirmar
que la posición social por nacimiento no es irreversible (lo cual es bien distinto a
creer que cualquiera puede promocionarse).

En realidad, la sociedad se articula en corporaciones profesionales, sobradamente


documentadas, como pone de manifiesto la repetición del ideario de la "Sátira de
los oficios", en la que no se hacía mención del soldado. Ahora se corrige tal
ausencia, que parece más bien una complacencia del escriba, pues muchos
soldados quedan gratificados por su servicio. Algunos autores han llegado a afirmar
que en la época ramésida madura una auténtica burguesía, que arranca de la XVIII
dinastía, compuesta por militares instruidos que serán transvasados a la
administración, dando lugar así a un cuerpo social intermedio. Sin embargo, los
jactanciosos textos de Ramsés II y III por su dadivoso carácter con respecto a sus
soldados, no confirman la existencia de una nueva clase social, sino la aparición de
un nuevo estrato entre los propietarios, los que gozan de pequeñas parcelas como
recompensa por sus servicios militares y que no tienen consideración patrimonial
por el escaso valor del suelo. La corvea, pues, puede conducir a campesinos
dependientes a la relativamente privilegiada situación de pequeños propietarios.
Son las ventajas internas surgidas de la construcción de un estado imperial, que
acapara tierras fuera de su espacio territorial y que pone en cultivo suelos hasta
entonces improductivos. Y en este orden de cosas, también resulta beneficiosa para
el egipcio ínfimo la política imperialista por la masiva aportación de una mano de
obra nueva que lo libera de ciertas cargas laborales. En efecto, en el último nivel de
la escala social se encuentran los esclavos, cuya situación jurídica se ha ido
haciendo más compleja, conforme se hace más abundante la explotación de esta
mano de obra. Un papiro de Berlín menciona un pleito por la propiedad de una
esclava compartida por un particular y una comunidad. Algunos textos ratifican
que los esclavos tienen derecho a la propiedad, incluso de bienes inmuebles según
el Papiro Wilbour. Otros documentos afectan a la manumisión, que se puede
alcanzar mediante procedimientos de diversa índole, entre los que no es el menos
sorprendente el matrimonio. Incluso, poseemos algunas referencias a casas de
esclavas, que deben ser interpretadas algo así como granjas de producción de
esclavos. De este modo, la generalización de la esclavitud en todos los sectores
productivos provoca una devaluación de la mano de obra libre no propietaria, que
en ocasiones, cada vez más frecuentes, se ve obligada a venderse para poder
subsistir. Sin duda, la conquista territorial y la esclavización de los prisioneros de
guerra, documentado por doquier -inicialmente en el Papiro Anastasi III- incidió
de forma determinante en el progresivo cambio de la estructura productiva en
Egipto. Al final de la XVIII dinastía la mano de obra esclava se ha generalizado
tanto que hasta individuos de humilde situación pueden hacer uso de ella, aunque
sea en régimen de alquiler, según nos da a conocer otro papiro berlinés. Y ya en la
XIX dinastía entra a formar parte del imaginario egipcio la armoniosa relación
entre el esclavo y su propietario, como nueva referencia idílica de las relaciones de
producción.

El verdadero artífice de esta nueva situación había sido el ejército. Desde el punto
de vista estratégico había mejorado con la incorporación, como el resto de los
estados contemporáneos, de los veloces carros, desde los que combate la
aristocracia, a la usanza de los maryannu. El incremento de las unidades militares
conllevaba el problema del abastecimiento, que se convierte en un tópico de la
capacidad logística de los oficiales en las biografías de sus tumbas.

Pero la guerra, en sí misma, alcanza un grado insólito en la ideología faraónica,


apareciendo por primera vez narraciones en primera persona, como la estela de
Tutmosis III en Armant, que preludian el nivel propagandístico que alcanzarán
durante las dinastías XIX y XX. Para la elaboración de los relatos oficiales se hace
imprescindible una nueva figura, el reportero de guerra, un escriba del ejército que
tendrá como misión anotar cotidianamente su actividad. La expectativa de los
soldados se deposita en el triunfo que le dará acceso a una parcela de tierra; de esta
manera se estimula la participación, incluso de antiguos prisioneros convertidos
ahora en tropas regulares, y se retroalimenta el ambiente imperialista. Pero el
beneficio último es obtenido por la creciente nobleza que deposita su fuerza en el
aparato militar y que culminará con el acceso de Herihor.

Por lo que respecta a la administración de justicia, el faraón es la principal fuente


legislativa; sin embargo, los decretos reales no fueron recopilados en un código
legal como los que conocemos en otras culturas. En este sentido, el documento más
importante del Imperio es el decreto de Horemheb, pues no sólo nos permite
percibir el ambiente jurídico del reino, sino que describe el procedimiento judicial y
las penas (frecuentemente castigos corporales), que incluyen deportaciones,
confiscaciones e incluso la pena capital. Durante el Imperio Nuevo se produce un
desarrollo técnico considerable en algunos sectores productivos o de dominio. Por
ejemplo, es entonces cuando se introduce la fabricación del vidrio o el shaduf, una
sencilla pértiga para elevar cubos de agua. El contacto con Oriente enriquece las
técnicas de la guerra y el armamento. La agricultura se ve asimismo beneficiada por
la aclimatación de nuevas especies, como el granado o el incienso, y se crean
jardines botánicos, como el de Tutmosis III. También es un momento óptimo para
el desarrollo cultural, según se desprende de la atención prestada a los libros, que
se convierten en objetos de coleccionismo.

Para comprender el fin del Imperio convendría tener presente que junto a unas
tendencias generales concurren unos factores coyunturales que impidieron a la
estructura estatal salir adelante. Desde una perspectiva global se aprecia un
proceso de desestructuración motivado por la transformación del sistema
productivo hacia un régimen esclavista. El antiguo sistema redistributivo
garantizado por la burocracia se muestra ahora inoperante por diversas
circunstancias, entre las que se puede citar el anquilosamiento ocasionado por la
heredabilidad de los cargos, pero esto es una banalidad frente a otras razones más
profundas. De hecho, se constata un decrecimiento de los ingresos procedentes de
los territorios conquistados, lo que provoca una recesión económica acompañada
de una creciente inflación. El estado es incapaz de resolver el problema del gasto
público imprescindible para mantener al ejército, a los trabajadores dependientes,
el culto y las relaciones comerciales estatalizadas. El colapso económico impide las
tareas redistributivas, por lo que el caos -eufemismo con el que podemos definir la
insolidaridad- se apodera de las relaciones sociales y se manifiesta en la crisis
política. Una vez más Egipto se había quedado sin Maat.

BAJA EPOCA

TERCER PERIODO INTERMEDIO

El tercer periodo intermedio comprende desde la XXI Dinastía hasta la XXIV. Los
faraones que gobernaron desde Tanis, en el norte, rivalizaron con los sumos
sacerdotes de Tebas, con los que parecían estar relacionados. Los soberanos de la
XXI Dinastía puede que hayan tenido antepasados libios, porque fueron jefes libios
quienes dieron origen a la XXII Dinastía. Cuando los gobernadores libios entraron
en un periodo de decadencia, varios rivales se alzaron en armas para conquistar el
poder. De hecho, las XXIII y XXIV Dinastías reinaron al mismo tiempo que la
XXII, al igual que la XXV (cusita), la cual controló de forma efectiva la mayor parte
de Egipto cuando aún gobernaban la XX y XXIV Dinastías, al final de su mandato.

Los faraones incluidos desde la XXV hasta la XXXI Dinastías gobernaron Egipto
durante lo que se conoce como Baja Época. Los cusitas gobernaron desde el 767
a.C. hasta que fueron derrotados por los asirios en el 671 a.C. Se restablecieron los
soberanos egipcios a comienzos de la XXVI Dinastía por Psamético I. El resurgir de
nuevos logros culturales, reminiscencia de épocas anteriores, alcanzó su plenitud
con la XXVI Dinastía. Cuando el último faraón egipcio fue derrotado por Cambises
II en el 525 a.C., el país cayó bajo dominio persa durante la XXVII Dinastía. Egipto
reafirmó su independencia con las XXVIII y XXIX Dinastías, pero la XXX Dinastía
fue la última de soberanos egipcios. La XXXI Dinastía, que no se menciona en la
cronología de Manetón, representó el periodo de la segunda dominación persa.
Periodos helenístico y romano La ocupación de Egipto por las tropas de Alejandro
Magno en el 332 a.C. supuso el fin del dominio persa. Alejandro designó al general
macedonio Tolomeo, conocido después como Tolomeo I Sóter, para gobernar el
país. Aunque se nombraron también dos gobernadores egipcios, el poder estuvo en
manos de Tolomeo, quien en pocos años se hizo con el control absoluto del país. La
dinastía de los Tolomeos

La mayor parte de este periodo estuvo caracterizada por las rivalidades con otros
generales, que se habían adueñado de las distintas partes del imperio de Alejandro
Magno tras su muerte en el 323 a.C. En el 305 a.C. asumió el título real y fundó la
dinastía de los Tolomeos. El Egipto Tolemaico fue una de las mayores potencias del
mundo helenístico, y en varias ocasiones extendió su dominio sobre zonas de Siria,
Asia Menor, Chipre, Libia, Fenicia y otros territorios. Debido en parte a que los
gobernantes egipcios desempeñaron un papel reducido en los asuntos de Estado
durante el periodo de los Tolomeos, con frecuencia estallaron revueltas como
manifestación del desacuerdo de la población, que fueron rápidamente aplastadas.
En el reinado de Tolomeo VI Filométor, Egipto se convirtió en un protectorado
dependiente de Antíoco IV de Siria, que invadió con éxito el país en el 169 a.C.

Los romanos forzaron a Antíoco a entregarles el país, el cual quedó dividido entre
Tolomeo VI Filométor y su hermano menor, Tolomeo VII, que obtuvo el control
completo del país a la muerte de su hermano en el 145 a.C. Los siguientes
representantes de la dinastía preservaron la riqueza y la situación de Egipto, pero
perdiendo continuamente territorio a favor de Roma. Cleopatra VII fue la última
gran soberana de la dinastía de los Tolomeos. En un intento para mantener el
poder de Egipto se alió con Cayo Julio César y, más tarde, con Marco Antonio, pero
estas acciones sólo aplazaron el final del poder egipcio. Después de que sus tropas
fueran derrotadas por las legiones romanas mandadas por Octavio (después
emperador Cayo Julio César Octavio Augusto), Cleopatra se suicidó (año 30 a.C.).

EPOCA TARDIA

A los poderosos faraones de las dinastías XVIII, XIX y parte de la XX les


reemplazaron débiles monarcas que sumieron al país en una nueva etapa de crisis y
decadencia, con continuas usurpaciones del poder. Ramsés III, fundador de la XX
Dinastía (1198-1166 a.C.), levantó un enorme templo funerario en Madinat Habu,
cerca de Tebas, en la orilla occidental del Nilo, cuyos restos son de los mejor
conservados en la actualidad. La existencia de un palacio junto al templo indica que
el faraón frecuentó y habitó aquel lugar en bastantes ocasiones. Escenas de batallas
relatando las campañas de Ramsés III contra los invasores extranjeros (pueblos del
mar) aparecen representadas con gran viveza en relieves distribuidos por los muros
del templo. Las dinastías XXI a XXIV están consideradas como el tercer periodo
intermedio, un lapso de tiempo de más de 350 años en el que diversos monarcas se
establecieron paralelamente en Sais, Tanis y Bubastis, capitales del delta del Nilo,
en un momento de división política del país. La reunificación llegó con los faraones
de la XXV Dinastía; éstos fueron etíopes que penetraron desde Nubia avanzando
hacia el delta y ocupando Tebas. Respetaron las creencias y divinidades egipcias,
asumiendo también sus costumbres con la idea de ser ellos quienes tenían la
obligación de restablecer la gloria y el esplendor de Egipto. Restauraron los viejos
templos y construyeron otros nuevos dedicados a sus dioses. Tomaron los nombres
de los antiguos faraones y en sus producciones artísticas copiaron e imitaron
escenas y motivos de épocas pasadas. Recuperaron la tipología de la pirámide como
lugar de enterramiento. Durante su reinado los asirios, acaudillados por Asaradón,
llegaron hasta Tebas en el año 671 a.C., pero fueron rechazados. Poco después de
este primer intento fallido, el rey asirio Assurbanipal conquista Egipto
convirtiéndolo en provincia asiria, hasta que Samético I (664-610 a.C.) libera al
país de la dominación asiria y crea una nueva dinastía, la XXVI, denominada saíta.
Continuando la labor de restauración de viejas tradiciones iniciada por los etíopes,
durante el periodo saíta tiene lugar un florecimiento de las artes. Destacan los
trabajos escultóricos en bronce, de gran suavidad y blandura en el modelado, con
tendencia hacia formas contorneadas. Tuvieron contacto con los griegos, algunos
de los cuales habían servido en el ejército egipcio como mercenarios. También con
los judíos, a través de una colonia que éstos poseían en el sur, cerca de Asuán.

El arte de la XXVI Dinastía utilizó muchas formas y modelos del pasado, copiando
a veces literalmente los motivos de los antiguos monumentos. La XXVI Dinastía
acaba con la invasión del Imperio persa, y, salvo breves periodos, Egipto nunca
recuperó su libertad de manos de la dominación extranjera. La conquista del país
por parte de Alejandro III el Magno en el 332 a.C., y por los romanos en el año 30
a.C., introdujo a Egipto dentro de la órbita del mundo clásico, aunque persistieron
sus antiguas tradiciones artísticas. Alejandro (que había fundado la ciudad de
Alejandría, que se convirtió en un importante foco de la cultura helenística) y sus
sucesores aparecen representados en los muros de los templos como si fueran
auténticos faraones en un claro estilo egipcio. Los templos construidos durante el
periodo tolemaico (la dinastía fundada por Alejandro el Magno) repiten los
modelos arquitectónicos tradicionales de Egipto. El arte egipcio ejerció también
una poderosa influencia sobre las culturas de sus invasores. En los primeros
artistas griegos se reconoce una clara deuda con Egipto. Los romanos también
mostraron gran interés por el arte de este país, se llevaron a Roma piezas originales
extraídas de los templos y tumbas, e imitaron su estilo en numerosas esculturas
realizadas por artistas romanos. La influencia de Egipto, su cultura y su arte, así
como la fascinación que despiertan sus antigüedades, ha persistido hasta nuestros
días.

BAJA EPOCA

Los faraones incluidos desde la XXV hasta la XXXI Dinastías gobernaron Egipto
durante lo que se conoce como Baja Época. Los cusitas gobernaron desde el 767
a.C. hasta que fueron derrotados por los asirios en el 671 a.C. Se restablecieron los
soberanos egipcios a comienzos de la XXVI Dinastía por Psamético I. El resurgir de
nuevos logros culturales, reminiscencia de épocas anteriores, alcanzó su plenitud
con la XXVI Dinastía. Cuando el último faraón egipcio fue derrotado por Cambises
II en el 525 a.C., el país cayó bajo dominio persa durante la XXVII Dinastía. Egipto
reafirmó su independencia con las XXVIII y XXIX Dinastías, pero la XXX Dinastía
fue la última de soberanos egipcios. La XXXI Dinastía, que no se menciona en la
cronología de Manetón, representó el periodo de la segunda dominación persa.

PERIODOS HELENISTICO Y ROMANO

La ocupación de Egipto por las tropas de Alejandro Magno en el 332 a.C. supuso el
fin del dominio persa. Alejandro designó al general macedonio Tolomeo, conocido
después como Tolomeo I Sóter, para gobernar el país. Aunque se nombraron
también dos gobernadores egipcios, el poder estuvo en manos de Tolomeo, quien
en pocos años se hizo con el control absoluto del país.

LA DINASTIA DE LOS TOLOMEOS

La mayor parte de este periodo estuvo caracterizada por las rivalidades con otros
generales, que se habían adueñado de las distintas partes del imperio de Alejandro
Magno tras su muerte en el 323 a.C. En el 305 a.C. asumió el título real y fundó la
dinastía de los Tolomeos. El Egipto Tolemaico fue una de las mayores potencias del
mundo helenístico, y en varias ocasiones extendió su dominio sobre zonas de Siria,
Asia Menor, Chipre, Libia, Fenicia y otros territorios. Debido en parte a que los
gobernantes egipcios desempeñaron un papel reducido en los asuntos de Estado
durante el periodo de los Tolomeos, con frecuencia estallaron revueltas como
manifestación del desacuerdo de la población, que fueron rápidamente aplastadas.
En el reinado de Tolomeo VI Filométor, Egipto se convirtió en un protectorado
dependiente de Antíoco IV de Siria, que invadió con éxito el país en el 169 a.C. Los
romanos forzaron a Antíoco a entregarles el país, el cual quedó dividido entre
Tolomeo VI Filométor y su hermano menor, Tolomeo VII, que obtuvo el control
completo del país a la muerte de su hermano en el 145 a.C.. Los siguientes
representantes de la dinastía preservaron la riqueza y la situación de Egipto, pero
perdiendo continuamente territorio a favor de Roma. Cleopatra VII fue la última
gran soberana de la dinastía de los Tolomeos. En un intento para mantener el
poder de Egipto se alió con Cayo Julio César y, más tarde, con Marco Antonio, pero
estas acciones sólo aplazaron el final del poder egipcio. Después de que sus tropas
fueran derrotadas por las legiones romanas mandadas por Octavio (después
emperador Cayo Julio César Octavio Augusto), Cleopatra se suicidó (año 30 a.C.).

IMPERIO ROMANO Y BIZANTINO

Durante los siete siglos siguientes a la muerte de Cleopatra, el Imperio de Roma


controló Egipto (a excepción de un periodo breve en el siglo III d.C., en el cual el
poder fue ejercido por la reina Septimia Zenobia de Palmira). Egipto desempeñó un
papel fundamental en el suministro de cereales que Roma necesitaba para
alimentar a su cada vez más creciente población. El Egipto romano fue gobernado
por un prefecto, cuyas obligaciones militares y judiciales eran similares a las de los
faraones. Sin embargo, a causa del inmenso poder acumulado por los prefectos, sus
funciones fueron con el tiempo divididas por el emperador bizantino Justiniano I,
que en el siglo VI d.C. puso el ejército al mando de un comandante. La población de
Egipto se había helenizado bajo los Tolomeos, y comprendía grandes minorías de
griegos y judíos, así como otros pueblos de Asia Menor. La lengua copta comenzó a
desarrollarse independiente de la egipcia en esta época, bajo la influencia griega y
de otras lenguas semíticas. La mezcla de las culturas no supuso una sociedad
homogénea, y eran frecuentes los enfrentamientos entre los distintos grupos. Sin
embargo, en el 212 d.C., el emperador Caracalla otorgó la ciudadanía a toda la
población en el Imperio romano. Alejandría, la ciudad portuaria a orillas del mar
Mediterráneo fundada por Alejandro Magno, siguió siendo la capital del mismo
modo que había sido bajo los Tolomeos.

Convertida en una de las grandes metrópolis del Imperio romano, fue un próspero
centro comercial entre India, la península Arábiga y los países del Mediterráneo.
Fue la sede de la gran Biblioteca y Museo de Alejandría y tuvo una población de
unos 300.000 habitantes (sin contar a los esclavos). Egipto se convirtió en un pilar
económico del Imperio romano, no sólo a causa de su producción de cereales, sino
también por sus vidrios, metales y otros productos manufacturados. Además,
aglutinó el comercio de especias, perfumes, piedras preciosas y metales
procedentes de los puertos del mar Rojo. Con la finalidad de controlar la población
y limitar el poder de los sacerdotes, los emperadores romanos protegieron la
religión tradicional, terminaron o embellecieron los templos comenzados bajo los
Tolomeos e inscribieron sus propios nombres en ellos siguiendo las costumbres
faraónicas en Isna, Kawn Umbu, Dandarah y Philae. Los cultos egipcios a Isis y
Serapis se extendieron por todo el mundo grecorromano. Egipto fue también un
centro importante del primer cristianismo, a través de la vida monástica. La Iglesia
copta, que se adhirió al monofisismo, se separó de la corriente principal del
cristianismo en el siglo V. Durante el siglo VII, el poder del Imperio bizantino fue
desafiado por la dinastía de los sasánidas de Persia, que invadió Egipto en el 616.
Fueron expulsados de nuevo en el 628, pero poco después, en el 642, el país cayó
bajo el dominio de los árabes, que trajeron una nueva religión, el Islam, e
inauguraron un nuevo capítulo de la historia egipcia. Egipto bajo el califato
Irritados por la intolerancia religiosa y los excesivos impuestos a que les sometía el
Imperio bizantino, los egipcios coptos ofrecieron poca resistencia a los
conquistadores árabes. El califato, en cambio, sólo imponía a los pueblos
conquistados el pao de una capitación (jizyah) pero respetaba las prácticas
religiosas, las das y la propiedad de los coptos. Además de este impuesto, la
población masculina (estimada entre seis y ocho millones) pagaba el kharaj, un
impuesto sobre la propiedad agrícola.

GOBIERNO LOCAL

Los árabes no realizaron cambios en la administración y adoptaron el sistema


descentralizado bizantino basado en la existencia de gobernadores provinciales
dependientes del gobernador jefe, residente en la capital, Alejandría. Sin embargo,
trasladaron la capital a Fustat, unos pocos kilómetros al sur de lo que hoy es El
Cairo. Durante los siguientes dos siglos, Egipto estuvo regida por los gobernadores
designados por el califa, máxima autoridad de la comunidad musulmana. La
inmigración de las tribus árabes y la sustitución de la lengua copta por el árabe en
todos los documentos públicos comenzó un lento proceso de arabización que con el
tiempo produjo el cambio de un país cristiano de habla copta a otro musulmán y de
habla árabe. La lengua copta se convirtió en una lengua litúrgica.

LUCHA INTERNA

Durante el califato Abasí, los gobernadores se elegían por breves periodos.


Estallaron frecuentes insurrecciones por todo el país provocadas por las diferencias
entre suníes, o mayoría ortodoxa, y la minoría que se adhirió a los shiíes. En varias
ocasiones los coptos también se rebelaron para protestar por los excesivos
impuestos, pero tales levantamientos fueron reprimidos y perseguidos por las
autoridades. Las condiciones internas empeoraron a finales del siglo VIII cuando
un nuevo grupo de inmigrantes procedentes de al-Andalus se aliaron con una tribu
árabe y tomaron Alejandría, permaneciendo en el poder hasta que un ejército llegó
procedente de Bagdad y los expulsó a Creta. Las insurrecciones continuaron hasta
estallar entre los mismos árabes, que incluso derrotaron a un gobernador. Las
rebeliones coptas continuaron hasta que el califa Abdullah al-Mamun envió un
ejército para acabar con ellas en el 832. Este fue un periodo de arbitrariedad
gubernamental, sólo mitigada por la figura del qadi, magistrado musulmán que
mantenía la sharia (ley islámica) frente al abuso de poder y ayudaba a mitigar la
acción de los gobernadores. A pesar del predominio de la población rural,
florecieron los centros de intercambio comercial y Fustat creció hasta convertirse
en un importante núcleo comercial.

LAS DINASTIAS SUCESORAS AUTONOMAS.

A partir del 856, Egipto se concedió como un iqta (una forma de feudo) a la
oligarquía militar turca que dominó el califato de Bagdad. En el 868, Ahmad ibn
Tulun, un turco de 33 años, fue enviado al país como gobernador. Hombre de
talento y educación, Tulun gobernó de forma prudente y adecuada, pero también
transformó a Egipto en una provincia autónoma, vinculada con los Abasíes sólo por
el pago anual de un pequeño tributo. Tulun levantó una nueva ciudad, El-Qatai, al
norte de Fustat. Bajo su gobierno benevolente, Egipto conoció una época de
prosperidad y expansión llegando incluso a anexionarse Siria. La dinastía de Tulun
(los tuluníes) gobernaron durante 37 años un imperio que englobaba Egipto,
Palestina y Siria.

ÉPOCA MACEDÓNICA Y PTOLEMAICA


Muchos historiadores coinciden en dar por finalizado el Egipto faraónico tras la
conquista de Alejandro Magno, pero haremos un breve recorrido por esta etapa,
nombrando a los personajes más sobresalientes. También denominada la época
grecorromana, tiene su inicio en el 332 A.C., cuando Alejandro de Macedonia entró
en Egipto como libertador del país, que estaba dominado por los persas. El pueblo
le aceptó y lo coronaron faraón en Menfis. Su reinado fue muy breve, pero
consiguió conquistar el mayor imperio formado hasta el momento.

Fundó su capital en Alejandría, lo que hizo a Egipto entrar en una ruta comercial
muy importante.Desde allí dirigió una campaña contra el Imperio Persa, de la que
salió victorioso, y continuó hacia Babilonia, y Persépolis. Llegó a alcanzar la India,
pero su ejército se negó a seguir más allá y tuvo que regresar. A su llegada se dedicó
a reestablecer la ley y el orden en sus territorios. Murió a los 33 años, víctima del
paludismo.

Tras su muerte, sus sucesores no supieron mantener la unidad del Imperio,


repartiendo territorios entre sus generales y luchando entre ellos. Era el final del
sueño de Alejandro, que quería un solo estado con multitud de razas y culturas.

Durante la dominación grecorromana, Alejandría, además de ser centro neurálgico


del comercio de Egipto, fue uno de los centros culturales de mayor influencia en el
mundo clásico y su famosa biblioteca -la mayor del mundo, hasta su incendio en la
época de César-, creada por Ptolomeo I, reunía a los más destacados filósofos,
científicos y literatos de la época. También fue Ptolomeo I el iniciador de la
construcción del Faro de Alejandría, una de las siete maravillas del mundo antiguo.
Ptolomeo II llevó a su mejor momento el poderío de los Lágidas por el
Mediterráneo. Éste rey trasladó la capital a Alejandría y terminó la construcción de
su famoso Faro. En Egipto, favoreció el desarrollo de la cultura griega. Pero su
política exterior, al igual que su hijo Ptolomeo III, fue dirigida sobre todo a las
luchas helenísticas, más que a la historia de Egipto, con el fin de mantener buenas
relaciones con Macedonia y Grecia. Egipto había llegado a ser una potencia
mundial, con una cultura brillante, buenas relaciones comerciales y una economía
muy bien organizada Tras morir Ptolomeo III comenzó una época de decadencia.

Le sucedió Ptolomeo IV, un intelectual que no mostró interés por la política,


delegando en su ministro Sosibio, lo que hizo que despertara el nacionalismo en
Egipto. A su muerte reinó Ptolomeo V, menor de edad, hecho que, junto a la
inestabilidad del país aprovecharon Filipo V de Macedonia y Antíoco III para
repartirse las posesiones de Egipto. En este momento intervino Roma, que declaró
la guerra a Filipo V, tras negarse a devolver los territorios a Egipto. Fue derrotado
por Roma en la batalla de Cinoscéfalos.Tras esto, Ptolomeo V fue coronado a la
antigua usanza en Alejandría, y después en Menfis. Pero la situación, tanto interna
como externa, ya estaba demasiado deteriorada, hecho que aprovechó el clero
egipcio, logrando numerosos privilegios, como la exención de impuestos y
apoyando a las monarquías extranjeras. Ptolomeo V murió envenenado.

Su hijo Ptolomeo VI también ascendió al trono siendo menor, por lo que su madre
Cleopatra I fue la regente. Durante su reinado, el rey de Macedonia Antíoco IV,
invadió Egipto. Pero Roma, que contaba con un ejército muy poderoso, por medio
de un embajador, ordenó a los macedonios abandonar Egipto, hecho que fue
llevado a cabo pacíficamente.

Todo el mundo helenístico estaba en medio de una anarquía, lo que también


salpicó a Egipto, dando lugar a una serie de reinados de Ptolomeos incierta.Tras
éstos, Cleopatra VII, una joven inteligente y con grandes dotes de gobierno, subió al
trono de Egipto. Se casó con su hermano Ptolomeo XIV, que, por causa de sus
consejeros inició una guerra civil entre sus seguidores y los de su esposa y
hermana.Paralelamente, César protagonizó un golpe de estado en Roma,
provocando una guerra civil.

Cleopatra VII, viendo que era un hombre poderoso, lo sedujo, e hizo quie se
quedara varios meses en Egipto visitando los templos y monumentos. Durante este
tiempo nació un hijo de ambos, Ptolomeo Cesarion.

La influencia egipcia llegó a Roma, tanto en el ámbito administrativo, cultural y


social, como en el religioso. César pretendía unir Egipto y Roma. Pero días antes de
su coronación fue asesinado por los republicanos. Cleopatra volvió a Egipto, y
colocó como corregente suyo a su hijo.
Marco Antonio, lugarteniente de César, se unió a Cleopatra cediéndole los
territorios de Creta, Fenicia y Chipre. Comenzaron los problemas con Octavio, que
gobernaba en gran parte del territorio, lo que desencadenó una guerra que dejó
sitiado Egipto. Marco Antonio se suicidó, Ptolomeo Cesarion fue asesinado, y
Cleopatra, temiendo ser prisionera de Octavio, se suicidó haciéndose morder por
una cobra egipcia o aspid. Este es el final de la historia del Antiguo Egipto, aunque
su lengua y sus costumbres sobrevivieron cuatrocientos años más. Tras esto, los
templos fueron cerrados, el culto politeista prohibido, y los jeroglíficos dejaron de
ser utilizados. Terminaba la civilización egipcia, aunque su recuerdo y su herencia
continúan vivos en todo el mundo para siempre...

DIOSES DE EGIPTO

Anubis
Anubis aparece representado con forma
humana y cabeza de chacal, ya que solía
recorrer los cementerios. Es el dios de los
muertos y el supervisor del
embalsamamiento. Era el dios del nomo de
Cinópolis.
Bastis

Bastis es la diosa de Bubastis y se representa como


una mujer con cabeza de gato. Se la considera la
protectora de las mujeres y los niños, así como la
potencia que permitía la germinación. Hacer daño a
los gatos estaba prohibido ya que se les consideraba
su representación en la vida terrenal.

Bes

Bes era uno de los dioses más curiosos del


panteón egipcio. Enano, gordo y popular,
era el protector de la infancia contra los
espíritus malignos, siendo un gran
aficionado al baile y el canto.

Geb
Según la mitología, Geb, el dios de la tierra, y su
esposa Nut, la diosa del cielo, crearon el sol, que
cada día vuelve a renacer. Geb es representado con
un ganso, que es el jeroglífico que corresponde a su
nombre.

Hathor

Hathor es la diosa de Dendereh y


Afroditópolis, siendo su animal sagrado la
vaca por lo que a veces aparece
representada con la cabeza de ese animal
como símbolo del amor maternal; es la
diosa de la música, el amor y la alegría,
apareciendo como madre o mujer de Horus.
Hapy

Los egipcios debían buena parte de su existencia al


benefactor Nilo. Hapy era la deidad que lo
representaba, considerando que llegaba con la
crecida. Indirectamente era el dios de la fertilidad y
la riqueza del pueblo egipcio.

Horus

Horus es el dios halcón, protector de la


monarquía egipcia -por lo que los faraones
se consideraban sus representantes en la
tierra- y patrono de numerosos nomos. Se
le representa con la cabeza o el cuerpo del
halcón y es el dios hijo de la triada de
Osiris e Isis.
Isis

Isis es considerada la esposa de Osiris y la madre de


Horus; representada como una mujer que porta algo
en la cabeza. Simboliza a la madre perfecta.

Jnum

El dios creador Jnum era venerado en


forma de carnero o de hombre con cabeza
de carnero. Decían que daba forma a los
niños en un torno de alfarero y que luego
los implantaba en el vientre de su madre.

Maat

Muchos dioses tenían formas diferentes según la


época o la zona. Estas son tres representaciones de
Maat, diosa de la justicia, de la verdad y del orden.
En cada una de esas formas lleva la Pluma de la
Verdad sobre la cabeza.

Neftys

Esta diosa era hermana de Isis y ayudó a


ésta a resucitar el cuerpo mutilado de
Osiris. Las dos hermanas suelen ser
representadas juntas. Protegían los
sarcófagos y los canopes, a menudo en
forma de un par de halcones.
Osiris

Osiris era el dios de Busiris, representado como un


hombre encerrado en una envoltura funeraria; era el
dios de los muertos. Isis sería su esposa y Horus su
hijo. Los faraones consideraban que al fallecer iban
a encontrarse con él.

Ptah

Menfis era el centro de culto a este dios.


Los sacerdotes de la ciudad afirmaban que
Ptah era el dios supremo, quien había
creado a todos los otros dioses
pronunciando sus nombres.

Seth

Seth era el dios de Ombos y de todo el Alto Egipto.


Era el símbolo de todos los males al haber
asesinado a su hermano Osiris, siendo representado
como una criatura formada por diferentes animales.

Sobek

El dios cocodrilo reinaba en las aguas y se


decía que el Nilo era su sudor. Los
principales centros de culto a este dios eran
lugares donde había más peligro de ataques
de cocodrilos.
Tot

Tot era el patrón de los escribas y dios de la


sabiduría. Además, era un dios lunar. Era
representado en forma de ibis o de mandril.

Tríada de Abydos

Las tríadas eran pequeñas familias de


dioses venerados en una zona en particular.
La familia estaba constituida por un
marido, una esposa y un hijo. La tríada de
Abydos estaba formada por Osiris, su
esposa Isis y su hijo Horus, dios del cielo.

Tríada de Tebas

El dios principal venerado en los templos de


Karnak y de Luxor era el dios creador Amón. Su
esposa Mut era una diosa de la guerra y a veces era
representada en forma de buitre o de leona. Su hijo
era Jonsu, un dios luna, a menudo representado en
forma de momia.

Tueris

Tueris era considerada la diosa protectora


de los partos, al dar su protección tanto a la
madre como al recién nacido. Se la
representa en forma de hipopótamo hembra
en pie y embarazada.
Ra

Ra era el sol y viajaba con su séquito por el cielo,


en dos barcas, una para el día y otra para la noche.
Durante el día hacía rodar el sol, como si de un
escarabajo se tratara, por el cielo, envejeciendo
durante el transcurso del día y muriendo a la noche.
En el Imperio Nuevo se unió a Amón.

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