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La corriente funcionalista de la sociología de la

educación:
El debate entre educación y empleo
Ernesto Navarrete (Febrero, 2015)

La teoría del capital humano, parte de la premisa de que la educación aumenta la productividad
laboral, en la forma de otorgar determinadas capacidad es o habilidades directamente aplicables
en el proceso de trabajo, esto da mucho que pensar si se analiza el fenómeno social de la
educación.
En los años 50 existió un crecimiento acelerado del fenómeno educativo, y después de la segunda
guerra mundial, la educación se convirtió en una explicación al crecimiento de la riqueza, pues
efectivamente estaba encauzada a ello; a mejorar el trabajo y la producción.
Sin embargo, es natural que una sociedad que evoluciona de manera inherente e inminente,
constantemente cambie el cauce de sus fenómenos; hoy en día es muy escuchada aún frases con
la idea de que la educación tiene la función principal de eliminar la pobreza y quizá siga siendo una
de sus funciones esenciales, pero en este texto se plantean otras funciones que van desde la
socialización hasta la diferenciación y la justicia entre las clases sociales.
Esto, en una interpretación personal, me dice que la existe ncia de las instituciones educativas
hace justa la desigualdad en las posiciones sociales todos tienen las mismas oportunidades, si eres
pob e, es po ue no estudiaste”.
Empero, la educación como fenómeno existe no sólo en la institución educativa; comienza desde
la institución familiar y es ahí donde cabe la pregunta ¿La educación familiar también está
encauzada a eliminar la pobreza? Quizá no, por el contrario se trata de lograr la independencia del
educando, de darle motivación e individualidad y de hacerlo aceptar las reglas que permiten el
funcionamiento constructivo de la organización; la eliminación de la pobreza no es entonces el
o jetivo de la edu a ió fo ativa, pe o sí el de la ot a edu a ió la ue se t ata de la
profesionalización del saber.
El impacto predecible o imaginable de esta premisa, debería entonces verse reflejado en los
salarios, aquél que ha profesionalizado su saber y se ha convertido en un miembro productivo,
generador y transformador de la riqueza, debiera tener un mayor nivel adquisitivo
monetariamente hablando; pero es el evidente el hecho de que la desigualdad económica no está
subordinada a la falta de profesionalización, sino al hecho de que no todos los individuos , y
puntualmente, no todas las familias, valoran al acto educativo/informativo/profesionalizante, de
la misma manera.
Sucede como si el saber fuera un capital, pero no todos los grupos sociales son conscientes de que
la cultura y la profesionalización ya son por sí mismos una herramienta de poder adquisitivo. Por el
contrario, hay una generalizada inconsciencia hacia la contribución de la profesionalización de
individuos en la sociedad; eso explica que hoy en día se siga enfocando en las aptitudes del
educando y no en sus actitudes.

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