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MATERIAL ELABORADO A PARTIR DE:

Rodríguez, Martha. (2016). Clase 1: Las ciencias sociales y su objeto de estudio. Sus orígenes y características.
Especialización docente de nivel superior en Ciencias Sociales en Primaria. Buenos Aires: Ministerio de Educación y
Deportes de la Nación.

Una parte importante de las decisiones que tomamos como docentes sobre la enseñanza de las ciencias sociales,
contenidos y la práctica cotidiana con los alumnos se vincula fuertemente con las ideas que poseemos acerca de las
disciplinas académicas de referencia.

¿Qué son las ciencias sociales?

Una primera aproximación a la pregunta “¿qué son las ciencias sociales?” podría ser: el conocimiento que tiene por
objeto lo social. Pero, ¿qué es lo social? Podríamos decir que comprende todos los aspectos de la realidad que
involucran la acción de hombres y mujeres del pasado y del presente. Esto incluye una enorme y compleja cantidad
de hechos y procesos de muy diverso tipo. Por eso, lo social es un objeto que se estudia y explica gracias a la
contribución de diversas ciencias, como la historia, la geografía, la economía, la sociología y la antropología. Es decir,
lo que llamamos ciencias sociales no son una única ciencia sino un conjunto de ciencias que comparten un mismo
objeto, pero lo estudian desde diferentes perspectivas, enfoques y métodos.

El surgimiento del pensamiento científico

Desde la Antigüedad y a lo largo de la Edad Media, las personas que realizaban actividades vinculadas al pensamiento,
a la reflexión sobre la naturaleza o la sociedad eran consideradas pensadores o filósofos, sin importar el tema que
estudiaran ni el modo en que lo hacían. Estos pensadores y filósofos se ocupaban de una gran diversidad de temas y
no utilizaban lo que actualmente denominamos método científico.

La revolución científica de los siglos XVI y XVII introdujo una diferencia fundamental respecto de la reflexión tradicional
sobre la naturaleza: el propósito de estudiarla a partir del método experimental. Pensadores como Bacon, Descartes,
Hume o Kant reflexionaron y escribieron sobre las características del conocimiento científico y de su método de
trabajo. Se trataba fundamentalmente de analizar el mundo tomando como punto de partida la observación y evitando
especular a través del pensamiento. De ser posible las observaciones debían ser realizadas y controladas por el
científico. Esta nueva forma de llegar al conocimiento a través de la experimentación no tuvo aceptación inmediata;
por el contrario, se fue imponiendo lentamente a lo largo de los siglos XVIII y XIX.

¿Cuándo surgen las ciencias sociales?

Es a lo largo del siglo XIX y principios del siglo XX que la historia, la geografía, la economía, la sociología y la antropología
se consolidaron como disciplinas científicas, se empezaron a estudiar como carreras en las universidades y empezaron
a graduarse allí personas que vivían del desempeño de esas actividades, por ejemplo, dando clase en universidades,
institutos y escuelas; investigando, escribiendo libros, o asesorando a los poderes públicos. También proliferaron los
centros de investigación, las bibliotecas y los archivos, la publicación de libros, y en muchos casos, el interés del Estado
por la producción de conocimientos sobre la sociedad que pudieran contribuir a su legitimidad o al desarrollo de
determinadas políticas públicas.

El camino hacia esa institucionalización de las ciencias sociales fue un largo proceso cuyo origen se remonta a las
transformaciones que se registraron en las sociedades europeas a partir del siglo XVIII. La expansión del capitalismo,
el surgimiento de nuevas formas de producción basadas en la industria, los cambios políticos y sociales producidos al
calor de la Revolución Francesa y el surgimiento de los Estados Nacionales y de nuevas clases sociales como la
burguesía y el proletariado generaron rápidos y grandes cambios en los más diversos aspectos de las sociedades. Esto
estimuló el interés por conocer las características de ese nuevo orden, en algunos casos para dar con las claves que
permitieran mantenerlo y consolidarlo, otros pensadores en cambio, consideraron que las transformaciones
contemporáneas –especialmente la expansión del capitalismo- mejoraba la vida solo de algunos pocos y acentuaba la
explotación de la mayoría, por eso se dedicaron a estudiar cómo modificarlo o terminar con él.

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El punto de ruptura, que conducirá en los siglos siguientes a la constitución del campo de estudio de las hoy llamadas
ciencias sociales puede ubicarse entre fines del siglo XVII y el siglo XVIII. En ese momento la centralización operada
por las monarquías europeas puso en el centro del debate los problemas de la organización política y el poder. La
sociedad y la política comienzan a ser pensadas como el resultado de una construcción colectiva realizada por los
hombres: son estos los que crean y organizan la sociedad en el marco de las relaciones que establecen con otros
hombres. Nace así la idea de “contrato social”, de soberanía popular y la discusión sobre las formas concretas que
debía adoptar esa soberanía. Asociados a los nombres de Hobbes, Locke, Montesquieu o Rousseau esos conceptos
recorrerán el pensamiento político y serán centrales en la construcción del campo de estudios de la actual Ciencia
Política.

Del mismo modo, la generalización de las relaciones mercantiles y la rápida expansión del modo de producción
capitalista generaron un conjunto de nuevos problemas vinculados a la circulación, el comercio y la producción de
bienes que estimularon una reflexión sostenida sobre la economía y sus vínculos con la política y la sociedad. Adam
Smith, David Ricardo y más tarde Karl Marx, entre otros, escribirán la mayor parte de sus obras motivados por estas
cuestiones, dando los primeros pasos en la construcción del campo de la economía. Tanto la ciencia política como la
economía surgen al calor de la generalización de la organización social capitalista impulsada por la burguesía liberal, y
su confianza ciega en el progreso que acompañaría la expansión de ese sistema.

La sociología en cambio, surge como resultado de la aparición de conflictos al interior de esta nueva sociedad. Sus
reflexiones se van a concentrar especialmente en las consecuencias no deseadas de la modernización, como la
creciente conflictividad social, la pérdida de las antiguas formas de vida y sus valores, o el problema de las multitudes.
Las transformaciones económicas, sociales y políticas ponen en primer plano a un nuevo actor social, el proletariado
urbano, y un nuevo tipo de conflictividad social.

Emerge desde la perspectiva de los grupos dirigentes el problema de las multitudes, de las masas y del riesgo que
representaban para el mantenimiento del orden social. Las explicaciones que los distintos pensadores ensayaron
cubren un amplio espectro de propósitos e ideas, van desde la preocupación por el mantenimiento del orden social
vigente (es el caso de intelectuales como Emile Durkheim y en general toda la sociología clásica) a la reflexión sobre la
explotación y alienación del hombre a la que conducía el capitalismo y las alternativas de superación a éste como en
la sociología crítica de Marx y en general en el marxismo.

Tanto la economía, como la sociología, la ciencia política o la historia se ocupaban de estudiar a las sociedades
europeas, donde se habían producido los cambios sociales, económicos y políticos mencionados. Pero estos cambios,
estimularon a su vez la expansión de los países europeos hacia nuevos territorios en ultramar, que podían convertirse
en nuevos mercados para sus productos o para comprar materias primas, o simplemente en espacios sobre los cuales
imponer su dominio. Esta expansión imperialista en la que se embarcaron la mayoría de las potencias europeas las
enfrentó con sociedades de otros continentes. Esos pueblos, distintos étnica, cultural y socialmente, pasaron a ser el
objeto de estudio de otra novel ciencia social: la antropología.

El modelo de sociedad burguesa que se consolidó a lo largo del siglo XIX se apoyó en la afirmación de la universalidad
progresiva de la experiencia histórica europea. La historia de Europa, su cultura, tradiciones y sus rasgos étnicos son
considerados como el punto de llegada, la superación tanto de sociedades del pasado como de otros pueblos
contemporáneos a los que se conquista y se intenta incorporar a ese modelo, en algunos casos, puesto que la otra
opción era el exterminio al que se legitimaba por la supuesta inferioridad.

Aunque este proceso no ocurre sin resistencias, su generalización impacta fuertemente en el mundo intelectual de la
época. Las ciencias sociales se verán influidas por esa visión universal y progresiva de la historia en la que todos los
pueblos y sociedades están organizados según una escala jerárquica. La historia de la civilización es una sola y tiene
varias etapas. La cúspide de este proceso estaba reservada a las sociedades capitalistas de Europa occidental,
consideradas como punto de llegada del progreso social.

El surgimiento de la geografía y la historia como disciplinas científicas

A continuación, nos dedicaremos a analizar el proceso de surgimiento de las dos disciplinas que tienen mayor
presencia en la tradición escolar: la historia y la geografía. Esto no es casual, por el contrario, su centralidad en los
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sistemas educativos es consecuencia de las virtudes que las elites dirigentes encontraron en ellas para la formación
de ciudadanos y patriotas.

El caso de la geografía

Durante buena parte del siglo XIX en muchas universidades europeas se estudiaba junto a la historia, como el marco
espacial, como una especie de escenario que permitía situar y estudiar los acontecimientos históricos. Será la
introducción de la geografía –también de la historia como veremos con detenimiento en la clase 3- como materia
destacada en la enseñanza elemental y secundaria en las últimas décadas del siglo XIX uno de los principales motores
de la revalorización de esta disciplina. Tanto la geografía como la historia pasaron a tener una función política y social
relacionada con la consolidación de una identidad nacional, por eso cumplieron un rol central en el proceso de
consolidación de los estados nacionales modernos. En el caso de la primera, la construcción de representaciones sobre
el territorio nacional como ámbito de la soberanía política de los noveles estados, pero también como el referente
natural y el límite de la pertenencia comunitaria, fue fundamental para formar a los docentes de las futuras
generaciones de alumnos -en un contexto de generalización de la educación elemental-. Para ello es que empezaron
a crearse cátedras y carreras de geografía en las universidades en las últimas décadas del siglo XIX.

Un ejemplo de la importancia que empezó a tener para los Estados Nacionales la delimitación precisa de los contornos
del territorio sobre el que se ejerce soberanía política fue la organización en la Argentina de la Oficina Topográfica
Nacional. Creada en 1879 por el entonces ministro de Guerra y Marina J. A. Roca, su tarea principal era el
reconocimiento y mapeo del territorio nacional en momentos en que la llamada “Campaña al desierto” había
permitido poner bajo control del Estado Nacional una gran cantidad de tierras de la zona de pampa y Patagonia. A
principio de siglo XX esa oficina se convirtió en el Instituto Geográfico Militar y quedó bajo el control del ejército hasta
el 2009 en que cambió su denominación por la de Instituto Geográfico Nacional, pasó a la órbita civil y se integró como
dependencia del Ministerio de Defensa.

El caso de la historia

Desde los tiempos más remotos hubo personas que dedicaron parte de su tiempo a contar o escribir sobre el pasado,
algunos trascendieron su época y aún hoy son reconocidos como autores representativos de la historiografía clásica o
medieval, como Heródoto, Tucídides, Polibio, Plutarco, Tito Livio, Tácito, Froissart o de Fiore. Sin embargo, la moderna
historiografía, es decir la forma actual de concebir la historia y el trabajo del historiador surge recién a fines del siglo
XVIII.

A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, la historia se institucionaliza, se convierte en una disciplina profesional a
partir de un conjunto de reglas y protocolos de trabajo que se enseñan y se aprenden en instituciones especializadas
como las universidades. De ahí en adelante se formarán allí los historiadores profesionales. Como en el caso de las
otras ciencias sociales, la profesionalización implicó también que los estudios dejaran de ser un pasatiempo o una
actividad complementaria, para convertirse en una profesión de la que trabajar para vivir. Este hecho, no impidió sin
embargo que otras personas siguieran construyendo interpretaciones sobre el pasado y el presente (escritores,
periodistas, testigos, etcétera).

A este proceso contribuyó también –al igual que con la geografía- la demanda de los nacientes estados nacionales por
configurar una identidad colectiva que aglutinara a los ciudadanos. En la organización curricular de los noveles
sistemas educativos nacionales, la historia ocupó un lugar central porque se consideraba imprescindible conocer la
forma en que una nación se había convertido en tal para profundizar el patriotismo y el sentimiento de pertenencia a
esa nación. También se consideraba imprescindible conservar “los restos” del pasado de las naciones, para lo que se
promovió la creación de archivos, bibliotecas, academias e instituciones dedicadas a la protección del patrimonio.

El tipo de historia que se generaliza en las últimas décadas del siglo XIX, ciertamente contribuía a este propósito, era
sobre todo un relato de “grandes hombres”, militares, políticos, diplomáticos; patriotas cuyas cualidades y acciones
podían explicar la propia historia de las naciones. Era una historia de los grandes acontecimientos políticos, organizada
según un desarrollo cronológico y un formato de historia nacional.

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