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Vida del espíritu

y tiempo de la polis
Hannah Arendt entre filosofía y política
Simona Forti

Yida del espíritu


y tiempo de la polis
Hannah Arendt entre filosofía y política

Prólogo dc Fina Birulés

Traducción de Irenc Romera Pintor


y Miguel Ángel Vega Cernuda

L,DrcroNES cÁrnonn
L]NIVEITSITAT DE VAI-I.INCIA
INS'I'I'I'L]'I'o DE LA MI].IER
Feminismos

Consejo asesor:

tr II C) S O F lA GiuliaColaizzi:UniversitatdeValéncia
' .'.".-- rI o a§ María Teresa Gallego: Universidad Autónoma de Madrid
Y U e l( rr - lsabel Martínez Benlloch: Universitat de Valéncia
Mary Nash: Universidad Central de Barcelona
Verena Stolcke: Universidad Autónoma de Barcelona
Amelia Valcárcel: Universidad de Oviedo
lnstiluto de la Mujer

Direccitin y coonlinaci(tn: Isabel Morant Deusa: Univcrsitat dc Valéncia Prólogo

)c25 I Como ustedes pueden ver soy un


individuo judioJémini generzs, nacida y
Lr,I,s Discño dc cubicrta: Clarlos Pórez-Bcrnrútlez
educada en Alemania como tampoco es
diflcil de adivinar

HnNNnu AnuNlrrl

nftrt= )/24 Hannah Arendt ya no es una desconocida en nuestro pais.


Reservatlos todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido
por la Ley. que establece penas de prisión y/b multas,.además de las
En los últimos años se han ido traduciendo y reeditando sus
' obras más importantes; sin embargo, pocos son los estudios
correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios' para
quienés reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren
públi.urért", en todo o en parte, una obra literaria'.anística
sobre su pensamiento publicados entre nosotros. Vida del espíritu
o científica, o su transfbrmación, interpretación o eiecución v tiempo de la polis -que con estas páginas presentamo
artística fijada en cualquier tipo de soportc o comunicada
a través dé cualquier medio, sin la preceptiva autorización'
una de las monografias más importantes aparecidas en la últi-
ma década. Su autora, la filósofa italiana Simona Forti, viene
ocupándose de la filosofia política del siglo xx, con especial
atefción al uso filosófico de la categoría de totalitarismo2,
como un indicador de la topología filosófica contemporánea
N.I.P.O.: 207-0 I -028-3 desde Carl Schmiff a Foucault, desde los primeros años 30 has-
O 1996 by Franco Angeli S.r.l., Milano ta las denominadas teorías de la globalizactón.
Edizionc in lingua spagnola eff'ettuata con I'intermediazione
dell' Agenzia Letteraria Eulama
O Ediciones Cátedra (Grupo Anaya, S. A.), 2001
I Discurso pronunciado en Copenhague en 1975, con motivo de la con-
Juan lgnacio Luca de Tena, 15. 28027 Madrid cesión del premio Sonning. Existe trad. cat.: «El gran joc del món» en la
Depósito lcgal: M. 32.1"15-2OOl revista Saber, núm. 13, 1987.
I.S.B.N.: 84-37 6-1920-3
Tirada: 2.000 ejernPlares
2 Simona Fort| il tofalitarismo, Roma-Bari, Laterza,200l. Forti esta
Printed in SPain preparando también una antología sobre Filosofia e totalitarismo, que apare'
ImPreso en Anzos, S. L. cerá próximamente en Einaudi.
Fuenlabrada (Madrid)
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Fr 250481
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A partir de los interrogantes planteados y de las perplejida- [...] no quería scr una cxccpcitirr,
des expresadas en Zos orígenes del totalitarismo (1951), Vida sino un ciudadano, un «micrnbro de la
comunidad»
del espíritu y tiempo de la polis muestra el itinerario de Hannah
Arendt y trata de subrayar la doble fuente de su pensamiento, H,tNNnu AnnN» ra
los dramas historicos vividos en primera persona, por rma par-
te, y la influencia de la filosofia de la existencia, en particular El carácter poco ortodoxo del pensamiento de Arendt la ha
la de Heidegger, por otra. La interpretación que esta monogra- convertido durante años no sólo en una desconocida para la
fia nos ofrece deriva en buena medida del hecho de haber to- cultura filosófica. sino también en una extraña al movimiento
mado en serio aquella tesis de la propia Arendt, según la cual el feminista. Así, en 1976,y al referirse a una de las obras arend-
<<pensamiento surge de los acontecimientos de la experiencia tianas más conocida - o por lo fflenos, más citada ,-, La con-
üvida y debe mantenerse vinculado a ellos como a los únicos dic:i(¡n humana (1958), Adrienne Rich escribía:
indicadores para poder orientarse>>, y asimismo de no haber ob-
viado el carácter poco ortodoxo del pensamiento de esta teóri- Leer este libro, escrito por una mr-rjer de gran espíritu y
ca de la política. Se diría que Simona Forti se niega aparticipar gran erudición, llega a ser doloroso, porque encarna la tragedia
en 1o que ella misma ha denominado posteriormente la urbani- de una mente femenina impregnadade ideología masculina. De
zación de la provincia arendtiana3, esto es, entiende que no se hecho este fracaso nos afbcta a todas, porque el deseo de Arendt
trata de interpretar el pensamiento de Arendt a través de nor- de capturar profundos aspectos morales es el tipo de preocupa-
malizarlo, ni de extraer la punta provocativa o indigerible de ción que necesitamos para construir un ntundo común que sig-
nrfique algo más que un simple cambio de estilo tle vidu5.
ura obra que ha sido desconocida durante muchos años por la
cultura filosófica, posiblemente aruz de la renuncia de su au-
Hasta bien avanzada la década de los 80, la mirada que las
tora a cualquier estrategia sistemática, así como de su decisión
tcóricas feministas('habían dirigido a la obra de Arendt estuvo
de afrontar situaciones aporéticas dejando casi siempre abiertas
en buena medida en sintonía con las palabras de Rich. Efecti-
las confadicciones que en ellas emergen. Wda del espíritu y
varnente, la distinción entrc lo público y lo privado, establecida
tiempo de la polis da razón del pensamiento de Arendt aten-
en el libro de 1958, encajaba mal con el eslogan «lo personal es
diendo no tanto a la cronología cuanto alalógicaintema de sus
político», y al rnisrno tiempo señalaba que el feminismo no ha-
principales problemáticas y, en el mismo gesto, trata de poner
bía sido una preocupación cn cl pensamiento de Arcndt, y que
de relieve los motivos que llevaronalapensadora a hacer coin-
ésta no había tomado en consideración la política dc las rnuje-
cidir la historia de la filosofia política con un progresivo ocul-
rcs como una opción digna de ser tcnida en cuenta en su tenta-
tamiento del significado originario de lo político, y a mostrar
y poder a do- tiva cle rehabilitar la dignidad cle la política.
qu.e
$námicas han reducido lapraxis apoiesis el
fruruo.
r Clon cstas palabras, Arendt sc rcf'eria a Kafka en su artículo de 1944
*** «Franz Kafka, rcvalorado» (Fl Kalka, Obnt.s Cutplela^s, Barcelona, Calaxia
Gutenbcrg/Círculo de Leclorcs, 1999, pág. 192).
t Adriennc Rich, Sbá¡r mentints, sect'eto.t l: silencit¡s, Barcelona. lca-
lia. lel{J. págs. 25{)-251.
" Véase frlisabcth Young-Bruehl, «llannah Arendt anlong l,'entinists»
'r «lntroduzione. Hannah Arendt: filosofia e politica», en Simona Forti en [-. May y J. Kohn (eds.), Hanntth Arendt. Tv,entv Year,s Loter, Massachu-
(ed.),llannah Arendt, Milán, Mondadori, 1999, pág. lI. sctts, The Ml-[ ]'}ress, 1996.

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A pesar de ello, en su obra y en su vida, constatamos cier- minista. Si en sus textos cabe leer reflexiones sobre la diferen-
ta consciencia del «problema» con el que se topa cualquier mu- ciatt, éstas giran siempre en torno alaidea contenida fras una
jer que no se limite a desempeñar las tareas que tradicional- frase que repite desde las duras experiencias que, como judía,
mente le han sido atribuidas. Basten como muestra su reseña le tocó vivir en los años 30: «§i a una la atacan como judía, tie-\
de 1933 del libro El problema de la mujer en el mundo con- ne que defenderse como judía. No como alemana, ni como ciu- '¡
temporáneo1, en la que observaba que, si bien desde el punto dadana del mundo, ni como titular de derechos humanos ni /
de vista legal, las mujeres están en situación de igualdad, toda- nada por el estilo», refiere en una entreüsta de 196412. /
vía se encuentran atrapadas en contradicciones sociales, como De este modo, a pesar de entender que la política tiene qu\
madres o trabajadoras de segunda; o su carta a Jaspers de (l ver con la acción y no con lo que nos es naturalmente dado, et{
noviembre de 1961) en la que comenta amargae irónicamente sus escritos, ante la acusación --derivada del escándalo que
la hostilidad con la que su «amigo» Heideggerhabíarecibido la provocó su libro sobre el proceso de Eichmann- de su su-
publicación de La condición humana, y en la que escribe al res- puesta falta de amor por el pueblo judío, leemos palabras
pecto: «le parece intolerable que mi nombre aparezcaen públi- como: «nunca he pretendido ser nada más ni nada distinto de lo
co, que yo escriba libros, etc.»8. Pero donde esta consciencia se que soy, y ni siquiera he tenido tentación alguna al respecto.
percibe quizá con mayor fuerza es en las diversas anécdotas Para mí habría sido como decir que soy un hombre y no una
que dan cuenta de su decidida voluntad de no ser considerada mujer, o sea una locura [...]. Existe u:ta cosa tal como la grati-
una «mujer de excepción»»; asi, cuando en 1959 fue invitada en tud fundamental por todo aquello que es como es, por lo que
Princeton a ser la primera mujer con el rango de catedrática, nos es dado y no hemos hecho nosotros ni puede ser hecho»l3.
contestó del modo siguiente a un entrevistador que la interro- Desde mediados de los 80, la teoría feministala empezó a
gaba sobre este «ser la primera mujer que...)): <<No me molesta considerar a Harurah Arendt como <<una de las nuestras» no
en absoluto ser una mujer profesor, porque estoy muy acos- sólo por su apuesta de gratitud hacia lo dado y por su atención
tumbrada a ser una mujen>e. a la «diferencia» judía, sino también, y muy especialmente, a
De hecho, su rechazo a ser tenida por una excepciónl0 tie- partir de unarelectura de categorías como las de natalidad, plu-
ne mucho que ver con la compleja y trágica historia de la asi-
milación de los judíos alemanes a la que tantas páginas dedicó. rr «Es irrcludable que allí donde la vicla púrblica y su lcy cle igualdad sc
En su obra merecen notable atención los colectivos o los indi- imponen por complcto, allí donde una civilización logra elirninar o rcducir el
viduos a los que ha sido negado el acceso al ámbito político o oscuro fonclo dc la clifbrcncia, esa misma vicla pública concluirá cn una com-
que han sido expulsados del mismo, pero Arendt llegaa esta te- pleta petrificación.» H¿rnnah Arenclt, Los u.ígenes del totalitarisrrr.r, Madricl
mática desde su condición de judía, y no de mujer ni como fe- Alianza. 1987. pág. 4.17.
rr Günter Gaus, «Entrcvista con Hannah Arcndt». Revi,sta de Occiclen-
/r', núm. 220, scptiembre de 1999, pá9.97.
7 Reseña, en Die Gesellschaft 2, 1933, de Alice Ruhle-Gerstel, Das lr Carta a Gershom Scholem, 20 dc julio de 1963, en Raíces. Revisfu
Frauenproblem der Gegenwart : Eine P sychologische Bilanz. judíu de cultura, núm. 36, otoño de 1998.
8 Hannah Arendt-Karl Jaspers Briefwechsel 1926-1969, Múnich, Pi- lr Véanse los artículos de Adriana Cavarero y Laura Boella en Mettere
per, 1985. ul ntontkt il mondo, Milán, La Tártaruga, 1990 (hay trad. esp. en Barcclona,
e Citado en la esquela de Arendt, Nq,v York Times, 5 de diciembre lcaria, 1996); Marisa Forcina, Ironia e sapere.fémminili, Mllá1, Franco An-
de 1975. Referencia citada por E. Young-Bruehl, Hannah Arendt, Valencia, gcli, 1995, liangoise Collin, «La acción y lo clado», en Fina Birulés (ed.), li-
Alfons El Magnánim, 1993,pág. 35 l. Io.xfía yt génerut. IdentídadesJémeninas, Pamplona, Pamiela, 1992; Bonnie
r0 Aceptar ser una excepción significa al mismo tiempo reconocer la va- llonig (ed.), l-eminists Inferpretations o.f llannah Arenclt, State Park,
lidez de la regla de la que se es excepción. I'ennsylvania State University Press, 1995.

l0 1l
/

ralidad, paria,las cuales, acaso, permiten empezar a satisfacer


la necesidad, expresada por las palabras de Adrienne Rich, de
construir un mundo común que signifique algo más que un
simple cambio de «estilo de üda». Aunque bien conviene re-
cordar, como lo hace Simona Forti en las páginas que siguen a
esta presentación, que Arendt jamás entenüó lateona política
como aquella disciplina que nos dice qué pensarpara que sepa-
mos cómo actuar, sino que dedicó buena parte de sus esfuerzos
a eitar los fáciles intentos contemporáneos de reconciliación
enÍt teoría y praxis, puesto que se sentía radicalmente alejada
de la tentación de pensar con el mínimo de complejidad escé-
rica, característica de la filosofla tradicional. Vida del espíritu En memoria de mi padre Renzo
no es poco- de y en memoria de Reiner Schürmann
y tiempo de la polis, trata simplemente
-y
iluminar algunos de los caminos a través de los cuales los hilos
de pensamiento arendttano han seguido influyendo o entrete- Porque olvidar es abandonar
jiéndose, a menudo de forma no armónica y con frecuencia y escribir es un modo de recordar
enojosa, con los debates contemporáneos.
É. Wiesel, Elotvitlo
Fm¡ BrnulÉs

t2
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La reconstrucción de una difusión

Corno si reparasc un injustificado desinterés que se ha


rnantenido durante varios años. la literatura crítica sobre Han-
nah Arendt ha crecido en el últirno decenio hasta llegar a ser
casi incontrol¿rble. Me parece útil, por lo tanto, proponer una
reconstrucción sintética de las etapas que han señalado la re-
cepción dc su obra. Antcs de explicitar desde qué perspectiva
me he acercaclo a clla, ute dt:tettdró sobre aqucllas hipótcsis irt-
tcrpretativas quc han contribuido a construir la irnagen de Han-
nah Arendt que circula en la «cotnunidad científica>>, haciendo
rnía la antigua convicción según la cual «la historia de la histo-
riografizr ayuda a definir, afiontar y resolver los problemas his-
tóricos»r. Quizás con la secreta esperanza de que las decisiones
que vertebran este trabajo no necesiten justificación ultcrior.

l. UNn utsr()RtA I)ts(tt-JT'tI)A


Y UNA }IIS'|ORIA DISCTJTIT]I-I]

1. La notoricdad de Hannah Arendt data de la publica-


oión de Los orígenes tlr'l totulifut'ismo2. Durante años la crí-

I A. Momigliano, Sui .fitrulamenti dellu storíct antic:tt, Turin, Einaucli,


1984, pág. Vlll.
r Ct H. Arcndt, The Ori,gins ofTbtuliÍuria¡rism, Nucva York, Harcourt,

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7

tica se interesó casi en exclusiva por esta obra, discutiendo


principalmente si el análisis de los hechos que presentaba flexión teórica y los acontecimientos históricos. El análisis
puntual de la situación del pueblo hebreo permite discernir en
era correcto o parcial. El peculiar modo arendtiano de en_
estos ensayos un primer apunte de aquella crítica que más tar-
frentarse a la historia ha provocado no pocas perpleji<fades,
de se dirigirá, claro que de manera más elaborada, a las dinámi-
sobre todo cuando se considera desde los cánbnés tiadicio-
cas políticas de la modemidad. Aunque no sean el tema de este
nales del rigor metodológico. De hecho en este libro, así
tfabajo, es oportuno recordar que dichos textos asumen elpro-
como en toda Ia obra de la autora,hay una especie de refle_
blemá hebreó como exponente de la alienación generalizada de
xión circular entre la reflexión teórica y el anáiisis históricr,
la política, que ya entonces se veía como rasgo dominante y
circularidad que se manifiesta en ,na .e,l de continuos reen-
distintivo dqtoda la época modernaa. La perspectiva de cons-
víos entre la búsqueda del hecho concreto y la respuesta
dada por categorías conceptuales, las cuales, u ., ,"r, ,"
truir una nueva patria para los hebreos capaz de conservar su
propia identidad salvaguardando la de las minorías se interpre-
presentan casi como una especie de comprensión previa de
ta el querer recuperar el significado original, que se ha-
los acontecimientos. "omo
bía perdido progresivamente, del término política. Segun.!an-
Ya los escritos sobre la historia, la cultura y la política
nah Arendt, darvida al nuevo estado de Israel puede significar
hebraicas, publicados en los años 40 la rnayoría en reviitas he-
constituir un «espacio comúru> en donde sea posible hacer rea-
breo-americanas, y reunidos en 1978 en ún volumen titula«lo
The Jew as Pariah: Jewish ldentity and politics in the Modern
lidad la participáción vehiculada de las prácticas discursivas5.
Se convierten luego en temas para reflexiones que trascienden
fge3, se pueden leer como primeia rnuestra del modo pafticu-
lar con el que Hannah Arendt construye la relación entie la re-

Brace and co, 195 l, en 1958 se publica tículos han sido traducidos al italiano en: H. Arendt, Ebruismo e moderniti,
una segunda edició, ampliacla y
cn 1966 siguió la terccra edición con nuevos prcfácios de la autora á las tres a cargo de G. Bettini, Milán, Unicopli, 1986. Para la edición alemana de
estos-ensayos véase H. Arendt, Nach Auschwitz, Berlín, Tiamat, 1989 y
qa-n9s.
lel libro. Hay edición española: Los orlgene,s del totalitatisnro, 3 vols., H. Arendt, Die Kriese des Zionismu.s, Berlín, Tiamat, 1989; para la francesa
Madrid, Alianza, 1982; por lo que respecta a la edición ingresa, se hará refe-
rencia a la edición Harcouft, Brace, Jovanovich de 1979. véase H. Arendt, Auschwitz et Jerusalem, París, Tierce, 199 I . Sobre la rele-
t Véase H. Arendt, The Jew as pariah; Jeu,ish lclenti¡, vancia política y cultural del problema judío en el pensamiento de Han¡ah
ancl pt¡litics in
the. Modern Age, cd por R. H. ltldmann, Nueva york, Grove press, 1 97g.
Arendt, véanse los siguientes ensayos: F. G. Friedman, Hannah Arendt. Eine
El Jüclin im Zeitalter des Tbtalitarisrzus, Múnich-Zinch, Piper, 1985; S. Dossa,
volumen se divide cn trcs partes. La primera, titulada The pariah as Rebel.
contiene los artículos: «we Rcfugces» (1948); «The Jcw as pariah: A Hid- «Lcthal Fantasy: Hannah Arendt on Political Zionism», Arab studies Quor-
dcn Tradition» (1944); «creating a cultural Atmospr.rere» (1947); «Jewish terly,Ylll,núm. 3, 1986, págs. 219-230; D. Barley, «Hannah A¡endt: Die Ju-
History, Reviscd» ( I 948); «The Moral of History» (igqo): *portrait of a pe- denfrage (Schriften in dei Zeit zwischen I 929- 1 950)», Zeitschrift fiir Politik,
riod» ( l-943 ). La .segunda, titulada Zi.nism anclihe Je'rvish state, se compo- XXXV núm. 2, 1988, págs. 113-129: C. S. Kessler, «The Politics of Jewish
ne dc «Ilcrzl and,Lazare»» (1942); «Zionism Reconsidere«l» (1945); «the Identity: Arendt and Zionism>», en G. T' Kaplan y C S Kessler (eds.), Hzn-
Jewish state: Fifty Years Aller» (1946); «To Save thc Jewish Horneland» nah Aiendt. Thinking, Judging, Freedom, Sydney' Allen & Unwin, 1989,
( I 948); «Peace and Armistice in the Near East?» ( 1950). y finalmente
págs. 9l-107; D. Barnouw, Visible Space. Hannah Arendt and the German-
la tcr-
cera parte, dedicada a T-he Eichmann Controvers¡1 recoge: «organized Guilt iewtsh Experience, Baltimore, The Johns Hopkins U. P', 1990.
a Cfr. en particular el ensayo de H. A¡endt, «To Save the Jewish Home-
and. Universal Responsability>> ( 1945), .,Aboui "Collaboratión')> (194g);
«"Eichmann in Jerusalcm": Exchange of l-etters Between Gershom scho- land», en íd.,-The Jew as Pariah, cit., págs. 118-192. A este respecto véase
lem and Hannah Arendt» (1964); «Fbotnotes to the Holocaust»> por W. Z. también G. Bettini, «lntroduzione» a H. Arendt, Ebraismo e modernitd, cit',
Laqueur (1965); «The l,bnnidable Dr. Robinson: A Reply» (l^966); «A págs. 5-24, en particular págs. 12-13.
5 Cfr. H. Áendt, «The Jewish State: Fifty Years Aften>, eníd., The Jew
Reply to Hannah Arendt» por w Z. Laqueur ( 1966). Muihos de estos ar-
as Pariah, cit, págs. 164-117.

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el momento contingente ya sea para discutir las hipótesis sio- orientación que será casi una constante en todas sus obras suce-
nistas o para examinar el estado de la cuestión de Oriénte Medio. ;i"^t.t uqrri donde, mucho m1s que en sus ensayos sobre el
Afirmar efectivamente, como hacen algunos representantes de judaísmo, démuestra saber transformar en reflexión los dramas
las posiciones extremas del sionismo, la necesidad histórica á" ro vivencia personal. Arendt individualiza en el fenóme-
de un estado hebreo soberano que excluya lo diferente y recha- no totalitario la concentración de todos los problemas que una
ce una federación «dialogante» iirabe-israelí significa pafa ' exhausta tradición política e intelectual ni sabe ni pgede resolver.
Hannah Arendt no salir de las degeneraciones de la lógicá del Si por un lado repre¡enta la imrpción de 1o radicalmente nuevo
Est¿do nacional, una lógica que ha demostrado ser fatal en la y de m impensable8, el totalitarismo, por otro lado, constituye
historia del antisemitismo. Las consecuencias del fallado ál punto cüminante de la época moderna, el lugar de la crista-
acuerdo árabe-israeli,y la dependencia del Estado de Israel de liic¡a"de dinámicas operativas en su interior desde su naci-
las superpotencias y de una inevitable y asimismo desgarrado- mlento. Sobre el telón de fondo de la disgregación del Estado
ra gueffa entre los dos pueblos, le parecen a la autora fruto de nacional y el asentamiento de la sociedad de masa, reconstruye
una mentalidad que interpreta el antisemitismo como fatalidad así el deíarrollo del antisemitismo y del imperialismo. Para
y ley histórica que, por lo tanto, permanece tenazmente unida a erendt el imperialismo proporciona a los movimientos totali-
la oposición hebreos-no hebreos. Tal mentalidad demuestra así tarios la fe en una expansión illmitada que se alimenta de pre-
sustentarse en esa creencia de la necesidad histórica, de la cual sup.r"stos racistas y reviste la dignidad de una ley natural.
los hebreos tarnbién han sido víctimas, que falla a la hora de gájo for golpes de Ía lógica imperialista en apariencia
copprender lo particular y lo indMdual6. Se podría seguir se- ligada af principio nacionalista-
-sólo
s,rgen .pan-movimtentos
ñalando el hilo de las correspondencias entre los problernas in- qle piensan en términos de siglo-sy de continentes y que con-
dividuales concretos y su correspondiente lugar en el interior fiU,i,." a la crisis definitivaáel Estado. Los sistemas totali-
de temáticas teóricas más generales, pero en este estudio se tarioí y estalinismo-- no representan por lo tanto
quiere sencillamente dejar claro que nociones como ciudada- -nazismo
la figura definitivá del Estado moderno, sino que constituyen
rúa, alienación política, capacidad de actuar en público, sobera- r., .á*pl.ta destrucción. No tienen nada de monolítico e
nía y necesidad histórica, que tanta importancia tendrán en las impulsados por la lógica del continuo cambio, se estructuran
obras mayores de Arendt, empiezan a mostrar su perfil en la dentro de un compliádo juego de oposiciones entre los varios
particular tensión con la realidad concreta y en el esfuerzo para centros de poder. Én el corazón del sistema totalitario, que pue-
comprender The Burden of Our Time1. de funcionar exclusivamente basado en la ideología y en el te-

2. Esto, como se ha dicho,vale afortioriparaLos orígenes


del totalitarismo, en donde la autora se enfrénta directamente
con el «mal radicab». Es aquí donde su pensamiento adquiere la s Sobre la afirmación de la absoiuta novedad del fenómeno totalitario y
..ot." iu imposibiliclad de comprenderla a través cle las categorías y de las
áirtirciones políticas tradicionáles, véase H. Arendt, «Understanding and
{' Véanse los ensayos «Zionism Reconsidered>»,<<peace or Armistice in Politics», Pa)fisan Review. XX, núm. 4,1953,págs' 377-39-2' En aquellas
the Near East?» y «Herzl andLazare»», en H. Arendt, The Jew as pariah, cif.. páginas se lee: «La originalidad del totalitarismo es aterradora no porque
rcspectivamente en las págs. l3 l-163, 193-224, 125-130. irala [egado al munclo una idea nueva, sino porque sus actos rompen con to-
Esle es el tírulo de Ia edición inglesa de The Origins ol T,tulitdriu- .1a., nueitra, tracliciones: se trata de actos que han
pulverizado literalmente
jui-
nism, publicada siempre en 1951, en la editorial inglesa Allen and Unwin. io, *t"goriur cle nuestro pensamiento político y de nuestros criterios de
[Trad. esp.: Los c»'ígene,s tlel totalitarismo. op. cit.J cio moral.»

20 2t
f
Tgr,.esti el campo deconcentración que Arendt interpreta como una escuela específica o corriente de pensamiento se ha con-
el laboratorio en donde'se quiere hacér verdad ra afiúnación se- vertido en algo muy dificil. Su modo de atribuir significado a
gun la cual <<todo es posible»e. En particular, el universo del los hechos rñuchai veces resulta irritante para los estudiosos
campo de concentración sirve para demostrar que el ser huma- consagrados a un rámbito disciplinar específico. El estudio del
no_puede ser reducido a un conjunto de reacciones y su volun-
-anuladasro. pensañúento arendtiano se vio pues marcado PoI un sustancial
tad, personalidad y libertad quedar completamente 'malentendido del cual es responsable sobre todo la «camarilla»
r-a-lógica totalmente antieconómica qué gobierna la creación de los historiadores. En este sentido ha sido justamente deter-
de-los campos de exterminio ---que prétende seguir únicamen- minante la recepción del libro en 1951.
te la ley natural y al mismo tiempo histórica delaraza- ates- Después de una primera acogida positiva en el ámbito inte-
tigua, según Arendt, la insensate2 del fenómeno totalitario, así lectual ámericano, qire exalta hbriginalidad de la obra ---casi
como testimonia la imposibilidad de entender el totalitarismo a entusiastas en aquella época fueron los juicios de H. Stuart
T*: de las categorías políticas tradicionales. Esquematizando Hughes y de Dwight Mácdonaldtt-, el consenso en torno al
lrásligamente, éstos son, en sustancia, los elemeritos principa- t uñuJo émpieza a-quebrarse para dejar sitio a p_osiciones más
les de la tesis arendtiana. Aquí solamente nos interesa iugerir ta u..rdu-.rit críticai. Aun sin entrar en los detalles de las dis-
idea de_que las más importantes categorías filosófico-pólíticut cusiones, es suficiente recordar aquí que los puntos más discu-
desarrolladas en las obras sucesivas iLos orígenes del-totalita- tidos fueion las explicaciones, o mejor dicho lafalta de expli-
rismo extraen parte de su significado al configurarse como cación, del paso histórico del imperialismo al totalitarismo y
conceptos reconocidos y contrarios a aquellas nociones que la sobre todo 1á «escandaloso» ecuación entre nazismo y estalinis-
autora considera fundamentales para la comprensión del hnó_ mol2. pero más que las críticas indiüduales a los puntos en
{neno totalitario. Frente alaatomización de lós individuos de la cuestión es intereíante notar cómo las diversas objeciones pue-
$ociedad de masa, que en cierto modo preludia el aislamiento den, en el fondo, ser reconducidas a una única y general acusa-
)' qr.!o más radical de los campos de concentración, parece ciOá. er"rr¿t, en sustancia, analizana el totalitarismo como si
efectivamente oponerse la insistencia sobre la pertenenciá a un fuese un universo abstracto, dotado de una lógica propia, del
espacio político común; sigue oponiendo a un poder espoleado que se habrían dado sólo dos manifestaciones concretas. En
por la lógica de la exclusión y del dominio total el podér plural contra de los mismos supuestos teóricos de la autora, la histo-
gye -excluye distinciones verticales; a la férrea l-ógica de la ria reconstruida por ella ño dejaría espacio a la relevancia de los
ideología que subyuga y anula a los indiüduos y los-aconteci- hechos y en lugar de analizai objetivamente los acontecimien-
ryientos concretos, el realce otorgado a la singularidad y a las tos segrrn el oráen exacto en que se sucedieron, lo haría por li-
diferencias; a la extinción total áe h übertad y voluntád hu- bres aiociaciones metafisicas. De este modo, siempre según ta-
manas, dentro de un comportamiento convertido en serie, la les críticas, Arendt llegaría a dar forma a un sistema conceptual
acción pensada en términos de imprevisibilidad y absoluta
\ novedad.
',*_,Debido a las tupidas injerencias entre análisis histórico y rr véase H. Stuart I{ughes, «Historical Sources ol'Iotalit¿rrianism», Iir¿'
opciones teóricas la inclusión del pensamiento arendtiano en Ntttion,24 de marzo 195 1, págs. 280-281; Dwight Macdonalcl «A New
'l'hcory of Totalitarianisrn», Nerl' Leatlet 14 de rnayo de 195 l, pág.' 17'.
I:"Jruru un recucnto detallado de las rcacciones suscitadas por la equiva-
e Cfr. H Arendt, The Origins of'Tbtalitarianism, cit., pág.222.
[Trad. lcncia entre el nazisrno y el cstalinistno, véasc el hbro de S. J. whitcf ielcl,
esp.: Zos orígenes del totalitarismo, op. cit.J
to Cfr. ibídem, pág.438. Ink¡ the Dctrk. Hannah Árerult and Ti¡talitarianism, Filaclcll'ia, lbrnple Uni-
[Trad. eip.: op. cit.l vcrsity Press, 1980, en particular págs. l5-26'

22 23
qxe poco se diferencia¡ta de aquella ideología criticada por ella quien además se tomó la molestia de redactar, en un análisis de
de manera tan agudal3. qoinientas páginas, una refutación minuciosa dirigida a
"'asi
piobai la preseáciá de unos seiscientos errores en la lectura
3.Tendremos que esperar hasta el final de los años 60 para arendtiana de los documentosls. Ahora ya no estaba en cues-
gue el debate crítico se libere de los angostos esquemas que se tión la falta de una metodología histórica o sociológica, sino la
basan sobre criterios de la parcialidad o de la imparcialidád, ¿e *ufu f. de quien quería llená de fangg a las üctimas del na-
la coherencia o de la incoherencia de la «historiadora» Hannah zismo, mistificandb los problemas fundamentales de la trage-
Arendt. Ni siquiera la publicación en 1958 de La condición dia he6rea. Imperdonablés eran, sobre todo paralos in-!e.le9tua-
Itumana, en 1961 de Entre el pasado y el futuro y en 1963 de les hebreos, p-or un lado la aceptación de la <<banalidad del
Sobre la revolución allá de algunas aisladas intervencio- Áab> iás intenciones de Arendt esto significaba simple- |
¡¡ssl4- logró carnbiar-más
de manera décisiva el interés sobre te- -en
Áente el hecho dramático de que las atrocidades más terribles i
máticas teóricas más complejas que consintieran colocar su pen- pu"aun ser cometidas por persoxas:gmpletapente norm¿lt:. y J

samiento dentro de un contexto filosófico-político. famUi¿n hedicadas al deber, pero privadas del todo de capryida-d críti- f
porque al estallar, en 1963, la polémica sobre el caso Eich- ca-, por otro la constatáción de la increíble docilidad con,la {
marur,. monopolizé casi completamente la atención y suscitó que lb's hebreos habían consentido su exterminio, aveces inclu-'
tonos bastante más encendidos y escandalizados con respecto
a la presentación parcial de los <«hechos>», de los mismoi que l5 Los altículos que Arcnclt escribicra sobrc el proccso Bichmann fue-
marcaron la discusión de Los orígenes del totalitarismo. Hubo ro' primero publicadós con el título «A Rcpofter at Large: Eichmann.in Je-
*ü"*, cnia revista The New Yt¡rker 16 de fbbrcro, 1963, págs 40-l13.,23
págs' 4t3-131;
¿" t¿U.".o, págs.40-l l1; 2 clc marzo, págs' 49-91;9 dc marzo,
lr I'ara las criticas de los años 50 valga, para toclas, aquella cle R. Aron, 16 de mario,"págs.58-134; luego fuero, publicatlos e, u, voluurcn c,
«Lcssencc du totalitarisnrc»». (lritique, nírm. tl0, 1954, págs. 5l-70. Como tI. Arendt, E¡cimánn in Jeru'salem: A Re¡nrt ut the Banalif o/áuil,-Nueva
(ht
demuestra el ensayo de N. K. O'sullivan, «Politics,'Ibtalitarianism ancl Free- Vo.f, ViLtng Prcss, 1963 [trad. csp.: H. Arcndt, Eir:hmann en Jerusalén'
dom. The Political Thought of- Hannah Arendt», politit:ttl Studies. XXl. b banalitlatl'tlel mol, Barcelona, Lttmen, 19991. Lo que más am-
núm. 2, 1973, págs. I 83- 198, las polémicas ni siquiera cesaron con una difb- "iniit¡r,,uní"
tcvantO fue el prcsunto cambio de opinión ocurrido respecto al ensayo
liottas
pelpetrado
rencia cle veintc años dc la publicación de la obra. Al rcspecto vóase también sobre el totalitarismo. En estc último se mantcnía que el gcnociclio
historia de1 «mal ra-
el cnsayo dc B. Crick, «On Rere¿rcling the Totalitarianisrn», Sc¡t.iul Rtseurch, .n p"rlrir. ¿"1 pueblo hebrco cquivtrlía a la aparición en la
XLI! núm. 1,1917, págs. 106-126. ¿icatri. En el libio sobre Eichnann encontramos por el contrario la af
innación,
Ia Por ejemplo, los artículos de D. y acerca de la «banalidacl del mal»'
Spitz, «politics ancl the Reahn of consiclerada como infamante superficial,
Bcings», Di,ssents, V[, núm. 1, 1959, págs. 56-65; K. tl. Wolff, «On the Sig- j.'rioUinro", And the (itx¡keá Shutl Be Made Straighf : The Eichman.n k.iaL,
rrificance ol'Hannah Arendt'.s Human Condition fbr Sociology», lnquir1,, ly, The .kn-ish'Cataslrophe, antl Hannah Arendtls Narrtttive, Nueva
York, Mac-
núm.2, 1961, págs. 67-106; A. Diemeq «[)er Mensch, sein'lun uncl clic üiifu", 1965, ha."futu,lo punto por pmto las tesis contenidas en el libro sobre
menschliche Grundsituation. Kritischc Betrachtungen zu Ilannah Arcnclt'.s Ui.má*, revelando él uráliri. de los documentos. Véanse además
"Vit¿t Activ¿r"»», Zeit.st*r|fi/iir Philosophil;r.he Frtrst'hung, XVI, 1962, "r.o*, "n
los arriculos de N. Poclhoretz, «H. Arendt on Eichmann: a Study on the
Perver-
págs. 127-140. Vóase tarnbién cl trabajo cle S. Il. Ilclwarcls, !-he politic:ul riiyoi s"ttlu" ce>», oommentary, n.om. 4, 1963; L Abel, «Aesthetics of Evil:
Thought of'Hannah Arendt. A Stutl,¡, in Thurght and Actiutt, tcsis, Clarclnont H. Arendt on Eichmann and thé Jews>>, Partisan Review, XXX, núm' 3' 1963'
Gracluatc School, 1964. Sc trata dc trabajos explorativos que no han teniclo peg'.zr|?Il0,yelintercambioepistolarenkeArendtyLaqueurpublicadoen
lucgo un pcso real cn el seno del dcbate gcneral. Bastante más intercsantes 'iíi yurk arr¿íw of'Books, 11 de noviembre 1965, 20 de enero de 1966 y 3
son las intcrvenciones de J. N. Shklar «Behueen Pdst {u1d Futlot:, by Hannah de febrero de 1966. Un compentlio de las intervenciones más significativas
por
Arerrdt>», Ilisk»'1, arul Theon,II, I963, págs.286-2t)l y cle.l. Habermas, americanas y alemanas sobr-e el caso E,ichmann ha sido llevado a cabo
«Dic Geschichte von clen zwei Revolutioncn»». Merkur XX, núrn. 218. 1966. Hannah Arendt Eichtnann und die Juden'
F. A. Krtrmmacher. Die Kt¡ntroyerse
págs.479-482. Mturich, N ynphenburger Verlagshandl ung, I 964'

24 25
7
so colaborando con las autoridades nazisr6. Hannah Arendt que precisar sin embargo que luego fueron abundantemente
fue acusada de no tener Ahabath Israel ('amor por el p""uto ,i..r*.1¿or» del daño p-adeóido. La obra del 51 efectivamen-
hebreo') ni Herzenstah (,latidos de coiaz6n)'por parie de te ha entrado a formar parte de aquellas que son definidas
Gershom Scholem, y fue reprendid¿ más discáámeáte, pero ,o*o «las interpretacionés clásicas del totalitarismo)), del que
no menos severamente, por sus propios amigos. Hans Jonas,por ,i"g.ir frirt"riaáor, sociólogo, científico político o filósofo de
ejemplo, le escribió qá largaó^4u.!" desácuerdo angustiáfo, IU p?iiti* puede piescindir cuando afronta el tema de
los regi-
pero que entonces no fue publicadalT. ff"* t áá U, ideologías totalitariasr8- En cuanto a La
en
banali-
conside-
Pero si, en los años inmediatamente posteriores a su publi- n¿ arí *o/ en"las páginas siguientes tendré
cación, Los orígenes del totalitarismo y mas aÍmLa banál¡dad -que
ración solamenté en relacfunl hs refle4.iones arendtianas sobre
del mal no encontraron el reconocimiento que merecí an, hay un? proyoc-ación: una
"i ¡,ri.io-, ha seguido represenfando.
-hacia
la cual se ha mirado cadavez
piul"o"uciOí, sin eábargo,
'rrá, una atención üÉerada de prejuicios' Si por una parte la
. lt El pasaie clel libro en cucstión es el siguiente: «En todos los sitios "o,
obra sob.e Eichmann ha alimentado y aún hoy alimenta-el re-
donde cstaban los hebreos se habían ,ombract jcfes en el interioi
grupos_y cstos.jef'es, casi sin cxccpción, habían colaborado
cie sus pr*t rri.nto sobre el significado del holocausto y sobre el
con los nazis, de
un modo u otro, por una razón o por otra. La verclacl cra que si el puctilo
tre-
pñiq"" en él han desenipeñado los hebreosre, por otra P&rto,
breo hubiesc estado realmcnte de.sorganizzrclo y sin.ielbs, Labría lrit,,¿o
.uo.,
y clispersión por todas partes, pero lai víctimas no ñabrían sido casi rs Véansc, título meramente ilustrativo, las siguientes,vgces {e dicciona-
seis mi- a
llones.» H. Arendt, Eichmann en.lerusarén. un esrwlit¡ sobre lu bunalitltttl riosyenciclopedias.H.J.Spiro,«Totalitarianism»,enD.Sills(ed.).lnto.na-
'rj,,"it
del mul. op. cit. Por lo que respecta a artículos e, dcfensa a. tur po.ti.inr", gruri,,pn,l* o/ Sicial Scient:e's, Nueva York, MacMillan' l96t'i'
p
clc Arendt, sc clestacan: B. Bettclheim, «Eichmann, Thc System,
tlr. Vr._ ,ái."xvi, óagr. too_tíz; r. o. Bracher, «Totalirarianisll)), en P. wicncr
titrts»,.ftc iYew Republic., l5 dejunro cle lr)ó3, págs.2i_li; D. Éell, «l.he N.uova \brli, Scribncr's Sons, 1971,
t"di¡, o¡i,L"zr1 ,l'the liisturv Ltf-ldeus, N \aar
Alphabet of .lustice», en «Eichmann in Jentsalem», f,urtisan Review, XXX. iJ.'iV pagr. +Óo-irl; M. Stóppino, «Totalitarismo», en N Bobbio'
págs' I l9l-
lq 3, ]9_6], náSs. 4ll-429; M. McCarrhy, «Thc Hue ancl Cry», partisun
lleview, XXX, núm. l, 1964; R. Errera, «Eichmann: un procéi inachevé»,
t*..1 CIf I'asquino, D2¡,¡nii¡o dí politica' Turín, Utet, 1983'
Heller,
1203 firacl. esp...'Diccionario tle políti'ca, Maclri4 Siglo XXI,
1982];Iyl'
Crifique. Xl, núm. 2, 1965, págs. 262-274. (bajo la clirección de), Encyc'ktpedie phi.ktst>
«Lc tóta[tarisme», en A. Jacob
i989, vol. .1, págs. t,t,-1120; D Fisichella'
17 vé¿rse
la carta cle G'. §cholem a Hannah Arendt dcl 23 cle junio París, PUFI
ikq;;;r;r;t'selLi,
de. 1963 en H. Arendt, The ./ew as puriuh, cit., págs. 241_212: «En laira¿i_ «Totalitarismo», cn Il. nerti y G. Carnpanini (a c'rrgo de), Dizitnarit¡
delle irJee
ción hcbrea hay un concepto dificil cle definir y sin"embargo basta;te;o;;rc- tx¡litit'ltc, Rotna. Fditora Rvá. lgql. págs' 92 l-921 'E' Kamenka' "Totalrtaria-
to que conocemos como Ahabath rsraer
1...r el amor por él pueblo judío. En íir-r,." n. g. boo¿¡n y P. Pettit (e¿s.), Z Companion lo Oontemporan Rili'
ti queridu Hannah [...] no encuentro ni ra.stró de é1.» i continúa: uÉl turo ., tical Philosoplz-u Oxford Blackwell, 1993, págs' 629-631'
un tono absolutamente inadecuado [....l. En circunstancias como óstas ná ha-
- ,i Véur.. por lo menos: los estuclios publicados cn AA. YY." l''Allema-
«German Me-
bría sido. más oportuno sustituirlo por io quc sólo puedo expresar con la
mo- lne nazie et Le génocirle itri/,París,Seuil, 1985; C' R' Browing'
desta palabra alemana lle,zenstakf?», pig 211 . La respuesta de
A¡endt no i.,ory, :uai.irt int.r.ogotion and Historical Reconstruction: Writing Perpetrator
fue menos incisiva: «l'ienes perfectamenté razón. No esioy ani*aau poinin- ,iuiy fiom postwar"'Icsti,rony», en S- Friecllander (cd.), Probing the LiniÍ's d
gún "amor" de este tipo, y cllo por dos razones: en mi viáa nunca Nazisttt and thL «Final Solutit¡n''r' Cambridge' Harvard
hÉ amado llepreientation. \4ass''
a ningún pueblo o colectividad, ni al pueblo aremán, ni ar francés,
L.'g, iSSi, págs.22-36; D. Diner, Ilistoñcal Llnderstancling and Cottntettutit>
,i u io.tu-
(ed.),
se obrera, ni nada de este tipo. yo "sólo" amo a mis amigos y la
única cspe- nul¡t¡: thi'JtTtlenrur as Epistemological Vantage, en S. I"ricdlander
cie de amor que conozco y en ra que creo es el amor hacia"tur p".ronur.riÉuy tfi-Reprisentation,"cif.,págs. 128-142; G. H. Hartman, «The
i,,1,ú¡"5 the Lbnits
una larga carta de Hans Jonas, sin fecha, ,o publicada, en clonde el autor (cd.), Probing the l-imils Represen-
dis- llook óí'Destruction», en S. I.'riedlancler _of
cute el intercambio epistolar entre Arendt y Scholem tomando u tr,,t¡,n, cit.,págs. 3 l tt-334; A. Milchman y A' Rosenberg, «Hannah
Arendl ancl
postura a favor de este último. Cfr. Library of Congress, Washington, -.nudo Po(ent», Histott oJ. ¡uru'
Ma_ iii" eiiái"gv ír the oesk riller: The Holocaust as
nuscripts Division, «The papers of Hannah Arendo>]Box I 5. Xl! núm. 2, 1992, págs.213-226; H. Kellner, «"Never Again" is
t:,r:rn ¡¡;otr:

26 27
7
ha contribuido a iniciar uno de los debates filosófico-políticos nos. Es obvio que, al reconstruir en cada capítulo las perspecti-
más interesantes de los últimos años: el del problema
¿ii-rr v, vas interpretadvas más notables, me veré obligada a obviar o a
en particular, el del significado político del'mal20.
citar sólo de pasada un importante número de lecturas que, aun
cuando sean más complejas y articuladas que las que mencio-
naré, resultan sin embargo menos <<extremas>) y en consecuen-
2. ¿AnrsrorElrsMo o rRRACroNALrsMo polÍuco? ' cia menos paradigmáticas.

l- Es cierto gue Argn{1«no llegó al pensamiento político 2. Laprimera monografia dedicada a un perfil general de
por el camino de Ia teoría»»2,, sino q.i", he intentaáo acla- la teoría política de Hannah Arendt, escrita por Margaret Cano-
"o.rrohistóricos
rar, lo alca.oó impulsada por requ"rimientos
u"r.iun- van22,puede aparecer hoy superada en muchos aspectos;,cuan-
tes y concretos. sin embargo, aduciendo la imposibiridad
rre co- do apáreció, por ejemplo, todavía no se había publicado una
Iocar su reflexión en un contexto definido a'" p",t.n"n.iá,- obra como Lá vidá del espíritu. Tüvo sin embargo el induda-
ofrecería una visión reducida si no se tomaran
r.
ble mérito de poner fin a una discusión orientada exclusiva-
las perspectivas teóricas que más la han influido. "o"rlá..u.'io,
"ri pn rnu mente a valorai la adecuación o la inadecuación de las catego-
v.ez olvidada la polémica sobre el caso Eichmann y "r..io,
ugoáarJu. rías arendtianas bajo la óptica del método histórico o sociológi-
discusiones sobre lo tendencioso de su análisis ¿"tioütiá¡r-u, co y de romper col los inútiles interrogantgs qge cuestionaban
se construyó- poco a poco el entramado de un
debate crítico que si él pensamiento político que se desprendía de Los orígenes
se ocupaba de la obra arendtiana por su relevancia
teóricay q'ue clel totatitarismo tráuia que clasificarlo de <<derechas>> o de «iz-
intentaba encajarla en alguna qué otra corriente a" p"nráÁün- quie(las». En efecto, Cánovan proponía que se interpretara el
to o,_con más provecho, esfudiar y comprender sus presupues_ pensamiento de Arendt como un capítulo importante, si bien
tos. Esto ocurrió primero en er ámbito de ra cultura
am"ri"uru no sistemático, de la teoría política del siglo xx y como un
y en el contexto de la filosofia política alemana. Tan
sólo en un ejemplo, de entre los más significativoS, de contraposición a la
segundo momento la discusión sobre el pensamiento política contemporánea de.huella neo-positivista.. Es,
arendtia-
no se hizo presente en los medios culturiles franceses
ituiiu- "leniia
pues, como pensadora y no como historiadora como Arendt es
" óonsiderada; y es como teórica, siempre según Canovan, como
se señalan sri límitet. Si, por una parte, el nuevo análisis de la
Now», History and Theory, XXXIII, núm. 2, 1994,págs. 127_144:W
Kansrei_ política realizadopor la autora produce un efecto crítico libera-
l:l,iryoT Exceprion to Exemplum: The New Appróach to Nazism torio, por otra parte las propuestas que hace permanecen dema-
*Final
History and.!te9ry,
_ltfr"
Solution"»», XXXII, Z, tOS+, pigi. lll_n t;
nt siado iagas, arriesgándose a perderse en romanticismos abs-
^. ñ"p."áéntiiiono f¡,,
R. Braun, «The Holocaust and probÍems of Historicaf
bry_and Theory, XXXIII, nym. 2, 1994, págs. 172_lgj . Veur., tractos I irrealizables: faltan 1as indicaciones concretas de
poi ufi,_o,
E. Traverso, Gli ebrei e ra Getmanio. Áiscñw¡tz e la «simbios'¡'"0ári-*_ cómo llevarlas a cabo, mostrándose así totalmente inútiles a los
desca» (1992). Bolonia. ll Mulino, 1994. l-ines de un auténtico proyecto político.
ru La literahrra
filosófica sobre el problema der mal es ahora ya amplí- Como anticipación, podemos observar que estas valoracio-
sima; para una discusión de las perspeótivas más significativas,
pítulo «Male>» de R. Esposito, N'ove pensieri suila p"oritica,
,eárJ'r" nes perrnanecerán más o menos constantes en la mayorí1de las
Boránir,li ürri i nterpretaciones sucesivas, intetpretaciones que concurrieron
a
no. 1993, págs. 183-205.
2r Esta es la
afirmación del ensayo de E. volrrath, «Hannah Arendt über
Meintrng und urteilskraft», en A. néir1ea.;, Hannah Aren¿t.
ihrem Werk, Viena. Europaverlag. 1979. pág g5
uat"r¡iiii ru 22 Cfr. M. Canovan, The Political Thought of Hannah Arcndt,
York, Harcourt, Brace, Jovanovich, 1974'

28 29
7

difLndir la irnagen clc una ¡rensadora quc divagaba cn cuanto a


¡lcntal, es.lustiunentc en cst¿t oposición categórica colno sc cliri-
unA nuev¿l propucsta de la organización política cle Ia «polis» y
gc su crítica. El crrsayo clcclicaclo ¿t Aretrcltl", en clonde Ilaber-
que no conseguía cntendcr clcl toclo las clinírrnicas cle la nrocler-
i,ru!i esta ocasióu adopta el inactlstut¡brado papcl de rcalista
nitlacl. sca por parte dc los quc han qucriclo clcscubrir cn la ",, cstá destirrado otra vez a clctnostrar la irnpotencia ex-
-Ya ¡rolítico.
filosofia política clc Hannah Arcnclt unalntcnción clc trasfirndo
plicativa. ¿r¡nquc tarnbión aplicativa. dcl concepto arencltiano
aristocrático-clitista, aunquc no inrnecli¿rtamentc perccptible
pue sto que csth e.mas.carado por propuestas der-nocráticairr, ya
ilc poder. Ef-cctivaruente, lal concepto, qucrienclo e'liminar del
rinrl¡ito de lo que cs auténticamcntc político cualqr-rier clctnen-
sca por partc de aquellos quc, de rnanera rnenos csquemática.
to cstratégico e instrumental, y disociando la política de sus itn-
pero no rnenos recluctiva. han inclividualizado la posición cle ya en
la autora co,ro oscila.do crtre un conservadurisrio elatrora- ¡rlicaciones cconótnico-sociales, se revelaría insuficiente
str análisis hasta el filndo clel poclcr. y¿l el1 la prcsentación de
do clc estilo burkci¿rn, y terrtacioncs revorucionariasr+. ya sea tcoda
rrna altenlativa, quc lo sca cle verclacl a cse poclcr. L¿t
también por partc dc los quc ha. dctcctacro una fircrte óu,rr,,-
rrlcncltiana sc configuraría cntonccs como ttn pensatniento rigi-
nanci¿r con las teorías mirs raclicalcs de ra democr¿rcia cliroc-
tl¿rntcnte nortlativtt vincttlaclo cotr clemasiada dcpendcncia a
tal5, siernprc se ha scñalaclo con'ro Iírnitc constitutivo dc su
l¡s prccisas y no sic¡rpre irtilcs clicototnías arismtÓlicas. La hi-
pensarniento cl habcr heclro suya Ia corn¡rrcnsión cle la clil'e-
posiatización de la irnagen cle la po1l,r, proycctacla cn la escncia
rcncia cspccíf ica clc lo moclcrrlo on cornpirración con lo anti-
irrisnia cle la política y «la tnordcclttra cle tttra teoría aristotólica
guo, con ventaja dc este úrltinlo y, cn particular, clc la visi(rn
tic l¿r acción» l.,acct-, pagar a la autora. según Haberrnas, el prccicl
aristotélica.
tlc una fallicla comprcnsión clcl Estaclo y dc la socieclacl tnoclcrtros.
l)cl rnismo rtrodo. cl clistanciamiento. siempre de sello arisbtóli-
3. Quien r.nayo,rente ha conh-ibuido a difünclir la idea clel t'r,. cntle ¡ru.v.s y tcoria cs decir. para cl fllósofb alemán, al
neo-¿u'istotelisnro arencltiano ha sido sin lugar a cluclas .lürgen 11a-
bernas..A pesar dc quc .-n algunas ob.as irnpo.tantes suyis, cl fi-
lósofb alemán sc haya rcfbriclo cxplícitarnentc a la ciistiáción h-a- '" .1. Habcrtnas. «Flatrnah Arcntlts Bcgrill'der Macht», Mtt*ur nÍrm' 10,
zada cn vitu
.ut'Íiva fi,u utntlit'ión htmrunuJ cntrcpor'r,sl,; y ¡ttttxi.s lr)7(r. l.riigs.946-9m. llabcnnas sc rcficrc a Arencll sobre totkt cn cl ctlsayo
y al «rnsiguie,to rechazo de rcbajar h pruxi.: a ri acciórí ínstru- ,,1,r tlocñina clhsica dc la política cn su rclación con la I'ilosolla social», cn
l,',,t'itt.t'l¡t'tt.ri,t. li:;ttttlit¡,s lt'lilt¡'ttlitt,slrci¿¡l, Maclri<l'lccnos,2(XX)' tsn pitrtictr-
lru cx¡.rlica su propia clcuda con rclaci(llr a la lccttrra de l'itu uc'tivt fl,u
,,,tt,lit,iittt htu,tr'tttrien [a nota 4 dc la phg. 50. [)cro toclar,ía anlcs clcl altora ya
rr Así por e'jcnrpl., M. can.van. «'r'hc l;¡n()s() cllsayo rlctlicatlo a la conccl.tcitin clcl poclcr at'cncltiano, llabcrlnas ha-
Contradictiolls or- Han,ah Ilrr lnrlarlo cl nctlaristolclislrro dc la autora cn J. Flabcnn¿rs, «l)ic Geschichte
lblitrcal I houghr», t\¡liticul 'l-ht,ot..t., VI, 197u, núrn. I , prigs. 5_2rr y
l.:ldJ:t
ll. H. Kcpplinger, r,rrr tfcrr zrvei l{cvolutioncn». M¿,ry'r¡u; XX, [9(16. niun.2ltt. págs. 419-482.
llct:hte r,t'ufe w¡tt r.inks. (it,tturthtrr utttr htttt,,i¡ríkr¡t, t,ri-
burgo. Walter Vcrlag, 1970. págs. 7-70 l'rrr:r coltsiclcrar [a relación Habcrlnas-Arettclt r'éasc el inteligcnte arliculo
rr vóasc M. ('ranslon,,iHánnah Arenclt». ,lt .l l\{. ['erry, «Haberrnas criticltrc cle Hannah Arenclt», E.s¡»'it' Yl, nún'r' 6,
cn A Rcif . lllrrt,t.ittlcu zu ih-
ttnt Llcrl¡, cit., phgs. ll-lu. Véasc lanrbión S. whitcf icl<l lnrt¡ rhe l)ut.l¡. l()tio. ¡Iigs. l-09-124. pero también I). Luban. «on Ilabcrmas. on Arcnclt. on
I lonnuh ,,1t'entlf und Ti¡tulitut.ionisttt, cit., págs. 3_23.
l'rrrrer'».7'hilo.t,,¡tlry untl St¡t'íul Critit'isttt' Vl. n[rnr. l. 1979' págs 79-95 y
ri c'fi. N. o'Sullivan. <<Hanrah nrercltl Ilcllcnic Nostalgia .ncl lnclus- \l ('ruror,¿u.r.<<AC'ascol'[)istorlccl ('omunication: ANotet¡nllabenrlasancl
trial.Socicty», cn A. [)c ('rcspigny y.r. Minogtrc 1eds.), ('rrlr',rn¡t.ttrn,r\tli- \rt'rrtll>>, lblitit'ul Thet¡ry', XI, núnt. l, l9t{3' pzigs. I05-l16. Para una crítica
-[. I]bcrt.
,r Lr liuitl¿t separaci(tn efi:cttracla por Arcnclt cntrcTroit'.rr.s.l'7»zl'r.-r's vóase
titul [)hilo,soplr¿'r:r, Lonclrcs, Mcthucn, 1976,-prigs. 22 -251 . Vó¿rse l¿inrbión
,,1,r:tiis rrnd Iroicsis. Ztr ciner Ilandlungslhcoretischcn Untcrschcidtrng tlcs
.l '1. Knauer llunnuh Arundr ontl rhc ll«t.t.st,t'iit¡it o/ tht, l,oliti<,ttl; 'li»rttnl,¡.tt
Nt'y'l)t,tttrtt'tttic'l'ltcrt..t', tcsis, Statc [Jniversity.l'N*v Vtrk, .\rrsltrtclcs», Zt'it,u'hrili lilit' phik»ophi,st'ha l'itr,sr:hung' XXX, nírrn. l, l()7(r,
1975.
¡r;ils l2-30.
30 3l
r
igual que sera para Agnes Heller, una concepción en el fondo aún nlitación conceptual. Al igual que Habermas, él distingue cn cl
metafisica de la teoría27- introduce en el concepto arendtiano rrristotelismo el elemento determinante del pensamicnto políti-
de praxis discursiva fuertes contradicciones. El abismo que se- co de Hannah Arendt; a su juicio, tal composición teórica no se
parala teoría de la praxis no puede ser superado por Arendt tracluce en una utopía política en sentido estrictor0. Mas es jus-
según la interpretación de Habermas, ni siquiera con la argumen- turnente gracias a la utilización de las categorías aristotélicas
tación racional: esto condena el proyecto arendtiano a que siga corno Arenclt ha podido alcanzar la aguda, específica y origi-
siendo una utopía en el sentido negativo del término28. rrrria comprensión de lo político. Pero Sternberger, en un úl-
Pero hay que señalar que a la interpretación habermasiana, tinro anirlisis, rcprocha ala autora que haya renunciado a cn-
que justamente evidencia la diñcil relación entre teoría y Ircver también en el mundo moderno en particular en las
praxis, escapa quizás el elemento estratégico de la critica o¡xtrtuniclades ofiecidas por el estado constitucional la po-
arendtiana a la política, elemento implícito eneltotalrcchazo de sitrilidad de una reactualización cle la politeia cle Aristóteles.
considerar constitutiva del concepto de praxis la relación medios- l\rr Io tanto. aunque tro esté viciado por la utopía, el pensa-
fines. En sustancia, Habermas, acusando a la autora de proponer nlicnto arcndtiano, en tanto que rcnuncia a una verdadera pro-
una mala utopía, parece no captar la radicalidadcnticaimplíci- vccción sobrc el presentc. no presta la suf iciente atcnción a
taenlaindiüdualización de las líneas fundamentales del actuar lrrs cstructuras modernas del Estaclo. E,l «anti-rnodernismo».
y la clara distinción entre la prax¡s de la labor y del trabajo, por si se puccle llarnar así, de la autora la lleva a.iuzgar irnpolítico
un lado, y lateona,por otro lado. t'rralquier tipo cle organización que se estructura alrededor de
rrn gobierno.
Otro autor alemán, Dolf SternbergeÉe, ha demostrado ser Las interpretacioues que rccurren al pensamiento aristo-
aparentemente más sensible al aspecto provocativo de tal deli- ti'lrco para explicar el de Arcndt resultan cuanclo menos par-
t'illcs, ya sea porque con la deflnición de filosofía neo-aris-
Iotólica sc quierzi rcsaltar sobre todo su trasnochada utopía
r7 Clfr. A. Heller, «Hannah Arendt on the "vita contemplativa"», en corno en el caso de Habermas , ya sea porque con tal
Philosoph.v and Social C'ríticism, XlI, 1987, en dondc sostiene que la con- tlcl'inición se tienda por el contrario a destacar cl redescu-
cepción arendtiana de verdad está aún ligada a una concepción metafisica. lrrirnicnto de un sentido político perdido como en el caso
Con respecto a la crítica arendtiana al conocimiento, si bien con tonos me-
rlc Sternberger. ¿,Es verdaderamente significativo p¿rra coln-
nos polémicos, también sc muestra perplejo H. Jonas, «Handeln, Erken-
nen, Denken, Zu Hannah Arendts philosophischen Werk», Merkut., XXX, ¡rlcnder la filosofía de Hannah Arendt inscribirla cn listas
núm. 10, 1976, págs. 921-935. rlc los llarnados pensadores neo-aristotélicos'l ¿Son sufi-
23 J. M. Ferry,
flabermas critique de Hannah Arendt, cit.,pág. I I l, pone t'icntcs las adhesiones, si bien relevantes, a Aristóteles, a sus
en evidencia cómo precisamente la crítica de l-labermas asume el aspecto de tlistirrgos, a su definición de hombre como ser político y ca-
una crítica de intenciones. No se comprende, efectivamente, según Ferry,
basándose en qué presupuestos la ética discursiva de Habermas no se pueda ¡rrz de cliscurso para hacer de Arendt un exponente de pri-
deflnir utópica, mientras tal calificación viene reselada para la concepción
arendtiana.
2') D. Stemberger, «Die
Versunkcne Stadt. über Hannah Arendts ldee
r0 Mérito cle Arendt, para Sternberger, es el dc haber vuelto a llamar la
der Politik», Merkur XXX, núm. 10,1976, págs. 935-945; D. Stemberger,
«Metamorphosen der Burgerschaft>>, en A. Reif, Hannah Arendt. Mctteria- .rtt'rrcitin sobre e[ pcnstrmiento polítictl ¿rristotélico. Estár bicn recordar que
len nt ihrem Werk, cit., págs. 123-135; véase siempre del mismo autor, «poli- ¡rrr'cisarnente csto es el objcto de los estudios de Sternberger, quc pone al Es-
tie und Leviathan. Eine Streit um den antiken und den modemen Staat». en r:rrkr constitucional moderno «la vertiente "luminosa" de la modcrni-
l{. Maier-Leibnitz, Zeugen cles Wssens, Maguncia, Koeheler Verlag, 1986. ,l:rtl» en parcial continuidad conlapoliteia.
al
32 JJ
f
mer orden en la rehabilitación de la filosofía práctica aristo- nco-¿rristotelismo alemán critican la trasposición del modelo
télica? rrroclcrno del saber, inspirado esencialmente en el método ló-
Es verdad que la Vita activct [La condición humanal r,ico-matemático, a la comprensión de la acción humana. Es
blicada por la autora en alemán en 1960, en una edición -pu-
am- tlccir, que se oponen a la reducción de la esfera de los asun-
pliada y rnodificada- está en el origen del debate ocurrido en tos humanos en un posible objeto de una ciencia rigurosa que
Alemania a principios de los años 60, y que se hizo famoso con se prctenda universal. Por lo tanto, tienen en común el deseo
el nombre de Rehabilitierung der praktischen Philosophie.IJn ,lc tlevolver su propio estatuto ontológico a aquella praxis
debate caractenzado por el redescubrimiento de la actualidad (f uc. con respecto a los objetos de la teoría, goza de una esta-
del pensamiento ético y político de Aristóteles y de la consi- lrilidad infinitamente menor y sujeta por esencia a una falta
guiente aparición de posturas neo-aristotélicasrl. Hay, en efecto, tlc capacidad de previsión. Unida a la liberación de la praxis
purtos de convergencia entre el pensamiento de Hannah Arendt rlc los criterios de la teoría está la clara separación de la ac-
y la «rehabilitación de la filosofia práctica>>: es común, en primer e itin práctica y de la acción técnica. En otros términos, estos
lugaq la intención de rescatar la acción del hornbre de su cosifl- l,cnsádores enfatizan el hecho de que la praxis no produce
cación padecida en la época moderna. En este sentido segura- iringún objeto, y en consecuencia su éxito no se puede rnedir
mente no es fruto de la casualidad que la obra de Arendt sea leí- busirndose en el resultado de su producto. Criterio, este últi-
da paralelamente a la de los otros dos pensadores comprometidos nro, que se aplica en cambio sólo a la poiesis. En sustancia,
en utilizar las categorías del pensarniento antiguo como alternati- cstos autores insisten en afirmar la diferencia radical existen-
vas a la ciencia política moderna y considerados, a su vez, como lc entre la acción técnico-productiva y la acción práctico-co-
anticipadgres de la Rehabilitiertmg alemana: Leo Strauss y Eric nrunicativa.
Voegelinrr. Arendt, Strauss. Vocgelin y los autores <lel suóesivo Más allá de las sin embargo notables diferencias internas
tlcntro del panorama del neo-aristotelismo alemán, se puede re-
conocer que una de las exigencias comunes a los pensadores
rl Para una reconstrucción del complejo dcbate referido al renacer de la (lr.lc se adhieren a esta línea de pensamiento consiste en la vo-
lllosofia práctica alemana y de su rehabilitación del pensamiento de A¡istó- Iuntad de recuperar la dimensión normativa tanto en las actua-
teles véanse, en particular, F. Volpi, «La rinascita della filosofia pratica in
r:iones políticas como en las actuaciones éticas. Se puede decir,
Germania», en C. Pacchiani (a cargo de), F-iloso/ia prutica e scienza politi-
ca, Abano, Francisci, 1980, págs. 11-97 y F. Volpi, «La riabilit¿zione della crr fin, que el «prcgrama>» subyacente a la rehabilitación de la
filosofia pratica e il suo senso nella crisi della modernilai>>, Il Mulino, XXX[ l'ilosofia aristotélica retoma la reproposición de motivos tales
núm. 6, 1984, págs. 928-949. De entre los libros más significativos de esta corno los del «bien común» y la reimplantación de un saber
tendencia hay que destacar por Io menos W. Hennis, Politik und pruktische
Philosophie, Neuwied-Berlín, Luchterhand 1963 y Stuttgart, Klett-Kotta,
¡rráctico que guíe a los hombres para conseguirlo. En esta pers-
1973 (edición ampliada); M. Riedel, Rehabilitientng der Pruhischen philo- ¡rcctiva, las modalidades del saber práctico, revaluadas por los
sophie, Fnburgo, Rombach, 1974; R. Bubner, Handlung, Sprache und Ver- ireo-aristotélicos, como por ejemplo, la prudencia, el sentido
nunft. Gntnd begr ffe pra l,:tis cher P hilo s op hie, F rankfwt Suhrkamp, I 973 ;
G. Bien, Die Grundlegung der Politischen Philosophie bei Aristoteles, Fn-
burgo, Alber, 1973. sity of Chicago Press, 1984. De Eric Voegelin, cfr. sobre fodo,The Neu'
12 Véase al menos
L. Strauss, Natural Right and History, Chicago, Uni- ,\tlience oJ'Politics, Chicago, The University of Chicago Press, 1952; íd.,
versity of Chicago Press, 1953 [trad. esp.: Derecho natural e hisforia, ()rder and Histor¡;, 4 vols., Baton Rouge, Louisiana State University
Barcelona, Círculo de Lectores,2000]; íd., What is Political Philosophy?, I'rcss, 1956-1914; íd., Wissenschaft, Politik und Gnosis, Múnich, Kosel,
Glencoe, Free Press, 1960; íd., The City and the Man, Chicago, Rand 1959. íd., Anamnesis. Zur Theorie und Geschichte der Politik' Múnich,
McNally, 1964; íd., Studies in Platonic Political Philosophy, Cbtcago, Univer- l'iper, 1966.

34 35
f
común, el criterio y la opinión, mantienen un carácter instru- ,le I ¡rretendido por los neo-aristotólicos. Támpoco el pensa-
rncntal con vistas alarealtzación de un objctivo: la fbrmación nrcnlo de Aristóteles logra del todo sustraerse a la tendencia
de una «constitución» política en donde sea posiblc la realiza- nurrrsurada por Platón y típica, salvo raras excepciones, de
ción del «bien vivir». torla la tradición del pensarniento político, que lleva a privile-
Pero el claro rechazo arcndtiano dc la categoría medios-fi- lirrr la tcoría sobre lapraxis, a haccr derivar la filosofia prác-
ncs o. para dccirlo de otro rnodo, la crítica bastante mirs radical I'rt'l rlc la fllosofía primera.
que la dc estos autores, desarrollada por la autora cn el estudio
cle la relación teorí¿r y praxi,s, hace dificil y casi irnposible en- ,1. Y justamentc por la radicalidad del intento con el qtte la
contrar un terreno de encuentro sobre esta temática. Y es aquí, :rutora busca alejarse de un¿r tradición filosóflca que impone
a mi entendcr, donde las clifbrencias se haccn insr-lperablcs. L¿rs l, rs ¡rrcrpios criterios ala pruxis y por la dificil rclación quc pro-
explicaciones quc Arendt ofrece con rcspecto a un tipo de sa- r t'cl:r cntrc pensamiento y acción, la tcoría arendtiana ha sido
ber práctico ref-erencias al senticlo común, a la opinión y l;rclr¿rd¿r dc irracionalismo y valga csto como demostración,
aqucllas lnás nurneros¿rs, pero tambión contraclictorias y arnbi- :¡rrr absurda, de la distancia que separa a Arendt de los neo-
guas, al criterio tienen sobre todo, corno se tendrá ocasión cle ;u rstotólicos. En efecto, algunos críticos han interpretado mal la
observa¡ el significaclo clc contraposiciones polórnicas. Siguen urtlrcación, dc la que se l-ra apropiado la autora, de un repletntea-
sienclo, i ntcncional mente, inclicaciones dcmasiaclo fiági les para rnicnto radical de lo político con la necesidad de una novedad
quc sc pueclan considerar collo un coniunto dc criterios norm¿l- ;rlrsoluta: la autora. en sulr¿I. sería víctima dcl rnito irracionalis-
tivos quc ¿rpoya y acor-npaña la acción. Nunca, en Arenclt, sc trr tlt: la superioriclad de la política. mito incompatible con la de-
encuentran afirrnaciones sobre el contenido dc la «vida buc- I I lot't'llciA tnotlcrnA
tt.
na» v sobre la especificación clel «hicr, común>> que se rlchc- I)ero rnás interesante v prohlemática. aunque en ttlgunos its-
pcrseguil'. ¡x'clus no rnenos paradójica, parcce ser la crítica promovida por
Entonccs quizá la « i mpracti cabi liclad» del pensam i cnto pol í- lrlru'Lir.r Jayrr. Al igual que Schrnitl, Jürger y Báumler quie-
tico ¿rrendtiano no se debe atribuir a sll exccsiva ficlelidacl a nr's ll¿lra .lay han abierto la vía al f.ascisrno , Arcndt fbrrn¿rría
Aristóteles cotlo Habcnnas por ejernplo mantiene sino ¡rrrrtc clel así llarnado «existenci¿rlisrno político>>. Lo misrlo quc
rnás bien a la voluntad de la autora de llevar a cabo una obra de ('slos pensadores, pzrra los cuales la f.ascinación de la «nada»
cleconstrucción dc aquella tradición de la fllosofia política quc lrr'itlcggeriana se transforma en la concepción de la autonomía
irnpone a la política los criterios de la fllosolia y en el interior ,le kr político. también Hannah Arendt se dejaría arrastrar por
dc la cual incluyc, a pesar de su parcial excentricidacl también urur visión de la politique polu' lct politique. En virtud dc esta
a Aristótclcs. pe lrgrosa «estetización de lo político», la autora clesvincularía
Hannah Arcndt no rchabilita la fllosofia antigua, ni si-
quicra la aristotélica, para dar una alternativa posible rcspec-
to a las propucstas cle la ciencia política lnoderna y cs aquí rr Cfr. N. K. O' SullivarL Hellenic Nostalgia and lndustrial Sociely, cít.,
probablerncnte en donde se encuentra su difbrencia sustancial ltirgs. 228-251; B. Schwartz, «The Religion of Politics; Reflections on the
con pcnsadores como Strauss y Voegclin prccisanrente por- 'l hought of Hannah Arendt», Dissent, XVII, núm. 2, 1970, págs. 144-161.
r1 M. Jay, «Hannah Arendt: Opposing Views», Parfisan Re'view, XL\
que toda la tradición ha siclo llamada a rendir cucntas del
rrirrn. 3, págs.348-367, 1978, publicado de nuevo con el títr¡lo «The Political
ocultarniento del significado originario de aquello que es all-
lrxistentialism of Hannah Arendt», en M. Jay, Petmanent Exiles: Essays on
ténticamcnte político. El valor que Hannah Arendt asigna a la tht' lntellectual Migrationfrom Germany to Ameica, Nueva York, Columbia
filosofla práctica de Aristóteles es pues totalmente distinto t l. P, 1986, págs. 237 -256.

36 31
r
la política de cualquier consideración externa a ella, ya sea so- ocrrrricla entre finales del xrx y primeros clel xr, señalada por
cial, económica o incluso sólo normativa y negando, al igual ll crítica radical de Nietzsche y por la reflexión que esta he-
que Heidegger, la primacía del logos sobre el cual nuestra tra- rcncia intelectual desarrolla. Si ahora nos tuvieralnos qrlc pre-
dición se fundamenta, se acercana inconscientemente a las rluntar. colrlo a menudo se ha hecho, si Arendt está con Aris-
mismas conclusiones nihilistas de los autores suscitados. El én- lirtclcs o con Nietzsche, o bien si su fllosofia es portadora de
fasis que Arendt pone sobre la importancia del momento que ¡rropuestas normativas y «refundativas>> o propuestas críticas y
origina la política la colocaría peligrosamente cerca de la ,<dcconstructivas>>. se podría tarnbién formular de este tnodo l¿r
«exaltación de la üolencia destructoray estetización de la vio- rcspuesta: Hannah Arendt hace un uso nietzscheano, o tnejor
lencia» de Walter Benjamin. Una ulterior confirmación de la rlicho, colno vereflros, post-nietzscheano. dc algunas catego-
afinidad entre Hannah Arendt y estos autores, quienes paraJay r i¿rs aristotélicas.

están comprometidos con la ideología fascista, emergería de la


visión de la propia historia de la autora: una historia que no
puede ser ni proyectada ni construida por el hombre. No sólo, j. A casnllo IIN'I'RI:) LA trtLos()tri,q. v l,l, poLÍltc'n
pues, el pensamiento arendtiano no facilita indicaciones políti-
cas practicables, por estar demasiado desvinculado de unas cir- l.No cs pues casualidad qlle cn el pensamiento político dc
cunstancias históricas y sociales concretas, sino que esto mis- IIannah Arcndt sc haya podido encarnar uno cle los principalcs
mo resulta t¿rnbién ambiguamente emparentado con las peli- capítulos del reuaccr cle la filosolia prirctica aristotélica y, al
grosas ideologías políticas de la Alemania de los años 20 y 30 nrismo ticrnpo, cl irltirno episodio teórico del «irracionalistntr
que Arendt misma habia criticado. ¡rolítico». Esto sin ducla atestigua la ¿rctitud de la autora hacia el
Pero si ya puede aparecer discutible la unión inmediata que ,\alb,:tdenken y su consiguiente aversión por constituir un sis-
Jay establece entre el «existencialismo político» en general y el lcrna tcórico coherentc y unívocamcnte individualizable. Es
fascismo, sólo puede sonar estridente y fuera de lugar el para- conocicla. efectivamente, su intcnción cle moverse constantc-
lelismo entre la teoría arendtiana y la ideología fascista35. rnente en el nivel de los sencillos «ejercicios cle pensarnien-
Si es inaceptable este tipo de acusación dirigida a un pen- to>>r('. Pero, Incnos genéricatnente, la posibilidad de interpre-
samiento que rechaza considerar lapraxis alaltlz de la lógica laciones radicalmente contrapucstas entre ellas pue<le signifi-
de los medios-fines justamente porque ésta puede implicar el car la presencia en su obra de vertientes teóricas no f,icilmente
uso de la violencia, y si es justamente absurdo acoplar el pen- c,onciliables quc, lejos de permanecer contradictoriamente yux-
samiento arendtiano a la ideología fascista, sin embargo son lapuestas, se constituycn en aporías y presentan la fisionomía
legítimos los restantes interrogantes formulados por Jay. La cspccífica de su ref'lexión.
particularidad del pensamiento de Hannah Arendt reside efec-
tivamente en saber asumir críticamente, dentro de sus pregun-
tas sobre la relación entre filosofia y el mundo de los asuntos 16 [.ll subtítulo clel volulen Behr,een l)usf antl fiuturc teza cfbctivarncnte
humanos, el significado de la reacción filosófica y cultural l,.ighf Erercises in k¡lifit:ul Thought y, cn la prernis¿r de esta colección, la auto-
nr h¿rbla del ejercicio del filosofar como de algo que sc apafla cle una fiorma de
¡tcnsamiento deductivo y añade: «Los cnsayos clcl presente volumen constitu-
yen otros tantos e.iercicios en este sentido, oon el único fin de aclquirir práctica
r5 E,l artículo dc .lay no ha tarclaclo cn "cómo" pensar, sin qucrer indicar qué es 1o que se dcbe pensar ni qué vcrda-
en suscitar polémicas. Véase para to-
dos Ia crítica, publicada junto al artículo cle Jay, dc L. Bolstein, «Hannah rlcs deben ser creidas», pág. 14. [Trad. esp.: Enfre pasodo t' .fillutrt: oL'ho
Arenclt: Opposing Vicws», Purtisun Review,, XL! nim 3, I 97u, págs. 368-389. L'jtrcit:ios xhrc la rcJlexión polítirra, Barcelona, l'enínsula, 1996.1

38 39
superado el rnomento inicial crel «crescubrimiento»
pensarniento arendriano en clave
de filosofia;;i;;;;;1" qr"
del ( rsis en todas sus diferentes valencias sigue siendo elhori-
necesariamente ha conducido, como '()nlc (lentro del cual su pensarniento recorre el arco de su ente-
siempre sucede en los mo_
mentos explorativos. hasta posturas r,r ¡rnlducción.
herm'enóuti.u, .*t..Ár. y
parciales. muchos intérpreies se
ha,. aproxirnacro a ér con un
acercamiento más. calibraclo y confrontaclo
con rur-¿rrtin,u,
l. Las prirneras monografias que dan cucnta hasta el fon-
valencias. La pubricación de La victa-tret
espíríiu; nrl"ol¿"
,1,, tlc la presencia de esta vertiente filosóflca en la reflexión
suscir¿rr un cnroquc menos reductivo
J" .i,-ii'rár"iir."Fr".i_ ¡,,rlitica arendtiana son las de Bikhu Parekh, de George Kateb y
sarnente porque cn este tcxto cn croncle ,l,' Anclré Enegrénre.
la llamacla tracrición metafisica, ro uiito.o
afronta iiiriu*"rr" I)ara Parekh, hay que atribuir a Arendt el rnérito excepcio-
toma abiertamente
posición sobre los.presupuestos frlosóf r;rl tlc haber planteado la cuestión de una New Sr:ienc:e of Poli-
tica. El análisis de rás trei fbcurt¿rd".
icos;".;;;;;i.'o"ri- //( \'(lc un modo que no ticne precedentcs en el panorama inte-
¿" la mente qurere ser nn
Inomenlo dc.re.capiru]agjon.¡, al rnisrno
ri",npo j. ji"rr.i, It't'trr¿rl contcmporáneo y que resta creclibilidad a todos los in-
mento de toda la tradición fiiosóflca. t('nlos de volver ¿r establecer una reflexión sobre la política a
irnposibilidad de conjugar rn. .or."ftos
t_o .orrpiot o..,
áL I"
¡,,rrlir de la asunción acritica cle la Main Tratlition del pensa-
firosóficos tracricio-
nales con una auté¡rica-cornprerrroi'a. rrucnlo político. Pero tal intento scría víctima de su propria ra-
r" p"lii*"
ull vez por todas, el intento original qr"'*.i"u. ;;;;"r- ,lrt'rrlidacl filosóf ica. Frente a la estigrnatización de tod¿r la tra-
llo,
fía política de Hannah Arendt:
l;;rl*"_ ,lrt'irin, según este autor inf-luida por Heidcgger y por su obsc-
uoiu".., pensar la politica y,
con ello, la libertad, fuera «cle la"l tradiciónr, fr".iJri"r. ',rr'rrr anti-platónica, Arendt se qucdaría parulizada fientc a l¿r
encargo dc la here,cia filosóflca dejacla ,ri , lt'cción clc presupuestos filosóficos altern¿rtivos que consien-
nietzschcano.
p;i;i ;;;r,"i"ra
"f r:rr tllr vicla ¿r una filosofia politica ef'ectir.,arnente «nucva».
\rlcntás para Parekh es poco creíble la concepción arendtiana
La ventaja viñLral de nuestra sit,ació, rlt'lcciónt una arlalgama de aristotelismo y de existencialisrno,
clespLrés der oc¿rso
de Ia metaf'ísica y de la lllosofla _se (luc nunca llega a una unidacl coherente, no pennitiría a la au-
lee lu.priirü"r,,n.
cle Lu vielu tlcl espíritu poclría "n ñ[.r'p..n,iüra t,m alcanz¿lr una visión clara clc lo que tienc qr-re ser la politica.
.", áofrl.,.
mimr al pasado con o.jos r,r.uo. libres l)e ¿rhí qlre no consiga, cn su opinión, rcsolver la tensión cntre
de la cn.g y á; h;r_
jeción de cr-ralquier lra.ición,
patrimonio enorme de experiencias ;;'r,
más que disponei c-on ell; l;r ¡xrlítica que sc firndamenta en la participación y la política de
inr¡ccliatas, sin estar Ios r.ltolltentos excepcionalcs, así corno su total dcscuido r-es-
vinculados por ninguna prÁcripcióri r"il;i
sr'rncjanles tcsoros ....
;;;";; ;;.,. ¡rt'cto al funcionamiento institucional concrcto.
-farnbién
¡rara Katcbr0 el énfasis «existencial>> puesto en
t l concepto dc ¿rcción equivalc a decir cl papel asignado a
últirna obra. incornplcta. sobrc la vida
rua" !l
.,... dc la mente sc si_
en orrosfermrnos. como lugar de obscn¿ación
privilegLdo
para constatar en qué rnecrida y
de quó rnodo, la firfsora?e-ra
'" [J. I'arckh, lluttnuh ,,lrtndf utttl tht, Scun'h.fir u Nev, R¡lifital Phi-
l,,t¡¡,,¡r.t', I-orclres. MacMillan, 198 l; G. Ka\cb, llunnoh ,lrcndt; Polifit:.y.
r7 Cfi. ('ott\('¡cn(a, flr'li, Oxfbrd Marlin Robertsolt. l98l; A. Encgrón, l.u Pu»ée
H. Arendt, T.he Li/é .J the Mintl,a cargo
dc M. McCarthy, Nueva
York' Harcourr. Brace. J.rvanovich. ró71.'i
i*i'
Madrid ('enrro dc Esruclios Consrirtrcional.r.
esp.: r-u vitru tr.,r .espíriru,
"'. '| \v, t
l,,tlititlt.tt, dt, I lunnuh /ru,ndf, ['arís. l']Ul,. l9lJ4.
r" Véanse cn parlicular las observ¿rci«»cs conlenidas cn el capítulo «Thc
\s lbídem, lór<+ i
pág. 12. llrt'rrrv o1'Pcrlitical Action». cn (i. Kateb, Ilunncth ,,lrerulÍ; Politit..t, Con-
', t,'ttt't', l,,vil, cit., pligs. I -5 I
.

40
4t
a

la acción para rescatar el hombre de la futilidad de la vida- rrrrpcrf'ecta>>. Dentro de tal línea interpretativa pierde obvia-
lleva a Arendt a fallar muchas de las respuestas a las pregun- rrrcnte significado la acusaciónlanzada al pensamiento arend-
tas que inicialmente el fenómeno totalitario parecía haber su- tilno de ser esencialmente anti-moderno.
gerido a su reflexión. En particular la admisión de la crítica
heideggeriana al principio de la sugestividad, unida a la 3. Me he detenido sobre estas tres hipótesis interpretativas
aceptación parcial del desprecio nietzscheano por los ideales l)orque son ejemplos emblemáticos de una cambiante aproxima-
democráticos, no permiten a la autora anclar su propia visión t'itin a la obra de Hannah Arendt y porque, en cierto sentido,
de la política en una teoría de la justicia ni en criterios éticos, nurrcan las directrices del debate subsiguiente. A partir de los
elementos indispensables para una definición concreta de la ¡rrinrcros años 80, efectivamente, se cuestiona siempre menos
acción política. E,s interesante señalar al respecto que la crí- :.obre la valencia política de las propuestas teóricas de la autora
tica de Kateb tiene un precedente ilustre en las atentas lectu- y¿r sean de derechas o de izquierdas, utópicas o irracionalis-
ras que Sheldon Wolinar ha hecho de Hannah Arendt. Tam- tls y se indagan siempre más detalladamente los presupues-
bién para Wolin, Nietzsche llevaría a Arendt a sacrificar los tos y las respuestas fllosóficas de su reflexión. Hay que recordar
ideales democráticos a favor de una visión «heroica>> de la t¡rrc la acogida de La vida del espíritu lleva el debate en esta di-
política. rección, además de haber contribuido a la publicación de las
La importancia de la filosofia de la crisis y de la filosofia ltrtures on Kantb Political Philosophyat y d. la edición de la
de la existencia en el pensamiento arendtiano es sostenida ,.rrrcspondencia entre Hannah Arendt y Karl Jaspers#.
también por Enegrén42, que, aún reconociendo los distintos
lazos de la autora con pensaclores como Heidegger, Jaspers y Se publican numerosas monografias que, al reconstruir
Merleau-Pontv. prefiere no pronunciarse sohre cuáles de es- Iotlo cl recorrido del itinerario intelectual de Hannah Arendt.
tos autores influyen mayonxente a Arendt. A diferencia de ('\arninan su formación filosóficaas; se escriben ensayos que
casi todas las interpretaciones, el autor, con una convincente r.cntran el estudio exclusivamente sobre el aspecto filosófico
y elaborada argumentación, propone declarar equivocada
toda lectura de la obra arendtiana que tienda a señalar la pro-
rr H. Arendt, Lectures on Kant'.s Politiceil Philosophv, ed. R. Beiner,
puesta de un modelo, por defbctuoso o incompleto que iea, 'lricago,
t The University of Chicago Press, 1982.
para conseguir la verdadera «ciudad política». A su juicio, la rr H. Arendt, K. Jaspers, Briefwechsel 1926-1969, a cargo de L. Kohler
obra de Arendt se tiene que considerar como punto de refb- r I l Sane¡ Múnich, Piper, 1985. Decisiva ha sido también la biografia escri-
rencia crítica insustituible para valorar lo que es, una incita- l:r ¡xrr E. Young-Bruhel, Hannah Arendt. For Love oJ'the World, New Haven,
ción y una indicación para ir «más allá de lo que es aquí y \':rlc U. P, 1982.
ri Véanse las siguientes monografias: D. May, Hannah Arendt, Nueva
ahora verificable)) para aproximarse ((a una libertad ménos
\irrk, Viking Press, 1986; L. Bradshaw, Acting and Thinking. The Political
l'lrrtught of Hannah Arendt, Toronto, University of Toronto Press, 1989;
It,l l{cist, Die Praxis der Freiheit: Hannah Arendts Anthropologie des Po-
rr Cfr. S. Wolin, «Hannah Aren«lt and the Orclinance olTime». Itti:;chen, Wurzburgo, Kónigshausen, 1990; S. Wolf, Hannah Arendt:
Sr¡c¡al
Research. XI-IV núm. 2, 1971 , págs. 9 | - 105. Véasc clel misrno autor tam- l'.inliihnmgen in lhrem Werk, Frarkfirt, Haag und Herchen, l99l; K.-H.
bién la hermosa reseña a The Lifé o/ the Mind, l{ew, yt».k Re.¡,iev,o/ Books, Itrcicr, Hannah Arendt zur Eiffihrurzg Hamburgo, Junius Yerlag, 1992.
XX! núm. 16, págs. 16-21 , en particular pág. l9; así como e I ensayo «Han- Vi'rrse últimamente la puntual reconstrucción de Ia obra de Hannah A¡endt
nah Arcndt: Democracy and the tolitical», Solmaguntli, nnm. OO, tqg3, lrt'e lra por W. Heuer, Citizen. Persónliche Integritcit und politisches Handeln.
págs. 3-20, cn parÍ.icular págs. 4-8. l',tttt Rekonsttuhion des politischen Humanismus Hannah Arendts, Berlín,
rr Cfr. A. Enegrén, La pen.sée politit¡uc de l{unnuh Arendf. op. r:it. Akirclemie Yerlag, 1992.

42 43
de su obraa.y, algunos casos, se intentan incluso encontrar r¡rrtkr convergente con ésta sigue señalando las fuentes filosófi-
",
las raíces teológicas de sus tesisaT. En fin, asistimos u p.o- también en el pensamiento de
, ;rs tlir-cctas de la obra arendtiana
liferación de estudios y de investigaciones que modifi"ur,""u ,rr- .rutolcs tales como San Agustín y Kant, Nietzsche y Jaspersae.
tancialmente su imagen: de figura marginal y excéntrica, se ha Mcrecen ser recordadas adernás las interpretaciones que
convertido en un auténtico y verdadero «clásico>> de la filoro-
l)r()l)oncn una comparación entre la posición filosófica de Han-
fia política del siglo xx. como para todo clásico, también en el ' rr;rlr Arendt y la de otros filósofos contemporáneos: desde Wal-
caso de Hannah Arendt se buscán las «fuentes)), se rastrean tr'r llcniamin a Eric Weil, desde Maurice Merleau-Ponty a Paul
las
influencias padecidas y ejercitadai y se miden ras afinidades y li rcocur50. Támbién-la literatura crítica sobre la relación teórica
las diferencias con tal o tal pensadoi.
En esta perspectiva se leen las diferentes confrontaciones
propuestas entre la filosofia arendtiana y la filosofia
de Hei- t('r rlurir crítica con rcspecto a la relación cntre la lilosofia arendtiana y la hei-
degger. Como tendremos ocasión de observar, esta compara_ ,1.'r,ricriana, véase el segundo capítulo del presente trabaio: «El l'in de la mc-
ción representa efectivamente un paso obligado pr.u u"."á.. u t.rlisica como origen y horizonte de la rcflexión arendtiana.»
una correcta comprensión de muchos de los conceptos-clave r" Véansc, a modo de ejernplo, Ios ensayos siguientcs: J. F. Burkc,
de
la autora, comprensión para la cual se ha revelado también de- ,, I lrrnking" in a World of Appearanccs. Hannah Arcndt between Karl Jas-
terminante la public-ación de ¡,,'r, rrrrd Martur Hcidegger»>, Anulet:ltt Husserliunu, XXI, 1986, págs. 293-308;
llgunas lecciones impartidas por I ll Ilinchmann y S. K. Flinchmann, «Existcntialism politicized: Arendt\
Heidegger en los años inmediátarnente precedentes a la I )t'lrl to .laspers», The Reviev' o/'Politic,s. Llll. núm. 3, 1991, págs. 435-461t;
blicación de El ser y el tiempo. Estas recliones, efectivamin-
iu-
I I l( Villa, «Bcyond Good ancl Evil: Arendt, Nietzsche and the Aesthetici-
te,.aportan la prueba corr".efu de la deu«la que Arendt h;;;"_ .':rlrt»r o[-Political Action», Po litir:al Theo'y. XX, núm. 2, 1992,pá5s.274-308 I
traído con su antiguo maestroaE. oha línea de investigación a Áe- li lirdci, «Harmah Arendt interprete di Agostino», cn R. Esposito (a cargo
,i,'t. l.rt pluntlitú inup¡.tt'esenttrbile. ll pensierc politictt di Ilututtth ,lt'eniÍ'
I lrbino, Quattro Vcnti, 1987, págs. 113-121; J. V Scott, «'A Detour Trough
t" l'rr'tisnr": Hannah Arendt on St. Augustine's Philosophy of Freedom», P¿¡lió;
_ . Yé1l1e por ejernplo los trabajos de W. F-. Allen, «Hannah Arendt: \ \. rrirnr. 3, 1988, págs.394-425; J.-C. Eslin, «Le pouvoir de commencer:
Existcntial Phenomenology poritical
Criticism.IX, núm. 2,1982,
ancl Frecclom>>, ini sir*t
phíto.roph, llrrrrrr¿rlr Arendt et Saint Augustin», Es¡trif, num. 143, 1988, págs. 146-153.
págs. 169-190; R. Scúurmu*, ,,L" t.-p, ¿. t-,rlrrc la relación filosófica que se cruza entrc Hannah Arcndt y Maurice
l'csprit et I'histoire de la liberté», Les Etudes rhénoménotogiqirr,-r,ii" \lerlcau-Ponty y entre Hannah Arendt y Paul Ricoeur, véanse respcctiva-
1983, págs. 351-362; A. HeIe¡ «Hannah Arendt on ttr" nrña'.ári",rrpL,i
:,
ilr('ntc: A. Encgrén, «Hannah Arcndt, lectrice de Merleau-Ponly»>, Esprif,
y»,9t Philoloph.t' ancl sociar Criticism, cit.; F. Fistetti, «Metafisica e poli- \'1. rrírm. 6, l9ti2, págs. 154- 155; B. C. Flym, «The Qucstion of an Ontology
tica in "La vita della mente" di Hannah A¡endt», potix, t, n,i* t,-t'l¡s, ,,1 thc Political: Arendt, Merleau-Ponty, Lelbrt», Inlentalir¡nal SÍtulies itt
págs. 6-50; L. tsoella, «Hannah Arendt "fenomenologa".
§rnanteliá*"rto XVI, núm. l, 1984, págs. l-24; B. Stevens, «Action et narrativi-
t'lrilo.soph¡,.
della metafisica e critica deil'ontorogia», aut aLrt, ntnns. ñg-zqo, pa!r. t,' clrcz Paul Ricoeur et l{annah Arendt», Etudes Phénoménologiques, l,
s:-i r o
Porúltimo, véase w p wanker, rrrius ancr Logo,s: phirosrphiroipíurirrtio^ ni¡rn. 2, 1985, págs. 93-109. En cuanto a la relación Arendt-Kant, véase la
oJ Hannah Arendt ls Pr¡litital Theory, Nueva Vork, Carland t gg t . ,lrscusión de la literatura crítica discutida en el capitulo «Una conciliación
17
cfr. J. w. Bernauer, «the páith of'Hannah Arendt: Amor Mundi and rrrr¡xrsible».
its Critique-Assimilation of Rerigious- Experience», en J. w. Bernauer(ed.),
'') El ensayo de S. Benhabib, «Hannah Arendt and the Reden'ptive
fmol Muydi, Explorations ¡n thiFa¡th aict Thought o/.uarnah ,siiiái bo._ llrrvcr of Narrative>>, Social Research, LVll, núm. 1, 1990, págs. 167-l9tr, tra-
{rec!t, M¿rtinus Nrjhof, 1987, págs. 1-28;T. Réách,'«Enspi"t"á Wái¿ urA t:r tlc las afinidades que se encuentran entre Arendt y Benjamin; véase tam-
Deeds: C!191i1 Meraphors lmplicit in Arendt,s Concepr'of p".sorai lrr('rr Ir. Greblo, «ll pocta cieco. Hannah Arendt e il giudizio», aut aut, nume
Ác_
tion>>, en J. W. Bernauer (e<1.), Amor Mundi, cit., págs.
a8 Sobre 59_g0. tos239-240,1990, págs. 111-126. Por lo que respecta a un acercamiento del
la influencia que Heidegge¡ tambiéná ffavés de las crases de pensamiento de la autora con el de Eric Weil, cfr. J. Roman, «Entrc Hannah
Marburgo, ha ejercido sobre Hannah A¡endt y para una discusión ,,\rcndt et EricWeil>>, Esprit, núms. 7-8, 1988, págs. 38-49.
de la li-

44 45
cntre.Arendt y Ilaberrnas ha actualizttdo entrctanto las propias y Phr-
posiciones. Ahor¿r ya no se preocupa sólo por aco¡rlar o puniuu_ ¡lcro también los de Paul Ricoeursa, Jean-T,uc Nancy
ii¡r¡rc Lacoue-Labarthess, en_Francia y los de Roberto Espo-
lizar la crítica llabcr,rasiaria a rai.ció.'arcncltiara a.: pá,i.,.
*it,, y Alessandro Dal Lago56, en Italia, se han destacado las
sino que se intcrcsa bien por cstabrccer ras .u,r""i.i,.,.* y
.,rhs. ¡¡l'iniclades de muchos aspectos del pensamiento arendtiano
las clifbrc,cias cntrc los clo.s autorc.s y por preguntarsc lo quc
l, corr cl llamado horizonte post-moderno para emplear una
tcoría cle la acció. co'nunicativa clc6e a lás cl"istinciones ir-u-
clir¡ueta ya superada. Menos genéricamente, queda cadavez
clas en La condi.it'tn humanast o cómo hacer posiblc
¿r,nonizar ¡nrii claró cómo la radicalidad crítica de la obra de Hannah
el universalismo cle Ilabennas cor-r la crítica a la rrctal'iri.u .i"
Arcndt es inconciliable con una perspectiva universalista,
Arenclt.
sin por esto tener que ser contada entre aquellas posturas
. A c-ste respcct., cs signir-icativo que la historiografia ¡rnti-modernas que auguran el regreso a un pasado que ya no
nrás reciente ha reintcgrado la f ilosofia ¿rrencltiana c,r l¿icorr-
cs rlc recibo.
troversia tcórica s.brc las razones clcl universalisrno y las
clel t'.n tal contexto se situa la recuperación de algunas nocio-
«¡-rosl-moclerno)). No tcngo la posibiliclad cle clctcncrine
aquí ncs arendtianas de su «pensamiento sobre la diferencia se-
sobrc los tcmas clc csta cliscusi(ln: bastc por e I nrunrcnto sc-
xtral>>. Si bien Arendt había manifestado siempre su indiferen-
ñala'q,c graci,s a trabajos corro. por cjenr¡rr.. kls ¿c nLi- cit y hasta su tedio ante las temáticas feministas5T, las nuevas
ncr Schurnl¿ullsr y Bonnie Honig5t. i,, Éstados Uniclos.
",-, ¡rcripectivas abiertas por el movimiento de las mujergs
=n
cicrto modo ligadas a las «filosofias de la diferencia» de ámbi-
Io liancés- consideran totalmente legítimo referirse a la auto-
5r
.Unlt'c
lostraba.ios Ittlts inlercsantcs rlc Ios úrhirnos años clrrc ¿b.rclan
el
rlr; se dirigen a la filósofa de origen hebreo no tanto para tomar I
tcmrr rlc lrr rclación cntrc II.lrnlh.\rcnclt r'.rurqcn Ilabcnnas. r,c,¿rsc: .r. Ro_
rlircctamente sus proyectos teóricos como para reelaborar, a Ir
nrrn. lubcrnras. lccrcur dc Arcnclt: Unc ó.lrfióllt¿rtion philosophiquc,r.
<<l
¡rartir de sus sugeréncias, categorías como las de natalidad
plu-
le.s
dt'l'hilosophi¿,, nunt.,l. l9ll7, págs. l6l-ltt2; 'S. genlial.,ii..l, uit¿rn-
('tt,lttL.'t't
,¿rh Arc.rlt, thc Liberal 'll'adition
and .liiigcn llabern.ras», cn (.. (ialh.un
(ctl.), llulx'rnu,s and tht' r'ur¡rit' sphert', i',rnbricrgc, rr¿rirr.,
vil.i'-iji..r,
1992, piigs. 73-98. Ibr irltinro sc scñala cl libro dc ti. Delruclle, Lr,r,,,,i,rr,,,- 5{ P Ricoeur, «Pouvoir et violence», en AA' YY., Onblogie et Politique,
,strs..irrt¡xt,tsiltle. Lc dilli\tntl t,ttrt'L,ttrhiqut,t'r
¡xtliliqttt,cltc: Il.,4trttt:l/ ar l'irris, Tierce, 1989, págs. l4l-159.
./. IIohcrttttt.s, []ruselas. Ot¡si¿r. 1993. 5i Me refiero en palicular a aquellas obras en donde ambos autores
sr ('fl'. R. Schunnann.
r,t'tt,,r¡t.s trc It,.s¡tt.it t,r Irti.sÍrit.c dt,rtt ril¡ct.rLt, liirnceses toman en consideración la perspectiva filosófica de Hannah
ctt..c ¡¿1 , «on.ludging ¿rntl Its Issire». en R. schurnrann (cd.). 'ritc Pt-thric Arcndt, relaborando algunos de los temas principales, cfr. Ph. Lacoue-
Reolnt, ¿'.s,r¿.'.§ o, Disc'ttt'sivt, r\'¡tt's irt politit,ur Philo,sr¡ti.t,, Rit-,,,ry,
ñ. v, l,irbafthe, La./iction du politique, París, Christian Bourgois Editeur, 1987;
State [Jnivcrsity of New yrrk Iiress, 19g9, págs. l-2 l.'véasc
ítr.,'r rcideu- l'h. Lacoue-Labarthe y J -L. Nancy, Le mythe nazi' París, Editions de
ger on llcíng und Ar:fing; r"ntm Principles'rt¡-.4nrrch.,, sroo,,i,igt,r,r.'ri-
I'Aube, l99l; J.-L. Nancy, La communauté désoeuvrée, París, Chnstian
diana U. Il. 1987. llourgois Editeur, l99O; íd., L'expérience de la liberté, París, Galilée, 1988;
.,.,Jj vóasc I];.!oni:r¡. «Arcndl. Iclentity ancr Difli:rcnc e». fr¡rititttr T'rttt¡t.t,,
XVI,_nún¡ l. l9tlli. pág.s. 77-98; i¿l., «Declaralion ol. Inclcpenclencc: nr.,r.ii
il., Une pensée.finie, París, Galilée, 1990.
su Véanse sobre todo los ensayos de R. Esposito, «lrrappresentabile po-
and Dcrricla on the Problenr o| l-buncling a Rcpublic>>, A'met.it,utt
h,t¡i¡t,ut lis», en íd., Categorie dell'impolitico, Bolonia, Il Mulino, 1988, págs. 72-124
sc'iettt't' lltt'it'vr', LXXXV núrnr. l, lc)9 l,
|ágs. ,)z-l t:; ítt., politicut
.l.hcrt.t,
y cle A. Dal Lago, «La difficile vittoria sul tempo. Pensiero e azione in
q/ t\ttirit,t, trhaca,'Córnell LJ. It, 1993 H; ;"; i l¿rnnah Arendt» «lntroduzione» a H. Arendt, La vita della mente, Bolonia,
11,!.,,hi
pectlva muy !?i:tt,luccnt.ent
p,rccida a la dc l]onnic t{onig se Inrcve también I). R. üilla, ¡;;__
ll Mulrno, 1987, págs. 9-64 (edición italiana de Vida del espíritu).
«Postmoclcrnisrn ancl the I'}ublic Sphcre», Alneri«tn pt¡litic.ul s7 Sobre este tema véase M. Markus, «The 'Anti-l"eminism" of Hannah
sc.iettt, llet,lit,vt,
LXXXVI. núm. 3, págs. 1992. pitgs. 7 t2-721 . Arcndt>>, Thesis Eleven, núm. 17, 1987, págs. 76-87.

46 4l
f
raliclad y munclosN y. cn gcncral, tica una dignidad propia y una trascendencia que no deban de
¡lara lanz¿rr Lln ataque en con-
tra cle csa l'ilosofia qLre con la afiimación dc un suje.io ncutro y
¡rugar de modo alguno el precio del monismo schmitttiano ni
runivcrsal. crr realiclacl una hi¡róstasis cle la sutl.jetiviclacl rnascu- tlcl elogio de los Strauss y Voegelin. Se pone en fin siempre
lina. Ila ncgaclo la clif crencia cle góncro. nrirs a la vista la idea según la cual la crítica de la autora a la
rnodcrnidad y a sus principales categorías no entraña el lamen-
4. En l.s rrisrr.s ali.s. y casi c, pararclo. la cliscrsiri, se Io sobre la unidad y el orden rotos y ni siquiera el llanto por una
prorluce cn r.ln¿l dirccción nras cxquisiianrcnte política. La cr.i-
cornunidad perdida.
srs clcf initiva clel marxismo asícor',-,,r lo quc sc lianr(r <<fin dc las
Si, y de modo particular en Francia, la filosofia política de
ideologías» han inrplicado tanrbicrn al
¡rónsanrrento rlc Hannah llannah Arendt sigue alimentando reflexiones sobre la demo-
Arerdt en cl rlcbatc sobre la <<autoromía dc lo político». la
crircia6r, en el mundo anglosajón se la cita para apoyar las razo-
t'ondición httmunu, sobrt, ltt ret,olttciritt, srr'¡t.r, ltt t,ir¡lattt.itt,
ncs de este o de aquel partido en la contienda entre liberalismo
Dc,vtl¡ttlientitt t'ivilsc han corlvcrtickr cn tcxtos clavc ¿r los cualcs
y «comunitarismo>>62. Si entre los comunitarians hay algunos
hay.qLrc ccñirsc para v.lvc. a plartcarse la
¡lrlític¿r clc nrancra t¡ur: utilizan el pensamiento de la autora, apoyándose en su pre-
rro clctcnninada. sobrc tockr criAlenrani¿rs', y cltriz.icon nr¿is l'i-
strnto aristotelismo que conduce a reafirmar la necesidad de un
ncza intcr¡rrctativa cn ltalia"" se ha pcdiclu,i l,i.; princi¡ralcs ca-
r,/áos compartido, entre los que creen en los ideales universales
tcgor'ías ¡rolíticas arencltianas sr¡ contr-ibLrcitin ¿r rcitituir a la polí-

s8 Me refiero
antes de nada a: A. cavarero, «Dire la nascita»>, en AA. l)'Arcais, «tlesistenzialismo libertario di Hannah Arendt», Ensayo a modo
YY., Diotima. Mettere al mondo il monclo, Milán, La Tartaruga, 1990,pági_
rlc introducción a H. Arendt, Polifica e menzogna, Milán, SugarCo, 1985, I'
nas 93-121 [trad. esp: Traer er mundo al muncro, Barcelona]tó aria,
L. Boella. <<Pensare liberamente, pensare il mondo», en AA. VV, »¡ut¡*o,
i'égél; ¡ligs. 7-8 l. Por ultimo véase P Flores D'Arcais, Esistenza e libertd. A parti- \,
tt li Ilunnah Arendt, Génova, Marietti, 1990. [Trad. esp.: Hannah Arendt,
cit., págs. 173-188; B. Honig, «Towards an Agonistic Feminism: Hannah
r'ri.ttt,ncia y libertad, Madrid, Tecnos, 1996.]
Arendt and the Politics of tdentity», en J. ButlerJ. w. Scotr (eds.¡, Feiiiists ('r De entre los intérpretes franceses, Claude Lefort ha sido seguramen-
Theorize the Political, Nuev¿ york-Londres, Routledge, loez, pags.
zr5 235. te cl que más ha buscado cxtrapolar una teoria de la democracia de la refle-
Sobrc la noción de naralidad en Hannah Arendt, iéase p'Éoí,"n Moo.e,
rir'rn clc la autora. Cft C. Lcfbrt, «Une interpretation politique de I'antisémi-
Hunnah Arendtb Philosophy of Nutality, Londres, MacMillan, 19g9.
s') véase Irsrrrc: Hannah Arendt (l). Les juifs dans I'Histoire de la liberté», Commen-
E. vollrath, Grutncilegung einer phitosophischei Tieorie des tttit'c, Yl, núm. 20, 1983, págs. 654-660: íd., <<Une interpretation politique de
Politisc hen, Wurzburgo, KOnigshausen, I 9g7.'
('0 I'rrnlisérnitisme: Hannah Arendt (ll), l'antisémitisme et les ambiguités de la
El interés de los estudiosos itarianos hacia ra obra de Hannah rlú'rrrocratie», Commentaire, VI, núm. 21,1983, págs.21-28, que aunque tra-
Arendt, con respecto al tema de ra autonomía de lo político,
á.r- lcn cl problema específico del antisemitismo contienen también considera-
de los primeros años 80. El pnmer artículo importante es er de p".pi.iup. pofinaro, e ioncs muy interesantes sobre la filosofía política «democrática» de la
«Hannal
S"$l e I'uropia della polis», Comunitit, XXXV num. I A:, iq8 l,
págs.26-54; del mismo autor destaca también «La politicá co." .oá,,"iu-
rrulora. Pero véanse sobre todo C. Lefort, L'invention démocrutique, Pa'
ris, F'ayard l98l; íd., «Hannah Arendt et la question du politique», en íd.,
mento e la fine dellapolitica», en Il Mulino, XXXú núm. 303, lOg6,pági_
l',.s,,;uis sur le politique (XlXe-XXe siécles), París, Seuil, 1986,págs.59-72;
nas 53-75. Véanse además los ensayos: T. serra, L' qutonomia' ,tel páiitico.
i,1., Et'rire a l'épreuve du politique, París, Calmann-Lé1ry', 1992. Señálase
lntroduzione al pensiero di Hannai Arencrt, Teramo, Facoltá di sciónze po-
lir¡nbién: J.-M. Ferry, «Les transformations de la publicité politique», Her-
litiche, 1984; A. Dal Lago, «"politeia": cittadinanza ed esilio nell'opeia di
lrrrr, núnt. 4, 1989.
Hannah Arendt», Il Mulino, XXX|ll, núm.3, 19g4, págs. 417_441;C.
CaU¡,
('r Para una ejemplificación de las posiciones que dan vida a la contro-
«Hannah Arendt e le categorie politiche della moclemltár, íd.,'MotJeÁ¡- vcrsia entre liberalismo y «comunitarismo», véase A. F'errara (a cargo de),
¡d,_Bolonia, ll Mulino, 1988, págs. 205-223; R. Esposito, toopp,rerinibil,
"n ('t»nunilurismo e liberulism¿r, Roma, tsditori Riuniti, 1992: el volumen con-
polis, cit.; G. Duso (a cargo de), FilosoJia poritica e Prufica cter pLnsieto. Erit,
licnc cnsayos de K. Baynes, R. Dworkin, Ch. Lamore, A. Maclntyre, M. S.
fttegelin, Leo Struu.;s, Hannah Arcndt, Milán, l,'ranco Angeli, lggg; p F.lores
Moore, M. J. Sandel, Ph. Selznick, Ch. Táylor, J. Waldron, B. Williams.

48 49
t i

de la cultura democrático-liberal hay autores que insisten sobre ha durado casi veinte años y que intenta acabar con algunos de
la imposibilidad de reducir la tllosofla políiica arendtiana a los lugares comunes sobre el pensamiento arendtiano que aún
esas posturas «liberales» que una <<devoción» a las comunida- rccorren el mundo intelectual anglosa.ión. La conclusión a la
des particulares conllevaría. Los textos arendtianos de esta ma- r¡uc llega a través de un análisis agudísimo de los textos políti-
nera han sido utilizados para lograr una nueva definición cle la cos es la siguiente: el resultado de la reflexión de Hannah
noción de ciudadaníad. Arendt no desemboca en una idealización anacrónica de la po-
Uno de los rnéritos indudables de este debate es el haber 1¡,s ni se configura colno un «hiperpoliticismo» irracional y am-
contribuido a poner en primer plano el problema del «republi- biguo. De la confrontación con la experiencia totalitaria, Arendt
canismo>» de Hannah Arendt: entre las diversas etiquetas que se saldría sosteniendo una postura «republicana radicab>. Se trata-
han querido aplicar a su pensamiento político, es ieguramente r'ía. sin embargo, de un republicanismo que, aunque traiga remi- I

la menos inapropiada. En los últirnos veinte años, gr-acias sobre rriscencias de los autores clásicos de esa tradición, está impreg-
I

todo a la obra de John Pocock(,4, quien ha sabido desarrollar a nado de un profundo respeto por la pluralidad y la libertad indi- I

tiernpo algunas sugestiones contenidas en La condición humana viclual. Lo que terminaría en un humanismo bastante diferente I
i
y Sobrc la rcvolución, se ha hecho la luz sobre un capítulo de la tlcl optimista e iluminado; un «humanismo severo)), temperado +

historia del pensamiento político a rnenudo olvidadb: precisa-


¡ror el sentido trágico de los límites de la existencia. Justamente
mente el de la tradición republicana. Cada vez rnás se iiende a scría esta visión trágrcade la condición hurnana la que impediría I

sifuar la obra de la autora"j dentro tle las coordenadas teóricas l la autora señalar una «utopía participativa»('7.
de tal tradición. Ésta es la hipótesis interpretativa del úrtirno ri- Si el pensamiento arendtiano es una variante interna de la
bro irnporlante de Margaret Canovan6(,, una investigación que traclición republicana; si representa solamente una versión ac-.
trralizada del aristotelismo: si se configura como una revisión
tlcl universalismo o si por el contrario se puede equiparar a esas
^ . "r Vóase por ejemplo, M. Passerin d'Entréves, «Agcncy, Iclentity and ¡rosturas que ponen radicalmente en cuestión los valores y las
culture: I{annah Arendt's conception of citizenship», praxii Internaik»tal, rrociones universales: todos estos son los interrogantes puestos
IX, núms. l-2,1989,págs. l-24, vuelto a publicar en íd., The political phi_
e n.juego por la animada discusión filosófico-política ocasiona-
losophl, of. llarutuh Arcnclt, Londres-Nueva york, Routledge, 1994, pági-
nas 139-166. Intenta lbnnular una teoría radical de la demócracia, a pañir tlir por la publicación póstuma de las Lectures on Kantb Politi'
del pensamiento político dc Hannah Arendt, p Hansen, Hctnnah Arencit. [ro- , ttl Philosophy\s.Me refiero al debate sobre el juicio político
litics,.History and Citizenshrp, Cambridge, polity press, 1993. t¡uc ha implicado y sigue implicando a filósofos y teóricos po-
(il
CIi. J. G. A. Pocock, The Machiaielli¿ut Moment; Florcnfine political líticos de las más diversas proveniencias. Examinaré y no pre-
üotrght and the Atlantic' Republican Tiaclitjon, princeton, princeton univcrsity
t'isamente al azar las distintas perspectivas en cuestión en las
Press.1975.
('5
Vóanse por ejemplo, P Springborg, «Hannah Arendt and thc Classical ,'onclusiones del presente trabajo. Estoy efectivamente conven-
Republican Tradition», en G. T. Kaplan y c. S. Kessler (eds.), Hcuutah Arentlt. e itla de que si las reflexiones sobre el juicio no dicen la última
Thhkng..ludgtng, Ft'eeclom, cit., págs. 9-17: íd., «Arendt, Republicanism and ¡xrlabra sobre la filosofia política de Arendt, ayudan sin embar-
Patriarchalism»>, ÍIistoty oJ'Political Thought, X, núm. 3, 1989, págs.499-523. rlo a aclarar definitivamente cuáles son los territorios que no se
Por lo que respecta a los intérpretes alcmanes, cfr. E. vollrath , Gntitilegung ei-
ner philosophischen Theoie des Politischen, cit.,y la rnonografia de W. Heue¡
citizen. Persijnliche Inreg'itcit urul politischtts Handeln. Eine Rekonsfiukion
"t lbídem, págs. 201-252.
despolitischen Hmnanismus Hannah Arendts, cit.
66 Cfr. M. "s Para una discusión de ese debate filosófico-político, remito al capítu-
Canovan, Hannah Arenclf . A ReinterpretaÍio, of-Her politir:al l,r tlócimo del presente trabajo: «Un conciliación imposible», en particular la
Thoughf. Cambridge, Cambridge U. P, 1992. :;ección «Contiendas sobre la herencia arendtiana».

50 5l
t
plredcn ancxionar. Anticipo tan srilo,.jLrstif icanclo asi cl accrca-
rnicnto acloptado, quc mc p¿rrr-cc cquivocaclo ¿lcerc¿rrse a la l'ilo-
solia política cle Arcnclt con cl inteinto clc arrancar-lc res¡-lrcstas
prccisas sol'rrc crin-lo conciliar los
¡rrcsupucstos clc una «política
autóntica» con Lur clctenninado orclcn político c institticional.
Pucs si es posible sacar rn¿rs clc ura sugercncia par.a cl prcscnte.
cle su obra no surge ningirn proyccto ariiculacjo.-

5. El rcplantearniento cle la política rbrrna para Ha.rah


Arenclt un toclo con la opcraci(rn tle tlatnonrtlgc quo sc vienc lle-
vanclo a cabo con rcs¡.recto a la historia cle l¿i rnétaflsica v clc la
fllos.fla política. Au, las rcconstruccioncs rnas f iclcs inuy a II
rncnuclo ncl ticnen cn clebirla cucnta la cstrochísinra cor-rcxi«'rn
cntrc cstos ckls rnor.llcntos tc(lricos; lus clos as¡rcctos. cl I'ilos(r- l l f in clc la mctaflsica cotlto origcn y horizonte
fico.y cl político. sc i,claga, así clc lirr,ra scparacra. r1o grar-
cl¿rnclo la rnayoria clc las veccs ningurra relaci(rn. si no se p-rcsta
de la reflcxión arendtiana
atenci(rn a las cxigcncias crítico-clcconstnrctivas clc las quc cl
¡rensauricnto cle Arcnclt sc hacc portador. no se courpréndcn I l'N r rru Anls t'<i't'ltt-lis v I II,ltltlc;«;tltt
tampoco las co.clusi.,es a las quc llcga co, rcspccto zi la polí-
r
tica. ni se co.nprenclc ¡lor q,ó cs pa.rilla ta. néccsar-io cirtar
Ios ¡luentcs con c¿rsi toclos los trataclos sobrc la política quc lc
\ ¡rcsur tlc quc cstó rcconocicla casi tttllttlimctncntc la in-
llrr, nciu c¡uc la filosolla cle la cxistctlcia cjercc sobrc cl pellsa-
han ¡rrcceclickr. Afi'ontar la I'ilosofia política clc tlannah Al-cnclt
rur'n(o tle' Flannah Arcnclt. la litcrattrra crítica continÍta dividión-
particntlo de su crítica a la nrctafisica y a ra f'ilosoll¿r política
,1,,'.t'g1¡q1 rcspccto a la enticlacl y a la relevancia dc la dcttcla
"'iignif ica.subrayar con ello, a través rlc la luz rctros¡rcótiva clc rrrtt'lecttt¿tl cle la autttra con rcspccttl a Martin Heiclcgger. Ltls
l,u t'idu tlclc,spíritu, cluc la tranr¿r clc su reflcxi(ln estliconstitui-
, ,lurlios se clcsplicgatt sobrc tttla lítrc¿t clc clctnarcaci(ln quc si-
cla por un incxtricahlc cntrccruzaclo rlc |ilosolia y dc política.
Irl títrrlo vitlu dt'l e,s¡tíritu t, Íit,rtt¡to tlc lu ptili,: uiliztt |il(' iln¿r curioia lógica dc gcopolítica cultttralr. Al ttútncro
fues clos
rnekxrirnias para cxprcsar el cstrccho vínculo que suclila en ulr
úrnico cliscurs. la crítica a la traclición rnetal'isica y a la reaf ir- I )cscrtntari¿rs las cxcc¡.rcignes obvias, sc pucclc soslcller cltrc la literattr-
rración cle la clignidacl cle lo politico. rr, ltr(il ll'¿rnccsa c italiana cs tn1¡s propcnsa c¡trc la alcttratla y clLlc la clc iirll-
l,rt,, .rrrskrsu jón a cltcontrar cn la l ilosol'ia dc Martin I lciclcgger cl antececlcn-
r, lr'rrrit.r) ruiis inflrrycntc clc la rcflcxi(tn arentltiana. (,'oltlo ejcmpltls dc cstas
rrtr'rl)tclilcionCs o¡tuestzts vóaltse por ltl rnetros. CIrtrc los ellsayos italianos y
tr,rr\:('scs. A. I)al Lago, <<Lllta l'ilosol'ia tlella prcscnza. llann¿rh Arcndt. llci-
,1, r,r,t'l c lil possibiliti\ clcll'agire», cn Il. Esposittl (a cargtl de). /-rr l'lu'ulitit
,,,,,¡,¡,,r',sr'¡i1¡bilt', cil.,ptigs.93-109; ll Fistctti, «Mctaf isica c politica in "[-a
' rt,r rlt'llrt ntclttc"». c¡ íd., ldt¡li tld lI¡litict¡, []irri. lltliziorti [)etl¿rlo. l(X)0.
1,il,,, J07-279; L. tloclla. ,<ll¡ttnah Arcnclt "lcnonrenoltlsa". Slllalltcllalttctt-
r,, rlr'llrr ructa['isica c critica clell'ontologiit».011 ¿/¡rl rr¡rl, ttútlls.239-240,
l')()o. l)iius. u3-ll0; .1.-F. Maltci, «Lcltracinctttcnt ontrlklgicltre tle la pcnsóc

52 53
siempre en aumento de ensayos y de artículos, que buscan de ,r.,¡rt.t.¡rs [a clesarrollado un importante papel de clariflcación
manera analítica los puntos de contacto entre dos autores2, se ,1,:l ¡,,'nsanrientoarendtiano. Su modo de proceder -compafti-
contrapone «el partido» de aquellos que admiten la presencia ,1,, , ,,nto tendremos ocasión de observa¡ tarnbién por otros au-
de «algún» eco heideggeriano, pero que afirman resueltamente I.,r(.s cotlsiste en elaborar rígidas contraposiciones entre los
su insignificancia con respecto a influencias bastante más im- ,1,,,r ¡rcttsilclores. Tomando al pie de--la letra. quizá-de manera
portantes: las de Aristóteles precisamente o bien las de Kant-r, o ',,,lrrrtut'iatncnte ingenua, alguias aflrmaciones de la autoral e
aún las de Kant y de Jaspers juntos. Un Jaspers, se entiende, de- il rr(.r l)r.ct¿utclo a Hei-degger sólamente sobre la base dc
las polé-
purado de cualquier contaminación con la filosofia de Heideg- nu(.irs uf irnaciones déiu ex alumna -aislándolo por lo tanto
ger. Como si para algunos de estos estudiosos intérpretes in- ,1,. ,,,¡rrcllas en las que ella reconoce explícitamente su
propia
cluir a Hannah Arendt entre los pensadores heideggerianos, o ,l,.,r,lrr Vollrath acabaesbozanclo un perfil de Hannah Arendt
mejor dicho post-heideggerianos, significase necesariamente (.il (lonclc cadatrazo se deflne por contraposición a la figura de
«adjudicar» a la autora un peligroso nihilismo que comprome- ¡(.r(lcsger. Cuanclo Arendt présta atención a la pluralidad, a la
te la imagen humanista que quieren restituirnos. , ,,,,tiLrlinci a y a la tbnomenología, Heidegger permanege-pri-
Un ejemplo emblemático de este acercamiento interpretati- ,rtrilcr.t-) de un pensamiento «ego¿éntrico»y «solipsista». Mien-
vo es representado por Ernst Vollrath, quien en otros muchos tr;rs (l.c Arenát q,iere liberar la política de las pesadas hipote-
, ,,r, ,lc la rnetafisica, Heidegger 6usca garantizar la hegemonía
,1,. lil f ilosofia en los asuntÑhumanos. En pocas palabras
si el
politique chez Hcidcgger et Hannah Arendt», Annales de la F'aculté des trUto clc la filosofla heideggeriana cs, en la rnejor de las-hipóte-
Lettres ef Sciences llumaines de Nice, núm.49, 1985, págs. ll9-144. ,.r:.. una concepción del supto privado de su integridad hun-ra-
M. Revault D'Allones, «Lectures de la Modernité: Heidegge¡ C. Schrnitt,
I{. A¡endt», núm. 523, 1990, págs. tt9-108 y, entre los cs-
Tenrps tuloderzes,
rlir v cuva «autenticiclacl» coniiste en la solitaria escucha del I
tudios alemanes y anglosajones, los de E. Vollrath, «Hannah Arendt und i,t'r. lu oÚra arendtiana, por el contrario, nos devuelve la irnagen
,1(..1 lrornbre abierto a tódo, collo un
((ser dotado de sentido»'
Martin Heidegger», en A. Gethmann-Siefert y O. Poggeler (eds.), Heidegger
uncl die pruktische Philosophie, Frankfurt, Suhrkamp, 1988, págs. 357-312; ,,iln scr agentc en grado de cornprender y de ser comprendido
W. Heuer, Citizen. Persiinliche IntegriÍ(it und politisches Handeln. Eine Re-
konsfntktion des politischen Humanismus Ilannah Arendts, Berlín, Akade- ' los
¡r.r detnás>>s.
No pretendo negar que existen diferencias significativas
mie Verlag, 1992, en particular las págs. 203-246; M. Canovan, <<Socrates or
Heidegger? Hannah Arendth Reflections on Philosophy and Politics», So- ,.rrr.c los dos filósofñs, ,iturrpoco que la distancia que los se-
en el modo expues-
cial Research, LVII, núm. 1, 1990, págs. 135-165; S. Benhabib, «Hannah lriil'ir sc¿l para algunos motivo de discusión
A¡endt and the Redemptive Power of Narrative», Social Reseatrh, 1990, cit., t,, ,,.¡ui ápiclamlnte, pero es probable que-la voluntad de un i

págs. 167-196. , ,,,,,l-,io clecisivo en lo relativo a las intricadas interseciones


y
2 Para un intento de reconstrucción conjunta de los lazos filosóficos en- -lleve
a
¡rrolirnclas convelgcncias que une.n a los dos pensadores
tre Martin Heidegger y Hannah Arendt, véase D. R. Villa, Arendt and Hei- :.rrrr¡rlificar .*".Ñu,o"nte, no sólo la filosofia de Heidegger,
degger - Being and Polirics, tesis doctoral, Princcton University, 1987 y tam-
bién L. P Hinchmann y S. K. Hinchmann, «In Heidegger's Shadow: Hannah
Arendt's Phenomenological Humanísm»>, The Review of Politics, XI-Y|
núm.2, 1984, págs. 183-21l. I Mc rcfiero a las afirmaciones con las que Hannah Arendt prefería de-
3 Véase E. Vollrath, Grundelegrng einer philosophischen Theoie des lilrrrsc como una «teórica cle la politica>), o una «especie de fenomenóloga»
Politischen, Wurzburgo, Kónigshausen-Neumarm, 1987 ; íd., «Hannah Arendts ,r,,i..¡t..o,ro unu filósofa: cfi. É. Arendt, «Was bleibt? Es bleibt die Mutters-
Kritik der politischen Urteilskraft», en P Kemper (ed.), Die Zuktnft des Po- (1964)>, en A. Reif (ed.l, Gesprciche
;;,,,¡i,i.-Eh¿"sprách rnit Günther Gaus
liticshen. Ausblicke auf Hannah Arendt, Frankfurt, Fischer Verlag, 1993, tttt t I lunnah lrcntlt, Múnich' 1976.
págs.34-54; R. Beiner, Political Judgmenl, Londres, Methuen, 1983. ' 8.. Vollrath, Hannah lrenclt untl Martin Heidegget cit', pág' 367'
54 55
sino también las coordenadas teóricas en donde situar la filoso- ¡r.rtrrrrcia que revestirá en la analítica existencial. Imporlancia
fia política arendtiana. Entre las consecuencias más frecuentes rrr:rrrif'cstada ulteriormente en un escrito de reciente publica-
de esta imposición interpretativa está la de considerar como in- r r()nii cpre contiene la transcripción de algunas lecciones hei-
compatibles y excluyentes el pertenecer al ámbito del pensa- (l('rscr-ianas, impartidas en el semestre invernal 1924-25 en
miento heideggeriano y en general existencialista y el uio N l:rrburgo a las que Arendt había asistido y dedicadas a la
-u-
nifiesto_que la autora hace de las distinciones y de las nociones 'rnle r'¡rretación del Sofista platónico. Por lo que respecta a
aristotélicas. como se ve en parte en ros capítúlos precedentes, rrut'slrr) estudio basta señalar que en esas lecciones Heidegger
a menudo se ha señalado su intento de combinar áristotelismo lr¡:r cl problema de significado asumido por la filosofia gracias
y existencialismo como la fuente de las contradicciones" de las ,r St'rcrates, a Platón y a Aristóteles; de cómo la filosofia está
aporías y de las oscuridades que se pueden encontrar en las obras ',r('n(lo entendida no como sencilla doctrina. sino más bien
arendtianas6. ( .nl() una forma y una modalidad de «existencia». Y es sobre

.Estoy-convencida, corno ya he apuntaclo, de que r¡ás bien Irrlrr l¿r Etica a Nicómaco el texto que más claramente expone
se debe afrontar la cuestión investigañdo la génesiiy el signifi- ,r l:r luz cómo la forma más alta <<de estar en la verdad>> accesi-
cado del uso que Hannah Arendt hace de las categórías idsto- I'lt' ll hombre consiste en llevar una vida totalmente consagra-
télicas. Muchos de los neoaristotélicos, que se próclarnan a la ,l:r rr l¿r sophia. En su desvelar la «r,ttelta>> que señala el paso de
vez arendtianos. podrían no apreciar que el hecho mismo de l;r I'ilosofia corlo doctrina a la filosofla como modo de vida, el
adrnitir en el interior de su propia construcción conceptual al-
gunas nociones cambiadas de Aristóteles constituye la primera
de las numerosas deudas teóricas que la autora ha óontráído ha- r.r t l nlisrnísimo programa de búsquecla sobrc Aristóteles, con el título 1n-
cia Martin Heidegger. t, t l)t(td('ionesjénomenol(tgicas de ArisÍóteles. El escrito ha permaneci-
(l(' l)()r'nlás de setenta anos inódito. Gadarner poseta una copia, quc prinrc-
Recientemente, otra vez gracias a Gadarneq se ha sacado a
pcrdió y postcriormente se encontró y publicó cn 1989: M. Heideg-
la.luz-la_importancia de la Etica u Nic'ómaco para ra elabora- ',,'.e
,', r. ,<Phánonrenologische lnterpretationen zu Aristoteles. Anzeige der
ción de- la «ontología filndarnental» de El ser-t, el tiempc,t. ya lri rrrrcrreutische Situation»>, edición de H.-V Lessing, Dilthet,Jqhrbuch.
en 1922, en unas lecciones sobre Aristóteles y el concópto de rrurrr, (r. 1989, págs. 231-269 acompañada de una prescntación de Gada-
phtonesisT,la noción de la prudencia aristótelica asume la irn- rrrt'r. «Heideggers Theologisc'he Jugendschry'i», Dilthet, Jahrbuch, cit.,
p,t,s 228-234. Sobre la importancia de Aristóteles para la claboración de
l,r .,rrrrtología fundamental»> véase F. Volpi, Heidegger e Aristotele, Padua,
(' Éstus son precisamentc
las tesis, entre otros, cle B. parckh. Hctnnoh I ).rPhnc, 1984, y F. Volpi, «Lesistenza come "praxis". Le radici aristoteli-
Arc.ndt and tlte Seorch.fi» a New politit:al pltilosopll l cit.; G. Kateb, llon_ , lr, tlclla terminologia di "Essere e Tempo"», en G. Vattimo (a cargo de),
nrh Arcnclf: Politits, Conscienc,e, Evit, cit.; J.-M. Schwartz, «Arendt,.s poli_ t rlrt.sofíu '91, Roma-Bari,Laterza, 1992, págs. 215-251, que reconstruye
tics: The Efusivc Search fbr substance», pru.tis l,tenutionol, lx,núms. l-2, ,,rrr cxtremo rigor los lugares en los que Heidegger antes de El ser y ¿l
1989, págs. 25-47;M. lay-, Hannah Arerult; Opposing Wex:s. cit.; S. Wolin, ttt tttl,o se confronta con Aristóteles al igual que informa sobre las vicisi-
Il¿tnnuh Arcndt antl the orulinan.e o/-Tinre, cii.j p. clltrer, «Frorn Kónigs- tutlt's cclitoriales de las distintas lecciones y seminarios heideggerianos
berg to Manhaltan (or Hannah, Rahel, Marlin ancl Elfridc or the Ncighboür's .,,lrrc Aristóteles.
Gemeinschalt)», en irL, CulÍure, Identity,antl poliÍic,s, Carnbridge, C:ambricl_ s M. Heidegger, «Platon: Sophistes. Marburger Vorlesung Winterse-
ge_universi§r Press, r988, págs. 75-ri0. ¡rraa. esp.: Cultmtl iclenticlad rrrt'slcr 1924125», en M. Heidegger, Gesamtausgabe. tl. Abteilung: Vorlesun-
t,
política. Barcelona, Gedisa, I988.1
7 La exposición más
,,, tt l9l9-1944. Band 19, Frankfurt, Klostermann, 1992 (editado por
cornpleta y quc resume la actitLrd cle Heidcgger con I Sclrusslcr). De ahora en adelante citado MHGA, XlX. Véase también las
rcspecto a Aristóteles, sobre el cual desdc el inicio cle los años 20 Iipartió , l:rses impartidas en cl semestre invemal 1929-30, M. Heidegge¡ «Die
lecciones y seminarios, está contenicla en er así llamaclo Nctktrp Beriiht, un r ir rrrrtlbcgriffe der Metaphysik. Wclt -Endlichkeit- Einsamkeit», en MHGA,
ensayo enviado por Heidegger a Natorp en otoño dc 1922. en donde presen- I l: rr rtl 29130, Frankfurt, Klostermann, I 983.

56 57
futuro autor de El ser y el tiempo consiclcra la Éilca a Nicótna- ,l('j'rlr)r', lo rnistno que insistirá Arendt para la phronesis es
¿'o como una especie de anticipación cle la «ontologia del Du- ,r,, lti' y al mismo tiempo telos. De cualquier fbrrna la posibili-
,;ein», cuyo esftrdio explica rctrospectivamente la «conquista ,l:rrl strprema de existencia es la sophia.
platónica» clc la «existcncia filosófica»'). llc aquí entonces que, antes de ser el criterio propuesto por
En esta perspectiva hennenéutica desernpeña un papel cru- Lt ,'ontlic'ión humuna para distinguir entre la acción política
cialjustarnente es¿r enfirtización de la distinción entre pruxis' lrutt'nlic¿r y el sirnple dominio, Heidegger hace interactuar la
y poiesis que se convertirá en el eje en torno al cual girará la ¡,rrrr'jrr conceptual praxis-phro¡¿es¿.s con la noción de sophia
estructura completa dela Vita Ac:tivu [Lu condic:i(tn humunuJ ¡,, rr rr ¡rocler llegar a configurar una especie
de «ontología aristo-
y que permanecerá, aunque desarrollado a su vez de otros mo- r,'lrcl clcl Dasein», de la cual extraerá el diseño de su propia
dos, entre las oposicioncs conccpfualcs dc mayor importancia .,,rrrlokrgía fundamental». Dicho cn otros tórminos, Heidegger
de sus obras sucesivas a La contlici(¡tt humunu. , ,rrtinúro atribuyendo aLa sophia del bir¡s theoretilios el carác-
Heidegger, efbctivamente, subraya cómo enla ¡toiesi,s ¿r r( r (lc posibilidad suprema dcl Existir, del Dasein, pero en la
lo qr-rc corrcsponde la tet:hne, el 'saber hacer' el arc'hé, el ,,rrrlología fundarnental» ésta sufie una metamorfbsis con res-
'principio' del entc quc scrá proclucido. sc situa en el agente ¡,r't lo rr su especificación aristotélica: se despoja de los caracte-
procltrctor: corresponcle al eidos, el moclelo o tipo que persiste r( :i l)r'opios de la theot'iu para asutnir las connotaciones de la
en la mente del ¿rrtesano. Subraytr sin embargo el hecho cle qr-rc /,/r/\i.§. Lo hacc porque el theorein, tal colno lo entiendc Aristó-
el telos, cs clecir. la obra en clonde la actividacl procluctora al- tr'lr's I también Platón, desvelaría más dc un colnpromiso con
aanza su propia plenitucl, no resicle cn cl sujcto artíflcc, justa- l¡ tt't'hne. Efbctivamente, la sophia aristotélica que irnplica la
rncntc porque se convicrte en inilependiente de é1. Adernás, r ()ntL)ulplación del Scr se refiere a un concepto del Ser pensa-
rlicho erqon. resultaclo de un saber" instnlmental. se conviertc a r h, sohrc el rnodelo de la pennanencia v de la sirnple presencia

su vez en instrumento para otros ob.ictivos, caycndo así en un ,1,'l crrte interpretada como brhundenheil. Esa misma pcr-
círculo ininterrumpido de rnedios y de fines. Destaca, además, ,r;urcncia y presencia cle la sustancia que se presupone al «sa-
cómo cstc hecho comprorncte para Aristóteles la «dignidacl on- l,t'r lrrrccn) de la techne, en cuanto la poiesis neccsita apoyarse
blógica» de la parcja tec'hne-poie,sis. La activiclad operaria ,,,1,r'c la cstable persistcncia de la p/21'slls. Aristóteles, en fin,
aclolece cle una deficiencia sustancial en cuanto el agentc dc la ¡rr'nsar-ío el Ser de modo impropio. confundiénclolo con el rnodo
obra, clando vida a un producto que se vuelve aut(rnomo para rh sCr cle las cosas que se ofiecen a las divers¿rs rnodaliclades
r.
convertirse a su vez en instrumento de alguna quc otra activi- , ,,titlianas del uso, de la fabricación y de la producciónr
dad no puede llegar a ser reconocido «por su propio sen>r0.
En la consicleración aristotélica de las diversas actividades
humanas,laparejapraxis-phrones¿.r se coloca sin ernbargo a un I A cste respe cto se señala la importancia
I
dc otro texto inéclito dc I lei-
nivel más elevado: no adolece de la deficiencia ontológica pro- ,1, 1,1,¡¡.,«Grundbegriff-c der Antiken Philosophie», cuya publicación está
pia de 1'¡ tec'hne . La praxis no produce ningún ergon que derive t,r( \ rslr cn M HGA, XXI l. H Volpi da un rcsulnen clc cstas clascs estivalcs
en autónomo: el rcsultado dc tal acción es más bien el propio ,l, l()16, cn doncle Hcideggcr pasa revista a toda la I'ilosof ia griega desdc th-
ser del que actÍra. Y la praxis no se cansa de repetir Hei- l, , ;r Aristóteles: «lleidcgger e la storia dcl pensiero grcco: figurc e proble-
,r tlcl corso dcl selrcstre estivo 1926 sui "Concetti lbndamentali della filo-
.,,1r:r rrntica">>,ltineruri, XXV, núms. l-2, 1986, págs.227-268. Siempre con
r{ ,1)eclo ir la importancia del estagirita en la «analítica cxistencial», véase
') MHGA, XIX, en particular la prirnera pafie, l-26. ll llcideggcr, l¡»oblemilóndamt'ntalidello.fi'nomenoktgio,Gónova, Il Mc-
t0 MilGA, XtX,7-8. l.rrl,ttltl. l98tl.

5tt 59
'l
Una vez desmantelada la noción de ousia y la concepción arniniaux sitúa en la apropiación heidcggeriana de la Etica a
conexa quc interpreta al tier-npo corno una constante pennanen- ¡uit'i¡tnaco el punto de parlida de la reflexión f ilosóf ica de Han-
cia del prcsente colno tiernpo sustraído al movimiento del rrrrlr Arcndt. Sin cmbargo, «la alutnno> se difbrencia de las solu-
nacer y del morir ,la sophia, en las manos de Heidegger, se ( ror)cs propuestas por Heidegger y emprende un camino total-
transfbrma en ¡thrunes¿s, en la única modalidad de rrflcxión nrcntc opucsto al del trillado por su maestro. Si cs cierlo, ¿Irgu-
adecuad¿r ala pruxis: la única respuesta que pucdc correspon- 'rrrcnt¿I. que la ontología fundarnental se dcfine gracias a las
der al tiernpo termin¿rdo de la Existencia. sophia corno praxi,s conlle-
,lrs(ir-rciot'rcs ¿rristotélicas, presentar la
Me parece superfluo rerrar"car cn qué rnedida y con qué ur sin embargo una puesta entre parcntesis de esos rasgos que
persistencia las líneas esenciales de la lectura hcidcggeriana \ristóteles concibe corno propios de la acción política en scntido
de la Etic:a aristotélica se seguirán y retornarán cn la fllosofía t'stricto: la publicidad, la rnultiplicidad y la intcracción comunica-
política de Hannah Arcndt, irnprirniéndole uno de sus rasgos trr,'u. 'Ibdos esos rasgos. cn sulna. cuya irnportancia sttbrayan las
fundarnentalesrr. La centralidad y la irnportancia para el pcn- ,,1»ls de Hannah Arendt. Cierlo, pmsiguc, tanto para lJcidegger.
samiento arendti¿rno cle esta interpretación heicleggcriana de ( ()nro p¿Ira Aristótcles, al igrral quc lo será para Arcndt, la ¡truris

Aristóteles. que gira en torno a la clistinción entre p(ticsis y ¡,r,rrc dc rnanif iesto la «indiviclualiclad propia de cada uno>>, las
¡sraxis, constituye el núclco de uln reciente e irnportantc libro rrrodalidadcs de la excelcncia y dc la clislinción, pcro el filósofb
de Jacques Tarniniauxrt. Un libro muy esperaclo por los estu- ;rlenr/tn c¿rnaliz¿l l¿rs fórlnulas aristotélicas de la pruxis dcntro dcl
diosos arendtianos quc quiere en primer lngar scr un rccor-roci- t'stfucrnrl dcl bio,s fhec¡rcÍikos, «dirigiéndolc hacia un solipsisrno
miento de los «lugares filosóficos» donde se origina la deucla t'rlraño al tratado ético-político del estagirito)15.
intelectual cle la autora contraicla con el rnaestro de los años dc Se trata en fin cle una rcapropiación «especulativa» de
Marhrrrr¡o. Aunque ¡rucda dar rendida cuenta rle los distintos \ristótelcs. a la cual l,a «tndit'ión httmana oponc una ((reapro-
rccorridos interpretativos clel autor fiancós, vale la pena de lrriación praxeológic¿t>>. Clon esta premisa cl autor desarrolla
todas lbnnas resaltar los puntos fundamentales de este ens¿r- urur sabia reconstrucción de la relación Heidcgger-Arcndt que
yo, que se proponc csclarecer, precisamente a travós cle la re- ('ntrccruza aspectos biográficos y reflexiones f ilosóficas en
construcción dc la relación intelectual entrecruzada cntre los urur trarra apretada y cohcrente que, sin embargo, hace rcsaltar
dos pcnsadores, algunos purrtos crucialcs de la filosofía del
siglo xxra.
1,,:¡¡¡,¡,¡0,. Irrankfurl, Sulrrkamp, 19tit3, phgs. l7l-l9U). Adcnrhs cl atrlor fi-an-
1 s sc enficnla cotl otro punto crucial cle la filosolla clc la segunda parte clcl
(
12 E1 «estilo»
de lectura, así como las distinciones aristotélicas sobre las :,rglo rr: el alineamicnto de la f ilosofla hcideggeriana con cl naciotlalsocia-
cuales Heidegger insiste, no indican solamente la estruchra de Vita activa lrsnro. Sc pronuncia a lávor de la tcsis de quc cl «Discurso cle Rector¿rdo» no
[La condición humanaJ, mas como se verá mejor en los capítulos sucesivos, , ,, rrn c1'lisodio suelto buscando una continuidad cntre las palabras pronull-
son fi.rndamentales en todo el recorrido de la obra arendtiana. , rrrlas cn el 33 y cn algunos escritos del 34 y cn cierttls trspectos que carac-
13 J. Taminiaux, Lafille
de Thrace et le penseur professionnel. Arendt et tr'rizan e I proyecto de la ontología fundamental. Er.r sr-rstancia. sosticne qtte cs
Heideggea París, Editions Payot, 1992. ¡rrrsilrlc volvcra etrcontrar en El st'r.l t'l Íientprt y cll sus restantes obras que
Ia El trabajo de Taminiaux tiene, entre otros, el gran mérito de hacernos lurtrdan rclación con ést¿t, por lo rtrcnos las condiciones clc utla fucrte carcn-
tocar con la mano y de esclarecer totalmente la deuda quela Rehabilitierung , rr cn rnateria clc critel'it'l polítictt: la opclsición público-privado hace coinci-
der pralctischen Philosophie alemana, al menos en su acto de nacimiento, rll con la oposici(ln inautóntico-auténtico la aplicación cle las caracteríslicas
contrae con Martin Heidegger y con su modo de «actualizar» a Aristóteles ,lt'l /)¿r^rcir¡ al conccpto de W¡ll¡. Cfi. Al rtlenos.l. T¿rminiaux, I'o.fille de Thru'
(sobre esto véase por ejemplo también M. fuedel, «Heidegger und der her- , L' ct la pt'nsem' pntfi'.s,síonnel, cit., págs. 200 y ss.
1t J. Taminiaux, t'o
meneutische Weg zur praktischen Philosophie», en íd., Fur eine zweite Phi- /i.lla tle Thrut'e et le penseur pnfiis,sittnnt:l, cit.' pág. 30.

6l
:,
sobre todo las reservas y los recelos de la autora con respecto a ll;r actividad solitaria. únicamente concedida al «fllósofo de
que otro fuera su maestrol6. Hannah Arendt pasaría de la fasci- ¡rrolcsión>>, que consiste en escuchar la llamada del Gewis-
nación inicial de sus años juveniles cuando a los dieciocho rr'//, cn El ser v el tiempo, y la llamada del Ser, después de la
años asistía a las clases de MarburgolT- al rencor de los pri- l¡,'lt rc .

merísimos años de la postguerra, motivado por el compromiso l)cro al insistir sobre el hecho de que casi toda propuesta teó-
político de Heidegger con el nazismo. A continuación, alcanza- I rt'l cle Arendt es, si se mira bien, la contrapropuesta polémica de
ría finalmente una postura equilibrada, en donde el reconoci- r('sl)ucsta a Heideggeq Táminiaux acaba por aproximarse a un
miento de la grandeza del fllósofo se acompaña por una crítica ¡r'srrltado exactamente contrario al que se había propuesto. En lu-
que no se priva del placer de la ironía. En resumen, las luces se lrrr tle salvarguardar la originalidad de La conclición humana o
alternan con las sombras, aunque en cierto modo, viva en ,le ln v'ida del espíritu y su autonomía hacia El ser v el tiempo
Arendt la influencia del daimon heideggeriano y de su capaci- r lrr Seirzsgeschichte, se tiene la impresión de que el libro, al fi-
dad de enganchar y de seducirrE. rurl. cornpone un cuaclro en donde las dos figuras se desta-
Este es el telón de fbndo emotivo, por llamarlo de alguna ( iur. según un diseño que las quiere, a toda costa. especulares
rlanera, dibujado con gran eficacia por Taminiaux, sobre el r contrarias. Así termina por simplificar, como en el caso de
cual hace resaltar unilateralmente las tomas de posición filo- \irllrath. en Llna especie de tabula de divergencias, la especifici-
sóficas de Arendt. Hannah Arendt construiría su reflexión a ,Lrtl cle ambos filósofos. En parlicular, la obra de Hannah Arendt
partir de la intención de recuperar el carácter auténticamente l)iu'cce ser interpretada como si estuviese dorninada por un úni-
político de la praxis aristotélica, para constrastar asi la utili- ,'o imperativo: contrastar los riesgos que derivan de la impronta
zación «especulativa» hecha por Heidegger. Una reflexión I rkrsóflca de Heidegger. Entre todos los puntos en los que la au-
la arendtiana- que se articula en nociones que. aun resin- l()r'r se enfrenta con la especulación heideggeriana --desde un
tiéndose de la influencia heideggeriana, se definen precisa- r'nsalo crítico en 1946 hasta su última obra sobre la vida de la
mente en contraposición a algunos conceptos clave del pen- rrrentere privilegia, dándoles un mayor espacio, a aquellos en
sador alemán. Para Taminiaux el énfasis sobre la «natalidad» ,krnclc las distancias tomadas por Arendt se hacen más explíci-
se opone a la propuesta del «ser para la muerte>>; la acción trrs. Irn esta línea, cede a menudo a la tentación de enfatizar ex-
discursiva y plural, primero, y la «mentalidad alargada», «el r esivamente el alcance de las críticas puntuales de la ex alumna
sentido común>> después son las propuestas teóricas a aque- lurci¿r su ex maestro, arriesgándose a conseguir con esta con-
I r ontación una reconstrucción demasiado selectiva.

Dicho esto, creo que hay que compartir la convicción de


"' Huy que notar, sin embargo, que las posturas de Taminiaux son lrrnriniaux según la cual la autora clarif ica y especifica los pre-
más difuminadas y elaboradas qu9 las expresadas en J. Taminiaux, :,rr¡lrestos filosóficos de su pensamiento en los mismos puntos
«Arendt, disciple de Heidegger'l»>, Efudes Phénoménologiques, I, núme-
ro 2, págs. lll-136, en donde afirmaba sin posibilidad de dudas que tlc controversia con el autor de El ser y el tiempo. Es cierto que,
Hannah Arendt no podía efectivamente ser considerada una «alumna» de t'f L'ctivamente, en los ensayos en donde «dialoga» con las cues-
Heidegger. lioncs heideggerianas es como si se sintiese obligada a descu-
l7 Por lo que respecta a las relaciones pcrsonales entre Hannah Arendt y
lrlir sus cartas, a declarar abiertamente y no solamente a dejar
Martin Heidegger véase la exhaustiva relación contenida en la biografia de
E,. Young-Bruehl, Ilannah Arendt: For Loye of the World, New Haven-Lon-
dres, Yale University Press, 1982.
rE J. Taminiaux, La/ille
de Thrace et le penseur professionnel, cit., pági- r" H. Arendt, «What is Existenz Philosophy?», I'artison Reviev,. Xlll,
nas 77 y ss. rrírrrr.I, 1946, págs. 34-56.

62 63
7 I

entrever en el fondo, como ocurre en otros escritos suyos. sus \rcnclt parece ponernos ya frente a las que serán, y en lo fun-
propias afirmaciones teóricas. Estas últimas, sin embargo, no ,Lrrrrcntal seguirán siendo, las coordenadas esenciales de su lu-
se configuran como simples alternativas a la «ontología funda- r';u cn cl panorama de la filosofia del siglo xx.
mental>> o al pensamiento de la «diferencia ontológica». l)ara dar un avance, se puede decir que en este escrito se da
Queda un hecho, de todas formas, la ambivalencia y la am- .r ('onocer por primera vezla voluntad de cuestionar la identi-
bigüedad de los tonos de Hannah Arendt con respecto a Martin ,l;rrltlc Ser y de Pensamiento que para ella constituye la premi-
Heidegger. Una ambivalencia y una ambigüedad sin embargo '.;r ontológica sobre la que se basa la homologación de la acción
que no están dictadas exclusivamente por las vicisitudes perso- t on cl pensamiento, prernisa que legitima el enlazar las expe-
nales de los dos pensadores como tampoco están sencillamen- u('ncias políticas a las categorías filosóficas. Es ésta una críti-
te «provocadas» por las tendencias «contemplativas» de la filo- ( ir (lr.rc, en obras sucesivas, más estrictarnente filosófico-políti- i

sofia heideggeriana. La alternancia de los juicios de la autora se ( :rs. se traducirá en el rechazo de la la superioridad de la theo-

irnpone más bien como suma de la «complicada» posición que rr,r scrbre lapruxis. I

ostenta en el interior de la filosofia de la existencia en general La filosofia de la existencia, y en particular la alemana, re-
y de la heideggeriana en parlicular. ¡rrcscnta ante sus ojos el punto de ruptura real, y no solamente
Con este objetivo, para intentar descifrar las contradictorias ',rr¡ruesto, de la filosofia occidental: de aquella tradición filosó-
valoraciones arendtianas dentro de un contexto más amplio e I r('ir que desde Parménides hasta Hegel «no se ha atrevido a du-
I

intentar aclarar de qué contexto se trata, me parece oportuno, rlrrr.. 1r¡ gar auto esti noein fe kai einai, que sery pensamiento
antes de cualquier ofa consideración, recorrer r.ipidamente los ,r,rr idénticos>>21. La Existenz Philosophie es. por lo tanto, en
puntos en los cuales se mide con la obra del filósofo alemán y ¡,rirner lugar, una rebelión contra la tranquilizadora, y al mismo dr
al mismo tiempo intenta reconstruir la confrontación con algu- tr('nrpo arrogante. ecuación entre lo real v lo racional. ecuación Ir
nos de los autores que más importancia han tenido en su forma- t rrlxrlrnente formulada en la época moderna, que reduce la rea-
ción. Intentaré, en fin, iluminar las partes más significativas de lrrlltl a ser la creación del sujeto pensante. A pesar de las dife- rlt

algunos ensayos arendtianos sobre los temas filosóficos que, r('rrcias aparentes que han distinguido un sistema filosófico de I
tácitamente o abiertamente, se apropia. Estas mismas partes, a ,,llr. la tendencia a encadenar lo imprevisible y la coyuntura
las que muchos de entre los intérpretes arendtianos, deseosos ,1..' lo real en las mallas del pensarniento persiste invariable has-

de <<salvan» a la autora de la «acusación» de «heideggerismo»», t;r llcgel, con quien alcaru;ásu máxima éxpresión. Únicarnente
hacen referencia de manera quizá un poco demasiado rápida. l;r f ilosofia kantiana consigue oponerse a tal tendencia ,cuya
l nurdeza ya a partir de este ensayo, está ligada a ser «excéntrica»
rt's¡rccto a la dinámica hegemónica de la tradición metafisica22.
2. Corpro coN HEI»EGGER ( 'onro si fuese el iniciador secreto del existencialismo, el pensa-
nricrrto kantiano se analiza dentro de su obra de destrucción de
1. Desde tal perspectiva el ensayo de 1946 «What is Exis-
tenz Philosophy?»2o adquiere una relevancia central; con él
Itt¡tt ('uhiet't de Philosophie, núm. 2, 1941 ,págs.215-245 y traducido al ale-
rrin cn H. Arcndt, Sec/rs Ess¿¿1,s, Heidelberg, 1948. Las citas que siguen son
t,xLrs cxtraídas de la versión amcricana.
r0 H. Arendt, «What is Existenz Philosophy'l>>, cit. Este artículo ha sido
rr H. Arendt, «What is Existcnz Philosophy?», cit., pág. 34. i

traducido al fiancés, en la revista dingida por Jean Wahl, el año siguiente al dc ') Ibídem, pág. 38, en <Ionde Arendt escribc: «La unidad de Ser y de I

su primera publicacion: H. Arendt, «La phrlosophie de I'existence>>, Deuctt- Irt'nsamiento presuponía la coincidencia preestablecida de esencia y de exis-
I

64 65 t,
lt
I
la seguridacl, según Ia cual cualquicr cosa pensable tarnbién cr.rlo pensamiento culpa no sólo de pertenecer a la versión
existe y que cualquier cosa existentc'. puesto que es inteligible, 'r'r.
,,rnr'luncólica y narcisista» del existencialismo, sino tarnbién de
tarnbién es racional. lr,rt cr r-cvivir, camuflada, la vieja filosofia sistemática, en sorn-
La filosofia de la existencia, sugiere Hannah Arcndt, tie- ¡rlclrr sintonía con la tradición metafisica.
ne el valor de hacer suya la herencia kantiana, dejando atrás a ('on un tono lleno de resentimiento que a menudo compro-
Hegel; gracias a ésta se propone afrontar cl problema de la rrrt^le una correcta cornprensión de El ser y el tiempo, el párra-
irreductibilidad de lo real a lo racional. Pero si uno de los ob-
.jetivos cle la revolución de Kant había sido el de consolidar la \r, ntll lrabía escrito: «Entró cn cl partido nazi cn cl 33: un hecho que le hizo
libertad y la dignidad humanas colno principios del ¿rctuar en , r r islo 1...] por otros colegas suyos del mismo calibre. Además, corno rec-
el rnundo, a partir de Kierkegaard la filosofla se refugia. para t,,r rlt la Universiclad de Friburgo prohibió a su macstro y amigo Husserl, de
,¡,'r, rr lrrbía hcrcdado la chtedra, ir a la Universidad puesto que era judío.»
escapar del hegelismo, en un retiro ,,tnelancólico)), en l¿r sub-
I ), .l)ua's clc haber comentado irónicamente el cambio de chaqueta efectuado
.jetividad2r. De este moclo se arriesga a ajustar de nuevo el ac- ¡,,'r llcitlegger al ponersc a disposición dc las lucrzas dc ocupación liance-
fuar al pensar. a encarnar un¿l vez más en el pensamicnto, la r , unir vcz tcn¡inada la guerra, Arenclt cornparaba la irresponsabilidad cle
única rnodalidad de acción autóntica: una acción que equiva- ll, rrlt'ggcr con la de algunos autorcs del romanticismo alemán. «Por otra
le a concienciarse por parte del individuo clc su propia para- I' rr t( continúa hay algo extrernamente parecido en este cotnpofiamien-
cloia con respccto a la insensatez del todo. En cl filósofb cla- r,, r,n cl clcl romanlicismo alemán, hasta el punto de hacer pensar que tal
, ,,rr¡ror'{uriento no sca acciclcntal. Hcidcggcr cs cfcctivamcntc cl último ro-
nés, «el pensamiento cle la muerte se convierte en ¿rcción, en nrurtr(() (cspcrcn,os). Un Frieclrich Schlegel o un Adam Müller extrenta-
ese pensamiento, el hornbre se convierte él mismo en sujeto, ,,, !rt(' (lo11do, cuya total irrcsponsabilidad fuc cn partc dcbida al error del
se retira del mundo y cie la vida cotidiana de los otros hom- ,,, n11) y cn partc a la desesperación» (pág. a6). lrn una carta del 9 de junio
bres»>ra. En síntesis. si las nociones kierkegaardianas cle muer- ,1, l') l()..laspcrs, clcspués de haberalabado el ensayo sobre la filosofiade la
, r ,lr'nt ia, lrace notar a Arcnclt quc no cs cxacto lo que habia dicho con rcs- ('
te, casualidad y culpa son los nuevos contenidos que inaugu-
ran el discurrir dc la filosofia de la existencia, a su «solipsis- t, 1t() ir ll prohibicitin hecha a llusserl de pisar la Universidacl puesto que
,,1,, ,t' lrataba de la aplicación rutinaria clc una medida adoptada por todos It

mo en potencia>> sólo logra escapar, según Arenclt, la fllosofía 1,, , r( ( l()r-cs clc las universidades alemanas (cflr. I l. Arendt, K. .f aspers, Ilriq/i- I
de Karl Jaspers. ,",1t:t l 192ó-19()9, Múnich, Piper, 1985, pág.79; cli. además, K. Jaspers,
A grandes rasgos, es éste el contexto en el cual Arendt se ',11 ttt :u Murtin lleidegger', a cargo de H. Saner, Múnich, Pipcr, 1978
pronuncia por pnmera vez25 sobre su maestro Martin Hcicleo- lrrrrl t'sf).i Notas st¡bre Murtin Ileideggt,r; Barcelona, Mondaclori, 1990]).
L l,r rrlla del 9 cle.julio dc cse mismo año, Arenclt respondc a la objcción
,1, I r';¡re r.s.juzgando todavía más severamcntc cl comportamiento clcl cnton-
, { ( lor clc la Universidad de }'riburgo quien, en su j uicio, debía de haber-
r

tencia. E,sta uniclad cs clestruida por Kant, el verdaclero fundado¡ aunque , .rl,r.tenirlo sencillamentc de estarnpar su propia finna en ese cscrito. Arcndt
clandestino, de Ia nueva filosofia: aqucl quc ha seguido siendo hasta hoy su lrrrrlrnt'ntc concluye: «Y puesto que sé que aquella carta y aquella firma le
rey secreto. La dcmostración kantiana de la estructura antinómica de la Ra- lr n l, r I lrrsscrll poco mcnos cluc matado, rnc pcnr.rito considcrar a Hcidcggcr
r

zón, y su análisis de las proposicioncs sintéticas u priori, que demucstran 1,,'( r, nlenos que corno a rrn ascsino cn potcncia)), y añade «cn csta succsión
córno en cada proposición en donde sc afirma algo acerca de la realidacl, no- ,1, , (,r,rs lnazismo y sucesiva desnazillcación] no importa tanto el hecho de
sotros vamos más allá dcl concepto (lu esencia) de la cosa dada, había ya pri- , r, l, r:
¡r ¡rnrl-csores no sc hayan transformado cn héroes, sino más bicn su fal-
vado al hombre de su antigua seguridacl en cl Scr.» r r ,1, ',t'rrlido clcl humor, su dócil diligencia, su temor de perder contactos Írti-
)1 lbítlem, págs. 42-45.
)a lbídem, pág.44.
r, ,(( li ll. Arendt. K..laspers, Briefiu,ech,sel 1926-1969, op. cit.). A partir
,1, ,
,t;rs clrrtas empieza un constante intercambio de puntos de vista sobre
15 A partir de la publicación cle «What is Existenz I'hilosophy?», la fi- ll, r,lt ll,u'y
su filosolia quc sc mantcndrá a lo largo dc todos los arios que
gura de Heidegger se sitúa en el centro cle la cuestión y de los intercambios ,l'r r l;r ('ol'respondencia y en el cual vemos a Arendt y a Jaspers ya acusar,
epistolares entre Hannah Arendt y Karl .laspcrs. Bn una nota de este ensayo r ,L lr'rrtlcl a aqucl quc había sido cl m¿rcstro y cl amigo dc antaño.

66 61
I

i
fo «The Self as All and Nothing: Heidegger» se juzga con el in- tlel Selbst, del Da,sein, que le provienen de haberse convertido fi-
tento del filósofo alemán de volver a fundar la ontología26. Aun- nalmente en «Señor del Sen>, de un Ser sin embargo que es Nada.
que la terminología que adopta haga aparecer su obra radical- La arrogancia del Sí-misrno heideggeriano que consiste en
mente revolucionaria <<más revolucionaria que Jaspers>>27 , la posibilidad de acoger en el <<ser-para-la-muerte>> lo «propio>>,
la ontología fundamental de Heidegger no representa más que lo «auténtico»> de su ser y del Ser en general, se acompaña de
la continuidad de la destrucción iniciada con Kant del antiguo rina extremada restricción de la liberlad. Todo lo que lé queda
concepto de Ser. Sin embargo, aunque los rcsultados no se re- ¿rl hombre para actuar auténticamente <<es coger lo "propio" de
velarían efectivamente a la altura de 1o que Heidegger había la propia existencia», equivale a decir reconocer su propia falta
prometido, ((no se puede evitar Arendt- el tomar en rle fundamento.
-escribe
serio esta filosofia, aunque se tuviese que llegar a la conclusión Este carácter auto-reflexivo de la existencia humana coin-
de que sobre la base de su contenido, que deriva de la rebelión de ciclc con el hecho mismo del filosofar. «La f ilosofia es la supre-
la filosofia en contra de la filosofia, no se puede restablecer nra posibilidad existencial de la realidad humana; pero ésta, al
ninguna ontologia»2E. f in de cuentas. no es más que una reforrnulación del bios theo-
La filosofia heideggeriana cumple, a los ojos de la autora, rt,fikos de Aristóteles, de la vida contemplativa como la posibi-
un doble y ambiguo objetivo: el de liberar la filosofia de la tra- liclacl suprerna para el hombre»ro. Tarnbién el Selbst, del misrno
dición metafisica, para en realidad retomarla poco después. Por nrodo que el bios theorelikrls, se realiza a sí mismo solamente
un lado desprende la noción del Ser de las hipotccas de la on- rrislándose de los dernás. Aunque no permanezcaya más en el
tología clásica, haciéndola coincidir con la ternporalidad. Por lrterno, encuentra la confirmación de si mismo solamente en
otro, puesto que al final el resultado es la ecuación del Ser rrcluel <<ser-para-la-muerte>> que lo arrastra lejos del mundo.
que implica tamhién el ser clel hornbre y de la Nada, ter-
rnina por describir el Dasein en los términos del summum ens La característica rnás csencial de este Sí-rnismo está en
de la metafisica. «Pensar el Ser como la Nada conlleva - afir- su absoluto cgoísmo, en su radical separación de los demás.
ma la autora-- inmensas ventajas. El hornbre puede imagi- La anticipación de la mucrte como posibilidad existencial
ha sido introducida para alcanzar esto; porque solamcnte en
narse ni más ni filenos como el creador antes de la creación
la muerte el hombre alcanza el absoluto principium indivi-
del mundo que, como se sabe, ha sido creado de la nada>>2').
duationis. Sólo la muerte lo separa del conjunto de sus se-
Y puesto que esta Nada, la muefte, es lo que detennina la existen- mejantes. de ese conjunto en el que él asume un papel públi-
cia y al mismo tiernpo la esencia del Daseín, Heidegger, sin ser co, perdiendo de vista el objetivo dc convertirse en un Sí-
plenamente consciente, regresa a la fórmula con la que la me- mismo auténtico [...]. Gracias a la experiencia de la muefte
tafisica clásica definia a Dios. Si el Daseirz es el ser de quien la como la Nada tiene la posibilidad de dedicarse exclusiva-
esencia es la existencia (Existenz), el,Ser entonces no se distin- mente a ser un Ser y a liberarse de una vez por todas del
gue de ese ente supremo en donde esencia y existencia coinci- mundo circunstanterl.
den. De aquí la ornnipotencia y al mismo tiempo la impotencia
Aunque no lo exprese claramente Arendt identifica final-
nrcnte en la operación iniciadapor El ser y el tiempo un doble
li'acaso. En primer lugaq si en el marco de esta filosofia, el
26 H. Arendt, «What is Existenz
Philosophy?», cit., págs. 46 y ss.
27 lbídetn, pág.
47.
28 lbídem. to lbídem, pág.48.
2') Ibídem. \t lbídent, pág.49.

68 69
I

cuyo pensamiento no ha traicionado la originalidad y la nove-


«Yo» puede escapar a su «carácter de desecho>> solamente a tra-
tlad del criticismo kantiano. Todo lo atenta que había estado
vés del «proyecto» que anticipa la muerte como su última posi-
para no dejar escapar ninguna de las contradiccioncs escondi-
bilidad, significa entonces que el hombre perrnanece esencial-
tlas en El ser y el tiempo, se muestra dispuesta ahora a tomar al
mente determinado por lo qLre no es: la Nada. En otras palabras,
pic de la letra las declaraciones de intención y de propósitos de
esto significa que también en el interior de esta perspectiva, el
'.laspers3l. También la reflexión jaspersiana se inscribe en aque-
«Yo» está imposibilitado, por su propia constitución, a pesar de
lla rebelión de los filósofos con respecto a la filosofia que, en
su «decisión» de alcanzar el «Yo>» auténtico. Pero la obra hei-
general, caracteizaal existencialismo. En este caso, sin embar-
deggeriana falla principalmente porque, lejos de volver a fun-
go. desde la Psychologie3a y luego todavía más en los trabajos
dar una nueva ontología y llegando a lo sumo a ofrecernos
«conltsiones mitologizantes>> y «supersticiones naturalistas>> ¡rosteriores, la obra de desmantelamiento de la ontología tradi-
cional no sufre más reveses-r-s.
que hipostasían el pueblo o la tierra como fundamentos para los
«Yo» aisladoss2, Heidegger r,uelve a caer en la trampa de la que
quería escapar. Efectivamente, a pesar del intento de pensar ra-
A través de una «metafísica alegre>>, que «diluye» la fi-
losofía en movimientos del pensamiento, sin jarnás cristali-
dicalmente en aquella plenitud que la metafisica había negado
z¿rrse en sentimientos definitivos, Jaspers concluye con la
siempre, el Selbst y el Daseir? perrnanecen estructuraltnente
tunica certeza ontológica que es posible obtener. Es deciq lle-
idénticos a la figura y ala función del filósofo tradicional: el
ga a la convicción de que cualquier pensamiento que quiera t:
t
único en posición de permanecer en lo eterno, el irnico que, de-
jando atrás todo lo que es accidental, puede comprender el ver- tlcfinir el Ser sólo aísla y convierte en absoluta una de sus I

nruchas categorías, perdiendo así definitivamente su signifi-


dadero sentido del Ser.
cado. A diferencia del Da.sein, el hombre de Jaspers es libre i

De esta rnanera, el resultado de lo quc ha detnostrado scr


lan sólo si abandona la ilusión de poder conocer el Ser, sólo
una revolución filosófica sólo en apariencia reconduce al au-
tor de El ser y el tiempo a las mismas posiciones de Platón y
si reconoce la irreductibilidad de la realidad en el pensa-
nriento. Es cierto que con el pensamiento se puede llegar al
de Hegel, quienes para Arendt, como además para el propio
lírnite de lo pensable, un aventurarse en la especulación on-
Heidegger, son los mayores responsables de la negación de la
tológica e intentar «transcender» la propia condición finita36,
realidad en la teoría. Esta es, por el momento, la conclusión
sobre la filosofia heideggeriana; una postura que a continua- ¡rcro ineludiblemente experimenta la imposibilidad de tal
crnpresa. En la experiencia de tal «equivocación», en la con-
ción será parcialmente refrenada y luego afirmada nueva-
mente y de nuevo cuestionada. Como si Arendt no lograse
vicción de que «no puede crear ni conocer el Ser>>37, llega
aclararse hasta el fondo sobre el valor, el alcance y las conse-
al límite constitutivo de la propia «situación» humana. A la
cuencias del horizonte abierto tras las reflexiones de El ser v
el tiempo.
En el ensayo del46, la autora alabala filosofia de Karl Jas-
I El capítulo sobre Jaspers lleva el siguiente título: «Indications of Hu-
rnan Existenz: Jaspers», cfr. ibídem, págs. 5l y ss.
pers. Si, con un ademán que se repetirá más de vnavez a lo lar- r1 Cft. K. Jaspers, Ps¡,chologie der Weltanschauungen, Heidelberg-Ber-
go de las obras sucesivas, el filósofo de Friburgo se equipara a lin, Springer Verlag, 1919.
Platón y a Hegel, Arendt toma la defensa entusiasta de Jaspers, 15 Sobre este tema,
cfr. también L. Boella, Hannah Arenclt «.fenomeno
ItN¡¡¡, si¡.
t6 H. Arendt, «What is Existenz Philosophy»,
cit., págs. 53-54.
t7 lbídem, pág.54.
12 lbídem.

70 7t
Nada de la ontología fundamental le succdc una noción de1 un¿l nueva concepción de la politicalr, era de esperar que vol-
Ser quc, en vez de señalarlo colno sustancia y como objeto viese su rniracla a la filosofia de Jaspers para conseguir este
de pensarniento, se rcficrc a él como a ((una cosa)) que «nos objetivo y hacer derivar de esa filosof-ia los presupuestos que
rodea»; un ((no sé qué» que advertimos de manera indcfi-
¡rcrrnitiesen liberar la praxis de su sujeción a la catcgoría de la
nida. E,s una especie de «f'luido rccinto»3s, dentro del cual el llteoria.
hombre puede elegirsc con total libcrtad a sí mismo y ha- ' Pero en un ensayo de 1954, dcjado inédito por la autoraa2
ciéndolo de esta manera, pasar del «ser-como-resultado>> a la crr el que se encucntra quizá la clen-lostración más valiosa de
«Existencia». Una existencia, imaginada por Jaspers, qlle la clirección que la ref-lcxión arendtian¿r estaba tomando, la
nunca cstá aislada pcro que existc tan sólo en la comunica-
¡rcrspcctiva aparcce notablemcnte calnbiada. En aquellas pá-
ción y en el rcconocimiento dc la relación con el otro. «La sinas. cn doncle Hannah Arendt analiza los «prcsupuestos
existcncia escribc Arenclt. llcvando al extremo cl contr¿rste l)ura un¿l nueva f ilosof'ía política»ar, se destaca la rcflexión
con Heidegger puccle realizarsc sol¿tmettte cu cl estar con- lrcideggerian¿r por su capacidad cle haccr ficnte a las defi-
junto de los hornbres en un tnundo comitn que les es daclo a e icncias expucstas por el pensamiento de Jaspcrs. Este pen-
todos. En el concepto de comunicación se cncuentra radica- surniento ahora pas¿l a ser considcraclo como una tbrlna de
do, aunque no complctatnente clesarrollaclo, un ltllcvo con- I'ilosolla que, en rnuchos sentidos, no ha conseguiclo libcrar-
cepto dc hurnanidad como conclición cle la existcncia del sc de algunos de los principales vicios dc fbnclo de la rncta-
hombre>>'r'). Esa conclición qure la filosofia de Heideggcr, ccn- l'ísica. il
trada sobre el «scr-¡rara-la muertc» clel «solipsista>> Selbst,
había hecho imposible reconocer. 2. Sin ernbatgo, antes de prcscntar directamente la com-
Fl ensayo se cierra con la convicción cle que útnicamcntc i;.rracirin quc ,\rcnclt plantca, casi clánclolc la vuclta ocho años
.lzrspcrs y la irnagcn, propuesta por é1, del fllósofb que firtal- tlcspués cle su prirner estuclio cntre Ileideggcr y Jaspcrs, vale
rnente ha cortado los puentcs con el bios theoretik¡s, han dicho lu pcnzr cletenerse sobre otros pasa.ics significativos de C'on-
rcalmente la últirna palabra sobrc la metafisica, dándole deflni- r'(r'n h'iÍh Politit's in Recent Euro¡teon Philosophic:al Thought,
tiv¿rmente la espalda. Sólo la f ilosofia jasperiana, que hace re- cn clonclc la posición tcórica cle la autor¿r con respecto a la fi-
viviq gracias a su concepto de comunicación, la rnayéutica dc
Sócrates <<dc manera no pedagógictr»+0, se ponc en la justa
perspcctiva para desmantelar la identidacl rnetaflsica dcl Scr y ar De hecho, es prueba directa el breve ensayo, nunca publicado por
del Pcnsamiento: la perspcctiva de lo finito, de la contingcncia Arendt, que se estudiará en breve. Se trata de Concetnwith Politics in Recent
y de la pluralidad. liuropean Philosophical Thought, Library of Congress, Washington, Ma-
En consecuencia, puesto que dcsde los años irunccliata- rruscripts Division, «The Papers of Hannah Arendt», Box 56, págs.023248-
mente sucesivos a Los orígene,s del totalitarismc¡, Arendt iba 023261.
12 H. Arendt, Concern with Politics, cii.
explícitamente a la búsqucda de un pensamicnto, por decirlo 1r H. Arendt escribe en la página final del ensayo: «Ya existen muchos
de alguna manera, post-metafisico hasta el punto de plantear rlc los pre-requisitos para una nueva filosofia política (que, t:on toda proba-
hilidad, consistirá en la reft¡rmulación de lo actitud de los Jilósofos hacia la
c.sféra política, de la relación entre el hombre como ser filosófic:o y el hom-
l»a como ser político, y no sólo de la relación enÍre pensamiento y acción),
'N lbídent, pág. 55. ilturque puedan aparecer a primera vista como un mero levantamiento de los
t" Ibídem, págs. 55-56. obstáculos tradicionales más que como edificación de nuevos fundamen-
10 lbítlem, pág. 52.
l»s»>, ibídem, pá9. 023261.

72 t3
-a
losolia de la existencia se precisa rnás clararnente que en su es- cillamente su origen en el «pemiciostl prtlccso cle seculariza-
crito del 46. ción». Estableciendo una sencilla ecuación cntre secularización.
En la present¿rción del panoranta de estas filosofias del si- relativismo y crisis, estos filósofos minimizan, según Arendt,
glo xx que mayoritariamente ofrecen puntos de arranque para esas mismas experiencias que habían solicitado su interés por la
una rcinterpretación original de los <<¿rsuntos humanos>>, se política: efectivámente están de acuerdo en interpretar el poder
puede clararnentc leer entre líneas cl mapa de las propuestas to- ' totalitario en ténninos exclusivamente ideológicos y en ver en
rnadas en considcl'ación que constituirán el horizontc f ilosófi- las ideologías totalitarias ni más ni menos que «religiones secu-
co arendtiano. Prácticalnente constantes serán las argumenta- lares». delivaclas «le la «inmanentizacióo> de la trascendenciaa('.
ciones polémicas y lzrs razones de las criticas, a lo largo cle los El fastidio hacia tal actitud intelectual, cle la que, a los ojos de
años, con respecto a tal o tal autor. Itn la sustancia, no carnbia- la autora, cs culpable sobre todo Voegelin, es bastante rnás que un
rá la trama, entrclazada con los hilos carnbiaclos por las difbren- sencillo desacuerclo interpretativo. La polémica arencltiana con
tes propuestas filosóficas, trama que constituirá el fbndo sobrc respecto al rnodo cle interpretar la historia según el «teorema» de
cl cual destacarárr los principales conccptos arendtianos. la secularización es, sobre todo, la cxpresión de una intolerancia
Antes dc nada nótese que Arendt valora la rclcvancia de las con respccto a aquella fhlta de radicalidad y de esfllerzos teóricos
escuel¿rs dc pcnsamiento basándose en el criterio cle su capaci-
que, rcconduciendo 1o «inédito>> a lo ya conocido, interrumpen
clacl cle rcconocer y de translbrrn¿rr eu patrirnonio concep- la comprensión cfbctiva de la peculiaridad dcl prescnte, ya sea
tual lo «absolut¿u-ncntc nlrevo)), fl"cntc al cual el úrltirno siglo bajo el perfil filosófico ya sea bajo el perfil politico. En conse-
se ha situado. Ya se¿r cuando csta «inauclita novcdad)) se presen-
cuencia, tarnbión las «soluciones» teóricas que estos autores ex-
ta ba.io forma de fénónteno estrictarnente politico el totalita- ponen sólo son, a su parecer, inútiles intentos de regresar a una
rismo , )'a sea cuanclo, mírs cn gencral. sc rnanifiesta en la rc- tradición cuya fuerza está ahora ya agotada: insensatas repropo-
solución tle tocla una tradición culturalll. En otras palabras, las siciones de un tnunclo definitivamente clesaparectdo.
cliférentes clirccciones fllosóficas que Arenclt rcscña son inter- la au-
Las respuestas concretas quc ofieccn
rogaclas y juzgadas sobrc el rnoclo con cl que afiontan, sccun- -'sintetiza
tora- dilicilmente puedcn contener algo quc no sca la rca-
clándola o contrastánclola. la tendencia dolninante de nucstro firmación de «vicjas verdades» y éstas, es decir el lado po-
tiernpo: es clecir, que son valoraclos según córno se sitúcn teóri- sitivo de su traba.io, parecen singulatmente inadecuadas y,
c¿u-nentc con respecto al nihilisrno. en un cierto sentido incluso supuestas. De hecho, esta obra
La postura de los pensaclores católicos corno Vógclin, Gil- de redefinición de las viejas verdades se hace necesaria
son, Maritain. Guardini. Pieper, es un rcchazo absoluto y cicgo. frente a problemas cuya verdadera dificultad es la de no ha-
Todos estos ¿rutorcs en cacla uno Arenclt destaca trazt'ls clistin- ber sido previstos por la tradición47.
tivos rnuy específicos vincul¿rn «el c'lcsorden clel presentc»
(cn palabras de Gilson: «el peor desorden fllosóflco al cual el La invocación de «una ciencia del orden» que opere a tra-
rnundo haya asistido jarnás») a la ruptura rnoderna con la tradi- vés de la reafirmación de la primacía de la esfera espiritual
ción. con la «rccta vía» señalada por la ética antigua y cristia-
na4t. Corno si las diflcultacles del rnundo rnoderno tuviesen scn- a6 lbídem, cit., pág. 023252. De Vógelin Arendt cita «el nuevo libro»
l'ltc Neu'science oJ'Politics, Chicago, University of flhicago Press, 1952,
4 Cfr. ¡bídem, págs. 023249-023250.
«c1ue desea una "restauración" de la ciencia política dcntro de un espíritu
1s Cfr. ibídem, pág.023251. Arendt cita de E.
Gilson, Les metamorpho- ¡rlatónico», pág. 023250.
11 lbídem, pág.023253.
ses de la cité de Dieu, Lovaina, 1952, pág. 1 51 .

15
74
i

entcndido ya sea como predorninio clc la lglesia católica o dc nruestran dcl toclo inadecuaclas a las clif icultaclcs qrre esa confu-
la fe cristiana, ya sea corno una especie de «platonismo renova- sión ha producido5r.
clo» a lo Vógelin no es otra cosa que la reedición de la actitud Dicho en otros ténninos, si la operación «rehabilitativa»
arrogantc de la metafisica quc supedita el árnbito de los asuntos (luc plopugnan tales autores puede ser tomada en consideración
hurnanos a criterios cambiados por una csfera que los trasciende. justamente porque su anacronismo constituyc un dcsafio para cl
«La tenclencia aquí dominante cs la de poner orden cn las cosas ¡rensamiento, no es de ninguna rnancra reavivando la rnetafisica
cle un mundo que no puedc ser concebido y juzgado sin suborcli- a la que en última instancia apelan como se puede esper¿rr
n¿ulo al poder nonnativo de un principio trascendente>>as. rrna auténtic¿r renovación de la filosofia política. Más bien es a
En fln, y es importante recorclarlo en este contexto, Arcndt partir de la rellexión quc reconoce cl fin dc la filosofla tradicio-
se oponc tenazmente a los «desesperados» intcntos de resucitar n¿rl dc cloncle puecle emerger un nlrevo rnodo de pensar la políti-
cl pasado y de «rehabilitar» la antigua filosof ia o la espirituali- ('a: un rnoclo quc se situe a la altura de las provoc:rciones plantca-
cl¿rd cristiana, corno si fucsen remedios a la crisis filosófica y tl¿rs clcsdc cl siglo xx. A talaltura parecen coloc¿rrse, al menos en
política del presente. Si este cnsayo, cn cierto sentido, testifica Ius primeras presentaciones hcchas por Arendt. el existencialis-
la presencia en el pensamicnto arendti¿rno clc algunas instanci¿ts nlo fl"ancés, cuyo eco fllosófico y en particular el de Ca-
inspiradas por la filosofia católica sobrc las que mírs clc un nrus5l rcsonará cn los textos arendtianos rnucho lnás fucrtc-
investigaclor ha insistidoa') , en otro, nos rnuestra de m¿rncr¿r rncnte que cl clc los pcnsadores católicos. El rech¿rzo corl rcspcc-
muy clara cómo Arenclt se clistancia cle las nostirlgicas búsque- to a cacla filosofia dcl pasado llcva cfcctivarnente a Sartre, t\
l',,,
clas dcl «orden perdido» y lo insostenible quc cs interpretarla ('arnus. Malraux y a Merleau-Ponty no tanto a ofr"ecer respues- Itr
I
dispuesta a rcactualizar valores antiguos cotno «corrcctivosr¡ a tls fllosóflcas ante las dificultadcs políticas. corno a irnplantar il

las degeneracioncs nihilistas y rclativistas de lcl rnoclcrno.


l0
rlircctarnente la polític¿r cn el centro de sus intcrcscs. <<Es corno \ rr
\
Arendt adrnite abiertarnentc su propiit deuda con rcspecto a los si csta generaoión intentase huir de la filosofia en la política»5r:
qr-re llarna, sin distinguirlos den-rasiaclo los unos ile los otros, un¿r huida de la rnctafisica que los arroja en mcdio dc la acción
It
pensaclores nco-tomistas. Efbctivarnente esta «escucl¿r>> no sólo ¡rolitictr y los empuja a convcrtirsc cn rcvolucionarios. I
ha tenido cl mérito de hacer revivir la antigua pregunta «¿,Qué
cs al fin y al cabo la politica'/», sino que oficciendo «las viejas
respuestas en la nueva confusión» ha obligado a la búsqucda y
't lltídam, pitg. 023254.
'r lhmbién de una carta a Jaspers con f-ccha cle I I de noviernbre de 194(r
a la interrogación filosófica a sugerir nllevas y significativas ';t' ¡rcrcibc la gran cstim¿r, intelectual y humana, que Arendt profbszrba a Ca-
vías50. Queda sin ernbargo cl hecho de que sus rcspuestas se de- rrurs: «Pero lnhs sicnto toclavía cluc ustccl no haya podido conoccr aún a
( iulrus. Pcrtcnece zr csos.ióvenes de la Resistencia, cle la cr-ral usted escribe. Es
;rlrst¡11¡1¿1r.rr¡e honesto y posce una gran sabiduría política. Ilstá surgiendo dc
r( l)cntc cn todos los países europeos un nuevo tipo de hombre que más allh cle
48 lbídem, pág.023252. , rrrlc¡uier "nacionalismo curopco" cs sencillamcnte curopco [...]. A csta cspc-
ae Véanse al menos los trabajos ( rr' l)crteuece también Camus [...|. Sartrc, por cl contrario, cs aún clemasiado
de \M P Wanker, Nous and Logos. Phi-
losophical Foundations of Hannah Arendt's Political Theory, Nueva York- lr:urcós. dcmasiado literario. en cierto sentido demasiado dotado. derrasia-
Londres, Gurland Publishing, l99l; M. Cangiofti, L'ethos della poliÍica. Stu- ,lrr rrrnbicioso.» H. Arenclt y K. .laspcrs. Brief,v'echsel, 1926-1929, cit.,
dio su Hqnnah Arendt, Urbino, Quattro Venti, 1990, y J. Bernauer, «The ¡r;ir, 73. Sobre la relación teórica Camus-A¡endt véase J. C. lsaac, «Arendt,
Faith of Hannah Arendt: Amor Mundi and its Critique - Assimilation of Re- ( 'iu»us ancl Postmodcm Politics», Praxis Internotional, lX, núms. l-2, 19t39,
ligions Experience», eníd. (ed.), Amor Mundi, Erplorations in fhe Faifh and ¡,:iss. 4tl-71, e ítL., Areruil, Oomus and Modem Rebellion, New Haven-Lon-
Thought of Hannah Arendt, Dordsrecht, Martinus Niihotr, 1987. ,lrt's. Y¿rlc Univcrsity ['ress, 1992.
s0 H. Arendt, Concetn with Politics, cit., pág. 023255.
" I I. Arenclt, ()on(ern with Politic:,y, cit.. pág. 023254.
76 11
t-

A pesar de las diferencias que dividen a Sarhe y a Merleau- sino sobre todo porque la práctica revolucionaria tiene como
Ponty, «sobrepasadas>> por la influencia de la dialéctica hegeliano-
objetivo transformar la misma condición humana. Si entonces
marxista, en la que ven una especie de logique revolucionaria la finalidad de la acción política es la inversión intencional de
desde Malrarx y Camus, que enfatizan el significado ontológi- las «absurdas>» relaciones entre hombre y mundo. de tal modo
co de la rebelión, prescindiendo del hecho de que tenga lugar en un t¡ue el ser humano ya no tenga que padecer el acondiciona-
momento histórico determinado-, existe un potente núcleo teó- 'nriento de una realidad externa a é1. entonces el existencialismo
rico que los une. Consiste, según la autora, en la convicción de sc situa para la autora al mismo nivel que aquella hybris huma-
que la crisis política y nihilista no es más que descubrir finalmen-
nística, característica de la filosofia moderna, por la cual la
te lo absurdo de la existencia humana y la imposibilidad de resol- consciencia pretende dominar la realidad reconduciéndola a
ver las aporías en términos racionales. Un absurdo que es supera- la identidad con el «Yo>>. Quiere esto decir que el existencialis-
do, a su juicio, sólo cuando el hombre toma conciencia de su pro- nro fiancés y el primero de todos, Saftre, se rebela en última
pio potencial transfonnativo con respecto a la realidad en la que instancia contra una concepción del Ser como <<dato>>, en nom-
se encuentra; sólo cuando comprende que puede convertirse «en lrrc de una ontología aún prisionera de la prepotente ilusión de
cualquier cosa que elija sen>, proyectándose y vinculándose en la t¡ue el Ser no es más que un conjunto de res manipulables. La
acción política, sobre todo en la acción revolucionariasa. concepción del hombre como aftífice de sí rnismo, que desafia
Pero ni siquiera en este intento de llamar toda atención so-
v rnodif ica. según las palabras de Sartre, la condición del <<ser
bre la prioridad del momento político, si bien se mira, Arendt llnzados al mundo>>, no se aleja de la vieja y rnetafisica estruc- t
puede entrever la posibilidad de fundar una filosofia política I'
trrr':r lógica del.wmmttm ensi". I
verdaderamente <<nueva». Si la insistencia sobre la acción, en En fin, las criticas que en el ensayo «Was ist Existenz
particular la revolucionaria, es señal de su ruptura con la prima- l'lrilosophie?» habian sido planteadas al Selh,st heideggeriano. I

cía metafisica de la contemplación, esta acción es sin embargo vicnen ahora dirigidas contra lo que Arendt define como ((un
aún hoy interpretada por la autora como el producto de una ti¡ro de humanismo radical y activo que no menoscaba el vie-
subjetividad todavía comprometida con la metafisica y resulta-
¡o asunto según el cual el hombre es para el hombre el ser su-
do de una concepción de la acción empapada de elementos es-
l)r'cl'no. Dios mismo>>57.
catológicos y utópicos. No solamente porque lo que Si en el existencialismo francés «la política aparece corro
dice Malraux «la revolución cumple el papel-según que antaño era ll csfbra en donde [...] se puede construir un mundo que desa-
privilegio de la vida eterna [...] salva a aquellos que la hacen»>-55, lia constantemente a la condición humana>>", la búsqueda de
una nueva fllosofia de la política tendrá entonces que dirigirse
sa Los textos existencialistas lrrrcia aquellos análisis dela Existenz Philosophie que se avie-
franceses tomados en consideración en
este ensayo son los siguientes: de J.-P Sartre, La Nausée, 1938 [trad. esp.: Za rrcrr. aceptándolos con las contradicciones, las paradojas y los
náusea, Madrid, Alianza, 19941; L'étre et le néant, 1943 [trad. esp.: El ser y lirnites inrnodificables de la condición humana. Es decir'. hacia
la nada, Madri{ Alianza, 1989]' L'Existentialisme est un humanisme, 1946 rrt¡uclla f ilosofia que ha dejado atrás la primera y fundamental
[trad. esp.: El exist:ncialismo es un humanismo, Barcelona, Edhasa, 1992]; ('nlro las «apariencias engañosas rnetafisicas)) para usar la
de A. Malraux, La Condition Humaine, 1933 [trad. esp.: La condición
humana, Barcelona, Edhasa, 1992]; de Camus, Le Mythe de Sisyphe. Essai
sur I'Absurde, 1942 ftrad. esp.: E/ mito de Sislo, Madrid Alianza, 1988];
L' Homme Révolté, 19 5 I [had. esp. : El hombre rebelde, Madnd,Alianza, I 986] ;
de Merleau-Ponty, Humanisme et kneu4 194J.
55 H. Arendt, Concetn
with Politics, cit., pág. 023254.

78

F¡LOSOFIA
tcnninología que scrá particularmentc grata a la «últirna» llos que, no muchos años antes, habían expresado su incondi-
Arendt que los filósofbs franceses llaman vida baio aparien- cional adhesión a la «auténtica revolución clel pensalniento)),
cias aparentemente cambiadas. Una filosof-ia que, si bicn bas- rcalizada por Jaspers, cuya filosofia cs ahora dcnunciacla por
t¿rnte rnenos interesada en corrrpararse directamente con la po- sus «recaídas)) en la metaflsica.
lítica, ha disuelto sin ctnbargo, casi por completo, sus lazos de A la novedad de los conceptos heideggerianos corrcsponde
unión con la tradición metafisica. ¡rucs la tarea de superar no sólo cl «c¿rtesianismo disfi'azado» de
Es sólo para Arendt, ya desdc el inicio cle su recorrido inte- Sartre y de Mcrlcau-Ponty. sino también el carácter todavía «es-
lectual. la condición de una posible reinterpretación radical cle ¡riritual» dcl diálogo jaspersiano. Si bien con muchas cautelas,
1o político. Aunquc posteriorrnente las afinará y elaborará cons- Arcndt presenta la hipótcsis de que una nueva filosofia política
tantemcnte, est¿rs afirmaciones sigucn siendo los presupucstos rro pucda sino apropiarse, corno rninirno, como punto de partida,
que acompañan tanto la bútsqucda cle la Vita uc,tit,u colno el tlc la noción de «mundo» elaboracla en El ,ver y el f ientpo. L¿r no-
análisis de la vida clc la rnente. ción heideggeriana cle Welt indica un coexistir. en la ret'ípt'oc'u
Arendt, pues, sc dirige nucvalnentc al petrsamicnto cle.laspcrs tlclimitac:irin, de las rclacioncs hurnanas y objetuales. Al definir
y clc Heiclegger. en clicho pensamicnto ve Lrna posible vía clc s¿rli- llr existcncia hurnana colno un «Bst¿rr-cn-cl-tnundo» argu-
c1a de las pc'rsiciones toclavía contr¿rclictorias clel existcncialismo nrcnt¿r I Ieideggcr «atribuye una relevancia filosófic¿r a aquc-
fiancés. Desdc tal ¡rerspcctiva, es de decisiva irnpoftancizr la iclea llas estructuras dc la vicla cotidiana quc sor-l cornplctatncnte in-
.jaspersiana de ver"clacl cornunic¿rtiva: es clccir, que cl pcnsarriento. cornprensibles, si t:l hornbrc no estir cornprencliclo corrlo-un-ser-
si quriere llegar a la vcrclacl tienc qLre abrirsc a la interacción con eon-los-clcrnás>>('1. En estas págin¿ls rcconocc a Hcidcgger una
los otros y a la escucha cle los otros. L.a ¡rcrsecución clc lo «vercla- ¡rosición particular,.justarnente por el hecho de haber reconociclo
dero» implica. efbctivalnelrte. que la tilosofia v el tilósofir ahan- I'inulrnente qtrc la f ilosofia tradicional ha descrrirl¿rtlo sictnprc v
doncn su rnilcrrirrirl tlesprccio con lcspccto irl rirtrntlo cornún.". rlcsconociclo el aspecto <<t-l-lr.rnclano» y plural dc la existencia.
Pero hast¿r que la noción clc razón fbrmacla por la concep- \ tal conocirnicnto hace rer-l-rontar cl uso clcl tónnino «r-nortales»
ción dc la vercl¿rd cornunicativa no se pong¿l abstractalrente por ..'n sustitución de la palatrra <<hornbre>>; lo que cuenta, en estc caso,
encima dc 1o «concreto inclividual», ósta quecla todavía sujcta a rro cs tanto la refi:rcncia a la rnuerte, cuunto el uso delplural.
la rclación personal e «intilnisttt>> cle lch und Du. Por lo t¿uttct Aunque el ensayo se cierra tributanclo a cada pensador y it
Jaspers, cn su filosof-ia del diirlogo, siguc subestirnanclo la con- cuda una de las «cscuclas de pensarniento» exatninaclas, cl rnóri-
dición constitnyente de la política: la pluraliclacl. «Los lírnites to dc habcr sunrinistraclo al rncnos algunos clc los «pre-requisitos
de la filosofla de Jaspers en tónninos políticos cscribe son rrcccsarios>> para la rcconstitución de la filosofla política, es inclu-
los lirnites dc toda la filosofia en su historia: considerar al horn- rlablc quc. para Arendt, la reflcxión hcidcggcriana reprcsenta la
bre en singular ahí clonde la política no se poclría ni siquicra ltlquisición teórica clc la cual no se puede prescinclir. Desde luc-
conccbir, si los hor"ltbres no existieran en plural»('0. Es inúrtil su- go, clcscn-rpeñan ur papel firnclamcntal, corno ya se ha visto, ya
brayar que los tonos arencltianos son l¡astante clistintos cle aque- sca la rcfbrrnulación.iaspersiana dc la verdacl ya sea la insistencia
,lc los cxistcncialismos sobn¡ laprinracía clc la acción. Pero la rup-
se lbídem, págs.023256-023257. Arendt
toma en consideración: K. Jas-
pers, Die Geistige Situation der Zeit, 1931; íd., Vom (Jrsprung und Sinn der
Geschichte, 1948 [trad. esp.: Origen y meta de la historia, Madrid Aliar:za, "t lhídL,nt; tle Hciclcggcr, cil.¿r las siguientes obr-as: ,\¿'ül und Zt'it, l92l
1985] íd., Über Meine ehilosophie, t}5t. ltlrrd. csp.: El str.t't,l tiem¡n. Macü-icl. Irondo clc (lultura Bconóuica. 2000]; /)¿r'
60 lbídem, pá9.023258. ,/t'it dcs lü,lth¡ld, l9-50; Do,s l)inge, 1951 l)ie l-ittg<: nut'h der Technik, 1954.

80 81
I
flrra con la mctafisica que el pursarnicnto heideggeriano consume Aunque pronunciada en un estilo muy diferente, nos en-
parcce preceder imperiosarnente a las contribuciones de Jaspers o t'ontramos frente a aquella misma celebración que la filosofia
de Camus, de Malraux o de Merleau-Ponty, de Gilson o de Guar- lrciclcggeriana recibirá en un ensayo, posterior en varios años,
dini. Clorno si sólo en el intcrior del horizonte abierlo por Heideg- ('scrito con ocasión del ochenta cumpleaños del maestro de
ger estos apuntes filosóficos pudiesen conveftirse en operativos y Nlurburgo.
adquirir relevancia. En los pasajes introductorios del ens¿ryo €n
doncle se detiene sobrc cl traurna padccido por la filosofia a raíz 3. En «Hcidcgger ist achtzig Jahre Alt», Arendt rinde ho-
de los acontecirnientos cle la prirncra rnitad dcl siglo cs re- xx rncna.ic al pensador «que ha contribuido de forma t¿rn decisiva
conocida cfbctivamente la potencialidad innovadora de la Zeit- ('rr fbnnar la fisionomía espiritual de nuestro siglo»('r, al pen-
lichkeit heideggeriana. Se puede af irrnar. sintetizanclo drástica- ',:rtlor cuya filosofía «rebeldc» segiln las <<maneras académi-
rnente que par¿l Arcndt las nociones dc hi,storicidud y de tampo- (:rs» ha conscguido distingLrir por primera vcz ((entre un obje-
rulidatl elaborud¿rs por cl autor de F,l ser .y el ticmpo, a pcsar de t,r tlc eruclición y la cosa del pcnsarnicnto»('4. Evoca lucgo,
algunas arlbigücdades, logran que la historia y¿l no se considere ( ()r)ro enorme rnérito del autor, el lraber logrado transfbrmar la
corno el lugar elegido para la epifirnia del llspíritu, de lo Absolu- Irlosofia en Llna activiclacl que no se cristaliza cn cloctrinas y no
to o de la Razórr. Dc este rnodo. adernás de constituir el nuevo ',,' impone ob.ietivos para logr¿lr. El pensarnicnto filosófico de
contexto conceptual dcntro dcl cual sc pucdc rcintcrprckrr dcsde I le idcgger ha qr-rerido conseguir y lo ha logrado un único
sus inicios la ontologia y la hisbria de la fllosofia, estas nociones ,lt'cisivo resultaclo concreto: un resultado que ha sentado cáte-
abren la ¡rerspectiva neccs¿rria para una invcstigación inódita cle la ,lrr. Bntre los daños producidos a partir del reconocimiento
esfbra de los asuntos hurnanos('1. ,lr'l f in irrevocablc de la traclición, este pensamiento ha hecho
r¡rrü srJ liuutta toda la ructafisir;a. «Y por lo quc rcspccta a la
"r I I. Arcndt. Ct¡nt'o'n úf h \blit¡('.\, cit., phg. 023250, cn clollclc sc pucdc ¡r:rrtr: que le toca a Heidegger, le debemos a él y solarnente a é1
lccr: «lll vcrclaclcrcl rcprcsentante cle esta tenclencia fllostif ica es clecir. la fi-
losofla sucesiva a l¿r [)rinrcrir (iucrra Murcli¿l cn donclc cl tórnrino Geschir:ltt-
1ú'l¡lr¿,i¡ clcsempcña un papcl f lrndarrcntal siguc sicndo Hciclcggcr, quc ya cn
Sein und Zcit ha clcf inido la historicidacl en ténninos ontoltigicos y no anlropo- "' H. Arcndt, «Martin Heidegger ist achtzig Jahre Alt», Merlor,
lógicos. y nrhs recicnlcmcntc ha llcgado a urla conccpción scgirn la cual, "his-
t. \lll, núrm. 10, 1969, págs. tlc)3-902; hay versión americana ampliada,
tnriciclad" sisnifica scr "clrviaclos sobrc el proprio car.r.lilro" (Ge:;cliL'hlichlieit \l:utin Hcidcggcr at Eighty», Nev: k»"k Reviev' of'llooks, XXI, 197 I,
y (ia,schick-lichl¡ait son dos tórminos corrclativos cprc significan ya sea 'ser en- ¡',rls 50-54.
viaclos'ya sea 'querer asuurir' sobrc sí mismo. csta tarca)" dc lal fbrrna quc "r H. Arendt, «Martin Heidegger», cit., pág. 170; Arendt cita aquí a
para Hcidcggcr la historia hurnana coincide con la historia clue se revela en esta rl llcidegger, Zur Suche des Denkens, 'Iubinga, Niemeye¡ 1969 [tracl.
histr¡ria clel Ser (Seinsgest:ltichlt); corncl dicc cl propio Hcidcggcr: "Nos hcmos ' .1t 'fiempo y.ser Madrid, Tecnos, 20001. También en un ensayo dc 1968,
clcjacio atrás la arrogancia clc toclo lo absoluto" (Llir hulx,n dic lntnusstorg allc,s
,l, rlrt'aclo a Walter Benjamin, la autora habla de Heidegger como de aquel
f/ttbttlingtot hintt't'uns galu,s.s<,n).l,ln nuestro contexto sigrrif'ica quc el f ilóso- ,tu('cn la capacidad de volvcr a escuchar la tr¿rdición, en el conocimiento
fo ha dejado atrás la exigencia clc scr 'sabio' y dc podcr clisponcr de crilerios ,l( :.u irrcversible llnal, ha transmitido la extraordinaria fuerza al pcnsa-
ctcrnos para.juzgar los asuntos cle la ciuclacl; el-eclivamente tal recluerimicnto a ,r('nlo del presente. También este ensayo sobre Benjamin puede ser leido
la sabiduría poclría esla'.justillcado solamortc por ul1¿l posición cxtcrna a la es-
,,,nr() Llna auto-interpretación de la autora, sobre todo cuando habla del
féra cle los asuntos hurnanos y poclría ser legitimada, solamente. por la proxi- ,r(,(l() con el que Benjamin se enfrcnta al problema de lo «fenoménico»,
, ,,rrr,r aquello que precede toda teorización. Cfr. H. Arendt, «Walter Ben-
miclad cle los f ilósofbs al Absoluto. En el marco de la crisis espiritual y políti-
ca de nucstra ópoca, signif ica cluc cl f ilcisofb, después cle habcr pcrclido..junlo l.ulrl))), en íc1., Men in Dark T¿¡zes, Nueva York, Harcourt, Brace, Jovano-
a cualquier otro, el esquema tradicional clc los llamados 'valores', no cluiere ya 'r, lr. 1968, págs. 153-206, págs. 193 y ss. [trad. esp.: Hombres entiempos
restableccr los vic.jos ni buscar otros nucvos.» ,1, ,,s't'uriclad, Barcelona, Oedisa, 1989.]

82 83
el hecho clc quc este hundirniento haya ocurrido de mancra Todos estos temas se rctoman. reelabor¿rdos. en la última
digna de lo que le había prccedido; también lc debemos que la ,rbra arendtiana, en donde prácticamente cada página lleva l¿r
rnetafisica haya siclo pensada hasta el flnql y no sencillamente nrarca c1e la presencia dc la reflexión heideggeriana: desde dc-
aventajada por lo quc lo ha sucediclo»"5. Este, al fin y al cabo, .'l¿rrarse dividida ((entre ¿rquellos quc ciescle hace un tiernpo a
nos ha hecho palpar que aunquc cierta moclaliclacl filosófica r'sta partc han intentado desm¿rntelar la metafisica>)6E, al reco-
haya llegado al flnal, no sc puede decir lo nrisrno con respecto nocerse sustancialmcnte en la idea del pensar como An-den-
al penszrrniento. Gracias a escritos talcs corno Aus der Eúilh- /,,'r¡,' desde la admisión dc que, alrnquc habiendo llegado a su
rung des Denkens, Gelussenheit o ZLtr Sac:he clcs Dcnl¡en^!('('. la ,'onclnsión, la rnetafisica custoclia, a pes¿Ir de todo. siempre los
filosofla heideggeriana se convicrtc para Arendt cn cl ¿ruti'nti- ,(sccretos)) del «yo que piensa)>, h¿rsta el accptar la c¿rractcrísti-
co testimonio dc cn lo que, auténticamcntc, consiste l¿r activi- t'rr «destructiva» y lnerarlcute neutra clc la actividad del pensa-
dad del pensar: una hazañ¿r sin fin quc, como la tela clc Pcné- rrricnto; clescle const¿rtar quc pensar está «fuera clel orclen»(").
lope, destruyc continuamente lo quc procluce, una obra quc nc- lurst¿r la cleconstrucción dc los conceptos unidos a la noción de
ccsita probler-r"ratizar inccs¿urtcrnente las adquisiciones a las roluntacl y al reconocimiento dcl cornprorniso cle esta facultad
que hzr llegado('7. r on lo potcnci¿l y la violcncia.
No quiero adcntr¿Irme ahora en el anirlisis cle este gran retra-
('5
H. Arendt, «Martin Hoiclcggcr», cit., pág. 172.
t. tlc la vida dcl «espíritu» con el cual H¿rnnah Arcndt llega al
('(' lr'rllino cle su propio itinerario intelectual. En cste contexto, bas-
M. llciclcggcr, ,|u,t der Efihhrung tle,; Dcnlior,s, PILrllingcn, Ncskc,
1954; íd., Gclussmheif. I'firllingcn, Neske. 1959 [tracl. csp.: SerL,nidutl, tt' llam¿rr la atcnción sobrc cl hecho clc que en la última confronta- rl
I
Barcelona, tsdicioncs clcl Scrbal, l9tl9]; i/, 7,ur SucltL,dcs Dcnkens ftrad. r rt)n corl Heicleggcr, la autora rccompone las qtte habían sido sus
esp.'. Tit'mprt -t'.st'i; cit.l r;rloraciones atnbivalentes cn cl interior clc un cotnple.io y rnedi-
''-llatutah r\¡ettdt vuelvc lqui al <rerror>> tlc lleitlcg-ccr. [-a «brcve irrl¿r-
tuación por cl nazismo» cs ahora reconducicl¿r a t¡lla «clefbruración prolbsio-
trr, kr
-juicio. bastaute ajcnos, siu embargo, del ser unívoco.
nal» comparable a la tcnt¿rción clc Platón hacia la tiranía. Dc cllo se decluce Si, por una p¿Irte, hacc cviderlte su cnorme dettcla y la deu-
una consccucncia por cl hecho de quc «cl yo c¡uc piensa,, pcrntunr-cL- cn un ,l;r rlc gran parte dc la filosofla dcl siglo xx, con respecto a Hei-
cspzrcio quc no csth cn el munclo clc las apariencias y de los hombrcs. Iln ,lt'r:.rrcr, por otra no puede negar su insatisfacción por un pcnsa-
otras palabras la implicirción política heideggeriana cs rccoltclucible a un¿r nucr)to el heicleggeriano que corrc el riesgo cle rctroceder
inexpcricncia dcl fllósofb con respccto a las cosas clel munclo y ir ler prctcn-
sión, siernpre típica de l¿r f ilosofia, cle clue los asuntos hulnanos sigau las re-
glas dcl pcnszunicnto f ilosófico. En cstc scnticlo. pone por e.jcmplo la inge- nr( nlc rn¿lyores dc lo habitual cn la vida univcrsitaria y lileraria de aclucl
nuidad dc Hcidegger cuando, cn la [ntn¡duct'ión u lo Metu/ísic:ct (M. Hcideg- rr( nrl)o. Scguimos todavía rocleaclos dc intelectualcs y cle supuestos csttrdio-
ger. Ein/íihrung ín die Meluph.t»ih, 'lubinga, Nicrrreyer. 1953; trad. esp.: ,,;. no sólo en Alemania, qllc en vez cle hablar de llitler, Auschrvitz, geno-
Infnxlt«'t:ititt u la meftlísit'¿r, B¿rrcclona, Gedisa, 1992), af irma «que la ver- , r,lro y cxtcrminio couro estrategia clc despoblamiento permanente, lcs gus-
dad interior de estc movimiento [...] consiste cn cl encuentro entre la tecno- r r ln('cr refercncia, según su propio gusto c inspiración, a Pl¿ttón, Lutero, Hc-
logía planetaria y el hombre modcrno». Después escribe: «El punto en cues- ,,, l Nictzsche, Hciclegger o Ernst Jünger, con el ob.ietivo de limpiar cle
tión cs que Heidegger, como muchos otros intelectuales alcmancs cle su ge- r,u, r,o (lcl f'ango el horrible I'enómeno nazi cou el lenguqle de las ciencias hu-
neraciór.r, nazis y no nazis, nunca habían lcído Mein Kam¡tJ. El error dc ,,r.rnirsyclelahistoriadelasiclcas» (ilidem, paigs. 177-178).Vóasel¿r«Prc-
Hcidcgger es irrelevante si sc compara con los errores nTás dccisivos que , rrt;rzionc>) a este cnsayo hecha por A. Dal Lago, en H. Arcnclt, Il l''ttttttr¡
consistían en ignorar no sólo la literatura mucho más signilicativa de aquc- ,,ll, s¡urlle, Bolonia, ll Mulino, 19t31, págs. 165-1ó8.
lla ópoca, sino en huir cle la rcalidad clc las prisiones de la Gestapo y dc las "" I l. Arendt, The Li/L of tht: Mirul, cit., phg. 212. [Trad. esp.: La v'ido del
salas de tortura de los prirncros campos de concentración [...1. E,l misrno ' .l,tt ittt. cil.l
tleidegger ha corrcgiclo su "error" más rápidamcnte y más radicalmente quc "' lltídem, piig. 78. La cita está tomada clc Einltihntng in tlie Meta¡th.t'-
muchos otros que más tarde quisicron juzgarlo. E,ste ¿rsumió riesgos notable- r/, I trrtl. csp.'. lnlrcduc'ckjn u la melulísicu, cit.).

84 85
dcbido a sus propias conquistas. En sustancia, Arendt hace ex-
tlad de haber traducido y mistificado el contexto del origen del
plícita de forma clara y de una vez por todas la intención de ((yo que piensa» en la <<engañosa hipóstasis» de la res cogi-
proceder junto a Heidegger para ir más allá de Heidegger; un
r¿rr.c. Además también le son imputables las fundamentales e
acercamiento en muchos aspectos análogo a granparte de la re-
ilusorias falacias metafisicas que de ella derivan: del dualismo
flexión filosófica <<continental» de esta segunda mitad del si- ('ucrpo y mente, a la distinción entre mundo sensible y mundo
glo: desde Gadamer a fucoeur, desde Levinas a Derrida, desde inteligible, de la contraposición del Ser y del parecer a la peli-
Foucault a Lyotard.
r'.r1)sa ecuación que de ahí deriva, del pensamiento y de la rea-
Pero antes de ir directos a las conclusiones vale la pena se- litlad.
guir una vez más los pasos de las argumentaciones de Arendt,
Desde la perspectiva de una afianzada denuncia de la
en donde encuentra una nueva confirmación, si todavía fuese ¡tlcntidad de pensamiento y Ser a lo que corresponde la afir-
necesario, el hecho de que su posición teórica asuma hasta el rrración, en torno a la que gira toda la obra, según la cual «en
fondo los problemas abiertos por el reconocimiento del fin de r'stc mundo, en el que venimos apareciendo desde ningún lu-
la metafisica.
lrrr y del cual desaparecemos hacia ningún lugar, Ser y pare-
El contexto donde se desarrolla el último acto del apre- .'cr coinciden>>71 , las reflexiones del segundo Heidegger so-
miante diálogo con Heidegger es, como se ha aludido, el de lrle el pensamiento y sobre la voluntad asulnen un significado
cuestionar la tradición metafisica. Una discusión que en
¡rrrradigrnático. Es sobre todo la filosofia posterior a la Kehre
Arendt toma la forma de una <<destructuración» de las princi- lrr que sc toma ahora en consideración y quc sc investiga según It
pales «falacias metafisicas>», conseguida gracias a una especie
, rilcrios que no se conlonnan con las autointerpretaciones $r
de <<antropología filosófico>, deudora en muchos aspectos del I ',¡

último Merleau-Ponty70. La operación consiste, efectivamente, ¡rrrporcionadas por el filósofo. Como ya había aludido en
,llciclegger ist Achtzig Jahre Alt», cl «carnbio de dirección» Ir,
en desenmascarar en su fenomenicidad y «fisicidad» las expe- lur coincidido con un acontecimiento autobiográfico el sen-
riencias concretas que están detrás de los eternos y etéreos trtlo de culpa por su breve pasado nazi y ha sido determina- lr

conceptos filosóficos; verificar el modo con el cual tales expe- tkr cntre su primer y su segundo volumen sobre NietzscheT2. v
riencias han sido hipostasiadas para ser transformadas en esa l'rr síntesis, la Kehre para la autora se configura con el recha-
«ciencia terrible» llamada metafisica. El aislamiento, la sole- z,r rle la voluntad de potencia, entendida por Heidegger a di-
dad el fastidio para todo aquello que se transforma alrededor l('r'cncia de Nietzsche. para quien es expresión de un instinto
de las que deriva la sensación de permanecer en un eterno r rtll corno voluntad de hegemonía y de dominio: la comple-
presente, fuera del espacio y del tiempo- son reconocidos
lrr nranifestación de la metafisica de la subjetividadTs. Lo que
como condiciones constitutivas de la experiencia del pensar. t'lracteriza la voluntad es la distributividad un deseo de ani-
Sin embargo, éstas conllevan al mismo tiempo la responsabili- t¡rrilarniento que se releva en la obsesión del hornbre de con-
lrolar el futuro y que se traduce en la determinación de la
70 Son muchas las analogías que se pueden destacar entre esta «antropo-
Ir'cnica para someter todo el planeta a su dominio. A esta
r oluntad de potencia, el filósofo responde con la noción de
logía filosófica arendtiana» y la «filosofia de la carne)) del último Merleau-
Ponty (Arendt cita sobre todo a M. Merleau-Ponty, Le visible et I'invisible, y
Signes). En todo caso, al afirmar con resolución la distancia entre pensar
y actuar, Hannah Arendt se aleja de manera significativa. Sobre esto, véan- 'r H. Arendt, The Lifé o/ the Mind, cit., pág. 19. [Trad. esp.: La vida del
,:¡tiriÍu. cit.f
se las observaciones de L. Boella, Hannah Arendf, <<fenomenologa», cít., ]r Cfr. M. Heidegge¡ Nietzsche.2 vols., Pfullingen, Neskc, 1961. l

págs.94-95.
" [.1. Arendt, The Life of the Mind, cit., págs. 172-194. [Trad. esp.: op. cit.J
I

86 87
i

it
Gelassenheil, un «dcjar ser)) que ((nos prepara» para un «pen- tt.h denke cle la tradición metafisica recobra cn los escritos del
sar que no es un queren>74. l'ilósofo alemán una inesperada, aunque contradictoria, fortu-
na. Desde ciertos puntos de vist¿r, el Denken que sobresale en
lrste pensamiento - cscribc Arendt retomando los pasajes Ios trzrbajos posteriores al carnbio de dirección es casi más me-
del texto de Hciclcgger- está «nás allá de las distinción entre t r ll sicamenté cornprorneti clo y abstractamente rni stificantc
I
que
actividad y pasividad» puesto quc cstá más allá del «donrinio ei L,spíritu hcgeliaño. Poryue si Hegel mantiene el conocimicn-
de la voluntad», cs dccir, más allá clc la categoría de causalidad to cle la cliferencia a superar, cl¿rro cstá entre la esfbra cle l¿r
que, de acucrdo con Nietzschc, I Ieidegger hacc bajar de la ex- t o¡tingencia (las acciones dc los hombres concretos qllc, aun
periencia clcl producir elbctos propios clel yo quc quiere, y en ,',rla'ooian<lo con el Espíritu Absoluto, cstán sin embargo movi-
consecuencia cle una ilusión prodr-rcida por la c,oncienciaT5.
,los por las pasioncs e irnpulsos totalmentc humanos y ernpíri-
ros) y la esf-era del Geisf (que se mueve entre los bastidores del
Estc pensar consistc cn prestar atención ¿r la llalracla dcl Ser.
rc.tró clel rnundo) en cambio Heidegger parece concluir la
L¿r rlcnte humana qLlc responcle a la petición de captar el Ercig-
n¡s, estir súcta a la Sirin,rgc.sc:hit'hÍe, qLle detcnnina si los hornbres
Ir¡tura une, sin posibilidad dc descartarlo, al Ser y a la histo-
rcsponden al acontecirriento en térntinos de ¡rensarnicnto o de
ril cle sus carnbioi. con el Pcnsamiento. Se trata cscribe
voluntacl: «La I{istoria dcl Scr. con la obra clc los ¿rctores huma- y propia firsión de los cambios de la «[lis-
cle una vcrclaclera
nos cs lo que cletcnnina. al igual quc cl cspíritu clel rnundo cle Fle- toria clel Ser» con la activiclad del pensamicnto clc los pctlsa-
gel cleterrnina, los clestinos cle los holnbres y se clcsvela al yo que dorcs [...]. L,l conccpto personificado, cuya aparición espec-
piensa, si elste sabe fuaspasar el querer y actuar el "clejar-scr">>7('. tral procltrio el irltin-ro gr¿rll renacer cle la filosofia con el
La S.ciru,rgcschit'hta hcideggeriana parcce plles para la auto- icleaiis,ro ale,tá,, sc ha cncarnaclo a¡clra plc.antc,te; hay
l'a no sür sulo Lu)A nLlcv¿r propuesl.a tlc la LL'cltgcst'hic'hte hcge- «alguict»r qtrc cxprcs¿l cl significado csconcliclo clcl Scr 1'
liana, aclcrnás dc un¿r cclntinuación, sólo un poco rnás sofistica- aporta al curso c¿rtastrólico de los acontccimicntos ulla con-
cl¿r, clc la iclentidacl dc Scr y de pensarlicnto inaugurada por Pla- tia corrientc saludablc. IJsc alguien, cl pensador que se ha cle-
tón. En su úrltirna obra, Arendt volvicnclo ¿r tornar. en cicrtos sacostunbraclo a querer para «clejar-ser». es, cn realidad. cl
aspectos, las rnisrn¿rs posturas cle I ,16 une de nltcvo a Heideg- «Yo ¿ruténtico» de E/^vcr".l, el ticnryx¡ quc ahora escucha la lla-
uracla del Ser en lr.rgar cle la llamada cle la Cloncienciais'
ger. a Platón y tr Hegel, considerados tarnbién aquí como los
mirs clespiadaclos aclvcrsarios clel rnundo cle las apariencias. Di-
cl-lo clc otr¿r rranera, rcchaza la interprctación que Heideggcr da
Al refi¡rirsc al pr.lNarnitnto que rcsponde a |a llarn¿rcla clcl

del propio scntirniento posterior al cambio. La cspcculación so-


)it'r corno a la únic¿t acción relcvante en la hisbria, llcidegger
,rrlrvina la distancia entre actuar y pensar, reduciendo cornpleta-
bre cl scnticlo del Ser y sobre la .S'errsgr,.vt'hic'hte no equivalen,
rrrt'lltc lo primero a lo seErndo. Es est¿t total idcntificación de la
corro qr-risiera la cxplicaci(rn contcnicla en la Cufiu ,sobre el
,r,,.'it'ru con el pcnsamiento lo que cotnpromete poderosamente,
humunisnto a una clcsob.jetivación y «demetafisización» cle las
pnsturas uniclas a la analítica clcl 1)¿rscinl'-. Por cl contrario el
,.rrlrr la f-ase prcparatoria para lareflcxión sobrc el Scr, así como csta últirna
1a lbídem, pág.18. Arendt cita de M. Heidegger, Serenidad, cit. rr, nc cl significailo cle una obra cle «dcsobictivación» y de «demetal'isiza-
1s lbídem. , r()n» (lcl i)use¡n. Por su parte Arendt, en rcalidacl no refuta tanto la tesis de
16 lbídem, pág.79. l.r , oltlinuidad intema al pcnsalniento heideggeriano como rnás bien que se
71 Enla Carta sobre el humanismo, cit., Heidegger insiste efectivamente en ,,,lotlrrc cn los términos que Heiclegger quierc-
que El ser y el tiempo continúa el pensamiento posterior. La obra del27 repre-
i lt. Arenclt, T'he Li/b oJ the Mind' cit., pág. ltt7. [I'rad. esp': op' c:it'1 t
89
88
según Arendt, la radicalidad de la obra heideggeriana, recondu-
rrrie nto occiclental>>S2 entrevé una versión alternativa de la «di-
cióndola dentro de aquella filosofia de la identidad de la cual
I i'r-cncia ontológica»: una versión «estrechamente fbnomenoló-
Hegel es el máximo exponenteT') que había qucrido abanclonar.
lica» que alude insistentemente a otra posibilidad de especula-
Parecería pues que en su última obra y en su último cara a
, iirrr oniológicaE3. En el modo heideggeriano de afiontar el tema
cara con el pensador que «ha diseñado la flsionornía intelectual
,1.'l sLrruir v del perecer de todas las cos¿ls, están encerrados, para
dc este siglo», la autora rctornase las posturas de las que partía.
Por cuanto pueda sugerir estírnulos par¿l reconsiderar la ref'le-
,:11,,. uirr*o signiticado del Ser y un realce difbrente daclo a los
(luchaceres hutnanos. Afirrnando que todo lo que podemos. co-
xión filosóflca clistanciánclola de la metaflsica. el Denken de
n()cct-es un ((movllrriento por el cual todo surgir procede del scr
Hcidegger clemuestra rnás de una afinidad con el Gersr hegelia-
,'sco¡diclo y se adelanta al no ser escondido», que permanece-ahi
no; es dccir. que reprcsenta una «rccaída» en aquella ciencia de fuera del no
la identidacl del sujeto y objeto que lleva ¿r identiflcar la úrnica ¡ror r.ro poco de tiempo y luego «nuevalnente viene
l;,'r cscóncliclo», Heidegger invierte la relación Ser-cnte. E's decir,
¡truxis auténtica con la actividad especulativa de los filósofbs. rlilc )/3 no recurriría a un scr cuya ocultación y descubrimiento
Heidegger, al fin de cuentas, no lleva a su realización. el pro-
,,,,rriitrye cl acotttecimiento originario; ese «Acontecimiento>>
yecto que había rnotivado su investigación: romper con Platón,
, ¡r rc rletérnrina tanto la historia corlo Seinsvergessenheif cotno la
con Hegel y corl su <<cienci¿r tcrrible». ,irs¡rosición cle la mente del filósofb para acoger la verdad del
:l('r: [rs fundamental para Arenclt quc Heidegger haya dejado de
4. Pero no es ésta la últirna palabra de la autora. Entre l.rtkr cl problerna de la <<pr.irnacia originaria» del Ser para desta- I
I
las líncas de lo que, a primera vista, parecc un sencillo c-jer-
r ;rr cl <<ácvenir» dc los sercs. Esta es la clave interpretativa con la i
cicio herrnenóutico, Arendt esconde su peculiar manera de r uirl se prepara para dcscifiar las palabras, contenidas en <<La
apropiarse cle l¿r hcrcncia hcidcggeriana. En la interpretación de
., ¡¡icltsii cló Anaximandro». <<Lo entc mismo no se introdltce en
«Der Spruch cles An¿rximanden>80, cfbctivamentc, hecha en el , 'r;r luz del Ser. El desocultamiento de lo ente, la claridad que le
capítr-rlo mismo «La voluntad de no voluntad de HeidcggeD),
lr,r sirlo concedicla. oscurece laluz del Ser», efbctivamcnte «el
proyecta, reasumiéndola cn sus líneas esenciales, su propia
l,r'r So sustrae en la medicla en quc se desencubre en lo ente>>81.
postura filosófica.
Sin traer a col¿rción paso a paso la reconstrurcción arcndtia-
En la lectura «heraclitea» que Heidegger ofrece del frag- ,r,r rlcl texto heideggeriano que juega con el parentesco lin-
mcnto de Anaxirnandrosr «la sentencia más antigua dcl pensa-
,,uislico de verbergen ('escondcr'), bergen ('custodiar') y ent-

t" Vó¿rsc por ejemplo cl escrito dc M. Heidegger, Identitüt urul Di/JLrenz,


Pfullingen, Neskc, 1957, pág. 37, cuandojustamcnte contraponióndose a Lle-
,l .rilgi| cs para las cosas, también surgc hacia allí cl sustraerse, según la
gel manticne que pam él sc trata cle salvaguarclar la di/Lrcnc,ia en cLranto r/r/á-
rr, , ,.:;itlud;p*. ." dan justicia y expiación unas a otras por str iiljustic.ia según
, L,r(lc. clél ticmpo» (M. Ileideggcr, Cuntinos del lt..sque, Madricl Alian-
rcru'ia ltrzrcl. esp.: ldenlidad.t, di/brent"a, Barcelona, Anthrcpos, 1988].
r0 M. I leidcgger, «Der Spruch des Anaximander» escrito , ¡i)t)ll, págs. 24Ó y 245). Según Arcndt. quc.iustamentc ve cn este cscrito otra
en 1946 y reco- «La scntencia de Anaximandro»
¡, ,,,,,,r inlcili en cl pensamicnto de Heidcgger
giilo crr íd., llolzw'ege, lrr¿rnkfur1, Klostcrrnann, 1950 ftrad. csp.: «La sentencia r LIrtlc. si bicn nó se cita nunca a Hcráclito, Hcideggcr interpreta cl liagmen-
dc Anaxin.randro», en Ouminos del bosque, Madrid, Alianza, 19981. r,, ,1,. ,\nuximanclro como si hubicsc sido inspirado por Hcráclitcr corrcspon-
§r Como es sabido el fiagmento, en la traducción dc Diels, clice: «A par-
,t,,rilrrcstadoanímiconuevoclel filósolbalcm¿inquevish.unbra,paraunaAlc-
tir cle donde las cos¿rs tienen el origcn, hacia allí se cncamina también su ,,, ,rr;r tlcrrotacla por la gtlerra, la posibilidacl de un nuevo comicllzo.
perecer, segúur la necesidad; pucs se pagan unas a ottas condena y cxpiación
M. Hcidegger. (laminos del bo,tque, cit., pág. 239.
por su iniquidacl segúur cl tiempo l¡ado» A éste Heidcggeropone, como
' I I Arenclt, 7/r e Li/é fi'the Mincl' cit.,págs. l8t3-l 89. [Trad' esp' ttp' t:it ]
«traclucción más literal de lo dicho» Ia siguientc: «Pero a partir de donde r M. Hcidegger, Cuminos del bosque. cit., pág. 250.

90 9l
'Irr' Un nuevo orden sustituye al anterior. E,s únicamente en es-
r,r , nrl)lul-¿rs «epocales>> donde la autenticidad no ya la «ver-
,1.r,1,, cle la política se hace rnanifiesta.
\rcnclt puntualiza adernás que si en el colnentario de la
,',, nlenci¿t cle Anaxitnandro>> Heidegger habla todavía de un
't,, ,:,unicnto que, cn la suspensión ile la linealidad dcl tiempo,
r, ,l)()n(lc a la llamada del Ser, no se trata ya sin en-rbargo de un
¡,, rr',rrrrricnto monopolizado exclusivamcnte por el l'ilósofb.
, r,n r'l f in dc poltcr en cl lenguaje la vcrdad clcl Ser. Se trata de
rrrr St'r'cpre sc ha hccho cn partc y clel que nad¿r se pucde afir-
rrr.u l)llcsto quc ahora. todo lo que clpensatnietrtcl_puede hacer
' , ,,lnblar poéticarncnte clescle el enigrnar clcl Ser»37. El carhcter
, r,r,nuitico de la Verdad de un Ser que se tlantiene en si Inis-
rr) lunto al énfasis opucsto por el fin de las existencias huma-
, r , \ uclvc ¿t unir a Ilcideggcr coll la trageclia caractcrística «cle
I r ( \l)cl'icncia griega a su nivel tnás profunclo>>EE.
l\rr cncim¿r dc cualquier otra implicación cleducible clel en-
, r\ ( ) s( )brc Anaxirlandro, para Arcndt, adquierc un¿I nLlcva re-
l, r;urciu la conclusión clue se extrae cle las consideraciones
,,1,r,'t'l actuar hulnano colno tln ((cr[¿lr)). Que el «error)) sea
, Lrr.licio de toda historia hutnan¿r y qLlc en estc errar cl Ser no
t, rrlrr nir.rglrnzr irnplicación es la condición que abre al pensa-
,,r( ntol tarnbién «no prof-esional>>, la posibilicl¿rd dc ref1exio-
r,,r so[)r-e cl significado «en sí» cle cualquicr suoeso en parti-
, rrl;rr l)cro toclavía rnás raclical cs su adhesión a la condena
¡rr.nurrciecla por Ileicleggcr con respecto al «vehcrnentc de-
, r, tlrr pcrseverar)). Del consentilniento sin reservas acordado
, Lr:, ¡xrlitbras con las que I{eidegger se pronuncia sobre aquel
r r:r r'ía que lnora)) y quc «insistc en su ser prcsente>> y quc
r,h rnris sc apropia dc «la prctcnsión cle sustr¿rerse a la transi-
t,r('(llcl cle su estancia». fijándose «cn la obstinación de la

M. Ileiclcgger. Cantittos del bosque, cit., pág. 277, clondc cscribe:


(
, )u('()curre si la escncia dcl honlbre rcside en pensar la verclacl clel Ser'/
,,1'rllonces, cl pensar tendrá que hablar poólicamentc clesde cl enigrna
,1, I ).it'r. Ill pcnsar trae la attrora clc lo pensado a la proxirlidad cle lo que
,
¡r r, rl:r ¡tot' pens¿lr.))
' ll. Arendt, The l.i/b o/'the l.lind, cit., pág. 192. [Tracl. csp.: tt¡t. t'iÍ.J
93
bergen ('desvelar') , es significativo que para ella abra la
perspectiva cle una liberación de los asuntos humanos. Es de_
cir, que los redime de aquella inautcnticiclad que en otro lu-
gar, en el mismo Heidegger, es cl rasgo característico cle aquel
«intervalo entre dos ausenci¿rs>> en quc consiste er rnunclo do
los hornbres: esa <<r-norada transitoria>) que empieza con la
pérdida dcl refugio originario acordaclo por el Ser y termina
con su regreso a éste.
Ahora, gracias al hecho de rctirar el Ser cle la esfbra del
entc, Ios entes han sido «desviaclos cn el erran> y <<este errar
constitr"rye el rcino del crror [...] el cspercio cn cl qúe sc clesplie-
ga la historia>>: «sitt el errur no cxiitirítr ninguiu rcroción rJt:
destino u tlestint¡, no hubríct histr¡riu»35. En esic reino clel error
quc.iustarncnte coincide con el rcino cle la historia, crc ro acaba-
do, clc la ternporalidad al q.e los hornbres son lanzaclos
«no hay sitio para una "[listoria clel ser" (sainsgeschichte) acti-
va a cspaldas de los hornbres agentcs. Ill scr, en el rcfirgio cle su
escondite, no tiene historia y "cacla época de la hisioria del
lnundo es un¿l época de errar"))E(,. En cl esqrerna hciclcggeria_
.o en rcaliclacl cn el arendtiano p«rycctado en la cxégéiis dc
la «Sentencia dc Anaxirnandro» hay pues. para liautora,
únicamentc ((errar)), hay irnicamentc hi.storia hulnana qLle, un¿l
vez liberada de la pesacla presencia de la S'ern.sgc,schii,hte, nct
tienc ya neccsidacl dc_ encontr¿rr su propio senticlo y str pr.opio
fin e, otro lugar q,c la trasciencla. observa, aclemás. cólno en
el c'otttittttttm de tal ac¿lecer Heidegger parcce priviregiar aque-
llcls momentos cle transición de una época A otra, in clonclc
irrurnpe la vcrclad del Ser. Si bien ArcntJt no habr¿rrá nunca dc
una irrupción clc la verclad dcl Scr en la continuiclacl histórica cl
csqucrna interpretativo con respecto a la histuria elaboraclo por
la autora sigue sicndo, en su cstructura, análogo al heicleggeiia_
no. Tárnbién, para ella, la linealiclad ternporal de los acóirteci-
uicntos es suspendida cn esos rromentoi cle desconcierto, err

t'H, Arendt, The Life of the Minct, cit., pág. l9l [trad. esp.: op. cit.J,
Arendt cita de M. Heidegger, Caminos del boiqie, cit.,pág.250.
8(' [bídem, pág.
192.

92
pcrsistencia»E'), dc cse consentirnicnr«r. clccíarnos, crncrge Io (luc sc lca atcntal-nente ((La scntencia clc An¿rxiurandrr>>
¡tor c¡uó
quc os rnhs caractcristico ciel pensarnicnto arencltiano.
eiriero
r erin'ro prccisamcr-rtc cstc cnsayo pueclc rcprcscntar [rn¿t con-
clccir'. la clenuncia clcl intcnto cle huir clc Ia ternporaliclad en un i r'¡rciól't ontol(rgica clilcrcntc y altcrnativa. O rtre' jor y quizh rnhs
1'rcnsarnicnto ilusorio clc Ia perrlrancncia {puesto cn acl.o por (()u'cct¿llncntc. no se vc p()r quó motivo, lo quo Arenclt argu-
un scr cuya finitucl cs intranscerrclcntc). rrrr'nl¿r ccln rcspccto a cstc cscrittl, no puccla cxtcndersc a ntu-
[r, csta fuga consistc cl auténtico acto crc nacin-ricnto cle la , lrr;.s otl'cls nronrentos clc la rcllcxión heidcggcriarla"0.
nrct¿rfisic¿r, bajo cuyo signo han teniclo lugar las clcvastacloras lir I'in. toclo csto para clccir que la clil.;rencia qLre Arenclt clcs-
recaíclas clc la filosofia sohrc la pnt.ris hurrana. t,rt rr cntr-c un I Iciclegger qltc al pensar el Etdgrti,s' toclavía sigLrc li-
r,,rrkr ¿t aquclla mctafisica que qucría acusar y un I Ieidegger final-
¡n('r)tc libcraclo clel espcctro clcl G1,¿^r1 hcgcliano, hay quc vcrla
3. LJN,,r I,r¡t.Í t't('A [,()s t:t t¡iil)t:(;(itrtUANA rn;rs biclt cnrlro inclicacitin clc su cspccífica situaci(rn fllostifica:
,,,krc¿u'sc.junkr a Heidcggcr. pero para intcntar ir <<rnhs allir» dc
l. Arrtcs clc corclt¡i. y rlc afia.za. la i.rportarrci. quc el l l( r(lcggcl. haccr ¡rropias las gmncles aclquisicioncs heiclcggcria-
«clcscr¡brirlricnto» hcidcggcriano rlc la tcrnporaliclacl r.óviste u,r'i l)cl'o scñal¿rr al misnto ticrri¡-lo la anibigticclad y las insicli¿rs
para cl ¡rcnsanricnto ¿rrcnclliano. quisrcra subrayar una vcz nlhs 1,,)ucas: y no kr úrltimo, utilizar los instrurncntos ofi'ccickrs
¡ror
ctin'ro csta úrllinra confiontaci(rn dc H¿rnn¿rh Arcnclt con Martin I l( r(lcsgct'1-rara rlcconstrurir cl
¡rnr¡lio pensarnicnto hcidcggcriano.
FJe'idcggcr no nos coloc¿r antc ur-l¿l pro¡lrcsta interprctaliva. sino I'cro ¿r pcsar clc los distancian-ricntos ntanifl.staclos hacia as-
más bicn antc e I particular nrodo con cl quc ra urf,r.n e labor.a la t,,r'los no marginales dc la obra dcl fll(rsolir alcn-lirn. resulta
hercncia he.icleggeriana. si cl criterio par:a crescifiar estas pági- , r ¡tlcntc cluc la autora siguc cl rccorrido trazado por El ser
)'cl
nas fLcsc cl cle la corrccciórr hcnncneiutica. habría ciuc rcialiar tt, tuf )o. Son uruchísirnas las analogias quc yu. cri tuta prirnt-ra
la arbitraricclacl y la clcscnvoltura con las cualcs se ¿rvcntura en , ('ntl)lrraclon. salt¿rn a la vlsta entrc los dos pcnsaclores. Atrtcs
la exógcsis clc los tcxtos clcl filósokr alcnrhn. No sólo nr.rnca ,l, rur(l¿t. y cu gcncr¿rl, les unc cl constatarcl fin clc latraclición
aclara hasta cl fonclo c1uó significaclo atribuyc al pensarnicnto rrr, l:rllsic¿r y la consiguientc ncccsiclad cle rnirar al pasado, ya
clel ser cn la filosofla clc lil .sct'.t,el ri<,mp, y cn Ia postcr.ior a ,, ,r ('stc cstrictarnente filos(rfico o f ilosófico-¡rolítico. cotr o.jos
la Kchru', si,o que n.s tlc' j. s.l¿rinentc i,iuir quc se icficrc a la nu( \()s. y sontctcrlo a las prcgtrntas clue plantccn kls conce¡rtos
scinsges<'ltichrc y a la histori¿r dc la scin,r'r'r,r.g.r,,r,sanhcit corno si ', l,r:. r'cspLlestas transr-niticlas. [)c la rnisrna tnanL'ra que [-lciclcg-
para Ilcidcggcr cqurvalicscr.r A r.rn¿l nostalgia p¿lra un darsc clcl ,', r I Irrnnah Arcnclt tarlbién llcva una obra clc clcconstrucci(rn
ser cn su ¡rlcnitud. Pero sobrc todo no scinticnclc.
¡ror rnucho
"" LJna conhaprueba del «arbitrio» interpretativo de Arendt se puede tener
. ..t' M, llcidcggc¡ (lant.int¡,s tlL,l lx»qtu,, ¿¡t. t'it., plig. 26.1, en clonclc cl pasa- r,n cl hccho de que, por ejemplo, Derrida, en la famosa conferencia de 1968, «La
ic dice: «l-o clrc lnora un ticlrrpo c,, catia caso sc prcscnla cor.r-lo r.nora<lor cn cl rlllltrcnce», lee en esas mismas págrnas de «La sentencia de Anaximandro» uno
luiustc qLrc ajrrstu la prcsencia cn ll doble ausencia. I,cro. ct.¡¡e tal prcscntc. rh, [rs tcstimonios más aplastantes de la persistencia de Heidegger --de su no-
¡l
clLlc Irora tln licltt¡'ro cn cacla caso l.lrcrlc ¡.lrccisanrctrtc. y stilo ó1. cler¡rlrarse al r tr'rrr tlc «diferencia ontológica>-- en el interior del pensamiento metafisico. Cfr.
lnisnlo tictn¡ltl ctl stt Itlc»'acla. [.o r¡trc hir llcgaclo I I )t'r r irla, «La difiérence»>,eníd., Maryes de la philosophie, París, Minüt, 1972,
¡.luctlc incluso pcrsistir cn su
Illorada. ittlic¿tlltcntc para scguir sicnckr rlc cse moilo rniis 7--10, en particular las págs. 2129 [trad. esp.: Márgenes de lafilosofia,
¡lcscnté c¡ el scnticl«r ¡trl¡r.s.
dc lo pcrnr¡rrcnlc. Lo qur'rn()rir rrrr rrcrnpo en c¿rd¿r a,ir.., r" crnpcña cn srr Mrrrlrrtl ('átedra. 1998, págs. 37-62]. Par¿ una comparación entre Heidegger y
prcscncia. I\lr cstl, sc ttrarcha lircr¿r dc sr¡ rnoracla lrulrsikrria. Sc deiraln¿r I h't lrrl¡¡ sobre la noción de la diferencia ontológica sigue siendo siempre escla-
cn lir
tlbslinacit'rll tlc l¿r irtsislcncia. Yt nrl sc vuclvc haci¿r lo olR) prcscntc. Sc ¿¡rcl¿r, tllurkrr cl libro de G. Vattimo, Le awenture della diferenza, Milan, Garzan-
ctltlltl si ctt cstl ctltlsislicra la cicnrot'ir. or Iir pcrrtrancltcia rlcl scguir exislic¡clo,» ll, l()t(0. f 'trad. esp.: Las aventuras de la diferencla, Barcelona, Ed. 62, 1990.]

94 95
lr

de la tradición fllosóflca: una obra de démontage que, cotro se ,Lrd. los correspondientes cambios en el árnbito de la reflexión
podrá observar en los capítulos sucesivos, recorre las etapas de política.
ese cliscurso fllosóflco hegemónico que desde Platón en ade- 'lrbre la
En fin, si para Heidegger la verdacl, a partir de Platón, se
lante ha olvidado progrcsivamente y negado lo «originario». Si Imnsforma dc jucgo no distributivo de encubrimiento y de des-
todavía para Heidegger, el pcnsatniento metaflsico cquivale a la ,'ubrimiento del Ser con conocilniento seguro del ente, en nece-
historia del olvido del Ser, para Arendt la filosofia política de adecuación del intelecto y de la cosa, es justamente csta
la Main Tiadition es sustancialmente reconducible al intento "r;rr-ia
r rrisrra noción de verdad, corno cerleza y correspondencia, la que
sisternático dc liberarse del auténtico significado clel actuar po- r
lrone para Arendt los propios criterios constrictivo s ala praxis.
rr r

lítico. Análogamente a cuanto ocurrc con la Seinsgeschichte, I :r rrclecuación cle cosa y represcntación, sobre la cual la theot'iu
tarnbién en la reconstrucción arencltiana sc trata de haccr resal- ',t' constitr-rye, transfiere ala praxis la propia modalidad de fun-
ta¡ ba.jo la perspectiva de una persistentc y profuncla colttinui- , r,rnarniento, qlre se basa sobre el modelo de la cohcrencia y
dacl los rnornentos de las cliscontinuicladcs de época. Los reco- .,rlrr-c el principio de no contradicción; dc cste moclo captura
clos a través de los cualcs se ¿rfinna la prirnacía de la theoria, y
r elirnin¿r los caracteres de incertidumbre y cle incstabilidad
con ósta un modo de pcnsar el Ser sobre el moclelo de la sirnple , lc son caractcrístictls.
¡rr..'
presencia, corresponden cn últirna instancia a las varias etapas l)icho en otros términos, no sc pucdc por mcnos que hacer
qlre en las obras arcndti¿rnas destacan cl progresivo malentendi- rr,rllr-córro el cucstionar conccptos políticos. por ejernplo, do-
clo y ocultamiento del vcrdaclero significaclo dc la pruxi,s.I>or rr¡rrrio, Estado, soberanía y represent¿rción, tenga como punto
'i
ejernplo. incluso para la ¿tutora el t:ogito cartesiano rcpresenta i lr'
i
¡nrticla el hecho de que estos últirnos profundicen sus raíces
un cambio «dccisivo» cn la concepción de la verdad: con cllo rrr.is rcsistentcs en el corazón mismo cle la metafisica. es decit
la verdacl se ha converticlo en certeza. la certeza que el sujeto , r .rr¡rrc-llas catcgorías qttc l!r
pensante intcnta producir ya sea de sí mismo ya dcl objeto.
fijun y ponen ordcn en las cxpcricn-
{ r,rs clernentales de la Lcben,swelt.F.n csos lnismos conceptos
Adernirs parecc hacer snya la tesis heicleggerian¿r por la cual tal , rr,'stionaclos por la deconstrucción heideggeriana. ,,tl
concepción dc la verdacl represcnta un cambio radical con res- l'ura lograr cada uno sus propios objetivos, la reconstruc- Li
pecto a,la uleÍhei¿r cle los griegos. Iguahnentc concuerd¿r con el
hecho dc que esa concepción estir anticipada en la doctrina pla-
, ¡r rn t la consiguiente clestrucción de las nociones traídas est¿in
urrlxrs conducidas a fijarse en la reflexión pre-platónica, en
tónica, según [a cual la vcrdad consistc en algo que el hornbre no llit F'rtihe griega, colrro diría Heiclegget'. quc atestigua un
rr¡rre
ha determinado por sí rnismo corno ocurre, cle hecho, a partir
l,,rrsrrrniento que todavía no sc ha endureciclo en las fonnas
de Descartcs , pcro el tlescubrirnicnto clc la iclea compofta ya, r,,, 1;rlisicas traclicionalcs. Horncro, Fleródob y Tücídides son,
sin cmbargc¡,la t'orrecl¿¿ adecuación dcl noLts quc se traducirá
t,,rr;r Arcndt. e.jemplos significativos de la valoración griega de
posterionncnte en la identiclacl de la verdacl y la certezt. l t t itltt uctivu, antes de que se estableciese la primacía de la
Aunque no sicmpre de manera explícitaer, Arendt no deja- I t, l, t ('onÍemplativa.
rá de hacer deriv¿rr de los cambios cn el modo de pensar la ver- l'cro las analogías y los puntos de contacto no acaban en
,,,,,r rrl'inidad de carácter general. Si se quisiese seguir la vía de
,ur.r ('ornparación prurtual y analítica entre los conteni<los de las
"r El lugar donde se hace cxplícito cste «préstamo» heidcggeriano es
,'l,r,rs principales de Hannah Arendt y algunas temáticas elabo-
una conlbrencia inédita: H. Arendt, Philo.soph¡, and Rtlitic,s. llhat is R¡liti-
cal Philo.x4th-r-i), Lecturc, New School for Social Rescarch, 1c)69, Library of' r r,l,rs ¡ror el filósofb alemán, no bastarían, en verdad, estos bre-
Clongress, Washington, Manuscripts Division, «The Papers of Hannah \, , irl)uutes. En sus nulnerosos trabajos la autora se ha apropia-
Arendt»>. Box 40. , l, , ',rlt'rrciosamente de muchas de las intuiciones heideggerianas

96
97
más relevantes: del análisis del Mitsein, contenido en El ser )¡ el .¡uc el sujeto puede disponer. En último análisis, remite a una
( onducta «medida>>, que dé el sentido justo de ese límite que
tiempo a la necesidad de preguntarse sobre qtúén es el <<sen>
más que preguntarse qué es lo que es; del cuestionar la época l:r condición humana, en cuanto ligada a la tierra y a los otros
moderna, partiendo de la crítica ala razón calculadora, a los lronlbres, nos pone delante. Las palabras pronunciadas en
( 'onstrlt¡t", Habitar y Pensar («El rasgo fundamental del vivir
análisis sobre la inautenticidad de la esfera del <<Yo»er.
('s cste preocuparse [schonenJ. Es lo que penetra en el vi-
Aunque aquí no sea posible enumerar de forma extensa las
diferentes deudas que la autora ha contraído con respecto al au- vr cn cada uno de sus aspectos. El vivir nos aparece en toda
tor de El ser y el tiempo, sin embargo uno no puede callar los ru arnplitud cuando pensamos que en el vivir reside el ser
numerosos ecos que las nociones heideggerianas de mundo y ,lt'l hombre. entendido como la permanencia de los mortales
',.rbrc la tierra>>)')l revocan con fuerza todos aquellos pasajes
de los mortales encuentran en el interior de la obra arendtiana.
('n doncle Arendt insiste sobre el hecho de que la condición
No por casualidad es éste uno de los puntos sobrc el que más a
menudo la literatura crítica ha insistido, aunque quizá haya de- lrunlana está desde siempre ligada a la tierra, o en donde la-
jado en un segundo plano la aportación del segunilo Heidegger, nrcnta la fuga del mundo hacia el ((yo)), o incluso en donde
para concentrarse sobre todo sobre la relevancia de la obra ,lenuncia la ausencia de lírnite y de medida que ha llevado a
maestra del27 y de los escritos inmediatamente posteriores. r¡rrl inútil pero peligrosa revolución contra el hecho del
,,rllto>>.
Mientras que probablemente algunas de las reflexiones conte-
nidas en La cc-¡ndición humana y en La vida del espíritu en- Claro que para cada una de estas <<correspondencias» se
cuentran una mayor consonancia con aquellas obras en ilonde ¡r,rth'ían encontrar, como ha hecho Tarniniaux. contra-argumen-
t()s cple demuestran cuánto y en qué modo Arendt se separa de
Heidegger afronta el tema de Gevierte3.
La imagen del «cu¿rdrado» sugiere efectivamente la senci- I,s conceptos heideggerianos. Pero con llamar la atención. tam-
llez del darse del ser de las cosas, el lugar de su permanencia, lrr'n a través de estos pocos ejemplos, sobre algunos puntos de
, ( )nt¿rcto entre los dos autores no se quería disminuir en nada la
el cual no viene representado, al menos según las intenciones
de Heidegger, a través de la lógica del concepto. El mero ocu-
,,rsinalidad del pensamiento arendtiano, para situarlo en una
rrir, en el marco de los cuatro elementos y cielo, divinos t,rrclición de epigonalidad subalterna con respecto al pensa-
y mortales significa antes de nada una-tierra
fonna de vivir el mun- rrucnto de Heidegger, y aún menos se deseaba hacerlo aparecer
do por parte de los «mortales»: prestando atención, no transfor-
*nro uno especie de «heideggerismo cotidiano». Por lo demás,
n( ) sc clesconoce la grandeza y la relevancia de pensadores tales
mándolo exclusivamente en un conjunto de instrumentos de los
{ ( )nro. por ejemplo, Gadamer o Derrida cuando se individuali-
,;r la condición de posibilidad de su filosofia en el horizonte
tl.r'ico abierto por Heidegger. Es más, soy de la opinión de que
')2 En H. Arendt, La condición humttna, cit., la crítica al acontecimiento
¡r,rraclójicamente uno se arriesga a llegar al resultado no de-
de lo «social» que ha oscurecido el verdadero significado de lo público, de- ,('ir(lo de trazar un perfil no autónomo de Arendt precisamen-
muestra muchísimas afinidades con las críticas heideggerianas a la esfera del
t(' si se empeña en buscar la génesis de todos sus principales
«Si». La misma Arendt, en el ensayo de 1954, Concern with Politics, cit., ha-
bía escrito, a propósito de los análisis de Heidegger sobre la autenticidad del , ( )nccptos únicamente en la voluntad de la autora de distanciar-
Man: <<eslas descripciones fenomenológicas ofrecen todavía algunas de las '.,' v tle oponerse al maestro: en fin, como si Heidegger restase
conjeturas más penetrantes de uno de los aspectos fundamentales de la so-
ciedad», pág.023251.
er Este argumento es tomado en consideración por J.-F. Mattei, L'enra-
''r M. Heidegger, Vortrtige und Auficitze, Pfullingen, Neske, 1954.
cinem en ! on I o I ogi qu e. cit.

98 99
'l''!
i
la autoridad secreta que sigue detenninando, aunque sea por nrcnte a Derrida, aunque a través dc un recorrido diferente,
oposición, toda su singular reflexión. Arendt no se coloca, como quisiera Tarniniaux y aún más Voll-
Lo que me urgía destacar era más bien la relevancia de un nrth, en una posición simétricamente contraria a la filosofia dc
«diálogo», de una continuidad, y no de una sencilla contraposi- Ilcidegger. Más bien, en continuidad con ésta, o mejor desde la
ción, entre el legado de la fllosofia heideggeriana y un acerca- ¡rcrspectiva abicrla por ésta, Arendt parece querer actuar con un
micnto que, como el arendtiano, a la vcz que el de otros auto- ((p¿rso hacia adelante>> con respecto al recorrido heideggeriano.
res de la segunda mitad del siglo xx, intenta dejar atrás las am- Pero ir más allá de Heidegger, como tendría que estar im-
bigüedades y las zonas de sombra de esa misma filosofia, ¡rlícito, significa en prirner lugar señalar que el límite de la de-
desplazándose, por lo mcnos en una declaración de intencio- t^orrstruccción activado por el autor de El ser y el tiempo con-
nes. a un terreno de ref'lexión clifbrente. siste en haberse detcnido en el urnbral dc su misma filosol'ía.
En el intento de dcs¿rt¿rrse de csos l¿rzos que por el contra- lrf'cctivarnentc, a pesar de la Kehre y del continuo rediscutir y
rio habí¿rn retenido a Heidegger cn el interior clel cuaclro cate- rcgresar sobre sus misrnas posiciones, éste no ha conscguiclo
gorial que quería ilestnenuzar, Arendt se encucntr¿r en una si- .lcrnoler hasta el fbnclo la noción cn tonto ¿r la cual gira toda la
tuación. en algunos aspectos. similar a la situación dc Derri- lilosof ia moderna. La dura crítica plantcada a la «metafisica de
cla')s. C-'onscientes ambos de lo ilursorio de poclcr cancelar con ll subjetiviclad» se ha revelado insuficiente cn llevar a su fin la
un único gesto esa «cicncia terrible» qlle es la tradición rnct¿rfi- tlclrosición de la centralidad de esa re.\' c,ogitun,s que, poniéndo- I

sica. no dejan de destacar la actitud todavía «tcorizante>> y sc corno fóndamentunt inc'oncu,ysurz de todo 1o real, había aca-
«contemplativa» dc Heidegger. Sc puedc dccir que también lrlrlo.por reclucir cl mundo a un proclucto y una irnagen de su ll
pzrra Arendt. como dan fe las páginas rJe La vidu tlcl cspíritu, ¡r'opia conscicncia. En tónninos arenclti¿rnos, la operación de I,
la ternática dc la «dif-ercncia ontolcigica» entre Scr y entes siga ,l¡rnolición hcicletgeriana penn¿lncce incornpleta en tanto en
aparecienclo pdsionera, como mínitno, cle una Irostalgia metafi- ( rriurto ósta se nicga a admitiq colno corrstitutivo también del
sica. Como si Heiclcgger, p¿lra clccirlo junto con Derricla, inten- ¡rropio filosof-ar, cl límite quc el rnundo cle las apariencias opo-
tasc aún responcler al problcrna del origen recurricndo a una nc al pensarniento:
«palabra única>>, íntegra, antcrior a los sucesivos <<crrores» y a
las succsivas difbrenciaciones. P.uesto que no coincidc con el yo real
cscribe , el yo
Corno para el fllósotb francés no cxiste y nttnca ha existido quc piensa no tiene noción de sustracrse al ntundo cornúrn de
esta palabra originaria y uuívoca. porque es la difbrencia la que es las apariencias; desde su ángulo visual todas las cosas ocu-
originaria, de igual fbnna, talnpoco para Arendt existe un único rren conto si lo invisible hubiesc siclo lo que se aclclantaba,
como si las innurnerables enticlacles que constitlryen cl rnun-
acontecimicnto originario, no se da ningún arc:hé, porque es la
do de las apariencias, que con su misr-na prcsencia dcsvían la
pluralidacl la que cs originaria. Lo que Arcndt logra pcnsar se con-
lnente e impiden su actividad hubiesen intencionalmente
figura. en última instancia, como una especie de inicio anárquico, escondido un Ser eterrtamente invisible que se revela a sí
que hacc superflua cualquier tipo drl pregunta sobre la verdad y mismo solamente a la mente. En otros ténninos, lo que para
sobre el scntido del Ser: cl Ser sencillarnente sc da y se da según el scntido comúrn es un sustraerse eviclente de la mente del
una modaliclad incxtricablemcnte ligada al ser plurul. Análoga- munclo aparece descle el pr,rnto de vista de la propia mente
colno Lln «sustraerse del Ser» o un «olvido del Scr», el scir-
.sentzLtg y la S'crr.rvc rges,scnheit dc I Ieideggcr')(,.
es Toma en consideración la analogía entre la posición de Hannah
Arendt y la de J. Dernda también F. Fistetti, Metetfisica e politica, cit. "' Il. Arcnclt, The Li/é ol the ll,lind, cit., pág. 86. [Trad. csp; op. t:it.f

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Ya preguntándose sobre la naturaleza del pensamiento, ya rlada cle una «realidad verdadera)) que no ¿Ip¿Ircce a iavor de
distinguiendo entre «pensamiento reflexivo» y «pensamiento la primacía del significado en sí mismo cle lo individual, de la
que recuerda>> cntre búsqueda dcl conocimiento seguro y bús- contingencia y del hecho del «dato».
queda del significado Heidegger sin embargo no ha cucstiona- Pero cntonces las contraciicciones que algunos intérpretes
do la propia experiencia del pensamiento. Si, por cl contrario, así lian querido encontrar a toda costa cn el pensamiento de la attto-
lo hubiese hecho, si hubiese desmontado dcsde su propia raiz. cn ra §e podrían en todo caso veriflcar y colocar en este nivel. Es 1o
sus elcmcntos fbnoménicos «cotidianos>>, la hipóstasis del /c/z rnisrno que decir: a diferencia del hecho de que Hannah Arendt
Denke, sc habría dado cuenta de que lo originario no es cl escon- r-cpita, en varias ocasiones, que no quiere scr incluida entre los
derse o el revclarse de la Verdad del Ser, que sólo la Inente dcl fi- l'ilósofbs sino mirs bien cntre los teóricos políticos. su intento dc
lósofb puede captaq sino que lo originario r:s la existencia dcl conceder. tantl'¡ién por motivos ontol(tgic:o,s, dignidad y autono-
munclo y dc los sercs que vivcn en esc tnundo. nría a la política queda aclscrito a un gesto filosóflco. Si la acu-
Salir dc la mctafisica, o mejor dicho, reconocer el agota- sación tuvicse que scr fbnnulada cn estos tórminos, sería la rnis-
miento de la fuerza dc sus catcgorías y de sus distinciones. sig- nra Arcnclt la quc nos oliccería los argurnentos para criticzrrla.
nifica tarnbién para Arendt volvcr a pellsar en ese originario Me reflcro al ensayo Concern with R)liÍi(,s y al brevc cscrito «On
que la «filosofi¿r prof-esional» ha olvidaclo; sigrlifica pues rcf)e- lircnch Existcntialislr))')3, en los cuitles, como sc lra visto, admi-
xionar, sin el atnparo de la thec¡riu, rornpicttdo con ctlalquier tia cluc el existencialismo tiancés de dilérentcs tnoclos según
actitud conternplativa, sobre esa csfbra dc los asuntos hulnanos, krs clifbrentes autores ponia, sí, l'inallnetrte la política en el
cuya contingencia y «fiagilidacl» constitutivas son la condiciórl ccntrc de la propia ¿rtcnción, pcro no porquc estuviese rcalmente
de su misrna libertad')7. Es éste el moclo arencltiano de romper intercsado en su efbctivo fr-rncionatnicnto. Los autores fianceses
con la rnetafisica: cs éste el tnotlo a través del cual Arcnclt in- .,' h¿rhrían dirigido al írmhito de la prrrrt,s con cl tln de rcsolver
tenta ir más allá de lleiclcgger. ¡rroblemas filosólicos que no habrí¿rn podido confiontar adecua-
rlarncnte en tórminos scncillos de fllosofia. En pocas palabras, la
2. Se poclría pucs argulxcntar que e I intento clc volver a de- lilosof-ia del existenci¿rlismo habría sido clemasiado política para
finir la política, haciónclola girar en torno a las nociones dc li- scr cfic¿rz a nivcl teórico y su política habría sido dernasiado fl-
bertad, pluralida( participación, en una palabra haciéndola krsóflca para lograr constituirse cn nueva cicncia política.
coincidir con la ausencia dc dominio. entendido en el senticlo 'fendríamos materia suflcientc para estar tcntados de dirigir
más profundo de ausencia de arché, está rnotivaclo en última :r la propizr Arendt la crítica suscitada por clla a los fllósofbs pa-
instancia por lo que podríamos llamar un¿r preocupación <<onto- risinos. No obstante, antes dc pronunciar este veredicto. es ne-
lógica»: equivalc a tlecir de la voluntad de dcstituir la prirnacía '-'cs¿rrio
quizir precisar que las valoraciones del existencialismo
del Ser mctafisico que lleva a colocar lo particular bajo lo li'ar-rcés están argutnentadas precisamente a partir de ese signi-
univcrsal, quc incluce a ver <<lo que es» colro una copia dcgra- licado dado a dos términos. filosofla y política. que Arendt
,¡trcría subvertir. A pesar de sus intenciones «revolucionarias»
trnto en política como en fllosofla, los pensadores fianceses
')r La rcferencia cs al bellísimo libro dc M. Nussbaum, The l'i'ugility ol )cnnaneoen contradictoriamente prisioneros del contenido tra-
|
Goodness; Lut'k und Ethk:.s itt Grcek Truged.v' und ['hilosoplr1l Carnbridge,
Carnbriclge Univcrsity Press, 1986, que, cn sus anitlisis de la tragedia gricga,
concuercla, cn más cle un aspecto, con lnttchas de las tcsis arencltianas. ['l'rad.
esp.: l.u /iugitídatl tlel bien;.fitrfuna .v étit'u Ltt lu frugedia v en lo.likt,vtlíu ')s H. Arendt. «On I'rench Existentialisrn>¡. The Nution,2 cle lbbrero
griega, Madricl. Visor, 1995.1 ,lc I 945,págs. 226-228.

t02 103
-

dicional ya sea de la noción de política ya sea de la de flloso- '\r'cndt, Heicleggcr permancce sujeto ¿r su nrisrna intuición: en
fia. Mientras en la intención de Arendt las dos palabras, en un ,.'l rcquerirniento de acoger y de sccundar cl Ereigni,t, el Den-
juego de clariflcación y de deconstrucción rccíproco, tenderían /rr'rr se entrega, resignado, a la necesidad clevoradora de la Zeit-
a recubrir contenidos semánticos difbrentes de los vehiculados li,'hl¡ait. La acción y el juicio arendtianos, ¿tun en Ia conciencia
por la tradición, de aquellos, al f in de cuentas. todavía adscribi- rnclancólica «le saber la imposibilidad de contrastar duradcra-
bles al pensamiento de Sartre, de Malraux. de Mcrleau-Ponty y rircnte la ternporalidad, intentan combatirla, al rrenos por un
tarnbién de Clarnus. Como se intentará clemostrat. en Arendt, la rrstante: un instante suficiente par¿r no cntregarse totalrnente
pesqr-risa filosóf ica, y sería tnejor dccir la «actividacl del pensa- (['sunn¿lclos a la corriente tcrnporal, que lo arrastra todo. Esc
miento>», ya no quiere coincidir con la actitud conternplativa rrstante suficicnte para instaurar o pat'a captar un significado.
de aqucllo que «es desde sietnprc y por siempre». La fllosofia
si todavía queremos utilizar este término simboliza rnás
bien esa particular actitucl que reconocc el consumirse de la
rnetafisica y desea dejar atrás las pesadas hipotecas de sus cate-
gorías. Que lo logre o no no cs cn estos momentos relevante.
Sin crnbargo, cs importante observar que, actuando cle est¿r ma-
nera, la f ilosofia sc convierte en el prurto de pcrspcctiva exter-
¿¡o al cliscurso político traclicional, la perspectiva con la que
«desmontar» tal cliscurso. clesenmascarando las dinámicas a
través de las cuales se ha constituido y se ha convertido cn do-
minante en nuestra tradición cle peusamiento. Pcro lo político
a su vcz , gracias al inédito significaclo que le es confbrido,
gracias, es decir, a su irrcductibilidad a los conccptos políticos
transrnitidos, es considerado como instmmento para poner ra-
clicalmente bajo acusación la historia Inisma de la rnetafisica.
En fln, lo político así cntendido en su fbnomenicidacl plura-
lidad y contingencia es lo quc viene antes de las <<jerarquiza-
ciones>> metafisicas, lo que cualquier traducción, realizada por
los instrumentos conceptuales de estas últirnas, clesvela.
Éste es el pensamiento de lo originario que, sin duc'larlo, la
autora inscribe en la perspectiva abierta por Heidegger. Efecti-
vamente, pensar en la política cn esta política como en lo
originario significa abrirla a una cotnprensión que no aleja,
como lo han hecho sin embargo la metafisica y la política me-
tafisica, la relación constitutiva de la realidad con la temporali-
dad; quiere hacer suyo, como adquisición irnprescindible, el
«descubrimiento» de que para decirlo en ténninos de Hei-
degger el ser no puede ya ser pensado «en el tiempo» y «en
oposición al tiempo», sino <<como tier-npo». Solamentc que, para

104 105
ru

La «culpa» de la tradición filosófico-política

l.
Si Hannah Arendt ha declarado que se sihraba abierta-
nrcnte, como reconoce en La vida del espírittt, <<entre aquellos
,¡rrc desde algún tiempo a esta parte han intentado dembler la
rnctafisica (con la filosofia y todas sus categorías)», tal obra de
rlcconskucción es para ella únicamente factible «si actua afir-
rnundo que el hilo de la tradición se ha quebrado y no se podrá
vrr reanudan>I. En otros términos, si su postura filosófica es
,rtlscribible al horizonte abierto por la perspectiva heideggeria-
nrr. hay que recordar lo que ha sido una experiencia decisiva
¡r:rra orientar su reflexión: la experiencia del totalitarismo.
Reconocer el fin de la tradición (una admisión que justa-
rucntc vincula a Hannah Arendt al número de los pensadores
t¡rrc retoman la herencia heideggeriana) sólo representa efectiva-
r¡rt:nte para ella únicamente el asumir un punto de vista teórico,
rrnl salida que deba descifrarse en los mensajes que transmiten
l;r I'ilosofia y la historia de las ideas. La pérdida de una conti-\.
rruirl¿rd con respecto al pasado es en primer lugar «un dato de ,

II [. Arendt, The Life ol' the Mind, cit., pág. 212. lTrad. esp.: op. cit.J La au-
t.r;¡ ¡cloln¿ aquí una tesis ya desarrollada en muchos de los escritos preceden-
t, ';, crr particular en la premisaa Between Past and Fufute, cit., págs. 3-15 [trad.
' ,p . linfie el pasaclo t, el .futturt, Barcclona, Península, I 996].

109
hecho>> que pertenece nuestra historia política, a la historia
<<a
rno sobrc el que se construye la hipótesis de un pensamien-
de nuestro mundo>»2. Si representa una ocasión única que se to no solipsista; de algunas indicaciones preciosas de la kr-
ofrece al pensamiento de «mirar al pasado con ojos nue- cerct Crítica kantiana, quc permiten aljuicio echar anclas en
-la
vos, libres de la carga y de la constricción de cualquier tradi- cl «sentido cornún>> y en la «mentalidad arnplia». Tal libertad
ción y disponer así de un enorrne patrimonio de experiencias le permitió adernás «redescubrir» el alcance anti-filosófico
inmediatas, sin estar vinculados con ninguna prescripción so- rlc «escritores políticos» tales como Maquiavelo, Montes-
bre cómo tratar semejantes tesoros))3-, tal apertura de posibi- quieu y Tocqueville que sc han fijado enla praxis sin intentar
lidad no coincide únicamente con el certificado de muerte que <<extracn> las leyes del árnbito metaf-ísico. También le con-
la filosofia extiende sobre sí misma. Porque «mirar al pasado siente sacar a laluz desde una historia política recorrida por
con una mirada que ninguna tradición puede desviar»a no es la presencia de un dominio sietnpre más compacto y pe-
más que la otra cara de ese acontecimiento traumático y de su netrante. csos rlomentos coralcs de mptura del orden vigcnte,
época «que ha transgredido la continuidad de la historia de Oc- csas rewcltas «anárquicas», corno son las revolucioncs o los
Antes que cualquier adhesión filosófica a tal o tal nrovimientos conci liares.
-cidente»5.
corriente es pues el hecho concreto del totalitarismo, «cuyos Pcro el silencio que acompaña el hundimiento de la tradición
actos han pulverizado literalmente las categorías de nuestro genem en la ¿rutora una actitud tcórica que está lejos de conten-
pensamiento político y nuestros criterios de juicio morab»6, lo t¿rrse con los paseos tlel fluneur benjarniniano entrc los escom-

que induce a Hannah Arendt a poner en duda el legado de la lrros de la histori¿r. Dicho de otra mancr'¿r, el totalitarisrno obliga
tradición filosófica y política. rr una rnodaliclad de comparación con el pasado mucho Inírs sis-
' El colapso de todo un patrimonio conceptual ofrece pues el tcrnática y bastante rnenos <<casu¿rl>> de cuanto la autora lo aclmi-
«beneficio secundario>> de una liberta{ de una «ausencia de pres- t:r. frl pasaclo cstir incesantetncntc intcrpelaclo clesde Los orígene,s
cripcióru> que logra recuperar, arrancando de su contexto, algu- ,lcl fotalitut'ismo a [,a vida dal espírifu, e intcrrogaclo cle mane-
r a casi obsesiva sobre sus posibles indicaciones en cl ámbito to-
nos «<tesoros» que la ftadición ha tenido escondidos ente las lí-
neas del propio discurso hegemónico. Son aquellos fragmentos tllitario. Arendt no solamente indaga cl pasado político, colno
que, una vez descontextualizados, parecen indicar otras posibili- t'rr¿rnclo en los orígenes del totalitat'¿sn¡o intcnta localizar aque-
con respecto a las que se han convertido, en cambio, en ac- llos clernentos que por lo menos a parlir del siglo xtx, recorren
, dades
tuales en la cultura occidental. Es éste el caso, por ejemplo, de la la historia curopea hasta «cristalizarse» en el nazismo y en el
I
j famosa afirmación del De civitate Dei, «Initium ut esset, creatus t'stalinisnro, o corlo cuando en Sobrc lu revohtc:i(¡,n cita a juicio a
I est homo», utJlizada por Arendt para expresar el potencial inno-
ll Revolución Francesa y a sus dinárnicas, que ya vaticinan las
vativo que toda acciónhumana lleva consigo; del «Dos-en-Uno» tlcl siglo xx. Pero interroga tarnbién y quizás sobre todo cl pasa-
, kr filosóf ico y más en particular el pasado dc la f ilosofia política.
socrático-platónico ---el diálogo de uno mismo consigo mis-
En prirner lugar todo esto es cuestionado cn la rncdida en que
srrs categorías no están en situación de responcler dc l¿r «aterrado-
) Ibídem. [Trac. csp.: op. cit.J rl originalidad» del fi¿nórlcno totalitario. Este último, cf-cctiva-
:\ Ibídem, pág. 12. rrrcnte. ha hecho explotar los presupucstos sobre los cuales se
['frad. esp.: op. r:it.J
1 H. Arendt, «Tradition and thc Modern Agc», en ícL., Bet*-een Past and lxrs¿rban las tradicionalcs distinciones entre las fbnnas dc go-
F'uture, cit., pág. 28. [Trad. esp.: Entre el pasado y el./ilturo, op. cit.] lricrno «rectas)) y las fbrrnas de gobierno «degencr¿rdas>>: <<Ha
5 lbídem, pá9.26.
[Trad. esp.: op. cit.J ,lcrnolido la alternativa sobre la quc sc han basaclo todas las de-
b H. Arend| «Understanding and Politics», Parr¡¡'an Reyiew XX, núme-
ro 4, 1953, págs. 371 -392. lrrriciones de la esencia de los gobiernos en la filosofia políti-

ll0 111
ca, l¿r alternativa entre el gobierno legal y gobierno ilegal, entre r¡uerimiento aflrmado por ella varias veces de qucrer proceder
poder arbitrario y poder legítimo»7. El totalitarisrno no puede al análisis del fenómeno totalitario partiendo «de hechos y de
explicarsc, según Arendt, ni como simplc dictadura ni como acontecimientos concretos, en vez cle afinidades e influencias
despotismo. Pero más que denunciar este fallo explicativo, es cspiritualcs»t. Sería un error creer que en últim¿r instancia la
decir, cl hecho de que la filosofla y el pcnsarniento político se ¿rutora tertnine cediendo a un detcrminisrno que individualiza
han demostrado y se clcmuestran incapaces de hacer fientc teó- cn el n¿rzismo y cn el estalinisn-ro el resultado final de un Útnico
ricamente al fbnómcno totalitario" Arendt está interesada en in- lccorrido, la traducción lineal en realidad de algunas abstrac-
terrogar la fllosofia política clesde Platón hasta Marx para ciones y clc algunos conceptos f ilosóficos. En fin, para Arendt
que cumpla sus responsabilidades con respecto al totalitarismo. cl l-enómeno tot¿rlitario no cs la salida ncccs¿rria de una «dialéc-
Ilstoy convcncida cle que, aunquc rara yez dcclarado abierta- tica dt:l iluminismo», el sitnplc darse a conoccr de lo que ya cs-
rnentc, el objetivo que da unidad a gran parte clc la obra arcnd- trrtra irnplícito desde la Odi.seu en la racionalidad instrunental
tiana cs el de responder radicahrente a interrogantcs conto los tlc nuestra cultura occidcntal. No se trata efbctivatnentc de ttna
siguientes: ¿quó tipo clc rclación entrc teoría y praxis penctra en ,lcrnonización fout ct.ntrt de la razón calculadora, cuyas tcndetr-
las dinárnicas totalitarias'/ ¿,Quó ¡rersistcncias de la traclición fl- cias al fin¿rl se ir-tviertcn con el regrcso del rnito y dc la magia.
losóf ico-política terrninan por encontr¿rr una paradójica inclu- Ni siquiera Arcndt localiz¿r junto con Popper aquella vía que
sión cn el universo totalitario'/ rlescle Platón a través dc Hcgel y Marx llcva a la ruptura total de
,/l
Solarncntc se pucde adelantar que, segúrn Arendt, la rela- lrr socicdad. Aclcrnirs rec;h¿rza l'irtnetnentc aqr,rcllas interprcta- lll
[,1
ción cntre fllosol'ia y política va rnhs allá cle un lírnite clecisivo t iones y sin embargo sus reflexioncs se aproxitnan rnits de 'tr
con el nazismo y el estalinislno: csc lírnite, rnás allá del cual la unÍl vcz a ellas que vislutnbran en el totalitaristt-to la rncta fi- l

filosofia política se había r¡¿urtcnido hasta aquel momcnto, nll dc Lur proccso de progrcsiva «intnancntización». Mc rcfie- lfit I
tnas alla c'lel cual algunas dc las categorías l'ilosóficas rnás ha- ro sclbre toclo a las tcsls de Uric Vocgclin, que colnparte con los
bitualcs pierclen su caráctcr de puras abstraccioncs para convcr- ¡rcnsadores clc la escucla de Franklurrt y con Leo Strauss la cot-t- l".l
tirse en realidad. Corno si el totalitarismo luese. entre otr¿rs co- r icción scgún la cual los catnpos de extertninio son el incvitu'
lr
sas, el punto de convcrsión en cloncle por vías cle una variabili- /,/t, epílcrgo de las clinárnicas dc la rutio instrttmcntal tnoclern¿t
dad enloquecida, l¿r bintilenaria relación teoria-¡trar¡s se invierte l)cro que. a difbrencia de Horkheimcr y Adorno, explica el na-
y pas¿r un umbral nllnc¿l cruzado antes de aquel rnornento. Es- zisn-lo y el estalinisln() c()r)lo urr progresivo vcnir a urenos clc l¿t
toy convencida dc que es justatllentr. a partir cle esta convicción tmnscendcncia'). Par¿r Voegelin, cn particular, el totalitaristno
cu¿rndo Arenclt, gracias a adquisiciones propizrs del patrirnonio
fllosófico heidcggeriano. cs ernpujada a desenrcdar la larga cx-
periencia de las problernirticas relaciones cntre metafisica y po- E En respuesta a la reseña hecha por E. Voegelin al libro The Origins oJ
lítica. l, 1953, págs. 68-75)
li¡tulitarianism (The Review of Politics, XY núm.
Esto no quicre decir quc Aretrclt, cn contra de la letra de sus I l. Arendt publica «A Reply», siempre en The Review of Politics, X! núm. l,
propias ¿rfinnaciones, cstablezca un nexo casual directo entre l()53, págs. 76-84, pág. 80.
filosofia y totalitarismo, ni que desrnicnta abiertar.ncntc el re- ') Véanse en particular las obras de E. Voegelin, The llou Science of Poli-
tit,,;. An Introduction, Chicago, The University Chicago Press, 7952; íd.,
'It¡umnesis. Zur Theorie der Geschichte und Politik, Múnich, Piepe¡ 1966.
[Jna interprelación que muestra muchos purtos de convergencia con la de
7 H. Arendt, The Origins of Tbtalitarianism, cit., pág. 461. Vrcgelin es la lectura del totalitarismo dada por A. del Noce, Il problema
[Trad. esp.:
Los orígenes del totalitarismo, 3 vols., Madri{ Alianza, 1982j ,lrll'uteismo, Bolonia, ll Mulino, 1964.

tt2 I 13
del siglo
¡r y las ideologías que lo sustancian reprcsentan la
cumbre dcl «sectarismo inmanentista» del arto meclioevor,. Sin ernbargo, no podemos dejar de constatar como mínimo
t'(rmo la propiá Arendt, aunque a un nivel más profundo. y con
comunismo y nazismo no serían pucs más que fbrmas cie «he-
re.iías seculares)), sustitutos pervcrsos cle r¿r verdaclera religión,
,,', pro."hi*iento menos lineal, va a la búsqueda de algunas
('onstantes filosófico-políticas que, si bien por motivos contin-
pruebas indirectas, por otra parte. de la perenne necesidaá hu-
:t'nÍes y no por un intperufivc¡ históric:o o por un destino, aban-
mana de rcligiosidacl.
rlir¡an .su inocuo papel de abstracciones conceptutales para ser
Es justarnente en Ia polérnica con Ilric voegerin, ocurrida
rcrrlizaclas «mortíieiamente>> en lapraxis totalitaria. Aunque el
en 1953 y plasrnada cn las páginas cle la Rcview o/ ktlitics,
rotalitarismo no esté inscrito cn el código genético de la filoso-
donde Arendt aclara córno a su éntcnclcr todos ros acórcarnien-
li:r occiclental y no represente el dcstino al que la ratio inevita-
tos «esencialistas», a punto dc clcscubrir prcsuntas ((L-seucias
lrlcrnente lleva, es sin ernbargo cierto que no está explicado por
atemporales» que se rcvelarían cn la historia. sc crcsvía. y obs-
lrr autora sólo a través del análisis de sus componentes históri-
trtryen en la real comprensión clc lo espccífico cle los aconteci-
rnientos. Por su parte afirn'ra no haber buscaclo «un¿r revclación
('()s y-Elsoci¿rles.
gradual de la esencia del totalitarismo» pucs a su cntentler t-"nó-eno totalitario es más bien afiontado por Arendt
ttttnbién filosóflcamente y, a Su vez, este tipo de interpretación
«esta escncia (...) no cxiste antes clc haber siclo conocicla>>il.
lrl0sófica clel nazisrno y del estalinismo retroactúa sobre cl
Irr0clo cn el quc viene reconstruida y dcconstruicla toda la expc-
r',) ricncia cle la historia dc la metafisica y de la «metafisic¿t políti-
[i. Vocgclirt,Tht,N!t.St'it,nt'r,t;l lblitic,s. /, lntrt¡dur,Íi.n..¡t. t:it.
rr (.il)). En Los orígenes tlel totalitari,smo es efectivamente posible
[1. Arcnclt, «A R.eply>», cit_. prig. g0. I_a autur¿r observa: «l_. que no
ticnc prcccclc,tes cn cl totalitarisnrri rro cs princi¡ralrncnrc s, corricnido t.rtirpar lo que fockemos cleflnir como la «metapolítica» del to-
idcol«iqico. sillo cl rr¿'rr¡r1r t'ittticttttt nrisn.ro tlcl odcr totllitario. Iisto rc
f
r:rlitirrismo:-el ioniunto cle todos los elcmentos lato sensu ideo-
ltuc-
clc entcntlcr clarantenlc si adnritimos qr-rc las cbnsecucnci¿rs clc sus políiicas Irlsicos, no sólo aquellos abiertamente expresados por lapropa-
han hecho_cx¡rlotar las categorías traclicionarcs crcl pcnsarniento poiític. (el totalitaria».
poclcr totalilario cs diftrcnte clc toclas las lbrmas clc tiranía y de lr,i,rcla que clan fbrma a la así llamada «mentaliclad
que co_nocer.nos), y
ciespotismo
los c|iterios del .juicio nroral (los crínrcnes lotilitarios
I rrtre eitos aspcctos metapolíticos del acontecilniento en una
están clcscritos cle nrodo bast¿rntc in¿rclccuaclo conro ..ascsir.ros,,y los crirni_ t.l)r)cil concretá clel siglo xx y de algunos asuntos de fondo de
nalcs totalitarios pucclen ser clillcilmqrlc c¿rstisaclos cclnro .,asósinos',). El tri I'ilosofia, se individualiza aquella circularidad en virtud de la
scñor voegclin pÍrrcce pcnsar que el kltalitarisrno es solarncn[e la otra cara ,.ual la «rnentalidad totalitaria>>, si no rcsulta ser el producto de
del liberalismo, dcl posilivisrno y clcr pragmatislllo. pcro colrcuerdc o no
con cl libcr¿rlisnro (y yo puedo clccir aquí ion casi absolut¿r certcza que no
ll t'ilosofia, aparece sin embargo como una posibiliclad quc la
soy ni una libcral ni trna positivista ni una pra-qmatista), cr caso c, qic los nrctafisica ofrece. En definitiva el análisis de los rasgos distin-
liberales no son claranrcnte lotalitarios. Bsto,iarurahnentc. no exciuye el lrvos de la «metapolítica» del totalitarismo un análisis desde
lrcclro cle que hay también clemcntos ribcralcs o positivistas que sc oliccen
irl pcnsarnielrto totalitario, pcro tales af iniclacle.s significarian solanrente
clue se clcben trazar distincioncs airn más claras, a ci,,ra dcl hecho cle que
los libcralcs no son rotalitarios. Espero no insistir inclcbici¿rmente soüre "una revelación gradual de la esencia del totalitarismo, de sus formas
r rit«l

csle punlu. I)anr rni cs irnporlanlc por(lrc creo quc lo qrrc tlisringue rrri rrrcrpientes cn el siglo xvrrr y de aquellas plenamente desarrolladas", por-
pla.learnicnto clel que sosticne cr prolésor voegcrin ., q'-i. y,, pr.,.iáo ae rluc csta esencta no exlste antes de ser conocida. Por ello hablo de "ele-
hechos y cle acontecir¡ientos cn lugar cle afinicüc1cs y aé inttu.ln.ias espi- rilcntos" que al final se cristalizan en cl totalitarismo, algunos de los cua-
rituales. Irsto es quizás un poco clificil de atisbar porquc estoy naturalrnón- l,.s se pueden hallar en el siglo rvttr, otros incluso quizá más.atrás (aunque
te rnuy intcresada en las i,.rplicercioncs y los canlblos i'iloscifióos dc la r,, duáaría de la teorÍa personal de voegelin, según la cual la "subida del
aulo- ,;t.ctarismo immanentistá" del medioevo tardío habría concluido finalmen-
interpretacitin espiritual. Pertr esl., claro. ,o signilica quc yo haya Jcs-
rt' cn cl totalitarismo).»

t14 ll5
I

muchos puntos de vista ya señalado por la enseñanza heidegge- tlc exterminio y más exactamente en la práctica del aniqui-
riana- retroactua sobre la actitud hermenéutica arendtiana y la lilrniento sistemático de los <<iudíos» (<<judios» son, colrro tam-
predispone de esta manera a buscar enla Great Tradition aque- lrión para Lyotard, todos los que sc salen de los parámetros ra-
llas dinrámigas que potencialmente, y no necesariamente, ion .'istas o cla.sistas establecidos por la humanidad) el quid que
totalitariasr2. lurcc irreductiblc el totalitarismo a cualquier fbnómeno político
' ,lcl pasado. E,sta «absoluta novedad» no es sin embargo única-
2. No es pues una casualidad y ni siquiera algo excesiva- ,r,",rt. la manif-estación de una extraña «patología>>, sino el
mente forzado que Arendt retome aquellas recientes interpreta- ,,tlcsvelamiento>> de aquella verdad que la política y la tilosofia,
ciones filosóficas del totalitarismo por las cuales éste de tlc nuestra tradición hábían custodiado. Sí. porque «el extermi-,2
mgdo particular el nacional-socialismo- representa algo ab- -y nio es para Occidente la terriblc revelación dc su esencia>>r5: los
solutamente «nuevo>) pero al mismo tiempo es la conclusión de /,r,qcr- son cl lugar en doncle se realiza el «nihilismo realizado». si
algunas de las dinámicas de fondo de lá filosofia occidental. I )ios y Éllos criterios y las leyes a las cuales la humanidad
Me refiero a las tesis de autores como Jean-Luc Nancy, philip- "or"t
;c ha atcnido clurante dos rnil años han muerto en Auschwitz,
pe Lacoue-Labarthe y desde ciertos puntos de üsta las de Jean- (.s cntonces clel todo consccuente que el nazismo esté conside-
Francois Lyotardl3. En cierto sentido, éstos extraen las conse- rlrtlo corno el acontecimiento que señala la verdadcra y propia
cuencias extremas del discurso arendtiano, haciéndolo qt;irzá t rr¡tlrrru históric,o que debemos confrontar. El totalitarismo en-
también hablar ahí donde ocultaba entre líneas sus propias con- r,,nces asurne el significado de «cliscontinuidad dentro de un
clusiones más radicales. Por este motivo es probableminte útil, rrrorneltto clado». Ei éste el lugar en clonde el tiernpo sc detiene
con objeto de esclarecer la postura de Hannah Arendt con res- cle nttestra tra-
¡rrrcsto que ahí perrranece la propizt continuidad
pecto a la relación entre totalitarismo y filosofia, extendernos ,lre ión, 6r-,,t.ntr",]te interntmpida por la paraclójica irrupción
rm poco sobre el modo en que estos autores franceses leen el na- rlt' sus propias dinámicasr('. El nazismo equivalc a lo-que los
zismora. Lacoue-Labarthe y Nancy indiüdualizan en los campos un pccado de hvbris: se hace portador de 14
',ricgos^llamaban
,,,lcstnesura>>.
rr ¿,Pero cuál es «medida» sobrepasada por el nazisrno?
1¿r
Véase cn particular H. Arendt, «Undcrstanding and politics», cit.,
pág. 379, cn dondc se lee: «Dado que los rnovimicntos krtalit¿rrios ha, apa-
r ) rrrcjor clicho: ¿,cuántavoluntail de hvbri,c nuestra tradición ha
recido en un mundo no totalitario (cristalizanclo elemcntos presentes en él , rrstoiliaclo durante siglos en su mismo interior para consumir-
porque los gobiernos totalitarios no han caíclo dcl cielo), el proceso de la l.r v hacerla explícita solamente en el Tercer Reich'/ Para estos
cotnprensión es claramentc, y quizás sustancialmcnte. un prctt:est¡ de aufo- ,,,,1,,res la respucsta reside en la nihilista obstinación por sobre-
<'omprensión.»>
rl
Los cscritos de estos autorcs a los que hago ref-erencia son sobre todo:
P Lacoue-Labarthe, La fi<.tion clu ¡nlifit¡ue, París, Christian Bourgois Editeur,
1987; J.-L. Nancy, La comnnuruuté clésoeuyrée, París, Chilstian Bor.rrgois ''r" [1 Lacouc-Labarthc, Lu fit:tit»t du pctlitic¡trt', cit.
Editeur, 1990; J.-L. Nancy y P Lacor-re-Labarthe, Le mythe nazi, I'irís, I'ara consentir sn las razones, en tétminos filosó{'icos, del nacional-
Editions cle l'Aube, l99l; J.-F. Lyotard, lleidegger et les «jui/i», parís, Ga- ,'( ritl¡slrlo estos autores recurren también a categorías estéticas. Por ejem-
lilée, l9l{8. 1,1,,. ll nclción cle «ruptura» utilizada por Hólderlin:
esa «interrupción con-
ra Para Nancy y Lacoue-Labarthc
no se pueden poner al mismo nivel, r,,rililmica»» cle la andaclura de la tragedia, ese momento que vuelve al
sin hacer distincioncs significativas, el nazismo y el estalinismo. El estalinis- , ,¡rrrlibrio, una vez que el conflicto trirgico ha alcanzado su propio clímax.
mo, para estos autores, r1o presupone ttett'suriamenle la eliminación siste- L'r.. rrl'iniclacles io interpretación del totalitarismo arcndtiano se hacen
mática, sobrc una base racial, y al mismo ticmpo altamente simbólica, cle los "on
, rrlt'rrlísimas sobre todo cn P. Lo.or"-Labarthc y J.-L. Nancy. Le mt'fhe
«hebreos».
'
,r,r I Cit.

ll6 tt7
I

illl[l
pasar y negar la ley de lofinito y con ésta el mundo, entendido Absolutización dcl individuo; «proyectualidad» y «artifi-
como una red de relaciones recíprocamente limítrofes en don , irrliclac|> que r,uelven a establecer «la unión» cle los hombres;
de estamos insertados, y no como un conjunto de entes mani- rrlr0lición áe la pluralidad y de la dif-erencia constitutivas del
pulables por la voluntad humana. En el nacionalsocialismo se rrrunclo, perspec{iva procesual característica de las filosofias de
ha intentado pues por primeraveztradtcir en acto lo que hasta l;r historia. Se puede decir que son éstos los elementos que ta-
entonces habia quedado como un <<sueño>», precisamente el 'lt.s intcrpretaciones idcntifican como los rasgos constitutivos
sueño de la tradición metafisica: la exigencia del sujeto de eri-. ,le la n-rctafisica que abandonan su s/al¿¿s cle puras abstraccio-
girse como último fundamento, señorúnico de toda la realidad. rr..s de penSamiento para collvertit'se, ((monstruosatnentc>>
Thl exigencia que conlleva consigo mismo la negación de la ,,,llcr.ctoi. en el nacionalsocialismo. Dejadas aparte algu.as
pluralidad de la diferencia y de la contingencia, manifiesta toda ,,illsic-leracioncs que se aprovechan de categorías cstéticas la
¡rolí1ica totalitarii como /icc'ión o colno ontotipttlogiqrx .
su potencialidad verdaderamente nihilista solamente en los mc
campos de exterminio. Como escribe Lacoue-Labarthe, la «des- i,,,,'.ce que los argutnentos utilizados por Lacoue-Labarthe y
mesura) y la «ruptura histórica» destacadas por el nazismo resi- ¡,,,r' Nan'cy, danclo cuenta del nazistno cn términos dc «nihilis-
den en el hecho de que en él <<encuenfran su salida propiamente ,,,,, realizáclo)). resurnen de manera verdaderamente eficaz tal
operativa» la infinitización y la absolutización del sujeto que .rrrurlgama dc icleas. nunc¿r orden¿rdatncnte cxpucstas. que rela-
están en la base de la metafisicarT. Indisociable de esta subjéti. r ronrin. en la ref'lexión arertdtiana, el totalitarismo con la met¿r-
üdad metafisica, su correspondiente político es la voluntad de lrsic¿ y con la histori¿r dc la filosofia política. Una concx.ión :f

realiza4 basándose en la «idea), una comunidad considerada ,¡rrc afÍ¡na quc tarnbién para Arcndt una cle las más significa- t
como producto de la obra constructiva de los hombres. El tema ri, ,rs claves cle lectur¿r del totalitarisrno es la que recoge la espe-
de la ciudad y posteriormente del Estado como obra de arte, , rticirlad cle la paradójica reunión. dentro de sus dinárnicas, dc lvl I

como producto del artificio humano, es pues el motivo que a rtlt'r ! realidad.
partir de Platón se constituye como discurso dominante de la fi- Ya cn las páginas linalcs dc la prirnera edición cle I'os orí- ..()
losofia política occidental. Es decisivo el hecho de que en la .,,'/r(,,§ tlel toiul¡tarismo, pero sobre toclo cn <<lcleology and
L1
Edad Moderna éste se conjugue perfectamente, casi como si It.r.r.ol: A Novel I.'orrn of Govcrnrnent» de 1953r'), es fácil clis-
fuese su desenlace natural, con la «filosofia de la historia» de la tr¡rsuir los elementos que configuran la constclación «rnetapo-
tradición alemana. En la perspectiva teleológica del desarrollo lrlrt'u)) clcltotalitarislno. Sus raíces tienen alrora que anclarse en
histórico, «poner en marcha», construir, la comunidad política ,rir c¿Ura mucho rnás profunda que ésa en la que sc situaban, en
asume el significado de abrirse a la necesidad de realizar lo que , ,,rrrbió. los acontecirnientos históricos que habían sido idcnti-
el proceso histórico llevaba in nuce dentro de sí mismo. I r(rtlos. en las primeras pafies de la cdición dc 195 I , como los
rr slx)nsables indirectos dcl nazismo y del estalinismo. Más quc

l7 Lacoue-Labarthe, La /ic,fion du politique, cit.: «La inllnitización


P. r,, [-acouc-L¿rbarthe y Nancy hablan de la política totalitaria corno /i(:
y la absolutización del individuo que está en el origen de la metafisica de , rr,r/ \' corlro t»tbti¡xtlogitt' cse rcl'erirsc a ulr modclo, el modclo por eiemplo
Ios modernos encuentra aquí su salida propiamente ctperutiya.. la comuni- , ,l I ,.tlitltt por la Grécia clásica, aniln¿rdos por la voluntacl no de d¿rr vicla a una

dad en la obra y en el trabajo [...] se obra, si se puede decir así, y se traba- ., rr,.rllu tianscripción sino dc realizarlo en su versitin rnás autóntica.
ja ella misma, cumpliendo de tal modo el proceso subjetivo por excelen- '" lrl ensayó apareció porprinlcra vcz en Revlol'o/'Iblitit's' XV n!m, 3,
cia, es decir el proceso de auto-formación y de auto-prodlrcción.» Bastan- ,r , i. 3(h:2i y ha siilo incluido como conclusión dc la nucva eclicitin
¡
lriigs. ,
te parccida es la posición de J.-F. Lyotard Heidegger et les «.juif.s», parís, ,1, l()58 Áe The Origins of Tittuliturian¡,sr¡r, cit.' págs. 460-479' fTracl' esp':
Galilée. 1988. L,', ttt'iL('ne,\ tlel lolalilurisnto, rt¡t. t'if .l

118 119
,l

recapitular cl papel desernpeñado por cl antisernitismo, dcs«le tirpe cada rasgo que no se solneta a una ley universal. Gracias
el hundimiento del cstado nacional, dcl racismo, de la expan- sobre todo a los campos de concentración verdaderos «labo-
sión irnperialista, Arendt parece aquí interesada en captar ilgo r¿rtorios en donde sc intenta poner cn práctica la creencia fun-
que no duda cn clefinir corno la «verdadera naturaleza>icrer tota-
rlamental según la cual todo es posible»22 - se realiza final-
litarisrno, «verdadera nafuralezo) que no es iclentifrcabre ha- rnente el proyecto dc utra única Humanidad indistinguible en
ciendo solamente rcfbrencia a la interacción cle csos rbnómenos 'sus rnúltiples miernbros. Lo que era una pura abstracción del
y de tales acontecimientosl0. Esquematizanclo, ésta aparece como
¡.rcnsamiento, Lrna hipóstasis que desempcñaba el papel de suje-
una nefásta cor-nbinación <lc detcrminisrno y cle h.vbri:;, una ab- to colectivo en las filosofias de la historia de los siglos rvttt
solutización nihilista del homo./aber que arrastra hacia la total
v xrx, cn Auschwitz cleja de ser ur"ra ficción. En los campos dc
desvalorización del rnunclo y de la naturaleza, hacia crdesprecio cxterminio, los scres humanos sc han convertido verdadera- -
radical con respccto a los Iimitcs que la realiclacl imponc. rtenfe en rtcros ejemplares intercambiables cle la especie. Rc-
En e I pocler totalitario se encuentran potenciánclose rccí- tlucidos a un haz dc necesiclades biológicas. pierden la irnprc-
procarnente cl delirio sulrjctivista dc la metafisica rnoclerna. visibilidad y la dif'erencia que son la consecuencia cle la liber-
según el cual «toclo es posible», y la rnentalidad evolucionista- tad y del hccho dc que «no el llornbre. sino los hombres viven
proccsualista clc la rnoclerniclacl tarclía, que rcchaza consiclcrar y cn la ticrra».
aceptar «cualquier cos¿r así colno cs» para inter'¡l'etar' ,,tocló Tbdo esto se obticne gracias al tcrror, «la esencia clel po-
como sirrple cstado dc un ulterior clesarrollo». Irn los rcgírnc- ,[:'
rlcr totalitario))2'r, que «agolpanclo a los htltnbrcs unos contra 1''r',
ncs totalitarios cualquier cosa cs posiblc, tarnbión el trañsfur- otros [...] destruye cl espacio entre cllos>> y precisamcnte <<stts- t
mar la n¿rturalcza dcl hornbrc: basta pouerse clc acuerclo con tituye a los límites y a los canales de cotnunicación entrc los t,
«aqucllas irresistiblcs leyes clcl rnovirnicnto» la Naturarcza y iqtlividuos, ttn rríncttlo de hicrro, qtlc los ticne así estrecha- fliit,
la Historia que cletcrrninan la vida de los irdivicluos particLr- nrcntc unidos hasta hacer dcsaparccer su pluralidad cn un Úlni-
lares. co Hornbre de gigantcscas ditnensioncs>>24. Con este instru- .0
Entonces cn el totalilarisrno «no cstá en rncnto el totalitarismo logra enteramente su propósito: «Elinli-
-juego el sufiirnien- l"tt
to, clel que ha habido siernpre clcrrasiaclo cn lalierra, ni cl nir- rr¿rr los individuos por la especie, sacrificar las purtes por el
rncro dc las víctimas, estir en juego la naturaleza hum¿rn¿r cn ttxlo.»¡ Porque si «el rógirnen totalitario pretende llevar a efbc-
cn¿rnto tal»lr. La «rnetapolítica toialitaria», haciénclose firerte Io la ley de la Historia y de la Naturaleza>>25 su proceso no pue-
por la llamada al poclcr de las leyes dc la Naturale za y tle la His- rlc scr entorpeciclo por la libertad y por la contingencia que
toria, se dirigc a transfbnn¿rr Ia naturaleza humana que, cn slls Ioda ¿rcción. toclo nucvo inicio, lleva consigo. «La fucrza so-
datos, se opone al proceso btalitario. Se trata, clbciivamente, lrrclrumana de la Naturaleza o de la Historia tiene un propio
de t'onstruil'una nueva naturaleza del honlbre cle la que se ex- inicio y un propio f in y puede por ello encontrarse obstaculizada
írrricamente por el nlevo inicio y por el fin individual que se
20 Arendt había afiontado ampliamente el problema de la «naturaleza» origina por la vida de cada ser humano>>2('.
del totalitarismo, desde un punto de vista teóricó y no histórico, en un escrito
inédito cuyo título es on the Nature of rotalitarianism: Essay in Llnclerstancl-
ing, 1952-1953, Library of Congress, Washington, Manuscripts Division, ! ll:¡ídem, pág.414.
«The.Papers of Hannah Arendt», box 69, de donde se extrajo liego el ensa- )' Ibíclem, pág. 465.
yo rgpry «ldeology and Terror», y el artículo «Understanding ar.,d-politicsr. )I lbítlem, pág. 465.
2r H. Arendt, The Origins )t lbítlem, págs. 461-462.
oJ Totalitarianism, cit.,pag. lSO. [Trad. esp.:
op. cif.J :6 lbídem, pág. 465.

120 t2t
I Para que todos tomen parte en cste delirio colectivo, se
hace necesaria la el¿rboración de un «supersentido ideológico».
Si cl análisis del terror como dispositivo dirigido a ¿rcelerar el
rlcclucción cle una suposición»rs. Emancipado ahora
cxneriencia y siendo indcpcndiente de los postbles.calnDlos
;;.ffi;;;; ioi t]..nott ,"u'1".,
ya por.la

«el pensamiento ideológico .[.. ]


irsistc sobre una realiclacl "''á' u"iduclera" que está
escondida
proceso de la Naturalezay de la Ilistoria tiene corno retbrente
fllosófico polémico las fllosofias dialécticas de [a historia, so-
I rlctrás de las cosas perceptibles dominándolas todas y que-,,se
brecntenclienclo el an¿ilisis cle la idcología y de la rnentaliclad to- ."
ldviertc solarncnte J,""¡L sc dispone dc un sexto sentido>>1"'
talitaria. se está en condiciones filorables cle vislurnbrar un ;4" camisa cle fucrza de la lógica)), ((su coacción puramen-
ataque rnás general al funcionamiento tot¿rl de la metafisica. ,. n.guorurrjó qr" en el ámbito Íllosófico tiene un equivalcn-
En cl totalitarismo pues no estiur irnplícitas solamente las filo- i;;;"J p;i"cipio de idcnticlad que aleja las conrradiccionesen cotrstruir
sofias dialécticas, sino la rnisr.na construcción lógica del con- .,e c1e,-,ruestra ác esta manera altárncnté productiva
la realidacl.
cepto por el cual sc rige la metal'isic¿r. Efbctivamente, para ,r.r ,rirt"-" irnaginario, «rnás verdacleroi>, en clonde
Arendt la ideología totalitaria firnciona exclusivarnente basán- i,"t""i"g"¿a siñ residl"ros a la icleología'.cstá completar,entc
Para con-¡urar
dose en la cohcrencia lógica. trl imperativo quc la dornina es el ,lcspotciciad¿r en sus aspcctos «perturbaclores>>'
ác la irrupcion de lo real, las ideologías «ordenan los
de hacer cntrar clentro cle los rígiclos cslaboncs del conccpto
"ip'áiig.,i pade de
hcchos en un ,necanis,no absolutatnentc lógico
qu.e
tocla la rcaliclacl: no solarncnte cl prcsente con sus inl'init¿rs con-
tradicciones sino tarnbión el pasaclo. incluso ¿r cost¿r cle volver- ,,"ii t"potición accptada cl9 lr¿Inera axiomática' deduciendo tnane-
lo a escribir, y cl futuro, con cl firr cle cancelar su irnprevisibili- ,,tr, cornplctarnente diferente; procedicnclo de csta
clacl. Es decir, que a través cle la iclcología se intcnta que el
"ái"
r-11 con una cohercncia que
no c-xistsen absoluto en el reino de

sistema se vuclv¿r totallncntc irnpcrmeable fientc a l¿r refuta- ll rcalidad»rr. en


ción de lo reirl; y si lo quc ()curre, ha ocrrrrido c, lo que. ocurri- §i r;" puclicse con una sola fi'ase resumir en qué consiste'
poclria decir
rá contraclicc el presnpuesto ideológico. son los hechos. y no tal últirna initancia. cl funcionamicnto totalitario, se
orrc óstc tn¿rnipula lcls datos ya sea dc mancra
ideal (la pro-
presupuesto, los que hay que calnbiar.
Vale la pcna cle.jar hablar al texto arendtiano en algunos de r.1r.ii.n,nente (lós carnpos clc conccntraoión y el
;l;;il;;;r'i,rtr,i
sus pasajes cruciales: «Una iclcología es literalmente lo que su l;:;;i punto dc haccrlos tlesaparcc.er pajo la idea
"r
(.r"" r"""io.u á. tu única suposición.indiscutible de la ideolo-
nombrc inclica: cs la lógica cle una idea [...]. La icleología trata
socieclad sin clases' va sca la idea
cl transcurso cle los acontecimientos corno si siguicse la misma ;i;. i;;; Jtá l" iclea c1c la que tlominar la tierra' su dinámica
"ley" dc la exposición lógica de su "idea". tssta pretenclc cono- tlc l¿r raza supcrlor que tiene
cer los misterios de todo el proccso histórico los secrctos del .",rtiti" en aniquilár lo quc podría contradecir el presupuesto
pasado. los enrcdos del presente, las inseguridades clcl futuro rlc partida.
en virtud dc la lógica inherente a su "iclea"))r7. Y también: «Se Y por estos motivos, paradójicamente' en cl inf-icrno dc
de Idea
supone que el movimiento de la historia y cl proceso lógico del Auschwitz se hace trágicáme,te verclad la ide,tidad
pensamiento, sobre la cual la metal'í-
concepto correspondcn eluno alotro, de modo que todo cuanto u r{*ll¿o.1, dc ser y .1í
ocurre, ocurrc segÍrn la lógica de l¿r "idea". En toclo caso el úni-
co movirnicnb posible en el reino de la lógica es el proceso de
)t lbítlem, pág. 469.
)" Ibídem, Pág. 470.
\t) ll-¡ítlem, págs. 46c)-470.
27 lbídem, pág.469. 't lbídem, Pág.470.
r23
122
{
sisa, desde Platón a Heidegger, no ha dejado nunca de in- rccordar que ya en «Ideology and Terron> se atribuia el «éxito»
sistir. rlc las ideólogias totalitarias al hecho de que éstas ofrecían la
ya de-
En la descripción del funcionamiento ideológico totalita- l)rornesa de inf-alibilidad a una mente humana que, ahora
rio, Arendt hace pues, al misrno tiernpo, una crítica al principio sarraigada y aislada dc un mundo y de un sentido comÚtn, esta-
de la omoi¿¡sls, al principio de la homologación de idea y de ba irnicatnente ávida de coherencia; a una mente humana que,
rcalidad que con su dinárnica excluycnte es. a su juicio. el lun- tlc todas fonnas. tarnbién cn situaciones menos extrcmas. está
darnento sobrc el cual la mctafisica se ha constituido desde obsesionada por el tcmor de perderse cn las contradiccioncs de
siernpre corno discurso hegernónico. Esto se rnanifiesta con las que la realidad está sembraclau.
claridad cuando se revisan las tesis de Lo.r r»'ígenes del totalita-
rismo a la luz de algunas consideracioncs contenidas en La 3. Hannah Arendt nttnca ha puesto clirectatncnte ante l¿t
rnirada de sus lectores estas intritrcadas ilirecciones de su pcn-
vida dcl espíritu. En particular, de aquellas rcf'lexiones sobre el
poder coactivo de la verdad cuando la propia verdad está pen- s¡ntiento que. por una parte, la llevan a itrterpretar el totalitaris-
t
sada en fbrma de orf hotas, de la corrccción y cle la adecuación nxr cle manira por decirlo asi f ilosófica y, por otra, ¿r hacer derivar
entre cosa y representación. O bien dc esas páginas de I-a vida tlcl replantearniento sobre la «catásffofb politica del siglo xx») un¿l
del a.spíriÍu, cn doncle exarninando las principales «f)rlacias rnterrogación sobre los posibles clementos totalitarios conteni- I

rnetaflsicas>>, sc señala con cl dcclo la peligrosa autonotuía dt:l rlos en la tradición filosófica.
r¿rzonamiento lógico. ('onstruyetrclo óstc ul-t¿t cadetr¿t decluctiva Tan sólo cn pocas c¿trtas privaclas y en algunos cscritos f'
desdc una prernisa dada, «ha cortado de tnancra definitiva odo inóclitos Arendt hace explicita csta concxión. Ya en l95lrs, +

escribiendo a Karl Jaspers con respecto al «lnal raclical», 1l


I

nexo de uni(rn con la cxpcrienciit viva; y csto ocur[c ítllicatnen-


te porque la suposición, un ltecho o una hipótesis. so supotte tlcspués tle haber aclaracio cótno óstc no tcnía nada cn colnúttl lilt

autoovitlcntc y por lo tanto no sujcta a clesalicnto por parte dcl t'on motivos tales cotno cl intcrós y el egoísrno «aún conce-
pcnsamiento»rl. Otro elerncnto cle la continuidacl quc se recoge lritrles scgún una Incdida hutnana>», observaba: ..0
dcsdc la primera hasta la últirna obra dc Hannah Arendt, se Igttoro qué es verdaderalncnte el mal raclical hoy, pero Li
puedc encontrar en aqucllos pasajes <le Thinkinll en dorlde me parece que en cierto modo ticne rclación con los si-
se habla, corllo constituyente dc la metaflsica. cle la experiencia guicntes f-enómeltos: la reducción de los honlbres cn cuan-
dc Ia soledad del pensatniento; una solcdad de la que la mente to hornbres a ser absolutalllcnte superfluos, que significa
se resarce con creer «poder poncr entre paréntesis la realidacl, no ya afirttrar su superficialiclad al co¡rsiderarlos lnedios
doscrlbarazándose dc clla. tratánclola cotno si sólo fuese una para utilizat', lo que dejaría intacta su naturaleza hunraltit y
sirnple irnprcsión». «Todo sistema filosófico efi¡ctivarnen- ofbndería solamente su clestino de hombres. sino aclemás
te - -se preocupa por ofieccr a la inquietud dc la lnente una cs- hacer superflua su calidad mistlla de honlbres. Esto ocurre
cuanclo se elimina cualquier impreclit'tultllirl', csa imprevi-
pecie de hubitut espiritual, una morada segura»>'r't. Es suficiente
sibilidad que está en el clestino y que corresponde en los
hombres a la espontaneidad. Todo ello' a su vcz' deriva, o
'r H. Arcnclt, Tlrc l-ilc ol tfu l[iru|. cit., piig. ti7. [1'rad. csp.: o/). r'ir./ Sobrc
mejor dicho, está en estrecha conexión con la loca ilusión
cl ¡rdcr coactivo clc la vcrclacl cntendida col.tto ¿r¡fi¿rl¿r y en gcncml sobrc cl
podcr coaclivo ilc la lógica y tle su principio clc no contradiccitln tarnbién insis-
te H. Arcndt. «'l'nrth and l)olitics». eníd.. Bcfirccn Pu.sl ond l"uÍw'e. Eiglt l',rer 'r (lfi. H. Arcndt, Tfu Origins ol littulituriu¡l¡srn, cit.' pitgs.475-477.
rr.sc,.s, cit., págs.227-261 [trad. esp.: l')tttt tl pu,sudo .t' el .fittuto. Barcclttna, I lrrrtl. csp.: op t'it.l
I'crrínsula, 19961; vóasc t¿rnrbión el inótlito On fhc l',lulrue tl Tittalituriur¡¡srn, cit. '' Véasc la carta de Arendl dirigida a Jaspers con lccha del 4 clc nlarzo
" H. Arcndt, T'he LilL olthe Llind. cit.. phg. I15. ['liad. esp.: o¡t. ciÍ.f ,lr' l()5 l, cn Il. Arcndt, K..laspcrs, Bt'icfsvat'h.sel, cit., págs. 202-203.

124 125
de una omnipotencia (no sencillamente con una voluntad nro url poder que no conoce límitcs». mientras se tr¿rta por el
de potencia) r/e/ hombre. Si el hombre en cuanto hombre
t ontrario dc reconoccr quc «el poder de los hotnbres viene li-
füese ornnipotente, entonces no sería necesario preguntar-
rrritaclo por la naturaleza, por la pluralidad y por la existcncia
se por qué tienen quc existir 1o^r hortbres, exactantente
,lr: hechb cle sus propios setnejantes»r7.
como en el monoteísnto, solarneutc la omnipotencia de
Dios es cl carácter quc hace qLre Dios sea UNO. E,n este E,s inútil llarnar una vcz rnirs la atención sobrc cómo estos
scntido la onrnipotencia del honrbre hacc superfluos a los r'rrisrnos tem¿rs cstán todavía en el centro cle la últirna obra
hotnbrcs. 1...1 Y tc,ngt lu ,so.;¡tcchu da qLte an lodo e.\Íe en- ,rrr:ndtiana. en donde sc fbnnaliza un vercladcro y auténtico
rcdo lu /ilo,;o/ía no c.s inocentc .v libre tla totla mancha. l)rl)ccso con rcspecto a tocla la historia clc l¿r metafisica. Si se
Naturalnrente no en cl sentido de que I Iitler tenga algo que , ¡rrisiesc, sin embargo. irnaginar un orden gcnético cn el intericlr
ver con Platón l. .l Diríu, mú,s bien, cn al .;entidr¡ de que ,lt.l itir-rerario de la autora, serí¿r evidente que estas «idcas tocla-
aslu /ikt,solía c¡t:t:itlcntal nun(u hu fenido un cont,apto puro r irr no maduraclas)). qlle habí¿r cornunicado a Jaspcrs y a Voegc-
tle lo políti<'o y lro podia tenerlo, porque ésta ha lrablado lrrr. aclquicren Lrna fisionornía sietnpre mits prccis¿r a tnedicla
neccsariamerfte dclhontbre y lta tratado del dato del hecho
,¡rrc Arónclt destruye cl papel descrnpctiado por la filosolia cle
de la pluralidacl sólo incidentahnente. Pero toclo esto no
\lru'x al hacer cle trárnitc entrc la traclición filosófica y el tota-
telría que haberlo cscrito, se tr¿lta dc ideas aúrn no nradura-
clas. Perclóncme rt'.
lrtrrrisrno. cn estc caso el cstalinismo.
Si sc exarnin¿In esos escritos inéclitos, no clemasiado poste-
u()r.c!i ¿l Lr» orígcnas tlal kiulilat'ísnto, qtlt: tcndrían que con-
Pero cor-l poco rrás dc un lnes dc distancia Arcndt afirrna-
I lrrir cn un libroiob rc Ti¡f alif ut'ian Elaments in Marxisnlrs, sur-
ba las mismas idcas, qtiza con rncnor perplcjiclad. en una car-
ta a Eric Voegelin, toclavía inéclita, cn donclc sc preguntaba
precisarncntc, ctlt) rcs¡lccto ¿l totalitarislllo, ((qlré es lo que no Est¿t c¿rrta sc irrclLrye err cl irrtcr.iot tlcl irtturcatttbitl tlc opittitttics t)cu-
tuncionaba en nuestra tradición», prcsentanclo una res¡ruestzr l rrIr cntrc Arcnclt y Voegelin a ¡rlopósito clel tolalitarismo, c¡uc inicia tnttchcr
según la cual «estc algo>> tenía algo que vcr con «el aleja- rlr(.:i (lc la publicrció¡ cn la /icl.i(,1' o/ l\»litit's, cn 1953, cle la rccensicin de
\,',.rclin y cle la contcstación cle Arenclt. Voegclin cuví¿t ulla carta a Arenclt
miento por parte dc la filosofía, descle sus inicios, tla lu plu- , I lr, dc ¡itarzo clc 195 l, abarcando los tcrnas clc los orígenes clc las iclcolo-
ralidad de los hombres y dc su obstinación sc¡bre la absfrac- ,,r,1, lota[itarias, a la quc siguen ckts urisivas clc Arcndt, con l-echas respocli-
ción del llombre». Rctornaba lucgo la hipótesis de que si ha- , ,nrcn(e clc u clc abril y de 22 de abril dc 195 l. Las cart¿rs qucclaron inóclitas
bía que hablar de una escncia del totalitarisnlo, cntonces ,(. cncuentr¿ln en la Library of'Congress, Washingtorr. Manuscripts Divi-
quizi ésta podía ser resumid¿l «erl la ornnipotencia tlel Hom- ,,,rr «'l.hc Papcrs of Hannah Arenclt», Box 15, págs.010388-0 10404' las ci-
r r. r'n el tcxto s0 cttcttclltrau cn las págs.010389-010390.
bre quc hut'e superf/uos a los hc¡ml¡re,s de la rnisnra maner¿l '' l)cspués de la publicación de L¿.¡.s orígenes del tolulíÍurisirlo, Arendt
que la omnipotencia de Dios ticnc por consccuencia neccsa- l, rl,r rl tcniclo que cclutiuuar la bÚrsqucda ahí iniciacla inclagtrndo ln¿is a fbnclcr
ria el rnonotcísmo». La fucrza destructiva que se rcaliza con- I lr.rrtlntcno clcl estalinismtt. La obra cle t95 I se h¿üía limitado a ¿rfirrnar,
crctamente tan sólo en el totalitarismo no cstá contestada sim- ,,r.r: (luc a explica¡ una analogía entrc estalinismo y nazismo. Fhltaba, sobre
r, ,, l, ,. c'¿rsi cgmpletamentc una cncuest¿r sobre las raíces dc la ideología cstali-
plemente cn el delirio qlle hace quc todo sea posible, sino en
rrr ,l;r y sobre la co¡exió¡ dc ésta con el pensamiento marxista. A clilbrencia
la prcsuposición de tal afirmación, es decir, «que exista algo, ,t, I :uilisemitist't10 que había serviclcl dc arnalgarna para dar cuerpo a la mas¿r
corrro el hornbre al singular colectivo que asuma cn sí mis- , L los scct-lítces clel nazismo, eI estalinisl'l'lo era más dcstacaclalnente, identifi-

, rl rlr. ¡,r,.,-,o un producto del «pensamicnto» occidental. Pero nunca Se escribió


.

, .t(. scl-turldo libro. En su lugar ncls quedau varios manuscritos quc testific¿rn
,t, ,¡rri:utoclo Marx representa la unión que unc la diagnosis arendtiana de la
36 lbídem, pág.202. , t,,ilirrración totalitaria y dcl planteamicnto clc sr-r filosofia y de la filosofia po-

126 t27
ge con evidencia que el nexo que une el volver a pensar de ma- Las argumentaciones sobre el vínculo que Matx rcpresen-
nera crítico-deconstructiva la filosofia occidental y la indaga- t;rr'ía entre rnetafisica, filosofia política y fenórneno totalitario
ción sobre el totalitarismo no cs solarnentc una conjeturra del ,t' pueden sintetizar brevemente de la siguiente manera. Si con
intérpretere. l.,rrrl Marx «por primeta yez un pens¿rdor se ha convertido en
., I inspirador directo de la actividad política de un gran país))40,
('n cl caso en clrestión de una polítiia totalitaria, ñay que bus-
lílica occiclcntales. Son fünclamenlalcs cn esta perspcctiva las confercncias { iu los posibles elementos totalitarios presentes en tal pensa-
pronunciadas cn Princeton cn 1953: Karl Mar.r md 7'he Tudition of Wesfern nricnto. Si algunos rasgos del marxismo son «fatales» en rna-
R¡liticul Thought. trvo versions, short ancl long drafts, I-ibrary ol'C-'ongress,
rrrs cle Stalinlr, la acus¿rción cle totalitarismo tiene que ir diri-
Washinglon, Matruscripts Division, «'l'hc Papers of I lannah Arcrrdb». tsox 64,
y adcmhs el proyccto cle investignción presentaclo cn la findación Ciuggen- ,,r(kt cn realidad a toda la filosofia política qllc ha preccdido a
ltcirn. l'ntjacl: Tt¡falilu'itut Elements in Murxi.tm (1951-1952), Library of l;r nrarxista. Efectivarnente, segúln Arendt, ((acusar a Marx de
f'ongrcss, «Tho Papers of'Hannah Arcndt», cit., Box l7 (quc recoge krda la t,,lllitarismo cquivale ¿r acusar a la mismísirna tradición occi-
corrcsponclencia con la Funclación (iuggenhcin,. Ct»res¡trtrulence u,ilh the ,['nl¿rl dc desernbocar [...] en la monstruosidad dc esta nucva
Gugg,nhcim Monoriul Fburulotit»t. «'l-hc Papers ol I lann¿rh Arendb>, cit.). En
I.r¡11¿¡ de gobierno>>al. .lustamcnte porque, a pesar cle rebelarse
cstc proyecto dcclara querer ir a la búsc¡uecla del «vínculo que lirlta cntrc nues-
( n contra de la filosofia. el I-ilósofo iie Tréveris cstá condicio-
tra situación prcscnte, sin prcccclcntes, y algunas categorías lraclicionales co-
rrrirnrrrcntc aceptaclas por cl pensanticnto ¡rolítico»». I'roict.t, cit., phg. 012649. rr,rrlo por cl orden categorial de aquella tradición que quería
"' La hipótcsis interprelativa del úrltimo libro importantc clc M. Canovan ,ulrvcrtirar. Si entonccs «a Maffi no se le puede tratarde mane-
estir construicla entcramente alredcdor dc la relevancia cle tales escrilos iné- ,.r rrtlccuad¿r sin tener en cuent¿r la gran tradición del pensa-
ciitos. Es ¿rbscllutalnente cicrlo que leyendo talcs escritos la in.rportancia de
rnrento filosófico y politico en el intcrior clel cual se sitúa»aa
Marx, ¡rnra la ref'lexión arcndtiana. se ntaniliesta ba.jo una luz nueva que,
c1r-riza, las obras publicadas no klgran hacernos pcrcrbrr hasta el lbnclo. Creo
,r¡i.r ilc los ob.f ctir,'ósilc Alcnclt scrí cn consccuoncia cl dc cr,il
que, en cicrto senticlo, es cxccsivo hacer girar lotla la rellcxión arendtiana al- ,l( r)ci¿lr cuáles, clc entre las ideas de la traclición, se «precipi-
rcclcclor clel problcma Marx. O me-jor clicho, no cstoy rle acuerdo con cl modo t.ur,) cn el patrimonio filosóf ico clc Marx, y a través de é1, aun-
en qr.re (,'anovan justil'ica cl recrlrrido intclcctual cle Ilannah Arencll, como si
se desarrollase linealmcntc seg[rn las siguicntes lascs: l. cl problen.ra históri-
co planteado por el régirren totalitario; 2. como continuación y también
como rcspuesta a las críticas que la acusan de no habcr profundizado cn la ,,, ,.,rn quizlls mhs bien ltt t¡t,ttsión p¿rra encontrar una sislcmatización, una
investigación sobrc el régimcn clc Stalin, la búsqueda cle las raíces icleológi- ,,n,'ririu ordenada, cle una enrcclada maraña de icle¿rs preexistcntcs. Véase
cas dcl cstalinismo, 3. dc ahi, el «descubrimiento» dc lo crucial del pcnsa- ,l ('iurovan, Hunnuh Arendt. A lleinterpretutit»t tl her l\¡litit.ul Thought,
micnlo dc Marx, que la llcvu a inLerrogarsc en una doblc dirección: por una par- , .,,rrlrliclgc, Cambridge University Prcss, 1992.
te, sobre la rcsponsabilidad dc Marx con respccto de la socicdad cle masa en ge- ) 1" I l. Arenclt,
Kurl Murr und The l-ntditü¡n, cit., short drali, pág. l.
neral y clel totalitarismo cn particularr; por otra, sobrc la meclida en la quc Man t' ll¡ítltm, pág. 3.
es todavía prisionero de las cirtcgorias de la tradición lilosófico-politica occi- t' lltítlem.
dental (de estas dos dircccioncs Canovan sigue con mayor rigor la primera).
h,sto, en su opinión, scría el orden sccuencial que los textos manuscritos hacen
" A pesar dc su voluntad cle rebelión, la filosolia marxista no logra sa-
Irr rltcsc nrodo de pensar en ténninos de oposición, lo que cs el rasgo distin-
evidente. Sin crnbargo, considero clue la secuencia de los pcnsamientos arend- rrr,, rlc lo metallsica a partir dc Platón. Se c¡uccla de csta maner¿l cn el intc-
ti¿rnos se ha desentrañaclo de mancra bastante menos lineal y ordenada. Como , r,,¡ 1l¡ l 1ll5su¡so metallsico aun cuando, kierkegaarclianamcntc y
nietzschea-
evidencian las cartas a Jaspcrs y a Voegelin, Arendt se disponc a analizar el to- r, rnr( nlc, se opone la f-e al intclecto, o se rchabilita la vida pcrececlera y
talitarisnro, movida por preguntas filosciflcas, por llamarlas de algún modo , n ,rlrlc
ficntc a la verdad inmutable, o bien aúrn cuanclo con Marx se enfhti-
y ya heidcggcrianamente planteadas , para buscar las posiblcs conexioncs r l,r7rr7¡¡¡,1'en perjuicio de Ia teoría: sobre esto, véansc sobre todo las pági-
entrc fonómeno totalitarioy tradición filosófica. Las investigacioncs sobrc liudition arul the Modem ,4ge, cif., págs. 25-29.
Max, entonccs, más que ser ei punto de partida cle toda la rcflcxión arendtia- ',, . ,1,'
I
' I l. Arendt, (iuggenheim Ct»tesputdence, cit., 1953, pág. 012641.

128 t29
nlcrlos se evidencia de las consideraciones arendtianas , está
que no por su directa responsabilidad, se «producen>> en el to- nr¿is bien en haber insertado estos mismos elementos en el in-
talitarismo. tcrior de una relación teona-prax¿¡. invertida con respecto a la
Tendremos ocasión de concretar más adelante qué cate- trrrclicional. La prioridad marxista de la praxis entrega, por de-
gorías de la filosofía política Marx hereda de la tradición, de t rrlo de alguna lnanera, a la traducción en acto, a la realización
forma más o menos conscientemente, y reformula en su sis- ,'oncreta, las dinárnicas totalizadoras de aquellas construccio-
tema conceptual. Por ahora es suficiente decir que Arendt rres filosóflcas que anteriormente no habían abandonado nunca
entrevé, en la perspectiva marxista de un tiempo y de un lu- ,'l rcino de la pura teoría. Como si Mam, queriendo que la filo-
gar liberados de la opresión, la proyección del ideal clásico y ';olia tuese inrnediatamente práctica, hubiese ofrecido, a la so-
en particular aristotélico de la isonomía (igualdad entre las t rcrlad de masa de la rnodernidad tardía, la más fácil y dramá-
leyes). La «ciudad futura» tendría que ser efectivamente ha- ttt'¡ t'hance de proceder a la eliminación de lo que para la filo-
bitada por «iguales», libres de toda clase de dominio. En la ',,rlia occidental había constituido solamente la materia de una
concepción de la historia cotno construcción de la voluntad y 'rt'ncilla «separación» teórica. Involuntariamente Marx habría
de la acción del hombre, para Arendt, reside esa misma te- lr..'cho posible el paso de una negación puramente filosófica a
leología poiética que induce a Platón a concebir la polis ,rrur verdadera y auténtica elirninación práctica. En otros tétmtl
como producto del arte filosófico y lleva a Hobbes a consi- ,.s, si la filosofia y, a la par, la filosofia política se construycn
derar al Leviatán colno una construcción de la razón. El su- ',,,hr.c la exclusión de la contingencia, de la finitud y de la plu-
jeto de la revolución, además, se configura como una entidad r,rlrtlad que, sin ernbargo, logran (dando aquí y alli alguna
colectiva y universal que, al igual que la voluntad general r¡rrc otr& molestia) irrunpir en la compacta trama del tejido fi-
rousseauniana que l'uelve a unir en un solo cuerpo las volun- lrsirl'ico los campos de exterminio proceden a desembara-
tades individualcs, afronta cl futuro ferrcatnente unido, como ',tsc de hecho de aquellos aspectos de la realidad que no pue-
si fuese un único individuo gigantesco. Un futuro hacia el rlt'n st¡r reducidos a la total unifonnidad a la identidad sin eli-
que se procede secundando y acelerando al mismo tiempo rrrrrurción: esa uniformidad e identidad que pueden realizarse
las leyes del proceso histórico «descubiertas>> por la dialécti- , ,rlxrlrnente tan sólo en la muerte. Solamentc lo que está muer-
ca hegelianaas. t. 1'5, sfggliva y pernianentemente igual a sí tnismo. r

No ha sido pues Marx el primero en interpretar la acción en Max, colno por lo demás los otros clásicos, está sin lugar
términos de póiesis. Platón y Hobbes, con mucho, le han pre- ., ,lrrtlas traicionado por esta interpretación intencionalmente
cedido. Támpoco es únicamente suya la idea de un sujeto co- r,',luctiva y selectiva. Adernás, si poner en causa, a través de la
lectivo dentro del cual desaparecen los individuos y en donde lrl,rsolla rnarxista, toda la tradición filosófica puede tener una
particularidad del presente viene sacrificada con vista a ,, rcncia argumentativa con respecto al estalinismo, tal cohe-
'lre
meta futura. La Voluntad general de Rousseau, pero sobre todtr r, r('ilr es lnenor cuando se procede a analizar el nazismo: ese
cl Espíritu Absoluto de Hegel son, de hecho, sus ilustres predc- ,r, r,rrtccirriento que, antes que cualquier otro, ha sido el punto
cesores. Ni siquiera es originariamente marxista la cot ,1, ¡lrrtida de la reflexión arendtiana, moviéndola a anular el pa-
de un proceso histórico que, aunque construido por el ,r,l,r f ilosófico.
responde a la llamada del <<necesario>> movimiento dialécti l'cro ahora no me interesa evidenciar las inconsistencias in-
La verdadera <<novedad», totalitaria en potencia --así por t, r¡rrclativas de la lectura de Marx y de su vínculo con el tota-
lrr,u rsrno. Me importa más bien subrayar que el modo con el
rs H. Arendt, Kttrl Mam and The Taclition.long draft, cit., págs. 16-
,¡'r,' I lunnah Arendt lee el pensamiento del filósofo de Tréveris
pero también H. Arendt, «Tradition and the Modern Age», cit., págs. I
l3l
130
le consiente plantear ese volver a pensar crítico-destructi trrrlt's dc la «vida conternplativa». Lo que la autora quiere su-
que, después de haber atravesado transversalmente toda l,r,rviu' todavía más es que esta fuga de la fiagilidad de las cosas
obra, desernbocará en el discurso reprobatorio final cn cor lrrrrurn¿ls ha producido una verdadera y característica paradoja
de la rnetafisica planteado en La vitla del espíritt¿. Se trata, r, r,uc¿r. Porque los filósofbs, cuando han prestado su atención
fin, de rcbatir que la intcrsección entre estoi vcctorrs clel ,r l,t ¡trttxi,s, no han intentado comprenderla iuxfa propriu prin-
samiento Marx. quc ofiece argumentos para una lectura li ' , tlt¡¡!. sino que se han encargado de poner orden, reduciéndola
sófica dcl totalitarismo, Iectura que a su vez ernpuja a busr rnlrurcialmente a p(ties¡s. Al intentar dar estabilidad a lo muta-
las potencialidades totalitarias de la filosofia cónstituye l,lt v cstructuralmente caótico, reino de los acontecimientos
materia con la que Hannah Arendt da fbrma a lo que puede ,
lrrrnuulos, irnponiéndoles criterios y fines movidos por la razón
llarnada la Grundfiuge de su reflcxión. Ésta consiite én vol lrl,,sirl'ica. han daclo vida a una disciplina la «fllosofia polí-
a plantcaq desde sus orígenes, la re lación entrc theoria y rrr,r,r la cual en vez de coger lo «propio>> de la política lo ha
.r¿¡', entrc tnetafisica y politica: esa relación cuyos dos
,,{ ullrulo mucho rnás y dcsconocido sus particularidades.
divergcn en Platón, vuelven a convcrgir en Hegel y todavía rnirs ('ualquier reconstrucción del pensamiento político de Han-
en Marx, para convertirse en rnortífbr¿rmentc idénticos en el clo-
rr,rlr Arendt tiene que tener en cuenta con su obra de tlémonÍa-
minio totalitario. , , ,k' l¿rs principales categorías filosófico-políticas. Una obra
,¡r(' l)orsigue, retornando constantemente en dil'ercntcs ocasio-
4. Aunque no afiontada siernpre directarnente m ,,( , v con diversas rnodalidadcs a los «clásicos» Platón y
veccs está escondicl¿r entrc las líneas de los cnsayos quc tra
\rslirtcles, Hobbes y Rousseau, Flegel y Marx , cuyas obras
aparentcmentc otros argutnentos la cuestión de fondo lr.rr sirlo el origen clel orclen categorial cle la tradición y de los
pcnstrmiento ¿rrendtiano se idcntifica con un rcplantcamienttr ,,'n('('l)los políticos qtre han llegado hasta nosotros. Antes cle
radical de csta rclación, en las ftrnnas que asurne a lo largo clc ,lr ,t rrlir- \a¡turs c'onstruens de la rel'lexión ¿rrendtiana, admitien-
la historia de la filosofia política. Corno ya se ha dicho más dc rlrr r¡lfe sea legítirno hablar de una ¡turs consfrltens,lne parece
urla vez, la rcllexión de la autora consiste en una continua intc- ,'l)')rluno scguir un poco de ccrca la trama que compone su
rrogación, llcvada a la rnanera de Heidegger, sobre las tnodali-
dacles a través clc las cuales las aclquisitiones de la «filosori¿r
¡,,rr tlt,SfrUenS.
It'ngo irfención de recorrer los pasa.jes relcvantes de su in-
primera» repercuten sobre la comprensión de la csfbra práctica. t, r¡rrelución crítica de la historia de la fllosofla política, las eta-
Se configura corno una investigación sobre las razones profun-
¡,,, , rlc ese recorrido que son enprimer lugarun recorrido tne-
clas quc han llevado a l¿r metafisica a conrpromcter una áuténti-
r.rlr;rco y que en su opinión han llcvado a una progresiva ocul-
ca considcración de los <<asuntos hum¿rnos>>. r.r( r()n y clegeneración dcl significado originario de lo político.
Dc entrc las páginas más sugestivas de las obras arendtia- r r)n cstc objetivo no examinaró sólo esas páginas de La
nas hay que destacar las que están dirigidas a indicar los modos ,,,n,lit'ir'¡n humanay de Entre el pasudo y el./uturo particular-
en los que ha pesado sobre la política el prejuicio dc la filoso- rrrr'nlc dedicadas a resaltar el carnbio ocurrido con Platón, que
fia, prejuicio que se origina en cl rechazo de la scguncla panr rrl,or.tlin¿l la acción a la contemplación, o dirigidas a identifl-
aceptar la incstabilidad constitutiva de la prirnera. pero Aréndt ,.u con cl fin cle la rehabilitación de lapraxis, el r,uelco jerár-
no dcnuncia solamentc esa actitud que a partir de platón. o mc-
lrrt () ()currido en la Edad Moclerna que ha llevac'lo a una nue-
.f
or dicho dc Pannénicles, ha llevado a los «hornbres de pcnsa- ' ,r lr rrn¿r cle suprernacía de la vida uc'tiva sobrc la vida cc¡ntem-
rnicnto» a dar la espalda a lo imprcvisible e irreversible clcl
¡,l,rtn'tt, al predorninio del homo.faber sobre el bios fheoreÍikos
rnundo de la acción, para refugiarse en las imperturbables quic- ( ()n)o se lra dcmostrado irrealizable el intcnto dialéctico de

132
133
poner en el ccntro de la consideración filosófica el interés por ,rrtkr lugar en la historia. Es, pues, tenienclo a la vista tal objeti-
la historia. Por el contrario, intentaré conectar entre ellos sus di- r o corno Arendt sc clispone a indagar la vida cle la mente' ins-
fbrentes escritos, cditados e inéditos, dc tnanera que puedan de- rrrrycnclo un verdadero y prcciso proccso a la tradición filosófi-
volvernos perfiles de algunos clásicos de la filosofia menos i ,r Sc trata efbctivamentc de reconstruir la dinárnica hcgernó-
fiagrnentados cle lo que Arendt parece ofrecernos al principio. rut.rr cle la continuiclad que recorre la historia de la rnetaflsica
Es efectivarnente a través del examen crítico de estos autores ,i, r'irlcntal. para luego cleconstruirla de,sde el interior y desci-
con"ro la autora alcanza a precisar los contornos de su propia tr;il- descle la raiz sus potcnciales rcpercusioncs sobre la refle-
posición teórica que, por lo menos en las intcnciones, quisiera ',t()n L'n torno a los «asuntos humanos>>.
desprendersc de la relaciór"r entre tcoría y pruxi,r, filosofia y polí- A la luz rctrospectiva dc la Úrltima obra cle la autora y cle sus
tica, así colno lo ha concebido la tradición, y dar voz a una ((con- , rcritos contetnporáneos, intcntaró, cloncle sea posible. feanu-
tra-filosofia política» y a una «contm-filosofia dc la historia». ,l:rr. los hilos cle las dispersas interprctaciones de aquellos auto-
Con est¿r intención no seguiré un riguroso criterio cronoló- r.s tle la filosofia política sobre la qr.re Arendt no sc causa dc
gico, puesto que soy de la opinión de que no existen carnbios r (}l1,g¡ y cle la confrontación y encuentro con los que elabora las

sustanciales en el intcrior del recorrido dc Arendt, al tnenos por , ,rl(rsorías rnás originales cle su propia reflexión.
lo que rcspecta a los juicios fbrrnulaclos sobre cpisodios rele-
vantcs de l¿r historia dc la filosofla política. Clreo que tambiérl
la últinra obra cle la autora, l,a vida del espíritu, ticnc que ser con-
sidcrada del todo cohcrcnte con la Grunclfiage arendtiana. consi-
derada sin etnbargo por muchos colno un rctorno a las regio-
nes solitarias c1e la filost-'f-ia. [tt t'ila lcl c\tíritu t'stá vista más
bien como el proceclirniento final que recapitula, y rctrospecti-
vamente aclara. cl itinerario intelectual de Hannah Arendt. Dcl
texto inódito de la conf-erencia Philosophl,und Politic:s. What i.r
Politic'al PhilosophyTa('. itnpartida en la New School fbr Social
Research en 1969, es decir. en cl período de la elaboración clc
Thinking, se puede cfcctivamente extraer una verdadera y pro-
pia declaración cle intentos con respecto a uno dc los objetivos
quc [,a vidu del espíritu habria tenido quc perseguir: el clc
aclarar una vcz rnás y deflnitivamcnte el nexo entrc rnetafisicit )
y política. En ese texto Arendt con un accrcamiento decicli-
darnente heideggeriano procede a ilustrar, rnás articulada-
mente que en otro lugar. las correspondencias qrte existen entrc
los cambios ocurridos en el árnbito de la theoria y aquellos quc
dan vida a las difcrcntcs concepciones dc la praxis que han tc-

16 (lfi. H. Arendt, f'ltiloso¡th1., ond Pr¡litít',s. What í.s [\¡litit'ul Philo


soph,y? , cit., págs. 024411-024421 .

134 135
ry
La verdad y la sabiduría ante la política

l. l'r-ATóN

l. «La ln¿lner¿l cle interpret¿rr a Platón cle c¿rda uno es, ¿rl
,r\nr() ticrnpo. el criterio de su pro¡lio fllosof¿rr.>> Esto escrihía
l..rrl.laspers a llannah Arendt cn una carta cn abril dc 1956,
,l(''il)uós de haber cornentado, coll muy poca indurlgencia, la cx-
r r".rVa cercanía dc su alumna-arniga a la interpretación heideg-
,,
nirnir de Platónl. Ef-cctivarnente es cierto que en Arenclt,
, ,nro er Heidegger, la interpretación dc la filosof'ía platónica
, rtrrñ¿l rnucho rnás que un simple.f uicio sobre el filósofb grie-
'
,, , l 'r'ccletermina la actitud tcórica con rcspccto a toda una tra-

'Vóasc la c¿rrta clc Karl Jaspers a I lannah Arendt de l2 cle abril de 1956
' rr rLrrrrlc, después cle habercxprcsado un.juicio positivo cn gcucral sobrc cl cn-
r\r) iucn(lti¿lno «Was ist Autorit¿it?», apareciclo en Der ll'lonot, Vlll, nirm. 89,
r, 1,1 1 ¡1¡ tlc 1956, págs.29-14, critica los pasajes en donde la autora hace suya

lr rrrlt'r'¡rretación heicleggeriana clc Platón. A cstc rcspccto .laspcrs afirnra:


I I rrrorkr con cl quc se pone en relación con Heidegger me parece sintomh-
tr,. r['itlgo presente en estc Inclclo clc pcnsar c]Llc rnc cs cxtraño [...]. Todo
. ll,, (lr clave cle leclura oliecicla por «La dottrina platonica clclla vcritá», en
t llt'itlcggc¡ Segntrvia, cit.) a ustecl le parece granclioso. lrn mi e.jemplar
,1, I ( rlsiryo de Heiclegger eclitado cn 1942 hc cscrito al llnal a pic dc página:
,rr lx)('() ridícr:lo')>, en H. Arendt. K. Jaspers, Briefx'echsel. cit., phgs. 321-322.

137
I

dición dcl pcnsarniento. Para arnbos, se podrízr decir, la filoso- rrt'rr relación con el hecho mismo del pensatnicnto en fllosofia.
fia occidental sólo es Llna larga serie dc apuntes a la de Platón. t on Platón llegaría a su plenitud la disgregaoión c1e esa con-
No solamente porque desde el rnolrcnto cn el que surge, el t r'lrción unitaria del logos, por la cual no era todavía posible
pensamiento filosófico rcgularrnente plantea interrogaciones ,lrstinguir cn el hornbre cl «animal racionab) y el «animal polí-
parcciclas por su cstructura a las ya suscitadas por Platón. trr'o». Justamente es en esta irltima perspectiva de investiga-
Sino, rnás radicahnente, porque arnbos cxtracn dc los princi- , ith. rnás ontológica que histórica, donde se coloca lo que hzr
pnles.diálogos platónicos cl «arquetexto» cle la filosofi¿r: ese ,rrkr deflnido colrlo la «obsesión de Hannah Arendt» con res-
principro que como un «¿rcucrclo lirndar-nental>>, <<con infinitas P, t lo al pensamiento platónico:.
modulaciones resuena en tocla la historia clcl pcnsarnicnto oc- Si. cotno la autora está convencida, la obra de Platón ci-
cidental»r. n rt'nt¿l la fundación de la filosofla y de la filosofia política, en-
Significativ¿uncntc, para Hannah Arendt, la filosofia polí- r.nccq una obra de deconstntcción, cotrlo es la propia obra
tica nace dc los tcxtos dcl pcnsaclor griego: una «clisciplina» ,rrerrcltiana, no puede por rnenos que centrarse en el lugar don-
quc cn lLrgar clc cnnoblecer la política nrirs bien «la degrada». Si ,lt' cl sisterna metafisico clel mundo ha tenido su origen. Tám-
err el (iorgia,r'por «prirrera vcz cl discurso l-ilosól-ico y el dis- l,rr'rr porque, entre las líneas del discurso inaugural dc la tradi-
curso político sc scparan>>'t. ocurre por suborclinar el segundo al r ron f ilosóf ica es aún posible entrevct, con suficiente clariclad,
¡rrirnero y por asin-rilar la ¡rzz-vs a la priiesi,s, inrponiónclole los hr tlr.rc ésta ha tenido qLle negar para pocler edificarse. En Pla-
critcrios ,Jc l'¿ tltt'ot'iu. tr rr¡. g11 fin, la metafisica de.ia todavía intuir cuales son los pasos ri li

La interprctación clc cstc ¿rcontccirnicnto sigue cn la autora rl('slr hacerse. Es rnás facil extraer lo que quecla constitutiva- j
I
un doble rccorriclo. Por una parte Arenclt ofiece una explica- ,r('n(c conectado con la política. l,r: i

ción históric¿r rlcl plantcarnit'nto platónico: al separar al «flló- fll,l


solb» del «ciudadano» originó la conclcna a rrucrtc clc Sócra- 2. Laconvicción scgún la cual para comprender la disiden-
tes, un acontecirniento que provocó un prof unclo esccpticisrno ( rir cntre fllosofia y política no basta con indicar solamente el 0I
con rcspccto clc la vicla politica cle l¿r ciudacl. Pero corno la pro- { ()nlcxto histórico en el que la contraposición entre vida activa .tr
pia Arcndt adrritcr. las razones histórico-contextuales se sobre- r r irla contemplativa ha tenido origen se hace más clara en las
poncn a nltltivos hastllntc rnás profunclos. u crrcslioncs quc tic- ultirrr¿rs obras de la autora. En La vitla del espíritu y todavía
rrr;is cn elpaper de 1969 Philosophy and Politic's. What is Pr¡li-
tt, ttl Philosoph¡''/ Se refleja como ahora ve muy claramente
r tl. Arcnclt, «Tr¿rdition ancl thc Moclern Age», cit., pág. 18. (
tu(' llo se puede lirnitar a describir y a denunciar esa contrapo-
I II. Arendt, 'l'he llunrun Ct¡rulifit¡tt, cit., pág.2(r, núln. t) [tracl. csp.: lrr ,r, rrin. Tan sólo deconstmyendo desde el interior las dinámicas
condk'ión huntanu, o¡t. <'il.f : la rcf-erencia es a Plalón, Gorgi.trs, 448a-449e. , ( )nstitutivas de la filosofia, viene a decir, solamente comparán-
I Arenclt curiosarnente en los ensayos editados ron una argumenta-
rLrsc cofl la rnetafisica en su mismo terreno, es posible señalar
ción en vcrdad un poco inr¡enuu. que clsi sicrnprc sc clcsnricntc, cr-r sustan-
cia. por las considcr¿rcioncs quc siguen a su af irnración hace remontar al l,r'; r'cc¿ríclas en torno a la comprensión de un ámbito completo
proceso y a la rnuerte de Sócrates la guerrer entre I'ilosolia y política. En cl ,l, l:r vida: elde los ((asuntos humanos>>. No es entonces una ca-
inédito Philosoph, und R¡litít:.y. The Prcblent o/ Aclit»t ulitr lht' French Rt-
volutit»t (1954), Box 69. [-ibrary ol'Clongress, «The I'apcrs ol'Hann¿rh
Arendt», cit., pág.45, af irma que lo que hizo separar la filosolla clc la polí- tista cs una tesis compartida por G. Kateb, tlannah Arcndt; Pc¡litics,
tica no lire en rc¿rliclad cl cpisoclio de la conclena a rnuerte de Sócrates, por'- r ,,t¡;¡ i¡,n1's,Évil, Oxford Martin Robertson, 1983, y por B. Parckh,Ilannah
que aquel acontecimiento no hizo más que evidcnci¿rr la contradicción cs- tt, ntlt mtd lhe Seurchfi» a New Political Philosophy, Londres, MacMillan,
tructural y prolunda, inscrla cn las rclacioncs entre filosofia y politica. l,,l.il.

138 1,39
sualidad que tan sólo en estos escritos se desarrollen amplia- ciona esa unidad del /ogosl0 que. antes del nacirniento de la fi-
mente consideraciones sobre la filosofia parmenidea, a veces Iosofia. reconocía como característico del hor¡bre no wa ratio
paraponer en primer plano una estrechísima continuidad entre rrtrstracta y universalizante, sino más bien un pensarnierrto que
Parménides y Platón. lirrrnaba un todo con la palabra: una palabra que era política
Como Arendt parece indicar, la vuelta del pensamiento
. ¡ror definición, en cuanto constitutivamente dirigida a los otros.
antiguo hacia la filosofia se lleva a cabo en las palabras del ('on la metafisica en fin, no se separan solamente pensamiento
Proemio parmenideo: «El Ser es y no puede no ser, mientras el v acción sino que el carácter distintivo del pensamiento se con-
no ser no es y es necesario que no seD»6. Y esto sanciona el in- r icrtc en <<la mcra rcccpción inrnóvil a través de los oios de la
greso prepotente, en la especulación griega, de la temática del rrrcnte. a través del nous. de una visión de otra fbrma irunó-
Ser. Con Parménides se inaugura pues un recorrido que con- ril»ll, que sustrac al rnundo de las apariencias sus verdades
vertirá la identidad del Ser, Pensamiento y Verdad, en el instru-
¡rrrrticulares y a los hombres dif-erentes, sus /r;goi inclividuales.
mento de una progresiva <<de-realización» de la Lebenswelt, Parménides, quL- encamina primero la filosofia hacia una
vaciando de sentido todo lo que queda excluido de esta identi- r crclacl que contempla el Ser
«la palabra rnás vacía y gcnóri-
dad. Arendt no critica tanto la tematización de la verdad como ,'rr. la más pobre de significado de nuestro vocabulario»rl ,
relevación del Ser, como el hecho de que este Ser, invisible y
¡xrclrÍa contradecir la irnportancia que Platón tributa al «estu-
omniprevalecedor al mismo tiempo, «puede revelarse sola-
lx)r» colno el principio del tilosofarlr. Afirmar que la filosofia
mente a un órgano capaz de captar lo invisible: el ojo de la lr('ne su origen en la capacidad de aclrnirarnos de lo que nos ro-
mente que hace presente lo que está ausente»7. El hombre, para ,lea parecer-ía cquipararla a una cclcbración del «milagro» clel
ser fiel al ojo de la mente, al nous, tiene que abandonar su fe rrrunclo. cn dondc cada hornbrc, y por lo tanto. también el filó-
en los sentidos y, sobre todo, alejarse de otros hombres. La au- ,,¡lir, Sti cucuontra rodc¿rdo tlc uua plLrralidad clc hombrcs y dc
tora reformula el imperativo de Parménides con estas pala- { ntcs. Pero el e stupor platónico no se sorprendc para nada de la
bras: «Tienes que darle la espalda al mundo de los sentidos y ,rrrgLrlaridad de cada individuo ni dc la peculiaridad de cada
de las apariencias para ser consciente de aquella ausencia que ( ()sa particular. Sin desviarse de la ruta establecida por Parrné-
sólo la mente puede percibir. Porque si permaneces unido al
mundo de los sentidos y de los hombres puedes ver hombres y
hechos justos pero no la justicia, hombres felices, pero no la r" Sobre la importancia fundamental que, en la obra de Hannah Arcndt,
felicidad»8. r( \ rslc la distinción filosóflca eutÍe nous y logos se centra el libro de W P
Es al reanudar el vínculo con el mundo, para captar la ver- \\:rrrlicr', Philosophic:ul Fl¡undulions of'Hanntth Arendtls Political Theor1,,
dad de la idea medida de todas las medidas, y lo univer- i lucvu York-Londres, Garland Publishing, 1991.
-«la
sal más universal de todos los univers¿lss¡¡e-, cuando el pen-
I H. Arcndt, I'hilosophy antl Politit:.y. Whut i,s ktlitit:ul Philosophy?,
, rr . l)¿ig. 024428, pero véase también H. Arendt, The Ly'é. oJ'rhe Mind, cil.,
samiento ya no puede ser un todo con el lenguaje .El nous ftac-
l,,r,s 131-136. [Trad. esp.: o1t. r:it.J
lr H. Arcndt, The Li/é ú'the Mind, cit., pág. 144. fTracl. esp.'. o1t. c:it.]
|
' I [. Arendt, The Lile o/ the Mirul, cit., en particular el capítulo «r)lato's
\nriwcr and its Echocs», págs. 141 y ss. [trad. csp.: (4). cit.]; et doncle se
6 Parménides, DK, B 2 3-5.
,rr,rlrzA la noción platónica de «estupor», expuesta en el Teeteto. E,l mismo
7 H. Aretdt, Philosophy and Politics. What is Politicql Philosophy?, cit.,
ulurr)cnto se utiliza en Phibsophl, and Politics. Whaf i¡¡ Political Philo-
pág.024427. ,'t,ln".), cit., pág. 024425. Este argumento ya se había razonado, del mismo
8 lbídem.
rrrrrrlrr crl cl que viene estudiado en la última obra de la autora, cn Phiktsophy
e lbídem.
,,,t,1 l\¡litit's. The Pru¡blem of Action, cit., pág. 50.

t40 t4l
podría conllevarrE, Arendt da por descontaclo que esa doctrina,
nides, el Íhaumazein de Platón es admiración muda para una ,¡rrc ha relegado en cl no-ser y en el no-verdadcro todo lo que
armonía que transciende los diferentes sonidos y par¿I una tota- ('\ccde al penszrmiento, csté recogida sin reservas en todos los
lidad que va más allá de las particularidades. «El estupor en el llandes diálogos platónicos. Parccc por lo tanto concluir que si
que cae el filósofo se lee en La vida del espírifu no pue-
t:rnrbién la filosofia de Platón reintroduce el l/r-r S'er en la cate-
de nunca concernir algo de particular, pero está siempre susci- lor'ía clc lo «difbrente>>, como uno de los grandcs géneros del
tado por una totalidad que a dif-erencia de la suma de los entes
t)r'ns¿lrniento. si esto hace pensable la multiplicidad, tal rehabi-
no se manifiesta nunca>>la. Que este estupor «no pueda ser tra- lrllción se rnuestra sin ernbargo ilusoria. en cuanto permanece
ducido en palabras porque es clemasiado gcneral para las pala- lrtcrn¿l en esa estructura dicotóniic¿r introducida por Pannóni-
bras>>r-t es pucs tan sólo un hecho posterior qr-rc cmpuja a inter-
,lcsl'). Así. cou Platón, el pensarnicnto se convicrte en sistctn¿t
pretar a Platón como heredero de Parménides, por lo tanto, de
nrct¿rfisico dcl mundo sólo con dar funclaclo cttmplinticntcl a
aquel pensamiento que se convierte en metafisica precisamen- ,rr¡rrclla afinnación dual. No es lnuy clistinto para Arcndt quc
te al vaciar de significado lo singular, postulanclo la identidacl l'lrl(rn. en vez dc atenerse soliclalnente a la cstaticidad del Uno
dc Ser y de Pensarniento. ,1..' l)¿rnlénicles, se intcrrogue sobrc I¿r rnultipliciclad y sobre el
Es verdacl, admitc Arendt, que en cI Parméni¿les, Platón re-
, runbio. Multipliciclad y can'rbio son totnados en cottsidcración
viste el problema dc la existencia con aquellas realic'ladcs parti- ,,rlanrentc una vez quc se reconocc qLIC su fundamcnto y stt
culares quc no pueclen tencr un fundatnento cn las ideas: esas ,,'r'rl¿rcl estítn cn otra parte : cn la uniclacl y cn la eterniclad dc la
cosas «viles y despreciables». como «los cabellos, el f.ango y la
l,lea. bajo la cu¿rl vicncn-justatncntc rccogidas pluralidacl" tran-
porqucría», a l¿rs cuales ¿rlude Pannénides en el diálogol6. Efec- ,rt oricclad y fcnorneniciclacl.
tivamente, en esas páginas, Platón no ponc en boca de Sócrates ('on una operación hermenéutica análoga. la autora resta
la consabida justificación dcl rnal y do la fcaldad cotno partcs
¡rorlcr il la noción platónica clc dialéctica. Son los aspectos «co-
del todo, como cosas que parecen fbzrs y rnalvadas sólo en la ¡rrunicativos» los quc csta vez sc rcdit-nensionan. Como Sócra-
perspectiva limitada de los hombres. Sócratcs se limita a res- t,'s la entendía, la clialéctica no separaba aÚln la verdacl del rnun-
ponder a la objeción planteada por Parménides afirrnando: «Sc ,[, rlc la vicla ni al filósofb de los otros hornbres. Ef-ectivarnen-
trata de cosas que, tal como nosotros las vemos, así existen en t,'sricrates «fire cl rnás grandc cntre toclos los sofistas porqlle
la realidad.» Sin ernbargo afirma al final que sería mejor inte- ,,rlria que hay, o que clebcría llaber, tantos difbrentes logoi como
rrumpir la búsqueda sobre estas realidades particulares a las , u;urtos hornbres hay.y quc toclos estos /r;.qoi de forrna conjun-
que no correspondc una idea <<por temor a perderse cayendo en
un abismo sin fondo de estulticia»r7. Platón deja de esta mane-
ra el problema sin resolver y hace notar Arendt - jamás lo
r8 La complicada relación entre Parménides y Platón viene reconstrui-
resolverá.
rl;r,siguiendo los puntos esenciales del análisis arendtiano, por A. Cavare-
Sin preguntarse sobre problemas hermenéuticos que lit to, Nonostante Platone. Figure .femminili nella Jilosofia anticq, Roma,
aflrmación del vinculo estrechísimo entre Parménides y Platón lrrlitori Riuniti, 1990, sobre todo en las páginas 37 y ss. Cfr. además
rrl. «Platone e Hegel interpreti di Parmenide>>, La Parola del Passato,
rrúrrr. 43, 1988, págs. 81-99.
ra H. Arendt, The Li/é of the Mind, cit., pág. 144. r" Sobre la elaboración de este aspecto de la interpretación arendtiana
['Irad. esp.: o¡t. cit.J
15
H. Arendt, Phik»oph.v- and Politics. The Problem ol Acrk¡n, cit., pág. 50. t[' l'latón, relacionada con las afimaciones de fondo del «pensamiento de la
r(' Véase H. Arendt, The Li/b c¡f the Mind, cit., pág. 150.
[Trad. esp.: o/r. rIlcrcncia sexual>>, se inscribe la original perspectiva de Adriana Cavarero,
cit.l La referencia es a Platón, Patménides. 130 c. N t t ¡.s lante P latone, cit.
t t t
17 Platón. Parménides, 130 d.

143
t42
r ta fbrman cl mundo humano, en cuanto el hombre es cl ser que
vive según la rnodalidad del lenguaje»20. El análisis arendtiano
del dialegesthai platórico realizado sobre el texto de la sép-
tima carta señala en el concepto de dialéctica propuesto por
Pero cuanto rnás Arendt deja caer la pretensión de ceñirse
rr los textos para sus propias tesis, tanto más su argumentación
sc hace densa e interesante, deiando entrever que la superficia-
litlad del análisis de los pasajes platónicos sólo es el precio que
Platón una traición del «diálogo» socrático. No sólo para Pla- lury que pagar para una original y profunda lectura del naci-
tón el método dialóctico no se dirige a los rnuchos, sino que nriento de la filosofia, en sus implicaciones existenciales y po-
contrasta con el hccho de que la verdad es una «rnás allá de las liticas. Una lectura que, como ya se ha afirmado precedente-
palabras» y obliga al asentimientozr. rrrcnte, intenta captar desde la raiz cse constituirse del pensa-
nricnto en sistetna filosófico que tanto ha comprornetido la
3. Hannah Arcndt no parece en absoluto interesada en ,'onsideración de la política.
hacer justicia a las dif-erentcs, y tarnbién contradictorias, lí- El prirner paso de esta obra de deconstrucción está en cl des-
neas de invcstigación a las quc aluclen los textos de Platón, ni lisitirnar la prioridad del Scr sobre la apariencia y cn sostencr
a distinguir las difercntes fases dc su pensarniento. Sacrifica (luc la dicotornía fllosófica quc esa prioridad presuponc no lo-
delibcradarncnte a la polérrica y¡s y al puthos de la argurnen- l,r'u sin crnbargo ocultar completamcnte la irreductible supcrio-
tación la problernática quc toda lectura platónica presenta y, ritlad cle la apariencia sobre cualquier otra experiencia. Ni la
quizás sin advertirlo, se acerca paradójicarnc-nte a una pers- ,lcscripción de la «vía divina» de Parménicles, situada «fucra
pectiva i nterprctativ¿r neokantiana. I nsi stc u n i latcral tnentc so- ,lcl camino rccorrido por los holnbres>>2r, rti la dcspedida plató-
bre Platón a propósito de la ltleettlchré): un¿r enfatización, nrca clel tnundo clc los sentidos y de los hornbres logran borrar
ésta, funcional para rcsaltar cl «hiato» entre la iclea y la reali- ,'l hccho dc que «el mundo clc las apariencias precede cle cual-
dad, y ltr prioridad de Ia idca sobre la realidad. C.lon un platón ,¡rricr región que elfilósofb pucda elcgir colno verdacleray pro-
asi esquematizaclo, algo rnourifica<io en los rn¿rnuales cn su ¡i'u rnortrcla, tnorada en la que sin ernbargo no ha nacido»}. Ilsa
contraposición entre vcrdadero ser y sirnple apariencia, lo tie- r crclad quc se revcla al filósofb una vcz realizada la periugtgé
I
nc fácil para hacer derivar de él todas las der¡ás dicotorlias. n() pucde ser concebida rnás que como otra apariencia, otro fb-
Desde la separación.jerirrquica cntre Io universal y lo particu- rrírnrcno, originariarnentc escoudido, «al que lc vicne asignado
Iaq a la oposición entre lo eterno y el transitorio, desde l¿r con- un srado de realidacl rnás clcvado dclque se le atribuye conres-
traposición de episteme y doxu, a la cle mcnte y de cuerpo. ¡,.cio tr lo quc se encucntra fiIerarnente ante nuestt'os o.ios»r5. El
Y obviamentc. la des¿rvenencia entre discurso filosófico y ;rrrtoengaño filosófico por cl que sc consiclera podcr transccn-
discurso político. rk'r'lo que aparece y lograr acceclcr a una verdad superior equi-
) r rrlc para Arendt a lo escondido, al f-enómeno, a la incapacidad
,lel pcnsatnicnto de corres¡rondcr, de detencrsc. La interroga-
H, Arendt, Karl Marx and the Tradition, long draft, cit., pág. 3 l; una , irln sobre el origen y el fundarnento cs en realidad solat-ncnte
1o
opinión diferente sobre sócrates está contenida en philosophyáná rolitics. l;r búrsqueda de una caLlsa qlte tnotivc cl proclucirse de las cosas.
The Problem of Action, cit.,pág.44, donde se afirma que en realidad es Só- \ cl enrbauc¿rdor lóxico dc la rnetafisica re¡"rroclLlcc, ¿l lo largo
crates el que quiere imponer la prioridad de la sabiduría sobre los asuntos de
la ciudad.
2r H. Arendt, The Life ofthe Mind,
cit.,págs.120-122. [Trad. esp.: op. cü]
22 Sobre 2r Parménides, DK B 1.
esa interpretación platónica que, como es sabido, rimonta ál
neokantismo de Marburgo y, en particular, ala obra de p Natorp, p/a/os 24 H. Arendt, The Life of the Mind, cit., pág. 23.
[Trad. esp.'. op. cit.J
Ideenlehre, Leipzig, Meineq 1903, 1921 . )s lbídem, y más en general las págs. 23-28.

t44 r45
del cornpleto arco de la traclición, «la creencia
[...] que una cau-
sa teng¿l que ser de rango superior ¿tl efbcto»z(,. t onflicto originario entre filosofia y política aproximacla-
¿,Córno no oír, en estas palabras, el eco de la gran lección
nrcnte la rne.ior manera de inmortalizarse»l8. Inmortalizarse
dc lJeideggeq según el cual la metaf-isica ha icleado al ser sobre l)¿rr¿r una vida humana quiere decir conseguir un significado
el modelo del entc'/ Y, en particular, el cco cle esa interprctación ,¡rre la distinga y la rescate cle la naturaleza, de aquella vida que
cluc otorga a la fllosofia griega y. sobre todo a Arisiotercs. ra ,'l hombre comparte con los animales. No dejarse sencillamen-
rcsponsabilidacl dc cornprcnder el ser como el ser-proclucto, lo tc vivir no precipitarse a nivel de la vida animal es el ob-
que conseguiría el olviclo dc la difbrcncia ontológicar7. Ils tocla- ¡r'tivo que une la historiografia, la poesía, la política y también
vía rnás cviclcnte la sintonía con la reflexión heiclcggeriana en lrr I'ilosofia griega. «Ltr persecución de la inmortalidad está
aqucllas pitginas en doncle Arenclt afionta lo que, uiri pa."c"q l)ucs en laraiztanto dc la filosofia como de la política>>l'). Pero
es el corazón teórico cle toda su obra filosóf ióo1orítici: la re- rrutcs dc que surgiera la fllosofia y con ésta la fllosofia política
lación entrc pcnsamient. y rnut-rte, e'nt.c filosofiá y temporali- ¡rrrrticipar de la inrnortalidacl por partc de los «mortales>>. sig-
dad. Al indagar sobre estas conexio,es. la autor¿r crórnuestra l-ra- ¡rif icaba conseguir la fám¿r. Kleos es cntonces lo que en el
ber sabido cxtraer c1e la problematización clc la reración cntre nrundo pre-filosófico se clisputan (a pesar dc saberse en cierto
Sein y Zt,iÍ una lccción rnury distinta quc el ser su epígono. Esa rrrodo interclepcnclientes) historiógrafbs y poetas, por una partc,
quc Ia induce a volver a plantear. clc fbnn¿r cxtraordiñariarnen- r' ¿rctorcs políticos por otra'r0. En la «edacl heroica rcpresenta-
tc innovaclora. la relaci(rn cntrc thaoria y pruxis, entre l'ilosofia tlu ¡'ror los poetas c historiaclorcs>>, alcanzar la firrna y «hacerse ii ,

y política. ¡rrrreciclos a los dioscs» se le concede únicamente a quien es ,li, lt

En Platón cs todavía visiblc Ia articulació, i,tern¿r clcr nexo ('rpaz de hacer sobrevivir en el recuerdo las grandes gestas.
lror medio del canto poético dc la narración históricart. LIistr¡-
lrt
que une pcnsarniento, r]-[rcrte y tiernpo. A cste nivcl se iclenti-
l'ica cl prolir,cl, sigrrif icatlo dcl ca.rbio cic clirección platónrco ,:'il, recucrcla Arcnclt, es para Hertidoto la actividad cle quien [ ,rr

qllc se rcduciría a explicaren térrninos scncillos cl paio clc una ,,asiste y rellexiona, decide pues qué es lo quc considera dig-
doctrina filosóllca a otra, o contextualizarlo clcntro cle una va- rro de ser recordado y estructura estos recuerdos ba.io lbrma de )1,

riada situación hist(rriczr. Porque el r¡odo clc pensar, así corno el Iri storias>»'r2. i:r
«siste,ra de_las oposicioncs», quc se i,auguia c.n platón y que Si «lo que aparece y, a lo largo del tiempo, desaparece ha-
rnarc¿rrá el clestino cle la filosofla occidental no es para Hánnah lria llarnado la atención dc los poetas y de los historiadores».
Arendt un scncillo r,uelco, sino cl rnás cornpleto clesorclen de krs «acontecimientos cambiantes del mundo)) permanecen
una mentalidad, cl qucbrantamiento clc un orclen dcl munclo: trrrnbién en el centro de la atención de los «políticos». Para quien
cse rnundo que cs dcfinido por e lla conro «prc-f)losófico». En
La vída tlel e,:¡tírit,, y de fbrrna rrás sugestiva cn el citado ar_ 28 H. Arendt, Philosophy and Politics. What is Political Philosophy?,
tículo dc 1969, Arendt prescnta cl nacimiento cle ra firosofia cit., pág. 024431.
corno la conclusión de un traba.ioso y grandioso conflicto: «el 2e
lbídem, pág.024439.
30lbídem, páe.024433.
3t lbídem, pero véanse también los pasajes de The Life of the Mind, cit.,
1tírg. 129 y ss. [fad. esp.t op. clL/. Estos temas ya habían encontrado una am-
¡rlia discusión enThe Human Condition, cit., y en «The Concept of History»,
2u_
Ibídem. pág.24.
ri cn Between Past and Future, cit. [trad. esp.'. La condición humana y Entre el
_ Véase, en particular, M. Heidegger, «Sull,essenza e sul concetto
della physis. Aristotele, Fisica, B, t» 1te5a;, en íd., Segnav¡a, Milán, Adel_ ¡xrsado y elfuturo, cits.).
phi. 1987. págs. 193-255. 32 H. Arendt, Philosoplry and Politics. What is Political Philosophy?,
cit., pág. 024434.
t46
147
tiene que edificar y mantener en vida ala polis, son decisivas krs mismísimos dioses homéricosr('. Thn sólo con los fllósofbs
esas grandes obras que dan origen (archein) a 1o nuevo. Se tra- ,<cl tiempo se convierle cn un problema»r7. Está efectivamente
ta de «inicios>> corales en donde la pasión para sobresalir y dis- claro que con Platón la metalisica se construye justamente so-
tinguirse no tiene nada que ver con el dominio sobre los demás lrrc la destihrción de la temporalidad: el pensamiento rehúye un
porque sólo compitiendo <<entre iguales» puede surgir la vir- rnlrnclo habitado por entes que llevan consigo mismo la nada
tud y con ésta esa fama que conlleva la inmortalidad33. El lrircia la cual están destinados, para rcfugiarse en la contempla-
punto más alto de ese conocimiento está contenido, según la ci(rn de aquellas cosas que «son desde sictnpre y por sietnpre»,
autora, en las frases de Pericles: «En ningún otro lugar, y nun- ;rc¡uellas cosas, corno dirá Aristóteles, que «no pueden scr dc
ca más, encontraremos tan alto concepto de 1o que es la polí- ,lra manera de como son». Si «la filosofia no revoluciona el
tica {...1. En ningún otro lugar tan elevada noción del po- ,rtr,ietivo gricgo clel convertirse en intnortal>>, la vía para alcan-
den>34. Así pues, en el período de máximo esplendor delapo- zrrrlo trastorna sin embargo la rclación hombre-tiempo y, en
lis,la inmortalidad podía ser alcat¡zada sin la mediación de la ('()nsecuencia, toda una completa concepción del rnundorE. El
poesía y de la historia: «Vivir y acfil, rr conjuntarnente, actuar l'iltisofo consigue ahora .iustamentc cl propio athonatizen, l¡
y hablar, no necesitan materializarse en instituciones pero lrlopizr inmortalidacl, contemplando la vcrdacl clc las iclcas in-
pueden sobrevivir por sí mismos sin recurrir a la obra de poe- rrrutables; éste se cletiene cerc¿r clc un Scr quc no conocc ni na-
tas e historiadores»35. Porque, si para Pericles el poder es t'rrniento ni mucrtc. jí,
dynamis, hecho imposible por las personas que actuan y ha- Hannah Arcndt p¿lrece pues decirnos qrre el acta cle naci- li:; ){ ,,

blan conjuntamente en un espacio público, la inmortalidad de nricnto cle la filosofia está inscrita en la imposibiliclad. para cl
()l
cada uno depende solamente del inmediato reconocimiento ¡rcnsanriento, de soportar la malclición cle lo flnito. en su inca-
por parte de los otros. ;'lcidad dc accptar el munclo marcaclo por el luto cle la contin-
[, ir

No es importante remitirnos ahora al modo con el que lcncia. De-realización del mundo cn cl pcnsamiento, rech¿rzo
Arendt se prommcia sobre la discusión entre espectador (poeta ,le lo rnúltiple a fávor del Uno. negación de lo singular cn lo )1,

e historiador) y actor (que realiza grandes gestas y edifica la


'rriversal:
los fundan'rcntos de la metatisica introduciclos por tr,
ciudad), sino recordar que en su opinión, las respectivas vías l'rrnnénides y cntregados cabalmente a la tradición desde Pla-
hacia la inmortalidad presuponen la misma aceptación de la lon no son más que la manifcstación clc un dcseo obsesivo cle
temporalidad y de la finitud. Para Homero, Heródoto y Tucídi- ,lrrlur, que aleja a la muerte y al tiernpo. Una potente obsesión
des inmortalizarse no quiere decir negar el devenir y la muerte, lrrrsta el punto de inducir al filósofo a anticipar en la imagina-
sublimarlos en una eternidad de la que estaban privados hasta r rrin la rnuerte para ilusionarse el pocler huir de ella en la reali-
,l:rtl. Esto es 1o que parece atestiguar a la autora el Fedónl'): el

ti lbídent, págs. 024432-024434; pero véase también H. Arendt, I/ze


1" Los clioses homéricos, si no morí¿rn, por lo menos nacían. Véase
Li/e o/ the Miru[ ctt., en particular las págs. 132-l4l . [Trad. esp.: op. cit.l So-
bre cl diferente modo con el que el pensamiento «pre-filosólico» y el pensa- I L\rcndt, The L/i, fi'the Mind, cit., págs. 133-13U. [Tracl. esp.: o1t. r:it.J Esta te-
rniento f ilosófico persigucn la inmortalidacl ya se había pronunciado en The nr;rlica es utilizacla por A. Clavarcro, lVoru¡sfunte Plat,ms cif .. para manlener que
Httman C)onditir¡n, cit., sobre todo en las páginas 11-21 ltrad. esp.: o¡t. t:it.J, , I t runbio de dirección metafisico, con su gesto cle fuga en un ser etemo que no
y aún más eficazmente en Karl Mom orul The Tiaditi¡¡n,long draft, cit., pág. 5. ( , rnoco ni principio ni fin, en realidad deriva de la negación del «nacimiento».
ra H. Arendt, Philo,sophy antl R¡litics. ll/hat is Political Philo.sophy?, '' Ibídem, vol. II, pág. 11 .

cit., pág. 024436. '\ Cfr. ibíclent, vol. ll, págs. 15-18.
\5 Ibídem. "' lhítlem, págs. tl3-84; la referencia es a Platón, Fedon,64a-68b.

148 t49
filósofb, si quiere llegar a ser inmortal y permaneccr pues en sLrcño filosóflco, como sc ha visto, [)rcctlrsol- clc er-rgañosas
el reino del pensamiento puro. tiene que «prepararse a rnorir» rlLrsiones. La prin'rera de todas: la qtrc clc la cxperiencia clei
y anticipar sirnbólicamcntc tal momento separándose del ,(yo que piensa» cleriva la hipóstasis tlc «algo colllo cl hom-
mundo de las apariencias, del propio cuerpo y de la compañía l,ic rinivcrsal». «El filósofb. en stl ar"rsia de inrnortalidacl
de los dernás. t'riste en singular; en la rnedida en quc se ocupa del hornbrc,
Pero por muy cerca que estas consideraciones sobre el sc ocupa del Hombre cn singular, mientras quc el hornbrc po-
nacimicnto dc la filosofia (que he extrapolado de las tesis lrtico se ocupa de los hotnbres en plural»al. C-'on una pcrf-ecta
arendtianas) estén de las intuiciones rle El sar y el tiem¡to, es- t'ohcrencia, Aretrdt traduce la distinción cntre filosofia y po-
tas consideraciones, repito, cstán muy lejos de argumentar lrtica a la oposición cntre muerte y soledad por tlna parte y
este acontecirniento en la perspectiva de la Scin,sge,schit'hte. nucirnicnto y «vivir-con)) por otraa'1. E,l nacirniento de la rne-
La distancia que separa Arendt de Heidegger se aclara en el tafisica con Platón. airn siendo ttn acontecimiento en un mo-
motnento en el que la autora explica la negación de la tempo- rrrcnto dado, no es pues una ctapa de la «Historia dcl Ser».
raliclad por parte dcl pcnsamicnto del Ser, rernitiéndose a la ('oincide rnás bien con l¿r voluntad clc prolongar hasta el irl-
experiencia concreta del «yo que piensa>>. Ocurre siernpre, linito lo qllc cs Llna experienci¿r cotnún cle la vida dc la tnen-
aflrma, que cuando un hornbre «se abanclona a[ pcnsamicnto tc: el pensarnicnto. l)icho de otr¿r lraner¿I. la metallsica sc
puro, sea cual sea el objetivo, viv¿r completamentc al singu- ,rbstina cn un¿I «clencgacióll)) quc prctcndc protcgcrsc cle
lar, es decir en la más completa soledad»4o. El het:ho mismo ttxlo contacto con el lugar cle la ternporaliclacl, lúnebrc prea-
de pensar transporta a un espacio sin tiernpo, clonde los otros rrrn'lcio cle tnuerte. He aqui cl porquó de la tuga de la política.
y el cuerpo están suspensos. De la hipostasización de 1o entendida en Lln scntido bastante gcneral, colllo el rcino dc
que es una sencilla y orclinaria erperiencia el pensar ,rrlrrcllas cosas hutl¿rnas «que pueclcn ser dif-ercntes clc ColTlo
nace cl sucño dc la metafísica de una región aternporalal. Un son>), cle las cos¿ts qtte etllpiezan, cambian y tertninan. Ile
rrt¡Uí explicada la prioridad clc l¿r conternplación clel Verdaclc-
rtr Scr it"rnu quc a stl vez tendría que convcrtir en eter-
a0 H. Arendt, Philox4th¡'untl R¡litit's. What is Politic:ol Philosophy'?, nos sobre el fiágil y voluble tnundo de la acción, cle la plu-
cit., pág. 024445.
ar Véase ll. Arendt, The Li/i'$-the Mind, cit., pág. 207 rltliclacl y cle la opinión, doncle dotnitl¿rn lo irn¡rrevisible y la
ltrad. csp.: ry. ..lsualidacl. Hc aquí el Inotivo por cl cual Platón intenta cap-
cit.f : <<Lo que cl "yo que piensa" considera como "su" doble adversario es el
mismo tiempo, con el cambio ininlerrumpido que esto implica, el movimien- lrrr los elelnentos de inestabilidad inhcrentes ¿r lapruxis, ins-
to sin descanso que translbrma a cada Ser en Devenir en vez de dejarlo ser\ y,
de este modo, clcstruyc incesantemente la presencia cle su presente. Este ú/ti-
mo significado cle la parábola (Arendt apenas había terminado de analizaf el
aforismo kafkiano ár cl individuo situado entre dos vectores opuestos tempo-
tr H. Arcnclt, I'hik»opht'urul l'blítit:s. Whut is Politit'ul Philosttph.r''.),
rales, contcnido cn Fl Kafka, Diurios, 1911-1923, Barcelona, Lumen, l99l) , r{,, piig. 024439.
viene a la luz con la liase conclusiva, mientras que «éste», situado en la lagu-
it 7!rí,lr'r,, pág.024446: «llablando en té.rtinos cle modaliclades cxis-
na temporal dc un presente sin cambio, un nun(: sla¡us, sueña con el momento t(.ncialcs. la clil'erencia entre o la oposición de Política y lrilosofia equivale a
inadverlido en donde el tiempo habrá agotado sus luerzas; entonces la tranqui- lrr tlilbrencia elrtre o la opclsición dc Nacimiento ci Mueflc o. en térl'ninos
lidad caerá lentamentc sobre el mundo 1...1. ¿.Qué es lo que es este streño y esfa , orrceptuales, a la oposición cle Natalidad y Mortalidad. La Natalidacl es la
rcgión si no el antigtro sueño de la metaJísica occidental desde Parménides a , orrdición lunclalnental dc todo vivir cor.rjuntamentc y por tanto clc tocla po-
Hegel, el sueñ¡¡ de una región sin tiempo, de una eferna presencia en perfécta litrca; la Mortalidad es la condición fiLndancntal del pensarniento, cn la t.nc-
tranquilidad que no sabe nada de rekles ni de calerularios humaru¡s, la regi(tn ,lrtlu cu que cl pensamielrtcl se rcf iere a algo cluc no tienc relación. a algo que
( s colno cs y quc es por sí mistrlo.»
.j usta mente cle I p en s ami emto ? »

150 l5l
taurar sobre esta última <datirania delarazón, o mejor dicho tcorizaciones políticas explícitas. Ni siquiera cs responsable de
latirania de la verdad»aa. cse desconocimiento de lo político en donde el dominio totali-
tario echa parle c1e sus propias raíces.
4. Arendt habla en varias ocasiones de «utopía platóni- La tradición cle la filosof ia política se inaugura con el do-
Sin embargo no hace un análisis circunstancial dé los di-
ca>>4s.
ble gesto «le Platón: en un primer lnomcnto, el filósofo huye de
seños políticos de Platón que se especifican en La República, lo <<-propio>> c1e la política para refugiarse en la contemplación
en La Política y en Las Leyes. Lo que mayormente le importa ,tc lá id-ea. pero en un segundo momento, regresa al mundo de
es reconstruir los pasos de la «degradación de un espacio com- l't polis par; imponerle los ,tfandurd fiiado-s por la razón fllosó-
pleto de la vida» por obra de la razón filosófica. No denuncia, I'ióa. Nutstra tr;dición cle pensarniento político empieza con el
como Popper, los lugares en donde el pensamiento político pla- ntito cle la caverna. en doncle cl tnundo de los asulltos hutlanos
tónico se constituye como la primera filosofia enemiga de toda vicne clescrito como (<un lxundo de tinieblas. confusión y de-
«sociedad abierta>>46. Platón no anuncia el totalitarismo con sus scngaño))47. Si se quicre captar la verdacl hace falta despedirse
,lc óse munclo; pero cu¿rlquicra qne quiera retornar, tendrá que
rr tl. Arcndt, Korl l.Iur.r urul Thc Tnulifit¡n,lcmg tloblegarse a esa verclad.
drall, cit., pág. 34a, es
f¿rrlbién sobrc cste aspecto de la inlcrpretación arendliana sobre el quc Karl Eñ esta pcrspcctiva. dc la prioriclad de la idea y dc la ver-
.laspers. quizír en partc cntendiónclola al rcvós. se ntucstr¿l en dcs¿rcucrclo. lln tlacl sobre la'praxis, Arcndt interpreta la sustitución, en la Repti-
la carta del I2 dc abnl de I956, ya citacla, .laspers cscritre: «listc error [cs de- llica de la iilea cle lo Bello con la idea de lo Bueno. Si en E/
ci¡ intcrpretar la doctrina cle la vcrclacl platónica bajo la guía cle Hciclcuger y ,\impo,tio, en el F-edro e inch-rso en los pritncros libros de la I'u
entcncler la vcrclad conto algo clue "tirhnicarlrurtc" exigc corrcsponclcncia]
quc usled corrctc en su intcrpretación dc la f ilosofla platónica lo consiclcro
tteptlbticu, campeaba toclavía la iclea de lo Bello, en el libro VI
arrulogo al errtlr en cl c¡ue ustccl cac cuanckr conslclcra las pagrnas clc l)laton rlc estc irltirno iliátngn es la icle-a de lo Bueno la que asnmc el
sclbrc el estado y sobre las leyes como si lrqLrello luese un prograrna cluc se ¡rapcl clc la Idea suprema, en la cual las otras ideas
tienen quc
tiene quc rcalizar y no un cloblc cluc reproducc el modclo en una constitución i-,aiticipar. Platón habría s¿rcrificado pucs la idea sumarnente
estatal toclavía icle¿rlizada y no enturnccida cn una realiclacl lnaterial», cn t'onternplativa de 1o Bello a la iclea de lgafhon, qLle no tienc
H. Arenclt, K..laspers, llriel.twet'h.tel, ci1.. pag. l2l. hn r-rna dirccción simila¡ (lue ser entenclido con una declinación mor¿rl suya, sino con cl
aunquc no igual, rrna crítica irnplícita a lir intcrpretación arendtian¿1" aun par-
ticnclo de prcsupuestos hciclcggerianos, cslh conlcnicla en II. Gadalrer. «Uiclca significado literal quc los Griegos le atribuían. lgathon signi-
clel benc tra Platonc ccl Aristotclc>>, en ít|., Stutli ¡tlutoniti, Casale Monferrato,
Marietti, I984, vol. Il, págs. l9l-216. Y, recientcntcnte. aunquc rnuy clistante
clc las posturas jasperiar.ras y cn parte clc las gaclantcrianas, vóasc la crítica rca-
cl libro clc K. Hilclebrttnclf, Pluton. Dt'r Kumpj'tlt'^r Ge¡.vk'.s um tlie ll'lttt'ht,
t.rrrr
lizada ¡ror M. C¿rcciari. Geo-liloso/iu dell'llux4xr, Milírn. Aclclphi, 1994, llcrlín, Bondi, 1933, que ve en Platón al filósofb que asigna una <<fundacirin
págs.29-12, cn las herrrosas páginas clcdicaclas a «Plattin rcalista».
15 Por e.jernpl r's¡tiritual» al Ustaclo ypara lograr este objctivcl se sirvc de la «unidad dc san-
c» cn I'hilox4thl, ,,,r, [1ilítit:,s. Lfhat i.t tblititol Philo,x4th¡,?,
,,r1, qr" unc al puebio y a la nobleza. A ésta y a otras delbrmacioncs hisló-
cit.. phg. 02443tt. escribc: «Es contr¿r lo irnprcvisiblc y lo casual contra lo c¡uc r¡co-filosóficas y filológicas estaba ellcatnin¿rcla a respc»rder la cornpilación
Platón expuso con clelallc sus varias propuesl¿ls clc un óptirno y ulópit.o Bstaclo.»
rt' Véase K. Popper, !'he O¡ten Sot'it,lt,antl lfs Encmits. vol.l,|-he lgt, rlc Platón contcnicla en E,. flassirer, The l\4.vth ofthc stute, Nerv Haven-Lon-
rh.cs, Yale Univcrsity Press, 1946. Sobrc est¿r controversia y cn gencral sobre
o/ f'lafo. Clhicago, Chicago Univcrsity Press, 1945, 1957 ltr-acl. esp.: lrr lls iirterpretacioucs clel siglo rr clc I'latón, vóasc A. Zatlro. Pltttottt' ncl l¡lt¡-
st¡cieducl obierÍd.y stl,\ tttt'ntigo,s, Barcelona. Paidós, 1992]. según cl cual, el
\'t'('o1fo, Rc»na-Bari, Laterza, 1987, en particular las págs' L3l-147, y
Lrstaclo platónico, tcniendo «su interés» una «higienc política» lirndada sobrc
t i. Cambiano , Il ritr¡tttt¡ tlegli antiChi, Rom¿r-Bari, Laterza, l9t{t{, en plrrticu-
«una teoría colectivist¿r tribal. tolalilaria cle la moraliclacl>>, obliga a la socic-
lrrr las páginas 3-72.'lhmbién son irttportantes cn la interprctación de Arendt
clacl ¿r scr una socicclad cerracla. Sc conocc tlc sobra la controversia clc Arendt
lrs obris sobre Platón de W. Jágcr y clc I'. M. Cornfbrcl.
sobre Platón fascista y anticlentocrhtico cluc sc ir.ricia en Alcmania en 1933 r1 H. Arcndt, «Tradition ¿rncl thc Modern Age», cit., pág. l7'

152 ls3
flcaba entonces, precisa Arendt, 'bueno para', 'idóneo', 'ade- larnente un filósofb, su búsqueda termina con la contcrnplación
cuado'. La idca de lo Bueno, la idea suprcma. llevaría así el rlc la verdad suprerla, la cual. iluminando todo cl resto, es tam-
principio rnisrno clc la conmensur¿rbilidad. Y por tanto las ideas hién la suprema belleza; pero en la rnedida en la que el filóso-
sc transformarian de «lo que más reluce>>, de derivaciones cle la lir es un hombre entre los hombres. un mortal entrc los tnorta-
Belleza. en criterios. en «unidad de medicla», aplicables por de- lcs y un ciudadano entre los ciudadanos, tendrá que transflor-
flniciónat. ,,,¿i su verdad en un cornplejo de reglas y de leyes»so. E,sta
Es cvidcntc que Arendt ha hecho suya la lcctura heidegge- lranslbrmación solamente lo legítima para convertirse en un
riana de Platón llevada a cabo enla Pluton,s Lehre von der Wah- sobernante del Estaclo. un «filósofo rey». Más cn gencral, la
reit: el texto en cl cual Heidegger clefine .justamcnte como sustitución de Io Bello con lo Bueno inaugura la filosofia polí-
cquívocas toclas aquellas tr¿rducciones que quisieran hacer tica: aquclla clisciplina que de ahora en adelante será cnviada
coincidir ton lgathon ldeu con Bien moral, rnientras el signifi- lrrrra rcsolvcr el problerna clel orden, a garantizar que la praxis
cado correcto sería 'contbrrnc a', 'apto para algo'l'). Recuérdese sc rnodele. para ordenarse bien, con criterios que lc son trans-
sólo cle pasada que la interpretación heideggcri¿rna inclica en ( cnclentes y puestos a punto en un ámbito que le es externo5r.

cst¿r sustitución de la idea cle lo Bcllo con la iclea de lo Bueno l'cro no es tan perniciosa para la pruxis su apariciótr scparada
el inicio de la concepciór'r metalisica de la verclad, sustitnción ,lc la thtc¡ria la separación de la vida de la mente del tiernpo
a lo que sigue tarnbión un cambio semántico: cle la vcrdad r tlc la vicla cle ltr polis cotno su rígida subordinación a los
como u-letheia, 'clcsvelarniento del ser'. A l¿r vcrclad como ,lict¿irncnes de esta última. a la que cn un scgundo Inot-ncnto
ideu, cotno conocimiento seguro dcl ente en cuanto es visible ,¡rrcda su.jcta. Para los asuntos hutnanos se detnuestra f-atal la
al intelecto. En tal concepción es entonces relev¿rnte el ver r «rlunt¿rd dcl filósofb para aplicar a la rnultiplicidad y al «tiern-

.jtr.tfo (la orthote.;)y el rcflexionarlo aclecuaclamente en la pro- no f inito>> cle los hotnbres lo que ha experirnentado eu la abso- il,l
posición. En fin, comenzando por Platón lo vcrclaclero se con- lrrla quictud y soledad del reino del pcnsatniento, cerca de las I

vierte en correspondencia de intelecto y cosa, ex¿tcta confor- rtlclts etern¿ts.


i
rniclad entre los dos. lrl filósofo considera, por tanto, poder dominar a los dcmirs
Arendt se da prisa sin embargo en imprirnir al «clcscubri- t'onro lo ha logrado hacer consigo mismo, consiguicndo quc el i

miento» heideggeriano una verticntc política: no casuahnente .rlrrr¿r vcnciesc al cuerpo y a las pasioncs. «El dorninio platóni-
la sustitución del Bien por lo Bello se hace necesaria solamen- r o tle las icleas, ya estón éstas encarnadas cn la persona del "fi-
te cuanclo cl f ilósofb decide su retorno clel cielo de las icleas a
la c¿rverna de los hombres, cuando emprendc la «segunda nave-
'r' H. Arendt, «Whal is Authority'/», cit., pág. 114.
gación». La «conternplación muda de lo eterno>> se interrumpe, 'r Sobrc la lirga platónica dc la acción cn el concepto dc gobierno y clc
pero el filósofo intcnta instaurar el «régimen de la idea» en el ,,rtlerr. vóase sobre toclo ll. Arendt, The Ilumutt Cmdifion. cil., pág.222
tenebroso y caótico mundo de los hombres y a tal fin ya no es ltr;rtl. csp.: l,u 1t»ttli¡ititt humutttt, ttp. t:il.l ,donclc sc lee: «l.a llgadc la firti-
necesaria la belleza. «En la medida en la que el filósofb es so- lr,l:rti rle las cosas l.tumatras hacia la estabilidad de la quietud y ilel orclcn tienc
t.rrrtos rnotivos práctict'rs para recomcndarse que, gran parte clc l¿r f-ilosolia
¡rolitica, dc l,latón cn aclclante, podría fácilmellte scr interprctacla conlo una
.( ilr' dc intentos para encontrar firndar¡entos teóricos y rnodos prhctictls
18 Véase sobre totlo H. Arendt, «What is
Authonty?»», cit., págs. 110-114. t,.rrir ult¿l huida total de la política. Itl trato distintivo de toclas estas fugas es
1') M. Heidcggcq «La dottrina platonica della veritá», en íd., Segtavíu, cif ., , lr'trrrccpto de gobierno (rule),ltt noción de que los hombrcs pueclcn legal y
págs. 159-192. A¡endt se remite explícitamcnte a esta interpretación cle Hei- ¡,,,liticamentc vivir.iuntos sóltl cuando algtrno tiene cl derecho de mandar
,, los rltros están obligaclos a obcclecer.»
degger en el ensayo «What is Authori§r» y, concretamente, en la nota núm. 16.

ts4 155
I
I
r lósofb rey", corro en La República, o ejercitadas por un legisla-
dor auscnte, a través de las leyes, como en Nomoi, está en últi-
rniento, queda sólo para recubrir el área sernántica del verbo
«actuan>. Para Arendt estos desplazarnientos no son casuales:
ma instancia inspirado en la elevación del hornbre, en su singu- la identificación dcl verbo arc:hein con mandar, gobernar y do-
laridacl. al dorninio absoluto»''2. Si en la soledad de la filosofia y rninar hace solamentc rnás explícita la intención platónica de
en la ilusoria sensación de ornnipotencia que de ella deriva, se cstablecer las condiciones para que el iniciador sea el dueño ex-
encarna la voluntad de don-rinio del hornbre sobre sí rnismo, so- clusivo de lo que ha iniciado. Significa quc éstc sustrac a todos
brc sus propias contradicciones y dilbrencias, el «filósofo rey» los demás la posibilidad dc intervenir. de participor; a lo que ha
será el que tenderá a hacer lo rnismo con respecto de la ciudad: siclo pucsto cn acto. Aquellos que cn un tiernpo eran actores
mandar a rnuchos que viven en la ¡tolis', colno si esos tantos ¡rolíticos están obligados ahora a limitarse a la mera ejecución
fuesen uno solo. Un único y gigantesco cuerpo polític'o, en el tle órclenes55. Si en el pasaclo «pre-filosófico» la acción políti-
quc se difumarían las diversas singularidadcs y que actúe como ca era el resultado dc ttn archein y de un pruttein, en los que to-
si fuese ((un cuerpo cn sentido literal, un organismo viviente»-53. tlos tornaban partc, cl rnonopolio del arc'heir reside ahora en el
He aquí cl significado últilno cle la afirmación platónica: «El lrchon en su significado originario de dar vida ¿r lo nuevo. Pero
Estado es el hon-rbre cscrito con letras mayúsculas.» ¡rrrcsto que éste permanece sólo en tal actividad, ésta se vacía de
E,l proyecto político quc designa el vivir coniuntarnente de srr ¿ruténtico contcnido: el de ser Llna acción entendida colno
los rruchos sobre el modelo clel Uno recorrcrá corno una cons- l,tltÍtein: óst¿r sc convicrtc cn cl rncdio para un fin que se origi-
tante la historia cornpleta de la filosofia política. A pesar de los rr;r cn otro lugaq irnpuesto porotros. Y, en tal caso, no se picr-
cambios epistérricos. se vcllvcrá a cncontrar tanto cn Ilobbes tle lanto cl clcrnento de la pluralidad corno el de la coinciden-
como en Rousseau; estará presentc en Hcgel no ntcnos que en , ur cle arché y Íelos quc cra la esencia misma del actuar, en
Mau. Su origen rcside en la «utopia platónica clel cnsayo». se- , uiurlo cs tlil'crcntc dcl prodttcirt".
gún la cua,l uno sr.¡/o tcnclría quc deciclir. gobernar y rnandar (el Proyectanclo sobre los cliálogos platónicos la claridad expli-
Arc'hon), y todos los dcrnás, por el contrario, tcndrían que limi- t;rliva clc distinciones que perteneccn propiarnente a Aristóte-
tarse a obcdecer. l,'s. Arenclt llega asi a acusar a Platón de haber reduciclo la pra-
La fonnulación rnirs eficaz dc la política corlo esf-era de la 'rr uTrríirus.' una transfbrrnación que va a la par con la rcduc-
contraposición entre dor-ninados y dorlinantes. según la autora. , rtlrr cle la política al poder. La separación cntrc quión sabe y
sc encuentra expucsta en La Polític,a. En cste diálogo la polise- ,¡uión hacc, la distinción cntrc iclcar y ejecutar es efbctivarnen-
mía originaria, «pre-filosófica», del vcrbo urt,hein cn la tra- l(' crlracterística de la fabricación: «En la fabricación cl pcnsar
dición épica designa 'iniciaq principiaq originar'5r vicne re- r t'l h¿rcer están separados hasta tal punto que son ejecutados
ducida al único signil-icado de 'mandar'. A su vez, cl término ¡ror llcrsorláls dif'erentes. Si se translicrcn cstas categorías en el
praÍtein 'exigir. llevar a término' y sirnilares , inextricable-
mente conectaclo con urchein llega casi a significar el cumpli-
' Vóase cle rnoclo particular, H. Arenclt,'fhe ilumun Corulition, cil.,
1'.rl lll9 ftrad. esp.: t1t. t:it.J
rr ll.Arcndt, Philo,soph.t,andtl¡litic:.s.The[,ru¡blernof'Actiort,cit.,pág.53. " <<ltl tek¡s quc I'latón supcrponc a la acción no pertenece a la esl-era de
5\ Ibítlem. I r ,ri t itilr rnisma. Para los griegos [...] el I'in de la acción cr¿r o bicn su rroti-
5l lrn cl ensayo cle M. Hciclegger, «Sull'esscnza e sul concetto clella r, 11)n o bicn su dcs¿rrrollo. Ilra una activiclacl que tenía el propio f-in en sí,
physis. Aristotele, lrisica, B, l», cit., se han desarrollaclo consideraciones so- , ,r rLrntlc rlcilicrs y fincs no cstaban scparados entre ellos y en cloncle la pro-
bre lransfonnación del verbo urt.hein muy parccidas a las arendlianas en Lrr ¡,,.r ,rt'lividad ya implicaba aquello para lo quc había sido crlprcnclida»,
cutdk'ión hwnunu. cit. II \¡t'rrtlt, Philo,so¡th¡, und f\iliti<',s. The Problcm o/ lction, cit., pág. 12.

156 r57
I
árnbito del actuar, se empezará por dividir las personas que ac-
\ r.r-dadero y aurténtico lugar comirn, sobre el qr.re no valdrá ni si-
túan en dos: por una parte aquellos que saben qué hacer y cómo (lricra la péna cle reflexionar: que en política hay quien mada
tendría que estar hecho y, por otra, los que ejecutan solamen-
,: ,¡trien o|eclecc, porquc hay quien conoce el bien y el fin de la
te>>57. En La Repúbli¿'a, cornenta Arendt, el «filósotb rey» apli-
,,,ntuniclad y quién no es experlo, y privado dc conocirniento,
ca las ideas a la ciudad dcl rnisrno modo con el que el artesano
rrtr ric sabe qué bien tiene que prestarse arealizar'
aplica las unidacles de rnedida del rnodelo al material que debc
Irara haóer todavía rnirs plausible la «revolucionaria» conver-
pltrsmarss. La Politeia platónica es entonccs la construcción dcl
,rorr cle la¡tais en poder, Platón se ha servido, y también cn esto
espacio público según el rnodelo procluciclo por la idea. «El "f i-
lr,r siclo ei prirnero. dc analogías y r-nctáfbrzrs extraídas de am-
lósofb rcy" hace su ciudad del rnismo rnodo que el escultur
l)r('ntcs cle la vicla que, en lzr concepción «gricga>> del mttndo, no
hace su estatua>>5'). La reducción de la política a póiesi,s y ;r
l(.iliiln nacla que rci con la política y que prcveían relacioncs ¿tsi-
tct'hnc se convicrtc todavía cn rnás problcmática si sc considc-
rrrt'tr.ic¿rs. hn'Lu Rcptiblicu, en La ll¡líti(:a y cn Las Leyes la rela-
ra recuerda la autora que cn todo proccso fabril cstá irnplí- I r( )n política estir ilustracla ntlfileros¿ls vcces recurrienclo al ejem-
cito un clcrncnto de violencia. La lógica c1e la fabricación im- cl tneclico y el pacientc, entre el
¡,1,r tl^c la relación existente entre
plica, casi necesariarrente, la violencia hecha a la naturalez¿r de un barco y-sus pasajeros o
¡,,rslur la y grey, cntrc el capitán
para arr¿rncarlc la rnatcria con la quc rcalizar el objeto. Aunquc y E,n estas relaciones. o bien
r,,,,rbióñ .ntt" ét amo los esclavos.
Platón excluytt la violencia de la relación politica, en la reduc-
, cl conocimicnto cl que cxigc necesariatncnte la obediencia, o
,;
ción dc la ¡truxis ala p(tiesis cstá implícita, segúrn Arendt, una l,rt.n cl clorninante y el dorninado pertenccen ¿r dos categorías de
concepción de la corrunidad que cosifica la pluralidad agentc
r;rl lirrma clistantes que por clefinición Llna está sujeta a la otra. Lo
y que no tarclará a considcrar a los hombrcs como rnatcrial para
,¡rre l)latón iba buscando eran rclaciones en donde el elemento
rnani¡rular y plasrnar basirnclosc cn cl modclo dc quicn rnanda.
,.,rstrictiYo cstttviese irnplícito en la misma relación('0. La lógica
Aunque nunca expreserclo con upertis verbis, éste es el elc-
rh. cStoS metáfbras se demucstra tan irreductible que induce a
rnento potenciahnente totalitario que Platón inserta en la tradi-
t,l;rtrin incluso a prcfbri¡ en algunos casos, cl gobiemo tiránico.
ción filosófico-política. Un clcmcnto quc dcspuós de él será un
l'r rri¡tre si la comunidad, la república, tiene que estar he.cha y con-
, l, r.'icla por el expefto, siguiendo la tec:hne específica de uno o de
s'- lbídt,m, pág. 13. ,,tro ¿rft^e particular, entonces el tir¿rnO se enCuentra en la rnejor
'E (lonflirmando la lhmiliariclad entre la lectura heicleggeriana del naci- ¡,,rsición para hacerlo: ól puede actuar imperturbable,
en cuanto
lniento cle la met¿rlisica que proponc una conccpción dcl scr basacla sobre cl pondrá en duda,
¡,,.' ,,ingúna ley y ningún individuo interferirá,
, o
moclelo clel ser-producto y la valoración arcndtiana dc l¿r I'ilosofia platónica.
,:l .¡crcicio cle .su cotnpetcncia6l.
scñalamos que Arenclt subraya córno esta experiencia cle la fábricación ha 1c-
nido influencia sobre la misma cloctrina plakinica dc las idcas. []li:ctivamor- l'is justarnente eia escas¿l consideración tributada a los
Ic cscribc: «llsta caliclacl cle la penrrancncia clcl rnodelo o inragen, el hecho ,,,,r¡r(os"humanos lo que ha llevado a considerar la filosofia po-
de estar ya antes que inicie la fábricación y de ¡rerrnanccer dcspuós dc habcr trlreu como la «hifastia» de la filosofia62, tachando a Platón de
sido acabacla, sobreviviendo a lodos los posibles ob-¡ctos dc uso dc los quc si-
guc pcrr.niticnclo la cxistencia, tuvo una gran inf'luencia sobre la cloctrina pla-
tónica cle las ideas eternas [...] Esle usó la palabra eidos ('cclnl'igurirción o
lbrma') por prirncra vcz cn un contcxto filos(lflco, ésta se basó sobre la ex-
periencia de la prile.rrs o f abricación»>, 7-he Ítumun Corulitit¡n, cit., pág. 142
r'0 Cfr. H. Arendt, <<What is Authority?», cit., pág. 109. \.
6t lbídem,págs. I I 1- I 12. La referencia es a Platón, Ias Leyes, 709 d-7 1 I e. +,)*
[trad. esp.: op. t:it.J. ,,, A menudJArendt para ilustrar críticamente la relación de <<parentes- -lO$)
'') La rcf'crcncia cs a Pl¿rtón, RepLibli<:u,420 d; véase H. Arenclt, The ltu- c()» rcorizada por la tradición entre la filosofia PlT:ra y la filosofia polític-a Iii
mun CloruliLion, cit., pág. 227 y en general las págs. 136-149.
rlcsigna a esta última con el término de stepchild' hijastra' §l
\'\./l¡fiiCO
158 -'t.-f59--/
FILCSOFIA,
V IFTDAq
tomar demasiado en serio sus propias idcas, y de querer reali- cia los principios del pensamiento griego»63. Aristóteles ----en
zarlas en la ciudad. Este estableció sin embargo aquel orden suma- ((piensa de manera más griega que Platón», retornando
conceptual que ha predeterrninado toda subsiguiente reflexión en algún aspecto al momento que precede ala metafrsica. Por
sobre laprax¡s.' desde la dc Aristóteles que incluso se opone en otra parte sin embargo, el pensamiento aristotélico está consi-
parte al platonisrno, a la de Hobbcs que considera que la cien-
cia política nace sólo con él; de aquella Weltgeschichtlich de
Hegel a la «filosofia de la praxis» rnamista qlle, a pesar de su "r Para Hcidcgger, «Aristiitcles intenta una vcz más, ya sea atravesanclo
l:r nrctaflsica platónica, pensar cl ser en el moclo originltrialltcntc- griego y
rechazo de cualquier fbrma de idealisrno, para Arendt es una
r, rlver atrás, por clecirlo dc cierta manera, sobre el paso realizaclo por Platón
especie de platonismo al revés. , t¡n la ideu de lou agotht,r [...]. Aristóte les
si así sc pucclc clccir piensa
, I scr de un rnoclo rnás gricgo c¡ue Platón, cs clccir, cotno entelecheia 1...). Ltt
nrr'l¿rflsic¿r clc Aristótelcs, ¿t pcsar de su distancia con los principios dc la
2. Anrsrornlps lrlosoll¿r griega, cs cn aspectos cscnci¿rles cle nuevo una cspccic de salto
rtr;is hacia los principios dcl pensamiento gricgo» (M. Ileiclegger, «[)er curo-
t,,rrscl.tc Nihilismus, l94U», en M. Heidegger, Nietz:;t:lte, Plullingcn, Nes-
l. Flannah Arcndt, a rnenudo considerada entre los pione- l, 196 1, vol. ll, pág. 22ll). Y toclavía: «Platón no puccle nunca aclmitir quc
ros de la recuperación de la filosofia práctica aristotélica, dedi- , I , ntc incliviclual sea ente cn scnticlo propio, lricntr¿ts Aristóteles irtcluye al
ca en realidad mucho más espacio a la confiontación con Pla- rn,l¡1,i1luo cn sLr realización. Aristótclcs picnsa cle motlo n.rhs griego quc Platón,
tón quc a la discusión dc la f ilosofia clel Estagirita. El motivo , . ,lccir. de mt'r1o urás contbrmc a la existencia dcl scr inicialmente clecidicl¿r»
¡rl,rtlcnt, vol. ll, pág. 409). Y en Llelxrw'itttlung der M(tLq)h.ysik fintroduc'ciltn
podría resiclir sencillarnente en cl hecho de que la rclación de l¿r
,t l,t rttt'tofísicu/ rcasume su ambivalente valoración clc la ntetallsica aristoté-
autora con Aristóteles es una relación tncnos contrastada quc lr, ,r tle l¿r siguicntc maner¿l: «Ils car¿rcterístico cle la ntctaf isica cl hecho de que
la que emprende con la tcoría platónica. En tal caso. rnás que cltr , ,, , .i.r, e rr gcttcral, lto sc lt¿bla tlc hccho tlc la cxistcncia o, si sc habla dc cl1¿r,
una discusión crítica. se trataría clc ula apropiación dc las prin- , l;r lrata sólo brcvcrnente, como algo obvio [...]. La única cxccpción esth
cipales categorías conteniclas enla Etica a Nic:(tmacc¡ o en ht , ,,rr';lilLricl¿rpor Aristótclcs, que piensa a fbnclo la energt'itt, sin qtre nunca sin
, rrrlr:¡r.go este pcnsamiento haya logrado adquirir ltn peso cscnci¿rl cn su ori-
k¡lític'u. Corno ya se ha tenido ocasión de subrayaq esto es crr , rrr,rlrtlrrcl. La transfirruración de la cne rgeiu en at'tuulitutt y rcaliclacl ha he-
partc cierto. Hannah Arendt, sobre todo cn sus prirneras obras. , lr(' l)er'(lcr todo lo que hzrbía saliclo a la luz cn la enet'geiu». E,n otras pala-
utiliza. y¿r sca expresarnente ya sea tácitarnente, muchas distirr- t,, , , llciclegger consiclera que en la f ilosol'ía aristotélica cstán prcscnles in-
ciones aristotélicas, eviclcnciando así aquclla voluntad cle recu- r,¡ri r()rlcs y fbrmulacioncs ontológicas quc llcgan a algo difbrente, cluierc
peración de un pensamiento de la praxr.s que le ha valido la clc- ,i, r n. s()lt precedcntc, a la metafísica. A pesarcle ello, Aristótclcs no logra,

finición de pensadora neo-aristotólica. Sin embargo, por cuarrf rr ('nrl)¿rrgo. abrirsc un camino sulicientemente amplio quc clcsticrre la
r, ,,1( nciit hcgcrnónica dc la historia de la mctafisica misma. Y termina así,
to las refcrencias son bastante poco sisternáticas, es posihfl' ¡,,r,r,lo¡icamente, por consignar a la tradición conceptos quc, aún rnás quc
recabar de los textos arendtianos una interpretación relativ¿r- 1,, ¡,1:rltinicos, se prestan a scr tr¿rducidos en un¿l conccpción del ser etla-
mente coherente de Aristóteles, en absoluto apologética y p¿u'lt , ,,1 ¡ '.ohrc el moclclo del ente. Es sabido qtre l leidegger no ha clcjado nr-rn-
nada absolutamcnte «rehabilitativa». Lejos cle atencrse al facil y , r,I rcllcxionar sobrc Aristóteles. C]omo se desprende cle la cliscusión so-
l,r, lrt'supucstos I'ilosóflcos clc Arendt aquí reseñada, Hcidegger ha sido
rnanido esquelna de la contraposición Platón-Aristóteles, crr
,,,,rrr¡»rnudo en la elabor¿rción de la propiar I'ilosolla por un constantc rc-
clonde el segundo revestiría el papel de aquel que lleva a la con
1,1 rrrtr':urricnto dc las categorías aristotélicas. Y colno salc cada vez urás a la
cretización las ideas platónicas, la valoración de Hannah Arcntlt 1,, ,'r;rt'il¡s también a la publicación de las clascs sobrc lilosolia aristoté-
conscientemente oscila entre dos juicios contrapuestos. rr, r ¡rrr'ecrlchtcs a la publicación de El ser ), el tiempo. Hcidegger retorna
Por un lado, el Estagirita representa también para cll;r. r,, ' .,¡¡¡t¡¡11gnte sobrc cl problema del scr cn Aristóteles. sometiendo succ-

corno ya lo fue para Heidegger, «una especie de'uuelta atrás lr;r


, ,rr( nlc a prueba cada uno dc los significados de scr indicados por el

161
160
clerado. en última instancia, prisionero en las rígidas mallas dc No es entonces una casualidad que «cl tnás sobrio de los
la <<ciencia terrible»: no logra dcsvincularse cle la metafisica, grandes pensadores))('4 en el De inferpreÍutittne aftrme que lo
como el mismo Heidegger en otros rnornentos había aclarado. (lrre es esencial en el discurso no es la verdad o la falsedad, sino
Aunque de pasada, sólo afrontó el problema del ser en .'l significado: el logo,s, en cualquier caso phone semantilce, no
Aristóteles y rnidiéndolo sobre un tcrrcno específicalnente po- rrcceiariamente es también upophantiko,s', un enunciado o una
lítico, Arendt llega pues a conclusiones análogas, por lo rnenos lrroposición cn donde estén en juego aletheuein y pseudes-
en la estrucfura, a las que había llegaclo su antiguo maestro. Por tltui65. «lrnplícita en cl irnpulso de hablar. no es pues necesaria-
una parte, Aristóteles se afianza nuevamente en la concepción nrcnte la búsqueda dc la vcrdad, sino la búsqueda de significa-
«pre-filosófica» con la quc la filosofla platónica se había pues- tlt)>)('('. Es inrportante para Arendt que Aristóteles, en el árnbito
to en raclical rupttra; por otra, sin embargo, esto no le basta tlc esta discusión, deje voluntariamente sin resolvcr el proble-
para abandonar la visión rnetaf'ísica del rnunclo inaugurada por nra dc la prioridad clel pensarniento sobrc el lenguaje o del len-
Platón. La herencia ¿rristotélica cs traclucible, por lo tanto, perit suajc sobrc el pcnsamiento. reconociendo más bien su imprcs-
no irnicarnente, en una concepción del hornbre, del ticmpo y de e indible cotnplemetltariedad. Para cl Aristóteles del De infer-
la política todavia rnetaflsicarnente cnvar¿rda por el legado pla- ¡tt't:tutione <<a los scres que piensan lcs es propio cl irnpulso
¡xrra hablar, a los seres que hablan lcs es ¡lropio el impulso
tór"rico. para
¡,cr.tsan)('7.
2. Quisiera primcro analizar las r¿tzoncs quc inclucen ir La distancia i'lc la concepción ontológica y a un tiernpo
Hannah Arendt a consicler¿rr a Aristóteles como un pensador rnoseológica dc Platón se vcrifica tarnbión a propósito cle la di-
«más griego)) que Platón. El filósofb clc Estagira, antes de icrente intcrpretación de la conexión entrc fllosofia y cstupor.
nada, rech¿rzaría algunos resultaclos de la platónica «tiranía Si en las pirginas del ketelo la maravilla fiente a la grandiosi-
dc la razón y de la verclad». Con rcspccto a la ternatización dc ,irrd def toclo sc propotte como el verdadero y proprio arc,:he del
una «verdad muda» que «obliga» a «la accptación» y que so- I rlosof-ar, Hannah Arcndt pone de rclievo que en los párrafbs de
l¿unentc es perceptible por el filósofo cn la soledacl de la con- rr¡rertura de la Metafísi¿'a, este mismo estupor asurle los tonos
ternplación, éste, en algunos lugarcs de sus obras, claría un lr¿stante rnás sobrios de una sirnple sorpresa resentida frente a
paso atrás: hacia esa concepción unitaria del logos que no co- t'osas individuales, csas cos¿ls quc están <<a mano>)('E. Esta sor-
nocía scparación entre el pensamiento y cl discurso. A ésta l)r'esa, o perplejida d (aporein) se coloca sencillatncnte al init'io
devolvería su refbrencia política originaria, reconociendo ,lc un proceso cognoscitivo que los hornbres emprenden cons-
como constitutivo del «logos>) su cornportarniento a través dq t icntes de su ignorancia con rcspecto a las cosas que les ro-
la cornunicación.
)
@ Así define Arendt a Aristóteles enThe Life of the Mind, cit., vol. II,
Estirgirita: el ser como ottsia; el scr como ulelheiu:el ser comopá-tx¿s, el ser pág. 12. [Trad. esp.: op. cit.]
como dynttmir y energeía. Para las relbrencias precisas a las clistintas clases, 6s lbídem, pág. 98. Arendt se refiere a Aristóteles, De interpretatione,
publicadas y todavía sin publicaq cn clonde Heidegger trata de Aristóteles, l6a4-17a9.
('{'
véanse los doculncntaclos y puntuales artículos de I.-. Volpi, L'esistenza comc H. Arendt, The Life of the Mind, cit.,pág.99. [Trad. esp.: op. cit.]
«pruris». Le radici uristoteli<:he della terminologiu di «Essere e tempo», cit.; 61 lbídem, la referencia a Aristóteles es siempre a De interpretatione'
y F. Volpi, «La "riabilitazione" clella "clynamis" e dell' "cnergcia"», cn Hci- l6a4-17a9.
dcggcr, Aquinas, núm. 33, 1990, págs. 3-28. Todavía es útil el trabajo más 68 Hannah Arendt cita de Aristóteles, MetaJísica,982 b l1-16. Véase
comple.jo de Fi Volpi, Heidegger e Aristr:ttele, Padua, Daphnc, 1984. ll. Arendt, The Life of the Mind, cit., págs. 114-l15. [Trad. esp.: op. cit.]

t62 163
dean, proceso que les lleva poco a poco hacia el conocimiento
( oncepción «trágica» del rnundo que esto presuponía71. Tam-
de cosas rnás generalcs. Conque. prosigue Arendt, desde Aris-
l,iú'n gracias a Sófocles, en Aristóteles, lograría hacer de nuevo
tóteles <,el estupor platónico lro se interpreta ya como principio
l,r'ccha la consideración «pre-filosófica» dc los asuntos hurna-
(principle) pero colno puro y sencillo cornienzo>>. Ef-ectiva-
nos que, no negando su frágil constitución, asigna solamcnte a
rnente, para Aristóteles «todos los hornbres ernpiezan con ma-
!,r palabra la encomienda «de salvar del olviclo Ia acción y el
ravillarsc de que las cosas son como son)), pcro en un segunclo
momento ((es necesario llegar al contrario de la rnaravilla ini- ¡icnsamicnto, lo pereccdero de los acontccimientos y el discur-
r rr dc l¿rs icleas, y de conservarlas para la inrnortalidacl terre-
cial y, couro dice el proverbio, a Io que es rnejon>("). es dccir, la
,,;r,,'1. Lo que Arendt parece subrayar es que no se rcpresenta
sabiduría. También para el Estagirita, por tanto. a la filosofia sc
, rr ól aquclla sister.nática fuga cle lo negativo sobre la que la me-
llega partiendo dcl estupor. Pero si para Platón la capacidad dc
t;rlisica se ha cdificado: Aristótclcs no «niega la negación» en
sorprenclerse pertencce solamcnte al filósofb, para el cual, cn
rnur sLrpuosta ctcrniclacl clcl scr, nrhs bicn «:stá inclinaclo a acep-
su soleclad, es irnposible «traducir en palzrbras>> el Íhaumazein
t:rr cl trirgico conocirniento de la «ternporaliclad griega», el frá-
originario. para Aristótelcs esta «maravilla>> inicial cs una ex-
pcrienciit cornpartida por muchos que, una vez articulada en cl
lrl licmpo clc los <<mortales>>.
En la discontinua argurnentación arendtian¿l, crncrge con
lenguajc, puedc llevar a los hombrcs, y no cxclusivarnente al
,ul'iciente clariclad córno ha conectaclo el «paso atrás» hacia el
sabio. al conocimicntoTo.
lrl rnoclo de pensar cl logos y cl cle dclinear la relación en-
rrr,rtlo de ser «auténticarnente griego» el hecho dc que Aristótc- li
l('s no tcnga todavía «una dcfinición univcrsal de hombrc»7r, en iilri( i,
tre estupor y f)losolia son, para Arenclt, clos pruebas. etrtre las
I uvo interior «fngocitar» las clifbrentes singularidades. Si para
posibles. de la voluntacl aristotélica dc salir clel itincrario meta- ()l
l'lrlón el ser hurnano r-s erl su esencia un ¿rnirnal racional que se
fisico trazado por Platón, de aquel itiner¿rrio constclaclo por ll ,lr,lingnc gracias tl runts, con clquc logra pcrcibir la r,'crclad cn
t. ,/l

serie de ccuaciones que haccn coincidir Verclad y Pensamiento.


l,r nrucla contcmplación. para Aristótclcs su cspecífica hurnani-
Pensarniento y Scq Ser y Unidacl" Unidad y lJterniclad. En una l,li
,l,rtl reside. en prirner lugar, en ser un zoon politil«tn logon i

palabra, Aristóteles volvería a abrirse a una «ontología plural»


qr-re rehabilitaría clc igual fbnna la contingencia y el dcvenir, al
',lttttt, por lo tanto <<cn su capacidad de vivir en el rnodo dcl l: I I
l, rruuAjc»»71. E,sta cs la convicción quc hacc decir a la autora que
igual qr-re la singularidacl y la difbrencia.
,'n Aristóteles se oyen rnás nítidos los ecos cle la opinión genc-
Para Arendt es una prueba ulterior el hecho. para ella in-
,,rl rrricga con rcspecto a la ¡toli,s»1s. Con csa definición no se
contcstable, clc que Aristóteles acogc, en su lcnguajc filosófico,
r('l)r'opondria quc cl lugar común dilirndiclo en l¿r ciudad-esta-
algunas palabras clave de la Antígctna y cle otras tragcdias clc
,lrr. scgúr cl cual, todo cl quc sc encontraba fuera cle la polis
Sólbcles. Dc cuyo lóxico derivarían térrninos corro euduimt>
) vu fuera esclavo o bárbaro no llevab¿r un rnodo de vida que
nia (<<cl conocimiento clc tener una buen¿r vida») y phrctnein
(«la cornprensión de la vida buena»), que en el Estagirita rnan- ¡,rrtlicsc ser considerado como espccíficzrmente hurnano. Por-
,¡ut'Si por una parte para Aristóteles, la facultad clc la palabra
tcndria precisarnente inalterado su significado específico y la

7r Cfi. H. Arendt, Philosophy and Politics. The Problem of Action, cit.,


6') Aristóteles, Metulí.sica.983a l4-20.
Arenclt se rel'ierc en este pasajc ir
7-lte l-ile ol the Mínd, cit., pág. llzl. f'l'rad. csp.: op. t'it.J ¡tri¡¡s. 8-9.
7) Ibídem, pág. 10.
'(' Sobre cl cstupor aristotólico en su clif-erencia con el platónico vóasc 7r H. Arendt, Kqrl Manc and the Tradition, long draft, cit., pág. 16.
tarnbién H. Arendt, Phiktsqthy und Politics. Whut is htlificul ['hik»o¡th!'i. 71 H. Arendq Philosophy and Politics. The Problem
ofAction, cit., pág. 8.
Lccture. 1969, cit., pág.021425. 1s lbídem, pág.7.

164
165
a

es algo que pertenece a todos los hornbrcs, en cuanto son dife- de libertad en las que Platón había intencionalmente dejado de
pcnsan>So, quitándolas casi definitivarnente dcl cuadro concep-
rentes de los animales, por otra parte ésta pertenece exclusiva-
mente a los griegos clc la polis, «puesto quc sólo ellos habían tual de nuestra tradición.
logrado superar la animalidad». «Ser LLn zoon politikon logtn En el intentar restituir una dignidad ontológica a la praxis,
et:hon significaba llevar una auténtica vida humana en la polis, cl Estagirita sc pone por tanto en conflicto con cl pensamiento
el modo de vida más elevado posible»7('. Quicn no era ciudada- ltlatónico. Un antagonisrno quc alcanza s:rr aL:me en los lugares
no estaba por eso tnistno aneu logou.' privaclo no tanto c1e la fa- cn doncle Aristóteles se empeña en impedir que la acción ven-
g¿r comprenclida basirndose en los criterios de la póiesls y cle la
cultad de fbrmular palabrtrs, «sino de un modo de vida cn el
cual solamente el discurso tenía scntido y en el que la actividad tachneEt. Si libre, segirn toclo cl pensarniento griego, es sol¿r-
fund¿rmental cle todos los ciudadanos era la de hablar entre nrente «lo que es para sí y no para otro>>, y si tienen mayor no-
ellos»77.
lrleza las activicladcs que no recrlrrcn a la lógica rnedios-fines.
sobre estos presupuestos, justatncnte se basaba aqr,rclla crttonces, hace obscrvar la autora, la acción aristotólica partici-
Y
idcntidad dc política y cle libertad por la quc ((ser libres y ser ¡ra clc ambos atributos. Eféctivarnente la pruxis aristotélica, de
rnienrbros de la polis era todo uno))7E. el ciudadano es libre en lrccho. no contempla ninguna re¿rlización concreta y cs pura
uur doble senticlo: en senticlo negativo, en el no cstar su.icto a la
rnanifbst¿rción clc libertad. Refiriénclose al significado aristoté-
necesidad de la naturaleza y del traba.io. Aquella conclucta en lico de energeiu, Arenclt eviclencia cómo en las fbrmas de «ser-
la política cs una «vicla buena» justarnentc cn tanto cn cuanto cn-¿rcto>> propias de la acción y del cliscurso, la flnaliclad no es
está libcrada de la necesidad dc los cuidados tnatcriales. rclcga- crterna pero se encucntr¿r en la misma actividacls2. A dilbrencia
dos por Aristótcles al árnbito privado, pre-político, dcl oil«rs.' la rlc la ¡tóie,ti,y, en doncle ¿t travós del sabio nso cle instrumentos,
asociación natural compucsta por nticrnbros cle la l'arnilia y de sc llega a prochtcir un rletenninaclo objekl. la acción plural v
los csclavos, cllyo único fin es el trcro sobrcvivir. El aspecto tliscursiva no irnplica nada rnás que el cstar.juntos en la públi-
positivo de ser libres se evidcnoia por cl contrario cn la acción clt arena.
púrblica junto con otros: tocla acción tiene quc ser coral y por lo Es en retomar esta distinción, qlle separa claramente la ¡tru-
tr.s de la p(ties¿s, en lo quc consiste la vercladera cleuda de Arcndt
tanto «tienc que elnpczar, estar acornpañada y tenninar con el
lenguaje»7'). En Aristótclcs pues, todavía están vivas «todas t'on respecto a Aristóteles: ésta constiturye la irnica rchabilitación
aquellas inhriciones sobre la recíproca irnplicación dc política y r'n sentido propio de la que se pueda hablar. La oposición catego-
rial aristotélica está ef-ectivamente enr,uclta en un concepto de
kr político que, con la pretensión de reconciliarse con cl propio
1(' Ibídem. pág. 10. significado «originario>>, se convicrte en el instrumento crítico
77 Il. Arcndt, T'he Hwnun Ctnditiott, cit., pág. 27
flrad. esp.: op. t'il.l . ton cl que fraccionar las estratificaciones de sentido deposita-
7E H. Arendt, Kurl Morx attd the Tiulition, long clrafl, cit., pág. 3. ,lrrs por la metafisica sobre la política, bajo las que la acción ha
1') Il'¡ídem. t'ero alrededor dc la distinción público-privardo greco-aristo-
pcrdiclo su autonomía y difürninado sus límites. Aristóteles, o
lólica actúa clc bisagra la cntera estructtrra argunrcntaliva clc The lltonan
()ontlition, en parlicular las páginas 22-78ffrad. esp.: ¿)p. t'if .J . Y sobrc est¿t
interpretación, consicleracla «irénica» y «clasicista» por muchos cstucliosos,
que vc cn la Atenas de I'ericlcs y er.r el pensamiento aristotÓlico una identi- s0 H. Arendt, Karl Maru and the Tradition, long
dad clc libertad y política clentro clc los tnuros de la polis, sc btrsan, cn algu- draft, cit.,pág. 12.
8r Arendt se refiere sobre todo a varios lugares del libro I y del VI de la
nos aspectos, las obras dc G. Bien, I-a /iktso./ia polilicu di Ari.vkttele. Bct-
lonia, Il Mulino, 1985; y de C. Maier, l-tt tttt,s<:ittt dellu t'ttlegoria di politiL'tt litica a Nicómaco.
82 H. Arendt, The Human Condition,
in Grecia, Bolonia, Il Mulino, 1990. cit., pág.206 ftrad. esp.: op. cit.J .

166 t67
rnejor dicho, el Aristóteles «griego>> contrapuesto al Aristóteles Por tanto, la conclusión a la que llega en estas páginas de
platónico, es para Arendt el que testimonia e indica direcciones I tt vido del espíritttes que la proairesis aristotélica, aunque in-
que divergen del trayecto metafisico. Representa la excepcio- Irrrcluzca un elemcnto de indeterminación en el «detenninis-
nalidad de una reflexión, metafisica, cierto, pero por la cual rrro>> cle las fuerzas que guían el actuar humano, no es un fun-
desbaratar ternporalidad y contingencia no es el único y ni si- r Lrrnento lo bastante sólido sobre el que edificar una teoría de la

quiera el primer objetivoEr. ';rt'ción y de la liberlad. Nótese de paso que las consideraciones
Una ulterior conflrmación de la <<excentricidad» de la pos- .lrbrc la insuflciencia, a los fines de una política «auténtico>, dc
tura filosófica del Estagirita le vienc dada a Arendt por el trato lrrs nociones aristotélicas de proaü'esls'y de otras conectadas con
aristotélico de la prouires¡s. Un neologismo con el cual éste pa- ,'llas evidencian la distancia de la autora ante los proyectos «re-
recc anticipar lo que será, a partir dcl cristianisrno, la facultad lrlbilitativos» y «propositivos» que situan cn cl corazón deltra-
considerada por excelencia el órgano de la libertacl: es deciq la l;rrrricnto aristotélico de la phroncst,s y de la prouircsr,s.' la pro-
voluntad. «Ningún otro fllósofb llega dc forma tan cercana a ¡ria lbrma de una racionalid¿rd práctica, alternativa tanto para la
reconocer en la lengua y en el pensamiento griegos la cxtrañ¿t rrrcionalidad teórica cle Ios antiguos corrro para la racionalidad
laguna» de la voluntadsl. se lee cn La vida del espíriÍLt. La ac- rnslr-urnental dc los modernosss.
ción, por cuanto no estir dirigida a dejar detrás clc sí ningirn er.
gon, tenclría ncccsidacl sin ernbargo, de <<un dcliberaclo proyec- 3. Más qLle para resaltar las dif-crcncias con una corriente
tar» que Aristóteles llarna justarnente proairesis: la clección. ,lel debate filosófico-político conternporáneo, cl comentario a
entendida en el sentido de prefbrencia cntrc alternativas*5. L¿t ('\los p¿rsos aristotélicos nos sirvc ahora para introducir la otra
pt'ouiresis se configura corno una fircultad intennedia cntre /o- ( iu'l de la lectura arencltiana de Aristóteles. Según la autora es
go,\ y deseo. entrc r¿rzón ¡, ptrsiones. Su función consiste en cl ,'l rnismo Aristrlteles el que ticnc- dos caras: una justarnente di-
mediar la una con las otras. E,sta parecc dc csta manera abrir ult rrsirla a los «principios griegos», prefilosóficos; la otra que
espacio, almque exiguo, sin cl cual la rnente estaría somctida it rrrira en la clirccción abierta por Platón.
dos fuerzas opuestas, pero igualmente coercitivas: la fuerza clc Las distinciones entrcpí¡iesi,s y praxis, entrc ,sophia y phro-
la verdad autoevidente qr-re nos deja librcs de asentir o disentir //('\'i.r, entre nou.; pruktikos y nous thcr¡retihoss'), entre verdad y
y la lirerza de las pasioncs que nos trastornansr'. Aunquc. conti-
núa Hannah Arendt. «el espacio dcjaclo a la libertad es bastan-
te reducido. Sólo deliberarnos sobre los medios para un fln clcs- " Mc rcfiem. ¿lun con las dcbidas clit-erencias, a las propuestas teóricas
contado ya, que no podemos elegin>E7. ,1, r ru'ios aulores, vie.jos y ltucvos, clc la Rchohililit,r'uttg, ya sca alemancs ya
,,r rurulosa.joncs. Mlts clue a Gadanrer, qlrc aun pcrsiguiendo cl intento cle
, \lrircr clcla phntncs¿s aristotélica una racionalidad altcrn¿rtiva, llega sin cur-
l, ur',o a conclusioncs cn alsuncls aspeclos parcciclas a las arencltianas, pien-
st Arendt escribe: «Aristóteles es el último para cl cual la libertad r¡rrc ,, ¡rrrr c'jctrplt). cn su alumno R. tlubncr, l:it»tt,, l-ittguuggio, Ragíottc, f)o-
fonna un uno con la contingencia no es toclavía un problema.>> H. Arentlt. l,,rrlr. Il Mulino, l9[J5. l)ara una rccicnlc y clocurnentad¿l rccoltslruccitln dcl
Kurl illurr und the Trudilion, long drall, cit., pág. 14. ,1, lrrrlcclcl siglorrsobrcAristilteles,véase U.Ucrti.,4ristt¡felt,nt,l lVt».'t,t't,n-
sr Vóasc H. Arendt, T'he Li/i, of the Mind, vol. ll, cit., pág. 57. Para li¡ ,,, lionla-Bari, I-aterza, 1992.Apcsarclcc¡resehayacscritolluchísintocn
noción de prouiresis véansc cspccialmcnte págs. 55-63. [Trad. esp.. op. t'it I .t,rs [rltinros años sttbrc ltt¡throtte,si.s, de enlrc los rtrc-jores traba.jos quc exis-
15 Ibídem, vol. lt, pág. ó0. Para este tratarlicnto de la r n ..;trlrre lal argumcnto, sc ntantiene sienrprc cl clc I] Aubenquc, l-o l,rutlt'n-
¡»ottires¿-s Arclrrh
se rel'iere a Aristótelcs, Etic'tt u lYicrimttco, I 1 39a 3 1-33, I I 39b 4-5.
s6 H. Arcndt, The Lile oJ the A,Iind, cit., vol. ll, pág. 62.
' ,ltt': .lri,tlotc, París. 1963.
l
['liad. esp.: op. t'ir '" Sobre Ia dil'crcncia cntre el nous pnrhtil«ts y nou,\ fheort,til¡o.s véase
Nl lltídem. !r \rcncll" Thc Lilt o/ the llind, cit., vol. II, pág. 5tt. [Trad. csp.: t4t. t'it.f
168 169
significado, son en cierta manera <<excepcionales» y sin consc- tl:r <<sobre esa misma autoevidencia poclerosa que nos obliga a
cuencias de largo período. No solamente porque serán arrolla- ;rrlrnitir la identidad de un ob.ieto cuando se le tiene delante de
das por una tr¿rdición que da la espalda a las intuiciones aristo- l,rs ojos>>er. La filosotla primera se ocupa pues exclusivamcnte
télicas sino también y sobre todo porqr,re vienen acompañadas, rlc cstos principios universales y eternos, cuya verdacl se desve-
cn el interior de esa misma filosofia que las custodia, por un¿ts lrr solamente a la vista del bios theoreÍil¡os, en la soledad de la
lnayores <<concesiones>> a la «ciencia terrible». \'ontemplación.
Aristótelcs, éste es cl veredicto arendtiano. falla en su irr- Arendt hace notar cómo ya en el Protreptiftos Aristóteles
tento de contrastar la fllosotla platónica: éste, aún rechazanclo ;rnotase entre las ventajas de la «vid¿r f ilosófica» su condición
la doctrina de las ideas, sigue a Platón no tanto y no únicamen- tlc absoluta independcncia: la vida quc teoriza, efbctivamente,
te en cl distinguir como é1, entre un modo de vida teorético y urr il() sc ocupa solalncnte dc universales que. para cmpczar. exis-
modo de vida dirigido a los asuntos humanos, sino en cuanto ir lcn en un ((no lugan>, transccncliendo tocla detcrminación sensi-
aceptar el orden jerirrquico constituido entrc los lnodos cL: lrlc y concrcta')a. ClontinÍra luego subrayando que también para
vidae0. Las prernisas que legitiman la prioridad de la tcoría so- ,'l lrstagirita la actividad clel pensamiento consicnte en suspen-
brc la ¡truxí,r', dc la f ilosofia <<prilnera>>,.justamentc, sobre la quc tlcr la temporalidacl en un «prescnte que dura». No es una c¿l-
ref'lexiona sobre las cosas del hombre, son quizás más aprc- :;rralidad qne l'rable dc esto precisamcnte en el décirno libro cle
miantes y sistcrnáticas quc las elaboradas por Platón. Thmbión lt lltic:a a Nit:ómac'o, dedicado como se sabe al placer, cn don-
el Estagirita «pensaba por su parte que cra absurdo considerar' ,le se recuerda que: «Es posible experimentar placer en ausen-
¿r la filosofia política como una dc las actividadcs supremas», , iu clc tiernpo: el acto del placer ef-cctivamente es algo que está
porque «las cosas clel hombre no eran vercladeralnente lo mejor' ,lcl todo en el instante presentc>)')5. La actividad que verdadera-
que existía en el univcrso)»')1. Casi otorqando rrna sistematiz:r- nrcnte puede llevar al placer y a una «vida feliz» es pues la con-
ción teóric¿r al fundarrental presupuesto de la doctrina de las tcrnplación: el irnico modo de vivir realmente libre porque es el
idcas, dividc la realiclad <<cntre las cosas que no pueden ser rlc unico rnodo dc vivir absolutamente indcpendiente, lo que cons-
manera difbrente dc como son y que son para siempre» y «las trluye un fin en sí: independientc incluso deltiempo.
cosas que pueden scr de otra nlanera». Tán sólo con rcspecto ir
las primeras sc puecle hablar de verclad, una verdad fllosóficir
"' H. Arenclt, The Lili o/'the Mintl, cit., págs. ll9-120. [Trad. esp.: tt¡t. t'it.J
que «obliga a los hornbres con la fuerza clc la necesidad», a ll 'ü Cl\. ¡bídetn, pág.200. La autora obscrva: «Aquí en cl PruÍrepÍi-
manera de la aletheia platónicae2. Si la filosofia cs la ciencia clc /,,,,, el l¡ios thet¡refik.ts es cclebraclo porque no necesita por su práctica ni
los inicios y de los principios, de las arc:hui el terna dominan- ,1,' rrrstrurnentos ni de lugarcs especiirlcs; en cutrlqtlier lugirr cle la ticrra en
,l()n(lc uno sc cledique a pensar, en dondccluiera quc se encusntre estará
te de la metafisica aristotólica quc se presentan a la mente cll ( n coutacto con la verdacl colno si ésta cstuviese presente [...]. La caus¿r de
una intuición autocvidente, sigue sienclo talnbién pzrra Aristótc- ( .tir gozosa indcpenclencia consistc en el hccho de quc la lllosofi¿r (el cono-
les fundarnental la rnisrna concepción de la verdad qr"re la clc t(t Kolo logot) no se ocupa de particulares, dc cosas dadas ¿r los sentidos,
Platón: la verdad pensada cn térrninos visuales. cs decir, funcla- ,rrro cle universales (Kath'halou), de cosas que no pueden ser localizadas.»
"¡ Aristótelcs. Efit:a a Nicómuco, 117a, l3-30, en donde se lec: «Noso-
tr()s pensamos que cl placer está estrechaurente unido a Ia fclicidad, pero la
e(r
Véase H. Arendt, Karl Mam and the Traditir¡n, cit., págs. 15 y rrr:is placentera de las actividacles confbrme a la virtud cs, estamos todos de
ss.
')r H. Arendt, Phibsophy and Pctlitics. What is Political |rhik¡sophy'/, ,r, ucrclo. aquclla confortne a la sabiduría; cn cualquicr caso se admite que la

cit., pág. 024420. lrkrsofia tienc cn si misma placercs maravillosos por su pureza y cstabilidad
e2 H. Arendt, The Li/e rf
the Mind, cit., págs. 120-121. [Trad. esp.: (r/,. \ r's natural que la vida de los que se dedican a cl1a transcurra de modo más
-l0.
cit.J Arendt se refiere a Aristóteles, Metat'ísic:a,984b ¡,lrecntero quc la vicla dc los quc no la buscan.»

170 t7l
r
En fin, cuanto más segura tenga Aristóteles la dignidad t'rgone1 . Además, como yahabía hecho Platón, recurre a ana-
ontológica de las cosas «que pueden ser de manera diferente Iogías entre la política y el arte médico u otras actividades
de cómo son)>, con el reconocimiento que de tal dignidad con-
¡rara las cuales se requieren competencias específicas que in-
vive, más articula y sistematiza el orden dicotómico inaugu- Iroducen una simetría y una disparidad en el interior de la re-
rado por Platón: por una parte, realidades universales y eter-
l¿rción.
nas, por las que solamente es posible hablar de verdad por ' En cierto sentido. Aristóteles no condena de manera sufi-
otra, realidades singulares y transitorias, por las cuales no se
t'icntemente radical el espíritu utilitario, ((para los griegos, una
puede ir más allá de 1o «verosímil». Y si bien Aristóteles re-
cspecie de filisteísmo que induce a pensar todas las cosas en
chaza la traducción lineal del orden de la theot.ia en el reino
lórminos de fines y de medics))es, para otro, extiende el despre-
de las acciones humanas, dejando a estas últimas un espacio
cio filosófico en su estudio dela póiesis y ala techne y también
autónomo de realidad y de pensabilidad, cs cierto que la supe-
r la praxis.
rioridad de la contemplación sobre la acción, de la filosofia
Pero más que la destrucción de la frontera entre acción y
sobre la política, que en última instancia está sancionada tam-
lirbricación, en Aristóteles ernpieza a hacerse significativa la
bién por la reflexión aristotélica, no puede quedar sin conse-
cuencias sobre la misma concepción del político. He aquí el
motivo, parece sugerir Hannah Arendt, de las arnbigüedades
')r Sobre este pur.rto son extremamentc incisivas las páginas dcl ensayo
y de las contradicciones que se encuentran en el interior de la
rrróclitoPiilr¡sopht and Politic,s. The Pru»blem of'Ac'fion, cit., págs. 13-15, en
filosofi a práctica aristotélica. ,lt»rde refiriéndose claramente a la Etic'u tt Nir:titttoco. 1168a 13. la autora
Entre las primeras, el hecho de que Aristóteles deje más de lx)nc cn duda quc pucdan tener relevancia como modclos de auténtica acción
Ltnayez escapar que la «condición de las cuestiones públicas y l,rs c-jcmplos aducidos por Aristóteles, como los dcl bcncfactor. Es interesan-
el gobierno de los cu€rpos políticos deban desarrollarse. según t( r'eproducir lo que Arendt escribc cn la página 13: «Se podría decir que
t,rrla la filosofia política de Aristóteles gire alredcdor dcl problerna dela pru-
la modalidad de la fabricación>»')(,. Hay pasajes de la Ética u
,rs, de la acción, y que tenga como principal preocupación la de evitar una l

Nicómaco en donde al poner ejernplos que quieren ser de ac- rrrlcrpretación de la acción alaluz de la lábricación. En contra de Platón,
ción, Aristóteles se refiere en realidad a actividades de carác- , slc lra intentado re-establecer Ia dignidad del bios politikos y la grandcza del
ter poiético y técnico y a actividades en las que el fin no estir lr,rmbre político. Pero.quc Aristótcles haya fallado en ests cmpeño aparece
implícito en su propio desarrollo, pero se materializa en un ,le rnoclo claro en la Etica a Nicómctc'rl, en donde discute dos ejemplos im-
t)ort¿utes de hombrcs dc acción, [...] el benefactor y el legislador. En el pri-
nrcr caso, plantea la cuestión del por qué el benefactor ama a aquellos que ha
e6 ,rvuclado más de lo que éstos le amen a é1. Responde afirmando que cl bene-
H. A¡endt, The Human Condition, cit., pág.230 [trad. esp.: op. cit.J; l:rctcrr ha cumplido una obra, uL ergon [...]. Aristóteles concluye que es mu-
«Ocurre dc hecho que Platón y, en menor grado, Aristóteles, que no consi-
, lur rnejor hacer algo que disfrutar de algo y que cada uno ama su propia
deraban a los artesanos ni siquiera merecedores de la plena ciudadanía, fuc-
,,lrr¿t /ft¡s ou,n w,ork), que con sus mismas manos ha hecho existir. Recuerda
ron los primeros en proponer que el manejo de las cuestiones públicas y cl ,r sus lectores que esto es todavía más cierlo para los poetas que aman sus
gobierno de los cuerpos políticos tuviesen que desarrollarse según la moda-
¡,r opios poemas al menos tanto como una madre ama a sus propios hijos. De
lidad de la fabricación. La contradicción evidente en estas concepciones in- ,slc modo demuestra, por encima de cualquier duda, en qué mecida la
dica claramente la profundidad de las auténticas dificultades inherentes a la ',rhra" de la acción es considerada dc maneraparecida a la "obra" de arte,
facultad humana de actuar, y la I'uerza de la tentación de eliminar los riesgos
t, t ltne o a la fabricación, póiesis. Sin embargo cs bastante fácil reconocer
y los peligros que ésta conlleva, introduciendo en el tejido de las relacioncs
humanas categorías mucho más fiables y sólidas que se refieren a las activi-
| | c¡-re la acción puede configurarsc como producto, como ergon, sólo a
, ondicióD de que su auténtico significado, es deciq su intangibilidad y su ab-
dades con las que afiontamos la naturaleza y construimos el mundo del arti-
,, rlrrta fragilidad, se destruyan.»
flcio humano.»
"r lbídem, pág. 15.
172
t73
desaparición de la distinción entre oikos y polis. Son bastantc rrquellos que son gobernados>>r02 no deriva sin etnbargo ni en
frecuentes, afirma la autora, las referencias al carácter de <<no- lcgitimar propiamente una razón tiránica y dictatorial, ni en la
ccsidad» inherente a la vida pública. En sustancia, sobre los presunta cotnpetencia de un «filósofb rcy,) que exige ¡rara sí
asuntos hunanos y sobre su libertad de constitución pesaría la nrismo el control de los quehaceres humanos. No sc justifica.
sombra de las neccsidades tnateriales que obligan a los hotn- l)Lles, argumentando una supucsta superioridad del experto so-
bres a vivir juntos')e. Enfatizando tal aspecto, Alendt llega a for- lrre el profano. Aristóteles ha sido más bien «cl primero en te-
mular un juicio sorprendente, por el que la teoría política clc llrirse a la naturalezal...l que establecc la difbrencia entre el
Aristóteles puede ser deflnida colno «la primera teoría sistemlt- rnás joven y el más anci¿rno, destinando al uno a ser goberna-
tica de los intereses rnateriales que dominan cl ambiente políti- tlo. al otro a gobernar>>r(rr. Clomo si Aristóteles hubiese olvida-
co». En fin, cn la filosofia aristotólica albergaría tarnbién una ,lo la propia dcfinición de ¡tolis: <<La polis es una comuniclad
«aceptación resignacla clel hecho qr.re la política es necesariu rlc iguales con el fln de llcvar una vida que es potencialr-nente
para la vida, corno lo sería la concesión de las necesidades par¿r ll rnc-jor»r04, y con ésta la clif-crcncia raclical, afirmacla por é1,
el cuerpo». Aristóteles introduciría asi numerosos aspectos clc t'ntre pluralic'lacl lenguaje y libertad por una parte y dorninio y
aquella conccpción rnaterialista «por la que toda acción está en ¡rccesidacl por otra. Pcro tarnbién como si Arendt, interprete de
el fondo motivacla por necesiclacles materialcs», que «ha siclo lrr afirrnación aristotélica («la polis nacc por amor de la vid¿r,
una constante cle nur-stro pensarniento político», y que «ha en- l)cro permanece en existcncia por amor del vivir bien»). diese
contrado en Matx uno clc sus mits eminentes exponentes>>100. rrn exclusivo realce a la prirnera proposición. olviclando la se-
Una vez quc los elementos de la cxperiencia «pre-políti- lrrrncla.
ca>>, la cxperiencia vivida por ejernplo en la relación entre cl Pcro cntonces se podría argur-ncntar que la cuestión funda-
amo v los esclavos. sc introducen en la esf-era política. el pro- la ref.lerirln politica art-ndtiana ya estir tocla aquí: en-
,rr,'!.rt¿rl clc I

blerna politico sc traduce inrnediatarncnte, como ya en Platórr, trc Aristótclcs y el propio Aristótclcs. Hn la contraposición
en el problerna de dominio dc algunos sobre otrosr0r. En el pen- ('ntrc una rnodalidad clc concebir la ¡truxis que la cosiflca ha-
samiento aristotélico, la afirrnación según la cual «toda comu- , ióndola o <(nccesaria» o jerárquicamentc «bicn ordenacla»
nidad política estir cornpuesta por aquellos que gobiernan y por' \ Lnr¿r rnodalidacl que la cotnprcndc iut'tu ¡trrt¡tiu ¡»'int'i¡tiu:
,,tlcjando ser)), cn cl cor-npartir, la contingencia y la pluralidad
¡rropias deltiernpo finito de los habit¿rntcs delapolis. Antes cle
')') Vé¿rse sobre todcl tl. Arenclt, Kurl Marx anel the Tiadition,long drali, 'rcsuir una vía que bifurcándose llega hasta nosotros, los dos
cit.. págs. 34 y ss. ,,¡raradigmas» cle lo político, si así se pucdcn llarn¿rr, están am-
irrir-1¡¿',s-1-" citas est¿in tomaclas de ilident,págs. 34-35. Si bien con tonoJ
lxrs presehtes en Aristótclcs. cl uno cerca del otro. Arendt en
rnás clifusos, Arcndt alionta el problema dcl «lnaterialismo aristotólico» t¿rn/-
rrn artículo inéclito ha escrito: «Poco después de Aristóteles el
bión en The iltmtun (lmdition, cit., pág. ltl3, núm. 8 [trad. esp.: op. cit.J, d<ut-
de cscribc: «El materialismo cn la tcoría política es tan vieio como la allrmit- ¡,lrblenra delpoder, entendido colno dorninación. se convierte
ción platóruca/aristotélica de que las comunidades políticas (poleis) y no solit- r'rr cl problema político por excelencia [...]. Entonces no hay
mentc la vida lami iar o la cocxistencia de muchas familias (orfraf deben str nrrrla rnás en juego exccpto quién clornina a quién y cuántos
existencia a la necesidad material.» Y sigue argurnentanclo que «el concepl()
aristotélico de Sl,mpheron, que encontramos más tarde en la tttilitus de Cicertirr,
tiene que ser entcnclido en este contexto. Ambos se aclelantan a la que serh lir
t02
teoría del interés clesarrollada por primera vez por Bodin (como los rcyes go- H. Arendt, «What is Authority?», cit., pág. 116.
bieman a los pucblos, de la misma manera los intereses gobieman a los reyes)». 103
Ibídem,la referencia es a Aristóteles, Política, 1332b 12 y 1332b 36.
r0r H. Arendt, Karl Marx aruJ the Trudition, long draft, cit., pág. 19. t0,l
Aristóteles, Política, 1328 b 35.

174 n5
dominan a cuántos>>r05. Pero en verdad atendiendo a sus refle- los dos universales, del recuerdo de una experiencia en donde
xiones, esto ya ocurrió con el mismo Aristóteles: sus deflnicio- el actuar con los otros individualizandose singularmente y el
nes de los tipos dc gobierno están, por ejernplo, en chirriante intentar sobrevivir en la memoria sin refugiarse en 10 eterno
contraste con su misma concepción del ciudadanol0('. formaban un todo con el ser-hombre.
Esto ocurre, en el fondo, porque las intuiciones sobrc la au-
tonomía y Ia dignidad de la praxis no logran labrarse un espa-
cio suficiente en una concepción que quiere la política sujeta a
una doble autoridad. «La política aristotélica deriva en un doble
sentido: tiene su origen en el dato del hecho pre-político de la
vida biológica y su fin en la suprcma posibilidacl para el hom-
bre, la posibilidad post-política>>r07. En un extrerno, la necesi-
dad de unirse, dictada por las necesidades; por el otro, la scho-
/e. El rnodo dc vida suprerno declicado a la filosofia, a la con-
ternplaciór-r de las eternas verdades.
Despuós dc Aristóteles, con el estoicismo y el cristianismo.
esta doble subordinación se convierte tanto más cn indisoluble
cuanto que es obvi¿r. La traducción de zoon politikon por ani-
mal social, una sociabilidacl neces¿rria quc obliga dcl rnismo
rnoclo a hornbres y a anirnales, y dc zoon logon ec'hon por ani-
rnal racionall0E sanciona la clcsaparición definitiva, clentro de

r')5 H. Arcndt, Kurl l.lut'r untl the TiutliÍion, long clrali, cit., pág. 19.
to" ll¡ídcn'.
tt)] Ibítlcm, pág.2c).
tt)S lltítlem, pirgs. I I - l2: nrientos ¿r los clenrlts.>> Y en la pág.26 se lcc: «Esta funtlatncntal desvalori-
«l)cspués dc Aristrilclcs tomci fbrnra una tradi-
ción que tradujo honrbrc ¡rlítico corno holnbre social y hombrc capaz dc zrrción ile uu conrpleto ámbito de vida quc Aristótelcs accptó de l']latón y que
discurso corno ¿rnitnal racional: un ¿rnimal quc razona. []n al¡bos casos la in- lrl sesuiclo sienclo tlonrinantc ¿r lo largo de rlucstra traclición dr: pcnsarniento
tLricitin aristolólica y su correlato conccpto clc libcrtad, quc correspolrden a liil ¡rolítico rcchaz(r vicloriosanrcltlc cl lirerte atac¡trc que recibi(t clc la l-ilosolla
cxpcriencia clel polites gricgo, se perclió. l.a palabra ptiitikts ya no signifi-i r()r)ran¿r. t-a Cristiantlacl, cn cfécto, intcrprctó stt particttlar rechazo clc la po-
c¿rba un singular y cnrinente rnodo cle vicla, un modo dc ser-con, en clonde l¿'l litica en tórminos clc platonisnro y puclo asinlilarsc rnuy fiicilrrlcntc al pensa-
auténtica especif icidacl Irurnana, cn cuanto dif-erente de las car¿rctcríslicas co- rricr.rto uricgo, pcro no al rotnano, porcluc el f'ristianismo era igual clc anti-
munes tanrbión il los anirnales, podía probarse a sí lrislna. Pero significat"la ¡rolítico que la f ilosofia griega. [)cscle enttlnccs la scparaci(rn dc pensamicn-
una capaciclad onnicc»nprensiva quc los hornbrcs compartían con las espe- Itr y accirin [...] no flc puesta llunca tults en ducl¿r así colno talrpoco se vlo
cies anirnales y clue f inalnrcnte fue (rptinramente exprestrda cn cl conccpto :rucr.razacla la prioridad dcl pensanricttto sobre la acción, del percibir la
esloico clc htunaniclad: un reb¿rño gigantcsco ba.jo un irnico {rran pastor hu- I lnica Vcrclad sobrc lcncr nrirltiplcs ttpiniones. Tcrdo esto nttnca nl¿is se ctles-
rnano. I-a propia palabra /o.gos, que en el r-rso griego clhsico signil'icaba ya ti()¡ró y pasó por ¿rsí tlecirlo linealnrentc cn cl patrirnonio crisliano. Ill cristirr-
sea lralabra ya se¿l pcnsauricnto [...] se tr¿rnsfitrtl(r c¡ t'ulio, cuya caraclerísti- ¡risn.lo, aclemás, cla uu pascl hacia delanlc cn la clcsvalorización dc l¿r acci<in:
ca, a clif'crcncia dc un /o.r,r.,s cluc manticnc toclavía una refbrencia política, estii n() solarnclltc la confilnclió con la l¿rbricaciitn silltl cluc la iclentificó también
cn el hecho cle clue rcsiclc y se refiere prirnariar.nentc ¿r un inclividuo que ra- ( ()r) cl trab¿lio. Dcscle el punto cle vista tlc la vida contenlplativer, trabajo, obrzr
zon¿l cn su singulariclacl que no utiliza palabras para expresar sus pensa- r rrcci(rn ticnclen a scr unil'icaclos.»

116 t7l
V

La soberanía y la voluntad antc la política

l. Hoseus

l. la reconstrucción arendtiana cle las rclaciones entre


E,n
nretafisica y política, Hobbcs, «el más grande filósofir po1ítico
,lc la prirnérá modernidacl», señala una etapa cruci_al, La inter-
pri-
,,rctaiión c1c uannah Arcndt ponc tln espccial ctlidado, en
i,rcr lugar, en relevar los elcmentos de fucrte discontinuiclad, in-
trocluciclos por el lllósofo en la historia de la Muin Tradition.
Sin ernbargo esa lectura no se inscribe en la dirección de Hob-
lrcs-Forschung qLre, empezando por Tónnies, sitÚra en el pensa-
Iniento hobbeiiano la «revolución copernicana)) del árnbito del
se disol-
¡rcnsamiento políticor: en el De Cive y en cl Leviatán

I Ilntre las más «clásicas» lectur-¿rs hobbcsianas que scñalan cn el f ilósofb


) rrrqlós un principio clc giro lunclamental de la tradición política y la disolución
,1.:las catégoríai aristotólicas, véanse al rnenos: F. Tiinrues, Ilobbes, Lel'¡en urul
/,y'rrr, Stuitgarl, ltt96 [trad. esp.'. Thomtrs ilol.¡bes. Vidu tt dot'trina, Madricl
,\lianza, tOSSI y aclcmás, irl., <<Hobbes und das Zoon Politikon;>, Zeifschri/i
Itir Viilkerrechi,Xll,t')ZZ,págs.47I-488;'Ih. A. Spragens, l'he Politir:s tf Mo-
tit¡n. The Wtrlcl o/'Thornas Llobhes, Lexington, Kentucky, 1973; los ensayos
tlc Schmitt, recogidos en C. Schmitt, Sc:rilti su Thomas Hobbes, a cargo cle
t' Galli, Milán, Óiuflr¿, 1986. Más ambigua es la posición de L' Strauss, «I-a
I i losofia politica di Hobbes», en íd., Che co.s
'i ltt filosttfia politic'a'/ , Urbino,
Argalia, iOlZ, pagt. 117-350. H,n muchos aspcctos son, sin embargo, c.nti-
rrrrlst¿ls las tcsis, igualmcnte «clásicas», de M. Oakcshott y de J. W. N. Watkins.

179
vcrí¿r cl axioma del zor¡n politikon aristotélico que había cons- ,lc lraber clescubierto los fi¿rcasos del ih-uninismo burguési,
tituido el ejc de una tradición mantenida viva. aun difbrencián- \r'cndt confiere un gran significado a la irreverencia teórica
dose en su propio interior, hasta Althusius. En otras palabras, ,lcl filósofo inglés. No sólo aprecia sur lucidez en poner al des-
Arencft_no puede subscribir la propuesta hcrrncnéutica que vc t rrbicrto los «firndarnentos de la política de la nueva clase as-
en la fllo.sofia politica cle }{obbes un «cambio cle paracligrna»r. ( ('nclente)), sino en general, clogia rnás la claridad con la que
Porque si e, el análisis de la política clel Let,iutúi la aró.u n,, 'lrlcc evidentes los diseños clel «proyecto lllosófico-politico»
sc c¿lnsa de enfatizar cl gran alcance innovador dc las concep- ,lc la rnoclernidacl: la coincidencia del Estaclo y política, la anu-
tualizaciones hobbesianus, sin ernbaryo, no pueclc otorgarles cl Lrción dc la pluralidad en el orclen del Uno, la suspensión de la
papel de una <<revolución paracligrnática». A su te rnporalidad en instituciones que se pretendcn ctcrnas.
.juicio. «thc
great tradition of political philosophy ancr poritical ihought» no El intcrós por Hobbes se rcrnonta a los tiernpos de L¿¡s ¿.¡r'i-
coincicle para nerda con cl aristotclisrnu, piro r,.uelvc, ," t'.('nes del toÍaliturisnto, en cuyas páginas el autor del Letiutítn
"órrro dc
ha visto, a Platón. Si, en estc senticlo, sc luviese quc hablar .''st¿'l deflnido como «el írnico gran lilósofo ¿rl cual la burguesía
paradigrna. éste se iclentificaría con la reclucción ác la pruxis ir yrrrccla apelar con pleno dcrccho, aun si durante tnucho tiempo no
la p(tic,si,t, quc encLlentra su origcn teórico en los clihlogos pla_ lr:r reconociclo sns principios». Sn concepción aclquisitiva del in-
tó.ic.s, propucsta cle nuevo en rnuchos .spectos po. ñirtbt"- ,lrvicluo es presentacl¿r como «un retrato citsi cornplcto, no dcl
les y lucgo totahnente tc,ratizada por cl rnísrno t lbbbes. No es lrornbre, en cuanto tal, sino clel hornbre burguós, un anirlisis que
que Arendt subestirne el aloance de las revucltas protlucidas trcscientos años no ha perdido actualiclacl ni ha sido supera-
por la filosofi¿r política rnodcrna, pcro en su opinióir éstas han ''n
,lo». Su teorización de <<una ¿icutnulación sin fin clc podcr» por
ocurrido cn el intcrior de las directriccs trazacr¿is. por así decir- ¡rrrrtc dclE,staclo está puestzt cn relación oon l¿r acumr-rlación in-
lo, por el «paradigrna originario>>: una rl¿rnera cle porsar la pm- ( ('s¿lntc cle propiedad por parte de los inclividuos privadosa.
-rsJ' que produce un clcsconocimicnto, sicrnprc mirs raclical, áe lo Arendt continuará haciendo reli:rcncia al filósofb inglés
político. con tal pcrsistcncia paradigmhtic¿icorno fbndo, Ifobbes r'onro ol «teórico dc la sociedacl burguesa)), pero a estc elemen-
cs de_ cualquier lbrma un pcnsador crucial que, erl un ciertcr lo i111s¡p..1ativo se añadirán otros, rnenos atentos a la contex-
sentido. hacc cle bisagra entre Platón y Marx Con [Iobbes, y tulliclad histórica y rnás interesados cn captar la peculiariclacl
rncnos emblemáticalncntL- tarnbién cón Spinoza y Lockc, sc ,le I ¡rensarniento hobbesiano clesde el punto dc vista dc la histo-
¿rsistc finalmente a una rcaflnnación de rl cligniclád de la vitu
uc'Íivu con.respecto a la vitu c:oniemplutivu. Un giro total que
«prepara)) la completa y pcligrosa celebración de-la praxi,t que ' Cli. M. Horkhcimcr y T. W. Adorno. Lu diulét:ti<:u de la llusttut'ión
culminará sólo con Marx. r l')-17), Madricl, Trotta, 19c)4; la analogía cstá también scñal¿rda por C. Galli,
\itrruss, Voegelin, Arcnclt lctlori di -fhornas I lobbes», en C. Galli, Modernt-
ttt ('oteg(»'ie e pnlili crifit'i, cit.,págs.225-252.
2. Análogamente a los fllósofos originarios cle Frankfurt, 1 Cft. I l. Arendt, The Origins of'TLttulituriun isnr, cit., pág. l4l
ftracl. esp.:
que atribuian al «hosco escritor de la burguesía>> el gran rnérito l,t: ttt'igenes dt,l totulituristtlo. op. r'il./. Poco antes A¡endt había afirrnaclo:
I krbbes es en vcrdad el úrnico gran filósofo a quicn la burgucsía pucda apc-
l,rr con pleno derecho, aurcluc dur¿rnte mucho tien-rpo no haya reconocido sus
r Recurriendo a una noción propuesta por Manriecl Riedel, se poclría 1,r nrcipios>>, pág. 139. Hemos notaclo que, en estas páginas, Arcnclt nos pro-
quizá mantcner que Arendt ve cn la filosofia política hobbesian¿r una «evo- l,()nc ulla intcrpretación bastante parecida a la quc años después será clabo-
lución de paradigma». cfi. í(t.. «cambiamentó di paracligma nella filosofia r,rtLr por MacPhcrson y que retrata a Hobbes couro cl arquctipo del individua-
politica?, Hobbes c Aristotcle», cn M. Ricclel, Meta/ii:c:a e Meta¡xtlifit:u lr.nro posesivo. Cfr. C. B. Mitcpherson, T'he l\¡lititttl Theor.v of ['ctssessive In-
(1975), Bolonia, Il Mulino, 1990, págs. 203-221. , I t t' i t I u d I i,sm, Oxfbrd C larendon Press, I 962.

180 181
ria de la filosofia política. En efecto, el tema central de los es- cado las apariencias>>. con cl fln dc confirmar las hipótesis
¿r
furdios posteriores a su libro sobre el totalitarismo será el relie- rrvanzadas por el sujeto. se reflejaría el shock provocado por el
ve dado al enraizar el De Cive y el Leviatán enla filosofia an- rlescubrimicnto clc la esfbricidad de la tierra. Los sentidos,
terior a Descartes. Sobre la concepción fllosófico-política dc cf-ectivamente, habían percibido exactatnente lo contrario has-
Hobbes repercutirían las consecuencias de la rer,uelta episte- ta aquel molnento6. La convicción de una fisura entrc la «au-
mológica y teórica rnarcada por el descubrimiento del cogito. tóntica realid¿rd» y las «meras apariencias)), un tiempo confina-
Dándole un tratamiento típicamente heideggeriano, Arendt tla en la filosofia pura, irrutnpió así en las ciencias, gcnerando
destaca enel Disr:ursr¡ del método el desplazamiento definiti-
¡rroblemas de imposible resolución que recayeron en el catnpo
vo a partir de una concepción de la verdad como manifbstacióll rle la propia filosofia. La ciencia, después de Galileo. se rnostró
de un orden objetivo, quc sc desvela a la mente del hombre,
¡rrofundatncnte recelosa con respecto a los sentidos. un escep-
hacia una concepción de la verdad como aerfeza del cnte perci- ticisrno que irnprimió a la fllosofla una clirección «solipsítica».
bido, utra aerteza propia del sujeto y subjetivamentc fundada5. ( 'on Descartes, cl solipsisrno. «la falacia más tcnaz y quizá rnás
Pero también en este caso, Arendt recurre a explicaciones que pcrniciosa cle la filosofia», alcanzó «el rango rnás elevado de la
no se pueclen reducir a las quc apelan a una presunta «epocali- ..:ohercncia teórica y exister,cial»7. El filósofb, obscsionado por
dad del Ser». Explica el «paso cle la ontología a la gnoseología» ll duda hacia la realidad dada. «se refugió ell csa lnism¿r sole-
que Descartes dccreta recurrienclo ¿r una constelación de he- rlacl dcl petrsamiento en clonde ya Platón y Pannénides se ha-
chos concrctos y contingentes. La vuclta al sub.jetivismo que lrían retirado>>E. f'ln Descartes sc hace itnperiosa la exigencia de
inaugura la rnodernidad cstá contextualizatla en las páginas de encontrar algo cuya realidacl esté rnits allá de cualquier duda
La c:ondit:iltn humunu, clentro cle un cuadro de acontecirnientos posible, rnás allá de las ilusiones de la percepción sensorial y
concretos, talcs como la Reforrna protestantc, cl nacirniento del ,,r:is allá <le los hipotéticos enqaños c'lc un Dieu trom¡teut'. La
capitalisrno y la invención del tclescopio. Sin detenernos ahora .olución está clara: las dudas sobrc la realidad del mundo exter-
sobre la narración arendtiana del nacimicnto de lo moderno no. cle Dios y del yo, son superaclas supeditando a los análisis
cómo se sitúa con respecto al pasado y cuáles son los esce- rrrclicales el misrno proccso clubit¿rtivo: declucienclo clel proceso
narios qLle preanuncia para el futuro baste decir que, en un
primer nivel del análisis, estos acontecimientos concretos se
consideran en cuanto su acción ha provocado un profundo ba-
" H. Arendt, 7'he ltumun Ümditit»t, cit., págs. 213-289 [trad. esp.: r.y.r.
che entre el individuo y cl mundo. En cuanto a la filosofia, el
' rr I . F.n esta rcconsffucciúr clc las vicisitudes clc la ciencia y de la filosofia rno-
nacimiento de la ciencia experimental ha sido decisivo para la, , ['r'nas se notAn, a mcnudo, ecos de las interpretaciones dadas por A. Koyré, /)c/
progresiva «alienación del mundo>>. En ese nuevo concepto de] ,tnttttlo cerrudo ol univer.so inlinilo (1957), Madricl, Siglo XXI' 1989.
verdad, tendenciosamente «autorreferencial» y autofundado/ I tl. Arcndt, The Li/e ol the llitul, cit., pág.46. ['t'racl. csp.: ¿4). r'ir./ So-
según el cual lo «verdadero)) es algo que <<tiene que ser aÍran- l,rc la rcpcrcusión cle la nueva cicncia sobre la filosolia véasc t¿rlnbién Ifie
I ltttttun (ondition, cit., págs. 252 y ss. flrad. csp.: tt¡t. t:if.J
s tl. Arcndt. Tht' Lil.e o/the Mhd, cit., pág.47 [trad. csp.: (4r. cit.l e íd.,
i Véase H. Arenclt, The Humon Conditir»t, cit., págs.257 y ss. [trad. esp.: t'triltt,sophv urul Politit's. l(hut is k¡litit:ul Philox4tfu,?, cit., pág. 024411 .

op. c'it./ y también en The Li,fe ofthe tulind, cit., págs. 53 y ss. ['l'rad. esp.: ry. '' Arendt denruestra rnás de una af inidacl con la lectttra de Dcscartes
cif.J Por Io que respecta a Heidegger ya se ha precisado en ltr parte precedentc ,,lrccicla por M. Merleau-Ponty en Le vi,síble ef l'invisil¡le, cit., donde se lcc:
de este trabajo que el ensayo dccisivo a este respecto es M. Heidcgger, Holz- ,,licducir ler perccpción al pensamicnto de pcrcibir [...| cquivale a un seguro
wege, cit. [h'ad. esp.: Camiru¡s del bosque, Madrid, Alian'za, 1998]. En esta lec- , ()ntm la cluda, cuyos pretnios sotr más onerosos que la pórdida con la que
tura dc Dcscaftes son también significativas las sugestiones provenientes dc lrrrhria c¡rc indentnizarnos: significa dirigirsc hacia un tipo de certcza que no
K. Jaspers, Descartes untl die Philosophie, Berlin, De Gruyter, 2." cd., 1948. ,,,,s rlcvolverá nunca "cl hay" del munclo.»

182 183
r
de pensamiento la realidad del yo. Lo que queda como única fbndo que estmcturan el proyecto de Descartes. En Hobbes,
verdad es pues la evidencia y la certeza de que, mientras pen- pero también en Spinoza, en Locke al igual que en Hume, la
samos, nos percibimos a nosotros mismosl0. teoría dejaría caer la pretensión de comprender el mundo para
Este acercamiento filosófico para la autora sanciona el defi- rlirigirse exclusivamente a las cosas que deben su existencia a
nitivo adiós de la filosofia del mundo y la renuncia de la razón a la actividad del propio sujeto: por ejemplo, la constmcción de
cualquier modalidad de funcionamento dialogado. Descartes re- ¿quel hombre artiflcial llamado Estadorr. La originalidad de la
duciría la ratio a mero razonamiento. transformándola en la habi- lectura arendtiana de Hobbes no reside tanto en el establecer
lidad de sacar conclusiones coherentes a partir de premisas dadas, tuna conexión, por lo demás señalada por varios intérpretesr2,
a la cual casi todos los ensayos fllosóficos de la primera moderni- cntre la nueva ciencia experimental, la filosofia carlesiana y la
dad hacen referencia. El filósofo, en fin, traunatizado por la revo- construcción política del Leviatá,?, como en las conclusiones a
lución copemicana, ya no se retrae, como Platón, del mundo de las que llega, partiendo de esta premisa.
las engañosas caducidades, para adentrarse en ese otro mundo en El modo en el que Hobbes traduce en términos políticos la
donde la verdad se manifiesta. Ahora huye de ambos y se retira nueva visión filosóflco-científica del mundo rompe con algu-
en sí mismo. Como consecuencia,larazón le aparece adecuada nos elementos de la tradición pero, al mismo tiempo, reafirma
sólo si se pone frente a procesos que se desarrollan dentro del y raclicaliza otros. tlobbes depone el bios theoretikos de su po-
hombre o a objetos hechos por el hombre mismo. sición de acceso privilcgiado a la verdad, revolucionando el ori-
No me interesa ahora valorar la correcta lectura de la flloso- gcn jerárquico entre vifa activa y vita contemplativa- Pareceia
fia cartesiana que reduce, un poco esquemáticarnente, el c.ogito
hacia una consecuencia extrema de la revolución científica. Lo
rl Cfr. H. Arendt, The Concept of Histor-t, cit.,pá9. 16-
que ahora irnporla es destacar que para Arendt las nuevas filo- rr Entre las interprctaciotles destaco solaurcntc J. N. \\htkins,llobbes'
sofias políticas del siglo xvrr, y sobre todo la de Hobbes, están
,\'r'.s/err¡ of'Ideas, Londres, Hutcheson, 1965; M. Oakeshott' Ilobbes on Civil
determinadas por las elecciones teóricas y por las razones de Lssocialions, Oxford, Blackwell, 1975; M. M. Goldsmith, Hobbes' Science
,tl Politics, Nueva York, Columbia University Press, 1966. Recientcmente ha
srrliclo un libro importantísimo que plantea cle forma innovadora la relación
l0 Véase sobre todo H. Arendt, The Humun tlc Hobbes y la ciencia. Se trata de S. Shapin y S. Shaller, Leviafhan and The
Condition, cit., págs. 273
y ss. [trad. esp.: op. c'ir.l y también H. Arendt, Philosophr arul Rtlitits. Thc lirPump, Princeton, Princeton University Press, 1985, véase el importante
Ptoblem o/ Action, cit., pág. 19, en donde sc afronta cl problcma desde el án- trrrbajo de Y. C. T,arkay J. Bemhardt (a cargo de), Thornas Hobbes. Philo-
gulo visual del desplazamiento del objeto al su.jeto. En lapág.20,se lee: «La s,t¡thie ¡trentiére fhéotie de la science ef politique, París, PUF, 1990. Para una
verdad consiste sólo en lo que siento o he hecho. Ya no existe la verdad como sistemática y general reconstrucción de todo el conjunto del pensamiento
lrobbesiano, desde la ciencia hasta sus consideraciones sobre el lenguaje,
I

la tradición la ha cntendido siemprc: la duda universal se f undalnenta sobre


la convicción de que la verdad no está ya dada al hombrc; que la verdad no ) ,lcsde la antropología a la política, y de las relaciones que se cru,ulll entre estos
rcvela ya el orden de un mundo objetivo. La verdad no consiste ya ni en la tlrl.:rentes aspectos del sistcma hobbesiano, es importantísimo el libro de
revelación ni en la ucleqtratio rei el intellet:l¿l^r, pucsto que la rnente y los sen- t ' /.arka, Lo clécision nútaph¡'siq¡¡¿ tle Hobbes - Conditions de la ¡nlitiqtre, Pa-
tidos ya no podrán captarla. Que la vcrdad lircse revelación es cl funda- ris. Vrin, 1987. Para una reseña de los estudios hobbesianos cfi. Fl Viola, «Hob-
mento que la ciencia y la filosofia antiguas tienen en comirn con la religión lres tra modemo e post-moderno. Cinquant'anni di studi hobbesiani», en A. Na-
occidcntal revclada. [...] La versión filosófica griega mantiene que la veidad ¡roli (a cargo de), Hobbes r.ggz, Milán, Franco Angeli, 1990, págs.39-100 y
puecle ser recibida en puridad solamcnte por un theorcl)t que conlleve un ver It Willms, «ll leviatano e ituffatori di Delo. Gli sviluppi della ricerca su
sin hacer nada. Mientras que el conocimicnto moderno lleva implícito un ha- lltrbbes dal 1979», ibídem. págs. 17-38. En el manuscrito dc las Lectut'es
cer [...]. Pero la racionalidad de la filosofia cartcsiana no debe confundirnos r'll'ctuadas en 1965 From Machiavelli tct Marx se reconoce claramente la in-
sobre el hecho de que ésta ha nacido de una fe total en la razón y que la ra- llrrcncia de la interpretación que Carl Schmitt da de Ia relación Hobbcs-Des-
cionalidad rnodenra, no Írenos que la irracionalidacl se basa sobrc tal fe.» , ru tcs. Cfr. C. Schmitt, Saggi stt Thomas Hobbes, cil.

184 185
así haber trasladado la atención sobrc ese ámbito de vida desa- Lo mismo que Descatles, también el autor del Leviatán se sir-
crcditado tanto en la antigüedad como en el cristianismo. Pero el vc de la introspección para buscar la verdad-certeza que valga
mirar el '"uelco ocurrrido con la rnodernidad y que en Hobbes trur-rbién después para los otros hombres. A este propósito, Arendt
asume un significado ernblemático refuerza rnás que atenúa el insiste sobre la irnportancia de la biografia hobbesiana' No es una
entendirniento interno de lo político. Clon esto, elcva a paradigma casualidad que éstc no haya tenido nllnca una posición pública'
universal, ya se¿l del pensarnicnto. ya sea de la acción, el rnodelo (pre se haya tnantenido a la sombra como tutor en farnilias priva-
constitutivo cle la actividad poiética. En la experiencia solitaria, tlas, y que se haya decidido a publicaq ya entrado en años, sólo
ilusoriamcnte omnipotente, de la firbricación sobrc sus presu- rlcspués de haber tomado contacto con una filosofia, corno la de
pucstos. sus lógicas. sr-rs tiempos se basan tanto la «fllosofia t ialileo y Mersenne, que atribuía la rnáxima importancia al rnodo
de la rnentc)) corno la «filosofi¿r de la polis» hobbesianas. rlc proccder lógico-matemático, para la cual la verdad o la fálse-
Al'rora, la voluntad cle verdacl-certeza de I)cscartes se tra- ,l¿rcl no clcpcnden directatnente del mundo extcrno. En fin, parut
cluoe en cl autor del l,eviuÍtir¿ en el proyecto cle fundar la políti- \rcndt es como si Hobbes hubiese pasado toda su vida delbn-
c¿l colno una cicncia rigurosa. dernostrablc a priori, mora geo- tliéndose de la realiclad, dcvorado por un miedo cxistetlcial pro-
ntétric't¡tr. Cluando Hobbcs afirrna en la Epistola cleclicatoria del lirndor(', miedo que se agravó todavía rnás fientc al espcctáculo de
De C'or¡tore.' «La fisica cs. pucs. una novedacl. Pcro la fllosofia Lrs gucrras civiles, la expcriencia histórica decisiva en la clabora-
r:ivil lo es todavía más, no siendo rnás antigua que el libro es- t'itin cle su pensamientolT. He aquí otto fllósofo que no consigue
crilo ptrr rní ruisrno. El t'ittdudun,¡,,1t^ lcslimonia srr conoci- so¡rorlar la idca de la Inuefic. La huida de lo negativo y de la tem-
tniento dc la nrptura raciical con l¿r traclición y su finnc convic-
¡xlalidad pone una vez Inás cn escena tlna gran fllosofía quc, al
ción cle que también en la ética y en la politica se puecla pcrse- r('petir el ántiguo gcsto platónico. creyó poclersc defbndcr cle la
guir cl r-r-risrro rigor característico de la seornctría. Se puedc ,,-':rlidad tracluciendo el propio orclen concepttral en la¡rrau,r. So-
conseguir lo que. contrari¿unente a una tradición que sc relnon- Lrnrente que, en el caso de Hobbes, csta espccie dc «clenegacitln
ta a Aristóteles, ha pensado sicmpre, un conocirnitnttl seguro y rrcLrrótica» está dcsnudacla y dcscompuesta en sus dinárnicas por
no sólo verosirnil o ¡rrobablc. En fin, con Hobbes, los ¿rsuntos .''l rnismo fllósofb. Grandcz¿t, pues, cle Hobbes, que etnbargado
hutnanos salen del rango clc las ((cos¿rs quc pueden ser siemprc
¡xrr la inseguridad y por el rniedo tiene sin embargo el valor dc
clistintas de 1o que soD) para adquirir la rnisrna clignidad ontoló- t onfbsar que su f ilosofia se basa sobre ellos. Tiene, además. la
gica de «aquellas cosas que no pueclen ser clc otr-a manera». Pcm Iucrza de no utilizar los ttucos dialécticos que convieften lo nega-
los critcrios para cornprcnder <<las cosas del hombre» y estable- trvt) en positivo y que transforman cl rnal en bien.
cer su orden necesario no residen ya, como en Platón, en laq
icleas trascendentes. Se encuentran en la interioridad del hombr{
mismo. «Es decisivo en su fllosofia política que el hornbre y lir r" H. Arendt, F-tttttt Mot'liutelli to l,[urr, cif., pág. 023460. Sobre la rc-
naturaleza del hornbre cstán en el centro de toclas las considera- It.vtrncia clc motivt'rs «biográf ico-cxistencialcs» en la claboración del pcllsa-
rrrcnto político dc Hobbes, vé¿rse cntre otros, cl ens¿ryo de A. Biral. «Hob-
ciones: pcro el hombre cs colllo él mismo se analiza»15. I,, s: la societá scnza governo», en G. Duso (a cargo de), ll conltutlt¡ 'tt¡t'ittlc
,r,'llrr fik»tliu polítictt tttt¡dernu, Bolonia, ll Mulino, 1987.
rr «Ya sea Hobbes ya Spirrclza cscribe Arcndt , cstán empujados h¿r-
B Vóase H. Arendt, Philosophy and Pt¡litit:s. l-he Probletn of'Action,
, r:r lu polític¿ y a cgncebir una nucv¿l l'ilosofla política de las guerras civiles
cit., pág. 20. ,lt l siglo xriil. I-o que les molestó profundamente, cn cuallto filósofbs, lire
¡1 Th. Hobbes, Tiatutb ,sobre el ('uerpo, Maclricl,
Trotta, 2000. , liipropia lrrr.rltitucl apareció en esccna, durantc estas guerras civiles, vol-
15 ¡'re
H. Arendt, F-rom Mochiavelli to Mut, cit., pág. 023460; véase tanr- r,'rrtltr inicgura la posición del filosofb.» H. Arendt, Philo,soph.t' urul Rtli-
biér íd., Ku.l Mam utd fhe Tradition,long draft, cit., pág. 17. '
tt, s. 'l-hc ['rohlem of Ar:tion, cit., pág. 20.

186 187
A pcsar de ello, las consecuencias de su acercarniento a lir l'n cstas palabras, Arendt encuentra expresado, cn una de sus
I
cornprensión de los asuntos humanos no se rcvelan menos funcs- lrl'rnulas más claras, el típico expediente del filósofb que, para
tas. Al hacer de la más privada de las pasiones, el rniedo de l¿r l)r'cservar irnperturbable la propia trunquillitas animi, desactiva
muerte, cl fundamento de la vida pública, al derivar del análisis t'l potencial de inquietud, implícito en cada nuevo inicio, invo-
de sí mismo la conclusión de que todos los hombres ticnden a l¿¡ ( urclo la iclcntidad sustancial de nccesidad y libertad. <<Pensar

autoconservación, Hobbes ha extraído definitivamcnte de la tra- l)or causas)), en una cadena que retrocede al inflnito, significa
dición la considcración de aquellos elemcntos quc para Arenclt ,'lL'ctivamente para Arendt huir ante la incerticlumbre que el fu-
t ¡nr firtalmente llcva consigor
r.
fonnan un todo con lo político. Porquc en cuanto aparece r:l r

«Hombre Universal», el típico «hombre en singular» de la filo-


sofia, el auténtico significado delapraxis, está tr¿ricionado. Par¿r 3. ilusoriedad del libre arbitrio. reducción de la razón a
, ¡ilcLrlo lógico, identidad dc los seres hunranos en sus pasiones:
Hobbcs. tan sólo ¿rsumienclo que exista uln¿r naturaleza humana
, stos son algunos de los ternas de fbndo dc la antropología hob-
universal se pueden establecer cdterios de cornportamiento qurr
1,,'siana. delincacla cn l¿r descripción dcl cstado de la naturaleza.
tengan la rnisma certcza y previsibilidad quc las leycs rnatemáti-
cas. Tán sólo gracias a una seguridacl dc tal géncro, Hobbes y ol
llt'rlalo solalnente que en el rccurrir a una situación originaria
hornbre hobbesiano pueden scntirse protegidos cle la realidadls. ¡,rc-política, Arcnclt dcstaca una de las rnás grandes novedades
Totahnentc cohercntes con aquella «inquictud existencial» rr(nrclucidas por las filosolias politicas dc la prirnera Edad Mo-
quc para Arcndt es la raíz rnás profuncla del pensarnicnto del filo- rI míl. A su juicio. sin ernbargo, la hipritesis dc una igualdad
sofb inglés son las consideraciones cle Hobbes sobre la voluntarl: r.rttrral cle toclos los individLlos lto tienc nacla que haccr con la
la ncgación clel liberum ctrl-¡itrirun,la libeltacl de quercr, la reduc- uualdacl inclispcnsable a la «verciadcr¿r» acción política: una
ción de la libcftad dc actuar hasta su ¿rusencia «de los irnpeclirnen- rualdad qltc cs garantía de o¡rortuniclacl, icléntica para cadir
un(). para la partictpacron politica y que por lo tanto, se rc¿rliza
tos extcrnos del rnovimicnto>)r'). F,n Lu vitla tlel cspíritu la autor¿r
resalh un célebre pasajc del Leviutan cn dondc se argurnenta quc ¡rrrturnente en cl rnorncnto en el que cada uno ha dejaclo a las
«liberlad y necesidad cocxisten»: las acciones de los hombrcs
, ,¡rrldas las exigencias de la naturaleza hurn¿rnal2.
'Iendrernos
escribc Hobbes «corno proccdcn cle su voluntacl, proceden clc ocasión dc volver sobre el argurnento; por ahom
rrrt' intelesa solamcntc haccr notar que, tarnbién en este aspecto,
la libertud;pero como todo acto de la voluntad de un hornbre, y
toclo deseo c inclinación proceden clc alguna callsa, y ésta de otr¿r
I l;urn¿rh Arcndt atribuye a Thomas Hobbes «el rnórito» cle habcr
callsa, cn una continua cadena cuyo primcr eslabón est¿i en las ma-
rr,licudo y abierto nucvas vías. «Antes clc Matx rscribc so-
l.rrrrcnte Ilobbes sintió la ncccsidad cle encontr¿rr una cleflnición
nos de Dios, el cual es la prirlera clc todas las causas, proceclcn crr \
,1, I lrornbrc rcfiriéndose a la aceptación de la igualdad universal
cleflnitiva tle la net'e,siclu¿l. De rnoclo quc, a quicn sea capaz de vcr./
la conexión entrc csas caus¿ls, la nec.esidad de todas las accioncs' I I l'rl ha cleflniclo este común denominaclo..o-o la igrral habili-
volunt¿rrias de los hornbrcs se le mostrará corno algo eviclcnte»rO.
, l, rr I
¡rara matan>2r. La posibilidad de matar, se lee en el Leviatún,
, ', l)ar-¿l toclos la misrna, en cuanto el «más débil tiene fucrza sufi-
, r('r)tc p¿lra n:ntar al rnás fuefte, ya rncdiante maquinaciones secle-
ls Para todo cuanto se ha clicho, véasc H. Arcnclt. l,'n¡m Muchiuvelli tt,
Murr, cit.. pág. 023464-023465. rr Cfi. H. Arendt, The Life of the Mind, cit., vol. II, págs. 23-26.lTrad.
r') 'l'h. Ilobbcs, l.et,iutcitt. cap. XXI, rxlt.: op. cit.J
Maclricl. Alianza, 19139, pág. l7l.
Por lo quc respecta al estudio de la voluntacl en Hobbes y Spinoza, vóasc 'rr H. Arendt, From Machiavelli to Mam, cit.,pág.023465.
H. Arcndt, 'l'he Li/i o.lthe Mind. cit., vol. ll, pág.23. fTrad. esp... o¡t. cit.f
)\ Ibídem, pág.023464; H. Arendt, Karl Matx and the Tradition,long
'r0 'f'h. Hobbes, Let,itttán, cit., cap. XXI, pág. 174. tlrirll, cit., pág. 17.

188 189
tas, o agrupado con otros que se ven en el rnismo peligro quc ('n sustancia, un artificio para justificar, con rigor deductivo, la
él»24. Pero, además de esta capacidad, los hombres en estado dc Lu'ga secuela de las paradojas hobbesianas: la sumisiónespon-
naturaleza comparten algunas pasiones fundamentales y un fun- t;ir*-a, la libre cesión de la propia libertad, la pérdida de todo
cionarniento idéntico de sus rnentes. Hobbes considera que talcs ¡,oder a favor de un poder soberano.
hombres, preparados a dañarse mutuamente y capaces de rnatar- El Estado «instituido por los hombres para evitar la muer-
se, pueden sin ernbargo resolver el problema de su seguridad, bus- It )> se convierte en el «Dios de este mundo>>, una potencia que
cando lapaz y dando vida al Estado. Estos seres humanos pues. rro tiene igual en la tierra. Efectivamente Hobbes transfiere al
por una parle, viven colno rnónadas, en un aislamiento perfecto. I staclo los atributos propios de la omnipotencia divina. De he-
que les da la ilusión de ornnipotencia: son envidiosos, ávidos dc r lro. cl Estado crea el orden del conflicto originario, así como
poder, adquisitivos, sin ninguna sirnpatía recíproca, prevaricado- l)ios crea el mundo de la nada; el Estado establece lo que es
res. Por otra pafte, son al mismo tiernpo frágiles, dispuestos a la ¡rrs(o e injusto, lo que está bien y lo que está mal, es el único
sumisión, obsesionados por el rniedo de la r¡uerte, capaces de vi- ,¡rrc ostenta un poder absoluto e indivisiblezT. Al mismo tiempo,
vir sólo en las autoilusiones o en las ilusiones dc los demásr5. ,'l lrstado es un producto de larazóndel hombre, «hecho ser por
Ornitiendo, quizá voluntariamente, algún pasaje lógico del discur- ¡r;rctos y contratos>>18. Esto, que a primera vista
podría parecer
so hobbesiano. Arendt indica en esta cloble connotación del indi- .lnr incongruencia Estado que tiene al mismo tiernpo los
viduo una de las grandes contradicciones del sistema de Hobbes,
-un
.¡tributos de Dios y es el producto del hornbre , se aclara, para l

por lo demás. inigualable por su solidez y cohcrcncia. Una conh-¿r- l,r ¡utora, en cuanto se tengan en mente las características del (

clicción, sin crnbargo, que desvela el secreto cle este sistema, en su lronlbre hobbesiano. Un individuo que, cerrado y defendido
l)()r'su propia irrelevancia, no retiene nada de real si no lo
momento contemporáneo. Porque tal contraste entre un «individuo que 'l

posesivo>>. sediento de pocler. arrogante y vanidoso. y un individuo ,'l nrismo ha creado. Ahora, Arendt está convencida de que Hob-
inseguro. terneroso y ncccsitado de protección indica que, lejos dc l,t's rlelinea semejante irnagen del hombre sustancialmente la
ser una visión <<rcalista» y objetiva, como Hobbes y, con é1, tantos r('l)r'csentación del homo.faber por parecida analogía con la
otros «políticos realistas» quisieran, la ankopología del autor dcl ,,,i,,gen divina de las religiones monoteístas, donde Dios es úni- ir
Leviatán está rnás bien conccbida ad hoc' para poder hacer dc- ,,, creador y señor del mundo2e. Justamente es la idea de tal
rivar con la coherencia propia de un teorema matemático la lr.rnbre, hecho a imagen y semejanza del Dios creador, la que
fundación del Estado y la institución de la obligación política2('. Es,

' Bstas argumentaciones se deducen de H. Arendt, F'ru¡nt Machiavelli to


rr Th. Hobbcs, Leviatán, cit., cap. XIII, pág. 105. l/,r'r. cit., pág.023463-023465. Como justamente C. Galli hace notar, tam-
r5 Cfr. H. Arendt, l,-ru¡m Mqchiavelli n¡ Marx, cit., pág. 023460. Lr(.n cn la interpretación arendtiana están presentes muchos aspectos {e lna
)b lbíelent, pág.023462.Yaen The Oñgins oJ-Tbtalirtui¿misnt, cit., pág. l4(l l, , lrrra «teológico-política» de Hobbcs, en sentido schmittiano. Cfr- C. Ga-
[trad. esp.: op. cí1.1, Arendt había escrito: «Se perjudicaría gravcmentc ir llr ,\/r'¿¡¿rs.s, Viegelin, Arenclt. interpreti di Hobbes, cit., págs. 251-252.
Hobbes y a su dignidad de filósolb, si se considcrasc tal irnagcn dcl hombrc
'" H. A¡endt, Ft"ont Machiavelli to Maru, cit., pá9.023465. Nótese que
como un intento dc rcalismo psicológico o cle verdad filosófica. El hecho cs \r(.il(lt llo se preocupa mínimamente en distinguir las nociones de pacto de la
que no está interesado ni en una ni en otra, se prcocupa cxclusivamente do li¡ , h (.()lltrato y usa intercambiadamente ambas. Además, a Su parecer el contra-

estructura política y dcscribe las características humanas en confonnidatl r,, or rginarió «no es un acontecimiento histónco y no es ni siquiera una hipó-
con las ncccsidadcs del Leviotun. Por amor del razonamiento y de la convic- r, .,r. .sino algo deducido, como se deduce una causa de un efecto», ibídem.
ción, presenta su esbozo como si partiese de una visión realista del hombrc, 'Sobrc la analogía entre cl homo fabet y el sumrnum ezs de la metali-
un ser nunca saciado de podeq y como si de tal visión recabase el plano tlc ,r( :r vó¿rsc sobrc todo H. Arend| The Human Conditíon, cit., pág. 139 [trad.

un cuerpo político más adaptado a semejante criatura.» , .p o¡t. r'if.l.

190 191
se proyecta, agigantada, en la descripción de la soberanía esta- l,,s ciudaclanos individuales sino el crecimicnto cle la potencia
tal. Tárnbién para el Leviatán, pues, puede valer la afirmacióll ilt' csts entidact pensada como Lln ser vivo, o más exactamente
platónica según la cual el Estado <<es el hombre escrito con lo- r orno ul1 cucrpo humanola.
tras mayúsculas>>ro. Ahora bien, esta idea del Estado como organismo que para
Analizando la relación analógica entre individuo y Estado, nrrntcncrse en vida necesita siempre un poder mayor transit¿r-
la autora sugiere un nexo interpretativo. tan sólo recientementc r r;r ¿l su.juicio por el patrimonio teórico hobbesiano. En él en-

reseñado por la historiografia filosóf ico-politica. Discute, pues, lrr)ccs se encontrarían. la una al lado de la otra. dos metáfbras
el problerna de la continuidad entrc la teoría de la Razón de Es- ¡,,r1íticas, consideradas por lo general mutuatnente excluyentes:
tado y la fllosofia política hobbesianarr. En las Lec'tut'es dcl 1965, rrrur rnetáfora cle tipo biológico y otra de tipo artiflcial. Por una
Ftom Mac:hiavelli lo Marx
el texto más rico para reconstnrir' ¡r;rrtc, el Estaclo como organismo, clrya vida es parccid¿r a la del
la lectura arendtiana de Hobbes asegura que en la concep- r ue l'po humano, por otra, el estado colrlo lnecanismo, un artifi-
ción del Leviután oonfluyen algunas intuiciones funclamentalcs , ro iclcado y construido del misrno moclo que un ob.jeto artesa-
de pensadores dc la rutio slutus. La primera dc todas, la idea sc- rrrrl. Pero del tcxto arendtiano se evidcncia qlle, tarnbién en este
pn la cual «el Estado es análogo a un organisrno vivo quc, ( irso. la contradicción es, sobre todo, aparentc, porquc en Hob-
cono todos los otros organismos vivos, tiene sus propias leycs l,r'S no cxistiría un conf'licto cntre las clos metáfbras. Rl Let,ia-
de autoconservación y de crecirniento>>'r2. Esto irnplica quc /,/// cs ya un cuerpo hurnano gigante. yil un mecanismo. Puesto
toclo Estado. por su naturaleza íntima, se dcsarrolla, se extien- r¡uc cl hombrc y su cuerpo son para Hobbes igual de artificia-
de y se refuerzarl. La tarca dcl hombre político consiste, pur It's r,luc lo es ese producto clel arte hutnano llalnado Estado. La
tanto, en cuidar de la salud del Estado: su preocupación no son utrl'icialidad del filósofb inglés sc cxpres¿r clefinitivamente
( uiur(lo Hohhes afirma que el «artc cle Dios es la naturaleza v
, l lrtc del hornbre cs la iinitación de la naturaleza»r-'. Desdc ól
¡,rrrrto de vista de Dios, el hotnbre y su cuerpo son tan artif icia-
r(r
Cfi. H. Arcnclt, Karl Mun untl the TudiÍit¡n,long clraft, cit., pág. 17. lr': como lo es el Leviatán clesde el punto de vista del hombre.
Arcndt prccisa que si, para Pl¿rtón, e[ orcJcn clcl aln.ra dcbía, de toclas formas, I :;tl tesis refuerua a Arendt en su convicción de que la imagen del
encontrar un¿l corresponclcncia cn un orden objetivo precxistcnlc, dcl cos-
rncls y tan.rbión clc la pt.,1rs, en I lobbes cs cl orclcn dc la Txrlr.s al estar construi
lr()nrbre esté pensada por Hobbes cn analogía con la irnagen
do sobre el orden dcl hombrc; l¿r rcferencia está en Platón, llcptiblk:ct, hbro ,lrviu¿r. Tanto quc induce a concluir que, para Arcndt, la «teolo-
x,34rJ,588.
rrVóase por lo rnenos el reciente trabajo clc Cl. Borrelli, Rugion di Stq-
k¡ e Leviutttnt¡. ('on,servazione e scutnbk¡ ulle origini dellu moderuitü politf- 't ll¡ídem. En tal contexto, Arendt afirma que la dicotomía schmittiana
ca, Bolonia, ll Mulino, l9c)2. Véase tambión M. Viroli, Frt¡m [Itlitit:s to Rth- rrrrrrlo/cnemigo es tambión deudora de esta concepción del llstaclct como or-
son oJ Stute, Cambridgc, Ciambridge University ['ress, 1992, tr. it., Ronrir, ,,.rrsnlo: cl E,stado creciendo y convirtióndose en potente (una nación) no
Donzclli. 1994. t',r, tle por mcnos cluc cntablar relaciones de enemistacl con otros «organis-
rr H. Arenclt, From Mat:hiavelli k¡ Mttrr, cit., pág. 023460. Es necesario rr ro1; yiyi¡g;¡.
precisar que la fucntc principal de las consideracioncs arcndtianas sobrc l¡¡ ''
Vóasc ibídem. pág.023465. Pero también H. Arendt, The ltwnan
Razón cle Estado es la obra de Ir. Mcinccke, Die ldee der Staatsriison in dtr , ,,ntliriott. cit., pág. 299 ltrad. csp.: ¿?. cir./. Arenclt insiste, como prueba dc
mt¡clerne Gesc'hichte, Múnich-Berlín. Oldenbourg, 1924. lr ¡,rosresiva disolución del nexo que unc cl hombre al mundo, entendido
r3 Arendt insistc en cl hcoho cle que la utilización de la mctáfora orgáni- , ,t, irltimo como algo quc rodea y al mismo tien.rpo trasciendc la vida dc los
ca, de la que muchos autorcs delarotio:;totus se sirven, cstti completamcrr. , r,r lrrlcs. cn cl hecho de que, en Hobbcs, naturaleza y mundo ya no estén en
tc auscntc en Maquiavelo, para el cual cl Estado no se encuentra, efbctivir- , ,,rrt'rión entre ellos. La naturaleza se convierte en el afie dc haccr y dc go-
mentc. cn un proccso dc contintro crecimiento. 1,, ¡ ¡¡¡¡¡. 95 dccir, en el arte de crcar y dc mantcner en vida.

t92 193
I

gía política» en sentido sctunittiano la cual los ,tut'uclo, en virtud de una dialéctica de obediencia y protección
pales conceptos de la doctrina moderna -según
del Estado son ,¡,,." si bien argumentada ex parte populi, resulta lo bastante ve-
tos teológicos secularizados sí sea una hipótesis ,,,sinriltnente (uerida ex parte philosophi: en virtud de una su-
ca adecuada pana la comprensión de Hobbes, sobre todo, rilrsirin que también ahora sirwiese para impedir la muerte, este
¡,,,,ler püral restituiría de todas fbrmas una vida
que el individuo, en analogía con el cual el Estado es demediada'
es una versión «secularizada» de Dios. . l)c
esta manera, la inversión de la relación entre vita activa
Como en toda lectura hobbesiana que se respete, no x t ittt contemplativa no sólo es ineficaz para rehabiTitar la praxis,
faltar, a lo largo del 1965, un análisis atento del ñ'ontispicio ,.lr() que ateja definitivamente la tradición del recuerdo de la
Leviatán: un análisis de cómo el cuerpo de este <<su ,',r'rrciá plurál y temporal de los asuntos humanos. No es una
está compuesto por «múltiples enanos))'r(', y gracias a ellos , .rsi*rlidád que Hobbes no hable ya siquiera,. como entottces
mantiene con vida. En la historia de la filosofia política no ot ru.r-ír entre los teóricos delaratio status, del hombre de E,sta-
imagen que, como ésta, haga tocar con la mano cómo cada , [,. sino que discurra solamente sobre la sede abstracta de
la so-
que se piensa lo político como orden y la política como t,r.[utía. En la soberanía hobbesiana, en donde los hombres sa-
nio se asiste a la desaparición de Muchos en el Uno: un r
( r;r(los de su potencia no la cornpaften, se pierde también la úl-
gigante que «ha engullido a los individuos en su propio vi lrrrllr refereniia al hecho concreto existencial y «mundano» de
'i
tre>>, haciéndoles así incapaces de actuar conjuntamente. l.r ¡r¡lítica. El Estado es una máquina que funciona solamente
Muchos, efectivamente, al reducirse en el Uno, o mejoq ,..i,*rpian¿o a los individuos de su particular capacidad de ac- r¡(
,

gándose al Uno, se han privado de su propio poder «con el , r,lrr i'i: la soberanía es un arlificio apto a entrometer sistemáti-
, :uncnte la incertidumbre de la contingencia y en la presunta
)f
de hacer de aquel Uno un monstmo de fuerza»r7.
,,¡rt'r'cnnidad y unidad» se quisiera suspender el tiernpo' En esa {t
Que. sin embargo. a diferencia del resto del cuerpo, los
zos sean exclusivamente dcl soberano indica para Arendt que cn ,:rrtif icial eternity of lifb», en la que consiste el Leviatán, se
Hobbes está todavía presente la difbrencia que hay cntre el «po- ,,( o,struye)> el viviryuntamente en la irnagen imnóvil delobje- jt
der de los Muchos» y «la violencia del Uno»: «La imagen dcrl r,, labricádo. Y a cambio de esta ternporalidad congelada, de Ir,
Lev,iatán revela las dos nociones diferentes y opuestas del ptr , .,:r ilusori¿ seguridad de la vida, el súbdito debería renunciar a
der: el poder de los muchos y la violencia del uno»rE. Antes quc t,r ¡Iopia dimensión pública y plural, estar dispuesto_ a_ admitir
la ecuación de la política y dominio se convierta en el indiscuti- ,¡,,.' t,r.lo deseo {e fama y de aparición en la escena del mundo
do lugar común que llega hasta Weber y Schrnitt, el conoci- rr. cs rnás que vanagloria, a reconocer que.entre t!1an9 y sobe-
rniento de un poder que por esencia peftenece a la pluraliclatl r.uro no hzry en el foñdo ninguna diferenciaa0. En fin, del «vivir
logra todavía hacer brecha en el pensamiento de aquel que ha kr-
grado esa identificación. Es preciso que «the power of thc
many» -cxperimentado por Hobbes en su versión extrema y yir ," l-lstas consideracioncs se han desarrollado en el modo más claro en
desnaturalizada durante las guerras civiles deba ser neutrali- I I \rcnclt, fiont Machiat'elli to Marx, cit., pág.023464-023466'
zado por la unidad del poder soberano. El poder plural está bkr- l" Ya en The Origüts oJ'Tbtulitarianism, H. Arendt obscrvaba: «La pro-
t,nrtlrr clesconfian.a l, HoLbes con rcspecto a todo el pensamiento político
,,r t.rtlcntal no {ebe sorprcndernos: quiere sencillamente justificar la tiranía
36 lbídem, pág.023464. r
¡rrr.. ilr,il1 habiendo impérailo muchas
veces en la historia de occidente, no ha
17 H. Arendt, From Machiavelli to Marx, cit., pág.023464. ,',,1,, rrunca honra{a io, una doctrina filosófica. Hobbes está orgulloso de
38 lbídem, pág.023463, pero véase también H. Arendt, Karl Marx orul .r,lrnrtir- qu1e el LeviataL,l equivale en efecto a un perpetuo gobierno tiránico»,
the Tradition, long draft, cit., pág. 17 . ( rl . l)iig. 145 [trad. esp.'. op. cit.].

t94 195
bien» aristotélico, como fin de la comunidad política, se I rr':ir(lc en el corazón del mismo proyecto teórico del Leviatán:la
ría al envilecedor «sobrcvivir)) o, en el mejor de los casos. ll I'r .'sunción fllosótlca de confbrir a la política esa celteza, estabi-
«vivir en el bienestar». lr,l;rtl y pennanencia quc no se pueden cieftamente adecuar a los
I)e hccho, Hobbes no es un precursor del totalitarismo. Su 1.r, rrrurLrl¡lcs acontecilnientos hutnanos. Si «el intento de Hobbes de
viatan no es un rnonstruo omnívoro: se nutre así del poder de u¡lrorlucir los nuevos conceptos dcl hacer y del calcular en fllo-
individuos, reducicndo su capacidad política a un puro ,<instinto ,,|'tl política [...] tuvo una enonne irnportancia>>, Arcndt, en las
dc defbnsa>>al. pero los hombrecillos en el vientre del soberano l),u'ur¿rs dc Lu c'ondición humana ya recordaba que fue
pucclcn todavía distinguirse el uno al otro. La alienación del murr-
do y de la política es cfcctivamente el precio que todo ciudadarlr .justanrentc cn la esléra de los asuntos hunranos doncle la nue-
paga por tcncr a cambio no solamente la seguridad de la vitla. va filosofía mostró su laclo flaco porquc, por su naturaleza,
no podía comprender la realidad o ni siquiera creer en ella.
sino también la salvaguardia de lo «privado>>: en primer lugar, «lir
La idea de que solamclrte lo que estoy hacienclo es real per-
liberlad de vender y de cornpran>. Tánto es así que con Hobtrc:s.
Iéctamente cicrta y legítima en la esfera dc la fabricación
«la vida pública asurrc el engañoso aspecto de un corrjunto dc irr-
está definitivamcnte desrnentida por el curso cfcctivo cle los
tcrcses privados, corno si estos intcrcscs pudiesen prcducir ulur acontecimicntos, donde nada ocurre más a mcnuclo quc lo ab-
nuev¿r realidad cu¿rlitativa a través de una sencilla suma>>42. La co- solutamentc inesperado. Actuar en la fomra dcl haceq razonar
tnunión de los intereses privados, csa »tn¡¡il¡;ict que para Platórr y cn la fbnna del «calcular las consecuencias>>, signif ica elirni-
Aristótclcs sc contraponia ala poli,r, se constituyc aquí, en el «pri- nar lo inesperado, el acontecimiento ntisnro.
tner pensador del liberalismo>>, como fr-urdamento de lapnlru mis-
ma. Hobbes irnprirnc pues otra gran rnodificación tla Main'litt Ilc aquí por qué «la filosofia política de la Edad Moderna,
dition: el giro clc la f erarquía de idion y koinon, en cl senlitkr , u\() nr¿lyor representantc sigue siendo todavía Hobbes, se es-
de que lo privado se convieúc cn fundarnerrto y fin de lo público, tr, ll;r cn cl escollo de un racionalismo moderno que es irreal y
Y cou la devaluación dc la rigurosa delirnitación aristotélica cntn' ,1, urr realismo modcrno que es irracional»aa.
oikos y polrs, desaparece también el prcsupucsto de la difbrencirr
cspccifica entre una vida transcurrida cn la necesidad de los cui-
' l(ot rSSliAtl
dados tnateriales y un¿r vida transcurrida en la libertad pública.
Hay aquí, para Arendt, que argulnenta en sintonía con Schrlritl
y Koselleckar, la prirnera ingenuidad de l-lobbes: no haber sahi.
l. A la verticalidad dc la relación política hobbesiana, en
,1.rrr le cl soberano represcnta la totalidad de los súbditos expro-
do prever que consentir a lo privado, salir a la luz de la publici I
l,r,r,los clc su capacidad de actuar plurahnente, parecería opo-
dacf hacerle supcrar el urnbral del oikol¡, habría minado la unr
) ,, r:i(' l¿l teoría rousscauniana cle la voluntad general. La tesis sc-
dad clel Estado. Pero tnás profunda y radical es la ingenuidad c¡rre
,,rrr lir cual un pueblo quc es representado no es libre porque
l,r r olrrntad no puecle ser representada»a-s parecería artuinar la
al Véase H. Arendt, Philosophy and Politics. l-he Pru¡blem o/' Actitttt.
cit.,pá9.29.
rr I{. Arendt, The Origin,s of'TbÍulituriunism. ' ll Arendt, Tht, Human Conditit»t, cit., pág. 300. [Trad. csp.: La
ciL., pág. 145. Bs ésta un¡r ,,tt,lt, titn humanu, o¡t. t'it.J.
postura intcrprctativa que Arendt no ha abanclonaclo jamirs. ' lll, XV Madri( Alianza, 1998,
l. .1. Rousseau, l)el (:onltulo st¡t:iul.
lr Me refiero a C. Schmitt" «ll Lcviatano nella dottrina dello stalo t,., l l0. Sobre estc ¿rspccto de la interpretación arendtiana dc Rousscau,
'l'honras Hobbcs», cníd., St't'itti su 1'homos Ilobbe.s, cit., y R. Koscllcck, , ,,, 1\1 . ('anovan, «Arenclt, Roussc¿ru and Human Plurality in Politics»,
lico illumini,stit:u e crisi della,societd bt»'ght,se, Bolonia, ll Mulino, 1972. 1'¡tttt,tl rl lblitir:s, XLV 1983, págs.2tt6-302.

t96 t97
I

perspectiva de la «despolitizacióo> del Leviatán y restituir a los S(rlo que estas exigencias de moralidad y de transparencia que
actores el monopolio de la participación política. Pero Hannah nraroarían toda la filosofia del ginebrino en la interpretación
Arendt, dcsrnintiendo a algunos de sus intérpretes que la qui- rrrcncltiana pareccn rnás bien cxpresar las turbaciones <<de un
sieran cercana a posiciones rousseaunianas, no se limita a mar- rrlrna enfbnna)), que obscsivamente huye del rnundo y dc la rea-
car una profunda continuidad entre la sobcranía de Hobbes y la licladaE. En Rousseau hay algo más con respecto a la «cleforma-
voluntad gcneral de Rousseau. En la «clemocracia plebiscitaria ción profesional» de los filósofbs que lleva a rechazar lo flnito
y nacionalista» del filósofb de Ginebra descubre un «hipcrpo- v lo dado; parece que en él actúe una excedencia afectiva que
liticisn-ro» qlle en realidad clcsvel¿r, mucho rnás que la obedien- no sc contcnta con la tranquillitus animi ofiecida a la «vida
cia y e I pacto hobbesianos, lo «propio» de lo político. El despre- tlc la mcnte)), con la calma y con la inmovilidacl del pcnsamien-
cio con rcspccto al «fanático ginebrino», que desdeña la Inulti- Io. En la rcconstrucción arendtiana aparecc, unidísirna, la cone-
pliciclad y derriba las dilbrencias rnucho más que Hobbes. no ri(rn cntre este «estado clc ánirno» del fllósofb cle Ginebr¿r su
logra estar controlado con cl rcsultado dc que rnuy a rnenudo .\tinunung cxistencial y su filosofia política.
tcncmos la impresión cle que se ha superpucsto a Lln¿l correcta
actitud hermenóutica y sc transfbrma en un auténtico y vcrda- 2. No es en cf.ecto una casualidacl que se recuercle a Rous-
dero proceso sumario de teorizaciclnes rousscaunianus. rc¿ru. antes cle nacla, colro aquel que «clescubre la intimidad»:
Si, en fin, Hobbcs dcjaba subsistir, por lo rnenos en lo priva- ,,Una clirnensión que desclc entonccs en aclelante colnenzó a
do, una libertad de car¿icter negativo y si cn su llatnarniento al clercer un papel tlominantc cn la scnsibilidad moderno>re. La
consenso originario qucclaba la huella cle una pluraliclaclresidual, cvasión dcl tnunclo externo y el consiguicnte refr-rgio en la inte- 1,
IL
con Rousseau el rnonismo politico sc haría total. Este entablaria rioriclacl50 cl doblc tnovirniettto quc segÍrn la autora lnarca el ;r

una hatalla moúal contra todo lo quc- no sc deja reducir al I Ino. n;rcirniento clel sujcto rnoclerno se transfbrrra con él en una I

Aún cuanclo nunca se ha decl¿rrado apcrtis vcrbis,la acüni- vcrcladera y propia apología dc la solcdad; en una complacen-
sión generalizada dc csta interpretación concuerda en algunos ;

aspcctos con todas l¿rs lecturas que, desdc Tálmon en adelante, trrrnbión .1. Starobinski, .leun-Ju<'qttes Rt¡nsst'uLr. I'a tntns¡tttrent:io .l el
-[aurus,
,,1t.¡Ítit'ulo ( 1957), Madricl, 1983, l] Burgelin, l,u I'hilost4thic'de I'exis-
vcn en la clemocracia rousseauniana los górmcncs de una con-
tt'ttt t' dt' .J.-J. lk¡ussctttt, ['aris, Vrin. 1952; R. f'olin, I'u Ttlitiquc de lu solitudt,
cepción totalitariaa('. Sin ernbargo los razonamientos con los t..ss¿i sur ./.-,1. Roy.tst'¿1t, París, Sircy, 197 t; B. Baczko, ll¡¡tts,st'tttt. &¡liludtt ct
que Arendt llega a enunciar csta tcsis proceden de una vía clife- t ournnulo¡lc,l'aris-La I laya, Mouton, 1974. Auncluc llegan a valoracioncs di-
rentc, bastante más en consonancia con aquella dirccción her- lcrentes y complc.jas e incluso opucslas a las ¿rrencltiallas, estas intcrpretacio-
rnenéutica que, desde Cassirer a Starobinski, insiste solrre laq rrcs mucstran en sus propuestas más de una analogía, por lo que respecta a sus
lrrrntos cle partida, con las argumentacioncs de la autom. Para una acertacla
re-
raíces existóncialcs y «morales» de la política de RousscaulTl
eonsffucción clc la fllosofia política de Rousscau, baio un perlil más analítico-
¡xllítico que Í'ilosófico, no podemos evitar hacer rcfcreucia a R. Derathé,../e¿lr-
Itrcques llousseau at ltt scien<;e politiqtte de son tem¡.ts, París, Vrin, 1970.
a" Sobre las intcrprctacioncs dcl siglo rr de Rousseau corno pcnsador 1s H. Arendt,l,'rom Mqchiavelli to A,Iarx, cit., pág.023488, cita a estc
totalilario, en una dirección que al rnenos en algunos puntos converge con la lcspecto una afirmación cle Diderot sobre Rousscau que scría: «E,l [Rous-
de Hannah Arcndt, vóansc sobrc todo J.-L. 'llllmon. Le origini dello demo- scau] rnc hacía scntir incómodo, cra como si un alma condenada cstuviese ¿r
cruzia totolituria (1952), Bolonia, Il Mulino, 1913,L. G. Crocker, Il«¡nttut- rrris espaldas.»
f t:¡ ,soc:iale cli Rou.s.veuu ( l96u), Turín, SFll, 197 I .
$ Ctfi'. H. Arendt, On Revolutiorz, cit., phg. 88. [Trad. esp.'. Sobrc la
a7 Sobre la irnportancia que los clcmcntos «existenciales», en selrtido t w ilttt:i on, Madrid Alianza, I 9138.1
amplio, ticnen en la Illosolla rousseauniana, aclemás de E. Cassircr, Il pntble- 50 H. Arendt, 'fhe Humun (l¡¡ntlifit¡n, cit., pág.69. [Irad. esp.'. La contli-
mct .)eun-.lacques Rous,seau (1932), Florcncia, La Nuova ltalia, l93tt, véanse , it)n hutnunu, op. t:it.J

198 199
r
cia casi sensual por la imposibilidad de cornunicar con los l;r tcsis cetrtral- es efectivamente el filósofb de la voluntad
más. «Como si la realidad existiese solamente en lo l,('r)cr¿rl y dc la soberania popular, polque es cn
pritrer lltgar
del "yo", dónde estoy solo conmigo mismo>>. y donde te ,,e I lilris-ofb de la volttnta¡J tout t't¡url»; sobre est¿t experiencia
que hacerme siempre más transparente a rní mismo5l. De ,lr'l «yo que quierc>>. «descubierta» por el cristianisllro e iclcn-
nace cl aguiión por esta autenticidad que lleva a considerar rrt ic¿rcla ion la misma subietiviclad éstc ha crigido su f ilosofia
todo lo que toca al rnunclo extcrior y a la sociedacl colno ¡,oIíticzr5l.
obsthculo: de ahí el origcn cle csa inccsantc búsquecla dc un No es elste el lugar par¿l reconstruir la genealogía filosófi-
integro, propia dc un individuo siempre arnen¿lzado por con ( ir quc Are¡dt traza de la fácultad de la volunt¿rd. Baste clecir'
clicciones. Todo esto explicaría la «atrnósfera gene'ral que (luc t¿ll facultacl cs lo que cstructura la pcrsona en cuanto per-
corre todo cl pensarnicnto cle Roussc¿m: su escncia cs el ¿/á 'r)n¿l: cs la lüentc mistna dc la identidacl cspecífica del «yo».
tcntcnt, el ser laceraclo. el ser clividiclo entre dos cosas a las l's la capaciclad i¡terior gracias a la cttal los lrotnbrcs dcciden
se pertenece>>52. ,,,¡triórrc.s son»>. I)cro lavoluntad het'atlu pot' stt L'ott,\tittt('ión el
Tal conflicto original, segúrn Arendt, traspasaria las i , oltllicto: no es ¡rosiblc qttcrer si no cs en contraste con ull no-
rnerables contraposicioncs que rccorrcn tocla la obra (lilcrcr'. Ctuno yu habia cotrprctrcliclo Agtrstín. cl w¡lo nu'vcllc
na: la prilnem cle todas, la oposición entrc naturalcza y soci ¡ircscnta una iltsolublc contraclicci(rn: ¿,si se tttviesc unívoc¿t-
clad. clondc la naturaleza se configura corno la dimeniión d rrrc¡tc y nccesatrialncntc quc qucrcr, ¡ror qtró habla¡ cntonce's dc
vcrdaclero Ser y la socicclad colno cl árnbi«r de la engañosa r,,lunt¿id'li'. Tal conllicto. por tarlto. paraliza la acción y la deci-
apariencia. O más airn. en la contraposición cntre umt¡ui de soi ';rtin.
-justiuncntc porquc bloquca la tulidacl clel Scr. Para actuar y
y untout'popr(, cntre ur-l tipo cle sufiicla compasión hacia si ,leciciir. es plles Ireccsario que Llll¿l parte vcnza la otra. La subje-
rnismo quc llcva a sufiir con los otros v un tipo dc indifi trVidad va ieunificacla a través clel clornirlio dcl quercr sobre el
egoísrno que incluce a sentir placer oprirniendo a los demás. En n,r-c¡ucreri". Sc tenclrit ocasiórt de observat' Inlts de cerca cót-no
fln. dcsde cualquicr pcrspecliva quc se rnire. cl pcnsarniento ,.s óitc el irnpcrativo quc clolnina cl ¡"rensarnicnto dc Rottsseau.
rousseauni¿rno rcmitc irrernecliablernente a aquel conflicto ori- \ir sca por locluc respccta al strlcto indiviclual ya sc¿l por ltr que
y
-uinal al aprcrniantc impcrativo de elirninarlo5r. rrtaño ¿i aqucl suicto colcctivt) quc cs la cotluniclacl politica.
Al igual quc Hobbes, Rousseau es pues un «filósofb de la \ las clos iorar. coulo sc vcrá. cstitn cstrechalncnte cntrelazadas.
subjctividad». dc aquella sub.jctiviclad quc sc cxprcsa y tradu-
ce err ténninos politicos. si Hobbes ha construido el Leviatan
sobre el sentilniento «más privado que exista>>. cl sentimien- \
'r Véasc Fl. Arcnclt. «What is lrrccdoltl'/», ctt lJelv't'cn llt.st ttntl l;ufurc.
to del miedo, y por encima del de una razón cntendida como t r.qlrt l'..rctTi:;t's, cit. pitg. 163 [trad. csp.:lrlr1l'(' t'l ¡xr'sudrt.t'el littttttt, rt¡t. t'it.f '
,.lcurr-.lacc¡ucs Rtlusseatt ha t¡trcdaclo, de ttlclas lilrlnas. cotlltl cl cxpollcllte
cálculo dc las consecuencias, encauzando en prirner lugar aquel
,r¡i. c6fiercltte clc la tctlría clc la sobcranía c¡ue hacía clcrivar clircctalttcnte clc
miedo, Rousseau ha traclucido en la teoría política los conflic-
l:r lircultacl clc qucrcr. hasta visualizlrr el pocler ptllítico cn la rígicla ilnascn
tos experimentados en su misma alma que para Arendt no son ,le llr lucrza de t«llunlatl indiviclual.» Sobrc la lilctrltacl tle clucrcrclrlc, colllo
más que «los conflictos de la voluntad>>. Rousseau y ésta es ,lescubrinticnto dc la sutrietivitlacl tietle stts pro¡.lios origcnes cll Satl I'ablo y
\rrrr Agrrstin, vóasc ll. Arcnrll, T-hc Lifi'ttl tht'ilÍinl, la sccci(rn clctlicad¿¡ ¿r
\\rlliñg». cit.. sobre toclo vol. ll. ¡riigs.55-112. ['l'racl. csp.: rt11 ci! I -
" Sobrc la irrtclprctacirin ¿rrcntltiana clc Rousscau crtrntt I'iltisolo tlc la vo-
5¡ H. Arendt, From Machiavelli
to Morx, cit., pág. 02348g. lrrrrlirtl vó¿rse tantbién R. Iisposito. lttrr¡t¡ttr,,sL,rttultilc ¡nli,s. cit., págs. 103 y ss.
52 lbídem. '" Srrl'rrc csto vóasc Il. Arcnclt. 't'hc l.ilc ttl llrt' i\lind, cit.. vol. ll' pági-
53 lbítlem.
¡r:rs li7-t.i9. l'l-ratl. csp.: tryt. cit.l

200 201
l()s egoísmos particulares: el amor propio, la parte peor de

Por el rnornento es suficientc scñalar cómo el dispositivo
que pone en movimiento la reflexión política de Rousscau estir Irrisrno. El «truco>>, gracias al cual el hornbre rousseauniano
encarnado, segúr-r la autora, en una palabra-clave: la dc aliena- ('ncontraría el acuerio consigo mismo, en el momento preci-
ción, otro ténnino para expresar la experiencia del déchirc- ,,, .n ál que «se aliena tota¡nente>> en la comunidad, está des-
mcnts . Ob.ietivo dcl pcnsarnicnlo rousseauniano es individuali- ,,.Iuáo pár la formula: «dándose cada cual a todos no se da a
zar las condiciones gracias a las cuales el individuo ccsa dc es- rr¿die>>5e.

tar alienado, dividido. En el ginebrino. precisa Arcndt, esto El contrato social por tanto, antes de cualquier otra c.osa, es
ocurrc cuanclo el ser humano ya no está obligado a vivir una rr¡ contrato entre el indivi{uo y uno mismo: entre el individuo
vicla inauténtica. conducida por los «cotilleos» y las opiniones (.olno ser particular y el inclividuo como ser universal. «Es un
de los clernás: una vida, en sustancia, lejos de sí mismo. Ahora, e.ntrato cntre yo, ser particular, con intereses particula-
"órro
t"; t ;;" ,ol.,ntacl particular, y yo. misrno, como ser general
sc vuelve a recuper¿rr la autenticiclad, y la uniclad consigo rnis-
gene-
rno, solamentc dc clos moclos: o «viviendo como si se estuvie- ,¡r,. pi"n.u en cl inteiés cotnún, motivado por la voluntad
mismo que
se solo en tierra>> y ésta, en opinión dc l¿r autora, sería la vía ,l,lr,&,. Todo indivicluo estipula un contrato consigo
crnprenclicla por el Rousseau «literato» o entregándose ente- i,, .unriit,y" al mismo tiernpo corno tnicmbro de la voluntad
ramente a la comunidad a una cornunidad que si quiere poner qcncral.
rerncdio a Ia alicnación, tiene sin embargo qlre transfbrmarsc cualquier fbrma que se entienda el acto qu9 9u o.rigen
Ir la comunidacl queda el ñecho de que Rousseau celebra
la po-
radicalmente ella rnisma. Bs csta últirna sohrción la que tiene y
lítica como la climensión capaz cle salvar de la inautenticidad
re lcvancia política.
tlc la particulariclacl. De buenas a primeras, poclria parecer Lrn
Con Rousseau, acl¿rra la autora, la política asume una
centralidad absolutamcntc crcepcional en la historia cle la fi- ,..o.".o a la concepción griega poi la que una vida transcurri-
losofia política, en cuanto tiene asignada nacla mcnos que la ,fr,'f.ior clc la púbiica dé1 pótiti"o no es digna de ser vivida.
cncomiencla de «salvan> al inclividuo cle la perdición. «Quc t,cro,'segtrn Arenclt. en el <imás romántico de los iluministas»,
esta política pueda ser la salvación dcl hombre, de st déchire- ,o hay iingunu recuperación de la. dignidad conf-erida a las
grandés g"ltu, y a lai grandes.palabras, capaggs de hacer
in-
ment, es completarnente nuevo». A pcsar dc cllo, en Rous-
seau permanecen lnuchas contradicciones e indccisiones iiortal .í.."u.ido. No hay ni siquiera, mirándolo bien, la rea-
el
acerca de la lirentc dc la alicnación y de la corrupciónss. si se t:i.rÁación de la virtucl cívica de-los romanos, rcnacida con
i-*unir,"o civil, que todavía llevaba Maquiavelo a ad,ritir
atiene al ContraÍo socialparece que no hay ninguna duda so-
bre el hecho que el individuo <<rctoma posesión de sí rnisrno» cl arnar «mucho -át u su patria que a su allna>>' Por más que
;iÑÉ;t los ideales cle la Giecia antigua y de la Ro¡n1 republi-
1

solamcnte dáñclose enteramente a una clirnensión colectiva.i


Porque solarnente en la pcrtcncncia a un cuerpo político u Rousseau no le intercsa, en absoluto, la rehabilitación
«sano», éste consigue superar, en nombre del intcrés general, clel Áunclo común, de aquel espacio compartido, sobre cuya
"r,nu,
;;;;. podían indiviclualizar, entregándolas a la tnctnoria,
gestas ejernPlares.

57 H. Arendt, From Machiavelli to Marx, cit.,pág. 023488.


58 «Hay flagrantes contradicciones en Rousseau --cscribe Hannah
Arendt-, como si nunca se hubiese decidido si es el hombre el que nace co-
se J.-J. Rousseau, Del contrato social' I, VI, Madrid, Alianza' 1998'
mrpto, como en ciertos pasajes parece admitir, o si por el contrario es sola-
mente la sociedad la que lo hace ser tal>», ibídem.
'pág.39.
" oo H. Arendt, From Machiavelli to Marx, cít',pág' 023488'

203
202
I'
3. Liquidando, qrizádemasiado rápidamente, toda posi lIr esta metáfbra suya cle una voltntacl general bastante en serio
lecfura «republicana» del pensamiento de Rousseau6l, Are: r lrastante al pie de la letra, para concebir la nación como un I
i

ve expresado en El c'onttuto social un «hiperpoliticismo» quc: ('ucrpo rcgido por una sola voluntad. cc¡mo un individuo, que
no tiene nada que ver con una comprcnsión y una recuperación ¡,,,..i" tarnbién cambiar de dirección en cualquicr momento sin
auténticas de lo político. Porque si en la concepción griega, lir l,crcler su propia iclentidad»oa. La reconciliación de las
diferen-
política significaba s¿rlvar de lo particular, en el recuerdo o cn ' , ,,,, ,ro t. ¡rttifi"u basándose cn la dialéctica hobbesiana dc l

el reconocirniento recíproco, en la teoría rousseauniana la cli- ,,[rccliencia-protección. No hay, en Rousseau, la necesidad


rnensión colectiva redime cle lct partrcular y de lct individualiza- ,lc seguriclad que hacc huir la inestabiliclad del futuro en la per-ma-
ción. Según el Rousseau de Arendt, la política, cfectivamentc, ,,.,r.ia dcl orilen representaclo por el soberano. Hay. por cl con-
climina la alienación del individuo porque lc obliga a una iden- turrio, la nccesidad de consegttir una unanimidad tan compac-
tificación total con un cuerpo político, en el cual se anulan di- lrr. tan privada de intersticios, que la voluntad general puede ac-
I

lbrencias y distinciones. La política regresa, así, a configurarso trrrr, sin vÍnculos ni trabas, imperturbable cn el tiernpo. La I

corno una climensión colectiva. Su su-jcto, sin crnbargo, es una v ¡lonté générale si, por una parte. se cnoarna en la ley, por otra. t,
volunta«l gcneral quc en realidad ((sc colxporta corno cl rnás so- nianticné un arbitrio absoluto con respccto a la tnistna ley: en
litario cle los hombres>>('1. Iodo momento puecle revoc¿rrla o cambiarla.
1i
Rousseau no derriba, pues, Ia teoría hobbesiana: la volun- Al consiclerar los atributos de la sobcranía popular, que en
tad general no restituye a los súbditos. arrancándolo al sobera- ..rr opinión hacen de ella una fucrza otnnipotente y «tnística»,
no, el rnonopolio de la libertad dc actuar. La iclenticlad entre l¿r \rcnclt involucra, un¿r vez rnás, la tcología política schmittiana:
voluntad general y la soberania popular no es más quc la drás- ,,1_a voluntad gencral dc Rousseau es todavía esta voluntacl di-
tica raclicalización cle la reducción de la plrrralidad a la unidad. , irr¿r ¿l quietr hista cltrerer para proclucir una ley>y''s. Sin cmbar-
cf-ectuada por Hobbes(". La soberanía cle Rousseau mata tam- ,,,, qrccia clicho, cotno en el caso dc Hobbes, tarnbién por lo que "rlll
'Illl
i.r
/ lr

bién aquel espacio clc la privacidacl quc el Leviafán dejaba en re spccta a Rousseatt, que la analogía entre los conccptos teoló- I

vid¿r. Esta soberanía «cimienta» los rnuchos dentro cle uno. clc ,rrcits tie¡c su raíz en una analogía que la precedc: quiere decir, It lt
r

tal modo que ninguno se pueda distinguir de los dernás: la cali- lrr construcción cle la imagen modcrna del hornbrc sobre el mo- I

dad clc esta voluntad es una unanimiclad que acaba con cual- ,lclo de la irnagen divina. Se ha visto efbctivarnellte cómo para
quier minoría y hacc callar cualquier disentirnicnto. lrr autora lu vólonté générale rousseauniana no es más que la
Pero esta unidad prccisa Hannal-r Arendt «no tiene quc ¡rnryección en grandé de la idea de un hornbre que. corno
si
ser erróncarnentc entenclida corlo estabilidad. Rousseau toma- ii,cie cl único ó indiscutido scñor de toclas las cosas, libre de
r inculos y dc responsabilidac! se comporta siguiendo exclusi-
r lrnente su propia voluntad.
r'l Entre las principales ir.rterpretaciones cluc vcn en Rousseau un pen- Pero entonccs, si «en el corazón de la teoría c1e Rousseau
sador ligado a los ideales de la tracliciiin republicana véase sobre todo, t'sth el hecho cle que es absurdo para la voh.rntad cl vincularse
.1. Shklar, Mon,nd ()itizen. A Stutl.t,of'Rousseuuls St¡tiol Theom Cambridge,
¡f,rrir el futuro>)6(', El contruto social contienc una
contradi:ción
Cambriclge University Press, 1969. Shklar, aún en des¿rcuerclo sobrc las con-
clusioncs, clemuestra hacer suyos algunos presupucstos del ¿rccrcamicnto clc t

Arendt. Véase también M. Viroli, Lu théorie de lu sotié¡é bien otdt¡nnét' ul Il. Arenclt. On Rantlutiotr, cit., pág.76. fTrad. esp.: Sr)bie lurevoh«:ión,
chez .J.-.1. Rousseau, Berlín, Nucva York, De Gruytcr, lgtlll. \laclricl, Alianza, I 98it.l
('r ('¡ II. Arenclt, On Ret'olutit¡,n, cit., pág. lli2. fTrad esp.: o¡t. c:it.l
H. Arenclt, Frunt lluc'hiut,,,lli ft, Mttr¡, cit'.. pág.023487.
6r Véase, H. Arcndt, «What is Freedom?»,
cit., 163.pág. "" H. Arendt, «What is Frecdorn'?». cit., pág. 164.
204 205

i
que no puede ser resuelta. Reside en la incompatibilidad con- Políticamente. la identificación clc libertad y soberanía
ceptual entre contrato y omnipotencia de la voluntad. En pri- cs quizá la más perniciosa y peligrosa consecuencia de la
mel lugar, y a un nivel más general, porque un contrato es, p()t. ecuación l'ilosófica de la libcrtad y libre volurtad. Porque o
definición, un conjunto de vínculos con respecto a la voluntatl: lleva a la ncgacrón de la libertad humana --los honrbres.
las obligaciones contractuales se basan sobre el intento de prc- sean lo qllc sean, nlulca sor.l soberanos'.-- o bien a la idea cle
venir los cambios arbitrarios y de poner remedio a la posibili- . qLle la libcrtad de un solo honrbre. de un grupo, o de un
crrerpo político se pueda adqLririr únicamcntc al prccio dc la
dad de que se pueda mañana no querer más de lo que si quierc
libertad y clc la soberanía de todos los demás70,
hoy. La incongruencia se explica sencillamente con el hecho clc
que él ((asutne la noción de contrato, y con ésta la de derechos. .lrscrys Arendt en «What is Freeclorn?» Y prosigue: «La famosa
de autores prececlentes, sin ni siquiera pensar hasta el fondo orr ',,,hcr'¿lnía del cuerpo político teorizad¿r ampliamente por el
las irnplicaciones de estas ideas>>(,7. l)('ns¿rnliento rousseauni¿rno ha sido siempre una ilusión que,
En segundo lugar, porque toda teoría contractual estriba so- ,r,lcnrás, sólo se puede mantener con la violencia», porque «don-

I bre la idea de consenso, que para Rousseau es reducible a la no-


ción de <<voluntad de todos»: la suma numérica dc las voluntaclcs
parliculares quc permaneccn y.uxtapuestas, sin fundirse en un:t
,1,' los hombres dcscan ser soberanos. corno individuos o colno
lrul)os organizaclos. deben sotnetersc a la oprcsión clc la volun-
r,r(1. ya sca ést¿r la voluntad indiviclual con la que rne obligan a rní
única y superior voluntad('8. No cs efbctivamente una casualidarl nusmo o Ia voluntad generalde un grupo organizetdo»7l.
Que la voluntad gcneral del cuerpo soberano exchlya, por
que la palabra «consenso)), con sus significaclos implícitos rlc ,u constitución, la liberlad política, cntcndida como cocxisten-
elección deliberada y meditada opinión, haya sido sustituittr r n no «sintctizable» cle las dif'erencias, etnerge todavía más
por la palabra «volturtad», que substancialmentc excluye totkr
¡,,'r'11¡ lnancra con la que Roussearr está obligado. porla lógi-
proceso de rntercantbro de oprnión y todo eventual intento dc
( .r (lo slls propias afirmaciones, cle describir la fbrrnación de
conciliar diversas opiniones [...]. Una voluntad dividicla ser.írr
inconcebible: no hay mediación posible entrc diversas volunlir
,'rtrr uniclad política. No es cierto que por cl acucrdo entre las
des con-ro, por el contrario, existe entre cliversas opiniones(,',. ,lrlL'rentes partcs sc procluzca la voluntad unitaria, sino que se
l,rotluce en virtud de una contraposición deltipo amigo/enemi-
La voluntad general demuestra pucs ser, antes de nAda, urril r,(). susiere Arendt en las páginas dc Sobre La revoluc:i(tn]).
voluntad de unidad: lucha obstinada contra la pluralidad, cuylr
Para esta construcción suya dc una unidad dc miles de
presencia era aún residual en la noción de consenso de las tco-
cabezas, Rousseau utilizaba un ejernplo engañosamente
rías contractuales. Es un vcrdadero <<absurdo teórico», afinnrr
scncillo y plausible. Se inspiraba en [a experiencia común de
Arendt, buscar fundar el espacio público sobre tales presupuos- clue dos intereses en couflicto se alían inmediatamente cuan-
tos. Lo rnismo de incongruente, en el plano lógico, demuestnr do se encuentran fi-entc a un cncnrigo común. Descle el pun-
ser la conexión entre la libertad del ciudadano y la soberaní¿r,
una af irmación contradictoria, en la cual la coherencia deducti- 70 H.
Arendt, «What is Freedom?», cit.,pág. 164.
va de Hobbes había evitado insistir. 7t lbídem. Véase también The Human Condition, cit., pág. 235, donde
Alurdt habla de las catastróficas consecuencias derivadas de la identidad de
67 H. Arendt, F-rom Machiavelli to Marx, cit., pág.0234g7. lrhcrtad y soberanía, siempre dada por descontada en el pensamiento filosó-
68 Cfr. ibídem, pág.
023488 y On Revolution,- cit., pág. 7 4. [Trad. esp. lrt'o y político. [Trad. esp.: op. cit.J
/r Véase sobre esto también R. Esposito, Irrappresentabile polis, cit.,
:

op. cit.J
6e H. Arendt, On Revolution, cit.,pág.77. fTrad. esp: op. cit.f r;igs. I 05- I 13.
¡

206 201
to de vista político, presuponía su cxistencia, contando con [)ara convertirse en la dócil parte de uu todo, el individuo debe
el podcr unificador del enemigo común nacional. Sólo en ¡rucs entablar una constante rebelión contra sí misrno.
presencizr del enernigo se puede rcalizar una cosa conto /a Henos aquí de nuevo ante los conflictos clel «yo-que-quie-
nalion une ct indivi.siblett. re>>. La escena política rousseauniana está ocupada cn reprodu-
La voluntad clel cuerpo politico produce pues la propia uni- cir, rnultiplicacla por e I número dc ciud¿rdanos, la conflictiva di-
ficación gracias a aquel principio de idcntidad que niega y ex- 'námica cxcluyente de la voluntad. Ils ésta Ia verd¿rdera natura-
cluye las contradicciones intcrnas. Sobrc la ncgación y la exclu- lcza cntre aquel «contrato entre el yo y uno mismo». sobrc el
sión del no idéntico se bas¿l cfcctivamente la unidad de Ia vo- que Rousseau implanta su Contruto social: no es un acucrdo,
luntad general que, «deificada», está elevacla por Rousseau a la r.ina reco,nposición entre clos diversos aspectos del yo. Es tnás
catcgoria de Absoluto. bien una rélación de encrnistad quc presupolle la victoria del
Pero una vez alcanzada ¿,córno es posible m¿rntcncr inalte- tuno y la clcrrota clel otro. Porque «la voluntad quecla indeterlni-
rada, en el tiernpo, la hornogeneidad corrpacta dc la volonfé gé- nacl¿r, abierta a las contradiccioncs y por lo tanto laccrada, sola-
nérule? Ils en la búsqueda cle dar una solución a tal petición nrcnte hasta que su única actividacl consist¿t en fbrmar volicio-
collo. p¿uece concluir Arcnclt, Rousseau nos rnuestra el aspccto r)es; cn cuauto cesc de querer y cornicnce a actuaq realizanclo
«más totalitario» dc su penseuniento. Él ticnr- quc L.ncontrar una Lrn¿r clc sus proposiciones. picrcle su libcrtacl>>7('. Si ef-cctivatncn-

moclalidad gracias a la cual pueda traducir cn prlrctica cotidiana el 1c la voluntad quierc tratisfbrlnarse cll cl órgatro clcl futuro, es
principio r.r'rismo unificador que ha daclo origcn al cuerpo políti- rlccir, si quicre convertirse cn acción y no seguir pr6ducie¡dtr
co: la antítesis arnigo/cncrnigo. «Se proponía doscubrir, cn cl in- Irbstractas volicigltes, <<unil partt- trenc quc clotniuar a la otra».
terior dc la nación rnisnra. un principio unil-icador v¿ilido también Sólo con la anulación del «cliálogo del yo consigtl tnistno>>. es
para lu política intc'rna. Asi el problerna cra cónro de.scubrir un tlecir. sólo con cl dolninio cle un <<yo>» sobre cl otro, cl dét'hira-
enernigo cornún, fuera dcl irrnbito de la política exterior. La solu- llrcr.t / puccle scr acallaclo. Y sólo rnantenienclo vigilante y corls-
ción fue quc tal cncrnigo cornún existía cn cl pccho rnisrno de tar"rtc i¿t voluntad de clontinio y cle exclusiótl cotr rcspccto cle let
toclo ciudad¿lno, es clecir en su voluntad propia y en sus intereses surna clc muchos «yoes cliscordantcs», sc puedc esperar prevc-
particulares»74. Este enernigo común cs cntonces el conjunto de nir los clcsgarros intentos qttc sietnprc alnenazatl la utliclacl dc
todos los intereses parrticulares, puesto que el acuerdo de todos los cse yo colectivo qLlc es cl cuerpo político.
interescs sc lbnla en oposición a los dc cacla uno. La uniclacl está Con Rousseau, mucho tníts que con Hobbcs, qr-reclaría ple-
por tanto gerrantizada cn la rncdida en que, y hasta que, cacla uno naruente al clcscubierto la peligrosidad dcl proyccto polítict-r
intcrioriza ya sea el enernigo común «interno» ya sea el interés nroclerno: lundar la política sobre la f'acultad clel quercr, o bictr,
general que tal cncrnigo cornúrn ha procluciclo. «Sólo si cacla hom- crr otros tórrninos, idcntil-icar el pocler con la soberania. No stl-
brc individLral se insurge contra sí misrno clentro de su particulari- lurnentc la «identiclad>> rousscauniana dctnuestra ser. bastante
dad estará en estado dc suscitar clenflo de sí el propio antagonista, nrhs quc la «disparidad» cle Hobbcs. un inauclito ataqttc a lil
la volultad general, convirliéndose así en un verdaclero ciudada- ,lignidacl ontológica del indivicluo, a fhvor de la absolutizacitin
no del Estado nacional». se lec airn cn Soh'a lu t'cw¡lttiótt]5. tlcl Uno. Sino que la rroclalidad a tr¿rvós cle l¿r cual torna cuerpo
inulrgura la incesattte búsqtreda de un cnetnigo que hay que
73 rrb¿rtir, y cle un obstáculo que hiry qllc stlpcr¿lr, quc verelros en
H. Arendt, On Revolution, cit., pág. 78. [Trad. esp.: Sobre larevolución,
op. cit.J
74 lbídem, págs.78-19. [Trad. esp.: op. cit.]
1s lbídem, pág. 19. [Trad. esp.: op. cit.J 76 H. Arendt, The Life of the Mind, cit.,vol Il, pág. 141. [Trad. esp.: op. cit.J

208 209
la obra de casi todos los procesos revolucionarios modernos.
Sólo puede desembocar en el Terror, el cual no por casualidacl
irrumpe en la cscena política con la Revolución F'rancesa. para
Arendt, cfectiv¿rmentc, Robcspierrc ostenta en rcalidad la he-
rcnci¿r rousseaunian¿r.
Se viola de esta lr¿lnera, porprirncra vez,la«prohibición»
dc llegar a ser de «este mundo)) que la filosotia se habia auto-
irnpuesto. Es pues gracias a Rousseau y a sus ideas sobrc la his-
toria por lo que Hegel podrá hal¡lar de una reconciliación entre
f ilosofia y rrundo.

VI

La historia y la necesidad ante la política

l. Htrc;pl-

1. Hegel ha siclo el que ha reconducido a la historia todo el


rirnhito cle'ia filosofia y. én particular. ha reducido la política a
fiistoria. En torno a esia tesis giran todos los argumentos de la
intcrpretación de Hannah Arendt. F.l primero de todos, el impu-
tarlc la culpa cle haber hecho capitular el pensamiento, desar-
rnado e irnpotcnte, a los pies de la weltgesc'hic:hte (aún recono-
cicndo a lá filosofia hegeliana el mérito «revolucionario» de
haber luelto a abrir la fíosofla al mundo). E'n las páginas que
lc son dedicadas, Hegel picrde así numerosos rasgos de su
itlenticlacl, para erigirsca rnenudo corrro emblema de aquella re-
) cobrada cónciliación entre thec¡ria y pruxis que tennina por
confundir, todavía más que la «separación» platónica, el signi-
I'icado tanto clel pensamiento como de la acción'
Antes de naáa, señalaremos que la autora, a dif'erencia de
[r que nos habríamos podido esperar, no dedica prácticamente
,tingrrna atención a los escritos hegelianos de carácter político,
,ri siquiera alos Principios de./iloso.fío del derecho. No se para
,, ni a criticaf la articulación del «Espíritu Objetivo».
"ráliro.
llvita incluso pronunciar lo que habría sonado como una su-
¡ruesta condená con respecto á un
Estado metafisicamente fun-

210 2rl
dado. En fin. ninguna ironía sobre el Estado como «la realidad principalmente dirigicla a justit-icar la realiclacl efectiva de la Pru-
..lu d"'tSZt. ni tamfioco sé configura corno simple afl,nació¡
de la Idea ética», como «lo racional en sí y para sí>>, como <<la de
potencia de la Razón que se realiza en la Historia». Sc niega un principio lógico. Es más bien la respuesta a un enonnc dcsa-
plles a seguir las normas de aquellas interpretaciones, quc no fio. que Éegel i=.og" e intcrpreta como «el» dcsafio del tiempo
habían envc.jecido del todo en los años en los quc Arendt em- propio, entender la Revolurción en el pcnsarnicnto'
pieza a escribir, que acusan a Hegel de «estadólatra>>, o cle ser por este motivo, a pesar de las nurnerosas críticas de las
«el dictador filosófico de Alernania»r. que el fllósofb alemán scrá objeto, Arendt no puede por lnenos
Más quc tachar al gran filósofb alcmán de «absolutización qr" ,...orroccrle, como su rnéiito mayor. el de haber dado vida
reaccionaria de la potencia del Estaclo>>, Arendt cstá intcresada o.rm filosofla bastantc poco ((¿lcadérnica» y en absoluto intc-
en señalar los motivos que llevan a I Iegcl a su gratnclioso clcscu- i"ru.lo en glosar las respuestas clc sus predccesorcs a las mile-
brirniento tcórico: cl clescubrirniento de una filosol'ia de la his- no.ir,t pre[u'tas c1c la inctafisica. «En cualquier caso e'scri-
toria. be. se cncuentran cn Hegel nLllnerosos trazos que inclican
En cste recorriclo Arenclt se encuentra más clc una vcz con la cómo sur fllosofla [...] cs. el1 Llna palabra, mcnos libresca que
gran lcctura hegeliana ofiecida por Joachirn Ritterr, quien pcrci- los sistemas cle casitoilos los filósotbs que se h¿rn sucedido des-
be cn la filosofia de [Jegcl una verclaclera y propia «henncnéuti- clc la antigüecl¿rc1. no sólo cle aquellos que le han precedido sino
ca cle la Revolución Francesa». Efcctivamente, tambión para tarnbién Jc aqucllos que le han seguiclo»a'
Haru-rah Arendt «no existe ninguna otra f ilosol'ia que como la de
Hegcl sea tanto y hasta en sus irnpulsos íntimos, la f ilosofia cle la 2.
Revolución»r. El intento cle comprcnder filosóficamente el al-
cance real. en su morncnto. clel acontecirniento rcvolucionario Nuttca, clescle que et sol brilla en el f irmalnento y los
sería pues el móvil dcl giro raclical dado por el pensamiento lllo- planetas grran alreclcdor clc é1, se habí¿r llcgado a vislutttbtar
sóf ico alcrnán. La Revolución. por lo tanto, diseña la flsionomía, que la existencia clel ho,rbre sc lundameuta elt stt czlbeza, es
ya sea dcl aspecto mirs destacadarnente político de la filosofia de ciecir, cn su pcnsamienb [...]. Fue pues una espléndicla auro-
ra [...]. Un irltusiasmo dcl cspíritu recorrió como tut estrc-
Hegel, ya sea de su pcrfil rnás exquisitarnente teórico. Como se
nteiirnicnto el munclo entero, como si entonces se hubiese
tendrá ocasión de recalcar. segun la autora, la identidad dc lo ra-
rcalizaclo por primera .¡ez la vcrd¿rdera conciliacióndc lo
cional y lo real centro de toda la r-cflexión hegcliana no está Divino con lo secltlar»t.

I Este «significaclo histórico universal» atribuido por clfiló-


lnterprctaciones que, colno es sabiilo, tienen su t¡ruJ untcccdente
arquetipo cn R. Haym, ITegel unrl ,seine Zeit. tserlín, R. (laerlnr.r, 1g57. sofb a la Reirolución Francesa, a la «espléndida auroru,> de su
I I Ritteq llcgel urul die liunzó.ti,s<'he llett¡lufion. Frankfurt, Suhrkamp, iuventud cl hecho, efectivamente, de que por primera vez ely
1957. La interprctación arcncltiana dernucstra asonancias tambión con otras irornbre ((osara regirse por la cabeza y por el pensarniento
lccturas que han contribuido a clesmontar el lugar común de un Hegel «csta-
clól¿rtra», como por ejcrnplo cl ahora ya clásico Fl Rosenzweig, Iltget untl
der Sftutt, Múnich, Oldenbourg, 1920. Pcro lambién con E,. Wcil, llegel et r tl. Arendt, |'he Lilb ol the Mtutl' cit.. vol. ll, pág 45' [Trad' esp. op' cit'l
I'EtaÍ. Paris, Vrin, 1950; M. Riedel, Theot.ít' untl pru_ris in Dtttken Hi,qel.t, 5 G. W. F. úegel, Leciirmes cle.lik¡súío tle lo hisforía, Barcclona, PPU.
R. Bo-
Stuttgart, 1965 íd., SfLtdien zu [lcgels Rec:htsphil,,.tu¡táir,. Fnrnklurt. Srrhr- 19u9. Sobre IlegeI intórpretc de la revolución franccsa, lo irltimo clc
karnp, 1969; .1. Ritter, Metulth_\:gik untl R¡litik. Stutlien zu Aristoteles uncl Ile- Rivoluzionc li-ancesc e I'ilosofia tedcsc¿r tra
il.i" ,,L" clisson¿inze clcl mondo.
gei, Frankfurt, Suhrkamp, 1969. t<rint U"g"tr>. cn F-. Furet, L'eretlird dellu ritoluzione fi'ant'esc,
Roma-Bari.
r .1. Ritteq Hegel und die fianziisi.rt:he RevolLttiott, cit., pág.26. Latcrza," 1989, Págs. 103-132.

212 2t3
construir la realidad conforme a ellos>>-, puede rastrearse, ta
sc- l)latón, nos podíamos dirigir a ella para captar ye§aa,,t1ej
gún Arendt, en todos los escritos de Hegel, desde tos a la Kevoluclon
¡u"e"lte., no se limitaüa a constatar, con ello, que graclas
hasta los de sus últimos años. A elro se áebe er gi.o .uái"ui edad
se registra con la filosofia hegeliana: la historia"se
qr" i" rrir,á¡" sacaba ut t o*Ut de su cóndñión de menor de«Que-
sí tnismo'
corrvie.te v lo colocaba al fin en posición de darse leyes a
el objeto principal del pensamiento filosófico, la "n
á. lo.. la historia del mun«to es ta pro-
íia decir lnucho más»: que toda
asuntos humanos surge en el centro de la consideración "rf..u
de la«fi- de ese pringiplo universal que tie-
losofia primera». con Hegel, el ámbito de las ((cosas del ñom- ñ;;;;;lt)u"ion deli ¡dea, Es éste el centro de
ne unidas a la Humanidad y a la Lib-ertads.
bre», sobre e-l
9ue desde Platón había caído .t a".pi""io á. r,
metafisica, obtiene la^misma dignidad ontológica qr., Orárrt"
i;;iiñ;fia de la historia'hegeliana»: para Hannah Arendt' la
"r
aporlación más original de todo el idealismo'
milenios, los «filósofos de profesión» habían"at¡uilido lnica-
Gracias a llgl,el filósofo alemán pudo contar el largo via-
mente al Ser foanscendente, universal y eterno6.
i" dei Espíritu en el mundo: su punto de partida en Asia
<<don-
Efectivamente, la Revolución habia demostrado <<a los ob-
h;;;";i;L*liUi.,- cruclal <<estancia» en la Grecia clá-
" ta
servadores más reflexivos» de la generación del idealismo que
sólo rn* potot son libres>>-' el cambio de
su
r;i.u
puros.objetos de pensamiento, tal y como las ideas ¿e todos son li-
húertla¿, ruta -u¿onde
impuesto por e1 cristianismo para el cual
igualdad y fraternidad, podían abandonar el etéreo
ir;;,ip¿." solarnente en el pensamiento" - y la meta final'
al-
las abstracciones para [acerse reali«lad y actuar en "Ápi."o'a. Francesa' donde
la historia. canzadajustamente graciai a la-Revolución
Para Hegel, argumenta la autora, ésta es lá objeción
i", i¿.u, ¿" libeftad y"de iguatoad se traduc en en la realidad
en
*¿, .onlr_
cgnlg Rara oponerse a la milenaria convicción según la cual
las donde todos son librese.
vicisitudes de la histori? y de la política no son di[nas a"ri"gu
No importa que el ardor revolucionario del período 9" ]u-
na consideración. Lo mismo qué para Kant. tambi"én para de la Re-
ue'ger binga se apague para dejar sitio a una dura crítica
la Revolución Francesa es el primer acontecimi"rto q". Fenomenologíg del espiriru'
ort.itu volución. No es esencial que en la
un sentido propio en cuanto acontecimiento. La Éerorrción furia de disgregan>.a la
la Revolución sea pr"t"ntuAu como «la
Francesa, en muchos aspectos, es el punto culminante efectividad
ca moderna, cambió «el pálido aspeóto del pensamiento»
¿e ru ápo q";Ñ;"te «la muerte más anodina>>, <<la nr9n1a lo negativo»'
áu.á, oue se destruye a sí misma>>, el <<puro terror de
te casi un siglo. «Los filósofos, un tipo humano notoriamente que del hacer-
melancólico, se convirtieron en aregrés y optimistas: ahora ya
Ér;r;;il áuesti¿n. para Arendt es relevante Hegel infiera que la
creían en el futuro y podían dejar a los historiadorer ru,
.. i"uti¿u¿ la «Idea, en la Revolución' altura donde
,L-ái
--r Historia contiene en sí misma la Idea' Y es a esta
ternas lamentaciones sobre el Curso del mundo»7.I con respecto a la tradición' Porque si la
,. .ánr.r*u la -ptura
_ - Hegel podía convencerse, de esta manera, dql poder «reve_ tito,onuserealizaenlosacontecimientospolíticos,siseintro-
ladon> de la historia: lejos de darle la esparda, .orio't entonces
ruiu h;.h" Jr."n en la filosofia como «generadores de verdad>>' jerárquica»
cae definitivamente ese ,,ré!imen de separación
por Platónr0. La fi-
V:1:..de modo particular H. Arendt, philosophy anrl politics. What
^ ..'. Philosophy?, cit., pág_ 02445g,pero is entre theor¡o y pror¡iqi"habla sido erigid'o
Political también U. Á."rá1, ,,ifr" óo,
::!i:Il1t]:y». cit., pág. 68._La imporúncia de la revotucón
rllosolra de Hegel como para ra de Marx está enfatizada en vá ,* p"." r"
el ensayo bn Re- sH.Arendt,Phiktsopht'andPolitics'WhatiskiliticatPhilosophv'?'cit''
volution, cil., del que hablaré más adelante.
pág.024458.
' H. Arendr, The Life,of the Mintt, cit., vol- II, pág. 154.
[Trad. esp.: ') Ibiclem. Las cttas están cogidas de G' W' F Hegel' Lecciones
de
op- cit.lVéase también philosophy and porftics. wat'¡i píh¡cal iinrriiyz, PPU' lq8q'
litosofia ele la hi.ttoriu' Barcelona' .
cit., pág. 024458. r0 H. Arendt, rno ii if io u¡,,1, (j¡t',vol' It, pág' 45' [Trad' espj op' cit']

214 2t5
losofia, entendida en sentido tradicional, se destruye a sí misma
lno)), para derrotar aquellas filosofías qrtt- pregonan «un más
al hacer saltar la oposición entre <<cosas que son para siernpre»
allá, que se supone que existe, pero sólo Dios sabe dóncle»ll.
y cosas que se convierten en el tiempo, entre el reino clé las
Ideas y el mundo de las acciones y de ra historia. «puesá que la
3. ¿Cuáles son, entonces. las consecuencias de Versóh-
en la Revolución Francesa principios e ideas han sido realiza- e lo Absoluto y la Historia sobrc la concepción del
,rrng
dos. se ha verificado una conciliación entre lo .,Divino,,, "Át
eue Ser, cle la Verdad y del Tiernpo'? La irnportancia atribuida a la
acompaña al hornbrc en el acto de pcnsar, y lo ,.secular,i, los historia lleva en primer lugar a Hegel a considerar que el error
asuntos dc los hombres»l l.
-
fr_rnclamental de toda la filosofia pasada ha sido el de pensar la
Hay ef-cctivamentc un ténnino que, mejor quc cualquier verclacl como algo estático y eterno, «rnás allá» dcl mundo y, a
otro, se prcsta a representar la su,ra dc ra .ovedácr hcgerñna: un tiempo, cle l¿rrncntera. Elprincipio de no contradicción de la
cl de t'onciliat'irin o de ret:tnciliu.irin. En sus clasifiüciones lógica tradicional que está en la base cle la concepción met¿r-
de sentidos, constata la autora, se cncuentra ra noción cie en-
fisica de l¿r verdacl siguc siendo cicrto, únicamente hasta que
carnación, la idea de quc er Logo,r se ha hecho carne c, er
se asulnc quc el Scr sca algo que tr¿rsciende cl tnundo real, en
rnundo «de los indivicluos históricos». Sin los hornbrcs, el Es-
clonclc toclo cambia constanternente . Si. por el contrario, cs este
pír1{u. y el misrno Dios perrna,ecerían abstr¿rctos, si,
ninguna mundo real cl quc se toma cn considcración, como único mun-
rcalidad: serían una rrcra idca. Arenclt prccisa pu", q,_,"" trl
clo efbctivo. la vcrdad entonces se transfbrma en aquella ((vcr-
afirnación no presupo.c quc Dios sci «antr.pornóifico» clad de hecho». «dondc A sc conviertc en no A», y en clonde
sino rnás bie. que cl homb.e sca <<tcornórf ico>>: llóvanclo en sí
toclo tnotncnto niega el tlotnento precedcnte. A este respecto
mismo lo Divino, el hornbrc tienc cr cleber cle realizarlorr. Arenclt sólo puedc cotnpartir la opinión de Merleau-Ponty, por
Pero Io que verdacleralneutc intcres¿r a Arenclt son ras consc-
la qrre HegeÍ «est1t en el origen cle todo lo que sc ha hecho de
cue.cias dc est¿r reunión cntre Idea y realiclacl ya sea la Iclea grairde enlilosofla desdc hacc un siglo a esta parte>>rs.
e.tcnclida como lo absolut.o dc l. rcligión o corno el Espíritu Siguiendo tnuchas cle las interprctaciones <<cxistcncialis-
Univcrsal. Detrás dc csa lrarracla a ro Absoruto que. io,ro tas» clé Hegel, inauguradas en el 1-amoso párrafo 82 tle El ser v
dice Hegel, <<quicrc est¿rr con nosotros>>, r¿r autora'clescubrc,
sobrc todo, la voluntacl del firósofb dc comprcncrcr «er pre-
sente y la eIéctiviclad». la voluntacl cre hacei posible quc el
rr H. Arcnclt, ['hilo.soph.t' untl [I¡litit's. Llhat i.s [\¡liticul Phiktso¡tllt''/,
pensarniento se apropie de «lo que es otra cosa que si ,ris-
cit., pág. 024459. Aproxirnadamente con l¿rs mistnas palabras se expresa on
l.'tr»n Muchiuv'elli kt Murr, cil., pág. 023491 .
ra H. Arcndt, Philosophv und Politit's. What i,s Prtlitit:ttl Philoso¡tht''?,
rl il. cit., pág. O2415g,en clónde también se lec: «Aqucllo que para Hegel cs err«i-
. n..,r,1,, ['hilo'r4tlt.r'utttl l,oliri<.,¡. lfhut i.t Ir¡litit.ol [,hilrxt¡t¡t,,.),
nco érln. filclsolias que l9 preccderl es su concebir la vercl¿rd como algo que
eit.. prig.014+5() l:n l'ltiltt¡t,ltltv t¡ttl Htliti<.t. lltt, l,1tl,lt,t,t,,l lijlti,,,',. rtt. está..más allá" clc los asunbs hutnanos. E,ste más allá puecle ser Dios, la na-
pág. 23, había cscrito: «rJl c.,ccpto hegcriano c¡uc s,bvicrte
tr'¡"r^r,j,,io i,-n- turalcza. el munclo cle las iclc¿rs. Pero, en todos cstos ejcmplos, la verdad re-
clicional clcl pcnsanrrcnt. y cle la'accitiri,o es ei cle la clialéctic¿i
sino'el cor- siclc luera de lo que Hegel llama " Die ,cilf lic'he Lltelt" ,las palabras usadas por
ccp10 cle lristoria' cn el cual los dos tórminos esthn supueslalncrrtc
cleslinaclos ól para "asuntos humanos". Este acercalniento lc ha producido una, doble
a cncontrArse y a reconciliarsc. l-a hishria ccln Hegel. sicnrprc
c.nclc,acla aliónación: la verdad se coloca cn un ámbito transccndente y el mundo pre-
pol los l'ilósolbs, adclrierc una sllprerlra cligniclail pori¡uc rcvcl¿r la
vcrdatj ab_ sentc en clonde los hombres viven cn realidad estir privado del verdadero sig-
soluta.>>
rr Il. nificado.»
Arcnclr, t'ltilo,sr4tht, ttrul l\¡li/it'.t. wltu/ i.s fr¡lititttl [,hiloso¡th.r,?. r5 M. Merlcau-Ponty, «LExistcntialisme chez Hegeb>, en íd., Sens et
cit., prig. 024161.
non sen,\, 1948. [Trad. esp.: Sentitlo .v sinsentido, Barcelona. Ed. 62, 1911 I

2t6 217
al tictn¡tr, Arerclt s.inguru.iz. e,
pr-i,rcr Iugar ra gran<_reza dcr
f'ilósrfb alerná. .n r, iir.,,ri.1,i; Por ahora baste decir que, al celebrar el «redescubrimiento»
¿,r'i; crítica que pra.rea, crc r¿r Ii
cunccpción cler Scr co.ro ctc',a hcgeliano del devenir, la autora hace suyas muchas de las suges-
t'a vcz». clenuncia kr atrsurtlo
¡rrcse.cia. ir..*"rl.ir."iJ,rr._ I iones interpretativas provenientes de aquell a marea de estudios
.1. ,,Lt,r, l,,gan) en clonclc toclas
c.sas scr'í., It¡s li'anceses que leen al filósofo de Stuttgart y, en particular, al He-
r)c.cn,cs.c ill,lar¿rbrcs y asigrrlr" p.r.cr c.lltr¿rri.,
l:r f i'rsoli¿r l. r¿r.c, rnás diflc-ir,r" lr gcl de los escritos juveniles y el de la Fenomenología, a havés de
,i.í.;;",.e c, r¿r c.rtr.udiccirir.
i,c,ca,ci. a ra razór.el crebcrtd r,il.i;;.ar Kicrkegaard, Jaspers y sobre todo Heideggerre. Sin duda, tam-
cse i,tcrccb que vc,
e. el sery e, ra N¿rrra. rur.up,,.:ri,,.-.il'u,rn artítcsis hión la interpretación arendtiana privilegia, de algún modo, al
radicarr(,.
T¿'nbicl) p.r'¿r IIlr,.arl Arcnrrt.-¡r,,.".",i,, I I ogel <<anti-sistemático»>, destacando aquellos «elementos ori gi-
,
dcsernbocuríu' rrues. en aquer. qrre ru triari,cticir rrirrios del sistema que no se dejan acallar con un resultado tran-
'sc.'.',rrt i,rii.i. trhgica c¡ue sabc qrrr.
l¿r tjnic¿r p.,',,',r,,",r.i,r t¡uilizadon»20. Insiste, efectivamente, en el alcance teórico de la
,t"r ,,;'i;:r",.,ir-. str c.nrir)r.ro c()r-
vcrli¡sc c, otr¿l cosa qrc c, sí inclusión del tiempo y de lo <<negativo>> en la filosofia. Lo que
rnisrn.. «La grarcreza crel sisrc-
rna liegeliano rcsicrr' elr er, he.-rro convertiría al filósofo alemán en el arquetipo de todos aquellos
.tr:
tocb c' .-r.vi.ric.t, ros d.s ,rru,r.roJi..,. ha i.c.rpor.acro e, t¡, t¡uc cuestionan la remoción filosófica de lo finito y de lo tempo-
pl,rtó¡llcos, crc tal rn.rr.
quc la tradici.nar t.ayccto'ia rrrl. Salvo que, como se hace explícito en La vida del espíritu,
.ra'i ,;",;ri,, ¿" r",
tlc l¿rs itlclrs y viccvc.s¿r ()crr.rc "p,"i".,rj].,
,,r
¡rara Hannah Arendt estos <<elementos originarios>» terminan
.rr.r¿r
'1,, cll
.,n,.,r,,
cl irrrcr.ior.
,l.r illlic,t. llistrir.icrl" ,,rt,,,ti.,,r,1,', trcr ¡r*r¡ri, sir:ndo ahogados dentro de la «cuadratura» de un sistema que
clialóctic.»rr' persar ¿irr¿1ti.,i,".,ri". tlcl llr.r irnielll. tlcstierra las contradicciones con un encamecimiento todavía
senticlo un intcnto clc adherirs.
.".orocc. es en cicrrtr nrayor que el de las filosofias precedentes.
,i'lo'..ulidatl y dc sesuir sr¡
c¿ttrbi. fáctic.. En fin. Arc.clt nu
ció' h.cia cr I'iróso.r. q"i.n. ,i, 4. En las páginas de Willing, Arendt se enfienta, cuerpo
.,,.;¿il;
".rl.,rn¿" "L,,irr.llir,ri,,,-
Ileicregger. rra sabitr, ir cuerpo, con los principales textos hegelianos dedicados al
Pct-ls¿ll'histriricanrentc el Ser; u,,,-,q,,.:-it"gue
siór', sic,¡.lre c. si,f.r.,iu ruri,,ii.rá-i'."., lueg. a la concl._
na. rle c¡Lrc la filosofia ctc la
r, rectura rreicrer.rscrirr_ l"
rcaliclacl. u, cref iniriv.
hirio,.lr, i.U.lir,;';;;il::;,:,, Me refiero sobre todo'a J. Wahl, Le malheur de la conscience clans la
¡irikt,sophie de Hegel, París, Alcan, .1929; íd., «Hegel et Kierkegaard»», Rewe
i,l

acriós ,,rt,.r;;p;.'üna
crcspecricra. sir.r crr- I'lrilosophique de la France et de l'Étranger; núms. I l-12, 1%1: J. Hyppolite,
lrltrgt¡,que crn¡rrertre un rccurricro ( it'ttt\.se et sttucture de la Phénoménologie de I'Esprit de Hegel, París,
bast¿urtc crircrc¡rtc cler trarri_ Áubier,
Clttnll I l\. l()4(r [trad. esp.'. Génesis y estructura de lafenomenología del espíritu de
I lq4,l, Barcelona, Ed. 62, 1991). Pero en la interpretación de Arendt estii sobre
kxkl presente el eco de las clases mantenidas en Paris, entre 1933 y 1939, por
16.
. H. Arendt, philosophy and politics l'1, httt, i.t Polititttl [,hilo,to¡thr,,
cit.. pág. 024459.
A. Kojéve, en las que la autora participó, junto con muchos pensadores que
hur contribuido a diseñar la fisonomía filosófica de una época: Sartre, Mér-
17
H. Arendt. Karl Marx and the Traclition,long It'rrrr-Ponty, Hyppolite, Queneau, E. Weil, Aron, Bataille, Klossowski, Lacan y
r8 sobre draft, crt., pág. 25.
Heidesser como inrérpüi.'J. ii.g.r. lllclon. Véase A. Kojdve, Introduction d la lecture de Hegel. Legons sur lo
de El ser v er tiempí."véase también!i;;;#; además der párrafo E2
l'hi'ruménolo§e de I'Esprit, París, Gallimard, 194i. Para un balance exhaus-
con el título «Er ioncento d. rearizado entreigqz_D43
iÉ riig"rr, en caminos del bos. Irv. dcl «renacimiento hegeliano» en la Francia del siglo xx, véase: R. Salva-
que, Madnd.Alianza. y;;ñ;;;;;;lüsi..lr. Verfassung der Mo.
ie.2s."*p".i.r"lu
taphvsik». en íd.. Identitcit^uña
tlori, l{egel in Francia. FilosoJia e politica nella cultura del Novecento, Bari,

Barcelona' Anthronos. toss¡, y


o,a"iil ioáá.'irp., Identidad y diferencia, I rrlcrza, 1974 A.Negi, Hegel nel Novecenfo, Roma-Bari, Laterza,l987, sobre

Hegel s phtinomeio I osie


irríüür
r!r*rü,"s der invierno r930-r93t: Itxkr las págs.42-51; M. Roth, rúeowing and History. The Resurgence of French

esp': Lafenomenotogla .air"


c ririo,-É;ñli. Klosrermarur. 9s0 bad, I
llcucliunismfiom 1930 through the Postwar Penod, Nueva york, 1988.
r" J. Wahl, Le mqlheur de la conscience dans la philosophie
^pí;;;;-;; ils?i i;d"d.
drt Arianza, reesr.
l
de Hegel,
t rl., p1rgs. 1 y 249.
218
219
rm I
tiernpo, cl problema crucial con el que la filosofia de Hegol inconscicnte clel hecho de quc una vcz no era y un día ya no
inevitablemente se enfienta cuando empieza a confiontarse con scrá2.r. Tiene razónentonces Koyré: si el tiernpo está producido
la voluntad es el fu-
la dimensión de la temporalidad: el problerna del futuro. Plan- ¡ror la voluntad y la condición temporal_de
teado como indagación sobrc las relaciones cntre el «yo quc iUro. este últimó está en el origen tarnbién del pasado. En el
piensa» y c[ «yo quc quiere>>, el verdadero objetivo de estas pá- sc¡tido de que el pasado se gcnera por anticipación, por parte
ginas cs el de vcrificar si el fllósolb alernán logra o fblla el des- tle la mente, d" un futuro anterior: el «yo-seré>> se conviertc en
mantelarnicnto de la conccpción rnetafisica tradicional del un «yo habré siclo». «En cste esquema tscribc Arendt el
¡',.rnáo es produciclo por el futurc y el
tiernpo. En csa perspectiva, la autora se avala. colrlo punto dc pensamiento que con-
partida, de la aryumentación de Alcxander Koyré. scgún el cual ic,npla el p'asaclo es ei producto cle la voluntad»ra'
la mayor originalidad dc Hegel rcside en su insistcncia sobre el trnu, .i poder anticipador cle la voluntacl prefigura, en última
futuro. en la primacía asignada al futuro sobre el pasado y so- inst¿rncia. lamui¡fte. Dc est¿r lranera hace «r-elativos)) y «supera-
brc el prescntelr. «Aflnnación sorprcndentc>>. en su opinión, blcs» los proyectos mismos de Ia volunt¿rd: tambión ellos un día
puesto que se ref iere al filósofb que concibe la filosofla de la lrabrán siáo:lustarncnte como en El ,cer t' el tiempo' en donde cl
origcn en el futuro.
historia esencialmentc como rcl1exión sobre el pasador2. ¡,saclo, el «háber-siclo», ticne para algunos su
:li,r.rbién
En efbcto. adrnite Hannah Arendt, la supremacía del pasado en Hegel, la anticip¿ción cle la mueftc es cl «proyecto
parcce diluirse en cuanto Hcgel se pone a discutir ilel «tiernpo crtrerno>> clcl «yó que quierc». haccr ap¿rreccr el futuro y, con éste,
humano>>. Se dcscubre. clc cste rnodo, quc la rnente cstá dirigida Ios proyectos cle l¿i voluntacl colno Lln pasado anticipaclo. que dc
en prirner lugar hacia el flturo, hacia aquel ticrnpo que cstá vi- .sta rná¡era pucde conveftirse cn objeto de la rcf'lexión. El luturo,
nienclo hacia nosotros. La tcnsión con respecto de lcl quc está por ..orno pasucló anticipaclo, sc irnponc al pensamiento, atenuando,
venir nicga el prcsente clc la lnentc v lo transfbrm¿l cn un ((no ,lc est¿i lnallela, la inquictud clel ahna, a su vez reducida a antici-
quierc>> cl quc' cottstttttyc el
ya anticipaclo>>. Para la autora, cs evidente que el presentc de la l)irr rec¡erdos. Si bien es cl «yo que
mcnte es ncgado por la f¿rcultad del querer. Es solarncnte gra- ,,yu qr" piens»>, en el lnomellto cn qr're la mcnte se situa erl la
de nuevo el paso
cias a la voluntad corno la rnente procluce cl tiernpo, o tnejor di- ¡,trspfctiva <]el cumplimicnto del tiernpo. oollrre
cho, corno el holnbre sc producc corno <<autoconstitución del ,lc lá voluntacl al peñsarnicnto, clel futuro al pasadors'
tiernpo». Thn sólo a través de la expericncia dcl «yo quc quie- Hegel introcluce pues la tcmporalidad en la filosotla y corl
re>>, el sujeb pucde clarsc perfbctalnente cuenta cle su propia clla la ñrevitable incertidurnbre clel futuro que solivitrntalapaz
existencia tcrnporal. Porque si la rnente estuvicse exclusiva- tlcl filósofb. Sin embargo, esta inquictud está inmediatamente
e lirninacla con transfbnnar el futuro, y 1o inesperado
uentc cquipada para pcnsaq viviría en un presentc perpetuo, que conlle-
\it. cn el oh.lcto de un pens¡lnicnto quc sc sitúlt en la perspecti-
\ r,u clel fin éxtrerno, lu visualización de la ausencia total dc
ll
I


l-a autora se vale cle la interpretacitin de A. Koyré, «Hcgel ¿\.lena»
(ahora cn Én«les rl'hi,stoire tle la ¡ten.sée philosophique, Írarís, l9(]l ) que ins- )t Ibídent, vol.ll, pág.42.
piró también las clases dc Kojéve, dcclicadas ¿r los textos cruciales dc Hegel )l Ibídem.
sobre el ticn.rpo: desde la.juvcnll Jenenso' Logik y .lenenser lleul¡tltiktsophit' )1 lbítlcm, pág.41, vol. Il. Se lee: «Simplificanclo hasta cl exceso, quc
hasta la l,'enomenologla, clc algunos pasa.jes dela Ent:ic.lo¡tr,¿/i¿¡ hasta los cli- ,.rista algo.o,'l-,o ünu vida de la mente se debc a su disposicitin al futuro y a
versos cscritos quc sc cncaminan a la lrilosolla de la historia. Estos textos ,,rr consi[uiente "intranquiliclad"; que exista algo como una vida dc la
Ínents
son examinaclos por Arendl cn el capítulo cuyo tílulo es «Ilegcl',s Solution: ,,c dcbe á l¿r Mucrte que, prevista iomo l'in absoluto, detiene la voluntad
y
thc Philosophy of H istory» , en 'l'he Li/é o/'f he lltirul, cit., vol. Il, págs. 39-5 I tr.rillslonna el futuro en un pasaclo anticipaclo, lcls proyectos dc la voluntacl cn
:r H. Arendr, The l.ift ol fhc Mind, cir., vol. ll, pág.40. .

oh¡ctos del pcnsamiento.»


['liac1. ósp-.: op. cir.l

220 221
I
cambio. Por este método, que en realidad encierra una au ( cu¿lrio cloncle se escenifican los acontecimientos humanos no
reflexión sobre la contingencia y sobre la temporalidad, r, y privado clc sentido. Ponién-
¡,rrrccerá ya clorninaclo por el azar
vándolas gracias al pensamiento de la muerte, Hegel puede ,l,,se ¿il final clel tiernpó, se hace posible <<asignar a la filosofia
ver a asignar al «yo-que-piensa» el papel hegemónico que la lrr t¿rrea de comprencler el plano cle la secuencia histórica tlni-
losofia le ha dado siemprc. Ocurre, en sustancia, algo rnuy parc= lcrsal, clesclc su.s inicios hasta su cxistencia presente. fbnorné-
cido a lo que ocurría con Platón, para quien la filoiofia « t¡ ica>>]8.
el color de los muertos>> casi como una defbnsa de la negación tlc Claro qr,re el succderse de los acontecimientos está puesto
esa realidad que conlleva inscrito el cambio y la rnuerté. t.rr rnovimiénto por las acciones y voluntades particulares..pero
no cs suficiente para producir un Scntido cl lirnitarse a rcgistrar
5. Tárnbién, en el caso de Hegel, las dinámicas que tiencrr ,.1 aclvenimiento cle lis ¡zs gesfae. El filósofo tiene que sabcr
lugar en la «vida dcl espíritu» se traducen cn l¿r «vidnde la
7xr k..clr Lu1 significaclo general m¿is allir dc las aparicncias,lnás allá
/¿.r». Se asiste, una vcz rnás, a la reacción típica de los «filósofirs ,lc l¿rs acáones inclividuales dc los hombres individuales. E,sto
profbsionales»: aplicar al mundo plural de los asuntos humanos
¡rtrecle ser «descubierto» cxclusivamente
por la «sabiduría re-
lo que se ha experimentado en la soledad del pensamiento. ir,rspcctiva>): cuando no se ¿rctúa, cu¿lndo sc está convcncido cle
Ff-ectivarnente ,',sobre quó presupuestos se rige la Wctt (lilc ninguna novedacl intcrvenclrá para cambiar el cliscño que
ge,schichte'? Esta conlleva la suspcnsión del movirnicnto incesan- liil tornado tbnna ante los o.ios clel s¿rbio. solatnentc entonces.
te de la dialóctica temporal, el «tiernpo cumplido». AquíArentlt ,'l filósofb puedc contar la hisbria cle lo que ha ocurriclo colno
reelabora originalmcnte la reflexión kojeviana sobre el «fin clc ,.i los homtres que persiguen sus objetivos contradictorios_y
la historia»r('. Desclc el horizontc del fin cle la historia. en dontlc Vultos estuviesen guiados lpor el hilo óonduclor de la razón»r').
sc considera que cl fin de la historia ha llcgaclo a sll realtr,a- para que el pr-itceso histórico puecl. dcsvclar plenamentc el
ción. todo lo que ha sido ¿lsllrne el aspecto de que tenía que scr :,cntic1o. la'rnenté del fllósolb ticne pucs que reconocer cn la []rs-
así y no de otra lrancra. Porque si se elilnina la incertidumbr.c Ioria su propia historia. El Espíritu Absoluto, 9u9 cs únicamcnte
del cambio que el futuro podría conllcvar, se logra mirar a la his- i'.1 otro norrb." que toma la fllosofia en Hegel, tiene que encon-
toria como a un Todo y sc la puede concebir corno Historia Uni- lr.urse a sí rnismó en las varias etapas que han señalado el clesa-
rr.01lo clel Todo. «La Filosofia en Hegel cscribe Arendt cs
versal. Entonces aparecerá no ya cofilo una sucesión de épocas el
y de naciones particularcs, sino corlo una concatenacién tlc l)r'occso cle apropiación, el momento
en el que 19 gu9 p-a-rccía
acontecimientos, cuyo resultado final coincidc con «el reino» r.xtcrno, extrano, obietivo, sc conviertc en propiedad dcl Yo>>ro.
cn donde «el Espíritu (...) se maniflesta a sí rnisnro»27. y el cs- 1,,¡ este senticlo la ¿rutora pucde decir quc l{cgel ha transporta-
tlO toclo el munclo a la conciencia y lo ha tratado como si sólo
lircse un fenómeno dc la rncnte.
)
_
rt' Vóase A. Kojévc, Lu tlittlt'rtittt t, l'ilt'tt tlellct mt¡rte h ltegel, cit.,y Hc aquí lo que se csconde detrás de l¿r «reconciliación» hc-
las iluminaclas consideraciones contenidas en el ensayo introductivo al volrr- scliana dí theo'ria y pruxis:una unificación del pensalniellto
men de R. Boclei, Il desidet'it¡ e la lt¡tf a. págs. VII-XXIX, por lcl que respcc-
ta cl debate clerivaclo dc las clases kojcvianas, véase cl volumen iditaclo p.r
M. Ciampa y F-. Di Stefáno, Sulla /ine dello sforia, Nápoles, Liguori, 198-5, r8 G. W. Fl Hegel, Let:cíones de Jik»o/ío de la historia' op' r'il'
que r_ecogc ensayos de Bataillc, Ko.jévc, Wahl, E. Wcil y eucneau. r') t{. Arendt, ilru tl¿ { the Mind, cit., vol. ll' ptig' l54Itrad' etsp.:9P'
r7 G. W F'. Hegel, Ler:t:iutes
tle /ítoxy'íct de lo-hiitt».i¿¡, Barcelona, ,.r/./; vóase también H. Arendt, Philctso¡th.v antl Politit:s. whut is Politicul
P?U, l9tt9, pasa.jes citados en The Li/e ol the Mind, cit., vol. II, pág. 4-5. t'hilosophv'!, cit., pág. 024460.
fTrad. esp.: op. cit.] rd Ii 'lrenil,rhí tife of the Mind, cit., vol. ll, pág' 157 [Trad' esp': op' t:it'/

222 223
la
con la acción que se realiza a expensas de la autonomía de arr- ¡c10. no cle manera distinta de las ideas platónicas, sacriflcan
bas. Dicho de otra manera, Hegel termina por reforzar, corr ir,iütpli.i¿a¿ al Uno, así como subliman el tiempo finito de
nuevos argumcntos, la tradicional ecuación filosófica dcl Scr y t,, ¡riii, en el Tiempo del movimiento dialéctico, en dondc' tras
del Pensamiento. Justamente porque el pensamiento el Filti- .i ;;;;.;,;á"r"no, la eterniclad propia cle ese Ser metaf,sico' al
de
sofb, la Razón, el Espíritu ha homologado para sí mismo lir ,¡.,. H"g.t quería renunciar. se l'uelve a recuperar en el nivel
cntera realidacl del proceso histórico. Si 1o real es lo racional, lo que permanece t.-ente en el proce'so del Affiebun§3 '
'Asi, "onrtut y cl.cam-
toclo aqucllo que la rnente no ha reconocido como propio cs, si bien Hegel había introducido laternporalidad
lri. cn el interior dé h flosofia, la Historia y el Espíritu exhtben
por eso rnismo, irreal. Los acontecimientos que, según el filti- y
,.rsternáticamente esos caracteres de contingencia, difbrencia
sofo. no han concurrido a lo Universal. a la realiz¿rción dc l¡ «cosas
auténtica cotnprensión de las^
ldea, quedan colno meras c insignificantes apariencias. Es por' ¡rlur.alidad cle los que ninguna
lf.lif.,ir-f ,r.,, pu..i. prcsóinclir. Naclie más que é1, escribe Arendt'
ello por lo que Arenclt mantiene que el pasado con Hegel pier-
de dignidad. Porque sólo lo que coincide con el espíritu del I'i- particr"r-
lósofb es cligno dc ser recorclaclo. Sólo le corresponde a la R¿r- ha combaticlo nunc¿l con m¿lyor cletcrmin¿rción 1o
lar, elcterno escollo clcl pensimiento, el incontcstable.sim-
zón filosófica cl reconocer la nccesiclacl del proceso histórico y
pi" ."t clc los objetos que ningún pensam-icnto,puede al-
clc clecidir qué es lo que ha concurrido al calnino de [a Idearr.
canzar o explicari A los ojos dé Ilegel, la lilosofla
consis-
Por lo tanto, el irr-rparable proceso clcl Espiritu en la historil te en la elirninación de 1o óontingenie [...]. Integrando
toclo
arrolla y absorbe a todo actor individual, ¿r toda acción indivi- particular en un pellsamiento omnicomprcnsivo' convlerte
manera
clual: sencillos rnedios para producir el Universal. Porque sin cl o to.lo. en entes ile pensarnicnto y suprimc dc esta
jttnto cot"t stt
Espíritu, que utiliza las singulariclades, el árnbito dc las cosas su propieclacl más e-scandalosa, sll ser rcales'
del hombre sería «aquel vacío atonnentado por la insensatcn>, dcl cont ingencia»ra.
que cada ¿rcción, tomada en sí misrna, llevaría la señal12.
Entonces Hegcl ésta es la conclusión a la que llcga Han- Pero por mtlcho que equivalga a una «huida clel tiernpo»
', remueva lo imprevisi-
nah Arenilt no ha invertido dc ninguna manera la rueda pla- ..,*o u rrra Heidegge. pot tu¿rnto
tónica. Sí ha mantenido, en el centro cle la considcración fikr- l,lt'y la singulariclacl, laJllosofia hegeliana no YoYecÍa.la concre-
r,, ..iirninaclón del cántingente. Aun proponiéndose elevar
la fi-
sófica, la esfera de los asuntos humanos, pero para negar toda-
reino de la
vía más encarnccidarnente lo «propio>> de la pruxis. En vez ck: Irs.tia a ciencia, el sisteña de Hegefno abando,a el
restituir la dignida<l ontológica en singular, la filosofia de l¿r ¡,,,,,, .rp".ulación. La Phi bso¡t
hii .tler. G eschichte sigue-siendo'
historia hegeliana pone cn escena universales incorpóreos, ar- I ,, írltiÁa instancia. una herménéutica histórica, ligada a la mira-
mados contra el dato de lo real. Espíritu, Absoluto, Razón y Su- i;t t?trospectiva del lllósofo. En otras palabras, las leyes necesa-
la
, ,,,., J.ifiro"eso clialéctico no están teoiógicamente.orientadas:
trr¡{rtesñ clel «fin cle la historia>> cierra la aplicabilidad al futuro.
'r ('li. H. Arendt. l-httn Mutltiat't,lli to Mrt't'. cit..pág 023497. Enql I il'ctivamente, para Hegel, la verda«l no sirve para guiar la ac-
contexto de las numerosas identiclades hegclianas, la identidad de Espíritu j , i«lr. pero es eiiesultacló en el que se sosiega el devenir'
de tlistoria, de Realiclad y de Razón, de Pensamiento y cle Se¡ la verdad sc
traduce en la ecuación de Necesidad y Libcrtad: «La llistoria dcl Munrkr
escribe cs cl progrcso en la conciencia de la Liberta{ un proceso que cl ,, H. Arcnclt. Phiktsophv arul f,olilit:s. I4/hut is Politít'ul Phik»oph¡'?'
I'ilósofo tiene que captar cn su necesidad inherente.»
rr Cft. H. Arenclt, Philosophv and Politir:s. The Problem o/.Actit»n, cit., . rr' 1r:rg. 024458-0241()l .

l' Tt. ,tr"n,lt,The Lilé tt/.the Mind,cit, vol' ll' pág' 91 [Trad esp" op' r'it']
pág.26.
225
224
I
Será Marx el que combine la noción de historia como pro-
Marx y que más o menos explicitarnente acusan a este último de
ceso con sus leyes dialécticas y necesarias, y las asunciones dc
scr el socavador y el perwertidor de los grandes valores del pen-
las «filosoflas políticas teológicas de la primera rnodernidad»;
s¿rmiento occidentalr('. Acusaciones estas que, a su parecer, son
asi. en la teoría marxista, esos «últimos fincs>> que tan sólo el
tan superficiales como inconscientes: <<lnconscientes del hecho
filósofo puede percibir retrospectivamente se transfbrman en tlc que acusar a Matx de totalitarismo equivale a acusar a la mis-
principios-guía para la acción futura. Si con Hegel pensarnien-
lna tradición occidental de terminar nec:esariamente en el totali-
to y acción, theoria y praxi,t, se reconcilian en el pasado y en el
larisr-l'lo>>'r7. Porque y ésta es la tesis ccntral cualquiera que
presente, con Marx, la acción se convierte en ejecución de una
rt¿lca a Marx ataca la tradición clel pensarniento occidental>>r8.
teoría que presulne el haber cornprendido la rcalidad en su glo-
Arendt disientc iguahnente «dc aquellos pocos críticos del
balidad y de csta rnanera poder acclcrar la manifbstación de la nr¿uxisrno que son conscientes de la radicación [en la tradición]
verdad que encierra. tlcl pcnsamiento dc Matx>>'le pcro que, para exculpar a la filo-
sofia política clásica y el cristianistno de tocla posible ilnplica-
citin totalitaria, sc inventan la hipótesis dc <<una espccial corrien-
2. Mnnx tc irurancntista» que atravcsaría subterránealnente la tradición:
ll hereiía surgida en el seno del catolicismo que hoy llamamos
l.Por consiguicntc. con Marx. la filosofla de la histori¿r
rLnosticisrno>>40. Esta tendría como resultaclos inevitables tanto
se transfbrm¿r cn una «ciencia cle la hisloria)): cn urr proyecto
lrr f ilosofia de Marx como el totalitarismo. Para Hannah Arendt
teórico en el que, junto al proyecto hegeliano, cncuentr¿ln aco- t's absurdo rcclucir el pensamicnto tnarxista a un¿t fbrtna dc in-
modo los clivcrsos legados cle la fllosofia política traclicional. nr:rnelrtisrno, dc tal manera que, para identificarlo, fuese sufi-
Antes de volvcr a los motivos por los que, en opinión de [a au- ,i,¡nte hablar clc una «religión secular»» orientada a realizar el
tora, la herencia cle la tradición acaba por «cristalizar» en cl
l);u'rtiso cn la tierrall.
pensamiento marxista quisiera scguir un poco más cle ccrca los
Por consiguiente, la interprctación de la autora se proponc
pasajes a través de los cualcs se articula la interpretaci(rrr
rrrra doble tarea. En primer lugar, dejar bien clara la diferencia
arendtiana. ('ntrc Marx y los divcrsos regírnenes y tnovilnientos políticos
Se ha dicho en el capítulo de entrada que el marxisrno es ¿r (luc se apoyan en é1. Arendt afirrna, por ejernplo, que «tanto
su juicio cl más plausible testirnonio del «lazo quc unc el totali- N4arx como Lenin han sido transformados cle tnanera decisiva
tarismo directamentc a la tradición»r5. En la irnagen que Arenrll
¡xrr Stalin» y, lo que es airn más significativo, que «la linea que
quiere suministrarnos, Karl Matx prcscnta dos caras: la unir rrr clesde Aristótelcs a Marx registra fiacturas bastantc rnenos
vuelta hacia la «inaudita» novedad del dominio totalitario. la ,1,'cisivas dc las que, por el contrario, cxisten en la línea que Llnc
otra mirando hacia atrás, en dirección al orden categorial tlc .r M¿rrx con Stalin>>42. A pesar de esto queda un problcrna que
la Main Tradition. En todo caso, decir que Marx pennite aclar¿rr'
qué rasgos de la tradición fllosóf ic¿r manifiestan un aire de f¿r-
milia con el totalitarismo no significa en absoluto acusarlo rlc 36
Ibídem, págs.3-5.
haber provocado el estalinismo. Arendt efbctivamente se distarr- 37
H. Arendt, Karl Marx and the Tradition, short draft, op. cit., pá9. 3.
cia de las tesis de la filiación directa de Stalin con relación :r -.t8
Ibídem.
39
Ibídem.
40
Ibídem (se refiere a E. Voegelin, The Nau Science of Politics, op. cit.).
4t
35 Ibídem.
H. Arendt, Karl Matx and the Tradition,short draft, op. cit., pág. 3. 42
Ibídem.

226 221
no puede infiavalorarse: el heclio de que una determinada for. t'iones que distinguen en el pensarniento matxista una primera
m¿r dc totalitarismo apela directamente a Man. Consigue, crr llse, todavía «idealista» y filosófica, de una f.ase madura deno-
segundo lugar, que para identiflcar «qué es lo que no va on r n i nada «científlca»as.
nuestra tradición filosófico-política», es bastante más plausiblc Sin haccr excesivos homenajes a las refercncias texfuales,
indagar cl nexo existcnte entre la fllosofia marxista y la <<men- Arcndt asegura que la originalidad de Marx no rcside ni en el
talidad totalitaria» que intcrrogarse «sobre aquello que liga cl irspecto económico de su obra ni cn el prestlnto descubrirnien-
nazismo a sus presuntos y así denorninados prcclecesores>>. to cle Ia lucha de clases y rnucho mcnos en la prefiguración de
colno podrían ser Hegel o Nietzschear. lrr sociedad sin clascsr('. La attténtica novedad cle Marx debe
Es obvio quc el esfüerzo de Arendt se concentrc en poner il lrrrscarse mirs bien en las tres afirlnacioncs que, a.f uicio de la
prueba la ambivalencia dc la posición de Marx cn su confron- ;rtrtora, equivalen a tres atttónticos dcsaflos lanzaclos contra al-
tación con la tradición filosófico-política. De hccho marc¿r cl llr.nros dogrnas de la filosofia política occidental; tres afirma-
fln de ósta. pero no porque clc rnanera consciente e intenciona- t'iones que constituyen los ejes portadorcs de su pcnsamiento:
da lc ponga térrninoaa: mirs bien, al rcbelarse contra ella, él si- ,,cl traba.io es el crcador clcl hombre»; «la violencia es la coma-
gue estando en toclo caso en poder de su flicrza arrebatador¿r. tlxrna cle la historia>>; «los filósofbs sc han lirnitado a interpre-
Por consiguientc. la autora intenta dar cuenta tanto de la roltr- llr cliversamente cl tnundo; hora es ya dc cambiarlo>>47. Una
peclora novedad clc algunos rnotivos rnarxistas, corno del in- ;rscveración est¿r últirna que sólo e s una variante dc aquella otra
consciente lazo que lcs rnantiene uniclos a la tradicirin de la I'i- localizablc en algunos manuscritos juvenilcs según la cual
losof i¿r pol íti«:a occiclental. ,<r)o Se puecle uufheben la fllosofia sin realizarla». La misma
Corno sucede en los casos de Kicrkegaard y de Nietzschc, t'onvicción expresa más tarde en la iclea de la clase trabaiadora
tarnhién los hitos del pc¡s¿¡niento «lc Mar-r adquie-ren fr.rerza y , r,rno úrnic¿t hereclcra legítirna de la filosof'ía clírsica.
relevancia si se lcs cornprendc a partir dc su voluntad de opo- Corno se clecía. cada una de estas aflrmaciones estaría
ncrsc a las rnilcnarias abstracciones clc la metafisica. La opera- oricntad¿r a delnoler algunos prcsupuestos fundatncntales de la
ción teórica rnatxista sigue sienclo, a pesar de ello, una emprc- trltlción Inctafisica. Sostencr que cs el trabajo lo quc crea al
sa emincntelnentc l-ilosóflca: cs un clesafio a la fllosofia en l¿r llornhre y dctcrrnirtar su escncia utt c()nvencilniento quc. sc-
confiontación con la filosotia lnisma. Y Marx, nos da a enten- rirn Arendt. no abandona nlrnca Marx significa desafiar in-
der Hannah Arendt. sigue siendo «filósofb» del principio al lcncionadarnente t¿rnto la deflnición fllosófica del hornbre
f in. Por tanto. clla no acepta las sugercncias de las interpreta- ( omo animal rutionule cuanto el dogrna cristiano del Dios
('r'cador del hornbre. Y serí¿r un desafio no sólo porque Marx
at Ibíden.
rr Eln el cnsayo «'l'radition and the Modern Age». cit., pág. 17, se lcc: r5 Véase al rcspecto, iltídem, págs.24-25. Arcndt rechaza cxplícitan.rcn-
«Nucstro pcnsarniento ¡rolítico tr¿rclicional ha tenido un nacirniento bien clc. It' lir lcsis de lzr «vulgarizaciúr» de Marx por obra de llngcls. lmportantcs
f iniclo con f'lalón y Aristótelcs; y, en mi opinión, una ntuertc iguahnentc
lrlra la intetprctación arcndtiana clc Malx son los trabajos de S. Hook. Fir.¡rr
bien dellnida con Karl Marx. El principio cstát en la lleptiblica cle Platón, ur t lt',q(,1 to Man. Ann Arbor, 1936; A. Ko1éve, «Hcgcl, Marx et lc Clhristianis-
Ia quc el filósolb, con la imagcn de la caverna. dcfine la esfbra dc los cuicla- rnc». Crilique.r', núlls. 3-4, 1946, y J. tlyppolite, «Manisme et Philosophie»
clos hum¿rnos [...] corno un munclo dc tinieblas, conlusiones y desengaños ( l()47). ¿rctuahnentc en .1. Hyppolite. Etudes sur Mam el Ilegel.I'arís, RiviÓ-
del clue hay que huir [...l. lll f in est¿i cn la afirllación clc Marx segirn la cuirl rr'. l9(.r5.
la f ilosofla y la vcrdad f-ilosóf ica no se encllcntralr fuera de las prcocupacio- r" ll. Arcndt, Karl Murr uncl fhe 'liuditíon. short clralI, cit., pág. 3.
nes y dcl rnundo contún de los honrbrcs. sino precisarrente en r¡edio clc ós- rr Véanse H. Arendt, «Tradition and the Moclern Agc», cit., pttg.22;
tos. y pueden scr realizadas scllo en el ámbito cle la convivcncia.» l l Arcnclt, Karl l.lurr und the Tt'udition, long draft. cit.. pág. 6.

228 229
pondría en discusión la autoridad de la rutio y de Dios al con- t'hilo,so¡thie der Geschichte hegeliana había operado en setne-
ferir al hombre su propia «humanidad», sino porque atribuiría ¡rrnte dirección. «Subversiva)) es, sobre todo, la ref-crencia a la
rrcción violenta que, por ejempfo, para los gricgos precisamen-
tal califlcación al trabajo, tradicionahnente la más despreciacla
de las actividades humanasaS.
te llorque era mrtda, privada cle /r.rgos, carecía absolut¿rmente
Igualmcntc <<heterodoxa)) suena la aseveración según lir ,lc significaclo5l.
cual la violencia es la comadrona de la historia. Presupone cn La voluntad de subvertir el orden jerárquico de la rnetatlsi-
t'rr. cs decir, de llevar a un primer plano el aspecto «bajo» y ma-
ef-ecto que el sentido de la historia no se desvela en las cons-
te lial cle la existencia y cle reducir a tncntira, a «falsa concien-
trucciones de los filósofbs y de los historiadores, ncbulosas c:
r ut)) cl aspccto «alto» y espiritual. daría voz progralnática al Úrl-
hipócritas proclamaciones ideológicas, sino más bien en las
guerras y en las revolucioncs. Y si el pensamiento político ha tr))o y, colrlo sc verá, crllcial hito rnarxista: la farnosa últirna
considerado siempre el recurso ¿r la violencia corno una ultimtt tr'sis sobrc Feuerbach, según la cual la filosofla, cle actividad
ratic¡ o como un tratarniento distintivo dc Ia tiranía, para Marx, ¡rrrrarnentc contcrnplativa. clebc pasar a ser una acción produc-
tonr dc catnbio. Esta. «una de las muchas conclusioncs posiblcs
estc rccurso constituye la esencia de la política, la verdad clc
,,li'ccidas por cl sistelna hegcliano»52, represcnta algo inaudito
los acontecirnientos históricosr''. En el sisterna rnanista. preci-
sa Hannah Arcndt, la política es sinónimo de un actuar quo o
lrcntc a la tradición. Si la filosofia «no ha sido nunca de este
rrrrrnclo)) y ha llegado corlo máxilno a prcscribir rcglas a los su-
bien prepara a la violcncia futura o bien justifica una violcn-
( ('sos hulnanos, no poclrá por menos de sonar extraordinaria l¿t
cia pasada o bien es ur1¿r violencia ktuÍ c:out t. «La glorificu-
r¡relación marxista a que la filosofla sc realicc en la rcalidad.
ción de la violencia hecha por Marx, por tanto, contienc- lir
I )r'sdc este punto dc vista, la reflexión filosófica sólo tendrá un
más específica negación del logos, de la palabra, de la fornr¿r
,,'nticlo si llega a scr una mistna cosa con la ¡truri's.
cle relación cn cl más neto contrastc con la violencia»50. I)c
revolucionario en semejantc asunto no hay sólo la i<lea de quc L,sta vez el desafio a la tradiciórl (no sobretltendido como
es la praxis, la historia, la que guarda y revela la vcrdad. Ya lir en Hegel, sino claro y explícito en cl postulaclo de Marx) con-
siste en prever que el ntunclo de las tareas humauas, en cl qr"te
nos orientamos y pensamos con el senticlo cotnÚtn, un día sc
rs llrr una nota dc The Ítmtan Corulitit»t, cit., pág. 86
[tracl. csp.: /,rr volverá idéntico al mundo de las ideas en las que sc mueve cl
tt¡ndición humona, o¡,t. t'it.J, Arenclt allrm¿r: «La idca de c¡re el hornbre se crer¡
filósofo; o qr-te la filosofia, clt: siempre un patrilnonio de pocos,
a sí misnro a través del propio trabajo se encuentra en los escritos juvcnilcs tlt'
un clía volvcrá a ser la realiclad del sentido común de todos51.
Marx y en el reskr de su obra. Sc pucde encontrar en fomas cliversas cn los.lr
gerulschrifien, así collro en la Ctíticu de lu /ibso/ía hegeliana tlt,l derccfut ¡tt
blico 1...]. Por el contextcl rcsulta cvidente clue Marx intent¿rba sustituir la cle ll
Scgún H¿rnnah Arendt, estas trcs aflrmaciones son efbcti-
nición tradicional dcl hornbre como onimul tuÍionule porla de oritnul lubt»rttt,¡ r,uncnte paradó.jicas provocaciones, orientadas a utilizar con-
Ilsta teoría se ve subrayada cn Llna fiase de la ldeokryíu ulemano, sucesivalncn ({
l)tos tradicionales sólo para hacerlos explotar. En todo caso
te bomada: "F)l prirner acto histórico por el que estos individuos sc distinguclr ,r trcul¿ln en el pensamiento acontecimientos concrettxi que ver-
los animalcs no cs el hecho de que piensen, sino cl hccho de que comienccrr rr
proclucir los propios medios dc subsistencia [...] " Análogas lbnnulacioncs sc I llstas mismas consicleraciones encuentran un trmplio tratamiento cn
vuelven a cncontrar también en los Manuscritos ec:ontinico-f ilosti/it'os y crr lit
Sa,qradu Familio [...] y en Engcls, por ejemplo, en la premisa al Origen de lu ltt
I I \rtrrrtlt, Kqrl Mcu'r untl the T'oditit¡n, long drall, cit., págs. 8-10, en la que
l r rulonr añade: «La violcncia es para Marx rcvelaci(ln, cn contra clc la tra-
milia, de 1884, o en un artículo de 1876, aparccido veinte años más tardc crr l¡t
,lr, r,¡¡¡ t',r.," nos clicc que sólo la paletbra de Dios es revelación.»
Neue Zei.t'. "Sobrc la irr.rportancia del trabajo cn cl paso del nono al hombrc.",,
r" Véase H. Arendt, «Tradition and the Modern Age», cit., pág.22. ' Il. Arcndt. Kttrl Marx and the Ttttditíott, short draft, cit., pág. 7.
st) Ibítlem. ' Vóase H. Arendt, «Tradition and the Modern Agc», cit., págs.23-24.
231
230
r
claderamente han rcvolucionado cl rnundo. En los grandes
n¡treros¿ls contradiccioncs <le su pens¿uniento. Contracliccio-
acontecimientos que preanuncian el siglo xrr las revolucio-
ncs quc. como se ha dicho, ella no puede atribuir a una supues-
ncs industriales y políticas . la violencia realnrente se había
tu cliscrcpatrcia entre cl Marx humanist¿t y esencialista, de una
conveftido en la comadrona de la historia, tal y colno la Revo-
Iución Franccsa había testirnoniado. y el trabajo se había eleva- ¡xrrtc. y cl Marx «anti-hutnanista» y <<científico)), por otra5('.
l\rrquc'las tres afirmaciottcs que guarclan el secreto dc la refle-
do de hecho a la categoría más alta cle las actividades humanas.
Hasta el extremo de que, a travós de la exigcncia de que lir
iitin rnaxista. la acotnp¿rtlan a lo laryo de todo el arco de su de-
srrrrollo. Y si dan lugur a apodas, contradicciones y paradojas.
igualdad política se extendicsc a la clase traba.iadora, habia
Lr r¿rz(rn cstriba, prccisatlcnte, en la tnistna posición contradic-
ocupado de manera avasallaclora la escena púrblica5r.
(oria dc Max: intcntar dar voz a lo nttevo, pero no poderlo ha-
Consiguicntcmente. la granclcza cle Marx co¡rsistiría sobrc
('cr si no es con instrumcutos conceptuitles viejos.
todo en la lucidez con la quc ól ha intuido la clirccción hacia Iir
Par¿r Arcndt. por c.icrrplo. es paracloiico y contradictorio
que se dirigía cl carnbio de I rnunclo y en la conciencia de
,¡rrc Man sostenga cl «poder revclaclor» de la violencia la
para articular en cl pensamiento scmejante intuición. ya no ro-
(luint¿rcsencia de la actividad hulnana y al tnisrno ticrnpo
sultaban utilizablcs las categorías clel pasado. Sobre cualquicr
otra cosa. la «genialidad dc Marx» lo que al misrno tiempo ¡rlcl-igurc la desaparici(rn de la «socicclad futura», cn la que la
lrrch¿rdc clases. el Ilstaclo y la política sc cxtingucn y con ellos
le distingue de los denorninados socialistas ut(lpicos residi
t,rtla ¿rcción violenta:'. Ella identifica otra incongruencia en su
no sólo en habcr captado quc cl trabajo estir cn cl ori_uen de
rrrotlo clc pensar la historia: fundalrcnto indisctlticlo cle la fllo-
riqueza y dc todos los nucvos valores socialcs. sino en
',olla rn¿uxista. lugar cn el que la vcrclacl sc hacc. la historia tie-
cornprendido quc todos los hornbres, prescinclicnclo de la pro-
ne couro objetivo stt vcnir a menos, la clesaparición clel mistno
vcniencia clc clasc. antes o clcs¡-rucls se h¿rbrían hccho traba.j
nrorin-ticttto histórico. Asi pues. cstas <<attto-cotltratlicciones
res. No tanto porque cualquicr otro tipo clc actividades habrí¿r
luntlanlcntales eu las quc se vcn cogidas todas las obras de
dcsapareciclo cuanto antes. sino porque éstas habrían sido rcin-
\lrrrx» pueden.cxprcs¿lrse. cn opinión dc la autora. de la mane-
lctpretatlus conlo activitlatl l¿rhoral:i.
r,r sisuicnte: «lrl considcró neccs¿tria [a violencia para abolir la
r r,,lc'rtci¿t y cl fin clc la historia cs cl l'in de la historia»'N.
3.
Pero si Arcndt no picrclc ocasión para e logiar la enornrc
I)cro la contraclicción más ituportante hacc ref'ercncia a la
agudeza con la que Marx pcrcibe tanto las rolnpedoras
rluc prrit Arendt cs la caractcrística rnás propia y original del
<lades de lo moderno colno la imposibilidad de exprcsarlo
travós de cuadro conccptual traclicional. tan enérgicamcntc i
l)('nsarniento maxista, el aspecto que vcrdadcralnentc lo sitúa
siste sobre el fallo del pensarriento rnarxista. rcspecto a su
luntad dc subvertir la tradición. El no lograría oponer resi " Sc refierc a la interprctaciólr clc Althusser, Pour lllot'-r, París, 1965
cia al poder coercitivo de las categorías heredadas de la fl ltrrrtl. csp.: Lu rev¡lut'ititt f t'tit'ica tle llut'r, lVladrid Siglo XXl. 1967], que si
fia política. l,rr.rr ltilrece ir en dirccción cxactamentc upucsta a la de Hannah Arendt, bien
Es cn la arnbivalencia cle esta su posición, de la que rrrrlrrla presenta mttchos puntos de COntacto COn esta aproxinlaCión de la au-
t,,r;¡ ;¡ ¡4ro, en partictrlar respecto a las rcgiones teóricas cluc trlotivarían la
no se daría cuenta. donde radican, en opinión ile la autora, lrhrsoll¿l de éstc. l-a dif'crencia es quc para Althusscr, Marx ticne éxito cn
l,r r,.rolución lllos(lf ica qtrc pretcndía rcalizar: fundar ttna tcoría de la histo-
,,.r r tlc la política sohrc conceptos radicalnlente nuevos, gracias a los cuales
5l H. Arcndt, Kurl ,\Iut'.t.untl the li'odition,lons drafi. cit.. pág. l l. l,rr, tIl cntroncar con tttclo humaltisttro I'iIosóflco.
55
I. Arcndt. Karl Mur.r orul thc Tt"oditiott, short draft, cit.. phg. (r. ll. Arenclt. «-lratlition ancl the Modcrn Age». cit.. pags. 23-24.
I
' tl. Arenclt, Kuil lIurx and tht Ttutlitit¡tt, long clrali. cit.' pág- 8.
232
233
N

hombres y animales. La incesante repetitividad corr la que debe


en contradicción con la tradición: la glorificación del trabajo.
garantizarse la üda biol ógica, el metabolismo del hombre con la
Ahora bien, esta actividad que para Marx denota al hornbrc cr¡
Itafixaleza, somete al ser humano a una necesidad y a un deter-
cuanto hombre p¿rrece quedar abolida en el «reino clc la libcr-
minismo que no dejan ningun espacio a la indiüdualidady a.la
tad»'t'). Sin abandonar la idea de que el hornbre se crea a sí mis-
libertad. C-ogidos en el ciclo infinito de las actiüdades necesarias
rno gracias al trabajo, de rnanera inconsciente la hace coexistir
a la supervivencia, los hombres quedan reducidos a miernbros
con la esperanza de la libcración clel trabajo('0.
intercambiables y seriales de una nueva especie animal, la del
Para Arendt esto significa qLte, al lado de la provocación quc
representa la glorificación de la actividad trabajadora, en él siguc
animal laborans.Y Mam oscilaría continuamente entre la glori-
ficación de un trabajo así entendido y de la clase trabajadora en
vivo aquel prejuicio profunclarncnte radicado en la filosofia quc
cuanto Sujeto Universal y la promesa de una libertad que precisa-
ve en el trabajo un peso o una maldición de la quc hay que libc-
mente se rige por la liberación del trabajo.
rarse. Y en línea con el pcnsarniento filosóflco y cn pafticular'
con el pensanricnto griego esá efectivamcnte la misrtra conccp- Que h1déa de tibertad mamista es deudora de la filosoña
griegá se colige todaüa mas de los pocos pasajes en los-que Mam
ción m¿uxista del trabajo('|. Cuando Marx deflne este últirrto
ésbóza h sociedad futura. Para Arendt el modelo al cual apelan es
como «el rnetabolisrno del hombre con la naturaleza». cuanrkr
preciso y concreto: «Atenas y la historia del siglo v a. C.» En el
«particularrnente durantc su juventud» subraya quo su funcit'ln
principal es la «producción de la vicla», sc dcticne en las mismas hrt*o pieüsto por Manq el Estado ha desaparecido, arrastrando
consigó h distinción ente quien domina y quien es dominado. La
caractcrísticas que habían rnotivado el b¿lo rango quc le habíir
extinc:ión del dominio no ea, por tanto, la clave del aspecto utopi-
asignaclo la tradición. La labor, observ¿r Arcndt, ha sido siemprt:
co de un pensamiento que ha cortado todo lazo con la tadición
consiclerada como cl rnás ba.jo de los rlodos dc vida, y¿l que se vc
pasada. Ei más bien el síntoma de la recupgraciót m¿ís o-menos
cornplctarncntc pri'u'acla dc la autonorní¿r ncccsaria para calificur'
bxpHcita de aquella definición del hombre libre dada por Htródo-
al hornbre en cuanto tal. El irnperativo de satisfáccr las necesicl¿r-
to y acogida pbr Aristoteles como aquel «que no quiere ni domi-
des del cuerpo sc irnpone efbctivamentc cn la misrna rnedida rr
n* rri se-t ¿o*ina¿o»62. En Mam, por tanto, volvería a florecer el
ideal de lapolis: se recuperaría la idea de una comunidad de seres
5') Arendl, «Tradition ancl the Moclern Agc», cit., pags. 23-24. 'Iirrrr
ll. libres e iguales que se contapone de manera polémica a la con-
bión cn H. Arenclt, Kttrl L4ur¡ und tht,Ttuditit»t, long dralt, cit., pág. 8.
('0
cepción vertical y representativa del Estado modemo.
l-as pocluísimas nrcnciones cle las que Arcndt sc sirvc para apoyar slt Pero ya que, apesar de las oscilaciones mencionadas, la so-
tesis se encuentran cn The ltLutton Oonditfutn, cit., pág. tl7 ftracl. csp.'. op. cil.l
y cstárr sacaclas de la ldeologíu Alemttnu («No se trata de elirninar cl trarba jr',
ciedad nrurá sigué por lo demás pensándose como una socie-
sino cle suprimirlo supcránclolo») y del volumcn Ill tlc Iil úqitttl1,<El lcirro dad en la que toáos iiguen siendo iguales en y gracias-al-traba-
dc la libcrtad comienza allí dondc ccsa cl traba.jo»). jo, traducido «en el cuadro conceptual de la tradición [...], esto
"r Véase sobrc todo Tlte ÍJunrun Cotttlifit¡n, cit., págs.96-l llJ [tracl. cs¡r.: iOlo podía significar que nadie podía ser libre»63. Si bien Mam
op. t'il.J . lrn la partc c]c la obra titulada «l-abour» una discusión directir c se vib arrastrado porla esperanza o, mejor, por la ilusión de
indirccta dc la obra cle Marx Arcndt rcconstruye la asceltsitin del traba jo
que, gracias a una productiüdad enorrnemsnte aumentada por
al rango cle Lula actividacl suprema. Señala a Lt¡ckc couro cl punto c\e partitlir
cle esta gloriosa ascensión y más cxactarlrente en el hecho de que e\lósolir tán&zadel trabajó, h libertad de la Atenas de Pericles pudie-
inglés descubr¿r en cl traba.jo la fuente de toda apropiación inclividuáI, lun-
clanclo así la propicclacl privacla sobre la posesión nTás privacla que existe: «l ,ir
propicdacl (c1ue el hombre tienc) dc la propia persona, a sabe¡ del propro pág.
"2 H. Arenclt, Karl Marx and the. Tadition, long draft, cit.,
10.
cuerpo.» Reconocc dcspués un papel importantc a Adam Srr.rith, que hizo pág. ltt.
"t lbíclem,
dcl trabajo la fuente cle toda riclucza.
235
234
r se llegar a ser una realidacl para todos, la humanidad socializa- lrn cleflnitiva, parece decirnos Arenclt, con Mafi el universalis-
I

da cle que habla se configura más bien como una sociedad dc rrrcl llega a sus extretnas consecuencias, llevaclo por la lógica de
csclavos, en la que «el tiernpo libre del animal labr¡rans no sc Ios priñcipios de iclenticlacl y cle no contradicciór-r que lo sostie-
gasta nunca sino en el consmno y cuanto rnás tiernpo le queda La viáa. en el mero sentido de zoe, se ha constituido en el
más rapaces e insaciables se hacen sus apetitos»('4. 'lc. y
i,alor supremo que es cotnún a todos, sin clistinción respecto
al cual cualquier otra difbrencia cspecífica cs.significativa.
4. Es clarc que la confiontación analítica con algrrnos aspec- Pero las «culpas» dc Marx no paran ahí. El también es res-
tos clel pensamiento cle Marx se desenvuelve cle manera tenden- lronsable cle una conftlsión conceptual cuyos resultados no son
ciosa y capciosa. El intento polérnico es sobre todo cl de destacar i,,enos arricsgados. En su noción de traba.io, él no clistinguiría
el hecho de que el fllósofo alemán ha ftlndado cumplidamente y cntrc procesolaboraly fábricación. Más allá dcl significado de
legitirnado de lnaner¿r tcórica el asccnso de la categoría trabajo a ,<nretabolismo del hombrc con la naturaleza>>, el concepto mar-
fenómeno central de la csfbra pirblica, su paso cle la invisibilidad rista cle trabaio incluiría cl significaclo de producción del mttn-
clel oikos a la visibilidacl. Ella consiclera irnpoftante subrayar quc tlo hurn¿rno: las dos actividades que en Lo t:ondici(¡n humana
con Marx la csfbra política cn la que los hornbres deberían actuar \rcndt caractcriza colno lol'¡our y v'orli- «Cluanclo Marx insiste
para distinguirse los tmos de los otros, una vez libcrados de la car- sobre cl hccho de quc el proceso laboral acaba en el producto,
ga clc las necesidaclcs naturales. sc transfbrrna en una esfera habi- olvicla su rnislna ilelinición cle cste proceso colno "rnetabolis-
tada únicarnentc por trabajadores: en una sociedacl cle esclavos, rno entre el hombre y la naturaleza" en cl que el proclucto es in-
como diría Aristótelcs. donde el dorninio absoluto lo detent¿r nrcdiatamcnte "incorporado". consumiclo y anulado por el pro-
aquella «fuerza natural» a la que toclos irulistinÍamente estirn so- Ccso vital clel cuerpo>>('7. En cl desafio a la tradición al exaltar el

ti rnetidos. En este contexto. la igualdad universal ya no es sólo una


idea abstracta. Porque. si los criterios que caracterizan al ser hu-
;rspecto matcrial de la vida, ól no se da cttenta de qr'rc en su con-
t'cpto cle traba.io están irnplicadas dos actividadcs hutnanas dis-
rrano son en primcr lugar los critcrios del anintal laborun,s, enton- Iint¿ts('E.
ces Marx ha logrado un concepto de hombre cuya universalidad Est¿i confusión se hace todavía más cvidente cuando, repi-
supera con mucho la surninistrada por la dcflnición cle animal ru- lrcndo aquel gesto que scgún Arendt es el rasgo que tienen en
tionale65. Gracias a la labor en última instancia reducible el menr t'or.rlÍrn los rnás importantes filósofbs políticos, Marx proyecta
«cstar vivos», a la vida biológica misma, todo hornbre es re¿rl- srr iclea de l{ornbrc en singular a los hornbres en plural; ctlan-
mente idéntico a cualquier otro y sustituible por cualquier otro('('. ,lo transflere su conccpción de ser humano en la que homo./a-
l,r'r y animal laborttns se sobreponen a la idea dc historia. La
()r lristoria se concibe efbctivamente bien como proceso necesario
7-1rc l{umun Ot»ulitiott, cit., pág. 133 [trad. csp.'. op. t:iÍ.]
('i [J. Arenclt, Kurl NIax untl f he T'udition, long clralt, cit., pág. I [l: «Lir
(''-
definición del hombre como animal racional, que en Aristófeles era zoon pt> [bíclent, pág. 103.
lilikon ktgn echon,no era todavía universal como la t7e onimul lubt»uns.» "i Marx no há distinguido entre labor y trabaio, como no lo han hccho
('('
Véase también H. Arendt, The Hwnan Corulitit¡tt. cit., pág. 1D [trad. rl [ .ockc ni Smith. Ha puesto efectivame nte el acento sobre la productr vidad
esp.: op. c¡t.J. <<La sola actividad que correspondc cstrechatnente a la cxfañc- ,le l¿r activiclad material del hombre, en la construcción de los ob.ietos y dc su
z¿r dcl munclo o, mejo¡ a la pérdicla del ntunclo clue tiene lugar cn el clolor; es cl rrrruldo. E,n todo caso, según Flannah Arcndt. el interés principitl de Marx si-
traba.jo, cn cl que el cuerpo humano, a pcsar clc su actividacl esta completa- ,,ile sicndo el mero trabajo de subsistencia a dcspecho de «la cqr-rívoca intcr-
y
rnente rcplcgado sobre sí mistno, no se collccntra sobre ninguna otra cosa mhs Prctirción de la labor, una actividad no productiva, en términos de trabaio
clue sobre su ser vivo, permanecicndo prisionero de su mctabolismo con 1a na- ,1,' lirbricación». H. Arendt, The lluman Conditir»n, cit., págs. Il5-88, l0l-102
turalcz¿r sin trascender nurca cl ciclo recurrcnte clel propio lüncionamiento.» llrrrtl. csp.: t4t. c:it.J.

236 237
I

bien como. f'abricación, como construcción de un Suieto «los flnes superio-


¡rrirnera rnodernidacl>>, cle modo que ahora
tivo que terminará en un producto, en un ergon;la sociedad i"r, qo. se revelaban sólo a la rnente del filósofb podían ser
clases.
rransfünnados en los fines al alcance del Sujeto histórico que
Y henos aquí de nuevo en el punto del cual hemos sc hacía consciente cle Sí rnismo70. A éste flnahnente le bastó
lapraxis comprendida en términos de póies¡s. Mam no es clirninar la palabra Espíritu y rernplazarla por el término Hu-
tamente el primero en seguir esta dirección. Se üo ' rrraniclacl o Ólur.. En tódo ca.so, po. un Sujeto colectivo que, al
unavez más, por la faerza arrebatadora de la tradición que .
is¡al dc la voluntad gcneral de Rousseau, se recompacta como
redó. Pensar en la política o, mejor, en la historia, como en ,i,r solo hombre ficnté al enernigo y en el que los individuos, di-
inmanente proceso de fabricación es lo que le liga sólidam
Vcrsos y plurales, son engullidos y ¿rnulados. no de mancra
a Platón y a Hobbes, quienes, anexionando el actuar políti
tlivcrsa a como sucede en ei Ge,"'f hegeliano. Graci¿ls a este sujc-
la racionalidad teleológica de la techne, potencialmente Io. las fucrzas nccesarias cle la histori¿t se accleran hacia un fu-
introducido el elemento de la violencia en los asuntos I¡ro que hay que construir, pcro cuyo diseño estit cn todo caso
nos. Efbctivamente, éste va implícito en la relación proyecto, la violencia, en cuanto
¡,r.ccleicrmiñacio. E¡ semejante
que caractcrizala fabricación, eluso violento y de la acción rcvolucionaria, es para Han-
i,,rgo in-rprcscinclible
del material del que debe tomar forma el objeto fabricado. ,,,,liAren.lt sólo la inevitable consecuencia, que gracias a Marx
Thmpoco se debe únicamente a Mam la consideración ..rrlc a plcna luz, clcl rnirar a la acción desclc cl punto dc vista de
la historia colno proceso: ésta es efbctivamente la enonne
Lr f ¿rbricación.
da que él contrae con Hegel. A partir del sistema hegeli
elabora por consiguiente una concepción histórica que pft 5. Para recapitular para retom¿rr cl hilo dcl discurso ini-
y
de ser una ((nucva ciencia de la historia». Si la Wel, , ,:rr¡r it propósitó de «l,a c1c la tradición». se debc recor-
c,lpa
había enseñado que la Verdacl se revela en los acontecimi ,l,rr-quc la intcrpretación arcndtiana clc Max csta oricntada en
históricos, se podía deducir que la necesidad dialéctica no en el patrirnonio clel pensamiento
¡,, inttr lugar a rnostrar cómo
solo retrospectivamente «econocible». Más bien se debía ,rrrrrxista.-prccipitaron y encontraron acomodo las dinárnicas
ver como se prevén las leyes fisico-naturales, orientada hacia ,le la traclición lilosófióa que se h¿rcen «responsablcs» del e[r-
füturo. Sería, por consiguiente, necesaria una concicncia «ci rt.rrdirniento rnutuo de la política; dinámicas que. en el fbndo,
tíflcarnente guiada» para hac'er la historia o, lo que en r('slloncle n a una estrategia de «esquivatniento>> y ocultarniento
significa una misma cosa, para verificar la verdad filosófi ,1l.. toclos aquellos elcrnentos «perturbadorcs)) que con la políti-
Dicho de otra manera, Mam sustituye la mirada t l. clt la climcnsión ontológica el1 que la piensa Areudt, son una
hegcliana, vuclta al pasado, por una aproxirnación teórica
pennite prever y «construir» «el futuro que está en
i lll rnisrna cosa: temporalidad, finitud contingencia, plurali-
,Lrtl y dil'erencia.
Actuando de esta manera, concluye Hannah Arendt, no hi: ilnn su animal labt¡rans, no cstá de rnás repetirlo, Mau
más que fundar, en una única concepción histórica, la idea
¡,ro¡xrrciona una iclea de hornbre universal hasta el
punto de
la Ges chichte h egeliana y <la filosofi a política teleológica , ,',r.'clar de rnancra definitiva las dif-erencias que distinguen
rr¡[r irlenticlacl cle la otra. Porque cn aqucl in-c:omune quc es la
r rrLr. cn el senticlo clel mero vivir biológico, cada uno cs idónti-
6" El lugar en cl que estas argumentaciones son expuestas
cle la
más sugestiva y convinccnte se encuentra en H. Arendt, Philosophy arut I r" Véase H. Arendt, «The Concept of History», cit., págs. 84-85' [Trad'
litics. The Pru¡blems of ,4r:tion, cit., págs. 84-t15. ('sl). cn Entre el pasado y el futuro, Barcelona, Península, 1996']
238 239
\
co al otro y por el otro sustituible. En el Hombre Universal del
<<animal quc labora>> éste es el punto crucial de [a polémica
de Hannah Arendt con la filosofia manista , la pluraliciad sc
conviefte en la grotesca repetición serial de un mismo ejemplar
de la especie humana. Además, por rnás que él se rebclé contra
la tradición filosófica c implícitarnente contra la idea de sujeto
que ella vehicula, en su imagen de una humanidad que corrst.u-
ye la historia se esconde la misma hybri,s hiperhurnanística de
la subjetividad metafisica. Siguienclo la lógici de la póiesis, se-
rnejante sujeto no reconocc límites a Ia ornnipotenie voluntacr
dc servirse dc cualquier meclio úrtil para la realización det fin.
La universalidad quc sofbca la singulariclad y la ilimitada TERCERA PARTE
voluntad dc manipulación del Sujeto sobre el objeto se conju-
gan con una visión determinista y ncces¿lria cle la historia, por
la cual todo lo quc no se pliegue a sus leyes debe tratarse como
picdra de escándalo en el camino que lleva al Scntido y al Fin.
Irstos clementos no solo se cnsamblan cohercnterncnte en
la f ilosol'ia marxista: también se hacen potencialrnente «explo-
sivos>> en scntido totalitario. Inseftados en aquella relacióñ de
teoría v pra.ris. trastocada con rclación al ortlen traclicional.
ellos r,uclven a ser virtuahnente actualizables cn la realiclad.
Eféctivarnente, para la umw,rilzende Pruxis de Marx. la acción
es pcnsamiento y el pensarniento es acción.
Son cstos, sobrc todo, los motivos quc haccn del pensa-
rniento de Karl Marx la ocasión teórica para retornar sobie toda
la historia de la filosofia política occidental: para encontrarnos
aquellos rasgos quc, ciertamente, no han produciclo el totalita-
nsmo, pero quc. en toclo caso, no lo habrían ni siquiera hecho
concebible si el pensamiento no hubiese embocado la carretera
de la rnetafisica, si la «ciencia terrible» no hubiese seguido
aquel recorrido de progresiva universalización, que comporta
deÍerminisnto e hybris.I)e ahí, la prenda puesta en juego por la
radicalidad de la reflexión de Hannah Arendt: sondcai laposi-
bilidad dc una nueva conexión entre pensamiento y acción que
evite tanto la jerarquización prescriptiva de platón cuanto laie-
conciliación hegeliano-marxista que quita autonornía tanto al
actuar como al pensar. _\
\

240
VII

Volver a pensar la historia

l. Ln cnÍ'r'tctn I)D LAS croN('trpctoNtls (t()N'ttNtlts'IAS

En el cuadro que reinterpreta la relación entre teoría y pro-


r.rs que nos ha transmitido la tradición asulne un papel central
cl análisis crítico de las «fllosofias de la historia» que han ca-
racterizado la cultura ellropea a partir <le flnales dcl siglo xvrrr.
Scrnejante examen se desarrolla en dos difbrentes planos teóri-
cos: desde un punto de vista diacrónico, Arendt busca indivi-
tluar las transfbrmaciones histórico-epocales que han conduci-
tlo al rnundo moderno y han tbrmado aquella mentalidad que
cnerva y sostiene semejantes filosofias; dcsde un punto sincró-
rrico. somete a examen la categoría de «proceso)) en torno a la
eual se esü-nctura, a su parecer. la explicación de los sucesos
lrum¿rnos que estas filosoflas pretendcn dar. Esta crítica cle la
noción de proceso histórico surge particularmente del análisis
tlc la f ilosofia de la historia de Kant y, sobre todo, de l{egel y
tlc Marx, a su juicio las más significativas reacciones teóricas a
la Revolución Francesa.
Antes de volver a fijar la atención sobre el contenido espe-
e íl-ico de la crítica que Arendt hace a las «grandes narraciones>>
l'ilosóficas, conviene que nos detengamos brevernente en las
rlistinciones conceptuales trazadas en Vita acfiva [La condic:ión

243

)
httntctnal, distincioncs quc pueden tambión intcrpretarse como El trabajo o f-abricación (work)i, por cl contrario, ticne una
los insfurncntos de los que Hannah Arendt se sirve para desmon- l'inaliclad concreta ryre dcbe rcalizar'. dar vicla a objetos clura-
tar la rnoderna conciencia histórica. En las páginas cle ht hlcs con los que contribuir a la estabilidacl del muncloa. Está
condir:ión humunu sc propone un articulaclo aparuto de categorias sostenida por la lógica teleológica y procede, por tanto, basán-
que sc utiliza de modo diacrónico con el objeto de reconstruir I¿r tlosc en la racionalidad rnedio-fin.
géncsis dcl mundo moderno. En cste contexto. sólo se podrán so- Finalmcnte, la labor ¡luhout')5. cousiclerada por los griegos
rneter a ex¿rrnen semejantes catcgorías dejando aparte muchas clc cn el último puesto de la jerarquía, representa el intercatnbio
sus irlplicaciones y será obligaclo cxponcr de moclo sintético ra tlel hornbre con la naturaleza. E,n esta acepción particular, la ac-
reconstrucción histórico-tipológica propuesta por la autor¿r l . liviclad laboral es la que provee a la satisfacción de las nccesi-
En esta obr¿r, cn la que sc propone cncontrar el significado rlades vitales. Su caracteristica e s la dc no dciar ningún produc-
originario de las articulaciones dc la y,idu ut'tita antes dc su su- Io tras de sí: todo esluerzo que sc curnple mcdiantc la labor se
borclinación ah vitlu t,onferu¡tlutiya, Arcndt, valiéndose cn par- rlisuelve en la ¡rrocesualidacl cle la tncra consumición. No es,
te de las difbrcnciaciones aristotélicas, clistinguc trcs tipoi dc por consiguicnte, casualiclad que el tipo dc hombre qr-rc Arenilt
actividad hurnana: la labor, cl trabajo y la acción. ('on semc.ian- i,acc corrcspontler con csta actividad se clcfina colno unimal
tes nociones, la autora prctendc. en primcr lugar, discñai lo, lubr¡runs.
r¿lsgos dc fbnclo de una fbnornenología existcncial que clé cuen- La libertacl, la proycctualidacl y la prooesualidad caracte-
ta de los difbrentes tipos de relación que el individuo lnantiene, rísticas respectivas cle la ¿roción, el trabajo y la labor v¿tlen cn
respcctivarnentc. corr la naturalez¿I, corl los ob.jetos mundanos y gcneral, rnás allá cle su relcrencia típico-icleal a la polis griega,
con los otros individuos. c¿rda una de estas activiclaclcs corres- io,ro descripción de tln modo de scr clel holnbrc en cl mundo
ponde ¿r una situación humana concreta. Y la e.lcrnplaridacl del v por tanto. cotlo sugicre Paul Ricoeur. prteclen ser interprcta-
mundo gricgo parece consistir no sólo cn el orden jcrárquico en das talnbién como tnodos c'leltiernpo hulnano('. La ¿rcción remi-
el que scrnejantes actividades se consideran, orclen que privile- tc a la «fr-rgacidacl» y a la «fiagilidad», cl trabajo rcpresenta la
gia la acción política entre los ciudadanos libre e igiralés, sino tluración y el carácter temporal cle la labor tiene su origen en la
tarnbién en la neta separación cle l¿rs lógicas que ellzrs irnplican. natur¿rleza firncional y transitoria de las cosas quc produce en
La acción (action) porta los caracteres de la libertad, ya que orden a la subsistencia. La procesualidacl, es decir, la auscncia
no está determinacla por ninguna otra cosa distinta a sí misma de duración y de estabilidacl distingue por tanto l¿r situación dcl
ni sc acaba en sí2. De hecho, ella depende exclusivamente cle su unimal luboruns.
capacidacl de ponerse en acto y ticne corno rcsultado, no la rea- Cotno se ha dicho, la operación realizada in La c'ondici(tn
lización de objetos concretos, sino la apertura de nuevas confi- humana consiste en utilizar las categorías que designan las
guraciones en el interior de una trama de relaciones humanas cliversas actividades humanas para reconstruir los deslizamien-
previamente dadas, configuraciones cuyos resultados no se tos que advienen de una lógica a la otr¿r, en el paso clel mundo
pucden dclerminar ni prevcr.

I'
Acerca clc la «obra», ibídem, págs. 136-174.
Véasc en particular el apatrtado «The Durability of tlie World», ibídem,
I Véasc H. Arcndt, The lluntan Conclition, Chicago, The University of págs.136-139.
_.
Chicago Prcss, 1958 [trad. esp.: Lu condir:ión humana, op. cit.J. 5 Ace rca cle la «labor», vÓase íbídem. págs. 79- 167.
r Acerca de la «acción», véase sobre toclo The Ilumán Conrtition. pági- (' Véase cl ensayo de Paul Ricoeur, «Action, Story and History: On Re-
nas 175-241 ftrad. esp.: o¡t. t:it.f . rcacling The llumun ()t¡rulitittn», en Sulmoguntli, núm. m' 1983, págs. 61-72

244 245
clásico al mundo moderno. El primado delavita contemplati- precisarse que el análisis del mtmdo mo-
2. Además, debe
va sobre lavita activa1, que se afirma primeramente con el na-
clerno «lesarrollado ei t,a c:ondición humanu, asi como en Tha
cimiento de la filosofia y después de manera completa, con el
Concept o/-Hisforyt, no se limita al registro de la prirnací¿r c1e se-
cristianismo, conduce a la desaparición de las diferencias enfre
rnejantes iógi"a.; los cambios entrc la vifa c'ontentplativa y la
las modalidades en las que se articulaba la vida activa. Consi-
t,ita activa y los desliz¿unicntos internos a esta última se inves-
derada desde el punto de üsta de la contemplación, la acción
tigan descle rnás puntos de vista. Por lo que concicrne al prcsen-
política se ve privada de su carácter de libertad y reducida al ni-
vel de las actividades que se consideran carga inevitable del
tJ contexto es irnportante recordar cómo la afilnación del
hctmo.faber en la moclernidad no significa para la autora rcto-
hombre en un mundo destinado a perecer. El sucesivo giro que
¡rar la ir-rtcrpretación, de origen ilustrado. que ccleb¡a en seme-
tiene lugar con el advenimiento de la época moderna lleva de jante I-igura los fastos de una razón escl¿rrccida y libcrada clel
nuevo a la supremacíadelavita activa sobre la contemplativa,
yugo clé l¿rs verdadcs pasivr.rrnentc asumicl¿rs. Por cl contrario,
pero en un orden jeriírquico profundamente perturbado con re-
óoiro hernos pocliclo observar cn las páginas dcdicadas a la lcc-
lación al del contexto en el que estas distinciones habían adqui-
tura arencltiana tle fIobbes, cl giro tnoclerno lnarca a sus ojos un
rido significado. Con la modernidad, prevalecen las modalida-
cluro golpe para cl mismísitno poder dc la razón. Para la auto-
des de la fabricación y de la labod; es decir, lalógica de la ra-
ra. loi dlvcis.s acontccirniento quc abrcn la época tnoclern¿r
cionalidad teleológica que prevé la elaboración artificial del
cn particular la invcnción dcl telcscopio') son cn parte rcs-
objeto fundándose en un modelo, y la lógica procesual del in-
ponsables de Ia pérclida de confianza cn los sentidos y en su ca-
terminable intercambio hombre-naturaleza. Expresado en otros
paciclad cle pcrcibir cl rnundo tal y cotno se presenta. Por con-
términos, esto significa que lo que no se descubre, sino progre-
siguientc, para ella, la filosofia c¿rrtesiana no rcprescnta cl as.er-
sivamente se oculta, es el significado de la auténtica acción po-
lo*incliscuticlo cle la tutonornía del pcnsarniento clel stljeto. sino
litica; significado que se desvirtua en la identificación de la ac-
qr-rc hay quc entcnclerla cotno teorizaciórl emblernática de aque-
ción con la fabricación y la labor. Desde el punto de üsta de la
lia situaci(tn cn la quc el indivicluo ha cortado sus lazos con el
actuación política, la modificación moderna es, por consi-
rnultclo real y se rc^ftlgia en el aislalniento de la interioricladl0.
guiente, sólo aparente, en la medida en la que semejante actuar
Como consecucncia cle serncjantc giro filosófico, la razón pue-
desaparece en el interior de una relación teona-praxls que lo re-
tle reponer su conflanza sólo cn lo que ella ha fundado subjeti-
duce a las modalidades del proyecto y del proceso.
varncnte. En cl cu¿rdro de esta <<ruodcrna desorientación» y dcl
Lalógicateleológica y la procesual llegan de esta manera a
consiguiente intento cle recuperar la certeza y la estabilidad
dominar la mentalidad moderna en todas sus manifestaciones. se explica, para
Y las «filosofias de la historia» son para Arendt una de las ex, Prescindiendo de la f'enonlenicidacl clcl tnundo,
ia ¿rutora, el progresivo dcsplazarnicnto de la atención desdc el
presiones más características de semejante mentalidad: no e§ con el que se construyc: del
objeto tabricaclo al procedimiento
una casualidad que todas estas filosofias, si bien diferentes en, de la
<<qué» al <<córno>>. Si, de hecho, no se puede estar seguro
tre sí por aspectos no secundarios, se estructuren en torno a las
cxistencia cle una realiclad externa al sujeto, cs posible al tncnos
nociones defin y de proceso.
rro cludar clcl proceso productivo con cl quc el objeto vicne
conslruido por el sujeto.
7 Véase H. Arendt, The Human Condition, cit., sobre todo las págs.7-21
e lbídem.
ftrad. esp.; op. cit.J. r0 Véase sobre todo el apartado «The Rise of the Cartesian Doubt», iái-
8 lbídem, págs. 148 yss.
dem, pá9s.2'73-280.

246 247
Alaluz
de esta valoración del «giro epistemológico» mo-
del pensar la historia en términos de f-abrisación y de aplicar,
demo es como Arendt interpreta el renovado interés por la his-
por tanto, la lógica teleológica medio/fln, se rnanifiesta, a su
juicio, en la imposibilidad de individuar en el interior del tras-
toria y el consiguiente nacimiento de una <<concienCia históri-
ca>>.La historia welve a ocupar una posición de primer plano,
ctrrso histórico un autor real y un resultado definitivo concre-
incluso si no se piensa más que como memoria cólectivaa tra- torr. Imposibilidad a la que, en todo caso, no se resignan los fau-
vés de la.cual remite a la grandeza de las gestas y de los acto- tores dc la fllosofia de la historia. De esta rnanera, cn el obstina-
res, como ocurría en el mundo clásico y, más en general, en la do intento de salir de este impu,s,sc, Arendt hace consistir turo de
üsión premoderna. El nuevo interés por el acontécer histórico los rasgos c¿uacterísticos de las tnoclernas filosofias de la histo-
radica precisamente en la moderna sospecha hacia lo dado. «El ria. Todas, cada una de un modo diferente, pretcnclen iclentiflcar
concepto de historia al autor de la expericncia histórica con cl génuo humano en su
leer en «The Concept of His-
-podemos
tory>>- recibió un fuerte conjunto y su producto con el prot:eso histórit:r¡ en su totaliclad.
impulso de la duda sobre lá existen-
cia real del mundo [...]. Semejante concepto ha nacido en los
mismos siglos que preparan el gigantesco desarrollo de las 3. Por consiguiente. el análisis dc la lógica teleológica y de
ciencias naturales. Elemento típico de esa época [...] es la alie- la categoría cle proccso, por una parte, y lzr rcconstrucción histó-
nación del mundo»ll. Para Arendt, en definitiva, él origen de la rico-tipológica de la allnnación dc la moclernidacl por la otra, l

nueva noción de historia se debe al convencimiento moderno son los asuutos que componeu cl csqrlelna teórico con el quc
de que, si bien el hombre no es capllz de conocerplenamente el
Arendt analtza críticarnentc la filosolia de la historia, tal y couro
ésta se configura en las reflexioncs cle Kant, clc Hegel y de Marx. :
mundo natural en el cual está inmerso, es totalménte capaz de
reconocer aquello que él mismo ha hecho. En esta óptica, la Tarnbién la coucepción histórica kantiana aslunc la forma
historia se considera como la más cierta de las obras del hom- de una filosofia cle la l"ristoria centrada sobre la uoción del pro-
bre. A través de una interpretación quizás discutible, Arendt ccso'+. Sólo si se considera la historia colno un itnico proccso
encarna en Vico el primer ejemplo paradigmático del nuevo sc puedc afirrnar, según el Kant quc lcc Arendt, quc ésta tienc
modo de pensar la historia sobre el modelo de la fabricación. un autor y un sujeto. Sólo en esta perspcctiva universal, puecle
«Vico ----observa- se orientó a la esfera histórica sólo porque decirse quc semejante suieto o lo que cs lo mismo, todo el
género humano avanzahacia lo inflnito. De los cscritos han-
todavía consideraba imposible ltacer la nattxaleza. Su abandono
ti¿rnos sobre la historia, en dcflnitiva, sc dednciría quc la tratna
de la nafuraleza no era debido a consideraciones de tipo huma-
nístico, sino sólo a su convencimiento de que la historia estí he- clel tejido histórico no cstir colnpucsta por hombrcs singulares y
cha por los hornbres como lanaturaleza está hecha por Dio»»12.
hechos inclividuales. Más bien sc cntrelaza gracias a la secrcta
Pero la historia, afiade, no puede considerarse obra del astucia de la uaturtleza. que irnpele a avanzar a la especie y a
hombre; ella representa más bien el espacio de los aconteci- desarrollar toda su potencialidad en la succsión de las genera-
mientos relativamente inconexos entre sí, a cuya realización cionesl5. La filosofia kantiana sería, por tanto, uno cle los pri-
concurren las acciones de los hombres. El carácter paradójico
13 Véase H. Arendt, The Human Condition, cit., pág. 185
[trad. esp.:
rl H. Arendt, «The Concept of History», en H. Arendt, Between past op. cit.J.
ra Véase sobre todo H. Arendt, Lectures on Kant's Political Philo-
1nd lutuye,
Eight Exercises in Political Thought, Harmondsworth, penguin
sophy, acargo de R. Beiner, Chicago, The University of Chicago Press, 1982,
Books, I 968, págs. 4 I -90. [Trad. esp. en Entre el pas ado y el futuro, Barcelona,
págs. 46 y ss.
Península, 1996.] t5 lbídem, págs. 8 y 9.
t2 lbídem, págs.57-58
[trad. esp.: op. cit.J.
249
248
meros testirnonios coherentes del hecho de que considerar la
natural dc la que debemos, aunque con desgana, tolnar nota. de
historia corro un proceso implica la introducción de la necesi-
la otra no l.nanifiesta ningún diseño racional que sea irunediata-
dad cn el ámbito dc los asuntos humanos. Hannah Arcndt ob-
rnente perceptible.
serva que en Kant se encuentra ya la idea de la «necesidad de
Bien lejana de la «melancólica constatación>> de K¿rnt se
la guerrer. dc las catástrofes y, en gcneral, del mal y del sufri-
sitúa la exultación con la quc Hegel rnira los acontecimientos
rniento por la producción de la cultura>>, recucrda que para é1,
históricos. Se ha destacado en lo que prccede cótno para Han-
«sin todo esto, los hombres regresarían al estado brurto de la
n¿rh Arendt la consicieración hegcliana de la historia represen-
mera satisfircción anirnal» ('.I

ta cl más total desprecio cle la contingencia. Tbda la filosofía


Pero para Kant la pcrspectiva universalista clcsde la que ob-
ctc l{cgel es una ri-retaflsica de la historia y, si en-un prirner
scrva la historia es sólo uno dc los puntos de vista desdc los que
,ro,r"ñtn cl supuesto según el cual la «vcrdad>> sc cla cn el cle-
se pueclen observar los ¿rsuntos humanos. En la filosofia kantia-
sarrollo histórióo parece aportar nueva dignidad a la esfbra dc
na existen otras moclalidaclcs cle aproxirnación a las cosas clel
los asuntos humanos, en realidad los acontccitnicntos hut]-lanos
hornbrc qlle no irnplican en absoluto la reclucción cle lo singr-r-
sc recluccn a sirnples medios orclenados a la realización dc un
lar a lo universal ni la elirninación de lo contingente a favor de
senticlo quc los tiasciende. F.nla Philosophie cler Gcschichtc,
lo necesario. Por e-jernplo, precisn la autora, si bicn la «razón cl «signiiicado no sc repone ni en el individuo ni en las acci.r-
priictica» gira sobre la universaliclad del irrperativo categórico,
nes y-rnucho llc¡os en el pcnsamiento, sino cn cl desarrollo
ella considera, sin cmbargo, al hornbre en su singul¿iridad un histérico en cualtto tal quc todo lo inunda»rs. Poccl lc intcresa
lln en sí rnismo. Una singr-rlaridad quc es todavía más salva- a la autora establecer si la concepción de IIcgel consiste cn
gnardada enla teru:cra t'rí¡it'u, cn la que Kant, precisarnentc con
una clisolución de lo finito o en un¿l rcducción de lo infinito a
tal fin, contrapone al.juicio deterrninante el luicio rcf'lexivo. Por
lr historia. [-o que para clla siguc sienclo fundarnental cs qttc
el momento bastc decir que la conciencia dc la contradictoria y
on la «rnctafísica hi.stórica» hegeliana sc destaca cle t]]odo cla-
problernática relación entre univcrsal y particular llevaría a
rísimo quc «lo concreto sc ha desprendido de lo general, l¿t
Kant a darse cuent¿r de las parado.jas que contraponen y clistin- .,,,r""to singular se han scparado dcl signif icado ulli-
cosa y
ggen las icleas de progreso y dc proceso. No es de hecho una "i
u"rroirr"'. con el .esrltado de que cs el proccso cl quc adquie-
casualid¿rd qLre una cle l¿rs citas prefcridas de Arendt esté saca-
rc cle esta rlanera el monopolio dc la univcrsalidad y dc la
da del cnsayo ltlee zu einer allgemeinen Ge,st'hic'hte in weltbür-
«significación».
gerlic'her Absic:ht: «Dejará siempre pcrplejo [...] quc todas las
Sin volver a la critica lanzatla al pensauiento manista, es
gcneraciones parezcan llevar adelante sus gravosas ocupacio-
irnportante ahora considcrar cl hecho de que para Arendt sólo
nes en interós de la postcridad y que sólo la últirna de las gene-
Márx. ¿rl contrario de Kant y de Hegcl, pie¡sa coherentemente
r¿rciones pueda establecerse en el edificio ultimado»r1 . Forzan-
la historia bajo el rnoclelo dela./abricut'ión. De hecho, él intu-
do seguramentc la letra dc algunas páginas kantianas, Arendt yc que si «ei hombre hace historia, debe fbrzosamente existir
llega por tanto a la conclusión de que pzra el fllósofb ¿rlemán el
progreso, si de una parte constihrye una espccie de necesidad

rs H. Arenclt, L'hilosophl, and ['oliÍi(s- The PrutbLem ol'A(tion u/ier the


t" Ibídem, pág. 26. Véase tantbién Arendt, «The Concept of History», l).t,nt,h Ret,olutit¡n,l.ibrary of Congress. Washirrgton, Manuscripts Division,
l'he Papers of Hannah Arenclt, Box 69, pág.26 véase también «'l-hc Con-
cit., págs. 80 y ss.
r7 H. Arendt. «The Concept of History», ccpt of History», cit., pág. 83 Y ss.
cit., pág. 83. r" Vó¿rse É. Arcndt, «'l'he Concept ol'llistory», cit., pág. 64.

250 251
una rneta concreta quc ponga fin a cste proceso de construc- totalidacl con el fin de justificar la aparente insensatez cle los
ción». Pero que, en la perspectiva de la construcción de la so- acontecimientos y de las acciones individuales, ést¿ts acaban
ciedad sin clases, Marx prctendiese dar la r,uelta a la rclación por anular cn el proceso cualquier particularidad e individuali-
tcorial pruxis hegeliana y desernbarazarse del espíritr"r absoluto clacl. Y en su continuo remitir el significado dc cualquier acon-
no signil'ica para la autora que la teoría de la histol-ia marxista tecimiento a un l'in último o a un sentido univcrsal acaban por
consista en una rc¿rf irmación de la fbnolnenicidad. Al contra- vaciar la historia clc todo contenido coucreto. llegando así a la
rio, sn aceptación de la dialéctica exclusivamcnte corno méto- ¿rbsurcla sacralización del mero acaecer. Lo que Hannah Arcndt
do de explicaciórl. como estructura cn la cual hacc entrar de clcstaca corto caractcrística del traba.io la procesualidacl, en
nuevo a los hechos, testimoniala compleÍa di,¡olut:ión tJe la his- cnyo interior cualquier cos¿l se disuelvc en l¿l consumición, es
tctria y la uutonontíu que obtiene el ¡»oc:eso con relación a cual- cleóir, en la falta dé significado sc hace v¿rler tatnbién para
quier conteniclo y a cualquicr signil icado. estas filosofias. Es cicrto que en el intcrior cle tales coorclen¿r-
das. la estabiliclad clel rnurido, la autonornía dc la acción y la
Marx no ha sido sino cl prirnero (y en toclo caso cl rrayor clignidacl ilcl acto sc vcn incvitablelnentc cotnprornetidas'
entre toclos los historiadores) cn cantbiar el rnoclelo dc cstruc-
tura por el significaclo. Diflcilnrcnle habría pocliclo darsc cuen- 4. La crítica en los análisis clcl esfuerzo realiz¿rclo por cl
ta de qLre cluizhs cr-ralquicr otro nróclulo cstruclural t:ra capaz urocler¡o para apr()xitnarse a un¿l iiltcrprctación
clc cncuadrar los cvclrlos pasados cn ntodo tern prcciso como ¡rcnsamiento
,1" lo hirt,l.ia sobre la base de un sentido unitario, así colno l¿l
raciou¿rl. Su ntodo se lirnclaba al ntcnos sobre ur.l¿r irnportantí-
sima intuición histórica; a conliltuación sc ha visto a los histo- concicnci¿r cle quc el 1¿rllo de este proyccto cs inherente a la idea
riailorcs aclaptar con dcsenvollur¿r al laberinto de los hcchos n-lisrn¿r cle proccsualiclacl aproximan ¿r Ilannah Arendt al pensa-
pasados prácticantcntc cualcluicr nttidultl quc qu isicran'',. rlor Karl t-ow¡tn. No cn vano tarnbién él es discípulo clc IIc-i-
dcggcr y también sospechoso cle una nueva ref-lexión radical de
Añádase quc para la autom tarnbión el historicisrno alernán mJila iraclición filosófica hacia la recuperación paradigrnirtica
recac por muchos puntos cle vista, si bien rnoviénclosc cn direc- de la antigüedadrr.
ción a una libcración de la nrctafisic¿r hegeliana, en una concep- Ils b¿ñtante probable qllc se¿r precisturcnte en cl análisis de
ción que acaba por autontatizar y, por consiguiente, volver abs- las tesis clc Lówith cspcciahnente las conteniclas cn cl ens¿r-
tracto cl proceso histórico en cuanto tal. Y dcbc recordarse. sobre yo Meaning in Ilisfor,v de l949rr donde Arendt logra poner
todo, que Arcndt critica a Dilthey y su teorización dcl prcceso de á punto las propias posiciones acL-lca de l¿r moclerna conccp-
auto-objetivación dc la conciencia que se trasciende sin fin2l. cibn cle la historia. Los lugares de encuentro cle los clos auto-
En dcfinitiva, para Arendt, lo que une filosol'ias de la his- res son numerosos. Tambión Lówith denunci¿r dc rnanera radi-
toria tan divcrsas entre sí es Lma vcrdadera y auténtica parado-
ja. En el montento en el que éstas se orientan ¿r la historia en su rr lLccicntclnente sc ha rcalizado una cclici(rn intcgral dc las obras clc
K¿rrl t-ijwith en nuevc voliu]lenes: K. Lówith, siimtliche schrí/ien, stuttgart,
.1. B. Metzlersche Verlagsbuchhandlung. 1981-l98ft
20
ll. Arendt, «The flonccpt ol'History», cit., prig. 81. rr Esta obra apareció primeramentc cn cclición amcricana con el título
de Meaning in Ilik¡rv. Tic 7'ht'ologít'ol Intplit'trfi.ns .f.the Philoxtpht, o/
2t
Arer.rdt habla en estos tórminos clel pensarniento de Webcr y cle
Troelsch en Von Hegel zu Marx, Llbrary of Congress, Washington, Manus- llistot..t,, Cñicago, The Ljnivcrsity of'Chicago.t)ress, 1949, y r1lás tarde en
cripts División, «The Papers of Hannah Arendt», sin datación, Box 69. So- cdición alenrañr con cI título clue el ar-rtor prclbría al inglés, llteltgt'.t(hic'htc
trnd fleilsgeschchen. Dit, TheologiSt,he,n Lltruus,\elzlulgen tlet
bre Dilthey véase también H. Arendt, «Dilthey as philosopher and Histo- (it'.schicht.t
rianr», en Partisan Review, XlI, núm. 3,7945,págs.404-406. ¡ h i I s o ¡t
t t t hi t', Stuttgarl, Kohlhammer, I 5 J.
9

252 253
cal la absolutización y sacralización del acontccer histórico ac- ria cle la salvación>>2-'. Para Lówith, efbctivamcnte. la moderna
tivadas por las fllosofias de la historia. Y como Hannah Arenclt.
( iesc:hichtsphibsophie, centrada sobre la noción universalista
tampoco él se lin-rita a criticar la fb en el progreso en cuanto ,lc progresó Ío que ól también incluye al historicismo ale-
ilusión ideológica. Él pretende remontarsé a los orígenes dc rnír; -
sería cl",
resultado de una secularización de la teología
scmejante mcntalidad volviendo a recorrer el itir-rerario de l¿r rle la historia de im¡rronta cristiana. La fllosofla de la historia,
cultura occidental. En la basc de la idea de la historia como por consiguicnte, descendería directalnente de los pre.supuestos
proceso está, a su juicio, una precisa «cxperiencia del tiern- ,,peranteñn la concepción judeo-cristiana. q,e considera el de-
po». Una Zeitauf/asszrzg orientada ¿rl futuro que rnanifiesta vfnir humano en la pcrspectiva dc la espera y cle la reclención.
un giro drástico respccto a la concepción del tiernpo propia l-as grancles síntcsis inoclernas del curso histórico tttiversal stts-
del mundo griego y rotnano. La antigiicdad, ef'ectivamentc, tituirian la «Proviclencia» por el «Progreso)) y a Dios por el
está ligada a la reversibilidacl del ticrnpo histórico y al curso t{ornbre en cuanto sujeto absoluto cle la historia. Si las catego-
cíclico de los sucesos. Si cl lrundo antiguo, gracias tarnbién a r.ías portacloras clel moclerno pcnsarniento histórico-fi losóflco,
csla expcricncia del licrnpo" pennancce constitu{ivallrcnte an- .1r" giran en torno a la noción dc progreso. st- caractcrizan por
claclo cn la idea de límitc. cn la iclea clc un lir¡smr¡,s delirnitado tonsigr.riente por scr una versión secularizacla cle los conceptos
esta Úlltima
dc rnanera natulralista colno horizonte insuperable de los ¡rropiós cle l¿i visión escatológica .iucleo-cristiana.
inuestra ¿rhora el auténtico punto cx¿rctg de inflexión hacia el in-
¡trugmatu de los rnortalcs, la visión rnodema dc l¿r historia sc
caracteriz¿t por aqucl proceso clc universalización quc impidc tcrior cle la cultura occidental, cuy¿Is oonsecuencias continúan
cualquier distinción y cualquier sentido de lo finito. En defini- cstanclo operatttcs hasta la crisis f ilosólica dcl siglo n'
tiva, inherentc al conccpto clásico dc hi,sloreit¡ es una concep- Iln rnirchos pasa.jcs dc su obrar('. Ha*ah Arenclt ha cliscu-
ción según la cual toclo suceso en si misrno poscr- un signif,ica- trdo la valiclez d-c esic uso especifico de Ia noción clc seculari-
do propio; la «revolución histórica», futuro-céntrica, prevé quo ntció¡¡t. Si la represcntaclón rnoclern¿r dc los sucesos en un
los sucesos tiencn un senticlo sólo si rcrniten a una flnalidad ('ontinulun indeflnido rcpite. según Lówith, el esquetna tcmpo-
tcnrporahncnte difbricla. Uno de los asuntos ccntrales dcl ensa- ral implicito en una concepción escatológica, p¿Ira Arcndt, por
yo de Lówith consistc de hecho cn la afirmación de que en el
interior de la moderna fllosof-ia de la historia se ha asistido al )'Iltídcnt.
carnbio de contenido semántico entre los térrninos «significa- r(, Vóansc espccialnrente tl. Arendt, Tht' I {tunun Coilitit»t, págs. 24lt-257
clo» y <<fin>>, para cl cual sólo cl fin general puecle determinar la ltrircl. csp.: Ltt t,inclic:i(¡n humutta, op. c'it.l ,
On the Retr¡lufi.tt, págs. 2ó-2it
«Religio¡ ancl l'olitics», Confluan-
prirnacía dcl significado particular. En oonsccuenci¿r, todo su- itrad. csp.: Sobre lu rttt¡lt«:ít'¡p, o¡t. t:il.f .
,,', Il, núm. 3, 1953, págs. 105-126; pero, sobre todo, cl erlsayo «The Con-
ceso posee una.justificación propia sólo si rernite a un fin quc ccpt o1'History», cit., págs. 63-13 y el ¡tu¡tet'inéclito l'hilo,sopb untl R¡liti<:s.
lo transciende y que sc identiflc¿l cn una meta futura2+. lit' Prc¡ileni ,f At:tion-ulier the Ft'ent:h llet''ttlufít»t, cit', págs l6-19, cn el
A pesar cle los rruchos puntos en común entre las dos inter- t¡uc tlc manera explícita hacc rnención de Lówith.
pretaciones, Arendt se niega, sin embargo, a aceptar cxactamen-
' r7 Arendt criiica sobre toclo el uso que esta teoría de la secr.rlarización
lrirce c1e la lilosofla de san Agustín. Según LÓwith, cn el De Civitale Dci es-
te el asunto central de la tesis lówithiana. Para el filósofb alemán.
raría ya contenicla Ia cstructura lógica que habría sostenido l¿rs filosofias mo-
«la filosol'ía de la historia y su invcstigación de un sentido últi- ,lcrnas cle la historia. E,n Agustín existiría una coucepción lincal dcl tiempo
mo proceden clc la fb escatológica en un fln último de la histo- lristórico, en cttanto que el orclen cronológico de los succsos individualcs re-
eibirían un significailo sólo si se rcconccta con la historia de la salvación.
Stilo la refcreñcia a un principio, que coincidc con la vcnicla de Cristo, y a una
2a Véase K. Lówith, SigniJicato efine delta storia, cit.,pág.28 tinalidad" iclentificaclaion ei advenimiento del Reino clc Dios. atribuyc a la

255
2s4
rl

el contrario, las dos nociones de historia no son en ningún morkr Esto, en totlo caso, no implica en absoluto la improbable
continuación una de otra. Para la concepción que se funda sobrc transfomación de categorias transcendentes y religiosas en
el Antiguo y el Nuevo Testamento, la humanidad tiene un prirr. fines terrenales y criterios inmanentes, sobre la que rectente-
cipio y un fin bien definidos: cl mundo ha sido creado cn cl mente han insisiido algunos estudiosos de la historia de las
tiernpo y está obligado a perecer. La peculiaridad de la nocitill ideas. Secularización significa sobre todo separación de lare-
moderna reside, por el contrario, en la atribución a la historia rle ligión respecto de la política; un fenónrello cuya repercusión
un pasado y un luturo infinitos2s. La nneva idea de la historirr s;bre ambas es tan fundamental que hace cualquier otra expli-
clernuestra ser irreductiblemcnte moderna, sobrc todo porquc cación más creíble que la gradual transfom,ación dc las cate-
gorías religiosas en óonceptos seculares, soslenida por los r/e-
pone cn el candelero una noción de inmortalidad difbrente tanto
/b n r,,,r, dé la t: o n t i
t
n u i cl u tl i n i n c
t u m ¡t i tl d'
)'
clc la antigua colno de la cristiana. Si los antiguos pensaban crr
la inmortalidad de las grandes gestas individuales y si los cris- En esta accpción, por tanto, el término secularización de-
tianos creian en la eternidad del akna de cada uno, los lnodenxrs
nOta una discontinuiclád histórica, y no una contitruidad con-
piensan rnás bien cn la irunortalidad cle la humanidad como urr
t'c¡rtual entre éPocas diversas.
conjunto, cn su proceso evolutivo. Ahora bicn, es importante rc-
cordar que para Arcndt la noción de inrnorlalidad terrena descu- 5. Clon estas argulnentaciones, Arendt sc situa en el inte-
bierta por la moderna Ge,schicht,sphilosophic, si bien cn un sig- ri0r cle aquel ampliÑebatc, propio sobre todo dc la cultura ale- ¡
nificaclo completamente diverso del antigllo, se había perdiikr r)ran¿l! qúe, saliclo cle las tesis de Max Weber sobre el proceso
t/,,

del todo con la afirrnación dc la fb cristiana en la trascendencia. ,lc racionalizaciónr0. continúa a través de las teorías de la secu- I
En cleflnitiva, la autora pretende que sólo el «uso históri-
co», no el filosófico. del ténnino «seculariz¿rción» posee relc- )

vancra explicativa. En sustancia, sólo si por seculariz¿rción sc


r' I l. Arerrclt, «'l.lrc of'I Iistor¡'r>, cit., phgs' 69-70'
Clonce pt
I

,0 l-a teoría webcriana rcpiesenta el gran antececlente tcórico clcl debate


enticnde el ascenso cle lo «seculan> de mancra sirnultánea al ..obre l¿r sccularización en el siglo rr. M¿rx Webcr prcseuta por prlmera I

eclipse clc lo tr¿rscendente, es inlegable y ésta es su argu- ,cz cl transcurso de la civilización occiclcntal, aclctnlts de como ull proccso \
mentación que la moderna concicncia histórica cstá íntirna- ,lc progrcsiva racionaliz¿rción, col1lo un proceso clc secularización. La secu-
tnentc conexa. l,rri)ació,, cn Webcr, ,o es ni conclcnacla ni celebrada. sino mhs bicn asumi-
rl¡ cottto ineluctable clestino cle Occiclentc. Cot.t-to cs sabido, las reflcxiones
.robre sccularización han vuelto a encontrar uua respttesta a la cuestión Iun-
historia un scntido. De este modo, «cl operar divino cn la historia transcientlc
,lrilncntal clel pensamiento rvcberiano: cómo y por c1ué motivos prccisauente
nucstros dcsignios [...] y la proviclencia clivina prevé y sobrepasa las intcncio-
ur Occiclcntc y sólo cn Occiclentc se han verificado aquellas.circunstancias
nes dc los hombres». Vóase Lórvith, Signi/icaro e fine dello stor¡o, cif.. pági-
,¡,,. t-,u, auan íicla a los fbniitnenos característiccls del racionalismo: descle el
nas 215-23 l. Para Arendt, porel contrario, «frente a la historia secul¿rr, Sarr
,:,,pitalismo a las ciencias exactas. Weber ve el proceso de sccularización cn
Agustín tiene una posición en el fon«lo equivalentc a la de los rom¿rncls, si biclr
,'*lrecha conexión cgn la afirmación cle un actuar «racional respeto a la f ina-
con una inversión dcl énlásis: la historia seguiría siendo un depósito de ejenr- en el
t,,lacb> que ha encontraclo una cle sus más completas manif'cstacioncs
plos [...] La historia secular se repitc; el único períoclo histórico en el cual tu-
,rscetismo intramunclano que es cl rasgo caracteristico del calvinismo y del
vieron lugar eventos únicos e irrepetibles va de Adán al nacimiento y muertc hunclc sus raíces en el más
de cristo. Descle cse rnomcnto en adelante las potencias cle este mtmdo surgen
¡rtrritanismo. Pcro cl pro.éro dc secularización
,r"neral y antiguo proi..,, histórico-religioso clcl desencantcl del mundo que,
y pcrecen como en pasaclo y continuarán surgiendo y pcreciendo hasta el fin cl profetismo y el pensatnie nto cientíl'ico griego (cn su
,,iniencló cle sd*e iuclío
del mundo, sin que estos eventos mundanos puedan nunca más revclar alguna se tradu-
or igcn, los dos ¡aciorcs constlttrtivós clCl racionalismo occidental),
verdad substancialmentc nueva». «The Concept of History», cit., pág. 66. mágico-sacros dc búsquccla dc la salva-
)\ Ibídem, peig. 101. Aquí Arcndt retoma de nuev'o explíiitamcnte la .c in cl rechazo cle todos los mcdios
,.irin. Vé¿rse sobrc toclo, M. Webcr, La élir:ct protestanle )¡ el espírittt del c'u'
obra de C)scar Cullmann. CristLts und die Zeit. Zúnch, EVZ Verlag, 1946. (1904-1905) y Ecoru»nía sociedud (1922)'
¡titulismo 1'

256 2s7
larización de Lówith y de Schrnittsl. hasta desembocar, abor- importantes conceptos modemos, retotaen de hecho el inicio de
dando problernas de gran alcance, en la que podríamos llamar' la época modem4 pero, sobre todo, privan de legitimidad su pre-
una verdadera y auténtica «controversia filosófica» acerca clc tensión de ponerse como novedad absoluta: no es posible aden-
la legitimidad de la época motlerna32. trarse aquí en los términos particulares de esta polémica: baste se-
En este título de la obra de Blunenberg se puede percibir ya ñalar que Blumenberg apunta, mrás allá de las tesis de Weber, so-
su intento polémico en los enfrentamientos con las llamadas tco- bre todo a las de Lówith y las de Schmitt. Uno de los principales
rías cle la sécularizaciónr3. Éshs, al sostener el origen religioso clc objetivos de Die Legitimitdt der Neuzeit es afirmar, conta las teo-
rías de la secularización, el carácter no derivado y autónomo de la
modemidad y de sus principales categorías. Aseverar que la idea
rl Una etapa hrndamental del debate sobrc l¿r secularización viene mar- de progreso y, junto a ésa, ofas nociones-claves del pensamiento
cada por cl pensamiento de Carl Schmitt y por su kología política. tsn el ell- moderno son el resultado de ur proceso de secularización del me-
sayo dc 1992, kokryiu politica. QuuÍtro capifoli sulla dollrínu dellu sovttt-
sianismo judeo-cristiano significa para Blumenberg, no sólo acu-
¡ril¿i, leemos: «Todos los conceptos más cargados de signilicación de la doc-
trina moclcrna del Estaclo son conccptos teológicos secularizados. No sókr sar a la Neoueit de haber cometido um especie de hurto cultural,
desde el punto dc vista de su desarrollo histórico, ya quc hzrn pasado a la dou^- sino también expropiarla de cualquier cosa que le pertenezca: es
Iina del Estado desde la teología, [...] sino también desde el punto de vista tlc decir, arrebatarle el tíhrlo de la propia legitimidad. Implícito en la
su estructura sistemática.» Es estc sistema de analogías entre conceptos teolti- teoría de la secularizacióÍestá, a sujuicio, un esencialismo que le
gicos y conceptos políticos secularizados el quc Schmitt dellne como «tco-
impide darse cuenta de las diferencias ente <<viejo» y (muevo».
logía política». Central para la temática dc la secularí:zaciónes tambión la conlc-
rencia cle 1929, «Lepoca clelle neutralizzazioni e clcllc spoliliciz:zazioni», cn Su obstinación en aferr¿rse a una sustancia que en el curso histo-
íd., Le r:uttgrtrie del politi<'r.,, cit.; en clla sc ve cómo el proceso clc sccularizir- rico se mantiene inalterada la vuelve ciega en la confrontación de
ción progrcsa de época en época paralclau,cnte a las dinámicas neutralizanlcs la discontinuidad de la época, que introduce en el mundo moder-
de lo político. Para Schmitt, a dilbrencia de Webe¡ l¿t sccularización no es ne- no la idea de la autoafirmación humana, la idea que encuentra la
cesaria ni automática. Esta tiene lugar políticamcnte con el paso del monopo-
propia «metiífora absoluta»» en el giro copernicano.
lio político dc la lglesia al Estado. Para una exhaustiva reconstrucción de lir
historia de la noción de secularización y del debate dcscncadenado en tomo rt Es importante recordar al menos una de las consecuencias
semejantes nociones, véasc G. Marramao, Cielo e len'tr. Geneakryia della s<' del debate: la rígida distinción entre aquellos que aseguran, del
colarizzazione, Roma-Bari, Laterza, 1994 [trad. esp.: Ptxler y seatlarizaciótt, modo más diverso, la continuidad entre «üejo» y «nuevo» y
Barcelona, 8d.62, 1989]. El cnsayo retoma, ampliándola, la cntrada Stikuhri- aquellos que, por el contrario, revindican que el valor de sus-
sierung que Marramao ha escrito para el Historisc'hes lliirferbuch der Phik¡'
tancial novedad de la Edad Moderna genera la discutible iden-
sophie, ed. dc J. Ritter, K. Gründer, vol. VIII, Basilea, 1993.
r2 H. Blumenberg, Die t,egitimiÍcit der l¡leuzeit. Frankfuft, Suhrkamp. tificación de los primeros con los negadores del valor intrínseco
1966. 1914. de la modernidad y de los segundos con los defensores a ultran-
I Blumenberg inserta en la scgunda edición de su libro el capítulo «Sii-
kularisierung und Sclbstbehauptung», para respondcr a las críticas que le hir-
bían venido de varias paftes y, en particular, cle K. Lówith y cle K. Schmitll. Ioria. lnsistir sobre el poder innovador de la «autodecisión indiviclual» signi-
Lówith, en un artículo de 1968, «Bcsprechung des Buch "Die Lcgitimitrit lica para Blumenberg oponerse a los tcóricos de la secularización que, a su
der Neuzeit"»>, Philosophische Rundschau, XY, 1968, había reaccionatlo l)irrcccr! verían en cl principio cle la subjetividacl moderna, y en el del progre-
so. nada más que el residuo de una sustancia teológica. Para Blurnenberg,
efsctivamente a Ia primera edición dcl libro de Blumenberg precisando no
haber concebido nunca la categoría de progreso en los simples términos tlc ¡xlr el contrario, la constelación conceptual que gira en torno a la noción de
.\it'lb,sltehaupfung, de la cual fbrma parte, legítimamente, la idea de progreso,
una transfbrmación de nociones teológicas. Blumenberg no atenúa la polú'-
n() cs en absoluto el resultado de una translbrmación cle represcntación ori-
mica y cn la edición del 74 afirma quc cl Srikttltrrisierungstheorem es ur
rirrirriamcnte teológica. Ella radica más bien en cl carnbio provocado por la
caso particular de substancialismo histórico, en la medida en la que hace tlc-
rrrrcv¿r ciencia.
pender cl óxito de sus hipótesis de la demostración de constantes en la his-

258 259
I

za de los. principios que inauguran lo modemo. En realidacl. perfil estrictamente político, se limita a registrar que tal época
como, rnejor que nadie, demuestra Webeq sostener la tesis de la se inaugura con la separación de la Iglesia y cl Estado, la sepa- l

secularización no siernpre ni de manera automática significa ración áe la esfbra temporal y de la esfbra espiritualr-'. En de-
abrazar una actitud teórica antimodema. La peculiaridad de esta finitiva, aparcntemente, la autora no concede ningún crédito
tesis tarnpoco consiste simplemente en desconocer las profundas teórico a las diversas versiones de la historia de la seculariza-
diferencias que median entre la visión cristian¿r y la concepción ción; no se c¿rnsa de repetir que la ópoca moderna se abre ex-
rnoderna. En sus versiones más articuladas. ésta ha vuelto a seña- clusivamente grzrcias a la irrupción de una nueva constelación
lar el hecho de que eljuclaísrno y, sobre todo, el cristianisrno ela- de sucesos y que «ninguno de sernej antes eventos presenta e I
boran una lnentalidad y un comportamiento hacia la historia quc carácter de una cxplosión dc corrientes subterráneas que, des-
no se encuentran ni en el pensalniento antiguo ni cn otras cultu- pués dc haber confluido en la oscuridad irrurnpieran <le im-
ras. Una rncntalidad y unzr actiflrd que. si bien a través de modifi- proviso>>'r('. La polérnica con aquellos que clla denomina los
cacioncs, recorrcn los conceptos claves de la época tnodema. .sostenedores dc la continuidacl ininterrumpida no es, por con-
Aunque, si bien no intcncion¿rd¿rrncnte ni de manera direc- siguicnte. al menos en sus intenciones. menos dura que la de
ta, la posición de Hannah Arendt, tan poco identificablc con la Blurnenberg.
una o la otra dc las posturas, proyccta luz sobre la artif iciosidacl
dc la contraposición. En un prirner mornento parece l-noversc 6. Más crítica qtle en la confrontación con las hipótesis
en una dirección ¿rfin a la de Blurncnbcrg: cn cste sentido, al cle Lówith, parece Arcnclt rcspecto a otra vcrsión, todavía
rlcr-los, sc oricntan sus afinn¿rciones explícitas. De hecho, la rnás radical. dc la teoría cle la secularización: la hipótesis
I

autora considera el advcnirniento dc la Edacl Moderna como continuista de Erio Voegelin. Para este pensaclor es posible
una cesura decisiva de la hisloria. quc ha siclo provocada. no indivicluar un único itinerario teórico que parte del inmanen-
por transfbrmaciones conceptuales o cambios en el árnbito del tisn-ro gnóstico del tardornedievo, pasa a través de la filosofía
pcnszrmicnto, sino por «grandcs acontecimientos concretos>>: el cle la historia y del progrcso cle los siglos xvlll y xrx y de-
clescubrimiento de Arnérica, la Reforma protcstantc y cl naci- scmboca finahnente dc mancra natural en el totalitaristno. I

rniento de la nueva cienciar+. Y por lo que respccta dcspués al Para Voegelin, la ópoca modern¿l, que culrnina cn el fcnótne-
no totalitário, cstá scñalada por una progrcsiva pórdida cle la
rl «Trcs grandcs cvcrltos sc sitúan a la cntrada cle la edacl n.roclcrna quc trascenclencia y por el correspondicnte surgir de una pervcr-
cleternrinan el carácter cle la misrna: el clescubrimicuto y la succsiva cxplora- sa rnaldacl gnóstica, furldada sobre la confianza intnanentista
ción cle tocla la tierra; la Relbrnla protestante que al cxpropiar las poscsioncs cn poclcr carnbiar la naturaleza hulnana. El gnosticislrlo, en-
dc la Iglcsia y monhslicas, inició el doblc proccso de expropiación indiviclual tendido en la peculiar acepción voegeliniana, lleva a las idco-
y de la acurnulación cle riqueza social; la invenci(rn dcl tclcscopio y cl desa-
logías tnodcrnas y a los rnovil-nientos totalitarios que son su
rrollo dc una nucv¿l cicncia c¡r-rc considcra l¿r naturaleza de la tierra descle cl
punto de vista clel universo>>. H. Arenclt, Thc IlLtmon CorulíÍion, cit., pá9. 24tt
ftracl. esp.: Lu ct¡rulición hLunana. qt. t:it.J; véanse tambión A.-M. Roviello,
Sen.¡ «tntmun et mtxletnité cltaz Honnah Arcndf, Bruselas, Ousia, 1987; J.-M.
¡¡ Véasc H. Arcndt, The l{uman L'ontlition, cit., pág.25 I ftracl. esp.:
Char-rrnont, ltttour d'luschvritz: de la critiqua de la modetniÍé ti l'u.ssomp- op. t'it.l, donclc se lee: «Aunqtte admitamos que la cdad nlclderna comenzó
tion de ltr re,s¡tt»t,strltilifé historique: me lccture de I lannoh .4rerull, Bruselas, con un imprcvisto c inexplicable cclipse dc la trascendencia y de la Ié en cl más
[)alais dcs Lcttrcs, Acaclómic tloyalc clc Bclgiquc, I 99 I ; por lo que respecta allá, clc est,o no se sigue de hccho quc csta pérdida haya clevuclto los hombrcs
a la bibliogralla il¿rliana, Ll. Galli. «[{annah Arendt e lc catcgoric politichc clcl rnunclo. Al contrario, la eviclcncia histórica cletnue stra que lcls hombres n"ro-
dclla rr-roclcmitá», cn ll'[odu'nitt). Cafcg»it,e pn/ili ¿ri'¡lici, Bolonia, Il Muli- clenros no fircron prtryectados hacia cl mundo, sino en sí mismos.»
¡9. l()fi8. pág:. 205-224. to lbíclent, pág. 248.

260 26\
encarnación ala esperanza de construir en la historia el mile- cho, es provocado por acontecimientos irreversibles-, sino
nio escatológico37. queial apelación noi desvía directamente de unareal compren-
Así formulada, tal teoría no puede por menos de resultar sión del mundo modernoal.
inaceptable para Arendt. En su interior se pierde de hecho toda Lapolémica contra el llamado (deorema de la seculaiza-
diferenciación histórica y teórica. Y del enfrentamiento que tu- ción» no perdona ni siquiera a autores como Karl Mannheim
vieron3s con ocasión de la publicación de Los orígenes del to- v waldemar Gurian: también éstos, a su modo, tfiilizatíanta-
íes teoremas al reducir el significado de los movimientos
polí-
talitarismo, surgen posiciones irreconciliables que van más allá
del debate específico del que nacieron. Conta la explicación del ti"o, o de las ideologías módemas a un sucedáneo de la reli-
advenimiento de la ideología moderna y del totalitarismo en gión. Para Arendt, estas tesis se aproxfun¿m mucho a las propues-
términos de inmanentizaciónprogresiva del eschaton cristiano, íu, po, Voegelin, que se ha acosturnbrado aúilizar la expresión
Arendt quiere hacer valer una investigaciónrealizada sobre he- ,,r"iigion"."poliiicis» para referirse a semejantes movimientos
chos políticos e institucionales concretos3e; ala diagnosis de la ideoi-ógicoso). S" puede concluir por tanto gue-, para la autora,
pufrefacción de la civilización occidental usar la expre- las teoias de la setularización qué, partiendo de puntss de üs-
-por
sión de Voegelin- en los términos de un completo despliegue á diferente s,laruantodas una óerráda c¡,¡tica a la moderna fi-
de una esencia que, encubierta, recorrería toda nuestra tradi- iá*tiu de la historia, siguen estando en muchos aspectos en el
ción y que se expresaría en la voluntad de cambiar la naturale- interior de los esquemaa conceptuales que quieleq atacar. Teo-
zaht¡mana. Arendt opone resueltamente la afirmación de que rías como la elaforada por Voegelin y por Lówith,_aun.asu-
«semejante esencia no existe antes de salir a lalt¡z>>40. Y ade- miendo presupuestos diversos, establecen continuidades «idea-
más en las cartas no publicadas, insiste en que el método voe- i;;;, q"ó tienén la ventaja sobre los hechos concretos: no lo-
geliniano no hace más que sqministrar antepasados ilustres al gran, por esto, salir de-la relación tradicional entre teoría y
suceso totalitario, por sí mismo no explicable a través de una ír*;;y continúan negando a esta última su propia autonomía'
deducción causal de aquel género. Arendt en sustancia se opo-
ne, juzgrindolo insensato, al lamento acerca de la progresiva 7. Es ciertamente correcto marcaf la diferencia que media
pérdida de la trascendencia y del fracaso de la civilización cris- entre Afendt y estos pensadores y, por consiguiente, acceder, al
tiana. Apelar a los valores cristianos no es sólo totalmente inú- *"rro, purt , a la auto-interpieáción de la autora, que afir-
.,
ttl ala hora de frenar el proceso de decadencia --éste, de he- ,"u Uur*ré sobie la conviccióñ de que ((no son las ideas, sino

rr Véase E,. Voegelin, !-he New Science t¡l Politk:s, Chicago, The Uni-
rl H. Arendt, carta inéclita a Vocgelin, fcchada el 22 de abril de 195 1,
Hannah
versity ol'Chicago Prcss, 1952. El misrno, llissenscha/i, Politik untl Gnosi.y, The Library of Congress, The Manusciipts Division, «The Papers o1
Múnich, Kósel, 1959. Arcndt», Box 15.
rs Véase la r-ecensión clc E. Vocgclin a The Origin,s of-Tt¡talitorionism, ,, Véasc H. Arenclt, «Religion and Politics», págs. 120-12], -La¡ 9b1as
en cuestión son K. Mannheiml ltleologie tmtl Lltttpie, Bonn, 1929;
W' Gu-
en T-ht lleviev, o/' Rtlitit's, XV 6, 1953, págs. 6tt-76 y 84-85; y H. Arendt,
rian, Bolchevrsr¡l, Notre Dame, 1952 y, obviamente, B' Voegelin , Die poli-
«Rejoinder to Eric Voegelin'.s Review o1'The Origins of Tbtalitttrianistn», en
H. Arendt ha ocupado.en oca'siones de
T'he Review of Riitic:s,X[ 6, 1953, págs. 76-t34. ti,rr,ii, a"lt¡gk»ten, Yiena, 1938. se
¡'r «Lo que separa mi interpretación
dc la dcl Sr. Voegelin es que yo par- ór¡^, y dá'Mannheim; véase H. Arendt, «Waldemar Gurian 1903-1954»'
to de hechos y acontecimientos en vez dc al-iniclades e inf'luencias espiritua- ct Men'in Darl¡ Times, Harcourt, Brace, Jovanovich, 1968, págs. 251-263 [trad'
les»; en H. Arendt, «Rcjoincler to Eric Voegelin's Review ol'The Origins o/ .rp. Homl¡res en tiempos de osttridud,...Barcelona, Gedisa, 1989]; y
T:¡talitarianísm», en The Reviev, ofRtlitic,s, XV 6, 1953, pág. 80.
",
H.'¡,r.n¿t, «philosophie und Soziologie, Anlásslich Karl Mannheim
"ldeo-
ao lbítlent. logie uncl Útopie')>, cn Die Gesellschúi, YLL,1930, págs' 163-116'

262 263
los hechos los que carnbian la historia»a't. Pero cs en toclo caso derniclad. En el intcrior de un universo colno el rnoderno. que
legitirno destacar qllc sll modo dc indagar las clinámicas del no poclía esperar ni cn la perrnanencia de un mundo cotnún,
rlundo rnoderno no se limita de liccho a registrar los monu- trarismitido áe generoción en generaci(rn a través dcl rccuerdo
rncntos históricos que han señalado la fiactura cntre el cristia- clc grancles accióncs y grandes discursos, como había sucedido
nismo y la rnodernidad y entre csta últirna y cl advenimiento clesilc la antigüedacl ni cn la inrnortaliclad individual garantiza-
clel totalitarismo. 'cla por la ctemidad y trascendencia dc Dios. como había sucedido
La cuestión que surge imrecliatarnente, si no nos quedamos cn el cristianisrno. sc crcyó encontr¿tr ttn elemento dc intnofta-
cn el nivel de las cleclaraciones cle intención. cs si de veras liclacl y de penntrncncia en la vicla hutnana en cllanto tal. y en
Arcndt logra distanciarse cornpletarnente del uso dc la noción su capacidad de perpctllarse en el gónero humauo. Lo que, por
cle secularización quc tan durarncnte critica o si. por el contra- consiguient.. r. ot,rblutizó fue cl flrincipio de la vicl¿r mismaa5.
rio. pennanece ligada a ella lnirs cle cuanto explicitamente ad- ltsto puclo succdcr" si scguimos cohcrentementc el discurso
rnite. Cierto es quc cn sus obras no cede iarnás a ingenuos y es- arcncltiano. sólo gracias ¿l qlle e I cristianismo. al revolucionar
quernáticos tcorcmas ni acerca rlc la identiclacl llniional áe lo la concepción clhsica que veí¿l en la vicla biológica cl rasgo co-
que es religioso y clc lo que es político ni accrca cle la directa múllt cntie el hornbrc y los anirrules, ¡-ruso en el centro de cual-
clcrivación conccptual cle lo «nuer,.o» dc lo «vie-io». En todo caso cluicr consideración la sacraliclacl clc la vida misrna. asutnid¿t I

cs.iusto destacar que tarnbión cl pensamiento arcndtiano puede .,',,.,-,,, ¡rortadora clcl principio clivino. Por consiguictltc c's-la-secu-
ser considcraclo. clesde ciertos puntos de vista. dentro dc las larizacion del principio cristiano clc la sacraliclacl dc la vicla la qttc I

«tcorías de la sccularización». Para la autora. efbctivamente. la rliscña la fisonontía clc la época tl-lotlcrna. asi cotlo stt noción cle
época modern¿r y los principios sobre los cualcs se estructura la historia que cclcbra la inrnortalidacl dcl géncro hutlanor6. To-
no operan cn dirección de un vuclco completo rlcl telna central ilas las teorias ¡lolíticas lnoclernas cstiut ln¿rrcaclas por la refbrcn- I

cle la concepción cristiana: la clesvaloración clcl rnundo. Más cia al valor absolutt-r rcpuesto cn cl principio clc la vida Inisl-na:
aúln. a pesar clc clerivar mcnos cle ¡rrcsupuestos lrascendentes. la dcl absolutisrno al liberalisrno. dcl utilitarislno al socialisrno. La I

rnentalidad rnoclcrna procedc. cot11o está visto. hacia una alie- cpoca ntodern¿r. por consiguientc. clcnrostraría no sabcr liberarsc
nación cacla vez lnayor del rnunclo y dc lo fcnon-rénico. Éstos cle' la necesiclacl clc ¡-lcrtlancncia. clc scgtrtidacl cll tula palabra. dc
son los motivos que hacen, por cjemplo, clecir a Blumenbcrg la neccsidacl clc lo absoluto. Itlclttscl ¿t costa clc iclcntiflcar este ab-
que la teoría arcndtiana valora la rnodernidacl <<como una con- soluto con cl ntcl'o pcrpetuarsc tlc la vida en la cspecie.
tinuación dcl cristianisrno con otros medios>»I. ¿l la par clc las
rcstantes conccl-ltualizacioncs cle la sccularización.
Hay adernits otro motivo cn la obra arcncltiana quc pone en r5 véasc la últinta parte de Tltt' llutttutt ct¡rulitit¡n. titulada «The vitl
una estrecha rclación dc continuidad el cristianismo y la rno- ,.\crivaanclthclvloclcrnAge».cit..pags.2,l8-326[tracl.cs1.l.: o¡t.tit.J. Elrutrcr
rlc los pasajcs ltriis rclcvatrtes la atrtora al'irnla: <<La vicla cs sictlprc el pttnto
rlc rcflr-cniia dc t()(lo y lns intcrescs tanto clcl inclividtro colno tlcl géncro htr-
rr Vóase, por ejcmplo, H. Arcndt, The Humun CoruliÍit¡tt, cit., págs. 25ó nlalto se han iclcntil'icado sietlt¡lrc cott la'n'icl¿r inclividual o cotl la de la cspc-
y 258 [trad. csp.: (rp. ¿'il./. Esta al-irrnación es recurrentc casi por doquicr en cic, como si se tlicsc por descontado clttc la vida es cl bicn nl¿is alto.» Vóasc
los textos de la autora. tanrbién H. Arcndt, «1-he Concc¡lt ol'tlistory», cit., pag. 75. Una exposicitin
rr Véase H. Blurnenberg, Die Legitinitiit tler Nt'u:eit. cit., pág. 9. Blu- clásica cle' la
¡rarticularrucrrtc cl-icaz cle la conlra¡rosicitin entre la ctlnccpcititr
rnenberg, sin cntrar cn el mérito clcl pensamiento arcndtiano. considera im- irunortalirlatl y la ttroclcrn¿r cstl¡ conlcllicllt cn ['hiktstt¡tlt) ttntl Politu"s 'l'hc
,l954.
plícitamente a la autora como una teórica de la secularización: para cl autor I'n¡litnt ttl .lttion ulitt'lhe l'it'nth llt'tt¡ltttitttt, cit.. págs.34-35.
alemán, por consiguiente, es una pcnsadora que pone en duda la lcgitimidad r" Vé¿rsc Arcndt. Tht'I{tttttutt (.t»tdititttt, cit.. phgs. lll-320 [tracl. cs¡-r':
y la autonornía del mundo modcrno. o¡t. cit.J.

264 265
Y en el intento mismo de captar las razones por las quc bles de Platón o la üda eterna más allá de este mundo del cris-
;irriñ;;hasta la inmortalidad que nos es concedida a través
nuestra tradición filosótlca y política no ha logrado hacer
fiente al totalitarisrno, Hannah Arendt llega a establecer un de la perpetuación de la esPecie.
tren teórico que, si bien no se propone individuar la «sustancia
teológica» que infbrrnaría los conceptos modernos seculariza-
dos, dernuestra en todo caso ser un criterio interpretativo firer- 2. L¡HISToRIA coMo NARRACIÓN
lcrncntc <<continuisla,,. Resulta claro. por consiguienlc. quc si
Arendt no puede aceptar el teorem¿r dc la secularización --en- Apesardequelaautoracaigadenuevoinvoluntariamente
propone
tre otr¿rs razoncs porque a su parecer la motlernidacl" lejos dc dentro'de aqueúos esquemas interpretativo5 -QYe se
ei intento de Hannah Arendt es el de superal una
consistir en una reductio ad seculum. se caractcriza más bien
por una progresiva fuga dcl rnundo , no logra desembarazar-
""áriio"*, la
;f,f,!6;á áola historia que se estructura sobre tal y comonoción de

se, sin embargo, fZrcilmcntc dc los asuntos «continuistas» que Droce;o v sobre supuestos ñrertemente continuistas,
éstc prcsupone. frn su lectura de la historia de la rnetafisica y iá.¡ñ"r'¿. Uég"t'y de los fautores del «teorema de la secula-
del pensarniento político no cs dif'ícil pcrcibir rnás de una afi- ;;.;¿; ;"*'a lá I',.. Igualmente distante pretende a los
estar de
anterio-
nidad con las tcsis dc Lówith. Si bien retrotraída. tarnbién para i". pf""t.árorentos, en cieirto sentido conectados ya
iár,i". ."i"tiza¡laposición poiética del sujeto, ya singular
Arenclt existe una ceslrr¿l fundamcntal que orienta el «destino»
pone en
dc nucstra traclición. C'omo ya hemos intentado clernostrar, sc coÉciivo, en los análisis del curso histórico, tal y como
trat¿r de aquel giro rn¿rrcado por la l-ilosol'ia de Platón y prepa- -
evidencia la cntica a Vico Y a Marx'
raclo por cl pcnsarniento de Pannénicles que trastorna comple- ru u"to.u concibe lahiítoriamas biencomo la escena de los
acontecimientos a otya realtzación concurren, aulque-
sin que
tarnentc la rncntalidad de-l rnuntlo cl¿isico, su concepción del
tiempo. su aceptación clel devenir y clc la contingcncia, cn una ;;;;; poder detenninante, las acciones de los hombres. Se-
palabra, su reconocirnicnto dc los lírnites insuperables que la
'*.¡*t t acciones, precisamente porque imrmpen enel fluir del
ááí"oo histórico, pueden considerafse portadoras de 1o nuevo
y
realidad pone al hornbre. A partir cle aquella rcvolución teóri-
un significado que.trans-
ca, toda la tradición filosófica y política ha cstado atravcsada po.a.r, conferif alos acontecimientos
ciende lamera secuenciatemporal. Dicho de otramanera,los
su=
por una única preocupación quc sc ha cleclinado de rnuchos
rnoclos: la preocupación de «neg¿rr la negación>>. de remover el ;;; y hs gestas de las que <isol.capaces los mortales» y-quo se
ni
tiernpo y cle rechazar el sirnple hccho c1c que «el poder de los constiiuyen-enmateria dérehto historico no deben entenderse
hombres esté lirnitado por la natur¿rleza, por la pluraliclad y dc ñ;pfus de un todo qu9
^¡\1
los supera ni como simglgs eslabo-
la existencia factual dc surs propios ser-nejantes>>47. Se trata, por 'lm á" *u larga cadena. contario, debe hacerse hincapié en
consiguiente, cle una voluntacl ciega de clur¿rr que llcva a sercs
"á, tpddi"t irgular.t, en 1o¡ hgchos y cir.cunstanc'.*:.p4*-
por naturaleza rnortales a creer quc pucclcn cornbatir la contin- ñ.qtre intemrápen el movimiento circular y repetitivo de la
gencia y a intentar reclucir lo múltiplc a lo Uno. Éste es el .rr.^l mismo sentido en el que elbigs. rectilíneo de
cada "átid*u,
"i¿, cual «rompe el movimiento circulary repetitivg de la
vida
¿rcuerclo de fbndo quc, para Hannah Arendt. resuena en toda
UiotOg¡.u. La Áateia de la historia reside en estas intemrpcio-
nuestra tradición: clesde la contemplación de las ic'lcas inmuta-
Lr, i,1.rtus fracturas; en 1o extraordinario>»a8. Si la historia es
a7 Véase lacartainédita de Arendt a Voegelin, del 8 de abril de 1951, ci-
a8 H. Arcncll «The Concept ol History», cit', pág' 43 '
tada anteriormente.

267
266
un espacio interrumpido por la discontinuidad y por la apertu- E sta interpretación parece encontrar una posible_cont irma-
ra a lo nuevo; si la historia, en una palabra, es el campo de lo ción en un bróve artículo escrito por Arendt en 1975. En efec-
posiblc, es obvio que no es conceptualizable por parté de un¿r to, allí podemos leer:
teoría que haga uso de las nociones de causa y de fin. «La his-
toria es una experiencia (storlt) de eventos y no de ftierzas o en realidacl poclríarnos encontrarnos en uno de esos decisl-
ideas dc curso previsible»a'). Y si los actores ponen en escena vos puntos cie inflexión de la historia que separan una época
aquellos <<nudos cle rel¿rciones)) que constituyen la trarna histó- dc oira. Para nosotros, contcmporáneos cogidos cn las ine-
rica, no resulta, sin embargo, verosírnil considerarles verdade- xorablcsexigcnciasdelavidacotidiana,losconfinesquedi-
ros y autónticos autores que llevan a su rcalización la obra que vidcn las ópócas dificihnente pueden ser visibles en el mo-
mento cn que se ¿rtraviesatl. Sólo después de quc uno.se.su-
han iniciado. «En otras palabras, las historias, los rcsultados de
merge .,-, bllo., se couviertetl en verdacleros y auténricos
la acción y del discurso revelan un agente que, sin embargo, no
muros que nos separan irrenlecliablementc dcl pasaclo5r'
es su autor ni los ha produciclo>>s0. Sobre estas consider¿rciones
se enticnde la definición arencltiana según la cual «la historia pcro, si bicn cs cierlo qu(r tambióIl para Arenclt lo que h_acc
(History) es una l'ristoria (storv) que ticne muchos cornienzos,
concebiblc la historia ,on ,,.ir revoluciones, sus crisis y. cn dcfilli-
pcro ningún fin»5r.
tiva, la suspensión de l¿r contimridad tetnporal y si, como las pala-
A partir clc cstas considcracioncs, la rcllexión arencltiana so-
bras aqui fit .lur contlman una vcz rnás, es vcrdacl que todo
bre la historia ha sido interpretacla colno una concepción cle las
unr"ro ao¡rie¡zo» lrarca irrevocablemente una fractura respecto
épocas históricas en muchos sentidos anhloga a la conccpción
al pasado, es, sin embargo, cliflcil sostener qrte. exista en cl interior
de época heideggeriana52. En semcjante clirección se hacervaler
clc sus consicleracion.r uno teorización consciente y completa
en
col11o ccsuras que cliviclen nna é¡roca de otra no sólo los cambios homogéncatncnte or-
torno a la proclucción cle períodos históricos
de un período a otro por ejcrnplo, cl paso tle la polis gricga a
ganizaclos alreclcdor c1e un principio dorninante. Si bien esta pro-
la civifas romana y dc ésta a la r:ommunitas nedieval o el paso
[u.rt, interprctativa abre perspcctivas interesantes cle ¿rnálisis,
del estado-nación al totalitarisrno y, finahnente, la crisis de la re- '.i"-pr" en la dirección de úna reconstrucción dc los lazos decisi-
pública americana , sino que talnbión las clistintas moclalida- resul-
vOS entre pensamrcnto arcndtiano y filosofia heideggeriana,
des en las que se articula la actividad humana, f iiadas en Vita la autora sirnplc-
ta quizás irenos forzado ver en la rcflexión de
activa/La cr¡ndición humana, son consideradas principios de
,r"nt. el interés por una historia hecha de momentos singulares
época en torno a los cuales sc estructrra cada período.
relevantes que en el instante de su acaecer interrutnpen y su'spen-
clen el inex'orable ayanzar del tiernpo. Ejemplos dc semejantes
1" The llrunun Corulitit¡n, cit., pág. 252 ltrad. esp.: (?. c¡f.J. Es éstc un rnornentos históricos significativos son las revoluciones america-
r-ra y francesa, la Comuña de I 87 I , los soyiels de
I 9 17, la repúbli-
couvenciuriento qr el que so insistc en muchos pasajes cle l¿r obra arcncltiana.
5t) Ibídem, pág.
184. ál"rrorru de consejos de 19185a, así como la revolución húnga-
5l H. Arcndt, «Underslancling alrd Politics», Pu-tisun Revievt. "o
XX, núm. 4, ra y la clesobecliencia civil americana de los años 60'
1953, págs. 371-31)2 y 580-583.
5r Se trata de la hipótesis interprctativa avanzada por
Reincr Schürmann
ctr la obra lleklegger on Being and Ac:tíng; Ftonr Princi¡tles b Anurc:hy, 5] H. Arenclt' «Home to Roost: A Bicentennial Adress», en The ]Vev, Y¡¡rk
Bloomington, Indiana Universily Press. l9t(7, cn este libro, dedicaclo al pen- tteview:iJ'Books, 26 cleiunio,1975, págs.4-6. En_este ensayo, la autora exami-
los años 70'
samiento de Heidcgger, el autor ticne como fondo la obra dc Hannah Arendt. ,io f"..iiir institucional-y cultural clc lo.s Estados Unidos durante
interpretándola en estrecha conexión con algunos elemcntos de la filosofia .+ La autora se refiérc ala Rciterepttólik proclamada ese año en Bavicra.
heideggeriana. Vóanse sobre todo las págs. 247 y ss. (N. tlel T)

268 269
I
t En el contexto de esta aproximación a la historia se inscri-
be el interés que Hannah Arendt muestra por las biografias dc
la historiade Walter Benjaminss. Y antes aún, en la irnportancia
á. lus reflexiones nie2sóheanas contenidas en la segunda U,?-
algunas personalidades «excepcionales». No sólo la obra sobrc ,niign*nttnne5e, reflexiones que c-onstituyen -el repertorio de
Rahel Varnhagenss, sino también las diversas semblanzas traztt- argümentos que sacan todos áquello.s fllósofbs del siglo
xx,
das en Honthre,s en tiempos tlc ost'ttridad5" testimonian su acti- .,ipenador en criticar la concepóión lineal del tiempo_ histórico:
tud anti-teorética frente a la historia y su asunción de esta últi- ¿.ri" Heiclegger a Lówith, clesáe Benjarnin a Bloch, desde Fou-
ma como espacio para la singularidad. Toda existencia singular' cault a Derriáá. La reinterpretación de la noción de historia que
puede revelarse como una fuente de luz que aclara, aunque sólo i* tt""u¿o a cabo Nietzsclie representa en efbcto el paso obliga-y
por un momento, la oscuridad de aquellos períodos que parc- .iá puru poder replantear la cónexión entre evento y sentido
cen marcados por una crisis sin salida. En el prefacio a la colec- pa.á recláborar uña nueva imagen dcl pasado'
ción de estos ensayos, Arendt observa ((que, aunque en los En su reflexionar sobre la historia, Hannah Arendt procede
tiempos rnás oscuros tenemos el derecho de esperar alguna ilu- a afiontar problernas como los siguientes: ¿cótno intcrrogarse
minación, tal iluminación puede llegarnos menos de teorías y ,Jr. senticlo de los sucesos, una vez venida a tncnos y des-
conceptos que de la incierta, trérnula y, a menudo, débil luz quc
"t
rr-uida la f-c filosófica en aquel futuro necesario quc- sc constituía
algunos hombres y algunas mujcres, con sus vidas y sus obras. cn garante de Ia racionaliciad dc todas las etapas que lo habían
al pasado, salvando y
logran encender en las circunstancias más diversas y difundir ¡rrcicdido o prepara«lo? ¿,Clórno volverse
durante el tiempo que se les concede en la tierra»57. i.¿i,"i"nAo ét r¿niti.ocló de sus rnotnentos particulares, es cle-
Sobre el pensamiento de Hannah Arendt han tenido una par- .ii ,in aquella aótitucl objetivaclora que conoebía los sucesos de
ticular influencia las perspectivas de radical reinterpretación dc lil historiá cot]lo cntcs doiados de uná caLISa y de un fin determi-
la temporalidad propuestas por algunas filosofias del Novecien- rraclos'J ltn cl plante¿uniento zrrcndtiano, por cot]siguiente, con-
tos a las que les une el ataque dirigido contra la imagen unilincal llLrye cle ln¿in;ra rnanifiesta la problernática ontológica tlc la
del tiempo. Pienso, a este propósito, no solo en la noción de «his- ,,lristoriciclacl» clesarrollacla en El se, .v- el tiempo. En csta obra,
toricidad» de Heidegger, sino también en la configuración que Ia en cfbcto, el tema clcl pasaclo se afionta desde el punto de vista
idea del Jetzt-Zeit asulne en el interior de las Tesis de./ilosofía dc tlcl ser que asulne conicientcrncnte la flnitud de la propia.exis-
i,-r,.in. Y el pasaclo y¿I no se configura colno el puro y sirnple
,,r.cal cle antes» qr. r. ha clesvanecido desde cl instantc sucesi-
s5 Véase H. Arcndt, Rahel Varuhagen. Lebensgeschichte einer deut- v(). .sino quc rnás bien recupera su estatuto clc posibilidad. Si.
schen.liidin uus cler Romttntik, Múnich, Pipcr, 1959. [Trad. esp.: Raár,/ c,rnro afirira Heiclegger, el pasaclo «accccle al ser como posibi-
Varnhagen: vida de tma mujer judíu, Barcelona, Lumen,2000.l lrrlacl». la historia, ahora. no poclrá represcntarsc tnás como un
s6 FI. Arendt, Men in Dark Times
[Hombres en liempos de oscuridudf ,

que recoge breves ensayos biográficos dedicados a personajcs que a su parc-


cer son ejemplos de momentos históricos especiales. Hay artículos dedicir 's Véase W. Bcnjanlin, Schrifien, Franklirrt, Suhrkamp Verlag' 1955'
.,, Vóasc l.-. Nictzsche, íirn Nutren urul Nut:hteil der I li.sk»tt' /iir dtt.s
l-eben,
dos a Lessing, a Rosa Luxemburgo, Angelo Giuseppe Roncalli, Karl Jas- basta pcnsar
l¡i7-1. tbr lo qr-re rcspccta a la inlluencia de cstc libro en Hciclcgger
pers, Isak Dinesen, Hermann Broch, Walter Ben-jamin, Bcrtolt Brecht, Wtl.
demar Gurian y Randall Jarrell. ,.r cl § 7(r .lc i-l .r",.l, tl ti,ttp. (1921). F.n Rc,iamin, la segutrdn Unzeítgen.tes'
s7 lbídem, pág. lX. Sobre el poder «iluminante» .,,¡r,, sc cita explicitalrrente ai principio cn el intcrior clc la tesis de I'ilosolia
de la
de las «biografias», vórr el pensamic¡to,de
lrrsl.r-r.. Sobré la irnporlancia del texto nictzsche¿rno en
se también H. Arendt, «The Concept of History», págs.42-43. A este propti-
sito véanse también los ensayos de J. Táminiaux, «La vie de quelqu'un», Lrr \rcrrtl(, véanse los ar1ículos clc.l. N. ShklaI, «Rcthinkingthe Past»,.!ixrlal.R¿-
, ,,,, |,i.'XVI! núm. l, l()11 , págs. 80-90; S' Wolin,
«Stopping to'I'h.ink»' Nt¡il'
Cahiers du Gif, núm. 33, 1986, págs. 29-36 y de E. Young Bruehl, «Les I lis
\,,,1, llct,iew',,7 R,,okr, XXV ium. 16, 1978, págs' l6-2 l, sobre todo la piig' l8
tories de Harurah A¡endt», Les Cahiers du Grif, núm. 33, 1986,págs.31-42.

211
270
Itr

único hilo conductor que comprende los eventos como segmen- Quede claro que ni el modo heideggeriano ni el benjaminia-
tos de una única recta. no de restituimos el pasado como <<posibilidaÓ» son asumidos sin
No es cieftamente rri intención detenerme en un terna tan reservas por Arendt. Se ha dejado ya claro cómo la autora, si de
problernático colrro la G e s c:h ic h t I i chke it heiclcggeriana: sirvan una parte se adhiere a la reinterpretación de la temporalidad acti-
cstas breves refbrencias sólo para indicar el contexto del que vada por Heidegger, por ota, no duda en ver, en particular en la
provienen las rctlexiones de Hannah Arendt sobre la histoiia. Seinsgeschichte, el peligro de un retomo a la historia hegeliano
Un contexto cn el que se sitúa tarnbién otro gran intento de arre- que idolata los hecños y resta importancia a la procesualidad6l.
batar la cornprcnsión del pasado a la concepción rectilínea y se- Y si precisamente en virtud de estas críticas resultase más
riada del ticrnpo. Me refiero a la fllosofia de Walter Benjamin y ajustada la afinidad de la autora con Benjamin en el
a su polón"rica cn los enficntamicntos con aqucl concepto de Benjamin descrito por Arendt como obsesionado -piénsese
por la idea
progrcso basado, a su parecer, sobre la idea dc temporalidad ho- del majestuoso progresar de la ruina de los tiempos y de la ne-
mogénca y vacía. Las les¿s de /ilo,to/íu de la historiu han tcnido cesidad de salvar, si bien descontextualizados,los fragmentos
en efecto una signific¿rtiva influencia sobr"c Arenclt. en particu-
laq la crítica que en éstas se lanza contra la concepción conti-
'lbclavia
nuista de la historia quc rernucve y suprimc el significado cle la rliclo los rastros. cn la rcvolución de Julio ha teniclo lugar url cpiso-
clio cn cl cual qucda exprcsatla csa conciencia. (luando cac la tarde dcl pri-
Vcrgangenheit. En la autora se cncuentran los lnismos tonos po-
rncr clía dc la batalla, cn lluchos lugarcs clc I'arís, clc ln¿rner¿r autónoma y si-
lénricos que Benjarnin dirigc contra aquclla rnentaliclacl históri- r¡ulthnca, sc disparó contra los rclojes de los carnlpatlarios». Véansc tam-
cista que, clcntro clc una presunta objctividad historiogrirfica, es- bión, en rcli¡rencia a Arenclt y a su tnoclo dc pensar cl pasaclo, las siguientes
conde la asunción del punto de vista dc los vcnceclorcs y la tesis: la 5, en la cual sc lcc: «[-a vcrdaclera irragcn clel pasarclo pasa dc co-
aceptación del hccho concluso; contra aquella rncntaliclad que rrida. Ijl pasaclo srllo sc dc.ia f-i¡ar cn la irnagcrt quc lulgura clc ttna vez por to-
.l.rs cn cl t.t.ttlltcttlo dc srt cttgttoscibilidacl»; la tcsis (r: <r,\rticttlar histilricn
en la pretensión de conocer el pasado «tal y collo verdadera-
rnentc cl pasaclo no signil'ica coltoccr cónto ha sido exactatncnte. Signif icrr
Inentc ha siclo» pone al desnudo la ¡rropia c¿rrenci¿r de rnernoria aclucñarse dc tur recucrdo tal y conto brilla cn ttn lnomcllto de peligro»; so-
y cl propio desprecio clel misnro. Bs conocido que para el filó- bre todo la tesis l4: «L-a historia es ob.jcto de una construcción cttyo lugar ni'r
sofb juclio existe un modo de «recuperar» el pasaclo excluido de cs el ticnrpo hontogéneo y vacío, sino aquól lleno clc actualicl¿rd (./t'zlzeil).
la historia, nna estrategia para sustracrlo ¿r l¿r momificac:ión del Así, para Robcspierrc. la Rorna arTligua era un pasaclo cargado dc acluali-
recuerdo. La Jafzl-Zeil, el 'tierrpo-ahora'. es precisamente el dad, cluc ól hacia bosque.iar clc la continuidad clc la hisloria.» Vóanse tarn-
biórr fos aforisrnos cc¡nlcnidcls cn las piirginas dcl I'as,srtgcn-W't'k, titulados
instantc quc hace cxplotar la continuidad del proceso histórico, «-lboría clcl conocimiento y clcl llrogreso»: W. Benjamin, Dus Pu.s,sogttt-11/erk,
re¿rsumicndo cn sí n.lisrno la plenitud clcl tiernpo. Ejcmplos de Ijrankfurt, Suhrkarttl.l, l9lt2 [lracl. csp.: 1)i,scttrlstt.s infert'tutr¡ti¿1o.i, vol. I'
ello son aquellos lnomcntos que reinstar.fan, aunquc sólo por un N'ladricl. 'faunrs, l9c)21. I'}ara trna sintética pcro exhausliva cxposicitirr del
inst¿rnte, un ordelt alternativo quc suspL-ncle cl continuo avanzar l.rcnsanricnttt cle Bcr!amin, vóase N. Bolz. W Vtn Rciien. lllullt'r Renf unritr,
I,'rankfirrt. (ianrpus Vcrla-e. 199 l. Para una rcconstrucción clcl pensamiento
del tiernpo; colno cuanclo. durante la rcvolución de Julio. en lnll-
rlc tlenjarnin en un¿r perspcctiva clue pcrnrite un ccltc.io con las posiciones dc
chos lugares de París, «autónornar-ncnte y al rnisrno tiernpo, se Ilannah Arenclt, vó¿rse I',. (ircblo, l.u tt'udi:ione dcl lirtturt, Nápoles, [.igutl-
disparó contra los relojcs cle los carnlraruiios>>,,0. ri, 1989. Accrca cle la crílica bert jartriniana clcl ticnrpo histórico resulta sicln-
¡trc ilun.rir.rador el cttsayo clc R. Uociei, «La nlalattia dclla tradizionc. [)irnor-
sioni c paraclossi clel tetttpo in Waltcr Benjitmiu», en VV AA., Wulttt' Rcnit-
60 W. Benjam in,
ksis de fitosoJía de la historia. tesis 15: «El día en que rttin. 'l-empo.stu»io linguuggl¿r, Rotna, Itclitori Rirrniti, 1983.
comienza un calendario hace de acelerador histórico [...]. Los calendarios no "l Sobrc esto sc rcmite a la prinrera parte cle estc traba.io, al capílulo «lll
miden el tiempo como los relojes. Éstos son monuméntós de una conciencia I'ill dc la metatlsica cottro origen y horizonte clc la rellexión arcndtiana» y en
histónca de la que en Europa, de cien años a esta parte, parece haberse per- pirrticular al phrrafb «Cote.jo con I leicleggcr».

272 273
r del pasado6' , la total carencia en su reflexión de cualquier re-
fbrencia a la tradición rnesiánica y, todavía más, a la del mate-
rialismo histórico marcaría entre los dos pensadores una difb-
<<La comprensión, en qmnto distinta del conocimiento y de la in-
formación exacta,es rm proceso complejo que no da nunca resul-
tados inequívocos; es una actiüdad sin fin, siempre diversa-y mu-
rencia insuperable. dable, gracias alactnlaceptamos la realidad y nos reconciliamos
La concepción de Hannah Arcndt. profundamente deudora con eiñ, nos esfozÍImos en estar en armonía con el mundo»65. La
tle estas rcdef iniciones del ticmpo histórico., parecc por consi- 'realidad histórica se ve falseada efectivamente si se le aplica la ca-
guiente ffroverse hacia resultados originales. Estos adquieren re- tegoría de causa y si se pretende explicar los sucesos reorderuándo-
lieve bien sea para un ámbito de investigación más estrictamente 1Ñ mediante un óoncalenación que quiera remontarse al factor ul-
historiogrirfico, bien sea para una esfbra dc significado que po- timo que los ha provocado. Para Arendt, el fiacaso de las aproxi-
dremos deflnir como «ontológico». Scparar los dos niveles es maciones nomológicas a la historia no se ha debido simplemente
solamente una operación heurística. en cuanto éstos se presen- a una imposibilidad constitucional del conocimiento humano de
tan tcnaznente interconcctados. y cxactarlentc en este estrecho llegar a iáentificar la totalidad de las conexiones causales: la mo-
lazo reside la peculiaridacl de la posición arcndtiana, que rehúsa tiváción reside en la eqpecificidad del hecho histórico que sryera
por dcfinición cualqr-rier tcorización rigurosa sobrc el método. siempre el contexto de las relaciones causales en el que.se preten-
de que halle una colocación. Si bien llega a admitir la existencia de
3. Después de toclo cu¿rnto se ha dicho, no puede sorprcnder una-correlación de ((causas débiles» a üavés de las cuales se pue-
que Hannah Arenclt cn el ensayo «Truth and Politios»('r. de 1967, de dar raz6n del cómo un suceso se ha realizado, pero no del
retomc, explicitándola cornpletarnentc, la clistinción. que cn sí porqué, hay que precisar que semejante red de rebotes y correla-
rnisma no resultab¿r nucva, entrc vcrdad cle r¿rzón y verdacl de he- óiones no puede en todo caso reconstruir exactamente una secuen-
cho. aflrrnando la coercitiva axiornaticidacl clc la prirner-a y la fácil cia histórióa. Dado que sólo se da la historia gncias al poder inno-
r,r,rlnerabilidad cle la scgunda(il. Y cs particndo cle estos presupues- vador de la acción de los hombres y dado que tal acción, intervi-
tos como Arendt, apelanclo a una no lrenos conocida dicotomia, niendo en un contexto de relaciones ya dadas6ó, no consigue ca§i
considera lcgítilno afiontar la rnateria histórica exclusivarnente a nunca el fin persegoido por la intencionalidad del obrar, carecen
través de la modaliclad de la «cornprensión» y lto con los instru- de todo valofaquellas ciencias históricas que se basan en el caác-
t.nentos de la «cxplicación causal>>. propios de las verclades que ter preüsible y la regularidad de los resultados de la acción.
prctenden caracterizar las cienci¿rs exactas. Con palabras que tes-
timonian la vecindacl e.xistentr- cnhe sus rcf'lcxiones y las posicio- La causalidad cn <<Understanding and
-leemos
Politics» es una categoría extraña que pucde inducir a
nes más c¿rnónicas dc la hermenóutica en scntido estricto. aflrma:
error a las ciencias históricas. No sólo el significado autén-
tico de todo suceso transciende siempre cualquier número
62 Véase H. Arendt,
«Walter Benjamin», en H. Arendt, Men in Dark Ti- de causas pasaclas que se le pueden asigna¡ sino que el mis-
mes, HarcouÍt Brace, 1968, págs. 153-206, sobre todo, pág.193. [Trad. esp.: mo pasadó viene a existir sólo junto al suceso. Sólo cuando
Hombres en tiempos de oscuridad, Barcelona, Gedisa, 1989.]
63 H. Arendt, <<Truth
ha ácontecido cualquier cosa de manera irrevocable pode-
and Politics», publicado por primera vez en The mos intentar trazar su historia, pues el sllceso ilumina su pa-
New Yorker 25 de febrero 1967 y reimpreso en 1968 en H. Arendt, Between
sado y no puede ser deducido del mismo('7.
Past qnd Future, págs. 227-264 ltrad. esp; Enfre el pasado y el futuro,
Barcelona, Península, 1996]. Este ensayo se tiene en cuenta sólo en la medi-
da en que se refiere al discurso sobre la historia, si bien contiene también nu- ('5
H. Arendt, «Understanding and Politics», cit.,pá9.311 .
merosas e interesantes observaciones sobre la relación verdad-opinión-juicio. 6" Véase H. Arendt, The lluman Condition, págs. l8l-188 [trad. esp.:
61 lbídem,pág.250. La c'ondición humana, Barcelona, Paidós, 1988.]

274 275
generalTr'.Ella per-
Por consiguiente, una vcz afirmada la dirnensión contin- derivar el significado de lo particular de 1o
de una
gente del acaecer histórico, el problema qlle se le plantea a la *it", po, uña parte, comprender los eventos a través de su
autora es el de la modalidad en la que expresar el significado ii"rtiJ"io" de su súguhriaad y, por otra, rendir cuenta modo
De
de los hechos singulares, sin ceder a una interpretación de los üi!f,i;j- pri*¿íde conexiones necesarias. este
mismos en clave lllosófica que se proponga «considerar lo i;;-i;;;", irdirid.rules son vistos en su unicidad y al mis-
que es esencial en la historia de.janclo aparte aquello que no ;; tñp;insertados, por aquel que construye el relato' en un
exce-
lo es>>('S. Si, por una parte, Arendt acepta hasti el fondo los ;;;;t"'d" sentido -ai u*piio. iiertamente, la realidad
presupuestos de la crítica a la teleología histórica que tantos á;-;i;p;" h totalidad dé los hechos sucesos rustona
I liT*:::
pensadorcs del siglo rx elaboran sacando argumentos de la «Quien'habla de lo que lra sid.o "Y:.nF siempre una
los sucesos
segunda (lnzeitgemessene, por otra, sin ernbargo. intenta evi- kt=oril» v sólo en el interior del artificio narrativo
de sucesos contingenteL Pata
tar los resultaclos rnás extrernos de tales críticas buscando fi-
jar de nllevo un encuentro difbrentc entre pensarniento y su-
[u.riáfui"t pierden el aspectoun
*-G""ii"ión
asumir, al menos p*.-iutli.rrie, significado comprensibleT2.
de una.parte responde a
ces0. histórica, por tanto,ii
un sentido a la
E,ste intcnto implica l¿r noción dc <<narración», que en- la necesidad humana de eftender y de conferir
la falta de adecuación
cuentra una primera fbrrnulación cn La condic.ión humanu\e. iealidad, de otra, uro*. conscientemente
narra no puede pres-
La historia, ya de por sí recorrida por sucesos sin relacionar y ;;;É;É entre rélato y objetividad' Quien sismfi-tye.uu¡ pueda
por una profunda discontinuidad, abre en todo caso a la rnira- ;;Añ su historiciáad, áunque esto no
,"-t-"."ió"u. los hechos íbit -ir*.nte. Et equilibrio
da rctrospectiva dcl historiador ur.r scntido que se apresta a te- buscado
jer la trama cle un rel¿rto70. Es importante subrayar córno para ált á f, t"U¡.t del historiador y la salvaguarda
1 113-
la autor¿r la narración no es ni la mera crónica cle los hechos rración de É "idad
verdad de hecho lleva a la autora a recuperar ¡u no-
que reha-
ni, obvianente, la cxplicación ex posÍ de la manit'estación de ;iilA imparcialidad. Y, más en-concreto, la fueruaa
-;d;il" p"rti""i* íoción de imparcialidad presente en la
la racionalidad irnplícita en el proceso histórico a la que solo üiit tan-
el filósofb tendría acceso. La narración es en sustancia un ar- ;;tf;i en la historiografia antiguas: de ella son ejemplos
tificio lingüístico que reconstruye aquello que ha sucedido en i"li;d;;ráÁ" n.i6¿"to, quiánes no sólo se despojaban del
la historia a través de una trama que privilegia los agentes hu- ,i*
i;t.rd de parte, q*. tániui¿n refutaban en sus relatos «la
manos más quc los procesos impersonalcs y que ya no hace ;ffi;;"'fr¡; ,i.io¡u y derrota». Que en una batalla hubie-
se finalmente vencldores y vencidos no debía
interferir con 10
recuerdo. Home-
árrá .onrideraban digno dé inmortaluar enel
no menos
('7 ii ¿ecide en efectoiantar la gesta de los ffoyanos
H. Arendt, «Understanding trncl Politics», cit., pág. 388.
68 G. W F.
Hegel, Lect:i¡¡nes de./iloso/ía de lu hisloria, Barcelona, ppU,
f
1"" iu ¿" Aquiles. Heródotó no puede por menos de rendir
tanto
acciones»
I 989. l.iá.Uiá" dbrrto de gloria» a las <<admirables
¿á-fót griegos .o*o?. los barbaros' Y aún más
6') Véase H. Arendt, The importante
llumun (\¡rulition, págs. 181-198 [tracl. esp.
a Tücí-
op. cif .J. para el".onóepto de imparcialidad, rg;ulta la referencia
70 En una cntrevista reproducida grie-
en The New York lleviety of'Boohs,
XX! núm. 16, 1978, pág. 18, la autora advierte: «Naclie puede conocer lo ái¿., y al elemento introducido por él en 1a historiografia
que acaecerá mañana, porque muchas cosas depcnden de un númcro enoffne
de variables, de la simple casualidad. De otra parte, si se mira a Ia historia re- rr Véase H Arendt, The Human Condition,
págs' 186-187 [trad' esp
trospectivamente, entonces, si bien cuanto ha acaccido ha acaccido contin- op. ciÍ.].
gentemente, se puede contar una historia que tenga un scntido.» 72 Véase H Arendt, «Truth and Politics», págs' 261'262'

271
276
ga: cl criterio del incesantc diálogo entre ciudadanos en el quc un primer motnento parecerían s-eguirse el uuo del
otro gracias a
se podía explesar Ia p_luraliclad de posiciones desde la que obser- l",nu neces¿rria75'
var cl rnundo comúur7'r. Tal cnfrentamiento en realidad ya había "o,',a"a.rencialidad
4.Antesdeconcluir,puederesultarinteresanterecordar
que, a pocos años de distancia de la publicación tle
sido experirnentado durante largo tiernpo enlapoli,s; I'u
condiciónhttmanu,etnpezatbaaproclucirscentrealgunosl.i-
iósotbs analíticos n,.,gio-o,',',"ricanos un tüerte carnbio
de
[
A trar,és de una incansable confi-ontación verbal ], el
griego aprendia a carnbiar el propio punto de vista, la propia
opiniones sobre alguñas clc las nociones que prcclsalncllte
«opinión» o sea. cl modo como el rnundo se le abríá autores coll1o
con la de sus conciucladanos. Los gricgos aprcndían a enteil-
ii outora sacaba alolación7". Tatnbién para
Williun-t B. Gallie. Arthur Danto' al igual que' alguno-s
años
tlar: no a entcndersc recíprocarnente. cn cll¿utto indiv.iduos,
sino a mirar una l-r.tisrua cosa bajo aspcctos n-ruy diversos y a ,rá,,o.d.. ¡ratra Lottis O. Minkl y. sobre todo' para Hayden
llenudo contradictorios. Los cliscursos en los que Tucídiáes
presenta los puntos de vista y los intcreses de las partes be-
ligerantes constituyen_el testirnonio vivientc de esta excep- -. Véase ll. Areltclt, Lec.tut't,S t»t Kttttl's t\¡litiLttl Philttsr4thl'. sobrc ttldo
cional irnparcialidacl»'r. lu n¿trlc tlctlicltla a llt irtlitginaciirrl' págs 7()-lt5'
''''"t;''.t,]';e.t^*'.tot-,i.
t. riarraci(»r qtr. tr.n nrantcniclo los l'il(rsolbs analíticos
lirc iniciaclo clr 1952 por f)atrick Garilincr qLlc. ell str l/rt'\'¿¡l¿ar tl llittttt'it'ul
Es quizirs el lnomento cle anticipar brevcmentc que, basándo- lllol)lcllttteasi itttlist'rtti-
ll,¡ttltttttttit»t.t.trtur p.,iicii,rr c't»ltrlt lits rcsis. iursta ll(ltlcl
se en algunos de cstos presupuestos. Arenclt va a plantear cl trata- ;ll:.'.i; e;;iii. üJtr',p.r y exp¡cslirs cn Iltc l''ttttttitttt ttl (i<'tr.cttrl Ltt.tt"s itt lli';-
rrriento deljuicio en su irltirtra obra. La t'itlu del a.rpírihr. Añáda- la c.rrccta
¡; iO+2. H.r.r1.,.t irídicJtra ctt cl tnútt,tl. lripotético-detltrctivo
,,;;,,
así la cxplicau(,1 histó-
se que, si prccisarncnte la parte dedicada a la facultad de juzgarha ,,í;.r*r."* . i. ,ir,.r,*^.ión ¡isttirica. h.mologando reclttcciotlista>>' todavía nr¿is ra-
qtredado incomple.ta. en las Lecfiuvs on Krmtls Riliticol phito- rica a la cicntíl-ica. ('tllllr¿l esur «lcsis cle car¿tcter
(lc (iardircr.. ra dirigitla la crític. tlc Willilrr, H I)r'.v' /'rrtrrs
x4thy que, reelaboradas, habrían debido constittrir la materia -,',i,,,i qi,..'r alaqre
..i",,i pictro Rossi en
tijn,,,r,,i,,is üt Itist,»ttl 1957 C'orirtr.¡,ttstamentc hacc n.tar
dc la parte cledicada al juicio se cncuenhan ulteriormente de- str «l,troclucciti,» a Il f<osii. /.a t«»iu dt'iltt .sk»irtg*tfitt rHgi. Milán- ll Saggia-
sarrollados los problemas in'rplicados en las ternáticas acerca de la .,rrn I)ray, si bicn salv¿tnclo las tlistallcias' sc lllovían
iorc- 1983. tanfo Ganlinc.
a_ sabcr' sobrc cl.clc una
historia aquí prcsentadas. Y en cl tratamiento cle la cuestión de locla'ia sobrc cl tcrrclto clel planlcariricttttt clc Hctrpcl.
pnntcra tarea cra la de la ,<cxplicacitin».
la irnparcialidad fiiada hasta ahora en refbrcncia a la historiografia iri..i ri"gr.ri. coltvcnclda dc cluc su
.r frl vcrclaclero y auténtico clc.sallo a ulla collccpción dc la inr cstigación
antigua. converge la reflexión, madurada en el curso de los años, cicntífica se expollc en las.bras dc W' U'
¡isr(rrica cr»,o invc.slifación
sobre la Tercera crítica kantiana y sobre el papel desernpeñado (iallic. I'ltiltt.st4th.t ,,,,rí H¡.,,,"'.,. Carllbriilge, 1965: L' O' Mink" «Narrativc
por la irnaginación. Pero la perspectiva en la que se colocan las lrrrnr as a t'ogriitivc Inst^,r1cnt». en VV AA.. Thc lli'iting
tl lTistor.t -l'.iÍerut'-t'
llistoricttl t-ht-tlo'stunding, Maclison' wisc., l97tl, págs' 143-144'
Lectutes ya no es exclusivamente la de la clarificación del deber l.i»tn ttrul y .tr
del historiador o del filósofo que se acerca a la corrprensión de la S.gii,iárr,^ autorcs. la historiografi-á cs sub.sta,cialmentc tttla narraciótr la
proprisito de
n!¡lgria En aquellas páginas, la autora se pregunta.sobre la posi- ,,". .-f ri...ián lirndacla sobr. ill ...,,rr,, a leyes generirlcs, A
conltl narraci(ln- r'éasc' acletluts
¿¡..NiO" historiogftil-ica sobrc la histtlria
bilidad que todo individuo tiene de ejercitar críticarnente la piopia I,. Rossi (cci.). tct¡ria- delltt .sforittgnrfitt o.ggi (qtre «lnrprendc.ctLsayos
to clc
'lopolski'
fagultad de pensar y de juzgar, ganándose así, por tanto. la capa- A. Danto. ll. Whitc. W. -1. l\'1,',n.".'.'icn' I- Firrct' R Kosclleck"l
Ivl l-
cidad de mirar de runera libre aquellos acontecimientos quJen fi; il.ay, J. Rüsen. W. Kiitller. K -G lraber' Ch l\Ieicr' A' 'l Gur§'ic'
S¿rlvadóri. o. winch; el artículo de Il. white. «[-a qucstione dclla narrazit>
cs tlna.excc-
nc nclla tcoria colltct.tlporancx della storiogrrl'ia»' págs'-33-78'
Kocka.'Ih. Nippcrclcy {ecls.).
73 Véase sobre i.rri..-fi"r.,r,o.ión dcl cicb,tc co.re.rp.*irró): J.
('arr" w. [)ra1".
todo H. Arendt, «The Concept of History», págs. 5l-52. .l.heorit, Mírnich, 1979. D.
1a untl Er:iihlung in dct. Gestlh¡chfe,
lbídem.
l. F. Gcracts. I-. Qtre'llet. tl. Watclct (cds')' La philt*ryhie dt'l'his¡ttitt'

278 219

I
I
tes, todos estos autores concuerdan entre sí y con
Arendt,en el
White78, la propuesta de una teoría de la narración apuntaba,
en primer lugar, a contrastar la reducción de la historia a cien- tr"éfto de que la aproximación narrativa es la única capa79" 9u-
cia exacta y la consiguiente aplicación al saber histórico de pro- ;;;;ir*l;;rp""ihcldad de los actores y de los eventos históri-
en su
cedimientos deductivos y causales propios del saber nomológi- ;;;. i;";.tóres y los sucesos pueden ser comprendidosque postulen
co. Exigencias semejantes se han dejado sentir también en el ,i"g,lu.iaud sin iecurrir a consirucciones teóricas
interior del gremio de los «historiadores profesionales». paul leyEs c ientíficas o suj eto s super- individuale s'
Veyne, por ejemplo, al equiparar la historia a una <<novela ver-
' p"ro más que eil establ^ecer el estatuto científico de las
en una confrontación con otras
dadera» e insistir en la irnportancia de la trama y definir los su- narración y de ia narratividad
cesos no como seres sino como cruces de itinerarios posiblesTe, i*i, rrlrt"iiográficas _objetivo al que en sustancia se han
ha reabierto en Francia la polémica sobre la historia cbmo cien- ori."tu¿o lasíeflexiones dé estos autores-, Arendt es.tá inte-
cia o como narración. Y algunos años después, Lawrence Sto- ;;.;& án el nivel, por así decirlo, «ontológico» implícito en
encuentra
ne se situó en una posición análoga en el interior de la cultura estas temáticas. Por este motivo su pensamiento
anglosajona, polemizando contra las diversas versiones de his- i"uuo. consonancia con algunos aspéctos de la filosofia de
puiít ni.o"ursl. Para arnbos, efectivamente, el tema de la narra-
toria científica y auspiciando también un retorno a la narra-
ción80. Si bien representan puntos de vista radicalmente distan- iiri¿u¿ se combina con el problema más radical de la tern-
;";;iiáJ. Generalizando, si puede decir- que es crucial para
el lu prufique hislt¡tienne d'ouftrurul'hui. Philosophl,o/'Histor.t.uttl Cr¡ntem-
'^ÁÜ", al relato la tareá de salvar la acción de la fuga-
"rignar poder^disolvente del
porun' I lisk»'iogruphlt Ottarva, The University of Ottawa lrrcss, 1982, obra en v ¿á olviclo, en una palabra,.del francés' no pre-
la que dcstaca la contribución dc w. H. Dray, Ncututit»t, Retlut-rion und rhe "iááá
tr";ñ. Pero Arendt, a diferencia-del filósofo
U.se ty''Hi,stor1; págs. 197-214; M. Salvatti (ed.), Scienza, nunazione e fem-
tendeconlanarraciónhistóricalasolucióndelosconflictos
pr.r, Nlilárr, lianco Angeli, 1985. Finalmente véase cl libro clc L). Carr,'líme,
entre los diversos niveles de la temporalidad; es decir,
¡o pide
Nututive arul Histotl'. Bloomington, lndiana University press, 1986, que cons- vivi-
tituye una reflexión sobre el problerna que tiene en cuenta tanto la peispectiva á.fti"_p" narrativo que dé cuenta completa del tiempo
de la lllosofia analítica colno la perspcctiva de la fllosol'ia «continental»>. ;;"i;J" atenúe el Éiato entre presente y.futuro' Al,stot'v-
7s Cfr. H. White, Metohi.ston'. Hi,storic.ttl lmogirtution in Nineteenth ,nttiis';Ab le pide que conserve la rnemoria de aquello que
que la acción
Centun, Europe. Baltimorc. The iohns Hopkins Un-iversity press, 1973, y ha acáecido, pórque .tingl.,nu cosa es más frágil
H. White, ktpit',s o./'Di.scourse. Essays in Culturul Critit'ism, Baltinlorc, Thé
Johns Hopkins University Press. l()iB. Accrca de la recienle discusión sobre
la concepción de la historia y de la historiografia de Hayden White, véase el srVéase,sobretodo,PRicoeu¡Tempsetréc'it'París'Seuil'1984-19t35
todo el
núrnero monográfico de la revista Sk».iu tlella Sfor.iogtrtfiu, núm.24, 1993, t'riiiur¡¿'' MadridCristiandad' 1987]' sobre
ftrad. esp.: Tiempo ""t
el autor apela al significado que. la «narración»
con el tílulo Ilu.trlen trlthifels Metahiston,Tit'enÍt, yeurs Afier; en la que está t"t.". ,áfur""n, "n que
y como es tra-
publicada un interesante entrevista al autor: E.'Donlansla, «An lnicrview uru*" Hannah Areádt. Sobre el tema de la narración tal
r,vith Haydcn Whitc», págs. 5-22. "n
tadoporRicoeur,",,,uperspectivaqueresultainteresanteparaestablecer
7') Véase P Veyne,
Cc¡mment on étt.if l'histt¡itc. Essui tl'épisréntologie, *u á-pu.u.ión con iut potülo,"s aien«ltianas, véanseNueva o wo9! Gd)' on
pattl Ricoeur. Nartalive itntl lnrerprelcttit¡n, Londres, York, Rout-
París, 1971. [Trad. esp.: C)óm¡¡ se esr:ribe lo histot'itt, Madri{ Alianza, 1904.]
dt-H' White, Merapht'sics of.Nanu'
Para una cornparación entre P. vcyne y otras perspectivas historiogr-aficas ',ilíi, f ssf , y, sobre todo, el ."uyo Philosophv oJ lliston'. págs. 140-159;
i.Jg", The
que sc plantean el problema dc una rcdefinición del tiernpo histórico cn la nr,, ir¿ Sy,nirrt-in Ricoeir's
narración de los acontecimientos, véase el ensayo de R. Uoclei, «Riflessioni ;¿;;" ffi;¿" J r,:-"r" dedicado a Ricoeur-de- la«llrevista lride, come
ni¡m. 9,
iden-
S' Moravia' soggetto
sul ternpo e gli intrecci tcnrporali nella narrazione storica», en M. Salvatti iéü, ó-,icular el breve artículo cle
y Ri-
(ed.), Scienza. nartuzione e fempo. págs. 340-355. ""
titá e l'identita d"t sogleitor>, págs' 78-83' Para un coteio entre Arendt
chez Paul Ricoeur et Hannah
ft')
Ck L. Stone, «'fhc Revival of Narrative: Reflections on a New Old coeur, véase B. Steveni, nActioñet narrativité
History», Po.st orul Preserr, LXXX! 1979,págs.3-24. l;;át;.7;r;; Phéno'ménolosiqtres' r,núm' 2' 1985' págs' 93-109'
281
280
acabada y las palabras pronunciadas. Corresponde, pues, a la
memoria y, por consiguiente, al relato de la historia conservar
y transmitir el significado de los sucesos. Y como la obra ga-
rantiza la permanencia del mundo, la historia es un particular
tipo de artificio que, testimoniando la existencia de un pasa-
do, se convierte en condición de la permanencia de un mundo
común.

VIII

Volver a Pensar la revolución

polÍucl¿'
L ENrns IIISToRIA Y rEorrÍa
acerca de la historia
Por más que A' Arendt escriba
el que pueden ob-
d" l"l;;';i"áü"lt' ¿tl modo en
-acerca a saber' indagadas de manera
servarlas rot ' ' su rela-
"áni"*páráneos' electos lufuros
retrospectival"r"tááat porsus poco meno,s, que acci-
es
ción con lu *".,o¿áiáliu r.rir,orl.u mediev:
en el
dental' u""i¿"níal etael lazo.que llli "
"o-o
y utttáno-os' Ambos hablaban de planetas y am-
teólogos
a los mismos cuerpos ce-
üot tE refetía", al menos en,parte'
Iestes; p"to án ;;;-p"tot de.
contacto no iban mucho más
allá. Et hist#;; íei sociologo'
pqr ejemplo'
unf
:: 1t:3tá'
cierta ausencia de lnte-
cosa que la autora no hace' por
no es ciertamente atribuible a
rés por to' *"t' tl"chos' Es-to
negligencia ñ;;;;;tt;' p*qY!.1 Arendt es culta v 1o su-
cuenta' si quiere' de ta-
ficientemená^ñilp"*¿" para'darse
les def icienci""t.;1;" más bien
a su opción de preferir a I'la
sentido poét co
-"1án ti"u o un
i

reali dad,';
"?;*;tioi
I Arendt, «on Revolu-
uu"." u. J. Hobsbawm, recensión de Hannah
tion», Hisltrn 'r*l rh':;;;'\i'"n,,'
z' iéoi 'páss'252-258' vuelta a publicar
Revolu'
Rtvolution''-en E' J' Hobsbawm'
con el título «Hannah-Ár;ái;; -209'
ti onarie s, Londres, w"ñ;f;ii ;d 2' págs'
N i9h91^s.o¡, 197 20 I [Trad'
observaba : «La
csp.'. Revoluc¡o,o''u'','üii"üü-
A',"i' I 979'l Hobsbawm
283
282
todas los
El juicio, aquí recogido, dc Eric J. Hobsbawrn resume ol No es rni intención someter a exatnen detallado del aná-
el punto de vista
punto de vista que ha unido a la mayor parle de los historiadores «tallos» del ensayo ui""ái*no «lescle
gutte obs-ervar v adrnitir que.la
y sociólogos marxistas respecto a Sobre la revoluc:iórz, la obra clc iii.tiíái." v í".i"i¿gito' la influencia de las
Hannah Arendt publicada por primera vez en 1963 y dc la quc obstinacla y no casual nJgativa a reconocer
uc onaf o yericang
aparcció en cl año I 965 una segunda edición con «pequcñas pero ;.* ;;l tÉiorut tou.L ái ?tp "tude revoi I i
.1sí
la. revo'"rción ame.cana
importantes modiflcaciones y añadidos>>2. ;;il i" .Ep",ia" a.rrnacién que
una irnportancia poco. rnás que local»
Escribir un libro sobrc las revoluciones sobre todo accr- fue un ((suceso que tuvo
irritó mayortnente a
ca de la revolución arnericana y Ia fiancesa y sostcner quc ;;;;i -.not hipótesis atreviclai' Lo queatnericana' como de la
ést¿rs nunca tuvicron quc ver con la cuestión social y su soh,r- i" f" revolucióÁ
los historiadores, t"Ái"
rnetodológica dc
ción, añadienclo aclemás que, precisarnentc allí cloncle y cuando fi'ancesa, fue quizás la ostcntosa clescnvoltura y
la cuestión social cntra cn escena, allí se asistc a la degenera- i;;;t;;, ;u trotu,,-,iento. cn efbcto' parcce hacer ¿ruténticas
disciplinares'
ción y a la contarninación de la pureza clc la empres¿l rcvolucio- ;;;.1";";"t i'cursioncs en c1iI'ere.tós carnpos puntos
.
dc partida para
naria no podía sir-ro sonar colno Luta provocaciótr inaceptable. ;;;r;;t i; que le interesase fucra captar utilizados corno
Pcro el rcproche cle desinterés por los (cnelos hechos» no Ic ,l'""eiiti.'que clesputls abandona' Yna vcz colro negligcnte con
vino sólo por partc rnalxista. Robert Nisbet. por ejemplo. con to- base para una tralna'tcórica tan contpleja
nos rnucho rnás arnables y cle sustaucial asentinrieuto cn su en- "los clctalles históricos
cxalnill¿l cx-
frcntamicnto con la obra. hacc notar cón-ro cl cstudio cle Arcndt y, Ñi;"., filenos cierto que la obra ar.elldtiana, si sc
clescle el punto r,lc- vista dcl a,¿ilisis
históric. y so-
en particular, eljuicio allí conteniclo sobrc l¿r revolución ¿unerica-
na cn el scntido dc qr-re ósta habría sido una re-volución exclusiva- "turiuu,rlnte
ciológico, puede t.t Jtitito¿a.por su parcialidad' Por consi-
tie.e, razrin los cstucliosos que,
rncnte política sc pennitc negar o. rrás sirnplcntente. despr-cciar Ñ;;i;, ; algur]os aspectos ejenrplo' sostictlcu quc Arc.ndt c}rie-
clecenas cle hipótesis hisbriográficas que habían asurniclo como colro Anclré Un.gre,t', pot-
cxcesivamente integra y'
;';;;;,;i *o]nl,,g"n ¿t"¡''"¿rica
l

punto de pa(ida indiscutido la prcsencia y la inciclencia sobre la


gértnencs dcficiencias quc' a
c1e
rcvolución de una compleja conflictividacl socialr. *nÉr. to.fo. liberada áE aquellos
conllcv¿i, poi el coñtrario' la Revolución Francesa
;;;;;, Arerrdt correría abicrla-
clescle el comienzo.-'pli consiguientc,
clc los presupuestos teó-
lnente cl riesgo .1"
prirncra drl'icultad encontracla por el histor-iaclor y por el sociólogo c¡ue estuclia lristoria, táles colno la.dig-
"á'.'t'atl"ciálgunos
las revolLrciones cn la obra de A. Arcnclt cs un¿r cicrta cLralidacl rnelafisica y ricos cle su misrna .""".p.ió" cle"la 1l

cle la verd¿rd cle hecho'


nol'nraliv¿t dc stt pcusatniento que sc acornpaña con un iclealismo lllostif ico clc niclad c1e lo particuir y iá t'f uuguarclia
viejo cuño, ¿l vcces rnuy explícito.»'lhrnbién Cicorye Lichtheim tuvo que ob-
scrvar al nrismo rcspeclo que Arcndt era «to pu1 it rnidly, no historian». clfi. i

Ci. Lichtheinr, «Tilo Rcvolutions», en Tha Conc'ept o/'Ideologt, urul Otht,r E.t-
,s¿r,r,s, Nucva York. Ranclom House, 1967. pá-es. l15-122.
aA.Enegrén,l'a¡tt'rtsi't'pttliti.t¡tttJt'HttnnuhArt'ntlt'París'PUF'l9tt4'
r Así se lee cn la r.rot¿r eclikrrial a la .scguncla sdición dc on llevr¡luric¡n, its I'}otentialitics ar.rcl its l)cgra-
Véase también J. A. fffncywell, uRlvotutron:
Nucva York, The Viking Press, 1965. [Tracl. esp.: Soh,e lu rcvt¡lución, Madricl, darions», ¿¡h¡,.,r, r-xii.'ib;ó, p,g" zst-265; Ir. l{ermassi' «'lowards ¿r

Alianza. 1988]. Las rnodilicacioncs y los añadiilcls sc refbrían rnayonnente ¿r ComparativostudyolRcvolution»,Cotltllurcttit,eStudie,sinSot:it,ll,ttndHi.s-


and thc Ame-
la clocur¡entación y al tratatnicnto sobrc la rcvolución anrcricana. XVltl,
t¿»r,, rqlo, p"gt'lii-is; n Nisbct' «llannah Arerrdt
r R. Nisbet, «Hannah Arendt ancl thc Amcric¿ut Rcvolution». en Sbr,¡¿rl citado. págs.6-1-7t)¡ {.§oh1 !e tlc-
rican Revolt(iorr, s,7,iu7hio.rrlrí,lri.ya X I I núrns' I -3 '
Reseun'h, XLIV I. 1977, págs. 63-19. El otro gran punto dc clesacucrdo dc ker «El concepto .lt ;;i';ü;;'i üonnul.t 'trcndti' H¡sistttrtt"
Hllyl-\rcndt
'
ancl
;;.';;utr**, t'sptech Regaini't!
Nisbet respccto a Sol'¡re lu ret,olut.kin cstá en la af im.ración arendtiana según la 1982. págs. 213-261; 131-152'
cual la rcvolución americana no habría tcniclo más que una imporlancia iocal. tlrc American ncvotutián», Ctio' XY"iú*' z' l9tt6' págs'

285
284
r
Se podría también argumentar que las tesis de Sobre la mentos más significativos de la producción arendtiana precisa-
revolución son un ejemplo concreto de aplicación del «méto- mente porque en esa obra se ponen literalmente a prueba puellas
do>> narrativo y de su potencial crítico respecto a una explica- distincionei y aquellas categorías elaboradas a partir de los años
ción histórica que se vea avalada por la <<secuencialidad cau- inmediatamente posteriores a Los orígenes del totalitarismo y
sal>>5. En este caso, por consiguiente, no se trataría tanto de se- rnás tarde sistematizados en Vita activa/La condición humana
ñalar la contradicción existente entre la parcialidad de la lectura y en algunos ensayos integrados enEntrg elpasado-y elfunml.Des-
que la autora hace de las revoluciones modernas y sus supues- á. el relato sobre el destino de las revoluciones
tos teóricos, cuanto de destacar su dificultad ala hora de fijar "rtip"rcpectiva,
rnodernás sé manifiesta como un privilegiado punto de observa-
verdaderamente la relación entre teoría y praxis, de tal manera ción para verificar la influencia sobre la realidad de los conceptos
que se salve la autonomía de esta úldmá,-y «le constatar la de- arenátianos, su alcance crítico, si bien no su carácter aporético.
bilidad teórica y operativa de la noción de ,story+elling.

2. Una obra como Sobre la revolución, al igual que los 2. R¡opplNICróN DEL coNCEPTo DE REVoLUCIÓN
orígenes del totalitarismo, permite seguramente varios niveles
de lectura, de los cuales el histórico no es más que uno entre 1. En las intenciones de Arendt, Sobre la revoluciór quie-
muchos y qtizás el menos idóneo para evidenciar la compleji- re ser un reconocimiento acerca de las posibilidades que le quedan
dad de las hipótesis en ella contenidas. Y si bien todas las posi- a una política auténtica de afirmarse en la Edad Modema. Y esto
ciones arendtianas no carecen de sólidos puntos de referencia en aquel período de tiempo que parece ser, en un principio, el
historiográficos6, el significado de este ensayo no deriva del del progresivo sofocamiento de la acción política y,
hecho de que se contextualice en un debate que tenga como in- "scenario
rlespués. con él aávenimiento del totalitarismo, de su comple-
terlocutores a historiadores y sociólogos de profesión. Es decir, ta éxtinción. No fue casual, por consiguiente, que ya en la
se quiere sugerir que On Revolution se debe leeq sobre todo, «premisa» a Entre el pasado y el futuro Arendt hubiera pues- I
como un texto de teoría política. Representa uno de los mo- to en el centro de la aiención el fenómeno de las revoluciones, j

subrayando que para descifrar la historia más recóndita de la


) Acerca del modo en que se narran los episodios de la revolución en el ópocá moderna>»se debía prestar atención a la historia de las
libro de Arendt, véase el ensayo de J. N. Shklar, Rethinking the Past, sobre révoluciones «desde el veiano del año 1116 en Filadelfia y el
todo las págs. 86-88, y el de E. Vollrath, «Hannah Arendt and the Method verano del 1789 en París, hasta el otoño del año 1956 en Bu-
of Political Thinking», Social Research, XLIY, núm. 1, 1977 , págs. 160-182, dapest»7.
en el que el autor defiende a toda costa la explicación de los hechos revolu-
La primeratarea que compete ala autora es la de concen-
cionarios ofrecida por Arendt.
6 Una referencia historiográfica importante, por
ejemplo, es la obra de
trarse sbbre la nociórr de revolución. Se trata de recuperar el
C. H. Mcllwain, Constitutionalism Ancient and Modern, Ithaca, Cornell correcto significado , yahacia tiempo oculto por esquemal de-
U. P., 1940. Acerca de la relación entre las interpretaciones de Arendt y la terministas y por teorías «subjetivistas», poniendo _semejante
obra de Mcllwain véase N. Matteucci, La Rivoluzione americana.- una rivo- noción téluiión con los conceptos de libertad y de poder, a
luzione constituzionale, Bolonia, 11 Mulino, 1987, págs., 8-9, para quien ",
su vez ahora ya cristalizada en categorías recíprocamente ex-
Arendt haría propia la tesis principal de Mcllwain según la cual la revolución
americana es una revolución constitucional y, por consiguiente, orientada a cluyentes. Sólo en el caso en el que la historia sea reconocida
negar el concepto de soberanía. La otra obra histórica que Arendt tiene cons-
tantemente presente es la de R. F. Palmer, The Age of the Democratic Revo- 7 H. Arendt, Between Past and Future, cit., pág-5.[Trad. esp': Entre el
lution, Pinceton, I 959.
¡msaelo y el futuro, Barcelona, Península, 1996.]

286 287
lI
como el campo de lo posible y de lo contingente, las iniciativas r';r al deseo cle libertad»E. Semejante distinción perrnite evitar
concertadas de los actores que concturen al cumplimiento del l;urto el mecanismo de un acercamiento historiográfico para el
fenómeno revolucionario puede llamarse libres. y sólo cuando t¡rrc. puestas las causas cn el caso concreto, las contradiccio-
a la acción política se le reconocelacapacidad de dar vida a un nes históricas provocadas por las necesidades sociales"'- , se de-
espacio para el ejercicio del poder, la revolución adquiere la rlrrccn necesariamente los efectos en este caso concreto, las
precisa y justa consistencia que la diferencia tanto de una sim- r,.'voluciones como una cotnprensión de la libertad en térmi-
ple rebelión como de una guerra cMl. n()s puramente negativos y, para Arendt, privativos.
Pero para poner en relación las categorías de revolución, La libertad, por consiguiente, remite a la revolución por
de poder y de libertady parahacer que cada una de estas re- r¡na doble motivo: en primer lugar porquc cl succso revolucio-
cupere la propia identidad específica, Arendt debe moverse nrrrio no está necesitado ni deterrninado de manera fatalista por
tanto sobre el plano de la redefinición conceptual como so- fircrzas históricas; en segundo, porquc éste se sustancia de la li-
bre el de la crítica a otras concepciones del cámbio histórico lrcrtad si bien no entcndida como liberación de la necesidad,
y-de la revolución. Su aproximación debe romper tanto con sirro corno capaciclacl coral de dar vida y dc participar en un
el paradigma continuista, en sus múltiples veriiones, como n ucvo orden político').
con el mito de la violencia revolucionaria creadora. El carác-
ter distintivo de la revolución no es la violencia, al igual que
el suceso revolucionario no es una «figura» del prógresivo I Il. Arendt, On llet,t¡lufit¡¡r, Ilannondsworth, Pcnguin Books, 1977,
ayanzar del espíritu absoluto ni la desembocadurá o6ligada ¡r:ig.29. [Trad. esp.: Sobre la retoluc:ión. Madricl, Alianza, l98tt.] Véase
de las contradicciones económico-sociales que muevJn la t:urrbién «What is Frccdom'J», en Belv'een Post ttnd Futm'e, pág. 148. [Trad.
r'sp.'. Etltt? el pasado 1, el .lirttuo. Barcelona, Península, 199ó.]
historia.
" La r-listirrción arcndtiana cntrc libcracicin y libcrtacl cnLrc libt'ruliur y'
In'L,dom. elaborada sobre todo en el ensayo What is fircedom y con particular
2. Enprimer lugar, en la interpretación arendtiana, los fe- ,'l'icacia cn Soltrc lu revolución a primera vista sólo poclría parecer otra ver-
nómenos revolucionarios no son ni el instrumento ni las eta- :.rtin cle la clásic¿r contraposición entre libertacl negativa y libertad positiva.
pas necesarias para llegar alalibertad, si ésta se piensa desde l'cro, bien mirado, las dos dicotomías, la clásica y la arencltiana, no coinci-
la perspectiva hegeliana de la attonealización dtl espíritu o rlcn. En la autora. a difercncia de las diversas teorías liberales, no se encuentra
rrirrg[rn primaclo axiológico de la libertad negativa. [il corpus clc dcrechos y de
en la maxista de la superación de las contradicciones iatentes I ifurlades que por costumbrc son subsumidos bajo esta categorÍa son a su j ui-

en las relaciones económicas. El modo peculiar que tiene la t io sólo condiciones previas, por srrptresto impoftantcs c inviolables, de Ia
autora de oponerse a las teorías continuistas de la ievolución, ,,r,erdadera» libcrtad que, sin embargo, a su vez, no coincide eu Arendt cot.t
sobre todo a las de derivación marxista, consiste en establecer e I signil'icado que se acostumbra a dar a la noción de libertad positiva, cntcn-

rlióndola, por los demás, a la manera dc Rousseau, como autodeterminación


una distinción conceptual entre libertad y liberación y en de-
t'olcctiva. La libertad para la autora, no es ni puede ser identlflcada con un
clarar marginal el papel revolucionario de esta últimá. En las rcto cle la voluntad; no es por tanto un acto de autodeterminación. Por Io de-
primeras páginas de Sobre la Revolución, casi como explici- rrr¿is, no pcrtcnece ni a un sujeto singular ni a un sujeto colectivo, sino que
tación de una precisa selección teóica,precisa: «Liberaiión y rrr¿is bien es lo que aparece en lu relctc'ión plurul entre los hombrcs cuando
libertad no son la misma cosa; [...] la liberación puede ser una ¡rrntos participan en la vida pública. Corno justamente advierle M. Canovan,
condición de la libertad, pero es absolutamenté impensable llunnah Arendt. A Reinterpretation, Cambridge, Cambridge U. P., 1992,
¡riigs. 2l l-216,la idea arendtiana de libertad coincidc, en pafie, con el con-
excluir que se prod:ca de manera automática [...]. El con- ccpto cle libertad dc la tradición republicana, para e1 cual la libertad es cual-
cepto de libertad implícito en la liberación puede ser sólo ne- t¡uicr cosa pública que los ciudadanos manifiestan al tomarse a pecho los
gativo y por consiguiente la intención de ü6erar no es idénti- tlcstinos de la rar publicu. Pero como quedará más claro cn las páginas que

288 289
It
tI
Pero no sólo la revolución no es una fase necesaria en el ca-
En el marco de esta redefinición del concepto de revolución,
mino hacia la libertad; también la identificación de libertad y
Arendt se ve obligada a retomar la polémica en los análisis de las
necesidad establecida por las filosofias de la historia de Hegel
teoúas que se apoyan en la noción de «secularización>>. Especial
y de Marx, tiene un origen totalmente factico y concreto en los
objeto de su crítica es la tesis que hace derivar el espírihr de las
eventos revolucionarios mismos :
rcvoluciones modernas de los motivos que inspiran las primeras
scctas cristianas: en concreto, de su reivindicación de la radical
La imagen que estí actuando tras la fe de Hegel y de Marx
igualdad de las almas ante Dios y de su negativa, más tarde reco-
en el carácter perentorio de la necesidad lee en Sobt"e lu
revolución es la visión de los pobres que-se irrumpían como un gida por la Reforma, a reconocer el poder terrenal de la Iglesia.
torrente en las calles de París [...]. Las masas de miserables, la l'ara Arendt es inaceptable la hipótesis, tanto de Eric Voegelin
inmensa mayoría de las personas, porlaban consigo la necesi- como de Norman Cohn, de una continuidad entre las expectati-
dad a la que habían estado sujetos desde tiempos inmemoria- vas y la especulación escatológicas del medioevo tardío y las
les, junto con la violencia que siempre había sido empleada idcologías modernas, sobre todo las revolucionariasll.
para superar la necesidad. Ambas, necesidad y violencia, les Pero si es claro el rechazo en el análisis de la hipótesis voe-
hicieron aparecer irresistibles, lapuissance de la terret(t. gcliniana que hace derivar automáticamente las revoluciones
rnodemas del espiritu gnóstico-irunanentista, no menos decidi-
tlo es su distanciamiento de la reducción del fenómeno revolu-
cionario al proyecto de un sujeto que cambia y crea el curso de
dedicaremos al concepto de acción, estos elementos republicanos se insertan
Ios acontecimientos basándose en un acto voluntario de autoa-
tanto en una preocupación típicamente existencialista y más aún kantiana por la
espontaneidad absoluta, como en la asmción fundamental de la exrstencia de la l'irmación. Estas últimas argumentaciones constituyen, en sus-
pluralidad. Por lo que respecta a la distinción cntrc libcrtad volitiva y libertad tancia, la crítica que la autora lanzaa Sarlre y a algunos otros
negativa, es obligado remitir a I. Berlin, Fbur Essa-vs on Liberttr Oxford Oxford cxistencialistas franceses. Es importante especificar que el re-
University Press, 1969, sobre todo págs. 118-172. [Trad. esp.'. Cuatro ensayos chazo del credo sartriano, de cuño soreliano, según el cual «la
sobre la libertad, Madri{ Alianza, 1993.1 Para una crítica a estos planteamien-
tos que parecen retomar algr.uras sugerencias de Hannah Arendt, véase Q. Skrn-
insuprimible violencia [...] es el hombre que sc crea a sí mis-
ne¡ «The Idea of Negative Liberty: Phrlosophical and Historical Perspectives», rno))12 es sólo uno de los tantos modos que Arendt tiene para
en R. Rofy, J. B. Schneewind Q. Skilmer (eds.), Philosoph, and History. Es-
sa1$ s, the Historiography of Philosopfut, Cambridge, Cambridge University rr Arendt polemiza con las tesis de Voegelin expuestas en New Science
Press, 1986, págs. 193-221 ftrad. esp: FilosoJía en la histoia, Barcelona,
Paidós, 19901; Q. Skinner, «The Paradoxes of Political Liberty», en The Tanner
rl Politics, cit.; la otra interpretación contestada es la de N. Cohn, The Pur-
sttit of Millennium, Londres, Secker and Warburg, 1957. [Trad. esp.'. En pos
Lectures on Hwnan Values, Canbridge, Cambridge Unlersiff Press, 1986,
págs. 225-250; Q. Skinner, «ll concetto inglese di liberta», Filosofia polii-
I c I milenio, Madri{ Aliarza, 1993.1
12 H. Arendt,
On Violence, Nueva York, Harcourt, Brace, Jovanovich,
ca, lll, 1989, págs. 77-102. Para una panorámica sobre las más importan-
1969, pág. 12. [Trad. esp.: op. cit.] Pero la crítica a las tesis de Sartre estaba
tes concepciones de la libertad en la filosofia y el pensamiento político del
yir contenida en H. Arendt, «French Existencialism>>, en The Nation,2 de fe-
siglo xx, entre las cuales está comprendida también la arendtiana, véase D. Mi-
lrrcro, 1946, págs.226-228, en la que, como ya se ha comentado, la figura
ller (ed.), Libertv, Oxfor( Oxford University Press, 1991.
r0 H. Arendt, On Revolufion, cit., pág. 114. rntclectual de Camus se contrapone a la de Sartre. En el pensamiento de Ca-
[Trad. esp.'. Sobre la nrus no se albergaría aquella hybris en los enfrentamientos con la condición
revolución, op. cit.J Con referencia a la polémica de los enfrentamientos de
Irumana que, por el contrario, impregna la filosofia de Sartre. Acerca de la
la ideología revolucionaria del siglo xrx véanse también H. Arendt, «The
rclación entre Arendt y Camus, también en relación con la idea de revolu-
Cold War and the West», Pa rtis an Revie *-, XXIX, l, 1962, págs. I 0-20; pero,
citin, véase, J. C. Isaac, «Arendt, Camus and Postmodern Politics», Pr¿r¡i
sóbre todo, elpaper Philosophy and Politics. The Problem ofAction after the
Itttarnational, IX, núms. 1-2. 1989, págs.48-71, y J. C. Isaac, Arendt, Ca-
French Revolution, cit., págs. 22 y st.
ttttt.s. and Modem Rebellion, New Haven, Yale U. P., 1992.

290
291
oponerse a una concepción que pone la capacidad de autodetcr- rnás allá de los proyectos y de las intenciones de los actores--
minación del sujeto en Llna posición de absoluto control sobrc lleva a Arendt a insistir sobre el hecho de que el «nuevo sig-
los acontecimientos: con otras palabras, si nos atenernos a las nificado cle revolución, significado que nosotros, los moder-
, distinciones de Vita activa [,a condición humanaJ, esta pers- nos, darnos por descontado, sólo se confiere al término una vez
pectiva piensa la acción cn ténninos dc fabricación. que la revolución ha tenido lugar. La autora se apoya en las te-
En coherencia con los supuestos de la propia concepción sis de Karl Griewank, expuestas en Der Neuzeitlic:he Revolu-
histórica, Arendt sostiene, en definitiva, que no se puede deci- fionsbegriLfrt', y subraya cómo el término tendría todavía un
dir la revolución: ella se decide sola sobre hechos y aconteci- significado astronómico la rotación, la revolutio de los as-
¡ mientos específicos que tienen a los hombres collo ac'tores, tros cuando por primera vez, en el siglo xvtt, fue usado para
pero no corno autores. Tarnbién a Arendt se le puede atribuir clesignar un cambio político: a saber, en 1660 en lnglaterra, con
aquella convicción que ella misma ha considerado como uncr ocasión cle la restauración de la monarquía. Los hombres de las
dc los rasgos más intcresantes del pensamiento de Rosa Lu- revoluciones que abren la época tnoderna. argulnenta más en
xemburgo,á saber, la de que <<una buena organización de la ac- general Arendt, estaban convencidos de que su tarea era la de
ción revoluoionaria debe aprenderse en el curso mismo de la re- restaurar un orclen de cosas del pasado, un orden trastorn¿rdo
volución, al igual que sólo se aprencle a nadar en el agua [...]. ¡ror la arbitrariedad del gobierno colonial y por el despotismo
L¿r revolución no la hace nadie, sino que irrurnpe espontánea- elc la monarquía absoluta. Sólo en el curso revolucionario rnis-
mente>>l'r. Las revoluciones son por cso los <<¿rcontccirnientos rno, los protagonistas se dieron cuenta de la irnposibilidad de la ,

por exce I enci a», aconteci rnientos que inesper¿rdameute cambian rcst¿ruración y de la novedad absoluta de su empresa. «Lo quc' '

la faz de la historia haciéndola entrar en una nueva época. «Son cllos habían concebido como una restauración, un¿r recupera-
aqucllas cosas quc llcgan dc improviso sc lcc cn Sobrc lo ción dc su autigua libertad, sc conr,'ir1ió por cl contrario cn Llna
violencia e interrumpen los procesos y los procedimientos de rcvolución>>r7. No fue la conciencia de lo absolutamente nuevo
rutina»ra. Y si, por una parte, representan los verdaderos y autén-
ticos actos inauguralcs que suspcndcn la cadena causal de los
rt' Vóase K. Ciricwank, l)er Neuzeiflic'he llevolLttitmbegri//. Enfstehung
cvcntos, por otra, Arcndt subraya cómo el pathos de la absoluta
novedacl presente en los protagonistas de todas las revoluciones, ttntl Entwit'l¡hlng, Weima¡ Hcrmann Bóhlaus Nachfblge¡ 1955. I-a autora
crla de Griovank, adcrnás de la obra mcncionacla, el artículo «Staatsun.rwál-
ernergió sólo «después que éstos hubieran llegado, en gran pafte ztrng uncl Revohltion in cler Aullássung der Renaissance uncl Batockzeit», ct.t
contra su voluntad a un punto del que no podían volver atrás>>rs. ll'i.:sen.sdtuliliche Zeilscltrift dt'r Friedrit:h-St'hiller-Universiftit, nunt. 1,1952-
El supuesto de fbndo de la «primacía del acontecimiento>> l()51. Sc rcflere de ilrancr¿] expresa, ¿r la obra de Arenclt, R. Koscllcck, «Criteri
es decir la convicción de que el acaecer histórico sucedc slorici del nrodcrno concettc'» cli rivoluzione»>. ctt l'-utun¡ Pttssttttt. Per mttt se-
tttttnlk:a dei tentpi sloríc:i (1971)), Cénov¿r, Marietti, 1986, págs. 55-72 ltrad.
t's1't.'. l,'trltuo pu,tado; puro unu semúnticu da los tiemps históticr:ts, Barcclo-
rr H. Arendt, «Rosa Luxemburg: I 87 I - I 9 I 9», en M en it Darl¡ Tintes, cil., rrl. l'aidós, 1993], pero todavia más afin a la pcrspcctiva arendtiana es R. Ko-
págs. 35-56. fTrad. esp.: Ilt¡tnbrcs en tientpos de osturidud, Barcelona, r;r'llcck, «Time ancl Rcvolutionary I-anguage», en (huductte l"Ltc'ttltl, Phiktxtph,
C'icdisa, 1989.1 La imagcn cluc cstas páginas ofrccen dc Rosa Luxeurburgo cs .httrnol,lX,núm.2. 1983, págs. 117-127, oen R. Schiirrnann (ed.),The Public:
la de una pensaclora y una mujer de acción que dificilmente poclía llamarsc lit'ttlm;r!-^s.r¿r.tr ott [)isctu',sive \,pes in Rliticol ['hilosophv. Albany, State Uni-
marxista. Dc clla Arcndt {omo si clc una cspccic dc autcl-interpretación sc vt'rsity of New Ycrrk Press, 1989, págs. 291-306.
tratara clcstaca sobrc todo cl que «nunca ha marchado alinead¿r». lr II. Arendt, On Revolution, cit.,pág.45. [Trad. esp.: r?. cit. I Enla
ra [{. Arendt, On Violencc, cit., pág.7. nrisnra página se lee: «No es posiblc dccidir si estos hombrcs fueron "con-
['Iiad. esp.: .\bór'c lo violent'itt, cn
C'ri:;i,c de la reptiblica, Madrid, Taurus, 1973.] ',,'r'r,¿rclores" o "revolucionarios" si usamos cstos términos más allá dc su
rs H. Arendt, On Rewtlutio,n, cit., pág. 42. )lllcxt0 histórico.»
['Irad. esp.: op. t'it.J ( (

292 293
La experiencia de los padres fundaclores, tal y colno est¿i des-
t r il¿r en Sobrc la rey,olución, parece. efectivamente, cunrplir los re-
t¡rrisitos que satisfacen las exigencias arendtianas de una actuación
¡xrlítica auténtica: en el «nuevo mundo>>, el acto de la fundación lo-
lnrría, cfectivamente, conjugar poder político y libeftad, felicidad
v vicla publica, innovación y radicación. lJn acontecirniento, el
; rr rcricaro, que parece así desafiar el orden teórico de la Main Tia-
r

,litiott. Esta habiapredicado casi siempre la incompatibilidad entre


krs tórminos que Hannah Arendt quería conectar de nucvo. Había
¡re rrsado mayormente el poder político colno dorninio y, en conse-
('ucncia, había considerado que aquel sólo existía en relación in-
\ ('r-s¿unente proporcional a la libertad. Una liberlad que, salvo ra-
rrrs cxcepciones, ha estado identificada con la ausencia de constdc-
( ront:s y casi nunca ha estado asociada a la fblicidad de la
¡
rrrrt icipación plural en la vida pública. Tárnbién porque la felicidad
lrrr siclo considerada, sobre todo en la rnodernidad, como un requi-
,;rto cxclusivo de la esfera privada. La historia del pensamiento po-
litico occidental, además, no ha logrado casi nunca teorizar la in-
nov¿rción sin, al rnismo tiempo, consider¿rr necesario el desarraigo.
El curso de la Revolución Francesa. por el contrario, tras cl
rrrornento inaugural en el que se aflrman instancias sernejantes
,r lrrs americanas, ha avanzado progresivamente en la dirccción
,le un <<cierre del espacio público». La irrupción en la escena de
l;r <<cuestión social>> ha desnaturalizado la empresa revolucio-
rr;rria: ha impedido que un nuevo modo de pcnsar y practicar la
¡,olítica se aflnnase y ha permitido que la corriente de la tradi-
( r(in tomase la delantera.

2. Tanto para los americanos como para los franceses, la re-


r,rlución debía establecer la nueva libertad política. Debía llevar a
l;r lirnclación dela res publica: a crear un espacio en el cual, veni-
,Lr a rnenos la tradicional clistinción gobernados-gobernantes, to-
,krs los ciudadanos habrían tenido acceso libre a la participación
¡,olítica. Thnto los americanos como los franceses, efectivamente,

usaron el término libertad con un acento nuevo, y casi sin


precedente, sobre la libertad pública, haciéndonos captar
que por libertad entendían alguna cosa bastante distinta de

295
que dominaba en todos los campos del saber y que representó
la autoconciencia del siglo xvll lo que dio la señal de partida a
un nuevo curso de 1os acontecimientos humanos, sino más bien
el abrirse de la historia al alcance de las acciones de los hom-
bres: sus protagonistas se percataron ahora de que era imposible
reanudar el hilo de una tradición que buscaba restaurar y se en-
contraron entre las manos, sin esperársela, 1a posibilidad de
constituir una república y con ella un novLts ordo saeculorum.

un nuevo orden
J político, contenida en el nuevo revolución, la que
6P
se volverá a encontrar enlaraiz de la moderna concepción lineal
' del tiempo histórico. Sólo después de estas precisionis se puede
proceder a esclarecer mejor el sentido de la afirmación arendtia-
na según la cual «la idea central de revolución es la instauración
de la libertad, o sea la fundación de un estado que garantice el
espacio en el que la libertad pueda manifestarse»r8

3. La nevolucróN AMERTcANA
l. En la perspectiva arendtiana, analizar y confrontar las
dos experiencias revolucionarias, la americana y la francesa,
significa rernontarse directamente ala experiencia de la consti-
tución del orden político moderno. Arendt sigue, por consi-
guiente, el desarrollo de los diferentes acontecimientos ameri-
canos y franceses a partir de la común experiencia del hundi-
miento de la autoridad tradicionalle, de tal modo que su cotejo
restituya dos irnágenes, por así decirlo, ideales y típicas.

t8 lbídem, pág. 125.


te lbídem, págs. 115-122. Allí se lee: «En términos generales podemos
decir que ninguna revolución es posible allí donde la autoridad del Estarkr
está verdaderamente intacta [...]. I-as revoluciones parecen siempre tener r¡n
éxito extraordinario y lácil cn sus fases iniciales. Y larazón es que en sus c()-
mienzos sus artífices no hacen sino arrebatar el poder a un régimen en plc-
na disolución. Son, en definitiva, la consecuencia, no la causa de la quicbrir
dc la autoridad política."

294
r la voluntad libre y del pensamiento libre qr_rc los filósofbs
rrrlcnto de dar nueva voz a un conservadurismo de cuño burkea-
habían conocido y discutido desde San Agustín. Su libertad
pública no coincidía con la esfera interioia la que se puede rror\. Bastante más importante es la influencia de Tocqueville,
-exter_ (luL: se hace sentir no sólo en el momento de la confrontación
huir cuando se quieren evitar las presiones del munclo
no, ni tampoco era el liberum arbitrium que nos hace esco_ rlcl abstraccionismo francés y la concreción americana, sino,
ger entre dos alternativas. La libertad para ellos sólo podía nuis cn general, a través de la nunca adonnecida tensión dialéc-
existir en el campo político: era una realtdad tangible v nlun_ I. tica con la que el autor fiancés lee los dos fenórnenos revolu-
dana, una cosa crcada por los houlbres y prrñ.,
gozada ,'ionarios. Y si clel análisis tocqucvilliano Arendt no puede
sólo por los hombres, rnás que un don o uná capacidád; cra rrcc¡rtar que el proceso de democrattzación sea visto en térmi-
el e.spacio púb]ico realizado por los hombres, el zigora qLrc Ia
rros clc clestino, quizás se deba también a los criterios elabora-
antigüedad había conocido como el lugar en el que la iiber_
tlos cn lzrs páginas de La democ'rac'ia en Améric:a la maner¿t
tad se manifiesta y se hace visiblc a todosro.
t'or.no lcc la diversa evolución clc las repúblicas fundadas en las
,krs orillas del Allánlico.
Pero Arendt, en realidacl dcstaca cómo desde el comienzo
hubo una fundamental discrepancia entre los intentos clc las dos 3. Sólo los revolucion¿rrios americanos, en guerra con ln-
r,.luterra, parecen actuar colno si fueran conscientes dcl profun-
revoluciones. En cl ensayo «Action and the pursuit of Happi_
ness))2r, publicado el año prececlente a sobre la revrlu.iói,'se
,kr significado de la ¿rfinnación contenida en las páginas dcl
lnligLto régimen y lu rewtluc'ión: <<Quien en la libcrtad busca
detiene, más de cuanto lo hacc en est¿r últirna obra. sobrc ra cli-
olra cosa fuera de ella cstá hecho para servir»la. Arendt, en un
ferencia entre los hr¡mntes de letÍres franceses. declicaclos a cla-
borar conceptos y en constantc polémica en su confiontación l)r'ogreso tocquevilliano, se cletiene sobrc las condicioncs pre-
r,ras de la revolución arnericana: a sabeq un¿r relativa igualdad
con la «sociedacl corrupta», y los colonos arncric¿rnos. total-
mente rrunersos en la pruxis politica. Bn sustancia, lo que «en
,lc condicioncs y la substltncial ausencia cle una abrurtnadora
..'rrcstión social. La libertad cxpcrirnentada por los colonos, por
Francia era una pasión teórica y un "gusto,,, era en Arnérica
r'onsiguiente, no tiene que ver con la libcración dc las nccesida-
una experienci»>21. Los hombres de la Revolución Francesa es-
tlcs: ella es rnás bicn la fuente y la experienci¿r de una exultan-
tuvieron por consiguientc guiados sólo por idcas generales y
por principio abstr-actos, todos ellos concebidos. fbrmulados tc ltlicidad pública.
Parte de la originalidacl de la lectura arencltiana estriba pre-
y discutidos antes de la revolución.
r'is¿rrnentc cn la interpretación de la ref-erencia «a la f-elicidacl»
_ Inútil subrayar cómo en esta distinción, por lo clemás fun-
damental, resuenan ecos de Re/lections de Burke y de su polé-
t ontenida en la declaración de inclependencia arnericana en tér-
rrrirros dc./elit'idud ptibliccr. A través de una especie de «herme-
mica en los enfrentamientos con el abstraccionismó cre los prin-
nóutica de lo no clicho». la autor¿r r¿rstrca en los cscritos cle Jcf:
cipios franceses. A pesar de ello no es ciertamente pertinente
presentar el ensayo sobre la revolución colno poco rnás que un
I Vóase. por ejemplo, el articulo cle D. Losurclo, «Hannah Arendt e
20
lbídem, pág. 124. l':rnalisi delle revoluzioni», cr.r R. Esposito (a cargo de), La plurulitti in'trpprc-
2r H. Arendt, «Action and the pursuit sttttulile, Urbino, Quattro Venti, I9lJ7, págs. 138- 153.
o Happiness>>, en A. Dempf, 'r Véasc A. Dc Tocqucville, El on.figuo régimen -t, lu retr¡lut:ión,2 vols.,
H ,!e1dt, E Engel-Janosi (eds.), Polirrs che Ordnuig uncl Menschliche giN_
tenz, }v{,,nich, Beck, 1962, p ágs. l-7 , en particular págs. 9- I I . Véase también Nlrrrlricl" Alianza, l9lJ2. Par¿r una interpretación de'lbcqueville que tenga cn
On Revolufio,r, cit., págs. 115 y ss. [Trad. esp.: op iit , ucnt¿r la perspectiva arendtiana, vóasc F-. Dc Sanctis, Tl'mpo di clamr¡ct'ttzitt,
2¿
lbídem, pág. 117.
¡ Nri¡roles, Esi, 1986 y N. Matter"rcci. Á. De Tttt'quet ille. 'li'e e.sercizi di letftuu.
lirlonia, ll Mulino, 1990.

296
297
I

fcrson y de Adarns lo que a estos mismos autores se les había cual gira todo el significado del evento revolucionario de ulta-
escapado corno explícita elaboración conceptual. La exultante mar, esta implícita precisamente en la noción de un political
power que se constituye exclusivamente aparttr de una <<practica
sensación de liberlad y de felicidad que derivaba de la partici-
pación política se haría senti¡ bajo la superficie de los lugares de libertaó>, la práctica iniciada con el MayJlower Compact y
nunca intemrmpida por los colonos. En tal experiencia, Arendt,
comunes, en el peso y cl aburrimiento de los asuntos pirblicos
y en la lelicidad provenientc de la vida privada. En surna, a pe- en sintonía uÍavezmás con Tocqueülle, lee las premisas pafala
plenarealtzación de una política participativa y plural.
sar dc qlle en los escritos de los padres fundadores hay fiecuén-
tísirnas aflrrnaciones quc vuelven a proponcr una considera- Lo que en realidad hizo la revolución americana ---¿firma
ción de la política a menudo vehiculada por la traclición, Arendt en Sobre la revolución- fue llevar al escenario la nueva expe-
nos quicre convencer de quc el enfusiaslno de su experiencia se riencia y el nuevo concepto de poder americano. Como la pros-
manifestaba apenas acababan de hablar cn términos generales: peridad y la igualdad de condiciones, este nuevo poder em mas
«Existen al rnenos algunos casos al-irrna la autora, aducien- antiguo que la revolución, pero [...] no habría sobreüüdo sin la
do como ejernplo cartas privadas en los qlle su acción y sn fundación de un organismo político, destinado explícitamente a
pensamiento profundamente revolucionario lograban romper la defenderlo y a conservarlo. Con otras palabras: sin revolucio-
nes, el nuevo principio del poder habría quedado oculto»26.
cáscara dc una herencia que había degeneraclo cn banales luga-
res comunes y sus palabras perrranecían a la altura dc la gran- Si por poder político se entiende el que se origina y torna
tJez,a y dc la novcdad dc sus accioncs»25. Scgún la argumcnta-
cuerpo todavez que los hornbres se encuenfan y se vinculan los
ción clc Arendt, por consigr-tiente, los hcchos irrurntpirían en los unos a los otos con promesas recíproc¿ls, es del todo consecuen-
escritos teóricamente ambiguos de los padrcs fünci¿rdores, in- te que en el repertorio de la teoría política de la revolución ameri-
cluida, corno se vcrá, la clcclaración dc inclepcndencia, testirno- cana faltase la referencia a los tadicionales expedientes concep-
niando una fblicidacl que era fiuto de un actuar fin en sí misrno. tuales gracias a los cuales se solíajustificar, en el Viejo Continen-
Dcsde el purrto de vista del análisis tcórico dcl ensayo, resul- te, la instauración del orden político.
ta kln imporlantc el énfasis con el quc la ¿rutora insiste sobre la Lejos de fundar el novus ordo sobre premisas acerca de la
prcscncia, en el pcnsarniento rcvolucionario americano, dc una naturaleza humana, pam después derivar lafictio de un estado
nueva concepción del poder político. La idca clavc, en torno a la de naturaleza eL el cual todos están en guerra potencial o real
con todos, la justificación de la obediencia en la confrontación
2s H. Arendt, On Revolution,
cit.,pág. 129. [Trad. esp.: op. cit.J. yéase con el gobierno, los padres fundadores parecían creer que la ca-
también H. Arendt, «Action and the Pursuit of Happiness», cii., págs. 5 y ss. pacidad humana de «constituir un mundo» por sí sola habría
En ambos textos Arendt pone como ejemplo la correspondencia que mantie-
nen Jefferson y Adams. La carta de Jefferson a Adams de abril áe 1823 es
salvado a los hombres de las trampas de las pulsiones naturales.
para Arendt especialmente significativa: «Cuál era para Jefferson la verda- No hay pues ninguna hipóstasis sobre una nattraleza del hom-
dera noción de felicidad destaca cuando, abandonándose a una alegre y so- bre que necesite como remedio el dominio; en su lrg*, parece
berana ironía, concluye así una de sus cafias a Adams: "plazca al óieló que decirnos Hannah Arendt, estaba si acaso lacorfíatua en poder
nos encontremos de nuevo en el Congreso, con nuesfos antiguos colegai y frenar las particulares inclinaciones que lanaíxaleza ha distri-
recibamos con ellos el sello de la aprobación: bien hecho, buenos y Éales
buido de manera diversa a cada uno gracias a lazos políticos
servidores". Aquí, bajo la ironía Arendt encontramos la óándida
-añadeel regocijo de los discursos, de la le-
admisión de que la vida en el Congreso, «horizontales>>. Se comprende ya por estas pocas alusiones que
gislación, del tratar los asuntos, de persuadir y de ser persuadidos eran para
Jefferson una prefiguración de la bienaventuranza etema.»» on Revoluiion, )b lbídem, págs. 166- I 67.
pág. 133. [Trad. esp.: op. cit.J

299
298
Arenclt está contestando l¿r relevancia teórica y la cficaci aprác- l.os hombres de la rcvolución, pues, cstaban de acuerdo en
tica de la doctrina clel contrato social, que conside.u.n ."olidu,l oponerse a un significado de opinión pirblica que implicase
colno un artificio para privar a los individuos de la «alegría de la cLralquier forma de consenso unánime: «Ellos sabían que la
acción». La autora no prccede a distinguir varias familias cle teo- vida pública, en una república, estaba constiflrida por un cam-
rías contractualistas; no se detiene, poiejernplo, sobre la clifer-en_ bio cló opiniones entre iguales y que esta vida pública habría cle-
ci1 Oue existe entre las teorías que iematizañ ,nu sirnple delega- saparecido simplemente cn el motnento en el que el cambio en-
ción dc los derechos y las que prevén su cesión crefiñitivar7.'En tró opiniones diversas resultara superfluo, en el supuesto caso-de ,
i
-su condena incluyc tanto el contractualisrno clc inspiración hob- ..¡r.,. todo, hubiescn tenido la lnisma opinión»2'). Ysi también los
bcsiana, como el de cuño lockiano o, en fin, el contractualismo rrrncricanos eran convencidos afirmadorcs dela potesÍas in po-
quc funda sus raíces en la tradición hebrea clel pacto entre Dios y
¡tttlo, cn sus rlanos, serne.iante principio no se convirtió nunca
su pueblo. Arendt insiste, en particular, sobre el hecho de que la-s .'n aquella concepción absoluta dc la soberanía popurlar que do-
doctrinas contractualistas no fuvieron ninguna influencia sobre rninó, por cl contrario. la escena revolucionaria fiancesa.
los paclres de la revolución americana. E,llos no tenían neccsiclacl, Aclernás. la constitución f-ederal, al menos dur¿rnte el perío-
efectivarnente, de recurrir a t¿ücs teorías abstractas. La realiclacl rlo rcvolucionario, siguió siendo el calco dcl rnisrno poder plu-
coticliana cn la que se cncontr¿rban inrnersos estaba cntretejicla cle nrl que intentaba organizarse para seguir vivo. Ella, en conse-
rclaciones políticas horizontales y dc prcrnesas rccíproóas; cle r:ucncia, no se configuró nunca como la encarnación clc las li-
cllas se substanciaba <<el nuevo principió de pocler». hcrtacles civiles. Para tutelar las «libertadcs privadas» llcga a
Y cn l¿r rncdida en que estc pocler político se vivió corno l¿r concluir Arendt habría siclo suficicnte cualquier refonna y
potencialidad hulnana que en nada difiere dc ra libertacl. la no- rro habría ocurrido una revolución qtre rediseñase ex nr¡vo la
ción cle contrato social no solo no enccntró espacio en el voc¿r- constitución del cuerpo político: cr-r su opinión, cualquicr fbr-
bulari, arncricano, sino quc en él se rcclefiniéron tarnbién tér- Iu¿r cle gobierno. excepto la tirania y el totalitat'isLtttl, es c¿Ipaz
minos colro cl clc constitr_rción, couscnso y, sobre toclo, pueblo. ..lc garairtiz ar un Bill of' Rights3o . Por lo tanto, la grancleza cle- la
El concepto arncrica,o de pueblo no sc iransfo,nó ,ün.o ,'oistitLtfio libertatis americ¿rna no solo consistió en l¿r reafir-
",
una abstracción, en un singular colectivo, en el universal políti- rnación de la inviolabilidad de la libertad esencialmente priva-
co dentro del cual se pierde toda articulación concreta cle l¿r
pluralidad. Gracias a esta experiencia clel pocrcr «ra palabra
p.eople conse.rvó oara ellos cl significaclo-clc multiflicida<l )e Il"¡ídem.
r') No se puedc comparti¡ por consiguier.rte, la hipótesis cle P. Florcs
Q,aun¿t,r|, cle la infinita variedad de una r,urtitucl ¡mittttucte¡
dc personas cuya majestad estaba en la misrna pluralidad»rí. I )'Arcais, scgún la cual la idea arendtiana clc revolución scría afin a la de re-
li)rrna instituiional. Arendl, en cI'ecto, considcra como radicalmente clif'c-
rcntcs los clos tipos clc I'enómenos. Véasc cl ensayo de P F'lorcs D'Arcais
2r Artnclt c¿rmbi¿r de opinión sobre el significaclcl cle algunas «fiurilias» cle ,,llcsistcnzialismo libertario di tlannah Arendt¡>, cnsayo introductorio a
tcorías contractualísticas cn C'ivil Di.sobetlient:e; íd., ().i.sts-('Repaál«:, Nueva ll. Arendt, hilitit'a e Menzogna, cit., págs.7-8 1, sobre todo págs.50-5 l'
Yclrk, Il¿rrcouft, Brace, .lovanovich, 1972, piigs. 5 r-r02.
['tiacl. esp.: en c¡.¡.sis ¿/e Sobrc el mismo problcma, vóanse: W L. Adamson, «Bcyoncl Refor,n and
Iu rcpLiblic'tt, Maclrid, Thrrus, I 973.1 Athite quc sobre ei cspíritu'revolucionario licvolution: Notes on Political Educ¿rtion in Gramsci, Habennas and
de los paclres fundadorcs tuvo influencia la <<versión horizbnal» de la versión ,'\rcnclt», Ther¡tt untl Socieq', Vl, núm. 3, 1978, págs.429-4(t0; M' Fiora-
contractualística: «La república ¿u.ncricana sc flurda sobrc el pocler del pue-
[...] vrurti, «Rivoluzione c costituzione : a proposito di un volumc di Hannah
blo la antiguapo/e's tu' i, populo romalu y el podcr conceclido a tos go'ber- ,,\rcndt», cn H. Mohnhaupt (ed.), Ret'oluti¡¡n' Re.fi¡ntt' llesttttu'tttion. Fu'-
nantes es ur.r podcr cle delegación que puedc ser revoc¿rclo» (pág. u7). tttL'tt der Verrindemng von Rechl mtl Gesellscha/i, Ftankfttrt, Kloster-
rN lJ. Arendt, (ht
lletr¡lutir¡ri, cit., pág. 93. fTrad. esi.: itp. <:i't.J rrrrun, I988, págs. 251-26l.

300 301
da' reafirmación de.r habeas cotpus en ra ribertad
religiosa y de
pensamiento: su radicar nove¿aá
rue la de responde, u"tu piépo- ¡rrctaciones dominantes y, al menos en ,S¿.¡áie la revolución,
tente petición de oanicipación,..oro.iilíüiJ;ái,ii, ,'rcluye que las teorías contractualistas, incluida la de Locke,
blicos, Ios derechós de É ¿irá;á;;ri.- ¡,1_ l,ilvan tenido un cicrta influencia sobre el espíritu revolucio-
No es fácil oasar por alto las dificultades a,-,rericanor'r.
que provoca la ',,,ii,,
afirmación por parte á. er"n¿i JJü Irrente a la obstinada y. en ciertos casos, embarazosa nega-
ciudadanía sobré todos ros oem¿s
i.i-u.ía der derecho de
tiv¿r ¿r reconoccr una fuente tcórica y práctica de los padres fun-
á.r!.¡"r
política americana, sobre todo si
que exacta- "nl"'.ip.¡.r.i, rLrtl«rrcs en el pcnsamiento de Lockc está la interpretación que
;fil;b;
mente el mismo John Adam, "ánrro.ru-os
que la declaración no lurce de Montésquicu el verdadero inspirador de la c'onstitutio
contenía nada que r lil¡t:rtutis. A la separación de poderes, teorizada por el pensador
i;;i;#ü,.,,H:iliill;?"üi3i:{3;13,*Ti,,""#:L1: li.ancés, Arenclt át.ibuye rnucho más que cl simple mérito clc
bierno civil no nueden r"r t"i¿or .lüamente lurber surninistraclo a un sistemer de protccción c1e los ciudada-
como una de-
¿g ta participa"iQg ¡ros del ¿rbuso dcl pocler estatal. El dcscubrimicnto del autor del
P"y noiit-ü"dir.;1, como bien es sabi-
do, Locke ve en É acción del goUil-r*,
en primer lugar, una t..;prit tles Lois, contenido cn la tesis segÚrn la cual «sólo e1 po-
garantia tlcr detiene al podcr», sc lo habrían npropiado los revgluciona-
\?r?.lu plena fruicióridel conlunto de Ios derechos
que el individuo lleva consigo r.ios americ¿,noi Llna perspectiva particular: a saber. cllos no
-i._oi";A; gl;;ñ;.; , "n
lulbrían estaclo rnoviclos por la tradicional sospecha y por la cles-
rg 9:.
I l r:ib^, :r {rlqnte
mterpretó
much-o s uno r- iu-" onstirución
americ a-
desde esta perspectiva liberar. p".""ii"Árr, contlanz¿r en los cnficntamientos de los exccsos clel podcr políti-
lu"
Arendt nunca ruvo empacho en óñi;;
a discusión las inter- ctl sino por la preocupación por su «despotenciatniento». atctno-
r izaclos por la hipótesis clc Montesqttieu scgún la cual cl gobier-
,,,.' re'puirlicano solo podía asentarsc en tcrritorios relativamente
'rr c'fi' FI. Arendt. lrcqueños.
«The Rights o.Man: what are't-hcy?»,
lit,¡: lll.nirnt. l. Iq4(). págs i+ ¡Z .n.,¡ qr..tr Murern *e-
exisle.u' único y arrrénrir'o derech. tlcr rr,nrn soslielle que solo
,r.. p;ri;;.;.;,,',lir'.u-
l,oniirr.' .r []l vercladero objctivo cle la constitLrcrón alnericalla
munidacl política; ra versió, arcmana
¡.i.;*y;
lo «Es gibr nur ein einziges tygr!.n"rr..lrir,1., ilcva acerlacramenrc cr tilu_ lecl.l'ros eviclententetttc no era el clc limit¿rr el pocleq sino
C ,ó,b,.¡iG. Kadclbach, el cle crear rnás poder y, en la práctica, instaurar y cotlstituir en
G. Pl umbe (ed.), pt a k¡ sl:. t, e n i n, r,ryn
l q8l' vol''
págs' 152-161.sot " rc ro! it.r..Áo.r i' i_lí
¡ i, F.rankt urt,
rcil,ü;;.g, l¿rs clebidas lbnnas un centro de propagación del poder entc-

derecho de ciudacrania. véase ¡. Erslin,


no,rroles en reración con el ramente nuevo [...]. Este conlplicaclo y clelicado sistenl¿r, dc-
*tn..i;i'.rr.. vailre pour.humanité», liberaclamente pensaclo para lllantt:ltcr illalteraclo el poten-
Esprir, tY, núm. 6, 1980, págs. a I _a5;
préhcnsion
ir.
phénoménologi{,e des ai"ii, ¿""iüá
f;ñi,
«Hannah Arenclr: une conl_ cial cle poder rcpublicano y para actllar dc tal ttlaner¿l qLlc
logiqucs,.l. núrn. Z. IOSS. prgr . Z.l_5,5." ",^;;: i,;,;;;;',}niril,,ii,,,,
' Sólo en ros úrrimos irclnta años se
ha al'irnad. urru irrrerpreraciórr his- rr En el ensayo Civil Disobedience, cit., Hannah Arendt demuestra ha-
toriográfica que rcdimensiona er p;p;f
Ia importancia de r¿ influ-en.iu
ill;;t e yari.ma, por er conrrario, bcr cambiado de parecer acerca de la influencia de Locke sobre la Constitu-
¿"iuir,,¿-á"ieirulicarra en el pensamiento ción americana. Véanse las págs. 87 y ss. En estas páginas, al pasar revista a
de los revolucionarios americanos;
sobre este I'itón historiogr:rfico, véansc los elementos teóricos que tuvieron importancia en la revolución americana,
los estudios mencionados ¿..n g.
síJr"p", ,,r"*".¿ a Repubrican Svnthe- se detiene a hablar de Lbcke y al respecto afirma: «Estaba en tercer lugar el
sis: ttre Emergcnce otan Undersrrr;i;;;I;i;p;Li.oni*ir-¡i,-Ár..i*i,,iir.
contrato social originario de Locke, que había producido no un gobierno,
lorioglaphy». en il/illitttn.trntl Mur¡.§ru,,",i,'XXIX- lgl2.págs.49_gr); sino una sociedad, entendiendo la palabra en el sentido latino societas, luna
R' E' Shallope" alianzaentre todos los individuos que estipulan un contrato para su gobierno
'<Repubricari., áí¿táitf Ár"r,.un Hisroriogruprrv>,. cn
t4/i t I i a n t un tt M u ry. ei ru rr tt L¡.. xx i i.lüSi.
r
iigs. J-r+_:sr,. después de haberse comprometido recíprocamente los unos hacia los otros»,
pe[. Zl . [Trad. esp. en erisis de la república, Madrid" Taurus, I 973.]
302
303
ninguna clc las múrltiplcs lucntes de poder arideciera en la lurbría bastado cl tncro principio de la potestas in po¡tttlo, que
eventualidacl de que la repúrblica se extendicra y acrecentara t,stub¿r en cierto modo «estabilizacla». En todo caso. no busca-
por la adrción de nuevos ntientbros. fue. en todo su comple-
jo. hiio clc la rel,olución!.
.r¡ cl elemento dc cohesión necesario para la duración del
(.¡crpo político en las rnodalidades canónicas de legitirnación.
llcl principio rorllano de la ctut'tt¡t'itus in senLÍu derivaron la
Todo esto para Arendt tcstirr.ronia el hecho de que la
errgóncia de colocar la autoridacl en Llna instituciórl concret¿l
constitución f.edcral, que asociaba. equilibraba y scparaba los
,¡,,.: fr,.r" bien distinta del legislativo y del- ejecutivots. .E'llos
varios cuerpos cn los que el poclcr se presentaba. no había fündación, en
sido pensada como un proclucto de ingeniería constitucional. litrsicron la fucntc de la autoridad cn el acto de la
e I carácter sagraclo del rnismísilno acto de la constitución. Sin
fijaclo en sus r-r-lcc¿rnismos clc un¿t vezpara sicrn¡lre. Ella cra
rccurrir a ningúur elcmento coercitivo y trascendentc. los ame-
rnhs bien la traclucción institLrcional de la voluntad de mante-
r ica¡os lograro¡ conjugar cstabiliclad y novedacl pertnanencia
ner vivo en cl ticrnpo el rnisrno pocler del quc cra concreción,
nlutacióÁ. contando exclusivamcnte con la espontánea adhc-
disponiéndosc por tanto a acogcr a posiblcs participaciones 'sirin a lo que la constitución representaba: la tnelnoria viviente
f uturas.
tlcl comienzo.
Pero ntás quc aclentrarsc cn Lrn análisis clc los rnecanisr-r-uts
Éstas son las principalcs r¿rzoncs del éxito dc la empresa
instiluciolrales que Ilacian tlcl ¡rrrcblo arneric¿rno una cornuni-
Iuncricana, al mcnos situándonos cn el prilner nivcl, cl celebra-
clacl política en cr¡yo interior poclcr. pamicipacitin y libertacl se
rrvo. cle la inteqrrctación arcltcltiatra. Paso a analizar el aspecto
inrplicaban rcciprocarnente, a I lannah Arcnclt lc interesa sobrc
e r.itico de esta lcctura no sin ¿t¡tcs recordar cl-iuicio de la auto-
todo insistir en el hecho dc quc la constitución fbclcral, al rlre-
m sobre la Rcvolución Francesa.
nos cn su origen. no era otr¿r cos¿r que la prolongación del ackt
n-lisrno dc la lirnclación. una firnclación no sc cAnsa dc rcpe-
tirlo que no er¿I. corno. por cl contrario. seria clespués la fiin-
cesa. la ejccución de una tcoría ¡rrcviarnente claborada. porque l. L..\ Rt.r«tt.t;t t<)N FR,rNc t:sn
los arnericanos clieron vicla a la repÍrblica conccntrándose c¿rsi
exclusivarnentc sobre la. expericnc'ict de lo que estaban hacicn- 1. La «narracióu» de la ¿'o¿¡.sl¡ ttttio lil-¡erttrlr,r ¿ttnericall¿I. cll
tlo y. sobrc toclo, sin torn¿rr prestados elcr-nentos conceptualcs ltr que, al lncnos en un ¡rrirne-r rnotllento. ttlclas las categorias
dc la tradición filosófico-política. Y si buscaron sugeicncias rrrcndtianas sc rccolnponen rcstituyéndonos la irnagen del cs-
teóricas. sc rcfiricrcn al ltensantiento de Montcsquieu. un pcnsa- pacio políticg pcrf-ecto, asullc utr relieve pitrticul¿r en contras-
tniento. por rnuchos r-l'rotivos. crcéntrico a la ll4uin Tutlitiotr. y ic con'el tratarniento dc la l{cvohlción F-ranccsa, según Arcnclt,
cu¿urdo brrscaror-r cjernplos concrctos. miraron tlirct,Íunrentc al pa- lircnte y uroclelo de una verclaclcra y auténtica tradición revolu-
sado: a la expcriencia rom¿rn¿r cle la autoriclacl que. precisanrcirte cionaria libcrticida. Fueron cf-ectivatlentc los stlcesos revo-
por integrarsc rnás tarde cn el núcleo de la tcoría política tracli- Iucionarigs lt'altccses los qtte hicieron cscttcl¿r: fucron éstos los
cional. pagó el precio clc su alteración. t¡ue pusicron de manifiesto Iluchas de las clinálnicas politicas
Tanrbiern los padrcs firncladores del nuevo mundo sabían ,ltocl-ernas. No rcsulta fbrzaclo lccr entre las lineas del anlllisis
que. para rnantener vivo aquello a lo que habian dado inicio. no Irrcnclti¿uro utra crítica qttc excccle los cpisodios pafticulares cle

3a H. Arendt, On Revolutit¡n, cit., pág. I 54. [Trad. esp.: op. cit.] )t Cti. iltídtttr, págs. 179 Y ss.

304 305
la Revolución Fmncesa y que implica tarnbién los sucesos dra- Sobre la escena francesa, en deflnitiva, se consuma la que
máticos de este siglor(,. Ar.cr-rclt considera ser la típica confusión moderna entre natura-
De¡d9 el punto de vista del análisis histórico, colxo ya se lcza y política; entre lo que está necesariamente ligado al ser
.
ha señalado, Arendt subraya la fblta deunaprux,,s política Íibre. rurtuial-clel hombre y lo que, por el contrario, le confiere una
sernejante falta se reflc.iaría en el planteamiento fLrnclarnental- Irlcltidad y una dignidad propias que lo diferencian de la natu-
rnente abstracto dc la revolución. Una rcvolución preparada y [rlcza. Oióho con otras palabras, la Revolución Francesa falló
proycctada por intelcctuales más interesados cn cláboiar iclcas lx)rque no logró mantener autónoma la esfera
política,..ing,,qo"
que en elnpeñarse en una auténtica acción política propia. i,, ,üborclin¿"a la posible solución de la «cuestión social>>rs. Si
Arcndt, pues. en un juego dc rebotes cón la situacón an,"_ ('s correcto señalár. colno hacen muchos críticosre, que cl es-
ricanil, frja en la prcsencia di una aplastante pobreza en el inte- (l[rcrra de la incompatibilidacl entre lo económico y lo político
es ne-
rior cle la socicdad fiancesa una cle las ,uron'..' principales que lirccletermina rígidamente el ensayo Sobre la revohtc'ió,?,
llevaron a identificar libcrtad con la Iiberación de la neccsidacl. ccsario tarnbién rec:ortlar que la incompatibilidad r¿rdic¿l en una
El apagarse clel inicial cntusiasrno por la libertacl pública y por c6nh-aposición todavía rnás profunda: la que existe entre natu-
la rcpública fire efbctivarnente clebicro a ra irrupcién en lo ár.e- r';ieza'y política. Porque para Hannah Arendt todo cuanto ata-
na política de Ia «cucstión social>>. Fatar pu., ól rcsultaclo cle la ilc a lo econórnico está marcado por un carácter finalista que
revolución sc rcveló la tcnclcncia a pregar ras acciones rcvolu- trcnde a la satisfacción de las necesidades naturales.
cionarias a la lógica obligantc clc l¿i ne-cesiclacl. al rcclamo clel En la pcrspectiva dc la contraposición entre naturaleza y
se pue-
sufrim.ienlo padccido por la naturaleza humana. La revolución, ¡rolítica, la crítica arendtiana a la Revolución Francesa
clespués de un breve período inicial, «había carnbiaclo la clircc- .1. 1.". como la continuación cle la cliscusión sobre los clereohos
ción: no pretendía mirs la libertacl fln cre eila sc lr¿rhí¿r hccho el Irumanos mantenida en Los orígenes tlel totalitari,smri\. En
bienestar clcl pueblo»r7. csas páglnas, la autora había subrayado enérgicatncttte cóttrtr
1',o. ,i Ñr-u la apclación a los
derechos humanos y a la ley de
ia naturaleza no hubiese serviclo para evitar la catástrotb delna-
36végs9 F. Fehér, «Freedom and the Sociar zismo. Más allá de la polémica referencia al hecho de quc tam-
euestion (Hannah Arendt,s
Theory of the F'rench Revolution)», philosophy inct soc¡at criticisnt,
Xil,
lti1_ l, 1987, págs. 1-30. Véase tambrén S. dossa, «Hannah Arendt onBilly
is Véase todo el capítulo segundo, titulaclo «The Sclcial Qucstion», dc
eu{{ana.ngbespierre. The pubric Rearm and rhsprivate sercr, iniiirápiy
and social crüicism,IX, núms. 3-4, rglz,págs. 305-31g. Si bién Arendí ()n llewtltúion, cit., pág.s.59-114. [Trad. esp.: o¡t. r:it.l ['ara una crítica del
no
profundiza el tema de las «fases»» revoluciónirias en Francia, se encuentran ntodo que tiene Hannañ Arcndt de afiontar el problerna de la «cucstión so-
ecos desu interpretación de la Revolución Francesa en la faáosísima cial», vbanse S. Wolin, «I)emocracy and the Political», Sahnagundi. núm. 60,
lectu-
ra de F, Furet, Penser la Révolution.frangaise, parís, Gallimard 19t33, págs. 3-19; G. Kateb, «Reprcseutative Democracy»>, iltídem, págs' 20-59;
l9zg. La iec-
fura que Arendt hace de las revoluciones modemas en sobre la revoluciónha li F'ehér, «The pariah ancl the Citizen (On Ha¡nah Arcndth Political Theory)»,
entradoya a formar parte de las interpretaciones clásicas. Véase, a cn Tlte,sis Eleten, núrm. 15, 1986, págs. 15-29.
p.opo- r" Véasc A. Enegrén, I'u pensée politique tle Ilannalt Arendt, cit', pági-
sito, E Furet, M. ozouf (a cargo de), Dictionnaire critique tte ra"ste
révátui¡on
/langaise, París, Flammarion, 1988 [trad. esp.: Diccionario de la revolución nas 151 y ss.; R. Zoizi, «Nota su Hannah Arcndt», ensayo introductorio a
francesa, Madrid ATianza, 1989], donde en lás voces «Revolution» y ,,R"uo- IL Arenát, Sulla rivolttzione, Milán, Edizioni di Comu,it¿i, 1983, pági-
lution américaine» se menciona muchas veces el ensayo ¿e ra autóra. e¿e- nas lX-LXXVIII [cd. italiana de Sirá¡e lu revolución.]
más véase C. Pianciola, «Hannah A¡endt», en B. Bon§iovanni, L.
r0 Cfr. H. ,trendt, The Origins of.Tblalitariuttism, cjt., sobrc todo cl capí-
Crerci
cargo de), L'albero della rivoluzione. Le interpretazioni cteila Rivoluzione
1a
tulo «Thc Decline of the Nation-State and the End of the fughts of Man»,
fran99se, Thrín, Einaudi, I989, págs. I6-Ig. págs.2(fl-302, y el párrafo «The Pcrplexities olthe Rights of 1\4an», págs'
r7 H. Arendt,
On Revolutior,óit.,pág.61. [Trad. esp.: op. cit.] 29ó-302. [Trad. esp.: Los orígene,s deltotalitarisno, Madrid, Alianza, 1982']

306 307
biénlos regímenes totalitarios se han regitimado invocando las le-
La soberanía popular fue, por consiguicnte, soberania Íout
yes_de lanat.¡raleza. a Arendt le interesába destacar cómo los de-
, t)ttt't.1o que significó después de un brevísimo intermedio
r99ho1.natura§s podrían encontar *n significado y una upli.u-
ción sólo en el caso de que se hubiese reóonocido íupnicia at
libcral la completa unificación de ley y poder, legitirnados
runtros por la omnipotencia de la voluntad general. De este
dglecln.de pertenencia a una comunidad política. paru'Áendt,
rrrodo tanto la constitución como las decisiones políticas toma-
el énfasis puesto sobre los derechos del hombre r. t u .órt.rt"r,-
,Lrs ¿.¿¿l ftor: quedaron expuestas a un constante cambio, ya que,
{o el fatal equívoco que comprometió la Revolución Francesa.
,

( onro se ha clicho, la característica pritnera de la voluntad ge-


Queriendo «emancipar la tnturaleza». queriendo liberar a
-los ,
¡rcral es la de poder catnbiar en todo morncnto. Presos en csta/
hombres de las necesidades naturales, erá levó las preocuoácio-
Iriuica, la multitud y los revolucionarios franccses aprcnclieron
nes privadas al espacio público: <<La necesidad invadió así
ei cam- lricn pronto que en la revolución no hay sino una sola constan-
po político, el único en el que los hombres pueden ser libres>»ir.
tc: la clel cambio pcrpetuo. E,l proceso revolucionario mismo
¡xrrecía moviclo por una dinámica auto-generaclora, un proceso
-lezay2.política,
La repercusión más eüdente de la confusión entre natura-
entre privado y público,
rcvolucionatio c:auso s¿¿i no influenciaclo por otros actores. Al
se dio rou.e ta nociál¿e f irl resultó que no fue cl pueblo ni su voluntad gcneral. sino el
pueblo. El pueblo, efectivamente, se pensó como una entidad
omnipotente e indistinta, como un únióo y gigantesco indiüduo l)roceso revoluciouario tnismo el que se había constituido cn
lirentc de todo derccho. El puesto de una institución estable,
a cuyas necesidades la virtud revoluciónariá debía sacrificar cntre cuyus rcglas e.iercitar la práctica de la libertacl se vio
cualquier cosa. Y si en la volunt¿d popular quedó ftJadalu fu"n-
rrrrcbatado por la fbrce des c'hoses por el torrente revoluciona-
te del poder, éste, a su vez, se entendid como una trémenda
fuer- r io fiancés quc, a través de sus tortuosos cursos y recursos, 11e-
zanaítral.Inútil decir,-bajo el perfil estrictamente teórico, que el
vo al colapso final de la rcpirblica. Y no sc puede por menos
principal responsable de esta noción de pueblo es, según e.án¿t, tlc señalar a estc propósrto la afiniclad cntre el accnto pucsto en
Rousseau. Anteriormente nos hemos détenido en la"lectura que
cste cnsayo sobre la potcncia arrcbatadora y disolvente clel
Arendt hace de la voluntad general, en el modo en que ésta fiin-
curso rcvolucionario fi-ancés y la intcrpretación del totalitaris-
ciona sobre la base de la exc[usión de ro diverso y deia *urrri¿"
r)ro en términos cle continuo movimiento al que debe sacrifi-
de la multiplicidad. Hemos subrayado también óó-o ru uol*á¿
tarse cualquier otra cosa. La Revolución Francesel, en definiti-
general se hizo, en opinión de h áutora, tura realidad concreta
en va, había llevackt a la escena históric¿t, por primera vcz, aquello
*3.ror-¿e Robespie.rre, que hizo de ello un verdadero y autén_
lp que, en opinión de la atttora, constituye la característica princi-
tico Absoluto. Y precisamente a tal propósito, se hace
una sugerencia tocqueülleana. A1 igual qlre el autor fran-
ilti,
d. pal de la época mclderna tardía y de su mentalidad: «la proce-
sualidad indefinida>), quc erosiona toda estabilidad clel munclcl
cés, que ve en el canicter absoluto de la soñeraníá el ücio
a. ro"- y que sólo se maniflesta en todo su fbrmato disolvente en los
do de toda la historia de Francia, del Ancien Régime u ta re,nol,r-
rcgímenes totalitarios.
ción, Arendt pone voluntad popular y su grotésca máscara de
!a
nación en una continuidad ideál óon el-absolutismo. como si la
3. Pero es sobre todo en la degeneración de la Revolución
única ocasión de los franceses para contrastar la monarquía abso-
lirancesa donde Hannah Arendt ve las contradicciones que des-
luta hubiese consistido en confraponer aéstaotro absofuto.
cle su surgimiento rlarcan la política moderna. Si, por un lado,
la rnodernidad reaf irma la importancia de la pruxis y las re-
4r H. Arendt, On voluciones han sido. al menos en sus fases iniciales, «el espa-
Revolulion, cit.,pág I 14. [Trad. esp; o¡t. t:it.J
cio-tiempo en el que en la Edad Moder-na se redescubrió la ac-
308 309
ción con todas sus implicaciones»42 de oto, la modernidad
-,
a la completapérdida de autonomía poi parte de la po- rnidacl del poder; la posibilidad de realizar la fundación sin ne-
fconduce
Llítica. Lapraxis cae de nuevo bajo el juego deáquél doble condi- cesidatl de anclarla en una instancia absoluta que la justifique'
cionamiento al que la historia de la filosófia política la había des- En este senticlo, la Declaración de Independencia, <<un autónti-
tinado ya, subordinilndol4 por una parte, a1a obligatoriedad de co ejemplo de acción que puede realizarse en palabras>>, nos ha
las necesidades materiales, y por otra, al imperio áe la teoría y puesto frente a uno de csos rarísimos motnentos históricos en
de sus criterios absolutos. un carácter doblemente derivado que ios que el poder de los hornbres que actuan y hablan juntos es
resulta todaüa miás esfridente en la época moderna, que exige, por ií misi-ro suficiente para dar vida a un espacio político.
po¡ sj_mismay para todas sus esferas, la miás compleá autono- Pero «contra su misma realidad», contr¿r la cxperiencia del
mía. Una época que ha rechazado todo tipo de legitimación exter- pocler del qr,re cra expresión. el preámbulo de la Declaración hace
na y todo fundamento tzscendente. ¿y qué ha siáo h Revolución iefbrencia a .,na fuente trascendcnte par¿l justificar la autoridad
Francesa si no el intento, que después resultó fallido, de la auto- del nuevo cuerpo político. trn la medicl¿r en que no había colnpro-
legtimación de un nuevo orden político, lanzadopor la voluntad rneticlo el dcstino cfbctivo de la república alnericana, la apelación
de cortar los puentes con todo tipo de autoridad tadicional? «al Dios de la natttraleza y a las verdades auto-eviclentcs cle la
para Arendt no hay nada que mejor indique la descon- Razón» rcvela la neccsiclad teóric¿r de un Absolutoar. Y si bien de
fiatua en aquel proyecto que la «ridícula apelació»» de Robes- hecho la autoridad se ha puesto, como queda dicho, en la consti-
pierre al. Ser Supremo. Expresión de la necesidadtrágicade in- ttrción rccuerclo institucionalizado y sicrnpre renovado dc la
terrumpir el cortocircuito revolucionario, representa6a, en ple- lunclación , setncjante refbrencia a una Ley de Leycs no es sólo
l¿r cl¿rve c1c un problerna retórico. Ella atcstigua la füerza cocrci-
na continuidad con el pasado, la búsqueda de una fuénte
trascendente, de una autoridad incondicionada que pudiese tiva dc una tradición cultural que irnpide a la experiencia del nue-
."'o cornienzo exp[csarsc
goryrir le€itimidad a la soberanía de la nación. Erá h 6úsque- )' articttlarse ccrnccphtaltnente.
da de un absoluto, en la esperanza de que fuese capaz de garan-
tizar estabilidad y duración a la república. pero nitl Ser §up.e-
moni cualquier otro recurso a un Absoluto pueden traer htal- 5. I}- FRAC'AS() I)E, t.AS RIrvoLtJ('loNrls
vación a los asuntos humanos. Allí donde lo Absoluto entra en
juego --{esde las «ideas platónicas» al Dios destronado de los l.El cuadro por tanto se cornplica respecto a la pura con-
iluministas-, allí la_política traiciona la propia esencia libre y traposición inicial: por una parte. estaria la revolución americ¿r-
plural. Por su naftxaleza,un Absoluto es una cosa que obliga. na y su espacio público que ha pennitido el actuar político librc
La revolución americana, por el contrario, debe su ejém-
plaridad también al hecho de haber logrado erigir un espacio I Cll-. H. Arendt, On lletttlutiltn, cit., págs. 195-196. ITrad. esp.: ttp. <'it.J
político sin derivar la autoridad de unaidey de láyes» q,ré fue- Accrca clc este tctna, vóase el cnsayo cle .1. Dcrrida, «Dcclarations ol Incleperr-
ra la fuente trascendente de legitimidad. y en muóhos aipectos rlcrrce». l,,lt'tt ktliti«l Sc:ienLr, XV lgtl(r, págs. 7- 1 5, quc parccc un auténtictr
el reto que Arendt lat:za al relatar ia constitutio libertatis t,ene y vercl¡dero «contrapunto)» a la lcctura quc Ilanr.rah Arenclt hace clc las apcla-
como metala posibilidad de fundar un cue{po político sin re- .ion.r a lo Absoluto contenid¿rs en l¿r Declaración de Indepcndencia. Según
l)erricl¿r, esta relercncia a un Origcn Absolulo, n una f .ey de I-eycs. es tanto
currir a un fundamento último que se haga garante de la legiti- conceptualmentc inevit¿rble cor.r.ro «po[íticamcnte» contrastablc. I'itra ttlt¿l col.tl-
¡,.ra.ión cntre la interprctación arelrcltiana dc la [)eclar¿rción clc lnclcpcnden-
.'ia y la de Dcrricla, véasc cl bello ensayo de B. Honig, «Dcclarations ol-ln-
12H Arendt, «Action and the rlcpenclence: Arcndt and l)errida on the Probleln of Founding a Rcpublic»,
Pursuit o/ Ilappiness», cit., pág. 16.
.ltitet'it'on l\¡litit'ul Scierce 1lelfu'trt LXXXV núnl. l, 1991, págs. 91-lll.
310
3ll
y plural; por otra, la Revolución Francesa que ha sofocado se- hacer emerger la posibilidad de un modo diverso de pensar y de
rnejante espacio y, en consecuencia, ha perpetuado la traición experimentar la política' Y si después uno quiere rery9ntqs9 a
de la política «auténtica». Si la experiencia fiancesa y la ameri- los^ autores que Juministran los presupuestos de unahipotética

cana se enfi-entaran como altcrnativas rígidarnente contrapues- «política diitinta», es necesario ieferirse a los pensadores de la
tas; si el caso americano fuese el modelo ideal a seguiq con ll^amada <<tradición republicana»: tradición que, según la auto-
contornos precisos e indicaciones viables, y si, a su vez, los ra, discurre paralela ala Main Tradition.
pero la lectura que Habermas hace se muestra reduccionis-
acontccimientos fiancescs equivaliesen sólo al núrncro cle erro-
res que debiéramos evita¡ tendría razón Ilaberrnas al definir ta incluso por otra iazón fundamental:porque descuida some-
Sobre lu revolución como una interpretación que «die Dinge ter a examen el análisis que, en la última parte del ensayo,
auf clen Kopf stcllo>aa. Para el autor alemán, efbctivarnente, la Arendt hace de la degeneración de aquel espíritu cox el qug la
estructura del ensayo sobre las rcvolucioncs activa una distin- «buena revolución» Je había realizado. En el período sucesivo
ción, del todo ideológica, entrc una revolución «buena)) y una a la fundación de la constitutio libertatis,la afirmación del sis-
revolución <<mala>>. Para Arendt, leícla por Habcnnas, la rcvolu- tema representativo y la prevalencia de una cultura orientada al
ción arnericana tcndría el gran mérito de hacer revivir en el co- bienestar material y al .ónr.r*o de la fjLqu¡eza es efectivamente
razón de la ópoca rnodenra el ideal político aristotélico, micn- pafalaautora h cónfirmación de cómo la constitución ameri-
tras la fiancesa sería condenablc porque sacarí¿r a la luz todas Lunu ro ha sido capaz de mantener el contexto de experiencia
las contraclicciones dc lo rnoderno pcrdiéndosc cn ellasrt. Ha- que la había hechoposible. Más en concreto, no ha si-do ganaz
bennas, por consiguiente, lce k¡bre la revolut,ió¡¿ en clavc sustan- áe incorporar el siitema de las townships elimin¿ndo el ele-
cialmente nonnativa: las tesis del libro están, en su opinión, mento párticipativo que esto vehiculaba y abriendo así el pro-
oricntadas ¿r «disfiazlr» la historia y así cncontrar a toda costa blema de la r^epresentación política, para Arendt «uno de los
la verificación de una nuevapo/r,r. problemas c*óialer y más éspinosos de 1a política moderna
Esta perspectiva corrc cl riesgo de ser Ltn gr¿lve fbrzarnien- desde las revolucionei ¡...1 y que implica, en realidad, nada me-
to clel perrsamieltto arcndtiano cn general y del ensayo Sobre la nos que una decisión sóUie tá0lgdaaA_misma de la esferapo-
reyr¡|uciritt en particular. Espcciahnentc Ia revolución arncrica- lítica>46. La representación, en efecto, bien se haga portadotAT
na no pucde ser la realización cle la ¡xtlitia aristotélica por el de los interesei económicos tutelables, bien se entienda como f
simplc hecho dc que la cjen-rplaridacl del cpisodio rcvoluciona- encarnación de la voluntad general, sigue siendo para la autora I
no arnencano se rnide, para Arendt, precisamcr-rte por su ser una modalidad incompatible con la política «auténtica»: «En el.,.
extraño a la tradición principal clcl pensarnicnb político, tracli- primer caso el gobierno degenera en simple a{mi$sta9ión I
["'];
ción ¿r la que, en rigor y a pcsar de su parcial cxccntriciclacl. per- Ln el segundo óaso se reafirma, por el contario, la vieja {t1ry- I
tenccc Aristótclcs. Si sc quiere vcr en la lcctura arcndtiana clel ción enáe gobernados y gobernantes que la_revolución había \
episoclio revolucionario un rnodelo, estc úlltimo cicrtamentc no intentado a6olir con la insiauración de la república»47'
se cntiencle cn clave inntecliatarnente opcrativa, sino que se in- Para Arendt, el que los principios americanos de libertad pú-
tcrpreta más bien cómo una configuración tcórica orientada a blica y de poder ---e I spectimur agendo dé John Adams- hayan
sido ábsorLidos por liprácttcade la representación significa que

a Véase J. Habermas, «Die Geschichte von den zwei Revolutionen», 46 H. Arendt, On Retolution, cif., pág. 236. [Trad. esp. : op. cit']
Merkur XX, núm. 218,1966, págs. 479-482. 41
4s lbídem, pág.480. lbídem, pág.231.

313
3t2
lll

f" la revolución americana llega a compartir, si no des«le el punto


vista histórico-institucional, al menós desde el lógico, la misma
de
Y en este punto parece instaurarse un verdadero y auténtico
vicioso: láparticipación política es tal en la medida
en
suerte de la Revolución Francesa, si bien a través dé recorridos to-
talmente diversos. También en América la acción política se liqui-
"iÑo
ilil" se orienta e*clusivámentei la puesta en acto de sus mis-
de un
da en nornbre de los intereses materiales: en este ó*o ," sacrifica ,ro', o."rrrrestos' En el mejor de los casos en el interior
plfi,m ya fundado sá puede dar «auténtica» política sólo
a la segura y protegida fruición de las libertades privadas.
';;;i;];r
"r"d" pra"íi"ur discursivás se orienten a someter a discusión
2- Laconclusión a la que Hannah Arendt ilega al término de .i y las ,nodalidades de expresión que les concede la
sus análisis sobre las dos revoluciones induce pór tanto a refle-
"tpr"io
ioor,rtitu.iéru>. Este último caso según Arendt se ejemplifica en
iu á.ráU"¿iencia civil americana I" fin.t de los
años 604e. En
xionar sobre dos cuestiones importantes. La primera, a la que se pensable
ha hecho referencia anteriormeñte, mira a la áificil, sino imposi- iá¿" Lárá, q""¿, claro el hecho de q11e es dificilmente
una f,ñ; política que institucio¡álice el continuo
cuestiona-
ble, relación entre novedad y kadición; la segundá tiene qul ver
Ái..t" ¿.,ás fundaÁentos sobre los cuales se sostiene.
con el estatuto mismo de la noción arendtianá de política. de la
Que América no haya-logrado mantener vivó su propio es_
Todo esto, creo, no es fruto de una ingenuidad teórica,
muy del es-
píritu revolucionario significa que la fuerzade recupéraól¿n d. autora: Hannah Arendt efectivamente es 99.nsc1e1t9
áctural caráctet aporético de su nociónde política' Y.el e,nsayo
la tradición dominante se ha impuesto al ((nuevo)) y «aislado» y la uti-
experimento de la constitutio libertatis; entre otros motivos .ob.e la, revoluciones explicita hasta el fondo tal aporía
que esfán en el
porque la nueva experiencia de libertad y poder no ha logrado liza precisamente po-.u .uptut las-contradicciones
expresarse teóricamente en conceptos sufiCientemente artlcula- t"i"iO, á" la políifica,rod.*u. El destino de los acontecimien- cuán
dos como para tener la fterza de
-trasmitir
la nove«lad implícita
io, ."rolr.ionirios, por ejemplo, manifiesta claramente giros pro-
vista los
en sernejante experiencia. in.f..ti*r han sido desde muóhos puntos de una
Pero, al mismo por las revoluciones' Ninguna de ellas' si bien cada
!i.empo, todo esto pone a laluzla fragilidad "o.u¿ot
habíaderribadounaformadegobiemosustituyéndolaporotra,
constitutiva de la polític a, tal y como Arendt la entiende."s.-"- ^ürid.
jantes nociones, efectivamenté, se adecuan por lo demás ¿. ,u".rái. de Estado-y de soberanía5o.
al Áo-
mento inaugural de la fundación. si la acción política no puede
";p- "t "on'."pto
lll

plegarse a ningún otro fin que al del propio cumplimiento pt,rat lfJ¿ lrr"ru Vo.L, St. Martin Press, 1979, págs' 177-208; J' G' Gray'.Arendt. «The
y discursivo y si su característica es 6de <<du..o*i"-o a ló nue- ññ;;iildo* ;d H";rah A¡endD>, en rr¡. e. Hill (e-d.), Hannah
prúli Wortd, págs' ZZ! lU; B' M' DufIe' «Hannah Arendt:
v_ot.ge comprende cuiín restringidas son las condiciones de po_ The Recovery oJ tnn
oenser l,histoir" r", De la fondation á I'innovation»», Rewte
sibilidad para un espacio políticó «auténtico» .LJnavezfundído, "rr "o*"n""-ártt. ues' L XV I I' núm' 3' I 983'
p
i'ir t'ir: * r, rit n i I osoph i q t te's e t Th eLt I ogi q
éste se mantiene vivo_mientras las prácticas participativas y a') Cfr. Civil o¡sotid¡ence, cit., donáe la autora interpreJa la «desobedien-
discursivas a través de las cuales s..áliru vehióulen ,i'riro*un- de los derechos civiles y de las
cia civil>> de tor rooui*i"nio, americanos a favor
/e contenidos políticos, es decir, contenidos relativos a la apertu- manifestacionescontralaguerradelVietnam,noentérminosdeprotestamo. re-
poÍiri.ut en sentido propio' todo a
ra de una esfera en la que la acción plural puede manifesárseas. r;[;i* co.o acciones
'riÁtr^r,a 9lt'.9d" ::!re
ffavés A"r AJ**á, el espíriru de la-constitución americana' [Trad'
.tp. ; b¡r¡t rtn la república, Madri{ Táurus' 1973'l
a8 50 Véase la última parte de On Revr¡lutiorz titulada «The Revolutionary
. de la imposibilidad de conccptualizar el <<momento iniciar» de
H'- Arendt'
Tradition and tts l-*i ii"ututes», págs' 232-281; además'
-Acgrca
la revoluc^ión en el que se expresa la auténtica libertad véase J. rr¿iriii,-"rr,"
politi", Crises of the Republic' cif
l{hg of Novelty: Hannah Arendt,s Image of Freedom in the Niodlrn -ffr""gttt on and Revolutióni',
"n Cn'srs de la repúbli-
'
págt. r's9¿¡¡, ,ou." ááo,págs'231-23í' ¡rraO' esp':
World», en M. A. Hill (ed.), Hannah Arcitlt. The Recover¡- o¡ *n ii:iti,
t'a, oP. cit.l
314 315
4 purti. del siglo xvrn, toda gran sublevación que ha sacado a la lrr rrnti-filosofla de la historia arendtiana, quc la fllosofia autón-
luz los rudimentos de una forma de gobiemo enteramente nueva lrcu sc manifiesta sólo en aquellas rllpturas de la historia en las
se ha manifestado incapaz de mantener üvo, a través de la pro- tluc porece suspenderse la progresión tcrlporal.
pia institucionalización el espíritu innovador y revolucionarib. La cxpericncia de la rcvolución alnericana, al igual que la
Pero las revoluciones, que se alcatuanpor la soberanía de ,lc krs sistemas de consejos, no pueden por t¿rnto scr interprcta-
la nación o por la representación políticasr,-y los movimientos tLrs corno si suministrascn los clementos de una utopía política
de <<consejgl?, qyg son indefectiblemente <<matados» por los ,'rrnplider. Deben, si ¿rcaso, lecrse como testinlonios quc ayu-
partidos políticos52, testimonian, en perfecta consonanóia con ,Lrn a rccordar que cn los tnárgencs de la tradición hegernónica
lrln cxistido, y todavía existen, potencialidadcs políticas que se
5l Arendt ha expresaclo sin ccsar sus rescrvas r'scirpiur al orden del clorninio.
con respccto al sistema cle
partidos. hn Sobre lu revt¡lución esta polérnica sc hace aún más aguda y
se orienta, sobrc todo, al análisis clc los sisternas pluripartidistas. L,fbipar-
ticlismo anglosajón cs, a su parcccr, una ,rayor garantía dc clilusión gcniral
clel pcrcler (cfr. On Raw¡lution, cit., paigs. 267-268 [tra<i. csp.: op. cit./). Ape-
sar de csto es nruy crítica tanlbión cr.r cl an¿ilisis cle la clemociacia represtn-
tativa dc los Bstaclos Llnidos, porque dc cualquicr urancra que sc articulc, el
sistcnra de partidos reprcscnta cf-cctivarnentc los intcrescs cle los ciudaclanos,
püro no lcs llrrcc plrrlícipcs tlc llr vitlu política.
. .' l'., cl cxlrcrro t'rpuesto clel sistcma cle partidos sc sitúa, e. opinión
dc la autora. cl sistcnra dc consc.ios, rcspectir al cual dcclara scntlr «un
entusiasmo romirntico» (cli.. H. Arcndl, «Hannah Arorclt on Hannah Arenclt».
conlbrcncr¿r clcl 1972, pubhcada cn M. A. llill lcd.], ilunnuh,,lnntlt; fltt, Rtt:t¡_
vett' tfthe I'ublic World, cit., phg. 321). Había sido la revolución hímgara la
clue lc había hecho aprcciar cste tipo cle «organización clesdc aba-ió> que
siemprc había emergido dc mancra esponlánca en cl trascurso clc las revolu-
ciones (véasc «Totalit¿u'ian Inr¡rcrialisnr: Rellcctit¡ns on thc Hungarian Rcvo-
lutic»r», Tht,.knrrnulty''l,olifit:.t. XX, núm. I, I958, págs. 5-43, ,r,eltn a publicar
ct't'l'he origin,s of'Titlulifuriurir^i'rrr, seguncla cclici(rn aumcntaila, Nueva york.
Harcourt, Bracc, Jovanovich, 1958, págs. 497-500 [trad. esp.: Los orígene.t
del k¡tuliturismo, op. cit.l). Del sisterra clc consc.jos Arencli aprecia, o6via-
rnente, no su caráctcr cle portavoz de instanci¿rs sociales y cconómicas, sino
su c¿rrácter cle vchículo cle Ia cxigencia de participación y ililLsión clcl poder,
contra la «profi:sionalización» dc la política cn los aparatos cle partido (cfr.
H. Arendt, On llevc¡lmk¡n, cit., pág. 245 ftracl. esp.: r?. c:it.J). H. Árencit insis_
tc.cn cl modo eu que, sin ninguna teoría cle la organización, scme.iantcs movi-
mientos han siclo capaces clc resurgi¡ revolución tras rcvolución. Ádemás cle a
toclcrs los fott'nslti¡ts arncricanos y a los conse.jos cle la Revolución lrr.¿rncesa,
rcaparcciclos cn F-rancia en 1870, Arenclt se rcflere a los dc Rusia cle 1905 y
de 1917, a los de Alern¿rnia dc lgltt-1919 y a la Hungría cler 1956. No cons- rncrrlc divcrsa del sistenra dc partidos. (Cti. On Rev¡,¡lution, cit.. pág. 267.)
tituían rnovinlientos ideológicos, sino espacios pírt'llicirs en los clue las perso- l'cnl. por dcsgracia, los conscjos han sidtl sietnpre suprimidos antcs cle que ha-
nas poclían discutir y actuar.juntas. Lcjos clel ser entes sin articulación, los yrrrr sido capaccs de tnanilbst¿rr plcnamentc fodas sus potencialiclacles políticas.
conscjos sicnrpre habí¿rn lnostraclo una tendencia a lbdcrarse y a erigir una ,\ccrca de csle tema. véasc cl ¿rrtículo de J. F-. Sitton, «H¿rnnah Arcndth Argu-
rcpresentación de estructura concéntric¿r, qr-rc partíir desdc aba.jo, ab.soluta- rrrcnl tbrCouncil L)etnocracy», Rlit¡:,\\, l, 1987, págs.80-100.

316 317
IX

Volver a pensar la Política

l. La ecrcttiN

Con el análisis del ensayo Sobre la revolut'ión, se ha in-


tcntaclo proporcionar una primera exposición clel contenido
,lc la noóión arencltiana cle política y del partioLrlar signifioa-
rlo cle los conccptos que están irnplicados en semeiante noción.
,,\ntes de proceder a una considcración más detallada de la ope-
rrrción de reclefinición conceptual realizada por Arendt en el
lnhlisis cle las categorías filosófico-políticas tradicionales,
,¡rrizás sea conveniénte detenerse, Lln poco lnenos superfi-
.li¿rlrnentc cle cuanto se ha hecho hasta ahora, en lo que ella
i..rrtiende por acción y esbozar brevemente los rasgos esencia-
lcs de lo^que ella llama «espacio público» o «espacio-de la
,,¡',arienciai>. Sólo cle este modo se podrá tener un cuadro de
,.'f'erencia general que permita hacer emerger el contenido
ilrnovAdor que las cátegorías políticas asumen en el interior
rlcl léxico arendtiano.

t. En La condición humana, después de haber expuesto


lrrs características del trabaio y de la labor en el quinto capítu-
I0. la autora se concentra sobre los rasgos distintivos de la ac-
citin: esa actividad que ostenta «el rango Supremo en la jerar-
319
J'"
quía de la vita activa»t . Entre las dimensiones de la condición Stilo de este modo, según Arendt, es posible pensar el hombre
humana, efectivamente, ella es la única que se distingue por su ( orno un ser libre. Y esta preocupación es tan determinante en
libertad constitutiva, por su capacidad de «dar vida a io ,üerror, srr pensamiento que la induce a afirmar que su reflexión sobre
por ser imprevisible e irreversible y por estar estructuralmente l:r política puede interpretarse también como el intento de esta-
ligada a la pluralidad. lrlccer las líneas generales de una «antropología filosófica)), ca-
A través de la recuperación de la etimología originana dela
palabra <<actuan», Arendt quiere mostrar sobie todo la estrecha ¡lrz de tratar la libertad del hombre contrastándola con todo
:rrlucllo que de algún tnodo tiene que ver con la naturalezaa.
conexión, cuyo significado se ha perdido a lo largo de nuestra ( 'orno ya se ha señalado, cuando se ha introducido la categoría
tradición de pensamiento político y filosófico, eñtre acción e tnrbajo, toda realidad humana que no logra trascender la di-
lnlclo y, conslgulentemente, entre acción y novedad. Advierte rrrcnsión de lo natural adquiere, en diversos contextos de su
efectivamente qte/«actuar en su sentido más general, significa obr'¿I, una acepción negativa. Naturaleza es sinónimo de un in.
tomar una iniciativa, comerlzar (como indica lapalabra-giega ecsante transcurrir que no perrnite que subsista a una perma-
archein, 'comet)zar', 'conducir' y, finalmente, támbién §ober- I ncncia a la que pocler dar un sentido. Arrastrada por el ciclo del
1ar), qgner en moümiento cualquier cosa (significado oñgina- rurcirniento y de la muerte, de la generación y de la corrup-
lio del latin agere)»2. Si referido al acaecer hiitórico esto signi- ..'i(rn, la naturaleza se convierte en el paradigma de un orden
fica, como se ha observado, que sólo actuando se puede impri- rrcccsario en el que la cspontaneidad absoluta, en última ins-
mir un giro a la historia, sólo la acción es la portadora de lrrncia coincidente con la libertacl no logra encontrar expre-
aquella fuerza innovadora que se opone a la repetiiión sin sen- sirin. La posibilidad de «iniciar cualquier cosa de nuevo» vehi-
tido del mero transcurrir temporal. Pero, parala autora,la ac- culada por la acción es, por consiguiente. par¿r Arenclt, antes de
ción adquiere importancia también, y so6re todo, gracias a la ('uÍrlquier ulterior especificación en senticlo político. la señal dc
capacidad de contrastar la aparente carencia de significado del Ir «posibilidad existencial» de los sercs libres. Hc aquí por qué se
curso de la misma üda humana: «El curso directo de la vida
¡rtrccle afinnar que ((ser libres y actuar son la misrna cosa»5.
humana haciala muerte llevaría inevitablemente toda rearidad
h-umana a la ruina y ala destrucción si no fuese por la facultad
de intemrmpirlo y de iniciar cualquier cosa de nuevo que, r
EI concepto ¿rrendtiano de naturaleza no rcpite cn nada el romántico.
como una permanente invitación a recordar que los hombres, liccalca más bien algunos aspcctos de la noción griega, por la cual la¡tht,sis
, orresponde al cterno ciclo del nacer y dcl pcrccer. Sobrc el tratalliento
aunque tengan que morir, no han nacido para morir sino para
,rrcrrdtiano de la nociúr dc naturaleza, véanse al menos G. .1. Tolle. Humttn
comenzaq es inherente a la acción»3. \ttture uruler Fire: The Politic'al Pltilosoph,v of flanntth Arcndl, Washington,
No se entiende el concepto de política que deriva de esta I )rriversity Prcss ol'America, 1982, págs. 90 y ss.; A. Enegrén, Lu pensée po-
§onsideración del actual si no se presta la adecuada atención al lirit¡ue de llonnah Arenclt, París, PUF, 1984; M. Canovan, Httnnah Arendt.
hecho de que el énfasis puesto sobre la capacidad de dar üda a I llL'interpretafion of'ller k¡lilicul Thought. Cambridge, Cambridge U. P,
()t)2, págs. 1 07- I I 5. Acerca de la contraposición política lnaturalcza véanse
lo nuevo, propia de la acción, indica la voluntad de la autora de |

delinear un criterio que rescate al hombre de su <<ser naturab>.


i
i
t Kateb. Ilannah Arentlt. R¡litic's, Conscience, Evil Oxforcl. Martin Roberl-
strrr, 1983. M. Reist, Die Prttris der Freíheit: Hunnuh Arerult.s Anthrc¡tologic
,lt',¡ Í\¡litischen, Wurzburgo, Kónigshausen und Neumann, 1990, págs. 35-47;
W llcucr, Citizen. Persónliche lnleg'ittif und politisches Handeln. Eine Re-
I H. Arendt, The Human Condition, pág 205. esp.'. op. cit.]
l,ott.sh'ution cle,s politischen Ilumunismus Hannuh ArerulÍs, Bcrlín, Akaclemie
2 lbídem, pág. 177. [Trad. Ve:rlag, 1992, págs.76-91 .
3 lbídem, pág.246. '
H. Arcndt, «What is Fieedom'/» , en Beh,teen P(tst ttnd F'ufurc, pág. 153 .
I liird. esp.: op. cit.J

320
32t
Teniendo en cuenta este supuesto, algunos intérpretes han Por consiguiente, la acción libre se presenta sobre todo
considerado conkadictorio que Arendt propusiese una especie de eorno respuesta existencial al hecho del nacimiento o, concep-
justificación ontológica de su concepto de acción recurriendo a la tr¡ulrnente hablando, como respuesta a la «natalidad». De cual-
noción de natalidad es decir, a una noción que remite a un hecho t¡uier modo sigue siendo verdad que la radicación ontológica
natural6. Al suceso del nacimiento, sin embargo, puede atribuírse- tlcl actuar libre en el inicio representado por el nacer no resulta
le un significado del todo coherente con la determinación riguro- srcrnpre convincente. Sin embargo, debe señalarse que también
samente anti-naturalista de la autora. Argumenta que en vitud del er) r:ste caso la coherencia de los presupuestos arendtianos está
simple «venir al mundo» el hombre se constituye como un ((nue- ,'¡ la raíz de la dificultad que la autora manifiesta €omo tes-
vo comienzo»: él lleva consigo, en efecto, la capacidad de actuaq lirrronia en pafticular la última parte de La vida del espíritu8
es deciq «la capacidad milagrosa» de abrir nuevos horizontes de
posibilidad. lrr. «Osservazioni su 'Der Liebesbegriffbei Augustin' di Hannah Arendt», en
li . lrsposito (a cargo dc), La pluralitii irappre,sentabile. págs. 123- 138; J. V
Dado que son initium, recién llegados e iniciadores gra- St'ott, <<ADetour through Pietism: Hannah Arendt on St. Augustine's Philo-
cias al nacimierrto, los hombres toman la iniciativa y estan r;o¡rlry»», Polih,, XX, núm. 3, 1988, págs. 394-425; J.-C. Eslin, «Le pouvoir de
prestos a la acción. Initium ergo Ltt esset, creatus est homo, ( ()nunencer: Hannah Arendt et Saint Augustin», Espril, nítm. 143, 1988,
ante quenL nullus./i,tit [...], dice San Agustín en su filosofia po- ¡rirs. 145-153; L. Boella, «Amore, comunitá impossibile in Hannah Arendt»,
lítica. Este comienzo no es como el comienzo del mundo. no t ¡rilogo a H. Arendt, Il concetfo d'amote in Ago,slino, a cargo de L. Boella,
es elcomienzo de cualquier cosa, sino de alguien que, a su vez, lrlikin, edizioni SE, 1992, págs. 149-165.
es un iniciador. Con la creación del hombre, el principio del
\ Véanse las páginas finales de llilling, cn las que Arendt, después de haber
comienzo entró en el mundo mismo y esto, naturalmente, es rreuado la posibilidad de reconocer en la volturtad el origen de la auténtica liber-
l:rrl vuelve su atención a la esfera del actuar. Pero después de haber analizado los
sólo otro modo de decir que el principio de la libertad fue crea-
do cu,ando se creó el hombre. no antesT.
rr rotivos
¡tr. los que el actuar puede decirse librc y tlespués de haber recun-irlo de
nuüvo a la mención de Agustín, llega a una conclusión que más que cualquier
()trir cosa es una suspensión de la argumentación, como si faltaran los términos
6 Véase A. Enegrén, La pensé.e politique de Hannah Arendt, cit., pági- l)ilnl expresar lo que verdaderamente significa ser libres. «Soy totalmente cons-
na 44. Para una discusión sobre el uso del concepto de natalidad en Arendt, \'rünte de que también en la versión agustiniana, el argumento sigue en cierto
r r rotlo poco transparente y no parece decimos sino que estamos condenados a ser
véase, por lo demás, el ensayo de R. Beine¡ «Acting, Natalisz and Citizenship:
Hannah Arendt's Concept of Freedom», en Pelc4mski y J. Gray (eds.), Cor- lrlrrcs en razón del haber nacido, no imporla si la libcrtad nos place o aborrece-
ceptkms o/ Liber'ry, in Political Philosophy, Londres, The Athlone Press, 1984, nros su arbitrariedad si nos "agrada' o preferimos huir de su tremenda respon-
págs.349-375, enparticular, págs.354-351. Entre las contribuciones italianas, rrlrilidad escogiendo tura forma cualquiera de fatalismo.» The Life oJ.the Mind.
S. Bela¡dinelli, «Natalita e Azione in Hannah Arendt» (parte primera y parte r'r1., vol. II, pág. 217 ftrad. esp.: op. cit.l;véase J. Miller, «The Pathos of Novelty:
segunda), La Nottr¡la.lll, núm. 3,1984,págs.25-39 y La Nottola,I! núm. l, llrrnnah Arendt's lmage of Freedom in the Modem World», en M. A. Hill (ed.),
1985, págs. 43-57. Sobre el concepto de natalidad arendtiano analizado e inte- I ltttttruh Arcndt. The Recovery ofthe Public W.¡rld,NuevaYork, St. Martin Press,

grado en la perspectiva de la filosofia de la diferencia sexual, véase A. Cava- It)7i), págs. 3-26; J. G. Gray, «The Abyss of Freedom and Hannah Arendt», en
rero, <<Dire la nascita», en AA. YY., Diotima. MetÍere al mondo il morulo, }l4i- NJ A. Hill (ed.), Ilannah Arcndt, cit., págs. 225-244. Sobre las ambigüedades y
lán, La Tártaruga Edizioni, I 990, págs. 93 -121. [Trad. esp. : Tia et el mundo al l:rs diflcultades que presenta la noción de acción libre propuesta por Hannah
mundo: objeto y objetividad a la luz de la diferencia sexual, Barcelona, Icaria, ,\rcndt, véanse, en particular, J.-C. Eslin, «Penser I'action. A propos de Hannah
1996.1 Para un tratamiento exhaustivo de este tema remitimos a P Bowen- \rcrrdt», Esprit,nítrts.8-9, 1986,págs. 171-175; H.Mandt,«PolitikohneHeils-
Moore, HannahArendts Philosophy of Natalitv, Londres, MacMillan, 1989. r .'rsprcchen. Hannah Arendts N eubegúndung politischen Handelns», G egen-
7 H. Arendt, The Human Condition, cit., pág. 117 ttulsktmde, XL, núm. 4, 1991, págs. 410432; J. Ring, «The Pariah as Hero.
[lrad. esp.: op. cit.J. Acer-
ca de la interpretación arendtiana de esta afirmación agustiniana véase los si- I lrrnrrah Arendt's Political Acton>, Political Theory,, XIX, núm. 3, l99l, págs.

guientes ensayos: R. Bodei, «Hannah Arendt interprete di Agostino», en R. Es- l\\152. Por último, algruras indicaciones en A. Hubeny, L'action dans l'oeuvrc
posito (a cargo de), La pluralitd irappresentabile, cit.,págs. ll3-122; G. Ramet- ,1,' I lunnah Arcndt. Du politique d l'éthiEre, París, Découwir, 1993.

322 323
al argumentar en modo articulado la conexión entre nacimien- vrrclto la tradición filosófico-política. Ella ha negado tanto la es-
to, libertad y acción. Identificar la libertad con la capacidad de ¡rccificidad como la libertad de la acción: la ha traicionado impo-
acttar y esta última con la posibilidad de «iniciar uná nueva se- rrióndole los criterios de la teoría y pensándola substancialmente
rie en el tiempo» y motivar éste a tavés de la asunción del acon- sobre el modelo de la fabricación. Como se ha destacado ya, para
tecimiento originario de la <<natalidaó) significa revolverse con- Arondt toda la tradición filosóflca, con una tendencia que se
tra todas las teorías, psicológicas o sociológicas, que piensan la rrr:cntta en la época moderna, ha pensado la acción recurriendo a
acción como manifestación de pulsiones intériores b la reducen a Lr lógica rnedio-f in y sobre la base de sernejante lógica ha proyec-
comportamiento, a saber, a respuestas obligadas a las determina- lrukr una construcción política en la que el acfutar pudiese ser
ciones exteriores, históricas o sociales. Peró sobre todo represen- trlnsfbnnado en la segura relación entre el que tnanda y el que
ta,vnavezmás, un intento de situarse junto a la libertad y, con r rlrc,clcce. Por tnás qte La condici(tn hmnana deba entenderse
ella, a la acción, rechazando las respuestas que a tales probiemas ('orno una crítica a semejante «solución filosófica», no sc debe,
lan sldo dadas por la tradición metafisica. Efectivamente, para sin ernbargo, caer en el error de leer las páginas dedicadas a l¿r ac-
Arendt, ésta se ha demostrado rncapazde pensar radicalmente la t'itin como un elogio, sitr reservas, de los riegos, de los efbctos
libertad como espontaneidad y novedad a6soluta. En su esfuerzo
l)crversos, irnplícitos en al actuar mismo. El desafio de Hannah
qor dar ruzónen la teoría de todo lo real, gran parte de la filoso- ,,\r'endt consiste cn no huir de la frustración y de la inseguridad
fiaha sido inducida a reconducir toda novedad a lo que ya pree- t¡rrc la irnprc-visibiliclad y la irrevocabilidad de la acción provocan,
xiste y a explicarla como rur resultado ya virtualmeñte presente ('omo, por el contrario, desde Platón cn adelante ha hecho la filo-
en una situación dada. Si se sigue de manera coherente la lógica solia. Estas, sin embargo, pueden ser atenuadas sin cotnprometer
del discurso arendtiano, entonces es posible captar, y e., p-arte Lr libertacl del agcnte por la capacidad hurnana de «hacer prome-
justificar, la no flícil y no siempre perspicua argumenációnácer- sirs» v de «perdonar»'). Inútil resulta scñalar la debilidad v quizás
ca de la libertad humana implícita en la acción-. Laattorano po- ll ingenuidacl de la inhoducción cle las categorías dc «prcmesa» y
día recurrir a la que considera que es la modalidad explicativa de ,,¡rcrdón))10, si se consideran corno eflcaces correctivos dc car¿ic-
la tadición: pretender de manera contadictoria describir un ac- r.
tt'r' cstratégico de los aspectos'irmcionalcs' del actu¿rrr Adelan-
tuar libre subsumiéndolo en el interior de una argumentación Io sólo que semejantcs categorías en particular la promesa
planteada sobre nexos causales, querer <<dar razót»>áe cada nue-
l)lrccen en todo caso asumir una relevancia siemprc quc st: las in-
vo fenómeno refiriéndolo a un fi.rndamento que lo precede. te r'prete como los presupuestos de los que partir para describir de
Arendt es, sin embargo, consciente del hecho dé que plantear
en estos términos radicales el problema de la libert¿d de É acción
es lo mismo que tener que contar con los «efectos perversos» de " Véase The Human ()onditilm, cit., en particular los apartaclos «lrrcver-
un actuar entendido de esta manera. Es, efectivameñte, del caníc- .;rbility ¿rnd the Power to lrorgive» y «Unpreclictability and the l)ower of Pro-
ter innovador_y libre del achrar de donde derivan los aspectos pro- rrrisc», págs. 236-241 . ['Iracl. csp.: Lu «tndición hutnuna, op. t:ít.f
r() ['ara una crítica de la ulilización cle la catcgoría de perdón y de pro-
blemiíticos y los resultados «irracionales»>, si así se pueden llamar, nresa cn sentido político véase, por ejemplo, P P. Portinaro, «La politica
de la acción: tt imprevisibilidad y su iruevocab¡lidad. Toda ac- , ,rnrc corrinciaurento e la finc clclla politica»>, Il Mulino, XXX, núm. 303.
ción que enfa de modo totalmente inesperado en colisión con l')lt(r, págs. 76-96; reimprcso en R. hsposito (ed.'¡, La phrrtrlitd irruppre,sen-
otras iniciativas comporta repercusiones no dominables que em- t,tl¡ilc, cif., págs. 29-45.
II
palman cadenas de consecuencias que escapan totalmente a las Sobre cstc aspecto véase ahom la pafte final de The Life ú-the ll'lind,
r'rl . vol. ll, en pafiicular pág. 195 [trad. esp.: op. cil./, y, sobre todo, Il. Arenclt,
intenciones y confol de los actores. Y es precisamente confa es- ll ltttt is Ftceck»n?. donde se lee: «En la mcdida en que es libre, la acción no
tos resultados impreüsibles confa los que, según la autor4 se ha , slrr sr¡nretida a la guía dcl intelecto ni a los clictálncncs dc la voluntad.»

324 325
l,r :rt'citin arendtiana parcce acercarse al.juego. tal y como lo inter-
¡,r,'l;r liink. o al «dispendio», en el signil-icado pro¡ruesto por Ba-
t.rrlle . Ahora bien, Arendt. para dar credibilidacl a la imagen de la
.r( ( r()n collto clTcr'.qeia, y lin exclusir,,o de sí misnt¿r. pero. al mis-
rrr. ljg¡¡11-¡s. par¿l no reducirla a la irrelevancia cle un gcsto total-
rrr('rrtc lútiI y lúrclico. llega a elaborar rn particular en cl ensayo
ll ltttt i.s ficeclom'? fbnnulaciorlcs que dan casi la irnprcsión de
,('r \/crcl¿rderos y auténticos csL'utnotag(,,r'. Desdc csta perspectivzr.
l,r :rulor¿l plopoltc la no fitcil noción de «actuar a parlir clc un prin-
, rl)io)) y proponc como e-icrnplos clc «principios inspiraclorcs dc la
.r. r'i«in>> la gloria, el arnor a la libertad la búsqueda de la distin-
, r()n o cle la excclcncia y el arnor por la igualdaclrr. Segúrr Arenclt.
,('nlr'iantcs nociones se opondnirl ¿l una concepción clc la acción
,rrlr¡ctivzu-nente llotivacla o finalizada cn un objctivo. Y para dcs-
t.r('iu'cst¿l difercncia, quizhs no tan neta y perspicua conro clla hu-
l,r.'r'u clucr-ido. clistingue cle mancra no nllly cortr,'illcentr- cntre ac-
r rorr QLrc sc dcsarrolla in otcler /o ('con cl objekr cle') y acción quc
,r' crrrn¡rle fór lhc ,sake ol (por arnor clc')r5.
f)cro rnás allá de la clebiliclacl argurnentativa con la que ta-
l,'s rlistincioncs se sostiencn es irnportantc señalar cóllo
\rcnclt. recurriendo ¿t csa volur"ltad dc sacar a la luz que el sig-
rul'ic¿rckt de un¿r acción rrsidc cxclusir.arncnte en lo que ésta
rrr;rnif-icsta en el acto mismo cle su realizaci(lr-rl(', y sobre toclo
rluc cr1 la acción el hornbre. libre de tocla deten-ninación extcr-

rr ('fi. Hannah Arendt, Il/hat is l'rcedom. cit., págs. 152-156, cn la c¡ue


\ri'l)dt afima inspirarse en Montcsquieu y en su noción clc «principio».
\ rslc propósito cscribe: «Los principios no actúan clcsde el intcrior del yo
( )nlo los motivos: provecn de una inspiracicin, por así docir, desdc el exterior;
(

,rtlol.uis son con ntucho clelnasiado generales como para imponcr objetivos
¡r:rrticulares, incluso aunquc todo fin específico pueda.juzgarse clesde la pcrs-
¡rr'clivit de su principio inspirador, apenas el acto haya cornenzaclo. Efectiva-
nrentc. il difercncia del juicio del intclecto quc prcccde a la acción y clel
, ornundc» de la voluntad c¡ue la inicia. el principio inspirador se ntanifiesta cle
llerrtr sólo en el acto realizador.» lVhut is Ft'eetlom?, cit.. pág. 152.
r' (lfr. H. Arendt, The Humon Condition. cit., pág. 154. [Trad. csp.:
,,t,. t it.I
t" Iltítlem, pág. 206. clonde se lee: «La srancleza. cl significaclo espccífi-
, o rle tocla acción, rcsidc sólo en su desarrollo y no clr su motivación, ni en
'.rr rcalización.»

327
nuevo nociones tales como, por ejemplo, las de ley y constitución,
nociones que en el interior de tura redefinición óonceptual com-
pletiva tienen como objetivo, no tanto surninistrar verdade.o, y
auténticas altemativas practicables cuanto, más bien, convertirs-e
en-inshumenlos pqa denunciar el significado de las categorías
políticas desvirtr:adas.
Más que la utllización de las nociones de perdón y de pro-
mesa como contrapeso alas unintended consequences de la ac_
crón, aparecen quizás débiles y ambiguas otras argumentacio_
nes qüe Arendt parece verse obligada a introducii para salva_
f guardar la autonomía del actuar. Se ha observado ,á.ias veces
que la relación medio-fin, en todas sus implicaciones, compro-
mete la libertad y la autonomía de la acción. Llevando a sus
extremas consecuencias semejantes motivos, Arendt llega a ex-
cluir que la acción, en cuanto iniciativa libre, pueda seienten-
dida como el producto de la voluntadr2 o, rnás generalmente,
como el resultado de la conciencia moral que dicia la conducta
a seguirrr. En ambos casos, la acción qréda.ía reducida a un
mero instrumento para conseguir un determinado fin. Esboza-
da de este modo, privada del todo de ob.jetivos y motivaciones.

t2 F.n The Human


Contlition, cit., pág. 205 [trait. esp.: r?. crt./ se lee:
«A diférencia del mero comportamiento humano 1ue los griegos, como
toclos los pueblos civilcs, juzgaban sólo sobre «criterios moralei» té=niendo en
cuenta los motivos c intenciones por una partc y los objctivos y consecuen-
cias, por otra la acción solo puede ser juzgada mediánb el iriterio de la
grandeza, porque est¿i en su naturaleza interrumpir lo que es comúnmente
aceptado e_irrumpir en lo extraordinario donde ya no encuentra aplicación lo
que es verdadero cn la vida común y cotidiana, porque en tales dlimensiones
cada cosa existcnte cs única y sui generis.r> Aceica áel carácter de extrañeza
de la conciencia y de sus valores respecto al ámbito de la acción política,
véanse en parlicular los ensayos arendtianos «Thinking and Moral ionside-
ration. A Lecture», Social Re.searcl,, XXXVlll, núm. 3., 1971, págs. 417-446:
y sop.re todo On Civil Disobedience, cit.,en particula¡ pags. tbO_tO+.
rr Cfr. E. F ink, Das Spiel als Welt,symboi
_ _ Sruttgarr, j gOO. V¿ase G. Batai_
lle,«l¿n-otion_dedépense»,publcadoenel 1933 eÁr,acririquesoc.ialeyaho-
ra en G. Bataille, Oerwrcs Complétes, parís, Gallimard 1976, págs. 30i_320.
Esta temática, como se sabe, constituye el núcleo en torno al cualse dcsarro-
lla y gira toda la reflexión bataillana. Sobre cste aspecto del pensamiento de
Bataille sigue siendo esclarecedor el ensayo de ¡. Derrida, conienido en La e.s-
c:rihra y, la diJércncia. Barcelona, Anthropos, 19g9.

326
tna o interna e interesada sólo en la realización «virtuosa» del ,lctcnninismo. Y sólo realizando grandes gestas y grandes ac-
principio que lo inspira, actua no por utilidad personal, sino ex- r'iones y siendo recordado por éstas, un individuo puede aspirar-
clusivamente por «amor del mundo», para distinguirse y para ser ,r lu ir-lrnortalidad sin negar el tien-rpo.
recordado. Y si es correcto decir que la acción, tal y cómo h ha
esbozado Arendt, parece coincidir conlarealaación de la virtud, 2. La condición humana así como en los ensayos reco-
F.n
hay que precisar que esta ultima no debe ser entendida sobre cri- litlos en Enfre el pasadoy el.futuro, es deciq en los textos que
{erios y contenidos éticos. Un actor es virtuoso si se concenta 'rrrnrinistran la imagen canónica de la noción arendtiana cle ac-
exclusivamente sobre aquello que está haciendo, en una especie t'irin, esta últirna está siempre apegada al discurso, al que con
de supremo
9lüdo de sí mismo. Si por la noción de <<principio», lrccucncia se sobrepone. La autora efbctivamente afirma en va-
Arendt se refiere a Montesquieu, por la de virtud su referencia se r r;rs ocasiones que es el lenguaje lo que caracteriza en rnanera

orienta a Maquiavelo. Siempre enWhat is Freedom? se lee: ('nrinentemente política la acción. «Siempre que intervenga el,
It'nguaje, la situación adquiere carácter político por definición,
La coincidencia cntre acción y libertacl encuentra qui_
zás el mejor ejernplo en el concepto r-naquiaveliano cle vir_ vir que es el lenguaje el que hace del hombre un ser político»rE.
tud, la excelencia con la quc el hombrc corresponcle a las I rr /cxis, por consiguiente, r.uelve significativa la praxis.Y la
oportunidades desplcgadas ante ó1 por el mundo cn la así lla_ :ir'p¿u'a, al misrno tiernpo, clel árnbito de la violencia, dentro del
mada.fortuna. Este término de MaqLriavelo teclanta más c¡uc , rurl por el contrario, como se ha señalado ya, se mueve lapóie-
nada el concepto de virtuosismo, de cxcelencia clue recono_ v,s. l¿r ¿rctividad de la tabricación.
centos a los e.jecutores (que sc distinguen de los artistas A partir de estas elaboraciones sobrc la estrecha conexión
creadores, que «haceni>), cuyo arte sc expresa cn la ejecu_ ,'rrtr-e acción y discurso y sobrc la separación de acción y vio-
ción misma siu concretal'se cn Lrn producto finalrT. l('nci¿l se mueven las divers¿rs interpretaciones que hacen cle la
r.'¡rroposición arendtiana cle la pruxis el antcccdente de la teo-
_ Arendt intcrpreta de esta manera la noción rnaquiaveliana
rirr clcl actuar comunicativo. sobrc todo de la de Habennas.
de virtud cívica totalmente difcrentc de la virtud rlcr incrivi- ('onlo si la acción arendtiana vehiculase sólo la idea según la
duo aislado que busca en la propia interioridad cl conocimien- I

('ual ¿rlgunos enunciados, algunos actos lingüísticos, son por sí


to o la salvación sin ninguna refbrencia al valor rnilitar. En
r rrisrnos actos políticos.
sustancia le sirve para poder aflrmar que la gloria, la excelen- t,
Las hennosas páginas de Wta ac'fiva [Lo condic:ión humana]
cia, son la medida dc la acción sólo si se entienclen como las
'1,[rrc el «poder revelador dc la palabra» indican que en el modo
únicas modalidades a través de las cuales el hombre pueclc ser
,le concebir la acción y el discurso, y la acción como discurso, esta
<<reconocido por los otros» y ser recordado. Arendt quiere en
rrrr¡rlicada mucho más que la mera invcstigación cle una pragmáti-
def initiva sugerir que, sólo en las grandes acciones, eÍ hombre
, rr lirrgi.iísticacapaz ile fundar una convivencia política sobre el
encuentra la posibilidad de rescatarse de la necesidad de la vida
( ()nscnso y sobre la exclusión de todo recurso al uso de la fuerza.
biológica, de los determinisrnos de la psique y de los cle la his-
t9-"?, y sólo en el interior cle un actuar así entendido tiene la po- Actuando y hablando, los hornbres muestran que [o son,
sibilidad de recibir a cambio la propia identidad. La superióri- y hacen así su aparición
re'n'elan su idenlidad personal única
dad existencial de la acción estriba exactamente en el óonferir en el mundo humano, rnielttr¿rs su identidad fisica aparece
significado al agente, más allá dc toda trascendencia y cle toclo sin rringuna actividad por sll parte cn la fbnna única del

17 H. Arendt, Whot is l,-reedom'/, cit., pág 153. ls Il. Arendt, Thc Hwttun ()c»ulilion, cit., pág. 3. [Trad. esp.. o¡t. cil.J

328 329
I1

\ r(l:r por la misma sed de gloria y de grandeza inmortal está,


t,rrrto la acción que constituye y mantiene viva la ciudad griega
( uiullo la cxperiencia romana del «acto de la fundació»>21.
l¡,n el piper Philosopht ancl Rtlitics. WaÍ is Political Pñi-
l,,srt¡tl4t?, de 1969, se vuelve a epilogar magistrahnente lo que
, :,los cliversos tipos de acción tienen en común, esclareciendo
rlt' una vezpor todas lo que la autora había estado buscando en,
,llrrs. Los diferentes modos tienen en común «el deseo de los'
rrrort¿rles de llegar a ser inmort¿rles o, mejor, clado que csto es ,

rrrr¡xrsible, de participar de la inmortalidad»22. Tanto el héroc


,1,' I lornero y de Heródoto, como el ciudadano de la Atenas de
l\'riclcs quieren clistinguirse no para aflrmarse sobre los otros,-,
',rro para inmortalizarse. Pero ambos saben que la brevedad de
',u vicla y la impotencia que deriva de la soledad constituyen un
,,lrstírculo para acceder a la fama imperecedera. El actor heroi-
i . ticnc necesidad de los compañeros para emprender las gran-
r['s ¿rcciones e igualmente no puede minusvalorar a poetas e
lusloriadores que harán sobrevivir en el tiernpo y en el recuer-
rlrr cl esplendor y la grandeza de sus empresaslr. Pericles, a su
\ ('/ nos revela que. con la polil;, para conseguir la inmortalidad

,,r;rr
lrarte, a la ¿rcción. También en Philo,sophl,und Politir:,s. The I'rutblem of
t, tiott. cit., pág. 023369, escribía: «En lapolzs griega, la expericncia de la
.r, t rirn, en cl sentido dc la iniciación y la terminación de una emprcs¿I, ya no
, , r rstituía el factor político fundamental.>> Arcndt criticaba, por lo clemás, los
rrr,rtlos en los que en l¿r ciuclad-estado griega se perscguíau la fatna y la glo-
rr;r lrn la prl/i.r arteniense, precisamente como consecuencia de una potcnte
.rnsil dc dcstacar, «la vida llegaba a consistir en una intensa y continua con-
lrt'rrtl¿r dc todos contra todos»: se había desarrollado un espíritu agonal que
,,\'nverlenaba la vida cotidiana de los ciudaclanos con la envidia y la sospccha
r, t'i¡rroca». Ibídem, pág. 02340 l. Es importante recordar que la condena res-
¡r,'t lo al espíritu agonal quc animaba a los ciudadanos dc la po1t.s cede com-
lrlt'lrrrrrcnte en La condic'itin humana.
'r Estas reflexiones sobre Roma estaban ya prescntes en el escrito de 1958
,r, r'rcu de la rcvolución húngara; véase H. Arendt, «Totalitarian Imperialism:
l(t'llcctions on the Hungarian Revolution>>, en The Origins ry' Tblalifarianism,
;( sun(la edición, Londres, Allen and Unwin, 1958, págs.480-510. [Trad. esp.:
I rts t»'ígenes del totalitarismo, o¡s. t:it.l
" H. Arcndt, Philo,sophy und Politics. ll/hut is Politic'al Philox4úv?,
r rl.. ¡r1rg. 024429.
'' lbíclem, págs. 024433-024436.
331
clrerpo y clel sonido de l¿r voz. lin toclo Io que sc dicc y se
hace estir irnplícita Ia revelaciórr cle cluién se cs, que es difb-
relltc clc la c:os¿t quc se osl').

Por consiguiente, la acción discursiva representa en primer


lugar la modalidad a través de la cual se inserta en el mundo y
se revela la propia identidad el quién del actor.
Lo que interesa a Arendt no es volver a proponer y actuali-
zar luna dinámica política comunicativa y democrática pensada a
partir del modelo de la polis griega. Ciertamente, las referencias
a la Atenas de Pericles y ala Política de Aristóteles --que desde
aquelmomento histórico sería su más adecuada articulación teó-
rica esán presentes siempre en sus obras, tanto en las editadas
como en las inéditas. Pero ella mira a la vida de la polis como a
aquella experiencia gracias a la cual el individuo lograba confe-
rir un sentido a la propia existencia, antes de que este sentido se
viera preso de la ilusoria investigación de la permanencia y de la
eternidad por parte de la filosofia y del cristianismo.
Támbién gracias a la lectura de algunos pasajes significati-
,vos de los escritos inéditos nos podemos percatar de que la in-
vestigación sobre la acción es en realidad una investigación so-
_bre las respuestas «prefilosóficas» a las cuestiones.del sentido.
En Karl Marx and'the Trarlition of Western Polifi;ATTñóu-gfff;
de 1953, y en Philosophy and Politics: The Problems of Action
afier the French Revolution, de 1954, la acción libre no se consi-
dera como una preffogativa específica del ciudadano de la polis
cuanto más bien del lgloene la edad homérica. Lo que la autora
destaca es la búsquedaÍe la fama inmortal: la supervivencia de lo
individual, más allá de la muerte, en elrecuerdo. El héroe de Ho-
mero es efectivamente aquel que arriesga la propia vida para ini-
ciar una gran empresa y destacar por sus grandes gestas2o. Y mo-

te lbídem, pág. 179.


20 Es interesante advertir que
en los manuscritos precedentes a La condi-
ci(¡n humana, Arendt mostraba una actitud teórica ambigua en los cotejos de
la vida de la polis. En particular en Karl Marx and the Tadition, cit., de 1953,
págs. 26 y 44, sostenía que la democracia de la polis griega comprometía
la autenticidad de la acción. Los ciudadanos, si querían vivir de manera
segura en el interior de un cuerpo político estable, debian renunciar, en

330
u

,r(lucll¿ls experiencias nos transmitcn. Ella las tnira sobre todo


, ,,nxr indicacioncs ejemplares cle un modo de conf-erir signifi-
( ir(lo ¿l la existencia individual y colectiva sin huir cle la inesta-
l,rlitlad propra cle los asuntos humanos. Un lnodo cle mirar las
, ,,sus clel hornbrc que conjuga aceptación de la ternporalidad y
rrt'ccsidad de la cluración. reconocirniento de los riesgos de la
¡'lrrralidad y cle la clif-erencia y rechazo de la seguridacl en el do-
rrrinio.

'. l'-r ESPA( t() t,tlgLIc'o

La acción lihre, itutot'udotu, cli.sutrsiv'ct, pero tarnbién ago-"


ttttl, que rcscat¿r al ser htunauo clc la carenci¿t clc significado cle,''
1,, nrera vicla biológica, está. por consiguiente. cons-tifr.rtivarncryr/
te li{rada a la pluralidad. Y mits eu parlicular. al hecho de qtrc
krs seres humatros. diversos v Íuricos. tengan la posibilidacl cle
('ncontrarse cn url espacio cle visibilidad en el qtrc puedan apa-
recer los unos ¿r los otros. en cl que puedan rccotlocerse. E,ste es
,'l ¡runto cle particla. tatr elct-r-rcntal cotno litndamental. del trata- l

nricnto arencltiano de la noción dc esfera púrblica. Espacio clc la


;r¡rariencia, espztcio público y cspacio político son las locucitt-
ncs usadas por I lannah Arcnclt para ref-erirsc a tales nociones !
rrtilizando a rnenudo la uua en lugar de la otra y a veces atribu-
'crcnte
i i' ncloles cli f s extens iotres semánticas.
Antcs cle af}ontar el uroclo er-r el quc cl término publit' sptt-
¿ r' se declina cn una accpción específicamentc política a sa-

lrcr. el modo cn el que tal es¡racio puede sr'r y cn ocasiottcs h¿t


sido políticarncnte organizaclo sin ser traicionado en su pecr-rlia-
riclad . qLrisiera detenerure sobre el significado prirnero y. si
rrsí se puedc llamar. ontológico. Conviene sobrc todo prccisar
t¡uc la palabra «espacio» tro retnite necesariatnente a uua situa-
ción fisica y tnucho menos a una pnttcipio cortcreto dc tcrrito-
rialiclad. Hasta cuando tom¿r en consicleración un contexto con-
creto y cleterrninado colro el «espacio político» de Israel,
\rendt afirrna: «El ténnino Ito se reficrc tanto a un pedazo de
tie rra cu¿urto al espacio separado y protegido por muchas cosas
t¡ue ticnen en comítn: lcngua. religión. historia. usos y leycs.

333
«ya no se tiene la necesidad de esperar la ocasión de una aven-
tura excepcional gracias a la cual sobresarir
[...]. La excelencia
puede ot'rtenerse gracias al discurso qu" utompaña grandes
gestas»i+. Y los ateniense de la edad periclea están convéncidos
de que sólo juntos pueden esperar qué la gran<rezade sus accio-
nes en |a polis pueda mantenerse viva en el recuerdo. «Ellos
piensan.en la política como en una cosa que puecle obtener la
irunortalidad directarnente sin la intervenói¿, ¿. los poetas y
de los historiadores»25.
Pericles es consciente, sin embargo, de que la grandeza de
la c.iudad, cuyo recuerdo no sólo no morirá., G.".lu, sino que
vivirá en toda la tierra y para siempre, está sometida a una
constante amenaza: la de la acción de cada uno que, movida de
la pasión por la excelencia, se transforma cn volüntad cle domi-
nio sobre los otros. Si, efectivarnente, hay clominio, deja «le exis-
tir la pluralidad de ((pares)). y sin embaigo, «sólo se puede dis-
tinguir entre pares>>26. «El hombre polítió depencle
te del reconocimiento de sus pares pu.u cors"guir"rt"ru-"n-la posible
inmortalidad de su nornbre>>27. y sóro la inrnortilidad de tantos
nombres inmortaliza el nombre de la. ciuclacl.
Támbién por lo que respecta a Roma, el acto de la fun<lación
es la empresa que ofrece la oportunidad de escenificar la grande-
za de cada cual, en la esperanza dc que no cresaparezca eln el ol-
y1do. La originalidad de Maquiavelo, que s"
-u.rifi"sta en su ce-
lebración de la acción virtuósa, consiite precisamente en haber
cornprendido esto28.
seguramente, la insistencia de Hannah Arendt sobre el ca-
rácter decisivo de estas experiencias como ejemplos de acción
auténtica cuyo significado h¿r sido olvidado no equivale a la vo-
luntad de hacerlas revivir en el presente. Ni tamioco quizás es
tan ingenua como para defendér que en la reaiidad histórica
haya acontecido exactamente cuañto las interpretaciones de

24
Ibídem, pág.024432.
25
Ibídem, pág.024434.
26
Ibíden, pá9. 024433.
21
[bídem, pág.024439.
28
Ibídem, pá9.024430.

332
--
Precisamente estas cosas en común
son er espacio en er cuar ros lilna recibe el problerna del mundo. Un tratamiento que se
diversos miembros grupo t u,, a"rá..or uao ..ra.án..-
!9r |-.on- nrrntiene distante tanto de una consideración científica como
tactos entre sí>>le. Más que identificarse con ámbitos conóretos, tlc trna consideración idealista y que llega a considerar die Welt
el espacio púrbrico arendiiano.r lu.árii.i¿,
de estar. juntos; más que una fo.*u
p"iáü p"riñ,r,¿u¿ ('onro el horizonte de posibilidad de toda experiencia y como
trascendenrar de ra po1ítica. por
óolit¡.u á.t".n,i["ir.'", l" t'l lirnite constitutivo delyor2. Pero mucho más nítida es su sin-
ro aJ,n¿s, p...irá ru ái,iJrui u"r tonía con las ditbrentes acepciones que Welt y Weltlichkeit asu-
espacio de la. aparieicia se
partcn la rnodalidad de la acción y
fÁ;
otii áona" los hornbres corn_ nrcn cn el pensamiento heideggeriano. Arendt, en el pasaje re-
del discurso y. por consisuien_ t re'n citado, retoma la idea según la cual los seres humanos no
articioa v nrecede , to¿rlonrrit,.ián
te. ósta
pública y cle'las ,o.iu.^Á.r;l;ünrno.
di,lrrr ¿áir?rr.., srilo «viven» sobre la tierra, sino que «habitan el mundo»ll. En
es dccir. ras varias l;r rrrrtora, the v'orld es sobre todo «la casa) que los seres hu-
fonnas en las que la
9lfera públrca
Aunque nr¡ coincida co¡ rungún tipo
ñ;" organizarse>>r0. nranos han logrado erigir sobre la tierra gracias a la naturale-
. A. t;..ito¡oá a. d.,,,ur_ /ir. pcro tarnbién contra ella. Porque, fiente ¿r un universo natu-
cación espacial detenninada. ésÉ
ti"-r!-ri".p;.';;; ñ;;; ._ rrl cn perenne mutación, el tnundo construido por el hombre
pología propia que presupone la
noción arendtiana de «mundo». r('l)rcscnta el marco de estabilidad dentro del cual pueden ad-
En La c'on,ic'ión htimani r" r.. q*,
de sus significados, ,¡rririr significado las vidas de los hombres individualesra. Y en
"n'uno
l;r ¡rcrspcctiva arendtiana, este tnundo que nos hospeda y nos
el término «público». equivale ar mundo
mismo, en cuanto ¡r olcgc comprende, además de nosotros, el conjunto de objetos
es común a rodos y.distinto del espacio
qu. üáo'un;;;;r"_ rlrrlublcs, «las obras de arte»r't, las instituciones politicas e, in-
, sotros ocupa privadamente. Este mundo.en
identifica con la tierm o.o, lo nuiu.ul"rr.,r'.Jau"
toáo.uro * r" , lrrso. las costurnbres, los usos. las lenguas. En definitiva, tnu-
' Iirnitacro que.sirve *p*¡" ,'lro tlc los clcrncntos a los que más cotnútrtnente nos refbrimos
¿" r""ir" ,,r ,r-ri,r-,,"nr, de ros rrornbres
a las condiciones generares de ü uiaa ^"r¿,y r('curricndo a las nociones de «cultur¿I)) y «civilización>»l('.
o.gani.r."É.,¿
bien conectado con er erer¡entá uiiir¡.iur,
.in .ir."lr.r" a"
la mano del hombre. como con iá,
..1u"í*r;*:;.;;;.r_ ('fi. E. Husscrl, Itleas relolit,us u.fünt»nenologíu purn.t'li[o.so.líu.feno-
rre los que, juntos. habitan el mun.o
n*fr" pl.li;;;l;;r,. ''
nt, n()lórli«t ( 1913), Madricl FC'H, 1993.
Fl concepto arencrtian o
v'orrtr rnerecería seguramente
<re
" Véase sobre todo M. Heidcggcr, «ltl origcn cle la obra dc arle» ( 1935-
rnuchas más referencias que .rtu, l(¡l(r). crr íd., Cuminos tlel bosquc, cit.; M. lleideggcr, «Costruire. abitarc,
b..r"s y generares alusiones x'rrs:rrc)). qr Srr.qgi e dist't»'si ( I954), M ilán, Mursia , 1916, págs. 96- IOtt.
a las que rne obliga er cbntextá. p...nitur"nos f

'r ('li. H. Arendt. The llwrutn Condition. cit., págs.96-9tt [trad. esp.:
sóro recordar
que es deudor del tratarniento que.n
ra r.no,rill"gr;ir;"r;.- ,t¡t 1i¡ f .ll. Arcndt, «On Flumanity in Dark l'imcs: Thoughts about Lcs-
',rr!')), cn íd., lllcn ín l)ark llrl¿r, Nueva York, Flarcourt, Bracc, Jovanovich,
2"
H. A¡endt. Eichmunn in Jerusalem. A
l()()li, l)lig. ll. [Trad. csp. en l{ctntbrcs en lienrptts de oscuridad, op. cil.J
Nueva York. The Viking eress. 1963,
Report on rhe Banalie qf Evit, ' ('li. H. Arcnclt, The I lunrun C'orulition. cit., págs. 120-126; H. Arcnclt,
pqá. jáá.Tf."¿ . esp.: Eichmann ,, I lre ( 'risis inCulture: lts Social and lts Political Significance»>, en íd., Rehueen
rusalén" un estudk soire.r.a ¡orot¡áii'i"i"i)i, en Je_
Acerca de la noción arendriana a, pii¡,
aurrrtona, Lumen, 1999.1 lit¡t tttttl l:utut'e, cit., págs. 209-211.
tiá.á, en .ela.ion con Ia experien- "' M. ('anov¿rn, fldnnah Arendt. ,4 Reinterptefulion, cit., advierte que cl
cia judeo-alemana. véase o. su,iri*-ii;;i'ipo"". , .n( ('l)l() arendtiano de mundo sc identifica en muchos aspectos cttn cl de
,! t*
i s h E xp e i e n ce s alti áoiá,
-iire-' Hannah Arendr and
:" f;," ff;t Johns H;pur, üiií.áry ,,t rrllrrnr»y vehicula una crítica a la rnodernidad que no implica nostalgias
r ;¡rhclos rlc retonro a la naturaleza. Vóase también M. Catrovan, «Politics
:i i;;,f;ii2n.|,Z{_if,, condtion, cit, pág ree ,r'. ('rrllurc: llann¿rh Arendt and thc I'ublic Rcahn>>, llislt»'.t'o/ Iblitic'ul
[rrad esp: op cit l I I tt ttt!, lt t. I V. I 9l'i5, págs. 6't1 -642.
334
33s
Es el conjunto de las «cosas mundanas>», «el munclo cle tlt' uno posición distinta. Éste es el significado de la vida públi-./
cosas de los que tienen el mundo en común>>, lo que pone en ( ir)), sc repite en La condición humanuat.
:

relación a los hombres y. al mismo tiempo, lo quá los separa Si «el hombre es un ser político precisamente porque
unos de otros. Para expresar esta delimitación eipacial, u *.- (luicre aparecer, porque quiere manifestarse a sí tnismo>>42, se
nudo definida con el térrnino in-between, Arendt se sirvc de ',rsuc que la política, en el prirnero de sus significados, coin-
una rnetáfora ilurninadora. vivir juntos en el mundo, ser jun- ( r(lc cn Hannah Arendt, con eljuego recíproco del ver y del ,

tos cn el rnundo. en un espacio público, cs colro estar reuni- 'rt'r' vistos, del manif'estarse y del ser reconocidos por la ma-
tlos en torno a una tnesa. Cada uno puede ver y escuchar a n('r'a como uno se propone y se expone a los otros. Y si la po-
los otros sin anular la distancia que ies separa,7. «La esfbra lrtica irnplica y en rnuchos aspecto.s coincide con la «publici-
pública en cuanto mundo común nos rcúrnó juntos y, sin enr- tlrrrl>>, esta últirna es cxactamente Offbntlichkeit, en el sentido
bargo, irnpide, por así dccir, que nos echc,rós los ulos sobre lrtcral de apcrtura: apertura a la visibilidad dc cada uno y de
los otros>>1S. Iotlos.
I a peculiar característica de sernejante espacio cs, por Ahora bicn, que los seres humanos no estén sitnplemente
consiguiente, la de unir y separar al misrno tiernpo: articuiai Ia ( n cl rnundo sino sobrc todo que ((sean del rnunclo» tarnbién
pluralidad a través de relaciones que no sorl ni verticales ni je- (luiore elecir que «no existe sujeto que no sca al mismo tiernpo
rárquicas ni de tipo funcional. porque en este úrtirno .a,,o, to- ,,lricto y aparezca colno tal a cualquier otro, que será garante de
davía rnás que en el otro, los rnuchos se recornpactarían en el ,rr rcalidad "ob.jetiva">>ar.
uno. como sucede cn la socieclacl de masas y colno ha acaeci-
clo todavía rnás drirsticamentc en el totalito.lr,ro, en el que el
tnunclo había pcrdiclo su podcr cle poner en relación y. ai rnis-
rro tiernpo. dc_ separarr'). I'orquc para que haya auténtíca publi- "I ll¡íJt'nt, phg. 58.
cidad y, para la ¿rutor¿r, verdadeia politica, clebe existir, cn el H. Arenclt, ['hilosc4ú.t, and [\¡litit's. Whut is l\¡litit:ul ['hilo:;o¡th.t?,
, rr . ¡rig. 024439; vóasc también ll. Arendt, The Lift olthe Mind, cit., pági-
interior de un árnbito comirn, u,r ,iintervaro», una clifbrcncia- rr,r ll ltrtrd. csp.: (?. cil./, donde sc lce: «E,star vivos signif ica estar poseídos
ción. qr"rc nrantenga viva Ia pluralida( impiclienclo que los l,()r un ilnpulscl a l¿r auto-exhibición cluc corrcsponclc cn cada uno al heclro
hornbres, cchándose los unos sobre los otros, sc tr¿rnsforrnen ,l, l¡l.o1.rioapareccr. Losscresvivjentes hu<'attsuttpurición corroactorcscn
en Lln¿l ln¿rsa alnorfá. iln ('scclr¿lrio lcvantado para ellos.» lrsta cit¿r sac¿rda dcl prirr,er capítulo, de-
,lr( ir(lo ¿r laa¡tttrienciu dc la última obra cle la autora. testilr.ronia quc, si bicn
obviarnente, la co,clició, para qllc se dé ra posibiliclad clel
rtrtulac'la cn r¡n estilo y un lcnguttjc más propiamente I'ilosól'icos, la posi-
rnisrno aparccer consiste cn qLle cn ór munclo colnún cacla cual r r.n. pol así deci¡ ontolirgica dc Arcnclt respecto al espacio público o esp¿t-
te.ga una delirnitada posición propia: «eue ra posición cle uno , r,, tlc la apariencia no ha cambiaclo durante toclo el arco cle su producción
no pucda coi,cidir con la posición cle otro. rnás cle Io qr-re Io r,,)r i('ir. Sobrc la dirnensión «ontológica» clcl cspacio púrblico arendtiano
pueda la posición de dos objetos»r0. «El scr vistos y el ser oí- r, ;ursc [). R. Villa, «l)ostmodernisrn ancl thc Public Sphcrc», Amt'ri<:un fbli-
dos por los .tros clcriva dcl hccho tlc quc cacla uno ve y oye clcs- t,,,tl ,\tient'e llttitw,, I-XXXVI. nÍrm. J, 1992, págs. '7 12-121, y P. Hansen,
lltuut(tlt ¡1rentlt. Polilit:,s, Íti,sÍt¡n, urul Cifizt'nshq-r, Cambridge, Mass., Polity
I'r,'ss. 193J, cn particular el capitulo trtulado «The Public Rcalm under Sie-
,,, lllscl'oliticsancltheModcrnAge»,phgs.8t)-l2tt; pero,sobretodo,el im-
37 tf(,r trr)tc traba.jo clc E. Delruelle, Lc cot't,st',sus irtr¡ttt,s,tible. Le dif/éru'ru| enfrc
Cfr. H. Arendt, The Human Condition, cit.,pág. 53 , rlrt,¡ttt' t,f politit¡ue t'hez Í1. Arendt et J. llobermt¡,s, Bruselas, Ousia, [993, en
38 [Trad. esp.: op. cit.J
Ibídem.
39 l,,r¡trcular cl párralb «[-'espacc public¡ue comnle "moncle": la.jointure entre
Ibídem. I ()('uvl'e et l'actiou», prigs. 31-36.
,lt)
H. Arendt, The Human Condition, cit.,pág. 57. l' Il. Arendt. T-he l-ili,cl thc Mirul. pág. 19. ['l'rad. esp.: o¡t. r'it.J
336 35t
e,spacio propio de apariencia, la realidad del propio seq
_Sin ¡raciclad de desempeñar correctamente el propio papel público,
es decir, la propia identidad no puede preservarse de la áucla11. solo permanece la desnudez de una natualeza humana idéntica
Sólo entrando en el mundo, en el espácio público, sólo siendo
¡rr|a todos, una natural eza que amcnaza con invadir y trastocar el
visto, oído e identiflcado por los otros, el actor conflrma su nrundo con la imperiosidad de las pulsiones que esconde. La Re-
propio quién y ve rcconocida la propia identidad . y quizás sea
Francesa debería valer como testimonio de los resulta-
conveniente llamar de nuevo la atención sobre el hecño de que '.lución
tkrs destructivos que derivan del hacer aparecer en público la pe-
la consideración arendtiana de la relación individuo-espaóio rr'ntoriedad de las necesidades nahrrales. Cuando. por el contra-
público, que no es más que otro modo de nombrar la reláción
rio. el actor desempeña bien el propio papel público recibe a
yo-rnundo y yo-el otro. presupone, transponiéndola a tórminos
t'lmbio la propia idcntidad y la propia difbrencia.
políticos, la crítica heideggeriana a la Ilamada rnetafisica crc ra
I{ay que dcstacar que sólo desde estos supuestos se mueve
subjctividad. No existe para la Arendt Lln ((yo originario» com-
lrr rcdefinición arencltiana del concepto de igualdad. De cuanto
pletarnentc estructuraclo ¿rntes cle quc estc yo calqr-rc la escena
sc ha dicho debería ser fácil deducir que el significado atribui-
clel mundo: antes, en definitiva, clc que el st¡cto icngtr confir-
tlo lror Arendt al término equalitT, no tiene nada que ver con la
mación de su rcalidad y su individualidad po. pa.tc cle los ¡gualdad de tipo natural o económico. La autora pretende recu-
otros. Afinnar que la iclcntidad indiviclual se fbnna a través clc
una rcd cle relaciones con los otros y con e I lnundo. tal y como
l)crar, para clcspués refbrmularlos en su rmiverso conceptual,
t:urto el significaclo griego de isonomía. cuanto cl significado
ellos aparecen, significa al rnisr.r'ro tiernpo deslegitimir tocra ,lc la igualclacl que, a su juicio, era uno de los principios firnda-
pretensión rnetallsica de una incliscutida centraliclacl dcl sujcto,
rrrcntales de la tradición republicana. E,n ambas acepciones, la
sea el co.gÍo cartesiano o cl yo trasccndental kantiano lo qtre sc
rsrraldad implica en prirncr lugar «la alegría de no éstar solos
ponga corno fundarncnto úrltimo cle la realiclacl. ('n cl mundo. Porque sólo cn la medicla en la quc estov entre
I Iay co, trtlo u. aspecto de ser,eja.tc génesis relacionar crcl
rrris pares, yo no me siento solo>>1(,. Y ambos significados, des-
indiviclLro quc es cornplctamcnte cxtraño aluniverso del cliscurso
,ic cl ¡runto cle vista más estrictamente políticolno tiencn naclaJ
lieideggeriano. E,s el ¡tuthos con el que Hannah Arendt subrirya (luo ver con la iclea rnoderna y liberal según la cual todos los
que en una rel¿rción con los otros en el hrnbito púrblico quc per-
Irombres han naciilos iguales. El ideal griego, al igual que el re,
mite «la actividad rcvelatoria c1el c¡uién»,la acción maniflesta su
¡rublicano, no postula esa igualdacl universal que el pensarnien-
suprernacía existcncial al ofi'ecer la posibilidad clc «scr colno se
lo Inoderno atribuye a una humanidad pensada colno un singu-
desea ¿rpareccD). sólo sobre la escena pública Ios ¿rctores pureden,
lrrr colectivo. Este, efectivamente, lo ha vuelto a recupcrar
conscientc y libremente, escoger qué papel desernpeñar. Sólo la
,¡rricn, desigual por naturaleza, quiere «hacerse igual» gracias a
e.scena púrblica consientc y, al misrno tionpo, exige que sus p¿r-
it'vcs e instituciones y entra por lo tanto en el mundo artificial
ticipantes se prcsentcn protegidos cle una másc¿uá quc aguante, ,,lt' h polis y de la res públicaat .La igualdad entre los hombres
lnás acir deljucgo político, las necesidades. las pasioires y los in-
n() cs, por tanto, un dato, sino, si así se puede llamar, un proyec-
tereses, cn deflnitiva, todo lo que para la Arendt es adscribible al
to inhcrente a la construcción del espacio político. y uná igual-
dorninio privadoa5. Thrnbién porque sin csta rnáscara. sin csta ca- ,Lrtl así entendida no puede ser cualquier cosa que el indiüduo
lx)sL)¿r en su aislamiento. Es más bien una dimensión presente
44 H Arendt,
The Human Condition, cit.,pág.2Og. [Trad. esp.: op. cit.J
4s Cfr. Hannah
Arendt, «Le grand jeu du moñde», diicurso pionunciadó r" H. Arendt, Karl Marr and the Tiadition,long
por la autora en 197 5 en Copenhague y publicad o en Espit, vl, 7 -9, lgg2, ilralt, cit., pág. 34.
rr Véasc, sobre todo, H. Arendt, On Revolution,
págs.21-29. cit., págs. dO-: t. ¡fraO.
'1t.. ,\obre la revolucil¡n, op. c:it.J

338
339
nT-

en la esfbra pública: una fbrmalización cle relaciones recíprocas llsto supone afinnar decididarnentc que. en contra de una
y simétricas que deja subsistir la singularidad de cada unó. Una trltlición que, partiendo precisatnente de la separación dc
igualdacl por consiguie,te. que es inseparable clc la c]if-crencia. l'scnci¿r y Apariencia. ha traicionado la política5('. ser y apare-
La relevancia del espacio pirblico no se interpreta. sin ern- , er coinciden. El espacio pirblico. por consiguiente. no sólo
bargo. cn términos puramente subjetivistas. Thi publi. realnt of i'cce una chant'e existcncial, sino que se ponc al mismo tiem-
no es cxclusivamente el lugar cle la inclividuación del «quién».
lx) corno condición de la realiclacl misma. Una realidad que. si
el lugar del reconocimiento de la iclentidacl. Tarnbiéñ es el rro firese confirurada clcsde muchos putrtos de vista. qtrizás pcl-
hrnbito cn el que se clcsvela la realiclad del rnunclo. «Todo ro rlriu confirndirse con cl contenido de un sueño o de una pesadi-
que aparece en público. puecle ser visto y oido por toclos llls solitarios.
[...]
Para nosotros. lo que aparecc, lo que cs visto y sénticlo por los En el interior de scn-rejantcs coorclenadas se situa la redefi-
otros y por nosotros lnisrnos. constituye la realidacl»>aS. Las nrción de la noción dc opinión, cuy¿l originaliclad no consiste
cosas dcl rnundo puedc-n llarnarse rcalés urrica ni. rnucho rnenos. primariatnente en rchabilitar tlna fbr-
-gracias a la presen-
cia simultánea cle innrrncrablcs perspectivas y aspectoi en ros rrur cle saber fi'onético en oposición al saber técnico o al fllosó-
que cl rrrundo se otiecc. F.n Lu c,ontlición hunrultu. se lec to- lico. Hannah Arendt rcdeflne la opinión apelando al doble sen-
davia: trtlo clcl término griego tkxa:cottlo cualquier cosa qut'se con-
trirporlc a e¡tistente y. sobre toclo. cot-l-to lo qtrc. a difbrencia dc
La rcalidacl se origina de Ia surna total de los aspeclos lrrs ilusiones. remite al aparecer, al salir a la luz5r . En La vitlu
ofi'ecidos por un objcto a una nrultiplicidacl de cspcctaclorcs.
,1,'l e.spíriÍu, se insistc cn este segunclo significado a costa del
Sólo allí donde las cosas pueden scr r,.istas por nrucltos en Lnr¿l
rariedacl de aspcctos sin cluc su idcnlidacl cambie y. al mistno ¡rrimer-cr. En esas pirginas. Arcndt accttttta la estrecha relación
tlcmpo. los qLrc cst¿iu rcuuidos cu torno a cllas sabcn quc es- ,'ristcntc entrc r/r.r.r¿r v apariertcia. -itrgando tarnbién sobrc cl
tá, v ic,clo l¿rs ,lisrnas cosils, si bic, en u.a total dir crsiilad. la nroclo cn el que en inglés se clice'tener una opinión', it seams
rcaliclacl clel r¡undo pucclc consiilcrarsc cicrta y scgura»r',. ttt ¡77¿. Y sostiene: «Parecer el mc p¿lrece. tlokei ntoi- es cl
rrrorlo. quizás el único posiblc. colno sc recoltoce y se percibe
r¡rr n-lttndo que aparece»51.
rs H. Arcncll. The llutnun Clontlititm. cit.. pág. 50. [1iac1. csp.: op. cit.f
a"
- Ihídetn.prig.
pág. lt)
58. Vóase tarnbién U. nrcndt, mc Liyb o¡ tti, llítul. cr't..
csp.: op. cit doncle propósito
[trad. l, a de la naturalcza fcno,rénica '" ,,tln este lnundo en cl quc ittgresamos aparecientlo dc ningún lugar y
dcl mundo. sc lec: «El munclo en el que nacen los hombres conticne muchas ,lr'l rlrrc clesaparecemos hacia ningún lugar. Ser' .r' .'lpu'ect't' ttincidctt.»
cosas, naturales y artificialcs. vivas y muertas, caducas y eternas. que tiencn I I Arcrrclt. The Lilé o/-tha N|intl, cit.. pág. 19. ['l'racl. csp.: op. t'it.f
cn comiur el hecho de aparecer, y están, por consiguientc. clestinaclas a ser vis- 'l Véase I'aul Ricocur. «Pouvttir et vitllcnce», en VV A.A.. llunnoh
tas, oíclas, tocadas, gustaclas y oliclas, a ser percibidas por criaturas clotaclas clc
It<'tttlt ()nÍologic et Rtlitit¡ue, París. Ticrcc. 1989. ptigs. l4l-159. ahora cn
los ór,tanos apropiados dcl sentido. Nacla poclría aparcccr. la palabra aparior- ll llicoctrr, Lettut't's l.,4ult»tr du Iblitique, I'arís. Setlil. 199 I, págs.20-42.
cia no tendría ningún senticlo. si no existicsen seies rcceptivos. criattiras vi-
vientcs capaces cle conocc-r. recor)ocer y reaccionar .o,i la li,gu o el cleseo,
'r H. Arendl. The Li/i'ú-the Mirul. cit., pág.21 [tracl. esp.: (T). c'ir.J;con-
¡rircsc tarnbién H. A¡enclt. The Cont'epf ol Ili.stt»t'. cit.. pág.51: H. Arcnclt.
la aprobación o la desaprobación, la reprobación o la alabanza a lo quc no lrtttl ,llutx cmd the Ttutlitit»t,long clraft, cit.. pág. 25. y t l. Arcntlt. Phik»oph.t'
es sin nr¿is. sino c¡ue se les aparecc y está clestinado a su percepción.» É,r..s- ,ttt,l lI¡litie's. 'l'hc l\oblem of'Ar:Íion. cit., pag. 023399. Muchos intérprctcs han
tas consideracioncs relativas a la realidad que puccle considcrarsc «sequra» rrsrslitlo en qucrcr aproximar la idcas cle Hannah Arentlt sobre el espacio pírbli-
cuando no carnbia si sc obscrva dc n.ruchos puntos cle vista, Arendt hi siclo ( () \ sobrc la opinión a la nrtiótr tlc t)llot¡lithk'ir habcnnasiana. A mi parcccr.
simplernente acusada de «ingenuo rcalismo fllosófico». véasc, por ejemplo,
r rro s(rlo en mi opinión. las dos concepciottcs siguen siendo irrcconciliables.
el artículo de D. R. Villa. «Postmoclcrnism ancl the Irublic Sphcró». cit. \ estc.juicio no carnbia ni mucho ltlcnos una vcz se ha lcído la introduccitin de
340 34t
r
lrrnlrrtl gcneral o de la unanimidad que estas consideraciones
,, ,l,re li pluralidad de las perspectivas que miran a la multipli-

, r,l;rtl de los aspectos del mundo. Para las innumerables mira-


,l,r:. rlir-igiclas a ia realidad «no puede encontrarse ni una medi-
,l,r r'orlrúr ni un comitn denominador». Ef-ectivamente, si bien
,l rrrtrnclo comitn es un terrcno de encuentro, aquellos que lo
lr.rlrrtrru tienen en él posiciones irreductiblernente diversas.

1. El acento puesto por Arendt sobre una unanirnidad irn-


¡,,,,rihlc pcnlitc toln¿rr en consicleración otro aspecto de la cone-
'r.rr cntte esptrcio público y mundo. Un aspecto quc evidencia
( (,rIro l¿l noción de public: realmno cubre por entero l¿r extcnsiórl
,lr'l cr)rlccpto world y saca alaluz la ausencia en el pcnsatnien-
r(, :¡'c¡cltiano de un¿r concepción del «bien corlún)), entendido
, . li'r-rninos tradicionales5a.
Frcm Machiavelli to Marx y en Philo,toph¡' ond Poli-
lt,t't
tt, ¡'. LNihctf is Politit'al Philo,srtph¡,'?, Arerldt se detiene cn uno dc
l,:; r'uSgos que cn sr.r opinión tiencn en cotnÚtn, desde Platón a
L'o Stiauss'5, casi todas l¿rs filosofias políticas: la cuestión dcl
l,r,'n ('ornirn. A ósta sc le han daclo en el trascurso del tiernpo cli-
l('rcntes rcpuestas: desde las quc hacen ref-erencia a Ltn sttm-
tttttlt br)nLtm que colectivatncnte los horlbres debcn perseguir,
lr;rslrr las q,,e re,l enlttutilitas general el rcsultado involuntario,
t)('r1) sobré toclo alcanzablc, de la acción individual
o cl fin uni-
r t'rs¿ll al que intencionalmente y de rnutuo acuerdo se debe tcn-
rlt'r. Pcro por mucho que las soluciones propucstas hayarr sido
\ scan clif'erentes entrc sí. hay un aspecto que r'rnifica a todas
,'llrrs: toclas las filosotias se han propuesto abstracfamente el
,,lrjctiv6 dc clefinir clestle el exterir¡r cuáles deben ser los fines
rrltiltros a los que la convivencia política clebc tencler. Hayan
,,rtl() fincs altamente espirituales o bajos objetivos rnaterialesl
,'llrrs han presupuesto en todo caso que la vida política no se
¡rrslificaría sólo por el mero «estar juntos».

H. Arendt, The Human Condition, cit.,pág.57. [Trad. esp.: op. cit.]


5a
s5
Cfr. H. Arendt, fiom Machiavelli to Marx, cít.,pá}s.023453- 023454
y H. Arendt, Philosophy and Politics. What is Politicsl Philosophy?, cit',
pig.024420.

343
r
Tencr una opinión no equivale sirnplerncntc a tcncr una
convicción particular. a la libcrtacl cle cxprcsión clc toclo indivi-
cluo de afirrnar públicarncnte sus ¡rersonales puntos cle vista.
[1s. cx¡rresaclo cle r]l¿urcra rlrás raclical. la posibiliclad cle captar
la rcaliclad rnoviénclosc entre las clif.erentes pcrspcctivas clesclc
las que la ph"rralidad dc los hombrcs ve el mundo. Así interpre-
tada. la opinión es el calco, articulaclo en el discurso, dc la rnul-
tiplicidad cle los aspectos cle ese tntmclo fbnornónico clctrhs del
cual no sc csconde ningúrn rnundo rnás auténtico. Por lo dernás.
a difbrencia cle la verdacl que obliga al ascntirniento. scrnr-¡antc
opinión tienc uno dc sus rasgos caracteristicos cn la salvaguar-
dia dcl clcscarte entre cliversos puntos cle vista" pcrrniticnclo asi
ru na oon iontac i (rn clc pcrs¡rcct ivas cl ivcrsas.
f

Quc la filosofla arcndtiana r1o cs un¿l f ilosof.ia política quc


proponga una tcoria de la rlunocracia clirccta rlc tipo roLrsscau-
niano5'r se clcduce no s(rlo clc las durisimas criticas quc la auto-
r¿r lanza contr¿r ltousseau. Nacla puccle cletnostrar rne.ior la clis-
tanci¿r que separa a Ilannah Arendt c1e la apreciación cle la vo-

llabcnrras ir l¿r nucva ctlici(rn de su libro Strul¡tut ¡Lttttlr'l tlt'r Ol.lt'tttlttltl;eif,


I:ranklirrt. Suhrkanrp, 1990, págs. I l-50. trsta introrluccirin h¿r sido tr¿rcluci-
tla al inglós y publicacla cn ('. ('alhount, llubt'n¡tus untl fht'I'ublit'S¡tltere,
('anrbriclgc, M¿rss., 'l'hc Ml-l' I)ress, l9()2, pirgs. 121-461 .lur cslc volumcn es-
tiin rccogiclos intcl'csanlcs cnsayos (lLlc no stilo tratall la concc¡rci(rn clcl cspa-
cio púrblictl habcrnlasian¿r sin«l c¡uc lanltrión cornp¿rran csta últitna cort el punto
rle vista clc Arcnclt. Vóasc. en prinrcr lugar, S. Ucnhabib, itltxlcls ol l'ublit' Spa-
L'L'. I lunnult lntrcll, the l.ihetul Tiutlitit»t urttl .lúr'gt'tt llul¡t'rnut.s, prigs. 73-9ti,
auncluc son tanrtrién intcrcsalltcs, crr unu pL'rspectiva c¡Lre irnplicir a Arcnilt, los
artículos dc'[h. Mc('arthy. «l)ractical l)iscoLrrse. On the lielation ol'Morality
lo ['olitics», pags.5l-72,y clc P. L]we tlohcndahl, «'l'he l'ublic Sphere: Mo-
clcls and Bounclarics». págs. 9tt-108. Sobre la rclaciirn clc Habcnras-Arcndt
con rcferencia al cspacio publico y a la opinión pública véase tarnbién
A. Br¿rrrcl The «Colt¡nizulion of'lhe LiJev'otds» urul fhc Disappcorutttt'e ql Po-
litics- .4retult und Hubennu.s, 'l'hesis E,lcven. nÍur. 13, 1986, págs. 39-53: uno
clc los ure.iores tratamientos clc la rclaci(ln Arcnclt-Habcrmas es. a mi parcceq
cl corttcniclo cn [:. Delrouellc, L' consensus int¡tos.siblt'. l.e dilfÜml t'ntre
tlltiErt' et ¡nlitique chez I I. lrcndt t:t.1. llul¡omus, cil.
5r Entrc los intórpretcs quc mhs insisten cn cl «tot¿rlitarisrno» rousseaunia-
no dc Arqxlt cstir N. K. O'Sullivan, «ltrlitics. 'liltalilarianism ancl Frecrlom:
'l'lrc 'l'hought ol'IIannah Arenrlt», l\¡litirul Stwli<,,t, XXl, núm. 2, 1973, pagi-
nas lli3-198.

342
I
I

n("; (lc llannah Arendt5T- que no pcrsigue ningun curnpli-


nr('nl(). sino. más bien. el <<estar cn común»» gracias al mundo
\ ,,lx)l'¿rrnor del rnunclo>>.

I lr» l,l<lvAD()Y LOSO('IAL

l. Si el espacio público es el lugar en cl que la realidad clel


rrrr¡ntkr se manifiesta a sí misma, ¿,qué es de las «muchísimas
,)'):f s (lue no pueden soportar laluz intensa c irnplacable de la
'
l)r('st.nci¿l const¿rnte dc otros sobre la escena púrblica»'l ¿,Qué es-
t,rtrrto tlctentan, si Arenclt afirrna que «sólo lo que se consiclcra
urr¡rorlaltte. cligno de ser visto y oído puede ser acünitido en el
, ',1):rcio pirblico»'/sE. Pucs bicn, toclo lo que no pucdc y no debc
t' n('r' r'clcv¿lncia pirblic¿r entra cle nucvo autornhticarnentc en la
r'',lr'rir privada, en aquella csfbra en la que. literalmente, sc estir
¡'r rr;rrlo «cle la cornpañia de los otros».
Itro antes de afrontar directamente lo que Arendt entiende
¡,,r ¡rrivado y la valoración que hace de semejante esfbra. qui-
'.rt'r;r llÍunar la atención sobre el hecho de qtre ella hace un uso.
',,,1,rr' loclo. heuristico de la dicotornía público-privado. Una
,llrlinci«in conceptnal esta últirna. que dividicndo de maner¿l
n( t;r inr univcrso cn dos árnbitos conjuntarnente exhaustivos y
r,'( rl)rl)c¿unente exclusivoss". le perrnite clenunciar cnérgica-

\lc rcflcro a .1.-L. Nancy, l-u t'otutttttttuulú dtl.sot,ut'rlc, I)aris. Bour-


r,,,r', l'rlitctrr-, lt)u6. c íd., Lc Sen.s dtt mottd, I'arís. Galiléc. 1991. R. lisposito
l,(,n('('rr rclación clc nrancra intercsante la perspcctivtr arendtiana con la dc
II Nrrrrcy cn Nove pen.;ieri sullu politit'a, Bolonia, il Mulino, 199-1.
ll. Arenclt, Thc Humun Cottdition, cit., pág. 51. I I'rad. esp.: o¡t. <'it.l
'' lVlc rcficro al rnodo en el quc Bobbio del'inc una «gran dicotornía
, ,
'n( r'l)tuitl)): «Se puede l.rablar correctamente cle una gran clicotonría cuando
r" , ( n( ()nll"ln.urs ll'cntc a una clistincitin cuya icloneiclad se puede clemostrar:
r t ¡'.rrrr tlivirlir un universo cn clos esfbras. conjuntarncntc complementarias,

' rr , l sr'rrlickr dc quc todos los entes dc aclucl univcrso se incluycn, sin excluir
I rru,lrr(), y rccíprocamcntc cxcltrsivas, en el senticlo cle c¡uc un ente conl-
I'r' nrlr(l() cn la prirncra no pucclc scr al nrisnlo tienrpo comprendiclo cn Ia
, ¡'rrrrtl:r; b) para cstablecer un clivisión clue es tolal, cn cuanto todos los cn-
r, .r Irs t¡uc actual y potencialntcntc la clisciplina se rcf ierc clcbcn poclcr

34s
Ahora bien, para Arendt la esfera política es la esfera del
ser en común no porque aquellos que en ella habitan tengan un
único y común objetivo, sino porque todos tienen alguná cosa
en común: a saber, el mundo. Dicho de otra manera. el único
bien común que no traiciona la praxis sometiéndola a fines ex-
ternos a ella es el mundo, un mundo que no sólo establece una
relación con quien «ocasionalmente>> se encuentra para actuar
sobre la escena de un determinado espacio públicó, sino que
también pone en comunicación con quien há venido anterior-
mente y quicn vendrá después. porque

el nrundo común es aquello en lo que nosotros entramos


cuando nacemos y lo que dejamos a nuestras espaldas en el
momento de la muefte. El transclende el arco de nLrestra
vida tanto en el pasado cotno elt el futuro; él existía antes de
que nosotros llegásernos y continuará despLrés de nuestra
breve estancia en é1. Y cs lo que tenemos encomún, no sólo
con aquellos que viven con nosotros, sino también con los
que vendrán despr_rés de nosotros. pero seme.jante mundo
común puede sobrevivir al ciclo de las generaciones sólo en
cuanto aparece en público. Es la publicidad dc la esfcra pú_
blica la que puede incorporar y hacer resplandecer a través
de_ los siglos cualquier cosa que los honrbres hayan querido
salvar de la ruina natulal del tiempo. Durante muchos srglos
antes que nosotros aunque ya nunca rnás__, los hombres
entraron en la esfera pública porque querían que alguna cosa
suya o alguna cosa que tenían con otros fuese ntásduradera
que su vida lerrenat".

Actuar de tal manera que se evite que cl mundo se disuelva


y olvide: tal es el único objetivo del «estar juntos>> sobrc la es-
cena pública. El único modo que no cosifica lapraxis reclucién-
dola a póiesis, el írnico moclo que no cosifica-el actuar de los
hombres en la construcción de una comuniclad completa. La
arendtiana es todavía una «cornunidad inoperante>> usando el
título de un fbmoso libro que mucho debe a estas consideracio-

56 H. Arendt, The Human Condition, cit., pág. 55. [Trad. esp.: op. cit.J

344
Aunque la conhaposición pirblico-privado esté por lo demás
, rr icnt¿lcla polórnicarnente, corro se obseruara rnejor clentro de
¡xrco. contra el primado axiológico de lo privado que sosticne la
tt'or'ía Iiberal, la prioridad que Hannah Arendt atribuye a lo «públi-
( ( ))) r'ro comporta de hecho quc ella haga propia una posición orga-
' nrcista ¡rara la que el todo viene antes que las paftes. Polque, ya se
I r¡r r, isto, thc public' tvalm es exactamente el lugar cn e I que las di-

l('rünci¿ls y la singularidad pueclen afinnar su dignidad ontológica.


\ cl bien pirblico no se configura ya conto rma cosa que vir'ne an-
l('s rllle los ciudaclanos y los superu. sino corno aquello que los in-
,lrvirluc¡s pueden cotnpartir: el rnrmdo y la libeftacl dc actrnr en é1.
Un segundo significado de privado sc tiene cuanclo cl con-
t r'¡rto de «privat:.¡:¡ pierdc su refbrcncia a la «privación>) y se
lrrrcc sinónir¡o de lugar protegido, cloncle «todo sirvc y debe scr-
r rr u la seguridad de la supcn,ivencia». El aspecto «no privativo»
,lt'l¿ noción de privado surgc. ¡"ror consiguicnte. cuanclo se cn-
tre nrle como «cl único rcfugio seguro clcl rnundo público cornúrn.
',esuro no sólo cle todo lo quc succde en ó1. sino tarnbién dc la
¡rnr¡ria condición que se detcnta en público. del ser vistos y oi-
,los»>(']. Mor-ncntcrs funclaurentalcs cle lo privado. así entcndido,
'.on l¿l pro¡riedad y la labor: Alendt rcconoce la irnportancia dc la
¡rlr¡rieclad privacla y rccuerda quc cn origcn lr.ncr una ¡rropiedad
rro ,<significaba ni r-t-lás ni rnenos que tener un lugar propio cn un¿l
l,rrrtc clel r.l-turdo»('r. No tcncr un puesto propio. c()nrr) strccclía
t on L'l esclavo. significaba. efbctivamcnte. pcrder la conclición
lrrunana. Por lo quc respecta a la labor, es suficientc recorclar que
r'n cl léxico arendtiano cstc térmilto tiene una acepción vastísirna
tluc corllplencle tanto, en sentido estricto, cl ¡rroceso oricntaclo al
.,ostcnirnicnto de la vida. cuanto, fbnnulaclo de rn¿rr-lcra nrirs ge-
rrcral. cl árnbito cle la actividades económicas.
Según Hannah Arcnclt. a la esfera privada se oricnta todo\
( ir¿lnto concicrne a la intcrioridail clcl sLrjeto: tanto la clirnensión :,
:rll'ctiv¿r como las normas y los valores de la concicncia indivi- .

,lrral. Todo este universo que incluye tanto los scntimientos más

u2 lbídem, pág.71.
6t lbídem, pág.61.

347
mente la consideración de la «sociedad» moderna en los térmi-
nos de una confusión y superposición entre las dos esferas.
No es, por consiguiente, ni anacrónica ni nostálgica la se-
paración dicotómica elaborada sobre todo en La condición hu-
mana que, para adquirir fuerza explicativa, retoma algunas dis-
tinciones aristotélicas, consideradas a menudo como el reflejo
de la realidad de la pol¿s ateniense. La rígida delimitación entre
oikos y ügora, entre idion y koinon,lleva así a la autora a una
primera delimitación de lo «privado». En el interior del círculo
restringido de la comunidad doméstica, el ciudadano griego se
ocupaba y se preocupaba sólo del propio bienestar rnaterial y
del de su farnilia. En este ámbito, el polites no se movía entre
pares, pero ejercitaba el propio dominio tanto sobre los hijos y
la mujer cuanto sobre los esclavos.
Apelando de nuevo a esta experiencia, Arendt precisa el
primer significado del término privado y recuerda así «la opi-
nión de los griegos,para los cuales una vida gastada en la ex-
periencia privada de lo que es propio (idion), fuera del mundo
común, es "idiota" por definición»60. En el sentido originario,
por consiguiente. lo privado está conectado a la privación:

Vivir una vida enteramente privada significa ante todo


estar privados de la realidad que se denva del ser vistos y
sentidos por los otros; estar privados de una relación «obje-
tiva» con los otros, la que nace del estar al mismo tiempo en
relación con ellos y separados de ellos gracias a la media-
ción de un mundo común de cosas; estar privados de la po-
sibilidad de adquirir cualquier otra cosa más dtradera que la
vida misma. La privación implícita enla privac,v consiste en
la ausencia de los otros('I.

entrar y, sobre todo, en cuanto tiende a hacer converger hacia sí otras dicoto-
mías que se convierten en secundarias respecto a ésta.» Cfr. N. Bobbio, S¡a-
to, governo, societd. Per una teoria generale della politic:a, Turín, Einau-
di, 197tt, pág. 3. [Trad. esp.: Estado, gobierno,v sociedad, Barcelona, Plaza
& Janés, 1987.] Esta definición se adapta, a mi parece¡ a la contraposición
arcndtiana de público y privado.
60 H. Arendt, The Hwnan CondiÍion,
cit., pág. 38. [Trad. esp.: op. cit.J
t'l lbídem, pág. 58.

346
tlu[)lico-privado para interpretar lo social el rasgo distintivo
,1..' Ia épóca n-rodérna como el lugar en el que se consutna la
,,,rrlirslón entre los dos polos de aquella oposición67. La socie-
,lrrtl se ve corlo un híbrido en el que 1o privado en sus varias
,r( cllciones, pero, sobre todo, como reproducción material de la
r rtla y como actividad económica asume relevancia pública,
,,,vaciiendo así el espacio anteriormentc reservado a lo político.
Sr la sociedad es el lugar clel trabajo y del consumo, la activi-
,Lrtl política se convierte exclusivamente en la modalidad con
l;r c¡ue adtninistr¿rr y gestionar los problemas clerivaclos de
,'lkri. Lo público es ahora una función de lo privado y lo pri'
urtlo se ha convertido en el único interés común que qucda('E..'
I;r lrublicación de lo privado y la privatización de lo públicó
lrrur operado una especie de inversión topológica que ha hecho
,le la ésfbra privada cl lugar en el cual puede todavía habitar la
lrlrcrtad y de la pública cl lugar de la necesidad: cl lugar de un
rrrrl inevitable. Y eli¡ctivamente así es, y¿t qr"rc Arendt deficn-
tle clue cl ámbito social es aquella rnodalidad dc convivencia
, olcctiva, si todavía se pucde llarnar así, <<en la que el solo he-
,'lro cle la mutu¿r dependencia en notnbre de la vida y de nada
rruis asunte un significado público en el que se consicnte que
:rl)rrrezcan en público las ¿rctivicladcs concctadas con la tnera
', r r
¡lcrvivencia>)6').

"r «E,l surgir cle la socicclad cl advenirliento de la aclministración clo-


rrr(.slic¿r, clc sris ¿rctiviclades, dc susproblemas e instrumentos organizati-
\ ()s clescle el oscuro interior dc la cas¿r alaluz, de la cslbra pública no sólo
lrrr conlur.rcliclo la antigua dclimitación entrc lo privado y lo político, sino quc
r,lrrbién ha moclif icado, hasta hacerlo irreconocible, cl significado clc los dos
t(.1)rirlos y su importancia para la vida dcl individLro y clcl ciuclaclano.»> Ibí-
,/,'rir, pirg. 38.
"§ l/¡ítlt'nt, pág. 69. Clon cl advcnin.riento de la csl'era social sc ¿rsiste,
,rrlcnr/rs, a una invcrsión dc valorcs entre «propicdad» y «riqueza». <<Antcs
,1,'lu llclad Modcrna, que cotncnzó con la expropiación de los pobres y pro-
, ,.rliti c-lespuós a la cmancipación de las nuevas clases privadas dc propiedacl
t, xLr civilización se basaba sobre l¿r sacralidad de la propieclad privada. l-a ri-
,¡rrcza. al contrario, tanto poscícla privadatrcnte como clistribuicla pública-
nrr'r)tc, no había sido nunca considerada sagrada.>¡ lbídem' pág. 61.
"" Il¡ídem, pág. 46.
349
íntimos cuanto las <<razon.,s» de la ética, si quiere mantener su
profundidad ¿S9: pennanecer escondido. protegido de la luz
de.la escena pública. Porque «rna vida gastáda eiteramente en
público, en presencia de los otros, se coávierte, por así decirlo,
en superficial»il.
.
D?{o que Arendt no se limita a recuperar el primer signifi_
c.ado del ténnino privado, sino que r" p.óo.rpu árnbién í" ¿.-
linear el
_segundo; dado qlle no ie limita a entencler lo privado
como esfera de la «privació»>, sino que lo considera cbmo el
necesario ámbito de la propiedad, del trabajo, c1e Ia dirnensión
afectiva y de la conciencia moral, no es por tanto exacto cuanto
se ha sostenido: a saber, que en su univórso conceptual «el tér-
qi¡.9 frivldo_exprese siempre desprecio» y que ia dicotomía
púb1ico-privado sea traducible en ra oposicién i<honor-veryüen-
za>>65.Ils suflciente señalar que la crítita arendtiana de la nóción
de socicdad parte del supueito cle que el nacimiento, en la mo-
demidacl de una esfbra social, no sólo destruye el espacio públi-
co, sino tarnbién disuelve cl privado, privañdo a lbs hoinbres
«no sólo de su sitio en el rnundo, sino tárnbién de su pennanen-
cia privada, donde otrora se sentían al abrigo clel mundo»(,(,.

.2. Desde el punto dc vista estrictamente conceptual, Arendt


se sirve, por consiguiente, de la neta y, quizás, rígida dicotornía

61 lbídem. pág. 71.


(''
Esta alirmación es de c'r. Kateb, Hcutnah Arcndt; pt¡liÍics. Conscien-
ce, Evil, oxfor( Martin Robertson, r 9g3; esa misma crítica re hacc,
si bien
con argumentos distintos, N. K. o'sullivan, poliÍics, Tittalitatianism uncl
F-rcedon, cit., pag. 187. Arendt partc cle ra «clignidad»> de ro privaáo
sob.e
todo en.L. grn ntl ieu du morure, cit., págs. 2 l-29;.
eue la ctistiniión arencltia-
na cle público y privado,o ha siclo en gácral recibicla favorabremcnt.
timonranmuchos ensayos sobre cl tema; véanse, al menos, H. Fl pitkin,«Jus-
ñ"r-
tice: OnRelating Private and public», politica:l Theon, iX, rú,r.,. i,'létf
,
págs. 327-352; R. P. wolf, «Notes for a Marerialisr Analisis of'pubiic
and
Private Realrns», Grutluafe_Foc.ulty trhilosoplu, ¡or,*o,, IX, núm.
3, lggl,
pá$s.327-352; F. Collin, r<Du_privé ct du pubtique», Lr,.y Cahiers
iu Crif,
núrn-33, 1986, págs. 47-68; S. D. .racobitti, nll.,c i,uHic, the privare, tt e tr¿o-
ral: Hannah Arendl and poriticar Moralis», Inretnafional tt¡liticul sc.iente
Review, Xl I, núm. 4, l99l , págs. 28 I -294.
r'(' H. Arendt,
The Huntátt Conclitk¡tt, cit., pág. 59.
[Trad. esp... op. cit.J

348
l, rt'nciAS ¡, de la pluralidad contra el poder hornologante ¡,
,, rrtrrrlizaclor dcl EstacloTl.

i. lrn su rápida y sintética reconstrucción histórica clel na-


, rrrrit'nto de la socieclad modcrna, Hannah Arendt dedica poco
,r.rs tlc algunas refbrcncias a las diversas f-ases por las qu.itra-
l.
'r'sir señala en todo caso qlle la «socieclacl cómerciai o el ca-
¡,rt,rIisn-rcl cr1 sus primeros estadios» representaban todavía una
, '.1,r'cic cle «espacio púrblico»: el homo.fhber; cuando salió
dc su
.rr ,l:rrnicnto. apareció como lnercadcr cn la cscena pública «rel
,¡('rc¿rdo clc carnbio. En serne-iantc sihración. si bien residual-
,r('ntc. sobrevivía todavía un espacio común dentro del cual la
y la distinción no estaban deltodo anuladas,-r.
¡,lrrrrrliclad
l'cro r¡/rs allá de cstas consicleraciones especificas, cuanclo la
,rrt()r':l habla cle socieclad y de esfbra social casi siernpre su refo-
r,'rr'ilr concreta y teórica es la sociedad cle rnasas. Toclas las defi-
ilr( rones. las criticas y las acusacioncs wrcltas a lo «social» sc
,rtr('r)erl alpatrón de la realidad de la sociedad de masas: erpseu-
,1. e5¡1¿gi6 púrblico ocupado en todo por el animal labr¡runs.
, ,
'rrslrcñido en cl mecanismo clel ciclo procluccitin-consumo.
Más que rma verclaclera y auténtica dcscripción sociológica
,1,' lrr socieclacl de rnasas. nos encontramos tiente a una conócp-
tr;rliz¿rción que revela la rnisrna preoctrpación que ha obsesio-

I Accrca clcl tórnrino dc «socicdacl civil» véanse, para loclos,


M. Ricclcl,
Itrrrrerlichc Gesellschafi», cn w co,zc, R. Koscilcck y o. tsrun,er (eds.),
, ,,
',
ltichtliclte (inndhegri//i. Hi.srot.ist.hes Le.rik..»t :rit. politi.sch_.r,,riulr,,
',t'tttt lt( itt I)eut.scltlut¡¿l Stt¡ttcart.
Klett verlag. lt)75. vol.ll. pags.719-1100.
, \ Il.bbio. «La societá civile». enS/utt¡, got)(,nto. st¡tit,td. cit.. págs.23_42.
I lr;rrl. csp.:.É'.sfudo, gobicrnt¡ -t' so<'iedtul. Barcelona. plaza &.Iánós. l9t37.l
l';rr:r rul rcplanteamiento cle la aproxirnación arendtiana a la noción dc socie-
'l,rrl. r'óase.l. L. cohcn y A. Arato, «Thc Nonnativc critiquc: Hannah
\rt'rtf t», cn.l. L. cohen y A. Arato, citil su'iett'untl R¡lititul rht'on.. cant-
l,r¡rl!r'. Mass.. lhe Mlt Press. 1992. págs. ll,],-20O.
' Cli. H. Arendt, The Hmnun Condition, cit.. pirg. 29.
[1)acl. esp.: t4t. r.it.f
' Arendt precisa sin embargo: «Nosotros sibérro. que la contiaposi-
, r()n cntrc pirblico y privado típica de los estadios iniciale.s dc la Ilclad
Mo-
r l( rur ha sido un fenómeno
temporal que ceclió a una lotal extinción clc la di-
l.rr'nci¿r entre esfcra pública y privada y a la absorción de ambas en la so-
, t;tl » lltídem. pág.69.

351
alnr

. Es obvio quc balo cstc pcr|il estricta,crtc teórico, cl ob-


.ietivo poló,ico cs doblc: clei ura ¡r.rte, cl ,rarxisrno, quc con-
sidera lo político una sirnplc vari¿rble clc lo ccon(l-nico;'clo otrer,
las teorí¿rs ¡rolíticas y cccln(rnricas del libcralisrno, que quisic-
mn restringir la cxtensión clc lo politico prru .c,,.,u.-rtirló sirn-
plernente cn cl vigilante nocturno clel clesarrollo econónrico.
Hay que decir qre Arendt parccc ignorar cle ,ranera inte.cio-
nad¿r la clif'ercnci¿r cntre liber¿rlisrno político y libcralisn.ro
cco-
nórnico. Aurque no sucedc cxclusivamcntc e. L, c:ontli.il¡n
hunruna,,r csta obra, por c.icrnplo, no sc tr¿lz¿r ninguna clistin-
ción fundanrcrtal cntre cl pcnsurricnto poritico clc'"Lockc y cl
clc constant o cntrc Ia teoría clc Aclan-r Snrtlr y la clc Bqrthim.
Ii irrelevantc. por lo clenrhs. parccc la clistancJi¿r c¡uc separa las
¡rolíticas clcl 1¿ri,r',rc:- /uire dc las aproxirn¿rciorrcs nrcrcailtilistas
y nco-n'lcl'cantilistas. Toclas, inclistintarncntc. cornpartcn cl
purrto de vista social según cl cual la naturalczu .,.uliul .1. L
pulítica consistc firvoreccr la activiclacl clc la proclucción y
clcl cons,mo. cs ",r clccir. e, la tcr,i.olo-uía arc:rdtiana el
proceso vitalt".
('ontraria,erte ¿r su costumbrc cle ren-lortarsc a los orí-
genes.etirnokigicos clc las principales categorías políticas,
para despuós rcgistrar sus clcslizarnientos-scnrirniicos. en
csto c¿rso Arcnrlt.o se p¿lra a rcconstruir la histor.ia concep-
tu¿rl clc la nocitin clc «socicclacl>>. ('on-lo si catcsor.ías talcs
c()rj.l() la clc ^sr.¡¿'i¿'ttt,s t'it'ili.s, ¡rrinrcro. y las dc <,itlil ,¡r¡<iah'o
ltiit'Kt'rlichc' Gt'.¡t'll.st ltrrlt, t[:spui'.. ,l,i v.'hicrrllrsen contrini-
clos totalrncntc clif crcntcs a lo,s p«rpios cle la noci(» nroclcr-
na dc socieclacl. lrn particular, Ihlta ilcl toclo cl roconocirnien-
to clc.l papel cstratógico qlle L,a cleclinació. cspccíf ica cle la
noción cle «socicclacl civil» lia tcnickr cn la clefljnsa clc las cli-

. "'.
('fi ibídem, piigs. 44-45. Sobre cst.s p*rbrernas véansc s«lbrc tocro ros
arlículos cle R. J. Bcrnslcin, «Rethinkrng thc Social ancl the lr.litical», enel
Inisnro,
.l'hikt^tophicul l,nl.ile.r;^E^s.rrr,rl,, u l)ntgtrtutit,,{/rxlr,, I,hiladclphia
Univcrsity l)ress. I9li(r" piigs. 238-259 y piigs. 2()9-31)2: y R s. ueirer.
"llrttrrr¿tlr. Arc'lrdt -tlrt
('l¡litalisnl alld Soclrrl'is¡ir,,. (,rl cr.r¡ ttt.,nt (ut¿ ()¡t¡to.ti-
¡lr.¡¡¡, XXV núnr. 3. 1990. págs. 359-370.

350
rh'nx)cr¿lcia, sino que es una burocracia que se hace cargo de la
.,,ntltrcción del oikos sobre la escala nacional. «Lo que noso-
tros tr¿rdicionalmente llamamos Estado o gobierno deja el pues-
t, rr l¿r pura administración y a aquel estado de cosas que Max
¡rr:ilrrrnente predecía como la extinción del Estado, si bien se
, ,,nlirncliria al creer que sólo una revolución podría causarla»>78.
)it'rnc'jante forma de aclministración burocrática, que para
,'\rcndt es «la última fbrma de gobierno en la historia del Esta-
,kr nacional. asi corno el dominio de un hornbre solo [...] había
',rtkr la primera»»7'), se define eficazmente con la expresión de
tlt,' rule o/'nobody. Este gobierno de nadie, en todo caso, no
.lt'il cle ser una forma de dominio por el hecho de haber perdi-
,kr la referencia a una personalidad específica. En definitiva, si
l,rcn la esfera social ha ahogado la política, ocupado el espacio
¡rrrhlico y transfbrmado los actores en consutnadores, no ha lo-
1,rrrlo, sin embargo, poner fin al dorninio. «El gobierno de na-
,lrc r.lo es necesariarnente un no-gobierno: es más, este puede en
,letcrrninadas circunstancias producirse en manifestaciones to-
,Lrvía más crueles y tiránicas que las acosturnbradas>»So.

t. ¿,l.rN r)L, LA roLÍTrc¡.'/

l. Las arnargas consideraciones expuestas en Lu c'ondic'ión


Itttnruna acerca de las amenazas casi tnortales que atentan con-
tr'¿r la vida política en una sociedad de masas sobre la que se
t'icrne la sombra del poder, anónimo pero invasivo, de la buro-
t'r'¿rcia no pueden por rnenos de evocar el coro de lamentos so-
lrrc el fin de la política que el siglo xx produjo, comenzando
¡ror la sugestiva y angustiante imagen weberiana de la <<jaula
tlc acero>> y acabando en las desconsoladas nostalgias comuni-
t¿rrias de estos últirnos decenios. Sin entrar aquí en cl mérito de
l:rs clifbrencias, tarnbién radicales, que existen entre estas posi-

78 H. Arendt, The Human Conclition, cit., pág. 45. [Trad. esp.: op. cit.l
'-') lbidem, pág. 40.
Et) Ibidem-

3s3
nado a la autora descle hts or'ígcne.s tlel totalifut.ismt¡; la rcduc-
ción cle krs scrcs human«rs a c.icrnplarcs serialcs de una «cspecic
anirnal». la subsunci(ln clc la pluraliclad bajo una hurnaniclacl cn
sí nrisma icléntica. I)icho clc otra m¿lnera. cn la socicclacl clc llta-
sas, y r1o sólo cn el totalitarisrno, ha rcsultaclo vcrdaclera aqurella
abstmcci(rn filosófica de hornl¡re universal quc en Marx habia
encontraclo su completo y clefinitivo csbozo. E,l carácter invasivo
cle scrnejante sociedacl. quc continu¿unentc se anexionó nucvos
arnbitos que en clpasado ltabían sido espacios pirblicos o priva-
clos clcriva clel hccho cle quc es el proceso nrismo dc la vicla. con
su inexor¿rble ncccsicl¿rcl cl que rlcbe. cstar cnc¿trzado. cn una fbr-
m¿l u otra. cn el cloniinio ptiblico-r. Esta es la razón pnrfiuicla que
hacc clc la unililrrniclacl la csencia clc la esfbra social. tal y corno
cstá corrccbicla en Vilu ut'tit,u f l,u t'onlit,ión huntunul. <<El carhc-
tcr tt-ronolítico clc tockr tipo clc socicdarl. su confbrrlrisrno. quc pcr-
rnitc un único intcrós y Lrna sola opinir'll, cstá. en irltinlr anirlisis,
radicado cn el scr-uno clcl gónero hurnano>>75. La socicdad cs corl-
fbrmista. unifbnne y hornogónca porque en cl fbnclo las neccsida-
clcs rnatcriales sor-r iguales cn toclos los indivicluos. ya c¡ue torlo ser
humano ticne en comúur con toclos los ohos la rnisrra urf-Iencia de
provccr a las nccesiclaclcs clc la vicla. El desco clc clistinción. quc
habÍa siclo uno clc los rlotorcs rrlts eficaccs cle la acción política,
sc satisfhcc ahora recurrienckr a la mocla. a actituclcs cxtravagan-
tcs o. corlo se cliría hoy. a¡lclanclcl a la cLrltura clc lo efinlcrcl7,,.
Irsta socicclacl quc. conto en la irnagcn tocqucvillcana. cstír
rctratacla cn su combinaci(rn clc cgoccntrisrlro, conlbnnisnto y
nivelación77 ticnc su ¡rropia forma clc gobierno. Ésta no cs l¿r
74
lbídem, pág.45.
7s lbídem, pág.46.
76 Véase ibídem,págs.39-41.
H. Arendt, «Crisis in Culture», en Be-
tween Past and Future, cit., págs. 199-200. [Trad. esp.: Entre el pasado
y el
futuro, op. cit.l
77lbídem, pág.40. Arendt sigue también a Tocqueville en el juicio acer-
ca del contraste que existiría en América entre el conformismo social y la li-
bertad política: véase, por ejemplo, la cartz de H. Arendt a K. Jaspers del 29
de enero de 1946 en H. Arendt, K. Jaspers, Briefwechsel, cit., págs. 64-69.
Tocquevilleanas son también las consideraciones acerca del igualitarismo y
conformismo contenidas en H. Arendt, «Europe and America: the Treat of
Conformism», Commonweal LX, núm. 25, 1954, págs. 607-610.

352
,l¡ lir ((ilutonornía del político» y cle la posibilidad de identil'i-
r .rr los rasgos específicos dc una deterlninada rclación entre
1,,', lrornbrcs8't. Es esa misrna situación observada y detruncia-
,l,r ¡ror llannah Arendt la que es objeto y punto de partida cle
r, llt'ririrr también para Carl Schnlitt. Aquello a lo que el au-
r,'r irlcnr¿ln se reficre conlo «la vuelta hacia cl F,stado total»,
nr, ('\ nr/ls quc la r-nezcla indistinta cle lo público y de lo priva-
,1,, ¡¡¡¡¿¡ rr]czcla qr,rc Arcndt señala con-lo característica del acl-
\, nnnicnto clc la esfbra social. A lo largo de toda la obra
., lrruittiana está prcsente la constatación dc que la se¡raración
, rrtrt'la csf-cr¿r de la sociedad civil y la esf.cra dcl Estado ha
r, 1,, tlcsu¡)arccienclo progresir,'anretrte. ;.trr¿rstrando consigo la

¡,,,',rbilirlad clc. cualquier distinción clara. El que cualquier


,,,',ir rltlc cn origen se cotrsiclera llcutral. es decir. no-política.
I'u('(lc convcrtirsc en virtualmentc política. signif-ica que, por
rr ¡rrrtc, la política se clcsnaturaliza cn su cualiclad específica
,, ,(' con\riertc en la actividad dc ult itl"rarato tÓcnico, oricntado
,r lr'stional' prcfbriblemcnte iutercses privaclos y l"rartrculares.
lil. son sólo la anhloga requisitoria en el análisis dcl proccso
rlt',<privatización de lo público» y de <<publicación clc lo pri-
r.rrkr» y la primacía clc una racionaliclad pttraurente técnico-
, ( ()n(iurica los fhctores quc unen a estos dcls autores: tarnbién
, ,t:in unidos por la cotnún valoracicin del liberalisrno y del
rrr.rrrisuro. Si el prrrnct'o se caracte't'iza ¡tor no saber nrirar tnás
.rllri rlcl individuo sin relación y aislado. cuyo bien suprelno
,r'rrc siendo. en cl fbnclo, el de la propiedad privada, cl scgun-
,Lr r)() pr,redc considerarse una alternativa rcal a los princi¡rios

'
' [ .as páginas cluc siguctr ticnen coltro punto clc ref-erctrcia y conro tér-
,rrrr,r (le conliontación el cnsaycl dc P ll l)ortitraro, «Anti¡rlitica o line della
1,,'lrlicir') C'onsiclerazioni sul prescnte clisoricntamenlo teorico». Ttuiu ¡nli-
/ir r/. IV l98ti, l, págs. l2l-137; véasc lambión iri., «Un breviario di politi-
r ,r,,. cn\{ Vriarclli, Ir. Guarnieri y ll Il I'}ortinaro. Il ¡xttete in dí.sctt.¡sit¡ttt'. Li-
ttttnnL'nti di lilosoliu clellu politit'tr, I'alenuo, L,dizioni Augustinus, 1992.
¡,.rqs. l5l-222. lntcrcsantcs consideraciones acerca de la relación Arcndt-
',, lurritt cn R. Iisposito, «lrrapprcsentatrile polis». cn íd.- (-ufegt»'ie dcll'int-
t,,tliti<t¡, Bolonia, ll Mulino, l9tlll. pirgs. 13-124, y en C'. Galli, «Hannah
\rcntlt c le catcgoric politiche clclla nroclernitr\». en .l[txlcrnitt). ('utegt»ie e
t't,,lili ct'itici, cit., págs. 205-224.

35s
ciones. se pLlecle. sin crnbargo. aclvertir que toclas esthn bajo el
cornún clcnt'»ninaclor clc urr misrno cliagnóstico clc fbnclo: c'l del
carirctcr invasivo cle la técnica, en la accpción mirs vasta dol tór-
r¡ino. conrbinacla con la dcsintegracirin ¡rroclucicla por la nitrlti-
plicacrtin dc los tnlcrcses particularcs quc lia llevado al eclipse
de la políticasr.
Ahora bien. no es nti intención scguir los clivcrsos vcricue-
tos quc las clif-crentcs posicioncs teóricas han recorriclo para cl1-
contrarse finalmcnte clc acucrclo cn extcnder cl ccrtil'icaclo de
clelirnción de la política. Mucho nrenos ¡rrctcndo cletcnerrnc a
observar la intcresantc y no casual contisriiclacl. ltigica y gené-
tica. entre los asertos sobrc el f in clc la política y uclucllos otros
sobre los clivcrsos <<f ines» quc ticnc la csccna clcl panorarna
cultural en cl úrltinro tranro clcl siglo: l'in dc las irlcoiogías. r'in
rle la historia. f in clcl sufeto. l'in clcl scnticlo. Joclas. cn ilcl'initi-
va. oricntaclas a señalar la fiagnrcntaci(ln clc aquellas coorclena-
clas lLurclallrent¿rles cntre las quc sc nxrviri, cuanclo toclavía no
cstaba clesorientaclo. el horlbrc occiclcntal§]. [,ero. como cou-
clusión cle cuanto so ha cllcho. lne urgc haccr notar-quc la rnul-
tipliciclacl rlc las posicioncs clcsde las c¡ue se obscrva v sc clc-
nunci¿r cl ocaso cle la politica implica la asuncitin rL- uir
¡rr'.'su-
pucsto clc lirnclo. Que la ¡tolitica, o rnc'jor clicho. lo político.
tiene una auténtica ¿utononría y quc solo cn virtucl clc esta au-
tonornía es posible cliagnosticar su clesa¡raricirin. Si no dispu-
siesc clc un critcrio propio c¡Lrc. clescle otras cslcras. rcgiorrcs o
n.lunclos vitalcs lo clistinguiose. r1o tcnclría cn clbcto scnticlo la-
nrentarsc dc la anexi(rn a otros cloniinios.

2. punlo. sc intponc por si lnisma la cviclcncia de


h.t't estc
las al'inicladcs quc rnedian entre Hannah Arenclt y Carl Schn'ritt:
arnbos son los clefensores más inteligcntes y rn¿is convcnciclos

sr Cfi. Cl. (ialli, «'li:cnica e politica:


ntoclslli cli ca{cgorizz¿rzi.ne», en
llt¡dottif¿i. Cuttgorit,e ¡»rlili¿,rilici, Bolonia, ll Mulino, l9tt8, págs. 79-106.
8r Véase R. h,sposito, «La finc dclla politica»»,
L,!ioolllegi, l*994, núrne-
«r l, pág. 14. CIi. tarubión R. lisposito, «Politica», cn Not,t'l¡,en,¡ieri ¡to-
litit'o, cit., phgs. l5-3ti. 'sullu

3s4
,,,u1,,;urtt.s y nlás allir del Estado85. Lo político es. en efbcto, la
rl'',rr(l('/ rlcl conflicto mismo. el irreductible carácter factual
,1, l,r r.'lrrcitin arr-tigo-enernigo, cuando semejante relación asu-
f rr rf il;r rclcvancia publica. Cadavez que se asistc a la antítesis

trtut u, lto,yli,s, uno se oncuentra fiente a la manifbstación de lo


f
rrrl¡f ¡11¡. Allí donde hay una instancia capaz de neutraliz.ar el
,r¡¡ll¡111¡, rccluciendo lo rnirltiple a unidad, allí hay soberanía y.
l,,r ( ()nsiguientc, acción política. El que el Estado, lugar privi-
lr ¡,r,rrkr cn cl que la política y lo politico se manifiestan, esté
rrr('rt() no significa que lo politico haya desaparecido. Está
,1,',trrrkr si acaso a presentarse bajo nllevas fbnnas y, quizás.
,1, nr;urcr'¿t todavía rnás violenta. Ill fin del Estado y de la polí-
tr,,r l)nrcticada dentro de sus confines no irnplica, por consi-
I'rr('ntr. cl fln de lo político.
llrrnnah Arendt no esboza ninguna distinción léxica entre
l,r ¡,,,lilica y lo político. Por lo demás, no tienc necesidad de ello.
l',u;r r'llir, discutir dcl Estaclo no ha significado nunca hablar dc
l.r ¡,oliticu o cle lo político. Por lnás quc coincida con eljurista
,rl.rruirr ¿lccrca de la fbcha del nacirnionto. el clesarrollo y la
rr, r¡l;¡l cnl.:rrncclad cle aquella «brillante crcación del raciona-
lr',¡rro occiclental», nada le es rlrás cxtraño que la nostalgia por
Lr t'r'urrción llstaclo-política; nada le es rnás lcjano quc la idea
r h rluc la politica sea la actividad que decidc
sobre el estado de
,\(('l)ción. rcportando el «dos» al <<uno>>. Y rnenos la podría
l)r('()eup¿lrel problerna clel orden y de la fbrmas('. Si h.ry ecua-
, r( )ncs que sc pueden establecer en el contexto teórico arendtia-
rrt,. i'sl'ls son totalmente de carácter especulativo y contrarias a
l,r'; r¡rrc tienen valor para Schmitt. E,s corno si el criterio de lo
¡,,,lilico de Hannah Arendt hubiese sido concebido como res-
¡rrrr'sla trl Begri/J'schrnittiano: no sólo privilegia el momento de
l,r tonrposición sobre el del conf'licto, sino que a veces parece

" I)ara paraliascar el título del volumen cditado por G. Duso, t,a politica
,'ltn'ltt stttkt: ('arl St,hmitt,Yenecia, Arsenalc Cooperativa Editrice, 198 l.
s" Acerca de la relación Arendt-Schmitt,
además de los artículos italianos
r rl;ulos anteriormcnte, véase M. Revault d'Allones, «Lcctures dc la moderni-
tt' M. Hcidegger. C. Schmitt, [{. Arendt», Les kmps lVlodemes, núm. 532,
I ' )(X ). págs. 89- I 08.

357
libcralcs. Al rnenos s.i la pcr.spcctiv¿r dcsdc que
la sc luzg¿r es
I. i rn ¡,rrr. rc i a clc tr i rnchs i ói-, por iric,r. rr,ri; J;; i;r1ili.,""
.ra
corno cn el liberarisrlo, cr ,lonrent. ec.nórnicn
el clernento clcterrnrnantc dcr quc t.cro ro creniirs
*ig* ..ri.nao
rái., t,,n-
ción' Tanto para Sch.rnitt.comt par, Arencrt. Io"i
¡roiitiáo no
puede ser clefiniclo suborclinirnclol'o a
otras esf'cras. bien sea la
econór,ica. la ética o cuarquicr otra. E. opi,iórr
¿. ,i*rrár. ni
a la filos,lia re correspo,',,í. ta,¿t.-r pcrfir
ni a ra.,rn.iár.iu
yl:lj:,:rr_los ¡rr.incipios. t,ara lo. .lor. rctlucir to poiiri.,, u
la ¿rd*rnrstracró. significa traicionarro. Éstc
ticne irna auto_
ttornia y clignitlad propias que cleben ¿rccntuarsc
con tanta ma_
yo. rlrc.za cu¿rnto rnayor cs cl ricsgo cluc
corrcn cle scr olvicla_
r]:* v confirnclidas. pcro crc aquí in ¿i<Jcrantc ,r,.
.,uriii,r, ,.
p:,1 ctos i r i rer,r.i n' .r,l i.,r r rncrtc,l *;;;i;; q
:l::::Y
0espucs. crc :, ::^il, i,.
nrallt'ra paradó.iica. vuclvcn a q.lcontr¿rrsc. IIe
r.
aquí, c. clrhstica síntc,sis. argunas cta¡ras cre
sus ,ritr'cirtls ,e-
corridos.

3' F'n,el Ba.q,ir/ de'; Rtriti.tt'lz¿'r corst¿rta ra dcvarLracici. de


, c-cu¿lcro,
ra Estado-p.lítica: «lrl Estado corl. rnoclclo
cle Ia
.nidad política. cl Iritacro cor,o dctentacior.crer
más extr¿rcxdi-
nario clc toclos los rnonoporios. a saber. ,rnnup,iii" .i. i" a.-
"r
cisión. últilna, fülgicla creación clel fbrnlalistrro
curopco v del
traclicioralisrno occicre.rar, estir a ,;;
¡rurto ¡4, ,i,-'.-"1,,*.í"r".
La política, cntcndirla a. la rnancra quc lo tru..,
cfbcto, Ia capaciclad cle cleciclir on última insrancia
§.irrii;:';;:.,,l
flic.n. ncutralizh.cloro y re,nicrcro a ra.s partes
r,rui.jli.tr_
en Iucha. Irstc
rnon.polio do la decisió, últirna. qrc cs ,l',rrir,r.,n
tcrio inclicaclor clcl titurar de ra soberaní¿r. ha
ti"r"f"'.f'á.i
cstacro ,l;ir;t. ú._
go ticrnpo c, las rranos clcr Estado rn.clerno.
rn.rrro .run¿o
éste ha- clejado dc ser la lbrma dc la unicla,t
politicu ylr, .ria"
q§:?. g" los partidos y dc los intcrescs corporativo,
clividiclo su sr¡st¿rncia, recrucióndoro a uacio [u. ,. [u,
sirnuracnr. i ili;r-
ccntraclo la sober'¿rní¿r.hasta parar izar ras crecr
sion.r. I_uirnnioü.o
tc(rrica dc schrnitt es Ia crc sácar ro porític.
a.r pria,i,r.-ü ;; ñ-

s. c'. schmitt,
Er t'ontc¡t/. de r, ytrític. (rg32),Madricl, Arianza. rt)91.
356
l"'lrtr( ir. Si así fuese. Hannah A'cnclt y¿r no tcndría nada nuevo
'¡r, ( onlrrrnos: tendría. si acaso. ulta cos¿t que recorclar, una
' , ' ..r (lue f uc en otro tiernpo en cl tiernpo de lapolrs, de la r¿,s
t,ttl,lt,.tt rI)nlana. cle la revolución arnericana y que ahora ya
¡¡,, ¡,¡¡1'1lg scr. Micntras. Carl Schrnitt no dcbcrja dejar de vigi-
lrr ¡r.rrr tlcscnurascarar y capturar lo político. que, sin clucla, se
l,r,',r'nlil ba.¡o figuras lluevas e insólitas. Asi scria si Hannah
\r,'rrtll lircse la ¡lensaclora que r-nuchos cle sus intérprete nos
I'rr ',('ntln: la filósofa que rehabilita la cxpcricncia política de la
7,,,/rr. er) ¡rarticular cl rnoclo cn cl que esa expcriencia ha sido
rr tr, rrllrrl¿l por Ar-isttitelcs. para clesnuclear el propio criterio cle
1,, ¡rolilico. Es cicrto quc, sicl espacio público coincicle con un
, ,¡,,rt'ro histórico detenninado, a saber. el de la poli.s o el de la
,'.. l,ttltlic'u, no hay ducla clc que para ella la política ya no pue-
,1, {'nc()ntr'¿lr acogicla en nuestro rnunclo. ('ualtto lnlts avanza la
rrr,'rk'r'nid¿ld tanto rnás se alc.ja de la política auténtica y tanto
,r('n()r'cs sc hacen las posibiliclacles de un actuar político libre y
¡,lrrrrf . lrn cste senticlo. Arcnclt csboz¿iría una Ver/ullga,;t'hit'hte
r
lut' c{)r)1o tal presupoltc Llu ntourento inicial <<íntegro>>. a partir
,l, l t'rurl cs posihle rneclir el regreso al que poco ¿l poco se lra
ll, I'lttltl.
No crco que las cosas estén exactartrcnte así o. al menos. no
,1,'l lorkr. Estrry convencicla de que, -iunto a los rcsiduos cle un¿r
I, t ltrllgest'ltit'hte, cotlive otra conccpción o. rnejor clicho. una in-
turt'irir.r dil-crcntc qtrc cornplica y clescotxpone aquélla. Y csta
,lrier-s¿l institución cor-nporta el estatuto mismo del espacio pú-
l,lrt'o. Ése no es el calcó dc una situación política integra, eñ el
,r'rrtirkr de auténticit o cornpleta. No posee, por consiguiente,
l,r\ caractcrísticas «sólidas» y bien delineables que de ordinario
( ()r)r)ot¿ln l¿rs fbrrnas politicas e institucionales concretas, bien
,('irn éstas la democracia ateniense o la repirblica roman¿r. Son
l;rs rnisrn¿rs palabras dc Arendt las que nos indican la extrcrna
lrrrsilidad quc es inherente a serne-iante espacio: «Su peculiari-
,Lrtl consiste en que. a la inversa de los espacios que son obrzr
(l(' nuestras manos. no sobrevive a la realidad del rnovimiento
,
¡rre lo ha cre¿rdo, sino que desaparece no sólo con la disolución
,lc lo humano - corno en el caso de las grandes catástrofes o
, uundo se destmye el cucrpo político de un pueblo sino con

359
volver a Ilroponcr el icleal gricgo cle arnistaclsr. Las ccuaciones
que ¡rrreclcn sac¿lrsc clc Ias prigirras cle Lu t,r¡ntlit'ión httmuna,
s,bra lu rcwtlttción y sobra la v,iolcnt,i(/ son. si ac¿rso. cnun-
ciablcs clc la nrancra siguie.te: todo lo que ticrrc quc vor con
el y
.lrstaclo cs. lra siclo sicrnpre. antipolitico, y la política.ja-
nras sc ha iilcntificaclo con el Irstaclo. porquc pai'a Ilanriah
Arcnclt. la política y lo político son aqucllo quc sc sustrae al
universo clel clonrinio. aun cuanclo estc doniinio sc e'jercite
conlo rnonopolio legítimo dc Ia fuerza. Allí doncle se estir jun-
to. sin posibiliclad cle rccurrir a ninguna ltigica cstratógicii. en
la rnoclalidad clc Ia acció. y clcl cliscursc,. cir un cspació públi-
g9.quc consicnte la pluraliclacl y la ciistinción. la iclorticLid y la
clilcrcncia, allí hay política. Allí clonclc r.r.ruch«rs c,.r",¡rrc,.,,lcn
coralnrcntc un¿r inici¿rtiv¿r c}rc crca un ntrcv() cspaci,i ctlnri¡n
clentro clel cual s(rlo rigerr rel¿rciones horizontalcs, allí cf ccti-
vanlclttc sc nranil'icsta lo político.
Por corsiguic'tc. la ,r.rcrtc clcl lrstado. slr¡rucst. sicrnpre
quc haya tcniclo lugar cle nr¿lncra vcrclaclcra y cléf initiva. no in-
clucc a lla,nah Arcnclt a rcpcnsar lo polítióo. parecc si,rple-
mcnte no observarlo. Pero esa mucrtc es ¿rl misrno tienrpo cl
sintorna clc la agudización dc la c.nlirsión clc lo pirbrico y lo
privndo, diagnosticacla tarrbié, p.r schnritt. clue rieva ar sótb-
carniento cicl cspacio público. Y c.n Ia clcsaparición crer cspa-
cio púrblico no rcstaría sino constatar arnargailcntc cl fin clé la

87 Sería interesante
contrastar las fugaces referencias que Hannah
Arendt dedica a la noción griega, aristotélica, de amistad con la'<<política de
la amistad», pensada por J. Derrida, The politics of Friendship, texto meca-
nografiado distribuido con ocasión de un seminario impartiido en Nueva
York en la New School ofSocial Research en mayo de 198g, págs. l_50. De
gste p?pe!::ltq publicado una versión muy reduóida flrr' joíÁat of phi-
lgsophy, LXXXV I I , I 988, págs. 632-648. Véase por"úlrimo J. Deriía, po_
litique de I'amitié, París, Galilée, 1994. Acerca de la noción de amistaá en
el mundo clásico, véase L. Pissolato, L'idea cli amicizia nel mondo antico
classico e cristiano, Turín, Einaudi,1993; para una reconstrucción de la no-
ción de amistad en clave filosófico-política, véase G. Zaneri, «Giustizia e
amicizi.a come categorie ordinanti a partire da Aristotele», en R. cubeddu (a
cargo de), L'ordine eccentrico. Ricerche sul concetto di orcline politico, Ná-
poles, ESl, 1993, págs.99-151.

3s8
la desaparición o el fin de sus acciones mismas>>88. Más abajo , ll. pot>nR
no§.ocuparemos de cómo la autora considera algunos remediós
institucional.e¡ que protegen o mejor han protefido, sin anular- l. Nada mejor que la noción de poder expresa el carácter de
la, esta fragilidad constitutiva. Ahora sóló melnteresa insistir ¡,otcncialidad del espacio público. En La condici(tn humana se
sobre aquello a lo que remite semejante fragilidad, es decir, al l,'t': <<El poder es aquello que mantiene viva la esfbra pública, eI
carácter de potencialidad de la esfera pública. Arendt, de he- ( :,¡)lcio potencial del aparecer entre hombres que actuan y hablan.

cho,_recuerda que «él [el espacio públióo] estií potencialmente I rr rnisma palabra "poder" como su equivalente griego dltnamis,
allí donde las personas se reúnen, pero sóIo poténcialmente, no ,t l't potentia latina con sus derivados tnodernos, o el alemán
necesariamente ni para siempre». <<A estapéculiaridad de la es- I lttt'ht (que deriva de mógen y móglich, no de mache¡z) indican su

fera pública de ser fundada sobre la aóción y el discurso- ,;rriicter potencial»e0. Es partiendo de esta acepción del término
-la
«se debe el que nunca pierda su carácter potenZial»8e. l)t )t'(r corno Arendt procede a desmontar las diversas estratifica-
Ahora bien, ni siquiera la Atenas de péricles ha escapado a r rr)ncs de sentido de los conceptos políticos tradicionales, todos
ese «destino» qle parece perseguir atoda esfera públicá. Otro ruris o rnenos comptometidos con aquel que desdc Platón en ade-
tanto ha sucedido en Roma y en el caso de la revolución ame- l,rrrtc sc ha convertido en un verdadero y auténtico lugar cornún:
ica.yg. Porque, precisamente, semejante espacio parece incom- l;r convicción según la cual allí donde hay política allí está vigen-
patible con la duración. Se configura más -bien cbmo una «po- tr' unrr rel¿rción asimétrica entre el que rnanda y el que obedece.
sibilidad» no limitada a un tiempo y a un lugar determinados, trste intento dc crítica radical en los análisis de la tradición
una potencialidad que en aquellas ocasiones se hace actual. por ,
¡rrc I lannah Arendt pcrsiguc hace efectivatnente qtlc no se deban
tanto, no es una propiedad exclusiva del pasado, ya que poten- lrusc¿rr en su obra las distinciones que caraoterizan muchos de los
cialmente estií por todas partes. sus epifanías *ár ,trdaderas tr;rlunientos canónicos clel concepto de pocleq elaborados tanto
priülegian aquellos momentos en los Cuales se interrumpen las lll la filosofla politica como por las más reuielltes sociologias
relaciones de dominio y los espacios al margen de la eit¿tali- ,1,'l ¡roder. No sc cncuentrtln, por tanto, algunos topoi de la teoría
dad moderna: Rrite, Soviet, insurrecciones de Budapest, prima- ¡,,,litrca antigua y moderna: en primer lugaq la clivisión triparlita
yer_q de Praga, reweltas de los estudiantes, episodibs de deso-
, l;isica de las fbrmas de poder. Arendt no distingue el poder po-
bediencia ciüI. lrtrco clcl poder paterno o del poder despótico, ni al seguir a Aris-
Si, por consiguiente, es innegable que en Arendt se vuelve t.lclcs y refbrirse al criterio del clifcrente sujcto que se aprove-
a encontrar aquella melancolica resignación de quien sabe que, ,lrrr rlel ejercicio del poder, ni ¿rl rneucionar a Locke y someter
en el mundo en el que «lo sociab» hicolonizadoiodo tos An¡i- .r r'\¿unen el diverso funclamento o principio de legitirnidad de
tos, cada vez menos podrán actualizarse las potencialidades de l( )s lrcs podercs. Y, al revés de lo que haccn tnuchos científicos
, i,'l siglo xx, no sc preocup¿l ni siquiera de clistinguir el poder po-
lo político, sigue, sin embargo, siendo verdaá que no puede fir-
marse el certificado de muerte de la política. porqueii lo polí- lrtico clcl económico y del ideológico, basánclose cn el dilbrente
tico no ha tenido duración, no puede tampoco aca-bar; si es una rrretlio cou cl que estos poderes son ejercidos')1.
posibilidad y no_ una realidad determinada, mientras haya un
«mundo» no podrá nunca desaparecer del todo. " llti¡l¡"'' Púg 2{)t)
"r I'ara las cliversas clasificacic»lcs del poclcr elaboradas en la historia
,l, l ¡rrrsarriento político. véase N. Bobbio, «Stato, potere e govcmo», en Ñ¿r/o,
..1,\('t tto t, ,st¡c'ield. Per wtu l«trio gtttt'tule dt'llu ¡tolitir, r, cit., págs. 43-125, so-
88
H. Arenclt, The lluman Clondition, cit., pág. 199 [Trad. esp.: op. cit.J l,rr'lrrtltr las págs.66-76. ['l-racl. esp.: Estutlo, gobiento t"st¡tietlad, L)arce-
89
lbídem, pág.200. l,'rr:r. l)laz¿l &.lanós, l9t37.l

360 361
l.
En la primera edición de los oríganes clal tr¡taliturisnto
ll,urn¿rh Areridt sc sirve todavía cle la noción convencional de
¡,,,rlcr-¡lolítico. asociando por lo gencral ese tértnino al uso de
l,r lrrcrza y de la violenci¿t. Pcro a partir de los atios itmcdiata-
nrt'rrrc sucesivos, su reflexión política puede ser iuterpretada
, ,,rf ro el esfucrzo fijo y constante de separar y dcsernbartzar el
rrno rlc la otra. poder y violencia; cle circunscribir la peculiari-
,l;rtl tlcl poder político fi'cnte a aquellas «confilsiotres concep-
lrr:rlcs» que lo han identificado con eldorninio. con la constric-
t rr)n o. talnbién. con la autoridacl.
l;.n el pupe¡' dedicado a Kurl Mat'-r ctntl the Tt'atlition o/'
llt'.ttt't'n l\¡litic:ul Tought. de 1953, Arendt intenta obtcner un
(()nccpto cle podcr que cstá en oposiciótl coll la casi btalidacl
,1,' lus elabor¿rciones transrnitidas por la historia dcl petisarnicn-
t,, ¡rolítico. En particular llega a etltrevcr la posibilidacl dc un
,,nucvo significado clcl término poder» al considerar los tnodos
( n los que la tradición filosófico-política-ha ali'ontado el pro-
l,lcnr¿r cíe las relaciones cntre ley y poder"i. Casi todos los filó-
,,,los políticos, precisa Hannah Arenclt. o han fiiado en la lcy la
rnlnifbstación dcl poder cn cuyo caso. sin crnbetrgo. «sc h¿t
r rslo el porler colno w1 ittstt'ttnrcl¡fo coll el que dar vigor y lucr-
z:r u la ley>> o «han conccbiclo la ley colno un conf-in. utr lí-
r r I rtc para poner coto al podcn>')+. Ahora bicu, coucebir el poder

,,,,,r,r ul-l instruntento qtte cla fllerza a la ley significa en defini-


trvu hacerlo coincidir con la violencia, que es sictnpre un medio
;rl scrvicio dc un determinado fin. Se trata. por consigtrientc de
unrr concepción instrumental dclpoder. <<Pero violcncia con-
trr[ra la autora no es lo mismo qtre poder; si lo filese. Ilclbbcs

¡,:ius 633-676,sobretoclolaspágs.669-61 |. Parautlatratamicntorecicntey


l.,rrt.'tico clel cclncepto cle poder clue tenga cn ctlenta las elaboraciclnes arentl-
triulls y cliscuta críticamentc las clasificaciones propttestas de Lukes, cfi.
I ll¿rll, «Power», cn R. E. Goodin, P. Pettit (eds.),.'1 Contpunion ttt ('ontent-
I't)t'(tt'.t l\tlitit'u\ I'hikt.uryth.t', Oxfbrd BlackwelI' I993- págs. 548-557.
"tEstas consideraciotres sobre la ley y el poder se encuentran en
ll Arerrclt. Kurl Jtltu'x ttrul the 'li'tttlítir¡n of'I{estt'nt R¡liti<ul 'litLrght, lolng
,hrrlt. 1953, Washington. Library of C'ongress, Manuscripts Division' «'l'hc
¡,rr¡rcrs of tlannah Arcndt», box 64, págs. '1 1-60.
''r I I. Arendt. Karl L'fm'r and the Tiuditiott, long draft, cit., pág. 4l .

363
Cuanclo Arendt habla dcporuer sin ulterior precisión, se refle-
re siernpre al poder político, al igual que, cuando utiliza el tórmi-
no rttle, rcmite, sin clifbrencias substanciales. tanto a dominio
cuanto a gobiemo. Es, en efbcto, su convencimiento de que la no-
ción de gobierno prcsupone, en la casi totalidad de los casos. la
idea de dominio, la idea dc un¿r fiactura que scpara radic¿rlrnente
a quien detenta el monopolio dc la orden dc aquel quc tiene que
scguirla. Por consiguiente. no se clebe ¿r una conhrsión léxica ni,
por así decir, a una escasa habilidad taxonómica el que en las
obr-as arendtianas falten cstas tradicionales distinciones. Esto es
rnás bien achacable al hecho dc que según Arcndt, cn casi todos
los moclos. antignos, moclernos y conternporáneos, dc trazar los
conflncs cntre un tipo de poder y otro cstá irnplícito el supucsto
dc que, por doquier y dc cualqr,rier manera corno se ejercite el po-
cler, su acción se traduce en el plegarse ¿r la voluntad de otros.
Quizás sólo se pucda dest¿rcar una analogía fbrmal con algu-
nas articulaciones claves clc la sociología del poclcr weberiana.
Tarnbién Hannah Arendt, a su rnoclo, clistingr-re erfire Mucht, Ge-
w,alt y Herrschu/i, cuanclo hace clestacar las clifercncias entre
.rtrength, violerce y pov,er. Arlernhs. cl contenido del pov,er
arencltiano. corlo vererlos, se califica precisarnente en la distin-
ción y oposición ala Herr.scha/t weberiana. Y se pueclc señalar,
finalmcnte, corno apostilla ¿r estas consideracioncs que la noción
atendtiana de podcr, en cu¿rnto extraña a las teorizaciones tradi-
cionales, ha asurnido su papel en los criterios taxonórnicos ela-
borados rccientemcnte para clar cuenta dc las diversas interpr"eta-
cioncs del fbnómeno. Cada vez quc se intenta distinguir las di-
versas concepcioncs del poder clentro de dos rn¿rcro-categorías,
l¿r noción arcndtiana dc pow,er está llarnada a e.lernplificar las po-
siciones teóricas que miran al poder político como a un fbnórre-
no relacional y comunicativo, a las que se oponen aquellas perv
pectivas que insisten sobre el rnomcnto clel cont-licto y, por con-
siguiente, de la orden y de la obccliencia')1.

e2 Cfr., por ejemplo, S. Lukes, Power: A Radicat


View, Lotdres, Mac-
Millan, 1974 ftrad. esp.: El poder. Un enfoque radical, Madrid, Siglo
XXI, 19851; íd., <<Power and Authority», en T. Bottomore y R. Nisbet
(eds.), I History of Sociological Analysis. Londres, Heinem, 1978,

362
l1

I7¡v'er por consiguiente, ya en este escrito de 1953. remite


.r l;r potencialidad y, rnás particularmente. a la posibilidad ofre-
( r(lir ¿l los ciucladanos <<de generar y experimentar juntos>> la ex-
¡rt'r'icncia clel poder')'). En este sentido, prosigue Arendt, toda jus-
trlrcación del poder sería tan fútil corno una justif icación de la
r rtla misrn¿I. Porque el poder entendido corno «posibilidad ile
,':;trrr.juntos>> no tiene necesidad de encontrar fuera de si, en un
¡rresrrrrto objetivo de la vida de la cornunidad». lapropia rutio
,''rr'r¡¿ül(x). «En el ámbito político un "fin ob-jctivo" clararnente
,1,'l'inible. no cxiste. Porque si el vivir juntos tiene un objetivo
.1.'l'inido, debe llegar a un fin cu¿tndo este fln se ha alcanzado.
l\'r'o el vivir jrurtos no llega nullc¿l a término y por eso no puede
It'ncr urt fln: trn fin que organice y controle los medios»101.
Pcrc csta conccpción no instrumental ni objetivista dcl poder
,
¡rc considera el sirnple «estar-juntos» un fin cn sí misrno ha con-
,lrrciclo a una <<existencia rniserable». ha vivido al margen de las
, .,rrcc1-rciones dorninantes que considcmban el poder sienrpre co-
n('ct¿rdo con la violencia. Solo Montesquieu. concluyc Arendt. ha
I.sr'¿rclo en cicrto modo hacer revivir. en su «gran descubrimien-
tr,> 1lg que el pocler es divisible. el significaclo originario que el
l('nnino tlynumis vehiculabar('1. «Escondida bajo la iclca de la di-
r rsitin triparlita dc los poderes. pulsa una visión cle la politica se-
lrur l¿r cual el podcr está completamente separado de toda conno-
trrt'itin violenta. Montesquieu es el úurico que ha tenido un con-
t t'¡rlo d€ poder extraño a la tradicional categoría medio-fin»r(tr.

"" Ibídem. pág. 45.


1"" Ibídent, pág. 46.
t"t lbítlem, pág.41 . En la misma página Arendt observa: «lbdos los "lines
ulrlnrrs" dc la politica, dcl su»nnum buntnt a la l'elicidad clel n.rayor núrmero,
(lilr' cr) Úrltirna instancia llegan siempre a dcsear paraísos sobre la tie-
u;r. lirllan no sólo por su implícita natr¡raleza tirhnica. sino también porque el
nr()rr)cnto dc su realización no coincidiría ni con la felicidacl ni con la s¿ tisfac-
( r()n ni con el orgullo, como. por el contrario, sucede en la fabricación c¡ando
,,' llcva a cabo un objeto. Coincidiría más bien con el aburrimicnto más total y
,l('scsperante.)» Acerca de la noción de bien común véase A. Cavarero, «Hannah
\rcrrtlt: la libertá come bene comture»>. en E. Parisc (a cargo de). La politicu trtt
tt,ttttliti e mortulitd. llannoh lrcrult. Nápolcs, ESI, 1993, págs.23-44.
l"'r H. Arcndt, Karl Mar.r and the Ttaditiott, cit., pág. 54.
t"' Ihít\., pág.55.

365
-
tendría razóny el poder, en ultima instancia, no seria nada
más
que la capacidad de matar>>es.
Más interesante en su opinión es otra perspectiva: la que
concibe. la ley como dique y confin. Inieresante también,
porque los autores que la han sostenido no se han dado
cuen-
t-1 de que, actuando de esta manera, se arejaban
¿.r -o¿o iiu-
dicional de concebir el podereo. En el ,,"o,lo de entender la
ley como confin resuená er antiguo significado i" ii*or.
algo que, erigido por el hombre, -protegé, contiene y
-á, "o.rrlr_
va en el propio interior una realidád más frágily precio-
sa a un tiempo. Las leyes de la ciudad eran como sus
muros:
circundaban y custodiaban las acciones poriticas de los ciu-
dadanos.

En ese modo distinto de considerarlaley saldría alah-z


un concepto de poder totalmente diverso, clyo significado
está contenido en la raíz etimológica dá téiminó
-¡r-o.
.pouvoirl posse o dynamis,igrrifi"an potencialidad y
Pow,;.9r;
se distinguen por tanto de la potenóia
[streigthJ, cualquiá
cosa que está a mi completa disposicién, qré ae verdad
es
posesión míu. En este significadó, el podcr^se hacc posible,
llega a seq sólo porque ysólo cuando-.1 irdiuidro cómten
á
a actuar. Y el actuar, en cuanto distinto del hacer, implica
siempre una relación con otroseT.

Y mientras

potencia [strenghtJ, habilidad


bkirt] y violencia [viorenceJ
residen en mi mismo_y están ami áiiposición, ef poder re'-
quiere la pluralidad de los hombres. Éorque poá". no é,
"í a r"r, no ii
cualquier cosa que yo posea por naturale zi;llegi
los hombres, sino entre los hombre cada vez"qu" ¿rio, u._
tuan juntos-y de común acuerdo. Llega a sel por eiemplo.
durante la fundación de una comunidid»nE.
r -'

95
lbídem, pág.44.
96
Ibídem, pá9.43.
97
Ibídem, pág.44.
98
Lbídem, pág.46.

364
:rn cn elbcto las deflniciones de Weber las que ponen en
rl, rl,r lrr <<vigilancia semántica» de la autora. <<Por poder debe
, rrrr'nt['r'SC [...] la posibilidad de encontrar obediencia mediante
r¡rrL'nr's ¡ror parte cle un deterrninado grupo de hornbres y no
r r rt( l ('urlquicr posibilidad dc ejercitar potencia e inf-luencia so-
I'r, t,tros hombres t ] A toda auténtica relación de poder es in-
lr, r,'rrlc rrn l-nínimo de voluntad de obedecer. es clecir, un interés
¡,, ,r l;r obccliencia>> aflrmaba Max Weberl()S. Y poco imporla a
la
,rtl)rir (lue el concepto de poder político, ligaclo oon doble hilo
, ,,rr ..'l tlcl estado, se configure colrto un dominio de hornbrcs so-
l,rr'ol11)S hornbres basado en el monopolio de la violcncia /egi-
////rrl Scnle.jante legitimidad no cambia para Arendt la sustancia
,1, lrrs cclr¿lciones que hacen del podcr una fbrma de dominio y
, r( rccolrducen cl clominio, si bicn en última instancia, al uso de
lr
l,' r rolcncia. Cierto cs que, si la eseltcia del poder es la eficacia
,l, lrr or-clen. no hay poder más grande y rnás oscuro que el e.ier-
, rl:rtk) por la violencial0'). En sut.tta, para Webcr y para t¿rntos de
,,r'.,<tliscíprtlos>>, conscicnte o inconscientetnente, la violencia
,,r,rrc sienclo la rnás flagrantc rnanifbstación del podcr.
,\ ¡rritncra vista. en este panorama sumario de la ciencia poli-
tr,',r tlcl siglo xr, resulta excepcional el pensatniento de un autor
rt,rlurrxr, Alessandro Passcrin cl'llntréves: «cl único autor que co-
,( ),/c() afirma Arendt que se da cuenta de la irnpoftancia de
,lrslinguir entre violencia y poclen>110. En todo caso, también su
,lrslinción, <<con mucho la lnás claborada y rneditada que se pue-
,l,r cncoutrar en la literatura sobrc cste tema>>lll, no logm replan-
l(';u'lo dc raizy,consiguientemente, no logra resolvcr el problema,
r,'slituyéndose así la irnagen de un poder político que, si bien de-
l¡rritlo como <<luerza institucion¿rlizacla» o «cualific¿rdo>. en el
Iorrclo es sólo una vcrsión «más lnodcrad¿r» de la violencia.

ros Cfi. M. Weber, Wirtschaft und Gesellschaft, 'h$inga, li4ofu, 1922.


l'l'rad. esp.: Economía y sociedad, Madrid, FCE, 1993.]
loe H. Arendt, On Violence, cit., pág. 37.
[Trad. esp.: op. cit.]
tto lbídem.
rrl Arendt cita de la versión inglesa de A. Passerin d'Entréves, The No-
tion of the State. An Introduction to Political Theoty, Oxford Oxford Univer-
sity Press, 1967.

367
ideas que r,uerve a proponer
or.i,,,,rujl,l:ili#: en fbrma sus-
de sobrc to ,"rotur!|--tl
páginas de La
1ot ;';;;';;'';;;2i",
¿r¿ááti.",";;i':::íiJ;:;,:";:::;;;::;;"i:,;t;;ini;;i:f
trabajo. el cuactro
::,1r.: .;;pil,;,
son claralnente intlivicluales
'íi,
oa;.riuos polérnicos
i
deja poco cspacio o,to, v [
.ü.,¿rd c,e ras distinciones
er propro cor)ceDro
.qrirJ.;: ;ffirerarivos. para afirmar
1,"^f,1;. urr"ái ni.ndt debe luchar sobre
f.$j,:?iT."i,ff
tre ff ;,";;;d"" "i)ii""o?, oe drstrnguir <<en-
palabras claves>>'::',:lo:-l'l':d'i?"uo*credisringuir<<en-
(/ b rc e ), au rori clact y r
ir".í," r.,
les se refiere a fenómeno, "ri Afu..ro., #,
l,"liurj', :::,!!
¡

fJir¡¡r1o.,u.r. y entre los re_


*:f:
ciencia p"ritiáá,1,!9.a"
llffi::.3lifi_ffi:, a ros <riverso, ,ig_
¿ir¿i.,,*,1'i;,.ii::;i,:;:: jif
:,Elilif üfl ffilii.r.*1,.xxii;
de Jouvenel pormu¡,{rÁn, qr.pi"ul,
podcr político. toclas ser sus clefiniciones
de
lrca cs lucha por
llcgan , ln ,nl.rnl'conclusión: quc kr polí_
",
rna rnsrancia' ra order. noi:r ;; i;;r*cra clcl poder cs. en ritri_
que se rro." .ii.r,
como instrumcnto p.opiu sóro si puecrc contar
.., ir""¡ri"i.,r,,,,,.
-'"'u.ica Est¿rs cicl.inicio_
:ffit J?:',?:'lll' :: jq ¿
l' o"it"
crilun cri cru y
"on,o
ri-
á Jg,,, H :, ¿il'ffi ',i,:;"'J
ffi i;';;:T#; | fl X[:
r
9"
lenc'iu ll'ü:f
podría tarnbien iee-si:;ffi"#'.Jrpr"rt,
de la sociologia weberiun, a ese destirado
a"t poi"i'{r"'., potitik
ars Beru/.tot.

,,1 Il.
. . Arendr. ()n l/it¡lt,nce. Nucva yrrk
u'tn,.,.'',1n1T19.,;'r1r.,.¡14,1,
ta vit¡t<,nt.iu..p. ,.¡j.)Hat'courr' Bracc. Jovano-

,^
' üi+,['.!
;*; ( Ir.
I ¡ [iffi :'ffiüf {i1, # :'it
M. W:her. P¡litik ol.s g"lr,,i:'"W'¡r,
I ;' íil;, i, i, L,,,,, n u¡

Duncker un¿ Humoorá,..tozo ots Bt'rtt/, tserrín.


l.t/t< (t ('()m() prulc.sión. ¡i*,a. iri;|, ,l)')i,i.:::!r.ti
(,t(nctu como
Mariri.f 'r:",]L.]]u,.,-.."
t'll;i;"üi lm¡/e.sit'tn.. lu uo_
p".' i''Í,i'.i ;:Xi!;:";
t e n c i u. ati gua
r q ue,, ..1 X^t 1 :í;:,': ;,,
,q,erros.,-ntáffi Ji;:1;,i*.:xñx.l;H:[:l"J?f
l,iln,.;íú],ix
de Jean-Paul Sartre quc
re¡ana. la violencia. encomiaba. a la mancra
s._

366
',rr ('\ccpción. con el uso de un poder que cn última instancia no
',,kr rcctu're a la violencia sino que se identifica con ésta.
Ll ccr.ración teórica de poder y dominio. ya fijada por el pen-
',,unicnto gricgo, ha sido después reforzada «por una concepción
unl)('r'irliva dc la ley»l'' qr. identifica esta última con la orden.
l"r i'st¿r la contribución más consistentc que judíos y cristianos
l¡,rrr tluclo a la tradición del dominio. Esta concepción, efectiva-
nr('nlc. «no ha sido inventada por los exponentes del "realismo
¡r,litico". sino que ha sido rnás bien elresultado de una generali-
z,r. rrin urucho anterior, casi automática de los "mandamientos de
l)ros". segirn la cual. la sirnple relación de cornando y obedien-
r r,r lxrstaba en efbcto para individuar la esencia de la ley>>rr(,.
.',('timo sali¡ pues, de ese campo rnagnético que se crea en
t()r no ¿l un poder y a una ley así entendidos'?
¿Cómo es posible
t,rrrrhión pens¿lr sólo en términos distintos a los que inevitable-
nr('ntc rcconduccn a la idea de dominio'/ Colno ya había hecho
tn Kurl Marx und thc Tadition, Arcndt apela al legado de
,,olrir tradición». Sc lo habíalnos visto hacer cn Lu t,ontlic.ión
Itttutunu y ahora rlás en Sobra la rctr¡lut,ión,. y lo repitc de
rrr,,rlrr cxplícito en el ensayo Sobt.e lu violcnc'iu;

En todo caso - <tbscrl'a - hay tanlbión una lradición y


otro vocabulario no rrenos antiguo y respelaclo fhrmourctlJ
cn el tiernpo. C'uando la ciuclad-estado ateniense llamaba ¿r
sr"r conslitución ist¡nontiu o los ronranos hablaban dc la ¿,ir.,r-
¡¿¿.s al ref'erirse a sll forrna de gobicrno, tenían en ntente rul

concepto de poder y dc ley cuya esencia llo sc basaba sobrc

ll' H. Arendt,Ott Violcnt.e, cit., pág.39. esp; op. t'it.f


tt" lbídcnt. 'larnbión en Kurl lllut..r uncl the[Trad.
Ttutlifion,long drali, cit.. ha-
l,rrr rcccrnstrtriclo el paso dcl signilicado espacial del tén¡ino nomos, laley
{.ilr() línrite que circunda la ciudacl, a un signil'icado que inrplica, primcro,
ilrr;r rrrtlcn rnolal y. posterionnente. la ordcn touÍ «)url. Y ade¡rás prccisaba:
,, \'rr nruclro antes cle las leyes y cle las órclencs clel Vic.jo 'lbstamento, el rlo-
ttt,t.s lxt.¡ik'u.s cle Píndaro sirve dc apoyo a una concepción impcrativa dc la
l,'v lrl n¿¡nr¿r.s dc l)índaro significa orclen, un orulen inscrito cn el universo
il r\ln(), que clcbc clominar, colllo ull sobcrano, sobrc todo lo clue acaccc. lisla
l( \ no cst¿i puesta por los honlbrcs ni cscrita por los clioscs, sino irnpucsta so-
Irre lorlas las cosas. rlrortalcs c innlortales, vivas y sin vicla. y, si sc la llama
,lrvrrlr. cs porquc gobicrna incluso sobre los dioses.» lbítlcm, pág. 53.

369
Elpunto de üsta weberiano, en definitiva, no logra encontar
oposiciones sustanciales y reales. Y esto indica sobré todo que el
concepto de Henschafi Elaborado por Max Weber cristaliza en si
mismo, de una forma lógicamente perfect4 los elementos de una
lfgu I casi incontastada tadición: la tadición que conectó el po-
der político al Estado a través de la noción de soberanía: una línea
de pensamiento que nace con Bodin, se afirma con Hobbes , ata-
üesa el.pensamiento de Rousseau y sigue üüendo hasta Carl
Schmittll2. Todos estos autores coloóan én hs manos de un solo
zujeto, el Estado, que en el caso de Rousseau se identifica con la
voluntad general, el monopolio absoluto del poder. pero las defi-
niciones weberianas «coinciden t¿mbién con los términos usados
desde 11 antigliedad griega para definir las formas de gobiemo
como el dominio del hombre sobre el hombre: de uno, en la mo-
narquía, o de pocos, en la democracia»»Il3. Desde cualquier parte
que se mueva su investigación, Arendt siempre retoma al elemen-
to cenfal de stt Grundfrage: al problema de la continuidad de un
pensamiento de dominio, de una teoría que desde platón ve el po-
der sólo como un instrumento de coerción. Así Max Webef es
sólo la expresión ultima y m¿ás exhausti¡¡a dela Main Tradition en
la que campa incontastada la idea de dominio. Una tadición de
pensamiento que es la ofa cara de aquella continuidad institucio-
nal de gobiemo que une los imperios antiguos al estado de clases,
el estado absoluto al rule of nobody»lla. Y para la autora no hay
una gran diferencia ente que el Estado se conciba y organice
como Estado absoluto o se configure como Estado de derecho.
De cualquier modo es incontestable el hecho de que en ambos ca-
sos el poderpolítico se considera como una cosa de la que se pue-
de tener la posesión y que se ejercita a través del uso dé h üóten-
cia. Y todo la experiencia de la estatalidad resulta comprometida,

r12
_ H. Arendt, OnViolence, cit.,pág.38. [Trad. esp.: op. ciilVéasetambién
el ensayo de H. Arendt, What is Freedom, cit,págs. 164-165. Acerca de la crí-
tica arendtiana de la noción de soberanía, véanie Ías páginas de este ribro dedi-
cadas-a la interpretación de Hobbes y de Rousseau suministrada por la autora.
I 13 ^En
H. Arendt , On Violence, cit., pág. 39. [Trad. esp.: op. citJ su opinión,
también los griegos, no menos que los romanos y los crisiianos, han considera-
do las formas de gobiemo como variantes internas de un sistema de dominio.
,14
Cfr. ibídem.

368
la relación comando-obecliencia y que no idertil.icaba el
poder con el dominio ni la ley.o,., él ior,,undo. Ha siclá
rrinro de violencia, «debería estar reservada, en sentido estricto
tos-eje,plos a ros que ros hombres dc ras revolnciones del
a es_ ,lt'l tórmino, para la "Íherza de la naturaleza" o la"fterza de las
siglo x'rrr ha. aperado cuando ha, clado fbncro a los aichi- circunstancias" (a ./brce des choses), es decir, para indicar la
vos dc la a,tigüedad y han constitr-riclo una fbnna a" goui.r- ('ncrgía desatada por movimientos fisicos o sociales»120. Por lo
no, la lLcpúrblica, en que cl clonrinio cle la lcy, basícla so_ t¡rrc respecta a la violencia, como se ha dicho, ésta se distingue
la
bre el poder dcl pucblo, habría puesto fin al áominio dcl :lrbrc todo por su carácter instrumental y «desde el punto de
hontbre sobre el hontbre, qu" r ista fbnomenológico se acerca a la potencia, dado que los me-
"ilo,
consiclerabau ((ult Lgo_ -'
bicrno trlecuado plrrl los escltvos,,tt . tlros de la violencia. como todos los otros insttumentos, están
( r.c¿rclos y usados con el fln de multiplicar la potencia natural, a
. - En estas experiencias antiguas, así como en las ntodernas
de las revoluciones; en los «eicritores políticos». qr-,., u á,ft
lrn cle quc en el último estadio de su dcsarrollo, puedan susti-
trrirse por ella»121.
renci¿r de los fllósofbs. prestan atención ¿/ire.tamanTc A clit-erencia cle la violencia, que.es un medio en orden a un
a .s he-
chos t'aulc,,s de la política;en surr¿r, e, csta «tradición I rrr, el poder es un f in en sí mismo. Este no es nunca propiedad
clistinta»,
het'ha dc fugaces aparicioncs e i*previstas resrrrrecciones ,lc un individuo, pero pertenece al individuo y continúa exis-
his-
tóricas y teór'icas, sc encuentrun pi.to. que rcconcl,ccn a trcnclo sólo hast¿r que el grupo permanece unidolll. A la par de
un
<<podcr puro»r rt, a ur-r p.cler que no puede bonfirndirse l;r acción, de la cual deriva. cl poder no tiene nccesiclad de estar
. al mocro
clc la ciencia política dc hoy, pero tarnbién clc la ritosoi¡a
p,riiti- ¡ustificado en finalidades que lo transcienden «siendo inheren-
ca de siempre, con la potencin. con ra frcrza o con Ia It' a la existcncia misma de las cornunidades políticas>>121. Lo
viorbncia.
De rnane-ra la potencia cvoc¿l <<algo en singuiar, ,¡trc si acaso le sirve es la legitimación: una legitimación, en
-inequívoca,
u.a cntidad inclividual; algo propieciacr clc ,,,., nñj.-t,-, o clF ,,na torlo c¿lso. quc derive «del hccho inicial de encontrarse.iuntos».
pcrsor¿r, se rna.ificsta cn relación a olras cosas persouas, nxis que de una realidad externa y extraña al mismo estarjun-
o
perc cs sustanciahnente indepenclicnte de éstas»re. N4icntras, Ios. Como tendremos oporlunidad de observar más abajo, la
la f,crza, que, a rnenudo, en .'r renguaie coticriano se hace rroción arendtiana de autoridad corresponde a la exigencia de
si,ó-
rrnu legitimación de este tipo y al misrno tiempo consiente una

rrr
[1. Arenclt,On l/it¡l.ent,t, cit., pág.40.
lrs Accrc¿l clc Ia nocitrn,lc [.l.racl. esp.: o¡t. tif.f
up,r.i.ipur.r, c, Honrah Arenclt. vóasc er t)'t lbídem.
i ntcrcsante cnsayo tlc U I{ i
coeur,' [ 1 ¡ u tt ii r t, f [i t ¡ l c t rl r.),. i, p¿gr.' )O_Dl S,
t ¡ l'rr H. Arendt, On Violence, cit., pág. 46.
interp.ctació, pole'niza co, ras recturas dc Ira,narr e..,r.it, tt
iiio ,ó.,-,ü¿"_ lbídem. Sobre esta clistinción, véase también H. Arendt, The Human
tle lu ¡ntlit,'. r'r()sriilgica tle rrrr pasad. qrrc qrrcrria a lotla
'a cosrl lrlrcer rcvi_ t ttttditir¡n, cit.,
pág. 201 ftrad. esp.: op. r.'il./: «Si el poder fuese más que esta
vrr LIL'nlcnera anlrcrtinica. lrn particular, cl cnsayo cle Ricoeur
cs una res_ ¡,,,lcncialidad implícrta en el cstar juntos y si pudicsc ser poseído como la
pucsta i,dircct¿r al l'amoso artículo cle.l. llabcrmas,
«Hannah Arcndts B;g"lfr ¡rrrlcncio e implicado como la fuerza, cn vez de ser subordinado al acuerdo
cler Macht», l'la'kur XXX..núrm. r0, r97(t, págs. 946-960.
Una i,ri.i[,-1tu rrrr'lcrto y sólo temporal de muchas voluntades e intenciones, la omnipoten-
ción r,uy seme.jante a la clc Habcr,rnr, u,n,1u. lio crítica en ros
anhrisis cre la , r;r scría una concreta posibilidad humana. Efectivamcnte, el poder, como la
autoru, es la cle I). Stambcryc¡ «Dic uc.rrnlic,.,. Stadt.
übcr Ur,r,J n.or¿t, ,rttrrin, no está suieto a límites; no encuentra ninguna limitación fisica en
ldee cler l'}olitik», Merkua: XXX, núm. I0, I976, págs. 935_945;
nah Arendt - Denkerin der polis», en tj.
il, uior_ l;r rraturaleza humana, en la existencia de otras personas, pero este límite no
Nordhoi¡,it"¿ l, pn.r,r¡r,.q).;r,i", , :. :rccidental, porque el poder humano corresponde, en primcr lugar, a la
Phiktsophen des 20 .Iuhrrtrtt(rt'rÍ.\ in p()rt*tit,t, Kónigsteiii, aitr"r'ir,, v..- i .rrrliciófl de la pluralidad. Por la misma razón, el poder puede ser dividido
lag, 1980.
I I" ',rr (lue disminuya [...]. La potencia, por el contrario, es indivisible.»
H. Arendt , On t-iolent.e, cit., phg. 44. lrt H. Arendt, On Violence, cit., pag. 52. [Trad. esp.: op. cit.J
[.Iracl. esp.: op. c,il. f
370
371
cntica de aquellas explicaciones de la legitimidad que apelan a ción se reduce al rango de cualquier otra profesión que pierde
<<entes>> o ((razones>> transcendentes. toda connotación política en sentido propio. Cuando los repre-
El poder no sólo no equivale a la violencia ni se funda en scntantes se convierten en los eiecutores de las insttucciones
ésta, sino que poder y violencia se excluyen recíprocamente. t¡ue les dan los electores conservan sólo la posibilidad de esco-
Donde está presente el poder, allí seguramente no aparece la g,cr entre «considerarse ordenanzas en vestido de ceremonia o
violencia y viceversa. Y si en la realidad no sucede casi nunca cxpertos pagados como especialistas para representar, al igual
que éstos se den del todo separadamente, es, sin embargo, ver- t¡ue los abogados, los intereses de sus clientes>>12('. En el caso en
dadero que cuanto más difusa es la violencia, tanto más sofoca- cl que la representación comporte, por el contrario, participar
do está el poder: «El dominio por medio de la violencia pura cn la vida política en lugar de los otros, de tal manera que estos
entra en juego cuando se está perdiendo el poden>12a. «Por lo s(rlo estén simbólicarnente presentes, esto significa sostiene
demás, la violencia siempre puede destruir el poder; del cañón Arendt apelando a las afirmaciones de Rousseau-- que los
del fusil nace el orden más eflcaz que tiene como resultado la clectores han renunciado en realidad a su poder « y que el vie-
obediencia más inmediata y perfecta. Lo que no puede jamás io adagio "todo el poder reside en el pueblo" sólo es verdadero
salir del cañón de un fusil es el poden>r2s. ¡rara el día de las elecciones>>127. En ambos casos, con la repre-
scntación se registra una pérdida política que es, quizás antes
4. Un poder entendido como pura dynamis que se actuali- t¡ue nada, una pérdida existencial, pues representa para el indi-
zasólo con el estarjuntos de los hombres no solo comporta una viduo la imposibilidad de tomar parte en el juego del poder en
tan radical colno obvia deslegitimación del concepto de sobera- rrn espacio público, perdiendo así la ocasión de la propia indi-
nía. Ya se ha visto cómo Arendt es contraria en igual medida viduación.
tanto a la soberanía absoluta del Leviatán como a la soberanía Por los mismos motivos por los que no es representable, el
popular dol cuerpo polítioo rousseauniano. Por obra de la rede- ¡roder no es ni siquiera alienable. Si no es una posesiórl de los
finición conceptual que Hannah Arendt actualiza se trastoca rnclividuos tomados uno a uno, si el poder consiste en relacio-
también la noción de representación política. Si desde un pun- ncs y vive de éstas, no puede ser cedido a otros. En esta pers-
to de vista histórico-concephral la autora está dispuesta a reco- ¡rcctiva se debe colocar el distanciamiento de la autora de la
nocer las diferencias que existen entre un régimen absolutista y rrlea de contrato social, una noción a su juicio frecuentemente
un estado representativo, bajo el perfil lógico el principio de la trtilizada sólo como medio para mejor justificar el dominio, re-
soberanía absoluta y el de la representación coinciden. Lo que curriendo al artificio retórico del consenso. Si bien. como se ha
denominamos representación política es para Arendt un térmi- ,rbservado, en Civil Disobedience llega a distinguir entre una
no que en realidad vehicula un significado profundamente anti- ,<versión verticab> del contrato en la que todo indivi-
--aquella
político. O bien la representación es una ficción o bien los re- tluo, en su aislamiento, se pone de acuerdo con los otros para
presentantes lo son sólo nominalmente; de hecho estos son r,er-
daderos y auténticos actores que exclusivamente detentan el
monopolio de 1o político o, si los representantes están obligados a 116 H. Arendt, On Revolution. ctf., pá9. 237 . [Trad. esp.: op. cit.] Para
tutelar los intereses de quienes les han elegido, la representa- una reconstrucción de la noción de representación que discuta también las
¡xrsiciones de Hannah Arendt, véase H. F. Pitkin, The Concept of Represen-
tttti¡»t, Berkeley, University of California Press, 1967; H. F. Pitkin, «Repre-
.;crrtatioru>, en T. Ball, J. Farr y R. L. Hanson (eds.), Political lnnovation and
124
Ibídem, pág.53. ( onceptnal Change, Cambridge U. P, 1989, págs. 132-154.
l2s
Ibídem. rr7 Cfi. H. Arendt, On Revolutíon, cit., pág.237 .

372 373
prestar obediencia al soberanc- y su «versión horizontab» llicn consciente clel hecho cle que el «poder puro)) dificihnente
-una
especie de aliarza en la que los indiüduos se vinculan i,,gr"-Áittii al tiempo y de que pué.ae incurrir en aquellose
recíprocamente con mutuas promesasl28-, Arendt sigue ajena t.lr.ctos perversos q.,. r" o.iginán en el carácter irnprevisible
a la tradición contractualista. La idea arendtiana de powei im- rrrcversible de la acción.
plica la noción de consenso sólo cuando esta última no coinci- Conunaimagensepodríareprcsentarelintentodclaauto-
da con la unanimidad, a saber, cuando el consenso se piense, ,,, .,,*o irt"ntó cle püntear un ¡"go' cl del poder' en el que
con Lyotard, en conexión con la «disidencia»; siempre que sig- "t
l,,s jugaclores escogel librelnente las reglas a las
que atenerse
nifique consentir sobl^e^ el hecho de que se disiente y re p.r"d'e (^¡ cl ffromento rntsmo en el que se deciclen a jugar: un juego en
continuar disintiendo I 2e. , i .1u" las rcglas son fijaclas, áe acuerdo y al
tnisrno tiempo' por
r,,,1',r.t los paiticipantei. sin que se les irnpongan.desde
el exte-
,i,,,lo le, .sean e.stablcciclas iólo pot un restringido número.de
pretende ha-
6. Le AUToRTDAD
i,'grJ"*t. erera cle la rnctáfbra. io que la Arendt
problema política es
¡'i;:lensafire y éste es su vercladero
1. Estado, gobierno, soberanía, representación, contato, los ;;¡; cle conjugar pocler y estabilidid sin nega¡
como.han
términos en los que se ha expresado la filosofia política, particu- "',
i,".i.,; i., pri,r.i[ri"* ,.:"t"gurías tle la l'ilosofla politica. la f irri-
larmente la moderna, son para Arendt la modalida¿ a traiés de la trrtl y la temPoralidad.
cual
_el
podel se ha reducido al silencio. Se configuran como
aquel-l_o9 <<universales políticos» bajo los cuales el pensamiento 2. soll o, me-ior ciicho,.cuáles han sido los «f-acto-
¿',Cluáles
los lí-
metafisico ha asumido la singularidad que constituyt h política, rcs estabilizadorcs>> i. ,n poder así cnte,dido'/ ¿,cuáles
que re-
aquellas categorías gracias a las cuales se ha podido ñegar lo rrrilcs ¡rrotectores aptos para conf-crirle permancncla'
La
<<propio» delapraxis. Comoqüera que se las entienda, cada una ,,.Ji.i-, la fiagiliclacl connatural a su carácter potcncial'/
de ellas remite ineütablemente a la-noción de dominio, nacida ,.rpr"tto, o ñejo., un intcnto clc rcspucsta cs insit]uado por
junto a ]qf!!9gofia que niega pluralidad y cambio, contingencia e ll¿rirnah Arendtá través rle la noción tle autoridud.
Con serl")e-
imprwisibilidad; que, en una palabra, riegael tiempo. evasivo>> dc los f-enórnenos po-
i,,'-,t. iro.iOn se rcf ierc «al rnás
qLI: ésta sea
Ahorabien, no se debe pensar la redefinición arendtiana de iiti"or; no puecle asotnbrarnos' por consiguienle'
tino>>. La autori-
power como una celebración incondicionada de un poder que, lrr noción que con «rnás l'recu.n-"iu t" ttsssin
para seguir fiel a la propia naitraleza «an-arquica», nunca cosas.tolTo la auto-
,i',..i ,,pr"¿" resiclir cn las personas , hay
debe ponerse ni reglas ni límites. Hannah Arendt, en realidad, én la relación entre el
,i..f,,.f pé.tonal que existe.'por e.iemplo,
intenta fijar teóricamente el modo de sustraerse a la fuerza. ;r,;;;;i,;¡y .f rri¡o y cntre elenseñante y el alurnno o bienel
atractiva y aseguradora del dominio sin caer en la exaltación como,.por. cjemplo'.en
de un desorden tan caótico como evanescente, que, en todo
i;,;.'?;;;;iii. "n lo, "urgo, públicos,
scnatu) o en las funciones jcrár-
Sc.¿rclo romano (uucnñtas-in
momento, puede arraenazaf la existencia del espacio público. ,ii; .1. il1gt.riur. Dondequiera que resida, escribees Hannah el reco-
f |cr.,dt en so"bre la violencia. uru .usgo específico
nocitniento indiscutible por parte de áquellos a los que 'se lla-
r28 Cfi. H. A¡endt, Civil Disobedience, Crises o/'the Republic, ni la per-
,,'lr ¿r obecleceq sin que Sean necesarias ni la coerción
et7 ciL.,
págs. 85-87. [Trad. esp.: crisis de la república, op. cit.J La distinción arencltia-
requiere.res-
na evoca la hadicional enfr.- pactum subiectionis y pactum societatis. srrasión [...]. Para pécler conse.rvar la autoridad se
el cargo' peor enemigo de la
¡,.t,, poi lá p".ron" o por
r2'{)
Cft J.-F. Lyotard, Le ddJérend, parís, LeiÉditions de Minuit. 19g3. E'l
fTrad. esp.: La diferencia, Barcelona, Gedisa, 1988.] por consiguiente, es el clesprecio y el modo tnás se-
,',,ro.ic1acl

374 375
.rt'nrlrc¿rb¿I estar ligados al pasado, ser reconocedores de cllo. re-
ur,'nr()r'anclo const¿rnternente el acto de nacimiento de la ciudad.
,,1\rr consiguiente. la tríada romana de religión. autoridad y
tr.r,lrcirin»>l'15 unía a los romanos entre sí en el momento misrno
¡ n ('l (luc los unía a la sacralidad del pasado. Pero esta autori-
,l,r,l rlc la traclición en las lnanos del Senado. autoridad que
rrr,urlcrrí¿l vivo. unido. un cucrpo político, cra explícitarnente
,lr',trnlu clel poder poseido por el pueblo. «Característica prin-
, r¡,;rl tlc los dctentadores de la autoriclad es la de no tencr nin-
l,rrn ¡rocler: cum ¡toÍe,;tas in po¡tLtlo uut'tot'itas in scnutu sit»,
rr'( uer'(l¿r Arendt, apelanclo a la afinnación de Cicerón en el
lt, lt'.gibustru. Ya que privada de poder efectivo. la naturaleza
,1, l:r uutoridad. así como cl conccpto quc lc corresponcle. apa-
rr'( L'n cxtrañarnetrte evasivos. E,lla «aumentaba» el poder. se
¡,,,rlr iu quizás decir que lo lcgitirnaba. vinculando l-nutuamcn-
t( ;r l()s ciudaclanos y «ernpeñánclolos» cn los problemas dc la
{ rr(Lr(1. sin recurriren absoluto ni a la irnpcratividad cle la ley
r,r ;r cualquicr otra fbrma de cocrción externa. Una autoridad
, rr ,lcf initiva qlle hace posible pensar en una fbrma de legiti-
,rrrrl:rrl que asegura la lev y la vida cle una comunidad sin ape-
l.rr rr algo trasccndente. a una «ley de leycs». Una autoridacl
(tur'(lcri\'¿l cle la fundación y no dc un fundarnento Írltimo y
,,. r¡rolítico>>.
l'cro si cl término y el concepto cle autoridad ticnen su ori-
r,('n cn una experiencia exclusiva y autclnticamente política. el
l)r( )ccso clc su transmisión en el transcurso dcl pensalniento polí-

It lltrrrig. «Arendt\ Accounts of Acting and Authority>>,en Polificul'I-heor¡'


,tttl tlt( Di.splucemt'nt ol Politic'.s. Ithaca, Comcll U. P, 1993, págs. 16-125
r .'i l-24). Para una reconstrucción histórica del concepto de autoridarl véa-
,, I. Uall, «Authority and ('onccptual flhangc», cn J. R. Pcnnock y J.W.
t lrrpnran (eds.). «Authority Revisited», 1y'¿¡rr¿¡s, XXIX. 1987. págs. 39-59;
t ( irrlli, «Autoritá», en Enciclopetlia delle scienze sociali, a cargo de G. Be-
,lt t lri. Roma, lstituto dell'Enciclopedia Italiana, 199 l. vol. I, págs. 432-433.
\' H. Arendt, «What is Authority'/», cit., pág. 125.
|
1'" Ibídent. pág. 122, dondc a cstc propósito se precisa que la autoridad
,lt los rornanos es «extraordinariamente seme.jante al poder "judicial" de
f\l()rrtcsquieu, que, segiur el autor mismo tenía un poder en quelque lügut
ttttllc. si bicn en los gobiernos constitucionales representa la autoridad».

377
guro de sacudir las bases es la risa»r30. La más importante de
sus propiedades consiste en que implica un tipo de'obediencia
<<en la que los hombres mantienen su libertad»r31.
Pero la autoridad no. es ni una experiencia ni un concepto
universal. Ha existido. y ha sido pensada en un tiempo y ..r'rn
gspa_c¡o particulares: los de Roma. «podemos decir'quá desde
los inicio-s de la República hasta los úrtimos años de la edacl im-
perial»l12: tal es el contexto histórico en el que upu.""i.ion-y
r"
mantuvieron vivos la palabra y el concepto áe auioridad. Líau-
toridad derivaba delapietas con la que los romanos miraban a
la sagrada fundación de su ciudad. «La palabra attctr¡ritas
afirlna Arendt - deriva de augere, .aurn^entar,, y lo que la
autoridado quien la detenta constántemente aurnenia es lá fun-
dación»r.. Los que estaban investidos <Je la autoriclacl los an-
cianos, Ios patrcs constituían el Senado. Estos enlazaban, gra-
cias a la tradición, con_la funclación originaria dc Roma y".on
cuantos habían puesto los ftlndamentos, ros maiotes. Rn íirtu¿
de sernejante lazo tenían el cleber de aumentar y transrnitir su he-
rcncia. De ahí, el contenido eminentemente poÍítico cle la religio-
sidad rornana. Efectivarnente. precisa Arcnát. en el contextcr"del
cspíritu de Roma «religión significaba ritemlme.te re-ligarc, es-
tar vinculado a aquel d9be1 gr.ndioso. casi sobreh,,,rrño y por
tanto legendario. de echar los fundarnentos. poner la pieclia an-
gulaq fundar para la cterniclad»r.,1. Ser religiosos, por tanto,

rr0 H. Arendt,
On Violenc.e, cit., pág. 45. [Tracl. esp.: o¡t. c.it.]
lrr H. Arendt, «what is Authoriiy'/"».
en'Between pasf and Futurc, cit.,
páS !.06 lTrad. csp.: ttp. <.ir.f
' tl. Arendr, «What is Authority,?r),
rrr H. Arendt, «What is Authority,l»,, cit., pág. 120.
c¡t., ilágs. l2l_122.
ttl lbídem. pág. r2r. r-een cl tiatamientá
árencrtiano de Ia autoridad
en clave puramente nostálgica y anti-modcma R. B. Friedman, «on ihe
corrcept of Authority in politicar phirosophy», en R. ts. Flathman (ed.),
Cr¡n-
cepts in sot'ial ond Politicul phiro.sopht,, N,eva york, MacMilian, 1973;
R. E. Flathman, Authot'itt, ctwl rhe Atith'orilutit,e; The ptuctice ty''p.titkal
Aufhority, Clhicago. Chicago Univcrsity press, 197g. para tales autoies, ,t.endt
argumcntaría silnplemcnte quc en la Edad Modcma la autoriclad ha ido
co-
rrompiéndosc hasta desaparecer. para una considelación intcresante
cle los di-
versos aspectos del tratamiento arendtiano del problerna cle Ia autoridacl
clt
376
tico occiclental ha cornportaclo notables translbnnaciones cle su rrrtlividuos. No mana de una fuentc trascendcntc dc autoridad
contenido scr-r-riurtico. Transfbnnaciones que han tenido inicio (luc. cn virtud «le sernejante trascendencia, se imporlga-y orde-
cuando los romanos. rnoviclos por la rnisma veneración haci¿r ,,c. Ya se ha observado que Arendt ¿r menudo recuerda a sus
los predecesorcs. adoptaron colllo autoridacl cspirinral la hercn- lcctores que. antes <lel proceso de universalización operado por
cia de la filosof'ía griega. [)c estc rnodo, la «iclcocracia» plató- lrr l-ilosofia, el nonuts griego rernitía a la itna-ue¡ de los rluros.
nica. con toclo lo que ella c.rnportzr. introcluio rnodificaóio.es tlc los límites qu" t".íun neccsarios para rodear y proteger la
significativ¿rs c, la noción l'or,¿ln¿l de autoriclacllrT. pero por cn- rrctiviclad y las accioncs de los hotlbres. De csta lnanera. estos
cima dc esto. clebc consiclerarse cl hecho clc que la herencia po- rrrtroclucíán un clemento cle estabilidad en el cotrtinuo cambiar
lítica y espiritual de Rorna. que resiste victoriosamentc iura V rlcvenir de los actores hurnanoslr'). También la ley romana.
¡rrueba dccisiva cual firc la caícla del Irnperio Rornano. pasci a ¡rrrr rnás que sll significado sc
dif.ercncie del de nomo.s, tiene
la Iglesia cristiana. Y si bicn la Iglesia se acla¡rtó cornpletanrcn- tonnoiación rlunclana y cspacial ¡' no remitc a una entidad
tc a la rnentalidacl rom¿lna, tanto corno paru interpretaila rrucrte ""t
s¡prelra que cxiia la orden. E¡ origen. la /er no pretc¡dia nada
y la resurrccción de cristo corno la funclaci(ln de una nueva ir-rs- ,,,á, q.," r-elación. ¿rcuerdo. aliatlz¿t entre las cliversas partes. La
titución. clla sicrrpre firc ura anómala comunidad hurnana. clo- ,rtrtorá esá más qllc convencida cle que. en el intcrior del pensa-
minada por un¿r proftlncla avcrsión por la política y por el nrun- ilricnto político óccidental. sólo Montesquietr ha resucitado la
do: rasgo qrc la cristiarclacl había hereclado de lós filósolbs .,,,.,..p.ión lom¿lna al describir las lcyes corno nr¡t¡xtt't.s.ta.(t. En de-
griegosrr§. Asi. si. de un laclo. la filosotia y cl cristianisr.l.ro con- linitir,á. ni el r¡or¡r.r.r ni la /e.r tctlian rlccesidad para lcgitirnarse ni
tribuyeron a articular conccptualmentc y a transrnitir a lo rargo ,lc rnandauriclttos clivinos ni clc utl¿r presunta raz(rn tlatural. Sierl-
de los siglos la cxperiencia romana de la uut,tt¡t-itas, de otro. cn-
l)l.c que las leycs se vean en
est.s ténninos «relacionales» y espa-
viaron por las vías dc la tratlición una noci«ir-r cle autorirlarl c¡ue , ¡,,1.x. el pnrblerra fllosófico cle ctlcontrar la <<lcy itltitna>» pucsta
p.aulatiniuncnte fue perclicnclo la propia ligazón con la origina-
lx)r una ónticlacl suprcma pierdc scnticlo. par¿l scr sustinrido por
da expericncia política clc la que había surgiclo. La autoricrácr se ,,.¡|.rel quc prccisarnente há ocupado a_los lomanos, inherente al
conviertc cle csta rr¿urera en sinónimo clc firente legitirnante, ,,,antenirni'cnto y a la estabilización del podcr clc lnuchos'
extcrna y trascendente, clc la vida de la ciuclad y de su lcycs. Ni
los gricgos de la polis ni los romanos cle la urbs habian aclver- 3.Enelensayo«Wlr¿rtisAutlrori§.]».Hallnahfu.errdtsos-
tido jamhs Ia perentorieclad dc semcjantc fircnte extcrna y tras- licne que la traclición rolnan¿l cle la autoridad que presuponía la
cenclentc para justificar sus lcyes. ,r,,ción de lcx, ha venido ¿r tl.lenos en el rnunclo moderno. Ha cle-
T¿unbién por lo quc sc refiere a la noción de ley. Arendt saltarecido tgtaftnente aquella autoridacl qlle cn sustancia cra
apresta la acosfurnbracla cstrategia consistente en rceucontrAr rilra autoridacl del .e.uerá,, clc la ernpresa cotnún de la funda-
en el pasaclo que ha prcccclido o que ha ig.orado la «tiranía cre ertin. que por sí sola poclía attt.ncntar y lcgiti¡-rar el poclcr sin
la f ilosofla» las huell¿rs cle un rnodo dc pensar la política extra-
ño al univcrso conceptual dcl dominio. A pcsar de quc los grie-
gos y rontanos conciban cle maner¿r difbrente la ley, pam am- tre ('f-. H. Arendt, On Rett¡ltúit¡n, cit., pág. llt6 [trad' esp"' rt¡t citl'
bos, en todo caso. ésta tierre que ver con <<relacione.s entre» los \/óase sobrc toclo H. Arenclt, Kurl MaÜ arul lhe Ttudilitn, long clrali. cit..
¡rigs. 26 y ss.
u,) (íl'. H. Arcndt. Korl llut.x und the TtutliÍit»t.lo,g draft, cit., phgs. 54

t\t r ss.: ll. Arcndt. llLts isf r1¡litik'l l.'trtgnenÍe uu.s tlem Nuchloss (1957). ccl. de
lbítlem, págs. 123-125.
trs lbídem, págs. 125-127.
ll I.rrc1z. Mtrnich. Piper. 1993. prigs. 127 y ss.: H. Arendt. ott |lev¡lutit¡tt,
, it.. pág. I tttt.

318 319
traicionarlo, que por sí sola podía perpetuarlo sin traducirlo en rrcnoia romana en la fundación de una ltalia uniflcada, destina-
violencia. La única experiencia política que había introducido ,Lr ¿r convettirse, para la nación italiana, en la sagrada
piedra an-
en nuestra historia la palabra, el concepto y la reariclad cle la au- l,t llar cle una estructura política "eterna", tal y co.rno 1o habíasido
toridad -la experiencia rornana de la fuÁdación parece ha_ '
¡,,,,.a los pueblos itálicoi la fundación de la Ciudad Etenta>>'*r.
berse-perdido y olvidado completamente>>r1r. Esta aiirmación, Aunque acostumbre a contar a Maquiavelo entre los «escri-
en todo caso, no representa la última palabra cle ra autora sobre r,,r-cs politicos» que se dif.erencian de los «filósofbs
políti-
este asunto, ya que Arendt reconoce que en la historia de las , os>)lli precisanrente por mirar a lo político de manera directa.
ideas y en la historia política, hay al ,renos dos experiencias en '.,,, ningt na voluntacl de obligarlo y tnricionarlo dentro del or-
las que la noción de autoridad y aquella otra conettada a la de ,l.n cleírealizador clel concepio, Arendt se ve obligada a recali-
fundación. desempeñan un papcl clecisivo. se trata respectiva- lr|ar. sobre todo en cl ensayo«What is Authority?r>-' el
juicio so-
tnente_de la expericncia dc Maquiavclo y de la experiencia po- l,r.t el secretario florentinó. Maq,iavelo, en realidacl no podía
lítica de las revoluciones modernas. lrntitarse a recuperar y a beber directarnente de los archivos dc
En «What is Authority?>>, en Sobre la revoluc.ión y en el i,, t oJ-On y cló ta expcricncia romana. «Debía proveer a
la ar-
inédito From Machiavelli Ío Marx, el escritor frorentinó no es rrculación tcórica de iquellas rnistnas experiencias que los ro-
leído ni corno el astuto teorizador cle una «cloctrina demoníaca nlrnos no habían conceptualizaclor,rrT. Y en la rnedida en la que
del poctrcr» que se burla de cualquier criterio moral, ni como el ," ;i" obligaclo a tratlic,ir en cont:eptos la expericncia de la
genial inventor dc la <<cicncia política mocl..rna>>. Maquiavelo, lrrnclación, ésta se clasificó autornáticamente entre las diversas
por cl contrario. es alabado. corno ya se ha visto, por ru uur,-ro. l()nnas clcl «haccr», tbrtnas caractcrizadas por cl recurso a la
al ntundo», a_ la «grand eza>> y al <<valon>: es clecir, por aquellos fi,gi., <<medio-fin)), y, en consecuencia, de la violencia' He
va_lores que llarnan la atención sobre una noción pólítica'y «ci- ,,.irí cl otro elemento-que hace cle Maquiavelo el progenitor de
vil» de virtudrlr. Pero sobre todo, y esto es lo quó en esté con- lrrs revoluciones mocleinas'a*. Tanto es asi que Maquiavelo
pa-
texto interesa, Maquiavelo es- interprctaclo colno «el padre de rcce hablar la misrn¿r lengua de Robespierre: <<En las palabras
las revoluciones modcrnas»r*. É1. éfectivamente, fijaba «en la ,lc Robespierre que justifican el Terror ("el despotismo de la li-
firndación el acto politico ccntral, Ia emprcsa g.un,r" y única lrcr.tad.ontru la tirañía";, parecen sonar casi al pie de la letra las
que constituía el espacio público político y hacÍá posiblé la po_ trutrosas afirmaciones de^Maquiavelo sobre la necesidad de
la
lítica»raa. Efbctivamente, él se vio impuliado poi esta \1iolencia para fundar nuevas comunidades políticas y para re-
ción a investigar el núcleo de la expeiicncia pólítica cle"onri.-
los ro- Iortnar las corruptas»rae. Maquiavclo, al igual que Robespierre
manos que descansaba sobre el carácter centrál c1e la funclación
y de la autoridad y a creer «en la posibiliclacl de repetir ra expe- *
1)5 lbítlent, pág. 138
rr() Cli. H. Arendt, Fittm Mctc'hiuvelli to lllurr, cit', págs' 0234fi-An454'
rrr H. Arenclt, «What is Authority», cit., pág' 138'
Iar H. Arendt, «What motivos' por su
is Authority?»), cit., pág. 136. 'u iírto*, pág. 139: «Bs prccisamerrte p.r-cstos clos
,lcscubrimiento'de'la cxperienóia de la fundación y su rc.intcrpretació.n cn
r1r Cft. H. Arendt,
Fir¡m-l,tu.hictrótti t,, Un^(1965), Washington, Library
of C-'ongress, «The Papers of I lannah Arcnclt», box 39, págs. 0Z:7SS_ 023457 .
,ii:,"inot qu. justifican ei uso de los meclios violentos para la consecuciónde
el padre de las
Para una interprctación dc Maquiavelo sobre las pistas dc-la arendtiana, tam- ,;,, iii-, ;;pi;;o, por lo quc Maquiavelo puecle ser considerado
bién a propósito del concepto de autoriclacl véaie H. F. pitkin, Forttute is, ,,'u,,l,ciones mocle.ras, a cacla una cle ¡.as cuales puede ser extcndida.la ob-
144¡man, Berkeley, University of C-'alifornia press. lr)g4. ,,.,uu.iOn cle Malx según la cual la Revolución Francesa aparece en el esce-
rar H. Arendt, «What
isAuthoriry». cit.. pág. 139. rrrrrio dc la historia con vesticlos romanos'»
t11 Il:¡ítlem. tJ" Ibídem, pág. 138.

380 381
y tantos otros actores revolLlcionarios, conlürde el acto prurar y l.r I iolencia. sino sirviéndose de una constitución. tan-rbién lo es
político dc la firndación. de la que deriva la autoridaci en fbnna ,luc ¡o han sido c¿lpaces de comunicar y transtnitir la experien-
de un lazo que' se rnantienc en cl recuerdo. cor-l la fbbricación. ( rir (lc la que Maqúiavelo decia no ser ((cosa rnás cliflcil de tra-
con la construcción de un objeto llamaclo república. «Su r,il. ni rnái dudosa cle lograr»: «clar vida a un nlrcvo orden de
lrro-
blerna (cl de Maquiavclo y Robcspierre) cra, Íiteral,rente, ¿e t oslls>)li.r. Ellos pensaron Su emprcsa uO Coltlo rrna innova-
hacer una It¿rlia unida y un¿l república fr'¿rncesa. y su justif-ica- "l ( r()n. silto cotlto una repetición, la repetición de la fundación
ción de la violencia nacía y recibía su intrínscczr plaúsibiricla<l ,1,.' llrlna. Y cu¿rnclg tniraron en los archivos rolll¿Itlos para Sa-
de una argu,rentación irnplícit¿r: como ,-,o re precle h¿rccr una , rrr e.icrnplos, descubrieron quc el misrno inicio clc Roma era
rnesa sir"r abatir árboles o un¿r tortilla sin ronrper el huevo. r-ne- r rr rtio cómo una reedición clel comienzo de Troya' Y quién
nos sc puccle hacer una Repúrblica sin rnat¿rr a al_uuien>»r.0. tlajo ',.r[c cuántas otras firn«lacioncs. nos parecc dccir Hannah
este perf il, Maquiavelo no cr¿l ror¡¿lno: rnhs bicn había caícro en \rcnclt en las priginas de La vitla tlel espíritu. etr las que retor-
la órbita cle gravitación clc la l'ilosofia quc intcrpreta er actuar a nir por últir¡a vez sobre el argutnc-nto, Se poclrían encontrar
la luz de la actividad clel lracer. ,l...ti¿is de la cle Troya. De ahí. lo cnigrnático de una atttoridacl
Tbda la historia de las rcvolucioncs r-r-lodernas, desclc el si- rIrc clTl€fge clel reóuerdo dc aqr-rel coral gesto inicial. de uu¿r
glo xvrrr cn adelante. pucclc replantcarse dcsdc esta perspectiva. .,, t, rri cladlie¡r¡rrc prcsunta. pero quizás irnpo.sible .de e¡con-
I

Para Arcndt. ést¿rs constituyen los intentos cle reaniurar: cl hilo trilr v segur'¿rtttctltc nllnca r-roinbrablc hasta el fbnclol5a' Que
destrozado de la traciici(rn y clc restaurar con l¿r fiuldación clc nue-
vos cuerpos políticos aquclla autoridacl quc dumnte tantos siglos la ar-rloriclacl tal y como sc couocia autaño. dcrivada cle la
había confbriclo digniclacl y grandeza a los ¿rsuntos hu,a,oir5r. expericucin rolllalla cle la f undación y dcs¡rués interpretatla
Si no sc rcconoce y ésta cs la conclusirin arcndtiana quc to- a l¿r luz de la filosolia polítrca de los gricgos. tlo haya sicltr
das Ias rcvoluciones uroclcr.¿rs fucrcu ins¡riradas «por la eniocio- reslablccida en ningún lugar', ni por las rcrolltciotrcs, rli por
nada vcncr¿rción con la quc los rornanos consiclerában el acto de los i¡tc,tos cle restáuracio¡cs todavía lllcllos protnetcdorcs
la firndación. no podrenros nllnca cor-r-rprelrcler las revoluciones y lltcuos aÚrn por los huurores y las ventolcras conservado-
del Occidcnte rnodcrno cn su grandeza y cn su trageclia>>r51. La ras qttc ,".o.i., dc vez etl cuaudo la clpirlión pÚrblicar¡5
tragcclia. precisamcnte, quo se consurl¿l al rnanchai ra grantleza
de estos «eslLerzos titánicos» con la violcncia. a menu.ro irnpa- no cs sólo una casualidacl dcbida a la incapacidad de los ¿tcto-
rablc. quc de maner¿r ircvitable deriva clc la voluntatr de /übr.itar r,,s clel urolncnto. Es rnás bicn achacable a lo que parece scr el
ttttl)(tss:;c constitutivo de la misrna expcriencia de la furlda-
.t't'ott.sÍt'ttit' un E,stado. clc Ia voluntad clc <<courpletar la obra».
Y si bien es verdacl c¡uc sólo los paclrcs ftlndaclorcs arlcri- , ,,in: si se articula en la teoría. no Se puecle cvitar traducirla cn
canos lran logrado cstablcccr un cspacio politico sirr rccurrir a ri'r-rlrinos cle firbricación; si se cxperimenta clirectatnente. sc es

r'r ll. Arcncll. «What is Authority'/>r. cit.. págs. l'10-l'll'


r50 Fr H. Arcndt . The
H. Arendt, «What is Authority?»,
_ metafo¡a cit., pág. 139. para una crítica de LiJe o/ the lt'lintl. cit.. vol. ll' pág' 216' [Trad' csp : ('?)'
!1
de que no se puede hacer una tortilia sin romper el huevo, véase , rr / A propilsito cle esta «impronunciabilidad clel origcn». clc.esta autorrtlad a la
H The E_ggs Speak Up (1950), Washington, Li6rary of Congress, ,luL' parecc: ir¡posible no apcla¡ pcro que es tan imposiblc individuar, es lllarcA-
.Arendt,
«The Papers ofHannah A¡endt», box 57. ,i,r,,,ra la anaíc,gía con Derricla. ,<Force of Larv: Thc Mystical Founclation ol
lt' Cfr. H. Arendt, «What is Authority?», cit., pág. 140, y las últimas págr_ \rrllrgritr,». cn tJ. G. Carlson. l). ('ontcll y Nt. Roscnlclcl (ccls.)-De¿'r»tsfruttion
nas de «Willing», en H. Arendt, The Life of the M¡nd, éft.,voL lt, págs. lg5_217. ,ttt,l tltt'ÍI»;sibilitr ttf'.Iustice, Lonclrcs. Routledgc. 1992' págs' 3-67'
r52 H. Arendt, <<What is Authority?», cit., pág. 14ó. r" H. Arcnclt. «What is Authority'/>). cit.' pág. l'1 l.
382 383
incapaz de articularla en conceptos y consiguientemente
transmitirla. El origen de la aütoridad es
de fuendt los lugares de encuenfro en los que el pensamiento y la
siempre más evocad-o que determinado.
io*o"rigri!"t acción han encontrado el modo de reconciliarse.
Las páginas siguientes se proponen analizat si es verdad
En nuestros días una «fadición de la autoridaó» formada
por que, como muchos intérpretes sostienen, esta fractura entre
todas las fundaciones y revoluciones que se remiten
*u, u ot u,
en una larga cadena de legitimaciones está irremeauut.-.rt
pensamiento y acción, reconocida y paradojicamente aceptada
por la autora, se recompone en la facultad del juicio.
acabádats'; Esto quiere dpgir estar a disposición d";;;á;;
fi.á_
gil, p.r.o siempre potencialmente pr.r.rt , que no tiene ota au_
tondad que la.que de vez en cuando le confieren los actores
dis-
puestos a participar en su juego. Esto significa reconocer
aá una
vez portodas qu9 el.<<pod9r puro» dificllmente se prred"
el tiempo. y si precisamente en cuanto dynamis; "á*".-
"y..T sleppre actualizabre. ;ñ"_
:r-bilida9 no puede contar, a diferencia áL h
Henschaft de la política metafisióa, con ning,na tuoiri*.or-
ceptual segura que 1o ayude a mantenerse üio.
alguna moraleja que se pueda sacar de textos como
--*Si lay
<<what is Authority?», sobre-ra revárucióny tas paginarliá.,
de «willing», es la siguiente: nohay sólo una teb¡á pr.potort.
prejuzgable en los enfrentamiertos co, tu pr*iií; ti-üi¿"
Ihay vrapraxis que dificilmente logra producir un, Jiu*r.io,
teórica capaz de articular y transñtir'ros propio,,urgo,
.árrr-
titutivos. Así, en la constatación de que tamUitr;d;ñ;;
bres revolucionarios american'os- que habí'an wüao .n
h;--
-lospersona la potencialidad de la acción pofiti.u
ll1era
ger tu:rol td.l p"_
rlgap?ces de reconocer y formular la nováad ante
Ia cual se habian hallado de frente, se cierra el cerco
de relacio-
nes entre filosofia y política. una relación que ha demostraáo,
en realidad, ser un círculo vicioso: hay una téoría que predeter_
mina el actuar político y un actuar político qué, * i;;;;.
momentos
9n lo9 que logra emerger de la continuidad del áo_
mrruo, no trene la fuerza de socavar aquella predeterminación
cgnce_pqual con un vocabulario propio y adeóuado
, fu .*.rp_
cionalidad que pone en escena. iir-]ro.á tu. .*péri*"i;;;;r_
lucionarias y los pensadores de aquetta «tradic^ión.r.óna¿u,
que corre paralela ala Main Tradiion representan para
Hannah
r5(' H.
Arendt, The Li/é of the Minct, cit., vol. II, págs. 216_217. [Trad.
csp.: op. cit.l

384 385
CUARTA PARTE,
X

Una conciliación imposible

l La punspE('Trvl ABTSRTA n¡: KaNr


I

i' l.
Tárnpoco los pensadores de la tradición republicana que se
'.rt[ra al margen dela Main Tiadition han logrado. por consiguien-
l('. surninistrar alternativas plausibles a los conceptos políticos do-
nrirrantes. Sus intuiciones no han tenido lafuerzateórica suficien-
It' corro para articularse en un nuevo vocabulario politico cap'az de
r,.'conciliar el pensamiento y la acción. Éstas son las amargas cons-
lrrtrrciones con las que parece cerrarse Sobre la reyoluc:ió,n y que
lk'v¿ln a Hannah Arendt a retornar, una vez más, al nexo que exis-
t(' cntre metafisica y política. Del todo coherente con la Grunclfi.a-
,,(' ¿rrendtiana debe considerarse por tanto la últirna obra de la au-
lora, La vida del espíritut, que, por el contrario, muchos intérpre-
l('s consideran un retorno a las regiones solitarias de la filosofia.
I a irlestigación sobre la vida del espíritu se propone efectivamen-
It'rlcsmontar, sobre elmismo terreno filosófico,las dinámicas que
lurrr reducido la praxis a póiesis y el poder a dominio.

I Arendt, The Li/b o/ the Mirul, Nucva York, I larcouft, Bmce, Jovanovich,
l'r7lt. Iiad. esp.: La vida del e,spíiar, Madricl, Ccntro cle Estudios Constitucio-
rr;rlcs. 1984.] En el proyecto de la autora, la obra debía estar dividida en tres
¡,;rrles: «'Ihinking», «Willing» y «Judging».

389
papel desempeña Kant en esta requisitoria contra la Valoración esta bien diversa de la que la autora dará en
.?..¿,Qué
tradición rretafisica que cada vez ocupa más eipacio en los últi- u', irllirnas obras, en las que, apoyándose en propuestas her-
mos escritos arendtianos'? ¿Qué tipo de torsién interpretativa ¡rr, rri'u(icas muy precisas llegará a sostener que en el interior
debe sufiir la fllosofia kantiana para convertirse junio con el ,1, I ¡rcnsamiento kantiano existe una distinción neta entre po-
pensamiento de Heidegger cn la aliada quc Areni'lt privilegia lrlrr'rr 1l rnoral y que la verdadera filosofia política kantiana no
al unirse a aquellos qlle ernprcnden la obra de clesrnanielarnien- , ,t;r contenida en la Kritik der praktisc'hen Vernunfi [Crític:a
to de Ia filosofia occidental? ,1, ltt tttz()fi, práctical ni tatnpoco enla Metaphvsik der Sitten
I{ay que advertir que las refcrencias a Kant están tam_ sino esen-
f I rrtrrkrmentación de la metafísicct de las c:ostumbrzd,
bién constantemente presentes en las obras ¿rnteriores a z¿, , r,rlnrorlte enla Kritik der Urteilskrafi [Crít¡ca del.itticittJ. F,sta
y,ida lel e,rpíriÍu. Pero si se cxccptúan algunos pasajcs2, la fi_ , .nclusióh sc configura como el resultado de una operación in-
losofia kantiana, en los pocos lúgares .ñ ros qu" ró conside- t, r¡rrctativa orientada a poner de relicve cómo la filosofia del au-
ra de mancra an¿rlítica, cs por lo dernirs interpréta«la cle mane- r,,¡ 1lg las tres críticas guarda en su interior nufilerosos pasajes
ra por así decirlo canónic¿r. E,n el serninario crc 1965 titulado rlut' sc sustraen a la fueza hegernónica de la traclición mctafisi-
F-rutm Mac:hiovelli Ío Mar.rt.la autora declica una sección , .r lrl primcr y gran rnérito que en La vida del espírittt se reco-
en-
tera al filósofo de Kónigsbery. Allí analiza ra relación con ¡r,t e ir Kant consiste precisamente en haber clisuelto la rnás per-
Rousseau y por lo ta,to procecle ¿l exponer cl objetivo cle su ,rt'ios¿r de las «firlacias metaflsicas>>: a sabcr, la dc deducir de la
filosolla política: cstablecer la cligniáact crer hornbre, cligni- , rpcriencia del «yo que piensa>> la existencia ernpírica de «cosas
clad que resiclc en la capacidad clel inclivicruo crc darse l§es , n si)). De aquí, el descubrimiento del «escándalo cle la razón», el
universales a sí misrno. El corazón de ra concepción política lr, r'lur de que nuestra tnente no pueda llegar a un conocimiento
kantiana está fijado csencialmcntc en er irnperativo cáte_qóri- , r('r.l() v verificahle fiente a cuestiones colrlo Dios. libeftad e in-
co: «S«1lo si sigue el irnperativo categórico, el hornbri se n r,,r tuiidad, sobrc las que en toclo c¿tso no se pucde por menos de
transforrna en un ciudadano responsable del cuerpo político
¡rr'rrsar. y la consiguiente distinción entre Vernun/iy Verstand-Fs-
y dcl bien común>>a. l.:. S()n los aspectos «revolucionarios>> del criticismo kantiano. a
L rs r[ue Arendt no se cansa cle apelar y de los cuales hace derivar
l,r ,lilbrencia entre investigación de la verdad e investigación del
r Uno de l.s nrás significativos está conteniclo c, el ensayo «Thc cri- ,rr,,niflcado, entre conocer y pensar en que basa el apartado
srs.in c'Lrlturc», aparccido en una primera versión en Dt,daltt,¡. Lxxxil,2, , llrinking»s. Ella, por lo demás, llama constantemente la aten-
196.0, págs. 278-287 y rein.rprcso con añacliclos en H. Arencrt Berween pasl ( r()r) sobr¿ las referencias kantianas, irnplícitas y explícitas, a la
,
,nd l"uture. Eight E.rerc.ise'¡ ín politi.al rhought, Nueva york,'rhe viking
Press. l9ó8 llrud. csp.: É.rrrr.,, <,1 ¡tttsutlr,.v el lirrtrr,t, (l). (.¡t.f , en cl q.e anti_ tutittd humana e insiste en considerar a Kant «más consciente
tuc cualquier otro filósofo de la dimensión plural del
hombre»6.
c'ipa la posibilidacl cle interpretar la críiic:a ,tot cle (ant .n .irr" po-
,
.¡uirii
lítica: cn particular en las piirgs. 2lg-224. r.a miima refbrencia sc halla tam- I s como si quisiera advertirnos de córno la diferencia profunda
bién cn trna conl'erencia d¿rda cn aquelros rnismos años, tilulada «Frcedom , ntlc el pensámiento crítico kantiano y la actitud de los «filóso-
and Politics», aparecida eyt (hi.og. Reviev,, XI! nirm. l, 1960, reirnpresa
Ios rle piofbsión» no puede por menos de tener consecuencias
en A. Hunold (ed.), Fi.eetlont ctnd Sefiilo¡.¡r, Dorclsrecht, l96 l.
',,rbre la reflexión política del filósofo alemán.
_ ' ll. Arcndt, l'irnt r.rachiut,eili fo Murr (r965), washington, Library of
congress, «-l'he Papers ol'Hannah Arencrt», box 39. tcxto iñédito cie un'se-
minario inrpartido en cl otoño cle 1965 en la Cornell Universitv.
I tl. Arcndt, Fh¡m Muchioveili to Man (l 965), washingtir,
Library or'
Congrcss, «I'he Papers ol Hannah Arenclt», box 39, pags. Oi3+O't _OT4é2.
' The Li./é of the Mind, cit., Págs. 13-16. [Trad. esp.'. o¡t. cit./
" Ibídem. pág.96.

390 391
3 . Tales consecuencias son puestas
en eüdenci a enras Lecn
res on Kant's Politicar phirosoprql,en las que
r Como Arendt admite en un primer tnomento, el universa-
ra
fiesta habilísima para extapolar dó hs variás ou*.
ut"* r" **i- lrsrno y la imperatividad del «tu debes» parece devolver a Kant

pas?Jq que parecen


t ro, r"tiá^ ;r ll birnilenaria costumbre filosófica de tratar la acción impo-
Tlgipg V confirmar la que a su parecer es la rriórrdole seguir las «órdenes» dictadas por la ratio.Y precisa-
y"r99..* fil.ogofia poríticá kantiana, escondi¿a enre ius iio.* ¿. rrrcnte al resolver este nudo problemático de un modo rnás pa-
rg gnrtc-a juicio. citando de obras monumentales como reciclo en el fbndo aün escanTotage que a una atenta recons-
-der
de la mzón pum, pero con la misma desenvoltuá lrrrcción del texto, la autora consigue exponer uno de los hitos
¿" á."¡_
com9, por eje_mplo , Das Ende aller Dinge|,Arendt pará;"
los
Iar a todos aquenos pasajes que testimonian ra
;;"- ,le su lectura de Kant: llega a identificar en las fatnosas páginas
excenticidad'de ,lt' [,u c:ontienda entre las Facultades en el que, como se sabe,
lespecto alamacion filosófica: desde aqueroseni* o""
Kanf
l'.rurt condena desde el punto de vista de la razón práctica las
manifiesta su desprecio por los que denigran
apariencias» a_aq,ellos eñ los que recuerda que
Éi;;á;
d"1; ,r,.'ciones cle los actores de la Revolución Francesa y, al contra-
no sóro en er firó- ro. prorlueve a síntoma del progreso de la humanidad el juicio
sofo, sino t¿mbién en todos los hombre, .rá p.r.rtu ,'nlusiástico de los espcctadores la crucial separación del
h;¿.;;rdrd
{e pensar; desde laafirmadanecesidad de establecer d;i;;"r- ¡runto cle vista político del punto de vista moralr0.
Md:pfacultad.de pensar depende de su uso público»ála En definitiva, cuanto más se adelanta en la interpretación
-a"rttu¿
tación de qu", sin semejanteiomturicación püHica,
o.rt "o"rtu- .u cndtiana de Kant tanto más se convence uno de cuán ilnplicita
que
!e considera haber hallado en soledad iabarápoiá.rur*- ,'slli cn semejante operación herrncnéutica la voluntad de resti-
gen>e.J l9s m,ás significativos de todos son t"r p^i¡ái ,J."á5I¿" tuirnos una imagen de la fllosofia kantiana «corregido> de los as-
Zum Ewigen Frieden paz perpetual y, ,'oU. tÁá, a"--in
_[^a. ¡rt'clos universalistas. Una interpr-etación, la quc nos ptoporciona
Streit der Facalttiten [Coníienia intre tas'Fr;i"d"i,-g*;; I Irrnnah Arcnclt. selectiva v provcctiva al tnismo tiempo. que su-
los cuales la autora logra en algún modo obviar
los o*" l,urya cómo en las obras de Kant se comprotncte fueftemente
la crítica a la razón practicaántepor" u r" i*.rpr.á.iorf""
"urt¿Julá, '' gracias al reconocimiento del carácter conflictivo que itnpcra
( nlrc las diversas «regiones ontológicas>> la idea de una razón

H. Arendt, Lecfures on Kant's k¡litit:ul philo.topht;, r¡nil¿rria y universal. Se podría casi clecir que no es un Kant pre-
^. .1
Chicago, Thc U,iversiry Chicago press, l9gi. Como sc i,uA",Wi
ed. R. Beiner, lrcscliano, todavía ignorante de la «pote rtcia de lo negativo>>, sino
l_"rtuo,
on Kunt'.s R¡litic'al phiro.s'rpá-, publicadas póstun.ramente ru r Kant directatnentc post-tnctafisico qLIe, colrlo si hubiese pasa-
por tsciner, contie_
nen los textos de las recciones iobre la rilósotu potiti.u ,lo ¿r través de l¿r filosofia de la existcnci¿r. se vuelve a ref]exionar
o. ru,rt ;a;."-
minario sobre la Crítict1 der ruk:io, impartido ., tu
N"* scnáor'tor social ',,rlrre la /iritucl de nuestro ser y sobre el carácter irnposible de
Research de Nueva york en el otoño a. l9zo.
Ellas represeniá, Inrscender de la pertenencia tnutua de mundo y hombre.
con,el que la autora habría debido elaborar la tercera
partc de Lu
-Ié"rr
"r viera der Se comprende ahora por qué tantas páginas dc las I'ectures
$p.írif u: «Judging,» y que no.tuvo. ticmpo cle desarrollar,
yu qu. fr; ,;ñr"r_
dida por la rnuene en diciembre tlc l9iS. ,'strin dedic¿rdas a la contraposición entre Kant y Hegel y a mi-
s Arendt demuestra.
una gran familiaridacl con los textos kantianos.
merosas son en efbcto las obras de las que cita,
Nu-
entre e[as, además de ra
ü'ítiru del jtrici.' las más,utirizatras sán Re¡reritnen ztlt. Anthrtry.rrgie r0 El «conflicto» entre moral y política, que Arendt identifica como
[Rella.ri,'ne.s srtltrl, s¡1¡y¡.¡pyttr.tgiul: Wu' ist ,l,ltiiiir,,ir;i',ró)l'iiíí"¡i,,, eonflicto entre el principio sobre el que el tndividuo, tomado aisladamente,
trución?J,:.ZumEwigem liltüyn[Lu.pazperpcr,iio¡, ,lrtiropiñg,";; i;;c*r_ tlcbe actuar y el principio sobre el que los espectadores puedenjuzgar, se ar-
ti,sc|er Absicht
.[.4n_trtpltoglu .prúcric,tJ,' D,",1 Strctt dL, rZiiiiitir"i' ¡L, ltrrrnenta sobre todo en la octava lección delas Lectures, págs.46-51, en las
contienda enÍre las hhcultadesJ.
e H. Arendt, crrales la autora pasa revista a los diversos pasajes ---en las diversas obras
Lecture,s on kant, cit., págs. 39_40. t'n las que Kant habla deljuicio de los espectadores.

392 393
nirnizar la responszrbilidad que la fllosofia kantiana ticne cn los nnn(.it un cspíritu absoluto que Se manifieste en el curso histó-
enfientamicntos del idealisrno alemán: ra firosofla que a los rr.,r. l¿r história entendida a la manera kantiana no realiza de
cr.ios de la autora se encarga más que cualquier otr-a dsj enterrar nnncr'¿r concreta el propio telos: las ideas de libertad y de paz
las «conquistas» del criticisrro, la filosoiia quc a su parecer r.ntr.. los cstados no se inserüan en la historia como el Gelsf hege-
cquivalió ¿l una «verdadera y auténtica orgía'«lc especulación Ir;r¡o. sitto que son simplemente «hilos conductores» que.permi-
pura que. en contraste con la raz.ón crítica de Kant, estaba re- t,'rr orclcnar-el caos <te lós sucesos en Llna trama narrativall.
bosantc de clatos históricos en una concrición de abstracción llay que señalar que no se trata de un sirnple ejercicio.in-
radical»; la filosotía «en la cual entes simpres cle pcnsarnien- r,.r ¡rr-ctátivo que se reduce a indicar las diferencias que rnedian
to comienzan su danza incorpórea dc espectro, y óuyos pasos ,.rrir.c clos filosofia diversas. Para la economía de la interpreta-
y rit.ros no encuentran reglá o límite en ninguna iclea'cle la r r(')n arcndtiana e.s esencial dcstacar al rnáximo la distancia que
razón»l l. ,,('l)iu'¿r a Hegel de Kant: semeiante línea de separación pare:e
lrn todo caso. Arendt no puede pasar por arto ras conver- r.lt'ctivalnente tener el objetivo de distingttir entre dos verda-
gcncias entrc los dos pcnsaclores qlrc precis¿rnlcnte parr'cen en- rk.r.r)s ! auténticos paracligmas alternativos y excluyentes. a los
contrar su conl'irmación cn los últirnos escritos kantianos. ( uill(]s reconduccn evenfualmente tarnbién otros pensadores
Talnbién Kant, c, eli:cto, parecc abrazar e. partc ,n¿l co.cep- lrrsttiricarnente distantcs de óstosl{. En definitiva. parece con-
ción dc la historia marcada por la idca clel p,ogrcro que virtuál- t luir Ilannah Arendt, o sc está coll Kant y. colno se verá rne.ior
nrcntccngloba. al igual quc la LValtga,:t,hitárc hcgeliana. el sig- (.nscsLlida. «sc salva>> el significaclo y la autonomía de aquello
nificado clc los s.rcesos singularcs, y. corno aquóll-a, ticn<Jc a dé- (lilc ¿tparece, o se está con Hegel y entonces todo es reabsorbi-
sernbaraz¿u'se de la contingcncia. Tanrbién el autor cle las tres .i() en la lógica monista de la ldea y de la necesidad histórica a
críticu.s llega a la conclusión de que el su-ieto cre semc.iante pro- Lr cual t. pide segirn la consabida actitud rnetafisica- el
ccso histórico clebe scr Lln¿r entidad absti'acta el género'hu- .rsnificado cle toda singularidad. Y esta difbrenciación se afir-
Illg . quc a la par clel Gc¿s¡ hcgeliano, tonra cl pucsto cle los
inclivicluos concrctos. se rcgistra. por lo clcmhs. la al'iniclacl a
,,i,, así repetidamente hasta el extremo de inducir a defencler
,¡,,.. ,l',ori«la por aquel pafhos antihegeliano-que ha ma¡c'ado
prinrcra vista pcrccptiblc. cntrc l¿i <<astucia crc la naturalcza>> n ta l'i losofi¿r noveCentesc¿I, la preocupac ión fu nclarnental de la
r ; r

que. a través clcl mal y a pcsar clel nral, lr¿rce avanzar el curso ;rrrtor¿l no se orienta tanto a una reconstrucción original del pen-
lristórico. y la hcgeliana «astucia de la razón»tr. srrrniento kantiano. sino a diseñar un perfil de Kant que en todos
No obstante. se ticne la irnpresió, de que ra autura acLnite sus r'¿lsgos particulares pueda contraponerse a Hegel. Decisi-
y cr-lr.urlera los puntos dc contacto con Hcgcl sólo para volver vils. clcide ésta perspectiva, resultan de nuevo para Arendt las
rctóricamente rnhs ef icaz aI desrnentido dcirna r-caltonvcrgen- que le habían re-
lxiginas de La contienda entre las Fuc'ultades
cia entre los dos pensadorcs. y así. a pes¿rr de las manific-stas vclado la distinción kantiana entre política y moral.
a,alogías, fu'endt rninirniza inme«liaiamcnte su alcance. Si
bien cs vcrdad que Kant ha «ceclido» ¿l u.¿l concepción univer-
sal y progrcsiva de la historia, cn to«lo c¿lso no ha hi¡rostasiado tt lbídem, pág. 59.
rr Es el pot eiemplo, de Heidegger. La valoración que Hannah
Arentlt hace "uto,
de la filosofia heideggeriana oscila efectivamente, como se ha
rl visto, entre dos diferentes puntos de vista: en ciertos casos Heidegger no es
H. Arendt, The t.i/é.oÍ the Mind, cit., pág. 156. ()tro que un Hegel camufládo, en otros, por el contrario, es el que acoge la
¡r [Trad. esp... op. t:if.J
Acerca de la relación Kant-Heger véase Iobre toio ras págr. 5o-!ii'a" hcrcnlia de Kant, un Kant arendtianamente interpretado, y la hace jugar con-
I
1

las Lec'furcs.
tra Hegel. I

394 39s
Es verdad gug,las palabras pronunciadas por Hegel en
.las Le.cciones r'n ¿rcto por el bios theorelikos. Consiguientemente, por una
de de la
filosoJía historia, segun las cuáles la ¡lrrte está el espectador hegeliano «que existe estrictamente en
historia universal adquiere un sentido sólo si «de las acciones 1,, singulan>r8 el mismo filósofo, «órgano delEspíritu Absg-
de los hombres resulta también algo más respecto a lo que lrrlo» que asimila a sí la realidad en el proceso de reflexión, fi-
éstos pretenden y consiguen, saben y quieren-d. murreru in- ,,,'ra que e.jemplifica óptimarnente la actitud dc toda una tra-
mediata»ls, podrían valei para el mismó Kant cuando escribe ,lición . de oira, está el Weltbetrachler kantiano que exis-
acerca de «la revolución de un pueblo de rica espiritualidad te potencialmente en cada hombre ., que, por el contrario,
cual la hemos visto efectuarse en nuestros días»16. En efecto, .,rllo existe en la dimensión de la pluralidad y cuyo lugar de
también para Kant, la grandeza de la Revolución Francesa no ,,lrservación está situado en el mundo originariol')' Y es preci-
se debe a las acciones de los actores indiüduales que pusieron :rrnrcnte la dinámica plural del iuicio entusiástico que en la se-
en escena aquel suceso. Como se sabe, lo que le hace áecidirse :,uncla parte de La t:otttienda entre Facttltades se cornunican
por la importancia de cuanto ha acaecido le situa «en el modo Ios cspectadores de la Revolución Francesa la quc Arenclt
de pensar de los espectadores que se revela públicamente en el (luiere investigar en sus valencias políticas a través de las cate-
juego de las revoluciones y que manifiesta una participación lorias de la Urteilskra./i.
universal y, en todo caso, desinteresada de losjugadores de un
partidg contra los del otro»; es decir, en el hecho de que la re- 4. De todo cuanto se ha dicho anteriortnente, debería re-
volución logra imprimir «en los espíritus de todos los especta- srrlt¿u bastante claro que para captar el significaclo de la poli-
dores_(que no estián implicados en este juego) una parücipa- trzación irnpuesta al.iuicio del gusto kantiano, no basta admi-
ción de aspiraciones que raya en el entusiasmo»I7. Kant y Ée- tir qrre la noción de política arendtiana sufie, en el opus pos-
gel estánpor consiguiente de acuerdo en consider* q.re no es tttttt'ut't't. una ttlterior extensión de su alcance semántico, hasta
a través del actuar sino a través de la contemplación, a través ('onveftirse casi cn simple sinónimo dcl térrnino pluralidadr". Se
d9 lo¡ espectadores, como se descubre ese «aigo más», es de- ,lct¡e tarnbién especificar que las reflexiones sobre cl.iuicio se
cir, el_significado del todo. De esta manera Kant parece seguir rnserlan en un cuadro que, si bien teniendo firrnes las propias
estando junto a Hegel en el interior de aquella trfdicional réh- r'oorclenadas firndamentales, se complica respecto a la pola-
ciónente teoríay praxis que privilegia la cbntemplación sobre la ritlad opuesta de vita acÍivu y vita c'ontemplativa. Ya no es
acción. Pero en la diferente consideración atribüida por los dos srrf icieñte poner bajo acusación toda una tradición para tnan-
filósofos a la figura del espectador se consuma una diferen- lcner ((constreñida» la praxis dentro cle categorías extrañas
cia determinante. Es en virtud de esta fundamental diferencia lrrcstadas a ésta por la teoría. Como ya se ha indicado al co-
como Arendt intenta buscar en la modalidad del juicio estéti- inicnzo. es necesario desmontar, desde el interior, la dinámi-
co kantiano las condiciones de posibilidad parala existencia
de una facultad que escape a la negación de la realidad puesta rs H. Arendt, Lectttres ut Kant, cit., pág. 57.
r') Efectivamente cscribe Arendt: «Es el espectador, no el actor, quicn
rs Hegel, Vorlesungen über die philosophie
der Geschichte, Scimtliche tlcf cnta la llave del significado cle los sucesos humanos. Sin cmbargo, , os es-
Werke, X7, pág. 57, citadas por Arendt en las Lectures, pág. 57. [Tiad. esp.: lrectirclores kantianos existen en la dimensión de la
pluralidad y por csto Kant
¡,rrtlo llcgar a una filosofia política», T'he Li/é ct/ the Mind' cit.,
Lecc,igrys de la historia, Barcelona, ffU, teSLl pág. 96
16 lefilosofia
I. Kant, <<Se il genere umano sia in costante p.ogr"sso r..so il meglio», I I racl. csp.: op. t:it.J
. r(' De esia opinión cs M. Revault d'Allonnes, «Le courage de juger»,
en la edición italiana de I. Kant, scritti politici e dlfilósofia clella storia-e dei
diritto^, ed. de N. Bobbio, L. Firpo y V Mathieu, Turín, U-iEI 1965. ¡rostlzrcio a la edición lianccsa dc H. Arcndt, Juger. sw' la
philosqúie ¡,toli-
t1 lbídem.
rit¡trc de Kttnt,Pa/.s, Seuil, 1991 ,págs.2l7-239.

396 397
F .,

ca de la vita contemplativa.' denunciar las falacias del «yo I la primera parte de la Crítica del .iuicio, baste aquí ape-
r rn¿r «le
que piensa»2r, pero al mismo tiempo sondear ta posiuiiaaa l,rr a algunó de los pasajes clave que sirven a la autora para in-
por un modo diverso de relacionarse óon la Lebensielt por
par- ,lrcar limodalidad de este paradójico arle de ((pensaD) lo sin-
te de aquel bios theoretikos q.oe desde siempre ha cort'ááo'los ¡,rrlirr: paradójico, ya que desde Aristóteles sabemos que sólo
lazos con ésta. En otras palabias, las conclusiones implíc'itas :.ornoS cÍrpoces de pensar a través de conceptos, es decir, a tra-
en
la trilogía de la última obra arendtiana parecen sugerii que r.'s de lo universal.
sóro
si se fija en el interior de la vida de la mente un rnodo <i'e refle- La pdmera de las categorías de la Urteilskraft que se utili-
xión que tenga clara la propia relación con el mundo ae fas ápa_ zrr cs la del gusto: gusto y olfato, efectivamente, <<son en su na-
riencias, se puede rescátaf del descrédito ontológi.o .r, .l qu" rUr.¿rleza mái profunda discriminadores: sólo estos sentidos se
la metafisica lo ha puesto, el reino de los asuntolhumanos,
- -' de
rr'l'icren a lo que es particular en cuanto particulaq mientras to-
las cosas que pueden ser de manera distinta a como ,or. rkrs los objetos dados a los sentidos objetivos compaften con
Esto Arendt se lo pregunta a ra Crítica de ()tr'os su propiedad, es decir, no son únicos' Por lo demás en el
.iuicio, entre las
obras del filósofo la menos comprometida rusto y en ei olfato el me gusta-no me gusta se imponedg ma-
a su
-íteniéndose
discutible interpretación- con la constricció" a"r ,rcr-a iiresistible e inmediata»2r. si la característica del juicio
y 9on el poder homologante y unificante de la ratio."á"."pto
La ana_ , onsiste en la capacidad de discriminar y de escogeq será ne-
lítica de lo bello debe piecisamente prestarse a la empresa de ( cs¿trio encontrar el recorrido que permita salir de la idiosin-
«rehabilitación ontológica» de lo «siñgulan>. se trata éntonces ( rilsia propia del rnás subjetivo de los sentidos. Un recorrido
de delinear sobre el acompañamiento Jel juicio estético tuntiu- ,¡,,c peirnita al juicio abrirse a los otros y alcanzar el punto de
no las competencias de una facultad que logre captar directa- rl¡st¿i rnás vasto e imparcial posible: lo que Arendt' traducien-
mente los fenómenos, sustrayéndolo á tu toinu de determina- ,lo cl término kantiano Erw'eiterte Denhmgsart' llama «enlar-
ción conceptual. Se sobrentiende que la extensión del juicio llcrnent of the minds»2a. De esta manera hace intervenir las
ás-
tético al ámbito político impliqué el presupuesto rrrrciones de imaginación y de se¡zs¿¿s communis. La primera
por Arendt- de una afinidad sustanciál entre objetos
-asumido
estéticos ticne efectivamente la tarea de retirar el objeto de la percep-
y sucesos histórico-políticos. Ambos huyen a lá asunción de ,'itin inrnediata y remitirlo a la representación. Pero a diferen-
categorí_as para ser simplemente admiradbs, apreciados
y juz_ «ojo de la mente» de la metafisica, que sólo en el aisla-
..'i:r clel
gados. Sin seguir paso a paso han hecio los otrósj2_ rrricnto puede concebir la verdad del ser, aquí la ima_ginación
-como la apropiaci¿n aiend-
los momentos que expreian nítidamente n()s pone en una virfual comunicación con los otros- Y esto su-
t'crlé «cuando comparamos nuestro juicio con el de los otros-y
2r Sobre la rrriis bien ,rrslricios posibles que con los efectivos>>15.
obra de desmanteramiento de la metafisica emprendida por "on
\ garantizar la posibilidad de instaurar semejante confrontación
Arelft e1 <1Th_inking» y «wiling>», sigue siendo fundamentar ei u.ti*iái."-
censión de R. Schürmann, «The im" of the Mind and trre uistorloi,-nr,*o, rntórsubjetiva está llamada precisamente la categotia del sen-
St-ulies, núm. 3,-1980, págs. 302-30g; más recienremente
véase E Fistetri,
«Metafisica e polit,ca in La vita della mente de Hannah Arendt»>,
aii¡- ¿"t rt
Politico, Bari, Edizioni Dedalo, 1990, págs. 207_279 y W. p "n
- W"rk;;, ñ;r, )r
H. Arendt, l,ectut"es, cit., pág. 66.
f-H an n a h,qráa t ¡ po t ¡ t ¡ r rt i i
L ogg t P hi l o s op h i c al Fo un cla t kns o lbídem. págs. 68-77.
??d -
Nuev¿ York-Lo¡rdre1. Garland pubrishing. 199 l. en parricurarpágs. "i,-v,
y ss.
ri l. Kant, Ciílir:a del .¡uicio, Madrid, Espasa-Calpe, 1990. Sobre la no-
" ( omo elempro. la cuidadosa reconstrucción hecha po.-R. 73B.in.q t.r(rn kantiana dc «imaginación» y de «validez ejemplar», cuyo tratamiento
«Hannah Arendt on Judging, Interpretative Essay», postfacio aparte, véanse sobre
a H. Arendt, ¡ror parte de Hannah Arendt merecería consideración
Lectures, cit., págs. Bg-114.- Itrrlo las págs. 79-85 delas Lectures.

398 399
sus commur?1.r2('. Difbrente de aquel sentido, común a todos, pias, un diálogo de pensamiento cstá sujeto a leyes distintas
que se llama «buen scntido», el sentido común, en el que para y más lulnerables. En el-diálogo son más altos los riesgos y
ella está el auténtico significado kantiano, se presenta, .ielra- más frecuentes los fallosro'
nera bastante elusiva, como un don espiritual <<extra» que hace
a los hombres partícipes de una comunidad2T. No de uná cornu- l)cl misrno modo no les ha bastado la atenuante que
nidad concreta y determinada, sino de una especie de «a priori \rc¡clt se concede como defbnsa de los propios forzamicntos:
factual» si fuese lícito usar esta especie de oxímoron que r,rrrrbién la conciencia, compartida con Heidegger y con Ben-
constituye la difbrencia específica gracias a la cual «los hoin- l,rrrrilt, de que el fin de la tradición metaflsica
lleva consigo la
bres se distinguen de los animales y de los dioses»2s. Represen- \(.|ltaja de pocler mirar las grandes obras rnaestras del pasado
ta, en deflnitiva. la condición de posibilidad misma del lengua- ,r',, ir"r"ripción» alguna sobre cómo i,tcrprctarl¿rsrr. Preci-
je, de la comunicación y de la participación. la instancia últirna ,;r,rcnte esta ((mcnción benjaminiana fuera de contexto>>, a la
a la que Arendt parece apelar para confirrnar la única verclad rlUc puedc equipararse la interpretación de Kant y dela Críti-
que a su parecer les es concedida a los «rnortales»: que la plu- ,',, ,ial jttic:iri, ha provocado esc tipo de reacciones a las que
ralidad, par¿r us¿rr los tónninos arendtianos, o la «sociábiricrácl», l,,,cc referencia Hciclegger en el pasajc citado. Entre éstas, la
como habría dicho Kant, «es la esencia auténtica de los hom- rrrrrs fiecucnte, y tarnbién la rnás obvia, reprocharir a la autora
bres cn la n"redicla en que pcrtenccen sólo a este rnundo>>l'). lr;rbcr lnalentcnclido dc Inancra liberada las intencioncs dc
t..rr,t cn la rnedicl¿r en qLlc él nunca habría intentado <<situan> su
5. Espcro no causar ninguna sorprcsa en cl lector si rccuer- trl.sofia política en cl interior de la teoría estótica y tauto nre-
do rápidarnentc que csta lcctura arendtiana cle Kant ha provoca- rr,,s habría estado dispuesto a sep¿lrar col-I]o, por el contra-
clo nurnerosas criticas. A los detractorcs de las lcc:c:iones sobre rr,r. l¿l hermenéutica arcncltiana presupone la política dc la
Kant no les bastaria ciertarnentc para disculpar ¿r la autora clc la rrror¡rl. Corlro sc ha Obsct-r'aclO rcciclltCtnctltc. qtricn sC lnan-
acusación dc un¿r indebida apropiación lterrncnéutica, recorclar trt'nc confbrt-ne al dictado kantiano afirrna la subordinación
las palabras que Heideggcr escribe en el «Prefacio» a la segun- ,lc la política a la mor¿rl inspirándose en el rnodclo dcljuicio
da edición de Kant und das Problcm tler Metuphyri( palabras ,l..tcrminante, que aplica lo universal de la lcy a las ¿rcciones
qlre se adaptan estupendarnente a la actitud interprctativa de- ¡,.,1íticas «p.artióulares>>r2. Pero
tarnbién por parte de quienes
mostrada por Arendt en varias ocasiones: n() pronLlnclan un veredicto tan definitivo sobrc el fbrzatnien-
r,, tie l¿r letra y dcl dictado kantiant¡ y consideran lcgítirno in-
De conlinuo se escanclalizan cle los lbrzantientos que I cstigar la política de Kant incluso en los tcxtos no exprcsa-
advierten en ntis intcrpretaciones (...). A difcr-ellcia cle los
\,, M. Heideggct «l'rclacio» a la segunda edición dc Kctttt tmtl das ['tt¡-
rnétoclos de la filología histórica, que tiene sus tareaqpro-
t,lt,iltdet.Mentpht:sik(1929).[Trad.esp.: Kunt.t,elprol'tlemudelumelufí.sit'u,
\lrrtlrid. I'C11, 1993.1

26 Se puede
'l,r C'li. H. Arenát, !-he I'ile of the Mind, págs.9-14. [Trad. esp.: op'etlciter-J
afirmar que el § 40 de la Crítica ctel juicio, «Del gusto como cfi.. B. Henry, 1/ prublentu tlel giutlizio pL;lilico ftu ct'itit'istttt¡
una especie de sensus communis», es el quicio sobre el cual gira la <<politiza- ntt,¡(,ttlicd, Nápoles-vilán, Moralto L,clitore, 1992, sosticne qr-rc el prtryccto
ción» del juicio estético operada por Arendt. ,rre¡{tiano cle tncolrtrar en los tcxtos kantianos el espacio qr-rc garanlice la
27 H. Arend1
Lectures, cít.,pág. lt. , spcciliciclacl cle lo particular en el cnll'entarnicnttl de lo universal cs intrín-
28 lbídem. .,,.c,¡nente dóbil y óontraclictc»'io. A su pareccr esto es clcbido en muchos
» lbídem, pág.74. Arendt se refiere en estas páginas al significado par- ;r.lltitlgs u u,',o uró..p.ión ¡rarcial y dcscornpcnsada clc l¿r interpretaciórr hei-
ticular que el término kantiano «sociabilidad» asume en la Crílica clel juicio. , l,'gtcriana» (Pág- 21 2).

400 401
mente dedicados a ella, se ha hecho notar la excesiva desen-
rós por la estética kantianara y como preciosa indicación para
voltura de sernejante interpretación. Más exactal-nente se des-
,'nténder el significado de conjunto de la reflexión de Han-
taca q.ue. p_ara plegar el juicio estético a las propias exigen_
rurh Arendt.
cias. Arendt se ve obligada a clebilitar, hasta hacerla aparicer
irrelevante, la problen'rática trascendentar así como a oLviar la
teológicarr.
L CoNTtUNDAS s()BRE. I-A IIIIREN(IlA ARENDI'IANA
. . N9 hay mucho que decir con refbrencia a este géncro de
objecioncs. l)esde el punto de vista dc ra rneticulosldacl fil.- rnás eficaz de hacer resaltar las posibles
1. Quizás el modo
lógica y clel análisis tcxtual, las Lec'hres on Kctntk ktlitical
rnrplicaciones de sentido contenidas en las Lectm'e,s on Kantis
Philo,sophl, son dificilmcntc dcfbnclibles. Ef-cctivamentc es
tlit¡t¡cut Philosophv y de evidenci¿rr el papel desempeñado por
dcsdc otra perspectiva desde la que se clebc varor¿rr su rele-
r'stas en la constitución del reciente clebate filosófico en torno
vallcla: corno texto «pionero)) que ha abierto la vía a un am-
;rl político cs seguir la «recepción>> o fiiar las l-ruellas
.juicio
plio debate filos(rfico-político, inhs allá cre un rcnovaclo inte-
t'rr cuatró difbrentes autores, marcados, de manera más o me-
Iros determinante, por las reflexiones arendtianas en torno a l¿t
Itt.reilskraft kantiaña. Para indicar las líncas sobre las que se ha
* Así, ¡rr e-icmplo,Il Rilcy, «llannah Arcnclt on Kant, .l.ruth ancl poli_ r trclto a pcnsar la teoría dcl iuicio de Hannah Arendt. mc he
tics». [Itliticul Studic,s. XIXV 1987, prigs. 3]t)-3()2: y tambión B. I_ynn, scrviclo cl'e pensadores en cierto modo ((representativos» de di-
<<Arcndt'.s Apprcpriation of'Kanlls 'l'hcory ol'.luclgnrent>í,.k¡tr.nul
ol rhe"Bri- VL:rsas tencléncias filosóf icas. Hetnos llarnado a Ernst Vollrath,
ti.th St¡cit,t.t, li¡t'[,hcnt¡m(nt,1rgr,, XIX, nunt.2. t9g13, pzigs. l2g_14ó. Si bien
sobrc o1r.s pl'esupucstos, talnbión t-y.tarci acaba pur iariar cl misrno rcpro- ¡,or eiemplo. par¿I que testimonie el tipo de acogida
reservada al
cfrt: ir lliulltalr Arcnrll: vóasc .1.-[ I1,o1lrrcl, <<scllsus cor.nnrr¡nis». C¿^lier i,,iciii «árcndtiano-kantiano» .3n ¡n árnbito de pensamicnto
tlu ('rlliga inrcmufit»tul tle I'hilo,so¡thir,, nirm. 3, l9ll7, .1.-ti I-yolarcl, «Sur- ,1ue, si bien con algunas divergencias, pu9d9 considcrarse
vivant», en [,t't'frt.t,,s tl'enfünt't', lraris, t]clitions Galilóe. 199 l, prigs. 59_g7. riibutario {el horizoñte filosófico de la Rehubilitierung cler
R. Schürmann, también llcgando a las rnismas conclusiones qicuanto a por el con-
correccirin intcrprctaliva de Hannah Arendt, lc rcconoce el nrériro dc haber ¡trrrktischen Philosophie alemana. Ronald Beiner,
intcntado dcsrruclcar una tcoría cle los.juicios no cognitivos en Kant; sostie- Ir.urio, se encarga de presentar los lazos que parece mantener
nc en.tocftr c¿lso quc ella ha llevaclo cste inlento por vías ccluivocaclas. cli. t'on las rcflexiones de tlannah Arendt sobre el «.luclging», el
R. schiirnrann. «on.luclgins ancl lts Issue», cn R. Schiirmrri-,
1.,1..¡. T'he [,tt- r'ornunitarismo y cl nco-aristotelismo americanos. Después
blic llculm. l).s:;u.t'ott l)i.st.'ut..tive T\,pt,,t in I\¡litiL,ul [,hilo.sophl, Al6any. Sta_ que tatn-
tc University ol'Ncr'v Ycrrk Press, 1989, págs. l-2 l. Vóansc iambién ir. 'fa- ¡rcclimos a Seyla Benhabib que esboce el modo en el
irión el univerialisrno de la «ética discursiva» habermasiana po-
sin. «Scns colnnlnt cf c6r'r-llltunautó: la lecture arencltienne clc Kant», C¿z_
hiar,s dc f'hil.'ophia, núnr.4, 19137, págs. til-ll3; I). Lories, «Nous ¿rvons tlr.ía integrar la perspectiva abierta cle las Lectures. Por últirno
l'art pour vivre. Hannah Arcnclt, lectricó de Kant: inclicalions
1.rour une mé-
sc toman en consideración algunas reflexiones de Jean-Fran-
ditalion tlc l'art», lTun untl lil¡rttt, XXll, núnr. l, 19g9. págs. ll3_132; qois Lyotard para comprobar las asonancias entre la interpreta-
c. Buci-Glücksmanr. «r,a troisiérne critic¡ue d'Arenclt», ., Á4. yy., ()ito- ción y el usohecho por Hannah Arendt del juicio reflejo kan-
Irryie et p.litique, París.lrditions 'r'icrce, I 989, págs. l g7-200, y '1. Bartolo-
mci v¿rsconcelos, «Spettabri alla ribalta clella storia Il ruolo della critica
riano y las «inquietuáes» de un panorama filosófico como el de
del giudizio nel pcnsicro di Ilannah Arcndt», pnt.s¡teÍrivt, seÍruntr. nirm. 4,
199 l, págs. 653-669; V Cierhardt, «Vernunll ,,rá Urt"ilrk,alI. politischc
I']hilosophic und Anthropologie irn AnschlLrss ¿ln lmnranuel Kant», en ,r Véansc por ejemplo los números monográficos dedicaclos a la tercera
M. P 1'hornpson (ccl.), Jt¡hn [¡¡cke urul/utttr rnununu<'l A¿r¿¡1, Berlin. Duncker
r.r.ítica karrtianu ¿. tá Riwrc lnferttatir¡nule de Philosophie', núm. 175" 1990,
und l lumbolt, 1991, págs. 3ló-333.
r rrírm. 176, lggl,y de la rcvista Verific:he' XlX, núms. l-2, 1990'
402 403
la f ilosofia cle la clilbrencia fiancesa, empeñado en enfrentarse ,il:rs. Vollrath está bastante próximo. En su opinión, dos, al me-
con la hercnci¿r clc Nietzsche y de Heidegger. ,():i. rion las razones por las que no se puede defender la opera-
, r,r r f i losófica realizácla por los defensores de la Re hab ilit ierung
2. Die Rekon.¡truktion der politischen [Jrteilskraft y Die aristotélica_ entre epLsteme theore-
r
¡rrt' r-cconsidera la separáción
Grtrndlegung einer ¡thilosophischen Theorie cles polftischen cle irt,t, y episteme prulrtike, entre sophia y phronesisro. Bien
es ver-
Ernst vollrathrs parten, colno se verá, enteramente cle prernisas , 1,,, I .¡tré la doctrina aristotélica dé la phronesl,s
responde al.requi-
arcncltianas, si bien se proponen ir rnás alrá de HannaL Arendt ,,t,, cscncial exigiclo por una teoria filosófica, no metafisica, de
al extrapolar de su obra, que quedó incornpleta, una sisternática t,, ¡xrlítico como-la que él quiere fundar. E,l saber fionético. efbc-
y «acabada» teoría del_.iuicio político. Sobró toclo con la scgunda trr rrnrente, percibe y «acepta» el carácter «opcional» y no nece-
de las obras citadas, el autor ha pretendicro delinear el peifil cle ,.,¡ri() clel rnundo dé los ásuntos humanos. Pero en Aristóteles
una ((nueva teoria filosóflca de lo político)) para con ella res- cs ésta una conclusión a la que también había llegado Hannah
ponder a la grave situación de crisis en la que ie encurentra la fi-
\rcnclt toclo lo que eS contingente pennanece ontológicamen-
losofia política tradicional. En su opinión-, ésta, en cuanto for- rt. srrborclinado al prirnado de lo qr"re es necesario. En segundo
lu-
ma de saber derivada de la rnetafisicer, ha scguido una suerte r,;rr. la sabiduría aiistotélica queda ligada al prcsupuesto. históri-
desafortunada. , r I tlc laTrolls griega, cuyo ethos se ha perdido irremediablernen-
El.proyecto crnprendido en Die Gruntllegunr. es demasiaclo tr' . Dii Neuí Klugheii,la nueva sabiduría, la nueva forma de
.
¿rmbicioso y hay que reconocerle numero.ios.-rnéritos, entre ,;rhcr sobre la que la filosofia de lo político debe apoyarse, no
ellos el cle la conciencia crítica sobre algunos nudos problerná- rcrle Ser un¿l sirnple reedición de la antigua: stt alcance innova-
¡l
ticos de la dcnorninada «rehabilitación cli la filosofia práctica», il,,r clebe ser tal qle constituya un cambio de paradigrna en la
es decir, clel misrno horizonte de pcnsarniento al qr., po.lo de_ .rt t.1rción clacla poi Kuhn a esta idears. En suma, ól quiere llegar a
l,,,jrrc Hannahirenclt no ha llev¿rdo arca¡zactón: responder a la
ll:rrirada que declar-a iniliferible una nueva ciencia política.
15
E. vollmth. Dte ner«¡n.vrrupi.n tler poritischen Lrficil,sknr/i, stuttgafl,
Erns Klett Vcr]ag, 1977, E volhath, Gruntilegung einer phii».ph¡,si,hen La «teoría filosófica de 1o político)) es descrita por su dc-
Theorie tles R¡litist:hez, wurzburyo, Kónigsrraiscn-N"un,ni.,n, tgt).
se tambión los artículos de E. vollrath, «politik und Metaphysik - Zum poli-
v¿un- Ir.nSOr colrro una especie de fbnornenología hertnenéutica,
tischen Denken Hannah Arenclts», en A. Rerl'(ed.), Ilunnáh ,lrendr. Muteria- r l icntadt a distanciarr. ,1. lot tres orientaciones
teóricas predo-
lien zu ihtem Werk, Múnich-Zúrich, Europa Veilag, 1979, págs. 19_39, y rrrill¿rntes en Alemania: la «ontológico-noünativa»» representa-
E. vollrath, «Hannah Arendt», en K. Graf Balrestrem y H. ótinann (ecls.¡, ,Ir ¿ su parecer por Eric Voegelin y Leo Strauss; la «crítico-dia-
Pohtisch-e Philoxryhie des 20. ,lahrhunclerts, Múnich, olclenbourg
ü"riog, l,..e f ica>i cuyo eiponente mlximo es Habermas
y la «empírico-
1990, págs. I 3-32. votlrarh,.iunto con Karl-Heinz ilting, otfriccl Hófl; y vor-
lhd Riedel, es uno de los representantes más destacadói cle la reconsiclÉración
clel pensamiento ético, jurídico y porítico cle Kant, al que se redescubre
u u"
c-es en contraposición a Aristóteles, a veces junto a Aristótcles como
Dara- ,,, La crítica al programa filosófico del neo-aristotelisrno está contenida
digma filosólico altcmativo de racionalida<1 práctica. para una prunera
-?*au ,0lrr.c todo en los capítulos «Die Philosophie cles Politischen und das Kon-
cle conjunto bastante exhaustiva.sobre estas perspectivas, véase J.-E. pleines, der
, ¡,i ,1.i, praktischen philosophie» y «Dic _tr,pochen clcr alten Klugheit
Ptaris und [ernun/í Zum BegrilJ'pt l¡tischer (Jrieil,sliru/i, wurzburgo, Kónig- r ;r'rr,tllcgung», cit., respectivámente, págs.73-99 y 21tt-258. Debe.scñalarse
ha,sen-Neumann, 1983. Para una crítica cle ras diversas tcorías clel.iuicio poú- consicleraba quc
, ¡,,. .r, La-obia ánterior o értu, O¿, Rokt¡nsfitktit¡n, cit.,Vollrath
ticq véasc ts. Henry 1/ ¡»dtlema der giutlizict porític,o, cit. Dcsmóa tanii¿n l, , reconstruir y rcactualizar, cn conexión conla L/rteílskrufikantta-
f'. volpi, «Tra Aristotele e Kant: onrzoiti,p.ospéttiu" c limiti dcl dibattito lr,oiUt"
sulla rr:r. r-'l concepto aristotólico de phxne,sis-
"riabilitaziorre dclla filosofia pratica"», en c. e. viano (a cargo de),
efiche «nfem¡toronee, Ti.rrín, Bollati Boringhieri, 1990, págs. IZS_l+S.
ki,r.ie 'r B. Vóllrath , Die Grundlcgttng' cit., págs. 234-240 '
'' Ibídem, Págs. l4-20.
404 405
'tl
¿ulalítica» que sigue el modelo de ciencia política americana3e. k,s hombres. «Lo político leemos-- no es ningún-ser subs-
El «horizonte anticipatorio» de tar fbnomenología hermenéuti- rrilrcial o esencial. sino una rnodalidad. Es una práctica, un
ca está constituiclo por el reconocimiento de alg-unas dimensio- ,'i,,"á, no un que))11. Y «lel mismo modo que el.saber.que lo
nes imprescindiblcs del rnundo de los sucesos ñumanos,
natali- ,l"bc captar, tambi¿n lo politico se estructura según la dinámi-
dad, mortalidad finitucl historicidacl, singularidad y ptr.aiiáud. ,. l irr-rplicita en el juicio estético «arendtiano-kantiano».
Los su-
. ¿,Cuál-es, por consiguiente, la racioñaliclad adácuada, cuál ¡etos que juzgan según la ul.riversalidad
interpersonal a sut
el saber.idóneo para captar la especificidad cle unu priii,i uri semejante.tbrrna
i,,,r.."i., eálai Lectt¿izs, Arendt llega a indicar
entendida? Las Lech*es on Kantig politic:al phitásophy se ,,lt".nuiirn de univcrsalidad , poñiéndose, gracias a la imagi-
convierten en el instrurnento teórico inclispensable para conse- ,,,ción, en el lugar c1e cualquierotro, representan la moclalidad
guir el -po juz-
9.u-r"9i9
de paradigrna: éste r.
"oniig.,.
,olo-.rt ,i tu ,,,, tcnti ca,nente íti ca de I asoc iarse. El lo s,
I efbctivamente'
racionalidad de la metafisica se ve rempl llegan a constitu.ir una
orldrrpor el tipo de ra- lrundo clesclc un punto clc vlsta cotnitn,
cionalidad repuesto. en el juicio reflexivo; si .se sustituy" uel e 0rnuniclacl. Sin csta «participación
en cljuicio» no habría nin-
principio de razón de la theoria.», basado sobre el principio ile
i,,,nu poli,i.a auténticá, si.o sólo oryanización. Al sabcr prácti-
identiclad «del estar consigo misrno», por el principio á.i¡ui.io ...,, qrf funciona según la modalidacl cleljuicio reflejo, le corres-
refl exiv.o_: la pluralidad, el «ser-ju¡¡6-y-con'otros». Seméjante la fbrma política que
¡,,,,ri" también la tárea cle veril'icar cuál es
.lu1gi9 debe poder mediatizar logrciclacl y sentido comírn, rácio- i,,á, ;" aproxirna al concepto puro de lo político o cuál.es el
naliclad y ernpiricidad, univcrsalidacl y particulariclu.l y u.ti tir,cionamiento institutcional que lnenos se aleja clc Ó1. E.stos
sr-
cesivamente según la bien conocicla sócuencia de ras oposicio- ,,,,,, apttracla síntcsis, los rasgos esenciales del Begri//.tles
nesa,. una fbrm¿r de.sabe¡ en clefinitiva, que surge directamen- "n
p¡tit¡sc,hin según Vollrath. que consiclera que con ello sigue
te del fbnórneno político y que. por tanto. .upln, cle captarlo t it,lrrente el cli"ctaclo c)el opus poshmum dc
Hannah Arenclt.
en su pureza sin sobrcponer criterios extraños ". y que exige una
condición a priori bien precisa: ra cristincion entré tu pot-itica y 3.Transicla por la rnisma voluntad de haccr «productiva»
lo político, die Potitík y das pc¡ritische, intuicra pni Hnn"ur, lrr ficrenci¿t arencitiana está asitnistno la obra de otr.o
propugna-
Arendt, pero no del todo^especiflcada y, por el contiario, pt*u_ ,l,,icle la teoría cleljuicio político: Ronald Beinerar. El ensayo
mente desarrollada por carl schmitt, áunqu" de moclo áquivo- t\¡litical Juclgme nt éstá orientado sobre toclo a definir cl signi-
cadoal. l'icaclo que púe,1e tener el juicio político en cl intcrior cle ttna
Haciendo interactuar, no sin agtdeza,las infuiciones arend- lcoría."nt.ádo sobre una n-oción fuerte de c'iudaduníu: tt saber.
tianas con las schmittianas o rnejór, neutralizando er monisÁo r.rn el interior cle una rcflexión la dc los <<comunitarianos>>aa
de la. filosofia__política de carl schmitt con er «pluralismo»
arendtiano, vollrath esboza los criterios formales que constitu-
yen lo político: esto no se identifica con un conteniáo
concreto ]) Ibídt'm, pág. 48.
smo que representa más bien una modalidad del estar.juntos t' R. Bciner.-[blitir:ut Londrcs' Methuen' l9tl3'
de -tuclgLrre¡rl,
rrClorro la tlehubiliticr.ung alcrr,ana, tampoco el comunitaristro
anglo-
\,rión es un mouin]icnto clc pcnsamicnto unit¿fio y hourogéneo, sino. más
:"' Ibídt'm. págs. 100-t20.
a'i l,rin un movinriento qr. ..,, clif-crentes versiolres tienc un nrismcl objeti-
págs 271-278.. En u,a perspecriva. crcsdc cierto punto de vis- ",.,
r,,r Dolómico: la raciolialización uroclcrna o, m/ts en concreto,
1¿r tcoría ética,
.lhíclent.
ta, análoga, se mueve el trabajo de M. Rieder, L/rfeir.skra/i intt A sc pucdc observar que
Kants ür,sprtrngliche F'rugestellung, Frankfurt, Suhrkarnp, tSgó. - '"'
ve,nurn/i. p,,titl.-". hist(rrica dcl liberalismo. grancles rasgos,
dos dircccioncs: la
1l E. Vollrath, Die Gruntlteging. l:i p.,lt"rni.rto de los <<colnulrit¿t'ianór,, sc rar.rlifica en
cit., págs. 30_50.
i,, ii,-,;r; {uc sc iclcntif ica' por c'ic*plo, e, los traba.ios clc A Maclntyrc y

406 407
,l)

quc coloca cl problcrn¿r de la alianza intersubjetiva y del con- tk.rivo como modaliclad de pensamiento diferente de la cogni-
senso no so.bre'_un plano teorético y trascendental, sino que lo tri,'1, de otra, la operación aréndtiana se configurl co.mg diame-
inserta en el tcjido concreto de unacomunicrad, en la trama vi- rrrrlrrrente opuest-a alarealizada por el autor de Verdad,v méto-
viente de un ethos copaftícipe, dentro del cual sólo, a su pare_ ,¿, Muy esquemáticamente se puede decir que Arendt recono-
r t' una potencialidacl política si bien sui generis- . . u Py"l
cer, se originan y se desarrollan las creencias y las convic.ion.,
de los hombres. Desde semejante perspectivá, interrogarse so- nIsn]o sensu,t c,ommtinis kantiano cuya despolitización había
bre la naturaleza del juicio significa investigar sobre uia f-acul- ,,rrstatado Gadameras.
tad humana que, sin poseer reglas seguras Ueiner, plles, parece seguir las conclusiones gadamerianas
lirnétodos objetivos,
,rl rrl,irmar que el ¡ulcio del gusto de la Crític:a tlel iuicio, si bien
es capaz de orientarse en los contextos de ias sitr.racionei parti-
culares y de abrirse un espacio de cleliberació,, cle participa- ,,guc siendt funáamental para entender la dinámica subjetiva
ción activa a la vida pública. El gra, mérito que Beiner atriüu- ,le I ir_ricio, se demuestra incapaz a c-ausa del ámbito trascen-
ye a l{annah Arendt es precisa,rente el cle haber llamaclo la ,l(..rii¿rl en el que se mueve y mediante la universalidad a la cual
atención sobre la más política dc las facurtades humanas: eljui- ,r¡rcla de suministrar un principio concreto sobre el cual ba-
.ig 4 pesar de que los ecos arencltianos resuenan sin ..rrr'po. ,,il la dinámica cle una comunidad. Este principio, por el con-
toda la obra, el <<co,ru,itarismo» de Beincr tarnbién hace pro- lru'io, clebe investigarse - en opinión del autor en la que, sin
pios rnotivos gadarnerianos, de los que se sirvc para criticár el , ,,rrtelas interpretalivas. se define como la «teoría aristotélica
lbrrnalisrno deljuicio kantiano y la iñsuficiencia cle Ia propues- ,1,..1 .f uicio», clé la que la cloctrina de la phronesis
es premisa ne-
ta que del misrno hace Ilannah Arendt. , l..s¿iriaa(,. Nos encóntramos cn definitiva en presencia de la que
Pcrmitaseme rccordar brevemente que si. cle una parte, am_ \irllrath llarnaría una reedición de la «antigua sabiduría»: una
bos alumnos cle t Ieicfegger cornpartcn e-l supuesto dei ,1,. las muchas variantes del neo-aristotelismo que. además de
iuicii re-
r iil.¿rcterizar cl fenórneno de la Rehabilitierung alemana,
con-
llrryen también en el <<comunitarismo anglosajón»' Y es desde
M. sandel , por así clccir «intcgracionista», está prcocupacla cn rcsolver los
,'sta perspectiva menos atenta que las versiones alemanas a
t,,, probiemas histórico-filosóflcos y filológicos . desde la
problcmas clel individualisrno y clc la anornia ,-,u,l.rnnr apclanclo casi
fout
t'ourl a recuper¿lr valorcs tradicionalcs como los rcligiosos; la scguncla,
«parlicipacionista», rnás alcnt¿l a soluciones cle lipo poliico c institui'ional, ,¡,,c'Beiner procede a ensayar la po_sibilidad de traducir en cate-
las de phronimos
que larncnta no sólo y no tanto la pérdicla rnodcrna cle uniclad, solidariclacl
y lj,,rías modérnas nociones aristotélicas como
radicación, cu¿rnto más bien Ia rcclucción clel cspacio par¿l uua «autcntica
citin política»>. A esta scgu,cla pcrspccliva, que encucntra mayor consonan-
ac- \ (,upraxia, y a liberar el potencial de actualidad contenido en
l:t ll'etórica y en las refleiiones sobre la amistad de la Etic:a a
9ia 9o, cl pcnsa,riento arencltiano, pueclc', reducirsc las posiciones cle ir,lit.(¡maco. Sólo pururrdo a través de los conceptos éticos y po-
M. w¿rlzer y cle ch. Tylor, y ta,rbién las clcl criscípulo cle este iiltinro, R. Bei-
ncr. I)ara una perspecliva clc conjunto sobrc el pLnsarnicnto cle los c'r-nuni- litrcos de Aristót'eles, parece concluir Beineq se puede llegar a
tarianos. vé¿rse al lncnos el cnsayo clc S. Benha't¡ib, «Aulononry, Moclernity ,lcl'inir las modalidadés referidas al juicio, aquel juicio «que se
a,d cornunity. comunitarisnr ancl critical Social -lhcory in tÍalogue», en (.onsuma en la eficacia de la buena praxis» gracias a la delibe-
A. Ht¡nnctf¡.'rh. Mc('arthy y A. wellnnrer (ecls.), Ztri,¡rlht,nbetrur:hÍur'gu,
im Pntze,s.; der Au/kliiru,g, F'ranklLrrt, Suhrka,tp, l9ti9, págs. 3ll_jt¡q;
S. Mulhall, A. Swifi (ecl.), Liberuls uttl ('ommtutittirirns, Camb-riclge, Mass.,
cambridge University Press, It)92; ch. Mouf'le (ecl.), Dimcns¡tins' tl-Ru- j' H. G. Gadamer. Wahrheit ttnd Methr¡de, Tubinga, J' C B' Mohr' 1960'
dic.ul De,mt¡r,ru<'_t,, Plurulisnt, Citizenship. CommttLll¡.1 [_onclrer, Rort_ jui-
,,,t.,rc toáo lu, págs. dedicaclas a las nociones de serz.rus t:ommunis y dc
lcclge, I 992. Por últim., cli. A Ferrara (a cargo cre), c)oínun it¿tri.stttt¡ e rihe- , ,,, l:lracl. esp.: ferctart v métc¡tlo.2 vols', Salamanca, Sígueme,. 1993 ] . ^.
ruli.smo, Ronra, Itclil.ori Riuniti. 1992. 'r(' 83-l0l'
R. Beincr, Potitiial .hulgnternl, Londres, Mcthuen, 1983, págs'

408 409
,l
Iración. Beiner todavía está con Gadamer al atribuir ara phrone- de suministrar
( ur cl ((paradigma comunicativo))- se encarga
sí inJer-
srs- y a la deliberación (proaireszy' no solo una función ins'trumen- ,,,,. f""iu.ión"universal y racional, si no subjetivista'
en el re-
:;rrbietiva. de los p¡*ipiót del actuar' Y
tal de selección de los medios idóneos para obtener un precisamente
<lctermina-
do fin; la sabiduría prácticaderibera iguarrnente en tomo minuciosa las condi-
ulii" ,l:l,l,d;;;l;ü;;; inatizar <te manerá discurso «imparcial»
sí mismo y decide
3c.elca
de la buenápraxisaT. g" *""frrón, "n
la t rores formales y d;;;¿dimiento del
formulación de un juicio que actue de iondo sobre el cuar
reáise- ',, ,^,*itur q"t, al menos d: *? manera «1d¡al v
ñar la noción de ciudadanía crebe implicar elementos fo,nales
y iirri"* tá puede obtener Ll ton'"nto reconocido cuántoy de-
-*.áiuntáLi sobre las normas los

lrascgn{eltales que expliquen desde ér punto de vista subjetivo la orincioios del actuar , Hab"tmut había
las lecciones
facultad de juzgar, aunqué no puede renunciar a orientar
jetos ju",gadores hacia lós frnei prácticos
á ro, ,u- i;:;,H;;áá.'iu tnt..acción comunicativa a arendtiana so-
perseguibre, .oÁún. ',obre Kant de Hannah Arendde' La investigacón
propuesta-de la
Aristóteles, por consiguiente, ei el neceiario i",,pt"Á.rrio-a"r
"n l,rc la facultad de juzgar-y latlhzación poi ella
formalismo kantiano: il.¡uicio político aristotélico ,u.,,l"irt a los olos del-au-
u ro ,,,,ción de «mentalidad ampliada» representan
que Kant no puede ofrecer: las coordenadas sustancile§
con- i. ,,:oi"*á" no solo i,tt'," .oi. of
rational orientation s in the Vita
of comu-
cretas de una peculiar modalidad de la interacción humaná
á. u l,:,irári, tito también «a first approach to a concept
and action itself»:
que un aspecto no secundario reside en el deliberar y
decidir iun_ rricative rationality whilt' it t'"itllnto speech
tos <<acerca de la forma de vida que es deseabre pérseguir ur) paso importante, Ln áefinitiva, en
la dirección de una ética
Jn er
interior de un determinado contexto de posibilidad»a8. ,lc ia comuñicaciónso.
esta indicación: a
Benhabib pur."" seguir a Habermas en
4. Bien diversa..se presenta a primera vista la perspectiva J,;;i; gar el mode-
',,,rr;;; ;;ená al s arendtiano para i nvesti
de la que parte la utilizaiión del juñio arendtiano_k;"t,;;;r. como lnterac-
Io tle'una posible uacción moral» -cntendtda
de una política
hace,Ssyl¿ tsenhabib. L_as posiciones de esta autora _muy
co_ , i(rtr comunicativa- que ponga el fundamento
nocida en los Estados unidos- modifican parte de las prápias ñ autora se da cuenta de los pro-
,r",,r""laii"asr. Sin
premisas teóricas de la «pragmática univerial» a"
ltffii+a- "-turyo,
bermas.
cgmo se sabe, el programa filosófico de la ética del discur- r" Son conocidas las reservas de Habemas en las confrontaciones de
Habermas' «Hannah
so se distancia precisamente de aquellos supuestos t tttt uctiva/[La condición'i"l"i1 "arresadas en J'le76' págs' e46-e60 '
hermenéu- i;;'rci;';;d"tr aer¡¡a"ni,",-in't'"i xxxx' núm' l0'
ticos, compartidos tanto por ta n)hab¡t¡tierung que
ptonungil de-p31era bastante diversa por lo
"r"ri"-p* .l rt ro clebe recordarse q"" éf tá
comunilarismo' ¿" la Crítica del iuicio' Habermas había
¡

.que subrayan la historicidad ! uritru.iirufi- l.rrrü i" ",ilización "t."¿ii"'" de las conferencias de
dad» del lenguaje: e., con.-e"uencia, se contrapone tanto "
r' rr(lo efectivamente asistir a algunas
-de
reflexión que destaca el papel urr*ido por los vínculos
a una "d;;ffi;;;;
\rcrrclt sobre fant- SoUre !ti",'"¿"t" el texto-
la Lectwe habermasiana'
.á*u- ,.\r)uesta en la New srrloár-roi'social Research.y
titulada «on the German-
nitarios particulares en ei lógro de la ariánzay der conserro 1 e80' págs' r27 -r3t
.n- ,]l'i"n'r.i,"*;;; ;'bii.;á" én ktos' n"m' 44'
^
tre los_ciudadanos, cuanto iuna filosofia que en nombre Heritage»' cit'' pág' 130'
tl,"-C"rman-'lewish
de ra '') J. Habermar, uOn
rehabilitación de la praxis rechaza las valencias universañr, 'r Relevantes e, est. co"te*to son los ensayos de Benhabib: Autonoml"
de la teoría modema. La teoría habermasia"u juiiÁ.;;; \!,ttlcrnig and Commuña', tii'' *Ut" todo.«Jud€ment
andThe Moral Foun-
tiende, de los años 70, en los que tiene lugar la o¡fntaci¿n ,t.rrrtrrr o[politi., in n."iii-ri'*gt1r,,.
Political"Theory: XVI' núm' I ' 1988'
Áa-
;;.:;:,' ;é_sr. üiur. ,u*üte*n
d ñ.ñ¡'.rriu. «Modets of- Í,ublic Space. Hannah
\rrrrclt. the Liberal ri"Jiti"t :t'gett-uabetmas»' en íd" Siruating the
11 lbídem,
págs. 138- 152. "tá
:,'l¡. (ientler Co*rrrni1' onJ io't úu'l"nisnt in Contemporun'
Ethics'
aB
lbídem. pág. 166. r .rrnbridge. Poliry Press- 1922' págs' 8q-120'

410 411
blernas que surgen cuando se quiere integrar tout court er iuicio Political Philosophy; él no se propone ir «más allá» de
l'.ttttt'.s
del gusto, tal y como ha sido interpretado por Hannah Aiendt. I llrrnah Arendt. escribir el final de una obra incompleta ni mu-
en el interior de la «pragmática universal>>. Es consciente de ra , lro rnenos diseñar la solución práctica de un pensamiento que
dificil compatibilidad de la (lrteilskrafi arendtiana con una ,luicrc ser aporético. Se puede, sin embargo, decir que- refleja
perspectiva universalista y racionalista como la habermasiana. l:rtcralmente a Arendt, a través de una interpretación de Kant
Pero precisamente sobre la base de las Lectures c¡n Kant',s poli- (tuc clemuestra algo más que una simple afinidad formal con
tical Philosophy
-y, más en general, de las ref.lexiones sobrc
eljuicio esparcidas en toda la obra de Hannah Arenclt . Ben-
lrr tlc la autora.
Bn el recorrido ernprendido por él en los años posteriores a
habib fija el lugar de un posible y fbvorable diálogo entre el l;r ¡rublicación de marcado por
La condición postntoderna5s "
«comunitarianismo>> y la teoría del actuar comunicativo. con la rrr continuo distanciamiento respecto a esa obra- Kant se ha
particular interpretación de Kant despojada en su opinión de rrrrpuesto corno figura clominante5a, no tanto como objeto de
algunos aspectos excesivos del formalismo abstracto y revesti- rrrur investigación histórico-crítica, cuanto como ocasión para
do en parte con las ropas de la phronesis aristotélica , Hannah I (,I)ensar y ieelaborar algunas categorías filosóficas. También
Arendt ha indicado el camino para una rnediación entre ra acti- 1,,'t,peración hermenéutica de Lyotard consiste en amplificar el
tud «parlicularista» hacia el contexto y un punto de vista moral ,,lc¿ince antirnetafísico de algunas nociones kantianas hasta
universalista. En definitiva, también con todas las reservas que ,.1punto de contrastar cl peso de los elementos universalistas con-
más adelante se verán, el mérito de la que para Benhabib es úna rr.rridos sobre todo enla Crítica de la razón prác'ticc). Bastante
opcración hermenéutica que conjuga a Aristóteles y a Kant
está en haber hecho pensable un fbcundo cornpromiso entre el y del espíritu, el filósofb fiancés enfatiza el
aspecto trascendental del «pensamiento ampliado» y el juicio
srt¡thv
"i La vida
,l(.jscubrirniento kantiano de la heterogeneidad de las f-acultades
rnoral contextual al que apelan los comunitarios. En efbctó, este .;rrb.jetivas y la interpreta de lnanera radical, llevándola a sus
último, adecuadamcnte corregido, podría rnitigar el fb'nalismo ,,,,i.r,recuenóias rnás extremas, a saber, la constatación de una
y el carácter abstracto de la moral universalista, sostenicla, por ,,tlisidencia» incurable. De aquí, la insistencia sobre |a irreducti-
ejernplo, por un Apel y por un Rawls. en la que, a veces, está a llliclacl cle las cliferencias entre la wittgensteinianas «farnilias
punto de caer tambión la propuesta de Habermas. ,lc fiases» estéticas, teoréticas, éticas, políticas y la acusa-
Sólo una ética que, continuando las intuiciones arendtia- t.itirr cle violencia lanzadacontra cualquier intento dc subsumir-
nas, logre unir a la imprescindible instancia universalista e
igualitaria la atención, derivada de la pfuones,.r, hacia la irre- ir J.-t'l Lyotard. La corulitíon ptt.stmoderne, París, Minuit, 1979. ['liad'
ductible peculiaridad de toda situación puede, según Benhabib, , sl).: ¿¿1 r'orulir:íón ¡to.sttnoclerna, Madrid Cátcdra, 2000.]
trMuchas son las obras cn las que Lyotard toma en consideración la
encontrar una salida en la pruxis y empeñarse en afrontar la
lrlosofia kantiana, por tanto me limito aquí a señtrlar lo más impofiante:
construcción de instifuciones concretass2.
I Ir Lyotar( «lntroáuction á une étude du politique selon Kant», en AA. VV'
litjotrcr' le politique, París, Galilée, 198 l; ít|., Le Di/lérend, I'arís, Minuit,
5. La lllosofia del juicio de Jean-Frangois Lyotard no tiene l()1t.3 [tracl. esp.: la
diférenr:ia, Barcclona, Gedisa, 1988]; id'
«Juclicieux
casi nada en común con las llamadas teorías deljuicio político. ,lrrrrs lc diflérencl», en AA. YY., l,a /'ar:ulté dejuger', París, Minuit, 1985; i¿l',
El filósofb francés no apela directamente a lás Leciures on I'L't'tlltousiasnte. I-a critique kanfienne de I'histttire, París, Galilée, 19t36
llrrrcl. esp.: L)l entusiasmo, Barcelona, Gedisa, 19811:' íd.' Sensu,s contmunis'
ttt.. íc|.,'lleitlegger et les «juils», París, Clalilée, 1988; íd., L'íntérét du sttbli-
irrr', [)arís, Eugéne Belln, l9tt8; ít\., Leqons sur I'anal1'ss tlu sttblime' Patís,
5r Benhabib, «Juclgrnent and the
Moral lroundation», cit., pág. 50. « ialilóe. 1991.

4t2 413
]aq
bajo un únic. discurso cognitivosi. Kant, por consiguiente, (.onvierte, siempre sobre la f-alsilla del discurso kantiano, en la
habría prcporcionado los inshumentos desestructuradorñ
al uni- legítima aspirante al papel de «tribunal imparcial»,.aIpapel de
versalismo que sus mismas obras han afirmaclo: uno de éstos es tribunal que no ticne ninguna autoridad prescriptiva y que se
la distinción enrrc juicio científico y cognitivo y juicio reliexi- ',,i
linlita a regular y establecer los confines de los difbrentes.fue-
vo''". Es, efectivamente, Ia dinámica del ruicio-e.stético el que :,r's lingüísticos.
permite, a diferencia del juicio científicó y cognitivo, salva- '' NJse trata cle discutir aquí la solidez o las incongruencias
guardar la «disidencio>, sin .eintegrarla ni iilenáar el coro ilrternas del discurso lyotardiano, sino más bien de permitir que
de
voces qu.e c.onstituye la así lla,ada condición post-moderna. :.e entrevca cómo detrás de esta terrninología. tan diversa cle l¿r
Por_consiguiente, el problerna que Lyotard afronta, sobre todo, rrr-cndtiana y a rnenudo rayana en los «tecnicismos>> de la filo-
en Le DilJérend, cs el cle circunscribir rnás cle cerca ros contor- sofia del lengua.jc. sc esconde una fortísima afinidacl entre las
nos de una facultad que sea capaz cle poner en colnunicación ,krs «apropioóion"., de Kant. No tanto por el gusto. fln en sí rnis-
géneros de discursos radicahnentc diversos sin hacer injusticia
,,ro, dé déscubrir puntos de contacto entre dos pensadorcs que
a su singularidadsT. Con este fin se sirve cle la metáfbq ya
cé_ lrra vez han estado próximos el uno al otro('0, sino porque estoy
lebre, del.arch_ipiélago. «cacla una rre ras especies cle diícurso ,..nvencicla cle que en el terrcno de scme.iante afinidad se deci-
sería una isla. la f¿rcultad de juzgar sería como un armador o ,lc. por así deciilo, la menor o mayor consona,cia de la autora
un
almirante quc organizase entre una isla y otra las expecliciones r'on este o aquel filón de pensarniento contetnporáneo.
destinadas a presentar a una cu¿rnto se encontra.a la otra y Y si al principio la átención epistcrnológica quc Lyotard
pudicse_servil a 11 prirnera de «intuición colno si» "n para conva_ ¡rr-csta al estatuto áe los.iuicios fllosóficos parece estar alejada
lidarla»5E. El.iuicio estético, reflejo, sería, por consiguiente,
la ,lc la sensibiliclacl de Hannah Al'endt, la distancia parece ir dis-
facultad o, colno dice Lyotar( ia «casi» iacultad I capar'de ,rrinrrvcndo poco a poco a rnedida que el f ilósofo fiancés pasa
1(_oPelar
un paso)) entre las farnilias dc fiases heterogéneas5e. ,, cc,rioborai algunas de las categorías elaboradas en el curso cle
Y la filosofia crítica la filosofia que se encarga cle julgar se lil interpretación dc Kant sobrc el campo proplg cle la retlexión
lristórico-política. Detrás del estilo burlón y ecléctico que p¿lre-
('c colocar al autor de la condición postmoderna en una vena to-

]l le.ase en
particular.t.-Fi t_yotarcl, t.t, Di//érerut, cit. lllmente «relativista>> se esconde la misma exigencia vigorosa-
'(' orientada a la recuperación dc la potelcialicrad anti-universalista rn- Irrcnte sostcnida por Arendt. A saber. dcfinir, un lugar de resi,s-
herente aljuicio rellc.io kantia,o es la ateniión clemostrada por
los autorcs cle t(,n(:ia contra la hegemonía que el juicio determinante ejerce
fos,ensayos recogidos en La F'ocurté tre Jtrger;.f. Dcrriclá, v Descombes,
(i. Kortian, rrrrrrbién en la esf-erá de los asuntos humanos; el mismo pathos
Ph. Lacoue-Labarthe y J.-l_. Nancy.
la proce-
s7 Movido
sobre todo por las crílicas lanrádas por J._1.. Nancy (cli. por lx)r un espacio-tiempo que se sustraiga a la lógica de
ejemplo J.-L. Narcy, «Dies lrac», ctt Lu Faculté tle.liger:.it., pagr."O_S+ *rralidadói, lógica que en la versión actual reviste las aparien-
.i.f , y de la f-unciona-
1,,'inrperuti/ catégorique, parís, Flammarion, l9g3), Í,yotard'añontrel
pro .i.s del p.ogá-a, del cálculo, de la efic¿rcia
blcma cle la rcdefinición del esraruro dc la subjetiíiauá qr" a.u";i;
supueslo a la lcrnática del .iuicio. F)n el cnsayo ya citado s'cn rus
,;;;."
habla cf-ectivamente cle una.«sub.ietiviclad míníma»>, cle un «sujeto
,,or*nunis, u0 Cfr. D. lngram, «The Postmoclern Kantianism of Arendt and Lyo-
apcnas l;rrtl»,R¿:r'iela úMetapb'sics, XLll, 1988,págs' 5l-11 ,elcual,sinembargo'
sub-jctivo» bastante distanre dcl lc:h denke ra síntesis última
a ú q;"'';; ." lx)lte a la luz iobre tódo las dilbrencias que median entre
los dos autores.
fieren todas las rcprcsentacion_es pero sin el cual no ,....á, nl .riqrr..u
I rcbe scñalarse que lngram no toma cn consideración las obras de Lyotard
capa_ccs de estar de acuerdo sobre el hecho cle quc estemos
en clesacuerdo. ,ur'csivas a Lt' Diflt\renJ.
:t J -F Lyotard, t-e Di//érerut, cit. 6r Véasc en particular la parte final de L'enthousiasme. Lu tt'itique
5e lbídem.
l,ttnlienne de I'histoire, t4t. t:it-

414 4t5
Iidad a toda costa. Negarse a esto es posibre para ambos
en vir- que se preserve la pluralidad de las voces y no se recompongan
tud de la facultad de juzgar ureflexivamenté»: porque
sóro er cn el interior de un discurso unitario y hegemónico.
iuicio reflexivo hace, én:p",9,que sigan siendo posibi;;;p"_ También en este caso se puede decir que a Kant Crí-
que no deberían pl.gár. a la tógica y qr., po. -ala
lica del juicr,o y sobre todo al tratamiento de lo sublime- se le
:1119:.gii:ursono
conslgulente, estarían sometidos a regras gén"rál"r ,ri se asigna latarea de oponerse a Hegel: con las Lectures arendtia-
homologarían a 1o universal. Así pues, dy qu;;br;.;;qr"
nas-, también los escritos del autor francés nos restituyen una
también para Lyotard las «regiones» estétícas y ras t
políticas se disponen en ra miima modalidaa aé
i.t*i"o- imagen «post-hegeliana» del filósofo de Kónigsberg, orientada
a desquiCiar el sistema dialéctico en todas las variantes más o
se abren a un pensamiento que antes que proceder "áilpr*rio*
po, p.",lCI"._ menoi mistificadoras. Y bastante más marcadamente que en
minación o categorización ie esfuerzá en salir a" á
rr.'g"-árriu Arendt, aquí el acento está puesto, de manera casi exasperante,
del discurso.cognitivo para poder_captar la si"gulariá"ill"
¿r sobre la imposibilidad de la síntesis aquietante, sobre la impo-
fbrencia de lo que s" p..r"rrtu. Al igual que a-r\rendt.
támbién sibilidad dé h recomposición de las contradicciones. Insistir
a él le resulta ilusorio y desviador pón.. a actuar juicio
el deter- sobre lo sublime, sin embargo, no sólo significa hacer preva-
minante frente a un suceso: anticipar el sentido a"
io q".á"u.- locer sobre la alianza y sobre el acuerdo el momento de la
de una pre-cornprensión que lo inserre
:::l:il""
ttzadora cadena de la relación causa-efecto. y "n
fu i.urq"i_ «disidencia>», sino también poner al descubierto la incapacidad
tarnbién .o-ún dcl espíritu para producir formas capaces de <*racer presente»
a ambos parece ser.la. concrusión cle que nacra puede
.^iÁirr. lo absoluto.-Por óonsiguiente, es contra la Weltgeschichte y el
de la «responsabilidad» cle tener que dar cada vLz""u
i".rfr"r- Geisthegelianos contra lo que se vuelve la lectura de la segun-
ta a los casos, es decir, la «responübilidad» cle
tener qr"¡irg*
-I-'-J-"' cla parteáe La contienda entre las Facultades* qrr. hace el au-
cada caso sin el auxilio de criterios estahlecido.i,,.-
tor en L'enthousiasme. <<Si el genero humano está en constante
Pero si Hannah Arendt apela a ra analítica ire
lo belo y a su progreso hacia lo mejon» unaYez más se escoge_como lugar
posible extensión a la esfera porítica, Lyotard
me ya aquel sentirniento de placer y désagrado qr"
apela a to íruti- irrivilegiado para <<absolven> las concepción de la historia kan-
," piu"U, iiana dé todaresponsabilidad en los análisis del hegelianismo.
no sólo en las referencias a lá naturál"ru, .,iro tu*fri¿,
los acontecimientos históricos. A su pareceq el juicio
fi"rt. o Si, en Kant, la percepción de las ideas delarazón es la que de-
estético sencadena el qnfusiasmo frente a los sucesos revolucionarios,
ligado a lo bello lleva todavía consigo la esperania
de una <<in- éstas Lyotard- sólo se presentan de manera ne-
tegración armónica» en la que lo párticulai se concilie
gativa-argumenta
en el sentimiento de lo sublime, en su inadecuación res-
universal(''r. Lo sublime, po.bl "árr^ro
ra, la inconmensurabilidád sigue "onir-io,
evocando ra desmesu- fiecto a cualquier representación. Lejos de coincidir con la his-
fiel a la .".onáitiá"'i^á-rr, toria, las ideás de la razón tienen por una parte el más sumiso
la exigencia fundamental dJla que Lyotard.r "o po.tuáÁi- a.o papel de hilos conductores de una narración, pero de otra, la ta-
ieá Ae transmitir al lector la fwrza para resistir a la <gerversa
fbscinacióo» del «todo es iguab>65.
62
lbídem.
Desgraciadamente no queda espacio para mencionar todos
6r Según Lyotard, los pasajes y la implicaciones filosóficas de la «apropiación»
. en,sens¡.rs Communi,g, cit., y en Sun¡ivant, cit., Han_
nah Arendt permanecería todavía demasiado ligadá
a csta esperaná;"
tegración armónica»; a su parecer, en efecto, la autora
;i,
reería las nociones <ic
'\ensus communis fuera de la correcta curvafura trascendental y r.r-i-pon
"r J.-F. Lyotard, L'enthou,tiusme, cit.
clría una indebida interprctación en sentido rcalista
y «social». ('' lbídem.

416 417
lyotardiana cle Ka.t, y tampoco hay tiempo para destacar los
¡r,rrtcn directa o indirectamente la apelación al «Judging»
numerosos pastries en los que el autor casi parece parafrasear a .rrr'rrrltizrno, se deberá admitir que la filosofía política de Han-
Hannah Arenclt. Para concluir, baste repetii qr", én cuanto se_ r,;rlr Arendt, en gelleral, así como sus reflexiones sobre el jui-
paradas por las refbrencias hechas, respectivamente, a lo subli- , ro. cn particular, están recorridas por diversos vectores no fá-
me y a lo bello, las dos lecciones kantianas aparecen sin duda , rlrncnté conciliables en el interior de un tranquilizador cuadro
próximas, cotno manifiestan, mas que ningunzrs otras, las pági_ n'orico. Quizás también por esto, los intérpretes han concedido
nas de L'enthousiasme en las que refiriéndose al «clon» ael ,,rtrcho espacio al opus postumum de la autora: colxo si en éste
cio, Lyotard parece afirmar claramente la misma alternativies-
¡ii-
,t' ltuardai"a el secreto de sus últimas palabras que, una vez des-
bozada por Hannah Arendt: o se apela a una facultad subjetiva , rliaclas. consentirían echar luz sobre el significado de la obra
o, como prefiere def inirla, «casi subjetiva>>, capaz cle disórimi_ , ntcl-a.
n_u1,d9 pensar críticamente y de decidir, o bien salclrá ganando Los estudiosos han emitido veredictos contradictorios: hay
el weltgerichthegeliano, que, exigiendo de la historia iel rnun- (luicn consitlera las Lectut'es una cspecie de final sorpresivo
do la ernisión del veredicto final, exima a ca«Ja uno cle la res- ,i,rc echa por tierra y traiciona la originaria intención de la au-
ponsabilidad de juzgar(,6. r()r'ir, en la me«lida en que llevaría a aquel prirnado de la viÍa
, t)ttlemplot¡va sobre la vita activa, de cuyo cuestionamiento
lurbí¿r nacido su ref'lexión. Por el contrario, hay quien piensa
3. El Jutclo r¿ LA ((AC,t'rvIDAt) DnL pnNSAMulN.ro)) (luc la consideración sobre la fácultad de cnjuiciar es del todo
,l,rhcrentc oon la revalorización arendtiana dc los asuntos hu-
1. Nuevo tipo de racionalidad práctica; moclaliclad cle deli- nuuros; es más, sería el iusto cornplcmento teórico de ésta. En
beración en torno a los principios sobre los que basar una co- (.()nsecuencia ha sido valorado cle rnanera difbrcnte el conteni-
rnunidad política; categoria fundamental del actuar cornunica- ,kr cspecifico que semcjantes juicios vehicularían: de manera
tivo; forma de comprensión quc permite captar el scntido de los ,'rcluiivamente política, ligada a ia conciencia moral, o biet.t
acontecimientos, sin predeterminarlos o si bo rcrin arlos conca- rrlcntificablc cou el solo juicio de lo histórico quc intenta cap-
tenándolos en una narración: éstas son, en síntesis. las direc- lrrr de manera retrospectiva el significado dc los acontecimien-
ciones de.una posible continuación del cliscurso arendtiano que ha to pasados. Se ha preguntado, además. si en ello no aparecen,
quedado interrumpido y también las diversas tareas atribuiiias de ll iado cle las noclones kantianas, tambión puntos de parlida
vez en cuando aljuicio. Táreas que se asignan, corno se ha obser- (lr,rc derivan de la doctrina aristotélica de la phronesis. Se podría
vado, por diferentes visiones filosóficas á menuclo en crara con- ,iuizás observar, cn definitiva, que no se trata sino de valoracio-
foaposición unas de otras, tal y como como mejor cremueshan las rrcs diferentes sobre la capacidad que el juicio arendtiano posee
críticas de vollrath y de los communitarians i Habemas. las de tlc colmar la divcrsidad entre teoría y praxis o, más correcta-
Benhabib a \os communitctrians y las de Lyotarcl a los haberma- rncute, cntre pensarniento y acción.
sianos y a los comunitariosó7. Pero si, a pesar de ello, éstas com_

tb Ibídem. 2. Pero procedamos con orden. Algunos de los nurlerosos


r'?_ intérpretes qre .otrpurten el parecer de Hans.lonas6E, según el
V_éa¡e respectivamente E. Vollrath, Die Grundlegtmg, cit., págs. 176-
..__.
180; R. Beiner, tTtlitic:al .Iutlgment, cit., págs. 25-30; S. -ÉeniabiU, 'Aríorr,,r¡,,
Modsnitv arul (i¡mnrun¡ty, cit., págs. 383-389 y .I.-Fi Lyotarcl peregrinutions.
Law', It»m. Eyerl, Nucva York, Columbia Univérsity picss, 19g8.
"s Véase Hans Jonas, «llantlclll, Brkcnnen, Denken. Zu
¡"t*d. ..p., Hannah Arendts
Percgri na ci on e.s. Le1', fimna, a t:onte c intien¡¿, Maclrid, Cátedra, 1 992.]
¡rlrilosophischen Wcrk», lllL'rl¡ur, XXX, núm' 10, págs. 921-935.

418 4t9
il'
cual Hannah Arendt regresaría en el úrtimo período
alavita.conÍemplatiry V ola.filosofia, se han .-p.náá"
de su vida través de la facultad de juzgar- hasta un grupo de ensayos de
.n ."_ los años 60, el juicio se configuraría como categoría práctica
construir, a través de las <<vicisitudes» que la
co.rrid".a.ió,'d"l cuya función principal consiste en suministrar criterios orienta-
juicio atraviesa en er arco de to«la ra obil
arendtiana, el recorri- tivos para la acción política7r. En efecto, la referencia a la im-
do de un verdadero y auténtico «giro»: a saber,
las etapas que portancia del enfrentamiento entre opiniones, pero sobre todo
marcaría.n el paso derna primerilase «políticá,,
fase «filosófica».e. Tarnbién reconociendo la
; ;;ili i;;; las apelaciones ala phrones¿s aristotélica y las afirmaciones se-
dificultad de gún las cuales la acción se arlicularía en la relación entre volun-
marcar una línea de demarcación neta, sostienen
qu. ,. práA* tarl juicio e intelectoT2, hacen legítimo pensar en una forma de ac-
f ijar dos modalidades de rraramiento
úLn distintas. tuar discursiva y deliberativa, entendida como necesaria pre-
De.sde el ensayo de 1953, <<Unilerstanding
and politics»7o misa para alcanzar un consenso colectivo. Estas reflexiones
--n g] que porpdmera v€z se presenta prob"t*u d" i;;;"_
prensión y de la reconciliación entre pensárnient"
"t carnbiarían de signo con el caso Eichmann: en los escritos pos-
t;liJ;; , teriores a La banalidad del mal o, mejor, posteriores a la contro-
versia desencadenada por la publicación del libroTl se argu-
6') casi
todos los i,térprctes arendtianos que menta , Arendt se aproximariacadavez más a una concepción
juicio han destacado la criferente consicrcración han afionta«ro er tcnla del de la facultad de juzgar como categoría moral. Uno de los prin-
que tic,c en ra primcra y en
la segunda fase de la obra de la autora. v¿u..áilrl.rn, M.
Á. 6Jrr.rr.,rn. cipales problemas planteados, por ejemplo, en «Thinking and
Privilege of ourselves: Hannah Arendt on
rrag.j,,,., ü.-;.';li'i.¿.1,
llnn'h Arcrulr, the R¿:covet1, of the pubtii wr,í¿, ñ"rlivo.L,^si.'üuirir¡ Moral Considerations>>74 es de hecho el de hallar vías de salida
Press, 19.79;, D. Lories, ,.Scniir c, cornrnun al decaer de una moral objetiva y universal. Ya que si es la falta
.i¡ug.. pu. ;oi_;;¿*..r,,"¡;,*n,
Phénoménologiques, t, n!1r_ 2, I9tJ5; R.
el;,r,"in, ufuagin! _l¡slctor de pensamiento crítico, «la resistencia a jtzgar en términos de
and thc Spectator». en philovrythicol pt;fil(,.\,
Cambridgc, poliry prcss,
1986, págs. 221-237: r,foch5r,,,s.tgiudizilp"iiti*,,, iiÉ¿,irá,'il,'lr,ru,
págs. 43-6 I: además clel volumcn yi .iraan.'reur. A. H.nry. .illrai^o
politico Asperti kantia¡i der carteggio a..nát-Lu.p. 7l Los escritos a los que se refiere son, sobre todo, «Freedorn and Poli-
rs»>, lr pensiero poriti_
,?,!X,1987, págs. 361-375; R. ñi Roviello, S.cns Co,rnrr,, tics», cit.; «The crisis in Clulture», cit.; «What is Freedom?», en Between Past
¡é,^Brusclas, Ousia, l9ti7; E yo.ung_Bruetrl,'unea¿ing ni-¡Uurtirr¡_ and Futwe, cit., págs. 143-112, y «'liuth and Politics», en Betw'een Pa,sl and
Hunnulr' n,inatt Futwe, cit., págs. 227'-264. [Trad. esp.: Entre el pasado y ¿l¡t¡rur, op. t:il.]
Life of the Mind», en Mirul an, th"e Bori1, j,n¡¡,¡r,
Routledge. I988. oáus. z!-!l:_p Fuss.,.it.
N,i* Vo.L_f_oná..r, 72 «What is F'reedorn?», cit., págs. 152-153.
t*o_in_On", s.iti¿I"iiü i, 7r La referencia se orienta sobre todo al ensayo «Thinking and Moral
Thought. consciencá and Juágmenii', ti"rt¡rr¡,
studies, núm. 3, r9¡8, Considerations», Soc¡al Research, XXXVlll, núm. 3, 1971, págs. 417-446,
págs. I95-20ó: R. Esnosiro.,,1ñappreser;biÉpolis». "
en ¡,i [r, rlu,"Bur¡" con el que Arendt pretendía haber resuelto los problemas teóricos abiertos
dell'iutpriirito,.tsoronia. il vlurino."iggt. pagr.i¡
r24; c. Ramcrr a, (.tmtmu-
nicazione, giudizio ed esperienza det peisiíru,, por la violenta controversia sobre el caso E,ichmann. Cfr. Hannah Arendt,
Milán,'Franco Á"rr"f,,"iénr,
págs 235-287; P P porlinaro,
uLazioáe, Io spcttatore c ir giudizio. Una rettu_ Eir:htnonn in Jentsalem: A Report r¡n the Banalitl, oJ'Evil, Nueva York, The
ra dell'opus postumum di-Hannah y'irenAr»,-'fei.¡a Viking Press, 1963, pero véase también la versión ampliada de 1965.
págs. 135-159; M. Reist, Die pruxis ¿e, fii¡i"¡t.
politic.a, !núm. l, 19g9,
[Trad. esp.: Eic'hmann en Jerttsalén: un esfudio sobre la banalidad del ntal,
Liannalt,l,rriir,qnih*p* Barcelona, Lumen, 1999.] Siempre en conexión con el juicio contra Eich-
lo§e des Politischen, wurzburgo, rconigshausen
und Neumann, i csó,'"i .Ípi
tulo «Potirik, Morar und Aeithetik úrt"¡i.tr..uit mann son interesantes las observaciones contenidas en H. Arendt, «Per-
ars poritiscies-ó*tJrrr,
sonal Responsability under Dictatorship», The Listenet;6 de agosto de 1964,
págs. 281-304. bn Il giucrizk¡ in Honnah
,l,iiii, ya mencionado, R. Beiner
rcconstruyc entcramente la temática del juicio págs. 185-181 y pág.205. Por lo que respecta al caso Eichmann se remite
u..ndtiuro'g;i¿;;;1";;._ a tr. Young-Bruehl, Hannah Arendt: For Love of the World, Nueva York-
dos los escritos de la autora.
H. A¡endt, «Unclerstancling and politics», partisan Londres, Yale University Prcss, 1982, y a la literatura crítica discutida en
.70 Reviev: XX, núme_
ro 4, 1953, págs.377-392 el primer capítulo del presente trabajo.
7r Cfr. «Thinking and Moral Considerations», cit.

420
421
responsabilidad personal>>7s lo que provoca el comportamiento sr¡ el especta{or, al igual que en Kant los objetos estéticos
de personajes como Eichmann, no será cieftamente a través de lic,en nécesidad de ser recibidos por un público, sino porque
un restablecimiento de los valores morales universales colrto se lir cstética kantiana consentirá a Arendt formular una teoría
obviará la atrofia de la capacidad de discriminar entre 1o que es ,lcljuicio <<democrática». El desplazamiento de Aristóteles a
justo y lo que es errado76. Se deberá, por el contrario, apelar a Kant ya no haría del juicio el privilegio de unos pocos indi-
una modalidad de discernimiento individual,capaz de funcionar Viduos sabios, segúnla orientación del phronimos aristotéli-
también en los momentos en los que saltan los códigos éticos77. cos, sino rru potibilidad a disposición de todos. En semejan-
Y precisamente posiciones discordantes se adoptan en tor- lc perspectivá, la referencia árendtiana a la Analítica de lo
no a las consideraciones sobre la facultad de juzgar comprendi- ltc'llo, §os de corresponder a una estetificación solipsista en
das en «Thinking and Moral Considerations)), en «Thinking» y en
ll polítióa, responderla a una profunda preocupación <<demo-
las Lec'tures, obras en las que siemprc según los delensores crlitica» y cot se.tsual. En consecuencia, se rechaza la con-
de un «giro» interior en el pensamiento arendtiano el acento Vicción según la cual la autora llegaría a una radical separa-
,.'i(rn entreáctividacl mundana y actividad de la mente' En de-
se desplazaría visiblemente de un saber práctico que sirve de
guia a la actuación plural, a una facultad reflexiva y autónoma l'i¡itiva, el juicio político arendtiano, incluso en sus últimas
del sujeto singular. obras, reconciliaria pensamiento y acción sobre la base de
Ronald Beineq por ejemplo, critica decididamente seme- .riterios de equida<J, imparcialidad y universalidad que Aris-
jante cambio de perspectiva, que, a su parecer, corresponde al t(iteles no había podido suministrar. Y esto, además, gracias
rr la trampa de una racionalidad abstracta. En último análisis,
paso de un punto de vista aristotélico a uno kantiano. Tal paso,
a su vez, desviaría elpensarniento de Ilannah Arendt de un ge-
lil orientáción «universalista» kantiana y la «contextualista»
nuino aprccio dc la csfbra política y dc su contcxto concrcto ha- rrristotélica guardarían el equilibrio y se corregirían mutua-
cia una especie de política estetizante y abstracta que culmina- rnente.
ría en una posición merafflcnte contemplativaTs. Tesis estas últimas en muchos sentidos análogas a las ex-
Otros intérpretes manticncn por el contrario que la pers- ¡rresadas por Seyla Benhabib que, como se ha recordado,
pectiva kantiana no opuesta, sino armonizable con la aris- i,antiene'qre eá el juicio arendtiano está comprendida la
y Aris-
totélica representa la reconciliación entre el punto de vista ,osibilidad de una iniegración no conflictiva de Kant
iót"l.r' la compatibilidad entre el kantiano «pensamiento
del espectador y el punto de vista del autor, entre el que pien-
sa y el que actúa7e. No sólo porque el actor no puede pasar arnpliado» y el áristotélico <<juicio contextual» podría enfin
.lbirgar la posible reconciliación entre actor y espectador,
.cciói y pensamiento. Gracias a estos presupuestos,-la.estu-
.liosa américana habría esperado, de parte de Arendt, la ar-
ticulación de una trama que tejiese juntos juicio político y
15 Cfr. Eichmenn en Jerusalén, cil.
7(' Sobre estos argumentos, véase también la interesante discusión entre
juicio moral, al fin de dar vida a una coherente ética política
H. Arendt y H. Jonas recogida en M. A. Hlll, The Recove4, of the Ptrblic
Worlcl. cit., págs. 30 l -339. intersubjetiva.
77 Cfr. las últimas págrnas de «Thinking and Moral Considerations» cit. Pero si, como se verá, las expectativas de Benhabib siguen de-
78 R. Beiner, ll giudizio in Hannah Arendt, cit., págs. l8l y ss. satendidas, no sucede así con las propias de quien reconoce preci-
7eSi bien con algunas cautelas es sustancialmente de esta opinión s¿rmente en las consideraciones sobre el juicio, contenidas en las
M. Passerin d'Entréves, «Thinking without a Ground: Hannah Arendt's obras posteriores al caso Eichmann, las líneas generales de
Theory of Judgment»>, en Modernir¡^, Juslice and Community, clt., págr-
nas 143-201. runa convincente concepción ético-política. Conforme a esta

423
422
interpretaciónt0. persuadida de que en el pcnsarniento arendtia- ¡rnrchará permanecer prisionera de la tradicional dicotomía
fi-
no resuena un profundo eco religioso, eljuicio no sólo se encar- krs(rf ica entre verdad y opinión82. La autora, a su parecer, sigue
gana de rncdiar entre pensamiento y acción. sino que asurniría ('nrcclada en las r¡allas de una racionalidad formal y cognitiva
también el papel de realizar cn el mundo dc los asuntos huma- (lr.rc rnachacaría el juicio en una estéril alternativa entre la ratio
nos la expericncia íntimamente moral de la «conciencia dual». nrctafisica y una perspectiva casi irracional- Esto impediría a
Dualidad que se remonta a la apertura de la conciencia a la tras- 'Arcndt ligar la f-acultad de juzgar a la argumentación racional.
cendencia y que, en última instancia, dispondría el plano hori- .lc rnodo que se afirma la valiclez de semejante facultad" pero
zontal del acuerdo intersubjctivo a la escucha clelplano vcrtical rxr se motiva; ella aludiría a la verdad cuando, por el contrario, no
de la trascendencia del ser. lury recurso alguno a un contexto de argutnentos posibles a
Quizás lnás conscientc de las dificultades y de los forza- tnlés de los que se puedan convalidar y acoger las afirmacio-
mientos que resultarían de considerar el ¿hmbito de la con- ncs de verdacl. Tarnbién en este caso. por consiguiente, Hannah
ciencia como guía del actuar colectivo, Benhabib larnenta, ,\rcndt frustra las esperanzas dc quien querría hallar en sus
por el conüario, la fallida articulación del posible cruzarse cntre ,rbras las categorías filosóficas capaces de fundar la dimensión
el árnbito pirblico-político y la rnoralidad subjetiva. Lejos dc pro- ¡rolítica e intcrsubjetiva de la comunicación.
longarse cn la esfera publica. caracterizada por la pluralidad,
el juicio moral del que nos habla Hannah Arendt perrltancce- 3. En definitiva, si «comunitarios>> y habcrmasianos están
ría sin rclación e ineflcaz, en la medida en que es «prisionero» ,lc acuerdo en rcprochar a la autora una especie de «mitologia»
de una concepción todavía «platónica>> de la conciencia rno- ,lcljuicio. expresión de una concepción de la subjetividad toda-
ral, guiacla por el principio de la armonía y de la unidad del r ía sin relación y todavia rnetaflsica, srts calninos se separan
alma consigo misrnasr. El pensamiento arendtiano, en con- ,'rrando señalan los motivos. Si los primeros ven en la utiliza-
clusión. pondría fin a dos concepcioncs deljuicio, una moral t'i(ur de la pcrspectiva trascendental kantian¿r la razón de la abs-
y otra política, que siguen estando separadas. Ya que sigue trrrcción deljuicio arendtiano. los segundos lc reprocharán prc-

l aferracla ¿t una idea toclavía del todo rnctafisica de la subjeti-


vidad considerada cotno una enticlad autónoma y scparada
del contexto no logra hacerla interactuar en la teoríaunita-
ria quc las reflexiones dcl juicio parecían prometer: cn una
t'isamentc no seguir hasta cl fbndo las irnplicaciones dcl «ra-
.'ronalistno crítico e intersubjetivo» cle Kant. Por lo dcmás'
lurcienclo rcfbrencia a los ttreros ténninos de la interpretación
,,lc la Urtailskru.ft, si, de una pafte, los defbnsores de la «ética
ética discursiva que se base sobre una racionalidad intersub- rliscursiva>> aplauden la coucicncia que irnpide a Arendt identi-
jetiva. lrcar el ,§sl?.!'¿l.t c'ommuni,s con una real y determinada comuni-
Si bien formulacla en ténninos clif-erentes. la rnisma crítica ,lld politica conciencia que confiere a scmcjante noción cl
de lbndo es lanzada tarnbién por otro autor próxirno. corno la r alor dc idea rcgulativa para una práctica discursiva lo más aln-
Benhabib, a Habennas. Albrecht Wcllner, efectivamcnte. le re- ¡rlia posible por la otra es csto lo que prccisamente subleva a

§0 Véase M. Cangiotti,
L'ethos della politicu. Studio su Hunnuh ArentlÍ, tl A. Wellner, «Hannah Arcndt on Judgn.rcnt:
-l'he
Unwritten l)octrine
Urbino, Quattro Venti, I990, y también J. Bernauer, «The Fairh of Hannah ,rl l{c¿rson» cn Enclspielc. Dit' Ltttt'ersijhnlít'he 14txlerne, Frankfirrt, 1993,
Arendt: Ar.nor Mundi ancl its Critique - Assirnilation of Religions Expcrien- ¡,:igs. -j09-330. En sus argulnclltos principales csta crítica retonla la lbn¡u-
ce», cn lmor Mmuli. E.rplorutions in the Fhith mtl Thought o/ Ilunnah l,r,irr por'.1. llabermas. Ilutttoh ,4renclÍs Begt'ill der lllacht' cit. Tanlbién
Arcrult, Dordsrecht, Martinus N¡off, 1987.
3r S. Benhabib,.tudgnent and the A,Iuul
\ I lcllcr, «Hannah Are¡rclt on the "vita contctltplativa">». en Philosttph.t' und
fi¡undation.s, cif., págs. 46-48. \rt1 i¿¡l ('¡i¡¡1'¡sr¡, XIII, I9t{7.

424 425
los «comunitarios.».. E,stán crispuestos a seguir er criscurso No me parece que se pueda dudar, por consiguien-
,l,r ;rl lirturo.
arendtiano sobre eljuicio sóro hásta donde pui.." up.oriÁu.r" r, tlc que el «destino final» de la facultad del .iuzgar venga a
a7a pfuone.r¿-r arisrotélica y a abandonarro óuando
lá rp"i""i¿" 1('urr:ir[ir con la mirada retrospectiva de lo histórico o, más en
a Kant. a su parecer, una recaí«la en Ia modernidacl I encuentre expresión én la metáfbra del poeta ciegoEa'
,. hu.. 't'ncral, palabra cle Hannah Arendt r'uelve al concepto de his-
detcrrni.ante e i,rpide ef-ectivarnente que la noción d, I :r irltirna
i")nrrr.,
communis no pueda ofrecer «apoyo» ar funcionamiento r.ursi y por tanto representa «un pro€resivo desplazamiento a
de una
comunidad que se rige, se e*pierá y se rcnueva sobre un 1,,,. c..f ines externoi de lo político>>8('. Pero no en el sentido de
etho,s
participado. pensamiento 9u9, a
,turcn lee «Juclging» como el resultado cle un
Como se ha anticipado, nos encontramos en presencia ti,'r,ós cle etapás 6ien distintas, r,'uelve al lugar del cual había
dc
descifiarnientos divergéntes de Ia «última palabra» cte Hannah (tilcl.iclo clistanciarsc. Como si le hubiera dado jaque matc.la
Arendt. Tán difbrentcs los unos cle los otr-us co*o para inducir , ,,,r,r-Ia fuga del mundo de los negocios hulnanos. cuyo
cuestio-
a pcnsar que en realidad elra nos está oli.ecicndo más
teorías ,,rrntiento-irabía si«lo su origen. Como si en definitiva su irnpul-
quizás rnutu¿uncnte cornprementarias clcr juicio: ',.r I'iual fuese una recaída. inconscientc, en la metafisica, a tra-
político, eljuicio rnoral, el.juicio histórico. E,., ieoti,ia.t"r¡ri"io r.'s rle un juicio que, por 1o demás, pertenece «a la comunión
,o
ha fbrrnalizaclo nunca estas clistinciones. Si acaso "'ilu
ha eniatizado ,le la rnenie consigo misma en reflexión solitaria»S7. A serne-
el carácter unitario y autónomo de la filcultacl clc juzgar, l¡.lit"¿ ¡rrrrtc argumento, eÍbctivatnente, se puede
ponel una ob.ieción'
que cliseñacla, sobró toclo en ros úrtirn.s escritcls, sobre La óbra cle Alendt parte en efccto de la crítica de la scpara-
er mo-
clclo deljr,ricio reflejo, se convierte sin la rneno. ,lu¿n
.u¿u t rtin entre pensamiento y acción que desde Platón lleva a su-
vcz rnás cn prerrogativa de ura obscrvacicln irnparci,l. rmpar- lxrrclinar la segunda a la primera y busca constantemente des-
cial, pero no indifbrente que. corro cr espcctacioi kantiano t¡rriciar el orden ierárqr-rico en el que teoría y praxis se presen-
ánte
cl cspectáculo cle la Revor,ción Francesa. participa li¡) en el interior de la filosofia politica tradicional; y termina,
rno, sin tornar clirec_tarncntc parte en ra icpresóntación
"o,, "rn,.ius-
quc se es vcrclacl, sin sugerir una respuesta sobre cómo pucden conec-
está escenificando- y sobre tocro, precis¿uncnte porque tlrrse los dos términos. Es decir, no nos proporciona una ((nue-
no está
implicado dircctarnente en er.iuego, rogra confé.i. r,i
,ig,riti"u- v¿r ciencia política» que ayude a hacer proyectos y a «poner or-
do a lo quc estii acaccicnclo. tlcn>> en el mundo de-los asuntos humanos de manera distinta a
Si prestarnos atención a córno Arenclt indiviclualiza las
moda-
liclades temporales irnplícitas en la facultad dc la
vida áe ra
rn€nte, resulta quizás rnás crara ra frsonomía crer.iuicio. pen.sar, s] Cfr. H. Arendt, Lectmes, cit., págs. 68-69. Sobre el signil'icado de esta
cfbctivarnente, corre,sponde ar etcrno prcsentc y qr.."r.esur- rrrctáfora vóase E. Grcblo, «ll poeta cieco. llannah Arenclt e il giudizio»,
"i
ta constitutivamente ligado al futuro, c-l pasaclo,"finalir",-,t", Iut-Aut, núms.239-240, Pág. 190.
"óo,ir,- ta 15 Véase The Lí/b oJ'the Mintt, cit., pág. 216. ['Irad. esp." rt¡'t' c'it J
dirnensión ternporal propia de ra fircurtacl de.¡urguiü. "., s(' Así R. Esposito,'<<lrrappresentabile polis», cit., pág. 114. Esposito no
guicntcrnente, las rcflcx iones sobrc «J ucrgi,g» ti éneí
fioco ;;-;"- ¡rretende mantener una tesis ernáloga a la de
Beiner, sino más bien constatar
rnún con el <-<juicio» inrpricado cn ra dérib-eración p.a.ii.u .irl]o Hamah Arendt lo político se retira al pensamiento, el único cspa-
á.r
¡th*tnimos aristotélico o en la clinámica intersubjctiva cle la ¿ti- cio que"nle queda en una época de decadencia de las categorías de la modcr-
(lomunic:0zione, giLrclizio
ca cornunicativa, cuya dirección ternporal cstá sin rriclacl. De ñ misma iclea es también G. Rametta,
rnás orienta- L,d esperienza clel pen,sierc, cil. Posiciones próximas a las tomadas por
s J.-L. Ñancy e Ph. Lacouc-Lal"rarthe, «Le "Retrait" du politique», cn AA' W,
Véase, por ejemplo, H. l,e retrait du politique. I'arís, Galilée, 1983, págs. 183-200'
._ Arendt The Life of the Mind, cit., págs. 213_216.
87 Así, R. Beinet, ll giutlizio in Hunnah ArettdL cit., pág. 188'
[Trad. esp.: op. cit.J

426 427
la de la tradició,. ('re'o, sin cmbargo, que todo esto. rnás que couro si Arendt en toda su obra. pero más
' lu('r l(l() apartarse. Es
como L¡na prolnesa thllida o una desviación de los propósiios ,,',','r,,r"tri" en la parte final, se impusiese por coherencia- resis-
originarios. debe considerarsc colno un resultado inher-ente a r, .r l. tcntación de la síntesis, de la reconciliación y de la me-
las premisas de este pensamiento, crítico, raclical y antisistemá- ,lr,rt.rirn. Se puecle en definitiva decir que Arenclt hace propia.la
tico, pcro bastante rnás cohercnte cle cuanto ra áutora misrna , I rtrc:r kantüna dela phrunesis en cu¿tnto saber instrumcntal§§.
quisiera adrnitir. Es verdad que en argrrnas obras a,tcdores a la pureza-del «tú
¡,,'r,r..bviamente. no porque ella se dcsvie de
«Thinking ancl Moral considcrations»,-r\rencrt r,uelve su miracla il,'1,.r, o clel rigor cognoscitivo, sino porque todavía está dema-
al interior de ].a.pgrspectiva aristotélica de br phn»zesrs para .r,r,l. ir¡plicada en la tradicio¡al relación de teoría y pyuri,:.
sondear la posibilidad de superar la fiacrura crti-e tcoría y'¡r,.o- ,¡,,(.'tlcrnasiaclo fácillnente se podría volver a escribir en el len-
-ns, scgún una rnodalidad diversa tanto del constructivismó .a- rrrrric rlc la «síntesis hegcliana».
cionalista conro del racionalisrno ciiaréctico hegeliano. y es in- l)icho esto, se pucden cucstionar las prernisas de este pen-
negable que el.juicio en aquellos escritos es considerado ,.rrnicrrto. pero l1o él rcsultado rcspec'fo a o sultadas las prenri-
tarnbión ba.fo el perfil del actor que actúa clc acuerclo y quc cle- ,.rs sc le pucde imputar urr ineficaz «existcncialismo políti-
libera sobre materias de intcrés co,rúrn. pcro si se ó*á,ri,run ,,),,*'). achacarle un ánti-hegelianislno obsoleto, o bien. quizhs
aterrtarnentc las refercncias a la opinión y ala r.n nlulters menos capciosa-, se le puede poner la objeción de
¡tht.ot?¿^r/"§, en rea-
lidad dcbe constatarsc que no rcsuclvcnla reráción c,tre pensa- rl,e ¡I1il co¡cepción tlc la política quc había borrado clel propio
rniento y accitln. no.cconcilian tc'oría y pttr.ris a travéi cle la lr,,r-izonte la có,sideración de los medios y los fines. así cotno
rnediación del juicio político. La tensién ertle csos ilos rno- ,1,. lus intenciones. sólo paraclójicarnente puede ser definida
mentos siguc siendo la separación quc se agucriza en las últirnas (()nto t¿ll. Pero a rni parecer, tio capta la especificidzrd quien
obras a las que la aut.ra parece coriscienter-rcnte r1o querer po- l,uscir anexionar la filosofia arendtiana al territorio dc la Rehu-
ner filr. t,tlitit,t.Lmg o al del comunitarismo o. incluso. al de una ética
Aunque lüese a través cle una modalidacl rcflexiva más que ,l,scursivi sin perjuicio de declararla en uu segunclo lnolnellto
.determina,tc.
sobrc la base cle un saber fionético. no cpistérni- IrIrclccuada paia surninistrar respuestas sobre cómo puede fun-
co.-que respctase y reconocicse la contingcncia y la singulari_ r rt)rilr una éiica del cliscurso. También por esto. el juicio arend-
dad propias clel munclo de los asunt.s hurna,os, u.a teoiía clel lrirrx) rne parece estar. también con las debidas difercncias. más
.iuicio político que sirviese para orientar la acción intencionirn- PRixirno ál cle Lyotarcl que al de aqucllos
quc apelan_ explícita-
dola a partir clc una idea y que reconectase así los clos térrninos ,rrc¡te a Han¡ah Are¡cli o que directamente pretenden ser los
volvería a rccorrer la.s mismas vías que Arendt había querido rrnicos y auténticos hcrederos de Hannah Arendt'
abandonar. si. en definitiva. la acciód a través del-juicio pusie-
ra en acto un pensauliento, scguiría una pendiente, seguir.ía un
progr¿rma: de nuevo la facultad del-iuicio haría del ,"-tur,, ,,ra t* Como es sabiclo, Kant critica \a¡thxtnesi.s c'n el prcfacio a la prime-
«consecuencia aplicada)), es decir. la simple ejecución cle un
r:r erlición delaCríticu del iui(io. cit., pág. 10. Sobre cl distanciamisnto
de
saber, de cualquier naturaleza quc flera. Dicho"co,r otras pala- l:r ltcrspectiva tcórica ccnffáda sobre noci(rn de pruclcncia por parte_ dc Han-
bras. la autora volveria a proponer cl carácter «derivado» ie la ,,,,ir Aiendt. véase P P. Portinaro. L'ttzione, lo sl.tt'tutfore e il giudi:itt' cif..
pru-ris que obedece a órdenes del pensarniento. si rcprese,tara, ¡rrrus. 151-152.
' ' s'¡ Para cste tipo de crítica' véase M. -lay, «Hannah Arcndt' Opposing
bajo .pariercias diversas, la rnijura lógica de mclclio-fi, en
Vicrys>>. Rtrtis¿ut Ret,l4r: XLV num. 3. 1978; en la misma dirección. pero
cuya oposición halla su significado cl pensamiento arendtiano.
rncnos polómico, G. Kaleb, I lunntth Atentlt. Politit's, Cott.st'ience, E|i1, Ox-
En este caso sí que la autora retor,aríá ar rugar clel cual había lirrrl. Martin Robertson. l9[33.

428 429
La única reconciliación admitida es la que conecta pensa:r l'cro obrando así, arrancando el veredicto final «a aquella seu-
tlo-divinidad de la época moderna llamada historia>er, el juicio,
las ropas curiales de la metafisica- en el juicio reflexivo y re- (lue en este modo da expresión al pensamiento, se trasforrna en
trospectivo de quien, sin interés por adecuar el sentido del acae- tin lugar de resistencia en los análisis de lo existente. Un juicio
cer a una propia convicción filosófica o a un propio proyecto (lue ((en tiempos de emergencia política» inmediatamente pue-
teórico, intenta captar el significado de lo que acontecáo inten. tic convertirsé en acción. Hacia el final de «Thinking» Arendt
ta liberarse de la infundada autosuficiencia subjetiva educando cscribía:
la imaginación para que «visite» el punto de üsta de los otros.
Un juicio que, si bien no se presta a mediar entre pensamiento Cuando todos se dejan llevar sin reflexionar por lo que
y acción en el interior de una comunidad política o a diseñar los los otros creen y hacen, se saca a los que piensan de su es-
presupuestos de una ética discursiva, no renuncia por esto a ser condite, ya que su rechazo a unirse alamayoría es llamati-
al mismo tiempo ético y político, más que histórico. Como se vo y se convierte por esto mismo en una especie de acción.
ha observado más veces, lejos de ser remitido a aquel bios theo- En semejantes situaciones de emergencia, el componente
catártico del pensar (la mayéutica de Sócrates que saca a la
retikos que había vuelto las espaldas al mundo, en las manos de
luz las implicaciones de las opiniones irreflexivas y acriti-
la autora se convierte en el atma con la que combatir lo que el
cas, destruyéndolas de esta manera, tratese de valores, de
Geisthegeliano representaasus ojos: no enúltimo términó una doctrinas, de teorías o, incluso, convicciones) se manifiesta,
rytilgd aquiescente respecto a la procesualidad del devenir que implícitamente, como política. Semejante destrucción tiene
justifica todo lo que acaece. En el contraste de semejante cón- unefecto liberatorio sobre otra facultad la facultad deljui-
cepción histórica que subordina lo contingente a lo nécesario y cio, que no sin razón se podría definir como la más política
el evento al proceso, la Urteilslcraft kantiana recupera, según entre las actitudes espirituales del hombre [..]. La facultad
T las intenciones de su intérprete, el significado griego de hiito- de juzgar (tal y como fue descubierta por Kant) aquello
r9ineU, es decir, el de asistir a los acoñtecimientós del mundo y que es particular [...] pone de manifiesto el pensamiento en
después decidir qué cosa es digna de ser recordada y, de esta el mundo de las apariencias [...]. La manifestación del vien-
manera, ser «salvad»» de la desaparición en el tiempo, dando to del pensamiento no es el conocimiento; es la habilidad de
H forma a estos recuerdos en la trama de una narración. y preci-
discemir el bien del mal, lo bello de lo feo, aquello que, qui-
zás, en los raros momentos en los que todas las prendas es-
samente esta facultad, que podría parecer una mera categona
tán en juego, es realmente capaz de impedir las catástrofes,
de la comprensión histórica, revela su potencial ético. Siñ po- al menos para sí mismoe2.
der apelar a criterios universales, implica la responsabilidad de
conceder o negar el asentimiento a la realidad, de discriminar Pensar críticament e y jtzgar son, consiguientemente, como
en aquello que acaece enfre lo que esjusto y lo que es erróneo. dice Lyotard, las únicas libertades auténticas que quedan entre
las ruinas de la ética y el progresivo retirarse del espacio públi-
, _
')0 Cfr. H. Arendt, The Li/e (
the Mind, cit., pág. 216. [Tracl. esp.: op. c.it.J co: <<La libertad de decir ií o no a la abyección»e3.
Sobrc este tema se encuentran considcraciones en [.1. Arendt, phitoso¡thv antl
Politics: What is Political Philosophy?, Conferencia, New School for Social
Research, 1969, Washington, The Library of Congrcss, Manuscripts Divi-
sion, «The Papers of Hannah Arcndt>», Box 40. Sol¡re estos temás, véasc
A. Dal Lago, «La difficile vittoria sul tempo. pensiero e azionc in l{annah er H. Arendt, The Life of the Mind, cit., pág. 216.lTtad. esp: op. cit.J
Arendt», Prefacio a La viÍtt dellu mente, Bolonia, ll Mulino, I 986 [ed. italiana e2 H. Arendt, The Life of the Mind, cit.,págs.192-193. [Trad. esp.: op. cit.J
de La vida del e,spf ittr/. e3 J.-F. Lyotard, Sut'vivant, cit.,pág.74.

430 43r
Índice

Pnóroco (Fina Birulés) ................ 7

Pnrupna PARTE

I. La reconstrucción cle una difusiórl t1


1. Una historia discutida y una historia discutible ......... t1
2. ¿Aristotelismo o irracionalismo político'/ 28
3. A caballo entre la filosofia y la política 39
II. El fin de la metafisica como origen y horizonte de la re-
flexión arendtiana 53
1. Entre Aristóteles y Heidegger 53
2. Cotejo con Heidegger ................ 64
3. Una política post-heideggeriana 94

Sr.ct.rNoR t'nnrn

m. La «culpa» de la tradición filosófico-política 109


IV La verdad y la sabiduría ante la política 131
1. Platón 131
2. Aristóteles ............... 160
La soberanía y la voluntad ante la política .. 119
1. Hobbes 179
2. Rousseau 191

491
I
VI. La historia y la necesidad ante la política 2|
l. Hegel 2il
2. Marx 2)tt

TEnc¡,na pARTE

Vll. Volver a pensar la historia


l. La crítica de las concepciones continuistas
2. La historia como narración
VIII. Volver a pensar la revolLrción
l. Entre historia y teoría política
2. Redefinición del concepto cle revolución
3. La revolución americana Colección Feminismos
4. La Revolución Francesa
5. El fracaso de las revoluciones I
IX. Volrer a pensar la política
l. La acción
2. El espacio público
3. Lo privado y lo social
4. ¿,Fin dc la política?
5. El poder
6. La autoridad
Cu,tHr.t pntrt u

X. Una concrliación imposible .li.i()


l. La perspectiva abierta de Kant .l li( )
2. Contiendas sobre la herencia arendtiana :10 I
3. El juicio y la «actividad del pensamiento» 4l li

Bibliografia de las obras de Hannah Arendt .{}l


Bibliografia de los estudios sobre Hannah Arendt -15 I

498

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