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Teoría del arte

El libro plantea un ajuste conceptual de las categorías de análisis y una nueva delimitación
de los aspectos y manifestaciones que configuran en la actualidad la escena artística. Se
trata de buscar una correspondencia en el plano teórico con lo que el arte es en nuestro
tiempo, en lugar de seguir recurriendo a ideas y formulaciones que remiten al pasado, a
un horizonte de la representación hace ya mucho tiempo definitivamente superado en
nuestra cultura, en esta era de la imagen global. El libro está concebido para servir como
texto de apoyo para la docencia e investigación en Teoría del arte. Pero está igualmente
pensado como un texto de lectura amena y sugestiva, apoyado en ejemplos e imágenes
concretos, que permita a las personas interesadas en comprender y disfrutar el arte de
nuestro tiempo realizar una especie de viaje a ese universo, que a la vez atrae y
desconcierta. Se trata de dar respuesta -o, mejor aún, de fijar los términos para que cada
uno pueda darla por sí mismo- a cuestiones tan habituales hoy como: ¿esto es "Arte"?,
¿por qué se considera esto "Arte"?, ¿quién lo determina así?.
Vivimos en una cultura de la imagen, donde deducimos cosas de acuerdo a experiencias
visuales ya vividas, la mayoría de las personas frente a una obra siempre tienden a
reaccionar de una manera culturalista, mencionando su título, autor y algunos que otros
datos. Esto no es suficiente, hace falta analizar su trayectoria histórica, sus colores, sus
trazos, sus elementos, entre otros, para llegar a sentir su valor artístico.
Tomando como ejemplo el retrato de la Gioconda de Da Vinci, a simple vista alguien solo
afirmaría que es un retrato de una mujer sonriendo levemente, lo cual nos estanca el
sentimiento artístico. Si analizamos todos sus elementos, sobretodo su sonrisa, llegamos a
la conclusión de una figura de “mujer fatal”, nos proyecta una mirada hipnotizante y una
sonrisa enigmática de lo eterno femenino, a esto le sumamos su ausencia de cejas la cual
nos deja en gran incertidumbre sobre su estado anímico. Entonces hemos hallado su gran
valor por la cual se la ha considerado una obra maestra.
Entre 1911 y 1914, la imagen comienza a hacerse global, indistinta y uniforme. Se desata
la era de la imagen, la cual transformó el arte significativamente. Cuando la Gioconda fue
robada del museo Louvre en París, se desencadenó una histeria nacionalista que provocó
la reproducción de esta obra mediante muchos medios, ocasionando su popularidad y que
a lo largo de los años se distorsione, tornándola trillada, gastada y sin respeto alguno.
Una de las primeras técnicas de la era de la reproducción técnica de la imagen son los
ready-mades, cuyo precursor fue Marcel Duchamp con una intervención subversiva
cargada de humor acerca de la Mona Lisa. Los ready-mades son objetos ya hechos o
disponibles. Son un signo de la expansión de la tecnología en la época moderna que
expresaban una toma de consciencia del esfuerzo creativo que se necesita para crear
cualquier prototipo de diseño de un objeto al nivel de un artista. Cuando sacamos los
objetos de su contexto y eliminamos su finalidad práctica se convierten en objetos

Nicole Montoya Arce


estéticos. Pero si le damos algún uso práctico a una obra de arte la destruiríamos. Con los
ready-mades se llega a la conclusión de que en parte en toda actuación artística hay
igualmente una dimensión de acoplamiento, de uso de materiales ya dados. En pocas
palabras, todo surge de algo previamente creado.
Dino Formaggio expuso que “Arte es todo lo que los hombres llaman arte”, es decir que el
arte es un conjunto de prácticas y actividades humanas completamente abiertas. Poner
límites al arte es como poner puertas al campo. El arte que este fuera de los canales
institucionales lo llamaríamos hobby. Para entrar a los canales institucionales se accede
por una serie de filtros: desde las galerías hasta los museos donde culmina una obra como
arte. En todo este proceso interviene la circulación mercantil de las obras. Todo puede ser
arte pero solo el mercado y las instancias lo deciden.
El arte ha evolucionado mucho des¡” épocas antiguas. En el transcurso del tiempo se ha
ido perfeccionando en todos los ámbitos tanto en la forma como en los detalles. El arte
contemporáneo igual que el resto de estilos artísticos posee características similares, pero
este es distinto a todo. Es más ingenioso e innovador, se utilizan instrumentos y
materiales que jamás se habían usado hasta entonces como animales vivos o muertos,
cuerpos de personas, etc. Y cuando vemos los cuadros o estatuas de nuestro tiempo
muchas veces nos cuestionamos si eso podría ser arte y más de uno afirma podría hacer lo
mismo, hasta mejor. Pero no se trata de quién lo hace mejor o peor. En nuestros tiempos
es más bien cuestión de marca o firma. Todo gira en torno al mercado y dinero. El arte no
es mercancía pero muchos de los artistas viven de eso. Creen que mientras más obras
hacen más buenos, concepto erróneo. El arte es un medio para expresar las emociones y
los sentimientos más profundos del ser humano, pero esto no significa que no pueda
vender.
Cuando pensamos en arte conviven en unestras mentes innumerables significantes,
ejemplos, que a nuestro entender son obras de arte. Pero generalmente estos, pre-
conceptos adquiridos a través de la cultura, tienen por decirlo de algún modo patrones
pre-establecidos, cánones, que hacen que entendamos por arte una cosa y no otra,
aunque nos siga pareciendo confusa tal distinción. Pero cuando nos enfrentamos a obras
contemporáneas muchas veces estos cánones culturales con los cuales cargamos no
alcanzan, o no establecen relación alguna con las obras que se presentan ante nuestros
ojos.
Hace un tiempo se corrió la voz que el director de la Tate Gallery de Londres, había
admitido que algunas veces le resulta difícil reconocer a simple vista algunas obras de arte
contemporáneo, o saber si ellas son buenas obras de arte. Desde entonces, todos los
demás simples mortales nos sentimos un tanto más tranquilos. Lo cierto es que debemos,
nosotros también, admitir que hay veces en las que al visitar un museo, una bienal o una
feria nos resulta un desafío comprender las obras de arte expuestas, e incluso, hay casos
en los que el desafío está en reconocerlas. Tanto es así, que unas cuantas veces hemos

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escuchado la anécdota de algún visitante despistado que admiró la silla del guardia de sala
o un clavo olvidado en la pared como crípticas piezas de arte conceptual.
Sin embargo, lo que nos quiere decir al final de cuentas, no es mostrar su propia
ignorancia sino el hecho de ponernos frente a la mayor problemática del arte
contemporáneo: en tanto los artistas han empujado los límites de la definición del arte,
hoy en día nos encontramos sin una definición o consenso sobre lo que una obra de arte
es. “Arte es todo lo que los hombres llaman arte” concluye José Jiménez en su ya clásico
“Teoría del Arte”.
Arthur Danto y Hans Belting trataron el problema y lo titularon a este proceso histórico:
“el fin de arte”. Bien sabemos que el arte no murió y ambos filósofos en las primeras
palabras de sus respectivos libros se preocupan por aclarar que en realidad lo que ha
muerto es su meta-relato. Según Danto, cuando Andy Warhol expuso sus Brillo boxes en la
Stable Gallery de Nueva York en 1964, se hizo patente el hecho de que nuestros ojos ya no
alcanzaban para distinguir una obra de arte de una simple caja de jabón en polvo. La
diferencia entre la Brillo-Box-obra-de-arte y la Brillo-Box-caja-de-jabón-en-polvo no es
algo que podamos observar simplemente, sino que es una diferencia ontológica: son dos
objetos visualmente semejantes pero pertenecen a dos categorías distintas: uno es una
simple cosa y el otro es una obra de arte.
Estos problemas claramente no existían en el siglo XVIII o XIX cuando por ejemplo, en
Francia se erigía una Academia de Bellas Artes y se organizaba anualmente un Salón de
Bellas Artes y ambas instituciones guiadas por los artistas más destacados se encargaban
de dictaminar qué era una obra de arte y qué no lo era, y –lo que es aún más complicado-
cuál era una excelente obra de arte, cuál era buena y cuál era mala y no debía exponerse
en el Salón. En torno al Salón se generaron discusiones, como es el caso de “El desayuno
en la hierba” de Édouard Manet que en 1863 se expuso en el Salón de los Rechazados,
institución creada por Napoleón III para exponer las piezas que no reunían los requisitos
exigidos por el Salón oficial. Hasta mediados del siglo XX ciertas instituciones artísticas o
grupos de artistas se encargaron de ajustar la definición del arte de acuerdo a las ideas de
lo que éste era o debía ser y existía un consenso o ciertas pautas que eran conocidas por
todos y permitían al público acercarse al arte y admirarlo sin el temor de estar
ponderando la silla del guardia de sala confundiéndola con un Kosuth.
Nuestros antepasados del paleolítico por ejemplo también tenían sus propias inquietudes
y búsquedas a la hora de realizar una pintura rupestre. Hoy lo entendemos como
pensamiento mágico, incluso la categoría de “arte” a estas manifestaciones es una
definición actual, para estos grupos no existía tal termino y/o concepto. El sentido de esta
pieza era ritual, una forma, o creencia de poder apoderarse del alma del animal para
obtener una caza fortuita. Podríamos citar aquí aquellas anécdotas de los inicios de la
fotografía donde las personas, o algunas, tenían miedo de que la cámara se “apodere de
sus almas”.

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En el mundo Griego, Romano, Egipcio, Americano, Asiático, incluso en occidente durante y
pasada la edad media, el arte fue cosa de la religión. La producción artística fue el medio y
el canal donde se narrarían o se harían tangibles las imágenes de los dioses. Al periodo
que va desde la prehistoria al fin del imperio romano allá por el siglo V dc. Se lo conoce
como la Antigüedad, o la edad antigua. La edad media comenzaría a partir del siglo V
aprox. Hasta el surgimiento del renacimientos a mediados del siglo XV.
Un nuevo paradigma estético se abría con el pensamiento renacentista rescatado de las
artes griegas; la mimesis. Representar la realidad tal cual la ven nuestros ojos,
transformando la obra en una ventana hacia el mundo exterior donde la maestría del
artista se consolidará en la obtención de la mimesis perfecta. Comenzaba la edad
moderna, la cual tendría que transitar el desarrollo de este paradigma de la mimesis y el
surgimiento de otro tan fuerte como éste al final de su existencia con el surgimiento de las
vanguardias; la abstracción.
Este nueva busqueda de la abstracción llegaría a su expresión máxima según Clement
Grimberg, el crítico norteamericano, con el expresionismo abstracto. Aquí estaríamos
parados en el final, o la culminación de los paradigmas que marcaron el modernismo.

Entonces aquí surgen nuevas problemáticas. ¿Cuáles son los paradigmas del arte de
nuestro tiempo?
El arte contemporáneo se mirará a sí mismo y ahí buscará las bases conceptuales
para desarrollar su producción. Este proceso que había comenzado con la
abstracción, el ready made, y el arte conceptual en algunas búsquedas de la
vanguardia encontraría su lugar a partir de los ’60. Será una búsqueda ontológica,
filosófica, tratando de encontrar su esencia, cuestionando la fetichización del objeto
artístico para fundir el arte con la vida misma, romper las barreras de la institución
clásica y fundirse con el espectador en un tiempo y espacio OTRO, como en una
especie de ritual. Una deconstrucción del lenguaje para una re-construcción
intelectualizada del mismo. El artista no representa, sino presenta, postulaba Elena
Oliveras. Ya no importa el objeto sino la relación de este con el espectador. La obra se
construye con su presencia. Éste al confrontarse con una obra ya no tendrá que
detenerse pasivamente ante esta y contemplarla, sino que habrá una interacción
entre ambos, una actividad crítica por parte del espectador. Quizá esta búsqueda de
los artista contemporáneos sea la de volver a darle a la sociedad la posibilidad de
detenerse a reflexionar, pensar, estar ajeno al mundo exterior, veloz y mercantilizado,
vivenciar el arte, por eso ya no importa el objeto, si no la experiencia, el objeto es un
medio no un fin. Gadamer habla de lo lúdico del arte, proponiendo el arte como
símbolo, juego y fiesta.
Como postulaba Roland Barthes; El nacimiento del lector se paga con la muerte del

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autor… La obra es un mosaico de citas… agregaba Julia Kristeva. Es decir la obra se
compone con la misma historia del artista, citas de toda su carga cultural,
preguntándose el porqué del arte. Solo importa el arte, no la idea del genio capaz de
dominar la técnica, no el autor sino la obra y la experiencia de ésta con el espectador.
Pero el arte ha caído en su trampa institucionalizante y el artista en algunos casos aún
sigue siendo una especie de fetiche, o “estrella”, y su firma, a través de la institución,
termina legitimando su obra como tal. No es lo mismo que cualquiera de nosotros
tome una caja de un supermercado y la exponga en una galería a que lo haga Andy
Warhol, aquí la institución legitima. Justamente esta institucionalización constante del
arte será motivo fundante de reflexión para muchas de las producciones pos
modernas.

Walter Benjamín hablaba de una pérdida del aura, más que de una perdida sería un
desplazamiento nos dice éste. Si bien el hacía referencia principalmente al cine y la
fotografía con la pérdida del original, también lo podemos aplicar al surgimiento de
los ready- made por ejemplo donde un objeto encontrado de uso cotidiano, banal,
pasa a ser obra de arte por el autor y la institución que lo legitiman como tal,
justamente de este modo se produce una banalización de la institución y de los
paradigmas modernistas que nos hablaban del artista como aquel genio capaz de
transformar en bello una materia a través de la habilidad técnica del autor.

El aura seria esa sensación de lejanía que nos producen ciertos objetos artísticos, como
por ejemplo la Mona Lisa. Hay una sensación de que es algo del otro mundo, nos es
distante por más que lo tengamos aquí. El aura sería una especie de limbo luminoso que
emana de ciertos objetos sagrados, hablando metafóricamente. En la actualidad ese
desplazamiento del que habla Benjamín, a grandes rasgos, estaría determinado por la
institución que legitima que es una obra de arte a través de su institucionalización, y por
otro lado habla del efecto de shock como característica del arte actual. Nos dice que la
obra es un proyectil dirigido al espectador, produce un choque, una sensación de
incertidumbre por momentos, una desestabilización del término, una banalización del
mismo, justamente marcada por esta ruptura del arte con los cánones tradicionales del
modernismo.
Danto en su preocupación por ordenar la historia habla más que de arte contemporáneo,
de arte pos histórico, otros lo mencionan como arte pos moderno. El término
contemporáneo haría referencia a toda la producción que se realiza aquí y ahora, y hoy en
día es muy variada conviviendo aun los cánones representativos fundamentalmente de las
vanguardias históricas junto con la producción del arte conceptual, relacional, etc que
caracteriza este fin de la historia. Danto al hablarnos de un arte pos histórico nos dice que
los artistas de hoy tienen a su disposición toda la historia del arte como materia para
preguntarse justamente la verdad ontológica del mismo ¿el porqué del arte?…

Nicole Montoya Arce


Por lo tanto no podemos mirar una obra de arte pos moderno con los mismos ojos que
miramos una obra de arte clásico, o moderno por ejemplo, porque las búsquedas que
dieron vida a una u otra son totalmente distintas. La historia del arte es la historia de la
evolución de las ideas decía Gombrich.

Nicole Montoya Arce

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