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Traductoras
Bella’
Eilo
EstherC
Niika
Taywong

Corrección
Bella’ e indiehope

Revisión Final
Taywong

Diseño
Orwzayn
Sobre el libro
Índice Capítulo 18
Sinopsis Capítulo 19
Capítulo 1 Capítulo 20
Capítulo 2 Capítulo 21
Capítulo 3 Capítulo 22
Capítulo 4 Capítulo 23
Capítulo 5 Capítulo 24
Capítulo 6 Capítulo 25
Capítulo 7 Capítulo 26
Capítulo 8 Capítulo 27
Capítulo 9 Capítulo 28
Capítulo 10 Capítulo 29
Capítulo 11 Capítulo 30
Capítulo 12 Capítulo 31
Capítulo 13 Capítulo 32
Capítulo 14 Capítulo 33
Capítulo 15 Epílogo
Capítulo 16 Sobre la autora
Capítulo 17
Sobre el libro
¡Gracias!
Escribir un libro nunca es fácil, pero sin ti, no tendría sentido. Gracias
por leer y gracias por arriesgarte con la rara jengibre británico.
Espero que ames a Georgia y a Landon tanto como yo. Admitiré
abiertamente que este es un libro que he querido escribir por un tiempo
porque tengo un serio fetiche por los strap-on (arneses consoladores).
Georgia es completamente mi tipo de chica.
Sinopsis
La ciudad de Londres es testigo de una revolución, una nueva raza de
mujeres de negocios.
Nos llaman Tiger Shark.
Ganamos, trabajamos y jugamos mejor que nuestros colegas
masculinos. Trabajamos el sistema, jugamos el juego y lo más importante,
ganamos. En una ciudad llena de tiburones solo los más despiadados llegan
a la cima de la piscina.
La regla número uno: nunca te acuestas con el jefe. Jamás. No tenía
intención de romperla hasta que conocí a mi nuevo jefe. No importa lo fuerte
que sea mi determinación,
Landon Banks puede oler debilidad como un tiburón huele la sangre
en el agua, y estoy sangrando.
El cazador se convierte en el cazado, las líneas comienzan a
desdibujarse y yo tengo que elegir.
Joder o ser jodida.
Por supuesto, nunca fui muy buena para tomarlo como una perra.
Landon Banks aprenderá a agarrarse de los tobillos si tengo algo que ver
con eso.
Las cosas se pondrán interesantes en el juego de depredador contra
depredador.
¿Quién saldrá ganando?
Prólogo
La ciudad de Londres es testigo de una revolución, nos llaman Tiger
Shark. Ganamos, trabajamos y jugamos mejor que nuestros colegas
masculinos. Trabajamos el sistema, jugamos el juego y lo más importante,
ganamos. En una ciudad llena de tiburones solo los más despiadados llegan
a la cima del grupo.
No importa cuánto dinero gane, o lo exitosa que sea, soy y siempre
seré una mujer en un mundo de hombres. Los empleadores te dirán que
apoyan la igualdad de derechos. Sobre el papel parece que sí, pero yo sé que
no. Tiene poco que ver con los derechos y más con el hecho de que los
hombres son hombres, y siempre verán a las mujeres como algo para meter
la polla. A menos que juegues el juego. A menos que ganes. Y para hacerlo,
hay que seguir las reglas.
Regla número uno: Nunca, jamás, jodas al jefe.
Regla número dos: Como una extensión de la regla uno, nunca dejes
que el jefe te coquetee. En el momento en que el jefe te coquetee, estás
acabada. Recházalo y serás la perra que lo rechazó. Fóllalo, y serás la puta
de la oficina con la que engañó a su esposa. De cualquier manera, estás
arruinada y te garantizo que, en la próxima ronda de despidos, estás fuera.
Regla número tres: Cualquiera podría ser alguien. Ten cuidado con lo
que dices, lo que haces y lo más importante, con quién te acuestas. Ese
imbécil borracho que está arrastrando sus ojos por todas tus tetas... podría
ser tu próximo jefe o el tipo con el que necesitas hacer un trato la próxima
semana, demonios, podría ser un cliente. Siempre hay que ser cauteloso y
no importa cuánto quieras decirle a alguien que se vaya a la mierda, no lo
hagas.
Regla número cuatro: Siempre ser irreprochable. Un colega masculino
puede salir, molestarse y volver al trabajo oliendo a whisky y luciendo como
si lo hubieran atropellado. Eso está muy bien. El jefe probablemente se reirá
y le dará una palmadita en la espalda. Lo mismo no se aplica a una mujer.
Mantenlo limpio, mantenlo legal y lo más importante, mantenlo privado.
Regla número cinco: Se amable. Puede que a veces sea dolorosamente
consciente de las insuficiencias de mis colegas masculinos, pero no puedo
señalarlo. Debo ser uno de los chicos, pero inalcanzable en todos los
sentidos. Esta es la única forma de ganarse su respeto, y eso será un factor
a la hora de la próxima promoción.
Esto es lo que se necesita para ser un Tiger Shark. Pago el precio
voluntariamente. Porque un día, yo seré la Directora Ejecutiva.
1
—Maldita mierda —susurro, escaneando los gráficos en la pantalla de
la computadora. Presiono el intercomunicador delante de mí—. Jonathan
entra aquí.
La puerta se abre y mi ayudante arrastra nerviosamente la puerta
para alisar sus manos por la parte delantera de su camisa.
—Srta. Roberts —tartamudea.
—¿Están estas cifras correctas? —le pregunto, girando la pantalla
hacia él y señalando la impresión. En su mayor parte, el chico es un
tartamudeo, pero es un genio estadístico. Mira la pantalla y luego deja caer
los ojos al suelo.
—Sí, son los informes de esta mañana.
—Soy consciente de eso. Lo que pregunto es ¿si eso puede ser
correcto? —chasqueo, clavando mi dedo contra el cristal en el punto donde
una de las acciones de uno de mis clientes más grandes acaba de tomar un
veinte por ciento de inmersión. Variaciones con las que puedo lidiar. Las
acciones suben y bajan todo el tiempo. Todos los días, cada hora, pero el
veinte por ciento...
—Um, sí. Creo que sí.
—Mierda. Llama a Samson. Dile que estoy subiendo. —Me levanto de
mi escritorio y salgo de la habitación, cerrando la puerta de golpe detrás de
mí.
La oficina está tranquila a esta hora de la mañana. Siempre estoy aquí
una hora antes que nadie para tener ventaja sobre cualquier mierda que
llegue.
La única persona que veo es uno de mis colegas, Dan, conocido como
la competencia. Es un imbécil baboso que pasa la mayor parte de su tiempo
metido hasta las bolas en su última secretaria.
—Georgia —empieza.
—No hay tiempo —digo, pasando junto a él.
—Oí que NewTec acaba de caer —grita tras de mí, con una voz llena
de arrogancia. Lo ignoro y sigo caminando.
Cruzo mis brazos y golpeo la punta de mi zapato contra el suelo
mientras espero que el elevador suba al piso superior del edificio. Mi corazón
late muy rápido, la adrenalina está atravesando mis venas. Vivo por la prisa
de ganar dinero, pero odio perder. En cualquier cosa.
Se oye el ping de los elevadores y las puertas se abren, revelando el
enorme vestíbulo, las paredes adornadas con un arte de mierda que mi jefe,
Collins, cree lo hace ser más culto. Dos escritorios de caoba se posan a cada
lado del vestíbulo, manejados por las hermosas secretarias que le gusta
mantener. La del lado derecho me mira, haciendo pucheros en sus brillantes
labios rosados.
—Está en una reunión... —dice, pero su voz se apaga mientras yo la
paso y abro las puertas dobles de su sala de conferencias.
Collins y otros dos hombres están sentados en su monstruosidad de
una mesa de conferencias. Nunca tiene una reunión con más de tres
personas, así que no tengo ni idea de por qué la tiene. Supongo que le ahorra
tener que sacarse la polla. La habitación huele a café y pastelería. Los tres
hombres me miran mientras entro, su conversación se detiene. Martin
Collins es un hombre de unos cuarenta años, pequeño y delgado. Llegó a
donde está siendo un pendejo turbio, pero tiene mucho éxito y gana mucho
dinero, así que no juzgo sus métodos. Después de todo, tiene todo lo que yo
quiero.
—Georgia —dice antes de que sus rasgos se conviertan en un ceño
fruncido—. Estoy en medio de…
—Esto no puede esperar.
Abre la boca para objetar y yo le levanto una ceja.
—Caballeros, denme un minuto, ¿quieren? Lo siento mucho —les
digo, poniendo tanta dulzura azucarada en mi tono como sea posible. Ambos
sonríen y asienten. Collins me hace un gesto para que entre por la puerta
que conduce a su oficina contigua. Cierra la puerta y se gira hacia mí,
frunciendo el ceño.
—¿Qué estás haciendo? —dice.
—¡Veinte por ciento! —digo, golpeando la impresión en su escritorio.
Frunce el ceño, examinando los papeles.
Giles Samson ha sido mi cliente desde el principio. No debería tener
favoritos, pero es el mío. Se arriesgó a una joven corredora de bolsa y en un
año, yo había obtenido una ganancia del quince por ciento para él. Posee
una participación del veinte por ciento en NewTec. El único con una
participación mayor es Arnold Montes, fundador de la empresa, con un
veinticinco por ciento. Arnold es el cliente de Collins y me está follando por
el trasero. La única forma de que el stock caiga rápidamente es cuando
alguien empieza a descargar acciones. Un montón de malditas acciones.
—Le dices a Montes que, si sigue vendiendo, le dejo caer sus putas
acciones al veinte por ciento de costo y apretaré sus pelotas caídas hasta
que grite como la rata que es. —Giles estaría de acuerdo porque, como yo,
odia perder y se niega a ser jodido como una puta barata. Veré a Giles perder
dinero antes de ver a Montes hacer algo jodiéndonos.
Collins suspira y pellizca el puente de su nariz mientras se inclina
contra su escritorio.
—Montes es uno de nuestros mejores...
Le arrebato los papeles de la mano y lo miro a los ojos.
—Ahórrate la mierda, jefe —gruño—. Arréglalo o lo haré yo.
Normalmente soy controlada, tranquila, serena. He perfeccionado la
fachada que es necesaria para prosperar como mujer en el mundo de los
perros que comen perros en los negocios por ser un pitbull en ropa de oveja.
De vez en cuando, sin embargo, algo como esto sucede, mi temperamento
saca lo mejor de mí y saco los dientes.
Esta es la línea precaria que Collins y yo caminamos. Él paga mi
salario. Él es mi jefe y yo soy su empleada. Mis berrinches deberían bastar
para que me despidan, pero aquí está el detalle, me necesita mucho más de
lo que yo lo necesito. Los buenos corredores de bolsa son difíciles de
encontrar y si salgo de aquí, me llevaré al menos diez clientes importantes
conmigo. Lo tengo por los pelos. Si mis clientes están contentos, yo también.
Ellos ganan millones y yo gano mi bono anual de seis cifras. Me jode y le
meteré la polla figurativa por el culo y la sentirá en la garganta.
Llámalo respeto mutuo si quieres, un entendimiento que ambos
tenemos. Y mientras no lo socave delante de nadie más, lo aceptará como la
zorrita hambrienta de dinero que es. Salgo de su oficina y me dirijo
directamente a la sala de conferencias sin que él o sus compañeros tengan
que prescindir de una segunda mirada.
2
Parece que Collins se las arregló para sacarse el dedo del culo y
arreglar la mierda con Montes. Nunca he tenido que hablar por teléfono y
decirle a un cliente que ha perdido dinero. Y no es mi intención porque no
pierdo. Jamás.
A las siete apago mi computadora y salgo de la oficina, presionando el
botón de llamada del elevador. Cuando las puertas se abren, me meto en
medio del hombre de negocios vestido de traje para los que la vida en la
ciudad ha debilitado dramáticamente su sentido del espacio personal.
En el siguiente piso, uno de los tipos de contabilidad entra, sonriendo
cuando me ve.
—Georgia. ¿Vas a ir a Ice más tarde? —dice, parándose tan cerca que
puedo oler el café en su aliento.
Le doy una pequeña sonrisa.
—Por supuesto. ¿Dónde más voy a conseguir un Martini decente por
aquí? —Su sonrisa crece y sus ojos caen a mi pecho.
—Genial. —Me da un guiño. Brillante.
Regla número cinco: Se amable. Puede que no te guste alguien, o en
este caso, ni siquiera sepas quién demonios son, pero siempre se discreta.
Los hombres a menudo serán demasiado confianzudos porque su polla los
repudiaría si al menos no lo intentarán. Existe una delgada línea entre poner
ponerte firme y ser llamada perra, reina de hielo o cualquier otra cosa que
se les ocurra. Debes convertirte en uno de los chicos, inalcanzable pero no
marginada. Cuando llegué a esta ciudad pensé que ser buena en el trabajo
sería suficiente, oh, cuán equivocada estaba. Londres es un tablero de
ajedrez gigante, un juego en el que las estrategias, el engaño y las reglas
definen tu éxito.
—Te veré allí —dice cuando el elevador suena, las puertas abriéndose
en la recepción. Todos menos yo y un par de hombres mayores salen.
Presiono el botón del garaje subterráneo.
Es verdad que sería más rápido conseguir el metro a casa en lugar de
sentarse en el congestionado tránsito londinense, pero trabajo duro por mi
dinero, así que perdóname si prefiero sentarme en mi Mercedes que en un
tren subterráneo presionada contra Dios sabe quién. No, gracias.
Me deslizo detrás del volante y me meto en el tráfico de Londres.
***
Ice es uno de los bares más exclusivos en Londres. Son cuarenta y
dos pisos de altura, con vistas a las luces centellantes de los mil quinientos
metros cuadrados de Londres que se extiende por debajo. Las puertas del
elevador se abren y, como siempre, la habitación está repleta de banqueros
vestidos de traje, todos bebiendo y riéndose mientras se retiran de sus
estresantes trabajos cotidianos. Ni siquiera puedo ver el bar a través de la
pared de los cuerpos.
—Hola, chicos —digo, mostrando una sonrisa al grupo que conozco
bien como compañeros corredores de bolsa en Elite. Se separan como el Mar
Rojo, permitiéndome llegar a la barra. Pongo un poco más de balanceo en
mis caderas mientras los atravieso. No me pierdo la forma en que los ojos
se mueven sobre mi cuerpo, demorándose demasiado tiempo. Varios colegas
me saludan, y en esta etapa de la noche, es con un aire de respeto. Por
supuesto, una vez que hayan comprado unos cuantos vasos de whisky
sobrevaluado, eso cambiará.
Quinn se encuentra sentada en un taburete en la barra; sus piernas
cruzadas con elegancia. Lleva puesta una falda lápiz y una blusa de seda
verde esmeralda sin mangas que está a solo un botón de convertirse en
territorio arriesgado. Un sujeto de traje está intentando hablar con ella, pero
lo ha bloqueado, apenas reconociendo su presencia. Pasa su largo y oscuro
cabello por encima del hombro, una mirada de total desdén pintando sus
rasgos mientras mueve sus labios rojos como la sangre.
Me acerco a ella, y en su rostro se forma una sonrisa tan falsa como
la mierda, como si nunca hubiera sido tan feliz de verme. Se pone de pie.
—Es tan bueno verte, nena —dice mientras arroja sus brazos
alrededor de mi cuello—. Oh mi Dios. Quiero apuñalarlo —sisea en mi oído.
Quinn es mi mejor amiga. Dicen que es solitario estar en la cima, y no
mienten. Las mujeres como nosotras no tenemos tiempo para tonterías y
sutilezas; todo se trata de ganar. Pero Londres es ciudad de trabajar duro y
jugar duro. Una chica siempre necesita alguien con quien jugar. Quinn y yo
estamos, y siempre estuvimos, cortadas de la misma tela. Nos conocimos en
la Universidad aquí mismo en Londres y nos apoyamos mutuamente a
través de los altibajos que hay en la ciudad.
Desenrolla sus brazos de mi alrededor y se sienta. Me giro hacia el
tipo que todavía se queda, apoyándose en la barra y poniendo su pie sobre
el escalón del taburete de la barra junto a Quinn.
—Disculpe —le digo, poniendo mi mano sobre el taburete y esperando
a que se mueva. Una sonrisa astuta tira de sus labios mientras su mirada
se arrastra sobre mi cuerpo. Sus ojos eventualmente se fijan en los míos. Lo
miro fijamente, mi expresión helada mientras veo la sonrisa lentamente
deslizarse de sus labios.
Quita su pie y se endereza, pasando las manos por delante de su traje.
En cuanto lo hace, le sonrío.
—Muchas gracias —digo, falsa simpatía rodeando mi voz.
Parpadeando, empieza a decir algo, pero le doy la espalda y me siento
frente a Quinn. Regla número tres: No importa cuánto quieras decirle a
alguien que se vaya a la mierda, no lo hagas. En esta ciudad, todo el mundo
podría ser alguien, y cualquiera podría tener el poder de arruinarte. Este
juego se trata tanto de diplomacia como de cualquier otra cosa. Puedes ser
una perra, pero asegúrate de no reprocharte nada cuando lo hagas.
Quinn hace un pequeño gesto, indicando que se ha ido.
—Gracias —dice mientras hace contacto visual con el barman. Se da
la vuelta para empezar a hacer nuestros Martini. Venimos demasiado por
aquí—. Estaba esforzándome por salir de esa. —Pone sus ojos en blanco. Es
la difícil línea por la que caminamos, reprender constantemente a nuestros
compañeros de trabajo masculinos mientras seguimos siendo “amigas” de
ellos. Nunca, nunca, me follaría a nadie de la oficina. Este bar es un centro
de banqueros. Duerme con uno y podrías haberlos follado a todos. De
cualquier manera, tu integridad está comprometida y sin eso, no tienes una
mierda.
El barman coloca el Martini delante de mí, y bebo un sorbo. Quinn le
paga al hombre, que se va.
—Entonces, ¿cómo está Mayers? —le pregunto a Quinn. Ella trabaja
para Mayers & Co., una firma de abogados.
—La misma mierda, diferente día. —Se encoge de hombros. Hay un
área en la que Quinn y yo diferimos enormemente. No seré feliz hasta que
sea la Directora Ejecutiva. Ese es el sueño, el gran plan. Quinn solo quiere
ganar suficiente dinero como para dejar esta ciudad, comprar un bar en una
playa y no mirar atrás. No la culpo. Hay momentos en los que no me
encantaría nada más que una playa y mi propia compañía, pero hacemos lo
que debemos, y la verdad es que me aburriría después de un día. Vivo por
la prisa de hacer dinero, por la emoción de la gran ciudad. Me encanta
demasiado el juego para dejarlo.
Algunos tipos que conozco de la oficina están en un grupo en la barra
detrás de nosotras. Un par de ellos se alejan, centrando su atención en
nosotras.
—Georgia, escuché que salvaste el día —dice uno de ellos mientras se
coloca frente a mí. No puedo recordar su nombre, pero sé que es un corredor
de bolsa. ¿Tal vez Nate? Luce como un Nate. Tiene un vaso de whisky en
una mano, mientras que la otra está metida en el bolsillo de sus pantalones,
empujando su chaqueta abierta hacia atrás y atrayendo el ojo a lo que sé
que es un Rolex de platino en su muñeca. Su cabello rubio está peinado
hacia atrás, la parte delantera se rebela en un pequeño remolino.
Cada uno de los corredores tiene una lista de clientes y muchos de
nosotros compartimos una inversión. Puedo tener un cliente con un veinte
por ciento de participación en una empresa, y el chico remolino aquí podría
tener un cliente con un dos por ciento de participación en la misma
empresa. Pero ellos pueden garantizar que, si mis clientes tienen una
participación, entonces yo pondré mi propio dinero antes de dejar caer esa
participación. Supongo que estaba sudando cuando vio la entrega esta
mañana.
Enarco una ceja. —Por supuesto.
—Bueno, eso merece una bebida. Déjame comprarte una. —Quiero
poner mis ojos en blanco, pero no lo hago.
Sonriendo, lentamente niego con mi cabeza.
—Tengo una. —Hago señas hacia el Martini frente a mí—. Una más y
posiblemente estaré borracha.
Él y su amigo hablan con nosotras durante un rato, hasta que nos
interrumpe el creciente volumen de los chicos que nos rodean, y sus voces
se hacen más fuertes cuanto más beben. Pretendo no oír los comentarios
groseros sobre quién se follará a la nueva secretaria primero.
Miro a Quinn y le doy un pequeño movimiento de barbilla. Es hora de
liberarnos.
—Bueno chicos, tenemos que irnos.
—Oh, vamos. Quédense por una bebida más —dice el chico remolino,
una encantadora sonrisa iluminando su rostro.
—Mis clases de yoga son a las seis —dice Quinn—. No nos vemos tan
bien por pura casualidad —dice con un guiño antes de bajarse del taburete.
Se hacen a un lado, y pasamos por delante de ellos, logrando llegar al
elevador con solo un par de interrupciones más.
Pido un taxi fuera del bar y nos deslizamos en la parte de atrás. Ahora
empieza la diversión.
Regla número cuatro: Siempre ser irreprochable, y mantenerlo
privado. Me gusta mantener mi vida social separada de los ojos entrometidos
de otros banqueros, los tiburones esperando un poco de sangre en el agua.
En esta ciudad, una mujer debe parecer impecable, más allá de la
recompensa, más allá del juicio. Hasta donde saben, nos hemos ido a casa
a dormir. Saben muy poco.
3
Es viernes por la noche y tengo que pasar mi tiempo en esta mierda.
Elite está teniendo su fiesta anual de caridad de mierda en la que la
gente se reúne y finge que se agradan, aunque todos preferirían estar
haciendo otras cosas. Los pocos afortunados habrán logrado inventar una
excusa, pero en su mayor parte, tenemos que venir o enfrentarnos a estar
en la lista negra del jefe. Por el lado bueno, las bebidas son gratis. Me
encantaría tomarme doce Martini, pero hay clientes aquí y por supuesto, las
reglas.
Giles Samson, uno de mis clientes más antiguos, ha aparecido con su
esposa por correo. Giles puede ser el cliente con el que he ganado más
dinero, pero en un mundo obsesionado con lo que alguien puede hacer por
otro, también es un amigo.
Su esposa se aferra a su brazo con cara de disgusto. Es una ex super
modelo que aparentemente renunció por él. Estoy bastante segura de que la
mayoría de las chicas de Europa del Este renunciarían a su teta izquierda
para casarse con un tipo tan rico como Giles, además de que solo tiene
cuarenta años, y no es un hombre de mal aspecto. Toda la noción de caza
fortunas me hace reír y temblar al mismo tiempo. Aun así... él está
consiguiendo trabajar un coño de veinticinco años cada noche, y ella está
conduciendo un Bentley. Todos ganan. Nadie juzga aquí.
Un camarero pasa cerca, y tomo una copa de champán de la bandeja
antes de llegar a él. Giles es la única persona con la que quiero hablar aquí.
Una amplia sonrisa aparece en su rostro cuando me ve.
—¡Georgia! —exclama, sus dientes perfectamente blancos brillando
contra su piel bronceada. Giles se parece al malo de una película de Bond.
Es originario de Noruega, y su cabello es tan rubio que es casi blanco.
Incluso tiene las cejas iguales y los ojos azules muy pálidos que parecen
mirar directamente a través de ti. Todavía habla con un ligero acento y se
ríe mucho. Básicamente, luce, suena y actúa como un loco tipo rico, lo que
sería acertado.
—Giles —digo, una genuina sonrisa tirando de mis labios.
Se aleja de las garras de su mujer y me da un abrazo de oso. Solía
encontrarlo un poco extraño y definitivamente poco profesional, pero me he
dado cuenta de que así es como es. Me gusta que no le importe una mierda
la etiqueta social.
—Te ves encantadora —dice, las líneas de expresión arrugando las
esquinas de sus ojos.
Pongo los ojos en blanco. —Siempre dices eso.
—Bueno, debe ser verdad entonces —ríe, su esposa mirándome todo
el tiempo, ¿o tal vez esa es su cara normal? No puedo decirlo.
Respiro hondo y pongo una sonrisa en mi rostro mientras me giro
hacia ella. No importa el poco tiempo que tengas para esposas y novias,
tienes que hacer un esfuerzo. Las mujeres se sienten naturalmente
amenazadas por una, que no solo tiene más en común con su hombre, sino
que también se ganan su genuino respeto, añadan atractivo, y quieren
arrancarme los ojos. A los hombres les gusta fingir que llevan los
pantalones, pero todo el mundo sabe que detrás de cada hombre poderoso
hay una mujer que mueve sus hilos. Si ella no es feliz, entonces él no es
feliz.
Me giro hacia… ¿Erika? Mierda, creo que ese es su nombre. Realmente
necesito trabajar en eso.
—Hola. No creo que nos conozcamos oficialmente. Soy Georgia —le
digo, extendiéndole la mano.
Ella mira mi mano extendida.
—Erika. —Me da la mano tentativamente.
—Siento haberme perdido la boda, tenía asuntos urgentes en Nueva
York —le digo, mintiendo por todo lo que valgo. Giles me invitó a su boda,
pero por mucho que me guste Giles, trato de no desdibujar tanto los límites
entre los negocios y la amistad.
Ella asiente y se da la vuelta, dirigiéndose hacia la barra. Giles ríe
entre dientes, atrayendo mi atención de vuelta a él.
—¿Qué?
Sacude su cabeza.
—Aprecio el esfuerzo, de verdad, pero ella es un poco irritable —me
dice, sacando las manos en una mala imitación de Edward Scissorhands.
Sacudo la cabeza, reprimiendo una risa.
—Es hermosa.
—Las hermosas siempre son las locas —dice, su acento acariciando
las palabras—. Sé eso, y, aun así, tengo una debilidad. —Se encoge de
hombros.
Rio. Al menos es honesto.
Hablamos de negocios por unos minutos antes de que decida que lo
mejor era hacer un rápido recuento de la fiesta para poder escapar. Tengo
que ir a un lugar donde necesito estar.
Termino hablando con algunos tipos con trajes caros, porque cuando
se trata de la creación de redes de contactos, siempre apunto a los chicos
con el dinero. Si voy a tener que pasar mi tiempo en estos eventos, entonces
tiene que valer la pena. He llegado hasta el extremo de comprobar que son
estadounidenses y que al chico más joven le gustan las tetas cuando Collins
se acurruca a mi lado, abrazando mis hombros con un brazo. Me pongo
rígida, el contacto instantáneamente me pone al borde.
—Veo que han conocido a Georgia. Es una de las mejores. Si te gusta
el dinero, entonces es tu chica. —Se ríe solo. Así que aparentemente están
aquí como clientes o clientes potenciales. Mi jefe se balancea levemente
sobre sus pies, apoyándose contra mí. Dios, odio que me toquen.
—Parece muy... capaz —dice el pervertido. Tengo que esforzarme
mucho para no mirarlo.
—Eres demasiado amable —digo. Jódeme—. Debería ir a hablar con
Giles antes de que se vaya, pero fue un placer conocerte —digo con tanta
dulzura en la voz que casi me hace vomitar.
Me escabullo de las garras de Collins y me alejo del pequeño grupo.
He terminado. Me voy. Me deslizo en el baño para retocar mi maquillaje
antes de tomarme un descanso.
Estoy hurgando a través de mi bolso de mano en busca de mi
pintalabios cuando escucho la puerta abrirse, cerrarse, y entonces escucho
el sonido inquietante de una cerradura haciendo clic en su lugar. Levanto
la vista de mi bolso y veo hacia el espejo para encontrar a Collins detrás de
mí, apoyado en la puerta. Oh, esto no es bueno. Nada jodidamente bueno.
Doy vueltas para enfrentarme a él, cruzando mis brazos sobre mi
pecho.
—¿Sabes que este es el baño de mujeres, no? —Mantengo mi tono
ligero y burlón.
Una sonrisa espeluznante tira de sus labios mientras se aleja de la
puerta y arrastra una mano por su canoso cabello.
—Oh, lo sé. —Mierda, mierda. Mierda.
Se mueve hacia mí lentamente, y empiezo a dar un paso al costado,
intentando maniobrar a su alrededor en el pequeño espacio, pero es
imposible. Se queda cerca, demasiado cerca. Puedo oler el hedor del whisky
en su aliento.
—Eres tan hermosa, Georgia. —¡Maldito código rojo!
Rio ligeramente.
—Si es un halago por el que vas, entonces quizás quieras apuntarle a
Dan, su ego es mucho más receptivo.
Levanta la mano y quita un mechón de mi cabello de la mejilla. Me
alejo de su toque, rezando para que deje esta mierda. Mis hombros están
tan tensos que empiezan a dolerme. Aguanto la respiración, esperando,
deseando que pare, pero cuando cierra los ojos y se inclina hacia mí sé que
se acabó el juego. Me escabullo de mi posición entre él y el tocador,
haciéndolo tambalearse hacia adelante y chocar con el fregadero.
Avanzo hacia la puerta, tirando de la cerradura y abriéndola.
—Espera mi renuncia en tu escritorio el lunes por la mañana —digo,
por encima del hombro antes de salir de la habitación.
Maldito Collins, estúpido idiota. Sé que está borracho y por la mañana
se arrepentirá, pero cruzó la línea. Las reglas son simples y están ahí por
una razón. ¿Es culpa mía que me coqueteara? Por supuesto que no.
¿Debería mantener el control de su polla? ¡Claro que sí! Pero así no es como
funciona. Puedo protestar, quejarme y lloriquear, o aceptar que habrá
consecuencias. No me quedaré a esperarlas.
4
Tomo un sorbo de mi chai latte, necesito la cafeína esta mañana.
Giles se sienta frente a mí en su inmaculado traje a rayas con los
codos apoyados sobre la mesa; su barbilla apoyada en sus manos
entrelazadas. Nos reunimos todos los lunes para desayunar, siempre lo
hemos hecho desde que puedo recordar. Es este toque personal lo que me
hace querer tanto a Giles. Esta mañana es más que un desayuno informal.
Sus ojos azul pálido me miran cuidadosamente mientras pronuncio lo que
necesito decir en mi cabeza. He trabajado con él durante años y, sin
embargo, la forma en que examina todo siempre me hace sentir inadecuada
de alguna manera.
—Luces preocupada, Georgia —dice en ese acento suyo, marcando
cada palabra de un modo casi melodioso.
Dejo el café y me inclino un poco hacia delante, encontrándome con
sus ojos.
—Me voy de Elite —digo.
Sus cejas caen como una sombra de un ceño fruncido antes de que
asienta lentamente.
—¿Por qué?
Nunca le diría a nadie más la verdadera razón, pero considero a Giles
un amigo. Un buen amigo. A pesar de mis esfuerzos por mantener las cosas
entre nosotros profesionales, él es casi paternal conmigo.
—Collins me coqueteó, y ambos sabemos cómo termina eso.
Suspira pesadamente.
—Me preguntaba cuánto tiempo tardaría. Te mira como... —Mueve su
mano alrededor—. Como si fueras el vellocino de oro.
Resoplo.
—Solo pensé que debería hacértelo saber. Entiendo totalmente si
todavía quieres negociar con ellos. Son una firma muy respetable.
Una pequeña sonrisa tira de sus labios y luego ríe entre dientes un
poco.
—Mi querida niña, mi lealtad no es fácil de comprar, pero para ti es
inquebrantable. —También sería leal si alguien me hiciera ganar tanto
dinero como yo a él. Pero sé que es más que eso. Siempre ha creído en mí.
Conocí a Giles en un cóctel. Lo había atendido para establecer
contactos, pero por supuesto, la mayor parte del mercado de Londres me
veía como algo bonito, excepto Giles. Siempre dice que vio fuego en mí.
Supongo que está un poco loco, pero los ridículamente ricos siempre lo
están. Ahora manejo quince millones de libras en acciones para él. Pensar
en el rostro de Collins cuando se dé cuenta de que su juego de borracho le
ha costado uno de sus mayores clientes me hace sonreír.
—¿Has pensado en ir por tu cuenta? —pregunta.
Sacudo la cabeza, sujetando la taza de café entre mis manos.
—No estoy lista.
Ladea su cabeza, entrecierra sus ojos en contemplación.
—Eres la mejor agente de bolsa que he conocido.
—Bueno —rio—. Aprecio el voto de confianza, pero voy a ir a otro
banco.
—De acuerdo. —Se encoge de hombros—. Correré la voz. Tan pronto
como los peces gordos se enteren de que Georgia Roberts está disponible, te
verás inundada de ofertas.
Espero que él tenga razón.
***
Cuando llego al trabajo, ni siquiera voy a mi oficina. Tomo el elevador
directo a la última planta. Las puertas del elevador se abren y salgo. Solo
hay una secretaria a esta hora. Asiente, saludándome al pasar.
Camino directamente por la sala de conferencias y me detengo frente
a las pesadas puertas de madera que conducen a la oficina de Collins.
Tomando una profunda respiración, me acerco antes de empujar el
picaporte hacia abajo, abrir la puerta y entrar en su oficina con la cabeza
bien en alto. Collins está sentado con el codo apoyado en el escritorio y una
mano cubriendo sus ojos.
Lentamente levanta la mirada, mirándome mientras me acerco. Pongo
mi renuncia escrita en el enorme escritorio, deslizándolo frente a él.
—¿Qué es esto? —pregunta, su frente arrugándose mientras sus ojos
recorren la carta.
—Te dije que tendrías mi renuncia en tu escritorio el lunes por la
mañana —digo, manteniendo mi nivel de voz.
Sus ojos se encuentran con los míos.
—Georgia, yo… lo siento. Estaba borracho. Vamos a olvidarlo. Por
favor. —Hay un tono de súplica en su voz.
—Gracias por las oportunidades que me has dado durante mi tiempo
aquí. Esa renuncia es un preaviso de treinta días, sin embargo, dadas las
circunstancias creo que sería mejor que entrara en vigor inmediatamente.
Parece como si fuera a discutir, pero entonces veo la resignación en
sus ojos.
Arrastra una mano sobre su rostro, frotando el pequeño rastrojo que
cubre su barbilla. Ahora que lo miro bien, parece extenuado, preocupado.
—¿Samson? —pregunta.
Así que eso es lo que lo tiene tan estresado. Supongo que me estresaría
tener que llevar esa noticia a la junta directiva.
—Tendrás que preguntárselo. —Lucho contra una sonrisa—. Adiós,
Martin. —Me pongo en pie y salgo de su oficina sin mirar hacia atrás.
He trabajado para Elite Finance durante cinco años. He pasado de ser
una interna a una de las mejores corredoras de bolsa. Tan desalentador
como es alejarse de lo conocido, lo desconocido es emocionante. Siempre
hay trabajos y oportunidades para alguien con mis habilidades, después de
todo, hacer dinero nunca pasa de moda.
***
Limpio mi escritorio y salgo de la oficina. Puedo sentir los ojos de la
gente sobre mí mientras llevo la pequeña caja de pertenencias al elevador.
Nadie dice nada, pero sé lo que están pensando. Hay muy pocas razones
para el despido instantáneo, con todos los derechos laborales. En realidad,
solo hay una… fraude de acciones.
Puesto que es poco probable que Collins admita la verdadera razón,
la especulación se multiplicará. Nunca me han importado una mierda las
opiniones de los demás. No voy a empezar ahora.
Conduzco a casa y pongo mi auto en el espacio fuera de mi
departamento cerca del Támesis. Cuando llego a la puerta de mi casa, hay
un gran sobre manila apoyado en ella. Equilibrando mi caja de pertenencias
en mi rodilla, me agacho torpemente y tomo el sobre del piso. Desbloqueo la
puerta y dejo caer la caja en el pasillo, empujándola contra la pared con mi
pie. Voy directamente a la cocina, tomo el zumo de naranja del refrigerador
y sirvo un vaso. Una vez en la sala de estar, me siento en el sofá, colocando
mi vaso sobre la mesa de centro. Pongo el sobre en mis muslos y estudio mi
nombre con una elegante escritura a mano en la parte delantera. No tengo
ni idea de quién es.
Abro la parte de arriba y saco los papeles de dentro. El papel en sí
mismo es grueso, caro. En la parte de arriba hay un logo en lámina dorada
con escritura manuscrita: Banks y Redford.
La carta de presentación está dirigida a mí y me ofrece un trabajo. No
una entrevista. No una reunión. Un trabajo. Banks y Redford es un gestor
de inversiones en Mayfair, no, son el nombre de la inversión. He oído que
están cazando talentos de todo el mundo. Su tasa de éxito es insuperable, y
solo aceptan clientes con una inversión mínima de cinco millones. Y me
están ofreciendo un trabajo.
Coloco la carta boca abajo en la mesa de café y leo la primera página
de un contrato de trabajo, mis ojos se detienen en el salario de seis cifras y
en la bonificación estampada en letras negras en el crujiente papel crema.
Dejo caer los papeles sobre la mesa y muerdo mi labio inferior mientras
pienso. Esto no puede estar bien, ¿verdad? Si algo parece demasiado bueno
para ser verdad, entonces normalmente lo es.
5
Arrojo mi bolso del gimnasio a la esquina de la habitación y ruedo
hacia fuera mi tapete de yoga al lado de Quinn antes de acostarme y
comenzar a estirar. El sol de la mañana se derrama a través de las altas
ventanas que bordean el estudio de yoga, arrojando un tinte rojizo a través
de la habitación con el amanecer.
—Estaba preocupada de que hubieras muerto —dice Quinn cuando
jalo mi rodilla contra mi pecho.
—No, me quedé en casa anoche.
—Así que, tan bien como entonces. Escuché que te despidieron por
fraude —dice, una sonrisa jugando en sus labios. Quinn sabe todo sobre la
descuidada obra de Collins del viernes por la noche. Cuando se lo dije, me
miró como si acabara de ser sentenciado a muerte.
—Vaya. —Pongo los ojos en blanco—. Eso no tomó mucho tiempo.
—¿Cómo lo tomó Collins? Pagaría mucho dinero por haber visto su
rostro.
—Bien, ¿qué podría decir? No tiene a nadie a quien culpar, excepto a
sí mismo y a su pene.
Estira las piernas delante de ella y dobla su cuerpo hacia adelante,
alcanzando los dedos de sus pies.
—¿Cuál es el plan ahora?
Pongo mi brazo sobre mi pecho, manteniéndolo en su lugar con el
otro.
—Tengo una oferta de trabajo.
—Jódeme, trabajas rápido. ¿Con quién?
—Llegué a casa ayer para encontrar una oferta escrita en mi puerta.
Es con Banks y Redford.
Sus ojos se abren de par en par y se quita un mechón de cabello del
rostro.
—¿En serio? —Asiento—. Lo mantuviste en secreto. ¿Cuándo te
entrevistaste con ellos?
Levanto una ceja.
—No lo hice. —Frunce el ceño—. Es sospechoso si me lo preguntas.
Pone sus ojos en blanco.
—Piensas que todo es sospechoso. ¿Alguna vez has pensado que
quizás eres buena en lo que haces?
Resoplo.
—Oh, sé que soy buena y hasta podría haberlo oído, ¿pero tan rápido?
¿Qué son ellos? ¿James Bond?
Sonríe, se sienta y sostiene las manos detrás de ella.
—A caballo regalado no se le ven los dientes, George —dice,
sacudiendo la cabeza—. Te han ofrecido un trabajo en una de las mejores
empresas de Londres. Escuché que el dueño está listo para entrar en la lista
de Forbes este año.
Respiro profundamente. —Ya veremos.
***
Entro en la casa Mayfair a las siete cuarenta y cinco. El clip constante
de mis Louboutins resuena en el inmenso vestíbulo de mármol, haciendo
que la mujer del escritorio mire hacia arriba. Sus ojos son brillantes y su
cabello y maquillaje impecables.
—Estoy aquí para ver al Sr. Redford —le digo—. Georgia Roberts.
Golpea algunos botones en su teclado y luego me sonríe
educadamente.
—Toma el elevador número cuatro. Te llevará directamente al último
piso.
Incluso el elevador parece caro, con mármol dorado en el suelo y
espejos inmaculados en las paredes y el techo. No hay botones en la pared,
solo la pequeña pantalla que muestra los números de escalada a medida
que subimos.
Una fisura de energía nerviosa me hace golpear el pie contra el suelo.
Angus Redford y Landon Banks fundaron Banks y Redford hace diez años y
en un corto espacio de tiempo, han dominado el mercado y se han forjado
su propio legado. Google es tu amigo y todo eso. Sin embargo, ese tipo de
éxito requiere un cierto tipo de hombre y no voy a pretender que no me
intimida un poco la perspectiva de tener que probarme a mí misma ante
alguien así.
Traté de investigarlos a nivel personal. Parece que Angus dirige la
empresa, mientras que Landon parece dedicar su tiempo a la gestión de sus
muchos otros negocios en todo el mundo. Desde bares a compañías de
transporte, pasando por líneas de ropa, el tipo parece estar metido en todo.
Supongo que es más bien un socio silencioso
Las puertas del elevador se abren en el último piso. A pesar de la
agitación en mi estómago, me fuerzo a caminar con propósito. Me meto en
lo que ni siquiera se siente como una habitación. El suelo bajo mis pies es
de mármol, pero las paredes son de cristal, con excepción de la pared que
está justo enfrente de mí, que alberga las puertas dobles que supongo que
llevan a la oficina principal. En medio del espacio hay otra secretaria
sentada en un escritorio.
—Srta. Roberts. —La mujer de mediana edad me saluda, se mueve de
su escritorio y se detiene frente a mí.
—Sí —respondo.
Me muestra una amplia y genuina sonrisa.
—Le haré saber que está aquí. —Me quedo ahí parada mientras ella
toma el teléfono, murmurando unas palabras antes de colgar.
—Está listo para ti —dice, moviéndose alrededor del escritorio,
llevándome a las puertas—. No te pongas tan nerviosa, querida. No muerde.
—ríe y golpea la puerta una vez antes de abrirla.
—La Srta. Roberts para usted, señor. —Abre la puerta más amplia,
permitiéndome entrar. Oh cielos. Esta sala es increíble, las paredes de
cristal se encuentran en forma de V, dando a la oficina una vista panorámica
de Londres. Es bastante impresionante.
Me concentro en el hombre sentado frente a mí. En la parte posterior
de la habitación hay dos enormes escritorios, pero más cerca de la puerta
hay una mesa de centro con dos sofás a cada lado uno frente al otro. Es ahí
donde se sienta, con los codos apoyados en las rodillas mientras estudia un
papel sobre la mesa de café que tiene delante.
Poco a poco se levanta, alejando los ojos de su lectura. Abrocha la
chaqueta de su traje a medida que se acerca, sus largas piernas devorando
el espacio entre nosotros. No sé cómo esperaba que se viera Angus Redford.
Supongo que viejo, con panza. Sé que tiene poco más de cuarenta años y
las rayas grises en sus sienes lo delatan, pero aparte de eso, apenas parece
un poco mayor de treinta.
Me extiende la mano, una cálida sonrisa en su rostro.
—Srita. Roberts. Soy Angus Redford. —Se presenta, el más mínimo
indicio de un acento escocés en su voz.
—Encantado de conocerlo —le digo, estrechando su mano. Sus ojos
azules son sinceros mientras sonríe, las líneas alrededor de sus ojos
hundiéndose en su rostro por lo que parecen años de risa. Algunas personas
tienen la habilidad de ponerte a gusto con una mirada. Angus Redford es
una de esas personas.
—Ven. Siéntate. —Reanuda su posición en el sofá, volteando el papel
que estaba leyendo. Me siento frente a él, cruzando una pierna sobre la otra
y apoyando mis manos en mi rodilla
—Tiene una hermosa oficina —comento.
Se ríe.
—Encima de todo, ¿no? A Landon le gusta el "espacio", dice que le
ayuda a pensar. Me llevó un mes superar el vértigo cada vez que venía aquí.
Sonrío al oír el sonido de su profunda risa resonando por la
habitación. Levanta una jarra de agua que está en la mesa de café y se sirve
un vaso antes de servir otro y empujarlo delante de mí. Se inclina hacia
atrás y apoya su tobillo en su rodilla, recogiendo algo de pelusa de su
pantalón. Puedo ver un destello de medias rosadas y verdes a rayas y trato
de no reírme.
—Ahora, estoy seguro de que tiene algunas preguntas, Srta. Roberts.
—Admitiré que todo esto parece bastante misterioso.
—Sí, lo siento por eso. En resumen, Giles es un buen amigo mío. —
Me detengo, paso los dientes sobre mi labio inferior. Adoro a Giles, pero
siempre ha confiado en mí. Probablemente me ha hecho parecer una especie
de maldita mina de oro. Sé que soy buena, pero estos tipos no quieren
buenos, quieren algo excepcional. Y no importa cuánta confianza pueda
tener, creo que cualquiera lucharía por tener tanta fe en su propia
capacidad. Especialmente en un negocio donde la suerte tiene tanto que ver
con el éxito como cualquier otra cosa—. Él es muy bueno con los números
y un buen juez del carácter —continúa, levantando su vaso de agua a los
labios y tomando un sorbo—. Dice que eres la mejor que hay.
Respiro profundamente.
—Giles me ha apoyado mucho en mi carrera. Le estoy agradecida. Es
un cliente muy leal.
Una pequeña sonrisa tira de sus labios.
—Y uno que te seguiría a donde sea que vayas. —Finalmente. Odio no
saber los motivos ocultos detrás de las acciones de una persona porque sin
eso eres ciego. Pero ahí está, la verdadera razón por la que me han ofrecido
un trabajo. Los negocios son todo acerca de lo que una persona puede hacer
por otra y no tengo ninguna duda de que mis habilidades están en demanda,
pero no son únicas. Sin embargo, Giles, mi cartera, los ingresos que puedo
obtener... eso es algo que cualquier empresa de inversión que valga la pena.
—Como dije, es muy leal.
Aplaude y se levanta.
—Excelente. Bueno, entonces no veo ninguna necesidad de discutir
más. Tiene el contrato propuesto. Si estás contenta con este, entonces
puedes empezar mañana.
Se levanta y me extiende la mano. Me pongo de pie y la sacudo, no
estoy del todo segura de lo que estoy aceptando, pero supongo que tengo un
nuevo trabajo.
—Algo me dice que tú y yo podemos ganar mucho dinero juntos —
dice, una sonrisa se extiende por su rostro.
6
He estado en Banks y Redford durante dos semanas, y lo estoy
haciendo genial. Cuando entré aquí pensé que probablemente trabajaría
catorce horas diarias y alcanzaría cifras imposibles con una lista de
cincuenta clientes. Ese no es el caso en absoluto. Me las arreglé para traer
a quince clientes de Elite, por un valor total de veinticinco millones de libras
en inversiones existentes. Esos son mis clientes, eso es todo. Ojalá hubiera
visto el rostro de Collins cuando se dio cuenta de que su polla le había hecho
perder tanto dinero. No hace falta decir que Angus está contento. Quiere
que me reúna con él esta noche para tomar unas copas y presentarme al
siempre esquivo Landon Banks. Aparentemente está en Londres por unas
semanas. Angus y yo tenemos una buena dinámica en marcha; él sabe lo
que le conviene y que yo le hago buen dinero. Mientras yo haga eso, y él siga
pagando los bonos, estamos bien. Banks tiene muy poco que ver con la
empresa y por lo tanto con mi vida, así que no veo nuestra reunión como
algo más que una formalidad.
Tengo que admitir, sin embargo, que tengo curiosidad. La información
es difícil de obtener cuando se trata de Landon Banks. Una búsqueda en
Google muestra una lista de sus empresas, así como algunas imágenes de
él en varias obras benéficas. No es que eso signifique algo. Los ricos y
poderosos siempre deben mantener las apariencias donando a la última
caridad de moda.
Los rumores en la oficina sugieren que Banks es un hombre de
negocios despiadado, pero popular entre las damas. Tuve que escuchar a
una de las secretarias esta mañana hablando de lo increíble que es. Apenas
logré mantener un rostro serio delante de ella y no poner los ojos en blanco.
He visto imágenes, y no negaré que es un tipo apuesto. Parece algo sacado
de la revista GQ. Pero él es mi jefe, lo que es un apagón instantáneo. Es
como si me gustara el coño por todo el efecto que tendrá en mí. Soy una
profesional. Una vez que alguien está fuera de la mesa, está fuera de la
mesa, y en esta ciudad, eso es casi todo el mundo que conozco.
El taxi se detiene en Rouge y le doy al conductor algo de dinero antes
de salir. Aprieto el abrigo a mi alrededor mientras una brisa fría azota mi
rostro.
Tan pronto como entro, veo a Angus recostado contra la barra,
riéndose con la chica que le sirve. Durante las últimas semanas, he notado
que hay algo acerca de Angus Redford que es muy diferente a los banqueros
habituales. Hay una naturalidad en su comportamiento que rara vez veo en
los hombres con su clase de poder. Sonríe fácilmente y no se toma
demasiado en serio.
Se gira para mirarme cuando me acerco, una amplia sonrisa
apareciendo en su rostro.
—¡Georgia! La mujer del momento. —Se inclina y besa mi mejilla—.
¿Qué puedo ofrecerte para que bebas?
—Un Martini, por favor. —Echo un vistazo al bar mientras ordena. Es
exactamente lo que esperas de los bares de Londres. Limpio, moderno, vacío.
Toma las bebidas de la barra de acero inoxidable y se mueve hacia
una mesa en la esquina de la habitación. Me quito el abrigo y me siento.
—Luces encantadora, Georgia. —Lucho contra la sonrisa tratando de
hacer su camino en mi rostro. Si pudiera describir a Angus en una palabra
sería lindo, el tipo que cada chica pone en zona de amigo cuando debería
casarse con él—. Landon estará aquí en algún momento, aunque rara vez
llega a tiempo para algo social. Una reunión de negocios y llega quince
minutos antes, ocasión social y lo evita como la peste.
—Oh. —Levanto mi bebida y tomo un sorbo.
—No lo tomes como algo personal. Es un bastardo gracioso. —Se
encoge de hombros, y yo no le pido que se explique.
—¿Cuánto tiempo hace que se conocen? —pregunto.
Arrastra una mano a través de su cabello rizado y se recuesta contra
el asiento.
—No éramos muy diferentes a tú y Samson. Yo era su corredor. Él
tenía mucho dinero, e hice que tuviese más. —Recoge su vaso y se traga el
whisky—. Nunca lo conocí en persona hasta que un día me invitó a una
reunión con él, lejos del banco. —Sonríe mientras sus ojos se enfocan en un
punto de la mesa—. Lo puso todo en la mesa, sin tonterías. Pensó que el
banco lo estaba jodiendo y quería un corredor privado. Ofreció doblar mi
salario y hacerme manejar todas sus inversiones, así que lo hice. Por
supuesto, entonces sus amigos me querían a mí y los amigos de sus amigos.
Se dio cuenta de que podía tomar una parte y, antes de que te des cuenta,
éramos corredores oficiales.
—¿Entonces trabajas para él?
Sus ojos se alzan hacia los míos.
—No, me ofreció una participación de cincuenta y cincuenta tan
pronto como crecimos lo suficiente para necesitar oficinas. —Frunce el ceño
ligeramente—. Algunos dirán que es porque no quiere dirigirlo, pero te diré
esto, Georgia, nunca me he encontrado con un hombre más justo que
Landon Banks.
Bueno, ahora estoy realmente intrigada.
—Hmm, un tipo agradable que también tuvo éxito. Raro.
Se ríe entre dientes.
—No estoy seguro de que “agradable” sea la primera palabra que
usaría para describirlo. Landon es una anomalía. Ya verás lo que quiero
decir.
Recojo mi bebida y abro la boca para responder cuando algo cambia
en el aire. Un leve silencio cae sobre la habitación. Siento un hormigueo de
emoción. Me detengo con mi vaso a mitad de camino hacia mis labios y miro
por encima de mi hombro. La gente trata de mantener sus conversaciones,
pero cada ojo se ha movido sutilmente hacia el hombre que está de pie en
la puerta. Se mueve por la sala, fácilmente separando a la multitud sin decir
una palabra.
Cuando llegué por primera vez a esta ciudad pensé que todos los
“trajes” eran iguales. Pero cuanto más tiempo estés aquí, más fácil es ver
las diferencias entre un reloj de dos de los grandes y un reloj de veinte mil,
un traje de mil libras y un traje de diez mil libras. Y este tipo lleva un Rolex
de cincuenta mil y un traje de seda que ni siquiera me gustaría ponerle un
valor. El material azul marino se ajusta perfectamente a él, aferrándose a
sus caderas estrechas y hombros anchos. La forma en que se mueve es casi
grácil, pero cada fibra de su ser está llena de energía. Tanta que parece que
absorbe todo el oxígeno de la habitación. Su cabello oscuro cae un poco
sobre su frente. Parece que literalmente se despertó y arrastró su mano a
través de él. Tiene un rostro que pertenece a una pasarela en Milán, y una
mandíbula que sería la envidia de Brad Pitt. Pero honestamente, su atractivo
no está en su apariencia, ni en su cuerpo, ni en el hecho de que
prácticamente puedo oler el dinero en él, sino en el poder que lo rodea como
un aura. Lo vive y lo respira como si fuera una parte de él y hubiese nacido
para usarlo. No puedo decidir si estoy desconcertada por él o impresionada.
Ambos, creo.
No puedo apartar la mirada de él cuando se acerca a la mesa.
Entrecierra sus ojos hacia mí antes de moverlos lentamente sobre mi cuerpo
de una manera que no es otra que pura justicia, como si tuviera derecho a
todo lo que soy. Demonios, tal vez sí. Siento como si me hubiera desnudado
y expuesto de la peor manera. La forma en que me mira es como si pudiera
ver cada debilidad, cada deseo, cada secreto sórdido. Ni siquiera conozco al
hombre, y sin embargo me está molestando con cada segundo que pasa. El
calor se arrastra por mi cuello y llega a mis mejillas. Tan rápido como
empezó, se detiene. Aparta los ojos hacia otro lado, y rápidamente me
desestima antes de sentarse junto a Angus, desabrochando su chaqueta con
un hábil golpe de muñeca. Lentamente libero el aliento que estaba
conteniendo y mi mirada se centra en Angus. Ningún hombre me ha hecho
eso. Jamás. Aprieto los puños debajo de la mesa hasta que mis uñas
pellizcan la palma de mi mano, el agudo dolor quitando lo último de la
neblina brumosa en que él parece tener mi mente.
—El vagabundo volvió —dice Angus con su habitual sonrisa tranquila.
Una camarera se acerca, colocando un vaso de whisky delante de mi
jefe, el nuevo, el caliente. Lo levanta y toma un sorbo, e incluso la forma en
que lo hace me tiene apretando los muslos con fuerza. La manera en que
sostiene el vaso, su garganta trabajando mientras traga. Jesús. ¿Por qué
carajo estoy mirando? No lo mires a él.
—Dubái se estaba poniendo demasiado caliente —dice, sus labios
levemente alzados en una esquina.
Angus se inclina hacia delante, señalándome.
—Bueno, Georgia Roberts, te presento a Landon Banks, mi socio de
negocios.
Banks vuelve su atención hacia mí, sus ojos chocan con los míos.
Estoy preparada para él esta vez.
—Un placer —dice, su profunda voz acariciando la palabra con
elegancia.
—Es un placer conocerlo, Sr. Banks. —Sus ojos aún sostienen los
míos, incluso mientras levanta el vaso de whisky a sus labios y toma un
sorbo. Me acerco y me niego a mirar hacia otro lado. Porque soy Georgia
Roberts y el día que me incline ante un hombre será cuando haya acabado,
aunque sea mi jefe. El aire repentinamente se siente pesado con un desafío
no hablado, el peso de él presionando en mí. Algo pasa entre nosotros, como
dos depredadores que se miden el uno al otro, y aunque sé que estoy fuera
de control, mantengo mi posición, negándome a admitir la derrota. Un
cordero que le muestra los dientes a un león. No muchos hombres pueden
inspirar un respeto instantáneo de mi parte, pero este sí. Un gran respeto.
—Ah, Giles está aquí —dice Angus, rompiendo la extraña burbuja en
la que Landon me tiene. Miro fijamente hacia la puerta y todavía siento los
ojos de Landon al lado de mi rostro.
Giles se acerca a la mesa y le da la mano a Angus.
—Angus. —Sonríe antes de repetir el gesto con Landon. Luego se gia
hacia mí, con una amplia sonrisa en su rostro—. Georgia. —Giles y yo
tenemos una extraña relación que va más allá del lado profesional. Nunca
había pensado mucho en eso antes, hasta ahora, con Landon Banks
estudiándome como si fuera su presa. Me levanto y Giles besa mi mejilla—.
Te ves tan glamorosa como siempre querida.
Me rio.
—Bueno, me conseguiste un trabajo con estos tipos. Tuve que mejorar
mi juego.
Resopla mientras se sienta a mi lado.
—No la escuchen. Siempre me hace sentir mezquino, aunque no a mi
cuenta bancaria —ríe de esa manera tan contagiosa y me encuentro
riéndome con él.
Miro a Landon a través de la mesa y lo encuentro mirándome
impasiblemente; su cabeza ligeramente inclinada. No me pongo nerviosa o
inquieta, ni siquiera me intimido, pero este tipo me tiene sintiendo todo lo
anterior. Y lo odio.
Angus hace señas a la camarera de la barra y coloca un vaso delante
de Giles, dejando una botella entera de whisky esta vez. Giles se sirve un
vaso.
—Un brindis —dice Angus, levantando su copa—. Por Georgia.
Pongo los ojos en blanco.
—Por el dinero —lo corrijo, enfocando mi atención en Angus y Giles
para evitar la intensa mirada de Landon. Hasta que chocamos las copas, en
cuyo momento accidentalmente bebo mi Martini entero. Giles y Angus no
parecen darse cuenta, pero la atención de Landon está firmemente puesta
en mí, y en sus labios se ve una pequeña mueca de sonrisa. Lo miro
fijamente, lo que hace que el fantasma de una sonrisa se convierta en una
real. He decidido que no me gusta.
Mi teléfono suena en mi bolso y lo saco, echando un vistazo a la
pantalla. Quinn. Casi quiero suspirar aliviada. Debo agradecerle a esa chica
por tener una sincronización increíble.
—¿Me disculpan, caballeros? Esto es importante.
Giles y Angus asienten. Landon no dice nada. Me pongo de pie y me
dirijo al pasillo junto a los baños.
Cuando llamo a Quinn, contesta en el primer timbre.
—Oye. ¿Qué estás haciendo?
—Conociendo al otro jefe, el Banks de Banks y Redford. —Debería
aprovechar esta oportunidad para salir, ir y encontrarme con Quinn y
alejarme. Landon no es un tipo con el que necesite pasar mucho tiempo. Me
tiene inquieta, porque honestamente si no fuera mi jefe, si no tuviera mis
reglas, es exactamente el tipo de hombre que me follaría. El simple hecho
de que me atraiga es razón suficiente para darle un espacio amplio.
—¿Cómo es él?
—Es difícil decir en este momento.
—De acuerdo. Bueno, mándame un mensaje si terminas temprano —
dice.
—Claro.
—¡Diviértete! —Se despide.
Cuelgo y meto el teléfono dentro de mi bolso antes de volver a la
pequeña mesa. Cuando me acerco a la mesa, Giles cuenta animadamente
una de sus historias y Angus ríe. Landon parece... aburrido.
—Creo que voy a dejarlo por esta noche.
Giles revisa su reloj y mueve la cabeza.
—Pensé que se suponía que estos jóvenes podían salir de fiesta toda
la noche y llegar a la oficina a las ocho —le dice a Angus.
—No se supone que debas alentar tales cosas, Giles. —Sonrío.
Se levanta y besa mi mejilla. —Bien. Desayuno. ¿El lunes?
—Por supuesto.
—Tendremos una reunión mañana, Georgia —añade Angus. Echa un
vistazo a su vaso de whisky, frunciendo un poco el ceño—. Mejor que sea a
las diez. —Sonríe.
Sonrío.
—Estaré allí. —Giro en mis tacones cuando esa voz profunda me
detiene.
—Te acompaño fuera. —La voz profunda de Landon me detiene.
Respiro hondo y me giro hacia él, una sonrisa pegada en mí rostro.
—Es amable de su parte, pero innecesario —digo a través de mis
dientes apretados.
Se levanta y se pone a mi lado con apenas un adiós a Giles o a Angus.
—Me voy de todos modos —explica, abrochándose la chaqueta
mientras camina, pasando su mano sobre su corbata azul marino. Parece
que acaba de salir de las páginas de una revista. Perfecto, sin arrugas,
controlando todo lo que le rodea.
El silencio parece reinar entre nosotros a medida que subimos en el
elevador, y una vez dentro es como si ese poder invisible de sus latidos me
golpeara, afectándome de maneras que no debería. Es una extraña mezcla
de excitación e irritación. Me fuerzo en estar lo más lejos posible de él,
presionando mi brazo desnudo contra la pared del espejo.
Mete las manos en los bolsillos de sus pantalones y fija la mirada en
el suelo.
—Le gustas a Angus —dice, casi para sí mismo.
—Suenas sorprendido.
—Rara vez se interesa tanto por un empleado. —Me vuelve a mirar
como si tratara de resolverme.
—Soy buena en lo que hago, señor Banks. Y hago dinero —digo
abruptamente.
Entrecierra sus ojos. —Eso escuché.
El elevador se detiene, y las puertas se abren lentamente. Mantiene
su posición detrás de mí mientras avanzo por el vestíbulo.
Londres reboza de vida cuando salgo, deteniéndome en las escaleras,
tratando de encontrar un taxi. Sé que hay una parada de taxis en la esquina.
—Fue un placer conocerlo, señor Banks. —Le ofrezco mi mano.
La mira, alzando una ceja y haciéndome sentir tan consciente de mí,
como si simplemente estrechar su mano fuera un evento incómodo.
La bajo, y se acerca a mí, tomando mi mano y levantándola. Se
agacha, y mi aliento queda atrapado en mis pulmones cuando sus labios
rozan mis nudillos. Se demora un poco más de lo adecuado, y lo permito,
quedándome parada allí como una idiota, aturdida, con mi pulso
martillando en mis oídos. Alejo rápidamente mi mano, poniéndola detrás de
mí, pero juro que todavía podía sentir en mi piel el tacto de sus labios.
—Un placer, señorita Roberts —dice, dándome una clara mirada
calculadora.
Sin decir otra palabra me alejo, dirigiéndome al final de la calle
buscando un taxi.
—¿Caminarás a casa? —dice detrás de mí. Giro para enfrentarlo.
—Estos zapatos cuestan cinco mil libras. —Su expresión sigue en
blanco y, esta vez, pongo los ojos en blanco—. Taxi —digo como forma de
explicación.
Suspira y se acerca al auto negro estacionado en la acera, abriendo
de par en par la puerta trasera y colocándose a un lado.
—Sube.
—Honestamente, estoy bien con un taxi, pero gracias. —Sostengo.
Sus ojos se conectan con los míos, y me da una mirada que no admite
discusión.
—Sube al auto, Georgia. —Hay solo un indicio de un gruñido en su
voz, y cuando dice mi nombre, me hace estremecer. El hecho de que me
haya ordenado entrar al auto, sumado a cómo me afecta, tiene mis pelos de
punta rápidamente. Mi temperamento anula a mi pensamiento racional, y
me encuentro a mí misma acercándome a él, hasta que estamos cara a cara.
Inclino mi cabeza hacía atrás, y me encuentro con su mirada oscura.
—Lo siento, jefe, no me tomo muy bien las instrucciones fuera de la
oficina, y ah, extraños peligros y todo eso. —Sus ojos brillan con algo oscuro
y peligroso, y me encuentro atraída hacía él. Me detengo y doy un
tambaleante paso atrás—. Nos vemos pronto —digo, dándole una
deslumbrante sonrisa antes de girar en mis tacones y alejarme. Tengo un
lugar al que ir y nadie, ni siquiera Landon Banks me va a detener.
Tomo un taxi y me dirijo a Mayfair, el corazón del reservado y elitista
círculo social londinense. Esta es la parte de mi vida que nadie conoce, la
sórdida y bellamente oscura que se encuentra en las entrañas de la
acaudalada clase alta de la ciudad. En esta ciudad, todos conocen a alguien
y todos hablan. Personas como yo, estamos obsesionados. Es lo que nos
hace tan bueno en lo que hacemos. Pero esa obsesión a menudo deja abierta
a esa persona a muchos vicios. Los lugares a los que voy al anochecer
alimentan todos los vicios imaginables de todas las maneras posibles.
7
Masque es donde todo tipo de creaturas vienen a jugar, para satisfacer
deseos perversos sin prejuicios ni persecución. Después de todo, no puedes
juzgar lo que no puedes ver.
Saco la máscara de mi bolso de mano y ato las cintas en la parte
posterior de mi cabeza, sujetándolas con algunos pasadores. Llamo a la
puerta de lo que parece una respetable y extremadamente costosa casa de
ciudad en el centro del área más influyente de Londres. La puerta se abre,
revelando a un hombre en un traje negro, una sencilla mascara del mismo
color cubre sus ojos. Mira hacia mi tarjeta de membrecía, y me hace señas
para que pase.
Por dentro luce exactamente como esperas que se vea un club sexual
de lujo. Oscuro, lujoso, sensual. La música rock llena la habitación,
contrastando salvajemente con las tumbonas de terciopelo y las lámparas
de araña de cristal. Dentro del club, la gente asume una nueva identidad.
Sus máscaras se convierten en su identidad. La mía tiene el aspecto de un
gato, las tenues rayas de un tigre pintadas a lo largo de las delicadas líneas
que trazan mi rostro y acentúan mis agudos pómulos. Hay cierta emoción
en esconderse, porque el ocultar quién soy, me permite ser quien realmente
soy. Vengo aquí por una razón, para ser liberada en todos los niveles.
Voy al bar y me siento en un taburete, cruzo las piernas y permito que
mi corto vestido negro suba por mi muslo. El camarero pone un Martini
delante de mí y se lo agradezco. Dejo que mi mirada se mueva alrededor de
la habitación, comprando porque todos aquí están en el menú. Mi mirada
se detiene en un tipo sentado en uno de los sofás, sus dedos enterrados en
el coño de la mujer que lo monta a horcajadas. Su máscara es distintiva,
hecha de porcelana blanca y representa a un dios griego. Sé por experiencia
que también tiene el cuerpo como el de un dios. A veces me gusta ser
sorprendida por un nuevo compañero, pero otras veces me gusta saber que
voy a estar satisfecha. Apolo, como lo llamo, siempre satisface mis apetitos
más agresivos, y esta noche me siento positivamente salvaje después de mi
interacción con Banks. No hay nada como un hombre poderoso para hacer
que mi perra alfa interior levante su cabeza mostrando sus dientes.
Bajo el Martini y me pongo de pie, balanceando mis caderas un poco
mientras me dirijo hacia Apolo. Levanta la mirada, su mirada encontrándose
con la mía a través de la máscara que cubre sus ojos y nariz. Sus labios se
levantan ligeramente por un lado mientras me evalúa con una arrogancia
que he llegado a esperar de él. La mujer gime, sus dedos pegados a sus
hombros y arañando la tela de su camisa abierta.
—Ven —le digo.
—Bueno, sería grosero no terminar con la dama —dice, el humor
mezclándose en su voz.
Inclino mi cabeza hacia un lado y estudio a la chica; su cabello largo
y rubio cae en cascada por su espalda desnuda mientras echa la cabeza
hacia atrás. Me acerco a ella y agarro un puñado de su cabello, tirándolo.
Gime, empujando su pecho hacia afuera. Él me observa intensamente
mientras su bíceps se tensa, sus dedos hundiéndose más profundamente
en su interior.
Me inclino, bajando mi rostro al cuello de ella y dándole un beso en
su suave piel antes de pasar mi lengua por el costado de su garganta. Su
respiración se agita y tiembla suavemente. Levanto mis ojos para
encontrarme con los de él, y veo la chispa de lujuria en ellos, la necesidad
devorándolo a medida que tiro la cabeza de ella hacia atrás y deslizo mi
mano libre por su pecho, pellizcándole el pezón entre mi pulgar y mi dedo
índice. Se retuerce y se sacude, gimiendo como una puta sin sentido
mientras monta su mano.
—Mierda —dice, completamente embelesado por la visión de cómo ella
se desmorona bajo nuestro toque combinado. Cuando termina,
prácticamente la arroja y se levanta. Mis ojos se posan instantáneamente
sobre la protuberancia que tira del material de sus pantalones. Su camisa
permanece abierta, los planos duros de su estómago en exhibición. Sacudo
la cabeza hacia las escaleras y él me sigue sin dudarlo.
Esta casa tiene veinte habitaciones, cada una idéntica a la otra. Para
los que gustan de jugar un poco más rudo, está el sótano que alberga un
calabozo. Tengo ciertos gustos, pero no se aventuran a “encadenarme y
golpearme”.
Pasamos una fila de puertas, todas con una cinta roja atada al
picaporte. Estas son las habitaciones ocupadas, aunque algunas personas
no se molestan con la cinta con la esperanza de que alguien entre en ellas.
A cada uno lo suyo. Luego, por supuesto, están los que les gusta ser
observados, como esa chica, que solo follan en una de las habitaciones
públicas abajo.
Empujo y abro la puerta, metiéndome dentro, mirándolo cerrarla
detrás de él con un sonoro chasquido.
Doy lentos pasos hacia atrás en la habitación hasta que una silla
golpea la parte posterior de mis rodillas. Él empuja su camisa sobre sus
hombros y permite que caiga al suelo. Apolo es un tipo apuesto, y no tiene
vergüenza. Le gusta el sexo de todas las formas que pueda conseguirlo, y si
eso lo hace correrse, juega. Cuanto más duro, mejor. Por cualquier medio
necesario.
Alcanzo detrás de mí y bajo la cremallera de mi vestido, encogiendo
mis hombros para quitar las correas y permitiendo que el material se junte
en mis tobillos.
Por supuesto con esa máscara, no puedo distinguir su expresión
claramente. Le hace parecer duro e implacable. Por alguna razón, me hace
pensar en Landon. No debería ser excitante, pero lo es.
Salgo del vestido a mis pies y engancho los pulgares en las bragas. Me
detengo un segundo, llámalo efecto dramático si quieres, antes de
deslizarlas lentamente por mis piernas. Sin embargo, no hace ni un
movimiento ni dice nada.
Descendiendo sobre el diván que hay detrás de mí, sonrío y le hago
señas con el dedo. Complaciéndome, cruza la habitación y se detiene delante
mío. Alzo la mano y trazo mis dedos por su firme estómago antes de abrirle
los pantalones y bajarlos por sus muslos, exponiendo su polla dura a
centímetros de mi rostro. Le chuparé la polla como una profesional cuando
me dé la gana, pero ahora mismo no.
—Ponte de rodillas —ordeno. Él sale del material a sus pies, patea sus
zapatos y calcetines rápidamente antes de hacer lo que digo y se pone de
rodillas, completamente desnudo delante de mí. Busco detrás de mí y
desengancho mi sostén, deslizándolo lentamente por mis brazos. Mira cada
uno de mis movimientos mientras me desnudo hasta que me quedo sin nada
más que mis Louboutins.
Deslizo mis dedos por mis muslos y lentamente abro las piernas.
Abiertas de par en par. Sus ojos se fijan en mi coño, y veo como aumentan
sus respiraciones con el rápido ascenso y descenso de su pecho.
—Bésame —digo tranquilamente.
No vacila cuando agarra el interior de mis muslos con ambas manos
y se inclina. Siento su aliento caliente golpear mi coño antes de que sus
labios lo hagan, rozando suavemente a través de mi clítoris. Muerdo mi labio
y me inclino hacia atrás, rastrillando mis uñas en el material implacable
que hay debajo de mí. Sus dedos se meten en la piel sensible de mis muslos
mientras me golpea con la lengua. Por eso lo escogí. Sin preguntas, sin
tonterías. Solo placer y cumplimiento. Trabaja su lengua sobre mi clítoris
hasta que estoy temblando, persistiendo en ese precioso precipicio y
esperando a que caiga del borde. Un chasquido más de su lengua, y me
rompo, rodando mis caderas contra su boca mientras cabalgo el orgasmo.
Las réplicas se extienden a través de mi torso mientras apoyo mi cabeza
contra la parte trasera del diván, intentando recuperar el aliento. Cierro los
ojos, una pequeña sonrisa en los labios porque eso fue bueno, pero lo que
está por venir es aún mejor. El sexo es sobre satisfacción física y mental, y
me gusta la liberación en todos los sentidos antes de salir de este club.
Mis ojos se abren mientras me arrastro hacia arriba. Sus manos aún
están en mis muslos, y mi orgasmo está en sus labios. Cierro mis piernas,
poniéndome de pie y arrastrando una mano por mi cabello mientras paso a
su alrededor. No se mueve. Voy a mi bolso desechado y saco mi juguete
favorito, también conocido como El Destructor. Sujeto el arnés en su lugar
alrededor de mi pelvis y jalo las correas firmemente, no quiero que se deslice
ahora. Busco en el estante que está montado en la esquina, observando la
gama de lubricantes. Este club es extremadamente complaciente. Tomo uno
llamado Agua Sexual, el eslogan escrito en la botella dice: “Cuando escupir
y tener valor no es suficiente”. No podría ser más apropiado.
Apolo mira por encima de su hombro, mirando cómo me muevo hacia
él con la gran polla morada que sobresale de entre mis caderas.
Sonríe con satisfacción.
—Al menos podrías chupar la polla de un tipo primero.
Me rio mientras me muevo junto a él, moviendo mis dedos por su
cabello corto.
—Sabes que te hago correr más duro con una polla en el culo.
Se encoge de hombros.
—Cierto. —La cosa sobre venir a un club de sexo es que todos los
tabúes que son inaceptables fuera de esta habitación son completamente
aceptables dentro de ella. A Apolo le gusta una polla en el culo. Le gusta que
lo folle. Se excita con eso. Simple. Apolo consigue un orgasmo, ¿y yo?
Consigo arrancarle la mierda a un tipo. Puedo ser su dueña y convertirlo en
mi perra por el poco tiempo que estoy aquí con él. Créeme, para una chica
que constantemente se inclina y hace reverencias a los hombres dentro de
la oficina, follar con él es extremadamente poderoso.
—Ponte de pie e inclínate —ordeno.
Se levanta y se inclina, agarrando con firmeza la parte trasera del
diván.
—Abre las piernas —le digo y lo hace sin dudarlo.
Sus mejillas se separan, y veo sus bolas depiladas y el agujero de su
culo. Supongo que, si estás metido en este tipo de mierda, tienes que
asegurarte de que la hierba esté cortada.
Derramo una generosa cantidad de lubricante sobre El Destructor
antes de poner un poco en mi dedo y untarlo a lo largo de su grieta,
presionando ligeramente contra su agujero y bajando hasta que cubro sus
bolas, acunándolas en la palma de mi mano. Gime mientras las aprieto
suavemente y luego las suelto.
Agarro sus caderas, su piel ardiente quemando contra mis dedos
mientras alineo la polla morada y empujo hacia adelante, presionando
contra él hasta que la punta de ella desaparece dentro de él. Deja caer la
cabeza hacia delante, un jadeo andrajoso dejando sus labios mientras yo
empujo un poco más. Espero, dejándolo adaptarse. Cuando siento que se
relaja por completo, me estrello hasta que mis muslos rozan la parte
posterior de los suyos. Un gemido asfixiado llena el aire mientras jadea
pesadamente, tratando de recuperar el aliento.
—Tómalo —le digo, mi voz mezclada con advertencia. Por supuesto,
es el doble de grande que yo, y podría decirme que me vaya a la mierda
fácilmente, pero no lo hará, porque esto es lo que le gusta, y se lo doy.
Le doy unos segundos y luego me muevo, salgo y vuelvo a entrar
lentamente.
—Joder —sisea, sus músculos tensándose y rodando bajo su piel.
Arrastro mis uñas sobre su espalda, saboreando la forma en que se
estremece, y luego agarro sus caderas y lo follo. Duro. Las correas del
juguete rozan contra mi clítoris y un gemido bajo escapa de mis labios. Lo
follo hasta que un delgado brillo de sudor cubre mi cuerpo, y él empuja
hacia atrás contra mí, jadeando y gimiendo mientras empuña su polla con
una mano, su brazo sacudiéndose furiosamente. Disminuyo el ritmo,
empujando más profundo y más fuerte. Las correas se mueven sobre mi
clítoris sensible una y otra vez. Deja salir un largo gruñido gutural a medida
que cada músculo se tensa y luego tiembla violentamente. Sigo adelante,
tan cerca del borde del olvido que casi puedo saborearlo. Mis músculos se
aprietan y un rayo de placer me atraviesa haciéndome ver estrellas. Me lo
follo hasta que me ruega que pare, golpeando su mano en la parte trasera
del diván como si le diera golpecitos. Sus piernas ceden, y se derrumba,
recostado de espaldas sobre la gruesa alfombra, respirando pesadamente.
Su corrida está por todo el sillón y la alfombra. Sonrío con una extraña
satisfacción por haber hecho tanto lío.
Voy a la suite contigua y me quito el arnés, enjuagándolo en el
fregadero. Cuando vuelvo a entrar en la habitación, Apolo se ha puesto de
pie y se está vistiendo. Luce un poco peor por el desgaste, pero siempre lo
hace y sin embargo siempre regresa por más la próxima semana. Levanto
mi vestido antes de volvérmelo a poner, abrocho la cremallera y me giro para
comprobar mi reflejo en el espejo junto a la puerta. Enderezo un poco la
mascarilla, lanzo el arnés en el bolso antes de salir de la habitación sin mirar
hacia atrás.
Esto es lo que hago todos los viernes por la noche. Es mi liberación y
a veces mi salvación, demonios, hasta lo llamaría terapia. Todos
encontramos diferentes maneras de lidiar con el estrés de la vida; esta es la
mía.
8
Paso el fin de semana con Quinn. Salimos a correr por Hyde Park,
vemos Netflix y sacudimos la ciudad el sábado por la noche. Es un fin de
semana normal.
Es lunes por la mañana y sigo mi rutina habitual, parando en mi
camino a la oficina y recogiendo un expresso. Siempre soy una de las
primeras personas en llegar y cuando salgo del elevador en el piso treinta y
nueve todo luce muy tranquilo y me atrevo a decir pacífico mientras me
dirijo a la mi oficina en la esquina. Cierro la puerta detrás de mí y me quito
la chaqueta del traje, lanzándola sobre el respaldo de mi silla. Todas las
mañanas sigo la misma rutina. Imprimo mis acciones actuales, las cuotas
y las tasas y se las llevó a Angus. Es una tarea casi imposible, pero tratamos
de adelantarnos al mercado lo mejor que podemos.
Saco los papeles de la impresora y salgo de mi oficina, subiendo las
escaleras hasta el piso donde está la oficina de Angus.
Su secretaria ya está allí, igual que todas las mañanas. Me da una
sonrisa brillante, pero no dice nada cuando paso. Toco una vez y abro la
puerta, concentrándome en los papeles que tengo en la mano mientras
camino a través de la enorme oficina.
—Parece que McClellan se ha hundido esta mañana, pero se
recuperará mañana. Creo que deberíamos impulsar las inversiones en
Suntech. SolarX acaba de caer, así que habrá un cambio en el mercado.
Llamaré… —Levanto la mirada a medio camino de mi recorrido y me doy
cuenta de que la figura sentada en el escritorio de Angus no es Angus. Es
Landon. Su oscuro cabello aún está húmedo como si no hubiera salido hace
mucho de la ducha. Hoy su traje es de color gris antracita, pero le queda
tan bien como el azul marino. Sus ojos se fijan en los míos mientras se
inclina casualmente hacia atrás en su silla, girando una pluma de plata
entre sus dedos. Coloca sus codos en los apoyabrazos, y estira los dedos
frente a él mientras sus ojos se mueven sutilmente sobre mi cuerpo. Trago
pesadamente a medida que siento el enrojecimiento amenazando con
deslizarse sobre mis mejillas.
—¿Cómo sabes que McClellan se recuperará mañana? —pregunta.
Me lleva unos segundos recordar de qué está hablando.
—Llámalo un presentimiento. Intuición. Experiencia, lo que quieras.
No dice nada, y me agito incómodamente, desplazando mi peso de una
pierna a la otra. Sus ojos siguen el movimiento.
—¿Y así es como usted toma las decisiones, Srta. Roberts? ¿Intuición?
¿Supongo que funciona?
Cruzo los brazos sobre mi pecho e imito su expresión de cara de culo.
—Hasta ahora me ha ido bien. Nadie puede predecir el futuro.
Sus ojos se entrecierran y sus labios se presionan en una línea plana.
En el pesado silencio, puedo oír mi propio pulso martillear en mis oídos, y
no debería serlo. ¿Qué pasa con él? Admito que me intimida, pero soy
Georgia Roberts, nadie me intimida. El aire parece crujir entre nosotros, y
me hace sentir incómoda. Es mi jefe, excepto que no lo es. Es solo un tipo
que posee parte de la compañía y viene de vez en cuando. Se inclina hacia
delante y deja caer la pluma sobre el escritorio, el ruido metálico sonando
demasiado fuerte en el silencio.
—Angus llegará pronto. Le diré que querías hablar con él —dice,
apartando sus ojos de mí y concentrándose en la pantalla de su
computadora.
—No hace falta. —Me doy la vuelta—. Él confía en mí para hacer mi
trabajo —digo sobre mi hombro como un golpe de despedida. No dice nada
cuando salgo de la habitación, golpeando la puerta un poco demasiado
fuerte detrás de mí.
***
Apenas llevo cinco minutos en mi oficina cuando llaman a la puerta.
—¡Adelante! —grito.
La puerta se abre, y una pequeña cabeza roja en un apretado vestido
negro de piel entra, sus brillantes tacones rojos se hunden en la gruesa
alfombra mientras se acerca a mi escritorio.
—Soy Eva —dice, extendiendo su mano sobre mi escritorio. La
estrecho.
—Um, Georgia. ¿Por qué…
Se deja caer en la silla al otro lado de mi escritorio, cruzando las
piernas y juntando sus manos sobre su regazo.
—Oh, lo sé. Sería una tontería si ni siquiera supiera el nombre de mi
nueva jefa. —Me muestra perfecta una sonrisa blanca.
—¿Nueva jefa?
—Ajá. Soy tu nueva asistente —dice brillantemente.
—A la que yo no contraté —añado.
—Oh —susurra, inclinándose hacia adelante como si me fuese a decir
un gran secreto—. Bueno, Julie la de abajo fue despedida —dice en voz baja,
antes de hablar articula “bajo rendimiento”—. Entonces, necesitas una
asistente. Yo necesito un jefe. Aquí estoy. —Inspecciona sus uñas rojas
perfectamente cuidadas.
No estoy del todo segura de qué hacer con ella. Se parece a la clase de
chica que consiguió el trabajo follándose al jefe, excepto que yo soy el jefe,
así que...
—De acuerdo. Quiero decir, realmente no necesito una asistente…
Pone sus ojos en blanco y se pone de pie con un pequeño brinco.
—Por supuesto que sí. Mira este lugar. —Toma los papeles apilados
de la esquina de mi escritorio y lee por encima el que se encuentra arriba,
moviéndose hacia el archivador. Sin palabras lo abre y empieza a archivar
las cosas.
—Um, gracias —digo, frunciendo el ceño.
—Usted tiene una cita en media hora con el Sr. Redford y la Sra.
Wilkes, una nueva clienta —dice, mientras sigue archivando los papeles.
—Estoy al tanto.
—He organizado el almuerzo en la sala de conferencias para la
reunión, y debería saber que la Sra. Wilkes es una ávida defensora de las
organizaciones benéficas infantiles y pasó seis meses en África ayudando a
niños con malaria. Ella es como una hippie que tiene padres realmente ricos.
—Le frunzo el ceño y finalmente se da la vuelta, centrándose por encima de
su hombro en mí—. No es una mujer corporativa, pero elija las compañías
adecuadas y ella invertirá.
Bueno mierda. Retiro lo dicho; esta chica sabe su mierda.
—Gracias, Eva.
—No hay problema —dice sonriendo antes de llegar a la puerta y
abrirla—. Hoy moveré mis cosas. Nos vamos a divertir mucho —chilla.
Bien, ella podría ser buena, pero algo más de esa mierda de chillar y
vamos a tener problemas.
9
Coloco mi palma contra la ventana de la oficina, que va del piso al
techo, escuchando a mi cliente tener una crisis al otro lado del teléfono.
—David. —Suspiro—. Las acciones suben y sí, bajan. Volverán a
subir.
—Tengo una baja de cuarenta mil de la noche a la mañana —dice,
hay agitación en su voz. David Murdock es un inversor relativamente
nuevo. Lo acepté el año pasado después de que otro cliente mío me lo
recomendara. Es nuevo. Nuevo dinero y nuevo en el juego.
—Son acciones para ti. Mañana podrías ganar cuarenta mil dólares.
Te lo dije cuando firmaste conmigo, si quieres estar a salvo, ve y compra
casas. Los riesgos más grandes se toman para obtener una mayor
recompensa, y esto es una maratón, no una carrera rápida. —Suspira
fuertemente en el teléfono—. Solo dale una semana —le digo.
—Bien. Le daré una semana. Supongo que ganaré o perderé mucho
tiempo.
—Yo no pierdo Sr. Murdock. —Y con eso, cuelgo el teléfono y me paso
una mano por el cabello.
Me aparto de la ventana y me congelo cuando veo una figura de pie
en la puerta. Landon. Me trago el suspiro que quiere dejar mis labios.
—Landon. ¿Necesitas algo? —le pregunto un poco bruscamente. Hoy
ha sido una enorme bolsa de mierda, y realmente no estoy de humor para
tratar con él.
Una lenta sonrisa tira de sus labios.
—Veo de dónde obtuviste tu reputación.
Ignoro su comentario y levanto las cejas mientras lo miro fijamente,
esperando que exprese el propósito de su visita.
—Camina conmigo —dice, sacudiendo la cabeza hacia el pasillo y
girando.
—Tengo trabajo que hacer —le digo a su espalda, barajando algunos
papeles sobre mi escritorio.
Se queda muy quieto antes de mirar por encima del hombro, su
mirada chocando con la mía. Los pelos en la parte posterior de mi cuello se
erizan y un pequeño escalofrío se extiende por todo mi cuerpo. Es esa
sensación de estar en calma antes de una tormenta.
—Camina conmigo —repite con esa voz baja y grave, apenas por
encima de un gruñido. Me da ganas de pegarle y desnudarme al mismo
tiempo. ¡Agh!
Frunzo el ceño mientras lo sigo fuera de mi oficina. ¿Cómo puede
hacer eso? Llamo la atención de Eva cuando pasamos frente a su escritorio
justo fuera de mi oficina. Ella se abanica mientras paso caminando y pongo
los ojos en blanco. Landon avanza a zancadas por los pasillos y la gente lo
mira fijamente, mirándolo como si fuera una especie de paria. Estoy
bastante segura de que cree que es Dios.
Se detiene y presiona el botón del elevador, mirando el reloj brillante
en su muñeca rápidamente antes de que las puertas se abran frente a él.
Se mete y gira sobre sus talones para enfrentarme. Me quedo ahí de pie,
medio deseando darme la vuelta y marcharme, preferiblemente mientras le
muestro el dedo sobre mi hombro ya que me ha llamado como a un maldito
perro sin ninguna explicación. La otra mitad de mí está hipnotizada por
todo lo que es él. Levanta una ceja interrogativamente mientras camina
hacia adelante, golpeando su mano contra la entrada para detener el cierre
de las puertas.
—No tengo todo el día, Srta. Roberts.
Suspiro y me meto en el elevador junto a él. Saca su teléfono del
bolsillo, sus dedos moviéndose rápidamente por la pantalla. Apenas me da
una mirada y me permite estudiarlo, no porque quiera apreciarlo, sino
porque quiero saber qué es lo que tiene por encima de todos los demás
hombres que me hace querer mirarlo, aparte de lo obvio.
Sus labios están puestos en una línea dura mientras estudia la
pantalla, entrecerrando un poco los ojos. Incluso ahora, de pie al otro lado
del elevador sin ningún contacto o interacción, estoy al borde, mi estómago
apretándose incontrolablemente. Siento como si un peso se hubiera
asentado en mi pecho, físicamente dificultando mi capacidad para respirar
adecuadamente. Su lengua se desliza rápidamente sobre su labio inferior,
y me pregunto cómo se sentiría su lengua en mi piel. ¿Qué carajo me pasa?
¡Jesús, es mi jefe!
El elevador suena y mientras las puertas se abren, casi suelto un
suspiro de alivio. Sale con esa conducta tranquila y sin prisas, deslizando
su teléfono en el bolsillo de la chaqueta mientras se dirige hacia las puertas
delanteras. No me mira a mí, y me pregunto si se habrá olvidado de que
estoy aquí.
Mantiene la puerta abierta para mí, disipando rápidamente la idea.
Espero que se suba a la limusina negra esperando en la acera, pero en
lugar de eso, empieza a caminar por la calle.
—Ah, ¿a dónde vamos? —pregunto, apurándome detrás de él.
—A almorzar. —Ni siquiera me mira.
Tengo que correr cada tanto para seguirle el paso.
—Tengo una reunión en media hora —le digo. Me ignora, y yo me
detengo. Que se joda. No voy a correr tras él porque ha decidido que no
quiere parecer un solitario mientras come.
Da algunos pasos antes de girarse con un exasperado suspiro.
—Cambié tu reunión a las tres en punto. ¿Alguna otra objeción?
¡Cambió mi reunión! Bien, respira, respira. Él es el jefe. Puede
cambiar una reunión. Levanta las cejas, esperando.
—Bien. Iré siempre y cuando dejes de correr por la calle. Estos
zapatos no están hechos para caminar —chasqueo.
Mira mis zapatos antes de levantar sus ojos a mi rostro.
—No. No lo son. —Debería ser un comentario inocente, pero la forma
en que sus ojos brillan, la forma en que su voz retumba sobre las palabras
hace que tenga imágenes de mis Louboutins a cada lado de su rostro
parpadeando por mi mente. Maldita sea. Él. Es. El. Jefe.
—¿Vamos a estar todo el día parados en la acera? —siseo irritada,
pasando a su lado. Sonríe y gira, caminando a mi lado.
No llevo bien esta mierda. Odio perder el control. Me gusta predecirlo
todo, saber lo que se avecina, y no predije a Landon Banks. Sabía que era
rico y guapo, pero por supuesto, no pensé que fuera a ser un problema,
pero el hombre es como una droga para los ovarios. Lo odio. Es como una
anomalía masiva que jode mi vida perfectamente equilibrada.
Caminamos cerca de un kilómetro, y durante ese tiempo, ninguno de
nosotros le dice una palabra al otro. Eventualmente se detiene en un
pequeño café, sosteniendo la puerta abierta y haciendo un gesto para que
camine delante de él. Miro alrededor del lugar, que tiene solo un puñado
de mesas y una lista de especialidades escritas en tiza en una pizarra
detrás del mostrador. No es el tipo de lugar que esperaba cuando dijo que
quería almorzar. Se sienta en una pequeña mesa cerca de la ventana y yo
me siento frente a él, abrazando mi bolso sobre mi regazo. Una camarera
se acerca, sacando una libreta de notas de su delantal.
—¿Qué puedo ofrecerles? —pregunta alegremente. Medio esperaba
que mirara fijamente a Landon, pero no lo hace. Londres es un lugar
divertido, a diferencia de cualquier otro lugar del mundo. Estamos
obsesionados con la división social y de clases, y he notado que para una
chica que trabaja en un café, un hombre como Landon es tan inalcanzable
que casi pierde su atractivo.
—Tomaré un café por favor —dice antes de mirarme, esperando a que
yo pida.
—Solo agua. —Ella se aleja y puedo sentir los ojos de Landon arder
en el costado de mi rostro, igual que anoche—. Así que, esto es... agradable.
—Me gusta la comida de aquí —dice simplemente. Empiezo a
preguntarme si es socialmente inepto o solo un hombre de pocas palabras.
La camarera vuelve con nuestras bebidas después de unos minutos
de silencio incómodo. Las coloca frente a nosotros y luego toma nuestra
orden. Pido una ensalada mientras que Landon pide una hamburguesa.
Me encuentro mirando fijamente su estómago donde su traje se pega a su
musculatura y me pregunto cómo demonios se sale con la suya comiendo
una hamburguesa. La camarera se escabulle, dejándome a solas con el Sr.
Críptico de mierda. No dice nada durante un largo tiempo hasta que el
silencio se adentra a un territorio de incomodidad.
—¿Me trajiste a almorzar para que puedas mirarme? —le pregunto
eventualmente.
—Me gusta entender a la gente que trabaja para mí, Srta. Roberts.
No te entiendo a ti. Por eso te traje aquí.
Suspiro.
—Lo único que necesita entender, Sr. Banks, es que soy buena en mi
trabajo. Todo lo demás es irrelevante.
Golpea su dedo índice sobre su grueso labio inferior, y mis ojos
siguen el movimiento.
—Sí, lo eres —musita—. Pero todo es relevante. Tengo curiosidad,
¿por qué dejaste Elite Finance?
Me pongo un poco rígida.
—Solo necesitaba seguir adelante.
Deja caer la mano de su boca y la apoya sobre la mesa, golpeándola
con los nudillos.
—No me mientas. Me irrita.
Mi temperamento se enciende como la pequeña línea roja de un
termómetro que se ha metido en agua hirviendo. Odio que me interroguen.
Nadie me cuestiona. Hago mi trabajo y mantengo mi vida privada, privada.
Fin de la historia. Mis ojos se encuentran con los suyos, negándome a
retroceder.
—No me importa lo que te irrite o no —digo a través de los dientes
apretados—. Si no afecta a mi trabajo, no era consciente que debía revelar
la historia de mi vida.
Sus labios se mueven y luego tira la cabeza hacia atrás y ríe antes de
mirarme con una amplia sonrisa que parece tan fuera de lugar en su rostro
normalmente serio.
—Ves, eso de ahí. —Me señala—. Tan profesional, tan contenida y,
sin embargo, puedo ver lo que realmente quieres decir escrito en todo tu
rostro. —Lo miro fijamente y sigue mirándome como si fuera un monstruo
de la naturaleza, una pequeña sonrisa en sus labios—. He oído que te
acostaste con Collins.
—Escuchaste mal —digo, la repugnancia se enlaza en mi voz—.
Oficialmente me has quitado la posibilidad de almorzar.
—¿Tan malo es? —Alza una ceja, esa sonrisa irónica todavía en su
rostro.
Pongo los ojos en blanco.
—Muy bien. No estuve con Collins. —Me estremezco ante la idea—.
Eso es todo lo que necesitas saber.
Me observa durante unos segundos antes de encogerse de hombros
y reclinarse en su silla.
—De acuerdo.
—De acuerdo —repito.
—Entonces, cuéntame, ¿cómo te hiciste amiga de Giles Samson? —
Arrastra una mano a través de su cabello oscuro y sus músculos torácicos
se flexionan con el movimiento.
Aparto mis ojos de su cuerpo y me concentro en su rostro.
—Lo conozco desde hace años. Es mi cliente.
—Estoy consciente. —Inclina la cabeza hacia un lado—. Te pregunté
cómo se hizo tu amigo.
—Se convirtió en mi cliente después de que lo conocí en un evento
social.
Sujeta sus manos sobre la mesa frente a él.
—Conozco a Giles desde hace mucho tiempo. —Sus ojos se
encuentran de nuevo con los míos, y juro que cada vez que me mira a los
ojos, mi aliento parece vacilar—. Tiene una debilidad terrible por las
mujeres guapas, siempre la ha tenido, y sin embargo te respeta. Te ve como
una amiga. —Genial, y ahora me siento culpable por negar que me agrada,
porque lo hace, pero esto es un negocio. Regla número cuatro: Siempre
debes ser irreprochable. No le des a nadie la oportunidad de cuestionar tu
profesionalismo. Giles es mi única excepción, la única por la que incluso
borro un poco las líneas, pero no quiero que Landon Banks lo sepa. Algo
me dice que con él las líneas van a necesitar tener un metro de ancho,
preferiblemente con una cerca de alambre de afeitar que las recorra.
—Tengo una relación profesional con Giles. Yo abrazo su manera
amistosa porque así es como es él. Tienes que ser un camaleón para tener
éxito en este mundo, Sr. Banks. Cambio según mi entorno.
Mi mirada se encuentra con la suya, y mi corazón late torpemente en
mi pecho. Cuanto más tiempo lo miro, más cargado parece que se va
volviendo el aire entre nosotros, como una batería encendiéndose, un
zumbido bajo que lo alimenta. Mi aliento se engancha a medida que el
poder comienza a burbujear y crepitar, chisporroteando violentamente
entre nosotros con tanta fuerza que tengo que concentrarme mucho para
no empezar a inclinarme inconscientemente sobre la mesa hacia él.
—Cuidado Georgia. Necesitas amigos en esta ciudad. Puede volverse
solitario —dice en voz baja.
—Es solitario en la cima. —Me las arreglo para hablar.
Aun así, sus ojos arden en mí y algo resplandece en sus
profundidades.
—Puede serlo.
El trance se rompe cuando la camarera llega a la mesa, colocando
dos platos delante de nosotros. Miro fijamente a la mesa y siento el rubor
calentando mis mejillas. Peligroso. Landon Banks es peligroso. No es como
los otros idiotas egoístas con los que suelo lidiar. Quiero decir, es egoísta,
pero inteligente, ve demasiado. Mi intimidación estándar mezclada con
alguna mierda falsa y dulce de azúcar no funcionará con él, y eso no es
jodidamente bueno. En absoluto. No puedo permitirme ese tipo de
exposición, no con un depredador como él rodeándome.
10
El almuerzo de ayer con Landon fue tan incómodo después de nuestra
extraña interacción. Es exasperante, arrogante, insoportable... y sin
embargo hay algo en él, algo que me atrae, una conexión.
Retrocediendo, juro que la extraña tensión entre nosotros es ridícula,
como si un mal movimiento pudiera desencadenar una reacción de
proporciones épicas. He decidido que voy a evitarlo a toda costa. Solo estará
aquí unas semanas, así que no debería ser muy difícil.
La verdad es que, me guste o no, Landon tiene un efecto en mí. Un
inmediato “apenas lo conozco, así que qué carajo” efecto. La sobrecogedora
tensión entre nosotros es peligrosa en sí misma, un choque en el que
cualquier tipo de atención bien podría consumirse antes de que me diera
cuenta de que ha ocurrido. Lo que más me asusta de él, sin embargo, es que
me hace sentir como si no tuviera control de la situación, y no hay nada que
odie más que la pérdida de control.
Tomo el elevador hasta el último piso y empujo la pesada puerta para
abrirla, entrando en la enorme oficina de cristal. Centrando mi mirada en
Angus, camino en línea recta hasta su escritorio. Sé que Landon está
sentado en su escritorio, y soy muy consciente de sus ojos sobre mí, pero
me niego a mirarlo.
—Landon —digo, todavía negándome a mirarlo—. Angus.
Dejo caer las últimas estadísticas en el escritorio de Angus, y su
mirada se mueve sutilmente entre Landon y yo antes de que recoja los
papeles, echándoles un vistazo.
—Hazme saber si necesitas algo. —Giro sobre mis tacones y vuelvo
por donde vine.
—¿Qué, eso es todo? ¿Sin comprobaciones? —pregunta Angus, un
indicio de angustia filtrándose en su voz. Hago una pausa y miro por encima
del hombro, captando un breve vistazo de Landon. Su cabeza está inclinada
hacia adelante estudiando algo en el escritorio frente a él, pero no me pierdo
la pequeña sonrisita en sus labios.
Entrecierro mis ojos y pongo una sonrisa en mi rostro.
—No necesitas que te revise, Angus. Eres mejor corredor de bolsa de
lo que yo podría esperar ser —digo, luciendo todo el encanto que tengo.
Salgo, cierro la puerta detrás de mí, y justo antes de que el pestillo
haga clic en su sitio, escucho un fuerte golpe desde dentro, seguido por el
siseo de Angus.
—¡¿Te la follaste?!
—¿Qué? ¡No! Por supuesto que no —dice Landon antes de que cierre
el pestillo y me vaya, sacudiendo la cabeza en el proceso. Bien, necesito
trabajar en mi estrategia de evasión. Puedo hacer esto; he pasado cinco años
rompiéndome el trasero, jugando el juego como si fuera un arte. Esto no es
diferente, todo es parte del juego, y me convertiré en la maldita maestra si
me mata. La próxima vez que vea a Angus o a Landon, todo lo que verán
será frescura, calma, profesionalismo, porque eso es lo que soy.
***
Mi cita a las dos en punto es con uno de los clientes que vino conmigo
de Elite. Ojalá no lo hubiera hecho, honestamente. Odio tratar con él.
Charles Thomas es uno de esos tipos que hace que tu piel se arrugue
con solo una mirada. Es la definición de sórdido y grosero. Debe estar bien
entrado en los setenta y pasa la mitad de su vida en España. Como
resultado, parece un albaricoque arrugado.
Entro en la sala de conferencias y me siento frente a él, colocando mi
falda debajo de los muslos mientras me siento. Sonríe con una amplia
sonrisa, revelando sus fundas dentales perfectamente blancas que se
vuelven aún más blancas contra bronceada piel curtida. Lleva puesta una
maldita camisa hawaiana, como si quisiera dejarle en claro al mundo que
está jubilado y viviendo en un lugar caluroso, a diferencia de nosotros, los
pobres. Aunque si tuviera su dinero, estoy bastante segura de que el Caribe
estaría en las cartas, no España.
—Srta. Roberts —dice, sonando tan espeluznante como parece.
—Sr. Thomas. —Escondo mi desprecio detrás de una sonrisa brillante
y tímida.
Abro su cartera de inversiones y la giro, empujándola delante de él.
—Querías discutir nuevas inversiones... —comienzo, cuando la puerta
se abre. Mi vista se dirige hacia el culpable que interrumpe mi encuentro, y
mi mirada solo se intensifica cuando veo quién es. Landon entra en la
habitación, consumiendo instantáneamente cada centímetro de ella con su
confianza.
—Sr. Thomas —dice, y el anciano se levanta con un gemido, antes de
estrechar la mano de Landon—. Landon Banks —se presenta.
—Ah, el hombre al mando —dice Thomas riéndose entre dientes.
—Lamento llegar tarde —dice con facilidad.
—Oh, no lo haces —rechino. ¡No llegas tarde porque se supone que no
deberías estar aquí, ahora lárgate! Dios, ojalá pudiera decir eso.
Landon camina alrededor de la mesa de conferencias con esa gracia
depredadora que lleva tan bien puesta, tomando asiento a mi lado. Gira
levemente, inclinando su cuerpo hacia mí. Mi piel se irrita con conocimiento,
y respiro con firmeza.
—Como le decía Sr. Thomas, aquí están mis propuestas sugeridas
para usted. Cada empresa tiene sus méritos dependiendo de lo que usted
quiera. Las opciones uno al tres son inversiones de rotación de tres a cinco
años, lo que permite obtener un beneficio más seguro en torno al cinco por
ciento. —Asiente, sosteniendo el mentón entre el pulgar y el índice mientras
lee el documento que preparé cuidadosamente. Landon extiende la mano y
toma el archivo que hay delante mío. Le frunzo el ceño, y sonríe,
manteniendo los ojos fijos en mí mientras lo abre. Aparta sus ojos y frunce
el ceño mientras se desliza sobre la página que es una réplica de la que está
frente a Thomas. Aclaro mi garganta y me concentro—. Las opciones de tres
a siete son inversiones a largo plazo, inversiones de diez años que pueden
regresar hasta con un quince por ciento. —Levanta la mirada, sonriendo.
—Bueno, me gusta el quince por ciento.
Levanto una mano, deteniéndolo.
—Sí, pero como usted sabe con una inversión de diez años, el mercado
podría fluctuar masivamente.
—Para ganar hay que arriesgarse —lanza Landon, cerrando la carpeta
y lanzándola al azar sobre el escritorio. Apoya su codo sobre la mesa,
girando su cuerpo para enfrentarme aún más. Nos miramos fijamente el uno
al otro durante unos segundos, hasta que levanta una ceja.
—La decisión es suya, Sr. Thomas. Por supuesto, tome la propuesta y
léala —digo, tratando de instar precaución porque sé exactamente hacia
dónde va esto. Landon viene aquí con su traje caro, su buen aspecto y su
actitud de “soy el dueño del mundo”, y básicamente arroja su “para ganar
hay que arriesgarse”. En palabras de hombre esto es, mira lo grande que es
mi polla. Me gusta correr riesgos. Soy un ganador. ¿Qué vas a ser tú? Y
pensarías que Thomas es lo suficientemente mayor para saberlo mejor...
—No, el Sr. Banks tiene razón. No tiene sentido jugar a lo seguro. Te
transferiré fondos esta tarde. Elige lo que creas que es mejor y entra en
acción —dice, sacudiendo la cabeza mientras cierra su expediente y se pone
de pie.
Oh, Dios mío. Me levanto y le doy la mano, tratando de ocultar mi
desaprobación mientras lo veo salir de la oficina con una ligera cojera. En
el segundo en que la puerta se cierra con un chasquido me acerco a Landon,
que todavía está sentado en la silla; sus muslos se extienden de forma
casual y su cabeza se apoya en el respaldo de la silla.
Me inclino, agarrando los brazos de su silla y acerco mi rostro al suyo.
—¿Qué demonios haces en mi reunión? —gruño.
Levanta la cabeza y presiona sus labios, arqueando una ceja.
—Este es mi bufete, Srta. Roberts, y tengo el derecho de supervisar a
mi personal. —Mi agarre en la silla se aprieta, mis uñas presionan contra el
plástico hasta que empieza a palpitar en mis cutículas. Creo que me tiembla
el ojo. Sí, definitivamente está temblando.
—Así que, ¿necesito supervisión ahora? —Mi voz es baja y cuidadosa,
mis palabras diseñadas para provocarle a pensar antes de joderme.
Se sienta, acercando su rostro al mío. Me niego a retroceder, incluso
cuando puedo sentir su cálido aliento soplando sobre mis labios.
—No ibas a cerrar el trato. —Sus ojos se fijan en los míos, y es como
si hubiera una fuerza física empujándome, exigiéndome que retrocediera.
Que se joda.
—No necesito sacar mi polla para que un cliente invierta —espeto.
Sus ojos danzan con diversión y la esquina de sus labios tiembla.
—Bueno, eso sería una hazaña, Georgia. Una muy decepcionante.
—Puede que seas mi jefe, pero estos son mis clientes, clientes que
traje a tu firma. —La sonrisa se le escurre de los labios.
—Parece que la gatita tiene las garras fuera hoy. —Sus ojos se
mantienen fijos en los míos en un tenso punto muerto. El aire cambia y mi
pulso aumenta. No me había dado cuenta de lo cerca que estaba de él hasta
ahora, hasta que mi lengua corre sobre mis labios secos, atrayendo sus ojos
hacia mi boca donde se quedan.
Estoy metida en una trampa, me atrae desesperadamente e imagino
lo que se sentiría al tener esos labios llenos contra los míos, sus fuertes
manos alrededor de mi cintura, en mi cabello.
Sus ojos bajan hacia mi pecho, y me doy cuenta de que debe tener
una visión clara dentro de mi blusa. Y de repente está demasiado cerca,
demasiado. Estoy a un pelo de hacer algo estúpido. Parpadeo, me enderezo
y retrocedo un paso. Cierro los ojos antes de girar y recoger las carpetas de
la mesa, apretándolas contra mi pecho como si de algún modo pudieran
protegerme de él.
—No soy una gatita, Sr. Banks. Harías bien en recordarlo. —Salgo de
la sala de conferencias, golpeando la puerta detrás de mí. Solo una vez que
estoy fuera, tomo el aliento que necesito desesperadamente. Demasiado
para evitarlo. Mierda.
11
Entro a Ice y siento como si cada ojo estuviera sobre mí. Por supuesto,
si lo que Landon dijo es cierto, entonces todo el mundo cree que me acosté
con Collins. Oh, Dios, esa es una idea asquerosa. Quiero decir, sí, es una
mierda para mi reputación profesional que la gente piense que me acosté
con mi jefe, pero es peor para mi reputación personal. Quiero decir, ¿en
serio? Ese hombre es repulsivo.
Me muevo a través de los banqueros vestidos de traje, que se separan
frente a mí. Muestro una sonrisa a algunos de los chicos de Elite. Dan se
adelanta, sus ojos fijos en mi escote, una sonrisa espeluznante en su rostro
como si pensara que está a punto de golpear un jonrón. Es el tipo de idiota
deficiente mentalmente que creería un rumor y arriesgaría su suerte.
—Así que Georgia…
Levanto una mano. Normalmente trataría de manejar esto con un
poco de tacto, pero no estoy de humor.
—Dan, sé exactamente lo que estás pensando, y preferiría lamer
mierda de perro que tocar tu asquerosa polla.
Su expresión cae y se forma un ceño fruncido en su rostro cuando
paso junto a él, ignorando las risitas de sus colegas. Quinn está sentada en
la barra, como siempre, hablando con un tipo que nunca he visto. Se gira
hacia mí cuando saco el taburete a su lado. El tipo se queda a su lado, y yo
le doy una mirada, la mirada, y se va con la cola entre las piernas.
—Parece que estás a punto de apuñalar a alguien —dice antes de
tomar un sorbo del Cosmopolitan delante de ella.
—Solo a Dan.
Pone sus ojos en blanco.
—¿Cómo demonios tiene trabajo? Nunca lo sabré. Estoy bastante
segura de que debería seguir chupándole la teta a su madre. —Resoplo
porque es verdad. Quinn no está en el mundo bancario, pero se relaciona
conmigo, lo que significa que se relaciona con ellos. Conoce cada historia,
cada cotilleo susurrado, el quién es quién. Y ella ha sido atacada por Dan
más veces de las que puedo contar.
Levanto un dedo, llamando al camarero, pero él ni siquiera se acerca,
solo empieza a hacer el Martini por el que estoy esperando.
—Así que, ¿cómo te va con el jefe ahora? —pregunta, tiene una
pequeña sonrisa en su rostro mientras levanta su bebida hacia sus labios.
Dios, por dónde empezar. Arrastro una mano por mí cabello, dando
un largo suspiro.
—Lo odio, así que lo estoy evitando.
—Ajá. —Asiente, inclinando la cabeza hacia un lado con un pequeño
gesto de asentimiento.
Entrecierro mis ojos hacia ella.
—¿Qué?
—Bueno, en realidad no eres una chica de las que evitan, George.
Nunca, lo que significa que él realmente debe estar bajo tu piel.
Resoplo.
—Sí, bueno yo realmente lo odio. Es un idiota.
Se ríe.
—Te gusta —acusa, arqueando una ceja—. O al menos quieres
follártelo. He visto fotos. No juzgo. —Levanta sus manos en falsa rendición.
Ignoro todo el comentario.
—Me alejaré de él hasta que vuelva a Dubái o de donde sea que venga
—digo con más confianza de la que siento. El problema es, ¿cómo te alejas
de tu jefe? Especialmente si decide que no le gusta esa idea. No hay mucho
que pueda hacer.
Se inclina cerca, susurrando.
—Lleva aquí cuatro días, George, y ya te tiene en la cuerda floja.
—Lo evitaré —siseo, y no sé si trato de convérsela a ella o a mí misma.
Arquea una ceja, sorbiendo su bebida.
—Asegúrate de hacerlo. Recuerda, las reglas no cambian solo porque
él sea un visitante. —No, pero son más difíciles de seguir.
Bajo el resto de mi Martini.
—No estoy sintiendo esta mierda esta noche ¿Quieres que nos
vayamos? —Estoy de mal humor y la idea de que hasta Quinn puede ver
cómo Landon me afecta, habiendo nunca conocido al tipo, bueno eso me
jode.
Ella frunce el ceño, pero asiente. Sé exactamente lo que está
pensando. Nunca salía temprano de un bar porque no quería estar allí. Me
he quedado, con una sonrisa pegada en el rostro y hablando con idiotad a
los que preferiría decirles que se vayan a la mierda porque es lo que se
espera y, confía en mí, una carrera puede hacerse tanto en los bares y clubes
de Londres como en las oficinas.
Tal vez sea Banks, la forma en que corta a través de toda mi cortesía
profesional y presiona mis botones, demonios, el hecho de que incluso sabe
dónde están mis botones. Puedo sentir mi fachada resbalar, y sé que debería
importarme, pero aquí, ahora mismo, no puedo encontrarla en mí para
recuperarla. Necesito irme en caso de que decida decirle a alguien que se
vaya a la mierda. No estoy dispuesta a tirar todo lo que he construido solo
porque me está afectando.
Quinn me sigue hasta el elevador y nos vamos. No estoy segura de
querer ir al Mayfair Bar. Puede que me fugue y me vaya a casa. Joder, ese
hombre está arruinando mi maldita diversión.
12
El resto de la semana es tortuoso. Landon aparece en otra de mis
reuniones, y sea lo que sea, esta... atracción que tengo por él, está
empeorando. Presiona mis botones y tira de mis cuerdas como si yo fuera
su propia marioneta. Sin embargo, cada mañana voy a ver a Angus y Landon
sentado allí sin decir una palabra mientras intento ignorarlo por completo.
Por fuera, funciona. Ni siquiera miro en su dirección, pero por dentro en
realidad es una historia completamente diferente. Estoy hiperconciente de
él, mi cuerpo poniéndose alerta con su mera presencia. Lo odio, pero no
tengo control sobre ello. Es una reacción visceral. Una fuerza tan primitiva
que está grabada en mi ADN. No hay nada racional o incluso consciente de
ello, solo lo es. Estoy atraída por Landon Banks de maneras que ni siquiera
pensé que fueran posibles. Confía en mí, odio todo esto y estoy segura de
que lo dejaré claro cuando tenga que interactuar con el bastardo. Angus
mira entre los dos y puedo verlo intentando averiguar qué demonios está
pasando.
Acabo de dejar una interacción tan incómoda y estoy en mi oficina
cuando llaman a la puerta.
—¡Entre! —grito.
La puerta se abre y Angus mete la cabeza a través del hueco.
—¿Tienes un minuto?
—Por supuesto. —Hago un gesto a la silla en el lado opuesto de mi
escritorio y él cierra la puerta antes de tomar asiento, posándose en el borde.
Abre la boca para empezar a hablar y luego la vuelve a cerrar. Levanto
una ceja, esperando a que diga lo que tiene que decir, pero parece...
avergonzado.
—De acuerdo. No me refiero a esto ofensivamente, ¿pero está pasando
algo entre tú y Landon? —suelta.
Mis ojos se ensanchan.
—¡No! —chillo.
Levanta las manos.
—No es que sea entrometido —dice apresurado—. Está bien si lo
están, pero los dos están actuando muy extraño y no quiero que nos dejes
—tartamudea—. Después de tu último jefe. —Nunca le conté a Angus lo de
Collins, así que o viene de Giles o cree en los rumores de mierda y cree que
me acosté con Collins. Brillante.
Agarro un puñado de papeles en el escritorio y empiezo a hojearlos,
simplemente para evitar tener que mirarlo a través de esta conversación
mortificante, solo empeorada por el hecho de que Angus parece querer
meterse en el agujero más profundo y oscuro que pueda encontrar y nunca
salir.
Finalmente levanto mi mirada a la suya.
—Puedo decir honestamente que nunca dormiría con nadie dentro de
este edificio, Angus. Tienes mi palabra sobre eso.
Asiente, dirigiendo la mirada a su regazo.
—De acuerdo, bien. Eso es... eso es bueno.
—Genial, ¿entonces estamos bien?
Asiente, frunciendo el ceño, juntando las cejas mientras frota una
mano sobre su corta barba.
—Si no es eso, ¿por qué estás tan rara con él?
Suspiro, inclinando mi cabeza ligeramente hacia atrás.
—¿Honestamente? —dice que sí con la cabeza, esperando a que haga
una gran revelación—. Simplemente no me gusta.
Se ríe a carcajadas, arroja la cabeza hacia atrás y presiona una mano
contra el estómago.
—Increíble. Sabía que me gustabas por una razón, Georgia. Te veré
en la reunión de almuerzo. —Se levanta de la silla, abrochando la chaqueta
de su traje.
—Estaré allí.
Agacha la cabeza como si me diera una pequeña reverencia antes de
volverse y salir de la habitación. Sonrío. Angus es un hombre extraño, pero
también uno de los más genuinos, un rasgo que es difícil de conseguir en
este negocio.
***
Entro en el restaurante a las doce y cuarenta y cinco, buscando a
Angus y Giles. Giles acaba de vender su apartamento en Nueva York y está
presionando por una gran inversión con el dinero. Queremos la mejor
oportunidad para él, así que Angus y yo tenemos propuestas separadas.
Por supuesto, si tenemos que llevar almorzar a los clientes entonces
tenemos que hacerlo correctamente. Este lugar está a la vuelta de la esquina
de la oficina y sirve comida francesa. La música contemporánea se mueve
por la sala. Mis tacones suenan demasiado fuertes en el suelo de piedra
cuando entro.
—Oh, esto es bonito. Nunca he estado aquí —comenta Eva a mi lado.
La he traído porque, bueno, me ha preguntado si podía venir y me he
encariñado con ella. Es Giles, así que sé que no le importará y ella puede
tomar notas o algo así.
Oigo a Giles antes de verlo, su risa retumbante sonando alrededor de
la gran sala. Sigo el sonido hasta el bar, donde está acunando una copa de
vino y hablando con Landon. Landon. ¿Qué carajo está haciendo aquí?
Me acerco a ellos, asegurándome de mirar a Landon cuando mira en
m dirección.
—Giles. ¿Cómo estás? —le pregunto, permitiéndole abrazarme y
besarme la mejilla.
—Ah, Georgia, querida. Estoy muy bien. Te ves hermosa. —El hombre
podría encantar los pájaros del cielo.
—Gracias. Giles, esta es mi asistente, Eva.
Él toma su mano, besándole la parte posterior, sus labios persisten
mientras una pequeña sonrisa se forma en sus labios. Pongo mis ojos en
blanco y sacudo la cabeza.
—Otra chica hermosa —dice antes de girarse hacia Landon—.
Tenemos suerte de tener tan buena compañía.
Landon fija su mirada en la mía.
—De hecho, lo somos.
Esa cosa revolotea en mi estómago y el peso invisible que solo se
materializa a su alrededor presiona mi pecho.
—No me di cuenta que hoy teníamos el placer de tu compañía —digo,
filtrando suficiente ácido en mi voz para hacerle saber que lo odio.
Me muestra esa sonrisa irónica.
—Me gusta tomarla con la guardia baja, Srta. Roberts.
Finjo una pequeña risa, antes de retomar mi ceño fruncido por un
momento y apartarme de él.
Una camarera vestida de negro se nos acerca.
—Su mesa está lista. Si quieren seguirme.
Giles la sigue y estoy bastante segura de que le está mirando el
trasero. Nos lleva a una mesa justo al lado de la ventana. Landon me roza,
sacando una silla y haciendo gestos para que me siente. Me siento a
regañadientes y empuja la silla detrás de mí. Me doy cuenta de que está
parado justo detrás de mí y un pequeño escalofrío se mueve sobre mi cuerpo
como si pensara que podría tocarme. Por supuesto, se aleja sentándose a
mi lado. Saca la botella de vino del cubo de hielo en medio de la mesa y me
sirve un vaso antes de servir otro y pasársela a Giles.
—Gracias —le digo en voz baja. Eva y Giles están charlando con ellos
mismos y ella tiene la espalda ligeramente girada hacia mí.
Landon y yo nos sentamos en silencio hasta que rompa la torpeza
reinante.
—Angus debería estar aquí en un momento. Estaba ocupado.
Asiento, me niego a mirarlo.
—Bien.
Se inclina hacia mi lado, tan cerca que su brazo roza el mío.
—¿Hice algo que te molestó, gatita?
Me giro hacia él, mis ojos se encuentran con los suyos.
—Llámame gatita otra vez y vamos a tener un problema.
Esos labios perfectamente llenos se transforman en una sonrisa.
—Dime, ¿te desagrado tanto o eres tan encantadora con todo el
mundo?
Vuelvo a enfocar mi mirada al frente, recogiendo mi copa de vino y
girando el tallo entre mis dedos.
—No tengo ni idea de lo que está hablando, Sr. Banks. Simplemente
me gusta mantener los límites profesionales claros.
—Por supuesto, los límites se cruzan fácilmente cuando se trata de
alguien tan tensa como usted —dice, con la voz entrelazada con diversión.
Muevo la cabeza para enfrentarme a él.
—¡No estoy tensa! —chasqueo, tratando de mantener mi voz baja.
Se inclina, acercando su rostro al mío hasta que pueda sentir su
aliento en mi piel.
—No estoy de acuerdo —susurra mientras sus ojos se mueven hacia
mis labios. Esa cosa comienza a hervir entre nosotros, llenando el espacio
con cierta expectativa. Mi corazón golpea mis costillas y mi respiración se
acelera hasta que mi pecho se siente demasiado pequeño para mis
pulmones.
Alguien se aclara la garganta en voz alta y yo salto hacia atrás y me
concentro en la mesa, dispuesta a que el calor desaparezca de mis mejillas.
—Landon... —comienza Giles, entablando una conversación fácil con
él. Está silenciado por el rugido en mis oídos. Esto es ridículo. Me irrita, y
cada vez caigo en ello.
—¿Es eso algún tipo de juego previo? —susurra Eva, inclinándose de
lado y acercando sus labios a mi oído.
—¡No! —resoplo y levanta las manos, sigue sonriendo.
Entonces Angus aparece y empieza a mirar entre Landon y yo como si
estuviéramos a punto de montarnos. Oh mi maldito dios. ¡No puedo lidiar
con esto!
—Pongámonos a trabajar, ¿sí? —digo, ya exasperada y ni siquiera
hemos empezado.
—Por supuesto —contesta Landon, su voz cayendo en algo sensual y
rasposo.
Aprieto la mandíbula y clavo mis uñas en la palma de mi mano con la
fuerza suficiente para causar un poco de dolor. Siento como si todos nos
estuvieran mirando, esperando algo. Jodidamente brillante. Dispárenme
ahora.
13
Es viernes, y siento que podría hacer un baile de anotación. Una
semana. Ha pasado una semana desde que me presentaron a Landon y soy
una mujer al límite. Debo haber fantaseado por lo menos cien veces con
inclinarlo y trabajarlo con El Destructor, solo para convertirlo en mi perra.
Me tiene contra las cuerdas, y estoy segura de que lo sabe. Por suerte para
mí, hoy se ha ido a hacer negocios en Birmingham. Bien. Ahora podré seguir
trabajando.
Tengo un día más productivo del que he tenido en toda la semana,
pero para el final de este, estoy más que lista para el fin de semana. Necesito
reagruparme, encontrar mi determinación y estrategia.
Tan pronto como llego a casa, me despojo de mi falda lápiz y mi blusa,
arrojándolas al cesto de ropa sucia antes de entrar a la ducha. Dejo que el
agua caliente golpee mi espalda, aliviando los nudos formados por días de
tensión. Cuando termino, me pongo un vestido blanco con agujeros en los
costados. Normalmente nunca llevaría algo tan atrevido, pero esta noche
tengo que desahogarme. Riso mi cabello rubio hasta que cae suelto
alrededor de mis hombros y me pongo el maquillaje, terminándolo con un
poco de lápiz labial rojo brillante.
Me encuentro con Quinn y Eva en Ice, porque sí, me preguntó si podía
venir, y honestamente, me gusta. No suelo socializar con alguien con quien
trabajo tan de cerca, pero confío en ella. Es diferente a las perras
degolladoras de esta industria.
Tomamos un taxi al Mayfair Bar y ahora es cuando la diversión
empieza.
Por lo tanto, el Mayfair Bar es un club privado, no tan privado como
el Masque, pero requiere de una membresía para entrar. Se encuentra en
un sótano debajo de Q, uno de los clubes nocturnos más exclusivos de la
ciudad. Básicamente, por aquí, tienes que ser alguien o conocer a alguien,
o no vas a entrar en ningún lado.
La puerta del club Mayfair no está firmada ni marcada de ninguna
manera. Tienes que saber que está ahí, y para el ojo desprevenido, el gorila
de afuera parece que está vigilando la entrada trasera de Q.
El portero podría doblarse como mayordomo, usando su inmaculado
traje y corbata negra. Mira a Quinn y Eva mientras nos acercamos a la
puerta
—Vienen conmigo —digo, tecleando el código de la puerta. Suena, y la
pequeña luz en el tablero se vuelve verde.
Entramos y descendemos los pocos escalones, iluminados con luces
led en cada escalón.
—Santa mierda, ¿este es algún tipo de club de sexo o algo así? —
pregunta Eva, provocando que Quinn y yo intercambiemos miradas.
—No, eso es más tarde —dice Quinn, haciendo que Eva se ría. Poco
sabe ella.
En cuanto entramos al bar, pasamos a una de las cabinas. El club
está siempre oscuro; el bar se ilumina solo por el alumbrado que muestra
la pared de los licores del estante superior detrás de la barra. Los asientos
se componen de pequeñas cabinas redondas colocadas en las paredes, cada
una de ellas con una cortina negra que se abre al paso, dando la ilusión de
privacidad. Incluso las lámparas de araña que cuelgan sobre cada cabina
están cubiertas con una red negra, oscureciendo la luz.
Un camarero se acerca y toma nuestra orden antes de marcharse. El
Mayfair Club es un buen lugar para venir cuando no quieres hacer un show
y lidiar con los avances de los chicos de la ciudad. Los chicos que vienen
aquí son los mejores, la cima de la cadena alimenticia. Debería saberlo. Uno
de mis clientes me consiguió la membresía aquí como agradecimiento por
entregar un tres por ciento extra en su pronóstico.
El camarero regresa y deja un Martini y una copa corta de vodka ruso
delante de mí, así como un Cosmo y otro vodka delante de Quinn. Eva decide
beber dos vodkas. Le doy tres billetes de cincuenta, haciendo contacto visual
con él mientras lo hago. Asiente y mete la mano en el bolsillo de su chaqueta,
sacando tres pequeñas bolsas de polvo blanco. Mexy. La razón por la que
Quinn y yo somos mejores que los chicos. Contrarresta los efectos del
alcohol, evita que te emborraches y descuides, además de agudizar los
sentidos.
Regla número cuatro: Debes ser irreprochable. Emborracharnos no es
cómo hacemos las cosas, pero no beber no es una opción, no si voy a
mantener mi cordura. Te presento a Mexy, una droga legal. Con énfasis en
legal. Cuesta más o menos lo mismo que la cocaína, pero lejos están los días
en que los comerciantes bancarios podían vivir drogados, hacer malditas
toneladas de dinero y esperar que el jefe haga la vista gorda. Tomo el vaso
corto de vodka, el exterior del vaso empañado del líquido helado en él, y me
bebo el chupito, tragando pesadamente mientras gimoteo contra la
sensación de ardor.
—Ahora vuelvo —digo, levantándome de la mesa.
Voy al baño, apretando la bolsa de polvo blanco en la palma de mi
mano. Por mucho que esté de humor para emborracharme por completo,
nunca es una buena jugada. Diviértete todo lo que quieras, pero nunca te
desordenes, porque no importa lo duro que jueguen, a nadie le gusta una
perra engreída. Saco el pequeño espejo de mi bolso y pongo una línea del
polvo blanco. Coloco un rollo de cincuenta a mi nariz y aspiro, pellizco mis
fosas nasales mientras inclino la cabeza hacia atrás. Instantáneamente
agudiza mis sentidos, ahuyentando cualquier efecto persistente de los tres
Martinis y el chupito de vodka que ya he tomado esta noche. Paso un
pañuelo en la nariz, por si acaso, compruebo mi reflejo y salgo del baño.
Estoy a medio camino de mi mesa cuando oigo un estruendo de risas desde
una mesa cercana. Miro al costado y veo una mesa con cuatro hombres,
todos con trajes caros, copas de whisky delante y una botella en medio de
la mesa.
Sus rostros están envueltos en sombras, y dos de ellos fuman puros,
las nubes de humo permanecen en el aire pesadamente. Me vienen a la
mente los gánsteres. Un par de ellos me miran mientras paso a unos metros
de su cabina. Es muy parecido a los depredadores que se dimensionan entre
sí, tratando de calcular la cantidad de potencia que tiene el otro jugador.
—¿Georgia? —pregunta uno de ellos. Me detengo, cerrando mis ojos y
rezando que mis oídos estén engañándome y no sea su voz.
Me doy la vuelta entrecerrando los ojos a través de las sombras hacia
Landon mientras otros tres pares de ojos curiosos nos miran. Trato de
escapar de él, salgo a relajarme y por supuesto, me encuentro con él, en el
mismo bar que frecuento para asegurarme de no encontrarme con amigos
indeseados.
—Landon. —Está sentado en la cabina circular, con los antebrazos
apoyados en la mesa. Falta su chaqueta habitual, y las mangas de su camisa
están enrolladas, revelando sus musculosos antebrazos. Arranco los ojos de
sus brazos y los subo a su rostro. Su mirada se clava en la mía y por un
segundo mi pecho se siente paralizado, ya que el aliento está físicamente
atascado en mis pulmones. Inclina la cabeza de esa manera como si
estuviera dimensionando su presa.
—¿Por qué no te unes a nosotros, cariño? —pregunta uno de los
hombres. Lo miro brevemente. Ricos, profesionales, sórdidos y amigos de mi
jefe. Realmente no quería esta mierda esta noche.
—Es amable de su parte, pero estoy aquí con alguien. —Pinto una
sonrisa falsa en mi rostro.
—Bueno, tráelas aquí —insiste, moviendo los ojos hacia mi escote.
Suspiro y pido un poco de paciencia. No le digas que se vaya a la
mierda, lo repito en mi mente como un mantra. Empiezo a pensar que tengo
algunos problemas reales con la tolerancia.
Estoy a punto de inventarme otra excusa de mierda cuando Landon
contribuye.
—Ella no desea chupar tu polla, Bennett.
—Debería —dice con sarcasmo, claramente sintiendo que sus bolas
son enormes mientras está sentado con sus amigos.
—Le aseguro que realmente no debería. —Veo los signos del cuento
de un ego masculino herido mientras la sonrisa se le escapa lentamente de
los labios—. No me gusta la polla.
Se le suben las cejas y la sonrisa vuelve.
—¿En serio? —Bueno, técnicamente no me gusta chupar pollas, ahora
poner una polla dentro de él... eso es lo que haría.
Puedo sentir los ojos de Landon sobre mí cuando me doy la vuelta.
—Tengan una buena noche chicos —lanzo sobre mi hombro como un
comentario de despedida. Quinn ha terminado su bebida y está golpeando
su pie impaciente cuando vuelvo. Eva está en su teléfono.
—Lo siento. Me encontré con unos tipos que estaban probando suerte.
—De acuerdo. Ya volvemos —dice, recogiendo su bolsa de mano y
dejando la mesa con Eva enganchada. Tarimboleo mis dedos sobre la mesa
mientras la agitación se arrastra sobre mí. No sé lo que es. Siempre
mantengo la calma. Siempre. Y de repente odio todo. Quiero ir a bailar, tener
una noche de sexo salvaje, algo, cualquier cosa. Una figura se mueve en las
sombras junto a la mesa y cae en el asiento que Quinn acaba de abandonar.
Landon.
—Estás drogada —dice.
Entrecierro mis ojos hacia él.
—Es legal y por lo tanto no es tu asunto.
Puedo decir que lucha contra una sonrisa.
—Fue un simple comentario.
—De acuerdo, voy a proponerte algo —le digo.
Se inclina hacia adelante, descansando sus codos sobre la mesa.
—Estoy escuchando.
—Eres mi jefe. Soy tu empleada. Así de simple. No vamos a fingir que
queremos socializar o tener una conversación, y no haremos simples
comentarios. —El zumbido corriendo por mis venas me está volviendo
valiente, pero extrañamente no me siento como si caminara por una fina
línea al decirle esto a él. Puede que no me guste, pero no es el tipo de hombre
que reprendería la honestidad.
—Bueno, estaría de acuerdo en ello si fuese cierto —dice.
Frunzo el ceño. —¿Qué?
—Dijiste que no queremos socializar o tener una conversación, y no
es verdad. Yo estoy muy interesado en tener una conversación contigo,
Georgia. Solo te puedes culpar a ti misma. Un minuto eres la pasiva
empleada modelo y al siguiente la verdadera tú sale a jugar con sus garras.
—Sacas lo peor de mí.
Sofoca una carcajada.
—No, yo solo cavo un poco más profundo en el frente de mierda que
pones.
Sus ojos arden en los míos, y puedo sentir mi temperamento elevarse
como una serpiente enojada.
—No hay frente, y esto no es un juego. Este es mi trabajo, mi vida.
¿Tienes idea de lo duro que he trabajado para llegar a dónde estoy?
Presiona sus labios. —Puedo imaginarlo.
Rio, porque, ¿en serio?
—No, no puedes. Cada paso que he dado para llegar aquí está
cuidadosamente orquestado. Quieres saber por qué me fui de Elite. Collins
hizo un movimiento conmigo. Se emborrachó y me acorraló en el baño en la
fiesta de la oficina. —No tengo idea de por qué estoy diciéndole esto—. No
quiero ser la mujer que se lleva un buen sueldo; quiero ser la mejor. No
puedo ser la mejor subordinada de un jefe que me ve como algo para hundir
su polla, ¿no? —Ni siquiera estoy hablando de él, o tal vez lo hago, pero algo
cambia en sus ojos que me hace pensar que de repente lo hacemos.
Sus ojos se enlazan con los míos.
—Angus no quiere clavarte su polla. —La implicación de sus palabras
cuelga interminable en el aire. Pero lo hago. O tal vez es solo el deseo de mis
ovarios de nuevo.
—Angus no es mi único jefe —digo con descaro, demasiado descaro.
Él se acerca más, y me encuentro haciendo lo mismo como si
estuviéramos en una reunión de negocios.
—Pides demasiado, gatita. —No sé siquiera lo que eso significa. No
pido nada. No quiero nada.
—Pido respeto.
Arquea una ceja.
—Lo tienes, y créeme cuando digo que no muchos pueden decir lo
mismo.
Abro la boca para responder cuando Quinn aparece con Eva a su lado.
Los ojos de Landon sostienen los míos, su expresión seria cuando asiente y
se pone de pie.
—Tengan una buena noche, señoritas —dice, sonriendo brevemente
hacia Quinn y Eva antes de irse.
Como siempre, tengo que liberar el aliento que he estado conteniendo
cuando se va.
Quinn lo observa irse, antes de sentarse y volverse con ojos de par en
par hacia mí.
—¿Ese era Landon Banks? —pregunta con un chillado. Asiento—.
Santa mierda. —Comienza a abanicarse.
—Lo sé, ¿cierto? —Se une Eva—. Desearía ser su asistente —dice—.
Oh, no te ofendas, G, pero ya sabes, como que te falta algo de su atractivo.
Las ignoro a ambas, viendo mientras Landon se mueve a través de las
sombras del bar. Lucho contra mí misma por un rato, y luego me pongo de
pie y doy zancadas cruzando la habitación. Él está casi en su mesa cuando
digo su nombre.
Se gira para mirarme, y yo muevo la cabeza en dirección a la parte
trasera del bar. Me sigue hasta un pasillo que conduce a una salida de
incendios, escondida junto al elevador. Me detengo y giro, cruzando mis
brazos sobre mi pecho mientras me enfrento a él. Me observa
cuidadosamente, su expresión en blanco.
—No me gustas —le digo.
Se ríe mientras cruza sus brazos sobre su pecho, imitando mi postura.
—Di cómo te sientes realmente, por qué no.
—Y yo no te gusto —continuo.
Levanta un dedo.
—De hecho, me gustas. No me gusta la mierda que usas frente a todo
el mundo.
Resoplo, pero realmente quiero gritar.
—No me pongo nada. Soy amable con los demás. Esto tiene que parar,
este... asunto... que tenemos. —Hago un gesto entre nosotros—. Angus se
está dando cuenta.
Cierra la corta distancia entre nosotros, una sonrisa malvada
curvando sus labios. Trago con fuerza, dejando caer la mirada hacia su
pecho en un intento de evitar mirarlo.
—No soy yo el que se preocupa por su preciosa imagen.
Suspiro y aprieto el puente de mi nariz.
—Landon, por favor.
Siento su dedo empujar debajo de mi barbilla, y me congelo mientras
él inclina mi rostro hacia arriba, llevando mi mirada a la suya. Aguanto la
respiración mientras pasan los segundos. Respira hondo antes de dejar caer
su mano, haciéndome extrañar inmediatamente el toque.
—Bien, me detendré con una condición.
—¿Cuál?
—Déjate de tonterías. Me irrita, sabes que lo hace. —Quiero
abofetearlo, pero en vez de eso, me muerdo la lengua.
—De acuerdo, me aseguraré de desatar a mi perra interior en todo
momento para ti.
Se traga una carcajada.
—Bien, entonces tenemos una tregua. —Extiende su mano y yo la
tomo. Cruzando los dedos para que esto funcione.
14
El lunes, cuando entro en la enorme oficina del último piso, Landon
no está por ningún lado. Angus está sentado en su escritorio luciendo
bastante destruido. Tiene ojeras bajo los ojos y sorbe lo que huele a café
muy fuerte.
—Buenos días —digo.
Levanta la mirada, como si apenas se diera cuenta de mi presencia, y
una sonrisa cruza su rostro.
—Buenos días. Lo siento, estaba distraído. —Arrastra una mano a
través de su desordenado cabello mientras se recuesta en su silla.
—¿Estás bien? —pregunto, tomando asiento frente a él.
Se inclina de nuevo hacia delante, apoyando los codos en el escritorio
y frotando su mano por su rostro.
—Sí, anoche se hizo tarde. Solo el maldito Landon decidiría ir a un
bar de striptease un domingo por la noche. —Sacude la cabeza. No tengo
una opinión sobre todo el asunto del bar de striptease, aparte del hecho de
que es tan cliché. Los ricos que meten fajos de dinero en el tanga de strippers
me parecen tan desesperados.
—Bien, aquí están las estadísticas de esta mañana. —Las dejo en el
escritorio y deslizo el papel frente a él—. Te ahorraré el tener que
escucharme hablar y te dejaré en paz —digo, poniéndome de pie.
—Gracias —dice ásperamente. Dios, realmente luce y suena como
mierda.
No es hasta que las puertas del elevador se abren y yo entro que me
tropiezo con Landon. Literalmente. Estoy leyendo un correo electrónico en
el teléfono que tengo en la mano cuando camino directamente hacía un
sólido pecho. Su olor me asalta, el olor de su loción de afeitar me rodea.
Honestamente, probablemente me follaría a un hombre solo por ese olor.
Pongo mi mano contra él, para evitar chocar con la pared de músculos. Lleva
una camisa, sin chaqueta, y el calor de su piel se filtra a través del fino
material y en la palma de mi mano. Mi tacto perdura solo una fracción de
segundo para ser apropiada antes de que me dé cuenta de lo que estoy
haciendo y quite mi mano, golpeando mis dedos firmemente a mi lado como
si los escondiera avergonzados. Arrastro mis ojos por su pecho hasta
encontrarme con su rostro.
—Señorita Roberts.
Aclaro mi garganta. —Señor Banks.
Veo un destello de humor en sus ojos y luego desaparece y toma lugar
la dura indiferencia que vi cuando lo conocí por primera vez.
Sale a zancadas del elevador sin darme otra mirada, su chaqueta
arrojada sobre su hombro y yo golpeo mi mano contra el botón, mirando
mientras las puertas se deslizan, cortando la vista de su espalda en retirada.
Bien. Está siendo profesional. Incluso si yo no lo estoy siendo. Mierda.
***
La siguiente semana transcurre tranquila, sin incidentes. Apenas veo
a Landon y mi vida vuelve a ser como era antes de que él la perturbara.
Vuelvo a mi rutina habitual: ejercicio matutino, trabajo, juego, sueño y
repetición.
Mi email suena, y es de Giles. Escaneo el documento que detalla una
nueva inversión en Medio Oriente, que probablemente involucra petróleo.
No hay tal cosa como una cosa segura cuando se trata de inversiones, pero
el petróleo está lo más cerca posible. Sin embargo, cada corredor tiene una
lista de compañías con las que trata, y eso es cosa de Landon, así que tendrá
que aprobarlo. Hago clic en Google, e investigo los detalles, armando una
carpeta.
Cuando salgo del elevador para ir a la oficina de chicos, la secretaria
se ha ido. Nunca se va. Demonios, empezaba a dudar de si la mujer alguna
vez se iba a casa. Frunzo el ceño cuando paso por su escritorio vacío y llamo
a la puerta de la oficina. Nada. Silencio. Empujo la puerta y entro,
caminando hacia el escritorio de Landon, la carpeta apretada contra mi
pecho. Lo dejo caer en la carnicería que es su escritorio, y quiero alejarme,
pero mi TOC no puede sobrellevarlo. Digo, mierda, yo dejo cosas en mi
escritorio, en una pila ordenada. Parece que algo exploto aquí.
Suspiro y empiezo a recoger los papeles sueltos que están esparcidos
por todas partes. Recopilo las distintas partes de un documento,
escaneando la impresión y ordenando.
Algo toca mi hombro. Salto y chillo, dando vueltas y tambaleándome
contra Landon. Mi nariz roza la tela de su chaqueta y los papeles vuelan por
todas partes. Lo único que me salva de estrellar mi rostro en su pecho son
las manos que se envuelven firmemente alrededor de mi cintura.
—Mierda. ¡Me asustaste! —chillo.
Una risita baja se escapa de su garganta, y me estremezco, inclinando
mi cabeza hacia atrás para poder mirarlo.
Arquea una ceja. —Lo siento.
Me toma desprevenida, y mi respiración se engancha violentamente,
mi ritmo cardíaco se acelera, anticipando... algo. Cualquier cosa. Puedo
sentir su aliento en mi rostro, oler el aroma embriagador de su loción de
afeitar, sentir el calor de su cuerpo presionado contra el mío, sus palmas
quemando a través de mi vestido de una manera que me hace sentir
marcada. Todo se inunda como en una marea, mis sentidos se abruman con
él, anhelándolo como un drogadicto anhela una dosis perdida.
Sus ojos brillan con algo oscuro y peligroso antes de que se dirijan a
mis labios, y a diferencia de cada vez que me ha mirado desde que llegamos
a nuestra extraña tregua, no los aparta de inmediato, sino que se centra en
ellos por completo. Mi pulso empieza a martillar tan fuerte que es como un
ritmo de tambor en mis oídos, el golpeteo rítmico se hace cada vez más
rápido. El espacio entre nosotros se carga repentinamente.
Sus ojos se dirigen brevemente a los míos, y entonces es cuando lo
veo, la indecisión. Sus dedos se mueven, recordándome que sus manos
todavía están en mi cintura, recordándome que no deberían estarlo. Trato
de encontrar la fuerza de voluntad para alejarme de su duro cuerpo al
mismo tiempo que veo la resolución endurecida en sus ojos. Respira hondo,
y entonces una mano está en mi cabello mientras golpea sus labios sobre
los míos. No puedo respirar, no puedo moverme, no puedo pensar. Sus
labios son violentos, exigentes y burlones al mismo tiempo.
Trato de recordar por qué esto está mal, pero su boca se siente tan
bien en la mía. Su agarre sobre mi cabello se aprieta, y jadeo, permitiéndole
deslizar su lengua dentro de mi boca. Mis dedos se aferran a su camisa,
¿acercándolo más? ¿Empujándolo? Ni siquiera lo sé. Su lengua roza la mía
y sus dientes muerden mi labio inferior.
Suelta mi cabello, y ambas manos se extienden por mi cintura,
levantándome y arrojándome bruscamente sobre el escritorio antes de que
se pare entre mis piernas, obligando a que el material de mi vestido se
deslice por mis muslos. La suave caricia de sus pantalones de traje roza el
interior de mis muslos, y me hace titubear por un segundo, pero es lo
suficientemente largo para que la duda se inmiscuya. Arranco mis labios de
sus labios, y presiono mi mano en el centro de su pecho, manteniendo mis
dedos cerrados en un puño apretado, como si tocarlo demasiado fuese
peligroso, y honestamente lo es. Mi cabeza cae hacia adelante. Me niego a
abrir los ojos y mirarlo, porque joder, acabo de besar a mi maldito jefe. Sus
dedos rodean mi muñeca, sosteniendo mi mano contra su pecho. Puedo
sentir su cálida respiración soplando a través de mi cuero cabelludo
mientras intento recuperar el aliento.
—Mierda. —Suspiro. Mierda, mierda, mierda, mierda. Esto lo cambia
todo. Todo, maldita sea. Le quito la mano de encima y la arrastro por mi
cabello—. Jodida mierda —digo con más fuerza en mi voz.
Me levanto del escritorio y trato de moverme a su alrededor, pero él se
mueve y agarra mi barbilla, forzándome a mirarlo. Sus ojos se quedan fijos
en los míos, un ceño frunciendo aparece en su frente mientras sus orificios
nasales se ensanchan. Espero que diga algo, pero en vez de eso simplemente
me suelta, arrastrando sus dedos por encima de mi cuello mientras deja
caer su mano a su costado.
Me obligo a darme la vuelta y salir, porque lo que acaba de pasar es
malo, realmente malo, pero podría ser peor. Necesito alejarme mientras toda
mi ropa sigue puesta.
***
Me encuentro con Quinn en el pequeño bar a unas calles de su oficina.
Está tranquilo en este momento, con solo los clientes habituales alrededor
de las mesas.
Quinn ya tiene un Cosmopolitan delante de ella. Un Martini está sobre
la mesa esperándome. Se levanta y se acerca, besa mi mejilla rápidamente.
Saco la silla de enfrente y me siento.
—¿Así que, reunión de emergencia? Estoy intrigada —dice, tomando
su vaso y llevándolo a sus labios.
Sacudo la cabeza y saco la aceituna de mi Martini, metiéndola en la
boca y girando el palillo de cóctel entre los dedos mientras mastico.
—Hice algo estúpido —digo.
Levanta una perfecta ceja.
—¿Del tipo Landon Banks estúpido?
Gimoteo y dejo caer la cabeza en mis manos.
—Tal vez.
Agarra mi muñeca y aleja la mano de mi rostro.
—¿Hablas en serio? —Su rostro está pintado con preocupación.
Dios, desearía poder decir que no, que de ninguna manera sería tan
estúpida, pero vine buscando un consejo.
—Nos besamos. —Dejo caer mis ojos al vaso delante de mí, lo recojo y
bajo la mitad en un trago.
Cuando miro hacia arriba, sus labios están apretados en una línea
firme.
—¿Besaste? —Asiento—. ¿A Landon Banks? —Asiento otra vez—.
¿Qué pasó con el pacto?
—No lo sé, carajo. Estábamos bien; estaba bien. Y luego fui a su
oficina, y se me acercó sigilosamente. Fue un sigiloso ataque sorpresa.
Se inclina hacia delante, apoyando las palmas de sus manos contra
la mesa y mirándome a los ojos.
—Está bien, ¿pero no te lo follaste?
—No. —Me alejo de su mirada, la vergüenza se arrastra sobre mí.
Inclina la cabeza hacia un lado, un exasperado suspiro deja sus labios—.
Se volvió… caliente... —Sus ojos se abren de par en par—. ¡Pero lo detuve!
—me defiendo. Dios, ¿cuándo me convertí en esa perra?
Recoge su bebida y toma un sorbo.
—Te mira como si hubiera visto tu vagina.
—Útil.
Se encoge de hombros.
—Así que, ¿cuándo entregarás tu notificación?
¿Cómo fui tan estúpida? Si dejo Banks y Redford ahora, lucirá como
una mierda en mi tan brillante currículum. Joder.
—No. —Sacudo la cabeza—. Creo que puedo arreglarlo, tal vez. —
Quiero decir, hizo un pacto conmigo, ¿no? Es cierto que lo rompió, pero debe
tener un cierto grado de voluntad para no joderme en todo sentido.
Suspira. —Mierda, George. No te lo pones fácil.
—Lo sé.
Arrastra una mano a través de su largo cabello oscuro y se inclina
hacia atrás en su asiento.
—Mira, te conozco. Debe haber costado mucho para ti romper filas,
así que...
—¿Entonces qué? —espeto, toda esta situación me pone nerviosa.
Levanto mi Martini y tomo otro gran trago.
—Creo que deberías follarlo.
Inhalo bruscamente y me ahogo con un pulmón lleno de vodka.
—¿Qué demonios, Quinn? —Toso violentamente y golpeo una mano
contra mi pecho.
Levanta una mano.
—Los he visto juntos durante cinco segundos en el llamado modo
“profesional”, y necesité un puto cigarrillo con solo mirar. Si no puedes
controlarte lo suficiente para no besarlo, entonces es solo cuestión de tiempo
antes de que te haga inclinarte sobre su escritorio.
Sacudo la cabeza.
—No, nunca. Hay una gran línea entre besarlo y follarlo.
—Hay una gran línea entre tu jefe y su lengua —dice, tratando de
mantener la voz baja.
Gimoteo y paso la mano por mi rostro.
—Muy bien, genio, dime cómo saldrías de esta, preferiblemente sin
acostarte con él.
Se encoge de hombros. —Fóllalo o renuncia.
—Vaya. —Sacudo la cabeza—. Quieres que termine como una maldita
cajera ganando veinte mil dólares al año —digo, levantando las manos—.
Eres una pésima amiga.
Se inclina hacia delante, apoyando los codos sobre la mesa.
—Mira, te garantizo que de una forma u otra lo vas a hacer. Puedes
dejarle controlar el dónde, cuándo y cómo, o puedes hacerlo tú.
Entrecierro mis ojos hacia ella.
—¿Quieres que lo invite a mi apartamento y vaya allí con él?
Se ríe. —Quizás, o invítalo a Masque.
Me congelo mientras el pensamiento que no debería ser ni siquiera un
pensamiento comienza a arraigarse. Odio la idea de follármelo, de ser esa
persona, pero cuando lo imagino, el acto, no el razonamiento, solo el acto
físico de follar con Landon, tengo que apretar mis muslos juntos. Mi
estómago se aprieta y mi ritmo cardíaco se acelera mientras pienso en la
posibilidad de tener a Landon entre mis piernas, conduciendo dentro de mí,
algo en lo que no me he permitido pensar hasta ahora. Deslizo mis
sudorosas manos sobre la falda de mi vestido, la falda que hace unas horas
fue empujada alrededor de mis muslos. Mierda. La idea me asusta y me
excita. Juego con un conjunto de reglas por una razón, para tener éxito. He
vivido y respirado esas reglas durante años, siempre luchando por ser la
mejor... y ahora... ahora me enfrento a la fruta prohibida, mi jefe, mi jefe,
mi sexy jefe. Mis reglas se rompieron en cuanto sus labios tocaron los míos,
e incluso en mi negación, sé que estoy jodida de cualquier manera.
Dicen que las reglas fueron hechas para ser quebrantadas, pero ¿qué
hay de inclinarlas? Nadie dijo nada sobre eso.
15
He avanzado y retrocedido en mi mente, racionalizando todo lo que
hay. Esto no debería ser algo que deba racionalizar. Esto debería ser simple,
pero no lo es porque se trata de Landon.
La cosa es que, no importa cuán exitosos seamos, no importa cuán
inteligentes o aparentemente racionales seamos, por debajo de todo esto,
solo somos animales. Nuestras decisiones están gobernadas por el instinto,
por reacciones primarias.
Cuando estoy cerca de Landon, me siento loca, como si mis hormonas
y mi cerebro estuvieran luchando. Mi corazón late un poco más rápido; mi
estómago se aprieta con anticipación.
La atracción. La atracción animal. Un señuelo natural, una lujuria
tan fuerte que triunfa sobre lo racional. Lo supera casi todo. Puede hacer
que hagas cosas que nunca pensaste qué harías porque esa clase de química
que todo lo consume es el colmo natural de la vida, un pico de adrenalina
en la mediocridad de la vida.
He follado con incontables hombres y he conocido a muchos más, pero
solo uno ha tenido la habilidad de hacerme quererlo con esta necesidad
debilitante. Por eso estoy aquí, porque cuando alguien tan poderoso como
Landon Banks entra en tu vida, no es racional. Apenas es humano.
Entonces, ¿qué hago? Hago lo que puedo para enjaular a la bestia,
controlarla y manipularla. ¿Es probable que me muerdan en el proceso? Por
supuesto.
Voy a la oficina temprano con una tarea en mente. Solo hay un par de
personas en mi piso, y me muevo entre los cubículos que se extienden de
pared a pared, haciendo mi camino a mi oficina. Eva aún no ha llegado,
porque, por supuesto, yo no suelo venir a esta hora.
Dejo caer mi bolso sobre mi escritorio y paso delante de él, viendo el
sol deslizarse entre los rascacielos de Londres, reflejando el cristal y
pintando el cielo en tonos naranja y melocotón.
Abro mi bolso y saco mi cartera, deslizando una simple tarjeta negra
hacia fuera, y echando un vistazo sobre la escritura de la hoja de oro. Tomo
un respiro tranquilizante. Si hago esto, no hay vuelta atrás, mis intenciones
han quedado claras.
Al carajo. Siempre he tomado todo lo que he querido, y por mucho que
trate de fingir lo contrario, quiero a Landon Banks. Quiero saber lo que se
siente tenerlo follándome. Quiero su lengua, su boca, su tacto, todo. Me
gusta pensar que soy una persona inteligente, pero en esta situación, creo
que apenas estoy más evolucionada que un animal, porque mis hormonas
lo están superando todo.
Imprimo el reporte diario y salgo de mi oficina. Me dirijo al elevador,
presionando el botón y esperando ansiosamente que llegue. Cuando lo hace,
las puertas se abren deslizándose y unos cuantos corredores vestidos de
traje salen sin prestarme atención. Mantengo la cabeza baja como si fuesen
a saber lo que estoy haciendo si hago contacto visual con ellos. Entro y subo
un piso, a la oficina de Landon y Angus. La secretaria, Susan está aquí como
siempre, excluyendo la vez en que mi jefe decidió atacarme facialmente, por
supuesto.
—Todavía no han llegado, querida —dice, mirando desde su escritorio.
—Dejaré esto para ellos —le digo, mostrándole la impresión de la
mañana antes de abrir la puerta de la oficina.
El sol pasa a través de las paredes de cristal, haciendo que la
habitación parezca una especie de palacio.
Pongo la tarjeta en su escritorio y luego me detengo, mirando
fijamente al inocente rectángulo negro y dorado por un segundo. Masque
está blasonado a través de la parte delantera con un pequeño logotipo de
una máscara y una página web, mientras que, en la parte posterior,
incrustado en la tarjeta gruesa está la inscripción dorada con la contraseña:
Tiger Shark.
Última oportunidad, todo o nada. Estoy dentro, o estoy fuera, no hay
ninguna cláusula de escape en esta mierda. Por el momento, tengo una
negación convincente. No quería que me besara. Fue un error; la lista es
interminable, pero desde el segundo que dejo esta tarjeta para él, no hay
más de negar está loca atracción sexual entre nosotros.
Sé que esto es una farsa. ¿Por qué no me lo follo como una persona
normal? ¿Invitarle a salir, o al infierno, solo follar con él en la oficina? Porque
hay que romper las reglas y manipularlas. Follar descaradamente a tu jefe
en la oficina, bueno, también podría solicitar el trabajo de cajera ahora
mismo. Todo tipo de gente va a Masque. Por lo que sé, Apolo podría ser un
CEO, un cliente, cualquiera. Esa es la belleza del anonimato. Sí, estoy
invitando a Landon a un club para poder follar con él, pero una vez allí,
podría ser cualquiera. Tengo una negación convincente, aunque sea la
excusa que necesito. Después de todo, mientras estamos en esos muros, no
somos Landon y Georgia, empleador y empleado, somos simplemente dos
adultos que consienten. El tigre y su presa. Me follaré a todo aquello que
esté fuera de mi sistema y entonces está hecho, y puedo seguir con mi vida
fingiendo que nunca pasó.
De acuerdo. Hecho. Me giro y salgo de su oficina, mostrándole una
sonrisa a Susan mientras paso. Presiono el botón para el elevador, y espero,
inspeccionando un pedacito de mi esmalte de uñas. Las puertas se abren y
empiezo a dar un paso al frente antes de levantar los ojos y enfrentarme
cara a cara con Landon. Realmente necesitamos dejar de reunirnos así. Se
retira del elevador, acercándose demasiado a mí para ser profesional.
—Georgia —dice, su voz baja y profunda, acariciando mi nombre como
si fuera un juego previo. Sus ojos se entrecierran y se mueven sobre mi
rostro mientras él pasa su mano por su corbata azul real y desabrocha su
chaqueta.
—Landon —respondo con falsa seguridad. Lo rodeo, poniendo un poco
más de espacio entre nosotros. Mi corazón tartamudea en mi pecho, mi
cuerpo reacciona a él involuntariamente, como si el sabor de sus labios
abriera las compuertas. Mi estómago se revuelve nerviosamente, y quiero
abofetearme por ser tan jodidamente patética—. Dejé las últimas
estadísticas en tu escritorio —le digo rápidamente antes de entrar en el
elevador.
Se queda ahí de pie irradiando poder y sensualidad, y me encuentro
apretando mis muslos en un intento por aliviar la repentina presión. Maldito
sea él y sus putos ojos. No importa cuánto quiera follármelo, sin embargo,
todavía lo odio porque me ha reducido a esto. Dejo que mis ojos recorran su
cuerpo justo antes de que las puertas se cierren. Maldición, hace que ese
traje se vea tan bien. Hace que todo se vea bien. Sé que me quiere a mí.
Cada vez que lo veo, la promesa de las cosas sucias está siempre presente
en el aire y, sin embargo, está constantemente rodeado de esta paciencia
tranquila e inquebrantable, como si supiera que algún día vendré a él. Y
supongo que lo hice, enmascarada y poco dispuesta a reconocerlo.
Tan pronto como llego a mi oficina, golpeo la puerta y aprieto la
espalda contra ella. Mierda. ¡Mierda! ¿Qué es lo que me pasa?
Probablemente ahora mismo está escribiendo la dirección del sitio web en
su computadora, leyendo la críptica invitación a la que solo se puede acceder
a través de la página web y de una contraseña que es única para cada
miembro. Un pase libre. Cada miembro recibe un pase extra para usar en
un año, y le di el mío. La invitación indica una fecha y hora específicas junto
con la dirección del club y el código de vestimenta.
Reboto entre querer esto y querer cancelarlo. Pero no podemos seguir
así. La tensión sexual me está matando. Lo he intentado, de verdad que sí.
Lo he ignorado. Permanecer profesional. Incluso me acosté con Apolo
mientras imaginaba que era él a quien estaba embistiendo. Mi vibrador ha
tenido tres cambios de batería en las últimas dos semanas, ¡por el amor de
Dios! Va estar aquí por otras cuatro semanas. Yo no puedo. Nunca he
abandonado o admitido la derrota en toda mi vida, pero oficialmente estoy
sosteniendo la bandera blanca.
Lo veré en el club solo una vez. Técnicamente podría ser cualquiera
como yo. Lo sacaré de mi sistema, quizá nos odiemos el uno al otro y
entonces podré sobrevivir las cuatro semanas restantes. Se irá y todo volverá
a la normalidad.
***
El taxi se detiene afuera de Masque, y le doy al conductor algo de
dinero antes de deslizarme y cerrar la puerta detrás de mí.
Me acerco a la entrada de la casa londinense y saco mi máscara,
atándola en su sitio y con el cabello suave sobre las delicadas cintas. Mi
mano se detiene, flotando sobre el inmenso picaporte de latón que adorna
la brillante puerta de madera negra. Mi corazón pesa contra mis costillas
tan fuerte que siento como si fuera a saltar de mi pecho.
Toco y el tipo del traje responde, mirando la tarjeta de membresía en
mi mano extendida y gesticulando que entre.
El club tiene su aire de siempre, música rock mezclada con un
ambiente que hace que hasta los más ricos se vuelvan verdes de envidia. El
camarero me sonríe cuando me acerco al bar y empieza a hacerme un
Martini antes de preguntar. No me conoce, claro que no, pero yo soy la chica
de la máscara de tigre y eso es suficiente. Desliza la bebida delante de mí, y
quito el palillo del cóctel, metiendo la aceituna en mi boca. Mis ojos se
mueven alrededor de la habitación mientras me poso en el taburete de la
barra. Es casi medianoche, y el club está en pleno apogeo. Veo como una
chica se recuesta boca arriba en uno de los sofás de cuero Chesterfield,
cogiendo los muslos de otra chica que está montando su rostro, su cabeza
echada hacia atrás y su boca abierta en un grito silencioso mientras se
mueve. Un par de chicos están mirando, uno simplemente valorándolas
como si fueran una obra de arte fascinante, y el otro con su polla en la mano.
Algunos podrían pensar que esto es sórdido, pero creo que es liberador.
Mi mirada se desplaza más allá de las chicas hacia el otro lado de la
habitación donde acaba de entrar una figura, su postura fuerte y segura de
sí misma. La parte superior de su rostro está cubierto por una máscara
negra. Por lo que puedo decir de su expresión, parece impasible. Landon
Banks es su propia entidad. En cuanto entra en una habitación, la llena con
una energía abrumadora. La forma en que se mueve, simplemente la forma
en que está parado rezuma poder, un poder que posiblemente no puede ser
disfrazado. Esa máscara no hace absolutamente nada para ocultar su
identidad.
Sus ojos se fijan en los míos, y yo mantengo su mirada durante unos
segundos antes de dar la vuelta y recoger mi bebida, bajando la mitad para
calmar mis nervios. Siento cuando él se mueve a mi lado y lentamente giro
mi mirada hacia él.
—Whisky —le dice al camarero que lo espera.
El silencio cuelga en el aire entre nosotros antes de que gire su rostro
hacia mí.
—Me sorprendes.
Me encojo de hombros. —Me subestimas. No es lo mismo.
Sonríe con suficiencia y toma el whisky del barman y se lo lleva a los
labios, tragando pesadamente. Observo la sacudida de su manzana de Adán
bajo la piel cubierta de rastrojo de barba y tengo que forzarme a arrancarle
los ojos. Casi salto cuando siento su pecho rozarme el brazo.
—Georgia —dice, su voz se mezclada con la amenaza de... algo.
Me giro hacia él, y nuestros rostros están tan cerca que puedo sentir
su aliento de whisky matizado en mis labios.
—Sin nombres.
—¿Es por eso por lo que querías que viniera? —me pregunta,
arrastrando sus dedos por mi brazo—. ¿Para qué pudieras convertirte en
una mujer sin nombre? —Mi aliento se traba.
Respiro profundamente.
—Te invité aquí porque quiero follarte, y tú quieres follarme a mí. Aquí
no hay nombres ni complicaciones. Solo sexo. Esto es cosa de una sola vez,
sin preguntas. Y una vez que terminamos aquí, nada cambia. —Arqueo una
ceja mientras mis ojos parpadean hacia sus labios, y el instinto me grita que
pare, pero por supuesto, las reglas ya no se aplican. Las rompí en cuanto
puse esa tarjeta en su escritorio y ahora está aquí. También podría haberme
acostado con él porque el daño ya está hecho. Mi jefe sabe que quiero
follármelo. Mierda, lo invité a un club de sexo por el amor de Dios. Y él vino.
Ahora no hay vuelta atrás.
Sus labios se elevan en un extremo, y sus dedos se mueven desde la
parte superior de mi brazo, por el costado de mi garganta y hacia mi cabello.
Suavemente agarra un puñado de él y tira, inclinando mi cabeza hacia atrás.
Mi pulso se vuelve salvaje mientras mi aliento se atora en mi garganta.
Se inclina, acercando sus labios a mi oreja.
—¿Me quieres, gatita? —ronronea, su voz manteniendo esa confianza
abrumadora que debilita mis rodillas.
Muerdo mi labio, luchando contra el escalofrío que amenaza con
retorcerme el cuerpo cuando su aliento toca mi cuello, pero me niego a
responderle. Se retira y luego sus labios están en los míos. Me congelo por
un segundo antes de que mis dedos estén apretando su chaqueta,
acercándolo a mí. Me hace girar en el taburete hasta que todo mi cuerpo se
encuentra frente a él, y luego se presiona entre mis muslos. El material de
sus pantalones roza mi piel sensible, y tiemblo, imaginando lo que se
sentiría al tener su piel caliente contra la mía. Su agarre en mi cabello se
vuelve casi doloroso. Jadeo. Aprovecha la oportunidad para meter su lengua
dentro de mi boca. Una mano se mueve de su chaqueta a la parte posterior
de su cuello, rastrillando mis uñas sobre su piel.
Sisea sobre mis labios y presiona su antebrazo contra la parte baja de
mi espalda, sacándome del taburete.
—¿Te gusta que te miren? —dice con voz ronca.
Nuestros labios están a unos milímetros de distancia, mi irregular
aliento sopla en sus labios. Ningún hombre debería poder arruinar a una
chica así con un beso.
—No es lo mío.
Salgo de su agarre y me alejo sin mirarlo, asumiendo que me seguirá.
Mi cuerpo está vibrando de excitación, desesperado por su toque, pero mi
mente está trabajando a un millón de kilómetros por hora. No quiero que
Landon Banks me consuma. Quiero ser su dueña. Quiero sentir el control
sobre él, que no puedo tener fuera de este lugar. La pregunta es, ¿puede un
hombre como él ser controlado? ¿O sería como tener un león como mascota
y esperar a que te arranque el brazo?
Subo las escaleras y echo una breve mirada sobre mi hombro para
encontrarlo justo detrás de mí. Hay gente por todas partes en todo tipo de
posiciones. Hombres, mujeres, tríos, orgías, todos en el medio de la
habitación, y sin embargo sus ojos siguen enfocados en mí.
Encuentro una habitación vacía al final del pasillo y abro la puerta,
sosteniéndola para que entre. Pasa dentro, sus ojos girando rápidamente
alrededor de la habitación. Cierro la puerta y aprieto mi espalda contra ella,
esperando. Se gira hacia mí, una sonrisa en sus labios mientras inclina
levemente su cabeza hacia un lado.
—¿Por qué me invitaste aquí? —pregunta.
—¿Seguramente es obvio?
Sus ojos se entrecierran. —¿Pero por qué aquí?
Me encojo de hombros.
—Negación creíble. Eres solo un tipo con una máscara. —Landon
nunca será solo un tipo con una máscara, todo sobre él es un gran
recordatorio de quién es.
Se ríe, el ruido es profundo y rico.
—No quieres follarme cara a cara.
Lo miro fijamente. Cuando lo pone así, sueno como una cobarde.
—No. Te lo dije, te odio.
Sus ojos se clavan en los míos, esa intensidad paralizante suya que
me envuelve. Se acerca, presiona su cuerpo contra el mío y me aplasta
contra la puerta. Arrojo mis brazos a los lados y pongo mis palmas contra
la puerta. Él sujeta su antebrazo junto a mi cabeza, inclinándose hasta que
sus labios casi tocan los míos. Una fisura de excitación me atraviesa por la
necesidad, la promesa en sus ojos.
—Puede que quieras olvidarte de quién soy, pero aún se aplican
algunas reglas —susurra ferozmente mientras sus labios forman una
sonrisa engreída—. Nunca me mientas.
Me alejo de la puerta, empujando su pecho y obligándolo a retroceder
un par de centímetros.
—No estamos en tu oficina ahora, así que me importan un carajo tus
reglas de mierda. —Decidí probar la teoría del león enjaulado, y una
pequeña sonrisa se abre camino en mis labios—. No eres nada aquí.
Sus dedos serpentean por mi cuello, agarrando mi mandíbula y
forzando mi cabeza hacia atrás hasta que me veo obligada a mirarlo.
—¿Eso crees? —Sus ojos brillan de excitación.
Lucho contra él, pero es inútil.
—Lo sé. Y, por cierto, realmente te odio —digo con un siseo.
Entrecierra los ojos, incluso cuando una sonrisa enferma cruza sus
labios.
—Dime, Georgia. —Lo miro mal porque sé que solo usa mi nombre
para enojarme—. ¿En qué estás metida? Porque te ataré felizmente y te
sacaré algunos de esos problemas de ira que tienes. —Se inclina más cerca
así sus caderas están rozando las mías—. Solo di la palabra, gatita —
susurra riéndose.
Maldito bastardo. Entrecierro mis ojos, fijándolos firmemente en los
suyos, mientras sus dedos se mueven, escarbando más fuerte en mi rostro.
—Me gusta follarme a los chicos de oficina con un arnés consolador
hasta que me rueguen que pare —digo, arqueando una ceja. No sé qué es lo
que esperaba, pero ciertamente no es su amplia sonrisa.
—Por supuesto.
La idea de inclinar a Landon y embestirlo me atrae de maneras que
no puedo explicar. Follar a un hombre es un intercambio de poder. Y no hay
hombre al que más me encantaría someter que este.
—¿Quizás deberías intentarlo? —bromeo.
—No va a pasar, pero me encanta una luchadora. —Sus dedos
trabajan sobre mi cuello, y reajusta su agarre alrededor de mi garganta,
apretando peligrosamente—. Te romperé. —Tal vez esa declaración debería
asustarme, pero no es así.
Lo empujo y él sonríe.
—Nunca —escupo.
Los dedos alrededor de mi tráquea se aprietan en advertencia. Se
inclina hasta que sus labios están en mi oreja.
—Te someterás a mí, gatita. —La baja advertencia me hace temblar.
Estoy a punto de cancelarlo o de darle una patada cuando sus labios chocan
con los míos tan fuerte que mi cabeza choca con la puerta. Trato de girar mi
rostro, pero la mano alrededor de mi garganta me sujeta en su lugar sin
permitirme ningún movimiento. Mete su lengua en mi boca y lo muerdo,
haciendo que arranque su boca de la mía.
—Nunca —repito, mientras el estremecimiento de la anticipación se
asienta en mi estómago.
Sus ojos brillan peligrosamente detrás de su máscara antes de soltar
mi garganta. Landon mete sus manos dentro de la parte superior de mi
vestido, jalando y triturando el material hasta que cae alrededor de mi
cintura, exponiendo mis pechos desnudos. Una mano se desliza en mi
cabello, apretándolo bruscamente en un puño y haciéndome sisear de dolor.
Se inclina hacia delante, chupando un pezón en su caliente boca.
Gimoteo y me encuentro empujando mi pecho en su rostro, queriendo más,
necesitando más.
Sus labios trabajan hacia arriba, sobre mi garganta y mandíbula,
hasta que rozan mi boca. Tengo demasiado calor, mi pulso late como un
tren de carga por las venas mientras intento desesperadamente recuperar
el aliento. Si esto es una batalla de voluntades, entonces definitivamente
estoy perdiendo. Me estiro y agarro el cuello de su camisa, deslizando mis
manos hacia abajo y abriéndola. Los botones se dispersan a través de la
alfombra como lluvia, y obtengo mi primera vista ininterrumpida de Landon
Banks. Santa. Mierda.
Su amplio pecho se eleva y cae en respiraciones pesadas mientras
espera a que yo examine cada centímetro de su piel expuesta. Su estómago
parece que fue cincelado en piedra, y quiero arrastrar mi lengua sobre él.
Presiono mi palma de la mano contra la piel bronceada de su pecho,
arrastrándola hacia abajo, sobre cada protuberancia de su estómago hasta
que rozo la delgada línea de vello que cae por debajo de la cintura de sus
pantalones. Agarra mi muñeca. Apenas tengo tiempo para mirarlo al rostro
antes de que me tuerza el brazo, forzando mi pecho contra la puerta
dolorosamente. Su pecho golpea mi espalda, y puedo sentir su cálido aliento
en mi cuello mientras mi hombro grita como protesta. No debería estar
caliente; no debería hacer que una inyección de adrenalina corra por mis
venas, y aun así lo hace.
Siento las puntas de sus dedos trazar suavemente la longitud de mi
muslo. Cuando roza el cordón en la parte superior de mis medias, suelta un
gruñido ahogado. Sigue adelante, metiendo su mano entre mis piernas.
Mantengo mis piernas firmemente cerradas, y él presiona su muslo entre
ellas, forzándolas a separarse. Sus dedos se deslizan bajo el pedazo de
material que cubre mi coño, arrastrándose sobre mí. Dejo caer mi cabeza
contra la puerta, mordiéndome el labio para no gemir. Mete dos dedos
dentro de mí sin advertencia, y yo grito.
—Esto se parece mucho a la sumisión —gruñe contra mi cuello.
—La sumisión es voluntaria —digo, mi respiración se acelera
desesperadamente mientras se retira y empuja hacia adentro. Sé que estoy
empapada. Me avergonzaría si no fuera por el hecho de que ver su cuerpo
es suficiente para mojarme.
Suelta su agarre en mi brazo, pero sus dedos permanecen enterrados
en mi vagina.
—Siéntete libre de marcharte en cualquier momento. —Arrastra su
lengua por el costado de mi cuello, y trago un gemido. Maldita sea,
encuentra fuerza de voluntad, Georgia. Coloco mis palmas contra la puerta
y aprieto los ojos, encontrando la resolución que aparentemente me falta.
Me alejo de la puerta y me doy la vuelta. Su mano se aleja de mí en el
proceso.
Levanta los dedos, mostrándomelos.
—¿No quieres esto? —Lleva un dedo a sus labios y lo desliza dentro
de su boca, chupándome de su dedo antes de soltarlo—. Di la palabra y esto
se detendrá. —Su voz es baja y gutural, activando cada hormona de mi
cuerpo para que se vuelva loca.
Una ola de pánico se apodera de mí al pensar que se detendría. Lo
quiero a él. Lo he querido durante semanas. Pero lo quiero en mis términos.
Landon no funciona a la perfección, pero es demasiado para mí. Este
hombre no puede ser dominado, ¿pero no lo sabía yo mucho antes de
haberlo traído aquí? Landon Banks no tiene un hueso sumiso en su cuerpo,
y ambos lo sabemos. Tal vez anhelo en secreto su tipo de poder y control.
Antes de pensarlo bien, me lanzo hacía. él, golpeando mi cuerpo
contra el suyo mientras mis labios chocan con los suyos. Arrastro mis uñas
en la parte posterior de su cuello, meto mi lengua en su boca. Gruñe contra
mis labios, sus manos rozando mi cintura y agarrando mi culo,
apretándome con fuerza. Me levanta hasta que mis muslos están envueltos
alrededor de su cuerpo y su rostro está a la altura de mis senos. Succiona
un pezón con su boca, golpeando su lengua contra este y rozándolo con sus
dientes. Agarro un puñado de su cabello, tirando de él más cerca y arrojando
mi cabeza hacia atrás en un gemido de lamento.
Lo siguiente que sé, es que mi espalda golpea el colchón, sacando el
aire de mis pulmones. Se cierne sobre mí, mirándome con hambre en sus
ojos mientras quita su camisa y luego desata su cinturón. Con cada
movimiento, cada sonido, mi corazón palpita, y cuando oigo el bajar de su
bragueta, mi respiración se vuelve dolorosamente ruidosa. Patea sus
zapatos y empuja sus pantalones y boxers por sus piernas hasta quedar
desnudo, excepto la máscara que cubre la mitad de su rostro. Su erección
sobresale delante de él, las gruesas venas que lo rodean como un mapa. Él
me permite mirar, y entonces sus manos están sobre mí, arrancando el resto
del vestido. Me quejaría si no me excitara tanto. Nunca he tenido un hombre
que domine todo de esta manera y no estoy segura de sí amo u odio la falta
de control.
Se inclina sobre mí, sus manos encontrando mis caderas, y luego me
da la vuelta, arrojándome boca abajo contra las sábanas de raso. Vuelvo a
rodar sobre mi espalda otra vez, y me levanto sobre mis codos, mirándolo
con los ojos abiertos.
—¿No te gusta cuando eres tú a quien se follan por detrás? —dice,
hay un tono burlón en su voz.
—Con gusto te follaré. Tengo la correa dentro de mi bolso.
Probablemente te encantaría —le digo sonriente—. Siempre es así.
Respira hondo, su expresión es impasible, no se ve afectado por mi
comentario. Se inclina, colocando una mano sobre el colchón a cada lado de
mi cuerpo. Su mirada se mueve entre mis ojos y mi boca. Me encuentro
levantando la barbilla, acercando mi rostro al suyo. Sus labios apenas rozan
los míos, su lengua deslizándose por mi labio inferior antes de que vuelva a
agarrar mis caderas.
—Estoy bien —dice contra mis labios antes de darme la vuelta otra
vez y agarrar un puñado de mi cabello. Jadeo cuando me tira hacia atrás
con fuerza, inclinando tanto la espalda que tengo que apoyarme en mis
manos extendidas. Siento el movimiento de la cama, y luego sus muslos
presionan contra los míos mientras me monta a horcajadas. Muerde el
lóbulo de mi oreja, metiendo su duro pene en mi trasero.
—¿Te gusta que follen tu culo, Georgia? —pregunta su voz profunda
retumbando sobre mis sentidos.
—Yo... —Muele contra mí, arrastrando su polla sobre mí. Ni siquiera
puedo hablar o formar algo semi-coherente. Suelta mi cabello y se aleja. El
aire frio golpea mi piel haciéndome temblar. Levanta mis caderas con una
mano, mientras me sujeta por la nuca con la otra, presionando mi mejilla
en el colchón. Aprieto los dientes y clavo mis uñas en el colchón, mi
temperamento burbujeando justo debajo de la superficie.
—Sugiero que no me pongas como una perra a la que estás a punto
de follar —gruño.
Se ríe.
—Parece que piensas que tienes algo de control aquí. —Su palma traza
la longitud de mi espina dorsal, antes de agarrar la mejilla de mi culo y
arrastrar sus dedos sobre mi grieta. Me estremezco, porque no estoy segura
de confiar en él, y realmente, ¿qué puedo hacer ahora mismo? Sus dedos
trabajan debajo del patético pedazo de encaje cubriendo mi coño, y entonces
lo arranca, rasgando el material y dejándome completamente expuesta a él.
Los latidos de mi corazón patinan, golpeando contra mis tímpanos en
voz alta.
—Eres jodidamente hermosa —ruge, el gruñido en su voz hace que el
cumplido suene más como una maldición. Estoy segura de que me va a
follar, estoy prácticamente temblando de anticipación, y luego su agarre deja
mi cuello y siento el rastrojo de su barba contra la parte posterior de mi
muslo. Sus manos agarran mis muslos, extendiéndome ampliamente antes
de pasar su lengua sobre mi coño. Oh mi maldito Dios. Meto mi puño en la
boca para dejar de gritar, pero eso se siente increíble. Una risita baja sale
de sus labios antes de que me extienda más y meta su lengua dentro de mí.
Un gemido ahogado sale de mis labios mientras mi coño se estremece a su
alrededor. Doy puñetazos a las sábanas debajo de mí y entierro mi rostro en
el raso. Sus dedos escarban en mi piel lo suficiente como para sentir sus
uñas mordiéndome. Cuanto más me retuerzo, más fuerte presiona su rostro
en mi coño, hasta que estoy presionando contra él, anhelando más. Lo
quiero más profundo hasta que esté enterrado dentro de mí. Un gruñido
bajo sube por su garganta, enviándome una ráfaga de aliento caliente. La
desesperación me consume, y ruedo las caderas hacia atrás, follando su
rostro como una puta sin sentido. Sofoca una risa antes de apartarse,
deslizando sus manos por mis muslos hasta que agarra mi culo. Sus dedos
aprietan, abriendo mis mejillas y poniéndome tensa. Su caliente aliento
sopla sobre mi grieta, y no puedo evitar temblar mientras mi corazón late
como las alas de un colibrí, la anticipación se mezcla con una pizca de
preocupación mientras el monstruo del control en mí levanta la cabeza.
No tengo tiempo para pensar en ello porque su lengua se desliza sobre
mi culo, dejándome boquiabierta.
—Joder, tu culo es increíble —ruge, antes de meter su lengua en mi
agujero otra vez. No debería gustarme, pero joder, es tan obsceno, tan
desinhibido. Presiona su lengua dentro de mí, al mismo tiempo que me mete
dos dedos en el coño. Es una sobrecarga sensorial completa: su lengua en
mi culo, sus dedos en mi coño, la dominación, la posesión. Mierda. Mi
cuerpo se tensa, cada músculo tiembla mientras me folla con la lengua y los
dedos. Mis caderas ruedan contra él por su propia violación, y gime mientras
extiende sus dedos dentro de mí. Oh, mierda. Mi núcleo se tensa, todo
enfocado en un punto antes de que explote, ondulando sobre mis músculos
en una ola de puro placer que parece rodar hacia adelante hasta que
prácticamente le estoy rogando que se detenga. Me desplomo en la cama,
mi pecho palpitando mientras intento recuperar el aliento. Mis piernas
todavía están temblando, y mi coño está tan mojado que puedo sentirlo en
mis muslos.
No puedo ni siquiera encontrarme avergonzada. Giro sobre mi
espalda, mirándolo. Se queda ahí parado, desnudo, cada músculo
bellamente tenso. Parece que fue esculpido en piedra con el único propósito
de destruir mujeres por todo el mundo. Sus dedos están apretados alrededor
de su polla y los músculos de su antebrazo se cierran con el esfuerzo de
acariciar su longitud.
Arrastro mis ojos sobre sus abdominales cincelados, su pecho
perfectamente definido, sus músculos del cuello, la firmeza de su mandíbula
antes de encontrarme con sus ojos. Miro fijamente a esas profundidades
oscuras, mirando como algo destella, algo tan alejado del rígido control que
estoy acostumbrada a presenciar en él. Me siento, mostrándole una pequeña
sonrisa mientras muevo un dedo hacia él. Se arrodilla en la cama, se acerca
a mí y suelta su polla. Sus dedos se enroscan en mi cabello, llevando su
rostro al mío, hasta que estamos ojo con ojo, nuestros labios a centímetros
de distancia. Tira de mi cabello y fuerza mi cabeza hacia atrás antes de
arrastrar su lengua por el costado de mi garganta, pellizcando mi
mandíbula. Pongo mi mano sobre su pecho, tomándolo desprevenido y lo
empujo de nuevo a la cama. Levanta una ceja hacia mí, una sonrisa
divertida tirando de sus labios mientras me mira balancear mi pierna sobre
su cuerpo. Solo quiero sentir su polla presionándome. Bajo mi cuerpo,
deslizando mi coño sobre su polla lentamente, sintiendo cada centímetro
duro de él. Traga con fuerza y sus labios se separan ligeramente, su lengua
parpadeando sobre su labio inferior mientras sus ojos se entrecierran detrás
de esa máscara oscura. Agarra lo que queda de mi vestido, colgando
inútilmente alrededor de mi cintura y saca el material, rasgándolo
completamente antes de desecharlo en algún lugar más allá de la cama. Su
cálida palma se presiona contra mi estómago, haciendo su camino hasta mi
pecho y lo aprieta con fuerza.
Trazo mi mano sobre sus abdominales, levantándome de rodillas
mientras alcanzo por debajo de mí y empuño su gruesa polla, mis dedos a
duras penas envuelven todo el camino. Miro cómo su pecho se mueve
desigualmente, sus ojos siguiendo cada uno de mis movimientos mientras
bajo sobre su polla. Muerdo mi labio mientras la cabeza empuja dentro de
mí. Cada músculo de su cuerpo está rígido y su mandíbula se aprieta
mientras yo bajo lentamente y luego me levanto de nuevo. Se muerde en el
labio inferior y agarra mis caderas, forzándome a bajar con fuerza, sacando
todo el aire de mis pulmones. Hay un pequeño mordisco de dolor mientras
mi coño se estira a su alrededor, ajustándose a su tamaño. Se muerde el
labio, sus fosas nasales ensanchándose mientras me mira.
Ruedo mis caderas sobre él y mierda santa; se siente tan bien, tan
grande dentro de mí. Sus dedos se clavan en mis caderas, empujándome
hacia abajo, forzándome a tomar cada centímetro duro de él. Mi clítoris roza
sus abdominales que se tensan y flexionan con cada movimiento, enviando
chispas de electricidad que vuelan por mi cuerpo.
—Móntame —ordena, haciéndome rodar las caderas cada vez más
rápido. El sudor cubre mi cuerpo, y mis pulmones están palpitando como si
acabara de correr una maratón. Se ríe a carcajadas antes de tomar mis
manos y juntar mis muñecas, sosteniéndolas con una mano. Entonces
flexiona sus caderas, moviéndose debajo de mí. Dejo salir un pequeño
chillido mientras me voltea sobre mi espalda, sujetando mis manos por
encima de mi cabeza. Acerca su rostro al mío, sonriéndole al ceño fruncido
de mi rostro. Se burla con sus labios sobre mi cuello, hundiendo sus dientes
en mi piel mientras sale de mí y luego vuelve a entrar. Mi boca se abre en
un grito silencioso mientras me folla brutalmente, empujándome hacia la
línea de dolor y placer con cada empuje.
Arroja la cabeza hacia atrás con un gruñido, empujando aún más
fuerte. Observo una gota de sudor rodar por el rastrojo de su garganta y
entre sus pectorales antes de que caiga sobre mi pecho. Mi espalda se
inclina mientras abro más las piernas, empujando mis talones en el colchón
y encontrándome con él en cada empujón. Presiona su rostro contra mi
cuello, dejando salir un gemido mientras acelera el ritmo, follándome más
rápido. Mi corazón se tensa, y mi piel gotea de calor mientras el orgasmo me
atraviesa. Mi coño se aprieta contra su polla, y un rugido gutural sale de
sus labios mientras se prepara en sus antebrazos, arrojando su cabeza
hacia atrás a medida que sus empujes se vuelven rígidos y desarticulados.
Se viste antes de pasearse casualmente hacia la cama. Se para sobre
mí, sus ojos marcando las líneas de mi cuerpo desnudo antes de ofrecerme
su mano. La tomo, permitiéndole que me levante. Sus ojos se clavan con los
míos mientras se agacha entre mis rodillas. Su otra mano se mueve hacia
la parte posterior de mi cuello, agarrando mi nuca y tirándome hacia delante
con fuerza.
Sus labios se tornan en una sonrisa irónica.
—Ya veremos. —Abro la boca para hablar, pero presiona sus labios
contra los míos, invadiendo mi boca con su lengua. Cuando se aleja, no
recuerdo lo que iba a decir—. Recuerda gatita; tú pediste esto. Aún no he
terminado contigo.
Y entonces se levanta, se da la vuelta y sale de la habitación,
dejándome desnuda y sin palabras en la cama. Miro mi vestido destrozado
en el suelo. Idiota. Lo bueno es que Masque está preparado para tal
situación. Es un club de sexo después de todo.
16
Todo un fin de semana de estar en mi apartamento no ha sido bueno.
Me dio demasiado tiempo para pensar. Demasiado tiempo para repetir el
viernes por la noche una y otra vez en mi mente como un maldito porno,
mirándolo controlarme y dominarme en todos los sentidos, mirándome
gemir como una puta mientras él lo hacía. Cuando se lo propuse, fue como
un medio de controlar la situación e instigar el cuándo, dónde y cómo, pero
lo único que logré controlar fue el cuándo y dónde, porque el cómo fue todo
él.
Debería odiar la sensación de sus manos alrededor de mi garganta, de
él dominándome y tomando lo que quería, pero no lo hacía, y eso me
preocupa. De que no solo me controló, sino que me gustó… eso no es bueno.
Es domingo por la noche y Quinn está sentada en mi sofá, una copa
de vino en su mano mientras me mira ir y venir frente a la mesa de café.
—¿Entonces qué vas a hacer? —pregunta.
—No lo sé.
Suspira y se inclina hacia adelante, colocando la copa de vino sobre
la mesa y aplaude al juntar sus manos cuando sus ojos encuentran los míos.
—Voy a darte algo de amor duro. —Genial—. Tomaste la decisión de
follarlo contra tu mejor juicio. —Abro la boca para responder, y levanta una
mano—. Y por una buena razón, así que supéralo, princesa. Fóllalo de
nuevo, ignóralo, simple, como sea, pero no te quejes por algo que tu
provocaste. Eres una adulta. Lidia con ello.
La fulmino con la mirada.
—Eres una perra.
Se encoge de hombros, levanta su copa y se recuesta en el sofá.
—Ah, pero tengo razón. —La tiene. Mierda.
***
El lunes por la mañana, estoy tan nerviosa, que estoy despierta y en
el gimnasio a las seis en punto. Corro hasta que mis piernas están
entumecidas y el sudor recubre todo mi cuerpo. Cuando llego al trabajo,
golpeteo mi pie nerviosamente, esperando a que el elevador haga su camino
hacia la parte superior del edificio. Cuando salgo, ni siquiera doy una
mirada a Susan. Simplemente voy a entrar, entregar a Angus mi renuncia y
salir. Por supuesto, daré un aviso de un mes. Tendré qué; esos son los
términos de mi contrato. Y viendo que no estoy dispuesta a admitirle a
Angus la verdadera razón por la que me voy, es una resolución amistosa del
contrato, y por lo tanto los términos deben ser respetados. Al menos Landon
sabrá cuál es mi posición. Fue un error.
Mi estómago se revuelve horriblemente al entrar en la oficina. Landon
no está en ningún lugar a la vista, y libero el aliento que no sabía que había
estado aguantando mientras me acerco a su escritorio vacío y pongo el sobre
en el centro. Me detengo un segundo, mis ojos se fijan en el papel blanco
mientras trago fuerte. Me agrada Angus. Me gusta este trabajo. No quiero
irme, pero es lo mejor. Mi vida ha sido siempre blanco y negro, clara, sencilla
y con un único enfoque en mente. Ahora Landon la ha pintado
repentinamente en un caleidoscopio de grises en el espacio de dos cortas
semanas. Él es una mancha negra en mí de otro modo impecable registro y
el hecho de que yo permití todo eso por el bien de la lujuria... me pone
enferma. Así que necesito irme, tengo que alejarme de él, alejarme de esto,
porque a pesar de lo que antes pensaba, no soy tan estúpida como para
creer que simplemente podemos olvidarlo. Ciertamente yo no puedo.
Me obligo a darme la vuelta y salir. Vuelvo a mi oficina y comienzo a
trabajar durante el día, esperando ansiosamente que suene el teléfono y que
Angus me llame a su oficina.
Eva entra y sale, me mira con nerviosismo y me pregunta
continuamente si estoy bien. La ahuyento cada vez, la envío a tareas de poca
importancia que realmente no necesita hacer. Por supuesto, lo sabe, y eso
la hace sospechar más. No soy una persona que hace amigos fácilmente,
pero me gusta Eva, así que hago todo lo posible para no ser una perra, y
créeme, no me resulta fácil.
Es casi mediodía cuando la puerta de mi oficina se abre de golpe, y
Landon entra sin tocar, cerrando y bloqueando la puerta detrás de él. El
sonido de la cerradura al hacer clic parece reverberar alrededor de la
habitación mucho más fuerte de lo que debería.
Se gira para mirarme al rostro, colocando sus manos sobre sus
caderas mientras inclina su rostro hacia abajo, concentrándose en el suelo.
Su imagen generalmente inmaculada está irritada esta mañana. Faltan su
chaqueta y corbata, y las mangas de su camisa están enrolladas,
exponiendo sus gruesos antebrazos. Tiene el cabello revuelto como si llevara
toda la mañana arrastrando las manos sobre él. Tomando un respiro
tembloroso, recuerdo lo que sentí al tener mis dedos en su cabello, su polla
dentro de mí, su lengua sobre mí, su cuerpo contra el mío. Mi mente repite
la imagen de él moviéndose debajo de mí, sus bíceps tensándose mientras
me forzaba hacia abajo en su polla, sus abdominales rodando con cada
empuje. Oh Dios. Aprieto mis muslos mientras mi ropa interior se vuelve
incómodamente mojada. Lucho contra el impulso de abanicarme a mí
misma mientras una descarga caliente cubre mi piel. Y todo el tiempo se
queda ahí parado, negándose a mirarme. Sí, definitivamente necesito irme.
Espero, mi corazón late tan fuerte que estoy segura de que puede oírlo en el
ensordecedor silencio de la habitación.
—¿Por qué? —pregunta, levantando su mirada a la mía, me hace
retorcerme bajo su escrutinio. Aprieto mis puños bajo el escritorio, dejando
que mis uñas muerdan las palmas de mis manos en un intento por sacar
mi mente de la maldita cuneta.
—Tú sabes por qué —susurro. No puedo hablar apropiadamente.
Entrecierra sus ojos hacia mí, inclinando la cabeza hacia un lado
mientras avanza lentamente hacia el escritorio. Se inclina, apoyando las
palmas contra la madera. Me recuesto, tratando de poner tanto espacio
como sea posible entre nosotros. Una sonrisa se apodera de su rostro, pero
no es la habitual sonrisa sexy, esta se tuerce con algo oscuro y duro.
—¿Me he perdido algo? —pregunta. Frunzo el ceño confundida—.
Porque la última vez que lo comprobé, fuiste tú quien me invitó a su secreto
club de sexo, y ahora estás corriendo. —Sacude la cabeza—. Pensé que
podías separar las cosas, Georgia. —Inquietud se arrastra sobre mí por el
indicio de decepción en su voz. Espera, ¿qué? ¿Por qué carajo me importa
una mierda lo que él piense? Esto es sobre mí y mi carrera. No, esto es sobre
mi amor propio.
Arreglo mi expresión en una máscara de acero y me levanto de la silla,
me acerco a él hasta que el escritorio golpea la parte delantera de mis
muslos.
—No estoy corriendo. Estoy haciendo lo mejor para mi carrera —gruño
entre dientes apretados.
—No me importa si te vas. Hay un centenar de corredores listos para
tomar tu lugar, pero Angus ya piensa que te follé. Se va a quejar como un
hijo de puta.
Lo fulmino con la mirada.
—¿Por qué pensaría eso? —espeto.
Inclina la cabeza hacia un lado.
—Puede que tenga algo que ver con el hecho de que la mayoría de los
días me miras como si quisieras follarme y cortarme la garganta al mismo
tiempo. —¡Joder si lo hago!
—No te miro como si quisiera follarte —siseo, tratando de mantener
mi voz baja. Eva es una perra entrometida, y está totalmente en el equipo
de “follar a Landon”, así que probablemente tiene su oreja apretada contra
la puerta ahora mismo—. Ves, por esto me voy —digo apuñalando mi dedo
en el escritorio y mirándolo fruncir el ceño.
—¿Por qué susurras? —dice, acercando su rostro aún más a mí.
Me pongo de pie de nuevo, arrojando mis manos al aire.
—¡Oh, no lo sé, tal vez porque no quiero que toda la oficina sepa que
me acosté con el jefe! —siseo en voz baja.
Pone sus ojos en blanco y se mueve alrededor del escritorio. Imito su
acción, poniendo más espacio entre nosotros mientras intenta acercarse.
Eventualmente, termino al otro lado en un punto muerto, mientras él se
queda de pie frente a mi silla, una mirada incrédula en su rostro.
—¿En serio? —Suspira, arrastrando una mano sobre el rastrojo en su
rostro—. Me invitaste a ese club sabiendo que tendrías que volver aquí
después. ¿Qué cambió? —Sacudo la cabeza, aprieto los ojos y muerdo mi
labio inferior. Me quedo así por largos momentos, tratando de arrastrar mis
confusos pensamientos en algún tipo de orden. No lo oigo moverse, hasta
que su pecho roza mi brazo. Mis ojos se abren y lo miro de reojo—. ¿Qué
cambió? —me pregunta de nuevo, más suave esta vez.
Mis ojos se encuentran con los suyos, y hay un toque de silencio, una
pausa ansiosa que parece extenderse entre nosotros.
—Lo jodí —le digo.
Se inclina a mi lado, bajando su rostro para que sus labios estén en
mi oído.
—Perdiste el control —murmura—. Y ahora estás entrando en pánico.
—Dios, tiene razón. Tiene toda la razón. Fui estúpida al pensar que tendría
incluso un gramo de control cuando se trata de este hombre.
—Como dije, lo jodí. —Giro mi rostro así nuestros labios casi se
tocan—. Regla número uno. Nunca folles al jefe.
Sus labios se retuercen, formando una sonrisa irónica.
—En esta oficina, soy tu jefe, pero en ese club no soy nadie,
¿recuerdas? —Asiento—. Solo un tipo con una máscara.
Solo un tipo con una máscara. Ojalá fuera así. Landon Banks nunca
podría ser' “solo” cualquier cosa, por mucho que lo intente. Frunzo el ceño,
arrancando mi mirada de la suya y centrándome en el horizonte londinense,
cada rascacielos reflejado en las ventanas del siguiente, como una
gigantesca casa de espejos. Respiro hondo antes de girarme hacia él.
—¿Es realmente así de simple para ti? —pregunto, la tensión sexual
a la que me he acostumbrado tanto crepita entre nosotros como un ser
viviente. No me pierdo la forma en que sus ojos parpadean de nuevo hacia
mis labios por un momento.
—Es así de simple —me asegura, dando un paso atrás y levantando
las manos en un gesto de rendición—. Mira, no hay necesidad de irse. —
Sonríe satisfecho. Aprieto mis labios y analizo la situación en mi mente.
Avanzo y retrocedo mientras él me observa todo el tiempo, esperando
pacientemente mi respuesta.
—Necesito pensarlo.
No dice nada mientras toma un trozo de papel del bolsillo de su
chaqueta y lo pone en el escritorio frente a mí. Lo levanto, lo desenvuelvo y
leo mis propias palabras, mi renuncia.
—Reúnete conmigo en el Club Mayfair esta noche —dice, con un tono
de súplica en su voz—. No tomes ninguna decisión hasta entonces.
Esto es estúpido. No debería darle más oportunidades de escarbar
bajo mi piel. Creo que soy lo suficientemente fuerte como para luchar contra
él, pero claramente no lo soy. Hay una razón por la que me lo follé en primer
lugar. No tomé esa decisión a la ligera. Si soy honesta, estoy huyendo porque
no confío en mí misma cerca de él. Landon es una fuerza a tener en cuenta,
y su tipo de ataque es uno que mis hormonas no parecen ser capaces de
combatir. Nunca he tenido una debilidad en mi vida, pero parece que es él.
Debería devolverle mi renuncia y decirle que se vaya a la mierda. Debería es
la palabra clave.
—¿A qué hora? —me escucho decir.
17
Estoy un poco borracha cuando bajo las escaleras al bar Mayfair. He
estado en Rouge con Quinn durante las últimas dos horas, escuchándola
adivinar todas las razones imaginables de por qué me ha pedido venir aquí.
Según ella, me está despidiendo o quiere que me convierta en su muñeca
para follar.
Miro alrededor del bar, pero no puedo ver a Landon, él no debe estar
aquí todavía. Ordeno un martini y una bolsa de Mexy. La camarera se pone
a trabajar preparando la bebida antes de colocarla junto con la bolsita de
polvo blanco frente a mí. Estoy demasiado borracha para hablar con Landon
en este momento. Dios sabe que necesito cada gramo de pensamiento
sensible cuando estoy cerca de ese hombre.
Me tomo la bebida de golpe y luego me dirijo al baño. Tan pronto como
aspiro la pequeña línea de polvo blanca, el Mexy me golpea, aleja la borracha
niebla que me rodea y la reemplaza con una mayor conciencia de todo lo
demás. Arrastro una mano por mi cabello y me pongo una nueva capa de
lápiz labial antes de salir del baño.
Veo a Landon enseguida sentado en un taburete del bar; su codo
apoyado en la barra y una sonrisa sexy en sus labios mientras una morena
con un vestido ajustado ríe de algo que él dijo. Él es mi jefe; debería ser
indiferente a todo lo que hace, y, sin embargo, al instante me pregunto si la
follaría. Camino hacia él, balanceando mis caderas con cada paso.
Su mirada gira rápidamente sobre el hombro de la mujer, siguiendo
mi progreso hacia él. Me acerco, inclinando mi cuerpo entre él y la mujer y
colocando una mano sobre su pecho.
—Querías hablar —digo, arqueando mi ceja.
Una sonrisa maliciosa levanta la esquina de sus labios.
—Fue un placer conocerte —dice a la morena. Puedo imaginar la
expresión de decepción en su rostro, después de todo, ¿quién no quiere follar
con Landon Banks?
Él se pone de pie y pasa un brazo por mi cintura, tirando de mí con
fuerza contra su costado con un movimiento posesivo. Baja su rostro hacia
el mío mientras me aleja del bar y mis pulmones se congelan cuando su
aliento toca mi mejilla, sus labios tan dolorosamente cerca.
—Estás drogada —comenta secamente.
Me enfoco delante de mí, negándome a mirarlo.
—La última vez que revisé, no tienes voz en lo que hago en mi tiempo
libre. —Lo miro, arqueando una ceja.
Me ignora, y nos detenemos en una puerta situada en una pared
oscura. Nunca la había notado antes. Se abre en un pasillo corto con otra
puerta al final. Desliza una tarjeta sobre la caja metálica al lado del marco
de la puerta y suena un zumbido bajo antes de que la puerta haga clic.
—¿Es aquí donde me dices que eres el dueño de este lugar? —me
quejo.
Sacude la cabeza.
—No, simplemente tengo una membresía exclusiva. —Entro en la
habitación más allá de la puerta. Es una versión más pequeña del bar
principal, pero más íntimo. Las mesas están bien espaciadas con cortinas
transparentes atravesadas por las pequeñas cabinas de las esquinas.
—¿Una membresía exclusiva en un club ya exclusivo? —pregunto.
Quiero decir, ¿en serio? Simplemente se encoge de hombros mientras toma
asiento en la cabina situada en la esquina. Nadie más está aquí excepto el
barman, y la falta de gente me pone nerviosa.
Me siento frente a él, recostándome contra el asiento y manteniendo
mis manos en mi regazo. Me mira como un depredador que busca debilidad.
Espero que hable primero porque él fue quien me trajo aquí. Cuanto más se
prolonga el silencio, más me inquieta. Dios, ¿por qué me pone tan nerviosa?
Desabrocha su chaqueta y desliza su mano, saca un sobre delgado
del bolsillo interior y lo coloca sobre la mesa, deslizándolo frente a mí y
retrayendo su mano.
—¿Qué es esto? —pregunto, mirándolo sospechosamente.
Junta sus manos en la mesa frente a él.
—Ábrelo. —Su expresión es dura mientras me mira fijamente,
esperando.
Recojo el sobre y retiro la solapa sin sellar, sacando la única hoja de
papel. Mis ojos se deslizan por las primeras líneas y se abren de par en par.
—¿Un contrato? —pregunto, mirándolo con incredulidad. Asiente—.
¿Por qué? ¿Es esto una especie de broma? —espeto, mi temperamento se
elevándose.
—No, no es broma. —Niega con la cabeza y golpea su dedo índice
contra su labio inferior—. No puedo ser profesional contigo, Georgia —dice,
y me congeló.
—¿Oh? —incito.
—Sé lo que es follarte —dice bruscamente, el sonido de su voz pone
mi piel de gallina—. Sé a qué sabes, cómo suenas cuando te vienes. —Oh
Dios, no puedo respirar. Aparto los labios en un estupefacto aliento y sus
ojos se posan en mi boca—. Y me deseas, o no sentirías la necesidad de
entregar tu aviso. —No lo niego. No puedo—. Entonces eso nos deja en un
callejón sin salida, una situación aparentemente imposible.
—Entonces, ¿por qué no me dejas ir? —pregunto.
Se inclina, sus ojos se entrelazan con los míos y se oscurecen.
—Una probada no fue ni siquiera cerca de ser suficiente, gatita.
Aprieto mis muslos juntos, incapaz de apartar mi mirada de la de él.
—No voy a ser tu follada de sucia oficina. —Logro decir a través de mi
apretada garganta.
Señala el papel en mi mano.
—Este es un contrato que describe detalles muy específicos, límites
por así decirlo. La oficina está fuera de los límites.
Paso por alto la rápida escritura.

Acuerdo entre Landon Banks (en adelante referido como, “El Primero”)
y Georgia Roberts (en adelante referida como, “El segundo”). 1. El Secundario
se apegará a sus términos de empleo actuales y tratará al Primero con el
respeto que debe otorgarse a su empleador. 2. El Primero y el Segundo se
reunirán en el horario acordado en “Masque”, y solo dentro de este
establecimiento se permitirá la actividad sexual. El Primero y el Segundo no
pueden realizar ninguna actividad sexual fuera de “Masque”. 4. Ninguna de
las partes puede hablar de su tiempo dentro de “Masque” .5. Ninguna de las
partes discutirá los términos de este contrato. 6. El incumplimiento de este
contrato dará lugar a la terminación inmediata del contrato. 7. Si el Primero
incumple los términos del contrato, abandonará Redford and Banks en el
futuro previsible. 8. Este acuerdo de ninguna manera afecta el empleo o la
carrera del Segundo. 9. Este acuerdo continuará hasta que una o ambas
partes lo declaren nulo.
Ahí abajo está la firma de Landon, con un espacio para el mío y mi
nombre escrito debajo de la línea.
—¿Quieres un contrato para follar? —pregunto incrédula.
Se inclina hacia adelante, sus ojos se encuentran con los míos.
—Quiero follarte Georgia, pero has trabajado duro para llegar a dónde
estás. Puedo respetar eso. Así que aquí está, en blanco y negro con líneas
claras, tal y como te gusta.
—Hiciste un contrato —repito—. Solo para que puedas follarme.
Una sonrisa traviesa se abre camino en su rostro.
—Te prometí que me follaría ese dulce culo tuyo —dice, su voz apenas
sobre un gruñido—. Mantengo mis promesas.
—¿Y qué pasa si yo quiero follar a tu dulce trasero? —pregunto,
arqueando una ceja.
Resopla una risa.
—Puedes probar.
Tomo una profunda respiración, porque todo bromeando, codiciando
y maldiciendo a un lado, esto es serio. Si firmo esto, acepto algo que no estoy
segura de poder controlar. Ya siento que me estoy volviendo loca con él, y
eso sin la participación del sexo.
Me mira cuidadosamente.
—Ambos sabemos cómo va esto. O te follo o te rindes.
—¿Me estás chantajeando ahora? —grito.
—Simplemente estoy diciendo un hecho. Volverá a suceder porque no
puedo evitarlo y tampoco tú puedes. —Tiene razón. Él es como el crack y
verlo todos los días es tortuoso para mi adicto interior. Mi mundo
estrictamente reglamentado está en peligro debido a este hombre, pero si
hay un contrato, entonces el acto de follarlo se reglamenta, con su propio
conjunto de reglas. Puedo controlar esto, y ese control me hace sentir
segura, incluso si es una falsa sensación de seguridad. O tal vez esto es
exactamente lo que necesito, para crear un nuevo conjunto de reglas que se
adapten a esta situación particular.
—¿Tienes un bolígrafo? —pregunto.
Su expresión permanece estoica mientras saca un bolígrafo de su
bolsillo interior, sosteniéndolo hacia mí. Lo tomo y coloco el papel sobre la
mesa frente a mí. Sé que todo esto es ridículo y que este contrato de ninguna
manera es vinculante, pero siento que estoy despidiendo mi vida,
prostituyéndome a mi jefe. ¿Tal vez quiero ser su puta? Mierda, ni siquiera
sé qué carajo quiero.
Coloco el bolígrafo en el papel y garabateo mi firma en este, el negro
parece manchar el espacio en blanco. Me quita el papel antes de que la tinta
esté seca, lo dobla y lo vuelve a colocar en el bolsillo.
—¿Y ahora qué? —pregunto.
—Ahora... —Se desliza fuera de la cabina y se pone de pie, pasando
sus manos por la parte delantera de su chaqueta—. Vamos a Masque.
Trago mientras mi corazón da un salto enloquecido, martilleando a
través mis venas como un tren de carga.
—¿Ahora? —tartamudeo, de pie sobre piernas temblorosas de repente.
Mierda, odio que él me ponga nerviosa. Odio que me convierta en una de
esas mujeres que desprecio.
18
Entro a Masque, innecesariamente consciente de Landon a mi lado.
Estoy convencida de que todos nos miran como si fuéramos una de esas
parejas raras que les gusta columpiarse. Por supuesto, a nadie le importa
una mierda. Aquí no hay normalidad, todo es propio y vale. Miro a mi
alrededor, pero antes de poder dar un paso, me arrastran a una de las
pequeñas alcobas a solo tres pasos de la puerta principal. Está cubierta por
una cortina de satén negro de piso a techo que se coloca detrás de nosotros.
El club está lleno de estos rincones, privados, pero aun así ofrece la emoción
que viene con la posibilidad de ser atrapado.
No sé lo que estaba esperando, pero en un minuto estoy de pie, las
manos de Landon están envueltas alrededor de mi cintura, levantándome y
forzándome contra la pared. Cualquier duda que persista se extingue
completamente bajo su toque, no desaparece, sino que se olvida. No puedo
pensar en nada más que en él. Mis piernas se envuelven alrededor de sus
caderas y mis manos alrededor de su cuello, aferrándome a él para
apoyarme. Siento su aliento caliente en mi garganta antes de que sus labios
presionen contra la piel suave, deslizándose en una línea hasta el lado de
mi cuello. Mis pulmones se sienten muy pequeños, incapaces de atraer
suficiente aire. Sus labios han estado en mi piel por unos segundos y ya
estoy mojada y desesperada. No es solo el hecho de que me esté tocando, es
la falta de culpa. Siento que mi firma en ese contrato me ha liberado de
alguna manera y mientras esté dentro de estas paredes, puedo desear todo
lo que quiera después de Landon. Él me desea y yo lo deseo y aquí, en este
club, eso es todo lo que importa.
Le agarro un puñado de cabello, jalo su cabeza hacia atrás y lo obligo
a que me mire. La máscara negra cubre sus ojos en la sombra haciéndolos
ver más oscuros de lo que ya son. Inclino mi rostro hacia abajo, rozando los
labios sobre los suyos burlonamente. Sus fuertes respiraciones soplan sobre
mis labios. Puedo saborear el escocés persistente en su aliento. Sus labios
se abren cuando muevo mi boca a la suya y chupo su labio inferior dentro
de mi boca, mordiéndolo. Gime, sus dedos clavándose en mis muslos.
—Necesito follarte —gruñe en mi garganta.
Dios, y necesito que me folle. Sus dedos se deslizan, permitiéndome
estar de pie. Presiona sus labios contra los míos antes de que se vaya. Me
siento sonrojada e inestable. Ojalá pudiera decirte por qué Landon me afecta
tanto. Dios sabe, normalmente es el tipo de hombre que odio y créeme, lo
odio, pero no puedes luchar contra la atracción animal. Y este nivel de
atracción es su propio tipo de adrenalina, un poco de adrenalina para el
alma. En un mundo donde el profesionalismo y la imagen lo son todo,
necesito desesperadamente esa adrenalina. Landon es mi propia rebelión
personal.
Él empuja a través de la delgada cortina y lo sigo, permitiéndole que
me conduzca por las escaleras.
Una vez dentro de la habitación, cierra la puerta detrás de mí y
empieza a quitar sus gemelos, colocándolos en una mesita lateral con un
pesado tintineo. Su manera tranquila tiene mi corazón latiendo tan fuerte
que estoy segura que debe poder oírme.
Veo cómo se quita la camisa y luego se sienta en el borde de la cama,
quitándose metódicamente los zapatos, calcetines y pantalones. Todo en él
es controlado, casi inquebrantable.
Ya veremos. Bajo la cremallera de mi vestido y lo deslizo por mis
brazos antes de salir del material. Me quito el sostén mientras camino hacia
donde está sentado. Sus ojos se elevan lentamente, posándose sobre cada
línea y curva de mi cuerpo vestido con bragas francesas rojas de encaje y
tacones altos. Nada más.
Sonrío mientras cuelgo una pierna sobre sus muslos y me inclino
sobre su regazo, montándome a horcajadas sobre él. Le pongo una mano en
el pecho, sintiendo que se levanta y cae bajo la palma de mi mano. Landon
es todo hombre, su cuerpo es una obra de arte, esculpido y afinado a la
perfección y quiero poseerlo.
Arrastro mi mano hacia abajo, permitiendo que mis dedos rastreen
cada bulto y surco de sus abdominales antes de deslizarme por debajo de la
cintura de sus boxers. Levanto mis ojos a los suyos, mirando sus ojos
oscuros mientras aprieto su polla. Sus dientes se aprietan y sus ojos se
cierran mientras yo trabajo mi mano sobre él, apretando fuertemente. Me
muevo más abajo, agarro sus bolas, las rodeo en mi mano mientras froto mi
dedo índice contra su mancha. Su respiración se recupera y lanza la cabeza
de nuevo hacia atrás con un gemido bajo. Ver a un hombre deshacerse es
siempre satisfactorio, pero ver a un hombre como Landon deshacerse es otro
nivel.
Raspo las uñas sobre la barba de su rostro y me inclino, presionando
mis labios con los suyos. Me besa de nuevo, pasa las manos por mis muslos
antes de agarrarme y me lanza de costado. Aterrizo de espaldas en el
colchón, el aire deja mis pulmones apresuradamente. Todavía me estoy
aferrando a su dura polla cuando él se arrastra sobre mí, empujándome
más lejos en la cama mientras él se va. Se aleja y mi mano deja sus boxers,
golpeando el elástico contra su piel con un pequeño chasquido mientras se
sienta en sus caderas. Sus dedos se enganchan en mi ropa interior,
arrastrándola por mis piernas y lanzándola a un lado antes de que me voltee
hacia mi frente y agarre mis caderas hasta que me empuja sobre mis codos
con el trasero en el aire. Parece que no le gusta mi frente. Mis respiraciones
se vuelven erráticas cuando lo miro por encima del hombro. La adrenalina
inunda mi sistema, esa pequeña chispa de excitación que se enciende en mi
pecho.
Sus dedos suben por mi columna y me da escalofríos, se me pone la
piel de gallina. Sus labios siguen el camino de sus dedos y gimo cuando su
lengua pasa por detrás de mí cuello. Landon es un artista anticipado. Me
tiene desesperada, pendiendo de un hilo, sintiendo como si pudiera gritar si
no me toca y justo cuando me acomodo en sus suaves toques, cambia, su
toque se convierte en chupetones y fuerza. Me excita tanto que apenas
puedo ver claro.
Pellizca el lóbulo de mi oreja y giro mi cabeza hacia un lado,
permitiéndole el acceso a mi cuello. Agarra mi mandíbula, girando mi cabeza
hacia atrás hasta que tenga acceso a mis labios. Su lengua traza la costura
de mis labios mientras su polla presiona contra mí, lentamente empujando
dentro de mí centímetro por tortuoso centímetro. Estrangulo un gemido en
mi boca mientras se desliza dentro de mí. Puedo saborear sus respiraciones
desgarradas en mi lengua mientras se detiene, los dedos alrededor de mi
mandíbula apretando. Empieza a moverse, sus caderas rodando y
provocando una serie de gemidos. No puedo moverme con el agarre que tiene
en mi rostro; mi cabeza hacia atrás y mi espalda inclinada, permitiéndole
que me folle tan profundo que simplemente pasa la barrera del placer y el
dolor.
—¡Joder! —escupe, soltando mi mandíbula y agarrando mi nuca,
forzando mi mejilla en el colchón mientras se levanta detrás de mí,
agarrando mi cadera y golpeando dentro de mí.
Estoy agarrando puñados de las sábanas y gimiendo su nombre
mientras sudor cubre mi cuerpo. Su mano deja mi cuello y traza mi
columna, sobre la raya de mi trasero. Su tacto es suave, burlón, aunque me
folla como si quisiera trepar dentro de mí.
Lo oigo escupir y siento el líquido caliente que cae en mi hendidura.
Mi respiración se dificulta.
Carajo, no debería estar caliente, pero Dios mío sí. Es jodidamente
sucio.
—Te prometí que tomaría este dulce trasero, gatita —dice entre
respiraciones fatigadas. Siento un dedo presionándome ahí y me pongo
tensa.
Suelta una risa entrecortada.
—Relájate. —Sus empujes son lentos y respiro hondo, presionando mi
frente contra el colchón. ¿He tenido un dedo antes en el trasero? Bueno, sí,
¿quién no? Pero cuando me mete un dedo en el trasero amenazándome con
el monstruo que lleva en los pantalones. Sí, no es tranquilizador. Trabaja su
dedo en mi culo mientras que continúa su maldito ritmo follando mi coño.
Poco a poco va tomando el ritmo y maldición; el hombre puede hacer magia.
Se siente tan bien. Cuando estoy gimiendo y mordiendo mi propio brazo, me
mete otro dedo. Mierda.
Y luego se va a la ciudad a joderme con todo lo que tiene, su polla
enterrada en mi coño mientras sus dedos entran y salen de mi culo. Todo
se construye, tambaleándose en un precipicio que se siente como si pudiera
matarme o hacerme venir más duro de lo que nunca he venido en mi vida y
lo hago. Caigo, tropezando a través de una ola tras otra de orgasmo hasta
que grito su nombre como una oración. Me sigue follando hasta que le
suplico que pare y se retira. Me desplomo boca abajo sobre el colchón
temblando y estremeciéndome, mis músculos completamente flojos. Sus
manos nunca dejan mis caderas, manteniéndome en posición mientras me
esfuerzo por respirar.
Frota su polla en mi trasero, pero estoy demasiado jodida para
moverme o reconocerlo. Sus dedos se clavan en las mejillas de mi trasero,
extendiéndolas ampliamente antes de que escupa otra vez, usando su polla
para esparcir la humedad que cubre mi coño por todo mi culo. Me va a follar
allí y no es algo que yo haya hecho nunca, pero por alguna razón, quiero
dejarlo. No puedo justificármelo a mí misma, pero quiero su marca de
inmundicia y dominación.
Subo sobre mis codos y los entierro, preparándome para ello.
—Relájate, gatita.
Y estoy relajada, lo que fue bien jugado por su parte. Se presiona sobre
mí y se siente más grande que sus dedos.
—Relájate —repite.
Pasa por el anillo de músculo y arde como una perra. Muerdo mi labio
mientras empuja, deslizándose más y más dentro de mí. Muerdo mi labio,
tomando todo lo que me da sin hacer un solo sonido. Bien, ahora siento un
poco de pena por Apolo. Nunca he sido tan gentil con él.
Hay presión y dolor, pero en cuanto está dentro de mí, se detiene.
Puedo sentir sus manos temblando en mis caderas.
—¡Jesús, joder! —grita, cayendo hacia delante y presionando sus
labios en mi espalda—. Tu culo está tan apretado —resopla.
Cuanto más tiempo se queda allí, más me relajo y cuando empieza a
moverse, muerdo mi labio por razones completamente diferentes. Sus
movimientos son lentos y van acompañados de una serie de gemidos.
Miro por encima de mi hombro viendo la forma en que su cuerpo
explota con moderación, la forma en que los músculos de su cuello se
destacan al lanzar la cabeza hacia atrás. Quiero que se rompa de la misma
manera que me rompe a mí. Quiero que cruce el punto de no retorno donde
un orgasmo se convierte en mucho más, así que lo hago.
—Córrete dentro de mí, Landon. Quiero que te corras en mi culo. —
Su cabeza cae hacia delante, sus ojos encontrándose con los míos, negros,
sin fondo, salvajes. Sus caderas se mueven más rápido, chocando contra
mí. Le toma segundos para hacerse añicos, corriéndose fuerte y gritando mi
nombre como una maldición, una y otra vez. Cuando termina, se retira de
mí, cayendo de espaldas y cerrando los ojos mientras su pecho sudoroso y
chorreante jadea.
Dejé que Landon tomara algo que nunca pensé que daría. Me lo he
follado dos veces, y me siento poseída y marcada de todas las maneras
posibles. Puede que tengamos un contrato para follar, pero ahora mismo
siento como si acabara de firmar la escritura de mi cuerpo.
19
Estaba ansiosa de ver cómo funcionaría el pequeño acuerdo entre
Landon y yo cuando volvimos a la oficina, pero ha estado bien, o más bien
él ha estado bien. Han pasado dos semanas, y no ha sido más que
profesional, me atrevo a decir que es casi indiferente, tal como lo prometió.
Sin embargo, ese deseo ardiente que sentí por él se ha intensificado y me
hace odiarlo. Odio que me comprometa. Odio dejar que me follara. Odio que
me guste que me controle. Odio que lo desee, incluso odiándolo. ¡Lo odio!
Como resultado, hago todo lo posible por ignorarlo en la oficina.
Estamos sentados en otra reunión con un nuevo cliente. Estamos en
Oblix, en el trigésimo segundo piso del Shard, mirando sobre el puente de
Londres. Hicimos las tonterías sociables que se requieren con un nuevo
cliente, ya sabes, hacerles sentir como si fuéramos amigos, genuinamente
comprometidos con su futuro. Claro que sí, pero no porque seamos tan
amables. Estamos comprometidos porque su dinero nos hace ganar dinero
y lo que es más importante, mi bono. Estoy medio escuchando al tipo hablar
de sus inversiones actuales, y debería estar escuchando, concentrándome,
haciendo mi trabajo lo mejor que pueda, pero no lo estoy haciendo. Mis ojos
siguen el movimiento del brazo de Landon mientras que él lo levanta para
apoyar su codo sobre la mesa. Su bíceps se tensa contra la tela de su camisa
mientras arrastra su dedo índice sobre el labio inferior.
—Sra. Roberts. —Salgo de mi aturdimiento y miro al Sr. Morris, su
expresión expectante. Mierda. Puedo sentir los ojos de Landon quemando
un agujero en el costado de mi rostro, y trato de evitar que el rubor se deslice
en mis mejillas, por supuesto que eso solo empeora las cosas. Gracias a Dios
por la fundación Double Wear.
Landon aclara su garganta.
—Georgia trabaja muy de cerca con todas nuestras principales
compañías. Ella puede recomendarte las más fiables. Estoy seguro de que
puede hacer una propuesta...
—Sí, por supuesto. Redactaré una propuesta detallada con cifras de
ganancias y pérdidas de los últimos cinco años, así como pronósticos
futuros y evaluación de riesgos. —Le lanzo una sonrisa, esperando que no
note que no estaba escuchando una palabra de lo que dijo.
Sonríe, claramente satisfecho. Gracias a Dios.
—Bueno, entonces espero con impaciencia ver lo que se te ocurre —
dice.
Nos levantamos, nos damos la mano, intercambiamos cortesías, toda
esa mierda, y luego me dirijo a la puerta, negándome a mirar a Landon. Así
es como es entre nosotros, así tiene que ser cuando estamos en el trabajo.
Ahora bien, si pudiera domar mis hormonas y forzar a mi mente a separar
el trabajo y el jugar con una gran línea negra, eso sería genial. No ayuda el
hecho de que parezca un icono del sexo andante en todo momento. En serio,
¿no puede tener un mal día de vez en cuando?
Empujo a través de las puertas y hacia el pasillo donde se encuentran
los elevadores. Oigo el crujido de la puerta que se abre detrás de mí mientras
golpeo mi mano contra el botón del elevador. Lo siento detrás de mí sin
siquiera mirar, y cuando llega el elevador, entro, saco el teléfono y me
concentro en la pantalla. Ni siquiera veo lo que tengo delante porque toda
mi atención se centra en él. Esa presión familiar en mi pecho hace que
cuanto más tiempo permanezca de pie en el pequeño espacio con él, yo me
apoye contra el otro lado de la pequeña caja metálica.
—Te bloqueaste —dice tranquilamente.
—Gracias por tu ayuda —respondo fríamente, intentando borrar mi
evidente distracción. Tan pronto como las puertas se abren, estoy
caminando de nuevo, tratando de poner un poco de distancia entre
nosotros, por supuesto, él está por encima de un metro ochenta, sus largas
piernas fácilmente mantienen mi paso. agarra la parte superior de mi brazo
empujándome hacia los lados de manera tan violenta que tropiezo con él,
tambaleándome sobre mis tacones y cayendo contra su pecho.
—¿Qué demonios? —espeto, metiendo mis manos contra su duro
pecho y empujándolo.
Seguimos en la calle, pero nos metimos en una bodega de ladrillos del
edificio. Miro con nerviosismo a la gente que pasa, preocupada de que
alguien nos reconozca.
—¿Qué le pasó a lo profesional? —dice.
Fruncí el ceño. —¿Qué?
—Dice en el contrato que debemos ser profesionales el uno con el otro.
—Arquea una oscura ceja.
—Estoy siendo profesional. Tú eres el que me ha maltratado.
—¿Realmente crees que tu acto de reina de hielo es profesional? —
Arrastra una mano sobre su rostro.
Aprieto la mandíbula, y retengo el “jódete” que está en la punta de mi
lengua. Es el comentario que toda mujer profesionista odia: reina de hielo,
perra, odiadora de hombres. Esta es la mierda que evito como la peste,
pintar sonrisas falsas en mi rostro en lugar de darles el dedo medio. Ya me
irrita, pero ahora estoy enojada.
—Simplemente estoy haciendo mi trabajo. No te gusta, entonces
despídeme —espeto.
Él se acerca, y me muevo hacia atrás, hasta que la pared de ladrillo
áspera golpea mi espalda, arañando el material de mi vestido. Se acerca aún
más hasta que se presiona contra mí y mi nariz está apenas a un centímetro
de la piel de su garganta. Cierro los ojos de golpe mientras su olor me rodea,
haciéndome suspirar de alivio. Me estremezco cuando su aliento sopla sobre
mi cuero cabelludo.
—No tengo intención de despedirte, Georgia —dice, su profunda voz
reverberando a través de mi cuerpo, acariciando mi nombre. Mi mente
parpadea como un carrete de película, imágenes de Landon follándome,
lamiéndome, besándome, parpadeando una tras otra. Jadeo, y mi mano
vuela de nuevo a su pecho, deslizándose bajo la solapa de su chaqueta y
presionando contra el cálido algodón de su camisa. Él se mueve, y siento
que sus dedos agarran suavemente mi barbilla, inclinando mi rostro hacia
el suyo.
—Mírame —dice en voz baja. Inhalo un aliento tembloroso y aunque
sé que es una mala idea, abro los ojos y encuentro su oscura mirada. Todo
lo que nos rodea se detiene, como si fuéramos completamente invisibles,
atrapados en nuestra pequeña burbuja. Su agarre en mi barbilla se desliza
y arrastra su pulgar por mi labio inferior hasta que está agarrando mi
mejilla. Mi corazón martillea en mi pecho, golpeando en mis oídos como un
tambor. Observo el destello de deseo en sus ojos un segundo antes de que
me bese. Sus labios se presionan contra los míos casi reverentemente,
burlándose, tentativos como si no estuviera seguro de sus acciones. Trato
de recordar por qué esto no debería estar pasando, pero me vuelve estúpida,
incapaz de pensar. Mi mano se mueve sobre su pecho hasta que estoy
agarrando la parte posterior de su cuello, tirando de él hacia mí mientras
me pongo de puntillas, desesperada por acercarme más a él. Su lengua pasa
por mi labio inferior, y separo mis labios, permitiéndole entrar. Lo beso hasta
ahogarme en él hasta que agarra mi rostro con ambas manos y físicamente
rompe nuestra conexión. Cuando abro los ojos, la mirada en su rostro es
animalista, como si estuviera al borde del colapso. Nos quedamos así por un
segundo, y parece que está luchando consigo mismo, la indecisión escrita
en todo su rostro.
—Vete, Georgia —ordena, retrocediendo un paso y dejando caer su
mirada al suelo. Frota una mano sobre mi boca—. Toma el auto. Te veré
esta noche. —Y luego se da la vuelta y camina en la dirección opuesta,
dejándome allí parada.
Me doy la vuelta y camino lo más rápido que puedo cruzando la calle,
subiéndome al auto que me espera. Demasiado para nuestras supuestas
líneas claras. No estoy segura de que ninguno de los dos tenga control sobre
esto.
***
Llevo el auto a uno de los bares en la esquina de la oficina de Quinn.
Son las siete, así que estoy considerando este momento apropiado para
beber. Le envié un mensaje a Quinn diciéndole que se reuniera conmigo
aquí.
Quince minutos más tarde, entra caminando, mirando alrededor del
lugar y pareciendo que olió mierda de perro.
—De acuerdo, ¿por qué diablos estamos aquí? —pregunta.
—Para emborracharnos. —Es cierto que este bar no es exactamente
nuestro lugar normal y Quinn se ve ridículamente fuera de lugar en su traje
Armani.
—¿No podemos hacer eso en otro lugar?
Empujo el Cosmopolitan que pedí para ella en su dirección.
—No. No necesito que me vean borracha. —Ninguno de nuestro
círculo social puede entrar aquí.
—Bien. ¿Por qué estamos bebiendo?
—Por joderla. —Levanto mi media copa de vodka porque me salté el
intento en clase y fui directo a la borrachera.
Pone sus ojos en blanco mientras chocamos las copas.
—¿Qué pasó?
—Landon me acusó de ser poco profesional. —Sus cejas se alzan—.
Entonces me besó en la calle y yo le devolví el asalto.
Resopla.
—Conociste a Landon Banks, ¿verdad? Ese hombre no puede ser
atado.
Se encoge de hombros.
—Sabes lo que deberías hacer, George. No necesitas que te lo diga.
Lo sé, pero por alguna razón, cuando se trata de él, me siento incapaz
de pensar más allá de mi maldita vagina. ¿Eso me hace débil por permitirle
que me consuma, o fuerte por tomar lo que yo quiero? Estúpida. Me hace
estúpida por haberme metido en esto, y mucho más por quedarme en él.
Landon no es un perro, es un maldito lobo. Y yo soy la tigresa que se
convierte en gatita en cuanto me acerco a él. Que se joda. Lo odio.
Cuanto más tiempo lo pienso, más enojada me pongo. Landon Banks
es un maldito idiota.
20
Cuando llego a Masque, subo las escaleras. Estoy molesta... como
muy molesta... y achispada. Sigo repitiendo ese beso en mi cabeza una y
otra vez, y cada vez me indigno un poco más. Demasiado para su contrato.
Debería declararlo nulo y decirle que se vaya a Dubái. ¡Eso sería lo mejor
para los dos!
Su corbata está alrededor de la puerta de la habitación doce, la misma
habitación que siempre usamos. Abro la puerta y me deslizo dentro, la cierro
detrás de mí.
Landon está parado en medio de la habitación, las mangas de su
camisa enrolladas por delante de sus antebrazos y los pocos botones de su
camisa desabrochados. Me observa mientras me alejo de la puerta y avanzo
hacia él. Antes de siquiera tener la oportunidad de pensarlo, lo golpeo. Duro.
La palma de mi mano al encontrarse con su rostro resuena alrededor de la
habitación y su cabeza se mueve hacia un lado.
Cuando regresa su mirada hacia mí, doy un paso atrás.
—Georgia —gruñe, arrancándose la máscara. Cada instinto natural
me dice que debería correr ahora mismo, pero la ira gana.
—¡Vete a la mierda, Landon!
Sus ojos brillan peligrosamente y luego se acerca a mí. Retrocedo un
par de pasos, y su mano vuela hacia mi garganta mientras continúa
presionándome. Me tropiezo de nuevo contra la pared, y me golpea contra
ella por el cuello, aplastando mis omóplatos en el yeso.
Pone su rostro cerca del mío, y puedo ver un músculo moviéndose en
su mandíbula mientras las puntas de sus dedos se estremecen en la piel de
mi garganta.
—Te lo diré una vez. Jamás vuelvas a pegarme.
Envuelvo mi mano alrededor de su muñeca, apretando lo suficiente
como para que mis uñas le corten la piel.
—Quítame la maldita mano de encima —digo.
Hace un show de golpearme contra la pared otra vez y de apretar su
agarre.
—¿Qué carajo te pasa?
Me rio.
—¡Tú! Vete Georgia —imito su voz—. Me dijiste que no soy
profesional...
Levanta una ceja. —De eso se trata esto.
—... y luego me besas. ¡En medio de la maldita calle, Landon! —Mis
uñas están rechinando mientras se doblan contra su piel. Finalmente, me
libera, pero su cuerpo sigue presionado contra el mío—. El contrato estaba
ahí por una razón, no solo para que pudieras meterte entre mis piernas.
Sus labios se convierten en una sonrisa irritante.
—Gatita, ambos sabemos que el contrato era solo una excusa para
que me dejaras entrar entre tus piernas. —Idiota. Maldito imbécil.
Empujo mis manos contra su pecho, pero apenas lo muevo.
—He terminado.
Mete una mano en mi cabello y tira mi cabeza hacia atrás, trayendo
sus labios a mi oreja.
—Me devolviste el beso, gatita. Tuve que detenerte antes de que
empezaras a montarme en la pierna. Así que no me sermonees.
Abro la boca para decir algo, pero estrella su boca contra la mía. Me
obligo a no besarlo de nuevo, pero él sigue adelante, forzando su lengua
dentro de mi boca hasta que no puedo evitarlo. Cuando se trata de él, no
parezco ser capaz. Jamás. Incluso si todo por lo que he trabajado está en
juego.
—No volverá a pasar —susurra contra mis labios.
No es una disculpa, pero es suficiente. Suficiente para hacerme sentir
un poco menos indignada, y lo suficiente para que cuando me rindo y aprieto
mis labios contra los suyos, no dañe mi orgullo.
Una hora más tarde me voy de Masque después de una seria ronda
de sexo de odio. No creía que fuera posible odiar a alguien mientras lo estás
follando y odiar el hecho de que te lo estás follando, pero estar tan
consumida por él en ese momento anula el propio odio. Aparentemente lo
es. Con él sí, porque no importa cuántas veces quiera detenerme, no puedo.
Se ha convertido en un arreglo, una extraña especie de salvación.
Si soy honesta, no lo odio; odio a la persona en la que me convierte. Y
es más fácil odiarlo que admitir que está tan bajo mi piel que parece que no
puedo sacarlo.
21
Eva irrumpe en mi oficina el viernes por la mañana, colocando un
vaso de Starbucks frente a mí.
—Chai Latte —dice mientras comienza a recoger documentos y a
archivar cosas.
—Necesito eso en un minuto —le digo.
—Bueno, entonces puedes ir a sacarlo del archivador en un minuto —
replica, ignorándome por completo.
—Tienes problemas.
—Sí, mi desastrosa jefa.
—¡No soy desastrosa! —digo indignada—. Jesús, deberías ver el
escritorio de Landon.
Gira sobre sus talones, alzando una perfectamente depilada ceja hacia
a mí.
—No lo sabría. No soy tan cercana al gran jefe como tú. —Entrecierro
mis ojos hacia ella y levanto el té, sin decir nada—. No me digas que algunas
de esas reuniones mañaneras no involucran un rapidito.
—Mis reuniones son con Angus, así que no.
—Ooooh, pero no estás negando la idea de un rapidito con Landon.
Es bueno saberlo. —Sonríe satisfecha y vuelve a su escritorio—. Oh. —Se
detiene—. Lo olvidé, me pidió que te diera esto. —Se da la vuelta,
presionando sus labios, tratando de reprimir una sonrisa.
Frunzo el ceño mientras tomo el sobre de su mano estirada. Sale de
la habitación con un pequeño salto en su paso. Ella sabe. Lo sabe. Eva tiene
una intuición extraña para casi cualquier cosa, y si la química entre Landon
y yo es incluso la mitad de obvia para cualquier otra persona, entonces sí,
ella sabe. Aunque me niego a confirmar sus sospechas.
Abro el sobre y garabateada en grueso papel con membrete está la
letra de Landon.
Esta noche, 10:30.
L
Un mensaje habría sido suficiente.
***
Abro la puerta de la habitación doce y la cierro detrás de mí.
Entrecierro los ojos ante la figura que se sienta en el borde de la cama.
No es Landon.
—Apolo —digo, inclinando mi cabeza a un lado con curiosidad. Echo
un vistazo a la habitación rápidamente y no veo a Landon.
Apolo me da su sonrisa traviesa.
—¿Me extrañaste? —pregunta.
Doy pasos lentos hacia él, cruzando una pierna sobre la otra mientras
camino.
—¿No debería preguntarte eso? —Cuanto más me acerco a él, más se
abre la habitación, y mis ojos finalmente caen sobre Landon sentado en una
silla en un rincón, su rostro oculto en la sombra. Su tobillo está apoyado
sobre la otra rodilla, y sus manos descansan casualmente a lo largo de los
brazos de la silla de cuero. La camisa que lleva puesta no está abotonada,
mostrando la piel bronceada sobre los abdominales ondulados.
Vuelvo mi mirada hacia Apolo, y una lenta sonrisa tira de mis labios.
—Siempre te extraño. —Me da un guiño.
Levanto mi ceja y me aparto de él, caminando hacia Landon. Se queda
completamente quieto mientras me ve caminar hacia él. Me agacho,
sujetando sus antebrazos desnudos bajo sus mangas de camisa enrolladas.
—¿Me trajiste un regalo? —digo en voz baja, mis labios apenas un
centímetro de los suyos.
Poco a poco serpentea su mano por detrás de mí cuello, empuñando
mi cabello mientras presiona sus labios sobre los míos. Intento profundizar
el beso, pero su agarre se aprieta, me frena y envía un destello de dolor a mi
cuero cabelludo.
—Lo hice. —La segunda vez que lo encontré aquí después de firmar el
contrato, me encontró en el bar donde estaba hablando con Apolo. Hasta
donde yo sé, es la única vez que lo ha visto, y sin embargo se ha salido de
su camino para buscarlo. Para esto. Para mí.
Se pone en pie. Su mano aún está enterrada en mi cabello, mi rostro
inclinado a la fuerza hacia el suyo, mi cuerpo apretado al suyo. Cuando
avanza, me obliga a retroceder con él.
—Muévete —ladra Landon y oigo el chirrido de la cama antes de que
el colchón toque mis rodillas, y me empuja de espaldas. Landon se posa
sobre mí, su mirada volteando hacia el costado donde puedo ver a Apolo
persistiendo en mi periferia.
—Siéntete libre de ver esta parte —ruge, y tardo un segundo en darme
cuenta de que no me habla a mí. Apolo se aparta de la vista, y es como ver
a un cachorro inclinarse ante el alfa. Apolo siempre me ha parecido
atractivo, pero de repente parece tan inferior. Veo a Landon acercarse,
encogiéndose de hombros mientras camina. Su rostro es serio, su lado
juguetón no se ve por ningún lado. Lleva ese poder paralizante de su
armadura, su cuerpo erizado sin esfuerzo con ella, y me hace querer
retrocederme y lanzarme a él al mismo tiempo.
Veo a Apolo moviéndose hacia la silla de la esquina. Nunca he sido
exhibicionista. La idea de ser observada nunca ha hecho nada por mí, pero
como que hace calor.
Se pone en cuclillas, agarra mi rodilla y me arrastra hasta el borde de
la cama mientras fuerza mis piernas a separarse. Levanta su mirada hacia
mí, nuestros ojos bloqueados y esa corriente eléctrica familiar surge entre
nosotros. Sus manos se deslizan lentamente por mis muslos, empujando la
tela de mi vestido cada vez más arriba hasta que mi tanga de encaje está
expuesta. Una mano cae entre mis piernas, sus dedos se deslizan bajo el
encaje y rozan mi coño. Me toca como si fuera su derecho, como si pudiera
hacer lo que quisiera conmigo. Y sinceramente, su tacto me debilita,
cualquier moral o pensamientos de orgullo desaparecen y solo puedo pensar
en la próxima caricia de sus dedos, el roce de sus labios sobre los míos.
Empuja dos dedos dentro de mí, mirando intensamente mientras me
retuerzo y me agito bajo la repentina embestida. Se retira y vuelve a
introducirse, y mis ojos se cierran mientras muerdo mi labio inferior,
ahogando un gemido.
—Mírame —ordena.
Abro los ojos y miro como baja su rostro entre mis piernas. Besa el
encaje que cubre mi clítoris y mi coño se aprieta alrededor de sus dedos. Su
mirada se oscurece, y empuja mi ropa interior hacia un lado y arrastra su
lengua sobre mí tan malditamente lento.
Gimoteo, luchando para no arrancarme los ojos porque es tan intenso.
Empieza a hacer círculos con su lengua sobre mi clítoris mientras que
entierra sus dedos aún más profundo en mi coño. Oigo un gruñido bajo
desde la esquina, mezclado con el sonido de la piel siendo suavemente
abofeteada.
Cuando Landon extiende sus dedos y pasa su lengua por encima de
mi clítoris, lanzo mi cabeza hacia atrás, un gemido roto haciendo su camino
por mi garganta. Mis brazos ceden hasta que estoy tumbada sobre mi
espalda. Estoy cerca, tan jodidamente cerca, y entonces él se aleja, y quiero
llorar de frustración. Se ríe mientras se arrodilla, agarra mis caderas y me
da la vuelta. Parece que a este hombre le gusta lanzarme como una muñeca
de trapo.
—¿Qué estás… —La tela de mi tanga muerde mi piel cuando la
arranca de mi cuerpo. Otro conjunto de ropa interior arruinado. Voy a
empezar a cobrarle por ellas, lo juro.
—No hagas preguntas, gatita —dice mientras separa mis piernas y
clava dos dedos dentro. Me ahogo en un gemido, rastrillando mis uñas sobre
las sábanas de satén que cubren la cama. Me estoy empapando, mi coño
palpita con la necesidad de venirme, sin embargo, todavía se burla, sacando
los dedos y frotando la humedad a lo largo de la grieta de mi culo
lentamente. Cuando desliza sus dedos dentro de mí y presiona su pulgar
contra mi culo, entiendo por qué. Mi boca se abre en un gemido silencioso
mientras sus dedos empujan dentro y fuera de mí. Dios, es tan bueno con
sus manos. Espera hasta que estoy gimiendo como una puta antes de
empujar contra mi culo de nuevo, deslizándose dentro fácilmente. Aprieto
los dientes, sujetando las sábanas debajo de mí mientras empieza a follar
mi coño y mi culo con su mano. Este no es él dejando a Apolo mirar; este es
él reclamando, llenándome hasta el cuello para que Apolo y yo sepamos
quién es el dueño de esto.
Trabaja sobre mí hasta que estoy llorando, gritando
desesperadamente mientras el orgasmo me invade, con él ordeñándome por
todo lo que valgo mientras me vengo sobre sus dedos. Cuando ha terminado,
lentamente retira sus dedos, arrastrándolos por encima de cada nervio
sensible mientras lo hace. Me pongo de espaldas, mi pecho palpitando
mientras lo veo de pie, agachado sobre mí. Sus dedos se fijan alrededor de
mi cuello, tirando de mí en una posición sentada, forzándome a mirar como
él trae los dos dedos que acababan de enterrar en mi coño a mi boca. No
dice nada, pero sus ojos brillan peligrosamente mientras los presiona contra
la comisura de mis labios. Abro para él, y desliza los dedos dentro, gruñendo
cuando envuelvo mi lengua alrededor de ellos. Puedo saborearme en él,
mezclando la salinidad con el sabor de su piel. Poco a poco vuelvo a levantar
la cabeza, chupando sus dedos secos y soltándolos con un pop.
Una sonrisa complacida tira de sus labios, y golpea suavemente su
pulgar sobre el lado de mi cuello antes de soltarme, poniéndose de pie y
chasqueando sus dedos hacia Apolo, quien todavía está sentado allí tocando
su polla. Sí, chasquea hacia él como un maldito chico del autobús o algo
así.
Apollo se levanta, se acerca a mí.
—Diviértete, gatita —dice Landon, guiñándome un ojo antes de
retroceder. Sonrío, me levanto de la cama y voy a mi bolso. Saco El
Destructor. Landon me mira con verdadero interés; su cabeza inclinada
hacia un lado mientras me quito el vestido, dejando el sostén puesto. No me
pierdo la forma en que se pone delante de mí, bloqueando la vista de Apolo
mientras me meto en el arnés y abrocho las correas.
—¿Celoso?
—No comparto —dice.
—Hmm, tal vez este ejercicio no es para ti entonces.
Sus labios se levantan en una esquina mientras se acerca, pero no lo
suficientemente cerca como para arriesgarse a que le pinche con El
Destructor.
—Puedes follártelo, pero esto... —Acuna mi entrepierna justo debajo
de donde el pene púrpura sobresale entre mi cadera—... es mío —dice, su
voz es baja. Debería decirle que se vaya a la mierda y dejar que Apolo me
folle por puro principio, pero sinceramente no quiero follarme a Apolo. En
vez de eso, simplemente pongo los ojos en blanco y pongo mi mano sobre su
pecho, empujándolo fuera del camino.
Me acerco a Apolo, y sus ojos se posan ante el pene moviéndose a cada
paso.
—¿Sin mamada? —dice, diversión entrelazando su voz.
—Sabes que no chupo pollas.
—Vale la pena intentarlo —dice—. ¿Va a participar tu amigo o es más
bien un mirón? —pregunta, sonriente. Apolo no se opone a los hombres. Al
tipo solo le gusta el sexo. De cualquier manera, que pueda conseguirlo. Es
un puto voraz. Así es como lo encontré originalmente. Lo vi en Masque una
noche, doblado sobre un vestidor en el vestíbulo por el que ingresas, un tipo
con las pelotas muy dentro de él, mientras una chica estaba sentada en el
vestidor, las piernas abiertas y el rostro de Apolo en su coño, comiéndosela
como si fuera su único propósito en la vida. Lo encontré atractivo porque
cualquier chico que se siente tan cómodo que follaría, o se dejaría follar de
cualquier manera posible, es atractivo. La siguiente semana me acerqué a
él y por lo tanto nuestro extraño acuerdo surgió. Me dijo la primera que follo
mejor que un hombre. Tomé eso como un cumplido.
—Inclínate —le digo. Conoce el procedimiento, pero creo que le gusta
cuando le digo qué hacer.
Se levanta en la cama, se arrastra al centro y se pone en cuatro patas
con el culo mirando hacia mí. Me acerco por detrás de él y recojo el frasco
de lubricante de la mesa lateral, exprimiéndolo por toda la silicona morada
antes de tirarlo a un lado. Landon ha retomado su posición en la silla, su
tobillo apoyado sobre su rodilla en la misma postura que tenía cuando yo
entré. Su expresión es completamente indiferente mientras me mira
arrastrarme hacia delante unos centímetros, golpeando la polla de silicona
y alineándola con el culo de Apolo. Agarro su cadera, mis dedos se deslizan
mientras le unto la piel. Se estremece cuando presiono hacia adelante contra
su agujero, y no estoy segura de sí es porque me tiene miedo, o si es solo
una reacción natural al tener algo presionado contra tu culo. Una vez que
se relaja de nuevo, continúo hasta que la punta desaparece dentro de él.
Tararea un gemido bajo en la parte posterior de su garganta, dejando caer
la cabeza hacia delante entre sus brazos apoyados mientras toma más y
más del juguete de silicona.
Mi clítoris palpita mientras las correas rozan el tejido sensible. Deslizo
el juguete profundamente dentro de Apolo hasta que mis muslos tocan su
parte posterior y deja salir un gruñido estrangulado. No miro a Landon. En
vez de eso, agarro las caderas de Apolo lo suficientemente fuerte como para
sentir mis uñas doblándolas contra su piel. Lo saco y hago lo que mejor sé
hacer: me lo follo. Me lo follo hasta que empuja contra mí, rogando por más
mientras su mano acaricia su polla. Estoy tan consumida por la visión de él
cayéndose a pedazos que salto cuando siento manos en mis caderas, un
pecho caliente y desnudo en mi espalda. Los labios de Landon tocan mi
cuello mientras sus brazos rodean mi cintura, patinando sobre mis costillas
y agarrando mis pechos en sus grandes palmas. Está desnudo, y puedo
sentir la suave dureza de su polla presionando contra mi espalda baja.
Lanzo mi cabeza contra su hombro, permitiéndole el acceso a mi cuello y
pechos mientras continúo follando con Apolo. La cama se sumerge un poco
detrás de mí antes de que sus manos se muevan hacia mis caderas,
manteniendo mis movimientos. Empuja un muslo entre los míos, forzando
mis piernas a separarse. Me muelo contra su muslo, buscando algo de
fricción.
—Tan jodidamente húmeda, gatita —gruñe.
No puedo formar palabras coherentes mientras quita su muslo y
presiona su polla contra mi coño, deslizándose entre las correas
estratégicamente colocadas. Se hunde profundamente en mi interior, y
jadeo, clavando mis dedos en Apolo. Sisea mientras mis uñas rasgan su piel.
—Fóllalo —ordena Landon contra mi oído.
Mis piernas amenazan con doblarse, pero hago lo que dice y empiezo
a estrellarme contra Apolo. Cada vez que salgo de él, Landon empuja hacia
delante, enterrando su polla imposiblemente profundo. Los gruñidos de
Apolo se entremezclan con el sonido de las pesadas respiraciones de Landon
detrás de mí. Estoy tan excitada que puedo sentir la humedad que se filtra
por mis muslos, empapando las correas entre mis piernas.
Empujo más fuerte, follándome a Apolo y a mí misma más
profundamente. Grito mientras él deja salir un largo gemido, su brazo
sacudiéndose violentamente mientras se acaricia la polla. Arroja la cabeza
hacia atrás, su cuerpo rígido. Lo sigo follando porque estoy cerca y cada vez
que me muevo la polla de Landon me pega en el lugar correcto. Cierro los
ojos de golpe, agarrándome a las caderas de Apolo para apoyarme, mientras
él tiembla debajo de mí. Finalmente, Apolo se aleja, temblando mientras lo
hace. Me caería hacia adelante si no fuera por las manos de Landon
sosteniendo mis caderas firmemente en su lugar. Apolo se balancea a través
de la cama, recostado boca arriba y jadeando pesadamente. Un rastro de su
corrida se está filtrando en las sábanas de satén a centímetros de donde mis
manos están extendidas. Landon se retira de mí, y quiero gritar de
frustración.
—Vete —ladra, su voz rica con la autoridad que lleva tan fácilmente.
Levanto la cabeza y veo a Apolo escabullirse de la cama y recoger su
ropa antes de salir de la habitación. Me doy la vuelta, mi pecho sigue
palpitando después de la follada doble.
—Eso fue grosero —me burlo.
Cierra la distancia entre nosotros, desenganchando las correas del
juguete y tirándolo a un lado. Agarra mis muslos, los separa y presiona mis
rodillas contra mi pecho.
—Tuviste tu diversión —dice, deslizándose entre mis piernas.
—¿Y tú? —pregunto—. ¿Te divertiste?
Se inclina sobre mí, su peso corporal empujando mis piernas aún más
duro contra mi pecho. Malditas gracias al yoga.
—Estás en tu mejor momento cuando estás siendo una perra —ruge
contra mis labios—. No se pone mucho más caliente el verte follar a otro tipo
con un pene de veinticinco centímetros.
Se mete dentro de mí, y muerdo mi labio inferior.
—¿No quieres mi pene de veinticinco centímetros?
Se ríe a carcajadas, se retira y vuelve a clavarse.
—Soy tu dueño. —Envuelve su mano alrededor de mi cuello,
acercando su rostro al mío—. Me follo a la mujer que nadie folla.
—No te pertenezco —digo—. Tú solo me follas.
Ríe, embistiendo de nuevo.
—Lo que sea que tengas que decirte, gatita —dice, y entonces me folla
hasta la próxima semana. Me folla hasta que el orgasmo me atraviesa tan
fuerte que le estoy rogando que se detenga, y aun así sigue adelante, sus
dedos apretando mi garganta con cada empuje mientras me golpea antes de
llegar finalmente con un rugido. Mi cabeza se balancea de un lado a otro,
mi coño apretándose con réplicas.
Se retira, mirándome mientras yo me quedo tendida en la cama. Soy
un desastre. Puede arruinarme en minutos, y mientras una parte de mí lo
odia, la otra parte está demasiado feliz con la situación. Sus ojos brillan tras
la máscara oscura, arrastrándose sobre mi cuerpo desnudo y cubierto de
sudor. Su pecho se eleva y cae pesadamente, la luz tenue brilla sobre su
pecho húmedo, sus abdominales ondulando con cada respiración. Dios, está
bueno. Agarra mi tobillo, me hace chillar mientras me arrastra por el borde
de la cama, para que pueda aplastar sus labios sobre los míos.
—Eres tan neandertal —digo cuando termina.
Levanta una ceja y se voltea, mostrándome sus anchos hombros y sus
caderas cónicas.
—Dice la mujer a la que le gusta follarse a un tipo con una polla falsa,
sin otra razón que sentirse superior.
Resoplo, saliendo de la cama.
—Todos tenemos nuestra perversión.
Se ríe entre dientes mientras vuelve a ponerse los boxers. Tienen
duchas aquí en el club y créanme, me siento sucia de la mejor manera, pero
nunca he sido capaz de meterme en ellas. Quiero decir, Dios sabe lo que se
ha lavado en los desagües, aunque parezca un hotel de cinco estrellas. Así
que me puse el vestido, la tela pegada a mi cuerpo húmedo. Se pone la
camisa sobre los hombros, abrochándose los botones rápidamente.
—Nos vemos la semana que viene, forastero —digo con una sonrisa
burlona.
Me agarra por el culo, tirándome hacia él. Coloco las palmas de mis
manos contra su pecho, sintiendo su piel caliente.
—Extraño tu maldito sabor —gruñe, haciendo que lo que podría haber
sido una noción romántica, y por lo tanto un cruce de la línea, suene algo
sucio. Agarra mi mandíbula, forzando su lengua dentro de mi boca hasta
que le pego un puñetazo.
—Has probado mucho —digo, arqueando mi ceja y alejándome de él.
Cierro la puerta detrás de mí y dejo el club.
El problema con Landon es que fácilmente podría volverme adicta, tan
consumida por él que sería fácil perder de vista lo que esto es, un indulto
temporal. Pronto volverá a Dubái o a Nueva York o donde mierda sea que
viva, y yo estaré aquí, en Londres, haciendo lo que hago mejor. Ciertamente
no estoy apegada a él, pero saca algo en mí que nadie más saca a relucir,
un elemento de sumisión. Cuando me presiona y me pide que tome todo lo
que tiene que dar, me gusta. Siempre me ha gustado dominar a un hombre,
pero quizá nunca he encontrado un hombre capaz de dominarme. Tengo
que mantenerlo a raya, sin embargo, solo para recordarle que no soy la perra
que se da la vuelta y se hace la muerta.
22
Seguimos este patrón en nuestras vidas por el siguiente par de
semanas. En el trabajo somos profesionales, sin tapujos, todo bien. Soy
productiva; hago dinero y, en la mayor parte, no veo mucho a Landon.
Tan pronto como nos metemos en Masque, es tan fácil, tan sencillo,
es… liberador. No hay pretensión, no hay problemas, justo como me gusta.
Me siento en la sala de juntas con mi portátil frente a mí, revisando
algunas hojas de cálculo. Llego veinte minutos antes para una reunión con
Angus y Landon. Se suponía que Eva estaría aquí para tomar notas de
nuevo, pero, por supuesto, la chica siempre llega exactamente a la hora
asignada y ni un minuto antes. Ni siquiera levanto la vista cuando se abre
la puerta y después de cierra. Estoy demasiado ocupada concentrándome
en el gráfico frente a mí.
—¿Ni siquiera los buenos días? —La voz de Landon llama mi atención.
Se apoya en el escritorio que está a mi lado y coloca una taza de Starbucks
frente a mí. El intenso aroma a café llena la habitación.
—Nop. —Alzo una ceja hacia él y levanto la taza de café, tomando un
gran sorbo. Se ríe por lo bajo, desabotona su chaqueta y esta se desliza por
sus hombros, antes de lanzarla sobre el respaldo de la silla junto a mí.
Cuando dirige su atención hacia mí, me doy cuenta de que estoy mirando
fijamente su pecho. Estos son los momentos en que nuestro acuerdo se hace
difícil, cuando estoy a solas en una habitación con él y me estoy imaginando
cómo se ve ese pecho sin la tela cubriéndolo, los firmes músculos cubiertos
de una tersa y bronceada piel.
—Georgia. —Parpadeo.
—Perdona, ¿qué?
Una sonrisa burlona se abre camino sobre sus labios, y se separa del
escritorio, dando la vuelta por detrás de mí y agachándose hasta que su
aliento mueve el vello de mi cuello, haciéndome cosquillas en la piel.
—Tienes una cara de póquer terrible, gatita —dice, su voz es tranquila
pero profunda—. Sigue mirándome así y Angus se va a enterar.
—Estoy bastante segura de que serás el único que tendrá un
rapapolvo en lo que concierne a Angus —digo mirándole por encima de mi
hombro.
Se pone de pie y se mueve, tomando asiento al otro lado de mí.
—Ah, pero también soy el único al que no le importa quién lo sepa.
—Touché.
Se inclina hacia mí y coge mi portátil, tirando de ella hacia él.
—Sírvete, por qué no.
—Soy el jefe. —Sonríe.
—Sí, cualquiera pensaría que podrías permitirte tu propio portátil.
—¿Por qué traer el mío cuando simplemente puedo robar el tuyo? —
Sus ojos se elevan rápidamente, encontrándose con los míos por encima de
la parte superior de la pantalla, bailando con diversión.
—¿Por qué traer la tuya cuando robar la mía es una excusa para
sacarme de quicio, querrás decir?
—Tan fácil —dice, sacudiendo la cabeza con una sonrisa.
—Idiota.
—Controla ese genio —se burla en voz baja, manteniendo sus ojos en
la pantalla.
La puerta se abre y Angus entra con Eva pisándole los talones. Sus
ojos se entrecierran moviéndose rápidamente entre Landon y yo. No le había
contado nada y créeme, a veces quiero hacerlo, pero no sé… supongo que
casi estoy avergonzada por ello. Quinn lo sabe únicamente por que no
conoce a Landon, pero Eva trabaja aquí, ve demasiado. Toma asiento en la
cabecera de la mesa, al otro lado de Landon y saca su portátil, preparada
para tomar notas. Angus se sienta enfrente nuestra.
—Bien, esto es solo para ponernos al día, nada formal —comienza
Angus.
Landon desliza mi portátil de regreso en frente de mí, revelando el
juego del solitario en la pantalla. Cielos, ¿en serio? Le ruedo los ojos y él
sonríe con suficiencia para sí mismo.
La reunión va como siempre lo hacen, problemas habituales. Landon
hace lo que hace siempre, lo cual es revolotear entre medias de hacer el
papel de jefe y verse aburrido como la mierda. Ahora puedo ver por qué tiene
tantos negocios. Es buenísimo en lo que hace, pero su atención disminuye
con facilidad. Supongo que, con un chico como él, tiene que variar las cosas
para mantener la concentración.
Cuando la reunión ha acabado, Angus se marcha y Eva se queda
merodeando, esperándome para tomar el ascensor y volver con ella.
—Necesito que hablar con Georgia por un minuto —dice Landon
cuando ella se detiene en la entrada.
Ella me mira brevemente antes de cerrar la puerta.
En el segundo en el que estoy a solas con él, me vuelvo demasiado
consciente de él a mi lado.
—¿Qué necesitas? —pregunto mientras me pongo de pie, recogiendo
mis papeles y mi portátil.
—Mmm, eso es una pregunta difícil.
Inclino la cabeza hacia un lado.
—¿En serio? —Suspiro.
—Es viernes. Sabes lo que necesito gatita. —Algo salvaje relampaguea
en sus ojos y tiene mi estómago tensándose de la mejor manera. Jueves y
viernes son cuando nos encontramos en Masque y los pocos días entre ellos,
a menudo se sentían como una tortura. Como dije, soy como una adicta
enferma.
—Sé lo que necesitas —susurro. Se mueve más cerca de mí,
acechándome, elegante pero mortal. Está lo bastante cerca para que pueda
sentir el calor de su cuerpo acariciando mi piel como el más suave de los
toques. Mis ojos se mueven hacia sus labios llenos, rodeados por una barba
de un día que cubre su esculpida mandíbula. Me encuentro inclinándome,
sintiéndome atraída hacia él como un imán. Nuestros labios están muy
cerca, y después aprieto mis ojos para cerrarlos y empujo dos dedos hacia
sus labios, rompiendo el hilo invisible que existe entre nosotros. Él suelta
un pesada respiración y roza su frente con la mía por un segundo, y por ese
segundo, no se siente como mi jefe o siquiera el tipo con el que follo, se
siente como una posibilidad.
Me alejo de él.
—Esta noche. —Dejo que mi mano se escurra por sus labios, pero él
agarra mi muñeca, sujetándome en el lugar. Le da la vuelta a mi mano,
besando el interior de mi muñeca. Sus labios son tan suaves, enviando una
sensación de hormigueo subiendo por mi brazo.
—Esta noche —dice, después libera mi brazo, dando un paso atrás
como si se estuviera forzando físicamente a estar fuera de alcance. Me
marcho con una nerviosa sensación en mi estómago.
23
No me molesto en ir a Ice o encontrar a Quinn. Me vuelvo cada vez
más insociable a medida que pasan las semanas. Dicen que un drogadicto
no puede pensar en nada más que en su próximo subidón, así que creo que
estoy allí. Landon está consumiendo lentamente mi vida, y estoy dispuesta
a dejarlo.
Me pongo un pequeño vestido negro y una chaqueta de cuero con un
par de botas Jimmy Choo antes de salir del apartamento. Entro en mi auto
y enciendo el motor, poniéndolo en reversa. Sin embargo, cuando aprieto el
acelerador, no pasa nada. Frunzo el ceño y lo aprieto más, y el auto cojea
torpemente hacia atrás. ¿Qué demonios? Lo pongo en neutral y salgo solo
para encontrar que mi neumático delantero está desinflado. Bueno, mierda.
Ahora, seré la primera en admitir que no tengo idea de cómo cambiar
un neumático. No es una habilidad para la vida que me interesó aprender.
Suspiro y saco mi teléfono, buscando el número para la gente de la avería.
Bueno, resulta que cuando estás en tu propia entrada, en realidad no te
consideran una emergencia, y les puede tomar hasta dos horas en llegar.
Me debato solo llamar a un taxi y dejarlo, pero lo voy a necesitar durante el
fin de semana.
Saco mi teléfono y envío un mensaje a Landon:
No sé si puedo hacerlo esta noche. Problemas con el auto.
Después de un par de minutos, mi teléfono suena, su nombre aparece
en la pantalla.
—Hola —digo cuando descuelgo.
—¿Dónde estás? —Su voz profunda llega a la línea.
—En mi casa, esperando que el tipo venga y cambie mi neumático.
Se ríe.
—¿Llamaste a alguien para cambiar tu neumático?
—Sí. Llamé a alguien para cambiar mi neumático. Yo no lo haré.
Suspira pesadamente.
—Estaré allí en quince minutos.
—¿Qué? No... —La línea se apaga, y me encuentro frunciendo el ceño
a mi teléfono. Idiota. Vuelvo adentro porque realmente, ¿qué más voy a
hacer?
Efectivamente, quince minutos después, el intercomunicador zumba.
Levanto el receptor.
—Hola.
—Soy yo —dice Landon, haciéndome poner mis ojos en blanco.
—No necesitas estar aquí... —comienzo.
—Baja tus llaves.
Cuelgo el auricular y recojo las llaves de mi auto de la mesa lateral
junto a la puerta. Cuando bajo las escaleras, lo veo apoyado contra el
costado de un Maserati que está detenido en el área de estacionamiento para
discapacitados. La pintura de medianoche azul brilla bajo la luz fuera del
edificio. Está de pie casualmente, con las piernas separadas y sus manos
apoyadas detrás de él en el capó. Viste vaqueros negros y una camisa gris
claro con las mangas enrolladas y dos botones superiores desabrochados.
Todo parece una revista difundida para Maserati.
—Lindo auto.
Sus labios se levantan en una sonrisa irónica.
—Gracias.
—Puedes irte. Tengo a alguien que viene —dije a la defensiva.
—Te das cuenta que toma diez minutos cambiar un neumático.
—Bueno saber.
Suspira y se aleja del auto, acercándose a mí.
—Está bien, quiero follarte esta noche, no, necesito follarte esta
noche. —Sus ojos bailan con algo oscuro y salvaje—. Así que voy a cambiar
tu neumático y luego te llevaré a Masque y te follaré en bruto. —Aprieto mis
muslos mientras mi ropa interior se empapa. Mierda.
Le lanzo la llave del auto y él levanta una mano, atrapándola sin
siquiera moverse.
—El Mercedes —digo, señalando mi automóvil dos espacios más. Hace
clic para abrir el maletero, y se aleja, de pie junto a él mientras comienza a
desabrochar su camisa—. Uh, ¿qué estás haciendo? —Jesús, ¿qué va a
hacer? ¿Follarme aquí mismo en el estacionamiento? Imágenes de mi mente
me recuerdan a Landon follándome en el capó de ese Maserati, y tengo que
morder mi labio. Mierda.
Él encoge el material de sus hombros. La tenue luz de la calle juega
sobre cada línea cincelada de su cuerpo. No puedo evitar mirar.
—Cambiar mi camisa.
Se pone una camiseta negra lisa que se adhiere a él en todos los
lugares correctos. No me malinterpretes; me gustan los trajes, pero maldita
sea, lo está haciendo lucir bien. Golpea el maletero y se dirige hacia mi auto,
abriendo el maletero.
—¿Qué estás haciendo ahora?
—Cambiando tu neumático —dice, ignorándome y procediendo a
comenzar a destrozar mi automóvil.
—¿Al destrozar mi auto? —Retira un compartimiento en el maletero,
revelando una llanta. Entonces ahí es donde vive. Arquea una ceja hacia mí,
mostrándome una mirada petulante—. Bien —resoplo. Se ríe, sacudiendo
su cabeza mientras comienza a sacar varias herramientas del maletero.
Nunca he sido una buena chica obrera, pero tengo que admitir que
mirar a Landon tirar una llanta parece muy varonil. Cuando el noventa por
ciento de los hombres que conoces tiene manicuras semanales, se necesita
muy poco para impresionarme en la escala hombre.
Entrecierra sus ojos y saca su teléfono, iluminando el agujero en el
maletero donde estaba el neumático.
—¿Dónde está la llave para la tuerca del neumático? —pregunta.
Cuando no respondo, me mira.
—¿En serio me estás preguntando eso?
Suspira y arrastra una mano por su cabello.
—¿De dónde compraste tu auto?
—Mercedes. ¿Qué llave? ¿Esta llave? —Sostengo la llave en mi mano,
y él pone sus ojos en blanco hacia mí.
—No, tendrán que ir al garaje, y tendrán que cortar con la sierra.
—¡¡¿Cortar con la sierra qué?!! —Me ignora y comienza a poner las
cosas en el maletero.
—Lo arreglaré —dice despectivamente. Cruzo mis brazos sobre mi
pecho y le frunzo el ceño. Baja el piso del maletero en su lugar y cierra el
maletero. Cuando me mira, todavía estoy mirando. Sonríe—. Podría
explicártelo, pero ni siquiera sabías que tienes un neumático de repuesto.
—¡Lo sabía!
Arquea una ceja hacia mí, incredulidad escrita en todo su rostro.
—Por supuesto que lo sabías, gatita.
Apoya sus manos contra el auto, y están sucias por tocar el
neumático. Hay una mancha de tierra en su mejilla y sin pensarlo, extiendo
la mano y deslizo mi pulgar sobre ella tratando de frotarla. La atmósfera
cambia repentinamente y vuelve a cargarse instantáneamente. Debería
saberlo mejor. Lo sé mejor, pero a veces con él lo que debería hacer y lo que
realmente hago no parece combinarse sin definición.
Sus ojos se entrelazan con los míos y sus dedos se envuelven
alrededor de mi muñeca, retirando mi mano de su mejilla y presionándola
contra su pecho, sosteniéndola allí.
—Estás cubierto de tierra —digo, mi voz ronca por mi apretada
garganta.
Asiente.
—¿Puedo usar tu baño?
—Sí. —Me escucho decir. Esta es una mala idea. Landon no debería
estar en mi casa. Esto está cruzando una de las muchas líneas que
conducen a mi fracaso inminente en la vida, y, sin embargo, me las estoy
malditamente saltando.
Me sigue adentro, y lo veo echando un vistazo alrededor del
apartamento mientras lo muestro el baño. Compré el apartamento hace un
par de años cuando era nuevo. Está justo en el río, muy moderno y como
una inversión, es inteligente. Pero cuando miro alrededor, viéndolo a través
de los ojos de Landon, creo que es bastante simple. Para mí, mi casa es un
lugar donde duermo, pero nunca me han gustado las baratijas. Mantengo
mi apartamento libre de trastos e inmaculado todo el tiempo.
Lo dejo en el baño y entré a la cocina.
—¿Quieres algo para beber? —grito porque sería grosero no ofrecer y
él intentó cambiar mi neumático por mí. Maldita sea, me estoy volviendo
suave.
—¿Tienes cerveza?
—Vino —ofrezco. No hay respuesta, así que supongo que no me
escuchó. Saco una botella de la nevera y me sirvo una copa de todos modos.
Cuando me doy vuelta, choco directamente contra él. Maldición; juro que es
como una especie de ninja, siempre se arrastra hacia mí. Paso demasiado
tiempo tropezando en su pared de pecho. No hace ningún esfuerzo para
moverse y mi pulso se acerca a tres velocidades.
—El vino es genial —dice en esa profunda voz suya. Trago y me doy
vuelta, cerrando mis ojos tan pronto como le doy la espalda. Le sirvo una
copa y porque me pone nerviosa, derramo algo. Se acerca a mí y me encierra
contra el armario de la cocina mientras toma la copa. Mi piel se llena de
conciencia, y tengo que obligarme a no moverme. Se aleja, y miro por encima
de mi hombro, observándolo mientras toma asiento en la barra del
desayuno. Pone el vino en la parte superior de la mesada, saca su teléfono
y comienza a tocar la pantalla antes de acercárselo al oído.
—Tengo un trabajo para ti —dice en el receptor—. Sí, esta noche.
Neumático nuevo, y necesita estar de vuelta en la mañana. —Hay una
pausa—. Ponlo en mi cuenta. —Me mira, pronunciando “dirección”. Agarro
un pedazo de correo basura del cajón y lo deslizo sobre la barra de desayuno.
Lo desenrolla y cuelga el teléfono—. Él estará aquí dentro de una hora y lo
remolcará.
—Gracias. Y no estás pagando por eso. Solo haz que me envíe una
factura. —No dice nada y sonríe mientras toma un sorbo de su vino—. Lo
digo en serio, Landon. —Le señalo.
—Sabes, si quieres hacer todo el asunto de la mujer independiente,
aprender cómo cambiar un neumático podría ser un buen comienzo.
Lo miro con furia.
—No estoy cambiando un neumático.
Resopla una risa.
—¿Qué, demasiado de una princesa?
—Pago la cobertura de avería para tal ocasión.
Se encoge de hombros.
—Síp, y esperar dos horas para que venga un tipo y haga un trabajo
de cinco minutos.
—Bueno, no lo hiciste en cinco minutos.
—No, porque compraste un automóvil al que le falta la mitad de su
equipo. Creo que te vieron venir, gatita. —Molesto. Él es molesto e irritante
y molestamente caliente.
Elijo ignorarlo.
—Bien, gracias por tu ayuda. Creo que puedo manejarlo desde aquí.
Baja su vino y se pone de pie, moviéndose alrededor del mostrador y
viniendo hacia mí.
—Te lo dije, necesito follarte.
—Que mal. Tendré que reprogramarlo. —Se acerca aún más y baja su
rostro hacia el mío. Su aroma me asalta, y sus labios se acercan tanto que
tengo que cerrar los ojos y agarrarme al mostrador solo para evitar
inclinarme y besarlo—. ¿A menos que quieras saltearte el teatro y follar aquí
mismo en el piso de la cocina? —respira contra mis labios. Aspiro a una
desesperada respiración mientras sus labios rozan los míos en un ligero
toque de plumas.
Giro mi cabeza hacia un lado.
—¿Qué te hace pensar que te follaría en mi departamento? —Una
risita baja recorre su garganta, y desliza su nariz sobre mi mejilla hasta que
su respiración constante toca mi cuello, haciendo que mi piel se sonroje por
la piel de gallina.
—Muy bien. —Chupa el lóbulo de mi oreja en la boca y lo muerde
antes de alejarse. Mis pulmones están pidiendo a gritos aire mientras suelto
un fuerte aliento e inhalo profundamente. Recojo mi copa de vino y lo
termino todo. Se ríe, su hermoso rostro se vuelve positivamente
desconcertante bajo una gran sonrisa.
—¿Tienes algo que comer? —pregunta, abriendo mi refrigerador,
revolviéndolo casualmente como si en primer lugar; él no solo haya
propuesto follarme en el piso de mi cocina, y en segundo lugar; fuera su
maldita casa.
Golpeo la puerta del refrigerador.
—No, no tengo. Tienes que irte. —Me ignora y comienza a revisar los
armarios hasta que encuentra algunos pasteles de arroz y mantequilla de
maní—. Sabes que eres realmente molesto. —Señalo.
—Y estás realmente tensa.
—No lo estoy. —Reanuda su posición en la barra de desayuno y
desenrosca la mantequilla de maní, separando los pasteles de arroz y
sumergiendo pedazos rotos en la mantequilla de maní. Mi cerebro TOC se
está derritiendo. Agarro un cuchillo y un plato y los pongo frente a él,
barriendo las migas y poniéndolas en el cubo—. ¡Usa un cuchillo! —espeto.
Arquea una ceja.
—Caso en cuestión. —Continúa sumergiendo el pastel de arroz en el
tarro, una sonrisa petulante en su rostro todo el tiempo.
—Lo juro por Dios, Landon... —gruño.
—¿Te vuelve realmente loca, gatita? —se burla. Me lanzo con furia
hacia él y agarro el tarro, pero él lo aleja del alcance.
—Maldita sea, ¿te vas a ir? —grito.
—Solo déjalo ir —ronronea. Puto idiota. Sumerge un dedo en el tarro
y luego lo mete en su boca, tirando de él lentamente.
—Eres repugnante —me quejo, volviendo a zambullirme, esta vez, solo
lo sostiene sobre su cabeza e incluso con él sentado no puedo alcanzarlo.
Me estiro de puntillas, y él ríe todo el tiempo mientras me inclino sobre él.
De repente, su brazo libre está en la parte baja de mi espalda, y me jala
hasta que caigo contra él con mis manos apoyadas sobre sus hombros y
cada centímetro de mi cuerpo pegado a su costado.
Mi ira se calma, y su sonrisa desaparece cuando sus ojos se posan en
mis labios. Oigo el tintineo chocar contra la encimera, y luego su mano está
en mi cabello, y sus labios son un susurro de los míos. Me siento como un
yoyo con él, hacia atrás y hacia adelante, deseándolo, luego lo odio y
viceversa.
—Déjalo ir, Georgia.
Aprieto mis ojos, pero no me alejo de él.
—No puedo.
—Entonces déjame obligarte. —Ni siquiera tengo tiempo para registrar
sus palabras antes de que me agarre por la cintura y me levante, dejándome
en el borde de la barra de desayuno y acercándose entre mis piernas.
—No puedo... —Se deja caer en cuclillas delante de mí y me obliga a
abrir las piernas al mismo tiempo, haciendo estallar mi falda mientras
presiona sus labios contra el encaje de mi clítoris. Me atraganto, no puedo
hablar, o piensar. Todo lo que puedo hacer es sentirlo, sus dedos clavándose
en mis muslos, su cálido aliento sobre mi piel, la promesa de sus labios, su
lengua. Sus dedos se deslizan bajo el encaje, cerniéndose sobre mi coño.
—Landon. Yo... —Oh Dios, él hace que todo se sienta tan bien—. No
aquí —digo aunque las palabras se pierden en un gemido cuando empuja
dos dedos dentro de mí.
—Puedo parar, gatita. Solo di la palabra.
—No puedo follarte aquí —suplico.
Empuja los dedos más fuerte dentro de mí, y me muevo violentamente.
—No me estás follando Georgia. Solo estoy probando. —Y luego su
rostro presiona entre mis muslos mientras tira de mi ropa interior hacia un
lado y desliza su lengua sobre mi clítoris. Me tenso incluso cuando una ola
de placer rasga sobre mis terminaciones nerviosas.
—Déjalo ir —murmura contra mí. No me queda fuerza de voluntad, ¿y
cómo podría contra él? Landon me toca como un instrumento, su boca y
sus dedos me trabajan como un maestro. No tengo ninguna posibilidad. Él
me rompe, convirtiéndome en una persona que ni siquiera reconozco.
Su lengua rodea mi clítoris mientras sus dedos empujan dentro de mí.
Mi coño se aprieta a su alrededor, y un gruñido bajo tira de su garganta. Me
hace derrumbar en minutos; mis brazos abrazados detrás de mí y mi
espalda arqueándose fuera de la superficie de la mesada. Mis dedos están
tirando de puñados de su cabello cuando me vengo, cada músculo
temblando y apretando. Cuando termino, muerde el interior de mi muslo lo
suficientemente fuerte como para dejar una marca y saca sus dedos de mí.
Estoy jadeando y temblando mientras estoy allí mirando las luces encima
de mí.
Me niego a mirarlo, pero puedo sentir sus ojos en mí. Estoy a punto
de decir algo cuando suena su teléfono, rompiendo el silencio.
—Es el tipo para el auto —dice. Simplemente asiento antes de
escuchar sus pesadas pisadas mientras se mueve por el pasillo. Empieza a
hablar con el tipo por teléfono y oigo el tintineo de la llave de mi auto antes
de que la puerta cerrándose de golpe.
Oh Dios mío. ¿Qué estoy haciendo?
Landon no regresa. En cambio, recibo un mensaje suyo media hora
después:
Gatita. Se estaba haciendo tarde, así que me fui. Tu automóvil
está resuelto. ¿Reúnete conmigo mañana por la noche? Todavía puedo
probarte, y necesito más.
Yo siempre necesito más. Ese es el problema.
***
Es sábado por la mañana, y creo que estoy teniendo un pequeño
colapso mental sobre lo de anoche. ¿Qué tiene ese hombre que me hace
pasar el dedo medio por todo lo que siempre he conocido? Mis reglas, mi
trabajo, mi vida... me hace olvidar todo como si todo lo que siempre quise
de repente no importara. Luego se va, y me pregunto qué diablos pasó. El
problema es que no pienso en él. Él me dice que me suelte, pero no se da
cuenta de que en el segundo en que lo conocí fue el segundo en que perdí el
control de cada cosa.
Paso por mi rutina habitual: hacer café, vestirme, recoger la
publicación... solo que, esta vez, hay un sobre en mi buzón y tiene algo
pesado. Lo abro para encontrar una nota y un llavero con un pequeño
tridente de plata.

Georgia, mi chico puede arreglar tu auto sin cortar con sierra, pero no
puedes tenerlo hasta el lunes. Usa el mío hasta entonces. Te veré esta noche.
Lx

Miro por la ventana y, efectivamente, estacionado en mi espacio está


el Maserati azul de medianoche. Aprieto mis ojos e inhalo por mi nariz. Y
ahora esto. Como si todo lo demás no fuera suficiente, ahora él hace cosas
como esta, y creo que es peor porque es un acto de bondad. Anoche fue
desinteresado. Necesito odiarlo, pero cada vez es más difícil.
24
Para el momento en el que entro en la habitación doce en el Masque,
estoy caliente e irritable, pero mayormente confusa. Landon entró en mi
casa; le dejé entrar en mi casa. Entonces me lamió, haciéndome correrme y
se marchó sin apenas un adiós. ¿Por qué me perturba? Porque los hombres
son criaturas sexuales, conducidos por la simple necesidad de vaciar sus
bolas en alguien. Lo que él hizo fue en contra de la entera naturaleza de
nuestro acuerdo. Tal vez si su celular no hubiera sonado, habría intentado
follarme. Quizás le habría dejado. Justo ahí. En mi apartamento.
Está de pie junto a la cama, quitándose los gemelos, cuando entro. Se
ve tan calmado, tan controlado, igual que siempre. No quiero control. Quiero
que se siente tan trastornado como yo lo hago.
Cierro la distancia entre nosotros y estrello mis labios sobre los suyos
tan fuerte que se tambalea dando un paso atrás. Le empujo y cae de
espaldas a la cama con un bajo gruñido. Sus ojos arden hacia mí por detrás
de la máscara, y por primera vez desde que comenzamos esto, me siento
poderosa. Me inclino sobre él, rozando mis uñas contra su duro abdomen
antes de que tirar de su cinturón, abriéndolo bruscamente. Él arquea una
ceja, observándome con un toque de diversión en su expresión. Bajo sus
pantalones y sus bóxers, justo lo suficiente para que su polla se libere. Antes
de que pueda moverse o decir algo me arrodillo entre sus rodillas y deslizo
la gruesa erección entre mis labios. Un estrangulado gemido se abre camino
por su garganta y sus caderas dan una sacudida cuando su polla toca el
fondo de mi garganta. Trago alrededor de él para evitar tener arcadas y le
envuelvo con mis mejillas mientras me deslizo hacia atrás. Sus dedos se
sumergen en mi pelo y suelta una sarta de palabrotas. No chupo pollas muy
a menudo, pero créeme, soy muy buena. Por primera vez desde que conocí
a Landon, yo tengo el control. En estos momentos le poseo. Con una acción
que siempre he visto como sumisa, ahora soy la dominante.
Ruedo la lengua en torno a la punta y él se sacude violentamente por
debajo de mí.
—Joder, Georgia —sisea. Le trabajo hasta que es un desastre,
gimiendo y retorciéndose por debajo de mí. Quiero hacer que se corra.
Quiero que pierda toda la conciencia de sí mismo hasta que lo único que
exista sea yo, mi boca, mi toque. Pero justo cuando estoy segura de que le
tengo, se endereza y agarra mi pelo, alejándome de él. Levanto la vista y
nuestros ojos se entrelazan, lujuria salvaje chisporroteando a través de la
suya como una caliente nube de tormenta, rodando y arremolinándose
peligrosamente.
—Quiero correrme en tu coño, gatita —dice con un jadeo.
Me empujó hacia mis pies y alcanzo mi parte trasera, bajando la
cremallera de mi vestido, haciéndolo caer de mis hombros, dejando que se
arremolinase en mis pies. Me quito el sujetador y el tanga, hasta que estoy
de pie totalmente desnuda y sólo con mis tacones. Sus ojos inspeccionan
cada centímetro de mi cuerpo con avidez mientras lanzo una pierna sobre
sus muslos, sentándome a horcajadas sobre él. La piel caliente de su torso
se presiona contra mí y estremecimientos de emoción recorren mi cuerpo.
Inclinándose hacia delante, presiona sus labios contra los míos pero me
alejo y empuño su pelo permitiéndole solo un extremadamente ligero roce
de sus labios sobre los míos.
—No me provoques —gruñe y yo sonrío, porque nunca le he visto tan
al borde. Me inclino y succiono su labio inferior en mi boca, mordiéndolo
mientras me alzo sobre mis rodillas y empuño su polla. Sisea una exhalación
contra mis labios y sonrío, soltando su labio. Me deja tirar su cabeza hacia
atrás más lejos, y paso la lengua, subiéndola por un lado de su garganta
mientras desciendo sobre su polla. Mi cabeza cae hacia atrás mientras un
entrecortado jadeo se escapa de mis labios. Dios, se siente tan bien. Cada
vez. No importa cuántas veces le folle, se siente como la primera vez, cada
vez, como si mi mente estuviera explotando y mi cuerpo estuviera siendo
destrozado y volviendo a juntarse.
—¡Mierda! —grita cuando tomo todo de él. Libero mi agarre sobre su
pelo y arrastro mi mano sobre su mentón, ahuecando su cara. Sus ojos se
encuentran con los míos y algo pasa entre nosotros. Una conexión diferente
a la que haya sentido alguna vez. Y, si soy sincera, me asusta, por lo que
empiezo a moverme, agarrándome de sus hombros mientras lo monto. Gimo
cuando muelo mis caderas sobre él en profundos y lentos golpes. Un cálido
aliento rocía mi piel mientras sus labios patinan sobre mi pecho. Sus fuertes
brazos se envuelven a mi alrededor, sus antebrazos se refuerzan entre mis
omóplatos mientras sus dedos se enredan en mi pelo. Tira me mí más cerca,
hasta que no hay ni un centímetro de espacio entre nosotros. Presiono mi
frente sobre la suya, cerrando los ojos. Sus labios encuentran los míos,
tragándose la retahíla de gemidos que salen de mis labios mientras fuerza
su polla más profundamente dentro de mí. Mi coño se contrae a su
alrededor, y mi núcleo se tensa cuando el placer desgarra mi cuerpo,
haciéndome correrme tan duro que veo las estrellas. Sus manos se escurren
hacia mis caderas, haciéndome caer sobre él más fuerte y más rápido
mientras grito. Un gruñido salvaje se abre camino por su garganta antes de
que se tense, empujándose profundamente dentro de mí una última vez, y
se desplome de espaldas sobre la cama. Mi cabeza cae hacia delante y
aseguro mis manos sobre su pecho, asimilando los temblores que se
extienden rápidamente por mi cuerpo en olas.
—Necesito verte más —suelta de repente.
Abro los ojos y bajo la mirada hacia él, frunciendo el ceño. Permanece
imperturbable con la mirada fija en el techo.
—Me ves la mayoría de los días.
Su mirada se encuentra con la mía.
—No estoy hablando de la oficina. Dos veces a la semana no son
suficientes, gatita. —¿Cuánto es suficiente con un arreglo como este?
—Siempre podrías ir y follar a otra persona entre nuestros encuentros
—digo, sin embargo, las palabras me molestan cuando no tienen derecho a
hacerlo.
Se incorpora, poniéndonos cara a cara. Agarro sus hombros y él
comienza a retorcer un mechón de mi pelo entorno a su dedo
distraídamente.
—¿Es lo que quieres?
Me encojo de hombros y fijo mis ojos sobre sus hombros.
—Me follo a Apollo —digo, evitando completamente la pregunta. Me
follo a Apollo con Landon mirando, como una forma de intentar y conservar
el control que Landon me desmonta. Es un callejón sin salida andante. Me
gusta lo que me hace, pero después odio que lo permito.
Sus labios se retuercen.
—Hmm, pero estás sexy cuando juegas a tener una polla.
—No se supone que esto sea una costumbre —digo en voz baja,
incapaz de mirarle. Felizmente follaría con Landon cada noche de la semana,
pero, ¿dónde está la frontera? No es bueno para ninguno de nosotros, pero
soy la única que puede perder todo aquí. Él no arriesga nada.
—Bueno, entonces propongo un contrato nuevo —dice. Solo así.
Levanta el brazo y suavemente arrastras sus dedos sobre mi mejilla
mientras coloca mi pelo por detrás de mi oreja. Me hace fruncir el ceño y un
murmullo de preocupación toma el control. Las cosas estás cambiando.
Inclina la cabeza hacia un lado, encontrándose con mi mirada.
—¿Qué está mal?
Sacudo la cabeza.
—Uh, Yo…tengo que irme. —Muevo una pierna sobre él y me siento
en el borde de la cama, buscando mi ropa interior. Inhala con fuerza,
desplazándose sobre la cama y moviéndose detrás de mí. Sus dedos se
envuelven entorno a mi nuca, y me arrastras hacia atrás contra su pecho.
—Landon…
—¿Dije que había terminado? —gruñe justo contra mi oído,
rompiendo del tipo que me podría gustar al imbécil que quiero odiar al
mismo tiempo. Un escalofrío se apodera de mi piel y mi coño se contrae.
—Yo he terminado —bufo en respuesta.
Resopla una risa.
—Mal, gatita. Estás tan jodidamente equivocada.
Y me demuestra que estoy equivocada porque estamos muy lejos de
terminar. Puede que Landon y yo nunca terminemos. Pero puedo lidiar con
esto, con este lado de él. Me gusta porque todavía puedo odiarle. El tipo que
me sostiene mientras me corro y me dice que necesita verme más…el chico
que me presta su auto y me lame sin esperar nada excepto hacerme
correrme… es el tipo que no puedo manejar, porque es el tipo que me podría
gustar. Es el tipo que tiene la posibilidad de dañarme.
25
Quinn y yo usualmente vamos al gimnasio o hacemos yoga por las
mañanas, cada dos lunes, hacemos café. El lunes que estoy con Giles, ella
tiende a programar una fecha de Tinder. Ella me dice que es la única manera
de salir en la ciudad, pero sinceramente, la idea de conocer completos
desconocidos, la mayoría de los cuales solo quiere enviar foto pollas y
jalársela con la idea de tus tetas... sí, no, gracias. Ella me asegura que solo
tienes que excavar a través de los de mierda para encontrar la gema
ocasional, pero eso me parece demasiado esfuerzo. Sin mencionar el hecho
de que claramente no ha encontrado su gema todavía. Esto viene de la chica
que se folla a su jefe, aunque... no estoy en posición de juzgar.
—¿Has visto esto? —Quinn deja caer el Daily Mail sobre la mesa frente
a mí y toma asiento.
Frunzo el ceño y miro las páginas, mis ojos van directamente a la
imagen de Landon con una mujer de cabello oscuro, su brazo envuelto
alrededor de su cintura y su cabeza apoyada en su hombro. La imagen es
granulosa como si fuera capturada desde la distancia. Repaso el artículo,
sin querer sacar conclusiones precipitadas, pero en todo caso, el hecho es
peor que la ficción que había inventado en mi cabeza.
—¿Está casado? —pregunto, el hielo filtrándose en mi voz.
Se encoge de hombros.
—Dicen que ya se tomaron todas las buenas. Caliente, cargado y
bueno en la cama. Si lo piensas bien, en realidad sería extraño si fuera
soltero.
—Wow. —Realmente no sé qué más decir. Está casado y no me lo dijo,
pero ¿por qué debería hacerlo? Solo estamos follando, e incluso eso es con
una gran dosis de negación plausible. Su matrimonio aparentemente roto
no es de mi incumbencia, y sin embargo... lo es. No debería molestarme,
pero lo hace. Mierda.
—Ella es una modelo de pasarela o algo así. Escuché que la engañó y
ahora ella está tratando de tomarlo por todo lo que vale. —Hombre
honorable.
—Bueno, si son demasiado estúpidas para detectar a un jugador
cuando ven uno, entonces ¿qué es lo que esperan? —digo, tragando el nudo
en mi garganta, porque durante todas las veces que dije eso, me burlé y
regañé a otras mujeres por ser tan ciegas con sus maridos y parejas
pervertidas, esa mujer nunca he sido yo. Nunca me han hecho sentir como
la otra mujer. No ahora, entonces ¿por qué de repente me siento usada?
Jesús, en todo caso, soy yo usándolo a él. Al menos eso es lo que trato de
decirme a mí misma.
—¿Estás bien? —pregunta, sus cejas fruncidas.
Asiento una vez.
—Estoy bien. Me tengo que ir.
Me levanto y me inclino, besando su mejilla rápidamente antes de
irme. Sé que ella sabe que no estoy bien, pero como Quinn es una buena
amiga, no dice nada y me deja ir.
Subo a mi automóvil y conduzco hacia la oficina, pero estoy
ridículamente temprano, por no mencionar que estoy totalmente
confundida, así que me detengo en Berkeley Gardens, a unas calles de la
oficina y paso media hora caminando por los jardines. Intento despejar mi
cabeza. Realmente lo intento, pero cuanto más pienso, más me encuentro
haciendo suposiciones y decisiones que realmente no puedo hacer cuando
solo tengo la mitad de la información. O quizás sea solo que espero que haya
algún tipo de explicación porque no quiero ser esa persona que se jodió.
Cuando llego al trabajo, invento un centenar de excusas sobre por qué
no necesito estar en mi oficina. Recojo una pila de documentos que están
empaquetados en sobres y bajo a la sala de correo en el sótano, lo cual es
ridículo porque ni los asistentes van a la sala de correo, los pasantes lo
hacen. Una vez que termino de obtener una mirada divertida del tipo que
trabaja allí, voy por la calle y tomamos café para Eva y para mí, y luego...
nada. Resulta que realmente no hay mucho que hacer fuera de la oficina.
Suspiro mientras camino lentamente hacia la casa de Mayfair, agarrando
los dos vasos de cartón en mis manos.
Cuando vuelvo a subir el ascensor a mi oficina, juro que puedo sentir
el latido de mi corazón aumentar con los números de piso en aumento en la
pequeña pantalla. Mantengo mi cabeza baja mientras cruzo la oficina,
ignorando a todos. Genial, mi paranoia sobre Landon ahora se está
extendiendo a todo el cuerpo en el edificio.
Pongo el café sobre el escritorio de Eva. Ella lo mira antes de seguir la
longitud de mi brazo y mirándome.
—Estaba preguntándome dónde estabas. —Se levanta y me sigue
hasta mi oficina, cerrando la puerta detrás de ella.
Me dejo caer en mi silla y saco una propuesta en la que estaba
trabajando ayer.
Deja caer un sobre en el escritorio frente a mí, y hace un ruido sordo.
—Un tipo dejó esto para ti —dice. Lo abro y encuentro la llave de mi
auto dentro con una nota diciéndome que mi automóvil está estacionado en
el estacionamiento del Sr. Bank. ¿Él tiene su propio espacio? Empujo la nota
y mi llave en el cajón superior.
—Entonces... —comienza Eva, dejando que la palabra permanezca en
el aire.
Mis ojos se mueven hacia ella, viendo como sus cejas se elevan.
—¿Entonces?
Se mueve alrededor del escritorio y se sienta en el borde frente a mí.
—Landon. Esposa. —Toma un sorbo de su café, moviendo las piernas
hacia adelante y hacia atrás como un niño.
Muevo mi mirada de regreso a la pantalla de la computadora y la miro,
sin ver nada.
—Sí. He oído.
—¿Y no estás molesta?
Mi mirada regresa a ella, mis ojos se entrecierran.
—¿Por qué me molestaría?
—Por favor —resopla—. Sé que tienes algo por él, posiblemente con él.
Aún no lo he resuelto. —Libero el aliento que estaba conteniendo.
—Él es mi jefe —digo rotundamente—. No tengo nada.
Arroja su largo cabello rojo sobre su hombro y se encoge de hombros.
—Todavía lo miras como si quisieras follarlo. —Sus ojos recorrieron
mi rostro—. No te avergüences. Demonios, todas lo miramos así. Pero
contigo, él la devuelve enseguida. —Sus labios dibujan una pequeña sonrisa
mientras arquea una ceja.
Vuelvo a la pantalla, girando todo mi cuerpo para darle la espalda.
—Necesito las copias impresas de las cifras de la semana pasada en
la cuenta de McGuire —digo, despidiéndola.
Deja escapar esa risa tintineante suya. En mi periferia, la veo saltar
del escritorio con un pequeño rebote.
—Claro que sí, jefa —dice, diversión entrelaza su voz.
—Ah, ¿y puedes enviar esto a Susan? —Saco la llave Maserati de mi
bolso y se la paso. Ella mira la llave con una mirada incrédula pero no dice
una palabra. Está aprendiendo.
Trabajo durante el resto del día, pero estoy nerviosa, y realmente no
sé por qué. A las cinco y media, decido que ya he tenido suficiente.
Normalmente no me voy hasta después de las siete, pero desde que Landon
entró en mi vida, me he salteado mucho más de lo que debería. Por
supuesto, estoy contratada hasta las cinco, pero no obtienes nada en esta
vida a menos que trabajes por ello y viendo que quiero el maldito mundo,
las largas horas son necesarias.
Solo tiro el teléfono y el iPad a mi bolso cuando llaman a la puerta.
—¡Adelante! —grito. Estoy esperando que Eva entre, lo mismo que
todos los días justo antes de irse, pero cuando miro hacia arriba, no es Eva.
Landon se queda en la puerta con una mirada insegura de sí mismo
por primera vez desde que lo conocí.
—¿Estás bien? —pregunto.
Frunce el ceño y cierra la puerta detrás de él antes de caminar hacia
mí y acercarse demasiado, demasiado cerca. Inmediatamente doy un paso
atrás e inclino mi cabeza hacia un lado, lanzándole una mirada interrogante.
—Lo siento —dice. Se ve... enojado, pero también parece que está
peleando.
—¿Por qué? —pregunto.
Arrastra una mano por su cabello y deja escapar un suspiro.
—Tú sabes qué. Mi esposa. —Esa palabra, esposa, de repente suena
ofensivamente fuerte.
Escuchar las palabras de su boca las hace parecer de alguna manera
peor, pero realmente esto es algo bueno. Ni siquiera sé lo que somos ya; las
líneas se han difuminado hasta el momento y no son más que una mancha
en el suelo. Al ver ese artículo me di cuenta de que, en algún punto del
camino, dejé de odiar a Landon. Es a mí misma que odio. Me siento
extrañamente conectada con él, adicta y ambos sabemos que nuestras
interacciones en ese club han ido más allá del sexo. Él no estaría aquí
disculpándose de lo contrario. Estamos llevando a cabo esta relación
extraña detrás de la puerta cerrada de la habitación número 12, y si el resto
del mundo no existiera, entonces sería perfecto. Pero existe, y él tiene una
esposa en este. Este es el punto donde debería decirle que estoy fuera; he
terminado. Dios sabe que lo he dicho muchas veces antes, pero un rincón
obstinado de mi mente se niega. Salir ahora sería reconocer que esto es más
de lo que debería ser. Salir ahora implicaría que tener una esposa es un
problema cuando no lo es, o al menos no debería serlo. Así que me deslizo
sobre la máscara que he usado durante años, deslizándome fácilmente en
la fachada.
—No me importa —digo.
—¿No? —pregunta.
Levanto mi mirada a la suya en un suspiro.
—Eres mi jefe. Lo que haces es asunto tuyo. —Me muevo para
rodearlo, pero se mueve en mi camino. Su mirada se cruza con la mía y su
actitud generalmente tranquila parece erizarse, el poder que usa como una
chaqueta perfectamente adaptada cambia y se transforma en algo más.
Quiero alejarme de él, pero me esfuerzo por mantenerme firme. Su mano se
mueve, ahuecando mi nuca y obligándome a mirarlo.
—No estoy aquí como tu jefe, Georgia —dice, su voz es áspera. Me
lleva un segundo recordar dónde estamos, para reaccionar. Me tambaleo
hacia atrás un paso.
—Entonces no tenemos nada de qué hablar.
Su mandíbula se tensa y baja su mirada al suelo.
—¡Mierda! —grita, haciéndome saltar. Pellizca el puente de su nariz y
se pasea frente al escritorio—. Solo por un segundo, sé malditamente directa
conmigo, sin idioteces, sin juegos de rol, sin jefe y empleado, sin máscaras.
Solo tú y yo, Georgia y Landon. —No digo nada porque este es un territorio
peligroso. Las reglas, las líneas y el contrato, son lo que hace que esto
funcione, y en este momento, lo está amenazando. Sus ojos se encuentran
con los míos, y hay una ligera vulnerabilidad en sus ojos—. Estamos
separados y lo hemos estado por más de un año —dice.
Me pongo de acero y miro su rostro. Parece preocupado, y puedo ver
la ira intermitente detrás de sus iris.
—Landon, eres mi jefe. —Abre la boca para objetar—. Y un par de
noches a la semana, dentro de un club de sexo, escondido detrás de una
máscara, soy la mujer a la que follas. —Lo miro fijamente—. Nada. Más.
Me mira en silencio, y espero. Sé que soy fría, pero tengo que serlo.
Su esposa no es de mi incumbencia y el hecho de que él piense que ella lo
es, es motivo suficiente para que me preocupe. No debería ser la mujer cuyos
sentimientos le preocupen a él.
—Espero que te las arregles para resolverlo —digo, y luego me obligo
a dar la vuelta y alejarme, por nuestro bien.
26
Landon y yo no hablamos durante varios días, y eso no es un
inconveniente durante la semana de trabajo, pero siempre lo veo los martes.
El martes por la tarde, me envía un mensaje y dice que no puede llegar. Sin
explicación. Me entero por Angus que está en Dubái por unos días lidiando
con la solicitud de divorcio. Él nunca se perdía nuestros encuentros. Sé que
no tengo derecho a estar molesta, pero lo estoy. Sigo pensando sobre él con
su esposa y cada vez, una puñalada de celos me golpea. Por supuesto, luego
me siento ridícula por pensar eso, así que ahí voy, dando vueltas en un
círculo vicioso. Ignoro su mensaje y continúo con mi vida porque no está
envuelta alrededor del maldito Landon Banks.
Finalmente, el jueves, hay un golpe en la puerta de mi oficina. Ni
siquiera tengo oportunidad de responder antes de que él entre.
—Landon —digo tranquilamente. Siempre luce guapísimo, pero hoy…
maldición. Está usando un traje gris acero con una camisa negra debajo y
una corbata gris a juego, todo perfectamente presentable, ni una arruga a
la vista. Su cabello solo es un poco demasiado largo, las oscuras ondas
cayendo desordenadamente sobre su frente. Echo un vistazo a su rostro,
esos pómulos afilados parecen sobresalir cuando frunce sus gruesos labios.
Creo que mis ovarios de hecho acaban de contraerse. Ningún hombre
debería tener el derecho a lucir así de bien. Especialmente no cuando estoy
molesta con él por muchas razones.
Se acerca a mi escritorio y desliza un folder frente a mí, apoyando sus
brazos en el borde del escritorio.
—¿Qué es esto? —pregunto.
—El itinerario para nuestro viaje. —Su rostro permanece
completamente inexpresivo.
—¿Qué viaje? —Abro el folder y leo por encima, un horario que
comienza mañana en la mañana con un vuelo desde Heathrow a Nueva
York—. ¿Quieres que vaya a Nueva York?
Asiente.
—Necesito que me ayudes a asegurar a Montgomery Lavare. —Quiere
que vaya a Nueva York con él. Ni una palabra de él por días. Es el que tiene
una maldita esposa y aun así de algún modo yo hice algo mal. Imbécil. Y
solo para hacer peor las cosas, estoy caliente como el infierno, y ahora va a
estar fuera del país para nuestro encuentro regular el viernes por la noche.
O tal vez planeó esto. Tal vez piensa que puede arrastrarme a algún viaje y
volver un viaje de negocios en un fin de semana sucio. Bueno, puede irse a
la mierda solo.
Tomó unas cuantas respiraciones; respira por la boca, suelta por la
nariz. Tengo que recordarme que esto es trabajo y que, si no puedo separar
mis sentimientos personales, mayormente la ira, hacia él y mis sentimientos
profesionales, entonces no debería hacer lo que hago.
Aprieto mis ojos y me concentro. Montgomery Lavare. Es un billonario
que posee la mitad de Londres y está haciendo su camino a través de Nueva
York. Estoy bastante segura de que en mi exhaustiva revisión (búsqueda) de
Landon vi en alguna parte que fueron juntos a la escuela.
—No me necesitas para cerrar eso. No conozco al hombre —discuto.
Se deja caer en la silla frente a mi escritorio y junta sus manos detrás
de su cabeza, recostándose casualmente.
—Le gustan las cosas bonitas. Ayudará.
Oh, no lo hizo. Siento mi temperamento hervir bajo la superficie. Sé
que está tratando de presionar mis botones, así que aparto la mirada de él,
concentrándome en la hoja de cálculo en la pantalla de la computadora.
—Estoy ocupada este fin de semana. Necesito más tiempo de aviso
que… —Revisó mi reloj—. Ocho horas. —Doy clic a imprimir en la
computadora y me levanto, yendo hacia la esquina de la oficina donde está
puesta la impresora. La máquina trabaja ruidosamente, y él permanece en
silencio hasta que ha terminado.
—Si cerramos esto, eso incrementará exponencialmente tu bono —
dice justo detrás de mí.
Me giro para enfrentarlo, fulminándolo con la mirada.
—No necesito tu dinero, Landon —espeto.
—Eres una corredora de bolsa. —Sus ojos queman los míos. Entre
más me mira fijamente, más se aprieta mi pecho.
—Exactamente. No una puta barata a la que puedes pedirle mostrar
un poco de escote con la esperanza de firmar con un cliente. —Trato de
pasarlo, pero se mueve conmigo, bloqueándome con su cuerpo.
—¿Eso es lo que piensas que hago? —pregunta, su voz suena
calmada.
Alejo mi rostro, concentrándome en la puerta, cualquier cosa que no
sea él. Me estremezco cuando su mano roza mi mejilla, su toque
provocándome piel de gallina. Lleva mi rostro de vuelta al suyo hasta que
estamos separados por centímetros.
—¿Eso es lo que crees? —repite, su aliento tocando mis labios. Trago
duro, mis ojos cayendo a su boca.
—No sé qué pensar. —Retrocedo incómodamente. Su mano cae de mi
rostro y una vez más nos encontramos en territorio gris, bailando sobre la
línea y solo esperando a caer de ella.
—A Lavare le gustan las mujeres fuertes. Es todo —dice, agachándose
en un intento de hacerme mirar hacia él.
—No quiero ir. —Mierda, no puedo ir. En la oficina con las personas
viendo es fácil para mi recordar que es mi jefe, pero incluso entonces fallo.
Es fácil recordar todas las razones para mantener mis bragas puestas y
esperar hasta que estamos en Masque, pero en Nueva York, al otro lado del
mundo sin nadie mirando… no confío en mí en lo más mínimo. También
podría solo follarlo justo aquí sobre el escritorio y superarlo.
Suspira y arrastra ambas manos a través de su cabello.
Lo esquivo, caminando de vuelta a mi escritorio. Me siento más segura
cerca de él si estoy detrás de mi escritorio. Necesito algo entre nosotros.
—No me hagas señalar mi rango, Georgia.
Mi temperamento aparece y salto.
—¿Por qué demonios quieres que vaya? —gruño—. Lleva a Leanne
contigo.
Entrecierra sus ojos.
—¿Por qué estás tan en contra de ir? —pregunta—. Y no quiero a
Leanne. Te necesito a ti.
Apoyo mis brazos en el borde del escritorio y dejó caer mi cabeza,
permitiendo que mi cabello caiga sobre mi rostro como una cortina.
—De eso estoy preocupada —murmuro antes de alzar mi cabeza—.
Bien. Iré, pero quiero una buena tajada de bono, pagarás para que tenga
una habitación separada, y recordarás todo el tiempo las estipulaciones de
nuestro contrato. —Frunzo el ceño y apunto un dedo hacia él.
Una sonrisita tira de sus labios.
—Por supuesto.
Parece el mismo diablo, tan pecadoramente sexi y listo para desviarse
del camino de mi floreciente carrera.
Estoy jodida.
***
La mañana siguiente salgo de mi edificio a las seis treinta y entrego
mi equipaje al conductor parado junto a la limusina en la calle. Landon esta
al teléfono cuando me deslizo en el asiento negro, su manos libres puesto
mientras tipea algo en su laptop, recitando le cifras a quien sea que está al
otro extremo. Continúa su conversación mientras recoge un vaso de café
que está atascado en el portavaso entre nosotros y me lo entrega sin siquiera
mirarme. Tomo el vaso, acunando el cálido cartón en mis manos mientras
el aroma de los granos de café me golpea. Gracias a Dios. Bien, ahora mismo
me agrada, más o menos. Es más bien una tolerancia leve.
—Por favor dime que estas bromeando —gruñe Landon de repente en
el micrófono de su manos libres. Hay una pausa como si quien sea que está
en la línea respondiera—. Dile que si el valor de esas acciones baja más de
dos por ciento, voy a enterrar su compañía. —Su voz es siniestramente
calmada, y creo que es más aterrador que cuando está gruñendo. Tira de su
manos libres y cierra la laptop de golpe, liberando un pesado suspiro.
—Gracias por el café —digo, sosteniendo hacia arriba el vaso. Me mira
y asiente—. Sabes que es demasiado temprano para esa mierda. —Hago un
gesto hacia su laptop.
—Nueva Zelanda —dice a modo de explicación, arrastrando una mano
por su rostro. Claro, ellos están a catorce horas de nosotros, creo.
Realmente no hablamos en nuestro camino al aeropuerto, y eso está
bien conmigo. No tengo deseo en absoluto de hablar con nadie a esta hora.
El auto se detiene fuera de las puertas de la terminal, y bajo, esperando a
que el conductor saque mi equipaje de la cajuela. Landon arquea una ceja
cuando mira la maleta.
—¿Te das cuenta de que nos vamos por dos días?
Pongo mis ojos en blanco.
—Eres un chico, usas lo mismo para cualquier ocasión.
—Agarra esto —dice, empujando el maletín de su laptop hacia mi
antes de pasarme, llevando mi maleta detrás de él.
—Sabes que puedo cargar mi propia maleta —digo trotando detrás de
él, luchando para mantener el paso.
Sigue caminando, negándose a mirarme.
—Es demasiado temprano para tu mierda de mujer independiente,
gatita.
Mi boca cae abierta, y mis pasos se detienen antes de correr para
alcanzarlo.
—No lo hiciste —siseo.
—Sí —dice, aun ignorándome. Oh mi dios. Voy a apuñalarlo antes de
que este viaje termine. Puedo sentirlo.
***
Ocho horas después, estamos aterrizando en Nueva York. Una
limusina nos recoge y nos lleva al hotel justo en el centro de la ciudad, con
vistas al Time Square. Algunas personas pueden pensar que es una gran
vista, pero es como tener una maldita disco en tu habitación mientras
intentas dormir. He estado en Nueva York demasiadas veces para apreciar
el espectáculo de luces.
Fiel a su palabra, Landon nos reservó habitaciones separadas, sin
embargo, hay una puerta adjunta en medio. Quiero decir algo sobre eso,
pero trajo mi maleta todo el camino hasta aquí arriba, así que…
Mira su reloj.
—Cenamos con Lavare en una hora. Vendré por ti. —Y luego se va.
Dios, esto es raro. Nunca he tenido que pasar tiempo con Landon que no
involucre una reunión de negocios o a él desnudo y yo con mis piernas
extendidas. El viaje en el avión fue raro durante la primera hora, así que
solo trabajé, organizando algunas cifras que pensaba hacer en unos días.
Abro mi maleta, sacando un vestido y colgándolo en la puerta del
armario, antes de comenzar a quitarme el suave vestido de algodón con el
que viajé. Dejó un camino de ropa mientras camino hacia al baño. Hay una
enorme bañera a la que no me puedo resistir, así que giro los grifos,
vertiendo algunas burbujas con olor dulce en el agua. Entró, descansando
mi cabeza sobre mis rodillas mientras espero que la bañera se llene. El agua
hirviendo sube, aliviando la rigidez de mis músculos al estar sentada en un
avión durante siete horas.
Media hora más tarde y me siento lista para enfrentarme al
espectáculo de mierda de Landon y yo.
Me seco y aliso mi largo cabello y me coloco el vestido rojo sangre que
traje específicamente con esta cena en mente. Clientes como Lavare son
predecibles, nacidos del dinero viejo. No pueden dejar la mierda y hacer
negocios, oh no. A ellos les gusta divertirse alrededor con sutilezas, una cena
el día antes de tener una reunión de negocios porque el cielo prohíbe que
solo llegues a él. Es el lado táctico del negocio en el que nunca he sido muy
buena.
Paso un poco de lápiz labial sobre mis labios y reviso mi reflejo en el
espejo por última vez antes de ponerme los tacones. Landon llama a la
puerta unos minutos después, y agarro mi bolso de mano antes de abrir la
puerta. Sus ojos se abren de par en par mientras se arrastran por mi cuerpo.
—Te ves… bien —dice, sus cejas juntándose en un profundo ceño.
Pongo mis ojos en blanco y lo empujó al pasarlo, así puede cerrar la puerta
antes de caminar hacia el pasillo.
Entramos al elevador. Hago un esfuerzo por ignorarlo cuando se
mueve cerca de mí. Dentro de Masque, él es como mi salvación personal. Es
un soplo de aire fresco, algo liberador y emocionante que ansío con todo el
corazón, pero fuera de esas cuatro paredes es una espina clavada en mi
costado, un recordatorio constante de que no soy tan fuerte como creo.
Después de toda la debacle de la esposa, realmente estoy empezando a
resentirme con él, mientras que me odio a mí misma por preocuparme lo
suficiente como para sentirme menospreciada. Grande. Jodida. Espina.
El auto nos lleva a un restaurante que se encuentra a un par de
cuadras. Olvidé cuánto tiempo se tarda en llegar a cualquier parte en esta
ciudad. O te sientas en el parachoques para paralizar el tráfico o caminas.
Y no camino porque no tengo un par de zapatos bajos.
El restaurante es uno de esos lugares en los que probablemente
tendrás que esperar meses para entrar. Landon le da el nombre de Lavare a
la anfitriona y nos muestran una mesa atrás. Lavare se levanta cuando nos
acercamos.
—Landon, ha pasado un largo tiempo mi amigo —dice, el ligero indicio
de un acento francés entrelazado con un pesado acento americano.
—Lavare, esta es Georgia Roberts, es la mejor corredora que tengo
además de Angus, pero sabes que a él no le gusta dejar la isla —dice
bromeando.
Sé que Lavare es de la misma edad de Landon, pasados los treinta,
pero Landon luce de casi veintitantos a lo mucho. Lavare tiene algunas
canas apareciendo en su frente. Es un hombre bajo, y casi elegante por la
manera que luce. Toma mi mano, tocando sus labios en el reverso de ella.
Trato de mantener la sonrisa en mi rostro, pero es difícil, realmente lo es,
hasta que noto la manera en que los labios de Landon se presionan en una
línea firme.
—Encantada de conocerte —digo con demasiado azúcar en mi voz.
Dios, casi me provocó náuseas yo misma.
Comemos, bebemos vino, hablamos. Paso todo el tiempo ignorando a
Landon y encantando los pantalones de Lavare, exactamente como él quería
que hiciera. Entre más hablaba y coqueteaba con Lavare, más el humor de
Landon parecía decaer.
Después de haber comido, la mesera se acercó a la mesa con el menú
de postres en mano.
—¿Les gustaría ver nuestra selección de postres? —pregunta con una
sonrisa de cortesía.
—No —espeta Landon—. Gracias. Nosotros, ah, deberíamos irnos —le
dice a Lavare como modo de explicación. Pagan la cuenta, estrechan manos,
lo que sea. Lavare besa mi mano otra vez, sus labios revoloteando un poco
más tiempo esta vez.
—Tengo muchas ganas de trabajar con usted, Srta. Roberts.
—Lo mismo digo. —Y entonces está hecho, y nos vamos del
restaurante. Landon no dice nada mientras caminamos al auto y el silencio
continúa todo el camino de regreso al hotel. Puedo sentir la tensión y el
enojo irradiando de él como un faro, y si acaso el silencio solo lo está
empeorando, pero me niego a reconocerlo. Quería que viniera en este viaje.
Me dijo que trabajara con Lavare y eso es lo que acabo de hacer. Quizá la
próxima vez se lo piense dos veces antes de usarme.
Tan pronto como el auto se detiene en la acera, abro la puerta y salgo,
caminando directamente a través del vestíbulo del hotel hasta el elevador.
Espero con impaciencia que llegue, golpeando mi dedo del pie contra el suelo
de mármol mientras lo hago. Pasan largos segundos y todavía no llega.
—¡Maldición! —gruño, estrellando mi mano sobre el botón otra vez,
aunque sé que no ayudará.
Me doy la vuelta, paseándome de un lugar a otro hasta que Landon
se para delante de mí, obligándome a darme de cara con su ancho pecho.
—¿Puedes parar?
Tomo una respiración profunda, inhalando el aroma de su colonia
como una rarita, y entonces me obligó a retroceder. Estoy enojada con él. Él
está enojado conmigo. Es una jodida mierda, y lo último que necesito es
estar deseándolo. El elevador suena y las puertas se abren. Entro y me
sigue.
Dos apuestos hombres de negocios ya están dentro, y sus ojos patinan
descaradamente sobre mi cuerpo, sus lenguas prácticamente saliendo de
sus cabezas. Uno de ellos en realidad llega a mi rostro, donde hago contacto
visual, mirándolo fijamente con mi mejor cara de perra en reposo. Un rubor
rojizo se desliza por debajo del cuello de su camisa, subiendo por su rostro
hasta que se vuelve escarlata. Una sonrisa satisfecha se abre paso en mis
labios antes de que me dé la vuelta, mirando hacia las puertas. Landon se
inclina contra el lateral del elevador, con un ceño fruncido
permanentemente en su rostro. Mira fijamente a los dos tipos, pero
aparentemente no satisfecho con verlos como un asesino, me agarra del
brazo y me empuja a su lado. No peleo con él porque es jodidamente
embarazoso, así que en vez de eso meto la mano dentro de su chaqueta y
encuentro su pezón, pellizcándolo y retorciéndolo a través de su camisa. Se
aleja de mí, pero no tiene adónde ir. Me mira fijamente, una mirada de
incomodidad cruzando sus rasgos. Bien, espero que duela. Lo fulmino con
la mirada.
Las puertas del elevador se abren unos cuantos pisos arriba y ambos
tipos salen. Al momento que las puertas se cierran se gira, clavándome
contra la pared contra la que él estaba apoyado.
—No... —Le doy una patada y le pego en la espinilla—. Te atrevas a
tocarme —siseo, empujándolo lejos de mí.
—¿Retorcerme el pezón, en serio? —pregunta, su rostro estoico.
—¡Me tocaste!
—Porque ese tipo prácticamente estaba follándote con los ojos —
escupe.
—¿Y? Preferiría eso a que me tocaras.
—¿En serio, gatita? Porque te he tocado muchas veces —se burla.
—¡Agh! ¡Eso no cuenta aquí! —grito.
—¿Tienes alguna clase de deficiencia mental? —pregunta.
—Vete a la mierda, Landon.
Las puertas del elevador se abren y salgo furiosamente, caminando
tan rápido como mis tacones pueden llevarme. Me alcanza fácilmente
cuando deslizo la tarjeta de acceso a la puerta de mi habitación. La abro y
se la cierro en la cara, pero ya está irrumpiendo justo detrás de mí.
—¡Lárgate! —le grito.
Suspira y cruza los brazos sobre su pecho.
—¿Qué pasa contigo?
—No me pasa nada. Tú solo...
—¿Yo qué? —Su expresión es seria, totalmente centrada en mí.
—Por favor, vete —ruego, negándome a mirarlo más.
—No. Estás enojada. Has estado enojada desde el lunes, aunque me
mentiste en la cara y me dijiste que estabas bien. Así que dime ahora qué
pasa, y no me iré de esta habitación hasta que lo hagas. —No puedo decirle
lo que está mal. No puedo decirle que me molesta que tenga una esposa,
que me fastidia que no lo mencionara, y sin embargo no tengo derecho a
enojarme por eso. No puedo decir que estoy enojada porque no lo he visto o
apenas he sabido de él en toda la semana. No puedo decirle que estoy
molesta porque no estuvo el martes para follarme. No puedo expresar nada
de eso, así que no digo nada.
—No me conoces, Landon. No supongas cosas.
Suelta una risa y arrastra su mano sobre su barbilla cubierta de
barba.
—No necesito hacerlo. Un idiota podría ver tu humor a un kilómetro
de distancia.
Aprieto los puños.
—¿Estamos en Masque ahora mismo? —escupo. Sus ojos se
entrecierran en respuesta, pero no responde a lo obvio—. No, no lo estamos.
Lo que significa que aquí y ahora eres mi jefe. No somos amigos. ¡No puedes
juzgar mi estado de ánimo, y no puedes enojarte por el hecho de que fui
demasiado amable con un cliente cuando me usaste a propósito como cebo!
—Para cuando termino, estoy temblando un poco, mi presión sanguínea
aumentando.
Sus turbulentos ojos se encuentran con los míos, y puedo ver la
tormenta que persiste justo debajo de la superficie.
—Te miraba como si quisiera comerte —rechina, su mandíbula está
tensa—. Dibujas todas estas malditas líneas, gatita, y esperas que caiga
dentro de ellas.
—Sí —digo fríamente—. Maldita sea si no lo quiero. —Se aparta de mí
y me hace saltar cuando golpea fuertemente su mano contra la puerta—.
Esos eran los términos del contrato que estableciste —le digo a su espalda
en un intento desesperado por detener lo que sea que esté pasando ahora
mismo. Pero se siente tan inevitable, como un tren desbocado corriendo a
toda velocidad por las vías. Hombres como él, establecen las condiciones,
no las siguen.
Me da vuelta y me asalta hasta que me presiona contra el cristal con
su mano alrededor de mi garganta. Sus labios están tan cerca de los míos,
sus furiosas respiraciones sobre mi rostro. Está a punto de estallar. Puedo
sentirlo, y puedo verlo luchar contra ello.
—A la mierda el contrato —espeta. Las palabras se sienten como el
disparo de bala en una noche silenciosa, rasgando el aire, dejando solo el
eco de mi grito silencioso a su paso. Oficialmente, el tren salió de las vías y
explotó en una bola de fuego—. Por una noche, a la mierda —Su voz es casi
un susurro. Algo muy dentro de mí, enterrado en un lugar que ni siquiera
conocía las superficies existentes, un sentimiento de necesidad, de falta de
algo extraño y desconocido. Le doy un golpe, cerrándolo tan rápido como
empezó. Y luego estoy enojada. Estoy enojada con él por sugerirlo. Estoy
enojada con él por ponerme en esta posición, por cambiar mi perfectamente
planeada vida, y sobre todo estoy furiosa conmigo misma por ser tan débil
cuando se trata de él.
En vez de gritar sin embargo finjo una carcajada.
—Oh vaya. ¿Qué creías que pasaría aquí, Landon? ¿Qué me llevarías
a Nueva York y me tendrías de espaldas en una habitación de hotel todo el
fin de semana? Tu sucio secretito —siseo, empujando contra la mano que
me sujeta la garganta hasta que mis labios rozan los de él—. ¿Pensaste que
me pondría de rodillas y te daría todo lo que tu esposa no puede? —bajo mi
voz a un ronco susurro.
Me golpea contra el vidrio tan fuerte que mi cabeza rebota en la
ventana.
—Así que eso es lo que te ha irritado tanto. —Una sonrisa satisfecha
tira de sus labios, y quiero abofetearlo y luego abofetearme por dejarlo llegar
a mí.
—No soy tu puta de la oficina, Landon, así que me temo que no te
abriré las piernas esta noche —digo, desesperada por clavar el cuchillo en
algún lugar porque siempre parece tener la ventaja.
Acerca su rostro al mío mirándome fijamente.
—No necesito follarte, Georgia. No quiero que me mires como si fuera
una maldita transacción de negocios. —Solo hay un indicio de
vulnerabilidad en la forma en que lo dice, tan vulnerable como pueda ser un
tipo como Landon, y eso me hace quedar corta. Quiero sentirme indignada,
pero no puedo.
—¿Cómo se supone que te vea entonces? —Sus ojos se fijan en los
míos y su agarre en mi garganta se afloja lentamente.
—Solo porque quieras líneas claras no significa que tengas que
odiarme. —Dios, pero yo sí, porque el no odiarlo es lo que me trajo hasta
aquí, dándome una mierda, sintiéndome herida y jodidamente patética.
—Creo que sí quiero —admito, bajando la mirada. Su mano se mueve
de mi garganta a la parte posterior de mi cuello, sus puntas de los dedos
cayendo sobre mi piel.
—Deja de pensarlo demasiado —dice, sus labios rozando mis míos—.
Me gustas, Georgia. Te respeto, y sí, quiero follarte, pero pensé que éramos
amigos.
Cierro mis ojos y mis labios se separan, mi cuerpo gravita hacia él.
Dejo caer mi cabeza hacia adelante, y él me tira cerca, presionando sus
labios contra mi frente. Aprieto un puño contra su pecho.
—No somos amigos, Landon —susurro—. No sé nada de ti. No sabes
nada de mí. Ni siquiera sabía que estabas casado, ¿y sabes por qué? Porque
soy la puta que te follas. Nada más.
Mete un dedo bajo mi barbilla y me obliga a mirarlo. Su expresión es
suave, sus ojos llenos de preocupación.
—No tienes ni idea de lo equivocada que estás.
—¿Lo estoy? —le pregunto, porque si se detiene y piensa en ello, verá
que tengo razón.
—De acuerdo. Bien. Vamos a… pasar el rato. —Me echo para atrás y
le frunzo el ceño—. Como amigos —aclara—. Nada de sexo, nada de trabajo,
solo esto. —Hace gestos entre nosotros, y yo frunzo el ceño—. No todo tiene
que ser blanco y negro. —Y tiene razón. Una parte de mí secretamente quiere
saber algo más sobre Landon. Tal vez no quiero ser su puta, o simplemente
odio la idea de que tenga una esposa que sabe todo sobre él mientras que
yo no sé nada. Así que lentamente asiento, y él suelta su control sobre mí,
dando un paso atrás con una pequeña sonrisa en su rostro.
—¿Qué quieres hacer? —pregunta, retrocede y se sienta en la cama—
. ¿Quieres algo de comer? —pregunta.
—Uh, acabamos de comer.
Resopla.
—Esa fue suficiente comida para alimentar a un niño de tres años.
¿Qué es eso de que cuanto más dinero pagues por tu comida, menos
consigues? —Y así como así, caemos en una dinámica fácil. Bajo la guardia.
Me permito apreciar la compañía de Landon, y eso es algo que nunca me he
permitido hacer realmente, no apropiadamente.
En cada juego, hay un elemento de cambio, un punto fundamental
que cambia la dinámica del juego. Creo que este lo es. Este es el punto donde
esto podría ir en dos direcciones, pero ninguna de ellas es un resultado
deseable, y no quiero enfrentarme a esa posibilidad, así que elijo ignorarla.
Por el momento. Y me ocuparé del resto cuando llegue a casa.
Landon pide una tonelada de comida y pone una película.
—Entonces... dijiste que no sabía nada de ti. Cuéntame —dice,
metiendo un trozo de pastel de queso en su boca. Estoy sentada en la parte
superior de la cama, y Landon está sentado en el sofá, con la comida.
Me encojo de hombros.
—No hay mucho que contar. Crecí en Londres, fui a la universidad y
desde entonces he pasado todo el tiempo trabajando para llegar a donde
estoy.
—¿Familia? ¿Amigos? —Se apoya de nuevo en los cojines del sofá,
desabrochando los dos botones superiores de su camisa. Mis ojos se
inclinan hacia la pequeña V de piel en su pecho.
—Quinn es mi mejor amiga. Mis padres están muertos. —No me
explico. Nunca estuve cerca de ellos. Pasé mi infancia siendo criada por
niñeras. Mi madre tuvo cáncer cuando yo tenía dieciocho años, y mi padre
murió de un infarto dos años después. Odio hablar de mí misma porque me
hace dar cuenta de lo lamentable que suena mi vida. Landon me lo señaló
la primera vez que hablamos... es solitario en la cima, pero estos son los
sacrificios que he hecho de buena gana.
—¿Qué hay de ti? —pregunto, intentando desviar su atención de mí.
Pone su plato vacío sobre la mesa de centro y se levanta, se sienta al
final de la cama y se acuesta.
—Mi papá está dando vueltas en alguna parte; a veces hablamos, pero
él... —Sus labios se mueven en una sonrisa torcida—. Está ocupado
casándose y divorciándose. Está con la esposa número seis.
—Vaya.
Suelta una carcajada.
—Sí. Un buen hombre. Mi mamá murió hace unos años.
—Tengo un hermano que es el polo opuesto a mí y actualmente está
ayudando a niños en África o algo así.
—Y una esposa —añado.
Suspira, arrastrando una mano sobre su rostro mientras fija su
mirada en el techo.
—Sí. Yo era como tú; concentrado, decidido... obsesionado. No tenía
a nadie, y no necesitaba a nadie, y estaba feliz con eso. Cuando la conocí,
sin embargo, me hizo sentir como si tal vez necesitara a alguien. Era fuerte,
hermosa, tenía una sólida carrera de modelo, y la respetaba, lo cual es raro.
—Esto me suena familiar —balbuceo, jalando mis rodillas hacia mi
pecho y apoyándome contra la cabecera.
Sus labios tiemblan, y gira su rostro hacia mí. Se pone sobre su
espalda, se ha desparramado al pie de la cama. La televisión está en el fondo,
pero ninguno de los dos la está viendo.
—Resulta que no la quería y ciertamente no la necesitaba. Todo se fue
a la mierda en un año, pero estaba trabajando todo el tiempo. Apenas la
veía, así que pasamos tres años juntos. Le di prioridad a mis negocios sobre
ella, porque ese era y es mi primer amor. Nunca la amé; me casé con ella
porque pensé que debía hacerlo.
—¿Crisis de la mediana edad? —Sonrió socarronamente.
—Algo como eso. De todos modos, le envié sus papeles el año pasado
y desde entonces no ha vuelto a buscar sangre. Aparentemente se merece
la mitad de todos mis negocios. —Suspira—. Un consejo, no te cases.
No digo nada y en vez de eso, me concentro en el edredón que hay
debajo de mí, dibujando círculos en el material con mi uña. Largos
momentos de silencio pasan.
—Di algo, Georgia.
Me encojo de hombros.
—No sé qué quieres que diga. —Levanto las rodillas hacia mi pecho y
me recuesto contra la cabecera—. Es lo que es.
—Quiero que digas que lo entiendes, que no te importa.
—¿Por qué no iba a estar de acuerdo con eso?
Sofoca una carcajada y arrastra ambas manos por su cabello,
concentrando su mirada en el techo.
—Porque eres humana. —Frunzo el ceño, y me mira—. Y si tu pequeño
arrebato anterior es algo que decir, no te parece bien.
Sacudo la cabeza.
—Odio que me manipulen y no me van a usar.
Se sienta, apoyándose en su codo.
—¿Es eso lo que piensas?
Suspiro y dejo caer la cabeza contra la pesada madera de la cabecera.
—Nos usamos el uno al otro Landon.
Sus ojos estudian los míos antes de finalmente asentir.
—De acuerdo, pero aun así me molestaría si descubriera que tienes
un marido.
—Entonces, ¿qué? ¿Ahora quieres que me moleste por eso? —Jesús,
¿qué le pasa?
Enrosca su mano en un puño y deja caer su mirada en la cama.
—Yo... no lo sé.
Bueno joder, diría que dejamos la mitad del mundo en blanco y negro
en Londres porque ahora estamos nadando en un océano gris.
Ninguno de los dos lo dice ya, pero no necesitamos hacerlo. Una vez
dicho, las palabras no pueden ser retiradas. Ya hemos dicho demasiado.
Vemos una película y me quedo dormida con él en la cama. Cuando
me despierto, su brazo está envuelto alrededor de mi cintura, sujetando mi
cuerpo contra el suyo. Se mantuvo fiel a su palabra. No intentó follarme ni
desnudarme. Sigo usando los shorts y la camiseta con la que me cambié
antes de que pusiera la película. Se mete en la parte posterior de mi cuello,
y yo agarro el brazo que está alrededor de mi cintura, sujetándolo a mí. Solo
quiero un minuto más, un minuto más para fingir que solo somos dos
personas sin líneas. Lo peor es que su brazo alrededor de mí se siente tan
bien. Es la cosa más difícil del mundo, experimentar una probada de lo que
sabes que nunca puedes tener, lo que no puedes permitirte tener.
27
—Dígame, Srta. Roberts, ¿por qué debería confiarle a usted mi dinero?
Una lenta sonrisa se desliza en mis labios mientras miro fijamente a
Lavare.
—Porque soy la mejor. —Se reclina en su asiento, juntando los dedos
mientras me mira. Landon permanece callado a mi lado—. Y sé que ha
perdido el cinco por ciento de su inversión en la Corporación Renworth. —
Sus cejas se fruncen—. Sin mencionar el ocho por ciento que perdió cuando
abandonó Atlantic Energy.
—¿Cómo lo...
—Conozco el mercado, Sr. Lavare. Sé dónde el dinero hará más dinero,
y ambas compañías eran un barco hundido mucho antes de que pusiera
sus dólares ganados duramente en ellos. Un buen corredor debería haberlo
visto. —Me encanta esto, la emoción de la persecución, es para lo que vive
la gente como yo.
Le paso la carpeta por el escritorio.
—Ahí está mi propuesta, Sr. Lavare. Léala y contáctese con nosotros.
—Me pongo de pie y me mira como si acabara de encontrar algo fascinante.
Salgo de la habitación y espero afuera mientras Landon termina.
Me apoyo contra la pared del pasillo cuando cierra la puerta y se me
acerca.
—Nunca dejas de sorprenderme —dice.
Me siento incómoda a su alrededor. Admito abiertamente que estoy
totalmente fuera de mi alcance y no me gusta. Por primera vez en mi vida,
me siento vulnerable. Él ha perforado un agujero en mi pared
cuidadosamente construida y nos miramos el uno al otro a través de ella, él
esperando que yo salga y yo esperando que se vaya. Pero no se va a marchar,
sino que se mantiene firme en su posición al estilo Landon. Así que, por
ahora, estamos en este extraño callejón sin salida, una especie de limbo, si
quieres llamarlo así.
—Maldita sea, Georgia, sonríe, ¿quieres? Acabas de ganar a Lavare.
—¿Lo hice?
Levanta una ceja.
—Está enviando el papeleo esta tarde.
—Bien. Eso es... eso es bueno.
Sonríe y sacude la cabeza mientras se dirige por el pasillo. Lo sigo,
mirándole el trasero como una furiosa pervertida todo el tiempo.
Él presiona el botón, y esperamos. Parece estar completamente
tranquilo, mientras yo siento cualquier cosa menos eso.
—¿Y ahora qué? —pregunto.
Revisa su reloj.
—Bueno, el vuelo no es hasta esta noche. Deberíamos hacer algo.
Fruncí el ceño. —¿Como qué?
Se ríe entre dientes mientras las puertas de los elevadores se abren, y
entra. Se da la vuelta y me mira.
—Es Nueva York, gatita. Las opciones son infinitas.
***
Le frunzo el ceño a Landon mientras paramos en la Quinta Avenida.
—¿En serio?
Ríe. —Te dije que estás tensa.
—¿Un museo de sexo?
Continúa riéndose mientras abre la puerta del auto y sale. No voy a
salir. Abre mi puerta y dobla sus antebrazos sobre la puerta, parado al otro
lado de ella y mirándome.
—Oh, vamos, gatita. Son solo unos pocos consoladores prehistóricos.
—Dios mío, Landon.
Suelta una carcajada, arrojando la cabeza hacia atrás.
—Vamos. —Sonríe. Parece tan tranquilo que me siento tan mal
diciendo que no. Por el amor de Dios.
—Bien. —Suspiro, bajando del auto. Me ofrece su mano, pero la
ignoro.
Me sigue hasta la acera donde me paro mirando al edificio.
—Quiero hacer un trato —dice detrás de mí.
Me giro hacia él. —Uh, ¿qué clase de trato?
Pasa una mano a través de su cabello de ídolo sexual.
—Quiero que pares. —Frunzo el ceño—. Solo deja de pensar.
—¿Puedes ser más específico?
Sonríe.
—Todo contigo es como una maldita ecuación cuadrática. Pero la vida
no es una ecuación, gatita. A veces tienes que dejarte ir.
No sé lo que me está pidiendo.
—No es una ecuación Landon, es simple, tú eres mi…
—Hoy no. —Sacude la cabeza—. No quiero ser tu jefe, Georgia. No
tienes ni idea de cuánto desearía no serlo. Pero aquí y ahora, seamos solo
nosotros. Al diablo con las etiquetas.
—Al diablo con el contrato —susurro.
Una lenta sonrisa tira de sus labios.
—Al diablo con las reglas.
Es tan malo para mí. Tan peligrosamente malo.
Me rodea con un brazo alrededor de la cintura y me lleva a la puerta
del museo. Lo primero que vemos cuando entramos es una estatua de dos
pandas follando.
—Guau. Me trajiste para ver algún tipo de porno de pandas.
Ríe. —Es arte.
—No, esto está jodido. —Me ignora y va a la taquilla. Puede pagar por
esto porque estoy segura que no perderé nada de dinero por esta mierda.
Pero se pone peor. Hay artilugios y como él predijo, consoladores
prehistóricos. Me detengo en uno de madera monstruoso.
—Estoy imaginando astillas —digo.
Resopla.
—Esa cosa tiene que medir 15 pulgadas de largo, ¿y son las astillas
las que te preocupan?
—Buen punto.
Seguimos adelante hasta que estamos parados al lado de una especie
de silla sexual instalada en medio de la habitación.
—Ni siquiera digas o sugieras nada. Te lo advierto —ríe entre dientes
y vuelve a envolver el brazo alrededor de mi cintura. Cada vez que lo hace,
me pongo tensa y estoy segura de que se da cuenta, pero no lo reconoce.
Me lleva a través del "museo" y vemos más cosas extrañas, equipo de
esclavitud, pinturas de penes, una especie de consolador motorizado que
parece que dolería mucho y finalmente antílopes teniendo un trío. Sip.
Se mueve detrás de mí, colocando sus manos en mis caderas y tirando
de mí como si fuéramos una pareja normal en un museo normal, mirando
una exposición. Excepto que no lo somos. Somos nosotros y estamos
mirando una estatua de un trío de antílopes. Esto nos resume bastante bien.
—Solo quiero que sepas que si esta es tu idea de una cita, no me
extraña que seas soltero.
Sus labios rozan mi cuello y mi piel se estremece como la piel de
gallina.
—No pensé que fueras del tipo de las citas.
Mi respiración se acelera y mi ritmo cardíaco aumenta. No debería
dejarlo tan cerca, pero no puedo alejarme. Besa suavemente mi cuello, y mis
ojos se cierran mientras un zumbido bajo de electricidad zumba sobre cada
terminación nerviosa.
—No lo soy. —Suspiro. No lo soy, pero para él, podría serlo... si me
dejara a mí misma.
—Ni yo tampoco, pero nunca digo nunca. Hay gente que tiene una
manera de cambiar tu forma de pensar. —Es justo ahí, colgando en el aire
entre nosotros, hablando en semi indirectas y suposiciones. Me giro hacia
su rostro y sus ojos se encuentran con los míos, ardiendo en mí—. Podrías
hacerme cambiar de opinión. —Y ahí están sus cartas, sobre la mesa frente
a nosotros. Quiero tirar la mías al lado de la suyas, pero hacerlo arruinaría
todo, así que me aferro a mi negación. Mantengo mis cartas cerca de mi
pecho y no digo nada.
—Landon, yo...
—Deja de pensar —susurra. Su mano toma mi mejilla, su pulgar
frotando mi mandíbula mientras sus ojos caen a mis labios. No quiero
pensar. Aquí y ahora estamos en nuestra pequeña burbuja, lejos de
Londres, lejos de todo y quiero fingir que esto es algo real y tangible. Así que
me inclino y presiono mis labios contra los de él. Un gemido bajo sube por
su garganta mientras su mano se mueve hacia la parte posterior de mi
cuello, acercándome. Dejo de pensar y siento. Siento todo lo que hay entre
nosotros, el anhelo, la lujuria y más. Mientras beso a Landon delante del
trío de antílopes, me doy cuenta de que creo que me he enamorado de él.
Mierda.
***
Ninguno de nosotros ha hablado desde que dejamos Nueva York. En
el momento, mientras estuvimos ahí fue como vivir un sueño, uno en donde
las posibilidades eran infinitas y todo sigue. Pero ahora estamos de regreso
en Londres y la realidad nos atropella como un familiar amigo que no es
bienvenido. Me encuentro a mí misma deseando poder borrar de nuestras
memorias los dos últimos días, pero las palabras son como apretar un
gatillo, una vez dichas no se pueden retirar, no pueden ser no escuchadas
y el daño que infligen puede ser irreparable.
Somos recogidos en el aeropuerto por su auto. Una vez más no
decimos nada mientras el auto se mueve por las calles de Londres. Son las
cuatro. La ciudad a estas horas de la mañana es espeluznantemente
tranquila. Eventualmente, el auto se detiene fuera de mi apartamento en
Greenwich y el motor se pone en marcha en ralentí mientras el conductor
espera pacientemente.
El largo momento de silencio me pone nerviosa. Ya no sé qué decirle.
Esto no puede seguir así. Odio admitirlo, pero aquí hay sentimientos, rabia,
celos, añoranza, lujuria... amor. Están bien allí mirándonos a la cara y sin
embargo ninguno de nosotros quiere reconocerlo abiertamente porque
ambos sabemos que en el segundo que hagamos esto se terminó. Tiene que
serlo. Voy a decirle que lo veré en la oficina el lunes cuando habla.
—Ven al club mañana por la noche —dice más como una orden que
como una pregunta.
—Yo... —Dile que no. ¡Dile que no! Lo miro fijamente y mi corazón late
un poco más fuerte. No quiero decir que no, aunque sé que debería. Joder,
de toda la gente de esta ciudad de ocho millones y medio de personas, tenía
que ser él, el único que debería estar fuera de los límites.
—Te enviaré un mensaje —susurro y luego bajo del auto. El conductor
me da mi maleta y el auto se queda en la acera hasta que cierro la puerta
principal del edificio.
Apago mi teléfono el resto del fin de semana.
28
Es lunes por la mañana, así que me reuniré con Giles para el
desayuno. Él ya está aquí cuando entro en nuestra cafetería habitual. Me
dirijo a la mesa en la ventana. A Giles le gusta que la gente mire; él lo llama
un hobby. Sí, él es extraño. Ya me ha pedido un café y lo empuja delante de
mí cuando me siento en la mesa.
—Te ves cansada, Georgia —comenta sin siquiera levantar la vista de
su periódico.
—Estoy bien. Jet lag.
Cierra el periódico y lo dobla, alisando su mano sobre el rostro de la
publicación.
—Deberías tomar unas vacaciones. Sabes que tengo una casa en Bali.
Incluso podrías tomar mi avión privado.
Sonrío.
—Bueno, gracias, pero por más atractivo que parezca, no puedo ir.
Él se encoge de hombros y levantando el café a sus labios.
—La oferta siempre está ahí. Incluso podrías llevar a ese joven. —
Levanta las cejas y sorbe su café con complicidad.
—No hay hombre. —Pongo mis ojos en blanco.
—¿En serio? —Me muestra el papel frente a mí y lo abre a la sección
de chismes, clavando su dedo en la página. Joder, ¿en serio? Hay una foto
de Landon y yo saliendo del restaurante donde nos encontramos con Lavare
para cenar. Por supuesto, la prensa sensacionalista ya lo ha explicado en
este momento porque su ex esposa no es solo una modelo, como dijo
Landon, sino que es Isla Marie, también conocida como Isla Banks, modelo
de pasarela de fama mundial. Como si no fuera lo suficientemente malo.
El artículo simplemente se refiere a mí como una mujer misteriosa.
Estupendo.
—Esa fue una reunión de negocios —digo a la defensiva—. Él es mi
jefe.
Se ríe y dobla el periódico de nuevo.
—Un hombre puede ser tu jefe y aun así follarte. —Su acento hace
que las palabras suenen cómicas.
—No. Sin follar —digo con una sonrisa. Es un imbécil entrometido,
pero afortunadamente para él lo amo—. ¿Cómo está tu esposa?
—Bueno, hablando de follar...
Oh, asqueroso.
29
No tengo que esperar mucho para que la mierda salga a la luz pública.
Dejo a Giles, paso unas horas en el trabajo y voy a La Carte con Eva para
un almuerzo de trabajo. Estoy desplazándome por los correos electrónicos y
Eva está anotando una lista de cosas que necesitan atención inmediata
cuando una mujer se mueve hacia mi visión periférica y se detiene en
nuestra mesa. Detengo lo que estoy haciendo y la miro. Es alta y delgada,
vestida con vaqueros ceñidos y tacones de tiras. Su largo cabello oscuro cae
sobre su rostro en ondas perfectamente orquestadas mientras sus ojos
oscuros se posan en mí. Es hermosa, y he visto lo suficiente en los medios
para saber que es la esposa de Landon.
—¿Puedo ayudarte? —pregunto, tratando de no sonar como una perra
enfurecida, pero estoy enfurecida. No hay una buena razón para que ella
esté aquí.
Sonríe, cruzando sus brazos sobre su pecho.
—Así que eres la puta que está follando en la oficina.
—Caray —dice Eva.
Me levanto para estar más al mismo nivel que ella, pero maldición, la
perra es como una maldita jirafa.
—Isla Banks, ¿supongo?
—Sí. Lo soy. —Levanta su mano izquierda mostrando un monstruo de
roca de anillo de bodas.
—Bueno, un consejo, no la jodas hasta que conozcas la historia. Él es
mi jefe. Somos amigos. —No sé si puede ver la mentira escrita en todo mi
rostro o no, pero su mandíbula se aprieta y sus mejillas se sonrojan.
Ella se pone en mi rostro, mirándome de arriba abajo.
—Voy a quitárselo todo por esto. Perderá todo, todo por una pequeña
zorra —sisea la palabra con tanto veneno, pero debajo del frente de la mega
perra, puedo ver que está herida, más que eso, destruida. Hombres como
Landon te harán eso. Miro nerviosamente alrededor del restaurante,
preocupada de que llame la atención. Algunas personas miran en nuestra
dirección, pero afortunadamente no está del todo lleno.
—Mira, tienes que hablar con Landon. Esto no es de mi incumbencia.
—No, no es. Así que amablemente cierra tus piernas. Él podría
follarte, pero se aburrirá. Las putas como tú son de a diez por un centavo.
Desechables. —Pierdo mi mierda. Este es uno de esos momentos en los que
deberías ser una persona más grande, donde deberías detenerte y pensar,
pero yo no. Arremeto. En un momento ella está parada allí y al siguiente mi
mano se ha conectado con su rostro, y su nariz está derramando sangre
mientras grita desaforadamente.
—¡Oh, mierda! —dice Eva detrás de mí. Me quedo de pie en estado de
shock por un momento antes de que ella me arrastre, saliendo del
restaurante con Isla gritando a alguien que llame a la policía porque ha sido
asaltada. Cuando estamos en la calle, Eva comienza a reír—. Santa mierda,
G.
—Oh, Dios mío. —¿Qué hice? Estoy acabada. Ella va a presentar
cargos y luego estoy jodida.
***
Camino hacia adelante y hacia atrás en mi oficina mientras Eva se
sienta en mi escritorio, mirándome.
—¿Lo estás follando, verdad? —pregunta.
—¡Realmente ese no es el maldito problema en este momento! —digo,
y veo una mancha roja en mi vestido gris. Quiero llorar. ¿Cómo ha caído
todo esto en semejante mierda en tan corto espacio de tiempo?
—Mira, él te ayudará. Tienes que ir a él.
—¿Y decir qué? —Lanzo mis manos al aire—. ¿Qué le di un puñetazo
a su esposa? ¡Mierda!
Ella niega con la cabeza.
—Se lo merecía, pero apostaría a que está presentando cargos
mientras hablamos.
—Mira, solo dame un momento, por favor. —Arrastro una mano por
mi cabello y me siento en mi escritorio. Eva salta y se abre camino hacia la
puerta, dándome una mirada preocupada antes de cerrar la puerta detrás
de ella.
Descuelgo el teléfono y marco el número de Quinn. Nunca pensé que
necesitaría un abogado, pero ahora que lo hago, tener una amiga que sea
uno es útil. Ella recoge al tercer timbre.
—Quinn —digo su nombre, mi voz se rompe.
—George, ¿qué pasa? —No sé si es escuchar su voz o simplemente
todo, pero una sola lágrima se desliza libremente, cayendo por mi rostro.
—La jodí. —Me ahogo antes de explicarle la situación.
Ella escucha sin interrupción, y por supuesto, hasta el punto donde
la golpeé, ella prácticamente conoce la historia.
—Necesito irme —digo porque lo hago desesperadamente.
—No, mira, si ella presenta cargos, al menos espera y ve lo que quiere.
Probablemente no quiere que te alejes de su marido. El matrimonio ya
terminó. Quiere señalar con el dedo para que la corte falle a su favor, y tú
simplemente ayudaste con eso. Interpretará a la esposa victimada y
ordeñará todo lo que valga.
Niego con la cabeza.
—No viste la expresión de su rostro; esa no es una mujer solo tratando
de obtener dinero. Ella todavía lo ama.
Ella suspira.
—Mira, necesitas hablar con él. Esto podría jugar de muchas maneras
diferentes, pero, de cualquier manera, eres un medio para un fin, George.
—De acuerdo. Gracias. Te llamaré más tarde.
Envío un mensaje a Landon:
Necesito hablar contigo. Ahora.
Él envía un mensaje de texto de inmediato:
Angus está fuera por la tarde. Ven a la oficina.
Para cuando abro la puerta de la oficina de Landon, sé exactamente
lo que voy a hacer, y estoy temblando porque estoy a punto de perder todo.
Incluso ahora, sin embargo, hace que todo parezca... inconsecuente e
irrelevante.
Se levanta de su escritorio y camina a través de la habitación,
moviéndose con esa gracia salvaje suya. Su chaqueta está colgada del
respaldo de su silla, y su camisa se aferra a sus caderas estrechas, las
mangas arremangadas, exponiendo los músculos que le rodean los
antebrazos. Sus cejas se juntan en un profundo ceño mientras se acerca.
Abre la boca para hablar, pero lo interrumpo.
—La golpeé —dejo escapar—. Tu esposa se me acercó y la golpeé.
Sus ojos se abren de par en par antes de que una lenta sonrisa se
abra camino en su rostro.
—¿En serio?
Golpeo su pecho, y cuando él comienza a reírse, lo golpeo otra vez.
Agarra mis muñecas, uniéndolas contra su pecho con una mano.
—Que te jodan, Landon —digo, mi voz temblando.
Su expresión se vuelve seria, y se agacha, tratando de obligarme a
mirarlo. Cuando no lo hago, agarra mi barbilla y echa mi cabeza hacia atrás,
obligándome a mirarlo a los ojos.
—No te desanimes, gatita.
—No puedo hacer más esto —susurro. Y no puedo. Intenté mantener
las cosas simples, pero se han vuelto más y más complicadas. No me gusta
lo complicado. No me gusta esta sensación anudada en el estómago que
reproduce los enmarañados hilos de mi vida, todos mezclados en un maldito
lío. Solo necesito liberarme de todo. Me iré, y eso es mucho más difícil de lo
que debería ser. Estoy aquí para decirle eso. Solo necesito un minuto, solo
un minuto más de él.
Suelta mis muñecas y envuelve su brazo alrededor de mi cintura,
tirando de mí contra él. Entierro mi rostro en su pecho e inhalo el olor que
es todo él. Me reconforta cuando sé que no debería hacerlo, pero a la mierda,
¿qué importa ahora? Luché tan duramente contra él, y aun así voy a
perderlo todo. Y no por él, por mi culpa.
—Estará bien. Lo arreglaré.
—No. Dijo que te quitaría todo —murmuro en su sólido pecho.
—Entonces le pegaste. —Su pecho vibra bajo mi mejilla.
—No. Ella me llamó puta, y luego le pegué. —Acuna mi mejilla,
sacando mi rostro de su pecho y enfocando su mirada en la mía. Sus ojos
oscuros bailan con diversión. Cuando me mira así, me siento invencible
como si nada pudiera tocarme, todo porque Landon Banks me quiere.
Roza su pulgar sobre mi mandíbula mientras acuna mi mejilla, y luego
se inclina, presionando sus labios contra los míos en un susurro de un beso.
Me besa como si fuera todo para él. Me besa como si movería montañas y
conquistaría países para mí. Puede ser una mentira, una hermosa mentira,
pero quiero creerlo. Quiero que mi corazón frío se sienta como un destello
de calor por un momento fugaz. Su pulgar acaricia rítmicamente mi
mandíbula mientras sus labios permanecen sobre los míos. Cuando
comienza a alejarse, agarro puñados de su camisa, acercándome a él y
golpeando mis labios con los suyos con tanta fuerza que chocan nuestros
dientes. Aleja mi cabello del rostro, su tacto suave pero firme mientras su
lengua traza sobre mi labio inferior. Quiero lo que él me da, esa sensación
de seguridad. Quiero que me haga sentir como si el mundo comienza y
termina con nosotros, una última vez.
Antes de que pueda pensar demasiado, empiezo a desabotonar su
camisa, mis dedos trabajan fácilmente por su cuerpo, separando el material
a medida que avanzo. No sé lo que estoy haciendo; solo sé que necesito esto.
Mis palmas presionan contra su estómago desnudo, la piel como fuego bajo
mi toque. Gime contra mis labios cuando levanto mis uñas sobre él. Su
mano se desliza hacia mi espalda, bajando la cremallera de mi vestido. El
beso se vuelve más frenético con mi desesperación. Separa sus labios de los
míos y toma un puñado de mi cabello, tirando mi cabeza hacia un lado.
Jadeo cuando sus labios golpean mi cuello, chupando, lamiendo, besando
mientras trato desesperadamente de arrastrar un aliento en mis pulmones.
Sus dedos trabajan debajo del material en mis hombros, empujando las
correas de mi vestido por mis brazos hasta que se acumula en mi cintura.
Le quito la camisa de los hombros y arrastro mis manos sobre los
gruesos músculos de su pecho. Todo en él me hace querer follarlo. Solo verlo
tiene mi estómago apretado, mi corazón martilleando y mis pulmones
sintiéndose como si estuvieran paralizados. Y cuando me toca así, el mundo
se desvanece, todo enfocado en el punto donde su piel se encuentra con la
mía. Nada más existe.
Me arremanga la apretada falda por encima de los muslos y luego da
un paso atrás, tirando de todo sobre mi cabeza. Hace una pausa por un
segundo, tomando mi ropa interior de encaje negro y medias hasta el muslo.
Una sonrisa diabólica se dibuja en sus labios mientras se quita la camisa y
se acerca a mí, su torso desnudo presionando contra el mío y enviando
chispas de electricidad ondeando sobre mi piel. Sus dedos rozan la franja
de encaje que rodea mi muslo en la parte superior de mis medias, un
gruñido bajo deslizándose por sus labios.
—Joder, te quiero así todo el tiempo. —Gime, antes de que sus dedos
agarren mis muslos bruscamente, levantándome hasta que mis piernas
están a ambos lados de su cintura, mi coño cubierto de encaje presionado
contra sus abdominales inferiores mientras el calor de su cuerpo me pone
mojada y necesitada. Se mueve y se escucha el ruido de los objetos que
golpean el suelo mientras lo saca todo de su escritorio, incluida la
computadora. Mi espalda golpea el escritorio, y su cuerpo se arquea sobre
mí mientras envuelvo mis piernas alrededor de él, inmovilizándolo contra
mí.
—Te he imaginado en este maldito escritorio tantas veces. —Suspira
contra mi piel, trabajando sus labios sobre mi mandíbula. Este es el único
lugar donde juré que nunca estaría, en su escritorio como una secretaria
cachonda. Pero, ¿qué importa ahora? Esto, nosotros, nuestros secretos y
mentiras, todo está hecho. Solo lo quiero a él, no al hombre de la máscara…
él. Solo esta vez.
Empuño su cabello con una mano, trayendo su rostro al mío y
metiendo mi lengua en su boca mientras pongo mis manos entre los dos y
desabrocho su cinturón.
Sus pantalones son empujados hacia abajo y luego su mano se
sumerge debajo del trozo de material que cubre mi coño, tirando de él y
arrancándolo. Los latidos de mi corazón se disparan y mi piel se
sobrecalienta con cada minuto que pasa.
Y luego hay una pausa. Toca su frente con la mía mientras una fuerte
mano agarra a mi cadera, la otra toca mi mejilla. He sido follada por Landon
en todas las formas posibles, pero esto es diferente, esto es algo
completamente diferente. Nuestras respiraciones se entremezclan, nuestros
corazones latiendo sincronizados mientras él se desliza lentamente dentro
de mí. Agarro la parte de atrás de su cuello, sosteniéndolo cerca.
Esto de lo que he estado huyendo es tan difícil, entonces ¿por qué se
siente tan bien? ¿Por qué ahora, de todos los tiempos, tiene que sentirse tan
vital para mí?
Se mueve dentro de mí lentamente, sus golpes largos y profundos.
Siento que me estoy hundiendo en él, cayendo en el olvido donde todo es
perfecto y seguro, y nada más importa. Me besa mientras me folla, me saca
todo lo que tengo que dar, y cuando me vengo, me aferro a él como si fuera
una balsa en un mar embravecido porque en verdad lo es ahora.
Se pone rígido sobre mí, gimiendo mi nombre contra mis labios
cuando se corre. Yazco allí con los ojos cerrados y su polla dentro de mí, y
sé que en el momento en que los abriera esto habrá terminado. Esto fue un
adiós. A decir verdad, rasga algo dentro de mí, algo que ni siquiera sabía
que existía.
—Gatita. —Presiona un beso en mi frente antes de que se aleje
dejándome vacía y sola. Abro mis ojos y me siento. Sin mirarlo, cruzo la
habitación y recojo mi vestido, deslizándolo sobre mi cabeza.
Mis manos tiemblan cuando intento sujetar el cierre. Mis ojos están
picando mientras las lágrimas amenazan con formarse. ¡No voy a llorar!
Landon me ha hecho añicos y me ha vuelto a armar, y lo peor es que nunca
lo sabrá. Nunca sabrá cuánto significa o cómo me hizo sentir. Nunca sabrá
lo cerca que estuvo, lo cerca que estuvimos. Pero a veces tienes que saber
cuándo alejarte.
Me gusta Landon. Demonios en un mundo diferente, podría amarlo,
tal vez lo amo con tanta capacidad como tengo, pero sea lo que sea que
sienta por él, tiene demasiadas complicaciones. La conclusión es: ahora me
encuentro sin empleo porque golpeé a su esposa. Nunca pensé que sería esa
chica. Hay muchas cosas que nunca hubiera hecho antes que él, pero aquí
estamos.
Su mano roza la mía, empujándola lejos de la cremallera y cerrando
el vestido con facilidad.
—Gracias —susurro, temerosa de que, si hablo ahora, mi voz se
romperá.
—Arreglaré esto, Georgia. Lo prometo. Isla no podrá contactarte
cuando mi abogado haya terminado con ella.
Me doy la vuelta para mirarlo, enyesando una sonrisa que no siento
en mi rostro.
—Está bien. —Me siento como una persona de mierda en este
momento, pretendiendo que todo está bien cuando en realidad ya me he
dado por vencida.
Sus cejas se unen en un ceño fruncido mientras sus ojos se enlazan
con los míos.
—Por favor, solo confía en mí.
Ojalá pudiera, realmente quisiera.
—Tengo que irme.
Su mano se envuelve alrededor de mi cuello, sus labios rozando
suavemente los míos. Cuando rompe el beso, me giro y salgo de esa
habitación tan rápido como mis piernas me lleven. Una vez que estoy dentro
de mi oficina, dejo que las lágrimas con las que he estado luchando tan duro
caigan. Solo tengo que culparme a mí misma.
30
Esa noche empaco las cosas de mi escritorio en una pequeña caja de
cartón y doy una última mirada alrededor de la habitación. Tomo un trozo
de papel y lo doblo en dos, contemplando el vacío espacio en blanco, el
bolígrafo en mi mano sobre el papel. ¿Qué debería decirle? ¿Creo que estoy
enamorada de ti, pero tu esposa es una perra, así que adiós? Mierda, esto
no debería ser así de difícil. Muerdo mi labio cuando las lágrimas aguijonean
mis ojos. Pude pasar mi vida entera obsesionada con los detalles, planeando
todo correctamente, pero nada podría haberme preparado para él. Para esto.
Siempre supe que esto terminaría mal, pero nunca imaginé que alejarme de
él se sentiría como que estuviera enterrando un cuchillo en mi pecho.
Presiono el bolígrafo en el papel y escribo lo único que puedo decir porque
cualquier otra cosa no es más que una excusa patética, y él lo sabe mejor:
Landon, lo siento. G
Lo pongo sobre el escritorio, levanto mi caja y salgo. No miro a nadie
mientras salgo, y no me detengo hasta que estoy en mi auto.
En las próximas horas, le envío a Angus una renuncia inmediata por
correo electrónico, simplemente diciéndole que le pregunte a Landon por
qué. Podría parecer que estoy siendo una perra, pero no. Landon puede
decirle a él lo que quiera, pero todavía es su decisión cuánto quiere contar.
Después de todo, es quien todavía tiene que trabajar con Angus.
Personalmente, creo que Angus se merece la verdad. Luego cambio el
número de mi teléfono y mi correo electrónico, dejándoles saber los nuevos
a Quinn y a Eva. Podría parecer extremo, pero necesito un corte
completamente limpio con él. Pero lo conozco, querrá una explicación.
Podría estar equivocada. Por todo lo que sé, acaba de avanzar a la siguiente,
pero no lo creo.
La mañana siguiente, el timbre de mi puerta suena, y cuando abro,
allí en el tapete está un sobre manila. Cuando lo destapo, encuentro que
acabo de ser notificada por el abogado de Isla Bank.
***
La vida cambia en un parpadeo, y lo mejor que puedes hacer es
sacudirte el polvo y largarte. No puedo aplicar para ningún empleo hasta
que resuelva esta mierda con Isla. Lo último que quiero es conseguir un
trabajo y, luego de unos meses, de repente haber sido abofeteada con un
cargo real por lesiones corporales. Porque eso se ve tan profesional.
Quinn ha estado aquí, atravesando las cosas conmigo. Le hicimos una
oferta a Isla de veinte grandes para hacer un arreglo fuera de la corte, lo
rechazó y dejó muy claro que no quiere llegar a un arreglo. Así que no creo
que haya otra manera de salir de esto, pero Quinn cree que habrá una pena
leve. Probablemente alguna orden de comportamiento antisocial y gastos
judiciales. Sin embargo, eso no me ayuda; yo no emplearía a alguien con un
ASBO1.
Ahora es la noche del jueves, y estamos bebiendo vino y viendo
repeticiones de Games of Thrones, porque la chica tiene una seria obsesión.
—¿Estás bien, George? —pregunta de repente.
Sonrío.
—Todo lo bien que puedes estar cuando tu vida está arruinada.
—¿Has escuchado de Landon? —El sonido de su nombre ocasiona un
dolor en mi pecho, como una vieja herida molestando después que piensas
que ha sanado. Lo he bloqueado, todo pensamiento sobre él, todo rastro de
él. Soy buena en la negación.
—No. ¿Por qué debería? —digo, concentrando mi mirada firmemente
en la pantalla del televisor.
—Solo preguntaba si hay algo que él pueda hacer.
Niego con la cabeza.
—No quiero su ayuda. Soy quien la golpeó, y soy la única que lidiará
con las consecuencias.
—Pero…
Giro la cabeza y fijo mis ojos en los suyos.
—No lo necesito, Quinn —espeto—. Landon ya no es una opción. —
Froto el lugar en mi pecho donde se siente como si una espada está
incrustada entre mis costillas. Cada vez que escucho su nombre, es como si
alguien la está retorciendo. Me observa durante largos segundos antes de
que asienta lentamente. Es tan mala como Eva, que insiste en llamar y
contarme todo lo que hace Landon. Está preguntando por mí, ha salido del
país, está abriéndose paso a través del divorcio. No necesito escuchar eso.

1
ASBO: Siglas en inglés de Anti-social Behaviour Order, u Orden Judicial por
Comportamiento Antisocial (Femenino) en español.
Permanecer lejos de él ha tomado todo de mí. A veces paso horas
contemplando su número en mi teléfono, luchando conmigo misma para no
llamarlo. En términos realistas, ¿qué podría decirle? Mi vida está girando
fuera de control. Me siento rota, y muy desesperadamente anhelo su fuerza
implacable, para que me organice de nuevo y ponga mis piezas vueltas
añicos en su lugar. Pero ese es exactamente el por qué no iré hacia él. Solo
puedes depender siempre de ti mismo en esta vida. Lo hice antes y lo haré
ahora.
31
Es tarde en la noche del sábado cuando hay un golpe en mi puerta.
Bajo mi laptop a la mesa de café, levantándome para responder.
Eva y Quinn están en mi puerta usando vestidos y tacones, vestidos
cortos y tacones altos.
—Ah, hola. ¿Teníamos planes?
—Nop. —Eva pasa empujándome, en una pizca de tela roja tan
pequeña que estoy bastante segura de que en realidad es un top. Entra
campantemente en mi sala de estar y le echa una ojeada a la pantalla de mi
laptop—. Oh, Dios mío, G. Es sábado por la noche, y estás haciendo trabajo
para clientes que todavía están con una compañía para la que ya ni siquiera
trabajas…
Incluso Quinn arquea una ceja sentenciosa hacia mí.
—Solo estoy ayudando a Angus. Me fui sin avisar —me defiendo.
Eva pone los ojos en blanco.
—Como sea. Ve. Aséate. Vístete. Vamos a salir.
—¿Por qué? —pregunto.
Se miran entre sí.
—Pensamos que podrías necesitar por tu trabajo, el caso y todo —dice
Quinn.
—Tienes que volver a tomar las riendas. La mejor manera de superar
a un hombre es meterte debajo de otro. —Opina Eva.
—No. —Niego con la cabeza.
—Sí. —Eva agarra mis hombros, girándome en dirección de mi
habitación.
—¿En serio? Esto es tan innecesario —discuto mientras ella me
empuja a la fuerza en el dormitorio—. ¿No podemos solo quedarnos aquí?
—Agarra el dobladillo de mi camisa y comienza a levantarla, pero le arrebato
la tela.
—¡No me hagas desvestirte! —Me apunta, levantando sus cejas.
Jesús, a veces es aterradora. Es como una malvada y pequeña furiosa
peligrosa.
—¡Bien! —gruño mientras sale de la habitación.
—¡Y aféitate el coño! —grita desde la sala de estar.
Oh, Dios mío.
***
Eva nos arrastra a algún bar de mala muerte que conoce. La música
está alta; los pisos están cuestionablemente pegajosos, y las bebidas son de
colores brillantes, pero nadie me conoce y eso es bueno.
—Chicas, tienen que aprender a relajarse —dice Eva cuando se
aproxima a nuestra mesa, colocando tres chupitos de tequila antes de
regresar a la barra y traerme un Martini. Coloca un Cosmo frente a Quinn
y tiene un brebaje azul brillante con una sombrilla para sí misma.
—Hasta el fondo —dice, levantando un chupito de tequila. Quinn y yo
nos damos una ojeada, levantando los vasos de chupito. Todas chocamos
los vasos y entonces me estoy vertiendo por mi garganta lo que sabe a
decapante de pintura. Oh, Dios.
Dos tequilas y dos martinis después y he decidido que emborracharme
es una buena manera de superar mi completa vida de mierda. Quiero decir,
¿por qué no? De todas maneras, no es como si mi reputación no estuviera
jodida ya. Un puño en el rostro de la esposa del jefe hará eso por ti.
—Entonces… —comienza Eva—. Te enamoraste del gran jefe, ¿luego
golpeaste a su esposa y ahora estás desempleada y pronto estarás en
posesión de un ASBO? —pregunta, sorbiendo un coctel azul brillante.
Encojo los hombros y asiento, tonteando con la mitad de mi tercer Martini.
—Y ahora te estás volviendo alcohólica —habla Quinn, sin que se le
entienda—. Y aparentemente, como un buen capitán, me estoy hundiendo
con el barco —ríe.
—¿Cómo es que soy el barco?
Encoge un hombro mientras toma un sorbo de su Mojito, temblando
y fulminando con la mirada la bebida cuando la vuelve a bajar.
—Esto sabe a mierda.
Levanto mi Martini y me lo bebo lanzando la cabeza hacia atrás, antes
de hacerle una seña por otro al cantinero.
—Mierda —Se lamenta ella, tragándose el Cosmo y haciendo una
mueca.
—Ustedes querían que me emborrachara. —Las señalo a ambas—. Así
que las estoy arrastrando a mi nivel.
Me muestra una mirada exasperada antes de levantarse y caminar
hasta la barra,
Dos horas después, estoy colgando del brazo de Eva e intentando
verme sobria mientras nos aproximamos a la puerta de Q.
—Deja de tropezar —sisea.
—Lo estoy intentando. —El gorila nos ve de arriba abajo,
probablemente porque estamos vestidas como prostitutas. Tengo puestos
unos ceñidos pantalones de cuero negro que compré hace décadas, pero que
todavía no había sido lo suficientemente valiente para usar, y mi estómago
está expuesto por el pequeño top de encaje blanco. Ni siquiera me importa.
Estoy borracha.
Le muestro al tipo una sonrisa, y nos hace un ademan con la mano
desdeñosamente.
—¡Vamos a bailar! —grita Quinn al otro lado de Eva, lanzando las
manos al aire.
Ella fuerza su camino a través de la abarrotada pista de baile,
tropezándose con la gente mientras lo hace.
Q está en lo que solía ser uno de los edificios del Consejo, antes de
que se mudaran a uno de los rascacielos. La pista de baile se encuentra
debajo de un inmenso techo abovedado, rodeado por un círculo de pilares
de mármol. La sección VIP está en un segundo nivel que sobresale y recorre
el exterior del edificio. De hecho, hay un elevador que sube directo desde
The Mayfair Club hacia la VIP, pero The Mayfair Club no es un lugar al que
vas cuando estás en el estado en que estoy.
Quinn me hala con ella y comienza a molerse contra mí, con sus
caderas moviéndose a tiempo con la música. Eva se escabulle, dirigiéndose
a la barra por otra bebida.
Unos minutos más tarde y un tipo se mueve detrás de Quinn,
agarrándole las caderas mientras baila con ella. Sus ojos echan una mirada
rápida sobre mis hombros justo cuando otro par de manos tocan mi cintura,
porque, por supuesto, los hombres vienen en pares. Estoy borracha, así que
estoy bien con ello. Bailo, me río, presiono la espalda contra el chico. No sé
qué busca, y no me importa en este momento, solo es alguien con quien
bailar. Sus manos se mueven hacia abajo, hasta que está agarrando mis
caderas y tirando de mí contra sí. Aliento cálido sopla sobre la piel
resbaladiza por el sudor de mi cuello, haciéndome estremecer, y por un
momento, mi mente borracha finge que es Landon. Me inclino más hacia él,
arqueando mi espalda y presionando mi trasero contra él. Sus manos
ascienden por mi parte frontal, rozando sobre mi seno, pero no es posesiva,
es tentativa. No es Landon, y nunca lo será.
Me doy la vuelta, lista para decirle que se largue, pero no tengo
oportunidad. Sus labios arremeten contra los míos y mis reflejos están muy
lentos para verlo venir. Una mano va a mi nuca, manteniéndome en el lugar,
incluso cuando intento apartarme de él. Él trata de forzar su lengua en mi
boca, pero cierro mi mandíbula mientras sigo empujando su pecho.
Entonces, de repente se aparta, no, es arrastrado.
Entrecierro los ojos mientras miro la escena frente a mí. El tipo está
parado frente a mí, a pocos pasos de distancia, pero su mirada enojada está
concentrada en la figura parada frente a él con la espalda hacia mí. Todo lo
que puedo ver del recién llegado es cabello oscuro y una camisa muy bien
adaptada. La tensión entre los dos es palpable, y estoy bastante segura de
que un puño está por lanzarse. Se intercambian algunas palabras, y el tipo
va a dar un paso al frente, pero se detiene cuando colocan una gran mano
en su pecho. Me mira una última vez y luego se va. Espero, de pie en medio
del mar de gente bailando. Mi rescatista me mira por encima de su hombro,
y, por supuesto, es Landon. Mi ritmo cardíaco se levanta ante su visión, y
ese dolor punzante desgarra a través de mi pecho. Sus ojos hacen un
sendero por mi cuerpo una vez, antes de que su expresión se vuelva una fría
máscara de acero que nunca ha estado reservada para mí… hasta ahora.
Una sensación incómoda se asienta en mis entrañas, una fisura de pánico
se envuelve alrededor de mi pecho, constriñéndome. De repente me siento
muy sobria. Avanzo un paso hacia él, más por instinto que otra cosa, y
entonces se da la vuelta y se aleja, quedando engullido por la multitud. Lo
busco, pero se ha ido, y todo lo que me quedó es el inquietante recuerdo de
la mirada en su rostro. Disgusto. Arrepentimiento.
Salgo del club sin una palabra hacia Eva ni Quinn, y me subo
directamente a un taxi. Necesito irme a casa. Tengo que arreglar mi vida, no
emborracharme y comenzar a molerme contra extraños aleatorios. Eso me
acaba de recordar que nadie, jamás, será él. Me recuerda cuánto me he
enamorado y cuánto he perdido porque Georgia Robert no haría eso. Ya ni
siquiera sé quién soy, y Landon acababa de mirarme como si él tampoco lo
supiera.
32
Voy a reunirme con Giles esta mañana para nuestro desayuno
habitual de los lunes.
Me siento y ordeno un café.
—Escuché que estás en un pequeño lío —dice, más serio de lo que
jamás lo he visto.
Suspiro. —¿Quién lo dice?
—Landon me llamó. —Genial, condenadamente genial. Sin dudas le
ha dicho que este barco se está hundiendo rápido y tiene que saltar por su
vida. Sin embargo, la cosa es que es verdad. Ni siquiera estoy tan hundida,
a lo mucho, solo perdida y a la deriva, esperando ser estrellada contra las
rocas.
Asiento.
—Sí. He dejado Banks y Redford. Como tu agente, te recomiendo que
dejes tus acciones con ellos. Las cuidarán bien por ti. —Dios, esto es mucho
más difícil de lo que pensé que sería.
—No como lo harías tú —contraataca.
Levanto la mirada y encuentro la suya. Inclina la cabeza a un lado,
enfocándose en mí.
—Giles, gracias. Gracias por todo. Me considero muy afortunada de
tenerte como cliente e incluso más afortunada de tenerte como amigo, pero
estoy acabada. Nadie en esta ciudad me contratará. No puedo ayudarte con
cualquier asunto como me gustaría hacerlo.
Una lenta sonrisa tira de sus labios, y frunzo el ceño en confusión.
—Ah, Georgia. Tan seria. —Agita su mano en el aire—. Así que tuviste
una pelea con la esposa de Landon. —Rebota las cejas lascivamente y pongo
los ojos en blanco—. Pero eso me importa poco.
Niego con la cabeza.
—Giles, no lo entiendes. No tengo ningún lugar desde donde manejar
tus acciones, ninguna firma.
Mira la mesa, una sonrisa conspiradora tirando de sus labios.
—¿Y si tuviera una firma?
—¿Qué?
Le da una palmada a la mesa mientras una amplia sonrisa se extiende
a través de su rostro.
—¡Vamos a comenzar nuestra propia firma! —De verdad rebota de
arriba abajo en su asiento como un niño extremadamente emocionado.
Hago una pausa por un momento y dejo que las palabras penetren.
—¿Cómo Angus y Landon? —susurro.
—Sí.
—Todavía no estoy lista.
Encoge los hombros.
—Pero no tienes opciones, así que mejor que estés lista. —Dios, lo dice
como si fuera tan fácil.
—Mis clientes —digo, negando con la cabeza—. Están contratados por
dos años con Redford y Banks.
—Landon me dijo que ha roto sus acuerdos. Son libres de irse si lo
desean. —Mis ojos se abren de repente.
—¿Landon hizo eso? —¿Por qué lo haría? Hay millones en acciones y
valores. Millones que su compañía acababa de perder.
Una sonrisa irónica tira de sus labios.
—Ah, el amor hará que un hombre haga cosas locas. El pobre Angus
probablemente esté arrancándose los cabellos. —No puedo pensar en
Landon en este momento. No puedo pensar en la locura que ese gesto
significa.
Giles desliza la carpeta a través de la mesa y lo abre frente a mí.
—Ahora, ya he elaborado las cifras y he mirado lugares de oficinas el
jueves. —Esto es loco, completamente demente, y aun así su emoción es
contagiosa. ¿No dije siempre que quería ser la CEO?
33
Tres meses después
Finanzas e Inversiones Roberts y Compañía ha estado funcionando
por solo dos semanas, pero el negocio está floreciendo. Eva se me acercó tan
pronto como estuvimos listos para abrir nuestras puertas y prácticamente
exigió ser mi asistente. Resultó que ya había entregado su renuncia, y que
es la mejor asistente que he tenido alguna vez, así que realmente no tenía
mucha opción. Tengo a Eva y a cuatro corredores trabajando para mí. Giles
está emocionado porque su nuevo negocio es exitoso, y soy la CEO. Lo logré.
Este fue, y es, mi sueño todavía y por primera vez en mi vida, estoy contenta.
Hay un golpe en la puerta de mi oficina y Eva mete la cabeza.
—El Sr. Brown está aquí por ti, G. —Pongo los ojos en blanco. No sé
cuántas veces tengo que decirle que me llame Srta. Roberts frente a los
clientes.
—Bien, hazlo pasar. —Revuelvo varios papeles en mi escritorio, de pie
y reorganizándolos dentro del archivador. Escucho que la manija hace clic
y echo una ojeada en dirección de la puerta, con una sonrisa grabada en el
rostro, aunque en estos días encuentro que mis sonrisas son genuinas. Son
mis clientes, y me gusta hablar con ellos. Hago que ganen dinero y eso habla
por sí solo. No tengo que probarles nada, ni ganar su respeto. Georgia
Roberts se está transformando rápidamente en un nombre al que la gente
respeta instantáneamente, y por nuestras puertas están fluyendo clientes
de las compañías más grandes de la ciudad. Por supuesto, Giles me dice
que siempre tuvo fe, y honestamente, estoy agradecida de que viera algo
que, claramente, yo no pude.
Cuando el “Sr. Brown” entra; mi respiración se retiene en mis
pulmones, y puedo sentir que toda la sangre se drena de mi rostro antes de
que un rubor se arrastre hacia mis mejillas y mi corazón salte a correr a
toda velocidad.
—Landon —susurro. Voy a matar a Eva.
Permanezco allí, en el centro de mi oficina, con la boca abierta como
una idiota. No es como si nunca pensara que lo vería de nuevo, vivimos y
trabajamos en la misma ciudad, pero solo… pensé que estaría un poco mejor
preparada.
A lo largo de tu vida, conoces miles de personas, algunas son
intrascendentes, mientras que otras dejan una marca indeleble. Landon me
marcó en lo más profundo. Fue el hombre por quien estuve decidida a
arriesgarlo todo, incluso si en ese momento no sabía por qué. Si tuviera que
volver atrás, probablemente lo haría de nuevo, no por elección, nunca nada
era una elección con él. Si soy honesta conmigo misma, me enamoré de él.
Lo que sentía por él me asustaba y más que poner mi fe en ello, en él, huí.
Siempre he dependido de mí misma, y mis sentimientos por él no fueron
suficientes para anular toda una vida de auto preservación. Pero ahora está
aquí, en mi oficina. Y todo está regresando como en un maremoto. Recuerdo
todo. Cada una de las cosas que nos dirigieron a este punto exacto.
Cierra la puerta detrás de sí y permanece con la espalda presionada
contra ella. Maldición, había olvidado cuán bien se ve, especialmente en un
traje. Nunca he conocido un hombre tan hermoso como él, y creo que jamás
lo haré. Baja una mano por el frente de su traje negro de tres piezas, con
una camisa blanco reluciente y una corbata azul rey. La línea de un pequeño
ceño fruncido estropea su frente, y sus labios llenos están presionados en
una línea firme mientras esos oscuros ojos me fijan en el lugar. Esa presión
conocida se asienta en mi pecho, haciendo difícil el respirar. Mi cuerpo
reacciona hacia él como siempre lo hace.
—Georgia. —Su profunda voz acaricia mi nombre, y es como si el
tiempo no hubiera pasado en absoluto, como si solo hubiera sido ayer que
estaba extendida sobre ese escritorio, sin querer dejarlo ir jamás.
Sus ojos curiosean mi oficina, y una pequeña sonrisa levanta las
comisuras de sus labios.
—Linda oficina.
—Ah, gracias —digo. No tengo idea de por qué está aquí. No lo he visto
desde esa noche en el club, no hemos hablado desde ese día en su oficina,
y me siento mal. Lo he hecho desde que me fui sin una palabra. Ha pasado
mucho por mi mente en los pasados meses, pero no miro atrás porque, ¿cuál
es el punto? Solo puedes seguir poniendo un pie delante del otro hasta que
llegues a dónde quieres ir. Landon… Landon fue daño colateral, y también
lo fue la parte de mí que dejé atrás cuando salí por la puerta de su oficina.
Retrocedo un paso y me apoyo en el escritorio, agarrando sus bordes.
—Dejaste que mis clientes se fueran —digo, porque eso me ha estado
molestando desde que lo descubrí. ¿Por qué lo haría? Desde el punto de
vista de un negocio, no tiene sentido en absoluto.
Asiente y desabrocha su chaqueta.
—Giles es un amigo. —Inclina la cabeza ligeramente, y sus ojos echan
un vistazo a mis labios brevemente—. Tú eres una amiga.
Oh, Dios, me estoy asfixiando con la culpa.
—No tenías que hacerlo. Te dejé sin siquiera un adiós.
Inclina la cabeza hacia atrás con un suspiro.
—Siempre supe que te escaparías, Georgia. Solo esperaba que no
fuera por eso. Te pedí que confiaras en mí y no pudiste. —Encoge los
hombros—. Podría haberte perseguido de haberlo querido. —Pero no lo hizo,
aun cuando lo vi en ese club. No me dijo una palabra. En ese momento
estuve segura de que me odiaba.
Asiento. —Entonces, ¿por qué estás aquí ahora?
—Porque quiero.
Frunzo el ceño. —¿Qué?
Da dos lentos pasos hacia mí, hasta que está a solo uno de distancia.
Puedo oler el aroma de su loción para después de afeitar, y huele tan segura,
tan familiar.
—Estoy aquí porque quiero venir tras de ti ahora.
Mis cejas se disparan hacia arriba.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Esta es la razón —dice, sacando un sobre del bolsillo interior de su
chaqueta y entregándomelo. Mantengo los ojos fijos en él mientras lo tomo
y extraigo un puñado de papeles. La primera página es un acuerdo entre
Isla y Landon Banks. Documentos de divorcio. Cuando paso a la última
página, hay dos firmas, la suya y la de ella, la fecha debajo de la firma de
ella es de ayer. Está divorciado.
—Entonces, finalmente lo hiciste —digo, metiendo de nuevo el papel
en el sobre y deslizándolo de regreso hacia él a través del escritorio.
Asiente cuando lo levanta.
—Sí, y ya no presentará cargos contra ti.
Inclino la cabeza a un lado.
—¿Qué hiciste? —Esa mujer estaba determinada a presentar cargos,
rechazando cualquier arreglo que le había ofrecido, incluso por sumas
ridículas de dinero. Quería verme pagar por follar a su esposo.
—Le di lo que quería.
Mis ojos se abrieron ampliamente, y me encontré inclinándome hacia
delante, apartándome del escritorio.
—¡Landon! ¿Le diste la mitad de todo? —Seguramente no, él debe valer
millones, decenas de millones.
—No todo —dice intencionalmente, mirándome a los ojos. Mi corazón
late dolorosamente ante esas palabras. Extiende una mano, metiendo un
mechón de cabello detrás de mi oreja y acunando mi rostro, con una suave
sonrisa en sus labios. Al segundo en que su piel toca la mía, es como si los
últimos tres meses nunca pasaron. Había olvidado cómo se sentía su toque,
el elemento de invencibilidad que él podía infundir con una simple mirada,
un simple toque, porque él es Landon Banks—. Esto no —susurra contra
mis labios antes de presionarlos con los suyos. Siempre habíamos tenido
una chispa entre nosotros, pero esto es más como una explosión de
sensaciones mientras mi cuerpo lo recuerda, la sensación de sus labios, la
caricia de su lengua.
Sus manos acunan mi rostro, y envuelvo mis dedos alrededor de sus
muñecas, sosteniéndolo cerca. Se aleja, dejándome jadeante, mientras toca
su frente con la mía.
—Entonces, CEO Georgia Roberts… dime, ¿un jefe puede follar a otro
jefe?
—¿Es tu forma de pedirme una cita? —Sonrío.
Me muestra una sonrisa engreída.
—¿Una cita? No. Ambos sabemos que ya eres mía, gatita. Solo quiero
que todo el mundo lo sepa también.
Epílogo
Dos años después...
—Dios, esta mierda nunca se vuelve más interesante —se queja
Landon, dejando caer su cabeza hacia atrás, de modo que está mirando
fijamente el techo. Lo pincho en las costillas con mi codo y gruñe,
volviéndose a enderezar.
—Ay. Qué violenta.
—Escucha. Podrías aprender algo —siseo. Un par de personas cerca
de nosotros lanza miradas molestas en nuestra dirección, pero, por
supuesto, Landon no les da importancia.
La mujer en el podio continúa con su presentación sobre las
tendencias del mercado y las inversiones de moda. Yo escucho. Landon
juega en su teléfono.
Cuando se acaba la presentación, me levanto y salgo con Landon a
cuestas. Serpentea un brazo alrededor de mi cintura, y lo aparto de un
manotazo, lo que solo lo pone peor. Hay un bar fuera del anfiteatro donde
la gente habla en grupos pequeños. Es un lugar ideal para espiar a la
competencia, y es como un Quién es Quién en el mundo de los negocios. El
evento es de asistencia solo por invitación, y no podía creer que consiguiera
una tan solo en mi segundo año de negocios, pero la verdad es que mi firma
produce más dinero que algunas que han estado haciéndolo hasta por diez
veces ese tiempo.
—Georgia —dice alguien, aclarándose la garganta detrás de mí. Me
doy la vuelta y me encuentro cara a cara con Martin Collins. Bueno, a veces
el destino sonríe, y sonrío de vuelta porque joder, esto es demasiado
perfecto.
Una expresión incómoda cruza su rostro cuando levanta la mirada
hacia Landon, antes de dejarla caer rápidamente otra vez.
—Banks —dice secamente. Me recuerda cuando un perro se aproxima
a un alfa, negándose a mirarlo a los ojos por temor a causar una ofensa.
Landon ni siquiera lo ha reconocido.
—Collins. ¿Cómo estás? —digo, tratando de ser amable. Él arrastra
una mano a través de su cabello excesivamente untado con Brill Cream,
tirando de la corbata alrededor de su cuello. Se ve despeinado y desastroso.
Ahora que lo pienso, no sé cómo convence a alguien para que le dé su dinero.
Él y Landon son como la noche y el día, y sé a quién le daría mi dinero.
—Dios. Yo, ah, solo quería felicitarte por la nueva firma. —La nueva
firma que tan solo el último mes robó tres de sus clientes. Me ofrece la mano
y Landon se presiona contra mi costado. Oh, Jesús. La gente sabe que
estamos juntos, pero en lo que a negocios respecta, no me gusta que la gente
sepa. Las relaciones evidentes no son profesionales. Coloco una mano
restrictiva alrededor de la cintura de Landon, manteniéndolo a mi espalda,
así Collins no puede ver mientras le estrecho la mano.
—Bueno, gracias. —Sonrío. Asiente antes de desaparecer.
—Te mira como si quisiera follarte —se queja Landon, con su pecho
vibrando contra mi brazo.
Giro mi mirada hacia él, y mis ojos se centran en sus labios. Como es
sabido, tengo problemas siguiendo mis propias reglas en lo que a él respecta.
—Igual que tú.
Inclina una ceja.
—Ah, pero eres mía. —Pongo los ojos en blanco. Nos mudamos juntos
hace un par de meses cuando compramos un apartamento justo en las
afueras de Mayfair. Tras las puertas cerradas de nuestro hogar, él posee mi
alma y mi cuerpo, y lo sabe, pero aquí afuera… aquí afuera soy la perra a la
que nadie quiere hacerle cariñitos. Honestamente, creo que le gusta.
Mientras más perra soy, más duro me folla cuando llego a casa.
—Vamos. —Me ve de esa manera suya y sé que es una orden, no una
petición. Me obligo, permitiéndole mantener la mano en la parte baja de mi
espalda mientras me guía hasta el elevador.
Tan pronto como las puertas se cierran, me presiona contra la pared
y agarra mi mandíbula bruscamente, forzando mi cabeza hacia un lado. Mi
respiración se engancha cuando sube por mi cuello, besándolo, antes de
mordisquear el lóbulo de mi oreja.
—Tu culo se ve increíble en esa falda —gruñe contra mi oído. Presiono
las manos contra su estómago, sintiendo sus músculos tensarse y
flexionarse a través de su camisa. Me estremezco cuando su aliento inunda
mi cuello y mi piel se eriza toda—. Lo voy a follar más tarde —promete.
Suelta el agarre en mi mandíbula y presiona sus caderas contra las mías,
deslizando su lengua sobre mi labio inferior. Froto mi palma sobre su
entrepierna, sintiendo su dura polla contraerse contra mi mano.
—Todo tuyo —susurro contra su boca, apretando mis muslos entre sí
ante el pensamiento.
El timbre del elevador suena y nos apartamos cuando las puertas se
deslizan para abrirse. Arrastro una mano a través de mi cabello mientras
salgo, luchando contra una sonrisa cuando veo a Landon arreglándose,
fallando en caminar detrás de mí. Sus labios están manchados con mi labial,
y algunos hombres de negocios en el vestíbulo le lanzan rápidas miradas de
respeto masculino.
Cuando salimos del hotel, el calor me golpea al instante, haciendo que
me quiera quitar todo lo que llevo puesto. Dubái es hermoso, pero es caliente
como el infierno. La limusina se encuentra en la acera, el conductor está
sosteniéndonos abierta la puerta trasera. El aire acondicionado adentro se
siente como un paraíso en comparación.
Cuando Landon sugirió venir a Dubái por una semana, tuve mis
dudas, por supuesto, lo sincronizó con la conferencia, y realmente no pude
decir que no. Ahora me está llevando a un penthouse que compró aquí
recientemente, después de que vendiera su antiguo apartamento. No lo dijo,
pero supongo que Isla había estado allí con él. No es que me hubiera
importado. Propiedad es propiedad. Quien ha estado en ella realmente no
es un factor.
El auto rueda a través de las prístinas calles de Dubái, hasta que
estacionamos en el exterior de un edificio al límite de la ciudad, por el
océano. Los rascacielos parecen extenderse hasta el cielo como una espada,
las ventanas plateadas reflejando el sol del desierto como un cristal
magnificador.
Abro la puerta y salgo, asaltada una vez más por el calor. Landon
rodea la parte trasera del auto y toma mi mano, llevándome adentro.
—Buenas tardes, Sr. Banks —dice el portero con un pesado acento
árabe.
—Jeff, ¿cómo estás?
—Bien, Sr. Banks, estoy bien. Gracias. —Entramos al elevador, y miro
a Landon.
—¿Su nombre es Jeff? —pregunto con incredulidad.
Se ríe.
—Bueno, me dice que no seré capaz de pronunciarlo… así que… es
Jeff.
Las puertas del elevador se abren directo en el penthouse. Y es
espectacular. Toda la cosa es de espacio abierto, con las paredes de cristal
que a Landon le gustan mostrando una vista que se extiende hasta el
horizonte.
Hay una cocina a la izquierda y un área de salón y comedor frente a
nosotros. El segundo nivel sale como un balcón, colgando sobre la inmensa
habitación. Hay puertas corredizas adyacentes a la sala de estar puestas en
el cristal. Camino hacia ellas y las abro, saliendo a un balcón que se
envuelve alrededor de un lado del edificio. Los muebles de jardín están
esparcidos por el lugar, así como también una pequeña parrilla para
barbacoa.
Sin embargo, esa vista. Puedo ver el Burj Al Arab parado
orgullosamente sobre su península. Dubái se extiende debajo de nosotros a
un lado, y el océano turquesa y la playa blanca al otro. Agarro la baranda
de metal que delinea en balcón, pasando las manos sobre el acero pulido.
—¿Te gusta? —dice Landon, acercándose por detrás de mí y alejando
el cabello fuera de mi cuello. No creo que alguna vez me diera cuenta de lo
rico que es Landon hasta este momento. Dubái es uno de los países más
costosos del mundo, y él está viviendo en su cima. Sus labios se presionan
contra un costado de mi garganta, mientras sus manos cubren las mías en
la baranda. Cierro los ojos, inclinando la cabeza a un lado, y permitiéndole
mayor acceso.
—Me encanta. —Me doy la vuelta, envolviendo los brazos alrededor de
su cuello—. Te amo. —Y es verdad. En algún momento a lo largo del camino,
él se convirtió en una parte necesaria de mí, algo que ni siquiera sabía que
necesitaba, pero lo hago. Y desde el momento en que entró a mi oficina,
declarando que había renunciado a la mitad de todo por esto, por mí, por
nosotros… creo que fue el momento en que, inequívocamente, me enamoré
de Landon Banks. Sus manos trazan un sendero al subir por mi espalda, y
escucho el lento bajar de una cremallera.
—¿Cuánto? —Levanta una ceja, esa engreída sonrisa haciendo su
camino en su hermoso rostro.
Se agacha, agarrando el dobladillo de mi vestido y subiéndolo todo el
camino por mi cuerpo, antes de descartarlo en uno de los sofás cercanos.
—¿Cuánto? —repite, sus labios rozando sobre los míos, mientras sus
manos se mueven por mi cuerpo lentamente, las puntas de sus dedos
provocando cosquilleos de sensaciones. El sol poniente golpea contra mi
espalda, contrastando con el aire frío que está fluyendo desde el interior del
penthouse con aire acondicionado.
—Bastante —admito, presionando mis labios contra los suyos. Suelta
mi sujetador con un diestro movimiento de su muñeca, mordisqueando mi
labio inferior mientras lo lanza en algún lugar a un lado.
—Bien. —¿Bien? ¿En serio?
Retrocede un paso y luego ese loco bastardo se pone de rodillas,
sacando una caja de su bolsillo.
—Oh, Dios mío, ¿qué estás haciendo? —espeto.
—Bueno, te tengo desnuda porque eres menos perra cuando lo estás.
—Sonríe.
—Oh, Dios mío. —Cubro mi rostro con las manos.
—También te amo, gatita. Cásate conmigo. —Ni si quiera es una
pregunta, más bien una orden, es tan Landon.
¡No ha estado divorciado por mucho tiempo, por el amor de Dios!
—Landon, estás siendo ridículo.
Sostiene una mano en alto, silenciándome.
—No es complicado, Georgia. Somos tú y yo. Y fuera de esas paredes,
todos los demás son el enemigo, pero somos aliados, en todo. Siempre
cuidaré tu espalda. —Siempre sabe qué decir—. Te amo. Es así de simple.
—Blanco y negro. Esto es blanco y negro. El amor no tiene sombras ni gris,
porque estás en ello o no, no hay media casa, sin cláusula de salida ni reglas.
Simplemente es.
—Está bien.
Ríe e inclina la cabeza hacia delante.
—Se suponía que dijeras sí.
Pongo los ojos en blanco.
—Bien. Sí. Ahora, ¿te levantarás?
Sonríe ampliamente mientras se levanta y abre la caja, entregándome
el anillo que es un zafiro monstruoso, la piedra de un rico azul real. Lo
deslizo en mi dedo, y se ve… correcto. Sin advertencia, se agacha,
agarrándome y lanzándome sobre su hombro.
—¿Qué estás haciendo ahora? —chillo. Me da una palmada en el
trasero, y yo chillo.
—Voy a follar el dulce culo de mi prometida, como lo prometí. —
Regresa adentro y comienza a subir las escaleras, hasta el segundo nivel.
—Guau. Tan romántico.
Ríe. —Lo amas. —Lo hago. Y lo amo a él.
Para mí, Landon Banks siempre ha sido y siempre será una fuerza de
la naturaleza. Algunas personas entran en tu vida mientras que otras la
arrasan como un tornado categoría F5, arrancando del suelo bases
profundamente enterradas y enviando a girar todo en un vórtice de tal poder
que todo lo que puedes hacer es retroceder y observar. Bueno, estoy
observando, y no puedo esperar para ver a dónde me lleva Landon la
próxima vez.

Fin
Sobre el Autor
Lauren Lovell es una pelirroja de Inglaterra. Ella sufre de una total
falta de cerebro para filtrar su boca y es la amiga que tienes que explicar
antes de presentársela a alguien, y disculparte por ello después.
Se confiesa a sí misma como una pervertida desvergonzada, que
puede estar sufriendo de una ligera envidia.

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