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Tesa 402205
Tesa 402205
Doctorado en Psicología
TESIS
sintomatología”
Diciembre 2016
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INDICE
Resumen………….……………...……………………………………………………………..6
Agradecimientos y una historia………………………………………………………………6
Introducción .............................................................................................................................. 8
1.El dios Pan al acecho ........................................................................................................... 8
2. Hacia un tratamiento eficaz .............................................................................................. 11
3. La estructura de la tesis .................................................................................................... 14
Capítulo 1: Marco teórico ...................................................................................................... 18
1.1. Cibernética y Teoría general de sistemas ...................................................................... 18
1.2.El Constructivismo ......................................................................................................... 20
1.3.Psicoinmunoneuroendocrinología (P.I.N.E.) .................................................................. 23
1.4. Modelo Cognitivo .......................................................................................................... 25
1.5.Hipnosis Ericksoniana .................................................................................................... 27
1.6. Terapia sistémica breve ................................................................................................. 30
Capítulo 2: La ansiedad......................................................................................................... 33
2.1. La ansiedad: un marco para el miedo ............................................................................ 33
2.2. Componentes de la ansiedad.......................................................................................... 35
2.3. Ansiedad normal y ansiedad patológica ........................................................................ 37
2.4. Trastornos de ansiedad en el DSM-IV-TR .................................................................... 39
2.5. Ansiedad y miedo .......................................................................................................... 42
Capítulo 3: Trastorno de pánico ........................................................................................... 46
3.1. El universo de las patologías de los miedos .................................................................. 46
3.2. Trastorno de pánico o la sensación de morirse .............................................................. 50
3.3. Neurosis de Angustia: el pánico según Freud ............................................................... 53
3.4. El ataque de pánico y sus síntomas ............................................................................... 55
3.4.1. Omnipresencia y vulnerabilidad ............................................................................ 58
Palabras claves
Tratamiento, Pánico, Miedos, Prescripciones, Síntomas, Cambio, Resistencias,
Inercias, Sistematización, Técnicas, Modelo Sistémico, Estrés.
Abstrac
Anxiety disorders, mainly agoraphobia, social and specific phobias, and panic attacks,
are disorders that afflict current society. The present research aims to develop the
pragmatic bases, specific steps and techniques of a treatment in panic disorders, whose
objective tries from its beginning to reduce panic symptomatology. We will try to
establish the effectiveness of a therapeutic approach centered in the systemic model
and secondarily in other models, such as cognitive and Psychoinmoneuro-
endocrinological, emphasizing the use of paradoxical prescriptions and symptomatic
deviation, as prior interventions, beside the implementation of numerous
communication and cognitive techniques.
Key Word
Treatment, Panic, Fears, Prescriptions, Symptoms, Change, Resistances, Inertia,
Systematization, Techniques, Systemic Model, Stress.
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INTRODUCCIÓN
el 2,9%. Del mismo modo, el DSM-IV-TR (2002), la prevalencia anual se sitúa entre
el 1,5 y el 3,5%, de los cuales el 50% presentan agorafobia.
En cuanto a la distribución por sexos es de un hombre por cada dos mujeres en
el pánico sin agorafobia, y de un hombre por cada tres mujeres en la agorafobia.
Motivo por el cual Robins et al. (1984) plantean que en ausencia de un tratamiento
eficaz, el trastorno de pánico es una enfermedad crónica y deteriorante, con períodos
de mejoría y de crisis. Así como también es descripto como uno de los trastornos de
ansiedad de mayor grado de discapacidad física y mental. De este modo el pánico
puede vincularse a conductas evasivas de actividades y situaciones, que puede llegar a
cumplir criterios de agorafobia. Aquellas personas que padecen un ataque de pánico
que no fue diagnosticado y tratado correctamente, la creencia de que sufren una
enfermedad con peligro vital puede causarles una ansiedad crónica y debilitante y
conducirles a visitas excesivas a centros asistenciales.
Las posibles consecuencias del trastorno son, a saber, el deterioro en el
funcionamiento laboral y social, el empobrecimiento de la autoestima, conductas
hipocondríacas, el abuso de alcohol o ansiolíticos, e incluso el incremento de muertes
prematuras y suicidios. Del mismo modo, el trastorno de pánico suele contribuir al
surgimiento de otras psicopatologías como la depresión mayor. Algunas personas
utilizan el alcohol o psicofármacos no prescritos para reducir su ansiedad pudiendo
llegar a desarrollar un trastorno de abuso de sustancias. También es frecuente la
comorbilidad con otros trastornos de ansiedad, principalmente en los casos que
desarrollan una agorafobia severa (Robins et al., 1984).
Según encuestas epidemiológicas comunitarias realizadas en los Estados
Unidos, tales como la Epidemiological Catchment Area Survey de 1984 y la Nacional
Comorbidity Survey de 2000, el trastorno de pánico es el más frecuente entre la gente
que se decide a buscar tratamiento (Suárez Richards, 2006). Una de las hipótesis que
cabe establecer sobre el desarrollo y auge de este tipo de trastornos, consiste en
afirmar que han usurpado los lugares que han dejado vacantes las depresiones que, en
otras épocas, ejercían su dominio -aunque no lo han abandonado- en el territorio del
lenguaje y el ideario popular. De esta manera, una simple tristeza o angustia era
rotulada con la frase “Estoy deprimida”, descuidando las características de una
patología que cualquier experto en salud mental sabe de su gravedad.
Un factor que parece acrecentar la sintomatología es la indefinición
diagnóstica. La incertidumbre de un diagnóstico hacía que los ataques de pánico
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utilizaría los mismos circuitos neurobiológicos del estrés para frenar el estrés, cuya
base del mecanismo se halla en la alostasis.
La reiteración de mecanismos alostáticos crea un estado alostático al que se
ven compelidos nuestro organismo y nuestra psique, lleva a que no solo los niveles de
cortisol en sangre sean rigurosamente elevados, sino a ejercitar el eje hipotalámico-
hipófiso-adrenal sistematizadamente (Ceberio, 2013), a necesitar que la suprarrenal y
el locus coeroleus mantengan niveles de catecolaminas listas para enfrentar la jornada.
Entonces, el pánico es una forma de colocar el freno a ese ritmo acelerado que por las
vías normales no se ha logrado el límite, por lo tanto es el cuerpo el que reacciona.
Los trastornos de pánico, entonces, activan el mismo eje neurobiológico que
inicia en la amígdala y continúa en el circuito hipotalámico, hipofisiario, suprarrenal,
produciendo a su vez las mismas neurohormonas: adrenalina, noradrenalina y cortisol.
Los pacientes con este tipo de trastornos ejercitan permanentemente la amígdala,
como órgano detector del miedo, mediante las atribuciones cognitivas que depositan
en ciertas situaciones que les detona el pánico. Podría calificárselos de “amigdalino
sensibles”.
3. La estructura de la tesis
En el capítulo 1, “Marco teórico”, se desarrollan los modelos teóricos que
respaldan a la investigación. De manera introductoria se explica cada uno de los
principales aportes de la Teoría General de Sistemas y Cibernética, el
Constructivismo, la Psicoinmunoendocrinología (P.I.N.E.), el modelo Cognitivo,
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CAPÍTULO 1
MARCO TEÓRICO
1.2. El Constructivismo
A todos estos desarrollos se le agregan los aportes del Constructivismo, que
puede ser considerado un modelo teórico del saber y de la adquisición de
conocimiento. En este sentido, el Constructivismo cabalga entre los modelos
sistémicos y cognitivos (Ceberio & Watzlawick, 1998; Ceberio & Celis, 2016; Feixas
& Miro 1993; Guidano, 1996, 1990, 1994; Mahoney & Waards, 1976; Mahoney,
1991; Mahoney & Gabriel 1987; Neimeyer & Mahoney, 1998; Safran, 2002; von
Glasersfeld, 1994, Watzlawick, 1988, 1992). Su planteo básico radica en que la
realidad no existe como hecho objetivo, es una construcción dentro de la multiplicidad
de construcciones que realiza toda persona, entre las cuales también se encuentra la
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construcción social. Por ende, se desmorona la objetividad, entendiendo que todas las
relaciones que se establecen con el mundo son subjetivas: solamente hallamos niveles
de mayor o menor objetividad dentro de la subjetividad. Razones más que suficientes
para entender a la ciencia como una “ciencia de la complejidad” (Morin, 1984, 1986).
El Constructivismo es desarrollado en su forma más radical por von
Glasersfeld (1979, 1988, 1994) y cuenta con algunos investigadores que en otros
campos han llevado este tipo de pensamiento al ejercicio teórico y pragmático, como
el psicólogo Piaget (1937, 1977), el antropólogo Bateson (1972, 1979, 1991), el
cibernético von Foerster (1974, 1988, 1994), los biólogos Maturana (1984, 1994) y
Varela (1975, 1984, 1988), el lingüista Watzlawick (1974, 1988, 1994) y Goolishian
H. y Winderman (1989). Aunque la preocupación por la relación entre realidad,
mundo óntico y el conocimiento de ella, es tan antigua como la historia de la filosofía.
Kant, en los finales del siglo XVIII, en su Prolegómeno a toda metafísica
futura, expone que los seres humanos estamos limitados por nuestro aparato
perceptivo y que tanto los objetos de nuestra experiencia como la experiencia misma
son el resultado de nuestra manera de experimentar, es decir, están estructurados y
determinados por nuestras categorías de espacio y de tiempo, y que nunca logramos
captar la cosa en sí.
Lo que sabemos está en función de nuestras observaciones, no de lo observado
y la objetividad no es más que la ilusión del sujeto de que la observación se puede
realizar sin él, señala von Foerster (1988). Un ser humano en el transcurso de su vida,
en el intercambio permanentemente con el medio social, desde su nacimiento,
construye con otros y a la vez conforma construcciones individuales acerca de la
realidad. En esta gesta interactiva, se elaboran escala de valores, pautas de interacción,
normas que regulan los procesos, en síntesis, una historia regida por determinados
pattern que son inherentes a esa persona y no a otras.
El epistemólogo Piaget en la “Construcción de la realidad del niño” (1937),
refiere al desarrollo genético de la inteligencia y afirma que no se trata de una
adquisición de una representación fiel a la realidad, sino que el niño la construye. Esta
construcción se opera en base a su experiencia y mediante un mecanismo que posee
dos procesos invariables: la organización, y todo organismo desde el unicelular hasta
el más complejo se organiza para mantener su identidad, y el de adaptación que
depende de la asimilación y la acomodación de lo experimentado.
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nervioso (Ceberio, 2013). Es pertinente hablar de esta ciencia como un modelo ya que,
valga la redundancia, modela la percepción que se puede tener de un caso en
particular, permitiendo una visión integral y compleja que a las veces de una Gestalt
mancomuna factores orgánicos y psicológicos. Este no es un modelo que despliegue
una serie de técnicas en particular, ya que no se sesga frente a las diferentes técnicas y
modos de intervención. Es la orientación de las ciencias de la salud que tiene por
objeto el estudio de las relaciones entre los cuatro sistemas de control que tiene el
organismo humano: el psicológico, el neurológico, el inmunológico y el
endocrinológico.
“Así, la PINE comprende el estudio de los mecanismos regulatorios y
de control del organismo. La comunicación entre sus componentes es
determinada por diferentes tipos de señalización molecular, conformando de
esta manera distintos idiomas. De esta forma tendremos un idioma psíquico-
neurológico dado por los neurotransmisores, otro inmunológico, por las
interleuquinas, y otro endocrinológico por las hormonas, tradicionalmente
descriptos. Hoy se sabe que cada uno de los componentes que forman la PINE,
es capaz de interrelacionarse con otro o bien actuar sobre sí mismo (auto
modulación) mediante todos los idiomas PINE”. (López-Mato, 2009: 36)
La PINE establece las relaciones entre las respuestas del comportamiento, las
neurales, las endocrinas y las inmunes, que le permiten al organismo adaptarse al
ambiente en el que vive. En contraste con el abordaje reduccionista tradicional para el
estudio de los procesos biológicos, la premisa básica que subyace en la
psiconeuroinmunoendocrinología es que las respuestas adaptativas reflejan la
operatividad de una red de trabajo integrada y específica, de defensas. A pesar de que
cada uno de los componentes de esta red defensiva evolucionó para organizar
funciones especializadas en tiempos específicos, cada uno también funciona para
monitorear y responder a la información derivada de los otros sistemas.
En consecuencia, no es posible lograr una completa comprensión de los
procesos inmunoregulatorios, por ejemplo, sin considerar el organismo y el ambiente
tanto interno como externo en los cuales la respuesta inmune tiene lugar (Ader, 1998).
Es importante destacar que en la aplicación clínica de este modelo, la
causalidad nunca es implícita. Desde esta ciencia se explora la interacción entre los
acontecimientos psicosociales, estrés, afrontamiento y la inmunidad, a la vez que se
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1.5.Hipnosis Ericksoniana
Uno de los recursos técnicos en los que se basa el diseño del modelo de
tratamiento del pánico, refiere a la Hipnosis Ericksoniana. Milton Erickson fue un
famoso terapeuta de Phoenix, Arizona, que mediante el arte de la retórica y sus
técnicas espontáneas y creativas otorgaba a su terapia un alto nivel de efectividad,
cosa que complicaba aún más la esfera del pensamiento tradicional y la crítica que
desde éste se desarrollaba. Sostenía que las estrategias siempre deben adaptarse a la
personalidad individual de cada paciente.
Influyó de manera central en la constitución de la intervenciones del modelo
estratégico breve, por ejemplo, el “hablar el lenguaje del paciente”, una refinada
técnica consistente en la habilidad y sutileza de copiar tanto el lenguaje paraverbal
como el verbal propiamente dicho con la finalidad de ingresar en el universo
semántico del paciente y poder cambiar significados estancados en la persona,
significados que construyen realidades en la acción. Erickson espontáneamente
observaba estos dos niveles de comunicación de su cliente y los incorporaba para sí,
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Con relación al cambio terapéutico, Erickson señalaba que para generar una
modificación es como:
[...] cuando se enseña a un niño: no es suficiente explicarle que uno más uno
son dos. Hay que darle un trozo de tiza y hacerle escribir 1 y otro 1, dibujar el
signo de suma y de igual, y luego hacerle escribir 2. Así, no es suficiente
explicar un problema al paciente, ni siquiera cuando el paciente logra
explicarlo por sí mismo; lo importante es que el paciente haga algo” (Haley,
1973: 87).
Tal definición, parece ser la más acertada cuando se trata de definir el por qué
y el para qué de las tareas y las prescripciones de comportamiento, que son el eje
central en el diseño del tratamiento del pánico que lleva como objetivo la presente
tesis. Este pensamiento estratégico fue influyendo y consolidándose con la Terapia
Familiar.
Erickson recomendaba comprender lo que los pacientes dicen, el modo en que
lo dicen y lo que quieren decir (Zeig, 1991). Con esta definición, tomaba en cuenta
tanto el plano sintáctico, el semántico y el de la comunicación analógica, como así
también, la comprensión de la intencionalidad con que se reviste el discurso.
Renegaba de cómo los terapeutas se encierran en modelos teóricos, en diferentes
conceptualizaciones e intelectualizaciones que ciñen la interacción, obligando a que
los pacientes se adapten a ella.
Tomar lo que el paciente nos aporta, es una de las reglas básicas de Erickson
para la solución de problemas interhumanos. [...] En este modo de
aproximación, son las auténticas resistencias al cambio las que pueden ser
utilizadas para lograrlo. Esta forma de resolver problemas es similar, en más
de un aspecto, a la filosofía y a la técnica del yudo, en el que el ataque del
adversario no es contrarrestado con una fuerza por lo menos igual, sino que
más bien es aceptado y amplificado, cediéndose al mismo y adaptándose a él.
Esto no lo espera el adversario, quien está desarrollando un juego de fuerza
contra fuerza, es decir de “más de lo mismo”, y con arreglo a las normas de
su juego anticipa un contraataque y no un modo diferente de jugar
(Watzlawick, Weakland y Fisch, 1974: 93).
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La historia del paciente puede proveer los datos necesarios para una mayor
comprensión de el circuito recursivo generado por el problema en la actualidad. Pero
como toda terapia sistémica, no se centra en el pasado de la persona, sino que lo utiliza
en pos de trabajar la situación presente con miras a trazar el proyecto. G. Nardone y P.
Watzlawick (1992), remarcan que para desarrollar claramente y en forma organizada,
el abordaje –las técnicas, tácticas y estrategias adecuadas- al consultante, deben
observarse las interacciones desarrolladas por la persona, cómo funciona el problema,
qué y cómo ha intentado resolver el problema, ¿cómo es posible resolverlo de manera
rápida y eficaz?. Luego se elabora una hipótesis sobre los puntos citados, y después de
haberse puesto de acuerdo con el paciente respecto al objetivo o los objetivos de la
terapia, se determinan y se aplican las estrategias para la resolución del problema
presentado.
En este modelo el terapeuta explorará los marcos semánticos con que el
paciente construye su mundo, construcción que se expresa mediante presentar cuál es
su problema. De esta manera, podrá especificarse una meta mínima que lleve hacia el
objetivo del cambio y, por otra parte, considerará también quienes son las personas
que participan en el sistema que involucra el problema, así como los intentos por
solucionar el problema tanto de parte del protagonista como por las personas
afectivamente cercanas (familiares, amigos), profesionales, compañeros de trabajo,
vecindario, etc.
Una meta mínima sugiere una acción que implique un pequeño cambio, un
tramo en el que se avance en dirección al objetivo final. No consiste en establecer una
reestructuración total de la situación-problema de inmediato, que solamente se podrá
alcanzar poco a poco. Es un cambio mínimo en la cadena de acciones del circuito
recursivo que puede secuencialmente provocar nuevos cambios, puesto que se
modifica sustancialmente la circularidad del sistema generador del problema-queja.
Uno de los primeros movimientos estratégicos en el abordaje a los problemas
humanos, es bloquear las soluciones intentadas que conforman gran parte del circuito
recursivo de conductas y que sostienen el problema a través del resultado ineficaz. Así
es que tratando los intentos de solución hacia el problema, implica erradicar en gran
medida el problema. Otro de los puntos importantes que destacan Watzlawick,
Weakland y Fisch (1976) es la relación entre conducta y cognición.
El objetivo fundamental de la Terapia breve consiste en alterar la pauta de
interacción que estructura la circularidad entre la díada problema/intentos de solución
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CAPÍTULO 2
LA ANSIEDAD
3. Los trastornos que subsisten en los TA y que llevan algunas modificaciones son:
• Las crisis de angustia no presentan cambios. En cuanto a los tipos de crisis de
angustia, se han limitado dos tipos: crisis esperadas e inesperadas, en
sustitución de las tres categorías contempladas en el DSM-IV (situacionales,
predispuestas situacionalmente y no situacionales/inesperadas).
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CAPÍTULO 3
TRASTORNO DE PÁNICO
anticipatoria. Toma el nombre del Dios Fobos (mitología griega: Hijo de Ares –dios
de la sangre- y Afrodita –diosa del amor- equivale a “Timor” en la mitología romana).
La figura de Fobos en la mitología aparecía antes de cada batalla, refiriéndose al
miedo y pánico de los combatientes para luchar que, aterrados, huían de la batalla o
fingían su muerte para luego escapar. Los mecanismos que se desencadenan
principalmente tienen que ver con la evitación o se enfrentan a costa de intenso miedo-
ansiedad. En la especificidad del estímulo fobígeno se encuentran la fobia a animales,
al entorno, a la sangre, heridas, inyecciones, a las situaciones, otras.
La Agorafobia, es otra manifestación de miedo o la ansiedad significativa
generada por encontrarse en lugares o situaciones de los cuales puede resultar difícil o
vergonzoso escapar. Está especialmente relacionada con el temor intenso a los
espacios abiertos o públicos en los que pueden presentarse aglomeraciones, estar fuera
de casa sin compañía, en una multitud, formando una fila, cruzando un puente o viajar
en medios de transporte. La palabra procede de los términos griegos “ágora” (plaza) y
“phobos” (miedo)
La agorafobia está estrechamente relacionada con el trastorno de pánico y debe
establecerse un diagnóstico diferencial. Suele incluir o desarrollar en la persona
afectada otras fobias más específicas, tales como estar o quedarse solo/a (anuptafobia),
a las enfermedades (hipocondría), al día o la noche (nictofobia), al sexo (erotofobia), a
lugares cerrados (clautrofobia), entre otras. El agorafóbico tiende a evitar situaciones
potencialmente ansiógenas como lo pueden ser: salir de casa, usar transportes
públicos, ir de compras, comer en restaurantes, entrar al cine, hacer deporte, viajar,
estar en lugares públicos o áreas amplias, etc.
El miedo o ansiedad aparecen prácticamente siempre respecto a dos o más
situaciones prototípicamente agorafóbicas como las que describimos que, además, se
evitan activamente, requieren la presencia de un acompañante o se soportan a costa de
intenso miedo o ansiedad. La persona teme o evita dichas situaciones por temor a tener
dificultades para huir o recibir ayuda en caso de aparición de síntomas similares a la
angustia, u otros síntomas incapacitantes o que pudieran ser motivo de vergüenza.
Por último, la Fobia social, es un miedo intenso y duradero a una o más
situaciones sociales en las que la persona se expone a ser observada por los demás y
experimenta el temor a hacer algo, de comportarse de manera que puede resultarle
humillante o vergonzosa o mostrar síntomas de ansiedad. Hablar en público, intervenir
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en clase o realizar una exposición oral, reuniones sociales en las que se debe relacionar
(fiestas, eventos, etc.), encuentros inesperados con conocidos, familiares, amigos, etc.
Entre los síntomas se observan cierta paranoia persecutoria, a veces tartamudez
y los síntomas clásicos del pánico. En un estudio realizado por Deborah C. Beidel and
Samuel M. Turner (2007), se establecieron los siguientes porcentajes: hablar en
público (99%), charla informal/reuniones (88%), acudir a fiestas (76%), mantener una
conversación (64%), iniciar una conversación (60%), comer/beber en público (39%),
escribir en público (31%), utilizar un lavabo público (8%).
El miedo o ansiedad intensos aparecen prácticamente siempre en relación a una
o más situaciones sociales en las que la persona se expone al posible escrutinio por
parte de otros. La persona teme actuar de una determinada manera o mostrar síntomas
de ansiedad que puedan ser valorados negativamente por los observadores. El DSM-V
(2013) lo relaciona únicamente con la ejecución (en caso de que el miedo fóbico esté
restringido a hablar o actuar en público).
Como se observa en las definiciones, las fobias se constituyen cuando el miedo
se ha dirigido a ciertos objetos, como cosas, situaciones o animales, mientras que en
los trastornos de pánico, no existe tal especificidad. Razón por la cual, se puede vivir
toda la vida con fobias, utilizando mecanismos de negación y evitación, pero no se
puede vivir toda la vida con pánico. Este trastorno es invalidante y totalmente
impotentizador, empobreciendo a cada paso la vida de la persona.
En el siguiente cuadro, mostramos en forma de síntesis las distinciones
principales entre los tres cuadros del miedo. Estas tipologías del miedo se distinguen
por su intensidad, cualidad del miedo y ansiedad normales. Incluimos a la ansiedad en
este apartado ya que muchos autores la homologan con el miedo, a pesar que nosotros
trazamos una diferenciación, algunas de las clases de ansiedad son descriptas en los
DSM en casi todas sus versiones. En la columna de “Fobias” incluimos la fobia social
y la agorafobia.
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Cuadro comparativo
necesidad de escapar (APA. 2013, Cía 2002, Ceberio 2014, 2015, Chappa 2006).
Se trata de la aparición temporal o aislada de miedo o malestar intensos,
acompañada de cuatro, o más, de los siguientes síntomas que se inician bruscamente y
alcanzan su máxima expresión en los primeros 10 minutos. El DSM IV enumera 13
síntomas para acreditar “Panic attack” que pueden dividirse en Neurovegetativos,
digestivos, emocionales, cardiovasculares y respiratorios:
• Síntomas neurovegetativos: inestabilidad, mareo o desmayo / temblores o
sacudidas / sudoración / parestesias (sensación de entumecimiento u
hormigueo) / escalofríos o sofocaciones.
• Síntomas digestivos: náuseas o molestias abdominales.
• Síntomas emocionales: miedo a perder el control o volverse loco / miedo a
morir / desrealización (sensación de irrealidad) o despersonalización (estar
separado de uno mismo).
• Síntomas cardiovasculares: palpitaciones, sacudidas del corazón o elevación de
la frecuencia cardíaca / opresión o malestar torácico.
• Síntomas respiratorios: sensación de ahogo o falta de aliento / sensación de
atragantarse.
A todo este circuito hay que anexar que la crisis de pánico es una experiencia
de un pico máximo de miedo y ansiedad llevada al extremo, en donde ambas se
retroalimentan generando un efecto dominó: miedo a sentir el miedo, foco obsesivo en
el miedo y sus síntomas, tensión expectante e hipervigilante, ansiedad permanente,
incertidumbre, pánico. Es una secuencia de formas emergenciales en un proceso que
desbasta a la persona por el estrés constante a la que la somete. Y recordemos que no
solo el estrés activa el mismo eje que se activa en el pánico, sino que además, el
pánico es estresante y es el estrés quien incentiva y provoca aún más el circuito
panicoso.
El trastorno de pánico con o sin agorafobia es, tanto en su presentación como
en su desarrollo, un cuadro complejo que difícilmente puede ser abordado con éxito
con propuestas terapéuticas que no contemplen todas las variables involucradas y sus
consecuencias (Chappa, 2006). A partir de esta definición se deduce fácilmente que el
pánico es una forma de miedo y ansiedad cuyas manifestaciones sintomatológicas son
básicamente de índole somática.
crisis, o que den lugar a cambios en el comportamiento como resultado de las mismas
(Chappa, 2006).
Asimismo, las crisis de pánico no se detonan debido a los efectos fisiológicos
de una sustancia o una enfermedad médica y no pueden explicarse mejor por la
presencia de otro trastorno, como la fobia social, el trastorno obsesivo-compulsivo, o
el trastorno por estrés postraumático o el trastorno por separación (Chappa, 2006).
Pero si el cambio significativo del comportamiento implica la aparición de ansiedad en
situaciones o lugares donde escapar puede resultar difícil (en el caso de aparecer una
crisis de pánico inesperada o bien síntomas similares) y estas situaciones se evitan, se
diagnostica un trastorno de pánico con agorafobia. La agorafobia se subordina al
trastorno de pánico, si bien puede existir una agorafobia sin historia de pánico (Vallejo
Ruiloba, 1998).
Según las teorías comportamentales del pánico, se precipita -en la mayoría de
los casos, por razones puramente psicológicas, como resultado de un estado de
ansiedad prolongado o frecuente (Wolpe & Rowan, 1988). De tal modo que la crisis
no es más que una forma intensa y masiva de la reacción de ansiedad. Aún cuando la
crisis pueda parecer inmotivada o espontánea, siempre es posible poner en evidencia
causas subyacentes o precipitantes. Tales causas pueden ser situaciones vitales
comunes para casi cualquier persona, pero al incidir en estos pacientes vulnerables
generan estrés. Estas situaciones comparten ciertas características, siendo las más
representativas el aumento brusco de responsabilidades o bien una pérdida
significativa o daño, real o potencial (Chappa, 2006).
El estado de vulnerabilidad que genera la base de la ansiedad, hace que la
persona sea más lábil para enfrentar situaciones críticas. Desde esta perspectiva, la
primera crisis puede tener su base en causas biológicas pero las crisis subsiguientes
son consecuencia de un proceso en el que participa el condicionamiento clásico, por el
que el paciente queda sensibilizado con los estímulos de la situación en la que tuvo
lugar el primer ataque. Por lo tanto, la exposición posterior a los mismos reactiva las
sensaciones y temores que desencadenan la crisis. Progresivamente y a veces luego de
una sola crisis, se hace presente la ansiedad anticipatoria, que conduce a la evitación
de aquellas condiciones y estímulos que potencialmente pueden activar la ansiedad y
el pánico. De este modo se instala la agorafobia (Chappa, 2006).
Wolpe y Rowan (1988) señalan que la emergencia de las sensaciones propias
del pánico es consecuencia de un fenómeno de hiperventilación, resultando la crisis,
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sentir el ataque de miedo” como la llave efectora que abre las compuertas al efecto
dominó sintomático.
La ansiedad anticipatoria produce un miedo intenso y esto es lo que hace que
una persona empiece a evitar cada vez más situaciones, incluso que evite el salir
totalmente de su casa, adentrándose en la prisión de la agorafobia (García Graullera,
2012). En la primera instancia de la cadena sintomática no es el miedo propiamente
dicho el que se presenta, sino el miedo a sentir el ataque de miedo. Este miedo a sentir
el miedo “despierta” a la amígdala e inicia el recorrido que activa todo el circuito
neuroendocrino, generando el resto de síntomas corporales y psicológicos. Razón por
la que la “profecía autocumplidora” se hace presente: es el miedo a sentir el miedo el
que construye el miedo y abre el efecto dominó.
Estos síntomas, enlazados y potenciados, provocan diversas respuestas
ineficaces como la huida de la realidad temida, la dependencia de acompañantes
afectivos (acompañantes antipánico) que proporcionen seguridad, la finalización total
de las actividades habituales terminando en aislamiento y reclusión como formas de
protegerse ante tal situación angustiante, entre otras (Ceberio, 2010).
En segundo lugar se ponen en marcha ciertas conductas de seguridad. Se trata
simplemente de las conductas de evitación que el paciente instrumenta para verse libre
de las sensaciones corporales y de las crisis (Chappa, 2006). En general, el miedo
empieza como una dificultad a sortear cierto tipo de situaciones, pero, en forma
progresiva, va adquiriendo la jerarquía de problema en la medida que no es posible
solucionarlo. Bastará que algunos de los síntomas se presenten frente a alguna
situación, para que en dicho efecto dominó se detonen los restantes (Ceberio, 2010).
Por otra parte, algunos autores coinciden en que solamente el primer ataque de
pánico es auténticamente espontáneo e inesperado. En los siguientes ataques, al poder
existir condicionamiento de señales externas o interoceptivas, es posible que exista
algún tipo de asociación de la que el individuo pueda ser más o menos consciente
(Belloch, Sandín & Ramos, 1995). Según el DSM-IV (2002) se distinguen tres tipos
de ataques de pánico, los mismos son:
• Ataque de pánico inesperado -no señalado-: este tipo de ataque de pánico no
está asociado a ningún disparador situacional señal. Ocurre espontáneamente.
Para poder diagnosticar trastorno de pánico debe existir ataque de pánico
imprevisto.
63
Para que se geste un circuito que genere y mantenga un problema, hace falta de
la intervención de 4 factores que se retroalimentan, perpetuándose en el tiempo:
factores interaccionales, cognitivos, emocionales y neuroquímicos (Ceberio. 2013,
2014). Por otro lado, para Linares (1999) resulta inimaginable un cambio cognitivo sin
la correspondiente vibración emocional, pero agrega que ambos serían irrelevantes si
no se acompañaran de modificaciones pragmáticas. Expresa que los tres espacios
psicológico-relacionales están intercomunicados, por ello, un cambio mínimo acaecido
en cualquiera de los tres espacios, dotado de la suficiente capacidad perturbadora, es
decir, capaz de generalizarse a los restantes de modo significativo, puede constituir un
más que satisfactorio resultado. En resumen, los factores en los que convergen estos
autores son los siguientes:
• Factores neuroquímicos
• Factores cognitivos
• Factores emocionales
• Factores pragmáticos-interaccionales
Estos factores serán tomados como puntos de referencia para explicar el
desarrollo y la perpetuación del tema de interés de la presente investigación: el
trastorno de pánico. Sin embargo, cabe aclarar que la subdivisión de los distintos
factores responde sólo a fines explicativos y organizativos, ya que no deben tomarse
como niveles o entidades independientes, sino como elementos interrelacionados que
se influyen mutuamente. Cabe aclarar que tanto en el desarrollo sobre la génesis y
64
CAPÍTULO 4
FACTORES PSICOINMUNONEUROENDOCRINOS
Y EMOCIONALES DEL PÁNICO
células inmunológicas, disminuyendo las defensas. Por tal razón nos enfermamos
desde un simple resfrío hasta un cáncer a posteriori de una situación de alto voltaje
emocional. Quiere decir que las emociones negativas, como se las considera a la ira, la
ansiedad y la depresión, podían ser las causales de ciertas enfermedades. Las
investigaciones no han arrojado datos clínicos suficientes como para establecer una
relación causal directa, pero sí se reconoce que las personas poseen un grado de
vulnerabilidad mayor a posteriori de un hecho traumático. La persona que hace
ataques de pánico, se encuentra totalmente vulnerabilizada por su estado de
hipervigilancia y los ataques propiamente dichos y esto agrava el cuadro, ya que estrés
y el pánico utilizan el mismo trayecto amigdalino-hipotalámico-hipofisiario-adrenal.
Hay investigaciones que han establecido la relación entre el enojo y la ira con
los ataques cardíacos (Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford). Se
observó que los pacientes que habían sufrido al menos un ataque cardíaco lo habían
desarrollado después de haberse sentido furiosos por una situación. Incluso si se
conectaban con el recuerdo de estas imágenes, se producía una disminución de la
eficacia de bombeo de su corazón acompañado de ansiedad (Goleman, 1997; Martín
Alfonso, 2003). En nuestra exploración las personas que desencadenan ataques de
pánico, cada vez que se encuentran tensionadas, estresadas, atravesando situaciones
difíciles, no lloran, ni se enfadan, sino que se angustian y son invadidas por la
ansiedad preparando el terreno para detonar el ataque.
Toda esta interconexión entre sistemas fue investigada en los años ochenta por la
neurocientífica Candace Pert (2007) y su equipo del Instituto Nacional de Salud
Mental de Maryland, en USA, quienes descubrieron que un grupo de moléculas,
llamadas “péptidos”, son los mensajeros moleculares e intermediarios entre tres
sistemas distintos que hasta ese momento se estudiaron de manera independiente:
nervioso, inmunológico y endocrino.
En la imagen tradicional, estos tres sistemas están separados y tienen funciones
diferentes. El sistema nervioso, constituido por el cerebro y una red de células
nerviosas que abarca todo el cuerpo, es la sede de la memoria, el pensamiento y la
emoción. El sistema endocrino, constituido por las glándulas y las hormonas, es el
sistema regulador principal del cuerpo, el cual controla e integra varias funciones
corporales. El sistema inmunológico, constituido por el bazo, la médula ósea, los
nodos linfáticos y las células inmunológicas que circulan a través del cuerpo, es el
69
sobre otras vertientes del pensamiento menos importantes. Una vez que estas señales
han sido enviadas, la persona se halla atrapada por el miedo.
El miedo activa el sistema cardiovascular, por lo que los vasos sanguíneos se
constriñen, lo que hace aumentar la presión arterial y disminuye el flujo de sangre
hacia las extremidades. El exceso de sangre se redirige a los músculos del esqueleto,
donde permanece disponible para los órganos vitales que tal vez se necesiten durante
una emergencia. Con frecuencia las personas palidecen como resultado de un flujo
sanguíneo menor en la piel. Se produce estremecimiento y pilo erección, reacciones
que conservan el calor cuando los vasos sanguíneos están constreñidos. Estas
reacciones de defensa pueden producir también los períodos de calor y frío que a
menudo se experimentan durante el temor extremo. La respiración se acelera y por lo
general se hace más profunda, a fin de proporcionar el oxígeno necesario para que
circule la sangre con rapidez.
El aumento de la presión sanguínea lleva oxígeno al cerebro lo que estimula los
procesos cognoscitivos y las funciones sensoriales que permiten estar más alertas y ser
capaces de pensar más velozmente durante las emergencias. El hígado, por su parte,
libera mayor cantidad de glucosa al torrente sanguíneo, dando energía a diversos
músculos y órganos fundamentales, como el cerebro. Las pupilas se dilatan,
posiblemente para permitir una mejor visión de la situación. El oído se agudiza y se
suspende la actividad digestiva, lo que da por resultado un flujo menor de saliva. A
corto plazo, la evacuación de materiales de desecho y la eliminación de los procesos
digestivos preparan más aún el organismo para una acción y una actividad
concentradas, por lo que con frecuencia se produce la presión de orinar y defecar e
incluso de vomitar (Barlow y Durand, 2001).
La acción de huida o lucha es importante ya que hace miles de años cuando las
personas vivían en circunstancias de sumo primitivismo era más probable que quienes
reaccionaban fuertemente sobrevivieran a los peligros que aquellos que tenían
respuestas débiles. Principalmente, el hombre en su tarea de cazador en pos de traer
alimentación a su clan, era permanentemente amenazado por los animales, cuestión
que ejercitó su amígdala de manera cotidiana. Estos factores epigenéticos son los que
iniciaron cambios de funciones de los genes, pero a través de miles de años se hicieron
modificaciones en su estructura genética: esos genes fueron transmitidos a las
sucesivas generaciones (Ceberio, 2015).
75
Una de las funciones del temor es motivar la acción inmediata y decisiva como
huir o enfrentar, pero a su vez, la expresión facial provocada por el temor permite
comunicar a las demás personas que hay una amenaza inminente, lo que aumenta las
probabilidades de supervivencia de otras personas del entorno (Barlow & Durand,
2001).
quiere decir, principalmente en el caso de las fobias: la atención del fóbico es incapaz
de colocar atención a otra cosa y prácticamente su universo perceptivo se halla
monopolizado por el objeto.
y de memoria mediante su interacción con otras áreas del sistema nervioso central
como la amígdala y el hipocampo.
Una situación estresora prototípica, es la que provoca la emoción del miedo
hasta llegar al pánico. Puede observarse como se estimula el eje descrito, activando la
secreción de catecolaminas (adrenalina y noradrenalina) que, si bien también actúan
en el estrés, son cortoplacistas y de acción inmediata. En cambio en la situación del
estrés crónico, es la hormona del cortisol que operando de manera permanente en la
sangre, provoca entre otros mecanismos, la alerta hipervigilante clásica que presenta la
persona estresada. Por ejemplo, a partir de la atribución y la consecuente evaluación
del estímulo, es la amígdala la que sale al escenario. La amígdala entonces, dispara
una alarma general. Su área central activa el hipotálamo poniendo en marcha el eje
hipotalámico-hipófiso-adrenal para la secreción de catecolaminas y el tallo cerebral
que activará al sistema nervioso autónomo.
El sistema nervioso autónomo es involuntario. Tanto la corteza cerebral como
la corteza límbica pueden transmitir impulsos a los centros inferiores e influir en el
control autónomo, y es así como las emociones poseen una relación estrecha con la
activación de las funciones de este sistema. Es sobre todo, un sistema eferente e
involuntario que transmite impulsos desde el sistema nervioso central hasta la
periferia, estimulando los aparatos, sistemas y órganos periféricos. Estas acciones
incluyen: el control de la frecuencia cardíaca y la fuerza de contracción, la dilatación y
contracción de vasos sanguíneos, la contracción y relajación del músculo liso en varios
órganos, acomodación visual, tamaño pupilar y secreción de glándulas exocrinas y
endocrinas, sistematizando funciones tan importantes como la digestión, circulación
sanguínea, respiración y metabolismo, regulaciones que se activan o desactivan en el
circuito del miedo, mediante la comandancia de la amígdala.
82
CAPÍTULO 5
Los problemas bajo este modelo son vistos como una “conducta-problema”
persistente, de modo que cualquier comportamiento que es traído a terapia consiste en
una conducta (problema) que persiste a pesar de los esfuerzos por eliminarla. Este
problema se manifiesta como un círculo vicioso, que involucra un feedback positivo
entre el comportamiento “equivocado” y los intentos de solución inapropiados por
deshacerse de él. Así el objetivo principal del tratamiento es interrumpir este círculo
vicioso que mantiene el problema.
La estereotipación de una solución va en contra de la creatividad. Los marcos
conceptuales regidos por la lógica racional (y numerosas son las oportunidades en las
que la lógica resulta ineficaz), ciñen un repertorio muy estrecho que no favorece a la
variación en términos cualitativos. Pero es lo cuantitativo, el territorio donde se ejerce
mayor desarrollo de acciones: se tiende a hacer más de lo mismo a pesar de que los
resultados no apunten en la dirección esperada y se obtenga el fracaso.
Por otra parte, un problema nace en un sistema pero crea un sistema del
sistema original, afirmaba John Weakland1. Tal cual le sucede al Paciente panicoso
que se encuentra a merced del problema/síntoma y desde esa asimetría en posición
down le resulta muy difícil de superar. Más de lo mismo, más del mismo resultado.
Además, cabe diferenciar que el problema no siempre es un síntoma del sistema, pero
el síntoma siempre es un problema. El problema puede producir una disfuncionalidad
una situación ridículo y sin sentido. Por tan razón, con tanta soltura la gente brinda
consejos banales o soluciones rudimentarias.
En resumen de los dos puntos desarrollados, puede claramente observarse que
la persona con trastorno de pánico se encuentra en una encrucijada entre dos flancos.
Por una parte, sus voces internas que le dicen “No me va a pasar”, cuya trampa radica
en que es una negación de una afirmación previa. Lo que aparece en la consciencia es
el deseo de que no suceda el ataque, pero este deseo se asienta sobre el temor previo
de que se sufra un ataque de pánico, como veremos más adelante, es el miedo a sentir
el ataque de miedo. Si se dice “no me va a pasar” es porque existe la creencia previa
de que puede suceder, sino de lo contrario nadie expresaría ese deseo de la nada. Esta
es la evidencia de la aleta hipervigilante de la persona panicosa.
Por otra parte se encuentran las voces exteriores. Voces de incomprensión de
los síntomas de la persona. Voces que con la mejor intencionalidad alientan mediante
el “Tu puedes”, desestimando o minimizando los miedos del protagonista. Los P.A.C.
no comprenden que el miedo a entrar en un ascensor es como si ellos estuviesen en
una terraza de un piso 30 y se encuentran en el borde y no hay baranda de protección.
Entonces el “tu puedes” no solo entrampa al protagonista haciéndolo sentir ridículo
(algo tan simple no lo puede realizar), sino que le refleja su impotencia y su
imposibilidad, además de llevar implícita la incomprención de sus miedos.
El mantenimiento de los intentos de solución, además de la sistematización de
operaciones mentales, ofrece un alivio momentáneo a la persona que sufre trastorno de
pánico. Laborit (1981), desde la neurobiología, señala que con la corteza cerebral se
llega a la anticipación gracias a la experiencia memorizada de los actos gratificantes o
nociceptivos y a la elaboración de una estrategia capaz de satisfacerlos o evitarlos. La
organización de la acción se produce a tres niveles.
El primero, a través de una estimulación interna y/o externa, organiza la acción
de manera automática sin capacidad de adaptación. El segundo organiza la acción
teniendo en cuenta la experiencia anterior, gracias al recuerdo de la cualidad agradable
o desagradable de la sensación que de ella se ha derivado. El tercer nivel es el del
deseo, y va ligado a la construcción imaginaria que anticipa el resultado de la acción y
la estrategia que hay que seguir para asegurar la acción gratificante, o la que evita el
estímulo nociceptivo. De ésta manera, si una acción produjo un efecto en ese momento
deseable o gratificante, existirá una tendencia a repetirla, por más que la misma no
traiga una solución real al problema.
91
personajes del género, que le aseguraron que le fue realizado algún trabajo para
dañarlo, explicación categorizante y dormitiva (Bateson, 1972) que aumenta las
expectativas con los resultados del fracaso. Si el terapeuta no analiza exhaustivamente
las soluciones intentadas, puede incurrir en una tentativa frustrada más dentro de todos
los intentos.
Tal es el cuadro psicológico, emocional, endocrinológico, interaccional y
social en que se encuentra la persona con trastornos de pánico. Por las razones
analizadas en este punto, se hace necesario el diseño de tratamientos que en breve
tiempo desestructure la acuciante cadena sintomática panicosa.
Si bien esta figura está especialmente descripta en los primeros meses y años
de vida, esa interacción se sistematiza y constituye una forma relacional para toda la
vida. En la adolescencia o la adultez siempre las personas en situaciones críticas
buscan a seres referentes con los que se sienten protegidos y amparados. J. Bowlby
(1979:87) muestra que su teoría se aplica a otros períodos:
93
Este concepto tan visible en las relaciones humanas, hace que no sean pocas las
personas que desarrollan esa función: padres, tíos queridos, padrinos, amigos, pareja,
profesionales como enfermeros, médicos, psicólogos, maestros, entre otros. “La teoría
del apego presupone que los niños mayores y los adultos conservan conductas de
apego, mostrándolas en situaciones de estrés o de riesgo. De hecho cuando pasamos
por una situación de dificultad y de cierto grado de estrés emocional intenso,
buscamos figuras que nos protejan y nos contengan” (Bowlby, 1979, 1958, 1953,
2014)
Esta misma conceptualización es llamada por Boris Cyrulnik (2013) “tutores
de resiliencia”, aunque no necesariamente refiere a la figura de apego a un ser
humano. Señala que los recursos internos se componen esencialmente del aprendizaje
de un estilo afectivo que llama “apego seguro”, que es la confianza en uno mismo y
proviene del modo en que uno ha sido amado en los primeros meses de vida. El tutor
de resiliencia puede ser un acontecimiento, un hecho, un lugar, pero en general, los
tutores son personas adultas que se ofrecen como modelo identificatorio, un modelo
afectivo, que interaccionan otorgándole brillo al resiliente y lo más interesante de esta
relación es que puede ser fortuita y ocasional y no necesariamente perdurar en el
tiempo. Es decir, el tutor de resiliencia propone en la vida del resiliente un punto de
quiebre entre su trauma y los recursos para superarlo. Una resiliencia exitosa,
entonces, es el resultado de la sinergia entre los recursos internos del protagonista y
los recursos de su micro y macroecosistema.
La idea de la figura de apego o tutor de resiliencia, le otorga sentido a la figura
del A.A. La posibilidad de encontrar una persona que proporcione cierta seguridad, o
que funcione como un acompañador en tiempo completo o parcial, le permite al sujeto
afectado cierta valía de sortear momentos o situaciones temidas. Esta alternativa para
94
Los A.A. en general son más miedosos que la misma persona afectada. Sienten
miedo de que la persona sienta el miedo a sentir el ataque de miedo. Por lo tanto son
colaboradores –aunque sin desearlo- con que la persona se sintomatice. En esta misma
dirección, son cautelosos y defensivos y evitativos. De cara al menor atizbo de que la
persona intente independencia, ya sea mediante gestos o directamente con la palabra le
hacen dudar si está capacitada para accionar: “Me voy al kiosko”, la respuesta de un
acompañante será “Deja que voy yo” o “Vamos, te acompaño”, “¿Estás segura que vas
sola?”. Todas expresiones que demuestran amor y preocupación pero que,
paralelamente, le recuerdan a la persona con pánico, su incapacidad y sus miedos.
Muchas de estas actitudes son acciones que debería hacer la persona con
pánico que terminan siendo realizadas por el A.A. Es decir, “hacen” por la persona.
Trámites, llamados telefónicos, entrevistas, compras en supermercados, y otras
actividades que instalan al sujeto con pánico en una zona de comodidad donde no se
ejercita la responsabilidad y el enfrentar sus temores. Es un lento proceso de
empobrecimiento social y personal. Un indicador del grado de impotencia de la P.P. se
observa en el llamado telefónico del pedido de consulta. Cuando es realizado por el
acompañante se observa el grado de dependencia, la zona de confort, la imposibilidad.
Un paciente con pánico que llama pidiendo tratamiento, demuestra cierto grado de
autonomía y potencialidad al cambio.
Este tipo de “recordatorios” acentúan la impotencia y la inseguridad. Es un
mensaje permanente que dice implícitamente: Recuerda tus miedos / Recuerda que no
puedes / Ten cuidado que te puede pasar. Pero además, relacionalmente, en la dupla
debe existir la complementariedad para su funcionamiento. Si el acompañante es el
potente, el protagonista es el impotente, si hay alguien valioso y fuerte, la
contrapartida es alguien desvalorizado y debil, si hay alguien seguro, hay un inseguro.
En esa dupla, el acompañante, ya desde el vínculo acentúa la imposibilidad de cambio.
En consecuencia brindan apoyo, confianza y seguridad pero en desmedro de los
recursos del protagonista.
El vínculo desarrollado es claramente asimétrico, donde hay alguien que dirige
y alguien que acata. Aunque el acompañante tiene un doble juego: si bien es
conducido por el A.A. también tiene a su disposición un empleado protector a tiempo
completo. Este doble juego es entrampante pero suena a la dialéctica del amo y el
esclavo hegeliano: ambos se necesitan.
96
sistema dupla y la concepción cognitiva de solución son dos factores que atentan
contra la posibilidad de cambio y mejora sintomática.
Todas estas actitudes, tanto profesionales, personales como de las personas
afectivamente cercanas y los acompañantes, destruyen la autoestima del protagonista:
paulatinamente va empobreciendo sus relaciones sociales, pierde su trabajo, ha
abandonado la regularidad de la asistencia a la Universidad, y su círculo se reduce a
algunos miembros de su familia, unos pocos amigos, escasa vida social y poco lugar
para el placer.
En el próximo cuadro se describen las características de los diferentes
protagonistas de los intentos de solución fracasados y las principales tentativas de
acuerdo a nuestra casuística clínica.
Intentos de solución
PERSONALES ACOMPAÑANTES PROFESIONALES P.A.C.
Evitación y huída Mas temerosos que el mismo Receta de fármacos de: Familiares, amigos,
El mantra “No me va a miedoso Médicos clínicos vecinos, compañeros de
pasar” Cautelosos y defensivos y Neurólogos y trabajo, etc.
Negación evitativos Endocrinólogos Consejos “útiles”
Ritualismo Por constituir un vínculo Cardiólogos y (tengo un médico que
Cábalas asimétrico, acentúan Gastroenterólogos atendió a mi tía…)
Vitaminas y analgésicos impotencia, inseguridad Otorrinos y Neumonólogos Búsqueda de causas y
Psicofármacos Brindan apoyo, confianza y Psiquiatras y Psicólogos porqués
Ejercicios de relajación seguridad (en desmedro de Homeópatas Explicaciones
Recluirse en la casa los recursos del protagonista) Asistencia a: “Dormitivas”
Acostarse y dormir Narcisísticamente poderosos Grupos de fóbicos anónimos El síndrome del pastor
Pretextos y Estimulan la dependencia Videntes, tarotistas, brujos “tu puedes”
racionalizaciones Hacen por el protagonista Yoga
Rezar Con la mejor intención, Terapistas corporales florales
Pensar en otras cosas aconsejan lo que “no se debe Terapistas florales
hacer”
98
CAPÍTULO 6
FACTORES COGNITIVOS DEL PÁNICO
y como tales incondicionales. Es el núcleo duro de los esquemas y trabaja por fuera de
la consciencia de la persona, actuando activamente en el desarrollo de conductas y de
otras creencias. Si mi creencia central es creer que “soy inoperante”, continuaré
creyéndome inoperante y confirmaré mi supuesto construyendo una realidad a la vez
que reafirmaré otras creencias intermedias: “soy lento para hacer las cosas”, “mis
compañeros de trabajo me marginan”, “la gente piensa que no soy eficaz” y todo un
encadenamiento de supuestos. Por lo tanto, como se observa en los ejemplos, las
creencias centrales muestra la autorreferencia no solo en como me veo sino en como
me ven y una relación dinámica entre ambas percepciones: me veo como me ven pero
también me ven como me veo. Al final de cuentas no solo nos proyectamos en el otro
sino transparentamos al otro nuestra propia concepción de quienes somos.
La personas con trastorno de pánico, poseen autoesquemas
autodescalificatorios que los muestran impotentes de cara a la omnipotencia
sintomática. La imposibilidad de control sobre los síntomas, o mas precisamente la
creencia de no poder controlar los síntomas, lleva a construir la cadena sintomática o
efecto dominó y a sucumbir a ella.
Esta perspectiva de los autoesquemas, no queda reducida a la Psicología
individual sino que la Psicología social ya da cuenta del grado de
interinfluenciabilidad entre el entorno y el propio self. “Somos” en la interacción, por
lo tanto sabemos quienes somos mediante la experiencia con otras personas, de la
misma manera que toda evaluación personal refleja la apercepción que tiene el entorno
de nosotros mismos. “Somos humanos en la medida que nos vemos reflejados en los
demás. Para que lo específicamente humano haga su aparición, además de un cerebro
desarrollado, se requiere una dimensión social interactiva” (Riso, 2008). Como
señalamos en el capítulo anterior, Bowlby (1913) afirma que uno de los factores que
más contribuyen a la conciencia del yo en los niños es el apego y la seguridad, contar
con un cuidador sencillo y amable o con un vínculo confiable y afectuoso. Este es un
punto clave en la aparición del acompañante antipánico. El paciente cuenta (y
depende) con un cuidador afectivamente sólido quien lo protege y ayuda en su
malestar, más allá que forma parte del repertorio de intentos de solución fracasados.
En función de lograr entender la autoestima en general y del paciente con
pánico, existen una serie de contenidos que se asocian con el desarrollo del yo. Estos
contenidos del propio self orientan la autoestima, la autoevaluación y principalmente
cómo se autopercibe la persona. Por ejemplo, lo que da en llamarse “autoconcepto”
100
alude a una representación interna del yo, es una red de representaciones que tienen
que ver con los contenidos de la vida de una persona que revisten importancia.
Nuestras acciones y actividades nos definen. Estos autoconceptos varían en la medida
que los seres humanos evolucionan, es decir, se modifican con los ciclos evolutivos.
En las personas con trastornos de pánico, la perpetuación de la sintomatología
en su vida y la variable tiempo desde la aparición del primer ataque, frecuencia,
intensidad y cantidad sintomática, generan una profunda identificación del
protagonista con su trastorno. De tal manera, no solamente es el grupo social que le
devuelve la imagen de enfermo sino es la misma persona que se autodefine por su
trastorno: “soy panicoso”.
Cuando las personas se presentan, un ojo sagaz puede detectar muy bien los
valores de cada integrante, a qué le da prioridad cada uno y cómo la actividad que
desarrolla otorga una identidad. Y digo una “identidad” no solo un “estado”. La
identidad denuncia el autoconcepto: las personas dicen “Soy ingeniero”, “Soy cantante
lírica”, etc. Cuando la persona se define por el pronombre “estoy”, alude a un estado y
como tal parece más transitorio hacia una identidad que defina por el “soy”. Es decir,
las actividades realizadas definen un “estoy” que puede convertirse en un “soy”,
aunque no necesariamente. A través del “soy” y el “estoy” muestran el grado de
identificación mediante la tarea que desenvuelven las personas. Cuando escuchamos a
un paciente en una entrevista decir “Soy panicoso” o “Estoy con pánico” describen el
grado de adherencia a la función que cumple la persona.
La vital importancia que revisten los autoconceptos es que si el “soy” define y
describe a una persona, dependerá que atribución tenga ese “soy” como génesis
determinante de identidad: si estamos frente a una atribución positiva, no será
problemático sino que la persona podrá valorarse y con ello crecer. El problema
aparece cuando el “soy” demarca un significado negativo y que muestra
descarnadamente el desvalor, por ejemplo: “soy un fracaso”, “no sirvo para nada”,
“soy un inútil”, y otros “”soy” de ese tenor. En esta autopercepción negativa de sí
mismo, Beck (2000) introduce dos categorías. La primera observa las vivencias de
desamparo y la segunda la incapacidad de ser amado.
Los pacientes con pánico tienden a desvalorizarse y a construir percepciones de
manera negativa y catastrofista, como veremos en el próximo apartado, los
pensamientos automáticos negativos, retroalimentan el proceso del trastorno
acentuándolo más aún. Las sensaciones de impotencia, de frustración y de
101
personalidad previo al trastorno; pero no todas las personas con este rango de
personalidad indefectiblemente desencadenan un trastorno de pánico.
Como se observa en el cuadro, la base de las características giran en torno a la
“omnipotencia” que encadena al resto de las particularidades de la personalidad. La
omnipotencia lleva a la omnipresencia, a controlar, a hiperexigirse y convertirse en un
ayudador asimétrico (posición “up”) y a no decir NO, relacionalmente con la finalidad
de obtener valoración y autoestima. Estas características de personalidad, hacen a una
tipología de persona de ritmo acelerado y omnipresente, con la vista colocada en el
otro y en obtener reconocimiento.
En la segunda columna se muestran los efectos comportamentales sobre esas
características de personalidad, es decir, las consecuencias que producen los síntomas
panicosos, (que se los define como “tirano y sabio”, porque la persona está a merced
del despotismo sintomático). La perturbación sintomática provoca el cambio extremo
que va de la omnipotencia a la impotencia. El síntoma inhabilita al paciente, lo
empobrece relacionalmente (posición “down”), pasa a ser ayudado y obligado por su
síntoma a decir NO, se vuelve dependiente del entorno y se enfrenta con la más cruda
desestimación personal. La “sabiduría” del síntoma genera un giro de 180º por sobre el
rango personalidad.
En la tercera columna se agregan los objetivos del proceso terapéutico que
debe tener por objetivo no retornar a los rasgos de personalidad precedente al ataque -
puesto que estos fueron parte del motivo de la aparición del síntoma- sino se debe
encontrar un punto intermedio, una verdadera reformulación de la personalidad del
sujeto (Ceberio, 2014).
Cía (2002), además de estas características, añade la presencia de otros rasgos
como pensamiento rígido o dicotómico, lo cual lo conduce a autoimponerse reglas
muy rígidas y guiar su conducta por el “debería” y un gran nivel de imaginación o
visualización, generalmente centrado en lo negativo. Por otra parte (Guidano y Liotti,
1983; Guidano, 1990), expresan que una persona con características fóbicas presenta,
o bien un sentido de sí mismo que se percibe como persona querible y valiosa,
vinculado a la seguridad y protección provista por los padres, o un sentido de sí mismo
que se percibe como una persona débil y vulnerable -vinculado a la restricción de su
libertad y a las experiencias atemorizantes. Esta situación se evidencia muy bien en las
relaciones con sus compañeros: el fóbico es siempre el más atrasado, el último en
104
ESTÍMULO
EVALUACIÓN COGNITIVA
INTERPRETACIÓN CATASTRÓFICA
REACCIONES
Sánchez & Cano Sánchez, 2002). Beck, Rush, Shaw y Emery (1983), en su trabajo
sobre la depresión, clasifican las siguientes distorsiones cognitivas, que en la presente
investigación se han reiterado en numerosos casos y son fuente de recolección de
datos en la primera entrevista como parte del protocolo. Las enumeramos con
ejemplos de verbalizaciones de pacientes de la muestra:
creer que se debe satisfacer las necesidades de los demás (estilo atribucional interno).
Si no es así, surge la culpa.
Watzlawick, 1998; Watzlawick, 1988) la persona “no padece el miedo sino que lo
construye”, concepto que también sirve como maniobra estratégica en el tratamiento
terapéutico: “padecer el miedo” coloca a la persona en una posición down con respecto
al síntoma. “Construir” el síntoma implica colocarse en una posición en up sobre el
mismo y con ello su dominación. Se invierte así la asimetría sintomática.
En general, el miedo puede comenzar como una dificultad a sortear cierto tipo
de situación, pero, en forma paulatina, va adquiriendo la jerarquía de problema en la
medida que no es posible solucionarlo. Una vez claramente focalizado hacia qué se
detona todo el síndrome del miedo (en el caso de lograr especificarse el objeto) o
identificarse su inespecificidad, es necesario explorar cuáles fueron los intentos por
resolverlo (Watzlawick et al., 1974).
Cualquier situación puede ser significada como una amenaza para el bienestar
psicológico o físico del individuo, lo que induce al estrés. Esta interpretación y
connotación amenazadora es el producto de la sinergia en el contexto donde se
desarrolla el estímulo, las propiedades físicas del mismo y situación en que se
116
CAPÍTULO 7
PRESCRIPCIONES E INTERVENCIONES
EN EL TRATAMIENTO DEL PÁNICO
Como bien lo señala el autor, nada impide que el cambio se produzca mediante
una forma activa de participación del terapeuta. O sea, que el profesional pueda
mandar a realizar comportamientos que permitan obtener un cambio desde la acción
concreta y no desde la reflexión como prolegómeno del cambio. En el arte de
prescribir, la inducción que produce el uso del lenguaje hipnótico conlleva la
realización de discursos elaborados en donde se habla el lenguaje del consultante. En
esta táctica se remarcan algunas de las frases más estereotipadas y se remedan ciertos
118
medida, no atentan contra la lógica racional de una acción coherente. Estas tareas
provocan un cese de los intentos fracasados, con lo cual acaban con el más de lo
mismo.
Por lo general, se aplican en aquellos casos en que el nivel de instauración
sintomática o del problema a trabajar no posee la suficiente recursividad en el sistema
con las consecuentes resistencias al cambio. Pero por lo general, en nuestra
experiencia estas tareas de comienzo no las utilizamos con las personas con trastorno
de pánico. Pero sí son de gran utilidad cuando mandamos a realizar ejercicio físico, es
decir, cuando se le prescribe a la persona que debe buscar un espacio para conectarse
con ella misma, disfrutar de espacio al aire libre o compartir con otros, clases de baile,
gimnasia, running, etc.
Las tareas directas son intervenciones conductuales cuyo objetivo es cambiar la
conducta de algún/os componentes de la familia, la pareja o individuos, especialmente
aquella relacionada con el mantenimiento del síntoma, proponiendo directamente la
realización de otra conducta alternativa (Alda de Ochoa, 1995).
15. Uso del teléfono: otro de los puntos importantes en la aplicación de tareas
son los seguimientos telefónicos como lo presentamos en el instrumento
del modelo. Las comunicaciones telefónicas son una herramienta
fundamental cuando se trabaja con prescripciones, puesto que le permite al
terapeuta controlar los resultados de manera inmediata una vez desarrollada
la tarea.
16. Estimular la autoestima: por último, una tarea cumplida siempre eleva la
autoestima. Cuando, mediante la guía del profesional, el paciente logra
desarrollar una serie de acciones que desestructuran el más de lo mismo, y
con esto comienza a solucionar su problema, su valoración personal se
incrementa.
CONTEXTO
Pragmática Cognitiva
Neurofisiológica
También, podría ser definido como un resumen clínico en donde se reúne una
gran información acerca de la familia. Información que permite anticiparse a la
posibilidad de aparición de potenciales problemas y desarrollar así, elementos de
prevención. En este sentido, es un organizador del trabajo terapéutico: al insertarse los
datos principales que componen las características individuales de los miembros de la
familia y del sistema en general, se puede reunir un todo informativo que centra el
motivo de consulta, el problema o los problemas y las normas de funcionamiento que
lo sostienen. De esta manera, es factible elaborar la o las hipótesis del caso y los
recursos estratégicos para abordarlo (Ceberio, 2005).
La forma más frecuente de construir un genograma, consiste en confeccionarlo
en forma trigeneracional, donde se diferencian distintos estratos: la familia de origen,
las familias extensas y la creada. El terapeuta puede trabajar con el paciente y
rápidamente construir sus familiar y contextualizar sus miedos y explorar quienes de
su familia fueron miedosos o sufrieron sintomatologías similares al pánico.
de la sesión. Cómo cuenta lo que cuenta. Más en este tipo de pacientes con pánico que
resultan ser muy “corporales” dada la expresión orgánica y física de su sintomatología.
7.2.5. La reestructuración
Otra de las meta-técnicas en el tratamiento del pánico. Implica recodificar el
cómo se percibe o cómo se construye la realidad sin modificar el significado de las
cosas, sino un cambio de la categoría donde se incluye el problema. A pesar de que
cambiando los marcos de significación en los cuales se inscribe la situación-problema,
se termina cambiando el significado la misma situación (Watzlawick et al. 1974,
Ceberio & Watzlawick, 2008)
Una de las redefiniciones más importantes en el tratamiento del pánico consiste
en permutar el “padecer” por el “construir” el ataque. La redefinición como tal,
encuentra su eco en la connotación positiva que, como hemos mencionado páginas en
anteriores, no sólo recalca la potencia o capacidad de la persona en función de
estimularla, también modifica la percepción de lo que se considera problema.
confrontarlo. Es el caso de las personas que asisten a terapia para derrotar al experto.
(Watzlawick et al., 1974). Por ejemplo, en los trastornos de pánico cuando se usan las
resistencias se puede pedir realizar un cambio lento: el terapeuta sugiere que son más
convenientes los cambios pequeños que los grandes (más peligrosos). Como también
prescribir no cambiar: La situación es aceptable tal como está y no precisa aplicar
ninguna solución especial. O la que está estipulada como maniobra: la prescripción del
síntoma (Fisch, Weakland & Segal, 1995; Weakland, Fisch, Watzlawick & Bodin,
1974)
Estas prescripciones del uso de la resistencia constituyen la llamada paradoja
terapéutica (el mensaje "no cambie" dicho por un agente de cambio), como respuesta a
la comunicación paradójica de la demanda terapéutica ("ayúdeme a cambiar pero no
cambie nada"). Esta es una técnica que no debe utilizarse sin haber realizado un
minucioso análisis del valor funcional de los procesos de resistencia.
7.2.9. El humor
El uso del humor mediante chistes terapéuticos o gags espontáneos permiten
crear un clima de distención en la terapia. No se trata de hablar temas banales, sino
que es posible hablar temas profundos y trágicos con el acompañamiento del humor,
de esta manera se logra quitar el componente dramático. Se debe tener especial
cuidado cuándo acomodar el toque humorístico para no desacomodar el transcurso de
la sesión y crear resistencias al tratamiento (Fry, 1968)
El humor también secrega endorfinas en nuestro organismo –nuestra morfina
interna-, descategoriza los componentes angustiantes de una situación y activa una
buena predisposición al cambio.
años tendrías….. y tu hijo menor?. Estas interrupciones casi absurdas, expresadas con
seriedad, bloquean discursos estructurados, cambian de foco y proveen cierta
“oxigenación” a la alienación del problema.
posibles consecuencias del cambio y se anticipa las nuevas dificultades que habrán de
surgir si sigue cambiando. Así se neutralizan o se previenen las resistencias y el
control lo tiene el terapeuta (Haley, 1973)
Es una forma paradojal de continuar motivando al cambio, desmotivándolo a
que continúen las modificaciones. Restringiendo las posibilidades, se reducen los
niveles de ansiedad, y no se idealizan las modificaciones permitiendo un rango de
error o recaída.
mal para ver si hay algo de esa experiencia que puedan rescatar.” Esta tarea es muy
importante, puesto que en cierta medida se anula la compulsión a la repetición a la que
se tiende luego de solucionar el conflicto (Watzlawick et al., 1974).
No solo que por un efecto paradojal en la mayoría de las oportunidades cuando
se prescribe no se recae, sino que cuando se alerta al paciente que puede recaer y que
es factible de que recaiga, si llega nuevamente a desencadenar el problema, él mismo
entiende que es parte del tratamiento, ya que el terapeuta previsoramente le anticipó.
Como ya hemos descripto, la sistematización del síntoma en el sistema hace
que la persona lo perpetúe y tienda a repetirlo. Insistir que es parte del tratamiento
hace vivir a la recaída no como un retroceso.
Se debe tener en cuenta que no todos los pacientes con crisis de pánico están
dispuestos a aceptar ser medicados. Hay que evaluar los recursos personales del
paciente y si los mismos son favorables para prescindir de los fármacos y avanzar
psicoterapéuticamente, la medicación puede no ser necesaria.
El terapeuta debe ser persuasivo en el manejo de tales condiciones, trabajando
desde la psicoeducación, resaltando los beneficios de la intervención, neutralizando
los temores y brindando reaseguro respecto de los síntomas secundarios, sus
características y recursos frente a los mismos (Chappa, 2006). Por lo general, los
pacientes con pánico no toleran los efectos secundarios de los psicofármacos, por lo
que deben ser expresamente advertidos sobre aquello que pueden llegar a sentir y
evacuar todas sus dudas para reducir el temor.
Las revisiones generales sobre la eficacia de los tratamientos farmacológicos
para el Trastorno de pánico indican que una serie de fármacos resultan óptimos. En
concreto, los fármacos para los que se ha obtenido evidencia empírica son:
• Antidepresivos tricíclicos: imipramina.
• Benzodiacepinas: alprazolam
imipramina señalan que sigue siendo aún hoy, el medicamento de elección para ser
indicado en las crisis de pánico. Se indica cuando el paciente presenta sintomatología
depresiva conjuntamente con el cuadro de pánico. A su vez se considera que es más
eficaz cuando predominan los síntomas respiratorios (Briggs, Stretch & Brandon,
1993).
Más recientemente también se ha demostrado la utilidad de la Clomipramina
en el control de estos cuadros. Para ambos esquemas se sugiere iniciar el tratamiento
con bajas dosis de 10 mg/día, hasta lograr una dosis de mantención de 75 mg/día
durante la segunda semana. Un porcentaje menor de pacientes requiere de dosis
mayores de 150-200 mg/día y el tratamiento debe mantenerse por espacio de 6 meses
como mínimo (Koppman, 1992).
Entre los IMAO se demuestra la efectividad de la fenelzina, pero ya están
prácticamente olvidadas debido a la necesidad de restricciones alimentarias, aún así
siguen siendo un recurso a tener en cuenta en casos seleccionados ya sea por falta de
respuesta o intolerancia a los efectos secundarios de otros fármacos (Sheenan & cols.,
1983; Cía, 2002). La aplicación de los IMAOs es incompatible con otros
antidepresivos. Se puede aplicar en dosis reducidas de 45-90 mg/día (Sheehan,
Ballenger & Jacobson, 1980).
Las benzodiazepinas conforman otro grupo de psicofármacos considerados
útiles en el tratamiento de las crisis de pánico. Predominan progresivamente sobre la
imipramina y fenelzina debido a la seguridad en la administración ya que tienen
menos síntomas secundarios, menor poder de sedación o resaca, efectividad previsible
e inicio de acción rápido. El alprazolam muestra ventajas sobre la fenelzina e
imipramina entre las que se cuenta la ausencia de dependencia o abuso, pero produce
con frecuencia sedación y somnolencia, con sintomatología de abstinencia al
suspenderlo y afecta habilidades psicomotoras y cognitivas (Chappa, 2006; Márquez,
2011).
Las benzodiazepinas presentan un efecto sedativo que contribuye de manera
significativa a la disminución de la importante expectación ansiosa que suele
acompañar estos cuadros. El de mejor respuesta es sin duda el Alprazolam, las dosis
utilizadas deben fluctuar entre 3.6 mg/día distribuidas en 3-4 tomas y debiendo ser
retiradas lentamente a razón de 0.25-0.5 mg/semana como una manera de evitar la
presencia de síntomas de privación benzodiazepínica. Existe incluso experiencia en
comenzar el tratamiento sólo con esta droga. Otra benzodiazepina útil es el
140
Clonazepam, con una acción ansiolítica y anticonvulsiva similar al Diazepam pero con
un menor efecto sedativo y de relajación muscular. Las dosis recomendadas fluctúan
entre 4-8 mg/día distribuidos en 3-4 tomas (Koppman, 1992).
En años recientes, la introducción de los inhibidores selectivos de la recaptura
de serotonina (ISRS) viene a ocupar un lugar de preferencia en el tratamiento del
pánico. La fluoxetina resulta de gran utilidad cuando al cuadro de pánico se asocian
síntomas obsesivos. Un ISRS de reciente introducción en el tratamiento del pánico es
el escitlopram. El mismo demuestra ser tan eficaz como el citalopram pero con una
mejoría significativa más rápida. La baja incidencia de efectos adversos hace que las
interrupciones sean menores. Se encuentra particularmente útil en pacientes con
predominio de síntomas vertiginosos (Chappa, 2006).
Por otro lado, los ISRS tienen la ventaja sobre las bendodiazepinas, de poder
emplearse en una dosis única. La fluoxetina resulta de gran utilidad cuando al cuadro
de pánico se asocian síntomas obsesivos (Chappa, 1992, 1997), aunque debe ser usada
con precaución, ya que puede aumentar la ansiedad al comienzo del tratamiento
(Gorman et al., 1987), motivo por el cual se la emplea en dosis baja de 50-20 mg/día.
(Chappa, 2006). Entre los ISRS, la sertralina resulta un excelente antipanicoso con
efectos terapéuticos estables a largo plazo, con una dosis que oscila entre 50 y 150
mg/día. Mientras tanto, la paroxetina es un buen antipanico, más sedante que la
sertralina, utilizándose en dosis de 10 mg/día. Por último, la fluvoxamina también
resulta beneficiosa, con una dosis que oscila entre los 25 y los 300 mg/día (Cía. 2002).
En síntesis los estudios sobre la eficacia de los tratamientos farmacológicos
para el Trastorno de Pánico indican que una serie de fármacos resultan eficaces. En
concreto, los fármacos para los que se ha obtenido evidencia empírica son los
antidepresivos tricíclicos (imipramina), los inhibidores selectivos de la recaptación de
serotonina (ISRS): fluoxetina, fluvoxamina, paroxetina y sertralina; las
benzodiacepinas (alprazolam) y los inhibidores de la monoamino oxidasa (IMAOS):
fenelzina (Roy Birne y Cowley, 1998).
141
CAPÍTULO 8
MÉTODO
Craske, 1993, 1994; Barlow y Craske, 1989; Barlow y Craske, 1994; Barlow,
Craske, Cerny y Klosko, 1989; Beck y Zebb, 1994; Black, Wesner, Bowers y
Gabel, 1993; Botella y Ballester, 1999; Craske y Barlow, 2007; Craske, Barlow y
Meadows, 2000; Craske y Barlow, 1993, 2001, 2007; Klosko, Barlow, Tassinary
y Cerny, 1990; McNally, 1996; Marks, Swinson y Basoglu, 1993; Roca y Roca,
1999; Roy Byrne y Cowley, 1998; Nathan & Gorman, 2015).
• Ansiedad y depresión (Beck & Clark, 1988; Berenzon et al., 2009; Craske et al.,
2000; Eison, 1990)
• Ansiedad y separación (Bögels, Knappe & Clark, 2013; Chambless, 2012; Selva
Batista & Sanz Martínez, 2013;)
• Trastornos obsesivos compulsivos (Chappa, 1994; Lebowitz, Panza & Bloch,
2013; Pareja, 2001)
• Trastornos por estrés agudo y estrés postraumático (Andrews, 2009; Abeldaño,
Fernández, Estario, Enders & Neira, 2014; Baldwin et al, 2014; Borda, Munévar,
Londoño & Vinaccia, 2016; Cohen et al. 2013; Ehlers & Clark, 2000)
8.3. Objetivos
General
• Establecer la efectividad de un modelo de abordaje clínico específico para los
trastornos de pánico con y sin agorafobia.
Específicos
• Describir y explicar el uso en trastornos de pánico con y sin agorafobia, de las
prescripciones de comportamiento paradojales y de desvío de síntomas.
• Proponer una modalidad de intervención que posibilite la reducción de la
sintomatología crítica en los trastornos de pánico.
• Observar la efectividad del modelo de tratamiento aplicado en fobias sociales y
agorafobias.
• Construir las estrategias terapéuticas que permiten la estimulación de la buena
autoestima del paciente, explotando sus recursos, fortalezas y capacidades y,
por ende, mejorar su calidad de vida.
• Desarrollar un modelo clínico fundamentalmente sistémico y con el aporte
epistemológico cognitivo y psicoinmunoneuroendocrino, en pos de la
reinserción de la persona afectada a relaciones sociales y laborales,
disminuyendo el deterioro personal, social, laboral y afectivo.
8.5. Muestra
La muestra está conformada por 30 casos que muestran variantes del fenómeno
de Trastornos de la Ansiedad, específicamente trastornos de pánico con y sin
agorafobia y algunos casos de fobias sociales. Las edades de los sujetos oscilan entre
los 18 y 79 años de edad, de ambos sexos, específicamente compuesto por 17 mujeres
y 13 hombres, cuyos diagnósticos concuerden con los criterios del DSM-IV (APA,
2002). Son todos habitantes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y del Gran
Buenos Aires y todos de clase media.
Atendiendo a los principios éticos de la investigación se efectúa un
consentimiento informado en cada uno de los casos, para utilizar la información del
historial clínico del paciente en la presente investigación, garantizando la
confidencialidad y anonimato (Hernández Sampieri, Fernández Collado y Baptista
Lucio, 2007).
8.6. Instrumento
El diseño de este instrumento se alinea con los presupuestos de la moderna
epistemología constructivista, cuyo interés se centra en el funcionamiento concreto del
149
en una posición por debajo y a merced del síntoma, lacerando su propia autoestima,
reproduciendo pensamientos automáticos negativos que lo sumergen en la más
profunda impotencia y paralización.
La segunda tiene que ver con los intentos fallidos por resolver el síntoma. La
forma sistematizada de procesar la información, el contenido, es decir, aquello que se
intenta para resolverlo, siempre está enmarcado en el mismo repertorio de soluciones
patrocinadas por el pensamiento causalista lineal, con lo cual perpetúa y refuerza la
producción sintomática (Ceberio, 2013). Se intenta así, construir un modelo de trabajo
terapéutico centralizado, en primera instancia, en la solución de la sintomatología,
utilizando para ello las prescripciones de comportamiento paradojales y de desvío de
síntoma.
Las bases teóricas en donde se apoya el modelo, además de la posibilidad del
uso de psicofármacos y el deporte, diseñan un modelo de alta efectividad con un
protocolo estipulado de pasos a seguir, guiados por tácticas, técnicas y estrategias,
pero flexible y adaptable a cada paciente en particular, que se ponen en marcha en el
trabajo de campo.
La primera línea de intervención en el ataque de pánico consiste en aliviar de
manera rápida y global los síntomas más molestos y graves del cuadro. Se trata de un
abordaje en crisis que erradica los síntomas en gran porcentaje desde el inicio. Trabajo
terapéutico diferente al resto de los tratamientos -excepto los cognitivos- que intentan
trabajar como producto de ahondar las supuestas causas. También es un tratamiento
que utiliza la psicoeducación como instrucción y asesoramiento, claramente
ansiolítica. Además se le brinda al paciente información estratégica sobre su
diagnóstico puntual y sobre la ansiedad en general y se le proporciona herramientas
técnicas explicándole acerca de lo que le sucede. De esta manera se reduce su
incertidumbre, fuente de ansiedad reforzadora del cuadro y, a la vez, pretende romper
con los mitos e ideas erróneas sobre los ataques de pánico (Minici, Rivadeneira &
Dahad, 2006).
La investigación intenta mostrar en la experiencia clínica, que tanto la
aplicación de ciertas estrategias técnicas como el uso de psicofármacos dependen de
cuatro variables llamadas “ecuación del grado de resistencia al cambio” (intensidad de
los síntomas, frecuencia de aparición del ataque de pánico, cantidad de síntomas que
lo conforman y el tiempo desde la aparición del primer ataque)
151
Control telefónico
A) Controles Telefónicos (mediante llamados telefónicos para supervisión de
resultados de la prescripción).
B) Probables resultados:
• Lograr reproducir el síntoma (preguntar en qué intensidad de 0 a 100).
• No lograr reproducir el síntoma.
153
2º a 10º entrevista
• Control y recuento de las prescripciones.
• Prescripciones de desvío: uso de la libreta.
• Combinación de uso de la libreta con intervenciones paradojales.
• Uso de la planilla de registro.
• Introducción de endorfinas uso terapéutico del deporte.
• Paulatina reducción del protagonismo sintomático e incremento de temáticas
relevantes de la vida de la persona. Pasaje a la 2º etapa.
CAPÍTULO 9
EL MODELO EN ACCIÓN:
LA PRIMERA ENTREVISTA
casos es útil para el terapeuta utilizar la pregunta milagro de De Shazer (2009) la cual
plantea un escenario sin el problema:
Imagínese que usted sale de este consultorio, como saldrá ahora, cierra la
puerta, como la cerrará ahora y apenas sale de aquí, de manera imprevista como por
milagro su problema desaparece, deja de existir. ¿Qué cosa cambiaría inmediatamente
en su vida? ¿Qué otros problemas tendría que afrontar? ¿En qué cosas se daría cuenta
que está bien? ¿Cómo se darían cuenta las personas que están a su alrededor, de que ha
desaparecido el problema? (Nardone, 2009). Cuando el consultante se queja de tener
demasiados problemas, lo cual le impide al terapeuta identificar el principal motivo de
consulta, la pregunta milagro permite dilucidar –tanto para el consultante como para el
terapeuta-, la problemática más invalidante para empezar a definir un objetivo por el
cual trabajar. Introduce, además, expectativas de cambio. (O’Hanlon & Wiener-Davis,
1990).
Asimismo, puede utilizarse la siguiente pregunta: “Qué tendría que pasar para
que usted pudiera decirme: gracias, he solucionado mi problema. ¿Cómo sería su vida
en ese momento?”. Se identifica el tipo de consultante en términos de la resistencia:
colaborativo, (quiere colaborar pero no sabe cómo), desafiante, oposicionista o
incapaz de colaborar y de oponerse. Se identifica el Sistema Perceptivo Reactivo
teniendo en cuenta que éste puede cambiar a lo largo del proceso pues no siempre es
posible definirlo desde la primera sesión.
Es importante lograr concentrar los problemas en compartimientos concretos,
delimitados pero no separados, puesto que los seres humanos no funcionamos en
compartimientos estancos. Es factible que los problemas se fusionen en efecto
dominó, razón por la cual movemos una pieza y es factible que se muevas las otras.
Estratégicamente, el terapeuta elegirá con el paciente uno de los problemas, a
sabiendas que redefiniendo ese problema por efecto cascada perturbará al resto y
alguna modificación se producirá.
Cuando el terapeuta obtenga (no importa si le lleva mucho o poco tiempo de
indagación, lo importante es la detección de cuál es el problema) la información que le
permite tener los signos precisos que definan el problema, resultará mucho más
sencillo, rápido y eficaz encontrar una solución que lo modifique. Por lo tanto, el
tiempo que aparentemente se pierde en la fase denominada de diagnóstico, se
recuperará en la fase estrictamente pragmática.
Detalladamente los pasos de la focalización cuenta con los siguientes puntos:
161
congruencias o incongruencias con el discurso verbal. O, por si solo, los gestos hablan
y es preciso darle sentido.
Debe prestarse especial atención a este período inicial, puesto que muchos de
los comentarios que realiza un paciente son fuentes de proyecciones personales. Los
discursos previos a entrar en tema, muestran que cuando se vierte opinión de terceros
o de situaciones, se está evidenciando el sistema de creencias de la persona, su trazado
de distinciones y sus categorizaciones. Estas maniobras denuncian en general,
sentimientos, emociones, conflictos que se colocan en terceros, capitalizando los
mecanismos en los que los seres humanos somos expertos: la proyección y el
desplazamiento.
Vaciamiento: después del caldeamiento, frente a la pregunta de ¿Cuál es el problema?,
en general el paciente cuenta sobre lo que le sucede y lo trajo a consulta, en este caso
el pánico. Algunos más detallistas, otros más cortantes, otros nerviosos y ansiosos en
su recuento, otros angustiados o divertidos. Sea como fuere el inicio de la narración
sobre el malestar del paciente, el terapeuta se dedica a escuchar y empatizar. El modo
de empatizar remite a la implementación del hablar el lenguaje del paciente. En esos
primeros tramos de la narración, el terapeuta observa y escucha. Copia manerismos,
gestos y frases. Asiente con algunos gestos de la restroalimentación, favoreciendo la
interacción y cimentando la futura relación.
Exploración: en esos primeros momentos del recuento se va abriendo el abanico de
temas que rondan al pánico, estimulado por algunas preguntas alentadoras. Esas
preguntas, no abren nuevos territorios de narración, sino que impulsan el recuento en
la misma dirección que se lleva. Por ejemplo, se está hablando del trabajo que
realizaba y que ahora tiene una licencia por trastorno de ansiedad y una pregunta
alentadora consiste en que especifique los horarios o la tarea que desarrolla o desde
cuando tiene la licencia.
Cercado: en este momento de la sesión, tal cual un cirujano que delimita el área a
trabajar, se identifica cuál o cuáles son los problemas a trabajar.
Indagación: se inicia a profundizar acerca de los problemas identificados. El objetivo
es alcanzar una mejor descripción, una mayor precisión. Se pregunta específicamente
sobre los problemas.
Jerarquización: se diferencia cuáles son los problemas urgentes y cuáles los
importantes. Se debe tener claridad para tener operatividad sobre ellos. Muchas veces
coincide la urgencia con la relevancia del problema. Una persona debe resolver su
163
problema para mañana, pero ese no es el de mayor importancia, pero necesita ayuda
urgente. Ya tendremos tiempo de resolver el problema.
Centralizar: se trabaja sobre el problema, profundizándolo, enarbolando todo el
repertorio de preguntas estratégicas lineales y circulares.
Distinción: En este momento de la entrevista, el terapeuta evalúa si el motivo de
consulta coincide con el problema. Algunos pacientes consultan por un problema
aledaño pero lo toman como fundamental y el foco principal está en un problema que
ellos consideran accesorio. Esto no sucede en los pacientes que consultan por
trastornos de pánico: en general coincide el motivo de consulta con el problema a
resolver, es decir, coincide motivo y foco.
Guía de preguntas
1. ¿Cuál es el/los problemas?.
2. ¿En orden de relevancia cual es el orden en que la persona desea
solucionarlos?.
3. ¿Desde cuándo el problema es problema?.
4. ¿Cuándo surgió el problema, hubo alguna situación especial por la que
paso el sistema?.
5. ¿Este es un problema reciente o es algo que se ha venido presentando desde
hace bastante tiempo?.
6. ¿Hubo algo que generara este problema de forma abrupta o simplemente
fue apareciendo como una cosa paulatina?.
7. ¿Cómo fueron los primeros indicios de la aparición del problema?.
8. ¿En qué contexto o sistemas se construye el problema?.
9. Recuerda la primera vez que sucedió, haga una descripción detallada.
10. ¿Este es un problema que se presenta en cualquier momento o sólo en
situaciones específicas? (dónde).
11. ¿En qué contextos el problema deja de ser problema?.
12. Este problema, que otros problemas generó.
13. Con que intensidad se produce (chequear de 0/100%).
14. Con que frecuencia aparece el problema? Por día, por semana, por mes, por
año.
15. Cuando, en que momento aparece?, en qué momento del día, en que
situación.
16. ¿Precede o antecede a una situación?.
17. Hay síntomas (cantidad, calidad, orgánicos, psicológicos, etc.).
18. Cuanto tiempo hace que se produce (días, semanas, meses, años).
19. ¿Qué miembros del sistema están involucrados?.
20. ¿Hay otras personas involucradas en este problema, que intentan ayudarle,
o es Ud. solo tratando de resolverlo? (quién).
164
está intentando una solución exitosa y que solo hay que apoyarla o alentarla (Cazabat
en Kopec & Rabinovich, 2007). Estas numerosas tentativas tienen como corolario el
incremento de la sintomatología, potenciando la angustia inicial y desarrollando un
aumento de la incapacidad, la impotencia, la desvalorización y la inseguridad que
detonan aún más angustia. De esta manera se abre nuevamente el círculo vicioso
(Nardone, 1993; Ceberio, 2011). Estas acciones tienen por objetivo revertir la
conducta sintomática de la persona pero tienen un efecto contrario, el protagonista se
siente incomprendido y siente que nadie se coloca en su lugar.
La persona se encuentra a merced del despotismo del síntoma, en una posición
por debajo de éste, con lo cual pese a sus esfuerzos no puede revertir la situación.
También acrecienta la desvalorización personal. A la angustia original se le anexa la
ansiedad que genera el hecho de sentirse impotente frente a la sintomatología y por no
poder cumplir lo que su círculo afectivo le propone. Si el terapeuta no analiza
exhaustivamente las soluciones intentadas, puede incurrir en una tentativa frustrada
más dentro de todos los intentos. Todas estas razones son suficientes para que el
terapeuta ponga especial énfasis en este recuento.
Observar quienes integran el entorno del paciente, como se estructura su
sistema relacional, permite comprobar el grado de influenciabilidad de ciertas figuras
cercanas al consultante, cuál es el mensaje que explicitan y cómo contribuyen con éste
a sostener las situaciones fallidas. Por lo tanto, la exploración no solamente debe
ceñirse al protagonista, sino quienes integren el entorno del paciente, tanto familiares,
amigos, vecinos y conocidos, etc. Permite observar la estructura de su sistema
relacional y comprobar el grado de influenciabilidad de ciertas figuras cercanas al
consultante, cuál es el mensaje que explicitan y cómo contribuyen con éste a sostener
las situaciones fallidas. Como también detectar dentro de este grupo, la relevancia y el
poder que tienen los acompañantes antipánico (A.A.). Por último, debe explorarse
cuales fueron las tentativas de solución de otros tratamientos y propuestas de otros
profesionales.
Este período de la entrevista es muy importante, no solo porque es el eje
creativo del modelo breve, sino porque muestra el verdadero germen cibernético. Los
intentos errados continúan perpetuando el ángulo de desviación al acierto del objetivo.
Forman el problema satélite principal. El terapeuta con todos estos datos logra saber
que no debe hacer. Esto no quiere decir que sepa ya lo que debe hacer (lo que debe
167
hacer es no hacer más de los mismo), pero es importante que no reitere intentos de
solución inefectivos.
Preguntas
En el repertorio de preguntas desenvolvemos las siguientes:
1. ¿Qué fue lo que se intentó?.
2. Intentos del protagonista.
3. Intentos del entorno: familiares, amigos, vecinos.
4. ¿Hay acompañante principal?, ¿Qué intentó?.
5. Hubo tratamientos anteriores, ¿qué se intentó en ellos?.
6. ¿Qué intentaron otros profesionales?.
7. De todas estas tentativas, ¿hubo alguna opción exitosa?.
8. Si hubo alguna efectiva, ¿porque no se siguió adelante?.
9. ¿Se puso a pensar porque si todos los intentos son ineficaces los continuó
utilizando? (reflexión).
10. En qué se pensa que se colabora para sostener el problema…. Quiero la
segunda respuesta no la primera (la primera siempre es NO).
11. ¿Cree que podemos utilizar otras tentativas alternativas, aunque no esté
muy de acuerdo?.
12. Trabajamos en equipo, si soy el DT (director técnico) está dispuesta a
probar con mis opciones?.
INTENTOS DE SOLUCIÓN
PERSONALES, P.A.C. y PROFESIONALES
ACOMPAÑANTES
Evitación y huída Médicos clínicos
El mantra “No me va a pasar” Neurólogos
Negación Endocrinólogos
Ritualismo Cardiólogos
Vitaminas y analgésicos Gastroenterólogos
Psicofármacos Otorrinos
Ejercicios de relajación Neumonólogos
Recluirse en la casa Psiquiatras
Acostarse y dormir Psicólogos
Pretextos y racionalizaciones Homeópatas
Rezar Grupos de fóbicos anónimos
Pensar en otras cosas Videntes, tarotistas, brujos
Consejos “útiles” Yoga
Búsqueda de causas y porqués Terapistas corporales
El síndrome del pastor “tu puedes” Terapistas florales
Otros Acompañante
Otros
arbitraria” porque el paciente no solo puede no entender el rótulo, sino que puede
confundirlo. El terapeuta luego de la entrevista, tildará los pensamientos que -de
acuerdo a lo que la persona transmitió- considera que el paciente tiene.
DISTORSIONES COGNITIVAS
puede inferir tan solo una hipótesis, dado el nivel de complejidad y vastedad de
encadenamientos.
Estos 4 factores a indagar son los que automatizan los procesos a los que
llamamos “inercias” que producen resistencias al cambio. Se evalúan:
• Intensidad: el grado de intensidad de los síntomas se chequeará de 0 a 100%,
cuál es la intensidad del problema, para que el paciente mismo coloque una
medida numérica y se evite supuestos con respuestas de significados inciertos
como “mucho”, “normal”, “poco”. Además, colocar una medida es un
parámetro que permite ver, luego de las prescripciones, cuanto se redujo la
intensidad del problema y en el caso de reducirse por mínimo que sea,
connotar positivamente.
• Frecuencia: el análisis y recuento de la frecuencia de aparición del
problema/síntoma, demuestra cuánta presencia tiene en la vida de la persona y
constituye una de las razones de la habituación y sistematización del problema.
• Cantidad: la cantidad de síntomas y problemas-satélite también son parte de la
masa crítica sostenedora del problema, nacen a partir de este, tal cual una
planta parásita, y sobreviven manteniendo su problema.
• Tiempo: por último se discrimina el tiempo de aparición, es decir, desde
cuándo el problema o síntoma tiene presencia en la vida de la persona. A pesar
que se tenga vaga idea acerca de cuando sucedió por primera vez, el paciente
tiene que tener una aproximación del tiempo de convivencia sintomática.
Puesto que no será el mismo impacto si el problema o síntoma tiene una
vigencia en la vida de la persona de tres meses o de 10 años. Es una relación
directamente proporcional: a mayor presencia, mayor resistencia.
con los cual es necesario el consumo regular. Esta sería una base de la adicción a las
drogas, netamente orgánica, más allá de los elementos psicológicos. Cuando se
interrumpe el consumo, la persona pasa a un síndrome de abstinencia. Allí los
receptores de membrana necesitan del ligando de la droga específica, que podríamos
llamarla hetero-droga.
Pero el mismo proceso es desarrollado por nuestras “autodrogas”, es decir, por
las que son producidas por nuestro propio organismo. Es el caso de las endorfinas,
segregadas en el deporte, además de la risa y el sexo, que ésta sana adicción si es
interrumpida genera síntomas parecidos a los de la abstinencia. Una vía intermedia es
la misma adicción al juego, cuya acción de jugar y el riesgo que incluye produce una
clara adicción a la adrenalina, su interrupción hace que la persona se desespere. Desde
esta perspectiva, como lo hemos anticipado, en el caso de los péptidos emocionales, la
teoría de Pert daría explicación a la tan mentada “compulsión a la repetición”
freudiana y al concepto de recaída que los Paloaltinos tan claramente han descripto. O
sea, una situación genera una serie de emociones se regularizan en la medida que la
situación perdura. La constancia de los péptidos emocionales generan los receptores
de membrana y se produce una adicción no solo a los péptidos sino a la situación que
genera la emoción que los produce. Por tal razón es necesario reiterar la situación,
repetir aunque nos proporcione malestar.
Estas cuatro variables o sistematizaciones constituyen lo que da en llamarse
“inercia resistencial al cambio”. La debacle inercial impide resistiendo el cambio que,
si se produce, venciendo a la resistencia, es factible que haya recaída: el sistema
buscará reencontrarse con los parámetros conocidos: sistémico (el sistema con sus
características le proporciona una identidad a los integrantes), cognitivo (reiterando
esquemas, valores, formas de proceso de información), emocional (el tono, las
emociones conocidas e identitarias) y por último, la inercia neuroquímica (el
neuropéptido ligado a un receptor de membrana).
En conclusión y uniendo las cuatro inercias (ya que cada variable es una inercia
en sí misma) se genera el siguiente circuito: la situación genera una serie de
pensamientos anticipatorios negativos y las emociones subsecuentes, y éstas producen
neuropéptidos acordes. No obstante, la secuencia no opera con tal linealidad. Los
pensamientos negativos crean la situación y la situación genera emociones y las
emociones pensamientos negativos y las emociones crean situaciones y las situaciones
pensamientos negativos y los neuropétidos producen emociones y éstas crean
175
INTENSIDAD
FRECUENCIA
TIEMPO DE APARICIÓN
2. sudoración
3. temblores o sacudidas
5. sensación de atragantarse
9. desrealización o despersonalización
fauno velludo y horripilante, con los cuernos, las patas y las orejas de un macho
cabrío. Pan era, también, el Dios de la fertilidad, de los campos y de la sexualidad
masculina desenfrenada, lasciva y viciosa. Dotado de una gran potencia y apetito
sexual, se dedicaba a perseguir ninfas y efebos por los bosques (de alguna manera se
emparenta con Dionisio).
El Dios galanteaba siempre a las ninfas tocando la flauta, pero todas lo
rechazaban por su fealdad. Sus lugares preferidos eran las montañas, las cuevas y
parajes agrestes, pero su favorito era la Arcadia, donde había nacido. Era cazador,
curandero y músico. Habitaba en los bosques y en las selvas, correteando tras las
ovejas y espantando a los hombres que penetraban en sus terrenos. Le agradaban las
fuentes y la sombra de los bosques, entre cuya maleza solía esconderse para espiar a
las ninfas y atacarlas sexualmente. Por último, como deidad, Pan representaba a toda
la naturaleza salvaje, por lo tanto, se le atribuía la generación del miedo enloquecedor.
De ahí la palabra pánico.
Obtener que el paciente inserte en su lenguaje “la lucha contra el monstruo”, es
la posibilidad de organizar su sistema perceptivo reactivo, a través de acciones y
reestructuraciones que permitan restablecer su equilibrio y la consecuente autoestima
perdida en el proceso. A posteriori, este monstruo tendrá “nombre y apellido”, o sea,
se develará el porqué y el para qué del síntoma” (Ceberio, 2016).
Esta maniobra se basa en la externalización del síntoma (White, 1989, 1993)
que posibilita establecer una lucha “corporeizada” en el exterior de la persona. Se trata
de operar en lo concreto de cara a la confusión que genera el síntoma que se
desenvuelve en el interior de la persona. El externalizar permite trazar una estrategia,
“pelear” con alguien visible, por lo tanto, esta visibilidad posibilita aplicar diferentes
salidas en pos de derrotar en este caso al Dios Pan.
Este cuento prepara el territorio y forma parte del prólogo de una prescripción
paradojal. Esta técnica fue capitalizada para este modelo de tratamiento, ya que en
general cuando se aplicaba una prescripción de este género, al contraponerse con la
lógica racional, la persona preguntaba el porqué se realizaba, porqué se le mandaba a
hacer algo que ella quería erradicar, con lo cual se generaba una gran incertidumbre y
una gran resistencia a realizar la tarea.
El cuento le otorga cierta lógica a la prescripción: la persona es la que
construye a este monstruo violador y si los violadores se excitan con el miedo de las
180
9.1.1.15.Psicoeducación
En el área cognitiva se utiliza la “psicoeducación”, es decir, se educa
informando al consultante acerca de los mecanismos que desencadenan y mantienen
los ataques de pánico. Esta información muchas veces permite a la persona
reinterpretar sus síntomas físicos de tal manera que el significado que le atribuye
originalmente se transforme en una interpretación no catastrófica, reduciendo de esta
manera, la ansiedad concomitante (Cazabat en Kopec & Rabinovich, 2007).
183
• Es muy poco probable que ocurra un desmayo debido a la fuerte activación del
sistema simpático.
• Por lo general, los mareos se deben a la contractura del músculo que rodea el
cuello, el cual se tensa y presiona sobre las vértebras cervicales, provocando la
sensación de inestabilidad y hasta náuseas. También es el resultado de
hiperventilar.
• La falta de aire suele percibirse cuando hay hiperventilación, esto quiere decir
que no falta aire sino que sobra, debido a que la persona respira rápido,
entrecortado y agitado y no se elimina el aire correctamente, esta situación
puede revertirse si se modifica el ritmo de la respiración haciéndola más
pausada.
En esta etapa los pacientes muestran muchos temores ante las más mínimas
sensaciones de ansiedad, por eso es recomendable aplicar psicoeducación acerca de la
ansiedad misma. Se le puede explicar al paciente que:
184
• Además la ansiedad protege a las personas ya que funciona como una reacción
de alarma que permite seguir con vida.
CAPÍTULO 10
EL MODELO EN ACCIÓN:
SESIONES 2º A LA 10º
“Uhmmm..., que extraño que no hayas logrado colocar los síntomas..., raro,
como siempre han aparecido de manera espontánea, ahora que los tienes que hacer a
propósito no surgen... A ver, reintentemos..., volvamos a realizar el ejercicio
nuevamente, pero esta vez te acercarás más al ascensor. Prueba a 2 mts..., pero podrías
agregar la sudoración, además de los dolores de estómago y de garganta....”
Como se observa en la tabla, en los controles telefónicos, la reiteración de la
tarea se establece en tres registros: la reiteración de la misma prescripción para evaluar
si se obtiene el resultado similar; el aumento de intensidad, tomándose más tiempo en
repetir la tarea e incrementar la concentración para general el aumento de intensidad; y
por último, el aumento en cantidad, o sea, agregar un nuevo síntoma de la cadena
sintomática. En estas dos últimas tentativas se trata de elevar la apuesta sintomática en
pos de desafiar al pánico como una forma de incrementar la seguridad y el
posicionamiento en up del paciente con respecto a su sintomatología.
Si de desarrollarse la nueva prescripción el resultado es el mismo (o sea, que
no logró desenvolver los síntomas), posiblemente el paciente comienza a sentir que el
síntoma es dominado por él, con lo cual, se encuentra en una posición up en la
interacción con este, cuando siempre ha sucedido lo inverso. Es factible, entonces, que
en este proceso se incremente su seguridad y su valorización personal -características
perdidas al estar a merced del síntoma-, sintiéndose paulatinamente más
independiente. Es decir, el efecto dominó no está en dirección al caos sino a la
evolución y el crecimiento.
Cuando el terapeuta intercala el término “monstruo” que domina al paciente o
cuando habla de “interacción con el síntoma” en donde se desenvuelve una lucha, son
caminos obligados que conducen a colocar el síntoma en el entorno del paciente
(White, 1993). Esta llave, permite concretizar un oponente que hasta el momento se
dibujaba como abstracto. De esta manera, es factible establecer una esgrima con el
síntoma donde las prescripciones consisten en las diferentes maniobras y artilugios
que hacen factible un touché desbaratando la función sintomática.
La segunda posibilidad (chequeo de intensidad de 0 a 100%) si es que ha
podido desarrollar el ataque en toda su magnitud: el síntoma, entonces, que escapaba a
su dominio presentándose espontáneamente, ha cedido terreno: ahora puede realizarlo
por propia voluntad. El terapeuta no dejará de connotar positivamente la efectividad de
la tarea: “¡Fantástico!, has logrado realizarla. Tanto que el síntoma aparecía cuando él
188
deseaba, ahora has logrado que te obedezca y surja cuando se lo pides. A ver cuéntame
obsesivamente cómo fue la experiencia...”
Para acrecentar la seguridad de aparición del síntoma bajo el dominio del
paciente, es probable que se reincida en la tarea con miras a repetir la experiencia e
introducir la consigna inductora de que “tenemos al síntoma a raya”, es decir, aparece
cuando nosotros deseamos. En pasos posteriores, mediante prescripciones directas, el
terapeuta indicará la eliminación del síntoma de manera paulatina. Pero solo es
posible, una vez que el paciente sienta que ha logrado dominar al síntoma, o sea, que
se ha reforzado su seguridad para estar convencido que lo podrá erradicar. En esta
misma dirección, una vía intermedia entre la primera y la segunda: el síntoma no ha
desaparecido, pero tampoco se ha presentado en igual intensidad. Es un resultado que
se observa con notable frecuencia, donde es necesario que el terapeuta obtenga la
suficiente claridad acerca de cuánto es el porcentaje de aparición de los síntomas. Por
tanto, el paciente deberá medir mediante un puntaje de 0 a 100 dicha intensidad. De
acuerdo a los valores, se podrá optar por perseverar en las tareas paradójicas o intentar
por las directas. La repetición parcial de un síntoma, también posibilita connotar
positivamente los resultados:
“A ver si he entendido bien,... quiere decir que sobre un porcentaje del 100 por
100 de aparición del síntoma frente a lo que más te atemoriza (puede mencionarse la
situación específica), solamente surgió en un 24%. ¿Estás realmente seguro que has
hecho bien la tarea?, porque de ser así hemos avanzado en un 76% tan solo en dos
sesiones..., ¿no será demasiado?. Que tal si la repetimos y haces el mismo chequeo y
me cuentas...”. La prepetición se puede hacer en la tres modalidades descriptas:
repetición igual, aumento de cantidad de síntomas o aumento en intensidad.
En la tabla también se describen tres resultados se muestran claramente las
resistencias: en el primero el síntoma se adelanta a la persona, en el segundo el olvido
de la tarea y el último, la racionalización (justificar el no realizarla). También se debe
tener en cuenta que:
• Que hay pacientes que no acatan directivas.
• Que las prescripciones no son para todos los pacientes la técnica apropiada.
conductas, puede mandarle a confeccionar una grilla en donde se registrarán una por
una, las apariciones de los síntomas cotidianamente.
Esta planilla está compuesta por diferentes columnas. Cada una de ellas, está
encabezada por cada uno de los síntomas que conforman la cadena, por ejemplo:
náuseas, mareos, miedo, fantasías catastróficas, pensamientos de muerte, dolor de
estómago, espasmos, sudoración de manos, sudoración de pies, hormigueos,
taquicardia, dolor de cabeza, calores, hipotensión, vómitos, angustia en la garganta,
opresión en el pecho, sensación de vacío en el pecho, rumia mental, desmayos,
ansiedad, etc.
A la izquierda y de manera vertical, se registrará los períodos en que desea
chequear la aparición de los síntomas. Por ejemplo, si desea hacerlo por cada media
hora, hora, dos horas, tres, tres veces en el día, etc. Se colocará una cruz en el casillero
correspondiente al síntoma.
A la derecha y también verticalmente, se registrarán los totales en cada período
de registro. Suponiendo que el registro sea por hora, se anotará la cantidad de síntomas
que se contabilizaron en esa hora, por ejemplo, mareos, náuseas, rumia mental,
miedos, etc. También hay una columna de “observaciones” que sirve como aclaración
de comportamientos o motivos de aparición de síntomas. Recordemos que un paciente
afectado de pánico pierde noción del contexto: puede tener taquicardia porque corrió
un autobús, o nauseas y dolor de estómago porque se dio un atracón de comida, y no
porque estos síntomas formen parte del ataque de pánico. Esta columna sirve para
concienciar este registro. Simplemente se procedió a preguntarle al paciente en general
cual es el puntaje que te colocarías en tu valoración personal. En algunas
oportunidades el paciente contestó que en este tema tenía una autoestima baja pero en
otros ámbitos estaba mucho mejor, pero la mayoría coincidió que el pánico estaba
tomando todas las áreas de su vida.
PLANILLA DE REGISTRO
horas mareos naúseas dolor de rumia dolor de miedos observaciones total
cabeza mental estómago
9 X X X X 4
10 X X X X X Almorcé apurada 5
11 X 1
193
Por lo general, la persona que padece este tipo de trastornos siente tal agobio e
intensidad por sus síntomas, que está convencida que estos la invaden a toda hora y
todos los días. De esta manera, no logra discriminar si el malestar la aqueja tal como
lo siente, de lo que realmente le sucede. La persona se encuentra tan sobreinvolucrada
en su perturbación, que no diferencia los síntomas del miedo, de aquellos estados que
pueden producirse a causa del contexto.
Por ejemplo, cuando se siente acalorada y aparece sudoración como parte de la
cadena de miedo, ignora la temperatura de 38 grados que hay en el ambiente. O si
tiene taquicardia, se debe a que corrió el autobús intempestivamente, o si le duele el
estómago o tiene espasmos es porque comió o bebió demasiado. En síntesis, cualquier
conducta puede ser bien atribuida al síndrome del miedo, aislándola de su etiología y
utilizándola como argumento que incremente el malestar.
La planilla permite conectarse con tal realidad, principalmente cuando en la
sesión siguiente el terapeuta chequea cuánto y en qué porcentaje apareció la
sintomatología y la compara con cuánto imagina la persona. El terapeuta realizará un
recuento obsesivo de todos los datos recogidos en la grilla (Ceberio, 2005, 2010).
Calculadora en mano, contará la cantidad de síntomas discriminados en la cabeza de
cada columna y los multiplicará por la cantidad de horas en que fueron chequeados
desde la sesión precedente hasta ese momento. Es decir, tal como se ve en la planilla
del ejemplo, si son 6 los síntomas se multiplicarán por la cantidad de horas evaluadas,
obteniendo un total que marca el rango de máxima de aparición de los síntomas
(100%). El resultado obtenido, representa la creencia de la persona sobre lo que a ella
le sucede, puesto que se halla tan inmersa en el efecto dominó sintomatológico que
confunde sus sensaciones con lo que le sucede en realidad.
Luego de realizar ese cálculo, se deberá contar la aparición real de los
síntomas. Los totales parciales se sumarán y se efectuará el porcentaje. Ambas cifras
se compararán. El terapeuta señalará:
“A ver, a ti te parecía, como lo has planteado la sesión anterior, que realizabas
todos los síntomas a toda hora, si de hecho eso hubiese pasado, hubieses tenido
alrededor de un total de 540 síntomas, es decir el 100%. ¿Está claro?... Contando la
cantidad de síntomas que aparecieron en realidad, suman... un total de 37 que son algo
así como el 6% de lo esperado. La verdad es que me has desconcertado, cuando me
comentaste en la primera sesión sobre todos tus síntomas creí que se daban durante
todo el tiempo o por lo menos en la mayoría. Hemos comprobado que no es así...”.
194
Esta primera comprobación resulta ser una connotación positiva en sí misma, que
como intervención alienta a continuar progresando hacia la mejoría en el proceso.
La eficacia de los resultados se debe a múltiples factores. En principio, más
allá de que los síntomas no se producen todo el tiempo, en general sufren una notable
disminución. Tal disminución radica, entre otras cosas, a que la persona lleve un
control exhaustivo que no da lugar a que los síntomas la tomen por asalto, razón por la
que se ha anulado la espontaneidad de la aparición sintomatológica. Se halla pendiente
de registrar su organismo, prestar atención a sus sentidos, chequear exhaustivamente
cada conducta, etc. Pero a la vez, el hecho de escribir los puntajes de la aparición
sintomatológica, desvía (mientras anota) su atención hacia el papel.
La planilla deberá utilizarse a lo largo de las sesiones, implementándose casi
como prescripción de elección, a pesar que es factible que se anexen otras tareas. En
cada sesión se chequeará la aparición de los síntomas traduciéndolos en porcentajes y
comparándolos con los resultados de la semana anterior. Si, por ejemplo, se notase un
incremento de alguno de los síntomas o del porcentaje en general, es importante que la
persona registre en la grilla la situación o los prolegómenos de la situación donde se
desencadenaron los síntomas. De esta manera, se precisa con claridad cuáles son los
factores que los han provocado.
Esto quiere decir, que en la grilla pueden transcribirse en la columna de
“observaciones”, datos que permitan un control aún mayor. Por ejemplo, como
señalamos, anotar alguna situación peculiar por la cual se asocia la producción de
alguno o algunos de los síntomas de la cadena. Estas son anotaciones comunes a la
manera de títulos, como: “Fui a lo de mamá / Mi marido le pegó a mi hijo / Me
impactó el noticiero”, etc. En esta misma línea, si se indican prescripciones de
síntomas o ejercicios específicos de tareas directas, también se registrarán de la misma
manera, cuestión de observar con precisión si pudo lograrse la producción sintomática
o no.
En la medida que se continúa con la planilla y con la mejora (la reducción
sintomática) del paciente, pueden espaciarse las horas de registro o ir anulando
síntomas porque ya no aparecen más. El terapeuta deberá chequear cada vez,
realizando los porcentajes de disminución. Estos progresos se deben no solo a que la
planilla genera la desviación del síntoma desmontándolo de manera paulatina, sino
también, por el incremento de la valoración personal y la seguridad, elementos tan
vapuleados en la persona a causa del aumento de los miedos.
195
situaciones de presión y ansiedad (Molina, Sandín, & Chorot, 2014), o los efectos del
rendimiento deportivo en la vida emocional (Becker. 1998), o la comparación del
ejercicio físico y la aplicación de la terapia cognitivo conductual (Hovland et al.,
2013)
La idea es que el paciente movilice su parte social y salga de su reclusión,
active sus endorfinas y pueda contactarse con su cuerpo de manera positiva. La OMS
recomienda hacer ejercicio físico 4 o 5 veces por semana a un paso de marcha de 10
minutos por km totalizando 3 km, al tiempo se puede correr a la velocidad de paso de
marcha forzada. Los beneficios son numerosos como el cardio-vascular, cardio-
respiratorio, fortalecimiento y aumento de la masa muscular, eliminación de grasas,
fortalecimiento de articulaciones, más allá de los efectos psicológicos como la
relajación, la producción de pensamientos en positivo, el corte de actividades
estresantes, estímulo a la creatividad, entre otros factores.
El paciente debe tomarse el tiempo para su ejercicio: ponerse las zapatillas y
salir a caminar o correr. No se trata de secundarizar la actividad sino de darle un
estatus de importancia, cosa que no sucede frecuentemente. Muchos pacientes
caminan hacia su trabajo o porque deben hacer una compra, etc. No es que sea una
actividad equivocada, pero se trata de hacer el lugar en la vida para esa pausa
deportiva: “es un momento que dedico para mi” es la premisa. Es importante trabajar
ericksonianamente y proporcionar imágenes anticipatorias, el verde y los pájaros, el
río, la tierra, el parque, “la música en mis auriculares” si lo deseo, el sonido de la
naturaleza: todas imágenes tentadoras a crear ese espacio. Prescribir el uso del
deporte, es hablar el lenguaje del cuerpo, lenguaje tan utilizado por el paciente con
pánico. Esta tarea posibilita avanzar y desarrollar múltiples recursos del paciente y es
una estrategia clave en este modelo de tratamiento.
abandonado la identidad de “panicoso” para retomar el ser el o ella en la vida. Por tal
razón este período es relevante puesto que es un punto de quiebre donde la persona
deja de ser la que era a merced del trastorno, para ser alguien nuevo, es decir, es una
etapa donde se construye una identidad nueva, puesto que la anterior es la que llevó a
producir la sintomatología. Entre los principales puntos de análisis se observan:
• Inicio de trabajos sobre temas de la vida de la persona.
• Reflexión sobre atribuciones causales de la producción sintomática pasada.
• Reflexionar qué aspectos de la vida de la persona bloqueaban u ocultaban los
síntomas.
• Recuperación de actividades, situaciones, núcleos sociales, etc., perdidas.
• Proyección al futuro y diseño de proyectos
• Pasaje a reformular los objetivos de la terapia y pasaje a la tercera instancia.
CAPÍTULO 11
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
PERFIL'DE'PERSONALIDAD:'RESULTADOS'COMPARATIVOS
PERS.'PREVIA 1º'SESIÓN 10º'SESIÓN
ayudadores' ayudados/soco
8 asimétricos
24
rridos
24 dar'y'recibir 20
hiperexigencia'
exigencia'
9 para'sí'y'los' 19 no'exigencia 19
productiva
16
demás
ritmo' paralización'
10 acelerado
21
extrema
21 ritmo'normal 16
falsa'valoración' autoestima'
11 personal
30 desvalorización 30
óptima
21
Vida'social' Vida'social'
12 activa
28 Vida'social'nula 28
equilibrada
27
Posición'
Posición'“up”' Posición'“upF
14 relacional
13 “down”' 13
down”
13
relacional
va a pasar” que es la base de una negación de una afirmación previa; la búsqueda del
porque es clásica de la forma de procesar información del ser humano, más allá de la
especificidad en este tipo de trastorno. Se esperaba un mayor puntaje en los ejercicios
de respiración y relajación, pero se observa que las personas que sufren de ahogo
hiperventilan y temen en trabajar con la respiración, para “no ingresar” en un territorio
que les resulta peligroso.
A la 10º sesión se manifiesta una notable reducción de todos los valores como
forma de desestructurar los intentos fracasados, excepto en los “ejercicios de
relajación” (8) que en algunos casos se intentó prácticas de técnicas respiratorias como
forma efectiva de reducción y control de la sintomatología. La reducción de los
intentos fracasados constituyen un gran paso hacia la mejoría del paciente, puesto que
se debe vencer la inercia de la forma de pensar y procesar la situación sintomática. Tal
desestructuración cambia en un giro copernicano la dominancia del síntoma y es el
inicio de que el paciente tome la timón de su situación.
Personal,
Sesión
1 º Sesión
1 0º Profesional Sesión
1 º Sesión
1 0º
PAC
y
Acompa
Evi ta r
y
Médi cos
29 4 14 1
hui r cl íni cos
Ma ntra
Neuról ogo
“No
m e
va
30 3 6 0
s
a
pasar”
Endocri nól
Nega ci ón 12 0 1 0
ogos
Ca rdi ól ogo
Ri tua l i s mo 10 3 5 0
s
Vi ta mi na s
y
Ga s troente
6 2 5 0
a na l gés i co ról ogos
s
Ps i cofá rma
21 7 Otorri nos 2 0
cos
Ejerci ci os
Neumonól
de
6 8 2 0
ogos
rel a ja ci ón
Recl ui rs e
Ps i qui a tra
13 2 16 7
en
l a
ca s a s
Acos ta rs e
y
8 0 Ps i cól ogos 13 30
dormi r
Pretextos
y
Homeópa t
ra ci ona l i za 8 1 3 1
a s
ci ones
Grupos
d e
Reza r 5 2 fóbi cos
2 0
a nón
Pens a r
e n
Vi dentes ,
otra s
8 3 ta roti s ta s ,
5 0
cos a s brujos
Cons ejos
12 0 Yoga 6 11
“útiles”
Ca us a s
y
Tera pi s ta s
25 4 2 0
porqués corpora l es
Síndrome
Tera pi s ta s
del
p a s tor:
27 5 2 0
fl ora l es
tu
puedes
Acompa ña
Otros 0 0 19 3
nte
Otros 0 0
207
venían de una producción sintomática de más de 6 síntomas, razón por la cual dicha
reducción es significativa.
TABLA%DE%RESISTENCIA%AL%CAMBIO TABLA%DE%EVALUACIÓN%DE%RESISTENCIA%AL%CAMBIO
1º%SESIÓN:%SÍNTOMAS%CIRCUITO%RECURSIVO 10º%SESIÓN SINTOMAS%DEL%CIRCUITO%RECURSIVO
PAC 4 5 6 Mas PAC 0 1 2 3 4 Mas
1 1 1 1
2 1 2 1
3 1 3 1
4 1 4 1
5 1 5 1
6 1 6 1
7 1 7 1
8 1 8 1
9 1 9 1
10 1 10 1
11 1 11 1
12 1 12 1
13 1 13 1
14 1 14 1
15 1 15 1
16 1 16 1
17 1 17 1
18 1 18 1
19 1 19 1
20 1 20 1
21 1 21 1
22 1 22 1
23 1 23 1
24 1 24 1
25 1 25 1
26 1 26 1
27 1 27 1
28 1 28 1
29 1 29 1
30 1 30 1
TOTAL 1 13 9 7 TOTAL 1 6 11 10 2
218
TABLA 6: INTERVENCIONES
TRATAMIENTO
INTERVENCIONES
SISTÉMICAS,
PSICOFARMACOLÓGICAS
Y
ANEXAS
PACIEN Psicodrama Resistencia Humor confusión one
up
downanimar
desanIlusión
alternformas
negat Recaidas relax
y
resp Psicofármacos
1 1 1 1
2 1 1 1 1 1
3 1
4 1 1
5 1 1 1 1 1
6 1 1 1
7 1 1 1 1
8 1 1 1 1 1
9 1 1 1 1 1 1 1
10 1 1 1 1
11 1 1 1 1
12 1 1 1 1 1 1
13 1 1 1
14 1 1 1 1 1 1 1 1
15 1 1 1 1
16 1 1 1 1
17 1 1 1 1 1 1 1
18 1 1 1 1 1 1 1
19 1 1 1 1
20 1 1 1 1 1 1 1
21 1 1 1 1 1 1
22 1 1 1 1 1
23 1 1 1 1 1 1 1 1 1
24 1 1 1 1 1 1
25 1 1 1 1 1
26 1 1 1 1 1 1
27 1 1 1 1 1 1 1 1
28 1 1 1 1
29 1 1 1 1 1
30 1 1 1 1 1
Total 10 10 15 15 24 14 16 12 13 12 11
Esta tabla está compuesta por dos planillas de registro. En ambas se muestra la
aplicación de prescripciones y los resultados con el chequeo de intensidad en el caso
de haberse llevado a cabo. La planilla A registra el desarrollo de tareas en la 1º sesión.
Mientras que la planilla B registra las maniobras de prescripción de la sesión 2º a las
10º.
11.3. Discusión
El nacimiento, hace 30 años, de la entidad clínica de Trastorno de pánico ha
sido el terreno fecundo para las investigaciones cognitivas y comportamentales, cuya
sistematizaciones le han otorgado el estatus del tratamiento más eficaz, especialmente
diseñada para el TP (Botella Arbona, 2001). De este enfoque terapéutico se
capitalizaron, para estructurar el modelo, la psicoeducación acerca de las diferencias
sobre la ansiedad y el pánico, los pensamientos automáticos, la reestructuración
cognitiva, alguna forma de exposición (a los estímulos externos, internos o a ambos)
que hemos utilizado como prólogo de las prescripciones y técnicas de respiración.
La base de estos tratamientos para Trastornos de Pánico revelaron elevadas
tasas de éxito y desarrollaron modelos de tratamiento que discriminaron el paso a paso
de técnicas y ejercicios con el objetivo de la solución. También se redactaron
manuales y guías de operatorias de tratamiento para facilitarle al terapeuta su trabajo
ordenado, como también manuales de autoayuda para pacientes en donde se
plantearon una labor psicoeducativa explicativa y de acción mediante ejercicios.
Estas premisas nos han servido como referencia para actualizar el proceso y
secuenciarlo en pasos. Un proceso estructurado con la consecuente flexibilidad pero
226
que articula un tronco central, guía que capacita al terapeuta en sus maniobras. Cuando
comparamos modelos de eficacia en los tratamento del pánico inmediatamente nos
conecta con tratamientos activos de raigambre cognitiva, que ya nos hemos encargado
de citar, cuestión que nos permite establecer niveles de eficiencia pero respetando
modelos.
No así con investigaciones precedentes de corte sistémico. En nuestra revisión
se encontraron escasos estudios e investigativos. Esta situación crea el estímulo puesto
que se halla un territorio inexplorado y todo está por desarrollarse. Las maniobras
paradojales pero con poca pautación, han sido utilizadas por Nardone (1993) y, por su
parte, el grupo del MRI no sistematizaron el uso del modelo en los trastornos de
pánico y solamente se hallan descripciones de la aplicación de prescripciones, por
ejemplo.
En este sentido, la investigación “Tratamiento de los Trastornos de Pánico:
Uso de Prescripciones Paradojales y de Desviación como primer paso a reducir la
sintomatología” constituye una puesta en marcha del modelo sistémico –aunque con
un pie fuerte en una epistemología cognitiva y psicoinmunoneuroendocrina-, es decir,
un modelo integrativo complejo que entrelaza sinérgicamente diferentes modelos
complementarios.
Algunos antecedentes de modelos cognitivos comportamentales, sumamente
sistematizados en diagramas de pasos por sesiones y con objetivos a cumplir, nos
mostraron las posibilidades de construir un modelo sistémico aplicado al trastorno de
pánico que se afirme en estos planteos. De esta manera, se elaboró un modelo de
tratamiento basado secuencialmente en pasos sobre una primera entrevista y con cierta
laxitud a lo largo de 10, 12 sesiones.
Los 16 pasos competen a una sola sesión pero abren todo un panorama para el
resto de las sesiones: combinaciones de prescripciones de desviación y paradojales, de
la “libreta” y la “planilla de registro”, controles telefónicos, connotaciones positivas,
reestructuraciones, uso del deporte, intervenciones ericksonianas y preguntas
circulares, siempre bajo la metáfora de luchar con el “dios Pan”, que en la medida que
se reduce la intensidad y aparición del síntoma, se va dando lugar a los problemas y a
la vida del pacientes, elementos vedados por el protagonismo sintomático.
También un elemento de cotejo con los antecedentes de las investigaciones
sobre trastornos de pánico, observan las evaluaciones de mejora del paciente en
reacción al tratamiento. Ya hemos descripto los trabajos que los cognitivos
227
conductuales realizan en pos de hacer tangibles los resultados del tratamiento. Himadi
et al (1986) define 5 criterios con una serie de ítems en función de la mejora. Según
los autores -y retomamos el tema anteriormente tratado- un paciente ha reaccionado
bien al tratamiento si muestra un 20% de mejora de sus síntomas (comparación pre y
post) en base.
El modelo que diseñamos evalúa el pre y post de la aplicación de los 16 pasos
de la primera entrevista y el resto de las técnicas sistémicas y prescripciones sobre el
marco de 10 sesiones. La base de distinción entre la evaluación de la primera
entrevista y la 10, se determina en seis puntos:
1. La evaluación de la resistencia al cambio mediante los cuatro factores, aunque
medibles pre y post tres (intensidad y cantidad sintomática, frecuencia).
2. Disminución de distorsiones cognitivas y pensamientos automáticos.
3. Estabilización de la autoestima y dominio del síntoma.
4. Cese de los intentos de solución fracasados.
5. Estabilización y reestructuración de la personalidad del paciente panicoso.
6. Observaciones clínicas analógicas (presencia, actitud potente, hablar de lo que
le sucede fuera de la obturación sintomática, sensación de alegría, motivación
y entusiasmo)
Se han desarrollado otros modelos que también operan por pasos o seguir y
aplicando diferentes técnicas. Algunos de ellos son el Programa de tratamiento de la
agorafobia propuesto por Craske y Barlow (1993, 2001, 2007), que planifican 15
sesiones, cuyas técnicas principales son la respiración diafragmática, error de
catastrofización, exposición interoceptiva.
El Programa de tratamiento de la agorafobia propuesto por Craske y Barlow
(2007, 2005, 1997), lleva 12 sesiones con exposición en vivo gradual y programada,
autoregistro, técnicas de respiración. El Programa de tratamiento de la agorafobia
propuesto por Bados (2006) explorado en otros artículos del mismo autor (Bados,
2003, 2005, 2007, 2001), propone 16 sesiones aplicando Reeducación de la ansiedad,
hiperventilación, reestructuración respiración controlada, exposición en vivo, entre
otras técnicas.
El Tratamiento Intensivo Centrado en las Sensaciones (Baker-Morissette,
Spiegel y Heinrichs, 2005, 2002, 2000), muestra una serie de técnicas de exposición
en vivo como: a) Beber café́ . b) Correr en una cinta al lado de una estufa en una sala
228
CAPÍTULO 12
CONCLUSIONES
del presente trabajo, acotarla a 30 casos que resulten no solo significativos sino que
representen al resto.
Culminando esta investigación en obra escrita, en una revisión de capítulos y
observando el cuerpo del modelo, podríamos afirmar que esta compuesto por una
sinergia de multiplicidad de factores que exploran elementos sistémicos contextuales,
neuroinmunoendocrinos, cognitivos y emocionales, que son las mismas variables que
producen el pánico pero que toman ese cuerpo en el modelo.
También resulta importante aclarar que dentro de la investigación hay otras
investigaciones propias que la avalan como por ejemplo el cuadro de triple entrada
sobre “La personalidad del paciente panicoso” (Ceberio, 2014, 2011) que reúne 14
rangos caracteriales de la personalidad premórbida y plantea en la tercera columna
hacia donde debe dirigirse el tratamiento. A la vez muestra como el síntoma tiene un
efecto alostático donde coloca un freno a un estilo de personalidad haciéndolo girar
180º.
La “evaluación de la resistencia al cambio” (Ceberio, 2011, 2013, 2014, 2016)
que explora las inercias resistenciales, plantea un cuadro que mediante la evaluación
de la cantidad e intensidad de síntomas, la frecuencia y el tiempo desde la primera
aparición, permite que tal ecuación delinee un panorama del grado de severidad de
nuestras futuras intervenciones en pos del cambio.
El desarrollo de las prescripciones también son producto de una investigación
precedente (Ceberio 2005; Ceberio y Watzlawick. 2010; Ceberio 2011). Durante el
trabajo clínico general (no específico de pánico) se investigaron diferentes
aplicaciones de prescripciones directas, de desvío, desplazamiento y paradojales y se
construyeron tareas específicas para diferentes tipos de casos clínicos. Se clasificaron
como tareas de “contrato”, “autoestima”, “parejas”, “trastornos de sueño”,
“problemáticas sexuales”, y por supuesto allí se explicaron la “prescripción de la
libreta” y “la planilla”, y las tareas paradojales en el pánico.
La temática de la autoestima fue explorada en un trabajo (2013) donde se
ahondaron los diferentes mecanismos a los que se remite una persona en busca de
valoración personal. Sumergiéndose en mecanismos de omnipotencia y de ayuda a los
otros en pos de encontrar reconocimiento. Mecanismo fracasado, puesto que la
valoración es un proceso de autobúsqueda y no del entorno hacia sí. El chequeo que
realizamos como fórmula, encuentra a una persona deteriorada en su estima personal y
es parte del modelo estimularla y construir una valoración saludable.
232
empieza a vivir su vida sin estar bajo la tiranía del pánico. Naturalmente salimos de
toda la primera etapa del tratamiento para ingresar en el territorio de una segunda, que
permite conocer profundamente a la persona y posibilita reflexionar sobre su cambio
de vida y que logre mantener este estatus.
Es claro que no se trata de retornar al estilo de vida anterior, puesto que éste ha
sido el que ha llevado al pánico, sino de construir un estilo de vida nuevo.
Paulatinamente es en este período el que da inicio al tercero en donde la terapia deja
de estar centrada en el pánico para transformarse en una terapia sistémica “común”
donde se trabajen problemas, proyectos y las futuras acciones para concretarlos.
En este sentido del análisis conclusivo, se han cumplido tanto el objetivo
general como los específicos. Hemos desarrollado un modelo clínico basado en el
modelo sistémico y con los apoyos teóricos de los modelos cognitivo y psicoinmuno-
neuroendocrino, en pos de dominar y reducir su sintomatología, restituirle su salud y
la consecuente reinserción de la persona afectada a relaciones sociales y laborales,
disminuyendo el deterioro personal, social, laboral y afectivo.
Se ha establecido la efectividad de un modelo de abordaje clínico para los
trastornos de pánico con y sin agorafobia, que fue investigándose a partir de múltiples
ensayos intervencionistas estratégicos hasta lograr cierta definición. No obstante,
sostenemos que es una estructura flexible en pos de adaptarse a los requerimientos de
cada paciente en particular. En este sentido, el modelo es un “estructurando”, siempre
se está construyendo sometido a nuevos recursos que puedan efectivisarlo aún más, en
tiempo breve. Por lo tanto, está sometido a futuras revisiones que lo mejoren en su
accionar.
En el desarrollo también hemos especificado y definido el uso en trastornos de
pánico con y sin agorafobia, de las prescripciones de comportamiento paradojales y de
desvío de síntomas. La aplicación en sinergia con la técnica del “hablar el lenguaje del
paciente”, son casi un arte en su implementación y una estocada epistemológica-
pragmática en los resultados de modificación sintomática. De esta manera se
estructuró un modelo que ha excedido a las prescripciones que, si bien son relevantes
no son el eje. Podríamos afirmar que son como el protagonista de una obra que
deslumbra pero que es sostenido por coprotagonistas, actores secundarios y extras.
Todos colaboran para que brille.
La prescripciones entonces, son maniobras centrales pero el resto de
intervenciones desde las preguntas circulares, las connotaciones positivas, el uso del
235
que provocaron los síntomas que gestan el primer cambio y las reestructuraciones
terapéuticas mediante el tratamiento mostraron el corolario del cambio.
De todas maneras, este resultado implica un dominio y control del paciente por
sobre el síntoma, aunque la vía de entrada del cambio no fue la explicación (aunque la
psicoeducación se utilice como asesoramiento), sino al contrario, puesto que las
intervenciones de desvío y paradojales alteran la racionalidad, ya que confrontan
cualquier estructura lógica de pensamiento. Sin embargo, la “irracionalidad” de la
intervención lleva a adquirir mayor “racionalidad” en el control del pánico.
del paciente: sienta las bases para una prescripción efectiva (o sea que se lleve a cabo).
Como también el gráfico del circuito recursivo, más la Reestructuración que permuta
“padecer por construir”, una estocada contundente al victimismo del paciente. O el uso
explicativo de la Psicoeducación, aclaratoria y tranquilizante, y la misma prescripción
de la Recaída o dejar entrever la importancia de recaer como parte del trabajo
terapéutico, dada la adicción que se sufre una vez instaurado el pánico. Las mismas
connotaciones positivas son una motivación clave para impulsar los cambios.
Otro detalle del modelo es que más allá de su repertorio táctico y técnico, cabe
cuestionar que una variable no tomada en cuenta es el “cómo” de su implementación.
Es que parte de la efectividad del modelo no solo tiene que ver con las estrategias o la
aplicación de intervenciones, sino con la forma y experticia con que se implementan.
Más claramente: las habilidades y el estilo del terapeuta que inducirá de manera más
idónea mediante su tecnicismo comunicacional. Un detalle interesante es que el
registro de la aplicación de tareas refiere a la transcripción de contenido. Resulta
imposible el registro de formas. Y este no es un elemento menor. Lo que escapa a la
investigación, es el estilo de juego relacional que establece un terapeuta en donde
termina realizando una intervención determinada o una prescripción paradojal o de
desvío o combinada, o decide repetir, aumentar en cantidad o intensidad. Ese es un
momento interactivo único e irrepetible, del que se puede dar cuenta solo en
contenido, puesto que hay micro indicadores en la interacción. Solo tomamos en
cuenta la variable aplicación-resultado, dejando el resto de factores analógicos,
gestuales, tonales y de cadencia de expresión, empáticos que podrán ser analizados en
futuras investigaciones.
Puesto que es un modelo tan personalizado (un solo investigador), puede
correrse el riesgo de que existan variables actitudinales que no se contemplen en la
evaluación de los resultados. No obstante la limitación señalada, en el marco de esta
investigación de manera anexa se ha llevado a cabo la aplicación del modelo por parte
de otros profesionales. Así el modelo fue aplicado por el autor de la presente
investigación, pero en vistas de esta discriminación, el modelo ha sido enseñado y
desarrollado por otros terapeutas con una efectividad similar, es decir, se intentó que
otros terapeutas (Total: 7) de cara a casos con sintomatología del tipo trastorno de
pánico, aplicasen el modelo para evitar subjetividades de aplicación del autor como
implementador único. Respetando los pasos flexiblemente, estos terapeutas obtuvieron
resultados similares a los de la muestra de nuestra investigación, pero no con un
241
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