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¿QUIÉN DESTRUYÓ EL PASTIZAL?

Mi nombre es Manuel, vivo en la hermosa ciudad de Puno y ésta es mi historia.


Una mañana al despertar vi a través de mi ventana el rocío caer sobre los
campos y un agradable olor desprendía de la cocina, bajé apresurado de mi
cama y encontré a mi madre junto al fogón terminando de servir el desayuno;
mientras esto sucedía, el sol hizo su llegada desprendiendo pequeños rayos
que abrigaron la mañana y que me indicaban el momento de salir rumbo a los
grandes y verdes pastizales llenos de las gotas del rocío. Fui en busca de
Chami, mi pequeña alpaca, junto con el resto del rebaño salí a pastorearles;
llené mi fiambre dentro de mi alforja y me puse en marcha. Luego de una larga
caminata entre juego y juego con Chami llegué hasta un pastizal cerca del río
donde las alpacas se detuvieron a beber, en ese instante me di cuenta de que
el color del agua era muy diferente a lo acostumbrado, pero sin tomarle
importancia me entretuve con Chami mientras que el resto de las alpacas
comían del fresco pasto.

El día iba avanzando y llegaba la hora de regresar a casa, de pronto escuché


un fuerte y retumbante sonido, esto asustó a Chami quien salió corriendo sin
dirección alguna, fui apresurado tras ella y a lo lejos observé que se refugió tras
unos arbustos, me fui acercando hacia Chami y con mucho cuidado la sostuve
entre mis brazos tratando de calmarla. Cuando ya estuvo calmada, me di
cuenta que me había alejado mucho del rebaño e inmediatamente volví, pero
en el camino observé que habían desaparecido gran cantidad de pastizales
que antes había recorrido y que habían sido reemplazados por grandes rocas y
arena; en medio de todo ello vi dos grandes monstruos amarillos, uno de ellos
tragaba la tierra y la otra con su gran garra botaba la arena y grandes rocas
que brotaban de lo profundo de la tierra; mientras esto sucedía, los grandes
monstruos botaban una gran cantidad de líquido espeso y marrón que iba
directamente al río, ahí me di cuenta que el agua del río cambió de color por
culpa de ellos; todo esto me había dejado asustado y paralizado, en ese
momento me preocupé por el rebaño de alpacas y con mucho miedo fui a su
encuentro, después de reunirlas a todas volví con gran apuro a casa.

Mi madre me vió llegar y se dio cuenta que mi rostro mostraba gran susto y
preocupación, me preguntó qué me había pasado y entre lágrimas le conté
todo lo que había visto durante el pastoreo de las alpacas; no entendía nada y
no sabía quienes eran aquellos monstruos que dañaban y mataban todo lo que
yo conocía, mi mente se nublaba cada vez más y mi corazón sentía gran pena.

Después de contarle todo a mi madre, ella me abrazó y junto a mi padre me


explicaron lo que realmente estaba sucediendo en nuestro pequeño pueblo.
Ellos me dijeron que nuestro alcalde había dado permiso a una empresa
extranjera encargada de buscar oro en nuestras tierras y a cambio traerían
riquezas a todas las familias, pero ante mis ojos solo veía la destrucción de
todo lo que amaba y disfrutaba. Mis padres me explicaron que aquellos
grandes monstruos que había visto eran maquinarias mineras y que su trabajo
apenas había comenzado, además me contaron que aquel líquido que brotaba
de ellos era grasa, petróleo y muchos químicos extraños; pregunté hasta
cuando estarían explotando y dañando los campos; ellos respondieron que se
quedarían por muchos años.

Después de la explicación que me dieron mis padres, pensaba que sucedería


en el futuro y dónde quedaría todo lo que hasta ese momento conocía. No
sabía qué hacer, pero estaba seguro de que si esto continuaba todo acabaría,
ya no habría más pastizales, las alpacas morirían de hambre, no podríamos
tomar agua del río y quizá en el futuro nos iríamos de aquel lugar. Era muy
pequeño para entender muchas cosas, pero no podía quedarme con los brazos
cruzados mientras todo a mi alrededor desaparecía.

Me sentía muy triste con el pasar de los días y mi mente no dejaba de pensar
en cómo ayudar a que esto termine, mis padres se dieron cuenta de lo que me
estaba pasando y una mañana ellos se acercaron hacia mi cuarto tratando de
animarme, pero todos los intentos eran en vano. De repente se les ocurrió una
gran idea, me dijeron que dentro de dos días habría una gran reunión con
todos los campesinos del pueblo y que el alcalde estaría presente, me
prometieron llevar a aquella reunión y así poder expresar mi gran preocupación
y tristeza por la explotación minera.

Cuando por fin llegó el día de la reunión me sentía muy ansioso y la verdad no
tenía ni idea de cómo hablar ante tanta gente, estaba nervioso, pero una gran
fuerza brotaba de mi interior, porque tenía la esperanza de que sería
escuchado por todos y quizá se dieran cuenta que aún estamos a tiempo de
salvar nuestro hogar. Ya estábamos todos reunidos y mi momento de hablar
había llegado, les expresé todo lo que había visto y la realidad de cómo es
explotado nuestro territorio además que la explotación minera terminaría con la
fertilidad de nuestras tierras, la vida de nuestros animales y aún la nuestra
estaría en peligro, también le dije que todo el oro del mundo jamás podría
compensar todo el daño provocado y nuestros recuerdos de bellos pastizales
quedarían en el olvido.
Desde aquel día todo el pueblo reflexionó y comenzamos a luchar en contra de
la explotación minera y en contra de la destrucción de nuestra naturaleza.

Hoy en día después de muchos años y con mucha dificultad hemos ganado la
batalla contra el gran monstro minero. A pesar de haber logrado el objetivo nos
quedan las cicatrices en nuestras tierras, pero esto es impulso para enseñar y
concientizar a otros pueblos de nuestro país que la explotación minera nos
destruye día a día.

FIN

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