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Charles Darwin, el padre de la evolución

Charles Darwin (1809 –1882) revolucionó la


biología y sus estudios e investigaciones han
supuesto grandes avances para la ciencia. Fue el
padre de la Teoría de la Evolución en la que explica
gran parte de lo que actualmente sabemos sobre la
vida en la Tierra.
El 12 de febrero se celebra el Día de Charles
Darwin, una celebración que conmemora el
nacimiento de este célebre científico inglés. Y es
que Charles Darwin nació en esta fecha hace ya
más de 200 años, en Shrewsbury (Reino Unido).
Darwin era un amante de la naturaleza y, desde
niño, se interesó en conocer la vida y
comportamiento de los animales. Lo que no sabía
entonces es que, esta curiosidad, le haría
convertirse en uno de los padres de la evolución descubriendo que todas las especies, incluyendo el
ser humano, tienen un mismo origen.
Tras acabar sus estudios, se embarcó como naturalista en el reconocido barco HMS Beagle con el
que inició una expedición científica alrededor del mundo. El viaje duró cinco años y sirvió para que
Darwin recopilará la mayor parte de datos e informaciones que, posteriormente, formaron parte de
sus hallazgos.
El origen de las especies
La obra Ensayo sobre el principio de población de Thomas Robert Malthus fue clave para el
desarrollo de su famosa Teoría de la Evolución de Especies. En un primer momento, y una vez
Darwin finalizó su teoría, tuvo miedo de hacerla pública por las posibles repercusiones que tendría
por parte de los más conservadores.
Pasados 20 años y una carta del naturalista Alfred Russel Wallace hizo que Darwin se decidiera por
publicar sus hallazgos. La primera edición de su obra tenía un nombre mucho más largo que el que
conocemos: El origen de las especies mediante la selección natural o la conservación de las razas
favorecidas en la lucha por la vida. No fue hasta su sexta edición cuando se renombró al actual: El
origen de las especies.
A lo largo de esta obra, Darwin explicó la teoría científica que avalaba que todas las especies
animales evolucionan durante el transcurso de las generaciones mediante un proceso denominado,
selección natural. Charles Darwin realizó un estudio de las especies que habitaban en las Islas
Galápagos y las comparó con aquellas que vivían en islas cercanas. Las diferencias que surgían
entre estas se debían a una adaptación al medio tras el paso del tiempo que, incluso, podría originar
la creación de una nueva especie.
La selección natural es el punto clave de su obra. El científico y naturalista inglés expone que la
supervivencia de aquellas especies más fuerte radica en su capacidad de adaptarse al medio
ambiente y la reproducción de éstas con mayor facilidad. En cambio, aquellos especímenes más
débiles no consiguen procrear y por tanto, su material genético no se traspasa a una segunda
generación provocando así su desaparición.
El Comercio de Especias y la Era de los Descubrimientos
Uno de las principales motivaciones en la Era de la los Descubrimientos en Europa fue la búsqueda
de un acceso directo al altamente lucrativo mercado de la especias de Oriente. En el siglo XV, las
especias llegaban a Europa a través de las rutas terrestres y marítimas de Oriente Medio, y su
demanda era muy elevada tanto para uso culinario como medicinal. El problema era cómo acceder a
ese mercado por mar, por lo que se envió a exploradores como Cristóbal Colón (1451-1506) y
Vasco de Gama (ca. 1469-1524) con el objetivo de encontrar una ruta marítima de Europa a Asia.
Hacia el oeste, Colón encontró un nuevo continente en su ruta, pero hacia el sur, Vasco de Gama
rodeó el Cabo de Buena Esperanza, navegó por la costa oriental de África y a través del Océano
Índico, hasta llegar a India. A partir de 1500, primero Portugal y luego las otras potencias europeas
intentaron controlar el comercio de las especias, los puertos donde se comercializaban y finalmente
los territorios donde se cultivaban.
La búsqueda de especias
Algunos médicos criticaban esas creencias, y algunos religiosos fueron honestos en pensar que
podía darse mejor uso a todo ese dinero gastado en especias. No obstante, con todas esas posibles
aplicaciones y su estatus de producto de lujo que era obligado poseer, no cabe duda de que algunos
miembros de la élite europea empezaron a plantearse cómo acceder directamente a las especies de
Oriente sin tener que pagar por narices a los mercaderes árabes y orientales. No se sabía con certeza
dónde conseguían los mercaderes sus especias. Se desarrollaron muchos relatos fantásticos sobre su
origen, pero a partir del siglo XIII, viajeros como Marco Polo (1254-1324 d.C.) y misioneros
empezaron a mejorar el conocimiento en Europa de la geografía de un mundo mucho más extenso.
India parecía inundada de pimienta negra. Sri Lanka era rica en canela. La madera de sándalo
procedía de Timor. China y Japón obtenían especias como clavo, nuez moscada y macis de la India,
el Sudeste Asiático y a las Islas Molucas, en la actual Indonesia, no en vano se les llamó las Islas de
las Especias.
Desde una perspectiva más práctica, el descubrimiento de nuevas tierras agrícolas para el cultivo de
cereales podía ayudar a reducir los déficits comerciales. Además estaba la posibilidad real de
adquirir prestigio y riquezas para la élite europea y los navegantes que se atrevieran a navegar hacia
lo desconocido. Por último, el sistema feudal en Europa estaba en decadencia por la división
progresiva de las tierras en parcelas cada vez más pequeñas, en las sucesivas generaciones. Muchos
nobles simplemente no sabían qué hacer con su tercer o cuarto hijo, y una buena solución para
ambas partes era enviarlos a tierras lejanas para que hicieran fortuna.
Había, por tanto, motivos económicos, políticos y religiosos para encontrar una ruta marítima de
Europa a Asia. Con el respaldo de la Corona y la Iglesia, así como de inversores privados que
soñaban con grandes beneficios, los exploradores zarparon hacia horizontes desconocidos.

Una ruta marítima hacia Asia


El comercio de las especias de Oriente existía desde la antigüedad. Hasta el siglo XVI, las especias
llegaban por rutas terrestres y marítimas desde Oriente, por el Golfo Pérsico y el Mar Rojo, a través
de Egipto y Arabia, hasta el Mediterráneo. La Ruta de la Seda desde China a través de Eurasia era
otra vía de entrada de las especias en los mercados europeos. Tal como resume el historiador M.N.
Pearson, el coste de traer las especias a Europa por la ruta tradicional de Oriente Medio era muy
alto:
…el precio de un kilo de pimienta al cambiar de manos era enorme – costaba de 1 a 2 gramos de
plata en el punto de producción, de 10 a 14 en Alejandría, de 14 a 18 en Venecia, y de 20 a 30 en
los países europeos consumidores. (41)
Se podían conseguir grandes beneficios, por tanto, si los europeos eran capaces de abastecer la
creciente demanda de especias en Europa, evitando las rutas establecidas. Para lograrlo, había que
encontrar una ruta marítima hasta Asia.
En 1492, Cristóbal Colón creyó que podía encontrarla navegando hacia el oeste a través del Océano
Atlántico, pero lo único que logró fue encontrar otra masa continental en su camino: América. Los
portugueses creían que podían llegar a Asia navegando alrededor del continente africano. En 1488
Bartolomé Díaz recorrió hacia el sur la costa occidental de África y dobló por primera vez el Cabo
de Buena Esperanza, el extremo sur del continente africano (ahora Sudáfrica). Le siguió Vasco de
Gama quien, en 1497-9, también rodeó el Cabo para seguir hacia el norte por la costa oriental de
África y cruzar el Océano Índico hasta Calicut (actual Kozhikode) en la Costa Malabar del sur de
India. Por fin los europeos habían encontrado una ruta marítima directa hasta los tesoros de Oriente.
Desde la Costa Malabar de India, los barcos europeos podían seguir hacia el este hasta las Islas de
las Especias y el Sudeste Asiático. Francisco Serrão abrió una ruta hasta las Islas de las Especias en
1512, y luego Fernando de Magallanes (1480-1521), al ser el primero en circunnavegar el globo en
1519-22, al servicio de España.

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