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TITULO

FACTOR ECONOMICO CODIGOS


AUTOR
Urapotina Cartegena Gustavo Adolfo 108049
Calvimontes Martínez Maclean Roddy 108793
Yujra Condori Rosmery 104718

FECHA 18/10/2023

CARRERA Derecho
ASIGNATURA Criminología y prevención del delito
CRUPO A
DOCENTE Campos Mendizabal Jose Eduardo
PERIODO ACADEMICO 2/2023
SUBSEDE CBBA
ÍNDICE: FACTOR ECONÓMICO

1. LA ECONOMÍA DE NUESTRA CULTURA

2. POBREZA Y DELITO

3. CRISIS ECONÓMICA Y DELITO

4. PROSPERIDAD Y DELITO

5. DELITOS ECONÓMICOS Y CAUSAS ECONÓMICAS

6. DELITO Y CAPITALISMO

7. BIBLIOGRAFÍA
EL FACTOR ECONÓMICO

1. LA ECONOMÍA DE NUESTRA CULTURA

La economía de nuestra cultura tiene una influencia significativa en la conducta


humana, incluyendo el crimen. En este sentido, es importante considerar que la
economía no solo afecta el comportamiento individual, sino también las estructuras
sociales y políticas.

El economista Gary Becker, ganador del Premio Nobel, estudió los incentivos
económicos que pueden provocar diversos grados de incumplimiento normativo.
Según Becker, quien elige conductas criminales asigna, a partir de sus costos de
oportunidad, un precio diferenciado a cada delito. Esta perspectiva microeconómica
del crimen nos permite entender por qué un delincuente prefiere o rechaza un crimen
y ofrece la posibilidad de predecir conductas delictivas.

Además, la economía puede tener un impacto directo en la seguridad ciudadana. Por


ejemplo, las intervenciones que buscan aumentar la efectividad de la policía y
incrementar la pena esperada a través de la probabilidad de que los delincuentes
sean aprehendidos pueden disuadir y reducir el crimen.

Por otro lado, es importante destacar que la economía también puede tener un
impacto negativo en la sociedad. Por ejemplo, en México, el costo económico de la
delincuencia en los hogares es de un 1.65% del PIB. Esta violencia le costó a México
un 21% del PIB, lo que demuestra cómo el crimen puede afectar negativamente a la
economía de un país.

El tipo de valor se coloca en el trono, dominando a los demás. Varía según el


momento cultural en que se sirve. Si lo religioso ocupó el centro de la vida individual
y social en la Edad Media, y si lo estético fue lo más altamente apreciado en ciertos
momentos del Renacimiento, hoy en día lo económico se ha convertido en el eje de
la vida, sobre todo social, siendo fuente de polémicas teóricas y de contraposiciones
prácticas.

Estas contraposiciones se fundamentan en las ideas y métodos, ciertamente ya


desnaturalizados, del comunismo y del liberalismo, corrientes ambas que, en el
fondo, se identifican por su materialismo, explícito en uno y, en el otro, implícito.
Ambos sistemas son "económicos", si se permite el neologismo, porque es en el
terreno de la economía donde cimientan toda su doctrina y todas sus discrepancias.

Puestas así las cosas, es imposible no ver de antemano que el factor económico ha
de tener una enorme repercusión en la conducta humana en general, incluyendo el
crimen. Lo mismo sucedía con lo religioso en la Edad Media o con los nacionalismos
del siglo pasado. Asuntos que apasionan tanto y que dividen profundamente a los
grupos no pueden menos que conformar la psique individual para dirigirla, en unión
con otras fuerzas, en tal o cual sentido.

No se trata solo de las teorías. La propia realidad nos muestra ejemplos de pobreza
exagerada o exageradas acumulaciones de dinero, críticas que suelen llegar al
terreno de los hechos, huelgas y represiones frecuentemente conducidas fuera de
los cauces de la legalidad, contra el estado y las autoridades, para imponer tal o cual
sistema económico y reemplazar al que consideran caduco e injusto. Crisis más o
menos periódicas que provocan cierres de fábricas, quiebras y desocupaciones
gigantescas, padres que al no poder sostener a sus familias pierden autoridad y
provocan desunión en las mismas. Procesos inflacionarios y raras veces deflaciones,
alzas de precios y baja real de salarios, clima de descontento propicio al desorden
social. Sin duda, estas situaciones están estrechamente ligadas con el régimen
económico, aunque no exclusivamente. Con solo recordarlas, ya podemos prever la
importancia que el factor económico ha asumido en nuestra cultura y la forma e
intensidad con que puede repercutir sobre el delito.
2. POBREZA Y DELITO

La relación entre la pobreza y el delito es un tema complejo y multifacético. Aunque


la pobreza puede estar correlacionada con el delito, no necesariamente es su causa
directa. Por ejemplo, Laurent Lemasson, doctor en derecho público y ciencias
políticas de la Universidad de París Nanterre, argumenta que aunque exista una
correlación entre dos variables, no significa que una provoque a la otra.

En un nivel macroeconómico, no existe una correlación directa entre las tasas de


desempleo y pobreza, por una parte, y las tasas de delincuencia, por otra. De hecho,
estas tasas pueden variar en la dirección opuesta a lo que se cree comúnmente. Por
ejemplo, en Francia se registró un aumento en la tasa de delitos durante un período
de fuerte crecimiento económico y disminución del desempleo.

Además, es importante considerar que el crimen puede generar pobreza al


desalentar la actividad económica legítima e infundir temor en los segmentos que
pueden crear y sostener fuentes de trabajo. En este sentido, el vínculo entre pobreza
y delincuencia puede funcionar en sentido contrario al que se cree comúnmente.

Por otro lado, factores como la desigualdad económica y la falta de movilidad social
pueden tener un impacto mayor en la incidencia delictiva que la pobreza en sí
misma. La desigualdad económica puede proporcionar las condiciones para que un
grupo de individuos cometan crímenes debido a la reducción de opciones legítimas
para obtener ingresos y al aumento de las oportunidades que proporciona el hecho
de que existan personas con altos niveles de ingresos y recursos disponibles en el
mismo contexto del individuo.

La insuficiencia de medios económicos con los que cubrir las necesidades, sobre
todo si son elementales, ha sido comúnmente acusada de aumentar el número de
delitos y de conductas antisociales en general. La desproporción entre lo que se
necesita y la capacidad para alcanzarlo tiene consecuencias mucho más
complicadas de lo que se podría pensar en un primer momento.
Von Mayr creyó descubrir una estrecha relación entre el precio del trigo y el número
de hurtos, ya que por cada real de aumento en el precio del primero se manifestaba
un hurto más, y al revés, cuando el precio del trigo descendía.

Estudios realizados en otras partes sobre el cereal más importante en la alimentación


parecieron apuntalar de tal manera la tesis de von Mayr como para convertirla en una
verdad discutible. Investigaciones modernas han calificado de excesivamente
simplistas las conclusiones de aquel y se han fijado en otros índices como más
importantes. Quizás la necesidad de tomar puntos de referencia más complicados se
deba a la naturaleza de la economía de este siglo, que impide atenerse a un solo
dato.

Volviendo a la afirmación de von Mayr, es importante hacer notar que en algunas


ocasiones, la escasez puede disminuir el número de delitos. Por ejemplo, en la
primera posguerra, la malta y la cerveza eran caras y de mala calidad, por lo que se
consumía menos alcohol. Al mismo tiempo, hay que notar la interferencia que
pueden significar factores distintos a la mera alza en el precio del trigo u otro
producto fundamental. Por ejemplo, no se puede descuidar el valor comparativo.

3. CRISIS ECONÓMICA Y DELITO

La relación entre la crisis económica y el delito es un tema de gran interés en la


criminología y la economía. La crisis económica puede llevar a un aumento en la tasa
de delincuencia debido a factores como el desempleo, la migración en busca de
trabajo y la inestabilidad general. Sin embargo, es importante tener en cuenta que no
todos los delitos están relacionados con la crisis económica. De hecho, durante los
períodos de auge económico y pleno empleo, también puede haber un aumento en
ciertos tipos de delincuencia.

Además, las crisis económicas pueden tener efectos psicológicos significativos en las
personas, lo que puede llevar a un aumento en la tasa de delincuencia. Por ejemplo,
los trabajadores desempleados pueden volverse nerviosos e irritables, lo que puede
llevar a comportamientos violentos. Además, durante las crisis económicas, las
personas pueden experimentar sentimientos de rechazo hacia la sociedad y los roles
tradicionales dentro de la familia pueden verse alterados.

Por otro lado, es importante destacar que las crisis económicas pueden tener un
impacto duradero en la tasa de delincuencia. Incluso después de que la economía se
recupere, la tasa de delincuencia puede no disminuir en la misma medida. Esto se
debe a que las crisis económicas pueden llevar a la formación de redes criminales y
habilidades delictivas que son difíciles de eliminar.

Este es otro método para determinar la relación entre la situación económica y el


delito. Tiene la ventaja de permitir mayores comparaciones, ya que generalmente las
investigaciones abarcan siglos enteros, incluyendo momentos de auge y crisis. Así,
se puede seguir las verdaderas ondas de la marcha de la economía y el delito.

Pero no vaya a creerse que la incidencia en la mayoría de la criminalidad solo se


encuentra en los momentos de depresión y desempleo. El auge y el empleo
completo tienen su propia delincuencia, como se verá en el próximo acápite y
también en el capítulo dedicado a la guerra.

La depresión conduce directamente al desempleo. Este, a su vez, produce


migraciones internas y externas en busca de trabajo. Así, la crisis actúa a través del
aumento de la movilidad efectuada en las peores condiciones. Si la situación se
prolonga, concluye por crear un estado de separación en la gente. Por ejemplo, el
pueblo alemán aceptó a Hitler como un salvador, entre otras razones, porque los
desocupados llegaron a ser entre el 40 y el 50% de la población útil, y había que
aferrarse a cualquier promesa algo firme de superar tan desastrosas condiciones.

Como consecuencia de la crisis, suele presentarse un proceso de inflación


frecuentemente exagerado, lo cual contribuye a la inestabilidad general. Se produce
la ruina de los que tenían ahorros, de los jubilados, de los tenedores de bonos o
títulos de los fijos, públicos o privados. La mala alimentación es la regla,
produciéndose como efecto de la desnutrición.

La situación corporal es natural, y es explicable que las necesidades primarias


urgentes conduzcan a muchos a cometer delitos de los cuales de otro modo se
hubieran mantenido alejados. En relación con estos fenómenos y tentaciones, hay
que observar que parece más peligrosa la pobreza continuada que se presenta como
consecuencia de cambios bruscos, sobre todo en sectores sociales.

Merecen precauciones psicológicas de la crisis los obreros parados: se vuelven


nerviosos, irritables, propensos a la relación violenta o totalmente abatidos. Pero
incluso en el abastamiento y a través de mecanismos fáciles de comprender, suelen
presentarse momentos explosivos. Se despiertan sentimientos de repudio hacia la
sociedad, el padre y el marido pierden su autoridad de tales, toda vez que no pueden
cumplir sus funciones de mantenedores del hogar. Los esposos suelen separarse
mientras uno busca trabajo lejos del hogar.

4. PROSPERIDAD Y DELITO

La relación entre la prosperidad y el delito es un tema de gran interés en la


criminología y la economía. Durante los períodos de prosperidad económica, pueden
surgir oportunidades para cometer ciertos tipos de delitos, como estafas y fraudes.
Además, en las clases económicamente más poderosas pueden surgir delitos
típicamente capitalistas, como la manipulación de precios y las prácticas comerciales
desleales.

Además, la prosperidad puede llevar a cambios en la estructura social que pueden


influir en la tasa de delincuencia. Por ejemplo, durante los períodos de auge
económico, los jóvenes pueden comenzar a trabajar y ganar dinero, lo que puede
resultar peligroso si no están preparados para manejarlo de manera responsable.
Por otro lado, es importante destacar que la prosperidad también puede tener un
impacto positivo en la tasa de delincuencia. Por ejemplo, puede proporcionar
oportunidades para la educación y el empleo, lo que puede reducir la necesidad de
recurrir al delito.

Desde antiguo, se pudo comprobar que las condiciones sociales tienen influencias
contradictorias. Si bien la pobreza, las crisis periódicas y la desocupación favorecen
la aparición de ciertos tipos de delitos, también es cierto que la prosperidad social e
individual provoca el incremento de otros tipos delictivos.

El simple sentido común nos inclina a creer que las estafas, las defraudaciones y los
fraudes en general aumentan en los periodos y entre las personas prósperas. Ahí se
presentan las oportunidades para cometerlos. Por otra parte, es en las clases
económicamente más poderosas donde se dan los delitos típicamente capitalistas,
como la destrucción de materias primas para lograr alzas de precios, prácticas
desleales y monopolios.

Se puede extraer mucha enseñanza de las etapas de auge económico por las que
recientemente ha atravesado la sociedad. Mucha raíz del empleo total y de los altos
salarios alcanzados durante la guerra desquicia el hogar, ya que sus miembros se
dirigen a los lugares de producción, los jóvenes se inician permanentemente en el
trabajo y ganan suficiente dinero como para que este resulte peligroso en manos
inexpertas.

5. DELITOS ECONÓMICOS Y CAUSAS ECONÓMICAS

Los delitos económicos son actos ilícitos que involucran la obtención de beneficios
económicos de manera ilegal o fraudulenta, perjudicando a otros individuos,
empresas o al Estado. Estos delitos pueden tomar muchas formas, desde la evasión
fiscal hasta el blanqueo de capitales, y pueden ser cometidos tanto por personas
físicas como jurídicas.
Es importante destacar que no todos los delitos económicos están motivados por
causas económicas. Por ejemplo, un individuo puede cometer un delito económico
por celos o venganza, como en el caso de dañar las propiedades de un rival. En
estos casos, los motivos subyacentes del delito pueden ser emocionales o
personales, en lugar de económicos.

Además, no todos los delitos que tienen causas económicas son necesariamente
delitos económicos. Por ejemplo, una persona puede recurrir al robo o al hurto
debido a la pobreza o la desesperación económica. En estos casos, aunque la causa
subyacente del delito es económica, el delito en sí mismo no se considera un delito
económico.

Por lo tanto, es importante tener en cuenta la complejidad de la relación entre los


delitos económicos y las causas económicas. Esta relación puede variar
dependiendo de una variedad de factores, incluyendo las circunstancias individuales
y sociales.

Se suelen calificar como delitos económicos aquellos que vulneran bienes de ese
tipo, pero es claro que, por un lado, no toda la delincuencia económica tiene su
origen en causas del mismo género, y por otro lado, la delincuencia no económica
puede tener causas de ese género. Esta variedad deriva necesariamente en otra
cosa, no en la suspensión o alteración, sino simplemente en su transformación,
disminución y, en ciertos supuestos, su aumento.

Tenemos el primer caso de delincuencia económica no debida a causas de ese tipo,


que es el caso en el que por celos o por deseos de venganza se hunde a un rival por
medios delictivos, se incendian sus propiedades o se intenta dañar su crédito.

Por eso, como se hace notar, resulta ingenuo tratar de establecer la importancia
criminógena de la economía correlacionando simplemente índices del precio del
movimiento industrial o comercial con los de la delincuencia, sobre todo si solo se
tiene en cuenta que esta atenta contra la propiedad.

6. DELITO Y CAPITALISMO

La relación entre el delito y el capitalismo es un tema de gran interés en la


criminología y la economía. El sistema capitalista, con su énfasis en la acumulación
de riqueza y la competencia económica, puede crear condiciones que favorecen
ciertos tipos de delitos. Por ejemplo, el capitalismo puede fomentar la desigualdad
económica, lo que puede llevar a un aumento en la tasa de delincuencia.

Además, el capitalismo puede influir en la naturaleza de los delitos que se cometen.


Por ejemplo, en una sociedad capitalista, pueden ser más comunes los delitos
económicos como el fraude y la evasión fiscal. Estos delitos pueden ser cometidos
tanto por individuos como por corporaciones y pueden tener un impacto significativo
en la economía y la sociedad.

Por otro lado, es importante destacar que no todos los delitos están motivados por
factores económicos. Los delitos pueden ser influenciados por una variedad de
factores, incluyendo factores psicológicos y sociales. Por lo tanto, aunque un cambio
en el sistema económico puede llevar a cambios en la tasa de delincuencia, no
necesariamente eliminará todos los delitos.

Desde hace un siglo y cada vez con mayor insistencia se ha difundido profusamente
la idea de que un cambio radical en la organización económica capitalista traerá
como consecuencia reducciones también radicales en la riqueza y la pobreza, así
como en periodos de auge o depresión. Más profundo sería el cambio en la situación
del propio sistema capitalista, el cual resultaría así culpado de todos los males que
enfrentamos hoy.
Estas posiciones revolucionarias suponen, desde luego, que la economía es la causa
única y última determinante de la conducta humana criminal, de modo que un cambio
en esa área traería lógicamente un cambio en la delincuencia.

Podemos comenzar a comprobar hechos indiscutibles que demuestran que el


sistema capitalista es fuente de muchas fuerzas favorables a la delincuencia. Ya en
otros capítulos de esta obra, al tratar de la historia de la criminología, dejamos
sentada la opinión de Bonger, que tiene seguidores entre centenares de otros
pensadores, no solo marxistas, que apuntan en el mismo sentido con sus críticas.

Es claro, por tanto, que la superación de este sistema, que implica la subordinación
al capital de todos los demás valores sociales e individuales, traería grandes cambios
en la delincuencia y la disminución de esta, en cuanto se daría curso a las causas
anotadas y a otras que tienen igual origen.

Pero ese no es el problema; no es si el delito desaparecerá por completo. La


respuesta afirmativa solo puede obedecer a un total desconocimiento de la realidad
criminal, a un esquematismo teórico que no quiere descender al campo de los
hechos, a deseos de que estos se ajusten a ideas preconcebidas, contra toda norma
científica. Porque si bien las causas económicas tienen importancia y grande
influencia en la determinación del delito, no son las únicas que actúan en tal sentido,
ni siempre son las más importantes. Basta estudiar unos cuantos casos concretos
para darse cuenta de ello.

Podrá, por ejemplo, el factor económico reformar y evitar solo algunos, siquiera la
mayoría, de los delitos contra las personas, como los delitos sexuales, los delitos por
celos, por ambiciones, por ansias de dominio, que corresponden en su
funcionamiento a fuentes endógenas que ningún sistema social podrá borrar, o los
delitos culposos y de omisión.

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