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Los Homicidios Multiples - D.H.Silva - R.O (Reseña Del Libro)
Los Homicidios Multiples - D.H.Silva - R.O (Reseña Del Libro)
Hasta los años ochenta, se incluían en un único capítulo los asesinos múltiples.
En esa época, el Centro Nacional de Crímenes Violentos estableció tres
categorías: el asesino en masa, el “spree killer” y el homicida serial.
a) Las autopsias practicadas por el doctor Néstor Pedro De Tomas, del Servicio
Especial de Investigaciones Técnicas de la Policía de la Provincia de Buenos
Aires, que brindaron una acabada información de la mecánica de producción de
los hechos, por una multiplicidad de heridas punzo cortantes, y la presencia de
golpes atribuidos a artes marciales.
En cuanto a las víctimas, se analizaron variables tales como sexo, edad, relación
con el victimario, etcétera.
Los victimarios son, en una gran mayoría, de sexo masculino (89%) y, en muy
pocos casos, mujeres (11%). Se estableció, además, que en un 83% eran civiles,
mientras que el 17% pertenecía o había pertenecido a alguna fuerza de
seguridad.
EL ASESINO EN MASA
Hemos denominado así el caso del homicida cuyas víctimas son más de una y
resultan asesinadas en una misma acción violenta, por parte del autor; no
necesariamente debe pensarse en el empleo de un artefacto explosivo o en un
incendio. La acción, dentro de la misma escena del crimen, puede ser
continuada.
Los hechos fueron investigados y publicados por Hugo Alberto Hohl en Crimen
y “status” social, libro que en partes hemos extractado, no obstante llevar a cabo
nuestras propias indagaciones; para la historia, seguimos el orden de su
narración.
Mathew Banks, padre del protagonista de este estudio, nació en Irlanda en 1845.
Era hijo de Miguel Banks y Ana Ward, también irlandeses. En 1862, es decir, a
los diecisiete años, llegó a nuestro país. En 1867, contrajo matrimonio con María
Ana Keena, quince años mayor que él.
En 1901, falleció Ana Ward, quien desde Irlanda había venido a vivir con su hijo
Mathew.
En 1908, a los setenta y ocho años de edad, murió María Ana Keena de Banks,
y en 1909, a los sesenta y cuatro años, Mathew Banks.
En 1911, fallecieron dos de los hermanos: Pedro, soltero, que vivía en Buenos
Aires, y Brígida, en Irlanda, a los dieciocho días de haber contraído matrimonio.
Mientras tanto, Mateo anduvo por San Luis y contrajo enlace con Martina Gainza,
radicándose en Azul en 1912, en el domicilio de Necochea 773. De su
matrimonio nacieron cuatro hijos, a saber: Mateo Franklin, Pedro, Jorge y Ana.
Se citan antecedentes de Mateo Banks, en relación con una estafa que habría
cometido en perjuicio de un hacendado de la zona, aunque no hay pruebas al
respecto. Por el contrario, su prestigio social, a juzgar por ciertos índices, iba en
constante ascenso.
Tenía una gran actuación religiosa; era presidente de la Liga Popular Católica y
portaba el palio en las procesiones. Era representante de la agencia de
automóviles “Studebaker” y paseaba en su lujoso automóvil particular, de la
misma marca, por el parque de Azul, lugar obligado de la buena sociedad local.
Practicaba el tenis con las niñas más distinguidas de la ciudad. Figuraba,
siempre, en la primera línea de las notas sociales referidas al desfile de carruajes
en los corsos. Fue vicecónsul de Gran Bretaña. Y era miembro del Consejo
Escolar, donde se ganó el respeto de sus conciudadanos por su práctica
indulgente y comprensiva con las faltas de aquellos que le tocaba juzgar.
También se destacó militando en el Partido Conservador, del cual fue un
integrante importante. Era socio del Jockey Club, lugar donde participaba de su
gran afición: el juego.
Leyendo los documentos del juicio, se ve que su defensor habla sobre una
pequeña fortuna, de la cual se hizo en la provincia de San Luis, dedicado a las
tareas rurales.
Sin embargo, como dicen los cronistas de la época, Mateo Banks nunca tuvo un
trabajo fijo, ni se le conoció realmente una actividad estable. Era partidario del
confort y del lujo, y mantenía una posición social superior a su condición
económica.
Banks era persona de muy buena presencia, caballero de trato amable y aire
paternal, con una serie de dones visibles que lo hacían agradable y atrayente.
Su hermano Miguel se había casado con Julia Dillon. Ellos, con su hermana
María Ana, soltera, y el peón Claudio Loiza, vivían en “El Trébol”.
Su hermano Dionisio se había casado con Sara Keena, prima segunda de los
Banks; producto de la unión eran tres hijas: Cecilia (nacida en 1908), Sarita (en
1910) y Anita (en 1917). Sara Keena, al poco tiempo de tener a Anita, fue
internada en un hospital de alienados, en Buenos Aires. Ellos y el peón Juan
Gaitán, o “Illescas”, vivían en “La Buena Suerte”.
La vida de ostentación y lujo que llevaba Mateo Banks no podía sostenerse, con
los frutos de la explotación del campo de cría arrendado y la representación de
la agencia “Studebaker”, cuyos automóviles constituían un artículo de lujo en
aquel entonces.
Conjeturó Hugo Alberto Hohl que también el juego le llevó dinero; ya que, según
testigos, era mal pagador e incumplidor de promesas.
El 18 de abril, entre las 13 y 13.30 horas, llega Mateo Banks a “La Buena Suerte”.
Unos minutos más tarde, se presenta Santiago Pereyra, a conversar con Dionisio
sobre la cosecha de maíz. A las 16 horas regresa Gaitán de la Estación Parish,
en sulky. Esperando que se vayan, Mateo va hacia el maizal y luego hacia donde
está Rufino Gómez, puestero, con quien conversa, mientras hace tiempo. Vuelve
hacia las casas y, habiéndose retirado Pereyra y Gaitán, este último para llevar
al colchonero Santos Blando a otro establecimiento, encuentra a Dionisio y Sarita
solos.
Entrada la noche, regresa Gaitán en el sulky. Mateo Banks, que acecha desde
largo rato, se dirige al galpón donde Gaitán está desensillando y, sin mediar
palabra, lo mata de un solo disparo. Muertos todos los habitantes, cierra las
puertas de la casa, sube al sulky y se dirige a “El Trébol”, llegando
aproximadamente a las 20 horas.
Al lado del galpón, habla con Claudio Loiza, diciéndole que debe acompañarlo a
“La Buena Suerte” porque Dionisio está enfermo. Loiza contesta que más tarde
irá a caballo. Mateo lo convence de ir con él, en el sulky.
Regresa a “El Trébol”, atando el sulky detrás del monte y del maizal, para
dirigirse a pie hasta las casas. Miguel y Julia le ofrecen de cenar; no acepta y se
dirige al dormitorio para acostarse.
Inmediatamente se oye la voz de Cecilia que llama a su tía María Ana. El asesino
le dice que se vista, que María Ana está en el comedor, al lado de su pieza,
donde él vuelve a acechar desde la oscuridad. La deja acercar y, a un metro más
Hay dos personas habitantes de “El Trébol” que, aparentemente, salvan sus
vidas por milagro, son ellas: Anita Banks, hija de Dionisio, y María Ercilla Gaitán,
hija del peón Juan Gaitán. Antes de retirarse y sin haberlas tocado, las encierra
en su cuarto.
Siendo las 4 horas del día 19, se dirige a la casa de un campo vecino, propiedad
de Rafael Marquestau, para pedirle a éste que lo traslade a Azul. El
establecimiento de Marquestau, hoy tapera, estaba a cinco o seis kilómetros al
oeste de “La Buena Suerte”. Es interesante transcribir, aquí, la declaración
testimonial de Marquestau, ante la justicia:
“El traslado de los cadáveres, hasta Azul, se realizó en una carreta muy similar
a una que se exhibe en el parque municipal de la ciudad de Azul – continúa Hohl–
. Siempre sobre la base del muy confiable y lúcido testigo Ángel Aulicino”.
En el Cementerio único local, antes llamado Central, están las tumbas de los
Banks asesinados: Sarita, Cecilia, Dionisio, María Ana (quien tiene una placa de
bronce en forma de corazón, dedicada por sus ahijadas Gaitán), Miguel y Julia
Dillon; Juan Gaitán figura en el Registro del Cementerio, el día 21 de abril,
aunque no se ubica fácilmente su sepultura.
Casi con seguridad, Claudio Loiza habría sido enterrado en el Cementerio Oeste,
más conocido como cementerio de los pobres.
Escribía Mateo para el doctor Bartolomé J. Ronco y Alberto Maffei, del diario “La
Época” de la Capital: “Con qué júbilo y contento he esperado este 12 de marzo,
para que se decida esta vida de vía crucis, donde he pasado diez meses con el
corazón y el alma desgarrados por el dolor y sufrimiento de las injusticias a que
fui objeto, que no encuentro palabras hoy para explicar la magnitud de esas
injurias, que sólo las puede imaginar el hombre cristiano y de sentimientos nobles
y delicados. He aguantado mi dolor en silencio, sin protesta alguna confiado en
la fe de Dios y en la justicia de mis jueces. Azul, marzo 12 de 1923. M. Banks”.
Es que Mateo Banks nunca dejó de alegar su inocencia. Uno de los más
reconocidos criminalistas, que ha revistado en las filas de la Policía de la
Provincia de Buenos Aires, el profesor Carlos Alfredo Sozzani, relata: “Al llevarse
a cabo la reconstrucción de los hechos, diligencia que ordenara el juez penal
doctor Gualberto M. Illescas, ocurrió un hecho curioso... le entregaron a Mateo
Banks, para que nuevamente lo utilizara, el gabán que vestía la noche del
infortunio y le dieron la escopeta con la que según sus dichos había disparado a
los peones, en su propia defensa; introdujo la mano derecha en el bolsillo y
extrajo varios cartuchos del calibre del arma... se los entregó al juez y sonrió...
agregaba un detalle a su pretendida inocencia. Nadie revisó los bolsillos del
gabán al secuestrárselo al imputado, el que por un instante tuvo la oportunidad
de continuar la saga que comenzó aquella noche de abril...”.
Conocían que la salud del viejo, por trastornos digestivos, no pasaba por un buen
momento; sin embargo, aquel fin resultaba igualmente inesperado. Se
sorprendieron más tarde, al saber que su compañero había muerto desnucado
en la bañera y que su verdadero nombre era Mateo Banks, ex penado y asesino
múltiple que, refugiado en un alias para permanecer en el anonimato, recibía en
pueril accidente una muerte violenta, como las que con tanta generosidad había
prodigado una noche, muchos años antes.
EL SPREE KILLER
Podríamos definirlo como el individuo que lleva a cabo un raid criminal: varios
homicidios en distintos lugares y en una misma acción. Se trata entonces de
aquel que por un elemento disparador, premeditado o precipitado, mata a una
persona y luego no se detiene hasta terminar con todos los eventuales testigos
que se le aparecen. Habiendo sido el hecho central una muerte, nos hemos
encontrado con casos en que, al final de los eventos, tuvimos hasta seis o siete
víctimas. Veamos uno de los casos de nuestro medio.
La noche del 26 de noviembre de 1995, fuimos llamados a participar en la
investigación de un hecho que por la magnitud de la violencia que mostraba y
las características de las víctimas, durante los días siguientes, iba a ser seguido
con mucha atención por toda la opinión pública.
En la última jornada de la audiencia oral, Valdez pidió declarar una vez más. Se
sentó frente a los jueces y se preguntó: “¿Cómo alguien puede creer que yo soy
capaz de matar a dos nenas, a dos sobrinitas mías?”. Y luego, por primera vez
en el juicio, se largó a llorar.
EL HOMICIDA SERIAL
La experiencia indica también que, con mucha frecuencia, las acciones de los
asesinos en masa y de los itinerantes culminan con el suicidio del agresor.
La víctima que sobrevive es, con su denuncia, una parte esencial en la reacción
institucional de los investigadores; permite el conocimiento del hecho, del
homicida y fundamentalmente, con la información que acerca, evita nuevas
víctimas.
a) La fase áurea
b) La fase de pesca
c) La fase de seducción
d) La fase de captura
e) La fase de asesinato
f) La fase fetichista
g) La fase depresiva
Debe tenerse bien presente que el asesino serial ejecuta una refinada operación
mental, un trabajo artístico que aterra y seduce a quienes lo contemplan. Sin
motivos aparentes, y con gran esmero y perfeccionismo, el homicida serial es el
prototipo del criminal puro, mata sólo por el placer que le produce el sufrimiento
ajeno.
A causa del brutal asesinato de una niña de doce años, la policía de un pequeño
pueblo del sur de los Estados Unidos pidió el apoyo de la unidad especial del
FBI. John Douglas indicó que el asesino de la niña era un hombre blanco,
divorciado, que manejaba un automóvil negro o azul, trabajaba de obrero, había
sido dado de baja deshonrosa del ejército, conocía a la víctima y tenía
antecedentes por delitos sexuales.