Está en la página 1de 96

El atrapa sueños

Un sueño muy largo

Ricardo Franco

3 de junio de 2014/ 19 de agosto de 2014


El atrapa sueños

2
Ricardo Franco

3
El atrapa sueños

Nota del autor

Como diría en su momento un afamado escritor de terror y suspenso, “no hay


escritor de ficcion quien escriba solo ficción”; bajo el amparo de esas palabras
escribo estas líneas de agradecimiento para las personas que de una u otra
manera me ayudaron a hacer posible este proyecto, aquienes me apoyaron
incondicionalmente en esta y otras tantas de mis locas ideas, a Juliana Chauta
por el acompañarme en este proceso constante que es escribir, que es vivir, por
que como bien dice, vivir es escribir; a Laura M. Gomez quien ha estado
acargo de las ilustraciones que encontraran en próximas paginas y me ha
concedido el honor de ilustrar con sus trasos los pasajes de los mundos aquí
citados; a Cristian Diaz, Ian Lopez y Brayan Santa por brindarme palabras de
aliento y creer en mi cuando muy pocos lo hacían; a Angie P. Leguizamon,
aquien va dedicada esta historia, ya que fue ella la primera persona en hacerme
tomar consiencia sobre lo entrelazadas que están la realidad y el sueño.
Finalmente a todos ustedes que están ahora mismo leyendo esto por darme la
oportunidad de contarles una historia, esta historia.

4
Ricardo Franco

5
El atrapa sueños

“todo lo que es o alguna vez fue


Empezó como un sueño”
(Final fantasy advent children)

“algunas cosas hay que hacerlas aunque sea peligroso.


Es la primera cosa importante que descubrí
Sin que me la dijera mi madre”
(It, Stephen King)

Zembla Zenda Xandu:


Todos los mundos que soñamos pueden
Hacerse realidad.
Los paises de las hadas tambien son temibles.
Mientras yo vago lejos de la vista
Lee y llevame junto a ti.
(Salman rushdie)

"Y levantaré un ejercito de hombres sin alma,


Sin nada más que hacer sobre la tierra... que darte caza".
(Baal) Las Crónicas del Bien y del Mal
Vol:III "La Hora del Fénix"

6
Ricardo Franco

7
El atrapa sueños

Indice

Agradecimietos.
Primera noche. 9
Toda esta en la lluvia 12
Historial Clínico. 18
El espectáculo del circo. 29
La última gran estrella del rock. 36
La gripe. 47
Ballenas en el cielo. 59
La noche y las estrellas. 68
La guarida de la araña. 76
El viajero 91

8
Ricardo Franco

Primera noche

Sara caminaba a paso febril a través de un campo lleno de margaritas


luminosas y fragantes, sonreía al viento que acariciaba su cabello suelto, largo
y castaño; ese viento cálido y juguetón que con sus manos de terciopelo ceñía
su figura bajo el vestido amarillo que llevaba, ese viento gentil y lleno de
fragancia, mientras caminaba sintiendo la hierba y la tierra en la planta de sus
pies descalzos, pronto se encontró bajo un árbol, viejo, grande e imponente, el
único en todo el lugar, ofrecía un refugio paradisiaco contra el sol candente de
medio día, su sombra era fresca y la vegetación alrededor de sus raíces
presumía una comodidad envidiable; entre las ramas habían hecho nido
algunas aves de especies diferentes que adornaban la brisa con sus cantares
silvestres, algunos tímidos destellos se colaban por entre las hojas y ramas más
altas e iluminaban secciones de aquel árbol, dándole una sensación de
majestuosidad y vida tan perfecta que podría pasar por accidental, Sara se
sentía de maravilla acostada entre las raíces, tratando de mirar las nubes en el
cielo por entre las ramas, disfrutando de la brisa y el concierto que la
naturaleza daba en honor a la belleza de las pequeñas cosas que llenan el
mundo; la brisa cálida y reconfortante se detuvo de un momento a otro, sin
aviso ni razón aparente, los radiantes y cálidos rayos del sol de medio día
fueron ahogados por una gran cortina de nubes grises y frías, Sara se levantó
temblorosa y asustada, pero principalmente dominada por el asombro sin
lograr comprender lo que sucedía, deposito su mirada en las nubes grises en el
cielo, que cada vez eran más oscuras y tomaban una presencia tormentosa en
la que se iluminaban durante periodos cortos, con mayor frecuencia con cada
segundo que transcurría, sintió una gran ráfaga de aire helado que la golpeaba
desde el costado derecho y arrastraba su cabello con fuerza, se volteo en esa
dirección tratando de encontrar el origen de aquella ráfaga pero al hacerlo tan
solo pudo ver como las flores eran arrancadas o en el peor de los casos,
deshojadas por la cruel y obstinada ventisca que no daba tregua y que no tenía
pinta de ceder pronto, Sara pensó en refugiarse tras el tronco del árbol pero en
cuanto lo vio no pudo moverse, la imagen de aquel frondoso árbol, en el cual,
bajo el cobijo de sus melodías, aromas y acogedora sombra había pasado
tantos momentos memorables, parecía un recuerdo vago e irreal, fantasioso y
sobre estimado de una época que se pensaba absurdamente lejana y desecha en
los rieles del tiempo, enfrente suyo, no había más que un tronco viejo, de
ramas muertas y grises que parecían serpentear en un reflejo de dolor y agonía,
una gran cantidad de sentimientos la abordaron, primero se sintió triste,
después enojada y después vigilada por el árbol, pensó que era ridículo y dio

9
El atrapa sueños

un paso atrás, pensó que era imposible y retrocedió uno más, sin apartar la
mirada, era absurdo pensar que el árbol le vigilaba, trato de sonreír con ese
pensamiento en mente, pero entonces se dio cuenta que lo que estaba
sucediendo en si era absurdo y tuvo la certeza que en la corteza del árbol
habían unos ojos oscuros y tristes que le vigilaban y esperaban una
oportunidad, entonces Sara arrancó a correr dándole la espalda al árbol que
empezó primero a vibrar levemente y después a estirarse tratando de soltar sus
raíces del suelo y echar a correr tras la joven, no lo consiguió pero extendió
sus ramas tras ella como si se trataran de monstruosas garras de alguna criatura
inimaginable salida del más profundo y oscuro abismo; Sara corrió con todas
sus fuerzas y con toda la ligereza con la que se creía capaz de correr sintiendo
que su vida podía estar en verdadero peligro, pero a pesar de su esfuerzo las
ramas que se extendían como el apéndice de alguna extraña criatura
terminaron por alcanzarla tras tan solo un par de segundos del inicio de su
escape hacia ningún lugar, lo recordó entonces, recordó que no tenía a donde ir
en ese lugar, supo que debía irse de ese lugar o no podría escapar, mientras
estos pensamientos recorrían su mente la raíz que la sorprendió por su tobillo
derecho se enroscaba a lo largo de su pierna y la aprisionaba arrastrándola
hacia el tronco, mientras otras raíces la sujetaban del torso y otras se
enredaban en su brazo izquierdo, sabía que era un sueño y debía despertar,
tenía que concentrarse y despertar si en verdad quería escapar de esta poderosa
pesadilla, pero no lo conseguía, el tacto áspero, crujiente y rugoso de las ramas
en su cuerpo era demasiado real, una rama la sujeto entonces por el cuello casi
asfixiándola a la vez que le hacía soltar un gruñido gutural que apenas y podía
pretender ser un grito, la criatura la acerco hasta su tronco en el cual justo en el
medio con un crujido de madera podrida, se habría una cavidad que pretendía
ser una boca, con una dentadura formada de estacas y astillas de una madera
gris y pétrea que soltaba un vaho de podredumbre a manera de aliento, y que
se habría hacia una profunda y amenazante oscuridad, Sara cerro sus ojos
mientras era arrastrada hacia la cavidad, y con un grito trato de despejar sus
sentimientos de desesperación y temor –ya no más!!- y de repente, al abrir sus
ojos nuevamente se encontraba en su cuarto, sentada en su cama, con un
mechón sudoroso de cabello que se descolgaba frente a su cara, con la blusa
blanca de tiras y el pantalón corto de su pijama, con el edredón cubriéndole
hasta la cintura, sintiendo el sudor frio y pegajoso en su cuerpo, esta sensación
le produjo un escalofrió que le recorrió de pies a cabeza, seguido de un suspiro
de alivio, el alivio que sientes al despertar de un mal sueño, se levantó de su
cama con una sensación de inquietud, decidida a prender la luz de la
habitación y dejarla así hasta que la mañana irrumpiera en el lugar con su

10
Ricardo Franco

propia luz, se dirigió hasta el interruptor que se encontraba a unos cuantos


pasos de la cama junto a la puerta y mientras lo presionaba una aterradora
pregunta la abordo -¿Dónde está la puerta?- al encenderse el interruptor una
fuerte y blanquecina luz la aturdió y cegó durante unos instantes, giro y se dio
cuenta que ya no se encontraba en su cuarto, sino en una pequeña estancia de 4
metros cuadrados, de paredes blancas y completamente vacía, con
desesperación palpo las paredes con sus manos, buscando alguna apertura o
algún indicio de lo que pudiera ser una salida, tras la tercera vuelta empezó a
sollozar y se detuvo frente a una de las paredes, a la que empezó a dar
manotazos desesperados tratando de romperla, pensó en usar sus uñas para
roer la pared y así abrirse paso a través de los muros, descarto rápidamente la
idea, trato de tranquilizarse y conteniendo algunos sollozos susurro –debo
despertar- entonces la sorprendió a su espalda una voz que más parecía un
graznido que una voz humana –Nunca más- Sara se giró de inmediato y se
encontró con una figura que en principio le pareció una sombra amorfa, pero
tardo tan solo un segundo en darse cuenta que se trataba de alguien que
llevaba un abrigo negro y grande, que cubría la mayor parte de su cuerpo, un
sombrero negro como los que los gánster solían llevar en la época de la
prohibición, con una cintilla gris oscuro que resaltaba, bajo el sombrero solo
podía verse un pasamontañas negro y unas gafas de marco negro y delgado
que apenas era apreciable y lentes grandes y oscuros que reflejaban con
notoria claridad la silueta de Sara, sus brazos terminaban en unas manos
enfundadas en guantes negros de algún material delgado como la licra pero
que poseía el inusual brillo del cuero nuevo; -¿Quién eres? ¿Qué quieres de
mí?- grito Sara, pero no obtuvo respuesta
–Déjame despertar- gritó liberando un pequeño sollozo que amenazaba con
convertirse en el primero de muchos, -nunca más- graznó nuevamente la
oscura silueta y tendió su mano derecha hacia Sara, inmediatamente ella
retrocedió hasta chocar contra la pared buscando mantenerse alejada y a salvo,
sin embargo la sólida pared dejo de sentirse como tal para tomar una textura
similar a la seda y para cuando Sara se hubo dado cuenta, de la pared
surgieron múltiples manos que la sujetaron de piernas y brazos, la aprisionaron
por el abdomen y le arrastraron hacia el interior de la pared que empezaba a
tener una consistencia acuosa similar a la del engrudo, tras algunos segundos,
de forcejeos, sollozos y gritos, Sara, desapareció tras la blanca pared que
recobro su consistencia normal, el ser vestido de negro levanto su mano un
poco y subió su abrigo para desvelar un reloj de correa negra, tablero blanco,
marco dorado y con números dorados, un reloj que solo poseía una manilla
que era claramente el segundero que se aproximaba a las 12, el ser lo observo

11
El atrapa sueños

hasta que estuvo a 5 movimientos de las 12, entonces se acercó a una de las
paredes en la cual había aparecido una perilla y empezaba a formarse la silueta
de una puerta, el segundero dio las 12, el ser abrió la puerta que daba a un
pasillo oscuro, con un leve aroma a incienso y humedad mesclados, un pasillo
en el que se escuchaba una alarma y caminó hacia el final.

12
Ricardo Franco

Todo está en la lluvia

1.
Alejandro a pesar de ser un tipo enérgico, al que le gustaba levantarse
temprano y hacer ejercicio, esa mañana había optado por aferrarse a las
sabanas de su tibia y reconfortante cama, esa era una mañana especialmente
fría y lluviosa, Alejandro sentía molestia con esta clase de días lluviosos,
pensaba que estaban llenos de tristeza y que nada bueno podría ocurrir en un
día así, se decidió a no salir de cama en todo el día, se cubrió de pies a cabeza
con las sabanas y se dispuso a dormir de nuevo, pero pronto, unos golpes
fuertes y desesperados resonaron en la puerta, Alejandro quiso ignorarlos y
dormirse, pero sabía que era una mala noticia, era un día lluvioso después de
todo, así que echando a un lado su somnolencia, se levantó y caminó hacia la
puerta, estirando sus brazos en el proceso –ya voy, dame un momento- dijo
Alejandro, contrario a lo que esperaba los golpes en la puerta incrementaron su
ritmo, cuando abrió se encontró a una chica delgada y bajita, de unos 13 o 14
años, María, su hermana menor, que con expresión seria y preocupada lo
miraba a los ojos demostrando que le faltaba el aliento
-¿qué paso?-pregunto Alejandro visiblemente nervioso
-es Sara, ella está en el hospital central.

2.
Jean despertó y de inmediato se incorporó, su expresión más que la de un
súbito despertar parecía como si se le hubiese arrojado a la realidad de manera
imprevista, entre su mano izquierda sostenía una fotografía de una joven
blanca, delgada y de cabello castaño, miró la fotografía con expresión
inquisitiva mientras se levantaba, caminó hacia una sesta de basura en la
esquina de la pequeña habitación de madera que no superaba los 3 metros
cuadrados, estrujó la fotografía entre sus manos, hasta formar una pelota que
depositó en la cesta; se apresuró a vestirse mientras con su mirada apreciaba
una de las paredes llenas de fotografías, buscando entre rostros, pensando en
quien sería el siguiente a quien debería hacerle una visita, para cuando terminó
de vestirse ya había hecho su elección, retiró de la pared una de las fotografías
y la introdujo en uno de los bolsillos, tomo un paraguas y se dispuso a salir,
era temprano y el clima era lluvioso, un clima que consideraba perfecto, sería
un gran día, así que por primera vez en mucho tiempo, Jean soltó una sonrisa.

13
El atrapa sueños

3.
Jean caminaba sosteniendo un paraguas negro, con mango en forma de garfio,
bajo la ligera pero constante brisa, le gustaba ese tipo de clima en particular,
disfrutaba del viento helado en días como aquel, la lluvia cayendo sobre la tela
del paraguas producía un sonido que se le apetecía melodioso y relajante, el
ligero chapoteo de sus zapatos al caminar sobre el asfalto inundando por leves
corrientes de agua-lluvia, casi le hacía sonreír, vio entonces que se aproximaba
hacia él un joven alto y de contextura gruesa, de cabello oscuro y que llevaba
una sudadera gris y empapada, Jean se detuvo instintivamente al ver al
muchacho y la urgencia de sus pasos, dio un paso a un lado, teniendo la
certeza de que si estaba muy cerca de aquel joven de paso huracanado, la sola
ráfaga de su estampida lo derribaría, transcurrieron menos de 3 segundos entre
el momento en que Jean le diviso corriendo en su dirección, hasta el momento
que paso sin fijarse en él, y le salpico el pantalón con el agua que levantaba a
cada paso, que no era un chapoteo si no una patada al concreto, digna de
cualquier predador salvaje, buscando convertir la potencial fuerza de sus
piernas en grácil velocidad, la ráfaga de viento que le precedió llevo algunas
cuantas gotas de llovizna hasta los ojos de Jean, suceso que le obligo a frotarse
los ojos con la manga del abrigo negro que llevaba, tras deshacerse de la
sensación de fastidio, que las gotas de lluvia habían dejado en sus ojos, dio
media vuelta, y diviso la grácil silueta que se perdía en el horizonte, con un
sonido de chapoteo que se volvía un susurro a cada paso, al desaparecer este
completamente, Jean, retomo su camino.

4.
Fueron 15 minutos lo que tardó Jean en recorrer la distancia desde su casa,
hasta el lugar en el que se encontraba el siguiente objetivo de la lista, distancia
que normalmente, podría haber recorrido a paso rápido, en un período de
tiempo, no muy superior a los 7 minutos, ¿pero que le había causado entonces
tal retraso? Sencillamente se trataba de que se encontraba a gusto con el clima,
le gustaban los días lluviosos, le gustaba caminar en la lluvia, le gustaba el
sonido del agua cayendo sobre la telilla finísima del paraguas, y sobre todo, le
gustaba como iban las cosas, había tenido una excelente noche, había dado un
gran paso para alcanzar su sueño, la noche anterior había asumido el papel de
cazador, y no ante una presa especialmente sencilla, se trataba de una presa
complicada, una con habilidad suficiente para invertir los papeles fácilmente,
pero él, había logrado desconcentrarla, había conseguido quitarle poder a su
imaginación, había logrado recluirla en sus propios sueños, a la vez que se

14
Ricardo Franco

sentía gratamente victorioso al pensar en la noche anterior, se descubrió


embargado por un crudo pesar, debido a la manera en la que había tenido que
obrar, pero se consolaba, con la imagen de lo perfecto que sería el mundo que
construiría, la pacífica y perfecta utopía, de ese mundo que crearía a imagen y
con el poder de sus sueños, pero para alcanzar aquello, era completamente
necesario incrementar su poder, la única manera era adueñándose del poder de
otros, o al menos, así lo creía Jean, por eso estaba cazando, y era el momento
de su siguiente presa, mientras se encontraba absorto en sus pensamientos,
Jean había llegado a situarse, en la cara posterior de un edificio, edificio en el
cual, funcionaba una de las tantas escuelas básicas de la ciudad, divisó, tras
una gran ventana, como los niños de un parvulario hacían sus preparativos
para irse a dormir, mientras su profesora les cantaba una canción de cuna, Jean
espero de manera tranquila, hasta que pudo notar que la mayoría de los
pequeños, que no superaban los 5 años, se habían adentrado en el reino de los
sueños, que era también, su territorio de caza predilecto, con expresión
ausente, llevo el paraguas justo enfrente suyo y lo cerró, abandonándose a la
fresca y relajante llovizna, que chispoteaba en su abrigo y amenazaba con
empaparle si permanecía demasiado tiempo allí, no le importó, después de
todo adoraba la lluvia, y aquello no le tomaría mucho tiempo, o al menos, eso
creía, hizo una fuerte inhalación y conteniéndola cerro los ojos, al exhalar y
abrirlos estaba de vuelta, pero no a la realidad, se encontraba en un corredor de
paredes grisáceas y sumamente opacas, sin techo, en el cual se divisaba un
profundo y purpureo, cielo nocturno, del cual caía una lluvia, ligera pero
implacable, constante, grácil y helada, Jean, se vistió de sombras y cruzo el
corredor.

5.
Kevin se encontraba persiguiendo una ardilla de chocolate blanco que corría a
toda prisa a través de un bosque de troncos de caramelo, hojas de goma y setas
de malvavisco, Kevin entre risas, procuraba no perderla de vista y cada que
tenía oportunidad, disparaba con su resortera una carga de huevos de chocolate
en su contra, pero la astuta y rechoncha ardilla lograba evadir siempre los
disparos por un pelo y procuraba, ir entonces mucho más a prisa, pero su
perseguidor no planeaba permitirle el escape y también él aligeraba el paso, la
persecución se continuo en aquel lugar por alrededor de 3 minutos, hasta que
por fin, la ardilla, presa del cansancio, o de la afinada puntería del cazador,
había sido alcanzada por uno de los proyectiles de lleno en la espalda, el golpe
había sido tal, que la ardilla había quedado inconsciente y debido a la

15
El atrapa sueños

velocidad, terminó dando unas cuantas volteretas en el piso hasta al fin


detenerse en un claro junto a un árbol, mucho más grande y robusto que los
demás, Kevin, se acercó con expresión de satisfacción triunfal, para recoger su
presa, y entonces se percató de la existencia del árbol, que desprendía un olor
que era una mezcla entre el aroma de las manzanas, el caramelo y la canela
seca, un olor que le provocaba una viciosa atracción, el fruto de aquel árbol,
por supuesto, no era otro que manzanas acarameladas, hizo a un lado la idea de
tomar su presa, se decidió entonces, por una de esas manzanas, consciente de
que en ese lugar el tenia completo control sobre lo que sucedía, o al menos eso
creía, estiro la mano frente al árbol, justo debajo de la más jugosa manzana
que pudo divisar, sintió hacérsele agua la boca mientras la manzana se
desprendía de la rama que la había sujetado, se le hizo eterno el tiempo que
tardaba en caer, y con terrible asombro, pudo observar, como durante su caída,
fue invadida por unos blancuzcos y regordetes gusanos, que con gran afán la
envolvían y engullían, para cuando estuvo lo suficientemente cerca como para
tomarla con la mano, ya no había manzana, tan solo, una palpitante pelota de
gusanos que caía muy lentamente, tanto que profundizaba la sensación de
irrealidad con cada instante que transcurría, Kevin aparto su mano y el tiempo
restauro su flujo normal, vio con expresión horrorizada como la pelota de
gusanos se había estrellado contra el suelo, produciendo un chasquido, tal
como si explotaran cientos de burbujas de manera simultánea, los vio
aplastados en el suelo, aun retorciéndose, dio un paso atrás sintiéndose
aterrado pero incapaz de quitarles la mirada, un olor nauseabundo y putrefacto
lo asaltó, pensó en vomitar, pero lo contuvo instintivamente y dio unos
cuantos pasos más tratando de alejarse sin voltearse ni retirar la mirada, pero
entonces lo detuvo el contacto con algo, pensó en girarse, pero le parecía
inconcebible la idea de retirar la vista de aquel manojo de gusanos y exponerse
a que alguno de ellos, lograra librarse y le saltara encima mientras le daba la
espalda, sintió una fuerte y fría presión en su hombro derecho, y se percató
entonces, de que el lugar había sido devorado por una oscuridad y vacío
profundos, que había cometido un gran error, pensando en ser cazado por los
gusanos, le había dado una oportunidad al verdadero cazador, sintió
nuevamente el frio en su hombro que lo atenazaba y amenazaba con
extenderse a través de su cuerpo entumiéndolo, sin embargo Kevin puso todas
sus fuerzas en dar un salto hacia delante para zafarse de la mano que lo
aprisionaba, tan grande fue su voluntad que lo consiguió en el primer intento,
y se echó a correr, como si no hubiera mañana, olvidándose por completo del
terror que los gusanos le producían, ni siquiera se dio cuenta del momento en
que los gusanos que quedaban fueron aplastados por su zapato, no estaba

16
Ricardo Franco

seguro de lo que había ocurrido, pero claramente no había sido bueno, y lo


mejor era escapar, alejarse del peligro, pero tras unos cuantos segundos de
correr en la azarosa oscuridad, que se le antojaron eternos, una silueta oscura y
apenas definible apareció frente suyo, Kevin se descubrió más que asustado,
curioso por saber si tenía unos ojos vidriosos o se trataba de unos lentes,
Kevin quien se había detenido en seco ante la aparición de aquella silueta,
pensó en dar la vuelta y arrancar a correr, pero se dio cuenta de que unos
muros blancos se lo impedían, ahora se encontraba en un callejón de no más
de un metro de ancho, era obvio que lo habían atrapado, pero una idea cruzo
por su mente traviesa e infantil, extendió su mano derecha enfrente suyo
manteniéndola cerrada en un puño, mientras aquella silueta se aproximaba,
cuando estuvo en una distancia no mayor a un metro, abrió su puño dejando
caer al suelo una semilla, suelo, que inmediatamente tomo la forma y la
contextura de la tierra abonada, y gustosa se tragó la semilla, la silueta trato de
apresurarse en el momento en que se percató de la semilla pero todo sucedió
muy deprisa, y para cuando estuvo lo suficientemente cerca del niño como
para sujetarlo por la camisa, del suelo brotaron ramas apresuradas quienes lo
elevaron un par de metros en medio de su crecimiento, entonces, Kevin
tranquilamente saco una tiza de su bolsillo, dibujó una puerta en el tronco del
árbol, la abrió y la cruzo, no sin antes dedicarle una mirada y una sonrisa
pícara a la silueta que se encontraba en la copa del árbol.

6.
Jean vio con frustración desde la copa del árbol, como su presa escapaba de
manera burlona y descarada, dedicándole una caricaturesca provocación, que
le hizo hervir la sangre y que le llevó a pensar en que ahora mismo, debía
verse como un usuario recurrente de artículos marca acmé, la idea le resulto,
reconfortantemente graciosa, y le ayudo a disipar el mal humor que había
conseguido dominarlo por un momento, pensó entonces que no había prisa,
que si no había sido hoy, habría un mañana, y que lo sucedido solo había sido
un leve descuido que le llevaría a tomarse las cosas más enserio en la próxima
ocasión, y con un suspiro cerro los ojos y al abrirlos, se encontraba en el
corredor, que parecía sumergido a causa de la gran cantidad de agua que había
llegado a estancarse sin tener hacia donde correr, apresurado y sintiendo
ahogarse trato de nadar hacia la salida, pero Jean jamás había aprendido a
nadar, ni siquiera en sueños, a medio pasillo y tras tres infructuosos intentos,
se decidió por tratar de caminar bajo el agua, sosteniéndose de las paredes, no
era precisamente un correcaminos, ni tan siquiera su mejor tiempo en caminata
veloz, pero al menos estaba avanzando más que con sus intentos de nadar, tras

17
El atrapa sueños

mucho esfuerzo consiguió alcanzar la salida y escapar, al abrir los ojos se dio
cuenta que lo estaba bañando un auténtico aguacero, una tormenta de grandes
proporciones y que la agresividad del viento amenazaba con llevárselo, estaba
empapado hasta los huesos, y la fuerte brisa que más parecía un chorro de
agua a presión trataba de despojarle de su abrigo; ¿Solo un poco de lluvia, eh?
-Pensó, y liberó una risita antes de echar a correr en busca de un refugio.

18
Ricardo Franco

Historial Clínico

1.
El doctor Arango, neurocirujano de renombre era el director de junipers Hill
desde hace 14 años, el lugar se había convertido en un terreno tranquilo en el
cual el tenia jurisdicción más que suficiente sobre las vidas de sus pacientes,
los cuales eran considerados de máxima peligrosidad y esto para el significaba
en términos no tan diplomáticos, que no importaría lo que les sucediese en
tanto que no molestaran a los ciudadanos de bien, buenos, justos y asiduos
contribuyentes que alimentaban la pirámide burocrática del sistema, y eso para
él estaba bien, su tarea, tal y como él la veía, en términos generales era
bastante sencilla, debía asegurarse de que los internos de junipers Hill no
representaran un peligro para la sociedad, y esto significaba que no debía
dejarlos salir de allí nunca y mientras tanto, él podría experimentar con ellos
tanto como pudiera, podría probar, toda clase de tratamientos y a la vez, podría
complacer cualquiera de sus necesidades con los internos, y eso para él estaba
bien, el complejo hospitalario que era junipers Hill, 19 kilómetros al norte de
la ciudad, era un complejo de 3 hectáreas, de las cuales dos estaban edificadas
en un edificio robusto cuyas instalaciones constaban de un sótano y 3 plantas,
el sótano contenía toda clase de equipos médicos y cachivaches apilados que
se encontraban sin utilidad pero que podrían llegar a tenerla en un futuro, en
caso de una emergencia o de que no llegasen mejores tiempos, cachivaches,
que se habían amontonado allí con el descuido y paso de los años, el sótano
estaba distribuido en su primer punto en un gran almacén, tras este, había una
pequeña puerta que daba a un corredor que daba acceso a 3 espaciosas
habitaciones acolchadas, que generalmente usaban para sus residentes más
peligrosos, las cuales, en ese preciso momento se encontraban conteniendo a
dignos huéspedes, el corredor, estrecho y oscuro de un largo de
aproximadamente 8 metros, contaba con una sola bombilla de baja capacidad
justo en el medio, las puertas, eran grandes láminas de acero reforzado, duro y
macizo, con dos seguros externos, una pequeña ventanilla circular que
permitía mirar dentro de las habitaciones pero no hacia afuera gracias a un
efecto de reflejo en uno de los lados del cristal, poseían además una pequeña
cavidad en la parte inferior, que, al retirar un seguro y levantar una lámina,
permitía introducir los alimentos de los reclusos sin entrar en contacto con
ellos, el tiempo y la humedad del lugar, no había contribuido al bienestar
estético de las puertas, las cuales presentaban una apariencia entre mohosa y
oxidada, apariencia volátil, que parecía migrar a las paredes concentrándose
mayormente en los bordes de las puertas, el primer piso constaba de una

19
El atrapa sueños

recepción espaciosa que ocupaba gran parte del frente de la primera planta y
dos áreas comunes, una sala de descanso para los trabajadores y en posición
opuesta un área de interacción común para los reclusos, con algunos sillones,
una mesa de ping pong y 2 televisores que generalmente no lograban
sintonizar nada más que estática o caricaturas viejas a blanco y negro,
televisores que la administración jamás se propuso seriamente reparar (se
planteó un par de veces en la junta general el si debían agregarlo o no en el
presupuesto anual, pero siempre se llegaba al consenso de que sería mejor
esperar un poco más, después de todo, los cacharros esos aun servían para las
caricaturas y los deschavetados parecían muy felices y tranquilos con la
estática) en la esquina izquierda del área común había una escalera en forma
de espiral, de escalones grandes y pandos que permitía el acceso al segundo
piso, el cual también estaba dividido en 3 sectores, un área de habitaciones,
aproximadamente dos docenas de ellas, las cuales eran rodeadas por 2
corredores, el de la derecha daba a una cocina, grande y llena de diversos
utensilios, el de la izquierda daba a otra área común, mucho más espaciosa, sin
televisores, repleta de muebles y sillones completamente acolchados, con
varios cojines sobrantes regados en diversos puntos aleatorios a lo largo del
salón, justo al final, en la esquina superior derecha, se encontraba otra
escalera, que daba acceso a la tercera planta, en la cual se encontraban los
residentes con los cuales se debía tener un cuidado especial, un trato preferente
si así se le prefiere, la tercera planta estaba dividida de manera que la
distribución de los corredores y habitaciones formaba dos números 8 unidos
por la cintura, próximas a la escalera se encontraban 8 habitaciones que habían
sido adaptadas para usarse como oficinas, enfermería y depósito de
medicamentos y otros artículos habituales en el lugar tales como jeringas,
agujas, camisas de fuerza y algunos extintores, las otras 8 habitaciones
cumplían su labor original, el complejo hospitalario de junipers Hill estaba
rodeado por una extensa zona verde que hacía las veces de estacionamiento
para visitantes y empleados, cercada de manera circular, con vallas
electrificadas y que alcanzaban alturas de aproximadamente 4 metros, la
entrada principal, contaba con una portería espaciosa, en la cual siempre se
encontraban 3 guardias, dentro habían aproximadamente 20 monitores que
transmitían imágenes de las cámaras de seguridad distribuidas en puntos
estratégicos de todo el complejo.

20
Ricardo Franco

2.
Alexander Smith, era el asistente del director, un hombre delgado, de rostro
demacrado, que usaba unos jeans desteñidos, una camiseta generalmente
blanca, o que en sus mejores días lo fue, forrado en su eterna e inseparable
bata, llegó a tempranas horas de la madrugada en su pequeño twingo, justo
después del habitual cambio de guardia matutino, el guardia le vio y reconoció
su auto, salió de la caseta en la cual se ocupaban de la vigilancia de todo el
complejo, le pidió que bajara la ventanilla para poder verle la cara de cerca,
Alexander le ofreció su identificación pero el guardia le indico que no era
necesario, ya le conocía, solo procedía con su rutina y se aseguraba de que
estuviera solo en el auto y que todo estuviera en orden, Alexander le pidió algo
de ayuda para transportar unos equipos que había tomado unos días antes,
unos cuantos metros desde su auto hasta la recepción de la clínica, el guardia,
acepto sin objetar nada, indicó a sus compañeros que ya regresaría y caminó
en dirección al complejo mientras Alexander aparcaba en un lugar cercano a la
recepción, el guardia de apellido Ramírez se acercó al baúl del auto y lo abrió,
en este vio varias cajas, no muy pequeñas pero tampoco lo suficientemente
grandes como para considerárseles medianas, se cargó dos a la vez y se dio
cuenta de que estaban más pesadas de lo que en principio aparentaban, se
dirigió a la recepción y tras de sí se encamino Alexander, al entrar al edificio
Alexander le indicó que depositara las cajas en el suelo y en cuanto vio que
Ramírez se encontraba con las manos libres fingió perder su punto de
equilibrio, Ramírez, un hombre corpulento enfundado en un aparentemente
incomodo uniforme caqui demostró una agilidad poco natural y dando un paso
al frente sostuvo las cajas, Alexander habiéndose liberado las manos llevo la
mano izquierda al bolsillo de su bata, saco una jeringa y la enterró en el brazo
de Ramírez aprovechando el punto muerto que le ofrecían las cajas frente a la
cámara de vigilancia, el rostro de Ramírez fue ocupado por un rictus de dolor
silencioso y se desplomo hacia adelante, siendo arrastrado por la fuerza de las
cajas, incapaz de gritar, un mudo desespero lo entrego a la inconciencia, tras
escasos segundos de caer al piso, Alexander tomo el radio que se encontraba
asegurado a la correa en la cintura del guardia, lo accionó y habló
-chicos Ramírez se ha desplomado
-sí, lo estamos viendo señor- repuso una voz sorprendida y distorsionada,
apenas entendible a causa de la interferencia de la señal –mi compañero
Gonzales se dirige para allá, yo llamare a una ambulancia

21
El atrapa sueños

-no es necesario –se apresuró en responder Alexander- tengo todo bajo


control, recuerde que soy doctor y este a fin de cuentas es un hospital, yo
puedo hacerme cargo, solo necesito algo de ayuda para llevarlo hasta una
camilla, revisare su estado
-entendido… Gonzales ya está de camino, corto –la voz no identificada
carraspeo con un aire de duda

Tras un par de segundos llego Gonzales, un hombre de 43 años, con un


notable sobre peso, de aproximadamente 190 cm de alto, Alexander, se
apresuró en darle instrucciones para que tomara a su compañero por las axilas,
mientras él lo alzaba por los pies y lo llevaban hasta la zona común de los
trabajadores, pasaron enfrente de la resección que se encontraba vacía, al
llegar al salón que comprendía el área común, pudieron ver a el enfermero
quien se suponía debería encargarse de la recepción en el turno nocturno
acostado, durmiendo plácidamente en uno de los muebles del recinto,
depositaron a Ramírez en uno de los muebles y Alexander escondió un atisbo
de sonrisa que amenazaba con consumirlo y convertirse en una estruendosa
carcajada de satisfacción, se sacudió la sensación y procuró comportarse de
manera normal, pidió a Gonzales que se quedara un momento con Ramírez y
que despertase al enfermero, mientras él se dirigía a la recepción por un
estetoscopio, cruzo apresuradamente el corredor y en vez de dirigirse a la
recepción salió del recinto y casi corriendo fue hasta la caseta del vigilante;
Herrera quien siguió el recorrido de Alexander por los monitores, se sintió
extrañado de que el doctor se dirigiese hacia la caseta y abrió la puertecilla que
daba acceso a la pequeña sala que hacia las veces de portería y sala de
vigilancia, en primera instancia al asomarse no vio al doctor en ningún lugar y
se sintió extrañado, se giró y dio un vistazo hacia los monitores, buscando a
Alexander con la mirada en cada una de las pantallas, pero no le encontró, y
esto le sorprendió aun mas, así que tomo el radio en su cintura y fijando su
atención en la pantalla en la que se veían Gonzales, Ramírez y uno de los
enfermeros de la clínica, lo acciono
-aquí azul 1, ¿cuál es la situación? –Gonzales al escuchar el repiqueteo del
radio y la voz de su compañero se sobresalto
-azul 1, están revisando a Gonzales, parece que solo esta inconsciente, motivos
desconocidos
-azul 3, ¿Dónde se encuentra el doctor Smith?
-el doctor dijo que iría a la recepción a buscar algo y que regresaría
-mantenme informado, corto y fuera
-entendido azul 1, corto y fuera

22
Ricardo Franco

Herrera se intranquilizo, palpo con gesto ausente su revolver en la cintura, sin


mover la mirada del monitor, tenía un mal presentimiento y no sabía por qué,
una leve ráfaga de aire frio le rozo el cuello y recordó entonces que se había
dejado la puerta abierta, se giró pensando en cerrarla, en encerrarse con llave
hasta que la situación se tranquilizase o si era el caso hasta que llegara algún
supervisor y se hiciese cargo de aquella situación incomoda, relacionaba ese
mudo y amorfo temor con una experiencia que había vivido cuando tenía 11
años, había visto morir a su padre, tras un colapso sin razón aparente en el
patio de su casa mientras cortaba leña, los doctores dijeron que había sido un
infarto fulminante; su mirada, repentinamente se encontró con la de
Alexander, retrocedió un paso en medio de su sorpresa y antes de que pudiera
articular palabra Alexander blandió algo justo enfrente suyo, sintió un fuerte
fogonazo en el cuello, un ardor, llevo la mano izquierda hasta su garganta y la
derecha hacia el revolver en la funda sujeto a su cinturón, su mano, se empapo
pronto de un líquido caliente que fluía a gran velocidad, retiró la mano y la
miró incrédulo, se encontraba completamente llena de sangre, dio un paso más
hacia atrás sintiéndose mareado, se enredó con sus propios pies y cayó al piso,
aun con su mano derecha tratando de desabrochar la funda del revolver sin
éxito, la fuerza le abandonaba y solo podía ver con silenciosa impotencia la
silueta de su asesino, frente a él, bajo unas gafas de concha esgrimiendo una
sonrisa triunfal, trato de articular palabra y gritar, pero de su boca apenas y
escapo un leve gruñido que se desvaneció presuroso y con él, el último aliento
de Herrera; Alexander contemplo durante unos instantes el cadáver de mirada
vacua que se encontraba enfrente suyo, se apresuró a tomar el revolver que se
ceñía en la cintura de herrera y un manojo de llaves, después, salió del
pequeño cuarto y cerró la puerta con llave dirigiéndose hacia la clínica.

3.
Alexander caminó dando zancadas enérgicas y recorrió el tramo desde la
entrada hasta el área común del primer piso en apenas un par de segundos, al
abrir la puerta el enfermero y Gonzales le miraron impresionados por la fuerza
con la que había abierto la puerta, Alexander en menos de un segundo alzo su
mano derecha y apuntando a Gonzales disparo, un sonido grave y explosivo
llenó el salón, seguido por el golpe del cadáver de Gonzales contra los
azulejos del piso, que se derrumbó de manera estruendosa, un solo disparo
entre las cejas, un perfecto disparo acunaba la buena suerte de Alexander, el
enfermero al ver esto trato de correr hacia el fondo del salón que comprendía
el área común, pero al dar la espalda otro sonido sordo se amplifico con el
encierro en el lugar, el enfermero se desplomo, la bala había entrado a unos

23
El atrapa sueños

cuantos centímetros del hombro derecho y deshizo la clavícula al salir, la


fuerza del impacto lo arrojo, Alexander, se acercó tan aprisa como pudo, puso
su pie en la herida y llevo el cañón del arma a la cabeza del enfermero quien
profirió un grito más de temor que de dolor, Alexander susurro –estas
despedido- y como si se tratase del eco de su voz, el sonido de otro disparo
resonó en el lugar, Alexander empezó a tararear una canción mientras se
dirigía a la entrada, donde habían descargado las cajas y al pasar por la
recepción le complació oír el creciente rugir de sus pacientes, quienes habían
despertado a causa del alboroto y empezaban a llenar el lugar con una melodía
histérica, llegó hasta las cajas abrió una de ellas en la cual se encontraba una
especie de panel lleno de clavijas y cables, -tranquilos, pronto podrán
expresarse- susurró, sus labios se curvaron en una nueva sonrisa y se apresuró
a retomar el tarareo de la canción mientras habría las demás cajas.

4.
Alejandro se encontraba en el cuarto junto a Sara, ella, se hallaba tendida
sobre una camilla, la mascarilla que le suministraba el oxígeno le daba un
semblante débil y frágil, su piel se veía aun mas gris y pálida de lo que debería
a causa de la blanquecina luz del cuarto, aquel lugar era sumamente silencioso,
exceptuando los sollozos de Alejandro y el pitido que soltaba el aparato que se
encargaba de monitorear los signos vitales de la chica, Alejandro supo, desde
aquella mañana que ese no sería un buen día, supo que las cosas no irían bien,
la lluvia jamás había sido un buen presagio, pero jamás se imaginó que las
cosas terminarían así, a pesar de tenerla enfrente le costaba creer que se
encontraba en coma, y más aún le costaba por que los médicos no lograban
explicar que la había sumido en aquel sueño, ella era tan joven, tan vital,
siempre tan alegre y ahora se encontraba sumergida en un mundo de
inconciencia, era triste, le observó con un atisbo de esperanza en los ojos
pensando durante un momento que solo se encontraba dormida y que en
cualquier instante despertaría, alejó esa débil y vaga idea de su mente para no
hacerse más difíciles las cosas, ella había tenido una vida difícil, la vida había
sido bastante ingrata con ella a decir verdad, a pesar de que Sara era una buena
chica, una mujer admirable que siempre supo reponerse de sus malos
momentos, que tenía una sonrisa para brindarle al mundo la necesitara o no, y
ahora se encontraba en aquel letargo, le entristeció la idea, pero pensó con
alegre convicción en la manera en la que ella solía hablarle de sus sueños, lo
feliz que era en los mundos que veía en su cabeza, se preguntó si estaría
soñando, deseo desde lo más profundo de su corazón que así fuera, que tuviera
sueños gratos, deseó que su mente la tuviese en algún paraíso idílico y por un

24
Ricardo Franco

momento con doloroso pesar, deseó que si ese era el caso, no despertara
nunca, se odio por ese pensamiento y se dijo que quería lo mejor para ella,
pero en algún rincón de su mente, le atormentaba la idea de que no despertara,
Alejandro estaba enamorado de Sara, sabía que no era el primero, ni el único
que había llegado a enamorarse de esa dulce mujer de radiante sonrisa, pero
esperaba ser el hombre a quien ella amara, en medio de sus sollozos, y esa
nube de pensamientos poco reconfortantes, Alejandro se quedó adormilado en
la silla y finalmente se quedó dormido, acto que dio paso a un sueño.

5.
En su sueño Alejandro caminaba por un túnel muy oscuro, frio y lleno de
maleza, que hacia las paredes del túnel exhibía unas gruesas y puntiagudas
espinas, avanzar era difícil ya que la vegetación parecía sujetarle por las
mangas del pantalón y de los zapatos, escuchó el sonido de agua goteando y el
repiqueteo de la lluvia al caer en uno de los costados del túnel y se dirigió
hacia el otro, tras unos cuantos metros que le costaron mucho esfuerzo, su
avance le permitió ver un gran destello, sintió una ráfaga de aire frio y se
estremeció, pensó que el avanzar en esa dirección sería peligroso, pero no
quería seguir dentro de la oscuridad absoluta del túnel, por momentos pensaba
que la vegetación no era tal sino que lo que le retenía con fuerza era alguna
especie de criatura extraña y amorfa que pretendía mantenerlo en aquel lugar
húmedo y frio, quizá porque quisiera compañía, quizá por que pretendía
devorarlo o algo peor, así que a pesar del temor que sentía y la desconfianza
que le profirió aquella salida, hizo su mejor esfuerzo para echar a correr en
aquella dirección, al final, el recorrido fue más breve de lo que imagino a
primera vista y se encontró pronto con un gran claro y frente suyo un gran
bosque, verde, espeso, de árboles con ramas retorcidas y hojas verdes y
oscuras, de olor penetrante, olor a musgo, un bosque en el cual las raíces de
los árboles se entrelazaban y anudaban sobre el suelo, y encima suyo, la
vegetación parecía una malla de enredaderas tendida con el propósito de
atrapar a todo aquel que se atreviese a caminar allí, decidió internarse por que
sintió que algo le llamaba, algo le pedía de manera frenética que lo hiciese, y
mientras más caminaba y se sumergía en la espesura débilmente iluminada por
luces endebles y resplandores de hojas cada vez menos constantes, se
acrecentaban el número de espinas y la espesura de la vegetación en el piso,
aquel lugar se hacía cada vez más aterrador, cada vez se hacía más oscuro y el
olor a humedad y moho se acrecentaba, quería irse, pero algo le impulsaba a
avanzar, como si su vida dependiese de ello, tras unos minutos de caminata se
sintió cansado y llevo su mano izquierda contra el tronco de un árbol para

25
El atrapa sueños

apoyarse y recuperar el aliento, sintió entonces un tacto que le hizo retroceder,


que en principio le asusto por el simple hecho de no ser lo que su mente
esperaba y después le aterro por el entendimiento de lo que este significaba,
dio un paso a un lado y girándose para observar el árbol con cautela, le invadió
el asombro, en el tronco de aquel árbol, atado con maleza y sujeto al tronco
con algunas ramas se encontraba un cuerpo humano, no un cuerpo, una
persona, se encontraba completamente inmóvil y con los ojos cerrados, no
daba la impresión de estar respirando, pero a pesar de ello estaba seguro de
que estaba viva, vio moho cubriéndole el rostro, y una pequeña enredadera
entre mezclándose con su cabello y entonces pensó que se trataría de una chica
por la larga cabellera que esta ostentaba, una mujer joven, arremetió contra el
árbol y con sus manos trato de forzar las ramas y las enredaderas que se
cernían alrededor de la chica, mientras gritaba –hey, despierta, despierta voy a
sacarte de aquí- se llenó de desespero e impotencia al darse cuenta de que no
lograba hacer ceder las raíces y que los tallos de la enredadera no se
reventaban ni aflojaban por más que el hiciese fuerza, la chica, mucho menos
despertaba, no le escuchaba respirar ni sentía los latidos de su corazón pero
tenía la certeza de que esta se encontraba con vida, llevo las manos a sus
bolsillos afanoso, buscando algo con que pudiera cortar los tallos, unas llaves
o si su suerte se lo permitía una navaja, la navaja que le había regalado su
padre en la navidad pasada, pero sus bolsillos estaban vacíos, llevo su mirada
en derredor buscando algo en el suelo que pudiera servirle, una roca talvez y lo
que le descubrió le dejo atónito, hasta el momento no había pensado en algo
similar pero cabía aclarar que era algo que debía considerarse al encontrar a
alguien en una situación así, y era que no fuese la única, enfrente suyo, se
extendían mas arboledas prisiones que contenían a varias personas, en la
misma condición que la primera, algunos tenían más musgo que otros, otros
tantos derramaban lágrimas de sus ojos cerrados dando fe de una silenciosa
tristeza que le helo el corazón a Alejandro; siguió avanzando e internándose
aún más en el bosque mientras observaba tan aterrorizado como fascinado las
personas en aquel lugar, y entonces, la fascinación desapareció al divisar entre
los rostros un rostro conocido y un desesperado horror lo asalto de nuevo, Sara
se encontraba entre los prisioneros de la arboleda, a una distancia prudencial
de los otros y ella no se encontraba fija a un árbol sino enlazada y apretujada
por tres de ellos, las ramas de dos de los arboles la habían agarrado por las
muñecas y se extendían enrollando los brazos, dando un nudo extenso en los
hombros y finalmente entrelazándose en el pecho y espalda de la chica, el otro
árbol, había extendido sus raíces desde detrás suyo y sujetándola por los
tobillos había enrollado sus piernas y a la altura del abdomen, subía

26
Ricardo Franco

dividiéndose en una bifurcación en la que cada rama llegaba a asegurar y


anudar sus hombros dando finalmente, una vuelta en el cuello para
entrelazarse, tenía barro en la cara y el musgo parecía empezar a crecer en una
pequeña zona de su mejilla derecha –Saraaa!!!- grito desesperado, se dirigió
corriendo hacia ella, tropezó con las abundantes raíces de los árboles que se
extendían en el suelo, precipitándose sinuosos desde la tierra fresca, húmeda y
fértil, se tambaleo un poco pero con un agitar de brazos que más pareció un
aleteo consiguió mantener el equilibro, se abalanzó sobre las raíces, aplico
tanta fuerza como podía para tratar de reventarlas o hacerlas ceder tan siquiera
un poco, pero no lo logro, sus pensamientos eran una mezcla confusa que
remolineaban en una especie de tambor de cuero, mientras la sensación de
irrealidad le aporreaba, estuvo consciente de que se había quedado dormido,
de que era un sueño, pero no se lo parecía, al menos no en sentido estricto,
todo contenía demasiado detalles y sensaciones como para que no lo fuese,
siguió aplicando fuerza mientras trataba de evocar cualquier oración o forma
de súplica que pudiese usar para implorar ayuda divina, pero siempre se
interrumpía con juramentos y maldiciones que le asaltaban en medio de su
impotencia, cada vez era más consciente de que el no poseía el medio para
liberarla y la idea le ardía en el pecho, un ardor desagradable y vacío que le
hizo sentir lágrimas en los ojos, su visión, se encontró acuosa por un momento
y entonces escucho un susurro que parecía solo la brisa entre los árboles, pero
a la vez era una voz que sonaba sumamente familiar, retrocedió sobresaltado y
se encontró con Sara mirándole, con su rostro que se empezaba a llenar de
musgo y enredaderas, con algunos pequeños terrones de tierra y manchas de
barro, pensó que se desmayaría por la tristeza, pero resistió, ella le miró con
una expresión llena de gran pesar.
-Alejandro- dijo ella, hablando de manera pausada, con tono bajo, procurando
no profanar la silenciosa intimidad de aquel bosque
-no digas nada, te sacare de aquí pronto- se apresuró a decir el, pero ella le
miro con una profunda compasión que le dolió en el alma, retiró sus ojos de
aquella mirada y se dispuso a arremeter de nuevo en contra de las raíces, pero
ella lo detuvo
-no es necesario que te pelees torpemente con esta raíz- suplico ella
-pero tengo que sacarte- alego el sin abandonar su trabajoso intento
-es inútil, no podrás, tú no tienes poder aquí- ella hablo de manera tranquila
pero denotando cierto pesar en sus palabras y a la vez una gran lentitud
Alejandro dio un gran puñetazo en contra de la raíz que le aprisionaba desde
su brazo izquierdo, se enjuago las lágrimas que ocupaban su rostro con el
dorso de la mano y le miro a los ojos de manera inquisitiva –¿entonces quien

27
El atrapa sueños

tiene poder aquí?- la expresión de Sara se ilumino y dejo escapar un leve


atisbo de sonrisa que le devolvió el animo a Alejandro, vio en sus ojos un
brillo de alegría y se sintió tonto y confuso, sin tener la menor idea de que
pasaba ni tampoco ganas de averiguarlo
-mi Alejo, es complicado, tengo que explicártelo, por eso me esforzado en
traerte aquí- su tono contenía una ternura radiante y fina que parecía endulzar
cada palabra, Alejandro sintió maravillarse por el tono de su voz, pero pronto
termino de asimilar lo que ella acababa de decir y con doloroso esfuerzo alejó
la idea de su mente y dio paso a lo verdaderamente importante
-¿Qué tienes que explicarme? ¿Qué es este lugar?- se sintió sobresaltado y
colérico a la par que con su manos abiertas y sus brazos extendidos señalaba el
lugar, con tono paciente y delicado, como si lo que dijese tuviera el poder de
hacer que el la odiara susurro bajando la mirada –hay algo que necesito que
hagas por mí- y tras un instante breve y pesado la alzo de nuevo y encaró sus
ojos oscuros y centelleantes.

6.
El doctor Arango llego a junipers Hill en su camioneta sobre las 6 de la
mañana de aquel día, en el cual, el roció matutino amenazaba con convertirse
en llovizna, le hizo sentir incomodo no escuchar la voz de alguno de los
guardias a través del altavoz de la caseta de vigilancia de la portería, el que no
hubiera salido ninguno de ellos y le saludara con su habitual gesto matutino
mientras intercambiaban comentarios sobre el clima y el enseñaba su
credencial, pero, pensó, que talvez se habían saltado esas formalidades porque
se encontraban sobre agotados y su vieja Chevrolet era ya reconocible para
aquellos que llevaran más de un año trabajando en la seguridad del lugar, se
dijo, que, seguramente se encontraba paranoico debido a la pesadilla que le
despertó a avanzadas horas de la noche y no le permitió conciliar el sueño, no
estaba seguro de que se trataba, apenas y lograba recordar una vaga sensación
a persecución, encierro y un aroma a cables quemados, ya despierto no lograba
evocar la imagen completa de lo que había sido su sueño, pero ya despierto se
encontró sobresaltado, asustado e incapaz de conciliar el sueño nuevamente,
durante algunas horas lo intento dando vueltas y vueltas sobre su cama de
viudo, que tiempo atrás, había sido un lecho matrimonial que compartió con su
difunta esposa durante casi 15 años, la recordó a ella y pensó en cuanto la
añoraba, cuanto la amaba a pesar de que era más el tiempo que llevaba muerta
que el que había compartido con ella, sus sentimientos hacia ella se
encontraban intactos, por un momento sus temores se disolvieron, le invadió
una profunda tristeza y lloro, durante casi una hora, hasta que ya no tuvo más

28
Ricardo Franco

lagrimas que derramar y se levantó indeciso e inseguro, con la necesidad de


alejarse de la cama y a su vez del recuerdo de su difunta esposa, pero
completamente aterrado ante la oscuridad que llenaba el lugar, sin entender
porque y en un impulso claramente irracional decidió que no quería tampoco
la compañía de la penumbra, encendió las luces de su apartamento y dio
vueltas por él, tratando de distraer su mente pero lo asaltaba la nostalgia o el
miedo, ahora, tras el volante de su vieja Chevrolet, se sentía un poco mejor,
más asustado que melancólico, pero mejor, pensó que era una tontería temerle
a nada, el pensamiento le resulto tan poco profesional que le pareció gracioso,
bajó de la camioneta liberando una pequeña sonrisa, inocente y espontánea,
después sintió un fuerte golpe en su cabeza y con un breve ardor, el mundo se
desvaneció en la reconfortante penumbra de la inconciencia.

29
El atrapa sueños

El espectáculo del circo.

1.
La noche era cálida, bañada con una brisa fresca y la ciudad se alzaba enfrente,
iluminada por un radiante cielo estrellado, contemplar aquellas noches hacían
sentir muy a gusto a Santa, pero esta seria otra más de las tantas que se
perdería, se le había encomendado una misión y este habría de cumplirla, él
era todo un profesional, y daba prioridad a cumplir sus deberes antes que
complacerse, aunque generalmente, su trabajo, era su mayor complacencia,
entro en la ciudad sobre su moto, una honda de gran cilindraje completamente
negra, salvo la cavidad de los faroles, que en el frente resaltaban como si se
tratase de unos ojos extravagantes de alguna criatura que solo se movía en la
oscuridad de la noche, condujo a baja velocidad y de manera silenciosa,
pensando en esa cara tranquila que le ofrecía el urbe, pero muy seguro de que
el ajetreo era mayor del que se permitía rebelar a los visitantes; se detuvo
entrando al área comercial, retiró su casco y la pobre iluminación urbana le dio
un toque de imponencia, sus ojos verdes como esmeraldas se rasgaban en la
mitad por una pupila que más parecía propia de una víbora que de un ser
humano, su cabello corto se encontraba empapado por el sudor, recibió la fría
brisa nocturna con gran jubilo, cerró los ojos e inhalo una gran cantidad de
aire, lo contuvo algunos instantes y después exhaló, movió la lengua en su
boca como si saboreara algo y efectivamente lo hacía, era el sabor de su presa,
se colocó nuevamente el casco y avanzo de nuevo con una lentitud silenciosa
sobre su moto, mientras en aquella ciudad llena de locos, Sara libraba una
batalla en sueños, Alexander cargaba su twingo, el temor y la pesadumbre de
la pesadilla despertaban al doctor Arango y en algún sitio, 2 hombres robaban
una juguetería.

2.
Toymaker y Candyman se encontraban en una juguetería del distrito
comercial, dedicada a la construcción y reconstrucción de ciudades, lugares,
actividades y pequeños modelos a escala de algunos motores y vehículos,
todos ellos construidos con paneles, bloques y piececillas montables y
desmontables, estaban llenando dos grandes mochilas con el contenido, habían
observado maravillados el lugar en más de una ocasión, y hacía ya, casi un
mes que se habían decidido a esperar una noche adecuada para infiltrarse en el
centro comercial y tomar todo lo que pudieran de aquella juguetería, durante
ese tiempo, estuvieron analizando y memorizando múltiples factores para su
gran golpe, factores tales como la ubicación de las cámaras de seguridad, las

30
Ricardo Franco

posibles salidas y adonde conducían cada uno de los pasillos del edificio de 5
pisos, finalmente, habían optado por ingresar en las horas tempranas de la
noche, a escasas horas del cierre del centro comercial, y esconderse en los
baños hasta que cerraran y se olvidaran de que ellos estaban ahí, les había
parecido un plan brillante, y posiblemente hubiera funcionado, si en su intento
de pasar desapercibidos no se hubieran comportado tan llamativos como para
que la seguridad se mantuviera al pendiente de ellos, y se les hiciera
seguimiento por las cámaras de seguridad, a la hora del cierre,
aproximadamente 4 guardias habían ido a comprobar por que no salían del
baño, Toymaker, hacía muchos años que había adquirido un razonamiento
hábil pero infantil, se sintió en verdad deprimido al ver que su plan no había
funcionado, mientras los guardias les sacaban a empujones del baño,
Candyman pensó en subirle el ánimo, introdujo las manos en sus bolsillos y
saco un puñado de gusanos de goma con sabor a frutas y recubiertos por
abundante azúcar, a Toymaker aquella imagen le hizo sonreír, lo que conllevo
también a que Candyman sonriera, en algún punto sus sonrisas empezaron a
deformarse en risas, y después, dieron paso a sonoras carcajadas, sonido
estridente y escalofriante que hizo estremecer a los guardias, uno de ellos
zarandeo a Toymaker y le incito a callarse con la amenaza de golpearlo, el,
asumió entonces una autentica expresión de terror infantil, que molesto
profundamente a Candyman, quien se sentía responsable por él, así que arrojó
la manotada de gusanos contra el guardia que zarandeo a Toymaker, pronto
estos ante la mirada estupefacta de los presentes, incluido el propio
Candyman, empezaron a crecer hasta conseguir una longitud de al menos un
metro y envolvieron al guardia, oprimiéndole, asfixiándole y rompiéndole
varios huesos, el terror y el desespero invadió a los guardias, quienes en un
intento inútil se abalanzaron sobre los gusanos de goma tratando de liberar a
su compañero, Candyman introdujo las manos en sus bolsillos nuevamente y
susurró –no se peleen, hay suficiente para todos- y lanzo dos puñados más de
gusanos de goma cubiertos con azúcar que al igual que sus antecesores
crecieron y envolvieron a los guardias, Toymaker y Candyman se dirigieron
entonces hacia la juguetería, con sus grandes y vacías mochilas dispuestas a
llenarlas con todo lo que quisiesen, mientras tanto, un hombre en medio de un
ataque de pánico, quien observaba la situación a través de unos monitores en
algún recóndito lugar seguro, llamo a la policía.

31
El atrapa sueños

3.
Santa solía ir despacio para evitar que su moto hiciera ruido y alertase a sus
presas, no le importaba el retraso y la molestia que esto representaba, en su
lento pero seguro avance escuchó el sonido de patrullas y vio pasar una de
ellas a gran velocidad a un lado suyo –menudo jaleo- murmuro en el interior
de su casco y accionó a fondo el acelerador, sin importarle ya el ruido y un
poco molesto, no le permitiría a nadie que tocara sus presas, era sencillamente
inconcebible, no solo porque le hubieran advertido que se metería en
problemas si el asunto llegaba a ser público, sino también, por que le
molestaba que le quitaran sus presas, cuando diviso el centro comercial, paró
en seco, se encontró con una gran cantidad de patrullas de policía cerrando
aquella calle, trató de rodear el bloqueo, pero este se extendía alrededor de
todo el edificio, calculaba que habrían ahí por lo menos unas 50 patrullas – se
les habría acabado el café- se dijo y contuvo una carcajada con un sonido
forzado que amenazo con delatarle, o al menos lo hubiera hecho si estuviera
tan cerca como para ser escuchado o si fuera participe de alguna conversación
que no fuera consigo mismo, Santa, era un hombre carismático, muy sociable,
pero le encantaba la soledad, le encantaban las conversaciones que entablaba
consigo mismo y sus malas bromas que nadie escuchaba, sabía que era parte
de estar loco, y dio gracias por estarlo, sin saber con certeza a quien, aunque lo
intuía; estacionó su motocicleta dos calles al sur del centro comercial, tras la
escalera exterior de un edificio y emprendió la marcha de regreso, pensó en
escabullirse bajo las patrullas que bloqueaban la calle, ingresar al edificio
contiguo, subir al segundo o tercer piso y abrirse una entrada preferencial,
pero, cuando tuvo a la vista una de las patrullas el sonido de una explosión
retumbo en la ciudad y un destello anaranjado pareció convertir la noche en
día durante un breve instante, le lleno una sensación de asombro que se le
antojo graciosa, liberó una sonrisa frágil y breve pero muy emocionada, el
asombro se disolvió apresuradamente y hecho a correr hacia la patrulla.

4.
Toymaker y Candyman estaban realmente asustados, las cosas se habían salido
de control, había una gran cantidad de policías rodeándolos y apuntándoles
con sus armas, Toymaker, al ver la expresión de terror en el rostro de su
compañero decidió hacer algo, llevo las manos al bolsillo frontal de su
jardinera y saco varios cochecitos de cuerda, ante las miradas asombradas y
nerviosas de los policías que les ordenaban que pusieran las manos en alto (de
esto último Toymaker no estaba muy seguro, pensaba haberlo soñado, sentía
las voces muy lejos, como si el sonido le llegara a través del agua) dio un par

32
Ricardo Franco

de giros a las perillas de cada coche y las retiro poniéndolos en el suelo, los
coches emprendieron a toda velocidad la carrera hacia los policías y estallaron
con sonoras explosiones y burbujas anaranjadas de fuego, que llenaron el
recinto de un calor sobrecogedor, calor que provoco que algunos de los
cristales de las tiendas estallaran, Toymaker y Candyman retrocedieron
algunos pasos profundamente asustados por el fuego, que les irradiaba un
calor sofocante que amenazaba con calcinarlos
-que calor- dijo con voz queda y asombrada Toymaker sin apartar la mirada
del fuego
-sí, compañero, es por el efecto invernadero- sentenció con suma seguridad y
con la mirada enfocada en las llamas; Toymaker, con expresión seria se volteo
para preguntarle con mirada inquisitiva
-¿efecto invernadero? ¿Qué es un efecto invernadero?- Candyman le miro de
reojo y sin estar muy seguro de que contestar, trató de darle solemnidad e
importancia a sus palabras y procuro explicarse con parsimonia
-sí, el efecto invernadero es como si la tierra fuera un invernadero gigante,
unos seres del espacio nos plantaron aquí hace millones de mucho tiempo y
pronto vendrán a recoger la cosecha- Toymaker abrió la boca en un gesto de
admiración y asombro tanto por su compañero como por aquello que acababa
de revelarle, pero su expresión no duro mucho, y su rostro se tornó en una
expresión de incredulidad y duda
-¿y eso que tiene que ver con el calor?- inquirió Toymaker
-¿calor? ¿Qué calor?- pregunto con autentico asombro Candyman
-pues el calor producido por el efecto invernadero- repuso muy seguro
Toymaker
-aaaa sí, es verdad está haciendo mucho calor, larguémonos de aquí- respondió
con aires de epifanía Candyman y se pusieron en marcha, sujetando las
mochilas y dirigiéndose de forma apresurada hacia una de las salidas del
centro comercial, desde el pasillo divisaron que fuera habían más policías y
coches patrulla, Toymaker sacó del bolsillo de su jardinero otro carro de
cuerda, retorció la perilla durante más tiempo que con los otros y lo soltó en
dirección de las patrullas, el cochecito corrió discreto y aprisa con un tintineo
que se perdía entre los zumbidos de las radios y los sonidos ocasionales de
sirenas y conversaciones, a mitad de la calle tras haber recorrido un largo
trecho, se estrelló contra el lustroso zapato de un policía y una fuerte y
radiante explosión surgió en medio de esa calle, con su ruidoso emerger
amenazo la oscuridad latente y durante un momento la convirtió en día;
Toymaker y Candyman escucharon a sus espaldas que alguien les gritaba –
Quietos o disparo- instintivamente echaron a correr y como si solo se tratase

33
El atrapa sueños

de un juego, empezaron a reír, varios disparos empezaron a resonar en el


recinto, Toymaker metió entonces las manos en el bolsillo de su jardinera y
saco a repetidos manotazos canicas que soltó en el piso a la vez que corría sin
pensar en detenerse para esparcirlas, dio media vuelta hacia unas escaleras
junto con Candyman y empezaron a subir por ella agachados y cubriéndose
con los bordes, riéndose, mientras escuchaban los juramentos y maldiciones
que soltaban sus perseguidores al resbalar con las pequeñas esferas repartidas
por el azar de Dios en los corredores por donde Toymaker o la física las
habían llevado.

34
Ricardo Franco

5.
Santa se deslizó a través del agujero dentro de los dos edificios, daba a un
corredor de servicio, de esos a los generalmente solo tienen acceso los
empleados del centro comercial, entró y caminó un par de metros fijándose en
las paredes con la esperanza de encontrar un mapa o una puerta y así evitarse
el tener que abrir otro agujero, tenía recursos suficientes y en esta situación el
pasar desapercibido no era difícil, ya que toda la atención estaba centrada en
sus presas, sencillamente Santa era un hombre perezoso, a quien le gustaba
posponer muchas cosas, principalmente las tediosas o que sencillamente, no
lograban resultarle divertidas, el volar cosas o destruirlas, no entraba en la lista
de pasatiempos de Santa y por eso solía posponer las situaciones en las que
tenía que hacerlo, al final, solo recurría a ellas si era absolutamente necesario,
pero volar y destrozar personas era otro cantar y de hecho, la principal razón
por la que había aceptado ese trabajo como sabueso de los militares; divisó al
fin, 3 metros a su izquierda por el pasillo una puerta, se apresuró y de una
patada la abrió, avanzó a través de ella con una sonrisa complacida y triunfal,
dándose aires imponentes bañado en una sensación de superioridad e
importancia, entonces, enfrente suyo, casi desafiando sus capacidades, pasaron
Toymaker y Candyman corriendo con toda velocidad y dejando tras de sí una
gran cantidad de canicas que parecían desbordarse de sus manos, Santa se
sintió patético e impotente mientras veía alejarse a sus presas, dio unos pasos
más hacia delante y escucho una voz que le ordenaba algo, o lo intentaba –
quiet- antes de resbalarse en una canica y caer estruendosamente sobre su
espalda, Santa contuvo una carcajada con el grotesco sonido del aire
filtrándose a través de la comisura de sus labios, y con pasos cuidadosos y
agiles para evitar las canicas, emprendió la persecución de su presa; le costó
poco tiempo (cosa que le hizo sentir muy orgulloso) el llegar a las escaleras,
sorteando las canicas que se encontraban en abundantes y peligrosas
cantidades diseminadas por el largo pasillo, las escaleras las subió a toda
velocidad saltando de dos y tres escalones a la vez con cada paso que daba, y
lo hacía con una ligereza y agilidad claramente sobrehumanas, desde el borde
de la escalera, barrio el tercer piso con la mirada, escucho unas risillas y
susurros, pensó en lo interesantes que eran estas presas y lo chalados que
estaban todos aquellos que participaron del proyecto azul, incluido el, se
dirigió con pasos silenciosos hacia el mostrador de la cafetería de un cinema
de donde provenían las risas y los murmullos, dio un apresurado salto sobre la
barra y extrajo el cuchillo que llevaba en su cinturón dispuesto a disfrutar un
poco de sangre y gritos, más tarde se explicaría diciendo que había tenido que
defenderse, pero tras el mostrador no había nadie, tan solo había un pequeño

35
El atrapa sueños

mono de peluche que daba la impresión de susurrar y liberar risitas ahogadas,


a Santa le pareció gracioso, dio muestras de un excelente sentido del humor y
bajo el lado en el que se encontraba el mono, escucho el sonido de
estruendosas pisadas aproximándose, supo entonces que estaría rodeado por la
policía dentro de poco y en un arranque de ira, pateó al mono con todas sus
fuerzas, y en un instante muy breve lo vio dando volteretas en el aire, justo a
tiempo, para percatarse que justo debajo del mono había un reloj haciendo una
cuenta regresiva que en aquel instante cambiaba del 3 al 2, Santa
inmediatamente corrió en dirección contraria con toda la fuerza y velocidad
que fue capaz y verdaderamente aterrado por primera vez en su vida, saltó
sobre el borde del mostrador y dio un salto hacia delante justo en el momento
que la bomba estallaba y una gran bola de fuego crecía en el tercer piso
consumiéndolo todo, una cortina de fuego impulsada por la onda de la
explosión lo alcanzo antes de que callera al suelo y lo hizo estrellar contra una
pared que se encontraba 5 metros enfrente, se sentía aturdido y un olor a pelo
quemado le hizo estremecerse, se sintió cocinarse por el calor y
desesperadamente intento quitarse su chaqueta porque en medio de la
confusión llego a creer que esta estaba en llamas, afortunadamente para él, no
lo estaba y lo que le llevo a salir de su estado de confusión fue el punzante
dolor en su brazo derecho y la mano, parecía que se los había fracturado en el
choque contra la pared, se incorporó y se recostó contra la puerta de acceso a
una de las salas, jadeante y adolorido –menudos chalados- se dijo y soltó una
carcajada.

36
Ricardo Franco

La última gran estrella del rock

1.
El doctor Arango se encontraba atrapado en una camisa de fuerza, con la que
forcejeaba fútilmente, si alguna vez tuvo dudas sobre la efectividad de estas
para retener a un paciente agresivo, seguramente su experiencia le habría
permitido descartarlas, había despertado aproximadamente una hora antes, se
encontraba tendido en el piso, la cantidad de equipos médicos arrumados y el
olor a antiséptico mezclado con el de la humedad, le habían confirmado que se
encontraba en el sótano de Junipers Hill, pero la iluminación era muy fuerte y
brusca, no había bajado a aquel sitio en varios años, pero se sentía seguro de
poder afirmar que jamás fue tan fuerte, casi tanto como que el sentimiento de
sofoco propio del encierro del lugar se había acrecentado, posiblemente
porque el espacio libre había sido ocupado por mas cajas, camillas y sillas de
ruedas arrumadas, dejando menos espacio que la última vez que él había ido a
visitar a su paciente especial, el pensar en ella le aterro, dirigió su mirada hacia
el pasillo al final de la estancia y tuvo la certeza de que en cualquier momento
ella aparecería y se abalanzaría sobre él, queriendo cobrarle con sus uñas y sus
dientes tantos años de tortura, dedico mucha más energía al forcejeo con la
camisa tratando de liberarse, al final desistió y trató de ponerse en pie, cosa en
la que no tuvo mejor suerte, cuando empezaba a llenarse de resignación y
llegó a considerar la idea de gritar pidiendo ayuda a pesar de lo aislado que
podría resultar el sótano, escuchó el sonido de un portón metálico, seguido por
algunos pasos lentos y sonoros –los pasos de la muerte- pensó, hizo acopio de
valor y trato de pensar en algún tipo de oración, se lamentó entonces de haber
sido ateo toda su vida, por lo menos hasta aquel momento, trato de recobrarse
y se sintió profundamente estúpido, al considerar que alguna fuerza
sobrenatural y divina podría ayudarle, aquel pensamiento, no le hizo sentir
mejor, los pasos se sintieron más próximos, invadido por el temor, cerro sus
ojos con tanta fuerza que sus parpados empezaron a dolerle, entonces escucho
una voz tan familiar, que le hizo sentir un alivio instantáneo y cálido, a pesar
del tono maliciosamente burlón en el que esta emergía
-¿Qué tal el piso, cómodo?- tras la pregunta, aquella vocecita se deformo en un
gorjeo de risitas entre mezclado con pasos claramente más cercanos a cada
instante
-Alexander ¿eres tú? O santo cielo, pensé que….- corto en seco la frase,
cuando el alivio dio paso a la razón y la razón deformo de nuevo todo en
terror, no podía estar seguro, pero aun así tenía la certeza de que Alexander era
quien lo había dejado inconsciente, mientras sentía el sonido de los pasos cada

37
El atrapa sueños

vez más cerca, trato de pensar una razón para que el hiciera algo así,
finalmente, su mente evocó la imagen del pasillo que se encontraba al final de
la estancia, a solo unos cuantos pasos de él, no le quedaban dudas, ella había
conseguido influenciarle, pensó en lo gracioso que le resultaba no haber
imaginado que su venganza vendría así, pero en vez de reír, algunas lágrimas
se le escaparon de los ojos, trato de contenerlas, sintió como unas manos lo
sujetaban del hombro y de uno de los brazos enfundados en las mangas de
aquella camisa de fuerza, y le enderezaban para que se sentara, el movimiento
fue brusco y lleno de energía, le dejo aturdido y mareado algunos instantes,
encaro a Alexander a través de la ventana acuosa en sus ojos y encontró la
mirada perdida y vacía que él conocía también, la mirada de un demente, de un
loco, esto le lleno de nuevas lágrimas, que fluyeron con más constancia que las
anteriores, en esta ocasión no hizo esfuerzo para contenerlas, lloró en silencio
-¿Por qué?- la pregunta escapó de su boca con una voz apenas audible y entre
cortada, trató de decir algo más, pero su lengua no se movía, le abandonaban
las fuerzas y quiso llorar y gritar como cuando era niño, el recuerdo le pareció
sumamente claro, pero se distorsionaba en destellos de luz de neón y le
mostraban un cuarto, en él se encontraba una niña tumbada en una camilla,
sujetada por correas de cuero en piernas y brazos a la camilla, se encontraba
desnuda y gritando, él estaba allí y estaba….
-sí, exacto, porque es tu culpa y lo sabes- Alexander torció sus labios en una
sonrisa mordaz y feroz
-no…yo quería- la voz de Arango se resquebrajo y antes de que pudiera
continuar, Alexander lo interrumpió con un tono eufórico y vivaz
-sí, sí, tú querías y te serviste, hiciste todo para obtener lo que querías, has sido
un pequeño muy malo-
-no… yo he hecho todo cuanto creí lo mejor- las palabras que pronuncio y su
propia voz insegura y asustada le devolvieron el ánimo y con mucha más
fuerza concluyo –he hecho todo durante toda mi vida por un mundo mejor- le
impresionó la seguridad con la que había podido lanzar aquellas palabras, se
dio cuenta de que se sentía mucho mejor y que ya no lloraba, pero los ojos le
pesaban y le ardían, Alexander apagó su sonrisa y remplazo con una mueca su
expresión por una de cínica compasión, se mojó los labios con la lengua
mientras le miraba fijamente -¿crees que has hecho un mundo mejor?- las
palabras salieron de la boca de Alexander en un tono paciente y tranquilo,
como queriendo que un niño se diera cuenta de su error, pero contrario a lo
que esperaba lograr Alexander, la voz de Arango se llenó de fuerza y recobró
el tono autoritario que había forjado con los años –sí, y no solo creo que he
hecho un mundo mejor, llevo más de 30 años dedicando mi vida a que las

38
Ricardo Franco

personas sean mejores y no voy a permitir que un jovencito como tú me


cuestione- Arango se sorprendió al ser interrumpido por la carcajada a todo
pulmón que había liberado Alexander y se quedó incapaz de seguir hablando,
sintiéndose tonto al no saber porque se reía y sintiéndose molesto porque
sospechaba que se reía de él, con expresión seria e incrédula observaba a quien
había sido su asistente durante muchos años, pensando en que la locura que se
representaba ahora era fruto de años y años de incubación y preguntándose
como no se dio cuenta antes, todos estos pensamientos se dispersaron en su
mente y su atención se fijó de nuevo en los ojos de Alexander quien
prácticamente usaba su voz como catalizador –crees que has hecho mejores
personas? Jajajjajjaja- Alexander hablaba de manera histérica dando pequeñas
pausas entre frases, pausas en las cuales le invadía una risa fuerte y estridente,
carcajadas que más que llenas de júbilo parecían llenas de rabia y desolación –
mírame jajajajjajjaj- Arango desplazo su mirada hacia el piso sintiéndose
culpable y derrotado, empezaba a rebuscar unas palabras de disculpa en su
mente confusa y revuelta cuando sintió que unas manos ásperas y grandes le
sujetaban la cabeza, una a cada lado de la cara, le forzaban a mirar en
dirección al frente, a los ojos vacíos y trastornados de su interlocutor, por un
momento, pensó que se trataban de las manos de ella, agradeció que no lo
fuesen –MÍRAME!!!!!- grito Alexander con brutalidad y enojo, su ira se había
condensado en una furia animal, un sobre salto reflejado en su voz y sus ojos
inyectados en sangre, un instante después Alexander pareció recuperar la
compostura, en sus labios se postro una sonrisa tímida y susurró sin soltar a
Arango –nosotros somos el resultado de tu esfuerzo, y el mundo debe verlo-
Arango se estremeció y se echó a llorar una vez más.

2.
Jean cerró la puerta tras de sí al entrar, dejo el paraguas en una esquina justo
detrás de la puerta para que se escurriera, vio su cuarto vacío y frio, sintió el
aroma a incienso de canela y humedad mezclados en el aire, estaba en casa,
era ese su hogar pero se sentía profundamente solo, tenía sus cosas allí, pero lo
sentía tan vacío, se quitó los zapatos y se dirigió al cuarto de baño, se desnudó
y se metió en la ducha, tratando de evocar algún buen recuerdo, algún
momento en el que él no se hubiera sentido abandonado por el mundo, quiso
pensar en sus amigos, si es que alguna vez los tuvo y se sorprendió,
descubriendo que, las únicas personas por las cuales sintió alguna vez simpatía
habían muerto por lo menos un siglo antes de que el naciera, le entristeció
pensar que lo más cerca que estuvo de mantener una conversación con alguno
de ellos había sido el leer sus obras, se quedó bajo el agua fría de la regadera

39
El atrapa sueños

que le empapaba a la vez que le aturdía, recordó esos sueños extraños que le
invadieron cada noche durante una semana meses atrás, sueños en los que un
hombre le decía que debía fortalecerse, en las que le enseñaba a usar sus
facultades psíquicas y que se le encomendaba usar su poder para construir una
mejor versión del mundo, se preguntó por la identidad de ese hombre, quiso
saber qué pensaría el de cómo estaba haciendo las cosas para hacerse
poderoso, le echó de menos, se sintió inmensamente perdido y lloro un rato,
bajo el agua de la regadera, sin siquiera moverse.

3.
Alejandro se encontraba encerrado en su habitación, enfundado en su sudadera
gris completamente empapada, sentado en el piso frente a un vaso de plástico
con agua hasta la mitad, apuntaba su mano izquierda con los dedos extendidos
hacia el vaso sin tocarlo, y le miraba con los ojos entre abiertos mientras
apretaba los dientes y los músculos del brazo, temblaba por el frio y se sentía
tonto, tras unos instantes Alejandro se levantó con expresión iracunda, dio
unos cuantos pasos de un lado a otro de su habitación, finalmente se volvió
hacia el vaso y se dispuso a darle una patada, pero la contuvo en el aire, se
sentía tonto, sabía que lo que había sucedido había sido real, pero una parte de
si se negaba a creerlo, sabía lo que debía hacer ahora pero se encontraba
asustado y se pensaba incapaz de poder completar la tarea que le habían
encargado, pensó en Sara, dio nuevamente algunos pasos en su habitación,
hiendo de un lado para el otro sin dirigirse a ninguna parte y le entristeció
profundamente el no tener la voluntad suficiente para hacer algo de utilidad,
trató de tranquilizarse y se sentó nuevamente delante del vaso, asumió la
misma posición, y entonces vio como el agua dentro del vaso empezaba a
vibrar levemente generando algunas hondas en el agua y esto le alegro, se
sintió enérgico, quiso gritar, se levantó para hacerlo y en ese momento se dio
cuenta del estruendoso ruido de guitarras y bajos que inundaba el lugar, vio el
vaso y lo vio vibrar cada vez con más fuerza mientras el agua en su interior
empezaba a chapotear con el sonido que se acrecentaba, Alejandro se sintió
frustrado y en un arranque de ira pateo el vaso con toda su fuerza, intentó
alcanzar el vaso que volaba por los aires con su mano, en un instante en el que
su racionalidad fue más fuerte que la furia y el vaso regreso a él sin haberlo
tocado, con la mayor parte de agua aun dentro de sí y esta le empapo la cara,
este se sobresaltó y observo con mirada incrédula su mano y el vaso en el piso,
sonrió y entonces se dirigió a la ventana, el ruido de bajos, guitarra y batería
hacia sacudir el vidrio con fuerza y esto empezaba a causarle dolor de cabeza.

40
Ricardo Franco

4.
Jean había salido a caminar para despejarse un poco, pero había terminado con
una nube de preocupaciones en su cabeza, se sentía frustrado y empezaba a
pesarle su equivocación con aquel chico, necesitaba conseguir poder suficiente
pronto para cambiar el mundo, el mundo estaba mal y el sencillamente no
podía vivir así, el mundo era el que lo había aislado, el mundo y sus habitantes
eran crueles, ahí no había nada que valiera la pena, el mundo estaba mal y el
iba a cambiarlo y una vez que lo hiciera haría del mundo su hogar, no tendría
que volver a sentirse abandonado ni tendría que enfrentarse al frio que le ardía
en el pecho cada noche, mientras caminaba, vio una máquina expendedora en
el andén de enfrente, introdujo su mano en el bolsillo para comprobar si había
traído consigo al de dinero, el tintineo del choque entre las monedas y el tacto
metálico, frio y duro, le hizo sonreír, se encamino al paso peatonal en el
semáforo y cuando este estuvo en rojo cruzo, siguió dando pasos tranquilos y
veloces hasta que se encontró a poco menos de 2 metros de la máquina y
observo su contenido, paso revisión con su mirada en cada espacio haciendo
inventario de lo que esta contenía y tratando de decidirse por algo, finalmente
se decidió por una galleta con cubierta de chocolate que se encontraba solitaria
en su lugar, se quedó mirándola durante unos instantes y pensó que quizás la
vida fuera una máquina expendedora gigante, y que la gente siempre había
pasado de él, que al final se había quedado en la vitrina sin que nadie se
interesara, se sintió tonto haciendo esa clase de reflexiones, introdujo la mano
en su bolsillo y extrajo un puñado de monedas, se acercó a la máquina para
comprobar el precio y empezó a contar las monedas en su mano, en ese
momento una chica de baja estatura, ojos y cabello negro se acercó a la
maquina introdujo unas monedas, la acciono y selecciono la galleta cubierta de
chocolate a la que Jean le había echado el ojo, por un momento Jean la
observo incrédulo, pensando que aquello solo era una alucinación, la chica
tomo la galleta en sus manos y sin decir nada empezó a alejarse, una punzada
de rabia hizo que Jean se estremeciera, le agarro por el brazo y la detuvo, ella
le miro con expresión seria, pensando que seguramente estaban por asaltarla –
esa galleta es mía- inquirió el con expresión enojada, ella sin más estallo en
una enérgica carcajada, que hizo perder convicción a Jean –que va, es mía, tú
me viste yo la compre- explico ella aun riéndose y resaltando la última silaba
de cada palabra –pues yo te la compro a ti- dijo él y le extendió el puñado de
monedas –ella se quedó mirándole con expresión incrédula –a dos calles hay
un supermercado ahí puedes conseguir otra- le dijo tratando de mostrarse
desafiante –pero es que yo no quiero otra, yo quiero esa- dijo Jean mientras
clavaba sus ojos en los de ella, tuvo que esforzarse por sostenerle la mirada,

41
El atrapa sueños

porque esos ojos negros y brillantes le recordaban las estrellas en el cielo


nocturno, pensamiento que lo reconforto y lo puso nervioso a la vez –¿porque
quieres esta?- ella empezaba a sentirse irritada con aquel tonto que se había
cruzado en el trascurso de su día –porque estaba sola…..como yo- dijo el
sintiéndose tonto y apartando la mirada de aquellos ojos, pensó en marcharse y
tuvo la certeza de que empezaría a llorar, la presión de las demás conciencias
en su mente empezaban a afectarle y eso no era bueno, intento dar un paso
para empezar a moverse y marcharse pero un sonido metálico llamo su
atención, busco con su mirada la fuente del sonido haciéndose una idea de lo
que era y llenándose de furia por tal provocación –pues ya no está sola, ni
tampoco tu…. Me llamo Carolina- partió la galleta por la mitad y le extendió
la mano con una de las mitades en ella.

-¿Qué edad tienes?- pregunto ella adquiriendo un tono inquisitivo


-18-
-¿cuál es tu color favorito?-
-el verde- las preguntas asaltaban a Jean a gran velocidad sin dejarle tiempo de
pensar, se sintió asustado y nervioso, no estaba acostumbrado a las
conversaciones, pero estaba muy seguro que esta se alejaba excepcionalmente
del modelo habitual de conversación
-¿tienes manías raras?
-¿Qué es esto un interrogatorio?- se sobresaltó y trato de mostrarse enojado
tratando de sentirse mas seguro
-sí, ahora responde- Carolina dijo con tono burlón y soltó una sonrisa, con esto
él se sintió más tranquilo, aunque aún se encontraba bastante nervioso
-no se-
-¿a qué te dedicas?-
-bueno ahora mismo se puede decir que no hago nada interesante solo leer- en
ese momento se dio cuenta de la facilidad con la que estaba soltando
información confidencial sobre su vida sin tener la menor idea del porqué,
quizá fuera porque ese no era un buen día o simplemente que ella le caía bien,
no estaba seguro y decidió que no importaba
-¿Qué tipo de lecturas? ¿Autor favorito?- inquirió ella mucho más enérgica y
visiblemente interesada
-bueno, me gusta Poe, Llagar, esa clase de escritores es lo que leo- pensó en
preguntarle las mismas cosas pero se sintió incapaz y como si ella le adivinase
el pensamiento empezó a hablar
-tengo 19 años, mi color favorito es el morado, tengo manías raras como todas
las personas normales entre ellas se cuenta que me molesta que el volumen de

42
Ricardo Franco

la televisión quede en números impares o primos, odio las luces fuertes, estoy
por entrar a la universidad aun no me decido por el que voy a estudiar pero
hay un par de cosas que me llaman mucho la atención, ahora mismo se puede
decir que me dedico a leer al igual que tú, pero yo suelo leer textos académicos
y ahora mismo estoy con uno de Albert Camus, sobre el mito del Sísifo
abordado desde la filosofía
-¿el mito del Sísifo es el que trata sobre un hombre que sube una roca a la
cima de una montaña todos los días y en la noche la arroja?- menciono el
tratando de que la conversación fuera una conversación y no un monologo
-sí y no- respondió ella soltándole una mirada traviesa que el no supo
interpretar
-¿Cómo es eso de que si y no?- dijo Jean a la par que sonreía
-bueno…. El mito del Sísifo, también trata sobre el sentido de la vida
-¿enserio? Y cuál es el sentido de la vida?- soltó una sonrisa irónica que hizo
que ella sintiera que se burlaban de ella
-bueno, según el mito, el sentido de la vida es el absurdo, tan solo el hecho
mismo del vivir ya es suficiente, es cómo cada quien decida llenar su
existencia depende de cada quien
-y tu… ¿cómo quieres llenarla?
-bueno- comenzó ella clavando su mirada al vacío, su voz adquirió un tono
nervioso y frágil –la verdad aun lo estoy pensando, pero me gustaría que mi
vida estuviera regida por la razón, sería menos difícil así- una sonrisa cubrió
nuevamente su rostro –además, quizá la razón me permita aprender algo sobre
este mundo-

5.
La ciudad estaba hecha un caos, de un momento a otro, las nubes grises se
pusieron más oscuras y descargaron algunos relámpagos en la ciudad,
constantes y sonoros, todos esperaban una eminente tormenta, pero no cayo ni
una sola gota de agua más, para sorpresa de sus habitantes, aparecieron un
montón de bafles gigantes, de color negro y adornos de estrellas y cráneos por
toda la ciudad, con cada resplandor grisáceo de los relámpagos, uno nuevo
aparecía, estaban en las esquinas de las calles principales y avenidas, estaban
en los callejones, en el techo de los edificios y los jardines de las casas,
estaban colgados de los semáforos y de los postes telefónicos, solo aparecían
sin que nadie supiera que sucedía, sin que nadie lograra darse cuenta quien
dejaba aquellos aparatejos en la ciudad ni cuáles eran sus intenciones con
ellos, las personas los miraban extrañadas pero incapaces de hallar el porqué
de su aparición, y entre más se murmuraba y más se preguntaban, más

43
El atrapa sueños

aparecían, en un principio solo unos pocos advirtieron la presencia de los


objetos extraños, y después se volvió algo demasiado notorio y el rumor se
extendió, y ahora con la atención de toda la ciudad sobre los bafles, el
concierto daría inicio, se escuchó un rechinar metálico y estridente desde
aquellos aparatejos, poco después, el eco de una banda de rock resonó en toda
la ciudad; al principio las personas se detenían curiosas a observar los
parlantes y trataban de identificar las tonadas, pero poco a poco el volumen iba
subiendo, y con el empezaban a aparecer personas incomodas con el ruido que
hacían aquellos parlantes, los cristales de las vitrinas y ventanas empezaban a
vibrar, de manera cada vez más violenta mientras se acrecentaba el escándalo
de la música a través de los bafles, no paso mucho tiempo antes de que los
primeros cristales se resquebrajaran y algunas personas se desmayasen, esto,
fue sucedido por una turba rabiosa que se lanzó sobre los bafles que resonaban
a todo volumen y que en la mayoría, no se apagaron a pesar de los golpes y los
intentos de desmantelarlos, Jean tomo a Carolina del brazo y corrió con ella lo
más lejos que pudo del tumulto, sin poder escapar de ese infierno de sonidos
que se mantenía en la ciudad y poco a poco empezaba a hacerle sentir que
perdía las fuerzas y la noción de realidad, y tras unos instantes, el ruido ceso.

6.
Santa apenas y llevaba una venda alrededor de su brazo fracturado, tenía
algunas quemaduras en el rostro y en las manos pero no eran nada grave, él
mismo las había tratado con un tubito de crema hidratante, no tenía tiempo que
perder con trivialidades como ir al hospital o disfrutar una convalecencia hasta
recuperarse, no podía darse aquel lujo, si esos dos seguían sueltos muy
seguramente causarían muchos destrozos en la ciudad, un gran alboroto, o
peor aún sus presas podrían escapar o ser cazadas por otro y eso era algo que
él no podía permitir, no señor, su reputación y su dignidad como mercenario
estaban en juego, eran cerca de las 3 de la tarde y llevaba buena parte del día
tras Candyman y Toymaker, sin embargo, estos habían conseguido
escabullirse en el último instante y eso le molestaba, llevaba un rato corriendo
tras ellos y había dejado la ciudad tras de sí tan solo un par de kilómetros
antes, cuando se encontró con ellos esperándolo, de pie en la carretera con
expresiones forzadamente serias, Santa disminuyo su paso hasta que se
detuvo a una distancia aproximada de 20 metros, mientras recobraba el aliento,
pensó que aquel par se veían como dos niños a punto de iniciar una pataleta, la
idea le hizo gracia y esta vez no se contuvo, dejo escapar una estridente
carcajada mientras alzaba sus brazos y su vista al cielo, como dando gracias,
sin saber a qué le daba gracias ni porque, tras unos instantes, antes de que

44
Ricardo Franco

cualquiera de ellos dijese algo, unos bafles aparecieron en súbito en las


cunetas de la carretera apuntando hacia el centro, cuando Santa los vio, hecho
a correr hacia aquel par, mientras tomaba su cuchillo, pensando que
seguramente era uno más de sus trucos extraños, pero en su arranque pudo
percatarse de la ociosa curiosidad que cubría los rostros de aquellos sujetos,
sintió un atisbo de duda pero no disminuyo la velocidad, apretó con fuerza el
mango de su cuchillo en la mano, girando la muñeca de manera tal que
pudiese ocultarlo con el ante brazo mientras corría, entonces un gran sonido
metálico le tomó por sorpresa y le hizo sentir mareado y aturdido, intento
frenar pero no lo consiguió y termino yéndose de cara contra el asfalto, el
sonido martillaba en su cabeza, empezaba a sentirse ahogado y con ganas de
vomitar, el mundo daba vueltas en su cabeza y pensó que esta le estallaría, lo
deseó por un instante, y al darse cuenta que no sucedería, trato de levantarse y
echar a andar hacia los bafles rogando poder apagarlos, pero todo lo que
conseguía era dar unos pasos inseguros y torpes, parecía borracho, no, incluso
era peor, era como si la realidad se desdibujara y su mente no se encontrara en
condiciones de analizar las distancias ni la manera en la que debía caminar,
por un momento se sintió como si estuviera aprendiendo a caminar de nuevo,
como si fuera un bebe y todo lo que había sido su vida hasta aquel momento
no hubiera sido más que el sueño de la siesta matutina, trato de reírse, pero en
vez de eso empezó a toser y vómito, con tanta fuerza que llego a pensar que el
estómago se despedazaría con los espasmos y vomitaría sus entrañas, trato de
alejarse de aquel charco verde y maloliente pero en vez de eso se desplomo y
su mejilla derecha se hundió en lo que alguna vez había sido su desayuno, la
sensación pegajosa y el olor pútrido le llenaron de nuevas ganas de vomitar, y
antes de que pudiera siquiera intentarlo la conciencia lo abandono. Cuando
despertó 7 horas más tarde, no había rastro de Toymaker ni de Candyman, la
cabeza le martillaba y tenía una sensación incomoda en los oídos, como si el
sonido de una radio mal sintonizada le retumbara en la cabeza, a bajo volumen
y le llegara a los oídos como un susurro que le hacía estremecer, la boca tenía
un sabor agrio por el vómito, pero a la vez parecía sentir un sabor dulce y
reconfortante, un sabor que disfrutaba, que estaba y que no estaba en su
lengua, pero lo sentía muy claro, se saboreó y escupió y algunas imágenes
como flashes veloces pasaron por su mente, no las reconocía, se convertían en
difusos cuadros oscuros que pasaban por sus ojos a toda velocidad, el dolor le
hacía sentir su cabeza palpitar, se incorporó dando muestras de estar
sumamente mareado, caminó algunos pasos jadeante y confuso, incluso
asustado ante la oscuridad que se extendía sobre el mundo pinchada por
pequeños astros luminosos, se irguió completamente soltando un grito de

45
El atrapa sueños

dolor, su grito se interrumpió con el estallido chisporroteante de algunas


lámparas que daban a la carretera una tonalidad naranja, pero se sentía mejor,
satisfecho, el dolor empezaba a disiparse, dio un paso tras otro sintiendo que
recobraba las fuerzas y sin poder decir como tuvo la certeza de saber dónde se
encontraba Candyman.

7.
Arango observaba con expresión incrédula al paciente que babeaba y se
convulsionaba con una mueca de placer, al principio, cuando Alexander lo
llevo al sótano para conectarle aquellos cables y ponerle ese casco extraño,
parecía que aquel hombre era algún tipo de animal asustadizo, poco
acostumbrado a la presencia del hombre, su rostro rebelaba la inquietud que le
producía que Alexander lo sujetara con el brazo por encima de los hombros,
casi en un acto de camaradería que más parecía una burla mordaz, a pesar del
notorio temor aquel hombre no ofreció mayor resistencia para subirse a la
camilla, empezó a temblar y sus ojos representaron un lacrimoso espanto
mientras le aseguraban piernas y brazos a la camilla para que no se moviera,
pero, una vez que tuvo el casco en su cabeza se relajó, la transición entre el
terror y el placer se vio reflejada en una expresión de súbito asombro,
finalmente cuando Alexander hubo comprobado que todos los sensores y
cables se encontraban correctamente asegurados, se puso un casco metálico
lleno de cables y bombillas en la parte superior, daba la sensación de ser algún
tipo de accesorio futurista pero más parecía una ensaladera volteada boca
abajo con un montan de chatarra encima, Arango se sintió asustado pero
impotente mientras Alexander le ponía el casco, el frio tacto en su cuero
cabelludo le produjo un escalofrió que le recorrió la espalda y se internó en el
espinazo, estaba confuso, quizá bajo el efecto de algún tipo de sedante o quizá
simplemente aprisionado bajo la temible voluntad de alguien o algo que había
corrompido su cuerpo, que le había quitado la capacidad de luchar pero no le
había permitido deshacerse de su cordura, él tenía que verlo, tenía que
experimentar esta locura de la manera más consiente posible, no encontraría
ningún tipo de escape a este horror, lo sabía y en alguna parte de su mente la
idea llego a excitarle, sintió unas manos frágiles, delicadas y femeninas en su
cuello, le acariciaban pero no lo tocaban, las sentía pero no las veía, el sabia a
quien le pertenecían aquellas manos invisibles, aquel tacto gélido y apático
que recorría su cuello y el sentir un asomo de calidez en estas manos le hizo
sentir asco, Alexander tomo entre sus manos un pequeño panel lleno de
botones y clavijas, del cual se desprendían muchos cables que se no muy lejos
terminaban en pequeñas terminales de las que se desprendían otros tantos,

46
Ricardo Franco

jugó con las clavijas de manera tímida y con expresión eufórica y aquel sujeto
en la camilla se estremeció en una mueca de placer, la felicidad y el éxtasis
llenaron sus ojos inyectados de sangre, las bombillas en los cascos empezaron
a encenderse de manera intermitente y el murmullo de la multitud extasiada se
acrecentó en sus oídos, sintió el sol tibio en su piel, el viento generosamente
refrescante y que le llenaba a un olor salvaje, una mezcla extraña de
marihuana, cerveza, sudor, wisky, tabaco y pasto quemado, era sin duda, un
olor a conciertos, en un principio le produjo una fuerte repulsión y sintió
erguirse en un espasmo, intentando contener el vómito y entonces se dio
cuenta de que se encontraba bajo el sol de una mañana estival, en medio de
una cálida y sudorosa multitud, diviso una enorme tarima en la que unos
hombres que parecían hechos de un hormigueo grisáceo de interferencia,
empezaban a tocar, un estruendoso sonido metálico cortó el aire y redujo a un
recuerdo los murmullos, la gente gritaba, el mismo lo hacía, saltaba y cantaba
en medio de la multitud, era joven y la música le hacía sentir lleno de vida,
disfrutaría del concierto y después iría a emborracharse hasta hartarse, pero, no
podía, supo que no podría hacerlo, el olor, el viento, el calor, la música, todo
era una ilusión, era una mentira, un delirio, le lleno de tristeza el pensamiento
y soltó un grito, no jovial y gutural como los de la multitud, sino un grito de
desgarradora tristeza, un grito tan poderoso que durante unos instantes fue el
protagonista y hecho a bajo la tarima, rasgo la mañana y con sus ecos
constantes difumino los detalles, todo se volvió en un irreverente nubarrón de
bruma blanca, se oscureció y regresó súbitamente a la realidad para ver la
convulsión de aquel hombre en la camilla, mientras Alexander se levantaba y
entre murmullos maldecía, había visto la mente de aquel hombre, su sueño, su
deseo, había vivido su locura y él no había sido el único, durante unos
instantes había percibido la mente de otras personas, mentes demasiado
frágiles, dispersas y confusas, pero que gritaban y saltaban compartiendo el
éxtasis del momento, Arango se maravilló ante la comprensión del suceso,
ante el milagroso e infernal mecanismo que se rebelaba ante sus ojos, susurró
con una sonrisa –una mente común, un sentimiento común- sintió unos brazos
que le recorrían por encima de sus hombros y se cerraban abrazando su cuello,
percibió una inolvidable fragancia a mujer que lo hizo sentir aterrado, una voz
le susurro en el oído y sintió el cosquilleo del aliento en su oreja –así es cariño,
una mente común- el horror y la desesperación lo ahogaron y Arango, uso
todas sus fuerzas para recobrar el control sobre una pequeña porción de si,
cuando lo consiguió, se hecho a llorar.

47
El atrapa sueños

La gripe

1.
Jean se había sentido nervioso por lo ocurrido aquella tarde, la sensación de
estar soñando despierto no lo abandono y una oleada de ansiedad lo azotó, en
cuanto la conmoción paso convenció a Carolina de acompañarla hasta cerca de
su casa, intercambiaron datos de contacto y se despidieron con la promesa de
que alguno de los dos llamaría al otro, la noche se cernía sobre la ciudad y su
frio y oscuro manto se había acomodado ya por completo, habían pasado
algunas horas desde que el sol se ocultó y el aire frio nocturno le pareció
reconfortante, ya estaba mucho mejor, se sentía mucho más tranquilo, el haber
hablado con alguien le permitió fortalecer su convicción, le dio las energías
que necesitaba para continuar su labor, para seguir reuniendo el poder que
necesitaba para cambiar el mundo y hacerse un lugar, un lugar cálido, como el
breve momento de conversación de aquella tarde, haría un lugar para sí mismo
y no tendría que estar solo de nuevo, no tendría que estar solo nunca más (pero
ella le había dicho que ya no estaba solo) el pensamiento se le atravesó por la
mente y le hizo sentirse confuso y torpe, lo aparto y pensó en el poder, pensó
en lo que había sucedido aquella tarde y como desde entonces sentía que su
poder se había amplificado, en la azotea de aquel alto edificio en la que había
construido su casa de madera, tan cerca y tan lejos del cielo y la tierra, dirigió
su mirada al este, cerro sus ojos, extendió sus manos al cielo, agacho su cabeza
y sintió como el poder fluía a través de su cuerpo –yo tengo el poder- pensó,
mientras su cuerpo empezaba a elevarse del suelo, con tembloroso esfuerzo,
hasta que consiguió alzarse a una distancia de casi a un metro del piso, se
estabilizó en el aire poco a poco, alzo su rostro y su mirada perdida en el cielo,
sus ojos parecieron desorbitarse y se convirtieron en un destello blanquecino
en su rostro, sintió como un ojo en algún lugar profundo y oscuro de su mente
empezaba a abrirse somnoliento, de manera tímida e inquieta, casi como la luz
le cegara, cuando se hubo abierto por completo Jean lo sintió desprenderse de
sí y proyectarse en el cielo, desde lo alto y profundo de las nubes recorrió con
mirada severa y desesperada por toda la ciudad, entonces se detuvo, lo
encontró, Jean lo vio, un pequeño niño en un apartamento, dormido en su
cuarto, cubierto entre sus sabanas y disfrutando de sus sueños, el ojo se enfocó
cada vez con más claridad sobre él, el pequeño se revolvió entre sueños,
sintiendo temor e inseguridad sin saber porque, sin poder despertar, su sueño
se hizo cada vez más pesado y una presencia oscura irrumpió dentro.

48
Ricardo Franco

2.
Kevin se encontraba intranquilo y asustado, sintió susurros bajo su cama y por
el rabillo del ojo veía como una oscura y temible garra trataba de apresarle
mientras estaba distraído, se recostó contra la esquina del rincón de su cama,
se sujetó a sus cobertores con fuerza y los acerco a si mismo tanto como le fue
posible, tratando de alejarlos de los bordes de la cama, no quería darle la
oportunidad a aquello, fuese lo que fuese de inmiscuirse a través de sus
sabanas y agarrarle desprevenido, estaba asustado pero no era ningún tonto,
escuchaba susurros, una multitud de voces en el pasillo, las de sus padres eran
las más próximas, pero habían muchas, tantas que parecían un gorgoteo, podía
reconocer algunas cuantas voces familiares a lo lejos, pero apenas y eran
audibles y diferenciarlas de las otras le costaba mucho trabajo, le dolía la
cabeza en extremo, tenía curiosidad por las voces y aquel pasillo, este mundo
suyo de sueños se sentía muy distinto y le inquietaba, sentía miedo, algo lo
asechaba pero a fin de cuentas era este su mundo, el pensamiento le hizo
sentir más tranquilo, pensó en bajarse de la cama y enfrentar a lo que hubiera
debajo en la oscuridad, o quizá sería mejor pegar un brinco y prender la luz,
podría ser esa su ventaja definitiva, la luz, quizá era eso lo que mantenía a la
criatura bajo la cama, si la leve claridad del cuarto a esas horas de la noche le
ofrecía protección contra aquello que le acechaba, definitivamente el encender
la luz le bastaría para asegurar su victoria, retiro su cobertor y se dispuso a
saltar, lo más cerca del borde de la cama que se permitió llegar fue justo hasta
el centro, saltaría desde la mitad de la cama, así tendría la oportunidad de ver
con tiempo cualquier cosa que intentara atraparle y se aseguraría de paso, de
no ser saboteado, encogió las rodillas y saltó con toda la fuerza que pudo, pero
su pie se enredó en el cobertor y le hizo doblarse en un golpe en el estómago
contra el borde de la cama, un golpe que lo dejo sin aliento y lo hizo caer,
soltó un par de sollozos y se abstuvo de llorar, trato de recuperar el aliento y
aprovecho el estar en el piso para encarar su temor, pero no encontró nada bajo
la cama, tan solo oscuridad, sus zapatos y algunos viejos juguetes que habían
ido a parar al olvido después de meses de buscarlos sin suerte, el panorama le
alegro y le hizo sentir aliviado, se escabullo debajo de la cama y tomo un osito
de peluche, color marrón y que llevaba un esmoquin con chaleco negro y una
camisa blanca, aquel osito le resulto asombroso e inesperado, en su vida había
visto algo así, el suave tacto entre sus manos le hizo sentir más tranquilo, no
sabía de quien era el oso ni como había llegado ahí, pero dándose tales
circunstancias no creía que a nadie le importara, aseguro el osito bajo su brazo
derecho y empezó a arrastrase fuera del universo misterioso, olvidado y ojala

49
El atrapa sueños

inhóspito que representaban todos los espacios bajo la cama de los niños del
mundo, cuando estuvo a punto de salir una leve sensación de claustrofobia
cayó sobre él, pero se disipo pronto al conseguir arrastrarse fuera, se dispuso
levantarse y subirse nuevamente en su cama, entregarse a la comodidad y
calidez de sus cobertores, pero al llevar la mirada a su cama y ver aquel ser de
ojos vidriosos y reflectivos, sentado en ella observándolo, lo paralizo, durante
un eterno instante no supo que hacer, finalmente se decidió a correr hacia el
pasillo que se encontraba más allá de la puerta, pero un mano fuerte y fría
como una tenaza, enguantada en una tela oscura y brillante lo retuvo por el
brazo, lo jaló y lo acercó así tanto como pudo, lo miró a los ojos y Kevin por
fin descubrió que se trataban de lentes, era el mismo tipo de aquella mañana, y
a pesar de que le había derrotado y no tenía nada más atemorizante consigo
que un difuso disfraz, Kevin no se sintió por ello menos asustado, Jean llevo
sus manos enguantadas al rostro de Kevin, lo sujeto con fuerza, dejando sus
pulgares justo debajo de sus ojos y el resto de la mano afianzándose sobre las
zonas laterales de la cabeza, la mirada de terror del niño le hizo sentir
repulsión contra sus propios actos, alejó el pensamiento de su mente y procuro
darse prisa, entre más rápido aprisionara aquella prodigiosa mente, más rápido
podría alejarse de aquella situación, una voz tierna y aguda se impuso sobre el
murmullo del pasillo –señor cachetes!!!- la voz parecía acercarse, miró
fijamente a Kevin quien ya no parecía asustado sino lleno de un asombro
verdadero –vio el oso de peluche aun en el brazo del chico y sintió claramente
que aquel objeto no pertenecía a ese lugar, entonces, fue el quien se llenó de
asombro, ¿otro soñador había logrado llegar hasta allí por accidente? Jamás
había visto que los sueños se entremezclaran, incluso el introducirse y
distorsionarlos era algo que él había tenido que ensayar y practicar durante
meses, ¿cómo era posible que ahora se diera de manera natural y espontanea?
¿Sería esto otra consecuencia del incidente de aquella tarde? Jean no lo sabía
pero todo este asunto no le daba buena espina –señor cachetes ¿dónde está?-
sonó la voz justo al otro lado de la puerta y un escalofrió recorrió la espalda de
Jean, era la voz de una niña, estaba seguro de que era una niña pequeña pero
algo le hacía sentirse asustado, Kevin trato de articular palabra pero no lo
logro, ni siquiera un sonido y Jean dio gracias por su suerte, pero entonces, el
oso cayo del brazo de Kevin y empezó a crecer y expandirse rápidamente, Jean
sujetando aun a Kevin se hizo a un lado, aquel elegante oso en tan solo unos
instantes llego a medir poco más de 2 metros dio unos esponjosos y vitales
pasos y se dirigió hacia la puerta, sujeto la perilla con ambas manos y la giro,
tras la puerta una luz amarillenta revelo la silueta de una niña pequeña, no
mayor a 6 años, de expresión adormilada, ojos color miel y cabello dorado,

50
Ricardo Franco

llevaba un camisón con motivos de vacas rechonchas y sonrientes que le daba


un aire de ternura aun mayor, la chica les dirigió una rápida mirada y después
se aproximó al oso con expresión alegre –señor cachetes aquí esta- se abrazó a
una de las piernas del oso y este puso sus manos de felpa sobre sus hombros a
modo de abrazo, les dedico una mirada furtiva desde el abrazo y sonrió
maliciosa –oh gracias señor cachetes, nuevos juguetes para mí-

3.
Jean se encontraba colgando de cabeza sobre un gran estanque de cemento
repleto de agua cristalina que se extendía hacia una fría e infinita oscuridad,
algunos osos de peluche de casi 2 metros sostenían el arnés que lo mantenía
elevado y poco a poco dejaban ceder un tramo de cuerda, muy despacio,
conduciéndolo hacia el agua, el movimiento producido por el descenso y sus
inútiles forcejeos por librarse lo hicieron girar sobre el arnés, empezaba a
marearse y no lograba estabilizarse, el mundo le daba vueltas y empezaba un
dolor de cabeza que no le permitía pensar con claridad, no tenía poder sobre
aquel sueño, era una mente muy poderosa la que lo había construido y no
parecía una sola mente, estaba plagada de múltiples pensamientos comunes
que la fortalecían, la proyección de los pensamientos de aquella chica resonaba
en su cabeza, con la intermitente claridad estática producida por una estación
de radio mal sintonizada, sus pensamientos eran cada vez más confusos y su
mente estaba siendo ocupada por un pensamiento común, un pensamiento que
proyectaban aquellos osos de peluche casi como un canto hipnótico, un canto
que se erguía como base de sus frágiles y obedientes mentes (se hará la
voluntad de la princesa, se hará la voluntad de la princesa) no conseguía
concentrarse, no tenía dominio de su cuerpo y mucho menos de su mente, todo
daba vueltas y se sentía débil, vulnerable, mareado, pensó que vomitaría,
entonces sintió como su cabello se humedecía en el agua, una oleada de terror
lo invadió, trato de doblarse y alcanzar la soga sujetada a sus piernas pero el
movimiento solo consiguió generar un efecto pendular, que le llevo a estrechar
su cabeza con el agua, el frio tacto del agua le proporciono una nueva oleada
de terror, se entregó a un frenesí de movimientos desesperados, chapoteando
en el estanque mientras se hundía y perdía oxígeno en grandes bocanadas que
intentaban ser gritos, ella había construido muy bien este mundo, la sensación
de frio, la desesperación del vacío y la oscuridad profunda en la que estaba
siendo sumergido, lo peor de todo era…. Entonces se dio cuenta y trato de
calmarse, ella había pensado en el agua, en el tacto que debería producirse, la
humedad, el frio, pero no había pensado en la sensación de ahogo, el aun podía
respirar, trato de calmarse mientras se hundía y entre más profundo iba más

51
El atrapa sueños

claridad recuperaba, aquel lugar inimaginable, aquella nada mental era un


espacio en el que esa mente infantil y poderosa no ejercía ningún control,
tampoco necesitaba respirar, era un sueño y él lo sabía, y más que el saberlo él
tenía el poder sobre él, miro hacia la superficie y diviso una luz muy lejana y
que danzaba en hondas acuosas (yo tengo el poder) pensó, trató de susurrarlo y
el agua ahogo sus palabras, una vez más lo intento y sus palabras sonaron
claras, sintió el poder que fluía en su cuerpo, sintió una calidez abrazadora
desde cada centímetro de su piel, cerro sus ojos y floto en el vacío, en la
oscuridad total y con un grito abrió los ojos de nuevo –yo tengo el poder!- se
encontró con el paisaje nocturno y silencioso de la ciudad, un cielo oscuro y
profundo bañado por la luz de cientos de estrellas, cayó al piso y se dio cuenta
de que se encontraba empapado, soltó una risita que se transformó con rapidez
en un ataque de tos, una tos flemosa y fuerte, que le producía dolor en el pecho
y la garganta, su cabeza le dolía y estaba ardiendo en fiebre, intentó levantarse,
no lo logro, resbaló, las fuerzas de su cuerpo le habían abandonado –yo tengo
el poder!- gritó y el grito degrado en un nuevo acceso de tos, se revolcó en el
suelo tratando de agarrar su pecho y disminuir lo menos posible aquellas
dolorosas contracciones, unos momentos después, su mente se entregó a la
inconciencia, dándole la espalda a la oscuridad del cielo, cobijado por la fría
noche.

4.
Jean despertó en las primeras luces de la mañana, su cabeza le daba vueltas y
la fiebre le hacía sentir que se estaba quemando vivo, que alguien le había
empapado con gasolina y lo había prendido en llamas, unas llamas que no se
decidían ni por apagarse ni por terminar de consumirlo, se incorporó como
pudo y tuvo un nuevo acceso de tos que le hizo perder el equilibrio por unos
instantes, casi cayó al suelo, dio un par de pasos más hacia la pequeña
construcción de madera que él había hecho junto a su madre unos años atrás,
durante algunos instantes la vio en la puerta, vistiendo unos jeans desteñidos y
una camiseta blanca con franjas verdes que le quedaba muy holgada,
sonriéndole, casi burlándose, vio su mirada cálida y llena de amor, por primera
vez en mucho tiempo se sintió tranquilo y casi feliz –ven rápido que se nos
enfría el café- susurró en la puerta como tantas veces lo había hecho en el
pasado, el corrió hacia ella pensó en abrazarla, pero cuando alcanzo el umbral
de la puerta la imagen se desvaneció y solo abrazo el aire –mamá, no quiero
estar solo- susurro y empezó a llorar mientras se arrastraba hacia el interior, se
quitó su abrigo y sus zapatos se dirigió arrastrándose hasta su cama y se
durmió inmediatamente se acostó sobre ella, su mente se llenó del recuerdo de

52
Ricardo Franco

un sueño que había tenido no hace mucho, poco después del funeral de sus
padres, en aquel sueño ese hombre sin rostro le decía que él tenía el poder, que
tenía una misión y debía cumplirla, que él podía abrir las puertas a un nuevo
mundo, pero lo que fuese ese nuevo mundo sería su decisión, en sus manos
estaba el legado de sus padres, la primera vez se encontraba en una superficie
gris en la cual brotaban edificios y bosques por igual, en las ocasiones
siguientes se vio siempre delante de un gran portón de piedra negra y fría, que
dejaba desprender algunos rayos de luz, algunas veces le parecía que la luz
tenía un resplandor blanco y enérgico, otras veces le parecía que se trataba de
un gris muerto, el sueño le atormento con viva claridad durante una semana, y
tras este sus habilidades despertaron; durmió durante casi 8 horas, hasta que el
sonido insistente de un teléfono lo alejó de la inconciencia, y entre delirios
contesto aquella llamada sin saber que estaba sucediendo ni donde estaba.

5.
Alexander había sedado a la mayoría de los pacientes de junipers Hill, los
había puesto en una camilla, asegurándolos con correas en piernas, brazos y
abdomen procurando que no se movieran cuando empezara todo, a cada uno le
había puesto en la cabeza aquellos cascos extraños que tenían aires de
ensaladera y que tenían cierta cantidad de bombillos, tarareaba una canción
mientras ultimaba detalles, y Arango lo observaba con angustioso silencio,
refugiado en un frio rincón, sentado en el suelo y abrazándose a si mismo bajo
la camisa de fuerza, sintiendo una profunda necesidad de llorar pero sin poder
hacerlo, se encontraba descalzo, su único pensamiento completamente claro
era la sensación de frio que le transmitía el piso a través de las plantas de sus
pies, su mente era un desastre, no lograba pensar con claridad, escuchaba
gritos, tanto de dolor como de euforia, de alegría y de terror, escuchaba gente
cantar, escuchaba susurros, y de vez en cuando su mente era asaltada por
imágenes sumamente vividas, no se trataba de sueños o alucinaciones,
parecían recuerdos, recuerdos que no eran los suyos, estaba seguro, o a veces
lo estaba ya no lo sabía y cada vez estaba más en duda si lo que había sido su
vida realmente lo había sido, o simplemente una proyección más, algo
inventado con el anhelo de escapar de la realidad, y ahora que al fin estaba de
regreso, se sentía cada vez más seguro de que lo más sensato sería escapar,
escapar como fuera, pero no lo lograba, la sensación de angustia le atenazaba y
sentía aquellas manos recorriéndole con un deleite sexual que le producía
nauseas, era incapaz de resistirse, su cuerpo ya no era suyo y cada vez más se
desdibujaba la silueta de la realidad, estaba seguro de que le esperaba un
castigo peor que la muerte, y no le importaba recibirlo, no tenía miedo a eso,

53
El atrapa sueños

tenía miedo a la espera, por eso había desistido de hablar con Alexander, había
desistido de intentarlo entrar en razón, eso solo retrasaría el momento, y él
deseaba que llegara pronto, la espera, el pasar del tiempo ahí sentado era la
peor tortura, él esperaba que ella no lo supiese, pero ella lo sabía, encerrada
ahí durante tanto tiempo, durante toda su vida, ella sabía que lo peor era el
encierro, lo tenía en sus manos y disfrutaría de hacerlo sentir así, como ella se
había sentido, entonces vio que Alexander rebuscaba en sus bolsillos mientras
caminaba hacia aquel pasillo, había extraído un manojo de llaves, lo vio
internarse en el pasillo, una pizca de emoción le hizo sentir más tranquilo,
estaba deseoso de que su espera acabara y parecía que por fin lo haría, escuchó
el tintineo de las llaves y el sonido brusco con el que se introducían en la
cerradura, Arango sonrió con alegría, entonces sintió que el olor a humedad y
antiséptico desapareció súbitamente y un olor entre humo y gasolina lleno el
lugar y lo asfixio, soltó una tosecilla ronca y seca, dirigió confuso la mirada al
pasillo del cual salió Alexander con sonrisa complacida en ese momento, se
posó tras una camilla libre y le indico a una silueta que surgía desde el umbral
del pasillo el lugar, Arango lo vio en un principio sintió desilusión, vio a
Oconell, un hombre robusto, alto y de cabello corto, tenía los ojos inyectados
de sangre y hundidos en la cara, en medio de unas cuencas marcadas por las
ojeras verdosas, una cara llena de quemaduras que apenas y empezaban a
cicatrizar y le bajaban desde la altura de los ojos en parches esporádicos y
distantes que se convertían en una gran quemadura en su cuello, quemadura
que se perdía bajo la camisa, Arango sabía que las quemaduras estaban a lo
largo de todo su cuerpo, era quizá un milagro que ese hombre estuviera con
vida después de lo que había pasado, o quizá era una maldición, la camisa de
fuerza estaba rasgada en varios sitios, posiblemente donde había mordido
tratando de liberarse, una sensación de temor le hizo tragar saliva y
estremecerse, entonces, otro de esos episodios de imágenes vividas lo invadió,
era un día caluroso, posiblemente de verano, veía lo que parecían unas grandes
bodegas enfrente suyo, caminaba en paso constante y se sentía sofocado,
llevaba algo pesado en cada mano y la tensión parecía que iba a desgarrarle los
músculos, el sudor que le corría en la frente goteaba de vez en vez en los ojos
causándole una sensación de ardor, pero no le daba mucha importancia, fue a
uno de los costados de la bodega y encontró una pequeña puerta de servicio,
introdujo una llave y la puerta cedió sin resistencia alguna, estando dentro se
dio cuenta de que lo que llevaba eran dos galones grandes y metálicos que
desprendían un olor dulzón y fuerte, que parecía quemarle la garganta con
cada inhalación de aire, destapó uno de ellos y empezó a derramar su
contenido por la bodega que se encontraba llena de bultos y cajas, vio por el

54
Ricardo Franco

rabillo del ojo un montón de cubetas de huevos arrumadas unas sobre otras y
sintió un gran impulso de violencia, terminó de verter el contenido del galón
sobre ellas y después arremetió con el contra las cubetas, destrozando huevos
con salvajismo, tras unos instantes de frenesí, se detuvo y sintió ganas de
vomitar, el olor a huevos empezaba a superar el de la gasolina y sus manos se
encontraban babosas, con algunos trozos de cascara pegados en el dorso de la
mano derecha, se dispuso a alejarse en busca del otro galón, y al dar un paso
sintió el crujir de una cascara bajo sus botas que renovó el enérgico frenesí y
termino de derribar a patadas la pila de cartones de huevos, fue por el otro
galón, roció a lo largo de la bodega hasta la mitad del contenido y arrojó el
galón hacia los cartones de huevo, se encontraba empapado en gasolina, le
cosquilleaba en la piel, en su mente se formó una gran pantalla oscura y a lo
lejos vio una llama, pequeña y frágil, apunto de ser sofocada por el viento, una
llama tímida que de un momento para otro estalló en una gran bola de fuego
naranja e ilumino toda su mente, saco de su bolsillo un encendedor, intento
accionarlo dos veces, entonces se dio cuenta de que si lo hacia el también
ardería en llamas, no podía permitirse ese lujo, él tenía que ver su obra
completa, después ya no importaría, podría morir, pero antes, debía reducir
todo a cenizas, lanzó el encendedor hacia un charco de gasolina, abrió una de
las cajas que estaban más próximas a donde él se encontraba, en su interior
habían varias latas de verduras en conservas y provisiones de campaña,
contemplo las latas en sus manos no sin cierta sensación de asco, después con
toda su fuerza empezó a lanzarlas hacia el encendedor, la primera, golpeo a
unos escasos centímetros y chapoteo un poco de gasolina, la siguiente en vez
de acercarse se alejó un poco, esto lo lleno de furia, tomo una lata y dio unos
pasos hacia donde se encontraba el encendedor, la lanzo con mucha más
fuerza y en esta ocasión, golpeó el encendedor y lo hizo saltar, pero nada paso,
se sintió exasperado y prefirió buscar un soplete, giro sobre sus talones y vio
un martillo en el piso, junto a una pared, se acercó a él con sonrisa triunfal, lo
tomo, se dirigió a el lugar en el que se encontraba el encendedor y le dio un
martillazo, una pequeña chispa broto y de ella surgió una llama, la llama se
extendió rápidamente sobre la gasolina incendiando todo a su paso, el empezó
a correr para salir, tomó el pomo de la puerta, lo sujeto un instante mientras la
abría, lo presiono con fuerza antes de girarse a mirar su obra, el lugar estaba
repleto de humo y la temperatura había aumentado drásticamente, la bodega
era un horno y tras la cortina negruzca de humo se veían vivos destellos
naranjas y el crepitar del fuego extendiéndose sobre todo, consumiéndolo
todo, hizo una inhalación profunda del olor a quemado y gasolina que se

55
El atrapa sueños

entremezclaba en el aire y cuando estuvo a punto de exhalar se dio la


explosión, lo empujo lejos a través de la puerta y lo envolvió en llamas.
Tras esta visión Arango se estremeció y durante un segundo retorció su cuerpo
pensando que se encontraba en llamas, Oconell sonrió y se recostó en la
camilla, demostró una expresión de tranquilidad y cerró los ojos, cuando
Alexander lo hubo asegurado a la camilla le inyecto un sedante en el cuello, al
principio Oconell se estremeció por el pinchazo, pero después, sonrió.

6.
Jean estuvo dormido durante casi 3 días, revolcándose en fiebre y delirios,
algunas veces escuchaba voces, otras tantas vio a su madre sentada junto a él,
colocándole paños de agua tibia sobre la frente, haciéndole tomar sus
medicamentos, como cuando era pequeño, a veces su madre tenía las facciones
de otra persona, no lograba identificarla con claridad, pero eran facciones muy
familiares, que lo hacían sentir tranquilo, que lo hacían sentir que podía
confiar y preocuparse solo por recuperarse, en la mañana del 4 día despertó en
compañía de la lucidez, se dio cuenta de que en su frente había algo húmedo y
tibio, aun se encontraba lo suficientemente tibio como para pensar que podría
haber alguien en el lugar, Jean se alarmo sin saber que pensar, hace mucho
tiempo que nadie aparte de él había estado en aquel lugar, y era ahora, la única
persona con vida que conocía la existencia de esa casita de madera en la que él
vivía, cualquiera no podría acceder a ella fácilmente, ya que se encontraba en
la azotea del último piso de un edificio en la zona residencial de la ciudad, por
su mente se cruzó fugazmente la idea de que podría ser un ladrón –si claro, un
ladrón que se da cuenta que estas enfermo y decide cuidarte- la idea se le
antojo graciosa y le sirvió para relajarse un poco, a pesar de todo aún se sentía
bastante tenso, retiró de su frente el paño húmedo, lo dejo en una mesita al
lado de su cama, que por primera vez en mucho tiempo tenía pinta de mesa de
enfermo, alguien había puesto una gran jarra con agua y un vaso de cristal
sobre la mesa, habían también, un termómetro, un jarabe para la tos con su
respectiva cuchara dosificadora, una pequeña caja de kleenex, intentó
levantarse apoyando los brazos pero un dolor frenético y eléctrico le recorrió
todo el cuerpo y le hizo soltar un gritito, se escucharon pasos que procedían
desde el otro cuarto que alguna vez fue una sala de juegos, Jean trato de
girarse para poner los pies en el piso y encarar al intruso, pero una voz
femenina y familiar que no lograba ubicar le hizo detenerse –ni se te ocurra
muchachito!!- giro su cabeza y clavo su mirada en la figura del umbral de la
puerta, debía estar alucinando, ¿cómo era posible que ella estuviera ahí?, si

56
Ricardo Franco

ella no conocía su dirección y mucho menos sabia como llegar hasta ese lugar,
¿cómo podría haber entrado en su fortaleza solitaria y siempre segura?
-¿cómo es que ent…- un acceso de tos lo interrumpió, Carolina se sentó en el
borde de la cama y deslizo sus brazos por los costados de Jean y lo ayudo a
sentarse mientras el acceso de tos pasaba, cuando la tos ceso y el recuperaba
el aliento en grandes bocanadas casi compulsivas ella empezó a hablar con
tono tranquilo y alegre
-bueno, el otro día te llame al ver que no me habías llamado, quería confirmar
si era realmente tu numero o me habías gastado una mala broma, entonces te
escuche por el teléfono y me di cuenta de que estabas mal, intente preguntarte
que sucedía, pero solo balbuceabas cosas sin sentido…. Al final conseguí que
me dieras la dirección y vine y cuando llegue estabas tirado en la puerta,
prendido en fiebre-
Carolina no había terminado la última palabra cuando Jean, incómodo y con
más enojo que escepticismo pregunto –estamos en la azotea de un edificio de
12 pisos; ¿Cómo fue que llegamos aquí?-
Él la noto ligeramente nerviosa, como si se dispusiera a mentir o quizá solo
fue su mente la que le hizo pensar eso
-bueno… cuando te vi y me di cuenta que estabas tan mal, trate de sacarte,
pensé en llamar una ambulancia o algo pero en esta zona de la ciudad la
recepción no es buena- hizo una pausa para humedecerse los labios con la
lengua -no parecías muy animado a abandonar este lugar, cuando intente
sacarte forcejeamos y empezaste a deambular por el edificio, me di cuenta que
estaba vacío, me pareció muy tétrico así que te seguí hasta el elevador, te veías
muy enfermo… pensé que sería muy difícil sacarte de aquí y cuando se
abrieron las puertas y vi la azotea y la construcción en madera quede
impresionada, caminaste hasta aquí y te arrojaste en la cama, me pareció que
estabas muy mal, así que te abrigue, pensé en llamar una ambulancia pero
pensé que sería un crimen sacarte de aquí… no lo sé, la verdad es que estoy
bastante impresionada con este sitio-
Jean carraspeo y con un orgullo que procuraba que no fuera muy notorio en su
voz pregunto -¿Por qué?
-bueno… la verdad es que no sabría explicártelo- Carolina soltó esas palabras
con un tono lleno de asombro mientras que sus ojos saltaban por cada rincón
de aquel lugar, con expresión maravillada, llevo su mirada a sus manos que se
revolvían aparentemente incomodas en su regazo, esgrimió una sonrisa
incomoda y continuo hablando –quien vive en un lugar así cuando tiene todo
un lujoso edificio para sí mismo?- la sonrisa en su rostro se volvió más franca
y la sostuvo mientras que buscaba con su mirada los ojos de jean, este diviso

57
El atrapa sueños

un pequeño brillo de curiosidad tras esos ojos negros y cálidos, estuvo a punto
de sonreír ante aquella mirada, le sorprendió darse cuenta de lo nervioso que
estaba y retiro la mirada –bueno…-carraspeo sin estar muy seguro de que era
lo que iba a decir, esperando que las palabras salieran por si solas, casi parecía
que el silencio se perpetuaría eternamente y decidió continuar –supongo que
las personas como yo se aferran a sus mejores recuerdos- él alzo de nuevo la
mirada en busca de esos ojos brillantes, esos ojos hermosos, se sintió estúpido
al comprobar que ella lo observaba con expresión divertida
-las personas como tu… eso dices….- ella sonrió con mayor alegría y
vivacidad, su mirada no tenía una dura expresión inquisitiva, en vez de eso,
exponía una expresión de profunda curiosidad infantil, Jean sintió que algo se
le revolvía en el estómago y trago saliva – ¿a que te refieres con eso de
personas como tú?-
A Jean aquella pregunta le hizo sentir un escalofrió y las palabras surgieron de
su boca con rapidez, sin siquiera reparar demasiado en ellas –las personas que
estamos solas- le asombro el profundo dolor en el pecho que le habían
producido aquellas palabras, lo cortante y estridente de su propia voz, se
esforzó por no dejarse quebrar y quitarle importancia a sus palabras, no lo
logro
–hey! Pues gracias- dijo Carolina con teatral enojo y una claramente fingida
expresión ceñuda que hizo sonreír a Jean, fue una sonrisa amarga, casi
forzada, pero se sintió mucho mejor –te lo dije antes, ya no estás solo… y que
más prueba que el que te he cuidado los últimos 4 días-
-¿Por qué lo hicis- antes de que Jean terminara de hablar ella le interrumpió
nuevamente con un de sus ya familiares parloteos
-porqué podía y quería, eso es suficiente, a veces solo eso se necesita para
hacer las cosas- declaro ella con tono solemne
-bueno…-comenzó él pero tuvo un nuevo acceso de tos, Carolina le sirvió un
vaso con agua y se lo acerco, el bebió a grandes sorbos, cuando su respiración
se normalizo y se sintió capaz de seguir hablando continuo –esa es una
respuesta difícil de creer- su rostro se tornó en una expresión reflexiva, hizo
una pausa de uno o dos segundos y después prosiguió -esta es una situación
difícil de creer- la miro con una sonrisa desprovista de humor
-¿me lo dice el señor casita de cuento?- preguntó y sin esperar respuesta se
hecho a reír con ganas, la risa se le contagio también y tras unos segundos
degrado en un nuevo acceso de tos, cuando este término, estuvieron mirándose
en silencio durante unos instantes, él se percató de que en el rostro de ella
había una expresión de preocupación y eso le hizo sonreír, como si ella

58
Ricardo Franco

pudiera leerle la mente ella retiro su mirada y como tratando de salir de aquel
silencio pregunto -¿y tu familia? ¿Dónde están tus padres?-
La pregunta golpeo a Jean profundamente y lleno su mente con un torrente de
recuerdos felices que empezaron a arderle en el pecho y los ojos –papa murió
hace 6 años de cáncer de pulmón… poco después mama empezó a sufrir de los
nervios, depresión y al final termino suicidándose- su voz tomo un tono seco,
estridente, frio y desprovisto de emociones, sus ojos estaban llenos de un
horrendo vacío, su mirada ya no estaba en aquel sitio, su mirada se había
tornado en alguna difusa línea del recuerdo, perdida en un tiempo no muy
lejano –la encontré colgada de una viga hace no mucho… quizá un año, pero
parece que hubiera sido ayer- sus ojos se revistieron de una película acuosa
que no se decidía a formar una lagrima
-no sé qué decirte… siento mucho lo sucedido- Carolina se mostró claramente
afectada por la tristeza que embargaba a Jean y pensó que no debía haber
preguntado, pero el daño ya estaba hecho
-gracias… pero sé que en verdad no lo sientes, ni siquiera entiendes de que se
trata- la voz le sonó más cínica de lo que le hubiera gustado aparentar, sus
palabras le resultaron demasiado filosas
-tienes razón, no entiendo el dolor de perder a un ser amado
-no se trata de eso- el tono de Jean era ausente y sombrío, sin vida, casi parecía
la voz de un espectro, sus ojos cada vez más vidriosos eran dos ventanas que
ofrecían un panorama del doloroso vacío que llevaba consigo
-¿entonces de que se trata?- Carolina trataba de encubrir el temor que le
infundía Jean mostrándose enojada, agresiva, ofendida, pero él no lo noto, o si
lo hizo, no pareció importarle, cosa que la incomodo aun mas
-bueno… cuando lloras la muerte de alguien, realmente no estas llorando a la
persona que acaba de morir, en muchas ocasiones la muerte es un mejor lugar,
su cobijo puede llegar a ser generosamente cálido cuando la desesperación te
invade o cuando sencillamente ya no tiene sentido continuar, cuando lloras, no
lloras por los que mueren, ellos están mucho mejor ahora, no tendrán que
sentir miedo de nuevo, cuando lloras, cuando te embargan el luto y el dolor, lo
que lloras es a ti mismo, tu incapacidad de haber hecho mejor las cosas, lloras
el haber desaprovechado el tiempo junto a ellos, te lamentas por lo que no les
dijiste y las cosas que no hiciste, lo que lloras es tu propio abandono, tu propia
soledad, el dolor que nos trae la muerte solo es una conmiseración egoísta de
nuestro propio ser, las lágrimas que derramas no son por los que perdiste, son
por ese pequeño niño abandonado y solo que perdió la oportunidad de decir
muchas cosas.

59
El atrapa sueños

Ballenas en el cielo

1.
Santa se encontraba en un pequeño café del distrito comercial, disfrutando del
pequeño nuevo placer que la vida le había proporcionado, en un principio le
resulto molesto, el tener el revoloteo de voces ajenas, de pensamientos
carentes de sentido para sí mismo, estar lleno de los problemas de otros, de sus
preocupaciones y sus delirios, de las imágenes de los recuerdos, pero entonces
descubrió el éxtasis que le proporcionaban las emociones ajenas, encontró una
morbosa fascinación por inmiscuirse en la mente de otros y contemplar su
dolor, su miedo, su cansancio, llegó a odiarse por ello, pero el espectáculo que
era la vida humana siempre le había resultado de lo más interesante, y el vivir
provocando aquellos sentimientos de miedo y angustia en sus preciadas presas
se le antojo lo más productivo, ahora que podía entender los verdaderos
alcances de aquel temor se encontraba en un limbo de éxtasis, un limbo
contemplativo de lo que había sido su vida y la larga lista de presas que habían
en su memoria, se entristeció de lo fútil que le parecía todo ahora en
retrospectiva, todo sin el conocimiento de los verdaderos alcances del horror,
evocó en su mente las imágenes de los momentos más crueles de su vida y se
llenó de frustración al pensar que no podría disfrutar del sabor del horror de
aquellos que habían estado en sus manos, se dio cuenta que había pasado una
vida de placeres a medias, pero aún era joven y estaba a tiempo, iría tras
Candyman y Toymaker y empezaría con el pie derecho, los acecharía, los
torturaría y disfrutaría del temor y la locura que estilaban sazonadas con sus
gritos; Santa se levantó y empezó a caminar, concentrando toda su atención en
disipar el ruido en su mente y darle claridad a una sola voz, no le costó mucho
encontrarla, hacia un ruido enorme… aquella voz cantaba con una claridad
monstruosa que se sobreponía al murmullo de mentes (vamos a cazar a las
blancas ballenas- vamos a cazar a las blancas ballenas) avanzo dando tumbos
por la ciudad persiguiendo el eco de aquella mente cada vez más fuerte.

60
Ricardo Franco

2.
Empezaba a oscurecer cuando Alexander termino de ajustar su gran maquina
emisora, se encontraba en la azotea de junipers Hill junto al platón de la gran
antena que apuntaba hacia la ciudad, con el intento anterior había
comprendido que necesitaba mucha más energía, la mente de una sola persona,
por fuerte que esta fuera no era suficiente para alterar a gran escala la realidad
ni por demasiado tiempo ni de manera profunda, necesitaba muchas mentes,
entre mayor fuera el número de mentes a su disposición más energía psíquica
tendría para su proyecto, por eso se había decidido a arriesgarse y conectar a la
maquina a todos los pacientes regulares de junipers Hill y a Oconell, uno de
los 3 de la zona especial, proyectaría toda la fuerza psíquica de aquellas
mentes sobre la ciudad y atraparía a todos en su nuevo mundo, tomaría cada
una de las mentes de la ciudad, una por una, así incrementaría la energía del

61
El atrapa sueños

campo psíquico, de la proyección, la realidad sufriría una distorsión completa


y podría avanzar lentamente hasta sumir el mundo en el torrente de deseos,
sueños y delirios que estaba por crear, aprovecharía todas las mentes que
pudiera, incluso las de los animales, extendería su reino onírico como una gran
nube de tormenta y nada se interpondría, estaba consciente de la existencia de
algunas personas con capacidades psíquicas excepcionales, por eso había
usado a Oconell antes de generar la distorsión completa, debía encargarse de
eliminar cualquier posible obstáculo, tomo un cable en sus manos, jugueteo
con él unos instantes contemplando la antena que se erguía frente suyo,
imponente y fría, carente de sentido en aquel lugar durante tantos tiempo y
ahora, renacía como un símbolo de la esperanza, como un símbolo de un ideal,
el génesis de su propio sueño, la imagen le conmovió, suspiró y enchufó el
cable a la clavija, cerró sus ojos y suspiró, una fuerte descarga centello en la
azotea, el cuerpo de Alexander se desvaneció entre las chispas y el humo, un
gran chispazo se precipito desde la antena hacia el cielo sobre la ciudad y las
nubes ennegrecieron como si de una tormenta se tratara, la oscuridad se
extendió por encima de la ciudad como una gran bandada de aves negras,
arrastrando un gorgoreo de susurros inquietantes y tenebrosos, el asombro y la
angustia, la sensación de que algo iba mal reino sobre los habitantes de la
ciudad durante algunos minutos hasta que la oscuridad, tras haber cubierto
toda la ciudad empezó poco a poco a abandonar su negrura, dando paso a una
bóveda celeste de nubes color marfil y esponjosas como el algodón, un
espectáculo hermoso de tonalidades cremosas coronadas por los destellos del
atardecer, las personas en la ciudad lo observaron entre maravillados y
preocupados por los movimientos bruscos entre las nubes, como si algo se
deslizara inquietante entre ellas, algo enorme pesado y revoltoso, que
amenazaba con aplastar todo bajo si, si se decidía a caer.

3.
Alejandro se encontraba en un depósito de chatarra al este de la ciudad, su
figura resaltaba entre los retorcidos y oxidados hierros que se apilaban en el
lugar, aquel sitio lo impacientaba bastante y le infundía cierta sensación de
temor, el sonido del viento proyectado a través de los herrumbrosos
amplificadores tenían la tonalidad de un lamento fantasmal, Alejandro estaba
seguro de que en aquel lugar algo o alguien lo asechaba o que se encontraba,
cuando menos, embrujado, aquellos pensamientos le producían una gran carga
mental que le hacía muy difícil el concentrarse, preferiría seguir como en el
principio, entrenando su mente con pequeños vasos con agua, con objetos
pequeños, quizá una almohada o su propia cama, pero no tenía tiempo,

62
Ricardo Franco

necesitaba dominar aquel poder de la manera más pronta posible y para eso
debía llevarlo al límite, debía levantar una gran cantidad de objetos, tenía que
ejercitar ese gran musculo imaginario que se escondía en una zona profunda y
no muy clara de su mente, Alejandro aparto de su mente la sensación de temor
tanto como pudo y se concentró en un cubo de chatarra que alguna vez fue un
Chevrolet, extendió sus manos a él y lo recorrió con la mirada, en su mente
palpo la textura y sintió el crujir del metal viejo y oxidado mucho antes de que
este empezara a resonar –levántate- grito su mente y el acero chillo bajo su
abrigo de óxido, abandonando el suelo que lo había sostenido quizá por
décadas, dejando bajo si una estela de polvo y liberando un montón de grumos
de tierra seca, los tendones se marcaban en el cuello de Alejandro, un dolor
martillante empezaba a someterle y tuvo que hacer un titánico esfuerzo por
mantener aquel cumulo de chatarra en el aire, tras un minuto, lo hizo
descender lentamente y lo devolvió a su posición original, se sentía
complacido, muy fatigado pero satisfecho, el dolor de cabeza era fuerte pero
podía soportarlo, lo sabía, se relajó tanto como pudo y en cuanto recupero el
aliento volvió a levantarlo, en esta ocasión le resulto mucho más sencillo,
menos doloroso y con cada intento el esfuerzo se fue reduciendo hasta ser algo
casi nulo, tras unas horas había perdido el miedo al lugar y era capaz de
levantar hasta casi 10 toneladas de chatarra en diversos cúmulos a la vez,
empezaba a acostumbrarse y el dolor cedía, solo quedaba un seco palpitar en
su cabeza y en sus oídos que relaciono con su pulso sobresaltado, se sintió
complacido, se disponía a agregar un poco más de peso cuando noto que el
cielo se oscurecía, grandes nubarrones negros se extendían a una velocidad
sobrenatural en el cielo, cubriendo la ciudad, se le paso por la cabeza que
quizá se trataba de una tormenta, que empezaría a llover –no de nuevo la
lluvia- pensó de manera irracional y angustiosa, echó a andar en busca del
agujero en la valla a través de la cual había entrado para regresar a casa, dando
miradas ocasionales al cielo, aunque aquel lugar le aterraba, por alguna
extraña razón le preocupaba más el cielo, quedó congelado por el asombro al
ver que las nubes se aclaraban y tomaban un luminoso tono marfil con mucha
mayor velocidad de la que se habían propagado los nubarrones negros, su
textura se tornó aún más esponjosa, esto inquieto a Alejandro, decidió pensar
que posiblemente su mente se encontraba muy cansada y estaba alucinando,
pero a pesar de todo debía aprovechar el día, entrenaría sus capacidades un
poco más, regresó a su posición original, dibujó en su mente un bosquejo de su
alrededor –levántense- gritó su mente, los hierros retorcidos salieron
disparados por el aire con gran fuerza, Alejandro no tuvo tiempo de
preguntarse qué había sucedido cuando fue interrumpido por un gemido

63
El atrapa sueños

fantasmal, un eco grave y estridente que le helo la sangre y le hizo centrar su


atención en las nubes, mucho mayor hubiera sido su temor y su asombro si
hubiera sabido que aquel, era el canto de una ballena; tras unos segundos un
bombardeo de chatarra empezaron a caer sobre el depósito y Alejandro tuvo
que correr en busca de refugio.

4.
Los rosales empezaron a extenderse por las paredes, postes y semáforos de la
ciudad a una velocidad mágica, habían pequeños brotes que crecían de manera
lenta y apacible robando la atención de quienes estaban cerca, inundando la
ciudad con un aroma fragante, una multitud de rosas de colores decoraba la
ciudad en un arcoíris difuso e indefinible, grandes aves de plumas verdes y
rojas, cafés de bordos dorados o grises que se degradaban en tonalidades
azules hacia las puntas, se paseaban curiosas por la ciudad, algunas sobre-
volando las calles exhibiendo su ímpetu mientras planeaban, otras tantas
suspendidas en el viento como si estuvieran colgadas y soportadas por algún
tipo de arnés o cientos de hilillos invisibles, los habitantes de la ciudad se
encontraban tan maravillados como aterrados, entonces aparecieron los
juglares y los arlequines arrastrando una ráfaga de olores frutales y a algodón
de azúcar, los corceles blancos, grises y bermejos, que cubrieron el ambiente
con una tonada reconfortante de liras, voces graves y relinches, quitándole
importancia al terror instintivo que aparece en respuesta de lo que no se
comprende, no paso mucho tiempo antes de que la ciudad se detuviera, dejase
atrás lo que debían e iniciaran un festival, un festival poblado de magia, la
gente se abandonaba a un trance onírico, entregándose a la fantasía de aquel
paisaje surrealista, alimentando esa magia con sus propios sueños, en algunas
partes de la ciudad el ambiente vareaba, las grandes aves eran remplazadas por
marchas de peces multicolores que danzaban en multitud imitando las olas o
pretendiendo ser peces más grandes que se retorcían en ángulos imposibles, en
algunas otras todos habían vuelto a ser niños y corrían y jugaban disfrutando
de un caluroso día inmortalizado en sus memorias y en los hospitales, algunos
cadáveres empezaban a levantarse.

64
Ricardo Franco

5.
Cuando la ciudad empezó a cambiar, el canto espectral de una ballena resonó
con exagerada estridencia en el interior de la cabeza de Santa, llevándole a
cubrirse los oídos con las manos de manera instintiva, seguido a eso una gran
oleada de pensamientos se volcó encima suyo, asiéndole andar a tumbos unos
cuantos pasos, durante unos instantes lucho por salir a flote bajo aquella
oleada de mentes y mantener la conciencia, estuvo a punto de no lograrlo, la
cabeza le ardía y sentía un repiqueteo como de campana en algún lugar lejano
(pero tenía la certeza de que su cabeza era la campana) su respiración se
convirtió en un jadeo y mientras que con su mano izquierda apartaba a las
personas de su camino, con la derecha se sostenía la cabeza como si esta fuera
a desprendérsele en cualquier momento, había abandonado la idea de perseguir
a Toymaker y Candyman, ahora mismo solo le interesaba ir por su moto y
largarse lejos de la ciudad, a un lugar solitario y donde el eco de las
conciencias no le ahogara, que no amenazara con suprimirlo, sintió como si le
enterraran los dientecillos de una cierra en la pierna, pero era una sensación
lejana y real, estaba casi seguro de que era un delirio, sintió la sangre fluir y se
giró sobre si para comprobar que era lo que sucedía, un perro famélico y
sarnoso al punto de no ser capaz de identificar su raza le sujetaba con sus
fauces violentamente cerradas, asegurándose a su pierna y produciendo un
ramo de flores rojas y escandalosas que emergían y fluían como el cauce de un
rio, un rio rojo y espeso que se mezclaba con la saliva nefasta que supuraba la
boca de aquella bestia, dándole una consistencia espumosa y un olor fétido, la
imagen fue suficiente para devolver de lleno a Santa la cordura y antes de que
pudiera reaccionar, la bestia empezó a tirar de su pierna, intentando derribarlo
y arrastrarlo, Santa tomo su cuchillo, lo giro en su mano y lo clavo de manera
hábil sobre la cabeza del animal con un sonido de algo que cruje seguido por
un sonido que Santa relaciono con el sonido que hacen las bolsas de yogurt al
caer al suelo con la mitad de su contenido aun dentro de sí, inmediatamente lo
soltó, retrocedió unos pasos, lo normal hubiera sido que hubiera muerto o que
cuando menos se hubiera desmallado poco después de recibir la puñalada en la
cabeza, pero aquella bestia se mostraba enojada, enseñaba los dientes filosos y
puntiagudos como la hoja de una cierra de gran tamaño, teñidos de rojo por la
sangre que aún se amontonaba en su hocico, la piel pelada y rosácea tenía
costras y ronchas en diversos sitios de las cuales goteaba una sustancia viscosa
y amarillenta que tenía un olor fétido y salado, un olor que hizo pensar a Santa
en las profundidades del mar, se encontraba famélico, con la piel alrededor del
vientre y a sus costados marcándole las enormes costillas gruesas, sus patas no
terminaban en uñas ni garras, terminaban en unas pesuñas de cascos

65
El atrapa sueños

amarillentos y abultados, deformes, la herida que Santa le había hecho en la


cabeza se extendía en diagonal sobre su frente revelando trozos de cráneo y
sesos, la sangre se mezclaba con una sustancia gris y viscosa y le chorreaba de
la herida por ambos lados del hocico, la bestia se agazapo sobre sus patas y
clavo sus centellantes ojos negros en los de Santa, preparándose para saltar,
por el rabillo del ojo Santa noto que esa no era la única criatura en el lugar,
habían varias y tomaban a las personas, las arrastraban hacia un hombre de
bata blanca y gafas de concha, que sostenía en ambas manos un manojo de
cadenas y cordeles de cuero que se precipitaban a los cuellos de 8 perros de
pelaje negro, del tamaño de osos, chorreaban espuma a grandes cantidades y
sus ojos centelleaban rojos en su propia conflagración, se comían a las
personas que los sarnosos llevaban hasta ellos, reduciéndolas a tan solo
charcos de sangre y un par de huesos en unos cuantos bocados, con cada
víctima una hendidura se abría en sus costados dando paso a un ojo fantasmal,
de mirada perdida y triste; la calle empezaba a vaciarse y algunas de las otras
bestias sarnosas empezaban a rodear a Santa, era cuestión de tiempo antes de
que se le arrojaran encima y lo despedazaran con sus fauces, Santa no temía a
la muerte y en su mente rondaba una pregunta casi de manera incoherente –
¿seré capaz de matar a alguno antes de morir?-.

66
Ricardo Franco

6.
Oconell llevaba atados a su cinturón 10 botellas de vidrio llenas de gasolina y
asomando un pequeño trapo por el pico a modo de mecha, jugueteaba con un
encendedor plateado entre sus manos, tenía grabadas las iniciales J.P en una
caligrafía gótica de letras doradas, caminaba a través del bosque mirando
despacio, muy despacio, contemplando los colchones de hojas secas caídas y
la tonalidad naranja de la vegetación –todo arde, todo quiere arder- susurró
con una sonrisa, le habían encargado algo y no podía distraerse, ella se
enojaría si no completaba su misión a tiempo, o si sencillamente la fastidiaba
por pensar primero en sí mismo, ella le había ofrecido la oportunidad de hacer
arder el mundo, pero bajo sus reglas, era un fastidio pero tenía un poco más de
libertad que la que tenía encerrado en aquel manicomio que le traía de los
pelos y eso estaba bien, podría quemar muchas cosas y personas si le obedecía,
eso estaba mejor mucho mejor, siguió caminando a través del paisaje otoñal,
disfrutándolo con un éxtasis religioso y a la vez considerándolo una tortura,
quería verlo arder todo –todo arde, todo quiere arder- se dijo y sonrió, divisaba
ya la salida y un poco más allá, una mesita y dos niños sentados en medio de
una multitud de gigantescos osos de peluche, en cuanto los vio vocifero –todo
arde, todo quiere arder, pero primero los osos!- echo a correr mientras tomaba
una de las bombas molotov de su cintura y accionaba el encendedor en busca
de una llama, apenas y había conseguido salir del bosque cuando sintió aquella
calidez del fuego tan cercana a su mano, para cuando prendió la bomba
improvisada todos lo miraban.

7.
Kevin no podía aguantarlo más, llevaba casi 4 días sin volver a casa, desde su
encuentro con el hombre de negro y la posterior aparición de Mafe, había sido
retenido en ese jardín y obligado a jugar a las muñecas con Mafe todo el
tiempo, en un principio fue divertido, pero con el tiempo el juego se tornó
repetitivo, inquietante, molesto y profundamente limitado a los deseos de
Mafe, y no era bueno llevarle la contraria, los osos que Mafe había creado
como sirvientes y quienes, también, hacían las veces de guardias le habían
dado una paliza al hombre de negro, incluso él no había tenido oportunidad de
enfrentarse a ella, muy posiblemente estaría muerto, Kevin no quería pensar en
ello, pero no se hacía muchas esperanzas, deseaba escapar, pero lo mejor era
no pensar en eso, su mente se encontraba aturdida y cansada y la de Mafe
siempre muy activa parecía escrutarlo de manera continua, él no quería que
ella se pusiera violenta, las cosas saldrían muy mal si eso ocurría, incluso
podría perder su única oportunidad de regresar a casa, si es que acaso existía

67
El atrapa sueños

dicha oportunidad, por eso debía aguantar, tanto como pudiera, hasta que ella
se cansara y el aprovecharía entonces aquella oportunidad para huir lejos,
estaba seguro de que se encontraba dentro de un sueño, no le sería difícil
escapar, sabia como hacerlo, pero necesitaba alejarse de ella para que su plan
tuviera éxito, mientras ella ejerciera su poder y control le sería imposible usar
sus poderes, la mente más fuerte suprimía a la débil, aquella mujer se lo había
contado, le había contado muchas cosas que sabía acerca del hombre de negro,
ella había sido atrapada por él y se encontraba prisionera en algún rincón
profundo de la mente del hombre de negro, pero, en aquel lugar profundo no
solo crecía la prisión arbórea que se alimentaba de sus reclusos, aquella prisión
también se alimentaba de emociones, pensamientos y sentimientos del hombre
de negro, en aquel bosque también crecían sus recuerdos más preciados e
íntimos, aquel hombre no era tan malo, no era muy distinto a un niño como
Kevin, solo estaba asustado, por eso se vestía de negro y buscaba poder, él
estaba muy solo, Kevin pensaba que posiblemente esa fuera la verdadera razón
por la cual secuestraba a otros, porque quería compañía, sabía que no debía
temerle y que habían cosas peores ahí afuera con las que habría que lidiar
llegado el momento, sin embargo, cuando le tenía enfrente no dejaba de
provocarle cierto temor que bien podría ser por sus súbitas apariciones y la
capacidad que tenía para paralizar o sencillamente un pensamiento sembrado
en su mente para desequilibrarlo, Kevin había estado esperando al hombre de
negro para hablar con él y explicarle la situación, tratar de razonar con él, pero
las cosas no habían salido precisamente bien y mucho menos con la
interrupción provocada por Mafe, cuanto le molestaba eso, ella le miro con
mirada brusca y Kevin dio un respingo, estaba siendo poco cuidadoso y se
estaba permitiendo divagar demasiado, no era el mejor momento para eso,
pensó en disculparse y antes de que pudiera gesticular palabra Mafe dio un
brinco para levantarse de su lugar en la silla frente a la mesa en la que se
desplegaba el juego de té plateado, varios osos empezaron a acercarse
rápidamente a ella y Kevin temió lo peor, que había molestado tanto a la chica
que ella había decidido acabar con él, usarlo como afila garras para su ejército
de osos de peluche, pero un chillido eufórico resonó en el jardín y una
sensación incomoda de temor se abalanzo sobre él, sin pensarlo se giró sobre
su eje en una respuesta instintiva ante el peligro, en el borde del bosque había
un hombre, alto, corpulento y calvo, sostenía una botella en la mano cuya
punta ardía como si hubiera una llama contenida allí adentro, la curiosidad de
Kevin prevaleció ante todo lo demás -¿pero quién es?- dijo sin apartarle la
mirada, justo en el momento en que el hombre arrojaba la botella en su
dirección, la vio danzar en el aire, incapaz de moverse, perdido en la llameante

68
Ricardo Franco

ondulación que daba giros hacia él, teniendo la certeza de que moriría si eso lo
alcanzaba sin saber el motivo, solo era quizá, el instinto primitivo y animal
ante el peligro, uno de los osos se interpuso en la trayectoria de la botella y en
menos de un segundo lo alcanzo y exploto con un chasquido de vidrio, un olor
penetrante a gasolina y un fogonazo anaranjado y caliente, el oso se convirtió
en un trozo de algodón chamuscado y llameante mientras se desplomaba a la
derecha, Kevin lo observo en una mezcla de miedo y fascinación poco común,
tras unos instantes el temor le hizo abandonar el trance, no fue el temor a aquel
sujeto que lanzaba botellas de fuego, fue el temor a la reacción de Mafe que
con el rostro torcido en una expresión de tiránica furia ya gritaba –que le
corten la cabeza!!!-

69
El atrapa sueños

La noche y las estrellas

1.
Aquellas bestias virulentas y leprosas rodeaban a Santa con una graciosa
curiosidad que no le ofrecía ni una pizca de tranquilidad, le molestaba
profundamente, entre las muchas cosas que odiaba, lo que más aborrecía era
tener que esperar y estas criaturas lo tenían sometido a un limbo de espera, una
espera nerviosa y cruel, que tan solo postergaba un poco su muerte, se
encontraba herido, aturdido y rodeado por bestias feroces e implacables,
deseaba que su muerte no fuera angustiosa y lenta, no le importaba el dolor,
pero no soportaba la idea de una agonía larga bajo las fauces de aquellas
criaturas salidas de Dios sabe dónde, la pierna dolía y más que dolerle le ardía
pero le sostenía, eso era importante quizá tuviera la oportunidad de escapar,
quizá pudiera correr, abalanzarse sobre ellas y aprovechar la sorpresa para
abrirse paso y correr hasta un lugar seguro, si no lo lograba, aún tenía su
cuchillo a mano, tanto para defenderse como para intentar alguna otra cosa si
se daban las circunstancias (la idea del suicidio no le sonaba tentadora pero la
prefería antes que la humillación que le supondría ver como se convertía en
comida para perro) las bestias empezaron a apartarse de enfrente suyo dejando
un pequeño espacio vacío, pensó en aprovecharlo para huir, entonces diviso a
lo lejos como aquella silueta siniestra, más sombra que hombre, se aproximaba
sosteniendo por las cadenas a los rabiosos perros que mordían el aire y
trataban de abalanzarse furiosos hacia cualquier cosa que se moviera, el cuerpo
de Santa se paralizo y tuvo la certeza de que le esperaba algo peor que la
muerte, no pudo evitar sonreír, llevó su cuchillo al frente y se preparó para la
confrontación, un golpe sordo contra el pavimento hizo estremecer la tierra,
las bestias y aquella sombra se disiparon como la bruma ante el fuerte viento
dando paso a una amenaza a la cual no se podía confrontar fácilmente, desde
debajo de las calles de concreto empezaba a emerger resquebrajándolo todo a
su paso como si se tratara de un sinuoso camino de hielo, avanzaba la fiera
nave, un barco de velas gigantesco, pero que parecía formado por millares de
piezas de lego, aquello no podía ser cierto (vamos a cazar ballenas, vamos a
cazar ballenas) la voz se proyectó clara y estruendosamente ruidosa en la
mente de Santa haciéndolo retorcerse en una mueca de gratitud, su presa lo
había salvado y lo que al ahora le correspondía era darles una gloriosa y
honrada caza, corrió hasta la nave que a la vez que avanzaba empezaba a
elevarse del suelo, saltó hacia ella cuando estaba a ya más de un metro del
suelo y clavo su cuchillo en el casco abriendo un gran agujero (vamos a cazar

70
Ricardo Franco

ballenas, vamos a cazar ballenas) una cacería comenzaría pronto, eso lo tenía
seguro Santa.

2.
Alejandro corría a toda prisa por la ciudad con una sensación de inquietud en
sus espaldas, el lugar ofrecía cierta sensación de tranquilidad que le parecía un
engaño, le resultaba tétrica la apacible quietud, entre más avanzaba el lugar
parecía más vacío, mas sin vida, mas como si de un pueblo fantasma se tratara
en vez de su ciudad en plena semana laboral, la gente estaba desapareciendo,
sin dejar el menor rastro tras de sí, escuchaba, o creía escuchar lamentos,
gritos, el llanto de la desesperación pero era algo que solo resonaba en su
cabeza, era distante, ajeno, bien podría estárcelo imaginando, pero se sentía
muy real, había una sinfonía de sollozos y gritos ahogados en algún lugar
profundo (su cabeza posiblemente) que no lograba ubicar, decidió interpretarlo
como un mal augurio, el equivalente a la lluvia en las situaciones normales, se
dirigía a toda prisa camino al hospital, en el que se encontraba Sara, le
preocupaba su familia pero aún más ella, entre todas las voces, la de Sara era
más más clara, tenía cierto matiz propio de una desesperación frenética y
nerviosa y no paraba de gritar (oh por dios tienes que despertar, es una trampa
despierta, despierta es una trampa) Alejandro pensó durante algunos instantes
que quizá ahora mismo podría encontrarse atrapado en un sueño, que quizá
había sido descuidado y aquel hombre que la había atrapado a ella también lo
había atrapado a él, pero no era a el a quien ella se dirigía, se trataba de
alguien más, no podía estar seguro pero lo sabía, Sara desesperadamente
trataba de advertir a alguien, algo muy malo estaba pasando y él debía darse
prisa, probablemente se encontrara despierta, le costaba saber hasta qué punto
eso sería una bendición, pero la idea le remolineaba en la cabeza con una
mezcla de júbilo y desesperación, doblo la esquina en la calle 14 cerca al
distrito comercial y diviso el edificio grande y blanco que se alzaba a un
costado de la autopista, con una imponente presencia fría y solitaria, en cuanto
vio aquella silueta de concreto aceleró aún más el paso, tanto como le fue
posible y por unos instantes le pareció que volaba cortando el viento que
soplaba en la apagada ciudad.

3.
Habían transcurrido algunos minutos desde la aparición de Oconell, en el
sueño construido por Mafe, empezaban a acabársele los molotov y la horda de
osos empezaba a ser más grande, aparecían como hormigas atraídas por el olor

71
El atrapa sueños

dulce de la miel o el azúcar, Mafe estaba visiblemente afectada por el sobre


esfuerzo que le producía convocar a todos sus súbditos para enfrentar a aquel
sujeto, tenía los ojos inyectados en sangre, se le veía muy enojada y llena de
rabia pero a la vez muy cansada, temblorosa como si estuviera a punto de
desmoronarse, de derrumbarse, una sensación de calor y un grito
incognoscible habían ahogado su mente, Kevin se sentía asfixiado por el
humo, no solo por el que surgía de los osos envueltos en llamas y tendidos
sobre el césped del jardín, también sentía un humo oscuro y contaminado que
desprendía un olor muy parecido al caucho tratando de ahogarlo desde algún
lugar profundo que no sabía nada, su cabeza ardía sentía como si estuviera a
punto de entrarle alguna enfermedad de esas que lo habían mantenido en cama
envuelto en fiebre en ocasiones anteriores, quería escapar pero la idea le
parecía imposible, absurda, su cuerpo le pesaba y se sentía aturdido, todo
ocurría con una lentitud desconcertante y como quemaba su cabeza, a través
de un gorjeo de voces escucho un susurro que ya le era bastante familiar –
despierta.., por favor despierta…- esa voz, esa mujer que le había visitado en
ocasiones anteriores, esa mujer que se encontraba prisionera dentro de la
mente del hombre de negro, no se lo decía a él, pero le ayudaba a recobrarse,
le ayudaba a casi despertar, encontró una extraña familiaridad entre el bosque
del jardín en el que se encontraba con el bosque espeso en el que aquella mujer
era prisionera, tuvo la certeza de que ambos mundos estaban muy cerca, casi
sobrepuestos el uno con el otro, apenas separados por una delgada tela semi
transparente, muy delgada y tensa que parecía a punto de romperse, de
rasgarse y dejar que todo se mezclara y quizá sucedía con mayor rapidez de lo
que se pudiera imaginar, después de todo ¿acaso no escuchaba la voz de
aquella mujer cada vez con mayor claridad? Decidió que lo mejor que podría
ser sería ir a verla, escapar de aquel lugar e ir en su búsqueda, no deseaba
morir y mucho menos en medio de la confrontación entre un hombre que
arrojaba incendios embotellados y un ejército de osos de peluche sobre
alimentados, salió de su escondite bajo la mesa de te y observo a Oconell,
esperando a que en algún momento dejara de arrojar aquellas botellas o fuera
apresado por los osos que lo habían hecho retroceder uno o dos pasos y que
empezaban a amontonarse más rápido de lo que él podía combatirlos, se
imaginó que aquel hombre debería estar aterrado ante aquellas moles poco
amigables pero Oconell sonreía con satisfacción y jubilo mientras les prendía
fuego, Kevin pensó que él no comprendía el verdadero peligro de la situación
en la que se encontraba, sospecho que aquel sujeto era un demente y sus
divagaciones no estaban muy lejos de la verdad, cuando Oconell arrojo la
última botella, Kevin corrió en diagonal hacia el bosque tratando de ocultarse

72
Ricardo Franco

tras los esponjosos cuerpos para que aquel sujeto no lo viera, tratando de
mantener su mente despejada y tranquila, pero mientras acortaba distancia la
cabeza ardía más y cuán difícil era para él no pensar en aquellos momentos en
el dolor que amenazaba con reducirle el cráneo en cenizas desde adentro.
4.
Oconell estaba encantado con aquel encargo que ella le había asignado,
aquellos seres extraños ardían con gran facilidad, las flores anaranjadas
cubrían su cuerpo con rapidez y crecían alimentándose del relleno bajo sus
pieles acolchadas, irradiando el sofocante calor y la luz anaranjada que le deba
a la iluminación diurna un toque perfecto y extravagante que Oconell tanto
disfrutaba, pero aquellos seres empezaban a acortar la distancia y el acaba de
arrojar su ultimo molotov en contra, torció sus labios en una sonrisa
complacida ante la destrucción y el mar de llamas que había conseguido con
tan poca gasolina, apoyo la palma de su mano en el tronco de un árbol que se
encontraba próximo a él y este empezó a arder con apresurado frenesí, se
maravilló ante la idea y su sonrisa se ensancho en una euforia demente, sintió
un acolchonado empujón que lo hizo volar algunos metros por el aire hasta
chocarse contra otro árbol en un ruido seco, le habían interrumpido y eso no le
agrado, trato de ponerse en pie pero algo esponjoso y blando se le abalanzo
encima tratando de aplastarlo contra el suelo y después sintió como cada vez
más peso empezaba a acumularse, se estaba asfixiando pero entre sus manos
jugueteaba con las hojas secas y se maravillaba, cuan bien podía arder todo y
no tenía ya razones para ir con cuidado, ahora podía liberarse, podía hacer
realidad su sueño, un sueño en el que el incendiaba al mundo con su toque,
porque el, se encontraba en llamas, una explosión fuerte y seca hizo volar
trozos de relleno y piel acolchada en todas direcciones, el algodón y los demás
trozos se convirtieron en grandes bolas de fuego incendiando las ramas secas y
las hojas en el piso, el bosque empezó a arder y a iluminarse con un brillo
naranja deslumbrante, una silueta anaranjada, que eran unas llamas
fantasmales con silueta de hombre se levantaba riendo en la mitad de la
conflagración, riéndose con una risa que no era otra cosa que el crepitar de la
leña en el fuego, camino extendiendo el calor que irradiaba y acrecentando el
incendio alrededor suyo con cada paso, ardía sin arder ni consumirse, existía
ya, no como un hombre, sino como el fuego mismo con figura muy similar a la
humana.

73
El atrapa sueños

5.
Mafe se encontraba exhausta y adolorida, tendida en el piso apoyándose en sus
manos y rodillas, la respiración le resultaba muy fatigosa y no era más que
unos jadeos silbantes, con la caída de cada uno de sus súbditos perdía poder y
mantener aquel mundo en pie le resultaba extremadamente difícil, al morir
cada uno de ellos abrazado por las llamas, una pequeña parte de sí misma
también moría, se debilitaba, empezaba a olvidar el peligro al que se
enfrentaba, su mente cada vez era más lenta y distante de la realidad, parecía
como si poco a poco perdiera la capacidad de pensar, solo quedaba al final, ese
fatigoso ardor en la cabeza, el miedo; todo empezaba a desvanecerse, a perder
importancia, su desconexión con el mundo le resultaba piadosa, al principio se
había esforzado tanto por contener las lágrimas como por expulsar a aquel
sujeto, pero ahora mismo ya no importaba, ya no sabía lo que eran las lágrimas
ni a quien tenía que expulsar, mucho menos porque, no sabía dónde estaba ni
que debía hacer, le ardía la cabeza y chapoteaba en las negras aguas de la
inconciencia, aferrándose instintivamente al esfuerzo de su respiración,
sintiéndose incapaz de permitirse ceder sin importar que sucediera, se
mantendría firme hasta el final, esa era la clase de persona que era ella, pero el
problema estaba en que ya no recordaba quien o que era ella, el ardor dejo de
estar solo en su cabeza para irradiarla también desde el exterior, las mangas de
su vestido se recogieron un poco y se tensaron, un resplandor naranja le
lastimaba la mirada, incapaz de resistirse o defenderse le recorrió con sus ojos
tratando de entender de qué se trataba, solo llamas con forma de hombre y con
dos agujeros oscuros desprovistos de cualquier emoción como ojos en su
rostro, una línea que desprendía un resplandor aún más fuerte, casi contenido,
se abrió gradualmente y Mafe pudo ver a sus padres en el umbral de una
puerta, llegando desde la luz de todas las puertas iluminadas hacia la
oscuridad, entrando a su habitación en penumbras bañada por el olor al
antiséptico, escuchaba las lágrimas de sus sollozos mezclado con un bip
monótono y frio, constante, sus rostros eran irreconocibles en la oscuridad,
eran manchas difusas muy distantes, dejaban un oso de peluche, un oso de
peluche muy elegante junto a ella, el señor cachetes, sin lugar a dudas era un
viejo recuerdo, mientras se lamentaban de lo joven que era y lo terrible que
podría ser el cáncer, de lo bendita y piadosa que podría ser la morfina y lo
tortuoso que podría ser que viviera atrapada en un sueño constante, en un
dormir pesado que podría en cualquier momento ser el paso al sueño eterno, y
al fin lo era, Mafe cerró los ojos entregándose a las fauces de la oscuridad, las
llamas exhalaron fuego de aquella línea que pretendía ser una boca y la

74
Ricardo Franco

redujeron a cenizas en tan solo unos instantes, no hubo dolor, tan solo un gran
alivio.

6.
Kevin corrió atenazado por una sensación de inquietud todo el tiempo,
mientras sentía como abandonaba un sueño para ir al otro, como el bosque
había empezado a resquebrajarse y deshacerse en la oscuridad unos pasos
atrás, tras correr casi unos 100 metros se había alejado completamente de
aquella zona, la tierra bajo sus pies parecía más firme y las plantas eran
distintas, pero el cielo estaba oscuro, pero vagamente iluminado por miles de
farolillos estelares y blancuzcos; los árboles se veían un poco más putrefactos
que en sus visitas anteriores y algunas de las personas que se encontraban
atrapadas se estaba cayendo de las ramas que empezaban a crujir y ceder bajo
su peso, aun escuchaba la voz de Sara, pero era aún un susurro vago, apenas
audible y cada vez tenía un tono más cansado, un tono desesperanzado
incluso, que le removía las ideas de manera inquieta a Kevin en la cabeza,
cuando la encontró, ella también había logrado zafarse de las ramas y se
encontraba tendida en el piso, tratando de levantarse o quizá de arrastrarse,
Kevin no habría atrevido a decir que era exactamente lo que aquella mujer
menuda y cubierta de musgo y barro se proponía, más en aquellas condiciones
lamentables en las que se le veía, se encontraba mucho más pálida que en sus
visitas anteriores, sus ojos habían tomado una tonalidad de un blanco poco
natural, se le veía cansada, muy débil pero determinada a seguir, Kevin la
tomo por el brazo tratando de ayudarla a levantarse, pero era muy pesada para
él, incluso dentro de un sueño, ella lo vio con una mirada agradecida y
atemorizada –las cosas van mal- dijo con una voz temblorosa, apenas audible
–la araña nos tendió una trampa- dijo, y se echó a llorar, mientras Kevin
escuchaba con creciente temor los movimientos extraños de las ramas de los
árboles y el repiqueteo de las ramas ante rápidos y constantes piquetes duros y
pesados, Kevin trago saliva y parpadeo, para descubrirse abrazando a Sara, de
pie junto a una camilla de hospital en la que ella se encontraba tendida y
sollozando, no tuvo tiempo de sentir alivio cuando escucho el forcejeo y el
girar de la perilla de la puerta a sus espaldas, sintió dentro de su cabeza un
ardor familiar y para nada agradable –no puede ser… la araña lo ha mandado
tras nosotros- susurro Sara con voz temblorosa, conteniendo los sollozos.

75
El atrapa sueños

7.
Santa había conseguido abrir un agujero en el casco del barco a través del cual
entro, exploro un poco el gigantesco espacio que se encontraba completamente
vacío hasta encontrar unas escaleras que daban paso a cubierta, al subir se
encontró con un cielo que empezaba a oscurecer a través de una esponjosa
cortina de nubes inquietas, que se movían y remolineaban, la nave avanzaba a
gran velocidad hacia ellas, y Santa escucho presa de una fascinación
sobrecogedora el fantasmal canto de una ballena, ahogado por los gritos
eufóricos de Candyman y Toymaker que se encontraban en la parte frontal del
barco, Toymaker con arpón en mano y Candyman sosteniendo el timón,
manteniendo el rumbo hacia las nubes, tras la pista de aquellas mágicas
ballenas que se escondían y nadaban entre las nubes, en mitad del cielo a
tantos metros de altura, decididos a darle casería, pensando en que seria muy
emocionante el hacerlo, sin saber las verdaderas implicaciones de lo que
significaba cazar, sin tener conciencia de las consecuencias de tomar una vida,
Santa, sintió compasión por ellos durante un instante, y a forma de
agradecimiento por haberlo salvado de aquellas fieras, decidió que tomaría sus
vidas de la manera más rápida e indolora que pudiese, debía llevarlos de
regreso, en lo posible con sus cabezas enteras, se le había asignado aquella
misión y no podía simplemente dejarla tirada, si lo hacia los militares a cargo
del proyecto azul derramarían su furia contra él y sería peor que lo que pudiera
imaginar en cualquiera de sus pesadillas por graves y temibles que estas
fueran, avanzo sigiloso, con la cabeza gacha, tanto para no llamar la atención
como para conservar el equilibrio, el piso de la cubierta hecho con cientos de
piezas de lego no le ofrecía mucha seguridad, y menos ante la velocidad con la
que se precipitaban hacia las nubes, Santa debía actuar rápido, no quería tener
que subir más de lo estrictamente necesario y le preocupaba mucho el pensar
como tendría que bajar y si sobreviviría si tenía que hacerlo por su cuenta, al
final decidió que aquello no importaba, que era darle vueltas a un asunto que
no lo llevaría a ninguna parte (salvo quizá al suelo y eso no sería por pensar o
no en ello) cuando estaba por subir el primer escalón hacia la proa del barco,
aquel eco espectral resonó de nuevo en el cielo oscuro, pero esta vez de una
manera tan cercana que parecía palpable, una ballena gigantesca y gris
chapoteo entre las nubes y con su cola golpeo el barco, derribando el mástil y
precipitándolo a tierra con temeraria violencia.

76
Ricardo Franco

La guarida de la araña

1.
Alejandro subía a toda prisa por las escaleras del hospital, se había cortado la
energía eléctrica y la oscuridad del inicio de la noche daba un ambiente más
tétrico al lugar, parecía desierto, en su frenesí tropezaba de vez en cuando
mientras subía las escaleras sin prestarle mucha atención, siempre a punto de
caer y echarse a rodar por las escaleras, pero sin un solo reflejo de duda, solo
pasos fuertes y fieros en la oscuridad, pasos decididos a avanzar al precio que
fuere, cuando diviso el acceso al cuarto piso pensó que pronto acabaría aquella
pesadilla y se dirigió hacia aquella puerta de aluminio con una estampida
animal y frenética, la puerta cedió con un chillido agudo, soltándose de uno de
sus dos ejes y temblando sobre el otro, Alejandro ya no escuchaba la voz de
Sara en su mente, ni ninguna otra voz, el ruido había desaparecido, se
encontraba sumergido en un mundo de sombras insonoras que se removían
inquietas en la oscuridad, acechando sin dar el menor indicio de su existencia,
Alejandro camino con pasos lentos y nerviosos hacia la habitación de Sara,
tenía la sangre helada y estaba tan asustado como nunca lo había estado en
toda su vida, sabía que había algo que le acechaba en la oscuridad, no lo oía
pero estaba seguro de que había algo más en aquel edificio, acechando con una
virtud demoniaca y eso no era lo que le infundía temor, el verdadero miedo
que se arraigaba en su corazón era que aquella cosa, lo que sea que fuese
hubiera atrapado a Sara, que él no pudiese haber llegado a tiempo y aquello le
hubiera hecho algo terrible, algo mortal, la puerta de la habitación de Sara
estaba abierta, la cerradura había sido reventada y astillada la puerta a su
alrededor, permitiendo que irremediablemente esta cediera, cuando Alejandro
vio la puerta sintió el ardor de las lágrimas en sus ojos –por favor Dios no-
susurró sin saber que había pensado en voz alta, su mano temblorosa empujo
la puerta con un toque suave y delicado, esta se deslizo con un agudo chillido
que resonó en el lugar, Sara estaba de pie al final de la habitación,
sosteniéndose del marco de la ventana al fondo de la habitación, las cortinas se
bamboleaban entre las ráfagas de aire frio que penetraban incesantes a través
de los vidrios rotos, ella estaba muy pálida, extremadamente delgada, su rostro
reflejaba un terror amargo y su vientre era una fuente roja, el la miro con el
corazón hecho pedazos, congelado por el miedo, incapaz de moverse, tratando
de sostener los fragmentos de su cordura que amenazaba con desmoronarse y
ser arrastrada por el viento, ese viento que soplaba a través de los cristales
rotos, el mundo pareció congelarse durante unos instantes dándole a todo un

77
El atrapa sueños

toque de irrealidad al que Alejandro quiso aferrarse, todo esto no era más que
una muy larga pesadilla y el despertaría en cualquier momento –alejo…
viniste- susurró ella como rompiendo el encanto y se desplomo, cayo de
bruces al suelo, Alejandro a travesó el cuarto con un par de pasos largos y
agiles, se arrodillo junto a ella y la tomo entre sus brazos, estaba muy fría, su
mirada estaba perdida y llorosa, se estremecía entre sus brazos, con un temblor
inquieto y constante, el temblor de la agonía, pensó Alejandro sin mucho
sentido, sintiendo como el shock alejaba los pensamientos racionales y el
dolor haciéndolos lejanos, le quitaba gravedad a la situación, recupero un poco
la noción de realidad cuando se dio cuenta que ella susurraba algo –la araña le
tendió una trampa, la araña- su voz era temblorosa y frágil –¿quien te hizo
esto?- le interrumpió el con un sollozo atrapado en la garganta, luchando por
contenerlo con cada vez menor éxito, hasta que final este escapo y Alejandro
empezó a llorar.

2.
Oconell había perseguido al chico en cuanto este se dio a la fuga, no podía
permitirse que alguno de ellos escapara, debía ejecutar a cada uno de los
demás soñadores para que no interfirieran en el gran plan que ella estaba
llevando a cabo, si hacia las cosas satisfactoriamente él tendría un lugar en ese
nuevo mundo y podría quemar todo lo que quisiera, prendería fuego al mundo,
a cualquier cosa que se le diera la gana, el mismo seria el fuego como lo había
sido antes, el rememorar la situación le hizo estremecer en una mueca de
placer enfermizo y demente, él debía ser fuego de nuevo, había nacido para
eso, para arder y para consumirlo todo, ahora debía probar que lo merecía, el
chiquillo se había escondido en una de las salas de quirófano, en medio de la
oscuridad, había huido de manera ágil, silenciosa, pero su miedo hacia ruido,
un eco de hondas mentales que Oconell captaba muy bien a la par que las
estudiaba con curioso deleite, se aproximaba, siendo cuidado, tomándoselo
con calma, disfrutando del pánico que supuraba aquel chico, deseando
ofrecerle la sensación de seguridad para después apresarlo cuando el temor
disminuyera, tomarlo por sorpresa, estrellar su cabeza contra los azulejos del
piso hasta reventarla y después, obviamente, prenderlo en fuego; un súbito
temblor agito el edificio y retumbo amplificado en la soledad el martilleo de
algo enorme que se estrellaba y fragmentaba con un gorjeo similar al chillido
de cientos de murciélagos, aquello tomo por sorpresa a Oconell quien perdió
momentáneamente el equilibrio mientras que enfrente suyo las puertas
metálicas del quirófano 6 se bamboleaban con frenesí dando paso a una
pequeña silueta oscura que corría como perseguida por el diablo, se trataba de

78
Ricardo Franco

Kevin que había aprovechado aquella oportunidad para iniciar la huida, en un


acto reflejo trato de echar a correr tras él, pero el edificio aún se movía
provocando que diera pasos inseguros y resbalara, cayéndose de bruces sobre
el blanco azulejo que apestaba a antiséptico, se incorporó y empezó a correr
tras la silueta que le había sacado por lo menos una docena de metros de
ventaja y en su avance tiraba todo a su paso tratando de bloquear (o
entorpecer) el camino de su perseguidor, pero Oconell sorteaba aquellos
obstáculos con una ágil facilidad a medida que acortaba distancias, tratando de
no perder al chico de vista en la siguiente esquina del pasillo, ocurrió entonces
otro estremecimiento en el edificio y el suelo del pasillo bajo ellos se
derrumbó, agrietándose hacia una oscuridad llena de nubes de polvo y
escombros herrumbrosos y toscos.

3.
La fiebre de Jean empezaba a subir de nuevo, sintió que la cabeza le daba
vueltas y que de nuevo el dolor trataba de arrastrarlo hacia la semi-
inconciencia del delirio, unos cuantos minutos atrás había escuchado una voz
vacilante que le pedía que despertase; que tontería, estaba despierto y en su
casa junto a Carolina que había ido a cuidarlo, aquello no era un sueño ¿o sí?,
la realidad le muy débil y delgada, sintió por un segundo que con un leve
toque de sus dedos podría hundir la madera como si se tratase de plastilina
caliente, que alguien hubiese amasado durante un buen rato y estuviese blanda,
aquello era un tontería, quizá solo era estrés acumulado por guardar tantas
mentes en su interior, quizá por haber pasado esos días enfermos, por la gran
tensión que le suponía entrar en la mente de otros y aguantar su propia
soledad, todo daba vueltas y el color había abandonado sus mejillas, la fiebre
volvía a asaltarlo y aquello no le gustaba, el mundo era difuso e irreal, una
retahíla de imágenes ondeantes, caería de nuevo en la inconciencia, dormiría,
sí, aquello era lo que necesitaba para poder sentirse mejor, para recuperarse,
estaba enfermo y debía cuidar de si, de su propio cuerpo, la lluvia, aquella
terrible humedad se había extendido por su cuerpo, el agua lo había calado
hasta los huesos y podría haber pescado algo más que un frágil resfriado, algo
realmente peligroso por eso debía cuidarse, lo mejor era cuidarse y dormir un
rato, descansar, Carolina que había estado hablándole sobre sus decisiones
respecto a su proyecto de vida había notado, con gesto ceñudo en un principio,
que Jean no le estaba prestando atención, pero la expresión ceñuda fue
remplazada pronto por un gesto de auténtica y asombrada preocupación, se
levantó de su lugar a los pies de la cama, donde se encontraba sentada camino
en dos pasos largos hasta el costado izquierdo cerca de la cabecera y tomo a

79
El atrapa sueños

Jean sosteniéndolo por la axila izquierda y el hombro derecho –recuéstate, aun


estas muy débil debes descansar- la voz tenía un tono condescendiente, amable
y cálido, hacía sentir muy tranquilo a Jean, y no solo por el tono de su voz, si
no por sentir el roce de ese vaho de aliento caliente en su rostro, esa pequeña
dosis de certeza que le aseguraba que aquello era real, afuera sonaba el
tranquilizante sonido del relampagueo entre las nubes, anunciando la
inminente lluvia, Jean adoraba la lluvia, adoraba el sonido de aquel repiqueteo
de agua contra casi cualquier superficie, se deslizo bajo los cobertores en su
cama con la ayuda de Carolina, mientras escuchaba el sonido de las primeras
goteras en el techo de zinc, ese re confortable sonido –dormir un rato será lo
mejor, gracias- dijo el, con una voz que le sonó nasal, graciosa, la idea lo
divirtió y estuvo a punto de reír, pero las costillas le dolían por la tos y los
jadeos, a causa del esfuerzo que había tenido que ejercer para poder respirar,
así que suprimió la idea no sin algo de tristeza –estaré pendiente, me quedare
un rato más y volveré mañana- la voz de Carolina tomo un matiz reflexivo,
incomodo, tratando de asumir un adecuado tono de disculpa -se está haciendo
de noche y ha empezado a llover, ojala no se de una tormenta, debo volver a
casa antes de que sea muy tarde, mis padres podrían preocuparse- su voz
termino en una nota cansada e incómoda, nerviosa ,Jean tuvo la certeza de que
había algo más, algo que no se atrevía a decirle, se sintió incomodo, molesto,
sin importar cuales fueran las circunstancias él le había permitido entrar en su
vida, le había contado algunas cosas, había confiado en ella y ella parecía
incapaz ahora de hacer lo mismo, se sintió enojado, la cabeza le dolía, el
mundo daba vueltas, ladeo la cabeza hacia la izquierda y cerró los ojos –
perdona que no pueda quedarme, enserio me gustaría poder hacer algo más..-
empezó ella pero se interrumpió de súbito al ver que Jean se levantaba con un
movimiento ágil, brusco y sobretodo saludable, se puso de pie, descalzo sobre
aquel suelo frio de concreto y se dirigió hacia la pared del flanco izquierdo,
erguido y en pasos seguros, sin dar la menor muestra de debilidad –no
deberías pisar el suelo descalzo, esta frio harás que- un gesto de Jean con la
mano hizo que ella se callara, él se encontraba casi inmóvil por completo, con
la mirada fija en un montón de fotografías sobre una pizarra de madera en la
pared, retiro una de la pizarra, una que estaba en el área central casi oculta,
ahogada por las otras, con movimientos delicados, la sostuvo en su mano
izquierda con dos dedos, su expresión era un principio preocupada, después, se
degrado en una sonrisa amarga que le torció los labios sin la mayor convicción
-esto no es real- dijo sin siquiera levantar la mirada, sonriendo, el color le
regresaba a la cara y se le veía mucho más saludable, fuerte (poderoso)

80
Ricardo Franco

-¿de qué hablas?- la voz de Carolina tenía cierto aire de nerviosismo, quizá
temor
-todo esto no es real, este lugar no es real…-levanto sus brazos moviéndolos
por todo el lugar mientras hundía los ojos en los de Carolina, ella tras un
instante se obligó a mirar al suelo, ya fuera porque él le producía miedo, o
porque se avergonzaba de haber sido descubierta, Jean no habría podido
decirlo con seguridad -esto es un sueño- concluyo al fin con voz firme y
autoritaria –un sueño- reafirmo con una seguridad que parecía dramática, que
parecía una burla, nuevamente sonrió, pero esta vez era una sonrisa cínica
-me preocupas- empezó ella, con un tono nervioso, con asombrosa lentitud
eligiendo con cuidado sus palabras, como si estas, pudieran hacerla tropezar –
debes estar alucinando seguramente, por la fiebre- concluyo, trato de
mantenerle la mirada y tuvo que desplazarla nerviosamente varias veces
durante algunos instantes
Jean mantenía su sonrisa, pero sus ojos no, estos ardían con un silencioso
brillo de ira y desprecio, giro la foto en sus dedos y extendió el brazo para que
carolina pudiera verla mejor – ¿que ves en esta foto?- inquirió con voz
tranquila, razonable aun -¿a qué te refieres?- Carolina estaba asustada y
retrocedió un paso, su mirada se desplazaba inquieta en derredor, buscando
quizá algún objeto para defenderse si las cosas llegaban a ponerse violentas -
¿Qué ves?- pregunto Jean nuevamente, con enfatizada furia en cada una de las
palabras, ella lo miro incapaz de decir una sola palabra, confusa, sin saber que
debía hacer, completamente aterrada, eso hizo estallar en una rabia salvaje a
Jean que se abalanzo hacia ella en dos pasos agiles, ella trato de darse la vuelta
y echar a correr hacia la puerta cuando vio que se movía, pero no logro acabar
de girarse para cuando él ya la sostenía del brazo y la agitaba moviendo
aquella fotografía cerca de su rostro –¿que ves en la maldita foto?- grito el con
una voz que era un rugido, sus ojos centellaban en furia y los tendones del
cuello se estremecieron durante un momento –una mancha café con luces
amarillas- Carolina empezó a llorar –como cuando tomas una foto difusa del
alumbrado público o algo así-
-bien- el la arrojo por el brazo contra la puerta y pareció calmarse un poco,
señalo la pizarra con la mano que sostenía la fotografía, aquella fotografía que
había extraído poco antes de allí mismo –esta pizarra – su voz sonaba
frenética, hablaba despacio y se notaba cierto tono rabioso que trataba de
combatir –tiene fotografías solo de los rostros de personas a las que planeaba
visitar- había algo demente, cruel, burlón y deforme en aquella voz rabiosa,
Carolina estaba paralizada por el miedo, incapaz de huir o hacer cualquier
cosa, solo podía quedarse ahí, acurrucada contra la puerta sollozando, sin ser

81
El atrapa sueños

capaz siquiera de levantarse –algunas fotos están ahora borrosas y ninguna lo


había estado antes
-eso no prueba nada- replico levantándose algo temblorosa, buscando una
manera de distraerle para poder escapar, por lo menos hasta que aquel hombre
llegara
-esto… lo prueba- susurro Jean con mirada inflexible estirando sus manos a
los lados, las paredes de madera y el techo salieron volando por los aires con
una velocidad violenta, tras unos instantes ya no había nada allí, tan solo ellos
dos y una plataforma gris situada en la cima de algún edificio en medio de un
mundo onírico, un mundo en el que las demás siluetas se difuminaban y
escondían tras sombras de bruma, tras la oscuridad del cielo nocturno, nubado
y sin estrellas, no había lluvia, pero el repiqueteo del agua al caer se
escuchaba, resonaba por todo el lugar, como una radio a bajo volumen en un
salón vacío con un gran eco
-lo siento mucho, yo quería ayudarte en verdad- se disculpó ella mientras
retrocedía unos pasos hacia el borde del edificio, la brisa ondeaba su cabello
desde atrás hacia donde Jean se encontraba
-por supuesto que te creo- la voz de Jean tenía un tono musical, alegre, fuerte y
en extremo violento, horrorosamente burlón, su sonrisa se ensanchaba cada
vez más, hasta un punto que su rostro se deformaba en una expresión demente,
una expresión de furia animal, era la sonrisa de una fiera dispuesta a
abalanzarse sobre su enemigo en cualquier momento, extendió su brazo
derecho justo enfrente suyo abriendo la palma y enseñándola para demostrar
que no tenía nada, como si se tratase de alguna clase de truco de magia y el
fuese un mago dispuesto a empezar el show, llevo la mano frente suyo y
acercó el pulgar del dedo izquierdo a la palma y comenzó a frotarla de manera
circular ejerciendo gran presión en un solo punto, retiro el pulgar tras unos
instantes y estudio con mirada inquisitiva la palma -¿pero qué demonios?-
susurro Carolina con un asombro que le hizo olvidar el temor durante unos
instantes, el ignorándola y tratando de que pareciese como si no la hubiera
escuchado sonrió a su palma y asintió, giro la mano hacia Carolina y el temor
regreso, justo en la mitad de aquella palma había un agujero, un gran agujero
negro en el cual se apreciaba un iris amarillento que asumía la forma de un
ojo, en los bordes carnosos que abrían paso a aquel ojo monstruoso empezaban
a crecer colmillos afilados y puntiagudos como cierras, algunos pequeños
tentáculos gelatinosos y oscuros, amorfos, indeterminados en una oscuridad
que parecía tragárselo todo, emergían por entre los dientes que rodeaban al
ojo, Carolina no pudo aguantar aquella visión y grito, dando paso a un nuevo
ciclo de sollozos –oh dios santo, oh dios bendito, dios bendito- susurró con

82
Ricardo Franco

desesperado frenesí como si aquellas palabras pudieran contener todo aquel


horror, como si aquellas palabras lo explicaran y tuvieran el poder para
ponerle fin, Jean empezó a caminar hacia ella con la mortífera sonrisa en sus
labios, con su brazo extendido delante suyo, exhibiendo aquella monstruosa
oscuridad que emergía de su mano –me va a comer, me va a comer- pensó
Carolina en medio de su frenesí histérico, un ligero golpeteo en el concreto,
seguido de gruñidos, ladridos y el castañeteo de dientes que mordían el aire,
los detuvo en seco y obligo a ambos a mirar en la dirección de la que
provenían aquellos sonidos.

4.
Jean contemplo con un mudo interés a aquel sujeto que sostenía las cadenas de
esas rabiosas bestias, aquellos animales eran un manojo musculoso y revoltoso
de furia, debían ser muy fuertes y aquel sujeto apenas y sostenía sus cadenas
con una mano, sin hacer el menor esfuerzo, era un hombre menudo, muy
flacucho como para poder realizar aquella proeza, vestía una raída y vieja bata
de laboratorio de un color blanco intenso, su piel era gris como las nubes de
tormenta veraniega, sus manos no eran otra cosa que huesos forrados en un
tapiz de piel gris, una membrana gelatinosa y muy delgada, muy templada
sobre los huesos y las articulaciones, sus ojos y boca eran manchas oscuras
difuminadas en su rostro, no tenía nariz y tampoco orejas, su cabeza estaba
completamente lampiña, aquel punto difuso que tenía por boca vibro, más que
vibrar, parecía mover, gesticular, y jean lo escucho, sin escuchar ningún
sonido realmente, las palabras resonaban en su cabeza, con cierta chirrido de
fricción, las habían metido allí a la fuerza, las habían empujado dentro
–tenía muchas ganas de conocerte
-¿oh, enserio?- Jean trato de asumir nuevamente el tono burlón, pero aún se
encontraba un poco aturdido por la aparición de aquel sujeto –aquí me tienes,
así que cuando menos podrías contarme porque querías conocerme, no soy tan
famoso aun- empezaba a salirle un poco más natural, su tono era más alegre,
casi divertido y en verdad empezaba a divertirse, muy posiblemente algo se
hubiera estropeado en algún lugar de su cabeza durante lo ocurrido en los
últimos minutos

-quería poder ver de cerca la máxima creación de la diosa, pero no eres para
tanto- resonó aquella voz nuevamente, el sujeto gesticulaba sin sonido alguno
y Jean sintió de pronto que la rabia volvía, ¿que decía aquel tipo? ¿Qué él era
la creación de alguien? ¿Un personaje inventado? El pensamiento le enfureció
pero al mismo tiempo le pareció absurdamente gracioso y antes de que pudiese

83
El atrapa sueños

estallar en una carcajada aquella voz, resonó nuevamente en su cabeza, como


si hubiera escuchado lo que pensaba (muy seguramente lo había hecho si era
capaz de hablarle dentro de su mente) y tratase de responderle
-dentro de un sueño, no solo creamos y modificamos el lugar, también
generamos algunos seres y por lo menos, de manera inconsciente les
asignamos comportamientos en base a la experiencia que tenemos de ellos,
algunos son solo el rebobinar de los recuerdos que guardamos, el cómo se
supone que actúan las aves, los perros, las vacas, incluso las personas que
conocemos frente a determinadas situaciones, pero hay quienes son tan
hábiles, que incluso generan personas y criaturas nuevas, establecen un
completo mapa de comportamientos, pensamientos y recuerdos, pero por
perfecta que sea su obra tienen fallas
-jajaja ¿entonces solo soy parte de la ambientación del sueño? Tonterías, yo
camino en la realidad, yo estoy vivo soy autentico- Jean trataba de sonar
fuerte, enojado e incluso imponente, pero su voz tenía un tono inseguro,
asustado, confundido que no supo disimular, no pudo hacerlo, aquella voz
prosiguió
-a ti hombre que te mueves y naciste de entre los sueños, no se preguntarte que
consideras real o autentico, pero puedo decirte que hay soñadores tan
poderosos que pueden traer su sueño al mundo que los humanos consideramos
verdadero, pero no es más que otro sueño, un mal sueño, una vaga ilusión que
procura pasar por real, ella se arriesgó a crearte, a traerte aquí, a crear una zona
difusa de la realidad para ti, una zona en la que pudieras crecer y hacerte
independiente, que tu propia mente te diera fuerza y pudieras existir por ti
mismo, pero a fin de cuentas solo eres vuestra creación, tu no existes por ti
mismo, ten consuelo, nada ni nadie existe por sí mismo en este mundo
-no, es imposible, mis padres, yo- la confusión había desestabilizado a Jean
arrebatándole la capacidad de pensar claramente, se había encerrado en un
frenesí de negación
-¿puedes mencionarme la última vez que sentiste hambre?, ¿tienes recuerdos
acaso de dónde estudiaste? ¿Quiénes eran tus compañeros de clase? ¿En qué
jardín infantil estuviste? ¿Recuerdas tu vida antes de los últimos 6 meses
aparte de las imágenes que tienes sobrepuestas de tus padres y que corren ante
tus ojos como una película?
-no!- Bramo Jean, mostrando por fin el enojo, dejándose caer de rodillas –es
imposible!!- una mano toco su hombro y él se giró súbitamente, retirándola
con un movimiento torpe de su brazo, allí estaba de pie junto a el Carolina,
con expresión dolida, amarga, ya sin temor en sus ojos, estos en cambio
estaban llenos de una dolorosa comprensión –es imposible, tienes razón- le

84
Ricardo Franco

dijo carolina tratando de sonreír, abandono pronto el intento al ver que la


sonrisa le resultaba demasiado amarga para si misma –pero aun así, tú y yo,
solo somos seres imaginarios.

5.
Santa se había desmayado por el abrupto sobresalto emocional de la caída, de
pensar que se estrellaría a aquella velocidad, aquel susto de muerte, lo había
arrojado a la inconciencia casi como un escape, tratando de minimizar lo que
serían sus últimos instantes de vida, pero ahí se encontraba, despertando, tan
sano y salvo como podía, envuelto en un colchón gomoso de criaturas de
goma azucarada, de algunas de ellas surgía un viscoso relleno de aroma frutal,
que se deslizaba pegajoso a través de la piel de Santa, aquello, le había salvado
la vida, le había protegido de recibir heridas graves y ahora lo asfixiaba, Santa
buscó a tientas su cuchillo pero no lo encontró, tras una inspección rápida de
sus manos para con los alrededores, decidió abrirse paso a mordidas, su
intención era morder y escupir, pero el sabor azucarado le resulto demasiado
tentador y termino tragándose cada bocado, o al menos la mayor parte de
estos, cuando consiguió por fin liberarse, se encontró dentro del barco, había
llegado allí en algún punto durante el descenso, quizá poco antes de estrellarse
contra el piso, quizá después, no lo sabía, solo sabía que la cubierta hecha de
piezas ensamblables había cedido bajo sus pies, casi tragándoselo, ya no había
escaleras y estaba muy oscuro como para buscar su cuchillo, el olor del polvo
recorría el interior de los restos del barco, flotando en pequeñas nubes
asfixiantes y espesas, el interior se había reducido, a tan solo un pequeño
espacio semi rectangular, limitado en un flanco, por una gran cantidad de
escombros que se deslizaban en una pendiente llenas de sobresaltos y
pequeñas plataformas a través de las cual, con gran cuidado podría escalarse y
llegar al interior del edificio a través de uno de los muros colapsados, sintió la
odiosa necesidad de quedarse ahí, parado en medio de la oscuridad sin hacer
nada, hasta que aquella locura terminase, hasta que alguien fuera por el o
llegara el día y se impusiese sobre las sombras que plagaban la oscuridad de
aquella noche, pero el eco de la voz de Candyman alejó el pensamiento, él no
podía permitirse que ellos escaparan, Santa jamás había fallado en ninguna de
sus caserías y no se permitiría fallar ante dos dementes como aquellos, le
hubiesen salvado la vida o no, debía seguirles el rastro, atraparlos y si era
necesario, asesinarlos, solo necesitaban sus cerebros, mientras que no los
dañase demasiado no habría problemas, mientras escalaba con cuidado por
entre los escombros trato de convencerse que el asesinarlos sería una manera
piadosa de evitarles el tormento del cautiverio, no lo logro, el sabia, que

85
El atrapa sueños

deseaba la sangre más que nunca y que no podría parar hasta que saciase sus
instintos.

6.
Candyman se encontraba muy asustado, Toymaker había recibido un golpe
muy fuerte al caer y no se despertaba, sangraba de un pequeñísimo corte en la
frente, pero el escándalo rojo que fluía de la herida había hecho que Candyman
se entregara a los sollozos de manera desesperada, había pensado en buscar
ayuda, quizá el sujeto que había subido al barco para ayudarles en la cacería de
ballenas (¿qué otra razón habría para que un hombre como el estuviera con
ellos?) pero no lo había visto tras caer, se le hacía vagamente familiar pero no
lograba recordar donde lo había visto, entonces una idea le asalto súbitamente
y se arraigó, quizá se trataba de algún superhéroe defensor de la justicia, quizá
lo había visto en la televisión o combatiendo a los chicos malos, muy
seguramente aquel hombre podría ayudarlo, Toymaker no despertaba y él no
quería perderle, quería que pudieran seguir viviendo y jugando como lo habían
hecho durante los últimos 5 años, iría a buscar a aquel hombre, quizá
realmente no se equivocara y se tratase de un superhéroe y pudiera ayudarlo,
no quería abandonar a su amigo, bajo ninguna razón planeaba dejarlo solo,
pero tenía que hacerlo, avanzo 6 pasos hacia los restos del barco y se giró en
redondo -¿y si se muere mientras yo estoy lejos?- la idea lo estremeció y le
hizo retroceder 2 pasos –tonterías, si me quedo aquí y se muere da igual-
pensó y de nuevo dio media vuelta, antes de que pudiera dar un paso otro
pensamiento cruzo por su mente -¿y si alguna criatura emerge desde las
sombras y se lo come?-; cuando Santa alcanzo la salida de entre los
escombros, Candyman estaba a al menos unos 10 metros dando pasos al frente
y pasos atrás desesperado, cada ocasión dando un paso más, acercándose y
alejándose a la vez, al ver a Santa su expresión se ilumino y empezó a gritar
ansioso –Señor!! Señor!! Necesito vuestra ayuda, un monstruo se quiere comer
a mi amigo!!- Santa sonrió, sin prestarle atención a las palabras de Candyman,
al ver que este se alegraba de verlo empezó a caminar lentamente hacia él,
Candyman empezó a sollozar en una manera más constante y mocosa,
quedándose inmóvil sobre los azulejos de un segundo piso que aún no se había
derrumbado pero que amenazaba con hacerlo en cualquier momento, no muy
lejos de su amigo a quien señalaba con frenesí apuntando con los dedos, se
removía inquieto, asustado, tenso e incapaz de definir el porqué, quizá se
trataba de que tenía miedo a que su amigo muriese en cualquier momento o
simplemente que aquel sujeto le causaba un misterioso desazón, una incómoda
inseguridad que se agazapaba en algún lugar oscuro y acuoso, lugar desde el

86
Ricardo Franco

que le gritaba algo, algo relacionado con huir, pero no estaba seguro, ¿Cómo
podría estarlo? Aquello era tan lejano, tan irreal, tan desconectado de la
esencia de su propio ser que lo hacía sentir desconcertado, en ocasiones
anteriores aquella parte le había advertido sobre el peligro, pero ahora mismo
aquella voz simplemente no podía alcanzarlo estaba muy lejos, está muy
profunda y sin posibilidad de eco, un eco incomprensible que no tenía nada de
atractivo, un eco que era mejor ignorar; cuando Santa estuvo a tan solo un
paso de Candyman, sujeto su brazo con fuerza con su mano izquierda y lanzo
un puñetazo con la derecha, el golpe alcanzo a Candyman en la cara bajo el
pómulo y se deslizo áspero y pesado a través de su rostro hasta impactar con la
nariz, fracturando y torciendo el tabique en un chasquido grotesco y doloroso
que dio paso a una corriente de sangre espesa que broto casi de inmediato a
través de las fosas nasales, Candyman dejo ir el rostro y la cabeza con la
trayectoria del golpe casi impulsado en diagonal y trato de llevarse las manos a
la nariz con tembloroso asombro, pero Santa lo jalo por el brazo hacia delante
para encajarle un rodillazo en el abdomen, Candyman se dobló
inmediatamente en una mueca asfixiada de dolor, cayó de rodillas y después
hacia un lado, encogiéndose como si fuera algún raro ciempiés que alguien
hubiese golpeado intempestivamente y tratase de protegerse enrollándose,
Santa torció sus labios en una sonrisa y pateó con todas las fuerzas que podía
usando su pierna buena en la cara de Candyman, el sonido del golpe fue un
plup perdido entre un grito de dolor y miedo, Santa cayó de espaldas
perdiendo el equilibro al tener que aguantar su peso sobre la pierna que había
sido mordida, el dolor le tensó los músculos y la herida comenzó a sangrar
nuevamente, a el pareció no importarle, se inclinó hacia un lado y apoyándose
en sus brazos se puso nuevamente de pie, Candyman empezaba a arrastrarse a
través de los azulejos, completamente silencioso pero a ritmo frenético
orquestado por el terror, Santa tomo un trozo de concreto entre sus manos y
camino en dirección de Candyman con pasos lentos y sonoros, el sonido
gomoso producido por las suelas de sus botas le erizaba la piel con cada paso,
estaba disfrutando mucho de aquello, no tenía por qué hacer las cosas de
manera lenta, podría disfrutarlo, después de todo ya los tenía seguros; encogió
su brazo como si fuera algún gran lanzador de béisbol y lanzó con todas sus
fuerzas aquel pedazo de concreto contra la espalda de Candyman, rebotó a la
altura de los pulmones y después rodó unos cuantos centímetros a través del
corredor, alejándose con un murmullo similar al de un derrumbe hasta frenar
secamente contra un extintor que se encontraba inmóvil a unos pocos pasos,
Candyman de nuevo se retorcía en el dolor liberando alaridos pequeños,
cortos, sin fuerza, sin aire; Santa estuvo a punto de decir algo, aun sin saber

87
El atrapa sueños

que, posiblemente ni siquiera serían sus propias palabras las que brotarían de
su boca, cuando fue embestido con una gran furia por Toymaker contra la
pared que estaba muy debilitada, cedió inmediatamente tras su peso y ambos
fueron a parar dentro de la habitación contigua al corredor, Santa en el suelo y
en medio de la nube de polvo que hacia toser compulsivamente a Toymaker,
encogió su brazo y le dirigió un fuerte codazo sobre la frente apartándolo de
encima suyo, se incorporó usándolo como apoyo y regreso al corredor, una
vez allí tomo una de las piernas de Toymaker y empezó a tirar de el para
sacarlo, algo no más grande que una canica golpeo a Santa en la cara y estallo
en una pequeña flama unos pocos centímetros suyos, el fogonazo consiguió
quemarle la cara y lastimarle levemente el ojo, se giró sobresaltado y vio a
Candyman apoyándose contra uno de los muros con unas bolas rojas y no muy
grandes en la mano izquierda –son chicles. Chicles picantes- pensó Santa con
aires de burla, no pudo evitar la carcajada y le grito sin mucho sentido -¿Qué
carajo planeas hacer con unos chicles? ¿Pegármelos en el pelo?; Candyman le
arrojo todo el puñado a la vez (de no ser por la reacción instintiva infundida
por años de entrenamiento Santa hubiera recibido daños graves) Santa se llevó
los brazos enfrente para cubrirse, aguantando las pequeñísimas explosiones
que le hicieron algunas quemaduras, y una de ellas incluso le había arrancado
en pedazo de piel y carne a la altura del antebrazo un poco más allá del codo,
eso lo enfureció, tanto que se abalanzo de inmediato hacia él, atravesando el
corredor con una celeridad animal, proporcionándole una tacleada que lo
derribo y los hizo escurrirse a ambos a través de los azulejos del piso un par de
metros, Santa se incorporó de un paso y notó la presencia del extintor, lo tomo
en su manos por la boquilla y lo movió describiendo un arco en el aire hasta
chocar contra una de las rodillas de Candyman, quien inmediatamente chillo
de dolor, Santa repitió la acción esta vez con mayor fuerza, al golpear la
rodilla hubo un fuerte crack y un nuevo grito que se cortó a la mitad por la
falta de aire, Santa estaba consumido por un éxtasis que era parte furia y parte
disfrute, continuo propinando golpes en las piernas y tórax mientras crujían los
huesos y resoplaban chillidos a través del corredor, sintió los sollozos y los
pasos veloces y torpes que pretendían embestirlo por la espalda, así que
abaniqueo el extintor hacia delante y luego describió un arco horizontal en el
corredor justo a tiempo para tomar a Toymaker por sorpresa y empujarlo
contra una pared, otro crack, posiblemente un brazo roto, estaba sollozando,
Santa se acercó con el extintor, muy dispuesto a otra buena ronda de golpes
cuando un eco lo interrumpió, un eco que apenas era un susurro y que
escuchaba sin escucharlo, que rompía el silencio sin producir sonido (vamos a
incendiar la noche- vamos a incendiar la noche- vamos a incendiar la noche)

88
Ricardo Franco

atraído por aquel nuevo eco, tomo el extintor firme entre sus manos y golpeo
con la culata la cara de Toymaker, solo un sonido tintineante se escuchó, los
sollozos desaparecieron y mientras Santa se encaminaba tras su nueva presa
Toymaker se derrumbó.

7.
Oconell caminaba arrastrando la pierna, se le rompió durante la caída,
astillándose en tres partes, Kevin a pesar de no haber sufrido ninguna lesión
grave había quedado inconsciente producto del impacto, Oconell no lo perdió
de vista ni un solo instante y en cuanto pudo levantarse, lo sujeto por los
sobacos y empezó a arrástralo hacia el final del pasillo que conducía a unas
escaleras, iba a encenderlo, aquella oscuridad era un lienzo perfecto para las
llamas y que mejor fuego que el que ardía en una vida joven y fuerte,
cumpliría con su deber y de paso iluminaria un poco el profundo pozo de
tinieblas en el que había degradado aquella noche, arrastro a Kevin escalón por
escalón, casi de manera frenética, prendería todo, si, tenía que hacerlo; empezó
a cantar en susurros rápidos y constantes que siempre parecían estar a punto de
robarle la última pizca de aliento –vamos a incendiar la noche, vamos a
incendiar la noche, vamos a incendiar la noche- había descubierto el gran
poder de esta nueva realidad que ella les había ofrecido, lo había
experimentado ardiendo en el mundo onírico construido por aquella chica,
pero en cuanto se vio forzado a abandonarlo y se reintegró en el cuarto en el
que se encontraban sus restos inertes, perdió aquella libertad para arder, podía
cambiar algunas cosas en este mundo, podía influenciarlo de manera sutil, el
nuevo mundo era muy frágil y aunque no fuera muy fuerte también podría
hacerlo en la ciudad, él podría cambiar las cosas pero aun no, necesitaba
hacerse un poco más fuerte, necesitaba que ella hiciera más frágil el mundo, la
ayudaría y así él podría arder, no solo arder, prendería al mundo en fuego, todo
lo que estuviera a su merced ardería, hasta las cenizas, en grandes llamas que
jamás terminarían, finalmente llego a la azotea y dispuso al chico en el centro
de esta; habían dos grandes recipientes de acero, con forma cilíndrica
sostenidos en unas delgadas bases de hierro, eran delgadas sí, pero muy
resistentes, contenían agua, por supuesto que era agua, el agua de reserva del
hospital, pero él lo cambiaria, seria gasolina, si, puso sus manos sobre las
superficies frías y duras, en su mente imagino el agua tranquila y cristalina que
allí reposaba y poco a poco fue dándole un matiz amarillento, un olor fuerte y
dulzón lo inundó, sintió que la garganta le quemaba y su cabeza empezó a
arder desde el interior, como ardía y cuan molesto era (no ver las llamas) el
dolor, pero podía dominarse, pronto vería las llamas pronto incendiaria la

89
El atrapa sueños

noche, no solo la noche, también al chico, también al hospital, también a sí


mismo, deseaba arder, sí, que lo deseaba y no iba a esperar más tiempo, se
precipito a las boquillas en la base de cada contenedor y las abrió dejando
escapar el contenido, sí, ahora ya no era agua, era gasolina, el olor le subió por
la nariz y sintió que sus pulmones también ardían, empezó a toser pero se
dominó tras unos instantes, la gasolina le había empapado los pantalones, los
faldones de la camiseta verde y se escurrió también hacia el interior de las
botas, busco el encendedor en su bolsillo, por un momento llego a pensar que
no lo traía, que en algún lugar lo había perdido, pero una segunda búsqueda
más exhaustiva y tranquila le permitió hallarlo, se detuvo unos instantes para
disfrutar del tacto metálico y frio de su encendedor, compañero y testigo de
muchos de sus mejores momentos; cuando este empezaba a ponerse tibio se
giró dispuesto a accionarlo, se quedó perplejo del asombro al descubrir que
Kevin ya no se encontraba a la vista. Arrastró su pierna un poco a través de la
azotea, barriendo el charco de gasolina que empezaba a formarse hasta la
puerta del acceso a las escaleras, se asomaría y echaría un vistazo para
comprobar a donde había ido aquel mocoso, y le enseñaría una lección y si no
le veía, al carajo, prendería en llamas el lugar y posiblemente quedaría
atrapado para morir presa de las llamas, cuando llego al umbral de la puerta un
pinchazo agudo le recorrió la pierna y le hizo gritar del dolor, algo lo había
golpeado, quizá el mocoso ese, Oconell trato de mantener el equilibrio y
alejarse para accionar el encendedor pero nuevamente algo desde el umbral de
la puerta pateó su mano arrojándolo hacia el borde de la azotea, esta vez no
pudo mantenerse en pie y cayo sentada en el charco de gasolina, Santa
emergió de la puerta y le lanzo una nueva patada, esta vez apuntando a la cara,
pero Oconell reacciono a tiempo y atrapo la pierna de Santa antes de que la
patada lo alcanzara, jaló de la pierna y Santa perdió el equilibrio también
cayendo al piso, sin soltar la pierna Oconell siguió jalando de Santa mientras
recogía su pierna sana y la dirigió con toda la fuerza que pudo hacia la
mandíbula de Santa, el golpe cerceno un pequeño trozo de lengua a Santa,
quien en un reflejo producto del dolor asesto también una patada contra el
pecho de Oconell, empezaron a arrastrarse en direcciones contrarias, cuando
Santa sintió que estaba a una distancia más o menos segura se incorporó y de
inmediato dio media vuelta para encarar a su enemigo, tenía un gusto a sangre
en la boca, escupió y libero un alarido apenas entendible –jo je futa- Oconell
no le respondió, ni siquiera se mostró enojado, tenía el encendedor en sus
manos y estaba sonriendo, todo pronto acabaría, Santa pensó
irremediablemente en la muerte, ya lo sabía que moriría tontamente en medio
de alguna misión por culpa de sus excentricidades, había algo más, un susurro

90
Ricardo Franco

apenas audible y cuyas palabras quemaban (vamos a incendiar la noche) y mas


allá había otro sonido, un pequeño sonido que tomaba fuerza, Santa trato de
captar lo que decía mientras Oconell accionaba el encendedor
desesperadamente, entonces la pequeña flama apareció y se extendió rápida y
brillante, apresurada, por el brazo de Oconell convirtiéndolo en una brasa
humana y Santa pensó nuevamente –esto es el fin- pero Oconell volaba lejos
de la azotea cubierto por una ardiente llamarada, tras unos momentos estalló
en el aire iluminando súbitamente la noche y emprendió el descenso
convertido ya en una débil antorcha, ya sin el ruido de esa voz Santa pudo
entender lo que decía la otra voz, inquieto miro hacia el umbral de la puerta y
vio a un muchacho con la mirada perdida, contemplando como ardía Oconell,
un muchacho desconectado completamente del mundo y con el brillo de las
llamas en sus ojos, unas llamas vengativas que pronto darían paso a un
profundo vacío, aquella voz era suya, esa voz que susurraba –tú la mataste-

En algún lugar del cielo nocturno sonaban a lo lejos los helicópteros


anunciando la inminente llegada, los hombres a cargo del proyecto azul habían
tenido que asumir medidas especiales para tratar la situación, el desastre había
sido grande, pero Santa tenía aseguradas sus presas y posiblemente un buen
espécimen, pero no estaba en condiciones de pelear, así que se acercó y
ofreció una sonrisa insegura a Alejandro, tras unos instantes de silencio por fin
dijo –todo termino…podemos ayudarte si nos lo permites, es lo menos que
podría hacer por el hombre que ha salvado mi vida- y Alejandro supo que
mentía, lo supo por que escuchaba con claridad lo que pensaba, pero ya no le
importo, nunca le importo nada de nuevo.

91
El atrapa sueños

El viajero

1.

Carolina dormitaba con un libro en la mano recostada sobre un viejo sofá


beige que brindaba una calidez reconfortante en médio de aquel lluvioso y frio
dia, divagaba sobre sus temores, ya estando tan próxima a iniciar sus clases, el
ultimo año le parecia algo imposible, pero, ¿acaso no era ella una existencia
imposible en si misma? El sonido cortante y metálico del telefono la devolvio
a la realidad con un pequeño sobresalto, se enderezo de inmediato y camino
hasta el otro extremo del salon, agarro el telefono durante el tercer timbrazo y
una pequena cortina negra se movio fugaz por enfrente de sus ojos durante un
instante, tuvo que apoyar la espalda contra la pared
-hola ¿quien habla?- dijo y al oir la voz que le respondio se dejo caer
lentamente deslizandose en la pared

-hola, soy yo, Jean, ¿como estas?- el corazon le dio un brinco y por un
momento penso que no seria capaz de responderle, finalmente carraspeo y lo
logro

-bien, estoy bien, pronto iniciare las clases, tu, ¿como estas? ¿donde estas?

-estoy bien, desde que comence mi viaje, he estado pensando mucho- su voz
sonaba cansada, con un leve tono de preocupacion pero muy leve, casi
imperceptible –ahora veo que las circunstancias del nacimiento de uno son
irrelevantes, es lo que hacemos con el don de la vida lo que determina el valor
de la misma, lo que somos, quienes somos realmente, es por eso que al igual
que tu, voy a esforzarme, seguire adelante y me hare un futuro, por favor
cuidate mucho y sigue adelante- antes de que Carolina pudiera decir cualquier
cosa sono un clank seguido de un bep bep constante, él habia colgado, de
nuevo no le habia dicho donde estaba, ella tenia sus sospechas sobre que
estaba caminando en terrenos peligrosos, fuese lo que fuese que le hubiera
mostrado Aura antes de morir, le habia marcado profundamente, tenia miedo
ante el pensamiento sobre si el estaba metido en problemas o no, pero se
alegro de todos modos, el estaba bien, estaba mucho mas optimista que el dia
que se despidieron, aquel dia en star city hace ya un año, bueno, ahora le
tocaba a ella, tambien debia esforzarse, el sueño habia terminado y ahora tenia
que confrontar la realidad y construirse un futuro, dejo el telefono en su lugar,

92
Ricardo Franco

dio unos pasos en direccion al sofá y sonrio insegura, el sueño jamas termina,
penso, el sueño jamas termina despues de todo.

2.
Eso se removia en el callejon, revolcandose en un dolor silencioso, sin gritos,
lleno de frustracion y ansiedad, apenas y era físico, apenas y podia
materializarce mas alla de la sombra, mas alla de su propia y nefasta realidad,
una en la que ya no poseia um cuerpo verdadero, pero se haria uno, lo estaba
logrando, pronto estaria en este mundo, se removio de nuevo y su silueta fue
mas humana, pero seguia siendo un ser abominable, solo huesos forrados en
carne templada, pero Eso, ya estaba mas cerca de convertirce en una amenaza
real.

93
Este libro fue distribuido por cortesía de:

Para obtener tu propio acceso a lecturas y libros electrónicos ilimitados GRATIS


hoy mismo, visita:
http://espanol.Free-eBooks.net

Comparte este libro con todos y cada uno de tus amigos de forma automática,
mediante la selección de cualquiera de las opciones de abajo:

Para mostrar tu agradecimiento al autor y ayudar a otros para tener


agradables experiencias de lectura y encontrar información valiosa,
estaremos muy agradecidos si
"publicas un comentario para este libro aquí".

INFORMACIÓN DE LOS DERECHOS DEL AUTOR

Free-eBooks.net respeta la propiedad intelectual de otros. Cuando los propietarios de los derechos de un libro envían su trabajo a Free-eBooks.net, nos están dando permiso para distribuir dicho
material. A menos que se indique lo contrario en este libro, este permiso no se transmite a los demás. Por lo tanto, la redistribución de este libro sín el permiso del propietario de los derechos, puede
constituir una infracción a las leyes de propiedad intelectual. Si usted cree que su trabajo se ha utilizado de una manera que constituya una violación a los derechos de autor, por favor, siga nuestras
Recomendaciones y Procedimiento de Reclamos de Violación a Derechos de Autor como se ve en nuestras Condiciones de Servicio aquí:

http://espanol.free-ebooks.net/tos.html

También podría gustarte