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El Guardador de Rebaños
El Guardador de Rebaños
La tristeza es sosiego (“Pero mi tristeza es sosiego”). Sentir es paradójico y plural. Totalidad del “sentir”. (“Curiosidad
Impresionista”). Al mirar, aparte de descubrir el milagro, parece haber una necesidad de ponderar lo que se mira, de hacer una
evaluación del milagro. Caeiro propone una forma de ver en sí, sin intenciones, para recibir la “eterna novedad del Mundo” . Se
trata de una mirada fundada en el asentimiento.
Esta proposición se parece a la flexibilidad del recién nacido del Tao X y XI:
Tao X
Engendrar sin apropiarse1
“Sabrías modelar tu alma
para abrace al Uno sin dispersarse?
¿Sabrías armonizar tu fuerza
y ser flexible como un recién nacido?
¿Sabrías purificar tu visión interior
para que quede libre de manchas?
[…]
¿Sabrías penetrarlo todo
con tu claridad y pureza interior
sin recurrir a la acción?
Producir y nutrir,
crear sin poseer,
obrar sin retener,
multiplicar sin someter,
esa es la misteriosa VIDA”.
Tao XI
Ser recipiente2
1
Nombre que proviene de otra traducción.
2
El Tao XI no tiene título.
Caeiro también habla del niño Jesús que siempre lo acompaña, luego de huir del cielo y de su destino de estar en la cruz:
VIII
“[…] Vi a Jesucristo bajar a la tierra.
[…]
hecho otra vez niño
para correr y revolcarse por la hierba
y arrancar flores para tirarlas
[…]
Había huido del cielo.
Era demasiado nuestro para fingir
la segunda persona de la Trinidad.
En el cielo era todo falso, todo en desacuerdo
con flores y árboles y piedras.
[…]
Es un niño de hermosa risa y natural.
[…]
coge las flores y le gustan y las olvida.
[…]
A mí me lo enseñó todo.
Me enseñó a mirar las cosas.
Me señala todas las cosas que hay en las flores.
Me enseña lo graciosas que son las piedras
cuando la gente las tiene en la mano
y las mira despacio.
[…]
Es el Eterno No, el dios que faltaba
[…]
y es porque él siempre va conmigo por lo que soy poeta siempre
y que mi mínimo mirar
me llena de sensación,
y el más pequeño sonido, sea de lo que fuere,
parece hablar conmigo.
La propuesta es una curiosidad sensitiva que ama, es decir, no sabe lo que ama. Es una curiosidad inocente, eterna e infante,
en la que cada cosa representa todo el universo y cada vida incorpora toda la existencia. Es preciso conservar esta curiosidad -
sensitiva y esencial- para ver en cada instante lo que nunca hemos visto ( “Toda mirada es una mirada nueva” y “Toda mirada es
abismal”). Se trata, pues, de una curiosidad que no pretende, sino que asiente y recibe. (“Yo puedo compaginar la inocencia con
la piel/Yo puedo compaginar…/Yo nací para mirar lo que pocos quieren ver/Yo nací para mirar…” -Cinema Verité- y “Este
mundo extrañará por siempre la película que vi una vez…” ).
Pensar es no comprender. Pensar en cerrar los ojos. Contemplar los árboles y las flores (¿Una poética del campo? III: “¡Qué
pena me da! Era un campesino/que andaba preso en libertad por la ciudad./Pero el modo como miraba las casas,/y el modo en
que observaba las calles,/y la manera en que se interesaba por las cosas,/es la de quien mira los árboles,/y de quien baja los ojos
por la carretera por donde va andando/y anda fijándose en las flores que hay por los campos…”) . La hipótesis del
misterio/milagro (Ver número V: “El único misterio es que haya quien piense en el misterio” ). El misterio no existe o es, a lo
sumo, lo que vemos, está allí, desnudo. He aquí lo milagroso: que no hay misterio; que los ojos, de hecho, ven. He aquí lo
milagroso: conmoverse y no saber -ni necesitar saber- porqué. No hay un mensaje cifrado o más profundo. El mensaje es lo que
ves. La cosa es ya la cosa en sí. La flor es la flor y el árbol, árbol. De acuerdo con esto, “nuestra única riqueza es ver”. Frente a esta
poética del campo hay, quizá, una contrapoética de la ciudad y lo urbano, pues las ciudades nos empequeñecen y empobrecen ya
que “las grandes casas cierran la vista con llave/esconden el horizonte, empujan nuestro mirar lejos de todo el cielo” . En cambio,
en la aldea, “se puede ver el Universo…” y somos del tamaño de lo que vemos. En todo caso, hay un cuestionamiento sobre el
objeto estético: la aldea perdida es tan bella -o más bella inclusive, o contiene con mayor intensidad la “eterna novedad del
Mundo”, es decir, el Universo, el cosmos- que cualquier ciudad.
Poesía y soledad
I
Ir de la mano de las Estaciones
Y si deseo a veces,
por imaginar, ser corderito
(o ser todo el rebaño
para andar esparcido por toda la ladera
y ser mucha cosa feliz al mismo tiempo),
es sólo porque siento lo que escribo al atardecer,
o cuando una nube pasa la mano sobre la luz
y un silencio corre a lo largo de la hierba.
II
La curiosidad esencial
V
La metafísica de no pensar en nada
Hay bastante metafísica en no pensar en nada.