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LA PROBLEMÁTICA DEL ABOGADO LATINOAMERICANO ACTUAL Y LA


ENSEÑANZA DEL DERECHO EN LA REGIÓN

Article · December 2021

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Eduardo J. R. Llugdar
Red Latinoamericans de Estudio e Investigación de los Derechos Humanos y Humanitario
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LA PROBLEMÁTICA DEL ABOGADO
LATINOAMERICANO ACTUAL Y LA ENSEÑANZA
DEL DERECHO EN LA REGIÓN.
Por Eduardo J. R. Llugdar*

Cuando Immanuel Kant escribió su último libro impreso, “El conflicto de las
facultades” en 1798, denunciaba la crisis por la que atravesaban las alma mater
europeas respecto a lo que debían ser los contenidos educativos de las distintas
disciplinas científicas y humanísticas, habiendo expuesto con anterioridad sus críticas a
las saberes teóricos y prácticos y los alcances a “Ilustración”, de la cual fue uno de los
más conspicuos exponentes. En su contexto histórico, Kant consideraba que las
facultades, incluidas las de derecho, debían liberarse de fanatismos y supersticiones
entendidas estas últimas como la liberación de prejuicios, lo que es la base de la
ilustración, debiendo incentivar a los estudiantes a atreverse a pensar por sí mismos
para forjarse sus propias conciencias, cuya voz debe quedar por arriba de cualquier
otra. Para ello es necesario que el tutor utilice un método similar a la “mayéutica”
socrática.
Tanto Sócrates y Kant ejercieron poderosa influencia como educadores y, quizá
debido a ello, los dos colocaron la filosofía moral en el centro de su atención, siendo
posible apreciar un interesante paralelismo entre la mayéutica socrática y el ¡sapere
aude! de Kant. Para ambos, la filosofía promueve un proceso de auto-reflexión y auto-
conocimiento; es una actividad de transformación del yo que afecta la totalidad de la
existencia cotidiana y que no se limita al ámbito meramente conceptual; es una
práctica destinada a operar un cambio radical del ser1.
Lo antes expresado encuentra su justificación en que la educación de los
profesionales del derecho -en su formación inicial- tiene directa incidencia en las
desigualdades de clase, raza y género, ente otras cuestiones que se reflejan como
común denominador en el seno de la sociedad de los distintos países que componen la
geografía latinoamericana y que en la actualidad los han sumido en una gravísima
crisis, no solo de contenido económico, sino fundamentalmente ético y moral.
Si realizamos una rápida mirada a los escenarios donde los egresados como
abogados desarrollan su vida profesional, advertiremos que aparte de la función
social importante que cumplen en función de su rol como defensor de las causas
humanas ocupan, en muchos casos, posiciones de ejercicio de alto poder de decisión,
tanto en la faz pública como privada, en un potencial sensiblemente superior a quienes
detentan otras profesiones, artes o incumbencias.
También es clara la importancia en la formación del derecho, en razón que uno
de los poderes republicanos del Estado está conformado practicante, en amplia
mayoría, por letrados y son estos los que ejercitan el poder decisión que tiene
ingentes consecuencias en vida institucional del país y de la sociedad toda: El poder
judicial, con sus jueces, colaboradores y auxiliares.
También en este marco el panorama latinoamericano no es alentador. Más allá
de cuestiones esencialmente políticas, muchos operados desnudan elementales
carencias de formación donde las universidades que los certificaron tienen un grado
superlativo de responsabilidad, lo que se refleja en el resultado de su producción que
ha llevado a que sea el poder del Estado, el judicial, el mas desacreditado ante la
sociedad atravesando hondas crisis que se reflejan en procesos de enjuiciamiento y
destitución quienes detentan cargos en la magistratura judicial, ello en un porcentaje
mucho mayor que los componentes de otros poderes estatales. El siguiente gráfico, si
bien a 2014, así lo confirma, habiéndose incrementado el grado de desconfianza más

1
Granja Castro de Probertulce, Dulce M. (2005). Sócrates y Kant: dos perspectivas sobre la vida buena
(primera parte). 15/0/2020, de - Sitio web:
https://static1.squarespace.com/static/58d6b5ff86e6c087a92f8f89/t/593b5c36e58c62c93bb9493e/149
7062455715/S%C3%83%C2%B3crates+y+Kant.pdf
aún en los últimos años (escala o-100 equivale a porcentual de confianza).

Esas estadísticas se refuerza en verificabilidad con la gran cantidad de


peticiones y denuncias, que han generado desbordes en la esfera de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos y el incremento de sentencias condenatorias
por parte de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que solo las emitidas
entre 2018 y 2019 arrojan los siguientes datos:
PAIS CONDENAS POR PAIS CONDENAS POR
VIOLACIÓN DE DDHH VIOLACIÓN DE DDHH

Guatemala 12 Costa Rica 1


Perú 8 El Salvador 1
Argentina 7 Honduras 1
Colombia 7 Nicaragua 1
México 4 Paraguay 1
Brasil 3 Venezuela 1
Chile 2 - -
Fuente: http://www.corteidh.or.cr/

Ello no es consecuencia solo de contextos de crisis generales de los países


latinoamericanos, sino que en lo especifico pasa por el hecho de que el contenido de
las currículas de las carreas de pre-grado en las facultades de derecho y de
jurisprudencia de la región, no han acompañado la dinámicas de los cambios cabios
experimentados a través del tiempo. En ello ha contribuido sensiblemente el hecho de
que los modelos de enseñanza se han caracterizado por patrocinar una enseñanza
informativa más que formativa; privilegiar una enseñanza pasiva-receptiva en lugar de
una activa-participativa; y propiciar una enseñanza teórica en vez de teórica-práctica.
Aunado a lo anterior dicho modelo, en consecuencia, salvo honrosas excepciones, no
favorece a la configuración de un criterio propio ni el desarrollo de una actitud crítica.
En este orden de ideas, es indispensable que la enseñanza del Derecho no sea
solamente informativa sino además formativa, que la actitud pasiva-receptiva del
alumno sea reemplazada por una activa-participativa en un verdadero diálogo, así
como que los estudios doctrinales, dogmáticos o teóricos sean complementados con
estudios mucho más críticos, empíricos o prácticos2.
Otro factor a tener en cuenta es el hecho que esta concepción general, enseña
una concepción formalista y/o positivista del Derecho, consagrada exclusivamente al
“deber ser” del Derecho, como un sistema de normas ya dadas, sean éstas otorgadas o
reconocidas por la autoridad competente como formalmente válidas, positivas o
vigentes; sumado a que en la enseñanza, predomina hasta la fecha una orientación
fuertemente arraigada al conocimiento teórico (saber teórico), casi con exclusividad,
limitado meramente, en el mejor de los casos, a formar abogados litigantes y/o jueces,
confortativos e inquisitivos; y en el peor de dicho modelo divorciado por completo de
la práctica (saber práctico) orientada al “ser” actual del derecho (desde una escala
ontológica) en que ya muy pocos, no aceptan que el derecho no solo este
conformado por reglas jurídicas sino además por principios jurídicos protectorios de la
dignidad humana de naturaleza constitucional y donde la moral y la ética ya no se
encuentre en su totalidad divorciada de derecho; y, en tercer término, todavía subsiste
en gran medida la enseña a través del método tradicional de “cátedra o lección
magistral”, restringido únicamente a la reproducción de la normativa estricta, formal
positiva o vigente y su conocimiento doctrinal o dogmático, impartido por el profesor
en un monólogo, más o menos grandilocuente dirigido al alumno para a su recepción,

2
Flores, Imer B., Algunas reflexiones sobre la enseñanza del derecho: enseñar a pensar y a repensar el
Derecho, en Cauces. Expresión de los estudiantes de la Facultad de Derecho UNAM, Año II, Nº 5-7,
enero-septiembre, 2003, pp. 32-34.
primero en las aulas y a su repetición después en los exámenes de tipo enciclopédicos,
dónde se apuesta mas a la memoria temporal del examinado, que a la enseñanza a
este para saber razonar el derecho3.
Por ello toda la formación integral se deja librada al compromiso personal futro
del egresado de continuar los posgrados, olvidándose que la educación universitaria en
la actualidad también es un derecho humano, máxime cuando las instituciones
académicas pertenecen al Estado. Resultado de ello es el bajo porcentual de egresos
en los posgrados debido a la deficiente formación de pre-grado, lo que lleva a la gran
mayoría de postulantes a desertar por no poder seguir los contenidos de los títulos
superiores por la aludida falta de formación inicial universitaria.
Lo anterior, no quiere decir que se desdeñe la teoría para ser remplazada par la
práctica, por el contrario la formación integral implica el adecuado equilibro entre
estos dos grandes ámbitos de los saberes.
Mas allá de discusiones de modelos de concepciones de derecho propios de la
teoría del derecho a lo largo de la historia, lo cierto es que la pública y notoria crisis de
su enseñanza en la región, es también consecuencia de nuestra herencia hispánica en
donde el modelo codificado europeo lleva a concebir que el derecho es solo leyes y
código -desde el siglo XIX- y por lo tanto en la actualidad todavía ronda con fuerza la
concepción de que el buen abogado es aquel que recita literalmente el número de los
artículo y las letras de los incisos de los textos legales. En dicho marco todas las
soluciones a los conflictos humanos se alcanzan desde la mera juridicidad, no
valorándose los aportes interdisciplinarios cuando las cuestiones y contextos así lo
ameritan. No existe en este modelo educativo del derecho una visión humanística que
acompañe el aprendizaje de meramente jurídico en la medida necesaria que exigen
los modelos constitucionales sociales que hoy se erigen como mandatos superiores.
Ello, la falta de contenidos morales y éticos-deontológicos en suficiencia, también se
revela en los altos índices de actos de corrupción que involucran a profesionales del
derecho, producto de su deficitaria formación universitaria en muchos casos.
Por dicho motivos es necesarios replantear los valores y propósitos que
inspiran y alientan la enseñanza inicial del derecho incorporando conceptos

3
Cfme. Flores, Imer B., Academia. Revista sobre enseñanza del Derecho año 4, número 7, 2006, ISSN
1667-4154, págs. 51-81
humanísticos traduciéndose en una fuerte preocupación en la elaboración de las
currículas para que nunca los futuros juristas pierdan de vista que el derecho es un
instrumento que busca beneficiar a los seres humanos a los que se dirige y que
posibilitara que al “decir” el derecho lo hagan con coherencia y previsibilidad. Es éste
el sentido profundo que justifica la existencia misma del mundo jurídico y sus
operadores. El humanismo comprometido en el fin del derecho, es un buen antídoto
contra visiones preocupadas exclusivamente por las formas o las certezas dogmáticas
en el saber y el exacerbado individualismo sin compromiso social.
Como lo señala mi maestro Luis Rodolfo Vigo, en un prólogo realizado a un libro
de mi autoría, las discusiones que inevitablemente acompañan al quehacer de los
juristas, remiten a la existencia de una razón práctica que sustrae las discusiones
valorativas o morales del campo de la irracionalidad o del subjetivismo emocional.
Aquella no tiene posibilidad de “demostrar” quien está equivocado, pero cuenta con la
posibilidad de aducir razones o argumentos que pongan en evidencia la fortaleza o
debilidad veritativa de las posiciones en pugna. Por ello, para torcer el déficit en la
preparación del futuro jurista, los contenidos educativos tienen que ser lo
suficientemente aptos, lo que en la actualidad carecen, para que sean capaces de
forjar personalidades que eviten asumir mansamente aquello que se exhibe como lo
que debe ser. No se trata de rebeldías antojadizas, sino de pensar con cabeza propia y
no prestada. Para ello se impone preguntarse permanente por la verdad o por la mejor
respuesta, y consiguientemente, estar dispuesto a criticar o contradecir las posiciones
consolidadas.
Se debe superar los modelos educativos solamente enfrascados en el
juridicismo, que fue la tesis muy defendida en tiempos del Estado de Derecho Legal
(EDL). Ese insularismo jurídico suponía que el derecho era como una isla solo habitada
por juristas y en la que solo había normas jurídicas. Pero con el Estado de Derecho
Constitucional actual (EDC) resulta claro que la comprensión y operatividad del
derecho exige acudir a las diferentes dimensiones de la realidad social, entre las que
está la política y la moral, y la enseñanza del derecho en las aulas de las universidades
latinoamericanas no puede ir en otra dirección. Por ello resultará muy negativo insistir
con modelos de enseñanza en donde su forjen juristas que crean que su trabajo se
ocupa de “casos fáciles”, que tienen una respuesta jurídica prevista anticipadamente
en una norma jurídica general. Pues, si aquella es su convicción, desaparecerá de su
horizonte la búsqueda de la equidad, o sea la justicia del caso; pero también se
resiente su preocupación por el conocimiento verdadero de los hechos, y aquí cabe la
prevención repetida de Taruffo: “la verdad es condición de la justicia”, y de este modo
atentará como en muchos casos acontece contra los intereses de los propios
justiciables a los que representan. También el nuevo modelo educativo del derecho
exige que desde la enseñanza inicial se preare a los estudiantes valorar la importancia
de estudiar la jurisprudencia, y no solo la nacional, sino también la extranjera; sobre
todo, en relación a casos que revisten una similitud que prescinden de las
particularidades de los sistemas jurídicos nacionales y especialmente la del Sistema
Interamericano de Derechos Humanos.
Por último, también desde el comienzo se debe estructurar la enseñanza
certera sobre la forma de razonar el derecho mediante la argumentación jurídica, o sea
analizar el razonamiento implicado en una sentencia en donde además de la exigencia
de la lógica que controla las conexiones de las distintas premisas o juicios respectivos,
se requiere de argumentos o razones que motiven o justifiquen a cada uno de ellos.
Asimismo, con la argumentación aparecen nuevos problemas que eran ignorados con
el EDL y su exigencia de dura lex, sed lex, con el presupuesto que el legislador era
infalible, hablaba con absoluta claridad y sin redundancias, correspondiéndole al
intérprete que desentrañe su único sentido y lo proyecte deductivamente para el caso.
Una de esas desconocidas cuestiones vino con el giro lingüístico de la filosofía y la
consiguiente necesidad de que el dialogo racional exige claridad conceptual-lingüística,
a lo que se suma la pluralidad de respuestas jurídicas que remiten a la discrecionalidad
judicial y la exigencia que la elección se ajuste a lo que exige la conciencia ética y no a
ventajas personales.
Es el desafío que hoy tenemos quienes queremos afrontar nuevos diseños de
enseñanza del derecho en él, comienzo del contacto del estudiante con su contenidos,
ya que es el reaseguro que garantizará la paz y permitirá generar un efectivo aporte
para torcer, al menos desde la formación profesional de los letrado, las distintas
dificultades a la que hoy se encuentra poniendo en vilo las raíces de la institucionalidad
de nuestros países y de la región toda.-

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