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BIOCULTURAL
BIOCULTURAL
Hasta donde se tiene noticia, el principal precursor del concepto biocultural fue el
antropólogo y biólogo norteamericano Darrell Posey (Maffi, 2001). A pesar de que hay un
creciente cúmulo de definiciones sobre el significado de ese concepto, existe cierto
consenso que lo define como la asociación entre las diversidades biológica, lingüística y
cultural. Esto se pude observar en diferentes sistemas de producción de los recursos
naturales como la agricultura, pesca, caza, etc., que se desarrollan en un lugar, escala y
tiempo determinados Aquí podrían caber otras asociaciones como son las expresiones
artísticas, ceremoniales o religiosas, por ejemplo, el caso del uso de plantas en rituales
por el pueblo huichol o Wixárika.
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Existen distintas definiciones del concepto biocultural dependiendo del tema que se esté
tratando; por ejemplo, se denominan regiones bioculturales a los territorios de pueblos
indígenas que coinciden con centros de origen y
diversificación, tanto de biodiversidad como de
diversidad domesticada (Boege, 2008). Tal es el
caso del sistema agrícola denominado chinampa
que se desarrolla en una región biocultural del
centro de México y que hasta nuestros días es
de gran importancia alimentaria, así como para
la conservación y recreación. Los recursos
bioculturales son especies de plantas, animales
y hongos que forman parte de la articulación entre el uso, manejo y conocimiento
tradicional de las comunidades (Dunn, 2017). Un ejemplo podría ser que determinadas
especies de chiles solo se cultivan y consumen en regiones específicas del país. Por
otra parte, también existen otros términos como memoria, paisaje y complejos
bioculturales. Los rasgos culturales o identitarios nos transmiten la extraordinaria
relación y dependencia de la cultura con los recursos, paisajes, sistemas de producción
o rituales que se llevan a cabo en sitios delimitados, como la gastronomía, artes de
pesca, etc.; ya sea en comunidades indígenas,
afrodescendientes, campesinas y mestizas de zonas
tanto rurales como periurbanas o incluso
urbanas. México tiene importantes avances
académicos, comunitarios y políticos en diferentes
aspectos bioculturales, ejemplo de ello es la
conformación en 2011 de la red temática biocultural,
donde colaboran académicos con presencia en 30 grupos etnolingüísticos de 80
regiones del país. Recientemente, esta red ha logrado que los conceptos de “patrimonio
biocultural” y “conocimientos tradicionales” sean reconocidos dentro de la política
ambiental nacional, registrada en la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección
al Ambiente. Las organizaciones civiles también están impulsando iniciativas
destacadas, como sucede con la Junta Intermunicipal Biocultural del Puuc (JIBIOPUUC),
conformada por un consejo de administración que
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la cultura y medio ambiente no pueden ser separados, ni convertidos en mercancía (Boege, 2008).
Actualmente, el Estado mexicano se encuentra en omisión de expedir una legislación y una política
pública bioculturalmente adecuadas para el campo, conforme a los estándares más altos de
protección de los derechos humanos a la
identidad cultural, el territorio y los recursos
naturales tradicionalmente manejados, la
salud, la alimentación y el medio ambiente
sano de los pueblos indígenas y
comunidades equiparables. Esta omisión se
ha traducido en un patrón sistemático de
violación de derechos humanos que debe
terminar. Para contribuir a lograr la paz y el
florecimiento de la Nación en general, y de los pueblos indígenas y comunidades equiparables en lo
particular, es necesario que el Estado mexicano en su conjunto proteja y fomente el PatBio con un
enfoque de derechos, lo cual es posible si se construye e implementa una legislación y una política
pública articulada y cimentada desde el sistema milpa, todo lo cual estamos impulsando desde
nuestro trabajo en CEMDA. Los ejemplos del patrimonio biocultural del país son vastos,
para esta ocasión hablaremos de una de las culturas más antiguas: la totonaca. Los
hablantes de la lengua tutunakú (que significa “tres corazones”) viven al norte de
Veracruz y Puebla inmersos en un mosaico de ecosistemas, formado por bosque de
pino-encino, bosque de niebla y selva subtropical. Los totonacos incluyen en su dieta
una gran variedad de quelites silvestres, entre los que destaca la mafafa, en totonaco
paxnikak. Esta planta perteneciente al género Xanthosoma, se caracteriza por presentar
compuestos químicos que pueden resultar tóxicos. Sin embargo, los totonacos
encontraron una forma de preparación tradicional, en la que el consumo de las hojas sin
nervaduras no les ocasiona daño alguno. En fechas especiales, los totonacos se
alimentan de guajolote (al macho lo nombran tajná o tagna y a la hembra chawilá o
chuwila), el primer animal domesticado por los pueblos mesoamericanos. Debido al
manejo y la crianza de traspatio que las comunidades indígenas le han dado al guajolote
(Meleagris gallopavo), en la región del totonacapan se ha generado una alta variabilidad
genética en la especie. Por lo tanto, los totonacos contribuyen a la conservación de los
recursos genéticos del país. En la cultura totonaca las montañas son de gran
importancia dentro su cosmovisión. En la Sierra Norte de Puebla, el Cozoltepetl es
considerado un cerro sagrado debido a que se piensa que
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ciudades, o a los campos de producción agroindustrial para trabajar como jornaleros en el país y/o
en los Estados Unidos. Además, debido a que los valores, saberes y conocimientos locales, las
lenguas indígenas y las culturas agrarias de tradición mesoamericana, tienden a mantenerse
solamente en la población mayor a los 50 años. Por lo tanto, existe un tiempo de gracia de unos 20
años para preservar los sistemas locales de saber-hacer e integrarlos en un gran proyecto de
desarrollo nacional. La amenaza permanente a la propiedad social agraria, ejidal y comunitaria,
golpeada por la contra-reforma de 1992, es otro factor de deterioro comunitario. Igualmente, el
desconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas y campesinos y de sus territorios, así
como la carencia de una normatividad que regule la participación equitativa de los beneficios que se
derivan por el uso comercial de terceros de su biodiversidad silvestre y domesticada, de sus recursos
biológicos colectivos, y de los concomitantes conocimientos y tecnologías tradicionales, son
elementos que actúan de forma negativa. Cada uno de los millones de especies que existen en el
planeta guarda memoria de su evolución en su código genético. Como especie, el Homo sapiens
también posee una memoria genética, y además posee otra cultural. Es decir, así como existe un
código genético por medio del cual las especies “memorizan, aprenden y recuerdan” sus relaciones
con la naturaleza, en la especie humana además existe un código cultural que opera como un
instrumento de aprendizaje. En el ser humano, la memoria de especie toma la forma de experiencia
aprendida y perfeccionada colectivamente, de saberes transmitidos de generación en generación
durante cientos e incluso miles de años. Esta sabiduría se expresa, fundamentalmente, como un
conjunto de conocimientos, prácticas, usos, tecnologías y estrategias relacionadas con el entorno y
sus recursos naturales. Tiene sustento en la vida social y en diversas concepciones del mundo que
han fructificado en múltiples y variadas culturas. Hoy, esta memoria subsiste y resiste como parte
esencial de las llamadas culturas indígenas del mundo.
CONCLUCION
La biocultural ofrece una perspectiva más comprehensiva para entender y realizar investigaciones
sobre las complejas interrelaciones entre procesos ecológicos y dinámicas culturales. Este enfoque
surge del estudio y caracterización de paisajes inicialmente considerados prístinos o naturales, pero
que resultaron estar altamente mediados por la intervención humana. Reconociendo la presencia y
documentando el papel activo de los grupos humanos, la investigación ha mostrado que la
estructura, procesos y conservación tanto en selvas tropicales como en bosques boreales están
permeados por las acciones de las comunidades locales e indígenas (Correa, 1990; Denevan, 1992;
Gómez-Pompa y Kaus, 1992; Heckenberger et al., 2003; Berkes y Davinson-Hunt, 2006). Los
trabajos de Posey (1982) y Posey (1985) mostraron que el pueblo Kayapó crea “islas forestales”
(apêtê) en zonas de sabana como resultado de sus prácticas de cultivo y trasplante entre zonas
ecológicas. El reconocimiento de los modos de vida y de los sistemas de creencias del pueblo
Kayapó permitió entender que sus prácticas productivas y sociales conducían a la conservación de la
biodiversidad (Posey, 1985; Posey, 1997; Posey, 1999; Posey, 2002). A partir del estudio de 45
iniciativas sobre la conservación de la diversidad biológica, cultural y lingüística, Maffi (2010),
propuso entender la bioculturalidad como la interrelación de la vida en todas sus manifestaciones –
biológicas, culturales y lingüísticasque han co-evolucionado dentro de complejos sistemas
adaptativos socio-ecológicos.
BIBLIOGRAFIA
Posey DA. Introduction: Culture and Nature – The Inextricable Link. In: Posey DA, editor.
Cultural and Spiritual Values of Biodiversity. London: United Nations Environmental Programme,
Intermediate Technology Publications; 1999, p. 3-18.
Posey DA. Kayapó Ethnoecology and Culture. Plenderleith K, editor. London: Routledge; 2002. 255
p.
GLOSARIO
Etnolingüísticos: Disciplina que estudia las relaciones entre la lengua y la cultura de uno o
varios pueblos.
Ecosistema: conjunto de especies de un área determinada que interactúan entre ellas y con su
ambiente abiótico.