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INTRODUCCIÓN

Probablemente en alguna lectura publicada en diferentes medios de comunicación


hemos leído la palabra biocultural sin reparar realmente en su significado y relevancia.
Desde hace décadas, estudios de múltiples disciplinas en todo el mundo señalan la
sólida relación entre diversidad biológica y cultural, es decir, la interconexión de formas
profundas entre naturaleza y actividades humanas, originada hace miles de años. Las
culturas están influenciadas y moldeadas por el entorno natural y viceversa, por ejemplo,
si se pierde una especie animal puede ocasionar entre otros impactos, la pérdida de
identidad cultural de una comunidad o región más grande (Dunn, 2017).

Si imaginamos plasmada en un mapa mundial esa diversidad biológica y cultural,


veremos que en primer lugar se encuentra Indonesia, en segundo México y en tercero
China. Es bien conocido que nuestro país ocupa el quinto lugar con mayor riqueza de
plantas y animales, y séptimo en endemismos; posee 68 lenguas indígenas y 364
variantes habladas; es uno de los siete grandes centros de origen, domesticación y
diversificación agrícola; y alrededor del 30% de nuestra población es indígena,
campesina o afromestiza (Toledo y Barrera-Bassols, 2008).

Hasta donde se tiene noticia, el principal precursor del concepto biocultural fue el
antropólogo y biólogo norteamericano Darrell Posey (Maffi, 2001). A pesar de que hay un
creciente cúmulo de definiciones sobre el significado de ese concepto, existe cierto
consenso que lo define como la asociación entre las diversidades biológica, lingüística y
cultural. Esto se pude observar en diferentes sistemas de producción de los recursos
naturales como la agricultura, pesca, caza, etc., que se desarrollan en un lugar, escala y
tiempo determinados Aquí podrían caber otras asociaciones como son las expresiones
artísticas, ceremoniales o religiosas, por ejemplo, el caso del uso de plantas en rituales
por el pueblo huichol o Wixárika.
DESARROLLO

Existen distintas definiciones del concepto biocultural dependiendo del tema que se esté
tratando; por ejemplo, se denominan regiones bioculturales a los territorios de pueblos
indígenas que coinciden con centros de origen y
diversificación, tanto de biodiversidad como de
diversidad domesticada (Boege, 2008). Tal es el
caso del sistema agrícola denominado chinampa
que se desarrolla en una región biocultural del
centro de México y que hasta nuestros días es
de gran importancia alimentaria, así como para
la conservación y recreación. Los recursos
bioculturales son especies de plantas, animales
y hongos que forman parte de la articulación entre el uso, manejo y conocimiento
tradicional de las comunidades (Dunn, 2017). Un ejemplo podría ser que determinadas
especies de chiles solo se cultivan y consumen en regiones específicas del país. Por
otra parte, también existen otros términos como memoria, paisaje y complejos
bioculturales. Los rasgos culturales o identitarios nos transmiten la extraordinaria
relación y dependencia de la cultura con los recursos, paisajes, sistemas de producción
o rituales que se llevan a cabo en sitios delimitados, como la gastronomía, artes de
pesca, etc.; ya sea en comunidades indígenas,
afrodescendientes, campesinas y mestizas de zonas
tanto rurales como periurbanas o incluso
urbanas. México tiene importantes avances
académicos, comunitarios y políticos en diferentes
aspectos bioculturales, ejemplo de ello es la
conformación en 2011 de la red temática biocultural,
donde colaboran académicos con presencia en 30 grupos etnolingüísticos de 80
regiones del país. Recientemente, esta red ha logrado que los conceptos de “patrimonio
biocultural” y “conocimientos tradicionales” sean reconocidos dentro de la política
ambiental nacional, registrada en la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección
al Ambiente. Las organizaciones civiles también están impulsando iniciativas
destacadas, como sucede con la Junta Intermunicipal Biocultural del Puuc (JIBIOPUUC),
conformada por un consejo de administración que

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congrega a representantes ejidales, funcionarios de los tres órdenes de gobierno,


académicos y miembros de la sociedad. La iniciativa busca preservar la diversidad
biocultural y promover los modos y mundos de
vida campesinos de origen maya que dependen
para subsistir del último macizo forestal del
estado de Yucatán. Hoy más que nunca debemos
compaginar la interconexión entre la naturaleza y
las actividades humanas. David Attenborough,
uno de los naturalistas y divulgadores de la
ciencia más conocidos en el mundo, dice que si
queremos prosperar en el futuro es el momento
crucial para encontrar la forma de compartir el planeta con todos los organismos de la
Tierra. El enfoque biocultural es un paso firme y reivindicativo en dicha encomienda
histórica. México es uno de los doce países megadiversos y, de acuerdo con nuestra Constitución,
es un país pluricultural. Significa que es uno de los que poseen la mayor cantidad de diversidad de
las plantas y animales existentes en el planeta y, además, que existen multiplicidad de pueblos y
comunidades con diferentes visiones que deben ser tomadas en cuenta. Gran parte de esta
diversidad se encuentra en territorio de comunidades indígenas, quienes han tenido una relación
muy estrecha con su entorno, han conservado y han
generado importantes conocimientos y prácticas
culturales. El manejo cotidiano de los pueblos indígenas
y/o campesinos de los recursos naturales y ecosistemas
dentro de los territorios donde se asientan, ha generado
con los siglos el llamado patrimonio biocultural (PatBio),
que se refiere, por una parte, a los elementos culturales
indispensables para la forma de ser y estar indígena o
campesina, y por la otra, a un añejo proceso de
coevolución con los ecosistemas que habitan. A través
del PatBio es posible visibilizar: (i) los profundos lazos entre pueblos indígenas y su medio ambiente;
(ii) que los pueblos indígenas no hacen distinción entre recursos biológicos y culturales, los tratan de
manera holística; y (iii) que la diversidad biológica depende directamente de las prácticas culturales
de los pueblos indígenas y viceversa, esto es, que

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la cultura y medio ambiente no pueden ser separados, ni convertidos en mercancía (Boege, 2008).
Actualmente, el Estado mexicano se encuentra en omisión de expedir una legislación y una política
pública bioculturalmente adecuadas para el campo, conforme a los estándares más altos de
protección de los derechos humanos a la
identidad cultural, el territorio y los recursos
naturales tradicionalmente manejados, la
salud, la alimentación y el medio ambiente
sano de los pueblos indígenas y
comunidades equiparables. Esta omisión se
ha traducido en un patrón sistemático de
violación de derechos humanos que debe
terminar. Para contribuir a lograr la paz y el
florecimiento de la Nación en general, y de los pueblos indígenas y comunidades equiparables en lo
particular, es necesario que el Estado mexicano en su conjunto proteja y fomente el PatBio con un
enfoque de derechos, lo cual es posible si se construye e implementa una legislación y una política
pública articulada y cimentada desde el sistema milpa, todo lo cual estamos impulsando desde
nuestro trabajo en CEMDA. Los ejemplos del patrimonio biocultural del país son vastos,
para esta ocasión hablaremos de una de las culturas más antiguas: la totonaca. Los
hablantes de la lengua tutunakú (que significa “tres corazones”) viven al norte de
Veracruz y Puebla inmersos en un mosaico de ecosistemas, formado por bosque de
pino-encino, bosque de niebla y selva subtropical. Los totonacos incluyen en su dieta
una gran variedad de quelites silvestres, entre los que destaca la mafafa, en totonaco
paxnikak. Esta planta perteneciente al género Xanthosoma, se caracteriza por presentar
compuestos químicos que pueden resultar tóxicos. Sin embargo, los totonacos
encontraron una forma de preparación tradicional, en la que el consumo de las hojas sin
nervaduras no les ocasiona daño alguno. En fechas especiales, los totonacos se
alimentan de guajolote (al macho lo nombran tajná o tagna y a la hembra chawilá o
chuwila), el primer animal domesticado por los pueblos mesoamericanos. Debido al
manejo y la crianza de traspatio que las comunidades indígenas le han dado al guajolote
(Meleagris gallopavo), en la región del totonacapan se ha generado una alta variabilidad
genética en la especie. Por lo tanto, los totonacos contribuyen a la conservación de los
recursos genéticos del país. En la cultura totonaca las montañas son de gran
importancia dentro su cosmovisión. En la Sierra Norte de Puebla, el Cozoltepetl es
considerado un cerro sagrado debido a que se piensa que

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ahí se originaron los “nuevos hombres” o espíritus guardianes de las comunidades. A


principios de mayo, los totonacos suben a la cima del cerro, a más de dos mil metros
sobre el nivel del mar, para pedir que las lluvias sean abundantes y sus cultivos sean
fértiles. Además de su valor espiritual, el Cozoltepetl es considerado como el corazón de
esta región, ya que es hábitat de diferentes especies de árboles, orquídeas, reptiles,
aves, anfibios y mamíferos. Actualmente, el patrimonio biocultural que atesora el pueblo
totonaco y los otros 67 pueblos indígenas del país se encuentra en peligro de
desaparecer. Diferentes presiones sociales, educativas y económicas, atentan contra el
mantenimiento de estos pueblos y sus saberes ancestrales. Una de las más graves son
los megaproyectos mineros e hidroeléctricos que apuestan por el despojo de territorios
indígenas, que son fuente indispensable de alimento, agua y espiritualidad para sus

habitantes. Debemos reconocer que la


protección de los pueblos indígenas y
sus territorios es vital para salvaguardar
el patrimonio biocultural, y asimismo,
para garantizar la conservación de la
riqueza biológica de México. Es claro que
el país posee un legado de indiscutible valor,
representado por su enorme riqueza
biológica, su variedad de culturas y lenguas y los productos tangibles e intangibles resultantes. Los
efectos de esa doble riqueza abarcan más de un centenar de nuevas especies de plantas
domesticadas y sus miles de variedades, así como nuevos paisajes que resultan de la implantación y
perfeccionamiento, a lo largo de miles de años, de sistemas de producción bien adaptados a las
condiciones locales, y especialmente, conocimientos, tecnologías, usos y estrategias de manejo,
herbolarias y sistemas de medicina, culinarias, vestimentas, artesanías, entre otras. Todas estas
creaciones fueron enriquecidas y mejoradas, en diferentes grados, con la llegada de especies,
técnicas, conocimientos y nomenclaturas desde Europa, hace más de 500 años. En algunos casos
surgieron nuevos diseños como resultado de ese encuentro (hibridación biocultural). Por lo anterior,
resulta de gran importancia que el patrimonio biocultural siga documentado, inventariado,
comprendido y vigorizado por la ciencia. No solamente por su valor intrínseco de carácter universal,
sino por el potencial que encierra en la búsqueda de modelos alternativos de manejo de recursos
naturales, salud, vivienda, cultura, visiones y concepciones del mundo. Esto es lo que Guillermo
Bonfil denominó el México Profundo, las raíces civilizatorias, la historia negada de un país, para
contrastarlo con la modernidad buscada
de manera

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inequívoca y compulsiva. El referido


patrimonio, resultado de un proceso
civilizatorio de carácter histórico, es
acompañado por tres interesantes
situaciones del México actual. La primera, es el surgimiento y consolidación de grupos de
investigadores que, perteneciendo a diferentes instituciones y disciplinas, se han ocupado durante
las últimas tres décadas, del estudio, inventario, análisis y delineamiento territorial del patrimonio
biocultural del país. Algunos productos de este esfuerzo son el Atlas Etnoecológico de México y
Centroamérica; el diseño del Sistema de Información Geográfica de las Regiones Bioculturales de
México; el Atlas de la Medicina Tradicional Mexicana; la organización de varios congresos; y por
último, la edición de tres revistas: Etnobiología (2000 a la fecha), la revista internacional
Etnoecológica (1992-2002); y por último, de la Revista de Geografía Agrícola con 30 años de
existencia, 38 números publicados, y la aparición de dos volúmenes de Xolocotzia: Obras Escogidas
de Efraín Hernández Xolocotzi. La segunda es el surgimiento de empresas sociales rurales y la
tercera, las resistencias bioculturales. Temas que ampliaremos más adelante. Como consecuencia
del agudo deterioro social, cultural y ecológico que sufre el país, el patrimonio biocultural se

encuentra amenazado. La mayor parte de


los pueblos indígenas, depositarios y actores
del patrimonio biocultural, sufre la falta de
comprensión hacia sus formas de vida social,
lo cual produce marginación, explotación,
injusticia y especialmente falta de
reconocimiento a sus derechos colectivos. La
población indígena padece los peores escenarios en cuanto a los principales indicadores de
bienestar social, por lo que es urgente un proyecto de restauración social y cultural nacional.
Paralelamente, los procesos de deterioro ecológico provocados por deforestación, pérdida de
biodiversidad y suelos, contaminación por agroquímicos o por desechos ligados a la minería,
agotamiento de acuíferos, incremento de riesgos en un escenario de cambio climático, pérdida del
germoplasma, contaminación genética del maíz y otras especies, entre otros, operan juntos o
separados como una fuerza que deteriora y debilita la memoria biocultural del país. Todo lo anterior
provoca la migración masiva de mujeres y hombres, sobre todo jóvenes, del campo a las grandes

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ciudades, o a los campos de producción agroindustrial para trabajar como jornaleros en el país y/o
en los Estados Unidos. Además, debido a que los valores, saberes y conocimientos locales, las
lenguas indígenas y las culturas agrarias de tradición mesoamericana, tienden a mantenerse
solamente en la población mayor a los 50 años. Por lo tanto, existe un tiempo de gracia de unos 20
años para preservar los sistemas locales de saber-hacer e integrarlos en un gran proyecto de
desarrollo nacional. La amenaza permanente a la propiedad social agraria, ejidal y comunitaria,
golpeada por la contra-reforma de 1992, es otro factor de deterioro comunitario. Igualmente, el
desconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas y campesinos y de sus territorios, así
como la carencia de una normatividad que regule la participación equitativa de los beneficios que se
derivan por el uso comercial de terceros de su biodiversidad silvestre y domesticada, de sus recursos
biológicos colectivos, y de los concomitantes conocimientos y tecnologías tradicionales, son
elementos que actúan de forma negativa. Cada uno de los millones de especies que existen en el
planeta guarda memoria de su evolución en su código genético. Como especie, el Homo sapiens
también posee una memoria genética, y además posee otra cultural. Es decir, así como existe un
código genético por medio del cual las especies “memorizan, aprenden y recuerdan” sus relaciones
con la naturaleza, en la especie humana además existe un código cultural que opera como un
instrumento de aprendizaje. En el ser humano, la memoria de especie toma la forma de experiencia
aprendida y perfeccionada colectivamente, de saberes transmitidos de generación en generación
durante cientos e incluso miles de años. Esta sabiduría se expresa, fundamentalmente, como un
conjunto de conocimientos, prácticas, usos, tecnologías y estrategias relacionadas con el entorno y
sus recursos naturales. Tiene sustento en la vida social y en diversas concepciones del mundo que
han fructificado en múltiples y variadas culturas. Hoy, esta memoria subsiste y resiste como parte
esencial de las llamadas culturas indígenas del mundo.
CONCLUCION

La biocultural ofrece una perspectiva más comprehensiva para entender y realizar investigaciones
sobre las complejas interrelaciones entre procesos ecológicos y dinámicas culturales. Este enfoque
surge del estudio y caracterización de paisajes inicialmente considerados prístinos o naturales, pero
que resultaron estar altamente mediados por la intervención humana. Reconociendo la presencia y
documentando el papel activo de los grupos humanos, la investigación ha mostrado que la
estructura, procesos y conservación tanto en selvas tropicales como en bosques boreales están
permeados por las acciones de las comunidades locales e indígenas (Correa, 1990; Denevan, 1992;
Gómez-Pompa y Kaus, 1992; Heckenberger et al., 2003; Berkes y Davinson-Hunt, 2006). Los
trabajos de Posey (1982) y Posey (1985) mostraron que el pueblo Kayapó crea “islas forestales”
(apêtê) en zonas de sabana como resultado de sus prácticas de cultivo y trasplante entre zonas
ecológicas. El reconocimiento de los modos de vida y de los sistemas de creencias del pueblo
Kayapó permitió entender que sus prácticas productivas y sociales conducían a la conservación de la
biodiversidad (Posey, 1985; Posey, 1997; Posey, 1999; Posey, 2002). A partir del estudio de 45
iniciativas sobre la conservación de la diversidad biológica, cultural y lingüística, Maffi (2010),
propuso entender la bioculturalidad como la interrelación de la vida en todas sus manifestaciones –
biológicas, culturales y lingüísticasque han co-evolucionado dentro de complejos sistemas
adaptativos socio-ecológicos.

BIBLIOGRAFIA

Posey DA. Introduction: Culture and Nature – The Inextricable Link. In: Posey DA, editor.

Cultural and Spiritual Values of Biodiversity. London: United Nations Environmental Programme,
Intermediate Technology Publications; 1999, p. 3-18.

Posey DA. Kayapó Ethnoecology and Culture. Plenderleith K, editor. London: Routledge; 2002. 255
p.
GLOSARIO

Biocultural: La diversidad biocultural se refiere a la evolución paralela de la diversidad


biológica y la diversidad cultural y la adaptación continua entre ambas. También está relacionada con
la diversidad de lugares y refleja las maneras en que las personas viven con la naturaleza.

Diversidad biológica: La biodiversidad o diversidad biológica es, según el Convenio


Internacional sobre la Diversidad Biológica, el término por el que se hace referencia a la amplia
variedad de seres vivos sobre la Tierra.

Etnolingüísticos: Disciplina que estudia las relaciones entre la lengua y la cultura de uno o
varios pueblos.

Ecosistema: conjunto de especies de un área determinada que interactúan entre ellas y con su
ambiente abiótico.

socio-ecológicos: describe la interacción regular entre un sistema social y su entorno.

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