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Cien Mil Hijos de San Luis

Los Cien Mil Hijos de San Luis (conocidos en


Francia como «l'expédition d'Espagne») fueron un Expédition d'Espagne
contingente del ejército del Reino de Francia que Cien Mil Hijos de San Luis
bajo las órdenes del duque de Angulema, sobrino
del rey Luis XVIII, invadió España en 1823 para
poner fin al régimen constitucional instaurado tras el
triunfo de la Revolución española de 1820. Su
objetivo primordial era «liberar» al rey Fernando VII
del «cautiverio» al que supuestamente le tenían
sometido los liberales. Apoyando a las tropas
francesas también iban unos 30 000 realistas
españoles1 ​ como prolongación de la guerra civil de
1822-1823. Con la derrota del ejército constitucional
se puso fin al Trienio Liberal y se dio paso a la
Episodio de la intervención francesa en España en 1823
segunda restauración absolutista en España. Una
parte del ejército francés permanecería en España (1828), por Hippolyte Lecomte (Palacio de Versalles).

hasta el año 1828.


Activa 1823 - 1828
Como ha destacado el historiador Gonzalo Butrón País Francia
Prida, «la invasión militar protagonizada por los
Fidelidad Fernando VII de España y
llamados Cien Mil Hijos de San Luis resultó
decisiva para la suerte del régimen liberal español partidarios
restaurado en 1820».2 3​ ​Josep Fontana coincide: «la Tipo guerra
interferencia de la política exterior europea en la Función Ayudar a Fernando VII de España
española» es la que determinará su hundimiento.4 ​ a restablecer sus poderes
El escritor Benito Pérez Galdós novelaría los hechos absolutos perdidos tras el
en Los cien mil hijos de san Luis, uno de sus levantamiento del teniente
Episodios nacionales. Coronel Riego y la posterior jura
de la Constitución de 1812
Antecedentes (1820).
Tamaño Alrededor de 95.000 soldados
Véanse también: Revolución de 1820 y Guerra
franceses y unos 30.000 realistas
Realista.
españoles.
La revolución española de 1820 causó una honda Parte de Guerra Realista
preocupación en las monarquías europeas que Alto mando
habían derrotado a Napoleón. El secretario del
Comandante Luis Antonio de Angulema
Foreign Office Castlereagh les escribió a los
cancilleres de la Santa Alianza: «Los 2.º
acontecimientos en España, a medida que se han ido Cultura e historia
desarrollando, han despertado, como era de esperar, Patrono/a San Luis Rey
la mayor inquietud por toda Europa».5 ​ Todos ellos, Guerras y batallas
como ha señalado Josep Fontana, «no deseaban en
Guerra Realista
estos momentos un fermento revolucionario que
Batalla de Trocadero
podía crearles problemas internos de resonancia»,4 ​
6 ​ pero sobre todo no querían que se extendiera su
«mal ejemplo» por Europa.7 8​ 9​ ​En julio de 1820 había triunfado una revolución liberal en Nápoles —que
estaba tan influenciada por la española que había adoptado como propia la Constitución de Cádiz— y al
mes siguiente en Portugal —que aprobó una constitución largamente inspirada en la española—.10 11 ​ 12

13 ​«A mayor abundamiento, España era el refugio de los agitadores europeos perseguidos en sus países, en
especial los franceses que fracasaron en las diversas intentonas para derrocar a Luis XVIII y los carbonarios
italianos proscritos en Austria».14 ​

En el Congreso de Troppau celebrado en octubre de 182015 ​Austria, Prusia y Rusia (las tres monarquías
absolutas integrantes de la Santa Alianza) aprobaron el Protocolo de Troppau por el que se arrogaban el
derecho de intervenir en «los Estados que hayan experimentado un cambio de Gobierno a causa de una
revolución y como resultado de ello amenacen a otros Estados». El Congreso lo había convocado la
Cuádruple Alianza —desde 1818 Quíntuple Alianza de facto por la incorporación del Reino de Francia— y
en él se acordó aplicar el Protocolo lo que suponía «autorizar» al Imperio de Austria a intervenir en el
Reino de Nápoles. La entrada de las tropas austríacas en la capital napolitana se produjo en marzo de 1821,
en el mismo mes en que se iniciaba la revolución en el Reino del Piamonte, de brevísima duración y que
como Nápoles también adoptó la Constitución gaditana. Asimismo sería aplastada por los austríacos.16 17​ ​

En cuanto las revoluciones italianas fueron sofocadas toda la atención de las potencias absolutistas de la
Santa Alianza se centró España. En mayo de 1821 el gobierno del Imperio Ruso enviaba una nota a sus
embajadores en la que se manifestaba la «aflicción» y el «dolor» de los soberanos europeos y su
desaprobación por «los medios revolucionarios puestos en práctica para dar a España nuevas
instituciones».18 ​ Por su parte, el canciller Metternich, el principal artífice del nuevo orden europeo
posterior a Napoleón, llegó a considerar más peligrosa la Revolución española de 1820 que la Revolución
francesa de 1789, porque la primera había sido «local» mientras que la española era «europea».11 5​ ​
Metternich en el Congreso de Laibach, donde finalmente se dio vía libre a la intervención austríaca en
Nápoles, ya había presionado al representante del Reino de Francia para que interviniera en España —«Es
necesario quitarse de encima ese peligro que tenéis a las puertas; es una amenaza para vuestro Gobierno»,
le había dicho— pero este respondió: «España no es una amenaza; la constitución se debilitará por sí misma
y se verá obligada a modificarla».19 ​

Por otro lado, el rey Fernando VII desde el primer momento


mantuvo una correspondencia secreta con los monarcas europeos,
sobre todo con el zar Alejandro I —a través del conde Bulgari, su
embajador en Madrid—20 ​ y el rey francés Luis XVIII —quien le
mostró un «doloroso interés» por su situación—.21 ​ En junio de
1821 le insistió al zar que la única forma de salvar su persona y la
monarquía española consistía en recibir «el poderoso auxilio de
fuerza armada extranjera».22 ​ Con fecha de 10 de agosto de 1822
Fernando VII le volvió a escribir una carta en la que en primer lugar
desmentía la imagen que daban de él los liberales «como el hombre
más cruel y tirano del mundo, cuando no hay un solo ejemplar de
que yo haya abusado del poder que la divina providencia me tiene
confiado. Mi compasivo y clemente corazón jamás ha sido
dominado de semejante defecto». A continuación describía un país
contrario a la Constitución que «solo la toleraba por estar
subyugados por la rebelión militar y por el Gobierno. Las
provincias de Cataluña, Navarra, Vizcaya y Guipúzcoa están
Retrato ecuestre de Fernando VII
levantadas en masa, y casi sucede lo mismo en Aragón, Valencia y
por José de Madrazo (1821), Museo
Castilla, y no hay provincia en España que haya dejado de
del Prado.
pronunciarse a mi favor». La carta concluía pidiendo su total apoyo a la intervención en España —de un
ejército extranjero, no «en concepto de conquistador, sino de auxiliador»— que se iba a tratar en el próximo
Congreso de Verona:23 ​

Yo me pongo en manos de vuestra majestad ilustrísima dándole todas mis facultades para que
tanto en el Congreso de soberanos que pronto debe reunirse, como en cualquiera otra parte,
presente vuestra majestad ilustrísima mis derechos y acciones defendiéndolos en toda su
integridad, ya que no puedo hacerlo por estar en una verdadera prisión.

Las cartas secretas de Fernando VII eran completadas con las gestiones de sus agentes en el exterior.24 ​A
uno de los más destacados, el exembajador en Roma Antonio Vargas Laguna que había sido destituido por
negarse a jurar la Constitución, le escribió en diciembre de 1821: «Te pido que lo hagas saber a los
soberanos extranjeros para que vengan a sacarme de la esclavitud en que me hallo y libertarme del peligro
que me amenaza».25 22 ​ ​ Vargas Laguna cumplió con su misión y consiguió que el rey de Nápoles
Fernando I enviara una carta a todos los monarcas europeos para que se interesaran por la suerte del rey de
España.26 ​ Para lograr el objetivo de recobrar su «libertad» Fernando VII llegó a prometer que cuando le
libraran de su «cautiverio» no restauraría «su poder absoluto» (promesa que no cumpliría). En la carta del
10 de agosto también le había escrito al zar Alejandro lo siguiente: «No crea V.M.Y. que es mi ánimo
volver a reynar baxo del régimen que llaman absoluto, y que exercí desde el año 1814 hasta el de 1820...
No señor, estoy dispuesto a introducir en mi reyno variaciones que alejen de toda idea de semejante
calumnia».27 ​ En realidad esta actitud respondía a la presión francesa, cuyo embajador en Madrid le había
comunicado a Fernando VII en un papel secreto que «la Francia no se prestará jamás al restablecimiento
del sistema pasado y la Monarquía absoluta. El sistema actual de su Gobierno la pone en la decisiva
imposibilidad de favorecer cualquier régimen absoluto». También le decía que el Ejército francés que
estaba acantonado en los Pirineos, oficialmente para contener la epidemia de fiebre amarilla declarada en
Cataluña, «está dispuesto a proteger y apoyar todos los esfuerzos que hagan los realistas para ejecutar
planes razonables y moderados» (esta última palabra no debió gustarle a Fernando VII, apostilla Emilio La
Parra López).28 ​

La decisión de la invasión

El falso «tratado secreto de Verona»

Aunque el tema principal debía haber sido la «cuestión de Oriente» (el levantamiento griego contra el
dominio del Imperio Otomano),29 ​ el Congreso de Verona celebrado entre el 20 de octubre y el 14 de
diciembre de 1822 se ocupó especialmente de «los peligros de la revolución de España con relación a
Europa».30 ​La representación británica la ostentó el duque de Wellington que acudió con el encargo de su
gobierno de oponerse a cualquier tipo intervención en España.31 32 ​ ​ Los que se mostraron como los más
firmes partidarios de esta fueron el zar de Rusia Alejandro I, que había recibido numerosas peticiones de
auxilio por parte de Fernando VII, y el rey francés Luis XVIII, que también había recibido las cartas
desesperadas del rey español y las peticiones de ayuda de los realistas, pero que sobre todo estaba muy
interesado en rehacer el prestigio internacional de la Francia borbónica. El canciller austríaco Metternich,
por su parte, propuso que se enviaran «Notas formales» al Gobierno de Madrid para que este moderara sus
posiciones y en caso de no obtener una respuesta satisfactoria romper las relaciones diplomáticas con el
régimen español.32 33
​ ​

Las «Notas formales» propuestas por Metternich fueron entregadas en Madrid a principios de enero de
1823, según Josep Fontana y según Pedro Rújula y Manuel Chust, o entre noviembre y diciembre de 1822,
según Emilio La Parra López.34 33
​ 35
​ ​ Francia fue la primera en entregar la suya en la que reclamaba que
se introdujera una segunda Cámara, siguiendo el
modelo de su Carta otorgada de 1814, y una «libertad
juiciosa». De hecho la nota estaba redactada en
términos deliberadamente no demasiado
36 37
contundentes, ​ ​ pero como las de las potencias de
la Santa Alianza «contenía una condena explícita y a
veces insultante del sistema constitucional».33 ​ La nota
francesa concluía con la amenaza de la invasión en
caso de que «la noble nación española no encuentre
por sí misma remedio de sus males, males cuya
naturaleza inquieta tanto a los Gobiernos de Europa
que les fuerza a tomar precauciones siempre Caricatura británica titulada Los tres caballeros de
dolorosas».38 ​ La nota austríaca, por su parte, decía Verona en una legítima cruzada o la llamada de la
que la revolución española había provocado ya sangre en el palacio del rey. Muestra al rey de
«grandes desastres» («había dado lugar a las Francia Luis XVIII sentado en un trineo con
revoluciones de Nápoles y de Piamonte») y exhortaba armadura y muletas, con el zar Alejandro I y el
a España a que pusiera fin «a este estado de separación emperador de Austria Francisco II en el caballete
del resto de Europa».35 ​ y con el rey de Prusia Federico Guillermo III en la
plataforma de atrás. Todos ellos se dirigen a
La respuesta del secretario del Despacho de Estado, el Verona mientras John Bull, que representa al
liberal exaltado Evaristo San Miguel, fue «taxativa y pueblo británico, les dice que por allí no es el
poco diplomática»39 ​ pues no dejó margen para la camino. Tiran del trineo los "Esclavos de la Santa
Alianza".
negociación: manifestó la adhesión del Gobierno al
«invariable código fundamental jurado en 1812» y
rechazó toda intromisión en los asuntos internos
españoles («La nación española no reconocerá jamás en ninguna potencia el derecho de intervenir ni de
mezclarse en sus negocios», afirmó).39 ​ El rey dio su apoyo a la postura del gobierno así como la mayoría
del país.40 ​ Los británicos, por su parte, se habían negado a enviar ninguna «nota» y se habían retirado
formalmente del Congreso de Verona.32 ​ Las Cortes españolas se reunieron el 9 de enero de 1823 para
apoyar la rotunda respuesta que había dado San Miguel —había calificado el contenido de las notas de
«invectivas, calumnias y suposiciones malignas»—,33 ​ y para denunciar los intentos de injerencia en los
asuntos internos españoles por parte de las grandes potencias absolutistas y reafirmar que las únicas que
tenían la potestad de reformar la Constitución eran las propias Cortes.41 ​ La sesión se cerró con un «¡Viva
la Constitución!» lanzado por el presidente de las Cortes. Diputados y público de las tribunas le
respondieron con vivas a la libertad, a Riego, a las Cortes y al Gobierno.42 ​. En los días siguientes los
embajadores de las «potencias del norte» (Austria, Prusia y Rusia) abandonaban Madrid y un poco más
tarde, el 26 de enero, lo hacía el embajador francés. Sólo permaneció en Madrid el embajador británico.34
43 ​ Casi al mismo tiempo el nuncio Giustiniani era expulsado como respuesta al rechazo de Joaquín
Lorenzo Villanueva como embajador ante la Santa Sede, lo que proporcionó un nuevo argumento a los
partidarios de la invasión de España.44 ​ «España quedaba aislada en contexto internacional, pendiente
únicamente de saber cómo habría de materializarse la amenaza y cuál sería la postura de Inglaterra», ha
señalado Emilio La Parra López.43 ​

En el Congreso de Verona, finalmente, Austria, Prusia y Rusia (Gran Bretaña se negó a adherirse)45 ​ se
comprometieron el 19 de noviembre a apoyar Francia si esta decidía atacar a España pero «exclusivamente
en tres situaciones concretas: 1) si España atacaba directamente a Francia, o lo intentaba con propaganda
revolucionaria; 2) si el rey de España fuera desposeído del trono, o si corriera peligro su vida o la de los
otros miembros de su familia; y 3) si se produjera cualquier cambio que pudiera afectar al derecho de
sucesión en la familia real española».46 47
​ ​ Pero ninguna de estas tres situaciones se materializó y a pesar
de ello Francia invadió España en abril de 1823 con los Cien Mil Hijos de San Luis. «En realidad el
Congreso de Verona no fue la ocasión para un nuevo desarrollo de la Santa Alianza, fue su tumba. Lo que
prevaleció, a pesar de las grandes diferencias evidenciadas, fue el espíritu de concertación entre las cinco
potencias que seguirían dirigiendo la política internacional…», ha afirmado la historiadora Rosario de la
Torre.32 ​

Después de la invasión se hizo público un supuesto tratado secreto firmado en Verona el 22 de noviembre
por los representantes de Austria, Prusia, Rusia y Francia en el que se encomendaba a esta última invadir
España. La historiografía española dio por bueno el tratado secreto, incluso después de que el archivista
estadounidense T. R. Schellenberg demostrara en 1935 que se trataba de una falsificación periodística
realizada por el periódico británico Morning Chronicle que pretendía vincular a la Santa Alianza con la
invasión francesa.48 ​

El rey francés Luis XVIII anuncia la invasión

La demostración de que el «Tratado secreto de Verona» era


una falsificación puso en evidencia, que «ningún compromiso
de ayuda ligaba, por lo tanto, a la Santa Alianza con la
intervención francesa en España».46 ​ Quedaba de esta forma
desmontado el mito de que la invasión de los Cien Mil Hijos de
San Luis se había decidido en el Congreso de Verona y de que
se hacía en nombre de la Santa Alianza. Como ha señalado la
historiadora española Rosario de la Torre, que en 2011 volvió a
insistir en la falsedad del «Tratado Secreto de Verona»,49 ​ la
invasión de España fue decidida por el rey francés Luis XVIII Caricatura inglesa del rey Luis XVIII con
y por su gobierno (sobre todo después de que el 28 de el título El viejo Bumblehead ['cabeza de
diciembre de 1822 François-René de Chateaubriand pasara a chorlito'], el 18, probándose las botas de
dirigir la política exterior con el objetivo de «volver a colocar a Napoleón o, preparándose para la
Francia en la categoría de las potencias militares»), ​ 50 Campaña Española (17 de febrero de
contando eso sí con la aprobación más o menos explícita o la 1823). Luis XVIII dice: "¡Vaya! Dios de
neutralidad de las otras cuatro potencias de la Quíntuple San Luis, ayúdame porque, aunque me
han frotado bien los talones con grasa
Alianza.51 ​Así lo explicó el propio Chateaubriand: «figúrese a
Bears [en referencia al apoyo ruso], me
nuestro gabinete volviendo a ser poderoso, hasta el punto de
temo que me parecerá un trabajo muy
exigir una modificación de los tratados de Viena, nuestra
incómodo". El hijo de Napoleón, con las
antigua frontera recobrada, ampliada hasta los Países Bajos con
brazos levantados para coger la Corona
nuestros antiguos departamentos germánicos, y dígase si la
en cuanto esta caiga, dice: "Las botas no
guerra de España no merecía ser emprendida en pro de
te quedarán bien, viejo Borbón. Me las
semejantes resultados».52 ​ Años después de la invasión probaré poco a poco". Al fondo, una
Chateaubriand escribió en sus Memorias de ultratumba: «Mi guillotina rematada con un gorro frigio
guerra de España, el gran acontecimiento político de mi vida, aparece de entre la niebla.
era una empresa descomunal. La legitimidad iba por primera
vez a quemar pólvora bajo la bandera blanca [de los
Borbones]… Cruzar de un salto las Españas, triunfar en el mismo suelo donde hacía poco los ejércitos de
un hombre fástico [Napoleón] habían sufrido reveses, hacer en seis meses lo que él no había podido lograr
en siete años, ¿quién hubiera podido aspirar a lograr tal prodigio? Sin embargo, es lo que yo hice…».52 ​

Lo que decidió a la Monarquía de Luis XVIII a intervenir en España —a pesar de la oposición inicial de
Gran Bretaña que temía que Francia consiguiera una situación de privilegio al sur de los Pirineos y en la
América española en pleno proceso de emancipación— fue el temor a un contagio revolucionario en su
propio territorio sobre todo después de que las partidas realistas hubieran sido derrotadas (a pesar de la
ayuda económica y militar que habían recibido de las monarquías europeas y en especial de la francesa).11
53 ​ «En último término, Francia y el resto de los aliados habían
comprendido que no era posible el triunfo de la contrarrevolución
desde dentro, ni a través de un golpe político y militar en la Corte,
ni a través de la sublevación armada y su cobertura política
fracasada en Urgel».54 ​ Así se lo comunicó el conde de Villèle a
Chateaubriand: «Nunca los realistas españoles podrían consumar la
contrarrevolución en su patria sin el auxilio de un ejército
extranjero, aun cuando otros gobiernos favoreciesen su causa».44 ​
La familia real francesa. De En su discurso de apertura ante las Cámaras el 28 de enero de 1823
izquierda a derecha: Carlos, el Luis XVIII informó del fracaso de las gestiones diplomáticas con
conde de Artois, hermano del rey y España, que daba por concluidas —dos días antes el embajador
heredero al trono; el rey Luis XVIII; francés había abandonado Madrid; el embajador español en París
Maria Carolina, duquesa de Berry;
hará lo mismo tras conocer el contenido del discurso—43 55 ​ ​y a
María Teresa, duquesa de
continuación anunció solemnemente su decisión de invadirla —esta
Angulema; Luis Antonio, Duque de
declaración dio origen al nombre con que fue conocido el cuerpo
Angulema; y Carlos Fernando,
expedicionario francés enviado a España a las órdenes del duque de
Duque de Berry. El duque de Berry,
segundo hijo varón del conde de Angulema: los Cien Mil Hijos de San Luis—56 ​:57 11​ 44
​ 58
​ 43
​ ​
Artois y tercero en la sucesión al
trono, fue asesinado en París el 13 La justicia divina permite que, después de haber hecho
de febrero de 1820 (cuando Riego experimentar nosotros, por largo tiempo, a las otras naciones
estaba recorriendo Andalucía
los terribles efectos de nuestras discordias, nos veamos
expuestos a los peligros producidos por calamidades
intentando que triunfara su
semejantes que experimenta un pueblo vecino.
pronunciamiento). El duque de
He empleado todos los medios para afianzar la seguridad de
Angulema, segundo en el orden de mis pueblos y para preservar a la España de la última
la sucesión como primogénito del desgracia, pero las representaciones que he dirigido a Madrid
conde de Artois, será el escogido han sido rechazadas con tal ceguera que quedan pocas
por Luis XVIII para comandar la esperanzas de paz.
«expedición» de España». He dado orden para que se retire mi ministro en aquella
corte y cien mil franceses, mandados por aquel príncipe de
mi familia a quien mi corazón se complace en dar el nombre
de hijo mío, están prontos a marchar, invocando al Dios de
San Luis, para conservar el trono de España a un nieto de
Enrique IV [el fundador de la dinastía Borbón], y para
preservar a aquel hermoso reino de su ruina y reconciliarle
con la Europa.

El gobierno británico había hecho un último intento para evitar la invasión y envió a Madrid a Lord
FitzRoy Somerset para que consiguiera que el Gobierno español abordara una reforma constitucional que la
acercara a la Carta de 1814 tal como habían propuesto los franceses, lo que supondría la «devolución» de
gran parte de sus poderes al rey Fernando VII ―aunque con esta misión diplomática el gobierno británico
negaba «cualquier apoyo explícito al derecho de los españoles a elegir con libertad e independencia su
futuro político», ha comentado Gonzalo Butrón Prida―. FitzRoy Somerset llegó a la capital española el 21
de enero de 1823 pero no logró su objetivo.59 52​ 60​ ​ Dos meses después, el 21 de marzo, el secretario del
Foreign Office George Canning comunicaba al Gobierno de París que el Reino Unido no se opondría a la
invasión con tres condiciones, que le hizo llegar el 31 de marzo: que el ejército francés abandonara España
en cuanto hubiera completado su misión; que no intervendría en Portugal y que no ayudaría a España a
recuperar sus colonias americanas. Una semana después Francia invadía España.61 62 ​ 63
​ 64
​ ​ «A la hora de
justificar su intervención, ni el rey Luis XVIII de Francia ni su Gobierno invocaron el peligro de la
revolución española o el derecho de intervención establecido por la Santa Alianza y precisado en el
Congreso de Troppau; los franceses ni siquiera invocaron el interés nacional de Francia; se limitaron a
proclamar la solidaridad de la casa de Borbón».65 ​ Se trataba de «establecer un Borbón en el trono por las
armas de un Borbón», escribió Chateaubriand en sus Memorias de ultratumba.66 ​

La invasión

La ocupación francesa

El 7 de abril de 1823 empezaron a atravesar la frontera


española los «Cien Mil Hijos de San Luis» —l'Armée
d'Espagne, fue su nombre oficial—, sin haber declarado
previamente la guerra.67 68 ​ ​ Eran entre 80 000 y 90 000
hombres —con 22 000 caballos y 108 cañones—69 ​, que
al final de la campaña sumarían 120 000, parte de los
cuales ya habían participado en la anterior invasión
francesa de 1808, con Napoleón).57 68 ​ ​.70 ​ Estaban
organizados en cuatro cuerpos de ejército más uno de
reserva y sus mandos eran generales veteranos de las
guerras napoleónicas.67 68 ​ 71
​ ​ Contaron además con el "Planicie de Roncesvalles, 1823". Ilustración
apoyo de tropas realistas españolas que se habían que muestra el paso de los Cien Mil Hijos de
organizado en Francia antes de la invasión —entre 12 500 San Luis por Roncesvalles.
y 35 000 hombres, según las diversas fuentes—72 73 ​ ​
formando el autodenominado «Ejército de la Fe» que fue
financiado con 23 millones de francos (casi un tercio de los fondos dedicados al propio ejército francés).74
A estas tropas realistas se les sumaron conforme fueron avanzando las partidas que habían sobrevivido a la
ofensiva del ejército constitucional.75 ​ Según el absolutista marqués de Miraflores, los Cien Mil Hijos de
San Luis fueron recibidos por el «pueblo español» como «libertadores» al grito de «¡Viva el rey absoluto!»
y «¡Viva la Religión y la Inquisición!».76 ​ Diversos historiadores, como Juan Francisco Fuentes, han
destacado la paradoja de que muchos de los integrantes de las partidas y de las tropas realistas de apoyo
habían luchado quince años antes contra los franceses en la Guerra de la Independencia.75 ​ Los franceses
contaban con la división de la población española y pensaban que sería fácil apoyarse en una parte de ella
para derrotar a la otra, como advirtió un observador francés:77 ​

Si los españoles estuvieran unidos como en 1809, no tendríamos ninguna posibilidad, ni


siquiera emprenderíamos esta guerra. Pero la revolución actual, en este momento, solo
interesa en España a las clases altas. La masa del pueblo no la ha comprendido. Será fácil
desviar a esta multitud, atraerla hacia los excesos, armarla incluso excitando sus pasiones y
satisfaciendo su codicia. Los españoles no tienen dinero; nosotros avanzaremos sembrando la
corrupción, y estos miserables gritarán ante el ejército de un rey constitucional: "¡Viva el rey
absoluto! ¡Viva la Inquisición! ¡Muerte a la libertad!"

En el momento que comenzó la invasión el régimen constitucional español estaba viviendo una grave crisis
política interna que había llevado al solapamiento de dos Gobiernos y a la división de los liberales exaltados
(en "masones" y "comuneros"). Por su parte los invasores tuvieron mucho cuidado en no repetir los
mismos errores que en la invasión napoleónica de 1808 —por ejemplo, no recurrieron a las requisas para
abastecer a las tropas, sino que pagaron en efectivo los suministros sobre el terreno— y se presentaron
como los salvadores que venían a restablecer la legitimidad y el orden, como lo demostraría que contaban
con el apoyo de los realistas españoles.54 79​ ​ En la proclama hecha a los españoles antes de iniciar la
invasión se decía que su intención era acabar con esa «facción revolucionaria que ha destruido en vuestro
país la autoridad real, que tiene
cautivo a vuestro rey, que pide
su deposición, que amenaza su
vida y la de su familia, [y que]
ha llevado al otro lado de
Composición de L'Armée
vuestras fronteras sus culpables
de l'Espagne78 71
​ ​
esfuerzos».80 ​ Pedro Rújula
comenta: «la invasión era Comandante en jefe:
argumentada siguiendo el patrón Duque de Angulema
justificativo que había propuesto Jefe del Estado Mayor:
Fernando VII en sus peticiones general Armand Charles
de ayuda a las cortes Guilleminot
europeas».80 ​
1er Cuerpo de Ejército:
El duque de Angulema, comandante A los invasores les acompañaba mariscal Nicolas
en jefe de los Cien Mil Hijos de San una autodenominada Junta Charles Oudinot.
Luis. Provisional de Gobierno de 2º Cuerpo de Ejército:
general Gabriel Jean
España e Indias que se
Joseph Molitor.
estableció en Oyarzun el 9 de
3er Cuerpo de Ejército:
abril. La presidía el general Francisco de Eguía y la integraban el barón príncipe Hohenlohe.
de Eroles, que ya había formado parte de la Regencia de Urgel, Antonio 4º Cuerpo de Ejército:
Gómez Calderón y Juan Bautista Erro (fue una decisión del propio general Bon Adrien
duque de Angulema dejar fuera al marqués de Mataflorida que había Jeannot de Moncey.
presidido la Regencia de Urgel y además le prohibió la entrada en Cuerpo de Ejército de
España).80 81​ 82
​ 83​ ​ Su función era legitimar la actuación de los reserva: general
84 Étienne Tardif de
invasores ​ que pretendían no ser vistos como opresores y de ahí que Pommeroux de
respaldaran el nombramiento de autoridades españolas que gobernaran Bordesoulle
en nombre del rey «cautivo».67 ​ Ese fue el propósito del conde
Martignac —comisario civil que acompañaba al duque de Angulema—
empeñado en presentar «como una guerra civil española lo que no era otra cosa que una invasión
francesa», comenta Josep Fontana.68 ​Por su parte la Junta Provisional declaró en Burgos el 18 de abril que
sus miembros estaban decididos a «no reconocer, y mirar como si jamás hubieran existido, todos los actos
públicos y administrativos, y todas las providencias del gobierno erigido por la revelión [sic]».85
Previamente había emitido una «Orden para el restablecimiento de los ayuntamientos y justicias del reino»
que suponía la destitución de todas las autoridades locales constitucionales. En otra se cesaba a todos los
funcionarios nombrados desde marzo de 1820 y los anteriores a esa fecha serían sometidos a un proceso de
depuración en el que se tendría en cuenta «la opinión de que gocen».86 ​

Cuando el 23 de mayo el duque de Angulema entró en Madrid, entre repiques de campanas de todas las
iglesias de la capital,83 ​ convocó a los consejos de Castilla y de Indias para que designaran una Regencia.
Los consejos se limitaron a dar cinco nombres sin asumir la responsabilidad del nombramiento, que
correspondió al duque de Angulema, lo que no dejó de alarmar a las cancillerías europeas por las
atribuciones que se arrogaban los franceses. Los escogidos fueron el duque del Infantado (que actuaría
como presidente), el duque de Montemart, el obispo de Osma, el barón de Eroles y Antonio Gómez
Calderón —estos dos últimos ya habían formado parte de la Junta Provisional de Oyárzun—. Angulema lo
justificó en una proclama que decía: «Ha llegado el momento de establecer de un modo solemne y estable
la regencia que debe encargarse de administrar el país, de organizar el ejército, y ponerse de acuerdo
conmigo sobre los medios de llevar a cabo la grande obra de libertar a vuestro rey».80 85 ​ 87
​ ​ La Regencia
nombró a su vez un gobierno absolutista encabezado por el canónigo y antiguo confesor del rey, Víctor
Damián Sáez, en la secretaría del Despacho de Estado, y con Juan Bautista Erro, como secretario del
Despacho de Hacienda, cuya gestión fue «nefasta», según Josep Fontana (a finales de octubre de 1823 el
embajador francés comunicaba a París: «España se encuentra en la
más absoluta miseria»).81 88​ ​ El resto de miembros del Gobierno,
«integrado por algunos de los más señalados reaccionarios del
momento»,89 ​ eran José García de la Torre, en Gracia y Justicia;
José San Juan, en Guerra; Luis de Salazar, en Marina; y José
Aznárez, en Gobernación.90 ​ En su primera proclama el Gobierno
llamó a «perseguir» a los enemigos.91 ​ El 9 de junio las tropas
francesas atravesaban Despeñaperros, derrotando a las fuerzas del Vista del Palacio de Villahermosa en
general Plasencia que les hizo frente, quedando así expedito el
el tomo X del Diccionario geográfico-
camino hacia Sevilla, donde en ese momento se encontraban el estadístico-histórico de España y
Gobierno, las Cortes, el rey y la familia real.92 ​ sus posesiones de Ultramar de
Pascual Madoz, publicado en 1850.
En este palacio se alojó el duque de
La débil resistencia española Angulema durante su breve estancia
en Madrid.
Para hacer frente a los entre 90 000 y 110 000 invasores franceses
apoyados por unos 35 000 realistas españoles,93 ​ el ejército
constitucional español solo contaba con unos 50 000 hombres —
aunque algunos autores han aumentado la cifra a 130 000, pero
reconociendo que tenían un distinto grado de organización y
preparación—,93 ​ lo que lo situaba en una posición de manifiesta
inferioridad,57 75
​ 68
​ ​ y, según Víctor Sánchez Martín, el gobierno
de San Miguel, a pesar de que había adoptado medias enérgicas
(como la quinta extraordinaria de 30 000 soldados), «apenas tuvo
tiempo de preparar al ejército para la inminente invasión francesa».
Organizó las fuerzas españolas en cuatro ejércitos de operaciones,
aunque el único que realmente hizo frente a los invasores fue el
segundo, el más numeroso (20 000 hombres) y el mejor preparado,
comandado por el general Francisco Espoz y Mina, antiguo
guerrillero de la Guerra de la Independencia, en Cataluña. En
cambio los otros tres generales no opusieron excesiva resistencia: el
conde de la Bisbal, que estaba al mando del Ejército de Reserva de
Castilla la Nueva que debía cerrar el paso a Madrid, se fugó y pidió
asilo en Francia (aceptó «la propuesta francesa de abordar una
revisión constitucional de acuerdo con el rey»); Pablo Morillo, al
mando de las fuerzas de Galicia y de Asturias que debía atacar a los
El liberal exaltado Evaristo San
franceses por el flanco oriental, les ayudó a someter por las armas a
Miguel, Secretario del Despacho de
aquellos de sus hombres que se negaban a rendirse (argumentó que
Estado y líder del Gobierno que
consideraba intolerable que el rey hubiera sido desposeído de sus
preparó al Ejército para hacer frente
poderes en Sevilla para trasladarlo a Cádiz) e incluso colaboró con
a la invasión francesa.
los franceses en el sitio de La Coruña (y presumió años después de
que «exterminó a los liberales en Galicia»);nota 1 ​ y Francisco
Ballesteros, al mando de las tropas de Navarra, Aragón y el Mediterráneo, que debía atacar a los invasores
por el flanco oriental, fue retrocediendo hacia el sur sin luchar hasta que en agosto se rindió en Andalucía
(Riego intentó disuadirlo), aun cuando sus tropas mantenían una buena capacidad combativa —de hecho
cuando fueron obligados a rendirse los soldados entonaron el Himno de Riego—. Los franceses aceptaron
su petición de que le dejaran quedarse en El Puerto de Santa María.94 95​ 96
​ 97​ ​

La consecuencia fue que el ejército francés avanzó hacia el sur con relativa facilidad —el 13 de mayo
entraba en Madrid—,54 ​ aunque la rapidez de la campaña puede resultar engañosa ya que los franceses
habían dejado atrás la mayor parte de las plazas fuertes sin ocuparlas.93 98
​ 99
​ ​ Gonzalo Brutrón Prida
añade que «que los mandos españoles se encontraron con que apenas había recursos para alimentar y armar
a sus tropas... En estas circunstancias, resulta fácil entender tanto las dudas de los mandos españoles ante la
capacidad real para presentar batalla, como la propia desmoralización de las tropas ante la continua fatiga y
la falta de estímulos de lucha, que dieron además lugar a numerosas deserciones».100 ​ La propaganda
oficial francesa presentó la «expedición» como una gran victoria militar (así lo proclamó Chateaubriand:
«Nuestros éxitos en España hacen ascender a nuestra patria al rango militar de las grandes potencias»), pero
en privado el comisario civil Martignac confesaría que desde un punto de vista militar la guerra «no se
puede considerar para Francia más que como un acontecimiento de orden inferior y de interés secundario»,
y que hablar de grandes victorias era producto «de la exageración del halago».101 ​

La razón por la que los generales españoles, a excepción de Espoz y Mina (y de Torrijos y el propio Rafael
del Riego, apresado a mediados de septiembre y acusado de «atroces crímenes»),102 103 ​ ​ se rindieran sin
prácticamente combatir ha sido objeto de polémica. En 1834 un diputado de las cortes del Estatuto Real,
Pedro Alcalá-Zamora Ruiz de Tienda, lo achacó al «deslumbramiento» que produjo en ellos lo que les dijo
el duque de Angulema de que «no venía a destruir la libertad ni las leyes vigentes, sino a modificarlas, a
nivelarlas con las de su país». Otro contemporáneo de los hechos denunció que habían sido sobornados por
«el oro que la misma Santa Alianza había esparcido por la nación para extraviar y dividir los ánimos». «La
nación no fue culpable...; fue seducida por el oro y avasallada por cien mil bayonetas extrangeras
[sic]».104 ​ De hecho el duque de Angulema había recibido instrucciones de ganarse a los generales,
ministros y diputados a Cortes «sin ahorrar ni cuidados, ni promesas, ni dinero».105 ​ El historiador Juan
Francisco Fuentes apunta otro factor: la desmoralización que provocó el derrotismo que demostraron el
gobierno liberal y las Cortes al decidir abandonar Madrid incluso antes de que se iniciara la invasión para
instalarse primero en Sevilla y finalmente en Cádiz.75 ​ Sin descartar «los incentivos económicos que
pudieron recibir», Butrón Prida añade otro: «la falta de confianza en las tropas y, en consecuencia, en la
capacidad de victoria».106 ​

A excepción de varias ciudades, que demostraron gran capacidad


de defensa (como La Coruña, que resistió hasta finales de agosto;
Pamplona y San Sebastián, que no capitularon hasta septiembre, o
como Barcelona, Tarragona, Cartagena y Alicante que siguieron
luchando hasta noviembre, cuando el régimen constitucional hacía
más de un mes que había sido derribado),102 107 ​ 108
​ ​ no hubo una
resistencia popular a la invasión, ni se formaron guerrillas
antifrancesas como durante la Guerra de la Independencia (más
bien ocurrió lo contrario: las partidas realistas se sumaron al ejército
francés).75 ​ Así lo constató el marqués de Someruelos en 1834:
«Vinieron cien mil franceses, es verdad; pero esta fuerza armada, ni
la de doscientos, ni cuatrocientos mil franceses no hubieran
subyugado a la nación si ésta no hubiera querido».109 ​Según Josep
Fontana, la razón fundamental de «la pasividad de una gran parte
de la población española, y en especial de los campesinos», fue la
política agraria del Trienio que no satisfizo las aspiraciones de estos Retrato de Francisco Espoz y Mina,
últimos —la gran mayoría de la población— «que se cifraban en la que fue el único de los generales
supresión de las cargas feudales, incluido el diezmo, y en la que hizo frente al ejército francés.
posibilidad de acceso de los cultivadores a la propiedad amortizada
eclesiástica».110 ​

También tuvo un papel relevante, según Fontana, la política fiscal que «cayó muy duramente sobre los
campesinos, al exigirles nuevos tributos en metálico, en momentos en que, con la baja de los precios, les
resultaba mucho más difícil obtener dinero». Algunos liberales ya lo advirtieron —muchos pueblos «no
pueden pagar en dinero, pero sí en granos»— pero los que supieron aprovechar el descontento rural
causado por los impuestos en metálico fueron los realistas. En una proclama de agosto de 1821 dirigida a
los labradores de Zaragoza se denunciaba que éstos se matan «a trabajar para después vender vuestros
frutos por precios sumamente bajos a cuatro abaros [sic]...».111 112
​ ​El propio duque de Angulema así se lo
comunicó al conde de Villèle: «El rey tiene de su parte al clero y al bajo pueblo. Todo lo que es señor,
propietario o burgués está en contra, o desconfía de él, con muy escasas excepciones».113 ​

Ángel Bahamonde y Jesús Antonio Martínez apuntan otro factor: que cuando los liberales hicieron el
llamamiento a la resistencia como en 1808 no comprendieron que la situación que se estaba viviendo en
1823 era muy diferente. «En 1823 los liberales no entendieron que el nacionalismo emocional de 1808 no
estaba necesariamente edificado todavía sobre un proyecto político liberal consistente, es decir, 1808 había
sido una respuesta más antifrancesa que liberal, lo que ayudaría a entender la aparente paradoja: el invasor
era el mismo, pero el de 1808 era hijo de la revolución y de 1823 del legitimismo. [...] De esta forma los
liberales calcularon mal sus soportes sociales y, en general, la respuesta fue la indiferencia».54 ​ Gonzalo
Butrón Prida coincide casi completamente con Bahamonde y Martínez: «Dos de las ideas fuerza que
sustentaron la resistencia de 1808 habían desaparecido en 1823, de modo que ni el rey estaba prisionero de
los franceses —al contrario, muchos lo presentaban como rehén de los liberales—, ni la religión católica
corría peligro, pues esta vez las tropas francesas aparecían alineadas junto a los defensores del trono y el
altar».106 ​ Emilio La Parra López sostiene la misma tesis añadiendo un elemento más: que el Reino Unido
esta vez no intervino. «Tres factores marcan la diferencias entre 1823 y 1808: la presencia física del rey, la
carencia del incentivo religioso en la lucha contra el invasor y la falta del apoyo británico a los
resistentes».114 ​ Por otro lado, La Parra también concede un papel relevante a la eficacia de la propaganda
realista que «no cesó de pregonar que Fernando VII estaba prisionero de los liberales y puso el acento en
que su vida y la del resto de la familia real corrían peligro. El mensaje carecía de todo fundamento, pero fue
eficaz para captar para el bando anticonstitucional a un sector de las masas campesinas españolas. Lo fue
asimismo para aislar a los constitucionales en Europa».115 ​

La violencia antiliberal de los realistas: la Ordenanza de Andújar

Conforme iban avanzando hacia el sur las tropas francesas, los


realistas españoles desataron «una explosión general de violencia»
que «cubrió el país de venganzas y atropellos, practicados sin
sujetarse a ninguna autoridad ni seguir norma alguna» y cuyas
víctimas fueron los liberales.116 ​El duque de Angulema se sintió en
la obligación de intervenir y el 8 de agosto de 1823 promulgó la
Ordenanza de Andújar que despojaba a las autoridades realistas de Fachada del Ayuntamiento de
la facultad de llevar a cabo persecuciones y arrestos por motivos Andújar, donde el duque de
políticos, potestad que se reservaba a las autoridades militares Angulema firmó la Ordenanza que
francesas.117 118
​ ​ El rechazo realista fue inmediato, lleva el nombre de la localidad.
desencadenándose «una insurrección de la España absolutista
contra los franceses»119 ​ que obligó al duque de Angulema a
rectificar el 26 de agosto, (oficialmente «aclaró» el decreto),120 ​ presionado por el Gobierno francés
preocupado por la crisis que se estaba viviendo y por la oposición a la Ordenanza de la Santa Alianza.118 ​
El ámbito de aplicación de la Ordenanza quedó restringido a los oficiales y tropa comprendidos en las
capitulaciones militares, con lo que aquella quedó derogada de facto.121 ​ Una de las consecuencias de la
campaña que se desató contra la Ordenanza de Andújar fue el reforzamiento del realismo extremista o ultra
que llegó a formar sociedades secretas, entre las que destacó la «Junta Apostólica».122 ​Tras la marcha atrás
en la Ordenanza, la «explosión múltiple y sangrienta de la violencia absolutista» continuó hasta el punto de
que el historiador Josep Fontana la ha calificado de «terror blanco».123 ​

La rendición: Fernando VII recupera sus poderes absolutos

El traslado de las instituciones y de la corte a Sevilla y a Cádiz

Ante la amenaza de la invasión, las Cortes y el gobierno —en


realidad, dos gobiernos: el que encabezaba Evaristo San Miguel y
el que encabezaba Álvaro Flórez Estrada—125 126 ​ ​ habían
abandonado Madrid el 20 de marzo —tres semanas antes de que el
primer soldado francés cruzara la frontera—127 128 ​ 129​ ​ para
dirigirse hacia el sur, estableciéndose en Sevilla el 10 abril, a donde
condujeron a Fernando VII y a la familia real, a pesar de su
negativa a hacerlo (según explicó el propio rey, que alegó que se
encontraba enfermo de gota para no abandonar la corte:128 130 ​ ​«Se Palacio del Marqués de Santa Cruz
hartaron de decir improperios contra mí, concluyendo... con (Viso del Marqués), donde Fernando
asegurar a voces que yo saldría de Madrid de todos modos, pues VII se alojó durante su traslado de
que si no podía viajar en coche, me llevarían atravesado y atado a Madrid a Sevilla. Delante la estatua
un burro»). 131 132
​ ​ La decisión de dejar Madrid «se adoptó en un de homenaje de la Marina española
clima de franca desintegración del Estado constitucional, propiciada a Don Álvaro de Bazán, primer
por la división de los liberales y por el confuso papel que estaba marqués de Santa Cruz, que mandó
desempeñando Fernando VII, cuyo único deseo era encontrarse con construir el Palacio, «obra mayor del
las tropas enviadas por la Santa Alianza: "¿Llegarán pronto los Renacimiento, única en España»,
extranjeros?", era desde tiempo atrás, según el embajador francés, del que Fernando VII no escribió ni
75
su principal preocupación». ​ Según Emilio La Parra López, «el una palabra en su diario del
auténtico triunfador en esta situación de caos fue Fernando VII, por viaje.124 ​
más que su orgullo quedara herido hasta lo más profundo al verse
obligado a hacer un viaje no deseado».133 ​ Este mismo historiador
señala que tras la salida de las instituciones y de la corte, «Madrid quedó sumido en un estado de confusión
y desolación, augurio de los peores presagios».124 ​

El rey y la familia real fueron instalados en el Alcázar de Sevilla, tras haberse negado Fernando VII a
recibir las llaves de la ciudad ofrecidas por el Ayuntamiento —«con este gesto protocolario el rey pretendió
negar toda sensación de normalidad, porque se sentía cautivo», comenta Emilio La Parra—.134 ​ Por su
parte las Cortes reanudaron sus sesiones el 23 de abril.128 135 ​ ​ El moderado José Canga Argüelles
pronunció un discurso sobre el peligro que amenazaba al país porque el día 7 había comenzado la invasión
francesa de los «Cien Mil Hijos de San Luis». Al día siguiente el rey firmó la declaración de guerra a
Francia y poco después el gabinete que encabezaba San Miguel dimitía, lo que hubiera dado paso al
gabinete cuya figura principal era Flórez Estrada, pero la oposición de un grupo numeroso de diputados
abrió una nueva crisis política que solo se resolvería al mes siguiente con la formación de un nuevo
gobierno cuya figura principal era el exaltado José María Calatrava, que no ocupó la Secretaría del
Despacho de Estado, como venía siendo norma, sino la de Gracia y Justicia.136 137 ​ 138
​ ​ Calatrava, según
Emilio La Parra, «venía a ser un hombre de consenso entre los defensores de la Constitución», pues como
antiguo «doceañista» no era mal visto por los moderados, ni tampoco por los exaltados «masones» y
mantenía buenas relaciones con los exaltados «comuneros», y «algo similar podría decirse de sus
ministros» (Pedro de la Bárcena en Guerra, sustituido más adelante por Estanislao Sánchez Salvador; el
coronel Salvador Manzanares, muy próximo al general Riego, en Gobernación; José Pando, Estado; Juan
Antonio Yandiola, Hacienda; Pedro Urquinaona, en Ultramar).139 140 ​ ​Sin embargo, según Josep Fontana,
el «nuevo gobierno de predominio masón, del cual era jefe efectivo Calatrava», fue el resultado de «una
nueva conspiración [que] había conseguido que el ministerio formado por los comuneros no llegase a
ejercer el poder ni un solo día».141 ​ Calatrava relató la situación en la que se encontró en un manuscrito
recientemente descubierto por Pedro J. Ramírez (poniendo de relieve la imposibilidad de aplicar la
Constitución de 1812 teniendo al rey en contra y denunciando la traición del monarca):142 ​

Lo que enervaba infinitamente la acción de los ministros, lo que los reducía, como a todos sus
antecesores en el régimen constitucional, a una situación que tendrá pocos ejemplos, era el
tener a la cabeza de aquel Gobierno al más encarnizado enemigo del Gobierno mismo. El
principal conspirador contra el sistema que estaban encargados de sostener, el más empeñado
en frustrar cuanto intentaban, en desacreditarlos y perderlos era el propio rey de quien
dependían, a cuya aprobación tenían que someter todos sus proyecto y a quien debían
comunicar todos sus secretos y noticas, aun conociendo que se prevalía de estos avisos para
inutilizar cuanto hacían o proyectaban.
El rey estaba de acuerdo con los invasores y con los enemigos internos y, sin embargo, los
ministros tenían que disimular que lo sabían y despachar con él como rey constitucional. El
honor y los juramentos les impedía dejar de serle fieles. La ley mandaba respetar su persona
como sagrada e inviolable; y eximiéndole de toda responsabilidad, obligaba a cerrar los ojos
sobre todos sus actos privados sin dejar otro arbitrio que el de impedirlos por los medios
indirectos que se pudiese.

Ante el avance de los «Cien Mil Hijos de San Luis», el Gobierno y


las Cortes decidieron el 11 de junio trasladarse de Sevilla a
Cádiz,143 144
​ 145
​ ​ llevando consigo al rey y a la familia real, de
nuevo en contra de su voluntad, ya que éstos esperaban su
«liberación» ante la inminente llegada del ejército francés (o el éxito
de una conjura realista que se estaba gestando y que finalmente
sería descubierta).146 147
​ ​ Fernando VII se mostró aún más
obstinado que en Madrid para no emprender el viaje. «Ni mi
conciencia, ni el amor a mis pueblos me permiten salir de Sevilla; Tambor, gastador, leonífero, y
como particular haría este sacrificio; como Rey no puedo», les dijo soldado de infantería ligera durante
a los diputados que le comunicaron la necesidad de trasladarse a el Trienio Liberal según Serafín
Cádiz (cuando estos pretendieron replicarle el rey les dio la espalda María de Sotto.
y se marchó diciendo: «He dicho»). 140 ​ Tiempo después explicó:
«Díjeles que podían pasárselo, pero que el ir todos a encerrarse en
Cádiz y en aquella estación me parecía un disparate, pues el ir a perecer en medio de los horrores de la
peste era cosa terrible» (Josep Fontana apostilla: «aclaremos que no había noticia alguna de epidemia»).
Entonces las Cortes, a propuesta del entonces diputado exaltado Antonio Alcalá Galiano que dijo: «No es
posible el caso de un Rey que consienta quedarse en un punto para ser preso de los enemigos... S.M. no
puede estar en pleno de la razón, está en un estado de delirio»,148 ​ decidieron que el rey estaba sufriendo
un «letargo pasajero» y, de acuerdo con la Constitución,nota 2 ​ le inhabilitaron por «impedimento moral»
para ejercer sus funciones y nombraron una Regencia que detentaría los poderes de la Corona durante el
viaje a Cádiz (la integraron Cayetano Valdés, Gabriel Ciscar y Gaspar de Vigodet). El rey recordó que
durante el viaje, «con una gritería espantosa nos estuvieron insultando cuanto quisieron, diciendo: —
¡Mueran ya los Borbones; mueran estos tiranos! —¡Ya no eres nada ni volverás a mandar!—. Profiriendo
todo esto con las mayores amenazas, maldiciones y palabras obscenas».149 150 ​ 137​ 143
​ 151​ 152
​ 153
​ ​ El rey
y la reina Amalia escribieron después que temieron por sus vida y por las de toda la familia real. 154 ​

La respuesta de la Regencia realista instalada en Madrid por el duque de Angulema —la noticia de su
constitución y de que había sido reconocida inmediatamente por las monarquías de la Santa Alianza había
provocado en Sevilla una honda consternación—155 ​ no se hizo esperar. El 23 de junio promulgó un
decreto sobre «el atentado cometido en la traslación a Cádiz de la sagrada persona del rey nuestro señor y
su real familia» que entre otras medidas represivas contemplaba declarar reos de lesa majestad a todos los
diputados que habían participado en las deliberaciones para inhabilitar al rey (este será el «delito» por el
que ahorcarán a Rafael del Riego, «el héroe de Las Cabezas de San Juan») y la incautación de sus bienes a
todos aquellos que hubieran intervenido en su traslado de Sevilla a Cádiz.156 91 ​ ​ El decreto concluía
ordenando ocho días de rogativas durante los cuales no se celebraría ni fiestas ni representaciones
teatrales.91 ​ Por otro lado, la noticia de la suspensión en sus funciones de Fernando VII, aunque fuera
temporal, causó una gran conmoción en las cortes europeas, porque el recuerdo del rey francés Luis XVI,
guillotinado por los revolucionarios, estaba todavía muy vivo.157 ​

El 13 de junio, al día siguiente de haber abandonado Sevilla el


Gobierno, las Cortes, el rey y la familia real, se produjo una
explosión de violencia en la ciudad que sería conocida como la
jornada de San Antonio de 1823. Muchas propiedades fueron
saqueadas, y especialmente los equipajes que con las prisas habían
tenido que dejar atrás, en unas embarcaciones que les seguirían
después, los diputados, empleados de las Cortes y particulares que
habían «huido» a Cádiz en un vapor por el río Guadalquivir.
Algunos de los equipajes contenían obras de enorme valor cultural
(libros, documentos, manuscritos, colecciones botánicas y
numismáticas, etc.) que se perdieron para siempre. Los robos fueron
acompañados de agresiones y asesinatos. Según Alberto Gil
Novales, la ola de «violencia primitiva de las clases bajas y del
lumpenproletariat sevillano» parece haber estado dirigida «por el
alto estamento servil de la ciudad».158 159
​ ​ Una apreciación que es
compartida por Josep Fontana que califica la jornada de
«levantamiento realista» ya que se hizo al grito «por el rey y la
Retrato de Fernando VII por Vicente
religión» con el saqueo como premio.160 ​ Emilio La Parra no tiene López.
dudas de que se trató de un motín absolutista ya que se inició
cuando «un grupo de realistas subió a la Giralda y dio la señal de
alboroto», «la plebe [fue] soliviantada por el clero y algunos individuos de buena posición», «las voces de
"Viva el Rey" y "Viva la Religión" arroparon los mayores desmanes» y «se derribaron los emblemas de la
Constitución y se proclamó al rey absoluto» (también se oyó el grito de «Vivan las cadenas y muera la
nación»).161 ​ El día 17 un ejército comandado por el general López Baños restableció el orden, pero tres
días después abandonó Sevilla ante la inminente llegada de los franceses, que entraron en la ciudad el día
21.162 ​

Llegaron a Cádiz el 15 de junio y en ese momento la Regencia cesó y el rey recuperó sus poderes —el rey
les dijo a los regentes cuando se presentaron ante él: «Está bien. ¿Conque ha cesado mi locura?»—.163 89

Al mismo tiempo hubo una remodelación del Gobierno: José Luyando, ocupó la secretaría del Despacho
de Estado; Manuel de la Puente, Guerra; Salvador Manzanares, Gobernación; y Francisco Osorio, Marina;
continuaron José María Calatrava, Gracia y Justicia, y Juan Antonio Yandiola, Hacienda.164 ​Un hecho que
hizo cundir el desánimo fue que el embajador británico William à Court, representante del único gobierno
con cuyo apoyo creían contar los liberales, no viajó a Cádiz sino que de Sevilla se fue a Gibraltar «a
esperar órdenes de su gobierno», lo que fue interpretado como una excusa.165 166
​ ​

El sitio de Cádiz
Cádiz fue sitiada por el ejército francés, como ocurrió trece años
atrás.167 137
​ 168
​ ​ Sin embargo, el bloqueo naval francés no fue
muy efectivo «porque los barcos pequeños se les escapaban a su
vigilancia», como recordó después el general Copons, lo que
facilitaba el abastecimiento desde Gibraltar.169 ​ Según un testigo
británico que se encontraba en Cádiz, el ánimo de la población era
bueno —«mientras se producían los bombardeos se podía ver a
hombres, mujeres y niños animándose unos a otros a resistir a los
invasores», escribió—. Sin embargo, según el historiador Josep
Fontana, «la plaza estaba mal preparada desde un punto de vista Palacio de la Aduana (Cádiz),
militar. No había ni los hombres necesarios, ni suficientes cañones residencia del rey durante el asedio
en estado de servicio, ni los recursos y provisiones que se francés de 1823.
necesitaban».170 ​

Poco después de iniciarse el cerco, el duque de Angulema que había llegado a mediados de agosto al
Puerto de Santa María donde había establecido su cuartel general,107 ​ le envió una carta a su «hermano y
primo» Fernando VII en la que le comunicaba que «la España está ya libre del yugo revolucionario» y le
sugería conceder una amnistía y convocar las antiguas Cortes. El rey mientras tanto se entretenía volando
cometas desde la azotea del Palacio de la Aduana, donde le habían alojado, y contemplando a los sitiadores
con unos anteojos.164 ​Se ha discutido si volar cometas fue una mera diversión o un medio de comunicarse
con el enemigo mediante señales convenidas. Lo que sí se sabe es que Fernando VII utilizando diversos
medios estaba en contacto con los realistas y con los franceses y los conminaba a que le «rescataran», y que
la infanta María Francisca de Braganza, esposa de don Carlos, era su enlace principal e instigadora. Así lo
constató en sus Notas reservadas el hombre fuerte del Gobierno constitucional José María Calatrava:171 ​

Ni mis compañeros ni yo podíamos prestar crédito a todas sus protestas [del rey]. No
dudábamos de que seguía en constante comunicación con los enemigos, ya por escrito, ya de
palabra, ya por señales convenidas, por cuantos medios podían burlar nuestra vigilancia y la
de los patriotas. [...] En palacio tenía pues el enemigo los más seguros e inevitables espías...
El palacio era la principal oficina desde donde se sembraba el desaliento y la corrupción en el
Ejército. [...] Estoy persuadido de que la funesta influencia de palacio contribuyó mucho al
estado en que cayó el pueblo y a la repugnancia que mostraron los contribuyentes. Pero
también lo estoy de que en todos estos males tuvo la infanta [María Francisca, esposa de don
Carlos] mucha más parte que el rey...

En las pocas ocasiones que salió de su residencia, Fernando VII «no sólo no ejerció de líder en la lucha
contra el invasor, sino que ni siquiera protagonizó gesto alguno que elevara el ánimo de las tropas y los
habitantes de la isla gaditana», ha señalado Gonzalo Butrón Prida.107 ​El ministro francés Chateaubriand le
recordó al general Guilleminot lo mucho que estaba en juego: «Ahora, general, llamo vuestra atención
sobre lo que sucedería en el caso de que abandonásemos Cádiz. Francia, que ha vuelto a situarse en estos
momentos en el primer rango militar de Europa, volvería a caer en el último. El partido jacobino se
reanimaría en España y reaparecería en Francia. Inglaterra avivaría la discordia, se decidiría tal vez, y los
aliados, o bien nos retirarían su apoyo moral, que nos ha servido para paralizar a Inglaterra, o nos ofrecerían
su apoyo físico, que no podría admitirse sin deshonrar para siempre nuestras armas y perder nuestra
independencia. Las consecuencias de un paso atrás son tales, en los asuntos de España, que nos van en ello
la legitimidad y la corona de los Borbones».172 ​

En la noche del 30 al 31 de agosto las tropas francesas tomaban el fuerte del Trocadero, «la operación más
sonada de la guerra»,173 ​ y veinte días después el de Sancti Petri, con lo que la resistencia se hacía
imposible.158 137
​ 174​ 175​ 173
​ ​ Cádiz esta vez no había contado con auxilio por mar de la flota británica
como en 1810. 102 176
​ ​El 24 de septiembre el general Guilleminot, jefe del Estado Mayor francés, lanzó un
ultimátum a los sitiados para que capitularan amenazándolos con
que si la familia real era víctima de alguna desgracia «los diputados
a Cortes, los ministros, los consejeros de Estado, los generales y
todos los empleados del gobierno cogidos en Cádiz serán pasados a
cuchillo».177 178
​ ​ El día anterior habían comenzado los
bombardeos desde el mar (con efectos devastadores sobre calles y
casas) y la moral de resistencia de los habitantes de Cádiz decayó
todavía más cuando se conoció la deserción de dos batallones del
ejército de reserva y cuando casi al mismo tiempo llegó la noticia de
que el general Rafael del Riego, el «héroe de Las Cabezas de San
Juan», había sido apresado por los realistas en tierras de Jaén.170 ​
179 ​ El secretario del Despacho de Guerra se suicidó,

degollándose.170 ​ El día 25 había comunicado a las Cortes en una


sesión secreta «la desmoralización y declarada cobardía de nuestras
tropas».180 ​ El duque de Angulema en la toma
del fuerte del Trocadero (31 de
agosto de 1823).
La «liberación» de Fernando VII y la
restauración de la monarquía absoluta

El 30 de septiembre de 1823, tras cerca de cuatro meses de asedio,


el gobierno liberal decidió, con la aprobación de las Cortes,181 ​
dejar marchar al rey Fernando VII que se reunió con el duque de
Angulema —y con el duque del Infantado, presidente de la
Regencia realista— al día siguiente, 1 de octubre, en el Puerto de
Santa María, al otro lado de la bahía de Cádiz que el rey y la familia
real atravesaron a bordo de una falúa engalanada.102 137 ​ 182​ 183
​ ​
«Ya en tierra, fueron acogidos por una ceremonia que podía Cuadro de José Aparicio que
entenderse como el recibimiento después de un largo viaje. Se representa el desembarco de
estaba representando la vuelta al orden mediante una dramatización Fernando VII en el Puerto de Santa
del regreso del monarca desde un lugar muy distante para la óptica María tras haber sido «liberado» de
realista —el «cautiverio»» de los liberales— y la recuperación de su «cautiverio» en Cádiz. Es
un tiempo —el de la legitimidad monárquica— que había sido recibido por el duque de Angulema,
suspendido mientras estuvo vigente la Constitución».184 ​ Ese día el comandante de los Cien Mil Hijos de
rey anotó en su diario: «recobré mi libertad y volví a la plenitud de San Luis, y por el duque del
mis derechos que me había usurpado una facción».185 ​Buena parte Infantado, presidente de la Regencia
de los liberales que se encontraban en Cádiz huyeron a Inglaterra absolutista nombrada por los
vía Gibraltar, pensando que el rey no cumpliría su promesa, hecha franceses.
poco antes de ser «liberado», de «llevar y hacer llevar a efecto un
olvido general, completo y absoluto de todo lo pasado, sin
escepción [sic] alguna». No se equivocaban.186 187
​ 188
​ 182​ 189​ ​

El manifiesto del 30 de septiembre de 1823 había sido redactado por el Gobierno y Fernando VII lo había
firmado tras rechazar una única frase que decía que «conocía los inconvenientes de un Gobierno absoluto y
que nunca lo adoptaría».190 173
​ ​El manifiesto aceptado por el rey decía entre otras cosas:186 191
​ ​

Prometo libre y espontáneamente, y he resuelto llevar y hacer llevar a efecto, un olvido


general, completo y absoluto de todo lo pasado, sin escepción [sic] alguna, para que de este
modo se restablezcan entre todos los españoles la tranquilidad, la confianza y la unión, tan
necesarias para el bien común, y que tanto anhela mi paternal corazón. Adoptaré un Gobierno
que haga la felicidad completa de la nación, afianzando la seguridad personal, la propiedad
civil de todos los españoles

Pero en cuanto Fernando VII se vio libre se retractó de las promesas que había hecho y apenas
desembarcado en el Puerto de Santa María, desoyendo el consejo de Angulema de «extender la amnistía lo
más posible» y de que «convenía no volver a caer en una situación que llevase a que volviesen a ocurrir
sucesos como los de 1820»192 ​ (Fernando VII se limitó a contestar: «¡Viva el rey absoluto!»),193 ​
promulgó un decreto en el que derogaba toda la legislación del Trienio (con lo que tampoco cumplió la
promesa que le había hecho al rey de Francia y al zar de Rusia de que no iba a «volver a reynar baxo del
régimen que llaman absoluto»)27 ​:194 195
​ 196
​ 197
​ 192
​ 198​ 199
​ ​

Son nulos y de ningún valor todos los actos del gobierno llamado constitucional, de cualquier
clase y condición que sean, que ha dominado a mis pueblos desde el día 7 de marzo de 1820
hasta hoy, día 1º de octubre de 1823, declarando, como declaro, que en toda esta época he
carecido de libertad, obligado a sancionar leyes y a expedir las órdenes, decretos y
reglamentos que contra mi voluntad se meditaban y expedían por el mismo gobierno.

Nada más quedar libre dijo: «La más criminal traición, la más
vergonzosa cobardía, el desacato más horrendo a mi Real Persona, y la Valoración del presidente
violencia más inevitable, fueron los elementos empleados para variar estadounidense James
Monroe de la invasión
esencialmente el Gobierno paternal de mis reinos en un código francesa de España
democrático».201 ​Al llegar a Sevilla Fernando VII le escribió una carta Los últimos
al rey de Nápoles Fernando I que había vivido una experiencia acontecimientos en España
revolucionaria similar a la suya, aunque mucho más breve, y que y Portugal demuestran que
Europa no se ha
también había recuperado el poder gracias a una intervención
tranquilizado. De este
exterior:202 ​ hecho importante no hay
prueba más concluyente
La Misericordia Divina ha querido en fin poner término a las que aducir que las
penas con que se dignó probarme y unido a vuestra majestad por potencias aliadas hayan
la semejanza de nuestras desgracias, como lo he estado siempre juzgado apropiado por
por amor y por los estrechos vínculos de parentesco, nada puede algún principio satisfactorio
para ellas mismas, el
linsonjearme tanto como felicitar a vuestra majestad
interponerse por la fuerza
cordialmente y manifestarle que, restituido al libre ejercicio de en los asuntos internos de
mis derechos soberanos, no perdonaré medios de conservar y España. Hasta qué punto
aumentar, si cabe, las agradables relaciones que de antiguo nos pueden extenderse, por el
unen. mismo principio, estas
interposiciones es una
Más tarde Fernando VII escribió lo siguiente recordando el día 1 de cuestión en la que están
interesados todos los
octubre en que llegó al Puerto de Santa María:183 ​ países independientes, aun
los más remotos, cuyas
Día dichoso para mí, para la real familia y para toda la nación; formas de gobierno difieren
pues que recobramos desde este momento nuestra deseadísima y de las de estas potencias, y
justa libertad, después de tres años, seis meses y veinte días de la seguramente ninguno de
más ignominiosa esclavitud, en que lograron ponerme un puñado ellos más que los EEUU.
de conspiradores por especulación, y de obscuros y ambiciosos —James Monroe, América
militares que, no sabiendo escribir bien sus nombres, se erigieron para los americanos, 2 de
diciembre de 1823
ellos mismo en regeneradores de la España, imponiéndola a la
fuerza las leyes que más les acomodaban para conseguir sus fines (fragmento)200
siniestros y hacer sus fortunas, destruyendo a la nación.

El final de la invasión
Tras la rendición del gobierno constitucional en Cádiz, aún se libró
último combate el 8 de octubre en Tramaced (Aragón). Los
franceses apoyados por tropas realistas derrotaron a un ejército
comandado por el general Evaristo San Miguel, antiguo Secretario
de Estado, que había salido de Tarragona en auxilio de Lérida.
«Fue la última batalla de una guerra calificada impropiamente por
algunos de paseo militar», apunta Emilio La Parra López.203 ​ Por
su parte, los jefes de las plazas y ciudades que todavía resistían se
aprestaron a negociar las capitulaciones con los franceses. Así pues,
la guerra acabó con una serie de pactos, como en Barcelona y en
Tarragona, que se rindieron el 2 de noviembre (las capitulaciones Cuadro que muestra al rey Luis
las negoció Espoz y Mina, quien escribió en el exilio: «tuve... el XVIII recibiendo en el balcón de las
consuelo de observar desde mi alojamiento que la entrada de los Tullerías al duque de Angulema a su
franceses [en Barcelona] no había producido ninguna alternación ni vuelta de la «expedición de
regocijo»); en Alicante, que se rindió el 11 de noviembre; o en España».
Cartagena que capituló el 30. En la mayoría de ellas se incluía que
los soldados, los oficiales y los milicianos no serían molestados y
que a todos aquellos que lo quisieran se les concederían pasaportes para poder salir de España «por motivos
políticos».204 ​

El 30 de noviembre de 1823 el duque de Angulema dio la última orden general desde Oyarzun, de regreso
a Francia: «Habiendo terminado felizmente la campaña con la liberación del rey de España y la toma o
sumisión de las plazas de su reino, hago constar al Ejército de los Pirineos, al abandonarlo, mi más viva
satisfacción por su celo». Al día siguiente cruzaba la frontera por el río Bidasoa. «La guerra de Francia
contra la España constitucional había durado siete meses y medio. De ella salió como auténtico triunfador
Fernando VII», concluye Emilio La Parra.205 ​

Notas
1. "Esta última plaza [La Coruña], asediada por tierra y por mar, resistió veinticuatro días, en el
transcurso de los cuales y habiendo circulado el rumor de que los presos absolutistas de
San Antón querían asesinar a los liberales tan pronto entrasen los franceses en la ciudad,
se ordenó embarcarlos y se los ahogó lanzándoles al agua atados de dos en dos, en uno de
los actos más reprobables de la violencia liberal de esa guerra" (Fontana, 2006, pág. 48)
2. Art. 186. Durante la menor edad del Rey será gobernado el Reino por una Regencia. Art.
187. Lo será igualmente cuando el Rey se halle imposibilitado de ejercer su autoridad por
cualquier causa física y moral.

Referencias
6. Rújula y Chust, 2020, p. 155. "El triunfo del
1. Aróstegui y otros, op. cit., págs. 20; 31; 35-
movimiento en España colocó en el primer
37
plano de la actualidad el valor de la
2. Butrón Prida, 2020, p. 555. Constitución de 1812 como instrumento
3. Butrón Prida, Gonzalo (2016). La para transformar las monarquías en
intervención francesa y la crisis del regímenes liberales"
absolutismo en Cádiz. Universidad de 7. Bahamonde y Martínez, 2011, p. 150. "El
Huelva. triunfo del liberalismo en España se había
4. Fontana, 1979, p. 34. convertido en una espina muy incómoda,
5. Fontana, 2006, p. 16. inédita en la Europa del momento, y
susceptible de actuar como ejemplo de un
nuevo epicentro revolucionaria y cuya
influencia empezaba a extenderse a la tipo apoyado por Francia y las restantes
Europa mediterránea" potencias de la Santa Alianza"
8. Fontana, 2006, p. 16. "Estaban 32. Torre del Río, 2020, p. 538.
obsesionados por el 'contagio 33. La Parra López, 2018, p. 430.
revolucionario' venido de fuera..."
34. Fontana, 2006, p. 33.
9. La Parra López, 2018, p. 420. "Sólo los
35. Rújula y Chust, 2020, p. 166.
reyes podían dar una constitución, de
modo que cualquiera que tuviera origen en 36. Butrón Prida, 2020, p. 557-559. ”Los puntos
la revolución debía ser eliminada. [...] De fuertes de la propuesta [francesa] incluían
acuerdo con este planteamiento, el la renuncia al principio de soberanía
régimen instaurado en 1820 en España era nacional y el reconocimiento al monarca de
intolerable" un papel central en el escenario político.
Su principal mentor fue Joseph de Villèle,
10. Gil Novales, 2020, p. 26. presidente del gobierno francés, que
11. Fuentes, 2007, p. 69. trataría de evitar hasta el último momento la
12. Torre del Río, 2020, p. 523-525. intervención militar con la esperanza de
13. Rújula y Chust, 2020, p. 155-156. poder imponer la impronta y la tutela
14. La Parra López, 2018, p. 420-421. política francesa en la península ibérica sin
tener que llegar al empleo de la fuerza”
15. Butrón Prida, 2020, p. 556.
37. Rújula, 2020, p. 28.
16. Gil Novales, 2020, p. 27.
38. Rújula y Chust, 2020, p. 166-167.
17. Rújula y Chust, 2020, p. 157-158.
39. Rújula y Chust, 2020, p. 167.
18. Rújula y Chust, 2020, p. 158-159.
40. Rújula, 2020, p. 28-29.
19. Rújula y Chust, 2020, p. 159.
41. Butrón Prida, 2020, p. 559-560.
20. La Parra López, 2018, p. 409. "El zar
42. La Parra López, 2018, p. 430-431. "En
Alejandro I pasaba en estos últimos años
de su existencia (murió en 1825) por una Madrid se desató el entusiasmo popular.
Una multitud acompañó con música y
etapa de misticismo religioso y creía hallar
vítores a su residencia al presidente de las
por doquier conspiraciones contra su vida y
Cortes y lo mismo hizo con Evaristo San
la religión urdidas por la masonería y el
Miguel. Días después, desde todos los
liberalismo. Su coincidencia en
puntos de España, pueblos y colectivos de
sentimientos y obsesiones don Fernando
VII era elevada..." toda clase enviaron felicitaciones al
Congreso por el patriotismo demostrado"
21. La Parra López, 2018, p. 421.
43. La Parra López, 2018, p. 431.
22. La Parra López, 2018, p. 410.
44. Rújula, 2020, p. 29.
23. Rújula y Chust, 2020, p. 163-164.
45. Fontana, 2006, p. 31.
24. Bahamonde y Martínez, 2011, p. 150.
46. Torre del Río, 2020, p. 531-533.
25. Rújula y Chust, 2020, p. 159-160.
47. La Parra López, 2018, p. 429.
26. La Parra López, 2018, p. 410-411.
48. Torre del Río, 2020, p. 534.
27. Fontana, 1979, p. 165.
49. Torre del Río, 2011.
28. La Parra López, 2018, p. 422. "El mensaje
50. La Parra López, 2018, p. 428.
supuso una gran decepción para Fernando
VII. Francia le obligaba a renunciar a su 51. Torre del Río, 2020, p. 534-536. ”Con el zar
máxima aspiración (volver a ser rey Alejandro neutralizado por el rechazo
absoluto)..." generalizado a que sus ejércitos cruzaran
el continente; con Metternich que, sin el
29. Fontana, 2006, p. 26.
apoyo británico, había optado por permitir
30. La Parra López, 2018, p. 425. la intervención de Francia; y con Canning
31. La Parra López, 2018, p. 426-427. "En dispuesto a permanecer neutral si Francia
realidad, Inglaterra prefería un gobierno no cruzaba determinadas ‘líneas rojas’, el
liberal débil en España, precisado de la Gobierno de París, bajo el poderoso
ayuda externa, la cual solo podría proceder impulso de Chateaubriand, contaba con la
de Inglaterra, antes que un sistema de otro seguridad de que su intervención militar en
España no provocaría ningún conflicto 65. Torre del Río, 2020, p. 536.
internacional" 66. La Parra López, 2018, p. 428-429. "Lo que
52. Torre del Río, 2020, p. 535. perseguían Chateaubriand y los partidarios
53. Fontana, 2006, p. 35. "Fantasmagóricas de la intervención era la consolidación de
era las ilusiones que hacían creer a los la Casa de Borbón, el incremento de su
franceses que no tenían problemas dentro influencia internacional y su realce
de casa, sino que todo se debía al contagio histórico. En los años anteriores a 1822, e
de España, y que les llevaron a hacer una incluso ese mismo año, habían tenido lugar
guerra cara, vergonzosa e inútil, pensando en Francia varios intentos sediciosos para
que con eso acababan las amenazas acabar con el régimen de Luis XVIII, en la
revolucionarias, siendo así que la opinión pública todavía pesaban las ideas
revolución tardaría solo siete años en liberales, y algunos añoraban los tiempos
derrocar la dinastía y veinticinco en traer de gloriosos del imperio napoleónico. Había
nuevo la república y una profunda que fortalecer el régimen de Luis XVIII y
conmoción social" nada más adecuado, que hacerlo a
54. Bahamonde y Martínez, 2011, p. 151. expensas de una nación debilitada y
dividida internamente, como la España del
55. Rújula y Chust, 2020, p. 168. momento. [...] Asimismo, Francia aspiraba a
56. Fuentes, 2007, p. 69-70. colocar a España en su órbita y obtener los
57. Fontana, 1979, p. 160. beneficios comerciales que desde tiempo
58. Butrón Prida, 2020, p. 562. atrás venía disputando a Inglaterra"
59. Butrón Prida, 2020, p. 559. 67. Butrón Prida, 2020, p. 563.
60. La Parra López, 2018, p. 431-432. " 68. Fontana, 2006, p. 39.
[FirzRoy Somerset] llegó en el peor 69. Arnabat, 2020, p. 301.
momento, cuando más encendidos 70. Sánchez Mantero, Rafael (1981). Los Cien
estaban los ánimos. Por lo demás, Mil Hijos de San Luis y las relaciones
constató, y así se le comunicó a Wellington franco españolas. Sevilla: Universidad de
el 29 de enero, que nadie en España, ni Sevilla, pp. 51-52. El autor cifra en 95 062
siquiera los descontentos con la situación hombres, «cifra que sustancialmente
política, estaba dispuesto a apoyar la coincide con la registrada por el
vuelta al sistema absoluto. A tenor de estos corresponsal de la Gaceta de Madrid en
informes Wellington quedó convencido de lrún y que ascendía a 95.780», pero
que no cabía otra salida que la alcanzaba «107.521 si se incluye la
intervención armada..." reserva, y unos 17.500 realistas
61. Torre del Río, 2020, p. 535-536. españoles».
62. Butrón Prida, 2020, p. 559. ”El régimen 71. Rújula y Chust, 2020, p. 168-169.
español se vio crecientemente 72. Arnabat, 2020, p. 301-302.
abandonado y aislado, hasta ver cómo, a
73. Fontana, 2006, p. 39. "Pero no conviene
finales de marzo, Gran Bretaña pactaba sobrevalorar la importancia militar de unas
con Francia su neutralidad…”
fuerzas que hasta entonces había sido
63. Fontana, 2006, p. 29-30. repetidamente derrotadas por el ejército
64. La Parra López, 2018, p. 432. "Quedaba regular español"
meridianamente claro que la intervención 74. Rújula y Chust, 2020, p. 169-170.
de un Ejército francés en España contaba 75. Fuentes, 2007, p. 70.
con el respaldo de las potencias de la
Santa Alianza y con la aquiescencia de 76. Marqués de Miraflores (1834). Apuntes
Inglaterra. También era patente que a pesar histórico-críticos para escribir la historia de
del aislamiento internacional, los liberales la revolucion de España, desde el año
revolucionarios españoles no estaban 1820 hasta 1823 (https://books.google.es/b
dispuestos a ninguna concesión política. ooks?id=EghDAAAAcAAJ&pg=PA191#v=
Aun así, creían que si eran capaces de onepage&q&f=false). Londres: en la oficina
ofrecer una resistencia generalizada, de Ricardo Taylor. p. 191.
Inglaterra intervendría a su favor" 77. Rújula y Chust, 2020, p. 169.
78. Historia general de España, Volumen 14. extensión de la imagen de la expedición
1866. como paseo militar"
79. Butrón Prida, 2020, p. 563-564. 99. Fontana, 2006, p. 47. "Ni siquiera se podía
80. Rújula, 2020, p. 31. considerar asegurada la situación en el
centro del país..."
81. Butrón Prida, 2020, p. 568.
100. Butrón Prida, 2020, p. 564-565.
82. Fontana, 2006, p. 67-68. "No se pudo
contar, como se pretendía, con un 101. Fontana, 2006, p. 46. "El ejército francés
eclesiástico de prestigio, ya que los no tomó por las armas casi ninguna ciudad
arzobispos de Tarragona y de Valencia y amurallada (una de las pocas, Pamplona,
los obispos de Urgel y de Pamplona les resistió cinco meses), ni libró una sola
rechazaron integrarse, igual que hizo Sáez batalla a gran escala"
[el antiguo confesor real]" 102. Fuentes, 2007, p. 71.
83. Rújula y Chust, 2020, p. 170. 103. Gil Novales, 2020, p. 59-60. "No pudo nada
84. Fontana, 2006, p. 67. frente al entreguismo de los generales,
incluido Ballesteros"
85. Fontana, 2006, p. 68.
104. Fontana, 1979, p. 151-152.
86. Fontana, 2006, p. 69-70.
105. Sánchez Martín, 2020, p. 152.
87. Historia de España Nivel Medio. «2.2.10.
Regencia de Infantado en 1823.» (https://w 106. Butrón Prida, 2020, p. 565.
eb.archive.org/web/20130927052621/http:// 107. Butrón Prida, 2020, p. 566.
www.historiadeespananivelmedio.com/2-2- 108. Fontana, 2006, p. 60.
10-regencia-de-infantado-en-1823/). 109. Fontana, 1979, p. 152.
Archivado desde el original (http://www.hist
110. Fontana, 1979, p. 152-153.
oriadeespananivelmedio.com/2-2-10-regen
cia-de-infantado-en-1823/) el 27 de 111. Fontana, 1979, p. 158-159.
septiembre de 2013. 112. Fontana, 2006, p. 63-64.
88. Fontana, 2006, p. 69; 77-78. 113. Fontana, 1979, p. 159.
89. Rújula y Chust, 2020, p. 173. 114. La Parra López, 2018, p. 461.
90. Rújula y Chust, 2020, p. 173-174. 115. La Parra López, 2018, p. 462.
91. Rújula y Chust, 2020, p. 174. 116. Fontana, 2006, p. 70.
92. Rújula, 2020, p. 31-32. 117. Butrón Prida, 2020, p. 569.
93. Sánchez Martín, 2020, p. 151. 118. 2020, Simal, p. 574.
94. Fontana, 1979, p. 160-161. 119. Fontana, 2006, p. 71-72.
95. Sánchez Martín, 2020, p. 151-153. 120. La Parra López, 2018, p. 484.
96. Butrón Prida, 2020, p. 565-566. 121. Butrón Prida, 2020, p. 569-570.
97. Fontana, 2006, p. 47-49. "Si Ballesteros se 122. La Parra López, 2018, p. 485-486.
portó con una cobardía indigna, peor fue 123. Fontana, 2006, p. 87.
todavía la actuación de Morillo. [...] No fue 124. La Parra López, 2018, p. 442.
mucho más ejemplar la conducta del conde
de La Bisbal" 125. Gil Novales, 2020, p. 57-58.
98. Butrón Prida, 2020, p. 564. "La estrategia 126. La Parra López, 2018, p. 439. "Uno
de no presentar batalla y ceder terreno en dimitido y en funciones (el de San Miguel)
espera de la reacción británica; de y otro designado (el de Flórez Estrada),
circunscribir la resistencia a las ciudades pero sin capacidad para actuar, pues los
importantes y plazas fuertes, que ministros no habían tomado posesión. En
demostraron ciertamente gran capacidad coyuntura especialmente crítica no se
de defensa; y de promover, sin éxito, la sabía con exactitud qué personas estaban
formación de partidas y guerrillas que al frente de la administración de la
hostigaran al invasor como en la pasada monarquía"
guerra, convirtiendo a las diputaciones en 127. Gil Novales, 2020, p. 58. "Todavía no ha
juntas de armamentos, contribuyó a la entrado en la Península un solo soldado
francés, y ya el Gobierno recalcitrante
piensa en abandonar Madrid camino de con el invasor y a su negativa al traslado.
Andalucía. Así, la derrota es segura" Era, asimismo, una medida para garantizar
128. Rújula, 2020, p. 30. la integridad física del rey"
129. La Parra López, 2018, p. 440. "Los 153. Rújula y Chust, 2020, p. 172-173.
constitucionales pretendían organizar 154. Fontana, 2006, p. 53-54.
desde allí [Sevilla] la resistencia al Ejército 155. La Parra López, 2018, p. 447-448.
invasor francés, cuya entrada en España
156. Rújula, 2020, p. 32-33. "La inhabilitación
se esperaba de un momento a otro. No se
del rey fue utilizada con mucha habilidad
podía ocultar que el viaje era, asimismo,
por la regencia realista de Madrid
una especie de retirada"
explotando a su favor la idea de que con
130. La Parra López, 2018, p. 438. esta decisión se habían roto todas las
131. Fontana, 1979, p. 161. reglas de la política. Fue la consagración
132. Fontana, 2006, p. 39; 45. del argumento de la cautividad que, si bien
ya había circulado ampliamente con
133. La Parra López, 2018, p. 439.
anterioridad, se veía confirmado con los
134. La Parra López, 2018, p. 444. hechos. Desde entonces, en la retórica
135. Rújula y Chust, 2020, p. 171. realista, quedaba fuera de toda duda el
136. Gil Novales, 2020, p. 58. carácter revolucionario exaltado de las
137. Bahamonde y Martínez, 2011, p. 152. Cortes"
138. La Parra López, 2018, p. 446-447. 157. La Parra López, 2018, p. 458-459.
139. La Parra López, 2018, p. 447. "La 158. Gil Novales, 2020, p. 59.
capacidad de acción [del Gobierno] era ya 159. Fontana, 2006, p. 52.
escasísima, por no decir nula, y aún 160. Fontana, 2006, p. 51-52.
resultaba más lastimoso su 161. La Parra López, 2018, p. 457.
desconocimiento de la marcha de las
162. Fontana, 2006, p. 53.
operaciones militares"
163. La Parra López, 2018, p. 456.
140. Rújula y Chust, 2020, p. 172.
141. Fontana, 2006, p. 45. 164. Rújula, 2020, p. 33.
165. Fontana, 2006, p. 55.
142. La Parra López, 2018, p. 439-440.
166. La Parra López, 2018, p. 461. "El Gobierno
143. Rújula, 2020, p. 32.
británico no había reconocido a la
144. Fontana, 2006, p. 50. Regencia constitucional y había dejado
145. La Parra López, 2018, p. 451. bien sentado que su embajador esta
146. Fontana, 2006, p. 50-51. acreditado ante el rey y no ante otro poder.
147. La Parra López, 2018, p. 449-451. "En En consecuencia, su embajador William
suma, existieron planes más o menos A'Court no acompañó a las autoridades a
fantasiosos para sacar al rey de las manos Cádiz y se instaló en Gibraltar. Aunque no
de los constitucionales y es seguro que el rompió la comunicación con el Gobierno
rey los conoció" constitucional, su distanciamiento físico y
el abandono del territorio español fueron
148. La Parra López, 2018, p. 452.
entendidos en toda Europa como un
149. Fontana, 1979, p. 161-162. elocuente desaire"
150. Fuentes, 2007, p. 71-72. 167. Fontana, 1979, p. 162.
151. Fontana, 2006, p. 51. 168. Butrón Prida, 2020, p. 566. "Para aquel
152. La Parra López, 2018, p. 453-454; entonces la isla gaditana, comprendida por
456. "Los partidarios del sistema las ciudades de Cádiz y San Fernando,
constitucional —en este caso no cabe había trabajado en el refuerzo de sus
distinguir entre exaltados y moderados...— defensas, en el aprovisionamiento de
consideraron la formación de la Regencia municiones y en el pertrecho de víveres
el paso más adecuado para salir del para una población que se había visto
atolladero en que el propio Fernando VII notablemente incrementada con la llegada
había llevado a las instituciones del de refugiados y de tropas"
Estado, debido a sus relaciones secretas
169. Fontana, 2006, p. 55-56. 192. Fontana, 2006, p. 81.
170. Fontana, 2006, p. 56. 193. Rújula y Chust, 2020, p. 178.
171. La Parra López, 2018, p. 462-464. 194. Fontana, 1979, p. 164-165.
172. Fontana, 1979, p. 162-163. 195. Gil Novales, 2020, p. 60. "Lejos quedaba la
173. Rújula y Chust, 2020, p. 176. Monarquía moderada, que buscaban los
174. Butrón Prida, 2020, p. 567. franceses y parte de sus amigos
españoles"
175. La Parra López, 2018, p. 466-467.
196. Rújula, 2020, p. 34-35. "El rey español
176. Butrón Prida, 2020, p. 566-567. "La había conseguido, una vez más, salirse
sensación de soledad también suponía un con la suya, sin reformar la constitución,
lastre, ya que durante la guerra de la como le pedían las potencias europeas, ni
Independencia se había contado con el recortar su poder"
apoyo directo de Gran Bretaña y Portugal,
197. Butrón Prida, 2020, p. 567-568. "Al margen
así como con el respaldo moral de todos
de su enorme coste económico, el precio
los que luchaban en Europa contra el
pagado [por los franceses] por la
dominio napoleónico, en tanto que en 1823
culminación de su empresa [la 'liberación'
los esfuerzos realizados para conseguir la
de Fernando VII] incluyó la renuncia a la
implicación británica en la defensa de la
causa liberal española habían fracasado" mayor parte de los argumentos políticos y a
las expectativas geoestratégicas barajados
177. Rújula, 2020, p. 33-34. por el gobierno francés antes de que su
178. La Parra López, 2018, p. 468. ejército cruzara el Bidasoa, entre ellos la
179. La Parra López, 2018, p. 467. idea del establecimiento de un régimen
180. La Parra López, 2018, p. 467. "No cabía representativo moderado en España. La
exponer la situación con mayor crudeza" frustración de las previsiones francesas se
debió en gran medida a su plan de
181. La Parra López, 2018, p. 470. "Las Cortes desistimiento del ejercicio del poder
aceptaron la propuesta en su sesión político en los territorios que fueran
secreta del 27 de septiembre por 74 votos sucesivamente arrebatados a la autoridad
a favor y 34 en contra" liberal"
182. Rújula, 2020, p. 34. 198. La Parra López, 2018, p. 475. "Venía a ser
183. Fontana, 2006, p. 58. una recreación del Manifiesto del 4 de
184. Rújula y Chust, 2020, p. 177. " mayo de 1814"
185. La Parra López, 2018, p. 474. 199. Rújula y Chust, 2020, p. "Un decreto
186. Fontana, 1979, p. 164. arrogante y vengativo, redactado en un
187. Fuentes, 2007, p. 71. "Las promesas de tono soberbio que resulta casi obsceno por
perdón hechas por el rey antes de su exhibición de retórica
abandonar Cádiz quedaron en nada y los anticonstitucional... en medio de términos
liberales se encontraron en la tesitura de de resonancias teocráticas y absolutistas".
exiliarse, como en 1814, para evitar la 200. Rivera, Antonio (2016). Antología de
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189. Fontana, 2006, p. 59. 201. Rújula, 2020, p. 36.
190. La Parra López, 2018, p. 473. "Los 202. Rújula, 2020, p. 35.
liberales celebraron el manifiesto. Dadas 203. La Parra López, 2018, p. 477.
las circunstancias, era lo máximo que 204. Fontana, 2006, p. 60-61.
podían obtener" 205. La Parra López, 2018, p. 477-478.
191. La Parra López, 2018, p. 473.

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