La Gallina Ciega

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A pesar de ser uno de los mejores A escnitores de historias de fantasmas desde Le Fanu. H Russell Wakefield ‘ha languidecido en un inmerecido olvido tanto en los Estado: Unidos como en su Inglaterra natal ‘Si bien muchas de sus obras transmiten un aire Sorprendentemente contemporaneo, La gallina ciega es uno de los cuentos de fantasmas mas impresionantes que se hayan escrito jamés —una obra maestra por su fuerza y economia _ H. RUSSELL WAKEFIELD. (1888-1964) —Bueno, giacias al cielo ese paleto parecia conocer el sitio —se dijo Mr. Cort—. «La primera a la derecha, la segunda a la izquierda y luego una verja negra». Espero que ese ceporro de Wendover que me desvié seis millas de mi ruta se muera de frio. Normalmente no hace tanto frio en Inglaterra. Frio como la mirada de un muerto, Anochecia y no acababa de llegar a su destino. El coche iba a buen ritmo por las speras y heladas carreteras. —«La primera a la derecha»: tiene que ser ésta; «la segunda a la izquierday... ésta es. Y alli estaba la verja negra. Bajé del coche, la abrié de par en par y condujo con cuidado por el estrecho y zigzagueante camino empinado, la luz de los faros atisbando desconfiadamente tras cada curva —Esos setos necesitan una buena poda —pensaba— y habré que asfaltar el camino... conducir en una noche como esta; me costar un std leno de baches. Mal camino pi buen pico, supongo. El coche ascendia un firme cada vez més empinado que se inclinaba a ta derecha; en un momento dado el seto desaparecié bruscamente y Mr Cort llegé frente a «Lorn Manor», a mansidn, Salid del coche, se froté las manos, pated varias veces el suelo y min6 a su alrededor. | ‘Lor Manor se enguia en las estribaciones de Chiltern y, como habia observado et agente, «dominaba extensas vistas». La mansi6n aparentaba los afios que tenia, determind Mr. Cort, o mas bien los siglos, pues las dos chimeneas de ladrillo de estilo georgiano se batian con la fachada izquierda de estilo reina Ana. Aleanz6 aver la fecha, 1703, al pie de Ja chimenea més proxima. Toda la otra ala debi afiadirse con pene ~ Un lugar magnifico, una estupenda ganga de sé siete mil no wa 0. increible cbmo esas ventanas parecen fruncire 2 uno el cei desde all ariba con sus cejitas curvadas! 5 Se volvié y examind las «vistas». El color de la arboleda medida que el enorme sol rojo se ponia y vertia sus rayos Or ae oe ee Valle de Aylesbury se adormecia lentamente bajo un cee gay pati de i cumbres redondeadas y mat ‘ flee sapcen babe pxmto pisses ojos de fuego donde Jos tiltimos rayos ardian. cra de wna belleza incierta a como un sueio —pensé Mr. Cort—. Es curioso cémo alli donde da el sol parezs surgir un ojo y cada uno de ellos se queda fijo miréndome; en esas colina, incluso en hs ventanas. Bueno, ajuzgar por la niebla, tendré un lento camino de vuelta a casa; sera mejor que eche un vistazo dentro aunque ya me haya creado algunos prejuicios acerca del lugar. Yy no sabria decir por qué. Demasiado solitario y aislado, quizés En ese momento los ojos pestafearon, se cerraron y se hizo la noche. Sacé una Mave del bolsillo, subi6 tres peldaiios y la introdujo en la certadura de a sida puerta de roble, Dio unos pasos al frente y penetré en una oscuridad total, la puerta se entornd y luego se cerré tras él, Este, claro estaba, debia ser el «suntuoso saldn artesonado» que describié el agente, Tenia que encender una cerilla y buscar el interruptor de la luz. Se hurgé en los bolsillos sin éxito, y lo intent de nuevo. Se paré a pensar unos instantes —Debo habertas dejado en el asiento del coche —decidié—; saldré a buscarlas. La Puerta tiene que estar justo detrés de mi Se volvid y empezs a caminar a ciegas pero se ech6 atrds bruscamente: le parecié como si algo hubiera pasado fugazmente frente a él y extendié los brazos... hasta dar con el respaldo de una slla, decorada con brocados, segin crey6. Dej6atris la silla por su izquierda y tropezé con una pared. Cambic la direccién, pasé otra vez la sila y encontr6 de nuevo el muro, Regreso a la silla, se sent6 y buscé nuevamente en los bolsilos, esta vez, ‘més convencida y cuidadosamente que antes. Bueno, no habia por qué preocuparse; tarde © temprano acabaria encontrando la puerta, Dejémosle pensar. Cuando entr6, 10 hi caminando unos tres metros de frente; pero no podia haber vuelto hacia atré en linea recta | porque habia tropezado con la sila. La puerta debfa estar ligeramente hacia lafzquierda 0 | Ja derecha, Lo intentaria una vez por cada lado, Fue primero por la izquierda y se encontr6 ‘caminando por un pasillo estrecho; tocaba las paredes al extender los brazos. Bueno, pues | lo intentaria por la derecha. Asi lo hizo, y tropez con una pared. Siguié caminando 2 | tientas junto a ella y otra vez parecié como si algo pasara fugazmente frente a él. —jHabré murciélagos aqui? —se preguntaba; y regresé a la sila Co se reiria Rachel si pudiera vere ahora, Seguro qe tenia una cera perdi en \ alguna parte. Se quité el abrigo y palp6 la costura de todos los bolsillos; luego hizo lo mismo con la chaqueta, y después con el chaleco, Se los puso otra vez. Bueno, habia que intentarlo de nuevo, Caminaria junto a la pared. Eso fue lo que hizo y se encontré en un pasillo estrecho. Bruscamente, lanz6 la mano hacia delante porque tuvo la impresion de {que algo le habia rozado la care muy ligeramente. “Estoy empezando a aburrirme de este maldito murcélago...y de este maldito sal6n —se dijo-—. No es dificil imaginar a alguien un poco més nervioso que yo empezando a preoeuparse y empujado a sentir pinico; pero eso es lo tinico que no se puede hacer. Vaya, ahi estaba otra vez la silla, —Seguiré intentindolo por la pared hacia el otro lado. 7 Parecia no tener fin asi que volvié sobre sus pasos hasta que enconté la sila eR sent de nuevo. Silbé und tonada resignadamente. Menudo eco! La tonadila regresb sobre aii at muipfcada, casi amenaante, Amenazante: et ea justamente I feb, horpiante HEE AeHL. (12ST palabra que una person ervist uitzaria Bin, eve intentaria por la izquierda. Ee ‘A levantarse, un rapido chorto de are fro le abanié la cara 5% {ay alguien ahi? —dijo. Deliberadamente no elev Ia ro respondié nadie. {Quien podria responder Cuando entr6 tuvo que c hacia adelan' fuvo que caminar hacia fanto... no, se estaba haciendo un lio. Ese ichd entonces el sibido de un tren y se sintid un y poco m: 4 ry fa hacia la iaquierda de la is ‘Aylesbury discurria hacia la izq ilo. La linea de Wendover a Aylestu ai Pt ea oral, que debia estar... por ahi. So a ae al ‘ se 5 dando pasos en un io. Bien, debi : emnearery ‘Jo 10 pareci6 pasar fugazmente a ae ie ae ie mas a fa iaquierda. Asi hizo, algo P regresar y Vv! ial vor. no habia necesided de gitar. Como era de esperar, sino estaba el uarda? Dejémosle reflexionar. te y debid desviarse un poco al sali, por lo QUIMERA 65 Mur ste ne un eci dar das luz junto a él y entonees araiéligeramente el brocado de Ia —Que me hablen a mi de un laberinto —pensé—; no ¢s nada comparado con esto. Y luego se dijo entre dientes: | {Maldito sea este asqueroso lugar olvidado de Dios! Se dio cuenta de que hacer eso fue algo estipido y propio de alguien a punto de dejarse Leva por el panic... casi peor que gritar. Bien. Evidentemente era init intentar encontrar la puerta, No podia encontrarla. No podia. Se sentarfa en Ia silla hasta que se hiciera Ia luz. Se seat, (Qué silencioso estaba todo; sus manos comenzaron a buscar en los bolsillos una vez mis, Si no ftera por esa especie de rumor hacia la izquierda... si no fuera por eso, el silencio seria total. sino fuera por eso. ;Qué podia ser? El guarda no estaba, Gird un poco 1a cabeza y escuché con atencin, Era casi como si hubiera yarias personas susurrando juntas, En las casas viejas siempre se oyen ruidos curiosos. {Qué absurdo! La silla no podia «star a mis de tes 0 cuatro metros de distancia de la puerta. No cabia la menor duda. Debia encontrarseligeramente hacia uno w otro lado. Volveria a intentarlo por la inquienda, Se levant6 y algo le roz6 ligeramente la cara. —{Hay alguien abi? —dijo; yen esta ocasién se dio cuenta de que habia gritado—. {Quién me ha tocado? ;Dénde est la puerta? Era estipido gritar de ese modo; no obstante, alguien podria haberle oido desde fuera. Avanz6 a tientas nuevamente y tocé la pared. Camin6 junto a ella tocéndola con la punta s dedos, y encontrd una abertura, iLa puerta tiene que ser la puerta! Y se encontré caminando por un pasillo estrecho. Dio la vuelta y regresé corriendo. jEntonces fue cuando se acordé! jHabia guardado una : a de eerilla en Ia billetera! Qué estipido, ¢cdmo podia haberlo olvidado y haber dado «spectéculo? Eso es, ahi estaba; pero las manos le temblaban y I caetlla se le escapé de los dedos. Cayé de rodillas y empez5 a buscar a tientas por el suelo. —Tiene que estar por aqui; no puede andar Ijos. En ese instante algo hiimedo y frio como el hielo le presioné la frente. Se abalanzé hacia adelante para atraparlo, pero ahi no habia nada, Se puso en pie de un salto y con lGgrimas inundndole los ojos grité: —={Quién anda ahi? Socorro! ;Socorro! Después empezé a correr dando vueltas, una y otra ver, con los brazos extendidas, ‘Acabé tropezando con algo, la silla.. algo le tc al pasar fugazmente a su lado. Volvié a cotter alrededor de la sala gritando; de repente sus gritos cayeron sobre él como latigazos al haliarse en un pasillo estrecho. —Muy bien, Mr. Runt —dijo el inspector—; usted dice que oy6 gritos que venan de Lom Manor. {Por qué no fue a ver qué ocurria? —Nadie sube a Lorn Manor después que pone el sol —dijo Mr. Runt, —Si, ya sé que hay absurdas supersticiones en torno a esa casa; pero usted no ha contestado mi pregunta. Se ofan los gritos de alguien que obviamente necestaba ayuda {Por qué no fue a ver qué ocurria en lugar de salir corriendo? —Nadie sube a Lorn Manor después que se pone el sol —dijo Mr. Runt —No conmteste con evasivas. Permitame recordarle que el médico ha dicho que Mr. Cort pudo haber sufrido un ataque, pero que de haber recibido ayuda inmediatamente podria haberse salvado su vida. ;Quiere decir que, incluso de haberlo sabido, hubiera actuado de forma tan cobarde? Mr. Runt tenia fijos los ojos en el suelo y estrujaba nervioso la gorra con las manos. —Nadie sube a Lorn Manor después que se pone el sol —repiti. Traduccién de Julién Liao 56 QUIMERA

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