Está en la página 1de 88
Carlo Maria Martini Verbo Divino CARLO MARIA MARTINI, jesuita, cardenal arzobispo de Milin desde 1980, es una personalidad de relieve en el panora- ma catélico italiano e internacional. Do- cente de critica textual en el Pontificio Instituto Biblico, ha sido rector del mismo y de la Pontificia Universidad Gregoriana. Formé parte de la comisién internacional que elaba- 16 el texto eritico del Nuevo Testamento y fue presidente del Consejo de las Conferencias Episcopales Europeas. Otras obras de este autor publicadas en Edi- trial Verbo Divino son: Al alba te busearé La radicalidad de la fe Dos peregrinos por la justicia Onacign ¥ conversidn Las confesiones de Pedra Ti me sondeas y me conoces Para ti tocaré el arpa de diez cuerdas Guas en el desierto ¥ el disc(pudo [a acogis en su casa Séla Dios basta En el misterio de la Transfiguracicn iPor qué Jestis hablaba en pardibolas? Por los senderos de la Visitacién En el drama de la incredulidad Al final del milenio, jsofiemos! El returno al Padre de todos Busco una verdad El frato del Espitirw en. la vida cotidiana Qué Beleza salvard al mundo? Carlo Maria Martini Donde arde el Espiritu Ejercicios espirituales predicados por el cardenal arzobispo de la Didcesis de Milan EDITORIAL VERBO DIVINO Avda. de Pamplona, 41 31200 Estella (Navarra), Espafa Editorial Verba Divino Avenida de Pamplona, 41 31200 Estella (Navarra), Espafia Teléfono: 948 55 65 11 Fax: 948 55 45 06 Internet: hetp://www.verbadivino.es E-mail: evd@verbodivino.es Traduccidn: José Pérez Escobar. Titulo original: Dove arde lo Spirio © © ITL spa - Miliin, 1998 e © Editorial Verbe Divino, 2001 © Es propiedinl © Printed in Spain « impresién: GrophyCems, Villatwerta (Navarra) ¢ Depésito legal: NA. 1.458-2001. ISBN 84-8169-461-4 1. La piedad Mativos y objetivos de los ejercicios espirituales ada vez que inicio unos ejercicios espirituales me siento emocionado, porque se trata de una intensa aventura del Espiritu. En esta tarde, la emo- cién se acrecienta por el hecho de que, mientras estamos en la espléndida e histérica basilica de San Ambrosio, a pocos pasos de su tumba y a los 1.600 afios de su muerte, con nosotros estan conectadas, mediante la radio o la televisién, decenas de miles de personas de la diécesis, en sus casas o en las parroquias, que, en profunda comunién con no- satros, participan en los ejercicios con la oracidn. Esta extraordinaria iniciativa estA motivada por dos intenciones especiales: el afin santo ambrosiano y. sobre todo, la celebracién del Gran Jubileo. Con esta finalidad, la Iglesia local de Roma y también otras Iglesias han organizado misiones en la ciudad y en la didcesis; la Iglesia de Bolonia ha 7 acogido el Congreso Eucaristico Nacional. Por nuestra parte, considerada la enorme extensidn de la diécesis, y contando con la posibilidad de llegar a todas las parroquias mediante la radio diocesana y la televisi6n, hemos pensado en una forma de movilizacién general que son precisamente los ejercicias. Aunque de forma abreviada, vespertina, éstos quieren ser un estimulo para un verdadero camino espiritual, Juan Pablo II, en su carta apos- télica Operosam Diem, escrita a la Iglesia de Milan con motivo del XVI centenario del trénsito de san Ambrosio, nos ha exhortado a seguir el camino de vida de nuestro santo patrén y gufa espiritual, para movernos mas expeditamente hacia el fortaleci- miento de la fe, de la esperanza y del testimonio. Este es, por tanto, el objetivo de los ejercicios que estamos a punto de comenzar. Sin embargo, sobre el trasfondo de este abjetivo principal, os sugiero a cada uno de vosotros una pre- gunta: “jQué me propongo personalmente partici- pando en los Ejercicios? {Qué quiero conseguir para mi vida espiritual? ;Qué le pido al Sefior?”. Para algunos, puede ser el fruto de una buena confesién o la superacién de un momento dificil; pata otros, una pacificacién del coraz6n o una reconciliacién de la familia, o un nuevo empuje para la oracién, o una fidelidad mds intensa a la misa 8 dominical. En suma, todo propédsito que el Espiritu Santo nos haga intuir como fruto, como gracia de estos dias. Precisando con rapidez, podriamos decir que los ejercicios deberian ser ejercitaciones del espi- ritu mediante las que nos ponemos en camino hacia una meta concreta, con la ayuda del Seiior, invo- cado en la oracién. El tema de los ejercicios editaremos sobre el Espiritu Santo y sus dones, el tema al que esté dedicada mi reciente carta pastoral Tres relatos del Espiritu, porque la doctrina de los dones es muy util para tomar conciencia de la extraordinaria riqueza que procede del bautismo y de la confirmacién; para estimularnos a poner en practica esa riqueza, llevando una vida personal y comunitaria mas feliz y mas bella. Parto -en cuanto hase de la meditacién. sobre los dones— de una teflexién fundamental, una espe- cie de breve antropologia del Espiritu, evocando la imagen del hombre y de la mujer que la fuerza del Espiriru de Jestis resucitado forma en nosotros. Pos- teriormente reflexionaré, aunque de forma breve, sobre la piedad como primer don del Espiritu. Pongamos, pot tanto, nuestro camino bajo la pro- teccién de Ambrosio para que él, que fue un ilustre maestro del Espiricu Santo en Ja Iglesia latina, sea también nuestro maestro interior. Asimismo, nos ponemos bajo la proteccién de santa Teresita del Nifio Jestis, de quien hemos celebrado el primer centenario de su muerte, y cuyas reliquias hemos honrado con alegria hace sélo unos dias. Ella, que fue extraordinariamente décil a los dones del Espi- titu, nos ayudard con su intercesidn a penetrar en las riquezas —mas grandes que todos los tesoros de la tie- rra— que el Espiritu infunde en nuestro corazén. “|. Meditacién fundamental 1. Esta primera reflexi6n introductiva me sirve, como ya decfa, para enmarcar las reflexiones pos- teriores, En ésta quiero comentar algunas palabras del profeta Isaias: “Saldri un renuevo del tronco de Jesé, un vdstago brotard de sus raices. Sobre él reposard el espiritu del Sefior: espiritu de inteligencia y sabidutia, espiritu de consejo y fortaleza, espiritu de conocimiento y temor del Sefer” (11,1-2). Estos dos versiculos inician un poema mesianico en el que el profeta describe al Mesfas, futuro descendiente de David, hijo de Jesé. Un futuro descendiente comparado a un vdstago, a un ramito que rota de un drbol abatido por una gran tor- menta. Ha habido, por tanto, una tormenta, un huracdn,un terremoto; parece que todo esté muerto, pero, en cambio, nace un renueva, algo novedoso. El renuevo tiene sus caracterfsticas, expresadas en tres parejas de sustantivos: sabidurfa-inteligen- cia, consejo-fortaleza, conocimiento-temor. A estos seis dones, que leemos en la Biblia hebrea, la Biblia griega y latina han afiadido el don de la piedad. Todas ellas son caracteristicas de un rey bueno, sabio para la paz (como sabio, lleno de sabi- durfa e inteligencia era Salomén), un rey estratega y valeroso para la guerra (como David, rey lleno de consejo y valor), un rey piadoso y religioso (como Josias y Ezequiel), lleno de conocimiento y temor del Sefior. Se habla, por tanto, de un rey extraordinario, misterioso y futuro. 2. (Quién es este rey tan dotado? Es, sobre todo, Jestis, sobre quien reposa el Espéritu Santo, segtin el Nuevo Testamento. Hablar del Espfritu Santo es hablar de un hom- 1] bre, es decir, de Jestis, sobre quien ha descendido el Espiritu Santo en plenitud; scbre él permanece, reside, reposa y se.encuentra cémodamente, como en su propia casa. E] Espiritu se ha expresado inme- jorablemente en la vida de Jestis, el Hijo del Padre. Jestis es el que posee la plenitud de los siete denes. Pero el texto de Isafas alude también a todo el que vive en Jestis, a quien estd en Jestis. En primer lugar, Marfa (“El Espfritu Santo descendera sobre ti”: Le 1,35), que es la “llena de gracia”. Después, todo bautizado, todos los que, por el bautismo, hemos recibido estas caracteristicas, estas cualidades. Surge aqui, por tanto, una antropologia de lus dones del Espfritu Santo. Ambrosio es el primero que la bosqueja; después es desartollada en los siglos posteriores, y podemos decir que alcanza su apogeo con santo Tomas de Aquino. Efectivamente, Tomas explica ampliamente que para “hacetse” cristiano ¢s necesario ese conjunto que llamamos fe, esperanza y caridad; sin embargo, éstas no son suficientes para actuar de forma divina en medio de las contta- dicciones del mundo y de la historia, y, por tanto, es necesario que el cristiano sea décil a las mociu- nes del Espiritu que actiian en la Ifnea de la sabidu- tia, la inteligencia, el consejo, la fortaleza, la cien- cia, la piedad y el temor del Sefior. Ciertamente, es consoladora esta antropalogfa 12 esperanza y caridad; la fe es perfeccionada por cl espiritu de inteligencia, ciencia y consejo; la espe- ranza, por el espiritu de temor de Dios y de forta- leza; la caridad se expresa plenamente cuando es perfeccionada por la piedad y la sabidurta. El cristiano es, por consiguiente, uma persona rica en virtudes y dones. A estos siete dones corres- ponden las bienaventuranzas: “Dichosos los pobres en el espiritu, porque suyo es el Reino de los Cielos. Dichosos los que estan tristes, porque seran consolados. Dichosos los humildes, porque here- daran la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serdn saciados. Dichosos los misericordiosos, porque encontraran misericordia. Dichosos los puros de* corazén, porque veran a Dios. Dichosas los que trabajan por la paz, porque seran llamados hijos de Dios” (Mt 5,3-9). Y también los frutos del Espiritu que menciona el apdstol Pablo: “Los trutos de] Espiritu son: amor, alegrfa, paz, tolerancia, amabilidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio de sf mismo” (Gal 5,22). Todo este conjunto —virtudes, dones, bienaven- turanzas y frutos del Espiritu— es una forma de indi- car la excepcional riqueza y la inmensa vitalidad de la vida de gracia. Asi somos nosotros, y debemos dar cuenta de ello; el Espiritu nos colma de dones 13 para llevarnos a la plenitud del seno de Dios, a la plenitud eterna. A menudo, los cristianos somos timidos, teme- rasos, no suficientemente asados, porque carecemos de la conciencia de estos dones. Sin embargo, cuando tomamos conciencia de ellos -ojalé que asf sea mediante los ejercicios que estamos haciendo-~ la vida cristiana puede desarrollarse en nosotros como un arroyo, un torrente, un rio. Qué bello serfa que, incluso mediante la exhortacién de mi carta pastoral Tres relatos del Espfriru, nuestra comunidad diocesana descubriese los dones que estan presen- tes en ella y que todo cristiano pudiera exclamar: “Qué maravillas realiza en mi el Espiritu Santo!”. I. El don de la piedad 12) Consideremos ahora, aunque sea breve- mente, el don de la piedad. Es el que nos permitiré vivir mejor nuestros dias de ejercicios. Este don es el que nos hace orar de buena gana y gustosamente, con entusiasma; es el que hace salir del corazén una oraciOn fluida, serena, sosegada. ‘Con frecuencia, nuestra oracién es forzada, rigi- da, aburrida, y es el don de la piedad el que precisa- mente nos pone en cendicién de vivir la oracién de 14 los hijos que Ilaman a Dios invocdndole con el ape- lative “jPadre!”. Se trata de un don excelente, ex- traordinario, que acompafié toda la existencia terrena de Jestis. Os leo un fragmento del evangelio de Lucas que lo ilumina: “Un dia en que se bautizé mucha gente, también Jestis se bautizé. Y mientras Jestis oraba se abrid el cielo y el Espiritu Santo bajé sobre él en forma corporal, como una paloma, y se oyé una voz del cielo: ‘Tu eres mi Hijo amado, en ti me complazco” (3,21-22). Notemos especialmente que en la primera pre- sentacién publica de Jestis que hace Lucas, lo encontramos en oracidén. Aparece como orante, como aquel que ora. Y ora desde su condicién de Hie, como atestigua la voz del cielo, la voz del Padre: “Tu eres mi Hijo amado”. Jestis vive profundamente el don de la piedad porque siente el gusto interior de ser Hijo, de Ila- mar a Dios “Padre”, como ya se lo habia dicho a Maria y a José cuando, a los 12 afios, lo encontra- ron en el templo: “jNo sabfais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?” (Le 2,49). Eldon de Ja piedad es, por consiguiente, la capa- cidad de hablar con Dios filialmente, tiernamente; de alabarlo y adorario. En mi carta pastoral escribo: “La piedad es la 15 orientacidén del corazén y de la vida entera para adorar a Dios como Padre, para darle el culto que lo reconozca come fuente y meta de todo auténtico enamorados de él y desear darle gloria cn todas las cosas. Es tan grande la misericordia del Sefior hacia nosotros, que él desea recibir nuestra caridad. Gra- cias a la piedad, el cristiano no sélo busca el con- suelo de Dios, sino que desea acompafiarle en su alegria y en su doler por el pecado del mundo”. 2) Este don se manifiesta en la vida de los santos. Pienso en santa Teresita del Nifio Jestis, en su espontaneidad para dirigitse al Padre celestial, en el afecto que la invadfa en sus relaciones con Dios. Un dfa, la hermana Celina qued6 estupefacta al ver que Teresita, mientras cocinaba con presteza, parecfa inmersa en la contemplacién, y le pre- gunto: ““7En qué estds pensando?. ‘Medito el Padiv nuestro -respondié-, es tan dulce Ilamar a Dios Padre nuestro’. Y las lagrimas brillaron en sus ojos” (cf. Consigli e ricordi, Citta Nuova 1973, pp. 94-95). La misma santa, en el Manuscrito autobiogrdfica B, hace una confidencia: “Place a Jestis mostrarme el Gnico camino que conduce al horns divine, és decir, al abandono del nifio, que se duerme sin miedo entre los brazos de su Padre” (n. 24). 16 En una composicién poética del 7 de junio de 1896, cuando ya se habian manifestado los primeros araques de la grave enfermedad y habia entrado en cl absoluto sufrimiento del esp/ritu, decia: “Mi cielo es quedarme siempre ante mi Dios, llamarle Padre”, El don de la piedad, aunque no lo_percibamos por su profundidad, nos hace mirar a Dios con simplicidad filial y con sinceridad. 3) Este se manifiesta también en el modo de com- portarse con los demds. Es el don de la sensibilidad en las relaciones humanas, que nos permite tratar a todys_con suma delicadeza, con total afecto. Me viene a la mente el papa Pablo VI, a quien wuve la gracia de conocer bien: totalmente respetuoso con todos, delicadisimo con todos. Si, efectivamente, tenemos el espiricu de piedad, que nos sitda ante Dios como Pudre, resulta natural ver a los demas como hijos amados de Dios. Es, por tanto, un don que penetra por sf mismo la vida cotidiana, la vida familiar, las relaciones de cada dia, haciéndolas bellas, faciles, gustosas; un don que quita espinas, enfrentamientos, y descanta los Angulos de nuestras relaciones. 4) Es interesante observar que la tradicién espi- ritual, al preguntarse por la actitud contraria a la 17 piedad, no la haya denominado “impiedad” —impie- dad significa despreciar a Dios y todo cuanto es sagrado-, sino duyeza de coraz6n, insensibilidad, no saber comprender a los otros. La dureza de corazén es la expresién externa de no sentirse hijos de Dios, de no creer en él como Padre bueno; asf, tratamos mal tanto a Dios como a los hermanos. Quisiera subrayar la importancia social del don de la piedad, que es penetrante y benéfico; comienza con la oracién filial y afectuosa y se extiende a las relaciones de los hijos con los padres, de los padres con los hijos, de los esposos; a las relaciones laborales, de amistad; en las parroquias, comunidades y grupos, porque se nutre de la aten- cidn, del respeto y de la sensibilidad. IL. Un breve examen de conciencia Considero util concluir con algunas preguntas para un breve examen de conciencia. 1. {Cémo recito el Padrenuestro que santa Teresita recitaba casi llorando, al pensar que tenfa a Dios como Padre? 2. jCémo supero las angustias de la vida? jMe echo con confianza en los brazos de Dios, sabiendo que es 18 mi Padre y que, por tanto, nada me hard realmente dafio? El don de la piedad elimina la angustia, la vence y la supera. 3. jTrato con respeto amoroso a las personas de casa, a los vecinos y a quienes me encuentro cada dia? La piedad es una virtud que se ejercita sobre todo en la farnilia, mediante la atencién cuidadosa de quienes son nuestros prdjimos, y que desgracia- damente descuidamos con la excusa de preocu- parnos de los que estan lejos o de losque nunca encontraremos, porque, obviamente, nos resulta més facil relacionarnos con quienes no vemos. Pero fa piedad es el don de las relaciones breves y sencillas con Dios ~-en la oracién espontdnea, inmediata, confiada— y con los otros. 2. La sabiduria 1 de la sabidurfa es el primero de la lista de los ‘iete dones. Como el término piedad —sobre el que hemos reflexionado en la meditacién anterior para denominar el excelente don del amor filial-, se trata de un término poco usado en la actualidad. Normalmente lo aplicamos a cosas poco nobles 0 a personas por las que sentimos cierta compasién. La palabra sabiduria, que no esté de moda y parece alu- dir a algo misterioso (la sabidurfa de los antiguos), es por eso sustituida por el término ciencia. El cientifico vs una persona que cuenta, no el sabio 0 el docto. Sin embargo, tanto el sustantivo sabiduria como los adjetivos docto o sabio se encuentran entre los términos més frecuentes de la Biblia. Un libro en- tero tiene por titulo Sabiduria o Sabiduria de Salo- mon y forma parte de una coleccion de libras deno- minada sapienciales (Job, Proverbios, Qohelet o Eclesiastés, Sirdcida o Eclesidstico). {Qué significado tiene, por consiguiente, la pa- labra sabidurfa, que la Sagrada Escritura considera tan importante! Queremos responder a esta pregunta recorriendo un camino de cinco peldafios, en cierto modo co- 21 mo los cinco peldarios que suben hasta el altar de esta basilica de San Ambrosio: la sabidurfa de Jestis; la sabiduria del gristiano; la sabidurfa de la cruz; el don de la sabiduria; lo opuesto a la sabiduria, a saber, la necedad, la estulricia, la estupidez. I. La sabiduria de Jestis 1, Enel evangelio de Lucas aparece la sahiduria de Jestis a partir del discurso inaugural en Nazaret: “Llego a Nazaret, donde se habja criado. Segtin su costumbre, entrd en la sinagoga un sdbado y se levanté para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isafas y, al desenrollarlo, encontré eb pasaje donde esta escritex ‘El espiritu del Setior estd sobre mf, porque me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a proclamar la libevacidn a los cautivos y dar vista a los ciegos, a libertar a los oprimides 9 a proclamar un afio de gracia del Sefior’ . Después enroll el libro, se lo dio al ayudante y se sentd. Todos los que estaban en la sinagoga tenian sus ojos clavados en él. Y comenzé a decirles: ‘Hoy se ha cumplido ante vosotros esta profecta’” (Le 4,16-21). 22 Para entender bien el sentido del texto de Lu- cas, podemes tener presente también el paralelo de Marcos (Me 6), que, al describir el discurso de Jestis, subraya que la gente, admirada al escucharle, exclamaba: “De dénde le viene a éste todo esto? {Qué sabiduria es esa que le ha sido dada”. Nos podemos pteguntar cémo es un discurso sabio y por qué se muestra sabio Jestis al explicar la Escritura. Releamos algunos elementos del fragmento, pues se trata realmente de un fragmento muy denso. Jesds habla en Nazaret, donde habia aprendido la sabiduria humana, que, sin embargo, no era sufi- ciente para que pronunciase aquellas palabras; és- tas, por tanto, proceden de Dios, no de la educacién, que habfa recibido, Habla en dia de sdbado, en el dia sagrado, en la sinagoga, que es un lugar sagrado. Lee un fragmento profético de la Escritura, que es, por excelencia, el libro sagrado; concretamente, un fragmento que atafie al futuro Mesfas y afirma: “Hoy se ha cumplido ante vosotros esta profecta”. Jests se muestra sabio porque con su palabra abre el misterio de la historia, escondido durante siglas en las paginas proféticas: afirma que el misterio esta alli; él.mismo_es quien la actualiza, el que hace 23 presentecl Reino, el que desvela el plan de Dios. Realiza, por tanto, un acto supremo de sabiduria al revelar el mistgrio del Reino; es sabio porque esta dentro de los misterios de Dios, porque le son connaturales. La sabiduria de Jestis, considerada a la luz del fragmento de Lucas, es su conocimiento experiencial -por connaturalidad-— del misterio del Reino, hasta el punto de poder afirmar: “Estd aqui, soy yo". Su co- nocimiento experiencial de fa volunrad salvifica de Dios es lo que le permite proclamarla. Se trata del conocimiento del misterio de Dies enraizado en la Trinidad, de la que forma parte y cuya realidad proclama. Con otras palabras, la sabidurfa de Jestis es su ca- pacidad de abrazar todo el mistetio de Dios como quien esta dentro de él y lo ve en su totalidad; abra- zar todo el misterio de Ja historia como quien esté cn el origen de la historia y sobre la historia. Jestis es el sabio en grado sumo, porque en él todo se cumple, todo llega a su perfecci6n porque en él se revela todo. 2. Hay otro texto, no del evangelio, sino de una carta de san Pablo, que proclama la centralidad de Jesiés en el misterio de Dios: “Pablo, apdstol de Cristo Jess por voluntad de 24 Dios, al pueblo de Dios que est4 en Efeso y cree en. Cristo Jestis. A vosotros, gracia y paz de parte de Dios, nuestto Padre, y de Jesucristo, el Sefior. Bendito sea Dios, Padre de nuestro Seftor Jesu- crista, que desde lo alto del cielo nas ha bendecido por medio de Cristo con toda clase de bienes espi- tituales. Fl nos eligié en Cristo, antes de la creacién del mundo, para que fuéramos su pueblo y nos man- tuviéramos sin mancha en su presencia. Llevado por su amor, él nos destiné de antemano, conforme al beneplacito de su voluntad, a ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, para que la gracia que derram6 sobre nosotros, por medio de su Hijo querido, se convierta en himno de alabanza a su gloria. Con su muerte, el Hijo nos ha obtenido la redencidn y el perdén de los pecados, en virtud de fa riqueza de gracia que Dios derramé abundante- mente en nosotros en un alarde de sabiduria e inteligencia. El nos ha dado a conocer sus planes mas secretos, los que habfa decidido realizar en Cristo, IHevando la historia a su plenitud al consti- tuir a Cristo en cabeza de todas las cosas, las del cielo y las de la tierra® (Ef 1,1-10). Notemos cémo se repite la afirmacién de la centralidad de Cristo: en él, en Cristo, en. el Hijo. “Nos ha bendecido por medio de Cristo”; “nos eligié en Cristo”; “la gracia que derramé sobre nosotros por medio de su Hijo querido”; “el Hijo nos ha abte- 3, nido la redencién”; “constituir a Cristo en cabeza de todas las cosas”. El apéstol nos ensefia con este ad- 25 mirable himno que Cristo, al estar en cl centro del plan divino, todo lo integra y todo lo abraza. Jestis es la misma sabiduria de Dios, que conoce y penetra todo misterio divino y humane. Por esto, san Pa- blo, al final del himno, pide deseando que el “Padre de la gloria” conceda a todos los cristianos “un esp{- ritu de sabidurfa y una revelacién que permita cono- cer mas profundamente a Cristo Jestis” (cf. v. 17). J. La sabidurfa del cristiano LD: la sabiduria de Jestis, que todo lo conoce, na- ce la sabiduria del cristiano como participacién en la de Jestis. Es el don de ver las cosas como las ve Jestis, de ver la realidad como la escruta el Sefior desde lo alro; el don de ver la relacién de todo con el misterio de la Trinidad. Por encima de cualquier otra, la criatura que ha obtenido ese don es Marfa. Ella es sabia de la forma més alta permitida a la humanidad. Si recitamos lentamente el c4ntico del Magnificat, nos damos cuenta de cémo contempla Marfa los aconteci- mientos desde el punta de vista de Dios, el cual “dispersa a los soberbios, enaltece a los humildes, colma de bienes a los hambrientos y a los ricos despide vacios” (cf. Le 1,46-55). Su contemplicidn 26 de fa historia parte de Dios y de los pobres, no como la leida por los hombres, desde la perspectiva de los vencedores. Asi como la sabiduria de Marfa es participacién en la de Jestis, de igual modo lo es también la del cristiano. III. La sabidurfa de la cruz I tercer peldafio consiste en la sabidurfa de la cruz. Esta sabidurfa de Dios, de la que participa el cristiano, es, de hecho, la sabidurfa de la cruz. Es ésta la que distingue la sabiduria de Dios y la del cristiano de todas las otras sabidurias de este mundo, que se fundamentan en la eficiencia, en el resultado, en el éxito, el dinero o el poder. Al contemplar la cruz de Jestis, el cristiano descubre, por el contrario, que el Reino de Dios pasa a través de la humildad, lo insignificante, la adversidad, y también a través de la cruz y de la muerte. Descubrir esto es ciertamente un gran. don. Sin el don del Espiritu Santo no es posible practicar la sabiduria de la cruz, porque repugna al modo comin de ver la realidad, que s6lo busca lo que tiene valor, lo que da buen resultado. Comprender el misterio de Dios en las contrariedades, en la 27 pobreza, en el rostro de Cristo crucificado, significa adguirir la sabiduria cristiana. Por tanto, compren- der la cruz es comprender Ja vida, es comprender la existencia humana y comprendernos a nosotros mismos, 1V. El don de la sabiduria . E: qué consiste, por tanto, el don de la sabidu- fa, que se nos da a cada uno en el bautismo y que constantemente actualiza en nosotros el Espi- ritu, impulsandonos interiormente? Es el don de ver todo con los ojos de Dios, con su mirada; de verlo todo desde lo alto, Es el don de ver las situaciones y los acontecimientos como los ve Jestis crucificado y resucitado, desde lo alto de la cruz y desde la gloria de la resurreccidn. Se trata de ver desde lo alto y desde el centro. No mediante una peculiar inteligencia o luz intelectual, sino més bien por instinto divino, por connaturalidad. Santo Tomas de Aquino utiliza a menudo, al ha- blar de los dones del Espfritu, la expresién “como por instinto divino”. Veamos que se trata de instinto divino porque estamos con Jestis, que esté en el centro, y con Dios, que esté port encima de todo. 28 El conocimiento por connaturalidad es comparado al gusto, y se le denomina “sabiduria”, que significa precisamente sabor, algo con sabor y que tiene gusto. Esta la experimentamos en el momento en que advertimos que una decisién, una toma de posicidn, una eleccién, es 0 no es segiin el Reino de Dios, y lo advertimos por instinto sobrenatural. Asi como siento que un alimento es dulce o salado no por razonamiento ni por el andlisis quimico de los componentes de la sal o del azticar, sino por sinto- nia entre lo dulce, lo salado y las papilas gustativas, de igual modo, de forma andloga, el cristiano, movido por el Espiritu, advierte lo que es o no segtin el plan de Dios, lo que est4 o no est bien, lo que es conforme o disconforme con el Evangelio. Lo advierte més con el corazén que con la mente, y, asf, este don estd relacionado con la caridad, con el amor mas que con la inteligencia. Es, efectiva- mente, la inteligencia del amor, del corazén. En sintesis, podemos decir que la sabiduria es una penetracién amorosa y sabrosa en los misterios de Dios: en el misterio trinitario, en el misterio de la cruz, en los misterios del Reino y en el misterio de la historia. _ Esta sabiduria es dada incluso a las personas mas sencillas; mds atin, se les da mds a ellas que a cual- quier otro. En este sentido, dice Jestis: “Te bendigo, 29 Padre, Sefior del cielo y de la tierra, porque has escondida estas cosas a las sabies y entendidos y se las has revelado a los sencillos” (cf. Mt 11,25). Me viene a la mente una bellfsima pagina del beato Contrardo Ferrini, hombre docto, culto, pro- fesor universitaria en Pavia, concejal de Milan, a quien le gustaba mucho el monte: “Cudntas veces, cansado tras una larga jornada de caminar por los mentes, sentado a la sombra de un abeto que me defendia del sal que caia, he hablado con el pastor de los Alpes, con la pobre mujer hija de la montafia. Y siempre me quedé maravillado y confundido: jqué sentido de la pro- videncia divina!, jqué menosprecio de las cosas terrenas!, jqué paz!, ;qué gozo el de una vida pura! (Contardo Ferrini, Gli seritti religiosi). He aqui el don de la sabidutia en las personas sencilfas. Y al hablar, escuchar y visitar a los enfer- mos y ancianos, yo mismo exclamo: “;Cudnta sabi- durfa, don de Dios! jQué recto pensamiento! ;Qué capacidad para comprender el valor de ciertas cosas y no valorar otras!”. No pretendo decir que el don de la sabidurfa se encuentra solamente en los mas sencillos y humil- des. Ciertamente, se trata de un don que afecta incluso a los aspectos mas cotidianos de la vida. Pero asi como cl don de la piedad se expresa 30 mejor en la oracién filial, y especialmente en la gran oracién litdrgica, asf también me parece que cl don de la sabidurfa se expresa mejor, de forma privilegiada, en ta sabidurfa piiblica, en el gobierno de la cosa publica, en la palftica. Hacer politica es una cuestién de sabiduria, no s6lo de competencia o astucia. Asf, la sabidurta es el don que permite enmarcar los problemas indi- viduales en un cuadro més amplio, en el cuadro del bien comin. Es un don muy necesario para quien tiene responsabilidades publicas. Con fre- cuencia nos lamentamos de los politicos, pero {rezamos por ellos?, gpedimos para ellos el don de la sabidurfa? V. La estulticia L: Biblia da diversos nombres a lo opuesto a la sabidurfa —necedad, estulticia, estupidez— y con frecuencia habla de esta actitud contraria a la sa- biduria. Sustancialmente, es la falta de sabor de las cosas de Dios, falta del sentido de Dios, del sentido del misterio, del sentido de la Providencia. Una falta que nos vuelve ciegos y nos pierde, y que se encuentra en el origen de muchas angustias, miedos y confusiones mentales. 31 Presento tres simples ejemplos biblicos de estul- ticia, de falta de sabidurfa. En Le 12,16ss, Jestis cuenta la pardbola de un terratenicnte que, tras haber agrandado los grane- ros para almacenar todo el grano y todos sus bienes, decide descansar, comer, beber y divertitse. Pero Dios le dijo: “jInsensato! Esta misma noche vas a morir”. Es la historia de un hombre que ha hecho sus cuentas sin Dios, sin la muerte, sin la brevedad de la vida. Su necedad es la necedad secular carac- teristica de quien vive con la cabeza dentro del saco, preocupandose sélo del presente. Hay otro caso de necedad més profunda que es fuertemente reprendida en el Nuevo Testamento. El reproche lo pronuncia Jestis dirigiéndose a los discfpulos de Ematis: “;Qué torpes y tardos de corazin. para creer!” (Le 24,25). Se trata de la necedad de quien no comprende, en los aconteci- mrentos Oscuros Oo contrarios a sus expectativ S, el plan divino, de quien realiza sus cdleulos sin la cruz. El tercer ejemplo se encuentra en Mt 7,25, donde se habla de la necedad de un hombre que ha construido la casa sobre arena, desconociendo el orden de vida evangélica expresado en el sermén de la montafa. Su vida es necia y torpe porque no pone en practica las ensefianzas de Jestis. Se trata de la torpeza del discipulo, de una torpeza que conduce a la mina. Se refiere, en primer lugar, a la torpeza de un individuo, pero ésta también puede golpear a una comunidad parroquial entera, a un grupo y a un movimiento, si se fundamentan en la arena. Y se edifica sobre arena cuando no se reconoce el orden de vida evangélica expresado en Mt 18: hacerse pequefios, no buscar los primeros puestos, respetar a los mds débiles, cuidar del hermano, respetar la autoridad, amar la vida comunitaria, perdonar las ofensas. Una comunidad que no se fundamenta en estos valores evangélicos carece de-la sabiduria de Dios. Hemos intentado comprender en qué consiste la sabiduria de Jestis, de Maria y la del cristiano, la sabiduria de la cruz y el don de la sabiduria, en con- traste con la necedad y la estulticia. Queremos, especialmente, dar gracias a Dios por habernos colocado en este camino, por desear llenarnes de este don, y pedirle que nos dejemos llenar por él. Afiado finalmente una precisidn importante: el don del Espiritu no se percibe de forma conscienie: pienso, reflexiono, realizo un trabajo de introspec- cién y descubro la sabidurfa dentro de mi. No se 33 trata de esto. Al contrario, se trata de un don ins- tintivo, que percibimes posteriormente cuando decimas: “El Sefior me ayudé en aquella situacién dificil a juzgat correctamente”. O bien: “Cierta- mente, aquella persona hablé justamente”. Por tanto, es después cuando nos damos cuenta de su accion. Quien pretenda poseer el don se arriesga a des- naturalizarlo y destruirlo. Quien, por el contrario, se entrega al Espiritu Santo, invocandolo con sen- cillez, se dard cuenta posteriormente —tal vez en el examen de conciencia o en Ia revisién de vida— de que ya poseia el don. No es necesario que lo sinta- mos conscientemente, porque el Espiritu no necesita dejarse sentir para actuar en nosotros. Tres preguntas para el momento de silencio ( ee sugiriendo tres cuestiones para el silencio. 1. sQué lugar ocupa en mi vida, en mis progra- mas, en mis proyectos, el plan de Dios? ;Refle- xione de vez en cuando sobre el plan que Dios tiene para mf, para mi vida, para la historia? jLogro tener una visién estimulante sobre mi vida 34 «, por el contrario, me dejo someter por visiones medrosas y estrechas? La sabidurfa nos ayuda a conocer, a percibir, casi a husmear, ampliando los horizontes y el coraz6én, aquella parte que corresponde al plan de Dios cn nuestra existencia. 2. Qué lugar ocupa en mi vida la sabiduria de la cruz? ;Asumo su significado positivo en los aconte- cimientos negativos 0, por el contrario, éstos me perturban, me aplastan, me enfurecen conmigo mismo, con los otros, con la vida y con todo? ;Cul- tivo la sabiduria de la cruz 0 soy torpe y tardo de corazén para creer en la obra que Dios realiza en mi, incluso a través de la cruz? 3. ;Me alimento del pan de la sabidurfa que es la Sagrada Escritura, y en particular los evangelios? iMe alimento del pan de la sabiduria que es la eucaristia, que nos da el sentido de Cristo, nos introduce en el corazén del misterio de Cristo y, por tanto, connaturalmente, nos hace participes del don de la sabiduria? Pidamos el don de la sabiduria para nosotros, para Los demds, para la Iglesia y para toda la huma- nidad. 35 3. El tremor de Dios [bee al Espiritu Santo para que nos dé el temor de Dios; oremos a aquel Espfritu del que decia san' Ambrosio en el tratado Los seis dias de la creacién: “El Espiritu es como un fuego que devora todo lo que es material y terreno, aprucba todo cuanto es auténtico, y cuanto toca su llama queda mejorado”. Hablaremos en esta tercera meditacion del “temor de Dios”, distanciandonos, por asf decirlo, del tradicional orden biblico que hace seguir a la “sabidurfa”, la “inteligencia” y el “consejo”. Nuestro modo de ordenar los dones es diferente por dos motivos. El primero es de tipo arquitecté- nico, pues tratamos de conectar los dones del Espi- titu con las grandes virtudes teologales -fe, espe- ranza y caridad-. Hemos comenzado con la piedad y la sabiduria, que perfecciona la virtud de la cari- dad; ahora reflexionames sobre el temor de Dios, que es un aspecto, una perfeccidn, de la esperanza; mafiana nos centraremos en los dones de consejo y de ciencia, conectados con la fe. Ademias del motivo arquitecténico, de armo- nfa, hay otro, que llamarfa “dindmico”, con refe- 37 rencia al camino de los ejercicios. En efecto, los ejercicios espirituales son un itinerario formado por etapas, aynque los nuestros, al ser breves, no lo manificsten claramente. Comienzan con una llamada a la oracidn, para ballar las fuerzas que recibimos de ella y del don de la piedad; después, nos sitdan frente al plan divino de la cteacién y de la redencién -el llamado principio y fundamento-, y para aprehenderlo necesitamos el don de la sa- biduria. Frente al plan de Dios, comprendemos nuestro mal, nuestro pecado, y asf esta rercera etapa es la del arrepentimiento, la del temor. Por consi- guiente, nos encontramos en esta tercera tarde en el momento privilegiado para una buena confe- sién sacramental; nos hallamos en un momento penitencial, y es por eso importante meditar sobre el remor de Dios. Sin embargo, parece que nos encontramos ante un término aparentemente un poco obsoleto. La expresi6n “temor de Dios” o “santo temor de Divs” esta lejos del lenguaje actual; es més, llega a per- turbarnos. Si la religién cristiana es la religi6n del amor, jeémo entonces se menciona el temor entre los dones del Espiritu? ;No evoca esta palabra métodos arcaicos de educacién ya superados, hasados en el 38 miedo y en la intimidacién? ;Cémo es posible que pueda temerse a Dios, que es Amor, Misericordia y Bondad? Son preguntas que todos nos hacemos en nues- tro interior. Sin embargo, sabemos que el “temor de Dios”, el “temer a Dios”, es, andlogamente a lo que hemos visto con la sabidurfa, una de las expresiones que mds aparecen en el Antiguo Testamento. El temor de Dios esta estrechamente conectado con la sabidurfa: temer a Dios es la sintesis de toda la religiosidad biblica, es la actitud mds noble del hombre. A este respecto, cito un fragmento del libro del Sirdcida o Eclesidstico: “E] temor del Sefior es gloria y honor, deleite y corona de alegria, El temor del Sefior alegra el coraz6n, da deleite, alegria y larga vida. El que teme al Sefior tendré un buen final, cl dia de su muerte sera bendecido. Principio de la sabiduria es temer al Sefior; ella embriaga a los fieles de sus frutos... Corona de sabidurfa es el temor del Serior; en ella florecen la paz y el bienestar... Raiz de la sabidurfa es temer al Sefior, sus tamas son larga vida” (1,11-20). Asf pues, el temor del Sefior no es algo que 39 aplaste, sino que ensancha el coraz6n, alegra, pro- duce alegria y jibilo; es principio, plenitud, corona, raiz de la sabidurfa. No es casual que la Biblia honré al que teme a Dios. Se trata de una actitud sublime, positiva, intensamente deseable; con palabras de hoy, se trata de una actitud alta- mente promocional. Tratemos ahora de comprender qué entendemos por “temor de Dios”, en qué consiste este don del temor de Dios, mediante tres pasos: Jess vive el temur de Dios; Jestis infunde temor; el temor como don en la vida del cristiano. IL. Jestis vive el temor de Dios Saba: sobre todo, que el temor de Dios -en su genuino significado— esta presente en Jestis: é! vive en una profunda reverencia ante el Padre y su voluntad. La maxima expresién de tal reverencia es, quizds, la oraci6n en Getsemant: “Padre, no se haga mi voluntad, sino la tuya” (cf. Le 22,42). Cada uno de vosotros, teleyendo los evangelios, podra encontrar ficilmente los fragmentos en los que se percibe el temor amoroso_y reverencial de Jess ante el Padre. 40 IL. Jestis infunde temor M: interesa especialmente detenerme en olto aspecto. de Ja vida de Jestis que presenta mayores dificultades: sus palabras duras, cortantes, que infunden temor; sus amenazas. Leo un fragmento del cvangelista Lucas que comprende cuatro series de “ay”, palabras amena- zantes de Jesiis, frecuentemente olvidadas, que siguen a las cuatro bienaventuranzas: “(Ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo! jAy de los que ahora estdis satistechos, porque tendréis hambre! jAy de los que ahora refs, porque gemiréis y llo- taréis! jAy, cuando todos los hombres hablen bien de yosatros, que le mismo hacfan sus antepasados con los falsos profetas iAy de ti, Corozain! ;Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidén se hubieran hecho los milagros realizados en vosotras, hace tiempo que, vestidas de saco y sentadas sobre ceniza, se habrian convertido. Por eso serd mas tolerable el dia del juicio para Tiro y¥ Sidén que pata vosotras. Y ri, Cafarnatin, jte cle- vards hasta el cielo? ;Hasta el abismo te hundirds! (6,24-26, 10,13-15). La de Jestis es ciertamente una pedagogia del te- 4l mor, y sus maldiciones a las dos ciudades de Galilea dan que pensar. Otro conteXto evangélico nos presentan los “ay” contra las escribas, los fariseos y los doctores de la ley; se trata de amonestaciones gravisimas que gol- peat incluso hoy a quienes en la Iglesia o en la so- ciedad tienen algun saber, poder o responsabilidad. ‘Vosottos limpidis por fuera la copa y el plato, micntras que vuestro intetior esta leno de rapifia y de maldad. jNecios!... ;Ay de vosotros, que trans- gtedis la justicia y el amor de Dios...) ;Ay de vo- sotros, que os gusta ocupar el primer puesto en las sinagogas...! ;Ay de vosotros, que imponéis a los hombres cargas insoportables y vosotros no las tocdis ni con un dedo!” (cf. Le 11,39-47). Recordemos también la serie de amenazas contra Jerusalén, cuando Jestis Ilora sobre la ciudad santa. “[Si en este dia comprendieras td también los caminos de la paz! Pero tus ojos siguen cerrados. Llegaré un dfa en que tus enemigos te rodearén con trincheras, te cercardn y te acosaran. por todas par- tes; te pisotearin a ti y a tus hijos dentro de tus murallas. No dejaran piedra sobre piedra en tu tecinto, por no haber reconocido el momento en que Dios ha venido a salvarte” (Le 19,42-44). De todos estos fragmentos y de otros parecidos, concluimos que Jestis no tiene miedo de usar un 42 lenguaje fuerte, de infundir miedo o temor. Nos preguntamos: {por qué? jHay tal vez una pedagogfa del miedo en la accién de Jestis? No resulta facil responder. Quisiera simplemente examinar mds de cerca por lo menos las primeras palabras citadas, esas que siguen a las bienaventu- ranzas: “; Ay de vosotros, los ticos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo! jAy de los que ahora estdis satisfechos, porque tendréis hambre! jAy de los que ahora refs, porque gemiréis y lloraréis! | Ay, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros, que lo mismo hacfan sus antepasados con los falsos profetas! La objecidn salta espontdneamente: al fin y al cabo, ;qué malo hay en tener riquezas, en comer hasta saciarse, en tener algo de buena fama?;Si examinames con atencidn las palabras de Jestis, nos dames cuenta de que no tienen nada que ver con una pedagogfa moral. No dice: “Ay de voso- tros, lujuriosos; ay de vosotras, ladrones; ay de vosotros, homicidas; ay de vosotros, violentos. Estas serfan palabras obvias.,El va més alld, para educar en la responsabilidad, en la toma de concien- cia de la gravedad del momento. Su pedagogfa es la de la responsabilidad: el Reino esté aqui, con sus valores supremos; el Reino es Jestis, y desgraciados aquellos que se adhieren a los valores mundanos 43 como si fueran los uiltimos: perecerdn junto a esos valores. ; Por tanto} no se trata de una pedagogfa del miedo.:Lo que nos ensefia Jestis es que quien pone su confianza en los valores mundanos, quien rechaza el primado del Reino, firma su propia sen- tencia, cava su propia tumba.; El temor tiene una funcién pedagégica, que es la de responsabilizar, la de hacer comprender la serie- dad del Evangelio; en términos seculares, la de hacernos comprender el sentido de la seriedad de la existencia humana y de la responsabilidad de las propias acciones; el sentido de la responsabilidad hacia los atros especialmente hacia los mas débi- les—, el sentido de la responsabilidad hacia la tierra, hacia el cosmos. ILI. El don del temor de Dios a pedagogfa de Jestis es ciertamente importante, Li no se trata todavia del don positive del temor de Dios, que supone todo esto pero va més lejos. Ciertamente, el don del temor esta relacionado con la seriedad de la vida, con la urgencia del Reino, con la responsabilidad. Sin embargo, se 44 trata de algo mds delicado, mas profundo, mas sutil; algo capaz de abrir el corazén y liberar el espiritu. El don det temor de Dios es un amor a Dios cons- ciente de la propia fragilidad; por tanto, consciente de la posibilidad de ofender al Sefior, de perder su amistad. Se trata de una actitud de profunda reve- rencia hacia un misterio que nos supera total- mente, que no podemos poseer ni manipular, porque se nos da constantemente como don, y nosotros tenemos siempre la posibilidad de recha- zatlo, de perderlo, de despreciarlo. El temor de Dios contempla la accién moral no como simple obe- diencia a una ley, sino como relacién con una per- sona: relacidn personal con Dios Padre, con el Sefior Jestis. Por esta, el cemor de Dios nos permite vivir la.accién moral con toda la delicadeza, el res- peto, la diligencia y el afecto que caracterizan la relacién auténtica con una persona, y que exige la relacién con el mismo Dios, Padre y Sefior. El don del temor de Dios es ser consciente de que Dios es de acuerdo con la famosa expresi6n— Mysterium fascinans, misterio que atrae y fascina por su amabilidad; y, junto a esto, la conciencia de que Dios es también Mysterium tremendum, con el cual no se puede jugar, que nos interpela profunda y seriamente, precisamente porque es amor total y exigente, relacién personal de alianza y don. 45 El misterio divino no puede ser trivializado. En este sentido, el temor de Dios es signo de madurez, de moralidad sublime, de responsabilidad experi- mentada, de genuina religiosidad. > En la practica, se trata de un complejo de acti- tudes que nos hacen superar la banalidad, la super- ficialidad, la prisa con la que, por ejemplo, rezamos o entramos en la iglesia a vivimos los sacramentos. Es un don que purifica.j En sucesivas ocasiones, Dios nos pone a prueba mediante la ascuridad y las noches del espfritu para que se desarrolle este don del temor. , San Juan de la Cruz, doctor de la Iglesia y gran mistico, a propésito de la purificacién del espfritu, afirma que “al tratar con Dios nace al alma un mayor comedimiento y més cortesania, que es lo que siempre ha de tener el trato con el Altfsimo” (Noche oscura, 1.12.3). Me parece util presentar un ejemplo contempo- raneo del don del temor de Dios. Recientemente, he recibido el Diario de una joven de nuestra didcesis que murié el pasado 13 de mayo, a los 26 afios de edad, a causa de un grave tumor, ¥ que estaba casada desde hacia dos afos. Resulta extraordinario percibir en las paginas de Cristina (nombre de la joven) el enorme deseo de . curarse, de vivir, de tener nifios, al tiempo que una 46 apertura al don del Espiritu Santo para dejarse uuiar por los senderos del amor, de la fe, de la espe- ranza y del temor de Dios. Es, ciertamente, un testimonio excepcional del Espiritu Santo. Os leo algunas palabras escritas pocos dias antes de su muerte: “Estoy muy tranquila y siento el aliento de Dios sobre mi, que esta tratando de ayudarme, pero no lo consigue del todo porque todavia no soy un alma pura donde EL pueda expresar libremenre su volun- tad. Si bien no hay otra cosa que més desee que hacer lo que El quiere, lo que me tiene reservado: s6la su voluntad”. Este es el don del temor de Dios: el miedo de fal- tar, de no estar a la altura de tanto amor y, al mismo tiempo, el intenso deseo de ser totalmente de Dios. En este sentido, afiade: “Exulto y quedo asombrada, como una nifia, por tafito amor, alegrfa, misericordia y caridad. Y pienso que soy realmente afortunada por tener como Padre celestial al Amor, y cuando la mas pequefifsima de sus chispas me golpea y me invade, se produce en mi una sensacidn tan fuerte que nunca jamds podrdn expresar las palabras”. Habrfa mucho que decir todavfa sobre el temor de Dios, relacionado con los otros dones; deberia incluso hablar de las actitudes contrarias al temor 47 de Dios, como la superficialidad, la ligereza, el descuido en ta oracién y en la vida. Pero el tiempo no nos lo permite, y paso, por tanto, a sugerit tres preguntas, Tres preguntas para el momento de silencio | e¢ pensado en tres sencillas preguntas. 1. ;Cémo inicio la oracién? ;Cémo inicio las accio- nes importantes de la vida? }Cé6mo me acerco a los encuentros significativos de la vida? ;Lo hago alo- cadamente, tirandome de cabeza, como si tuviese que subir a un tranvéa en marcha? ;O, en cambio, antes de la oracién, dedico un momento a reflexio- nar pata tomar conciencia de lo que voy a hacer? jPienso antes de decir una palabra? jMe paro un momento pata recogerme antes de tener un encuentro importante o de realizar un trabajo rele- vante? El temor de Dios es la educacién del respeto frente al misterio de Dios, de las cosas y de las per- sonas: nada es banalizado, nada realizado con prisa, de forma superficial o distraidamente. Y no debe- mos asombrarnos si, tomando todo de forma alo- 48 cada, y enfilando una accién tras otra, la oracién no nos alimenta, ni nos edifica la eucaristia ni los sacramentos, o si nos aburren y nos resultan inso- portables los encuentros con la gente. Una liturgia descuidada no resulta educativa y es claramente un signo de la falta de temor de Dios. La primera pregunta se refiere, por tanto, al comienzo de nuestra jornada. 2. Cuando tengo remordimientos, ;a qué se deben? iTal vez porque he sido incoherente o porque he hecho el ridiculo? ;O mas bien porque he frustrado las esperanzas que Dios ha puesto en mi? El tipo de remordimiento que experimentamos denuncia el tipo de amor que vivimos. El Espiritu nos mueve desde un temor de falta, servil e interesado, hacia un temor filial y humilde que da paz al coraz6n, con la certeza de ser perdonados por el Padre. 3. ;Cudl es mi sentido de la responsabilidad con los otros, sobre todo con los mds débiles? 7Y qué sentido de responsabilidad tengo con la naturaleza y el medio ambiente? Todas son imagenes de Dios que hay que respetar y, evidentemente, venerar, espe- cialmente la imagen de Dios en el pobre, en cl que sufre, en el anciano, en el marginado, en toda per- sona con dificultades. 49 Este era el gran don de la madre Teresa de Calcuta: la profunda reverencia hacia el pobre, el motibundo, el llagado; un signo del temor de Dios. {Cémo expreso, por tanto, no sdlo mi solidaridad ayudanda a los demas, sino también mi respeto por todos? Concluyendo, el tremor de Dios no es en abso- luto una cosa del pasado; es la garantia de una vida buena, es la prueba de una sociedad justa y fra- terna; es la custodia del futuro de un pueblo y de toda la humanidad; es el signo de la cercanfa al mistetio de Dios. 50 4. Consejo y ciencia Comensamos esta tarde con un texto del evangelio de Lucas. En nuestras meditaciones nos hemos’ centrado siempre en algunos episodios de Lueas en los que aparecen los dones del Espiritu Santo en la vida de Jess. Hemos contemplado en primer lugar la escena del bautismo de Jestis para percibir en él el don de la piedad (capitulo 3); pos- teriormente, hemos recordado el discurso maugural de Jestis en Nazaret para comprender el don de la sabiduria (capftulo 4); ayer por la tarde reflexiona- mos sobre las amenazas pronunciadas por Jestis en varios fragmentos de Lucas, para analizar el don del temor de Dios (capitulo 6.10.11.19). 1. El don de consejo en Jestis artimos ahora del capitulo 6 para tratar del don de consejo y, después, mas brevemente, del don de ciencia. “Otro sbado ented Jestis en la sinagoga y se puso a ensefiar. Habfa alli un hombre que tenia atrofiada la mano derecha. Los maestros de la ley y los fari- seos lo espiaban para ver si curaba en sdébado y tener 51 asi un motivo para acusarle. Jestis, que conocfa sus pensamientos, dijo al hombre de la mano atrofiada: ‘Levdntate y ponte ahf en medio’. El hombre se puso de pie. Jestis les dijo: ‘Os voy a hacer una pregunta: ;Qué esta permitido en sébado, hacer el bien o ef mal? ;Salvar una vida o destruirla?’. Y, miréndolos a todos, dijo al hombre: ‘Extiende tu mano’. El lo hizo y su mano queds restablecida” (Le 6,6-10) El problema central de este fragmento no es tanto el de la curacidn, expresado en una lfnea en el tiltimo versfculo; se trata mds bien del pro- blema de discernimuento, de un conflicto de inter- pretaciones. Por una parte, estén en la sinagoga el hombre enfermo y fests, que tiene el poder de curarle; por otra, esta la ley, que prohibe —-seguin cierta interpretaci@n- realizar cualquier actividad en el dia santo del sabado. Tan bueno es observar la ley como socorrer una necesidad humana; tan buena es la ley como la compasién por un enfermo. Siempre ha habido conflictos entre deberes, y especialmente en la actualidad. Tocamos aqui un asunto importante de la moral: la moral no con- siste simplemente en realizar lo bueno y evitar lo malo. Si fuese asi, todo seria realmente facil. Pero el problema es mucho més complejo, porque surge la pregunta: en esta circunstancia determinada, ¢qué 52 es lo auténticamente bueno y lo auténticamente malo? Y en particulat: entre dos bienes que entran en oposicién y se excluyen, jcudl debemos elegir? jC6mo actuar frente al mal menor cuando es pre- cisamente el tinico bien posible? ;Cémo discernir cual de las dos interpretaciones de una ley ¢s la mas verdadera? ;Cémo aclaratnos deatro de la comple- jidad de la vida, de la pluralidad de opiniones, del choque entre culturas y morales, de la confronta- cidén entre religiones? Se trata de todo aquello que suscita dudas, con- fusién mental, ansiedad, bloqueo de la accidn, mala conciencia, cobardia de rendirse a la opi- nién de moda. Pero Jestis supera el conflicto de forma resuelta y decidida, aunque sabe que su eleccién en favor del hombre que debe ser curado le costard cara y tendré que pagarla. El actua con espfritu de consejo y con espfritu de fortaleza, del que trataremos mafiana. Somos invitados a contemplar a Jestis saliendo airoso del conflicto de las interpretaciones, mo- viéndese tranquilamente entre los meandros de las opiniones contrapuestas, expresando con pocas pa- labras las razones para la decisién justa: “jQué esta permitido en s&bado, hacer el bien o ef mal?”. Jesis se dirige a lo esencial, a las grandes certe- 53 zas que la mezquina casufstica pierde de vista. Este es el don de consejo: saber orientarse en la compleji- dad moral de la vida, Tomas de Aquino escribe: “El don de consejo es una Hamada practica a que los motivos de la fe entren en la accién”. Y afiade: “El don de consejo se da a los hijos de Dios, pues es el Espiritu Santo el que instruye a la razén sobre las acciones que deben realizar”. Il. El don de consejo en el cristiano I don de consejo es, por tanto, sumamente ne- cesario para el cristiano; en particular, por dos razones. Hemos dicho mas arriba que las situaciones hu- manas son frecuentemente confusas, que el bien y el mal se encuentran mezclados, que cualquier tea- lidad puede comprenderse desde puntos de vista diferentes que conducen a diversas valoraciones. Esta es la raz6n por la que el cristiano necesita una soltura interior, la libertad de los hijos de Dios, que ayuda a percibir, con una especie de sentido estético, qué es lo que responde a la voluntad del Padre, al plan de Dios. Son muchas las ocasiones de busqueda de la vo- luntad de Dios que se presentan en la vida perso- 54 nal, en la vida de pareja, en la de la familia y en la de 1a comunidad. Y también en la vida publica y politica. jCémo conectar, por ejemplo, la defensa de la ley moral con una ley que sea al mismo tiempo fru- to del consenso de la mayorfa? j;Cémo hacer para que una ley no favorezca el mal y, al mismo tiempo, no elimine la libertad? Ciertamente, lo tienen difi- cil los legisladores en las cuestiones referentes al matrimonio, el divorcio, el aborto, las parejas homo- sexuales, la justa concepcién de la familia, la lucha contra la droga, el dilema entre Estado de bienestar y competencia econdémica, y tantos otros asuntos. Qué dificil es evaluar los “pros” y “contras” en las disposiciones que afectan al bien comin. Hay otra segunda razén que hace muy necesario el don de consejo. Con frecuencia, precisamente por su complejidad, nos hallamos en la incertidum- bre y la duda, en ocasiones realmente angustiados, cuando tratamos de tomar una decisién dificil. El don de consejo nos permite ver todo a la luz de la eternidad, bajo la voluntad de Dios como Padre bueno; de este modo, cesa la angustia y regre- san la paz al corazén y la claridad para la accién. En este sentido, eseribid Tomas de Aquino una frase cargada de significado: gracias al don de con- sejo en orden a la accién “sedatur anxietas dubitatio- 55 nis", es decir, la anstedad de la duda que retrasa indefinidamente algunas decisiones, queda tran- quilizada, calmada y suavizada. En ocasiones me he encontrado con estas dudas paralizantes, especialmente en chicos y chicas que afrontan fas decisiones importantes de la vida (elec- cién de carrera, de estado de vida, de la persona con quien compartir la existencia}. Naturalmente, ¢l don de consejo no es una_va- tita magica, pero ensefia un camino para encontrar fa luz y la paz, para asumir con valentia las decisio- nes auténticas, sin entretenerse durante meses o afios en esperas frustrantes. Cuando se aplazan las _ decisiones porque no se sabe qué hacer o se prefiere no pensar en ellas y se sigue adelante con la ilusién de que alguien nos las dir4, eso significa que se carece del don de consejo. Tal vez sepdis que en estos afios he acompatiado a mas de mil chicos y chicas en su btisqueda voca- cional, proponiéndoles un itinerario anual de dis- cernimiento para ayudarles a precisar su propia opcién. Les pedia, a lo largo del ato, algunos ejer- cicios ascéticos de oracién y reflexién, y dos reglas a tas que tenfan que atenerse: renunciar por un afio aha televisién y arrojar del corazén toda ansiedad y angustia por el futuro. Pues bien, todos, de comin acuerdo, encontraron facil la primera regla, pero 56 bastante dificil la segunda. Y asf es, porque arrojar del coraz6n la angustia provocada por las decisiones comprometidas es un don del Espiritu Santo, que debe ser pedido con confianza y perseverancia. En este momento, nos podemos preguntar: jexis- ten teglas, ayudas, para prepararse a recibir el don de consejo? La tradicién espiritual ha desarrollade las llama- das reglas del discernimiento de los espfritus, que aun son. actuales y pertinentes. Aunque no tengamos tiempo de desarrollarlas, deseo, por lo menos, apun- tar el principio fundamental, que es sencillo y casi inesperado: el primado de la alegria. El Espiritu San- to produce alegrfa. Es, por tanto, necesario apren- der a distinguir entre alegria y tristeza de corazén, a evaluar la diferencia entre el placer superficial y la alegria profunda, entre la alegria auténtica y su caricatura. Lo importante, sin embargo, es que, en todo caso, permanece ei principio de la alegria, porque la accién del Espiticu, que entra en nosotros con el don de consejo, nos conduce hacia la ale- gria, hacia la serenidad, hacia un entusiasmo sin- cero, hacia una accién valiente y limpida. Esta es la belleza del don de consejo: hace per- - sonas fuertes, tranquilas, seguras de sf mismas; por el contrario, la acciGn del espiritu del mal consiste en conducirnos a la tristeza, al repliegue sobre no- 57 sotros, a una confusién que bloquea la mente, a una ~>ansiedad que desgarra y nos impide decidirnos, ha- ciéndonos estar siempre en el mismo punto. IIL. El don de ciencia ~> TDI de ciencia es otro don relacionado con la vir- tud de la fe, exactamente como el don de con- sejo. Conjuntamente, nos ayudan a vivir la fe en las circunstancias dificiles de este mundo, a profesar la fe con libertad, alegria y soltura. Actuaimente, ciencia es un término venerado, y cuando se dice “el veredicto de la ciencia” en- tendemos con ello algo que es inapelable. El cientt- fico es un poco como el profeta de nuestros dias: pa- ra los problemas médicos, econdmicos, sociales, nos dirigimos a la ciencia como a una instancia casi sal- vifica. Pero el significado del término ciencia en la Sa- grada Escritura es diferente. El mismo término he- breo del texto de Isafas 11,12 del que hemas par- tido-, “Espiritu de conocimiento y de temor del Sefior”, se refiere, sobre todo, al conucimiento de Dios. El futuro Mesias conocetd al Sefior, como pi- de en tantas ocasiones la Biblia: “Reconoced que el Sefior es Dios” (Sal 100,3); “el conocimiento del 58 Sefior llenard el pafs como las aguas cubren el mar” (Is 11,9); “quiero amor, no sacrificios; conocimiento de Dios, ¥ no holocaustos” (Os 6,6). La ciencia como don del Espfritu es el conoci- miento de Dios y de todas las cosas creadas en su telacidn con Dios. Es, por consiguiente, en este sentido en el que hablamos del don espiritual de la ciencia, es decir, de la capacidad de referir a Dios todas las cosas del mundo, yendo més alld de las apariencias, compren- diendo el valor simbdlico, relarivo, de toda criatura con relacién a la existencia y el misterio de Dios, que ha creado todo. Este don de ciencia es extremadamente impor- tante. Quisiera a este respecto repetir las palabras que he usado en mi carta pastoral Tres telatos del Espiritu: gracias al don de ciencia nacieron los grandes sistemas teoldgicos de la historia de la fe, y el cristianismo es capaz de contribuir a la btisqueda del significado tiltimo y de las urgencias pentiltimas frente a las cuestiones y los desaffos culturales y éti- cos mas diversos. Este don de ciencia tiene, por consiguiente, un gran relieve cultural, ético y social. Gracias a la ciencia de la fe es posible aprehender los signos de los tiempos y los gérmenes evangélicos que estdn presentes por doquier, incluso en las situacio- nes aparentemente ms cerradas a la huz de la verdad 59 revelada. Gracias a la ciiencia es posible compren- ~ader las necesidades concretas de una determinada comunidad y disefiar para ella un adccuado proyecto pastoral. Pero no debemos pemsar que se trata de un don reservado a los estudioses y cientificos, aunque es ciertamente necesario piara ellos. Es un don_bautis- mal de todos tos fieles, y, a menudo, como ocurre con el resto de fos otros «dones, se encuentra en las personas mds humildess E{ ejemplo que tal vexz nos proveca con mayor fuerza es la figura del santto cura de Ars, pdtroco en este pueblecito, cerca de: Lyon, en el sigla pasado. No era ni muy culto ni ttrampoce muy inteligente, pero atraia hacia él a tod{a Francia y sabia explicar con extrema simplicidad| y profundidad los miste- tios de Dios; conacfa a foondo las necesidades de la gente y lefa en sus corazosnes. Cito una frase suya a propésito del don de ciemcia: “Un cristiano moviddo por el Espiritu Santo sabe distinguir. El ojo del rmundo no ve mas alld de la vida, asf como mi ojo : no ve mas alla de este muro cuando se cierra la pueerta de la Iglesia; pero el ojo del cristiano ve hasta eel fondo de lo eterno”. El don de sabiduria esttuvo presente de manera muy particular en la jovern Teresita del Nifto Jesis, 60 la santa carmelita, proclamada el 19 de octubre por el papa “doctora de la Iglesia”, es decir, “cientffica” de la ciencia de Dios, conocedora y maestra autén- tica de las cosas de Dios. En 1896, cuando ya habia entrado en Ja oscuridad de !a fe, en la “noche del espiritu”, escribia: “No crea que navego en Ja consolacién, jno! Mi consuelo no esté en La tierra. Sin mostrarse, sin ni siquiera escuchar su voz, Jesis me instruye en el interior: no por medio de libros, porque no entiends lo que leo, sino, en ocasiones, se trata de una palabra como ésta que he encontrado al final de la oracién (tras haber permanecido en el silen- cio y en la aridez) ¥ que viene a consolarme: ‘Mira el maestro que te doy; te ensefiaré todo cuanto debes hacer. Quiero hacerte leer en el libro de la vida, donde se contiene la ciencia del Amor”. Y exclama: “La ciencia del Amor, joh, si! La palabra tesvena dulce en mi alma; sdlo deseo esta ciencia. Por ella, incluso habiendo entregado todas mis riquezas, pienso, como la esposa del Cantar, que atm no he entregado nada” (Manuscrito autobiogrdfico B, a la hermana sor Maria del Sagrado Corazén, n® 241). Somos, por tanto, invitados a preguntarnos por Ja ciencia del amor y por el don de consejo. 61 Tres preguntas para el momento de silencio Sve ahora, como es habitual, tres preguntas. 1. He dicho que el don de consejo estd relaciona- do con el gozo interior, con la alegria. (Qué es lo que da una alegria profunda, espiritual, a mi vida? {Qué pienso cuando oigo hablar de la alegrfa del coraz6n? {Qué momentos, qué suefios, me vienen a la mente? Al responder a la pregunta, aprenderemos a conocemos y a saber si nuestra alegria procede del Espiritu Santo, que nos impulsa a hacer el bien, que infunde serenidad, certeza y solidez a nuestras acciones. 2. He subrayado la relacién entre el. don de consejo y la complejidad del mundo actual -La fortaleza de Jesiis es la victoria sobre el miedo a la muerte y a cualquier otro mal, porque es cons- ciente de estar en los brazos del Padre que nunca le abandona. 2. Este es el significado del don de 1a fuerza de Animo para los cristianos. La fortaleza es el don que nos da la capacidad de profesar la fe en medio de las contradicciones y de los peligros. El caso mas compro- metido de la fortaleza es el martirio, la superacién del temor a la muerte porque nos encontramos en las manos de Dios. San Ambrosio tenfa en gran estima a los marti- Tes; por esta razén se hizo sepultar aqut, al lado de los martires Gervasio y Protasio. El estimaba la for- taleza como un gran don, como patrimonio espiri- 71 tual de una antigua grandeza en cuyos lados querfa descansar. El don de fortaleza es el don que perfecciona la virtud de la esperanza llevandola hasta cl heroistno, al desprecio de la muerte, a la superacién del miedo a morit. Nunca rezaremos bastante pata lograr los dones de inteligencia y de fuerza de dnimo, que se nos entregan precisamente mediante la oracién. Escuchemos, en este sentido, unas palabras de Teresita del Nino Jestis, que escribid a ldpiz en los ultimos meses de su vida: “Dijo un sabio: ‘Dadme una palanca, un punto de apoyo, y levantaré el mundo entero’. Esto que Arquimedes no logré, porque su peticién no se dirigfa a Dios y estaba expresada sélo desde un punto de vista material, lo han conscguide plena- mente los santos. El Omnipotente les entregé como punto de apoyo a él misme y solamente a él; como palanca, la oracién que inflama con fuego de amor, y es asi como pudieron levantar el mundo; es asf como lo levantan les santos de la Iglesia militante y lo seguirdn levantando los futu- ros santas, hasta el fin del mundo” (Manuscrita autobiografico C, n° 338). Esta es la oracién por la que se adquiere inteli- gencia y fortaleza. Estas se adquieren gracias al Sefior, como nes ensefia san Pablo en la carta a los 72 Efesios: “Pedid que el Sefior os conforte con su fuerza poderosa” (6,10). Fsta es la fuerza que necesitamos especialmente para profesar nuestra fe en un ambiente hostil y en un mundo indiferente. Sabemos que la gran tenta- cién para un chico o una chica que se asoman a la vida es el miedo de comportarse de manera dife- rente a la del grupo, de ser objeto de burla de los compafieros, de no actuar como los demds. Esto explica los abandonos, las deserciones, las huidas del oratorio de tantos chicos. No tienen la valen- tfa, la fuerza de ir contracorriente. Todos tenemos necesidad del don de fortaleza, y por eso debemos pedirlo en oracidn para nosotros y para los demas. >La fuerza de Snimo es adem4s especialmente necesaria en las pruebas de la vida, los sufrimien- tos, las enfermedades, las separaciones, es decir, en todas aqucllas situaciones en las que nuestra debi- lidad parece insuperable. A este respecto, quisiera citar una frase de Cristina, la joven que murié de cAncer a los 26 afios, de la que ya os he hablado. Escribe en su Diario: “Jestis, no logro sostenerte en la cruz, porque ya no te siento, No obstante, toma mis miedos y mi malestar y salva a alguien, asi no sera inutil. Te lo ofrezco aunque en este momento ya no te sienta. 73 Sé que ti estds y, aunque ya no puedo aguantarla ms, trataré de encontrar fuerza”. Al escuchar estas palabras de Cristina, que son palabras de nuestro tiempo, podemos exclamar: ““Realmente, esta presente hoy en muchas personas el Espiritu Santo, con sus dones de inteligencia y fortaleza!” Tres reflexiones conclusivas Ez finalizando nuestros encuentros vesper- tinos. Os agradezco vuestra presencia en San Ambrosio y también la presencia de innumerables rostros y corazones unidos a nosotros mediante la television y la radio. He percibido, gracias a vo- sotros, el aliento vivificante del Espiritu de Dios. Quisiera concluir con tres reflexiones que me han surgido a lo largo de estos dfas. La primera es una objecién: hablamos tanto del Espiritu..., pero jdénde se encuentra? La segunda es una teflexidn sintética: gqué es lo que hace la s{ntesis entte los siete dones del Espiritu (y de muchos otros, porque “siete” es sinénimo de setecientos y de siete mil dones)? La tercera es una constatacién que presento en 74 ultimo lugar porque podria ser incluso el fruto de nuestros ejercicios. 1. La objecién. Cada tarde, al regresar a casa, después de mi charla, advertia que nacia y crecia en mf una dificultad que tal vez crecia también en vosotros: si realmente existen los dones del Espiritu, ;e6mo es posible que la accidn de los cristianos sea tan laxa, incierta e incoherente? ;Cémo hay tanta necesidad de pedir perdén por nuestras faltas histé- ricas —como lo ha hecho el papa-, si el Espiritu nos asistia? Nos hallamos en un punto nuclear de los ejerci- cios. Si, efectivamente, los hemos concluido, es con la conciencia sufriente de que muchos cristianos no tienen en cuenta al Espiritu Santo, no toman en serio sus mociones, sus sugerencias; no se entre- gan a sus dones ni lo reconocen en su vida. Este es el gran sufrimiento de la Iglesia: que el Espiritu Santo, tan rico en sus dones, sea el gran descenocide no tanto desde el punto de vista doc- trinal cuanto en la practica, Es tanta la gente —qui- zds también nosotros mismos— que sé mueve por su propia cuenta, que cuenta sdlo con sus fuerzas, que piensa tener todo en sus manos... Asi, los dones del Espiritu no pueden manifestarse y permanecen iner- tes, asfixiados. 75 Un primer fruto de nuestros encuentros vesper-* tinos que realmente os deseo a todos es que perci- bamos, que tomemos conciencia de que tenemos los do- nes del Espiritu; de que un cristianismo espiritual es un cristianismo que se deja mover no por razo- nes humanas 0 por conveniencias sociales y poli- ticas, sino por el Espfritu de Dios. Este es el sen- tido de toda mi carta pastoral Tres velatos del Espiritu; dejémonos mover por los dones, no espe- remos sentir la posesién de la fuerza, de la inteli- gencia o de la sabiduria; no nos bloqueemos pen- sando que no los tenemos. Pero tampoco nos arrojemos a la accién como si todo dependiese de nosotros mismos. Invoquemos ai Espiritu y proce- damos con la certeza de que El viene en ayuda de nuestra debilidad. Realmente, quisiera que naciese de estos ejerci- cios la conciencia de un cristianismo espiritual cuya fuerza motriz y fundamental fuera el Espiritu de Jestis resucitado. 2. La reflexi6n sintética: jexiste una visién sin- tética de los siete dones, una palabra que unifique a todos? Ciertamente. Todos son dones del Espiritu que nos hace hijos en el Hijo Jestis. La sintesis es, por tan- to, la paternidad divina, el ser hijos de Dios en Jestis, 76 en plenitud, alegria, creatividad y entusiasmo. Se trata, por consiguiente, de participar en la sabidu- ria, la inteligencia, el consejo, la fuerza de 4nimo, de temor de Dios, de ciencia y de piedad de Jests, tomando conciencia de que también somos noso- tros hijos, de que en Jests podemos dirigirnos a Dios como Padre. Sélo entonces podemos ver todo en relacién con El, con auténtica sabidurta; nos podemos mover asf con libertad, fortaleza ¢ inteli- gencia entre las realidades de este mundo, viendo en todas ellas un don del Padre y un camino hacia el Padre. De aqui proceden todas las riquezas de ciencia, de piedad y de temor de Dios concedidas a los hijos. La sintesis, por tanto, puede expresarse con la oracion del Padre nuestro. 3. La tercera reflexién, como Ultimo fruto de los cjercicios, es llegar a tener una idea grande, noble y excelente de la vida cristiana en la perspectiva del Espiritu. La vida bautismal, con las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad, y con los dones de sabidurta, inteligencia, fuerza de dnimo..., que acompafian estas actitudes fundamentales de la existencia, no es una vida mediocre, arrastrada, triste, a media luz; por el contrario, es una vida digna, rica, alegre, li- 77 bre, siempre nueva y Ilena de frescura, atenta a los demas, atenta a Dios sin olvidar a los otros. Y, efec- tivamente, se, trata de la Gnica propuesta de una vida rica y completa que el mundo contempordéneo puede ofrecer. Porque se trata de la misma vida de Jestis en nosotros, de la vida del Espiritu que engrandecié a san Ambrosio, que engrandecié el alma humilde y sencilla de Teresita del Nifio Jesus; es la vida en el Espiritu que nos llama a todos a la grandeza de dnimo y a la nobleza de la existencia. Es la vida que nos deseamos mutuamente, con la que quetemos servir a nuestra sociedad introdu- ciendo en ella la fuerza nueva del Espiritu para uti- lidad de todos. Es el suefio pastoral de Ambrosio, que atin es el suefio pastoral de nuestra Iglesia: qui- siéramos que esta fuerza, inteligencia, sabiduria, conocimiento, consejo, temor de Dios y piedad fueran comunicados d todos. Oremos intensamente para que el fuego del Egpfritu arda no sélo en nuestros corazones, sine que caliente e ilumine los corazones de toda nuestra sociedad. 78 Apéndice Decdlogo para un examen de conciencia comunitario —parroquias, asociaciones, grupos, movimien- tos— al siguiente examen de conciencia, para que se sometan, libre y generosamente, al juicio de la Pa- labra de Dios y se abran al aliento del Espiritu. Oo convocar a todas nuestras comunidades 1. Sé uma comunidad de fe alimentada por la fe de toda la Iglesia; vive en la adhesién incondicional del corazin y de la vida al Dios viviente, que nos ha hablade en Jesucristo, Cultiva la rectitud de intencio- nes; sé alegre en la afliccién, pronta en la misericordia hacia los alejados y los cercanes iEs tu fe la de la Iglesia catdlica? ;Vives inten- samente la adhesion al Dios viviente que la Iglesia te ha ayudado a encontrar? jEres una comunidad que escucha la Palabra con fe, que celebra la litur- gia divina y da testimonio del Evangelio del Sefior Jestis? {Como vives las bienaventuranzas de los 79 puros de coraz6n, de los que sufren, de los miseri- cordiosos? 2. Sométete ala Palabra de Dios en la oracin inte- tior y en la comunidn con tus pastores, para ser una comunidad rica en inteligencia espiritual, capaz de rea- lizar la sfhtesis en medio de la fragmenzacién y confu- sidn de nuestro tiempo. jCémo vives la inteligencia espiritual? {Estas dispuesta a someterte a la Palabra de Dios? ;Te dejas cuestionar por ella? Eres en tu interior una “escuela de oracidn” y de lectio divina? jTe adhieres sinceramente al magisterio de los pastores? ;Mides la intcligencia relacionada con tu carisma y tus maestros interiores, con el intelectoe de la fe caté- lica y con la guia a la inteligencia de las Esctituras ofrecida por el papa y los obispos? 3. Sé una comunidad deseosa de crecer en la cien- cia de ta fe, alimentada por maestros sdlidos, que sean voces de la sinfonta de la verdad que ilumina y salva, presente en la variedad y riqueza de [os testimonios dados en toda la comunidad catélica, en el tiempo y en el espacia, en el pasado y en el presente. Sé una comu- nidad que escriba y realice un plan. pastoral en fidelidad al Espirien. En todas nuestras comunidades es necesario abrirse al don del Espiritu Santo en comunidn con toda la Iglesia: zeres una comunidad que se ali- 80 menta de la ciencia de la fe? ¢Cuidas la formacién catequética y teolégica de todos tus miembros? ;Te prteocupas de escuchar a los maestros de teologia y de experiencia espiritual que el Espiritu suscita en la Iglesia y que ella te propone o recomienda? {Estas atenta a los proyectos pastorales? 4, Sé una comunidad décil al don de consejo, respetuosa con los caminos personales de maduracién espiritual y dispuesta a ayudar a cada uno a vivir en libertad sus propias opciones, bajo la accién del Consolador y con la ayuda de persomas sabias ¢ inte- riormente libres. Eres una comunidad que aprecia y promueve el don de consejo? ;Respetas y valoras los itineratios de madutacién personal de las conciencias incluso cuando pueden crear problemas al camino comu- nitario? ;Alientas a todos los miembros de la comunidad a la practica de la direccién espiritual, dirigida especialmente por personas que sean sufi- cientemente libres respecto a la tentacidén de abso- lutizar la perrenencia al grupo? {Eres consciente de que tu movimiento o grupo es “un camino”, uno de tantos dentro de la Iglesia? ;Y que este “camino” es realmente eclesial sdlo cuando reconoce que también otros “caminos” son, o pueden ser, voca- ciones de Dios y que sin ellos no est4 completo el plan salvifico en ta Iglesia de hoy? 8! 5. Sé una comuniddad viva de esperanza, capaz de testimoniar a todos y een todas ocasiones la grandeza de las promesas de Dioos, que nos libera de tada cércel de los males del presenute y del miedo a la muerte y nos hace mirar hacia adelannite con confianza, con desapego de los bienes terrenos 0) del dinero y con una seguridad superior a todo error, peersecucién o derrota. {Eres una comunidad! tica en esperanza? Ante tanctos males del presentte, jmantienes en alto la capacidad de mirar, siemppre y en todos los aspectas, el horizonte de lo que [Dios nos tiene preparado? iDas testimonio de la essperanza a cuantos llegan hasta ti? {Vives la alegrfat de quienes esperan en el Seftor? {Vives la bienaverntutanza de los pobres de esp(ritu, de los que tienent hambre de justicia, de los perseguides? 6. Sé una comunicdad que vive baja la mirada de Divs, deseando agraidarle en todo sélo a Ely, por tanto, vigilante y comprcometida en el temor de su santo nombre, libre de cdleuloss ¥ valoraciones exclusivamente mundanas. Qué lugar ocupa el termor de Dios en tus valora- ciones y en tus proyectos? {Eres una comunidad que se deja juzgar por el Sefior,, preocupada por agradarle en todas las cosas? ;Te evalldas con las exigencias del Evangelio y del seguimientto de Jestis o te dejas, en ocasiones, fascinat por el Exito mundana? 82 7. S€ una comunidad fuerte en la esperanza, perse- verante en el camino que Dios ha trazado para ti y que la Iglesia ha confirmado mediante sus pastores; libre y valiente en la fidelidad y el testimonio, aunque sec cos- toso; liberadora para los de dentro y para quienes se aproximen a ti, con el don de la plena libertad que pro- cede del Sefior. (Eres una comunidad fuerte en esperanza? {Eres constante en tus caminos, perseverafite en tu fideli- dad a la llamada de Dios? Eres digna de confianza? {Te mantienes fiel a los compromisos asumidos, aun- que te cueste y te exija fuertes sacrificios’ 8. Sé una comunidad viva ¥ activa en la caridad, abierta, capaz de gestos comcretas de reconciliacidn, aco- gedora y generosa.con todos los hermanos y hermanas de fe, aunque sean diferentes de ai, dispuesta a habilitar un espacio para el otro, quienquiera que sea y de donde venga, recibiéndole con respeta y amor y ofreciéndole con gratuidad el don que Dias te ha regalado. Perdona muagndnimamente con alegria, trabaja con todas tus fuerzas para la pacificacién de los covazones. {Eres una comunidad abierta? ;Eres acogedora y generosa? jRespetas la diversidad que existe cn la Iglesia no sdlo de palabra, sino con hechos y since- ramente? ;Eres abierta y acogedora con el que se acerca a ti desde fuerza y que esté en busqueda del rostro de Dios y desea encontrarse con Jesucristo? [Estas dispuesta no a servirte de la Iglesia, sino a ser- 83 virla, para que crezca el Reino de Dios, aunque ta tengas que desaparecer? ;Cual es tu mansedumbre ante la incomprensién y las ofensas? ;Cudl es tu ser- vicio a la comprensién y a la paz? 9. Sé una comunidad rica en piedad, enamorada de Dios y deseosa de responder a su amor con un amor humilde pero tierno, apasionado y dispuesto a acompa- tiar su dolor y su alegria en tade momento. Una comunidad de fe, esperanza y caridad se deja reconocer particularmente por su piedad. jEres una comunidad entregada a adorar y venerar a Dios en todas tus opciones? jAlimentas a tus miembros con esta ternura por Dios, que es el fruto de un gran amor recibido de lo alto y que debe ser dade con total gratuidad? {Das testimonio en este mundo de la urgencia de amar al Sefior sobre todas las cosas, con todo el corazén, con toda tu mente y con todo tu ser? 10. Sé una comunidad rica en sabiduria espivitual , capaz de medir y vivir todo bajo el primado de la cari- dad que procede de Dios y wos hace participar en la vida de Dios; mds que hacerte tu propio camino en este mundo, haz un camino bara Ely para su amor infinito. Eres una comunidad que vive la experiencia del amor y la sabidurfa de la cruz? jRealizas en todo el primado de la caridad? ;Te dejas amar por Dios para 84 ser acogedora y amorosamente generosa con cada uno de tus miembros? 85 Indice «LA PIEDAD. 0.0.0 cece cee eee eee 7 Motivos y objetivas de los ejercicios espirituales ............4- El tema de los ejercicios .. 6.2.6. eee 1. Meditacién fundamental . . . IL El don de la piedad....... II]. Un breve examen de conciencia..... 218 nr . LA SABIDURIA .........-5. I. La sabiduria de Jestis . IL La sabidurfa del cristiano IIT. La sabidurfa de la cruz... 20.0.2... Le IV. El don de la sabidurfa,................ 28 V. Laestulticia ... 2.0. -2. 62.0200 2008 --31 Tres preguntas para e! tiempo de silencio ... . 34 IIL. El don del temor de Dios. . Tres preguntas para cl tiempo de silencio .. . . 48 87 4. CONSEJO Y CIENCIA «0.2.0.6. 6 cee eee SL I. El don de consejo en Jestis ............. 51 IL El don de copscjo en el cristiano . 54 Il. Et don de ciencia........... . 58 Tres preguntas pare el tiempo de silencio... 62 5. INTELIGENCIA Y FORTALEZA 20. ..20.005 65 [. El don de la inteligencia en Jestis y en los cristianos.... 2.0... cee eae 66 U. El don de fortaleza en Jestis y en los cristianos........ Tres reflexiones conclusivas APENDICE 0.6.0.0 eee eee ee cece 79 Decdlogo para un examen de conciencia comunitario............... 79 88 Carlo Maria Martini nos habla en esta oca- sién sobre el Espiritu Santo y sus dones, una extraordinaria riqueza que procede del bautismo y de ja confirmacién y que puede estimularnos a jlevar una vida personal y comunitaria mds feliz y mas bella, El suefio de la Iglesia de hoy, como lo fue hace muchos siglos el de san Ambrosio, creador de la antropologia del Espiritu Santo, es que los dones de Este -fortaleza, inteligencia, sabiduria, conocimiento, consejo, temor de Dios y pie- dad- sean comunicados a todos; que su fuego arda en nuestros ccrazones y calience ¢ ilumine los corazones de nuestra sociedad. La lectura de las reflexiones de Martini, que nos habla de cémo el Espiritu Santo es el gran ‘desconocide para muchus cristianos no tanto desde el punto de vista doctrinal como en la prictica, se orientan precisamence a la consecu- cidn de ese suefio. Avncog ISBN 84-8169-461-4 9 "7aB4B 1 694el

También podría gustarte