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En enero Sofía se vino a vivir a mi casa. Sofía es mi hija, la única que tengo.
Ella es fruto de una relación que tuve hace muchos años con una limpiadora
Portuguesa que trabajaba conmigo. Lo cierto es que nunca he tenido mucha
relación con ella, debido a la negativa de su madre y, siendo sinceros, yo
tampoco me esforzado mucho por acercarme a ella. Cuando el año pasado la
madre de Sofía me dijo que la chica quería seguir sus estudios universitarios en
la capital y que no podía pagarse una vivienda y que debía ejercer de padre por
una vez en la vida y bla bla bla, no me quedó otra que ofrecerle mi casa, contra
todo pronóstico aceptó.
Me sorprendí al verla en la estación. La última vez que la había visto tenía diez,
doce o trece años o algo así, por aquel entonces era una niña fea, antipática y
delgada, ahora era toda una mujer con curvas y muy guapa, lo de antipática no
ha cambiado. Por suerte para ella en lo físico se parecía a su madre y no a mí. En
casa ocupó la única habitación vacía y desde el minuto uno le dejé claro que ella
se ocupaba de sus cosas, comida, ropa etc yo no iba a doblar un dedo para nada.
Las primeras semanas apenas nos veíamos, cuando yo llegaba ella estaba en la
universidad y cuando me iba ella dormía, todo era normal y fácil hasta
principios de febrero. Me levanté de madrugada para ir al baño y cuando pasé
delante de la habitación de Sofía oí unos balbuceos y sacudidas, como si
estuviese llorando, empujé la puerta que estaba entre abierta y me acerqué a la
cama donde descansaba de espaldas a donde yo estaba. No tardé en darme
cuenta que los balbuceos, los movimientos de las piernas y lloros eran producto
de un sueño. Me agaché para recoger la manta que había tirado al suelo con sus
patadas y cuando iba taparla mis ojos se posaron en el enorme culo y coño de
mi hija. Los tenía a unos pocos centímetros de mi cara y solo los tapaban un
pijama muy corto que se ceñía a ella y marcaba la raja perfectamente. Mis
manos temblaron y casi no pude resistir la tentación de pasar mis dedos por tan
dulce manjar. Sofía se movió y yo salí de su cuarto a toda prisa.
Al día siguiente no podía pensar en otra cosa. Era mi hija, sí, pero también era
una mujer que estaba buenísima y que yo tenía en casa. Lo primero que pensé es
que quería verla desnuda, así que comencé a darle vueltas a la cabeza de como
hacerlo. Al principio no prestaba la más mínima atención a lo que ella hacía
cuando estaba en casa la ignoraba más bien, ahora desde el sofá miraba con lupa
cada uno de sus movimientos esperando encontrar una oportunidad. Me fijé que
cada noche se metía en el baño durante un buen rato y entonces se me ocurrió,
tengo que grabarla con el móvil mientras se ducha. Aquella noche de madrugada
revisé el baño con calma, prestando atención a cada cosa que había en él.
Entonces reparé en un bote de cristal que estaba en una esquina, era un bote con
sales de baño que llevaban ahí dos décadas y que nadie usaba. Lo abrí y después
de comprobar que el teléfono cogía dentro sin problema lo puse a grabar y lo
escondí entre las sales para que no se viera. Hice varias pruebas, lo ponía me
movía yo por el baño y luego miraba como quedaba. Después de varias
correcciones encontré el sitio exacto y lo dejé todo preparado. Cuando se
acercaba la noche y era más o menos la hora que ella acostumbraba a ducharse
me adelanté al baño, coloqué todo según lo planeado y me volví al sofá. Sofía
no tardó en salir de su habitación y meterse en el baño, yo estaba muy nervioso
si ella llegaba a ver el teléfono grabándola se me iba a liar una buena. Pasó
media hora en la que creí que me daría un infarto y entonces salió Sofía como
cada día, con el pelo envuelto en una toalla, su pijama corto y descalza. Entré al
baño como alma que lleva el diablo, agarré el bote de cristal que casi se me
escurre de entre los dedos, saqué el teléfono paré la grabación y me fui a mi
cuarto. Mis manos seguían temblando mientras mi pecho se hinchaba de
felicidad al ver que si había grabado. Le di para adelante a toda prisa hasta que
apareció en la pantalla Sofía entrando al baño, se veía perfectamente y muy
cerca gracias a las pequeñas dimensiones del habitáculo. Mi hija cerró la puerta
y se paró delante del espejo. Se miró con calma el rostro, se pasó la mano por
sus gruesos labios que parecían operados, luego se recogió en un moño su
melena oscura y rizada para dar cuenta de un par de granos en la frente.
Aquellos inmensos ojos azules buscaron durante un buen rato imperfecciones en
su rostro tostado y perfecto. Entonces se giró hacia la cámara de mi teléfono,
como si posase para mí y se quitó la camiseta de tiras. Guauu! Dije demasiado
alto cuando aquellas preciosas tetas quedaron al descubierto. Eran enormes,
mucho más de lo que aparentaban debajo de la ropa, aun así estaban en su sitio
sin ceder un milímetro a la gravedad. Los pezones eran grandes y rosados con
una aureola de un tamaño considerable. Se me nubló la vista sin saber porqué,
hasta que me di cuenta que mis ojos estaban tan cerca del teléfono que me
impedían enfocar bien. Después de verse los pechos unos segundos en el espejo
y sobarlos mirándolos con calma, Sofía se dispuso a quitarse el vaquero que
llevaba puesto. De un tirón y con unos suaves movimientos de su culo el
pantalón tocó el suelo y el cuerpo desnudo de mi hija quedó ante mí. Paré la
grabación para deleitarme viendo con calma aquella escultural figura. ¡Y que
coño tenía la muy perra! Los labios eran gordos y oscuros, quedando
completamente expuestos en aquel coño completamente rasurado a no ser por
una fina linea de pelo que coronaba su preciosa raja. Apenas pude ver su culo
mientras entraba a la ducha, ya dentro no podía ver nada de nada, la mampara lo
impedía. Cuando salió de la ducha, cogió una toalla y comenzó a secarse el pelo.
Inclinó su cuerpo hacia adelante dando la espalda al teléfono que la grababa y
entonces si pude ver bien su perfecto y enorme culo. Incluso se veía una parte de
la raja desde atrás, se agachó un poco más cuando la toalla secaba sus piernas y
su culo se abrió ante mis ojos. Me imaginé mi polla abriéndose paso entre
aquellas dos enormes nalgas para perforar tan delicioso agujero, casi podía sentir
como mi polla se deslizaba en el calor de su interior mientras ella abría la boca
entre el dolor y el placer, dos movimientos de mi mano derecha sobre mi polla y
me corrí empapando las sábanas de leche.
Me hice cientos de pajas viendo a mi hija desnuda en aquel video las siguientes
semanas, y cada vez que lo veía pasaba por mi cabeza la idea de que quería más,
yo no me conformaba solo con verla, quería olerla, tocarla, sobarla y follarla
aunque no sabía como.
Fueron una tortura los días siguientes, yo intentaba acercarme un poco más a
Sofía, intentaba buscar un punto débil, pero ella seguía marcando las distancias
conmigo, sólo compartía lo estrictamente necesario.
Lucas me consiguió la droga sin problema, ahora yo tenía que buscar la forma
de que la tomase sin sospechar.
- ¿Solo?
Pusimos la tarta sobre la mesa y una botella del mejor vodka que encontré. Sofía
estaba más risueña que de costumbre, me supuse que hacía un esfuerzo para
hacer un poco agradable el momento. Soplé las velas y comimos cada uno un
trozo de tarta, estaba asquerosa: