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Sofía entra en mi vida y yo entro en su cuerpo...

“Sé que soy un sudoroso gordo, además de zarrapastroso, calvo, alcohólico y


mal oliente ser humano”. Cada año es lo mismo, en la revisión médica que nos
hace la empresa donde trabajo, el médico de turno me pregona lo cerca que
estoy de la muerte si sigo con mis hábitos de mierda. Yo no salgo de su consulta
sin antes prometer que seguiré bebiendo, fumando, comiendo como un cerdo y
follándome alguna puta asquerosa hasta que el señor me lleve ante su presencia.
Ahora más cerca de los sesenta que de los cincuenta ya no voy a cambiar.

Mi vida es una rutina constante; Me levanto a las cinco de la madrugada, me


tomo una cerveza bien fría y me voy a mi trabajo de mierda en una fábrica.
Después de ocho horas de tortura, me vuelvo a mi apartamento para pasar el
resto del día comiendo y bebiendo en el sofá mientras veo películas porno sin
parar. Más bien, esa era mi vida hasta que empezó este año.

En enero Sofía se vino a vivir a mi casa. Sofía es mi hija, la única que tengo.
Ella es fruto de una relación que tuve hace muchos años con una limpiadora
Portuguesa que trabajaba conmigo. Lo cierto es que nunca he tenido mucha
relación con ella, debido a la negativa de su madre y, siendo sinceros, yo
tampoco me esforzado mucho por acercarme a ella. Cuando el año pasado la
madre de Sofía me dijo que la chica quería seguir sus estudios universitarios en
la capital y que no podía pagarse una vivienda y que debía ejercer de padre por
una vez en la vida y bla bla bla, no me quedó otra que ofrecerle mi casa, contra
todo pronóstico aceptó.

Me sorprendí al verla en la estación. La última vez que la había visto tenía diez,
doce o trece años o algo así, por aquel entonces era una niña fea, antipática y
delgada, ahora era toda una mujer con curvas y muy guapa, lo de antipática no
ha cambiado. Por suerte para ella en lo físico se parecía a su madre y no a mí. En
casa ocupó la única habitación vacía y desde el minuto uno le dejé claro que ella
se ocupaba de sus cosas, comida, ropa etc yo no iba a doblar un dedo para nada.
Las primeras semanas apenas nos veíamos, cuando yo llegaba ella estaba en la
universidad y cuando me iba ella dormía, todo era normal y fácil hasta
principios de febrero. Me levanté de madrugada para ir al baño y cuando pasé
delante de la habitación de Sofía oí unos balbuceos y sacudidas, como si
estuviese llorando, empujé la puerta que estaba entre abierta y me acerqué a la
cama donde descansaba de espaldas a donde yo estaba. No tardé en darme
cuenta que los balbuceos, los movimientos de las piernas y lloros eran producto
de un sueño. Me agaché para recoger la manta que había tirado al suelo con sus
patadas y cuando iba taparla mis ojos se posaron en el enorme culo y coño de
mi hija. Los tenía a unos pocos centímetros de mi cara y solo los tapaban un
pijama muy corto que se ceñía a ella y marcaba la raja perfectamente. Mis
manos temblaron y casi no pude resistir la tentación de pasar mis dedos por tan
dulce manjar. Sofía se movió y yo salí de su cuarto a toda prisa.

Al día siguiente no podía pensar en otra cosa. Era mi hija, sí, pero también era
una mujer que estaba buenísima y que yo tenía en casa. Lo primero que pensé es
que quería verla desnuda, así que comencé a darle vueltas a la cabeza de como
hacerlo. Al principio no prestaba la más mínima atención a lo que ella hacía
cuando estaba en casa la ignoraba más bien, ahora desde el sofá miraba con lupa
cada uno de sus movimientos esperando encontrar una oportunidad. Me fijé que
cada noche se metía en el baño durante un buen rato y entonces se me ocurrió,
tengo que grabarla con el móvil mientras se ducha. Aquella noche de madrugada
revisé el baño con calma, prestando atención a cada cosa que había en él.
Entonces reparé en un bote de cristal que estaba en una esquina, era un bote con
sales de baño que llevaban ahí dos décadas y que nadie usaba. Lo abrí y después
de comprobar que el teléfono cogía dentro sin problema lo puse a grabar y lo
escondí entre las sales para que no se viera. Hice varias pruebas, lo ponía me
movía yo por el baño y luego miraba como quedaba. Después de varias
correcciones encontré el sitio exacto y lo dejé todo preparado. Cuando se
acercaba la noche y era más o menos la hora que ella acostumbraba a ducharse
me adelanté al baño, coloqué todo según lo planeado y me volví al sofá. Sofía
no tardó en salir de su habitación y meterse en el baño, yo estaba muy nervioso
si ella llegaba a ver el teléfono grabándola se me iba a liar una buena. Pasó
media hora en la que creí que me daría un infarto y entonces salió Sofía como
cada día, con el pelo envuelto en una toalla, su pijama corto y descalza. Entré al
baño como alma que lleva el diablo, agarré el bote de cristal que casi se me
escurre de entre los dedos, saqué el teléfono paré la grabación y me fui a mi
cuarto. Mis manos seguían temblando mientras mi pecho se hinchaba de
felicidad al ver que si había grabado. Le di para adelante a toda prisa hasta que
apareció en la pantalla Sofía entrando al baño, se veía perfectamente y muy
cerca gracias a las pequeñas dimensiones del habitáculo. Mi hija cerró la puerta
y se paró delante del espejo. Se miró con calma el rostro, se pasó la mano por
sus gruesos labios que parecían operados, luego se recogió en un moño su
melena oscura y rizada para dar cuenta de un par de granos en la frente.
Aquellos inmensos ojos azules buscaron durante un buen rato imperfecciones en
su rostro tostado y perfecto. Entonces se giró hacia la cámara de mi teléfono,
como si posase para mí y se quitó la camiseta de tiras. Guauu! Dije demasiado
alto cuando aquellas preciosas tetas quedaron al descubierto. Eran enormes,
mucho más de lo que aparentaban debajo de la ropa, aun así estaban en su sitio
sin ceder un milímetro a la gravedad. Los pezones eran grandes y rosados con
una aureola de un tamaño considerable. Se me nubló la vista sin saber porqué,
hasta que me di cuenta que mis ojos estaban tan cerca del teléfono que me
impedían enfocar bien. Después de verse los pechos unos segundos en el espejo
y sobarlos mirándolos con calma, Sofía se dispuso a quitarse el vaquero que
llevaba puesto. De un tirón y con unos suaves movimientos de su culo el
pantalón tocó el suelo y el cuerpo desnudo de mi hija quedó ante mí. Paré la
grabación para deleitarme viendo con calma aquella escultural figura. ¡Y que
coño tenía la muy perra! Los labios eran gordos y oscuros, quedando
completamente expuestos en aquel coño completamente rasurado a no ser por
una fina linea de pelo que coronaba su preciosa raja. Apenas pude ver su culo
mientras entraba a la ducha, ya dentro no podía ver nada de nada, la mampara lo
impedía. Cuando salió de la ducha, cogió una toalla y comenzó a secarse el pelo.
Inclinó su cuerpo hacia adelante dando la espalda al teléfono que la grababa y
entonces si pude ver bien su perfecto y enorme culo. Incluso se veía una parte de
la raja desde atrás, se agachó un poco más cuando la toalla secaba sus piernas y
su culo se abrió ante mis ojos. Me imaginé mi polla abriéndose paso entre
aquellas dos enormes nalgas para perforar tan delicioso agujero, casi podía sentir
como mi polla se deslizaba en el calor de su interior mientras ella abría la boca
entre el dolor y el placer, dos movimientos de mi mano derecha sobre mi polla y
me corrí empapando las sábanas de leche.

Me hice cientos de pajas viendo a mi hija desnuda en aquel video las siguientes
semanas, y cada vez que lo veía pasaba por mi cabeza la idea de que quería más,
yo no me conformaba solo con verla, quería olerla, tocarla, sobarla y follarla
aunque no sabía como.

Fueron una tortura los días siguientes, yo intentaba acercarme un poco más a
Sofía, intentaba buscar un punto débil, pero ella seguía marcando las distancias
conmigo, sólo compartía lo estrictamente necesario.

Entonces apareció Lucas. Un par de veces al año mandan a donde trabajo


algunos chicos jóvenes que hacen prácticas de lo que estudian. Lucas era uno de
esos jóvenes. Lo mandaron conmigo para enseñarle y nos llevamos bien desde el
minuto uno. Lucas no aparecía los lunes, los demás días llegaba dos horas tarde
y se iba antes, se sentaba a fumar, se iba a darle rollo a cualquier culito del
trabajo, pasaba de los jefes y de todo Dios, le sudaba la polla todo y todos. Por
eso me caía de puta madre.
Un martes recién llegado al trabajo comenzó a contarme como había sido su fin
de semana. “Nos fuimos a una casa rural con cuatro tías. Nos pusimos de
pastillas y alcohol hasta arriba para terminar follando sin parar tres días
seguidos” Me contó que tomaban algo llamado Extasis, que la mezclaban con
alcohol, “con vodka es lo mejor” me dijo, y los desinhibía completamente
además de aumentar por mil todas las sensaciones. Entonces se me ocurrió, y ¿si
le doy esa droga a Sofía?

Lucas me consiguió la droga sin problema, ahora yo tenía que buscar la forma
de que la tomase sin sospechar.

El veinte de marzo tendría mi oportunidad. Ese día es mi cumpleaños y si


consigo que tome la tarta conmigo y un poco de vodka la tengo en la mano. El
día antes dejé una tarta en el frigorífico y me cuidé de ponerla sobre sus batidos
así sé que la vería seguro:

- ¿Y esa tarta del frigorífico? - me dijo nada más verla.

- Mañana es mi cumple – le dije lo más compungido que pude – y siempre me


compro una tarta para celebrarlo – jamás lo había celebrado.

- ¿Solo?

- Sí – le dije mientras me encogía de hombros.

- ¡Que triste! - me dijo sin ningún tipo de expresión en el rostro.

- Pensé, que si podías y querías, podíamos comerla juntos. - Se quedó en


silencio unos segundos.

- Sí, por que no.


Y se fue. Primera parte del plan completada.

Pusimos la tarta sobre la mesa y una botella del mejor vodka que encontré. Sofía
estaba más risueña que de costumbre, me supuse que hacía un esfuerzo para
hacer un poco agradable el momento. Soplé las velas y comimos cada uno un
trozo de tarta, estaba asquerosa:

- ¿Un poco de vodka?- le pregunté mientras abría la botella y pensaba como


distraerla.

- No bebo – mejor pensé para mí.

- Uno solo, por mi cumple – le rogué.

Asintió con la cabeza mientras se levantaba de la mesa, es mi oportunidad


pensé. Vi como entraba a su habitación y aproveché para poner las Anfetaminas
en su vaso. Salió y me dio un regaló, un perfume que yo agradecí efusivamente.
Tomamos el vodka y yo comencé a sudar más de la cuenta, los nervios me
mataban. Otro poco más para ambos y comencé a notar como Sofía se reía más
de lo normal. Como me había dicho Lucas lo primero será “la subida de
temperatura” es el principio de la desinhibición, “energía sin límites” también
me dijo, de pronto se puso de pie y comenzó a bailar como si hubiese música,
cada vez se reía más y bailaba más, ahora vendría la “calidez emocional y el
placer desmedido“ que yo debía aprovechar. La droga estaba actuando.

Me puse enfrente de ella y comencé a imitar su baile, ella se comportaba como


si estuviese sola en el mundo, giraba, cantaba y se movía sin coordinación de un
lado a otro. La sujeté por la cintura y pegué mi cuerpo al suyo, ella rodeó mi
nuca con sus manos. Viendo que ella seguía pegada a mí, puse mis manos sobre
su culo y comencé a sobarlo. La apretaba fuerte contra mí mientra le sobaba el
culo, ella se reía, cantaba y se apretaba contra mí:

- Hace mucho calor – me dijo.


No había terminado la frase y ya se había quitado la camiseta, sus tetas quedaron
ante mis ojos. Las conocía muy bien de verlas en el móvil pero ante mí era
mucho más impresionantes la pantalla no les hacía justicia, mi polla se puso
dura al momento. Sofía estaba desinhibida y caliente como una perra, lo que la
convertía en fuego andante. Mis manos sobaron sus tetas un buen rato, cada vez
que le retorcía un pezón ella se mordía los labios con fuerza hasta dejarse marca.
Luego bajé mi rostro y fui pasando mi lengua por su cuello, su pecho hasta que
sus tetas quedaron dentro de mi boca, chupe sus pezones como un loco como si
esperase que soltasen leche en algún momento, por primera vez Sofía jadeó.
Besé su vientre mientras le bajaba poco apoco el pantalón corto que llevaba. Un
segundo y el olor a coño joven y caliente inundó mis fosas nasales. La empujé
hasta el sofá y la dejé caer mientras abría sus piernas para ver aquel precioso
coño en todo su esplendor. Deslizaba mi lengua de su culo a su clítoris, una vez
y otra y otra, absorbía sus jugos vaginales con mi boca y le chupaba el clítoris
con fuerza, así hasta que se corrió. Nunca había visto nada igual, se retorcía
como poseída mientra sus manos apretaban mi cabeza, el orgasmo duro casi un
minuto en los que Sofía soltaba toda clase de improperios por su boca a un
volumen ensordecedor. Bajé mis pantalones y dejé salir mi polla que estaba a
punto de explotar. Mi polla es un poco más gorda de lo normal por eso me costó
un poco meterla en la boca de Sofía, al principio no me la pudo chupar bien ya
que se reía y balbuceaba si parar, yo tenía claro que quería follar aquella boca de
labios gruesos, le sujeté la cabeza con mis manos y se la metí hasta que le dieron
arcadas, me estaba volviendo loco. Se la quité de la boca y acerqué mi rostro al
suyo, le besé los labios con delicadeza, ella respondió de la misma forma, luego
otro beso y otro y nuestros labios se juntaron para que nuestras lenguas se
enroscasen en un baile maravillosos que duró largos minutos. Yo ya no podía
aguantar más, Levanté sus piernas, una en cada mano, hasta que su coño quedó
completamente expuesto para mí. Le abrí las piernas lo que pude y los labios de
su coño se separaron un poco, mi polla se posicionó en la entrada de su vagina y
comenzó a entrar lentamente. Estaba tan mojada que a pesar del grueso de mi
polla entraba sin apenas dificultad, una embestida fuerte, otra y ya estaba toda
dentro. Sofía abrió la boca de forma casi sobrenatural mientras jadeaba con
fuerza. Dejé sus piernas sobre mis hombros y comencé a follarla, se la metía con
fuerza y la sacaba más despacio, mis huevos tropezaban en su culo una y otra
vez, se la estaba metiendo hasta la garganta. Sofía volvió a correrse, debí
tomarme yo la droga también pensé, al ver lo que estaba disfrutando mi hija,
pero yo quería disfrutarlo con todos los sentidos. Sentí que iba a correrme y no
podía hacerlo dentro, cuando mi polla comenzó a palpitar fuerte la saqué, dos
manotazos y un río de leche se estampó en el rostro de mi hija. La leche se
deslizaba por su cara, goteando en su pecho y entrando en su boca, ella la lamió
y sonrió.

La llevé en brazos hasta mi cama, mientras ella no paraba de tocarme y besarme.


Yo quería reponer fuerzas y seguir disfrutando de ella y de aquella velada pasase
lo que pasase. En la cama le limpié el rostro y volví a besarla, le comí las tetas y
se las apretujé con fuerza, mientras hacía eso comencé a pasar mis dedos por su
coño y con los líquidos que expulsaba su vagina súper dilatada le lubriqué el
culo hasta que pude meterle dos dedos sin mucho problema. Mi polla volvió a
ponerse dura cuando mis dedos consiguieron hacerla correr otra vez. Le di la
vuelta y disfruté con calma mientras veía el agujero de su culo que yo iba a
perforar en breve. La puse de espaldas y dejé caer mi cuerpo sobre el suyo, le
besé el rostro, la boca mientras mi polla se posicionaba en la entrada de su culo.
Esta vez me costaba más que entrase, yo empujaba pero su estrecho agujero se
negaba a ceder, empujé más y se resbalaba, tuve que ayudarme con la mano
hasta que la cabeza entró. Sofía chilló y se movió lo que pudo aunque el peso de
mi cuerpo le impedía hacerlo como ella quisiese. Empujé un poco más y mi
polla se fue deslizando hasta estar toda dentro, jamas había metido toda mi polla
en el culo de una mujer, se negaban cuando la veían y no querían ni pagando.
Ahora la tenía toda en el culo de mi hija y ella sonreía mientras abría la boca
jadeante. Solté un bufido como un toro con la siguiente embestida y con al
siguiente y así comencé a follar su culo duramente. Se la metía con tanta fuerza
que su cuerpo se aplastaba contra el colchón y rebotaba al separarme. Le di una
vez y otra y otra más, Sofía chillaba cada vez que mi polla se alojaba toda dentro
de su cuerpo, le di sin piedad hasta que sentí como la leche brotaba de mi polla
dentro de su culo. Ahora el que gritaba era yo mientras mi cuerpo convulsionaba
en espasmos de placer y le llenaba el culo de leche. Fue la mayor corrida de mi
vida. Aun le folle el coño otra vez más aquella noche y nos quedamos dormidos.
Al día siguiente tendría que lidiar con lo sucedido y con la reacción de Sofía.
Ella se acordaría de todo pues la droga solo era para desinhibirse y calentarse
cosa que había conseguido con creces, yo lo tenía claro, la culpa sería del vodka.

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