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MI REGRESO

Autor del poema: Karina Gálvez

Voy a revivir a mis muertos, Con mi regreso a mi tierra,


Pues yo no creo que es cierto Limpiaré las hojas secas
Que el muerto, muerto está. Que no los dejan descansar.

Haré gritar al silencio Con mi regreso a mi tierra


Que como todo ser necio Pondré flores donde hay hiedra
Pensó que lo que "no dijo", va. Y ya no se marchitarán.

Pintaré la tumba del abuelo, Mis muertos irán delante,


Se regocijará hasta el Cielo Serán los guías brillantes
Que hoy llegó la claridad. Que iluminarán mi andar.

Llevaré flores a mis padres, Ya no seré un inmigrante,


Con lirios les haré un parque Seré ahora un "regresante"
En donde puedan bailar. Al que no podrán frenar.
A UN RELOJ (VEINTIMILLA)

Autora del poema: Dolores Veintimilla de Galindo

Con tu acompasado son


Marcando vas inclemente
De mi pobre corazón
La violenta pulsación....
Dichosa quien no te siente!

Funesto, funesto bien


Haces reloj…La venida
Marcas del ser a la vida,
Y así impasible también
La hora de la partida.
AL GENERAL LAMAR

Autor del poema: José Joaquín de Olmedo

No fue tu gloria el combatir valiente,


ni el derrotar las huestes castellanas;
otros también con lanzas inhumanas
anegaron en sangre el continente.

Gloria fue tuya el levantar la frente


en el solio sin crimen, las peruanas
layes santificar, y en las lejanas
playas morir proscrito o inocente.

Surjan del sucio polvo héroes de un día,


y tiemble el mundo a sus feroces hechos:
pasará al fin su horrenda nombradía.

A la tuya los siglos son estrechos,


Lamar, porque el poder que te dio el cielo
sólo sirvió a la tierra de consuelo.
TU CABELLERA

Autor del poema: Humberto Fierro

Tu cabellera tiene más años que mi pena,


Pero sus ondas negras aún no han hecho espuma...!
Y tu mirada es buena para quitar la bruma
Y tú palabra es música que al corazón serena.

Tu mano fina y larga de Belkis, me enajena


Como un libro de versos de una elegancia suma.
La magia de tu nombre como una flor perfuma
Y tú brazo es un brazo de lira o de sirena.

Tienes una apacible blancura de camelia,


Ese color tan tuyo que me recuerda a Ofelia,
La princesa romántica en el poema inglés,

Y a tu corazón de oro... de la melancolía


La mano del bohemio permite, amiga mía,
Que arroje algunas flores humildes a tus pies.
LLAMÉ A TU CORAZÓN

Autor del poema: Medardo Ángel Silva

Llamé a tu corazón… y no me ha respondido…


pedí a drogas fatales sus mentiras piadosas…
en vano! contra ti nada puede el olvido:
he de seguir de esclavo a tus plantas gloriosas!

Invoqué en mi vigilia; la imagen de la Muerte


y del Werther germano, el recuerdo suicida…
y todo inútilmente! el temor de perderte
siempre ha podido más que mi horror a la vida!

Bien puedes sonreír y sentirte dichosa:


el águila a tus plantas se ha vuelto mariposa,
Dalila le ha cortado a Sansón los cabellos;

mi alma es un pedestal de tu cuerpo exquisito;


y las alas, que fueron para el vuelo infinito,
como alfombra de plumas están a tus pies bellos!
LA HIERBA

Autor del poema: Violeta Luna

Cuántas cosas que pude haberlas dicho


y no las dije.
Cuántas horas que pude disfrutarlas
y no fueron.
Cuántas letras que se quedaron sueltas
sin remedio.
Cuánta vida que pudo ser raíz
y es hoy astilla.

Por conservar las normas de algún juego,


por no poder salirme de las reglas
no pude ser gaviota
ni marinera espuma.
Y apenas me quedé como la hierba:
tenaz y humedecida.
MI JUVENTUD SE TORNA GRAVE

Autor del poema: Arturo Borja

Mi juventud se torna grave y serena como


un vespertino trozo de paisaje en el agua:
la ebullición sonora de aquel primer asomo
primaveral, deshízose lentamente en mi fragua…

Tu risa de oro, de cristal, de plata,


rememora un scherzo ya lejano…
en tu risa hay un eco de sonata,
de pizzicato de violín tzigano.

Jugueteando en el nido de tu boca,


tu fina carcajada es ritmo ufano
que me recuerda una fontana loca,
y el pizzicato de violín tzigano.

Límpidas, sonoras, cristalinas,


son cadencias del trío veneciano;
tienen reminiscencias argentinas
de pizzicato de violín tzigano.
DE AQUEL AMOR LEJANO

Autor del poema: Ernesto Noboa y Caamaño

Ibas sobre la nave como una


sentimental princesa desterrada
que lamentase, triste y olvidada,
la volubilidad de la fortuna.

Con nostalgia de amor en la mirada


y palores cromáticos de luna,
pasabas largas horas en alguna
divagación romántica y alada.

Y a la luz del crepúsculo en derrota,


evocabas quizá la primavera
de nuestro amor ¡tan dulce y tan remota!

Y tu recuerdo ¡oh pálida viajera!


Se perdió, con la última gaviota
que llegó sollozando a mi ribera...
EL BRONCE

Autor del poema: Gonzalo Escudero

Bronce, tú repercutes la divina palabra


en la Comedia intensa del intenso sentir.
En el recinto oscuro de la estrofa macabra,
tu timbre interpretó el áureo revivir!

Sea así. Y la gran puerta del lírico Arte se abra


para todo el que sienta el dolor de existir;
mientras en la penumbra el Artífice labra
tu ser con la alegría del fresco presentir.

Bronce, tu nombre trae la actitud escultórica


de una eterna teoría que pasa; y en la dórica
plenitud de la línea y el contorno y la forma,

tu cuerpo halla el perfume del loco Praxiteles,


y entre el sonido claro de los claros cinceles,
surge la cabellera de una plástica Norma.
EL OBJETO Y SU SOMBRA

Autor del poema: Jorge Carrera Andrade

Arquitectura fiel del mundo,


realidad, más cabal que el sueño.
La abstracción muere en un segundo:
sólo basta un fruncir del ceño.

Las cosas. O sea, la vida.


Todo el universo es presencia.
La sombra al objeto adherida
¿acaso transforma su esencia?

Limpiad el mundo -ésta es la clave-


de fantasmas del pensamiento.
Que el ojo apareje su nave
para un nuevo descubrimiento.
AL QUEBRARSE LA TARDE

Autor del poema: Francisco Granizo

Estabas en mi amor, casi dormida,


-blanco silencio tibio de palabras
al quebrarse la tarde quejumbrosa
en los pasmados círculos del agua.

Me brotaste del viento taciturno


de mis líricas flautas.
Me creciste en los ojos abismados,
y en la tierra más íntima del alma
se arraigaron -raíces cristalinas
tus leves manos pálidas...
Y me nació tu amor... Trémula, suave,
así entre sueños, diáfana,
te entreabriste de anhelos virginales
caída sobre el alma,
ingenua, lenta y triste
como magnolia casta.

Estabas en mi tarde indefinible


-blanco silencio tibio de palabras
y se copió tu imagen limpia, absorta
en el místico asombro de mis aguas.
CANCIÓN DE LA MANZANA

Autor del poema: Jorge Carrera Andrade

Cielo de tarde en miniatura:


amarillo, verde, encarnado,
con lucero de azúcar
y nubecillas de raso,

manzana de seno duro


con nieves lentas para el tacto,
ríos dulces para el gusto,
cielos finos para el olfato.

Signo del conocimiento.


Portadora de un mensaje alto:
La Ley de la gravitación
o la del sexo enamorado.

Un recuerdo del paraíso


es la manzana en nuestras manos.
Cielo minúsculo: en su torno
un ángel de olor está volando.
A MIS ENEMIGOS

Autor del poema: Dolores Veintimilla

¿Qué os hice yo, mujer desventurada No! no os burlèis de mí sino del cielo....
Que, en mi rostro, traidores, escupís Que, al hacerme tan triste e infeliz,
De la infame calumnia la ponzoña Me dió para endulzar mi desventura
Y así matáis a mi alma juvenil? De ardiente inspiración rayo gentil.

¿Qué sombra os puede hacer una Por qué, por qué queréis que yo sofoque
insensata
Lo que en mi pensamiento osa vivir?
Que arroja de los vientos al confín
Por qué matáis para la dicha mi alma?
Los lamentos de su alma atribulada
Por qué ¡cobardes a traición! me herís?
Y el llanto de sus ojos ¡ay de mí!

No dan respeto la mujer, la esposa,


Envidiáis, envidiáis que sus aromas
La madre amante a vuestra lengua vil....
Les dé a las brisas mansas el jazmín?
Me marcáis con el sello de la impura....
Envidiáis que los pàjaros entonen
Ay! nada! nada! respetáis en mí!
Sus himnos cuando el sol viene a lucir?
BAJO LA TARDE

Autor del poema: Arturo Borja

¡Oh! tarde dolorosa que con tu cielo de oro


finges las alegrías de un declinar de estío.
¡Tarde! Las hojas secas en su doliente coro
van llenando mi alma de un angustioso frío.

La risa de la fuente me parece ser lloro;


el aire perfumado tiene aliento de lirios;
añoranzas me llegan de unos viejos martirios
y a mi mente se asoman unos ojos que adoro...

Negros ojos que surgen como lagos de muerte


bajo la sombra trágica de un cabello obsidiano,
¿Por qué esa obstinación en dejar mi alma inerte,

turbando mis deliquios con su mirar lejano?


... Sigue fluyendo pena de la fuente sonora...
Ha llegado la noche... Pobre alma mía, ¡llora!
RETORNO

Autor del poema: Humberto Fierro

Llegó de lejano país


El compañero,
Que vimos partir del país
Un mes de enero.

Conversa afectuoso y está


Encanecido,
Al lado del piano, que está
Dado al olvido.

¿Por qué su sonrisa infeliz


Al sol que muere?
Nos calla que ha sido infeliz,
¿Ya no nos quiere...?

El viento deshoja el jardín


Hoy mustio y viejo,
Y él ve amarillear el jardín
En el espejo.
LA FORMA

Autor del poema: Gonzalo Escudero

Fruto agreste de vida que en una plenitud


florida nos anuncias el triunfo de la rara
ensoñación que vive con la eterna inquietud
del cincel armonioso en el rubio Carrara.

Exotismo triunfante, pleno de juventud,


que bebes en los nítidos cristales de la clara
fuente. Sonoridad que arranca del laúd
la neurótica voz que nos interrogara.

Forma tan curvilínea que, en olímpicos frisos,


triunfaste con el oro suntuoso de tus rizos
o diste al viejo ritmo, el talle de una plástica

mujer de líneas griegas, o como una serpiente


que retuerce su cuerpo salvaje eternamente,
surgiste en los contornos de su figura elástica.
ÉSE, SU GUAYAQUIL VIEJO

Autor del poema: Karina Gálvez

La niña de ojos tristes llevó su mirada al río,


Donde brillaba la luna con todo su poderío.
Las Peñas hacia la izquierda; ¿El Hemiciclo?...Derecha.
Las calles hacia su espalda y el Río Guayas frente a ella.

“Casa Antigua” era su casa, que dio paso al rascacielos,


Y aun flota de Aspiazu un alma, y de Gálvez, un bombero.
La niña de ojos tristes vio la luna sobre el río,
Mientras Guayaquil dormía para crecer con más brío.

Las lechuzas se paseaban por el Malecón de almendros,


Que olía a brea y a hierro de los muelles cacaoteros.
Y en el muelle las parejas juraban su amor sincero,
Aunque al domingo siguiente tuvieran un amor nuevo.

Los chorros de canalones de los baños de aguacero,


Cual canguil de misa de ocho, reventaban lastimeros.
La niña llevó en su mente, un día, cuando partió lejos,
La luna, el río y la gente de ése, su Guayaquil viejo.
LAS ALAS ROTAS

Autor del poema: Medardo Ángel Silva

En continuas orgías cuerpos y almas servimos


a los siete lobeznos de los siete pecados:
la vid de la Locura de sus negros racimos
exprimió en nuestras bocas los vinos condenados.

Pálidas majestades sombrías y ojerosas,


lánguidos oficiantes de pintadas mejillas
se vieron coronados de nuestras frescas rosas
y en la Misa del Mal doblamos las rodillas…

Y acabado el festín -al ensayar el vuelo


hacia el puro Ideal- como heridas gaviotas
las almas descendieron al putrefacto suelo,
asfixiadas de luz con las alas rotas!
HALLAZGO

Autor del poema: Antonio Preciado

Hoy saqué de la arena


un hueso que me ha pertenecido
porque tiene una señal de sangre idéntica a mí mismo,
y el horrible dolor que me he palpado
siempre en el mismo sitio.
Además, es del mismo metal
que en una uña de mamá he sorprendido.

Pues bien,
me haré una flauta,
compondré una canción a mi asesino,
y la saldré a tocar todas las lunas
a lo largo de todos los caminos.
PANTOMIMA

Autor del poema: Humberto Fierro

Los pobres tontos y Colombina


Que le afligieron el corazón,
Le ven trinando su mandolina
En el Trianón.

Pierrot, que tuvo la distinción


De que le arruine la poesía
Y que una tarde quedó a la luna,
Es hoy el príncipe de la Ilusión
Y va en el cano de la Fortuna
Con sus lacayos y su blasón.

Y así le miran los denigrantes


De su preciosa filosofía,
Con las camelias y los diamantes
De la Princesa Melancolía.

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