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Por lo general, cuando llegamos a casa después de un día de arduo trabajo, en lo último que
pensamos es en si existe algún tipo de contaminación que evite que pueda descansar en mi
propia casa.
De acuerdo con los griegos, la elección de un “buen sitio” para vivir es primordial, y se
refiere principalmente al conocimiento previo que debe tenerse, de las condiciones de
habitabilidad de un lugar.
En este sentido, dicho concepto se asocia a la capacidad que tiene una parcela, porción de
tierra, propiedad o inmueble, de propiciar el pleno desarrollo de las capacidades, físicas,
mentales, intelectuales, emocionales e incluso espirituales de una persona o grupo de
individuos.
Entre los aspectos que limitan el desarrollo de estas capacidades a nivel de las personas o
sus familias se encuentran:
• Los aspectos meteorológicos. El clima y su influencia sobre las formas de vida.
• El sol. Ya que la cantidad de sol que recibe la superficie terrestre también modifica
el nivel vibratorio de todo lo que toca.
Algunos otros aspectos importantes y no tan difundidos entre la mayoría de las personas
son el conjunto de radiaciones cósmicas provenientes de lo profundo del espacio, tales
como los radicales libres, los rayos “X”, los rayos gamma, entre otros.
Existe otro tipo de energía que afecta también el desarrollo de las capacidades antes
mencionadas, en este caso, las energías telúricas, producidas tanto por la presencia de fallas
en la corteza terrestre, oquedades en el subsuelo o por los movimientos de las placas
tectónicas.
De acuerdo con algunos especialistas (ver fuentes de interés), existen además redes
electromagnéticas que circundan cada rincón de la tierra y que determinan
geobiológicamente el comportamiento de los seres vivos sobre el planeta.
Ahora bien, hablar de un “buen sitio” para vivir, como se comentaba líneas arriba, puede
tener interpretaciones distintas, como cuando alguien se refiere al valor comercial de una
propiedad, la infraestructura y los servicios con que cuenta un vecindario, por mencionar
algunos.
Entonces, al evaluar cómo se siente una persona dentro de su propia casa, debe tener en
cuenta, inicialmente, si la casa es lo suficientemente fresca, iluminada o térmica durante
ciertas épocas del año, según el tipo de clima de cada localidad.
Posteriormente, habrá que tomar conciencia acerca de las sensaciones que se tienen dentro
de los espacios que habitamos; por lo que es muy importante consultar a algún especialista
en salud del hábitat para que nos ayude a identificar si existe alguna área o zona
geopatógena, que pudiera afectar no solo el descanso, sino afectar gravemente nuestra
integridad física.
Algunos de los síntomas más comunes que podemos llegar a sentir al estar en nuestros
hogares y que la mayoría de las personas no somos capaces de asociar con el lugar donde
vivimos son:
• Insomnio.
• Irritabilidad.
• Dolores de cabeza.
• Ansiedad.
• Apatía.
• Alergias.
• Cáncer.
• Leucemia.
• Diabetes.
Una manera de prevenir o corregir algunos de los aspectos tóxicos asociados al síndrome
de la casa enferma, son:
1. Consultar a un especialista en salud del hábitat para que junto con él puedan
tomarse las medidas necesarias que permitan la ubicación de los espacios más importantes
de la casa, como las recámaras, en las zonas cuya energía resulte la más benéfica para las
personas.
2. Utilizar materiales lo más naturales posibles tanto para la construcción de la casa
como para los muebles.