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HISTORIA, TEORÍA Y COMPOSICIÓN ARQUITECTÓNICAS I – CURSO 2023 / 2024

GRUPO 1. 07 – Prof.: Rafael Serrano Sáseta - TEXTOS

Sesión 2 (22 sept. 2023): LA ARQUITECTURA MODERNA Y LOS ORÍGENES DE LA ARQUITECTURA.

Fragmento de El lenguaje clásico de la arquitectura, de John Summerson (1963)

Marc-Antoine Laugier puede ser considerado el primer


filósofo de la arquitectura moderna. La hipótesis fundamental
de todos los teóricos era que la arquitectura tenía su origen
en las cabañas primitivas que construían los primeros
hombres. De la cabaña se pasó al templo y, perfeccionando
continuamente su fórmula, se llegó a la versión en madera
del templo dórico, versión que luego se copió en piedra.
Después fueron llegando los otros órdenes (el jónico, el
corintio y el compuesto). Esta era la teoría aceptada por
todos. Pero lo que nadie había hecho era reflexionar
concretamente sobre la cabaña primitiva y esto es lo que hizo
Laugier. La visualizó como estructura integrada por pies
derechos (pilares), vigas y una cubierta puntiaguda. Según
declaraba, ésta era la imagen última de la verdad
arquitectónica, «el modelo» (por utilizar sus propias palabras)
«sobre el que se han imaginado todas las magnificencias de
la arquitectura».
Es aquí donde queda mermada por primera vez la autoridad
de los órdenes, que son la base del código formal clásico
antiguo. Esa autoridad era ahora desplazada por la imagen
de un prototipo hipotético, funcional y racional. No es que
Laugier quisiera abolir los órdenes (y con ellos la arquitectura

La cabaña primitiva del Abate Marc-Antoine Laugier


antigua); al contrario, creía posible inventar más órdenes aún.
(Essai sur l’architecture, 1753) Pero pretendía que los arquitectos los utilizasen con el mismo
sentido de verdad constructiva que alentaba en los puntales y vigas de su cabaña primitiva. Coincidía con Cordemoy
en que debía desaparecer toda la «arquitectura en relieve», pero fue más lejos aún al propugnar también la
desaparición de los muros. Para Laugier, el edificio ideal estaba enteramente integrado por columnas, columnas
sustentadoras de vigas, sustentadoras a su vez de una cubierta.
A primera vista esto puede parecer ridículo, aunque a nosotros, a mediados del siglo XX, rodeados por los nuevos
edificios que consisten en columnas de hormigón armado sin otra cosa entre ellas que unas lunas de vidrio, no puede
parecernos ridículo sino, muy al contrario, grandiosamente profético. Pero lo cierto es que en 1753 a ningún
arquitecto se le hubiera ocurrido proponer esa locura de abolir los muros. Laugier, en cualquier caso, no era un
arquitecto; era un filósofo y lo que él manejaba eran abstracciones. Naturalmente, sabía que los muros no podían ser
y no serían abolidos, pero él estaba estableciendo un principio de belleza arquitectónica. Este principio tiene hoy la
misma validez lógica que hace doscientos años.
El abate Laugier, fue el hombre que puso ante el mundo la imagen de la cabaña primitiva como fuente última de toda
belleza arquitectónica. Esta imagen era bastante singular: consistía simplemente en cuatro troncos de árbol con unas
ramas colocadas de través como vigas y otras ramas como cabios, y por supuesto no había muros. Se trata de un
objeto teórico, un diagrama simbólico cuya finalidad era recordar que detrás de Roma, detrás de Grecia, había un
principio que era, por así decir, la esencia pura de la arquitectura.
HISTORIA, TEORÍA Y COMPOSICIÓN ARQUITECTÓNICAS I – CURSO 2023 / 2024
GRUPO 1. 07 – Prof.: Rafael Serrano Sáseta - TEXTOS

Las implicaciones de esta teoría, posiblemente escapasen al propio Laugier, ya que estas implicaciones no han
salido totalmente a la luz hasta mucho tiempo después. Si la cabaña primitiva era arquitectura «pura», ¿Quería decir
esto que suponía una solución cien por cien eficiente al problema concreto de cómo refugiarse? Evidentemente no,
ya que la cabaña de la imagen parece dar un cobijo muy precario. ¿Quería decir entonces que la arquitectura «pura»
se limitaba a las columnas, las vigas y los cabios? Esta parece haber sido la intención de Laugier y en este sentido
su cabaña primitiva no era más que una reducción a los términos más simples posibles de la forma del templo
clásico. Por otro lado, esta cabaña lleva consigo el germen de lo racional: la columna como simple poste cilíndrico; el
frontón como mero triángulo construido y la cornisa como mera viga apoyada entre postes. Es racional en la forma de
explicarse a sí misma como objeto construido. No oculta, sino que exhibe su sencillo ser estructural. Es más, esta
cabaña llevaba en sí el germen de una arquitectura desprovista de todas las expresiones plásticas y decorativas. El
ornamento ha sido completamente desterrado de la imagen de la cabaña original. Una vez pulidos un poco los
troncos de árbol, esa arquitectura sería exclusivamente una cuestión de sólida geometría, pero seguiría, por
supuesto, siendo arquitectura.
Esta arquitectura (racional, desornamentada y expresión de sólida geometría) vio la luz -o casi- a finales del siglo
XVIII. Tenía implicaciones bastante utópicas y una de sus manifestaciones más sorprendentes fue la ciudad ideal
concebida, proyectada y nunca realizada por el arquitecto francés Claude-Nicolas Ledoux, aunque fue publicada en
1805. Es una ciudad de ensueño para una sociedad de ensueño, y comprende algunos proyectos tan sorprendentes
en su finalidad como en su forma. Observemos su geometría: una disposición compleja pero armoniosa de masas
bellamente relacionadas con el paisaje. Inevitablemente, uno recuerda la definición de arquitectura que daba Le
Corbusier en 1921: «juego de volúmenes, dispuestos con maestría y soberbia exactitud bajo la luz».
La afición de Ledoux a ver los edificios como conjuntos de formas geométricas simples fue compartida por otros
arquitectos contemporáneos y algo posteriores, como por ejemplo el alemán Karl Friedrich Schinkel en su Altes
Museum de Berlín. Las formas son muy sencillas, pero enormemente efectivas. Consisten principalmente en una
masa rectangular, uno de cuyos lados es una pantalla transparente de columnas. Aparecen contra el fondo de un
muro interior, pero detrás de este muro, en el centro, se alza la forma cúbica de la sala central del museo. Estamos
realmente ante una combinación tridimensional muy sencilla pero muy vigorosa.

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