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Una sociedad, dos realidades y

peligrosas amenazas
20 de junio de 202212:15

Guillermo Oliveto
PARA LA NACION

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Una sociedad, dos realidades y peligrosas amenazas Redacción LA NACION


Mientras los perdedores de la pandemia, tal como se preveía, son los grandes
ganadores de la pospandemia, el resto del consumo parecería estar
empezando a encontrar un techo para su recuperación. Dicho ciclo
alcista se consolidó en múltiples sectores cuando en el segundo semestre de
2021 confluyeron la total apertura de todas las actividades con la potente
inyección de dinero fresco en la economía de la calle para que “la rueda volviera
a moverse”.
El Ministerio de Turismo informó oficialmente que el fin de semana
extralargo fue un éxito. Se movieron por el país 2,5 millones de turistas,
cifra que es un récord histórico para una “escapada” en esta fecha. Los niveles
de ocupación hotelera oscilaron entre el 70% y el 100% y solo Aerolíneas
Argentinas transportó más de 300.000 pasajeros. Con el antecedente del verano
y las nuevas evidencias, ya proyectan una gran temporada de vacaciones de
invierno. Es altamente probable que así sea.
El fenómeno de los recitales solo encuentra algún parangón en la
mejor época de los 90. No se trata solo de los 10 shows de Coldplay en River
(600.000 personas, otro récord histórico, igual que el de los viajes), sino de algo
sustancialmente más amplio. Va desde las cuatro presentaciones de El Duki en
Vélez (180.000 personas), las dos de Justin Bieber en el Estadio Único de La
Plata (110.000 fans) y los 30 Gran Rex de Abel Pintos (30.000 personas) hasta
los seis Movistar Arena de Ricardo Arjona, los cinco de Joan Manuel Serrat y
los dos de Andrés Calamaro, Fito Páez, Rosalía y Babasónicos. Un total de 19
shows en el nuevo estadio de calidad mundial que se inauguró el 1° de
noviembre de 2019, “a minutos” de que se cerrara todo por la cuarentena. En
pleno barrio de Villa Crespo, hoy goza de su “revancha”. Solo con estos shows
albergará a casi 270.000 personas.
La explicación va mucho más allá de lo económico. En 1985, Opus, una
de esas típicas bandas pop que brotaban por doquier, lanzó un hit de esos que
“pegan”. Comienza con aplausos y tiene una impronta de arenga. Era ideal en
aquellos años para abrir la pista de las discos y para levantar a la gente de las
mesas en los casamientos. Su título es una gran síntesis para explicar lo que está
ocurriendo. Se llamaba “En vivo es vida”.
Al mismo tiempo que vemos todo este movimiento, comenzamos a registrar
que algunas otras cosas comienzan a frenarse. De todas ellas, la más
relevante, el consumo masivo en el área metropolitana, donde
obviamente tiene un gran peso el conurbano bonaerense. Acorde a los
datos que acaba de publicar Scentia, las ventas en autoservicios y
supermercados del AMBA cayeron 5% en mayo comparándolas con el mismo
mes de 2021. Si analizamos esta dinámica en los pequeños
autoservicios de barrio, el contraste es aún mayor. Tuvieron una
caída del 10% en la ciudad y el Gran Buenos Aires, mientras que
crecieron fuerte en el resto del país: 8%. ¿Por qué?
La primera de las razones ya la vimos en otros ciclos de altos precios de
las commodities: con la soja cotizando en la zona de los 600 dólares, el trigo
alrededor de los 400 y el barril de petróleo por encima de los 100 dólares, en
buena parte del país, fuera de Buenos Aires, “hay plata”. El segundo
motivo es una de las consecuencias más gravitantes de la pandemia. El boom
del turismo interno podría dejar de ser un hecho pasajero y
transformarse en un fenómeno estructural. El viaje ya era un “lujo
accesible” que antes del trauma se había transformado en un poderoso objeto de
deseo. Después del trauma ya ni siquiera es eso, ahora para muchos se
volvió una necesidad que adquiere incluso una dimensión espiritual.
Lo lógico sería pensar que superada la instancia sanadora que adquirió el
turismo en la apertura, el sistema debería volver a calibrarse. Sin embargo, las
huellas psicológicas del encierro podrían durar años. Eso, sumado a la
presión de un estilo de vida contemporáneo caracterizado por la
hiperconectividad y la infoxicación, exige desenchufes continuos. En la
Argentina, un entorno definido por la sociedad como “un mar de incertidumbre”
le agrega un plus no menor. Para “aguantar, hay que irse”. La novedad es que el
nuevo modelo de trabajo híbrido ahora permite a cientos de miles de personas
inventarse un fin de semana largo cuando quieran. Siempre y cuando tengan
conexión, el lugar físico es lo de menos.
Planteadas así las cosas, se entiende bien por qué sube lo que sube, pero esta es
solo una cara de la moneda. Dadas las amenazas que se ciernen sobre la
economía argentina en el segundo semestre, hay que empezar a mirar con más
atención por qué se está frenando lo que se está frenando. Ya es vox populi el
temor, tanto de los economistas como de los empresarios y los políticos, a que
una escasez de dólares pudiera impactar en el nivel de actividad (más cepo,
menos importaciones) o en la inflación (dólar más caro, ¿devaluación?) o, lo que
es aún más preocupante, en ambas cosas, generando un entorno más complejo
que el actual donde la inflación interanual que publicó el Indec ya es del 60,7% y
se proyecta que supere el 70%.
Si además de los datos del consumo masivo revisamos los que publicó CAME
sobre los comercios minoristas en mayo, encontramos más evidencias de
un incipiente “enfriamiento”. Las ventas de ropa cayeron 9% y las de
muebles y decoración, 3%. En el mercado se habla de que, hasta ahora, “junio
viene un poco más difícil”. Habrá que esperar los datos.
Acabamos de concluir el pasado jueves nuestro nuevo relevamiento sobre el
humor social basado en 10 focus groups en el área metropolitana. Nos
encontramos allí, por un lado, con lo que venimos viendo desde hace varios
meses y que muestran también casi todas las encuestas de opinión pública. Al
indagar sobre lo público y lo colectivo, emerge una visión sobre el presente y el
futuro cercano del país que oscila entre la opacidad y la oscuridad. La
sociedad sigue envuelta por el pesimismo y la apatía de manera
transversal y mayoritaria.
En cambio, al pasar al orden de lo privado y la vida personal se termina de
construir la figura que nos permite ver un cuadro completo que luce esquivo y
borroso entre tantas contradicciones.
Tomando como analogía la idea de “un país, dos sistemas” que el presidente
Deng Xiaoping propuso en 1984 para reunificar China manteniendo las
particularidades de ciertos territorios como Hong Kong, en ese entonces colonia
británica, podríamos decir que en nuestro caso, bajo un territorio ya
unificado, conviven cada vez más una sociedad y dos realidades.
Esta configuración no es novedosa per sé. Lleva años y se consolidó con la crisis
2001/2002 y sus consecuencias. Es sabido, como se aprecia en la pirámide de
niveles sociales e ingresos, que en la Argentina conviven “varios países
en un país”. Pero cuando se quería hacer una gran segmentación, aun en la
década 2011-2019, cuando la economía no creció, era válido organizar la lectura
en dos grandes “mundos”: el de las clases medias hacia arriba y el de
las clases bajas. Cada uno agrupaba al 50% de los hogares del país.
Obviamente, hay diferencias muy relevantes hacia el interior de esos mundos.
No es lo mismo la clase alta que la media alta o la clase baja que no está en la
pobreza que quienes sí la integran.
La novedad ahora es que el impacto de la pandemia más la cuarentena, más un
nivel de inflación inédito en los últimos 30 años, ha elevado la vara de la
restricción, constituyendo una configuración diferente: 35% de las familias
por un lado, 65% por el otro. Ahora hay hogares de clase media baja que se
ven a sí mismos con niveles de restricción que los acercan en su vida cotidiana a
las limitaciones que se viven en las clases bajas. Si bien en un país que tiene un
PBI per cápita cercano a los 10.000 dólares oficiales y 5000 dólares blue, son
muy pocos los que pueden concretar todo aquello a lo que aspiran, son los
propios ciudadanos los que a la hora de explicar cómo viven indican que en
una de esas dos realidades todavía hay espacio para el deseo –
recitales, viajes, teatros, restaurantes–, mientras que en la otra,
aunque se puedan dar algún gusto de vez en cuando, lo que prima y
domina sus conductas es la lógica de la necesidad. Mientras en una de
esas dimensiones se logró recuperar algo de alegría en la vida personal, del otro
lado abunda la frustración.
Así se explican las contradicciones que muestra el consumo en la
actualidad y, sobre todo, cómo sería prudente analizar lo que podría ocurrir en
el futuro de corto plazo.

Guillermo Oliveto

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