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La tierra renovada

La promesa es segura—Por largo tiempo hemos aguardado el retorno de nuestro Salvador. Sin embargo, su
promesa es segura. Pronto estaremos en nuestro hogar prometido. Allí Jesús nos conducirá junto a la corriente
viva que fluye del trono de Dios, y nos explicará las oscuras providencias por las cuales nos condujo en esta
tierra a fin de perfeccionar nuestros caracteres. Allí contemplaremos, con clara visión, las hermosuras del Edén
restaurado. Arrojando a los pies de nuestro Redentor las coronas que él habrá puesto sobre nuestras cabezas, y
pulsando nuestras arpas de oro, llenaremos todo el cielo con alabanzas a Aquel que se sienta en el trono.—
Maranata: El Senor Viene, 309.

El último llamado—Dios ha pedido a este pueblo que dé al mundo el mensaje de la pronta venida de Cristo.
Hemos de dar a los hombres la última invitación a la fiesta del evangelio, la última invitación a la cena de bodas
del Cordero. En miles de lugares donde no se ha oído el llamamiento, éste ha de ser oído todavía. Muchos de los
que no han dado el mensaje lo han de proclamar todavía. Vuelvo a dirigirme a vosotros, jóvenes: ¿No os ha
llamado Dios a pregonar este mensaje? —

El lenguaje humano es incapaz de describir la recompensa de los justos. La conocerán sólo los que la vean. —
Maranata: El Señor Viene, 353.

Más glorioso de lo que podemos imaginar—El león, al que tanto tememos aquí, se acostará con el cordero,
todo en la tierra nueva será paz y armonía. Los árboles serán derechos y elevados, y no tendrán ninguna
deformidad. SVC 127.1

Los santos ceñirán coronas de gloria sobre sus cabezas y tendrán arpas de oro en las manos. Tañirán esas arpas
de oro, cantarán acerca del amor redentor y elevarán melodías a Dios. Olvidarán las pruebas y los sufrimientos
que tuvieron en este mundo, que desaparecerán en medio de las glorias de la tierra nueva. SVC 127.2

Todo lo que hay de bello en nuestro hogar terrenal tendría que hacernos pensar en el río de cristal y los verdes
prados, los árboles cimbreantes y las fuentes vivas, la ciudad resplandeciente y los cantores vestidos de blanco
de nuestro hogar celestial, mundo de hermosura que ningún artista puede representar en el lienzo, y que
ninguna lengua mortal puede describir. Represéntese vuestra imaginación la morada de los justos; y recordad
que será más gloriosa que cuanto pueda figurarse la más brillante imaginación. SVC 127.3

Los ángeles reciben al Rey y sus redimidos con un canto de triunfo—En aquel día los redimidos
resplandecerán en la gloria del Padre y del Hijo. Tocando sus arpas de oro, los ángeles darán la bienvenida al
Rey y a los trofeos de su victoria: los que fueron lavados y emblanquecidos en la sangre del Cordero. Se elevará
un canto de triunfo que llenará todo el cielo. Cristo habrá vencido. Entrará en los atrios celestiales acompañado
por sus redimidos, testimonios de que su misión de sufrimiento y sacrificio no fue en vano.—Joyas de los
Testimonios 3:432. SVC 170.1

Música celestial—El profeta percibe allí sonido de música y de canto, cual no ha sido oído por oído mortal
alguno ni concebido por mente humana alguna, a no ser en visiones de Dios. “Y los redimidos de Jehová
volverán, y vendrán a Sión con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas: y retendrán el gozo y alegría, y
huirá la tristeza y el gemido”. “Hallarse ha en ella alegría y gozo, alabanza y voz de cantar”. “Y habrá cantores con
músicos de flautas”. (V.M.) “Estos alzarán su voz, cantarán gozosos en la grandeza de Jehová” Isaías
35:10; 51:3; Salmos 87:7; Isaías 24:14.—La Historia de Profetas y Reyes, 539.

Cantemos aquí el canto del cielo—Jesús viene pronto, y nuestra posición debería caracterizarse por una actitud
de espera y de vigilia en anticipación a su llegada. No deberíamos permitir que nada se interponga entre Jesús y
nosotros. Aquí tenemos que aprender el cántico del cielo, para que cuando nuestra lucha haya concluido nos
podamos unir al himno de los ángeles celestiales en la ciudad de Dios. ¿Cuál es ese canto? Es la alabanza, el
honor y la gloria que se le rinden a Aquel que está sentado sobre el trono y al Cordero por los siglos de los siglos.

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