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En el ejercicio 3 de la Lección 7: Analice las actitudes de David según el

pasaje antes mencionado, y escriba qué podemos aprender de él. 1


Samuel 16. Les comparto el siguiente comentario bíblico acerca del
capitulo 16 para que amplíen su análisis.
1 Samuel 16:1-17:58

Entramos ahora a estudiar la vida de David, el «hombre según el


corazón de Dios». Así como Saúl es un cuadro de la vida carnal, David
es un cuadro de la vida espiritual del creyente que camina por fe en el
Señor. Es verdad que David pecó. Sin embargo, fue todo lo contrario a
Saúl, confesó sus pecados y procuró restaurar su comunión con Dios.
Vemos en estos capítulos tres escenas en la primera etapa de la vida de
David.
I. El hijo obediente (1Sa_16:1-13)
Qué declaración tan solemne: «¡He desechado a Saúl!» Todavía el
pueblo no sabía del rechazo y Saúl aún «guardaba las apariencias»
como rey de la tierra. Dios puede desechar a una persona y los hombres
aún la aceptan, pero a la larga el juicio de Dios cae. Tan peligroso era
Saúl que Samuel tuvo que inventarse un plan para escapar de su ira al
visitar Belén. Véase en 1Sa_22:17-19 un ejemplo de la ira de celos de
Saúl.
Cuando bajo la dirección de Dios Samuel llegó a la casa de Isaí para
invitarlos a la fiesta, ¡David no estaba allí! Estaba en el campo cuidando
las ovejas. No podemos sino quedar impresionados por la obediencia y
humildad de David. El «bebé de la familia» tenía muy poca
consideración, pero era fiel a su padre y al Señor. La vida de David
ilustra Mat_25:21 : empezó como siervo y llegó a ser gobernante; fue
fiel con unas pocas ovejas y heredó la nación entera; sabía cómo
trabajar, de modo que Dios le dio gozo. Compárese esto con el hijo
pródigo de Luc_15:1-32, que empezó como líder y acabó como
sirviente; empezó poseyendo muchas cosas y acabó pobre; empezó con
el placer y terminó como esclavo. Mat_25:21 bosqueja el método de
Dios para el éxito y lo vemos demostrado en la vida de David.
Samuel estaba a punto de cometer el error de evaluar a los hombres por
sus apariencias físicas (véase 1Sa_10:24) cuando Dios le recordó que el
corazón era lo más importante. Léase Pro_4:23. Cuando David apareció,
a quien buscaron en el campo, Dios le dijo a Samuel: «¡Este es!» David
era de buen parecer y rubio. Su parecer y su corazón rendido eran una
maravillosa combinación. Era el octavo hijo, y ocho es el número de un
nuevo comienzo. Su ungimiento con aceite le trajo una unción especial
del Espíritu de Dios y desde esa hora fue el hombre de Dios. No es
probable que David ni su familia comprendieron la importancia de la
unción aquel día. Sin duda Samuel lo explicaría a David en el momento
oportuno.
II. El siervo humilde (1Sa_16:14-23)
Qué contraste tan trágico: ¡El espíritu vino sobre David, pero se apartó
de Saúl! Dios le permitió a un espíritu malo que afligiera a Saúl y a
veces parecía un loco. Véanse 1Sa_18:10 y 1Sa_19:9. Su conducta
extraña llevó a sus criados a sugerirle que llamara a un músico hábil
para calmarlo. Qué triste es que los criados de Saúl trataron los
síntomas pero no las causas, porque la música jamás podría cambiar el
corazón lleno de pecado de Saúl. Es verdad que el rey tal vez «se sintió
mejor» después, pero sería una falsa paz. ¡Los criados deberían haber
orado que Saúl arreglara las cuentas con Dios!
David era precisamente el hombre que Saúl necesitaba, y uno de los
criados lo sugirió. Ya vemos el reconocimiento de las capacidades de
David, sin embargo este no se exaltaba a sí mismo: Dios lo hacía. Lea
cuidadosamente Pro_22:29 y también 1Pe_5:6. Demasiados jóvenes de
hoy tratan de alabarse y llegar a lugares prominentes sin demostrar
primero lo que valen en su casa en los asuntos pequeños. David llegó a
la corte y de inmediato se convirtió en un favorito. Por supuesto, si Saúl
hubiera sabido que Dios había escogido a David para que fuera rey,
pronto hubiera tratado de matar al muchacho. Cuando en efecto lo
descubrió, Saúl empezó a perseguir a David en los campos de Israel.
David no se quedó permanentemente en la corte; 1Sa_17:15 debería
leerse: «Pero David fue y regresó, dejando a Saúl, para alimentar las
ovejas de su padre». Iba al palacio cuando lo necesitaban, pero no
descuidó sus obligaciones en casa. ¡Qué humildad! Aquí tenemos a un
joven dotado, escogido para ser rey, ungido de Dios y, sin embargo,
¡todavía cuida las ovejas y trabaja como siervo! No es de extrañar que
Dios pudo usar a David.
III. El soldado victorioso (1Sa_17:1-58)
La historia de David y Goliat es familiar y lleva consigo muchas lecciones
prácticas para la vida cristiana. Todos enfrentamos gigantes de una
clase u otra, pero podemos vencerlos mediante el poder de Dios. Goliat
medía probablemente tres metros de estatura y su armadura pesaba
ciento cincuenta libras. Era «el filisteo» (1Sa_17:8), su gran campeón, y
era tan aterrador que llenó de pánico al ejército judío (v. 1Sa_17:11). Si
Saúl hubiera sido un líder piadoso, hubiera clamado Deu_20:1-20 y
conducido a su ejército a la victoria; pero cuando la gente está fuera de
la comunión con Dios, sólo pueden llevar a otros a la derrota.
David llegó con provisiones para sus hermanos e inmediatamente se
interesó en el desafío del gigante. Nótese que sus mismos hermanos lo
acusaron y trataron de desanimarlo: Satanás siempre tiene a alguien
que nos dice: «No se puede hacer». Hasta Saúl trató de disuadirlo: «No
podrás» (v. 1Sa_17:33). Pues bien, en sí mismo David no podía, pero
en el poder del Señor vencería a cualquier enemigo. (Véanse Flp_4:13;
Efe_3:20-21.) Saúl trató de darle a David alguna armadura, pero puesto
que nunca la había usado, David la rehusó. ¡Imagínese a Saúl diciéndole
a alguien cómo obtener la victoria! David había probado el poder de
Dios en privado en los campos cuidando sus ovejas; y ahora
demostraría este poder públicamente para la gloria de Dios. Nótese
cómo en todo este episodio David le da la gloria a Dios.
La lección práctica aquí es que Dios da la victoria en respuesta a nuestra
fe. Dios había probado a David a solas con un león y un oso; ahora iba a
probarlo ante todos con un gigante. Si somos fieles en las batallas
privadas, Dios nos hará salir adelante en las pruebas públicas.
Demasiado a menudo el pueblo de Dios desmaya ante la más pequeña
prueba que se cruza en su camino, sin darse cuenta de que las «pruebas
pequeñas» no son sino preparación para las batallas mayores que de
seguro vendrán (Jer_12:5). David usó armas sencillas, humildes: una
honda y cinco piedras (véanse 1Co_1:27-28 y 2Co_10:3-5). David sabía
cómo se le dio la victoria a Gedeón con armas débiles y sabía que el
Dios de Gedeón no estaba muerto. Ni las críticas de sus hermanos, ni la
incredulidad de Saúl, evitaron que David confiara en Dios para la
victoria. La piedra dio en el banco; ¡el gigante cayó y David usó la
espada del gigante para cortarle la cabeza! Esta victoria abrió el camino
para que Israel atacara a los filisteos y saqueara el campamento. «Y
esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe» (1Jn_5:4). Somos
«más que vencedores».
Hay una lección típica aquí, porque David es un cuadro de Jesucristo. El
nombre David significa «amado» y Cristo es el Hijo amado de Dios.
Ambos nacieron en Belén. A ambos los rechazaron sus hermanos. (Por
supuesto, cuando David llegó a ser rey, sus hermanos le recibieron, así
como los judíos recibirán a Cristo cuando vuelva para reinar.) David fue
rey ungido años antes de que se le permitiera reinar, así como Cristo es
Rey ahora pero no reinará en la tierra sino cuando Satanás sea
expulsado. El rey Saúl tipifica a Satanás en la edad presente; porque
Saúl fue rechazado y derrotado, y sin embargo se le permitió reinar
hasta que David llegó al trono. A Satanás se le ha permitido perseguir al
pueblo de Dios, pero un día será derrotado.
Así como David fue enviado por su padre al campo de batalla, Cristo fue
enviado por el Padre a este mundo. Goliat ilustra a Satanás en su
orgullo y poder. Lea cuidadosamente Luc_11:14-32. Satanás es el
hombre fuerte guardando sus bienes (la gente bajo su control) y Cristo
es el Hombre Más Fuerte que le vence. Cristo invadió el reino de
Satanás, venció su poder, le quitó su armadura y ahora está dividiendo
los despojos al salvar a los perdidos y hacerlos hijos de Dios. Esto es lo
que David hizo aquel día: venció al hombre fuerte y permitió a Israel
dividirse el botín (vv. 1Sa_17:52-54). Los cristianos no luchamos sólo
por la victoria; luchamos desde la victoria, la victoria ganada en la cruz
(Col_2:15). «Confiad», dijo Jesús, «yo he vencido al mundo»
(Jua_16:33).
No es claro por qué Saúl no reconoció a David, su propio escudero. Es probable que vio a David
cuando estaba bajo la influencia del espíritu malo. Otro factor es que David no sería sino uno de
sus varios siervos en la corte y no sería nada extraño que Saúl los confundiera. Puesto que Saúl le
prometió su hija al vencedor, sin duda hubiera preguntado respecto a la familia del muchacho

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