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Periodo Intertestamentario
Periodo Intertestamentario
Desde el punto de vista socio-político, éste período estuvo dominado por el poder
de los persas, los griegos y los romanos.
Las fuentes históricas que arrojan luz sobre este período incluyen libros que
formaron parte del canon hebreo de la versión griega (LXX), tales como: 1 y 2
Macabeos, Eclesiástico, y Sabiduría de Salomón. A estos, se añaden los escritos de
los historiadores: Heródoto, Josefo, Polibio, Diodoro, Tácito y Suetonio; y, además,
los libros pseudoepigráficos, como 1 Enoc, Jubileos y el Testamento de los Doce
Patriarcas.
EL PERIODO INTERTESTAMENTARIO:
Al levantarse el telón del Nuevo Testamento nos encontramos con un ambiente muy
diferente al del Antiguo Testamento. Habían transcurrido más de 400 años entre los
dos testamentos. Este tiempo es conocido como el período intertestamentario.
Cuatrocientos años de historia, con todas las implicaciones que esto significa,
formaron el mundo y ambiente en los que vino a nacer el Señor Jesús. Muchas de
las acciones y palabras del Jesús histórico pueden ser interpretadas solamente si
se entiende lo que sucedió en esos años.
Es muy posible que nuestro Dios, en su sabiduría, haya dejado como única
solución para conocer esta historia y sus cambios, apelar a fuentes informativas
fuera de su revelación escrita. En esas fuentes, muchas de ellas escritas
desapasionadamente, encontramos cómo el Creador dirige la historia hacia su
culminación.
TRASFONDO HISTORICO
Desde el año 606 a. de J.C. Palestina estaba bajo el dominio de los babilonios,
quienes exiliaron a los habitantes. Mientras tanto, los persas, fortaleciéndose
gradualmente, llegaron a vencer a los medos, quienes se unieron a ellos para
formar el imperio medopersa bajo el gobierno de Darío.
En el año 539 a. de J.C. Darío venció y dio muerte a Belsasar, rey de Babilonia, y el
pueblo judío pasó de la cautividad de Babilonia a una más benigna del imperio
persa (ver Dan. 5).
El dominio de los persas todavía duró cien años más. Durante este tiempo
regresaron a Palestina todos los desterrados que quisieron; muchos
permanecieron fuera de su patria y quedaron en el lugar de su exilio o se
dispersaron por todas partes.
Al terminar el exilio los judíos habían adquirido tres características: Todos eran
llamados judíos, el término que anteriormente se reservaba para los habitantes de
Judea. La diferencia del reino del norte y del reino del sur dejó de existir. Todos
eran judíos.
Los judíos regresaron aborreciendo la idolatría. Este pecado, que había plagado la
nación por tantos siglos, ahora había quedado atrás; el pueblo adoraba al único
Dios, Jehovah.
Bajo los ptolomeos los judíos recibían un trato benévolo; pero bajo los seléucidas,
todo lo opuesto. El colmo llegó con Antíoco Epífanes. En su afán por dominar por
completo a los judíos, Epífanes mató judíos por millares. Para acabar con su unidad
decidió acabar con su religión, procediendo a prohibir la adoración a Jehovah, la
oración y la lectura de las Escrituras. Las copias de éstas que se encontraban eran
quemadas.
La persecución llegó a tal extremo que Epífanes sacrificó un cerdo en el altar del
templo y esparció la sangre por todo el edificio, profanando así el lugar santo de los
judíos. Después mandó construir en el templo un altar a Zeus. Esta era la
abominación profetizada por Daniel (11:31). El odio que se despertó en los judíos
avivó los pensamientos de insurrección que por mucho tiempo había albergado el
pueblo. Pronto habría de iniciarse una guerra de liberación.
El período macabeo (de 167 a 63 a. de J.C.)
“Quien tenga celo por la ley y mantiene el pacto, que me siga”, y escapó con sus
cinco hijos a las montañas. Con todos los que les siguieron se formó pronto un
grupo organizado de resistencia. El lema en la bandera de los rebeldes era Exodo
15:11: “¿Quién como tú, oh Jehovah, entre los dioses?”, que en hebreo es Mi
Camoca Baalim Jehovah. De las iniciales de este texto (MCBI) se formó el nombre
Macabi, de allí que los hijos de esta familia, dirigentes de la resistencia, fueran
conocidos como Macabeos.
Siendo que Matatías ya era muy anciano, escogió a su hijo Judas como dirigente
del movimiento de liberación. Matatías murió en 166 a. de J.C. Por su ferocidad en
la batalla, Judas recibió el apodo de “el martillo”. Los hombres de Judas lograron
vencer a los ejércitos de Epífanes batalla tras batalla. Al fin los Macabeos lograron
llegar a Jerusalén y apoderarse de la ciudad. Allí destruyeron todos los altares
paganos, limpiaron la ciudad y el templo, y reconstruyeron el altar a Jehovah. En el
año 165 a. de J.C. el templo fue rededicado a la adoración a Jehovah. Desde
entonces los judíos celebran la Fiesta de la Dedicación o Hanuk kah el día 25 de
Quislev (nov.-dic.).
Judas Macabeo murió en batalla el año 161 a. de J.C. Aunque fue él quien ganó la
libertad religiosa para los judíos, fue su hermano Simón quien logró la libertad
política de su pueblo. Judas asumió tanto la autoridad sacerdotal como el gobierno
civil, empezando así la sucesión Asmonea de sacedotes-gobernadores que
dirigieron por 100 años una Judea independiente que prosperó.
Lamentablemente, en el año 69 a. de J.C. el país cayó en una guerra civil cuando los
hermanos Juan Hircano y Aristóbulo lucharon entre sí por el gobierno. Aristóbulo
buscó la ayuda de Antípater, rey idumeo o edomita que se había apoderado del
trono de su país por la fuerza. En medio de la lucha civil judía apareció el poder de
Roma, la conquistadora.
El período romano (de 62 a. de J.C. a 70 d. de J.C.)
Así llegó a su fin la independencia judía. Sin embargo, bajo los romanos los judíos
gozaban de bastante libertad. En el año 49 a. de J.C. se declaró la guerra civil entre
los generales romanos Pompeyo y César. Hircano y Antípater apoyaron a Pompeyo,
pero César venció a Pompeyo, y Antípater desertó y huyó a Roma para ofrecer su
amistad a César. El triunfador César nombró a Antípater procurador de Palestina, e
Hircano quedó solamente como sumo sacerdote. Antípater fue envenenado
después de haber servido solamente un año, y su hijo Herodes el Grande asumió el
reinado. Este fue el Herodes que reinaba al nacer Jesús.
Herodes el Grande fue un hombre terrible que no vacilaba en asesinar para obtener
sus fines. Mató a su esposa y a muchos otros miembros de su familia en su afán de
mantenerse en el poder. El suyo fue un reinado de terror; pero para congraciarse
con los judíos que lo odiaban porque no era judío, reconstruyó el templo, que había
sido destruido por el descuido y por las guerras.
En Gálatas 4:4 el apóstol Pablo dice: Pero cuando vino la plenitud del tiempo, Dios
envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley … Por muchas razones el
período romano llegó a ser este cumplimiento o plenitud del tiempo para la llegada
de Jesús al mundo. Vale la pena mencionar aquí algunas de las cosas que hicieron
que ese período de la historia fuera propicio para la venida del Mesías.
El sistema romano creó grandes centros urbanos. Las ciudades del imperio
congregaban a la gente en lugares estratégicos y accesibles a la predicación de la
Palabra de Dios. En las ciudades se juntaban personas de toda clase social y de
todas partes del imperio. Las ciudades llegaron a ser los cruces de caminos donde
el evangelio podría tocar a los hombres, desde los más ricos hasta los esclavos
más pobres.
Tal vez una de las contribuciones mayores que el período intertestamentario aportó
a la extensión del evangelio fue el desarrollo de un idioma universal. En la siguiente
sección veremos algo del trasfondo literario del período intertestamentario.
TRASFONDO LITERARIO
Así como la historia iba preparándose para la llegada de Jesús, también lo hacía la
expresión humana. Desde la torre de Babel ha habido una plétora de idiomas, pero
en la sabiduría de Dios hubo algunos que llegaron a ser idóneos para la producción
de las escrituras. Dios también usó varias maneras para asegurar que fueran
escogidos los libros idóneos para formar parte de lo que hoy conocemos como la
Biblia.
El idioma: El idioma de Abraham, de Isaac y de Jacob era el hebreo, que llegó a
ser el idioma del AT. Durante el período intertestamentario el hebreo puro ya había
caído en desuso entre el pueblo judío de Palestina. El hebreo era conocido porque
era el idioma de los libros sagrados; sin embargo, el idioma hablado era el arameo,
o un dialecto del mismo, que habían aprendido en más de 200 años de cautividad
bajo los persas. Jesús hablaba el arameo, probablemente en el dialecto de Galilea
(ver Mar. 5:41; 15:34; Mat. 27:46).
El griego Koiné era ideal para los escritores del NT. Como era la lengua de la gente
común, todos podían entenderlo sin problemas. Además, era un idioma muy flexible
y expresivo, que permitía a los escritores bíblicos poner las ideas más abstractas
en términos inteligibles. El griego Koiné no era solamente la lengua universal del
imperio romano, sino también era uno de los idiomas más expresivos que el mundo
haya conocido. Sus posibilidades idiomáticas y gramaticales hicieron que el Koiné
fuera muy útil para que los escritores del NT lo usaran muy eficazmente para
expresar toda la profundidad del mensaje divino en la forma más clara.
Según la tradición judía, el año 250 a. de J.C., en Alejandría, Egipto, setenta y dos
eruditos judíos (seis de cada una de las tribus), a instancias de Ptolomeo Filadelfo,
hicieron una traducción al griego del AT, en un período de setenta días. La tradición
añade que cada traductor trabajó en un cuarto separado en todo el AT, y que al
terminar todos al cabo de los setenta días compararon sus traducciones y
encontraron que eran exactamente iguales.
La literatura apocalíptica:
Los judíos y los cristianos primitivos usaban la forma literaria apocalíptica para que
su mensaje fuera obscuro para los enemigos de su fe que procuraban
perjudicarlos, pues en esos escritos se predecía la caída de ellos. Tal vez por su
larga historia de esclavitud, de vasallaje frecuente y de persecución, los judíos
desarrollaron este estilo de literatura. Así, en forma gráfica, aunque en símbolos,
ellos podían expresar con libertad su fe y esperanza de que Dios intervendría en los
asuntos del mundo.
La literatura apocalíptica produjo algunas de las creencias que eran bien conocidas
y aceptadas entre los judíos al venir Jesús. De hecho, Jesús llegó a ser el
cumplimiento de algunas de las cosas predichas en forma apocalíptica por los
profetas. Algunas de las doctrinas importantes que fueron desarrolladas durante el
período intertestamentario son las que siguen.
La venida de un mesías. Los judíos habían vivido tanto tiempo bajo el yugo de la
esclavitud y la dominación política que anhelaban un libertador enviado por Dios.
La literatura apocalíptica les hablaba de un mesías (el “escogido” o “enviado” de
Dios) que vendría a librarlos de sus enemigos. Por supuesto, ellos pensaban en un
mesías político o militar que vendría con poder y con el propósito de castigar y
vencer a todos sus enemigos.
La apócrifa y la pseudoepígrafa:
Hay otro “canon”, el alejandrino, llamado así porque fue en Alejandría donde se
tradujo la Septuaginta. Al hacerse la traducción de los libros sagrados fueron
incluidos los llamados apócrifos. No se sabe exactamente cuando la LXX se
terminó de traducir ni cuan completa estaba la colección alejandrina (o “canon
alejandrino”) antes del siglo III d. de J.C.
La apócrifa.
Se llama así al grupo de quince escritos que se encuentran en las Biblias católicas,
pero no en las protestantes, evangélicas o judías. Originalmente la palabra
“apócrifa” quería decir “secreto” o “escondido,” pero con el paso del tiempo la
palabra llegó a significar “falso” o “espurio”. Estos escritos son llamados así
porque sin ser considerados inspirados llegaron a tener la categoría de tales. Aquí
cabe mencionar cómo sucedió esto.
Tradicionalmente ha habido tres actitudes distintas que los grupos cristianos han
mantenido en cuanto a los libros apócrifos. A saber:
Tobías: Relato didáctico que muestra cómo Dios recompensa la piedad de su siervo
Tobit al enterrar a los muertos y cómo su hijo Tobías es acompañado en su viaje
por el ángel Rafael y consigue esposa. Se cree que procede de finales del siglo III a.
de J.C.
Libro de Baruc y Carta de Jeremías: Son dos escritos distintos, de los siglos III y II
a. de J. C., respectivamente, en contra de la idolatría. No debe confundirse esta obra
con el escrito pseudoepigráfico Apocalipsis de Baruc.
El Cántico de los Tres Niños, La Historia de Susana y Bel y el Dragón: Son tres
apéndices al libro de Daniel. El primero muestra la providencia de Dios velando por
los suyos. Este cántico, así como la “Oración de Azarías” se suponen dichos en el
horno de fuego. El segundo muestra cómo Daniel, por su gran sabiduría, libra de la
condenación a muerte a la casta e inocente Susana. El tercero, Bel y el Dragón, son
dos historias distintas que muestran la sabiduría de Daniel al desacreditar a los
sacerdotes de Bel y demostrar que el dragón adorado por los babilonios no era un
dios como ellos pensaban.
Primero Macabeos: Relata la lucha de los judíos bajo la dirección de los hijos de
Matatías, contra Antíoco Epífanes y sus sucesores, en pro de la libertad religiosa y
la independencia política.
La pseudoepígrafa:
José Borrás, en el artículo citado arriba, dice lo siguiente en cuanto a estos libros:
Aunque las iglesias cristianas del Occidente nunca aceptaron esos libros como
canónicos, algunas de las iglesias cristianas orientales sí los han puesto en sus
versiones de la Biblia o los incluyen en su literatura eclesiástica.
Los Rollos del Mar Muerto:
Los esenios se dedicaban mayormente a copiar las escrituras judías, pero ellos
también hacían comentarios sobre algunos libros o secciones del AT. Se han
descubierto entre los rollos algunos manuales que hablan tanto de los reglamentos
de su comunidad como de sus creencias.
La importancia de los Rollos del Mar Muerto no reside tanto en lo que agregan a la
literatura bíblica sino a la confirmación que ellos dan al canon hebreo. Los otros
escritos de los esenios también tienen valor por lo que nos enseñan sobre la vida
de una secta judía durante y después del período intertestamentario.
La mención de los esenios sirve para recordar que hay otro tema que debe tocarse
al estudiar el período entre los dos testamen
TRASFONDO RELIGIOSO-POLITICO
Josefo menciona que existían varios grupos distintos entre los judíos. En general,
él habla de los fariseos en términos positivos, posiblemente porque él pertenecía a
ese grupo. También hace mención de los saduceos, los esenios y difícilmente
reconoce a los zelotes, llamándolos representantes de una “filosofía” judía. (Josefo,
Antigüedades de los Judíos, 18.1.2.)
Los fariseos:
El otro grupo del Hasidim mantuvo su relación con los Asmoneos, aunque poco a
poco ellos también fueron dejando la política. Durante el tiempo de Juan Hircano a
los de este grupo se les puso el nombre de fariseos (los separados). No se sabe a
ciencia cierta por qué se les llamó así. Algunos dicen que fue porque los fariseos,
en su afán de ser tan estrictos en observar las leyes y ritos religiosos, iban
separándose más y más de la gente común.
Los esenios:
Los esenios formaron un grupo más pequeño y exclusivo que los fariseos. Como ya
se mencionó, se cree que los esenios eran aquellos del Hasidim que se separaron
de la sociedad y se fueron a formar una comunidad en el desierto cerca del mar
Muerto. Se dedicaban a observar la ley y a copiar las escrituras. Se cree que los
sectarios de la comunidad de Qumrán que elaboraron y escondieron los ya
famosos Rollos del Mar Muerto eran esenios. Los esenios no se mencionan en el
NT, y si no fuera por el descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto, ellos tal vez no
hubieran ganado mucha importancia.
Los saduceos:
Si los fariseos eran del pueblo, los saduceos venían principalmente de entre la
aristocracia. Ellos eran diferentes, no solamente en clase social, sino en casi todo.
Políticamente ellos eran más conservadores que los fariseos. Más que nada los
saduceos querían mantener el statu quo. No deseaban hacer nada que afectara la
estabilidad ni que les trajera problemas con las autoridades de Grecia o de Roma.
Fue por eso que ellos podían aliarse hasta con los fariseos en contra de Jesús.
No se sabe con exactitud cuándo empezó el grupo de los saduceos. Algunos tratan
de conectarlos con Zadok, el sumo sacerdote del tiempo de Salomón, pero lo cierto
es que ellos se formaron como grupo formal en el período asmoneo, cuando
llegaron a ser un partido opositor a los fariseos. Los saduceos nunca lograron
contar con muchos miembros, pero ellos mantuvieron su poder político hasta la
caída de Jerusalén en 70 d. de J.C.
Los escribas.
Aunque los escribas no eran tan políticos como los fariseos y saduceos, eran los
expertos de la ley mosaica y la ley oral. Se dedicaban a copiar las escrituras, a
interpretar las leyes religiosas y a aplicarlas a la vida diaria. Sus comentarios
proliferaban tanto que ellos terminaron haciendo comentarios sobre los
comentarios, dejando casi de lado los textos sagrados.
Algunos ven a Esdras como el primer escriba (ver Neh. 12:26) y a Zadoc como el
segundo (ver Neh. 13:13). En el tiempo de Jesús ya había dos escuelas de
pensamiento doctrinal entre los escribas. El grupo más liberal seguía las
enseñanzas del rabí Hillel (Gamaliel —ver Hech. 4:34— era de ese grupo). Los más
conservadores seguían al rabí Shammai.
Los zelotes:
Uno de los discípulos de Jesús pertenecía al grupo conocido como los zelotes.
En Lucas 6:15 encontramos a Simón, el zelote. Tal vez de todos los grupos que
hemos visto, los zelotes eran los más politizados. Ellos eran los “ultranaciona-
listas” entre los judíos que odiaban a los invasores romanos. Se consideraban los
herederos espirituales de los Macabeos. Deseaban la independencia política de
Palestina y optaron por conseguirla por la vía violenta si ello fuera necesario.
En un sentido ellos eran una fuerza guerrillera entre el pueblo. Fue por su fanatismo
que se les llamó zelotes. Ellos lucharon contra los romanos por unos sesenta años
y no fueron dominados hasta la caída de Jerusalén en 70 d. de J.C.
Los herodianos:
Este grupo, mencionado en conexión con los fariseos en el NT (ver Mat. 22:16; Mar.
12:13), era más un partido político que religioso. Como los zelotes, los herodianos
querían librarse del yugo romano. Deseaban restablecer la dinastía de los Herodes,
y de allí viene su nombre. Los herodianos nunca tuvieron mucho poder político ni
religioso.
Además de los grupos político-religiosos había entre los judíos del período
intertestamentario dos instituciones que influyeron mucho en la vida del pueblo.
Esas fueron: el Sanedrín y la sinagoga.
El Sanedrín:
Bajo los romanos el Sanedrín ejerció bastante poder. Podía condenar a muerte en
casos de violación de leyes judías, pero no podían ejecutar la sentencia sin la
aprobación del procurador romano. Aunque en el tiempo de Jesús el Sanedrín
todavía tenía mucho poder en Judea, solamente tenía jurisdicción allí. Por eso no
podían hacerle nada a Jesús hasta que él viniera a Jerusalén. El Sanedrín fue
abolido en 70 d. de J.C., pero por más de cien años tuvo una influencia muy grande
en la sociedad judía.
La sinagoga:
Por muchos años la adoración de los judíos se concentró en el templo que Salomón
había construido en Jerusalén, pero cuando los judíos fueron llevados cautivos a
Babilonia en el siglo VI a. de J.C., les era imposible ir al templo para adorar. Por eso,
se cree que la sinagoga (literalmente “la congregación” o “la asamblea”) se
desarrolló como una “casa de oración” durante ese tiempo. Aunque no podían
hacer sacrificios en las sinagogas, por los menos los judíos exiliados podían
reunirse en grupos locales para leer o discutir el Pentateuco y orar.
El centro de la comunidad judía era la sinagoga. Los judíos se juntaban allí para
estudiar la ley, orar y adorar a Jehovah. La sinagoga era también centro social, y
era allí que la gente iba a solucionar sus disputas civiles. Por lo general la gente
iniciaba una sinagoga en una casa particular hasta que podía construir un edificio
propio para la sinagoga.
Cada sinagoga tenía su jefe o director, que era responsable del uso del equipo y del
programa. Los cultos de la sinagoga se hacían los sábados. Siempre empezaban
con la repetición congregacional del Shema (Deut. 6:4, 5). Después se leían y
explicaban unas selecciones de la Ley y los Profetas, y luego se invitaba a alguno
de los hombres presentes a que hiciera una exposición sobre uno o más de los
pasajes.
A veces se dice que “la sinagoga fue la madre de la iglesia cristiana”. Viendo los
paralelos entre las dos instituciones, es fácil entender que pudiera decirse eso. El
culto cristiano sigue más la forma de la sinagoga que del templo.
CONCLUSION: