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Precioso cielo azul cubre de vida la tierra exuberante.

Un encendido sol de verano hace brillar las gotas de rocío que se deslizan por las
grandes hojas de las plantas. Sus rayos penetran entre las ramas de los árboles formando
bellísimas líneas de luz. El color naranja y rojo que desprende llena de energía a toda la
vida que bulle sobre la tierra.

Altas palmeras de troncos flexibles buscan alegremente el sol mezclándose entre ellas,
como si fueran corriendo en busca de las olas, riendo, cayendo...
Las plantas verdes, de todos los tonos de verdes, y amarillos y marrones, inundan la vista.
El olfato está lleno de ese olor verde que impregna todos los sentidos. Vida.. verde...
Hay árboles de todas clases, formas, tamaños y colores. Arboles grandes que pugnan por
un pedazo de luz, árboles pequeños que aprenden y crecen y buscan, árboles de grandes
hojas en cortas ramas o de millares de pequeñas hojas en ramas gruesas.
Cuando dejan al viento pasar entre ellas, las hojas rien moviendose a su compas,
contagiando su alegria al resto de seres vivos y acaban cantando todas juntas una bella
melodía de vida.

Los insectos revolotean zumbando. Puntitos de color negro, verde, rojo y amarillo se
mueven arriba y abajo entre hojas, flores, cielo y luz. Pero las mariposas son las que
reinan en el cielo, entre enredaderas y colores. Su elegancia y fragilidad llenan de sutil
energía la vida en la más pura naturaleza.

Toda la tierra está cubierta de plantas, musgo, hierba... Mojada y blanda, eternamente
gestante, cada pedazo de suelo, de tierra, hierve y se mueve abriéndose a la vida, incluso
las piedras, los minerales duros, buscan vida, vida que les abraza, integrándose,
uniéndose en una danza de amor y alegría.

La conciencia se fue haciendo real, notaba la espalda mojada, los hombros, y si, también
las piernas. Y la cabeza, también estaba la cabeza mojada, apoyada en una mullida
almohada de tierra esponjosa y húmeda. Insipiró fuerte por si olía algo especial y si, sí
que olía a... a algo que no encontraba en su memoria. Trató de abrir los ojos, pero tenía
miedo de lo que pudiera ver. Movió las manos a su alrededor, tocando suavemente la
tierra, la hierba, las hojas secas... y ahora sí que se atrevió a abrir los ojos, pero un
brillante rayo de sol hizo que los cerrara rápidamente.
No se lo podía creer: ¿plantas?, ¿tierra?, ¿qué es esto?. Se incorporó hasta quedar
sentado y entonces abrió los ojos poco a poco.
Y él aún estaba allí.

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