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Práctico de Soledad Justo

Interpretación de Brenner: mercaderes y revolución: Es el epílogo de un libro en el que discute y revisa la


conformación de la burguesía de Londres del siglo XVII y su relación con la revolución inglesa. Brener
empieza discutiendo la interpretación historiográfica de la revolución inglesa. Se tradujo al castellano hace
poco. Para interpretar la revolución inglesa debemos ver la francesa. Brener repasa el debate historiográfico:
durante el siglo XX hubo una revolución social y cultural que estudió (marxismo) la revolución tratándola
de explicar con la transición en el conflicto sociológico. Corte: rey, obispos, pares: comerciantes
monopólicos. CATÓLICOS. Campo: parlamento, gentry: parte del campo pero no son los lores, también
cierta burguesía. CALVINISTAS. Estas alianzas de partidos distintos. La revolución se da: hay una clase
aristocrática y otra clase del campo que está en una transición al capitalismo. Hay dos burguesías: una
responde al rey y la otra no. La corte se sostiene a través de los obispos. El partido del campo es calvinista y
este calvinismo también hace una alianza con los sectores que son una revolución dentro de la revolución:
reformistas radicales. Este esquema ha sido muy cuestionado por un revisionismo de la historiografía de la
década del 90: posmoderna, neoliberal, que separa la transición del feudalismo al capitalismo y que esto
oscurece más que ilumina. Le cuestionan a este modelo por qué plantean que la aristocracia es el partido de
la corte cuando durante los primeros diez años ALGO en el parlamento. La respuesta a partir de los 90 es
renunciar la modelo sociológico y explicarlo desde lo más pequeño, ya no de la estructura. Explicaciones
políticas y coyunturales. Una historia de eventos con carga fáctica. Esta movida de la historiografía a partir
de los 2000: renunciar a las explicaciones estructurales. Brener se propone recuperar lo estructural y ver la
relación con la transición del feudalismo al capitalismo. Así podrá responder a los cuestionamientos: el
primero lo responde a partir de la invstigación de las raíces agrarias: hay que entender que el señorío inglés
más dominical que jurisdiccional, el feudalismo como lo entendemos es más débil en Inglaterra que en el
resto de europa. Si dividieron en grupos de señoríos dominicales y ahora el único que juzga es el rey.
Inglaterra nace entonces con un señorío jurisdiccional flojo. Todo el señorío que depende del poder de los
hombres y de políticas determinadas es raquítico. A esto se le suma la expansión del XIII y del XIV: aparece
el señorío de Sicilia. Aparición de la eufiteusis. Cuando en Inglaterra desaparece la servidumbre de la gleba
y aparece el campesino propietario, los señores ingleses tenían como única manera de reproducirse como
clase expropiando tierras o haciendo negocios como propietarios. En el siglo XVI tienen un gran momento:
Enrique VIII seculariza los bienes de los monasterios. Se logra concentrar una mayor cantidad de tierras. se
aumenta la concentración de tierras. Brener dice que no hay una gran división en la clase terrateniente: no
dependen de la monarquía: ni subsidios ni rentas, viven estos grandes señores a partir de las rentas agrarias
que se fusionan con formas económicamente determinadas que tienen en esas zonas. Esto le da a la clase
terrateniente inglesa algo distinto: no dependen como en Francia: estos viven de sus rentas y no dependen de
formas de extracciones políticamente determinadas. Participan aparte de exportación, del comercio del
atlántico, etc. tienen esa particularidad: como no tienen cargos deben arriesgarse y hacer negocios para no
perder su situación económica.
Los aristócratas tuvieron una crisis grande a apartir de los precios? Brener dice que no: en el XVII toda la
clase terrateniente se autotranformó y tenemos capitalismo agrario instalado. Entonces qué estado necesita
esta clase autotransformada? Requiere un estado que les asegure su propiedad, que tenga el monopolio e la
violencia y les de seguridad. Estos señores no tienen ejército, requieren un estado fuerte. Es una clase en este
sentido contraria a la monarquía, pero requieren que ésta sea fuerte y que reprima levantamientos
campesinos, irlandeses y escoceses. Cosas que no estaban resueltas. La discusión que tiene el parlamento y
la monarquía es en torno de cómo asegurar esa propiedad, esos beneficios, sobre todo en relación con la
política exterior. El monarca tiene su idea: según sus propios intereses y el parlamento tiene otra. En este
sentido el parlamento es anti-católico. Brener y la historia tradicional plantean que Inglaterra es anti-
católica, pero brener dice que esto no es ideológico o por el motín de la pólvora: es estructural: si la clase
propietaria quiere que el estado asegure su propiedad, tiene que ser anti-católico porque le sacaron estas
propiedades a la iglesia y a los irlandeses. Para la clase propietaria entonces es necesario para reproducirse,
sino las tiene que devolver. El otro problema del campo son las execiones ilegales: que el rey pida plata sin
su autorización. Cuando el rey plantea hacer una guerra, el parlamento no es que no quiere financiarla, sino
que tiene que ser como ellos quieren: anti España, anticatólica y pro holandesa. Una causa protestante. Para
1620 no se sabe todavía cuánta potencia tiene. La reforma empezó bien pero no está cerrada la situación. El
campo inglés, el parlamento inglés, quiere que el monarca intervenga. El parlamento no es que no le vota
nada, no le vota si hay que reprimir a los prebisterianos escoceses, le va a votar según la conveniencia de los
que votan: competir con España en el atlántico. Hay una tensión entre el parlamento y la corte sobre cómo
seguir la política exterior. La burguesía está dividida: los comerciantes monopólicos, la compañía de indias
orientales, arreglaron con el monarca: azúcar, tabaco, etc. el monarca aseguró el monopolio. Estas
compañías le dan al monarca impuestos extra parlamentarios: Jacobo intenta no llamar al parlamento y
llevar adelante sus políticas con nuevos impuestos que le cobra a las compañías. La monarquía tiene
absoluto derecho a hacerlo: no requiere acuerdo parlamentario porque son nuevos. Estas compañías aceptan
por el acuerdo previo y esto le permite al rey contar con recursos para formar, aunque nunca lo logren los
Estuardo, una burocracia que dependa de ellos. Pero estos van a ser aminianos o católicos porque requieren,
para brener, funcionarios formados pero débiles, que no tengan apoyo. La corte la conforma el rey con estos
recursos que saca a partir de los impuestos que saca de los comerciantes monopólicos y conforma una
minoría poco tolerada por el resto del parlamento, que además tiene en escocia y en Irlanda sectores
populares que le exigen.
Por otro lado, el grupo parlamentario: brener plantea que hay una alianza: hay una burguesía no
monopólica que despliega un comercio contrabandista en américa y en asia: piratas y también hay sectores
de comercio con el atlántico que no se quedaron los monopolistas y esta burguesía tiene un origen social de
tenderos y comerciantes de Londres que tienen cerrada la posibilidad de entrar a la élite monopólica y que
en realidad son contrarias a todas las políticas mercantilistas absolutistas: tienen libertad de comercio. En
política exterior tienen estrategias disitjntas: para las compañlias monopólicas el enemigo es Holanda:
porque compite por los mercados, prefieren arreglar con los católicos y no quieren que el rey les haga la
guerra. quieren tener con España y Portugal una política más amiga. Los otros son pro-holanda
ideológicamente y enemigos de España, porque son contrabandistas: quieren un estado que tenga como
rpioridad la pol´pitica del atlántico al oeste, no hacia asia y que tenga como conflicto a España y potugal.
Brener dice que son todos proyectos en pugna: ambos quieren estados fuertes, con marina y ejército. Pero
adonde los quieren llevar son disitntos. Qué pasó con los Estuardo? Cuáles eran los intereses de la
monarquía? La historia tradicional no veía quién era carlos I o II, la historiografía actual intenta dominar
estos temas. Brener trata de explicar la forma individual con la estructural. Por qué los reyes del siglo XVII
son católicos? Casi los cuatro estuardos. Hace que pierdan la corona. Hay una lógica: les da dotes e
independencia, en relación a los impuestos parlamentarios. El casamiento de carlos I con la princesa
portugesa: es una alianza clave que les da puntos estratégicos para el comercio. Muchos de estos
pensamientos se explican por los beneficios concretos que la alianza con Francia y Portugal les da. Además
estos monarcas quieren proponerse como absolutismos: la estructura de los obispados les da sinergia para
construir el poder del soberano, esto explica la educación de ellos: salvo Jacobo I todos fueron criados por
católicos. Estos monarcas en momentos críticos reciben el apoyo de los católicos, esto refuerza el anti-
estuardismo del parlamento, porque los Estuardo tienen tendencia a hacer la alianza y puede llevar a una
posible devolución de tierras. esto entonces nos marca los grupos sociales en pugna de la larga guerra y
revoluciones inglesas.
La revolución dentro de la revolución: del 47 al 49 casi 50 con el gobierno de Cronwell. En el 41 se levanta
la censura: aparecen profetas y predicadores: ideas sobre la religión y conformación de una nueva sociedad.
lo que Hobbes plantea sobre el soberano entonces: cómo plantea la sociedad, cómo se organiza, en qué se
cree y en qué no. En el 41 entonces el soberano está en crisis y los profetas y predicadores plantean nuevos
pactos sociales y de construcción de una nación. Esta explosión del 41 va de la mano de nuevos ejércitos
modelos, a partir del levantamiento de Irlanda, lo que produce la venganza de los irlandeses a los que les
habían quitado la tierra matando a los terratenientes ingleses. Había muchos imprenteros y publicaban de
manera amarillista: hay dibujos, se muestra lo que hacían los bárbaros irlandeses. El rey pide dinero para
armar el ejército: el parlamento se da cuenta que les iba a jugar en contra y que tenían que armar su propio
ejército. Guerra civil. Hill dice que este ejército iba a ser una escuela de política. En 1645 se da la batalla de
Nasky: acá empiezan los parlamentarios a mostrar exceciones: muestran adonde cambia el nuevo gobierno:
revolución dentro de la revolución con el nuevo ejército. En 1647 se da un debate en putney: mucha
panfletería que auspicia el acuerdo del pueblo: el ejército no puede ser desmovilizado, tienen que cobrar
regularmente hasta que se cumplan los objetivos de la guerra, los cuales son el sufragio universal, la
posibilidad de que los pobres puedan ser elegidos como miembros del parlamento y la igualdad de todos
ante la ley. Estas son las ideas liberadoras que aparecen en la panfletería. Los líderes del ejército permiten y
participan del debate: cronwell y el otro. Dicen: no veo por qué un hombre pobre no tendría derecho de votar
un gobierno que tiene su consenso. La respuesta que le da el yerno de Cronwell del new army: así como un
extranjero no tiene deecho a votar, el no propietario tampoco, no puede tener voz política. Sólo los
propiuetarios tienen intereses permantentes. Los líderes liberadores dice: nosotros participamos de la guerra,
los pobres también, ganamos, ustedes nos convocaron, y ahora somos extranjeros? Es lo mismo? Lo que
contestan es que si piden eso van a terminar pidiendo la repartición de las tierras. no le dicen, eso sería
robar, nosotros no somos ladrones. No pedimos reparto de la propiedad. Nuestro derecho es poder elegir.
Esto es el debate: hay liberadores religiosos. Pero ellos no quieren propiedad, quieren derechos políticos. En
el 47 el rey se escapa y logra rearmar su alianza con la burguesía monopólica y parte del parlamento.
Cronwell moviliza el ejército y vence a la monarquía. Allí purga el parlamento de opositores, apresa al rey y
lo enjuicia. Termina condenado y la cámara de los lores suprimida. Forma un parlamento puritano. Los
niveladores les exige que se cumpla el acuerdo del pueblo. Cronwell reprime a los que reclaman. Matan a
todos los líderes niveladores. Cronwell reprime a los cavadores: dice que si el ejército no está movilizado
van a venir ideas nuevas, hay que reprimir a escocia y después reprimen a Irlanda: el 40 por ciento de la
tierra de Irlanda pasa a Inglaterra. Cronwell logra una hegempnía de poder en Inglaterra dentro de gran
Bretaña. Se cierra el parlamento y la última medida que más le cuesta es cerrar la prensa y la libertad de
conciencia. Stalinismo puro. Hay expansión y conquista. Le declara la guerra a Holanda. Cronwell necesita
la lógica belicista para sostener su poder, pero nunca puede resolver su legitimidad: nunca puede ser rey, no
tiene sangre azul, y al no haber más parlamento es un gobierno sostenido por el ejército. Cuando él muere lo
hereda el hijo y se da cuenta que no puede sostener el poder y se va. Una parte del ejército, el general mon le
ofrece el gobierno al legítimo rey: carlos II. Axcá viene la restauración. Esto dura unos años: carlos II había
escapado a Francia: todos concuerdan que es un rey que no tiene grandes intereses religiosos pero que
termina educado y casado con una católica y llega con mucho apoyo popular poirque es el verdadero rey y
que además después de 20 años calvinistas con cronwell que prohibio el teatro, el arte, los artistas callejeros,
con este rey todo es fiesta, teatro, jolgorios, amantes. Esto le da prestigio pero a ocho años de su reinado hay
una peste y después un incendio que quema la mitad de Londres ya que era una ciudad de madera. Siempre
los culpables erna los irlandeses. Se refunda la Londres que conocemos ahora. Este romance entonces de
carlos con la gente desaparece porque se siente que el pecado trajo el castigo.
Cuál es el problema de carlos con el parlamento? El parlamento volvió pero sigue siendo de la gente del
campo que se reproduce de formas predetermiandas que requiere una alianza con Holanda y una política
anti-española. El rey nuevamente hace acuerdos con comerciantes monopólicos que quieren guerra con
Holanda, el rey se las da. Para esto requiere impuestos y rearmar y sostener la marina. No es que el
parlamento no quiera pero no quiere que vaya dirigido a eso. Se replican las alianzas del primer conflicto del
41. El problema religioso acá se forma porque el rey se casa con una princesa portugesa y esto es un gran
negocio: a los monopolistas les viene bien, les da contactos para ir a asia y además es una dote importante.
Pero esta mujer es esteril. Entonces el parlamento le dice que se divorcie. Pero si lo hace tiene que devolver
la dote, pero él no quiere. Tampoco quiere perder el acuerdo. Jacobo II es el heredero legal: en principio es
disitntos a carlos: estudioso, atento y comanda la navy. Se casó con una protestante y tuvo dos hijas mujeres.
Queda viudo y se casa con una católica. El conflicto es que carlos tiene como heredero al hermano que es
católico, pero ningún católico puede tener un cargo importante: acta de exclusión. Le exigen a carlos que
saque a Jacobo de la sucesión y que corone a las hijas. Carlos responde disolviendo el parlamento y gobierna
los últimos años sin él. El modelo que los mueve entonces es que unos contruyen su poder de forma
determinada: les viene bien que el estado sea absolutista, los otros no: quieren un estado pero no tienen su
propiedad: son una clase revolucionaria. La revolución gloriosa es la que le hacen a Jacobo II quien asume
en el 85. Con un ejército holandés lo expulsan. A Jacobo todo el mundo le dijo que no tenía que ser católico,
y si lo era tenía que disimularlo. Carlos hacía actas de tolerancia religiosa, el parlamento respondía con actas
de exclusión. Jacobo cuando asume plantea la tolerancia religiosa, en realidad a los católicos significa esto.
La vuelta institucional que se le da es el billion right de 1688: no se puede cobrar nuevos impuestos sin el
parlamento, habeas corpus, los impuestos de los nuevos comerciantes debe ser autorizado por el parlamento,
nada puede pasar por fuera de él: ayudas, beneficios, etc. esto no es un pedido, es una imposición del
parlamento a maría y a Guillermo: para ser rey tienen que comprometerse a esto: el rey no tiene financiación
propia, siempre va a depender del parlamento. En cuanto al habeas corpus: no puede meter preso a ningún
opositor o a alguien que se niegue a pagar. Otra cosa: ningún rey ni siquiera se puede casar con una católica.
Este documento, un contrato entre el parlamento y el monarca tiene que ser llamado frecuentemente, cada 3
años. Pinkus dice que en realidad fue una revolución cruenta, popular (le desertaron a jacobo) y que además
no fue un conflicto que terminó en un golpe de estado, termina en CULLODEN. La visión clásica de que
Inglaterra en el siglo XIX cambia y el rey gobierna pacíficamente y no hay conflicto social. esto no es cierto,
el conflicto sigue hasta mediados del siglo XVIII: destruyen Irlanda, después la rebelión jacobita de los
higlanders, reprime escocia y alta escocia y la integran a gran Bretaña. Kerney plantea que la revolución
americana es un capítulo de esto: las sectas radicales y puritanas que siguen peleando por el impuesto y
discuten un modelo de sociedad con una iglesia no episcopal sino horizontal.
Pincus plantea que este modelo de cómo se entendió la gloriosa no es cierto pero dice qe se malinterpretó a
Jacobo II: tenemos ahora más posibilidades, más fuentes, etc. pincus dice que Jacobo II fue un rey muy
influenciado por el modelo del primo: LUIS XIV: quiso contruir un absolutismo al estilo francés: para esto
necesita conformar un ejército ingleés que respinda a la monarquisa y sea eficiente, construir una burocracia
capacitada y eficiente y la empieza a construir porque él es eficiente, atrevido y activo. Lo último que hace
es recatolizar a Inglaterra: llama a jesuitas francesas, plantea reforma educativa y pone en todos los cargos a
católicos. Igual con los irlandeses y escoceses. Jacobo entonces plantea una política atrevida porque la
ideología católica absolutista es francesa y él opta por ella. Pincus dice entonces que no es personal, sino un
salto para adelante en la modernización del estado, son dos modelos de cambios muy profundos y él juega
una carta y le va mal. No tiene el poder suficiente para llevarla adelante. Esta es la explicación moderna de
1688. El estado lo que puede hacer es que uno lo tiene que soportar para garantizar la paz. En cambio el
modelo de lock es un contrato entre los que gobiernan y los gobernados. Si se rompe la confianza cagamos:
hay ideas individualistas en las cuales el pacto puede aparecer y desaparecer, modelo más flexible.
El texto trabaja dos siglos de la historia de Inglesa, lo que podemos referir como el inicio de la modernidad
en Inglaterra, de la aparición de los Tudor en 1485 a la restauración monárquica de Carlos II en 1660. Es una
época donde crece el nacionalismo y el vínculo monarquía-pueblo. El siglo XVI existe una ideología que
legitima el orden social a partir de la Ley natural, lo que no impidió la aparición de textos que discutan o
describan el poder (Tomás Moro con Utopía o Hobbes con Leviatán). Hay dos aspectos de la época: el
ascenso al poder de personas de clase media ajena a la aristocracia, así como la reforma religiosa.
La dinastía Tudor, (1485-1509)
Enrique VII (1485-1509) decidió legitimar una monarquía dañada por la guerra civil entre Lancaster y
York. Por eso debió subordinar a los nobles, a partir de un sistema de premios por lealtad a la corona, lo que
provocó el ascenso de personas de clase media al poder junto con magnates locales, junto con otra política
de venta de cargos a nobles.
Enrique VIII (1509-1547) siguió la política fiscal de su padre eliminando a los que la había llevado a cabo
(populismo). Tuvo un impulso de política colonial sobre Escocia, algo que Francia impidió. (NDR: Francia
y Escocia son aliados ocasionales contra Inglaterra). Anexionó Gales en 1543. La ruptura con Roma y
abandono del catolicismo abrió las puertas de confiscación de bienes de la Iglesia que menguó los problemas
fiscales. Al mismo tiempo las ideas humanistas y la aparición de imprenta en 1477 permitió la expansión de
ideas reformistas. Casado con la hija de los Reyes Católicos, Catalina de Aragón, decidió separarse porque
su esposa no le daba un hijo varón. El Papa Clemente VII rechazó el pedido viéndolo como un atropello
frente a la autoridad papal. En 1530 surgió la Iglesia Anglicana que mantenía la gran mayoría de dogmas
católicos, lo que muestra que el problema fue político. La ley de Supremacía de 1534 mantiene la
independencia de la Iglesia inglesa frente a Roma. La guerra contra Escocia fue brutal, lo que unió a los
escoceses que recibieron apoyo Francés. Los indicadores económicos, demográficos y de calidad de vida
aumentaron, pero el fin de su reinado dejó al país con problemas económicos y revueltas.
Eduardo VI (1547-1553), murió a los quince años y gobernó con un regente, Somerset, que no pudo
solucionar los problemas económicos y declaró una guerra a Francia incosteable, lo que provocó su
asesinato y ascenso al trono de Northumberland, que más práctico buscó una paz con Francia y Escocia,
junto con una serie de reformas económicas. En el ámbito religioso llevó a cabo una destrucción de la
iconografía religiosa católica, eliminando el culto a la Virgen y los Santos. El libro de Oración Común
pretendió darle una herramienta a los clérigos, que desconocían elementos básicos de la religión. El acto de
Uniformidad subordinaba la Iglesia al Estado.
María Tudor (1553-1558), era la hija mayor de Enrique VIII que nació del matrimonio con Catalina de
Aragón. Fue profundamente católica e inició una represión contra los anglicanos. Los nobles la aceptaron
mientras no desamortice los bienes confiscados a la Iglesia Católica. En el ámbito económico las reformas
de Northumberland se mantuvieron y trajeron años de expansión económica. El mayor error fue contraer
matrimonio con Felipe II de España, hijo de Carlos V. En ese momento España era la potencia más
importante y un combatiente contra la Reforma protestante en toda Europa, lo que generó el descontento de
muchos ingleses con la boda, incluso rebeliones. Se pensaba que España, a partir de este hecho, gobernaría
Inglaterra. La muerte de María sin hijos, alegró a muchos ingleses (NDR: así Felipe II no tendría acceso al
trono inglés).
Los siglos XVI y XVII muestran otra importancia de la mujer en el plano político, hasta entonces
subestimadas desde el plano fisiológico, mental y jurídico. (NDR: si una mujer mataba al marido no la
ahorcaban como era lo común frente a un asesinato, la quemaban: porque matar al marido era un crimen
contra natura). Una de serie de cambios: las mujeres pasaron a heredar. El humanismo Eramista (NDR:
Erasmo de Roterdam), dibujaba un panorama distinto para las mujeres.
Isabel I (1558-1603). Hija de Enrique VIII y su segunda esposa Ana Bolena, fue un reinado muy
importante. Como mujer nunca se casó, evitando problemas: que la nobleza tema que un rey extranjero
gobierne la isla, que se vea menoscabada su autoridad, y evitó participar de las guerras de religión (NDR: si
se casaba debería optar por una bando), dejando a Francia y España en guerras agotadoras. Isabel optó por
ser la madre de todos los ingleses a partir del reemplazo de la Virgen María, (NDR: Nació el 8 de
Diciembre). La idea de que la reina sea Virgen, mostraban que tanto ella como Inglaterra no serían
penetradas. En cuanto a la política, prefirió el pragmatismo alejando a Inglaterra de guerras de expansión
(NDR: Inglaterra era un potencia de segundo orden). Por otro lado, consolidó el protestantismo sin dar lugar
a enfrentamientos religiosos como si ocurrían en Francia, aunque reprimió a sacerdotes obedientes a Roma.
Sin embargo, no encabezó la implantación del protestantismo, aunque mantuvo la línea de sus antecesores y
fue nombrada de facto cabeza de la Iglesia Anglicana de Facto en 1559, algo que quiso evitar para no
ofender a los católicos. En el mercado religioso, el combate catolicismo Vs Anglicanos, el catolicismo
favorecía los actos y devociones populares, que eran del gusto del pueblo. Mientras que el anglicanismo
predicaba en las calles, ámbito ajeno a los católicos. En 1569, fue reprimida una revuelta de nobles
escoceses liderada por María Estuardo de Escocia, que quería el trono inglés (NDR: era prometida del rey de
Francia). Isabel, logró asesinarla. El Parlamento inglés buscó acercar a Inglaterra al Bando Protestante,
especialmente tras la matanza de San Bartolomé en 1572. El decapitamiento de María Estuardo en 1587
empeoró las relaciones con España que como campeona del catolicismo se dedicó con su Armada
Invencible, a conquistar Inglaterra. Sin embargo, los barcos españoles eran poco manejables en el Canal de
la mancha, junto con la ineptitud del inexperto jefe militar español, los ingleses se hicieron de la victoria.
España quería tomar Inglaterra como centro de operaciones frente a los Países Bajos (NDR: colonia
española rebelde, llena de protestantes). A partir del triunfo la imagen de Inglaterra se posicionó mejor en el
concierto de las potencias. Inglaterra apoyó a los Países Bajos contra España, lo que causó un grave
deterioro económico. Escocia fue pacificada por la promesa del trono a Jacobo VI, hijo de María Estuardo.
A los Irlandeses quisieron anglicanizarlos, pero estos rechazaron la evangelización manteniendo el
catolicismo. El reinado de Isabel se caracteriza por un esplendor cultural, Shakespeare generó un teatro
nacional, solo comparable al español. Junto con la poesía y la música, así como los grandes pensadores
ingleses, contribuyen a pensar al legado Tudor, como parte de las bases nacionales de un estado moderno.
La dinastía Estuardo (1603-88)
Jacobo VI (1603-25) se enfrentaba al riesgo de ser de una familia católica (pese a haber aceptado el
protestantismo) y escoces, lo que generaba desconfianza de los nobles ingleses. Firmó la paz con España, y
fue prudente en su comportamiento religioso. Inglaterra entró en un periodo de paz con los Estuardo. Los
puritanos migraron a América a partir de 1620. Expropió tierras a los irlandeses para dárselas a los ingleses.
Se Mantuvo al margen del conflicto religioso europeo. La a guerra de los treinta años (1618-48) arruinó las
finanzas. Escribió un libro sobre el gobierno. (NDR: Parece que era homosexual).
Carlos I (1625-49), tuvo un reinado terco por encabezar guerras contra España y Francia (NDR: quiso
casarse con la princesa española, pero lo rebotaron por ser protestante. Se enojó). Hubo problemas
económicos y no llamó al Parlamento. Sin embargo durante los años treinta del siglo XVII Inglaterra vivió
cierta prosperidad. La guerra con Escocia pudrió todo. La paz de Westfalia de 1648 dejó a Inglaterra mejor
posicionada frente a España. El todo el problema político y religioso (NDR: Porque se perseguía a los
puritanos), El parlamento cansado que el Rey no lo convoque le declaró al guerra por considerarlo
incompetente. Las causas de la guerra fueron: la inexistencia de un ejército regular y funcionarios leales al
rey, el declive de la aristocracia y ascenso de la clase media, el puritanismo, y la corrupción de todos los
ámbitos de poder. La revolución Inglesa empezó así, con unas guerras civiles que terminaron con una
república autoritaria, y luego la restauración. La primera Guerra se extendió de 1642-46, y los
parlamentarios aliados con los escoceses a los que se les prometió una reforma eclesiástica que incluía la
eliminación del libro de oración y la celebración de festividades religiosas asociadas al catolicismo. Pero al
parlamento la guerra se le fue de las manos y se quedó sin recursos, sin poder cumplir. Carlos I se mantuvo
en el trono. Había un grupo más radicalizado que rechazaba la opresión y exigía libertad religiosa,
constituyo un alcance mayor del descontento popular. En la segunda guerra civil, de nuevo con ayuda
escocesa, los parlamentarios vencieron y decapitaron al rey en 1649.
De la República de Cromwell (1653-58), se pasó a un protectorado. Fue un gobierno autoritario, que cerró
las instituciones, la iglesia anglicana, la monarquía, la cámara de los lores. Persiguió opositores y cometió
atrocidades en Irlanda y en menor medida, en Escocia. Los éxitos de la guerra con España y la militarización
del estado (dividió al estado en regiones militares), dio a su dictadura una apariencia sólida. A su muerte, su
hijo no fue respaldado, y se devolvió el trono a Carlos II en 1660.

Recio Morales Las revoluciones inglesas del Siglo XVII y la transformación de las islas británicas capítulo 1
A principios del siglo XVII las islas británicas presentaban una extraordinaria complejidad en términos
étnicos, lingüísticos, económicos, sociales y religiosos. La victoria sobre la Gran Armada de Felipe II de
España en 1588 y la defensa del canal de la Mancha en la batalla aérea de Inglaterra en 1940 constituyeron
decisivamente dos hitos en el proceso de mitificación de esta insularidad. Sin embargo, el desarrollo
económico y demográfico vertical de la isla de Gran Bretaña hunde sus raíces en Europa: la parte más rica,
la más urbanizada y la más poblada, el sur de Inglaterra, coincide con la más cercana al continente. Desde la
conquista romana en el año 43, Londres, era ya un importante centro urbano.
En términos políticos, la unidad de las islas británicas estuvo marcada por el fortalecimiento de la Corona
inglesa y el origen del primer imperio británico. El siglo XVII fue el siglo de los Estuardo en las islas
británicas. Conforme París, Londres o Madrid iban haciéndose más grandes, el poder y la riqueza llegaron a
ser proporcionales a la distancia física al rey y al mundo cortesano que lo rodeaba. Este sistema se
perfeccionó con una integración de las élites aristocráticas locales, que a cambio de su fidelidad lograban
distintas mercedes, como el ascenso entre la vieja nobleza metropolitana e incluso la participación en el
gobierno de todo el sistema.
Gobernar desde Londres los tres reinos- más las colonias norteamericanas- era difícil pero no imposible.
Lo hacía la monarquía española a una escala todavía mayor (sus dominios se extendían por cuatro
continentes) y tenía los territorios mucho más fragmentados: sólo en Europa iban desde la península ibérica
hasta Italia, pasando por los países bajos en el Norte. En comparación el archipiélago británico aparecía
geográficamente mucho más homogéneo. Por otro lado, la religión jugó un papel determinante en las dos
revoluciones inglesas del XVII. Desde la ruptura de Enrique VIII de Inglaterra con Roma en el siglo XVI, la
religión oficial en el Inglaterra era el anglicanismo. Mientras la iglesia de Roma presentaba una vocación
universal, la iglesia de Inglaterra era nacional: como puede observarse todavía hoy, en las catedrales inglesas
ondea la bandera de Inglaterra con su característica cruz de San Jorge. Los católicos eran el caballo de Troya
destinado a acabar con las libertades civiles en Inglaterra para imponer de nuevo el yugo de Roma. Los
católicos fueron convertidos en enemigos públicos y en una gran pesadilla a nivel popular, aunque en verdad
la mayoría de ellos mantuvieran un perfil bajo en Inglaterra y Escocia.
Todos los intentos de reequilibrar las posiciones entre las distintas confesiones al interno de las islas
británicas acababan inevitablemente en un conflicto político. Carlos II reconoció en 1672 que todos los
resultados para acomodar estas religiones a la iglesia de Inglaterra habían sido muy pobres a su sucesor,
Jacobo II, admitió que “la dificultad es insuperable”. Así que más gobernar la diversidad de tres reinos y de
cuatro naciones (incluyendo a los galeses), lo más difícil para la corona inglesa fue manejar la diversidad
religiosa a su interno. La población de Inglaterra del siglo XVII era escasa. Pero en 1600 se expandía
rápidamente, manufacturaba las materias primas y se beneficiaba de la centralización de la corona y la
burocratización del aparato burocrático. La corte crecía en paralelo a Londres. Lo hizo enormemente bajo
los Estuardo con miles de personas a su servicio. Los oficios más importantes eran elegidos directamente
por el rey entre las familias más ricas del reino.
En teoría, las atribuciones del parlamente y las del soberano estaban delimitadas. De entrada, sólo al
monarca correspondía convocar, prorrogar o disolver al parlamente según su voluntad. El consejo privado
del rey tenía competencias sobre asuntos de Estado como política exterior y comercio, mientras que el
parlamento discutía sobre otras cuestiones del reino. Teóricamente el rey podía gobernar utilizando sólo
como instrumento a su consejo provado, al que personalmente asistía regularmente. En la práctica, para
encontrar el punto de equilibrio entre las prerrogativas del rey, las atribuciones del parlamento y el derecho
individual de los súbditos, era necesario un diálogo constante, a veces extenuante, dentro y fuera del
parlamento, a menudo acompañado por cientos de páginas impresas por los tratadistas políticos y juristas.
Las funciones principales del parlamento inglés era legislar y exponer los agravios del reino, esto es, los
abusos sufridos en el ejercicio del gobierno por parte del rey. Normalmente las críticas no iban dirigidas
directamente al soberano, sino a su equipo de gobierno. El parlamento y el rey podían proponer leyes,
aunque el parlamento proponía siempre un número mayor. El rey no podía legislar ni imponer impuestos sin
su consentimiento. Con el objetivo de mantener su independencia, los parlamentarios defendían su derecho a
la libertad de palabra en las sesiones y la inmunidad parlamentaria. Pero estos privilegios duraban sólo
cuando el parlamento estaba abierto, y una vez disueltos los parlamentarios volvían a su vida privada.
En 1600, en comparación con otras monarquías europeas, la monarquía inglesa era más débil en dos
aspectos fundamentales: todavía no tenía un ejército permanente y sus ingresos eran claramente
insuficientes. Jacobo I se dio cuenta muy pronto de ser el único entusiasta de lo que él llamaba el gran
proyecto, esto es, la unión de los reinos de Escocia e Inglaterra. Los obstáculos que pusieron los
parlamentarios ingleses a la unión fueron infinitos: algunos temían que el cambio al nombre oficial de “reino
de Gran Bretaña” diluyera para siempre en esta unión al milenario reino de Inglaterra, otros, que la maniobra
escondiera en realidad un intento de eliminar las antiguas leyes inglesas y el delicado equilibrio de poderes
entre el rey y el parlamento.
El fracaso de la unión de los dos reinos fue el primero jarro de agua fría en la relación de Jacobo I con el
parlamento. El segundo fue el intento de Jacobo de gobernar según el derecho divino de los reyes. Siguiendo
esta doctrina política, el rey había sido elegido por Dios y la autoridad del monarca derivaba directamente de
Él. El soberano, por tanto, respondía de sus actos únicamente ante Dios y no ante los hombres. El propio
Jacobo escribió un tratado donde trataba de demostrar que la autoridad del rey derivaba directamente de
Dios.
Jacobo tenía también un gran conocimiento del sistema judicial y, en la práctica, sus intenciones
estuvieron lejos de llevar hasta sus últimas consecuencias la teoría expresada en el derecho divino de los
reyes. Así pues, frente a la teoría del derecho divino de los reyes a gobernar defendida por la monarquía, la
nación política inglesa y filósofos de la talla de Hobbes y Locke siempre defendían la teoría del contrato: la
monarquía era el resultado de un contrato original establecido entre el rey y sus súbditos, suscrito bien por la
necesidad de un orden frente al caos (Hobbes) o bien por mutua conveniencia (Locke). El tercero de los
conflictos entre el rey y el parlamento era el dinero. Una de las atribuciones del parlamento más importantes
era la concesión de subsidios al rey. En 1606 Jaboco anunció una subida de impuestos que levantó críticas
entre los Comunes. La relación con el parlamento empeoró cuando en 1614 Jacobo disolvió repentinamente
y sin aprobar una sola ley el “parlamento esteril”. Al año siguiente el parlamento se negó a aprobar nuevos
impuestos, Jacobo lo disolvió de nuevo y esperó siete años para convocar a otro. El parlamento de 1621
tampoco le fue mucho mejor al rey. Esta vez la culpa la tuvo la crisis en Centroeuropa. Se le pedía
intervención al rey pero el rey aguantó la presión. Llegó a negar que la ocupación española del bajo
palatinado fuese una invasión y montó en cólera con su yerno a quien acusó de ponerse la Corona de
Bohemia antes de que Jacobo tuviera tiempo de responder a la carta en la que Federico le pedía consejo
sobre si aceptarla o no. Pero ninguna explicación fue suficiente para los parlamentarios más radicales,
quienes pidieron abiertamente la declaración de guerra contra España y un matrimonio protestante para el
príncipe Carlos.
Las esperanzas del rey de escapar de la presión parlamentaria se situaron fuera de las islas británicas,
precisamente en España, el país que buena parte de la opinión pública inglesa identificaba como la espada
del papismo. Esto incluía saltarse la recomendación de los parlamentarios de buscar una novia protestante
para el príncipe Carlos. En vez de esto, Jacobo y su hijo pusieron sus ojos en la más católica de las princesas
europeas, una infanta española.
El tratado de paz de Londres firmado en 1604 entre Jacobo I y Felipe III de España también contemplaba
la posibilidad de un matrimonio entre el heredero de la Corona británica, el príncipe de Gales y una infanta
española. En 1617 se llegó a un primer acuerdo, que fue mejorado hasta llegar en 1623 a un compromiso
final.
Carlos contrajo matrimonio con una princesa francesa, Enriqueta María (1609-1669), hermana del rey Luis
XIII. En esos momentos Francia era el único poder que podía equilibrar el frustrado matrimonio español,
pero a cambio los franceses exigieron que la futura reina pudiera practicar su religión católica en Londres y
que pudiera llevar consigo a un número suficiente de sacerdotes católicos para los servicios religiosos. Ese
mismo año de 1625, tras la muerte en marzo de su padre Jacobo I, el nuevo monarca Carlos I Estuardo
declaró la guerra a España (habría de durar hasta 1630). Finalmente los halcones del parlamento se habían
impuesto sobre el “rey pacífico”.
Escocia: En el siglo XVII la vida en el norte de la isla de Gran Bretaña era, más dura que en el sur. Las
condiciones del terreno y el clima eran más aptos para la ganadería que para la agricultura. Escocia tenía un
millón de habitantes pero la esperanza de vida era menor que en Inglaterra: epidemias, malas cosechas, etc.
la migración se volvió habitual. Jacobo I, orgulloso de sus orígenes y de su acento escocés, se refería a los
habitantes de las Tierras Altas (los míticos Highlanders) como “salvajes, aunque con algún toque
civilizado”. Los clanes escoceses de esta zona compartían con los señores irlandeses gaélicos un mismo
universo cultural: mayoritariamente de habla gaélica y de tradición oral, para los highlanders era mucho más
importante la lealtad al jefe del clan, a la sangre y a la genealogía familiar que a cualquier aparato
burocrático centralizado en Edimburgo.
Finalmente, la tercera zona de Escocia, las tierras bajas, era la más urbanizada y poblada. Además de la
capital del reino, Edimburgo, albergaba otras ciudades importantes como Glasgow, Aberdeen y Dundee.
Acogía también numerosas iglesias y monasterios, y era también el área más alfabetizada del país. Desde la
unión con Inglaterra en 1603, la influencia inglesa reemplazó a la francesa, pero el entusiasmo mostrado por
Jacobo por esta unión no parecía corresponderse al de la aristocracia escocesa, más allá del estrecho círculo
cortesano que acompañó al monarca hasta Londres.
Además de la riqueza del vecino del sur, Jacobo quedó impresionado por la efectividad judicial inglesa
personificada en los jueces de paz, una institución surgida en el siglo XIV y que se convirtió a partir del
siglo XVI en el verdadero pilar de la justicia inglesa en la periferia de sus dominios. Jacobo también
extendió los jueces de paz a Escocia, con el objetivo de poner fin a las luchas intestinas entre clanes. Carlos I
continuó la política religiosa de su padre para adaptar la liturgia escocesa al modelo inglés y el
nombramiento de obispos para las nuevas diócesis. Las vestimentas utilizadas en la misa, los adornos y el
gusto de los obispos por la formalidad en las ceremonias religiosas eran vistas en Escocia como elementos
residuales papistas, ya superados por la reforma protestante.
La corte de Carlos I ya había perdido muchas de las características “nacionales” de la corte escocesa de su
padre para convertirse en una genuinamente inglesa o, si se quiere, “británica”. La consecuencia más
evidente de este traslado fue la concentración del patronazgo real en menos manos y la reducción del
contacto de los territorios escoceses con su rey. Su visita a Escocia en 1633 duró un mes, pero Carlos no
encontró el tiempo suficiente para considerar una petición de agravios de carácter económico y religioso
presentada por un grupo de nobles escoceses. Esta lejanía y desafección de la mayoría de la nobleza
escocesa hacia las políticas autocráticas y pro-inglesas de Carlos I también estaban detrás de la crisis
escocesa de 1637, que desembocaría, como veremos en el capítulo siguiente, en la primera guerra civil.
Irlanda: situada en el extremo atlántico occidental de Europa, la isla de Irlanda era todavía en 1600 un
espacio de frontera geográfico, político, religioso y cultural. Era un territorio predominantemente agrícola y
ganadero, con una economía caracterizada por exportaciones de materias primas- cuero, pescado y madera,
un escaso urbanismo y una baja población: a principios del XVII la población de toda la isla era similar a la
escocesa, estimándose en un millón de habitantes. Pero al contrario de lo sucedido en Inglaterra y en
Escocia, donde se mantuvo estable, la población irlandesa se dobló hacia finales de la centuria.
Las comunicaciones también eran difíciles, las carreteras malas o simplemente inexistentes, y de su
interior apenas se tenían mapas: no fue hasta la década de 1650 cuando la isla apareció por primera vez
sistemáticamente cartografiada. Estos condicionantes físicos también afectaron a los intereses de Inglaterra
hasta que dejó de concebir a Irlanda como un territorio periférico: su ocupación por una potencia extranjera
podía hacer peligrar su propia seguridad y cortar sus rutas trasatlánticas. Enrique II logró someter a un gran
número de reyes y señores irlandeses, pero la falta de una tradición política centralizadora en Irlanda, la
guerra de los cien años contra Francia y la guerra de las rosas al interno de Inglaterra hicieron que el poder
efectivo de la corona inglesa en su isla vecina fuera muy limitado. Esto favoreció un proceso de
“balcanización”, con la aparición de multitud de espacios políticos prácticamente independientes, y un
paralelo resurgimiento cultural de los gaélicos y anglonormandos.
La población mayoritaria de Irlanda era de origen celta, de cultura gaélica y de religión católica. Esta
población nativa hablaba todavía en su mayoría gaélica y de religión católica. Esta población nativa hablaba
todavía en su mayoría gaélico-irlandés y conservaba una fuerte tradición oral. Se autodenominaban antiguos
irlandeses (old irish) para diferenciarse de cualquier recién llegado. Un tercer grupo social estaba constituido
por los ingleses que vivían en Dublin y su entorno y los nuevos colonos que participaban en los programas
estatales de colonización y plantación desde el reinado de Isabel I. la situación de autonomía de la isla y el
escaso interés por parte de la Corona inglesa cambiaron radicalmente desde mediados del XVI. El primer
paso de esta “segunda conquista de Irlanda” (la primera fue la conquista normanda del siglo XII) fue la
conversión del territorio de señorío a reino a través de la Kingship Act (Acta de la Corona de Irlanda, 1541).
Las dos dinastías más poderosas del Ulster, los O´Neill del señorío de Tyrone y los O´Donnell de
Tyrconnell (actual Donegal), superaron su rivalidad para llamar la atención del poderoso Felipe II de
España. Desde 1594 luchaban junto a otros señores gaélicos menores para impedir la extensión de la
autoridad de la Corona Inglesa en Irlanda. Tras años de espera y de dura resistencia, la ansiada ayuda militar
española llegó finalmente hasta la costa sur del país, en Kinsale, pero los aliados hispanoirlandeses fueron
derrotados en 1602.
Así pues, tras el final de la guerra de los nueve años (1603), la mayor parte de Irlanda estaba ya organizada
de una forma similar a Inglaterra. A nivel local se había creado nuevos condados al estilo inglés, siguiendo
los viejos señoríos gaélicos. Sólo quedaba el Úlster y esto se solucionó cuando Jacobo I anunció en 1609 la
plantación, distribución y división administrativa en seis condados de las tierras que habían pertenecido a los
O´Neill, a los O´Donnell y otros caballeros gaélicos. La isla era gobernada mediante un lord Lieutenant
(también llamado en la documentación oficial viceroy, virrey). Jacobo I había logrado consolidar la
presencia de la corona inglesa en Irlanda, pero no pudo lograr la convergencia de intereses entre las distintas
comunidades católicas y protestantes. La corona contó con la colaboración de los old English y de algunos
jefes gaélicos nativos para la eliminación de los últimos reductos de poder gaélico en la isla, el Úlster de los
O´Neill y los O´Donnell, pero los nuevos planes de colonización llevados a cabo en Connacht (oeste de
Irlanda) y en el mismo Úlster no cumplieron las expectativas de los colaboradores de la Corona. En la
práctica, tanto la población nativa irlandesa como la élite Old English asistieron a un creciente deterioro de
sus posiciones en Irlanda a favor de los nuevos colonos new English.
A lo largo de la década de 1630 la situación en Irlanda se deterioró progresivamente. Dese su llegada a la
isla en 1633, el nuevo virrey Thomas Wentworth (1593-1641) aumentó la presión fiscal con el objetivo de
reducir el déficit de la Corona en la administración de Irlanda. Como veremos en el siguiente capítulo, en
una situación de progresivo deterioro de la posición de Carlos I, la rebelión de Irlanda irrumpió con fuerza
en el escenario de la primera Revolución Inglesa.

Recio Morales La primera revolución inglesa (1638-1649) capítulo 2


Causas de la revolución inglesa: causas políticas: El conflicto institucional entre Carlos I y el parlamento
tuvo ya serios precedentes con Jacobo I, que lo disolvió repentinamente en dos ocasiones (1614 y 1621).
Jacobo era consciente de la importancia de esta institución en la práctica de la política inglesa, pero en
alguno de sus característicos y repentinos cambios de humor confesó sorprenderse de que sus predecesores
hubieran consentido tantas libertades al Parlamento. Jacobo aunque extraordinariamente indignado por lo
que tuvo que escuchar en 1614 y 1621, sólo actuó contra algunos parlamentarios una vez terminadas las
sesiones. Aunque Jacobo se quejaba de los procedimientos parlamentarios, lo cierto es que sus largos
discursos cada vez que aparecía en el parlamento le hicieron famoso. En líneas generales, Jacobo I fue
recordado como un rey que respetó el marco constitucional establecido.
La situación cambió radicalmente bajo el reinado de su hijo. Es cierto que desde 1621, todavía como
príncipe de Gales, Carlos acudía regularmente al parlamento para practicar, siguiendo las indicaciones de su
padre. Pero acostumbrados a la expresividad desbordante y al tono de voz de Jacobo, los parlamentarios no
encontraron en su hijo los mismos sentimientos de cercanía. A Jacobo I le faltaba en ocasiones el tacto, pero
su arrolladora personalidad, para bien o para mal, no dejaba indiferente a nadie. Desde el principio, entre
Carlos y el parlamento no hubo feeling. Cuando Carlos I convocó su primer parlamento en 1625 ya
circulaban rumores y un cierto malestar en Londres en torno a dos personas íntimas del círculo del monarca:
su esposa y su favorito.
El rey gobernó sin el parlamento once años y cuando lo convocó en 1640 volvió a usar mani militari al
acusar a otros cinco miembros de los comunes de alta traición. Las consecuencias no pudieron ser peores
para el monarca: el rey había creado cinco mártires y la relación entre la corona y el parlamento se había
roto por completo.
Causas económicas: desde fines del siglo XVI la corona inglesa se mostró incapaz de hacer frente a las
necesidades de un Estado moderno en expansión. En 1603 Jacobo I se encontró con las arcas vacías y una
deuda en continuo aumento.
Las patentes reales eran otra fuente de financiación sustanciosa para el monarca, pero cualquier monopolio
comercial se encontró con una fuerte oposición en el parlamento: sus beneficiarios coincidían con personajes
próximos al monarca que obtenían grandes beneficios a cambio de una cantidad fija. Pero los monopolios
actuaban contra la libre competencia e imponían los precios sobre productos básicos como la sal, el jabón, el
cuero, el carbón o el vino. Cuando alguno de los beneficiarios coincidió que era parlamentario, el
parlamento no perdió la ocasión para abrirles una investigación y en virtud de su autoridad judicial,
incriminarles directamente.
Carlos I heredó de su padre esta necesidad acuciante de recursos y una situación general de estancamiento
económico. Pero Jacobo mantuvo la paz algo más de dos décadas y no tuvo que emplear sus recursos
económicos en costosísimas campañas militares, la primera causa de dilapidación del erario real para todas
las monarquías europeas.
Esta cuestión económica estuvo detrás del deterioro de las relaciones entre el rey y su primer parlamento
en 1625. Desde 1621 el parlamento se quejaba continuamente de la política de contención de Jacobo I frente
a España, y ahora que llegaba la oportunidad, su hijo se encontró con el serio problema de financiar la
guerra. Carlos acudió a los banqueros italianos y a sus súbditos privados para que, de forma voluntaria o
forzada, socorrieran al monarca.
En efecto, los resultados no fueron los esperados: la campaña militar en Centroeuropa para reconquistar el
palatinado fracasó y el “golpe contra España”, el desembarco en 1625 de una fuerza expedicionaria en
Cádiz, fue bien hasta que los soldados ingleses se encontraron en su avance con el vino suficiente para dar al
traste con toda la operación. Cuando en 1629 el parlamento negó la concesión de más fondos, Carlos I dejó
de convocarlo once años. Este período ha pasado a la historia con el nombre de gobierno personal o personal
rule (1629-1640) y fue aprovechado para aumentar los ingresos y reducir la deuda de la corona. Carlos I
quería poner a la armada a la altura de las mejores: la española y la francesa.
Desde fines del siglo XVI y a lo largo del XVII las islas británicas, e Inglaterra en particular, participaron
de lleno en una transformación cultural europea a gran escala conocida como “Revolución científica”. Esta
revolución fue el resultado del desarrollo y la consolidación de una nueva filosofía natural de carácter
experimental, diseñada para controlar la realidad circundante y para dominar el mundo si era puesta al
servicio del Estado, en una época de plena expansión extraeuropea. En Inglaterra, esta transformación se
concretó en la creación de instituciones dedicadas a la mejora de las profesiones y estudios por parte de
particulares. Las universidades de Oxford y Cambridge ya no eran las únicas instituciones donde se producía
y elaboraba el conocimiento, y tampoco la iglesia era capaz de controlar su flujo.
La expansión de la imprenta favoreció la divulgación de los nuevos conocimientos, gracias al
abaratamiento y la difusión del libro como objeto. Esto provocó un cambio revolucionario en la forma de
leer: Durante la Edad Media se hacía de forma colectiva en los monasterios y en voz alta para poca gente,
ahora era una experiencia individual y personal. Lutero escribe su tesis en alemán y no el latín la imprenta
juega a partir de entonces un papel clave en la batalla por la conciencia de los hombres.
Se abre una campaña política contra los científicos que habían estado vinculados con el parlamento
durante la Revolución. A fines del siglo XVII todavía un obispo identificaba todos los males del siglo
Revolucionario con el hecho de que Los Plebeyos y obreros se han atrevido a filosofar ellos mismos. Esta
Revolución intelectual permitió la creación de una conciencia de grupo y de capacidad de influencia en la
sociedad inglesa a los hombres prácticos, profesionales del comercio y de las finanzas, y artesanos.
Aplicadas a la economía, la revolución intelectual abrir las puertas a un utilitarismo práctico en el que el
beneficio económico se liberó de toda mancha o sospecha. Lejos de demonizar el dinero, el ideal económico
puritano puso énfasis en la laboriosidad del hombre, la cultura del esfuerzo y el ahorro.
Una de las principales funciones del pacto entre el rey y el rey era que el rey defendiera la propiedad
privada de los hombres y trabajase para su aumento. El comercio era el medio y para ello los impuestos
debían ser limitados y jamás arbitrarios. Carlos I fue perseverante en conseguir fondos y para ello estaba
dispuesto a saltarse al parlamento.
Causas sociales: Aunque la importancia de Londres como sede de la corte y del parlamento era
indiscutible, no hay que subestimar al resto de los condados ingleses. Durante el reinado de Jacobo I, los
críticos con el gobierno del Rey en el parlamento fueron denominados ambiguamente como popular Party o
Patriots. La influencia de la historiografía marxista Configura un escenario de conflicto para la primera
Revolución inglesa en la cual el pueblo fue mero espectador y víctima. En todo caso, también hubo
movimientos populares, en la línea de las revueltas campesinas tradicionales, que corrieron paralelos a los
tumultuosos acontecimientos de la guerra civil. Te dieron incluso casos organizados de milicia de
autodefensa que protegieron a los habitantes de algunas localidades de los excesos de ambos ejércitos.
Causas religiosas: La primera Revolución inglesa y la guerra civiles estuvieron impregnadas de un fuerte
sentido religioso. Hacia dentro de las Islas británicas inicio del siglo 17 la corona inglesa se encontraba
todavía en el ojo del huracán de los conflictos religiosos, control efectivo sobre las distintas confesiones al
interno de cada uno de los tres reinos: El Monarca inglés era la cabeza de la iglesia protestante en Inglaterra
quma mucho protestante pensaban que la reforma no había terminado, especialmente en Escocia; los
católicos eran todavía una mayoría en Irlanda y en la misma Inglaterra la gentru Católica protegía a los
misioneros jesuitas que trataban de mantener viva la vieja fe sobre el territorio.
El propio Jacobo tampoco se había acomodado del todo a las exigencias de la religión protestante: Mismo
se casó con una reina que profesaba el catolicismo y permitió a su hijo la posibilidad de contraer matrimonio
con una infanta española.
El verdadero conflicto estalló a partir de 1633 con el nombramiento del obispo de Londres, William Laud,
como arzobispo de Canterbury y, por tanto, primado de la iglesia de Inglaterra. Más que una religión, el
puritanismo era más bien un movimiento social laico y una forma de vida sobre la base, eso sí, de un dogma
protestante y una litugia calvinista. Sin una base lo suficientemente fuerte entre la nobleza escocesa, Carlos I
intentó reaccionar a esta revuelta al viejo estilo, esto es, manu militari. Desesperado, el rey intentó sin éxito
conseguir financiación en el exterior (también de España) para aplastar de una vez por todas la revuelta.
Finalmente, no tuvo más remedio que convocar al parlamento para solicitar el apoyo político y los fondos
necesarios para llevar a cabo una ofensiva definitiva. Cuando lo hizo, después de once años sin convocarlo y
gobernando solo, Carlos I se encontró con una desagradable sorpresa.
El desarrollo de la guerra civil en los tres reinos: en 1640 Carlos I convocó al parlamento para recaudar
fondos destinados a la guerra contra los rebeldes escoceses. La cámara de los lores se mostró abierta a la
solicitud del rey, pero los comunes se negaron rotundamente a considerar cualquier posibilidad de un
subsidio sin abordar antes otros temas que no habían sido debatidos en once años de gobierno personal del
rey. Dado el preocupante avance de las tropas escocesas, que ya se habían hecho fuertes en las ciudades
inglesas de Newcastle y Durham tomadas en septiembre.
La situación era cada vez más precaria para Carlos I: el ejército escocés ocupaba el norte de Inglaterra y
sus líderes mantenían contactos con algunos parlamentarios ingleses. Además de estos ataques contra los
consejeros del rey, el parlamento pasó toda una batería de leyes con el objetivo de reforzar su autoridad y
disminuir las prerrogativas del rey. Entre estas medidas se encontraban la imposibilidad de disolver el propio
parlamento sin su consentimiento, la abolición de la cámara estrellada y la prohibición o eliminación de los
tres impuestos sobre la caballería, los bosques reales y el ship money.
El 22 de octubre de 1641, propietarios católicos de origen gaélico (Old Irish) y angloirlandeses (Old
English) se alzaron en armas en Úlster. A pesar de mantener en principio una actitud prudente, el deterioro
de la situación política en Inglaterra, las presiones de los lord justices en Dublín y la necesidad de conservar
sus propios Estados hicieron que incluso los nobles católicos de Pale (la zona más segura de los ingleses en
Irlanda) se unieran a la rebelión. El momento era propicio para lograr que el rey hiciera algunas concesiones
a los irlandeses católicos. El estallido de la guerra civil inglesa hizo que tanto los recursos humanos como
económicos necesarios para aplastar la insurrección del Úlster se utilizaran en Inglaterra. Tras el caos inicial,
en 1642 los rebeldes irlandeses se organizaron en una liga católica con base en la ciudad medieval de
Kilkenny. Los acontecimientos irlandeses tuvieron una enorme repercusión en Inglaterra, y aunque el rey
condenó la rebelión, rápidamente empezaron a correr rumores sobre su implicación con los rebeldes. En este
clima, en noviembre de 1641 el parlamento aprobó la “gran amonestación”.
El parlamento se dividió entre realistas y parlamentaristas, y la imprevisibilidad de los acontecimientos en
estos momentos era alta. El parlamento tomó el control de Londres y argumentó sus razones para ir a la
guerra: la defensa de la libertad, de las antiguas constituciones y de los derechos de los vasallos contra el
poder arbitrario. En el aspecto religioso, la defensa de la iglesia protestante frente a las innovaciones y
prácticas papistas. En el bando opuesto, los monárquicos también alegaban que defendían al rey y al reino
de las facciones rebeldes. Los tres reinos estaban ahora en guerra civil y se influían mutuamente. El rey
firma una tregua de un año con Irlanda en septiembre de 1643.
Al principio, la guerra civil favoreció al rey. Tras diversos reveses militares tiene que hacer un acuerdo
con Escocia. Se hace un alianza con tres pilares: la defensa de la religión protestante y la profundización de
las reformas, la salvaguarda de la persona del rey y la búsqueda de la paz en los tres reinos. Pero no todos
estaban de acuerdo. El bando parlamentario en Inglaterra se fue dividiendo entre puritanos moderados,
presbiterianos y sectarios radicales. Sólo los unía el odio a la iglesia católica y al papa.
Tras cuatro años de guerra civil la población estaba exhausta, los ejércitos cansados y las arcas vacías. Fue
entonces cuando el parlamento creó su famoso New Model Army. A partir de este momento, la suerte de los
realistas estaba echada: en menos de dos años este ejército acabó, batalla tras batalla, con las fuerzas
realistas en Inglaterra. En New Model Army fue la respuesta del parlamento a las derrotas acumuladas por
sus ejércitos provinciales y el deseo de constituir un ejército nacional centralizado.
Tras el fracaso de las negociaciones de paz en Uxbridge (1645), Cromwell invadió el condado de Oxford
desde el este y la sitiaron. La derrota de las fuerzas realistas en Inglaterra y la captura del rey dejaron al
virrey de Irlanda en una difícil situación. El nuncio papal enviado a la isla amenazó con la excomunión a
todos los católicos que apoyaran un compromiso con el virrey. Desde Dublín, los ejércitos parlamentarios
comenzaron a internarse en territorio controlado por la confederación.
La muerte de un rey: Carlos I Estuardo frente al patíbulo: Tras ser capturado, Carlos I fue entregado por
los escoceses a los parlamentarios en 1647 a cambio de 400.000 libras y la promesa de repatriar las tropas
escocesas todavía presentes en Inglaterra. Los escoceses pretendían extender a toda la isla de Gran Bretala y
a Irlanda la iglesia prebisteriana, pero dentro del ejército parlamentario inglés, la facción antiprebisteriana
encabezada por los independientes fue ganando cada vez más apoyo y poder. El consejo empezó a negociar
con los principales agitadores dentro de las tropas y a continuación se dispuso a marchar sobre Londres. En
noviembre de 1647 el rey logró escapar y empezó a negociar a tres bandas: con el ejército, con el parlamento
y con los escoceses. Mientras Cromwell negociaba con el rey, el parlamento propuso al monarca las four
bills, cuatro condiciones para llegar a un acuerdo: colocar al ejército bajo la jurisdicción total del
parlamento, que el parlamento pudiera ir a cualquier lugar del reino sin el consentimiento del monarca, que
quedaran sin valor todas las acusaciones contra los miembros del parlamento y que todas las mercedes,
gracias y honores hechas por Carlos I desde su salida de Londres quedaran revocadas. Carlos rechazó estas
condiciones y en diciembre de 1647 firmó en cambio un acuerdo secreto con los escoceses, quienes le
habían aconsejado rechazar las four bills. El rey acordó extender la iglesia prebisteriana en Inglaterra por
tres años, acabar con los independientes en el ejército y aceptar un papel más activo de los nobles escoceses
en el gobierno, a cambio los escoceses se comprometían a restaurarle en el poder con la ayuda de su ejército.
En febrero de 1648 la cámara de los comunes reunió una flotilla de seis barcos que se puso al servicio del
príncipe de Gales, futuro Carlos II, en esos momentos exiliado de Holanda. A partir de entonces, la relación
secular entre el parlamento y el ejército cambió por completo: tradicionalmente, el parlamento proveía los
fondos necesarios al rey para que pudiera afrontar con éxito una guerra. Esto impedía mantener al rey un
ejército permanentemente activo y de grandes dimensiones. A partir de ahora el ejército pasó a ser un
componente político decisivo dentro del parlamento. A este punto, y ante la posibilidad concreta de que los
parlamentarios pudieran llegar a un nuevo acuerdo con Carlos I, los militares y los nuevos miembros del
parlamento Rump proejército empezaron a considerar seriamente la posibilidad de juzgar al rey. Se lo acusa
Carlos de alta traición y el mensaje queda en el aire: todo un monarca debe someterse a la ley. En marzo de
1649, un mes después de la ejecución del rey, se aprobó una ley que abolió por decreto el oficio de monarca.
Recio Morales República (1649-1660) capítulo 3
Oliver Cromwell, Lord protector: en 1649, el recién creado Consejo de Estado comprobó que lo más difícil
de la ejecución de Carlos I de Inglaterra vendría después, con las crecientes disensiones internas y los
problemas en Irlanda y Escocia. Los retrasos en la paga de los soldados y la posibilidad de ser enviados a
Irlanda hicieron que estallaran dos motines en abril y mayo de 1649.
La guerra de los obispos en Escocia (1639-1640) y la rebelión irlandesa de 1641 precipitaron el estallido
de la guerra civil inglesa. Tras la ejecución de Carlos I en 1649, el círculo se cerraría también en estos dos
escenarios. Para ello iba a ser resolutivo en New Model Army, que ya había demostrado toda su eficacia
durante las guerras civiles en Inglaterra. En 1649 la mayor parte del ejército estaba preparado para afrontar
la situación en Irlanda y sólo esperaba el compromiso de recibir sus atrasos para acudir en ayuda de sus
hermanos protestantes de la isla vecina.
En Inglaterra, esta politización interna era el reflejo de una profunda cultura política arraigada en el
debate, la crítica y la exposición argumentativa en defensa de la libertad individual consagrada en las
antiguas leyes del reino. El problema era cuando estas ideas pasaban de la teoría a la práctica. Los motines
de 1649 de los levellers fueron aplastados y, con ellos, se despejaba el camino a Irlanda. En consecuencia, la
población civil podía ser abatida en cualquier momento al ser considerados como potenciales objetivos
militares. En 1653 se rindió el último ejército irlandés organizado.
Escocia también reclamó una atención urgente. Carlos toma posesión de la corona escocesa a cambio de
aceptar unas humillantes condiciones impuestas por los Covenanters, el ala política radical y religiosamente
más ortodoxa de Escocia: el príncipe de Gales debía reconocer públicamente el error de su padre en su
oposición a la solemne liga y pacto covenanter, la idolatría católica de su madre y la sangre que ello había
causado en la guerra civil. Parecía que con esto los escoceses mataran a su padre por segunda vez. El
príncipe de Gales no visitaría más Escocia luego de 1651 y nunca mostró simpatía ni por el prebisterianismo
escocés ni por la propia Escocia.
En 1653, tras un último y desesperado intento de rebelión en el oeste de Escocia y en las Highland, el
ejército parlamentario inglés procedió a la ocupación militar de Escocia con una fuerza de 10.000 efectivos.
La pacificación total de Irlanda y la ocupación militar de Escocia rompieron definitivamente cualquier
equilibrio entre los tres reinos a favor de Inglaterra: en 1652 el parlamento dictaminó que Irlanda y Escocia
fueses unidas a Inglaterra en una misma república. Cromwell recogió el sentimiento general entre el New
Model Army que hablaba repetidamente de nuestros hermanos escoceses. Los escoceses eran unos enemigos
obstiandos que finalmente habían sido derrotados, pero con los que al fin y al cabo era posible una
reconciliación. Los irlandeses, según Cromwell, eran distintos a los escoceses. Antes de desembarcar al
frente de sus tropas en Dublín (1649), Cromwell también dejó pocas dudas sobre su odio a los irlandeses.
Las aplastantes victorias militares de Cromwell en Irlanda y en Escocia le permitieron regresar a Londres
como el verdadero hombre fuerte de la república. En tres años consiguió lo que los reyes no habían podido
en siglos. Cromwell era disciplinado, práctica y muy osbtinado. Se rodeó bien y creía en el aspecto
filosófico de la religión. De hecho el New Model Army era un auténtico laboratorio de ideas religiosas. La
actividad de las sectas y congregaciones disidentes se debía a la división geográfica entre realistas (al norte y
oeste de Inglaterra) y parlamentarios (al sur y este del país con Londres a la cabeza). Los cuáqueros nacieron
entre 1650 y 1653 de un grupo de soldados desmovilizados, jóvenes radicales y algunos evangelistas
dispersos, sus acciones sacudían a la opinión pública. Ninguna represión funcionaba con ellos y esto
provocaba la admiración de sus enemigos. Lo cierto es que el protectorado de Cromwell tuvo tolerancia
hacia las distintas prácticas religiosas, lo cual llevó cierta paz social en este sentido.
El día de navidad de 1653, Cromwell fue nombrado Lord Protector y gobernador de los tres reinos. En
teoría, el poder del nuevo régimen estaría equilibrado entre el protector, un consejo de sabios (entre trece y
veintiún miembros) y un nuevo parlamento de 460 miembros. En la práctica, el protector tenía poderes
ejecutivos y controlaba el ejército y la diplomacia. Esta seguridad militar al interno de las islas británicas,
gracias al New Model Army, y hacia el exterior, gracias a la Royal Navy, influyó de manera determinante en
la convicción de Cromwell en reclamar una nueva posición para la república entre el resto de las provincias
europeas. Para ello, la república tuvo que empezar desde el principio, esto es, conseguir el simple
reconocimiento de su existencia.
La república y el mundo: además de los problemas internos, la nueva república buscó desde 1649 su
reconocimiento oficial en el exterior, con el fin de no sumar nuevos frentes a los ya abiertos dentro de las
islas británicas. Esto no iba a ser fácil, porque el exilio realista en el continente trabajó desesperadamente
por evitar este reconocimiento y conseguir en cambio la legitimación dinástica del legítimo heredero al
trono, Carlos II Estuardo. España fue la primera potencia europea en reconocer a la república inglesa. Se
adelantó incluso a Holanda, que era como Inglaterra una república comercial, protestante y vecina más
próxima.
Madrid opta por la razón de Estado: el objetivo en base al asesinato (VER EN EL TEXTO) era evitar a
toda costa una guerra con Inglaterra y traer a todos los soldados disponibles desde Irlanda para luchar en
Portugal y Cataluña, los dos frentes abiertos que la monarquía tenía en esos momentos dentro de la propia
península. El embajador Cárdenas intentó cerrar un acuerdo de alianza y amistad con Cromwell. El fracaso
de Santo Domingo fue un revés para Cromwell. Jamaica era sólo una amarga recompensa. Cárdenas
consideró el Western design como una auténtica afrenta.
El deterioro de las relaciones con España y la consecuente guerra angloespañola (1655-1660) se vieron
precedidos por el estallido de la primera guerra angloholandesa (1652-1654). Holanda era la primera
potencia comercial de Europa y protegía celosamente sus mercados asiáticos y africanos. La pérdida del halo
de invenciblidad de Cromwell en los dos intentos de asalto de la colonia española de Santo Domingo y una
presión fiscal en continuo aumento para sufragar la primera guerra anglo-holandesa pusieron en cuestión la
labor de Cromwell al frente del gobierno. Incluso dentro del ejército el protector era objeto de ataques cada
vez más indecisos.
El fin de Cromwell: en el verano de 1656 Cromwell abrió el segundo parlamento del protectorado para
conseguir financiación y continuar la guerra contra España. Con el fin de evitar sorpresas, se aseguró de que
los parlamentarios fueran elegidos entre los fieles al régimen, que presionaron a Cromwell para que
asumiera la corona de Inglaterra: de este modo, se acabarían con todos los experimentos constitucionales
que habían tenido lugar en la república desde la ejecución de Carlos I.
En la misma Inglaterra dedicaban al protector numerosos tratados como conquistador de los tres reinos o
nuevo césar. En 1649 algunos radicales críticos con la falta de profundización de la revolución ya alertaron
sobre la posibilidad de que un tirano (Carlos I) fuera reemplazado por otro tirano (un militar). Esto llevaría
con el tiempo, profetizaban los radicales, a convertir la república en una monarquía. Cromwell rechazó la
corona pero en su lugar se aprobó una enmienda que permitía al protector nombrar a su sucesor tras su
muerte. Murió en septiembre de 1658 y nombró a su hijo, el cual tenía treinta y un años cuando accedió al
cargo de lord protector pero no iba a envejecer de él: su personalidad no era la de su padre y su
distanciamiento del ejército (no era militar) lo llevó a ser identificado con la facción opuesta de civiles.
Los atrasos en las pagas de los solados, las continuas quejas de la población ante su falta de disciplina y el
aumento de la presión fiscal para mantener al ejército hicieron inútiles las continuas llamadas a la calma y a
la unidad del propio Richard. La situación política entró en una espiral de conflictividad tal que en 1659 se
sucedieron siete gobiernos en menos de un año.
La desmovilización general era una de las peores pesadillas del ejército profesional y estaba claro que,
dada la creciente militarización de la sociedad británica y el papel del ejército en la política del país, una
medida así se encontraría con una oposición frontal. La revuelta realista de 1659 en nombre de un
parlamento libre fue aplastado por los republicanos, quienes se volvieron a reencontrar con un mismo
objetivo común. El líder realista de la insurrección, sir George Bootg, acabó como de costumbre en la torre
de Londres bajo el cargo de alta traición. Consciente de la situación de impasse tras este nuevo revés realista
en Inglaterra, el príncipe Carlos fue personalmente al encuentro de los reyes de España y de Francia en los
pirineos, donde estaba a punto de concluir con una pomposa ceremonia el tratado de paz de los pirineos
(1659).
La victoria militar sobre los realistas no sirvió sin embargo para aglutinar al ejército en torno a una misma
idea sobre una nueva Commonwealth, ahora son la sombra de Cromwell ni la de su hijo. En enero de 1660
Monck entró en la ciudad de York sin apenas resistencia y fueron los propios miembros del parlamento
quienes le invitaron a marchar hacia Londres con sus tropas, lo cual hizo sin dificultades. Los rumores
dentro y fuera del nuevo parlamento iban desde la posibilidad de que Monck se convirtiera en el nuevo
protector hasta la restauración de Richard Cromwell, pasando por la misma disolución de la Commonwealth
y el regreso de los Estuardo.
En el exilio, el futuro rey Carlos II abandonó la protección española para no levantar suspicacias y pasó a
la ciudad de Breda, en esos momentos bajo la jurisdicción de las provincias unidas. Cuando los rumores
sobre una posible restauración llegaron a todos los rincones de las islas británicas, la posibilidad de un motín
de algunas unidades duras del ejército republicano creció de manera significativa. Rápidamente Monck
ordenó la caza de cualquier oficial que todavía pudiera hablar libremente sobre la defensa del ejército y los
valores republicanos.
Recio Morales Restauración (1600-1685) Capítulo 4
Carlos II tenía treinta años cuando accedió al trono. En 1662 contrajo matrimonio con Catalina de Braganza.
Este enlace se pactó dos años antes y puede decirse que con él Carlos II rescató todo el honor que su padre
perdió en España cuando intentó sin éxito casarse con otra infanta ibérica.
No obstante, el rey y la reina construyeron una relación de afecto y respeto muto que duró hasta la muerte
de Carlos II en 1685. Contrariamente a su abuelo y a su padre, Carlos II tampoco llevó hasta sus últimas
consecuencias sus diferencias de opinión con el parlamento. En privado se mostró indignado por la política
religiosa de los parlamentarios contra los disidentes pero en público se limitó a seguir su guión.
Durante la primera etapa de reinado, Carlos II y sus ministros aplicaron una política de reconciliación. El
gobierno saldó los atrasos de los soldados y los oficiales republicanos que fueron reemplazados por realistas
fueron indemnizados. El rey se reservó una guardia pretoriana de probada fidelidad de más de 3500
efectivos. A nivel individual, el rey premió a quienes habían posibilitado su regreso a Inglaterra. La mezcla
de realistas y antiguos republicanos se hizo extensiva a otras instituciones locales, como los ayuntamientos,
los jueces y sheriffs, el ejército y la royal navy.
El ceremonial de corte también fue restaurado aunque las pérdidas del patrimonio real habían sido
cuantiosas, incluyendo las famosas joyas de la corona. Carlos II confirmó su perdón general prometido en la
declaración de Breda (1660) y en general hubo un sentimiento de reconciliación que recorrió las bancadas de
los parlamentarios de los comunes y de los lores, los miembros del consejo privado del rey y el mismo
monarca. La guerra civil y el período republicano habían sido sin embargo durísimos y la venganza de los
realistas fue especialmente cruel.
El rey se blindó con su guardia y también legalmente. Extendió las leyes de traición contra su persona y a
partir de 1655 la relativa calma en la primera etapa de su gobierno dio un giro en base a desastres: la gran
plaga de 1665, el gran incendio de Londres de 1666 y la segunda guerra anglo-holandesa entre 1665 y 1667.
Ninguno de los tres conflictos anglo-holandesas resultó definitivo y las pérdidas para los dos bandos fueron
sustanciosas. Años atrás, la pequeña república holandesa había puesto en jaque a España durante ochenta
años entre 1568 y 1648, cuando declararon su independencia.
Las críticas al gobierno de Carlos II Estuardo eran su política de reconciliación y la sed de venganza de los
realistas. A partir de 1664 la situación se enturbió y la religión resultó ser uno de los temas más espinosos de
abordar.
Carlos II y el rompecabezas religioso: a principios de la restauración y tras sucesivos conflictos, la
situación de la mayor parte de los edificios religiosos era penosa. Pero la reconstrucción material de la
iglesia de Inglaterra (y también de Escocia) no resultó tan difícil como poner de acuerdo a los episcopalianos
y presbiterianos. Carlos II se enfrentaba al típico rompecabezas inglés donde la mediación y el compromiso
entre las partes parecía la única opción.
Como los cuáqueros a un extremo, los católicos al otro también gozaban de una cierta protección por parte
de Carlos II. En líneas generales, entre 1661 y 1665 el parlamento se opuso a la política de tolerancia de
Carlos II hacia los disidentes religiosos radicales y los católicos. Carlos II intentó recuperar los valores
tolerantes de la declaración de Breda.
Tuvo que aceptar la política religiosa de los comunes porque necesitaba el dinero del parlamento. El
devastador incendio de Londres en 1666, del que fueron culpados los católicos, reforzó más la posición
antipapista del parlamento. Los católicos siguieron viviendo en un régimen de semiclandestinidad y otros
grupos protestantes disidentes no vieron otra alternativa que la de abandonar voluntariamente las islas
británicas por las colonias. En 1681, en pago a una deuda contraída con el difunto almirante, Carlos II
concedió a Penn un amplio territorio más allá de Delaware y que se convertiría en Pennsylvania.
El desarrollo de la cultura política en Inglaterra: whigs y tories: como ya le había ocurrido a su padre
cuando el parlamento se mostró entusiasta para entrar en guerra contra España en 1625, también en 1665 los
comunes presionaron a Carlos II para que declarase la guerra contra Holanda. Una vez alcanzada la paz, los
mismos parlamentarios pedían el no standing army. Entre 1667 y 1773 Carlos II tomó un papel más
destacado en las decisiones de gobierno. Ya no tenía un solo favorito y en 1672 declaró, con la connivencia
de Francia, la guerra a Holanda, la tercera guerra angloholandesa, se embolsó la ayuda financiera francesa y
nunca se convirtió públicamente al catolicismo, tal como decía la cláusula secreta del tratado de Dover. Una
vez más Holanda resiste el embate. Carlos II buscó más financiamiento en el parlamento pero todo intento
de ataque era neutralizado por Holanda.
En 1678 se descubrió un supuesto plan internacional organizado por los jesuitas para asesinar al rey Carlos
II. El monarca creyó que era una maniobra de la oposición para desacreditar a los católicos e inició una
investigación. La mayoría de los historiadores sitúan en esta crisis de la exclusión (1679-1681) el origen de
whigs y tories, los dos partidos que marcarán desde entonces la política inglesa. El punto de referencia
internacional de los whigs era Holanda, los tories en cambio, estaban representados por la élite aristocrática
presente en la corte. Tendían hacia la estabilidad política y la moderación religiosa. Hacia fines del siglo
XVII, los tories fueron asociados a la fidelidad a la dinastía Estuardo y a la iglesia anglicana.
La crisis de la exclusión se originó cuando una parte de la oposición política encabezada por los whigs
trató de impedir que el hermano de Carlos II, el entonces duque de York y futuro Jacobo II, pudiera acceder
al trono de Inglaterra, aunque fuera su legítimo heredero, debido sus tendencias absolutistas y su conexión
con el papismo. Carlos II buscó acabar con los whigs y esto provocó que los opositores políticos intenten
asesinarlo (conspiración de la rye house). Las investigaciones del complot de la Rye House también
implicaron al hijo ilegítimo de Carlos II, el duque de Monmouth.
Carlos II pasó a la ofensiva con el objetivo de tomar el control total de la situación política. La mayoría de
la oposición política, encabezada por los whigs, queda derrotada o en el exilio holandés. La mayoría de la
población concedió al nuevo monarca, Jacobo II, duque de York, el beneficio de la duda, y le acogieron con
el acostumbrado júbilo de cada vez que un nuevo rey ocupaba el trono. La osadía de Jacobo II en aplicar las
reformas y en pasar página a la primera revolución inglesa sorprendió a todos, incluída a la oposición, que
iba a tardar algún tiempo en responder eficazmente. Cuando lo hizo, whigs, tories y otros grupos políticos
disidentes aparcaron sus diferencias y se unieron a la iglesia de Inglaterra para derrocar al rey en la segunda
revolución inglesa del siglo XVII, La Gloriosa (1688-1689).
Recio Morales La segunda revolución inglesa la Gloriosa (1688-1689) capítulo 5
Jacobo II, tenía 52 años cuando asumió el trono y fue el más eficaz y atrevido de todos. Era decidido,
determinado y constante en su proceder. Su intento de recatolización de las islas británicas se inició desde el
más estrecho círculo del monarca. Se fue rodeando de cada vez más jesuitas y de consejeros francófilos, y su
cuerpo diplomático también adquirió pronto una orientación decididamente católica y pro-francesa.
Si la autoridad del monarca era indiscutible y la crítica política peligrosa, la recatolización del entorno de
Jacobo II alentó a los teólogos católicos, fuera y dentro de las islas británicas, a identificar el origen de todos
los males en la separación de la iglesia madre romana. El segundo de los objetivos de Jacobo II, la
modernización del Estado, fue llevado a cabo con el mismo celo que la recatolización. La primera medida, la
reforma militar, se materializó en la creación de un ejército moderno y permanente, siguiendo el modelo
francés, cumpliendo así finalmente una de las viejas aspiraciones de la corona inglesa desde principios del
XVII. La visible militarización del territorio se complementó con la segunda de las medidas políticas del
gobierno de Jacobo II: el control de la población a través de cientos de espías y de informantes civiles. Las
reformas se encontraron con la enérgica oposición del parlamento. Las dos cámaras se mostraron contrarias
a la disolución de la milicia y sus sustitución por un ejército permanente al servicio del rey y fuera del
control del parlamento.
La reforma del ejército y de la armada, el control de la información y la disminución de la capacidad
negociadora del parlamento incrementaron el poder del monarca en un tiempo tan breve y tan eficazmente
que los opositores no pudieron reaccionar: la Inglaterra de Jacobo II se parecía cada vez más a la Francia de
Luis XIV, con un monarca dispuesto a recatolizar, de tendencia absolutista, con un Estado burocratizado,
centralizado, rápido y eficaz. La tradicional crítica anticatólica contra los denostados papistas se identificó
ahora como un ataque directo al soberano.
El estallido de la gloriosa y la guerra de los dos reyes: en apenas dos años desde su llegada al trono, las
reformas de Jacobo II y de su equipo de gobierno habían sido tan rápidas y eficaces que no dio tiempo a la
oposición a organizarse. La mecha que finalmente prendió la llama de la revolución fue el caso de los siete
obispos: elevaron una petición al monarca en contra de leer en voz alta, los metió presos y un jurado de
Londres los absolvió, lo cual fue un duro revés para el monarca.
La oposición política intensificó los contactos con Holanda, lugar de exilio de muchos disidentes como
Locke. Finalmente, la situación política de Inglaterra y el nacimiento del príncipe de Gales precipitaron la
intervención militar directa de Guillermo III. Los estados generales de los países bajos financiaron una flota
de 20.000 efectivos y desembarcaron en noviembre de 1688 en Brixham, un pequeño pueblo pesquero del
condado de Devon. Jacobo II esperaba a Guillermo con un ejército reformado y preparado. Tan seguro
estaba que declinó la ayuda de la armada francesa. El poderoso ejército de Jacobo se disolvió debilitado por
las deserciones en masa de la oficialidad y de los soldados y la royal navy no salió al encuentro de la flota
holandesa. Entre el 12 y el 19 de diciembre de 1688 la población civil inglesa entró en histeria colectiva con
los rumores de venganza hacia los protestantes antes que rendirse ante Guillermo por parte de Jacobo.
Finalmente, en diciembre de 1688 Jacobo II abandona Londres por segunda vez para buscar la protección de
Luis XIV. Esta vez tuvo éxito y se instaló a las afueras de París. Se abrió una importante cuestión para el
parlamento: cómo justificar la entronización de facto de Guillermo de Orange? A pesar de la división interna
entre whigs y tories, llegaron a un acuerdo en febrero de 1689 y Guillermo de Orange y su esposa María
Estuardo fueron coronados en la abadía de Westminster como reyes de Inglaterra, Escocia e Irlanda (el texto
sirvió de referencia para textos importantes posteriores OJO:USAR). Esto sirvió para estabilizar la situación
política en Inglaterra pero no en el resto de las islas.
En medio de los dos partidos políticos, la reina (Ana) tomaba distancias y procuraba mostrarse siempre
neutral, pero colaboraba con ambos. En política interna, su mayor éxito fue alcanzar el frustrado intento de
unión entre Inglaterra y Escocia que intentó Jacobo I. en política exterior coincidió con la guerra de sucesión
española (1702-1714). Londres asume el papel de árbitro en Europa, garante de un equilibrio territorial y
militar en el continente. En el mar en cambio es la primera potencia marítima. La revolución económica se
da a partir de la década de 1660: gracias a lo manufacturero y comercial. Duplica la marina mercante su
volumen de tonelaje. Esto trae como lado oscuro la intensificación de la esclavitud, daño al medio ambiente
y caída de los competidores europeos.
Más que poderosos ejércitos de tierra, la verdadera prioridad era el dominio del mar. Puntos negativos: las
grandes compañías acapararon sus intereses en la corte, los intereses económicos del establishment
cortesano hicieron que los ejércitos y las armadas se pusieran a su servicio, la necesidad creciente de energía
disparó el consumo de recursos naturales, la mano de obra esclava se multiplicó y se aumentó la desigualdad
al interior de las islas.
De este modo el parlamento de Westminster tuvo una paradoja: por un lado la lucha contra los monopolios
al interior de las islas, por otro lado hacia el exterior eran monopolios protegidos por la prerrogativa real
sobre la política exterior.
BRENNER, R. Mercaderes y revolución. Transformación comercial y conflicto político (1993)

La INTERPRETACIÓN SOCIAL TRADICIONAL era incapaz de especificar en el periodo pertinente –


aproximadamente desde el reinado de Isabel hasta la Revolución inglesa- las clases feudales y capitalistas
económicamente específicas que fueron, respectivamente, estructuralmente incapaces y estructuralmente
capaces de beneficiarse de las nuevas condiciones económicas y, como resultado, acabaron llegando a un
conflicto entre ellas. Los intérpretes sociales tradicionales no han podido explicar por qué aquellos señores
no podían, sometidos a las presiones y a las oportunidades económicas del periodo, despojarse de sus
clientes y transformar sus heredades para aprovechar las tierras y otros recursos de maneras más rentables, o
por qué quienes no se ajustaron lograron no hundirse, a lo largo de más de un siglo de subida de precios y
estancamiento de ingresos. El hecho es que, a finales del S.XVI, quedaban muy pocos señores de estilo
antiguo en Inglaterra. Por otra parte, en cuando a las necesidades de consumo supuestamente mayores de los
aristócratas cortesanos en comparación con la gentry rural, no es fácil entender por qué éstas no podían
quedar cubiertas, o más que cubiertas, por el acceso de los aristócratas cortesanos a cargos lucrativos y
dádivas. De hecho, el argumento de que la vida cortesana suponía una carga especial para la nobleza sólo
hace referencia al reinado de Isabel, cuando los gastos del monarca en sus autoridades y cortesanos fueron
inusualmente bajos. Durante el reinado de Jacobo I y la primera parte del de Carlos I, el gasto de la corte se
disparó.
El resultado es que, a la llegada de la Guerra Civil, es muy difícil especificar nada equivalente a una
distinción de clase dentro de la categoría de grandes poseedores de tierra, dado que la mayoría eran de la
misma clase. En las décadas intermedias del S.XVII, tras una larga evolución, los terratenientes ingleses,
con título y sin él, grandes y pequeños, se mantenían en su mayoría del mismo modo, obteniendo el grueso
de sus ingresos mediante el cobro de rentas competitivas a los agricultores comerciales por el arrendamiento
de su propiedad absoluta de la tierra. La incapacidad para descubrir pruebas convincentes de que las clases
feudales y capitalistas asumieron sendas económicas divergentes y entraron en conflicto aproximadamente
en el medio siglo anterior a 1640 ha provocado la aparición de una imagen sobre la evolución
socioeconómica y política en aquella época muy distinta de la originalmente ofrecida por los intérpretes
tradicionales:
1) En primer lugar, ahora está bastante claro que, lejos de sufrir una crisis económica en el periodo
anterior a la Guerra Civil, los pares, que incluían la mayoría aunque ni mucho menos todos los
grandes terratenientes de Inglaterra, disfrutaron de una ASOMBROSA PROSPERIDAD ECONÓMICA, una
mejora sustancial a largo plazo de su posición económica. A lo largo del período moderno inicial,
más que provocar el ascenso de una clase burguesa nueva y dinámica junto a la decadente clase
feudal y en conflicto con ella, un profundo proceso de cambio socioeconómico provocó la amplia
transformación de la clase terrateniente en su totalidad. Para 1640 había emergido una clase
terrateniente que, en general, era capitalista, en el sentido de depender de que los agricultores
comerciales pagasen arriendos competitivos, y no una clase terrateniente dividida drásticamente
entre sectores avanzados y atrasados.
2) En segundo lugar, como consecuencia directa de su transformación económica, las clases
terratenientes superiores pudieron, en términos relativos, constituirse en una ARISTOCRACIA
EXTRAORDINARIAMENTE HOMOGÉNEA. Como resultado, los pares y otros grandes terratenientes sin
título, que tendían a ocupar el liderazgo político y los puestos de gobierno más elevados, diferían
principalmente en cantidad y no en calidad de los demás miembros de la nación política inglesa. Esto
distinguía a la clase dominante inglesa de las clases dominantes de muchas otras partes de Europa 1:
en Inglaterra se daba una fácil coordinación entre las capas superiores de las clases terratenientes, a
menudo dirigidas por los nobles, y las capas más bajas; un conocimiento relativamente amplio,
dentro de las clases terratenientes en su conjunto, de la amplia gama de intereses compartidos por sus
miembros; e incluso un significativo potencial de cooperación política entre terratenientes y
agricultores, ya que estos últimos tenían muchos intereses en común con los primeros a pesar del
conflicto interno por el precio del arriendo.
3) En tercer lugar, los PRINCIPALES NOBLES Y OTROS GRANDES TERRATENIENTES lideraron la revolución
legislativa parlamentaria del período transcurrido entre el otoño de 1640 y el verano de 1641, y una
mayoría muy amplia de las clases parlamentarias respaldó plenamente el programa religioso y
político de gran alcance planteado en esta revolución. El rey estuvo, en gran medida, políticamente
aislado de las clases terratenientes en general hasta el otoño de 1641. La Revolución inglesa enfrentó
inicialmente a una clase terrateniente socioeconómica y políticamente unificada contra el monarca y
su limitado número de partidarios, procedentes en gran medida de los cortesanos dependientes y de
los projectors de la Corona, las capas superiores de la jerarquía eclesiástica y los mercaderes y
magistrados privilegiados de Londres. Esta evolución es difícil de cuadrar con la idea de una
revolución contra la aristocracia, y mucho menos contra una aristocracia absolutista o feudal ligada a
la monarquía.
4) En cuarto lugar, con respecto a la CLASE TERRATENIENTE DE INGLATERRA interpretada ampliamente,
todavía está por demostrarse si quienes apoyaban al Parlamento y quienes apoyaban a la Corona al
comienzo de la Guerra Civil en 1642 diferían sistemáticamente en lo referente a la clase social. En
una clase terrateniente tan homogénea como la de esos años, ¿cuándo pudieron surgir las diferencias
sociales?
5) Por último, los MERCADERES DE COMPAÑÍAS ULTRAMARINAS, el principal estrato burgués, no
apoyaron al Parlamento contra la Corona en 1641-1642. Esto no se pronuncia necesariamente contra
la interpretación social tradicional, que seguramente podrá incorporar a los grupos mercantiles
ultramarinos que dependían de la Corona y por lo tanto le eran políticamente favorables. Pero el
hecho sigue siendo que las versiones existentes de la interpretación social tradicional han sido
incapaces de especificar con exactitud cuál era la burguesía revolucionaria (y cuál no). Han sido
incapaces, por lo tanto, de superar la propuesta de que dicha burguesía estaba constituida, al menos
en parte, por las «clases comerciales» en general, sin definirlas adecuadamente o distinguir entre
ellas. Más importante, la IST ha dado a entender equivocadamente que, por el lugar que ocupaban en
la estructura sociopolítica, estas clases se oponían de manera inherente a una aristocracia
terrateniente.
No obstante, pienso que sería un error concluir, como demasiado a menudo se ha hecho en años recientes,
debido a la incapacidad de la IST para explicar los conflictos políticos del S.XVII, que estos conflictos
carecen de fundamento social, y mucho menos que no se basan en absoluto en diferencias políticas e
ideológicas sistemáticas. El objetivo de la IST fue inicialmente proporcionar una base, una lógica social para
lo que ya era una explicación generalmente aceptada de que los conflictos del S.XVII se basaban en
diferencias relativas a los principios constitucionales y religiosos. La actual ESCUELA REVISIONISTA
fundamenta sus críticas a las ortodoxias historiográficas precisamente tomando como punto de partida el
descrédito del argumento dado por la IST de que las ideas constitucionales y religiosas opuestas que se
plantearon en el transcurso de los conflictos del S.XVII representaban las armas ideológicas,

1 En el resto de Europa las aristocracias cortesanas o basadas en los cargos, que dependían de los impuestos y los pagos del
Estado central, tendieron a entrar en conflicto con las aristocracias locales que obtenían sus ingresos de los pagos señoriales y
rentas comerciales, así como de cargos en organismos políticos provinciales o locales semiautónomos. Además, entre la clase
terrateniente inglesa y sus arrendatarios agricultores-capitalistas no había un abismo insuperable como el que separaba a las
aristocracias de buena parte de Europa y sus arrendatarios campesinos.
respectivamente, de una burguesía rural y urbana en ascenso y una aristocracia feudal en decadencia.
Basándose en este rechazo, que los lleva a deshacerse de cualquier base social sistemática para los conflictos
políticos del siglo, los revisionistas presentan una visión alternativa: durante las primeras décadas del
S.XVII, las unidades políticas efectivas eran incontables facciones cortesanas atomizadas, provincianas
comunidades condales, grupos de interés económicos definidos estrictamente y políticos ambiciosos, así
como, por supuesto, los monarcas y sus favoritos. En este marco, han entendido el vaivén de los
acontecimientos políticos en general como resultado de las luchas desorganizadas y a menudo mal
informadas entre las dispares unidades opuestas que pretendían garantizar sus intereses privados usualmente
efímeros y alcanzar sus ambiciones, concediendo naturalmente un peso desproporcionado a las grandes
figuras del reino: monarcas, principales ministros, Buckingham, grandes cortesanos y eclesiásticos, y
mayores aristócratas.
Me parece que la fundamental objeción a la concepción planteada por los revisionistas sobre la política del
S.XVII como algo constituido por choques entre intereses individuales y de grupo en esencia
particularizados dentro de un contexto político general de consenso ideológico es que puede demostrarse que
los conflictos políticos análogos sobre cuestiones constitucionales y religiosas esencialmente similares
estallaron en múltiples ocasiones durante el periodo anterior a la Guerra Civil y, de hecho, durante todo el
S.XVII, y que quienes se oponían entre sí en estos enfrentamientos plantearon constantemente su postura en
función de conjuntos de principios muy similares, principios que son incomprensibles meramente como
racionalizaciones improvisadas para propiciar intereses estrictamente personales, facciosos o locales a corto
plazo. Los historiadores se han pasado con demasiada facilidad de la incapacidad de la IST para especificar
las clases feudales y capitalistas claras y opuestas que se situaron en la raíz de los conflictos del S.XVII a la
conclusión de que la Revolución Inglesa muy poco o nada tiene que ver con la transición del feudalismo al
capitalismo. Esta conclusión negativa podría aceptarse a estas alturas si el único modelo verosímil que
pudiera relacionar la transición a la revolución fuera aquel en el que una clase terrateniente feudal y
representante de un modo de producción feudal se enfrentase a una clase capitalista y representante del
modo de producción capitalista.
Yo opino que los exponentes de la IST buscaron muy adecuadamente las raíces de los conflictos políticos
del S.XVII en problemas estructurales que afloraron como consecuencia de la transformación a largo plazo
de la sociedad inglesa en una dirección capitalista a partir del periodo medieval tardío. Los fallos principales
de su teoría derivan, por el contrario, de la posición básica de que la transición al capitalismo se produjo en
Inglaterra mediante la aparición de una sociedad burguesa ene l seno de una estructura feudal en gran
medida inerte y restrictiva que abarcaba una parte significativa de la clase terrateniente.
En contraste, yo partiría de la idea de que el capitalismo se desarrolló en Inglaterra desde finales del periodo
medieval mediante la autotransformación de la vieja estructura, específicamente la AUTOTRANSFORMACIÓN
DE LAS CLASES TERRATENIENTES. Como resultado, el ascenso del capitalismo se produjo dentro del
caparazón de la propiedad señorial y por lo tanto, a largo plazo, sin contradicciones con la aristocracia
terrateniente, ni en detrimento de ella, sino para beneficio de dicha clase. Al mismo tiempo, las «clases
comerciales», lejos de ser uniformemente capitalistas o estar ideológicamente unificadas, estaban divididas,
y de manera crucial enfrentadas entre sí como consecuencia de sus diversas relaciones con la producción, la
propiedad y el Estado. La transición del feudalismo al capitalismo equivalió en esencia a la transformación
de una clase cuyos miembros dependían económicamente, en último término, de sus competencias jurídicas
y del ejercicio directo de la fuerza sobre un campesinado que poseía sus medios de subsistencia en una clase
dominante cuyos miembros, que habían cedido el acceso directo a los medios de coerción, sólo dependían
económicamente de su propiedad absoluta de la tierra y de las relaciones contractuales con arrendatarios
comerciales libres y dependientes del mercado (que cada vez contrataban más trabajadores asalariados),
defendidos por un Estado que había acabado por monopolizar la fuerza.
La dependencia que los señores feudales tenían en último término de sus poderes extraeconómicos se
demostró en el período de caída de la población, a partir de mediados del S.XVI. En esta época, los señores
se vieron obligados a retornar a la reacción señorial y a la legislación parlamentaria para mantener sus
impuestos señoriales, pero no lograron impedir el hundimiento de sus señoríos bajo la presión de la
resistencia y huida de sus campesinos, lo cual les hizo perder la capacidad de recibir rentas coercitivas y de
impedir que los campesinos alcanzasen su condición de hombres libres. Acabaron, por lo tanto, dependiendo
económicamente sólo de su tierra, que ahora les resultaba muy difícil de valorar mediante rentas
determinadas por el mercado debido a un ratio trabajador/tierra muy bajo y, para empeorar las cosas, los
reclamos campesinos del derecho a heredar y mantener censos fijos. Pero los señores sí consiguieron
capacidad para exigir rentas comerciales y competitivas, no sólo consuetudinarias y fijas, a sus
arrendatarios, y sólo pudieron aprovechar el aumento de precios de los alimentos y la tierra que marcaron la
mayor parte de la Edad Moderna inicial, sino también la creciente competencia en el mercado de tierras y de
productos ente sus agricultores-arrendatarios comerciales. El resultado de este último cambio fue una
diferenciación social creciente y una significativa mejora agrícola, que propició el aumento de la
productividad agraria. Debido a su autotransformación –que en parte les vino impuesta y en parte fue
aplicada por ellos-, los grandes terratenientes consiguieron, así, acumular su gran riqueza y su poder social
directamente sobre la base de la propiedad y el desarrollo capitalistas.
A medida que se convertían en prósperos terratenientes comerciales que supervisaban una emergente
economía agraria capitalista, los terratenientes ingleses dejaron de exigir formas de ESTADO, de comunidad
política, ya fuesen locales o nacionales, que tuvieran como una de sus funciones centrales la de sostener
económicamente a los miembros de la clase dominante mediante el mantenimiento de formas de propiedad
privada políticamente constituidas, ya fuese permitiendo las exacciones señoriales a los campesinos o
concediendo la propiedad de cargos de recaudación tributaria centrales o locales. Se distinguían, de ese
modo, de la mayoría de sus homólogos continentales, que seguían dependiendo de formas de propiedad
privada políticamente constituidas precisamente porque estaban obligados a seguir manteniéndose mediante
la explotación coercitiva de los campesinos colonos. Al no necesitar poseer ya lo que de hecho era un trozo
del Estado, ya fuera un señorío o un cargo, para mantenerse económicamente, lo que las grandes clases
terratenientes necesitaban ahora era simplemente un Estado capaz de proteger su propiedad privada plena:
inicialmente, de bandas saqueadores de señores neofeudales y de campesinos que intentaban conquistar lo
que consideraban sus derechos consuetudinarios a la tierra; en último tiempo, de los precaristas sin tierras.
De este modo, a comienzos de la Edad Moderna se asociaron crecientemente con la monarquía en la
construcción de un Estado cada vez más poderoso y precozmente unificado que consiguió, a comienzos del
S.XVII, arrogarse el monopolio sobre el uso legítimo de la fuerza.
Por otra parte, la unificación del Estado a comienzos del S.XVII dejó a la MONARQUÍA en una posición
insólita respecto a la clase terrateniente. El Estado había aumentado su efectividad mejorando la
administración, ampliando su actividad a muchas esferas nuevas y acumulando una enorme y nueva riqueza,
especialmente tierras, en manos del monarca. Pero la monarquía siguió controlando efectivamente este
Estado mucho más poderoso y mucho más unificado porque mantenía, como legado del período medieval,
considerables recursos económicos y administrativos propios, y el derecho a nombrar a la mayoría de las
autoridades gubernamentales, al tiempo que sufría relativamente pocas limitaciones jurídicas respecto a lo
que podía hacer. En su calidad de grandes señores patrimoniales, los monarcas ingleses heredaron derechos
políticos a recursos económicos suficientes para mantenerse y constituir su propio clientelismo político,
compuesto por individuos que dependían de diversas maneras de la propiedad políticamente constituida,
creada y mantenida por la monarquía y por el propio grupo patrimonial. Al igual que los clientes dependían
del grupo patrimonial y del lugar que ocupaban en él para mantenerse económicamente, los monarcas
encontraban en el grupo patrimonial el núcleo de su propia base política. Sobre esta base, los monarcas
ingleses perseguían sus propios intereses y los de sus clientes. Pero estos intereses no siempre coincidían
con los de las clases terratenientes, incluso a pesar de compartir aquellos fundamentales, como el
mantenimiento del orden, la jerarquía y la unidad tout court.
El peligro de esta situación estuvo bien ejemplificado por los acontecimientos de Francia a finales de la
Edad Media y comienzos de la Edad Moderna. En Inglaterra este modelo de monarquía patrimonial planteó,
a fin de cuentas, la misma amenaza subyacente. Pero allí, EN CONTRASTE CON FRANCIA, las clases
terratenientes lograron asumir voluntariamente una función activa en la creación de un sistema de gobierno
unificado y un Estado efectivo precisamente porque la monarquía se vio obligada a efectuar el proceso de
construcción del Estado mediante una estrechísima colaboración con ellas. Esto se debió en parte a que la
transformación de los aristócratas en prósperos terratenientes capitalistas no sólo los había aliviado de la
necesidad de un Estado compuesto por señoríos o heredades asociados, de base local, para dominar a los
campesinos directamente, sino que también había restringido mucho el potencial de construir un Estado
absolutista basado en los tributos y los cargos al limitar la necesidad de cargos por parte de los terratenientes
como fuente de ingresos y restringir la cantidad de propiedades de tierras que podía gravarse sin enfrentarse
directamente a la clase terrateniente. Difícilmente podían, así, las clases terratenientes ver al Estado de
manera simplemente negativa, como una amenaza a su hegemonía propietaria y política local. Los
propietarios de tierras buscaban inicialmente un Estado monárquico más eficaz, del que el gobierno condal
era parte integrante, para defender sus propiedades frente a los campesinos y los señores neofeudales. Pero
también identificaron estrechamente sus propios intereses con el aumento de poder de la monarquía y del
Estado en otras áreas cruciales:

● Respaldaban la ampliación de la autoridad del monarca contra las pretensiones del papado
internacional y la jerarquía eclesiástica nacional.
● Deseaban fortalecer la posición geopolítica del Estado contra las amenazadoras potencias católicas,
principalmente España.
● Intentaron aumentar la base material de la monarquía (e indirectamente la suya propia) expropiando
las tierras de la Iglesia.
● En virtud de su creciente participación en el desarrollo del capitalismo nacional, tenían que favorecer
un gobierno más fuerte, capaz de regular la economía social con más eficacia.
● Dado que los precios que se pagaban por los productos agrícolas, así como la seguridad del orden
social ante las fluctuaciones comerciales e industriales dependían en gran medida de la salud de la
industria pañera, debían interesarse por la política gubernamental para regular la producción y el
comercio de paños, y especialmente por la verdadera capacidad del Estado para establecer y aplicar
dicha política.
En este contexto, el parlamento no debería considerarse como mero garante de la propiedad de los
terratenientes locales y de la posición de éstos en el Estado; servía de medio fundamental para la efectiva
colaboración de estos propietarios locales con la monarquía patrimonial en el funcionamiento del Estado y
en el gobierno del país. El hecho sigue siendo, sin embargo, que la FORMA DE ESTADO emergida en
Inglaterra a comienzos de la Edad Moderna era INMANENTEMENTE PROBLEMÁTICA. Como parte del mismo
proceso por el que emergió el capitalismo dentro del caparazón de la posesión comercial de tierras, los
poderes coercitivos y los derechos jurisdiccionales se separaron, por primera vez, claramente de la propiedad
privada y de los propietarios privados, de los que habían formado parte integral, y se concentraron en una
estructura estatal unificada, formalmente en posesión de la monarquía patrimonial. Al mismo tiempo, los
monarcas patrimoniales sólo podían, de hecho, ejercer un control restringido sobre el Estado, debido a sus
recursos materiales restringidos y su clientelismo patrimonial muy limitado de dependientes políticos, así
como su dificultad para gravar la tierra, dado que la mayor parte de ella era propiedad de una poderosa clase
terrateniente y no de los campesinos.
A pesar del nivel de unidad política sin parangón en Europa, el Estado medieval inglés sólo se mantenía
unido por la cooperación de los grandes señores territoriales y sus clientes, garantizada por el liderazgo del
monarca. El monarca, como señor entre señores, sólo podía dirigir el Estado basándose en la colaboración
continua de estos últimos. En contraste, cuando los Estuardo accedieron al poder, el inglés se había
convertido en un Estado unitario y, por lo tanto, ya no estaba limitado en último término por los poderes
privados de sus componentes relativamente independientes, como claramente ocurría aún en el tercer cuarto
del S.XV, cuando el gobierno nacional y local estaba paralizado por la fractura y cuando la descomposición
había asumido, en parte, la forma de numerosos conflictos descentralizados entre afinidades neofeudales. El
resultado fue la aparición de un problema estructural y constitucional muy nuevo. Limitarlo, defenderse de
él o hacer uso del Estado, que había dejado de estar sometido a grietas entre sus partes constituyentes, ya no
podía lograrse volviendo a fortalecer las competencias y privilegios locales o particularistas; tenía que
conseguirse asumiendo el control completo. Así, no era fácil impedir que aflorase la cuestión de los límites y
el control del Estado porque ésta tendía a suscitarse, al menos de manera implícita, siempre que el monarca
difería de la gran mayoría de las clases parlamentarias acerca de una cuestión política considerada
fundamental. Y desde el comienzo de la dinastía Estuardo, si no antes, había razones para esperar que
surgieran tales divisiones, en especial respecto a cuestiones interrelacionadas de la religión y la política
exterior.
Pero es un ERROR considerar que la ESCISIÓN de las clases parlamentarias hacia MEDIADOS DEL S.XVII se
debió a DIFERENCIAS FUNDAMENTALES acerca de principios y objetivos POLÍTICOS O RELIGIOSOS. La
clase terrateniente era, en una perspectiva transeuropea, muy homogénea en el aspecto socioeconómico, sus
miembros poseían aproximadamente los mismos intereses y compartían muchas experiencias vitales. Como
resultado, mantenían una perspectiva ideológica común, tanto desde el punto de vista religioso como del
político. La unidad social e ideológica de las clases parlamentarias se expresaba en el asombroso nivel de
coincidencia que existía entre los parlamentarios acerca del extensísimo programa político y religioso
aprobado por el Parlamento en el verano de 1641. La escisión es, por lo tanto, inexplicable si se tiene en
cuenta sólo la dinámica interna del Parlamento o de las clases parlamentarias; debe explicarse considerando
las fuerzas externas al Parlamento que actuaban sobre él y las clases terratenientes. Hay que entenderla,
específicamente, en función de dos hechos: que el Parlamento no podía esperar defender su programa de
1640-1641 sin el poder que le aportaba el movimiento masivo de Londres; y que una alianza con el
movimiento masivo londinense tenía ciertos resultados inevitables que no podían sino precipitar la división.
La Guerra Civil se produjo porque la mayoría del Parlamento se vio obligada a tomar la decisión estratégica
de asegurar su programa acudiendo al movimiento de masas.
La religión resultó ser un asunto decisivo fundamental, pero no porque monárquicos y parlamentarios, tanto
en el Parlamento como entre la clase dirigente en general, fuesen incapaces de llegar entre ellos a un acuerdo
acerca de la cuestión religiosa. La cuestión religiosa parecía divisiva porque se había politizado de un modo
muy específico, en especial durante la segunda mitad de 1641. Por un lado, el partido monárquico recién
creado había convertido la defensa del episcopado en una condición sine qua non para la defensa de la
autoridad monárquica y de la jerarquía social, al tiempo que identificaba –no sin razón- las exigencias de
mayor reforma religiosa con el radicalismo sociopolítico. Por otra parte, los militantes de Londres habían
convertido la reforma de raíz de la Iglesia en puntal básico de su programa religioso-político más amplio. La
Guerra Civil se produjo porque las clases parlamentarias estaban obligadas a intentar garantizar escogiendo
entre estas alternativas, y sacándoles el máximo partido.
El resultado fue un nuevo régimen político que a veces se ha calificado inadecuadamente de esencialmente
conservador. Es comprensible que la COMMONWEALTH pareciese conservadora a sus críticos niveladores y
pertenecientes a las iglesias separatistas de Londres, porque trazó una firme línea contra el aumento de la
democratización política y contra reformas adicionales que hubieran podido amenazar la propiedad privada.
Pero sus líderes, sus objetivos y sus logros fueron demasiado radicales para permitirle recibir la aceptación
de la abrumadora mayoría de las clases terratenientes parlamentarias que dominaron todo el gobierno inglés
antes de 1648 y después de 1660 y que consiguieron, en gran medida, moderar incluso la política de la
Commonwealth. Desde el punto de vista constitucional, la Commonwealth estableció la supremacía
parlamentaria basada en la soberanía popular, pero redujo la soberanía popular a poco más que la propia
soberanía parlamentaria.
La RESTAURACIÓN y sus consecuencias equivalieron a un significativo repudio de la revolución legislativa
parlamentaria de 1641 y de la gama de fuerzas que la habían respaldado: una alianza liderada por una clase
parlamentaria terrateniente, en su mayor parte capitalista, encabezada por grandes aristócratas preocupados
por aumentar el poder del Estado inglés para objetivos religiosos y comerciales, y notablemente apoyados
por mercaderes coloniales en América e intérlopes en las Indias orientales que ayudaron a liderar el
movimiento de masas londinense, compuesto principalmente por tenderos, artesanos, capitanes de barco y
algunos pequeños comerciantes al por mayor. Entre 1660 y 1688 por lo tanto, como entre 1618 y 1640, la
Corona consiguió en una serie de ocasiones iniciar experimentos políticos con los fines interrelacionados de
garantizar la independencia económica y administrativa para la monarquía y gobernar si el Parlamento, al
tiempo que buscaba la alianza de la principal potencia católica y absolutista de Europa, ahora Francia en
lugar de España. La correspondiente incapacidad de la política anti-absolutista para consolidarse era
evidente desde el momento de la Crisis de Exclusión. En los años 1678-1681, un gran capitalista
aristocrático, el conde de Shaftesbury, con intereses socioeconómicos y perspectivas ideológicas análogos a
los de las grandes clases terrateniente que habían encabezado el Parlamento en 1641, se sintió así obligado a
organizar una alianza de fuerzas muy parecida a la de 1641, a favor de un programa protestante y político
constitucional análogo al de 1641, que a su vez se había esbozado en 1628-1629 y en cierta medida limitada,
incluso a comienzos de la década de 1620.
No obstante, la alianza de fuerzas que apoyaba el programa excluyente de 1678-1681 se acercó menos que
su predecesora de 1641 a conseguir que el rey aceptase sus objetivos. Habiendo quedado traumatizada por el
resultado, en gran medida mal recibido, de la alianza parlamentaria con los radicales políticos y religiosos de
Londres y de otras partes durante la Guerra Civil, la gran mayoría de las fuerzas parlamentarias estaba
incluso menos dispuesta que en 1641 a intentar imponer su programa al rey mediante la movilización de un
movimiento de masas, todavía más temerosa del vínculo entre la religión no conformista y la política
revolucionaria, y probablemente más dispuesta aún a depender del rey y de su iglesia. El resultado de la
Crisis de Exclusión fue, de hecho, más parecido al de 1628-1629 que al de 1641: cuando los parlamentarios
fueron incapaces de desarrollar sus éxitos parlamentarios con la resistencia activa, el Parlamento se vio
disuelto y, tras un intervalo, se abrió el camino a un nuevo experimento de gobierno absolutista. Cuando
Jacobo II accedió al trono, el problema o paradoja fundamental de 1641 se había intensificado, si cabe: a
esas alturas las clases parlamentarias mantenían un programa de dominio parlamentario anti-absolutista,
pero estaban menos dispuestas aún a hacer lo estratégicamente necesario para oponerse activamente a un
monarca absolutista y asegurarse dicho dominio.
Por otra parte, en la segunda mitad del S.XVII, la EVOLUCIÓN SOCIOECONÓMICA no hizo sino ampliar el
peso ya sustancial que tenían en la sociedad las fuerzas que de manera más inflexible y militante habían
apoyado la revolución legislativa parlamentaria y anti-absolutista de 1641. Durante la Restauración, el
capitalismo agrario se consolidó más y la mejora agrícola se aceleró. Los grandes terratenientes se
impusieron a los pequeños terratenientes y a los propietarios que explotaban sus propias tierras, que se
vieron atrapados entre la caída de precios y la suba de impuestos. Además, los agricultores-arrendatarios
más eficientes, a menudo de mayor tamaño se impusieron a los menos eficientes, a menudo de menor
tamaño, a medida que la competencia se intensificaba en todos los mercados. Como consecuencia, la mejora
agrícola siguió proporcionando la base para el aumento de la población expulsada de la tierra, en especial en
la industria. El resultado fue que la clase terrateniente inglesa se volvió durante el periodo de la Restauración
todavía más firmemente arraigada en el capitalismo agrícola y más intrínsecamente vinculada a un dinámico
sector manufacturero. Al mismo tiempo, la revolución del comercio ultramarino, ya en pleno florecimiento
en 1650, había madurado mucho más, fortaleciendo profundamente, tanto desde el punto de vista absoluto
como relativo, a aquellos grupos sociales de mercaderes basados en las nuevas áreas de penetración
comercial. En el mismo período –de 1660 a 1700- el valor de las importaciones efectuadas desde las Indias
occidentales y Norteamérica, principalmente azúcar y tabaco, se duplicó, mientas que el de las
reexportaciones creció con mucha mayor rapidez. Simultáneamente, la riqueza y el poder político de quienes
comerciaban con esta región aumentaron de manera acorde.
Al darse en este contexto socioeconómico y político, la REVOLUCIÓN DE 1688 resultó revolucionaria y
gloriosa para sus partidarios. Gracias en gran medida a la intervención de Guillermo III, la Revolución de
1688 y sus consecuencias inmediatas consiguieron alcanzar para las clases parlamentarias el verdadero
milagro de garantizarles su programa sin necesidad de recurrir a una acción muy abiertamente subversiva o a
la movilización de las masas. Puede considerarse, por lo tanto, que los acontecimientos de 1688 y el periodo
inmediatamente siguiente representan la victoria de un programa muy similar al de 1641 y el
establecimiento en el poder de una alianza de fuerzas de apoyo a ese programa: por un lado, una aristocracia
agraria capitalista, anti-absolutista y protestante, partidaria de un Estado fuerte para el poder militar y
comercial internacionales y para la defensa contra las potencias católicas y, por otra, una dinámica clase
mercantil y empresarial en maduración, centrada en sacar el máximo provecho de las crecientes
oportunidades que podían derivar de los comercios de larga distancia y un imperio colonial en expansión, así
como de las finanzas de la guerra. Se observa una revolución en política exterior que condujo directamente a
la guerra con Francia y, a su vez, una resolución de muchos de los conflictos centrales que agitaban el país
desde hacía más de un siglo.
La victoria parlamentaria de 1688 y sus consecuencias inmediatas marcaron, por lo tanto, la consolidación
de ciertos patrones de desarrollo a largo plazo que ya habían diferenciado la evolución sociopolítica en
Inglaterra de la experimentada por la mayoría del continente a comienzos de la Edad Moderna, y el
establecimiento de otras tendencias que, en el transcurso del S.XVIII, la distinguirían más. La escena la
había preparado, por supuesto, la evolución precoz y enormemente profunda de un Estado nacional
unificado, capaz de proteger la propiedad privada absoluta de la tierra, en gran medida mediante la
eliminación de los señores regionales propios del feudalismo señorial y la monopolización del uso legítimo
de la fuerza por el gobierno. Ese proceso, en buena parte un logro del periodo Tudor, fue el producto
conjunto de una clase dominante de terratenientes cada vez más capitalistas y la monarquía patrimonial y
contrastó marcadamente en especial con la centralización francesa, que tendía a atacar pero después a
absorber dentro del Estado monárquico los intereses de los propietarios, así como las jurisdicciones y las
libertades locales y particularistas: desde los Estados provinciales a los parlements locales, los municipios y
los gremios.
La Revolución de 1688 y la legislación establecida en la década de 1690 fueron las que al fin situaron al
Estado inglés precozmente unificado bajo el dominio parlamentario e interrumpieron la tendencia al
absolutismo, a la erección de un Estado dirigido por el monarca patrimonial y su séquito, sin referencia a las
instituciones representativas, basado en sus ingresos independientes y en su administración financiera,
judicial y militar autónoma. Este resultado se diferenciaba también drásticamente de la evolución en Francia,
donde la monarquía patrimonial, con apoyo político de un enorme séquito dependiente de la propiedad de
cargos, alcanzó un grado significativo de autoridad para imponer tributos arbitrariamente, estableció un
ejército permanente y gobernó durante más de un siglo sin referencia a las instituciones representativas
nacionales.
La derrota de las tendencias absolutistas y la destrucción de la base patrimonial de la monarquía, junto con
la consolidación del dominio parlamentario, permitieron a las clases terratenientes asumir el control de los
impuestos, así como de la financiación y la administración del Estado: se preparó, así el camino para la
erección, en el S.XVIII, de un Estado centralizado y extraordinariamente poderoso, organizado con el fin
más o menos explícito y limitado de aumentar el poder internacional de Inglaterra. Este Estado, que
garantizó quizá niveles de tributación más elevados y formas de administración burocrática más avanzadas
que los que podían hallarse en cualquier otra parte de Europa, parece haber sido la contribución especial de
secciones de la especifica aristocracia capitalista de Inglaterra. El ascenso de una administración burocrática,
opuesta a la patrimonial, se hizo posible gracias a la capacidad de la clase terrateniente capitalista,
económicamente independiente, para permitir la creación de una estructura de cargos que no estaba diseñada
primordialmente para garantizar el mantenimiento económica de la clase dominante y que podía, así,
proporcionar carreras profesionales abiertas al talento. El enrome aumento de la tributación expresaba el
deseo de la aristocracia de construir y usar el Estado como un instrumento para el logro de ciertos objetivos,
principalmente el poder militar, comercial y colonial, así como también la defensa del protestantismo. Aquí
residía la fundamental diferencia del Estado inglés con el francés: este último seguía, mediante sus cargos y
privilegios, proporcionando rentas para ayudar a mantener o mantener directamente a la clase dominante
sobre la base de una propiedad privada políticamente constituida.
Fue la consolidación del dominio parlamentario –el control de la imposición de tributos y la disposición de
buena parte de los ingresos del gobierno por parte del Parlamento-, así como la tendencia al poder
internacional del Estado inglés que esto hizo posible, lo que proporcionó las condiciones fundamentales para
erigir el marco institucional para la revolución comercial, así como para la revolución financiera que
permitió una deuda nacional permanente. El Parlamento asumió entonces una posición central en la
reglamentación del comercio y la concesión de carta a las compañías comerciales y tomó medidas
inmediatas para permitir una movilización más libre y mayor del capital en las empresas internacionales. No
es coincidencia que en cada caso cumpliese las peticiones de aquellos grupos muy significativos de
mercaderes londinenses, basados fuertemente en los comercios de larga distancia y no reglamentados, y
estrechamente identificados con los whigs, que se habían mostrado más ansiosos por asumir, ampliar y
transformar la empresa comercial, pero a los que hasta entonces les habían impedido hacerlo las viejas
compañías restrictivas dominadas por los tories, que ahora habían perdido. Precisamente estos mismos
comerciantes fueron también los principales protagonistas mercantiles de la revolución financiera y
constituyeron el núcleo del nuevo Banco de Inglaterra. Muchos habían asumido el control del gobierno
municipal de Londres con el derrocamiento de 1688-1689. En este contexto, no parece descabellado
entender la voluntad del nuevo gobierno de conceder derechos políticos limitados a los disidentes en función
de la poderosa base de apoyo político y financiero proporcionado al nuevo régimen por los whigs
londinenses, en especial los mercaderes ultramarinos de la City asociados con el protestantismo no
conformista.
En resumen, la Revolución de 1688 y sus consecuencias no sólo realizaron el proyecto albergado en 1640-
1641 por la aristocracia capitalista parlamentaria; al hacerlo también realizaron, de manera políticamente
subordinada, el proyecto planteado en 1649-1653 por sus principales aliados no pertenecientes a las clases
terratenientes, los líderes coloniales americanos e intérlopes de las Indias orientales.

Robert Brenner
Mercaderes y Revolución, transformación comercial, conflicto político y mercaderes de ultramar londinenses
1550-1653
La interpretación social tradicional de la Revolución Inglesa
Durante las décadas centrales del siglo XX, la historiografía de los conflictos políticos de la era Estuardo estuvo
dominada por lo que podríamos llamar la interpretación social tradicional. Desde esta perspectiva, una burguesía en
ascenso, compuesta por comerciantes e industriales urbanos y por la Gentry y la yeomanry rurales, se desarrollo en los
intersticios del viejo orden, entro en conflicto con una vieja aristocracia que había sido incapaz de adaptarse a las
presiones y oportunidades de la emergente economía de mercado y derroto eventualmente a esta ultima durante el
transcurso de la revolución inglesa.
La comercialización y los precios en alza estuvieron en la naciente clase burguesa un impacto diferente del que
provocaron en la vieja clase feudal, por que cada uno de estos grupos ocupaban una posición social diferente, se
reproducían de distinta manera y tenían intereses propios.
Una nueva y emprendedora burguesía urbana pero sobre todo rural, compuesta por la Gentry y la yeomanry, saco ventaja
de los nuevos mercados y de las rentas crecientes para volverse cada vez mas rica y poderosa, por el contrario la mayor
parte de la antigua nobleza feudal terrateniente fue incapaz de adaptarse, la aristocracia tradicional se afirmaba, se
mantea a partir de los lazos feudales establecidos con sus seguidores.
Para empeorar las cosas la revolución de los precios castigaba de manera especial a los terratenientes incapaces o
carentes de la voluntad de elevar los arrendamientos, al mismo tiempo carentes de la voluntad de elevar los
arrendamientos, al mismo tiempo que beneficiaba a los arrendatarios y a la sub-arrendadores mas agresivos. La mas alta
aristocracia se vio lastimada por sus grandes exigencias de consumo suntuario, los magnates feudales bastardos debían
vivir como lords para conservar poder e influencia obre sus seguidores, la nobleza cortesana debía conspicuo consumo, la
Gentry no feudal activa y rural se fortalecía al igual que el tenente yerman y al granjero propietario.
Para finales del siglo XVI, la inmovilidad de los aristócratas los había colocado al borde de una crisis financiera,
mientras que la Gentry y los yeomen estaban cada vez más fuerte, para compensar sus dificultades económicas, la
nobleza se vio obligada a impulsar soluciones políticas busco el apoyo de la monarquía.
Proveyó socorro a través de la creación de cargos cortesanos, la entrega de monopolios comerciales e industriales y la
imposición de impuestos no parlamentarios sobre la economía burguesa en desarrollo, poniendo de esa manera grilletes
al crecimiento de la producción, como respuesta la burguesía en particular la Gentry se vio obligada, por su propio
interés material a luchar por la libertad comercial y los privilegiados parlamentarios, precipitando finalmente la
revolución en contra del estado absolutista y la nobleza feudal que lo apoyaba.
Esta interpretación social tradicional adolece de ciertas debilidades severas, ha sido incapaz de demostrar para el periodo
que va desde el reinado de Isabel hasta la revolución, la existencia de una clase capitalista y de una clase feudal
claramente diferenciadas desde el punto de vista económico obligadas por lo tanto a enfrentarse entre si.
La interpretación social tradicional ha sido incapaz de explicar por que dichos señores no pudieron bajo las presiones y
oportunidades económicas del periodo despedir a sus clientes y transformar sus casas para hacer un uso mas racional de
su tierra y recursos, o por que aquellos que fracasaron en adaptarse, no desaparecieron después de casi un siglo de
precios en alza e ingresos estancados.
El argumento de que la vida cortesana era particularmente cara para la nobleza se aplica principalmente al reinado de
Isabel, cuando la generosidad de la reina para con sus oficiales y cortesanos era reducida, la situación se revirtió durante
el reinado de Jacobo I y la primera parte del gobierno de Carlos I.
Síntesis resulta difícil trazar la existencia de una clara distinción de clase en el seno de los grandes propietarios rurales
para cuando comenzaba de la guerra civil, dado que la mayoría pertenecía a la misma clase, en Inglaterra la distinción
entre “nobility” y “Gentry” era inadecuada para marcar clases sociales diferentes, dado que los nobles se reclutaban por
lo general de la Gentry mas rica, mientras que los hijos menores de los aristócratas no heredaban el status nobiliario y
pasaban en consecuencia a engrosar las filas de la Gentry.
El fracaso en aportar evidencia convincente de que una clase feudal y otra capitalista tomaron rumbos económicos
divergentes y entraron en conflicto a partir de 1640, ha llevado al surgimiento de un cuadro de la evolución socio-
económica y política del periodo muy diferente, en oposición al desarrollo originalmente por los cultores de la
interpretación social tradicional.
En primer lugar resulta claro que lejos de sufrir una crisis económica en el periodo previo a la guerra civil los pares que
incluía la mayoría de los mas grandes terratenientes ingleses disfrutaron de un éxito económico remarcable y de una
sustancial mejora de su posición económica en la larga duración. De hecho no fue una era de declinación de la
aristocracia sino una etapa de desarrollo como lo fue para la clase terrateniente en general, ya que los años que
transcurren entre 1580-1640 fueron una época de cánones de arrendamiento y de precios agrícolas en ascenso, así como
de mejoras productivas. Tanto los nobles como la Gentry pudieron sacas provecho de ellos siempre y cuando cesaran de
reproducirse como una clase de magnates militares y asumieran la posición de propietarios absolutos del suelo y
terratenientes comerciales cuyos beneficios derivaban de la percepción de los cánones que pagaban sus arrendatarios.
El periodo témpano moderno fue testigo de un profundo proceso socio-económico que produjo una transformación de
toda la clase terrateniente en su conjunto; al comienzo del periodo este proceso que puede haber producido efectos
diferenciados, positivos o negativos en quienes se basaban ya en las emergentes relaciones sociales capitalistas de
propiedad y en quienes dependían aun de relaciones sociales feudales de propiedad. En segundo lugar como
consecuencia de su transformación socio-económica, la clase de los grandes terratenientes fue capaz de constituirse en
una aristocracia homogénea, pocas distinciones sociales o políticas importantes entre los ocupantes del máximo escalón
de las clases propietarias y los grandes terratenientes no nobles.
En tercer lugar muchos líderes nobles y otros grandes terratenientes dirigieron la revolución legislativa parlamentaria
entre en otoño de 1640-1641. la revolución inglesa contó inicialmente con una clase terrateniente socio-económica y
políticamente unificada, opuesta al monarca y a sus pocos seguidores, quienes provenían mayormente del grupo de
cortesanos dependientes, de la lata jerarquía de la iglesia anglicana, de los privilegiados comerciantes de la ciudad de
Londres.
En cuarto lugar, la clase terrateniente de Inglaterra considerada en sentido amplio, queda aun por demostrarse que
quienes apoyaron al parlamento en la guerra civil diferían entre si en términos de clase y que los clivajes socio-
económicos en el seno de la clase terrateniente fueron perse un factor significativo durante el desarrollo del conflicto
político.
Finalmente las compañías comerciales de ultramar, no conspira en contra de la interpretación social tradicional que
seguramente puede incorporar grupos de mercaderes de ultramar entre los sectores económicamente dependientes de la
corona y que no era la burguesía revolucionaria. Han sido incapaces de ir más allá de la proposición que postulaba la
existencia de una clase de comerciantes en sentido amplio.
El desafío revisionista
Seria un error llegar a la conclusión de que el fracaso de la interpretación social implica que los conflictos del siglo XVII
carecieron de fundamentos sociales. Hay que recordar que inicialmente el objetivo de la interpretación social tradicional
fue proporcionar una base social, una lógica social, para la por entonces aceptada visión que consideraba a los conflictos
del siglo XVII como producto de meras diferencias sobre asuntos constitucionales o religiosos.
La meta de los historiadores sociales era mostrar por que las personas fueron capaces de sostener en forma prolongada y
sistemática sus posiciones religiosas y constitucionales durante el conflicto. La tesis principal era que estos conflictos
ideológicos podían atribuirse a los diferentes efectos que el cambio económico (surgimiento del capitalismo) había
producido en las diferentes clases sociales.
La actual escuela revisionista ha fundado su desafío a las ortodoxias historiográficas tomando como punto de partida la
desacreditación de la principal hipótesis de la interpretación social tradicional: que las ideas religiosas y constitucionales
enfrentadas representaban armas ideológicas de una burguesía urbana y rural en ascenso y de una declinante aristocracia
feudal.
Los revisionistas han defendido una visión alternativa: que durante las décadas iniciales del siglo XVII las unidades de
política efectiva eran una mirada de facciones de corte atomizadas, comunidades parroquiales condales, grupos de interés
económicos definidos en términos muy estrechos, políticos ambiciosos y por supuesto, el mismo rey y sus favoritos. En
este marco buscaron comprender las ideas y las idas y vueltas de los eventos políticos como resultado de las luchas que
diferentes unidades competitivas llevaban adelante para asegurar sus efímeros intereses privados y para lograr sus
ambiciones particulares.
Los principios y las ideologías explicitas eran, para el análisis revisionista mas que explicaciones y justificaciones post
facto; carece de sentido hablar de un conflicto en el tiempo largo, sustentado en principios sistemáticos. Los revisionistas
consideran que en las primeras 4 décadas del siglo no existió sino un amplio consenso religioso y constitucional entre
todos los partidos del periodo.
La guerra dio lugar al conflicto interno porque expuso lo que era para Russell era el principal problema estructural del
país: la monarquía era incapaz de cumplir su responsabilidad en lo que hacia a la seguridad nacional, debido a la
sistemática incapacidad del aparato de estado existente para apoyar proyectos miliares de gran escala. El estado ingles no
era capaz de enfrentarse al desafío de la guerra externa a raíz del cerrado parroquialismo de las calases propietarias y a la
paralela carencia de recursos financieros y administrativos propios de la corona.
La sistemática disociación entre las ideas político-religiosas y el contexto social que se dio en el seno de la historiografía
como consecuencia del descrédito de la interpretación social tradicional, condujo en manos de los revisionistas a la
negación de que los conflictos políticos del siglo XVII pudieran explicarse en términos de un choque entre principios
religiosos y constitucionales contrapuestos, en lugar de ello tenemos la afirmación de que estos conflictos deben
comprenderse en su mayor parte como producto de accidentes o malos entendidos que tuvieron lugar casi siempre en
situaciones en las cuales el estallido de la guerra sometía al sistema político a presiones insoportables, allanando el
camino a la disruptiva intervención de las minorías religiosas mas fanáticas.
Hacia una nueva integración social
La principal objeción que se puede realizar a la tesis revisionista (que sostiene que la política del siglo XVII no fue más
que un conjunto de choques entre individuos y grupos particulares en el seno de un contexto ideológico-político general
de consenso).
Desde este punto de vista, la guerra proporciono la ocasión para el estallido del conflicto interno, pero ello no se debía a
que la misma generaba problemas irresolubles para una monarquía sub-financiada, enfrentada con una nación indiferente
a las necesidades del estado contemporáneo; se debió en cambio a que durante el siglo XVII los monarcas tendieron a
emprender guerras especificas y a perseguir políticas internacionales, que las clases propietarias sentadas en los escaños
del parlamento no aprobaban.
Brenner postulo que una de las mejores maneras de restituir el lugar que en el análisis de los conflictos del siglo XVII le
corresponde a las cuestiones religiosas y constitucionales, es volver a relacionar estas últimas con los contextos
sociopolíticos y económicos en los cuales surgieron.
También argumenta que los historiadores se han desplazado demasiado livianamente de la tesis tradicional que ligaba la
revolución con los conflictos de clase entre los sectores feudal y capitalista, hacia la afirmación que sostiene que la
revolución inglesa no tuvo nada que ver con la transición del feudalismo al capitalismo, esta conclusión negativa podría
sostener solo si el único modelo plausible capaz de ligar la transición con la revolución fuera uno en el cual una clase
terrateniente que represente al modo de producción feudal se viera enfrentada con una clase terrateniente que represente
al modo de producción capitalista.
Los más severos críticos del tradicional modelo Hill-Tawney-Stone han reconocido no solo que el largo periodo que va
de la guerra de las dos rosas a la guerra civil fue de hecho una era en la cual la clase dominante inglesa dejo de depender
del ejercicio de la coerción y de la extracción de excedente a nivel local, para pasar a subsistir gracias a las rentas
comerciales basadas en contratos pactados en el mercado, pagadas a los dueños de la tierra por los granjeros y
agricultores capitalistas que las usufructuaban; la conclusión a la que estos críticos llegan es que seria sorprendente que
estos cambios no hubieran tenido consecuencias para la naturaleza del estado ingles y el carácter de su política.
Brenner desde su punto de vista plantea que los exponentes de la interpretación social tradicional tenían razón al menos
en un punto: en buscar las raíces de los conflictos políticos del siglo XVII en los problemas estructurales que emergían
como consecuencia de las transformaciones de largo plazo de la sociedad inglesa en un sentido capitalista, a partir del
medioevo tardío. Las principales limitaciones de sus propuestas derivan por el contrario de su creencia en que la
transición hacia el capitalismo había tenido lugar en Inglaterra gracias a la emergencia de una sociedad burguesa dentro
de la matriz de una estructura feudal constrictora, que incluía a una parte significativa de las clases terratenientes de la
antigua nobleza; un segundo problema es su concepción del capitalismo como virtual equivalente de la sociedad
comercial.
El punto de partida del análisis de Brenner es que el capitalismo se desarrollo en Inglaterra desde finales del periodo
medieval por medio de la auto-transformación de las clases propietarias rurales, como resultado, el surgimiento del
capitalismo tuvo lugar dentro de la cáscara de la propiedad terrateniente y en consecuencia no fue en el largo plazo
contradictorio con los intereses de dicho grupo: no se produjo en detrimento sino en beneficio de la gran propiedad, al
mismo tiempo las clases mercantiles lejos de ser uniformemente capitalista o compartir una ideología unificada, se
hallaban divididas en función de los actores socio-políticos, como consecuencia de los diferentes intereses y experiencias
que los ligaban al desarrollo capitalista y sus efectos (mas precisamente a las nuevas relaciones de propiedad y a la
nueva forma de estado que eran producto de la transición hacia el capitalismo.
Lo que la transición del feudalismo al capitalismo produjo en el campo fue la transformación de la clase dominante de un
grupo que en último análisis dependía para su reproducción económica de sus poderes jurisdiccionales y del ejercicio
directo de la fuerza sobre y en contra de un campesinado con acceso a sus medios de autosubsistencia, en una clase
dominante cuyos miembros habiendo cedido el acceso directo a los medios de coerción, dependían en términos
económicos esencialmente con el derecho de propiedad absoluto sobre su tierra y de las relaciones contractuales con
agricultores comerciales libres y mercado-dependientes, propiedad defendía por un estado que había logrado a finales del
medioevo monopolizar con éxito el uso de la fuerza.
Los campesinos exigían el derecho a heredar sus tendencias y a trabajarlas mediante rentas fijas, en consecuencia los
señores sufrieron un desastroso retroceso en sus ingresos, consiguieron al menos asegurarse en la etapa subsiguiente la
propiedad absoluta de sus tierras, en parte en contra de los reclamos de los tenentes enfitéuticos y en parte conservando
las extensas reservas heredadas del periodo medieval, adquirieron la habilidad de extraer de sus rentas comerciales y
competitivas y fueron capaces de sacar ventaja no solo el aumento de los precios de la tierra y de los alimentos, sino
también de la competencia en que se enfrascaron sus propios arrendatarios/granjeros comerciales por el acceso a la tierra
y por la colocación de sus productos en el mercado.
El resultado fue el incremento de la diferenciación social en el campo y mejoras en la agricultura, que condujeron a un
aumento en la productividad del suelo, Su autotransformación la clase de los mas grandes terratenientes logro con éxito
acumular grandes dosis de poder y riqueza directamente sobre la base de la propiedad y el desarrollo capitalista.
La transición del feudalismo al capitalismo tuvo un impacto sobre la naturaleza de la aristocracia sino sobre la evolución
del estado ingles durante el periodo Tudor/Estuardo, desarrollo capitalista contribuyo al surgimiento de una nueva forma
de estado.
Para el siglo XVII la unificación del estado dejo a la monarquía en una posición sin precedentes en relación con las
clases propietarias rurales. La monarquía continuó unificada puesto que mantuvo como legado el periodo medieval,
considerables recursos financieros y administrativos que le eran propios y el derecho a cubrir la mayoría de los cargos
gubernamentales, al tiempo que existían escasas limitaciones de iure al ejercicio de su poder. Los reyes no solo eran
meros ejecutores sino también grandes señores patrimoniales, poseedores de bienes propios, que eran considerados por
los contemporáneos como inseparables del patrimonio del estado; en tanto señores patrimoniales, los reyes ingleses
heredaron derechos, políticas y recursos económicos suficientes para mantenerse y para construir su propio grupo de
clientes, el grupo patrimonial integrado por individuos que dependían de diversas formas de propiedad políticamente
constituidas.
El emergente estado patrimonial burocrático/fiscal pudo consolidarse gracias a 2 causas interrelacionadas, 1) fue capaz
de asegurarse una base enorme de recursos propios, obtenidos de la percepción de impuestos directos cada vez mas altos
pagados por campesinos a quienes el estado también aseguro formas seguras y permanente de propiedad, 2) sobre dicha
base la monarquía fue capaz de atraer y al mismo tiempo construir una monarquía fue capaz de atraer y al mismo tiempo
construir una aristocracia dependiente de los cargos, oficios y pensiones publicas, estos dos procesos fueron posibles en
parte por que los señores franceses solo habían logrado conservar una porción relativamente reducida de tierra propia
(reservas) y un acceso limitado al excedente producido por las tenencias campesinas (censive).
En Inglaterra, en tanto la monarquía patrimonial significaba la misma clase de amenaza para las clases propietarias
rurales, pero en contraste con Francia, la clase de los grandes terratenientes pudieron asumir un rol activo en la creación
de una política unificada y de un estado efectivo porque la monarquía se vio obligada a llevar adelante el proceso de
construcción del estado por medio de una mayor colaboración con ellos. Ello fue porque la transformación de los
aristócratas en exitosos propietarios capitalistas no solo los había aliviado de la necesidad de un estado basado enana
asociación de señoríos de base locas, destinados a dominar al campesinado en forma directa, había restringido el
potencial para la construcción de una estado absolutista fiscal/burocrático.
La forma de estado que emergió en Inglaterra durante el periodo temprano-moderno fue problemática, como
consecuencia del mismo proceso por el cual el capitalismo surgió dentro de la cáscara de la gran propiedad y de los
propietarios privados y se concentraron en la estructura del estado unificado formalmente en manos de la monarquía
patrimonial, al mismo tiempo los reyes patrimoniales en Inglaterra solo podían ejercer, en realidad, un control restringido
sobre el estado, como consecuencia de sus limitados recursos materiales y del numero relativamente reducido de sus
clientes y dependientes políticos.
Para cuando se produjo el acceso de los Estuardo al poder, el estado ingles se había convertido en un estado privado de
sus independientes integrantes como había sido el caso hasta el ¾ del siglo XV, cuando el gobierno nacional y local se
paralizo a raíz de las fracturas y quiebres que llevaron al estallido de numerosos conflictos descentralizados entre
diversas afinidades neo-feudales. Dese el comienzo de la era Estuardo, sino antes, había razones para esperar que dichas
divisiones surgieran a cada rato, especialmente en lo que respecta a las materias interrelacionadas de religión y política
exterior, las diferencias sobre la política externa tendían a sacar a relucir diferencias sobre la religiosa y viceversa y
ambas tendían a traer a la superficie cuestiones no resueltas en la relación entre monarquía y clase terrateniente
específicamente en lo que hacia a la capacidad fiscal independiente de la corona y a la administración de los recursos
públicos, en particular los ligados a la jerarquía eclesiástica.
Desde el comienzo del reinado de María Tudor y del acceso al trono de Elizabeth la gran mayoría de las clases
parlamentarias habían llegado a concebir la defensa de la religión protestante teológicamente ortodoxa como una
condición indispensable para la seguridad de la mayoría de los intereses vitales.
Un estado que se definiera como protestante calvinista se había vuelto al sine qua non de las clases parlamentarias, en
gran medida por que la construcción a la largo del periodo de los Tudor de un estado que defendiera sus intereses vitales
había tenido lugar en contra de fuerzas que sintéticamente se definieron como católicas o antiptotestantes. La
consolidación protestante era impostergable porque la condición del protestantismo tanto en el exterior como en el frente
interno, era precaria. Pero cuando los Estuardo asumieron el trono, la religión reformada estaba débilmente enraíza en
algunas regiones del país y parecía encontrar resistencia en regiones especificas y entre importantes sectores de la
población.
En esta situación durante el reinado de Jacobo I, muchos de los mas importantes lideres de las clase terrateniente, guiados
por descendientes lineales e ideológicos de lo que se ha llamado la causa protestante veían a la defensa de la religión
protestante como una causa indisoluble ligada a la lucha contra el anticristo papal, cuyo apoyo mas significativo era la
España católica.
El desacuerdo sobre una política exterior ideológicamente protestante tendía a reflejar o exacerbar las diferencias en
torno al consenso protestante calvinista y a las maneras en que debía entendérselo o defendérselo, no hay dudas de que el
calvinismo podía llegar a ser perfectamente compatible con la monarquía, la jerarquía episcopal y el orden social; pero
también es un hecho que la religión calvinista requería una intensa actividad intelectual y una autoconciencia practica,
tanto de parte de los practicantes como del clero, para cubrir en la lectura e interpretación de la biblia lo que la voluntad
de dios requería de cada un de los creyentes.
HILL, C. El mundo trastornado. El ideario popular extremista en la Revolución Inglesa (1972)

La revuelta al interior de la revolución tomó diversas formas. Grupos como los levellers, los diggers y los
hombres de la Quinta Monarquía ofrecían nuevas soluciones políticas. Diversas sectas –baptistas, cuáqueros,
etc.- ofrecían nuevas soluciones religiosas. Otros grupos –los seekers, los ranters y también los cavadores-
planteaban preguntas escépticas acerca de todas las instituciones y creencias de su sociedad. En realidad,
quizás una diferenciación demasiado tajante entre política, religión y escepticismo general pueda ser motivo
de confusión. Tendemos a imponer contornos demasiado nítidos en la historia temprana de las sectas
inglesas, a encontrar en las décadas de 1640 y 1650 creencias que en realidad son posteriores. Desde,
digamos, 1645 hasta 1653 se produjeron en Inglaterra enormes cambios y debates que llevaron a una nueva
evaluación de todas las cosas. Se cuestionaron las viejas instituciones, las viejas creencias, los viejos
valores. Los hombres se desplazaban con facilidad de un grupo crítico a otro, y un cuáquero de los primeros
años de la década de 1650 tenía mucho más en común con un nivelador, un cavador o un ranter que con un
miembro actual de la Socedad de Amigos.
Todo parecía posible: no sólo se pusieron en cuestión los valores de la vieja sociedad jerárquica, sino
también los nuevos valores, la misma ética protestante. Sólo de manera gradual se fue restableciendo el
control durante el protectorado de Oliver Cromwell, lo que condujo a una restauración del poder de la gentry
y luego del poder del rey y los obispos en 1660. Simplificando, existieron dos revoluciones en la Inglaterra
de mediados del S.XVII. Una, que tuvo éxito, estableció los sagrados derechos de propiedad (abolición de
las tenencias feudales, supresión de la tributación arbitraria), dio poder político a los propietarios (soberanía
del Parlamento y derecho consuetudinario, abolición de los tribunales privilegiados) y eliminó todos los
impedimentos para el triunfo de la ideología del propietario, la ética protestante. Hubo, sin embargo, otra
revolución que nunca estalló, a pesar de que amenazara con producirse. Esta revolución pudo haber
establecido la propiedad comunal y una democracia mucho mayor en las instituciones políticas y legales:
pudo haber acabado con la Iglesia estatal y arrinconado la ética protestante. El objeto aquí es examinar esa
revuelta que se produjo dentro de la revolución, así como el fascinante flujo de ideas radicales que hizo
brotar.
LOS HOMBRES SIN AMO. La esencia de la sociedad feudal era el vínculo de lealtad y dependencia entre
señor y vasallo. La sociedad tenía una estructura jerárquica: unos eran señores, otros sus siervos. Era una
sociedad agrícola relativamente estática, con lealtades y controles locales: no podía haber tierras sin
hombres ni hombres sin señor. Desde luego, la realidad nunca se correspondía con el modelo, y en el S.XVI
la sociedad iba haciéndose relativamente móvil: los hombres sin amo ya no estaban fuera de la ley y de
hecho existían en cantidades alarmantes. Tales hombres –siervos sin amo- constituían una anomalía, un
disolvente potencial de la sociedad. En primer lugar eran pícaros, vagabundos y pordioseros. Tales hombres,
casi por definición, carecían de motivaciones ideológicas. Hasta la década de 1640 parece haber existido
poco interés de las clases propietarias en ayudarlos. Presentaban un problema de seguridad, sólo eso. En
segundo lugar estaba Londres, cuya población probablemente se multiplicó por ocho entre 1500 y 1650.
Londres fue para los vagabundos del S.XVI lo que los bosques habían sido para los fugitivos de la justicia
de la Edad Media: un refugio anónimo. Un amplio sector de la población vivía muy cerca, cuando no por
debajo, de la línea de pobreza, poco influida por la ideología religiosa o política, constituía, no obstante, un
material idóneo para lo que a finales del S.XVII comenzó a llamarse el «populacho». El «populacho» era
básicamente apolítico: pudo ser utilizado por los presbiterianos contra el ejército en 1647, por los realistas
en 1660, por la Iglesia y los hombres del rey en el reinado de Ana. Pero su existencia constituía siempre una
amenaza potencial, especialmente en las épocas de crisis económica.
Una especie totalmente distinta de hombres sin amo eran los sectarios protestantes. Estos se puede decir que
habían elegido esa condición al optar por abandonar la Iglesia estatal, tan estrictamente amoldada a la
estructura jerárquica de la sociedad, tan firmemente controlada por los párrocos. Tan pronto como tuvieron
libertad para funcionar legalmente, las sectas organizaron para sus miembros servicios sociales, ayuda a los
pobres, etc.; proporcionaban seguridad social tanto en este mundo como en el venidero. Tales hombres se
encontraban fuertemente motivados y llevaron a sus conclusiones lógicas el principio individualista que
rechaza cualquier mediador entre el hombre y Dios. A consecuencia de las circunstancias de su vida en el
amplio anonimato de las ciudades y grandes poblaciones, habían escapado al dominio feudal. El nexo de su
unidad lo constituía la común aceptación de la soberanía de Dios, frente a cuyos deseos ninguna lealtad
terrenal podía ser tomada en consideración. Con ellos, Dios había sido democratizado, dejando de ser
simplemente el más grande de los señores feudales, una especie de superrey, para estar en todos los santos y,
en tanto todopoderoso, darles una parte de su poder. En cuarto lugar, entre nuestros hombres sin amo están
los equivalentes rurales a los pobres de Londres; los labradores y ocupantes ilegales de terrenos comunales,
baldíos y bosques. Lo mismo que las dos primeras categorías, de la rápida expansión de la población de
Inglaterra en el S.XVI fueron a veces víctimas y otras beneficiarios, a partir del nacimiento de la nuevas
industrias o del desarrollo de las antiguas. En peligroso equilibrio en la inseguridad de la semilegalidad, a
menudo carecían de señor del que estuvieran obligados a depender o del que pudieran esperar protección.
Tales hombres constituían una buena fuente de trabajo auxiliar para proyectos a gran escala de mejoras de la
agricultura. Mientras tanto subsistían, en los intersticios de la ciudad, pero aumentando numéricamente sin
lugar a dudas debido a la migración.
Finalmente, en quinto lugar, confundida con la cuarta categoría, aparece la población que se dedicaba al
comercio itinerante. En aquellos días de mercados restringidos, el número de artesanos existentes en los
pueblos y aldeas era mucho más alto que en la actualidad, y en los malos tiempos tenían que buscarse la
clientela en un área más amplia. Estos viajeros, sirviendo de enlace entre los páramos y los bosques, pueden
haber ayudado a extender las ideas religiosas radicales.
BOSQUES Y TIERRAS COMUNALES. «Los semilleros de mendigos son las tierras comunales, como muestran
los pantanos y los bosques», se dijo en 1607. La deforestación y los cercamientos fueron necesarios para
conseguir librarse de la «multiplicidad de mendigos». A los que disfrutaban de una situación acomodada no
les gustaban los ocupantes de las chozas. La «nueva especie de intrusos advenedizos» en las chozas ilegales,
incrementados sin lugar a dudas con los desórdenes de la Guerra Civil, el desarraigo del pueblo y el
derrumbamiento de la autoridad, a menudo tenían más medios económicos «que el honrado, sencillo,
modesto y angustiado campesino», y ciertamente eran menos dóciles. Existían dos políticas opuestas en
relación con los bosques, los terrenos comunales y los baldíos. A medida que aumentaba la población y se
construían nuevas chozas, la madera se iba consumiendo y los comunales se iban abarrotando de animales,
con frecuencia pertenecientes a hombres ricos: la nueva (y más codiciosa) gentry, que acaparaba chozas para
aprovecharse de su derecho a llevar su ganado a pastar en dichos terrenos. Tales hombres tenían «tierras
propias para mantener el ganado en el invierno o para cuando se agotan las tierras comunales, y los pobres, a
falta de tales provisiones, no tienen ningún tipo de recursos». Y sin embargo, a pesar de todo ello, las tierras
no eran fertilizadas. Pese las prohibiciones existentes, los muy pobres recogían el estiércol de los pastos
comunales para utilizarlo como combustible.
La política real de deforestación y cercamientos, o de desecación de los pantanos, en la forma en que se
aplicó antes de 1640, llevó consigo la ruptura de un modo de vida, un brutal menosprecio de los derechos de
los comuneros. Una de las consecuencias de aquella política fue la de obligar a los hombres a depender en
exclusiva del trabajo asalariado, al que muchos consideraban sólo un poco mejor que la esclavitud. Así se
aumentaba el empleo pero se ampliaba también la distancia entre las clases. Como era de esperar, existió
una gran hostilidad popular antes de 1640 hacia los programas de deforestación y cercamientos, y cuando
estos programas se vinieron abajo en la década de 1640, los comuneros recuperaron sus derechos en todas
partes. Durante la Guerra Civil quedaron sin efecto las leyes forestales y se robó mucha caza y madera. La
necesidad económica de aprovechar los baldíos y los bosques de modo que contribuyeran tanto a aumentar
la provisión de alimentos como a proporcionar trabajo, parecía obvia a los escritores sobre temas agrarios de
esas décadas. Pero los folletistas se dieron cuenta entonces de que había que realizar acciones encaminadas a
salvaguardar los intereses de los comuneros, ya que si bien «la mejor parte» apoyaba los cercamientos, «la
mayor parte» no lo hacía.
Los cavadores argumentaban que ningún estatuto podía privar al pueblo llano de sus derechos sobre las
tierras comunales. Pero este interés, válido o no respecto a la ley abstracta, no pudo hacerse respetar hasta
1640, momento en que los comuneros pudieron reafirmar sus derechos por medio de la acción directa.
WINSTANLEY pensaba que todas las tierras en régimen de enfiteusis «son parcelas cercadas en el interior de
terrenos comunales o baldíos arrebatados a los ingleses desde los tiempos de la conquista normanda». El
programa agrario radical fue derrotado junto con niveladores y cavadores. A partir de 1649, el Parlamento
Depurado –Rump Parliament- no hizo nada por estimular la reforma agraria, a pesar de las continuas
protestas. Por el contrario, se aprobaron leyes para desecar pantanos y proteger a los ciervos de los
cazadores furtivos.
NIVELADORES Y VERDADEROS NIVELADORES. Los años comprendidos entre 1620 y 1650 fueron años
malos; la década de 1640 fue, con mucho, la peor del período. Al desbarajuste ocasionado por la Guerra
Civil vinieron a sumarse una serie de cosechas desastrosas. Entre 1647 y 1650 los precios de los alimentos
subieron en espiral, los salarios quedaron muy por detrás y el coste de vida se elevó de forma importante.
Los impuestos no habían sido nunca tan gravosos. Fueron unos años en los que las ventas de las tierras de la
Iglesia, la Corona y los realistas quebrantaron las tradicionales relaciones entre propietarios y arrendatarios,
al mismo tiempo que los soldados licenciados intentaban hacerse de nuevo con un medio de vida. La
situación económica y política era particularmente explosiva en los primeros meses de 1649. Los
niveladores y los radicales del ejército tenían la sospecha de que habían sido engañados en las negociaciones
que condujeron al proceso de ejecución del rey en enero, y que los grandes del reino pertenecientes a la secta
puritana de los independientes se habían apoderado de las reformas republicanas que su programa contenía,
sin hacer ningún tipo de concesión efectiva al contenido democrático del mismo. La ínfima cosecha de 1648
produjo una generalización del hambre y el desempleo, en especial entre los soldados licenciados. Las
gentes pobres «no fueron nunca tan indiferentes con respecto a Dios como en estos tiempos». Este era el
marco en el cual exigían una drástica reforma social en favor de los pobres no sólo los niveladores, sino
también Peter Chamberlen, John Cook y muchos otros. Era también el marco en que se desenvolvían las
actividades del movimiento de los cavadores o verdaderos niveladores.
El domingo 1 de abril de 1649 un grupo de pobres se reunieron en la Colina de St. George y comenzaron a
cavar la tierra baldía allí existente. Se trataba de una asunción simbólica de la propiedad de las tierras
comunales. El hecho de que se comenzara a cavar el domingo constituía un rechazo nuevamente simbólico
de las devociones convencionales. El número de los cavadores pronto se elevó. La colina estaba justo en las
afueras de Londres, fácilmente al alcance de cualquier pobre de la ciudad que pudiera estar interesado en la
colonia. A esta zona llegó Gerrard Winstanley no después de 1643, luego de su fracaso en Londres como
pañero. Los propietarios de tierras del área circundante a la colina estaban más inquietos con los cavadores
que el Consejo de Estado del General Fairfax, que mantuvo una serie de amigables conversaciones con
Winstanley. Tampoco Oliver Cromwell pareció alarmarse demasiado. Pero el párroco Platt y otros señores
de Surrey organizaron incursiones contra la colonia, así como un boicot económico, y hostigaron a los
cavadores con acciones legales. Incluso después de que los cavadores se trasladaran a Cobham Heath, a unos
pocos kilómetros de St. George, continuaron las incursiones, y en abril de 1650 la colonia había sido
dispersada, las chozas y los enseres quemados y los cavadores expulsados. Todo ello constituyó un breve
episodio de la historia inglesa, en el que se vieron implicados un puñado de hombres y sus familias. Pero los
historiadores se están dando cuenta de que aquello no constituyó un incidente tan aislado como se
acostumbraba a pensar.
Los CAVADORES se denominaban a sí mismos «verdaderos niveladores». Los niveladores nunca
constituyeron un partido o movimiento unido y disciplinado. En Londres debió haber un amplio número de
simpatizantes que nunca se identificaron completamente con todos sus puntos de vista. Existía un ala
moderada y constitucional y otra más radical dentro del ejército y entre la clase popular de Londres. Este ala
se interesó menos por las cuestiones constitucionales y más por las económicas, por la defensa del pobre
contra el rico, del pueblo llano contra los poderosos. Sus portavoces pueden haber reflejado las ideas
comunistas agrarias que hacía tiempo circulaban en Inglaterra, reforzadas por las teorías anabaptistas que
denunciaban ferozmente los Treinta y Nueve Artículos de la Iglesia de Inglaterra. Lo mismo que muchas
ideas soterradas, las teorías comunistas afloraron a la superficie con la libertad de la década de 1640. El ala
radical de los niveladores prosperó no sólo en Londres y en el ejército, sino también en los distritos
campesinos, donde la tradición de la revuelta popular aún subsistía.
La colonia de los cavadores de St. George puede ser vista como un ejemplo particularmente bien
documentado de una tendencia que se repitió en muchos otros lugares, en donde el pensamiento y la acción
de «niveladores no oficiales» llegaron mucho más lejos que los dirigentes constitucionalistas y enarbolaron
la cuestión de la propiedad en formas que estos últimos encontraban embarazosas. Solamente esto puede
explicar la determinación de Ireton en los Debates de Putney de acusar a los portavoces niveladores de
comunismo, a despecho de sus indignadas negativas. Así, los cavadores de St. George fueron sólo la punta
visible del iceberg de los verdaderos niveladores; y Winstanley hablaba en nombre de aquellos a quienes los
« constitucionalistas» habrían privado de sus derechos políticos: sirvientes, jornaleros, indigentes, los
económicamente dependientes. Según dice Winstanley, la oposición a los cavadores provino, aparte de la
gentry y los párrocos, sólo «de uno o dos terratenientes codiciosos, que consideraban las tierras cercadas
como propias». Es interesante el hecho de que, en vísperas de su prohibición, los niveladores estuvieran
empezando a conseguir el apoyo del norte y del este, antiguas zonas realistas, desde los mineros del estaño
de Cornualles hasta los labradores de Bristol, Somerset y Lancashire. En realidad, ésta puede haber sido una
de las razones de su prohibición. Según dice un folleto oficial, «los niveladores enviaron emisarios para
alzar al sirviente contra el amo, al arrendatario contra el arrendador, al comprador contra el vendedor, al
prestatario contra el prestamista, al pobre contra el rico».
A partir de 1649, los niveladores fueron divididos y reprimidos. El ala moderada difería sólo en grado de los
grandes del reino de la secta independiente, puesto que ambos admitían la inmutabilidad de las relaciones de
propiedad establecidas. En los primeros meses de 1649, los grandes se apoderaron del ropaje republicano de
los niveladores y dejaron a los niveladores constitucionales sin base alguna que atrajera a la mayoría
campesina de la población. Después de que Burford hubiera acabado con sus esperanzas políticas, diversos
miembros del partido asumieron las reivindicaciones de algunas de las víctimas de los cercamientos, pero
entonces ya era demasiado tarde para que se convirtieran en dirigentes de un partido específicamente
antiseñorial. Sólo sirvieron para potenciar los argumentos demagógicos de Oliver Cromwell, quien metía en
el mismo saco a niveladores y verdaderos niveladores, para descalificarlos de conjunto. Incluso los
regimientos que se rebelaron en Salisbury en 1649 tuvieron que insistir en que «la nivelación de vuestras
tierras» no formaba parte de sus reivindicaciones. Los niveladores constitucionales no estaban en
desacuerdo, en lo fundamental, con el tipo de sociedad que estaba produciendo la revolución inglesa.
Aceptaban la santidad de la propiedad privada, y su deseo de extender la democracia se encontraba dentro de
los límites de la sociedad capitalista. Aquí nos centraremos en aquellos radicales ingleses que cuestionaron
las instituciones y la ideología de esa sociedad, y así los niveladores constitucionales desempeñan en este
texto un papel menos importante que el que requeriría su importancia histórica. Hay que insistir en que los
niveladores constitucionales fueron un ala izquierda muy radical del partido revolucionario: su rechazo del
capitalismo no fue, como entre otros grupos, retrógrado, negativo y falto de realismo. El grupo del que
menos puede decirse esto es el de los verdaderos niveladores.
Si veos al New Model Army como una efímera escuela de política democrática, las tierras comunales, los
terrenos baldíos y los bosques fueron escuelas de democracia económica de mayor duración, aunque menos
intensivas. WINSTANLEY pensaba que entre la mitad y las dos terceras partes de la superficie de Inglaterra
no se encontraba adecuadamente cultivada. Una tercera parte estaba constituida por terrenos baldíos
improductivos que los dueños de los señoríos no permitían que fueran cultivados por los pobres. Para
Winstanley, Jesucristo fue el primer nivelador. Su pensamiento incorpora muchas de las ideas niveladoras,
pero él va más allá de la visión del pequeño propietario, en su hostilidad hacia la propiedad privada como
tal. Él había dicho a Fairfax en 1649 que el propósito de los cavadores «no era solamente acabar con el
vulgo normando y restaurar las leyes sajonas. No, no es ése, sino restaurar la pura ley de justicia anterior a la
Caída». Winstanley no quería saber nada de la religion tradicional. Su anticlericalismo fue mucho más
drástico, seguro y sistemático que el de cualquier otro escritor de la época de la revolución, y existieron
muchos anticlericales entre ellos. «¿Cuál es la razón», se preguntaba, «de que las personas sean tan
ignorantes en lo que respecta a sus libertades y, por tanto, tan poco aptas para ser elegidas como
funcionarios de la república?» Porque, respondía, «el viejo clero real inculca continuamente sus ciegos
principios al pueblo, y de este modo fomenta en él la ignorancia». A la acusación de que sus creencias
destuirían todo gobierno y todo sacerdocio y religión, él replicaba muy fríamente en The Law of Freedom:
«es muy cierto», y adelantaba explicaciones psicológicas de la creencia en un Dios exterior y en los ángeles.
Una de las cosas más sorprendentes de Winstanley es el uso mitológico que hace del material bíblico. Su
actitud crítica hacia los textos de las Escrituras es muy clara, y señalaba varias contradicciones, como por
ejemplo que la Biblia insinúa la existencia de hombres antes de Adán. Pero Winstanley lo utilizaba no sólo
de manera negativa, para desacreditar la narración bíblica, sino para insistir en que la historia de Adán y Eva
debe ser tomada en sentido metafórico y no en sentido literal. Por implicación, negaba la inspiración de la
Biblia, al igual que los ranters y el cuáquero Samuel Fisher. En realidad, Winstanley no estaba
verdaderamente interesado en la verdad histórica o no de la Biblia. La Biblia debía usarse para ilustrar
verdades de las que uno estuviera ya convencido, y Winstanley estaba dispuesto a utilizar los Hechos de los
Apóstoles 4-32 para justificar la comunidad de bienes. Este poético interés por el significado espiritual más
que por la verdad histórica le permitió combinar el mito de la caída con el mito de la conquista normanda:
«la última conquista esclavizadora que sobre Israel logró el enemigo fue la normanda sobre Inglaterra».
Igualmente alegórica es la utilización que hace de las historias de Caín y Abel, y de Esaú y Jacob: el
hermano menor es el «pobre oprimido» y el mayor el «rico propietario». Winstanley se apropió de otras
creencias populares y las transformó, como hizo por ejemplo con el mito del Anticristo. Los teólogos
ortodoxos decían que el papa era el Anticristo. Los puritanos más radicales llegaron a considerar a los
obispos, y en realidad a toda la Iglesia de Inglaterra, como anticristianos, y a la Guerra Civil como una
Cruzada por Cristo contra el Anticristo. De nuevo Winstanley fue más lejos todavía, considerando a la
misma propiedad como anticristiana, personificación de la codicia y el egoísmo y responsable de la Caída.
EL PECADO Y EL INFIERNO. En el protestantismo los mediadores sacerdotales ya no tenían razón de ser
porque cada creyente tenía un sacerdote en su propia conciencia: el arrepentimiento y la absolución externos
eran reemplazados por la penitencia interna. La doctrina luterana del sacerdocio de todos los creyentes
destruía el viejo entramado jerárquico de la Iglesia y colocaba al hombre cara a cara con Dios. Si bien el
protestantismo hace hincapié en el hecho de que unos hombres están predestinados a salvarse y otros no, es
un error subrayar solamente los aspectos fatalistas. Para los propósitos prácticos de la vida en sociedad, su
importancia radica en ser una doctrina de libertad del elegido, que por la gracia divina se ve individualizado
de la masa de la humanidad. Esta doble sensación de poder –la riqueza en sí mismo y la fortaleza de la
unidad- produjo aquella notable liberación de energía típica del calvinismo y de las sectas durante este
período. Los hombres se sentían libres: libres con respecto al infierno, con respecto a los curas, del miedo a
las autoridades de este mundo, de las ciegas fuerzas de la naturaleza, libres con respecto a la magia. La
libertad podía ser ilusoria, un autoengaño psicológico interno, o podía corresponder a la realidad exterior,
por cuanto que probablemente iba a ser experimentada por hombres que económicamente eran
independientes. Pero incluso la libertad ilusoria podía dar al hombre el poder de conseguir la libertad real, lo
mismo que la magia ayudaba al hombre primitivo a cultivar sus campos.
En una sociedad en la que el contrato estaba llegando a ser más importante que el estatus, el hincapié en la
herencia de la Caída de la Iglesia tradicional estaba empezando a parecer anticuado. En los primeros años
del S.XVII la teología puritana estaba reaccionando ante el nuevo panorama social con la teología del pacto:
Dios pactaba la salvación con sus elegidos de forma sumamente legalista. Esto tenía una consecuencia muy
curiosa. En la teología del pacto, Adán (y Cristo) se convertían en figuras representativas en las que se
resumía el estado de toda la humanidad: como personas públicas. Ya no sufrimos por el hecho de ser
herederos de Adán, sino por el hecho de que Adán fue nuestro representante. La virtud imputada a Cristo no
proviene totalmente de fuera, sino que es conseguida para nosotros por nuestro representante. Esto abría
unos horizontes más amplios de lo que podían imaginar los teólogos del pacto. William Erbery iba a sugerir
que el NMA era «el Ejército de Dios como persona pública y no con fines particulares». Cuando llegó la
Guerra Civil, la apelación al apoyo de las masas tuvo que ser todavía más directa, menos discriminatoria:
todo el que quisiera luchar contra el Anticristo sería bienvenido. Muchos de ellos llamaban al pueblo llano a
la acción política, dando esperanzas milenaristas en especial a los pobres y humildes. Con todo, ningún
calvinista podía lógicamente tener confianza alguna en la democracia: su religión era para los elegidos, una
minoría por definición.
Exhortar a las masas impías a luchar contra el Anticristo quizás no era más ilógico que recurrir al duque de
Buckingham para reformar la Iglesia, pero era mucho más peligroso. Una vez que le pueblo llano hubo
gustado los prohibidos deleites de la libertad, no podía recibir con agrado el establecimiento de un sistema
disciplinario severo para aplicar un código moral rígido: escorpiones presbiterianos en lugar de látigos
episcopales. Los tribunales eclesiásticos antes de 1640 habían sido irritantes, pero laxos e ineficaces. Pero la
disciplina presbiteriana era algo muy distinto. El protestantismo comenzó presentándose como una gran
liberación del espíritu humano, pero solamente una década después de la protesta de Lutero tuvo que hacer
frente a una revuelta campesina que atacaba la propiedad y la subordinación social, tal como las entendía
Lutero. Y en la década siguiente, los anabaptistas de Münster se levantaron contra la totalidad del orden
social existente. La imprenta hizo posible el protestantismo porque facilitó la rápida divulgación de la
teología popular entre las personas que sabían leer, especialmente en las ciudades. Una vez que las masas se
sumaron a la actividad política, bien en Alemania en el S.XVI, bien en Inglaterra en el XVII, era lógico que
algunos exigieran la salvación para sí mismos. Los anabaptistas alemanes y holandeses fracasaron en su
intento de tomar el cielo por asalto.
En el círculo de Ralegh hacia finales del reinado de Isabel circularon poesías insinuando que Dios, la otra
vida, el cielo y el infierno eran todos ellos «simples ficciones». La religión era «en sí misma una fábula»,
inventada de manera deliberada «para mantener a la clase baja atemorizada» cuando se establecieron la
propiedad privada, la familia y el Estado. Si el pecado era una invención, ¿qué justificaba entonces la
propiedad privada, la división de la sociedad en clases, el Estado que protegía la propiedad? Nadie pudo
evitar que estas cuestiones fueran discutidas de manera general en la década de 1640. Winstanley invirtió la
fórmula tradicional: la caída no fue la causa de la propiedad, sino que fue la propiedad la causa de la Caída.
«El poder estatal, los ejércitos, las leyes y la maquinaria de la justicia, las prisiones, los patíbulos; todo ello
existe para proteger la propiedad que los ricos han robado a los pobres. La explotación, no el trabajo, es la
maldición». Winstanley sugería que la doctrina de la predestinación era un espejo del orden social desigual:
«el gobierno real ha realizado la elección y la exclusión de los hermanos desde su nacimiento hasta su
muerte, o desde la eternidad hasta la eternidad».
Codo a codo con el protestantismo, el culto de la magia, tan popular en el S.XVI y a comienzos del XVII,
ofrecía también al hombre, mediante el dominio de los secretos de la naturaleza, la liberación de las
consecuencias de la Caída. Francis Bacon heredó algunas de estas tradiciones en la misma medida que el
protestantismo. Porque, aunque Bacon aceptaba la caída del hombre, rechazaba la doctrina calvinista de la
depravación humana. Compartía la esperanza de alquimistas y escritores mágicos en que la abundancia del
Edén podía ser recreada en la tierra, en el caso de Bacon mediante el experimento, la habilidad mecánica y
el intenso esfuerzo cooperativo. La popularización de sus ideas después de 1640 ayudó así a liberar a la
humanidad del fantasma que la había atemorizado durante tantos siglos: el pecado original. Lo que la
alquimia y el calvinismo tenían en común era la pretensión de que la salvación procedía del exterior, de la
piedra filosofal o de la gracia de Dios. Bacon extrajo de la tradición mágico-alquímica la moderna idea de
que los hombres podían ayudarse a sí mismos. Esto, junto con los dramáticos acontecimientos de la
revolución inglesa, contribuyó a transformar la contemplación retrospectiva de una edad dorada, de un
paraíso perdido, en una esperanza de una vida mejor aquí en la tierra que podía conseguirse mediante el
esfuerzo humano. De esta forma, en la década de 1640 se dieron muchas tendencias de pensamiento
convergentes que se oponían a los dogmas ortodoxos y tradicionales del pecado original. Los conservadores
se unían en defensa del pecado, mientras del otro lado se teorizaba cada vez más sobre la función social del
pecado: «si el Paraíso fuera a ser reimplantado en la tierra, Dios nunca hubiera expulsado al hombre del
mismo».
Si se ponía en duda la existencia del pecado y de la caída, nada era sagrado, ni siquiera las leyes eternas de
Dios, ni siquiera el propio infierno. La abolición protestante del purgatorio sólo dejaba una eternidad de
gloria o una eternidad de tormento. Junto con la abolición de los ángeles de la guarda, de la mediación de los
santos, de los conjuros y demás magia eclesiástica protectora, el efecto fue una enorme tensión para aquellos
que aceptaban literalmente esta doctrina. Así, los hombres llegaron a poner en tela de juicio no sólo las leyes
eternas, sino incluso la existencia de Dios. Hacia 1650 muchos de los conocidos de Ludowick Muggleton
decían tanto con sus corazones como con sus lenguas que no existe Dios, sino solamente la naturaleza.
Winstanley creía que al final toda la humanidad se salvaría porque carecía de sentido creer en un Dios
omnipotente y benéfico dispuesto a atormentar a sus criaturas por toda la eternidad. Esta doctrina era uno de
los muchos cabos que conducían a la decadencia de la creencia en el infierno durante el S.XVII. Sin
embargo, dicha afirmación no pone suficientemente de relieve la contribución de los radicales intelectuales a
esta aparición de una moral más aceptable. Winstanley llevó a una conclusión lógica sus pensamientos
teológicos, insistiendo en que la caída no fue un acontecimiento presocial sino que las corrupciones de una
sociedad basada en la propiedad reviven la caída en cada individuo. «Dios –esto es, la Razón- redime a los
hombres del único infierno verdadero, el infierno que mutuamente han creado en la tierra. El infierno existe
en los hombres a causa de la mala organización de la sociedad, y la imagen es utilizada luego para perpetuar
esta sociedad por parte de aquellos que se benefician de ella».
A medida que las clases bajas se iban considerando libres para discutir las cosas que a ellas les interesaban,
la función social del pecado y del infierno iba siendo subrayada cada vez más. Pero demoler resultaba más
fácil que reconstuir. Los hombres podían seguir dando explicaciones psicológicas pero, sin una revolución
total, resultaba más fácil interiorizar el infierno que abolir la idea en su conjunto. En la desesperación y el
ateísmo generalizados de los últimos años de la década de 1640 y primeros de la de 1650 podemos percibir
el impacto de la crisis revolucionaria sobre las certidumbres del calvinismo tradicional. Hasta que los
hombres hubieran desarrollado una teoría más sólida de la historia, de la evolución, el ateísmo solamente
podía ser un doctrina negativa en un universo estático. Los ateos difícilmente podían ser el motor de una
transformación de la sociedad: para los revolucionarios, Dios era el principio de cambio. Si perdían la fe en
Dios, ¿qué les quedaba? Winstanley, que de los radicales fue el que más se aproximó a un concepto de
evolución, fue también el que más se aproximó a la elaboración de un materialismo que no fuera ni
totalmente estático ni susceptible de una transformación solamente cíclica. Para él, la abolición de la
propiedad privada produciría una nueva revolución fundamental y la ciencia y la invención continuarían
manteniendo en movimiento a la sociedad. Al pecado y al infierno les hubiera resultado difícil sobrevivir en
la república de Winstanley.
Sin embargo, los intentos radicales de abolir las coerciones externas en favor de una moral interna,
autoimpuesta; una moral cuyas sanciones fueran humanas y se aplicaran en este mundo pertenecen, tanto
como no lo hacen, al universo moderno. Por radicales que fueran sus conclusiones, por herética que fuera su
teología, su vía de escape de la teología seguía siendo teológica, incluyendo la de Winstanley.

Hill “El mundo trastornado. El ideario popular extremista en la revolución inglesa del siglo XVII”
1972.
Hill desde una perspectiva de la historia desde abajo “a ras de la tierra”, busca rastrea a “contrapelo” de la
historia, una revuelta que se da en la propia revolución, de parte de los sectores populares en un momento
que todo lo establecido es cuestionado y surgen problemas políticos eonómicos, religosos y sociales y como
distintos grupos en una corriente autónoma popular le dan respuesta: los levellers y su democracia
popular/radical, los diggers y su comunismo primitivo, los cuáqueros y baptistas y su búsqueda religiosa y
los seekers y rantiers y su escepticismo social. En los pimeros momentos de estos movimimientos no se
puede establecer una diferencia tajante entre ellos que florecen juntos entre 1645 a 1653 en el mayor
momento de convulsión política en la revolución de 1640 a 1660. Esta revuelta se realiza contra el orden
tradicional pero también contra el incipiente nuevo orden capitalista de la ética protestante y sus derechos de
propiedad, el poder político de los propietarios y su ideología protestante. El propósito del autor es ver los
aportes de estos movimientos vistos desde el presente, como su racionalidad que era tenida por seria por sus
contemporáneos. El acceso a estos se posibilita por la radicalidad del momento pero también por las amplias
libertades de prensa que hacen posible la expresión de esas ideologías cosa que no va a suceder ni antes ni
después.
Cap III Los hombres sin amo.
En este capitulo Hill retoma la idea de Walzer de los siglos XVI y XVII mediante los procesos de
cercamiento y crecimiento demográfico junto a la urbanización y las asociaciones religiosas como un
momento en que se generan “los hombres sin amo” como los vagabundos, los vagabundos que llegaban a
una ciudad en crecimiento como Londres pero que se establecieron en el submundo de los suburbios y el
“populacho”, los sectarios protestantes que establecían su asociaciones por fuera de la Iglesia establecida, lo
squeatters de los pantanos y bosques (la legislación Tudor busca regular su inserción en un momento de
crecimiento demográfico que atentan contra los comunales). Hill se centra mucho en este elemento ya que le
importa la relación de estos individuos esa “masa flotante de herreros y fabricantes” que debía trabajar por
un salario pero que estaba fuertemente vinculada con el bosque y los derechos comunales que estaban siendo
amenzados por el proceso de cercamiento. En estos lugares solía surgir sectas religiosas o formas de protesta
religiosa, a diferencia de Walzer planta que este sentimiento de perdida de lazos tradicionales no
generaba sólo aprensión sino también libertad que era buscada por estos indivdiuos. Otro de los
hombres sin amo eran los mercaderes itinerantes que ayudaran al surgimiento de los predicadores itinerantes
como Winstanley, que proene de una antigua tradición inglesa y que conectaban estos bosques con la
pradera promoviendo la religión. El autor señala que es posible que en estos medios las experiencias
religiosas que se hacen presentes en la revolución de 1640 existieran con anterioridad.
A su vez las tensiones sociales en torno al proceso de cercamiento donde se contrastaban dos formas de
entender los derechos de propiedad sobre los comunales no pudieron más que desencadenarse en un proceso
de revolución social como lo demuestra la extensa cantidad de derribamiento de cercas y el sedimento
común de las sectas en torno a la idea de “comunidad de bienes” y la denuncia del Rey y la gentry. En este
sentido lo que sucede es que en la revolución estos sectores y los pequeños productores empobrecidos hacen
valer sus derechos de propiedad mediante la acción directa. Lo interesante de este desarrollo de Hill es el de
poder ubicar los aportes económicos de Winstanley dentro de la discusión ideologica sobre la revolución
agrícola y la necesidad de cercamientos. Sin embargo, el proyecto de reforma agraria fue derrotado junto al
de democracia política de los niveladores en 1649.
Cap 7 Niveladores y Verdaderos Niveladores.
En este capitulo el autor encuadra el proceso revolucionario dentro de la crisis del siglo XVII donde las
perdidas derivadas de la guerra fueron acompañadas entre 1620-1650 por malas cosechas agudizando las
tensiones en el campo. A su vez en 1649 se produce el último intento de los niveladores de incidir en la
política nacional que termina en la derrota de Burford. Sin embargo, luego de la derrota aún se pueden
presenciar algunos intentos de acciones radicales como es el caso del experimento digger en la Colina de St.
George(1649-1650), liderado por Winstanley. Este caso es de utilidad para abordar algunas cuestiones del
proceso revolucionario y lo que Hill llamó rebelión dentro de la revolución frente al dominio de la gentry: en
primer lugar que este era sola la punta del iceberg en lo que Hill demuestra que es la continuación y
reformulación de prácticas y pensamiento de antigua data (como la tradición radical de Kingston, incluso
esta había sede de la imprenta secreta de Martin Marprelate) y otras tendencias contemporáneas similares
pero no directamente vinculadas como los escritos niveladores de Light shininig y Buckinghamshire y More
in Light shining in Buckinghamshire, donde se desarrollan propuestas comunistas basadas en el derecho
natural con anterioridad a Winstanley sin que él tuviera que ver, la extensión misma del fenómeno digger a
otras latitudes (incluida la colonia de Iver en Buckinghamshire) desde Nottinghamshire y Northampon hasta
Glouchester y Kent (todo el sur y centro) y relacionadas posteriormente con la Quinta Monarquía y los
cuáqueros. Por otro lado el caso de los diggers o “verdaderos niveladores” muestra que la izquierda
repúblicana niveladora no era un fénomenos homogéneo sino que esta se encontraba dividida entre un sector
moderado y constitucional con diferencias solo de grado con la gentry puritana restringiendo explícitamente
sus demandas a lo político e incluso de manera más limitada que el ala radical, dirigidos por Lilbourne y
Wildman; y otra tendencia más radical que se centraba más en las cuestiones económicas y la defensa del
pobre contra el rico, el pueblo llano contra los poderosos que portaban ideas comunistas reforzadas por las
teorías anabaptistas de comunidad de bienes y la interioridad del mensaje divino, esta tendencia entre
las que se destacan los verdaderos niveladores de Winstanley y los ranters conto con el apoyo de Walw.yn y
Overton. Es interesante que los nombres diggers y niveladores fueron utilizados en las Midlands en 1607. Si
bien el movimiento nivelador oficial intento de desmarcarse de esta propuestas comunistas similares a las de
Thomas Munster, los verdaderos niveladores contaron con el apoyo implícito de Walwyn, Overton y The
Moderate. Esta división explica la facilidad con que los niveladores fueron reprimidos y como los
niveladores constitucionalistas al carecer de base ya que su programa, al no cuestionar la propiedad, había
sido apropiado por Cromwell y moderado cayeron en acciones oportunistas en alianza con los realistas. Este
no fue el caso del ala radical que se mantuvo leal al Commonwealth.
De todas propuestas de comunismo agrario la de Winstanley se destaca por no plantearse una vuelta a
tiempos dorados, es decir que resulta un aporte progresivo, junto con esta se destacan su incipiente
conceptualización del estado producto del experimento de la colina de St George y las rispideces con los
Ranters, sus aportes sobre el panteísmo materialista que fomenta un conocimiento empírico de la realidad y
el uso metafórico de la Biblia como forma de escepticismo.
Parte del escepticismo de Winstanley y su revisión de la teoría calvinista de la caída llevan a una
reconceptualización de la naturaleza del hombre en donde la propiedad, la avaricia y la explotación no son
explicadas por la segunda naturaleza del hombre sino que ellas son la causa de la segunda naturaleza del
hombre. El predicador establece la necesidad del trabajo en común y la comunidad de bienes, pero de
propiedad de la tierra. En este sentido Winstanley plantea como programa económico el cultivo de todos los
comunales que no están siendo usados porque los señores prohíben su utilización, estos son vistos como
parte de la propiedad del común. A diferencia de los demás aportes, Winstanley va a hacer aportes
progresivos ya que los métodos de cultivo que el propone están en consonancia con los métodos
posteriormente aplicados en la revolución agrícola como es el cultivo de zanahorias, judías y chiviras para
mantener una mayor cantidad de ganado que permita obtener mayor fertilizante: la “Estercoladura”. Es por
ello que podemos ubicar sus aportes dentro del debate sobre el open field y los cercamientos, lo que fue
percibido por la gentry y los párrocos de la proximidad de la Colina de St. George. Su programa tenia la
finalidad de hacer aumentar exponencialmente la productividad y bajar el precio de alimentos, asi como
aseguraba que un país en comunidad de interés era mejor defendido. El peligro que representaba su
programa era que en The Law of freedom exige que las tierras confiscadas a la gentry, a la Iglesia y la
Corona sea transferida a los pobres y se instaba a los pobres a organizarse para la acción, Hill plantea una
posible analogía de los comunales diggers como educadores de las masas con el Nuevo Ejercito Modelo.
En este sentido Winstanley postulaba que la verdadera libertad sólo se podía acceder mediante la supresión
de la propiedad privada ya que terminaría con el trabajo asalariado y la compra y venta. Si estos pervivían
era imposible acceder a la libertad. Se postula a Jesus como el primer nivelador y que La Razón (Dios) hizo
la tierra para que fuera del común. Por lo que su postura no era simple anulación del derecho normando de
conquista sino la instauración de la comunidad de bienes según Hechos 4. Este paso no podía ser realizado
desde una expropiación violenta sino con educación, es decir sin tomar el poder, es un ejercicio de
liberación de los pobres pero también de los señores y la gentry. Si bien Winstanley planteaba que el fin de
la propiedad privada llevaba al fin del Estado y los magistrados, su experiencia en St George le hizo dar
cuenta de la necesidad de ese institución mientras pervivieran los “ignorantes”, la experiencia de los ranters
hace que no llegue a puntos extremistas antinomistas aceptando las leyes pero suprimiendo las prisiones y el
carácter punitivo de la ley. A diferencia de los hutteristas sostiene la necesidad de defensa armada
contra los enemigos que buscaran reinstaurar la autoridad regia mediante milicas populares: derecho
de resistencia popular. Sin embargo establece un derecho diferencial con derechos amplios a todos
varoness pero menos a los que sostengan la causa de Carlos I y los que habían comprado y vendido tierras.
Se instituia la tolerancia universal y un Parlamento anual.
En el pensamiento religioso la presencia de la divinidad en toda creación material lleva a Winstaley a
desarrollar un panteísmo materialista que ve a Dios en todo ser anterior al de Spinoza que incluso asimila a
Dios con La Razón que se interioriza en los individuos, asi la búsqueda de la deidad y su conocimiento a
través de los sentidos se vuelve obligación. Surgen las bases del empirismo que también se desprende de una
postura anabaptista similar a la hutterista anti elitista en lo intelectual donde el conocimiento debe ser
inductivo y no deductivo o sostenido por autoridad de un libro.
El pensamiento de Winstanley basado en la inteorización de La Razón lo llevo a una especie de escipticismo
y una devaluación del peso de la Biblia frente a la revelación divina. Esta siguió siendo importante pero ya
podía ser libremente interpretada por los individuos y sostener que en su mayor parte eran alegorías o
metáforas. Esto tuvo consecuencias sobre la interpretación de la Bilbia, en ejercicios de critica a su
incogruencias, el rechazo de algunos dogmas como la virginidad de Maria pero también sociales, se vio la
posibilidad de construir el cielo en la tierra, la utilización de Hechos 4 para la instauración de la comunidad
de bienes, la asociación de la caída con el surgimiento de la propiedad privada (y su demonziación) o la
relación de Cain y Abel con la conquista normanda.
Cap 8 El pecado y el infierno
Hill demuestra el rol social del pecado en sociedades rurales estáticas fue fácil una manipulación del pecado
para someter a dominio a los campesinos dado el poco control sobre la naturaleza. Sin embargo el
surgimiento de clases más independientes del entorno rural como los comerciantes y los artesanos se vieron
en la posibilidad de criticar el rol de interventos en el Purgatorio de los sacerdotes y sus métodos. Se
erradica el purgatorio, la confesión, se establece el sacerdocio universal. Al contrario de lo que se piensa la
doble predistinación da mayor seguridad ya que el que cree seguramente se incluye dentro del selecto grupo
de santos. Esta teoría hace libres a los creyentes. Sin embargo, este efecto no se multiplica en toda la
población, es elitista y establece la realidad dual del calvinismo que justifica la represión secular frente a la
corrupción de la naturaleza de los caidos y predestinados a la condenación eterna. La doble predestinación
afirmaba que no había buenas obras que valgan ya que la gracia la otorgaba Dios y los destinados a la
salvación ya habían sido elegidos.
Con el desarrollo de las teorías pacticas esta se empezó a trasladar a la relación entre Dios y Adan, asi como
esta condición de caído y su heredabilidad podían suponer otras variantes. En primer lugar si el anverso de
la heredabilidad del pecado, era el de la heredabilidad de la corona, los niveladores podían reclar su herencia
de libertad de sus antecesores los anglosajones. En segundo lugar la visión de Adan como representante
establece que esa virtud fue libremente adquirida por contrato por Adan. El pecado era un problema social
ya que estab penado por los juzgados eclesiástico y la rigida disciplina calvinista.
Con la revolución y el reclutamiento del pueblo llano se hizo necesario ampliar el margen de los elegidos,
pero cuando el pueblo entro en los debates sobre el pecado fue más difícil limitar los peligros que pudiesen
surgir de este debate como lo muestra el cumulo de teorías que surgen durante la revolución. A su vez estos
“nuevos elegidos” no estaban dispuestos a tomar el autocontrol disciplinario que los puritanos exigían lo que
reforzó su anticlericalismo y un rechazo antinomista como en los ranters.
Contrariamente al celo calvinista en las sectas del bajo pueblo surge un fuerte antinomismo que llega a
cuestionar la misma existencia del pecado, o al menos la función social que él cumple como modo de
dominación (winstaley), en casos como los de los ranters Coppe y Clarkson directamente se lo indica como
invención. Este razonamiento esta asociado a la interiorización de la divinidad que se da tanto en Winstanley
como en los ranters, siendo que estos dicen que dios y satanas están en el interior de cada uno. Esta postura
y la anterior crisis de conciencia generada por la teoría de la doble predestinación generan en el la década de
1640 un fuerte sentimiento escéptico que llega a negar incluso al propio Dios y a Jesús. Estas ideas sobre el
pecado y las criticas a la teoría de la predestinación son anticipadas por Chapman y Francis Bacon y los
familistas. Sin embargo este creciente esceptcismo no se pudo reflejar en una teoría positiva, el ateísmo aun
era una teoría sumamente negativa. Sólo dios y la posibilidad de construir el cielo en la tierra eran el motor
del cambio.
IX Seekers y ranters
La reforma radical en Inglaterra conto con algunos antecedentes como el familismo y la alquimia hermética
de Everard. Entre sus demandas se contaban la abolición del diezmo, el descanso semanal, los ministros (el
clero), los magistrados y la Biblia. Sostenian la libre gracia y la salvación universal y un fuerte sentimiento
antinomista. Estos hombres que gozaron de una fuerte libertad durante la revolución fueron pasando de secta
en secta comenzando desde el presbisteranismo, la Iglesia independiente y el anabaptismo luego siendo
seekers (Webster y Writter) ranters (Clarkson, Coppin, Coppe, Salmon) o cuáqueros (Hogwill). Todos
basaban sus explicaciones en la biblia o en la inspiración interior y ponían en cuestión las reglas e incluso la
Iglesia. Puesto, que de cualquier manera el fin del mundo problabemente estuviese próximo una de las
soluciones era una retirada resignada de todas las controversias sectarias, un rechazo de todas las sectas de
todo culto organizado, como parace ser el caso de Milton. Estos hombres fueron llamados seekers. Muchos
de sus suceros de 1650 se volvieron excepticos frente a la religión (eso es lo que entendí)
Los ranters
Es una de las sectas que surgen en este momento pero que carece de todo tipo de credo y de organización.
Su nombre fue utilizado de forma peyorativa asociada al delirio y en rehazo a su prácticas. Se caracterizaban
por un fuerte panteísmo materialista, la salvación universal, y un escepticismo de lo que se refiere al pecado
que llevaron a practicas antinomistas asociadas a la blasfemia y la parodía de la celebración religiosa como
las comidas comunitarias. A su vez sostenían la comunidad de bienes y la defensa de los pobres, en parte su
blasfemia tenia un contenido simbolico de critica social. La mayor parte de sus dirigentes fueron perseguido
en 1650 mediante las leyes contra la blasfemia pero dado que no creían en la vida eterna no se martirizaron
sino que se retractaron.

PINCUS, S. La primera revolución moderna (2009)

Existe un relato de la revolución inglesa de 1688-1689 profundamente arraigado que, sin embargo, es
erróneo. Enfatiza la revolución como un gran momento en el cual los ingleses defendieron su particular
forma de vida. La idea que propongo en este libro es que los revolucionarios ingleses crearon un nuevo tipo
de Estado moderno. Fue ese nuevo Estado el que demostró ejercer tanta influencia en la conformación del
mundo moderno. En la versión tradicional de la Revolución Gloriosa, el pueblo inglés, guiado por sus
líderes naturales en las dos Cámaras del Parlamento, cambió del modo más sutil el Estado inglés en 1688-
1689. Alteraron ligeramente la sucesión, hicieron que fuese ilegal que un católico heredase el trono y
aprobaron la Ley de Tolerancia, permitiendo a los disidentes protestantes practicar su culto libremente.
Desde luego, esta revolución incruenta tuvo algunas consecuencias significativas e imprevistas. Pero esos
resultados debían entenderse menos como una consecuencia directa de esos acontecimientos que como el
fruto natural del carácter nacional inglés –carácter que los monarcas Estuardo que impulsaban el catolicismo
se habían esforzado en pervertir-. Éste era el relato que el historiador victoriano Thomas Macaulay expuso a
mediados del S.XIX. Los investigadores posteriores han presentado objeciones nimias a ciertos detalles del
relato, aceptando su tesis general, que se convirtió así en la exposición clásica de la INTERPRETACIÓN WHIG
DE LA RG, la cual reúne ciertos aspectos distintivos:

1) La revolución no fue revolucionaria, sino incruenta, consensuada, aristocrática y, sobre todo,


prudente. Los ingleses no deseaban transformar su gobierno, sociedad o cultura. Por el contrario, les
preocupaba que Jacobo II hubiese tenido la intención de hacerlo.
2) La revolución fue protestante. Jacobo II había intentado restaurar el catolicismo en Inglaterra, por lo
que los sucesos de fin de siglo tuvieron como objetivo el asegurarse de que Inglaterra continuase
siendo un Estado protestante.
3) La revolución puso en evidencia la naturaleza fundamentalmente excepcional del carácter nacional
inglés. Los europeos continentales vacilaban ente los violentos y extremos del gobierno republicano
y popular, por un lado, y el tiránico absolutismo real, por el otro. Los ingleses, en cambio, estaban
comprometidos con una monarquía limitada, que permitía la medida justa de atemperada libertad
popular. Así como la Iglesia inglesa constituía un sensato punto medio entre los extremos del
catolicismo romano y el radical sectarismo protestante, el gobierno inglés, al conservar su antigua
constitución, era prudente y moderado.
4) No hubo reivindicaciones sociales en la base de la revolución de 1688-1689 porque la sociedad
inglesa había cambiado poco en el período previo a la huida de Jacobo II. Fue sólo después de que la
revolución asegurase los derechos de propiedad ingleses, sólo después de que el absolutismo dejase
de ser posible en Inglaterra, cuando la economía inglesa pudo prosperar verdaderamente.
El presente libro cuestiona todos los elementos de esta arraigada versión. Sostengo que LA REVOLUCIÓN
INGLESA DE 1688-1689 FUE LA PRIMERA REVOLUCIÓN MODERNA. Y es que nuevas pruebas históricas
posibilitan el relato de una historia de la RG radicalmente diferente. En esa historia, la experiencia inglesa
no es excepcional sino, de hecho, típica (si bien precoz) de Estados que experimentan revoluciones
modernas. La RG es importante no porque reafirmara el carácter excepcional carácter nacional inglés, sino
porque constituyó un hito en la emergencia del Estado moderno.
A fines del S.XVII, Inglaterra se convertía velozmente en una sociedad moderna. Su economía prosperaba
enormemente, sus ciudades crecían y se hacían más confortables, su comercio se expandía. Estos desarrollos
permitieron que los estadistas ingleses concibieran un papel más activo para el gobierno. Pero el cambio
económico y social no hizo que la revolución de 1688-1689 fuera inevitable. Jacobo II, profundamente
influenciado por la particular rama del catolicismo que él practicaba y por el exitoso modelo político de su
primo, Luis XIV de Francia, procuró desarrollar un Estado absolutista moderno. Junto con sus partidarios
creó un Estado burocrático centralizador, un ejército profesional permanente y una armada de primer orden.
Simultáneamente, dio forma a un gobierno católico y moderno. Al igual que su primo, quería súbditos
católicos, pero no una autoridad papal. Por el contrario, insistía en una soberanía absoluta dentro de su
propio dominio mientras que, a la vez, trataba de catolizar a su protestante país. Jacobo y sus consejeros
comprendían que su nuevo Estado moderno precisaba una serie de recursos expansivos para apoyar su
mayor intervencionismo. Llegaron pronto a la conclusión de que un centralizado imperio territorial y de
ultramar, con bases en la India, Norteamérica y las Indias Occidentales, constituía un puntal esencial.
Los oponentes de Jacobo eran, en general, revolucionarios, no reaccionarios. Comprendían que sólo un
Estado inglés modernizado podría competir en la Europa contemporánea. A diferencia de Jacobo, sin
embargo, los revolucionarios, para su inspiración política, tenían los ojos puestos en la República Holandesa
más que en la monarquía francesa. Imaginaron que Inglaterra sería más poderosa si alentaba la participación
política más que el absolutismo, si se mostraba más tolerante con las religiones y menos tendiente a
catolizar, y si se dedicaba a promover la industria en vez de a mantener un imperio basado en la posesión de
tierras. Los revolucionarios comprendieron muy bien que estas preferencias políticas los enfrentaban
ideológicamente con la moderna monarquía católica de Luis XIV. Se encontraban, por tanto, completamente
decididos a combatir contra Francia en una guerra incondicional, no sólo para proteger a las islas británicas
de una potencial restauración jacobita con el apoyo francés, sino también para asegurar tanto la
disponibilidad de mercados europeos para los productos ingleses como la preservación de la libertad europea
ante el absolutismo de corte francés.
Así, Jacobo II y sus oponentes no sólo propugnaban diferentes programas modernizadores: también estaban
dispuestos a valerse de un moderno arsenal de herramientas políticas. Retrospectivamente, el régimen de
Jacobo acaso parezca breve y frágil, pero desde la perspectiva de finales del S.XVII había construido una
poderosa estructura. Fue precisamente porque Jacobo había sido capaz de crear un Estado tan poderoso por
lo que muchos de sus oponentes se dieron cuenta de que sólo era posible oponerse a él con violencia y de
que sólo una transformación revolucionaria lograría impedir que un futuro monarca inglés recrease su
moderno Estado absolutista. Aquellos que derrocaron a Jacobo II en 1688 y dieron forma al nuevo régimen
en la década siguiente fueron, necesariamente, revolucionarios. Y aunque hemos llegado a ver a la RG como
incruenta, aristocrática y consensuada, el acontecimiento en sí en modo alguno fue así. No se trató de un
hecho apacible, ni de una sobria negociación llevada adelante por las élites. Puesto que muchos
revolucionarios pretendían sustituir el programa de modernización de estilo francés propugnado por Jacobo
II por uno basado en el modelo holandés, era previsible que muchos otros apoyaran el desmantelamiento del
nuevo edificio estatal de Jacobo al tiempo que hacían cuanto estuviese a su alcance para impedir la creación
de una alternativa guillermita. A lo largo de las décadas de 1680 y 1690, y posteriormente, los ingleses se
hallaban política e ideológicamente divididos. No hubo un momento de cohesión inglesa en contra de un rey
no inglés. A fines del S.XVII no hubo un período en el que el prudente pueblo de Inglaterra colaborase para
desembarazarse de un monarca irracional. La revolución fue, como todas las demás revoluciones, violenta,
popular y disgregadora.
Mi argumento central es que a fines del S.XVII los ingleses forjaron la primera revolución moderna. Las
causas de esta revolución eran antiguas y sus consecuencias, de largo plazo. Los ingleses no habrían podido
transformar su Estado y su sociedad de la manera en la que lo hicieron si los acontecimientos del siglo
anterior –especialmente los de la crisis de las décadas de 1640 y 1650- no hubiesen desencadenado una serie
de debates ideológicos que impregnaron y transformaron las concepciones del Estado, la religión y la
sociedad. Y precisamente porque los debates sobre estos asuntos contaban con un extenso historial, sería
erróneo considerar el año 1688 o 1689 como una fractura fundamental en la historia inglesa. Los debates
sobre estas cuestiones prosiguieron, aunque modificados y remodelados por nuevas realidades
institucionales. Ni la Inglaterra de la modernidad temprana llegó a su fin en 1688, ni la Inglaterra moderna
comenzó a partir de entonces. Sin embargo, sería justo decir que el carácter de las relaciones entre el Estado
y la sociedad se transformó en esos años de manera fundamental.
La Revolución Gloriosa no fue el triunfo de un grupo de modernizadores sobre los defensores de la sociedad
tradicional. Más bien, enfrentó a dos grupos de modernizadores. En la gran mayoría de los casos las
situaciones revolucionarias se crean cuando, por cualquier razón, el régimen en el poder resuelve que precisa
modernizarse. Al hacerlo extiende en la sociedad los zarcillos del Estado aún más profunda y vastamente de
lo que jamás hayan ido, generando, necesariamente, resentimiento. Al anunciar una fractura respecto al
pasado, además, abre camino a los movimientos opositores. Los revolucionarios potenciales ya no necesitan
persuadir a sus conciudadanos para que rompan con las formas de vida tradicionales y fiables, sino que
simplemente deben persuadirlos de que su modelo para el cambio es mejor que el otro. El régimen en el
poder ya no puede contar con la habitual lealtad de las élites. Los revolucionarios de la Inglaterra de fines
del S.XVII establecieron el modelo para este patrón político ahora típico.
Pero, ¿qué quiero decir con la «emergencia de un Estado moderno»? Me refiero a dos tipos de cambios
interrelacionados. Aludo, primero, a una serie de innovaciones socio-estructurales en el arte de gobernar que
implican la centralización y burocratización de la autoridad política, la transformación y profesionalización
del ejército y la puesta en práctica de herramientas para el aceleramiento económico y la definición de los
contornos de la sociedad. En segundo lugar, aludo al hecho de que un Estado moderno implica una ruptura
ideológica con el pasado. Los modernizadores del Estado insisten en su propia innovación, en el sentido de
que emprenden un proyecto que es completamente nuevo. Pero la modernización del Estado no implica
solamente una única ruptura. Antes bien, un Estado moderno es aquel que se imagina a sí mismo siempre
cambiante y en constante adaptación. Tanto Jacobo II como sus oponentes revolucionarios consideraban que
estaban poniendo nuevos cimientos, y no creando edificios originales e inalterables.
EL DESMANTELAMIENTO DE UNA REVOLUCIÓN. Hace un recorrido historiográfico de cómo la historiografía
tory primero y whig después se ocuparon de quitar lo revolucionario de la Revolución Gloriosa.
REPLANTEARSE LAS REVOLUCIONES. Debate los significados y las causas de las revoluciones, así en
general… Es como más teórico. Amplía el argumento del «choque de modernizaciones».
CONCLUSIÓN: LA PRIMERA REVOLUCIÓN MODERNA. Si la revolución de 1688-1689 fue la primera
revolución moderna, ¿dónde deja eso a la revolución de 1640-1660, que tanto ha fascinado a generaciones
de historiadores? Se trataba de esa revolución más temprana que Pérez Zagorin llama «la primera gran
manifestación del carácter revolucionario moderno», que Cristopher Hill describe como «un punto de
inflexión en la historia humana». Fueron esos acontecimientos los que, según James Adamson, pusieron fin
a la «época militar de la nobleza en Inglaterra». Se trataba de la «revolución de los santos» que, para
MICHAEL WALZER, señala «una fase crucial del proceso de modernización». Durante mucho tiempo los
estudiosos de ambas revoluciones han peleado por la supremacía interpretativa. Sin embargo, hacia
comienzos del S.XIX la «balanza de la simpatía» había cambiado a favor del primer levantamiento. Este
sentido de competencia y prioridad lleva a CRISTOPHER HILL a desestimar la revolución de 1688-1689 por
considerarla «una restauración en el poder de la tradicional clase gobernante». ROBERT BRENNER, menos
desdeñoso, considera la RG como «la consolidación de ciertos patrones de desarrollo a largo plazo que ya
habían distinguido la evolución sociopolítica en Inglaterra de la evolución en la mayor parte del continente
durante el periodo de la modernidad temprana». Según esta perspectiva, a partir de la década de 1640
Inglaterra se apartó decisivamente del patrón europeo de desarrollo político, social y cultural. Los
acontecimientos de 1688, a lo sumo, daban los últimos toques a los grandes cambios que ya se habían puesto
en marcha a mediados de siglo y antes también.
POR MI PARTE, sugiero que, en realidad, muchos de los grandes cambios que Inglaterra experimentó entre
1640 y 1660 se revelaron efímeros. Desde la Restauración en 1660, y especialmente después de que Jacobo
II ascendiera al trono en 1685, Inglaterrra no se separó del patrón europeo de desarrollo político. Inglaterra
se convertía rápidamente en un régimen absolutista. Entre 1660 y 1688 los posteriores reyes Estuardo
hicieron lo posible para asegurarse que el monarca tuviese un monopolio de poder político no sólo en la
teoría, sino también en la práctica. Carlos II, progresivamente, y Jacobo II, con fanática energía, s dedicaron
a adaptar a Inglaterra al modelo político francés. Las estrategias que diseñaron no eran desatinadas ni
estaban condenadas al fracaso de antemano, como han insinnuado los defensores de la decisiva ruptura de
mediados de siglo. El fracaso de la estategia de modernización católica de Jacobo no era inexorable. A
Jacobo II se lo derrocó por la fortuita confluencia de dos factores: el desperdicio que hizo del capital político
del que había disfrutado después de la rebelión de Monmouth al modernizar demasiado rápidamente el
Estado, con lo que provocó una amplia oposición política popular en Inglaterra y, en segundo lugar, la
amplia crisis política europea fomentada por Luis XIV, que proporcionó a Guillermo el amplio apoyo
político en las Provincias Unidas y en toda Europa y, simultáneamente, le permitió correr el riesgo de una
invasión. Si el descontento político en Inglaterra no hubiera sido generalizado, Guillermo habría tenido
problemas para financiar y reclutar su fuerza invasora. Y, casi con seguridad, Jacobo hubiera tenido éxito si
no se hubieran combinado los extendidos levantamientos populares y la fuerza invasora anglo-holandesa.
¿Por qué los revolucionarios de mediados de siglo no consiguieron que todos sus logros fuesen
permanentes? Lo que fundamentalmente DISTINGUÍA A LA REVOLUCIÓN DE FINES DEL S.XVII DE SU
PREDECESORA DE MEDIADOS de siglo era la naturaleza de la monarquía misma. Carlos I, a pesar de su
ineptitud política, deseaba y estaba en condiciones de defender la sociedad y la forma de gobierno
tradicionales. Los monárquicos podían ofrecer a los ingleses una elección política entre la tradición y la
modernización y, en última instancia, entre la estabilidad y la inestabilidad revolucionaria. Cada traspié
político de los gobiernos de la década de 1650 contribuyó a que la restauración fuese una opción más
palpable para un creciente grupo de gente. «No se consigue tan fácilmente que la gente abandone las viejas
formas» observaba con perspicacia John Locke. Si se les daba a elegir, sostenía Locke, la mayoría de las
personas preferían un gobierno viejo e imperfecto que cualquier alternativa innovadora. E insinuaba que las
cosas eran diferentes a fines del S.XVII: ahora, ni los revolucionarios ni el rey estaban defendiendo esas
«viejas formas». Al abrazar la modernidad, al adoptar un programa de modernización política y social,
Jacobo eliminó el conservadurismo como una opción política viable. No había ninguna posibilidad de
restaurar el viejo régimen. En 1688, a diferencia de las décadas de 1640 y 1650, los ingleses se vieron
obligados a elegir entre caminos alternativos de modernidad.
La RG no fue un hecho independiente que duró unos pocos meses. Es mejor entenderla como un proceso
puesto en marcha en la crisis de la década de 1620, crisis de gran alcance que desencadenó un movimiento
de oposición que utilizaba polémicas estrategias modernizadoras, el cual llegó a su fin sólo cuando el primer
ministro whig, Robert Walpole, decidió consolidar su poder garantizando que el cambio revolucionario no
iría más lejos. La determinación de Walpole en las décadas de 1720 y 1730 de atraer a los tories moderados
por medio de la reducción del impuesto a la tierra y del rechazo a ampliar los derechos civiles de los
disidentes marcó el fin de la revolución whig. Los rumores revolucionarios habían comenzado con debates
sobre la política exterior, la naturaleza de la Iglesia de Inglaterra y el papel de las finanzas estatales en las
tumultuosas décadas de 1620. Hacia el final de aquel siglo revolucionario, el Estado, la sociedad, la cultura
y la religión se habían transformado. Inglaterra se había apartado del patrón continental en todos los
aspectos.
¿Era esta transformación revolucionaria una REVOLUCIÓN BURGUESA? Sí y no. No en el sentido de que una
clase con autoconciencia, la burguesía, derrocase a otra clase para asumir el poder. A fines del S.XVII y en
el XVIII, la gente común se caracterizaba por el conflicto, la inseguridad y la incertidumbre más que por la
unidad o el consenso de grupo. No había una clase media cohesiva que ocasionase una revolución burguesa.
De hecho, los levantamientos populares que a la larga derrocaron a Jacobo II incluían el espectro entero de
la sociedad inglesa, desde los hombres y mujeres humildes que se ofrecían como voluntarios con sus horcas
como únicas armas hasta los acaudalados hombres de negocios y los aristocráticos terratenientes que
proporcionaban a la causa su considerable prestigio (y miles de libras). Pero sí se justifica la comprensión de
la RG como una revolución burguesa en un sentido cultural y político.
A fines del S.XVII, Inglaterra era una nación comerciante, y en ello coinciden una gran variedad de
analistas. Tanto Jacobo como sus oponentes eran conscientes de que Inglaterra se había convertido en una
sociedad comercial. Pero el programa modernizador de aquél, a pesar de su compromiso con el imperio y el
comercio, no constituía una visión burguesa. Los partidarios del programa político-económico de Jacobo II
se mostraban críticos para con las poblaciones urbanas y ponían la adquisición territorial en el centro de su
proyecto imperial. De hecho, el ideal social expresado en sus escritos económicos estaba a favor de que el
comerciante amasase una fortuna con el objeto de que sus herederos pudieran vivir como caballeros
terratenientes. El logro ideológico de Jacobo consistía en aprovechar la sociedad comercial a favor de las
normas de la tierra. Su programa, a la vez que modernizador, era anti-burgués. Por el contrario, sus
oponentes, los revolucionarios de 1688-1689, abrazaban la cultura urbana, la manufactura y el imperialismo
económico. Los descendientes ideológicos de los nuevos comerciantes coloniales de mediados del S.XVII
enfatizaban la hegemonía comercial más que a territorial. Querían que Inglaterra fuera no sólo una sociedad
comercial, sino también una sociedad burguesa, con valores urbanos más que terratenientes. Ese era el
programa cultural, los principios revolucionarios de los whigs. Inglaterra iba convirtiéndose cada vez más en
una sociedad burguesa tras la RG porque el programa político-económico de los revolucionarios privilegiaba
los valores urbanos y comerciales.
La RG no transformó a Inglaterra en una sociedad comercial, pero sí se encargó de que los VALORES
CULTURALES de la burguesía se volvieran predominantes. La burguesía llegó a tener una importancia que no
guardaba proporción con el número de sus integrantes, y esa situación era aplicable a la política. La
revolución de 1688-1689 fue la primera revolución moderna porque ya antes de 1688 Inglaterra se estaba
convirtiendo rápidamente en una sociedad moderna. La crisis de mediados del S.XVII había garantizado no
que Inglaterra se apartara políticamente del patrón continental, sino que ningún gobierno inglés volviera a
tener jamás la oportunidad de fundarse en principios patrimoniales. Tanto los últimos Estuardo como sus
enemigos políticos lo comprendieron. Todos llos pensaban que, si Inglaterra quería desempeñar un papel
importante en la escena europea, necesitaba aunar sus energías comerciales con un Estado burocrático. El
cambio revolucionario se hizo posible cuando Carlos II, y en especial Jacobo II aprovecharon los nuevos
recursos económicos y administrativos a su disposición para crear un Estado moderno. Los revolucionarios
de 1688 ofrecieron su versión de la modernidad inglesa como una poderosa alternativa a la de Jacobo y sus
partidarios, y lograron imponerla. Así, la revolución fue la culminación de una extensa y áspera discusión
sobre cómo transformar a Inglaterra en una nación moderna. La profundidad del debate, la intensidad de las
diferencias ideológicas y la amplitud de las consecuencias sociales explican por qué la revolución involucró
a un sector tan amplio de la sociedad, por qué fue tan violenta y por qué provocó tanta disensión. Fue esta
extensa discusión, más que un golpe palaciego en contra de un rey inepto, lo que transformó a Inglaterra y
luego a Gran Bretaña en una gran potencia imperial europea.
Kearney
El trabajo se centra en cómo se desarrolló el conflicto religioso entre la Iglesia Anglicana y la disidencia
religiosa (incluye también a los católicos donde estos son numerosos), en las cuatro naciones del Reino
Unido y las 13 colonias americanas, a lo largo del siglo XVII y XVIII, y cómo este conflicto repercutió en la
política. El resultado de la revolución fue el establecimiento de la elite anglicana en Irlanda y presbiteriana
en Escocia, en constante lucha con las otras culturas religiosas. El comercio económico con las colonias que
había desarrollado a Londres formaba parte de un esquema económico imperial donde las colonias
americanas eran importantes. A diferencia que en Inglaterra, donde el anglicanismo dominaba frente a la
disidencia religiosa, en América la disidencia de todo tipo formaba parte del común denominador religioso.
El autor plantea que la revolución de independencia americana puede ser vista como un episodio más del
conflicto religioso entre la Iglesia oficial Anglicana y la disidencia. ¿Qué diferenciaba a ambas culturas? En
síntesis podemos decir que los anglicanos tenían una relación con lo mundano mucho más flexible que las
amplias ramas disidentes que llegaban a prohibir hechos minúsculos como tocar el violín. En Inglaterra,
excluidos de las universidades, los disidentes formaron academias. Al interior del anglicanismo, el
metodismo surgía como una “secta interna” desde los ojos ortodoxos del anglicanismo, porque pese a formar
parte de la iglesia oficial se parecían mucho en cuanto a su concepción del ejercicio religioso a los disidentes
(NDR: en 1811 se separan definitivamente de la iglesia anglicana). Londres era visto por la disidencia por
una ciudad pecaminosa dedicada al consumo y la vanidad.
La repercusión política de estas culturas enfrentadas llevó a la hegemonía Whig (liberales) a lo largo del
siglo XVIII, debido a que los disidentes toleraban más a estos que a sus rivales tories (conservadores,
vinculados a la iglesia oficial). En 1760 el gobierno se vuelve conservador y la disidencia de un desconocido
hasta entonces, Jhon Wilkes, repercute en todo el imperio británico (incluye a América). El autor basa su
argumento (la revolución de independencia americana puede ser vista como un episodio más del conflicto
religioso entre la Iglesia oficial Anglicana y la disidencia), en la importancia de la religión en el proceso de
independencia americana. Los americanos, mayoría disidente, temían que la tolerancia a los católicos de
Quebec fomente el papismo y la inquisición. Estados Unidos recibía migrantes disidentes de Europa y Gran
Bretaña. La guerra de Independencia iniciada por el Stamp Act de 1765 (NDR: los impuestos británicos a las
colonias), terminó con la perdida británica de un territorio imprescindible de su imperio. La nueva nación se
caracterizó por la ausencia de un Iglesia Oficial, y la presencia de numerosas sectas, todas igualitarias a su
interior, lo que generó el germen de la democracia americana que observó Tocqueville. En Inglaterra las
consecuencia fue un reforzamiento de la cultura anglicana y debilitamiento de la cultura disidente. (NDR: en
Inglaterra, dice el autor, había el germen de una sociedad que clases que impidió una revolución como la
francesa).
Gales por su parte, se caracterizaría por una mayoría disidente (NDR: también se los conoce como “no
conformistas”). Los anglicanos pretendieron sumar galeses a sus filas a partir de escuelas itinerantes sobre la
biblia alfabetizando a la sociedad hasta entonces analfabeta y con una cultura oral, lo que llevó a una sutil
anglicanización de las personas, con una natural respuesta romántica de los galeses.
En Irlanda había tres culturas: anglicanos, presbiterianos, y una mayoría católica ajena a la contrarreforma y
que mantenían sus ritos tradicionales. Los anglicanos (episcopalianos) tenían el poder. Los presbiterianos
mantenían fuertes vínculos con Escocia. Sin embargo en Irlanda los terratenientes eran ingleses y eran los
que tenían el poder, segregando a la mayoría católica y a los presbiterianos. El siglo XVIII se caracterizó
por el crecimiento económico junto con problemas agrícolas al empobrecerse los granjeros (ahora
jornaleros) católicos. Los prestiberianos eran mejorar tratados que los católicos, pero no podían acceder a
cargos públicos. La rebelión irlandesa de 1798 fue comandada por la United Irishmen con el objetivo de
introducir cambios políticos. (NDR: la religión y la política están mezcladas en este contexto, pero las
disidencia religiosas fueron más fuertes y el movimiento terminó siendo reprimido). Esto provocó que en
1800 Irlanda pase a formar parte oficial del Reino Unido, con miembros en el parlamento y en la cámara de
los Lores (NDR: se iban a incluir católicos, pero Jorge III dijo que NO).
En Escocia existían tres culturas, presbiterianos, anglicanos y católicos dispersos. El conflicto se desarrolló
entre presbiteranos y anglicanos que se habían enfrentado en la guerra Civil. Los anglicanos habían sido
realistas. En 1715 la rebelión jacobita fue apoyada por los anglicanos y masacraron a muchos presbiterianos.
Después de la Revolución se invirtió el poder y los presbiterianos reformaron las instituciones de acuerdo a
sus principios. En Escocia fue donde la revolución más se sintió. Los presbiterianos fueron respaldados por
el gobierno inglés, por eso apoyaron la unión de 1707. Al interior de los presbíteros había seculares y
ortodoxos. El progreso económico llegó a escocia en el siglo XVII. En el siglo XIX el retorno a la falda fue
parte de un movimiento romántico.
Conclusión: los cambios políticos se basan más en la Reforma que en la Ilustración. Siempre se manipuló a
la población con el retorno de un rey papista. (Levantamientos jacobitas).

Fuentes revolución inglesa

Petition of Rights (1628): Es un documento elevado por el parlamento al rey, pidiendo que no eleven
impuestos ni pidan ayudas. El parlamento declara que nadie puede prestar dinero al rey si no es
voluntariamente, nadie será obligado a pagar impuestos, tasas o contribuciones sin autorización parlamental,
ni ser puesto en prisión sin ser juzgado por las leyes, ni ser despojado de bienes sin proceso legal. (SE LO
CONSIDERA LA EXPRESIÓN PLENA DE LA TRADICIÓN CONTRACTUALISTA QUE
IMPERABA EN EL PARLAMENTO)(TAMBIÉN DEBEMOS VER AQUI LA DEFENSA DE LAS
LIBERTADES PARLAMENTARIAS Y DE LOS DERECHOS DE PROPIEDAD de una clase, según
Brenner, cuya reproducción económica dependía de la defensa de la prop privada).

Debate de Putney sobre el sufragio universal (1647): Debate entre oficiales y soldados del New Model
Army acerca del sufragio. Un bando defiende el voto censado acorde a la posesión de tierras (Cromwell
y cia.), otro defiende el sufragio universal (levellers Y diggers más radicalmente). En toda la discusión
se ve una gran impronta religiosa, los argumentos apelan frecuentemente a la ley divina (EN ESTE
SENTIDO CABE RECORDAR EL ANALISIS DE MORGAN QUE HACE HINCAPIÉ EN QUE
NUNCA SE CUESTIONA LA FICCIÓN DE LA "SOBERANÍA DE DIOS"). Rainborough argumenta
que hasta el ser más pobre tiene derecho a vivir como el más grande, todo hombre ha de tener derecho de
elegir a su gobierno. Ireton lo discute afirmando que sólo quien tiene interés en el país puede intervenir en
los asuntos públicos. Rainborough sostiene de vuelta que todo hombre nacido en el país debería poder votar,
no hay pasaje bíblico que abale la distinción censitaria. Irenton insiste que el que está ligado a ese lugar,
en cuanto obtiene de él su forma de vivir, tiene un interés allí. La propuesta de Rainborough tendería a la
anarquía y amenaza la propiedad. Rainborugh responde que no, que no busca la anarquía ni la
limitación de la propiedad, ya que es una ley consagrada por dios. Otro participante del debate, afirma
que han luchado para recuperar sus derechos innatos y privilegios. Afirma que a pesar de tener poca
tierra, sus derechos innatos son iguales. Rainborough sostiene que es imposible que haya libertad sin
necesariamente abolir la propiedad. Cromwell llama a concluir el debate, a ponerse de acuerdo,
mantiene posiciones moderadas. Rainborough no desea llegar a ningún acuerdo que implique que los
derechos de unos sean pisoteados en pos de los privilegios de otros. Sexby afirma que tanto grandes como
pequeños combatieron por algo. (VEMOS LAS FACCIONES QUE SE FORMAN AL INTERIOR DEL
EJERCITO, COMO BIEN SEÑALA BRENNER NO HABÍA ACUERDO RESPECTO DE UN
PROYECTO UNÍVOCO DE GOBIERNO Y LAS CUESTIONES RELIGIOSAS TENDÍAN A
INMISCUIRSE)(TAMBIEN PODEMOS RELACIONAR EL DEBATE CON LA NECESIDAD QUE
SEÑALA MORGAN TENÍAN LOS PARLAMENTARIOS Y EL EJERCITO DESPUES DE 1640 DE
CONSTRUIR UNA NUEVA FICCIÓN QUE LES PERMITIERA DERIVAR SU AUTORIDAD DE
LA SOBERANÍA DEL PUEBLO, AUN INCLUSO CUANDO EL PUEBLO ASI ENTENDIDO ERA
OTRA FICCIÓN MÁS, COMO SE VE CLARAMENTE EN LAS DISTINTAS POSTURAS AL
RESPECTO EN ESTE DEBATE).
Bill of Rights (1689): Se trata de la proclamación de ciertos aspectos básicos para la vida política inglesa
luego de la revolución de 1688. En este documento aprobado por el parlamento, se puede ver la victoria
decisiva sobre la corona (difiere claramente de Petition of Rights). Prácticamente el rey no puede
hacer nada sin el consenso previo del parlamento: se le prohíbe vetar y redactar leyes, imponer
impuestos sin conceso y dirigir ejércitos. Asimismo, el parlamento debe reunirse asiduamente.
(MANTECÓN DICE QUE ES LA EXPRESIÓN DEL NUEVO PACTO CONSTITUCIONAL
PRODUCTO DE LA GLORIOSA)
Segundo tratado sobre gobierno civil de John Locke. El texto se encuentra imbuido en el pensamiento
republicano holandés. Fue escrito previamente a la invasión de Guillermo de Orange a Inglaterra. Da
un marco intelectual y justifica la rebelión contra el rey en caso de ser tirano habilitando la acción del
pueblo (EXPRESA LO QUE MORGAN LLAMA LA CONSTRUCCIÓN DE LA FICCIÓN DE LA
"SOBERANÍA DEL PUEBLO"). La autoridad del rey emana de la ley (no tiene carácter divino como en
Francia). Defiende la supremacía parlamentaria por haber sido elegido por el pueblo (EXPRESA LO
QUE MORGAN LLAMA LA CONSTRUCCIÓN DE LA FICCIÓNSOBRE LA
REPRESENTATIVIDAD). De la tiranía. La tiranía es un poder que viola lo que es derecho. Se da
cuando un rey se maneja por beneficio personal, y no por bien común. Donde termina la ley, empieza la
tiranía, y cuando eso pasa el rey pasa a ser ciudadano común. Un pueblo sólo puede emplear la fuerza
contra otra fuerza que sea injusta e ilegal. El ciudadano sólo puede oponerse al rey si este ha roto la
ley, el uso de la fuerza es sólo válido cuando no existe ningún camino legal para defenderse. La ley de la
naturaleza faculta al individuo a defenderse de quien amenaza con destruirlo. Si la prerrogativa real es
contraria a los fines con los que fue concedida, el pueblo puede forzar a cambiar el curso de los hechos. De
la disolución del gobierno. Hay causas internas que pueden hacer que el gobierno se disuelva. El poder
legislativo es el alma que da forma, vida y unidad al estado, cuando el poder legislativo se rompe o disuelve,
se disuelve el gobierno. Del mismo modo, aquellas leyes realizadas por quien no ha sido elegido por el
pueblo, carecen de validez (FICCIÓN DE LA REPRESENTATIVIDAD PREPONDERANTE).
Cuando un príncipe impone su voluntad estará cambiando el poder legislativo, estará subvirtiendo las leyes
anteriores. Cuando el príncipe impide que la legislatura se reúna a su tiempo debido, también actúa
disolviendo el gobierno. Ningún miembro individual, ni el rey ni el pueblo, tiene la capacidad de alterar el
poder legislativo. En caso de que el gobierno haya sido disuelto, el pueblo es dejado en libertad. La razón
por la que los hombres entran en sociedad es la preservación de su propiedad (DE CORTE
CLARAMENTE CAPITALISTA). Si alguien trata de ir contra la propiedad está poniéndose a sí mismo en
estado de guerra. Cuando al pueblo se le hace sufrir y se encuentra expuesto a abusos de poder arbitrarios
puede rebelarse, no hay poder en el mundo, divino, legal o del tipo que sea, que legitime tales abusos.

Leviathan de Thomas Hobbes, Tratado II. El segundo tratado versa del Estado. En el capítulo XVII
Hobbes plantea que la finalidad última del Estado es la seguridad y que esta no puede ser conseguido por
otros medios, porque las leyes de la naturaleza son contrarias a las pasiones del hombre y esto lleva a
la guerra permanente (que es como caracteriza el estado de naturaleza). Entonces pasa a hablar de la
generación del Estado y entonces sostiene que la única forma de construirlo de forma tal que proteja la
seguridad y mantega el orden es si todos confieren su poder y fortaleza a un hombre o asamblea en
ambos casos por pluralidad de votos, formando asi UNA voluntad, encarnando un soberano y en
consecuencia unos súbditos (IMPORTANCIA DE LA FICCIÓN CONTRACTUAL). En el capítulo
XVIII trata de los derechos de los soberanos por institución. Establece que el soberano es instituido por el
pacto de todos y que las consecuencias de esa institución son: 1. Los súbditos no pueden cambiar de
forma de gobierno. 2. El poder soberano no puede ser enajenado 3. No se puede protestar la soberania
sin causa justa 4. Los actos del soberano no pueden injuriar a sus súbditos porque son actos de los
subditos tambien 5. En ocnsecuencia nada que haga el soberano puede ser castigado por el súbdito de 6
a 12. Hace un raconto de las facultades del soberano que son todas practicamente (juzgar, legislar,
hacer la guerra y la paz, etc). En el capítulo XXIX Hobbes habla de las causas de desintegración de un
Estado. Sostiene que la desintegración depende de su institución imperfecta. Enumera posibles
imperfecciones: falta de poder del soberano, mala conciencia, juicio privado del bien y del mal,
pretensión de hallarse inspirado, someterse el soberano a sus propias leyes (solo puede estar sujeto a las
de Dios), atribución de propiedad absoluta a sus súbditos, division del poder del soberano (para
Hobbes es igual a disolverlo), gobierno mixto, falta de dinero, excesiva grandeza de una ciudad. (EN
ESTA FUENTE PODEMOS OBSERVAR LA PROPOSICIÓN DE LA FICCIÓN JURÍDICA DEL
CONTRATO SOCIAL, PERO A DIFERENCIA DE LOCKE, EN DEFENSA DEL PODER
MONÁRQUICO).

Otro de Fuentes

• Petition of rights (1628)


La petición presentada a Carlos I en 1628 documenta la fase inicial del debate entre el Parlamento y la
dinastía Estuardo. Los Lores y los Comunes se dirigieron humildemente al soberano para reclamar antiguos
derechos de la nación. Aunque el tono es respetuoso, los motivos del debate emergen claramente y las
demandas sustanciales –ante todo el rechazo de toda tasa impuesta sin el consenso del Parlamento- son
eficazmente resumidas en el parágrafo X: «Por estas razones, suplican humildemente a vuestra
Excelentísima Majestad que nadie en el futuro sea obligado a hacer ninguna donación gratuita, ningún
préstamo de dinero, ningún presente particular, ni a pagar ninguna tasa o impuesto sin el consenso común
dado por acto del Parlamento; que ninguno sea llamado a la justicia, ni obligado a prestar juramento, ni
obligado a un servicio, ni arrestado, inquietado o molestado por motivo de esa tasa, o del rechazo de
pagarla; que ningún hombre libre sea arrestado o detenido de la manera indicada antes; (…) que las
comisiones encargadas de aplicar la ley marcial sean revocadas y anuladas y que no sea acordado nada
parecido por temor a que, bajo este pretexto, alguno de vuestros súbditos sea molestado o condenado a
muerte contra las leyes y libertad del país».
En el parágrafo siguiente, asimismo, se observa claramente cómo la forma retórica refleja la ausencia de un
cuestionamiento a la autoridad monárquica; si bien las demandas son claves, el tono que se mantiene es de
súplica: «Todo esto demandan humildemente a V.M. como sus derechos y su libertad, según las leyes y
estatutos de este reino; suplican además a V.M. declarar que todo lo que se ha hecho en este sentido,
procedimientos, sentencias y ejecuciones en daño de vuestro pueblo no producirá consecuencias o
ejemplos; suplican además que agrade a V.M. declarar graciosamente, para una mayor satisfacción y
seguridad de vuestro pueblo, que vuestra intención y voluntad real es lo que se dijo más arriba, y vuestros
oficiales y ministros sirvan conforme a las leyes y los estatutos de este reino, y que tengan en vista el honor
de V.M. y la prosperidad de este reino».

• The Putney Debates (1647)


Es un debate que se desarrolló en Putney, una localidad cercana a Londres, desde el 28 de octubre hasta el 1º
de noviembre de 1647 entre oficiales y soldados del ejército revolucionario de Cromwell. Si bien llama la
atención el singular espectáculo de un ejército que discute democráticamente acerca de un tema tan delicado
como el de la representación política y el derecho electoral, no se debe olvidar que ese ejército estaba
formado por hombres profundamente convencidos del carácter religioso y sacro de su misión de
combatientes por la fe y la libertad de su país.
Dice Cristopher Hill: La colonia de los cavadores de St. George puede ser vista como un ejemplo
particularmente bien documentado de una tendencia que se repitió en muchos otros lugares, en donde el
pensamiento y la acción de «niveladores no oficiales» llegaron mucho más lejos que los dirigentes
constitucionalistas y enarbolaron la cuestión de la propiedad en formas que estos últimos encontraban
embarazosas. Solamente esto puede explicar la determinación de Ireton en los Debates de Putney de acusar a
los portavoces niveladores de comunismo, a despecho de sus indignadas negativas. Así, los cavadores de St.
George fueron sólo la punta visible del iceberg de los verdaderos niveladores; y Winstanley hablaba en
nombre de aquellos a quienes los «constitucionalistas» habrían privado de sus derechos políticos: sirvientes,
jornaleros, indigentes, los económicamente dependientes.

• Thomas Hobbes, Leviathan (1651)


Una de las reacciones a las cambiantes tesis de los teólogos puritanos y a las subversivas pretensiones de
inspiración fue el escepticismo de Thomas Hobbes. Cualquier que se sintiera convencido por Leviathan no
podía ya encontrar posible el buscar a solas en la Biblia las respuestas a los problemas políticos y juzgaría la
persecución religiosa tan irracional como la resistencia en nombre de la conciencia. Sospecho que fue la
influencia de Hobbes, más que la de los radicales religiosos, la que en 1657 hizo que los miembros del
Parlamento se burlaran de la excesiva dependencia de los textos bíblicos; difícilmente habrían hecho eso
incluso sólo diez años antes. (Cristopher Hill).
CAPÍTULO XVII: DE LAS CAUSAS, GENERACIÓN Y DEFINICIÓN DE UN ESTADO: La causa final, fin o designio
de los hombres (que naturalmente aman la libertad y el dominio sobre los demás) al introducir esta
restricción sobre sí mismos (en la que los vemos vivir formando Estados) es el cuidado de su propia
conservación y, por añadidura, el logro de una vida más armónica; es decir, el deseo de abandonar esa
miserable condición de guerra que es consecuencia necesaria de las pasiones naturales de los hombres,
cuando no existe poder visible que los tenga a raya y los sujete, por temor al castigo, a la realización de sus
pactos y a la observancia de las leyes de la naturaleza. Las leyes de la naturaleza (tales como las de justicia,
equidad, modestia, piedad y, en suma, la de haz a otros lo que quieras que otros hagan para ti) son, por sí
mismas, cuando no existe el temor a un determinado poder que motive su observancia, contrarias a nuestras
pasiones naturales.
El único camino para erigir semejante poder común, capaz de defenderlos contra la invasión de los
extranjeros y contra las injurias ajenas, asegurándoles de tal suerte que por su propia actividad y por los
frutos de la tierra puedan nutrirse a sí mismos y vivir satisfechos, es conferir todo su poder y fortaleza a un
hombre o a una asamblea de hombres, todos los cuales, por pluralidad de votos, puedan reducir sus
voluntades a una voluntad. Esto es algo más que consentimiento o concordia; es una unidad real de todo ello
en una y la misma persona, instituida por pacto de cada hombre con os demás. Hecho esto, la multitud así
unida en una persona se denomina Estado, en latín, civitas. En ello consiste la esencia del Estado, que
podemos definir así: una persona de cuyos actos se constituye en autora de una gran multitud mediante
pactos recíprocos de sus miembros con el fin de que esa persona pueda emplear la fuerza y medios de todos
como lo juzgue conveniente para asegurar la paz y defensa común. El titular de esta persona se denomina
soberano, y se dice que tiene el poder soberano; cada uno de los que le rodean es súbdito suyo.
Se alcanza este poder soberano por dos conductos: uno por la fuerza natural, como cuando un hombre hace
que sus hijos y los hijos de sus hijos le estén sometidos; ocurre el otro procedimiento cuando los hombres se
ponen de acuerdo entre sí, para someterse a algún hombre o asamblea de hombres voluntariamente, en la
confianza de ser protegidos por ellos contra todos los demás. En este último caso puede hablarse de Estado
político, o Estado por institución, y en el primero de Estado por adquisición.
CAPÍTULO XVIII: DE LOS DERECHOS DE LOS SOBERANOS POR INSTITUCIÓN: Dícese que un Estado ha sido
instituido cuando una multitud de hombres convienen y pactan que a un cierto hombre o asamblea de
hombres se le otorgará el derecho de representar a la persona de todos. De esta institución de un Estado
derivan todos los derechos y facultades de aquel o de aquellos a quienes se confiere el poder soberano por el
consentimiento del pueblo:
1. Los súbditos no pueden cambiar de forma de gobierno (ya pactaron, no pueden hacer un pacto
nuevo).
2. El poder soberano no puede ser enajenado.
3. Nadie sin injusticia puede protestar contra la institución del soberano declarada por la mayoría.
4. Los actos del soberano no pueden ser, con justicia, acusados por el súbdito.
5. Nada que haga un soberano puede ser castigado por el súbdito.
6. El soberano es juez de lo que es necesario para la paz y defensa de sus súbditos, y respecto de qué
doctrinas son adecuadas para su enseñanza.
7. Tiene el derecho de establecer normas, el virtud de las cuales los súbditos puedan hacer saber lo que
es suyo propio, y que ningún otro súbdito puede arrebatarle sin injusticia.
8. También le corresponde el derecho de judicatura, y la decisión de las controversias.
9. Y de hacer la guerra y la paz, como considere más conveniente.
10. Y de escoger todos los consejeros, ministros, tanto en la guerra como en la paz.
11. Y de recompensar y castigar, y esto (cuando ninguna ley anterior ha determinado la medida de ello)
arbitrariamente.
12. Y de honores y preeminencias.
Estos derechos son indivisibles, y no pueden ser cedidos sin renuncia directa del poder soberano. El poder y
el honor se desvanecen de los súbditos en presencia del poder soberano. El poder soberano no es tan gravoso
como la necesidad de él, y el daño deriva casi siempre de la escasa disposición a admitir uno pequeño.
CAPÍTULO XXIX: DE LAS CAUSAS QUE DEBILITAN O TIENDEN A LA DESINTEGRACIÓN DE UN ESTADO:
Aunque nada de lo que los hombres hacen puede ser inmortal, si tienen el uso de razón de que presumen, sus
Estados pueden ser asegurados, en definitiva, contra el peligro de perecer por enfermedades internas. En
efecto, por la naturaleza de su institución están destinados a vivir tanto como el género humano, o como las
leyes de naturaleza, o como la misma justicia que les da vida. Por consiguiente, cuando llegan a
desintegrarse no por la violencia externa, sino por el desorden interno, la falta no está en los hombres, en
cuanto son la materia, sino en cuanto son sus hacedores y ordenadores. Entre las enfermedades de un Estado
quiero considerar, en primer término, las que derivan de una institución imperfecta, y semejan a las
enfermedades de un cuerpo natural, que proceden de una procreación defectuosa. [Después enumera varias].

• Gerrard Winstanley, The law of freedom in a platform or the true magistracy restored (1652)
Acá Winstanley hace como una guía para la construcción de una sociedad reformada. Dicta una serie de
«preceptos» o normas que refieren a la educación de los niños, los oficios, la siembra de la tierra, los
almacenes (prohíbe la comercialización de los frutos de la tierra). También hace algunas definiciones:
primero define la ley, la de aquellas leyes que son mejores para gobernar el «Commonwealth». Después
define la libertad y define leyes para aquellos que hubieran perdido su libertad, para el matrimonio, etc. [Mal
flash].

• Bill of Rights (1689)


Se puede confrontar fácilmente con la Petition y apreciar el diferente tono y contenido que guardan los dos
documentos, ambos aprobados por el Parlamento con una distancia cercana a los sesenta años uno del otro.
La victoria del Parlamento se refleja con evidencia en la neta y casi lapidaria afirmación de los derechos y
en la proclamación, hecha en nombre de los Lores y de los Comunes, de los nuevos soberanos, Guillermo y
María.
«Los Lors Espirituales y Temporales y los Comunes declaran: Que el pretendido poder de suspender las
leyes por la autoridad real sin el consenso del Parlamento es ilegal. Que imponer tributos en favor o para
uso de la corona sin la aprobación del Parlamento es ilegal. Que reunir y mantener en el reino un ejército
estable, si no tiene el consenso del Parlamento, es contra la ley. Y que, para hacer justicia con toda
gravedad y para enmendar, reforzar y preservar las leyes, las reuniones del Parlamento deben ser
realizadas frecuentemente».

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