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SELECCION Y PROLOGO DE MARIA EDMEE ALVAREZ EDITORIAL PORRUA AV. REPUBLICA ARGENTINA 15. MEXICO “SEPAN CUANTOS...” Noun. 83 Primeras ediciones de los Cuentos: a partir de 1835 Primera edicién en la Coleccién “Sepan Cuantos...”, 1968 Copyright © 2005 Las caracteristicas de esta edici6n son propiedad de la EDITORIAL PORRUA, S.A. DE C.V.-03 Av. Repiblica Argentina 15 06020, México, D.F. Queda hecho el depésito que marca la ley Derechos reservados ISBN-970-07-5620-3 (Rustica) ISBN-970-07-5727-7 (Tela) IMPRESO EN MEXICO PRINTED IN MEXICO EL TRAJE INVISIBLE En una comarca de Italia hubo un gran duque tan sncionat) a Jos trajes nuevos, que gastaba enormes sumas en vestirse. Cuando eee Ei revista a su ejército o cuando iba a un teatro o aun paseo, su pane objeto era que le viesen elegante. Cambiaba de traje cee oe al dia, y asi como se dice de un rey: “Esta en Consejo, ‘ int ss a se decia de él: “El gran Duque esta en su guardarropa”’. La on a a un pueblo alegre y animado visitado por muchos eae Us Hs llegaron a ella dos bribones, que dijeron ser tejedores v ec] ae q sabjan tejer la tela mas hermosa de] mundo. No sdlo fet col ore A dibujo eran de belleza sin igual, sino que los vestidos hecl ee con a 7. tela poseian una cualidad maravillosa: se hacian invisibles p: s i Ss. / Pe Se de inmenso valor —pensé el gran Duque= gracias ¢ ella podré conocer a los picaros que intervienen en mi gol herno, se bre distinguir a los listos de los tontos. jEs necesario que tenga cuan' j sa tela! | ; ma ae seguida a los dos bribones, y sin regatear pegs entregé una gran cantidad a fin de que pudiesen poner inmecial manos a la obra. Los dos picaros prep: que trabajaban, aunque | brocas. ; a ae a menudo pedian seda fina y oro magnifico en grandes cantida des: pero todo esto lo reducian secretamente a dinero, y hacian como , j i telares vacios. e trabajaban hasta media noche con los . . m —Es peeerin que yo sepa cémo adelanta la obra —se dijo un dia el gran Duque. . ers no dele de asustarse al pensar que los pillos » los tontos no podian ver la tela. No era que dudara de si mismo; pero era a Segura llevaban preso, creyo Risen erat See a inas' j fi tido ya alguno que examinase el trabajo. Hal ia cor a rabitantes de la poblacién la noticia de las BLOB e sary Hosas de la tela, y todos estaban impacientes por saber hasta qué punto eran pillos 0 tontos sus amigos y vecinos. ne ee qué afiadir que en particular cada cual se creia un portento de virtud y ingenio. araron, en efecto, dos telares, ¢ hicieron como 19 cierto era que nada absolutamente habia entre EL TRAJE INVISIBLE 61 —Voy a mandar a mi primer Ministro para que me saque de dudas —pensé el gran Duque—. El es el que mejor puede juzgar la tela, pues se distingue tanto por su talento como por su honradez. El Ministro entré en la sala donde los dos picaros hacian como que trabajaban con los telares vacios. — Dios mio —pensé, abriendo los ojos todo cuanto pudo—, no veo nada! Pero se guardo muy bien de hablar en alta voz. Los dos tejedores le invitaron a aproximarse, y le pidieron su opinién acerca del dibujo y los colores. También le ensefiaron los telares, describiéndole una por una sus piezas, y el Ministro quedé sin saber qué hacer, porque, como alli no habia nada, nada veia. Como al mismo tiempo debia de remorderle la conciencia por algunos pecadillos come- tidos en el ejercicio de su cargo, hizo de tripas corazén, y se resolvié a fingir que lo veia todo. —~ Qué opina el sefior Ministro de nuestro trabajo? —dijo uno de los tejedores. iMe parece encantador, verdaderamente encantador! —respondié el Ministro poniéndose los anteojos—. Este dibujo y estos colores son de lo mejor que he visto. Voy a dar la enhorabuena al gran Duque, pues nunca se habra visto tan bien vestido. 3 ‘La opinién del sefior Ministro es para nosotros muy honrosa! _—dijeron los dos tejedores. Y se pusieron a ensefiarle colores y dibujos que no existian, dandoles hombres. El Ministro puso la mayor atencion, a fin de acordarse y poder repetir al gran Duque todas aquellas explicaciones. En cuanto a los dos picaros, no hay para qué decir que continuaban Pidiendo plata, seda y oro, pues aseguraban que se necesitaba una eantidad enorme para aquel traje; bien entendido que ellos se lo embol- saban todo. El telar estaba vacio, y continuaban haciendo que trabaja- in. Pasados algunos dias el gran Duque envié otro alto funcionario para aminar la tela y ver si se conclufa. Le sucedié al nuevo emisario lo ‘smo que al Ministro: mir6; pero no vio nada. —jNo es verdad que el tejido es admirable y que los colores se ombinan perfectamente? —preguntaron los dos tunantes, mostrandole explicéndole el soberbio dibujo y los magnificos colores que no istian. _ —Yo no soy necio —pensé el alto empleado—; al contrario, creo jue me paso de listo en el desempefio de mi cargo, y quizds por eso no © Ja tela. jPero Dios me libre de darlo a entender! es ANDERSEN EL TRAJE INVISIBLE 63 Segui Bien tse so ore el a Duque, fue a examinar su traje, y los Bs ae ‘© en el aire como si tuvieran en él alguna —Aqui est 6 f BR erecuues, ‘| pantalén; aqui la casaca; aqui, el manto. A pesar del pure oF a Fe la que tiene, es ligero como una tela de wate Noh 5 eee. a < c pese a Vuestra Alteza sobre el cuerpo; y esta falta a a na oe Fe me recomendables cualidades de esta tela. . ; B ! jParece maravilloso que pese | soberbio aspecto! —tespondieron los Siteietiog poco una fela de fan Beto a veian nada, pues nada habia. , j 5 = eee naa al honor de desnudarse —dijeron los . vestido delante del j oe ¢ lel espejo grande. an aa se sea) y los falsos tejedores icibron eon que le rea pren después de otra. Le cogieron el cuerpo como Recor guna cosa. Se volvié y se revolvié delante del espejo; a a que abria ¥ guifiaba los ojos, sdlo se veia en ropas oe i ermosura! {Qué magnificencia! jQué corte tan eal —exclamaron todos | : los cortesanos—. ; Qué dil “nd {raje tan precioso! - {Qué dibujo! |Qué colores! ;Qué El En mostra de ceremonias entré. —E!I palio bajo el cual V1 , oti puerta —dijo, uestra Alteza debe asistir a la procesién esta — Bien; estoy dispuesto! — 6 eens respondié el gran Duque— {Creo que Y al decirlo daba dient i io vegaien nte con diente, porque el dia estaba mis fresco Volvio a mirarse de reoj f €0, 6 - 90 ante el espejo, y por fin marché con ademan. Los funci i 2 ee palaciegos que debian Ilevarle la cola hicieroi me cereso ean al Lan cosa del suelo; después levantaron las HatiOe lejado hacer tri i eS fubie er trizas que declarar que no veian absolu- Mientra: e eae a za Duque, estornudando y tosiendo, caminaba Ben a - ino con paso majestuoso en la procesién bajo su ee lio, todos los hombres en la calle y desde las are a Sea tan rico y bello, y qué graciosa es la cola! ‘Qué os Alesecbeal con peung ane declarar que no veia nada; ae ‘abajo la risa que | i a que realmente vejan en vez de tale Tetieaba etn que hubiese dicho la verdad habria sido declarado necio o incapaz desempefiar su empleo por picaro; '§ que nunca los trajes del gran ipleo pr ; asi e: d j i 5 2 i Mique habian excitado semejante admiracién En seguida hizo grandes elogios de la tela, y manifest6 su admiracion por la eleccién de los colores y por el dibujo. —jEs de una magnificencia incomparable! —dijo al gran Duque. Y por toda la poblacién se habl6 de la belleza de aquella tela extraordinaria. Por fin, el mismo gran Duque no pudo resistir al deseo de ver su traje, que ya debia de tocar a su conclusion. Acompafiado por un prillante séquito de personas distinguidas, entre las cuales se encontraban el Ministro y el alto funcionario, se dirigié al sitio en que los astutos fulleros hacian como que tejian, pero sin hilo de seda, ni de oro, ni ninguna clase de hilo. —jNo es verdad que esto es precioso? —dijeron los altos emplea- dos—. El dibujo y los colores haran resaltar admirablemente Ja natural elegancia de Vuestra Alteza. ; . Y sefialaron con el dedo el telar vacio, como Sl los demas pudieran ver alguna cosa. —j Qué es esto? —penso el gran Duque asustado—. iNada veo! jEsto es terrible! yAcaso seré un pillo? ~Acaso seré un necio incapaz de gobernar? {Nunca pude esperar tan espantosa desgracia! Después de algunos momentos de reflexién tomé su partido y excla- mo: —jEsto es magnifico, yerdaderamente digno de mi, y con gusto manifiesto mi satisfaccion a estos habiles tejedores! Movié la cabeza con aire satisfecho, y mird el telar haciendo frecuentes signos de aprobacion. Todas las personas de su séquito miraron lo mismo, unos después de otros; pero sin ver nada, y te- miendo que se les tachase de picaros 0 neci0s, repetian como el gran Duque: ‘‘jEsto es admirable!”; y hasta le aconsejaron que no dejara de vestirse con aquella nueva tela en la primera gran procesion que habia de celebrarse. —jEs bellisima! jEs encantadora! jEs admirable! iNo cabe mayor 4 prillantez y hermosura! —exclamaban todas las bocas. Y¥ la alegria era general. Los dos picaros que hacian de tejedores fueron agraciados con grandes cruces, ¥ recibieron el titulo de gentileshombres y de tejedores de camara. . Durante toda la noche anterior al dia de la procesion estuvieron yelando y trabajando alumbrados por espléndidos candeleros. Todo el mundo aparentaba que veia su trabajo. Por fin hicieron como, que quitaban la tela del telar; cortaron en elaire con grandes tijeras, cosieron con una aguja sin hilo, y después de esto declararon que el vestido estaba concluido y en disposicion de probarse, ANDERSEN —jAy, cémo va el gran Duque! jEsta en camisa! —dijo a voces un ifio pequefio. . . " 2 Dos mio! {No ois la voz de la inocencia? —ijo el padre. . Y as breve empezé a murmurar la multitud, repitiendo las palabras ere un nifio que dice que el gran Duque no lleva vestido ninguno. —jTiene razén ese nifio; estabamos confundidos! —decian otros mas resueltos. —jNo hay tal traje! —exclamé al fin todo el pueblo. . 7 Al oir estos clamores el gran Duque se mordié los labios, porque le parecia que la gente tenia razon. Sin embargo, no quiso darse por vencido, y pensd: ; —De dutguiet modo que sea, ya que he empezado, es necesario aus continue hasta el fin; porque volverse atrds significaria que soy real- mente tonto de capirote. ; . En seguida se enderezé con mas orgullo que antes; coo y {oso con més fuerza que nunca, y los cortesanos siguieron hacienc lo come ue Ilevaban con respeto la cola de aquel manto que nadie veia. / a mn adelante a los falsos tejedores, que, apenas mpoco vio nadie e1 0 na ee la procesion, habian huido de la ciudad con toda la rapide de sus piernas y bien repletos de dinero. LOS CISNES SALVAJES En un pais muy lejano y muy calido, hacia el cual vuelan las olondrinas cuando llega aqui el invieno, vivia un Rey que tenia once ijos y una hija llamada Leonor. Los once hermanos, todos principes y ly ufanos con su categoria, no habian querido tomar profesor que les era lecciones en su casa ¢ iban a la escuela con el pecho adornado con ina ancha banda y una pequefia espada al costado con vaina de tercio- elo y oro. Escribfan con lépices de diamante en pizarras de marco de oro, y sabian leer, escribir y contar muy bien, porque habian compren- dido que no es bueno ser principe ignorante. Su hermana Leonor, sentada en un banco de cristal de roca, se ntretenfa en mirar un libro de estampas bellisimas con cubierta de iarfil y piedras preciosas, de indudable valor. Ciertamente aquellos nifios eran muy felices y dignos de envidia; ‘0 1a felicidad humana no dura siempre. Habiendo enviudado el Rey, su padre, se casé en segundas nupcias on una Reina muy perversa, de cardcter dominante y mal corazén, y aborrecia a los nifios. Desde el primer dia se lo hizo comprender a § principes, Habja fiesta en el castillo: los nifios jugaban, y habjan sudido muchos extranjeros; pero la Reina, en lugar de dar a los hijos Rey, como de costumbre, pasteles y manzanas asadas, les hacia ir arena en tazas de té, ordendndoles que hiciesen como si comieran ‘bieran cosas exquisitas. En los dias siguientes, y con el menor pretexto, dio puntapiés y fetadas a los nifios; envié a la nifia Leonor al campo con unos bradores, y algtin tiempo después dijo unas cosas tan feas al Rey rca de los pobres principes, que le tomé gran antipatia y no volvid euidarse de ellos. iQue vuelen por el mundo y nos dejen libres de cuidados! —dijo ala Reina, que conocia algo de las artes de la hechiceria; y afiadi t Wue se conviertan en grandes aves sin voz! No pudo, sin embargo, hacerles tanto dafio como queria, porque los los se convirtieron en once magnificos cisnes silvestres. Dieron un © extrafio, y se elevaron volando por encima del parque y de la selva. Pocas horas después pasaron por delante de la casa donde su hermana nor estaba acostada y dormida en la habitacién del campesino; se mieron sobre el tejado, extendieron su largo cuello graznando fuer- AS

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