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Cuando hablamos de inclusión, ya sea en las escuelas o en la

sociedad en general, estamos aludiendo a la necesidad de que los


contextos en los que nos desarrollamos den respuesta a nuestras
necesidades y peculiaridades. Se hace referencia a posibilitar la
manera de que todos y cada uno de nosotros podamos ser parte y
sentirnos parte de los ámbitos en los que nos relacionamos en nuestro
día a día.
Hablar de inclusión, por tanto, implica hablar de relaciones
interpersonales e intrapersonales. De saber interactuar con los demás
y establecer relaciones que posibiliten nuestro bienestar y de
conocernos a nosotros mismos para aprender a autorregularnos de
manera positiva. Así, al hablar de convivencia, de inteligencia
emocional o de desarrollo moral, estamos hablando necesariamente
de inclusión. Los tres conceptos señalados se relacionan de manera
directa con las capacidades y conocimientos en los que se forman los
psicólogos.
Los objetivos de este curso son básicamente tres: 1) analizar los
referentes teóricos sobre los que se sustentan la educación inclusiva;
2) ofrecer estrategias y recursos para favorecer el bienestar de la
comunidad educativa; 3) reflexionar sobre experiencias reales de
intervención socioemocional en la escuela inclusiva.
Con estos objetivos como guía, se profundizará de mano de expertos
en el campo de la Psicología y de la Educación en el concepto de
inclusión y de sus tres elementos básicos: rendimiento, presencia, y
participación. Posteriormente se analizará como fomentar la
participación de los distintos miembros de la comunidad educativa en
sus aulas y centros, intentando relacionar esta con la implicación en el
cuidado propio y ajeno. Además, se discutirán vías para mejorar las
competencias de los estudiantes, a través del análisis de programas
como el Equipar para educadores- centrado en el desarrollo de una
moralidad madura en los adolescentes-, o del trabajo de la
competencia emocional. Además, se reflexionará sobre el papel de
los orientadores escolares (muchos de ellos psicólogos) como
herramienta de la que disponen los centros para potenciar este
modelo inclusivo.
3 ETAPAS EN EL CAMINO DE LA INCLUSIÓN

Por supuesto que el proceso de la inclusión no es ni fijo ni lineal, es


cambiante y hay miles de factores que pueden afectarlo, no obstante,
creo que estas tres etapas nos pueden ayudar a ubicarnos, en base a
nuestros comportamientos, dónde estamos en el mapa de la inclusión.

1. Indiferencia o dejar las cosas como están

Es una etapa que tiene rasgos bastante claros: apatía, desinterés y


desidia. Los comportamientos son más pasivos o hasta perjudiciales.
Se resume en dejar las cosas como están.

Veamos un ejemplo. Llega un nuevo integrante a tu organización; se


trata de una persona que viene de Centroamérica y que nunca había
estado en México. Vino por razones laborales y no conoce a nadie. Si
bien habla español, algunas de sus palabras o frases no son iguales a
los de los mexicanos. Está en un ambiente totalmente nuevo y se
percibe en desventaja.

Tu reacción es no hacer nada, a pesar de que sabes de la llegada de


esta persona, quizá incluso te la presentaron, pero tú simplemente
sigues tu vida como siempre.

2. La inclusión moral o el discurso optimista

Es una etapa que se caracteriza por la apertura y una cierta


aceptación que toca el optimismo, sin embargo, los comportamientos
permanecen en las palabras de aliento y los buenos deseos. Uno de
los signos positivos de esta etapa, es que al menos ya hay una
interacción entre la persona privilegiada y la persona en desventaja

Regresando al ejemplo del nuevo integrante de tu empresa, la


inclusión moral sería acercarte a esta persona y conversar, indagar
cómo está y cómo se siente en esta nueva ciudad, incluso empatizar
con algunas de sus necesidades. Tu comportamiento se ceñiría a
palabras de apoyo y buenos deseos, P.EJ. “no te preocupes,
seguramente te adaptas pronto, la gente de México es hospitalaria.
Todos en la empresa te vamos a apoyar porque nos da gusto que
estés aquí, vas a aportarnos mucho”.
3. La inclusión en acción o cambiar el sistema

La última etapa se caracteriza por personas que pueden ceder algo de


sus privilegios para hacer cambios en el sistema e intentar sacar de la
desventaja a la persona en exclusión.

Regresando a tu nuevo compañero en la empresa, ser incluyente de


forma activa sería ceder algo de tu tiempo para ofrecerle algún tipo de
mentiría, acompañamiento o asesoramiento técnico para el trabajo;
invitarlo a cenar a tu casa para que conozca a tu familia, planear
salidas y actividades recreativas con él, apoyarlo en encontrar grupos
o personas que podrían apoyarlo en su proceso de adaptación a
través de distintas actividades profesionales o de ocio.

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