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.Es-Alejandra Pizarnik La Última Poeta Surrealista
.Es-Alejandra Pizarnik La Última Poeta Surrealista
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Escritora y traductora argentina, Pizarnik desarrolló una de las
obras literarias más asombrosas del siglo XX. Sus versos, en
constante tensión entre el automatismo surrealista y la exactitud
racional, atraviesan la propia vida de la poeta, adentrándonos en
su nostalgia por la infancia perdida, atracción por la muerte,
profundo intimismo y deseo de ser amada y reconocida.
Durante la infancia, Alejandra Pizarnik empezó a sentirse fuera de lugar. Sufría por las
constantes comparaciones con su hermana mayor y su condición de extranjera en
Argentina. Lejos de Europa, la pequeña familia de cuatro estaba a salvo de la Segunda
Guerra Mundial, pero la sombra del conflicto no dejó de acecharles prácticamente todos
sus parientes fueron perseguidos en Rivne, Ucrania, y perecieron en el Holocausto.
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Aproximación al surrealismo
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Pese a estar en una etapa de expansión creativa, el asma y la tartamudez de la joven la
condujeron a un aprisionamiento somático. Su padre, que siempre la había cuidado y
protegido, le cubrió económicamente las sesiones de terapia con el psicoanalista León
Ostrov y costeó los gastos de su primer libro, La última inocencia, publicado en 1956.
Alejandra Pizarnik.
Foto: CC
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Artaud y Marguerite Duras, entre otros autores franceses, trabajando siempre en
ambientes que le ayudaban a perfeccionar su propio lenguaje.
Cuatro años más tarde, Alejandra Pizarnik regresó a Buenos Aires habiendo
madurado como poeta. Justo en ese momento solo necesitaba tiempo para volcar su
torrente literario en las páginas y expandir su obra. “Nada pretendo en este poema si no
es desanudar mi garganta”, escribió.
Notre Dame y los libreros del Quay Saint-Michel, a finales de los años 60.
Notre Dame y los libreros del Quay Saint-Michel, a finales de los años 60.
Foto: CC
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Después de París, Alejandra Pizarnik publicó tres de sus principales volúmenes: Los
trabajos y las noches (1965), Extracción de la piedra de locura (1968) y El infierno
musical (1971). Su poesía oscilaba entre el automatismo surrealista y la voluntad de
exactitud racional. Eran piezas sin énfasis, a veces incluso sin forma, como
anotaciones y alusiones de un diario personal. Ventanas metafóricas, espacios para la
reflexión.
La intrínseca unión entre su apasionada poesía y su vida quebrada por la pérdida llevó a
Alejandra Pizarnik a sufrir diversas crisis depresivas y problemas de ansiedad. En
1968, se mudó junto a su pareja, la fotógrafa Marta Moia, pero eso no evitó que la
tristeza perdurara y su adicción por las pastillas aumentó.
"Alguna vez / alguna vez tal vez / me iré sin quedarme / me iré como quien se va".
Tal y como señalan en el volumen Poesía completa de Alejandra Pizarnik publicado por
la editorial Lumen, Octavio Paz afirmó que la escritora llevó a cabo una “cristalización
verbal por amalgama de insomnio pasional y lucidez meridiana en una disolución de
realidad sometida a las más altas temperaturas”. Tras ella quedaron siete poemarios, un
diario de casi 1.000 páginas, relatos cortos, una obra teatral, una novela breve y una
extensa correspondencia, muestras de su simbolismo desmesurado y extraordinaria
capacidad de expresión emocional.
“Sé, de una manera visionaria, que moriré de poesía. Es una sensación que no
comprendo perfectamente; es algo vago, lejano, pero lo sé y lo aseguro”, anticipó
Pizarnik. La verdad es que no sabemos hasta qué punto murió de poesía, la única
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certeza, en este caso, es que gracias a la poesía la voz de Alejandra Pizarnik sigue y
seguirá con vida.
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