Soce - Salvador - Procesos de Socialización, Cultura y Sociedad

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UNIDAD 2.

PROCESOS DE SOCIALIZACIÓN 1
Sujeto de la Educación – Prof. Alejandro Salvador

UNIDAD 2. Procesos de Socialización.

Los procesos de socialización.

El ser humano es esencialmente un ser social. Sin embargo, esa naturaleza de ser social es producto de un largo
proceso en la vida de cada persona. Y ese proceso tiene, por así decirlo, dos caras. Desde el punto de vista de cada
individuo, opera el proceso de aprendizaje. Desde el punto de vista de la sociedad, y respondiendo a su necesidad
de mantenerse como tal, opera el proceso de socialización. Este proceso es importante de considerar si deseamos
entender el comportamiento humano.

La socialización es el proceso por el cual aprendemos a ser miembros de la sociedad. Es decir, a través de la
socialización aprendemos a ser miembros reconocidos de la sociedad en que hemos nacido. Y ser miembro
reconocido, esto es, que los demás me perciban como tal y que yo me identifique como parte de esa sociedad,
implica, en lo esencial, la adopción de una cultura común. La socialización tiene como resultado la interiorización
de normas, costumbres, creencias y valores, gracias a los cuales el individuo puede relacionarse con los demás
miembros de la sociedad.

Desde el punto de vista de la sociedad, este proceso se desarrolla a partir de la participación activa de las personas
en una red de relaciones sociales. La naturaleza de esas relaciones, sociológicamente hablando, se expresa en dos
elementos que son las dos caras de una misma medalla: el desempeño de roles que, a su vez, da acceso a una
determinada posición o situación dentro de un grupo, denomina status. Y es precisamente aprendiendo a
desempeñar los roles que la persona se socializa. Obviamente, a lo largo de su vida, la persona se involucra en una
gran cantidad de relaciones sociales lo que significa que desempeña múltiples roles: será hijo, hermano, amigo,
familiar, alumno, miembro de clubes, trabajador, cónyuge, y padre a su vez, etc. Y el aprendizaje de cada uno de
esos roles le va a permitir internalizar los valores y las normas de la sociedad. Porque cada cultura, a su vez, va
cristalizando formas típicas, propias de esa cultura, que definen cómo en esa cultura determinada se aceptará que
las personas desempeñen esos roles; estamos hablando, en síntesis, de una serie de deberes que la persona debe
cumplir para ser aceptada y reconocida como miembros de la sociedad. Y como contrapartida del desempeño de
cada rol, la sociedad asigna o reconoce al individuo una posición o status que a su vez le abre ciertos derechos.
Deberes y derechos, ya sean formales o informales, serán, en suma, los que moldearán el comportamiento de las
personas a través de este proceso que llamamos socialización.

A lo largo de su vida, cada uno vivirá múltiples procesos socializadores, en función de los múltiples roles que
desempeñará. Esto permite introducir una diferencia en las etapas del proceso de socialización que es útil conocer
porque sus componentes son diferentes.

Socialización Primaria: se denomina así porque es una etapa en la cual los a gentes socializadores son
esencialmente los grupos de carácter primario, es decir, grupos en los cuales el tipo de relaciones predominantes
están basados en la dimensión afectiva y emocional de las personas. El comienzo natural del proceso de
socialización para cada niño recién nacido es su inmediato grupo familiar. En la historia de la humanidad, la familia
ha sido la agencia de socialización más importante. Algunos autores plantean que los cambios sociales producidos
por los procesos de industrialización y modernización han llevado a una pérdida relativa de su relevancia ante la
irrupción de otras agencias socializadoras como el sistema educacional y los medios masivos de comunicación. Sin
embargo, su importancia sigue siendo capital porque, en general, la familia filtra de manera directa o indirecta a las
otras agencias socializadoras, escogiendo la escuela a la que van los niños, procurando seleccionar los amigos con
los cuales se junta, controlando (supuestamente) su acceso la televisión, etc. Junto a la familia, y aún en la infancia,
el proceso se abre a otros grupos primarios de pertenencia.

Socialización secundaria: la socialización primaria finaliza cuando el individuo comienza a integrarse a grupos en los
cuales la naturaleza de la relación social es de carácter secundario, es decir, relaciones basadas más bien en un
componente formal, racional, y que, en general, son relaciones a las cuales la persona se integra opcionalmente y
como resultado de un contrato social, escrito o no. Es la internalización de subculturas (realidades parciales que
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contrastan con el mundo de base adquirido en la socialización primaria) institucionales o basados en


organizaciones formales. El individuo descubre que el mundo de sus padres no es el único. La carga afectiva es
reemplazada por técnicas pedagógicas que facilitan el aprendizaje. Se caracteriza por la división social del trabajo y
por la distribución social del conocimiento. Las relaciones se establecen por jerarquía, poder, contrato legal, etc.
Este proceso es de especial interés para este curso. Cuando una persona entra a una organización de trabajo, se le
socializa para que llegue e a ser parte de esa organización. Y la forma concreta y práctica es a través del aprendizaje
de sus roles, esto es, el aprendizaje de la forma en que deberá desempeñar su cargo y las tareas y funciones
diseñadas por la organización para ese cargo en particular.

La socialización se produce a través de los que se denomina agentes socializadores, que son instituciones que la
sociedad ha ido creando para garantizar la incorporación efectiva de sus miembros a la cultura predominante.
Existen diversos agentes de socialización y ellos juegan un papel de mayor o menor importancia según las
características peculiares de la sociedad, de la etapa en la vida del sujeto y de su posición en la estructura social. En
la medida que la sociedad se ha ido haciendo más compleja y diferenciada, el proceso de socialización también se
ha hecho más complejo: esto deriva del hecho de que debe, necesaria y simultáneamente, cumplir las funciones de
homogeneizar a sus miembros lo suficiente como para que puedan identificarse como “pertenecientes a” pero, al
mismo tiempo, diferenciar a los miembros de la sociedad a fin de que exista tanto la indispensable cohesión entre
todos ellos, pero también el reconocimiento al derecho de existir de diferentes grupos que tienen particulares
formas de vivir la cultura global. Estamos hablando de la creciente y progresiva existencia de subculturas cada vez
más diferenciadas y que van poniendo una prueba de fuego a la capacidad de tolerancia y aceptación de las
diferencias.

En el surgimiento de esta realidad han jugado un rol esencial los medios de comunicación masivos. Un hecho fuera
de discusión hoy día es que en el mundo actual los medios de comunicación han alcanzado una difusión sin
precedentes. Los diarios, las revistas, el cine, la radio y, sobre todo, la televisión, son usados por una cantidad muy
significativa y creciente de personas para satisfacer, principalmente, las necesidades de información y
entretenimiento, dedicando un número muy grande de horas a ver, escuchar o leer los mensajes difundidos por
estos medios. Para los niños, se ha dicho que al cabo del año están más tiempo frente al televisor que frente al
maestro en el aula. Tal situación tiene un claro efecto socializador, planteándose que una buena parte de la
construcción social de la realidad está determinada por los medios de comunicación masiva. Estos medios,
particularmente la televisión, darían una imagen del mundo, elaborarían un mapa de la realidad, que resultaría de
capital importancia en la conducta social.

En suma, la sociedad, a través de sus diferentes agentes socializadores, va moldeando el comportamiento de sus
miembros. Y ese modelamiento es que lo denominamos socialización. Cuando se profundiza el proceso de
aprendizaje uno puede tener el cuadro completo de la forma en que opera este proceso que permite una base
común de significados, lenguajes, valores y visiones lo suficientemente sólida como para que una sociedad
permanezca cohesionada, al menos en el grado suficiente como para seguir siendo lo que es.

Es válido reflexionar con respecto a la fuerza que tiene este proceso en el condicionamiento de nuestro
comportamiento. Dado el peso que en la actualidad han cobrado los medios de comunicación de masas como
agentes de socialización, se hace imprescindible profundizar en el rol que están jugando. ¿Por qué decimos esto?
Porque actualmente hay una tendencia a la uniformidad que, en mi opinión, atenta contra la necesidad de respetar
las diferencias y de respetar, en nosotros mismos, el valor de la individualidad (no del individualismo) el valor a
respetar en nosotros mismos aquello que forma parte de nuestra individual naturaleza. Y es aquí donde el peligro
de la enajenación se nos viene encima. El tipo de cultura que ha surgido de la mano con la modernidad, y el papel
que juegan los medios de comunicación para que cada uno de nosotros asuma esa cultura como producto
completo y digerido, nos lleva al borde de esa enajenación. Y el instrumento por excelencia que permite esta
situación es el proceso de socialización. De allí la importancia de tenerlo en el centro de nuestro interés por la
aplicación de reglas sociológicas en la educación.

El proceso de socialización.
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Es un hecho claro que vivimos en sociedad, estamos inclinados a ello. Pero para convivir con los demás, no es
suficiente con esta predisposición. Debemos dominar toda una serie de habilidades y conocimientos. Hace falta un
entrenamiento que nos haga aptos para ello. Este proceso de preparación es lo que en sociología se conoce como
socialización.

Definición de socialización. Decíamos que es un aprendizaje que nos hace aptos para la vida social y nos permite
integrarnos en la comunidad de la que formamos parte. Consiste básicamente, en la adquisición e interiorización
de las habilidades, creencias, normas, y costumbres de la cultura en la que vivimos. Esta asimilación permite que
nos identifiquemos con nuestro grupo y nos sintamos miembros reales de él. Gracias a esta socialización, nuestra
vida en sociedad puede ser satisfactoria y gratificante.

Mecanismos de socialización. La socialización es un proceso tan largo como la vida misma. El individuo se siente
obligado a readaptarse permanentemente e integrarse en un entorno dinámico y cambiante. A pesar de que no
hay una edad límite para el aprendizaje, lo cierto es que éste es mucho más fecundo durante la infancia. En esta
edad, parece que el ser humano está particularmente dotado para asimilar y adquirir conocimientos de todos los
tipos. Y, aunque esta disposición nunca se pierde, sí queda considerablemente entumecida con el paso del tiempo.
Incluso para algunos autores, existen contenidos con fecha de caducidad, pues superado cierto límite de edad
resulta imposible adquirirlos. Así parece ocurrir, por ejemplo, con el lenguaje. A causa de esta diferencia en el
aprendizaje en unas etapas u otras de la vida, se ha hablado de dos tipos principales de socialización: primaria y
secundaria.

Socialización primaria. Comienza prácticamente con el nacimiento, aunque se instala definitivamente en la infancia
y en los primeros años de vida. Se centra en la adquisición de pautas y costumbres del grupo social, como por
ejemplo en la adquisición del lenguaje; respeto por las costumbres sociales (como en el saludo y la despedida);
asimilación de normas y valores (prohibición de mentir).

Mecanismos: Imitación. Concesión de premios y castigos. No ocurre deliberadamente, ni existe conciencia de este
proceso. Se favorece y potencia mediante vínculos afectivos con familiares, amigos, compañeros, etc. De su éxito
depende la formación integral de la persona y su correcta adaptación al entorno; y en cambio, cualquier
interferencia o desajuste en este proceso puede tener consecuencias irreversibles en la historia personal del
individuo.

Socialización secundaria. No es exclusiva de una etapa concreta de la vida. Es una socialización menos intensa; en
realidad, supone un reajuste de las pautas y creencias ya adquiridas en la primera socialización. Se basa en la
asimilación de las normas y los valores del nuevo entorno (por ejemplo, de una escuela, la Universidad, una nueva
empresa o trabajo).

Mecanismos: los mismos que en la socialización primaria, más la comunicación y la transmisión oral explicita.
Puede darse de forma consciente y deliberada. Responde tanto a relaciones afectivas como a intereses de otro tipo
(económicos, pragmáticos). Es más fácil de instalar si la socialización primaria ha sido efectiva.

Agentes de socialización. Se trata de todos aquellos elementos que intervienen activa y directamente en el proceso
de socialización. Es decir, todo aquello que desempeñe la acción de socializar, de introducir en sociedad, será un
agente de socialización. Existen muchos tipos de socializadores: pueden ser personas (familiares, amigos), grupos
(sindicatos, asociaciones), instituciones (Iglesia, escuela, medios de comunicación) o también instrumentos (libros,
películas). Veamos los principales:

• La familia. Constituye el primero y más importante agente socializador. Aunque el modelo familiar cambie de
una cultura a otra, en todas cumple una función decisiva en la formación e integración de los niños en el
ámbito social. La familia no sólo tiene el deber de proteger y alimentar a los recién llegados, sino que además
debe educarlos. Antes de la escolarización, la familia supone prácticamente el único contacto con el exterior
que tiene el niño, precisamente en un momento en que es especialmente moldeable y maleable. La huella que
la familia deje en él seguramente será imborrable; por ello, es imprescindible que ésta tome conciencia de su
tarea educadora.
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• La escuela. O cualquier estructura de formación, educación o capacitación que una sociedad implemente para
la transmisión de su cultura a las nuevas generaciones. Si la familia es el grupo que afectivamente forma y
moldea los primeros rasgos personales y sociales del individuo, la escuela es la institución constituida con el
objetivo expreso de educar y formar a los nuevos miembros de la sociedad. Cuando la cultura y los
conocimientos se complican como lo han hecho en Occidente, ya no se puede dejar en manos de los padres
(bienintencionados, pero a veces poco preparados) la tarea de educar a las nuevas generaciones. Debe,
entonces, confiarse a las manos expertas de los profesionales. En la escuela, el niño se enfrenta a un doble
aspecto socializador. Por un lado, será introducido en los contenidos fundamentales de diversas materias
(lengua, matemáticas, geografía...) Por otro, adquirirá toda una serie de habilidades a partir del funcionamiento
mismo del centro: trabajo en equipo, colaboración, respeto hacia las normas comunes, asunción de
responsabilidades.
• El grupo de iguales. Lo forman los individuos de la misma edad con los que el niño entrará en relación en la
escuela y en otros ámbitos de su vida cotidiana. Constituye también un agente de socialización importante e
insustituible. El contacto con otros individuos que están en una situación similar a la suya, y con los que
mantiene relaciones de igualdad, le dotará de una visión y una comprensión de los problemas distinta de las
que le ofrecen la escuela o la familia.
• Los medios de comunicación. Los grandes medios de comunicación están ocupando un lugar cada vez más
destacado en la formación de las nuevas generaciones. A través de ellos, el niño tiene acceso a toda una serie
de experiencias y conocimientos que, de otro modo habría ignorado hasta mucho después. Son muchos los
educadores, pensadores y padres que denuncian la influencia perniciosa que ejerce este medio en una mente
influenciable y no formada todavía. La televisión pone a su alcance contenidos (sexo, violencia, desgracias...)
que, por su inmadurez, le resultan imposibles de comprender. Sin embargo, las opiniones a este respecto son
diversas y los estudios no confirman nada de forma definitiva.

Influencia de la socialización. Mediante la socialización se estrechan los vínculos entre el individuo particular y el
sistema social en el que vive, favoreciendo el desarrollo y continuidad de ambos. Por ello, la socialización y sus
implicaciones son de interés tanto para la psicología (centrada en el individuo) como para la sociología (centrada en
el grupo social).

Desde la psicología, el efecto de la socialización que más se desarrolla desde la etapa escolar es la formación de la
personalidad individual. Por personalidad entendemos la forma de ser estable y personal de cada uno, es decir, el
modo de comportarse característico de un individuo frente a los demás. La personalidad, que es una especie de
sello o distintivo personal, está constituida por predisposiciones innatas a reaccionar de cierta manera,
(determinación biológica o genética de la personalidad); y por el carácter, que es el conjunto de hábitos adquiridos
socialmente en nuestra interacción con los otros. Por lo tanto, la personalidad reúne factores de tipo hereditario,
pero también factores aprendidos. Así, se puede afirmar que para el desarrollo de una personalidad sana es
imprescindible una adecuada socialización.

Cambiando de perspectiva, desde la sociología se analizan dos aspectos de la socialización. Por una parte, se
estudia la socialización como un requisito para una integración efectiva del individuo en su entorno social. En este
sentido, la socialización posibilita la adaptación y previene la marginación o exclusión social. Por otra parte, la
socialización es uno de los garantes de la conservación de la sociedad, porque asegura la continuidad de sus
principales rasgos. Gracias a que los modelos sociales básicos (pautas, funcionamiento, normas, creencias, ritos...),
se transmiten de una generación a otra, generando mayores posibilidades de que la sociedad sobreviva, con cierta
regularidad, a pesar de la temporalidad y finitud de los individuos que la forman en cada momento.

Valoración de la relación individuo - sociedad. Hemos visto que individuo y sociedad forman un binomio
difícilmente indisociable. Ahora bien, según en cuál de los dos polos hagamos recaer el peso fundamental de la
relación, tendremos concepciones distintas tanto del ser humano como de la sociedad.

• Colectivismo. Evidentemente, nadie niega que toda sociedad esté formada por individuos, pues se trata de
un hecho incuestionable. Ahora bien, determinadas teorías de la sociedad minimizan el valor del individuo
fuera del entramado social. Para estas concepciones, en conjunto llamadas colectivistas, el individuo es tan
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sólo una pieza más del engranaje social. Como tal, está destinado a asegurar la vitalidad y continuidad del
Todo. Por eso, sólo es relevante en relación con el funcionamiento de la maquinaria social, pero carece de
valor por sí mismo, siendo perfectamente sustituible y reemplazable. El colectivismo tiende a promover
formas de organización y gestión social encaminadas a buscar el bien colectivo. Desgraciadamente, en esta
búsqueda suelen escatimarse los esfuerzos por atender a los intereses y necesidades de los individuos
concretos. Esto suele ocasionar una valoración del binomio individuo – sociedad en la que se enfatiza
unilateralmente el peso de esta última, y se trata al individuo como medio para su conservación y no como
fin en sí mismo. Aunque parezca contradictorio, el interés del sistema no siempre coincide con el bien de
sus miembros. En ocasiones, un colectivismo exacerbado y exagerado puede provocar que el todo social
engulla y anule a sus miembros, olvidando que se trata de individuos con derechos inalienables e
irreductibles a los del Estado. Así ocurre en los regímenes conocidos como las dictaduras de Estado,
llamadas en general totalitarismos. En estas dictaduras el interés del Estado suele ser sinónimo de ausencia
de libertades individuales (expresión, asociación...) que podrían hacer peligrar su perpetuación.
• Individualismo. En el extremo opuesto al colectivismo se halla el individualismo. Según esta concepción, la
sociedad no es más que un agregado o suma de individuos. Por tanto, sólo tiene sentido en virtud de los
individuos concretos de los que surge. El individualismo se caracteriza por considerar que el individuo
concreto, con sus necesidades, deseos y preferencias, está por encima de cualquier otra consideración,
aunque ésta sea promover el bien común. Por esta razón, fomenta virtudes individualistas. La libertad
personal permitirá que la ambición lleve al individuo a trabajar más, a esforzarse para competir mejor y
triunfar. El éxito personal arrastraría el progreso social. Esta concepción suele acompañar a una
organización liberal, en la que el Estado no interviene en los asuntos privados. Este se limita a administrar
los bienes comunes sin coartar las aptitudes y deseos individuales. Pero el liberalismo radical es criticado
por egoísta e injusto. Puede enmascarar un sistema social insolidario, en el que la libertad sólo sea real
para los privilegiados. Hay un cierto tipo de libertad que únicamente el dinero puede hacer efectivo
(libertad para escoger el centro educativo, para acceder en igualdad de condiciones a un puesto de
trabajo...) Los que no lo poseen quedan desamparados frente a los abusos de los poderosos, la pasividad
de las instituciones y su propia insolvencia.
• Humanismo. Individualismo y colectivismo son dos extremos en la valoración de la relación individuo-
sociedad. El humanismo se erige como alternativa válida que intenta compaginar los aspectos positivos de
ambas corrientes y evitar, en lo posible, los negativos. Sobre todo, intenta evitar la sobrevaloración de uno
de los factores en claro detrimento del otro. Apuesta, pues, por el equilibrio entre interés colectivo y
respeto por la individualidad. Lo hace favoreciendo un marco social que garantice la estabilidad social y las
libertades personales de cada uno. Este humanismo, en el que se inspiran la mayoría de las sociedades
democráticas actuales, persigue conciliar el bien colectivo y los intereses de la comunidad con las
aspiraciones y los derechos personales.

Tensiones en la relación individuo-sociedad. Sea cual sea la valoración que se haga de la relación individuo-
sociedad, lo que resulta indudable es que el individuo se integra en un entorno social, sin el cual pocas
posibilidades tendrían de desarrollar sus potencialidades humanas. Sin embargo, vivir en sociedad no se reduce a
convivir armónicamente con los demás, sino que el mismo hecho social comporta inevitables tensiones y conflictos.
Como vamos a ver, esta tensión puede estar ocasionada tanto por el rechazo como por la autoexclusión.

El rechazo a una persona o grupo de ellas suele producirse cuando el grupo social mayoritario no acepta ni
reconoce a algunos individuos como miembros de pleno derecho. Suele originarse ante aquellas acciones que se
consideran desviadas frente a lo que la sociedad marca como normal. Evidentemente, esta valoración es cultural y
depende de cada grupo: lo que en una sociedad es normal, en otra puede calificarse de anormal. Estas conductas,
la tensión que producen y la respuesta social son de muchos tipos. Así, por ejemplo, es desviada tanto la conducta
de quien no va a la moda, como la de quien no paga impuestos. Pero el rechazo que generan no es igual.

Existen otros factores que pueden motivar el rechazo social: raciales, culturales, religiosos, económicos. Estos
últimos suelen ser los más habituales. Por ejemplo, en algunas comunidades las razas minoritarias soportan una
considerable segregación. A menudo este rechazo se pretende justificar aduciendo que se trata de grupos con
comportamientos altamente delictivos o automarginales. Sin embargo, estas razones suelen encubrir motivos
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esencialmente económicos, como el miedo a perder el puesto de trabajo u otros privilegios. No en vano en
aquellos países en los que existe precariedad laboral suele haber un índice de racismo y xenofobia más elevado que
en aquellos donde esta precariedad no existe.

La autoexclusión. El fenómeno contrario al rechazo social es la propia autoexclusión. Aunque también es causa de
tensión entre individuo y sociedad, en este caso es el individuo el que no se identifica con los parámetros de su
comunidad. Por tanto, no se siente satisfecho con lo que le rodea y vive ignorando las normas culturales de su
grupo. Los factores que la causan o motivan son diversos. Puede deberse a una socialización incompleta. La falta de
modelos familiares, los traumas infantiles graves o un entorno adverso pueden impedir la interiorización
conveniente de las normas culturales de la comunidad, o bien dificultar la consolidación de los vínculos afectivos
necesarios para un desarrollo integral. También pueden deberse a un cambio brusco en la sociedad, a un traslado
de comunidad o, como señalan algunos sociólogos, a una situación de indefinición normativa.

Esta falta de aceptación de los parámetros culturales del grupo en el que se vive suele generar, a su vez, un rechazo
por parte de esa misma sociedad. Por eso, la autoexclusión y el rechazo social van frecuentemente unidos, sin que
se sepa cuál de los dos genera al otro Estas tensiones tienen numerosas consecuencias nivel social y personal. Entre
los más habituales y relevantes encontramos:

• La marginación. Es resultado tanto del rechazo social como de la autoexclusión, y consiste


fundamentalmente en una situación de aislamiento y segregación respecto al grupo mayoritario. Al no
integrarse normalmente en el grupo, el marginado tiende a desarrollar estilos de vida alternativos a los
convencionales. Esto suele comportar un distanciamiento mayor que genera, a su vez, un agravamiento de
las tensiones y la inadaptación. Así, quienes sufren esta situación suelen soportar, además del oprobio
social, graves deficiencias afectivas, económicas y culturales (escolarización adecuada, condiciones
suficientes de higiene, viviendas habitables...). En casos extremos puede llevar a la indigencia.
• La violencia. Es tanto causa como consecuencia del rechazo social. La agresividad de algunos individuos se
sanciona con un rechazo expreso y, al mismo tiempo, algunos individuos reaccionan a su exclusión con más
violencia y enfrentamiento. Esta violencia suele tener como expresión más habitual actos delictivos, como
el robo o el atraco, asociados a problemas económicos y sociales. Sin embargo, también se manifiesta en
forma de violencia gratuita, es decir, agresividad sin objeto ni explicación aparentes. Este último tipo es
característico de ciertas subculturas (grupos culturales minoritarios), como los barrabravas, los skinhead o
los ultras de cualquier categoría. Estas tribus urbanas han hecho de la violencia su forma de expresión más
emblemática.
• Las posiciones sociales. Aunque el grupo sea una de las unidades básicas de estudio de la sociología, es
importante no olvidar que ésta se refiere, en último término, a los individuos (verdaderos protagonistas de
cualquier acontecimiento social). Pues bien, estos individuos mantienen en el seno del grupo, relaciones
entre sí y poseen, además, cierta posición en él. La posición social es la situación general (económica,
religiosa, política, cultural...) que mantiene cada individuo en el conjunto de la trama social. Tiene dos
aspectos que son la cara y la cruz de un mismo fenómeno. Por eso resulta muy fácil confundirlos.

Rol. La posición que ocupamos en el mundo nos obliga a comportarnos y actuar de una determinada forma. El rol
social es el conjunto de conductas y deberes propios de una determinada posición en la trama social. Así, el padre
de familia, por serlo, se ve obligado a cuidar y proteger a sus hijos, abastecerlos de todo lo necesario para
sobrevivir, educarlos, amarlos, etc. Todo este conjunto de actividades asociadas a la función de padre es lo que
llamamos rol de padre.

Una persona suele encarnar más de uno (hijo, hermano mayor, estudiante, entrenador, etc.). Cada uno de ellos
obliga a un tipo distinto de acciones y conductas que, salvo excepciones, suelen ser plenamente compatibles. El rol
social tiene un carácter dinámico (determina nuestras acciones) y normativo (asocia deberes y obligaciones a una
determinada posición)

Status. El status es más estático y menos normativo. No determina cómo hemos de comportarnos, sino cómo
deben comportarse los demás con nosotros; es decir, cómo deben tratarnos por la posición que ocupamos en el
entramado social. Así, podríamos definir el status social como la categoría o el prestigio que van unidos a una clase
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social, y a la posesión de ciertos rasgos personales que suelen despertar distinto grado de reconocimiento (edad,
sexo, raza). Por ello, socialmente se considera que por el hecho de ser diputados, ancianos o mujeres tenemos
derecho a esperar ciertos comportamientos y el reconocimiento de los demás.

Las normas sociales.

Una norma es una pauta que regula nuestra conducta y nuestra forma de relacionarnos con los demás. Para ello,
las normas determinan de un modo positivo y negativo cuál debe ser nuestro comportamiento. En sentido positivo,
recomiendan o promueven ciertas acciones. Por ejemplo, respeta a tus semejantes. En sentido negativo, prohíben
o limitan ciertas conductas. Por ejemplo: no debes matar, o sólo en defensa propia es justificable el asesinato. Por
otra parte, las normas sociales pueden dividirse en dos tipos:

• Normas explícitas. Son las que están formuladas de forma precisa y elaborada. Constituyen las llamadas
normas legales o leyes, es decir, las que componen el corpus legal o derecho positivo de una comunidad.
No surgen espontáneamente del cuerpo social, sino que acostumbran a ser establecidas por la autoridad
política.
• Normas implícitas. Son pautas que regulan los usos sociales vigentes y que no se encuentran formuladas
explícitamente, ni recogidas en ningún corpus. Son conocidas como las reglas del trato social y aglutinan
pautas de comportamiento referentes a una enorme cantidad de ámbitos: usos en el vestir, buenos
modales, protocolo social, etc.

Entre estos dos tipos de normas existe una inevitable relación que puede ser de diversas clases: de oposición, de
complementación o de solapamiento. En cualquier caso, ambos tipos cumplen idéntica a función, aunque lo hagan
de manera un tanto distinta. Las normas sociales son imprescindibles para que haya organización social. Sean
implícitas o explicitas, permiten y favorecen la convivencia y la estabilidad, solucionando los conflictos que pueden
surgir. Sin embargo, algunos autores señalan consecuencias negativas a la existencia de normas: las normas y su
acatamiento no sólo aseguran la paz social, sino que menoscaban nuestra espontaneidad y peculiaridad y, en
definitiva, nuestra libertad.

Frente a estas críticas, es posible argumentar lo siguiente: aunque al nacer nos encontramos con un sistema de
normas sociales en cuya creación no hemos intervenido, hemos de recordar que está en nuestras manos intentar
cambiarlas si las consideramos injustas o injustificadas. Las normas sociales sustentan la sociedad, pero también
surgen de ella, y, por tanto, podemos participar en su constitución, conservación o rechazo.

El cambio social. En el punto anterior hemos atendido a aspectos estáticos de la sociología, tales como el concepto
de estructura y el de organización. Sin embargo, el orden social, como todo, está sujeto a los avatares del tiempo.
Todos los sistemas, por estables que sean, sufren reestructuraciones y transformaciones. Uno de los temas más
relevantes y polémicos de la sociología es la definición de cambio social.

Puede decirse que es relativamente sencillo ofrecer una serie de definiciones sobre aspectos sociales que son
visibles o comprensibles, como los de rol y status. Pero cuando se trata de definir el cambio social, se debe
comprender también el concepto de dinamismo o transformación social, y a su vez es necesario diferenciarlo de la
movilidad social.

La movilidad social hace referencia al grado de cambio de posición social que tienen los individuos. Por ejemplo,
existe movilidad cuando un individuo puede optar al puesto y categoría social que desea en función de sus
aptitudes y preferencias, y no dependiendo del grupo en el que ha nacido. Por el contrario, en una sociedad con
escasa movilidad social, las personas nacen para determinados puestos y tienen pocas posibilidades reales de
cambiar.

Cambio social, en cambio, es la transformación de la estructura u organización de la sociedad. Dicho de otra


manera, cambio es el tránsito entre dos momentos caracterizados por la estabilidad y el equilibrio. Cuando hay
alguna transformación, una organización concreta que en un tiempo había gozado de armonía se desestabiliza y
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deja de ser útil temporalmente. Se viven situaciones de desorden y confusión (crisis), pero luego se da paso a una
nueva organización y estabilidad que será útil y satisfactoria durante otro periodo.

Crisis significa “cambio” y, a pesar de que en un primer momento traiga confusión, a la larga será causa de una
nueva ordenación mejor. Aunque el ser humano es un animal de hábitos y costumbres, y por ello suele mostrar
cierta resistencia a los cambios, la transformación social es, además de inevitable, deseable. Sólo en una sociedad
perfecta el dinamismo sería innecesario. Como no existen indicios de que estemos viviendo en una que lo sea, el
cambio resulta imprescindible para acercarnos lo más posible a ella.

Tipos de cambio social. No todos los cambios se producen de la misma manera ni tienen las mismas repercusiones.

• Transformación de equilibrio. Se incluyen todos aquellos cambios en la organización de una sociedad que
no suponen una alteración sustancial que nos obligue a hablar de nuevo sistema social. Por ejemplo, son
transformaciones de este tipo: una mayor permisividad o tolerancia en el vestir, o formas de
comportamiento social menos rígidas. Estos cambios son normales y muy habituales en toda sociedad,
pues una sociedad sin dinamismo, que no se transforma al ritmo de los tiempos, es una sociedad muerta.
• Transformación de estructura. Aunque también constituyen cambios normales y naturales, son mucho
menos habituales que los anteriores. Se trata de cambios profundos en la estructura misma del sistema.
Cambios que, además, la alteran de un modo tan sustancial que nos obligan a hablar de un nuevo orden.
Por ejemplo, forman parte de esta categoría el paso de una dictadura a una democracia, o de un sistema
comunista a uno capitalista.

Ya sea de equilibrio o de estructura, las transformaciones sociales se dan de dos formas completamente distintas:

• De manera lenta y progresiva, de forma que resulta imperceptible para los sujetos que la están viviendo y
no supone un cambio traumático para sus protagonistas (paso de una sociedad cazador a una agraria).
• De manera rápida y radical. Suele suponer un cambio traumático para los sujetos que lo viven. Se trata de
una transformación revolucionaria, no sólo por la radicalidad de los cambios, sino también por la forma en
que se dan.

Factores del cambio social.

Aunque el dinamismo y la transformación son consustanciales a la sociedad, lo cierto es que hay una serie de
factores que pueden favorecer la aparición de cambios profundos. Estos factores pueden ser:

Demográfico. Un aumento o disminución de la población es un cambio social, pero además suele ser causa de
otros cambios más profundos. Tanto si la población crece como si decrece, comporta una transformación en la
forma de vida. Un descenso demográfico puede hacer peligrar la vigencia del orden social, ya que puede alterar los
sistemas de producción (falta de mano de obra), hacer disminuir el consumo (falta de consumidores) o producir un
envejecimiento de la población (con todo lo que esto supone).

Por otra parte, un crecimiento demográfico también causa múltiples cambios, ya que tienen que adecuarse los
recursos a ese crecimiento, buscando nuevos sistemas de producción, emigrando o condenando a la miseria y al
hambre a numerosas capas sociales. Con seguridad, esto último provocará, a su vez, tensiones y conflictos que
favorecerán la inestabilidad.

Económico. El sistema económico de una sociedad determina su organización social. Por lo tanto, un cambio en la
forma de producción, en la distribución de las riquezas o en el consumo de estas produce un cambio en el orden
social. La revolución industrial, el paso de una sociedad básicamente agraria a otra industrial, significó profundos
cambios sociales con el nuevo sistema capitalista.

Cultural o ideológico. La cultura, las creencias o la ideología marcan irremisiblemente la organización social de
cualquier comunidad. Por ello, no nos extraña que culturas muy distintas se organicen en sistemas sociales también
diferentes: a distinta mentalidad, distinta forma de vida. Por esta razón, no sorprende que, cuando en una sociedad
se produce un cambio en la cultura o en la ideología predominante, esto comporte una alteración de la estructura
UNIDAD 2. PROCESOS DE SOCIALIZACIÓN 9
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social. Por ejemplo, el auge de una nueva clase social (la burguesía) y, por consiguiente, el predominio de sus
valores y creencias supusieron la aparición de un nuevo orden: el capitalismo.

Además del factor demográfico, del económico o del cultural, es posible señalar muchos otros fenómenos que
pueden contribuir de manera decisiva a la transformación de la organización social. Así, por ejemplo, un cambio
radical en el clima puede generar toda una serie de reacciones en cadena que acaben modificando la organización
de esa comunidad. También factores como la existencia de un líder carismático, capaz de convencer y persuadir de
la necesidad de ciertas reformas, puede provocar un cambio revolucionario. En definitiva, cualquier alteración
puede traer consigo una serie de efectos que acaben modificando profundamente el orden social.

Por todo ello los sociólogos tienden a hablar de la interconexión e interrelación de varios factores en las
transformaciones profundas de la sociedad. Por ejemplo, un cambio brusco del clima puede ocasionar un aumento
de la población por el descenso de la mortalidad (factor demográfico). Esto, a su vez, puede alterar el sistema de
producción y la división social (factor económico) La nueva división social, con el predominio consiguiente de un
nuevo grupo y sus valores (factor cultural), puede propiciar la aparición de un líder carismático y revolucionario que
impulse transformaciones radicales del sistema social. Así, para explicar las causas de una transformación, es
mucho mejor recurrir a una interrelación de factores que a factores aislados.

PROCESOS DE LEGITIMACIÓN DE LAS INSTITUCIONES

Cabría esperar que los grupos de bajo status rechazaran su propio status y que, cuando fuese posible, se rebelaran,
tal como podrían haber hecho los parias de la India o los eta del Japón medieval. El refuerzo cultural y religioso,
increíblemente fuerte, del sistema de castas de India es lo que principalmente produce la estabilidad y aceptación
pasiva de la desigualdad más absoluta.

En las sociedades modernas el apoyo ideológico a niveles tan altos de desigualdad es casi inexistente: los valores
culturales de la democracia y la igualdad de oportunidades sugieren que se deben condenar niveles tan altos de
desigualdad y la falta de oportunidades. Entonces, ¿por qué seguimos encontrando sociedades con mucha
desigualdad, falta de libertad o condiciones de vida mucho peores de las que podría haber si las elites tuvieran
menos control? Una respuesta podría ser que lo que no conocen las masas no perjudica a las elites, o como dice
George Orwell en “1984” «… la ignorancia es felicidad.» En la nueva era de la información no siempre es fácil
mantener a la población en la ignorancia, al menos cuando la población quiere saber.

El libre acceso a la información no siempre es un problema para las élites: siguen existiendo medios de
contrarrestar o sesgar la información, que provocan la suficiente duda y confusión como para que la gente no sepa
qué hacer y a quién o a qué culpar de sus problemas. Es más fácil confundir y equivocar a grandes segmentos de la
población cuando a sus habitantes apenas les preocupa recibir una información auténtica, por ejemplo EE.UU. se
sitúa por debajo de las principales naciones industriales en cuanto a número de lectores de prensa.

Existen altos niveles de desigualdad y explotación durante largos períodos de tiempo sin que la gente los acepte
como legítimos. En la mayoría de los casos la fuerza ha servido para mantener las desigualdades en la historia, pero
a largo plazo, la fuerza es ineficaz y costosa.

El medio más eficaz para explotar implica convencer de algún modo a los que no pertenecen a la élite de que la
desigualdad es moralmente buena, y que los más privilegiados tienen justificación para dar órdenes y recibir una
mayor proporción de los bienes y servicios valorados o, por lo menos, para hacer dudar de las alternativas. Este
método para mantener la obediencia y la desigualdad estructurada lo podemos llamar el proceso de legitimación.

Todas las teorías que se enmarcan en los paradigmas de la estratificación social coinciden en la necesidad de un
proceso de legitimación para mantener el orden social. Las normas e ideologías deben generar lealtad a las élites o
a cierta forma de organización social para que la sociedad sea posible.
UNIDAD 2. PROCESOS DE SOCIALIZACIÓN 10
Sujeto de la Educación – Prof. Alejandro Salvador

Según la teoría funcional, la estratificación social y la legitimidad de la élite son necesarias y beneficiosas para todos
los miembros de la sociedad. Para la teoría no crítica del conflicto, la legitimación es un medio de dominación de la
élite que no siempre beneficia a todos los miembros de la sociedad. Y para la teoría crítica del conflicto la
legitimación es un medio de dominación de la élite, que impide que se acepte una economía política generadora de
menos desigualdad y explotación.

EL PROCESO PSICOSOCIOLÓGICO DE LEGITIMACIÓN.

¿Por qué algunas personas aceptan voluntariamente una porción menor de bienes y servicios que la de otros? ¿Por
qué la gente suele aceptar voluntariamente la legitimidad de la autoridad de ciertas personas y acatan sus
órdenes? Debemos subrayar el término voluntariamente, porque nuestro interés se centra ahora en el
comportamiento ante la ausencia de coerción directa.

Normas de justicia distributiva. Son las normas que se encuentran en todas las sociedades y que definen qué
distribución de los bienes valorados se considera justa. Cuando los seres humanos viven muy cerca unos de otros,
deben cooperar del algún modo y se establece un concepto de justicia o equidad para repartir los bienes y servicios
y reducir así el conflicto abierto; por ejemplo: mayores recompensas para los que más contribuyen al bienestar del
grupo.

Como las personas se esfuerzan por mantener la coherencia cognitiva, desarrollan principios de justicia, como la
justicia distributiva, que establece que las recompensas deben ser proporcionales a las inversiones y
contribuciones. Pero también debido a nuestra capacidad para entender los sentimientos de los demás y
comprender su sufrimiento y necesidades, existe también cierto apoyo a la distribución basada en la necesidad.
Todas las personas optan por distribuir los bienes en términos de la contribución, por ejemplo, en términos de
mérito se opina que los que tienen una ocupación y una educación de nivel alto merecen más ingresos.

La conclusión más obvia es que sí existen normas de justicia distributiva y que hay cierto acuerdo entre la gente
sobre esas normas, y que la desigualdad se basa en normas de justicia distributiva. Pero uno de los problemas
fundamentales de la idea de la justicia distributiva es la ambigüedad que existe en la aplicación de estas normas,
pues sigue en pie la tarea de definir cuáles son las contribuciones más importantes y el grado de recompensa justo
para determinadas contribuciones.

Así pues, aunque encontramos evidencia de una cierta desigualdad «justa» basada en normas de justicia
distributiva, debemos profundizar más para comprender cómo una cantidad elevada de personas llega a aceptar
una gran desigualdad.

El proceso de socialización y de autoevaluación. La clave es que los que están en la parte baja del sistema de
estratificación suelen tener una autoevaluación baja y se ven a sí mismos como personas que apenas merecen algo.
La investigación del logro de status muestra cómo el origen de clase moldea las aspiraciones educativas y
ocupacionales. La relación de una persona con la autoridad y cómo la tratan el jefe y sus compañeros contribuye a
la autoevaluación. La investigación ha puesto de manifiesto que la posición de clase está más relacionada con la
autoestima o la autoevaluación entre los adultos que entre los niños.

Respecto a las relaciones de autoridad en el lugar de trabajo hay estudios cualitativos que sugieren que cuando a
los trabajadores se les trata de manera degradante y subordinada la autoestima entre la clase trabajadora es baja.
Cuanto más descendemos en la escala de autoridad ocupacional, más bajas son las autoevaluaciones. La gente se
inspira en los medios de comunicación de masas, las películas, los artículos periodísticos y la televisión, para
obtener la imagen de las clases que tiene el conjunto de la sociedad, por ejemplo, los héroes de la televisión y del
cine raramente son de clase trabajadora o clase baja.

La clase alta suele recibir una influencia más positiva, simplemente porque ocupa posiciones más altas, disfruta de
una audiencia mayor, tiene más subordinados y suele ser más conocida en la comunidad. Todo esto puede influir
positivamente en su autoevaluación.
UNIDAD 2. PROCESOS DE SOCIALIZACIÓN 11
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Todas las personas se sirven de mecanismos de creación de imagen para hacer la mejor presentación posible de
uno mismo ante los demás, pero las de status más alto disfrutan de más capacidad y recursos para hacerlo. Son
más capaces de aparentar que están tranquilos y bajo control, el superior suele hacer esperar a sus subordinados,
dando a entender que su tiempo es más importante que el de la persona de menor status. Como las personas con
status alto tienen más recursos para dar una impresión favorable de sí mismas, su contribución puede parecer
mayor.

En suma, el proceso de autoevaluación contribuye a la legitimación de la desigualdad en un sentido muy general:


cuando una persona llega a tener una evaluación baja de sí misma, llega a considerar que tanto sus escasas
recompensas como las grandes recompensas de los demás son justas, considerando la desigualdad social como
legítima.

Los efectos de la igualdad de oportunidades. Los miembros de las sociedades industriales modernas raramente
aprecian la poderosa influencia que nuestra creencia en la igualdad de oportunidades puede tener en el
mantenimiento del sistema de clases.

En las sociedades que carecen de esta nueva ideología revolucionaria otras ideologías se encargan del
mantenimiento de las desigualdades de clase: la religión en manos de las élites políticas y económicas ha sido la
más frecuente. Cuando estas viejas ideologías cayeron durante el período entre las sociedades feudales y las
industriales, la creencia en la igualdad de oportunidades ha demostrado ser una herramienta nueva y poderosa
para legitimar la desigualdad.

Las sociedades industriales han crecido tanto que por lo general proporcionan más movilidad social ascendente
que descendente. Cuando se ha exportado la idea moderna de la igualdad de oportunidades a naciones
subdesarrolladas con fronteras de clase más rígidas, la consecuencia más frecuente ha sido el conflicto de clases
abierto.

Tras entrevistar minuciosamente a 15 trabajadores blancos de cuello azul, Richard Lane (1997) descubrió una
ferviente creencia en la igualdad de oportunidades que influía profundamente en lo que estos hombres pensaban
sobre su posición en la vida: llevaba a las personas a encontrar algún defecto en sí mismas cuando explicaban su
status relativamente bajo. Estos hombres podrían beneficiarse de una mayor igualdad, pero pensaban que el duro
trabajo de toda su vida tendría poco valor si a los pobres, que estaban por debajo de ellos y por los que sentían
desprecio, se les dieran las mismas recompensas. Desconfían de la naturaleza humana y creían que, si a todos los
hombres de la sociedad se les garantizaran recompensas iguales, no habría incentivos.

Toda sociedad debe proporcionar alguna ideología legitimadora para mantener la estabilidad del sistema de
estratificación. Parece razonable que las circunstancias históricas han llevado a los EE.UU. a acentuar la igualdad de
oportunidades más que otras naciones. En Gran Bretaña las tradiciones históricas favorecen una mayor aceptación
de la adscripción. Pero las tradiciones de los EE.UU. excluyen el privilegio aristocrático y niegan la adscripción
porque cualquiera puede alcanzar el éxito trabajando duro. La ideología de la igualdad de oportunidades hace que
los que tienen menos éxito se culpan en parte a sí mismos de su baja posición. Marx fue uno de los primeros en
señalar que la religión ha solido utilizarse para apoyar la desigualdad; pero esta visión es excesivamente simple,
porque la religión puede servir también para desafiar las desigualdades de poder y privilegio.

La solidaridad ritual existe prácticamente en todas las sociedades humanas. El ser humano busca la construcción
social de la realidad y se mantiene por medio de rituales colectivos. Los rituales emocionales colectivos son
importantes, porque la excitación emocional que despiertan da sentido a la realidad que buscan las personas y la
hace incuestionable. Cuando se celebran rituales colectivos la gente ensalza lo que tiene en común: las
instituciones, valores y relaciones sociales. Lo que esto significa para la legitimación del poder y la desigualdad es
que cualquier forma de estratificación social recibe un significado positivo a través de los rituales de solidaridad.

Las élites suelen intentar controlar éstos rituales de solidaridad por razones obvias, pero este control no siempre es
necesario: si el poder y el privilegio de una élite son un aspecto sólido de la realidad común, lo más probable es que
UNIDAD 2. PROCESOS DE SOCIALIZACIÓN 12
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reciban apoyo y legitimidad a través de los rituales de solidaridad. Pero cuando el poder y el privilegio de las élites
están amenazados o son débiles puede ser útil convocar estos rituales para obtener apoyo.

Cuando se cuestionó la autoridad de las élites religiosas se utilizó el miedo a las brujas para crear una amenaza
«externa», algo que contribuyó a restaurar el apoyo a la autoridad. Una de las ideas sociológicas mejor fundadas es
que el conflicto con el exterior del grupo suele generar solidaridad dentro del grupo.

Las bases de la legitimación. Hasta ahora sólo hemos considerado los procesos psicosociológicos que generan una
tendencia a aceptar la desigualdad en un sentido abstracto. Pero lo que de verdad es importante no es la simple
existencia de la desigualdad, sino el grado de diferencia entre las recompensas y la magnitud de la desigualdad que
existe en las sociedades. Para comprender el grado y la forma de la desigualdad que se puede mantener debemos
examinar qué hacen las elites a partir de esta base psicosociológica para legitimarse a sí mismas y a la economía
política particular que representan. Hay variaciones en unas y otras partes del mundo respecto al nivel de
desigualdad que se considera aceptable, por ejemplo, en Suecia y Japón se acepta menos un grado alto de
desigualdad que en EE.UU.

La tendencia a aceptar la desigualdad en una sociedad determinada puede estar relacionada con la percepción que
tiene la gente del grado de desigualdad que existe en esa sociedad, por ejemplo, en EE.UU. hay mucha gente que
acepta el nivel actual de desigualdad, porque no conocen su magnitud o han sido confundidos al respecto. Hay una
idea equivocada sobre el alcance de la desigualdad.

Está claro que las élites tienen que legitimar su dominación, tienen que esforzarse para conseguirlo. La aceptación
no es automática.

MACROPROCESO DE LEGITIMACIÓN: CÓMO SE APOYAN CIERTAS FORMAS DE DESIGUALDAD

La legitimidad abstracta de la desigualdad es sólo el punto de partida: el siguiente paso requiere lo que podemos
llamar el proceso macro de legitimación. Macro en el sentido de que las élites deben ir más allá de una tendencia
psicosociológica de la aceptación de la desigualdad para lograr legitimar las instituciones sociales que generan su
poder y privilegio:

• si el capitalismo es la base del poder y el privilegio de la élite, la población tiene que estar convencida de
que la propiedad y los beneficios privados son justos y coinciden con los intereses de todos los miembros
de la sociedad;
• si el comunismo es la base del poder y el privilegio de la élite, la población tiene que convencerse de que
este tipo de economía política es justa y coincide con los intereses de todos los miembros de la sociedad.

Para mantener su poder y privilegio las élites han aprendido a utilizar las normas de la justicia distributiva
convenciendo a los que no pertenecen a la élite de que:

• las contribuciones de la élite a la sociedad son proporcionales a las recompensas que reciben; y
• las capacidades de las élites son superiores a las de los que no pertenecen a ellas.

El truco es explotar a los que no pertenecen a la élite sin que se percaten de que están siendo explotados. Las élites
del pasado han solido utilizar alguna ideología de base religiosa, por ejemplo, para justificar la esclavitud en el sur
de los E.E.U.U. o del sometimiento de las poblaciones aborígenes en las regiones colonizadas por Europa. Analizar
por separado cada uno de los medios de legitimación supone simplificar en exceso el proceso general de la
legitimación; éstos tienden a solaparse y a reforzarse mutuamente, por ejemplo, si el sistema educativo realiza su
función de legitimación de forma adecuada, los medios de comunicación también lo harán con facilidad.

Recordemos que cuando decimos que el sistema educativo o los medios de comunicación cumplen una función
legitimadora, sugerimos que están transmitiendo información que proporciona apoyo a un conjunto determinado
de élites, a sus políticas y/o a un sistema particular de economía política, es decir que esas instituciones se dedican
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a la propaganda y al adoctrinamiento. A los estadounidenses no les gustan esas palabras, „eso es algo que hacen
los comunistas„; pero por propaganda o, si se quiere, persuasión, nos referimos simplemente a la práctica de
convencer a otros de que un determinado punto de vista es el correcto.

La función legitimadora de la educación. Las escuelas realizan esta función legitimadora, lo que explica los
numerosos conflictos en torno a lo que se enseña en las escuelas y los libros que se utilizan. Los adultos quieren
asegurarse de que sus valores se enseñan, o al menos que no se rechazan. Se han realizado numerosos estudios
sobre libros de texto que demuestran sólidamente que en ellos predominan las ideas de los blancos de clase
media-alta, mientras que apenas se dedica atención a las minorías. Si se dedica alguna atención al desorden civil, a
los niños no se les enseña que la violencia no procede de los manifestantes, y sí de las autoridades que reaccionan
contra los disidentes. A lo largo de la historia todos los niños han sido socializados para aceptar los valores y las
instituciones dominantes de su sociedad. Por esta razón las élites toman a menudo medidas para asegurarse que el
sistema educativo está realizando «adecuadamente» su función legitimadora. Esto es así desde que las sociedades
se han secularizado y la importante tarea de generar lealtad se ha transferido de las iglesias a los institutos.
Además, la financiación de las universidades más grandes y respetadas depende de los ricos y las corporaciones;
éstas realizan funciones importantes para las clases alta y corporativa, porque dirigen valiosas investigaciones y
formulan ideas para diseñar las políticas gubernamentales.

Aunque las encuestas nacionales revelan que las actitudes de la gente sobre ciertas cuestiones guardan relación
con los niveles educativos, no podemos concluir de una manera fiable que el sistema educativo moldea
directamente el apoyo a la política de la élite. Se considera que las universidades son instituciones donde el
mercado de las ideas debe ser abierto, pero hay ciertas limitaciones. Las autoridades universitarias tienen el poder
de exigir el despido de los empleados de la universidad, y los ricos y las corporaciones pueden retirar las fuentes de
financiación. Conocemos suficientes casos de despidos de profesores por enseñar ideas «radicales», o de
universidades que han recibido la amenaza de quedarse sin fondos por traer a «conferenciantes antiempresa».

La función legitimadora de los medios de masas. El papel que representan los medios de masas en el proceso de
legitimación es difícil de demostrar directamente, debido en parte a que lo más importante son sus efectos a largo
plazo en la opinión pública. Lo que es evidente es que «los periodistas deciden qué noticias dan, cómo se presentan
y cómo deben interpretarse. Tienen el poder de informar sobre unas cuestiones e ignorar otras, elevar a la fama a
personas que están en la sombra, recompensar a los políticos que apoyan y castigar a los que no apoyan». El papel
más importante de los medios de masas en su función de legitimación y apoyo a la política de la élite consiste en:

• respaldar las políticas gubernamentales «dándoles publicidad»;


• dar forma a las visiones del mundo que favorecen la economía política dominante; y
• ridiculizar las alternativas a la vigente economía política.

Los medios que son totalmente independientes e imparciales pueden minar la legitimidad de las élites y de la
economía política, pero los que están excesivamente controlados por las élites pueden minar la legitimidad misma
de los medios. Al igual que las universidades, muchos medios de masas están bajo la influencia de los acaudalados y
de la clase corporativa. «Unas pocas corporaciones privadas (CBS, NBC, ABC y la Turner Broadcasting, Inc.)
determinan en buena medida lo que la gente debe ver y oír sobre su mundo; cubren 1.099 cadenas locales de TV,
lo que significa el 80 % de los canales de noticias y espectáculos».

En EE.UU. hay menos lectores de prensa que en cualquier otra nación industrial, habiendo disminuido
gradualmente durante los últimos 30 años del 36 % al 25 % de la población. A medida que cae el número de
lectores, aumenta la concentración de la propiedad de los periódicos. En la actualidad «15 imperios periodísticos
dan cuenta de más del 50 % del total de los periódicos que circulan en EE.UU.» Los principales medios de masas
producen las noticias, seleccionan lo que se va a presentar y cómo se va a presentar. De esta manera, las élites de
los medios dan forma a la visión que tenemos de nuestra nación y del mundo.

El macroproceso de legitimación: conclusión. Aunque las élites tratan de inducir al público a aceptar lo que hacen
o planean, no llega a ser conspiración por varias razones:
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A diferencia de lo que sucede en las sociedades totalitarias, el proceso general de legitimación en EE.UU. no está
planeado de antemano. Las élites no aceptan un plan general, porque suele haber divisiones entre ellas. Un
segmento de las mismas puede estar más a favor de una política específica, mientras otro tiene menos interés en
esa política o incluso se opone a ella.

El proceso de legitimación no suele llegar a conspiración, porque en su mayor parte no es secreto. La mayoría de la
gente no es consciente de él, pero existe la posibilidad de obtener información de lo que están haciendo las élites.
Sería incorrecto suponer que las élites pueden hacer que cualquier cosa parezca legítima a los ojos de los que no
pertenecen a ellas. Los límites los establecen ciertas fuerzas culturales e históricas que están sujetas al cambio, por
ejemplo, a finales de los años 60 hubiera sido difícil defender rebajas de impuestos a las corporaciones y un recorte
del gasto social del Estado.

No todo lo que hacen las élites necesita ser aceptado como legítimo: la mayoría del público suele no ser consciente
de lo que están haciendo las élites, por lo que un público muy informado podría constituir una amenaza. Incluso
teniendo el público y la sociedad en general el conocimiento de que existe una política contra la opinión pública, las
élites podrán continuar con esa política si no existe un grupo de interés o movimiento social muy organizado para
desafiarla. La tarea de las élites en este caso es impedir un desafío organizado, desacreditando a sus adversarios,
creando confusión y/o haciendo que se desvanezca la esperanza de que el cambio es posible.

La realidad es que la mayoría del público se muestra indiferente ante estas cuestiones, a no ser que le afecten
mucho. Las élites pueden oponerse a los esfuerzos por reducir la desigualdad de la renta recurriendo a mecanismos
procedimentales, como sería el caso si se presentara una ley en el Parlamento para reducir la desigualdad de la
renta, pero antes de que se apruebe (si es que se aprueba) sufrirá tantas modificaciones, que los cambios
introducidos la harán ineficaz.

Partiendo de una base psicosociológica de aceptación de la desigualdad en general, el sistema educativo, los
medios de masas y determinadas organizaciones que moldean la opinión pueden trabajar para legitimar formas
más específicas de desigualdad. La legitimación de la desigualdad y la estratificación en general es fácil de
mantener.

También puede darse un proceso de deslegitimación: el proceso de legitimación es un proceso constante que
puede debilitarse o invertirse, tal como la incapacidad de las élites para mantener el orden social o el bienestar
económico puede producir deslegitimación. Con el tiempo, si otras élites y otras nuevas políticas no pueden
restaurar el orden, la economía política puede perder legitimidad y la población estará dispuesta a apoyar otro tipo
de economía política. Durante un cierto período de tiempo, las élites pueden responsabilizar del desorden a fuerzas
exteriores; tal vez por eso las élites tiendan de forma natural a buscar chivos expiatorios.

La transmisión de la cultura.

Pierre Bourdieu.

Pierre Félix Bourdieu (Denguin, 1 de agosto de 1930 – París, 23 de enero de 2002) fue uno de los más destacados
representantes de la sociología contemporánea. Logró reflexionar sobre la sociedad, introdujo o rescató baterías
de conceptos e investigó en forma sistemática lo que suele parecer trivial como parte de nuestra cotidianidad.
Algunos conceptos claves de su teoría son los de "habitus", "campo", "capital cultural" o "instituciones".

Al final de su vida se convirtió, por su compromiso público, en uno de los principales actores de la vida intelectual
francesa. Su pensamiento ha ejercido una influencia considerable en la conciencia humana y social, en especial de
la sociología francesa de posguerra. Caracterizó su modelo sociológico como "constructivismo estructuralista"; la
problemática constructivista tiende a descifrar las realidades sociales como construcciones históricas cotidianas de
actores colectivos e individuales que se sustraen del control de estos actores. Su sociología reveladora ha tenido
críticos que lo acusan de una particular visión determinista de lo social.
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Su obra está dominada por un análisis sociológico de los mecanismos de reproducción de jerarquías sociales.
Bourdieu hace hincapié en la importancia de la diversidad cultural y simbólica en esta reproducción y critica la
primacía otorgada a los factores económicos en las ideas marxistas. Quiere destacar que la capacidad de los
agentes en posición dominante para imponer sus producciones culturales y simbólicas desempeña un papel
esencial en la reproducción de las relaciones sociales de dominación. Lo que Pierre Bourdieu llama violencia
simbólica, que define como la capacidad de hacer caso omiso de la arbitrariedad de la producción simbólica, y por
lo tanto para ser aceptado como legítimo, es de gran importancia en su análisis sociológico.

El mundo social en las sociedades modernas, para Bourdieu, aparece dividido en lo que llama campos. Parece, en
efecto, que la diferenciación de las actividades sociales condujo a la creación de "subespacios sociales", como el
artístico o el campo político, que se especializan en el desempeño de una determinada actividad social. Estos
campos tienen una autonomía relativa en la sociedad en su conjunto y son jerárquicos. Una competencia dinámica
proviene de las luchas sostenidas por los agentes sociales a ocupar las posiciones dominantes. Por lo tanto, como
en el análisis marxista, Bourdieu hace hincapié en la importancia de la lucha y el conflicto en el funcionamiento de
la sociedad. Pero para él, estos conflictos se llevan a cabo principalmente en distintos ámbitos sociales, enraizados
en sus respectivas jerarquías, y se basan en la oposición entre los agentes dominantes y dominados. Para Bourdieu,
el conflicto no se reduce únicamente a los conflictos entre las clases sociales en que se centra en el análisis
marxista.

Bourdieu ha desarrollado una teoría de la acción, en torno al concepto de habitus, que ha ejercido gran influencia
en las ciencias sociales. Esta teoría trata de demostrar que los agentes sociales desarrollan las estrategias, sobre la
base de un pequeño número de disposiciones adquiridas por la socialización, el bien y el inconsciente, se adaptan a
las necesidades del mundo social. Su trabajo está ordenado en torno a una serie de conceptos rectores, entre
otros: el habitus como principio de acción de los agentes, como el espacio de carreras de campo social y la violencia
simbólica como mecanismo fundamental de la primera imposición de las relaciones de dominación.

Pierre Bourdieu fue seguramente el sociólogo actual más importante de Francia y uno de los más importantes del
mundo, que ha ejercido notables influencias en otros autores. En él se han unido las figuras de profesor, de
investigador, de teórico y, cómo no, de incansable escritor de sus ideas e investigaciones. Dentro del campo de la
Sociología ha dedicado una parte de sus esfuerzos a la educación, por lo que es considerado, junto a otras cosas,
como sociólogo de la educación, y muy importante. Este es el campo que nos interesa y al que dedicaremos mayor
atención aquí.

Durante esta década de los ´60, especialmente 1964-65, escribió sus primeras obras de sociología de la educación,
sobre la relación y comunicación pedagógica, y especialmente acerca de los estudiantes, su cultura y sus estudios.
En 1968 una obra muy conocida sobre el oficio de sociólogo. También escribió sobre el arte, la fotografía y los
museos, obras menos conocidas entre nosotros. Los años 70 son cruciales en su obra sobre educación y en darse a
conocer a través de las traducciones de sus primeras obras. Aquellos primeros estudios sobre los estudiantes
culminarían en 1970 con la publicación, junto a su colaborador del Centro de Sociología Europea Jean Claude
Passeron como coautor, de su famosísima obra La reproducción, traducida al español en 1977. En ella plasma su
famosa teoría sobre el sistema de enseñanza, que para muchos es tan parecida a la teoría de la reproducción
marxista, que es difícil distinguir ambas; si bien considero la de Bourdieu más completa, puesto que considera que
el papel del sistema educativo es reproducir no sólo la estructura económica y social, sino también la cultura, e
incluso autorreproducir la propia institución escolar.

Fue uno de los autores que se reunieron en Gran Bretaña junto con Michael Young, Basil Bernstein y otros para
discutir sobre sus ideas acerca de la educación y dar un nuevo enfoque a la sociología, lo que daría origen al famoso
libro compilado por Young (Knowledge and Control, 1971), que a su vez daría nombre a lo que se ha dado en llamar
la Nueva Sociología de la Educación, dentro de la cual suele clasificarse a Bourdieu, aunque este asunto de su
clasificación es difícil.

En 1975 fundó y dirigió la prestigiosa revista Actes de la Récherche en Sciencies Sociales. Y en 1979 sale su obra La
distintion, Critique sociale du jugement, considerada una de sus mejores obras por la multitud de ideas, de aspectos
teóricos, de investigaciones empíricas de que echa mano; no sólo considerando que aquí muestra sus dotes de
UNIDAD 2. PROCESOS DE SOCIALIZACIÓN 16
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sociólogo, sino de psicólogo social, cuando muestra las actitudes y actuaciones características de las diversas clases
sociales. Ya en los años ´80 es un autor famoso, no sólo en Francia, sino en el mundo occidental al menos, pues sus
ideas son conocidas gracias a las traducciones; en estos años (como no podía ser menos) continuará escribiendo. En
1981 empezará a trabajar como asesor sindicalista, por un lado, y como profesor de Sociología en el Colegio de
Francia, por otro lado (curiosamente, su discurso inaugural sorprendió a los asistentes al tratar sobre una crítica a
los discursos inaugurales). En 1985 el presidente de la República Francesa, François Miterrand, le encarga un
estudio sobre el sistema educativo y las previsiones para el futuro, que daría origen a otro libro en el que participan
varios autores (ver bibliografía). En 1988 es profesor visitante en la Universidad de Chicago; y al año siguiente funda
otra revista, Liber, Revue Européenne des Livres. Entre sus escritos de esta década destacaría algunas obras de
sociología, aunque no de la educación, pero obras muy conocidas, como Le sens pratique, Questions de Sociologie,
Leçon sur la leçon, Ce que parler veut dire, Homo academicus y Coses dites.

En 1993 colabora en la creación del Parlamento de los Escritores, de Estrasburgo. Ese mismo año recibe la Medalla
de Oro del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia, por su obra, considerada como la mayor
contribución de un autor francés a la sociología actual. En cuanto a sus escritos de los ´90, destacar en 1992 una
obra sobre antropología reflexiva (hizo también una contribución con un artículo a un libro, Antropología de la
Educación, que ya había editado años antes como Sociología de la Educación, lo que, en mi opinión, es criticable) y
otra sobre las reglas del arte en el campo literario; al año siguiente otra obra bastante conocida, La misère du
monde; sobre la televisión; una sociología de los usos sociales de las ciencias; y sobre la dominación masculina.

Como vemos, Bourdieu ha tocado varios campos de la sociología, especialmente a destacar sobre esta misma
ciencia, sobre distintos campos artísticos y sobre educación. Su extensa obra es reconocida en muchos países,
entre ellos España, y ha merecido con creces la medalla de oro otorgada en su país en 1993. Su nombre solía
aparecer muy a menudo en la prensa francesa, especialmente cuando criticaba la economía de libre mercado, la
invasión neoliberal o las restricciones a la inmigración.

Su gran preocupación fue el poder social, pues consideraba que la sociedad es un campo de feroz competencia por
la posición social, por la consecución de los distintos capitales de que habla su teoría de las clases sociales; es una
especie de lucha de clases por el poder en una sociedad en la que existen diferencias entre grupos y clases sociales.
Y en todo esto la cultura y la educación tienen un papel importante para la reproducción de esas diferencias.

En fin, Bourdieu nos ha dejado muchas ideas y conceptos bastante originales y polémicos. A nosotros lo que más
nos interesan son sus ideas sobre educación, en las que centraremos nuestros comentarios.

Algunas ideas de Bourdieu sobre educación. Aunque aquí comentaré algunas otras obras de Bourdieu, yo
destacaría por un lado las ideas contenidas en su obra La reproducción, y, por otro lado, y, sobre todo, en La
distinción, si bien ésta última no sólo contiene ideas sobre educación, sino muchas otras.

1. En Los estudiantes y la cultura, un librito fácil de leer, tanto por su poca extensión como por su lenguaje fácil (al
lado de otros libros posteriores suyos), comienza a elaborar sus ideas sobre la controversia igualdad-
desigualdad en educación. En contra de la teoría funcionalista de la igualdad de oportunidades educativas, y en
la línea del funcionalismo crítico de Coleman, Jencks o Boudon, que pusieron sobre el tapete otros factores
(aparte de los individuales de la capacidad y del esfuerzo) sociales y familiares de rendimiento escolar,
Bourdieu entiende que existe desigualdad, pues el éxito escolar se distribuye según la clase social de que
provengan los estudiantes, en gran parte debido al diferente bagaje cultural (de clase social) de cada uno y su
relación con la cultura dominante (la de la clase alta). Son los primeros pasos para elaborar posteriormente su
teoría de la reproducción.

“La ceguera ante las desigualdades sociales obliga y autoriza a explicar todas las desigualdades, especialmente
en materia de éxito escolar, como desigualdades naturales, desigualdades de dotes. Semejante actitud está
implícita en la lógica de un sistema que, por reposar en un postulado de igualdad formal de todos los alumnos
–postulado que es condición previa de su funcionamiento- está incapacitado para reconocer otras
desigualdades que las que provienen de las dotes individuales. Tanto en la enseñanza propiamente dicha
cuanto en la selección de los que se muestran aptos, el profesor no reconoce más que alumnos iguales en
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derechos y en deberes” (Bourdieu y Passeron, 1973, 101). Es lógico pensar que los hijos de clase social alta
estén en ventaja en el sistema escolar, porque ellos ya están inmersos desde su entrada en él en la cultura
dominante; mientras que los hijos de clases dominadas sufren en la escuela una aculturación a una cultura
distinta a la suya propia, lo cual les exige un esfuerzo de adaptación y asimilación.”La cultura de la élite está
tan cerca de la cultura de la Escuela que el alumno que procede de un medio pequeño-burgués (y a fortiori si
procede de un medio campesino u obrero) no puede adquirirla sino a base de un esfuerzo continuado,
mientras que a un alumno de clase culta…le vienen dados por su posición social. De modo que para unos, el
aprendizaje de la cultura de la élite es una verdadera conquista que se paga a un precio muy alto, mientras
que, para otros, constituye una herencia que comporta, al mismo tiempo, la facilidad y las tentaciones de la
facilidad (Bourdieu y Passeron, 1973, 51).

“Los estudiantes de clases cultas son los mejor (o los menos mal) preparados para adaptarse a un sistema de
exigencias difusas e implícitas, porque poseen, implícitamente, los medios de satisfacerlas. Hay una evidente
afinidad entre la cultura escolar y la cultura de la clase alta” (Bourdieu y Passeron, 1973, 109).

2. Sin embargo, las ideas contenidas en La educación son importantísimas, ya que en ellas elabora su teoría, por la
que ha sido conocido el autor. Por otro lado, en este libro comienza a verse el lenguaje del autor, con párrafos
relativamente largos, frases largas y lenguaje muy específico y poco habitual para neófitos. Por supuesto, en
este punto Bourdieu se muestra contrario a las teorías que entienden que la escuela enseña “la cultura de la
sociedad”; por el contrario, lo que enseña es la cultura de un grupo o clase social determinado que ocupa una
posición de poder en la estructura social; lo que se reproduce a través de cualquier acción pedagógica es una
arbitrariedad cultural.

“Estas teorías que, tal como puede observarse en Durkheim, se limitan a extrapolar a las sociedades divididas
en clases la representación de la cultura y de la transmisión cultural más extendida entre los etnólogos, se
funda en el postulado tácito de que las diferentes AP (acciones pedagógicas) que se ejercen en una formación
social colaboran armoniosamente a la reproducción de un capital cultural concebido como una propiedad
indivisa de toda la ‘sociedad’. En realidad, por el hecho de que corresponden a los intereses materiales y
simbólicos de grupos o clases distintamente situados en las relaciones de fuerza, estas AP tienden siempre a
reproducir la estructura de la distribución del capital cultural entre esos grupos o clases, contribuyendo con
ello a la reproducción de la estructura social: en efecto, las leyes del mercado donde se forma el valor
económico o simbólico, o sea, el valor como capital cultural, de las arbitrariedades culturales reproducidas por
las diferentes AP (individuos educados), constituyen uno de los mecanismos, más o menos determinantes
según el tipo de formación social, por los que se halla asegurada la reproducción social, definida como
reproducción de la estructura de las relaciones de fuerza entre las clases” (Bourdieu y Passeron, 1977, 51).

Considera, por tanto, no sólo la reproducción socio-económica de la sociedad capitalista, en el sentido


marxista, sino la reproducción cultural y la autorreproducción de la institución escolar.”…es necesario
producir, por los propios medios de la institución, las condiciones institucionales cuya existencia y persistencia
(autorreproducción de la institución) son necesarias tanto para el ejercicio de su función propia de inculcación,
como para la realización de su función de reproducción de una arbitrariedad cultural de la que no es el
productor (reproducción cultural), y cuya reproducción contribuye a la reproducción de las relaciones entre los
grupos o las clases (reproducción social)” (Bourdieu y Passeron, 1977, 95). La escuela, por tanto, cumple una
función cultural al inculcar, transmitir y conservar la cultura (por supuesto, la cultura dominante); rutiniza la
cultura escolar, codificando, homogeneizando y sistematizando el mensaje escolar y a quien lo transmite. Otra
función social, al reproducir la estructura social y sus relaciones de clase. Y una función ideológica, al
enmascarar esa función social bajo la apariencia de ser autónoma, independiente y neutral; y cuanto mejor
aparente esto la escuela, mejor realiza esas funciones.

Y todo ello se realiza en última instancia, de la mano del agente (seguramente inconsciente) que es el
profesor, del cual el sistema escolar se asegura de que ponga todos sus recursos y celo al servicio de su función
(de inculcación), al concederle la delegación de la autoridad institucional de la escuela en su autoridad
pedagógica.
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“El profesor debe estar dotado por la institución de los atributos simbólicos de la autoridad ligada al cargo…La
libertad que el sistema de enseñanza deja al profesor es la mejor forma de obtener de él que sirva al
sistema…que sirva a la perpetuación de las relaciones establecidas entre las clases” (Bourdieu y Passeron,
1977, 180-181).

El profesor ejerce sus funciones mediante sus acciones pedagógicas, como vimos en la cita anterior (1977, 51).
Pero éstas están controladas por y sometidas a las clases dominantes, puesto que a través de ellas se enseña
una arbitrariedad cultural; por ello, son instrumentos de dominación y de reproducción. Así, poder y cultura se
alían para reproducirse. Al ser acciones pedagógicas impuestas, toda acción pedagógica se convierte en
violencia simbólica.

Lo que se produce en el individuo cuando interioriza los principios de esa arbitrariedad cultural, son habitus,
prácticas habituales intelectuales, morales y laborales, que perpetúan el poder social. Los primeros hábitos
que adquirimos son los familiares y los de clase social; sobre éstos primeros hábitos sirven de base a cualquier
otro adquirido posteriormente. En este sentido, la escuela selecciona y legitima un sistema de hábitos y
prácticas sociales impuesto por una determinada clase; presenta unos valores y normas culturales de clase
como si fueran universales. Estas cuestiones veremos más adelante que son muy desarrolladas en La
distinción.

Finalmente, un aspecto concreto del capital cultural a tener en cuenta en su relación con el rendimiento
escolar es el lenguaje utilizado por los estudiantes. Bourdieu trata aquí muy someramente lo que Basil
Bernstein desarrollará ampliamente en su teoría de los códigos lingüísticos. Nos dice que los profesores
siempre tienen en cuenta el lenguaje que utilizan sus alumnos; que el lenguaje utilizado en la universidad está
más o menos alejado del que es familiar (el lenguaje materno) a los estudiantes provenientes de distintas
clases sociales, por lo que su rendimiento está influido por su mayor o menor dominio del código de la lengua
universitaria. Por tanto, el capital lingüístico de un individuo tiene mayor o menor valor en el mercado escolar
según la distancia entre el dominio simbólico que exige la escuela y el dominio práctico del lenguaje que el
estudiante debe a su primera educación de clase. En definitiva, que el lenguaje escolar es una de las
mediaciones más ocultas por las que se establece una relación entre el origen social y el éxito escolar.

En definitiva, aparecen ya conceptos originales como “autoridad pedagógica impuesta”, “violencia simbólica”,
“arbitrariedad cultural”, “capital cultural”, “legitimidad” o “control simbólico”, que se han difundido mucho en
Sociología de la Educación.

3. En cuanto a La distinción. Una crítica social del gusto, he de decir que, por lo voluminoso, lo denso, y el
lenguaje tan complejo que utiliza, es la obra de Bourdieu que más me costó leer y entender; y fue de la mano
de Julio Carabaña en un curso de Doctorado. Esos párrafos tan largos, esas frases interminables a veces (de una
página completa), tan difíciles de leer, tan cargadas de ideas que necesitan varias relecturas para poder
entenderlas, tan necesitadas de reflexión; esas tablas estadísticas (algunas con fallos) y gráficos tan recargados.
¡Cuánto tiempo necesité para entenderlo! Pero cuando lo conseguí llegué a la conclusión de que es para mí,
con mucho, la mejor obra de Bourdieu de las que yo he leído. Y así también han pensado muchos otros, puesto
que la Asociación Internacional de Sociología incluyó esta obra entre las diez más importantes de Sociología del
siglo XX.

En ella reitera muchas de las ideas expuestas en sus anteriores libros sobre educación y sobre clases sociales, y
va más allá de ellas continuando con sus teorías. No sólo se trata de una sociología de la educación y de las
clases sociales, sino, como dije anteriormente, de psicología social de las clases; no es, pues, solamente un libro
sobre sociología de los gustos.

El libro se basa en muchos datos de encuestas (a pesar de los reparos que Bourdieu dice de ellas) realizadas por
el Centro de Sociología Europea. La idea básica es que las clases altas siempre intentan distinguirse de las demás
en sus gustos, prácticas y usos culturales; en definitiva, por su habitus de clase; mientras que las clases bajas
siempre intentan imitar a las altas. Éstas últimas poseen el gusto puro, que es un don natural, y la cultura y la
estética legítimas, la nobleza cultural; mientras que las clases bajas poseen el gusto bárbaro, la estética popular,
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no constituye su habitus, no es un don natural, si acaso es una naturalidad cultivada, es pura imitación que se
nota artificial y por la cual las clases altas les consideran advenedizos, y, por ello, despreciados. Existe, pues, una
relación entre la clase social y los gustos, prácticas y usos culturales. Pueden distinguirse dos grandes aspectos
del libro: uno dedicado a los gustos, usos y prácticas culturales, y otro más concreto, referido a las prácticas de
las diferentes fracciones de clase respecto al sistema escolar.

Sobre lo que en general puede decirse “los gustos” (que da subtítulo al libro) dedica gran parte de esta obra,
exponiéndonos gustos y costumbres de las diferentes fracciones de clase sobre muchas artes, deportes, medios
de comunicación e incluso ideas políticas. De todo ello nos pone numerosos ejemplos, basándose en
investigaciones empíricas hechas en Francia, relativos a los diferentes deportes, tipo de música, de teatro,
periódicos, comida y bebida, mobiliario y objetos del hogar, ideas políticas, etc., que gustan de practicar,
consumir y disfrutar a unos y otros. Los ejemplos son traspasables a España y a cualquier otro país. Esta parte
del libro resulta muy del gusto de la mayoría de los lectores, que pueden sentirse identificados con los usos y
costumbres de una u otra clase social.

Veamos un párrafo al respecto (que ocupa completo más de una página): “La aversión por los estilos de vida
diferentes es, sin lugar a dudas, una de las barreras más fuertes entre las clases: ahí está la homogamia para
testificarlo. Y lo más intolerable para los que se creen poseedores del gusto legítimo es, por encima de todo, la
sacrílega reunión de aquellos gustos que el buen gusto ordena separar…no existe ninguna lucha relacionada con
el arte que no tenga también por apuesta la imposición de un arte de vivir, es decir, la transmutación de una
manera arbitraria de vivir en la manera legítima de existir que arroja a la arbitrariedad cualquiera otra manera
de vivir.” (Bourdieu, 1989, 54).

Por otro lado, aquí nos presenta una exposición detallada de su teoría del espacio social, su sistema de clases
sociales (superiores o altas, medias y populares), o mejor dicho, de fracciones de clase (pequeña burguesía,
nueva pequeña burguesía, alta burguesía, élite, fracciones dominantes, etc.), utilizando para ello un gráfico a
doble página en el que se disponen distintas profesiones, e incluso posición jerárquica dentro de una misma
profesión, teniendo en cuenta tres dimensiones: volumen de capital, estructura de capital y trayectoria; es
decir, cuánto tiene, de qué tipos de capital tiene, y el auge o decaimiento de la profesión en la sociedad y el
consiguiente ejercicio de la misma de una generación a otra (envejecimiento o rejuvenecimiento, feminización o
masculinización de la profesión).

Pongamos un ejemplo muy cercano, puesto que se refiere a la profesión que ejercemos. La profesión de
profesor se divide en varias, según el nivel en que se enseña, con diferencias en cuanto al nivel escolar exigido,
el nivel cultural, el status social que se otorga y el nivel económico que se paga; de modo que no ocupan la
misma posición en el espacio social un maestro de Primaria que un profesor de Secundaria que un profesor
universitario; irán ocupando posiciones cada vez más elevadas respectivamente.

En cuanto al “capital”, en La distinción expone los distintos tipos de que ya había hablado en obras anteriores;
son los capitales cultural, económico, social y escolar. Los tres primeros pueden ser heredados, pues de padres a
hijos puede traspasarse no sólo el capital económico, sino la cultura familiar desde el nacimiento, que es cultura
de clase social, y también las relaciones e influencias sociales. Pero el capital escolar es el único que no puede
heredarse; los padres no pueden pasar a sus hijos sus títulos escolares (aunque pueden influir, con diferentes
estrategias, en que consigan unos u otros). Aun así, existe una relación entre capital escolar y conocimientos y
prácticas culturales. Lo más relevante, y para las teorías de las clases sociales de muchos autores, es la
referencia al capital social, que pasa desapercibido para muchos. Veamos el siguiente párrafo al respecto:

“Los poseedores de un fuerte capital escolar que han heredado un fuerte capital cultural y tienen a la vez los
títulos y los cuarteles de nobleza cultural, la seguridad que de la pertenencia legítima y la naturalidad que
asegura la familiaridad, se contraponen no sólo a los que se encuentran desprovistos de capital escolar y del
capital cultural heredado…, sino también, por una parte, a aquellos que, con un capital cultural heredado
equivalente, han obtenido un capital escolar inferior…, y por otra parte, a aquellos que, dotados de un capital
escolar semejante, no disponían, en su origen, de un capital cultural tan importante y que mantienen con la
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cultura, que deben más a la escuela y menos a su familia, una relación menos familiar, más escolar” (Bourdieu,
1989, 80).

Lo interesante es lo que nos dice Bourdieu sobre lo que ocurría ya en esa época (años 70) en Francia, y que
ahora ocurre y está a la vista de todo el mundo: la superproducción y consiguiente devaluación de títulos
escolares. Puesto que la escuela otorga títulos, pero también status social, en principio todas las fracciones de
clase utilizan la escuela para mantener o aumentar su posición social y su patrimonio; pero cada una lo hace con
diferentes estrategias de reconversión.

Así, por ejemplo, la nueva clase media invierte en cultura para mejorar su status, e intenta una orientación
profesional de los estudios, marginando los tradicionales estudios humanísticos; la élite cultural intenta
conservar su capital cultural y legitimarlo con títulos académicos para no perder su status y mantener su
posición de privilegio, orientándose hacia estudios humanísticos, a los que defiende; la fracción de clase alta con
buen volumen de capital económico intenta reconvertir parte del mismo en capital cultural, intentan relacionar
los estudios universitarios con el mundo de los negocios; aunque quienes han obtenido gran capital económico
sin tener ningún capital escolar ni cultural suelen orientar a sus hijos a “seguir el negocio” sin estudiar y a
invertir en economía. “De hecho, las fracciones más ricas en capital cultural se inclinan a invertir
preferentemente en la educación de sus hijos al mismo tiempo que en las prácticas culturales apropiadas para
mantener y acrecentar su particularidad específica; las fracciones más ricas en capital económico relegan las
inversiones culturales y educativas en beneficio de las inversiones económicas, mucho más, sin embargo, los
patronos industriales y comerciales que la nueva burguesía de los cuadros del sector privado, que manifiesta la
misma preocupación por la inversión racional en el terreno económico como en el de la educación” (Bourdieu,
1989, 118).

Sobre este aspecto, veamos lo que escribe Bourdieu sobre el caso concreto de los maestros, que tienden a
invertir en capital escolar principalmente: “…aquellos que deben lo esencial de su capital cultural a la Escuela,
como los maestros y los profesores originarios de las clases populares y medias, se muestran particularmente
sumisos a la definición escolar de la legitimidad y tienden a proporcionar sus inversiones, de manera muy
estricta, al valor que la Escuela reconoce en los diferentes dominios” (Bourdieu, 1989, 86).

En definitiva, cada clase social tiene su “ethos” característico, cuyos valores determinan sus actitudes hacia la
cultura y hacia la educación; este ethos es decisivo en el ingreso y permanencia en el sistema educativo, ya que
determina los estudios del individuo antes de comenzarlos. Pero, al final, prácticamente todas las fracciones de
clase orientan a sus hijos hacia los estudios, invierten en capital escolar para conseguir capital económico,
cultural y social. Lo cual nos recuerda aquella teoría funcionalista de la igualdad de oportunidades educativas y
de la educación como inversión.

A este fenómeno se añade el que unas fracciones de clase están mejor informadas que otras sobre las salidas
profesionales de cada carrera, su rentabilidad económica (el sueldo que se gana ejerciendo esa profesión) y el
status social que otorga. En este caso, las fracciones de clase alta están mejor informadas, y orientan a sus hijos
hacia las carreras más rentables, aunque sean más caras, largas y difíciles de estudiar; mientras que las
fracciones de clase baja no suelen tener esa información, y orientan a sus hijos simplemente hacia estudios
universitarios (lo cual ya es una gran ventaja sobre los padres, que apenas tienen estudios), dando por supuesto
que obtendrán una buena profesión con la que ganarán buen dinero y posición social. De aquí que las distintas
fracciones de clase orientan a sus hijos hacia diferentes estudios. Esto es lo que otros autores han denominado
“carreras de élite y carreras de aluvión”. Así, quienes más rentabilidad obtienen del sistema escolar son las
clases altas.

“Entre las informaciones constitutivas del capital cultural heredado, una de las que más valor tienen es el
conocimiento práctico o intelectual de las fluctuaciones del mercado de las titulaciones académicas, el sentido de
la inversión que permite obtener el mejor rendimiento del capital cultural heredado en el mercado laboral o del
capital escolar en el mercado laboral, sabiendo, por ejemplo, abandonar a tiempo las vías o carreras devaluadas
para orientarse hacia vías o carreras de porvenir, en lugar de aferrarse a los valores escolares que procuraban
los más altos beneficios en un estado anterior del mercado.” (Bourdieu, 1989, 140).
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De todos modos, la consecuencia de que todos estudien es la superproducción de títulos escolares: salen más
titulados de los que la sociedad necesita en su mercado laboral. Es el desajuste de que hablaron los
funcionalistas, y es también lo que otros autores han denominado “la universidad, fábrica de parados”. Tal
superproducción ocasiona una devaluación de los títulos en el mercado laboral, de modo que un titulado tiene
cada vez más difícil conseguir el puesto de trabajo correspondiente a este título; cada promoción lo tiene más
difícil que la anterior; si en los años 60 un titulado universitario tenía relativamente fácil (nunca lo ha sido)
conseguir ese trabajo, en la actualidad es mucho más difícil. Aunque existen diferencias entre unas carreras y
otras, pues mientras unas tienen fácil salida profesional por el equilibrio entre oferta y demanda laboral, otras
carreras, superpobladas y con pocas salidas profesionales, sufren tal devaluación mucho más.

Pero no acaba aquí el círculo vicioso de las consecuencias, puesto que, porque los títulos valen cada vez menos,
los estudiantes que luchan contra esto (especialmente de carreras de aluvión) intentan conseguir aún más
títulos y diplomas, embarcándose en más estudios (un segundo título universitario, una segunda especialidad,
doctorados, masters, cursos, cursillos, etc.) para superar a los demás en la consecución del puesto de trabajo.
Pero es que lo mismo han pensado y hecho otros muchos estudiantes, con lo que la competencia continúa.
Entonces continúa la devaluación de títulos y diplomas.

“La entrada en la carrera y en la competencia por la titulación académica de fracciones que hasta entonces han
utilizado poco la escuela, ha tenido como efecto obligar a las fracciones de clase cuya reproducción estaba
asegurada principal o exclusivamente por la escuela, a intensificar sus inversiones para mantener la
particularidad relativa de sus titulaciones y, correlativamente, su posición en la estructura de las clases, llegando
a ser así la titulación académica y el sistema escolar que la otorga una de las apuestas privilegiadas de una
competencia entre las clases que engendra un aumento general y continuo de la demanda de educación y una
inflación de las titulaciones académicas” (Bourdieu, 1989, 130). En nuestro entorno actual (no en contexto en
que escribe Bourdieu esta obra) tenemos un ejemplo cercano en los diplomados de Magisterio, obligados a
adquirir más títulos y diplomas para conseguir méritos para el concurso-oposición o para pedir interinidad, lo
que hace que muchos sigan una segunda especialidad, continúen en una licenciatura, y sigan todo tipo de
cursillos.

Pero quizá lo peor de todo esto sea el desengaño general de los estudiantes hacia el sistema escolar, como
consecuencia de todo esto. Bourdieu nos ofrece aquí un argumento que puede explicar en parte el actual
desinterés por estudiar (en el sentido literal de esta palabra) y, por extensión, la rebeldía hacia cualquier
institución social: “La descualificación estructural que afecta al conjunto de los miembros de esta generación,
destinados a obtener de sus titulaciones menos de lo que hubiera obtenido de ellas la generación precedente, se
encuentra en la base de una especie de desilusión colectiva que lleva a esta generación engañada y
desengañada a hacer extensiva a todas las instituciones la rebeldía unida al resentimiento que le inspira el
sistema escolar. Esta especie de carácter anti-institucional…conduce, en última instancia, a una especie de
denuncia de unos supuestos tácitamente asumidos en el orden social, a una suspensión práctica de la adhesión a
las metas que éste propone, a los valores que profesa, y al rechazo de las inversiones, que constituye la condición
sine qua non para su funcionamiento” (Bourdieu, 1989, 145).

Pero, en definitiva, a pesar de las diferentes estrategias de reconversión entre las distintas fracciones de clase,
todas tienden a utilizar la escuela como sistema de reproducción, y cada vez más.

En fin, son tantas y tantas cosas las que nos dice Bourdieu en esta magnífica obra, que no podemos analizar aquí
todas ellas. Nos hemos limitado a las que más interesan en el mundo de la educación. En esta obra cualquier
persona, perteneciente a cualquiera de las fracciones de cualquier clase social, puede sentirse identificado con
algunas de las ideas que expone sobre sus gustos, usos, prácticas y estrategias educativas. Al menos, eso es lo
que me ha pasado a mí; como en los siguientes párrafos:

“El pequeño-burgués realiza los sacrificios más importantes, si no los más patentes, en el orden de la sociabilidad
y de las satisfacciones correlativas. Seguro de que no debe su posición más que a su propio mérito… La
preocupación por concentrar los esfuerzos y reducir los costes conduce a romper los lazos, incluso los familiares,
que constituyen un obstáculo para la ascensión individual.” (Bourdieu, 1989, 341).
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Sujeto de la Educación – Prof. Alejandro Salvador

“Toda la existencia del pequeño-burgués ascendente es anticipación de un porvenir que no podrá vivir, en la
mayoría de los casos, más que por procuración, por mediación de sus hijos, sobre los que ‘hace recaer –como
suele decirse- sus ambiciones’…Puesto que está condenado a estrategias que necesitan varias generaciones, que
se imponen siempre que el plazo de acceso al bien codiciado excede los límites de una vida humana, el pequeño-
burgués es el hombre del placer y del presente diferidos, que se tomará más tarde ‘cuando tenga tiempo’,
‘cuando haya terminado de pagar’, ‘cuando se hayan terminado los estudios’, ‘cuando los hijos crezcan’, o
‘cuando se jubile’. Es decir, con la mayor frecuencia, cuando sea demasiado tarde, cuando, habiendo entregado
a crédito su vida, ya no habrá tiempo para recuperar sus fondos y será necesario, como suele decirse, ‘rebajar
sus pretensiones’ o mejor, ‘desistir de ellas’. No existe reparación para un presente perdido. Sobre todo, cuando
acaba de manifestarse …la desproporción entre las satisfacciones y los sacrificios.” (Bourdieu, 1989, 357).

4. Para terminar con este punto, en Homo academicus trata un tema que hasta entonces había sido soslayado por
la sociología, y en particular la de la educación; el mundo del profesorado universitario, que el sociólogo, que
está dentro de él, debe intentar objetivar. Bourdieu considera la Universidad (al menos la francesa, a la que se
refiere en concreto su estudio) como un campo de enfrentamiento entre varios poderes, relativos a las
diferentes trayectorias sociales y académicas y a las producciones de cada uno; constituye un espacio de
posiciones y de “especies” del profesor universitario. En este espacio se plasma la estructura de la distribución
de diferentes especies de poder.

Ese poder se manifiesta de diversas maneras: en los conflictos y luchas entre Facultades, entre unas ciencias y
otras, entre unas y otras disciplinas; en el acaparamiento de más o menos horarios de clases, recursos
económicos y personales; en la reproducción del cuerpo de profesores universitarios, en la endogamia del
cuerpo, en la separación de los adversarios. El mundo universitario es, en definitiva, un campo de luchas de
poder entre individuos que ocupan distintas posiciones en el espacio no sólo académico, sino también social, ya
que el tener más o menos poder en la universidad no se debe sólo a la valía y prestigio como profesor o
investigador, sino también a las relaciones sociales de poder del individuo en cuestión, que a su vez se deben, en
parte, a aquella posición académica.

Los profesores universitarios son, al fin y al cabo, personas que toman una postura intelectual determinada,
pero también una postura social y política; y esto ocurre siempre, tanto en períodos de equilibrio como de crisis.
A partir de este estudio, otros autores han escrito sobre las luchas de poder en el mundo del profesorado.

A la vista de todo esto, ¿cómo clasificar a Bourdieu? Es difícil encajar las ideas de Bourdieu en un enfoque
sociológico concreto, tanto por las muchas ideas que expresa a lo largo de sus muchos escritos, como por la misma
evolución de ellas.

Por un lado, tiene algo de funcionalista, especialmente en su corriente crítica, al resaltar las desigualdades sociales
en educación debidas a factores de clase social. Por su propio lenguaje, y por conceptos e ideas sobre la
legitimidad, ideología, cultura dominante, reproducción, bien podría ser considerado marxista. Por su centralidad
en la cultura de clase y en la dominación puede ser considerado como weberiano. Por sus relaciones con Young,
Bernstein y otros, y su participación en el libro que dio origen a la Nueva Sociología de la Educación, y por sus ideas
sobre el poder y control en la transmisión del conocimiento escolar, puede ser encuadrado dentro de ésta. Y así
podríamos seguir.

Entonces, ¿dónde encuadrarle? Veamos lo que él mismo nos dice en Cosas dichas. Concretamente recibe
influencias de Marx, Durkheim y Weber, de los que escribe que “representan puntos de referencia que estructuran
nuestro espacio teórico y nuestra percepción de este espacio” (Bourdieu, 1988, 40). Y etiqueta su propio trabajo de
“estructuralismo constructivista” o “constructivismo estructuralista”, entendiendo estructuralismo o estructuralista
en el sentido de que en el mundo social existen estructuras objetivas independientes de la conciencia y de la
voluntad de los agentes, que son capaces de orientar o de coaccionar sus prácticas o representaciones; y por
constructivismo o constructivista quiere decir que hay una génesis social de una parte de los esquemas de
percepción, de pensamiento y de acción, que constituyen el habitus, y de otra parte, existen estructuras,
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Sujeto de la Educación – Prof. Alejandro Salvador

particularmente campos o grupos, de las clases sociales (Bourdieu, 1988, 127). Todo ello hace difícilmente
clasificable a este autor.

Indudablemente, como dijimos al principio, Bourdieu es considerado hoy como uno de los sociólogos actuales más
importantes; su obra ha trascendido no sólo su país, sino incluso Europa, y en España tiene fervientes seguidores.
Ha escrito muchos artículos y libros sobre temas muy variados de la sociología, especialmente centrándose en ésta
misma como ciencia y en el trabajo de sociólogo, en diversas manifestaciones artísticas y en la educación. Si bien,
considero que su obra no sólo es sociología, sino a veces psicología social de clases o de grupos sociales, filosofía
social y de la educación, e incluso (aunque yo no estoy muy convencido de ello) inicios en la antropología. Debido a
esta amplitud literaria del autor aquí sólo nos hemos centrado en algunas de sus obras, especialmente relacionadas
con la educación.

Hemos visto como, tanto a la vista de sus obras como de sus propias confesiones ha sido influido por varios
autores, entre los que destacan Marx, Durkheim y Weber; si bien, yo destacaría las influencias del primero y del
último, visibles tanto en sus ideas como en su lenguaje. Pero esto no acota la clasificación del autor dentro de una
corriente teórica, pues se ha dicho de él que es, aparte de marxista o weberiano, estructuralista, de la Nueva
Sociología de la Educación británica (aunque él no sea británico, pero colaboró en su fundación).

En el terreno de la Sociología de la Educación, Bourdieu ha destacado por llamar la atención, en la línea del
funcionalismo crítico, sobre los factores sociales y familiares de la trayectoria escolar de estudiantes de diferentes
clases sociales, sobre el papel de la escuela en la reproducción cultural, y de ahí la social y económica, la función de
los profesores, de los exámenes, el lenguaje escolar, sobre las luchas de poder en la universidad, sobre las distintas
estrategias de reconversión de diferentes clases sociales respecto del sistema escolar, sobre la sobreproducción y
devaluación de los títulos escolares en el mercado laboral, y un largo etcétera, por no hacer una lista interminable.

Capitales, habitus y campo. Fue uno de los sociólogos más relevantes de la segunda mitad del siglo XX. Sus ideas
son de gran relevancia tanto en teoría social como en sociología empírica, especialmente en la sociología de la
cultura, de la educación y de los estilos de vida. Su teoría destaca por ser un intento de superar la dualidad
tradicional en sociología entre las estructuras sociales y el objetivismo, por un lado, frente a la acción social y el
subjetivismo por otro lado. Para ello se dota de dos conceptos nuevos, el habitus y el campo, así como reinventa
uno ya establecido, el capital.

Teoría Social de Pierre Bourdieu. Según el sociólogo francés, las personas acumulan, luchan, compiten por la
distribución de distintos recursos para posicionarse en la sociedad. Existen tres tipos de capital, cada uno de ellos
tiene una lógica particular y los podemos definir como:

• Capital económico: que se mide y acumula en objetos y dinero.


• Capital social: se refiere a la influencia, la capacidad de activación y movilización social.
• Capital cultural: es el saber acumulado y los objetos que permiten demostrar externamente nuestro nivel
cultural.

Pierre Bourdieu a lo largo de toda su obra elaboró conceptos polémicos que fueron cuestionados por su
determinismo, por ejemplo, el sociólogo sostiene que la escuela reproduce las diferencias familiares, sociales y de
clase porque selecciona y legitima a aquellos que están mejor dotados culturalmente por su origen familiar. en este
sentido la escuela funciona como un mecanismo de movilidad social pero también de maginación y discriminación.
Todo esto se relaciona con la afirmación de Bourdieu respecto al status social de las clases medias que a su
entender se fundamenta en recursos extraídos del sistema educativo, por lo tanto, el principal capital de las clases
medias es el cultural.

Para Bourdieu todos los capitales tienden a convertirse en capital económico. Por otra parte, el capital social
proporciona vínculos sociales y un prestigio derivado del prestigio de otros, que genera la pertenencia; el capital
social se acumula de manera colectiva, pero en un modo altamente selectivo y exclusivista.
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La distribución de los distintos tipos de capitales, da lugar a la creación de mapas, donde cada individuo y cada
grupo aparecerán colocados en una posición diferente en relación al tipo y a la cantidad de capital que posea. Si
“sumamos” nuestras distintas dotaciones de capitales obtendremos como resultado general, la posición relativa
que ocupamos dentro del mapa social.

El conjunto sumado de capitales “produce” el capital simbólico. Entonces, siguiendo la lógica de Bourdieu, el
sentido último de la acumulación de los distintos tipos de capitales, consiste en mejorar la dotación de capital
simbólico. El mapa resultante de la localización en relación a los distintos tipos de capitales, recibe el nombre de
espacio social, o también denominado estructura.

En la estructura, se ven las distancias sociales, se identifican las clases sociales, que se “integran” en torno a las
distintas distribuciones del capital económico y social especialmente.

El espacio social es distributivo, y está en permanente redistribución y redefinición. En el espacio social están todos
los miembros de la sociedad, dentro de la estructura o espacio social, se forman campos. Los campos son los
espacios de juego, donde se dan las relaciones de conflicto, son aquellos espacios relativos que ocupan cada uno
respecto a los demás en lo que respecta a la distribución de los distintos tipos de capitales propios de una actividad
determinada o práctica.

Los campos son espacios especializados y diversos. En los campos, en donde se producen las luchas por la
acumulación de algún capital específico de ese campo, dentro del cual habrá dominadores, que son quienes
manejan las reglas de juego, y, por otro lado, están los “recién llegados” o menos favorecidos. La característica
principal de los recién llegados es su autenticidad, su originalidad y se valen de ella para legitimarse en el campo.

Algo importante a tener en cuenta, es que para Bourdieu no existe el poder global que domina toda la sociedad,
porque la sociedad está atravesada por una multiplicidad de luchas de poder en distintos campos en los que se
distribuyen los capitales en función de sus propias reglas.

los diversos campos también compiten entre sí por el predominio y el valor simbólico, generando campos de poder,
dentro de los que se producirán luchas simbólicas con consecuencias reales en el clasamiento. Lo que está en juego
es la definición de una visión legítima del orden social.

Otro punto fundamental de la teoría social de Bourdieu, es que el individuo no aprende las reglas, sino que las
incorpora, las tiene en su cuerpo por las prácticas cotidianas y habituales. Las prácticas cotidianas serán aquellas
disposiciones incorporadas a la acción que orientan nuestras decisiones y para Bourdieu se llaman habitus.

El habitus es un proceso a través del cual se reproduce la cultura y se naturalizan ciertos valores y
comportamientos. El habitus es además el comportamiento de los individuos dentro del campo al que pertenecen.
La definición más apropiada de habitus es la siguiente: estructuras estructuradas y estructurantes.

Habitus. Bourdieu sugiere que los esquemas de pensamiento, percepción y acción se revelan en base una cierta
génesis social, lo que determina la adquisición de ciertos hábitos que permanecen anclados a los espacios del
campo social o grupos en los que el agente se desenvuelve. El habitus es la subjetividad socializada, es la
generación de prácticas que están limitadas por las condiciones sociales que las sostienen, es la forma en que las
estructuras sociales se graban en nuestro cuerpo y nuestra mente, y forman las estructuras de nuestra subjetividad
(Socialización),es, en otras palabras, un sistema de disposiciones para actuar, pensar, sentir de una forma
determinada que yo he interiorizado a lo largo de la historia . Aparentemente el habitus pareciera algo innato,
aunque se forma a partir de esquemas de percepción y valoración de una estructura social. Hace referencia a
aquello que se ha adquirido y se incorpora en el cuerpo de forma duradera.

Con esta concepción, Bourdieu intenta romper con el dualismo existente hasta el momento entre el fisicalismo
objetivista sin sujeto y el subjetivismo fenomenológico sin estructura. Es el punto en el que convergen la sociedad y
el individuo, pues es una ola, que por un lado nos dice la manera a ser, o es la manera en la que uno ya ha
asimilado -tal vez de manera inconsciente- sus patrones y la voluntad propia y de querer, o no, modificar ese
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habitus. Es el producto de una empresa de aprendizaje que todos los campos sociales utilizan para ejercer control y
apropiación.

El habitus de clase vendría siendo la posición del agente dentro de la estructura de una clase social, donde el
individuo contribuye a la producción y reproducción de este mismo sistema de relaciones entre las clases. No es un
simple estilo de vida que se deriva de pertenecer a una clase, sino que implica la totalidad de nuestros actos y
pensamientos, pues es la base con la cual tomamos determinadas decisiones. La base de todas nuestras acciones es
el mismo habitus de clase. Es el pilar que conforma el mero conjunto de conductas y juicios aprendidos, aunque
pareciese que es lo “natural”, como lo llama Bourdieu, en nosotros: nuestros gestos, gustos, lenguaje, etc. Por ello
las personas de determinadas clases sociales comparten los mismos gustos que aquellos que se encuentran en su
mismo habitus social, estas afinidades electivas.

Campo. El campo es una red de relaciones objetivas entre posiciones objetivamente definidas –en su existencia y
en las determinaciones que ellas imponen a sus ocupantes- por su situación (situs) actual y potencial en la
estructura de las distribuciones de las especies de capital (o de poder) cuya posición impone la obtención de
beneficios específicos puestos en juego en el campo y, a la vez, por su relación objetiva con las otras posiciones. Los
campos sociales son espacios de juego históricamente constituidos con sus instituciones específicas y sus leyes de
funcionamiento propias.

Campo, dominante y dominado. El campo es base de la existencia de un capital común (conocimientos,


habilidades, poder, etc.). Por lo tanto, se produce la lucha por su apropiación. Las personas con un interés común
se movilizan para lograr sus objetivos. Por eso los campos son dinámicos, no estáticos. Producen una jerarquización
entre quienes detentan el capital y aquellos que aspiran a tenerlo. Existen dos niveles de análisis posibles:
sincrónico y diacrónico.

Los campos son las distintas configuraciones de clases o relaciones sociales, donde se unen para relacionarse.
Bourdieu lo explicaba como si fuera una red, donde las relaciones son necesarias. Estas relaciones con su respectiva
razón de ser y también con su estatus social que los hace relacionarse de tal o cual manera.

Para situar a los individuos con más claridad en los campos, Bourdieu propone que situemos a los individuos en un
mapa. Estas posiciones de los individuos funcionan con parejas de oposiciones; por ejemplo: pobre/rico,
valiente/cobarde. Así podemos analizar las diferencias en los individuos, según el campo en el que se encuentren,
con más facilidad.

La idea de campo en Bourdieu nos permite conocer las relaciones objetivas de los agentes, nos permite saber sus
posiciones y de esa manera conocer el grado de desigualdad existente. La posición de los agentes está en función
de los capitales con que cuenta. Cuanto mayor capital acumular, mejor será la posición del agente en el campo. Un
campo se diferencia de otro porque tiene ciertas características y porque su carácter dinámico sufre
transformaciones a lo largo del tiempo. Además, tiene ciertas propiedades que lo diferencias de otros.

Los campos tienen leyes de funcionamiento que no cambian con el tiempo, leyes generales y que son válidas en
todos ellos. Los campos nos muestran posiciones y relaciones de posiciones. Por otro lado, un campo se define en
función de lo que se está jugando y los intereses que se crean en torno al mismo. Cada campo genera un interés,
que atrae al agente y que es necesario para que funcione el mismo.

Si vemos al campo social como un campo de luchas no se debe olvidar que los agentes involucrados en las mismas
tienen en común un cierto número de intereses. Al hablar de luchas permanentes, de acumulación de capital, de
estado de las relaciones de fuerzas, estamos teniendo en cuenta a los campos sociales en su aspecto histórico. En
los campos se producen constantes definiciones y redefiniciones con los demás campos, lo que lleva una
redefinición de los límites de la autonomía relativa de cada uno de ellos.

Es necesario considerar al capital que se está en juego porque distingue un campo de otro. Podemos pensar al
capital como aquellos bienes que con el transcurso del tiempo el agente va acumulando y que se producen, se
distribuyen, se consumen o pueden perderse. No hablamos del campo económico sino de otros campos.
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Condicionamiento. Pareciera en primera instancia, que al estar en determinado campo y ya estando dentro de
éste, nos comportamos de una manera específica, gracias al habitus, por lo que nos encontraríamos determinados.
Pero él diría, que sólo estamos condicionados. Y es aquí por lo que hace la analogía del juego, este “juego social” y
es que existen ciertas reglas y casillas por las que te puedes mover, según tu posicionamiento y la pieza que te toca
jugar. Te limita estar en cierta posición, pero, dentro de lo posible, cada uno es capaz de decidir su propio
movimiento.

Illusio. Bourdieu nos dice que competimos despiadadamente, incluso aunque no conozcamos las reglas ni las
fronteras de nuestro juego. El hecho de estar en este juego y de jugarlo sin siquiera saber por qué lo jugamos es la
illusio, que es una mera ilusión de lo que son nuestras pautas de conducta como modelos únicos a seguir. Es la
creencia en el juego por parte de las dos posiciones que se disputan un tema en particular.

Capital. Bourdieu a la hora de efectuar sus análisis sociológicos valora como capital no sólo el acumulable en forma
de moneda, infraestructuras y bienes materiales intercambiables. Si sólo se considera capital al dinero, no pueden
ser explicados los comportamientos aparentemente altruistas de los agentes que se mueven por el campo.
Bourdieu incide en señalar que las prácticas de noble corazón se asientan también en una base interesada,
crematística, económica, que permite al agente la acumulación de un capital que tiene que ser denominado de otra
forma, y que es acumulado por el jugador de muchas maneras: como capital simbólico, en forma de honor,
honradez, solvencia, competencia, generosidad, pundonor, entrega más allá de toda sospecha; como capital
cultural interiorizado o incorporado, que es el que se adquiere en el seno de una familia (por ejemplo, de clase
alta), o de una circunstancia concreta (una institución prestigiosa); como capital cultural objetivado, que es el
visible en la acumulación de objetos extraordinarios, obras de arte que muestran el gusto distinguido del agente;
como capital cultural institucionalizado, cuya forma más evidente la constituyen los títulos y diplomas; como capital
social, conseguido a través de la red de relaciones que establece el agente por el campo. Todos esos capitales son
transformables en capital económico, y viceversa. Son capitales que manifiestan su efectividad bajo la condición del
disimulo, del fingimiento en la creencia de su no cualidad económica.

Poder. Como todo buen juego, lo que hacemos es competir. Ahora, cada campo genera su capital. Cada agente
trata de acrecentar sus capitales, usando las distintas estrategias de cada grupo que en cada campo se encuentra,
para seguir incrementando su capital, es esto mismo lo que da pie a las jerarquías y a las revoluciones, generando
estructuras para seguir con su capital, es decir con el poder.

Podemos ver, entonces, que cada campo trata de acrecentar su poder valiéndose de su capital y al tratar de
salvaguardarlo se generan los conflictos. Así es como se va tejiendo esta relación entre las estructuras e historia,
entre diacronía y sincronía. Sus comportamientos, como el motivo, se van conformando mutuamente. El poder
aparece ya como un elemento de distracción que no podemos ignorar. Podríamos concluir que es aquella lucha que
se genera tanto entre clases, individuos, ideologías, para conservar el mismo y acrecentar algún capital.

Las relaciones sociales de poder son una multitud de interacciones, reguladas por normas sociales, entre dos o más
personas. Se piensa en el poder no como un objeto que alguien posee y otros desposeen o que esté localizado en
los aparatos del Estado sino desde una perspectiva relacional con una trama más compleja. Se desprende de la
concepción jurídica del mismo, observando que no son las instancias globales las que explican la dominación de la
vida de las personas, sino que son las relaciones múltiples, mínimas, locales de la vida cotidiana las que permiten el
funcionamiento de los poderes macrosociales.

Violencia simbólica. Es un concepto instituido por el sociólogo francés Pierre Bourdieu en la década de los 70, que
en ciencias sociales se utiliza para describir una relación social donde el "dominador" ejerce un modo de violencia
indirecta y no físicamente directa en contra de los "dominados", los cuales no la evidencian o son inconscientes de
dichas prácticas en su contra, por lo cual son "cómplices de la dominación a la que están sometidos" (Bourdieu,
1994).
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Las prácticas de la violencia simbólica son parte de estrategias construidas socialmente en el contexto de esquemas
asimétricos de poder, caracterizados por la reproducción de los roles sociales, estatus, género, posición social,
categorías cognitivas, representación evidente de poder y/o estructuras mentales, puestas en juego cada una o
bien todas simultáneamente en su conjunto, como parte de una reproducción encubierta y sistemática.

La violencia simbólica se caracteriza por ser una violencia invisible, soterrada, subyacente, implícita o subterránea,
la cual esconde la matriz basal de las relaciones de fuerza que están bajo la relación en la cual se configura.
Haciendo alusión a Michel Foucault, «el poder está en todas partes». Solo debemos "hacer visible lo invisible".

En resumen, la naturalización del mundo social es funcional a una forma de dominación, basada en la violencia
simbólica. Esa violencia simbólica es ejercida por quienes la padecen, porque son ellos quienes la han internalizado
como un rasgo de su propia identidad, y se han naturalizado simbólicamente las formas de dominación que se
derivan de la distribución asimétrica del capital, y la reproduce.

Prof. ALEJANDRO SALVADOR

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