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El Cuento Sesion de Aprendizaje
El Cuento Sesion de Aprendizaje
ADOLESCENCIA”
DOCENTE: I.E:
ESTUDIANTE: GRADO/SECCION: 2º
COMPETENCIA CAPACIDADES PROPÓSITO
Lee diversos tipos de • Obtiene informació n del texto escrito. Conocer la salud y bienestar del adolescente a
textos en su lengua • Infiere e interpreta informació n del través del cuento.
materna. texto.
• Reflexiona y evalú a la forma, el
contenido y contexto del texto.
La tristeza de Esteban
Observa y analiza.
Lee el título y prevé , ¿de qué tratará la historia?
Piensa, ¿por qué crees que las personas de provincia viajan a la capital?
¿Có mo crees que se sienten los migrantes al dejar sus lugares de origen?
Durante
Lee atentamente el texto y anota la idea central de la narració n.
Desde su llegada de Tarma, Esteban se había
quedado impresionado por el bullicio y la cantidad
de gente en la capital. A sus cortos diez años,
Lima le parecía una bestia de un millón de
cabezas dispuesta a devorar a quien no
conocía.
Hacía muy poco que había venido con su madre y
la nueva pareja de esta a quien llamaba «Tío». É l
pensó que llegaría para alojarse en Miraflores, San
Isidro,
El Callao o la Victoria, que conocía por referencia;
sin embargo, llegaron al pie de un cerro llamado El
Agustino, donde en todo lo alto, casi en la cumbre, su tío había levantado una choza.
Desde ese instante, Esteban lo conocería como el barrio de «junto al cielo».
Curioso, como todo niñ o de su edad, Esteban bajó de su choza y tomó la carretera. Sin
saberlo, llegó hasta el mercado Mayorista, donde se encontró un billete de diez soles
tirado en el suelo; lo recogió y prosiguió su camino. Jamá s había tenido un billete así.
Interrumpió su recorrido para mirar el juego de otros niñ os entre los que estaba Pedro,
quien pronto se hizo su amigo. Pedro le dijo que no tenía casa y que dormía en el interior
del mercado, donde le cogiera la noche.
1
Esteban le comentó su hallazgo y Pedro lo convenció para hacer «crecer» ese dinero
vendiendo revistas. Juntos irían a comprar la mercadería. Cada revista costaba un sol y se
vendería a sol cincuenta; los cinco soles se repartirían solidariamente despué s de la
venta.
Convinieron en reunirse despué s de una hora, sin que Esteban dijera nada a su madre ni a
su tío sobre el hallazgo y el futuro negocio. Luego de almorzar en casa, Esteban bajó para
encontrarse con Pedro. Tomaron el tranvía y se dirigieron a la plaza San Martín.
Compraron las revistas y se ubicaron en un muro donde las extendieron para su venta, las
cuales fueron saliendo ante la alegría de Esteban.
Cuando faltaba vender una, Pedro dijo que no había almorzado y que tenía hambre. Sacó
un sol de su «ganancia» y le pidió a su amigo que fuera a comprarle pan con jamó n a una
bodega. Esteban aceptó , pero cuando fue a pagar lo pedido, le dijeron que no alcanzaba;
por lo que decidió llevar solo galletas. Al volver, ya no estaba Pedro, ni la ú ltima revista
que quedaba.
El niñ o pensó que se había equivocado de camino, pero no, allí seguían los jardines y los
muros donde había dejado a Pedro. Esperó una, dos, tres horas hasta que anocheció . Mil
conjeturas llenaron su pensamiento, desde que Pedro había sido devorado por la bestia
de un milló n de cabezas, o que era parte de ella.
Conteniendo el llanto, mordisqueó una galleta y se dispuso a tomar el tranvía que lo
dejaría cerca del cerro, al que tendría que escalar para llegar «junto al cielo».
después
Nivel literal
Nivel inferencial
Nivel crítico
5. Lee el siguiente texto y luego responde: ¿En qué se parecen las historias de Esteban y Alex Rolando?
2
En Cusco, era la mañ ana del 12 de noviembre de 2017, cuando Á lex Rolando Thea Llasa llegó a
las oficinas de la Financiera Inkasic SAC, en la avenida San Martín N.º 335 de la ciudad de Yauri,
capital de la provincia cusqueñ a de Espinar. Abrió una cuenta de ahorros e hizo el depó sito a
plazo fijo por dos añ os, por la suma de S/ 35 mil. No sabía que un añ o después su dinero iba a
desaparecer, al igual que la entidad financiera.
Segunda lectura
La insignia
3
– ¿Quién? ¿Martín?
– Sí, Martín.
– ¡Ah, es un colaborador nuestro!
– Yo soy un viejo cliente suyo.
– ¿Y de qué hablaron? Bueno... de Feifer.
– ¿Qué le dijo?
– Que había estado en Pilsen. En verdad... yo no lo sabía.
– ¿No lo sabía?
– No - repliqué con la mayor tranquilidad.
– ¿Y no sabía tampoco que lo mataron de un bastonazo en la estació n de Praga?
– Eso también me lo dijo.
– ¡Ah, fue una cosa espantosa para nosotros!
– En efecto - confirmé - Fue una pérdida irreparable.
Mantuvimos una charla ambigua y ocasional, llena de confidencias imprevistas y de alusiones superficiales.
Recuerdo que mientras yo me afanaba en describirle mi operació n de las amígdalas, él, con grandes gestos,
proclamaba la belleza de los paisajes nórdicos. Por fin, antes de retirarme, me dio un encargo que no dejó de
llamarme la atención. Tráigame en la próxima semana dijo una lista de todos los teléfonos que empiecen con 38.
Prometí cumplir lo ordenado y, antes del plazo concedido, concurrí con la lista.
– ¡Admirable! exclamó Trabaja usted con rapidez ejemplar.
Desde aquel día cumplí una serie de encargos semejantes, de los más extrañ os. (…) Han pasado diez añ os. Por mis
propios méritos he sido designado presidente. Uso una toga orlada de pú rpura con la que aparezco en los grandes
ceremoniales. Los afiliados me tratan de vuecencia. Tengo una renta de cinco mil dó lares, casas en los balnearios,
sirvientes con librea que me respetan y me temen, y hasta una mujer encantadora que viene a mí por las noches sin
que yo la llame. Y a pesar de todo esto, ahora, como el primer día y como siempre, vivo en la más absoluta
ignorancia, y si alguien me preguntara cuál es el sentido de nuestra organizació n, yo no sabría qué responderle. A lo
más, me limitaría a pintar rayas rojas en una pizarra negra, esperando confiado los resultados que produce en la
mente humana toda explicación que se funda inexorablemente en la cábala.
EXPRÉSATE
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¿Crees que el grupo que siempre se reunían era una organizació n, un club, una
cofradía, etc.?
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4
Metacognición
EVALÚO MI PROGRESO